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De Por Vida - Rita Arditti De Por Vida Las Abuelas de Plaza de Mayo y los niños desaparecidos de la Argentina RITA ARDITTI Traducción de Horacio Pons

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  • De Por Vida - Rita Arditti

    De Por Vida

    Las Abuelas

    de Plaza de Mayo

    y los nios desaparecidos

    de la Argentina

    RITA ARDITTI

    Traduccin de Horacio Pons

  • De Por Vida - Rita Arditti

    2

    Para las Abuelas

    y en afectuosa memoria de mi madre,

    Rosa Cordovero de Arditti,

    y de Rene Epelbaum,

    Madre de Plaza de Mayo, Lnea Fundadora

  • De Por Vida - Rita Arditti

    3

    ndice

    Lista de ilustraciones

    Agradecimientos

    Siglas

    Introduccin

    1. No slo un golpe ms

    2. Las Abuelas se organizan

    3. Del terror a la resistencia

    4. La localizacin de los nios

    5. Mentes cautivas, vidas cautivas

    6. Una nueva estrategia: el derecho a la identidad

    7. La poltica de la memoria

    Eplogo

    Apndice 1: Esbozos biogrficos de las Abuelas entrevistadas

    Apndice 2: Declaracin de principios y testimonio de las Abuelas de Plaza de Mayo

    Apndice 3: Carta de Estela Barnes de Carlotto a su nieto desaparecido

    Notas

    Bibliografa

    ndice analtico y de nombres

  • De Por Vida - Rita Arditti

    4

    Lista de ilustraciones

    Las fotografas siguen a la pgina .

    Abuelas en actividad

    Mara Isabel Chorobik de Mariani

    Elsa Pavn de Aguilar

    Otilia Lescano de Argaaraz

    Emma Spione de Baamonde

    Delia Giovanola de Califano

    Estela Barnes de Carlotto

    Raquel Rado de Marizcurrena

    Amelia Herrera de Miranda

    Nlida Gmez de Navajas

    Elsa Snchez de Oesterheld

    Argentina Rojo de Prez con Mariana Prez

    Rosa Tarlovsky de Roisinblit

    Antonia Acua de Segarra

    Reina Esses de Waisberg

    Alba Lanzillotto

    Nya Quesada

  • De Por Vida - Rita Arditti

    5

    Elena Santander

    Mara Victoria Moyano

    Berta Schubaroff

    Sonia Torres

    Tatiana Sfiligoy

    Tania Waisberg

    Buscamos dos generaciones, afiche

    Nios desaparecidos Busqumoslos, afiche premiado de Jorge Proz

    Mujer embarazada, afiche

    Restitucin es regreso a la vida Mi abuela me sigue buscando dganle dnde estoy,

    afiche

    Manifestacin: Dnde estn los centenares de bebs nacidos en cautiverio?

    Manifestacin: Nios desaparecidos

    Manifestacin con polica y cartel de nio secuestrado

    Cartelera en la oficina de las Abuelas: Nios localizados

    Pauelo de las Abuelas

  • De Por Vida - Rita Arditti

    6

    Agradecimientos

    Muchas personas de la Argentina y los Estados Unidos me dieron ayuda prctica y alimenta-

    ron mi nimo. Durante mi estada en Buenos Aires tuve la dicha de alojarme en la casa de mi

    hermana y mi cuado, Edith y Jaime Benveniste, y en la de mi prima Rene Blankleder, quie-

    nes me apoyaron de todas las maneras imaginables. Sin su ayuda, este libro no habra existi-

    do. Muchas gracias, tambin, a mi hermana Alicia Arditti, a mis primos Laura y Eduardo

    Marbach, a Julia y Jan Lichtig, a Sylvia Kossoy y a mi ta Daisy Wollenberger.

    Mi amiga Alicia DAmico me mantuvo informada sobre los ltimos acontecimientos

    polticos en la Argentina y me envi recortes muy importantes de los diarios de Buenos Aires.

    Sus comentarios siempre fueron iluminadores. Magui Bellotti y Marta Fontenla, de ATEM

    (Asociacin de Trabajo y Estudios de la Mujer), me ayudaron a ponerme al tanto de los actua-

    les debates feministas en la Argentina y me conectaron con Lita Boitano, de Familiares de

    Detenidos y Desaparecidos por Razones Polticas, quien, a su vez, me vincul con HIJOS

    (Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio). Juan Jorge Faria com-

    parti conmigo sus ideas y materiales y Esteban Costa me proporcion aliento y un odo aten-

    to. Graciela Mabel Wolfenson, Ariel Pereyra y Mara Adela Antokoletz (hija) transcribieron

    con destreza varias entrevistas. Rene Epelbaum , ya fallecida, y Mara Adela Antokoletz

    (madre), de las Madres de Plaza de Mayo, Lnea Fundadora, fueron (y son) una constante ins-

    piracin. Alejandro Inchaurregui, del Equipo Argentino de Antropologa Forense, me brind

    informacin detallada sobre algunas de las mujeres embarazadas asesinadas tras dar a luz.

  • De Por Vida - Rita Arditti

    7

    Cristina Camusso me ayud a tener acceso a publicaciones agotadas. Agradezco tambin a

    Daniel Bustamante, Marcelo Pablo Castillo, Abel Madariaga, y Mara Santa Cruz su constan-

    te apoyo e inters.

    En los Estados Unidos estoy en deuda con Christine Dinsmore por sugerirme que me

    pusiera en contacto con la University of California Press, y con Becky Thompson, Cynthia

    Enloe y Gilda Bruckman por sus slidos consejos editoriales. Shelley Minden, Tatiana

    Schreiber, George A. Stewart, Janine Baer y Elly Bulkin hicieron muchas y excelentes suge-

    rencias. Brinton Lykes me introdujo en la obra de Ignacio Martn-Bar y Jean Hardisty, Blue

    Lunden y Jeanmarie Marshall, ya fallecida, me alentaron constantemente. Elliot G. Mishler

    me dio un ejemplar de su libro sobre entrevistas de investigacin, que contribuy a hacer ms

    slido mi enfoque. Mientras terminaba su libro sobre la Argentina, Marguerite Feitlowitz

    comparti generosamente conmigo sus materiales. Estoy muy agradecida a Markta Freund y

    Enriqueta Horenovsky, quienes a travs de su trabajo en Amnista Internacional dieron apoyo

    a las Abuelas y organizaron sus viajes a los Estados Unidos.

    Me siento especialmente en deuda con Vctor B. Penchaszadeh e Ins Musacchio, quie-

    nes me hicieron conocer el trabajo de las Abuelas, y con Csar Chelala por sus informaciones,

    comentarios y respaldo. Muchas gracias a Lawrence Weschler, quien me dio la direccin del

    reverendo Jaime Wright en Brasil, y a Bert B. Lockwood Jr., que hizo lo mismo con la de

    Theo van Boven en Holanda. Eva Fleischner y Susan Zuccotti en los Estados Unidos y Sabine

    Zeitoun, del Centre dHistoire de la Rsistance et de la Dportation de Lyon, Francia, me

    ayudaron con el caso Finaly, y mi amigo Dick DAri, de Pars, me envi el libro de Jacob Ka-

    plan. Mi sobrino Martn Benveniste me remiti, tambin desde Pars, el libro de Irene Barki.

    El personal de la Cambridge Public Library y su seccin de referencias fueron siempre pa-

    cientes y amistosos. Adems, mientras escriba este libro, disfrut de la amistad y el apoyo de

    muchos de mis colegas del Union Institute.

  • De Por Vida - Rita Arditti

    8

    Mi hijo, Federico, su esposa, Nama Benali, y la hija de ambos, Layla Muchnik, me re-

    cordaron con su presencia las mltiples bendiciones que me acompaan y me ayudaron con

    las fuentes en francs y las correcciones. Mi querida amiga Estelle Disch pens conmigo la

    organizacin del material, me alent desde el comienzo mismo y ley pacientemente todos

    mis borradores. Su conocimiento de primera mano y su amor por las Abuelas fueron de la

    mayor importancia.

    Mi editora de la University of California Press, Naomi Schneider, expres su entusias-

    mo desde el principio y me respald sin desmayos mientras el trababajo avanzaba. En la Ar-

    gentina, Julia Saltzman, de Grijalbo, cumpli un rol similar y me di sugerencias invaluables.

    Mi agradecimiento de todo corazn a todas las Abuelas que aceptaron ser entrevistadas

    para este libro y que me instruyeron con paciencia acerca de los diversos aspectos del trabajo

    de la asociacin.

    La Thanks Be to Grandmother Winifred Foundation fue la nica fuente de apoyo eco-

    nmico para este proyecto. Su subsidio contribuy a pagar los gastos de viaje y las transcrip-

    ciones. La direccin de la fundacin, que otorga subsidios a mujeres de ms de 54 aos, es P.

    O. Box 1449, Wainscott, NY 11975-1449, USA. Le estoy eternamente agradecida por su apo-

    yo.

  • De Por Vida - Rita Arditti

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    Siglas

    AAA Alianza Anticomunista Argentina, tambin conocida como Triple A

    AAAS American Association for the Advancement of Science

    ANCLA Agencia de Noticias Clandestinas

    APDH Asamblea Permanente por los Derechos Humanos

    CEA Conferencia Episcopal Argentina

    CELS Centro de Estudios Legales y Sociales

    CGT Confederacin General del Trabajo

    CI Cadena Informativa

    CIDH Comisin Interamericana de Derechos Humanos

    CONADEP Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas

    EAAF Equipo Argentino de Antropologa Forense

    ERP Ejrcito Revolucionario del Pueblo

    ESMA Escuela Superior de Mecnica de la Armada

    FEDEFAM Federacin Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos

    Desaparecidos

    HIJOS Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio

    IACHR Inter American Commission on Human Rights (vase CIDH)

    MTP Movimiento Todos por la Patria

  • De Por Vida - Rita Arditti

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    NN Ningn Nombre, tambin Noche y Niebla (Nacht und Nebel)

    OEA Organizacin de los Estados Americanos

    PRT Partido Revolucionario de los Trabajadores

    SERPAJ Servicio Paz y Justicia

    SIDE Secretara de Informaciones del Estado

    UFER Mouvement International pour lUnion Fraternelle

    Entre les Races et les Peuples (Movimiento Internacional

    por la Unin Fraternal entre las Razas y los Pueblos)

  • De Por Vida - Rita Arditti

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    Introduccin

    ste es un libro acerca de las Abuelas de Plaza de Mayo, un valeroso grupo de mujeres de la

    Argentina que han trabajado sin descanso durante ms de veinte aos para encontrar a sus nie-

    tos desaparecidos y alcanzar en su pas cierto grado de justicia. Tambin es un libro sobre las

    incontables violaciones a los derechos humanos que los militares infligieron al pueblo argen-

    tino entre 1976 y 1983 y la forma en que este grupo de mujeres opuso resistencia a la peor

    dictadura en la historia del pas.

