diario de un silvestrista

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  • DIARIO

    DE UN SILVESTRISTA I

    ANA

    MARLYN BECERRA BERDUGO

  • Dedico estas pginas a todos los que llevan la

    bandera roja del silvestrismo en su corazn.-

    Marlyn Becerra-

  • No hay nada que el Silvestrismo no pueda

    curar

    Ana.-

  • LA HISTORIA DE ANA

    Despus de tres copas de vino, pagu la cuenta y le ped al mesero un taxi, cuando sub a aquel automvil, no sospechaba los cambios que llegaran a mi vida, ni hasta donde me llevara

    abordarlo.

    - Direccin a la que va seorita? Pregunt el joven taxista.

    - Por favor! Dije Puede dar algunas vueltas por la ciudad? Necesito aire fresco.

    Sin ms, el taxista aceler el automvil y nos adentramos en las

    calles de la ciudad. Durante un largo rato permanecimos en silencio, baj la ventanilla y respir acompasadamente, llenando mis pulmones del aire glido de la noche, dejando que el viento

    se llevara uno a uno, mis temores. Pens en Rafael; sus celos perturbaban mi vida, l insista que la solucin era casarnos.

    - Desea ir a algn lugar seorita? Pregunt el taxista.

    - S, quisiera divertirme un poco, hoy es mi cumpleaos Conoce un lugar bonito, donde la gente sea feliz?

    - Feliz cumpleaos! Exclam. Luego de pensar un poco contest mi pregunta. Hay un bar muy alegre, se llama Mi Gente, queda en un barrio sencillo y no s si Usted desee ir all.

    - Llveme, me gusta el nombre, lo nico que le pido es que vuelva por m en dos horas, me sentir ms segura si

    Usted regresa.

    - S, no hay problema seorita.

    Agradec la recomendacin, pagu la carrera y me desped de mi gua nocturno. El lugar era sencillo, la msica me llegaba cada

  • vez que abran y cerraban la puerta, deb esperar unos veinte minutos, ya que examinaban a cada cliente por medidas de

    seguridad; pens que Rafael morira de un infarto, si me hubiese visto, con mi vestido rosa y tacones de aguja, en un Bar como este.

    Cuando lleg mi momento de entrar, un joven agradable me

    recibi dndome un folleto del lugar, me brind una hermosa sonrisa y me dej pasar. Pens que por una sonrisa como aquella, vala la pena haber escapado por dos horas de los formalismos

    que rodeaban mi vida.

    Al entrar en el local, una seorita de cabello rubio platinado, me

    ofreci una bebida blanca, servida en una pequea copita, la acept entusiasmada. Me haban dado la bienvenida ms calurosa

    del mundo, el liquid quem mi garganta, era alcohol puro.

    Pens.

    Quera sentarme en la barra, dud por un instante. Rafael deca

    que era de mal gusto, que los hombres piensan que si una chica se sienta en la barra, anda buscando fiesta. Yo no buscaba nada malo, pero si quera fiesta, as que tom un segundo trago de la

    rubia y con determinacin, busqu un sitio en la barra.

    Como bien lo deca el nombre del local, era un lugar de gente, estaba abarrotado esa noche, as que, en la primera silla disponible me sent con la ms mnima intencin de pararme de

    all, hasta que me rescatara mi taxista, as que ped al barman, la bebida de la casa. Me fue imposible creer que el chico de la barra

    era exactamente idntico al de la puerta; cuando l me vio con la boca abierta, sonro de la forma ms bella que puede hacerlo un hombre, ms hermoso que el chico de la recepcin del Bar.

    - Gemelos! Logre leer de sus labios. Sonre y le ped a toda

    voz, la bebida de la casa. La msica en aquel lugar era realmente alegre.

  • En instantes me sirvi una enorme copa con un lquido rojo, al cual el joven de la barra prendi fuego y me pidi con seas que

    apagara las llamas.

    Sopl tan fuerte, como si se tratara de mi pastel de cumpleaos y

    aplaud, como si nadie me estuviera viendo, me acerqu a la copa y di un pequeo sorbo a mi bebida. Fue increble, no era dulce,

    tan poco amarga, me hizo cosquillas en la garganta; y debo confesar que me sent feliz. El joven sonro y me gui un ojo. Con seas, cual si furamos mudos y sordos, le pregunte que

    cmo se llamaba el trago, y en vez de gritar o dibujar palabras en el aire, tomo un bolgrafo y en una servilleta escribi:

    Silvestrista.

    No entend por qu reciba aquel nombre, pero igual ped uno tras

    otro, y creo que tom muchos silvestristas. Mientras tomaba mis bebidas calientes y alegres, se me acercaron varios jvenes, pero con mucha educacin les insist que esperaba a alguien. A la hora

    de mi ingreso en aquel alegre lugar, el muchacho de la barra, desapareci y lo sustituy un chico moreno, debo decir que

    aquello me incomod un poco. Me encantaba esa sonrisa, estuve a punto de pagar la cuenta e irme, pero record que mi taxi de

    confianza an demoraba.

    - Te puedo acompaar? El chico de los tragos rojos, estaba a mi

    lado.

    - Claro!- Respond. Me senta totalmente fascinada, en sus ojos

    brillaba un fuego, jams en toda mi vida, haba visto una mirada tan resplandeciente.

    - Creo bonita que te han gustado los silvestristas. Llevas unos cuantos y no aparentas estar ebria.

    - Tienen mucho alcohol? Le mir hipnotizada.

    - La mezcla es fuerte, no te digo los ingredientes porque me robas la receta bonita. La punta de sus dedos toc mi nariz. Aquel

    gesto me hirvi la sangre, deb verme ms roja que mi bebida,

  • pues me sent muy sonrojada. Trat de comportarme como siempre lo haba hecho en mi vida, de forma fra y respetuosa, as

    que le pregunte lo primero que se me vino a la cabeza.

    - Por qu mi bebida se llama Silvestrista? No tiene mucho

    sentido, algo silvestre debera ser verde, no rojo.

    El joven solt una carcajada y todo su rostro se ilumin, pude

    detallar sus hermosos ojos, su cabello era claro, no como la chica del trago de alcohol, era un rubio mucho ms oscuro.

    - Se llama as por mi cantante favorito. Nunca has escuchado a Silvestre?

    - No! Conteste. En realidad ese nombre solo me hizo pensar

    en los pajaritos de la selva.

    Mi hermoso acompaante le hizo seas al otro barman, quien se

    retir a buscar algo, de pronto, la msica del bar cambi por lo que reconoc como vallenato, algo muy rpido, y en la enorme pantalla del Bar, vi por primera vez a Silvestre, el cantante

    aunque tena sobrepeso, sus movimientos eran muy rpidos y diferentes a cualquier baile que hubiera visto en videos; la gente

    del bar lo conoca bien, todos aplaudan y bailaban como locos.

    Mi acompaante de mirada radiante, me tom de la mano y me

    llev a la pista de baile, no tuve tiempo de negarme, adems los tragos rojos silvestristas comenzaban a hacerme efecto; y mi alegra se uni al gentilicio del local. Sin saber cmo bailar, no hice ms que moverme un poco y aplaudir, sent lo que era ser libre, me sent feliz de estar all con el hombre ms lindo del

    universo.

    La meloda cambi y el vallenato del cantante se volvi romntico, todos comenzaron a bailar tiernamente con sus parejas, por lo que me dirig a mi respectivo asiento, el joven a

    mi lado, era hermoso, pero tambin era un desconocido. Record que pronto me casara; y que no deba mirar de esa forma a otro

  • hombre, lo que estaba haciendo era impropio y deba irme de inmediato.

    - Te has molestado bonita? Pregunt el muchacho.

    - No! Solo estoy cansada. Dije enfadada conmigo misma.

    - Quieres otro trago? Lo invita la casa. Dijo sonriendo.

    - No! Eres muy amable, pero ya vienen a buscarme y estoy

    algo mareada. Tome m cartera, lo mir por ltima vez y me fui de aquel alegre lugar a mi mundo real.

    Cuando llegue a casa, cerr la puerta suavemente y me sent a llorar, sin saber por qu. Me dola el pecho, me quit los tacones y los arroj al pasillo. Record todas las enseanzas de Rafael,

    cosas que siempre me parecieron entupidas, como:

    ESTOY CANSADA DE QUE GOBIERNES MI VIDA! Grit al pasillo oscuro de mi casa. Las lgrimas me golpearon de una forma

    extraa, me levant, estaba mareada. Consegu la puerta que buscaba, encend la luz. El espejo me devolvi el espectro de una mujer que no quera reconocer, los trastornos alimenticios que

    padeca, por no querer engordar, se me notaban cada vez ms, estaba plida y famlica. Dos gruesas gotas negras me marcaban

    las mejillas DETESTO EL MAQUILLAJE! Me dije a m misma, y frente al espejo me quit el vestido rosado, abr la llave de la regadera y me acost en la baera.

    Pens en ese instante que haba bebido demasiado, mientras el

    agua fra me calmaba el mareo. Unas cuantas lgrimas ms persistieron, hasta que record el rostro de los gemelos, eran como ver al hombre de tu vida, dos veces. Su dulce rostro, su

    mirada brillante y alegre, su retrato estaba impreso en mi memoria.

  • NO! No, son los silvestristas es mi vida la que me tiene mal. Dije, caminando desnuda hacia mi habitacin. Me gustaba sentir

    la piel hmeda, que las gotas se deslizaran y el fro me calmara las tristezas.

    Sin saber cmo una insistente cancin de vallenato, sonaba una y otra vez, dentro de mi cabeza, para poder librarme de ella, me fui

    a dormir.

  • RAFAEL

    A la maana siguiente, me despert con un terrible dolor de cabeza, los silvestristas, me haban estallado tan pronto toqu la cama. Me tom dos pastillas con un vaso de agua y unas gotas

    de limn, y al encender mi celular pens que el mundo se me vena encima.

    Tena nueve mensajes de voz y varios de texto, no escuch ni le

    ninguno, saba perfectamente que Rafael estaba furioso, por no haberme controlado la noche anterior. Como por arte de magia,

    el telfono dio un pitido y contest.

    - AL MENOS ESTAS VIVA? Ms que una pregunta, fue un

    grito que retumb en mi cerebro.

    - Es necesario que grites? Murmur.

    Increblemente Rafael colg la llamada, lament haberme portado

    grosera, pero el dolor de cabeza no me permiti contestar nada ms. Dorm durante horas, era domingo y no trabajara hasta el da siguiente. A eso de las tres de la tarde y luego de una sopa de

    cebollas, recuper mi ser, y lo primero que se me vino a la mente fue la meloda de la noche anterior, no recordaba la letra, pero

    era agradable la alegra que emanaba de mis recuerdos, su sonido estaba impregnado en mi memoria.

    - No s su nombre, no le pregunt su nombre.- susurr- busqu mi cartera y encontr la servilleta Silvestrista, nada ms, ni un nmero telefnico, ni nada que me indicara quin era. En el folleto del bar, solo haba los diferentes nombres de bebidas alcohlicas y sus precios,

    ninguna informacin ms.

  • Fue una semana insoportable, Rafael grit, casi todos los das, me rega como a una nia, y no sent las menores ganas de

    disculparme, yo no haba cometido ningn crimen, solo celebr dos horas mi cumpleaos, era mi derecho, pero tampoco quise agrandar el asunto y me mantuve al margen de la discusin.

    Siempre que Rafael gritaba, yo me suma en un silencio sepulcral.

