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DeBernalDíazaRubénDarío Por MIGUEL MEJIA DUTARY Unodelosmásimportantesyhermososhechoshistó- ricosquepuedanexaminarseeselqueconstituyeloses- fuerzosdelosescritoresdeAméricapara brindaruna manifestaciónplenadesuvarioydilatadomundoatra- vésdecuatrosiglos . Notengolapretensióndelrastrearalolargodetan extensoperíodolaelevacióndelaexpresiónliterariade Américaysugradodefidelidadyeficacia . Perosídecir loindispensableparainsertarelmodernismoenelpro- ceso,medirlesuporciónderesponsabilidadydelealtad enlaconquistadenuestraexpresión . Eltestimoniodelaliteraturaamericanahayquead- mitirloenunadoblevertientecomocuestiónde necesi- dadycomocuestióndevoluntad . Ysiempreenelfondo deambascuestiones,estarápalpitandolamenor oma- yordistanciadelosautoresalentendimientoyalain- terpretacióndenuestrasrealidades . Desdeelinstantedeldescubrimiento,enlaobra de loscronistasquerecogieronlaexperienciadeeste ama- necerhistórico,loamericanosemuestracomounhecho, comounanecesidadquedeterminaunaposturanueva . Unaanchaavenidadeliteraturaamericanadesegura valíacomotestimonio,aunquenoalcancelaalturadela peninsularcomolaborcreadora,corredesdeelDiariode ColónalaAlocucióndedonAndrésBello . Unmundo nuevoymaravillosocontempladoporungrupodehom- 33

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De Bernal Díaz a Rubén DaríoPor

MIGUEL MEJIA DUTARY

Uno de los más importantes y hermosos hechos histó-ricos que puedan examinarse es el que constituye los es-fuerzos de los escritores de América para brindar unamanifestación plena de su vario y dilatado mundo a tra-vés de cuatro siglos .

No tengo la pretensión del rastrear a lo largo de tanextenso período la elevación de la expresión literaria deAmérica y su grado de fidelidad y eficacia . Pero sí decirlo indispensable para insertar el modernismo en el pro-ceso, medirle su porción de responsabilidad y de lealtaden la conquista de nuestra expresión .

El testimonio de la literatura americana hay que ad-mitirlo en una doble vertiente como cuestión de necesi-dad y como cuestión de voluntad . Y siempre en el fondode ambas cuestiones, estará palpitando la menor o ma-yor distancia de los autores al entendimiento y a la in-terpretación de nuestras realidades .

Desde el instante del descubrimiento, en la obra delos cronistas que recogieron la experiencia de este ama-necer histórico, lo americano se muestra como un hecho,como una necesidad que determina una postura nueva .

Una ancha avenida de literatura americana de seguravalía como testimonio, aunque no alcance la altura de lapeninsular como labor creadora, corre desde el Diario deColón a la Alocución de don Andrés Bello. Un mundonuevo y maravilloso contemplado por un grupo de hom-

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bres hechos en una tradición cultural poderosa y dueñade un instrumento eficaz tenía que producir una obra his-tóricamente importante . Es incuestionable que Américainspira desde sus días coloniales a escritores destacados .Después del caso ilustre de Ercilla se puede señalar conorgullo la lírica de Valbuena, la impresionante integra-ción de los "Comentarios Reales", la fuerza americana dealgunos momentos de Pedro de Oña y el milagro de SorJuan Inés. Pero esta literatura colonial se tiene comoporción de la española, como es parte de España la tierraque la produce . España y sus colonias americanas sonpartes de un cuerpo colosal . Los escritores van y vienenpor los ámbitos de este mundo como viajeros de los mis-mos caminos. Escritores de mucha monta en la literaturapeninsular como Tirso y Mateo Alemán, vienen a Améri-ca y autores americanos como Alarcón producen en la me-trópoli o como el Inca Garcilaso se funden definitivamen-te a la vida peninsular. Todas se sienten partícipes deuna sola y misma obra . Todos se sienten responsables deun común destino de cultura .

