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Zócalo | junio 2011 8 Derecho de audiencias, vital para construcción ciudadana Norma Pareja Sánchez E n la actualidad es imposible hablar de ciudada- nía sin tomar en cuenta a los medios. En general se parte de la idea de que la configuración de la identidad ciudadana deriva de la interrelación con partidos políticos e instituciones gubernamentales, no obstante debe incluirse a los medios masivos de comunica- ción en la medida en que estos insertan al ciudadano en los procesos políticos: a) Vehiculando la comunicación política de gobernan- tes a gobernados tanto en periodos de campañas como cuando no las hay formalmente y a través de múltiples formatos y espacios. b) Mostrando su propia visión del mundo a fin de le- gitimarla (a través de la construcción de imaginarios, percepciones e imágenes de la realidad y diversos signifi- cados a través de múltiples formatos y espacios). c) Dando espacio y cobertura por diversas razones a las protestas y movimientos sociales que buscan in- cidir en las estructuras del poder y que también forman parte de la comunicación entre gobernantes y gobernados, la comunicación política. Múltiples estudios tanto académicos como institucionales han dado cuenta de que los medios de comunicación, en especial la televisión, son clave en la organización de la vida social; como fuentes de información del acontecer nacional, así como acerca de lo que ocurre en la vida política del país. Las distintas definiciones de ciudadanía en la sociología, la filosofía, la antropología y el derecho coinciden en que ésta se concentra en derechos y obligaciones legales, políticos y sociales que, en su conjunto, definen el lugar que ocupa un sujeto en su relación con el Estado, pero sobre todo en la manera en que el sujeto participa en la definición de la na- turaleza de las leyes a través de las cuales admiten ser gober- nados. En esencia, las definiciones se ciñen a las nociones de democracia clásica de la antigua Grecia. Y son tres grandes los rubros que se contemplan en el ámbito de los derechos, civil, político y social, en los que ya debe contemplarse el del acceso a la comunicación e información. En la actualidad, en la relación ciudadano-Estado hay una mediación tecnológica a la que los sujetos deben tener la po- sibilidad de acceder para interpelar a los distintos actores que conforman al Estado y a los propios medios y no sólo ser interpelados; esta posibilidad se fundamenta en dos razo- nes: que los medios posibilitan y facilitan su diálogo con el Estado y que le permitirían participar de manera activa en la ejecución de sus derechos y obligaciones, y no como meros individuos retratados según la versión de la realidad que los grandes medios construyen, sin que haya un acceso real ni por la vía de la consulta ni de retratos y espacios de sujetos reales, lo cual de facto configura un ca- rácter jerárquico entre medios de comunicación y sociedad. Internet La longeva relación entre el presidencialismo y los intereses del empresariado mediático de la televi- sión, impiden que los medios de comunicación coadyuven al proceso de transición democrática, lo que a su vez ha obstaculizado el debate de los asuntos públicos, y con ello la construcción de una ciudada- nía democrática que garantice los derechos de las audiencias. Ésta es la principal tesis del análisis de la maestra Norma Pareja que publicamos ahora en Zócalo, quien frente a ese escenario recomienda, romper el modelo de relación jerárquica entre empresas mediáticas y sociedad, para que una nueva regulación enfatice la función social de los medios y la figura del ciudadano cobre importancia.

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En el contexto de la reglamentación secundaria para la reforma en telecomunicaciones, compartimos esta reflexión de Norma Pareja publicado en nuestra edición Núm. 136 (junio 2011).