    - Ahora la seorita despus de perderse toda una noche, no me habla, Qu hubieras dicho, si quien se va de fiesta soy yo? El peor hombre del mundo Ana mrame cuando te hablo! Sabr Dios con quin estabas, o qu hiciste, te has comportado como una cualquiera.

    - Estas gritando Rafael; y as, de verdad que no puedo.

    Durante das profes las enormes ganas de regresar aquel sencillo Bar, anhelaba saber el nombre del muchacho de bonita sonrisa. Pero no me atreva a ir sola de nuevo, senta que

    cometera un grave pecado. Por ms que les ped a mis decentes amigas que me acompaaran, ninguna quiso ni por asomo ir a

    aquel barrio, supuestamente peligroso. Insistan en que no era un lugar para una mujer comprometida.

    Dos semanas despus de mi cumpleaos, decid arreglar las cosas con Rafael, as que fui a su casa. Para m sorpresa haba una

    fiesta esa noche, y al llegar not incomodidad en todos sus amigos. Por lo visto no esperaban que asistiera. Los salud como si supiera que all haba una reunin, busqu a mi prometido con

    la mirada y no lo vi, hasta que la cara que puso mi suegra me mostr, que algo pasaba. Instintivamente fui a la habitacin de

    Rafael, no estaba solo, con l se encontraba una joven muy bonita y muy alta, yo no entenda que ocurra.

    Mir a Rafael y su rostro estaba blanco como la hoja de un papel, la joven me mir y Dijo: Soy su prometida! Vamos a casarnos!

    Creo que sent en ese instante lo que en derecho se llama intenso dolor, una cinta negra se desprendi de mis ojos, era como si

    hubiera estado vendada hasta entonces, apret mis puos y lo

  • mir, fue sorprendente ver como el hombre que dominaba mi vida, era alguien que no dominaba la suya. l bajo la mirada, lo

    cual me bast para marcharme.

    Mi taxi esperaba afuera, alguien grit algo, otra mano trat de

    detenerme, escuche a alguien decir que no quera un escndalo, creo que golpee a Rafael, a la muchacha o a ambos, no puedo

    saberlo a ciencia cierta, solo s que iba a la casa de mi madre por un revolver. El intenso dolor produce un efecto mortal en la persona que ha sido engaada y si aun viven es por obra del

    destino.

    Pens en matarlos, pens incluso en matarme. Durante aos

    haba sido sumisa, buena chica, tranquila, una joven de buena familia, y todo era una sucia mentira. Ahora entenda por qu me

    trataba tan mal. Ahora entenda sus celos, y por qu me manipulaba para ser la nia ms ejemplar. Senta a cada segundo que mi corazn se quebraba y pronto explotara. Pero una

    meloda en mis recuerdos me llev a otro lugar, le ped al taxista que cambiara el destino, que me llevara a Mi Gente, el taxista diligentemente me dej all; y en la gran pantalla estaba Silvestre, cantando y bailando. En la barra vi al otro barman, el

    chico moreno, le ped un silvestrista y me lo neg con la cabeza.

    Observ el lugar, sin entender; y los labios del barman se

    movieron para decir Se ha ido, le ped un tequila. Decid no llorar, calmarme, si no me adueaba de mis emociones cometera una locura, saba las consecuencias de matar a alguien, tanto

    penales como espirituales, necesitaba controlarme y precisamente eso hizo la msica de Silvestre.

    Por cosas de la vida, le di toda mi atencin a Silvestre, y de pronto en el escenario del video, en lo que pareca un concierto,

    una nia especial lo saludaba, ella me enterneci el alma, y logr dominarme por fin. Silvestre la sent en sus piernas, le cant,

    bailaron juntos y el cantante dijo: Dios te bendiga Melisa, la nia que l llam Melisa, grit emocionada por el micrfono y yo all delante de todo el mundo, me puse a llorar.

  • Esper a que cerraran el bar, necesitaba saber sobre el chico rubio o su hermano, y el barman de esa noche, me cont que los

    gemelos se haban ido a probar suerte en otra parte.

    Tom un taxi a mi casa a las 4:00 de la maana, ni siquiera

    pregunte el nombre del silvestrista, porque no tena sentido saberlo. Una depresin absoluta se apoder de mi alma, me

    declar enferma y durante das perd la nocin del tiempo. Tom pastillas para dormir y al despertar volv a tomarlas, duraba ms de 24 horas, completamente dormida; y al despertar lloraba

    como si mi madre hubiera muerto. Dej de comer, dej de vivir durante mucho tiempo, pens en suicidarme una y otra vez, lo

    nico que lo evit fue dormir, y dormir durante das. Poco a poco volv a comer, y por obra y gracia del destino, aprend a respirar nuevamente y decid levantarme de la cama y vivir.

    Me fui de la ciudad y comenc de cero en otra, me entregu a mi nuevo trabajo, y me recuper poco a poco de mis complejos, llor

    noches enteras, tom antidepresivos y pastillas para poder dormir por las noches. Rafael haba logrado hacerme un hoyo enorme en

    el corazn; lo nico bonito que recuerdo, durante ese tiempo de vivir como un autmata, es la msica del Silvestre, cuando ms

    triste o sola me senta, l con sus melodas llenaba mi vida. Colm poco a poco mi corazn de su alegra y sin saber cmo o por qu, me convert en fantica o como se le dice a sus

    seguidores, me bautic Silvestrista.

  • TERESA

    Una noche mientras trabajaba largas horas en el computador, sent un vaco tan grande, que decid en ese instante que necesitaba una ilusin, era el momento de aceptarlo, tomara mis

    vacaciones para irme por primera vez a un concierto de Silvestre en Colombia.

    Tomar la decisin y hacer las maletas fue cuestin de horas, dej la oficina en orden; y tras la puerta del despacho mi envestidura de abogada, dije adis a mis seres queridos y tom un vuelo a

    Valledupar, tena suficiente dinero y dos meses completos para llenar mi vida de alegra. Sin embargo, en la vida las cosas no son

    color de rosa, y las enseanzas cuando crees que han llegado, apenas comienzan, el camino que haba emprendido en el taxi la

    noche de mi cumpleaos, apenas iniciaba.

    Me hosped en un hotel hermoso cercano al lugar donde se

    realizara el concierto, pero apenas baj a comer algo, mi vida cambio para siempre, el barman del restaurante, era el joven por el cual, haba conocido sobre Silvestre Dangond.

    - Hola bonita! El silvestrista estaba ante m.

    - Eres t! Dije sin poder creer lo que vean mis ojos. l

    sonro y llen mi vida con su existencia, olvid por un instante quin era yo misma y en donde estaba. Sus ojos

    pardos eran penetrantes, que brillaban con tal intensidad, que me sent desarmada ante su existencia.

    - Qu haces tan lejos de casa? Pregunt, pero no pude contestar, lo mir como si fuera irreal.

    - Soy Ana! Fue lo nico que pude decirle.

    - Mathias!, no me dirs que has venido siguindome. Y su carcajada me lleno el alma.

  • - No! Dije. Vine a realizar un sueo, quiero que Silvestre me conozca.

    - Ahora eres silvestrista? no esperaba menos.- Dijo.

    - S, ahora soy muy alegre y te agradezco por haberme presentado a mi dolo.

    - Te traer tu bebida, y tomar mi descanso. Me gui un ojo y regres con una enorme copa roja.

    Hablamos durante horas, me desahogu con Mathias, me disculp por salir tan groseramente del Bar aquella noche, pero le confes

    que me haba sentido mal por divertirme y durante aos me arrepent de haberlo hecho, le cont que fui a buscarlo al Bar das

    despus, y algunas cosas de las que pasaron con Rafael.

    l solo me pregunto si tena novio actualmente, y nos remos

    durante horas. Sent que haba encontrado la felicidad, pero que deba tener cuidado, no quera lastimar a nadie, y menos, que volvieran a romperme el corazn.

    Paseamos de da por Valledupar, y de noche, yo lo observaba

    trabajar hasta tarde, as pasaron algunos das. Para el concierto an faltaba algn tiempo.

    - Hoy te llevar a conocer a alguien muy especial. Dijo Mathias una tarde.

    - A dnde vamos? Quise saber.

    - Hoy te presentar a mi amiga Teresa, ella es una de las Silvestristas ms bellas que conozco, es alguien muy especial y nadie en esta vida se parece a ella.

    Es innegable que sent celos de esas palabras, y hasta pens que

    Teresa sera su novia. Para mi sorpresa, era una chica de mi edad, muy hermosa, pero estaba en sillas de ruedas.

  • - Hola hermosa! - Dijo Mathias, y la chica se aferr a l como si estuvieran despidindose. Ella es Ana! Dijo

    refirindose a m. Y por primera vez conoc en la mirada de alguien, las verdaderas ganas de vivir. Me acurruqu a su lado y ella me dio un beso en la mejilla. Si el corazn de un

    ser humano se puede encoger, el mo se volvi diminuto. Verla con su paoleta roja, cubriendo la calva donde alguna

    vez existi un hermoso cabello, me lastim el alma.

    - Hola Ana! Dijo abriendo sus ojos como platos. Mathias me

    ha dicho que has venido a ver a Silvestre desde muy lejos. Me parece increble y muy divertido hacer algo as. Yo

    quiero ir al concierto, pero mis padres no me dejan ir, porque no pueden acompaarme, y aunque pudieran no me llevaran, me tratan como si fuera un beb.

    - Y si vamos los tres? Pregunt sin medir la responsabilidad del compromiso que asuma ante aquella familia. Pero ya

    no poda ir sin Teresa, era evidente que tena una enfermedad grave, y mi sueo de que Silvestre me

    conociera, poda esperar. El rostro de Teresa se ilumin con la idea y Mathias me dedic su mejor sonrisa. Fue un

    instante que jams olvidar, cada uno de nosotros se llen de felicidad infinita, cada cual por sus propios motivos.

    Mathias me explico que Teresa sufra de Cncer en el estomago, y que los mdicos haca mucho, la haban desahuciado, la quimioterapia haba dado sus frutos pero el mal haba ganado la

    batalla. Durante das su historia me hizo sentir culpable, yo me lamentaba por el engao de un hombre, cuando existan personas

    con verdaderos dolores y con ms ganas de vivir que yo. Me senta avergonzada de haberme mantenido dormida durante

    tanto tiempo, en lugar de luchar, perd mucho tiempo de mi vida en algo que simplemente no vala la pena.

    Una tarde paseando con Teresa por una plaza de Valledupar, la chica me agradeci que la apoyara a ir al concierto. Conduje su silla de ruedas hasta una banca de la plaza y me sent a

    contemplar a los nios correr detrs de las palomas.

  • - Ana! Dijo Teresa. Tal vez no ahora, tal vez no despus, quizs dentro de unos aos, estoy convencida que Silvestre

    va a conocerte, y por eso quiero pedirte que le digas lo feliz que me hizo; y que, sus ojos amarillos son como dos solecitos que me iluminarn siempre, vaya a donde vaya.

    Al decir esto dos enormes lgrimas brotaron de sus ojos.

    - No digas tonteras Teresa. Dije secando su rostro. Se lo dirs tu misma. Te prometo que haremos todo lo necesario para acercarnos a l y que te de un besito en la mejilla.

    - No creo Ana, acercarse es muy difcil, l es muy famoso, y entiendo que no nos puede conocer, a todos y cada uno de

    los silvestristas, pero tengo fe en ti Ana, t le hablaras algn da de la loquita de Teresa, y del amor tan grande

    que le tuve.

    - Te prometo que Silvestre sabr que Teresa la ms bella

    silvestrista que ha existido lo ama. Dije lanzndome a llorar entre sus brazos. La amaba y aceptar que morira me

    causaba el dolor ms grande del mundo. Lloramos juntas y la Plaza Alfonso Lpez fue testigo de mi promesa.

