de las ideas cientÍficas. · de las ideas cientÍficas. (conclusión.) •* noventa años después...

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500 REVISTA EUROPEA. 1 8 DE OCTUBRE DE 1 8 7 4 . N.°34 pocos años prefieren sus habitantes la lectura de libros impresos en alemán á los de lengua nacional, como previendo su destino histórico en la tremenda lucha que había de entablarse para terror y admira- ción del mundo entre Prusia y Francia. En resumen, las escuelas comunales con la condi- cion de obligación y gratuidad cumplen el derecho que la patria tiene sobre la familia, no sin conciliar cuanto les es posible el deber social y la libertad mo- ral; los cursos públicos, las conferencias y bibliotecas populares, las asociaciones y los conservatorios de artes y oficios, acreditan y afirman los fundamentos de una sociedad ¡lustrada; por último, las escuelas superiores, profesionales y especiales, dirigen al hom- bre hacia la realización de su deslino social, según su situación, aptitud y necesidades, simplificando y ge- neralizando á la vez las fuentes de conocimiento, los medios ó elementos de estudio teórico y práctico, los resultados de sus juicios y las investigaciones propias ó adquiridas sobre ciencia ó arte, industria ó comer- cio, etc., etc. Sin desdeñar la acción importante del Estado, antes bien admitiéndola y eslimándola hasta aprovecharse de sus excelentes resultados, las sociedades obreras cumplen también con sus principios mutualistas el ideal de emancipación del proletariado. En la instruc- ción profesional y especial, después de una buena or- ganización del aprendizaje, es donde las asociaciones de socorros mutuos manifiestan mayor empeño y suma actividad. Y se comprende bien el deseo de las clases obreras en favorecer la instrucción profesional y especial. El obrero que desde niño va á la escuela y recibe du- rante los años primeros la indispensable y conve- niente enseñanza primaria, es natural que vaya des- pués preparando su inteligencia para fines superiores, conforme á sus inclinaciones y necesidades. Llena, pues, aquellos y satisface éstas el cultivo de sus fuer- zas intelectuales y físicas, así en lo que se refiere a la propia esfera de su trabajo, como á otra ú otras que le ponen en comunicación y conocimiento libres con Dios y la naturaleza, el hombre y la sociedad. Al lado de esa instrucción, y para desarrollarla en un sentido de verdadera cultura científica que con- serve, indague y exponga los conocimientos humanos, las asociaciones de socorros mutuos han creado nu- merosas bibliotecas; porque los libros son la relación más firme entre el pasado y el presente do la huma- nidad, tesoro científico y literario de lo antiguo y lo nuevo de la sociedad, «el íigno sensible de la civili- zación,» como oportuna y elocuentemente dice uno de los más ilustres escritores demócratas y republicanos de laFrancia contemporánea. Las bibliotecas popula- res, con sus colecciones de libros técnicos sobre los di- versos ramos de la industria, del arte y comercio, so- bre la ciencia en sus innumerables aplicaciones, sobre la moral én sus relaciones con los deberes individua- les y sociales, sobre los grandes y heroicos aconteci- mientos de la historia universal, sobro cuestiones sa- nitarias y de economía social, sobre poesía nacional; las bibliotecas populares, repetimos, forman en el cuadro de las instituciones modernas un puesto de preferencia por su influjo directo é inmediato en el ca- rácter y condición de los pueblos que las poseen. Ad- mira este continuo y general movimiento literario de Francia, donde gobernantes y gobernados, individuos y asociaciones, capitalistas y obreros, todos contribu- yen con igual entusiasmo y noble deseo al aumento de bibliotecas nacionales, departamentales y comunales, especiales, administrativas, profesionales, industria- les, etc., etc., etc. ¡í sin embargo, cuánto aún dista la Francia de poseer el número de bibliotecas exis- tentes en Inglaterra, Alemania, Suiza, Bélgica y los Estados Unidos! JOAQUÍN MARTIN BE OLÍAS. LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS IDEAS CIENTÍFICAS. (Conclusión.) •* Noventa años después de Gassendi, la doctrina de los instrumentos corporales, que así puede llamársela; tuvo inmensa importancia en manos del obispo But- ler, que en su célebre Analogy of religión, desarrolló bajo su punto de vista y con sagacidad consumada una idea análoga. Este obispo ejerce aún grande in- fluencia en ciertos talentos superiores, y es conve- niente detenerse un momento á estudiar sus miras. Estableció una distinción completa- entre nuestras personalidades y nuestros instrumentos corporales, según recuerdo, y no empleó la palabra alma, acaso porque estaba tan usada en su época como lo habia estado en multitud de generaciones anteriores á la suya; pero habla de poderes vivos, poderes percep- tivos ó percipientes, agentes motores, personalidades intimas, absolutamente en el mismo sentido en que empleamos la palabra alma. Apoya su existencia en el hecho de que los miembros pueden ser suprimidos y las enfermedades mortales atacar al cuerpo, mientras que el espíritu, ca¡ñ hasta el instante de la muerte, perma- nece límpido. Cita el sueño y el desmayo, como mo- mentos en que los poderes vivos están suspendidos y no destruidos. Considera tan fácil la concepción de una existencia fuera de nuestros cuerpos como la de una existencia inherente á ellos, y admite que podamos animar una serie de cuerpos cuyas disoluciones suce- sivas no tienen tendencia á disolver nuestras persona- Véase el número anterior, pág. 469.

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Page 1: DE LAS IDEAS CIENTÍFICAS. · DE LAS IDEAS CIENTÍFICAS. (Conclusión.) •* Noventa años después de Gassendi, la doctrina de los instrumentos corporales, que así puede llamársela;

500 REVISTA EUROPEA. 1 8 DE OCTUBRE DE 1 8 7 4 . N . ° 3 4

pocos años prefieren sus habitantes la lectura delibros impresos en alemán á los de lengua nacional,como previendo su destino histórico en la tremendalucha que había de entablarse para terror y admira-ción del mundo entre Prusia y Francia.

En resumen, las escuelas comunales con la condi-cion de obligación y gratuidad cumplen el derechoque la patria tiene sobre la familia, no sin conciliarcuanto les es posible el deber social y la libertad mo-ral; los cursos públicos, las conferencias y bibliotecaspopulares, las asociaciones y los conservatorios deartes y oficios, acreditan y afirman los fundamentosde una sociedad ¡lustrada; por último, las escuelassuperiores, profesionales y especiales, dirigen al hom-bre hacia la realización de su deslino social, según susituación, aptitud y necesidades, simplificando y ge-neralizando á la vez las fuentes de conocimiento, losmedios ó elementos de estudio teórico y práctico, losresultados de sus juicios y las investigaciones propiasó adquiridas sobre ciencia ó arte, industria ó comer-cio, etc., etc.

Sin desdeñar la acción importante del Estado, antesbien admitiéndola y eslimándola hasta aprovecharsede sus excelentes resultados, las sociedades obrerascumplen también con sus principios mutualistas elideal de emancipación del proletariado. En la instruc-ción profesional y especial, después de una buena or-ganización del aprendizaje, es donde las asociacionesde socorros mutuos manifiestan mayor empeño ysuma actividad.

Y se comprende bien el deseo de las clases obrerasen favorecer la instrucción profesional y especial. Elobrero que desde niño va á la escuela y recibe du-rante los años primeros la indispensable y conve-niente enseñanza primaria, es natural que vaya des-pués preparando su inteligencia para fines superiores,conforme á sus inclinaciones y necesidades. Llena,pues, aquellos y satisface éstas el cultivo de sus fuer-zas intelectuales y físicas, así en lo que se refiere a lapropia esfera de su trabajo, como á otra ú otras quele ponen en comunicación y conocimiento libres conDios y la naturaleza, el hombre y la sociedad.

Al lado de esa instrucción, y para desarrollarla enun sentido de verdadera cultura científica que con-serve, indague y exponga los conocimientos humanos,las asociaciones de socorros mutuos han creado nu-merosas bibliotecas; porque los libros son la relaciónmás firme entre el pasado y el presente do la huma-nidad, tesoro científico y literario de lo antiguo y lonuevo de la sociedad, «el íigno sensible de la civili-zación,» como oportuna y elocuentemente dice uno delos más ilustres escritores demócratas y republicanosde laFrancia contemporánea. Las bibliotecas popula-res, con sus colecciones de libros técnicos sobre los di-versos ramos de la industria, del arte y comercio, so-bre la ciencia en sus innumerables aplicaciones, sobre

la moral én sus relaciones con los deberes individua-les y sociales, sobre los grandes y heroicos aconteci-mientos de la historia universal, sobro cuestiones sa-nitarias y de economía social, sobre poesía nacional;las bibliotecas populares, repetimos, forman en elcuadro de las instituciones modernas un puesto depreferencia por su influjo directo é inmediato en el ca-rácter y condición de los pueblos que las poseen. Ad-mira este continuo y general movimiento literario deFrancia, donde gobernantes y gobernados, individuosy asociaciones, capitalistas y obreros, todos contribu-yen con igual entusiasmo y noble deseo al aumento debibliotecas nacionales, departamentales y comunales,especiales, administrativas, profesionales, industria-les, etc., etc., etc. ¡í sin embargo, cuánto aún distala Francia de poseer el número de bibliotecas exis-tentes en Inglaterra, Alemania, Suiza, Bélgica y losEstados Unidos!

JOAQUÍN MARTIN BE OLÍAS.

LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA

DE LAS IDEAS CIENTÍFICAS.(Conclusión.) •*

Noventa años después de Gassendi, la doctrina delos instrumentos corporales, que así puede llamársela;tuvo inmensa importancia en manos del obispo But-ler, que en su célebre Analogy of religión, desarrollóbajo su punto de vista y con sagacidad consumadauna idea análoga. Este obispo ejerce aún grande in-fluencia en ciertos talentos superiores, y es conve-niente detenerse un momento á estudiar sus miras.Estableció una distinción completa- entre nuestraspersonalidades y nuestros instrumentos corporales,según recuerdo, y no empleó la palabra alma, acasoporque estaba tan usada en su época como lo habiaestado en multitud de generaciones anteriores á lasuya; pero habla de poderes vivos, poderes percep-tivos ó percipientes, agentes motores, personalidadesintimas, absolutamente en el mismo sentido en queempleamos la palabra alma. Apoya su existencia en elhecho de que los miembros pueden ser suprimidos y lasenfermedades mortales atacar al cuerpo, mientras queel espíritu, ca¡ñ hasta el instante de la muerte, perma-nece límpido. Cita el sueño y el desmayo, como mo-mentos en que los poderes vivos están suspendidos yno destruidos. Considera tan fácil la concepción de unaexistencia fuera de nuestros cuerpos como la de unaexistencia inherente á ellos, y admite que podamosanimar una serie de cuerpos cuyas disoluciones suce-sivas no tienen tendencia á disolver nuestras persona-

Véase el número anterior, pág. 469.

