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DESARROLLO EVOLUTIVO DEL NIÑO DE 0 A 6 AÑOS A lo largo del presente documento intentaré exponer de la forma más didáctica y clara posible el desarrollo evolutivo del niño durante sus primeros 6 años de vida, etapa esencial a la hora de trabajar en Atención Temprana. De manera general, se puede admitir que este desarrollo se produce dentro de unas circunstancias “normales” de forma parecida para la mayoría de los niños, por lo que podemos hablar de normas de desarrollo. Sin embargo, hay que pensar que existen diferencias individuales, y por ello es preferible considerar períodos evolutivos, que nos servirán de base orientadora para conocer el desarrollo evolutivo de determinado niño. Otro punto que tendremos en cuenta es que, aunque para hacer la exposición de este apartado de forma más didáctica dividiré el desarrollo evolutivo del niño de 0 a 6 años en grandes áreas de desarrollo, cuando nos encontramos delante de un niño tendremos que tener en cuenta que hay que verlo siempre de manera global, considerándolo como individuo único que es, con sus características y peculiaridades particulares. Analizaré el desarrollo evolutivo del niño de 0 a 6 años abordando cuatro grandes áreas de desarrollo: física y psicomotora, cognitiva, del lenguaje y socioafectiva. Intentaré exponer las pautas normales para cada edad, así como los principales aspectos relacionados con este desarrollo que creo esenciales conocer a la hora de trabajar con un niño en Atención Temprana. 1

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DESARROLLO EVOLUTIVO DEL NIÑO DE 0 A 6 AÑOS

A lo largo del presente documento intentaré exponer de la forma más didáctica y clara posible el desarrollo evolutivo del niño durante sus primeros 6 años de vida, etapa esencial a la hora de trabajar en Atención Temprana. De manera general, se puede admitir que este desarrollo se produce dentro de unas circunstancias “normales” de forma parecida para la mayoría de los niños, por lo que podemos hablar de normas de desarrollo. Sin embargo, hay que pensar que existen diferencias individuales, y por ello es preferible considerar períodos evolutivos, que nos servirán de base orientadora para conocer el desarrollo evolutivo de determinado niño. Otro punto que tendremos en cuenta es que, aunque para hacer la exposición de este apartado de forma más didáctica dividiré el desarrollo evolutivo del niño de 0 a 6 años en grandes áreas de desarrollo, cuando nos encontramos delante de un niño tendremos que tener en cuenta que hay que verlo siempre de manera global, considerándolo como individuo único que es, con sus características y peculiaridades particulares.

Analizaré el desarrollo evolutivo del niño de 0 a 6 años abordando cuatro grandes áreas de desarrollo: física y psicomotora, cognitiva, del lenguaje y socioafectiva. Intentaré exponer las pautas normales para cada edad, así como los principales aspectos relacionados con este desarrollo que creo esenciales conocer a la hora de trabajar con un niño en Atención Temprana.

DESARROLLO FISICO Y PSICOMOTOR

Entre el nacimiento y los 6 años de vida del niño se producirán importantes transformaciones en el ámbito físico y psicomotor, que afectarán tanto a su fisiología como a las acciones motoras subsiguientes.

La relación intima existente entre movimiento y psiquismo, así como también las implicaciones de ambos con el propio organismo y el medio en que este se desenvuelve, es lo que denominamos psicomotricidad. El desarrollo psicomotor será así como una interconexión entre un componente práctico y de proyección externa (la acción) con otro componente interno o simbólico( la representación del cuerpo y sus posibilidades de acción) y cuyo objeto es que el niño consiga el control del propio cuerpo y obtenga el máximo de sus posibilidades de acción y expresión.

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Durante las primeras semanas de vida se manifiestan una serie de reflejos o respuestas motrices, la mayor parte de los cuales irá desapareciendo a lo largo de los primeros meses de vida como consecuencia de los procesos evolutivos cerebrales y de la maduración cortical y medular del sistema nervioso. El niño recién nacido actúa a nivel motor en un plano reflejo, controlado por los centros nerviosos subcorticales. Sus reacciones son automáticas y desencadenadas por diversos estímulos que impresionan diversos receptores. La falta de un reflejo en un niño en el momento esperado se puede considerar patológica, igual que la presencia de cualquiera de ellos más tiempo de lo normal, por lo que es importante no sólo conocer los diferentes reflejos que nos podemos encontrar, como también es esencial en Atención Temprana saber las fechas aproximadas de aparición y /o desaparición de determinados reflejos.

Al explorar los reflejos de un niño no habrá que olvidar nunca que las respuestas del niño dependen, incluso en los reflejos, de sus necesidades fisiológicas, del momento en que se explora, del estado emocional del niño, así como del medio ambiente que le rodea.

A continuación presentamos algunos de los reflejos del recién nacido de mayor importancia:

. Reflejo de succión: se pone en marcha cuando un objeto (generalmente el pezón del pecho materno, la tetina del biberón o la propia mano del bebé) entra en contacto con los labios del niño). Aparece sobre los 7-8 meses de gestación y disminuye a los 6 meses cuando se introduce la cuchara. . Reflejo de Moro o reflejo del abrazo: el bebé abre y cierra los brazos como respuesta a un movimiento brusco de la cabeza y del cuello que cause retroflexión de éste. Es un movimiento o reacción de susto, como consecuencia de un cambio de estimulación vivido por el bebé como brusco. Normalmente desaparece alrededor del 6° mes de vida. . Reflejo pupilar: Al iluminar cada ojo se produce una contracción pupilar. Su ausencia o alteración puede sugerir una enfermedad intraocular o daño en el nervio óptico. Es un reflejo que no desaparece. . Reflejo de prensión o agarre (grasping): cuando se ejerce una presión en la palma de la mano del recién nacido, ésta se cierra con fuerza. El reflejo de agarre o presión palmar desaparece alrededor del 6° mes, con la aparición del aflojamiento voluntario de objetos. . Reflejo de enderezamiento y marcha automática: son movimientos automáticos alternos de flexión y extensión de los miembros inferiores. Se activa al apoyar los píes sobre un cuerpo sólido lo que produce la propulsión del cuerpo hacia delante. Irá desapareciendo progresivamente a partir del 3° mes. . Reflejo de Magnus o reflejo tónico cervical: la rotación lateral de la cabeza, estando el bebé tendido sobre la espalda, produce la extensión del brazo, la flexión o extensión de la pierna del lado al que está girada y la flexión de los miembros del otro lado. . Reflejo de Babinsky o reflejo cutáneo-plantar: la excitación de la superficie plantar del pie provoca la extensión y la separación de los dedos, como en abanico. Irá desapareciendo a medida que nos acerquemos a la edad de la marcha. La permanencia de este reflejo puede indicar alteraciones del sistema nervioso central. . Reflejo de los puntos cardinales (o reflejo de búsqueda o de hociqueo): (conviene explorarlo antes de dar de comer al niño): este reflejo se denomina así porque el modo de

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buscarlo es un conjunto de ligeros estímulos peribucales, es decir, en las comisuras de los labios izquierda y derecha y en medio del labio inferior y superior. Si el niño acaba de tomar alimento aparecerá muy atenuado. Así, en el reflejo de hociqueo, al estimular con un objeto la mejilla del bebé, éste tiende a girar la cabeza, llevando la boca hacia la fuente de estimulación. . Reflejo de retirada o extensión cruzada: Con la pierna del niño en decúbito dorsal( boca arriba o posición supina) se extiende su pierna ejerciendo presión sobre la rodilla y se estimula la planta del pie extendido con un objeto punzante. La respuesta inicial es la de flexión del otro miembro. Se puede dar su ausencia por presentación de nalgas, en la que las piernas están extendidas o si hay lesión del nervio ciático. Junto a estos reflejos, el recién nacido posee también un equipo sensorial rico y variado que le permite ver, oír, ser sensible a los estímulos físicos (dolor, temperatura) y ofrecer respuestas diferenciadas ante lo dulce y lo amargo, así como ante diferentes olores.

Las bases del desarrollo y organización motora, con su progresivo dominio del control postural, se ajusta a dos leyes fundamentales:

- La ley céfalo-caudal, la cual nos indica que se irán controlando antes aquellas partes del cuerpo más próximas a la cabeza y, progresivamente, el control se ejercerá hacia abajo, hacia la pelvis. Así el niño moverá la cabeza y el cuello antes de sentarse. - La ley próximo-distal, según la cual se controlarán antes aquellas partes más próximas al eje corporal, que divide imaginariamente el cuerpo en dos partes simétricas, de arriba abajo. Esta segunda ley permite explicar el paso de la llamada psicomotricidad gruesa a otra, llamada psicomotricidad fina, a través de la cual el niño, al integrar y controlar un mayor número de grupos musculares, consigue que su movimiento sea más preciso, más fino, especializado y complejo. Progresivamente el niño tendrá un mayor control postural, que es de gran importancia para su desarrollo. Este control postural suele seguir un determinado proceso de desarrollo, con una cierta variabilidad de unos niños a otros: . Control de la cabeza: en principio, entre los 3 y los 4 meses, el niño ya será capaz de girar la cabeza de un lado a otro, de levantarla al estar tumbado y de sustentarla como prolongación del tronco. . Coordinación óculo-manual: la fijación y el guiado visual de la mano hacia un objeto de interés, queda bien establecida entre los 3 y 4 meses. . Capacidad de sentarse (sedestación). Entre los 4 y los 5 meses, el niño será capaz de sentarse con apoyo o ayuda y entre los 6 y 7 meses, sin apoyo. . Marcha. Los movimientos y desplazamientos que anteceden la acción de caminar (reptar, gatear, ponerse de pie y avanzar los pies alternativamente con ayuda) se dan sobre los 8 meses de edad. Entre el 9° y el 14° mes, el niño pasa de sostenerse en pie a empezar a caminar.

Todo este desarrollo motor es debido al proceso de maduración neurológica progresiva. A lo largo de los dos primeros años el cerebro se desarrolla: las neuronas se arborizan, se conectan unas con otras, lo que posibilita el aumento de velocidad en la conducción de impulsos (estímulos- respuestas, información sensorial, activación de la memoria) a través

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de la mielina, lo que se conoce como proceso de mielinización neurológica, el cual va a permitir al niño realizar actividades mucho más rápidas, complejas y precisas. Siguiendo la maduración neurológica, entre los 5 y los 6 años, el lóbulo frontal habrá madurado lo suficiente para permitir la realización de funciones tales como la regulación, el control sobre la atención y el planeamiento de la propia conducta, tan importante para el aprendizaje de nuevos conocimientos, procedimientos y estrategias.

Un aspecto a tener en cuenta es el desarrollo de la prensión, siendo su adquisición y dominio importantísimo para permitir la exploración del mundo exterior de los objetos a través de su descubrimiento y manipulación.

