diario de campo afrodescendientes

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  • En Imgenes ................................................................................................

    Proyectos del INAH ...............................................................................

    Reflexiones ...................................................................................................

    Novedades editoriales .......................................................................

    Noticias ...........................................................................................................

    Actividades acadmicas y culturales ........................................

    Diplomados, Cursos, Posgrados y Seminarios ................

    Presentaciones editoriales ...............................................................

    Premios y otras convocatorias ......................................................

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    Mientras llega la chiva. Cajapi, Tumaco Colombia. 1999 Manuel Gonzlez de la Parra

    Desfi le de batalla de fl ores. Cartagena Colombia. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

    Marialabaja. Cartagena Colombia IV. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

    Nuevo look. Bellavista, Tumaco Colombia. 1999 Manuel Gonzlez de la Parra

    El santo. Coyolillo, Veracruz Mxico. 1995 Manuel Gonzlez de la Parra

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  • 3En Imgenes

    Chapuzn vespertino. Tasquita, Nario Colombia. 1999 Manuel Gonzlez de la Parra

    Norma, Veracruz Mxico. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

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    Desde hace una dcada, en Amrica Latina han aparecido trminos nuevos para referirse a personas y grupos sociales que llevan aqu siglos pero que no se vean, otra forma de decir que la sociedad no los quera ver en sus peculiaridades y alteridades. Ahora, en un contexto de reivindicacin identitaria generalizada, se menciona la presencia de la terce-ra raz en Mxico, las comunidades negras en Co-lombia, los remanescentes de quilombos en Brasil, aunque tambin se habla de afroamericanos, afro-descendientes o africanos. Todos estos trminos y mu-chos otros (negros, mulatos, trigueos, morenos, etc.) se refieren a las personas de ascendencia africana y de fenotipo negro o mulato, cuyos ancestros llegaron a Amrica en el contexto de la trata de esclavos. Pero esta unidad fundamental de procedencia se desva-nece en la inmensa diversidad de situaciones y, so-bre todo, de percepciones espacial y temporalmente marcadas, que se tejen alrededor de ellas.

    Hoy los negros (black people) son african-american en Estados Unidos; no todos los negros en Colombia se reconocen en las comunidades negras, y slo una mnima proporcin de negros brasileos puede pretender a la apelacin de remanescentes de quilombos. De una poca a otra, de un pas a otro, pero tambin, en un mismo pas, de una regin a otra, las apelaciones cambian y las categoras no alcanzan a las mismas poblaciones ni les dan los mismos dere-chos. As se van construyendo representaciones del

    Odile Hoffmann*

    P oblacin de origen africano y afrodescendientes: las amricas negras contemporneas.P

    * Directora del Centro Francs de Estudios Mexicanos y Centroamericanos.

    ** Este texto retoma fragmentos del texto publicado con Adriana Naveda Amricas negras: miradas cruzadas a Mxico y Colombia en Luces de raz negra/Noires Lumires, de Manuel Gonzlez, Universidad Veracruzana-IRD-IVEC-CONACULTA, Mxico, 2004.

    Etelvina Maldonado. Cartagena Colombia. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

  • 5negro que participan en, y a veces suscitan, nuevas dinmicas sociales y polticas.

    Otra forma de representacin, las imgenes, es-pecialmente las fotogrficas, muestran a individuos y contextos no como una realidad, sino como fruto de una construccin que en algn momento y lugar se elabora en la interaccin del fotgrafo con el sujeto de la fotografa.

    En particular en los retratos, la toma de una ima-gen implica la participacin del otro, del que est frente a la cmara. Participacin activa o pasiva, aceptada con reticencia o pedida con entusiasmo, la presencia en la fotografa resulta de la comunicacin entre el artista y la persona retratada. En el caso de los grupos sociales y las personas que durante siglos fueron subordinados a una condicin social asociada con rasgos fsicos con criterios por lo dems cam-biantes segn las pocas y los lugares: por el color de la piel, la forma de la boca o la nariz, el tipo de pelo, la imagen tiene un peso muy especial. La apariencia negra, hoy reivindicada por muchos como marca de identidad cultural, social o poltica, fungi durante siglos como estigma. Slo en este contexto se puede comprender por qu, hasta la actualidad, la representacin de individuos y de escenas de la vida cotidiana de los negros, plasmada en fotogra-fas, suscita reacciones fuertes que van del rechazo al entusiasmo.

    Imaginar un libro de fotografas sobre pobla-ciones negras en Amrica latina no es, pues, un simple ejercicio esttico o acadmico. Implica asumir ciertas posturas frente y con las personas fotografiadas, aclarar con ellas los objetivos y las condiciones de las fotografas, sus destinos.

    Las fotografas corresponden a un trabajo reali-zado por el fotgrafo Manuel Gonzlez de la Parra

    en dos pases (Mxico y Colombia) y en varias tem-poradas, de 1992 a 2006, alrededor del tema de las poblaciones afrodescendientes pero desde varias perspectivas.

    En Mxico, estas imgenes son el fruto del en-cuentro del fotgrafo con un pueblo del estado de Veracruz, Coyolillo. El fotgrafo multiplic estancias y visitas, construyendo poco a poco relaciones de confianza y respeto con sus habitantes, unos descen-dientes de pobladores negros llegados a estas tierras desde la Florida en el siglo XVIII, otros descendien-tes de los esclavos africanos trados durante los siglos XVI y XVII a trabajar en las haciendas azucareras pertenecientes al pueblo de Xalapa, principalmente en los ingenios de Nuestra Seora de la Concepcin, La Concha, y Nuestra Seora del Rosario, Almolonga. En los asentamientos, los nexos de parentesco y com-padrazgo entre indios, negros y blancos dieron forma a estos pueblos que ahora se denominan pueblos de afromestizos.

    En el pacfico colombiano el camino fue distinto. Las fotos cubren una amplia regin de ros y vegas, eminentemente rural, en el suroccidente del pas, y se realizaron despus de establecer acuerdos formales o informales entre el fotgrafo y algunas organiza-ciones negras que reivindican el control de la produc-cin cultural y cientfica de sus regiones. Despus, en los viajes de canoa o chiva esos autobuses tpicos del paisaje rural colombiano, entre pescadores y campesinos, es de nuevo la relacin original y fun-damental entre fotgrafo y fotografiado(a) la que permite o no reflejar el instante de la comunin entre ambos personajes.

    En el Caribe colombiano, en la ciudad de Car-tagena conocida por ser cuna a la vez de la negri-tud fue puerto de llegada de los esclavos durante

    POBLACIN DE ORIGEN AFRICANO Y AFRODESCENDIENTES: LAS AMRICAS NEGRAS CONTEMPORNEAS

    Coyolillo, Veracruz Mxico. 1994 Manuel Gonzlez de la Parra

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    varios siglos y del mestizaje, precursora de la in-dependencia nacional y vitrina de una Colombia turstica internacionalizada, las fotografas retratan combinaciones mltiples e inesperadas, situaciones que podran aparecer como estereotipadas (la msi-ca y el baile como sistemticamente asociados a los negros) y otras surgidas del azar o de la necesidad, lejos de acuerdos previos y ubicados en la comunin del instante.

    Detrs de estas diversas maneras de proceder se encuentran situaciones histricas, sociales, econ-micas y polticas muy distintas. Si en Colombia las comunidades negras no existan como tales hasta su reconocimiento por va constitucional en 1991, la poblacin negra de Mxico, por su parte, sigue desconocida por la mayora. Se menciona su historia peculiar, sus rasgos fenotpicos distintos y una que otra huella que recuerda a la lejana frica, de donde salieron para abastecer la demanda de ma-no de obra en los ingenios azucareros de Veracruz y Morelos. Los esclavos y sus descendientes trabajaron en la ganadera, de sirvientes domsticos, y en una variedad de oficios estudiada por los especialistas, quienes muestran cmo se les utiliz en diversas eco-nomas en todo el territorio de lo que actualmente es Mxico. Hoy los descendientes de estos esclavos originales son conocidos como jarochos en Veracruz, guaches en la tierra caliente de Morelia, o costeos en el litoral del Pacfico, especficamente en los esta-

    dos de Guerrero y Oaxaca, apelaciones todas que remiten a cierta particularidad sin que sta se reduz-ca a la esclavitud.

    Con la trata y la esclavitud se negaba la existen-cia del negro en cuanto sujeto individual y colectivo capaz de protagonizar su propia historia, haciendo de los grupos negros unos hurfanos de la Historia, en un proceso que tard en desaparecer: en Mxico, Hidalgo y Morelos abolieron la esclavitud en 1810, y en 1829 el presidente Vicente Guerrero firm el ltimo decreto abolicionista. En Nueva Granada, por otra parte, el libertador Simn Bolvar prometi la emancipacin a todos los esclavos, pero las leyes de manumisin no se decretaron sino hasta 1851 y co-menzaron a aplicarse en 1852. Los Estados Unidos abolieron la esclavitud despus de terminada la Gue-rra de Secesin, en 1865, y Cuba y Brasil tardaron en hacerlo hasta 1885 y 1888, respectivamente.

    Pero las mujeres y los hombres de hoy ya no son los mudos y los hurfanos de Historia. Son indi-viduos insertos en la modernidad, conforman grupos sociales ms o menos diferenciados, en alianza u oposicin con otros (negros y no negros), participan en sociedades en plena construccin, como en el Pac-fico colombiano, o en mutacin acelerada, como en el campo mexicano. En otras palabras, son ciudadanos universales cargados, como cualquier otro, de especi-ficidades culturales, econmicas y polticas.

    Memoria y diversidad, diversidad de memoriasPara las poblaciones cuyos ancestros llegaron de frica, la esclavitud es punto de partida obligado. Sin embargo, salvo contadas excepciones, sta no se transform en una referencia colectivamente asumida ni propici la elaboracin de mitos de origen o de relatos fundadores. Imposibles de decir por los que la haban sufrido, imposibles de or por los dems, los relatos de la esclavitud rara vez dieron lugar a una reconstruccin simblica y a una apropiacin social por parte de los grupos descendientes, y se quedaron durante mucho tiempo en el crculo reducido de aca-dmicos e historiadores interesados en el tema.

