de la etica en los tiempos modernos o del retorno a las virtudes publicas

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'.,~tituto de Estuc'ios Po'íticr:\ ; ':, U .ídad de Documentaci6fll De la Etica en los TIempos Modernos o del Retorno a las Vrrtudes Públicas María Teresa Uribe de Hincapié" "ser modernos es encontrar- nos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, conocimiento, transfonnación de nosotros y del mundo y que al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabe- mos, todo lo que somos [...] las perso- nas que se encuentran en el centro de esta vorágine son propensas a creer que son las primeras y tal vez las únicas que pasan por ello [...] sin embargo, la realidad es que un núme- ro considerable y creciente de perso- nas han pasado por ella durante cerca de quinientos años [...]" M.Berman Introducción El debate actual en Colombia so- bre la necesidad de una ética civil o ciudadana ha despertado diversas reacciones. Aquellas de quienes insis- ten en mantener como referentes pú- blicos de cohesión y como mecanis- mos de control social los de la moral * Profesora e investigadora del Instituto de Estudios Regionales y del IEP de la Universidad de Antioquia. católica; las propias del desencanto postmoderno de quienes desconfían de la capacidad de cualquier míni- mum ético para establecer unas con- diciones de supervivencia social; las de los nostálgicos de un pasado glo- rioso, que quisieran retornar al paraí- so perdido de la sociedad premoder- na o tradicional. Por ello,puede resultar de interés plantear, en el contexto de la sociedad colombiana, algunos elementos de análisis en torno a lo que sería una ética para los tiempos modernos y reflexionar sobre la incidencia de pro- cesos particulares de construcción de lamodernidad, tales como la ausencia de virtudes cívicas y públicas, y la generalización de las formas violen- tas para la solución de los conflictos. Esto implica buscarle respuestas ade- cuadas y serenas a tres tipos de interrogantes: - La moral católica y "los valores tradicionales de la sociedad colom- biana" (nunca bien definidos) pueden servir aún como referentes éticos y de identidad para el presente y el futuro del país? Sería posible y deseable re- cuperarlos? 7

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'.,~tituto de Estuc'ios Po'íticr:\; ':, U .ídad de Documentaci6fll

De la Etica en los TIempos Modernos o delRetorno a las Vrrtudes Públicas

María Teresa Uribe de Hincapié"

" ser modernos es encontrar-nos en un entorno que nospromete aventuras, poder,

alegría, conocimiento, transfonnaciónde nosotros y del mundo y que almismo tiempo, amenaza con destruirtodo lo que tenemos, todo lo que sabe-mos, todo lo que somos [...] las perso-nas que se encuentran en el centro deesta vorágine son propensas a creerque son las primeras y tal vez lasúnicas que pasan por ello [...] sinembargo, la realidad es que un núme-ro considerable y creciente de perso-nas han pasado por ella durante cercade quinientos años [...]"

M.Berman

IntroducciónEldebate actual en Colombia so-

bre la necesidad de una ética civil ociudadana ha despertado diversasreacciones. Aquellas de quienes insis-ten en mantener como referentes pú-blicos de cohesión y como mecanis-mos de control social los de la moral

* Profesora e investigadora del Instituto deEstudios Regionales y del IEP de laUniversidad de Antioquia.

católica; las propias del desencantopostmoderno de quienes desconfíande la capacidad de cualquier míni-mum ético para establecer unas con-diciones de supervivencia social; lasde los nostálgicos de un pasado glo-rioso, que quisieran retornar al paraí-so perdido de la sociedad premoder-na o tradicional.

Por ello,puede resultar de interésplantear, en el contexto de la sociedadcolombiana, algunos elementos deanálisis en torno a lo que sería unaética para los tiempos modernos yreflexionar sobre la incidencia de pro-cesos particulares de construcción delamodernidad, tales como la ausenciade virtudes cívicas y públicas, y lageneralización de las formas violen-tas para la solución de los conflictos.Esto implica buscarle respuestas ade-cuadas y serenas a tres tipos deinterrogantes:

- La moral católica y "los valorestradicionales de la sociedad colom-biana" (nunca bien definidos) puedenservir aún como referentes éticos y deidentidad para el presente y el futurodel país? Sería posible y deseable re-cuperarlos?

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- ¿Es suficiente una moral indivi-dual y privada para los tiempos mo-dernos en Colombia?

- ¿Qué papel le compete a la polí-tica en la construcción de una éticapública y cívica?

1. El Ethos y la EticaEldebate colombiano sobre la éti-

ca se ha orientado hacia su dimensiónantropológica y social, hacia la pre-ocupación por las visiones del mun-do, por las costumbres,los valores,lastradiciones y las determinaciones cul-turales que hagan posible la conviven-cia en la diferencia. Estas preocupa-ciones han dejado de lado otras, con-cernientes al fundamento filosóficodela ética, a las relaciones con la univer-salización de la razón (Kant), a la es-tructura comunicativa del lenguaje(Habermas) o a las restricciones de losjuicios morales. Por ello, más que a laética como expresión teórico-filosófi-ca, el debate se ha orientado hacia elethos socio-cultural de los colombia-nos, hacia sus prácticas sociales y susrepresentaciones colectivas.

Es entonces en el contexto delethos y no de la ética propiamentedicha, donde seenmarca esta reflexión,cuyo propósito no es solamente el deintroducir alguna puntada en el deba-te colombiano sobre el tema, sino tam-bién elde intentar desde allí establecerla relación con los asuntos de la mo-dernidad y de una nueva mirada so-bre la política.

El ethos sociocultural es el lugarde lo simbólico representado; es el

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espacio de los intercambios socialesdesde donde se construyen y se re-construyen los imaginarios colectivos,los referentes de identidad, los reco-nocimientos de lo igual y de lo dife-rente; en fin,lo que llama Durkheim,laproducción social de sentido y Weber lasestructuras de conciencia',

El ethos socio cultural, instituyede sentido las acciones de los sujetos,los grupos,las asociaciones, las clases,lospueblos y las naciones. Con base enél (el ethos), operan las nocionesprimigenias de lo bueno y lo malo, lolícito y lo prohibido, lo posible y loutópico. El ethos perfila las actitudesfrente a lo sagrado y lo profano, lomístico,lo mágico, lo trágico, la vida yla muerte. Es en el ethos socioculturaly en sus expresiones discursivas don-de se desarrollan los procesos de iden-tidad y cohesión social y donde arrai-ga la moral y la ética.

El sentido de pertenencia de unsujeto a la colectividad, a la sociedad,pasa pues por su inserción en esemundo instituido de sentido. Allí es'donde se percibe como miembro desu colectividad porque participa en elconjunto de sus significaciones socia-les, en el "nosotros" y se diferencia delos "otros", de los que estarían porfuera, al margen oal frente de esaentidad simbólicamente constituida.