No obstante la verdad incontrovertible de las ante-riores afirmaciones, esta producción colonial es distinta ala peninsular en sus obras cumbres ; en otras palabras esliteratura americana . No importa el lugar de nacimientodel autor ; la realidad americana se impone lo mismo . Es-tas regiones nuevas dan a los escritores que pasan a tie-rras de reciente conquista imágenes y colores, y quizá en-tre todos no haya ejemplo más alto que el de Bernardo deValbuena, de quien Menéndez y Pelayo afirma "que hastapor las cualidades más características de su estilo es, enrigor, el primer poeta genuinamente americano, el prime-ro en quien se siente la exuberante y desatada fecundidadgenial de aquella prodigiosa naturaleza" .

Si la literatura de este lado de América no produceobras de similar excelencia y volumen al de la peninsu-lar a pesar de que el florecimiento de la literatura espa-ñola se produce simultáneamente a la integración del

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mundo colonial americano y pasan a ese mundo hombresde comparable formación a la de los más altos creadoresde España se debe a las razones aducidas por Pedro Henr íquez Ureña en su enjundioso libro "Las Corrientes Li-

terarias en la América Hispana," pero sobre todo al ca -rácter que la conquista y la colonización imprimen a lavida de América . El poder español se asentó en estastierras por la fuerza y en virtud de una ocupación mili-tar, con lo que el mundo que quedaba bajo su voluntadno se tenía como objeto de superación, sino de aprove-chamiento . Este mundo tuvo que responder a su naci-miento y naturaleza . Era un mundo supeditado a otro,en otros términos un mundo colonial. Ello colocaba laimportancia esencial de la vida social en una explotacióngenérica, en el sometimiento global de todo un continen-te a las conveniencias de una metrópoli lejana .

Quizá ningún momento histérico prueba mejor que elcaso americano que la excelencia y singularidad de laproducción literaria, como conjunto, se acendra en el ím-petu de justicia colectiva. Para que este ímpetu creeuna literatura superior es necesario que cuente con fun-damento considerable y una firme claridad de propósito .Cuando concurren ambas cosas la literatura adquiere deinmediato fuerza y elevación . Por únicos que fueran losingenios de los tres primeros siglos coloniales su produc-ción no respondía a un impulso engendrado por ellos mis-mos, no se basaba en sentimientos colectivos ni era pro-yección directa de ellos .

Tan pronto se dieron las dos cosas .. se inició una obraliteraria americana de alta calidad no solo por lo ilustrede sus cultivadores sino por el sentido nacional que- latrascendía y no hay que olvidar que en las personalida-des primordiales que comienzan esta peculiar etapa seaglutinan las características de libertadores políticos ylibertadores literarios .

Descontados casos aislados como el del centroameri-cano José Cecilio del Valle, son las tierras del sur las que

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presentan los primeros intentos persistentes, de emanci-pación literaria . Esta empresa la lleva a cabo el roman-ticismo y es en el sur donde el movimiento innovador al-canza sus triunfos firmes y de valor con Esteban Echeve-rría, que escribe, dos años antes que Angel Saavedra, elprimer libro romántico de América .

Es cierto que don Andrés Bello es el primero que lan-za el primer grito de independencia literaria :

Divina poesíatiempo es que dejes ya la culta Europa, .que tu nativa rustiquez desama,y dirijas el vuelo a donde te abreel mundo de Colón su grande escena .

Pero sin negar que Bello se identifica con los prime-ros románticos en cuanto a la declamación entusiasta yel amor a lo propio, nadie duda que si es el primero enindicar la necesaria autonomía, no llega a ser, como suscontemporáneos románticos, el más caracterizado ejem-plo de predicación .

Pero sin negar que Bello se identifica con los prime-ros románticos en cuanto a la declamación entusiasta y elamor a lo propio, nadie duda que si es el primero en in-dicar la necesaria autonomía, no llega a ser, como suscontemporáneos románticos, el más caracterizado ejemplode predicación.

De hecho el romanticismo no tiene el mismo sentidoni los mismos caracteres en los distintos países ; por eso semanifiestan en un entrecruzamiento los impulsos progre-sistas y los de retraso . La acometida renovadora que em-biste contra la norma clásica quiere ensanchar el campode la libertad y de la igualdad humanas . La mirada ha-cia el pasado se junta a concepciones teológicas y a año-ranzas medievales inconfundiblemente reaccionarias . Unmovimiento de tal naturaleza tiende a ejercer varia in-fluencia según la realidad social del grupo humano quela recibe . Donde brille una honda disconformidad e~

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tiva su contenido revolucionario se acrecienta, alcanzandofervoroso acogimiento . Es lo que sucede en estos pueblosde América ; las circunstancias que vivían propiciaban elenrolamiento en las nuevas banderas .

