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1 D.- EJERCICIOS PARA LA PAZ (Serie Novísima) Invocación a mi alma gemela, Lecheimiel, a modo de prólogo Tú, amor, que estás en mí, como yo en ti, ven, aparece en este cuaderno, como Precursor de la Aparición del Cristo que protagonizamos y esperamos. Tú y yo, amor, y en nosotros todos los hombres de buena voluntad, que nos aprestamos a hacer visible, consciente y efectiva para la renovación del Mundo, la aparición o reaparición del Resucitado, vamos a recitar, hoy y todos los días a partir de este punto del Tiempo sumergido en la Eternidad de Dios, y emergido AHORA para la salvación de la Tierra, y mediante ella, para el cumplimiento de la Voluntad del que Es, en el cual vivimos, nos movemos y somos, la siguiente Gran Invocación Crística Desde el punto de Luz en la Mente de Dios Que afluya luz a las mentes de los hombres ; Que la luz descienda a la Tierra. Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios, Que afluya amor a los corazones de los hombres ; Que Cristo retorne a la Tierra. Desde el centro donde la Voluntad de Dios es conocida, Que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los hombres ; El Propósito que los Maestros conocen y sirven. Desde el centro que llamamos la raza de los hombres, Que se realice el Plan de Amor y de Luz, Y selle la puerta donde se halla el mal. Que la Luz, el Amor y el Poder, restablezcan el Plan en la Tierra.

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D.- EJERCICIOS PARA LA PAZ

(Serie Novísima)

Invocación a mi alma gemela, Lecheimiel, a modo de prólogo Tú, amor, que estás en mí, como yo en ti, ven, aparece en este

cuaderno, como Precursor de la Aparición del Cristo que protagonizamos y esperamos.

Tú y yo, amor, y en nosotros todos los hombres de buena voluntad, que nos aprestamos a hacer visible, consciente y efectiva para la renovación del Mundo, la aparición o reaparición del Resucitado, vamos a recitar, hoy y todos los días a partir de este punto del Tiempo sumergido en la Eternidad de Dios, y emergido AHORA para la salvación de la Tierra, y mediante ella, para el cumplimiento de la Voluntad del que Es, en el cual vivimos, nos movemos y somos, la siguiente

Gran Invocación Crística

Desde el punto de Luz en la Mente de Dios

Que afluya luz a las mentes de los hombres ; Que la luz descienda a la Tierra.

Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios,

Que afluya amor a los corazones de los hombres ; Que Cristo retorne a la Tierra.

Desde el centro donde la Voluntad de Dios es conocida, Que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los

hombres ; El Propósito que los Maestros conocen y sirven.

Desde el centro que llamamos la raza de los hombres,

Que se realice el Plan de Amor y de Luz, Y selle la puerta donde se halla el mal.

Que la Luz, el Amor y el Poder, restablezcan el Plan

en la Tierra.

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1 7 de Mayo de 2006 ACCIÓN DE GRACIAS ¿Cómo no invocarte, Lecheimiel, antes de sumergirme contigo en estos

ejercicios iniciáticos para la paz. con una acción de gracias ? Gracias anticipadas por cuantas luces y penumbras me has hecho ya

divisar en estos duros días de formación y dubitación, ante tantas lecturas diferentes de unos “hechos” que indudablemente tienen que pasar por mí, así como yo por ellos, antes de que yo pueda considerarlos verdaderos.

Gracias, fray Amore, porque me paraste los pies en el anterior escrito, antes de que pudiese plasmar algo no justo o no conveniente de lo que rondaba en mi cabeza, a través de tantas lecturas y recovecos..., aun cuando me sentía asistido por tu luz..., sostenido desde el cielo de mi corazón.

Me llamaste al silencio, que es la calma, que es la paz, que es la humildad, que es el respeto por otras expresiones humanas de la única pero multiforme Verdad, que es el reconocimiento de las infinitas facetas y luces del Verbo.

