diario de guerra

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Diario de guerra. José Javier Fabila Gutiérrez.

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Page 1: Diario de guerra

Diario de guerra.

José Javier Fabila Gutiérrez.

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Steven McAllen Somos la especie que domina, pero también la única que busca la excusa perfecta para una

guerra.

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Recuerdo el olor del césped recién podado, también me acuerdo del sabor de una dona con chocolate, el café que solía prepararme mi madre cada mañana, todo antes de estar aquí. Ingrese al ejército a los 19 años, en ese momento las cosas se ponían al rojo vivo en la guerra que se disputaba entre los países que aborrecían a Hitler, el primer día se me fue como una ráfaga intensa de aire, apenas ingrese me mandaron a un centro de concentración en el reino unido, ahí me entrenaron con mucha fiereza, me enseñaron lo caótico y brutales que eran los nazis, nos mostraron que a ellos la piedad no les tocaba, entonces me imagine que la guerra tenía un propósito, salvar al mundo de un tirano… pero me equivoque.

Día 1.

El primer día fue fastidioso, nos ponían a correr cada mañana, mi padre fue un soldado reconocido hasta que murió en batalla en Francia, luego a las tres semanas de su muerte yo ingrese al ejército americano, por parte de mi madre era mitad Mexicano, recuerdo ir todas las vacaciones a Puebla, era un lugar hermoso. Cuando el general John McCarthy llego a nuestro dormitorio nos informó que las fuerzas enemigas habían instalado un dispositivo en algún campo de concentración de esta zona, por ende era necesario revisar todos los campos en potencial peligro, para nuestra suerte el dispositivo no estaba, pero para la mala suerte del campo numero 12 el dispositivo no fue encontrado a tiempo. Las seis de la tarde eran como las doce para nosotros, debíamos dormir bien para despertar cada mañana a las 4 de la madrugada y comenzar a trabajar, el primer día fue el más duro, pero me hubiese gustado pasar más tiempo así.

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Día 6

Después del primer día, los demás fueron iguales, hasta que el sexto día por la mañana, mientras todos hacían los ejercicios rutinarios, una enorme nube de humo se alzó a unos sesenta kilómetros de nuestra posición, los generales y comandantes corrían al centro de comunicación, sonaron todas las alarmas, nos dieron la orden de prepararnos para un enfrentamiento, todos corríamos a la armería, cada soldado estaba listo para la batalla, pero no estábamos listos para lo que nos tenían preparado. La explosión en el campo doce, había sido un señuelo, nos hicieron creer que habíamos encontrado la bomba en uno de nuestros campos, pero en realidad todos tenían una bomba oculta, dejamos de buscar y bajamos la guardia, en ese momento exploto la bomba, el estallido me lanzo por los aires, todos los soldados cerca del retrete habían sido despedazados, yo estaba a unos veinte metros y sentí como el impulso contraía mi pecho, quede aturdido por al menos cuarenta segundos, al escuchar a todos gritar y pedir auxilio mi mente me transporto a mi casa, estaba de vuelta en mi hogar, pero el general John me saco de ese espejismo, me levanto y me llevo hasta un lugar seguro, poco después las balas empezaron a oírse estrellándose en el suelo y en la carne humana. – Quédate aquí soldado – dijo el general. Salió disparado a la batalla, con sed de venganza a todos sus hombres muertos, escuchaba los disparos, toque mi costado y un trozo de metal estaba encajado, trate de sacarlo pero estaba muy enterrado, la sangre estaba sucia y me daba miedo que fuera a infectarse la herida, un hombre estaba a unos diez metros de mí disparando, cuando de repente estallo, luego vi más estallidos, a lo lejos un enorme cañón estaba destrozando con todos nosotros, vaya, tenía solo seis días en el ejército, solo seis días en

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esta guerra y estaba casi seguro que moriría, estaba viendo cómo eran masacrados todos mis compañeros, entonces uno estallo a unos cuantos metros de mí, no sé en realidad cuantos pero no lo suficiente para matarme, quede inconsciente.

Día 7.

