desarrollo del ciclo vital

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DESARROLLO DEL CICLO VITAL: De 0 a 2 años *Desarrollo físico *Desarrollo motor *Desarrollo del lenguaje *Desarrollo psicosexual (Freud: etapa oral) *Desarrollo psicosocial (Erikson: confianza vs. desconfianza básica) *Desarrollo cognoscitivo (Piaget: estadio sensorio motor) De 2 a 3 años *Desarrollo psicosexual (Freud: etapa anal) *Desarrollo psicosocial (Erikson: autonomía vs. Vergüenza y duda) *Desarrollo cognoscitivo (Piaget: 1era etapa del estadio preoperacional) De 3 a 5-6 años *Desarrollo psicosexual (Freud: etapa fálica) *Desarrollo psicosocial (Erikson: iniciativa vs. culpa) *Desarrollo cognoscitivo (Piaget: 2da etapa del estadio preoperacional) *Desarrollo moral *Toma de roles sociales

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Page 1: Desarrollo Del Ciclo Vital

DESARROLLO DEL CICLO VITAL:

De 0 a 2 años

*Desarrollo físico

*Desarrollo motor

*Desarrollo del lenguaje

*Desarrollo psicosexual (Freud: etapa oral)

*Desarrollo psicosocial (Erikson: confianza vs. desconfianza básica)

*Desarrollo cognoscitivo (Piaget: estadio sensorio motor)

De 2 a 3 años

*Desarrollo psicosexual (Freud: etapa anal)

*Desarrollo psicosocial (Erikson: autonomía vs. Vergüenza y duda)

*Desarrollo cognoscitivo (Piaget: 1era etapa del estadio preoperacional)

De 3 a 5-6 años

*Desarrollo psicosexual (Freud: etapa fálica)

*Desarrollo psicosocial (Erikson: iniciativa vs. culpa)

*Desarrollo cognoscitivo (Piaget: 2da etapa del estadio preoperacional)

*Desarrollo moral

*Toma de roles sociales

De 7 a 12 años

*Desarrollo físico

*Desarrollo psicosexual (Freud: etapa de latencia)

*Desarrollo psicosocial (Erikson: laboriosidad vs. inferioridad)

*Desarrollo cognoscitivo (Piaget: estadio de operaciones concretas)

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*Desarrollo moral

*Toma de roles sociales.

De 12 a 20 años

*Desarrollo fisico

*Desarrollo psicosexual (Freud: etapa genital)

*Desarrollo psicosocial (Erikson: identidad vs. Confusión de roles)

*Desarrollo cognoscitivo (Piaget: estadio de operaciones formales)

*Desarrollo moral

*Toma de roles sociales

Joven Adulto

*Desarrollo psicosocial (Erikson: intimidad vs. aislamiento)

Adulto

*Desarrollo psicosocial (Erikson generatividad vs. estancamiento)

Vejez

*Desarrollo psicosocial (Erikson: integridad vs. desesperación)

Teoría del desarrollo psicosocial de Erikson

El psicólogo de desarrollo Erik Erikson propuso una teoría de desarrollo emocional que consiste en ocho crisis. Cada crisis se produce durante una ventana específica en el desarrollo del individuo.

Eric Erickson explica el desarrollo de la persona en ocho etapas, comenzando por la niñez, para dar término en la vejez, agregando que dichos pasos o facetas de la vida, son experimentadas por cualquier ser humano sin excepción. Cada una de éstas, presenta una crisis, reto y un crecimiento interno cuando se supera. Una vez superada una etapa surgirá una virtud, lo cual influirá en las actitudes del individuo en los periodos posteriores y en su desarrollo en general.

Erikson determina su teoría tomando en cuenta al hombre dinámico, pero sobretodo inmerso en una sociedad cargada de tradiciones e ideales, con momentos históricos determinados.

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Las etapas de la vida que Erik Erikson propone, describen la evolución psicosocial del ser humano y son las siguientes:

• Primera Etapa: Infancia “Confianza vs. Desconfianza” (desde el nacimiento hasta los 18 meses).

Esta etapa sucede desde el nacimiento hasta el primer año de vida. De acuerdo con Erikson durante el primer año, el lactante afronta su primer desafío importante, cuya victoria ejerce un efecto profundo en todos sus desarrollos ulteriores. El lactante se encuentra con el dilema de confiar o desconfiar de la gente que lo rodea.

El sentido de confianza se desarrolla si las necesidades del lactante se satisfacen sin demasiada frustración. Esto se da en su relación con la madre. Si ésta satisface sus necesidades orales y las demás, y provee amor, afecto y consistencia, ayudará a que el niño tenga confianza en el mundo que lo rodea, manifieste fe en el ambiente, optimismo ante el porvenir y seguridad en sí mismo. Además, percibirá todo lo que lo rodea como predecible y congruente. Por otro lado, el sentido de desconfianza se revela en la suspicacia, la introversión y una temerosa y angustiada preocupación respecto a la seguridad.

Es decir: Si un bebé se alimenta cuando tiene hambre, cambiado cuando es necesario y en general es cuidado, va a desarrollar la confianza. Esto está relacionado con el comportamiento de tomar riesgos saludables en los adultos. En cambio si un bebé es abandonado o maltratado desarrollará desconfianza. La desconfianza puede hacer que una persona se aísle a sí misma de la sociedad y tenga miedo de probar cosas nuevas.

• Segunda Etapa. Infancia “Autonomía vs. Vergüenza” ocurre en la niñez temprana (1-3 años). En esta etapa el niño desarrolla la autoconfianza y la independencia a través de la exploración de sí mismo y de su entorno. Si los padres son negligentes o no permiten al niño asumir algunos riesgos, no va a construir un sentido sano de independencia.

Desde el primer año de vida hasta los tres años con el desarrollo de habilidades perceptuales y musculares, el niño consigue una creciente autonomía de acción. Dos formas de enfrentarse a su ámbito se vuelven maneras dominantes de comportamiento: aferrarse a las cosas y desprenderse de ellas. Este paso es importante para afirmar la personalidad y a menudo las demandas del niño se oponen a las de los demás. En el entrenamiento del control de esfínteres, es capaz de rehusarse a cooperar con los deseos de la madre por ejemplo. Su inmadurez tal vez lo haga en extremo vulnerable a los sentimientos de vergüenza y duda. En este caso, vergüenza significa el sentimiento de ser inaceptable para los demás, mientras que duda es el temor a la autoafirmación.

• Tercera Etapa: Edad de Juego “Iniciativa vs Culpa” (3-6 años).

En esta etapa, el niño debe desarrollar un sentido de propósito por planear y hacer las cosas por su cuenta tal como vestirse. Si un padre le disuade de hacer estas cosas ya sea porque las

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hace incorrectamente o porque le toma mucho tiempo, el niño tendrá miedo de intentar proyectos debido a un temor por la desaprobación.

En la niñez temprana, entre los tres y cinco años de edad, la necesidad de autonomía cobra una forma más vigorosa; se vuelve más coordinada, eficiente, espontánea y dirigida hacia un objetivo. En este periodo, el principal logro de la personalidad es el sentido de iniciativa y fracasar en esta tarea produce culpabilidad. Si en la etapa pasada, la duda de sí mismo y la vergüenza son el resultado del fracaso de adquirir un sentido de autonomía, un sentido profundo y constante de culpa e indignidad es el resultado del fracaso de adquirir un sentido de iniciativa. En esta etapa el niño puede hacer cosas esenciales sin ningún esfuerzo, como caminar, correr y levantar cosas, por lo que utiliza su energía de modo más eficiente. El niño parece crecer en conjunto, es decir, parece más auténtico, más cariñoso, relajado y lúcido en sus juicios, más activo y activador.

• Cuarta Etapa: Edad Escolar “Laboriosidad vs Inferioridad” (5-12 años)

Se refiere a la niñez media, desde los seis hasta los once años es crucial para que el niño desarrolle un sentido de competencia. Un niño tiene que encontrar sus zonas de resistencia y desarrollar un sentido del logro. Los niños que fracasan en la tarea escolar o que no se les permite desarrollar su potencial se sienten inferiores.

