darío lancini - oir a darío

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Oír a Darío de Darío Lancini Monte Avila Editores. Colección Los Espacios Cálidos, Caracas, 1975. 140 pp. C Cuando, en el número 3 de ‘Vuelta, febrero de 1977, pá- gina 56, se publicó un notable palíndromo de “un poeta que prefiere avanzar enmascarado”, la nota de pre- sentación terminaba preguntándose, cautelosamente, si sería el palíndromo más largo escrito en lengua castella- na. Ahora sabemos que no lo era. Un año antes había aparecido en Caracas, y se ponía en lento camino hacia nos- otros, el palindromario asombroso de Darío Lancini. Poco sabemos de este continuador del arte de Sotades. En el prólogo, Salvador Garmendia, el ex- traordinario narrador de Difuntos, ex- traños y volátiles, nos habla del “pa- líndromo como acto poético, tal como lo practica Darío Lancini”, pero nos oculta -yo diría que meticulosamen- te- la personalidad de su prologado. 42 El texto de la contraportada, esa provi- dencia de los reseñistas de libros, ape- nas dice que “Lancini se ha desempeña- do en muy diversas actividades, y en- tre otras ha ejercido la pintura. Viajero impenitente, conoce gran parte del planeta.” ¿Habrá que recurrir a los pa- líndromos mismos? Según éstos, el au- tor sería yogui eventual (“Yo hago yo- ga ‘hoy”), hombre callado (“Yo sono- ro no soy’,‘), erudito eródito (“Leí, puta, tu piel”), algo paranoico (“¿Son ruidos acaso diurnos?“), moralmente ‘inflexible (“Oirás la fatal plata, falsa- rio”), filosóficamente nihilista (“Adán aloja bajo la nada”), amigo de las com- plicaciones y los autodesafíos (p. ej. este, palíndromo-trabalenguas: “Aba- nico con amoníaco / cocainómano co- cinaba”). A esto habría que añadir ese descreimiento de la Literatura como Temario Trascendental y la adhesión implícita al lema “Viva la bagatela” que es de suponer en todo cultivador de géneros como la greguería, el acrós- tico, el anagrama, el retruécano, el li- pograma, la holorrima, la charada y otros juegos de la lengua o de la escri- tura, parientes más o menos cercanos del palíndromo. Juego de la escritura, más que de la lengua, y por lo tanto juego de mano (más de señor que de villano), el pa- líndromo es, sin embargo, menos in- trascendente de lo que algunas cabe- zas endurecidamente serias afirman. En é1 la escritura se prueba poniéndo. se del revés, se hace cinta de Moebio, se despliega en un auténtico automatis- mo, se puebla de personajes inespera- dos, hace danzar mitologías, geogra- fías, teologías y deja que palabras, sílabas, letras, se aten y desaten según tendencias, imantaciones, afinidades propias (0 maravillosamente impro- pias). Al comenzar un palíndromo nun- ca se sabe cuál será su final (su fin, su finalidad). Y de pronto, zas, salta la filosofía, la metafísica, la poesía. Has- ta dar vértigo. Como en Lancini. a) “Somos Adán y Eva, Yavé, ¿Y nada somos?” b) “Seas árbol o dios la fe falso ídolo brasa es.” c) “AMOR AZUL Ramera, de todo te di. Mariposa colosal, sí, yo de todo te di. Poda la rosa, Venus. El átomo como tal es un evasor alado. Pide, todo te doy: isla, sol, ocaso, pirámide. Todo te daré: mar, luz, aroma.” Y así continúa este otro Darío, así el palíndromo va como bola de nieve, aumentándose (pero en sentido ascen- dente, contra las costumbres de las bolas de nieve) hasta rebasar la página y llegar a la extensión de las seis, las ocho, las doce páginas, a modo de oda, o en traje de tragicomedia. No citad ya más, porque sería incurrir en pirate- ría editorial. Recomiendo la tercera parte final de libro, las dos piezas de teatro, “Génesis’ y “Ubú rey”, ban- quetes pantagruélicos del Verbo y los Nombres, orgía de la escritura condu- cida libre y rigurosamente desde el re- verso del tapiz. En el reino del palín- dromo todo es posible, incluso leer dos veces el mismo río. Permítaseme con- cluir con este palíndromo falso pero veraz: DAR10 DA RI0 A OIR. José de la Colina. Marcel Duchamp: 1 ‘Apparence mise a nu. . . de Octavio Paz Gallimnrd. París 1977. L as primeras reflexiones de Oc- tavio Paz sobre Marcel Du- champ aparecieron hace justa-’ mente diez años en el libro Marcel Du- champ ou le Cháteau de la pureté ‘Claude Divaudan, Ginebra, traduc- ción de Monique Fong),Un año des- pués, en 1968, este mismo texto apa- recía en español junto a escritos de Duchamp, en el libro-caja que “mon- tó” Vicente Rojo (Era, México, 1968). En Marcel Duchamp: 1 ‘Apparence mise á nu. . . (Gallimard, París, 1968, tra- ducción de Monique Fong) reaparece, con ligeras modificaciones, este mismo texto además de un largo estudio ana- lítico-interpretativo -el autor preten- de que sus descripciones, minuciosísi- mas sean también interpretaciones- titulado Water writes always in plural sobre el ensamblaje de Filadelfia y sus relaciones con el Grand Verre. No se trata, en esta nota, de volver, a describir lo que Octavio Paz ha des- crito. Se trata, más bien, de mostrar en que sentido es actual y es antigua (real y mítica), la obra de Marcel Du- champ. Octavio Paz ve con claridad que el neo-platonismo ha sido una de las constantes del pensamiento occidental -en el segundo ensayo se relacionan las obras de Duchamp y de Bruno. Pe-

