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Actas XIV Congreso AIH (Vol. I). María Teresa MIAJA DE LA PEÑA. Del divinare a las mirabil... - Del divinare a las mirabillia. La adivinanza en la tradición f olklórica mexicana María Teresa Miaja de la Peña UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO UNA DE LAS VETAS más ricas de la tradición lírica infantil se encuentra en la adivinanza, como manifestación de la poesía popular folklórica. En México, a semejanza de otros países de Hispanoamérica, el acervo de esta expresión poética se ha visto enriquecido a través de la conjunción cultural española e indígena. De la primera arrastran en su esencia antecedentes tan ricos como los enigmas y los acertijos, y de la segunda, los zazamiles, por mencionar los más representativos. Unos y otros conllevan como características el servir para entretener, aprender o retar, en resumen para propiciar un ejercicio mental y de ingenio. Las adivinanzas peninsulares en su forma de «que cosa y cosa» o «que si cosa» se asociaron a los sa:sa:ne:hli o zazamiles, de origen indígena, que significa «retar a alguien con adivinanzas» (de la tradición náhatl, huave, tzeltal, huichol, maya, etc.), conformando una tradición mexicana, fuertemente cargada de ambos orígenes en su temática, estructura y función. De esta coincidencia florece una tradición plena en variantes poéticas, de amplia temática, y colorido local, con una fuerte inclinación a los juegos verbales, que son parte de un rito que tiene algo de sagrado y mucho de lúdico, y que oscila entre el divinare o «a lo divino» de la tradición europea y la miravillia de la tradición americana. Coincido con Antonio Alatorre' en que es probable que la etimología latina de divinare como <predecir, presagiar, vaticinar> incida en que se separe más aún el concepto de enigma del de adivinanza en este sentido, y se acerque al de <qué es cosicosa>, o <al qué es, qué es y qué es> como juego de adivinanzas y, como él mismo cita , de la edición de Margit Frenk del libro de Femán González de Eslava «A los enigmas juguemos, que otros llaman cosicosas». Por su parte Margit Frenk señala, en dicho texto, que «Las adivinanzas-«enigmas» o «cosicosas»-eran en el siglo XVI un juego de sociedad. Los poetas «a lo divino» tomaron de ellas materia para sus canciones y sus autos sacramentales», e incluye varios ejemplos, como el siguiente: «¿Qué's cosi cosa, Pascual, / tomarse el brocado paño / y el oro bolverse estaño / y el terciopelo sayal?» (Dios), villancico que, comenta, aparece en el Cancionero y el Vergel de López 1 Antonio Alatorre (ed. ), Sor Juana Inés de la Cruz. Enigmas ofrecidos a la casa del placer, México: El Colegio de México, 1994, p. 39-41. 381 -11- Centro Virtual Cervantes

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Del divinare a las mirabillia. La adivinanza en la tradición f olklórica mexicana

María Teresa Miaja de la Peña UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

UNA DE LAS VETAS más ricas de la tradición lírica infantil se encuentra en la adivinanza, como manifestación de la poesía popular folklórica. En México, a semejanza de otros países de Hispanoamérica, el acervo de esta expresión poética se ha visto enriquecido a través de la conjunción cultural española e indígena. De la primera arrastran en su esencia antecedentes tan ricos como los enigmas y los acertijos, y de la segunda, los zazamiles, por mencionar los más representativos. Unos y otros conllevan como características el servir para entretener, aprender o retar, en resumen para propiciar un ejercicio mental y de ingenio.

Las adivinanzas peninsulares en su forma de «que cosa y cosa» o «que si cosa» se asociaron a los sa:sa:ne:hli o zazamiles, de origen indígena, que significa «retar a alguien con adivinanzas» (de la tradición náhatl, huave, tzeltal, huichol, maya, etc.), conformando una tradición mexicana, fuertemente cargada de ambos orígenes en su temática, estructura y función.