    Bajo el reino de terror del rgimen militar, hasta el disenso moderado se equiparaba con

    la subversin. Todos los subversivos eran vistos como enemigos del estado, a los que era

    necesario eliminar. Adems, los militares crean que no deba permitirse que los hijos de esos

    subversivos crecieran en las familias que haban sido la cuna de sus padres. Era preciso entre-

    garlos a familias decentes y patriticas que los salvaran de convertirse en la siguiente ge-

    neracin de subversivos. sos son los nios que las Abuelas estn buscando: los nios que

    nacieron en cautiverio en los ms de 340 campos de concentracin en que sus madres emba-

    razadas estaban detenidas y donde fueron asesinadas tras darlos a luz, as como los que fueron

    secuestrados y desaparecieron junto con sus padres.

    Me enter por primera vez de la existencia de las Abuelas de Plaza de Mayo en 1986,

    cuando, tras responder a una carta de solicitud de fondos del Argentine Information Service

    Center (AISC) de Nueva York, recib un libro sobre ellas, Botn de guerra, de Eduardo Nosi-

    glia. Recuerdo haber mirado con estupor la tapa gris y negra, que mostraba un carrito de beb

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    quemado y lo que parecan los restos de un edificio destruido por una explosin. Me pregun-

    taba de qu se trataba el libro. Lo que le me sacudi.

    Desde haca aos conoca la represin en la Argentina y saba que si hubiera vivido all

    durante el rgimen militar yo misma podra haber desaparecido. En los aos de la dictadura,

    cada vez que iba a la Argentina tena que tramitar la renovacin de mi pasaporte en la polica

    federal (cuando los ciudadanos argentinos residentes en el exterior entraban al pas, sus pasa-

    portes vencan automticamente). Esas visitas a la polica siempre me pusieron nerviosa, y

    por buenas razones. En situaciones similares, algunos de mis amigos argentinos haban sido

    detenidos e interrogados, a veces durante horas; y un cientfico a quien yo haba conocido

    mientras trabajaba en el MIT, Antonio Missetich, desapareci tras regresar a la Argentina.

    Saba que las Madres de Plaza de Mayo hacan su marcha todos los jueves a las tres y

    media de la tarde y conoca el liderazgo moral que haban ejercido durante muchos aos, tan-

    to en pocas de la dictadura como despus de ella, pero ignoraba la existencia de las Abuelas.

    Era difcil creer que durante la guerra sucia (como los militares mismos denominaban la

    represin) los nios se haban convertido en blancos, que los recin nacidos se entregaban a

    familias que formaban parte del rgimen represivo y que cientos de ellos crecan con historias

    e identidades falsas.

    Cuando la gente del AISC me llam para preguntarme si poda acompaar a dos Abuelas

    durante su visita a la zona de Boston, contest encantada que s. Mara Isabel Chorobik de

    Mariani, Chicha para sus amigos, y Nlida Gmez de Navajas, presidente y tesorera de la

    asociacin, estaban en los Estados Unidos para realizar una gira auspiciada por Amnista In-

    ternacional, que inclua visitas a facultades, universidades, iglesias y organizaciones de dere-

    chos humanos. Mientras traduca sus relatos para las audiencias angloparlantes, empec a

    comprender la naturaleza mltiple de su trabajo y las complejidades de su tarea. Me conmo-

    vi mucho enterarme de que algunos de los nios encontrados haban tenido durante mucho

  • De Por Vida - Rita Arditti

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    tiempo sospechas sobre sus orgenes, y que tras la conmocin inicial al conocer la verdad, se

    integraban rpidamente a sus familias legtimas. Comenc a conocer los argumentos referidos

    a la restitucin de los nios: constituira sta un segundo trauma? No sera mejor dejar a los

    nios con las personas que ellos conocan como sus padres, independientemente del papel que

    esos padres hubieran desempeado durante la represin? Tambin me enter de las demoras

    del poder judicial que permitan que los nios fueran llevados al extranjero, a fin de que sus

    secuestradores pudieran escapar a la justicia. Comprend la urgencia del trabajo de las Abue-

    las. Cada da que pasaba era un da ms en que los nios crecan con mentiras y privados de

    sus historias, mientras se profundizaba la socializacin fraudulenta a la que estaban someti-

    dos.

    Al conocer las muchas facetas de la actividad de las Abuelas, me intrig la riqueza de

    sus historias y decid que tena que aprender ms sobre ellas. Luego de esa visita, cada vez

    que volva a Buenos Aires a ver a mi familia y mis amigos, iba a la sede de su organizacin.

    De regreso en los Estados Unidos, me mantena en contacto leyendo su boletn de informa-

    ciones y actualizaciones ocasionales de las noticias. Mi trabajo sobre las tecnologas repro-

    ductivas me haba llevado a considerar cuestiones de identidad e historia personal y a partici-

    par en discusiones ms amplias en la comunidad feminista acerca de los derechos de los ni-

    os, la identidad y las diversas definiciones de lo que constituye una familia; vea muchos

    puntos de conexin con el trabajo de las Abuelas.

    Decid contar su historia porque quera transmitir a otros lo que yo haba conocido de

    ellas. Pese al dolor y el terror que haban sido parte de sus vidas, estas mujeres irradiaban una

    irresistible y contagiosa energa positiva. Su coraje inspirador frente al peligro era un reto pa-

    ra mis estereotipos sobre las mujeres y el envejecimiento. En 1993, durante un ao sabtico

    de mis responsabilidades docentes y con el espritu de prestar testimonio, envi una carta a

    las Abuelas en que les planteaba la posibilidad de hacer un libro sobre ellas. Les explicaba

  • De Por Vida - Rita Arditti

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    que quera tener la oportunidad de presentar su trabajo ante el pblico angloparlante. La res-

    puesta fue rpida y positiva. S, me daran los nombres y las direcciones de abuelas que se

    identificaban como miembros del grupo y cualquier otra informacin que fuera til para el

    proyecto. Envi una detallada descripcin de ste a veinte mujeres: tres declinaron ser entre-

    vistadas, pero pronto se incorporaron otras tres. Cada una de las veinte Abuelas que entrevist

    expres su deseo de que sus comentarios se registraran oficialmente, y no que fueran anni-

    mos.

    La mayora de las entrevistas se realizaron en la sede de las Abuelas en Buenos Aires,

    en un barrio cercano al sector comercial judo de la ciudad. El barrio tambin es conocido por

    haber sido en su momento el hogar del legendario Carlos Gardel. Subir hasta el cuarto piso en

    el ascensor una trabajada jaula de hierro forjado de aspecto siniestro, construida a princi-

    pios de siglo era una experiencia inquietante. A menudo senta un nudo en el estmago

    cuando evocaba el pasillo oscuro que llevaba a la oficina y luego, una vez abierta la puerta de

    sta, la gran cartelera con fotos de cientos de nios desaparecidos y sus padres. Afiches, pre-

    mios internacionales, pinturas y fotografas sobre los temas de los nios y los derechos huma-

    nos hacan que la misin del grupo resultara inmediatamente evidente. La oficina de las

    Abuelas es un lugar vibrante: el telfono suena constantemente, las conversaciones son ani-

    madas y los visitantes de otros lugares del pas son habituales. Los parientes de los nios des-

    aparecidos hacen un alto en ella para averiguar la situacin de las bsquedas. Yo tuve el privi-

    legio de asistir a seis de las reuniones semanales de planificacin de la asociacin, en las que

    los miembros activos discuten las ltimas noticias sobre cada caso y estudian los aconteci-

    mientos polticos de la escena nacional que pueden afectar su trabajo.

    La duracin de las entrevistas vari entre una hora y media y tres horas. Recolect in-

    formacin demogrfica de cada Abuela en referencia a su edad, situacin familiar, anteceden-

    tes de clase y los sucesos que la haban llevado a participar en el grupo. Una gua de pautas

  • De Por Vida - Rita Arditti

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    ayudaba a iniciar la conversacin. En la mayora de los casos, tras una o dos preguntas explo-

    ratorias, decid dejar la gua a un lado y escuchar simplemente lo que queran contarme. Las

    entrevistas fueron grabadas y transcriptas por m, por personas sugeridas por las Abuelas o

    por amigos de confianza y partidarios del movimiento de derechos humanos. Aunque por lo

    comn cit literalmente las conversaciones, en algunos casos condens ligeramente los rela-

    tos. Tambin entrevist a otras personas relacionadas con el trabajo de las Abuelas: parientes,

    psiclogos, abogados, la directora del Banco Nacional de Datos Genticos, antroplogos fo-

    renses, activistas de los derechos humanos y tres de los nios recuperados.

    En diciembre de 1993 y 1994 asist a la fiesta de fin de ao realizada en la sede de las

    Abuelas. Me conmovi ver a algunos de los nios recuperados (hoy adolescentes o jvenes

    adultos) con sus familias legtimas, en animada charla con sus amigos y absolutamente a sus

    anchas con todos los presentes. El orgullo y el placer que las Abuelas sentan al estar con

    ellos eran notorios. Como la mayora de las Abuelas todava no pudieron identificar a sus nie-

    tos, los que han sido hallados son muy especiales para ellas. La presencia de estos chicos les

    recuerda sus xitos, las reafirma en la idea de que su trabajo no es un sueo sin esperanzas y

    las hace confiar en que tambin otros nios sern localizados. Los jvenes parecan muy

    conscientes de ese papel mientras se movan entre las Abuelas, les hacan preguntas sobre su

    trabajo y sus familias y mostraban el conocimiento y los lazos ntimos que existen entre ellos.

    Durante una visita a la Argentina en octubre y noviembre de 1996, la ltima antes de

    terminar este libro, ocurri lo inesperado. A las 48 horas de llegar, mi hermana me inform

    que una pariente, Reina Waisberg, quera hablar conmigo. Haba conocido a Reina brevemen-

    te en mi juventud (una de sus hermanas est casada con el nico de mis tos que an vive). En

    nuestra conversacin telefnica, Reina me dijo que se haba enterado de que yo estaba escri-

    biendo el libro debido a su trabajo con la asociacin de Abuelas. Cuando nos encontramos,

    me cont la desaparicin, en 1976, de su hijo Ricardo y su compaera Valeria Belustegui

  • De Por Vida - Rita Arditti

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    Herrera, en ese momento con un embarazo de dos meses. Mi familia qued atnita al enterar-

    se del activismo de Reina; conocan la desaparicin de su hijo pero no saban que su compa-

    era estaba embarazada y que nuestra pariente buscaba a su nieto. Sin embargo, cuando le

    mencion mi vinculacin con Reina a una de las Abuelas, no se sorprendi y su comentario

    fue: Por eso decimos que no hay familia que no haya sido tocada, de una u otra manera, por

    lo que pas aqu. Era una frase que yo haba escuchado varias veces desde que empec a tra-

    bajar en el libro, pero esta vez toc un punto vulnerable. La visita a Reina y su nieta Tania

    (que tena 15 meses cuando sus padres desaparecieron) fue uno de los momentos culminantes

    de mi viaje, y me sent particularmente contenta cuando aceptaron ser entrevistadas. La con-

    versacin dej ver con claridad cun profundamente arraigada est en la Argentina la conspi-

    racin de silencio a la que las Abuelas aluden con tanta frecuencia, e hizo que me sintiera ms

    decidida que nunca a contribuir a difundir los crmenes de la dictadura y la resistencia de

    aqullas.