Me desperté en una cama, tenía un trapo mojado y todo me deba vueltas, trate de levantarme pero me dolía mucho el costado, en ese momento mi cerebro reacciono, toque mi costado y no estaba la pieza de metal, creí que la suerte me había sonreído, pensé que estaba a salvo, que quizá estaba en un campo de concentración de nosotros, que tal vez pudieron recatarme, me equivoque rotundamente, un muchacho entro, me sirvió agua en un vaso, tenía al menos 16 o menos, “quizá sea un voluntario” pensé, pero cuando se dio la vuelta en su brazo portaba el símbolo nazi, entonces me altere. - ¡Que carajos! – grite. Lo cual incomodo al muchacho quien tomo un arma y me golpeo en la cabeza.

Día 8.

El muchacho me servía agua, me llevaba comida y me ponía vendajes nuevos, me limpiaba la herida y me bajaba la fiebre, no parecía un soldado pero siempre portaba su rifle, parecía un muchacho que no entendía muy bien que yo era el enemigo o al menos eso pensé, porque era lo único lógico, no había otra respuesta de porque me ayudaría.

Día 9.

Cada vez era más sospechoso las acciones de aquel muchacho, no hablábamos, solo me servía agua, me traía de comer y me limpiaba la herida, después se iba, nunca dijo nada ni yo

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tampoco, pero aún no podía comprender porque un nazi me estaba manteniendo a salvo. Esa noche el volvió con un poco de sangre en su camisa, me pregunte si había ido a matar a uno de los míos, pero me mantenía serio, necesitaba vivir si quería vengarme así que no dije nada y solo bebí el agua del vaso.

Día 15.

Luego de que pasaran nueve días desde que me tenía aquel nazi en su “guarida” pude ponerme de pie, ya no sentía tanto dolor y mi fiebre ya estaba mucho mejor, aun me sentía un poco débil quizá aún tardaría unos tres días en recobrar mis fuerzas, hasta entonces me mantuve al marguen de todo, tomaba el agua, comía, me tomaba el medicamento que comenzó a darme y me recostaba. Esa noche cuando esperaba a que el muchacho llegara me levante y me acerque a la cortina, en ese momento un soldado nazi entro, me miro y luego desenfundo su arma, pero luego llego el muchacho y lo golpeo por detrás, el soldado quedo inconsciente. – ¡Me descubrieron debemos irnos! – dijo el muchacho. – ¿Hablas mi idioma? – pregunte al mismo tiempo que el jalaba de mi camisa y me sacaba confundido. Salimos de su intento de dormitorio, cruzamos con gran prisa por el campo, mire el cielo y todo era oscuridad, no había visto el sol durante varios días, entonces las balas comenzaron a pasar por un lado mío, gritaban en alemán, el muchacho no volteaba y seguía a toda velocidad, me aventó a una camioneta, arriba había maletas y armas, parecía que ya tenía todo planeado, entonces encendido la camioneta y escapamos mientras las balas rebotaban en el metal de la misma, escucha gritar con furia a todos eso nazis.

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Día 18.

Pasamos tres días huyendo hasta que paramos en un pueblo que olvide su nombre, pero digamos que era uno fantasma, no había gente, todo estaba solo, autos, casas, incluso se veía la desolación en el aire, nos bajamos un momento para checar un mapa, entonces vi las armas a mi alcance, quería huir pero las llaves las tenía el muchacho, no sabía que hacer e hice lo más estúpido que hace un ser humano, tomar el arma y amenazar para obtener lo que quiero. – Dame las llaves, ¡rápido! - Te salve la vida – dijo el muchacho. – Y es por eso que no te matare, pero te puedo lastimar. – De que sirve salvarte si me quieres lastimar. – Es una guerra, esto pasa. – Lo sé, mi padre salvo a uno y lo mato. En ese momento vi el rostro de aquel muchacho, era un niño, podía verle los barros en su rostro, quizá apenas y salió de la secundaria, apuesto que aún se masturba, era un niño y yo estaba apuntándole, amenazándolo de lastimarlo, mi respiración se calmó, baje el arma y luego el chico me entrego las llaves. – Vete si quieres. Me quede mirándolas y luego las tome, subí a la camioneta, la encendí y después le abrí la puerta. – Vámonos ya. El muchacho se subió sin protestar, nos largamos de ese pueblo, pero puedo jurar que vi a una mujer asomándose en una ventana, no olvidare su rostro, la expresión de que le perdone la vida a un nazi, seguramente el general John me colgaría.

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Día 23.

