del kirchneriato al kirchnerismo

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¿Del kirchneriato al kirchnerismo? por Antonio Camou, 2 de Julio de 2009 El primer ciclo es el que comenzó con la salida de la crisis del 2001, cuando el binomio Duhalde-Lavagna empezó a enderezar el barco después del desastre, y luego fue continuado por los Kirchner. El despegue fue posible gracias a la articulación de tres factores básicos: una táctica (llamarla estrategia sería forzar un poco las cosas) de inserción competitiva en el mercado mundial, un esquema (precario pero defendible) de solvencia fiscal y una firme autoridad política con eje en la figura presidencial. Designar a este esqueleto un “modelo” ha sido una licencia poética, pero mirado desde donde veníamos alcanzó para “crecer a tasas chinas” y recuperar el empleo, sobre todo en la fase fácil de expansión basada en una alta capacidad productiva ociosa y con un contexto internacional excepcional. El segundo ciclo, más corto, empezó como empiezan casi todos los desbarajustes de una Argentina que se cree entretenida, y es pavorosamente monótona en su decadente desorden: con el desarme de los elementales componentes del triángulo. En este caso, arrancó bastante antes del conflicto con el campo, cuando la producción empezó a tocar el techo de las capacidades instaladas y la inflación empezó a salirse de cauce; luego, los desbordes fiscales utilizados para remendar inconsistencias o sufragar la campaña de Cristina Presidente encendieron las luces amarillas, y el posterior intento de torniquete impositivo a los sectores agropecuarios chocó con la rebelión del interior y el rechazo de los grandes centros urbanos. Como todos los rechazos, fue un amasijo de buenas y malas causas, pero abrió una ventana de oportunidad que nos trajo hasta aquí. De aquel trípode de condiciones, la recompuesta autoridad presidencial fue quizá el logro más personal de los Kirchner, en particular por su original amalgama de viejos y nuevos materiales, aunque su arquitectura recordara parcialmente a otras experiencias peronistas previas. Como sabemos, Menem fue capaz de improvisar una efectiva construcción simbólica en torno a los motivos de un pensamiento neoliberal y una más limitada semántica de la reconciliación histórica, tanto con referencia a los viejos antagonismos entre peronistas y antiperonistas como en los más trágicos y recientes entre civiles y militares. Esa construcción fue un tejido de intereses, de visiones y proyectos de actores socioeconómicos y políticos, pero también un espacio de articulación de cuadros intelectuales y expertos –muchos de ellos “importados” desde fuera del campo peronista- que le

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Alberto Camou

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Del kirchneriato al kirchnerismo?

por Antonio Camou, 2 de Julio de 2009

El primer ciclo es el que comenz con la salida de la crisis del 2001, cuando el binomio Duhalde-Lavagna empez a enderezar el barco despus del desastre, y luego fue continuado por los Kirchner. El despegue fue posible gracias a la articulacin de tres factores bsicos: una tctica (llamarla estrategia sera forzar un poco las cosas) de insercin competitiva en el mercado mundial, un esquema (precario pero defendible) de solvencia fiscal y una firme autoridad poltica con eje en la figura presidencial. Designar a este esqueleto un modelo ha sido una licencia potica, pero mirado desde donde venamos alcanz para crecer a tasas chinas y recuperar el empleo, sobre todo en la fase fcil de expansin basada en una alta capacidad productiva ociosa y con un contexto internacional excepcional.

El segundo ciclo, ms corto, empez como empiezan casi todos los desbarajustes de una Argentina que se cree entretenida, y es pavorosamente montona en su decadente desorden: con el desarme de los elementales componentes del tringulo. En este caso, arranc bastante antes del conflicto con el campo, cuando la produccin empez a tocar el techo de las capacidades instaladas y la inflacin empez a salirse de cauce; luego, los desbordes fiscales utilizados para remendar inconsistencias o sufragar la campaa de Cristina Presidente encendieron las luces amarillas, y el posterior intento de torniquete impositivo a los sectores agropecuarios choc con la rebelin del interior y el rechazo de los grandes centros urbanos. Como todos los rechazos, fue un amasijo de buenas y malas causas, pero abri una ventana de oportunidad que nos trajo hasta aqu.