En esta etapa las fantasías e ideas mágicas de la infancia ceden el paso a la tarea de prepararse para papeles aceptables en la sociedad. El niño se familiariza con el mundo de las “herramientas” en el hogar y la escuela. En esta etapa se espera el trabajo productivo y los logros reales, aunque el juego aún continúa. Es preciso que adquiera habilidades y conocimientos. El pequeño es un aprendiz que debe aprender las tareas de la edad adulta. Sabemos que esto no es fácil, es un periodo de adiestramiento prolongado porque se espera demasiado de cada individuo. El niño aprende a ganar recompensas y alabanzas, haciendo cosas que son más que copias de los logros reales; por lo tanto, si todo va bien, comenzará a desarrollar dos virtudes importantes: método y competencia. Los niños desean ser como los adultos e inician a realizar esfuerzos, por satisfacer las demandas que se les hace.

• Quinta Etapa: Adolescencia “Identidad vs Confusión”

La quinta crisis identidad versus confusión de roles, comienza en la pubertad (9-18 años). En esta etapa el niño necesita desarrollar un sentido de su propia identidad a través de la auto exploración. Si se ve obligado a ajustarse a un ideal de los padres desarrollará una confusión de identidad sin saber quién es como individuo.

Se refiere a la pubertad y adolescencia, alrededor de los doce hasta los veinte años, etapa en que la “búsqueda de la identidad” alcanza su punto crítico ya que en este periodo hay muchos cambios significativos en toda la persona, especialmente en su estructura psíquica. La identidad se refiere a una integración de papeles. En las sociedades occidentales,

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generalmente la adolescencia es un periodo de turbulencia y desorden en donde le cuesta trabajo definir sus papeles, así como al adulto le cuesta trabajo entenderlo. Para

Erikson, la identidad de la personalidad es una continuidad o igualdad interna y la incapacidad de lograr un sentido de identidad se denomina, según el autor, confusión de papeles. En esta etapa generalmente, en su intento de alcanzar su sentido de identidad al final de la adolescencia, la juventud experimenta tanta confusión como difusión de papeles; es una etapa en la cual los primeros conflictos se intensifican y es mayor la urgencia de adoptar uno estable. Por lo tanto, cuando se logra un sentido de identidad, se experimenta un estado emocional placentero, un sentido de estar bien con los demás y consigo mismo; se siente uno a gusto con su cuerpo, se sabe qué dirección se lleva y se valora a las personas importantes para el individuo.

• Sexta Etapa: Adulto temprano “Intimidad vs Aislamiento”

La sexta crisis intimidad frente a aislamiento (18-40 años), se ocupa fundamentalmente de la elección de un compañero y una carrera. El individuo debe encontrar la persona adecuada y el camino por sí mismo o puede desarrollar una sensación de aislamiento, de sentirse excluido.

Es la etapa de la juventud. Aunque no hay edades determinadas, abarca de los veinte a veinticinco años aproximadamente. A lo largo de toda la vida, las interacciones sociales son significativas pero, durante el estado adulto temprano, alcanzan un punto crítico. La mayoría de las personas tiene un anhelo profundo de relacionarse íntimamente con una persona del sexo opuesto y algunas otras con alguien del mismo sexo. En la mayoría de los casos, el matrimonio es el medio usual con que se satisface esa necesidad. La intimidad en las relaciones humanas presupone otras conquistas importantes, por lo que muchas personas son incapaces de alcanzarla. Por ejemplo, nadie puede establecer una relación íntima sin una confianza básica previa en el otro, y ésta se construye sobre la autonomía segura en ambas partes. Relacionando lo que se ha obtenido de las etapas anteriores, podemos decir que en este periodo un sentido de iniciativa bien desarrollado capacita a los cónyuges a realizar cosas productivas para el otro; un sentido de laboriosidad capacita a cada uno a mostrar amor de una forma tangible, haciendo cosas en forma competente para su pareja; el sentido de identidad proporciona a la pareja el papel de estabilidad, una capacidad sana para la fidelidad y una serie bien definida de valores y prioridades.

• Séptima Etapa: Adulto Medio “Generatividad vs Estancamiento”

La séptima etapa es productividad versus estancamiento (30-65 años). En esta crisis el individuo debe tener la sensación de haber contribuido a la siguiente generación. De lo contrario se sentirá estancado por no haber dejado una impresión en las generaciones futuras.

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Erikson menciona como etapa importante de la vida: la generatividad, con el fin de describir la necesidad de un trabajo y afecto sostenidos y productivos. Es el periodo de la madurez que comprende los años intermedios de los 25 a los 60, aproximadamente. Es por lo general la etapa de mayor productividad en la vida; las personas se establecen en una profesión, forman una familia y se forjan su reputación favorable en la comunidad. Es la época en que el individuo alcanza la más completa madurez física, psicológica y social. Es un hecho que tener hijos agrega a la vida una dimensión que no tiene sustituto. Ver al niño pasar las mismas etapas de desarrollo que el padre, agrega a la vida riqueza y significado que no puede obtenerse de ninguna otra forma.

• Octava Etapa: Adulto tardío “Integridad del sí mismo/Sabiduría vs Desesperación”

La última etapa integridad versus desesperación, se lleva a cabo en la edad adulta tardía (50 años +). Si la persona mayor retrocede en su vida y se siente satisfecha con sus logros desarrollará un sentido de integridad, pero si es superada por los remordimientos y sentimientos de fracaso va a desarrollar un sentido de desesperación.

La última etapa de la vida que menciona Erikson abarca de los 60 años a la muerte y supone una reflexión en los logros previos obtenidos. Cuando el individuo está satisfecho con éstos, se da la integridad del sí mismo, tarea principal de este periodo. Implica la unificación de toda la personalidad, como principal fuerza determinante. Se les da un orden y un significado a las cosas vividas; es la aceptación del propio y único ciclo de vida como algo ineludible. El llegar al final de la vida puede producirles profunda angustia a muchas personas. La desesperación es el fracaso de no integrar el sí mismo porque la vida es vista como una serie de potencialidades y metas no alcanzadas ni logradas. La persona desesperada siente que el tiempo es demasiado corto, que ha perdido la fe en sí mismo y en otros, desea una nueva oportunidad de vivir con más ventajas y teme mucho la muerte.

A manera de conclusión, ésta puede ser una invitación más para detenernos a pensar en cómo hemos vivido y disfrutado nuestra propia vida, para intentar no hacerlo únicamente en la vejez, cuando desgraciadamente, ya no hay tanto que hacer.

Detalle de los estadios:

Estadio I

El primer estadio, el de infancia o etapa sensorio-oral comprende el primer año o primero y medio de vida. La tarea consiste en desarrollar la confianza sin eliminar completamente la capacidad para desconfiar.

Si papá y mamá proveen al recién nacido de un grado de familiaridad, consistencia y continuidad, el niño desarrollará un sentimiento de que el mundo, especialmente el mundo social, es un lugar seguro para estar; que las personas son de fiar y amorosas. También, a

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través de las respuestas paternas, el niño aprende a confiar en su propio cuerpo y las necesidades biológicas que van con él.

Si los padres son desconfiados e inadecuados en su proceder; si rechazan al infante o le hacen daño; si otros intereses provocan que ambos padres se alejen de las necesidades de satisfacer las propias, el niño desarrollará desconfianza. Será una persona aprensiva y suspicaz con respecto a los demás.

De todas maneras, es muy importante que sepamos que esto no quiere decir que los padres tengan que ser los mejores del mundo. De hecho, aquellos padres que son sobreprotectores; que están ahí tan pronto el niño llora, le llevarán a desarrollar una tendencia maladaptativa que Erikson llama desajuste sensorial, siendo excesivamente confiado, incluso crédulo. Esta persona no cree que alguien pudiera hacerle daño y usará todas las defensas disponibles para retener esta perspectiva exagerada.

Aunque, de hecho, es peor aquella tendencia que se inclina sobre el otro lado: el de la desconfianza. Estos niños desarrollarán la tendencia maligna de desvanecimiento (mantenemos aquí la traducción literal de “withdrawal”, como caída o desvanecimiento. Para mayor información sobre los términos técnicos aplicados a la teoría de Erikson, refiérase a la bibliografía al final del resumen. N.T.). Esta persona se torna depresiva, paranoide e incluso puede desarrollar una psicosis.

Si se logra un equilibrio, el niño desarrollará la virtud de esperanza, una fuerte creencia en la que se considera que siempre habrá una solución al final del camino, a pesar de que las cosas vayan mal. Uno de los signos que nos indican si el niño va bien en este primer estadio es si puede ser capaz de esperar sin demasiado jaleo a demorar la respuesta de satisfacción ante una necesidad: mamá y papá no tienen por qué ser perfectos; confío lo suficiente en ellos como para saber esta realidad; si ellos no pueden estar aquí inmediatamente, lo estarán muy pronto; las cosas pueden ser muy difíciles, pero ellos harán lo posible por arreglarlas. Esta es la misma habilidad que utilizaremos ante situaciones de desilusión como en el amor, en la profesión y muchos otros dominios de la vida.