Estábamos por ingresar a Cambridge, mi plan era llegar a la base inglesa en Londres, donde se encontraban algunos soldados americanos, me pareció una idea lógica luego de salir del pueblo, el problema era que conmigo llevaba a un alemán nazi, por más que quisiera llevarlo conmigo, cualquier alemán era una amenaza para la Alianza, entonces debía saber dónde iba a bajarse él. – ¿Dónde quieres que te deje? - Quiero ir contigo. – No puedes venir conmigo, tú eres un nazi, no entiendes que yo debí haberte matado. – Pero no lo hiciste. – No me tientes. – No me importa, has lo que quieras, iré contigo. – ¡Maldita sea! Entiende que no puedes. – No me importa. – Púdrete si te matan no será mi culpa. – Entonces no hagas una escena. Era un niño bastante arrogante, no entendía que lo decía enserio, eso pensé, tal vez creía que mentía, pero en ese momento no me importo, total era un nazi, seguramente había matado a muchos de nosotros, quizá me dejo vivir por la culpa, no me importaba si él quería morir yo no me opondría. Llegamos a Cambridge, había un retén en la entrada, rápidamente le quite el uniforme y le puse ropa que llevaba en las maletas, cuando los soldados nos detuvieron de inmediato supieron que la camioneta era nazi. – ¿De dónde viene soldado? - Venimos de matar algunos nazis, fue agotador como ven – señale al muchacho quien se hacia el dormido con un sombrero

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puesto, los soldados nos permitieron entrar sin ninguna protestas, me sorprendió que no me preguntaran de que escuadrón era, quizá eran muy estúpidos. La gente aquí vivía más tranquila, la guerra había sido buenos con ellos, aunque si había algunos rastros de bombardeos, quizá uno que otro ataque, era como si a todas partes a las que íbamos veíamos un poco más de lo que esta guerra dejaba. - ¿Cuál es tu nombre niño? – le pregunte. – Adelino. - ¿Qué clase de nombre es ese? - Significa noble. - ¿Cuántos años tienes? - 15. No estaba tan lejos del número. - ¿Por qué te enlistaste en el ejército tan joven? - Porque debía hacerlo. - ¿Lo hiciste por Hitler? - Hitler es un maldito maniaco, lo hice por mi padre. - ¿Él apoyaba a Hitler? - Brevemente, después lo odio cuando mataron a mi madre. - ¿Tu madre? - Ella fue asesinada por nazis en un bombardeo, en ese momento mi padre se volvió contra Hitler. – Vaya lo siento. Se quedó mirando al paisaje, no creí que alguien pudiera volverse contra Hitler, no uno de su propio bando, probablemente este niño no era tan malo como su emblema lo pintaba, digo me salvo la vida.

Día 27.

Luego de varios días atravesando Cambridge estábamos a unos cuantos de llegar a Londres, pero ese día paramos en una

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cafetería de un pueblo que tampoco recuerdo el nombre, pero recuerdo perfectamente que fue el día en que mi humanidad se puso a prueba. Llegamos como soldados de la Alianza, nos tomaron la orden, todo parecía normal, hasta que una camioneta con dos soldados llego, entraron y se sentaron junto a Adelino, mi pulso se elevó hasta el cielo, me sudaba la frente y las manos, Adelino volteaba hacia mí, dándoles la espalda a esos soldados, entonces uno me hablo. – He compañero, ¿llevas mucho aquí? – levanto la mano. – No en realidad acabamos de llegar. – Tardan mucho aquí en tomar la orden. – Son algo lentos. El soldado sonrió y se voltio con su compañero, solté un gran suspiro, pero luego el segundo soldado se levantó y se acercó. – ¿De dónde son ustedes? - Venimos de un campo de concentración a las afueras de Cambridge – respondí con sudor en las manos. – Vaya, no sabía que teníamos un campo de concentración ahí, seguramente es el nuevo – brinco de alegría. Luego se marchó al baño, cuando llego lo que pedimos, ordene que lo pusieran para llevar. – ¿No se quedaran? – pregunto el soldado que se quedó. – No, es que nos solicitan en Londres. – Vaya Londres. Parece que son grandes soldados, no serán generales o algo así ¿verdad? - oh no, para nada. – Esta bien, que le vaya bien. – Gracias. - ¿Por qué tu compañero no habla? - Le cortaron la lengua los nazis. – Malditos. – No te mira porque tiene vergüenza.

