déjate envolver por la ternura de dios. josé mª guerrero

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El Evangelio de la misericordia. Déjate envolver en la ternura inmerecida de Dios JOSÉ Mª GUERRERO, SJ. ¿CÓMO LLEGO AL RETIRO? Solemos llegar tensionados y tironeados por mil compromisos. Y hasta no es raro que algunas personas caigan en la tentación de traerse para el retiro algunas tareas que no pueden esperar. En una palabra, llegamos, a veces, como un puzzle en desorden. Nos sobran tensiones y nos falta relajación física, psicológica y espiritual. Estamos expuestos a compromisos que nos ahoguen, a que perdamos el sentido verdadero de la misión, absolutizando el trabajo como una profesión. "Hacer cosas", estar muy ocupados... nos hace sentirnos importantes y nos da prestigio ante nosotros y ante los demás. Un religioso lleno de experiencia y realismo decía: "En la vida religiosa hoy... muchos nos pasamos la vida corriendo, no tenemos espacios de descanso... hacemos piruetas y equilibrios para poder dedicar serenamente (iluso, diría alguno) unos días al retiro a la oración reposada... Quizás es hora de pararse mucho más, de suavizar los ritmos, humanizar la vida, gozarla, contemplar mucho más, escuchar mucho más... Es fácil que el Espíritu Santo nos esté diciendo que tenemos que hacer menos, que tenemos que dejar de hacer para hacer mejor y para que Él haga más, que hay que descargar las agendas de actividades para llevarlas adelante con serenidad y encuentre alguna vez más accesibles y sin prisa, no siempre corriendo para servirles pero sin tener tiempo para ello". Es verdad que mil preocupaciones nos rondan por la cabeza e incluso angustian nuestro corazón, pero si no logramos adueñarnos de ellas, terminarán ellas por adueñarse de nosotros, esclavizándonos. No es fácil aparcarlas, pero es necesario integrarlas con serenidad y con paz. Hay que crear un ambiente ecológico que serene y relaje y así favorezca el recogimiento contemplativo ante la Palabra de Dios. Leer la Biblia es como convivir con un amigo. Los dos exigen un máximo de atención de respeto y amistad, entrega y de escucha atenta. Hay que ponerse a escuchar el silencio, a descifrar el código secreto en que vienen cifradas las palabras de la Escritura, a familiarizarse con ese modo de hablar del Espíritu que tiene más de confidencia que de imperativo. Ponerse a orar es decidirse a cruzar la frontera y arrostrar el peligro de aproximarse a una presencia que invade, inunda, quema, persigue y alcanza. Eso es lo "suyo". Lo nuestro es "acoger" esa presencia agradecidos y escuchar esa palabra que nos habla al corazón. Para eso hay que soltar tensiones, aparcar preocupaciones, no apurar el tiempo, mirar delante de quien estás. Esta frase suele

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Misericordia y ternura de Dios.

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Page 1: Déjate Envolver Por La Ternura de Dios. José Mª Guerrero

El Evangelio de la misericordia.Déjate envolver en la ternura inmerecida de Dios

JOSÉ Mª GUERRERO, SJ.

¿CÓMO LLEGO AL RETIRO?

Solemos llegar tensionados y tironeados por mil compromisos. Y hasta no es raro que algunas personas caigan en la tentación de traerse para el retiro algunas tareas que no pueden esperar. En una palabra, llegamos, a veces, como un puzzle en desorden. Nos sobran tensiones y nos falta relajación física, psicológica y espiritual.

Estamos expuestos a compromisos que nos ahoguen, a que perdamos el sentido verdadero de la misión, absolutizando el trabajo como una profesión. "Hacer cosas", estar muy ocupados... nos hace sentirnos importantes y nos da prestigio ante nosotros y ante los demás. Un religioso lleno de experiencia y realismo decía: "En la vida religiosa hoy... muchos nos pasamos la vida corriendo, no tenemos espacios de descanso... hacemos piruetas y equilibrios para poder dedicar serenamente (iluso, diría alguno) unos días al retiro a la oración reposada... Quizás es hora de pararse mucho más, de suavizar los ritmos, humanizar la vida, gozarla, contemplar mucho más, escuchar mucho más... Es fácil que el Espíritu Santo nos esté diciendo que tenemos que hacer menos, que tenemos que dejar de hacer para hacer mejor y para que Él haga más, que hay que descargar las agendas de actividades para llevarlas adelante con serenidad y encuentre alguna vez más accesibles y sin prisa, no siempre corriendo para servirles pero sin tener tiempo para ello".

