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3 Después de conseguir el correspondiente permiso para su apertura, tomando, eso sí, todas las precauciones pertinentes para salvaguardar cualquier posible desperfecto del mismo, en cuyo interior completamente forrado de plata, gracias al cual se ha conseguido mantener su contenido al deterioro del pasó de los años, cabiendo la posibilidad de ser restaurados, lo único realmente seguro es la infinidad de tiempo que hace que no ha sido perturbado su contenido ya que data con total seguridad sobre el año 1270 a 1260 antes de J.C aproximadamente. En dicho cofre se han encontrado quince rollos de papiro, cuyo contenido intentaré traducir lo más fidedignamente posible. Intentando reducir lo superfluo de la historia, además de convertir medidas de distancia, tiempo etc. a las utilizadas actualmente, para agilizar y a su vez hacer más grata la lectura, no es mi intención en ningún momento del mismo, distorsionar la narración de los hechos, como en una imagen del relato original, evidentemente se ha intentado ilustrar al lector, lo más exactamente posible a lo encontrado en el papiro original ante la relevancia e impacto que produjo en mí. En el interior de la tapa del cofre, se haya grabado un epitafio. “Para poner en conocimiento de venideros jueces supremos de la sala de las dos verdades“.

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Después de conseguir el correspondiente permiso para su apertura, tomando, eso sí, todas las precauciones pertinentes para salvaguardar cualquier posible desperfecto del mismo, en cuyo interior completamente forrado de plata, gracias al cual se ha conseguido mantener su contenido al deterioro del pasó de los años, cabiendo la posibilidad de ser restaurados, lo único realmente seguro es la infinidad de tiempo que hace que no ha sido perturbado su contenido ya que data con total seguridad sobre el año 1270 a 1260 antes de J.C aproximadamente. En dicho cofre se han encontrado quince rollos de papiro, cuyo contenido intentaré traducir lo más fidedignamente posible. Intentando reducir lo superfluo de la historia, además de convertir medidas de distancia, tiempo etc. a las utilizadas actualmente, para agilizar y a su vez hacer más grata la lectura, no es mi intención en ningún momento del mismo, distorsionar la narración de los hechos, como en una imagen del relato original, evidentemente se ha intentado ilustrar al lector, lo más exactamente posible a lo encontrado en el papiro original ante la relevancia e impacto que produjo en mí. En el interior de la tapa del cofre, se haya grabado un epitafio. “Para poner en conocimiento de venideros jueces supremos de la sala de las dos verdades“.

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La colina del palomar Nuestra historia empezó una tarde, cuando estaba a punto de iniciarse el ocaso del sol, donde empiezan la mayoría de historias de esta tierra, a orillas de nuestro inigualable Nilo, en un mágico lugar sobre una pequeña colina que terminaba bañada por un afluente del rio en las afueras de Tebas lugar sagrado, donde se estableció hace ya muchos años el palomar del Faraón, que hace más entrañable, si puede ser, este emblemático lugar, cuando los dioses decidieron cambiar nuestro destino... Allí se encontraba el jefe de escribas Anosis con su encantadora familia, no era alguien que destacase por su físico, su vida transcurría entre pinceles y papiros, una altura media, complexión normal y el pelo castaño le hacían poder pasar desapercibido en cualquier lugar concurrido, pero su carácter y temperamento, ojos marrones de mirada altiva y rostro severo, hacía que se le intuyera una personalidad fuerte que imponía respeto.

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Tenía veintinueve años y ya era uno de los más valorados escribas de la sala de las dos verdades y mano derecha del juez supremo, hecho que ya le valía para tomar y ejecutar decisiones en casos menores y le hacía suponer un futuro más que prometedor. Íntimo amigo de Kamose, formaba parte de un grupo de mocosos que hace años el azar hizo que se unieran en el centro de enseñanza del templo de Amón y que el tiempo, e innumerables circunstancias y situaciones, terminó por hacerlos amigos inseparables. Habían pasado ocho años ya desde que se había casado con Iaset, una bellísima sanadora de la casa de la vida en Tebas, era hija de Rahonet médico jefe y el más sabio de todos los médicos que se habían formado en la casa de la vida, donde era el jefe supremo, ocupación que le mantenía la mayoría de días y también de noches en el hospital, donde a la vez que sanaba, realizaba operaciones, hacía los informes de todos los diagnósticos establecidos y realizaba un más que exhaustivo seguimiento sobre todas las enfermedades y las medidas oportunas para controlar cada una de las curas a realizar, además de dar enseñanza a varios discípulos, severamente elegidos, de todo su conocimiento, sabiduría y las nuevas averiguaciones realizadas, así como médico personal del gran Visir y del mismísimo Faraón y su familia real cuando se encontraban en la ciudad, aunque últimamente, eran mínimas las ocasiones en que Tebas recibía tan gloriosa visita. Siempre que había tenido un momento de descanso para él, lo dedicaba a enseñar a su única hija, su discípulo más aventajado, todos los misterios del cuerpo y la mente del ser humano, además de todo lo referente a operaciones y medicina general. Ella absorbía toda la información que le podía ayudar a ser su sucesora como jefe supremo de la casa de la vida, hecho que no le entusiasmaba en demasía, si, le interesaban los misterios del cuerpo humano, incluso resolver sus enigmas, enfermedades, complicaciones, pero simplemente era porque le gustaba ayudar a la gente, aunque le ocupase la mayoría del tiempo, se sentía feliz con la labor que realizaba. Siempre que podía Rahonet obligaba a su hija a no dejar de lado sus obligaciones como esposa y madre, deber que él le exigía, aunque él nunca hubiera seguido ejemplo, creía que la familia era

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fundamental para mantener el equilibrio en la vida de una persona y no quería que su hija cometiera sus mismos errores, por eso siempre que podían la feliz pareja, aprovechaba para ir a pasar la tarde al palomar con los niños, donde ya los llevaba de pequeños el padre de Anosis y Ahotep maestro y fuente de la mayoría de nuestra sabiduría y donde éramos tan felices, todos nosotros. Y allí seguro que se encontraba observando el palomar y a Minkaf el mismo encargado de las palomas que habíamos visto toda la vida llamándolas, mimándolas y dándoles de comer, era precioso observar las cientos de palomas sobrevolando nuestras cabezas, te hacían sentir la proximidad de los dioses, aunque era primordial no hacer ningún ruido, porque el más mínimo susurro era apercibido y se alzaban todas a volar, molestas por haber sido perturbada su paz y tranquilidad, él nos miraba y se reía, al ver reflejada en nuestra cara la culpabilidad de haberlas molestado, por lo general solo éramos unos pocos los que nos acercábamos al lugar, él ya nos conocía desde mucho tiempo atrás y nos apreciaba, disfrutando de nuestra compañía, a veces nos llamaba para que nos uniéramos a él y les diésemos de comer, era increíble ver como se acercaban a nuestros pies para recoger la comida, mientras, el ya anciano Minkaf, ya casi sin pelo con la cara completamente arrugada y la espalda encorvada por el pasó irremediable de los años nos contaba viejas historias, que a nosotros ya nos había contado un centenar de veces, pero que todavía nos hechizaban a todos, sobre todo a la encantadora Tani, de siete años la hija, mayor de Anosis y Iaset, los ojitos de su padre, le tenía completamente hechizado, el solo verla le pasmaba y hacía imposible que no se le notara la felicidad y orgullo en su rostro, si en verdad es norma que las hijas desde siempre adoran a sus padres, indudablemente en este caso el amor que procesaba este por ella era inigualable. Mientras su madre tenía en sus brazos al pequeño Nefer, de cuatro años, que aun siendo tan pequeño ya era todo un rebelde que soñaba con grandes batallas junto a su tío Paiis. Pero en ese lugar, sucedía todo lo contrario, era un remanso de paz, por eso estaba prohibido acercarse a la colina, al ser las palomas del Faraón, no debían ser molestadas, estaban destinadas, la gran mayoría, a ser pasto de las cacerías de los halcones del Faraón, tan solo las mejores de su especie serían