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– Lo entiendo. Vengare a tu amigo soldado. – Te lo agradece – levantamos los vasos de café y los tomamos. Cuando estábamos listos para marcharnos Adelino choco con el otro soldado, quien lo vio de frente y quedo algo atónito. – Lo siento amigo. Recogió su comida y se la dio. – ¿Te molestaste? O ¿porque no hablas? – dijo mientras lo inspeccionaba de pies a cabeza. – Ya déjalo Mike, no tiene lengua, no puede hablar. Entonces el soldado se apartó y nos dejó marcharnos, subimos a la camioneta y nos marchamos con mucha sutileza. Cuando íbamos a media hora de esa cafetería me sentí más aliviado, por un momento mi corazón quería salirse de mi caja torácica, sentí como mi pecho ardía, en ese momento Adelino vio luces que provenían de un auto detrás de nosotros. – Creo que alguien nos sigue. Cuando mire hacia atrás vi que eran luces que solo las camionetas como la de esos soldados tenían, fue fácil deducir que se dieron cuenta de nuestra farsa, entonces intente ir más rápido, pero no fue lo suficiente porque nos alcanzaron, comenzaron a disparar, y gritaban y aullaban mientras lo hacían, era una diversión para ellos, mientras esquivaba las balas o al menos lo intentaba, una de ellas daba en la llanta, sacándome de control y haciéndome volcarme. Sentí un dolor inmenso en mi cuello, Adelino estaba en el suelo fuera de la camioneta, los soldados llegaron y nos tomaron del cabello. – Bien pútridos nazis es hora de morir. Mis palabras no salían de mi boca, el cuello me dolía y Adelino no reaccionaba, entonces un soldado reviso mi chaqueta y encontró papeles personales que constaba que era soldado americano. – Espera un momento, es de los nuestros.

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Me alivio mucho cuando encontraron eso, pero también encontraron la ropa nazi del muchacho. – Este seguramente lo tenía preso. Apuntaron ambos a la cabeza de Adelino, cuando en ese momento me interpuse, ellos se confundieron al verme poner enfrente de las armas. – Entiendo, quieres hacerlo tú. Perfecto toma venganza. Me dieron el arma y luego me pusieron de pie frente a él, por un momento no sabía qué hacer, cargue el arma y luego apunte, que estaba haciendo, de nuevo apuntando a un niño, que clase de persona soy, seré traidor si no lo hago , quizá un asesino que no tuvo piedad de un adolescente, que podía hacer, que mundo es este que te hace poner un arma a un muchacho solo porque esta del bando contrario, no quiero hacerlo, pero a la vez mi mente racional me hacía creer que era lo correcto, él es malo, o ¿lo seré yo? Nunca lo pensé pero, en realidad ¿Quiénes son los malos?

Día 28.

El arma que tenía era un claro recordatorio de que esta era una guerra que parecía estar acabando con cualquier rastro de humanidad, un hombre que es cegado por su propia sed de poder crea un caos y lo justifica diciendo que su finalidad lo merece, entonces yo pensaba hasta ese momento que nosotros luchábamos contra él, por el bien de los demás, pero ¿Cómo podemos elegir quien merece morir o no solo por el hecho de estar del otro lado de la guerra?, este muchacho era un nazi, pero solo tenía 15 años, ¿en realidad era un enemigo? Luego de haber disparado a los dos soldados e irnos de ese lugar, el viaje fue un poco más silencioso, Adelino solo miraba por la ventana, yo conducía pensando en todo esto, en como termine aquí con un nazi, como fui salvado por un nazi. En realidad no recuerdo mucho de este día porque fue tan pasajero,

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pero fue el día en que entendí que no sabía nada de esta guerra, no comprendía porque había menores en ella, no entendía porque matábamos, porque nos entrenaban para ser fríos y crueles, cuando mi padre se fue a la batalla él dijo “esta no es una guerra de héroes, es una de villanos” cuando lo dijo creía que se refería a los nazis, pero en ese instante mientras podía ver a ese muchacho nazi suspirar mirando la ventana, comprendí que todos éramos los villanos, no había héroes, porque en una guerra nunca los hay, siempre cometes actos que borran de ti lo humano que eres, así es una guerra.