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N.° 34 TYNDALL. LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS IDEAS CIENTÍFICAS. 501

lidades reales, ó «á privarnos de las facultades de lavida (facultades de percepción y de acción) como á ladisolución de toda materia extraña, de la que poda-mos recibir impresiones ó usarla en las ocasiones co-munes de te vida.»

La clave del sistema del obispo consiste en quenuestros cuerpos organizados no forman parte denosotros mismos, sino como cualquier otra sustanciaque nos rodea. Como prueba, llama la atención sobreel uso de los anteojos que preparan los objetos parael poder percipiente, de igual modo que los ojos. Elojo por sí mismo no es más percipiente que el cristal,y uno y otro son igualmente instrumentos de la ver-dadera personalidad ó igualmente extraños á estamisma verdadera personalidad.

«Y si vemos con nuestros ojos de igual manera quevemos con los anteojos, se puede deducir la inversacon igual exactitud, basándose en el análisis de todosnuestros sentidos.»

Sabido es que Lucrecio llegó á una conclusión dia-metralmente opuesta,. y saria tan interesante comoprovechoso para nosotros estudiar las razones que elfilósofo hubiera podido dar contra los argumentos delobispo. Un rápido examen de la cuestión nos permi-tirá distinguir los puntos principales de este impor-tante debate. Supondré que un discípulo de Lucrecioprocura forzarla posición del obispo, y después daréla réplica del prolado con el intento de volver la difi-cultad contra Lucrecio. Cada cual defenderá su causacompleta y lealmenle, y el lector decidirá entre ambos.

El argumento pudiera formularse de este modo:«Sometidas á la prueba de la representación men-

tal (Vorstellung) vuestras miras, reverendísimo pre-lado, ofrecerían á más de un espíritu grandes, si noinsuperables dificultades. Habláis de poderes vivos, depoderes percipientes ó perceptivos, de personalidadesintimas, pero ¿sois capaz de presentaros intelectual-mente una sola de esas facultades aisladas del orga-nismo, por medio del cual suponéis que obra? Exami-naos sinceramente vos mismo y ved si poseéis unasola facultad que permita formar tal concepción. Laverdadera personalidad posee una habitación local encada uno de nosotros. Así localizada, ¿no debe suponeruna forma? ¿La habéis vosrealizado ni siquiera un mo-mento? Cuando se amputa una pierna se divide elcuerpo en dos partes. ¿En cuál de las dos existe lapersonalidad verdadera, ó se encuentra en ambas á lavez? Santo Tomás de Aquino respondería que en lasdos, pero vos no tenéis derecho á hacerlo, porquevuestra base consiste en que el don de la percepciónestá asociado á una de ambas partes, para probar quela otra es una materia extraña. ¿Es en este caso el donde la percepción un elemento extraño á la personali-dad verdadera? y si es así, ¿qué responderéis si elcuerpo entero queda privado de percepción? Suce-diendo de otro rao o ,¿en qué os apoyareis para negar

una parte cualquiera del don de percepción al miem-bro amputado? Parece singularísimo qu3 desde el prin-cipio hasta el fin de vuestro admirable libro (y nadieadmira más que yo vuestra poderosa concisión), ni unasola vez mencionéis el cerebro y el sistema nervioso.Comonzais por una extremidad del cuerpo y demos-tráis que sus partes pueden ser suprimidas sin que re-sulte perjuicio para el poder percipiente; pero ¿y siempezáis por la otra extremidad y suprimís el cerebroen vez de la pierna? El cuerpo está, como antes, divi-dido en dos partes, pero ambas se encuentran enton-ces en el mismo caso, y no podéis apelar á la una ni ála otra para probar que una de ellas es una materiaextraña. Y si no queréis llegar hasta el punto de su-primir el cerebro, quitadle una parte de su cubiertahuesosa y por intervalos regulares, comprimid y ce-sad de comprimir la sustancia blanda. A cada compre-sión «las facultades de percepción y de acción» des-aparecen, y renpareceti al dejar de comprimir. Du-rante los intervalos de presión, ¿dónde se encuentrael poder perceptible? Un dia recibí ¡npensadamente ladescarga de una batería eléctrica: nada sentí, perodurante un lapso de tiempo importante desapareció demí la existencia consciente. ¿Dónde se encontraba miverdadera personalidad durante este intervalo? Algu-gunas personas que han recobrado la salud despuésde haber sido heridas por el rayo, se han encontradomucho m᧠tiempo en la misma sutuacion, y la expe-riencia prueba que en los casos ordinarios de lesión delcerebro pueden trascurrir muchos dias, durante loscuales el don de la percepción no se manifiesta enmanera alguna. ¿Dónde se encuentra el hombre á símismo durante el período de insensibilidad? Me respon-deréis queal presentar esta cuestión admito que la per-sona ha sido inconsciente, cuando en realidad no lo hasido, olvidando tan sólo lo que le acontecía; pero á mivez con tejaré que no deben causar miedo alguno lasmás horribles torturas inventadas por la superstición,si de esta manera se las sufre y se las recuerda. Nocreo que vuestra teoría de los instrumentos toque ennada al fondo de la cuestión. Un empleado de telégra-fos posee instrumentos, por medio de los cuales con-versa con todo el mundo. Nuestros cuerpos poseen unsistema nervioso que desempeña igual papel relativa-mente al poder perceptor y á las cosas exteriores. Cor-tad los hilos del operador, romped sus bateríaseléctri-cas, retirad la imantación de su aguja magnética, y

'suprimiréis seguramente también sus comunicacionescon el mundo; pero como todos estos instrumentosson reales, su destrucción no afectará á la persona quelos usa. Et operador sobrevive y sabe que sobrevive.Ahora bien, ¿qué hay en el sistema humano correspon-diente á esta supervivencia consciente del operador,cuando la batería de su cerebro está bastante pertur-bada para que la insensibilidad sepreduzca, ó cuandoestá completamente destruida?

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502 REVISTA EUROPEA. 1 8 DE OCTUBRE DE 1 8 7 4 . N.° 34

Hay otra consideración que apreciareis poco impor-tante y que para mí tiene bastante fuerza. El cerebropuede pasar del estado de salud al estado de enfer-medad, y, por efecto de este cambio, el hombre decostumbres más ejemplares es susceptible de trocarseen un disipado ó un asesino. Mi nobilísimo y excelen-tísimo maestro, sintió, como sabéis, su cerebro ame-nazado de deseos de libertinaje, á causa de un filtroque cierto dia le administró su esposa, presa de celos;para no correr ni siquiera el riesgo de ceder á tan bajosimpulsos, se suicidó. ¿Cómo era posible que la manode Lucrecio se hubiera vuelto contra él si el verdaderoLucrecio hubiera permanecido tal y como era antes?¿Puede ó no puede el cerebro qbrar de un modo tanirregular sin que la razón inmortal intervenga? Si lopuede, es que existe un primer motor que sólo exige!a regulación de la salud, para darle por sí mismo elpoder de obrar razonablemente, sin necesidad algunaaparente de vuestra razón inmortal. Si no lo puede, larazón inmortal, por su actividad perniciosa, obrandosobre un instrumento roto ó desarreglado, se ve for-zosamente en el caso de cometer todas las extrava-gancias y crímenes imaginables. Permitidme deciros.que, en mi opinión, se van á deducir las consecuenciasmás graves de vuestra manera de estimar el cuerpo.Mirar al cerebro como a un palo ó á un par de ante-ojos» cerrar vuestros ojos a todos los misterios y á laperfecta correlación que reina entre su condición y elestado de nuestras percepciones, hasta el punto deque un ligero exceso ó una ligera falta de sangre quesobrevenga produce justamente ese desmayo á quealudíais; que relativamente á él, la comida, la bebida,el aire y el ejercicio que tomamos tienen un valor yuna signiflcion perfectamente" trascendental; olvidartodo esto, abre, en mi opinión, la puerta á innumera-bles errores en los hábitos de nuestra vida, y acasoen ciertos casos puede originar y desarrollar esa mis-ma enfermedad y la ruina mental que es su conse-cuencia. Tales desastres podrían evitarse con másatinada apreciación de este misterioso órgano.»

Figuróme que el obispo, después de escuchar estaargumentación, queda pensativo, no siendo hombrecapaz de mezclar la cólera á las consideraciones de unpunto de filosofía. Habiendo reflexionado bien, y afir-mándose en sus opiniones por esa honesta contempla-ción de los hechos que le es habitual y que comprendeel deseo de dar hasta á los hechos opuestos su verda-dero valor, supongo que el obispo tomará la palabraen estos términos: «Recordad que en el Analogy ofreligión, de que habéis hablado con tanta benevolen-cia, no he pretendido probar absolutamente nada, yque en numerosas ocasiones he reconocido é insistidoen la debilidad de nuestros conocimientos, ó mejor di-cho, en la profundidad de nuestra ignorancia, relati-vamente al conjunto del sistema del universo. Mi ob-jeto era demostrar á mis colegas en deísmo, que con

tanta elocuencia han proclamado la belleza y los be-neficios de la naturaleza y de. El que la arregla, queal despreciar lo que llamaban absurdos de la teo-ría cristiana no estaban, en realidad, en mejores con;

diciones que nosotros, y que, para cada dificultad queencontraban de nuestra parte, se podía hallar de lasuya otra igualmente importante. Con vuestro permi-so adoptaré ahora un procedimiento de argumentaciónanálogo. Sois discípulo de Lucrecio y deducís todas lascosas terrestres, comprendiendo las formas orgánicasy los fenómenos que ellas manifiestan, déla combina-ción y de la separación de los átomos. Os diré primerohasta dónde puedo seguiros. Admito que, por esta ac-ción de la fuerza molecular, podéis construir formascristalinas; que el diamante, la amatista, el copo donieve, son estructuras verdaderamente maravillosasproducidas de ese modo; más aún, reconozco quehasta un árbol y una flor puedan ser así organizados;que digo, si sois capaz de presentarme un animal sinsensación, os concederé que también pueda ser for-mado por un juego conveniente de fuerza molecular.»