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reservadas para ser mensajeras de verdad, serían enviadas a diferentes ciudades o cuarteles militares, mandar mensajes y órdenes esa es su misión, es sin duda la manera más rápida de mandar un mensaje, por eso no se podía perturbar su tranquilidad bajo ningún concepto, su destino era servir al Faraón de uno y otro modo. Estaba sentado Anosis a la sombra de un sicomoro a varios pasos de su familia descansando y dejando su mente en blanco cautivado por el ambiente cuando la pequeña Tani se le acercó. - Papa, mama me ha pedido que te diga que ya va siendo hora de marcharnos, que no tardará mucho a empezar a anochecer y que Nefer está cansado. - Pues no hagamos esperar más a tú madre Tani, vamos a recoger enseguida y nos vamos. Al levantarse abrazo a su niña aprovechando para contemplar una vez más el palomar y despedirse de su estimado amigo. Encima de la estera se encontraba junto al pequeño Nefer, Iaset llevaba el pelo recogido que hacia destacar los ojos más azules que había visto jamás todavía más resaltados por dos finas líneas pintadas de kohl que los hacían más preciosos y que realzaban más su enorme belleza, llevaba un vestido de seda blanco, que al ajustarse por la brisa de la colina hacían imaginar todas sus curvas ya restablecidas por completo de sus embarazos, la maternidad, no había dejado huella en ella. No era muy de pintarse ni engalanarse, pero siempre que el tiempo se lo permitía se pintaba las uñas de las manos y de los pies con colores llamativos, su abuela, le enseño que la belleza de una mujer se distinguía desde la cabeza a los pies y le inculcó la simpática manía de dibujarse una pequeña flor en los dedos pulgares de los pies, que ya se hacía de niña y siempre que se pintaba se entretenía en dibujárselo con suma maestría, pues era un recuerdo de su añorada abuela, que fue sacerdotisa en otros tiempos y que ya hacía varios años les había dejado, pero siempre al mirarse los pies, se veía la flor y tenía el presentimiento de que se encontraba su ka entre ellos, cuidando de ella y de los suyos.

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Estaba Tani retirando tan rápidamente los enseres que al apresurarse tanto por ayudar a recoger, derramó la copa de vino tinto de su padre, que manchó la estera, y que hizo avergonzar a la pequeña por su torpeza. - No te preocupes Tani, ahora cuando bajemos, me acercaré en un momento al rio para limpiarla, ya verás como no quedará marca alguna de la mancha. Metieron todos los enseres en la cesta de mimbre y unas bolsas de cuero y empezaron a bajar la colina. No se encontraban muy lejos de su casa, y siempre resultaba un paseo encantador. Muchas veces Anosis cuenta como recuerda el día en que su padre, escriba mayor del gran Visir fue con ellos a comer a la colina. Era al poco tiempo de comunicarle la feliz noticia de tener la intención de casarse, era un día muy feliz para ellos y mientras volvían a la ciudad paseando, el alegremente, les iba contando historias y anécdotas de tiempos pasados. - Creo que desde siempre he amado este lugar, aquí venía con tu madre antes de casarnos y aquí hemos venido siempre, es como nuestro santuario mágico, querida Iaset, seguro que el ka de la madre de Anosis está aquí esperándonos y nos acompaña en estos momentos de paz. La madre de Anosis murió al nacer él, después del parto quedó muy débil y la llama de su vida se fue apagando poco a poco y transcurrido un tiempo los dioses se la llevaron de este mundo, para que estuviera eternamente con ellos y aunque a Anosis le duela el hecho de no acordarse, de no tener ninguna imagen guardada en su memoria, mucho más le duele ver el vacío que dejo en el corazón de su padre, hecho que le hacía sentir culpable, aunque su padre le tuviese prohibido ni siquiera el pensarlo, decía que si los dioses así lo habían querido, era porque debía tener una misión para ella en el otro viaje y el al ser su único hijo era su parte terrenal y tenía que afrontarlo mirando al futuro y no al pasado, aunque el siempre tuviera esa espina clavada en el fondo de su alma.

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- Por aquí bajábamos los dos para ir a la ciudad agarrados de la mano, cuando llegábamos aquí a las primeras calles, siempre mirábamos las casitas del canal, nos hubiera gustado tanto vivir aquí cerca de la colina. - La verdad es que es precioso todo este lado del rio, la tranquilidad de estar a las afueras, lejos del bullicio, de la gente, hace que la calma que se respira haga más acogedor el lugar, estas casas con su jardín aunque no muy grandes parecen muy acogedoras -contestó Iaset-. - Mirad esa. Le dijo a su padre, señalando una en la que se veía mucho alboroto. Anosis se acercó y mirando desde fuera le dijo. - Parece que se han mudado y la están reformando, es muy bonita. Mira Iaset tiene el dormitorio arriba. Desde abajo se veía que la planta de arriba era tan grande como la de abajo y estaban los pintores ejerciendo su oficio en el interior. - Sí y es tan grande que pueden tener varias habitaciones para los niños, sería maravilloso encontrar una casa tan bonita como esta para nosotros Anosis –le regaló una sonrisa picarona mientras le cogía del brazo y apoyaba la cabeza en su hombro-. En ese momento salió del jardín de atrás, un hombre bastante voluminoso, hablando solo, con cara de pocos amigos todo lleno de polvo y pintura que parecía el encargado de la obra que al verlos dejo de refunfuñar y salió a hablar con ellos. - Buenas tardes, jefe escriba ¿cómo se encuentra hoy? Sin duda conocía a su padre, nada raro pues era muy conocido por todo el mundo en la ciudad tanto por su competencia como por su reputación de justo y buena persona. - Buenas tardes Kalem, estábamos paseando y admirando su obra.

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- Celebro que les guste, estamos reformándola toda y dejándola mejor que nueva, veo que hoy ha venido acompañado de los jóvenes tortolitos por favor pasen y ya que ha de ser su nido, mejor que la vean como está quedando. - ! Que ¡-exclamaron los dos al unisonó-. En ese momento, no sabían como reaccionar a tanta felicidad. Su padre con una ligera sonrisa en los labios y los ojos brillantes, que reflejaban su alegría añadió. - Bueno hijos míos, hace un par de semanas me llegó la noticia de que el dueño de la casa, un comerciante de Menfis se había casado y se había comprado una casa más grande cerca del puerto, tenía prisa por desprenderse de esta y aproveché para comprarla a buen precio, sé que no es todo lo que os merecéis, pero si es una bonita casa para empezar, quisiera que la aceptarais como mí humilde regalo de boda, esperó que sea de vuestro agrado, aunque realmente si no os gusta o queréis cambiar algo ahora es el momento. A Iaset, le saltaban las lágrimas de emoción y a Anosis no le salían las palabras. - Padre no sé qué decir, yo... - Pues no digas nada hijo mío. - ¿A ti que te parece Iaset? - Es maravillosa, no sé como agradecérselo Ameni, hace unos segundos era una ilusión y ahora….no se…. esta tan solo a unos cuantos minutos del hospital y tú tienes la casa de las dos verdades aquí al lado y la colina allí detrás, no sé, que más se puede pedir. En ese momento Anosis y Iaset, eran la pareja más feliz del mundo. - Bueno, ¿pasáis a verla o no? Dijo el encargado riendo de buena gana al ver la cara de los jóvenes.