    Alrededor de los aos cuarenta del siglo XX, sin embargo, empezaron a escucharse autores negros y mulatos directamente involucrados en la atencin a esa falta de historia: Fanon y Csaire en las Anti-llas, seguidos por Glissant, Constant y Chamoiseau; en frica, por slo nombrar a los ms destacados, Senghor y Cheik Anta Diop; en Colombia, Zapata Oli-vella, Candelario Obeso y Jorge Artel; en Mxico, un poco ms temprano pero aislado y pronto olvidado, Jos Vasconcelos curiosamente homnimo del cle-bre defensor del mestizaje y la raza csmica escritor que, a principios del siglo XIX, reivindic su negritud a la vez que su mexicanidad. Sus obras, cargadas de sensibilidad poltica, etnolgica y literaria, rompieron el silencio secular y suscitaron, entre sus contempor-neos y sucesores, una sed ardiente por comprender, hablar y contar.

    Braulio Len. Coyolillo, Veracruz Mxico. 1993 Manuel Gonzlez de la Parra

  • 7No debemos olvidar las excepciones, que si bien no se generalizaron s mostraron otras vas posibles. As, los saramakas, descendientes de esclavos cima-rrones de la costa norte de Suramrica, en el actual Surinam, conmemoran ritualmente los primeros tiem-pos, la gloriosa poca de la resistencia, la fuga y la construccin de palenques. En Ecuador, los campesi-nos negros de hoy recuerdan, cuatro siglos despus, el naufragio de un barco negrero que dej en las costas del Pacfico a los esclavos destinados al Per. As liberados, construyeron un reino o repblica de zambos alrededor del ro Cayapas antes de nego-ciar con la audiencia de Quito representante de la Corona su reintegracin al imperio espaol.

    En las costas caribes de Amrica Central, los garifunas, descendientes de negros e indios, siguen conservando, por su parte, las costumbres y el idioma que los diferencian de sus conciudadanos. En Brasil, el quilombo de Palomares y su jefe Zumbi (siglo XVII) se volvieron emblemas del Movimiento Negro Unificado tres siglos despus, mientras que en Colombia el Pa-lenque de San Basilio y su hroe Benkos Bioho (siglo XVII) simbolizan hoy la resistencia y la identidad ne-gra del Caribe. En Mxico, la rebelin conducida por Yanga a principios del siglo XVII y, sobre todo, el le-vantamiento de 1735 en la regin de Crdoba, en el estado de Veracruz, llevaron a la formacin de pue-

    blos negros libres. El primero fue fundado en 1640 como San Lorenzo de los Negros, y Nuestra Seora de los Morenos de Amapa, fundado ms de cien aos despus; ambos mantienen hoy en da cierta especi-ficidad frente a sus vecinos inmediatos.

    De estas verdaderas epopeyas, a veces efme-ras y cruelmente reprimidas, se heredaron imgenes de guerras victoriosas y de orgullo colectivo. Otras experiencias similares, numerosas, se borraron de las memorias colectivas pero pueden resurgir si los con-textos se prestan, es decir, si sirven para dar sentido al presente y al futuro de los que las vivieron y luego las olvidaron.

    La mencin de las resistencias heroicas de la po-blacin esclava no debe llevarnos, por lo tanto, a una visin reduccionista de la historia, vindola solamente como la confrontacin brutal entre esclavos y amos. La esclavitud nunca fue un fenmeno nico, ni las re-sistencias asumieron todas una misma forma de en-frentamiento. Al lado de las rebeliones colectivas, los archivos tambin dan cuenta de resistencias cotidia-nas e individuales que iban desde la desobediencia o el robo hasta, incluso, la automutilacin o el suicidio. Pero en el otro extremo se sabe tambin de casos de connivencia instaurada entre amos y esclavos en general esclavas domstico/as, o de convivencia de trabajadores esclavos y libres al lado de pequeos

    POBLACIN DE ORIGEN AFRICANO Y AFRODESCENDIENTES: LAS AMRICAS NEGRAS CONTEMPORNEAS

    Candidata a reina del Bullerengue. Marialabaja Colombia. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

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    empresarios y artesanos. La segregacin no era total ni sistemtica. Algunos amos liberaban a sus esclavo/as bajo condicin, cuando otros aceptaban que com-praran su libertad y la de sus parientes con el fruto de su labor en horas extra. Las relaciones de los negros con los indios, aunque muchas veces marcadas por un antagonismo latente y una mutua desconfian-za, se dieron en la modalidad de vecindad (sobre todo en las ciudades), de unin matrimonial (rara vez en Colombia y ms frecuente en Mxico) o de compadrazgo (comn en ambos pases). Se complic as el dispositivo socio-racial legalmente establecido, mientras los amores prohibidos hacan ms borrosos los lmites impuestos.

    Poblaciones y poblamiento negros en Mxico En tiempos de la Colonia, con el sistema de castas, categoras extremadamente precisas intentaban dis-tinguir a unas personas de otras, asocindoles dere-chos y prohibiciones especficos (territorios para los indgenas, prohibicin de llevar joyas para los negros, prohibicin de uniones entre negros e indios, etc.). La famosa clasificacin de castas es un buen sntoma de

    esta locura nominalista que afect a la sociedad co-lonial frente a estas nuevas identidades que desco-noca. Los nombres de lobos, coyotes, moriscos, tente en el aire, saltapatrs, aun cuando nunca fueron real-mente utilizados, ilustran los esfuerzos de los blancos para distinguir, nombrar, ordenar y, finalmente, ale-jar al otro, el no blanco.

    Despus de los procesos independentistas y emancipadores, que ocurrieron en momentos dis-tintos segn los pases, las legislaciones especiales fueron abolidas, y en el transcurso del siglo XIX las menciones a la raza desaparecieron de los censos y los informes oficiales. Esto no signific, con todo, el fin de las distinciones raciales, pero s determin su evolucin bajo el efecto conjugado de fuerzas con-tradictorias: por un lado, la dominacin y el racismo cotidiano siguieron alimentando las representaciones y prcticas de discriminacin anteriores; por otro, mecanismos demogrficos y geopolticos las modifi-caron a fondo, por lo menos en ciertas regiones.

    En Mxico, algunas regiones introdujeron ms es-clavos que otras, ya sea por la va legal (a travs del puerto de Veracruz, principalmente) o de contraban-

    Shakira y los negros. Cartagena Colombia. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

  • 9do; pero la presencia de esclavos est confirmada en todos los estados actuales. Cualquier monografa his-trica en Mxico, en prcticamente cualquier regin del pas, arroja informacin acerca de la presencia y del papel de los negros en la dinmica econmica, social, cultural de la misma. Hoy, sin embargo, slo una pequea regin de la costa pacfica, la Costa Chica, concentra grupos de poblacin conocidos co-mo negros o morenos, como lo analizan los textos reunidos en el suplemento de este nmero. En las otras regiones del pas, los antiguos pueblos negros se fun-dieron en el seno de la sociedad global, aun cuando a veces siguen conservando particularidades cultura-les fiestas, danzas, msica que imprimen identi-dades regionales especficas, como por ejemplo en Veracruz, donde la msica y el baile con influencia andaluza y africana son representativos del jarocho. Tambin nos habla de ello la sonoridad de vocablos que en el estado de Veracruz nos remiten a frica, como Mandinga, Mocambo, Mozomboa o Yanga, que son slo algunos nombres de pueblos donde los es-clavos cimarrones dejaron huella. En Mxico, desde el siglo XVI los africanos se casaron con indgenas y, en algunos casos, con espaoles, y a partir del siglo XVIII se dio un intenso mestizaje entre negros e indios. De hecho, desde esta poca el trmino negro des-aparece de los textos para dejar lugar al de mula-to o pardo, y hoy de afromestizos.

    En 1946, Aguirre Beltrn propona una expli-cacin a esta integracin que l da por acabada, excepto en las reas ya mencionadas de la costa pa-cfica de los negros y sus mezclas al interior de la sociedad nacional mexicana. Dicha integracin sera el resultado de dos procesos que diferencian a estos ltimos de los dems grupos subordinados, en parti-cular de los indios. Por un lado, los rasgos culturales de los negros no habran sido suficientemente distin-tivos para servir como instrumentos de identificacin tnica, y los rasgos raciales tpicos negros casi des-aparecieron por el mestizaje. Sin base objetiva para construir la diferencia, sta se desvaneci entre la sociedad global mexicana.

    Por otro lado, en la sociedad colonial el sis-tema de castas asigna un lugar subordinado pero reconocido a los indios, quienes seguirn en un mun-do separado despus de la Independencia. Por el contrario, la poblacin afromestiza y mestiza, que no constitua una verdadera casta en el seno del sis-tema colonial, se vuelve la base indispensable del nuevo dispositivo independiente y, como tal, se inte-gra plenamente a la nueva identidad nacional. Los mecanismos poltico-estructurales la necesidad de integrar a los grupos populares para constituirse en sociedad nacional y socio-culturales la mezcla de rasgos raciales y culturales se conjugaron para dar lugar a una integracin casi completa de las poblaciones negras y mulatas, y a su consecuente desaparicin como grupo especfico al interior de la sociedad contempornea.

    Esta interpretacin, respaldada por un anlisis magistral y una documentacin abundante, prevale-ci hasta hace poco, si no es que hasta la actualidad en muchos mbitos acadmicos y sociales. Sin em-bargo, las tendencias culturales y polticas recientes muestran otro camino posible. Varios son los grupos e individuos que empiezan a reivindicarse como ne-gros, afromexicanos o afromestizos, en diversas regiones (principalmente Oaxaca, Guerrero, Vera-cruz) y configuraciones (rural, urbana, de migran-tes) del pas. Algunos militantes y polticos adhieren a este reclamo y proponen cambios legislativos en este sentido. Por su lado, las polticas pblicas y las instituciones correspondientes (salud, educacin, asis-tencia) tienden a integrar la variable tnico-racial en sus programas, siguiendo (obedeciendo?) en esto a las orientaciones internacionales vigentes que privile-gian una visin multicultural de la dinmica social y econmica. Lo cierto es que la poblacin de origen africano en Mxico, cualquiera sea el nombre que usa o que se le da, empieza a pedir un tratamien-to especfico que propicie menos marginacin y ms justicia social. Que lo sepamos ver, entender e inter-pretar sin prejuicios ni estereotipos es ahora tarea de todos los / todas las que desean un pas ms abierto a la diferencia y ms lcido frente a sus problemas de racismo y discriminacin.