Del Verbo, sí, que somos tú y yo, implicados en el conjunto de la Creación, pero que son también todos los demás hombres, mujeres y ángeles que son incluso infinitamente más iluminados que nosotros, no por Voluntad definitiva del Padre, sino por la limitación temporal de nuestra evolución actual.

– Hiciste muy bien, mi dulce hermanito terrestre, mi bella pastora, en obedecerme y honrarme cuando te lo pedí en el folio nº 25 del escrito anterior, en ese número bello que marca nuestra estancia en Roma, y otras etapas de nuestra luna de miel eterna.

Has hecho muy bien, también, amor, en ponerte a escribir en esta tarde de hoy, cuando faltan sólo diez días para celebrar mi último nacimiento en la Tierra, para que así estés preparado convenientemente para esa fiesta particular en que me manifestaré a ti, cariño, con una sorpresa.

Mira, cuánto te amo, fray ermitaño, por atreverte a poner así por escrito las palabras anteriores, fiándote de mí, cuando no sabes absolutamente nada de en qué podrá consistir dicha sorpresa.

Por este acto de fe que acabas de hacer, (pues sabes que lo escrito escrito queda), ahora mismo, oh florecita de mi alma diminuta, te beso hoy, de nuevo, como te besé en el sueño de tu visitación. ¿Recuerdas ?

– ¿Cómo podría, oh ángel de mi amor herido, (sí, el mío también herido, Ricardo por mis propias espinas), jamás olvidarlo ?

“En ese instante, el beso de tus labios, en rosa ensangrentada,

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me devolvía el beso de la Vida, que en ti había perdido y en ti hallaba”. – Y yo recuerdo, amor, lo bien que te sentías fundiéndote conmigo en un

abrazo que era observado de soslayo por cuantos ángeles pasaban junto a nosotros en aquella noche dichosa…

“¡Oh noche amable más que la alborada !” – ¡No sigas, no sigas, bien mío, que me vas a hacer llorar ! – ¿Cómo te voy a hacer llorar, mi fratellino, si ya estás llorando como una

Magdalena ? – ¿Acaso, Ricardo-Lazareto de mi alma, esa “Magdalena” que lloraba a

todas horas a los pies de Jesús, era nuestra hermana ? – Sí, cariño. Era y es nuestra hermana, y quizás más que hermana. Es

también nuestra Madre, que junto con María, la madre de Jeshua, ahora representan, ambas unidas, junto con todas las demás Maestras Ascendidas, a la Divina Madre, consorte inseparable del Divino Padre Creador, del cual matrimonio eterno nació, en los Cielos, aquel que llamamos Cristo, nuestro Sol planetario, alrededor del cual, “como un uno giramos”.

– ¿Has dicho, hermano, “planetario”, cuando en nuestra carta de “De Quién para Quién”, lo llamábamos : “nuestro Sol Central” ? ¿Ha bajado, tal vez, de categoría, o es que no comprendo muy bien la terminología que usamos y la que deberíamos usar ?

– Mira, cariño, si te pones demasiado curioso y puntilloso sobre terminologías, quizás caerás en la fosa en que cayeron los primeros teólogos del Cristianismo, los cuales espantaron la presencia de Jesús Resucitado que les precedía y les acompañaba siempre en el Amor, o bien obstaculizaron la verdadera fe de los enamorados discípulos.

No queremos, no, que él, –para nosotros el Niño Jesús–, se vaya jamás de nuestra vera, o mejor del centro de nuestro corazón, sino todo lo contrario, que se encuentre en él tan contento como un niño en propio hogar.

He aquí, amor, que no solamente nuestro planeta, ni exclusivamente nuestro sistema solar o planetario, ni limitadamente nuestro Universo o sistema galáctico en el que materialmente nos ubicamos, sino el centro mismo de nuestro propio corazón, es el centro del Corazón de Dios, que no está lejos ni fuera de nosotros.