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Fue ese momento cuando Anosis sin darse cuenta del poco tiempo que se había instalado el pavimento, puso el pie en la arcilla que hacía de separador del jardín de la entrada al pequeño huerto de la parte de atrás de la cocina que tenía varios árboles frutales recién sembrados, Anosis siempre recordaba la anécdota, porque el encargado se preparaba para arreglarla y su padre le dijo que no la quitara, que siempre que la vieran se acordarían de ese momento y de lo felices que estaban, sin duda alguna, tenía razón. Siempre que empiezan a bajar la colina y piensa en ese día, no deja de tener un último pensamiento para su Padre, que hacía pocos meses que les había dejado por unas fiebres del Nilo, hecho que dejo muy dolido a Anosis, pero él quería pensar que su padre y su madre se encontraban los dos en los campos de Hotep velando por su felicidad y la de los suyos y otra vez más, sintió un nudo en la garganta y un vacío en el alma.

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Entre los papiros

Bajaban por el camino de la colina, iban los cuatro paseando cogidos de la mano, la felicidad se reflejaba en sus rostros, cuando llegaron al camino de los pescadores, le llamaban así porque anteriormente, hace ya bastante tiempo, los pescadores transitaban siempre por el pequeño embarcadero que allí se encontraba, ahora apenas se distinguía el camino lleno de hierbajos, Anosis opinaba que fue una suerte que se fueran al puerto, donde se movía todo el mercado porque así reinaba la calma y hacía el lugar mucho más íntimo y acogedor. - Voy a lavar la estera antes de que se seque y sea más difícil quitar la mancha, esperadme unos segundos aquí. No había dado ni diez pasos, cuando no pudo aguantar y se giró para observar a su familia, cuanto amor y felicidad sentía, que bellas estaban sus dos mujeres, aunque el pequeño Nefer ya

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estaba cansado y le pedía a su madre que lo cogiera en brazos, Iaset seguía tan hermosa como el primer día que la conoció. - Venga papa, que se está haciendo tarde. Le gritó la pequeña Tani cuando vio a su padre mirándolos embobado. - Ya, ya voy. Poco a poco se fue bajando hasta llegar al pequeño embarcadero, este ya se encontraba muy deteriorado, se notaba que hacía bastante tiempo que no pasaba gente por allí, a veces algún que otro pescador, pero prácticamente estaba abandonado, le fue pasando por la cabeza la veces que había ido a jugar de niño con sus amigos Harnin, Snefru, Abdini, nuestro soldado, camorrista e inigualable Paiis y Kamose prácticamente su hermano, en pocos segundos un montón de recuerdos e imborrables imágenes le pasaron por la cabeza, que le hicieron reír instintivamente, eran momentos inolvidables, que los unían y hacían que fuera algo más que simple amistad. Al ver el canal, se dio cuenta que en esa parte del rio había bajado mucho el caudal, era realmente preocupante. Cuando llegó a la orilla, como había cambiado todo, desde la última vez que había visitado el lugar, miró bien a cada lado y se acercó al agua, el único problema que había surgido por el cambio de ubicación de los pescadores, fue sin duda que aunque estuviera muy apartado de las zonas de su hábitat habitual, siempre cabía la posibilidad de encontrarse con algún cocodrilo perdido o alguna hembra que buscase un lugar tranquilo donde posar su huevos y en ese caso era bastante peligroso, por eso no dudó ni un momento en repetir el gesto cuando tocó el agua, Anosis no era alguien que se dejara sorprender fácilmente, más bien todo lo contrario, por eso buscó a unos cuantos pasos, la parte menos profunda, donde se podía ver a varios metros de distancia, la visita de algún posible amigo indeseable, se arrodillo en la arena, tenía demasiada responsabilidad arriba, en el camino esperándolo, para arriesgarse, pero en ese preciso momento, cuando estaba totalmente seguro y a punto de meter la estera en el agua un brillo entre los papiros, cañas y fango le llamó la

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atención, estaba bastante lejos, por eso no se había fijado antes, estaba tentado de ir y comprobar que era, pero supuso que no sería nada y se dispuso a limpiar la estera sin darle mayor importancia. Cuando ya había terminado de limpiarla bien, no antes de vigilar un par de veces si se movía algo a su alrededor, que pudiera ponerle en peligro se levantó y sin darse cuenta más por la casualidad, que por la curiosidad, volvió a ver a lo lejos el brillo aquel, que antes le había llamado la atención, ahora si ya apoderado por completo por la curiosidad decidió ir a ver un poco más de cerca de que se trataba, lo realmente extrañó es que se hallaba entre los papiros y cáñamos como si alguien lo hubiese ocultado, pero no se veía ni lo que era, fue bordeando el canal hasta llegar delante de ese extrañó brillo, al verlo de frente aunque se encontraba en la otra parte del canal pudo observar de lo que se trataba... Era un trozo de tela, no, lo cierto es que era de lino y por el brillo que resplandecía, era de un lino finísimo, tan blanco que brillaba, como podía haber ido a parar allí un trozo de esa tela, volvió a asegurarse que no se movía nada en el agua y comprobó que a unos metros no había profundidad y que en esa zona el agua solo llegaba por debajo de las rodillas, decidió ir a ver que era, a cada pasó que daba la sensación de que algo malo iba a pasar, se apoderaba de su cuerpo, se sentía tenso y le hacía mantenerse más atento si cabe, sin darse cuenta, ya tenía la estera sujetada como si fuera un palo, para defenderse de cualquier posible sorpresa. Cuando estaba a varios pasos, ya no tenía ninguna duda, se trataba de un trozo de tela, pero estaba camuflado en un tronco y tapado casi completamente por la maleza, se acercó lentamente y al ir a tirar de la tela de entre el barro, sin darse cuenta de cómo salió de pronto un brazo, que le hizo retroceder instintivamente hasta caer al agua. Estaba completamente empapado, no podía salir de su asombro, se armó de valor y retiró el trozo de tronco del fango y en ese momento apareció de entre el barro, el cuerpo sin vida de una mujer. Aterrado por las circunstancias, observo como el cuerpo de la mujer estaba de espaldas la cogió del hombro para ver su rostro, la giró…. no era más que una niña, la pesadumbre se apoderó de él, pero de pronto sus ojos se abrieron todavía más, en su pecho tenía un orificio estremecedor, le habían arrancado el