    Al comenzar a trabajar en el libro se reavivaron recuerdos de mi propia infancia. Duran-

    te la dcada del cuarenta desapareci una de las hermanas de mi madre, Matilde Cordovero,

    que viva en Francia. Gracias a la escucha fragmentaria de conversaciones telefnicas entre

    mi madre y sus hermanos, deduje que la haban enviado a un campo de concentracin. Nunca

    supimos nada ms de ella. Decid iniciar mi propia bsqueda de informacin sobre su destino.

    Gracias al trabajo de Serge Klarsfeld acerca de la deportacin de judos en Francia, me enter

    de que Matilde haba sido llevada a Auschwitz el 7 de marzo de 1944, en un convoy con otras

    1.501 personas, y que muri all. Cuando se lo cont a mi ta Daisy, su nica hermana sobre-

    viviente, me agradeci por darle la buena noticia, como la calific. Si bien yo nunca conoc

    personalmente a mi ta, su presencia haba persistido en la familia, y cuando por fin nos ente-

    ramos de lo que le haba sucedido, hubo una inexplicable sensacin de alivio. Esta experien-

  • De Por Vida - Rita Arditti

    17

    cia fortaleci mi creencia en el potencial sanador del trabajo de las Abuelas y la necesidad de

    establecer la verdad con respecto al destino de sus hijos y nietos.

    Como el secuestro de nios y el cambio de sus identidades no son delitos amparados por las

    leyes de amnista y los indultos otorgados por los gobiernos constitucionales que siguieron a

    la dictadura, el trabajo de las Abuelas tiene una significacin singular. Ellas quieren que el

    pasado se recuerde y con frecuencia se refieren a la importancia de la memoria colectiva. Sin

    embargo, su punto de mira es el futuro. Creen que para que haya una verdadera reconcilia-

    cin nacional, los culpables de atrocidades deben admitir sus crmenes y aceptar el castigo.

    Slo entonces la sociedad argentina tendr la posibilidad de convertirse en terreno frtil en el

    que pueda florecer una verdadera democracia. Me uno a su creencia y espero que este libro

    contribuya, aunque sea en pequea medida, a su xito, y aumente el apoyo y la comprensin

    del pblico hacia su trabajo.

  • De Por Vida - Rita Arditti

    18

    1

    No slo un golpe ms

    Yo soy el seor de la vida y la muerte.

    Coronel Roberto Roualdes, jefe de operaciones

    Del Primer Cuerpo de Ejrcito

    El 23 de octubre de 1975, en la Undcima Conferencia de Ejrcitos Latinoamericanos que se

    realizaba en Montevideo, Uruguay, los periodistas interrogaron al teniente general Jorge Ra-

    fael Videla, comandante en jefe de las fuerzas armadas argentinas, sobre la lucha contra la

    subversin. Debern morir todas las personas necesarias contest el general Videla, pa-

    ra lograr la seguridad del pas. Y cuando se le pidi que definiera a un subversivo, respon-

    di: Cualquiera que se oponga al modo de vida argentino.1*

    Cinco meses despus, el 24 de marzo de 1976, los militares tomaron el poder en la Ar-

    gentina, por sexta vez desde 1930. El teniente general Videla, el almirante Emilio Eduardo

    Massera y el brigadier general Orlando Ramn Agosti derrocaron al gobierno constitucional

    de Mara Estela (Isabel) Martnez de Pern y se proclamaron como nuevos gobernantes del

    pas, con el general Videla en la presidencia. ste no fue simplemente un golpe ms; estaba

    *. Las notas correspondientes a cada captulo figuran tras los apndices, a partir de la p. (n. del e.).

  • De Por Vida - Rita Arditti

    19

    por comenzar el perodo ms sangriento y vergonzoso de la historia argentina, durante el cual

    el pas se cubrira de infamia por las atrocidades de su gobierno y sus sorprendentes semejan-

    zas con el rgimen nazi. Una de sus consecuencias sera la introduccin de la palabra desapa-

    recidos* en el lenguaje corriente en todas las lenguas, en el que quedara asociada para siem-

    pre a la mera mencin de la Argentina. Como una estremecedora anticipacin de lo que iba a

    suceder, Bernardo Alberte, un destacado dirigente peronista, fue visitado en las primeras

    horas del da del golpe por una unidad conjunta del ejrcito y la polica federal. Ante la mira-

    da aterrorizada de su familia, lo arrojaron por la ventana de su departamento en un sexto piso.

    Con ste, el primero de muchos actos de terror, el nuevo gobierno comenz a consolidarse.2

    El caos general y la inestabilidad poltica reinantes en el gobierno de Isabel Pern hab-

    an preparado el terreno para la toma del poder. Los asesinatos, la inflacin y las profundas

    divisiones dentro de los partidos polticos hicieron que el golpe pareciera inevitable a grandes

    sectores de la sociedad.3 Una campaa cuidadosamente orquestada por los sectores conserva-

    dores de los medios de comunicacin, el apoyo de los terratenientes e industriales argentinos

    y las presiones de los crculos financieros internacionales crearon una imagen de los generales

    como hombres razonables y honestos dispuestos a tomar sobre sus hombros la pesada carga

    de salvar a la Argentina. Los niveles ms altos de las fuerzas armadas haban aprobado el

    golpe en septiembre de 1975, poco despus de que Isabel Pern designara al general Videla

    como comandante en jefe del ejrcito; se preparara dentro de los siguientes seis meses. Casi

    inmediatamente despus del golpe, las fuerzas armadas reemplazaron la Constitucin por el

    Estatuto del Proceso de Reorganizacin Nacional (El Proceso),* que les daba la facultad de

    ejercer los tres poderes: el judicial, el legislativo y el ejecutivo. Se debilit el habeas corpus,

    la censura se extendi a todas las esferas de la vida y los sindicatos, los partidos polticos y

    las universidades quedaron bajo el control de los militares. El estado de sitio que haba im-

    puesto el gobierno de Isabel Pern se prorrog indefinidamente y se suspendieron todas las

  • De Por Vida - Rita Arditti

    20

    garantas constitucionales; el ochenta por ciento de los jueces fueron reemplazados. Las fuer-

    zas armadas, que se presentaban como defensoras de la tradicin, la familia y la propiedad,

    consideraban cualquier crtica a su rgimen como signo de un comportamiento antiargentino

    y subversivo que haba que aplastar para proteger a la nacin. Una vez ms, el general Videla

    lo expres con claridad: La represin es contra una minora a la que no consideramos argen-

    tina.4

    El derecho de opcin, que haba permitido a los detenidos a disposicin del poder

    ejecutivo elegir entre la crcel y el exilio, qued inmediatamente abolido. Una multitud de

    decretos y leyes recin promulgados aumentaron las facultades de la polica y los militares y

    establecieron la pena de muerte para crmenes polticos. Tras hacer suyos los tres poderes del

    estado, la junta lanz una de las ms brutales campaas de represin del hemisferio occiden-

    tal. Cuatro juntas gobernaron el pas durante casi ocho aos. La democracia slo volvi a ins-

    taurarse tras el desastre de la guerra de las Malvinas, con la eleccin de Ral Alfonsn en

    1983.5

    Antecedentes del golpe

    Luego de que los militares derrocaran el gobierno de Juan Domingo Pern en 1955, los pro-

    blemas econmicos, sociales y polticos de la Argentina siguieron aumentando sin que nada

    los detuviera. Tras su cada Pern sigui gozando de mucha popularidad entre los trabajado-

    res que se haban beneficiado con sus programas, quienes no aceptaran fcilmente la domi-

    nacin de sus adversarios. Aunque se sucedieron una tras otra distintas administraciones mili-

    tares y civiles, ninguna fue capaz de detener el crecimiento de la desocupacin, la inflacin,

    las divisiones sociopolticas y la decadencia institucional del pas.

    Cuando el general Juan Carlos Ongana tom el poder en junio de 1966, el golpe se

    anunci como un nuevo comienzo. Tras presentarse como un amigo de la clase obrera, On-

  • De Por Vida - Rita Arditti

    21

    gana lanz al ruedo la idea de un peronismo sin Pern para obtener el apoyo de los trabaja-

    dores. Sin embargo, pronto result evidente que su objetivo era manipular los sindicatos y

    sofocar su resistencia. Instal un rgimen militar y cre una autocracia: los cambios sociales

    se produciran desde arriba. Proscribi todos los partidos y las actividades polticas, intervino

    las universidades nacionales, envi a las fuerzas armadas a reprimir las protestas de los traba-

    jadores y anunci su intencin de permanecer indefinidamente en el poder.6

    En mayo de 1969, la ciudad de Crdoba estall en lo que llegara a conocerse como el

    Cordobazo,* una de las protestas populares ms grandes de ese perodo. Conducido por los

    estudiantes universitarios y los obreros de la industria automotriz, el alzamiento presagi el

    derrumbe del rgimen de Ongana. Hacia 1970 aparecieron en escena dos grupos guerrilleros:

    los Montoneros, que se identificaban con el peronismo de izquierda, y el Ejrcito Revolucio-

    nario del Pueblo (ERP), brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

    Los Montoneros secuestraron y ulteriormente dieron muerte al ex presidente Pedro Eugenio

    Aramburu, uno de los lderes del golpe contra Pern en 1955.7 Al mismo tiempo surgieron

    organizaciones derechistas clandestinas, que se dedicaron a secuestrar militantes estudiantiles

    y sindicales, quienes desaparecan sin dejar rastros. A principios de 1971, se produca una de

    esas desapariciones cada 18 das. 8

    En 1970, tras cuatro aos en el poder, Ongana fue derrocado. Su sucesor, el general

    Roberto M. Levingston, slo permaneci nueve meses en su cargo antes de ser reemplazado

    por un tercer general, Alejandro Lanusse. ste prometi elecciones y trat de aislar a los ex-

    tremistas, permitiendo que los sindicatos tuvieran un papel dirigente en las negociaciones sa-

    lariales. Su gesto conciliatorio ms importante el levantamiento de la proscripcin que des-

    de haca 18 aos pesaba sobre el peronismo condujo en definitiva al retorno de Pern a la

    Argentina en 1973.9 Tras disociarse de los grupos de izquierda del peronismo, Pern estable-

    ci alianzas con los sectores ms reaccionarios, y en octubre de 1973 comenz su tercer man-

  • De Por Vida - Rita Arditti

    22

    dato como presidente. De 78 aos de edad y lleno de achaques, muri antes de cumplir un ao

    en el cargo; lo sucedi su esposa, Isabel Pern, que haba sido su compaera de frmula.