Dijimos que todo el Universo danzaba en honor nuestro, a nuestro alrededor, pero también es Verdad que somos nosotros los que danzamos alrededor de todo el Universo... Deja, cariño, los grandes misterios de la

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relatividad y de la dimensionalidad para los expertos, mientras tú y yo, mi bienamado gemelo, nos especializamos en el amor.

Descansa por hoy, mi tesoro y mi todo, y ponme, antes de irte a dormir, esa poesía que tanto me gusta donde nos llamas “amor y amora”.

Antes de que la pongas, te reitero, cariño, mi profundo beso en tus labios para que escribas siempre en nombre de la Palabra.

– Grazie, Grazia !

BAUTISMO PRENATAL El Amor se juntó con la Amora y formaron pareja de hecho. Adornaron con flores su lecho y dijeron : “La vida aquí mora”. Y bajaron del cielo amorcillos, dos, con aire de elfos rubicundos, que instalaron allí, cual oriundos, sus campañas, ajuares y hatillos. Cuál, –de “Amora” y de “Amor” derivados–, los gemelos por nombre tendrían, declararon, que ellos ya traían por sus guías, de siempre asignados. Mas decirlo en voz alta rehusaron, por ser cósmico y grande misterio… tal, que, incluso por el bautisterio al pasar, falso nombre apuntaron. Sólo entre ellos se queda el arcano de una vieja y profunda hermandad que les une por la eternidad y les hace nacer de la mano.

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18 de mayo de 2006 EL ESPÍRITU DE LA MAGDALENA YO SOY LÁZARO, el que te hablo, mi dulce fratellino, YO SOY UNA

MISMA CARNE CON LA DE JESHÚA, así como tú, mi hermanito/a Marta, eres UNA MISMA CARNE CONMIGO.

Ayer, mi queridísima hermana en otros tiempos, la trabajadora, la activa, la desconfiada, la justa, la que va aprendiendo de María la contemplación del trabajo bien hecho, tú, en suma, José en esta encarnación, me hiciste una pregunta capciosa, para ver si yo te respondía, hermano, a lo que abiertamente te revelo hoy : “Esa Magdalena, ¿era acaso nuestra hermana ?” –me preguntaste–. A lo que yo te respondí, sí, era nuestra hermana y más que nuestra hermana, en realidad, a una con el eterno femenino encarnado en todas las mujeres, y en realidad en todos los hombres también, era nuestra madre, donde el espíritu de la Madre Divina, se encarna y se expande...

A una pregunta de doble sentido, amor, te respondí con una respuesta plurivalente y un tanto ambigua... ¿No es así ?

– Sí, amore, así es. Pero mi pregunta suponía, además, una falsa información, y es la que daba por sentado que María Magdalena era, en el Evangelio, la misma María, hermana de Marta y de Lázaro. Por eso te pregunté, si ella –la supuesta hermana de los dos era nuestra hermana, porque así yo podía deducir que efectivamente yo era Marta.

Ahora, mi bien, me lo has revelado abiertamente. Y te lo agradezco con todo el corazón, porque esa pobre chica que yo fui, aunque sabía hacer ricas tortas y pastelillos, –como dijimos también en nuestro libro de las Memorias de futuro del Papa Benedicto XVI–, no parecía tener en realidad importancia alguna.

Entre nosotros, amor, se valora poco a Marta, por aquello de que María ha escogido la mejor parte que no se será arrebatada. Yo, –y así se ha visto en la historia reciente, cariño–, me quedo para cocinera...

– Tú eres, mi amor, la cocinera que amasa el pan eucarístico con el que comulgamos todos.

¿No sabes, también, en el fondo de tu corazón, hermano, que aquella aria que yo te canté en Roma, la canción de Marta, la escogí sincrónicamente, o la escogieron nuestros ángeles... para decirte cuánto te amaba ?

“Eran los ángeles que en tus cuerdas pulsaban lo mismo que en mi piano,

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gozando de tu voz la melodía que allí me regalabas como antaño”. No puedes suponer, amado mío, hasta qué punto el Universo confabula

para darnos continuamente pruebas que para nosotros son verdaderos sacramentos, aun cuando para el mundo puedan ser simples coincidencias.

