diario la segunda sÁbado es 26 de mayo de 2012 y mi país se desmorona, co-mo se desmorona el cielo...

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"Todos los derechos de la novela y de la ilustración son reservados. © Jorge Baradit, 2012". Reproducción no autorizada. Ilustración de Martín Cáceres DIARIO LA SEGUNDA SÁBADO

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Page 1: DIARIO LA SEGUNDA SÁBADO es 26 de mayo de 2012 y mi país se desmorona, co-mo se desmorona el cielo sobre mi territorio que se remueve y tiembla bajo nuestros pies cada vez que tiene

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DIARIO LA SEGUNDA SÁBADO

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DIARIO LA SEGUNDA SÁBADO

Fernando Camargo, un joven de veintitantos, asiste al funeral de su abuelo, un ex general de ejército integrante de "la caravana de la muerte", y lucha consigo mismo por los sentimientos muy encontrados que ello le produce. Recuerda las historias que su abuelo le contaba cuando era niño, en particular el "evento Lluscuma", cuando una patrulla de conscriptos a cargo de un cabo se encuentra con una luz que abduce al líder del grupo y lo regresa 15 minutos más tarde con una barba de una semana y su reloj adelantado 5 días, un caso real ocurrido el 25 de abril de 1977 en pampa Lluscuma, cerca de Putre. Fernando adoraba y odiaba a su tata, que lo defendió de su propio padre cuando este lo golpeó brutalmente, dejándole una fisura craneal que le produce jaquecas y estados alterados de consciencia. Fernando regresa a su casa con su padre, preguntándose cómo será la vida de ahora en adelante, cuando él sabe que hay una guerra secreta de alcances desconocidos peleándose en nuestro territorio.

Resumen capítulo 1Sábado 26 de mayo

"Aunque camine por un valle de sombras"

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oy es 26 de mayo de 2012 ymi país se desmorona, co-mo se desmorona el cielosobre mi territorio que seremueve y tiembla bajonuestros pies cada vez que

tiene malos sueños. Así me explicabalos terremotos mi tata cuando des-pertaba en la noche asustado porquetodo se iba a derrumbar. Mi tata queya no está, que ahora es una semillaque venimos a enterrar al patio deatrás de mi ciudad.

Hoy hasta la virgen del cerro SanCristóbal nos da la espalda, allá arri-ba, preocupada del otro lado de la vi-da mientras acá, en este valle de som-bras nos mojamos, mientras enterra-mos toda una biblioteca de recuerdosbajo 3 metros de tierra negra como elpuñado de lágrimas que tengo aferra-do en mi memoria. Cada lágrima erauna de sus historias, tengo pánicoque se me escapen entre los dedos,pero lo harán, al menos una permane-cerá, una que siempre era contada demanera diferente, que fue creciendocon los años, con imprecisiones quenunca le cuestioné porque así son lashistorias.

Esa historia dice que el 25 deabril de 1977, ocho soldados conver-saban y cantaban mientras cuidabancaballos del Ejército de Chile, en laspesebreras de pampa Lluscuma. Lanoche no tenía luna y el aire era trans-

parente y congelado. El tata me con-taba que de pronto los centinelas lla-man al resto de los soldados para quelevanten la vista y vean una luz quedesciende como rodando por lacurva del cielo. Todos contemplanextrañados esa bola luminosa quecrecía y crecía descendiendo traslos cerros iluminándolo todo pordetrás de las cumbres. De pronto,ven aterrados otra luz que baja porla ladera en dirección hacia ellos,se detiene a quinientos metros yparece cortarles el paso. Estarfrente a la presencia de un ojo lu-minoso de 25 metros de diámetroen medio de la noche debe habersido una experiencia horrenda.Los soldados lloraban, rezaban yle gritaban a la luz que se retirara,o se identi�cara, o que por favorlos dejara en paz porque estabanaterrados y tenían familias. Alabuelo se le hinchaba el pechocuando me contaba que el cabo almando había sacado fuerzas de �a-queza y había enfrentado a la luz congesto altanero.

"¡Identifíquese, en el nombre dedios!"

