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DATOS DE PUBLICACIÓN Y CRÉDITOS

CORPORACIÓN CULTURAL DE TALAGANTEDirector: Manuel Vergara Valenzuela

Textos y edición: Marión Canales, Lucy Mendoza y Horacio Pino.Fotografías: Dario SarretDiseño y diagramación:

Jurado: Marión Canales, Lucy Mendoza y Horacio Pino.

CONCURSO:Memorias de mi puebloPresentado por la Corporación Cultural de TalaganteProyecto financiado por el Ministerio de la Cultura, las Artes y el Patrimonio a través del Programa OIC (Otras Instituciones Colaboradoras).

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INDICE

I. Dios los Cria 6

II. Santa Ana en mi Corazon

III. La Escuelita Olvidada

IV. Yamilet 1974

V. Recorriendo mi Provincia

VI. ¿Brujos en Talagante?

VII. Mi padre el Campesino

VIII. Huelga y Toma de Viña Santa Cristina

IX. El Temporal

X. Secuestro y asesinato del taxista Herrera

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El rescate de la historia y tradiciones de los pueblos es un tema de suma importancia para las comunidades. Incentivar a los adultos mayores de la comuna de Talagante a entregar a través de relatos su propias vivencias, es una forma de construir historia para nuestros jóvenes y niños.Memorias de Mi Pueblo busca plasmar en un libro las mejores historias de Talagante antiguo. A través de un concurso, se convocó a adultos mayores a transmitir sus cuentos inéditos. El jurado fue el encargado de seleccionar los 10 mejores relatos, los que quedarán en este libro que esperamos disfruten.

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En 1947 cuando tenía siete años de edad, escuché contar a mi padre esta vivencia que a él le había narrado su compadre y amigo de toda una vida, Ño Sofanor:

En un fundo situado en Lonquén, localidad perteneciente a la comuna de Talagante, el dueño de este predio agrícola reconocido por su crueldad, trataba déspotamente a sus trabajadores a quienes, incluso, azotaba salvajemente con un látigo de cuero cuando no cumplían a cabalidad sus instrucciones relativas a las faenas propias del campo, secundado en estas perversas acciones por su mayordomo persona de exclusiva confianza, que en malos tratos iba a la par con su amo.

Varios obreros y ‘’lingueras’’ que llegaron a trabajar a sus tierras desaparecieron misteriosamente, y a pesar de las diligencias desplegadas por la policía del sector no se obtuvo ningún resultado positivo, aduciendo el patrón y el mayordomo, al ser interrogados, que seguramente se habían trasladado a trabajar a otros lugares más apartados. Los trabajadores del fundo, intrigados y temerosos de hacían mil conjeturas y en corrillos al final de su jornada laboral, reunidos en el corredor de la casa del viejo Sofanor, el peón más antiguo del fundo, queriendo y respetado por su sapiencia y experiencia de vida, al calor de un brasero y unas cuantas capas de vino conversaban:

- Pa mí, Ño Sofanor, que a los desaparecidos los mataron el patrón con ayuda del mayordomo…- ¿Y por qué los iban a matar niño por dios?- ¡De puro malos que son, no más!- ¿Han visto ustedes allá el bajo, detrás de los nogales, el potrerillo chico que el mayordomo hizo cerrar y al que naiden puee entrar?¡Ahí están sepultaós! Yo mesmo he visto con mis propios ojos al mayordomo enterrar a un cristiano, así nomás, sin cajón.

Este era el temor de las diarias conversaciones de los trabajadores del fundo, quienes por temor o ignorancia no se atrevían a denunciar lo que a ellos les constaba que sucedía.

DIOS LOS CRIA

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//

Lentamente fue pasando el tiempo, al invierno siguiente el patrón enfermo gravemente, y al cabo de pocos días falleció. Muerto el amo, el mayordomo desapareció del lugar sin cobrar sueldos ni regalías que le correspondían por sus largos años de trabajo en el fundo.

Las crueldades del patrón habían traspasado los límites de Lonquén, por lo que a su velorio y exequias concurrieron solo algunos familiares y conocidos, más por compromiso que por aprecio. Sus restos fueron llevados para su sepultación al cementerio de Talagante, solicitando su viuda ver por ultima ves el rostro de su marido para lo cual se procedió a abrir la tapa de la urna, comprobando espantados que la caja mortuoria se encontraba vacía… Todas las miradas se dirigieron a Ño Sofanor, este hombre rudo de campo, respetado y admirado por sus pares, en busca de una explicación ante este hecho extraordinario e inédito en la memoria colectiva de los presentes. El anciano, con su voz cascada y arrastrando cada una de sus palabras así habló:

To’os sabíamos que el patrón era malo… malo de a ‘entro. Pá mí, que se lo llevo ‘’On Sata’’ junto con el mayordomo, derechito pal infierno.Solamente dios en el dueño y señor de la vida y la muerte. Un cristiano no puede matar a otro, ni menos tratarlo mal, ni apalearlo como si fuera una fiera salvaje.

Nada podemos hacer nosotros, pobres mortales. El patrón se condenó solo y arrastro al mayordomo que era de su mesma calaña.

Y como reza el dicho: ‘’Dios los cría... y el diablo los junta’’.

PEDRO JERIA MIRANDA

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Santa Ana, localidad aledaña a Talagante, zona rural por excelencia. El verdor de los árboles con sus casas de campo, le daban un aspecto que nos llevaría a pensar en la tranquilidad inmediata del lugar. Las faenas campesinas de todos los días, con el trabajador y el arado abriendo la tierra, y después la semilla puesta en los surcos que conforme un tiempo brotarían para dar paso a una cosecha muy generosa. Los inquilinos, que así se dejaban llamar, eran personas honestas y muy trabajadoras, a las ocho de la mañana comenzaban su jornada, y ya al mediodía se disponían a almorzar, a las cuatro terminaban sus tareas y pasaban por la casa del administrador a retirar el pan que consistía en tres galletas por cada uno. También había una pequeña escuela donde asistían todos los niños y niñas del sector, se denominaba “Escuela número Diez de Santa Ana”. Sus profesores eran personas con mucha vocación y nunca les faltamos al respeto, ya que nos demostraban siempre su cariño y dedicación. En el patio participaban con los varones en las pichangas de fútbol, y las niñas avivando a los jugadores con mucha alegría, recuerdo al profesor Mancilla, al profesor Medina, al profesor Herrera, a la profesora Nelis Toro, Patricia Vera, Yolanda Armijo, y la Directora señora Ana Salazar. La enseñanza y los buenos hábitos nunca se olvidaron, recibimos una educación de calidad gracias a los buenos profesores, bastaba un lápiz, una goma, un cuaderno y un silabario, y con eso se nos abría un mundo para nuestro aprendizaje, escuela número Diez nunca te olvidaré.