    Aquella noche supliqu a Dios que curara a Teresa, que le diera salud. Ella era demasiado joven y hermosa para morir, no era

    justo que alguien tan puro sufriera as, habiendo tanta vida en sus ojos cafs. Llor hasta quedarme sin lgrimas.

    Mi oracin se qued en el aire, pocos das antes del concierto, Teresa haba muerto; se haba ido a ser feliz con Dios a otro

    lugar. El da de su entierro me qued al lado de su lpida, con una rosa roja entre las manos, hasta que volv a formular mi promesa, dej la rosa arriba de todas las dems flores y nos

    dijimos adis.

    El da del concierto de Silvestre, llor y llor, en la habitacin del hotel en los brazos de Mathias.

    - No puedo ir al concierto! Solloc.

  • - Tienes que ir, es lo que Teresa quera.

    - Por favor entindelo, ya no puedo ir, ella ella.

    - Si lo s, ella se ha ido, pero no podas hacer nada, era

    como mi hermanita y no pude hacer nada tampoco, pero ella te dej un encargo y debes cumplirle, vamos vstete de rojo, Silvestrista nos vamos.

    Aquel primer concierto, aunque me rodeaban miles y miles de

    personas, me sent inmensamente sola, estaba tan triste, era como si la muerte de Teresa me golpeara contra una pared, pero a su vez, como si Rafael me volviera a engaar, como si toda la

    depresin del mundo se alojara en mi corazn.

    Logramos llegar hasta la baranda principal y me aferr all durante horas, era permanecer all de pie o echarme a llorar sin consuelo. La gente aclamaba, gritaba, el lugar estaba a no ms

    poder, miles y miles de historias en cada silvestrista, y Teresa, all deba estar Teresa, me aferr a esa idea, y las luces me

    cegaron por un instante, mi cantante sala al escenario. Grit, grit, grit durante todo el concierto, llor y me abrac al pecho de Mathias. Me sent cansada y aunque estuve muy cerca,

    Silvestre, l no pudo verme.

    - No le cumplimos a Teresa! Susurre al odo de Mathias,

    cuando el concierto termin. l me abraz y sin decirme nada y sin darme casi cuenta, me bes. All en ese instante, fui profundamente feliz.

  • CLUB DE TRES

    Mi estada en aquel hermoso lugar lleg a su fin, deba irme dejando los sueos atrs, dej a Mathias, escond todos mis sentimientos bajo llave, dej rosas rojas en la lapida de Teresa, y

    me march, lo nico que llevaba conmigo a flor de piel para que la tristeza no me consumiera, era el recuerdo del concierto, las canciones ms alegres de Silvestre.

    Mathias tena su vida, y yo un lugar en el mundo, con realidades y luchas que deban continuar, ni por un instante consider la

    idea de quedarme o rogarle al amor que me siguiera, porque aprend, que el amor llega y se queda contigo cuando debe llegar;

    y cuando es todo para ti, sin obligar ni presionar, l simplemente llega.

    Pas un ao inmensamente largo antes de las vacaciones de agosto, durante todo ese tiempo no abandon mi pasin por el

    silvestrismo, era lo que estaba conmigo y a mi lado en los momentos de debilidad, pero la soledad era absoluta, as que decid inventar un Club de fan, digo inventar, ya que era la nica

    fan de mi ciudad o por lo menos as lo cre, las redes sociales hicieron su labor y como quien recluta personal increblemente

    encontr en mi vida a dos almas gemelas, la primera de ellas una hermosa nia de cabellos rubios llamada Amparo, la otra de ellas,

    una morena silvestrista llamada Raquel, ambas eran mucho ms altas que yo.

    En ese tiempo se dara un concierto de Silvestre en la ciudad, lo cual me produjo ansiedad, no por su llegada, si no porque saba que las personas no lo conocan tanto como en Valledupar, as

    que llenando vacos, le entregue el corazn a un club de tres, y con la ayuda de algunas amigas cmplices, ya que no fue fcil

    que algunas aceptaran colocarse una camisa roja y me acompaaran a promocionar el concierto, sin siquiera saber de quin se trataba, otras personas a quienes les rogu su apoyo

  • prcticamente me cerraron las puertas de su amistad, e incluso perd falsas amistades de sociedad, que solo me consideraban su

    amiga por tener una profesin exitosa o por haber sido novia de un gran hombre, que en realidad sabemos que no era tal.

    Esa tarde en que siendo abogado, con todas las ocupaciones que ello me origina, me fui a la calle con volantes, pendones y fui

    simplemente Ana, me acompaaron las increbles nuevas amigas Amparo y Raquel, conocerlas fue algo maravillo, ya que siendo tan distintas, no fue necesario tomar caf o contar intimidades

    para llegar a ser las mejores amigas del mundo, y la locura en cada una se distribua perfectamente.

    Luchamos durante das para vender entradas al concierto, cada cierto tiempo le escriba a Mathias contndole los pormenores del

    Club de Tres, durante ese ao mantuvimos un trato algo distante para no herirnos, pero evidentemente cada vez que recordaba el nico beso que nos dimos, el alma se me fragmentaba en

    pedazos, que remendaba con mis ocupaciones del silvestrismo.

    Llegado el da del concierto, ya no ramos un club ficticio, tenamos miembros fundadores, verdaderos portadores del color Rojo. Por decisin unnime, esperamos al querido Silvestre en el

    Aeropuerto, desde la maana, pero por cosas del destino, el cielo se nos vino encima, el diluvio ocurri y no dej de llover,

    estbamos eufricos, entre la histeria y la tristeza, el torrencial aguacero mantena al artista preso en el aeropuerto de otra ciudad y la distancia no fueron las horas, sino la duda de su

    llegada.

    Cantamos, lloramos, a ratos pensaba en que si Mathias estuviera conmigo, la felicidad sera completa, tena fe de que dejara de llover y por primera vez vera a Silvestre frente a frente.

    Curiosamente me senta cansada, como cuando tienes fiebre y pens que era la emocin del instante.

    Eran las 10 de la noche cuando escuch gritos de las personas que me acompaaban, ca en una especie de estado depresivo

    incomprensible, no poda escuchar o entender, solo mir a

  • Amparo, con esa sonrisa radiante en ella y la felicidad que emanaba de Raquel para entender l haba llegado.

    Comenc a llorar, llor por Rafael, llore por Teresa, llor por Mathias y nuestro amor inconcluso, cuando entre todos los que

    estaban presentes, lo vi, no pude moverme y solo llor, pensando que l se ira inmediatamente al concierto. Nada ms lejano de lo

    que viv en ese instante. Es muy alto. Pens.

    - Qu tal la espera? Pregunt Silvestre colocando su brazo

    derecho en mi hombro.

    No contest, no pude, me aferre a l, lo abrace como nunca haba

    abrazado a un ser humano.

    Las lgrimas an las conservo en mi alma, al igual que la imagen de sus ojos amarillos, increblemente dorados, los solecitos de Teresa, camino a la eternidad.

  • ROMEO Y JULIETA

    Ante las emociones que vivimos ese da en el aeropuerto, le fall nuevamente a Teresa, lo nico que pude hacer fue entregarle un obsequio, en una versin de bolsillo, le regal

    Romeo y Julieta, el libro ms hermoso que poda darle, pero los sentimientos de mi amiga, su existencia y muerte, fueron imposibles de expresar. Nuevamente derrotada por el tiempo,

    esper a que la vida me diera un instante ms tranquilo, el cual no lleg, por lo menos, no en ese momento.

    Al da siguiente del concierto que no se realiz por el diluvio intenso de la noche, entraba en un lugar fro y distante de la

    alegra anterior, era hospitalizada, a tan solo calles de Silvestre. Las calenturas del da anterior en realidad eran fiebre. Ingresaba

    con Bronquitis a la clnica, derrotada, llorando en silencio, sin fuerzas y delirante en fiebre.

    En la noche pude ver entre pesadillas y altas fiebres, a una nia hermosa al lado de mi cama, estaba sentada en una especie de silla de ruedas de colores y susurraba palabras ininteligibles, los

    ojitos que me observaban eran los de Teresa, no me acusaban, ni perdonaban, simplemente me miraban.

    Al despertar me sent agotada, ms que enferma, me senta incompleta.

  • SIRENA DORADA

    Transcurrieron algunos meses, y en mi pecho se abrigaban los vacos ms terribles que el amor pudiera ocasionar. Cuando decides ser feliz para siempre y tu decisin ha llegado tarde,

    puede ocurrirte, lo que me sucedi. Regres por fin a Valledupar, y para mi sorpresa, Mathias ya no trabajaba en el Hotel, no consegu direccin alguna a la que se hubiera mudado, nadie

    supo darme razones del hombre que amaba. Cuando dej de recibir sus correos y llamadas telefnicas, saba que algo andaba

    muy mal, pero nunca cre que l desaparecera de mi vida.

    Esa tarde en la que me rend y acept que se haba marchado

    para siempre, necesit el consuelo del nico lugar que el valle poda entregarme por completo; y como quien llora la muerte de

    un ser amado, derram mil lgrimas a orillas del Ro Guatapuri, all sentada entre las rocas, observada nicamente por la enorme escultura de una sirena dorada. Era irreal que Mathias ya no

    estuviera en Valledupar. Sent tanta soledad que pens que en cualquier momento me lanzara a las aguas de aquel hermoso ro,

    y dejara que se llevara el amor que me quemaba en el alma. Mir mis pies y me dije: > me los quit y hund las piernas en aquellas aguas cristalinas, solo hasta

    entonces pude calmar las tristezas de decisiones tardas.

    En el Guatapur vi el atardecer ms hermoso, que jams haya visto, La Sirena brillaba como un sol, porque l se reflejaba en ella, era como una Diosa de oro, que aplacaba con su hermosura

    mi corazn fragmentado; en ese mismo instante hund mis manos en las aguas diciendo:

  • Esa noche, por primera vez en mucho tiempo, pude dormir en paz, sin tristezas, entendiendo que tanta desolacin no se deba a

    Mathias, o a mis sueos inconclusos, ni siquiera tena que ver con mis promesas a Teresa, todo el malestar que arrastraba dentro de m, se deba a mi incapacidad de perdonar a Rafael. Estoy

    convencida, que la vida, el destino o como quiera que se llame esa Ley universal, Mathias deba alejarse de m, para que yo

    pudiera cicatrizar mis heridas.

    Regres a mi ciudad con toda la paz que un alma puede tener; y

    sobre todo, dispuesta a seguir el Silvestrismo como una forma de vida, conocer las historias de quienes persiguen una voz, no por

    su potencia o mensaje, si no por la armona que ella produce, ese cantor de ojos amarillos y alma transparente.

    Desde entonces decid escribir este diario para ti, paciente lector Silvestrista.

  • EL ZAPATO ROJO

    En este episodio del diario rojo, quiero dejar constancia, de lo mucho que se puede llegar a sufrir, por ser fan, no por obra del artista al cual sigues, quin ni tiene idea de lo que podemos pasar

    por estar buscando tal vez, lo que no se nos ha perdido.

    Aquella noche Silvestre tendra una presentacin, en una ciudad

    cercana a la ma, que sera, realmente concurrida, y a la cual no tena planificado asistir por la inseguridad que ofrecen eventos enormes, pero como en el corazn de un fan no manda la razn,

    me present, an a pesar del augurio en mis sueos, la noche anterior. Comet el error de acercarme ms y ms al barandaje

    cercano a la tarima del evento, la multitud me sofocaba, pero la meta, estaba all ante m, en donde slo se interponan unas

    cuantas miles de personas, en lugar de quedarme atrs, como cualquier mujer sola y sensata debera haber hecho, paso a paso fui conquistando terreno.

