diario la tercera - comentario sobre la peste

1
55 LATERCERA Domingo 18 de enero de 2015 Sociedad Cultura RIO FUGITIVO Por Edmundo Paz Soldán La peste E S bueno volver a Albert Ca- mus en tiempos de barba- rie, pensé hace un par de días, y me refugié en La peste. No la había leído desde los años universita- rios de Buenos Aires, a me- diados de los 80, cuando todavía cierta discusión oponía al autor nacido en Ar- gelia con Jean Paul Sartre. No entendía la polémica. Camus, siempre Camus, decidí después de descubrir El hombre rebelde, y me puse a leer toda su obra, comen- zando por las novelas y el teatro recopi- lados en un tomo de cubiertas marrones de Seix Barral que compré en un kiosco. Me leí hasta sus Carnets. Dicen que es peligroso volver a los amo- res de la adolescencia. Camus se convir- tió, con los años, en alguien muy familiar, el símbolo de una inquebrantable postura ética frente a un mundo absurdo. Para qué entonces volverlo a leer, si ya sabía con qué me iba a encontrar. Quizás por eso mismo, pensé: es mentira que los clá- sicos siempre nos dicen algo nuevo. A ve- ces su valor consiste en decirnos algo que ya sabemos en un momento en que nece- sitamos recordarlo. Lo primero que me llamó la atención en esta lectura de La peste fue la solemnidad de los personajes de Camus. No están he- chas para ellos las conversaciones mun- danas de un Simenon. “¿Cree usted en Dios, doctor?”, podría ser una típica pre- gunta para romper el hielo. Y el hielo se rompe, aunque eso no signifique que los personajes dejen de reflexionar acerca de las grandes cuestiones de la condición hu- mana. A eso acompaña un gran sentido de la composición de lugar, una notable in- tuición para la descripción de atmósferas: “La misma ciudad, hay que confesarlo, es fea. De aspecto tranquilo, se necesita cier- to tiempo para vislumbrar qué es lo que la hace diferente de las ciudades mercanti- les de todas partes. ¿Cómo imaginar, por ejemplo, una ciudad sin palomas, sin ár- boles y sin jardines, donde ni hay ni batir de alas ni temblor de hojas, un lugar neu- tro ni más ni menos? El paso de las esta- ciones solo se lee en el cielo”. La peste asola la ciudad argelina de Orán, y unos cuantos hombres -el doctor Rieux, Tarrou- se empeñan en luchar contra ella. Camus comenzó a escribir la novela durante la Segunda Guerra Mun- dial, y la publicó en 1947; cuando mencio- na la plaga, “esa epidemia biológica que ilustra los dilemas del contagio moral” -las palabras son del historiador Tony Judt-, tiene en mente el nazismo, pero su fuerza alegórica permite otras lecturas. Para comenzar, no se trata de una peste que necesariamente proviene de afuera; como dice Tarrou, “cada uno lleva en sí la peste, porque nadie, nadie en el mundo, está indemne. Y hay que vigilarse sin ce- sar para no ser llevado, en un minuto de distracción, a respirar en la cara de otro y pegarle la infección”. Puede haber una guerra de civilizaciones, pero no es menos peligroso el mal que nos hacemos noso- tros mismos cuando dejamos que la peste nos domine: “hay en este tierra plagas y víctimas y… es preciso, dentro de lo posi- ble, resistirse a estar con la plaga”. Se ne- cesita coraje para buscar la santidad mo- ral en un mundo en el que no existe Dios. Se puede vencer a la peste; de hecho, eso es lo que ocurre en la novela. Pero se trata de un vano consuelo. El doctor Rieux sabe que cualquier triunfo es frá- gil, pues el microbio de la peste “no muere ni desaparece nunca… puede per- manecer adormecido durante años en los muebles y la ropa… y quizás llegue un día en que, para desdicha y enseñan- za de los hombres, la peste despierte sus ratas y las envíe a morir a una ciudad alegre”. Ante su reaparición no queda más que volver a la lucha con las armas seculares –curar, en el caso de Rieux-, porque el sufrimiento que trae la peste no permite que nos resignemos a vivir con ella. ¿O sí? Escritor boliviano, autor de Norte e Iris. RR Albert Camus escirbió La peste durante la Segunda Guerra Mundial y la publicó en 1947. FOTO: ARCHIVO