Al nacer, el niño arrastra los ojos junto a la cabeza en sus desplazamientos. A partir del 1° mes, es la mirada la que se desplaza al fijarse en una persona u objeto en movimiento, lo que manifiesta una maduración de los músculos óculo-motores. A partir del tercer mes aparecerá en un niño un interés hacia el agarre, que ya coincidirá con la convergencia ocular hacia un objeto que se le aproxima. Hacia el 4° o 5° mes desaparece el reflejo de prensión palmar y se pueden ya observar conductas motoras dirigidas hacia los objetos con el fin de atraparlos. Hasta el 5° mes, la prensión de los objetos se lleva a cabo aprisionando los objetos entre los dedos y las palmas de las dos manos, posicionándolos en forma de aro. En el 6° mes, el niño utiliza una sola mano; es la prensión cúbito- palmar, como si cerrara el puño para envolver el objeto. La prensión se vuelve palmar a partir del 7° mes, lo que significa que el objeto es bloqueado entre los dedos y la palma de la mano. Al 8° mes, el niño utilizará el pulgar en la prensión denominada radio-palmar y a partir del 9° mes aparecerá el gesto de pinza digital (pulgar en oposición al índice y a los otros dedos), el cual va a permitir coger los objetos con más delicadeza y precisión. Al final del primer año, se incrementan considerablemente la precisión manual (siguiendo siempre a la ley próximo-distal), siendo a partir de los 9 meses aproximadamente, cuando se dejan de utilizar las dos manos simultáneamente y el niño establece una preferencia lateral por una de las manos. Es importante en Atención Temprana observar el desarrollo de una prensión correcta, ya que a partir de esta observación podemos detectar cualquier dificultad que pueda darse a nivel neurológico.

La independencia motriz, es decir, la capacidad de controlar separadamente cada segmento motor del cuerpo, servirá para eliminar alteraciones o movimientos involuntarios de otros órganos que no se desean mover (sincinesias y paratonías), y gracias a esta capacidad el niño podrá realizar un movimiento complejo como cortar o perforar una línea con un punzón sin sacar al mismo tiempo la lengua. Asimismo, indisociable de la independencia motriz encontramos la coordinación, que permitirá al niño encadenar y asociar patrones motores en principio independientes para formar otros más complejos y compuestos.

Otro aspecto interesante a tener en cuenta es el tono muscular, entendido éste como el grado de contracción de los diferentes segmentos musculares. Una de las características más notables del recién nacido es su tono muscular elevado, aunque hay que tener cuidado porque del primer al tercer día aproximadamente suele haber una hipotonía generalizada que se irá convirtiendo en un tono muscular elevado, alcanzando su máximo al 4° o 5° día. Al finalizar el tercer mes este tono elevado irá descendiendo hasta detenerse al año. El

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recién nacido debe presentar así una actitud flexora en brazos y piernas observándose mayor flexión en los miembros superiores que en los inferiores. Asimismo, es importante observar en un recién nacido la simetría derecha-izquierda, para localizar posibles alteraciones a nivel del tono muscular (esta observación se debe hacer con el niño despierto, sin frío, ni ruidos fuertes). Así, un bebé de 1 o 2 meses puesto en posición sentado no puede mantener la postura y cae hacia delante, atrás o hacia un lado, debido a la falta de tono muscular. A través de la experiencia con los objetos y en situaciones de interacción motora, el niño aprenderá a ajustar y controlar el tono muscular, progresivamente, a medida que madura su sistema nervioso.

Podemos encontrar una hipertonía o exceso de tensión muscular y /o una hipotonía o exceso de relajación. La hipertonía se suele acompañar de una dificultad para la extensión de los miembros y en la hipotonía hay una dificultad para la flexión. A partir de los 12 meses los niños controlan con más eficacia el tono ya que empiezan a mantenerse de pie y a andar. Este tono muscular es muy importante conocerlo en Atención Temprana, ya que no sólo permite el desarrollo del niño a nivel físico, sino también a nivel de su desarrollo global, al posibilitar la acción exploratoria y manipuladora. A partir de los 3 años, la hiperextensibilidad y laxitud de las articulaciones disminuirá progresivamente hasta encontrar un cierto equilibrio hacia los 7 años. A pesar de que en las escalas de desarrollo encontremos posibles patrones evolutivos, es necesario insistir en el hecho de que en la evolución del tono muscular, las diferencias en la evolución y desarrollo de un niño a otro son más marcadas que las similitudes. Otro aspecto a tener en cuenta en el desarrollo físico y psicomotor es el equilibrio. Por equilibrio se entiende la capacidad para mantener una posición sin moverse (equilibrio estático) o para asegurar el mantenimiento de diversas posiciones durante el desplazamiento del cuerpo (equilibrio dinámico). El equilibrio es una actividad motora compleja que necesita el desarrollo de mecanismos nerviosos que posibilitan el control postural. El control del equilibrio estático se inicia al final del primer año de vida y hacia los 5 años accederá a su autocontrol, que no será completo hasta los 9 o 10 años. El equilibrio dinámico sigue una evolución a partir de los 5 años y su desarrollo va hacia los 12 o 13 años, edad en la que se consigue su completo control.

Otro punto importantísimo en el desarrollo motor del niño es la adquisición de la marcha, ya que le proporciona autonomía en sus desplazamientos y posibilidades infinitas de exploración y descubrimiento. Al nacer, el bebé aumenta en pocas semanas su tono axial, lo que le permite que progresivamente vaya pasando por una serie de etapas en su desarrollo motor. Así, a partir del 4° y hasta el 5° mes, el niño eleva el pecho, se sienta con ayuda y agita las piernas, actividades que necesitan un cierto control postural de la parte superior del tronco. Entre el 6° y el 8° mes ya se sienta solo, rueda sobre los costados (volteo), se pone de pie con ayuda y realiza los primeros intentos de reptación y /o gateo. Así, poco a poco, al control postural del tronco hay que añadir el de las piernas. Entre el 9° y el 10° mes, se acentúan sus esfuerzos por desplazarse y mejora la reptación y /o el gateo. Hasta el final del primer año, pueden darse varias conductas previas a la marcha, a la vez que se dan los primeros intentos para caminar con ayuda e incluso sin ella. Entre el 13° y el 16° mes, el niño consigue mantenerse de pie sin ayuda y camina solo. La velocidad desde la marcha irá en aumento (con pequeñas regresiones) y a los 2 años el niño puede realizar

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hasta 170 pasos por minuto. A esa edad muchos niños empiezan a correr. A los 3 años, el caminar se ha convertido en un automatismo y se observan los gestos típicos de balanceo alternativo de brazos y piernas. La adquisición de la marcha posibilitará al niño la exploración dinámica y activa del contexto físico más inmediato, lo que le proporcionará sensaciones y percepciones variadas, que favorecerán por un lado, la elaboración del esquema corporal y, por otro lado, potenciarán su desarrollo cognitivo, afectivo, social y de la comunicación y lenguaje. En el desarrollo motor tenemos también que estudiar la lateralidad entendida como la preponderancia de los segmentos corporales de derecha o izquierda. Se parte de la premisa que si bien nuestro cuerpo es morfológicamente simétrico, desde el punto de vista funcional es asimétrico, así, las preferencias laterales pueden ser homogéneas (ojo, pierna y brazo diestros o zurdos globalmente) o cruzadas, es decir, preferencia por el ojo izquierdo por ejemplo y por el brazo y pierna derechos.

El fenómeno de la lateralización se hace evidente entre los 3 y los 6 años, lo cual no significa que ya con anterioridad en determinados niños pueda estar definida. Sin embargo, hay que saber que es contraproducente intentar o forzar la modificación de la preferencia lateral, pues afecta a la organización del cerebro del niño. Se suele considerar conveniente lateralizar al niño entre los 3 y los 5 años y medio si la preferencia no se ha manifestado de forma evidente.

Principales avances en el desarrollo psicomotor entre los 0 y los 6 años( tomado de Palau,E., 2004).

Primer año. Fijación ocular limitada.. Volver la cabeza hacia un ruido.. Fijar la mirada sobre un objeto (por ejemplo, la mano).. Levantar la cabeza en posición ventral.. Desaparición del reflejo de agarre.. Rodar de la posición ventral a la dorsal.. Sentarse sin ayuda.. Ponerse en pie con ayuda.. Atrapar objetos con pinza digital.. Reptación.. Gateo.. Ponerse en pie solo.. Caminar sujeto por las manos.. Caminar sujeto por una mano. Segundo año. Caminar sin ayuda

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. Garabatear con un lápiz.

. Subir escaleras con ayuda.

. Dificultad para girar o pararse bruscamente.

. Descender escaleras con ayuda.

. Lanzamientos con los pies fijos.

. Subir y bajar escaleras sin ayuda.

. Correr y dar un puntapié a un balón sin perder el equilibrio.

. Trazar rayas verticales.

Tercer año. Saltar desde una altura de 30 cm con un pie después de otro.. Saltar con los pies juntos.. Mantener el equilibrio sobre un pie algunos segundos.. Caminar de puntillas.. Atrapar un balón con los brazos extendidos.

Cuarto año. Saltar desde cierta altura con los pies juntos.. Reproducir un círculo.. Saltar a la pata coja (una o dos veces).. Vestirse y desvestirse con ayuda.. Saltar por encima de una cuerda situada entre 20 y 30 cm del suelo.. Caminar hacia atrás o de lado.. Saltar a la pata coja (más de dos veces).. Lanzar un balón a más de dos metros.

Quinto año. Vestirse y desvestirse sin ayuda.. Abrochar y desabrochar.. Bajar escaleras alternando los pies.. Atrapar un balón se dimensiones más reducidas y con los brazos flexionados.. Reproducir figuras geométricas simples.. Lanzar un balón con mayor fuerza y precisión.

Sexto año. Saltar sobre los dos pies.. Atrapar un bañón al rebote ajustando la postura.. Equilibrio de puntillas (algunos segundos).. Correr unos 30 metros en 10 segundos.. Atrapar un balón con los codos pegados al tronco.

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DESARROLLO DEL LENGUAJE

En este apartado nos centraremos en el estudio del desarrollo del lenguaje, pero no quisiera dejar de matizar una vez más que, aunque debido a aspectos meramente didácticos separemos la exposición del desarrollo evolutivo del niño en varias áreas, a la hora de intervenir con cualquier niño, habrá que tener SIEMPRE en cuenta el aspecto GLOBAL del desarrollo del niño.

La comunicación y el lenguaje no deben entenderse como sinónimos, ya que la comunicación se puede considerar como un término más general que englobaría al del lenguaje, aunque éste puede ser considerado como la forma más importante de comunicación. Así, la comunicación humana no sólo comprende la lengua hablada y escrita, como hay que tener en cuenta otros códigos de comunicación, como por ejemplo el gestual, entre otros.

La comunicación puede utilizar cualquiera de nuestros sentidos, resultando así evidente nuestro potencial comunicativo a través de gestos, expresiones faciales, corporales,... Tampoco podemos olvidar otras dimensiones comunicativas como la táctil, olfativa y gustativa, tan importantes en atención Temprana, pero de modo general podemos concluir que el principal medio de comunicación es el verbal-auditivo.

Una vez hechas estas breves matizaciones, nos adentraremos en lo que es el desarrollo evolutivo de un niño a nivel del lenguaje esencialmente oral, teniendo en cuenta que, aunque a la hora de estudiarlo daremos unas edades concretas de desarrollo, y conociendo que pueden existir muchas variaciones dentro de estas pautas de desarrollo normal, cuando trabajamos como terapeutas de Atención Temprana con cualquier niño, hay que considerar cada niño como UNICO.