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Derecho de audiencias, vital para construcción ciudadana

Norma Pareja Sánchez •

En la actualidad es imposible hablar de ciudada-nía sin tomar en cuenta a los medios. En general se parte de la idea de que la configuración de la identidad ciudadana deriva de la interrelación

con partidos políticos e instituciones gubernamentales, no obstante debe incluirse a los medios masivos de comunica-ción en la medida en que estos insertan al ciudadano en los procesos políticos:

a) Vehiculando la comunicación política de gobernan-tes a gobernados tanto en periodos de campañas como cuando no las hay formalmente y a través de múltiples formatos y espacios.b) Mostrando su propia visión del mundo a fin de le-gitimarla (a través de la construcción de imaginarios, percepciones e imágenes de la realidad y diversos signifi-cados a través de múltiples formatos y espacios).c) Dando espacio y cobertura por diversas razones a las protestas y movimientos sociales que buscan in-cidir en las estructuras del poder y que también

forman parte de la comunicación entre gobernantes y gobernados, la comunicación política.

Múltiples estudios tanto académicos como institucionales han dado cuenta de que los medios de comunicación, en especial la televisión, son clave en la organización de la vida social; como fuentes de información del acontecer nacional, así como acerca de lo que ocurre en la vida política del país.Las distintas definiciones de ciudadanía en la sociología, la filosofía, la antropología y el derecho coinciden en que ésta se concentra en derechos y obligaciones legales, políticos y sociales que, en su conjunto, definen el lugar que ocupa un sujeto en su relación con el Estado, pero sobre todo en la manera en que el sujeto participa en la definición de la na-turaleza de las leyes a través de las cuales admiten ser gober-nados. En esencia, las definiciones se ciñen a las nociones de democracia clásica de la antigua Grecia. Y son tres grandes los rubros que se contemplan en el ámbito de los derechos, civil, político y social, en los que ya debe contemplarse el del acceso a la comunicación e información.

En la actualidad, en la relación ciudadano-Estado hay una mediación tecnológica a la que los sujetos deben tener la po-sibilidad de acceder para interpelar a los distintos actores que conforman al Estado y a los propios medios y no sólo ser interpelados; esta posibilidad se fundamenta en dos razo-nes: que los medios posibilitan y facilitan su diálogo con el Estado y que le permitirían participar de manera activa en la ejecución de sus derechos y obligaciones, y no como meros individuos retratados según la versión de la realidad que los

grandes medios construyen, sin que haya un acceso real ni por la vía de la consulta ni de retratos y espacios de sujetos reales, lo cual de facto configura un ca-rácter jerárquico entre medios de comunicación y sociedad.

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La longeva relación entre el presidencialismo y los intereses del empresariado mediático de la televi-sión, impiden que los medios de comunicación coadyuven al proceso de transición democrática, lo que a su vez ha obstaculizado el debate de los asuntos públicos, y con ello la construcción de una ciudada-nía democrática que garantice los derechos de las audiencias. Ésta es la principal tesis del análisis de la maestra Norma Pareja que publicamos ahora en Zócalo, quien frente a ese escenario recomienda, romper el modelo de relación jerárquica entre empresas mediáticas y sociedad, para que una nueva

regulación enfatice la función social de los medios y la figura del ciudadano cobre importancia.

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Por tanto, se considera necesario romper los vínculos je-rárquicos entre medios de comunicación y sociedad, a fin de trastocar las relaciones de poder existentes que limitan la consolidación de la democracia, partiendo necesariamente de la construcción de la ciudadanía en que los medios de comunicación juegan un papel clave. En la actualidad es posible observar en México interesantes manifes-taciones sociales por distintas vías que cuestionan las decisiones de los distintos grupos de poder y diversos cambios en el propio Estado, tales como la composición del congreso, la alternancia en el poder presiden-cial, la apertura de algunos rincones de la administración y gestión pública, el uso de la vía jurídica para dirimir dife-rencias, la protesta social; no obstante, un espacio en el que se han visto pocos cambios positivos para la sociedad es en los medios de comunicación. La actual discusión sobre la ampliación del número de actores en el uso lucrativo del espectro radioeléctrico y la confrontación entre Televisa, TV Azteca y Grupo Carso en el ámbito de las telecomunicacio-nes, por las posibilidades que implican los avances tecnoló-gicos, no ha arrojado aún saldos positivos para la sociedad. El sector de la televisión en específico, sigue altamente con-centrado y con una oferta muy limitada a la sociedad.