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corazón, quien podía haber cometido tal atrocidad, solo era una niña. No debía hacer más de un día que la habían arrojado al rio, ya no tenía remedio, solo le quedaba sacarla de ese barrizal, nadie merece terminar de esta manera y mucho menos una pobre niña, que no podía tener más que unos pocos años más que su hija, la escena era atroz. Al quitar el tronco de encima, se dio cuenta de que sin duda el cuerpo ya había sido atacado por depredadores, tenía varias marcas de ataques y dentelladas, además le faltaba un trozo de pierna, que imagen más desagradable. No podía dejarla, estaba atrapada entre los cáñamos y el tronco llena de fango tiró con fuerza y cuando estaba a punto de sacarla del barrizal…………! Zaffffffff ¡ en un momento tuvo la sensación de que le arrancaban los brazos, la boca del enorme depredador le pasó a varios centímetros, le arrancó el cuerpo de la niña de las manos con una fuerza descomunal, de pronto con el cuerpo inerte entre los dientes, el reptil se quedó mirando fijamente a Anosis como enfadado, reprochándole, el intentar quitarle su presa y poco a poco se fue sumergiendo con el cuerpo de la pequeña entre sus mandíbulas, cuando sin esperarlo, ya casi no se veía y Anosis parecía reaccionar, el reptil soltó un coletazo que le pasó rozando la cara y fue lo último que Anosis pudo ver del depredador y de su pobre presa. ¿De dónde había salido esa bestia? apenas llegaba a los dos palmos de agua en esa parte del canal, como es que no la había visto acercarse y esa pobre niña. Aún poseído por el miedo y el pánico se fue arrastrando muy poco a poco de espaldas hacía la otra parte del canal, tenía que salir de allí, no podía reaccionar, las piernas no le sujetaban, las manos se arrastraban por el fondo del rio, notaba como las rodillas le temblaban, sentía como los ojos estaban a punto de salirse, buscaban por todas partes la enorme bestia, estaba convencido que volvería a por él, de pronto cuando ya no podía moverse más, su cuerpo se le paró, el shock se había apoderado de él, todo el cuerpo temblaba, ya no creía poder recorrer los cuatro o cinco metros que le apartaban de la orilla, cuando ya tenía la sensación de desfallecer, solo podía sentir frio por sus venas, y su corazón parecía que en cualquier momento se iba a parar, notó como si la cara le quemara, le había dado, del miedo que sintió cuando fue atacado, no se había dado

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cuenta pero le había golpeado en la cara, esa sensación del golpe, de dolor, le dio fuerzas para levantar primero una mano y después otra lentamente consiguiendo arrastrarse por el agua sin poder dejar de mirar por un segundo donde habían desaparecido el animal y su presa.

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Regreso a casa Sin darse cuenta, ni acordarse como, llegó donde le estaban esperando, sentadas en unas rocas, Tani y Iaset que tenía en sus brazos al pequeño Nefer que estaba ya casi dormido. - ! Anosis ¡ Gritó, histéricamente Iaset, soltando al mismo tiempo al pequeño Nefer. Anosis estaba completamente lleno de sangre y barro, su imagen era terrorífica, por suerte Iaset ya estaba acostumbrada a ver heridas de muy diversa gravedad, producidas por ataques de animales. Le ayudó a tumbarse y automáticamente empezó a palparle los brazos, las piernas, el pecho, estaba desesperándose, buscando alguna herida de donde hubiera salido toda esa sangre, le cogió las manos, una estaba bien en cambio la otra mantenía el puño cerrado estaba completamente arañada como si hubiese sido arrastrado por el suelo y en él se podía ver como sobresalía un

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trozo de tela de lino lleno de sangre y barro, intentó quitárselo, pero no pudo abrirle el puño, no le dio más importancia, lo que realmente era prioritario era la salud de Anosis. Poco a poco ya más tranquila fue dándose cuenta de que la sangre no era de su esposo, limpiándole la cara con unos trapos pudo ver que la boca le sangraba y tenía el pómulo desencajado, sin duda le habían goleado con fuerza en la cara. En esos momentos los niños ya lloraban desesperadamente. - Vamos Tani, deja de llorar y coge a tu hermano de la mano, vámonos a casa, rápido. Tani fue a coger la cestita de sus juguetes. - Dejadlo todo, vámonos. Anosis seguía sin reaccionar, Iaset tuvo que tirar de él y le ayudo a levantarse, aunque la imagen de Anosis era horrenda, en esos momentos ya estaban los dos con sus ropajes llenos de barro y sangre, una sangre que aún no sabía Iaset de donde había salido, aunque hubiera jurado que era sangre humana, el hecho de que no fuera de su marido le había tranquilizado, solo tenía el golpe en el pómulo y aunque pudiera haberle causado alguna hemorragia interna que no pudiera detectar, su primera impresión la dejó mucho más tranquila, el pensar le mantenía la mente ocupada y le daba fuerzas, engañaba su frágil apariencia, poco a poco fue recobrando la calma, consiguiendo que se levantara y apoyando todo su peso en ella, pudo sujetarlo con fuerza y casi arrastrándolo empezaron a andar, Anosis seguía sin reaccionar. Tani cogió la diminuta mano de Nefer y con la otra mano intento limpiarle la cara, no dejaba de llorar pero el gesto de su hermana le tranquilizó, le apretó fuertemente la mano y siguieron a sus padres. - Vamos Anosis, pronto llegaremos a casa, Nefer, Tani no os paréis pequeños, dejad de llorar, vuestro padre está bien. Estaban a unos diez minutos de su casa, pero para Iaset fue una eternidad, el llanto de los niños no cesaba y Anosis seguía inerte, las rodillas se le doblaban y varias veces tuvieron que pararse para volver a colocar a Anosis que se le caía, era desesperante

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para Iaset, sabía que casi era imposible esperar que pasara alguien para socorrerles. Cuando empezaba a notar que las piernas ya no le respondían de dolor que sentía, pudo divisar a lo lejos las primeras casas, lo que le dio el último aliento para llegar. Ya no pudo más y casi entrando a la callejuela de las primeras casas cerca de la suya, se dejó caer sin fuerzas. Tani se paró para ayudarlos, se pasó el brazo de su padre por encima de su cabeza, como vio que lo hacía su madre, e intentó tirar de él, sin ningún éxito. - No pequeña, sigue hasta la casa, estamos muy cerca, ves a buscar ayuda, llama a Taita o a Ahotep mira si están en casa, que vengan enseguida, corre pequeña. Nefer, se quedó sentado al lado de sus padres, sin parar de llorar, los dos estaban tumbados en el suelo Anosis ya estaba sin sentido, Iaset, completamente exhausta. En pocos momentos, aunque para ella fuera una eternidad, vio aparecer al moreno Taita, seguido de cerca por Ahotep, Iaset al verlos esgrimió una leve sonrisa y se dejó llevar desvaneciéndose debajo del cuerpo de Anosis.

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______________________________________Ahotep y Taita_______ Cuando la niña llegó a las primeras casas había empezado a chillar entre llantos, alarmados los vecinos salían a ver que sucedía, al verla, reconocida por todos, la alarma fue general, que le podía pasar a la niña para que gritase de esa manera. Los gritos de la niña propiciaron que saliera de la casa Ahotep, que en ese momento estaba podando los árboles frutales del jardín acompañado de su inseparable Taita. Taita era Nubio, de color, alto y fuerte, pelo casi negro aunque ya empezaban a divisarse las primeras canas, puro musculo, pero con unos ojos oscuros que hacían que su mirada, al contrario de lo que podía parecer, inspiraba confianza, indudablemente era algo más que un criado para ellos. Ya servía en casa de Anosis con sus padres desde siempre, era seis años mayor que él, pero siempre había sido tratado como uno más de la familia y en muchos casos actuaba como si en verdad fuera el hermano mayor de Anosis, pero siempre tuvo claro su lugar y su aptitud le hacía más valedor del respeto que le