    Durante el gobierno de Isabel Pern los escuadrones derechistas de la muerte lanzaron

    una campaa de terror contra trabajadores, estudiantes y cualquiera que estuviera vagamente

    sospechado de tendencias izquierdistas. Con la declaracin del estado de sitio en noviembre

    de 1974, la presidente dio carta blanca a las fuerzas armadas, y con ello autoriz un sangrien-

    to operativo para aplastar las actividades guerrilleras en la provincia de Tucumn. Organizada

    por Jos Lpez Rega, que era la mano derecha de Isabel Pern y ministro de bienestar social,

    la siniestra Alianza Anticomunista Argentina (o Triple A, como se la llamaba corrientemente)

    asesin a alrededor de setenta de sus adversarios en la segunda mitad de 1974; hacia princi-

    pios de 1975 el grupo eliminaba un promedio de cincuenta izquierdistas por semana.10 Entre

    las vctimas se contaban figuras destacadas como el exilado general Carlos Prats, comandante

    en jefe del ejrcito chileno durante la presidencia de Salvador Allende, y su esposa, muertos

    al explotar una bomba en su auto; el abogado y acadmico Silvio Frondizi, hermano del ex

    presidente Arturo Frondizi, fue secuestrado un medioda en el centro de Buenos Aires y eli-

    minado a tiros en las afueras de la capital.11

    Cuando la primera junta lleg al poder en 1976, los grupos guerrilleros de la Argentina

    haban sido prcticamente barridos de la escena. El propio general Videla haba declarado en

    enero de ese ao que la guerrilla ya no era un peligro. Segn Daniel Frontalini y Mara Cristi-

    na Caiati, investigadores del Centro de Estudios Legales y Sociales, las fuerzas insurgentes

    probablemente no superaban las dos mil personas, de las cuales tal vez slo el veinte por cien-

    to tenan armas, en tanto las modernas y poderosas fuerzas armadas contaban con alrededor

    de doscientos mil efectivos en sus filas.12 La amenaza del terrorismo izquierdista fue una ex-

    cusa para asumir un completo control e imponer el tipo de terrorismo estatal que la propia

    junta alentaba. Los lderes militares tenan la intencin de modificar, por el medio que fuera

  • De Por Vida - Rita Arditti

    23

    necesario, la estructura social, poltica, econmica y cultural del pas e instalarse como la au-

    toridad definitiva e indiscutible.13

    La doctrina de la seguridad nacional

    La doctrina de la seguridad nacional, piedra angular de la poltica del rgimen, no era una

    idea novedosa. Durante el gobierno derechista del general Ongana, el ejrcito ya enseaba a

    sus soldados que la verdadera amenaza para la Argentina provena de adentro, de los subver-

    sivos que procuraban destruir los valores tradicionales de la sociedad nacional. Quines

    eran esos subversivos? Quienquiera que no adhiriese a las virtudes cristianas y militares que

    presuntamente salvaran al mundo del comunismo.

    Como muchos otros militares argentinos, Ongana estaba muy influenciado por los cur-

    sos de contrainsurgencia de los Estados Unidos, que haban contribuido a difundir esta doctri-

    na por toda Amrica Latina; en rigor de verdad, la llamaba doctrina West Point, en honor a

    la institucin en que se haban originado sus postulados centrales. De acuerdo con los trmi-

    nos del Tratado Interamericano de Asistencia Recproca [TIAR] de 1947, el Departamento de

    Defensa de los Estados Unidos cre en 1951 su Programa de Asistencia Militar para armar y

    entrenar a los ejrcitos latinoamericanos. Los oficiales de Amrica Latina reciban instruccin

    en centros norteamericanos como el Inter-American Defense College, en Fort McNair, Was-

    hington. El secretario de defensa de los Estados Unidos, Robert S. McNamara, elogiaba los

    programas: Sus pases seleccionan cuidadosamente a estos oficiales para que se conviertan

    en instructores cuando regresen a ellos. Son los futuros lderes, los hombres que poseern el

    conocimiento y lo impartirn a sus fuerzas. En 1969, tras una gira por Amrica Latina en re-

    presentacin del presidente Nixon, Nelson Rockefeller anunci que los militares eran la

    fuerza esencial del cambio social constructivo.14

  • De Por Vida - Rita Arditti

    24

    En la Argentina, oficiales franceses que haban intervenido en Indochina y Argelia par-

    ticipaban en el entrenamiento del ejrcito. El general Ramn Juan Camps, jefe de polica de la

    provincia de Buenos Aires desde 1976 hasta 1979, admiraba el enfoque francs de la repre-

    sin; lo consideraba ms eficaz y completo que el norteamericano, que se apoyaba casi exclu-

    sivamente en la fuerza pura y una perspectiva militarista. Camps se enorgulleca de sintetizar

    ambos mtodos y, al hacerlo, de crear un tipo nico de represin en la Argentina.15

    La doctrina de la seguridad nacional era un conjunto poco claro de conceptos, algunos

    contradictorios y escasamente delineados; su poder de cohesin descansaba en su definicin

    del comunismo como el enemigo. Vestigio de la guerra fra, su objetivo era proteger la

    hegemona econmica de los Estados Unidos en Amrica Latina. El temor a otra Cuba em-

    pujaba a aquel pas a financiar y entrenar a los ejrcitos latinoamericanos para suprimir la

    amenaza del marxismo.16 La doctrina sostena que se estaba librando una tercera guerra

    mundial entre el mundo libre y el comunismo, una guerra en la que la Argentina era un

    campo de batalla clave. Como lo explic el general Luciano Benjamn Menndez, comandan-

    te del Tercer Cuerpo de Ejrcito en Crdoba: De un lado estaban los subversivos que queran

    destruir el estado nacional para convertirlo en un estado comunista, un satlite en la rbita

    roja, y del otro nosotros, las fuerzas legales, que, por [la autoridad de] dos decretos del enton-

    ces poder constitucional, participbamos en esa lucha.17

    Por este motivo, el enemigo interno era ms peligroso que los enemigos externos, ya

    que amenazaba los valores occidentales y cristianos fundamentales de la sociedad argentina.

    Las fronteras nacionales pasaban a quedar subordinadas a las fronteras ideolgicas: las

    fuerzas armadas protegeran la pureza ideolgica del pas, no slo sus lmites geogrficos. El

    estado comenz a intervenir en los asuntos internos de otros pases y se uni a los regmenes

    militares del cono sur en el combate contra la subversin. Al mismo tiempo, el modelo re-

    presivo se export a otros lugares, en particular a Amrica Central, donde los militares argen-

  • De Por Vida - Rita Arditti

    25

    tinos tuvieron un activo papel en el entrenamiento de las fuerzas gubernamentales en Nicara-

    gua, Guatemala, El Salvador y Honduras.18

    Segn el punto de vista de los militares, la estrategia global del comunismo exiga que

    el estado respondiera con un enfoque tambin global. De ello se deduca la necesidad de mili-

    tarizar la sociedad argentina para luchar contra la amenaza marxista. La junta justific de

    ese modo el lanzamiento de una guerra no declarada una guerra sucia, como la llama-

    ban contra su propio pueblo. En las mentes de los hombres que realizaban las operaciones

    cotidianas necesarias para mantener al rgimen represivo en el poder se inculc cuidadosa-

    mente la idea de la inevitabilidad de una tercera guerra mundial. Al escribir sobre sus expe-

    riencias en el campo de detencin clandestina donde lo mantuvieron prisionero, Jacobo Ti-

    merman, director de La Opinin, recuerda los cursos semanales que el ejrcito imparta sobre

    dicha guerra. Timerman se refiere a la asistencia obligatoria de todo el personal de torturado-

    res, interrogadores y secuestradores.19 El mensaje transmitido por esta academia era sim-

    ple: haba que parar el comunismo, y las tcticas y los mtodos nazis eran las nicas herra-

    mientas eficaces en la lucha contra la subversin. Luego de las clases, los guardianes de Ti-

    merman solan discutir las lecciones con l, que aprovechaba la oportunidad para corregir sus

    errneas concepciones acerca del sionismo.

    Los trabajadores sindicalizados se contaban entre los blancos principales de la repre-

    sin. El movimiento sindical argentino era el meollo del partido peronista, y las exigencias de

    reforma social y justicia econmica planteadas por la clase obrera se consideraban parte de un

    complot comunista. El ministro de economa Martnez de Hoz, quien tambin era presiden-

    te del directorio de Acndar (una de las tres compaas siderrgicas de la Argentina y subsi-

    diaria de U. S. Steel), integrante del directorio de Pan American Airways e ITT y amigo per-

    sonal de David Rockefeller,20 impuso polticas econmicas que despojaron de sus derechos

    polticos a los trabajadores. Su accionar favoreci aquellos intereses empresarios, ya que con-

  • De Por Vida - Rita Arditti

    26

    gel los salarios obreros a la vez que aumentaba los de los militares, anulaba las leyes labora-

    les progresistas y beneficiaba vigorosamente a los inversores extranjeros a expensas de la in-

    dustria local. El resultado fue la desindustrializacin, mientras enormes crditos otorgados

    por la banca extranjera apuntalaban la economa.21 Martnez de Hoz hizo que las huelgas fue-

    ran punibles con diez aos de crcel y tom prstamos por ms de mil millones de dlares en

    menos de un ao.

    A corto plazo, el dinero lleg en torrentes y los argentinos que podan darse el lujo via-

    jaban por todo el mundo con sus bolsillos llenos de plata dulce,* pero pronto la inflacin y la

    desocupacin galopantes redujeron los ingresos. El periodista Iain Guest describi con ido-

    neidad el resultado de las polticas econmicas derechistas de Martnez de Hoz: Abajo las

    barreras, arriba el peso y adentro los prstamos.22

    La guerra sucia y la metodologa de la represin:

    secuestro, tortura y muerte

    Los militares pusieron en prctica una nueva metodologa de represin para imponer la doc-

    trina de la seguridad nacional: el secuestro, la tortura y el asesinato de decenas de miles de

    personas. La junta no invent este tipo especfico de terror. En 1941, Hitler en persona haba

    pergeado el Nacht und Nebel Erlass (decreto de la noche y la niebla), apuntado a las perso-

    nas que pusieran en peligro la seguridad alemana: como su ejecucin pblica poda erigirlas

    en mrtires, el decreto estableca que tenan que desvanecerse sin rastros en medio de la no-

    che y la niebla de lo desconocido en Alemania.23

    Aunque ya las haba habido antes del golpe, las desapariciones se incrementaron dram-

    ticamente despus de marzo de 1976. Por cada dos cadveres de personas asesinadas que se

    encontraban, haba nueve desapariciones.24 Nadie estaba inmune. Hombres y mujeres; jve-

  • De Por Vida - Rita Arditti

    27

    nes y viejos, criaturas y adolescentes; mujeres embarazadas, estudiantes, trabajadores, aboga-

    dos, periodistas, cientficos, artistas y docentes; ciudadanos argentinos y de otros pases; mon-

    jas y sacerdotes, miembros progresistas de las rdenes religiosas: todos engrosaron las filas de

    los desaparecidos. La expresin detenidos desaparecidos* describe la metodologa de la re-

    presin con ms precisin que desaparecidos.* La gente no se desvaneca simplemente en el

    aire o se iba del pas sin avisar a sus parientes, como daban a entender las autoridades. Tam-

    poco eran secuestrados por grupos marginales sin conexin directa con el gobierno. El uso de

    la primera expresin incriminara directamente al estado, ya que le atribuye responsabilidad

    por las desapariciones y refleja lo que realmente estaba pasando: personas detenidas por gru-

    pos armados que actuaban con rdenes de las autoridades, y desaparecidas en medio de la no-

    che y la niebla del rgimen.25

    Los militares proclamaban su inocencia y afirmaban no tener conocimiento de esos

    hechos. Emilio Mignone, uno de los fundadores del Centro de Estudios Legales y Sociales,

    que se reuni con muchos integrantes de las fuerzas armadas para procurar conocer la suerte

    corrida por su hija desaparecida, escuch repetidas veces lo siguiente: No vamos a hacer

    como Franco y Pinochet que fusilaban, porque entonces hasta el Papa nos va a pedir que no lo

    hagamos.26 Era un plan diablico, y durante casi ocho aos logr crear un reino de terror sin

    paralelos en la historia argentina.