El proceso de adquisición del lenguaje en el niño sólo puede separarse en etapas claramente diferenciadas a efectos metodológicos, ya que es un proceso escalonado, existiendo, sin embargo, una gran regularidad en las etapas generales de aparición del lenguaje entre distintos niños y, a grandes rasgos, entre diferentes ambientes lingüísticos. Estas etapas están concentradas en un período en el que parece haber condiciones psicofisiológicas especialmente favorables, unas relacionadas con la maduración neurológica, otras dependientes de la autonomía motora conseguida por el niño en estas edades. El estado de madurez se puede definir como el estado a partir del cual se puede iniciar el desarrollo de una función o el aprendizaje de una destreza. Resulta de la acción de tres factores básicos: . La maduración neurobiológica de los “centros nerviosos” que intervienen en su control y estructuración. Esa maduración tiene un ritmo predeterminado, al que algunos autores llaman “reloj biológico”.

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. La estimulación exterior, cuyo papel es muy complejo y que se puede dividir en dos aspectos: la aportación de informaciones y la estimulación sensomotriz, indispensable a la misma evolución neurobiológica del cerebro. Como dice Chtchilovonov (citado por Ajuriaguerra): “ Si no hay estimulaciones exteriores o si éstas son insuficientes, la organización de la actividad de la corteza cerebral se para o se hace incorrecta, incluso si la corteza, por su construcción anatómica, ya está lista para funcionar.” . Las experiencias realizadas por el niño, en las que se efectúa la síntesis de los dos factores anteriores. Se observa, en efecto, niños con una maduración aparentemente normal, que viven en un ambiente normalmente estimulador y que, sin embargo, son inmaduros por falta de experiencias, carencia provocada bien por su propia inhibición o por restricciones del medio ambiente ( represivo o sobreprotector). En general existe un cierto sincronismo evolutivo entre la motivación afectiva y el grado de madurez, lo que hace que un niño normal empiece a interesarse o a intentar dominar una determinada actuación sólo cuando ha alcanzado un nivel mínimo de madurez. El “forzar” a un niño (el adelantar, pues, la realización a la madurez) resulta, en el mejor de los casos, inútil y a veces incluso puede ser perjudicial, una de las razones por la que se ha desechado el nombre de “estimulación precoz” por el de “atención temprana”.

El ritmo de madurez es muy variable según los niños, primero, por las diferencias básicas de ritmos de maduración y, segundo, por las implicaciones del entorno exterior. Se puede considerar a la maduración que incluye el crecimiento y el desarrollo de conductas tales como el lenguaje, como el paso por continuos desequilibrios que conducen a reorganizaciones continuas, hasta que se alcanza una estabilidad relativa.

Un primer momento en el desarrollo del lenguaje lo constituye el inicio de las primeras formas de comunicación no verbal del niño con los adultos; posteriormente entramos en el período prelinguístico para completar el proceso con la fase propiamente lingüística. Quisiera hacer aquí una breve referencia a un período que se puede llamar gestacional, en el que, a partir del 5° mes de gestación, el niño ya puede percibir la voz de la madre y los sonidos del exterior (hecho importante a la hora de intervención prenatal). Asimismo, la madre alimenta y transmite sus sentimientos al feto, ejerciendo como nexo de unión entre el futuro niño y el mundo que le rodea.

En la primera etapa desde su nacimiento, en la que el bebé inicia su comunicación con el adulto, hay que considerar el desarrollo del lenguaje ligado al proceso de socialización ( y una vez más vemos como las diferentes áreas de desarrollo se entremezclan unas con otras). No podemos olvidar que el lenguaje es un instrumento desarrollado por la especie humana para garantizar intercambios de naturaleza social. Mucho antes de que empiece a emitir los primeros vocablos significativos, el niño es capaz de comunicar con el adulto a través de gestos, expresiones faciales, sonrisas,... Progresivamente, el bebe va respondiendo al habla de los adultos de manera más definida: vuelve la cabeza cuando oye hablar y sus ojos parecen buscar a la persona que habla. La contribución al desarrollo de la figura de apego es fundamental en esta etapa, no sólo para la comunicación, sino también para el desarrollo cognitivo del niño. El bebé, desde bien temprano es capaz de reaccionar específicamente ante la voz humana, pudiendo mantener contacto cara-a-cara, sostener o evitar la mirada,...

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A través de estas manifestaciones inicia una comunicación afectiva con el adulto, base o prerrequisito imprescindible para el posterior desarrollo del lenguaje vocal. La etapa llamada prelingüística podemos considerar que se inicia con el llanto del niño, un acto reflejo más que un acto de comunicación, a través del cual el bebe hace el primer uso de su aparato fonador. Wolff(1987) ha distinguido en los niños pequeños cuatro tipos de llanto: - Llanto básico: regular, rítmico, generalmente asociado con el hambre. - Llanto de cólera. - Llanto de dolor. -Llanto de atención: aparece a partir de la tercera semana. En las madres se han observado alteraciones en el ritmo cardíaco y conductancia de la piel en respuesta al llanto de los hijos, y se ha observado que el llanto de dolor produce respuestas más inmediatas en los adultos que el llanto de hambre. En Atención Temprana hay que tener en cuenta que en determinadas ocasiones puede existir un tipo de lloro alterado: así será débil por ejemplo en los niños con síndrome Down, o estridente cuando los niños están irritables, asimismo podemos considerar lloros de tipo quejumbroso, constantes o incluso espasmos de sollozo. El lloro adecuado sería así un lloro con fuerza y con buena coordinación de la respiración.

Normalmente, en las primeras doce semanas de vida, el niño empieza a emitir las vocalizaciones iniciales y responde a los gestos y palabras de los adultos con sonrisas, siendo en un principio estas sonrisas de tipo reflejo y apareciendo la llamada “sonrisa social” alrededor del 2° mes; posteriormente será una sonrisa instrumental y, asimismo, antes de los 4-6 meses pueden darse las carcajadas. Ya al final del segundo mes el niño es capaz de emitir vocalizaciones más específicas, de las que saldrán posteriormente los fonemas. Parece ser que el propósito de estas primeras emisiones vocálicas es explorar las posibilidades del mecanismo bucal, aprender a controlar el mecanismo de producción en una transición gradual que va desde el sonido al balbuceo y de éste a una aproximación a la palabra. En la realización de estas conductas vocalizadoras el niño encuentra un gran placer. Es interesante resaltar la aparición de estas conductas vocalizadoras con la primera sonrisa: el bebe está así construyendo la base de la pragmática del lenguaje, del uso del lenguaje como vehículo de comunicación afectiva.

La gama de vocalizaciones del niño en los seis primeros meses de edad no tiene aun una articulación precisa, pero, debido a esta característica, puede permitir al niño aprender otras lenguas, por lo que en esta etapa no parece que la lengua materna ejerza una especial influencia.

Hacia los tres - seis meses de edad comienza una fase en el desarrollo del lenguaje en la que el bebe empieza a emitir sonidos vocálicos y consonánticos más diferenciados, constituyendo sílabas, lo que se conoce como etapa del balbuceo. Al mismo tiempo la entonación, las inflexiones de voz, el ritmo,... empiezan a tomar la forma de una lengua concreta.

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El orden de adquisición de los fonemas en esta etapa está en función de su dificultad desde el punto de vista sensoriomotor, y también de la distribución de los fonemas en la lengua según su frecuencia de aparición y su capacidad de proporcionar información. El balbuceo se considera que es preprogramado y universal. Así, alrededor de los 5 meses aparecen las sílabas consonante-vocal :”ta”; las reduplicaciones aparecen alrededor de los 5-8 meses: “papapa”. Habrá que observar su frecuencia, en qué situaciones se dan, la potencia de las emisiones (lo que nos indica una maduración del aparato fonador), las emisiones de feed-back y la prosodia o entonación (a los 7-8 meses).

No quisiera dejar de resaltar la importancia de la adaptación del lenguaje adulto al del niño, lo que se conoce como “baby-talk”, a partir de los trabajos de Ferguson (1964). El baby-talk es el sub-código lingüístico que emplean los adultos y los niños mayores de 5-6 años cuando se comunican con niños pequeños. Las características del baby-talk , que derivan todas de la intención de mejorar y controlar la eficacia de la comprensión de los mensajes por parte del niño son las siguientes: - Se habla más despacio, con más pautas y pautas más largas. - Se sube el tono de voz - Se cuida más la pronunciación. - La entonación es más expresiva. - Los enunciados son más cortos. - Es redundante (se repite con frecuencia parte o la totalidad de los enunciados) - Se emplea un número más limitado de palabras, usando a menudo diminutivos. - El adulto hace constantes referencias al contexto. - Se utilizan más gestos y mímica. Esta adaptación del lenguaje se inscribe dentro de un mecanismo de interacción comunicativa, siendo un modelo de enseñanza inconsciente con elementos de un proceso educativo implícito, a través del cual el adulto manifiesta su deseo de proporcionar al niño instrumentos expresivos cada vez más elaborados. Vemos así la importancia para la adquisición del lenguaje en el niño de una serie de factores externos como: . La calidad relacional de la comunicación en un entorno que debe ser disponible, motivador y con frecuencia lúdico ( la importancia del juego en el desarrollo del niño). . Adaptabilidad del lenguaje adulto, tanto en el “feed-back” (retroalimentación) como en el “baby-talk”, a las peculiaridades y ritmo evolutivo del niño, proporcionándole modelos abundantes, variados y adecuados. . Estimulación de los juegos imitativos, inmediatos (canciones, nanas, juegos verbales,...) y diferidos (hacer como si,...).

Para llegar así a la adquisición del lenguaje han de darse una serie de capacidades previas: - Desarrollo de la percepción auditiva (atención y respuesta al sonido, localización del sonido, discriminación del sonido). - Desarrollo de la percepción táctil, olfativa y gustativa. - Desarrollo de la percepción visual (atención visual, contacto cara a cara, fijación y seguimiento de personas y objetos). - Desarrollo de la imitación. - Desarrollo de la succión, masticación, deglución y respiración.

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- Desarrollo de la socialización (atención, turnos). De la evolución de la observación del niño que habla, es mucho más importante saber escuchar y contestar adecuadamente al niño, que realizar muchos intentos de enseñarle contenidos desvinculados de sus intereses y capacidades. El lenguaje no es algo exterior que tengamos que “meter” en el niño, es una función que se asimila progresivamente de forma natural.

Esta etapa del balbuceo es importantísima, ya que el niño se va entrenando en la articulación del lenguaje para integrarse socialmente a la familia, para adaptarse al medio. Además, el balbuceo es fuente de placer ya que el bebe disfruta emitiendo y escuchando sus propios sonidos ( pensad en que pasará en estas edades a un niño sordo).

Alrededor de los 10-12 meses ( período lingüístico) surgen las primeras palabras; no son sin embargo palabras en sentido estricto. Estos breves enunciados de una sola palabra son interpretables dentro de un contexto situacional: son las llamadas holofrases (palabrafrase). Comienza así una nueva etapa, la fase holofrástica, en la que el niño comienza a imitar abundantemente las palabras oídas al adulto, aunque su riqueza de vocabulario es todavía muy restringida: alrededor de la primera mitad del segundo año el niño suele tener cerca de 10- 20 palabras en su vocabulario usual. Con estas holofrases el niño usa una palabra para referirse a unas serie de objetos y /o acontecimientos ( será una sola palabra, generalmente un sustantivo, con un contenido amplio (por ejemplo: pupa, agua,...). La comprensión del lenguaje del adulto progresa rápidamente durante esta fase.