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procesaban todos sus conocidos, desde que Ahotep lo encontró, siendo todavía un niño, deambulando por el puerto, donde habían llegado varios barcos llenos de esclavos Nubios, en esos tiempos algo muy común ver la llegada de embarcaciones llenas de prisioneros de guerra, que no les quedaba más remedio que elegir entre la esclavitud o seguir vivos, esclavos proveniente de las escaramuzas del norte de Nubia y los soldados del faraón, sin duda había conseguido escaparse, sus padres habrían muerto en su traslado, y nunca logró acordarse de cómo llegó hasta allí, no eran tiempos fáciles para los Nubios, pero los dioses le deparaban una vida muy diferente a la que seguramente tuvieron sus padres, enseguida se acomodó a su situación y con el paso del tiempo fue absorbiendo toda la sabiduría de sus dos padres como decía él. Ahotep era alguien muy especial para todos, ni alto ni bajo pero con distinguida presencia Aun con todo el pelo blanco y las arrugas que delataban el paso de los años se le notaba que había llevado una vida sana alejada de cualquier exceso. Nadie sabe de dónde salió, mucha gente incluso le temía, ya de niño era el aprendiz de los más viejos y sabios sacerdotes de Amón, donde aprendió toda clase de enseñanza, desde la espiritual, hasta según las malas lenguas, ritos antiguos de hechicería y brujería, después realizó los estudios de medicina en la casa de la vida, siendo pese a su corta edad un virtuoso de todos los temas que se le proponían, con el tiempo fue instruido también como escriba, compaginando las dos disciplinas, sin ningún problema, donde tuvo la fortuna de coincidir con el padre de Anosis, desde ese instante emprendieron juntos un nuevo camino. Pero fue en ese momento, cuando al segundo año de escriba, cuando ya sobresaliendo con diferencia, sobre los demás, siempre protegido por los sacerdotes, fue propuesto para escriba real, cargo que prácticamente tenía ya asumido, pero llegaron las guerras del norte y todo cambio, prefirieron alistarse, eran jóvenes, ya tendrían tiempo de encerrarse entre cuatro paredes, deseaban viajar, correr aventuras y fueron elegidos para cargos de intendencia en el frente En ese momento, el gran Ahotep, destinado a grandes empresas, sin límites para conseguir toda clase de logros, quedó impregnado por todas las miserias de lo que son capaces los hombres, pudo ver de lo que era capaz el ser humano y su mundo se deshizo.

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Gracias a los dioses la guerra duro poco, pero a la vuelta, su resentimiento contra todo lo que había vivido fue total y todas las enseñanzas recibidas durante tanto tiempo resultaron vacías para él, fue acogido por su íntimo amigo y ya nunca más se separó de él. Al regresar del frente, fue requerido por su maestro, el sacerdote supremo, en el gran templo de Amón, reunión que duró casi dos días enteros (después nunca más volvió a pisar templo alguno), era donde él había sido criado, desde su niñez había sido impregnado de todo aquello. Según contó una vez su íntimo amigo a su hijo. - Estuve eso dos días esperando, sin prácticamente moverme de detrás de la puerta, me traían comida y por más que preguntase nadie me contestaba, por la noche me quede dormido acurrucado en el suelo, pensé lo peor, ya creía que nunca más lo volvería a ver, pero me sentía incapaz de abandonarlo. Cuando al fin salió, pudo observar que en la sala no había nadie con él, en el momento que salía de la misma se giró hacia el interior quedando unos segundos observando con una mirada melancólica como queriendo dar por finiquitada su vida anterior, pude ver que más que una habitación era un templo, estaba completamente vacío y no divise ninguna otra salida, lo único reseñable fue que las paredes estaban llenas de dibujos, retratos con escrituras sobre los dioses, rozaba lo místico y espiritual, con un aroma adorable y embriagador, jamás lo entendí, ¿tendría alguna relación con su fama de brujo y hechicero? Salieron del templo sin decir una sola palabra, tenía los ojos completamente irritados de no haber descansado y su barba delataba el tiempo transcurrido en la sala, cuando le intento preguntar que le había pasado, el simplemente le comentó. - Después de comprobar con mis propios ojos las miserias humanas, no soy capaz de digerir que existan los dioses, seres superiores, capaces de consentir estas atrocidades, uno no puede valorar sin comprender. Ya nunca más volvieron a hablar de ese día, detrás de esa puerta enterró todo su pasado.

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_______________________________________Por fin en casa______ Ahotep y Taita fueron rápidamente donde la niña les habían dicho que se encontraban sus padres, los dos estaban inconscientes, pero aunque a primera vista diera la sensación de estar malheridos, Ahotep le indicó con voz pausada y serena a Taita y a los curiosos que ya se habían agrupado para ver lo ocurrido y que estaban atentos esperando un primer diagnóstico, sobre su estado. - Los dos están bien, a simple vista no se divisa herida alguna, solo magulladuras en la cara de Anosis, ves en busca de ayuda, trae agua y dos camillas para poder llevarlos a casa. Cuando Taita se fue Ahotep le puso la mano en la frente a Anosis, durante unos segundos y sus gestos se relajaron, se dio cuenta que no corría peligro y se recuperaría, había separado los cuerpos del matrimonio, cuando al irle a poner la mano en la cabeza a Iaset ella se despertó, su desfallecimiento había desaparecido sin más, el gesto de Ahotep de nuevo se puso tenso, algo no le agrado, en

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ese gesto miró hacía todas partes con tremenda inquietud, era una sensación más que nada de recelo que ya había notado en casa de Anosis alguna vez ,que le desconcertaba, pero no sabía bien que era ni que significaba. En ese momento estaban llegando más vecinos y mirones intentado ayudar con agua que le fue ofrecida a Iaset que bebió desesperadamente cuando en ese momento llegó Taita. - Taita coge a Anosis, yo ya estoy bien -le dijo Iaset- solo ha sido el sofoco. - Querido Ahotep creía que no llegaría, -se sobrepuso enseguida- Anosis no presenta ninguna herida relevante que haya podido observar, lo de la cara es un golpe en el pómulo, no creo que sea nada serio. - ¿Tú como te encuentras Iaset? - Con un poco más de agua ya estaré bien !Los niños¡ - No te preocupes, están en casa con Jokebed. - Vayámonos a casa enseguida. Dijo Ahotep con semblante serio, seguía dando señales de inquietud, aunque difícil de apreciar en él, mirando de un lado a otro, en un momento pareció sentirse completamente atemorizado por lo que intuía que significaba lo sucedido, pero cuando divisó la casa, su semblante cambio y sus ojos volvieron a centrarse en Anosis. Observó que mantenía el puño cerrado y en el sobresalía el trozo de lino, con sangre, miró a Iaset, que con una mueca dio a entender que no sabía de donde procedía, no era momento para preocuparse por eso, pero algo parecía disgustar a Ahotep, agarró la muñeca de Anosis y con un simple giro consiguió abrirle la mano y quitarle el lino, consiguiendo que su gesto pasara completamente desapercibido, para los curiosos que se acercaron a ver qué había ocurrido. Ya en casa subieron a Anosis a la habitación del matrimonio, arriba, la casa con los años había cambiado bastante, desde que la joven pareja la viera por primera vez, con la llegada de los niños, repartieron toda la gran sala en tres habitaciones, aunque ya desde un principio, al tener tanto espacio arriba del salón, decidieron adelantarse a los acontecimientos y aprovechar para tener cada uno, un rincón donde poder leer y realizar asuntos