De aquel trpode de condiciones, la recompuesta autoridad presidencial fue quiz el logro ms personal de los Kirchner, en particular por su original amalgama de viejos y nuevos materiales, aunque su arquitectura recordara parcialmente a otras experiencias peronistas previas. Como sabemos, Menem fue capaz de improvisar una efectiva construccin simblica en torno a los motivos de un pensamiento neoliberal y una ms limitada semntica de la reconciliacin histrica, tanto con referencia a los viejos antagonismos entre peronistas y antiperonistas como en los ms trgicos y recientes entre civiles y militares. Esa construccin fue un tejido de intereses, de visiones y proyectos de actores socioeconmicos y polticos, pero tambin un espacio de articulacin de cuadros intelectuales y expertos muchos de ellos importados desde fuera del campo peronista- que le proveyeron un slido soporte de gestin a lo largo de una dcada. Ms all de idiosincrasias, personalidades o temperamentos, Kirchner quit de cuajo esas incrustaciones y reconfigur un discurso una aleacin de textos, memorias, prcticas y actores- que recoga antiguos y renovados trazos del pensamiento nacional, popular y latinoamericano, forjista y estatista, junto a una fuerte elaboracin en torno a la lucha por los derechos humanos segn la versin vindicatoria de la izquierda militante. Claro que a diferencia de Menem, y en una sintona ms cercana a lo que fue la antigua cafieradora, el discurso kirchnerista pudo hilvanarse con tropa propia, apelando a preciosos recursos del ms puro imaginario del peronismo setentista, aunque enriquecido por el aporte de una significativa masa disponible de intelectuales migrantes de otras experiencias, compaeros de rutas convergentes, fugitivos de similares derrotas.

En la esperpntica simplificacin de estos apuntes, a esa mixtura de textualidades, actores y polticas (ya sea econmicas o laborales, de amistades externas o de DDHH), bien le cabe el mote de kirchnerismo. Es este kirchnerismo, sobre todo, el que fue plataforma de lanzamiento de la frustrada experiencia transversal o de la concertacin plural. Es este kirchnerismo, tambin, el que desde haca rato deambulaba a ciegas por su andarivel socioeconmico, tanto por su incapacidad para desarrollar una sustentable estrategia inversora en condiciones de competencia globalizada, como por sus dificultades para remontar la cuesta de un crecimiento redistribuidor.

Pero la recompuesta autoridad presidencial que los Kirchner supieron conseguir tambin se nutri de afluentes algo ms tradicionales y bastante menos presentables. Esos aejos materiales son los de un estilo de conduccin personalista, vertical y hegemnico, que utiliza todos los recursos disponibles legales y paralegales- para concentrar el poder en un sistema de decisiones piramidal, excluyente desde el punto de vista poltico, e irrecuperablemente ineficaz para una gestin pblica moderna. Se trata de un esquema que no reconoce lmites, ms all de las fronteras fcticas de su propio uso, y que tampoco respeta controles republicanos, ni autonomas de la justicia o de la prensa; un oscuro dispositivo que entrevera los aportes de campaa, el trfico de influencias y el capitalismo de amigos con la intervencin del INDEC o la subordinacin del Consejo de la Magistratura. Este sistema, que se uni a lo peor del peronismo bonaerense en su insaciable deseo de perpetuacin, es lo que bien valdra la pena llamar el kirchneriato

Porque los unen vnculos sutiles, que sus propios protagonistas no han tenido hasta el momento la voluntad de desglosar ni desmentir, a estas horas se habla indistinta y profusamente de la derrota del gobierno o de la derrota del kirchnerismo. Pero me temo que a futuro se puede estar mezclando ms de lo que habra que mezclar. As, mientras el kirchneriato no tiene nada que valga la pena ser rescatado para los tiempos por venir, y su efectivo desguace es una tarea central de la prxima agenda legislativa, el kirchnerismo encarna una visin poderosa que anima a buena parte de la dirigencia poltica, social e intelectual de la Argentina contempornea; una visin que quiz pronto empiece a buscar nuevas y ms justas palabras para ser nombrada.