Derrotados los opresores políticos, los escritores sen-tían la necesidad y el deseo de derrotar a los opresoresliterarios . Echeverría declaraba : "El espíritu del siglolleva hoy a las naciones a emanciparse, a gozar de inde-pendencia no sólo política, sino filosófica y literaria" . Poreso los revolucionarios del campo de las letras entendie-ron el romanticismo como un gran impulso inseparablede la liberación americana, como un fuerte elemento ci-vilizador, determinante de la victoria sobre la metrópoli .Como en múltiples ocasiones en la historia, una gran as-piración colectiva encauzada a través de una corrienteoportuna iba a cuajar en una gran literatura . Y esto ex-plica que el movimiento romántico esté tan ahincado enel espíritu de los escritores americanos que su modalidadllega a supervivir cuando ya en otras latitudes no pasade ser un recuerdo más o menos prestigioso. Es evidenteque en este romanticismo trasnochado es frecuente lodeleznable y la reiteración yerma . No obstante estos re-paros al ímpetu romántico debemos un caro servicio tan-to en lo político como en lo cultural. "El problema de la ex-presión genuina de cada pueblo está en la esencia de larevolución romántica" . Y de eso se trataba entonces : dealcanzar la expresión propia .

La naturaleza de las relaciones entre el impulso deliberación política y el de liberación literaria en los pue-blos del sur tienen que ver con el advenimiento de unaproducción adherida en los anhelos colectivos .

Enrolados en la "religión de los nuevos destinos" losescritores trasuntan sobre su obra el ímpetu libertador .Si han de ser ellos mismos han de producir en sus escri-tos una nota particular, justificadora de la insurgencia enel campo intelectual. Mientras dura la lucha armada

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no puede haber avidez de originalidad ya que la escri-tura vive para la acción . Lograda la independencia po-lítica, el escritor se ve compelido a ofrecer su aporte denovedad en la tarea de crear un mundo nuevo . Es la horade la búsqueda apasionada y de la candente polémica pa-ra encontrar los mejores rumbos. La destreza se ha ad-quirido en la tradición hispánica; la formación se ha da-do por siglos para mantener, con el poder político, la ad-hesión a las normas de la Península . Este mundo pesamucho y hay que cambiarlo . Ante los escritores de laépoca se abren problemas muy complejos, pero todos par-ten y reiteran una y otra vez el empeño de brindar unamanera propia, digna de las naciones libertadas .

Aquellos hombres, tenaces, nos dejaron para siemprela lección de legítimo acogimiento a la cultura heredaday el ansia por llegar a lo americano . El difícil equilibrioentre la sapiencia y la originalidad orientó hacia una metafeliz el proceso intelectual americano. Y a pesar de losvaivenes de nuestra azarosa vida republicana durante elsiglo XIX el escritor fue, con admirable persistencia yvaria fortuna, leal a su destino de intérprete, servidor yexaltador de su circunstancia .

El hecho de que la independencia literaria de la Amé-rica española se procurara como una consecuencia inme-diata de su emancipación política e irrumpiera por sen-deros románticos, contribuyó notablemente a su autenti-cidad, su hondura y a su unidad. Los primeros autoresque se dedican a la tarea de nuestra liberación literariaparten de que, lograda la separación de España, corres-pondía a proceder a la disyunción cultural . Y la libertadpolítica había sido esfuerzo de muchos países, y no' deuna patria determinada . Desde el comienzo los liberta-dores políticos hablan por toda la América, a pesar deque su labor es darle independencia a la propia nación .Los emancipadores de las letras proceden en igual senti-do. La primera revista en que don Andrés Bello ofrece,desde Londres, información universal a sus "paisanos los

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habitantes de Hispanoamérica" se llama La BibliotecaAmericana a la que sigue el Repertorio Americano . Estaconcepción continental del quehacer político tanto comodel literario señalará un futuro de fecundidad no presen-tido. Pero la aceptación de que la América española po-see una unidad histórica y lingüística que es indispensa-ble mantener y perfeccionar, no adquirió, en los funda-dores de nuestra autonomía literaria, una significación ge-nérica y difusa que hubiera conducido, de haber predomi-nado, a debilitar la raíz en el propósito de cubrir excesivoterreno . Precisamente en el americanismo de los hom-bres que cultivaron las letras de inmediato efectuadanuestra respiración de España. está el principio de un ge-nuino nacionalismo. América se entendió como una enti-dad física y moral, pero al mismo tiempo, coma integra-ción de realidades nacionales con singularidades muy des tacadas.