«Hasta aquí nuestro camino está libre, pero ahoraaparece una dificultad/Vuestros átomos están indivi-dualmente privados de sensación y además desprovis-tos* de inteligencia. Procurad, pues, resolverme esteproblema. Tomad vuestros átomos muertos de hidró-geno, vuestros átomos muertos de oxígeno, vuestrosátomos muertos de carbono, vuestros átomos muertasde ázoe, vuestros átomos muertos de fósforo, y todoslos demás átomos, todos completamente inanimados,que constituyen el cerebro; suponedles separados yprivados de sensación, observadles mientras se agru-pan y forman todas las combinaciones imaginables.Todo ello, como fenómeno mecánico, es visible alespíritu. Sin embargo, ¿sois capaz de ver, de soñar,de imaginar de cualquier modo, cómo, por este actomecánico y por la acción de estos átomos individual-mente muertos, nacen la sensación, el pensamien-to y la emoción? Yo no estoy absolutamente despro-visto de ese Yorstellungs-Kraft da que habláis: puedoseguir una partícula de almizclehasta que llegue al ner-vio olfatorio, y las ondas sonoras hasta que sus vibra-ciones afecten las circunvoluciones del caracol y pon-gan en movimiento los otolitos y las fibras de Corti; soycapaz de figurarme las ondas de éter atravesando elojo é hiriendo la retina, y" si os empeñáis, seguiréhasta el órgano central el movimiento comunicado ála periferia, y veré espiritualmenle las moléculas delcerebro entrando en vibración. Mi vista interior al-canza estos fenómenos físicos; lo; que no alcanza, loque encuentro imposible de imaginar y superior átodas las facultades que poseo, y, permitidme que oslo diga, á todas las facultades que poseéis,.es la nocióndeque, de esas vibraciones físicas, podéis extraer cosasque les son completamente extrañas, como la sensa-eion, el pensamiento y la emoción.. Libre sois de peo-

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sar ó decir que esta emisión de percepción, proce-diendo del choque de los átomos, no es más inconse-cuente que el relámpago luminoso que acompaña launión del oxígeno y del hidrógeno; pero no opinocomo vos, y justamente la inconsecuencia del relám-pago es lo que someto á vuestro juicio. El relámpagoes asunto de percepción, y su contra-parte objetivaes una vibración. Sólo vuestra interpretación hace elrelámpago, y vos sois la causa de esta inconsecuen-cia aparente. No necesito recordaros que el gran Leib-nitz experimentó la misma dificultad que yo, y que, áfin de desembarazarse de esta deducción monstruosa,que hace derivar la vida de • la muerte, reemplazóvuestros átomos con sus mónadas, que eran espejosmás ó móiios pecfectos del universo á cuyas sumas óintegraciones atribuyó todos los fenómenos de la vidaque se refieren á la sensación, á la inteligencia y á laemoción.»

«Vuestra dificultad es tan grande como la mia, yos es imposible dar satisfacción al entendimiento hu-mano en sus demandas de continuidad lógica entrelos fenómenos moleculares y los de percepción íntima.Es esta una roca contra la cual el materialismo debeinevitablemente estrellarse cuantas veces pretenda seruna completa filosofía de la vida. ¿Qué es la moral,discípulo de Lucrecio? Pío es probable que entre nos-otros dos intervenga la cólera tratando de estos gran-des problemas en los que tanto espacio queda para lashonradas diferencias de opinión; pero de ambas par-tes hay gentes de menos talento ó de más fanatismo,dispuestas siempre á encolerizarse ó insultarse en ta-les discusiones. Existen hoy, por ejemplo, escritoresconocidos é influyentes, que no se avergüenzan desostener que el gran pecado personal de un gran ló-gico es la causa de su falta de fe en el dogma teológico:admiten otros que los que amamos nuestra Biblia, taly como ha entrado en la constitución de nuestros ante-pasados y nos ha sido legada, debemos necesaria-mente ser hipócritas ó carecer de sinceridad.Desauto-ricemos á estas gentes, quitémosles la máscara y con-servemos la fe inmutable de que lo bueno, en una úotra argumentación, sobrevivirá para el bien de lahumanidad, mientras que lo que sea, malo y fylsodesaparecerá.» . • : .

Conviene advertir que, bajo un punto de vista, elobispo fue producto de su época. Largo tiempo antesde él, la naturaleza del alma había sido objeto de dis--cusion tan generalmente apreciado, que, cuando losestudiantes de la universidad de París deseaban cono-cer las opiniones de.un nuevo profesor, pedíanle in-mediatamente que pronunciara una lección sobre elalma. .En la, época del obispo Bullir te cuestión, nosólo se discutía, sino que se extendía. Las personassagaces que habían entrado en esta arena vieron qaealgunos de sus argumentos se aplicaba igualmente álos animales y á los hombres. Los argumentos del

obispo tenían este carácter; lo vio, lo admitió, aceptóIa3 consecuencias y abrazó atrevidamente todo elreino animal en su sistema de inmortalidad.

El obispo Butler admitió también con inquebranta-ble fe la cronología del Antiguo Testamento y la des-cribió como «confirmaila por la historia natural ycivil del mundo, sacada de las historias ordinarias,del estado de la tierra y de los últimos descubrimien-tos en las artes y en las ciencias.» Estas palabras in-dican un progreso y deben parecer algo malsonantesá los oidos de los actuales sucesores del obispo (almenos á algunos, porque hay altos dignatarios de laIglesia que, aún hoy, hablan de la corteza pedregosade la tierra como de montones de piedra de construc-ción preparados para el hombre desde la creación, ytiempo es ya de que cese lenguaje tan inexacto). In-útil es decir que, posteriormente, el dominio del na-turalista se ha extendido inmensamente y que se hacreado toda la ciencia de la geología, con sus espan-tosas revelaciones respecto á la vida de la viejatierra.'La rigidez de las antiguas teorias se quebran-ta, y gradualmente se ve el espíritu público condu-cido á admitir que no hace seis mil años, ni sesentamil, ni seis mil millones, sino millares de millones desiglos en número imposible de enunciar, que estatierra ha sido campo de vida y muerte. El enigma delas rocas ha sido descifrado por 'los geólogos y lospaleontólogos desde las profundidades de las forma-ciones primitivas hasta los depósitos que «hoy se es-tán formando en el fondo de los mares. Sabido es queen las páginas de este libro de piedra hay escritoscaracteres más claros y ciertos que los trazados porla tinta de los historiadores, cuyo espíritu ha pe-netrado en los abismos del pasado, y en comparaciónde los cuales, los períodos que satisfacían al obispoButler, cesan de poseer ángulo visual. Todo el mundolo sabe ya, todo el mundo lo admite, y sin embargo,'cuando ̂ t a s verdades de la ciencia fueron enunciadaspor primera vez, encontraron ruidosos denunciadoresque proclamaron, no sólo su nulidad bajo el punto devista científico, sino su inmoralidad si se las conside-raba como cuestiones de ótica y de religión. El Géne-sis había establecido las cosas de distinta manera, yla ciencia debía necesariamente romperse en mil pe-dazos el día que chocara contra tal autoridad. Delmismo modo que la simiente del cardo produce elcardo'y no otra cosa, los aficionados á hacer objecio-nes esparcen á lo lejos su semilla y reproducen gen-tes de su especie dispuestas á desempeñar el papel -do .sus padres intelectuales y á emplearla misma viru-lencia, la misma ignorancia, para conseguir por. tiem-po dado el mismo éxito, y finalmente sufrir la mismainexorable derrota. Tiempo llegará, estamos seguros,en que toda la naturaleza humana, cuyas legítimas des-mandas no puede satisfacer la ciencia por si sola, en-contrará intérpretes y órganos de otra clase que el de

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esos seres groseros y mal informados que, de ante-mano, se manifestaban tan dispuestos á lanzarse con-tra toda nueva revelación científica, por temor de queponga en peligro lo que se complacen en considerarde su pertenencia.

Una vez encontrado eT filón del descubrimiento, semultiplicaron considerablemente las formas petrifica-das, en las cuales tuvo la,vida actividad durante algúntiempo y exigieron una clasificación. Fue entoncesevidente el hecho general de que ninguna forma devida, salvo las más sencillas, se encuentra en el lí-mite más bajo de la escala, y á medida que se asciendeen la serie da capas que se recubren, aparecen lasformas más perfectas. Sin embargo, el cambio deforma á forma no era continuo, procediendo por in-tervalos, unos pequeños y otros grandes. «Una sec-ción gruesa de cien pies, dice Mr. Huxley, mostrará ádiferentes alturas una docena de especies de amoni-tas, sin que cada cual de ellas traspase su zona es-pecial de caliza ó de arcilla, á zona superior ó infe-rior.» En vista de tales hechos era imposible evitar lacuestión siguiente. ¿Estas formas que, aun cuando enperíodos separados y á pesar de gran número de irre-gularidades, .presentan un progreso general induda-h\e, están sometidas á alguna ley continua de creci-miento 6 de variación? Si nuestra educación hubierasido puramente científica, si hubiese estado bastanteseparada de influencias que, aun cuando, ennoble-ciendo al hombre en otro orden de ideas, se han mos-trado siempre retrógradas y engañosas cuando selas ha introducido como factores en el dominio de laciencia de la naturaleza, nunca se hubiera detenidoel espiritu científico en su investigación de una ley dedesarrollo, ni se hubiera permitido aceptar el antro-pomorfismo que considera cada capa sucesiva comouna especie de taller de obrero, que sirve para fabricarhuevas especies, sin relación ninguna con las anti-guas.

Influida por su educación anterior, la gran ma-yoría de los naturalistas ha acudido á un acto crea-dor especial para explicarse la aparición de cadanuevo grupo de organismos. Habia seguramente mu-chos sabios cuyí inteligencia era bastante clara paraver que esta suposición no explicaba nada, y que, enresumen, al procurar resolver una dificultad, creabaotra mayor; pero como no pedían explicación Satis-factoria, todos guardaron silencio. Sin embargo, elpensamiento de las. personas formales daba, natural ynecesariamente, vueltas alrededor de la cuestión. DeMaillet, contemporáneo de Newton, ha sido citado porel profesor Huxley como hombre «que tenia nociónde la facultad de modificación de las formas vivas».En las frecuentes conversaciones que tuve con SirBenjamín Bródie, persona de elevado espíritu filosó-fico, llamaba con frecuencia mi atención sobre el he-cho de que, desde 1794, el abuelo de Darwin había

sido precursor de Carlos Darwin. En 1801 y en losaños siguientes, el célebre Lamarck, que produjotan profunda impresión en ol espíritu público, gracias ála vigorosa exposición de sus miras en los Vestigiosde la Creación, procuró explicar el desarrollo de lasespecies, como resultado de cambios en las costum-bres y de condiciones exteriores. En 1813 el doctorWells, fundador de nuestra teoría actual de üew,leyó ante la Sociedad Real una Memoria,,en la cual,usando de los términos de Mr. Darwin, «reconocíaclaramente el principio ile la selección natural, yeste es el primer reconocimiento que se indica». Laperfección y la habilidad, con las cuales Wells con-tinuó su obra, y la independencia conocida de su ca-rácter, le hicieron, después de largos años, mi amigopersonal, y tengo el más vivo placer al encontrarmede acuerdo con él en este nuevo testimonio de pene-tración. El profesor Grant, M. Patrick Matthew, deBucb, el autor de Los Vestigios, d'Halloy y otros (1)muchos, manifestando miras más ó menos claras ycorrectas, demuestran que la cuestión fermentabalargo tiempo antes de que, en 18K8, los señores Darwiny Wallace expresaran simultánea pero independien-temente uno de otro, sus miras, tan estrechamenteunidas sobre este asunto ante la Sociedad linniana.