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  • Or a Darode Daro Lancini

    Monte Avila Editores.Coleccin Los Espacios

    Clidos,Caracas, 1975.

    140 pp.

    C Cuando, en el nmero 3 deVuelta, febrero de 1977, p-gina 56, se public un notablepalndromo de un poeta que prefiereavanzar enmascarado, la nota de pre-sentacin terminaba preguntndose,cautelosamente, si sera el palndromoms largo escrito en lengua castella-na. Ahora sabemos que no lo era. Unao antes haba aparecido en Caracas,y se pona en lento camino hacia nos-otros, el palindromario asombroso deDaro Lancini. Poco sabemos de estecontinuador del arte de Sotades. Enel prlogo, Salvador Garmendia, el ex-traordinario narrador de Difuntos, ex-traos y voltiles, nos habla del pa-lndromo como acto potico, tal comolo practica Daro Lancini, pero nosoculta -yo dira que meticulosamen-te- la personalidad de su prologado.

    4 2 El texto de la contraportada, esa provi-dencia de los reseistas de libros, ape-nas dice que Lancini se ha desempea-do en muy diversas actividades, y en-tre otras ha ejercido la pintura. Viajeroimpenitente, conoce gran parte delplaneta. Habr que recurrir a los pa-lndromos mismos? Segn stos, el au-tor sera yogui eventual (Yo hago yo-ga hoy), hombre callado (Yo sono-ro no soy,), erudito erdito (Le,puta, tu piel), algo paranoico (Sonruidos acaso diurnos?), moralmenteinflexible (Oirs la fatal plata, falsa-rio), filosficamente nihilista (Adnaloja bajo la nada), amigo de las com-plicaciones y los autodesafos (p. ej.este, palndromo-trabalenguas: Aba-nico con amonaco / cocainmano co-cinaba). A esto habra que aadir esedescreimiento de la Literatura comoTemario Trascendental y la adhesinimplcita al lema Viva la bagatelaque es de suponer en todo cultivadorde gneros como la greguera, el acrs-tico, el anagrama, el retrucano, el li-pograma, la holorrima, la charada yotros juegos de la lengua o de la escri-tura, parientes ms o menos cercanosdel palndromo.

    Juego de la escritura, ms que de lalengua, y por lo tanto juego de mano(ms de seor que de villano), el pa-lndromo es, sin embargo, menos in-

    trascendente de lo que algunas cabe-zas endurecidamente serias afirman.En 1 la escritura se prueba ponindo.se del revs, se hace cinta de Moebio,se despliega en un autntico automatis-mo, se puebla de personajes inespera-dos, hace danzar mitologas, geogra-fas, teologas y deja que palabras,slabas, letras, se aten y desaten segntendencias, imantaciones, afinidadespropias (0 maravillosamente impro-pias). Al comenzar un palndromo nun-ca se sabe cul ser su final (su fin, sufinalidad). Y de pronto, zas, salta lafilosofa, la metafsica, la poesa. Has-ta dar vrtigo. Como en Lancini.

    a)

    Somos Adn y Eva,Yav,

    Y nada somos?

    b)

    Seas rbolo diosla fe

    falso dolobrasa es.

    c)

    AMOR AZULRamera, de todo te di.Mariposa colosal, s,yo de todo te di.Poda la rosa, Venus.El tomo como tales un evasor alado.Pide, todo te doy: isla,sol, ocaso, pirmide.Todo te dar: mar, luz, aroma.