Día 30

Cuando llegamos a las orillas de Londres todo comenzó rápido, un estallido apenas a unos 10 metros de nosotros lanzo por los cielos a la camioneta en la que íbamos, sujete a Adelino con fuerza, cuando impactamos en el suelo sentí una costilla rota, luego escuche los gritos de los soldados y los aviones, podían oírse las metralletas y los anti-aviones dispararse, todo era caos, me trate de poner de pie, Adelino también estaba lastimado, tenía un trozo de metal enterrado en una pierna, me acerque para ayudarlo pero en ese momento otro misil se estrelló con el suelo, la tierra era levantada con cada disparo de los aviones, estaba aturdido, mi respiración comenzaba a cortarse, entonces un soldado llego de inmediato, me levanto y luego levanto a Adelino, me grito que corriera con el mientras nos cubría, por un momento no supe reaccionar rápido, pero luego el me dio una bofetada y comencé a correr, no miraba para atrás solo corría con Adelino herido el costado me dolía pero no podía parar, luego un avión se estrelló a unos 20 metros de mí, seguía corriendo sin detenerme, solo pensaba en llevar a Adelino con un médico, escuchaba las ametralladoras de los aviones disparar y unos intentaban tirarme, pasaba junto a los soldados quienes

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estaban en batalla disparando a esos malditos aviones, pero entonces una gran explosión frente a mí me saco volando, estaba en el suelo con un montón de tierra en mi cara, en ese instante pareció pararse el tiempo, escuchaba mi respiración cortada, mi costado me ardía, me voltee hacia atrás y pude notar un enorme tanque alemán disparando, los soldados concentraron toda su atención en ese tanque, yo apenas me puse de pie busque a Adelino quien estaba inconsciente boca-abajo, lo tome y seguí corriendo apenas podía ver, no sentía las piernas y mis brazos se sentían flojos a punto de caer, pero por gracia de dios o de suerte antes de caer al suelo sin fuerza, un soldado me tomo y me cargo Adelino iba siendo arrastrado por el mismo soldado a quien no vi su rostro pero me sentí aliviado en ese momento, luego cerré los ojos y quede inconsciente.

Día 35

Cuando desperté sentí que mis piernas pesaban, tenían raspones y moretones en todas partes, mi costado aun dolía pero solo si me movía, tarde unos minutos en poder darme cuenta que estaba en una cama, veía a las enfermeras pasar por todas partes, tenía suero y un monitor, apenas podía girar la cabeza o mover cualquier dedo de mis manos, me sentía aun aturdido, por todas partes observaba a soldados quejarse de su dolor, cuando por fin entre en un poco de cordura me pregunte ¿Dónde estaba Adelino? Entonces una mujer se acercó y me inyecto más morfina, me volví a quedar dormido.

Día 38

Cuando por fin me sacaron de ese lugar, me llevaron al centro de la ciudad, donde me atenderían mis heridas, para sorpresa mía cuando desperté mi mano había perdido tres dedos, mi pierna me dolía demasiado, mi costilla igual y en esos días Adelino no

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estaba, me preguntaba si murió o solamente no tuve la suerte de encontrarlo, quizá lo descubrieron y lo mataron, pero no estaba eso era claro. Cuando llegamos al campo de concentración me dejaron con una enfermera que me trataría las heridas y me ayudaría con todo lo roto que estaban mis huesos, parecía una joven de apenas 18 o quizá la misma edad que yo. – Vaya, debiste pelear duro haya. – dijo ella. – Bueno, digamos que estoy vivo por suerte. – ella esbozo una sonrisa pequeña y me inyecto algo que en realidad nunca supe que era. Para las 6 de la tarde estaba en una cama recostado, recuperándome porque luego de eso, se me informo que me incorporaría de nuevo al batallón, me mandarían en dos semanas a Francia donde terminaría mi recuperación, puesto que necesitaban hombres en ese lugar, tan rápido como me recuperara estaría de vuelta en acción, no es algo que me haga feliz pero no puedo negarme, en realidad yo quiero pelear, pero ahora no se ni siquiera si peleo para el bando de los buenos, porque nadie sabe si somos los buenos, matar a mujeres inocentes y niños con nuestros bombardeos no es algo que hacen los buenos, o dispararle a nazis de 15 años tampoco es algo que un héroe hace, entonces ¿Peleo por el bien? O lo hago para el bien de alguien más, es decir, tal vez nosotros solo luchamos porque un hombre poderoso no quiere que el mundo caiga en manos de otro hombre poderoso, claro que nadie hubiese querido eso, pero probablemente luchamos por el interés que tiene el que está en contra del otro, no luchamos por la libertad, de eso me di cuenta cuando esos soldado me hicieron apuntarle a Adelino, es una guerra que solo muestra la parte más horrenda que tiene el ser humano, la de matar.