Nuestra localidad contaba con un correo donde depositábamos las cartas que escribíamos llenas de ilusiones, al cabo de unas semanas recibíamos las respuestas, la persona que nos recibía la correspondencia era un señor muy serio pero amable, que detrás de sus mostachos esbozaba una sonrisa a pesar de su invalidez. También existía una central telefónica donde unas simpáticas señoritas nos comunicaban con la persona que queríamos hablar, los teléfonos eran sólo de dos dígitos. Tampoco puedo dejar de recordar a la Viña Undurraga, más conocida como “la botella”, los trabajadores la bautizaron así, debido a un enorme envase de vino que hasta el día de hoy se encuntra ubicada en su entrada. Allí trabajó mucha gente acarreando en colosos la uva recién cortada, para después de un proceso largo llegaran a nuestras mesas los exquisitos vinos blanco y tinto, pero eso no es todo, allí se recibieron grandes personalidades de la época, desconocidos para la mayoría, mandatarios de

SANTA ANA EN MI CORAZÓN

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diferentes países que nos honraron con su visita, a mí el que me llamó más la atención fue el príncipe Makarios de Chipre, un señor de muy baja estatura y con una barba muy larga, su vestimenta llamativa y por su investidura sacó muchos aplausos, creo que ni siquiera se dio cuenta de nuestra presencia, pero de igual manera quedamos contentos y asombrados de esos señores que venían de un mundo tan lejano de nuestro campesino Talagante. Existió también el único almacén donde mi papá compraba la mercadería para el mes, este lugar era atendido por sus dueños, personas muy amables y que nos ofrecían lo mejor para las compras. Se hacía una lista de productos en una libreta, sin olvidar nada por supuesto, posteriormente por la tarde mi padre pasaba a retirar una caja de cartón con todo lo requerido, buscábamos con ansias un tarro de durazno en conserva, que debía quedar guardado hasta una fecha especial en que se serviría como postre. Un poco desilusionados por esa espera, seguimos ordenando la mercadería en el mueble de siempre, donde posteriormente mi madre le ponía llave. Don Roberto, y su esposa, la señora Luchita, que así la nombrábamos, eran los dueños de ese gran almacén que surtía a la mayoría de las familias que vivíamos allí, quise recordarlos y a la vez contarles que don Roberto Torres Miranda fue alcalde, también regidor, muy buen alcalde y el Consejo Local de Deportes quiso que este recinto deportivo llevara su nombre.

Siguiendo con estos recuerdos, hay uno muy especial, la capilla de Santa Ana, lugar de oración donde los domingos, asistíamos a la misa de la mañana acompañadas de cánticos por todos conocidos, allí también rezábamos el mes de María, asistíamos con nuestros padres a la misa del gallo y después nos entregábamos los obsequios navideños en nuestra casa. También debo contar, que mi matrimonio fue celebrado en esa capilla por el Padre joaquín Larraín, unos amigos nuestros nos dieron una gran sorpresa, cuando ingresé vestida de blanco los aplausos comenzaron a inundar el recinto, el sonido de las guitarras resonaban al unísono y así empezó la misa a la chilena que nos tenían preparada.

Santa Ana, lugar donde todos nos conocíamos, y allí estaban los estanques de agua potable que abastecían al pueblo de Talagante, mi padre era quién mantenía todo aquel proceso para que los habitantes recibieran un agua de calidad. También nos reuníamos en el Centro Juvenil, que estaba ubicado al frente del almacén de don Roberto, que era siempre para organizar algo a fin de entretenernos, como por ejemplo

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campeonatos de Basquetbol, Baby fútbol y también el esperado baile donde nos juntábamos a pasarlo bien y tomar el trago de la época: la Cuba libre, que era coca cola con ron o coñac.

Ahora, sólo quedan los recuerdos y si nos encontramos en la calle es para hablar de enfermedades, de las pensiones, del precio del gas, en fin, nuestra realidad así la vivimos hoy. Hay amigos que han fallecido, pero siempre están presentes ya que formaron parte de aquella juventud que quería cambiar el mundo: Orlando Barra, Gustavo Castro, Elba Nuñez, René Navarro, ellos ya no están pero siguen en nuestra memoria y en el corazón.

Ya no vivo en Santa Ana, ahora radico en Talagante hace más de cincuenta años, y he querido escribir todo esto. Hay detalles que seguramente he olvidado, pero no puedo dejar de emocionarme al recordar todo aquello que viví, junto a mis padres, mis hermanos, mis amigos. Una lágrima corre por mi mejilla. Con los años nos ponemos sentimentales, creo que es entendible. Me levanto de mi silla, corro la cortina y observo el atardecer, y me pregunto ¿cuántos atardeceres le quedaran a mi vida? Sólo me responde el silencio y la mirada de mi gato. Acomodo mi chal, me preparo un mate y me digo: vamos a seguir viviendo, mañana vendrán mis nietos, miraré sus caritas y todo estará bien.

//CARMEN HERRERA

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DARIO SARRET- 1971

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En estas líneas quiero recordar una parte importante de mis vivencias, me refiero a la escuela Pública de Villa Las Hortensias, que albergó a mis hijos en su enseñanza básica. Fue una de las escuelas antiguas de Talagante, estaba ubicada en la Avenida Bernardo O‘Higgins, esquina calle Las Hortensias. No era una escuela tradicional, sino, una antigua casa patronal de una familia de apellido Lazo, que se adecuó para acoger a los niños que llegaron a este sector producto de la toma de terreno que se produjo en la década de los sesenta. Esta familia se fue de la casa, y dejaron el espacio para que se construyera algo comunitario, en este caso, una escuelita, que estuvo allí desde los origenes de nuestra villa, y que acogió a una gran cantidad de familias, alrededor de 700, que muchas de ellas, aún viven allí, o sino, sus descendientes. Yo llegué en 1973 a vivir a la calle Julio Vrancken 1681, sitio 31. La escuela era de adobe, tenía unas habitaciones grandes, las que se convirtieron en salas, un corredor de cemento, cubierto de antiguas baldosas rojas que prácticamente rodeaba la casa. Empezó a funcionar como escuela N° 39, posteriormente pasó a ser 658. Mis hijos, Jaime y Antonio, ingresaron como alumnos en primero básico en el año 1973, a pesar de tener un año de diferencia.

Sus profesores trabajaban en forma sacrificada, pues no tenían las comodidades que tiene un espacio construído para esos fines. El invierno era muy crudo, las salas, cuyos cielos eran altos, eran muy heladas. Un olor a petróleo se sentía en todos los espacios, porque era el único modo de cuidado de los antiguos pisos. Las ventanas, muchas veces con vidrios faltantes, tenían enormes protecciones de fierro laboreado. Sin embargo, entre esta precariedad, los niños corrían y jugaban en sus patios gozando de lo que es la niñez. Para ellos todos los días había un desayuno que consistía en un vaso de leche y tres galletas, lo que para algunos era su único alimento en las mañanas. También contaban con almuerzo, todo esto era preparado por las señoras que trabajaban en la cocina. Siempre había una llave mala y el piso mojado, igual les preparaban sus colaciones y atendían a nuestros niños con una sonrisa. Fueron años difíciles, algunos niños no tenían la vestimenta adecuada, iban a la escuela con lo que podían, no necesariamente un uniforme, como ahora.