A estas Memorias siguió" en 18S9 la publicación dela primera edición de The origin of species. Todaslas grandes cosas tienen larga gestación. Como anteshe dicho, Copérnico meditó su grande obra durantetreinta y tres años; Newton conservó en su espíritucerca de veinte años la idea de la gravitación, yse detuvo también durante largo tiempo en la teoría.de las fluxiones, que hubiera continuado haciéndolaobjeto de su pensamiento Recreto, á no saber queLeibnitz se encontraba en la misma vía. Darwin me-dita y aquilata durante veintidós años el problema delorigen de las especies, y hubiera continuado meditán-dolo á no saber que Wallace hacia lo mismo (2). Re-sultó de ello un resumen de sus obras, conciso, perovigoroso. Este libro es fácil de comprender, y de cadaveinte personas que lo hayan abierto, apenas habrá unaque haya leído todas sus páginas concienzudamente óque pueda comprender su significación, en el supuestode que las lea. No criticaré en este momento á algunossabios que habia enaquellá época, realmente eminen-tes, á quienes no afectaba la preocupación popular,'dis-puestos á aceptar las conclusiones que ofreciese laciencia á condición de que estuvieran debidamente apo-yadas por los hechos y por los argümentos,.yque, sinembargo, desconocieron por completo l9B miras de

\\) Eii 18S5MV. tfebert Spencer (Principies"oTpsVchoiog#,k segundaedición, vol. ir pag. Á1&) expresó la creencia.da que la vida; bajo todassus formas, tutbipi&ido producida por una evolución ,regular, y sirviéo-dose á guisa de instrumento de lo que se llama las causas naturales.

(2) TÉ1 modo de obrar en este punto de Mr. Wallace ha sido digní-simo. ' • • • • • • " . • •• ;'

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Darwin. La obra necesitaba un vulgarizado!", y loencontró en la persona de Mr. Huxley. Como exposi-ción científica no conozco nada más admirable que losprimeros artículos que publicó sobre el origen de lasespecies. Hizo pasar la curva de la reflexión por suspuntos realmente significativos; enriqueció su expo-sición con ideas y reflexiones profundamente origina-les; reasumió, á veces en una sola frase, un argumenteque un talento menos conciso hubiera desarrolladoen muchas páginas. Sin embargo, el libro hace unaimpresión que no puede producir ninguna exposición,por luminosa que sea, y es la de la suma inmensa detrabajo, de observaciones y de pensamientos necesa-ria para su producción. Echemos una ojeada á estosprincipios.

Nadie niega la producción continua de lo que sellaman variedades, y la regla no tiene probablementeexcepción. No hay polluelo ni hijo que sea exacta-mente igual á su hermano ó hermana, y estas diferen-cias presentan justamente el ejemplo de los princi-pios de las variedades. Incapaces son los naturalistasde decir hasta dónde puede llegar esta variación, demodo que el mayor número de sabios sostiene que noha existido jamás ningún cambio ni ninguna mezclade cambios interiores ó exteriores bastante paraconstituir, entre los descendientes del mismo padre.,diferencias que permitan separarlos en especies dis-tintas. La empresa del filósofo experimentador con-siste en combinar las condiciones de la naturaleza yen producir los resultados á que ella ha llegado: talha sido el método de Darwin (1). Familiarizóse con losexperimentos que, sin dejar sombra de duda, pudie-ran ser hechos para producir variaciones. Se relacionócon los que criaban palomas, compró, pidió y con-servó cada variante que pudo obtener. Aunque proce-dentes de un mismo origen, las diversidades que pre-sentaban las palomas eran tales, «que hubiera podidoescogerse una veintena, las cuales, presentadas á unornitólogo diciendo que eran salvajes, las hubiera deseguro clasificado como especies bien definidas.»

El único principio que guia al que cria palomas úotros animales, es la selección de algunas variedadesque le agradan, y la propagación de estas variedadespor vía de herencia. Fija la mirada en la apariencia par-ticular que desea exagerar, la escoge cuando apareceen los productos sucesivos, y añade así aumento sobreaumento hasta que obtiene una suma increíble de di-vergencia del tipo primitivo. En este caso el hombreno produce los elementos de la variación, se limita áobservarlos y añadir por, la selección unos á otros,hasta obtener el resultado que desea. A ningún hom-bre, dice Darwin, le ha ocurrido la idea de hacer

(1) Hasta ahora sólo hemos dado el primer paso hacia la demostra-

ción experimental. Las experiencias que acaban de empezar podrán en

un par de siglos proporcionar datos de un valor incontestable, que ser-

virán de materiales á la ciencia del porvenir.

TOMO I I .

una paloma de coía de abanico, hasta que vio una pa-loma cuya cola había tomado un ligero desarrollo enesta forma inusitada; ni un pouter antes de haber ad-vertido una paloma con un buche de mayor dimensiónque la acostumbrada.» La naturaleza da, pues, la pri-mera idea, el hombre añade á ella, y por vía de he-rencia exagera la desviación.

Después de convencerse con hechos indudables deque la organización de un animal ó de una planta (porque á las plantas se aplica un procedimiento completa-mente idéntico) está dotada, hasta cierto punto, deplasticidad, el ilustre naturalista pasó del estudio delas variantes en estado doméstico, al estudio de lasvariantes en estado libre. Hasta entonces sólo se habiaverificado por la ailicion sucesiva de pequeños cambiosy por medio de la selección consciente del hombre;ahora bien: ¿la naturaleza puede operar esta selección?A esta pregunta responde Darwin con seguridad afir-mativamente. El número de seres vivos producidoses mucho mayor que el de los que pueden subsistir;por tanto, en un período cualquiera de su vidadebe haber una lucha por la existencia, ¿cuál es el re-sultado infalible en este caso? Si un organismo fueracopia perfecta de otro, bajo el punto de vista de lafuerza, de la destreza y do la agilidad, sólo las condi-ciones exteriores decidirían; pero no es este el caso.Nos encontramos ante variedades que se presentan porsí mismas á la naturaleza, como hace un momento de-ciamos que se presentaban al hombre, y las varieda-des que son menos competentes para luchar con lascondiciones exteriores, deberán infaliblemente cederel campo á las que son más competentes: empleandouna frase familiar puede decirse que el más débilserá arrojado á la calle. La fracción triunfante se de-dica entonces á la reproducción, y trasmite, aunqueen grados distintos, las cualidades que le han permi-tido subsistir. La lucha para la alimentación continua,y los animales que han recibido mejor la cualidad fa-vorable triunfarán indefectiblemente. Puede verse confacilidad que la adición de perfeccionamientos favora-bles al individuo, se verifica más rigurosamente en elestado libre que en el estado doméstico, porque lamisma naturaleza destruye los elementos ó individuosdesfavorables. Tal es la significación de lo que Darwinllama la selección natural, que obra por conserva-ción y acumulación de ligeras acumulaciones obteñirdas por la herencia, siendo cada cual de ellas fa-vorable al sor preservado. Con esta idea penetra yhace fermentar la vasta acumulación de hechos que ély otros han presentado. No podemos, sin cerrar losojos por temor ó por idea preconcebida, dejar de verque Darwin apela en este punto á causas no imagina-rias, sino verdaderas, siendo imposible no compren-der que la selección natural es susceptible de produ-cir inmensas modificaciones en períodos suficiente-mente largos. Cada modificación individual se parece

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á lo que los matemáticos llaman uña diferencial, esdecir, una cantidad infinitamente pequeña, y sin em-bargo, durante un tiempo prácticamente infinito, la in-tegración de estas cualidades infinitesimales puedeproducir cambios definidos y considerables.

Si Darwin, lo mismo que Giordano Bruno, rechazala noción de un poder creador, obrando á la manerahumana, no es seguramente porque ignore las innume-rables y exquisitas adaptaciones, en las cuales sefunda la doctrina del artesano sobrenatural. Sulibro está lleno de hechos sorprendentes: cita, porejemplo, la maravillosa observación debida al doctorCriiger. Ha notado éste que se forma en una orquídeauna especie de estanquito con una abertura en formade tubo de descarga; las abejas visitan la flor; en elardor con que buscan los materiales para construirsus panales, se empujan unas á otras y caen en el es-tanquito, escapando por el tubo, mojadas á causa deeste baño involuntario; al salir frotan su cuerpo con-tra los estigmas viscosos de la flor, que lo revistende una especie de cola, y en seguida contra las masasde polen que se fijan también al cuerpo de la abeja,siendo conducidas á largas distancias. •¡Cuando laabeja, así provista, vuela hacia otra flor y vuelve porsegunda vez á la anterior, es impulsada por sus com-pañeras al estanquillo, sale por el tubo, las masas po-línicas, pegadas á su cuerpo, se ponen necesariamenteen contacto con los estigmas viscosos, que se apo-deran del polen, y de esta suerte se fertiliza la or-quidea. Examinemos ahora el caso del Catasetum. Lasabejas visitan estas flores con objeto de roer el la-bellum, y al realizar dicho acto tocan inevitablementeuna larga proyección en forma de hilo y dolada desensibilidad. Esta trasmite inmediatamente una sen-sación ó vibración á cierta membrana que se desgarraen seguida, poniendo en libertad un resorte, por mediodel cual la masa polínica, lanzada como una flechaante sí, se adhiere por sus extremidades viscosas aldorso de la abeja.» De aquí resulta necesariamente ladispersión del polen fertilizante.

