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Por Mauro Armiño N o será la Feria del Libro inaugu- rada la semana pasada ningún homenaje a Carlos Fuentes, que fallecía el mes pasado; dema- siado para ese bazar anual donde se expo- ne la casi perfecta nada de la más reciente literatura española, siempre bien jaleada por la prensa como eximia expresión de alta cul- tura; también se confunde aquí valor y pre- cio, y los medios nos brean ojos y oídos con novelistas que venden miles o cientos de mi- les de ejemplares; no es el caso de este me- xicano, catalizador del boom latinoameri- cano allá por los sesenta, al lado de Borges, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Rul- fo… cada cual con su visión del mundo. En- tre todos dejaron algunos títulos –Cuentos, Rayuela, Cien años de soledad, La ciudad y los perros y La casa verde, El llano en llamas y Pedro Páramo– que hicieron de la novela en lengua española la narrativa más intere- sante de la segunda mitad del siglo XX jun- to con la norteamericana. La narrativa de Fuentes no ancla sólo en Balzac, sino en to- da la literatura española clásica, desde el La- zarillo a La Celestina, Cervantes, Quevedo, Don Juan, etc., pero también en Faulkner, escritor poco apreciado por alguno de ellos. De esas distintas influencias salen, a me- dida que pasan los años, varios títulos ma- yores, desde un relato como Aura a las no- velas La región más transparente. La muerte de Artemio Cruz, Cambio de piel, y, sobre to- do, desde mi punto de vista personal, Terra nostra, donde Fuentes se sumerge en una vi- sión transhistórica hecha de fragmentos del mundo hispano, los Reyes Católicos, la Es- paña de los Austrias, la traslación de los es- quemas sociales españoles a la América re- cién descubierta. Y un lenguaje donde espe- jean los dos siglos de nuestra literatura clási- ca y reverberan, como en Reivindicación del conde don Julián, de Juan Goytisolo, los gran- des clásicos: Cervantes, Quevedo, Góngo- ra…. Difícil lenguaje, cierto, pero se puede empezar a leer esa novela sin miedo, porque “cada libro elige a su lector”, como decía el propio Fuentes. También puede leer el lector interesado en la literatura, su ensayo Cer- vantes o la crítica de la lectura, lección de análisis que, por suerte, nada tiene que ver con el mundo académico; sin olvidar sus en- sayos y frecuentes artículos políticos, con una posición siempre crítica sobre problemas me- xicanos, estadounidenses o simplemente po- líticos desde una perspectiva global. Libros que eligen al lector. Suponiendo al lec- tor suficientemente bombardeado por la pa- cotilla de las editoriales con poder suficien- te para comprar espacios y firmas –¿o alguien cree que la corrupción que inunda las pri- meras páginas de los periódicos sólo afecta a ésos, financieros y políticos?; este país se ha convertido en un mismo saco donde to- dos estamos metidos–, como todos los años escribiré de algunos libros “que me han ele- gido por lector”. Empezando por esos tan ol- vidados que se llaman clásicos, esos que, se- gún Flaubert en su Diccionario de ideas re- cibidas (es decir, de ideas estúpidas), “uno cree conocer”, esos que, según Italo Calvi- no, son los que “tienden a relegar la actuali- dad al rango de rumor de fondo sin por eso pretender apagar ese rumor. (…) Un clásico es un libro que nunca ha terminado de decir lo que tiene que decir” (Por qué leer a los clá- sicos). Y han aparecido recientemente algu- nos títulos con ese marchamo; por ejemplo, Visita al profesor Kant, de James Boswell, una ingeniosa entrevista, falsa, de ese autor es- cocés del siglo XVIII, abogado de profesión, pero ser humano curioso, libertino y frívolo, uno de los inventores del género de entre- vista; transcribió sus encuentros con Voltai- re, con Rousseau, etc., y dejó una obra maes- tra en la Vida de Samuel Jonson (El Acantila- do), vertida a español por un traductor mag- nífico, Miguel Martínez-Lage, fallecido en abril del pasado año, a quien también se de- be la versión de esa Visita al profesor Kant que acaba de publicar una pequeña editorial de interesantes títulos, La Uña Rota. O la actualidad plagia al pasado, o no sa- limos del pasado. Hace unos ochenta años empezaron a descubrirse diarios, cartas y otros textos de Boswell; no sé que de sus car- tas haya traducción española; en una fecha- da en Berlín el 11 de septiembre de 1764, Boswell relata una costumbre de la clase do- minante de la época; este turista avant la let- tre cuenta: “Durante la noche no había po- dido dormir. Hacia las ocho de la mañana entró una camarera con un cestillo de cho- colate con la intención de vendérmelo. Ton- teé con ella y me di cuenta de que estaba encinta. ¡Oh!, un buen bocado sin ningún riesgo. Enseguida, durante mi aseo: —“¿Tie- nes hombre? — Sí, en los guardias de Pots- dam”. A la cama directamente. En un minu- to, se acabó. Me levanto tranquilo y asom- brado. Enfadado a medias y a medias diver- tido. Enseguida la eché fuera”. Un presi- denciable francés se ha quedado sin el Elí- seo por interpretar casi la misma escena: Do- minique Strauss-Kahn, que practicó a una camarera de su hotel neoyorquino, la seño- ra Diallo, lo que los latinos denominaban irrumatio, práctica en la que una parte del placer proviene de la violencia de uno y la humillación de otra. Policías y ladrones. Medio siglo más tarde, un personaje como Eugène-François Vidocq escribía Mis memorias, que acaban de apa- recer traducidas por vez primera en español y editadas por Libros del Silencio: las me- morias, que se publicaron en 1928-1929 arregladas por “negros”, no vieron la luz en su texto auténtico hasta 1950, dejan un re- trato de los bajos fondos de la sociedad fran- cesa, pues Vidocq, condenado a galeras, pa- só sus años de adolescencia y primera ma- durez de cárcel en cárcel, de las que logra- DE LA CULTURA Y LA CIENCIA LOS LIBROS Y LOS VERSOS TAMBIÉN DENUNCIAN No será la Feria del Libro homenaje a Fuentes. Demasiado para este bazar anual de la casi perfecta nada