Y aunque descreo de las virtudes del paradigma kirchnerista como respuesta a los principales retos de nuestro desarrollo socioeconmico o poltico-institucional, creo tambin que es un proyecto con el que es imprescindible debatir. En lo inmediato, y frente a los graves desafos que tenemos por delante, la configuracin de una entidad simblica y poltica que vaya ms all del estrechsimo crculo que rodea a la pareja presidencial, podra dotar al propio oficialismo de una racionalidad colectiva superadora del capricho momentneo de un lder obnubilado. Pero a mediano plazo, difcilmente pueda concebirse la construccin de una Argentina ms justa sin algunas de las textualidades, las energas y los actores que el kirchnerismo supo convocar. En esa elaboracin, adems, algunos motivos de su pensamiento junto a tradiciones liberales o socialdemcratas- son una pata necesaria para el despliegue de un campo de tensiones poltico-intelectuales que sirvan de marco a las orientaciones estratgicas de nuestras polticas pblicas.

Desafortunadamente, y lejos de estas necesidades, los primeros mensajes del matrimonio gobernante luego de la catstrofe no han sido particularmente auspiciosos, aunque habr que dejar correr algunos das para evaluar hacia dnde apuntan sus decisiones de fondo. Mientras tanto, un pas poltico ya se ha puesto en marcha con destino al 2011. Demasiado parecido al que hemos tenido durante pendulares aos, es un pas de candidaturas oportunistas, de personalismos acomodaticios, de improvisados rejuntes, que tienen por nica gua la inconstante veleta de los vientos de turno o la profunda coincidencia marketinera en un spot televisivo.

Frente a ello se abre la oportunidad de construir un pas diferente. Un pas de proyectos en discusin, un pas de debates sobre ideas, horizontes y estrategias. Ciertamente, podr esgrimirse que el elenco gobernante parece no estar escuchando a la sociedad, pero tambin deberamos enderezar hacia nosotros mismos una interpelacin similar, acerca de nuestra dudosa capacidad para prestarle al otro su merecida escucha. En este sentido, reconocer al otro no significa identificarlo como mero obstculo, como se aprecia una roca en la mitad de un ro; reconocer al otro es estar dispuesto a dialogar con l para construir una comunidad posible que nos involucre como miembros plenos. A lo largo de muchas dcadas la Argentina fue una sociedad donde los actores fueron incapaces de reconocerse y de aceptar mnimas reglas de juego para dirimir su conflictualidad social y poltica. Desde hace un cuarto de siglo ese paradigma del no reconocimiento se ha trasladado a las orientaciones de polticas, y sus penosos resultados estn a la vista de cualquiera que quiera mirarlos de frente.

De aqu en ms, a algunos nos tocar la tarea de no meter en la misma bolsa al kirchneriato con el kirchnerismo, y alejarnos de la tentacin de aprovechar la coyuntura de su derrota electoral para ningunearlo como proyecto. Pero del otro lado del mostrador habr que entender tambin que los que votaron por propuestas diferentes al oficialismo no son torpes marionetas del complejo agromeditico, ni tontos tiles al servicio del bloque agrario, ni fueron arrastrados al cuarto oscuro por una aversin irracional al gobierno de CFK.

La paradoja de la semana es que, para salvar lo que hay de rescatable en el kirchnerismo, sus propios seguidores deben comenzar por abandonar el kirchneriato.

La Plata, 1 de julio de 2009