del origen deseo -...
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I.
Exhumada la tierra,
pajarita allkauren neoparida, partera enteriza fluvial, inconsistente
maquínico, denuedo al bies columbario acude asaz a dentro, políglotalfabeta,
encarrujada sobrensí, tartaja, ampliechura gótica si partículas cuasi esféricas
desprendidas del lacrimal por la tensión superficial destabilizada cáense
abajo, más alto sudor y deambullando magma domestic intervalo, de remate,
sangre.
¡Guaytierra!
Extremece polvo gredarcillamarga, tolvaneras del kóshkil en la curva fango
cuadril de piedra y osadía rastrera zarzamora másmenos, gañote vil de
sabaendija.
Aluminadal, terranova, turendida dearrebatrona masaquí masallá, gritigrillos
de fondo y sucesiones antediluvianas, antisiderales, o sea,
un poco rancias.
A galumping diligente sobre la tundra patiagónica
Mijaíl Aleksándrovich y Piotr Alekséyevich, cura deschivado y labrador
tupido, uno y dos, con los chinarros tullidos en la correntada fulera del río
disiertan cometidos, simbiologías posicionales estratégicas remontadas en la
penumbra desnuda rectilínea multiculor acarócrata.
Sínodos o aporigeos sexuales, muladares de la renta, la sobreacumulación,
yugo abstracto.
Feliz el pueblo si reconoce la iracundia aquilina y precipita los
acontecimientos.
Lágrimas.
La revolución permanente indolencia
con ruleros de plástico rizomático enrejados, buclera y caravana turbia
vintage, véase:
combate entre lo absoluto hiperquinético asociado y el quietismo sabihondo
de ocasión, menteufórica leve presuntuosa, el más acalambrado de los
sofismas, la raza razonable.
En su resplandor de batalla aguanta un eco de supervivencia del rescoldo.
¿Para qué sirve dolor?
Sauces rojizos por la ceniza sobada,
escoria así nada en vergas de antiguos bergantines corsarios encayados y
cepas del río petrificado, cimbran.
La tierra apuesta al cuatro por uno escondite ruso, palín promiscuo, tute
cabrero luciférico, crónicas de bifotografías erróticas, martiirisada de saqueo.
El gentío, reclamado por contemplativo, punto afuera o púrpura ¿lágrima?,
agita la cabella intonsa, pulsa minúsculo músculo tendinoso de entraña,
abrevará sinfines, ¡achichí!,
inconmensurable.
¿En qué consiste su triunfo?
La cuna planetaria hiede.
El bamboleo del estrofado,
cón cabo y carterista, ronrón psicótico enmedio surgente punza
descodificación y meandros arena cón dardos dialécticos.
La terrazón recupera el enigma agonía del cagazo. Sutura consumación
predecible y orinaflema sospecha desengaño y frugalidad de antaverbo.
Podría ser reino y piltrafa convulsiva de subitenente Malarín, o hazmerreír
budista del coronel Barros
(cuyo único mérito fue pronunciar, por su voz, alguna verdad en tiempos de
mentiras poderosas).
O seudocarcaja gherardini.
O puta hegeliana enyesada.
O mero corcoveo senil.
Aún cuando el prudente
halle extraviada su entendimentira provocaz tintina dos pasos adelante y uno
hacia atrás, la sabiduría confunde redención, cruza la noche del ser y sombra,
copa fundida desaliento, extenuada recopilación de indignaciones, cunde
sobre la explanada ñukemapu, desde crepúsculo a premura, renuncia al
desasosiego inmanente, engendra un medio giroyiro de encanto sierpe o
memoria, nombra la geometría del estambre, la indiada indócil insurgente
insólita sulamita,
lo que todavía persiste de estadística.
Socava ojerizas, sopores, brasa meridional, ¡!,
tierra resurrecta.
El origen ileso del río,
ha encontrado la pestilencia mercancía canecida encima del cadalso.