Estadio II

El segundo estadio corresponde al llamado estadio anal-muscular de la niñez temprana, desde alrededor de los 18 meses hasta los 3-4 años de edad. La tarea primordial es la de alcanzar un cierto grado de autonomía, aún conservando un toque de vergüenza y duda.

Si papá y mamá (y otros cuidadores que entran en escena en esta época) permiten que el niño explore y manipule su medio, desarrollará un sentido de autonomía o independencia. Los padres no deben desalentarle ni tampoco empujarle demasiado. Se requiere, en este sentido, un equilibrio. La mayoría de la gente le aconsejan a los padres que sean “firmes pero

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tolerantes” en esta etapa, y desde luego el consejo es bueno. De esta manera, el niño desarrollará tanto un autocontrol como una autoestima importantes.

Por otra parte, en vez de esta actitud descrita, es bastante fácil que el niño desarrolle un sentido de vergüenza y duda. Si los padres acuden de inmediato a sustituir las acciones dirigidas a explorar y a ser independiente, el niño pronto se dará por vencido, asumiendo que no puede hacer las cosas por sí mismo. Debemos tener presente que el burlarnos de los esfuerzos del niño puede llevarle a sentirse muy avergonzado, y dudar de sus habilidades.

También hay otras formas de hacer que el niño se sienta avergonzado y dudoso. Si le damos al niño una libertad sin restricciones con una ausencia de límites, o si le ayudamos a hacer lo que él podría hacer solo, también le estamos diciendo que no es lo suficientemente bueno. Si no somos lo suficientemente pacientes para esperar a que el niño se ate los cordones de sus zapatos, nunca aprenderá a atárselos, asumiendo que esto es demasiado difícil para aprenderlo.

No obstante, un poco de vergüenza y duda no solo es inevitable, sino que incluso es bueno. Sin ello, se desarrollará lo que Erikson llama impulsividad, una suerte de premeditación sin vergüenza que más tarde, en la niñez tardía o incluso en la adultez, se manifestará como el lanzarse de cabeza a situaciones sin considerar los límites y los atropellos que esto puede causar.

Peor aún es demasiada vergüenza y duda, lo que llevará al niño a desarrollar la malignidad que Erikson llama compulsividad. La persona compulsiva siente que todo su ser está envuelto en las tareas que lleva a cabo y por tanto todo debe hacerse correctamente. El seguir las reglas de una forma precisa, evita que uno se equivoque, y se debe evitar cualquier error a cualquier precio. Muchos de ustedes reconocen lo que es sentirse avergonzado y dudar continuamente de uno mismo. Un poco más de paciencia y tolerancia hacia sus hijos podría ayudarles a evitar el camino recorrido que ustedes han seguido. Y quizás también deberían darse un respiro ustedes mismos.

Si logramos un equilibrio apropiado y positivo entre la autonomía y la vergüenza y la culpa, desarrollaremos la virtud de una voluntad poderosa o determinación. Una de las cosas más admirables (y frustrantes) de un niño de dos o tres años es su determinación. Su mote es “puedo hacerlo”. Si preservamos ese “puedo hacerlo” (con una apropiada modestia, para equilibrar) seremos mucho mejores como adultos.

Estadio III

Este es el estadio genital-locomotor o la edad del juego. Desde los 3-4 hasta los 5-6 años, la tarea fundamental es la de aprender la iniciativa sin una culpa exagerada.

La iniciativa sugiere una respuesta positiva ante los retos del mundo, asumiendo responsabilidades, aprendiendo nuevas habilidades y sintiéndose útil. Los padres pueden

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animar a sus hijos a que lleven a cabo sus ideas por sí mismos. Debemos alentar la fantasía, la curiosidad y la imaginación. Esta es la época del juego, no para una educación formal. Ahora el niño puede imaginarse, como nunca antes, una situación futura, una que no es la realidad actual. La iniciativa es el intento de hacer real lo irreal.

Pero si el niño puede imaginar un futuro, si puede jugar, también será responsable…y culpable. Si mi hijo de dos años tira mi reloj en el váter, puedo asumir sin temor a equivocarme que no hubo mala intención en el acto. Era solo una cosa dando vueltas y vueltas hasta desaparecer. ¡Qué divertido!. ¡Pero si mi hija de cinco años lo hace…bueno, deberíamos saber qué va a pasar con el reloj, qué ocurrirá con el temperamento de papá y que le ocurrirá a ella!. Podría sentirse culpable del acto y comenzaría a sentirse culpable también. Ha llegado la capacidad para establecer juicios morales. Erikson es, por supuesto, un freudiano y por tanto incluye la experiencia edípica en este estadio. Desde su punto de vista, la crisis edípica comprende la renuencia que siente el niño a abandonar su cercanía al sexo opuesto. Un padre tiene la responsabilidad, socialmente hablando, de animar al niño a que “crezca”; “¡que ya no eres un niño!”. Pero si este proceso se establece de manera muy dura y extrema, el niño aprende a sentirse culpable con respecto a sus sentimientos.

Demasiado iniciativa y muy poca culpa significa una tendencia maladaptativa que Erikson llama crueldad. La persona cruel toma la iniciativa. Tiene sus planes, ya sea en materia de escuela, romance o política, o incluso profesión. El único problema es que no toma en cuenta a quién tiene que pisar para lograr su objetivo. Todo es el logro y los sentimientos de culpa son para los débiles. La forma extrema de la crueldad es la sociopatía.

La crueldad es mala para los demás, pero relativamente fácil para la persona cruel. Peor para el sujeto es la malignidad de culpa exagerada, lo cual Erikson llama inhibición. La persona inhibida no probará cosa alguna, ya que “si no hay aventura, nada se pierde” y particularmente, nada de lo que sentirse culpable. Desde el punto de vista sexual, edípico, la persona culposa puede ser impotente o frígida.

Un buen equilibrio llevará al sujeto a la virtud psicosocial de propósito. El sentido del propósito es algo que muchas personas anhelan a lo largo de su vida, aunque la mayoría de ellas no se dan cuenta que, de hecho, ya llevan a cabo sus propósitos a través de su imaginación y su iniciativa. Creo que una palabra más acertada para esta virtud hubiera sido coraje; la capacidad para la acción a pesar de conocer claramente nuestras limitaciones y los fallos anteriores.

Estadio IV

Esta etapa corresponde a la de latencia, o aquella comprendida entre los 6 y 12 años de edad del niño escolar. La tarea principal es desarrollar una capacidad de laboriosidad al tiempo que se evita un sentimiento excesivo de inferioridad. Los niños deben “domesticar su imaginación” y dedicarse a la educación y a aprender las habilidades necesarias para cumplir las exigencias de la sociedad.

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Aquí entra en juego una esfera mucho más social: los padres, así como otros miembros de la familia y compañeros se unen a los profesores y otros miembros de la comunidad. Todos ellos contribuyen; los padres deben animar, los maestros deben cuidar; los compañeros deben aceptar. Los niños deben aprender que no solamente existe placer en concebir un plan, sino también en llevarlo a cabo. Deben aprender lo que es el sentimiento del éxito, ya sea en el patio o el aula; ya sea académicamente o socialmente.

Una buena forma de percibir las diferencias entre un niño en el tercer estadio y otro del cuarto es sentarse a ver cómo juegan. Los niños de cuatro años pueden querer jugar, pero solo tienen conocimientos vagos de las reglas e incluso las cambian varias veces a todo lo largo del juego escogido. No soportan que se termine el juego, como no sea tirándoles las piezas a su oponente. Un niño de siete años, sin embargo, está dedicado a las reglas, las consideran algo mucho más sagrado e incluso puede enfadarse si no se permite que el juego llegue a una conclusión estipulada.

Si el niño no logra mucho éxito, debido a maestros muy rígidos o a compañeros muy negadores, por ejemplo, desarrollará entonces un sentimiento de inferioridad o incompetencia. Una fuente adicional de inferioridad, en palabras de Erikson, la constituye el racismo, sexismo y cualquier otra forma de discriminación. Si un niño cree que el éxito se logra en virtud de quién es en vez de cuán fuerte puede trabajar, entonces ¿para qué intentarlo?.

Una actitud demasiado laboriosa puede llevar a la tendencia maladaptativa de virtuosidad dirigida. Esta conducta la vemos en niños a los que no se les permite “ser niños”; aquellos cuyos padres o profesores empujan en un área de competencia, sin permitir el desarrollo de intereses más amplios. Estos son los niños sin vida infantil: niños actores, niños atletas, niños músicos, niños prodigio en definitiva. Todos nosotros admiramos su laboriosidad, pero si nos acercamos más, todo ello se sustenta en una vida vacía.