    El problema no fue avanzar, ni el calor, ni siquiera la sensacin de claustrofobia que sent en ese momento, sino la euforia de

    quienes al igual que yo, empujaban buscando un lugar cercano a la tarima. Faltaba muy poco para que se presentara Silvestre, y eso me empuj a agacharme entre la multitud. Hoy recuerdo lo

    que hice, y no se si rerme o llorar mis ideas sin sentido.

    Comenc a avanzar entre los silvestristas, gateando poco a poco y me gan algunos insultos, otros se rean y otros ni se dieron cuenta de lo que haca, en tres oportunidades me pisaron las

    manos; no tengo idea qu me pas en esa oportunidad, olvid mi edad, mi profesin, olvid que era una dama, y me comport

    simplemente como una nia traviesa.

  • Al levantarme, observ que an me faltaba bastante para llegar a mi meta, pero en ese mismo instante, los msicos de la

    agrupacin hicieron acto de presencia, y la locura se desbord en todos los corazones all presentes, en no se qu espacio, la multitud se desplaz, corrimos hacia delante; y ca, sent como

    me detena el spero asfalto, y por unos instantes fui arrastrada entre la marea, raspndome las manos, las rodillas e

    increblemente perd uno de mis zapatos rojos favoritos. Alguien me ayud a ponerme de pie, y el dolor fue terrible, Silvestre sali al escenario y todos brincamos de alegra. Sent como un hilillo de

    sangre brotaba de mi rodilla derecha, pero la emocin contuvo el dolor, tampoco ech de menos mi zapato, y despus de todo,

    segu avanzando, poco a poco, la multitud fue cediendo y por fin llegue a la baranda en frente de la tarima, levante la vista y sus ojos amarillos, se clavaron en mi, l me estaba esperando.

  • CAPITULO ESPECIAL

    Para mi gran sorpresa, me mir directamente a los ojos y sent, que de alguna forma, entre la multitud, l me reconoca. No

    puedo decir, qu cantaba, o cul era la meloda, solo poda verlo a l en la tarima y vivir ese instante de mirarnos, de sonrernos como un par de cmplices.

    Cuando Silvestre termin de cantar, las personas comenzaron a

    mostrar sus pancartas, alguien a mi lado le dio un regalo, era algo as, como un arreglo de frutas, e incluso vi una mano extendiendo una gruesa cadena de oro, que l no acepto.

    La magia de un concierto, ciertamente te hace ver a tu artista

    como un dolo, record en ese instante que llevaba en mi bolso un pequeo obsequio para l; y sin saber, ni en qu momento lo saqu, lo tend hacia arriba con ambas manos, tal cual, como

    ofreciendo mi sacrificio a ese dolo, y l sin dejar de mirar a su fan, lo recibi.

    - Cmo te llamas? Pregunt Silvestre. - ANA! Grit SOY ANA! Como si la vida se me fuera a

    gritos. - Ana, te doy las gracias, que bonito detalle de tu parte - Su

    voz era sincera, serena, simplemente como si estuviramos solos. Se qued mirndome.

    - YO TE REGAL ROMEO Y JULIETA! Volv a gritar entre la

    gente que me asfixiaba. Silvestre sonri y me lanz, tal vez, el beso ms hermoso que un dolo haya lanzado a un

    fan, en toda la existencia de la humanidad. - Lo recuerdo! Dijo Silvestre y volvi a sonrer. - TE AMO! Grit fuera de m. TE AMO! TE AMO! Me haba

    convertido en toda una fan.

    El concierto continu y solo recuerdo haberme puesto a llorar, nuevamente lloraba por l, por m, por Teresa, por mis seres

  • queridos, y me sent agradecida de poder ser correspondida en un instante, Silvestre saba que me llamaba Ana, yo era Ana.

    Tal vez, todo haya sido circunstancial, es posible que esa noche, hubiera podido saludar a cualquier otra de las chicas que gritaban su nombre, pero juro por lo ms grande que tengo, que es mi

    alma, que l saba que yo exista, que algo ms que el destino, hizo que me mirara a los ojos. Sent que haba pagado con sangre

    ese instante en mi vida, la herida de la rodilla era insoportable, pero vivir es precisamente eso, aprender a sentir.

    Cuando se acab el concierto, las luces se apagaron y la magia lleg a su fin, deb caminar mucho para poder alejarme de all y

    conseguir como irme a casa, pero no hubo transporte, y estando completamente sola, camin y camin durante horas, comenz a llover y lo que haba sido maravilloso, se convirti en una

    pesadilla, yo llevaba puesta mi chaqueta roja, me apret a ella y el fro me cal en los huesos, al ver mis pies record que haba

    perdido un zapato, y los guijarros de la carretera me lastimaban terriblemente la planta del pie.

    Cuando ms sola y cansada me sent, una camioneta se estacion a la orilla de la carretera por donde iba, una puerta se abri para

    m.

    Dud en acercarme, y una voz preciosa, me anim a subirme al

    carro.

    - Ana aprate!, te ests mojando.

    Al subir, sent un fro increble, estaba totalmente empapada, y el

    ardor de la rodilla me hizo gemir.

    - Te pasa algo Ana? Dijo l.

    - Usted me conoce? Pregunt sin ver al chofer, me comenzaba a sentir, realmente mal. Tena mucha fiebre. Y

    sin poder ms, me desmay.

  • Cuando despert, estaba en una hermosa habitacin, una mesita de noche alumbraba el lugar, no saba dnde estaba, ni qu me

    haba pasado, la fiebre haba bajado y alguien me haba puesto un pijama. Me toqu la pierna y tena un vendaje.

    - Hola? Murmur. Hay alguien aqu? Hola? - Por fin despertaste, ya me tenas asustado Ana. Unos ojos

    amarillos me miraban fijamente, mientras el dueo de ellos sonrea, pens en ese instante que estaba soando, que haba perdido la razn, Silvestre estaba conmigo dentro de

    aquella habitacin. Las lgrimas brotaron sin sentido, sin control. Recuerdo haber temblado, me sent en la cama y

    segu llorando. - Creo que estabas perdida, te encontramos caminando

    cerca del aeropuerto cuando bamos hacia l, te reconoc,

    eres la silvestrista del regalo. Te ped que subieras, tenas mucha fiebre y mand a los msicos en el vuelo y me

    regres a cuidarte, no saba a dnde llevarte, as que te traje a mi habitacin en el hotel y ped a una mucama que te atendiera, mientras fui a buscarte un mdico. El doctor

    atendi la herida que tienes en la rodilla y te vend tambin el pie, te inyect para la fiebre. No lo recuerdas?

    - No! Murmur T eres t? Pregunt quedamente.

    Silvestre se sent al borde de la cama, y volvi a sonrer. Qu

    hace una muchachita, sola en un concierto tan grande? Pregunt - Cmo se te ocurre andar caminando por la carretera

    de madrugada?

    - Quera verte.- respond sin dejar de llorar.

    - Y tu zapato? Solo traas uno, te pareces a Cenicienta Su sonrisa fue realmente hermosa.

    - Lo perd en el concierto, me ca, me pegu en la rodilla y perd mi zapato rojo. Contest, calmndome un poco, sintindome avergonzada.

    l me miraba intensamente, como queriendo entender mi estado

    de nervios, trataba de ayudarme, pero en realidad no saba qu

  • hacer. Hubo un silencio hasta que lo rompi con una simple pregunta.

    - Ana, Quin es Teresa? - Cmo sabes su nombre? Pregunt, mi corazn se aceler.

    Su mano toc mi rostro y sec mis lgrimas. Era l, no era un sueo.

    - Ya es de noche, pasaste todo el tiempo delirando y diciendo ese nombre y el mo.

    - Hace unos aos cuando comenc a ser tu fan, y a llenar mi

    vida del silvestrismo, conoc en Valledupar a una dulce muchachita, que te amaba, mucho ms que yo, ella estaba

    enferma y en sillas de rueda, el cncer se llevaba sus sueos. Teresa, deca que tus ojos eran sus soles, mi amiga se aferr a tu msica, a vivir por ti, yo le promet

    que en ese concierto al que iramos ella y yo t la conoceras. Teresa muri unos das antes, y le promet en

    su tumba que t sabras su historia, y que te dira que t eres su sol en la eternidad.

    Lo abrac como si estuviera a punto de perderlo para siempre, me aferr a su cuello y dej que todo el dolor saliera de mi alma.

    l me abraz y susurr palabras que no recuerdo. Nunca pens que mi dolo fuera tan humano, cuando vi sus ojos nuevamente, en ellos haba lgrimas por Teresa, yo no poda pedirle nada mas

    a la vida, haba cumplido mi promesa.

    - Ana debo irme, estoy retrasado para un concierto, pagu los gastos del hotel, el mdico dijo que descansaras, duerme un poco, recuprate y ten cuidado con la pierna, la

    herida tena un vidrio muy grande, as que, debes limpiarla hasta que cicatrice, tu ropa est lavada, la coloqu en el

    armario Quieres que llame a alguien? Necesitas dinero? - No, estar bien, vivo cerca de esta Ciudad, no te

    preocupes, gracias por haberme cuidado.

    - Promteme que no volvers a ser tan imprudente.

  • - Lo prometo, palabra de silvestrista. Mis palabras lo hicieron rer, se acerc a la cama, coloc su frente junto a

    la ma. - Cudate mucho mi muchachita Dijo dndome un beso en

    la frente. Me gusta mucho que me miren esos ojos negros

    que tienes, as que te me cuidas.

    Y se fue, dejando la habitacin vaca, l llen mi vida por completo, y esos instantes a su lado fueron como un sueo. Un

    lugar a donde mi alma ha aprendido a ser plenamente feliz, en los sueos, puedo verlo seguido, recordar sus palabras, sus miradas,

    su msica. En mis sueos no hay tristezas, no hay depresiones, y de vez en cuando Teresa me visita para saber que estoy bien.

    A la maana siguiente, busque mi ropa en el armario y junto a ella haba una hermosa caja roja con una tarjeta, mi corazn

    comenz a latir aceleradamente

    >

    sonre.-

  • PALABRA DE SILVESTRISTA

    En ese instante mir a mi gran hermana silvestrista, como si por primera vez en la vida, entendiera que cuando te dicen no, la

    respuesta es s.

    - Ana te has vuelto loca! Dijo Amparo Tu empleo? Tu familia?

    - Lo siento Amparito, renuncio, me voy a Colombia. Respond mientras empacaba mi maleta. Necesito buscar a Mathias,

    tengo que encontrarlo.

    - T te vas es detrs de Silvestre, a mi no me engaas

    Conocerlo no fue suficiente? Tienes que parar ya Ana.

    Tom su mano entre las mas, y sonre lo mejor que pude.

    - Ven conmigo!

    - Qu?

    - Vamos Amparo, vmonos de aqu, vente conmigo a Cienaga.

    - Qu vamos hacer all? mi programa de radio? De qu vamos a vivir?

    - El programa es muy importante, tienes razn, sin ti y sin Raquel no hay silvestrismo en la ciudad, necesitamos

    seguir luchando da a da por Silvestre en Venezuela. Quiero que confes en m, he ahorrado algo y me cuidare

    mucho, hay silvestristas que quiero conocer, adems es posible que alguno de ellos sepa dnde est Mathias.

    - Ana Cienaga, es un pantano y queda muy lejos. Dijo Amparo y sus ojos verdes me reprendieron.