    POBLACIN DE ORIGEN AFRICANO Y AFRODESCENDIENTES: LAS AMRICAS NEGRAS CONTEMPORNEAS

    Silvano. Coyolillo, Veracruz Mxico. 1993 Manuel Gonzlez de la Parra

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    Elizabeth Romero Betancourt *

    Luces de raz negraL

    Hacia 1992, Manuel Gonzlez de la Parra inici una relacin de amistad y trabajo con los pobladores de Coyolillo, Veracruz -a slo unos minutos de Xa-lapa-, una comunidad negra formada por descen-dientes de esclavos africanos que trabajaron en las haciendas azucareras de la regin durante los siglos XVI y XVII y otros llegados desde la Florida un siglo ms tarde. Luego de varias visitas y muchas horas de tomar fotos lo mismo que convivir con las gentes, lo-gra articular un ensayo fotogrfico de largo aliento, gracias a una concepcin humanista en donde el pro-ceso creativo forma parte del proceso de vida. Aos ms tarde, en 1999 acude a Colombia, a la costa del Pacfico, en donde se ubica Tumaco, poblacin funda-da por esclavos libertos y cimarrones llegados en el siglo XVII. Con menos tiempo para convivir, pero con la serenidad de carcter y el sosiego de un ojo sufi-cientemente entrenado y entregado, encuentra aqu lo mismo en lo diferente. Generaciones de mestizaje y geografas distantes no borran sin embargo rasgos comunes. Resultado de ambas experiencias es el libro Luces de raz negra, (Barcelona, FONCA/UV/IVEC/IRD, 2004) con textos de Odile Hoffmann, Adriana Naveda, Sylvia Navarrete, y poemas de Alfredo Va-nin, que condensa tambin las varias versiones de la exposicin del mismo nombre presentadas en distintas latitudes, y que asimismo inspira el video realizado por Emmanuel Sols, enriquecido con msica original.

    De no ser por la fotografa quiz la otredad permaneciera invisible. En otros siglos, la coloniza-cin impuso esclavitud y exterminio; carentes de voz e imagen los vencidos no tuvieron acceso a la histo-ricidad. Luego de las luchas de liberacin y eman-cipacin, algunos pueblos decidieron no hacer ms contacto con la cultura hegemnica y as permanecer ocultos. Hacer visible al otro no es comn en un mun-do globalizado que en la ms baja utopa se suea homogneo, ya que precisamente es en la diversidad, en las diferencias, en las particularidades en donde radica la riqueza de lo humano. Dedicar el tiempo

    * Escritora y artista visual; Premio Nacional de periodismo Cultural Fernando Bentez, 1997 y Premio Nacional de Periodismo Jos Pags Llergo, 2004.

    Noche de candela. Cartagena Colombia. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

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    a contactar al otro, a conocerlo, a escucharlo, a co-mer de su comida y bailar en sus fiestas es un ejer-cicio humanista. No es casual la mirada relajada de los retratados, no es obra de la fortuna el ingresar a los espacios ms ntimos; Manuel no habra obtenido esta complicidad de no ser porque antes, mucho antes de la cmara, ha aproximado su propia humanidad a la de estos negros y negras que bien lo reciben en el campo y la cocina, frente al altar o en plena faena. La atencin prestada a los nios y la reciprocidad de su mirada sugieren una cauta aproximacin -como la de quien con sigilo teme ahuyentar a los pjaros- y atrapa al ensimismado fabricante de un tambor, y en nada altera la cotidiana escena de la madre pei-nando a la nia de rostro imperturbable; y anda el fotgrafo en donde andan los nios, unos en Coyolillo quitndose el calor metidos en el aguaje mientras all lejos las mujeres lavan; un par ms en Tumaco baan-do en armona de chorros los cuerpecitos ya marca-dos por el trabajo y las carencias; anda tambin en las estrechas calles de balcones de madera que casi se tocan y encuentra ah a la hermanita mayor que apenas puede cargar a la hermanita chiquita, en ese ensayo de maternidad de una infancia sin muecas. Y ataviadas de muecas -los vestidos con crinolina y los tocados de encaje- halla a las sobrinas listas para la ocasin mientras la ta Julia re sosteniendo tambin la risa de su preez. Va Gonzlez a mirar la faena de los hombres rodeados de naturaleza, en entornos cuya temporalidad est referida a las po-cas de siembra, cosecha, pesca, recoleccin. Rodea-dos de agua, guardando el equilibrio, tres cuerpos flexionados, tres remos a la misma altura, la fuerza de trabajo convertida en la energa que impulsa a una esbelta embarcacin en la que yace la aparente

    maraa de redes, que los mismos brazos arrastrarn ya de vuelta, quiera dios, colmada. La imagen de una floresta que casi huele y donde se intuyen zumbidos es el escenario cotidiano para la cosecha de la palma africana, materia para enseres que debe ser cortada con la elemental herramienta de una prtiga y, otra vez, la fuerza de un hombre cuyo cuerpo est esculpi-do de afanes y sudores, y que logra ganar una hoja a estas gigantas bordeadas de lquenes y helechos.

    En Coyolillo tiene lugar la celebracin de un car-naval lleno de autenticidad. Gonzlez de la Parra se detiene en la mscara y el disfraz, instrumentos esen-ciales de la subversin y el exceso carnavalesco (Ho-racio Guadarrama). Los nios recurren a las mscaras de luchador, antifaces y mscaras de madera artesa-nales y se visten con telas floreadas y listadas, con ga-lones o remedando hilachos; utilizan tambin mascadas y guantes para desaparecer como s mismos y emerger como personajes de una fiesta enteramente popular.

    Durante los ltimos dos aos el autor se ha de-dicado a un ensayo que versa sobre la msica cari-bea de raz afrocubana hermanando al Puerto de Veracruz, en Mxico, y a Cartagena de Indias, en Colombia, en donde estuvo por tres meses para acu-dir al carnaval del barrio de Getseman, poblacin negra que fuera brutalmente reprimida durante las luchas de Independencia a principios del siglo XIX. En ambos pases, un recorrido por salones de baile y fiestas populares para retratar a msicos y baila-rines, el fotgrafo rastrea la imagen de esa forma de permanencia y resistencia afincada en el ritmo, la cadencia y el movimiento de los cuerpos.

    En Mxico-Tenochtitlan, marzo de 2007Ao del maz y la tortilla

    LUCES DE RAZ NEGRA

    Humberto. Coyolillo, Veracruz Mxico. 1992 Manuel Gonzlez de la Parra

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    Proyectos INAH

    Potrillo frente al manglar. Tasquita, Nario Colombia. 1999 Manuel Gonzlez de la Parra

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    Presentacin Los estudios sobre la poblacin de origen africano en Mxico han abierto la posibilidad de comprender su participacin e in-fluencia en la construccin de la sociedad novohispana.

    Susana Garca de la Huerta*

    Esta investigacin tiene por objetivo explorar y analizar las posibles relaciones de intercam-bio en conocimientos, mtodos y prcticas de curacin, que se esta-blecieron entre estas culturas que convivieron durante el siglo XVIII

    PROYECTO SEMINARIO PERMANENTE DE ESTUDIO DE POBLACIONES Y CULTURAS AFRICANAS EN MXICO

    Aportes de origen africano en las prcticas de curandera novohispana. Siglo XVIII1

    * Escuela Nacional de Antropologa e [email protected]

    Marialabaja. Colombia II. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

  • 15APORTES DE ORIGEN AFRICANO EN LAS PRCTICAS DE CURANDERA NOVOHISPANA. SIGLO XVIII

    1 Se retoma el termino de curandera del Diccionario de Autoridades, y en donde se define lo siguiente: Curandera: Arte supersticioso para curar, segn el vulgo, en virtud de pacto con el diablo.

    2 Entre estos estudios pueden revisarse trabajos realizados por Mara Elisa Velzquez, Patricia Seed, Solange Alberro, Alejandra Crdenas, entre otros.

    3 Velzquez Ma. Elisa, Tesis doctoral, Mujeres de origen africano en la capital novohispana, siglos XVII y XVIII. ENAH SEP, Tlalnepantla, Estado de Mxico, agosto de 2001, pp. 191.

    en la Nueva Espaa, e identificar aquellos posibles aportes de los africanos y sus descendientes en estas prcticas.

    Varios estudios han demos-trado la importancia de la convi-vencia social y cultural entre los diversos grupos tnicos y cultura-les;2 esto ha permitido observar las complejas relaciones que se establecieron entre estos grupos que, a su vez, convivan cotidiana-mente. Estas relaciones permitieron el encuentro de diversos cono-cimientos, y es tarea de esta in-vestigacin reflexionar y analizar aquellos relacionados con la salud y la enfermedad, as como la cu-racin de dolencias que acogan a la sociedad novohispana, a partir de una pregunta central para su desarrollo: es posible detectar las aportaciones de origen afri-cano en la prctica de la curan-dera novohispana, a partir de los intercambios culturales que se presentaron en el periodo para la curacin de diversas enfermeda-des? Sabemos que las relaciones entre los diversos grupos tnicos en la Nueva Espaa, a partir del siglo XVI en adelante, fue comn, creando un gran mosaico cultural y otorgando ciertas particularida-des a la sociedad novohispana. Los africanos tuvieron que adap-tarse a las nuevas condiciones de la Nueva Espaa, creando vnculos con aquellos grupos que compar-tan el espacio donde se viva coti-dianamente, como lo seala Mara Elisa Velzquez:

    Aunque es cierto que los africa-nos y africanas al ser arrancados de sus culturas de origen per-dieron sus lazos de parentesco, y que muchos de ellos nacieron en la Nueva Espaa sin conocer ni saber sobre sus antecedentes familiares, ellos establecieron la-

    zos de solidaridad y apoyo por diversos medios, as como for-mas de identificacin. Adems, es importante considerar que las relaciones sociales y familiares que se establecieron sobre todo en zonas urbanas los vincularon no slo con miembros de su mis-ma condicin racial y jurdica, sino tambin con aquellos otros grupos con quienes convivan co-tidianamente.3

    Ya para el siglo XVIII, esas relaciones y vnculos que se esta-blecieron a partir de la distancia de sus culturas originales, de su te-rritorio, o del recuerdo de lo que se les haba contado a lo largo de las generaciones, permitieron la reelaboracin de costumbres, la asimilacin de ciertas conductas y la posible integracin de sus cono-cimientos con los de otros grupos tnicos y culturales.