Sin embargo, la malignidad más común es la llamada inercia. Esto incluye a todos aquellos de nosotros que poseemos un “complejo de inferioridad”. Alfred Adler habló de ello. Si a la primera no logramos el éxito, ¡no volvamos a intentarlo!. Por ejemplo, a muchos de nosotros no nos ha ido bien en matemáticas, entonces nos morimos antes de asistir a otra clase de matemáticas. Otros fueron humillados en el gimnasio, entonces nunca harán ningún deporte o ni siquiera jugarán al raquetball. Otros nunca desarrollaron habilidades sociales (la más importante de todas), entonces nunca saldran a la vida pública. Se vuelven seres inertes.

Lo ideal sería desarrollar un equilibrio entre la laboriosidad y la inferioridad; esto es, ser principalmente laboriosos con un cierto toque de inferioridad que nos mantenga sensiblemente humildes. Entonces tendremos la virtud llamada competencia.

Estadio V

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Esta etapa es la de la adolescencia, empezando en la pubertad y finalizando alrededor de los 18-20 años. (Actualmente está claro que debido sobre todo a una serie de factores psicosociales, la adolescencia se prolonga más allá de los 20 años, incluso hasta los 25 años. N.T.). La tarea primordial es lograr la identidad del Yo y evitar la confusión de roles. Esta fue la etapa que más interesó a Erikson y los patrones observados en los chicos de esta edad constituyeron las bases a partir de la cuales el autor desarrollaría todas las otras etapas.

La identidad yoica significa saber quiénes somos y cómo encajamos en el resto de la sociedad. Exige que tomemos todo lo que hemos aprendido acerca de la vida y de nosotros mismos y lo moldeemos en una autoimagen unificada, una que nuestra comunidad estime como significativa.

Hay cosas que hacen más fácil estas cuestiones. Primero, debemos poseer una corriente cultural adulta que sea válida para el adolescente, con buenos modelos de roles adultos y líneas abiertas de comunicación.

Además, la sociedad debe proveer también unos ritos de paso definidos; o lo que es lo mismo, ciertas tareas y rituales que ayuden a distinguir al adulto del niño. En las culturas tradicionales y primitivas, se le insta al adolescente a abandonar el poblado por un periodo de tiempo determinado con el objeto de sobrevivir por sí mismo, cazar algún animal simbólico o buscar una visión inspiradora. Tanto los chicos como las chicas deberán pasar por una serie de pruebas de resistencia, de ceremonias simbólicas o de eventos educativos. De una forma o de otra, la diferencia entre ese periodo de falta de poder, de irresponsabilidad de la infancia y ese otro de responsabilidad propio del adulto se establece de forma clara.

Sin estos límites, nos embarcamos en una confusión de roles, lo que significa que no sabremos cuál es nuestro lugar en la sociedad y en el mundo. Erikson dice que cuando un adolescente pasa por una confusión de roles, está sufriendo una crisis de identidad. De hecho, una pregunta muy común de los adolescentes en nuestra sociedad es “¿Quién soy?”.

Una de las sugerencias que Erikson plantea para la adolescencia en nuestra sociedad es la una moratoria psicosocial. Anima a los jóvenes a que se tomen un “tiempo libre”. Si tienes dinero, vete a Europa. Si no lo tienes, merodea los ambientes de Estados Unidos. Deja el trabajo por un tiempo y vete al colegio. Date un respiro, huele las rosas, búscate a ti mismo. Por norma, tendemos a conseguir el “éxito” demasiado deprisa, aunque muy pocos de nosotros nos hayamos detenido a pensar en lo que significa el éxito para nosotros. De la misma manera que los jóvenes Oglala Dakota, quizás también necesitemos soñar un poco.

Existe un problema cuando tenemos demasiado “identidad yoica”. Cuando una persona está tan comprometida con un rol particular de la sociedad o de una subcultura, no queda espacio suficiente para la tolerancia. Erikson llama a esta tendencia maladaptativa fanatismo. Un fanático cree que su forma es la única que existe. Por descontado está que los adolescentes son conocidos por su idealismo y por su tendencia a ver las cosas en blanco o negro. Éstos

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envuelven a otros alrededor de ellos, promocionando sus estilos de vida y creencias sin importarles el derecho de los demás a estar en desacuerdo.

La falta de identidad es bastante más problemática, y Erikson se refiere a esta tendencia maligna como repudio. Estas personas repudian su membresía en el mundo adulto e incluso repudian su necesidad de una identidad. Algunos adolescentes se permiten a sí mismos la “fusión” con un grupo, especialmente aquel que le pueda dar ciertos rasgos de identidad: sectas religiosas, organizaciones militaristas, grupos amenazadores; en definitiva, grupos que se han separado de las corrientes dolorosas de la sociedad. Pueden embarcarse en actividades destructivas como la ingesta de drogas, alcohol o incluso adentrarse seriamente en sus propias fantasías psicóticas. Después de todo, ser “malo” o ser “nadie” es mejor que no saber quién soy.

Si logramos negociar con éxito esta etapa, tendremos la virtud que Erikson llama fidelidad. La fidelidad implica lealtad, o la habilidad para vivir de acuerdo con los estándares de la sociedad a pesar de sus imperfecciones, faltas e inconsistencias. No estamos hablando de una lealtad ciega, así como tampoco de aceptar sus imperfecciones. Después de todo, si amamos nuestra comunidad, queremos que sea la mejor posible. Realmente, la fidelidad de la que hablamos se establece cuando hemos hallado un lugar para nosotros dentro de ésta, un lugar que nos permitirá contribuir a su estabilidad y desarrollo.

Estadio VI

Esta fase, la etapa de la adultez joven, dura entre los 18 años hasta los 30 aproximadamente. Los límites temporales con respecto a las edades en los adultos son mucho más tenues que en las etapas infantiles, siendo estos rangos muy distintos entre personas. La tarea principal es lograr un cierto grado de intimidad, actitud opuesta a mantenerse en aislamiento.

La intimidad supone la posibilidad de estar cerca de otros, como amantes, amigos; como un partícipe de la sociedad. Ya que posees un sentimiento de saber quién eres, no tienes miedo a “perderte” a ti mismo, como presentan muchos adolescentes. El “miedo al compromiso” que algunas personas parecen presentar es un buen ejemplo de inmadurez en este estadio. Sin embargo, este miedo no siempre es tan obvio. Muchas personas enlentecen o postergan el proceso progresivo de sus relaciones interpersonales. “Me casaré (o tendré una familia, o me embarcaré en algún tema social) tan pronto acabe la universidad; tan pronto tenga un trabajo; cuando tenga una casa; tan pronto…Si has estado comprometido durante los últimos 10 años, ¿qué te hace echarte atrás?.

El joven adulto ya no tiene que probarse a sí mismo. Una relación de pareja adolescente sí busca un establecimiento de identidad a través de la relación. “¿Quién soy?. Soy su novio”. La relación de adultos jóvenes debe ser una cuestión de dos egos independientes que quieren crear algo más extenso que ellos mismos. Intuitivamente reconocemos esto cuando

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observamos la relación de pareja de dos sujetos donde uno de ellos es un adolescente y el otro un adulto joven. Nos percatamos del potencial de dominio que tiene el último sobre el primero.

El énfasis sobre la formación profesional, el aislamiento de la vida urbana, la fractura de las relaciones por motivos de traslados y la naturaleza generalmente impersonal de la vida moderna, hacen que sea más difícil el desarrollo de relaciones íntimas.

La tendencia maladaptativa que Erikson llama promiscuidad, se refiere particularmente a volverse demasiado abierto, muy fácilmente, sin apenas esfuerzo y sin ninguna profundidad o respeto por tu intimidad. Esta tendencia se puede dar tanto con tu amante, como con tus amigos, compañeros y vecinos.

La exclusión es la tendencia maligna de aislamiento máximo. La persona se aísla de sus seres queridos o parejas, amigos y vecinos, desarrollando como compensación un sentimiento constante de cierta rabia o irritabilidad que le sirve de compañía.

Si atravesamos con éxito esta etapa, llevaremos con nosotros esa virtud o fuerza psicosocial que Erikson llama amor. Dentro de este contexto teórico, el amor se refiere a esa habilidad para alejar las diferencias y los antagonismos a través de una “mutualidad de devoción”. Incluye no solamente el amor que compartimos en un buen matrimonio, sino también el amor entre amigos y el amor de mi vecino, compañero de trabajo y compatriota.