Con la llegada de la Dictadura en 1973, nuestra población, la escuela y los niños,

LA ESCUELITA OLVIDADA

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fuimos estigmatizados por tener el nombre de Hortensias. Equivocadamente pensaban que el nombre se debía a la profesora Hortensia Bussi, esposa del Presidente Salvador Allende, nada más lejano de la realidad. Prueba de ello era que en la puerta de la escuela, antes casa patronal, y desde tiempos inmemoriales, existía una placa donde se leía: “Villa Las Hortensias”. Nombre que se debía a que en el jardín, existían muchas plantas de esa especie. Las había azules, moradas, rosadas y celestes. Esta creencia errónea sobre el nombre de la escuela, trajo consecuencias. Recuerdo un lamentable hecho en particular, fue aquel día en que profesores y alumnos debieron enfrentar a una turba, gente desconocida, que con palos y piedras atacaron la escuela. Los niños, protegidos por los profesores, fueron llevados al fondo del patio trasero y en andas, los pasaron por la pandereta hacia el otro lado, donde pobladores y vecinos los recibieron, hasta que sus apoderados, alertados por quienes se dieron cuenta de lo que pasaba, los llevaron a sus casas. Dos de los profesores fueron perseguidos y citados al Complejo Militar, FAMAE, conocido popularmente como “El polvorín”. Fueron acusados de tener armas en las salas, hecho que no pudo comprobarse, puesto que al revisar no se encontró nada. Recuerdo que también los acusaban de tener construído un túnel, de hecho, las personas que llegaron querían levantar el piso para verificar si era verdad. El miedo en nosotros como apoderados aumentó, luego de que desde el complejo Militar, se citara a todas las directivas de los cursos a una reunión en la escuela, la que fue dirigida por el general a cargo, acompañado de una comitiva. Esta reunión no fue otra cosa que una forma de amedrentamiento, en que se trató de intimidar a la comunidad y a dejarnos bien en claro quién mandaba ahora en esta fiesta.

El tiempo pasó y afortunadamente, no se repitieron estos hechos. En el año 1979 ingresó a la escuela mi hija menor, Gabriela. Fue todo un acontecimiento para ella, quien cada vez que me acompañaba a reuniones quería quedarse allá. Esto me divertía, trataba de explicarle que era muy pequeña, pero ella insistía, me pedía que hablara con la profesora. También amó esta escuelita, hasta hoy hablamos con nostalgia de ella.

En el año 1983 se construyó una nueva escuela, en la calle Esmeralda de la misma villa. Un moderno complejo, con salas espaciosas, gimnasio, biblioteca, amplio patio, multicancha y oficinas, fue así que al año siguiente, todos nos trasladamos felices y esperanzados, atrás quedaba la antigua escuelita de casa patronal que tantos y tantos sueños vio recorrer por sus frías y altas paredes, lamentablemente y como suele suceder,

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nos perdemos en el fervor de lo nuevo, y nos olvidamos de nuestras raíces. Mis hijos mayores ya habían egresado, sólo quedaba Gabriela, quien el año 1985 se graduó de octavo año. Comentar que su permanencia en la escuela se acortó, debido a que de quinto año, fue pasada a séptimo por su buen rendimiento. Producto del terremoto de 1985, la escuelita comenzó a deteriorarse notablemente, pasados unos años, fue demolida, en su lugar, se construyeron locales comerciales. Cada vez que transito por ahí, sin embargo, veo nostálgica la silueta de la escuela erguirse.

Nuestra nueva escuela se renombró años más tarde como Escuela Alborada E- 658. Ésta, a su vez, fue ampliada durante el gobierno de Michelle Bachellet Jeria, constituyéndose hoy en día, en una de las más amplias y cómodas de la comuna. Hoy recuerdo estos episodios, a los profesores, y a la antigua escuelita, en cuyas paredes quedaron grabadas tantas manos, en sus salas el olor a petróleo, que emanaba desde sus pisos, sus patios llenos de niños corriendo y jugando, y a nosotros los apoderados, que día tras día, nos apoyábamos en sus rejas esperando a nuestros hijos para regresar a nuestras casas. Al pasar por la antigua escuelita, cuando ya se había derrumbado, contemplé con respeto sus ruinas y me dije que nunca la olvidaría, que dentro de mí, ella siempre estará erguida, esperando el saludos de aquellos que un día pasaron por sus aulas, y recibieron la enseñanza entregada por sus distinguidos maestros, a quienes les doy desde el alma el agradecimiento por todo lo que de ellos recibimos.

//GABRIELA VEGA TRUJILLO

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En Talagante existió una niña de diez años llamada Yamileth Díaz Parada. Era integrante de una humilde familia de este pueblito rural en plena década de los setenta. Cuentan los lugareños, que una noche Yamileth soñó con otra niña que respondía al nombre de Elizabeth Talbo, hija de padre inglés y madre española, nacida en los albores de la república. Esta niña tiene una trágica muerte producto de un asalto en donde es descuartizada. En el sueño, Elizabeth le entrega el don de la sanación, pero para lograrlo tiene que cumplir ciertos requisitos: vestir de blanco, no cobrar por sus atenciones, no cortarse el pelo ni maquillarse, no casarse, y, que moriría a los 33 años. Algunas cosas se cumplieron, pero las profecías no.

¿Cómo comenzó este fenómeno?, no está muy claro. Se dice que una vecina que orinaba sangre producto de una grave enfermedad, escuchó que Yamileth era una niña bendita, que con su intervención la ayudaría a obtener alivio. Poco a poco se fue corriendo la voz entre los vecinos, que cada día atiborraban más y más su casa para que la atendieran. Hasta que empezó a llegar a los medios de comunicación masivos, y así, a oídos de personas de todo Chile.

Estos fenómenos son repetitivos, cada cierto tiempo producto de la propia naturaleza humana, que al no encontrar soluciones a sus problemas, busca alternativas que no necesariamente son científicas, para solucionar sus problemas físicos o psíquicos. Esta realidad se ha dado en diversas culturas y a lo largo de los anales de la historia. En el caso de Yamileth, aparte de la necesidad de la gente de obtener ayuda, se juntaron otros factores que influyeron para que se propagara la noticia de esta niña milagrosa. Chile se encontraba en una situación complicada, producto del reciente y brusco cambio de Gobierno. A los gobernantes de la época les atraía la idea de noticias como estas para que desviaran la atención de lo que realmente estaba sucediendo en el país. Si nos detenemos en la fecha, estos hechos transcurren entre 1974 y 1976, fue una época realmente dura y con sucesos bastante trágicos para todo el país.

En los alrededores de la casa de Yamileth, ubicada en la población Las Palmeras, se veían muchos buses con personas de distintos rincones de Chile, algunos llevaban

YAMILETH 1974

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el logo de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, es decir, facilitaban medios de transporte. Los canales de transmisión de noticias hacían festín con los sucesos. Por motivos laborales me encontraba por esa fecha en Futrono, lugar agrícola ubicado en la zona cordillerna de Osorno. Cuando mis compañeros se enteraron que vivía en Talagante, incesantemente me preguntaban por ella. En dicho lugar sólo tenía radio para oír noticias, y les decía que sabía lo mismo que ellos por ese entonces, pero la comuna estuvo por ese tiempo en la retina de todo un país. El comercio y la locomoción colectiva también se veía favorecido por el constante flujo de personas. La gente arrendaba piezas, se les daba de comer a los viajeros y era necesario transportarlos, por lo tanto el que podía, sacaba beneficios de la situación. A todos les convenía.