    Durante la investigacin que se realiz para la elaboracin de la tesis de maestra, en el AGN se encontr una considerable canti-dad de documentos que involucra-ban a mujeres de origen africano o descendientes en la prctica de curandera. Como resultado, sur-gi la posibilidad de continuar con un estudio que permita profundi-zar en estas prcticas, fundamen-talmente a travs de documentos inquisitoriales, para establecer las posibles relaciones entre los cono-cimientos adquiridos o trasladados desde sus lugares de origen, as como los aprendidos en la Nueva Espaa y la participacin de los africanos y sus descendientes en los problemas de la salud durante el periodo colonial, en particular, en el siglo XVIII.

    Planteamiento general del temaLa salud durante la poca virreinal fue un problema pblico, y como tal

    se buscaron remedios para un sin fin de enfermedades y epidemias que adolecieron a la sociedad. A lo largo del virreinato, algunas de las epidemias mostraron su fuerza en periodos especficos, en los que las sequas y hambrunas llevaron los estragos de la enfermedad del centro hacia la periferia del cen-tro. Por lo tanto, la bsqueda de remedios no se enfoc de mane-ra exclusiva en la prctica de la medicina cientfica, se buscaron otros medios como las oraciones o la medicina tradicional, llamada curandera.

    Qu suceda con la medicina del siglo XVIII? Qu tan alejada se encontraba la medicina cien-tfica, de la curandera? Qu remedios se utilizaban adems de estas dos alternativas? Para res-ponder hay que tomar en cuenta que tanto las prcticas como los mtodos fueron enriquecindose con la mezcla de conocimientos entre los diversos grupos cultura-les y tnicos que conformaban a la sociedad novohispana, entre ellos, los de origen africano. Des-de el siglo XVI la tradicin tanto de Aristteles como de Galeno se-guan afectando el discurso de la medicina, las obras relacionadas con el tema estuvieron marcadas por teoras como: la de los tempe-ramentos, extradas de los textos antiguos, as como de los grandes principios de la fisiologa galnica. La medicina cientfica no haba logrado adelantos significativos en este periodo, como lo seala Luis Weckmann:

    La prctica de la medicina du-rante los dos primeros siglos de la Colonia no slo estuvo someti-da en gran medida al influjo de la astrologa, sino que en muchos aspectos, las ideas y creencias medievales determinaron su

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    ejercicio. Esto es aplicable tanto al estudio de la anatoma co-mo a la diagnosis, la fisiologa, la teraputica, la farmacopea, la ciruga, y en ltima instancia tambin a la albeitera, nombre que entonces se daba a la medi-cina veterinaria. Tambin la ma-gia medieval dej su huella en la medicina colonial, y la labor de recopilacin del saber cient-fico fue continuada en la Nueva Espaa, generalmente con otros nombres, segn los cnones an-teriormente fijados en la materia por los herbolarios, lapidarios y bestiarios... Entre las ideas ms significativas que determinaban sus conceptos se encontraba la teora griega de los estados de las cosas: sequedad, humedad, fro y calor; las enfermedades eran atribuidas a exceso o de-fecto de estas cualidades y los medicamentos tenan por objeto restablecer el equilibrio.4

    A partir de los conocimientos de la antigedad clsica, con tra-bajos como el de Hipcrates, las aportaciones de Galeno y la me-dicina rabe, en particular la de Avicena, se conform la idea tanto del equilibrio y los temperamentos, as como de la necesidad de una dieta que permitiese el adecuado funcionamiento y combinacin de los humores, o los fluidos corpo-rales. Estas ideas medievales, se transportaron hacia la Nueva Es-paa, mantenindose vigentes por lo menos hasta la primera mitad del siglo XVIII. Como seala Sonia Concuera de Mancera:

    Las personas se vean preci-sadas a corregir las carencias excesos de sus humores corpo-rales y para tener xito, los m-dicos acostumbraban recurrir a terapias poco eficaces aunque muy difundidas, como sangrar la paciente, aplicarle ventosas, provocarle el vmito o adminis-

    trarle un purgante. En cualquie-ra de esos penosos casos algo sale del cuerpo y para sustituir esa perdida con algo que en-tre el mdico necesitaba adap-tar la dieta de cada paciente a su complexin particular. Los doctores, sobre todo cuando atendan a pacientes acomoda-dos, centraban su inters en los alimentos y bebidas que mejor les convenan.5

    Se debe resaltar el hecho de que para las culturas mesoame-ricanas las ideas de equilibrio y desequilibrio orgnico respon-dan a la salud o la enfermedad. El cuerpo, para las culturas ind-genas, sufra descompensaciones por el exceso de enfriamiento o el sobrecalentamiento al excederse en las labores, o por exponerse al propio ambiente por lo tanto, en los alimentos se encontraba el equilibrio del cuerpo y por medio

    de ellos las personas podan sa-nar. El organismo encontraba en la alimentacin los principios para mantener el equilibrio. Esto lo ob-serv Juan de Crdenas en 1591, y se encontr con algunas seme-janzas en cuanto a la salud y la enfermedad que manejaban los indgenas, quienes adems mos-traban un gran valor hacia la mo-deracin y la templanza, aspecto que sorprendi a muchos de los mdicos novohispanos.

    Para su sorpresa, Crdenas, en-contr en la herbolaria indgena una manera de practicar la me-dicina ms avanzada y sin duda ms eficaz que la espaola. Los indgenas tenan un vasto cono-cimiento emprico de las propie-dades curativas de las plantas y las utilizaban con xito desde haca siglos. Sin renunciar a las enseanzas de Hipcrates y sus discpulos. Crdenas incorpor y

    4 Weckmann, Luis, La herencia medieval de Mxico, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, segunda edicin revisada, 1996, pp539.

    5 Sonia Corcuera de Mancera, La embriaguez, la cocina y lo cdigos morales, en Pilar Gonzalbo Aizpuru (dir.), Antonio Rubial Garca (coord.), Historia de la vida cotidiana en Mxico. Tomo II. La ciudad barroca. Mxico, 2005, pp. 520.

    Carnaval en Getsemani III. Cartagena Colombia. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

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    acomod a su marco conceptual

    de formacin europea diferentes

    elementos curativos indgenas6

    Ambas culturas, al inicio del periodo novohispano, unificaron teoras, prcticas y productos efec-tivos para la curacin de diversas enfermedades. Por supuesto, sin restar la importancia a sus propios conocimientos, los mdicos espa-oles introdujeron en sus conceptos algunas ideas que provenan de los diferentes grupos mesoame-ricanos, como lo explica Aguirre Beltrn:

    Las innovaciones que la me-

    dicina indgena introduce en la

    medicina occidental galnica

    primero, positivista despus en

    su mayora se producen en la

    materia mdica constituida fun-

    damentalmente por las plantas

    medicinales nativas. Al acoger-

    las, la medicina occidental las

    reinterpreta para acomodar-

    las al pensamiento cientfico;

    las despoja de su significado m-

    gicoreligioso para someterlas

    al examen del laboratorio, a la

    sntesis qumica y la manufactura

    farmacutica... el protomdico

    Francisco Hernndez, quin estu-

    dia las cosas de Nueva Espaa

    y en especial su flora medicinal

    traduce al lenguaje hipocrtico

    de los cuatro humores lo que los

    mdicos indios le revelan.7

    Los mdicos de los primeros dos siglos del periodo virreinal se vieron imposibilitados a erradi-car algunas de las epidemias ms notorias que atacaron a la socie-dad novohispana, ya fuese por el desconocimiento de los sntomas,

    o por el retraso que exista en la propia farmacopea. La necesidad por descubrir nuevos procedimien-tos, como productos que ayudasen a curar ciertas enfermedades que adolecan a la poblacin novohis-pana, puede aclarar el hecho de que las plantas utilizadas por la poblacin indgena se adecuaran a los medicamentos y prcticas del Viejo Mundo, y fueran retomados por los mdicos en un intento por adaptarse a las nuevas condicio-nes que les rodeaba, as como a las nuevas enfermedades.

    Para el siglo XVII el intercam-bio de conocimientos relacionados con la curacin entre la poblacin indgena y la espaola haba lo-grado una fusin. Con la intro-duccin masiva de esclavos en el territorio de la Nueva Espaa, lle-garon nuevos y diferentes rasgos y

    6 Ibid. Pp. 521.

    7 Aguirre Beltrn, Gonzalo, La poblacin negra en Mxico, FCE, Mxico, 1972, pp. 167.

    APORTES DE ORIGEN AFRICANO EN LAS PRCTICAS DE CURANDERA NOVOHISPANA. SIGLO XVIII

    Boda. Coyolillo, Veracruz Mxico. 1994 Manuel Gonzlez de la Parra

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    patrones de culturas con diversas creencias y prcticas, religiosas y rituales. Para el siglo XVIII, es-tos patrones se haban mezclado con las condiciones tanto sociales como las espaciales, que ofreca la Nueva Espaa, que provey a esta poblacin de diferentes pro-ductos, entre ellos otros elementos, plantas medicinales similares a las que se encontraban en su mundo, y de esta manera intercambiar co-nocimientos sobre curaciones y sus prcticas con los dems grupos in-tegrantes de la sociedad.

    Esta relacin entre lo afri-cano y novohispano permiti el desarrollo de dos posibles prc-ticas como formas de integracin o resistencia: la curandera y la hechicera. As como los indgenas eran asociados con la idolatra y el salvajismo, los africanos fueron vinculados con lugares exticos, apartados de la propia imaginacin, en donde sus conoci-mientos sobre la condicin huma-na, y en especifico lo relacionado con la salud, estaran ntimamen-te ligados con prcticas mgicas y herticas. Por lo que, para la mayora de los integrantes de la sociedad novohispana existi una honda creencia de que la poblacin indgena, como la afri-cana y sus descendientes, curaba por medios mgicos.