Avanzó hacia el pozo luminoso ypareció caer dentro antes que nadiepudiera hacer nada. Los conscriptosse sumieron en la desesperación y sedesbandaron buscando a su cabo paraque les dijera qué debían hacer. Al-

de un cuerpo en otro lugar, enfren-tándose a otros enemigos. Le hablabaa la luz. Entonces se dieron cuenta, elcabo había vuelto con una barba de

casi una semana ¿Te imaginas,Fernandote? Un militar con barba,dónde se ha visto en Chile. Losconscriptos estaban aterrados, seaferraban a su superior como siuna tabla en el océano fuera. Pare-cía que la luz palpitaba, a alguno lepareció verle ventanas, otro quisopensar que quizá era el demoniohaciéndole una prueba, los demo-nios hacen pruebas en los desier-tos. Y entonces se fue.

Uno de ellos corrió al pueblo abuscar ayuda. Regresó con un mé-dico y un profesor que revisaron alcabo y le preguntaron por lo vivi-do. El profesor constató que el re-loj digital del cabo estaba adelan-tado en cinco días y detenido a las4:30 AM. Dato que coincidía con

el crecimiento de la barba que pre-sentaba ¿Te imaginas, Fernandote?Al parecer la luz lo había transporta-do cinco días hacia el futuro y lo ha-bía regresado. No, él no se acordabade nada. Sus subordinados le conta-ron que en un momento se habíapuesto muy serio y había dicho:

“No saben quiénes somos, ni dedónde venimos, pero regresaremos”.

En el Ejército le decían el mar-ciano. Le hicieron pruebas psicológi-

gunos lloraban, otros le pedían a lavirgencita de Las Peñas que los pro-tegiera del mal que venía desde laluz. Quince minutos pasaron antes de

que sintieran caer a su cabo desde laaltura, como a un saco de papas quese arroja desde el camión de carga.Les volvió el alma al cuerpo y corrie-ron a socorrerle de inmediato. Lo en-volvieron en mantas, lo acercaron alfuego, le dieron agua. El cabo tem-blaba y miraba al in�nito con gestode horror. Las palabras salían de suboca como desde una ametralladoraatascada, sus movimientos no co-rrespondían, parecía el re�ejo torpe

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“Aunque camine porun valle de sombras”

CAPITULO I

“EL TATA ME CONTABA QUE DEPRONTO LOS CENTINELASLLAMAN AL RESTO DE LOSSOLDADOS PARA QUELEVANTEN LA VISTA Y VEANUNA LUZ QUE DESCIENDECOMO RODANDO POR LACURVA DEL CIELO”

DIARIO LA SEGUNDA SÁBADO

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cas y le revisaron los recovecos, perono explicaron nada. Lo escondieronen el sur y le prohibieron contar latontera esa. Pasaron los años y se hi-zo evangélico, comenzó a hablar deldemonio y el rapto pre tribulación, detentaciones y falsos profetas, demensajes para la humanidad en li-bros que nunca escribiría. Se retrac-tó, volvió a decir que todo había sidoverdad, volvió a retractarse mientrasuno de sus conscriptos aseguraba es-tar siempre en contacto con extrate-rrestres femeninas que lo llevaban devisita al planeta Unicornio. Se retiródel Ejército para poder hablar en te-levisión y recibir veinte mil dólares.Juró que todo era cierto. Luego sedesdijo de nuevo y pidió entrar alEjército otra vez, pero fue rechazado.

Esa historia me contaba mi abue-lo. La de un puñado de conscriptosveinteañeros aterrados por una luzcerca de la frontera con Bolivia.Ahora voy de regreso a nuestra casaen Peñalolén y la recuerdo palabrapor palabra, dicho con la voz profun-da de mi tata, como todo lo que ha-blamos cuando era un niño, como to-do lo que me contó y que ahora llenael espacio vacío dentro del auto don-de viajo en silencio con mi papá.

Nos bajamos del auto.Mi nombre es Fernando.Hoy es 26 de mayo de 2012 y es-

toy enterrando a mi abuelo mientrasel cielo se desmorona sobre nuestrascabezas.

Las ideas son como semillas quese abren, se descontrolan y extiendensus raíces negruz-cas como metás-tasis por los re-c u e r d o s m á st r a n s p a r e n t e s .Echan a perder todoy a veces el olvido eslo mejor. Estoy ente-rrando a mi abuelo, peroera un General de la Repú-blica que me llevaba a losjuegos de la plaza y participóen el golpe de 1973. El que me en-señó a andar en bicicleta y recorrióChile con la caravana de la muerte.Fue más padre que mi padre y mandómatar gente. El decía que era lo quehabía que hacer, yo no estoy tan se-

guro y eso me revuelve por dentro.Me gustaría extirparme ese recuerdocomo quien extrae un tumor, pero nopuedo, es una granada de mano en miestómago.