Estadio VII

Este estadio corresponde al de la adultez media. Es muy difícil establecer el rango de edades, pero incluiría aquel periodo dedicado a la crianza de los niños. Para la mayoría de las personas de nuestra sociedad, estaríamos hablando de un período comprendido entre los 20 y pico y los 50 y tantos. La tarea fundamental aquí es lograr un equilibrio apropiado entre la productividad (también conocido en el ámbito de la psicología como generabilidad. N.T.) y el estancamiento.

La productividad es una extensión del amor hacia el futuro. Tiene que ver con una preocupación sobre la siguiente generación y todas las demás futuras. Por tanto, es bastante menos “egoísta” que la intimidad de los estadios previos: la intimidad o el amor entre amantes o amigos, es un amor entre iguales y necesariamente es recíproco. Pero la verdad es que si no recibimos el amor de vuelta, no lo consideramos un amor verdadero. Con la productividad, no estamos esperando, al menos parece que no implícitamente, una reciprocidad en el acto. Pocos padres esperan una “vuelta de su investimiento” de sus hijos, y si lo hacen, no creemos que sean buenos padres.

Aunque la mayoría de las personas ponen en práctica la productividad teniendo y criando los hijos, existen otras maneras también. Erikson considera que la enseñanza, la escritura, la inventiva, las ciencias y las artes, el activismo social complementan la tarea de productividad. En definitiva, cualquier cosa que llene esa “vieja necesidad de ser necesitado”.

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El estancamiento, por otro lado, es la “auto-absorción”; cuidar de nadie. La persona estancada deja de ser un miembro productivo de la sociedad. Es bastante difícil imaginarse que uno tenga algún tipo de estancamiento en nuestras vidas, tal y como ilustra la tendencia maladaptativa que Erikson llama sobrextensión. Algunas personas tratan de ser tan productivas que llega un momento en que no se pueden permitir nada de tiempo para sí mismos, para relajarse y descansar. Al final, estas personas tampoco logran contribuir algo a la sociedad.

Más obvia todavía resulta la tendencia maligna de rechazo, lo que supone muy poca productividad y bastante estancamiento, lo que produce una mínima participación o contribución a la sociedad. Y desde luego que aquello que llamamos “el sentido de la vida” es una cuestión de cómo y qué contribuimos o participamos en la sociedad.

Esta es la etapa de la “crisis de la mediana edad”. En ocasiones los hombres y mujeres se preguntan esa interrogante tan terrible y vasta de “¿Qué estoy haciendo aquí?”.

En vez de preguntarse por quiénes están haciendo lo que hacen, se preguntan el qué hacen, dado que la atención recae sobre ellos mismos. Debido al pánico a envejecer y a no haber logrado las metas ideales que tuvieron cuando jóvenes, tratan de “recapturar” su juventud. El ejemplo más evidente se percibe en los hombres. Dejan a sus sufrientes esposas, abandonan sus tediosos trabajos, se compran ropa de última moda y empiezan a acudir bares de solteros. Evidentemente, raramente encuentran lo que andan buscando porque sencillamente están buscando algo equivocado.

Si atravesamos esta etapa con éxito. Desarrollaremos una capacidad importante para cuidar que nos servirá a lo largo del resto de nuestra vida.

Estadio VIII

Esta última etapa, la delicada adultez tardía o madurez, o la llamada de forma más directa y menos suave edad de la vejez, empieza alrededor de la jubilación, después que los hijos se han ido; digamos más o menos alrededor de los 60 años. Algunos colegas “viejetes” rabian con esto y dicen que esta etapa empieza solo cuando uno se siente viejo y esas cosas, pero esto es un efecto directo de una cultura que realza la juventud, lo cual aleja incluso a los mayores de que reconozcan su edad. Erikson establece que es bueno llegar a esta etapa y si no lo logramos es que existieron algunos problemas anteriores que retrasaron nuestro desarrollo.

La tarea primordial aquí es lograr una integridad yoica (conservamos aquí la terminología acorde con los vocablos técnicos dentro del marco de la psicología. También puede entenderse el término como “integridad”. N.T.) con un mínimo de desesperanza. Esta etapa parece ser la más difícil de todas, al menos desde un punto de vista juvenil. Primero ocurre un distanciamiento social, desde un sentimiento de inutilidad; todo esto evidentemente en el marco de nuestra sociedad. Algunos se jubilan de trabajos que han tenido durante muchos años; otros

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perciben que su tarea como padres ya ha finalizado y la mayoría creen que sus aportes ya no son necesarios.

Además existe un sentido de inutilidad biológica, debido a que el cuerpo ya no responde como antes. Las mujeres pasan por la menopausia, algunas de forma dramática. Los hombres creen que ya “no dan la talla”. Surgen enfermedades de la vejez como artritis, diabetes, problemas cardíacos, problemas relacionados con el pecho y ovarios y cánceres de próstata. Empiezan los miedos a cuestiones que uno no había temido nunca, como por ejemplo a un proceso gripal o simplemente a caerse.

Junto a las enfermedades, aparecen las preocupaciones relativas a la muerte. Los amigos mueren; los familiares también. La esposa muere. Es inevitable que también a uno le toque su turno. Al enfrentarnos a toda esta situación, parece que todos debemos sentirnos desesperanzados.

Como respuesta a esta desesperanza, algunos mayores se empiezan a preocupar con el pasado. Después de todo, allí las cosas eran mejores. Algunos se preocupan por sus fallos; esas malas decisiones que se tomaron y se quejan de que no tienen ni el tiempo ni la energía para revertirlas (muy diferente a estadios anteriores). Vemos entonces que algunos ancianos se deprimen, se vuelven resentidos, paranoides, hipocondríacos o desarrollan patrones comportamentales de senilidad con o sin explicación biológica.

La integridad yoica significa llegar a los términos de tu vida, y por tanto, llegar a los términos del final de tu vida. Si somos capaces de mirar atrás y aceptar el curso de los eventos pasados, las decisiones tomadas; tu vida tal y como la viviste, como necesariamente así, entonces no necesitarás temerle a la muerte. Aunque la mayoría de ustedes no se encuentran en este punto de la vida, quizás podríamos identificarnos un poco si empezamos a cuestionarnos nuestra vida hasta el momento. Todos hemos cometido errores, alguno de ellos bastante graves; si bien no seríamos lo que somos si no los hubiéramos cometidos. Si hemos sido muy afortunados, o si hemos jugado a la vida de forma segura y con pocos errores, nuestra vida no habría sido tan rica como lo es.

La tendencia maladaptativa del estadio 8 es llamada presunción. Esto ocurre cuando la persona “presume” de una integridad yoica sin afrontar de hecho las dificultades de la senectud.

La tendencia maligna es la llamada desdén. Erikson la define como un desacato a la vida, tanto propia como la de los demás.

La persona que afronta la muerte sin miedo tiene la virtud que Erikson llama sabiduría. Considera que este es un regalo para los hijos, dado que “los niños sanos no temerán a la vida si sus mayores tienen la suficiente integridad para no temer a la muerte”. El autor sugiere que una persona debe sentirse verdaderamente agraciada de ser sabia, entendiendo lo de

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“agraciada” en su sentido más amplio: me he encontrado con personas muy poco agraciadas que me han enseñado grandes cosas, no por sus palabras sabias, sino por su simple y gentil acercamiento a la vida y a la muerte; por su “generosidad de espíritu”.

La concepción del desarrollo adulto de Daniel Levinson

Daniel Levinson y sus colaboradores se centraron e el desarrollo de la personalidad a lo largo del ciclo vital, estableciendo así un nuevo esquema de la fase adulta de este. Según Levinson, el ciclo vital humano se compone de cuatro (4) etapas fundamentales, de aproximadamente 25 anos, solapadas entre si, de manera que una nueva etapa comienza antes de que la precedente haya acabado.

.Infancia y adolescencia (desde el nacimiento hasta los 22 anos)

.Etapa adulta temprana (de los 17 a los 45 anos)

.Edad adulta media (de los 40 a los 65 anos)

.Edad adulta tardia (de los 65 anos en adelante)

Daniel Levinson (1978, 1986, 1987), psicólogo norteamericano, propuso una teoría del desarrollo del adulto estructurada en una serie de etapas llamadas eras o estaciones (seasons). Trabajando inicialmente con hombres (1978) y posteriormente con mujeres (1987), Levinson postuló que en el centro de todo proceso de desarrollo está la estructura de la vida (life structure). Mediante este constructo, Levinson adelantó la idea de que en todo individuo hay un patrón estable de conducta que se manifiesta a lo largo del tiempo y que se convierte en el centro o núcleo de su personalidad haciéndolo único y distinguiéndolo así de los demás.