    A pesar de que la propia medicina de la Pennsula Ibrica no haba logrado despojarse de creencias mgicas y de curacio-nes relacionadas con productos fantsticos, en la Nueva Espaa se hizo una diferenciacin entre la medicina cientfica o euro-pea, y curandera, que a su vez fue relacionada con las prcticas de la hechicera.8

    En las denuncias inquisitoriales del siglo XVIII se distinguen estos

    lmites que pasan de una enferme-dad fsica, tratada por un mdico, a la necesaria transferencia a la prctica de la curandera, por sos-pecharse la influencia de la bruje-ra o hechicera en la condicin del paciente. As, la curandera se rela-cionaba con lo sobrenatural, asimis-mo lo sobrenatural poda afectar de manera directa al cuerpo.

    Lo anterior puede observarse en una denuncia de 1733, presen-tada en la Ciudad de Mxico, en contra de Manuela de Bocanegra, mulata cocha, esclava de fray Diego Nuez. El fraile enfermo se vale de todos los medios para

    curar sus dolencias, pero su mdi-co, al no encontrar la cura para su mal, atribuye la naturaleza de la enfermedad a la prctica de he-chicera por parte de su esclava. Segn los denunciantes, la mujer en un acto de venganza en con-tra de su amo, le haba infligido un dao fsico imposible de ser curado por medio de la medicina. Segn sus palabras:

    Que haba tiempo de quatro aos que tengo varios accidentes penossimos todos derivados de un mismo principio, y tal, que a lo que sin temeridad puede juz-

    8 Joan Cameron lo explica en un caso que se presenta en la Ciudad de Puebla del ao 1647 en contra de una mulata libre llamada Ana de Vega. En dicha acusacin no queda claro si se trata de un caso en contra de curandera o de hechicera, la autora explica el hecho de que la sociedad novohispana defina la curacin y la hechicera basndose en la suposicin de que la salud corporal estaba relacionada con elementos sobrenaturales y que los materiales fsicos, como bebedizos y polvos, podan curar influyendo sobre el mundo sobrenatural de la hechicera y el mundo fsico del cuerpo. Cameron, Joan. Ana de vega, mulata: Curandera o Hechicera?, en Poblacin negra en Mxico, AGN, boletn 6, 6, poca, octubre-diciembre 2004, Mxico, pp. 41.

    En la muralla. Cartagena Colombia. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

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    garse, arreglandome a el recto juicio mdico que tiene formado el doctor Don Francisco Antonio de los Santos segn su arte, y que asimismo tiene demostrado por su methodo. Y yo experimen-tado en el alivio, y expulsin del dao, causado naturalmente de las medicinas que cooperan a el efecto protenso de mi salud, es claro y descubierto hechizo, y magia diablica que no puede surtir efecto, y mas el que tan vario y preternatural surge sin evidente pacto con el demonio, de que, y como malefactora de el demonio en toda forma a Ma-nuela Bocanegra mulata cocha amarilla de edad de veinte y quatro aos ms; o menos... 9

    Al no encontrar alivio en las medicinas y el tratamiento mdi-co, fray Diego, adems de acusar ante la Inquisicin a Manuela de Bocanegra por la practica de he-chicera, sus dolencias lo hicieron recurrir a una curandera mulata llamada Gertrudis, para que ali-viase sus males fsicos, al no lograr-lo, la mulata tambin fue acusada por el fraile, relacionndola con la prctica de la curandera, caso que se retomar con mayor deta-lle a lo largo de la investigacin.

    Lo que nos sugieren casos co-mo ste es que, posiblemente para el periodo virreinal, la influencia de la herencia espaola, as como algunas circunstancias fantsticas, que se deca se presentaban en los territorios ocupados por los espaoles, como: la existencia de gigantes, la posibilidad de en-contrar unicornios, quimeras rela-cionada con ciudades repletas de oro, el uso del cuerno de unicornio, huesos de gigantes para la elabo-racin de diversos medicamentos, as como otras ideas que prevale-cieron desde la conquista hasta el siglo XVIII, respondan a la creen-

    cia de que, tanto las prcticas de hechicera como de curandera, no hacan distincin social ni racial.

    El vnculo social entre la cu-randera y hechicera, que hay que explorar ms a fondo en esta investigacin, posiblemente do-t a los africanos y descendien-tes de ciertos poderes mgicos por varios motivos, por un lado, los prejuicios sobre su condicin hertica10 y salvaje, as como posibles conocimientos ancestrales o la reelaboracin de los mismos. Adems, los intercambios cultura-les de este grupo con los indge-nas posibilit el incremento del mito, en cuanto al fortalecimiento de los conocimientos sobre hechi-cera y curandera.

    La curandera y hechicera respondieron a necesidades so-ciales, lo que posiblemente nos seala que la sociedad novohis-pana no lograba separar la fun-

    cin de ambas, se formaba un vnculo entre el orden social, la religin y la medicina, como lo se-ala Aguirre Beltrn.11

    A pesar de la diversidad cul-tural, los distintos grupos de la so-ciedad novohispana compartieron ciertas orientaciones y conocimien-tos que enriquecieron las diversas prcticas de curacin, por medio de un intercambio en los produc-tos, tcnicas y mtodos. Aspecto que ser estudiado y analizado en esta investigacin.

    Anlisis historiogrficoComo todo investigador en Mxi-co que aborda el tema de la poblacin de origen africano en este pas, he de reconocer que la base principal para la construc-cin y elaboracin de un estudio como ste se cimienta en la nece-saria lectura de la obra que apa-recio en los aos 40 del siglo XX,

    9 AGN, Inquisicin, Vol. 765, exp. 15, ff.183.

    10 En donde la hereja responda a la oposicin o contradiccin con lo establecido por la fe catlica. Ver el Diccionario de Autoridades.

    11 Aguirre Beltrn, Obra Antropolgica XVI. El negro esclavo en Nueva Espaa. La formacin colonial, la medicina popular y otros ensayos, Mxico, Universidad Veracruzana/ INI/ Gobierno del estado de Veracruz/ CIESAS y FCE, 1994, pp. 104.

    APORTES DE ORIGEN AFRICANO EN LAS PRCTICAS DE CURANDERA NOVOHISPANA. SIGLO XVIII

    Cabildo de Getsemani. Cartagena Colombia. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

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    escrita por el antroplogo Agui-rre Beltrn. A partir de esta obra se ha formado, con nuevos en-foques y guas de investigacin, una considerable bibliografa al respecto, retomando diferentes temticas que se han dado a la tarea de profundizar en algunos aspectos que no fueron retoma-dos por el antroplogo en su basta obra. Considerando que sus libros fueron las primeras obras que abrieron el estudio de la poblacin de origen africano en Mxico, y retomaron tcnicas avanzadas tanto de las ciencias sociales como de la propia histo-ria, es posible ver a Aguirre Bel-trn como el parte aguas para que tanto investigadores mexica-nos como extranjeros retomaran el tema de la poblacin de ori-gen africano en varios pases de Amrica Latina as como en varios periodos histricos. Sin embargo, la mayora de los autores que in-vestigan y abren nuevas pautas para el estudio de este sector de la poblacin, han coincidido en las dificultades y problemas de interpretacin que persisten has-ta nuestros das para un estudio ms profundo y certero.

    A partir de la obra de Agui-rre Beltrn aparecer una serie de artculos que reflexionan sobre la poblacin de origen africano en diversas temticas y variantes, pero el auge de estas investiga-ciones se present en los aos setenta, cuando aparecen de una manera importante estudios histricos y etnogrficos, que en-focaron sus estudios en aspectos econmicos de las ciencias socia-les difundidos por varias corrien-tes de la poca, que permitieron la diversificacin en las temticas y las regiones de estudio.12 En la dcada de los ochenta aparecen ciertas investigaciones que aun-que no tienen como tema nico a la poblacin de origen africano, aportan a su estudio13. Para los aos noventa, la mayor produc-cin de libros y artculos sobre este sector de la poblacin vera su luz. Se comenz a rescatar nue-vos archivos en diversas regiones como Michoacn, Puebla, Colima, Yucatn, Tamaulipas, Tabasco, Jalisco, Campeche, Coahuila y Guanajuato. Otras regiones como la Ciudad de Mxico, Guerrero, Oaxaca y Veracruz, expandiendo sus horizontes y abriendo la posi-

    bilidad de nuevas producciones e investigaciones.14

    A la fecha existen trabajos complejos y variados sobre el tema de la poblacin de origen africa-no. Algunos han retomado el tema de la inquisicin del Santo Oficio, la magia o hechicera, las relacio-nes entre los diversos grupos cultu-rales y las aportaciones africanas en diversas prcticas.15

    En relacin con el tema de la medicina en la Nueva Espaa, as como temas relacionados con la salud, curacin y otros semejantes, las investigaciones en su mayora se han dedicado a explorar las relaciones de intercambio entre la medicina occidental y la indge-na o han explotado el tema de las epidemias y formas de sanacin durante el periodo.16 Pocos son los estudios que se han preocupado por encontrar las posibles relacio-nes de intercambio entre las prc-ticas y conocimientos de curacin entre grupos indgenas, africanos y espaoles, entre ellos podemos contar con publicaciones como las que presentan Alejandra Crde-nas o Arturo Mota, entre otros, en donde se resalta la participacin e intercambio de conocimientos de

    12 En el periodo se realizaron trabajos de gran importancia sobre produccin y esclavitud en haciendas azucareras de Veracruz, como el de Adriana Naveda o Magnus Morner, haciendas azucareras en Morelos con autores como Horacio Crespo. Se retoman los temas sobre el trabajo en las minas como el de David Brading realizado en Guanajuato, as como el tema del cimarronaje abordado por Frederick Browser, Patrick Carroll y Aurelio Reyes, Miguel Garca Bustamante, Richard Price, entro otros. Los temas con nuevos elementos relacionados con la magia, religin, msica y danza, fueron retomados por el propio Aguirre Beltrn.

    13 Tal es el caso de la obra de Solange Alberro, quien en sus minuciosos estudios en los archivos de la Inquisicin, lograron rescatar una parte importante de la historia africana dentro del periodo virreinal. Asimismo, los estudios que se generaron en las regiones de Coahuila, Oaxaca y la Huasteca analizados por Mara Luisa Herrera, Gabriel Moedano, Carlos Valds e Ildefonso vila, aportaron datos interesantes sobre la etnografa de las poblaciones africanas. Mientras esto suceda, fue en los ochenta, cuando los antroplogos tomaron la determinacin de realizar ms trabajos etnogrficos en donde se tomaran en cuenta los aspectos de las comunidades africanas, Gabriel Moedano lanz la llamada de atencin a los antroplogos y Gutirrez vila respondera a ese llamado con el estudio sobre los cuentos, versos y corridos de la Costa Chica. Siguiendo este modelo sern otros los investigadores que se enfoquen el la literatura, las canciones, y las expresiones artsticas de los pueblos africanos.