Día 41

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Entre más tiempo pasaba en la cama, más me preocupaba no haber visto a Adelino, quizá en realidad no logro pasar desapercibido era lo que me imaginaba, no sé porque el muchacho me preocupaba tanto, aunque la verdad sentía cariño hacia él, pues me salvo la vida, me encontró casi muriendo, cuido de mí y además traiciono a su propio país por mí, es algo que ningún nazi podría hacer, al menos eso me hicieron creer, que solo eran unos malditos bastardos asesinos, ahora entiendo que en esta guerra hay personas que aun sienten ser humanos. Por la noche cuando todos dormían, miraba el cielo nocturno, lleno de estrellas, me parecía increíble pero era como si no las hubiera visto desde hace muchísimo tiempo, me pregunte en ese momento ¿Qué estará pasando del otro lado del mundo? Quizá estaban rezando por alguien que pelea en esta guerra, probablemente pensaban que los nazis eran monstruos que mataban y mataban, pero jamás se pusieron a pensar que nosotros también éramos como ellos, que matábamos y éramos como monstruos, porque mientras luchas por el bien, matar está bien visto, pero cuando eres el malo, matar te convierte en un maldito asesino que merece ser colgado, claro que Hitler era un monstruo, pero nosotros no éramos diferente a él, a pesar de querer ser los buenos, veía el cielo y no dejaba de pensar que nos hicimos los villanos también.

Día 45

Ya eran 7 días desde que me encuentro en recuperación, una semana más y me incorporaría al batallón en Francia, Adelino no aparecía en ninguna parte, por lo que pensé que estaba muerto,

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ya podía sentarme, aunque aún no caminaba, pero lo haría pronto, pues mi rodilla no estaba tan mal como lo pensaban, era solo un golpe muy fuerte el que me hincho todos los nervios, tendría una semana más para mejorarme, aunque probablemente me mandarían herido, al menos eso pensé. Cuando la enfermera me puso el suero nuevo escuche a un soldado quejarse, pero este tenía la voz muy suave y apenas se escuchaba lo que decía, me senté para ver si podía encontrar a ese soldado, estaba enfrente de mi cama, como a 6 metros de mí, la pierna la tenía amputada, y los brazos estaban sostenidos en el aire con unos cables, no podía dejar de pensar que tal vez pude ser yo, se quejaba de dolor, de incomodidad, de sed, y básicamente de todo. La enfermera iba y venía, me parecía alguien bastante fastidioso, entonces el me noto. – ¿Qué es lo que miras idiota? Me quede mirándolo sin responder nada, lo cual lo enfureció. – Estúpido niño deja de mirarme. – Perdón señor, no era mi intención molestarlo. – Idiota. - ¿Qué le paso? – cuando lo pregunte, el soldado se quedó mirándome, fue una mirada de odio, pero también fue como si se sintiera bien el que lo haya preguntado. – Un ataque sorpresa en Liverpool, nos bombardearon aviones, yo estaba desalojando a los civiles, ni siquiera había armas, ni tanques, ni bases, solo mujeres y niños, familias, ancianos. Me quede mirándolo, tenía la mirada clavada en el techo, la garganta estaba con un nudo, veía su dolor, porque era notorio, podía verlo como si fuera humo saliendo de una vaporera. – Camine unos pasos – Continuo – veía como todas las casas y escuelas habían sido destruidas, los niños en el suelo, uno tomaba la mano de un anciano, luego otro avión paso y me dejo en esta cama. Esos malditos nazis, en ese momento los odie, pero

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me paso algo increíble ¿sabes?, un nazi me encontró, era un hombre mayor, tenía quizá 60 años, me cargo, me dio de comer, después me llevo hasta una base de la Alianza y me salvo la vida. En ese momento no dejaba de pensar en Adelino, en cómo me hizo llegar hasta aquí. - ¿Qué paso con el nazi? – pregunte. – lo mataron. Vi cómo le dieron un tiro en la cabeza, me salvo la vida y yo no pude salvar la suya, dime hijo ¿Cómo vives con eso? Me quede en silencio un momento y solo pude responder. – No lo sé. – No puedes vivir con eso. – Dijo el soldado – Nunca creí que un nazi haría eso. – Yo tampoco, pero cuando pasa ya no crees en lo que creías. El soldado se quedó en silencio al igual que yo, no dejaba de preguntarme cual era la razón de haberlo hecho, ¿porque Adelino me salvo?, también me preguntaba si los papeles hubieran sido al revés ¿yo lo hubiera salvado?, cuando se lo cuestione al soldado de enfrente el respondió con sinceridad y franqueza. – No. Lo hubiera matado y me hubiera sentido orgulloso. Entonces él respondió por mí, yo hubiera matado a Adelino, yo hubiera sido el malo, el monstruo.