Es verdad que mil preocupaciones nos rondan por la cabeza e incluso angustian nuestro corazón, pero si no logramos adueñarnos de ellas, terminarán ellas por adueñarse de nosotros, esclavizándonos. No es fácil aparcarlas, pero es necesario integrarlas con serenidad y con paz.

Hay que crear un ambiente ecológico que serene y relaje y así favorezca el recogimiento contemplativo ante la Palabra de Dios. Leer la Biblia es como convivir con un amigo. Los dos exigen un máximo de atención de respeto y amistad, entrega y de escucha atenta. Hay que ponerse a escuchar el silencio, a descifrar el código secreto en que vienen cifradas las palabras de la Escritura, a familiarizarse con ese modo de hablar del Espíritu que tiene más de confidencia que de imperativo. Ponerse a orar es decidirse a cruzar la frontera y arrostrar el peligro de aproximarse a una presencia que invade, inunda, quema, persigue y alcanza. Eso es lo "suyo". Lo nuestro es "acoger" esa presencia agradecidos y escuchar esa palabra que nos habla al corazón.

Para eso hay que soltar tensiones, aparcar preocupaciones, no apurar el tiempo, mirar delante de quien estás. Esta frase suele estar escrita en la puerta de las Sinagogas de Palestina. Es una llamada de atención para tratar de evitar distracciones parásitas. Estás delante de Alguien que te ama a pesar de todo y que te ama a fondo perdido, sensible a tus lágrimas, comprensivo sin límites, dador de libertad, incondicionalmente fiel, implicado en la pequeñez humana, gozoso de vernos crecer y disfrutar, pues "su gloria" es que vivamos felices, que nos acepta como somos aunque nos sueñe mejores.

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Ante este Señor de tu vida, que quiere revelarte su designio de amor para contigo, ponte a sus pies con la actitud de María de Betania (cfr. Lc 10, 25-37), silenciosa y silenciada, centrada en lo único necesario que era en ese momento escuchar al Maestro. Tú también deseas escucharlo hoy. Invoca al Espíritu que es el que crea, recrea, transforma y hace tu corazón nuevo, es decir, acogedor y disponible.

Ven Espíritu Santo,haz fecunda mi tierra,

para acoger la semilla de tu Palabra.

Ven Espíritu Santo,que eres impetuoso y libre

y nadie puede dominarte ni domesticarte a su antojo.Que silbas mansamente susurrando al oído libertad y audacia

Que soplas sobre las ascuas del Amor primeropara que se mantengan vivas

y barres las cenizas de mi fogón viejo.

Dame el don del discernimiento para que encuentre lo que a Ti te agrada y a mí me realiza,

llenándome de gozo. Dame el don de la libertad

para serte dócil y disponible para servirte donde quieras. Dame el don de tu fortaleza

para no fallarte nunca cuando me llames a aventuras inéditas.

Ven Espíritu Santo,silencia en este retiro el ruido de tantas palabras parásitas

y agudiza mi oído a tu Palabra que salva,la goce, la saboree y la ponga en práctica.

Y cuando no la comprenda y quede sorprendido ante ella,no la rechace ni la relegue sino que la medite y la guarde, como María,

y persista en un diálogo de fe ante el Dios que me habla.

I. ¿QUE DICE EL TEXTO?"Mira que estoy a la puerta y llamo" (Ap 3, 20) "Voy a escuchar lo que dice el Señor" (Sal. 85,9)Haz silencio en tu corazón. Ponte en la actitud de Samuel:"Habla, que tu siervo escucha" (1 Sam 3, 10).

Tienes una cita con Dios. El quiere hablarte. Oye que te dice: "Mira que estoy a la puerta llamando..." Escucha el golpear insistentemente y ábrele. Y entonces: "entraré a su casa y cenaré con él y él conmigo"(Ap., 20). Tiempo de intimidad y confidencias.

Presta mucha atención a su Palabra, acógela como tierra fecunda.