    14 La Dra. Luz Mara Martnez con la organizacin de los Encuentros de Afromexicanistas permiti abrir la reflexin y discusin de los temas relacionados con la poblacin de origen africano, estos encuentros aparecieron el 1992, por el programa Nuestra Tercera Raz, de la Direccin Nacional de Culturas Populares. Entre los estudiosos del tema en diversas regiones destacan: Ma. Guadalupe Chvez, en Michoacn, Carlos Paredes y Blanca Lara en Puebla, Ma. Luisa Herrera Casasus en la Huasteca, Genny Negroe Sierra en Yucatn, Rodolfo Fernndez en Jalisco, Ma. Guevara en Guanajuato, Juan Carlos Reyes en Colima, Lilia Serrano en la Ciudad de Mxico, Ma. Elisa Velsquez en la ciudad de Mxico, Sergio Ortega, Adriana Naveda, etc.

    15 Entre ellos podemos mencionar a Solange Alberro, Alejandra Crdenas, Joan Cameron Bristol, Mara Elisa Velzquez, Richard y Sally Price, Jos Arturo Mota, entre otros.

    16 Entre los autores se pueden destacar publicaciones de Elsa Malvido, Carmen Anzures y Bolaos, J. M. Lpez Piero, Amrica Molina del Villar, Mara Concepcin Lugo, entre otros.

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    la poblacin de origen africano y descendientes tanto en prcti-cas de curacin como en el uso de hierbas o huesos para sanar.

    La poblacin de origen afri-cano fue el sector ms abierto a la mezcla tnica y el ms dctil para fundirse con los otros grupos. Estas caractersticas permitieron la propagacin entre los dems grupos de costumbres y tradicio-nes propias de la cultura africana. Como lo ha demostrado Aguirre Beltrn, las prcticas mgicas y el curanderismo de origen negro, difundidas en gran medida por las mujeres, penetraron en todas las capas de la poblacin.17 Esta reflexin guiar el desarrollo de la investigacin, para responder preguntas planteadas en el apar-tado anterior.

    Objetivo generalAnalizar las relaciones de inter-cambio de conocimientos, mtodos

    y prcticas de curacin, que se es-tablecieron entre los diversos gru-pos culturales de la Nueva Espaa en el siglo XVIII, identificando los aportes de origen africano.

    Objetivos particulares- Identificar las diversas prc-

    ticas curativas entre espao-les, indgenas y poblacin de origen africano.

    - Analizar los posibles inter-cambios en torno a las prc-ticas, costumbres y mtodos utilizados para curar diver-sas enfermedades.

    - Detectar aportaciones de ori-gen africano, en particular de la cultura bant, en la prctica de la curandera novohispana.

    - Reflexionar sobre las caracte-rsticas y diferencias entre la prctica de la curandera y la hechicera en la Nueva Espa-a, as como algunos estereo-tipos generados con algunos

    17 Gonzalo Aguirre Beltrn. Medicina y magia. Mxico, INI, 1963.

    individuos de origen africano y sus descendientes en su re-lacin con estas prcticas.

    Hiptesis Las prcticas de la medicina tra-dicional indgena, as como su fu-sin con la occidental en la Nueva Espaa, se vieron enriquecidas con conocimientos provenientes de las culturas africanas, y con la re-elaboracin de los mismos por sus descendientes, particularmente de las culturas bant, en el mundo no-vohispano. Por ello la curandera experiment un enriquecimiento en sus mtodos y prcticas.

    Propuesta de temario I. La curandera y otros medios para sanar las enfermedades en la Nueva Espaa Se reflexionar sobre las prcticas mdicas dentro del mundo novo-hispano, remedios utilizados para la curacin de enfermedades, epi-demias y males que acogan a la sociedad, breve compilacin de plantas y hierbas utilizadas.

    II. La prctica de hechicera y surelacin con la curandera Anlisis sobre las diferencias es-tablecidas en el periodo sobre estas dos prcticas y aspectos que las llegaron a relacionar con actos contrarios a la fe y normas catli-cas en procesos inquisitoriales.

    III. Relaciones de intercambio. La reelaboracin de la curandera En este captulo se vertern todos los datos que han sido encontra-dos y los que faltan por encontrar-se sobre las posibles relaciones de intercambio que se dieron entre la medicina indgena, la occiden-tal y la africana durante el siglo XVIII, sabemos que existen estas relaciones de intercambio debi-do a documentos inquisitoriales que involucran a mujeres de di-versos grupos culturales y tnicos en la venta de hierbas, brebajes y otros aspectos para la curacin

    APORTES DE ORIGEN AFRICANO EN LAS PRCTICAS DE CURANDERA NOVOHISPANA. SIGLO XVIII

    Neneu y su novia. Barrio Agua Blanca, Cali Colombia. 1999 Manuel Gonzlez de la Parra

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    de enfermedades. En este aparta-do se debe ser claro y presentar documentos que hablen sobre las hierbas utilizadas, brebajes, mto-dos e instrumentos u oraciones que acompaaban a las prcticas de curandera, ya se han localizado algunos de estos documentos con mujeres africanas o descendientes, pero an no se buscan con hom-bres y creo importante en este estudio incluir al gnero masculi-no. En estos documentos puede ser posible encontrar las relaciones de intercambio entre las diferentes culturas y prcticas.

    IV. Lo africano, indgena y espaol. El mosaico culturalde la curacin en el mundonovohispano Este ltimo captulo ser la culmi-nacin y xito de la investigacin al haber logrado con los datos del capitulo anterior encontrar las aportaciones de las diversas cultu-ras al mundo de la curandera y la herbolaria, as como las bases de la farmacopea del siglo XIX.

    Metodologa, fuentes y bibliografa En cuanto a las herramientas para elaborar la tesis se utilizarn dos corrientes que permiten abordar el tema, la historia social y la historia cultural. En estas teoras logr en-contrar conceptos y planteamientos tericos, que me permitieron com-prender a los sujetos de estudio, a saber, formados por tres grupos: la poblacin de origen africano y sus descendientes, la sociedad novohispana, y las instituciones coloniales; en un primer momento el papel de la Iglesia catlica, y en un segundo escenario, algunas ideas ilustradas, que sin llegar a modificar completamente lo im-partido por la religin, introduje-ron nuevas ideas de segregacin y un ambiente de rechazo, prejuicios y estereotipos alrededor de la po-blacin de origen africano.

    En este sentido la teora cul-tural (en donde se retoman au-tores como Mintz, Price y Wolf), enfatiza los procesos culturales y

    las actividades laborales; que for-man parte de la dinmica social representada por un sector muy particular: la poblacin de origen africano y sus descendientes, cuyo papel laboral tambin es posible observar en la prctica de curan-dera, o prcticas presentadas en documentos especficos, como las denuncias Inquisitoriales.

    La historia social (especial-mente Thompson) habla de las particularidades de los aconteci-mientos y definiciones que se han usado a lo largo de la historia, para explicar la conducta dentro de las sociedades, estos compor-tamientos, que se designan por medio de categoras, no pueden ser explicados de igual manera en todas las sociedades y en to-dos los momentos histricos, debi-do al contexto dentro del cual se desarrollan, en donde se definen particularidades sobre cada su-ceso, a partir de las costumbres y los datos que esto puede arrojar a una investigacin. En este caso especifico, las relaciones entre el desarrollo cultural de la sociedad novohispana y las apropiaciones culturales de la poblacin de ori-gen africano, darn las particula-ridades referidas por Thompson, haciendo posible el desarrollo de los objetivos de la investigacin.

    Para el desarrollo de esta in-vestigacin, como material medu-lar, considero el anlisis de fuentes documentales en el Archivo Gene-ral de la Nacin en los siguientes ramos: Civil, Criminal, Matrimo-nios, Reales Cdulas y principal-mente el archivo inquisitorial, en donde ya han sido localizados y revisados 117 casos relacionados con la prctica de curandera y supersticiones.

    La primera revisin de las fuentes me ha remitido de manera particular a mujeres acusadas por varios delitos: utilizacin de hier-bas y huesos para curar, curan-deras, hechiceras, supersticiosas, curanderas supersticiosas y mal-ficas, 90% de estos casos se refie-re a mujeres de origen africano o

    descendientes que han cometido el delito, el 10% restante involucra a mujeres espaolas y mestizas que dentro del proceso involucran a mujeres africanas y en ocasiones a indgenas, aspectos interesantes de revisar para lograr establecer las relaciones de intercambio en las prcticas de curacin.

    Por otra parte los 117 casos revisados tambin me han permi-tido delimitar reas de trabajo, por un lado se concentra gran cantidad de denuncias hacia lo que sera el centro de la Nueva Espaa, tomando en cuenta pro-cesos provenientes de Mxico, Estado de Mxico, Morelos, Hi-dalgo, Quertaro y Puebla, y lo que sera el norte del mundo no-vohispano, comprendiendo los es-tados de San Luis Potos, Sinaloa, Chihuahua, Coahuila, Guanajua-to, Zacatecas, Aguascalientes y Durango. De manera general es-tas dos reas formarn parte de la investigacin en un intento por abordar algunas zonas que no han sido muy exploradas an, co-mo sera el caso de Durango, Chi-huahua, Coahuila y Sinaloa.

    En relacin con la bibliografa, por una parte, me propongo ubicar en obras de la poca crnicas, tratados mdicos, entre otros las principales hierbas, prcticas y mtodos de curacin.

    Por otra parte, pretendo ha-cer una revisin minuciosa sobre los estudios que hasta la fecha se han realizado sobre el tema, as como el anlisis de conceptos propios del periodo tales como: hechicera, curandera, maleficio, supersticin, entre otros.