De esta coincidencia florece una tradición plena en variantes poéticas, de amplia temática, y colorido local, con una fuerte inclinación a los juegos verbales, que son parte de un rito que tiene algo de sagrado y mucho de lúdico, y que oscila entre el divinare o «a lo divino» de la tradición europea y la miravillia de la tradición americana.

Coincido con Antonio Alatorre' en que es probable que la etimología latina de divinare como <predecir, presagiar, vaticinar> incida en que se separe más aún el concepto de enigma del de adivinanza en este sentido, y se acerque al de <qué es cosicosa>, o <al qué es, qué es y qué es> como juego de adivinanzas y, como él mismo cita , de la edición de Margit Frenk del libro de Femán González de Eslava «A los enigmas juguemos, que otros llaman cosicosas». Por su parte Margit Frenk señala, en dicho texto, que «Las adivinanzas-«enigmas» o «cosicosas»-eran en el siglo XVI un juego de sociedad. Los poetas «a lo divino» tomaron de ellas materia para sus canciones y sus autos sacramentales», e incluye varios ejemplos, como el siguiente: «¿Qué's cosi cosa, Pascual, / tomarse el brocado paño / y el oro bolverse estaño / y el terciopelo sayal?» (Dios), villancico que, comenta, aparece en el Cancionero y el Vergel de López

1 Antonio Alatorre ( ed. ), Sor Juana Inés de la Cruz. Enigmas ofrecidos a la casa del placer, México: El Colegio de México, 1994, p. 39-41.

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de Úbeda. Más adelante, la autora explica como los participantes iban sugiriendo las preguntas (planteamiento de un enigma popular conocido), las respuestas (suscita la respuesta ya sabida) y las contrarespuestas (en seguida la contradice con otra respuesta de carácter religioso, que luego explica en el caso de González de Eslava). Menciona, además, que: . «En la ensalada alternan las adivinanzas, seguramente recitadas, y las cancioncillas---casi todas, populares-, sin duda cantadas».2

Entre las características generales de la poesía está la de la presencia del ritmo, como sucede en la música. De igual manera es en la música, en el verso, donde reside la esencia de la adivinanza. La adivinanza es poesía que juega con la realidad y le da un sentido de evasión y transfiguración de lo cotidiano. Del ritmo y la melodía surge éste acercarse a «lo divino», a lo que se evade de lo cotidiano, de lo que nos es conocido. Es lo que se nos oculta e insinúa, lo que hay que adivinar. Este adivinar se ha dado en todas las culturas y en todas las épocas. Las más cercanas a las nuestras, por tradición e influencia: las orientales, hebreas y árabes, que siguen el sistema de versificación paralelístico; las griegas y latinas, cuyo sistema cuantitativo combina sílabas breves y largas repetidas en diversos pies métricos; y de ellas las españolas, que mantienen el sistema de versificación silábica.3

En la adivinanza, como en las demás manifestaciones de la lírica folklórica infantil de nuestro país suelen integrarse en forma natural lo indígena, lo hispano y lo mestizo con rasgos y caracteres propios de las diferentes regiones y pasando de la época prehispánica a la de la Colonia y a la actual. Por ello se han conservado ejemplos de entonces a la fecha, los cuales mantienen por una parte la estructura y por otra el léxico, pero sobre todo la función de dichos textos. No todas las regiones del país han sido igualmente privilegiadas en este sentido, sin embargo algunas de ellas, como Puebla, de manera muy especial, Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Morelos, México e Hidalgo han sido cuna de pueblos indígenas (náhuatl, huave, tzeltal, huichol, mixteco, mixe, maya, tzotzil, etc.) y además lugares de confluencia de grupos hispanos (asturianos, gallegos, vascos, castellanos, extremeños, andaluces, etc.), desde la Colonia. Como bien señala Vicente T. Mendoza4

, «Este fenómeno de dispersión cultural lo podemos apreciar

2 Margit Frenk (ed.), Villancicos, romances, ensaladas y otras canciones devotas. Fernán González de Eslava, México: Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, El Colegio de México (Col. Biblioteca Novohispana), 1989, pp. 401-2. Aspecto asimismo comentado por Giselda Beutler, Adivinanzas españolas de la tradición popular actual de México, principalmente de las regiones de Puebla- Tlaxcala, Alemania: Franz Steiner Verlag GMBH. Wiesbaden, 1979, p. 6. La autor hace referencia al hecho de cómo muchos de estos textos «a lo divino» se han ido popularizando en la tradición mexicana, pasando de los temas religioso a los cotidianos.