El ánimo más preocupado por las ideas teológicasrechaza la teología y procura atribuir estas maravillasá causas naturales. Estas causas, según Darwin, po-nen de manifiesto el método de la naturaleza y no lostalentos técnicos de un artesano, obrando á la maneradel hombre. La belleza de las flores es debida á laselección natural. Las que más se distinguen por elcontraste vivo de los colores sobre el fondo verde delss hojas que les rodean, tienen más probabilidades deser vistas y visitadas por los insectos y por tanto fer-tilizadas, resultando más favorecidas por la selecciónnatural. Las bayas coloreadas llaman fácilmente laatención de los pájaros y de los animales que con ellasse alimentan, y esparcen á lo lejos la simiente mezcla-da á sus excrementos, de modo que los árboles y ar-bustos que producen estas bayas tienen las mejores

condiciones de éxito en la lucha por la existencia.Darwin estudia con profunda habilidad, analítica

y sintética el instinto quo guia á la abeja en la cons-trucción de las celdas #de su colmena. La sucesiónde estos razonamientos dará idea perfecta del métododel sabio zoólogo. Partiendo del instinto más perfec-tamente desarrollado, viene á parar al menos perfecto,desde la abeja que construye una colmena, hasta laabeja solitaria que se sirve del alvéolo que construyepara depositar en él su miel; y pasando por las diver-sas clases de estos mismos insectos, cuya habilidad esintermedia, procura demostrar la gradación á quepuede llegarse desde el tipo más bajo al más elevado,El punto importante en la industria de las abejas es laeconomía de la cera. Se asegura que se necesitan doceó trece libras de azúcar seca para la secreción de unasola libra de cera, resultando que las cantidades denéctar necesarias para la cera son considerables, ycada perfeccionamiento en el instinto de construcción,dando una economía de cera, es un provecho directopara la vida del insecto. El tiempo que en el primercaso empleaban en formar cera, lo emplean despuésen recoger y almacenar la miel que debe servir paraalimento durante el invierno. Darwin pasa de laabeja solitaria con sus groseras celdas, á la Melipona,con sus celdas más artísticas, y á la abeja de las col-menas, con su sorprendente arquitectura. Las abejasse colocan á igual distancia unas de otras sobre lacera, y después ahuecan con las patas esferas igualesalrededor de puntos escogidos. Las esferas se en-cuentran , y los planos de intercesión son delgadasláminas; así se forman celdas exagonales. Este modode tratar tales cuestiones es puramente representativo.El autor pasa ordinariamente de lo que es más perfectoy más complejo á lo que es menos perfecto y mássencillo, y os trasporta con él á través de una serie defases de perfección; añade crecimiento á crecimiento,procediendo por fases infinitesimales, y de este mododestruye gradualmente la repugnancia del lector áadmitir que el punto más elevado del conjunto puedaser resultado de Releccion natural.

Darwin no esquiva ninguna dificultad, y despuésde haber saturado, por decirlo así, el asunto con suspropias ideas, debe haber conocido mejor que suscríticos las debilidades y la fuerza de su teoría. Todoello seria poco humilde si se propusiera tan sólo unavictoria dialéctica temporal en vez del establecimientode una verdad que desea fijar sobre bases eternas. Noprocura, sin embargo, disimular los puntos débilesque ha encontrado; al contrario, se esfuerza por sa-carlos á luz. Sus grandes recursos le permiten hacerfrente á las objeciones dirigidas por sí mismo ó porotros, de tal modo que la impresión final que queda enel ánimo del lector consiste en que si estas objecionesno están satisfactoriamente contestadas, tampoco pro-ducen la ruina de la teoría. Destruida así su fuerza ne-

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gativa, el lector se encuentra en plena libertad de de-jarse influir por la masa inmensa de ovidencias positivasque á 3U vista presenta.' Esta grandeza en los conoci-mientos y esta facilidad en los recursos, hacen de Dar-win el más terrible de todos los antagonistas. Algunosnaturalistas eminentes se han pronunciado contra éldirigiéndole críticas, no siempre con intención de apre-ciar, su teoría con desinterés, sino «en el deseo evi-dente de poner tan sólo de manifiesto sus puntos dé-biles: esto no le irrita, contestando á cada objeción«on una sobriedad de lenguaje y una suficiencia queenvidiaría el mismo obispo Butler, acompañando cadahecho de los detalles convenientes, y colocándolo ensu justa posición y dándole una significación que, mien-tras permanecía aislado, no parecía clara. Toda estapolémica la ha mantenido sin la menor señal de ira.Se dirige á su asunto con la potencia impasible de unahelera, y pudiera compararse al arrastre que éstahace de las rocas, la manera lógica con que pulveriza lacrítica. Pero si al tratar de este grandioso tema debeprescindirse de toda pasión, adviértese en el momentode la aparición de una nueva verdad, una emoción in-telectual que con frecuencia colora las páginas deDarwin. Su éxito ha sido grande, y este hechoprueba, no sólo la solidez de su obra, sino lo prepa-rado que estaba el espíritu público á esta revelación.A. este propósito citaré una observación de Agassizque me sorprendió profundamente. Este hombre emi-nente, que procedía de una familia de teólogos, com-batió hasta el último momento la teoría de la selecciónnatural. Una de las muchas veces que tuve ocasiónde verle durante mi permanencia en los Estados-Uni-dos, nos encontrábamos en la bella residencia deMr. Winthrop, en Brookline, cerca de Boston. Al aca-bar el almuerzo nos colocamos todos, como por co-mún impulso, frente á un balcón, continuando allí eldebate que teníamos en la mesa. El arce lucia su her-moso follaje de otoño, y la exquisita belleza del pai-saje que se extendía ante nosotros parecin mezclarsesin disonancia á las ideas que animaban nuestros es-píritus. De pronto, con emoción, casi tristemente, vol-vióse Agassiz, y dirigiéndose á las personas que le ro-deaban, pronunció estas palabras: «Confieso que noesperaba ver recibida esa teoría como lo ha sido porlos mayores talentos de nuestra época. Su éxito tras-pasa cuanto podía imaginar.»

Hoy se ha llegado á grandes generalizaciones. Lateoría del origen de las especies es sólo una de ellas.Otra generalización hay de más alcance, más ampliay de una significación más radical, cual es la doctrinade la conservación de la energía, cuyas últimas con-clusiones filosóficas apenas se advierten. Esta doctri-na «relaciona estrechamente la naturaleza á la fata-lidad.» En una extensión que hasta ahora no ha sidoreconocida, saca de cada antecedente una consecuen-cia equivalente, y trata los fenómenos vitales lo mismo

que los físicos, bajo el dominio de esta conexión ca-sual, que, en cuanto ha podido comprenderla hastaahora el entendimiento humano, se afirma por todaspartes en la naturaleza. Largo tiempo antes de todaexperiencia definida sobre este asunto, se habia afir-mado la constancia y la indestructibilidad de la ma-teria; ahora bien: toda experiencia subsiguiente justi-tifica .esta afirmación. Nuevos descubrimientos hanextendido forzosamente los atributos de la indestruc-tibilidad. Esta idea, aplicada primero á la naturalezainorgánica, abrazó rápidamente la naturaleza orgá-nica. Demostróse que el mundo vegetal, aunque sa-cando casi todo su alimento de fuerzas invisibles, eraincompetente para engendrar de nuevo ni la materia,ni la fuerza. La mayor parte de su materia es,el airetrasformado; su fuerza es la fuerza solar trasformada.Probóse también que el mundo animal estaba igual-mente desprovisto de la facultad creadora, y que to-das sus energías motrices se reducían ú la combus-tión de su alimento; la actividad de cada animal, apre-ciada en conjunto, se compone de actividades trasfe-ridas de sus moléculas. Los músculos son depósitosde fuerza mecánica, potencial hasta que los nerviosle dan el impulso; desde entónce3 se metamorfosea encontracciones musculares. Se ha determinado la velo-cidad con que estos mensajes vuelan y vuelven á lolargo de los nervios, y se ha visto que era, no comose habia previamente supuesto igual á la de la luz óde la electricidad, sino menor que la velocidad delvuelo del águila.

Todo esto fue obra de la física. En seguida llegaronlas conquistas de la anatomía y de la fisiología com-parada, que revelaron la estructura de cada'animal yla función de cada órgano en el conjunto de la seriebiológica, desde el último zoófilo hasta el hombre. Elsistema nervioso fue objeto de largo y profundo estu-dio; reconociéndose cada vez mejor el admirable po-der fiscalizador, y en el fo'ndo completamente miste-rioso, que ejerce en todo el organismo físico y mental.El pensamiento no podia apartarse de un asunto tanprofundamente incitante. Además de la vida física deque se ha ocupado Darwin, hay una vida psíqui-ca, representando grabaciones similares, que tambiénreclama una solución'. ¿Cómo podrá uno darse cuentade los grados y de los diferentes órdenes del espíri-tu? ¿Cuál es el principio de crecimiento de este mis-terioso poder que en nuestro planeta tiene su puntoculminante en la razón? Aunque sin imponerse contanta fuerza a la atención de la masa general del pú-blico, estas cuestiones no sólo habian ocupado á másde un talento serio, sino que alguno de ellos las había,ya enunciado antes de la aparición de El origen delas especies.

Provisto de la gran cantidad de materiales que lafísica y la fisiología proporcionaban, hace ya veinteaños que Hebert Spencer estableció sobre esta base

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un sistema de psicología, cuya segunda edición, muyaumentada, cuenta sólo dos años de fecha. Las per-sonas que se han ocupado de los bellos experimen-tos de Mr. Pateau, recordarán que cuando en unamezcla de alcohol y de agua, teniendo la misma den-sidad que el aceite de oliva, se ponen en contacto dosesferitas de aceite, éstas esferas no se reúnen inme-diatamente; fórmase una especie de película, alrede-dor de las gotas, que se rompen tan pronto como losdos glóbulos se reúnen en uno solo. Hay organismoscuyas acciones vitales son tan puramente físicas comolas de las dos gotas de aceite; se ponen en contactoy se fusionafTünos con otros. Spencer conduce suargumentación partiendo áe estos organismos y si-guiendo uña gradación siempre ascendente de ellos áotros, que sólo se diferencian de los precedentes endébil variación de perfeccionamiento. Evidentementehay aquí dos factores que deben tomarse en conside-ración; la criatura y el elemento ó medio en quevive, ó como con frecuencia se dice, el organismo ylo que le rodea. El principio fundamental de Spen-cer consiste en que, entre estos dos factores, existeuna incesante acción recíproca. El elemento obra so-bre el organismo, y éste se modifica de modo queresponda á las exigencias que le rodean. Define puesla vida «una adaptación continua de las relaciones in-ternas á las relaciones externas.»

En los organismos más inferiores encuéntrase unaespecie de sentido táctil repartido en la superficie detodo el cuerpo: posteriormente á causa de las impre-siones exteriores y de las adaptaciones que le corres-ponden , algunas partes especiales de la superficie delcuerpo son más sensibles que las demás á los estimu-lantes. Encuéntranse en ellos los sentidos en su estadonaciente, y su base común es el sencillo sentido deltacto, que el sabio Demócrito reconoció hace 2.300años como el origen de todos ellos. La acción de laluz en el reino animal parece ser una simple perturba--cionde naturaleza química, parecida á la que se efectúaen las hojas de las plantas. Por grados la acción seencuentra localizada en corto número de células pig-mentarias, más sensibles á la luz que el tejido que lasrodea. El ojo empieza y es al principio solo capaz derevelar las diferencias de luz y de sombra producidaspor cuerpos muy próximos. Como la intercesión de laluz casi siempre va seguida del cuerpo opaco adyacen-te, resulta que la vista viene á ser entonces una espe-cie de («cío anticipado. La adaptación continúa; so-breviene por encima de los granulos pigmentarios unaligera hinchazón de la epidermis, empezando á for-marse una lentecilla, y, gracias á la continuación inde-finida de adaptaciones, se llega á la perfección que ca-racteriza el ojo del halcón ó el del águila. Lo mismosucede con los demás sentidos; son diferencias espe-ciales de un tejido, que en su origen era vagamentesensible en toda la superficie.