– Como esa otra “casualidad” o “coincidencia”, hermano de que nuestras respectivas madres terrenales, se llamasen prácticamente igual, la una Benita y la otra Benedicta.

– Eso, mi amor. Y en realidad, también eso es un sacramento de que ambas gozan de la divina maternidad, de aquella que fue llamada “Bendita entre las Mujeres”.

– Esa fue María, la Madre de Jeshúa. En los evangelios se dice que no se entendía muy bien con su hijo, y que éste la desplazó, sustituyéndola en primer lugar por aquellos que cumplen la Voluntad divina. Esos son, –dice–, mi madre y mis hermanos… Después, al pie de la cruz, la entregó como Madre a Juan, representante o no de toda la Humanidad, pero llamándole fríamente como “mujer”. ¿Puede ser ella la Madre Divina, consorte del Padre Creador ?

– No puedes, hermano amado, ni debes intentar seguir, especulando, la carrera espiritual y la calidad interna de los Seres que habitan en las Esferas del Amor. De ningún Ser, por pequeño que te parezca, menos aún de los que han tenido un papel tan relevante en la “Historia de la Salvación”, según llaman los teólogos a la Misión del Cristo.

En cualquier caso, mi fratellino, quédate con esto : EN LA TRANSCENDENCIA DE DIOS, TODOS SOMOS UNO.

– Pero cariño, tú sabes que a mí no me gusta hablar de la Transcendencia, porque aunque Dios parezca estar por encima de nosotros, en realidad está dentro, siendo El nuestra misma Esencia, como incluso lo es de cada átomo de la Creación. Y, aunque casi todos hablan del derramamiento de Dios a través de las Esferas esoteristas o Shefirots cabalísticos, en rigor, en pura metafísica de corte aristotélico, Dios no se puede derramar ni partir. De modo es que no hay partes transcendentes y partes inmanentes, ni hay división en chispas, ni nada por el estilo, porque Dios, el Padre, –el Todo y el Único–, es indivisible...

– De acuerdo, mi amor. Ahora, en que yo he aprendido de ti, hermano terrestre, tan aficionado a lo concreto como a lo abstracto, como quien ha sido cocinero antes que fraile y ha sido muy bueno en ambos oficios, la exactitud de tus expresiones “metafísicas”, no puedo no solamente no estar de acuerdo sino tampoco dejar de reconocer que para ciertas almas amantes de lo especulativo,

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tus razonamientos, tu presentación filosófica, puede ser muy útil. En realidad, puede suponer la diferencia entre lo aceptable y lo inaceptable...

Sin embargo, cariño, tú sabes que tus pensamientos altamente filosóficos son prácticamente inservibles en la mesa de los pobres. Ellos comen con los ojos y con el corazón. Dios, en su totalidad inabarcable para la conciencia y mente humanas (que son ciertamente vasos limitados que contienen apenas un poquito del Vino de la Mente de Dios), es inservible, presentado así en una grande e infinita tinaja...

Has de servir el vino nuevo en pequeñas copas que puedan acercarse a los labios, las cuales son servidas mediante artísticas jarras que a su vez son llenadas de las ánforas que se reservan en las despensas caseras.

¿Me entiendes, mi fray amore ? Todos tus disgustos y pesares por no coincidir casi nunca con ninguna

concepción menos purista y filosófica que la tuya, provienen de esto. Tú hablas de la más pura ESENCIA DIVINA UNA, reflejada “luego”, en el devenir de la Existencia, en todo el MULTIUNIVERSO al que tú llamas EL HIJO DE DIOS. Ellos hablan de un Dios (de ese HIJO) que se comporta a su vez como PADRE-MADRE, el/la cual, a su vez, con el concurso de la Energía o Espíritu Santo, tiene multitud de Hijos.