La niña normalmente tocaba a la persona y le daba una bendición, para luego pasar a otro paciente. Según las estimaciones de la época, se dice que llegó a atender cerca de mil personas por día. Tomando en cuenta que los pacientes no llegaban solos, se puede deducir que arribaban al pueblo alrededor de tres mil personas diariamente. Nos podremos imaginar el revuelo que existía en ese entonces pequeño Talagante.

Donde atendía existía un cartel en el que se señalaba que no se cobraba por la atención, pero también había una caja donde se dejaba el dinero, que las personas voluntariamente podían depositar. No se sabe a ciencia cierta cuánto era lo que se recaudaba, pero tiene que haber sido un monto significativo. Fue tal el grado de divulgación, que el equipo de Santiago Wanders el año 1975 iba muy mal en el campeonato nacional de futbol, corriendo ciertos riesgos de caer a la segunda división. La llevaron al puerto de Valparaíso para que le diera el puntapié inicial a un partido. Ese año el equipo siguió en primera. Estas cosas mediáticas sumado a visitas de personajes famosos, como el cantante Roberto Carlos de Brasil, y otros, fomentaban la situación. La Iglesia no tomó parte del hecho, ni en el inicio, ni en el auge, ni en su decadencia. Evidentemente esto duró un par de años solamente, ya que las curaciones no resultaban, y el proceso tuvo una detención progresiva y natural.

La famosa niña aún sigue con vida. No sé si aún realiza sanaciones, sólo tengo información que hace 22 años aún realizaba estas prácticas, pero ya con un sistema más intrincado. Había que llevar una vela consumida , y ella leía el futuro mediante el dibujo que quedaba producto del derretimiento. La persona amiga que me contó, tenía alrededor de 38 años

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CLAUDIO AHUMADA

cuando la fue a visitar, se encontró con un pequeño despacho donde Yamileth leía las cartas y otros menjunjes para ayudar a sus clientes. A mi amiga le dijo que estaba embarazada, ella respondió que era imposible, entonces Yamileth le contestó que podía ser la hija mayor quien estuviera en cinta. Pasaron dos meses y esta amiga aparece embarazada de la última hija. Obviamente esta coincidencias provoca que algunas personas crean en estas prácticas, y, particularmente en la misteriosa Yamileth.

Con los años se repitió un suceso parecido, con un joven de Villa Alemana, se llamaba Miguel Ángel Poblete, y el veía la Virgen y congregaba a muchedumbres en un cerro. Se comprobó posteriormente el apoyo con buses del ejército y diversas maniobras para fomentar el suceso que parecía desviar la atención de las personas. ¿Suena parecido? Coincide la época de Miguel Ángel justo con el periodo de las seguidas jornadas de protestas en contra de la Dictadura Militar en el país, que estaba desapareciendo a detenidos. En este caso, a diferencia con Yamileth, la Iglesia Católica sí tomó parte en el asunto, realizando investigaciones que comprobaron la falsedad del suceso. Miguel Ángel realizaba constantes ataques a la jerarquía de la Iglesia, todo esto influenciado por personas que no estaban de acuerdo con la postura de la institución a través de la Vicaría de la Solidaridad, en contra de los atropellos a los derechos humanos.

En fin, uno de los misterios más grandes del Talagante del siglo pasado, se llama Yamileth. Seguramente en el futuro seguirán repitiéndose sucesos como estos, producto que la gente siempre busca ver más allá de lo que los sentidos entregan.

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DARIO SARRET- 1971

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Voy a recorrer mi ProvinciaLa Provincia de TalaganteSus pueblos, sus comunas

Y sitios importantes.

Cualquier lugar es buenoLo amerita la ocasión,Inicio este recorrido

En el pueblo de Lo Chacón.

Lo Chacón es muy famosoPor su exquisita chicha

A la hora de brindarEs auténtica delicia

De lo Chacón a El PaicoYo parto enseguidaSaliendo con cariñoA su noble huasería.

Chiñigüe tierra de encantoDe hortalizas y flores

Entre fundos y parcelasSe reparten sus olores

De Chiñigüe a El MonteSigo por una acera

Para llegar a las tierrasDe Los Hermanos Carrera

El Campo y la cuidadOfrecen lugares de agrado

Voy llegando a Padre Hurtado

‘ ’RECORRIENDO MI PROVINCIA’’

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Tiene nombre de santoMe lo conto hoy PachecoAntes de Padre HurtadoSe llamaba Marruecos

Así lo consigna la historiaPero mucho antes aun

Santa cruz de la Victoria

De Padre Hurtado a MallocoNos vamos de dos en dos

Para pasarle a rezarAl lindo niñito e’ Dios

Al lindo niñito e’ DiosY contarle nuestra pena

Viajemos a PeñaflorPor calle Vicuña Mackenna

La comuna de PeñaflorNombre antiguo Carrizal

Cuando Ud. la visiteSeguro le va a encantar

En este recorridoDonde tantos han sufridoPor la política y su vaivén

Saludo al pueblo de Lonquén

A Isla de Maipo voyEscúcheme bien usté

Para ver bailar ‘’Los Chinos’’A la Virgen de la Merced

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Hoy Naltagua y sus huertosAyer de cobre mineralDe folclor y tradiciones

Tienen mucho que contar.

Después de este recorridoYo vuelvo a TalaganteCapital de la Provincia

Tus hijos te han hecho grande

//PEDRO JERIA MIRANDA

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Salí a caminar uno de estos días, la mañana estaba soleada, no hacia frio… por tanto invitaba a ‘’dar una vuelta’’… por tal razón tome rumbo hacia el centro, caminando tranquilamente… así fue que llegue a la Plaza de Armas… cuando de pronto diviso parado en la salida hacia la avenida principal, a un caballero al que conozco hace muchos años, porque trabajo en la ferretería, cine y otros, por tanto es alguien a quien veo frecuentemente… entonces… al llegar cerca de él, le saludo cordialmente y estrechándole la mano, sonriendo le digo: ‘’¡Buenos días Don Julián! ¿Cómo esta Ud.?’’, Entonces el, con una voz sombría, me contesta: ‘’ ¡Ahora bien… pero… ¿Ud. no sabe que está hablando con una persona que ha visto al diablo?!... ‘’ ¡Ja, Ja, Ja… Ud. ¡Siempre tan bromista, le contesto yo, no lo veo con cara de asustado, le dije, muerto de la risa!... No, me dijo… yo le voy a contar.