Fue circunstancia afortunada que nuestra lucha deindependencia literaria surgiera con esta doble perspec-tiva, lo que en gran medida la alejó, desde un comienzo,del localismo costumbrista, peligro que acecha ávidamen-te a todos los nacionalismos artísticos, tanto como de unamericanismo retórico e insincero . Los que se sentían conhondura y franqueza, libertadores de un mundo de cul-tura, no podían dar ejemplo de visión mezquina ni tam-poco de desestimación de lo cercano .

Queda por señalar elemento de mucha cuenta que ra-zona los comienzos de nuestra independencia literaria : elafán de universalidad que ha sido en lo medular una cons-tante de la literatura americana desde los días colo-niales hasta el presente . Esa permeabilidad, ese ansia demirar hacia todas las cumbres, no importa su distancia,viene de más de una razón . Basta indicar sólo el hechode que el proceso de emancipación americana fue un ím-petu por desasir las amarras peninsulares no sólo por opre-soras, sino por regresivas . La Península es para los li-bertadores culturales como lo había sido para los liber-

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tadores políticos una realidad retrasada comoirredimible.Si ella no puede brindar oportunidades superadoras,

hay que dirigir la vista hacia otros núcleos de cultura . Yun vehemente deseo de emular realidades de mayor pro-greso, y más libertad movió a todos los espíritus . Si Bo-lívar había buscado inspiración en Francia e Inglaterra ensu intento de reestructuración americana, Bello buscó aLondres, Echeverría a Francia y Sarmiento y Lastarria alos Estados Unidos .

Igualmente hay que declarar que en lo íntimo de laprimera rebeldía literaria vive una inclinación popularvigorosa. En ello cooperan eficazmente la fuerza política,el espíritu romántico dominante y el sentido ético que na-ce de toda obra genuina de liberación humana. La sepa-ración de España se había alcanzado por la lucha de lasmasas, por el heroísmo anónimo de indios y criollos delpueblo, los que habían de ser en el nuevo estado de cosas,sujetos de derecho y usufructuarios de la justicia logra-da con su esfuerzo.

Una literatura que respondiese al más amplio movi-miento de redención vivido por América no podía renun-ciar a continuar la gran tarea de universal mejoramientoque habían querido producir los libertadores de la espada .El pueblo debía estar en la literatura .

A este popularismo hay que darle todo su valor . Noporque España hubiera rendido sus armas al golpe de unarevolución de propósitos igualadores, el quehacer litera-rio se tenía por tarea de todos y para todos . Lo minúsculode los grupos de hombres de letras durante la colonia ha-bía creado el concepto aristocrático de la cultura, difícilde suprimir en pocos días. El escritor, con escasas excep-ciones, había sido clérigo o señor y se juzgaba ser extra-ordinario y distante . Que la literatura fuese para el pue-blo era cosa que estaba en la médula del credo democrá-tico libertador ; que el pueblo inspirase al escritor ya nose comprendía con tanta claridad . Sólo hombres como

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Lastarria tuvieron valor para la proclamación corajuda :"Es preciso que la literatura no sea el exclusivo patrimo-nio de una clase privilegiada, que no se encierre en uncírculo estrecho porque entonces acabará por someterse aun gusto apocado a fuerza de sutileza . Al contrario, debehacer hablar todos los sentimientos de la naturaleza hu-mana y reflejar todas las afecciones de la multitud, queen definitiva es el mejor pues, no de los procedimientosdel arte, sí de su efectos" .

En síntesis la renovación literaria de nuestra Améri-ca no pudo iniciarse bajo mejores auspicios . Una miradasuperficial al proceso que entonces comienza podría lle-var a falsos criterios . Pero si se examinan los males queintentaron corregir, lo extenso del mundo hispanoamericano y los sedimentos feudales y caudillistas que creó lacolonia y que la independencia no pudo abolir, había queaceptar que en al avance doloroso de nuestras patrias tie-ne mucha parte la postura y la actividad de los escrito-res que se plantearon la labor literaria, desde un comien-zo, como un gran servicio de superación colectiva .