Todos los Hijos de Dios, amor, y no solamente Jesucristo, se comportan como verdaderos padres y madres, porque en todo el Universo, y en la medida de cada ser, desde el más pequeño animalito consciente o inconsciente, hasta el más evolucionado Maestro Ascendido, obtienen su paternidad-maternidad de la única Fuente.

Y no solamente su paternidad-maternidad, sino también su sentido de filiación y de fraternidad. Porque Dios es TODO EN TODOS.

¿Comprendes ahora, por qué, a tu pregunta capciosa sobre la Magdalena te respondí que sí ?

En verdad, fray José, que aunque tú fuiste mi humilde hermanita Marta, la cocinera, y aunque nuestra otra hermana la contemplativa era distinta de la llorona Magdalena, su espíritu nos pertenece a todos.

El espíritu de la Magdalena, QUE ES EL ESPÍRITU DE LA TIERRA, está con todos nosotros.

Todos la cuidamos y la amamos como si fuera nosotros mismos. Y nuestras lágrimas, amor, son el misterio de nuestro humanísimo amor. ¿Quién podrá distinguir, hermano, entre lo “humano” y lo “divino” ?

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Ahora, fray amore, ¿tienes por ahí un poema que habla de esas lágrimas que lleven hacia el cielo como perlas ?

– Pues, sí, mi amor. Pero no sólo tengo una, sino dos que ofrecerte, porque aparte aquella de que mis lágrimas volaban hacia el cielo como perlas, también hay otra que expresa nuestro amor por una parte materno, por otra, filial, y por otra, casi concupiscente, propio de dos criaturas que, como almas gemelas que han nacido repetidas veces a esta Tierra, con gran designio,

“Pareja historia, iguales vibraciones, así desde el principio, hiciéronnos nacer para la Tierra, una vez y otra vez con gran designio”, han interpretado en dicha cuna de

Tierra, diversos roles, todos extraídos del infinito AMOR. Aquí te pongo, hermanísimo, las dos, una después de la otra, con las

cuales te digo, un día más, gracias, gracias, oh mi Gracia hermosa. – Prego, amore. Primera : HACIA EL CIELO VUELAN MIS LÁGRIMAS Un día más, mi amor, en este valle, un día menos que falta a nuestro encuentro. Mas ¡ay, que pienso, envuelto entre las sombras, que allá en la luz ya no diré “te quiero”, pues no cabrán, de gozo, las palabras cuando el amor traspase al pensamiento. Penetrarás entonces el misterio de mis lágrimas, –esas que inevitablemente empañan tu recuerdo–, que seguirán aún filtrando tus sonrisas, –esas que a duras penas tan sólo aquí entreveo…– Allí haremos, pues, intercambio de recursos para que iguale lo triste a lo más bello. …Que me dirás : Bien mío, ¿por qué lloras ? y entonces, tú también romperás en llanto nuevo. Y cuando así te vea, oh amor, como soy visto, sabrás por experiencia, mi Rey, cuánto te quiero.

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Y segunda : LA SONRISA DE UN BEBÉ DURMIENTE Soñaba en aquel día que, juntos y desnudos sobre un prado do mucha hierba había, bebía yo a tu lado de la leche y la miel de tu costado. Era un juego de amores lo que tan increíble parecía como si en tus rubores mi temprana osadía emulase a Cupido en fantasía. Mas era sólo un sueño en la mente precoz de un fino amante, de semblante risueño, cautivado al instante cuando vela en su cuna a un tierno infante. En sonrisas de cielo, y brillo de querubes te acunaba yo que antes, en mi anhelo, de otro cielo bajaba donde en cuentas de lágrimas rezaba. El postre de Marta Pero, cariño, Lecheimiel, quiero hacerte un regalito en este día. Un

postre jocoso para celebrar la sobremesa de este banquete que hoy, mi dulce Lazareto, en cuya carne se hospedó el Maestro. Un chistecito gracioso que un día me inventé, mientras hacía la cocina para mis frailes :