Upload: real-poe

Post on 18-Aug-2015

224 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Diario La Tercera - Comentario sobre La Peste

TRANSCRIPT

55 LATERCERA Domingo 18 de enero de 2015Sociedad CulturaRIO FUGITIVOPor Edmundo Paz SoldnLa pesteES bueno volver a Albert Ca-mus en tiempos de barba-rie, pens hace un par de das, y me refugi en La peste. No la haba ledo desde los aos universita-rios de Buenos Aires, a me-diados de los 80, cuando todava cierta discusin opona al autor nacido en Ar-gelia con Jean Paul Sartre. No entenda la polmica. Camus, siempre Camus, decid despus de descubrir El hombre rebelde, y me puse a leer toda su obra, comen-zando por las novelas y el teatro recopi-lados en un tomo de cubiertas marrones de Seix Barral que compr en un kiosco. Me le hasta sus Carnets.Dicen que es peligroso volver a los amo-res de la adolescencia. Camus se convir-ti, con los aos, en alguien muy familiar, el smbolo de una inquebrantable postura tica frente a un mundo absurdo. Para qu entonces volverlo a leer, si ya saba con qu me iba a encontrar. Quizs por eso mismo, pens: es mentira que los cl-sicos siempre nos dicen algo nuevo. A ve-ces su valor consiste en decirnos algo que ya sabemos en un momento en que nece-sitamos recordarlo.Lo primero que me llam la atencin en esta lectura de La peste fue la solemnidad de los personajes de Camus. No estn he-chas para ellos las conversaciones mun-danas de un Simenon. Cree usted en Dios, doctor?, podra ser una tpica pre-gunta para romper el hielo. Y el hielo se rompe, aunque eso no signifique que los personajes dejen de reflexionar acerca de las grandes cuestiones de la condicin hu-mana. A eso acompaa un gran sentido de la composicin de lugar, una notable in-tuicin para la descripcin de atmsferas: La misma ciudad, hay que confesarlo, es fea. De aspecto tranquilo, se necesita cier-to tiempo para vislumbrar qu es lo que la hace diferente de las ciudades mercanti-les de todas partes. Cmo imaginar, por ejemplo, una ciudad sin palomas, sin r-boles y sin jardines, donde ni hay ni batir de alas ni temblor de hojas, un lugar neu-tro ni ms ni menos? El paso de las esta-ciones solo se lee en el cielo. La peste asola la ciudad argelina de Orn, y unos cuantos hombres -el doctor Rieux, Tarrou- se empean en luchar contra ella. Camus comenz a escribir la novela durante la Segunda Guerra Mun-dial, y la public en 1947; cuando mencio-na la plaga, esa epidemia biolgica que ilustra los dilemas del contagio moral-las palabras son del historiador Tony Judt-, tiene en mente el nazismo, pero su fuerza alegrica permite otras lecturas. Para comenzar, no se trata de una peste que necesariamente proviene de afuera; como dice Tarrou, cada uno lleva en s la peste, porque nadie, nadie en el mundo, est indemne. Y hay que vigilarse sin ce-sar para no ser llevado, en un minuto de distraccin, a respirar en la cara de otro y pegarle la infeccin. Puede haber una guerra de civilizaciones, pero no es menos peligroso el mal que nos hacemos noso-tros mismos cuando dejamos que la peste nos domine: hay en este tierra plagas y vctimas y es preciso, dentro de lo posi-ble, resistirse a estar con la plaga. Se ne-cesita coraje para buscar la santidad mo-ral en un mundo en el que no existe Dios. Se puede vencer a la peste; de hecho, eso es lo que ocurre en la novela. Pero se trata de un vano consuelo. El doctor Rieux sabe que cualquier triunfo es fr-gil, pues el microbio de la peste no muere ni desaparece nunca puede per-manecer adormecido durante aos en los muebles y la ropa y quizs llegue un da en que, para desdicha y ensean-za de los hombres, la peste despierte sus ratas y las enve a morir a una ciudad alegre. Ante su reaparicin no queda ms que volver a la lucha con las armas seculares curar, en el caso de Rieux-, porque el sufrimiento que trae la peste no permite que nos resignemos a vivir con ella. O s?Escritor boliviano, autor de Norte e Iris.RR Albert Camus escirbi La peste durante la Segunda Guerra Mundial y la public en 1947.FOTO: ARCHIVO