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Por Mauro Armiño

N o será la Feria del Libro inaugu-rada la semana pasada ningúnhomenaje a Carlos Fuentes, quefallecía el mes pasado; dema-

siado para ese bazar anual donde se expo-ne la casi perfecta nada de la más recienteliteratura española, siempre bien jaleada porla prensa como eximia expresión de alta cul-tura; también se confunde aquí valor y pre-cio, y los medios nos brean ojos y oídos connovelistas que venden miles o cientos de mi-les de ejemplares; no es el caso de este me-xicano, catalizador del boom latinoameri-cano allá por los sesenta, al lado de Borges,Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Rul-fo… cada cual con su visión del mundo. En-tre todos dejaron algunos títulos –Cuentos,Rayuela, Cien años de soledad, La ciudad ylos perros y La casa verde, El llano en llamasy Pedro Páramo– que hicieron de la novelaen lengua española la narrativa más intere-sante de la segunda mitad del siglo XX jun-to con la norteamericana. La narrativa deFuentes no ancla sólo en Balzac, sino en to-da la literatura española clásica, desde el La-zarillo a La Celestina, Cervantes, Quevedo,Don Juan, etc., pero también en Faulkner,escritor poco apreciado por alguno de ellos.

De esas distintas influencias salen, a me-dida que pasan los años, varios títulos ma-yores, desde un relato como Aura a las no-velas La región más transparente. La muertede Artemio Cruz, Cambio de piel, y, sobre to-do, desde mi punto de vista personal, Terranostra, donde Fuentes se sumerge en una vi-sión transhistórica hecha de fragmentos delmundo hispano, los Reyes Católicos, la Es-paña de los Austrias, la traslación de los es-quemas sociales españoles a la América re-cién descubierta. Y un lenguaje donde espe-jean los dos siglos de nuestra literatura clási-ca y reverberan, como en Reivindicación delconde don Julián, de Juan Goytisolo, los gran-des clásicos: Cervantes, Quevedo, Góngo-

ra…. Difícil lenguaje, cierto, pero se puedeempezar a leer esa novela sin miedo, porque“cada libro elige a su lector”, como decía elpropio Fuentes. También puede leer el lectorinteresado en la literatura, su ensayo Cer-vantes o la crítica de la lectura, lección deanálisis que, por suerte, nada tiene que vercon el mundo académico; sin olvidar sus en-sayos y frecuentes artículos políticos, con unaposición siempre crítica sobre problemas me-xicanos, estadounidenses o simplemente po-líticos desde una perspectiva global.