La Palabra de Dios es viva y eficaz: interpela, cuestiona, inspira, anima, mueve. Era dentro de mí, dice Jeremías: "como un fuego ardiente encerrado en mis huesos" (Jer 20, 9) y como "martillo que tritura la roca" (Jer 24,29).

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¿La sientes así, como Jeremías?

¿Es un fuego que enciende otros fuegos? ¿Te quema por dentro y te hace exclamar como a Pablo: " Ay de mí si no evangelizare"?

¿Tritura tus resistencias a vivir al estilo de Jesús? ¿Cuáles son esas resistencias que opones?

El Señor conoce tu corazón hasta los sótanos de tu personalidad, lo que lo motiva, lo que lo paraliza, lo que le entusiasma, Él conoce tu historia personal palmo a palmo: tus dolores, tus miedos, tus frustraciones y tus fracasos, tus logros y tus alegrías. Es ahí donde Él quiere llegar para dolerse contigo, consolarte, alegrarse contigo y animarte a compartir tu alegría con tus hermanos.

Y ahora lee el texto pausadamente (Lc 15, 1-32)

Parte de la fe absoluta en la presencia de Dios, que te envuelve con su ternura, y de su mirada amorosa desde una confianza a toda prueba y una gozosa serenidad. Por eso lee el texto y "rúmialo". Aparca las inquietudes que te molestan y te atemorizan e incluso los sentimientos que te distraen y te dispersan. Y esto porque ese Dios que te habla lo hace como un Padre que tiene tatuados a sus hijos en la palma de sus manos (cfr. Is 49, 16), "yo te he llamado por tu nombre. Tú eres mío... vales mucho para mí, eres de mucho precio y yo te amo" (Is 43, 1. 4). Y por eso, aunque una madre se olvide del hijo de sus entrañas, "yo no te olvidaré jamás" (Is 49, 15).

Lee el texto sin prisas. Deja que sus palabras te empapen. Detente allí donde encuentres más gusto, más asombro, más interpelación. Repite sencillamente esas frases que más resuenan en tu corazón, gustándolas, sintiéndolas en tu interior. Trata de encarnar esa Palabra de Dios en tu vida.

Tanto el AT como el NT rezuman la misericordia de Dios a raudales. Es una experiencia que no cabe en una palabra. Por eso usan los autores tantas para expresarla. Y es como la tónica constante que va resonando una y otra vez a lo largo de esa gran sinfonía del amor "trepidante" de Dios a su pueblo y a cada uno de nosotros. (Juan Pablo II, en Dives in misericordia, n. 52). Una expresión de una gran fuerza emocional y entrañable se halla en el Ex. 34, 67, que suena como una profesión de fe:

"El Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente, rico en bondad y lealtad, que conserva la misericordia hasta la milésima

generación”.

De esta certeza dimana ese estribillo gozoso que tantas veces se escucha en las páginas sagradas: “Su amor es eterno” (Sal 100,5; 106,1; 107,1; 118, 1.4.29; 136; 1Cro, 34.41; Jer 33, 11). Pero todo va a desembocar en Cristo, imagen del Padre misericordioso (cfr.2 Cor 1 , 3 ; Ef 2, 4); pero antes con su vida que con sus palabras.

- En realidad toda la vida de Jesús es un despliegue de amor y de misericordia. Ya aparece en la sinagoga de Nazaret al leer el rollo de Isaías (Is 61, 1-2).

- No fue solo médico de los cuerpos sino, sobre todo, de las almas (Mc 2, 17; Lc 5, 21, etc.). En Él los pecadores siempre contaron con un

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"amigo" que los acogía, les ofrecía su amistad y les abría horizontes de esperanza y de futuro. Y por eso se sentaba a su mesa (Lc 5, 27-32; 7, 36-50; 15, 1-2; 19, 1-19), signo de aceptación y de perdón, de amistad, es decir, de misericordia.

- En los Evangelios nunca pasó frente a nadie con un corazón distraído. Siente compasión por todos (Mc 1, 41; 5,19; 6, 32; 8, 1; Mt 9, 36; 14, 14; 15, 32; 20, 34; Lc 3. 13). Por eso todos recurren a Él invocando su misericordia (Mc 9, 22; 10, 47-48; Mt 9, 27; Lc 17, 13; 18, 38-39) suplicándole: "Ten compasión de mí, Señor" (Mt 15, 22; 17, 15; 20 30-31).