Las ideas son como semillas quesacan sus garras a la luz, se le-vantan y cruzan sus ramas torci-das acumulando mugre y tierra

con los años, semillas iguales a esteataúd que venimos a enterrar, que an-tes de tocar tierra ya había producidoel árbol, la rama y la genealogía, tíosy primos innumerables, antes de serplantada en el fondo de este pozo quelo digerirá lento, como un recuerdoque se disuelve. No sé si lo estamossembrando o enterrando como a otrohueso de esos que abundan bajo la al-fombra de nuestra memoria. Porqueenterrándolo estamos como al pare-cer lo hacemos con nuestro propiopaís enfermo, que hoy sedesgrana de norte a sur, sederrumba polvo al polvo,tan parecido a este cajónlargo y estrecho, mi territo-rio que se hunde de a pocoen la tierra al son de mar-chas militares y sepulture-ros de cuello y corbata. To-dos conocidos, todos fami-liares. Por allá está PérezYoma, por acá Matthei. To-dos desconocidos. Y yo so-lo al medio, frente al cajón,con el corazón desgarradoa pedazos, porque se mefue mi tata.

Hay una guerra atrozallá afuera y nadie sabe. Elsuelo tiembla y veo en to-das las caras la sospecha,quién es un agente y quién

no, quién está por la luz y quién porese impostor que es la electricidad.

Encaré a mi tata a los 15 años,cuando descubrí lo que había pasado.Me sentí traicionado. Quise, juro quequise no volver a hablarle. Mi cabezame duele, siempre me duele. Los cu-ras del colegio me decían cosas con-tradictorias, mis amigos dejaron dehablarse. Luego de una semana en laUniversidad, alguien averiguó quemi apellido, Camargo, provenía de"ese" Camargo. Fue extraño, desde elsuelo veía a la gente en el paradero demicros preguntarse por qué me pa-teaban y no me defendí, sentí que te-nían algún tipo de derecho. Me dabanáuseas querer a mi abuelo, el únicoque me protegió cuando mi viejo casime mata.

“Ninguna mujer abandona a unmilitar”, me dijo, cuando la mamá

decidió irse.“El tata es un militar”, murmuré.

“Tú eres un contador penca con uni-forme”.

No vi su mano contra mi cara pe-ro recuerdo el retumbar de mi cabezacontra la muralla, la casa girando entorno a la escala, el tiempo suspendi-do, alguien que me hablaba comodespertándome después de toda unanoche, pero era de día y había unaambulancia y mucha paz, por diosque había paz. La grieta que me dejóen el parietal me duele todos los días.Mi tata decía que tenía la forma deChile, que yo era un patriota. Al messiguiente se fue a vivir con nosotros.Nunca me pidió que entrara a la Es-cuela Militar.

Siempre me duele la cabeza. De-ben estar usándola para transmitir loscódigos de los batallones que espe-

ran bajo tierra. A veces veocosas. Hay una guerra alláafuera, secreta. Ni tú ni yosabemos de qué lado esta-mos, pero se está peleandoferozmente ahora mismo. Elrío Mapocho bajó bermellóndurante un momento imper-ceptible esta mañana, la cor-dillera sangró, porque hayuna guerra.

Estoy seguro que Chilees una serpiente enterradacomo una semilla también.A veces sueño con ella. A ve-ces está enterrada en mi pro-pio cuerpo y tiene la formade mi columna vertebral. En-tonces la veo abrir la bocacerca del lago Chungará,cerca de Arica, y mordermeel cráneo con tanto placerque mancho la cama.

Yo quería conocer ese lugar. Mitata siempre me hablaba de él. Hayalgo raro en esos paisajes. Me habríagustado enterrarlo en medio del lago.El Chungará es el ojo de la serpienteque hunde su cola en la Antártica.Soñé conmigo arrastrando un sacocon sus restos por todo Chile y cuan-do llegaba al borde del lago descu-bría que el saco tenía un agujero y ha-bía ido regando sus huesos por todoel territorio. Mis lágrimas rebotabanen el suelo, pero mi abuelo habría es-tado feliz usando todo el país comocementerio, mucho más que siendoarchivado en un cajón bajo este pai-saje maqueteado y horario de aten-ción restringida. El fue un asesino yahora hay autoridades de gobiernopersignándose frente a su tumba. Mipaís se derrumba, la tierra tiembla, lagente sale a la calle, porque ahora sa-lir a la calle cambió de signi�cado.Pueblos antiguos salen desde la tierracomo recién nacidos limpiándose laplacenta y el barro a reclamar su jus-ticia, mientras enterramos a otros in-tentando cubrir con tierrita la histo-ria.