Libros que eligen al lector. Suponiendo al lec-tor suficientemente bombardeado por la pa-cotilla de las editoriales con poder suficien-te para comprar espacios y firmas –¿o alguiencree que la corrupción que inunda las pri-meras páginas de los periódicos sólo afectaa ésos, financieros y políticos?; este país seha convertido en un mismo saco donde to-dos estamos metidos–, como todos los añosescribiré de algunos libros “que me han ele-gido por lector”. Empezando por esos tan ol-vidados que se llaman clásicos, esos que, se-

gún Flaubert en su Diccionario de ideas re-cibidas (es decir, de ideas estúpidas), “unocree conocer”, esos que, según Italo Calvi-no, son los que “tienden a relegar la actuali-dad al rango de rumor de fondo sin por esopretender apagar ese rumor. (…) Un clásicoes un libro que nunca ha terminado de decirlo que tiene que decir” (Por qué leer a los clá-sicos). Y han aparecido recientemente algu-nos títulos con ese marchamo; por ejemplo,Visita al profesor Kant, de James Boswell, una

ingeniosa entrevista, falsa, de ese autor es-cocés del siglo XVIII, abogado de profesión,pero ser humano curioso, libertino y frívolo,uno de los inventores del género de entre-vista; transcribió sus encuentros con Voltai-re, con Rousseau, etc., y dejó una obra maes-tra en la Vida de Samuel Jonson (El Acantila-do), vertida a español por un traductor mag-nífico, Miguel Martínez-Lage, fallecido enabril del pasado año, a quien también se de-be la versión de esa Visita al profesor Kantque acaba de publicar una pequeña editorialde interesantes títulos, La Uña Rota.

O la actualidad plagia al pasado, o no sa-limos del pasado. Hace unos ochenta añosempezaron a descubrirse diarios, cartas yotros textos de Boswell; no sé que de sus car-tas haya traducción española; en una fecha-da en Berlín el 11 de septiembre de 1764,Boswell relata una costumbre de la clase do-minante de la época; este turista avant la let-tre cuenta: “Durante la noche no había po-dido dormir. Hacia las ocho de la mañanaentró una camarera con un cestillo de cho-colate con la intención de vendérmelo. Ton-teé con ella y me di cuenta de que estabaencinta. ¡Oh!, un buen bocado sin ningúnriesgo. Enseguida, durante mi aseo: —“¿Tie-nes hombre? — Sí, en los guardias de Pots-dam”. A la cama directamente. En un minu-to, se acabó. Me levanto tranquilo y asom-brado. Enfadado a medias y a medias diver-tido. Enseguida la eché fuera”. Un presi-denciable francés se ha quedado sin el Elí-seo por interpretar casi la misma escena: Do-minique Strauss-Kahn, que practicó a unacamarera de su hotel neoyorquino, la seño-ra Diallo, lo que los latinos denominabanirrumatio, práctica en la que una parte delplacer proviene de la violencia de uno y lahumillación de otra.

Policías y ladrones. Medio siglo más tarde,un personaje como Eugène-François Vidocqescribía Mis memorias, que acaban de apa-recer traducidas por vez primera en españoly editadas por Libros del Silencio: las me-morias, que se publicaron en 1928-1929arregladas por “negros”, no vieron la luz ensu texto auténtico hasta 1950, dejan un re-trato de los bajos fondos de la sociedad fran-cesa, pues Vidocq, condenado a galeras, pa-só sus años de adolescencia y primera ma-durez de cárcel en cárcel, de las que logra-