    Y as contina este otro Daro, asel palndromo va como bola de nieve,aumentndose (pero en sentido ascen-dente, contra las costumbres de lasbolas de nieve) hasta rebasar la pginay llegar a la extensin de las seis, lasocho, las doce pginas, a modo de oda,o en traje de tragicomedia. No citadya ms, porque sera incurrir en pirate-ra editorial. Recomiendo la terceraparte final de libro, las dos piezas deteatro, Gnesis y Ub rey, ban-quetes pantagrulicos del Verbo y losNombres, orga de la escritura condu-cida libre y rigurosamente desde el re-verso del tapiz. En el reino del paln-dromo todo es posible, incluso leer dosveces el mismo ro. Permtaseme con-cluir con este palndromo falso peroveraz: DAR10 DA RI0 A OIR.

    Jos de la Colina.

    Marcel Duchamp:1 Apparence misea nu. . .de Octavio Paz

    Gallimnrd.Pars 1977.

    L as primeras reflexiones de Oc-tavio Paz sobre Marcel Du-champ aparecieron hace justa-mente diez aos en el libro Marcel Du-champ ou le Chteau de la puretClaude Divaudan, Ginebra, traduc-cin de Monique Fong),Un ao des-pus, en 1968, este mismo texto apa-reca en espaol junto a escritos deDuchamp, en el libro-caja que mon-t Vicente Rojo (Era, Mxico, 1968).En Marcel Duchamp: 1 Apparence mise nu. . . (Gallimard, Pars, 1968, tra-duccin de Monique Fong) reaparece,con ligeras modificaciones, este mismotexto adems de un largo estudio ana-ltico-interpretativo -el autor preten-de que sus descripciones, minuciossi-mas sean tambin interpretaciones-titulado Water writes always in pluralsobre el ensamblaje de Filadelfia y susrelaciones con el Grand Verre.

    No se trata, en esta nota, de volver,a describir lo que Octavio Paz ha des-crito. Se trata, ms bien, de mostraren que sentido es actual y es antigua(real y mtica), la obra de Marcel Du-champ.

    Octavio Paz ve con claridad que elneo-platonismo ha sido una de lasconstantes del pensamiento occidental-en el segundo ensayo se relacionanlas obras de Duchamp y de Bruno. Pe-

  • r o , cmo aplicar esta constante deOccidente a La marie mise a nu parses clibataires mme. . . no es stauna obra ante todo crtica?; no es to-da la obra de Duchamp una crtica quenace de la meta-irona? Hay que con-testar afirmativamente a ambas pre-guntas. Pero ni el hecho de que sea cr-tica, ni el hecho de que sea meta-ir-nica anulan una tradicin que Marce1Duchamp ha seguido tal vez sin darsecuenta de que la segua: esta tradi-cin nos dice que el mundo en quehabitamos es un mundo de poca mon-ta, un mundo de realidad a medias o,ms claramente, un mundo-sombraante el mundo realidad. Dentro deesta sombra nace, precisamente, la po-sibilidad de ver a nuestro mundo co-mo un conjunto ambiguo y, en el fon-do,a ver que es ambigua toda la reali-dad puesto que no es menos ambi-guo el original que la copia; puesto que,por otra parte, la realidad misma esttambin puesta en duda si el esprituque la ve y 1a pinta es principalmentecrtico.

    El mundo al cual nos introduceDuchamp es nuestro mundo contem-porneo: el de la tcnica, el del maqui-nismo. Lo que pinta. Duchamp no esun desnudo, es un desnudo-mquina; loque pinta no son los solteros sino lossolteros a la vez pasivos y mecanizados.Su obra es, as, crtica de nuestro mun-do y creacin de mquinas intiles -tananteriores a las que ponen en marcha enaos ms recientes la escultura deTinguely como anterior es la obrade Duchamp en relacin al arte con-contemporneo norteameficano.

    Mundo contemporneo, sin duda;pero sobre todo mundo en el cual lairona transforma a la critica en mito,de la misma manera que es crtica delmito Don Quijote, y acaso aquel elo-gio de la locura que escribi Erasmo.En efecto, el amor es anti-amor, lamquina es anti-mquina, la Casada es-ta condenada a ser Virgen -tantsi la palabra designa un principio reli-gioso como si designa un principiolaico.