Los ethos socioculturales ademásde definir el "adentro" y el "afuera"tienen un cronotopo determinado, unterritorio y un tiempo en el que seenmarcan los procesos colectivamen-te vividos y se elaboran los cambios y

1. Ver al respecto: BERIAIN, [osetxo. Representaciones colectivas y proyecto de modernidad. Barcelona: Anthropos,1990, p. 28 Y ss.

lastransformaciones sociales;a su vez,los ethos socioculturales y las tramasde representaciones colectivas porellos constituidas, requieren (segúnDurkheim y Weber) cierto grado deinstitucionalización y objetivación enestructuras cognocitivas, normativasy estatales",

Toda sociedad que pueda llamar-se así precisa de una institucionaliza-cióndel saber social y del orden colec-tivo (expresiones del mundo institui-do de sentido) y precisa también deregularidad, estabilidad e intersubje-tividad de su sistema cultural. Igual-mente requiere de una periodizaciónde las prácticas sociales en el másamplio sentido del término: económi-cas, religiosas, políticas, sexuales, lú-dicas, en orden a garantizar la cohe-sión y la integración de la sociedad.

La producción social de sentidoes histórica y muy vulnerable a loscambios y a las transformaciones so-ciales; los cambios desplazan y re-construyen los ethos socioculturales;los viejos referentes colectivos dejande operar corno guías ciertas en ladirección de las acciones y los juiciosmorales no son ya unívocos y claros;estas situaciones de vorágine y trans-formación, de pérdida de valores, noson otra cosa que la disolución-recomposición del tejido cultural en el ¡

cual tenía su pleno sentido de orden yorientación el viejo ethos sociocu~'turaP.

La pérdida de los marcos refe-renciales y simbólicos tradicionalessignifica ni más ni menos que la pérdi-da de sentido; ya no hay una solagramática para leer lo que pasa; lasviejas identidades se sienten profun-damente amenazadas; no hay puntosde referencia; el orden nuevo no se vecorno tal sino corno caos; no hay nadasólido o seguro a lo cual pueda unoasirse porque corno diría Berman, escorno si todo lo sólido se desvanecieraen el aire". J

2. Del Ethos Tradicional alEthosModernoEn las sociedades tradicionales o

premodernas, predominantementeagrarias, no industrializadas ni urba-nizadas, los ethos socioculturales, di-versos y fragmentados, expresan sumundo instituido de sentido a travésde una primera forma discursiva: lareligión o lo que los postrnodernos(Lyotard) llaman el metarrelato reli-gíoso".

Las sociedades premodernas searticulan sobre un solo centro aglutinantey totalizador -lo sagrado-- en torno alcual se desarrolla la' vida social delgrupo en cuestión y el metarrelatoreligioso o sacro es el que instituye desentido las tramas culturales y proveeun complejo sistema de repre-sentaciones a través del cual los

2. lbidem, p. 47.3. Este proceso es magistralmente descrito en: GEERTZ, Clifford. "Géneros confusos, la refiguraci6n del

pensamiento social". En: GEERTZ, Clifford. el. al. El surgimiento de la antropologfa posmoderna. México: Gedisa, 1991,p.63-68. .

4. BERMAN, Marshall. Todo lo s6lido se desvanece en el aire. México: Siglo XXI, 1989, p. l.5. VA TTIMO, Gianni. "Postmodernidad: ¿una sociedad transparente?". En: VATTIMO, G. el. al. En torno a la

postmodernidad. Barcelona: Anthropos, 1990, p. 9-39.

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hombres se ven a sí mismos y a susociedad; allí encuentran respuestas aproblemas prácticos y vitales y, unsistema de valores compartidos quefavorece la integración cultural y lacohesión social.

Elmetarrelato religioso seexpresatanto en las formas primitivas deltotem y el mito como en las llamadasreligiones universalistas de occidente;dentro de éstas, las judeocristianas engeneral y la católica en particular,instauraron la idea de un solo Diostrascendente que recompensa ycastigay una concepción nueva sobre el serhumano y su destino; éste no es yaasunto de los dioses o de las estrellas;su situación tanto aquí como allá,depende en esencia del mantenimientoy el cumplimiento de una serie demandatos morales que constituyentodo un decálogo de comportamientoético.

De esta manera el metarrelatoreligioso y sagrado se convirtió en elcentro simbólico y estructurante de losocial, es decir, lo instituyó de sentido;impregnó profundamente el ethossociocultural y garantizó con la fuerzade lo extra temporal el cumplimientode su código ético.

En las sociedades modernas,industrializadas, urbanizadas yeman-cipadas, los ethos socioculturales su-fren un profundo cambio que consistesegún Dur kheim en la racionalizacióny universalización de las representa-ciones colectivas. La sociedad pierdesu centro estructurante sacro y se de-sata en una pluralidad de esferas rela-tivamente autónomas, regidas por ló-

6. Citado por: BERIAIN, [osetxo. Op. cit., p. 78.

gicas particulares, con discursos pro-pios legitimantes y pretensiones espe-cíficas de validez. La sociedaddescentrada, la llama Weber, paradesignar ese largo y complejo procesoa través del cual lo sagrado deja de serel principio estructurante y totaliza-dor del orden social, su raíz y su fun-damento, para dar paso a la forma-ción de una constelación de significa-ciones y de universos simbólicos dife-rentes y a veces confrontados".

En la sociedad descentrada seautonomizan la esfera de la ciencia ylatecnología, instaurando otro modelo Icognocitivo y de saber en la sociedad,la esfera político normativa que ya norefleja el orden sacro ni recurre alegitimaciones extratemporales se-parando sus competencias del campode la moral religiosa y, la esferaexpresiva del arte y la literatura quedefine sus propias reglas estéticas yvalorativas.

La sociedad descentrada sustitu-ye el metarrelato religioso por el me-tadiscurso de la razón, secularizante,profanador si se quiere y profunda-mente erodador de las certezas de la ¡

vieja sociedad. Desde allí se replan-tean las relaciones entre moral y dere-cho y se le debate a la religión elmonopolio sobre las nociones de lobueno y lo malo, lo lícito, lo justo, lo)bello y lo útil.