La estructura de la vida de una persona es moldeada por el ambiente físico y social del individuo y le permite responder a los cambios que se van dando a lo largo de los años. Está formada por elementos específicos como el trabajo, el matrimonio y la vida familiar, las amistades y las relaciones interpersonales, las creencias religiosas y las actividades relacionadas con el ocio. Dado que todos estos elementos son interpretados y asumidos de manera única por cada individuo, el resultado será una personalidad irrepetible, distinta de las demás.

Incluso eventos normativos comunes a edades o a etapas en la vida darán lugar a conductas diferentes de otras, por lo que el profesional de ayuda deberá estar atento a estos matices propios de cada personalidad.

Para Levinson (1986), no existe una única y universal manera de estructurar la vida, sino que cada persona adulta le otorga su propia impronta, tratando de vivir las posibilidades que se presentan en cada momento. Ahora bien, ninguna estructura individual puede incorporar todas

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las posibilidades existentes, por lo que cada persona tendrá que pasar por un proceso de elección, de implantación y de evaluación. Esto implica que la estructura de vida es un fenómeno evolutivo y no estático, flexible y no rígido en el que tanto las opciones seleccionadas como las descartadas ocupan un lugar en la formación de la personalidad y en el proceso de revisión de la estructura de la vida en el que la consejería profesional tiene un papel muy activo.

Dado que no es posible optar por todo a la vez, la revisión de la estructura de la vida puede ser ocasión para replantearse opciones descartadas y decidir si se incorporan o se dejan definitivamente fuera de la estructura creada.

Según Levinson, este proceso de revisión de la estructura de la vida debe darse en la parte más saludable de la persona, a fin de que los siguientes pasos puedan interpretarse como adelanto y progreso en la vida y no como deterioro de la misma. Esta dinámica conlleva alejarse de la perspectiva patologizante que pretende descubrir disfuncionalidades en todo comportamiento que se distancie de la conducta establecida como norma por parte de la sociedad, centrándose en cambio en las llamadas fortalezas, destrezas o talentos del individuo. Claro está, no siempre es fácil identificar cuál es la parte más saludable de la persona, particularmente cuando acude a la consejería buscando alivio para una situación dolorosa o un remedio inmediato para algún tipo de malestar o de incomodidad.

Tanto la formación como la revisión de la estructura de la vida en el universitario deberá considerar esta parte más saludable, marcada por los logros académicos, la clarificación de metas vocacionales y profesionales, la adquisición de nuevas destrezas sociales y el establecimiento de relaciones íntimas, significativas para el individuo. En efecto, muchas veces nuestras intervenciones profesionales se limitan a tratar de desfacer entuertos, intentando remediar situaciones que pudieron haberse evitado o a ofrecer soluciones inmediatas a situaciones críticas, las cuales sabemos tendrán repercusiones posteriores si no son atendidas adecuadamente. El enfoque eminentemente educativo, proactivo, preventivo y positivo de la consejería profesional se beneficiaría grandemente con la incorporación de esta dinámica de evaluación que acentúa lo positivo sin negar la existencia de situaciones deficitarias, ya que no siempre es fácil revisar la estructura de la vida cuando se está atravesando por momentos de especial dificultad.

En su Teoría de la Estructura de la Vida, Levinson (1986) identificó unos períodos del desarrollo vinculados a la edad que se van desplegando a lo largo del tiempo en una secuencia ordenada y universal. Inicialmente cuatro y posteriormente cinco, estos períodos, eras o estaciones se caracterizan por momentos de relativa estabilidad, muchas veces de corta duración y por momentos de transición, caracterizados por una fuerte intensidad emocional.

Los cinco períodos identificados por Levinson (1986) son:

• Preadultez: Desde el nacimiento hasta los 22 años

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• Adultez temprana: De los 17 a los 45 años

• Adultez media: De los 40 a los 64 años

• Adultez tardía: De los 60 a los 85 años

• Adultez realmente tardía: De los 80 años en adelante.

Las etapas no están organizadas de acuerdo a unas cifras exactas, sino que pueden comenzar antes o después en algunas personas. La etapa de la adultez realmente tardía fue propuesta luego de que la expectativa de vida en la nación norteamericana se ampliara con los adelantos de la ciencia, la medicina y otras disciplinas relacionadas con la salud.

Aunque Levinson (1978, 1987) encontró que las mujeres atraviesan por los mismos períodos o etapas que los hombres, postuló que en éstas las etapas de la vida están mucho más vinculadas al ciclo de vida de la familia. En el hombre se relacionan más con la selección de carrera y con la vida profesional. No obstante, todo proceso de consejería deberá tomar en cuenta las diferencias atribuidas al género, así como a otros elementos sociales importantes.

En la etapa de preadultez, el individuo comienza a desarrollar su carrera profesional y da inicio a su vida de familia. Entre esta etapa y la siguiente, evalúa los logros alcanzados y se decide a progresar en la trayectoria trazada. Como en las demás etapas identificadas, Levinson propone una serie de tareas que el joven preadulto debe realizar antes de pasar al estadio siguiente.

Algunas de estas tareas son:

Culminar la estructura de vida adolescente, adentrándose en el mundo preadulto. Conviene recordar que en la sociedad puertorriqueña éste no es un mundo claramente definido. En algunas instancias, el joven siente que los adultos lo consideran un par, mientras que en otras, siente que lo perciben como aún no preparado para la vida adulta. Esto puede llevar a confusiones que empañen la clarificación de metas y la toma de decisiones.

Establecer y poner en práctica una estructura de vida propia del mundo preadulto. Tanto ésta como la tarea anterior reclaman la existencia de mecanismos que promuevan el logro pretendido. Haría falta revisar los recursos disponibles al joven universitario para ver si, en efecto, cuenta con los medios que le permitan transicionar exitosamente de la adolescencia a la adultez temprana.

Uno de estos mecanismos es la capacidad de llevar a cabo una reflexión crítica de sí mismo, a fin de identificar fortalezas y limitaciones, aprendiendo a hacer uso óptimo de las primeras y a incorporar y transformar las segundas.

Comenzar a desarraigarse de la familia de origen. Esto no deja de presentar una serie de conflictos en la familia puertorriqueña, particularmente cuando en muchos jóvenes se da simultáneamente con la formación de relaciones íntimas que pueden dar lugar a una nueva familia, con sus características propias.

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Desarrollar el sentido de autonomía personal. Conlleva internalizar costumbres, normas, principios y leyes aceptados como normativos por los grupos sociales a los que se pertenece, estableciendo y desarrollando un criterio propio de reflexión y de acción. Al tiempo que exige el desarrollo tanto la independencia de influencias sociales, reclama la interdependencia para con otras personas y grupos que contribuyen al sentido de identidad y de los que no es posible desvincularse.

Aprender y poner en práctica destrezas de manejo personal. Tal vez una de las más importantes en el ambiente universitario es la del manejo de la diversidad. Conlleva reconocer la existencia de otras perspectivas, en ocasiones diametralmente opuestas a las propias.

Desarrollar una identidad ocupacional. La falta de orientación en este campo en muchos jóvenes que ingresan a la universidad contribuye a que las metas establecidas en el proceso de ayuda se compliquen seriamente, ya que el factor tiempo juega un papel decisivo. Al mismo tiempo, el hecho de que algunas experiencias relacionadas al mundo del trabajo van asociadas a una práctica o internado y conllevan una nota académica da lugar a nuevas presiones y situaciones más complejas. La presión de la familia, el tiempo y el dinero invertidos, puede contribuir también a estas presiones.

Aprender las destrezas de ajuste al mundo adulto, particularmente las asociadas con el manejo de conflictos y la resolución de problemas.

La conducta del universitario adolescente o preadulto puede ir de un extremo del péndulo al otro, comportándose de manera impulsiva en algunas ocasiones y temeroso de tomar decisiones en otras. Esto puede llevarle a interpretar erróneamente algunos elementos que forman parte de las situaciones conflictivas y a tomar decisiones equivocadas en el manejo de las mismas.

Probar su poder. Tantear, o hacer pininos como adulto, lo que exige una mayor precisión de lo que conlleva la responsabilidad hacia sí mismos y hacia otros así como al resultado de las decisiones tomadas o los proyectos iniciados.