Para que se de un desarrollo lingüístico adecuado debe darse de forma paralela: - Desarrollo de la memoria (inmediata y a largo plazo). - Desarrollo del léxico (con la adquisición de la conciencia de símbolo, ya que tiene que etiquetar y de la asociación significante-significado; asimismo en este período intercala palabras con el balbuceo, aumenta el tono, la acentuación y el ritmo, imita, aproximando sus vocalizaciones a las del adulto y emite onomatopeyas). - A nivel fonológico omite segmentos que le son problemáticos, como por ejemplo, “maposa” por “mariposa”, o simplifica, como por ejemplo “pecha” por “percha”. También se puede observar una reduplicación, reduciendo la segunda sílaba y simplificando, como “cacallo” por “caballo” pudiéndose también observar reducciones de los grupos consonánticos como “pobe” por “pobre”. - Utiliza el gesto como apoyo del lenguaje oral.

Es a partir de los 18 meses – 24 meses cuando el niño comienza espontáneamente a emitir frases de dos palabras que poseen una sintaxis propia: los enunciados se presentan en una especie de estilo telegráfico. Utiliza así las palabras que proporcionan más información, las que permiten la máxima comunicación con la máxima economía. A partir de los 24 meses en adelante introduce flexiones como: terminación del plural, terminación del gerundio, preposiciones más usuales, artículos indeterminados, artículos determinados, verbos auxiliares. Empieza a unir frases, primero con la conjunción, empleando posteriormente el “entonces”, “porque”, “pues”... Adquiere formas verbales progresivamente (imperativo e infinitivo; pasado y futuro, adquiriendo primero el futuro inmediato. Introduce asimismo en su lenguaje el orden, la interrogación (primero en frases

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afirmativas con diferente entonación y luego con indicadores interrogativos como por ejemplo : “ Que es esto”), también introduce la negación (primero con el adverbio “no” y más tarde con oraciones completas negativas).

Las palabras que implican relaciones y operaciones no aparecen todavía, ya que exigen un nivel de desarrollo cognitivo, un dominio de la función simbólica que el niño aun no posee. El contexto situacional suple generalmente la ambigüedad de estas frases, permitiendo una comunicación real entre el niño y su medio. El adulto no tiene dificultad para comprenderlo, una vez que el niño utiliza mucho los gestos en su intento de comunicación. Es una fase de explosión lingüística: cada día incorpora a su vocabulario términos nuevos, en ese interés cada vez más manifiesto por la comunicación y el lenguaje.

El niño de 24 a 30 meses puede comprender todo lo que se le dice y comienza a preguntar por el nombre de las cosas .

A los 3 años el niño mantiene aún el estilo telegráfico, pero construye ya enunciados de más de dos palabras, con la gramática característica del baby-talk, pero comprensible para el adulto. Esta brusca explosión de la producción lingüística del niño parece coincidir con una etapa de maduración neurológica. La maduración neurológica es así importante, constituyendo un prerrequisito y factor esencial en el desarrollo del lenguaje, aunque no sea su causa específica. La cultura, la inserción en un grupo social, el contexto ambiental, son a partir de estos momentos determinantes de la conducta lingüística del niño. Por ello, pese a haber un grado notable de regularidad en la aparición y desarrollo del lenguaje en el niño, dada su dependencia inicial del reloj madurativo, existen, sin embargo, diferencias individuales en la fecha de aparición y trascurso de las etapas anteriores, que pueden ser explicadas, bien por leves retrasos madurativos, bien por la influencia ambiental, bien por la interacción entre ambos. El ambiente, a partir de estas edades, va a ejercer cada vez en mayor medida, una influencia decisiva en la adquisición de los posteriores niveles de competencia lingüística.

Así, a partir de los 3 años, el niño aumenta la toma de conciencia del lenguaje y adquiere un lenguaje más maduro ( aprende a dialogar: reglas del discurso), toma gran conciencia de la palabra y del lenguaje, para lo que tienen gran influencia sus conocimientos (el niño habla lo que comprende). En general, se consideran los años comprendidos entre 2 y 4 como la época en la que el niño adquiere progresivamente el sistema fonológico del idioma español. Sin embargo, el ritmo de adquisición suele ser bastante variable y se considera normal encontrar dificultades para las sílabas complejas (pla, ter, fri, gru,...) hasta los 5 años, y para la pronunciación correcta de la /r/ hasta los 6 años. El orden habitualmente observado en los niños, con posibles y múltiples variaciones individuales, es el siguiente: - Grupo inicial: p, b, m, t sólo sílabas directas. - Primer grupo de diferenciación: l, n, ñ, d, j, g y se añaden sílabas inversas y mixtas, con n y m. - Segundo grupo de diferenciación: s, f, ch, ll. - Tercer grupo de diferenciación: z y se añaden sílabas inversas y mixtas con s y sinfones con l. - Cuarto grupo de diferenciación: r y rr y se añaden sílabas inversas y mixtas con l.

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- Quinto grupo de diferenciación: se añaden sinfones con r, combinaciones de 3 consonantes.

En general, hacia los 4 años el lenguaje del niño está bien establecido, aunque todavía muestra desviaciones de la norma del lenguaje adulto.

De los 3 a los 7 años el niño debe completar su morfosintaxis con los siguientes elementos morfosintácticos: - Oraciones interrogativas. - Oraciones negativas (el niño las domina bien a partir de los 5 años). - Orden de los elementos de la oración. - Demostrativos (“este”, “ese”, “aquel”). - Posesivos ( “mío”, “tuyo”, “suyo” hacia los 2 años y medio; “su”, “sus”, sobre los 6 años). - Pronombres personales (antes de los tres años, “yo”,”tu”. A partir de los 3 años “el”, “ella”,”ellos”, “la” ,”le”. El pronombre “les” es más frecuente a partir de los 6 años. - Pronombres interrogativos (antes de los 3 años tenemos “que y “quien”. A partir de los 3 años se introduce el “donde”). - Tiempos verbales. - Oraciones compuestas. - Comparaciones (aparecen sobre los 3 años). - Preposiciones. -Oraciones pasivas (presentan dificultad tanto a nivel de comprensión como de expresión, y no suelen dominarlas hasta los 7 años).

El niño debe ir utilizando todas estas adquisiciones para comunicarse con los demás, por lo tanto debe ir participando en diversas situaciones de comunicación como: juegos de interacción, conversaciones, etc.,y debe ir al mismo tiempo interpretando los diferentes mensajes que se le dan y, así, progresivamente, ir adecuando su comportamiento a los mismos.

Rondal (1979) ha publicado este cuadro indicativo del desarrollo de la comprensión semántica del niño, aunque añade que, aunque sea difícil evaluar el número de palabras diferentes que los niños pueden producir, se estima que el vocabulario de producción representa la mitad aproximadamente del vocabulario de comprensión.

Edad N° de palabras Crecimiento10 meses12 meses15 meses19 meses21 meses 2 años 2 años y medio 3 años 3 años y medio

1319221182724468961222

216396154174450326

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4 años 4 años y medio 5 años 5 años y medio 6 años

15401870207222862562

318330202217273

En líneas generales, el desarrollo del lenguaje en el niño a lo largo de su evolución puede quedar esquematizado como sigue: 1 mes: presta atención y reacciona a los sonidos; gritos indiferenciados semánticamente. 2 meses: presta especial atención a la voz y a los ruidos familiares. Los ruidos y llantos que produce empiezan a diferenciarse según la causa que los provoca. 3 meses: empieza el balbuceo, en general acompañando la actividad motora en reacción circular. 4 meses: imitación de movimientos en presencia del estímulo. 6 meses: los niños empiezan a prestar una atención creciente a los sonidos que se hablan a su alrededor, sonidos que ya son imitados, aunque de manera imperfecta (fase a la que algunos autores llaman laleo). En este momento los niños sordos experimentan un decrecimiento importantísimo de su balbuceo, mostrando así que estas vocalizaciones dejan de ser algo exclusivamente biológico para cumplir un papel de regulación social 7 meses: comprensión global de ciertos tonos e inflexiones de la voz del adulto; emite sonidos muy diversos, inicia el balbuceo reduplicativo. Reconoce a los adultos familiares y tiene miedo de los extraños. 9 meses: Aparecen las primeras vocales claramente pronunciadas (/a/ y /e/). 10 meses: responde a su nombre y a algunas consignas sencillas muy expresivas: “no”, “ven”. Vocaliza de una forma más articulada e imita la melodía de las emisiones adultas, por lo que algunos autores la llaman fase ecolálica. 12 meses: entiende algunas órdenes en situaciones concretas; imita o intenta imitar ciertas palabras y ya dice de dos a tres “palabras” diferenciadas: “mama” para llamarla o pedir algo, “agua”, para pedir agua,...; vocalizaciones muy abundantes (jerga).Es normal la pronunciación correcta de las primeras consonantes (/p/,/t/ y /m/). 18 meses: comprensión mucho más extensa, siempre en situaciones concretas: puede enseñar a petición del adulto distintas partes del cuerpo, varios objetos familiares e incluso obedece órdenes algo más complejas como “abre la boca”, “pon la pelota en la mesa”. Empieza a pedir señalando y /o nombrando los objetos. Manifiesta mucho más interés por el lenguaje. Según Gessell, hasta puede disponer de un vocabulario expresivo de diez palabras inteligibles. De 12 a 24 meses: frases holofrásicas: una sola palabra, generalmente un sustantivo, con un contenido amplio. Durante el segundo año los niños van incorporando el aprendizaje de la entonación, ejercitándose durante un cierto tiempo en la utilización de expresiones que, aunque son sonidos sin significado, presentan inflexiones y ritmos (la llamada jerga expresiva). 24 meses: comprensión muy estable; la jerga, abundante hasta ahora, suele desaparecer progresivamente. Dispone de varias decenas de palabras y empieza a emplear dos o tres de ellas juntas. Predominan los nombres de cosas y personas (aunque con un contenido no

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necesariamente limitado a la denominación). Por ejemplo: “papa malo”, “mamá fuera”. Ya se pronuncian correctamente todas las vocales y un gran número de consonantes, al igual que algunos diptongos, si bien el dominio completo del sistema fonológico puede demorarse hasta los cinco años de vida. Empieza a utilizar ciertos pronombres personales sobre los 30 meses (mío, tú, yo,...) aunque con una fuerte interpretación egocéntrica, y aparece el artículo indefinido y las primeras preposiciones: “a”, “en”, “para”, “de”. Hacia el final del segundo año de vida (20-24 meses) aparecen también las primeras flexiones en forma de plural (-s y de género -a,-o). Igualmente se inicia el uso de los artículos, los demostrativos, los posesivos y los pronombres personales, pero con frecuentes confusiones al principio. Las formas verbales que emplean los niños de esta edad acostumbran a ser el infinitivo y el presente, no apareciendo el pasado y el futuro hasta después de los dos años. De cualquier forma, debemos señalar que la aparición de estas formas lingüísticas en el habla infantil no implica su adquisición. De hecho, desde la aparición de una determinada flexión o palabra-función hasta su adquisición plena trascurre bastante tiempo. 36 meses: crecimiento muy abundante del vocabulario: aprende palabras nuevas cada día; utiliza abundantemente el lenguaje, tanto cuando está solo como para comunicarse con los adultos. El control del plural-singular y de los tiempos verbales se hace más flexible. Aparecen nuevas preposiciones como: “por”, “con”,... y pronombres: “él”,”ella”,”ellos”,”ellas”, “nosotros” y se dan las primeras coordinaciones entre enunciados simples”y”,”o”. 48 meses: Sigue el crecimiento del vocabulario; es la edad caracterizada por las preguntas; le gusta jugar con el lenguaje. De los 36 a los 48 meses llega a formar frases correctas de seis a ocho palabras, aunque la media general sea de cuatro a cinco; gran número de adjetivos y adverbios, sobre todo de lugar. Uso frecuentemente incorrecto del subjuntivo. Añade formas de futuro para los verbos y distingue mejor el uso de los distintos tiempos del pasado. 54 meses: usa adverbios de tiempo (“hoy”,”ayer”,”luego”). Empieza a construir proposiciones subordinadas de causa y consecuencia. 60 meses: Empleo generalmente correcto de las conjunciones, pronombres posesivos y tiempos verbales principales, incluyendo el condicional.