    Pero, que significa la obra de Du-champ, obi an aliada ala de Mallarm(Igitur, Un como de ds ) como al neo-platonismo! L qu significan estas m-quinas que nos deforman, que, comoobserva Paz, son de menor duracinque nuestros cuerpos -y que convier-te- 1 desnudo en esqueleto o el GranVidrio eh un mecanismo dual y auto-devorador?

    Ya cercano el final del Castillo de lapureza, Octavio Paz recuerda el mito

    tntrico de Bengala. En el mito -nue-vamente aparicin del dualismo- lamujer es creacin y es destruccin y elmundo de los fenmenos es ilusin, esMaya. El parecido entre el mito tn-trico y Ia obra de Duchamp se modifi-ca -y se modifica radicalmente- cuan-do vemos que no hay en Duchamp nin-guna interpretacin metafisica. Elmito busca una respuesta. El mito crea-do por Duchamp conduce al silencio.

    Por qu este silencio? En pginasadmirables, Octavio Paz precisa la acti-tud del hombre moderno hacia la re-ligin. Podra concluirse, con MichelCarrouges que el silencio de Duchamprevela el atesmo. Pero Paz hace no-tar que en el Occidente moderno-y escribo moderno porque la ac-titud a que aqu me refiero es la acti-tud que nace con el anti-teismo delsiglo pasado, sea positivista o sea hijode Feuerbach-, en este Occidente, loshombres son, ms que ateos, anti-tes-tas. Duchamp no es ateo ni es creyen-te; ambas actitudes seran manifesta-ciones sea de un monotesmo negado,sea de la afirmacin del monoteismo.Ante el des-conocimiento, la nicaactitud es el silencio. Lo cual no signi-fica que Duchamp desde su silencioponga de manifiesto la indiferencia.Tambin los silencios hablan y el de DU-champ -en este punto se acercan Igitury El Gran Vidrio- es crtica y lo es, es-pecialmente en la obra pintada y es-crita de Duchamp, bajo la forma dela irona. Como lo fue en Scrates, co-mo lo fue en Alonso Quijano. Con unadiferencia, sin embargo. En el filsofode Grecia y en Cervantes, la crtica

    conduce a una respuesta o puede hacer-nos pensar en posibles respuestas. Lacrtica de Duchamp es -crtica al amorromntico, crtica al positivismo, crti-ca al cientifismo y a la tcnica- la cr-tica de la idea que el hombre mo-derno se ha formado del amor. El,erotismo se ha convertido en mquinis-.mo y el amor en un chirriar de mqui-nas.

    Con todo no hay que pensar so-lamente que la obra de Duchamp seauna crtica del mito; ms radicalmente,es tambin la crtica de la crtica, pordecirlo ms cercanamente al texto deOctavio Paz, estamos aqu ante la ne-gacin del mito por la crtica y la nega-cin de la crtica por el mito. Dualidady movimiento; un movimiento que esa la vez autonegacin.

    Lo cual no significa -lo suger ya alprincipio de esta nota- que MarcelDuchamp escape a toda tradicin deOccidente. Est en la tradicin delamor corts, est en la tradicin deldualismo y, ms especficamente, deldualismo neoplatnico. Su obra mani-fiesta un eslabn ms dentro de estatradicin; pero se trata de un eslabnen el cual la tradicin de Occidente es-t puesta en crisis mediante la sub-versin, la negacin irnica. Lo cuales otra forma de decir que Duchamplleva al extremo una tradicin -tra-dicin de ruptura- que se manifiestaen la modernidad que es la moderni-dad misma y que lo es, en el caso deDuchamp, bajo la forma de este escep-tismo pirroniano que en su silencio nodeja de ser un modo de la meditacin.

    Pintor de vanguardia? Ms que es-to. Porque en verdad Marcel Duchampes tambin, en su obra, el crtico delarte moderno. Duchamp, en su moder-nidad est contra el arte moderno: Du-champ no cree en el arte en s; cree enel arte que dice a veces en las fronterasdel no-decir. Su actitud es moderno-tradicional; su mundo es nico en elarte moderno. Por esto mismo los se-guidores de Duchamp son, en reali-dad, enemigos inconscientes de unaobra que no admite ni vanguardias niretaguardias; que admite, en una crti-ca del falso amor y de la falsa liber-tad, el, amor verdadero, la libertad deverdad.

    Ramn Xirau