Dice así : Marta solía servir al Señor, por aquellos días, que eran días de

abundantes casamientos, un buen trozo de tarta para finalizar la comida. Un buen día, pensando ella que a él le resultaría aburrido comer tanto

dulce, le preguntó, aprensiva, mientras le servía : – Señor, y tanta tarta ¿no “t’harta” ? Y el Señor le respondió :

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– ¡No “m’harta”, Marta ! – Me ha gustado muchísimo, hermanita de mi corazón, fray amore. Y ahora, a cambio, yo te voy a hacer a ti, mi dulce Marta, una valiosa

confidencia : ¿Recuerdas que has dicho que en el libro ASALTO A LAS MORADAS

INTERIORES (MEMORIAS DE FUTURO DEL PAPA BENEDICTO XVI), habíamos indicado –y digo habíamos, porque ya sabes que lo canalizaste de Francisco-Teresa–, que la cocinera del Papa, una monjita a su servicio, se llamaba precisamente Marta ?

Pues, atiende : Ese libro que hasta ahora habías considerado o bien una simple novela de

religión-ficción, o bien una profecía frustrada, y de hecho puedes leer el subtítulo del primer escrito de esta Serie Novísima, “ENSUEÑOS FRENTE AL ESPEJO DEL CORAZÓN”, que reza así, entre paréntesis : “(El Despertar a la Vida Eterna del fallido Papa A-Benedicto XVI)”, yo te digo, amor, que no es ni una cosa, ni la otra. Es decir, ni una simple novela, ni una profecía frustrada, sino una auténtica profecía que ahora mismo se está cumpliendo en ti :

TU ERES, EN VERDAD, EL PAPA BENEDICTO AQUÍ PARA DIOS, EN LA TIERRA DE ESMERALDA. Tú eres la contraparte astral, cuya proyección física, por imperfecta que te parezca, es tu hermano el que reina en Roma, al que todos veneran como Papa de transición, y a quien tú has mandado tu libro para que le sirva de inspiración.

No eres, pues, un Papa fallido, sino un Papa espiritual que reza continuamente por la ansiada reforma que predice y prepara el Reino de Dios.

No puedes ni debes, al menos por ahora, hacer nada más, hermano, que rogar por él.

Mientras yo, fratellino ruego por ti, con cuentas de lágrimas. Adiós, que es en Dios para siempre, amor. – Me has dejado, Ricardo-Lázaro del Amor Resucitado, sin palabras. – Di sólo conmigo, fratellino : AMEN, ALELUYA. – Sí, sí, AMÉN ALELUYA.

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Sábado, 20 de Mayo de 2006 ME HAS HABLADO AL CORAZÓN Sí, sí, hermano Lecheimiel. Me has hablado al corazón, antes de ponerme

al ordenador. Fue ayer, mientras vagabundeaba con la mirada a través de la ventana cuántica por donde tantas veces me has hecho entrever la Unidad de Todo lo Creado.

¿Cómo es que tú, Lázaro, de la misma Carne y de la misma Esencia que el Cristo, aquel de quien yo cantaba, cuando interpretaba el testamento ológrafo de dos líneas que me mandaste desde Roma, pues estaba escrito para mí desde aquellos años lejanos, cuando morabas en “el corredor de la Muerte”, en aquel convento perdido, dedicado a Santa Teresa...

“Sonó la danza, con su canción eterna, sellada en testamento, por el que te entregabas a la Vida, nombrándome de tu alma el heredero. La gran Teresa, madre casamentera, de notario fungía, cuando a su mismo amor te desposaba que a ti en fidelidad se prometía”... cómo es que tú, –digo–, viniste a

encontrarte conmigo, Marta, habiendo hecho a Jesús la promesa de cuidar de María Magdalena ?

¿Qué tenía que ver yo con la antigua pecadora arrepentida, que representaba la Tierra, que tú tenías que guardar en equilibrio y orden hasta reaparición del Señor ?