La cuestión de la lengua se presenta a los innovado-res desde los primeros empeños de liberación literaria .

Los reformadores del período de independencia ha-cían frente a un problema que ha venido hostilizando elcamino de las letras en América a lo largo de todo el tra-yecto. La excelencia expresiva de los escritores america-nos no nacía de un esplendor arraigado en secular torren-te popular y nacional • que hubiera dado origen a una len-gua ennoblecida desde dentro a través del desarrollo deun genio propio. Nuestros pueblos no han gozado de esacoyuntura unificadora y fecundante . Lo que denomina-mos literatura americana es lo escrito en castellano desdeel descubrimiento hasta el momento actual, y por debajode esa producción no hemos tenido, sustentándola y levan-tándola con sus jugos las grandes masas que le dieran,con la integración de una lengua nacida de sus entrañas,crecimiento y condición en un vigoroso laboreo interior .

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Una tenue extranjería ha venido, entre nosotros, pertur-bando la vía de la creación . Sólo-las poderosas fuerzasde nuestros escritores ha podido salvar esta resquebraja-dura íntima . Bien lo ha declarado Gabriela Mistral conpalabras que han hecho época : "En nuestros pueblosmestizos donde el negocio de la lengua corrió durante tressiglos 'a cargo de la población blanca que forma la claseburguesa, la lengua popular que en algunos aspectos seinsinúa también lo familiar, ha estado ausente, porque lamasa mestiza o india hablaba o bien dialectos indígenas obien el español primario que dieron las conquistas" . . . .Ocurría además que la maestría seguíase alcanzando porasiduo trato de los autores magnos del período clásico espa-ñol . No había modelos americanos, sino que la prosa seabrevaba en Cervantes o Fray Antonio de Guevara y lapoesía en Garcilaso, Fray Luis o Quevedo .

Este problema del idioma, que tanto ha contado, im-plícita u ostensiblemente, en toda la vida de las letrashispanoamericanas, presenta en su reconditez posibilida-des de fidelidad y de evasión, de realidad y de irrealidad .de presencia y de deserción . La contradicción ha estado,en todo momento a punto de deslizarse por dos costadosigualmente censurables : por el apego estéril a las formasvenerables y por la aceptación de corrientes extrañas ydesformadas . Quienes en América hayan tomado el ca-mino de la imitación externa, literal de las formas sacra-mentadas de las letras españolas, han pecado gravemen-te contra nuestra libertad . Quienes hayan transitado porel sendero de la resonancia exótica, con desprecio de latradición viva y fecunda, han pecado contra nuestra autencidad.

Ha sido preocupación de todas nuestras personalida-des señeras el uso adecuado de la lengua, conscientes deque importa el acierto o error en este terreno . Lugarcomún es citar la polémica de Bello y Sarmiento sobreeste delicado asunto, en que el último defendía frente alos reparos clasicistas y aristocráticos de , don Andrés, una

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lengua libre, fluyente, enriquecida por las múltiples con-tribuciones populares . Razonable con su formación ro-mántica Sarmiento considera que la soberanta del idiomaes consecuencia de la soberanía del pueblo y que es elpueblo el que debe dictar al escritor su camino lingüísti-co. Bello, de quien no se puede olvidar su papel de reno-vador y su eximia labor de cultura, mantuvo la fuerza dela expresión sin continuaciones populares e hizo guerracontra los que proclamaban "la libertad romanticolicenc

iosa del lenguaje" y contra los que "por prurito de nove-dad o por eximirse del trabajo de estudiar la lengua qui-sieran hablar o escribir a su discreción" .

No se puede medir la marcha ininterrumpida del es-píritu creador. Pero es indudable que hacia mediados delsiglo pasado, tangibles ya los frutos de los primeros mo

vimientos socialesde hondura histórica,la literaturaamericana cobra una vida nueva . Ha madurado y ad-quirido consistencia y originalidad- Es patente la eviden-cia de una superior jerarquía en nuestra cultura . Se hanefectuado transformaciones notables ; las obras se mul-tiplican prodigiosamente y por todas partes se señala laadultez promisora. Pero las líneas fundamentales, matri-ces, se conservan las mismas .