3 José Luis Gárfery ConchaFernández, Adivinancero temático español. Vegetales, Madrid: Taurus (Temas de España), 1993, p. 31. Este aspecto lo he comentado antes en «La adivinanza en la tradición folklórica mexicana>>, Varia lingüística y literaria, 50 años del CELL, vol. III, Literatura siglos XIX y XX, México: El Colegio de México, 1997, y en «Adivina, adivinanza ... en la tradición popular mexicana», Memoria de Nuevo Mundo. Castilla-La Mancha y América en el Quinto Centenario. Coordinador Pedro Ibáñez. España: Universidad de Castilla-La Mancha, 1992.

4 Vicente T. Mendoza y Virginia R. R. de Mendoza, Folklore de la región central de

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en el folklore infantil [ ... ], procedente casi todo él, por lo que se refiere a juegos tradicionales, de Castilla la Vieja; los cantos y coplas, tanto de nanas como escolares, así como las demás secciones, tan pronto revelan un origen asturiano como andaluz, y en conjunto todo ello entrega un sabor hispánico indudable». Él mismo se sorprende al afirmar que:

Maravilla realmente considerar la persistencia y la fidelidad con que se han perpetuado los entretenimientos de los niños españoles en nuestro país, mantenien-do casi invariablemente sus rasgos no obstante el amplísimo lapso que abarcan, pues muchos de esos juegos aparecen citados por Rodrigo Caro, en el siglo XVI y por Alonso de Ledesma en el XVII, comprobando el primero de estos autores una vitalidad que se remonta a siglos anteriores a nuestra Era; un buen número de estos temas puede fecharse con absoluta seguridad como existente en el siglo XVI. No es de extrañar, pues, el fragmentarismo o la oscuridad relativa que les caracteriza, pues ya ofrecían estas circunstancias en España antes de pasar a nuestra América, en labios de los conquistadores. No escasean, por otra parte, algunos juegos creados en el país por la iniciativa e ingenio de los habitantes o bien improvisados en vista de las necesidades del momento; también se dejan entrever algunos rasgos prehispánicos, diluidos y mezclados entre los peninsulares[ ... ] (Mendoza, 1991, p. 34)

Coincidido con Vicente T. Mendoza y Virginia R. R. de Mendoza, especialmente porque su reflexión es sobre la lírica infantil en general, pero pienso que en el caso específico de las adivinanzas estas poseen características de mestizaje mayormente pronunciadas por el hecho de haber encontrado en México una forma paralela a la Peninsular, dando lugar no a una adopción sino a una nueva forma de adivinanza, en la que se conjuntaron ambas tradiciones para crear otra diferente y propia, a la que conocemos como adivinanza mexicana. Para Gabriela González «La adivinanza mexicana, en un inicial acercamiento puramente sensorial, emotivo, es un gran mercado donde las cosas aludidas, eludidas, yacen displicentes en diferentes puestos, en medio de colores, sabores, de ambiente de feria; ahí están el aguacate, el ginicuil, la pera, el metate, la gallina, el huevo, el pulque [ ... ] .Esto es lo que notamos cuando la adivinanza nos abre sus puertas; es decir, la misma sensación que experimentamos cuando vamos a un mercado, a un tianguis o a una feria de México: olor a frutas, a flores, a pólvora, a incienso, a jarros frescos. Olor a sorpresa ... », porque en ella se da la «estrecha y compleja relación que existe entre las manifestaciones del folklore propio de un país y su literatura; entre la tradición y la oralidad»5

. No podemos ni olvidar ni negar que las adivinanzas surgen de una filosofía popular y que en ellas se refleja la espléndida

Puebla, México: CENEDIM (Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical «Carlos Chávew), 1991, p.32.