Con el desarrollo de los sentidos, las-adaptacionesentre et organismo y lo que le rodea, se extiende gra-dualmente en el espacio, resultando una multiplicaciónde experiencias y una modificación correspondiente enla conducta. Las adaptaciones se extienden también enel tiempo, abrazando de continuo mayores intervalos.Al mismo tiempo que verifican esta extensión en elespacio y en el tiempo, aumentan también las adapta-ciones en especialidad y en complejidad, pasando pordiversos grados de la vida animal y prolongándoseen el dominio de la razón. Las observaciones de-Spencer, respecto á la influencia del sentido deltacto en el desarrollo de la inteligencia, son por de-mas sorprendentes. El tacto es, por decirlo así, lalengua madre de todos los sentidos, y en esta lenguadeben traducirse, para ser de alguna utilidad al or-ganismo. De aquí deriva su importancia El loro esel ave más inteligente, porque en él la potenciatáctil está más desarrollada. Por medio de este sen-tido gana conocimientos, imposibles para las demásaves que no pueden servirse de sus patas como demanos. El elefante es el más sagaz de los cuadrúpe-dos, y la base de esta sagacidad es la facultad y ladestreza táctiles, y por tanto, la multiplicación de ex-periencias que debe á su trompa, tan maravillosa-mente adaptable. Por igual causa, los animales de laraza felina son más inteligentes que los paquidermos,exceptuando el caballo, que posee labios prehensiles ysensibles. En los cuadrumanos, la inteligencia y losapéndices táctiles progresan de acuerdo. Entre losmás inteligentes monos antropoideos encontramos elsentido del tacto y su delicadeza muy aumentadas,abriéndose de este modo nuevas vías de conocimientoal animal. El hombre corona el edificio, no sólo porvirtud del poder de sus manos, sino gracias á la enor-me extensión de alcance de su experiencia por los ins-trumentos de precisión que inventa y que le sirven desentidos y miembros suplementarios. La acción recí-proca de éstos la estudia y describe hábilmente. Esta .emociou intelectual latente, de que he hablado, á pro-pósito de Darwin, también se advierte en Spencer.Sus ejemplos poseen á veces una vivacidad y una fuerzaexcesivas, y á juzgar por el estilo que emplea en talesocasiones, puede deducirse que los ganglios del Após-tol del Entendimiento son algunas veces sitio de un es-tremecimiento poético naciente.

Hecho de suprema importancia es el de que las ac-ciones, cuya realización exige primero un esfuerzo yuna deliberación penosa, pueden, por costumbre, lle-gar á ser automáticas. Como ejemplo, citaré la lenti-tud con que un niño aprende á deletrear, y la facilidadcon que el hombre lee y funde en una •percepciónúnica, instantánea, sin esfuerzo, cada grupo de letrasque forman una palabra. Puede mencionarse tambiénal jugador de billar, cuyos músculos de la mano y delojo están, cuando llega á la perfección de su arte, in-

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conscientemente coordinados; el músico, á quien lapráctica hace capaz de fundir multitud de arreglosdel oido, del tacto y de los músculos en un acto de ma-nipulación automática. Combinando tales hechos conla doctrina de la trasmisión hereditaria, llegamos á lateoría del instinlo. Un polluelo, al salir del huevo,toma una posición de equilibrio conveniente, corre ycoge su comida, mostrando así que posee el poder dedirigir sus movimientos con objetos determinados.¿Cómo ha aprendido e! polluelo esta coordinación tan.compleja de los ojos, los músculos y el pico? No se leha enseñado individualmente, y su experiencia es nula,pero goza la ventaja de la experiencia de sus ante-pasados. En su organización, que procede de la he-rencia, están comprendidos todos los poderes queejercita desde su nacimiento. Lo mismo sucede con elinstinto de la abeja que construye su colmena. La dis-tancia en que se colocan unos de otros los insectosque abren los emisferios y construyen las celdas, esorgánicamente rememoriada. El hombre tambiénlleva consigo la textura física de sus antepasados,como la inteligencia heredada que indisolublemente leva unida. Los defectos de inteligencia durante la in-fancia y la juventud se deben probablemente menos áfalta de experiencia individual que al hecho deque, en el principio de la vida, la organización cere-bral es todavía incompleta. El período necesario parael completo desarrollo, varía según la raza y el indivi-duo. Lo mismo que una bala redonda adelanta á unabala cónica al salir del cañón del fusil, de igual modo,durante la infancia, una raza inferior puede adelantará una raza superior; pero al poco tiempo, ésta la al-canza y la adelanta á su vez. En cuanto á los indivi-duos, no siempre se' encuentra que la precocidad dela juventud se prolongue en poder mental en la edadmadura, y algunas veces, el atraso en la infanciacontrasta vivamente con la energía intelectual en losaños que la sigen. Newton, cuando niño era enfermi-zo, y en la escuela no demostró ninguna aptitud espe-cial; pero á los diez y ocho años fue á Cambridge yadmiró á los maestros por la inteligencia con que re-solvia los problemas geométricos. Durante su tranqui-la juventud, su cerebro se preparaba lentamente áconvertirse en órgano de aquellas energías que des-pués manifestó.

La imagen y la suscricion del mundo exterior seimprimen como estados de percepción en el organismopor miles de millares de golpes (empleando una frasede Lucrecio), y la profundidad déla impresión depen-de del número de golpes. Cuando dos ó varios fenó-menos llegan invariablemente unidos, se imprimencon igual profundidad, con el mismo relieve y liga-dos de un modo indisoluble. Llegamos aquí al cfintelde una gran cuestión. Viendo que no podia en ma-nera alguna desembarazarse de la percepción del es-pacio y del tiempo, Kant pretendía que eran formas

del pensamiento necesarias, y que los moldes y lasformas donde son arrojadas nuestras intuiciQnes per-tenecen á nosotros mismos y no tienen existen-cia objetiva. Spencer apela, con un poder y unéxito inesperado, á la teoría de la experiencia he-reditaria , como la llama, para resolver la cuestión.«Si existen, dice, ciertas relaciones exteriores queson sensibles para todos los organismos en todoslos instantes de la vida, relaciones absolutamenteconstantes y universales, resultará si establecimientode relaciones interiores correspondientes, absoluta-mente constantes y universales. El espacio y el tiem-po ofrecen ejemplos de estas relacione^. Siendo sub-stratum de todas las demás relaciones del non yo,deben tener por compensación las concepciones, queson los substraía de todas las otras relaciones delyo; y siendo los elementos constantes é infinitamenterepetidos del pensamiento, deben convertirse en ele-mentos automáticos del pensamiento, elementos del-pensamiento que es imposible apartar de las formasde intuición.»

Al proceder á esta aplicación y á esta extensiónde «la ley de asociación inseparable,» Spencer semantiene en un terreno, completamente distinto delde Sluart Mili, que invoca las experiencias acumu-ladas de la raza en vez de las experiencias del indivi-duo. En mi opinión, cambia por completo la restric-ción de experiencia de Stuart Mili. Esta restricciónignora el poder de organizar la experiencia suminis-trada desde el principio á cada individuo; ignora losdiferentes grados de este poder, poseídos por distin-tas razas y los diversos individuos de la misma raza.Si no hubiera en el cerebro humano un poder antece-dente á toda experiencia, tan capaces de educacióncomo un hombre, seria un perro ó un gato. Estas rela-ciones interiores predeterminadas son independientesde la experiencia del individuo. El cerebro humano es«el regfttro organizado de experiencias infinitamentenumerosas, reeibidas durante la evolución de la vida,ó más bien, durante la evolución de esa serie de or-ganismos, por los cuales ha sido creado el. organismohumano. Los efectos más uniformes y más frecuenteshan sido sucesivamente legados, capital é intereses,y sucesivamente elevados á esa alta inteligencia queyace en estado latente en el cerebro del niño. Asísucede que el europeo hereda de veinte á treinta pul-gadas cúbicas de cerebro más que el Papou; que facul-tades como la de la música, que apenas existen en al-gunas razas inferiores, son ingénitas en las razassuperiores, y que de los salvajes, incapaces de contarel. número de sus dedos y hablan un lenguaje que

- sólo contiene nombre y verbos, acaban por resultarlos Newton y los Shakspeare.»

Al principio de este trabajo he dicho que las teoríasfísicas, situadas más allá de los límites de la experien-cia, provenían de la evidencia por un fenómeno de

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abstracción. Instructivo es advertir desde este puntode vista la introducción sucesiva de nuevos concep-tos. La idea de la atracción y de la gravitación fueprecedida por la observación de la atracción del hierropor el imán, y de la de los cuerpos ligeros por el ám-bar frotado. La polaridad del magnetismo y de laelectricidad, hablando á los sentidos, llegó á ser elsubstratum del concepto de que los átomos y las mo-léculas están dotados de polos definidos, atractivos6 repulsivos, bajo cuya influencia son producidas lasformas definidas de la estructura cristalina. De estemodo la fuerza molecular llega á ser estructural. Nose necesitaba pensamiento muy atrevido para exten-der su esfera de acción á la naturaleza orgánica ypara reconocer en la fuerza molecular el agente queconstruye las plantas y los animales. La experienciaproduce así conceptos que son completamente ultra-experimentales.