Establecer mecanismos para la resolución de conflictos. Esta tarea conlleva aprender a manejar resultados no esperados, tales como los fracasos en las empresas acometidas o la incomprensión o el rechazo por parte de otros.

Establecer relaciones íntimas. A tono con la quinta etapa del desarrollo psicosexual propuesta por Erikson, clarifica aún más el proceso del desarrollo y el grado de madurez alcanzado.

Establecer amistades íntimas. Distintas de las anteriores por su grado de significado, ayuda al joven preadulto a ubicarse socialmente con respecto a otras personas y a sí mismo.

Mantener una interacción sexual saludable, estable y apropiada. A pesar de que se insiste en la existencia de un plan nacional de salud sexual, el mismo es desconocido por muchas personas. Adelantar iniciativas en esta dirección contribuirá a que el joven universitario entienda e integre la fuerza de su sexualidad y la incorpore en su personalidad como un elemento importante pero no como el elemento clave o definitorio

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de lo que es como persona. Esto conlleva desmitificar el culto a la sexualidad tan presente en nuestra vida social, ya sea abierta o solapadamente y ayudar a las personas a una integración positiva y saludable de la misma. En este apartado será necesario dialogar y negociar con muchas cosmovisiones religiosas a fin de que las personas puedan mantener aquellos postulados centrales a la fe que practican sin patologizar o penalizar la dimensión sexual de la vida.

Involucrarse en la vida comunitaria. Sin lugar a dudas, ésta es una de las metas más importantes de la vida universitaria. El compromiso social y la contribución profesional al bien común debe ser una exigencia moral de todo estudiante a este nivel. Una vez más, convendría evaluar los mecanismos existentes que contribuyen o entorpecen el desarrollo de esta tarea.

Durante la adultez media, la persona se hace consciente de que no podrá alcanzar todas sus metas y aspiraciones, por lo que tendrá que revisar y modificar su proceder. Es en esta etapa que trabaja más de lleno en su singularidad como individuo y trata de cultivar sus destrezas y sus valores. Las etapas finales se centran en la reflexión sobre los éxitos y los fracasos experimentados y, presumiblemente, en el disfrute de los años que quedan por vivir.

En los momentos de transición, el individuo puede cuestionar el estado de su vida, reexaminar lo que ha logrado hasta el momento y decidirse a buscar nuevos valores y canales de expresión. Para Levinson (1986), las transiciones pueden servir de puente entre una etapa y la siguiente, posibilitando un cambio cualitativo en la vida de la persona. No obstante, estas transiciones no siempre son fáciles de recorrer o de resolver. Pueden provocar cierto grado de desequilibrio, llegando en ocasiones a producir ansiedad, confusión e inestabilidad en quien las experimenta. Es importante notar que estas transiciones no se resuelven automáticamente. Pueden darse en más de una ocasión entre dos mismas etapas sirviendo así para reexplorar los pasos dados y establecer nuevas metas y nuevos rumbos.

Levinson (1978, 1987) hace referencia a una serie de tareas que cada persona debe realizar en cada etapa y antes de pasar a la etapa siguiente, la tarea más importante es precisamente resolver satisfactoriamente todo lo relacionado con cada uno de estos momentos de cambio.

Las etapas del Desarrollo Moral, nivel preconvencional de Lawrence Kohlberg

Lawrence Kohlberg expuso una teoría constructivista del desarrollo emocional y moral basada en la obra de Jean Piaget. Kohlberg propone seis etapas de desarrollo que se pueden agrupar en tres niveles. El primer nivel es el nivel preconvencional. La moralidad preconvencional se asocia generalmente con los niños, pero muchos adultos operan en este nivel de desarrollo moral. La primera etapa de este nivel es la obediencia y el castigo de orientación. En esta etapa los individuos asocian el bien y el mal con las consecuencias directas para ellos mismos.

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Si un comportamiento posiblemente termina en castigo, un niño lo calificará como "mala" conducta. Si el resultado es un elogio o recompensa, el niño lo calificará como "buena" conducta. La segunda etapa de este nivel es el individualismo y el intercambio. En esta etapa los niños juzgan la moralidad basada en el interés individual. El bien y el mal son relativos a la persona involucrada. Estas etapas están unidas a la falta de consideración por la familia o la sociedad y se centra exclusivamente en las acciones y consecuencias para el individuo.

La moralidad convencional

El nivel convencional se asocia generalmente con la adolescencia y la adultez temprana. La primera etapa tiene que ver con las relaciones interpersonales. En esta etapa, el individuo se preocupa por el comportamiento que le ayudará a integrarse con sus compañeros y la comunidad. Buscará la aprobación de los demás hacia su conducta. Esto también es conocido como la etapa del "buen chico" o "buena chica". Las intenciones de una persona llegan a ser importantes en esta etapa. La segunda etapa de la moral convencional hace hincapié en mantener el orden social. En esta etapa, las personas comienzan a apreciar las reglas de la sociedad. La buena conducta se asocia con la aceptación de las reglas sociales y las leyes manteniendo así una sociedad ordenada. En general, la moralidad convencional está asociada con el seguimiento de los acuerdos del grupo.

La moralidad post convencional

La moralidad post convencional se asocia con la adolescencia tardía y la edad adulta, sin embargo, los individuos no siempre alcanzan este nivel de razonamiento moral. La primera etapa de este nivel se refiere a los contratos sociales y los derechos individuales. Las personas que operan en este nivel reconocen que las leyes son importantes para una sociedad, pero los derechos individuales y las creencias también debe tenerse en cuenta. La ley puede y debe ser modificada para adaptarse a una sociedad en evolución. El proceso democrático se asocia con este nivel de desarrollo moral. La última etapa en la teoría de Kohlberg es impulsada por los principios éticos universales. En esta etapa, el individuo debe actuar según el sentido interno de la conciencia y no de las reglas o leyes de la sociedad. A menudo, esto significa actuar en contra de las leyes cuando una persona siente que está éticamente obligado a actuar de acuerdo a sus creencias.

RESUMEN

Aporte de la Teoría del desarrollo psicosocial de Erikson:

Eric Erickson explica el desarrollo de la persona en ocho etapas, comenzando por la niñez, para dar término en la vejez, agregando que dichos pasos o facetas de la vida, son experimentadas por cualquier ser humano sin excepción. Cada una de éstas, presenta una crisis, reto y un crecimiento interno cuando se supera. Una vez superada una etapa surgirá una

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virtud, lo cual influirá en las actitudes del individuo en los periodos posteriores y en su desarrollo en general.

Estadio VI: Adulto temprano “Intimidad vs Aislamiento”:

Esta fase, la etapa de la adultez joven, dura entre los 18 años hasta los 30 aproximadamente. La tarea principal es lograr un cierto grado de intimidad. La sexta crisis intimidad frente a aislamiento, se ocupa fundamentalmente de la elección de un compañero y una carrera. El individuo debe encontrar la persona adecuada y el camino por sí mismo o puede desarrollar una sensación de aislamiento, de sentirse excluido.

La intimidad supone la posibilidad de estar cerca de otros, como amantes, amigos; como un partícipe de la sociedad. Ya que posees un sentimiento de saber quién eres, no tienes miedo a “perderte” a ti mismo, como presentan muchos adolescentes.

La exclusión es la tendencia maligna de aislamiento máximo. La persona se aísla de sus seres queridos o parejas, amigos y vecinos, desarrollando como compensación un sentimiento constante de cierta rabia o irritabilidad que le sirve de compañía.

Las interacciones sociales durante el estado adulto temprano, alcanzan un punto crítico. La mayoría de las personas tiene un anhelo profundo de relacionarse íntimamente con una persona del sexo opuesto y algunas otras con alguien del mismo sexo. En la mayoría de los casos, el matrimonio es el medio usual con que se satisface esa necesidad. La intimidad en las relaciones humanas presupone otras conquistas importantes, por lo que muchas personas son incapaces de alcanzarla. Relacionando lo que se ha obtenido de las etapas anteriores, podemos decir que en este periodo un sentido de iniciativa bien desarrollado capacita a los cónyuges a realizar cosas productivas para el otro; un sentido de laboriosidad capacita a cada uno a mostrar amor de una forma tangible, haciendo cosas en forma competente para su pareja; el sentido de identidad proporciona a la pareja el papel de estabilidad, una capacidad sana para la fidelidad y una serie bien definida de valores y prioridades.