  • - Confa en m, estar bien.

    - Y tu familia?

    - Creen que voy a hacer unos estudios de derecho a

    Colombia, por favor Amparo, nada de hablar con mi madre Jralo!

    - Palabra de Silvestrista! Te matar con mis propias manos, si tengo que ir a buscarte, la herida de tu rodilla an no

    cicatriza y ah vas en busca de accin y emocin.

    - Tendr cuidado, no volver a pasar, se lo promet

    - S, s, ya no me saques en cara el beso en la frente o me olvido de nuestra amistad. Dijo Amparo, caminando de un

    lado al otro en la habitacin.

    Tom mi maleta y un bolso pequeo pens. Me coloqu mis zapatos rojos, y dej guardado en un cofre, mi anillo de graduacin. En mi habitacin se quedaba

    Ana la abogada, y quien llevaba la maleta, era Ana la Silvestrista.

    Estaba feliz de irme por un buen tiempo, haba renunciado al bufete y retirado todos mis ahorros, incluso vend, ropa, carteras, tacones, y muchas cosas ms, necesitara todo el dinero que

    pudiera llevar, porque, en el fondo de mi corazn, no deseaba regresar. Tena una carrera que me agobiaba, en la que deba ser

    fra, calculadora y donde jams los sentimientos deben involucrarse, luego de 10 aos de ejercer, necesitas aire.

    Me desped de Amparito y sin ms, me llev mis sueos a otra parte.

    En esta oportunidad no viaje en avin, para poder economizar, me traslad en autobs, no tena idea de lo lejos que quedaba la

    frontera, pas 24 horas de viaje, al bajarme en Maracaibo, casi grito, lo nico bueno del viaje, fue lo mucho que pude pensar,

    organic mi mente, mis acciones, anote algunos planes, tache

  • otros cuantos, pero el primer destino en la lista sera Valledupar y la meta sera llegar hasta Cienaga, en Magdalena Colombia.

  • NO ME COMPARES CON NADIE

    Maracaibo, era el mejor lugar para empezar mis planes silvestristas, en esa ciudad encontrara a alguien que ms que una aliada, sera mi amiga, y me ayudara a estructurar lo que sera mi prximo ao de vida.

    Una noche, de las tantas que viv en Valledupar, Mathias me haba dicho, que para conocer el silvestrismo tena que ir a

    Cienaga en el Magdalena Colombia; que para poder entender cmo se sentan las canciones de Silvestre en Venezuela, deba

    encontrar a Lorayne Lpez en Maracaibo, que no bailara igual en mi vida si llegaba a conocer a Sergio Tarazona de Bucaramanga,

    y que, la punta de lanza de ser un verdadero fan estaba en la Cienaga; y as, como el que busca encuentra, me fui detrs de la pista, y estando en Maracaibo con la ayuda de las redes sociales,

    consegu a Lorayne.

    En esos das se aproximaba el lanzamiento del nuevo CD de

    nuestro artista, No me compares con Nadie, as que estando en Maracaibo, me enter que ya todos los silvestristas estaban en

    Valledupar, Lorayne me esperara en el valle para conocernos.

    Cruce el puente de Maracaibo por primera vez en mi vida, y sent

    nostalgia, su larga distancia y lo bello de sus aguas se quedaron grabadas en mi memoria, me imagin a Silvestre cruzando ese

    mismo puente, 10 aos antes, cuando viajaba para ganarse la vida en pequeos conciertos; al igual que yo, cruzara ese puente en busca de mis sueos, solo que en sentido contrario.

    Una cosa es llegar a Valledupar en avin, y otra muy diferente es

    llegar por carretera, en viajes anteriores, me haba perdido la belleza y sencillez de Maicao, as como del camino de La Guajira,

  • subir a un taxi pirata, fue igual de emocionante que un concierto, el conductor no dej de colocar vallenatos.

    A orillas de la carretera observ en varias oportunidades mujeres de piel tostada, con largos trajes de colores que ondeaban al

    viento. A las dos horas de camino, nos detuvimos por agua y caf, era an de maana pero el calor ya era insoportable. En

    aquel lugar lejano, me llam la atencin una pequea nia Guajira, llevaba puesta una sencilla manta roja, ella cubri su cabello con una tela igual a la del vestido, pens en una nia

    rabe del desierto. susurr.

    Pocas horas despus, me bajaba nuevamente del sofocante

    vehculo, pero el lugar ms amado del planeta, nuevamente mis pies me haban llevado al valle del Cacique Upar, la ciudad era un bullicio de gente, vallas, pancartas, vehculos con sonido a todo

    volumen, era el da del lanzamiento y llegaban a la regin silvestristas de todas partes.

    Luego de dejar mi equipaje en el hotelcito econmico en el que ya haba planeado quedarme. Pint mi vida de rojo y me fui a la

    caminata que dara Silvestre esa tarde, en donde me esperaban dos grandes sorpresas.

    Cuando le escrib por correo a Lorayne, y le pregunt donde nos encontraramos o cmo nos reconoceramos, ella simplemente me

    respondi, te encontrar respuesta que me dej algo escptica, pero el silvestrismo te ensea que debes aprender a confiar, y

    eso hice. Al llegar a la calle de la caravana roja, cre estar en un concierto, la cantidad de gente desbordada por la calle y vestida de rojo, me result impresionante, estaba convencida que no

    lograra verme con Lorayne.

    - ANA! ANA! Alguien grit muy fuerte mi nombre. Cul sera mi sorpresa al voltearme, una muchacha de finos rasgos guajiros, muy atractiva, me sonrea, vestida de

  • tricolor y rojo, se dirigi hacia m con los brazos abiertos de par en par. La reconoc inmediatamente era Lorayne Lpez.

    - Te encontr Ana! Llevaba en las manos una enorme bandera de Venezuela. Conocerla fue emocionante, no

    estaba acostumbrada a sentir que conoca perfectamente a una persona, an cuando jams la haba visto en mi vida.

    pens.

    Me tom de la mano, cuando an no sala de mi asombro de

    haberla encontrado, cuando grit ANA MIRA, ANA ES SERGIO! Un joven corra hacia nosotras, la tom en sus brazos y la alz como quien encuentra a una nia perdida, yo estaba

    conmocionada, era como encontrar a los amigos del alma, Sergio me vio, me abraz fuertemente y me llam por mi nombre, le

    correspond el abrazo. Su olor me es inolvidable, llevaba una fragancia masculina y lo blanco de su piel me record a Silvestre.

    Las redes sociales en nuestras vidas como silvestristas, son la herramienta ms poderosa que tenemos, incluso ms que las

    cartas o misivas en las guerras mundiales pasadas, nos conocemos, vivimos pendientes los unos de los otros, remos y lloramos con nuestras historias, y si tu ests leyendo este diario,

    ests donde ests, me conoces y se tambin, que algn da nos conoceremos.

    Esa tarde en la calle roja del silvestrismo, vi bailar a Sergio, pens que se le caera la cabeza, y como bien me haba contado

    Mathias, ya nada sera igual. La gente comenz a gritar y aglomerarse alrededor de un vehculo blanco, era una camioneta,

    yo no entenda que pasaba, pero Sergio agarr a Lorayne y ella me tom de la mano y nos arrastr al centro del bullicio.

    SILVESTRE! SILVESTRE! Coreaban el mar de gentes, unos empujaban, otros lloraban, todos gritaban. Unos ojos amarillos

    me observaron, l me sonrea y saludaba, cmo si fuera la primera vez.

  • LA GRINGA

    Intentamos acercarnos a Silvestre, pero la multitud nos fue alejando ms y ms, todos gritaban, y l nos saludaba lanzando

    besos y sonriendo, en varias oportunidades bail en la camioneta al son de la msica del nuevo CD, la gente estaba como

    hipnotizada por el dolo.

    - Hora de irnos! Dijo Lorayne.

    - No! Vamos a seguir la caravana. Dijo bailando Sergio.

    Lorayne me sac del bullicio, y dejamos a Sergio brincando como una cabra desenfrenada en la multitud.

    - A dnde vamos? Quise saber.

    - Ana, tenemos que irnos ya, de lo contrario entraremos de ltimas al concierto, en cambio si nos calmamos y nos

    vamos ahora mismo, entraremos de primeras y lograremos estar adelante en el concierto, confa en m.

    Sus ojos brillaron con tal intensidad, que tom su mano y salimos corriendo en sentido opuesto a la caravana roja. Al llegar a una

    avenida, Lorayne par un taxi y lo abordamos.

    - Rpido seor, al Parque de la Leyenda Vallenata. Dijo

    Lorayne entregndole varios billetes.

    El taxista como un ray nos llev a nuestro destino. De todas

    partes llegaba gente, pero fuimos las primeras en llegar a las puertas del parque. La nostalgia me golpe de pronto. Record a

    Mathias a mi lado unos aos antes, despus de la muerte de Teresa, y sent que no podra entrar sin l. Lorayne not que algo pasaba y me abraz.

    - Tranquila Ana, estaremos bien, sonre Silvestre nos vio en

    la caravana, estoy segura.

  • - Yo creo que me mir, pero entre tanta gente, no estoy segura. Dije tratando de que Lorayne pensara que eso, era

    lo que me tena triste, no deseaba hablar de Mathias.

    - Nos lanz un beso, pero te quedaste petrificada, tienes que

    animarte, esto apenas comienza.

    Desde las tres de la tarde nos plantamos a las puertas del parque

    de la Leyenda Vallenata, donde se realizara el lanzamiento de NO ME COMPARES CON NADIE, a cada segundo llegaban ms y ms silvestristas, y a diferencia del lanzamiento de EL ORGINAL, todos vestan de rojo, cantaban, gritaban, estaban por todas partes, portando sonrisas en sus rostros, todo a mi

    alrededor era un jolgorio.

    A las seis de la tarde, ramos una larga masa roja que estaba a punto de ingresar al parque, al abrirse las puertas, entramos y luego de ser revisadas por la seguridad, tenamos el camino libre

    para incorporarnos con calma hasta donde sera el concierto.

    - ANA CORRE! Grit Lorayne.

    Las muchachas que venan a mi espalda tambin corran, y no

    tuve ms remedio que hacer lo mismo, entend en ese instante, que todos deseaban pegarse a la baranda como nosotras, esa era

    realmente la meta. Corr, corr como si se tratara de mi vida.

    Al llegar a las enormes puertas de entrada, nos detuvimos

    jadeando y riendo. De forma estremecedora sonaba LA GRINGA, y esa cancin disip mis tristezas, estaba donde quera estar, y vivira lo que anhelaba vivir.

    Al ingresar a las instalaciones del parque, me sorprendi su

    inmensidad, estaba completamente vaco y pude detallarlo, su belleza me deslumbr, ya que, la vez anterior lo haba visto de noche y la tristeza de la muerte de Teresa me consuma.

    Por un instante imagin a Alejandro Duran, en la tarima, tocando

    Un pedazo de acorden, el primer Rey vallenato me reciba en

  • mi imaginacin, las lagrimas brotaron de la emocin y me lanc a correr nuevamente.

    Estaba en un lugar sagrado, donde ao a ao se realiza el festival de la Leyenda Vallenata, me abrac a una baranda de hierro al

    lado de Lorayne, las dos brincbamos de alegra, en instantes estbamos rodeadas de la marea roja.

    Durante horas el parque se fue llenando, las canciones de Silvestre nos emocionaban a cada instante, el sonido era increble

    y la alegra de todos los silvestristas se una en una sola voz, y todos cantbamos a coro.

    A las 10 de la noche, estaba totalmente exhausta, permanecimos de pie pegadas al tubo, mientras entraba hasta el ltimo

    silvestrista, y las gradas parecan venirse encima con tantas aclamaciones del dolo.