    Para que la represin se afianzara plenamente, era necesario el consentimiento judicial.

    Aunque no estaba oficialmente suspendido, el recurso de habeas corpus perdi eficacia gra-

    cias a la complicidad de muchos jueces. En la Argentina, cuando una persona es detenida, se

    puede presentar ese recurso ante un juez para conocer su paradero. Se supone que el juez soli-

    cita entonces informacin a las autoridades. Temerosos de desafiar el silencio impuesto por

    las fuerzas armadas y de seguridad, los magistrados rechazaban casi todas las solicitudes de

    habeas corpus que se les presentaban. Como dijo Mignone: Se form una inmensa e intil

  • De Por Vida - Rita Arditti

    28

    montaa de papel escrito que cubra los despachos de los jueces para ser inexorablemente ar-

    chivada. Mignone calcula que se plantearon unos ochenta mil recursos, porque algunas fami-

    lias hicieron en vano muchos intentos por obtener informacin acerca de sus parientes.27 El

    general de divisin Toms Snchez de Bustamante coment cndidamente: En este tipo de

    lucha, el secreto que debe envolver las operaciones hace que no deba divulgarse a quin se ha

    capturado y a quin se debe capturar: debe existir una nube de silencio que rodee todo.28

    Los mismos abogados que presentaban recursos de habeas corpus en representacin de los

    parientes de las vctimas corran un alto riesgo de desaparecer. No menos de 109 de ellos su-

    frieron esa suerte, el noventa por ciento entre marzo y diciembre de 1976. Veintitrs fueron

    asesinados por razones polticas, ms de un centenar fue a dar a la crcel y una cantidad in-

    contable se exil para salvar la vida.29

    La represin fue el resultado de un plan sistemtico y deliberado, centralmente organi-

    zado y dirigido por los altos mandos. No se trat de una violencia accidental y azarosa o de

    simples excesos de una guerra, como pretendi despus la junta. Se haba desarrollado una

    metodologa terrorista que se sigui al pie de la letra. Las violaciones de los derechos huma-

    nos, aun en regiones del pas distantes entre s, respetaban un patrn establecido: las mismas

    formas de tortura, secuestros similares y hasta los mismos grilletes usados para encadenar a

    los prisioneros. En palabras del general Santiago Omar Riveros, jefe de la delegacin argenti-

    na a la Junta Interamericana de Defensa: Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con

    las rdenes escritas de los comandos superiores; nunca necesitamos, como se nos acusa, de

    organismos paramilitares Esta guerra la condujeron los generales, los almirantes y los bri-

    gadieres... La guerra fue conducida por la junta militar de mi pas a travs de sus estados ma-

    yores.30

    El instrumento fundamental de la represin fueron los grupos de tareas constituidos por

    las diferentes ramas de las fuerzas armadas y de seguridad. Los grupos de tareas 1 y 2 estaban

  • De Por Vida - Rita Arditti

    29

    integrados por personal del ejrcito, el 3 corresponda a la armada, el 4 a la aeronutica y el 5

    a la Secretara de Informaciones del Estado (SIDE). Sus miembros tomaron parte, en diferentes

    momentos y diferentes combinaciones, en una diversidad de misiones especiales. A menu-

    do, los participantes no se conocan entre s cuando se encontraban en lugares predetermina-

    dos para recibir las instrucciones correspondientes a una misin terrorista especfica. Una vez

    cumplida la tarea, cada uno de ellos regresaba a su grupo de origen.31 Un pacto de sangre

    mantena a los integrantes de los grupos de tareas unidos y recprocamente fieles. Todos par-

    ticipaban en los diferentes aspectos de los operativos represivos secuestro, interrogatorio,

    tortura y asesinato y rotaban en las actividades a fin de que el silencio y la complicidad es-

    tuvieran garantizados.32

    La mayora de los secuestros se producan a la noche o al amanecer principalmente

    en las casas, pero a veces en las calles o los lugares de trabajo, por lo comn en los ltimos

    das de la semana. El momento elegido contribua a demorar cualquier medida que los parien-

    tes quisieran tomar. Hombres vestidos de civil y fuertemente armados solan aparecer y ame-

    nazar a las vctimas y sus familiares, y con frecuencia a los vecinos. Mediante acuerdos pre-

    vios, la polica dejaba expedito el acceso de los secuestradores al rea donde se encontraba la

    casa. A menudo la sellaban, con varios autos que bloqueaban las calles circundantes. La

    cantidad de hombres que intervenan variaba entre seis y cincuenta. Autos particulares sin pa-

    tentes (con frecuencia Falcon verdes o azules) o camiones o camionetas militares solan llevar

    a las vctimas, vendadas y esposadas, a un centro secreto de detencin. En ocasiones, antes de

    la llegada de la banda, se cortaba la electricidad en el barrio en que iba a producirse la incur-

    sin. De vez en cuando, un helicptero sobrevolaba el rea. Por lo comn, las bandas intervi-

    nientes saqueaban las casas de sus vctimas.33

    Los secuestradores tiraban a sus presas en el piso de un auto o las introducan en un ca-

    min y las llevaban a uno de los 340 centros clandestinos de detencin ubicados en todo el

  • De Por Vida - Rita Arditti

    30

    pas. Estos centros eran pequeas casas, stanos de grandes edificios, talleres mecnicos o

    bases militares adaptadas para la misin y provistas de cercas dobles de alambres de pas,

    guardias con perros, helipuertos y torres de vigilancia.34 Financiados por el estado, eran la

    base de los operativos militares. A su llegada a un centro, cada prisionero era cuidadosamente

    identificado y registrado. Los guardias llenaban formularios en cuadruplicado y enviaban co-

    pias al Ministerio del Interior y los servicios de seguridad. Los formularios tambin establec-

    an qu guardias eran responsables de cada prisionero.35 En estos centros, los represores apli-

    caban torturas fsicas y psquicas e intentaban deliberadamente despojar a las vctimas de su

    identidad y su historia, suprimir su humanidad y aniquilar su sentido de s mismos como seres

    humanos. Como identificacin, los prisioneros reciban una letra y un nmero correlativo (por

    ejemplo, M1, M2), y se los castigaba brutalmente si usaban sus nombres. Este sistema cum-

    pla dos finalidades: aumentaba su sensacin de alienacin y prdida de identidad y les impe-

    da conocer la identidad de los dems prisioneros. Al hacer todos los esfuerzos posibles para

    inducirlos a sentir que sus desapariciones los haban barrido del mundo de los vivos, los re-

    presores lograban que los prisioneros perdieran toda esperanza.

    Otras execrables tcnicas orientadas a producir el colapso psquico de la vctima consis-

    tan en inducir a los prisioneros a colaborar con sus represores. Una vez en los campos, los

    subversivos que cooperaban disfrutaban de mejores condiciones de vida, la posibilidad de

    ponerse en contacto con sus familias y, en algunos casos, la promesa de que finalmente los

    liberaran. Convertir a una persona en informante era otra forma de destruirla. En ciertos y

    contados casos, hasta se les permita dejar el campo y visitar a sus familias. Los guardias les

    aclaraban que cualquier intento de escapar provocara la muerte de sus familiares y otros pri-

    sioneros. Algunos, tras ser liberados de los campos, se vieron obligados a trabajar como mano

    de obra esclava. Sin embargo, la colaboracin no garantizaba necesariamente su superviven-

    cia.

  • De Por Vida - Rita Arditti

    31

    Las torturas fsicas y psquicas pretendan humillar y degradar a sus vctimas. Los tes-

    timonios de sobrevivientes de las sesiones de tormentos proporcionan informacin detallada

    sobre los mtodos usados. Dos prisioneros que pasaron 15 meses en los campos y pudieron

    escapar describieron vvidamente sus experiencias:

    En lo que se refiere a la tortura fsica, nos trataban a todos igual; las nicas diferencias eran la

    intensidad y la duracin. Desnudos, nos ataban de pies y manos con cadenas o correas gruesas a

    una mesa de metal. Despus nos ataban a un dedo del pie un cable con descarga a tierra y empe-

    zaba la tortura.