Sin embargo, hay que tener en cuenta, que aunque hemos descrito el desarrollo evolutivo del niño en el área del lenguaje y hemos dado una serie de fechas de desarrollo aproximadas, se encuentran muy a menudo niños que se salen de estos cuadros estándar por diferentes razones, ya sea del propio niño o de su ambiente social, sin que por ello podamos afirmar que presentan características patológicas. Una vez más haré hincapié en que son edades aproximadas para facilitar su aprendizaje y que a la hora de trabajar con un niño hay que tener en cuenta al sujeto como UNICO dentro de una cierta variabilidad dentro de unas pautas de desarrollo consideradas “normales”.

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DESARROLLO COGNITIVO

Cognitivismo es una palabra que deriva del latín cognoscere que significa conocer. El desarrollo cognitivo, pues, debe ser entendido como la evolución del conocimiento de los individuos, en su sentido más amplio.

Los principios psicológicos esenciales para la construcción progresiva del conocimiento humano son: - La percepción que es el elemento básico para cualquier procesamiento de la información. El cerebro infantil desde los primeros días de vida, selecciona de entre toda la información que recibe la que es más adecuada para elaborar nuevos conocimientos. - La memoria como elemento clave para almacenar y recuperar informaciones. - La motivación, principalmente la motivación intrínseca o interna, mediante la cual el niño intenta superar las dificultades con las que se encuentra, por lo que las expectativas de éxito o fracaso juegan un papel decisivo en el desarrollo del proceso cognitivo. - La atención, tan importante a la hora de estudiar el desarrollo cognitivo, ya que es un proceso fundamental para la adquisición de conocimientos. - Las representaciones mentales, que desde las primeras etapas de la vida el niño utiliza para representar el mundo y comprenderlo.

En un primer momento vamos a estudiar la percepción en los niños. Sabemos actualmente que con muy pocos meses (antes de los cuatro o seis meses después del nacimiento) el mundo perceptivo de los bebés ha alcanzado niveles de funcionamiento semejantes en muchos aspectos a los del adulto. Al analizar el desarrollo de la percepción visual, podemos observar que el sentido de la vista es funcional en el momento del nacimiento. La córnea, la pupila, el cristalino, la retina, el nervio óptico y las zonas del cerebro encargadas de la visión entran en acción ante la estimulación visual y permiten al niño ver. Así, el niño recién nacido mira a un objeto que se sitúa ante sus ojos (por ejemplo, la palma de la mano cuyos dedos se abren y se cierran consecutivamente) y sigue a ese objeto si se desplaza lentamente ante él (por ejemplo, si la mano va poco a poco desplazándose de derecha a izquierda del campo visual del niño), aunque en el recién nacido el movimiento de los ojos no es suave y continuado, sino a base de sacudidas breves; el movimiento suave y continuado no hará su aparición de manera consistente hasta los dos meses de edad. Por otro lado, la agudeza visual del recién nacido es relativamente pobre, igual que la capacidad de acomodación del cristalino, que alcanza cerca de los cuatro- seis meses valores muy semejantes a los del adulto. Otro dato importante es la capacidad que los niños de uno o dos meses de edad tienen de hacer pequeñas exploraciones visuales, sin embargo mientras que con un mes de edad el niño dedica más atención a las partes externas por ejemplo del rostro humano, el niño de dos meses explora más el interior de la cara que su contorno. Además, los niños pequeños tienen preferencias visuales: hay características de los estímulos que les resultan más atractivas que otras, como sea su preferencia por los estímulos más brillantes, con movimiento, los que producen sonidos, con color, que tengan una cierta discrepancia (que no sean demasiado simples) siendo estas preferencias innatas (dato importante a la hora de intervenir en Atención Temprana).

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En cuanto a la percepción auditiva, sabemos que los niños responden a los sonidos incluso desde antes de nacer, moviéndose en el interior de la madre cuando perciben sonidos de elevada intensidad. Podemos decir así que los niños recién nacidos oyen normalmente, aunque posteriormente afinen esta capacidad. También hay que tener en cuenta que son sensibles a la intensidad de los sonidos, reaccionando de manera diferente ante sonidos de diferente intensidad. También hay que señalar, que las diferencias entre bebés, en cuanto a la percepción auditiva se refiere, son apreciables. Además, no sólo oyen, sino que son capaces de realizar conductas de localización auditiva, girando la cabeza y /o ojos en dirección a la fuente de sonido. Los bebes se sienten especialmente atraídos por sonidos que se sitúan en la frecuencia de la voz humana, demostrando los bebés capacidad de discriminar entre unas voces y otras, reconociendo por ejemplo las voces más familiares, sobre todo la de la madre.

En lo que se refiere a otras modalidades sensoriales, como el tacto o el olfato, se puede decir que son funcionales desde el momento del nacimiento, y se van afinando en el curso de las primeras semanas de vida. Por ejemplo, en cuanto a la sensibilidad al sabor, parece estar presente antes del nacimiento, pues tanto los bebes prematuros como los nacidos a término reaccionan positivamente ante los estímulos dulces y negativamente ante los salados y amargos. En relación a los sentidos cutáneos responsables de la sensibilidad al tacto, la presión, el dolor y la temperatura, parece que son funcionales desde el momento del nacimiento, aunque la sensibilidad cutánea se afina durante el trascurso de los primeros días y semanas que siguen al nacimiento.

Todas estas modalidades perceptivas (visión, audición,...) no funcionan aisladamente, sino que se coordinan entre sí, de manera que, por ejemplo, los niños recién nacidos giran su mirada en dirección a la fuente de un sonido o pueden realizar una rudimentaria conducta de alcanzar, consistente en dirigir la mirada y el brazo hacia un objeto externo.

Piaget sostenía que estas percepciones sensoriales estaban separadas al nacer, y que el niño a través de la experiencia iba progresivamente interrelacionándolas; sin embargo, investigadores como Bower (1974), piensan que los sentidos se encuentran relacionados desde el nacimiento y que es a través de la experiencia como el niño los va distinguiendo.

Para estudiar el desarrollo cognitivo tendremos que adentrarnos en las teorías de Piaget y otros autores, y familiarizarnos con su terminología. Piaget concebía que la esencia de la inteligencia no estaba en las respuestas individuales aprendidas o en recuerdos aislados, sino en la organización subyacente. Para Piaget, a diferencia de la generalidad de los animales, cuyas conductas obedecen casi siempre a patrones instintivos de estructura invariable hereditariamente programada y compartida por todos los individuos de la especie, la conducta típicamente humana se organiza, en esquemas de acción o de representación adquiridos, elaborados por el sujeto a partir de su experiencia individual, que pueden coordinarse variablemente en función de una meta intencional y formar estructuras de conocimiento de diferente nivel. La función que integra esas estructuras y su cambio es la inteligencia.

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Para Piaget, la inteligencia, independientemente de su contenido y nivel de desarrollo, se define por dos aspectos interdependientes: organización y adaptación. Ambos están presentes en cualquier forma de inteligencia, por lo que se les conoce como invariantes funcionales. En cada momento particular del desarrollo, el proceso adaptativo da lugar a una forma determinada de organización del conocimiento cuyas características son variables en relación con otros momentos evolutivos; esta forma concreta de organización del conocimiento, resultante de la interacción entre las invariantes funcionales, es la estructura intelectual. La adaptación por otra parte se realiza mediante los procesos de asimilación y acomodación, que tienden a equilibrarse. La asimilación supone la incorporación de la experiencia nueva a esquemas de acción o de conocimientos previos; permite reconocer o identificar los objetos o sucesos nuevos aplicándoles los esquemas preexistentes. Así, por ejemplo el bebé succiona su pulgar asimilándole a los objetos previamente y habitualmente succionados (pezón, tetina del biberón, chupete,...) y cuando el niño se enfrenta a una experiencia no asimilable, realiza un esfuerzo para modificar sus esquemas o adquirir otros nuevos que le permitan asimilar adecuadamente realidades nuevas o más complejas; ese esfuerzo es la acomodación, gracias a la cual es posible de nuevo la asimilación. La interacción entre organización y adaptación genera el dinamismo del desarrollo intelectual, que se concreta en el enriquecimiento constante de las estructuras cognitivas. Es en este nivel de asimilación y acomodación donde los niños deficientes mentales presentan mayores dificultades.

Si bien el desarrollo intelectual es un proceso continuo, Piaget describe una secuencia de estadios:

1. Estadio sensoriomotor: de los 0 a los 2 años La inteligencia del niño es esencialmente práctica, ligada a lo sensorial y a la acción motora. Los logros más destacados son el establecimiento de la conducta intencional, la construcción del concepto de objeto permanente y de las primeras representaciones y el acceso a la función simbólica. 2. Estadio preoperatorio: de los 2 a los 7 años. Se caracteriza por el progresivo desarrollo de los procesos de simbolización, aún no integrados en estructuras lógicas. Ciertas limitaciones son típicas de este estadio como: el egocentrismo cognitivo, la ausencia de reversibilidad, la insensibilidad a la contradicción y el pensamiento todavía exclusivamente ligado a los indicios perceptivos y razonamiento intuitivo. a. Estadio simbólico (de los 2 a los 4 años) b. Estadio intuitivo (de los 4 a los 6 años) 3. Estadio de las operaciones concretas: de los 7 a los 11 años. Lo caracterizan la superación del egocentrismo, la aparición de la lógica y la reversibilidad. Las operaciones de lógica concreta son posibles en situaciones particulares. 4. Estadio de las operaciones formales (a partir de la adolescencia) Lo define la aparición de la lógica formal, la capacidad para operar lógicamente con entidades lingüísticas. Se accede al mundo de lo posible y el pensamiento es capaz de las operaciones deductivas y del análisis teórico.

Vamos a ver de forma más detallada qué pasa en cada momento y cómo el niño va evolucionando de un período a otro desde que nace hasta los 6- 7 años, etapa que engloba la

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AtenciónTemprana.