Deleite de tierra jonda piedra. Sin pestañear. Y despliegues de frunces
amotinan ponderado deseo.
Huellas de circunstancias, la pisada caliginosa de la Tormenta que abalanza
y no aguarda pactos con el deseo, ni palabras.
La estela colérica de Stirner precipita desde la mesósfera aterida y desafía,
en duelo, a este mundo viejo, dormido,
“como un indio que no ha perdido el desierto”.
Ahora pueden chamuscar admoniciones jurídicas,
acordonados de compendios, prontuarios y vademécums platicar
anarquismos a la vera del río Quemquemtreu,
atravesar la doble realidad cuatro veces falsa desbrozadas tinta y tonalidad
euforias,
ganarle mano a la penumbra, infecundidad persistente de la meseta, entre el
hip-hop o el grafiti en las revueltas de Chiloé.
Desmoronados el desierto, la raza y fronteras, piquete y terrorismo de
hortalizas confinan, enternura, la muerte.
La tierra vaga cuerpo y cuerpo
entre la desazón enramada, una piedra libera la irradiación del alba.
De cada madriguera surca profundidad, latidos fortificados en el pastoreo,
arrastran sombras solsticios hacia las orillas y declives polvorrientes de los
ríos, severos y arcángeles.
El espacio convenido en tierra.
Espacio calado territorio no apuntala este mundo,
incontinente.
Ahora pueden interceptar fenómenos de la mercancía
todo alrededor, palito y chercán un lado y chedken el otro, el mismo, canela,
como intervención luddita esquizofrénica,
¡desmandarse!
La incertidumbre Heisenberg se dice o canta como dedo que no apunta al
centro, lugar donde aquello que no está prohibido es obligatorio.
Ahora pueden cimentar fortalezas walden en la brisa.
Thoreauvianos, líricos y libertinos in situ, ad hominem, críticos de la crítica
crítica.
Dolor, fue el de la víspera.
-¿Dónde estamos?
En la amanecida encarada el asalto al cielo.
Eyaculada tacuaras dementes a tripas de distribución y cacicato,
recapitulada la memofáctica misión del proletario.
Pegamos duras patadas de feto, o cimarrón.
Habría que detenerse aquí.
Donde la trompa de falopia no prorratea entre la estirpe urbana piadosa
síntesis de confraternidad.
Ajenos a la insidiosa correntada, trayectoria de literatura dialecto.
Por arriba de fuentes, lágrimas y pesquisas.
Pero no sobre las coyunturas, los cartílagos.
Ah, ah, ah, pero ¿quién asoma
ensolapado por detrás
de significados muros cadenas en el Unimog?
Humdumty: -heyeyu, ¡yuguemos chupar de palabras jugo!
A: -yeyeahj... ¡enjuaguemos jugues yugosos!
Humdumty: -¡okiadoque! ¿Lingapabra percapita yaberguoqui?
A: -ooohlop... ¿comotomo, lewinsquear o lemisnkeo?
Humdumty: -babibay: ¿quién detienta el poder-aquí?
-¡Salvo ilusión, todo es poder!
II.
Los matorrales desenredan quipos taciturnos,
el desplazamiento del deseo hinche sospechas muertas en disposiciones de
vastedad.
Emerge acto, prepotencia y deflagración, exhibe, en la carretera, sin
recóndito, el nimbo bilioso, ministerial, embestida a desguazar arraigos,
savias.
Como pavorestrago barrena el pescuezo de los chulengos.
Comparese sin órganos ni marxismo, ni constelación ni tragedia.
No argumenta el axioma, atraca las mariposas.
Lo que destella en camino metaboliza prontuarios no destituidos:
detonación furiosa, vómito papagayo, fístula encendida.
La luz asfixia.
El hombre antes flecha y lanza,
bolas y cuero y caballo deviene desierto atestado, melancolía.
Tendrá su ronquera, su canto en metálico, su chincol, la usurpación, el
miedo.