    Durante la primera hora nos aplicaban la picana* sin hacernos ninguna pregunta. Segn

    decan, la finalidad de esto era ablandarte, para que podamos entendernos. Seguan as durante

    horas. Nos picaneaban en la cabeza, las axilas, los genitales, el ano, la ingle, la boca y todas las

    partes sensibles del cuerpo. De vez en cuando nos tiraban agua o nos lavaban, para enfriarte el

    cuerpo y que vuelvas a tener sensibilidad

    No haba lmites para la tortura. Poda durar uno, dos, cinco o diez das. Todo se haca ba-

    jo la supervisin de un mdico, que nos controlaba la presin sangunea y los reflejos: No va-

    mos a dejarte que te mueras antes de tiempo. Tenemos todo el tiempo del mundo y vamos a se-

    guir con esto indefinidamente. Era exactamente as, porque cuando estbamos al borde de la

    muerte, solan parar y hacernos revivir. El mdico nos inyectaba suero y vitaminas, y cuando

    nos habamos recuperado ms o menos, empezaban a torturarnos de nuevo36

    Tambin familias enteras se convirtieron en el blanco de la represin. Las bandas secuestra-

    ban a todos sus miembros, nios pequeos, jvenes y adultos, y a menudo utilizaban a los pa-

    rientes como rehenes para atraer a las personas que estaban buscando. Los familiares de los

    subversivos eran castigados a causa de sus lazos de sangre. Torturarlos era una forma de

  • De Por Vida - Rita Arditti

    32

    obligar a los prisioneros a hablar.37 Jacobo Timerman, que fue secuestrado en abril de 1977

    y mantenido como prisionero durante treinta meses, comenta sobre la tortura de las familias:

    De todas las situaciones dramticas que he visto en las crceles clandestinas, nada puede compa-

    rarse a esos grupos familiares, torturados muchas veces juntos, otras por separado, a la vista de

    todos, o en diferentes celdas sabiendo unos que torturaban a los otros. Todo ese mundo de afec-

    tos construidos con tantas dificultades a travs de los aos, se derrumba por una patada en los

    genitales del padre, o una bofetada en la cara de la madre, o un insulto obsceno a la hermana, o

    la violacin sexual a la hija. De pronto se derrumba toda una cultura basada en los amores fami-

    liares, en la devocin, en la capacidad de sacrificarse el uno por el otro. Nada es posible en este

    universo, y es precisamente eso lo que saben los torturadores.38

    Traslado era un eufemismo para referirse a los asesinatos. El exterminio fsico de los

    prisioneros adoptaba diversas formas. Algunos moran luego de las sesiones de tortura o los

    fusilaban; algunos se suicidaban. Otros eran drogados, transportados en aviones y arrojados al

    mar.39 A lo largo de las costas del Ro de la Plata empezaron a aparecer cuerpos. En los ce-

    menterios proliferaban las tumbas nicamente identificadas como NN (Ningn Nombre, del

    latn non nominatus tambin llamadas Noche y Niebla del alemn Nacht und Nebel).

    Cuando luego de la cada de la dictadura se abrieron algunas de ellas, se revel otro aspecto

    obsceno de la locura de los torturadores: contenan slo pedazos de los cadveres, decapitados

    y descuartizados antes de su entierro. Estaban fragmentados, atomizados y diseminados en

    diferentes partes del cementerio para garantizar no slo la desaparicin de una persona sino,

    tras su muerte, la de su cadver.40

    Las ejecuciones masivas de los escuadrones fusiladores tambin suscitaban un proble-

    ma: era preciso hacer algo con los cuerpos. Otro testigo cuenta que stos eran arrojados a po-

    zos, donde los rociaban con gas oil y los quemaban hasta convertirlos en cenizas.41 En el caso

  • De Por Vida - Rita Arditti

    33

    de algunos detenidos, los guardias inventaban motivos para asesinarlos, incluidos los en-

    frentamientos armados y los intentos de fuga.42

    Las mujeres no escapaban a la metodologa de la represin. Eran secuestradas solas o

    junto con amigos o familiares, se las mantena prisioneras y se las torturaba en los centros

    clandestinos de detencin, y finalmente eran asesinadas. Ciertas formas de tortura, como col-

    gar al prisionero desnudo mientras los guardias incitaban a sus perros a que lo atacaran, pare-

    cen haberse utilizado principalmente con mujeres.43 Sumada a las ya intolerables condiciones

    que enfrentaban todos los detenidos, las mujeres sufran una dimensin adicional de violencia

    y violacin sexuales.44 Su integridad sexual y su dignidad fsica y psquica eran sometidas a

    un ataque directo. Los represores dirigan las torturas a las partes ms vulnerables e ntimas

    del cuerpo femenino, las fuentes mismas de la vida: A las mujeres se les introduca el cable

    en la vagina y luego se lo pasaban por los pechos, lo que provocaba un gran sufrimiento y en

    ocasiones muchas de ellas menstruaban en plena tortura.45

    Martha Garca Candeloro recuerda que despus de que la secuestraran, le dijeron: Ah,

    as que sos psicloga? Una puta, como todas las psiquiatras. Aqu vas a aprender lo que es

    bueno. Y empezaron a torturarla delante de su marido, para obligarlo a hablar. La brutaliza-

    cin de un nio delante de su madre y la tortura de un hombre frente a su esposa eran uno de

    los modos predilectos de tratar de hacer que la mujer hablara.46 Las prisioneras tambin se

    utilizaban como esclavas sexuales. En El Vesubio, uno de los centros clandestinos de deten-

    cin, el jefe del campo usaba a las mujeres incluso a las que estaban embarazadas para su

    gratificacin sexual. Lo cual no impeda que finalmente ordenara matarlas. Los fines de se-

    mana, cuando el mayor Pedro Durn Senz dejaba el campo, este hombre de familia sola ir

    a su casa, donde lo esperaban su esposa y cinco hijos.47

    Mujeres embarazadas en cautiverio

  • De Por Vida - Rita Arditti

    34

    El tratamiento y la tortura de las mujeres embarazadas revelan un nivel casi inimaginable de

    odio y crueldad. Una vez terminada la represin, un ex oficial de uno de los grupos de tareas,

    que haba estado a cargo del campo de concentracin ms grande de Buenos Aires, la Escuela

    de Mecnica de la Armada (ESMA), record que uno de los encantadores sistemas que Men-

    gele [apodo dado al mdico del campo] invent para torturar a las embarazadas era con una

    cuchara. Les metan una cuchara o un instrumento metlico en la vagina hasta que tocaban al

    feto. Entonces le daban 220 voltios. Le pasaban electricidad al feto.48

    Ana Mara Careaga tena 16 aos y estaba embarazade de dos meses cuando la secues-

    traron un medioda en una calle de Buenos Aires. Su historia es particularmente sobrecogedo-

    ra debido a su juventud, la magnitud de las torturas padecidas y el destino de su madre, que la

    haba buscado activamente:

    Me secuestraron en Corrientes y Juan B. Justo, en pleno da, la gente se qued dura. Yo alcanc

    a gritar, iba caminando. Me agarraron dos tipos, me metieron en un auto, rapidsimo todo. []

    Al principio no dije que estaba embarazada, despus s, cuando se empez a ver. Entonces me

    torturaron durante muchas horas, me reanimaban y me volvan a torturar. [] No se poda

    hablar, no se poda uno mover, estbamos tabicados y con cadenas. [] No te llevaban al bao

    todas las veces que queras y si te hacas pis en la celda te sacaban para torturarte. [] Era per-

    manente la tortura. [] Me metieron la picana en la vagina, me tiraban kerosene, nafta en la va-

    gina, en los ojos, en los odos. [] Me colgaron de un caballete con las muecas atadas a los

    tobillos, boca abajo, me hamacaban, por eso se me hizo este absceso, todava tengo las marcas

    en un brazo. []

    Cuando me estaban torturando tenan un mdico que me tomaba la presin y me contro-

    laba. Ellos me decan nosotros no te vamos a dejar morir, porque saban que en esas circuns-

    tancias uno prefiere la muerte. Me daban pastillas que decan que eran para el corazn, estaba

    atada en una tarima, en una mesa de metal, con los brazos hacia atrs y las piernas abiertas.

  • De Por Vida - Rita Arditti

    35

    En los campos de concentracin a lo que se tenda era al aislamiento total. [] Es terrible

    tener un hijo en un campo de concentracin, pero de alguna manera fue un privilegio porque no

    estaba sola. Yo aprend a hablar con la nena, le pona las manos encima, la acariciaba todo el

    tiempo. El momento en que se movi por primera vez fue para m muy importante, porque

    realmente, de alguna manera, sent que juntas habamos triunfado sobre el horror. Cuando se

    empez a mover yo estaba acostada en la tarima, fue una dicha, se me caan las lgrimas de la

    emocin. Qu mejor acompaado puede estar uno que con una vida dentro de su vida? Y tal es

    as que despus que salgo le escribo una poesa donde digo: Mi sangre fue tu vida. Tu sangre

    fue mi fuerza. Ella pudo sobrevivir porque yo la nutr y ella me nutri de otra manera.

    Cuando me dejaron en libertad me fui a Europa. Los europeos me preguntaban por qu no

    dije que estaba embarazada, si no pensaba que eso me podra haber ayudado. Tuve que explicar-

    les que en los campos de concentracin en Argentina el hecho de estar embarazada hubiera sido

    una herramienta ms para presionar. El gobierno sueco les dio asilo a mis padres y mi mam di-

    jo que no. [] Cuando yo aparec, ella quiso seguir trabajando con las madres de otros jvenes

    desaparecidos. Ella dijo: voy a seguir con ustedes hasta que aparezcan todos. A mi madre la

    secuestraron en diciembre de 1977, cuando yo estaba en Suecia. Cuando llamamos para decirle

    que haba nacido la nena, nos enteramos de la mala noticia. [] Nunco supo que la nena y yo

    estbamos bien. 49*

    En la mayora de los casos, las embarazadas no eran trasladadas. Las que no abortaban de-

    bido a las torturas, daban a luz en cautiverio y posteriormente eran asesinadas.50 Se sabe que

    al menos tres centros clandestinos la ESMA, Campo de Mayo y el Pozo de Bnfield tenan

    instalaciones para ellas. En algunos casos, las atendan mdicos y enfermeras. A menudo,

    los mdicos realizaban cesreas para acelerar el nacimiento, en violacin de los principios

  • De Por Vida - Rita Arditti

    36

    ms elementales del juramento hipocrtico. En medio de los dolores del trabajo de parto, las

    embarazadas permanecan atadas de pies y manos a sus camas y se les daba suero para apurar

    el nacimiento.51

    Dos sobrevivientes de la ESMA contaron cmo se engaaba a las mujeres embarazadas

    para que creyeran que sus hijos iban a ser entregados a sus familias:

    A nuestra llegada a la ESMA, vimos a muchas mujeres tiradas en el suelo, en colchonetas, que

    esperaban el nacimiento de sus hijos. [] Una vez nacida la criatura, la madre era invitada a

    escribir una carta a sus familiares a los que supuestamente les llevaran el nio. El entonces Di-

    rector de la ESMA, capitn de navo Rubn Jacinto Chamorro, acompaaba personalmente a los

    visitantes, generalmente altos mandos de la Marina, para mostrar el lugar donde estaban aloja-

    das las prisioneras embarazadas, jactndose de la Sard (que es la maternidad ms conocida

    de Buenos Aires) que tenan instalada en ese campo de prisioneros. [] [P]or comentarios su-

    pimos que en el Hospital Naval exista una lista de matrimonios de marinos que no podan tener

    hijos y que estaran dispuestos a adoptar hijos de desaparecidos. A cargo de esta lista estaba una

    ginecloga de dicho nosocomio.52

    Ms adelante, personal mdico del Hospital Militar de Campo de Mayo revel que haba de-

    tenidos cuya admisin no se haba registrado; que se trataba de mujeres en avanzado estado

    de gravidez, con los ojos vendados u ocultos detrs de anteojos negros; que tenan una abun-

    dante custodia; que, en la mayora de los casos, se las someta a operaciones cesreas; y que

    tras la intervencin, la madre era separada de su criatura. El destino de los nios se descono-

    ca.53 Se sabe que al menos un mdico militar el doctor Norberto Atilio Bianco, que traba-

    *. El texto de las entrevistas es el correspondiente a las transcripciones de las conversaciones, gentilmente

    cedidas por la autora. Hemos optado por presentarlas sin modificaciones, con sus errores e imperfecciones gra-

    maticales, para conservar el tono personal de las distintas voces (n. del t.).