Breve juicio de la televisión mexicanaVarios estudios han diagnosticado las condiciones en las que los me-dios de comunicación operan en México, mismas que se han man-tenido por décadas, en especial me concentraré en la televisión en tanto es el medio que aún reporta un alto nivel de penetración como tecnología en el hogar, 95 por ciento según el INEGI; 1 y tiene un lugar privilegiado en las prác-ticas diarias en el mismo, lo que le ubica también en el primer sitio, pues el CONACULTA 2 registró en 2010 que el 90 por ciento de los mexicanos acostumbra ver televisión y 76 por ciento acostumbra oír la radio.3

De este modo se hace necesario considerar que la industria cultural televisiva en México ha mostrado por varias déca-das rasgos sostenidos como:

1.Estar altamente concentrada, impidiendo el ac-ceso de otros actores-emisores y con ello, limi-tar la pluralidad de discursos. Históricamente

en México las políticas de comunicación han favorecido a los consorcios mediáticos (Televisa y TV Azteca), permitién-doles una clara concentración en las distintas ramas de las industrias audiovisuales y su control sobre el mercado de la publicidad, una de ellas ha sido la escasa regulación de ese

sector por parte del Estado. Desde el inicio y expansión del sector, el Esta-do no definió un marco jurídico que estableciera las normas de competen-cia, posibilidades de expansión y en-fatizara las funciones sociales de los medios. La propia industria de televi-sión se ha negado a distintas formas de regulación, sobre todo a aquéllas

que implican la entrada de otras emisoras. La llamada Ley Televisa constituye un intento de las televisoras por evitar el acceso de la competencia a partir de los procesos de re-gulación en el contexto digital y perpetuar el modelo de predominancia con ventajas. Otro ejemplo son las distintas manifestaciones públicas y legales tanto de Televisa como de TV Azteca en torno a la Reforma Electoral 2007-2008, que les arrebató la posibilidad de vender espacios para pro-paganda a los distintos partidos políticos con altos precios de publicidad sujetos a negociaciones discrecionales.

2. Estar estrechamente ligada al sistema polí-tico mexicano. Desde el inicio de la indus-

tria de televisión, empresas mediá-ticas y el Estado mexicano, han compartido intereses, sobre todo políticos y económicos. De hecho puede decirse que su crecimiento emana de ello y posee una génesis memorial. Al adoptarse un mo-delo comercial desde el principio, el Estado renunció a emplear a los medios de comunicación como es-pacios de diálogo con la sociedad y utilizar sus grandes posibilidades pedagógico-culturales, dejándole a las empresas esa responsabilidad: “En México, PRI y televisión fueron

dos caras de una misma moneda a lo largo de más de 50 años, desde antes del inicio formal de la televisión en 1950 hasta la así llamada ‘alternancia política’ mexicana en 2000”.4

3. Priorizar contenidos de entretenimiento en vez de los políticos y educativos, ya sea provenien-tes del mercado norteamericano o de manufac-tura nacional, sobre todo con los programas de

ficción. Este punto cobra mayor importancia considerando que tanto en la Ciudad de México como en el resto del país,

Se considera necesario romper los vínculos jerárquicos entre medios de comunicación y sociedad, a fin de trastocar las relaciones de poder exis-tentes que limitan la consolidación de la democracia

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la posibilidad de tener múltiples visiones a elegir resulta muy limitada. El modelo de concentración en la zona centro del país se replica a otras entidades; el tipo de televisión mayor-mente consumida es la abierta. En la Ciudad de México el panorama de la estructura televisiva en términos de conte-nidos se compone actualmente de sólo 11 canales; todos, excepto el Canal 34, 5 tienen su centro de producción aquí mismo, las frecuencias de Televisa y TV Azteca se mandan por red nacional a toda la República a través de sus repe-tidoras;6 el Canal 11 y el Canal 22 enlazan su señal con la mayoría de los estados del país a través de las estaciones estatales, o bien, algunos de sus programas son retransmi-tidos por estos canales en el interior del país en distintos horarios. Debe apuntarse que existe en la actualidad una predominancia de los macrogéneros de ficción y entreteni-miento. Se sabe que seis de cada 10 títulos que las televiso-ras ofrecen en sus canales de mayor audiencia, pertenecen a esos macrogéneros. 7