Día 49

11 días han pasado y ahora ya puedo levantarme con muletas, siento mejor mi costado, ya no duele tanto, pero aun siento pinchazos, la guerra había tomado un rumbo muy interesante, los soviéticos estaban repeliendo con gran poder a los nazis, quienes cada vez más se acorralaban, un hombre llamado Stalingrado sometía al ejercito de Hitler, parecía que estaba muy pronta la derrota de los nazis, mientras que yo seguía en recuperación, aun después de haber luchado con todas sus

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fuerzas el soldado de enfrente murió, nunca supe su nombre, pero su historia me hará recordarlo como alguien que sufrió mucho y no por sus heridas físicas. Para mí, caminar lo más posible era la prioridad, tenía que recuperar la movilidad de mi rodilla, me sentía inútil con las muletas, ese día decidí caminar más lejos. Pase por donde estaban los soldados con mayor probabilidad de muerte, también donde había soldados con heridas menores y al decir menores eran perdida de una oreja o de un dedo, pero cuando pase por el cuarto donde estaban los que iban a volver a ver el día, lo encontré, estaba acostado viendo por la ventana, tenía algunos raspones en rostro, su brazo estaba vendado y quizá tenía yeso, pero estaba entero, era increíble, me sentí como aliviado, era una sensación que no podía describir, la sensación de vivir sin el peso con el que murió aquel soldado, me acerque lentamente, parecía una ilusión, pero cuando me vio, me sonrío, entonces supe que era tan real, porque en ese momento sentí la calidez de ver a un amigo, era mi amigo, lo comprendí en ese instante, era alguien quien me salvó de morir, yo le debía mucho, tome su mano y no dije nada, solo sonreí como si encontraras un millón de dólares enterrados en tu patio, mi amigo era todo lo que pensaba, esta guerra no sobreviví yo solo, estoy aquí por él, porque este chico que estaba frente a mí, decidió que no quería ser el malo, este chico prefiero ser el héroe, al igual que lo eligió ese anciano que ayudo al soldado, ellos eran los héroes de esta guerra, los que prefirieron ser humanos a ser monstruos.

Día 51

Pase mis últimos días con Adelino, me confeso que revelo ser alemán más no que era nazi, por eso se quedó aquí, pensaron que yo lo había rescatado, hablamos de muchas cosas, de lo increíble que era ver el cielo sin tantos aviones, sobre el fin de

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esta guerra y sobre lo que haríamos cuando terminara, pero también me conto de su padre y yo del mío, los dos muertos en esta guerra, mi padre asesinado por un nazi y el suyo que era nazi asesinado por un soldado de la Alianza en Francia después de haberlo ayudado, pero quizá era nuestro camino encontrarnos, al final solo contemplamos la noche y luego me despedí de mi amigo para siempre, pues luego de terminar la guerra regresaría a México con mi madre, pero antes de irme, decidí terminar con el misterio y pregunte porque me había salvado aquel día que me encontró. – Cuando te vi pensé en matarte, pero en realidad mi padre te hubiera salvado. Lo hice por él. – Pero, cuando salvo a ese soldado, lo mato. – dije. – Si. Antes de morir me dijo que una guerra como está siempre está intentando doblegarte, tu deber es ser fuerte y seguir peleando por lo justo. Yo no mate jamás, no serias el primero en mi lista de asesinatos. – ¿Jamás has asesinado?, pero yo vi sangre en tu uniforme. – Apilaba los cuerpos de los soldados nazis asesinados. Me quede viendo por un momento a ese maldito niño y no deje de sonreír. Nos dimos un apretón de manos y una sonrisa, ese fue el último día que vi a ese muchacho nazi de 15 años llamado Adelino.