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pendientes, y dar rienda suelta a sus inquietudes tanto de ocio como de trabajo en la más estricta intimidad, hasta que esas habitaciones fueran ocupadas por la nueva generación. Al morir Ameni, el padre de Anosis, este le pidió a su familia, a todos los que quedaron en la casa de su padre, que se mudaran a su casa y que siguieran todos juntos como había sido siempre, Ahotep, se dio cuenta que la casa sin Ameni sería triste y melancólica y que cada rincón no dejaría de recordarle a su querido amigo, así que aceptó, no exactamente a su casa, sino con la condición, que le dejaran comprar un terreno, que daba a la parte trasera de su casa y así se reconstruyó la casa y se acondiciono a las nuevas necesidades, al llegar Ahotep y Taita con ellos llegó la que durante tantos años había sido la niñera de Anosis Jokebed, niñera, cocinera, lo era todo en ese hogar, aunque ya durante los embarazos de Iaset, había habitado en la casa para ayudar en lo que fuera menester y ya como entonces, al ser la única mujer de la casa era la que mandaba en todo lo concerniente a la misma y algo más. Se construyeron pegadas a la casa, varias habitaciones, cerca de la cocina para ellos, por supuesto con el beneplácito de Jokebed para tener la cocina todo a su disposición y una mayor, con una gran sala al lado para Ahotep, donde tenía un recibidor, para algún que otro paciente, mantenía la fama de buen sanador y por eso siempre lo habían visitado, se le acercaba para que les curase de pequeñas enfermedades, algunos conocidos, otros porque preferían su sabiduría, otros la mayoría porque no podían pagar y él no les pedía nada a cambio, y siempre encontraban una excusa para visitar al viejo Ahotep y así no ir a la casa de la vida donde se sentían más incómodos, Iaset por supuesto estaba de acuerdo y siempre que tenía un momento, que cada vez era menos, con la llegada de los niños y su cada vez mayor responsabilidad en la casa de la vida, se acercaba a ayudar en lo que pudiera o solo por el placer de saludar e intercambiar opiniones con él, sin duda había nacido para ayudar a los demás. A Ahotep se le atribuía gran fama con las mujeres, pero lo cierto es que de joven tuvo un amorío con una joven sacerdotisa, que tras renunciar a sus creencias por amor, fue entregada por sus padres resentidos a un rico comerciante en matrimonio, eso fue en gran medida lo que ocasiono su alistamiento en el ejército, o eso se comenta, ya cuando volvió con muchas más cicatrices que esa,

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no le daba importancia a las relaciones, hasta que un día se reencontró con la mujer de su vida, hacía poco que había enviudado y reavivaron en el viejos sentimientos, pero ella tuvo dos hijos con su marido, eso no se podía cambiar y ella se debía a ellos y como él decía, nadie puede cambiar el pasado, uno puede intentar olvidarlo, pero nunca podrá eliminarlo, mantuvieron una relación más o menos no de esconderse, pero si correcta y discreta. Él había seguido viviendo en casa de Ameni, que había enviudado hacía poco y necesitaba de todo su apoyo y así han mantenido esa relación durante todos estos años. Mientras preparaban todo para acomodar a Anosis, Iaset fue contando todo lo que había ocurrido. Después de llegar a la habitación donde Iaset a pesar del cansancio acumulado, despojo de la ropa a su marido, mientras lo lavaba iba observando esta vez más detenidamente cada centímetro de su cuerpo buscando cualquier anomalía, en ese momento el moratón de la cara era más que evidente. Ahotep seguía detenidamente el diagnóstico, confirmando lo que le iba diciendo Iaset. - No observó nada roto, ni ninguna herida de donde allá podido salir toda esta sangre, ya está completamente limpio. - Ni tampoco la picadura de ningún insecto que le produzca esa fiebre. Contestó un pensativo Ahotep. - Llévate los trapos Taita, dile a Jokebed que siga trayendo paños de agua fría para bajarle la fiebre está tiritando -dijo Iaset-. - Lo primero es bajarle esa fiebre, sigue ardiendo, voy a preparar un brebaje de corteza de sauce que le irá bien para hacerla bajar, deja que Jokebed y Taita se ocupen de todo, tú ves a descansar un rato Iaset, yo ahora mismo vuelvo. - Si me lo permites esperaré a que vuelvas. Ahotep la miró, estaba completamente desfigurada pero sabía que no la lograría convencer.

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- De acuerdo. Pasaron cinco minutos, cuando Ahotep regresó. - Ves Iaset, aséate y tira esa ropa e intenta descansar un rato. Se miró y se dio cuenta de cómo estaba, la ropa estaba rasgada y llena de sangre, se pasó las manos por la cabeza intentando arreglarse un poco el pelo, fue algo instintivo, aunque no exageradamente, si era bastante coqueta, realmente su aspecto era lamentable, salió de la habitación cogiendo de la mano a Ahotep. - Si hay algún cambio, avísame enseguida por favor. - Descuida, así lo haré.

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Visita del grupo No había pasado más de una hora, cuando llegaron Kamose y Harnin a la casa, ya había anochecido, pero en toda la calle se notaba la exaltación que había producido la noticia, se divisaba por todas partes lámparas encendidas que hacían poder observar a la gente reunida, murmurar sobre lo ocurrido. No se habían recuperado todavía del sobresaltó que les produjo la noticia del percance que había sufrido su amigo, aún se divisaba en sus rostros el gesto de preocupación, ni siquiera Kamose mucho más frío y calculador lo podía disimular, eran muy diferentes pero se complementaban perfectamente Harnin era el menor, aunque bastante más robusto que su primo, de piel dorada por el sol, podía pasar fácilmente por soldado, siempre con el pelo moreno, casi rapado, le hacía tener un aspecto atractivo y distinguido a partes iguales, además de un carácter abierto le proporcionaba mucho éxito entre las mujeres, insuperable en su trabajo en la sala de las dos verdades como escriba, veneraba a su primo, este de aspecto completamente diferente, de pelo no muy largo, pero si media melena, con una

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barba siempre de un par de días, que le hacía tener sobre todo una apariencia bastante desaliñada, reservado, de poca conversación, pero siempre entregado a su trabajo y a sus amigos, era el que repartía la cordura entre ellos y aunque Anosis era sin duda el cabecilla y el que tenía la última palabra, en la mayoría de ocasiones Kamose, era el elegido para tomar una determinación, era el líder en la sombra, su discreción y su falta de motivación, para relacionarse le hacía impenetrable. Al entrar en el jardín, Taita les vio llegar y salió a recibirles. - Buenas noches Taita, ¿como esta Anosis?, nos acabamos de enterar ¿qué ha pasado? Cuando empezaba a contar lo ocurrido a punto de entrar en la casa llegaron Snefru y Paiis este último ya apestaba a vino. - Hola, ¿como se encuentra? -preguntó Snefru-. - ¿Quien ha sido? ¿Preguntó Paiis? -con aire violento y ya un poco entrado en alcohol- - ¿Podemos verlo? - Ahotep se encuentra con él y Iaset esta descansado no quiere que le molesten. - Pero por todos los dioses Taita, ¿qué ha pasado -pregunto Harnin-. - Habla de una vez Taita -dijo Paiis que ya empezaba a molestarse-. - Tiene una fuerte conmoción en la cabeza pero está fuera de todo peligro. Y a continuación Taita contó, con todo detalle todo lo que sabía sobre lo ocurrido, sin mencionar el pequeño pormenor del trozo de lino, si se tenía que poner en conocimiento ese detalle, por supuesto, que no era a él, al que le correspondía comentarlo, tenía claro lo que podía o no podía decir. Todos estaban pendientes del relato de los hechos, mientras ya se habían acomodado en la mesa de la cocina donde Jokebed sirvió una jarra de vino que Paiis aceptó de muy buena gana, como el mismo diría las penas bañadas en buen caldo, menos penas son, la fama de la bodega de Ahotep estaba fuera de toda duda y para cenar preparó unas carpas frescas que estaban en su punto y unas