- Fue siempre el Buen Samaritano por los caminos de los hombres, nunca dio un rodeo cómodo y egoísta como el levita y el sacerdote.

Y este actuar suyo hacía creíble su palabra.

II. ¿QUE ME DICE EL TEXTO?

Déjate envolver en su alegría que desborda la tuya

"María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón" (Lc 2, 19).

No faltan hoy creyentes todavía que se enfrentan con un Dios mezquino, puntilloso, rico en reproches, agobiante en sus imposiciones y arbitrario en sus exigencias, un Dios altivo, encerrado en su autosuficiencia, despreocupado de nuestras lágrimas y tal vez aburrido de nuestras inconsecuencias. Así no es el Dios de Jesús. Es el que nos ama a fondo perdido sin pasarnos nunca factura. Los protagonistas del texto que meditamos no son la oveja aventurera ni la moneda extraviada, ni el hijo que se escapa de la casa del padre sin permitirle seguir amándolo. Es un Dios lleno de misericordia: el pastor que busca por cerros y collados a la oveja descarriada, la mujer que revuelve afanosa la casa hasta encontrar la moneda perdida, el padre que desde lejos descubre el regreso de su hijo, hecho una piltrafa y se le estremece el corazón de alegría como al pastor y a la mujer, y corre aprisa a su encuentro y se lo come a besos. No le echa nada en cara ni le reprocha nada. Sí, es su misericordia que nunca comprenderemos del todo, como le pasó a Jonás (Jon 4, 1-11). Y es sencillamente porque nosotros nunca perdonamos de verdad y nos falta esa experiencia que está más allá de nuestra frontera humana.

No hace mucho di un taller de discernimiento. Me quedé sorprendido ante la confidencia de una señora. Se había pasado 25 años temiendo a Dios. Tenía el corazón encogido y la sonrisa helada.

Se esforzaba por portarse bien pero por temor. Cuando en su proceso de reflexión orante descubrió al Dios de Jesús, al leer la parábola del Padre misericordioso, explotó en un desahogo lleno de gozo: "Me lo decía mi corazón de madre. Dios no podía ser así".

Hacer esa experiencia de la misericordia de Dios que nos envuelve con su ternura es lo mejor que nos puede suceder en la vida. Y desde ahí gritar con nuestra vida el gozo de haberla vivido en carne propia es la mejor noticia que los cristianos podemos anunciar en medio de un mundo en el

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que las "acciones de Dios" se cotizan poco: misericordia, ternura, perdón, reconciliación... y, en cambio, otras están al alza: la indiferencia, la insolidaridad, el "y a mí qué", "sálvese quien pueda", "el que me la hace, me la paga"... Y si Dios actúa así, nosotros, sus discípulos, no podemos actuar de otra manera.

Y eso es lo que hizo la Sra. Gabriela, una mujer creyente de una sola pieza. En 1981 secuestraron a su marido Pino Taliercio, Director del Petroquímico de Marghera (Italia). Ella siempre esperó en la humanidad de los secuestradores (las Brigadas Rojas). Y no dudaba en llamarlos "hermanos". Pero lo asesinaron. Frustraron su esperanza pero no mellaron su fe en el hombre. "Espero que vendrá un día, dentro de 10

años, si estoy viva, el que mató a mi marido, vendrá a pedirme perdón. Solo se equivocó en el tiempo de espera. Mucho antes recibió una carta de Antonio Savasta, uno de los asesinos: "En los días del secuestro su marido era, como Ud. lo describía, sereno, lleno de fe, incapaz de odiarnos y con una altísima dignidad. Lo sé, señora, esto no se lo restituirá, pero sepa que dentro de mí ha vencido la palabra y la actitud de su marido. ¡Soy otro! Espero solamente colmar ese vacío suyo restituyendo y enseñando a otros lo que aprendí de Ud., y de su marido". Y eso tiene un nombre el perdón hecho misericordia.

- ¿Qué sientes en tu corazón ante este hecho donde triunfó el perdón y la misericordia?