Una extensión estrellada de sigilo, amarrado.
Tanatolatrías.
¿Quién, masacota salarial yolanda, soldada, punitoria, que no muere y
tampoco vive, ahora, viene?
La hidra viene.
La hidra cisma.
Hidra food power, multinela aburrogante, hidra matrisexual commodity
percuso en posición disposición, hidra rebato, la jimbond, precivicio cruzado
de orfandad y cosmos, hidra cucurubí, a repetición, hidramaina desbarrada,
hidra máxima máxima, hidra mesiánica necrobiológica desgenerada, hidra
santisísima excrecencia de masa máquina, hidra mastiodonta maniquiladora,
burcaca, kristallnacht, hidraenfálica, podridra, hidra pretorio, hidra skynet,
hidra mónada leibnizcheana transfigurada, heteromarcial, hierrodélica hidra.
Amaga la hidra cuando la tierra exuda
fragancias subvertidas por transpiración o sucesión en núcleo zurdo afilado
cuchilla, extremo soliviantado del atreviviento.
Truena, y sucede mineral, guijarro, honda, conyugalidad transeúnte de
cuerpo sin órganos.
Embiste, ya indaga, aceda vestigios o la desaparición prosecutiva del
lenguaje.
Ruge la hidra.
-¡Aléjate! ¡Mi boca, demasiado cerca tus oídos!
Sin espacio para la descripción o rozamiento,
irrumpe sobre la carretera, jauría, inhósputa del ser, como máscarada de
azufre y viniagrio, la hidra, escisión tautológica del deseo, razón de estado.
Brasera de arrebato, haúya fruslerías, vetovenias, discipamplinas.
Encoraminada por la cifra veredicto, perdigones, rezuma devociones
anfibológicas, alaridos.
La palabra ¡si asiste! entra después, postergada o trunca, anémica.
Ahora la tierra se derrama -insomne- hacia el río que la oculta de oscuridad y
alumbra el encubrimiento del entusiasmo.
Olvido solicita volverse hacia sí, volverse a extraviar.
¡Hey!
-¿No anda por ahí un buen señor dispuesto a devolvernos las cadenas?
De cara la hidra desencaja la pregunta por el ser,
acaso el ser es presa, pretérito exhausto de ser.
El ser tórrido desesperación nocturna, impersonal exacerbación de ausencias.
Ser despojo.
La hidra ha llegado, exacta.
Sin adjetivos y en el rocío revela la restricción del deseo:
Tormenta.
-¿Pero sé que otro-mundo-es-posible?
-Si uno escucha con paciencia, ¿puede oírlo respirar?
La hidra viene.
Y agazapada, zaga de fastuosidad pestífera de la hidra,
la gente de armas.
Lentagonía sacra, furia matemática.
La hora de la hidra es hora que lastima
y la última hora, la hora de la espada, de la enredadera y del ciprés, de la
araña, la hora del juicio, hora-polo, hora cero, la hora oficial, exacta, de la
Tormenta, la hora señalada, la mala hora, deshora.
En la decaída del testimonio arriban ejércitos
de perspicacias y espuma que fluye, gelatina y turbia, de la herida
vertiginosa, palabras que sustantiva la hidra atormentada,
tormentosa,
voz disecada como anémona ponzoña, arrebolada, estandarte, mandamiento,
porcentual, arenga, fuero, legalidad, beneficio, factoría, peculio, democracia,
desazón, cárcel, evangelio, estado.
Furibunda al centro y atrás a la izquierda y derecha adelante o al fondo
paredón, la hidra.
Frontera, dignatario, estatuto, escarmiento, comisión, arancel, emblema,
pavura, pabellón, gallardete, pasaporte, censura.
También historia y prócer.
Y cordillera, blasón, malvinas y muros y estado, la hidra.
Doy martirio,
arranco orgasmos del dilatamiento pupilar, hidra cachafaz chitrula:
-¡Estado, Estado, Estado!