La modernidad también instauraun nuevo sujeto de la historia, el indi-viduo, otorgándole la posibilidad deconstruír su mundo, de elegir y deescoger, y autonombrándolo como lapiedra angular del nuevo orden social

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prometiéndole un horizonte siempreabierto a un progreso sin Iímites",

El metadiscurso racional no estáexentode críticas;para los teóricos dela Escuela de Frankfurt éste devieneen razón instrumental", para los post-modernos en un nuevo mito tan esté-rilcomo elprimero. Al margen de esedebate lo que nos interesa resaltaraquí es la implicación del descentra-miento del mundo en los ethos socio-culturales y en las representacionescolectivas:

- Las representaciones colectivasse desacralizan y se desmitologizan,presentándose una primera dicotomíaentre lo sagrado y lo profano. Elmun-dode lascreencias sagradas y trascen-dentes se restringe a la órbita de loprivado,delamoralindividual,mien-tras que lo secular racionalizadodeviene en público, normatizado ylegalizado, constituyendo. desde allínuevos referentes de identidad y uni-versossimbólicos, tales como losde laciudadanía, la democracia y el Estadoracional legal. Estas son, en la moder-nidad, las formas de inserción de losindividuos en su sociedad, mientrasque la nación es la forma de la identi-dad. Esta gran dicotomía entre lo sa-grado y lo profano se desagrega enotras de menor espectro: la sociedadcivily lasociedad política, lopúblico y .lo privado, el individuo y el Estadot,

- Las representaciones colectivasseplural izan, se complejizan y a vecesse confrontan; múltiples referentes

simbólicos compiten por instaurar ylegitimar formas de integración y decohesión social: la nación, la etnia, laclase, la corporación, el partido, elsindicato, los grupos de interés.

- La secularización y el pluralis-mo propios de la modernidad con-tribuyen a acentuar la diferencia-ción estructural de todo el sistemasocial, tras toca los tiempos, los es-pacios y los territorios, es decir, elcronotopo; además, multiplica losestilos de vida, las cosmovisiones,los roles, las funciones y las activida-des, en fin, los referentes concretosde la vida social en los cuales sesustentaba y de los cuales se nutría elviejo ethos sociocultural.

En suma, los tiempos modernosexigen nuevos marcos referenciales,nuevas representaciones colectivas,nuevos valores secularizados que ga-ranticen un mínimo de cohesión sociale integración cultural y demandan queesas representaciones colectivaslogrenpermear y cambiar el ethos sociocul-tural, instalándose en las mentalida-des y en los modos de ser y de ver elmundo, en los sentidos comunes, esdecir, que se imbriquen con la cultura.Si esto no ocurre, la modernidad nopasa de ser un proceso incompletoporque ésta, como dice Berman, esuna forma de experiencia vital, unamanera de vivir y de asumir las trans-formaciones inducidas por la moder-nización económica, tecnológica e ins-trumental'".

7. BEJAR, Helena. El ámbito de lo Intimo; privacidad, individualismo y modernidad. Madrid: Alianza, 1988, p. 26y ss.8. Sobre la escuela crítica ver: COLOM GONZALEZ, Francisco. "La génesis del pensamiento francfortiano". En:

COLOM GONZALEZ, Francisco. Las caras del leviatán. Barcelona: Anthropos, 1992, p. 15-65.9. HABERMAS, [ürgen, La reconstrucci6n del materialismo hist6rico. Madrid: Taurus, 1983, p. 44 Yss.10. BERMAN, Marshall. Op. cit., p.3.

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3. El tránsito de lo tradicional alo moderno en Colombia¿La ausencia de valores y de un

mínimun ético en la Colombia de hoy,está referida, como muchos lo pien-san, a la modernidad postergada, aldestiempo entre modernidad y mo-dernización ?~1,o, ¿inciden también enesas situaciones de vacío ético las vías através de las cuales se accedió a lostiempos modernos en el país?

Sin desconocer la importancia dela primera tesis, preferiría explorar lasegunda, siguiendo a grandes trazoslas transformaciones históricas en losethos socioculturales y el significadoparticular del tránsito de lo tradicio-nal a lo moderno.

Para el caso de América Latina yde Colombia en particular, la socie-dad tradicional fue el resultado de laconfrontación violenta de tres ethossocioculturales distintos en sus uni-versos simbólicos, en sus cosmovisio-nes, en sus representaciones colecti-vas y en sus expresiones culturales,pero centrados todos en metarrelatosmítico-religiosos. Al final se impuso, asangre y fuego, elethos agenciado porlos colonizadores pero sin lograr des-componer del todo las cosmovisionestotémicas ancestrales más dionisiacasy sensuales, cuyos ritos mágicos pro-veían formas de identidad y cohesióntan sólidas que han perdurado porcinco centurias".

De esa confusa confrontación depueblos y etnias, el metarrelatoreligioso, expresado a través del

catolicismo, logró convertirse en elfactor estructurante de la sociedadmestiza y blanqueada; instituyó desentido el mundo colonial y buenaparte del republicano; se impuso comomatriz primordial del orden moral,normativo y político y marcó los hilosculturales que definían el cronotopo:impuso los tiempos de sembrar yrecoger, los de la cotidianidad y de lafiesta (patronales por excelencia), losde la sexualidad y la abstinencia ysacralizóconsus ritos los ritrnosvitalesde los hombres desde el nacimientohasta la muerte:

A su vez, demarcó y nombró loslugares y los territorios con sussímbolos y sus instituciones.Alrededor de laiglesia seconstruyeronlos poblados, pues ella representabael lugar principal, el centro referencialque preside y vigila el espacio de laplaza pública y del mercado local;nombró con su santoral pueblos,veredas ycomarcas y regó de imágenesreligosas y santuarios los caminos ylos circuitos veredales. La parroquiafue también, durante buena parte denuestra vida colonial y republicana, launidad administrativa menor en elordenamiento territorial del país: paraque un poblado fuera reconocido porla entidad estatal debía ser primeroparroquia y para que un sujeto fueseaceptado en elcorpus de la ciudadaníadebía pertenecer mucho antes a lacomunidad cristiana mediante elbautismo.

Lo común y lo colectivo, el domi

11. MELO, Jorge Orlando. "Algunas consideraciones globales sobre modernidad y modernización". En: VNIE-SCAS, Fernando y GIRALOO, Fabio (Comp). Colombia, el despertar de la modernidad. Bogotá: Foro Nacional porColombia, 1991, p. 225 Yss.

12. URIBE, María Teresa. Legitimidad y violencia. Una dirnensién de la crisis poUtica colombiana. Medellín: INER,Universidad de Antioquia, 1990, mimeo, p. 30 Yss.

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nio de lo propiamente público, seimbricó con lo sagrado, se confundióconél. Fue la cosmovisión religiosa laque estructuró, tanto el principiocognocítívo-e-elsaber-como elprin-cipio normativo -las reglas mora-les- frente a las cuales, los mandatosy leyes del Estado y el Estado mismodebían subordinarse. Lo público y loprivado fueron esferas indiferenciadasy convergentes hacia ese centroestructura dar y totalizante de lo sa-grado que impregnaba con su lógicatodo el sistema social.