Yo hace mucho tiempo que converso con un caballero al cuál conocí en el cementerio, es alto y viste de negro, tiene los ojos rojos, bigote y usa sombreo. Cuando se ríe se le ven tres dientes de oro, tiene un auto negro, viejo; pero en buen estado… Un día en que yo estaba regando la tumba de mis abuelos, se acerca, me saluda, se saca el sombrero y me pregunta: ¡Oiga gancho!... ¿Ud. es de por aquí cerca? Y yo le dije… ¿Por qué amigo… que le debo algo?... ¡Noo, me contesto, es que necesito ayuda… Y Ud.… quizás me pueda dar una ‘’manito’’… ¿Y qué seria ‘’amigazo’’?, le respondí. ¡Sabe… tengo que venir a la noche al cementerio a sacar algo!, ¡Ud. poh ‘’paleteado’’!... ¿me podría acompañar? Y luego agrego:

¡Y Para que vea que no lo estoy engañando, tome esto!... y saco de un bolsillo, un reloj macizo de oro y con cadena del mismo metal, ¡Bueno, ya!... no lo pensé mucho y le dije que aceptaba, siempre y cuando me fuera a dejar a la casa… también le pregunte a qué hora nos juntábamos en la puerta del campo santo y el me respondió: ¡A las 12:00 de la noche en punto!.

La tarde paso lenta, lenta. Con el pasar de las horas iba creciendo mi angustia, hasta que la hora llego. Salí de mi casa como a las 11:30 PM, y me dirigí al lugar, llevaba el reloj, la pulsera y me eché un cortaplumas y una linterna por si acaso… Para que le cuento, (me dijo el viejito) … como transpiraba helado y las piernas me temblaban…

¿BRUJOS EN TALAGANTE?

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Bueno… llegue y apenas habían pasado unos minutos cuando llego mi ‘’nuevo amigo’’ en su auto… venía con las luces apagadas, se bajó, traía una pala, un chuzo, una soga y se me acerco en silencio. En ese momento sacó una llave grande y retiró el candado de la puerta. Al abrirla, esta se quejó. La noche estaba oscura… pero oscura…en esa noche solos en un cementerio; el desconocido y yo.

Entramos… el en silencio, caminaba rápido, yo acariciaba mi cortapluma, en un instante enciendo la linterna, pero me hace un gesto para que la apague. Llegamos casi al final del patio antiguo y en un momento se detiene, busca, busca, busca…. Y con una voz ronca dice: ¡Aquí es! Y se echa la manta negra para atrás y se pone a cavar… diez minutos cavando, me dice que encienda la lámpara (así le dice) … yo muerto de miedo, la enciendo y veo un saco… él lo tira con fuerza, con tremenda fuerza, lo sube, lo abre y vacía todo su contenido en la caja que traía. En ese momento se dirige hacia mí y me dices sonriendo: ¡Mire amigo… este sí que es un entierro, a la vez que me extiende un puñado de monedas de oro, compartiremos la razón de ocho por uno, ¿Qué le parece?Yo, amigo (me explica el anciano) … ¡Estaba aterrorizado! Ahí frente a mí... el mismísimo ‘’coludo’’ contando sus monedas… sus cejas arqueadas… su olor… los dientes que brillaban en la noche y su risotada siniestra. Cuando termino puso la tierra en su lugar y salimos, nos subimos al auto y me dejo frente a la escuela ‘’Talacanta’’, ahí paro, y me dio su enorme mano huesuda, me regalo un puñado de monedas y lanzando una risotada me explico; Perdone que no pueda pasar por la plaza hacia abajo y es porque está la iglesia… hay cruz y con ella yo me muero… en ese momento me acorde del reloj y la cadena y se los devolví, baje del auto y me fui temblando hasta mi hogar, tambaleándome como un borracho.

Al llegar a mi casa quise abrir la puerta, no pude, hice otro esfuerzo ¡menos! Transpiraba y de la nada amigo, de la nada… sale el mismo hombre con quien había estado en el cementerio y me hace una señal de silencio, llevándose la mano a la boca. Saca una llave… abre la puerta de mi casa y me susurra: ¡Adelante amigo, entre a su casa! Me palmoteo la espalda y desapareció, al tiempo que un relámpago y luego un trueno iluminaban la noche ¡Había empezado a llover!Mi mujer al sentir mi llegada, grita desde el dormitorio: ¡Julián! … ¿Eres tú? ¿Dónde andabas? Un señor elegante y vestido todo de negro vino a buscarte.

Y Don Julián mirándome fijamente, me dice: ¡Y no me va a creer profesor, que todavía de

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vez en cuando me lo encuentro al caballero ese… en las calles de Talagante!

Me sonreí, incrédulo de todo lo que había escuchado, pero en ese momento me acorde de una frase que siempre decía mi abuelo: ¡Yo no creo en ‘’Brujos’’ caray… pero que los hay... los hay!.

//JORGE COVARRUBIAS

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DARIO SARRET- 1971

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El día estaba gris. Parece que lloverá. ¿Entonces los animales?, ¿Cerraste el portón?.No sea que se te escapen a medianoche.Anda a lavarte mientras yo te cebo el mate.Caminó cabizbajo con aspecto cansado, sus piernas arqueadas, deformadas de tanto cabalgar, su rostro enjuto con mirada cancina.Acercó el piso de paja al fogón y sacando de su bolsillo, harapiento una armónica, comenzó a tocar una melodía. Su rostro se iluminaba por la luz inquieta de las flamas, la luminosidad azulada de la lámpara a carburo le daba un tono ceniciento de espectro danzante en el vacío, como una figura extraída de una Ópera de Verdi.¿Estás cansado?, preguntó la mujer.Él con un tono humilde pero digno respondió.- El Río se salió en el bajo y se llevó algunos vacunos. Al Patrón se le gustará cuando se entere.- Oscar, el fundo El Carmen es el mejor de la comuna y no tienen peones suficientes en los cultivos, tu solo no puedes. Qué vamos a hacer, tendrá que comprender.Anda, tómate un mate y come algo, la noche está fría. Él sabía que tenía que enfrentarse con él y debía ser fuerte; el Peón nunca tendrá la razón.Así pensó él y sorbió lentamente su mate amargo.La lámpara oscilaba casi en la penumbra.Entonces los perros ladraron.Un sol ceniciento pronunciaba un nuevo día. Una voz perentoria, se escuchó desde el patio.El desayuno está listo, dijo ella.- La vaca ya fue ordeñaba y la leche está cuajando para hacer el queso, dijo él.- Yo alimentaré los cerdos y las gallinas, moleré trigo para hacer harina tostada antes de estilar el cuajo y llevarlo a la casa Patronal.

Era el trabajo desde el amanecer al oscurecer para ambos. En el fundo no había descanso. Él pensaba cómo enfrentar al Patrón, mas como si el pensamiento volara, se encontró

MI PADRE EL CAMPESINO

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frente a frente con él. El caballo echaba espuma por las olleras, inquieto, como presintiendo una tragedia, se movía oscilando como tratando de evitar el enfrentamiento y antes de encontrar una explicación, un feroz rebencazo azotó su rostro.- Perdiste animales en el río, desgraciado. Te los descontaré de tu sueldo, ya lo sabes y desde hoy quedarás en las manos Capataz. ¿Entendiste?Él sabía que lo esperaba.

Una amaga sonrisa se dibujó en su rostro. El Capataz era un alemán que no dormía vigilando los intereses del Patrón. Por las noches se oía el tac – tac del trote corto de su caballo protegido por las sombras, fulguraba sobre su lomo vestido de huaso, el típico sombrero blanco, acariciando en su mano la negra fusta golpeando sus largas polainas. Con ella azotaba a los peones sin misericordia.