    Senta a esa hora un dolor inenarrable en los pies, y me crea incapaz de continuar. Lorayne llena de una vitalidad asombrosa

    estaba como si nada, y se vea radiante, su forma de vestir con la bandera venezolana la haca resaltar entre los que estbamos de rojo. Sonre entendiendo porqu Mathias me haba dicho que

    deba conocerla, su forma de vivir el silvestrismo era autentico, estaba al lado de una silvestrista que dejaba en claro, que

    Venezuela estaba con Silvestre, manifestando su sentido de pertenencia.

    - ANA, ANA! Grit Lorayne.

    Las luces se encendieron en la tarima y el clamor del pueblo fue

    un coro infinito, un enjambre de dulces voces.

    - SILVESTRE!

    - SILVESTRE!

    - SILVESTRE!

  • Explicar lo emocionada que estaba me es casi imposible, el dolor que me producan los pies me sacaron mltiples lgrimas, me

    perd, ya no era Ana, sino una Silvestrista unida a una masa de gentes que saltaba, y casi sin darme cuenta, cuando Silvestre sali a escena cantando, bail y bail como lo haca Sergio, mi

    cuerpo se convirti en un trompo, me sent feliz, eufrica, viva, absolutamente convencida de que estaba viva. Llor a rabiar,

    grit hasta quedarme sin voz, bail como jams lo haba hecho en mi vida. Pero entre 33 mil personas, fue imposible que l me viera. As que simplemente bail, bail hasta ms no poder.

    - SI SE VA A CAER EL PARQUE, QUE SE CAIGA! Grit

    Silvestre.

    Cuando Juancho su acordeonero de entonces, comenz a

    interpretar LA GRINGA, sent que el parque se caera. Al gritar y bailar, mi mayor felicidad fue, que estaba convencida que esa cancin abrira las puertas de Amrica al Silvestrismo.

    Juancho de la Espriella toc con tanto sentimiento el acorden,

    que cada sonido de aquella caja europea, manejaba nuestro cuerpo como si furamos marionetas entre sus dedos. Estaba tan emocionada que le di la espalda a Silvestre y por primera vez me

    maravill de la masa roja, que me acompaaba, ms de 33 mil almas felices, cada una con historias sorprendentes y tan

    distintas, all haban silvestristas de todas partes, adinerados y humildes, hombres, mujeres y nios. Los am a todos en ese instante por llenar mi vida con su alegra.

    - CUNTAS VECES APAREZCAS ESAS MISMAS VECES TE

    OLVIDO! Grit Silvestre al interpretar otra cancin.

    Volv a mirarlo y mi dolo repiti CUNTAS VECES APAREZCAS

    ESAS MISMAS VECES TE OLVIDO! Y grit muy fuerte, era la frase ms espectacular que le haba escuchado. Pens en Rafael y yo la

    grit CUNTAS VECES APAREZCAS ESAS MISMAS VECES TE OLVIDO!

  • Casi finalizando el concierto, pas algo realmente hermoso, Silvestre llam al escenario al compositor de la cancin LA GRINGA, el joven era Isacc Calvo, un hombre sencillo que ovacionamos los silvestristas. Segn nos cont el propio Silvestre, el muchacho era un vendedor de Butifarra, una especie de chorizo

    que se come en Valledupar, y que se vende de forma muy sencilla por la calle, pues bien, este hombre humilde y trabajador, ahora

    tendra una oportunidad maravillosa de vivir mejor; ya que, con el dinero de las regalas de otras canciones, haba estudiado y se haba logrado graduar de abogado, pero que ahora obtendra

    mucho ms por su nueva composicin, algo que me emocion mucho. Verlo cantar su cancin y bailarla, me conmovi, porque

    su vida haba cambiado, como la ma, de forma contraria, pero ser feliz, era lo ms importante para ambos.

    Al terminar el concierto ca en cuenta del dolor de mis pies, el cansancio me embarg por completo, salimos satisfechos del

    concierto, sin saber que afuera haba un motn, muchsimas personas se quedaron por fuera del concierto, la polica arroj bombas lacrimgenas en la calle para dispersar el tumulto, todos

    corrimos y sin darme cuenta Lorayne y yo nos habamos separado, entre los rboles del parque fui en direccin contraria al

    lugar del conflicto, cuando un caballo se me vino encima y ca a tierra, no entenda que pasaba, el susto fue peor, el rostro de Mathias estaba ante m salido de la nada.

  • MARTIN

    No era Mathias, quien casi me atropella con su caballo, al hablar lo reconoc, su voz era distinta, era Martn, el hermano gemelo de

    Mathias.

    - Lo siento seorita, no la vi Que hace de este lado del

    parque? Pregunt apendose del Caballo.

    - Me asust, buscaba una salida Martn.

    - Me conoce?

    - Soy Ana, amiga de tu hermano Mathias.

    - Ana, eres t? Me abraz muy fuerte.

    - S Me conoces?

    - S! Eres el amor de mi hermano, claro que te conozco, ven

    sube al caballo, salgamos de aqu.

    Fue alentador sentarme, el caballo era enorme y me haca sentir

    como una princesa rescatada, pero por el hermano gemelo del prncipe.

    - Qu ha pasado? Quise saber.

    - Nada, todo bajo control, puedes estar tranquila, son solo medidas para que la gente que no pudo entrar al concierto y que se puso inquieta se dispers, t sabes, evitar

    mayores problemas.

    - Pero caballos, por qu caballos? Me has dado un buen susto.

    - Dentro del parque nos es ms fcil, la seguridad de los silvestristas en general es nuestro trabajo en cada

    lanzamiento. Hoy gracias al cielo, todo ha salido bien.

  • - Menos mal! Dije.

    - Buscaremos un taxi y podrs irte a casa.

    - Martn, dnde est Mathias. Por qu te has hecho polica,

    no entiendo nada.

    - No soy polica, es un empleo nada ms. Mi hermano est

    en Sierra Nevada, o eso creo, hace ya unos meses que no se comunica.

    Saber noticias de Mathias me llenaba el alma, ver a su hermano como si fuera su retrato, me resultaba terrible, quise besarlo. l

    sonrea de una forma tan encantadora que ir pegada a su pecho para no caerme del caballo, era la peor de las torturas. Al llegar a

    la calle, Martn desmont del caballo y me ayudo a bajarme, el dolor en los pies fue insoportable, estaba realmente adolorida.

    - Gracias Martn! Dile a Mathias que estoy en Colombia cuando hables con l.

    - Dnde puede encontrarte?

    - No puede. Maana me voy del Valle, voy a buscarlo a la Sierra Nevada.

    El gemelo sonri y su rostro ilumin mi vida, como si fuera el propio Mathias, nos despedimos como los mejores amigos del

    mundo, abord un sencillo taxi y di gracias a Dios cuando me lanc a mi pequea cama de Hotel.

    Pens.

  • EL SUEO

    Antes de quedarme dormida, llam a Lorayne dejndole en la contestadora un mensaje con lo ocurrido, para que no se

    preocupara, le peda que nos viramos por la maana en la plaza Alfonzo Lpez.

    Mi ltimo pensamiento antes de dormir fue confuso, primero en mi mente vi a Mathias, pero luego se transform en Silvestre,

    tom su mano y la oscuridad nos envolvi.

    So que caminbamos por un ro, las aguas eran oscuras y el

    torrente era impetuoso, sentir su mano clida junto a la ma pareca tan real, el sonido del agua era tan preciso. A nuestro

    alrededor volaban cientos de mariposas.

    - Sabes que te amo? Dijo l. Y sus ojos me contemplaban

    tan intensamente, que me sent desarmada lo deseaba.

    - No, no lo s, Me amas? Contest en mi sueo. Acariciando

    su nariz lentamente y mis dedos tocaron sus labios.

    - Amo tus ojos negros Ana. Dijo suavemente.

    De pronto todo se oscureci, estaba sola de pie ante un espejo,

    mi rostro haba envejecido, mi cabello era canoso, me contemple tocndome las arrugadas mejillas; y dos gruesas lgrimas

    brotaron de mis ojos marchitos.

    Despert de pronto y toqu mis mejillas, estaba llorando, pero mi

    piel era la misma.

    - Fue una pesadilla! Dije en voz alta.

    Y al levantarme de la cama, todo el cuerpo me doli, en especial

    el cuello. Mi nueva forma de bailar la msica vallenata me pas una fuerte factura, me senta como si tuviera un latigazo cervical. El dolor me hizo gemir; no haba envejecido en lo absoluto, como

  • en el sueo, pero la columna ese da, fue el de una anciana de 100 aos, como la mujer del espejo.

    Al baarme el agua cristalina y fra de Valledupar me devolvi el alma al cuerpo, record que en el sueo, le tocaba los labios a mi

    dolo y mis mejillas se enrojecieron.

    - M A T H I A S Recuerdas Ana? Me dije. Cmo poda

    desear tanto besar a Silvestre, cuando buscaba desesperadamente al hombre que amaba, mis sueos

    estaban traicionando mi corazn.

    Cuando encontr a Lorayne en la plaza, nos abrazamos como

    hermanas, le expliqu cmo me haba perdido y quin me haba rescatado.

    - Necesito tu ayuda. Dije.

    - Qu estas planeando? Pregunt Lorayne con los ojos como platos.

    - Voy en busca del hombre que amo.

    - Silvestre se ha ido esta maana de Valledupar Ana.

    - Bueno, bueno, no me explique. Sonre. Busco a alguien

    muy especial en mi vida.

    - Por eso Silvestre! Y su respuesta nos hizo rer a las dos.

    - Se llama Mathias, su hermano gemelo fue quien me ayud

    anoche y me dijo donde encontrarlo, pensaba irme a Cienaga hoy, pero queda pospuesto, voy a buscarlo.

    - Dnde est? Pregunt Lorayne colocando las manos sobre sus mejillas, como si le estuviera contando un cuento de

    hadas.

    - En la Sierra Nevada de Santa Marta.

    - Carajo! Exclam, Pero dnde? Nabusimake?

  • - No, a la Sierra Nevada

    - Por eso Ana, la Sierra Nevada es inmensa, y la poblacin

    que se puede visitar normalmente es Nabusimake.

    - Entiendo, bueno si all debo ir entonces.

    - Tengo lo que necesitas, conozco alguien que te puede

    llevar y estars a salvo con l. Debemos ir a buscarlo, es un gran amigo mo y estoy convencida que nos dir que s.

    Pero debes pensar que vas hacer, si tu Mathias no est all, as que te recomiendo que si no lo encuentras sigas tu camino a Cienaga, cualquier cosa, me llamas o me escribes

    al correo, pero no te detengas, tu viaje es silvestrista, no te apartes de tu camino, si has decidido ir a Cienaga all es

    a donde debes ir Entendido?

    - Palabra de silvestrista. Jur levantando mi mano derecha y

    la abrac como si fuera una verdadera hermana.

    > pens.

  • NABUSIMAKE

    Jos Lus, el hombre ms alto que haba visto en mi vida, era el amigo de Lorayne, que acept llevarme a Nabusimake, sin

    cobrarme absolutamente nada, subimos a su jeep, me desped de mi gran amiga, y confi en que lo que haca era correcto, o eso me decid a creer.

    Para mi sorpresa, Jos era venezolano, y llevaba mucho tiempo

    viviendo en Valledupar, era muy robusto, pero de mirada dulce; y que aunque era un completo y gigante desconocido, me senta segura a su lado.

    - Llegaremos de noche chinita. Dijo l.