En Colombia, lo público tuvocomoprimera expresión la comunidadcristiana,entendida como lacomuniónde bienes espirituales, de creencias yde mandatos morales. Los referentesde identidad se construyeron desdeallíy separticipaba en esa comunidadsiseera recibido por la iglesia median-te los ritos sacramentales. Lo público'[entendido como comunidad cristia-na, no logró establecer límite algunoentre la moral privada y las virtudes.públicas; éstas no existían como tales •ni resultaban necesarias pues lo co-mún y locolectivo estaban totalmenteacotadospor el universo simbólico delamoral católica, que partía del presu-puesto según el cual un buen cristianoera también un buen ciudadano., .-/

Según Femán González", la igle-siacatólicasehizo presente en la socie-dad tradicional colombiana a travésde estructuras parroquiales de tiporural y pueblerino, de una pastoralcentrada en la administración de lossacramentos (los que a su vez ordena-ban elcronotopo), de una predicación

orientada hacia la conservación de lafe-y.también haci'a el control de lasbuenas CQ§tumbre~y de los espaciosde socialización: las instituciones fa-miliares y educativas. Es decir, unapresencia acentuada en los dominiosde lo doméstico-privado y de lo tras-cendente, que fortalecía la identidadsocial, la cohesión y la integración delos sujetos en la comunidad cristiana.

Sin embargo, este modelo de in-tegración y cohesión, aparentementesólido y omnipresente, no logró disol-ver del todo los ethos socioculturalesde las etnias dominadas: la india y lanegra. Algunos de ellos lograron, através de la resistencia y la supervi-vencia, preservar sus identidades si-tuándose en la periferia del corpussocial y por fuera de la comunidadcristiana, es decir, allí donde la manode la iglesia y el Estado no alcanzarana llegar.

Buscaron lugares donde el espa-cio y el tiempo no estuviesen marca-dos y controlados por lo sacro católicoy donde pudiesen librarse de la pasto-ral sacramental, que definía formas derelación, sujeción, dominación y con-trol que chocaban con sus cotidianida-des, con sus fiestas, con sus estructu-ras parentales, con las formas de vivirla sexualidad, de asumir el cuerpo, deenfrentar la muerte, la tragedia y elnacimiento. En fin, donde pudiesenidentificarse mediante mitos y ritosque les otorgaban una forma particu-lar de "estar en el mundo".

Estos ethos socioculturales dis-tintos no fueron asumidos como talessino como inmorales y bárbaros. Se

13.GONZALEZ, Fernán. "Etica pública, sociedad moderna y secularización". En: PROGRAMA POR LA PAZ.Colombia una casa para todos. Debate ético. Santafé de Bogotá: Ed. Antropos, 1991, p. 52.

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los juzga y se los condena desde lamoral católica, desde el código sacro,como transgresión y pecado, exclu-yéndolos del mundo instituido de sen-tido, pues para la cultura dominante,ellos representaban el sin sentido.

De esta manera se fue configu-rando a lo largo de los siglos un gruponumeroso de población no sujeta nicontrolada por los poderes institui-dos, excluída de la comunidad cristia-na, que vivía "sin Dios y sin ley" ypercibida por las autoridades comoindómita, perezosa, relajada en suscostumbres, ignorante e incapaz.

Esta diferenciación, realizada des-de el código moral católico, tuvo unadoble expresión: la exclusión étnica yla exclusión espacial, acentuadas poruna presencia desigual de la iglesia enel territorio.

Dice González'" que los procesosevangelizadores se centraron en losaltiplanos, en los centros poblados ylas ciudades, en las zonas de mayordensidad de población y en las másarticuladas al dominio español, de-jando por fuera losvalles interandinos,las laderas cordilleranas de "tierracaliente" y las áreas selváticas y pocopobladas· como la Orinoquia, laAmazonia, el Darién y la Guajira.

Estos fueron desde entonces losespacios de la alteridad y la otredaddonde los ethos primigenios se fuerontransformando a la sombra de la ex-clusión, ahondando y profundizandopor esta vía la diversidad regional y laheterogeneidad social.Ellos,vistosporla sociedad mayor como una amena-za a su propia identidad y como un

14. lbidem, p. 53.

riesgo latente para la supervivenciade la comunidad cristiana, configura-ron de esta manera fronteras históricoculturales que escindieron y fractura-ron, antagonizándolas, las partes deun todo imaginario que no tuvo míni-mos referentes comunes para legiti-mar su existencia como pueblo ocomonación.

4. Laluchaporlarepresentaciónde lo públicoEladvenimiento de la república y

lafundación de un Estado estructuradojurídicamente bajo la forma racional-legal, formalmente regido por leyesabstractas y generales, instauraba, porlo menos en el orden constitucionalque lo fundamentaba, una sociedadmoderna que como tal abandonaba,como principio estructurante ylegitimador del orden social, almetarrelato religioso para descentrarel mundo en esferas relativamenteautónomas, con lógicas propias, sepa-rando el derecho de la moral y dandopaso a unas representaciones colecti-vas o estructuras de concienciaracionalizantes y universalistas.

Este descentramiento de losocial,suponía también la escisión entre loprivado y lo público, emancipando lopúblico de la tutela moral de la iglesiay configurándolo como un espacioesencialmente secularizado.

Esta tensión entre lo tradicionalreal y lo moderno imaginado, desataun largo proceso, inconcluso aún porla representación de lo público, entre losdefensores de un órden sacro y los

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impulsadores de un orden laico ysecularizado que se expresa en lasluchas Iglesia-Estado durante el sigloXIXy buena parte del siglo xx.

Tal confrontación entre lo tradi-cionaly lo moderno tuvo una primeraexpresión política en la configuraciónlasdos corrientes partidistas: la liberaly la conservadora.

Elproyecto político conservador,definiósu perfil en tomo almetarrelatoreligioso, la moral católica, la autori-dad de la iglesia y las representacio-nes colectivas por ella instauradas, esdecir, insistió en mantener lo públicocomo comunidad cristiana y al Estadorecién fundado como el órgano espe-cializado para el control social y elmantenimiento de las reglas morales.

Elproyecto conservador se iden-tificócon la trama cultural de lo quepodríamos llamar la hispanidad -manifiesta en la religión, la lengua (deallí su interés por la gramática y laortografía), la tradición y el orden je-rárquico estamental y segmentado,heredados del régimen colonial-o Ensuma, elproyecto conservador defen-día el mundo de lo tradicional, másretardatarioescierto, pero mejor apun-taladoenelethos sociocultural y en losuniversos simbólicos de la sociedadmayor".

El proyecto de los liberales radi-calespor el contrario, intentaba a tra-vés del metadiscurso racionalizan te,emancipar lo público, separando enesferas distintas la iglesia y el Estado(losacro y lo profano), generalizandounas representaciones colectivas yunas estructuras de conciencia defini-

15. URIBE, María Teresa. Op. cit., p. 33 Yss.

das por los valores propios de la mo-dernidad y, confrontando todo el le-gado hispánico desde los principiosfilosófico-morales del iluminismo eu-ropeo; de allí que enfatizaran en:

- la secularización de la vida socialtransladándole al Estado la potestadde definir los marcos de las relacionesintersubjetivas yde los individuos conel Estado, sin necesidad de las media-ciones sacramentales como las delbautismo o el matrimonio católico.