5 María Gabriela González Gutiérrez, Hacer visible lo invisible. Estructuras y funciones de la adivinanza mexicana tradicional, México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Plaza y Valdés Editores, 1999, p. 25.

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capacidad y poder de descripción del pueblo. Por boca de la adivinanza habla la sabiduría popular, en verso, y esto a través del primer sistema didáctico que ha existido en el mundo, el de preguntas y respuestas. Esta peculiaridad se aúna a otras característi-cas lingüísticas que, según afirman Gárfer y Femández6

, permean a las adivinanzas, entre las que destaca la de que, por el hecho de estar ligadas a la poesía, son fáciles de memorizar gracias al verso, a que suelen tener rima consonante cruzada, línea melódica autónoma y ritmo marcado. Poseen, además, una estructura organizada, generalmente bimembre. Se construyen con oraciones cortas y simples, y suprasegmentos aproximati-vos y familiares, por lo que pueden provocar una máxima curva de atención. En ellas domina el sintagma nominal sobre el verbal y admiten variaciones en diversos niveles lingüísticos. Su código lingüístico es polisémico, denotativo y formalista, lo que les permite tener a la vez una función lúdica, críptica, metalingüística y pedagógica, y con ello apelar simultáneamente a la imaginación y a la lógica pura. Se les localiza tanto en ambientes familiares como escolares, crecen y se enriquecen constantemente, y sus receptores son universales.

Por su parte, la adivinanza en náhuatl es, como hemos comentado, conocida como zazanehil o zazanihil, pero también se utiliza el término zazanelwia que significa «retar a alguien con adivinanzas>/, es decir establecer un duelo verbal entre dos o más participantes, al igual que lo hacen las adivinanzas peninsulares. Para ello siguen una estructura dividida en tres partes: la copla (frase que identifica al texto como adivinanza, funciona como introducción y en ella se plantea el reto a través de la pregunta); el cuerpo del texto (en el cual aparece alguna figura retórica, generalmente una metáfora, gracias a la cual se hace referencia al objeto aludido, en forma velada)8

; y por último, la respuesta (con la solución del reto planteado al inicio), por ejemplo: «Se:mosa:sa:-ni:ltsi:n fh / tlama:tipan i:li:ston»(wa:xin), «Esta es una de tus adivinancitas /En las ramas hay un listón» (el guaje). (Amith, p. 159)

Como podemos ver los zazamiles comparten la estructura básica con las adivinan-zas peninsulares, ya que estas suelen estar conformadas, también, por tres elementos: la fórmula de inicio, el cuerpo central y la fórmula de cierre. Es importante señalar que estas fórmulas sirven de ayudamemoria, en sentido positivo o negativo, según la intención del que la plantea. Pese a que las adivinanzas varían enormemente en su longitud y a que pueden tener desde dos versos hasta seis u ocho, en su mayoría son de cuatro. Es quizá en estas últimas en donde se aprecia más claramente la estructura a que nos referimos.

La fórmula de inicio constituye casi siempre la presentación del reto y suele además contener algún elemento orientador (lugar, personaje, color, sonido). Las fórmulas de

6 José Luis Gárfer y Concha Fernández, Adivinancero antológico español, Madrid: Ediciones del Prado (Palabras Mayores), 1994, p. XVI.

7 Jonathan D. Amith. «Tan ancha como tu abuela», Tlalocan, XII, México: Instituto de Investigaciones Filológicas, Seminario de Lenguas Indígenas, UNAM, 1997, p. 150.

8 Amith encuentra que uno de los hilos conductores en las adivinanzas se da con la presencia de metáforas comunes («la cabeza como un cerro, el cabello como un bosque, o la vista como algo que viaja rápido») y, además, observa como algunas adivinanzas son compartidas entre distintos grupos indígenas y algunas, incluso, con otras culturas. Amith, p.149.