- Evoca en tu vida los momentos más intensos en que has experimentado la misericordia de Dios y la urgencia de un agradecimiento desbordado que te ha impulsado a hacer de tu vida “un cántico nuevo”.

- ¿Qué personas te has encontrado a lo largo de tu vida de las que puedes decir en verdad que son misericordiosas? Ponles nombres y recuerda los hechos que te impactaron.

Jesús narra tres parábolas. Todas ellas inmensamente bellas y significativas (Lc 15, 1-30). Recorre, por ejemplo, pausadamente y dale gracias a ese buen pastor por cada uno de sus pasos por riscos y quebradas para encontrarte; ponle nombre a cada momento de su búsqueda hasta dar contigo. Siéntete orgulloso de esa terquedad en buscarte hasta "encontrarte" porque te revela hasta qué punto eres valioso para Dios, cómo sentía que "le faltabas". Déjate envolver en su alegría que desborda la tuya aunque no consigas entenderla ni abarcarla.

Pero detente, sobre todo, en la parábola del Padre misericordioso. Es la que mejor expresa ese amor incondicional y sin fronteras de Dios. Uno se queda desconcertado y conmovido por el actuar del padre que perdió a los dos hijos: al menor porque se escapó de casa en busca de libertad y felicidad, y al mayor porque era un ejecutivo resignado y un funcionario modélico pero que le faltaba lo esencial: la alegría de estar trabajando no "para su padre" sino "con su padre".

- Soy el hijo pródigo cada vez que busco el amor incondicional donde no puede hallarse. Evoca tus

búsquedas y tus decepciones.

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- ¿Por qué sigo ignorando el lugar del amor verdadero y me empeño en buscarlo en otra parte?

- Evoca los momentos en los que te has escapado del hogar y también el reencuentro con el Padre ¿Qué sentiste?

También en nuestra vida se esconde, a veces, el hijo mayor que, al enterarse de la fiesta con que su Padre está celebrando el encuentro de su hermano no se acerca, no expresa su alegría sino todo lo contrario. Pareciera que para él la obediencia y el deber para con el padre se han convertido en una pesada carga y el servicio en esclavitud. Aparentemente el hijo mayor no tenía fallos, era un hijo modélico, pero cuando vio la alegría de su padre por la vuelta de su hermano, aparece la persona resentida, orgullosa, severa y egoísta y que con los años se había hecho más fuerte y poderosa.

- ¿Me siento, a veces, reflejado en este hijo mayor? ¿Por qué?

- ¿Trabajo en la casa del Padre por amor o por "dar la talla"?

- ¿Conozco al Padre o me resultan incomprensibles sus actitudes y gestos? ¿Cuáles son los que más me desconciertan?

III. ¿QUE ME HACE DECIRLE A DIOS ESTE TEXTO?

Desgrana ante el Señor los deseos de tu corazón agradecido

"Pidan y recibirán, busquen y encontrarán, llamen se les abrirá" (Lc 11,9)Es obvio que al impacto de la Palabra de Dios a lo largo de la oración

hayan ido brotando no pocos deseos en tu corazón. Ponles nombre. Anótalos y exprésalos sencillamente. Es el momento de ponerlos ante Dios recordando lo que dice S. Pablo: "Porque es Dios quien, según su designio, produce en ustedes, los buenos deseos y quien les ayuda a llevarlos a cabo" (Flp 2, 13). Es una forma de oración agradecida que expresa, además, que "sin mí no pueden hacer nada" (Jn 15, 5). Es la fuerza de su Espíritu la que necesitamos para que esos buenos deseos se conviertan en vida.

- Exprésale al Señor tu inmensa gratitud por su misericordia que te ha liberado de un abismo de culpabilidades y de remordimientos insanos y te ha recreado y reconstruido haciéndote una criatura nueva y feliz.

- Háblale del deseo que sientes en tu corazón de corresponder a ese derroche de amor que ha inundado tu vida y la ha convertido en un torrente de acción de gracias y servicio.

- Cultiva en tu interior esa alegría y el deseo de compartir con otros el calor de su presencia y la esperanza sin horizontes, de contagiar esa misericordia a todos los que viven lejos de su casa.