  • De Por Vida - Rita Arditti

    37

    jaba en ese hospital se llev a dos de los hijos de detenidas y los inscribi como propios.

    Tras vivir muchos aos como fugitivo en Paraguay, finalmente fue extraditado a la Argentina

    a principios de 1997.54

    En ocasiones, las embarazadas eran llevadas a hospitales civiles comunes en los que,

    fuertemente custodiadas por la polica, no se les permita comunicarse con el personal. En los

    certificados de nacimiento, los nombres de las mujeres solan asentarse simplemente como

    NN. Silvia Isabella Valenzi, con un embarazo de siete meses y medio, fue llevada a un hospi-

    tal municipal. Se las ingeni para decir en voz alta su nombre y el de sus familiares, con la

    esperanza de que alguien les advirtiera de las circunstancias que atravesaba. Pero los militares

    no queran correr riesgo alguno: una partera, Mara Luisa Martnez de Gonzlez, y una en-

    fermera, Generosa Frattasi, que informaron a la familia sobre la situacin de la joven, fueron

    secuestradas y desaparecieron poco despus. Segn constancias, se las vio por ltima vez en

    uno de los centros clandestinos de detencin. Haba que mantener a cualquier precio el secre-

    to de las mujeres embarazadas y sus hijos.55

    Adriana Calvo de Laborde fue una de las escasas excepciones, una embarazada que di

    a luz en cautiverio y sobrevivi. La secuestraron cuando su embarazo era de seis meses y me-

    dio:

    El 15 de abril comenz mi trabajo de parto. Despus de tres o cuatro horas de estar en el piso

    con contracciones cada vez ms seguidas y gracias a los gritos de las dems, me subieron a un

    patrullero con dos hombres adelante y una mujer atrs (a la que llamaban Lucrecia y que parti-

    cipaba en las torturas). Partimos rumbo a Buenos Aires, pero mi bebita no supo esperar y a la al-

    tura del cruce de Alpargatas, frente al Laboratorio Abbott, la mujer grit que pararan el auto en

    la banquina y all naci Teresa. Gracias a esas cosas de la naturaleza, el parto fue normal. La

    nica atencin que tuve fue con un trapo sucio, Lucrecia at el cordn que todava la una a

    m porque no tenan con qu cortarlo. No ms de cinco minutos despus seguamos camino

  • De Por Vida - Rita Arditti

    38

    rumbo a un terico hospital. Yo todava segua con los ojos vendados y mi beba lloraba en el

    asiento. Despus de muchas vueltas llegamos a lo que despus supe era la Brigada de Investiga-

    ciones de Bnfield (pozo de Bnfield). All estaba el mismo mdico que haba atendido a Ins

    Ortega de Fossatti. En el auto cort el cordn y me subieron uno o dos pisos hasta un lugar don-

    de me sacaron la placenta. Me hicieron desnudar y frente al oficial de guardia tuve que lavar la

    camilla, el piso, mi vestido, recoger la placenta y, por fin, me dejaron lavar a mi beba, todo en

    medio de insultos y amenazas.

    Diez das despus del nacimiento, sus torturadores la soltaron en medio de la noche cerca de

    la casa de sus padres. En camisn y ojotas, llena de piojos igual que su criatura, Laborde fue

    una mujer afortunada, que sobrevivi y conserv a su hija.56

    Mucho ms comn es el caso de Graciela Alicia Romero de Metz, descripto por Alicia

    Partnoy en The Little School. Graciela, de 24 aos, fue secuestrada cuando estaba embarazada

    de cinco meses, y la obligaron a permanecer

    acostada, con los ojos vendados y maniatada como el resto de los prisioneros. Durante el ltimo

    mes de su embarazo se le permita caminar. Esas caminatas consistan en vueltas alrededor de

    una mesa, con los ojos vendados. Unos das antes del parto la llevaron a una casilla rodante en

    el patio. El da 17 de abril de 1977 dio a luz un varn. El 23 de abril fue sacada de La Escueli-

    ta y no supe ms de ella. Segn los guardias, su hijo fue entregado a uno de los interrogadores.

    El caso Metz ha sido adoptado por Amnista Internacional.57

    La Iglesia Catlica:

    Iglesia del Csar o Iglesia del pueblo?

    En la Argentina, un pas con ms de noventa por ciento de catlicos, la Iglesia tiene un enor-

    me poder para influir en la poltica y en todos los aspectos de la vida. Por otra parte, y como

  • De Por Vida - Rita Arditti

    39

    el rgimen militar se presentaba como un defensor de los valores cristianos, las crticas de di-

    rigentes religiosos habran creado serios problemas para la junta. Lamentablemente, la jerar-

    qua catlica se convirti en cmplice de sta.

    La noche anterior al golpe del 24 de marzo, dos de los comandantes en jefe, el general

    Videla y el almirante Massera, se reunieron con la dirigencia de la Conferencia Episcopal Ar-

    gentina (CEA), el principal organismo de la Iglesia Catlica argentina. El mismo da del golpe,

    la junta mantuvo una prolongada reunin con el arzobispo Adolfo Servando Tortolo, presi-

    dente de la CEA y jefe del vicariato militar; al retirarse del encuentro, ste alent a la pobla-

    cin a cooperar de una manera positiva con el nuevo gobierno. De los ms de ochenta sa-

    cerdotes pertenecientes a la CEA, slo cuatro se levantaron en apoyo de las organizaciones de

    derechos humanos: el Comit Ejecutivo de la Conferencia los calific de comunistas y sub-

    versivos.58

    Las declaraciones y comentarios de algunos miembros de la jerarqua eclesistica con

    respecto al gobierno bordearon lo surrealista. Tras el golpe, el obispo Victorio Bonamn, pro-

    vicario castrense, afirm que cuando un militar cumple con su deber represivo, Cristo ha

    entrado con verdad y con bondad, y previ un tiempo en que los miembros de la junta mili-

    tar sern glorificados por las generaciones futuras. El padre Felipe Perlanda Lpez, capelln

    penitenciario, le dijo a un detenido que se quejaba por las torturas que haba sufrido:

    Mhijito, qu quers si vos no coopers con las autoridades que te interrogan? Durante un

    viaje a Italia en 1982, uno de los principales integrantes de la CEA, el cardenal Juan Carlos

    Aramburu, arzobispo de Buenos Aires, respondi a una pregunta sobre las desapariciones di-

    ciendo: Yo no me explico por qu se sac ahora este asunto de la guerrilla y del terrorismo

    que ya ha terminado hace tiempo.59

    Dos de los ms fuertes partidarios del rgimen eran monseor Antonio Jos Plaza, el

    poderoso arzobispo de La Plata, y el padre Christian von Wernich. Monseor Plaza se identi-

  • De Por Vida - Rita Arditti

    40

    ficaba con la dictadura cada vez que le era posible, presentaba acusaciones contra estudiantes

    (incluido su propio sobrino) y acept el puesto de capelln en jefe de la polica de la provincia

    de Buenos Aires. A la vez que reciba, gracias a ese cargo, un segundo salario y un segundo

    automvil, visitaba los centros clandestinos de detencin donde se torturaba y asesinaba a los

    prisioneros. El padre Von Wernich, identificado con las fuerzas armadas y colaborador de la

    represin ilegal, era una suerte de paradigma de clrigo fascista.60 Era capelln de la polica

    de la provincia de Buenos Aires y amigo personal del general Camps. Testimonios de sobre-

    vivientes de los campos y de un ex agente policial de la provincia describieron su participa-

    cin en varios secuestros y sesiones de torturas.61

    Una figura polmica dentro de la jerarqua eclesistica fue el arzobispo Pio Laghi, nun-

    cio papal en la Argentina. En 1976 recibi una invitacin del gobernador de Tucumn, el ge-

    neral Antonio Domingo Bussi, cuyas actividades represivas eran notorias; habl con jefes y

    oficiales militares y les di la bendicin papal. Consideraba que la Iglesia era parte del pro-

    ceso de reorganizacin nacional y que colaboraba con las fuerzas armadas no slo con pa-

    labras sino con actos. Cuando su nombre apareci en 1984 en una lista de 1.351 personas

    involucradas en actividades represivas, se desat un ardoroso debate.62 Aunque un sobrevi-

    viente de los campos afirm haberse encontrado con el arzobispo en un helipuerto cuando era

    un detenido ilegal del ejrcito, su testimonio no pudo confirmarse. Prominentes integrantes

    del nuevo gobierno democrtico, desde el presidente Alfonsn hasta el ministro del interior,

    Antonio Trccoli, miembros progresistas de la Iglesia y conocidos intelectuales defendieron a

    Pio Laghi.63

    En tanto la jerarqua eclesistica justificaba y aprobaba las acciones de la junta, sta

    persegua a los miembros de la Iglesia que se identificaban con las ideas progresistas del Con-

    cilio Vaticano II y la Conferencia de Medelln de 1968: quienes imaginaban la Iglesia como

    una comunidad de iguales. Sacerdotes, monjas y seminaristas unieron su destino al de los

  • De Por Vida - Rita Arditti

    41

    oprimidos, con su trabajo en los barrios desheredados, la creacin de organizaciones campe-

    sinas y cooperativas agrcolas, la realizacin de campaas de alfabetizacin y la impugnacin

    de la alianza tradicional entre la oligarqua argentina y la Iglesia. Llevaron esperanza y cierta

    sensacin de poder a los ms pobres de los pobres. Por consiguiente, la junta los trat como

    subversivos. El oficial que lo interrogaba le dijo a uno de ellos, detenido en la ESMA: Vos no

    sos un guerrillero, no ests en la violencia, pero vos no te das cuenta que al irte a vivir all

    [una villa miseria] uns a la gente, uns a los pobres, y unir a los pobres es subversin.64

    Muchos de estos clrigos pagaron con la vida su compromiso con la justicia social. En-

    tre 1974 y 1983, fueron asesinados o desaparecieron 19 sacerdotes catlicos ordenados (in-

    cluidos dos obispos), y alrededor de un centenar de miembros de rdenes religiosas sufrieron

    torturas, se exilaron o fueron detenidos. El ms destacado fue Enrique ngel Angelelli, obis-

    po de La Rioja, quien se ali incondicionalmente a los pobres y desafi a los terratenientes

    ricos y el gobierno local. Figura carismtica e inspiradora, muri en agosto de 1976 en un

    accidente de auto. En 1986, cuando la investigacin del caso finalmente avanz, el juez de-

    signado declar formalmente que su muerte no obedeci a un accidente de trnsito, sino a un

    homicidio framente premeditado y esperado por la vctima: la cartula del expediente pas

    de accidente a homicidio calificado.65

    Los judos y el terrorismo estatal

    En la Argentina, el antisemitismo tiene races profundas en las entretelas de la conciencia na-

    cional. Desde la poca colonial, cuando conversos* y judos eran un blanco favorito de la In-

    quisicin, hasta el pogromo de la Semana Trgica* en 1919, la cultura dominante vio a los

    judos como forneos inasimilables, extranjeros cuya lealtad a la sociedad siempre se pona

    en duda.66 La extrema derecha argentina es notoriamente antisemita y promovi de manera

    consecuente la imagen de una infiltracin hebrea y comunista en el pas.67 La xenofobia, el

  • De Por Vida - Rita Arditti

    42

    racismo y los furiosos ataques de algunos miembros de la Iglesia Catlica contribuyeron a

    mantener viva esa imagen.