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inicio más comunes son: adivina, adivinanza; adivina, adivinador; qué es, qué es; qué es, qué no es; qué será; qué cosa será; qué cosa dirás que es; quién es; maravilla, maravilla, fui a ... ; en un cuarto muy oscuro; en un monte fui nacido; blanco ... ; una señora . .. ; entre otras muchas.

La parte del cuerpo central suele contener elementos orientadores o elementos desorientadores, ambos como indicios que conducen o no a la deducción por parte del receptor. Estos se refieren a objetos, personajes, animales o conceptos cotidianos a través de menciones a su forma, contenido, color, material, uso, costumbre, espacio, entre otros, a veces mediante juegos de palabras, otras con partes de ellas, segmentadas para ocultar la respuesta.

La fórmula de cierre alude en general a la dificultad o sencillez del reto presentado, animando o incluso mofándose del receptor y aludiendo al premio o castigo a recibir si se acierta o no en la resolución. Las fórmulas de cierre más comunes son: si no me lo adivinas; a que no me lo adivinas; el que no me lo adivine; si me lo adivinas; al que me lo adivine, por ser la letra tan clara; el que no me lo adivine será un burro cabezón, entre muchas otras.

Por lo que se refiere a los temas, sabemos que la mayoría de las adivinanzas que tienen antecedentes indígenas están relacionados principalmente con la naturaleza (árboles, plantas, frutas, semillas y animales), con objetos de uso cotidiano, y con partes del cuerpo. Es evidente que en muchos de estos temas coincidieron con las adivinanzas peninsulares por lo que el acervo mexicano se vio grandemente enriquecido en el momento del encuentro entre ambas culturas y tradiciones.

Veamos algunos ejemplos, de origen:

Náhuatl

Plato, Comida y cuchara.

(La tortilla, p. 23)

No hacen tortillas y dan palmadas, van por el aire muy apuradas.

(las mariposas, p.11)

¿Qué cosa es, en el cielo encendido, serpiente de fuego con un chasquido?

(el rayo, p. 9)

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Huave

Tzetzal

Huichol

Mixteco

Mixe

En la orilla de la mar De algún pájaro el huarache; De las olas, en tus manos, Como un trozo de la noche.

(la estrella del mar, p. 13)

Un cielo arriba un cielo abajo un mar adentro que abro de un tajo.

(el coco, p.19)

Unas estrellas subieron al cielo, otras quedaron brillando en su vuelo.

(las luciérnagas, p. 29)

Tirada en la milpa, enredad iza, se pinta, sin manos, color de ceniza.

(la calabaza, p. 17)

Vive en el cerro lejos del mar de concha el saco sin abrochar cuando se muere ... ¡pues a cantar!

(el armadillo, p. 21)

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Nace en el monte muere en el mar nunca regresa a su lugar.

(el río, p. 5)

¿Qué es, qué es, dos negritos tapan diez?

(los zapatos, p.7)

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Dibujo 1

de nuestra aldea. con lm. 111ños. u otros E ... te '>ahe1 diferenciado y contenido en nuestra memoria es imagmahlc en una forma visual simplificada de ciertas «casillas» que están «cngravadas» en nuestra mente y sirven de «depósitos» para la'> expresiones y construcciones lingüística\ correspondientes a cada una de las «modalidades» de la lengua particular 1 véase Di bu JO 11.

La lengua oficial y literana (A) es la única modalidad del discurso que desconoce l11111taciones de su uso: puede ser empleada en cualquier momento y cualquier sitio con ex 1to. aunque con menor efectividad que las modalidades especial1/.ada'> cB 0). Estas (es decir. las estilísticas. profesionales. ambientales. y dialectales) son muy electivas dentro de cierto'> grupo'> de la sociedad. facilitando al hablante el contacto má" adecuado posible con el ámh1to. pero no les es propia una apl1cac1ón universal

La repartición de no1111a.., sociolingüisticas del tipo, representado cn el Dibujo 1. parece ser otorgada a cada hablante de todas las lenguas del mundo. bien que la composición y la cxtcnsi<'>n de éstas puede variarse. Un miembro de una sociedad p11m1tiva no poseera. por supuesto. en '>U memoria las «Casillas» de las modalidades ol1cial. poética. estudiantil ) p<.1recidas. Mientra'> un representante de una socicd<.1d CI\ 1ltLada ) bien desanollada conocera un máximo de tipos del d1..,curso usado