Doy identidad,
doctrina, arancel, escamoteo, ausencia, olvido y memoria.
Doy la sumisión y el respeto, pulcra apología de las delaciones, registro de
prepotencia, la hidra.
Doy denuncias, expediente, credencial, gerundio, distancia, tropelías uncidas
mandato por abulia y predicación o suplicio, la hidra.
Balanceo del requerimiento, contabilidad y parusía, proelitismo,
tribulaciones, la hidra,
Doy condolencia y tormiento, granulosa, aquiescente, bautista, canguela,
emboscada, la hidra.
Hércules deambula en aguamargas.
En los procaces augures de la estepa
transita torbellinos, trunca de siete cabezas, trece millones de hocicos
desbocada, con ano pólipo adelante y ano carcino detrás y en el centro cola
mitósica esponja, la hidrágama, excitación desmesurada de la lógica
mercancía, acoymete para recaudar esperma baldío, impusnación, desaliento
pomporoñoso.
Hidra gendarme.
Hidra capital.
Invicta con la prosa, cobijada de enjundio y adivina cacatúa chrysóstoma.
¿Qué magnicida su verbena marcial en contorno encierro protuberante,
plagio infertilidad, secreto lápida, murmullo esterilizado, paredón
ostracismo?
Este mundo existe.
Desvanecen las eras articuladas,
perdida la cicatería del despojo, torrente que anuncia pesadilla cada vez y
más aterradora.
La carcajada hidra balanza con furia empacho la carne, deshabita. Su
colmillo hiere el lucero del tormento.
En la bóveda del deseo fríe negación y reservas, lateral infecto del arrebato,
traviesa resuellos como llamaradas y desgarra frescos, mortajas de reflexión,
deslinda piropo de homicidio.
Un perraje de júbilo incandescente la circunda y el gentío de la tierra y aún
la tierra se envuelven abrasadores, hidroglacial.
Del sollozo a tientas el código abstracto hidra viene y va, péndola
descabezada, amasijo sobre la gente de la tierra y acude a las vertientes
musicales de los ríos, pedestal de ceniza, territorio que desborda mapas.
Cuatro, ocho u ochenta y ochocientas astillas
poligonales, pigmentado escarlata el mantel estirón de patagonia, pájaro
raquítico enamorado de hitler o sufrimientos que huyen a caballo con el
antimonio descolorido, señor esclavo.
Este mundo existe.
-Ya ve usted, peñi,
cómo nos portamos en este lugar con las palabras y encerronas.
-Nos cautivan la hoja por el rábano y los zapateros descalzos.
-Aunque aquí se desnuque
y se descuartice.
Y el árbol inmóvil agoniza en roca
anida nieve y asciende del faro estancado en dolor, sedimenta cenizas,
las cenizas desaparecen, desaparecen y no.
La estela persiste.
No es posible persistir,
entonces persistimos.
Ahora bebemos cenizas,
ahogamos nudos de tierra y árbol en el caudal del aislamiento, la madrugada
ya puede derramar oraciones hipotecadas al quejido, yacemos como indios
alzados, salitre y abandono pedernal.
Ahora fue la razón de estado y ensaño para el indio bravo y la hembra
pavimento, o hendidura, torrente, yedra, ventarrón.
Ahora la garúa renegrida de la hidra, antiquísima en estado de vigilia y
vigilancia, descomprometida del vivir se arroja sobre el mundo y la exigua
humanidad del universo, lo arrastra a su arcaica osamenta de recelos,
pantomimas y tinieblas.
Ahora la hidra resopla incienso y gases lacrimógenos, fuga su mano
izquierda hasta la diestra, sus brazos para ceñir aprietan con fiereza a
descoyuntar la cabeza oblicua del infinito al cero, bufa, ronca y trona al
interior y vísceras de la tierra.
La mirada hidra, poligonal y regina,
burla winca capitalista y fija la carretera desnuda de vena y hueso al tiempo
que desgarra de extremo a extremo, en canal, zanja o cloaca.
