EL ESTRENO DE SARAH BERNHARDT

RUBN DARO

ROBERTO FABIAN LOPEZ

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ROBERTO FABIAN LOPEZEDITADO POR "EDICIONES LA CUEVA"

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El pblico de Santiago ha satisfecho ya la gran curiosidad delmomento: ver a Sarah en la tablas de un teatro; verla y admirarla;estudiarla en pasajes sencillos, tiernos, de extraordinario intersdramtico, y en desesperantes situaciones trgicas. Sarah, la actriz de universal renombre, se ha estrenado anoche en elTeatro Santiago, ante numerosa y escogida concurrencia, y en el papelde Fedora, que da su nombre a una pieza clebre de Victoriano Sardou. No es esta la hora oportuna de dar cuenta en todos sus detalles deldesempeo de la obra. Nuestro deber de crticos desaparece por el momento. En esteinstante slo podemos hablar como admiradores de la insigne artistaque en fuerza de su talento soberano, ha conseguido eclipsar lanombrada de la Ristori, la Pezzana, la Dussei, la Tessero, la de Rossi,Salvini y Calvo, es decir, la de los ms egregios representantes del arte. Algunos de los artistas nombrados han aparecido en el escenario denuestros principales teatros como fugitivos relmpagos. La luz de sutalento la hemos medido y apreciado, otorgndole las recompensas quese deben a los que poseen el envidiable privilegio de darnos en elterreno de lo ficticio, la realidad de la vida, con sus miserias y susgrandezas. As han pasado por nuestro pas, entre frenticos aplausos y regiasovaciones, la Ristori, la Tessero, Rossi, Salvini y Calvo. Pero Sarah Bernhart ha llegado, y ella, despus de hacer una Fedoraque lleva la admiracin del pblico hasta los lmites increbles delestupor, apenas nos permite recordar el nombre de los que antes nosdeslumbraran con las irradiaciones de su talento. Sarah es nica. Su talento interesa y admira; pero su genio, deslumbra y anonada. Anoche el pblico aplaudi con frenes al comenzar el primer acto;pero cuando llego la escena de la muerte de Vladimiro, -el esposo conque soaba el amor de Fedora- los arrebatos de desesperacin, elsuplicio de la duda que se apodera del alma al lado del lecho en queagoniza un ser idolatrado, los gritos desgarradores que aniquilan elcuerpo y el espritu al tocar las yertas manos de un ser querido, el amorinmenso al que la muerte se complace en cortar sus alas; todo estollev al nimo de la concurrencia que llenaba el teatro, una especie delaxitud. El pblico padeca realmente, y le faltaban fuerzas paramanifestar con aplausos su ilimitada admiracin por esta actriz queoscurece con su sola presencia a cuantos le rodean.

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En las apasionadas escenas en que Fedora aprisiona entre sus brazosy oprime contra su seno palpitante a Loris Ipanoff; en el momentoterriblemente trgico en que su amor por dicho joven invade ymartiriza el cuerpo de aquella mujer que tiene arrebatos de fiera cogidaen cepo; en el instante de horrible realismo en que el remordimiento laagita con suplicios de la ms negra amargura; en la hora fatal delenvenenamiento, que ella mira como la expiacin de un delito; en laagona desesperante que poco a poco hiela el fuego que arda en sucorazn; en todos estos pasajes Sarah llega a tan inmensa altura, quetodo desaparece de la escena. Sarah se difunde en irradiaciones de su portentoso ingenio. Ella estodo; el drama es ella, en cuerpo y alma; y su hermosa figura se destacaen el escenario, aun en medio de las convulsiones del envenenamiento,como una aparicin mgica, destinada a darnos la medida del genioque tiene por santuario el alma de una mujer sensible y seductora. Y para concluir. Quin es Sarah? No sabemos decirlo. La palabra no existe. Sarah es lo que impele, lo que arrastra, lo que aborrece, lo queadora, lo que llora y lo que re. Es mujer estatua, esfinge; es la maldad, la virtud, la firmezaindomable, la pasin que gime y se revuelve; es la soberana absolutadel arte en su ms alta significacin: la vida real.