- la soberanía entendida como laemancipación de la tutela eclesiásticay la autodeterminación política sininterferencia s externas de otros pode-res o estados, entre ellos, el de la SantaSede.

- la ciudadanía como condición deexistencia social y de inserción en lacomunidad nacional. La generaliza-ción de la ciudadanía precisaba de ladescomposición de las sociedadessegmentadas y de la aceleración delproceso de individualización; de allísu interés por la abolición de formascorporativas como la esclavitud y los .resguardos.

-la educación laicay obligatoria paragarantizar la socialización de los ni-ños en los valores de la modernidad,emancipándolos también de la tutelareligiosa; en este mismo sentido iba laidea de libertad de imprenta.

- la diferencia entre derecho y moraldelimitando claramente las compe-tencias y diferenciando el pecado deldelito, sobre todo en el ámbito decomportamientos individuales comolaprostitución,elconcubinato,elaban-dono del hogar, la beodez, considera-

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dos inmorales por la iglesia y sancio-nados como delito de vagancia por elEstado. Esta separación pasaba tam-bién por la necesidad de definir unpa trimonio fiscal público con caráctervinculan te, separándolo de los im-puestos religiosos como el censo y eldiezmo que no tendrían carácter deobligatoriedad pública ni sancionespenales por su incumplimiento.

Este proyecto político de los libe-rales radicales (1848-1880)fue la úni-ca propuesta política en Colombiaorientada con un sentido de moderni-dad y también la única que propuso,en el marco de la ética, un ideario debuen ciudadano consignado en elpro-yecto de escuela laica (1870),es decir,un esquema de derechos, obligacio-nes y libertades que buscaba consoli-dar y socializar lo que Tocquevillellamaba las virtudes públicas".

La corriente liberal posterior alradicalismo, aunque conservó por al-gún tiempo el espíritu secularizante,relegó las virtudes públicas y losasun-tos de la ética ciudadana a un planomuy secundario, orientándose haciaunas representaciones colectivas refe-ridas a la libertad individual, la pro-piedad privada y el progreso, deján-dole los asuntos de la moral, la justiciay la autoridad al partido conservador.

Aquel proyecto de los radicaleschocó no solamente con la propuestaconservadora y católica sino tambiéncon los ethos socioculturales de lamayor parte de la población, es decir,careció de anclajes en la realidad so-cial que seguía siendo predominante-

16. BEJAR, Helena. Op. cit., p. 58 Y ss.17. URlBE, María Teresa. Op. cii., p. 36 Yss.

mente tradicional, rural y pueblerina,anudada en formas de sociabilidadprimarias como el parentesco, el ve-cindario, el localismo, las relacionescaudillistas y el gamonalismo".

La lucha por el control de la re-presentación de lo público entre elconservadurismo y el radicalismo nologró definirse a favor de ninguno delos grupos enfrentados; la esfera pú-blica no sería ya comunidad cristianaen el sentido del orden tradicional,pero tampoco sociedad de individuoslibres articulados por las representa-ciones colectivas racionalizantes yautónomas de la sociedad moderna.Por el contrario, lo público terminóescindido en dos mitades mutuamen-te excluyentes y antagonizadas de cu-yas agresiones recíprocas está hechala historia de Colombia.

Esta escisión de lo público terminóanulando este espacio privilegiadopara la formación de universos sim-bólicos de cohesión y de identidad. Ensu lugar se instauraron las de los par-tidos como representantes de comu-nidades imaginadas que otorgabansentido de pertenencia y representa-ciones colectivas a las localidades, lossujetos, los vecindarios y las regiones,creando un sentido de nación y depatria que se confundía con los.parti-dos y se imbricaba con ellos.

La lucha por la representación de lopúblico propició su escisión, su fractu-ra y su reemplazo por las dos colecti-vidades partidistas; éstas pasaron aacotar ese espacio, a representarlo, asimbolizarlo. Fueron sus universos

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simbólicos y no los de la nación o delEstadolosque leotorgaron algún prin-cipio legitimador e integrador a lasociedad colombiana.

Esta vía tortuosa e híbrida en eltránsito hacia la modernidad, tuvorepercusiones de hondo calado en lavida política nacional. Aquí enuncia-mos las siguientes:

. - Lo público sustituido y la ausenciade cultura política. La escisión de lo.público en lo partidista no permitióque se transformase de manerasignificativaelviejoethossocioculturaly que las representaciones colectivasracionalizantes y universalistas, queexistían objetivamente en la Cons-titución y en la ley, fuesen asumidas eintegradas por los sujetos como partede sus mentalidades o como guíaspara orientar sus acciones y suscomportamientos; por el contrario, laidentidad fue partidista y excluyente.Elantagonista político fue consideradocomouna amenaza para la identidad,para el ser social colectivo. Estefenómeno dió paso a una mentalidadexcluyente que dificulta la con-formación de una verdadera culturapolítica. ,

La escisión del referente públicono permitió la consolidación del Esta-do como "el otro generalizado" (talcomo lo concebía Durkheim)". El Es-tado existía formalmente en elordenamiento jurídico pero no erapercibido así por la mayor parte de lossujetos sociales. Estos carecían de re-presentaciones colectivas para identi-ficar la diferencia entre Estado y par-

18, BERIAIN, [osetxo. Op. cit., p, 58 Yss.19. PECAUT, Daniel. Orden y violencia. Bogotá: Siglo XXI, tomo 2, 1987, p. 535.

tidos, lo que condujo a la construccióndel primero como un aparato débil,fragmentado y con dificultades realespara mantener el orden y organizar lavida social.

- La debilidad de lo social y lasobrepolitización de los conflictos. La esci-sión de lo público y su representaciónen forma partidista, aunada a la debi-lidad del Estado, determinó que lamayor parte de los conflictos transita-ran por los canales de los partidos y sedebatieran en el espacio de lo propia-mente político, aunque originalmenteno tuviesen dicho carácter. De allí re-sultarían las confrontaciones sobre-politizadas que ante la escisión de lopúblico se resolvían por la fuerza, laguerra y la violencia.

Así, conflictos étnicos, vecinales,entre localidades y regiones, inter-individuales, conflictos por la tierra,por el control de recursos naturales yde toda índole sepolitizaron y se desa-rrollaron en esa matriz histórico parti-dista que sustituyó lo público en Co-lombia".

La sobrepolitización de los con-flictos tuvo como corolario el debilita-miento de las sociabilidades y la difi-cultad para consolidar una sociedadcivil fuerte y organizada. La mayorparte de las organizaciones corres-pondientes a este ámbito (sindicatos,asociaciones campesinas, gremios,acciones comunales) han surgido enelespacio de los partidos o terminaroncooptados por ellos.

- La debilidad de la ciudadanía y laausencia de virtudes públicas. Laescisión

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de lo público y su representación par-tidista no permitió que las representa-ciones colectivas de la modernidad,como la ciudadanía y la soberaníapopular, tuviesen una existencia real yse instalasen en las mentalidades, enlos sentidos comunes y en los ethossocioculturales; en lugar de ciudada-nos, este proceso crea copartidarios,miembros de partido, clientelas, clu-bes políticos y otras organizacionesdel mismo estilo.