    La tarea ms importante es resaltar las relaciones sociales que se presentaron entre los diversos grupos de la Nueva Espaa, as como las consecuencias y alcan-ces de las mismas, tal vez, de esta manera podremos continuar re-flexionando sobre los cimientos de nuestra sociedad y las particulari-dades que han ido construyendo y distinguiendo el mosaico cultural que es Mxico.

  • 23APORTES DE ORIGEN AFRICANO EN LAS PRCTICAS DE CURANDERA NOVOHISPANA. SIGLO XVIII

    Carnaval en San Nicols. Coyolillo, Veracruz Mxico. 1994 Manuel Gonzlez de la Parra

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    Bibliografa:

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    APORTES DE ORIGEN AFRICANO EN LAS PRCTICAS DE CURANDERA NOVOHISPANA. SIGLO XVIII

    Carnaval en Getsemani IV. Cartagena Colombia. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

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    IntroduccinEn los ltimos 12 aos el estudio de los descendientes de africanos en Mxico ha tomado rumbos in-sospechados, en efecto, a partir del inters por abundar en los estudios de corte antropolgico sobre la poblacin afromestiza en Mxico y tomando como ba-se los textos clsicos de Aguirre Beltrn, se ha visto la necesidad de ahondar en los aspectos his-tricos y etnohistricos de la pro-blemtica de los afromestizos en Mxico. As que de redescubrir la existencia de poblacin de origen africano y de los estudios sobre la esclavitud y el comercio

    * Escuela Nacional de Antropologa e Historia-Universidad de [email protected]

    trasatlntico, hemos ido pasando a la comprensin de los procesos de incorporacin e integracin de una creciente poblacin mestiza, producto de las relaciones entre europeos, africanos, asiticos y americanos, tanto esclava como libre, no solamente en trminos genticos sino culturales, sociales, polticos y econmicos.

    Por ello, es que hoy tenemos, quiz, una mejor comprensin de lo que sucedi con los mulatos y las castas en la construccin de las diferentes regiones novohis-panas gracias, en particular, a las propuestas metodolgicas y temticas de trabajos como los de Mara Elisa Velsquez sobre el servicio domstico femenino en la Ciudad de Mxico y el anli-sis de la pintura novohispana -en particular de los cuadros de cas-tas-, los trabajos sobre mujeres y magia roja de Alejandra Crde-nas, los anlisis demogrficos y econmicos de Adriana Naveda, Norma Anglica Castillo y Artu-ro Motta, los procesos de libera-cin y los procesos inquisitoriales por brujera de Patricia Prez, los estudios sobre esclavos en obra-jes de Araceli Reynoso y de Juan Manuel de la Serna, la formacin de cuerpos del ejrcito como los regimientos de pardos y mulatos o los de lanceros por Ben Vinson y de la Serna.

    En trminos regionales los es-tudios de Juan Carlos Reyes sobre Colima, de Guadalupe Chvez sobre Valladolid, de Blanca Lara

    Mara Guevara Sangins*

    Familias de propietarios esclavos en el Real de Minas de Guanajuato

    Corte de caa. Coyolillo, Veracruz Mxico. 1994 Manuel Gonzlez de la Parra

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    sobre la Ciudad de Puebla y de Celina Becerra sobre los Altos de Jalisco han permitido profundizar en la comprensin de este sector de la poblacin novohispana y dis-cutir otros ngulos del problema. Casi todos, adems, han incursio-nado en la temtica socio-cultural al acercarse con nuevas pticas a la formacin global del novohis-pano como ya han apuntado otros autores entre los que destaca So-lange Alberro (Alberro, 1997).

    Sin embargo, nos hemos preguntado relativamente poco sobre los propietarios de esclavos y su entorno, o de las relaciones de esclavos y libertos con otros sec-

    1 Es decir en un proceso de construccin de lo novohispano.

    tores de la poblacin. Dado que todos ellos participaron en di-ferente medida en la formacin de la sociedad americana, par-ticularmente de la sociedad de Guanajuato, y que a pesar de la organizacin social estamen-tal propuesta y promovida por la Corona espaola se disfrut de relativa movilidad, tanto vertical como horizontal, es decir, ya que todos ellos (esclavos y libres) par-ticiparon en el proceso de criolli-zacin cultural1 que se manifest en la construccin de una variante de la sociedad espaola no libre de conflictos sociales, me parece importante completar la visin con

    el estudio de la dinmica de los propietarios de esclavos.

    Surgen entonces, mltiples pre-guntas sobre los propietarios, algu-nas de las cuales han sido tratadas por diversos autores en otros mbi-tos del mundo, para Guanajuato se han contestado parcialmente inte-rrogantes como adems de tener esclavos en qu otros rubros de la economa incursionaron? En polti-ca y gobierno, cul fue su papel? Fueron promotores de cambios en el antiguo rgimen? Cundo hubo cambios, cmo los asumieron? Qu motivaciones, adems de las eco-nmicas los llevaron a participar en la trata? Cmo resolvieron los

    FAMILIAS DE PROPIETARIOS ESCLAVOS EN EL REAL DE MINAS DE GUANAJUATO

    Cartagena Colombia II. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

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    conflictos propios de las relaciones amo-esclavo?

    Parte de las respuestas se ha encontrado al estudiar la familia como institucin social, particular-mente a las familias de elite, o al estudiar a las instituciones de gobierno virreinal en particular a los cabildos (Alfaro, 1991; Cao, 2004). Adems, acercarse a los documentos sobre conflictos judi-ciales entre amos y esclavos (P-rez, 1997:195), entre propietarios e indios, y aun entre pueblos de indios y familias de mulatos2 li-bres abre otras posibilidades de completar el panorama. Entre los ejemplos de estos conflictos po-demos citar las peticiones ante las autoridades de justicia de es-clavas por su libertad (AHG, Prot.Cab.,1700, f.6) o de cambio de amo, la causa judicial seguida a un indio otom por adoptar al hijo de una esclava fugitiva o los pleitos por las tierras entre la repblica de indios de Pnjamo y los mula-tos de la Ladera (Guevara, 2001; Falcn, 2003, Guevara, 2003).

    JustificacinBsicamente la historiografa mexicana sobre la presencia de africanos y sus descendientes en Mxico ha hecho nfasis en los esclavos y libertos, pero se ha preocupado poco por analizar las relaciones entre los dueos de esclavos y los esclavos en la vida cotidiana. En el presente tra-bajo discutiremos las relaciones entre los propietarios as como las relaciones entre los propieta-rios y sus esclavos. Para lograrlo, consideramos pertinente estudiar la formacin de las familias y sus redes sociales, la interaccin campo-ciudad, los conflictos en-tre los diversos sectores sociales, y la participacin tanto de escla-vos como de propietarios en la economa (agropecuaria, minera

    llegados en premio a sus acciones a favor del engrandecimiento de la corona. Entre estos afortunados se encontraban Pedro Marfil, Jua-nes de Garnica, el Maese de Roa, Rodrigo Vzquez, Juan Durn y Juan de Jaso quienes se asentaron en los alrededores de lo que siglos despus se conocera como ciudad de Guanajuato y se dedicaron a laganadera, la agricultura y a par-tir de la dcada de 1550 a la mi-nera (Registro de Minas, 1992).

    La minera se convirti r-pidamente en el eje productivo detonador de la economa de la Gran Chichimeca y de la funda-cin de numerosos pueblos, misio-nes, presidios, estancias, ranchos y haciendas que requirieron de tra-bajadores y empresarios produc-tivos y emprendedores que fueron emigrando poco a poco. Sobre todo los mineros3 requirieron de

    y comercio) y en las actividades culturales cotidianas.

    GuanajuatoDespus de la toma de la ciudad de Mxico-Tenochtitlan en 1521, los conquistadores espaoles se dieron a la tarea de explorar sis-temticamente el continente. Sin embargo, en este trabajo nos pre-ocupa particularmente estudiar el territorio de tierra adentro (el septentrin), que fue explorado para poblar, rescatar todo tipo de mercancas y para desarrollar b-sicamente dos rubros econmicos: la minera y la produccin agro-pecuaria. En efecto, en la dcada de 1530-1540 la corona multiplic el otorgamiento de mercedes en el territorio conocido entonces como la Gran Chichimeca, tanto a quie-nes participaron en las guerras de conquista como a algunos recin

    2 Escribo mulato entre comillas porque as se encuentra en los documentos, aunque al estudiar los procesos se observa que, sobre todo en el siglo XVIII, es una forma de calificar al contrincante para ganar un pleito, en particular los conflictos sobre la propiedad de la tierra.

    3 En la poca virreinal se denomina minero al empresario.

    Beto Lezama. Cartagena Colombia. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

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    numerosos trabajadores dedica-dos a la extraccin y al beneficio del mineral, fundamentalmente plata, y dado que la regin esta-ba escasamente poblada con gru-pos seminmadas, los empresarios espaoles se vieron en la necesi-dad de solicitar a las autoridades reales la fundacin de pueblos de indios (Falcn, 2003), la organi-zacin de tandas de trabajadores de los pueblos de indios, princi-palmente michoacanos, y parti-cipar en la trata de esclavos de origen africano para abastecer de mano de obra a las haciendas y a la naciente y creciente indus-tria minera.

    Los indios poco a poco se des-arraigaron de sus comunidades y

    se establecieron como gaanes y laboros en las estancias agrope-cuarias de la regin o como tra-bajadores libres en el floreciente Real de Minas de Guanajuato, de hecho algunos de ellos (caciques) se convirtieron en propietarios de fincas urbanas. En cuanto a la po-blacin esclava sabemos que fue creciendo e integrndose al resto de la sociedad no slo como es-clavos, sino como libertos y libres, buena parte de ellos en las labo-res ganaderas y pocos de ellos en el descubrimiento y denuncio de fundos mineros, propietarios de ranchos y fincas urbanas (Gue-vara, 2001).

    Tanto europeos como indios y mulatos convivieron cotidiana-

    mente en la construccin del Gua-najuato contemporneo, as que estudiar sus relaciones sociales y econmicas, sus conflictos y sus acuerdos, nos permite entender la formacin de la sociedad contem-pornea multitnica y diversa cul-turalmente en una de sus variantes regionales.