Despeja.
No hay río que ataje la espesura desmadejada de tendones.
Desencontrar el camino para no llegar hasta aquí.
Desencontrar el camino.
No llegar hasta aquí.
La hidra chilla retiradas del beso,
desnuda tiempo o pesadilla blasfema frente a nosotros, encantadores de
polvo, viento y dibujo, encogidos en sangre deletreada bajo el río.
La razón estremece armadura y verso.
Pensar no alcanza, el resentimiento es el único enigma que concede alguna
solemnidad a la existencia.
La esperanza anida en la parte más profunda de lo ascético o impotencia y no
para nosotros.
Historia es derrota del carnaval por la hidra.
Y nos ha vuelto cautelosos, apocados.
Hábiles para atisbar la Tormenta con sofismas, identidades y oraciones que
se contagian entre sí.
Imaginamos debajo de su excremento,
a un duende burlón que pregunta, en cada retirada, pliegue o disimulo, qué
despreciable cosa hacemos, a diario, para consentir muerte.
No cabe en la Tormenta el rugido
mapudungun, purépecha, tzotzil, tojolabal, kurdí, qomlaqtaq, guaycurú,
pilagá.
Las chuzas rabiosas se fraguan con el miedo y la osadía y el mito templa
resuello y fierro.
Ahora es voz y motivo.
Quien arranca sus clavos con los dientes no alarga las manos.
No trafica diamantes o eructos de mediodía.
Entonces la tierra pare un arcoíris magallánico, la cordillera cabal, que
vienen a ser lo mismo.
Y la hidra se cobra la apostasía del miedo, sueña un incendio descomunal,
trasiega jadeos envenenados, espanto.
La hidra, el miedo
y de la hidra, miedo.
-¿Dónde has ido, Bakunin?
III.
Cuando la mano desollada estiba en la Tormenta,
el cuerpo indócil, material de fuga, plenilunio, envión y hendidura, redime la
fecundidad fatal de los proyectiles.
¿Qué hechicero detenta la vida, la descifra y ofrece?
¿De quién la mano, emerge,
el cuerpo, resbala, el cuerpo,
fluye, el cuerpo, brama?
Es la letanía profana o vendaval salvaje
del hechicero insumiso y no la hidra
y atrevido y desobediente y libertario y emancipado y rebelde y perturbador
y desenvuelto y evadido y errante y no la hidra,
indígena y negro y hembra y marica y salvaje y no la hidra,
insurgente y huella y banquina y arroyo y ribera y margen y revuelta y
abierto y heterogéneo y luminoso y no la hidra,
anónimo y desbordante y extraño y no la hidra,
indefinido y reminiscente y vestigio y ribete y constelación y lumpen y
acontecimiento y destituyente y proletario y esquizofrénico y anomalía y no
la hidra,
irreverente y comuna y transversal y enloquecido y amoroso y vocablo y
verbo y desgarradura y no la hidra, deseo y no la hidra,
y deseo y no la hidra.
¿Adónde nos manda el deseo?
Allí donde no estamos reside la dicha,
menos que caída para el cuerpo, en la danza hídrica no interviene lo bello
pendiente, desconocido, clérigos baal, ménades o derviches en trance,
echamos espumarajos devorados por incertidumbres en torno a presbiterios y
desaliento, siete velos de angustia, la pantomima fonética, merodeamos.
La Tormenta, la hidra y lo consciente arquetipo anidan en los subsuelos del
discernimiento, cripta del felón.
El pasado sin desembocadura y presentimiento estratifica la riqueza en
doctrina o instinto nebuloso de talmudes de ocasión.