Se' e claramente que el conjunto de norma.., \OC1ohngüísticas (e l D1bu10 1) enciena un sistema jerarquico de tunc1011c~ comun1catl\ as de estas normas: sucmtamente, cada hablante ya sahe. de antemano. cuál de las modalidades es la oficial ) cuál es un d1c1lecto. El hablante recibe este saber de otros usuarios ele la lengua en cues tión. Es mu) importante que siempre la asignación de funciones viene determinada por los factores h1\tóricos . que son. en su mayoría. casuales y no previsibles. Tanto las diferencias

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las peculiaridades culturales regionales, así como de ideas e imágenes comunes a diversas culturas, y afirma:

Pero esta base lingüística compartida interculturalmente ha de abarcar mucho más que la metáfora y las extensiones de significado a través de cualquier campo semántico en particular. Incluirá consideraciones estilísticas, métricas, prosódicas y pragmáticas. Las lenguas indígenas pueden ser mucho más flexibles y creativas de lo que tradicionalmente se ha considerado. (Amith, p. 157)

Por su parte, Virginia R. R. de Mendoza encuentra numerosas similitudes entre los «juguetillos», como ella llama a los zazamiles indígenas y las adivinanzas peninsulares, especialmente las de origen asturiano, que se conocen como «cosadiellas», ya antes presentadas por Rodríguez Marín en su libro Cantos Populares Españoles, t. 11. De lo anterior menciona la autora un ejemplo tomado de la tradición mexicana en Tabasco: «Mángoro mángoro está colgando,/ míngoro míngoro está abajo;/ si mángoro mángoro se cayera/ míngoro míngoro se lo comiera» (la carne y el gato), que tiene su contraparte en la siguiente «Cosidella», rescatada por Rodríguez Marín: «Pingo pingo está colgando, /mango mango está mirando;/ si pingo pingo se cayera,/ mango mango lo recogiera» (la morcilla y el gato ). 13 Las semejanzas son evidentes, lo que explica el fuerte arraigo que ha tenido en nuestra tradición este género de la lírica infantil, tanto por los antecedentes prehispánicos como por las similitudes con la tradición española. El rasgo distintivo se da, en la mayoría de los casos, en la temática y en el léxico elegidos, ya que la adivinanza puede estar concebida incluso en castellano y tener un fuerte origen indígena: «Agua pasa por mi casa/ cate de mi corazón/ a que no me lo adivinas I desde el alba a la oración» (el aguacate) o «El perro hace gua, / el toro hace mu, /y los pajaritos, chiles, chiles, chiles» (los guamúchiles).

Al respecto, Giselda Beutler14 en su importante estudio sobre el tema afirma que «Las adivinanzas mexicanas actuales provienen en parte de la tradición popular oral y, en parte, son producto de una tradición literaria moderna, siendo prácticamente imposible diferenciar con nitidez un tipo del otro». Para ella, además, «Un problema interesante dentro de la investigación mexicana de adivinanzas---desde la publicación de los enigmas indígenas de Fray Sahagún-lo constituye la tradición de textos indígenas de adivinanza».

Por todo ello considero que el rescate de esta tradición adivinanzística mexicana, conjunción del divinare y los miravillia, su estudio y difusión constituyen un reto al ingenio y a la imaginación, en aras de la conservación en el deleite de nuestro saber popular.

13 Virginia R. R. de Mendoza, «Adivinanzas en México», Revista Hispánica Moderna, vol. IX, New York- Buenos Aires: 1943, p. 273. En el mismo artículo recuerda la clasificación de Rodríguez Marín de las adivinanzas españolas: para Galicia, la adivina; para el Levante, o sean Cataluña y Valencia, la endevinella; y para los Pirineos y Aragón, la divineta.

14 Giselda Beutler, op. cit., p.2.

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