Hay una guerra.Yo debería haber hecho un es-

fuerzo por mi tata, debería habermerobado un pedazo de sus restos mor-

“ EL CABO TEMBLABA YMIRABA AL INFINITO CONGESTO DE HORROR. LASPALABRAS SALIAN DE SUBOCA COMO DESDE UNAAMETRALLADORAATASCADA, PARECIA ELREFLEJO TORPE DE UNCUERPO EN OTRO LUGAR,ENFRENTANDOSE A OTROSENEMIGOS”

“NO VI SU MANOCONTRA MI CARA, PERORECUERDO ELRETUMBAR DE MI CABEZACONTRA LA MURALLA, LACASA GIRANDO ENTORNO A LA ESCALA, ELTIEMPO SUSPENDIDO...”

DIARIO LA SEGUNDA SÁBADO

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tales, una mano por lo menos, y en-volverla en una banderita chilena to-do metido en un cooler y habermeido al norte calladito. El amaba elnorte y las cosas que vivió por allá.Cuando terminaba sus relatos sobrela guerra contra los marxistas y esascosas, comenzaban las historias deverdad. Los detalles crecen en mimemoria y se mezclan sin mi control.Recuerdo luces en el cielo, chamanesque se alimentaban sólo con la luz delSol. Recuerdo personas que se ha-brían desvanecido en el aire y regre-sado envueltas en otra memoria,viendo otros colores y moviéndosedesfasados de nuestra realidad, per-sonas que comenzaron a vivir haciaatrás, cóndores de oro y ñustas quelloraban en las noches sin lunacuando el universo se te venía enci-ma en el altiplano de Putre. Me con-tó sobre personas que se iban y vi-vían años en lugares recónditos; vi-vían felices, se hacían ancianos yregresaban jóvenes otra vez, ausen-tes sólo minutos para el resto.

alguien me extiende la manoy despierto. Estoy en un fu-neral. Me duele la cabeza yhago un gesto de desagrado.Es de día, sigo en el 26 de

mayo. Miro a la persona, es unChadwick, le doy la mano. Muchasmanos, muchos apellidos, muchostíos de amigos que hace mucho de-jaron de hablarme. Hace frío y pare-ce que llevamos dos días paradosaquí en el pasto y este funeral no vaa terminar nunca. Si parece que elpaís completo estuviera siempre enun funeral llorando a sus héroes,siempre serios mirando el futurocon la nuca, siempre dentro de unaiglesia, callados. Me imagino a miabuelo y la temperatura que debe ha-ber ahí abajo ¿Se le habrá quedadopegada el alma a sus restos? A vecespienso que se nos desconecta el cuer-po, pero el alma se mantiene unida aél y bajamos a la tumba prisioneros,gritando, oscurecidos, inútiles. Lue-go pienso en la tumba de al lado,Marcelo Caamaño Cerda, 1954-1990, y trato de imaginármelo ence-rrado ahí abajo desde hace 22 años,primero rebelándose y gritando, lue-go llorando durante meses, calmán-dose poco a poco con los años, para�nalmente aceptar el horror, la posi-bilidad de pasar allá abajo, entre lagreda, una cantidad de tiempo quedesconoce. Luego pienso en alguienmuerto en 1625, desesperado inten-tando retener trazas de una memoriaque se desvanece, ya casi no recor-dando el rostro de su hijo, descu-briendo con horror que ya no recuer-da el color de ojos de su esposa y noestá seguro de su nombre, ni siquierasu propio lenguaje para el que ya nisiquiera tiene una boca, conscientedel montón de polvo, láminas secas yhuesos en los que se ha convertido sucuerpo. Quizá todos enloquecemosde horror allá abajo y lo desconoce-mos. Quizá un cementerio sea un marde aullidos que no escuchamos. Todoel planeta Tierra es una costra aullan-te que �ota por el Universo. La cabe-

za me da vueltas.Pregunto cuántashoras l l evamosaquí y me mirancon sorpresa.