- Has experimentado que rehusar su oferta de vida, defraudar su amor es entrar en un callejón sin salida, en una vía muerta y abrirse y en cambio, acoger su misericordia es volver a la vida, al reencuentro, al calor del hogar.

- Cuenta a los otros desde tu experiencia que la gracia triunfa sobre el pecado y que la reconciliación es pasar de la esclavitud a la libertad de todas nuestras esclavitudes.

- Y cuando alguien camine por el valle sombrío de una vida vacía y desprovista de sentido, dile, sobre todo, con tu vida que hay una senda

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que nos lleva a una vida de plenitud y de gozo porque sentimos a Dios como Padre y a todos como hermanos.

Y sigue así expresándole tus deseos al Señor y a los hermanos.

IV. ¿COMO CAMBIA MI MIRADA?

Te sacó de la "decepción" que fuiste a la "ternura" que experimentas

"Como el Padre me ha amado, así los he amado yo. Permanezcan en mi amor" (Jn 5,19)

Al ir concluyendo tu retiro, entra en tu interior y proyecta sobre tu corazón todo lo que ha pasado en este día de silencio contemplativo y de escucha atenta. ¿Cuál ha sido el impacto de la Palabra de Dios en tu vida?

Es natural que el paso de Dios haya dejado sus huellas y haya cambiado tu mirada. Si poner tu vida ante el Señor y orarla no la ha recreado es que no las has acogido como tierra fecunda. Si oras tu vida, se transforma.

El que escucha, medita y ora la Palabra de Dios siente que le van brotando en su corazón actitudes nuevas que son las huellas que la Palabra ha dejado marcadas en tu corazón, conformándolo más y más con el de Jesús y cambiando tu mirada de miope y cegatona en penetrante y esperanzada como la suya.

¿Cuáles serían entonces las huellas con las que estas parábolas de mise-ricordia deben marcar la vida de todo creyente que las ha leído, reflexionado y orado?

¿Descubres que vales mucho más de lo que pudieras imaginarte? No hay razón para sentirte un cero a la izquierda ni para vivir bajoneado y deprimido por tu insignificancia. La Palabrada Dios no es mentirosa: "eres pertenencia de Dios", "eres valioso para mí", "te amo" incondicionalmente"... Y porque te ama apasionadamente no descansa en tu búsqueda, y el "encontrarte" le produce una alegría que no puedes ni imaginar... A quien se decide a creer esto siente que su corazón se le va esponjando y ensanchando. Esta aceptación asombrosa de ser querido tiene el poder de arrastrar, como un vendaval, nuestras viejas culpabilidades y complejos, nuestros tontos encogimientos y falsas humildades.

¿Sientes en tu corazón que esto te está sucediendo en tu retiro?

Descubres también un cambio de 180 grados en tu vida que se ha producido en tu relación con Dios y con los hombres y mujeres todos cuando has pasado de una experiencia de sentirte solo y perdido al gozo del reencuentro con alguien que de verdad te amaba y te buscaba. Imagínate por un momento cómo sería para el hijo pródigo "la mañana siguiente a la fiesta". Todo sería nuevo: la relación con el Padre a quien descubrió libertino, sino la de un cariño agradecido a su Padre y al hogar; sentía que una gratitud desbordante le brotaba del corazón y su alegría era incontenible ante tanto derroche de amor...

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¿Sientes que también tú no eres el mismo de antes, que conoces mejor al Padre y lo amas más a Él y todo lo suyo que son los hermanos?

¿Descubres que esta experiencia de misericordia vivida se convierte en ti en un dinamismo imparable de comprensión de los fallos de los demás que va generando ese talante de "disculparlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo" con que S. Pablo define el amor? (1Cor, 13, 7). Esto nos llevará a una obstinada terquedad, aprendida en "la escucha de Dios", de no dar por perdido irremisiblemente a nadie. Y buscar estrategias de búsqueda de hermanos que creemos perdidos y planear posibilidades de reconciliación.

¿Sientes que en tu corazón se han despertado estos sentimientos que te convierten en un hombre misericordioso? ¿Cómo lo demuestras?

Podrías terminar tu retiro evocando los momentos en que has experimentado la misericordia del Señor para contigo y haciendo tu propio salmo de gratitud con el estribillo saboreado: "porque es eterno tu amor".