    Durante la Segunda Guerra Mundial, la Argentina mantuvo una posicin neutral y re-

    cin en 1944, y a ltimo momento, declar con reticencias la guerra a Alemania. Terminado

    el conflicto, el pas pronto se convirti en un muy conocido asilo para criminales nazis, quie-

    nes se insertaban con facilidad en la amplia y prspera comunidad alemana. Joseph Mengele,

    Adolf Eichmann y muchos otros encontraron refugio en la Argentina.68

    Durante el rgimen de Ongana, la comunidad juda haba sufrido, sobre todo, los ata-

    ques de un antisemita notorio, Enrique Horacio Green, jefe de polica y cuado del presiden-

    te.69 Durante los aos setenta, la campaa antijuda sigui creciendo sin encontrar obstculos.

    Los ataques a los barrios predominantemente judos de Buenos Aires y las bombas contra si-

    nagogas, centros culturales, escuelas y bancos se convirtieron en cosa corriente. A lo largo de

    toda esta poca la literatura antisemita circul libremente y poda encontrrsela prcticamente

    en todos los kioscos y libreras. Una editorial, Milicia, anunci con orgullo que haba publi-

    cado diez libros nazis, todos los cuales se vendan en cantidades impresionantes.70

    El hecho de tener antecedentes religiosos y culturales diferentes de los de la mayora de

    la poblacin haca que los judos constituyeran una categora de alto riesgo; se convertan

    en probables chivos expiatorios. Las acusaciones contra ellos eran variadas y contradictorias:

    formaban parte de una conjura judo bolchevique, eran capitalistas que explotaban a los obre-

    ros o miembros de un complot sionista. El hilo conductor de estos diferentes argumentos era

    la visin de los judos como forneos, una amenaza para la vida econmica, social y poltica

    del pas.

    Durante el gobierno de la junta el antisemitismo alcanz nuevas cimas. Cuando los ju-

    dos eran secuestrados, a menudo se los interrogaba sobre el Plan Andinia, que supuesta-

    mente guiaba un intento de apoderarse de parte de la Patagonia a fin de colonizarla con inmi-

  • De Por Vida - Rita Arditti

    43

    grantes de esa fe.71 Los detenidos judos reciban tratamientos especiales: los guardias pinta-

    ban esvsticas en sus cuerpos, los obligaban a levantar la mano y gritar yo amo a Hitler! y

    los amenazaban dicindoles que iban a hacerlos jabn. Les estaba especialmente dedicada

    una forma de tortura: el rectoscopio, consistente en un tubo con una rata en su interior que

    se introduca en el ano de la vctima o la vagina de la mujer. En su bsqueda de una salida, el

    animal comenzaba a roer los rganos internos de las vctimas.72 El clima de los campos es

    vvidamente transmitido por un sobreviviente que describe el caso de un judo apodado

    Chango, a quien el guardia sola sacar de su calabozo y obligaba a salir al patio: Le hacan

    mover la cola, que ladrara como un perro, que le chupara las botas. Era impresionante lo bien

    que lo haca, imitaba al perro igual que si lo fuera, porque si no satisfaca al guardia, ste le

    segua pegando. [] Despus cambi y le haca hacer de gato.73

    En 1985, sobrevivientes judos de los campos describieron sus experiencias ante la Co-

    misin Nacional sobre la Desaparicin de Personas (CONADEP). Una sobreviviente juda, Mi-

    riam Lewin de Garca, recuerda:

    La actitud general era un profundo antisemitismo. En una oportunidad me preguntaron si enten-

    da idisch, contest que no, que slo saba pocas palabras. No obstante me hicieron escuchar un

    cassette obtenido en la intervencin de un telfono. Los interlocutores eran aparentemente em-

    presarios argentinos de origen judo, que hablaban idisch. Mis captores estaban sumamente inte-

    resados en conocer el significado de la conversacin. [] El nico judo bueno es el judo

    muerto, decan los guardianes.74

    Aunque es difcil conseguir datos cuantitativos confiables, hay acuerdo general en cuanto a

    que el porcentaje de judos desaparecidos durante la represin de cinco a diez por ciento

    excede con mucho su representacin en la poblacin general, que ronda el uno por ciento. El

  • De Por Vida - Rita Arditti

    44

    Comit de Parientes de las Vctimas de la Represin, instalado en Israel, estima en mil qui-

    nientos el nmero de judos desaparecidos.75

    El escritor y filsofo argentino Marcos Aguinis seala: Cuando las fuerzas de seguridad

    arrestan un judo, sea culpable o inocente, le hacen sufrir mayor ofensa y tortura no slo por-

    que los excita el antisemitismo, sino porque este antisemitismo tiene la noble justificacin de

    estar al servicio de la victoria occidental y cristiana.76 Para la mentalidad del rgimen, los

    judos eran forneos, extranjeros, que no se identificaran plenamente con la sociedad ar-

    gentina: como tales, se los vea como sospechosos, peligrosamente cercanos a los subversi-

    vos a quienes la junta tambin consideraba como no argentinos y a los que estaba decidida a

    aniquilar.

    Intentos de resistencia

    Durante la dictadura, entre 1976 y 1983, la sociedad argentina estuvo en gran parte paralizada

    por el miedo. Los dirigentes de los partidos polticos y las organizaciones cvicas, culturales,

    sindicales y religiosas guardaron silencio, a pesar de las masivas violaciones de los derechos

    humanos dirigidas contra muchos de sus miembros. Pero en el nivel popular hubo intentos de

    resistencia. Los activistas gremiales, en particular, se opusieron a la supresin sistemtica de

    los derechos que haban conquistado a travs de largos aos de luchas.

    La represin a los trabajadores fue crucial para imponer las polticas econmicas de las

    juntas. Como los salarios reales de aqullos haban cado un cincuenta por ciento, el debilita-

    miento del poder de los sindicatos era una prioridad gubernamental. El Estatuto del Proceso

    de Reorganizacin Nacional suspendi todas las actividades sindicales. Prohibi las huelgas,

    anul las negociaciones colectivas, autoriz el despido de trabajadores sin causa justificada y

    derog las leyes referidas a la salud laboral. En las fbricas, la produccin se coloc bajo el

    control de los militares.77

  • De Por Vida - Rita Arditti

    45

    Los trabajadores pronto entraron en conflicto con el regimen militar y llevaron su pro-

    testa a las organizaciones obreras internacionales. En Ginebra, el rgano rector de la Organi-

    zacin Internacional del Trabajo (OIT), que vela por el derecho a constituir sindicatos inde-

    pendientes, trat el caso de la Argentina. Seis meses despus del golpe public una lista de

    sindicalistas desaparecidos y acus a la junta de violar el derecho a la libertad de asociacin.

    En mayo de 1978, pidi a la junta que explicara las causas de la gran cantidad de gremialistas

    desaparecidos y detenidos.78

    De mxima importancia para consolidar el reino del terror era el control de los medios

    de comunicacin; la poblacin deba permanecer ignorante del verdadero curso de los aconte-

    cimientos, a fin de que no pudieran producirse protestas pblicas. Aun antes del golpe, los

    sectores ms importantes de la prensa haban sido puestos en vereda: los diarios y las revistas

    presentaban slo una imagen positiva de la junta y exageraban la amenaza guerrillera. Pero

    Videla y sus aliados no queran correr ningn riesgo. Tan pronto como tomaron el poder,

    anunciaron penas de hasta diez aos de crcel para quien usara la prensa a fin de publicar,

    divulgar o propagar noticias, comunicados o imgenes con el propsito de perturbar, perjudi-

    car o daar la reputacin del accionar de las fuerzas armadas, las fuerzas de seguridad o la

    polica. La represalia contra los periodistas que se atrevieron a expresar puntos de vista

    opuestos al gobierno fue feroz. Los periodistas extranjeros crticos de la versin oficial de los

    acontecimientos eran amenazados y se vean obligados a dejar el pas.79

    Slo The Buenos Aires Herald, y de vez en cuando La Opinin, mencionaban las pre-

    sentaciones de habeas corpus y otros recursos hechas por parientes de los desaparecidos. En

    medio de esta lgubre situacin, Rodolfo Walsh, un periodista muy respetado, puso en mar-

    cha una red de comunicaciones clandestinas para informar al pueblo de los abusos que se pro-

    ducan diariamente. Integrante de los Montoneros, Walsh se vali de sus destrezas periodsti-

    cas para organizar la Agencia de Noticias Clandestinas (ANCLA) y distribuir sus informes en-

  • De Por Vida - Rita Arditti

    46

    tre los diarios locales e internacionales y otros medios. En octubre de 1976 escribi y difundi

    un documento que daba informacin detallada sobre la Escuela de Mecnica de la Armada

    (ESMA) y analizaba los sucesos que haban culminado en el golpe y las medidas represivas de

    la junta.80 Walsh tambin cre un boletn clandestino, Cadena Informativa, cuyo primer n-

    mero terminaba con un vigoroso llamado a la accin:

    CADENA INFORMATIVA (CI) es uno de los instrumentos que est creando el pueblo argentino para

    romper el bloqueo de la informacin. CI puede ser usted mismo, un instrumento para que usted

    se libere del terror y libere a otros del terror. Reproduzca esta informacin por los medios a su

    alcance: a mano, a mquina, a mimegrafo. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las

    estarn esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicacin.

    Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfaccin moral de un acto de libertad. DERROTE AL

    TERROR. HAGA CIRCULAR ESTA INFORMACIN.81

    Un ao despus del golpe y un da despus de haber enviado una carta abierta a la junta de-

    nunciando sus mltiples abusos, un grupo de tareas de la ESMA ametrall a Walsh en las calles

    de Buenos Aires. Lo llevaron a la Escuela de Mecnica, donde un prisionero vio su cadver,

    acribillado a balazos.82

    Los parientes de los desaparecidos se convirtieron en los crticos ms abiertos y visibles

    del rgimen. En las bsquedas incesantes de sus seres queridos cuando recorran comisar-

    as, hospitales, ministerios, cuarteles militares, morgues e iglesias comenzaron a reconocer-

    se unos a otros. Las mismas caras aparecan en las interminables filas ante el Ministerio del

    Interior donde, increblemente, el gobierno haba abierto una oficina para registrar las denun-

    cias de desapariciones. En las contadas ocasiones en que las autor