Aunque no faltan en este lapso de florecimiento yafirmación quienes tratan de torcer con sus calcos yertosde lo español o empeñados en el injerto violento de loinasimilable, lo dominante es la obra arraigada en loamericano muy penetrada de nuestras necesidades y ape-tencias, interpretadora de nuestras maneras peculiares,transida de aires universales y atenta -al equilibrio entrela tradición impulsora y la novedad genuina . La huellavigorosa de lo popular con características épicas tan visi-ble en el "Facundo de Sarmiento, permanece y se ex-tiende en el "Martín Fierro" hasta llegar a "Tabaré Lasúltimas y mejores novelas románticas como "María" deIsaacs y "Cumandá" de Juan León Mera se cruzan conlos primeros atisbos del relato realista .

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Aquel estado tan singular dé los fundadores de sersimultáneamente pensadores y realizadores, artistas ypróceres que con tanta propiedad perfilan a Bello y a Sar-miento, o Echeverría y Lastarria, a del Valle y Alberdi,no sólo se mantiene sino que se acentúa y eleva, dandosignos de renovada calidad y creciente eficacia .

En este momento, más que en el inicial, el hombrede letras es luchador político . Un más seguro rigor depensamiento, una información más completa y exacta yun auditorio numeroso hacen de algunos escritores de esteperíodo adoctrinadores aceptados en más de una nacióndel continente. Casi todos son ricos de vida y obra . Nosiempre le asisten las gracias líricas . Por lo general sonmás pensadores que artistas, aunque a ninguno le falta uncabal conocimiento del quehacer literario . Distintos ysemejantes forman un conjunto brillante y respetable .Forman en este sobresaliente grupo don Juan Montalvotodo maestría ; González Prada, todo encendido en fuegoproteico; Eugenio María de Hostos, apasionado, orienta-dor y especulativo, Justo Sierra, ejemplo del escritor da-do a la tarea civil ; Cecilio Acosta, la sabiduría austera ygenerosa .

Lo singular y extraordinario es que todos estos escri-tores-ciudadanos no sólo son paradigmas, lo mismo en lasletras como en lo cívico, sino que preparan el engaste pa-ra la creación de nuestro tiempo y del tiempo futuro . Estose debe a su fidelidad a las normas básicas . Han expresadolo nacional en sus obras con generosidad y honra . El celopor el pueblo toma en estos hombres ejemplares consisten-cia, claridad y sentido realista . El americanismo de los orí-genes se ha hecho servicio y firme defensa . Esta tenazpreocupación por sus respectivas comunidades no haobstruido una verdadera universalidad que dio a la cul-tura americana de su tiempo soltura y arranque que ladistinguieron de las culturas europeas contemporáneas .Y en fin la lengua es en ellos brega y conquista consuetu-dinarias, experiencia de sus orígenes y de sus logros his-

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tóricos, contrastación incesante de sus enriquecimientoslegítimos y diario ejercicio vitalizador .

Al llegar las últimas décadas del siglo XIX se anun-cian signos diferentes . Las características señaladas co-mo constantes en la literatura americana empiezan a de-bilitarse y a contradecirse. Se inicia un período complejode literatura pura en que la nota distintiva consiste enun desasimiento de la realidad . Es el Modernismo .

Hay que considerar este movimiento como expresiónde un fenómeno universal que tiene en la América Espa-ñola rasgos específicos . Sólo desde este ángulo es posi-ble comprender lo que el Modernismo representa .

El hecho de que la América Española hubiera pro-gresado satisfactoriamente por la adecuada vía de la nor-ma realista no podía dar por sentado que nuestras letrashabían alcanzado una autonomía tal que las pusiera a cu-bierto de movimientos que por universales, habían deirrumpir estas latitudes . Por muy recia americanizad queostentaran eran el producto de una cultura matriz queno había nacido en este continente y no podía quedar almargen de las transformaciones y direcciones que en Eu-ropa surgiesen .