El origen de la vida es un punto que Darwin ySpencer han tocado ligeramente, si es que lo hantocado. Disminuyendo progresivamente el númerode padres, llega por fin Darwin á una forma pri-mordial; pero, si no recuerdo mal, no dice cómoél supone que ha sido producida esta forma. Citancon satisfacción las palabras de un célebre escritorteólogo, que, «gradualmente llegó á ver que la creen-cia de que la Divinidad ha creado corto número deformas originales capaces de desarrollarse por símismas, es un concepto tan justo y tan noble deElla, como el de creer que necesita un nuevo acto decreación para suplir los vacíos causados por la ac-ción de sus leyes.» Ignoro lo que piensa Darwinde esta opinión acerca de la producción de la vida, ysi introduce ó no su forma primordial por un actocreador. Es, sin embargo, inevitable la pregunta de«cómo ha llegado esta forma.»*La disminución de lasformas creadas no produce, en suma, gran ventaja, yel antropomorfismo, que al parecer desdeña Dar-win, se asocia con igual fuerza á la creación decorto número de formas que al de multitud de ellas.Conviene en este punto explicarse con claridad ypor completo. O que se nos deje abrir librementenuestra puerta á la concepción de los actos crea-dores, ó si los abandonamos, cambiemos radicalmentenuestras nociones acerca de la materia. Si consi-deramos la materia como la ha pintado Demócrito ycomo ha sido definida durante varias generaciones ennuestros libros científicos clásicos, la imposibilidadabsoluta de que provenga de ella alguna forma devida, bastará para que se prefiera cualquiera otra hi-pótesis; pero las definiciones de la materia que dabannuestros libros clásicos, sólo se referían á sus propie-dades puramente físicas y mecánicas. Acostumbradospor nuestra educación é considerar completas estasdefiniciones, rechazábamos natural y justamente lano«ion mostruosa de que pudiera provenir cualquiera

forma de vida de tal materia. ¿Pero las definicionesson completas? Todo depende de la respuesta que sedé á esta pregunta. Ascendiendo por la linea déla viday viéndola aproximarse cada vez más á lo que llama-mos la condición puramente física, concluiremos porllegar á los organismos que antes he comparado á go-tas de aceite dentro de una mezcla de alcohol y deagua; llegaremos á los prologenes de Haeckel, dondetenemos «un tipo que sólo se diferencia de un frag-mento de albúmina por su carácter finamente granu-loso.» ¿Nos detenemos aquí? Al quebrar un imán en-contramos los dos polos en cada uno de sus nuevosfragmentos, y si continuamos rompiéndolos, por pe-queños que ellos lleguen á ser, cada cual contendrá,aunque debilitada, la polaridad del conjunto. Cuandono se les pueda romper más, llevaremos la visión in-telectual hasta las moléculas polares, ¿no nos vemosimpulsados á obrar de igual modo en el caso de lavida, ni tenemos la tentación de llegar casi á la de-ducción de Lucrecio, cuando afirma que «se ve á lanaturaleza hacer las cosas espontáneamente por símisma, sin que para nada intervengan los dioses,» niá la de Giordano Bruno cuando declara que la materia«no es esa simple capacidad vacía que han descrito losfilósofos, sino la rnaiire universal que ha creado cadacosa como fruto de su propio seno?» Estas cuestionesson inevitables; se aproximan á nosotros con gran ve-locidad, y no es indiferente el recibirlas con reveren-cia ó con irreverencia. Sin fingimiento alguno deboconfesar que miro hacia atrás, que atravieso el límitede la evidencia experimental, y que discierno en esamateria que en nuestra ignorancia, y á pesar del res-peto que á su creador profesamos, hemos cubierto,hasta ahora, de oprobio la aurora y la potencia de to-das las cualidades de la vida.

El materialismo que aquí enunciamos puede serdistinto de lo que se supone, y por tanto reclamo algu-nos momentos de atención al lector. «La cuestión deun mundo exterior, dice Stuart Mili, es el gran campóde batalla déla metafísica (1).» El mismo Stuart Milireduce los fenómenos exteriores á posibilidades desensación. Hemos visto que Kant hace del tiempo y delespacio formas de nuestras propias intuiciones. Des-pués de haberse probado Fichte, por la inexorable ló-gica de su entendimiento, que él mismo sólo era unanillo de esa cadena de eterna causalidad que con tantarigidez se mantiene en la naturaleza, rompe violenta-mente esta cadena, haciendo de la naturaleza y decuanto hereda una aparición de su propio espíritu (2).No es fácil combatir tales nociones. En efecto, cuandoos digo que os veo y que no tengo la menor duda deello, se me contesta, que de lo que yo estoy realmentecierto es de una impresión de mi propia retina. Si

Exammation of HamilLon,i>ty. 154.Bestimmung den Memchen.

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N.° 34 TYKDALL. LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS IDEAS CIENTÍFICAS. 541

pretendo ratificar mi vista tocándoos, se me replicaque traspaso realmente los límites del hecho, porquede lo que yo soy en realidad consciente, no es de queestéis vos allí, sino de que los nervios de mi mano hansufrido un cambio. Cuanto oimos, vemos, tocamos,gastamos y olemos, sólo es, se me dirá, una serie desencillas variaciones de nuestra propia condición queno podemos traspasar, ni aun en el grueso de un ca-bello. Pensar que toda cosa que responde á nuestrasimpresiones existe fuera de nosotros, no es un hecho,sino una deducción, y un idealista, como Berkeley, óun escéptico como Hume, le negaría toda validez.Spencer sigue otra vía. A sus ojos, como á los delhombre sin instrucción, no puede haber cuestión niduda sobre la existencia de un mundo exterior, perodifiere del hombre sin instrucción que cree que elmundo es realmente tal y como sus sentidos se lo re-presentan. Nuestros estados de conciencia son senci-llos símbolos de una entidad exterior que los producey determina el orden de su sucesión, pero cuya na-turaleza real jamás podremos conocer (t). En resu-men, todo el fenómeno de la evolución está en la ma-nifestación de un poder absolutamente capaz de in-crustarse en la inteligencia del hombre. El hombrepor sus propias investigaciones no puede descubrireste poder, lo mismo ahora que en tiempo de Job.Considerando á fondo-la cuestión, se comprueba quela vida se desarrolla por la operación de un misterioinsoluble, que las especias se han diferenciado unasde otras, y que el espíritu, desembarazado de los ele-mentos que le oprimen, puede penetrar en el incon-mensurable pasado. No es éste, como se ve, un ma-terialismo excesivo.

La fuerza de la doctrina de la evolución consiste, noen una demostración experimental, porque el asuntoapenas es accesible á este modo de prueba, sino ensu armonín general con el método manifestado hastael presente por la naturaleza. Además, obtiene, delcontraste enorme, fuerza relativa; de una parte, te-nemos una teoría, si es permitido darle este nombre,derivada, como lo eran las teorías de que he hablado

(1) En una Memoria, á la vez popular y profunda, titulada ñecenls

VrogrH déla Theorie de la Vision, Helmholtz estudia el.simbolismo de

nuestros estados de conciencia. Las impresiones de los sentidos sólo son

iignos de cosas exteriores. En est» Memoria, Helinholtz se pronuncia

enérgicamente contra la opinión de que la conciencia del espacio es in-

nata, y pone evidentemente en duda la • facultad del polluelo á recoger

los granos de trigo sin haberrecibido algunas lecciones preliminares. Sos-

liene que en este asunto, es necesario hacer aún algunas experiencias.

Estas experiencias las ha hecho después Mr. Spalding, ayudado, según

creo, en algunas de sus observaciones, por lady Amberly, excelente se-

ñora, cuya pérdida tan amargamente deploramos, y por ellas se prueba,

al parecer, de una manera decisiva, que el poiluelono neces^a ni un sólo

momento de enseñanza para aprender a estar de pié, á correr, a gober-

nar los músculos de sus ojos y á coger el alimento. Sin embargo, Hul-

mholtz lucha contra la noción de una armonía preestablecida, y no co-

nozco sus miras sobre la organización de las experiencias que hay que

hacer en ¡as razas.

al principio de este discurso, no del estudio de la na-turaleza, sino de la observación de los hombres, unateoría que convierte el poder, cuya vestidura adverti-mos en el universo visible, en artesano creado con-forme á un modelo humano y obrando por esfuerzosinterrumpidos, como vemos que. á los hombres suce-de. De otra parte estamos en presencia de una con-cepción que establece, que todo lo que advertimos al-rededor de nosotros y cuanto sentimos dentro de nos-otros, los fenómenos de la naturaleza física y los del •espíritu humano, tienen raíces imposibles de encon-trar en una vida cósmica, si así puede llamarse, quesólo presenta á la investigación del hombre una ex-tensión infinitesimal. Esta misma extensión no puedeconocerse sino en parte. Podemos seguir el des-arrollo de un sistema nervioso y poner en selacioncon él los fenómenos paralelos de la sensación y delpensamiento, distinguiendo con certidumbre absolutaque marchan concurrentemente; pero al procurarcomprender el lazo que los une, intentamos elevarnosen el vacío.

Tenemos necesidad en este punto de una palancaque no está á disposición del espíritu humano, ycomo ha dicho uno de nuestros ilustres amigos, el es-fuerzo para resolver este problema es igual al delhombre que intenta levantarse á sí mismo, cogiéndosepor su propia cintura.

Cuanto se ha dicho del asunto, debe considerarserelacionado á esta verdad fundamental. Cuando se ha-bla de sentido en estado naciente y de las variacio-nes de un tejido, al principio sensible en toda su su-perficie , variaciones asociadas á la modificación de unorganismo pqr lo que le rodea, se admite la idea deigual paralelismo, sin contacto, ó aproximándose hastael contacto. No hay fusión posible entre las dos clasesde hechos, ni energía motriz en la inteligencia delhombre, capaz de llevar el paralelismo á esta fusión,sin que-s» produzca una ruptura lógica del uno al otro.

La doctrina de la evolución hace derivar al hombreen su totalidad de la acción mutua del organismo yde lo que le rodea, efectuándose durante las innume-rables edades del pasado. Asi, pues, el entendimientohumano, esa facultad alrededor de la cual Spen-cer ha girado tan hábilmente, apoyándose en sus pro-pios antecedentes, es resultado del juego entre el or-ganismo y lo que le rodea, durante los períodos cósmi-cos del tiempo. La prescripción en verdad nunca llegóá plantear pretensión tan irresistible, y ya en este ca-mino Spencer llega á convenir en que, además delentendimiento, el hombre tiene gran número de facul-tades, cuyos derechos prescriptivos son tan fijertescomo los del entendimiento mismo. Como resultadodel juego del organismo con lo que le rodea, es porejemplo el azúcar dulce y el áloe amargo, y el olordel beleño difiere del perfume de la rosa. Semejanteshechos de percepción (para los cuales ninguna razón

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adecuada se ha dado hasta ahora) son tan antiguoscomo el entendimiento mismo, y muchas otras cosaspretenden con derecho el mismo antiguo origen.

Spencer alude en uno de sus párrafos á la más po-tente de las pasiones, la de la amatividad; la citacomo siendo, cuando se presentador primera vez, an-tecedente á toda experiencia relativa, cualquiera quesea, y afirma que podemos admitir que sus necesida-des son por lo menos tan antiguas y tan válidas como

' las del mismo entendimiento. Pero hay además otrascosas en la contesturá del hombre, tales como el sen-timiento de la veneración, del respeto, de la admira-ción; y no sólo el amor sexual, al que acabamos dealudir, sino el amor de la belleza física y moral de lanaturaleza, la poesía y el arte; hay también, ese sen-timiento profundo que desde la primera aurora de lahistoria, y probablemente durante siglos anteriores átela historia, se ha incorporado en las religiones delmundo. Los que apartados de estas religiones se de-jan guiar por la brillante luz del entendimiento, pue-den reírse de ello, pero sólo se reirán de los acciden-tes de forma, sin tocar á la base inmutable del sen-timiento religioso, en la naturaleza emocional delhombre.