A su vez, las virtudes públicas seconfunden con la ideología o las nece-sidades del partido; en este contexto,ser buen ciudadano pasa a equiparar-se con ser buen copartidario, buenmiembro de partido, ir a las urnas oapoyar a sus "jefesnaturales". No hayun código público interiorizado y lamoral individual privada no proveeelementos que permitan constituirlo.

Sin embargo, pese a las dificulta-des descritas y a las implicacionespolíticas y éticas de estas vías de trán-sito entre lo tradicional y lo moderno,los partidos y sus universos simbóli-cos funcionaron como los referentesde identidad a través de los cuales segarantizaba alguna forma de legitimi-dad política. Por su parte, la moralcatólica, privada y trascendente, logróejercer control social sobre todo en elcampo de lo doméstico y de las rela-ciones intersubjetivas; ésto en el espa-cio de la sociedad mayor, porque lasregiones y pueblos excluidos y libra-dos a su propia suerte constituyeronreferentes fragmentarios y localistasque diferían y se confrontaban con lobipartidista y con la moral católica.

Este modelo de legitimidad y deidentidad --que funcionó precaria-

mente mientras la sociedad colombia-na fue predominantemente rural ypueblerina, territorialmente dispersa,económicamente fragmentada yculturalmente desintegrada-, empie-za a mostrar signos alarmantes decrisis política (de legitimidad) y ética(devalores) cuando elpaís entra por lasenda de las grandes transformacio-nes sociales propias de la industriali-zación, la urbanización y la moderni-zación, es decir, cuando las formastradicionales y los referentes espacio-temporales en los cuales se asentaba elviejo ethos, se disuelven y se descom-ponen por la vorágine de la vida mo-

"derna.

5. Los tiempos modernos enColombia.Hacia la formaciónde nuevas representacionescolectivas.Los tiempos modernos en Co-

lombia, vertiginosos, acelerados, eri-zados de cambios rápidos y profun-dos, lograron trastocar en algo más detreinta años la mayor parte de losreferentes concretos y vitales que sos-tenían a la sociedad tradicional.

El país deja de ser rural ypueblerino para urbanizarse y con-centrar la mayor parte de la poblaciónen las ciudades grandes e interme-dias, todas ellas en proceso de expan-sión y crecimiento -la explosión ur-bana denominan algunos teóricos estefenómeno--. Laindustrialización dejóde ser un proceso localizado en algu-nas regiones para convertirse en unsistema que subsurnió formalmentebajo su lógica, buena parte de la es-..

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tructura económica del país, forman-do una trama de intercambios y demercados anudados en tomo a la for-ma abstracta del dinero.

La generalización y extensión delos medios de comunicación de ma-sas,multiplicaron de manera vertigi-nosa los flujos informativos, creandoformasde integración-desintegraciónno vistas antes y multiplicando losuniversos simbólicos de una pobla-ciónhasta entonces relativamente ais-lada y dispersa.

La educación formal en sus dife-rentes niveles amplió en muy pocosañossu cobertura, lo que produjo unasgeneraciones más alfabetizadas, másinformadas y con grados de escolari-dad significativamente más altos conrelación a los períodos anteriores. Aesteproceso, D. Pecautlo denomina larevolución educativa".

Los cambios en los roles, en lasfunciones, en las actividades y en lasmentalidades de las mujeres, que tras-tocaronlos viejos modelos parentales,las relaciones de pareja y las intrafa-miliares se llevaron de calle el mundodel oikos. El desarrollo económico ytecnológicosuplantó, a veces median-te formas agresivas, las maneras y losmodos de consumir, de producir, dehabitar, de circular y de comunicarse.

Los sectores medios en ascenso(exiguosy poco relevantes en la socie-dad tradicional), profesionalizados yurbanos, portadores de saberes espe-cializados y más abiertos que las vie-jas élites tradicionales a las corrientesmundiales del pensamiento y a la in-fluencia de !os discursos políticos al-

ternativos, se convierten en grupos depresión de gran significación y fuerza.

La presencia de las masas, esefenómeno nuevo de los tiempos mo-dernos, en el escenario de lo político yde lo económico, y su correlato, losmovimientos sociales, cívicos yciuda-danos que se organizan por fuera de lamatriz partidista y a veces en francaconfrontación con ella, demandan res-puestas y participación efectiva.

La consolidación de un movi-miento guerrillero alternativo y susti-tutivo del orden vigente que desafia-ba con las armas a un Estado débil yprecariamente legitimado y, comocorolario, las sucesivas manifestacio-nes de corrientes contraculturalescomo el "hipismo", "los Punk", "losheavy metal" entre otros, conformanmanifestaciones políticas y culturalesalternativas a la tradición.

Estas transformaciones veloces,simultáneas y no necesariamente ar-ticuladas o exp licables desde una lógi-ca común a todas, trajo aquí como enotras partes del mundo, esa sensaciónde inestabilidad y amenaza de disolu-ción y de caos, de pérdida de las viejascertezas y los viejos valores, de mie-dos inconfesados al ver el viejo entor-no hecho trizas. Esta vivencia de vér-tigo que hoy sentimos los colombia-nos, como dice Marshall Berman en elepígrafe escogido para este trabajo,nos lleva a pensar que somos los úni-cos Ylos últimos que la han padecido.

La desaparición de la sociedadtradicional y el advenimiento de lostiempos modernos, genera en todaspartes del mundo la pérdida de refe-

20. rECAUT, Daniel. Cr6nica de dos décadas de poUtica colombiana, 1968-1988. Bogotá: Siglo XXI, 1988, p. 26.

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rentes colectivos y las crisis éticas; sinembargo, la forma tortuosa e híbridadel acceso a la modernidad en Colom-bia, acentúa dramáticamente sus efec-tos en dos grandes campos: el de laesfera político estatal (crisis derepresentatividad, de gobernabilidad,de credibilidad, de legitimidad) y enla esfera de los ethos socioculturales(ausencia de valores, vacío ético, dis-gregacióndel tejido social, inexistenciade referentes colectivos de identidad,debilidad de lo nacional); en ambasesferas, el signo visible de la crisis es laviolencia generalizada, desagregada,plural y difusa, que particulariza nues-tra situación y la hace más traumáticay dolorosa.

Si examinamos el carácter de lastransformaciones ocurridas en Colom-bia en las últimas tres décadas (lostiempos modernos), no es difícil ob-servar que la mayor parte de ellas sepresentan en la trama socio-económi-ca, en los ámbitos complejos yparticu-lares donde los sujetos desarrollan susacciones y desenvuelven sus vidas, esdecir, en los referentes concretos enlos cuales arraigaba el viejo ethos so-ciocultural, esto es, los dispositivos depoder tradicionales y los mecanismosde control eclesiástico y partidista.