Era habitual los lunes oler el aliento de sus peones. Pero eran mucho los campesinos que, para paliar sus precarias condiciones, bebían y bebían. El Capataz era impecable y despedía sin clemencia a los infractores.Naturalmente los rurales quedaban desprovistos del pienso para los animales.Así con el alma doblegada, decían: Está bien, Patrón y cargado la rastra de potrero en potrero hasta que anochecía.

Aquella mañana de agosto acompañé a papá por su ración de galletas, se aproximó con timidez al umbral de la oficina. Allí el Capataz enmarcando con su macizo cuerpo el espacio le arrojó el pan al charco de barro diciendo: Gallardo, te quedas fuera. Fue su sentencia. Luego destrozó contrajo sus paños y su mirada altanera cuajó la risa del Capataz. Tomé su paño blanco, las piernas me temblaban, el miedo se apoderó de mi lo miré y dije:- Mamá nos espera en casa. Volteó a mirarme, sus ojos brillaban, hizo una larga pausa:Sin embargo, cogió las galletas embarradas y limpiándolas como acariciándolas las puso en su saco.

La tarde fría se descolgaba de los álamos.Atravesó los predios dando de puntapié a cuenta piedra estaba en el camino. Agitaba sus brazos, gritaba, arrojaba puñetazos al aire y de pronto como si se perdiera en el tiempo sintió algo caliente en sus mejillas: Gallardo lloraba. Lloraba en el largo camino de regreso.Ya no quería escuchar la voz de su mujer diciéndole desde tanto tiempo. “Mañana será otro día”.

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Cansado se recostó en su hamaca, su mente regresó a su infancia recordó los viajes a su escuela rural donde ambos estudiaban. Sus juegos y travesuras de niños, sus risas sus llantos al caminar sobre la escarcha en las frías madrugadas que les congelaba el aliento, pero sonreían.

Aquella amistad de niñez se convirtió en despertar de juventud y de nuevas sensaciones.Ella se ruborizaba al verlo. Su madre no lo quería, le decía el negro curichi, encorvada en su horno de barro sacando las jugosas empanadas de pino, el rico pan amasado que vendían las canchas de fútbol del sector.Raquel reía y desde lejos le hacía señales de complicidad.

Pasaron los años y el mozo decidió pedir la mano de su novia.- Hermosos recuerdos, se dijo. Volviendo a la realidad.Una bella melodía venía desde el jardín, era Raquel, él nunca la había escuchado cantar.- De pronto pensó, cómo le digo que tenemos que marcharnos.Se acercó a él con un ramo de nomeolvides en sus brazos.- Lo he visto muy preocupado creo que debemos dialogar.Papá sabía que no podía mentirle. Una brisa fresca acarició su rostro.- Con un nudo en su garganta tosió, dijo, prepare las cosas, debemos abandonar el fundo.Raquel lo escuchó y sin decir palabra le dijo – Donde usted vaya iremos.Prepararemos la carreta con los bueyes, no se preocupe.Y así empezó el peregrinaje, los álamos del camino se inclinaban al paso, un aire frío recorría su cuerpo.

El cielo estaba amenazante.Óscar lloraba.

Oscurecía en la comarca.

//BLANCA GALLARDO

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Venia de mi escuela caminando por Carampangue, cuando de pronto veo una pequeña ramada, con una gran bandera chilena al medio de la improvisada caseta situada a la entrada de la gran Viña Santa Cristina, a mis 10 años pregunte ¿Qué era eso?, y fue ‘’oño’’ Manuel que me dijo: ‘’es una toma y huelga cauro chico’’. Y pregunté ¿Por qué? Y él me dijo; Porque el jutre (patrón) no quiere aceptar nuestras peticiones.

Aquel día llegue corriendo a mi casa y conté lo que había visto, todos ya sabían, mi madre murmuró; ‘’Pobres viejos, dios quiera que les vaya bien’’, estaban encarando ni más ni menos que a Don Angel Olave, dueño y patrón de la Viña Santa Cristina.

Este hecho ocurrió en Carampangue a 3 kilómetros de Talagante, por allá por septiembre de 1972, era la conversa obligada en las faenas del campo, y se hablaba en forma expectante en que pasaría. Todos los lugareños a pesar de la pobreza de la época, cooperábamos para los de la huelga, me mandaban a dejarles pan amasado, huevos duros, y hasta unas gallinas para que os viejos comieran alguna cazuela. Una de las cosas que me llamo la atención, fue un hombre de trapo que simboliza a Don Manuel, y fue ‘’oño’’ Juan que me dijo: ‘’Ese es mantita’’, así le decían al capataz de allí, Don Manuel Valdez, lo tenían colgado en altura.

De ida y vuelta de mi querida ‘’Escuela 1’’ la cual estaba ubicada a un costado de la plaza de Armas de Talagante, pasaba a ver a los huelguistas, y pude darme cuenta que algunos ‘’jutres’’ (patrones) que pasaban por el lugar miraban con cara de enojo este conflicto, que era peligrosos y arriesgado en esta época realizar estas huelgas, había temor en los viejos, no era fácil.

Una noche en mi casa estábamos comiendo y llegó mi tío Pedro, estaba nerviosos y asustado, eran tipo las diez de la noche, y le dijo a mi papá: ‘’On Carlos yo y mis compañeros le queríamos pedir un favor’’, ‘’qué será dijo mi padre: ‘’Si usted nos hace el gran favor de prestarnos una escopeta, por sea acaso, es peligroso’’, dijo.

De pronto mi tío se pone a llorar… ¿Qué pasa Pedrito? Le pregunta mi papa, ‘’hace poco rato paso un jutre y le tiro la camioneta encima a nuestro compañero Florentino,

HUELGA Y TOMA VIÑA SANTA CRISTINA

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se lo llevaron al hospital, le quebraron una pierna y me dio pena y llore escondido, ¿Por qué tenía que ser así?’’ ‘’No llore cuñado’’ le dijo mi mamá, ‘’todos estamos con ustedes’’.Y le presto la escopeta mi viejo. Era una de las grandes, creo que era del 12, más tres cajas de tiros, pasaban los días, y n salía humo blanco. Fueron como 15 días de incertidumbre.

Al fin ¡buenas noticias!, llegaron a acuerdo entre las partes, se terminó la huelga y también mi entretención, en el pliego de peticiones, estaban, de lo que me acuerdo, un quintal de harina al mes, un cilindro de gas, cosechas y una muy especial, el anhelado viaje a la playa.Recuerdo que faltaba una semana para que fueran a la playa y ‘’oño’’ Manuel me llama al ir yo pasando, y me dice: ‘’oye cauro chico, diles a tus papás que el sábado vayan a la playa, yo no iré, van ustedes en mi asiendo’’ ‘’¡Yaaa!’’ le dije yo.

Corriendo llegue a la casa a decirle a mi mamá, mi madre dijo: ‘’Vaya usted Juan con su papá, yo no iré, tengo que cuidar las gallinas, los pavos y chanchos’’Esa noche casi no dormí esperando ese día sábado, llegamos tipo 6:30 de la mañana afuera del portón de la Viña Santa Cristina. Esperábamos con ansias el expreso que nos llevaría a la playa.