Superando fuertes obstáculos, la América Españoladesarrolla una economía que la ponen en comunicaciónasidua e intensa con los centros europeos de más penetran-te cultura . Las generaciones que arriban a la concienciaartística se alimentan de la ansiedad universal . Las ubresespañolas están exhaustas . En la lírica, el mensaje pe-ninsular se ha empequeñecido . y se ha hecho reiterativoen combinaciones estróficas y métricas manoseadas . Lavoz diáfana de Bécquer se ha perdido en imitadores sininspiración y reinan la declamación acicalada de Núñez deArce y el ingenio casero de Campoamor . Tienta lo fran-cés por el idioma asequible y por el prestigio de sus poe-tas. Hacia Francia miran los mejor dotados .

La nueva corriente contradice las firmes direcciones45

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que hasta ese momento habían orientado la literaturanuestra . Si lo americano se asoma a sus obras no será laesperanza que se eleva ante sus ojos, sino un pasado . que,por serlo, puede ya contemplarse como una preciosa le-janía . En cuanto a la substancia nacional tan apretadahasta entonces, ya se sabe hasta donde se diluye . Y elpopularismo de vena épica que colocara a América en elumbral de una magna literatura sufre un indefinido oscu-recimiento .

El hecho cierto es que este cambio se produce porquela adscripción a una postura que pone el acento en la asi-milación de una maestría lejana así lo determina . Escosa sabida que tan pronto el escritor sitúa a su posibi-lidad de acierto en el hallazgo formal o en el matiz re-cóndito se debilita y se desnutre su contacto con la tierra .Es la consecuencia de una posición estética que colora lagestión del escritor y del hombre. Los cultores del mo-dernismo traducen sus sensaciones y conflictos de modoabstracto porque así lo ordena una manera imperiosa dela poesía francesa del tiempo . En la misma forma y poriguale. razones no ponen su inspiración en la realidad cir-cundante, sino que la arraigan, como sus modelos, en mun-dos estructurados por su cuenta y riesgo .

No se trata de que los poetas sean por fuerza mili-tantes políticos . Un escritor puede ser agitador partida-rio si hay para ello coyuntura y disposición ; pero lo la-mentable es que base su trabajo y ponga su propósito enun aislamiento consciente y voluntario del medio que losustenta .

Si el escritor tiene un deber humano irrenunciable,las condiciones dominantes en su mundo han de determi-nar concretamente la índole y el tono de su actividadcreadora . Las circunstancias de América exigen a sushombres de letras, una radical identificación con su pue-blo. Ya Alfonso Reyes después de considerar las venta-jas e inconvenientes que supone la lealtad social del es-critor americano declara : " . . . entre nosotros no hay, no

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puede haber torres de marfil . Esta nueva disyuntiva deventajas y desventajas admite también una síntesis, unequilibrio que se resuelve en una peculiar manera de en

tender el trabajo intelectual como servicio público y comodeber civilizador" .

Tras el anterior asedio a la creación en la literaturaamericana, queda como incuestionable que el espíritu nu-tricio de ella ha constituido la lealtad a las inquietudes,propósitos y esperanzas comunes al 'continente. Tal aser-to queda resumido en las palabras de Rodó : "solo hansido grandes en América aquéllos que han desenvuelto,por la palabra o por la acción, un sentimiento americano" .

Desde los momentos iniciales fue claro para los es-critores de América que nuestro mundo había de expre-sarse por los cauces de la cultura europea pero que úni-camente interpretando con fidelidad su avasalladora rea-lidad podía adelantarse en su descubrimiento . La leal-tad a un medio de múltiple novedad en lo físico y en laperipecia humana de acomodación y dominio, ha venidodefiniendo una obra de firme sentido histórico . El escri-tor americano ha tenido por delante una recia disyunti-va : o la sujeción a una literatura ajena y rica en logrosy sugestiones o la comprometida libertad de manifestar ensu obra la vida tumultuosa, contradictoria y bronca desu extenso escenario. La captación y la comprensión li-teraria de la realidad inmediata ha sido para el escritorde nuestra América, más que para su colega de otras la-titudes, servidumbre y grandeza, necesidad y deber . O seentregaba a la faena de dar lo cercano, corriendo los pe-ligros que toda revelación comporta o quedaba extraño asu destino sobrenadando en aguas exóticas. Los más ro-bustos y valerosos optaron por la primera postura deldilema. Mucho de lo que hoy se hace y es posible hacer,viene de esta decisión . Y a ella se deberá que la obra dearte americana valga mañana por la calidad toda poten-cia que parte de los caminos cercanos, que invitan al viajemientras sustentan nuestros pasos .

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