1. ESTADIO 1: SENSORIOMOTOR

En el estadio sensoriomotor el bebe se relaciona con el mundo a través de los sentidos y de la acción, estableciendo, poco a poco, relaciones entre objetos y actos, distinguiendo entre medios y fines, desarrollando la intencionalidad. Las unidades básicas del comportamiento del niño son los esquemas, que son pautas de comportamiento repetibles, generalizables y perfeccionables. Los esquemas presentan además una organización cuyo proceso más representativo, en lo que se refiere a esquemas sensorio motores, es la reacción circular, que es un segmento de conducta que el bebé asocia a una consecuencia que intenta reproducir repitiendo dicha conducta. El resultado de este ejercicio es el fortalecimiento del esquema motor, que tenderá a conservarse y a perfeccionarse. El ejercicio repetitivo es la condición necesaria para el dominio y la consolidación de los esquemas. Se pueden describir tres tipos de reacción circular según Piaget: - reacción circular primaria: son esquemas simples, descubiertos fortuitamente por el bebé y circunscritos a su propio cuerpo (chuparse la mano, por ejemplo), experimentando cierto placer funcional en su repetición. Si el esquema motor se consolida se instaura un hábito, que es la estructura más elemental de la acción motora (subestadio 2). - reacciones circulares secundarias: son coordinaciones de esquemas simples cuyas consecuencias son inicialmente causales. A diferencia de la primera, los efectos asociados a la conducta ya no ocurren en el propio cuerpo, sino en el entorno físico y social. Piaget se refiere a las conductas del bebé en estos casos como procedimientos para prolongar “espectáculos interesantes”. Si bien no se puede reconocer intencionalidad, si existe ya una preintencionalidad, la estructura es más organizada, pero carece de variabilidad, de movilidad (subestadio3). - reacciones circulares terciarias; resultan de coordinar flexiblemente esquemas secundarios, experimentando nuevos medios conducentes a un efecto buscado. Las reacciones circulares secundarias sirven para ver “qué pasa” con las propiedades y relaciones de los objetos, son las estructuras más complejas del estadio sensoriomotor e implican la comprensión de las relaciones de causalidad y la conducta plenamente intencional (subestadio 5).

Piaget describe aquí seis subestadios: 1. Subestadio 1: 0-1 mes. El ejercicio de los reflejos innatos Durante este primer subestadio caracterizado por la repetición de los esquemas motores innatos, el proceso fundamental en la adaptación es la asimilación. 2. Subestadio 2: 1-4 meses. Las primeras adaptaciones adquiridas y la reacción circular primaria. El logro característico de este subestadio son los hábitos. Así, cuando algo de lo que el bebe hace de forma no intencional le resulta agradable o atractivo, intenta de nuevo conseguir el mismo efecto hasta lograrlo; después repetirá la acción una y otra vez. Son las llamadas reacciones circulares primarias. 3. Subestadio 3: 4-8 meses. La reacción circular secundaria. La reacción circular secundaria comparte con la primaria dos características: es una repetición tendente a prolongar o reproducir un efecto interesante y además tal efecto se ha obtenido casualmente, pero por otro lado se diferencia en que el esquema lo es ya de

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interacción con el medio y su los nuevos esquemas no son solo más ricos y variados, sino que también posibilitan una actividad más deliberada.( por ejemplo el niño patalea y consigue que un muñeco colgado sobre la cuna y al que el niño alcanza con el pie se mueva). Además, en el tercer subestadio la imitación de un modelo es deliberada y sistemática, tanto de sonidos como de movimientos, con dos restricciones: el niño sólo imita la conducta visible en su cuerpo y presente en su repertorio previo (hay que tener esto en cuenta a la hora de intervenir en atención temprana con niños en este período). Asimismo, en cuanto a sus esquemas de conocimiento, ya anticipa la trayectoria del objeto en movimiento y hay persistencia, aunque débil, en la búsqueda de un objeto desaparecido una vez desencadenado el esquema motor (por ejemplo, si se cae bajo la mesa algo que el niño tenía previamente en sus manos). Hay búsqueda del objeto sólo si está previamente oculto (sin embargo esto revela la ausencia de la conservación del objeto). 4. Subestadio 4: 8-12 meses. Coordinación de los esquemas secundarios aplicados a relaciones medios-fin. En este estadio se acentúa la atención del niño hacia lo que ocurre en su entorno (factor importante a la hora de intervenir) y aparece la intencionalidad y las primeras coordinaciones de tipo instrumental medios-fines (se coordinan en función de una meta no inmediata). A partir de ahora los esquemas sensoriomotores no tratarán de reproducir un efecto causado al azar, sino de disponer los medios adecuados para la consecución del objetivo propuesto. Pero los esquemas carecen todavía de la movilidad necesaria, y en consecuencia la conducta se repite tal como se aprendió, dando lugar al denominado “error del subestadio 4” (por ejemplo, si la pelota rodó en ocasiones anteriores bajo el sofá y el niño la encontró allí, aunque en la nueva ocasión acabe bajo la mesa, el niño irá a buscarla una vez más bajo el sofá). 5. Subestadio 5: 12-18 meses. Reacciones circulares terciarias. En este subestadio la búsqueda activa de una nueva relación entre medios y fines se inicia de modo intencional, pero se logra habitualmente de forma fortuita: cuando un esquema previo no resulta efectivo, el niño ensaya procedimientos aproximados hasta que el tanteo conduce a la respuesta correcta (por ejemplo: el niño que descubre el uso correcto del rastrillo como instrumento para aproximar objetos, juega acercándolos y alejándolos alternativamente). 6. Subestadio 6: 18-24 meses. Invención de nuevas combinaciones de esquemas a partir de sus representaciones. Al final del estadio sensoriomotor en niño dispone normalmente de experiencia suficiente como para conocer las propiedades de los objetos sin necesidad de actuar sobre ellos, según Piaget dispone de esquemas de acción interiorizados, o sea, de representaciones (el niño ya no necesita asegurase de que la pelota no está debajo del sofá cuando rodó en dirección a la mesa sino que la busca directamente debajo de la mesa). Se inicia la imitación diferida y el juego simbólico ( jugar “como si”, por ejemplo jugar con una caja de zapatos “como si” fuera un coche).

2. ESTADIO PREOPERATORIO

A partir de los 2 años en el niño se produce un gran desarrollo de la capacidad para pensar, apareciendo la función simbólica. El niño representa así mentalmente la realidad, por lo que su actuación puede ser más rápida y puede asimismo resolver los problemas más eficazmente así como compartir las experiencias con los demás. Sin embargo, el niño de 2 a

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6 años tiene todavía dificultades para entrar en el razonamiento y en la resolución puramente mental de los problemas, ya que le faltan las operaciones que le permitirán resolver de forma eficaz los problemas en el plano de lo representativo, por lo que se denomina periodo preoperatorio.

Hay una serie de rasgos que caracterizan el pensamiento preoperatorio y que lo diferencian tanto de la etapa anterior con su inteligencia sensoriomotora , como de la etapa posterior, con su pensamiento operatorio: - Ausencia de equilibrio: el pensamiento preoperatorio carece de un equilibrio entre asimilación y acomodación, siendo inestable y mutable, centrándose en los intereses del momento. - Experiencia mental: este pensamiento es una representación replicación paso a paso y fiel de las acciones concretas. Aunque representativo (a diferencia de la inteligencia sensoriomotora) es una manera de aprehender la realidad que tiende a estar más cerca de las acciones y de sus resultados que de construcciones más abstractas como las operaciones. - Centración: una de las características del pensamiento preoperatorio es la tendencia que tiende a centrarse en algunos aspectos de la situación, desechando otros y provocando así una deformación del juicio. - Irreversibilidad: es imposible para un niño de 4-5 años de imaginar, en una prueba de conservación, que el líquido contenido en un recipiente es el mismo que en otro de características diferentes. - Estatismo: el pensamiento preoperatorio tiene tendencia a fijarse en las características perceptivas, por lo que se centra más en el nivel del agua en diferentes recipientes, más que en el acto mismo de verter y en la relación entre ambos recipientes. - Egocentrismo: se refiere a la tendencia a tomar el propio punto de vista como único, desechando el de los otros, y una tendencia a la confusión del pensamiento propio con el de los demás y con las cosas. Esta característica general del pensamiento infantil, con dificultad para diferenciar con claridad el propio yo del mundo exterior, puede manifestarse bajo diferentes formas: * Fenomenismo: Tendencia a establecer un lazo causal entre fenómenos que son vistos como próximos por los niños; por ejemplo, creer que las ganas de dormir bastan para que la noche llegue. * Finalismo: Cada cosa tiene una función y una finalidad que justifican su existencia y sus características; por ejemplo, pensar que las nubes se desplazan porque tienen que ir a llover a una región determinada. * Artificialismo: Las cosas son consideradas como producto de la fabricación y voluntad humanas; por ejemplo, que los lagos y los ríos han sido construidos por los hombres. * Animismo: Tendencia a percibir como vivientes cosas y fenómenos inertes; por ejemplo, que un reloj está vivo porque se mueve. Vemos así que el niño de 2 años es incapaz de ponerse en el punto de vista del otro, no puede situar su pensamiento como uno de entre otros posibles y además actúa como si el otro ya supiera todo lo que el sabe “las cosas son así porque lo pienso yo”. Por ello también tiene dificultad de pensar sobre su propio pensamiento, no siendo capaz de reflexionar. Este aspecto va evolucionando a lo largo de estos 2 a 6 años, y es aproximadamente hacia los 4 años, cuando empieza a flexibilizar su punto de vista, por lo que podemos observar como el

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niño es capaz de ir poco a poco poniéndose en el lugar del otro, por ejemplo cuando adapta su lenguaje para hablar con un niño más pequeño. Hay que tener en cuenta que sus emociones tiñen todavía su razón y encontramos la etapa de rabietas y cabezonerías. Principales avances en el desarrollo cognitivo durante la etapa de 0 a 6 años (Tomado de Palau, E. 2004).

Del nacimiento a los 12 meses

* Actividades reflejas. Primeras reacciones a señales.* Activación progresiva de los canales perceptivos.* Primeros esquemas sensomotores. Representación de acciones fortuitas.* Identificación sensorial de personas y objetos.* Ampliación y generalización de los esquenas sensomotores.* Aparición de los primeros esquemas representativos.* Descubrimiento progresivo de ciertos aspectos del mundo a través de la experiencia.* Descubrimiento de nuevas estrategias para la experimentación activa en el medio físico y social.* Juegos basados en la acción .

De los 12 meses a los 3 años

* Evolución de los esquemas representativos.* Evolución progresiva de la memoria. Capacidad para recordar personas y objetos no presentes.* Interiorización progresiva de los esquemas de acción y representativos.* Introducción al juego simbólico.* Pensamiento básicamente egocéntrico. Hacia el final de este período se apuntan algunas conductas que manifiestan un primer contacto con la lógica y la causalidad adultas.* Introducción a la lecto- escritura. Actividades sensoriales y estimuladoras.

De los 3 a los 6 años

* Continua la introducción a la lecto-escritura y se evidencia el papel estimulador del adulto y del contexto educativo.* Comprensión de nociones matemáticas simples (el conteo, la construcción del número, las relaciones binarias).

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* Primera toma de conciencia sobre sí mismo y sobre los demás.* Habilidades comunicativas desarrolladas: capacidad para hablar, comprender y expresarse.* El lenguaje empieza a ser visto como un instrumento del intelecto.* Interiorización progresiva del pensamiento simbólico.* Integración progresiva de las capacidades cognitivas básicas- percepción, atención, memoria comprensiva, autocontrol- a los esquemas de pensamiento.* Al final de este período, la lógica y causalidad del pensamiento infantil son básicamente iguales a las del pensamiento adulto.* Continua el juego simbólico pero aparece también el juego colectivo.* Capacidad para comprender y aplicar nociones matemáticas en operaciones simples ( como la adición y el conteo reversible).* Adquisición progresiva de la lecto-escritura.