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codornices rellenas de dátiles y otros frutos secos, que estaban para chuparse los dedos y aunque no pudiera hacer quitar la preocupación que se respiraba en el ambiente, no le hicieron ascos y poco a poco fueron dando buena cuenta del banquete, que se cerró con unos pastelitos de miel y un licor de palmera que hacía soplar a los comensales a cada sorbo. Confirmando todos la exquisitez de los platos elaborados por Jokebed, mientras ella, fiel a su manera de ser, ya estaba refunfuñando sobre que pondría para comer al día siguiente, después de haber terminado con todo lo que tenían preparado. Justo cuando habían terminado de cenar y debatir sobre lo ocurrido, llegaron los padres de Iaset. Rahonet y Nenuset eran como el agua y la arena, la noche y el día, pero llevaban treinta increíbles años de vida en común, que dejaba boquiabiertos a los que los que los conocían por separado, por supuesto su boda fue acordada por sus padres y la intervención directa del gran Visir y muchos dirían que hasta algo tuvieron que ver todos los dioses, para sostener tan increíble unión entre agua y aceite. Rahonet era el jefe superior de la casa de la vida donde se pasaba todo el día y muchas noches, era sin duda su razón de ser, la medicina, enseñar y aprender o mejor dicho el diría aprender y enseñar, él decía que ese era el plan de su existencia, que los dioses le habían otorgado y el mayor placer para él era que en la medicina cada día se descubría algo nuevo y diferente que aprender, que servía para ayudar a los demás, nuevas enfermedades, nuevas curas, mejorar las existentes, cada caso ponía sobre la mesa un examen para mejorar lo realizado hasta ese día y había un mundo por descubrir sobre el cuerpo humano y su funcionamiento, él siempre comentaba que en el reloj de arena que era el campo de la medicina, el solo era un simple grano i que igual de importante era el como todos los demás granos de arena tan necesaria era su tarea, como la labor de cualquier enfermero que entablillara cualquier hueso roto o cosía una simple herida, si no se realizaba correctamente la operación el cuerpo del paciente se gangrenaba y o se imputaba a tiempo o el paciente moría, y lo grande de la medicina es que era para todos, todos los mortales éramos hechos por igual y ninguno nos librábamos de sus enfermedades, su labor era encomiable y tremendamente respetado por todos.

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De Nenuset que se puede comentar, el comentario general es que de joven no era muy atractiva, eso a simple vista se puede observar y su infancia al ser su padre bastante poderoso como comerciante en Tebas y ella al ser la única fémina de sus hijos, sobre las espaldas de su madre recayó la única tarea de buscarle un marido acorde a su rango, ya las malas o buenas lenguas comentaban que su madre era casi tan manipuladora como ella, pero con una buena dote y fondos para la casa de la vida, fueron suficiente cebo para un muy destacado estudiante que aunque no de una familia muy adinerada, si respetada y discreta le predestinaba una vida en concordancia con su alcurnia. Lo realmente increíble de esa pareja fue que de esa unión saliera esa preciosa hija, agradable, modesta y sofisticada, gracias a los dioses completamente diferente a su madre, tan alejada de la vida mundana de ella y tan apegada al carisma de su padre. Casi al mismo tiempo llegaron el juez Sisenet y su ayudante personal Sheritra, aunque el hecho de ser su hija tubo bastante que ver en su elección con el paso del tiempo sé demostró el acierto de la decisión tomada, pero que a ella sin llegar a molestarle le disgustaba que muchas veces diera la sensación de que la gente la juzgara no por su valía, eficacia y sabiduría sino por su lazo personal con el Juez, dicha valía puesta fuera de lugar por el y todos los que la conocían. Aunque ella se sentía identificada, como parte del grupo de jóvenes escribas que formaban el equipo de su padre, tenía siempre que demostrar más que lo demás, por eso se rumoreaba por el juzgado que había solicitado su traslado a otro departamento y que el mismísimo Visir la quería en su equipo. El juez Sisenet había conseguido peldaño a peldaño desde lo más bajo hasta donde había llegado por su rectitud, inteligencia, y honradez, era de la misma generación de Ahotep, Rahonet y del padre de Anosis eran muy amigos, mantenían un respeto mutuo, disfrutaban de sus veladas recordando viejas aventuras pasadas, batallas, compartiendo anécdotas y nuevas experiencias, sin lugar a dudas el hecho de que también perdiera a su mujer por una fatal enfermedad, bastante joven, estando ella todavía en la flor de la vida y con una niña pequeña, el apoyo y todo el consuelo posible recibido por parte de sus amigos le hizo superar ese mal trago que le habían impuesto los dioses reforzando más si era posible los lazos de esa amistad.

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Al pasar un rato desde la llegada de los visitantes fue el mismo Ahotep que bajó para informar a todos del estado de salud de Anosis, tranquilizándolos y descartando ningún otro síntoma que no fuera solo la contusión de la cara que lo había dejado sin sentido y que pasadas un par de horas se despertaría y quitando el terrible dolor de cabeza que sentiría no había que preocuparse de nada más sobre su estado, indicando que lo mejor sería que cada uno se fuera a sus casas ya que seguramente hasta el día siguiente no despertaría. Poco a poco se fueron retirando, Nenuset prácticamente solo se interesó por su hija, y cuando se aseguró de su estado de salud y que estaba fuera de peligro se acercó a su marido que estaba compartiendo opiniones con Ahotep sobre el estado de Anosis y tras comprobar que a cada momento además de los allegados iban llegando a la casa vecinos y curiosos preocupados por la salud de Anosis queriendo saber lo que había sucedido, sin duda gente de baja alcurnia para entablar una conversación mínimamente interesante para ella, decidió retirarse, aduciendo una no más que ligera jaqueca, producida por los nervios pasados, al enterarse de que su hija había tenido un serio percance, arrastrando para sí a su marido que ya se encontraba a gusto debatiendo con sus amigos. Cuando la mayoría de gente se había marchado, en un momento dado el juez hizo un gesto a Kamose para que se reuniera con él, Harnin y Snefru le siguieron, mientras Paiis se fue sigilosamente a la bodega a buscar más vino. - ¿Que creéis que ha ocurrido? -comentó Harnin-. - No adelantemos acontecimientos, hasta que no tengamos el testimonio de Anosis no sabremos qué ha pasado, por lo que ha comentado Iaset estaba solo cuando al parecer lo han atacado, -detallo el juez-. - Snefru y yo hemos visto las ropas de los dos y están llenas de sangre, parece humana, pero no es suya, Taita las tiene en la cocina. - Yo también la he visto -contestó el juez con tono de preocupación-

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Después de unos momentos de profunda meditación, que tuvieron al grupo completamente en silencio, esperando su deliberación, continúo. - Mañana al alba, Kamose ves con Snefru y Taita al lugar donde dijo Iaset que había ocurrido el incidente, lo mejor es que os quedéis aquí a pasar la noche, ya se lo he comentado a Ahotep y Taita lo preparara todo… posiblemente os pueda acompañar mañana, también pasaré el requerimiento al superior de Paiis, para que venga con vosotros, Sheritra y Harnin se encargarán de la apertura del juzgado, si tenéis algo pendiente para mañana comunicárselo ahora, aunque quisiéramos, este incidente no puede modificar el buen funcionamiento de la casa de las dos verdades, realmente no tenemos constancia de que haya ocurrido nada, solo juzgaremos después de conocer con exactitud los hechos, tenedme en todo momento informado de cualquier novedad. Después de dejar claras las órdenes el Juez se despidió de todos, Ahotep le acompañó hasta la puerta, donde mantuvieron durante varios minutos una más que intrigante conversación, al ver la cara de preocupación del juez, mucho más expresivo que Ahotep, al que era imposible descubrir sus pensamientos por sus gestos. Cuando había acabado de partir el juez con Sheritra y Harnin, apareció Paiis con más vino. - Bueno mañana no tengo que aparecer por el cuartel hasta la tarde, es decir que creo que lo mejor es que me quede aquí por si puedo ayudar. - Bueno Paiis, siento comunicarte por orden del juez que a partir de este momento estas de servicio bajo su mando y que tienes que quedar aquí de escolta nuestro. - Ja, pues ojalá siempre tuviera órdenes como esta comentó Paiis alzando el vino, vamos a celebrarlo. - Lo siento Paiis, tenemos que estar preparados mañana al alba, así que se acabó el vino por hoy, vamos a ir al lugar donde atacaron a Anosis y será en misión oficial, tenemos que estar descansados y tener las ideas claras –sentenció Kamose-. Este, llamó a Taita, que les llevó a la habitación de los invitados.