    Los propietariosEn otros trabajos, particularmente en Guanajuato diverso, nos dimos a la tarea de estudiar y entender a la poblacin esclava y libre de origen africano en Guanajuato; sin embargo, quedaron muchos asuntos por considerar para po-der contar con una visin holstica del desarrollo de Guanajuato, en

    FAMILIAS DE PROPIETARIOS ESCLAVOS EN EL REAL DE MINAS DE GUANAJUATO

    Carnaval en el Barrio de San Diego. Cartagena Colombia. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

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    particular las relaciones entre los esclavos y otros sectores sociales como los indios y los propieta-rios. Con respecto al estudio de los pueblos de indios es de parti-cular inters el trabajo que sigue realizando Toms Falcn (2003). Con respecto a los propietarios, si bien Brading (1983) ha escrito un texto que se ha convertido en un clsico, Mineros y Comerciantes, aborda a los propietarios de es-clavos desde otras perspectivas y bsicamente en el siglo XVIII.

    Por ello es que en este pro-yecto me interesa particularmente estudiar a las familias guanajua-tenses, la dinmica de sus rela-ciones y la conformacin de redes sociales y econmicas a partir de los propietarios de esclavos que pertenecieron tanto a la elite co-mo a los sectores intermedios.

    Aunque contrariamente a lo que algunos estudiosos de la familia han planteado sobre la re-estructuracin de las familias pertenecientes a las elites polti-cas y econmicas por la llegada de inmigrantes peninsulares a par-tir del siglo XVIII (Balmori, 1990), la realidad en la alcalda mayor de Guanajuato y su regin de in-fluencia es que las familias que se establecieron en el ocaso del siglo XVI en la regin se fueron conso-lidando como elite local hasta el siglo XIX. Por ello, es preciso estu-diar con mayor detenimiento a las familias que desde el siglo XVI se asentaron en territorio guanajua-tense y en particular a las mujeres miembros de los grupos sociales que asumieron el liderazgo regio-nal, pues varias de ellas actuaron como empresarias o, en su defecto, como propietarias, a partir de cu-yas pertenencias se consolidaron varios emporios mineros y agrco-

    las fundados desde el siglo XVI, que en ocasiones administraron ellas mismas, aunque con frecuen-cia sus descendientes o sus maridos intervinieron en el derroche o en el acrecentamiento del patrimo-nio. Muchos de estos patrimonios se consolidaron precisamente en los ltimos aos del siglo XVII y primeras dcadas del siglo XVIII, como el de las mujeres de la fa-milia Busto.

    Ciertamente, durante la se-gunda mitad del siglo XVIII, varias mujeres de estas familias contra-jeron matrimonio con peninsula-res que estaran involucrados en los cambios que se fueron dando paulatinamente y que heredaron prestigio y fortuna de sus esposas, pero no necesariamente fundaron nuevas dinastas familiares, ejem-plo de ello son las descendientes del marqus de San Clemente, que poco a poco se fueron ligan-do con los vascos mineros-comer-ciantes y, despus, miembros del Ayuntamiento de Guanajuato y de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del Pas (RSBAP).

    En cuanto a los propietarios de esclavos es pertinente comen-tar que no necesariamente eran miembros de los grupos sociales que han sido identificados como elite4 poltica, econmica o social, a pesar de que los precios de un esclavo fueron lo suficientemente altos como para que la propiedad de uno significara no solamente una buena inversin, sino un pa-trimonio rentable,5 pues adems de ser mano de obra en obrajes, minas, haciendas agropecuarias y de beneficio, formaban parte de los bienes con los que se poda vivir con holgura de acuerdo con los estndares de bienestar de en-tonces. La posibilidad de vender,

    empear, intercambiar, donar por gracia o como bien dotal y here-dar esclavos de alguna manera aseguraba la posibilidad de satis-facer las necesidades econmicas de una familia o de una persona. Adems, los esclavos no solamente representaron un bien econmico, sino que establecieron relaciones afectivas slidas con sus amos, no libres de conflictos que en ocasio-nes terminaron en la venta de los esclavos.

    La FamiliaEn cuanto a la familia hemos ob-servado que en los ltimos 20 aos el inters por estudiarla como una institucin social sumamente com-pleja, junto con las elites polticas y sociales, se ha reflejado en una vasta produccin historiogrfica que ha recurrido tanto a la dis-cusin terica interdisciplinaria (los aportes de la sociologa y la antropologa han sido especial-mente importantes) como al pro-pio desarrollo de la historiografa contempornea. Los trabajos de Lawrence Stone y de Peter Laslett, de George Duby y de los miem-bros del Seminario Familia y Elite de Poder en la Universidad de Murcia, de Guerrero Mayllo o de Pilar Gonzalbo y sus alumnos por mencionar algunos autores, han si-do de gran utilidad para plantear las preguntas correspondientes a los cambios del concepto mismo de familia, de su desarrollo en diferentes regiones del mundo oc-cidental, de su cualidad de insti-tucin heterognea que nos lleva a buscar las variantes dentro de grupos especficos.

    Parto de algunas de las pro-puestas de estos autores como gua terica en la elaboracin de este trabajo; por ejemplo, la fami-

    4 Que como ha explicado Javier Sanchiz es un trmino subjetivo, como tambin lo son oligarqua y aristocracia (Sanchiz, 1996:5).

    5 Entre el siglo XVI y el XVIII, en Guanajuato, los precios de los esclavos variaron entre cien y cuatrocientos pesos de oro comn, aunque hubo varios casos en los que una esclava con su beb podan ser vendidos desde 230 hasta 900 pesos. Si comparamos con los precios de productos como el maz o bienes inmuebles, observamos que ciertamente el precio de un esclavo no era despreciable, pues poda ser cambiado por 160 fanegas de maz. En cuanto a los precios de casas y solares, en la villa de Guanajuato se podan obtener de acuerdo con sus dimensiones y a su ubicacin con respecto a la plaza principal desde 60 pesos hasta varios miles de pesos, es decir, un esclavo poda costar ms que una casa (Guevara, 1998:12).

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    lia como una institucin que refleja las formas de organizacin social y uno de los medios de los que dis-pone la sociedad para internizar valores, normas y prcticas que aseguren su reproduccin (Her-nndez Franco, 1995:14), es decir, un grupo domstico producto de la cultura, que se cohesiona no slo por sus intereses econmicos (clien-telares) sino que gira en torno a relaciones de parentesco (con-sanguneo, de afinidad o espi-ritual), de afecto y solidaridad, que se disgrega a partir de los conflictos en los diversos tipos de relaciones, en ocasiones por los fe-nmenos migratorios. La familia ha funcionado como un medio de ejer-cer el poder poltico, el liderazgo

    o la resistencia que permiten desa-rrollar los sentidos de pertenencia e identidad social. Es por ello que la familia, reflejo de la sociedad en el tiempo y el espacio, es una institucin sumamente dinmica.

    As pues, desde el siglo XVI en territorios novohispanos las ins-tituciones familiares se modifica-ran sustancialmente a partir de la experiencia social y cultural americana ms la influencia eu-ropea, en particular la tradicin jurdica medieval ibrica con su fuerte acento catlico se converti-ra en el deber ser, en el modelo, de la familia novohispana, aunque no en una realidad petrificada sino en una sociedad altamente creativa en la solucin de las con-

    tradicciones jurdicas y sociales. En especial las familias que confor-maron las elites de la alcalda ma-yor de Guanajuato, con sus redes extrarregionales, haran nfasis en cumplir con aquellos requisitos que definan a la nobleza: legiti-midad de nacimiento, limpieza de sangre, no padecer enfermedad contagiosa y no practicar ningn oficio considerado vil (Cuart Mo-ner, 1995:55). Sin embargo, estu-diaremos en este trabajo que tan factible fue mantener el prestigio social y los privilegios consecuen-tes independientemente de que se perteneciera a la nobleza o no, adems, como algunas de las actividades econmicas propias del estado noble dejaron de ser

    FAMILIAS DE PROPIETARIOS ESCLAVOS EN EL REAL DE MINAS DE GUANAJUATO

    Carnaval en el Barrio Las Gaviotas. Cartagena Colombia. 2006 Manuel Gonzlez de la Parra

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    elemento fundamental para dar lugar a otras.

    Por ejemplo, la actividad co-mercial y la banca crediticia que durante el medioevo fueron consi-deradas como oficio vil, en el siglo XVIII seran una de las actividades econmicas que permitiran a al-gunas familias prsperas formar parte de la elite novohispana con prestigio social, adems de adqui-rir privilegios reales como cargos en los cabildos (Guerrero Mayllo, 1993:61) o ttulos de nobleza. En la alcalda mayor de Guanajua-to entre las familias que estudia-remos se encuentran los Busto, los Obregn y los Sardaneta.

    El espacio y el tiempoA pesar de los esfuerzos realiza-dos durante el ltimo siglo, an quedan muchas lagunas para precisar con seguridad una crono-loga de los primeros aos de la historia de Guanajuato en el siglo XVI que permitan reconstruir con precisin la inclusin de la Gran Chichimeca en la historia del Im-perio Espaol; sin embargo, no slo por la tradicin oral vertida en mltiples narraciones, sino por las diversas fuentes documentales, en la micro regin del Bajo que comprende Len, Silao, Irapuato y Guanajuato hubo incursiones de europeos, al menos desde la d-cada de 1540, en bsqueda de pastos para el ganado y de tierras de labranza (Rodrguez F., 1969), que llegaron acompaados de sir-vientes y esclavos. En la siguiente dcada (1550) comenzaron a ex-plotar las minas del Real de Gua-najuato segn la usanza espaola, con lo que nuevamente se trans-form el entorno y la regin se fue convirtiendo poco a poco en uno de los focos estratgicos del desa-rrollo econmico del Imperio.

    Los documentos que an se encuentran en los archivos muni-cipales, permiten constatar que familias como la de los Busto

    tiene una presencia continua en el Bajo desde el siglo XVI has-ta el presente, que otras como los Obregn y los Sardaneta se establecieron desde el siglo XVII y que las redes familiares y de negocios a que han pertenecido se extienden ms all de lo mera-mente local. Por ello, me parece que tomar a estas familias como eje estructural y funcional (tem-poral y social)6 para reconstruir el proceso histrico social y cultu-ral de la ciudad de Guanajuato y la regin circundante resulta una propuesta metodolgica atractiva (ver Brading, 1985).

    Para ello consideraremos es-tudiar a las familias arriba men-cionadas y sus relaciones con base