Día 52

Cuando llegue a Francia me encontré con un lugar bastante tranquilo, había más calma comparado con Inglaterra, que en realidad los días en los que estaba en recuperación fueron los más tranquilos. Cuando me presentaron con el comandante me sorprendió ver que era uno a quien conocía, el general John McCarthy, en realidad pensaba que estaba muerto pero al parecer era un tipo muy difícil de matar, alguien necio que no se

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dejaría vencer, al verme pudo reconocerme solo me sonrío un poco, parecía una sonrisa de asombro, después me ordeno ir a mi cubículo donde dormiría y fue todo lo que recuerdo de John McCarthy.

Día 60

8 días después de llegar nos movimos de lugar, porque cada vez más ganábamos terreno, casi llegaba a su fin esta infernal guerra, Francia estaba poco a poco retomando las riendas, los soviéticos estaban arrasando con el ejercito de Hitler, mientras que los demás países ayudaban en otros puntos de Europa, si bien en Inglaterra los nazis no pudieron lograr la victoria, los ataques fueron devastadores, aunque Francia había sufrido más pero ahora estaba poniéndose de pie, cuando nos instalábamos en nuestro nuevo campo de concentración encontré una libreta en blanco, era de color rojo, en la primera hoja solo tenía escrito el nombre de su propietario, Steven McAllen también un pequeño escrito que decía, “Somos la especie que domina, pero también la única que busca la excusa perfecta para una guerra” nunca supe quién era en realidad ese hombre, pero entendí que era el lugar perfecto para plasmar lo que viví en esta guerra y así lo hice, comencé a redactar mi historia.

Día 64

Hoy nos enteramos de que los nazis estaban recurriendo a medidas desesperadas supimos de inmediato que estaban acorralados, era cuestión de tiempo para que cayeran, en Francia habíamos luchado durante 3 días con un pequeño grupo de nazis, llegaron refuerzos de la Alianza, luchamos como si fuera lo único que importara, ya no pensaba en si luchaba por algo bueno o malo, yo sabía por qué lo hacía, y también sabía

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quién era, yo era un soldado, en una guerra, ya no importaba si eras bueno, yo era un soldado en esta guerra que robo lo que alguna vez pude llamar humanidad. Mientras estoy acostado escribiendo veo las estrellas, me imagino que quizá un día las veré desde la torre Eiffel seria increíble ver las estrellas más cerca, el viento está soplando fuertemente hace un poco de frio pero es uno agradable, lo único que pienso es en Adelino, ya habrá salido de ese lugar, nunca me pregunte sobre su madre, ¿dónde estará?, ¿seguirá viva?, eran preguntas que nunca se me ocurrieron, a lo lejos veo las nubes acercarse, será una noche lluviosa de eso no hay duda, hoy pienso que en todo lo que pase para llegar aquí, pienso en Adelino, en mi madre, mi padre, pienso en volver a casa.

Día 90: 12 de Mayo 1945

Cuando las bombas nos sorprendieron a plena madrugada del 16 de abril, los soldados saltaron de la cama, yo estaba escribiendo aun en mi libreta, después vi como estallaba todo el campo de concentración, los aviones nos sorprendieron ocultándose en las nubes. Por ultimo recuerdo ver a un soldado herido cuando corrí para auxiliarlo una bomba estalló a unos metros de mí, salí volando por los cielos, mire arriba y todo se hizo lento, las nubes se movían, los aviones parecían mosquitos, y comencé a cerrar los ojos, entonces como si fuera magia, vi como la primera gota caía y chocaba en mi mejilla, entonces todo se volvió blanco. Hoy han pasado 26 días después de ese incidente, estoy en México, el 7 de mayo la guerra termino, volví a casa el 9 del mismo mes, nunca supe que paso después del bombardeo, recuerdo que desperté sin mi brazo derecho en algún lugar de Francia, pero eso es todo, lo que nunca olvidare, es a mi amigo Adelino, al soldado frente a mi cama, y también

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aunque jamás lo conocí al anciano nazi, también al general John McCarthy como también el nombre de Steven McAllen, no olvidare que mate a dos soldados del mismo bando, no olvidare que me hizo la guerra y no hablo de físicamente, hablo de cómo me convertí en el villano, no olvidare que a pesar de todo siempre existirán personas que se conviertan en héroes anónimos que no conocerá la historia, personas que aún conservan lo que muchos pierden o jamás obtienen, algo que no es fácil de conservar, la firmeza de seguir siendo el bueno, espero un día superar la guerra…al igual que espero un día volver a tener de vuelta mi humanidad.

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