    - No importa. Murmur.

    - Si importa bella, tendremos que quedarnos en un pueblito y saldremos de nuevo al amanecer, el Jeep llega hasta cierta parte, de all subimos en mula o a caballo, depende

    de quin nos los alquile.

    - Ahora s que no tengo idea a donde voy, no vamos es a una poblacin.

    - As es chinita, una poblacin indgena. Y su carcajada ante mi ignorancia me dio tranquilidad.

    Viajamos en silencio, contempl la carretera y dej que mi mente jugara viendo cosas por la ventana. Me imaginaba corriendo

    agarrada de la mano con Silvestre. Entre los rboles vea como nos mirbamos a los ojos, yo tocando sus mejillas y l mis cabellos negros, yo sosteniendo fijamente mi mirada y l

    reflejndose en mis ojos.

    Estaba tan cambiada, antes solo importaban las decisiones proferidas por los ms altos tribunales de Venezuela, el levantamiento del velo corporativo, la carga de la prueba y la

  • perfeccin del calculo de la antigedad de los trabajadores; en cambio ahora mi mente era un lugar de mariposas azules

    bailando al sonido de un acorden, en bsqueda de un amor y anhelando los besos de un dolo, siendo una mujer de veintiocho que se ilusiona y apasiona como una de dieciocho.

    Al anochecer descansamos en un pueblito a los pies de la Sierra

    Nevada, el cansancio me venci enseguida, todava me dola enormemente el cuello y mi columna segua envejecida.

    Mil mariposas azules alzaban el vuelo, yo estaba vestida con una manta Wayuu, blanca como el algodn, descalza pisaba la tierra de un lugar donde antes no haba estado jams, y de pronto unos

    ojos amarillos me observaban, no se trataba de Silvestre, era alguien ms, algo que me hizo temblar de miedo.

    Un hombre joven, de cabello dorado como el sol, me arrastr por los aires, me sent caer al vaco, como si volara en el sueo, la

    brisa glida, congelaba mis mejillas. Intent gritar, pero no pude, lloraba de miedo, un demonio con fuego en los ojos, me haba

    llevado con l.

    - NO! Grit despertando del sueo, estaba congelada de

    miedo, algo o alguien estaba en la habitacin, al encender la luz, no haba nada.

    En la maana sal de la habitacin que haba alquilado Jos Luis, lo encontr en la cocina de la casita, tomando una enorme taza

    humeante de caf.

    Una hermosa anciana me sirvi un poco de caf y sent que el

    miedo despareca.

    - Chinita te vez espantosa, no dormiste bien, se te nota.

    - Pesadillas! Fue todo lo que contest.

    - Coma algo. Usted esta flacucha.

    - No tengo hambre. Murmur frunciendo el seo.

  • - Coma, porque si se desmaya, la dejo botada en la sierra, ni crea que la voy a estar cargando. Dijo dedicndome una

    hermosa sonrisa.

    Aunque ya acostumbraba a comer ms, y haba aumentado de

    peso, los estragos de aos pasados por no engordar, me hacan ver algo hambrienta.

    Desayunamos, tom dos tazas de caf ms, pagamos a los ancianos que nos haban atendido, y continuamos el viaje.

    Haba un poco de neblina pero el sol ya comenzaba a despejarla.

    - Ana mira! Ah la tienes, la hermosa Sierra de Santa Marta.

    Ante m observe un cuadro pintado por la mano de Dios, era

    imponente, nos acercbamos ms y ms a ella en el jeep, y pareca que ms lejos estaba. Jos Lus consigui en donde dejar

    el Jeep y alquil un caballo para l y una mula para m, deb verme graciosa arriba del pobre animal, porque Jos no paraba de rer, subimos la montaa en compaa de otros aldeanos que

    tambin iban a Nabusimake.

    - La columna se me va a romper Jos, no haba otro animalito mejor verdad?

    Las carcajadas de los hombres me enfurecieron y me concentr en montar lo mejor posible, Jos no haca ms que rerse cada

    vez que me quejaba, y la mula era tan fuerte que tema que me arrojara en cualquier momento.

    Despus de que pasaran lo que fue para m un siglo, nos apeamos para comer algo y dar de beber a los animales, el clima

    era encantador, pero en mucho tiempo me sera imposible volver a sentarme como un ser normal, los dolores de espalda eran insoportables.

    Pens.

  • Cuando por fin llegamos a nuestro destino, pens que estaba en otro mundo, el aire puro y el verdor de aquel lugar, era mgico,

    me enamor perdidamente de Nabusimake.

    Era un lugar distinto a cualquier otro, haban muchas casitas de

    piedra, eran circulares y por todas partes estaban sus habitantes, los indgenas Arhuacos, con sus poporos y vestimentas blancas,

    una mujer tena una manta blanca como el algodn, la misma manta de mi sueo, no era Wayu, era Arhuaca, verla me hizo sentir miedo.

    - Consegu donde quedarnos esta noche, aqu vive un compadre, un Arhuaco que toca el acorden, se que te vas

    divertir mucho esta noche con nosotros, as no encuentres a tu media costilla aqu.

    - Jos Cmo sabes que busco a un hombre?

    - Y por qu ms una seorita tan refinada se subira a una mula, no creo que hayamos venido por una mochila

    Arhuaca.

    Sonre y fui a buscar a Mathias, camin un buen rato, saludando e

    intentando entender que hara un muchacho como l en un asentamiento indgena. Est de ms decir que no lo encontr,

    pregunt a varios Arhuacos que hablaban muy bien el espaol, pero nadie supo decirme, al parecer era normal que mucha gente los visitara.

    Al regresar con Jos Lus, l me esperaba con una mochila Arhuaca blanca con negro, era hermosa.

    - Esto es para ti!

    - No puedo! Respond.

    - S puedes aceptarla, es un regalo, no seas malcriada, que la compr con cario, las tejen durante das, as que no son

    econmicas.

  • - Gracias Jos! Dije colocndome de puntillas para darle un beso en la mejilla, pero como no lo alcance, me alz como

    a una nia, y pude darle un beso. Sus mejillas se enrojecieron como un tomate.

    - Conseguiste al hombre?

    - Nada.

    - En la noche le preguntamos a mi compadre, ven comamos

    algo, muero de hambre, sera capaz de comerme una vaca entera.

    - Si, ya lo creo. Y los dos nos remos a carcajadas.

  • EL DUENDE

    Al atardecer, me alej un poco de la poblacin, deseaba estar sola, comenzaba a hacer fro, y mi corazn como todas las

    noches, intentaba llenarse de sentimientos de tristeza, el compadre de Jos Lus, no haba regresado de Pueblo Bello, el pueblito donde nos atendieron, antes de subir la Sierra.

    Camin alejndome del sendero y sub a una cima, desde all vi

    como el sol se esconda lentamente, llenando el cielo de un dorado entristecido. El dolor me rondaba el alma, intent no pensar en Mathias, y en su lugar busqu en mis recuerdos,

    alguien que lograba espantarme la tristeza; pens en Silvestre, trat de alejar el dolor de no encontrar a Mathias, con la sonrisa

    de ese amor secreto, que llevaba escondido dentro del alma.

    - TE AMO! Grit. TE AMO! TE AMO!

    Una ventolera me arrop los pensamientos, y mis largos cabellos flotaron como una bandera negra, las ramas de los rboles

    crujieron soltando hojitas al viento. Cre que en ese instante, la montaa conspiraba, llevando mi grito hasta Silvestre. Arroj un

    beso al aire y con toda mi fe, rogu para que llegara a sus mejillas.

    De pronto, me sent observada y entend que estaba oscureciendo, que deba regresar con los dems. Mi piel se eriz

    con una especie de escalofro que me hel la sangre.

    Estaba aterrada. Intent correr, pero el camino era empedrado y

    resbaloso, por ms que me apresuraba no encontraba el sendero de regreso.

    - Clmate! Murmur.

    Frente a m y salido de la nada, estaba el muchacho de mi pesadilla, vestido de forma extraa, con una camisa blanca

  • manga larga y un pantaln mugriento de color amarillo. Al verlo a los ojos, sent pnico, su mirada era maligna.

    - QUIN ES USTED? Grit sin poder moverme lo ms mnimo, tena increblemente, el miedo jams sentido

    dentro del alma. QUITESE O NO RESPONDO! Volv a gritar y la voz se me quebr. QUITESE! QUITESE!

    Cuando dio un paso hacia m, sal corriendo en sentido contrario y resbal, ca al suelo, y unas manos me agarraron.

    - SUELTEME! Grit aterrada.

    - CLMATE ANA! clmate, no pasa nada, soy yo Jos Jorge.

    Con la poca claridad que quedaba, vi el rostro de otra persona, un

    muchacho Arhuaco.

    - Scame de aqu, aydame, scame de aqu Ya! Dije tocndole el rostro con desesperacin.

    El muchacho que me haba ayudado, era el compadre de Jos Lus, al enterarse que estaba vagando por el bosque, sali a

    buscarme de inmediato.

    Para calmarme me dieron varias bebidas calientes y me acostaron

    en una hamaca dentro de una de las casitas, y Jos Jorge le pidi a todos los presentes que nos dejaran solos. Todos obedecieron al

    instante.

    - Te incluye Jos Lus, sal un momento, debo hablar con ella.

    - Chinita solo fue un susto, no paso nada reina. Dijo Jos Lus a modo de que recobrara la compostura.

    - Salga compadre! Insisti el joven.

    - Aja! Ya me voy.

    - Ana! Qu o a quin viste? Me pregunt el muchacho cuando nos quedamos a solas.

  • - Era un muchacho muy bonito, pero me dio mucho miedo, so con l anoche, antes de venir a Nabusimake.

    - Era humano? Pregunt mirndome fijamente.

    - Claro que era humano! Qu quieres decir?

    - Y entonces por qu estabas espantada cuando llegu.

    - Me caus un susto de muerte, t lo viste estaba justo

    enfrente de m, haba fuego en su mirada.

    - No Ana, no lo vi. Maana mismo te vas de la Sierra, eso que viste es un duende.

    - Un qu? Pregunt confundida.

    - Eres muy bonita Ana, ha sido una locura de mi compadre

    traerte a esta tierra, y menos dejarte sola en el bosque, eso ha sido lo peor, en la Sierra han desaparecido nias y jvenes, el duende se las llevan y jams las regresa.

    - De qu carajo me ests hablando Jos Jorge POR DIOS!

    - El hombre que buscas no est aqu.

    - Cmo sabes?

    - Lo s porque se fue hace 3 das, Mathias habit un tiempo

    entre nosotros, luego sigui su camino, t debes hacer lo mismo maana mismo. Nuestra montaa est llena de

    misterios, Nabusimake, ese nombre por el que t lo conoces, significa Donde nace el sol, pero al atardecer, la oscuridad se aduea de la montaa y no hay nada que se

    pueda hacer hasta que salga el sol nuevamente. Creme Ana un duende se quiere llevar tu alma.

    Durante toda la noche me fue difcil dormir, los ojos de lo que fuera ese ser, se me haban clavado en la memoria. Desde la

    hamaca en la que intent dormir, poda escuchar los murmullos de los Arhuacos hablando en su lengua alrededor del fuego que

  • haban encendido, mientras el sonido del acorden de Jos Jorge, se me antojaba tan triste y hermoso a la vez.

    Pienso que tocaba aquellas melodas para calmar mi alma, y el recuerdo de otros ojos amarillos, muy distintos a los del duende y

    llenos de vida, me calmaron. No entenda cmo en momentos as, con el miedo que tena, recordar su mirada, o el olor de su piel

    cuando lo abrac, o su voz, podan traerme tanta paz.