4. El desdibujamiento de la información política que lo mismo es mezclada con la prensa rosa que con la deportiva.8 La espectacularización de la noticia impacta de manera importante en la

relación sociedad-medios en tanto que la audiencia se con-vierte en un espectador que no participa, sino un sujeto a la espera de lo que en el show televisivo se muestre. La audien-cia es vista como consumidora y no como ciudadanía.

5. Ejercer un modelo jerárquico de relación con las audiencias. Como se ha visto antes, la oferta programática está ampliamente definida por las tendencias pragmáticas del mercado, las “nece-

sidades” de la audiencia. La oferta programática está cons-truida de una manera vertical: porque al concentrarse en un modelo comercial de televisión las televisoras deciden el tipo de programación con base a la oferta y a la deman-da. Por ende, las audiencias no participan en la conforma-ción de contenidos ya que sólo se toma en cuenta una parte de lo que requieren ver: el entretenimiento. Pero nunca se consulta ni contempla sobre otras dimensiones de lo que requieren ver como información con amplitud, contexto y objetividad; por ejemplo, debates o programas que reflejen la identidad nacional. Puede decirse entonces que la oferta programática es unidireccional y unilateral, configurando

un modelo jerárquico y tutelar entre medios y audiencia al definir una estructura programática de acuerdo al “gusto” de las audiencias y no a la apertura dialógica y horizon-tal, ello propicia distancia e imposibilita vínculo alguno con la sociedad mexicana. Circunstancia que, como ha se-ñalado Orozco, ha contribuido de modo significativo a la desinformación y despolitización de la sociedad mexi-cana, agudizando tendencias tradicionales de pasividad y conformismo.

La construcción de la ciudadanía en los medios El breve diagnóstico antes descrito permite observar que la alta concentración de la industria televisiva en México, su relación conveniente con el sistema político mexicano, la predominancia del entretenimiento en detrimento de la función social así como la espectacularización de la informa-ción y el modelo jerárquico de relación medios-audiencia, han imposibilitado que el sistema comunicativo coadyuve al proceso de transición democrática y sea parte de los re-ferentes ciudadanos para un acceso real a la toma de deci-siones por parte de la sociedad. Más bien configuran una relación escalonada y unilateral entre medios y sociedad, ello sin duda dificulta en gran medida cambios en materia de democracia. Las grandes industrias televisivas se resisten a la transformación de sus esquemas tradicionales, este quie-bre debe implicar otro tipo de relación de los medios con la sociedad, no jerárquica, no basada en el costo-beneficio o en el uso-gratificación, sino un tipo de participación que estimule el debate público y la construcción de una ciuda-danía democrática, que garantice los derechos políticos de la audiencia en la medida en que participe en el ejercicio del poder, pues como señala Tamayo, 9 participar de la co-munidad es tener la capacidad de poseer atributos o cua-lidades de esa comunidad; en tal sentido, participar es

La alta concentración de la industria tele-visiva en México, la predominancia del en-tretenimiento en detrimento de la función social, han imposibilitado que el sistema comunicativo coadyuve al proceso de tran-sición democrática.

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1 * Profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), Academia de Comunicación y Cultura.La disponibilidad comparada de las tecnologías en 2009 fue de 95 por cien-to para televisión, 79 por ciento de telefonía, 27 por ciento TV de paga, 27 por ciento computadora y 18 por ciento internet; Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hoga-res, INEGI, 2008.