DE LA CULTURA Y LA CIENCIA

LOS LIBROS Y LOS VERSOSTAMBIÉN DENUNCIAN

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No será la Feria del Librohomenaje a Fuentes.Demasiado para estebazar anual de la casi

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ba fugarse continuamente, hasta que “sentóla cabeza” y se ofreció a un prefecto de po-licía como chivato y soplón de los delitosque habían perpetrado sus compañeros depresidio. Eso le valió la libertad, un puestoen la policía, en la que llegó a ser primer je-fe de la Sureté; si fue un pionero de las téc-nicas de investigación para descubrir crimi-nales y delitos, no resultó ésa su faceta másinteresante, sino la cantidad de potentes per-sonajes que prestó a novelistas como Bal-zac, Victor Hugo, Eugenio Sue o Dumas; Bal-zac habló a menudo con Vidocq, y de esasconversaciones y del personaje salió una delas figuras más potentes de La comedia Hu-mana, que recorre de forma intermitente:Vautrin, que, bajo distintos disfraces, se con-vierte en tutor del ascenso en sociedad de

algunas de las mayores figuras balzaquianas:Eugène de Rastignac y Lucien de Rubempré(Ilusiones perdidas, Esplendores y miseriasde las cortesanas, etc.). Y a Víctor Hugo leinspiró el Jean Valjean de Los miserables, que,condenado a galeras, termina reciclándose,aunque de otra forma, en sociedad, comohizo Vidocq.

Impuestos en literatura. Si la literatura que es-tos últimos años se escribe y vocean ferias dellibro y papeles periódicos apenas tienen quever con la realidad de todos los días, en losclásicos se puede recuperar la protesta indig-nada; las estupendas notas de las recientes edi-ciones del Lazarillo de Tormes, o del Buscónde Quevedo (Galaxia Gutenberg), nos permi-ten saber que la exención fiscal para que los

poderosos blanqueen dinero no es de hoy yde Rajoy, sino tan “tradicional” como los tru-cos que para sus latrocinios empleaban Vidocqy sus cofrades: si la aspiración a la nobleza delos españolitos de los siglos pasados, no erapara ser honrados y nobles ciudadanos, sinoporque, a partir de escudero, el escalón másínfimo de la nobleza, ya no pagaban impues-tos. Es decir, igual que ahora, más o menos.Mientras Esperanza Aguirre encuentra parti-das “maravillosas” que eliminar y amenazacon aumentar impuestos hasta en veintitantosapartados, y mientras el equipo económicodel PP apalea a las clases media y bajas conrecortes, impuestos y repagos, nuestros nove-listas más vendidos retratan aventuras cuasi in-fantiles sobre costureras o mosqueteros, o no-velan la historia.

La escritura de denuncia tuvo espacio in-cluso en poesía. A finales del XIX, Rosalíade Castro gritaba ya en gallego (que tra-duzco): “Escuchad: los alguaciles / están re-corriendo la aldea; / mas ¿cómo pagar, có-mo, si no alcanza / siquiera para pagar larenta? // Mala muerte os mate / antes de queaquí entréis (…) —María, si no fuera / por-que hay un Dios que premia y que castiga/ yo misma mataría a esos hombres / comomata un raposo a una gallina”. La furia ai-rada de los desahuciados de sus casas, ycampos… Una mujer le espetó a CristóbalMontoro hace dos semanas, al cruzarse conél (hubo imágenes en televisión): “Si Ban-kia me roba los ahorros de toda mi vida, ma-to”. No es probable que Rajoy haya leídoesos versos; en algún artículo he visto decirque no lee libros, ni periódicos, salvo losdeportivos. Ser registrador de la propiedadmarca, vacía, destroza mucho. Y si algunavez leyó a Rosalía de Castro, no entendiónada. Alguien podría recomendarle, si le-yese, dos libros de la autora: Follas novas yEn las orillas del Sar: las protestas de anta-ño son denuncias de hoy. l

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Si la literatura recienteapenas tiene que ver

con la realidad, en losclásicos se recupera la

protesta indignada

La narrativa de Fuentes no ancla sólo en Balzac, sino en toda la literatura española clásica, pero también en Faulkner.EFE

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