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- Ya me extrañaba tanta felicidad. - Descansemos pues, pronto será hora de partir, mañana será un nuevo día. Sin duda la rutina del día a día en la sala de las dos verdades había sido alterada de la peor manera posible y aunque la vida de Anosis estuviera fuera de todo peligro, la preocupación se mantendría hasta su total recuperación y todavía quedaba averiguar lo sucedido, quedaban varios cabos sueltos pendientes por resolver.

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El escenario

Aún faltaba un rato para que aparecieran las primeras luces del alba y ya estaban en la cocina Kamose y Snefru, les había levantado el aroma a pan recién hecho que cada día a esas horas preparaba Jokebed, con la inestimable ayuda de Taita, ya les tenía preparado unos pastelitos dulces de canela, que calientes estaban deliciosos que devoraron con rapidez, tortitas aderezadas con miel, distintas variedades de queso de vaca y cabra, pan y leche, también les preparó para llevarse para el camino, dos bolsas de cuero con comida suficiente, por si tenían que estar mucho rato fuera. - Querida Jokebed, ahora entiendo porque Anosis siempre aparece por las mañanas con esa sonrisa y tan fresco. - Buenos días, -soltó Paiis- entre bostezos-, ¿que tenemos por aquí? Al entrar este en la cocina.

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- ! Leche ¡por todos los dioses Jokebed entiendo que ha estos borricos de tinta los tengas que amamantar pero a mí. - Toma, ya te la tenía preparada pedazo bruto. Dejando una jarra de cerveza fresca en la mesa. - Eso está mejor, que haríamos sin ti, ¿sabemos algo de Anosis? - No, sigue igual, Ahotep no se ha separado ni un momento de él, dice que todavía estará unas cuantas horas inconsciente. - Bueno date prisa Paiis, ya es hora de partir -le apremió Kamose-. Cuando ya estaban a punto de partir apareció Ahotep. - Buenos días. Saludó sin el más mínimo síntoma de haber estado toda la noche velando a Anosis. - ¿Alguna novedad? - No, Kamose pero no creo que corra ya peligro, el juez Sisenet me pidió que os comentara cualquier novedad sobre el caso, quiero que sepáis un par de cosas que os puedo asegurar, la primera, es que el golpe de la cara se lo produjo un cocodrilo y por el dibujo que le ha dejado en el rostro debe ser un golpe efectuado con la cola del reptil y por el dibujo de la escama os puedo garantizar que es un animal de un tamaño considerable, tened cuidado id con los ojos bien abiertos. - ¿Y qué más? -preguntó Snefru, impaciente-. - Toda la sangre de la ropa de Anosis es humana y no es suya, la de Iaset es consecuencia de arrastrarlo hasta la casa y se encontró en la mano de Anosis un trozo de tela de lino, lleno de sangre, que no era de ninguno de los dos. - Según tus observaciones Ahotep, tenemos a Anosis atacado por un cocodrilo y a su vez ha de haber alguien con él, -resumió Kamose-. - Pero Iaset dijo que Anosis estaba solo, que habían ido ellos dos con los niños al palomar y que cuando se acercó al rio estaba solo.

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- Eso solo Anosis lo podrá contestar, id con cuidado, Taita os acompañará. - Lo haremos, -contestó Paiis-, -rascándose la barbilla con claros gestos de preocupación. Y partieron hacía la colina sin perder más tiempo. Salieron desde el lugar donde los recogieron Ahotep y Taita, fueron recorriendo el camino que Iaset fue arrastrando a Anosis y no encontraron nada reseñable, hacía poco tiempo que los primeros rayos de sol asomaban por el horizonte, pero Kamose iba muy lentamente porque no quería perderse ningún detalle para no dejar pasar nada por alto. Cuando ya había pasado casi media hora, debido a la lentitud que le imprimió Kamose al trayecto. - Bueno aquí es donde sin duda estaba Iaset con los niños y se tumbó Anosis. - Mira Kamose, aquí hay el camino, gotas de sangre, ¿que sucede Kamose te veo pensativo? - No busques más, aquí no hay nada más que las bolsas y las pisadas de ellos dos. - Y que esperabais -comentó Paiis-. - Eso es lo que me parece raro, hace más de siete horas que esto está aquí, en las bolsas hay comida y no hay ni el más mínimo avistamiento de ningún animal que allá olfateado la comida y estos parajes por las noches se llenan de toda clase de roedores en busca de comida y estas bolsas no las han tocado es muy raro. - Puede ser, por pasar el camino por aquí, suele pasar la gente y no se deben acercar -dijo Snefru-. - No, por aquí no pasa casi nadie –contestó Kamose, con gestos claros de contrariedad- - Vámonos al embarcadero -dijo Paiis-, en el fondo donde sucedió todo fue allí ¡no¡ Kamose siguió a los demás, pero vio como Taita apartaba la mirada del camino para observar detenidamente la imagen del lugar donde se habían encontrado Anosis y Iaset, estaba seguro que Taita pensaba lo mismo que él y cuando llegara a su casa le describiría hasta el último detalle del lugar de encuentro a Ahotep.

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- Taita, espera un momento. - Dime, Kamose. Kamose se acercó hasta Taita, desconcertado. - Tengo la sensación de que no encontraremos nada en el rio, ¿tú que crees? - No sé Kamose, tengo por costumbre no prejuzgar las cosas, pero si te has de sentir mejor, te diré que no me gusta nada todo esto, y si, también creo que no encontraremos nada. - Sí, yo también creo que hemos de buscar más, lo que no se ve que lo que veamos. - Bueno cojamos las bolsas todavía queda comida y vino -dijo Paiis con una gran sonrisa-. - Cuélgalas en ese arbusto y no tomes nada podría estar envenenado, cuando volvamos Ahotep lo comprobara. La sonrisa de Paiis de repente, se volvió un gesto de desencanto. Durante el pequeño trayecto del sendero al muelle no divisaron nada que tener en cuenta, alguna huella de Anosis, gotas de sangre que seguro eran de la ropa pero nada que indicara pelea o algún incidente de pronto Paiis llamó a los demás. - Mirad, por aquí pasó Anosis. - Se metió en el rio -dijo Snefru-. - Pero no hay ninguna señal más. Siguieron andando por las dos partes del canal sin observar nada, de arriba abajo sin nada reseñable, iban Paiis con Snefru y Kamose con Taita por el otro lado, el canal estaba rodeado de cáñamos y papiros, bastantes restos de tablones de madera de lo que antes era el muelle esparcidos por el agua ya parcialmente impregnados de hierbas acuáticas, formando parte del paisaje, sin duda el abandono del lugar ya había hecho mella en lo que antes era un muelle muy concurrido y ahora solo era un mero recuerdo de lo que fue, pero eso no debía dificultar el poder observar donde fue atacado Anosis, la única explicación razonable de no encontrar nada era que el ataque no se hubiera producido en la orilla del rio, pero al mismo tiempo era imposible creer que Anosis se hubiese apartado de la orilla sin causa alguna, el