“Sólo cuaren-ta minutos, Fer-nandote”.

Me mo le s t aque me digan así,porque só lo miabuelo me decía así y ahora está alláabajo gritando porque nadie le res-ponde, porque no apareció ningúnser angelical ni ningún túnel de luzpara llevárselo a ningún lado; porquesólo lo lavaron, lo hurguetearon, le

metieron algodón en sus agujeros ypegamento entre los labios. Lo vis-tieron y lo metieron en un cajón don-de va a pasar el resto de la eternidadanclado a sus inmundicias en mediode la más profunda de las oscurida-des sin ninguna comunicación con elexterior. Me dicen que mi abuelo se-guramente ya está en el cielo, pero¿no dice la Bibliaque Jesús regresará,un angel tocará unatrompeta y se abriránlas tumbas desdedonde saldrán losmuertos para ser juz-gados? Los católi-cos, en realidad, sos-tenemos una doctri-na que dice que haypersonas enterradasdesde hace miles deaños esperando ate-rradas el juicio �nal.

“Nadie ha entrado al cielo toda-vía, tía Coté”.

Me duele la cabeza. Nos vamos.Me suben al auto de mi papá. Esta co-sa tan civilizada y humana de poner-nos chaqueta para venir a botar losrestos de la familia. Se me parte el co-razón cuando no veo la cabeza gran-de y bien afeitada del tata sobre elasiento delantero. Más incómodoaún cuando mi papá gruñe y debo pa-sarme a ese mismo asiento para relle-

nar un vacío que a los dos nos duelede manera tan diferente. Enciende elauto y me siento más viejo sentado enese puesto. Todos salimos ordenada-mente de ahí. Mi papá siempre se de-

mora casi dos minutoscompletos en asumir queno vamos a conversar na-da antes de encender laradio. Esa derrota siem-pre es un alivio.

Vespucio norte, túnelSan Cristóbal. La radiono para de hablar, nadiepara de hablar, la huma-nidad entera es un parlan-te gritando en una casadeshabitada. Las noticiasson atroces siempre. No

sabemos quedarnos callados y meduele la cabeza cada vez más. Salimosdel túnel y frente a nosotros crece depronto el edi�cio Costanera, la torremás grande de Santiago de Chile. Mela imagino como uno de los clavosmonstruosos que mantienen �jo elcuero de la pachamama al mapa geo-político del país. La radio menciona aIquique, donde el tata vivió algo de suadolescencia. Las noticias no sonbuenas, hablan de alzamientos, de unenjambre de espectros en las salitre-

ras, de grupos de internacionalistasitalianos y croatas organizando los sin-dicatos, una noticia extraña acerca delavistamiento de un pelotón fantasmade soldados de la Guerra del Pací�coapareciéndose en la pampa. Dos tem-blores y la repentina actividad del vol-cán Taapaca, cerca de Putre. El nom-bre me despertó del letargo. El abuelohizo gran parte de su carrera en Putre.Adoraba ese pueblito diminuto y de al-guna manera yo también, porque desus alrededores provenía la historiaque más me gustaba escuchar cuandoera niño. Eso extraño que ocurrió a po-cos kilómetros del pueblo, en unapampa de nombre Lluscuma.

Estoy seguro que no fue todo loque ocurrió, siempre nos esconden al-go, ¿cierto? Porque hay una guerra ynadie habla de eso.

Ahora, allá afuera, detrás de laventanilla del auto, el mundo es com-pletamente diferente. El cadáver delsiglo XX hiede y una guerra está co-menzando. La veo en el ponientemientras el cielo se incendia y lasmontañas se pudren. Yo no lo sabía enese momento, pero todo lo increíble ytodo el espanto, estaban por comenzar.

“YO NO LO SABIA ENESE MOMENTO, PEROTODO LO INCREIBLEY TODO EL ESPANTO,ESTABAN PORCOMENZAR”.

“HAY UNA GUERRA ALLAAFUERA, SECRETA. NI TU NI YOSABEMOS DE QUE LADOESTAMOS, PERO SE ESTAPELEANDO FEROZMENTEAHORA MISMO. EL RIOMAPOCHO BAJO BERMELLONDURANTE UN MOMENTOIMPERCEPTIBLE ESTAMAÑANA, LA CORDILLERASANGRO, PORQUE HAY UNAGUERRA”

(Continúa el próximo sábado)

DIARIO LA SEGUNDA