DESARROLLO AFECTIVO Y SOCIAL

Cuando nace el niño está muy indefenso; su supervivencia depende de la ayuda que le preste el grupo social donde vive. Tiene a su vez una gran capacidad de aprendizaje, ya que posee grandes capacidades perceptivas y se siente atraído por los estímulos de origen social, manifestando así preferencia por la cara, la voz humana, la temperatura y tacto del cuerpo. Además, el bebé parece sentir una necesidad primaria de crear vínculos afectivos con los miembros de su propia especie. El niño, indefenso, bien dotado para el aprendizaje y preorientado socialmente, tiene además una serie de necesidades básicas que no puede resolver o satisfacer sin ayuda social como: - Protección de los peligros reales e imaginarios contra la vida y la salud. - Cuidados básicos como la alimentación, limpieza, temperatura adecuada. - Posibilidad de establecer vínculos afectivos estrechos con otros adultos. - Exploración del entorno físico y social. - Actividad lúdica con objetos y personas. Estas necesidades originales hacen que el niño esté “motivado”, biológica y socialmente, por incorporarse al grupo social. El grupo social donde nace el niño necesita también de la incorporación de éste para mantenerse y sobrevivir y, por ello, además de satisfacer sus necesidades, le transmite la cultura acumulada a lo largo de todo el curso del desarrollo de la especie.

El proceso de socialización es así una interacción entre el niño y su entorno, que depende de las características del propio niño y de la forma de actuar de los agentes sociales. Los procesos de socialización son fundamentalmente tres: - procesos mentales: adquisición de conocimientos.

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- Procesos afectivos: formación de vínculos. - Procesos conductuales: conformación social de la conducta. Los tres están íntimamente relacionados entre si, siendo esta distinción puramente didáctica.

Los vínculos afectivos que el niño establece con los padres, hermanos, amigos,...son una de las bases más sólidas de su desarrollo social. La empatía (experiencia vicaria del estado emocional del otro), el apego (vínculo afectivo con las personas que le cuidan) y la amistad, no sólo son una forma de unión al grupo, sino que mediatizan todo el desarrollo social.

Los procesos mentales de socialización son muy amplios y diversos: conocimiento de los valores, normas, costumbres, personas, instituciones, así como el aprendizaje del lenguaje y la adquisición de conocimientos transmitidos a través del sistema escolar y demás fuentes de información, siendo el proceso de socialización en gran medida, una transmisión de los conocimientos que la especie ha acumulado a través de los años. La socialización implica también la adquisición de conductas consideradas socialmente deseables, así como evitar aquellas que son juzgadas como antisociales. Para ello, no basta que el niño conozca lo que es adecuado o no, sino que es necesario que adquiera un determinado control de la conducta y se sienta motivado a actuar de forma adecuada. Las motivaciones que favorecen la conducta social pueden basarse en la moral (lo cual supone interiorización de normas), el razonamiento sobre la utilidad social de determinados comportamientos, el miedo al castigo, o el miedo a perder el amor o los favores que recibe de los demás. Este proceso se inicia con el nacimiento y, aunque sujeto a cambios, permanece a lo largo de todo el ciclo vital. Cada período de la vida exige adquisiciones sociales distintas, según la edad y las funciones que la persona tenga que desempeñar. Durante los dos primeros años de vida son especialmente importantes algunos procesos afectivos (como el apego) y el inicio de determinados procesos mentales (conocimiento social de las personas y de sí mismo, adquisición del lenguaje,...) y hábitos sociales (cierto grado de control de uno mimo,...). La adquisición de conocimientos sociales es uno de los aspectos fundamentales del desarrollo social, a la vez que precondición para que tengan lugar los procesos afectivos y las conductas sociales. Desde el momento del nacimiento el niño es capaz de percibir algunas expresiones emocionales de los demás tanto a través de la visión (en algunos niños de pocos días la observación por parte de un bebe de un rostro triste provoca una imitación expresiva de ese rostro) como de la audición ( por ejemplo un bebe llora más cuando oye llorar). Además, en los primeros días de vida aprenden algunas señales e indicios sociales (determinadas posturas que se repiten como la de amamantar, voces de personas más familiares que son reconocidas y seguidas de determinadas pautas de conducta,...).

El reconocimiento de algunas emociones e indicios sociales no significa que los niños reconozcan ya a las personas en cuanto tales, sino que se trata probablemente, en el caso de

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las emociones, de un mero contagio emocional, y, en el caso del aprendizaje de indicios sociales, del reconocimiento de determinadas asociaciones o contingencias. El reconocimiento de las personas en cuanto tales personas se da hacia los tres o cuatro meses, y a partir de ese momento los niños ponen de manifiesto numerosas conductas diferentes (lloro, sonrisa, contacto corporal, mirada,...) según la persona con quien interactúen, buscando más el contacto con las personas que conocen que con desconocidos. Discriminan entre las personas prefiriendo claramente a unas sobre otras, aunque no rechacen a los desconocidos. A lo largo del segundo trimestre de vida, antes de los seis meses, los niños reconocen perfectamente a determinadas personas, manifiestan clara preferencia por interactuar con ellas y recibir sus cuidados y reaccionan ante su ausencia de forma clara: cambios en la temperatura corporal y ritmo cardiaco, lloro, expresión de tristeza,... La observación de estas conductas llevó a decir a algunos autores que el niño experimentaba una angustia de separación cuando su madre no estaba con él . Cerca de los ocho meses se produce un cambio cualitativo en el conocimiento social de los conocidos y extraños. Los niños no sólo discriminan entre personas que les son familiares y los desconocidos, sino que adoptan una posición de cautela, recelo o miedo ante los desconocidos. Todo parece indicar que el reconocimiento de si mismo es posterior al reconocimiento de las otras personas. Hasta el último trimestre del primer año, los niños no parecen reconocerse. Antes de finales del primer año de vida, aunque los niños reconocen cosas que les pertenecen y elementos parciales de su cuerpo, reaccionan ante su imagen como si fuera la de otro. A finales del primer año los niños parecen reconocerse a si mismos diferenciándose de los demás, siempre que la imagen representada se corresponda con la que tienen en ese momento (sea su imagen actual). A partir de los 18-24 meses los niños reconocen ya su imagen con claridad independientemente de su carácter contingente o no, es en este período cuando empiezan a usar los pronombres personales (como vemos las diferentes áreas de desarrollo se entremezclan e interactúan, por lo que hay que considerar siempre al niño desde un aspecto global).

El conocimiento de las primeras diferencias entre el yo y los otros es posible que se adquiera de forma temprana en interacción con el reconocimiento y la discriminación entre diferentes personas. Las acciones del niño y sus consecuencias en el entorno, así como la interacción con sus cuidadores, ofrecen muchas posibilidades para que los niños aprendan que son distintos a los demás. Actúan, y desde muy pronto reconocen los efectos que siguen a sus acciones, entrando en el juego de interacción por turnos con quienes les cuidan ( hay que estar atentos en edades tempranas a niños con posible autismo o disfasia).

El desarrollo social implica también aprender a evitar las conductas consideradas socialmente indeseables, y la adquisición de determinadas habilidades sociales (aspecto muy importante en la intervención en atención temprana). Toda conducta social (comer, vestir, conversar, pedir perdón,...) está regulada socialmente, en el sentido de que el grupo social considera adecuadas determinadas formas de hacer, e impropias otras. El niño, por ello, tiene que aprender numerosas habilidades sociales que poco a poco le son exigidas ya desde los primeros años de vida y estas adquisiciones suponen el conocimiento de valores, normas y hábitos sociales, y el adecuado control de conducta para llevarlas a cabo. La

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educación de estos aspectos se inicia desde el nacimiento y su adquisición se inicia antes de los dos años; pero su verdadero desarrollo tiene lugar a partir de esta edad. Entre los aprendizajes que los niños inician antes de los dos años están: elección de ropas apropiadas a su sexo, colaboración al vestirse y desvestirse, control de esfínteres, manejo rudimentario de los cubiertos y otros hábitos de comida, comunicación por turnos, pedir cosas, escuchar, preguntar, intercambiar objetos,...

Durante los dos primeros años, desde el punto de vista de los valores y normas, los niños no conocen la norma social o no la comprenden, y por ello, durante este período, se dan numerosos conflictos, ante los que los niños reaccionan con frecuencia, con rabietas. Ante la aparente irracionalidad, (entendiéndose ésta como la expresión de un conflicto producido por los deseos del niño y las exigencias impuestas por los adultos, que el niño aun no puede comprender), los padres actúan a veces de forma incoherente, cometiendo, con frecuencia, el error de olvidar las demandas de los niños hasta que protestan rabiosamente durante largo tiempo. Hay que estar atentos a las demandas de los niños, responder contingentemente de forma favorable, si las consideramos adecuadas, y no aceptar las rabietas como forma habitual de hacer la demanda, cediendo a esta forma de petición, con lo que procederemos de la mejor forma para evitar que los niños adquieran el hábito de repetir incansablemente estas conductas alteradas. Uno de los aspectos cruciales del desarrollo social durante los dos primeros años de vida es el desarrollo afectivo. El apego y la amistad son los vínculos afectivos básicos, jugando el apego un papel fundamental en estos primeros años de vida. El apego es un vínculo afectivo que establece el niño con las personas que interactúan de forma privilegiada con él, estando caracterizado por determinadas conductas que intentan conseguir o mantener la proximidad con la persona a que está apegado y conductas de interacción privilegiada como por ejemplo, lloros, vocalizaciones, gestos, contacto íntimo (abrazos, contacto táctil), vigilancia y seguimiento perceptivo de las figuras de apego, conductas motoras de aproximación y seguimiento,etc. El proceso de formación y desarrollo del apego pasa fundamentalmente por las siguientes etapas: Dos primeros meses de vida: durante ellos el niño se comporta como un activo buscador de estímulos sociales, se siente atraído por el rostro, la voz, el tacto y la temperatura de las personas que le rodean, pero no hay pruebas seguras de que llegue a reconocer las personas en cuanto tales, ya que acepta los cuidados de personas desconocidas de forma similar a los prestados por sus progenitores, si se les ofrecen siguiendo las pautas de éstos. Desde el segundo al sexto mes: Discrimina claramente entre unas personas y otras y acepta mejor los cuidados de quienes le cuidan habitualmente. Niños de cuatro meses, por ejemplo, discriminan con claridad al padre y la madre, asociando con exactitud la cara y la voz que corresponde a cada uno de ellos Entre los seis y los doce meses los niños no sólo ponen de manifiesto conductas de preferencia por determinadas personas, sino que ante los desconocidos reaccionan con cautela, miedo, o incluso rechazo. A lo largo del segundo año de vida el vínculo de apego se consolida y las nuevas capacidades lingüísticas y mentales facilitan también la comunicación con las figuras de

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apego. La creciente autonomía motora facilita la exploración y manipulación de juguetes, desplazamientos hacia otros lugares cada vez más alejados de las figuras de apego y las nuevas relaciones con otros niños cambian su mundo social. Dentro del ambiente familiar el niño inicia la toma de conciencia de las relaciones entre los diferentes miembros de la familia y como consecuencia de ello suele sentir deseos de participar de la intimidad de la relación que viven sus padres y, si nace, un nuevo hermano, celos de éste.