El problema de los problemas, hoy dia, es dar áestesentimiento una satisfacción razonable, y, por grotes-cas que hayan sido bajo el punto de vista de la cul-tura científica, las religiones del mundo en su mayoría,por peligrosas, que digo, por destructoras de los privi-legios más caros á los hombres libres que algunas deellas hayan sido, á pesar del mal que harían aún sipudieran, es prudente y atinado reconocerlas comoforma de una fuerza, perjudicial ú se las permite in-troducirse en la región del conocimiento, para lo cualno tienen derecho; pero capaces de ser guiadas por elpensamiento liberal hacia nobles fines en la región dela emoción, que es su propia esfera. Es pura vaciedadoponerse á esta fuerza con el designio de estirparla; álo que debemos oponernos, aun á costa de la vida sinecesario fuese, es á toda tentativa de basar eneste dato elemental de la naturaleza humana un sis-tema que ejerza autoridad despótica sobre la inte-ligencia. No temo este porvenir; la ciencia lia amino-rado ya el peligro, y lo aminorará cada dia más.Veo la plácida luz de la ciencia difundiéndose en losespiritus déla juventud irlandesa, y llegando gra-dualmente al brillante resplandor del dia, dique másfuerte que las leyes de los príncipes ó la espada delos emperadores, contra toda tiranía intelectual ó es-piritual que pueda amenazar esta isla. ¿Qué hay yatemible para nosotros? Hemos dado la batalla y al-canzado la victoria, aun en la Edad Media. ¿Por quéhemos de dudar hoy de la resolución del conflicto?

Con pocas palabras se describe la posición inexpug-nable de la ciencia. Todas las teorías, todos los pla-nes, todos los sistemas religiosos que abrazan nocio-

nes de cosmogonía ó que de cualquier manera entranen su dominio, deben someterse á la fiscalización dela ciencia y abandonar toda idea de fiscalizar á laciencia. Lá opuesta línea de conducta ha sido desas-trosa en lo pasado, y hoy es sencillamente absurda.Todo sistema que quiera evitar la suerte de un orga-nismo demasiado rígido para acomodarse á lo que lerodea, debe tener una plasticidad correspondiente álo que los conocimientos crecen. Cuando esta verdadsea -completamente admitida, la rigidez desaparecerá;disminuirá el exclusivismo; se abandonarán algunascosas consideradas hoy como esenciales, y serán asi-milados algunos elementos que hoy se rechazan.

El punto esencial consiste en elevar la vida, ymientras existan el dogmatismo, el fanatismo .y laintolerancia, podrán emplearse diversos medios paraelevar la vida á más alto nivel.

Sucede á veces que la misma ciencia produce unapotencia motriz de origen ultra-científico. Whewelldice que un temperamento entusiasta es un obstáculoá la ciencia, pero se refiere al entusiasmo de las ea-bezas débiles. Hay un entusiasmo fuerte y resueltoque es para la ciencia un aliado, y á su fuego menosardiente, mejor que á la disminución de conoci-mientos1 intelectuales, debe atribuirse la no fecundi-dad de los sabios en su edad madura.

Mr. Buckle comete grave error cuando intenta apar-tar las obras intelectuales de la fuerza moral, porquesin fuerza moral quelas excite, las obras de la in-teligencia serian verdaderamente muy pobres.

Dícese que la ciencia está divorciada de la literatu-ra. Esta opinión, como muchas otras, proviene defalta de conocimientos. Véanse los escritos menostécnicos de los maestros de la ciencia, de los Hel-mhollz y de los Huxley, de los Bois-Reymond, y seadvertirá la extensión de cultura intelectual que exigen.¿Qué escritores modernos pueden citarse superioresá ellos en claridad y en vigoroso estilo literario? Laciencia no desea aislarse, sino combinar librementetodos los esfuerzos encaminados á mejorar la suertedel hombre. Con sus propias manos y sostenida, nopor exterior simpatía, sino por su fuerza interior, halogrado construir, al menos, una gran parle de ese edi-ficio con tantas habitaciones, cuya totalidad reclamael hombre. Si los groseros muros y mal afirmadospostes indican que un lado del edificio es cún incom-pleto, sólo con la sabia combinación de las parles re-queridas, uniéndolas á lo que está ya irrevocablementeconstruido, podemos alimentar la esperanza de aca-barlo. No hay inconsecuencia necesaria entre lo hechoy lo que falta por hacer. La luz moral de Sócrates noera incompatible con la física de Anaxagoras, que tantodespreciaba y que no se atrevería á despreciar hoy.Acuerdóme de uno de nosotros, cuya voz profética,ronca, pero potente, más que ninguna otra voz de estaedad, quitó hace unos treinta años 3us cadenas á la vida

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N.° 34 W. FONVIELLE.-—CORIOSIDADF.S DE LA METEOROLOGÍA. 513

y á la nobleza que gemian latentes en las capacidadesmejor dotadas; un hombre digno de sentarse al ladodn Sócrates y del Macabeo Eleazar; de atreverse á ha-cer y á sufrir cuanto estos osaron y sufrieron, digno,como lo dice él mismo, hablando de Fichte, «de habersido el maestro del Pórtico y de haber disertado so-bre la belleza y sobre la virtud en los jardines de Aca-demus. Poseyendo capacidad para comprender losprincipios físicos que su amigo Goethe no entendía, yque una falta absoluta de ejercicio no habia podidoatrofiar, ha sido gran pérdida para el mundo que enel vigor de sus años no haya dedicado sus talentos ysus simpatías á la ciencia, haciendo'de las conclusio-nes de ésta una parle de su mensaje á ia humanidad.Estando tan maravillosamente dotado, con un corazóny un entendimiento tan exquisitos, uno como otro,hubiera podido hacer mucho enseñándonos á ponerdo acuerdo sus protensiones respectivas, para que, enlos tiempos futuros, viviesen en paz, unidos por loslazos del espíritu.

Llegamos al fin de nuestro trabajo. Con más tiempoó mayor fuerza y saber, hubiese podido exponer me-jor lo que he dicho, tratando importantísimos puntosde un modo conveniente, pero no hubiese habido nin-gún cambio material en las ideas que he enunciado.Estas ideas no son para mí resultado de la reflexiónde un dia, y el lector debe conocer lo que, con ó sin suconsentimiento, le rodea rápidamente, obligando á ha-cer ciertas co'ncesiones. Un pensamiento de Ha mielnos enseña cómo pueden terminar las turbaciones dela vida ordinaria, y es muy posible psra todos com-piar la paz intelectual al precio de la muerte intelec-tual. No fallan en el mundo refugios de este género,y también es grande el número de personas que bus-can en ellos un abrigo y procuran persuadir á otrospara que les imiten. Yo os exhorto á rechazar ese abri-go y á despreciar tan vil reposo; si os veis obligados áelegir, aceptad el choque antes que la estagnación, elfuror del torrente, en vez de la inmovilidad del pan-tano. En lo primero, suceda lo que quiera, hay vida,y por tanto esperanza; en lo segundo no hay nada.He tocado cuestiones discutibles, conduciéndoos á unterreno peligroso. Lo he hecho para decir al mundoentero que la ciencia pretende tener un derecho deinvestigación ¡limitarlo, relativamente á estas cuestio-nes. No me convendrá decir que las miras de Lucre-cio, de Giordano Bruno, de Darwin y de Spencer pue-den ser malas, pero creo seguro que se modificaránestas miras. El punto importante consiste en que, ver-

• daderas ó falsas, queremos tener el derecho de discu-tirlas. EHerreno que ellas recorren es el de la ciencia,y el derecho que reclamamos, justificado por las tribu-aciones y las angustias impuestas y sufridas en épocasmás sombrías que la nuestra, ha acabado por conse-guir las inmortales victorias ganadas por la cienciapara la raza humana. Quisiera demostrar también

el avance inexorable del entendimiento del hombreen la senda del conocimiento, y los ardientes deseosde su naturaleza llena de emociones, que la cienciajamás podrá satisfacer. El mundo abraza, no sóloun Newton, sino un Shakspeare; no sólo un Boyle,sino un Rafael; no sólo un Kant, sino un Beelho-ven; no sólo un Darwin, sino un Carlyle, y la natu-raleza no se completa en cada uno de ellos, sino entodos ellos. No son opuestos, sino suplementarios; nose excluyen, se encadenan. Y si todavía no.satisfecho,el espíritu humano, parecido al peregrino que sus-pira por su lejano hogar, quiere volverse hacia elmisterio de que ha salido y procura modelarlo unien-do el pensamiento á la fe, mientras haga tales ten-tativas, no sólo sin intolerancia y sin gazmoñería,sino reconociendo de uu modo ilustrado que es impo-sible alcanzar aquí la última exactitud de concepción,y que cada edad que se sucede debe ser libre paraarreglar el misterio conforme á sus propias necesida-des; entonces, en contra de todas las restricciones delmaterialismo, afirmaré que existe un campo para elmás noble ejarcicio de lo que, por oposición con lasfacultades inteligentes, puede llamarse las facultadescreadoras del hombre.

Abandono un tema-demasiado vasto para ser desar-rollado por mí, pero que seguirán tratando los talentosmás ilustres largo tiempo después que nosotros ha-yamos desaparecido, como los nebulosos vapores de lamañana que se funden en el azul infinito del pasado (1).

JOHN TYHDALL,De la Sociedad Real de Londres,

CURIOSIDADES DE LA METEOROLOGÍA-

^ LA LLUVIA DK CRUCES.

Un gran número de cronistas de la Edad Mediarefloren fenómenos parecidos al que constituye elobjeto de esta noticia; pero la mayor parte perte-necen al dominio de la fábula.

Nos vemos, sin embargo, obligados á admitirla autenticidad de los fenómenos extraños queacompañaron á la erupción del Vesubio de 1660.Las cruces que cayeron entonces de las regionessuperiores del firmamento, fueron, en efecto, ob-servadas científicamente por el P. Kireher, físicomuy hábil.

La erupción de 1660 no dio lugar, según pa-rece, á temblores de tierra violentos, ni á la emi-sión de grandes columnas de lava. El volcan sedescargó principalmente, como otras veces, des-pués de un silencio prolongado, por la proyección

(1) En la primera parte de este trabajo, puhlicada en el número an-

terior, so ha llamado, por error, UMoria del maquiavelismo, á la obra

de Lange, Ululada Historia Ael materialismo.