Si atravesamos con éxito esta etapa, llevaremos con nosotros esa virtud o fuerza psicosocial que Erikson llama amor. Dentro de este contexto teórico, el amor se refiere a esa habilidad para alejar las diferencias y los antagonismos a través de una “mutualidad de devoción”. Incluye no solamente el amor que compartimos en un buen matrimonio, sino también el amor entre amigos y el amor de mi vecino, compañero de trabajo y compatriota.

Estadio VII: Adulto Medio “Generatividad vs Estancamiento”:

Este estadio corresponde al de la adultez media. Es el periodo de la madurez que comprende los años intermedios de los 25/30 a los 60, aproximadamente.

La tarea fundamental aquí es lograr un equilibrio apropiado entre la productividad (también conocido en el ámbito de la psicología como generabilidad) y el estancamiento. En esta crisis el

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individuo debe tener la sensación de haber contribuido a la siguiente generación. De lo contrario se sentirá estancado por no haber dejado una impresión en las generaciones futuras.

Erikson menciona como etapa importante de la vida: la generatividad, con el fin de describir la necesidad de un trabajo y afecto sostenidos y productivos.

Es por lo general la etapa de mayor productividad en la vida; las personas se establecen en una profesión, forman una familia y se forjan su reputación favorable en la comunidad. Es la época en que el individuo alcanza la más completa madurez física, psicológica y social.

La productividad es una extensión del amor hacia el futuro. Tiene que ver con una preocupación sobre la siguiente generación y todas las demás futuras.

El estancamiento, por otro lado, es la “auto-absorción”; cuidar de nadie. La persona estancada deja de ser un miembro productivo de la sociedad. La persona estancada deja de ser un miembro productivo de la sociedad.

Algunas personas tratan de ser tan productivas que llega un momento en que no se pueden permitir nada de tiempo para sí mismos, para relajarse y descansar. Al final, estas personas tampoco logran contribuir algo a la sociedad. Aquello que llamamos “el sentido de la vida” es una cuestión de cómo y qué contribuimos o participamos en la sociedad.

Esta es la etapa de la “crisis de la mediana edad”. En ocasiones los hombres y mujeres se preguntan esa interrogante tan terrible y vasta de “¿Qué estoy haciendo aquí?”.

En vez de preguntarse por quiénes están haciendo lo que hacen, se preguntan el qué hacen, dado que la atención recae sobre ellos mismos. Debido al pánico a envejecer y a no haber logrado las metas ideales que tuvieron cuando jóvenes, tratan de “recapturar” su juventud. El ejemplo más evidente se percibe en los hombres. Dejan a sus sufrientes esposas, abandonan sus tediosos trabajos, se compran ropa de última moda y empiezan a acudir bares de solteros. Evidentemente, raramente encuentran lo que andan buscando porque sencillamente están buscando algo equivocado.

Si atravesamos esta etapa con éxito. Desarrollaremos una capacidad importante para cuidar que nos servirá a lo largo del resto de nuestra vida.

Aporte del modelo Jungiano del ciclo vital y las etapas de la vida:

La primera y más fundamental particularidad del modelo Jungiano de las etapas de la vida es la división del ciclo vital en dos mitades y un período crítico de transición entre ambas, aunque el mismo Jung (1931), así como Adler (1948), Samuels (1985) y Stevens (1990), ocasionalmente hacen referencia a cuatro o más estadios básicos. Cada mitad de la vida –o bien, cada época de la vida− exhibe, por un lado, determinadas características que la definen y demanda, por

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otro lado, el cumplimiento de determinadas “tareas” a la consciencia, que se encuentra en el proceso de transitar por el ciclo vital.

La primera mitad de la vida, que puede ser subdividida en infancia y juventud, llega hasta entre los treinta y cinco y los cuarenta años, con evidentes variaciones individuales. Es un período que requiere de cada ser humano la resolución de problemáticas eminentemente biopsicológicas y sociales, que imponen a la consciencia una direccionalidad o un movimiento que, por así decirlo, va de adentro hacia afuera. En otras palabras, el naciente individuo debe hacer frente, de modo cada vez más activo en la medida en la que el alcance de sus recursos disponibles aumenta, a las poderosas demandas de adaptación a la realidad exterior y de expansión en el mundo social que su entorno le plantea.

Antes que nada, el infante debe separarse de modo gradual –en términos psicológicos− de su cuidadora o de su cuidador primario, debe renunciar a la unidad relacional indiferenciada en la cual vive aún inserto.

Esto significa diferenciar progresivamente su consciencia personal y establecer una identidad y un ego propios o, dicho de otra forma, asumir cada vez más su condición de individualidad. Así, el desarrollo promueve, en esta primera mitad de la vida, la actualización de objetivos básicos como un cierto grado de independencia y autonomía.

Las tareas evolutivas de la etapa de la infancia experimentan una transformación importante hacia los estadios de la adolescencia y la adultez temprana, cuando la consciencia está terminando de personalizarse y la capacidad de pensar de manera abstracta hace su aparición. El individuo debe ahora dedicarse a satisfacer otro conjunto de necesidades, que pueden subsumirse en la necesidad fundamental de construirse una base segura en el mundo, con todos los aspectos que ello puede implicar: decidir qué tipo de actividad profesional podrá permitirle subsistir, encontrando un compromiso entre las posibilidades reales que tiene a su disposición, por un lado, y sus habilidades e intereses por otro; iniciar una vida sexual responsable y satisfactoria; elegir una pareja con la cual mantener una relación interpersonal profunda y fundar una familia; y, con el tiempo, acceder a una posición social y una identidad adulta estables

Hasta aquí, la persona se ha ocupado más de vivir que de reflexionar acerca del hecho de su existencia. El desarrollo de su ego y la diferenciación de su consciencia le han garantizado, idealmente, una exitosa adaptación a las realidades social y material y le han proporcionado un sentimiento de autosuficiencia. Ha experimentado una amplia variedad de situaciones vitales que le han demostrado que puede confiar en sus propias capacidades y se siente competente.

No obstante, hacia los treinta y cinco o cuarenta años, tiende a hacerse presente una sensación interior de vacío, ausencia de propósito, desesperación, pérdida y falta de sentido, que puede comenzar siendo muy difusa y muy sutil. Este estado psíquico, que muchas veces

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es ignorado o reprimido, constituye el preámbulo de lo que hoy conocemos con el nombre de crisis de la edad media.

En esta fase de la vida, entre los treinta y cinco y los cuarenta, se prepara un cambio substancial de la psique humana. En un inicio, no son cambios perceptibles, que llamen la atención; más bien son signos indirectos de modificaciones que empiezan a producirse, al parecer, en el inconsciente. A veces, es algo así como un lento cambio de carácter, otras veces reaparecen peculiaridades que desaparecieron con la niñez, o empiezan a difuminarse las aficiones e intereses actuales, que son sustituidos por otros o, lo que es muy frecuente, las convicciones y los principios, especialmente los morales, comienzan a endurecerse y esquinarse.

Los acontecimientos de la primera mitad de la vida han generado lo que Jung llamaba la unilateralidad de la personalidad y la crisis de la edad media, que representa la transición hacia la segunda mitad de la vida, anuncia la necesidad del individuo de atender a aquellas partes de sí mismo que ha descuidado. Debido a ello, “la manera de afrontar la crisis de la mediana edad tiene importancia decisiva para el resto de la vida. El psicólogo analítico David Hart (1995) escribe que “se trata en el fondo de una crisis espiritual, un desafío para buscar y descubrir el sentido de la vida. Ninguno de los instrumentos utilizados en la primera mitad de la vida resulta adecuado para enfrentarse a este desafío”.

El desequilibrio transitorio puede ser calificado de espiritual porque apunta hacia la consecución de una condición de máxima plenitud y porque confronta a la consciencia con las cuestiones más trascendentales del existir. La naturaleza íntima y profunda del proceso puede precipitar un natural, buscado período de aislamiento social e introspección, durante el cual la persona puede sentir un fuerte impulso a evaluar y cuestionarse la forma que ha caracterizado su vivir hasta el momento presente.

Cuando se ha estructurado y afirmado un ego capaz de manejar, de modo oportuno, las demandas de la adaptación al mundo exterior, la psique empieza a invertir su direccionalidad ya acostumbrada y orienta a la consciencia hacia adentro.

En las etapas de la adultez y la vejez el desarrollo de la personalidad ahora, a diferencia de lo que sucede en la primera mitad de la vida, el acento está puesto sobre la adaptación a la realidad interna. El foco del crecimiento, que se había concentrado sobre la dimensión interpersonal, se desplaza hacia el establecimiento de una relación consciente con los elementos colectivos del medio intrapsíquico.