    Fui quedndome dormida poco a poco. Despert de un salto

    cuando alguien dijo mi nombre ANA! Fue un espantoso susurro en mi mente, me levant y sin saber lo que estaba haciendo, sal de la casita circular. El aire era glido y pude sentir mis pies

    descalzos tocar el suelo, tena puesta una manta Arhuaca, como en el sueo que tanto me haba asustando. De pronto como si

    alguien me cargara, mi cuerpo se desliz montaa arriba, corriendo entre los rboles a una velocidad increble.

    SUELTAME! Grit aterrada. SUELTAME!

    Una voz dentro de mi cabeza me susurr Te necesito Ana!

    No permit que la tristeza me consumiera, empec a cantar,

    tarareaba torpemente algo, record como bailaba al son de la msica del acorden de Juancho, cmo con los silvestristas

    aplaudamos y corebamos SILVESTRE! SILVESTRE! Mi corazn se inund de alegra hasta ms no poder.Despert en la hamaca, con lgrimas en los ojos, todo el cuerpo me hormigueaba, haba

    tenido una espantosa pesadilla.

    Por las rendijas de la casita se filtraba la luz del sol.

    Est naciendo el sol pens. Y levantndome deprisa sal y lo busqu. Cerr mis ojos y sus rayos penetraron mis parpados. Mi alma renaca con ese amanecer.

    Al abrir los ojos, sent un escozor en los brazos y piernas, tena como diminutos araazos, y en el cabello ramitas y hojas.

    Ahogu un grito No fue un sueo!

  • ESPIRITU ERRANTE

    Volv a entrar en la casita Arhuaca, busqu mi mochila y me coloqu pantalones y camisa manga larga, no deseaba explicar

    los rasguos que tena, porque aunque quisiera, no poda explicarlos. Desayun ausente, no prest atencin a la conversacin de Jos Lus y Jos Jorge, aquel lugar tan

    encantador de da, era tan diferente de noche. La Sierra Nevada era un lugar hermoso, pero estaba tan asustada que lo nico que

    deseaba era marcharme inmediatamente.

    - Bueno t decides Ana. Dijo Jos Lus, moviendo sus manos

    sobre una hoja que tenan en la mesa.

    - Decido Qu?

    - Chinita es que no prestaste atencin?

    - No, lo siento, estaba distrada.

    - Mi compadre va unos das hasta Bosconia, puedes ir con l hasta all y seguir sola hasta Cienaga, o puedes quedarte

    conmigo en Pueblo Bello durante unos das, esperamos all un encargo de mi trabajo y luego te llev hasta Aracataca.

    - Quiero irme ya para Cienaga Jos, no deseo estar por estos lugares sigo mi camino.

    - Si deseas puedes quedarte conmigo en Bosconia el tiempo que necesites. Dijo Jos Jorge.

    - Gracias pero prefiero continuar, si te parece bien.

    - Lo importante es que bajemos ya de la Sierra, lo del duende me preocupa. La ltima vez que alguien lo vio,

    despareci una nia. Si estas preparada, podemos irnos.

  • - Cuentos de camino compadre, esa muchachita que se perdi, no estaba tan nia, seguro se enamor y se fue con

    el novio. Afirm Jos Luis.

    - No lo creo, y prefiero no averiguarlo. Concluy Jos Jorge.

    Me fui de Nabusimake sin mirar atrs, senta que si volteaba vera al duende, fue una experiencia aterradora e inexplicable, pero me

    aferr a mi entendimiento.

    > me repet una y otra vez, mientras mi mula pasito a pasito me devolva los dolores de la espalda.

    Durante todo el descenso no pronunci palabra, ni prest

    atencin a mis nuevos amigos. Incluso no haba querido saber donde estara Mathias, prefer encerrarme en mi mente, me senta segura al lado de Jos Jorge, l era quien haba espantado

    al duende, su presencia le trasmita paz a mi alma.

    Al llegar a Pueblo Bello, me desped de Jos Lus, y aunque me

    puse de puntillas fue imposible alcanzar su mejilla, el me lanz una carcajada y como si fuera una beb me carg, me aferr a su

    cuello y le di un tierno beso en la mejilla.

    - Nos vemos en el Valle Chinita, y si no consigues al costillo,

    te aceptar como noviecita sin que me ruegues mucho. Y su hermoso rostro rollizo ilumin mi vida.

    - Que considerado eres, es bueno saber que hay opciones.

    - Compadre cudame la muchacha, que si le pasa algo Lorayne me mata.

    - Estar sana y salva, compadre. Dijo Jos Jorge despidindose.

    Subimos a un autobs que nos llevara hasta Valencia de Jess, y de all conseguimos un carrito hasta Bosconia. Me era imposible

  • dejar de pensar en la pesadilla de la noche anterior, me mantuve callada hasta que Jos Jorge me sac de mi mutismo.

    - Ana, qu pas anoche?

    - Nada. Contest framente.

    - No confas en mi Acaso no te gusta como me visto? Mi

    traje no te da confianza? o crees que porque llevo el pelo largo, No soy de fiar?

    - No digas eso, vistes como visten los Arhuacos, yo confo en ti.

    - No lo creo.

    - Es que, creo que so algo extrao, es todo.

    - El duende intent llevarte, es eso Verdad? No me mires as Ana, Nabusimake es mi hogar, mi Sierra el centro de mi mundo, pero eso no me aleja de la gente, he ledo mucho,

    y puedo hablarte de mi pueblo, cmo puedo hablarte del tuyo.

    - Si, anoche son que algo me llevaba por la Sierra, pero pens en alguien muy especial para m, su recuerdo me

    llen de fuerza, y el sueo se detuvo.

    - En realidad crees que fue un sueo?

    - No se qu creer. Dije mostrando los araazos diminutos en

    mis brazos.

    l examin mis leves heridas, y guard silencio por un momento,

    bajando la voz, para que el chofer y los otros pasajeros no nos escucharan.

    - S! como pens, no fue un sueo, no se qu hayas podido pensar o en quin, la cuestin, es que te hizo dejar de

    sentir miedo. Vers Ana cuando te enfrentas a cosas como estas, llmalas como quieras llamarlas, para m son

  • simplemente espritus errantes, que a lo largo de los siglos logran ser muy fuertes, y sobre todo, si les tienen miedo,

    es vital controlar las emociones, para qu, eso que se te acerca, se aleje y no sufras dao alguno. Ahora entiendes por qu tenas que salir de all hoy mismo.

    - Si lo entiendo. Yo solo buscaba a alguien y me encontr

    con cosas en las que no crea pudieran existir.

    - Mathias! Buen muchacho, me agrada su forma tranquila y

    pausa con la que toma las cosas. Me habl de una dulce mujer a la que amaba, de enormes ojos oscuros y cabello negro, cuando te vi, entend que eras la chica de Mathias.

    - Jos, l te dijo a donde se ira. Dije con el rostro

    enrojecido.

    - No, solo conversamos de la Sierra, de los Arhuacos, de

    nuestras costumbres, pero a donde ira, lo desconozco, me imagino que regres a Valledupar, all tiene familia.

    - Crees que deba regresarme al valle?

    - Y perderte ir a Macondo? Sera una lastima.

    - Macondo? No te entiendo El de la novela?

    - Si luego de Bosconia y antes de llegar a Cienaga pasars

    por Aracataca.

    - QUE? grit de pronto. ARACATACA? Dije emocionada,

    mientras el chofer me miraba por el retrovisor a manera de reproche. Baje la voz, no poda creer lo que me deca. Aracataca tan cerca?

    - Si, Jos Lus te dijo que si lo esperabas te llevara hasta

    all.

    - No lo escuch. Dije bajando la mirada.

  • l me mir con sus hermosos ojos negros, como entendiendo lo emocionada que me senta, al saberme tan cerca de la Aracataca

    de Gabriel Garca Mrquez.

    Tengo cosas que hacer por mi pueblo en Bosconia, pero all vive

    una prima muy querida, se llama Katherine Castao, hablaremos con ella para que te acompae y puedas pasear tranquilamente

    por Macondo, y aunque es muy joven y alegre, tiene un defecto es una silvestrista extremista.

    Sonre, el destino conspiraba en mi nombre.-

  • EL PARAISO SILVESTRISTA

    Bosconia, el lugar ms caliente del planeta, una hermosa poblacin con una temperatura de 45 grados segn me coment

    Jos Jorge, y as lo sent tan pronto me baje del vehculo.

    - Ya te acostumbrars.

    - No lo cre, ahora entiendo cuando alguien dice que es un hervidero.

    - Vamos Ana! deja el lloriqueo, creo que has pasado por

    cosas peores.

    Mis mejillas estaban enrojecidas, no s decir, si fue porque me

    sonroj o por el intenso sol con el que me reciba aquel lejano lugar. Llegamos a una pequea casa donde nos aguardaban

    familiares de Jos Jorge. Me pareci un lugar encantador, sobre todo porque tena la necesidad de ahorrar hasta ltimo peso, as que estaba dichosa de poder llegar a un lugar donde descansar.

    Me prestaron un bao, y creo que dur una hora bajo la regadera,

    el agua me reconfort el espritu, aunque los rasguos eran pequeos me dolieron cuando pase el jabn por los brazos y piernas. Decid acostarme un buen rato, as que la ta de Jos

    Jorge me condujo a la habitacin donde dormira aquella noche.

    - Espero que puedas descansar un poco muchacha, lo bueno de la habitacin de Katherine es que el aire acondicionado es el que ms enfra en la casa. Lo malo son sus

    obsesiones, pero es muy joven, cuando llegue, le dir que no te moleste.

    Al entrar en la habitacin, agradec su amabilidad. Al cerrar la puerta sta cruji bajo el pomo.

    - Dios santo! Exclam. Deberan de echarle aceite, que sonido tan espantoso. Al ver la habitacin ahogu un grito.

  • Una enorme imagen de Silvestre me recibi, todas las paredes de la habitacin estaban forradas de fotos, afiches, recortes de

    prensa, era el paraso del silvestrismo. La cama tena sabanas rojas, en el tocador ms fotos, y mltiples accesorios rojos.

    Esto es increble Pens.

    Me fascin la habitacin, encend el aire acondicionado y sin

    querer comenc a detallar todo cuanto me rodeaba.

    La puerta cruji y entr una joven de enormes ojos y cabello negro, llevaba al hombro una preciosa mochila roja.

    - Soy Katherine dijo estrechndome la mano enrgicamente.

    - Hola, soy Ana. Dije sonriendo.

    - Jos Jorge me dijo que eres silvestrista Es eso cierto?

    - Si, lo soy.

    - Cancin favorita?

    - Cmo? Pregunt sin entender.

    - Cul es tu cancin favorita de Silvestre Dangond?

    Pregunt con gestos pausados como si le hablara a alguien que no entiende el espaol.

    - Muchachita Bonita! Respond inmediatamente.

    - Aja! Has ido a un concierto de Silvestre, Cul?

    - El lanzamiento de Cantinero y No me compares con nadie, adems fui a uno en Venezuela en el cual me enferm muchsimo, si no hubiera

    La muchacha no me dej terminar de hablar, cuando se me arroj encima y me dio un fuerte abrazo.

  • - Si, si eres silvestrista, que emocin, y desde Venezuela, es increble, tienes que conocer a los muchachos, te van a

    adorar, ya los llamo, esta noche hay que salir a silvestriar.

    La chica hablaba muy rpido, casi sin respirar. Comenz a marcar

    nmeros en su celular y a caminar de un lugar a otro.

    - Muchis? Dijo Katherine. Amiga, noche roja S, si