La hidra vulcano escupe ofrendas y bolitas de acero ígneo,
amaña la realidad como fantasma, historia, relatos de fracasos, equívocos y
caídas, travesía y crónica, balbuceos old ireland tavern, cháchara naródniki,
los tres sueños cartesianos del diez de noviembre, el arquero de cuádruple
raíz de razón suficiente, espectros, banquete y bacanal, la fenomenopatología
del espíritu, el rojo frío y el rojo candente, hagiografía, acrimonia y pústula,
si guiña, la indecisión glandular, lo hirsuto del código y axioma.
La dicha es un juicio
sobrevalorado, medita
la hidra, topa y se refrena,
recula,
paralelepípeda encaracoliada.
-¿A qué, el remolino descabellado de la hidra, teme?
La resistencia es neurótica,
concede atributos a la hidra y los atributos coinciden con la época,
muerte es una palabra como otra,
-no en la muerte.
Cuando lo sucedido de improviso aparece sulfúreo, adiestra para yacer
bárbaro y en la primera oración un libro cualquiera puede ser astenia o
venganza.
Donde no se espera sobrevive obstinación.
De la retaguardia en las narraciones
resbala escamoteado el festejo de las caricias, derrumba cansancio el
sustantivo y observa cómo juguetean los efluvios del torbellino.
-¿A qué, la chirona esclerótica de la hidra, teme?
Ahora acontece lo inconcluso,
el monstruo ctónico tropieza en las guerras serviles o quinientas, la
carnadura de cuatro mil millones de labradores alzados en asta, languidece
las riberas del Helme, en el galope helado, makhnovtchina, la caída libre de
Nochistián, la madrugada Krondstad que atraviesa relámpagos soviéticos, la
algarabía tepehuan y tarahumara, la kurda que demuda y le atraviesa las
escamas, los aromas inclinados o butaca Rosaparks, la demanda inverosímil
de Olympe de Gourges:
-Hombre, ¿sos capaz de ser justo?
Y en los matorrales del pretérito
futuro el Exarchia ateniense crispa y contingencia, tras el volteo chiapaneco
la mora absolutista tilda de refilón, mecheras de Versalles en los suburbios
turineses, mucílagos glasé en las naves desarrumadas de iglesias catalanas,
evacuación ácrata en el mateducto transversal ocaso, tripa y rueda hirviente,
la trasnoche proletaria de la urbe y el juicio medieval nicodemizado, pájaro
tsatsí, carcajada jergón amerindio, enema salvaje que aplasta desmesurada,
delicada impiadosa compasión.
-¿A qué, el destino redundante de la hidra, teme?
Buen vivir no duella el mundo que cae
entre telas y fuye del miedo, Piotr Alekséyevich vadea el malecón riobruno,
cocillea através de las tablillas devastadas del puente, ve:
aguas arriba calma y abajo volcán inquieto, Krapp en bote canoa de petiribí
pardoverdoso y el rebote de reflejos astrales para cegar.
Decubitado ventroso encima del lodo, Piotr Alekséyevich metemano a fondo
y desfanga una ¿lombriz convivencial?
¿Apollos mutuos? ¿Cajatres feminista?
Un cospel teleafónico tataguiyé ranuroso, densipelmazaplumbipesadísimo.
Consíguelo sustentar sólo cuando tres weichafes montaraces le embolean la
muñeca y meta soga y roldana, levantan.
Le marca la palma, el deseo.
La hidra flaquea peste y sus costados epifánicos sagran.
-¿De qué ríen los indios?
Lo acontecido relame estructura,
enunciados ribete y cañaveral.
No nos escucha,
no nos mira,
no nos reconoce.
Colgados del bucle libertario, machete y resplandor, valor de uso, plusvalía
exógama de flanco antagónico y defecto estado o escritura, surtidores,
equidistante umbral de interioridad sinuosa o moros homónimos de babel,
gladius, desgarrón y pirueta acurrucada, flujo liendre de potro, devenir-deseo
límite sin orillar, hermenéutica diatópica.
No pedimos nada.
-¿Nada pedimos?
Renga la porfía para remolcar tierra hasta el final.
Origen.