Era enero de 1973, yo hoy a mis 57 años de edad, recuerdo que fue el único paseo que fui con mi viejo, en la playa me compro un gorro de marinero y una pelota de playa, yo no conocía la playa y ahora recuerdo y no puedo evitar emocionarme, eran otros tiempos, había pobreza, usaba zapatos plásticos y overol para la escuela, a pesar de la pobreza crecí feliz, jugaba con un neumático chico de tractor y las personas compartíamos tardes jugando conversando. Esos viejos de la Viña Santa Cristina no tenían estudios, algunos no sabían leer ni escribir, pero fueron los profesores más maravillosos que pude tener, enseñaban pedagogía de la vida.

En la micro que nos llevó a la playa, iban Don Mario Amestica, ‘’oño’’ Juan Cabezas, Pedro Manque, Guillermo Lara, Florentino Pérez, Florencio Morales, Luis Tello, y varios más que no me acuerdo de sus nombres. Y el gran capataz Don Manuel Valdez, era buen viejo. Recuerdo que cuando veníamos de regreso de la playa, Don Manuel se bajó de la micro y le llevo un pastel chilenito y una bebida a mi papa, después de eso, Don Angel me ocupaba en el jardín de su casa, o para ayudarle a la espeso en quehaceres de la casa, la ‘’ señora Goyi, La Goyita’’. Yo era niño todavía pero el igual me daba trabajo. Así ayudaba en mi casa y me compraba mis ropas y mis zapatos.

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El tiempo cronológico ha pasado, pareciera escuchar las voces de esa gente maravillosa, las veces que pasó por aquel lugar, esos viejos ya partieron, quedan con nosotros todavía Luis Tello, Guillermo Lara y mi Tío Pedro Manque y Don Mario Amestica, el cual trabaja en los jardines frente a la municipalidad, a un costado de la gobernación.

Inviernos y veranos de adolecente quedaron en ese campo y en ese jardín, hoy en ese lugar de nostalgia existe una muy prestigiosa y hermosa casa de eventos, llamada Casa de Campo, donde las personas pueden ir a celebrar cosas y momentos importantes de sus vidas, casa de alegrías y reencuentros.

La vida es muy corta pero también muy hermosa.

//JUAN PUENTES MAYOLAFQUÉN

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DARIO SARRET- 1971

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Era un día como todos los de junio, había amanecido muy frío. En el cielo se veían nubes blancas y otras muy oscuras. Siempre que veo dos clases de nubes pienso que se acerca un temporal, con rayos y truenos. Era 1967, Talagante, muy distinto al que tenemos hoy. En los alrededores todavía había tierras en que se cultivaban productos agrícolas, siembras y plantaciones de verduras. Nosotros vivíamos en calle Unión 1258, la que actualmente se llama José Leyán, en honor a un conocido vecino que vivía allí y que por años tuvo una fábrica de alpargatas y otros. Hoy en ese lugar está la población Los Nogales.

Era invierno y ya no quedaba nada que hacer, pues se había cosechado lo sembrado, y la tierra se recuperaba para la próxima temporada. Jaime, mi esposo, aprovechó de ir a trabajar a Melipilla, para ganar algún dinero extra para pasar el invierno. Al regresar a casa me dijo que en Melipilla había mucho viento y que había oído que se anunciaba una tormenta eléctrica. Al pasar por el almacén había comprado velas por si se cortaba la luz, la verdad es que yo me asusté, porque desde pequeña le he tenido mucho miedo al viento. En Chiñigüe donde viví desde los seis años, teníamos frente a la casa unas hermosas e inmensas encinas, y cuando corría viento, yo no podía dormir. Mi mente de niña pensaba que el mundo se iba a caer. Ese día comencé a guardar todo lo que se podía mojar, y la verdad es que me asusté, ya por ese tiempo tenía a mi primer bebé de tres meses de vida. La casa en que vivíamos era de madera y muy débil por lo demás, nos aperamos de parafina para la cocina, en ese entonces era común este tipo de artefactos, las cocinas a gas no estaban al alcance de toda la gente.

A eso de las seis de la tarde se oscureció y comenzaron a caer los primeros goterones, no teníamos estufa y Jaime hizo un gran brasero con el que temperamos la casa. De pronto comenzó la ventolera, Jaime ajustó las ventanas y trataba de conversarme para que no le pusiera atención al viento. Pero estaba muy nerviosa. Los árboles que nos rodeaban gemían con el movimiento, algunas ramas rozaban el techo y me parecía que un hielo recorría mi espalda. Comenzó una lluvia muy gruesa, me parecía que los truenos reventaban encima de la casa. Mis suegros, que tenían su casa junto a la nuestra, se asustaron y el papá de Jaime fue hasta donde un vecino amigo, don Juan Soto, que vivía en una casa de material sólido, para que los albergara hasta que

EL TEMPORAL

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GABRIELA VEGA TRUJILLO

pasara el temporal, les dijo de inmediato que sí, que fuéramos todos para allá, Jaime no quiso, y dijo — esta es mi casa y aquí vamos a estar—. Mi cuñada que tenía dos niños pequeños, le dijo que dejara entonces que el niño y yo fuéramos con ellos, pero respondió enfático que no, que donde estuviera él, tenía que estar su familia. Yo lloré cuando sentí que ellos se fueron. De pronto, el viento arreció con más fuerza, y la casa dio como un quejido y se remeció por completo. Jaime se acercó a la pared y puso sus dos manos en ella, pues el viento movía el panel, y así estuvo un largo rato. Yo seguía llorando en silencio, cogí a mi bebé, y lo acurruqué contra mi pecho. Pasó un rato y Jaime sin decir una palabra se acercó a nosotros y nos abrazó. Yo me acordaba de mi casa en Chiñigüe, de mi papá, mi mamá y mis hermanos ¿Estarán tranquilos en su casa grande y firme?, pensaba.

El temporal amainó y a lo lejos escuchamos la sirena de bomberos, seguramente iban a sacar a la gente que vivía a la orilla del río, que en ese entonces era bastante, casi una población entera que encontraba allí una forma de subsistir, pues vivían de los desechos que dejaba la fábrica que procesaba cebada, Malterías Unidas. Se oyó hasta tarde ese trajín. Después nos enteramos por boca de mi suegro que trasladaron a esas personas hasta la escuela Grecia, con el tiempo las reubicaron. Él también nos contó que muchas poblaciones sufrieron las voladeras de techos, hubo mucho estrago y dificultades en todo Talagante. En ese tiempo no existían canales de comunicación, ni radio local, ni mucho menos internet y televisión, por tanto, sólo nos enterábamos de lo que pasaba en el pueblo por medio de la boca a boca, información transmitida entre familiares, amigos, y vecinos, pero todos estábamos aislados y la incertidumbre era infinita.

Cuando recordamos aquella noche, Jaime me dice que él también se asustó mucho, que temió lo peor, pues lluvia y viento como aquellos, no hemos vuelto a sentir jamás. Fue una larga jornada que no pasó desapercibida, pues al día siguiente, el miedo aún se reflejaba en los rostros de los vecinos.