2 Encuesta Nacional de Prácticas Consumo Culturales, CONACULTA, 2010, pp. 149-152.

3 El tiempo dedicado a estos medios es significativo: casi la mitad de los en-cuestados (40 por ciento) ve más de dos horas al día la televisión y 60 por ciento escucha hasta dos horas diarias de radio.

4 Guillermo Orozco Gómez, “La televisión en México”, en Guillermo Orozco Gómez (coord.), Historias de la televisión en América Latina, Gedisa, Bar-celona, 2002, pp. 203-244.

5 Las instalaciones de tv Mexiquense se encuentran en el valle de Toluca.6 El Canal 2 es “la señal con mayor cobertura en México”, cuenta con 128

repetidoras que le permiten llegar a 19.9 millones de hogares y cubrir 99 por ciento del país. Las otras cadenas nacionales son los Canales 13, 7 y 5 que cuentan cada una con 99, 80 y 66 repetidoras, respectivamente. Véase Islas, Laura, “Tercer Cadena, la decisión es política”, Etcétera, núm. 76, 1º de febrero 2007, pp. 7-10.

7 Pareja, Norma, “La televisión y la democracia. Un estudio sociohistórico sobre la televisión abierta y su oferta en la Ciudad de México”, Andamios, núm. 14, septiembre-diciembre 2010.

8 Vega, Aimée, “Defendiendo ciudadanías: los telediarios y la transición de-mocrática en México”, en Marco A. González Pérez (coord.) La política más allá de las urnas, Casa Juan Pablos, México, 2006, pp. 167-187.

9 Tamayo, Sergio, “Espacios de ciudadanía y espacios de conflicto”, Revista Sociológica, año XXI, núm. 61, mayo-agosto de 2006, pp. 11-40.

[email protected]

compartir, es la condición de estar relacionado con un todo, más grande y, en consecuencia, sentirse incluido.

Existe una relación importante entre la diversidad de contenidos de un sistema de medios y la democratización del sistema social, pues por un lado ésta posibilita una ma-yor representación de intereses, acceso y multiplicidad de miradas y expresiones sobre un mismo acontecimiento, por el otro, implica la construcción de la ciudadanía en tanto hay una lógica de diálogo y participación para resolver de manera colectiva los problemas públicos en congruencia con la esencia de la democracia. Desde la óptica democrá-tica, la inclusión y equidad en la comunicación fortalece a la sociedad a partir de la obtención de mayores elementos de análisis para la audiencia e integración de la misma, en un proceso que debe ser dialógico. La construcción de la ciudadanía debe necesariamente pasar por los medios de comunicación, los públicos y los privados, lo que debe lo-grarse a partir de la organización ciudadana, aquélla que ha generado cambios estructurales en los últimos 50 años.

Reflexiones Puede señalarse que los esquemas tradicionales y formas de operar de la industria cultural televisiva limitan la plu-ralidad de visiones y el libre acceso de los ciudadanos y, a su vez, complica que se facilite el diálogo y la participación social que contribuiría a la democracia en un sentido am-plio. Ante este panorama es necesario que la regulación de los medios de comunicación enfatice la función social de los mismos y la figura del ciudadano cobre mayor im-portancia en el marco de la misma; es necesario que esa figura ocupe una posición central tanto en las políticas de comunicación del Estado, sobre todo en el contexto de la convergencia tecnológica, como en los marcos jurídicos,

leyes y reglamentos que definen los marcos de acción de los medios. Ello bajo la lógica esencial de que la audiencia televisiva se constituye en ciudadanía en buena medida a partir del diálogo y deliberación sobre los asuntos públicos que los medios posibilitan tecnológicamente. A partir de la configuración de una esfera pública los sujetos asumen obligaciones en términos de seguimiento del acontecer na-cional y derechos, básicamente centrados en dos ejes, el de la información y el de la calidad en los contenidos, la cual debe basarse en oportunidad, contextualización, ob-jetividad, diversidad, pluralismo y amplitud. En esa lógica debe romperse la inercia de un modo de relación jerárquica entre medios y sociedad, la que en cierto modo replica la relación con el Estado.

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