Los celos fraternales tienen su origen en la reestructuración del sistema familiar que implica el nacimiento de un nuevo hermano. Se ha podido comprobar que el nacimiento del nuevo hermano supone, en cuanto a la madre se refiere, un descenso de las atenciones que se le prestaban anteriormente, aumento de las exigencias, prohibiciones y castigos, cambio ya que el niño pasa ser visto como mayor, etc. Estos cambios objetivos provocan en el niño, hasta entonces centro de la familia, un aumento de las conductas de apego, la aparición de conductas regresivas en relación con la comida, limpieza e, incluso, en algunos casos, la aparición de síntomas (problemas de celos, rechazo de la comida, negativa a ir a la escuela). Los celos si tiene lugar el nacimiento de un nuevo hermano, son probablemente inevitables y han de ser considerados como protesta ante los cambios producidos en el sistema familiar, y como alarma ante la pérdida de la disponibilidad y dedicación de las figuras de apego. En condiciones normales los niños tienen sentimientos de ambivalencia ante su nuevo hermano ( le quieren y le rechazan), y el propio comportamiento de las figuras de apego acaba haciéndoles comprender que compartir la figura de apego no es perderla, elaborando entonces adecuadamente los celos. Determinados errores como no explicar con anterioridad el nacimiento del hermano, sacar al niño de la habitación de los padres cuando llega el hermano, enviarle con otros familiares durante el tiempo que la madre está en el hospital y los primeros días que ella está en casa, comenzar a enviarle al colegio inmediatamente antes o después de la llegada del hermano, y los cambios bruscos en las atenciones prestadas y las exigencias impuestas, pueden provocar conflictos de celos persistentes en los niños, con importantes consecuencias conductuales. Evitar estos errores, hacer al niño partícipe de la espera y cuidados del recién nacido y, sobre todo, ofrecerle la posibilidad de disponer de varias figuras de apego, es la mejor forma de profilaxis.

Desde la teoría del apego podemos llegar a establecer algunos criterios educativos especialmente útiles para los padres ( y que es importante conocer ya que en atención temprana la atención a padres es una parte importante de nuestra labor): A. desde el punto de vista de las demandas de los niños, los padres deben: - Percibir las demandas. - Interpretarlas adecuadamente. - Seleccionar la respuesta adecuada. - Responder contingentemente a la demanda. - No aceptar la rabieta u otras formas inadecuadas de demanda como procedimiento para obtener gratificaciones o cuidados.

B. Desde el punto de vista de las características que debe cumplir la estimulación que ofrecen las figuras de apego: - Cantidad: abundante estimulación táctil, visual y auditiva, entre otras.

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- Calidad: la estimulación no puede dejar de ser en algunos momentos, desformalizada, íntima, espontánea y lúdica. En las actividades de alimentación, limpieza y juego, suelen cumplirse estas condiciones. - Accesibilidad y disponibilidad: Las figuras de apego deben ser fácilmente accesibles y estar disponibles adaptándose a los ritmos del niño. - Exclusividad: Los niños deben tener figuras de apego que les pertenezcan de forma exclusiva, o en todo caso, en cuanto tales, que sean compartidas sólo con los hermanos. - Incondicionalidad: El niño debe percibir que es aceptado independientemente de sus cualidades y comportamientos concretos. - Permanencia en el tiempo: este tipo de relación debe mantenerse en el tiempo, sin que los niños perciban un límite temporal.

C. Desde el punto de vista del número de figuras de apego, es muy conveniente que los niños tengan varias figuras de apego (la madre, el padre, hermanos mayores, abuelos, etc). Aunque establecen jerarquías de preferencia entre ellas, la existencia de varias facilita la elaboración de los celos, el aprendizaje por observación e identificación, la estimulación más rica y variada.

D. Desde el punto de vista de las relaciones entre las propias figuras de apego, los conflictos, la incoherencia de pautas educativas, las separaciones y los divorcios provocan grandes sufrimientos en los niños. La coherencia en las pautas educativas, el apoyo, ofreciendo una visión positiva del otro, las relaciones armónicas y ricas afectivamente, favorecen los sentimientos de seguridad y bienestar de los niños,

E. Un estilo educativo general que combine las manifestaciones de afecto, exigencias adecuadas a las capacidades del niño y control sobre las actividades de los hijos, parece ser el más adecuado. La tolerancia como sistema, el abandono o las imposiciones no explicadas o la frialdad en las relaciones, tienen consecuencias negativas en su desarrollo. Si se desea que los niños adquieran conductas socialmente deseables y a la vez sean felices, es inevitable que estén sujetos a determinadas normas de disciplina, y la transmisión de éstas debe basarse más en la explicación de su valor que en la imposición de las mismas.

Otro aspecto importantísimo en el desarrollo socioafectivo del niño es el papel del juego y de las actividades lúdicas en la socialización en los primeros años de vida, debido básicamente a cuatro razones. + A través de las actividades lúdicas, más o menos formales o dirigidas, el niño se integra en el grupo. + Mediante el juego, el niño desarrollará parte de su sociabilidad, ya que aparecerán problemas y conflictos afectivos y sociales que deberá ir solucionando de manera progresiva mente autónoma. + A través de las actividades lúdicas aplicará su conocimiento del mundo, sus representaciones simbólicas, a una realidad social que le será cada vez más conocida. + En el juego, el niño tendrá múltiples ocasiones de poner a prueba su imaginación. Irá integrando su personalidad como individuo al contexto social ( e irá configurando su identidad social y grupal).

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Se pueden distinguir cuatro etapas en el desarrollo social a través de la actividad lúdica, aunque algunas de éstas pueden darse simultáneamente: * Una actividad lúdica esencialmente asimétrica y con el adulto. El bebé en un principio trata a los adultos como objetos. Son parte integrante del juego, ya que el niño todavía no es capaz de disociar su actividad de la del otro. Hay cierta interacción pero el adulto es quien marca las pautas que se van a seguir y quien tiene la capacidad de adaptarse a las exigencias del niño. Un ejemplo es el “juego del cu-cu” en el que el adulto se tapa la cara ante el bebé y la hace aparecer alternativamente. * Hacia los 2 años aparece el juego paralelo. Al niño le agrada estar junto a otros durante el juego, pero cada uno juega para sí. No existe todavía una organización de la actividad conjunta. * Con el juego asociativo (grupitos de juego de 3 a 6 niños), se desarrollan acuerdos recíprocos, regulaciones de la actividad que constituyen una base de futuras organizaciones colectivas. Este tipo de juegos puede empezar a desarrollarse a los 3 años y se encuentran bien organizados, constantes y estables, a partir de los 5 años. * El juego de roles ( jugar a los médicos, padres e hijos, al colegio) aparece aproximadamente por el mismo periodo que el anterior y es uno de los motores de socialización más potentes en los primeros años. En este tipo de juego cada niño decide tomar un papel para realizar una representación determinada de actividades generalmente propias de los adultos. Así, pues, el niño se inicia en las reglas y normas sociales a medida que va tomando parte activa en el juego. Simultáneamente entran en juego procesos de construcción de identidad personal, sexual y de la situación de un niño dentro de un determinado grupo social.

Una historia afectiva deficiente, o un desarrollo social incoherente, pueden provocar que el niño interprete las normas sociales como algo ajeno a él, externo y fastidioso. En muchos casos, el cumplimiento de las normas sociales se apoya solamente en el miedo a la sanción y puede generar, si no se remedia, conductas desviadas socialmente (agresividad, rabietas, celos infundados y ausencia de normas elementales de respeto). Con el fin de evitar que el niño llegue a manifestar conductas de este tipo, es importante estimular en él aptitudes y actitudes prosociales ( respeto, tolerancia, altruismo, solidaridad).

Los agentes socializadores ( padres y docentes, especialmente) deberán tener en cuenta una serie de criterios con los que podrán ajustar sus acciones, sus respuestas emocionales y sus comportamientos sociales (en Atención Temprana es fundamental conocerlos).

Los criterios educativos básicos que padres y educadores deben tener presentes podrían resumirse en estos puntos: * Actuar con una sensibilidad especial para fomentar contextos de interacción privilegiados y armoniosos. * Percibir las demandas afectivas del niño y ajustar sus comportamientos con coherencia social. Para ello, padres y educadores interpretarán las demandas afectivas del niño, es decir, les darán significado social, seleccionarán la respuesta adecuada ( se evitarán, sobre todo, las pautas de conducta improcedentes: sobrealimentación, regalos innecesarios) y

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llevarán a cabo esta respuesta con prontitud para que el niño pueda establecer relaciones de significado entre su conducta y la del adulto. * No olvidar en ningún momento que las necesidades afectivas , sociales, relacionales y de comunicación son tan primarias y básicas como las necesidades físicas o psicológicas..

Principales acontecimientos en el desarrollo afectivo y social ( tomado de Palau, E., 2004).

Del nacimiento a los 12 meses

* Primeros días: la madre y el niño aparecen como unidad indiferenciada. * Primeros vínculos afectivos de base sensorial. * Identificación de la figura o las figuras de apego ( principalmente la madre). * Manifestación de conductas motoras prosociales: el llanto, las primeras sonrisas. * La sonrisa: primera respuesta diferenciada. * Inicio del proceso de separación madre-niño (tradicionalmente llamado “destete”). * Discriminación de la figura de apego de los demás adultos. * Evolución rápida de las capacidades psicomotrices. * Control progresivamente autónomo de las acciones dirigidas a los otros. * Dependencia acusada de los adultos. * Llanto y angustia ante los desconocidos. * Descubrimiento progresivo del contexto familiar. * Necesidades afectivas básicas: seguridad y amor. * Juego solitario y exploratorio. * Juego compartido: roles asimétricos(el adulto dirige la acción).

De los 12 a los 24 meses

* Evolución del lenguaje. Primeros usos instrumentales. * Primera toma de conciencia sobre la propia individualidad. * Creciente autonomía motora. * Discriminación de las figuras de apego. * Discriminación de diferentes contextos sociales y afectivos. * Aparición de los primeros conflictos afectivos. * Aumento de la capacidad de control de la conducta emocional. * Aumento de las conductas exploratorias.

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* Primeras reglas o hábitos de limpieza y alimentación. * Importancia de la calidad efectiva del lenguaje en las interacciones. * Conciencia progresiva del “yo”. * Conciencia progresiva de la identidad sexual. * Relaciones entre iguales, inconstantes y poco duraderas. * Primeros intentos de juego paralelo. Persistencia del juego solitario.

Entre los 2 y los 6 años * Multiplicidad de contextos socializadores. * Importancia de la televisión como agente socializador. * Regulación progresiva de la conducta individual en las interacciones con el grupo de iguales. * Importancia del rol mediador del docente. * Aparición de miedos, angustias y pesadillas. * Aparición de algunas conductas sociales conflictivas. * Búsqueda de la interacción con iguales. * Desarrollo del juego paralelo. Introducción al juego simbólico. * Primeros intentos de juego asociativo. * Progresiva interiorización de normas, reglas y hábitos sociales. * Aparición de la conciencia social. Toma de conciencia de la pertenencia grupal. * Consolidación del desarrollo afectivo. Primeras muestras de equilibrio emocional. * Resolución de conflictos socio-afectivos mediante el diálogo. * Primeros pasos en la adquisición de capacidades metacognitivas : autorregulación de las pulsiones emocionales y autocontrol de la conducta social. * Consolidación de sentimientos prosociales: empatía, solidaridad, escucha. * Consolidación del afecto hacia los demás. * Posibilidad de compartir sentimientos grupales no egocéntricos: alegrías, tristezas. * Afirmación progresiva de la identidad propia. Afirmación progresiva de la identidad social o grupal. Sentimiento positivo de pertenencia grupal. * Desarrollo progresivo del juego asociativo y aumento de la complejidad del juego de roles.

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