Hoy tenemos una casa pequeña, pero sólida y firme y aunque todavía le temo al viento, creo que ya ningún temporal nos apartará, llevamos cincuenta y cuatro años juntos, como todos, tenemos recuerdos buenos y malos, pero tal como sucedió aquel día, estaremos juntos en cualquier circunstancia.

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Corría el año 1976, en nuestro país eran populares los espacios donde los lugareños y comensales de paso, dejaban su dinero a cambio de tragos, bailes y también diversión con algunas bailarinas.

En nuestro Talagante, situada en la calle 21 de mayo, estaba la famosa ‘’Tía Helena’’ donde las noches de sábados eran los enojos y rabias de las dueñas de casa y esposas porque sus romeos llegaban a la cantina a gastar platita que tanto les constaba ganarse sufriendo la economía del hogar como un tal despilfarro. Donde la ‘’Tía Helena’’ los hombres olvidaban de sus obligaciones del trabajo, de ser unos dueños de casa y ejemplares esposos.

Yo tenía la edad de 11 años, y escuchaba a algunos adultos conversar que allí, llegaban mujeres muy bonitas y amables, y los viejos decían que eran muy sencillas. ¿Recuerdo una noche de un viernes, vi en nuestro gallinero con una gallina en la mano recién muerta a ‘’ Don Julio Quilaleo’’, quedó pálido cuando me vio, y me dijo ‘’ Oye Juanito, no digai na, ¿ya? Por faol’’ ‘’ ¿Por qué hace eso oño Julio?’’ le dije, y me dijo ‘’ es que la Rosita con la que yo bailo los sábados esta antojada de comer cazuela con gallina de campo, me dio mucha rabia, mi papa lo invitaba a almorzar y a tomar once a veces y más encima nos robaba a la tuerta, una gallina grande y muy ponedora de huevos, era tuerta la pobre y le dije con rabia: ‘’ ¿Por qué no me la pediste viejo culiao?’’, ‘’Por faol queate callaito! Me dijo y morí en la rueda.

Julio Quilaleo era rondín del fundo ‘’la papa milagrosa’’, a él lo trajeron de Temuco a cuidar, esto estaba cerca de Talagante y ‘’oño Julio’’ me contaba cómo era la cosa donde la ‘’Tía Helena’’ y me decía en ese entonces que cuando yo cumpliera 21 años me invitaría para que yo gritara ¡Viva Chile!, yo como un niño, no lo comprendí.

A dicho local de encuentros venían a divertirse gente de todos lados, Carampangue, Gacitúa, Los Núñez de Naltahua y los Martínez de Lonquén.

En una noche como tantas, los comensales estaban con unas copas de más y pidieron que les mandaran un taxi para retirarse, para desgracia llego el señor Herrera, con el taxistase fueron cuatro personas, el taxi se solicitó desde 21 de mayo 1405 y así siguió la tomatera

SECUESTRO Y ASESINATO DEL TAXISTA HERRERA

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el baile y el embrujo de las niñas bonitas.

Al día siguiente el taxista Herrara fue encontrado muerto en la cuesta del Rosario, isla de Maipo ‘’desangrando’’ decía el parte policial, lo había apuñalado, además le cortaron las orejas, fue un ensañamiento pocas veces visto en ese entonces en nuestro país.

Los que asistían a ese lugar se conocían y lo mas ‘’billetudos’’, a veces ponían jarros de cubas libres para todos, por supuesto se ganaban la simpatía del todo el mundo.‘’Oño Quilaleo’’ me decía en ese tiempo que la persona que no tenía plata, podía pedir al libro (al fiao).

La policía de esa época investigo el caso, y lo que se dijo donde la ‘’Tía Helena’’ era que esa noche, andaban unas personas de Santiago y que nadie los conocía, y ellos de fueron en el taxi del señor Herrera, él tenía un ‘’Chevrolet Biscayne’’ muy lindo y grande. Hubo mucha pena en los taxistas de esa época. Se investigó por un tiempo, buscando responsables y nada de nada, nada se encontró. El caso, por el tiempo que había pasado se archivó y el secreto quedo donde la ‘’Tía Helena’’. En el funeral, fue mucha gente y todos los taxistas de la comuna. Yo acompañe a mi papa al entierro, también fue don Julio Quilaleo. Mi papa como era jubilado siempre se iba en taxi y conocía a los choferes, los colegas lloraron mucho, buenos viejos de aquel entonces. En el cementerio estaban ‘’El Gringo Cassendra, el Alegre, Castillito, Coinco, Maulen, Tamayo, Araya’’ y varios más, algunos decían que el finado trabajaba hasta muy tarde, otros decían que era interesado.

A mis 57 años pregunto, ¿hay algo de malo, trabajar esforzarse para llevar sustento al hogar?, por supuesto que no. El destino estaba escrito para ese taxista Talagantino. Recuerdo a Don Julio Quilaleo se fue a su querido Temuco, a mi papá le regaló una linda escopeta, y le dijo: ‘’Don Carlos este regalo es para usted, porque siempre se portó bien conmigo’’ en ese entonces se, me pasó la rabia, por robarnos la gallina.

El tiempo ha pasado y hoy hay otros taxistas en Talagante, ya casi no quedan, está todavía Don Lalo Valdivia, Villalobos y algunos nuevos que no sé cómo se llaman. La ‘’Tía Helena’’ vendió aquel lugar ya hace varios años, hoy en ese lugar se toca música moderna, se venden colaciones y se atienden a nuevas generaciones.

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Soy nacido y criado en este querido Talagante, un abrazo muy grande a todas las familias de taxistas que ya no están con nosotros, y mis más sinceros respetos a aquellos que todavía se ganan el sustento trasportando vidas sueños e ilusiones. Cuando paso por ese lugar, recuerdo y medito que hubo un Banco en que los campesinos y gente de esta zona, invirtieron mucho dinero, pero jamás este banco dio ni un peso de interés, pero si un peso de conciencia a aquellas personas que murieron con el secreto de esa noche, de no decir a quienes se llevó el taxista Herrera… la vida tiene momentos agradables y al mismo tiempo grandes enigmas guardados en la historia de cada Talagantino.

//JUAN PUENTES MAYOLAFQUÉN

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AGRADECIMIENTOS

Nuestros sinceros agradecimientos al reconocido fotógrafo de la comuna, Darío Sarret, quien amablemente facilitó las históricas fotografías de la comuna para el libro Memorias de Mi Pueblo.

A la Caja de Compensación La Araucana, por el compromiso con los adultos mayores y la donación de una estadía para el ganador del primer lugar del concurso Memorias de Mi Pueblo.

Al Restaurant Como en Chile, por el permanente apoyo a las actividades de la Casa de la Cultura y la donación de una cena para dos personas para uno de los ganadores del concurso Memorias de Mi Pueblo.

Al restaurant Club Tempura Talagante, por su incondicional colaboración en las actividades de la Casa de la Cultura y la donación de una cena para dos personas para uno de los ganadores del concurso Memorias de Mi Pueblo.

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