Como consecuencia, las localida-des, los vecindarios, las parentelas, loscaudillismos tradicionales, la familiaextensa y la educación confesional, lostiempos y los territorios, se trastocan ose disuelven y la iglesia y los partidostradicionales, anudados en esas redesprimarias, empiezan a perder pie, ca-pacidad de control, reconocimiento yautoridad social. Ya no acotan la na-ción, no logran encerrada en sus lími-

tes y ésta se desborda y se desparramasin encontrar nuevos canales yencausamientos, ni espacios para sureconocimiento público.

Vivimos los tiempos modernosbajo determinaciones particulares,gestadas por un proceso histórico tor-tuoso y violento que sustituyó lo pú-blico por lo partidista y no generóidentidades de corte democrático (cul-jura política). Aunque lo religioso noes ya el centro estructurante de la vidasocial, el proceso de secularizaciónestá inconcluso.

La modernidad en Colombia noes un proceso postergado sino másbien desigualmente desarrollado ehíbrido: sus canales de tránsito hanestado sembrados de obstáculos y di-ficultades. El advenimiento de lostiempos modernos en Colombia sevive bajo una forma particular de anu-damiento entre aperturas y cierres, enunas lógicas cruzadas que pueden darcuenta de las crisis de valores y de ladescomposición del orden político.

6. Las aperturas modernasAsistimos al descentramiento de

lo social; lo religioso ya no' es el ele-mento estructurante del universo sim-bólico de los colombianos, ya no lomonopoliza. No es ésta una sociedadconfesional y algunas esferas se hanautonomizado de la tutela religiosa.La ciencia, la tecnología y los saberesse rigen ahora por sus propias reglas ymétodos de fundamentación y cono-cimiento; idéntica cosa podría decirsedel ordenamiento legal, del arte y dela literatura.

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Asistimos también a algunas for-mas de secularización como aquellasobservadas en la órbita de la familia,lasrelaciones sexuales y de pareja, losintercambios económicos, las relacio-nes interindividuales y los flujos decomunicación de masas.

Es importante también la trans-formacióndel cronotopo; los referen-tes territoriales han cambiado sin en-contrarotros marcos de cohesión dan-dopasoaldesarraigo urbano; los tiem-pos no se guían ya por los universossimbólicos del metarrelato religiososino or los requerimientos de la ro-ducción del consumo, de los flujosmonetarios y e a comunicación demasas.

7.Los cierres de la modernidadLa modernidad ha permeado

muchos de los espacios de la vidasocialy se ha instalado con su caudalde transformaciones en la Colombiadehoy; sin embargo, encuentra seriasresistencias y obstáculos en la esferade la sociedad política y en el ámbitodelosethos sociocul turales. Estas difi-cultades se nuclean en tres puntosespecíficos: lo público sustituido, lasecularizaciónincompleta y la ausencia decultura política (referentes políticosmodernos).

7.1. Los tiempos modernos enColombia encuentran lo públicoescindido y representado por lasestructuraspartidistas. Estoseagudizacuandolospartidos yano logran acotarla nación ni ser vehículos de las

divergencias sociales. Esta es una delas causas que precipitan la desin-tegraciónsocial, por cuanto sepierdenlas viejas legitirnidades y la precariarepresentatividad del Estado, dejandoa la deriva, tanto la disputa política,que sedesenvuelve en diversas formasde violencia, como el espacio de lopúblico, que sin referentes de mo-dernidad interiorizados o asumidosdesde los ethos socioculturales,termina privatizándose y convir-tiéndose enellugar de laconfrontaciónde intereses particulares por losrecursos institucionales del aparatode Estado. Así, lo público se convierteen una especie de tierra de nadie, de lacual se apropia aquel que tenga losrecursos de fuerza suficientes paraimponerse a los demás.

7.2. La apropiación privada de lopúblico y su uso particular por fuerzasy organizaciones de muy diverso ca-rácter, esta en relación directa con lasecularización incompleta y las caren-cias de cultura política.

La existencia de lo público comorepresentación colectiva en la moder-nidad, está posibilitada por la secula-rización. Sólo una actitud laica que no.reconoce ninguna autoridad o normacomo portadora exclusiva y excluyen-te de verdad y de sentido, permite auna sociedad organizarse según elprincipio de la soberanía popular, dela ciudadanía y de la democracia".

La secularización posibilita unaacción consciente de la sociedad sobresí misma y la instauración de un ordenproducido consensualmente, dejando

21. LECHNER, Norbert. "La democratización en el contexto de una cultura postmoderna". En: L~CHNER,Norbert. Lospatios interiores de la democracia. Santiago de Chile: FLACSO, 1988, p. 116.

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en el pasado el orden recibido y percibi-do como herencia inmutable ytotalizante.

En Colombia las relaciones en laesfera político cultural se han auto-nomizado de la tutela católica pero nose han secularizado totalmente, esdecir, siguen girando en un centromítico, imaginario, totalizante ymesiánico, que se expresa en la caren-cia de una concepción desacralizada ytotalmente laica de la política. En elmundo del ethos sociocultural, la es-fera de la política no seha descentradoni separado de su núcleo primordialsagrado y aún soporta una carga reli-giosa inmensa.

Esta sacralización de las relacio-nes políticas hace de lasopciones ideo-lógicas principios inmutables, verda-des absolutas no interpelables nidebatibles; las hace rígidas, intransi-gentes en las negociaciones, temero-sas de contaminarse con otras tenden-cias y creencias. Esto ha conducido ademonizar el contradictor, a conver-tirlo en enemigo absoluto, portadorde todos los males y objeto de todoslos señalamientos y a quien es precisoliquidar por la fuerza.

En las relaciones políticas sacrali-zadas arraiga la intolerancia, la caren-cia de respeto por la diferencia, losfundamentalismos y losdogmatismosde distinto corte.

Para los defensores del orden es-tablecido sería impensable un mundopolítico plural y diverso (contamina-do, impuro e inmoral), por ello seapuntalan en las tesis de la comuni-dad cristiana y del bien común, pro-

22. BERMAN, Marshall, Op. cit., p. 81-119.

poniendo reiteradamente "cruzadasde salvación nacional" para liberar ala sociedad de todo aquello que per-turba el orden recibido. El miedo queproduce la inseguridad y la búsquedade certezas y de algo sólido es lo queabre las puertas a todo tipo detotalitarismos, de limpiezas sociales yde cacería de brujas como las vividasen el último quinquenio en Colombia.

Pero lo más paradójico es queincluso los movimientos de tipo polí-tico o militar (guerrillas) alternativosal bipartidismo, iluminados regular-mente por el calor del pensamientomarxista -también fundador de lamodernidad Europea y copartícipe detodo el movimiento racionalizante yuniversalizador de occidentev=-, nohan logrado salirse de la esfera míticay sacralizante, aunque sean otros susdioses, sus héroes, sus relatos y susutopías mesiánicas.

Estos grupos reproducen deter-minaciones del ethos cultural sagra-do, propio de las sociedades premo-dernas, como el fundamentalismo, laintolerancia, la rigidez en las negocia-ciones, la demonización del enemigoy también el mesianismo de la socie-dad socialista, vista como redenciónde todos los males sociales, de la po-breza, la ignorancia, el hambre y laexplotación.

La carga religiosa que conllevaesta forma de hacer política es de unaesencia mística que motiva conductasabnegadas, heróicas y toda una vidade sacrificio y entrega como la que seadvierte en algunos militantes de laizquierda colombiana. A su vez, esa

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visióntotalizadora, sacra y mesiánica,desemboca en posiciones "no nego-ciables" y en una práctica sectaria ytotalitaria.

7.3. La sacralización de la políticaseconvierte en un obstáculo formida-ble para la transformación del ethossocio-cultural, para el tránsito de lademocracia como procedimiento for-malynormativo a lademocracia comoforma de expresión socio-cultural, esdecir, como cultura política.

Sibien en,Colombia la esfera delderecho se separó de la moral yestableció sus propias lógicas fun-dantes tal como lo soñaba Weber,éstasno lograron permear el sistema derepresentaciones colectivas y cambiarlas estructuras de conciencia; en estesentido, no fueron interiorizadas porlos individuos y no han tenido la vir-tualidad de servir como elementos decohesióne integración social, ni comoguías para la acción o el com-portamiento individual y colectivo, esdecir, no hacen parte de la culturapolítica.r Losviejos valores se fueron defi-nitivamente con la sociedad tradicio-naly loscorrespondientes a la moder-nidad (lasoberanía popular, la ciuda-danía,elorden producido, la seculari-zación,la escisión entre el Estado y lasociedad civil, entre lo público y loprivado) existen sólo como formula-cionesabstractas que no' logran insta-larse en las mentalidades, en las cos-movisiones, en los imaginarios colec-tivos;no hacen parte del ethos socio-cultural y por eso carecemos de repre-

23. DE ROUX, Francisco. "Fundamentos para una ética ciudadana". En: PRCX;RAMA POR LA PAZ. Op. cit., p.131-151.

sentaciones colectivas acordes con elmundo de hoy.

El viejo ethos sociocultural per-dió la capacidad de instituir de senti-do la sociedad y el nuevo no existeaún. De allí que la sensación que expe-rimentamos en Colombia no es preci-samente la de un mundo desencanta-do (Weber), ni la del crepúsculo de losdioses (Nietzche), sino la de un mun-do sin sentido, de un vacío ético quealgunos investigadores sociales comoFrancisco De Roux", han propuestollenar con una ética laica y ciudadana,con un código mínimo de virtuaesciudadanas.

8. Una ética para los tiemposmodernosDe acuerdo con las reflexiones

anteriores, una ética para los tiemposmodernos en Colombia, tendría quehacerse cargo de los tres problemasbásicos enunciados en el acápite ante-rior: La refundación de lo público, lasecularización de las relaciones políticas yel desarrollo de una verdadera culturademocrática.

La alternativa para el vacío éticoen Colombia habría que buscarla másen lo colectivo público que en lasindividualidades privadas, más queen la moral y en el derecho, en laprácticas sociales; más que en los prin-cipios retóricos y formalistas, en esecampo vasto y problemático de losethos socioculturales y de la culturapolítica.

Desde esta perspectiva, la moralcatólica es necesaria pero insuficiente

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para crear esos referentes colectivosde identidad y se quedaría corta en elpropósito de fundar un orden demo-crático, pluralista y tolerante hacia elfuturo. Primero, porque ya no seríaposible recuperarla colectivamentecomo principio estructurador del or-den social. La historia es implacable ylas utopías de regreso son tan nostálgi-cas como la búsqueda de certezas enlos tiempos modernos. Segundo, por-que tanto para la refundación de lopúblico como para lagestación de unacultura democrática sería necesarioacentuar los procesos de seculariza-ción, o como dice Norbert Lechner,aliviar la política de la carga sacra quela acompaña".

Lo que si es posible y deseable en\ Colombia, es la participación decidi-

da de la iglesia institucional y de loscatólicos en general, en la constitucióndel orden producido de la moderni-dad, esto es, en la definición de unminimun ético (referentes públicos deidentidad y cohesión) contribuyendodesde su lugar, y en compañía deotros actores sociales, a la consolida-ción de las virtudes cívicas y ciudadanas.Si es saludable descargar a la políticade sus compromisos religiosos, tam-bién lo es el aligerar las responsabili-dades propiamente políticas de la igle-sia y de la fe cristiana; la ética de lostiempos modernos es ante todo unasunto público, colectivo y una res-ponsabilidad política tanto de lasocie-dad civil como del Estado.

Tampoco sería suficiente laexistencia de una moral individual yprivada para responder al vacío ético

en Colombia, pues, ser un buencristiano no es lo mismo que ser unbuen ciudadano. La suma de loshombres de bienen elmundo privadono da como resultado automático unespacio público constituido y tampocogenera procesos de cultura demo-crática.

Loscriterios morales individuali-zados ysin referentes colectivos, comode hecho ha venido ocurriendo enColombia en las últimas tres décadas,terminan por relativizarse y formaruna múltitud de códigos morales parael consumo de cada cual, de acuerdocon sus preferencias individuales. Es-tos códigos ya no se fundamentan a lamanera de la moral católica o la razónuniversalizante, sino que se justificande acuerdo con un sistema de prefe-rencias individuales y asociales, esdecir, opuestas a lo colectivo y a lopúblico.

Sibien la modernidad, como pro-ceso general, pluraliza los valores ylosrelativiza, también leofrecealhom-bre la posibilidad de construir sumundo, de elegir y de optar. Esta ne-

. cesaria construcción del orden no selogra ni desde la esfera privada nidesde la moral individual, sino en elespacio emancipado de lo público ydesde el reconocimiento de lo colecti-vo y lo común, nucleado en torno a loque podría ser una especie de códigodel buen ciudadano.

Dicho código se conforma conbase en mínimos referentes de identi-dad, construidos y no recibidos, que-seelaboran desde la pluralidad de valo-res, sentidos y órdenes sociales. Ellos

24. LECHNER, Norbert, "Responde la democracia a la búsqueda de certidumbre?". En: LECHNER, Norbert. Op.cit., p. 135 Y ss.

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no tienen la pretensión de un centrototalizante y articulador, son asumi-dos a través del consenso y el respetopor el disenso, sin la expectativa de supermanencia eterna o su validez uni-versal,sino con el pleno conocimiento

y aceptación de lo que cambia, de lomutable, de lo que no es posible asirde manera definitiva y menos contro-lar o monopolizar. Su construccióndebe estar alentada por el espíritu de lamodernidad.

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