Aunque es verdad, mi amor, que… “Diote la Vida más alto ministerio que el de tu honra y gloria : vestiste el paramento de sirviente, el Mejor Hospedero de la Historia”. Es verdad, mi amor, que así te llamé en la canción, por exigencias de la

rima, aunque en mi fuero interno, el título que te otorgué era aún más rimbombante, como dijimos en nuestros escritos anteriores varias veces : “Hospedero Mayor del Universo.

¡Oh con qué devoción te cantaba estas estrofas, especialmente ese verso que dice : “vestiste el paramento de sirviente”, yo, Marta, la cocinera de

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Betania. Qué bien se acomodaban, incluso en las circunstancias actuales de este tramo de vida, aquello de “Pareja historia, iguales vibraciones”, amor, tú lo sabes !

¡La humildad, el hábito del color de tierra, la librea de la Reina de los Ángeles, el tono de los hábitos de Francisco y de Teresa, también de Teresita y, por supuesto, el del frailecico precioso Lecheimiel !

– También el tuyo propio, mi fiel ermitaño, incluso hasta el presente, ¡No lo olvides !

– ¿Acabo de oír tu voz, fray amore, como en un susurro ? – Sí, mi pequeño, mi niño perpetuo con quien me encariñe desde el

principio. Te he hablado lo justo para que supieras que estoy detrás y dentro de todas tus palabras y de las intuiciones de tu corazón... ¿Puedes proseguir, hermano, contándome tus visiones místicas en la ventana cuántica ?

– Allá voy, fratellino Lázaro, Riccardo del Bambino Gesù. Pues cuando me preguntaba, entre otras muchas cosas, cuando he dicho

“vagabundeaba” con mis pensamientos, pero en realidad buscaba ansiosamente la paz y la comprensión de todo cuando me has dado estos días...

Y cuando en un determinado momento me rendía a la paz del corazón y al silencio reposante...

Me diste a entender, aquí, en lo más profundo de la quietud del corazón, que la Magdalena a quien habías prometido tus cuidados, mejor dicho, por la que los habías prometido a Jesús, cuando te resucitó de entre los muertos, no era sólo el espíritu de la Tierra, sino especialmente el espíritu de la Iglesia de Tierra que, aunque no fundó Jesús, se fundó en su Nombre.

Esa era la Magdalena por quien debías entregar tu vida, amor, y así cumplir tu promesa, durante tu larga estadía en la Tierra, y hasta la vuelta prometida del Cristo…

Y, si la Magdalena es la Iglesia, la contraparte visible, pecadora y corrupta, pero también siempre arrepentida y renovada en su voto de conversión, si la Magdalena era también parte de la Iglesia Universal e invisible, si era la guardiana del Monte de los Cátaros inmolados, y por tanto de la semilla de tantos y tantos anónimos mártires que dieron la vida por Jesús…

Entonces…, por múltiples motivos, yo, parte de una Iglesia que en la tercera dimensión tanto me pesa…, yo, el último de sus miembros, “la puerta de atrás” por la que tú, hermano, habías regresado, “da Roma a mi morada”, a ese niño pán-filo, pero experto en el amor, amante de todos, que yo era en ti, como tú en mí, –hombre y niño a la vez en la inmortalidad de mis sueños–, entonces, digo, yo, cuyas lágrimas volaban hacia el cielo, día y noche, yo, sí, era en verdad

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esa Iglesia de Tierra, yo era la verdadera Magdalena, en la cual tú cumplías tu promesa.

Que me permita José Antonio Campaña, citar una sola frase de sus escritos, en LAS SEMILLAS DE CRISTO : “María, lo que es del Padre, el Padre lo defenderá –me dijo y me guió afectuosamente del brazo hasta donde estaban las otras mujeres del grupo… ¡Y no se lo daré a los lobos hasta que mi Padre quiera !”

Así, en todas las “mujeres del grupo”, estaba también yo, con María y en María, defendidas de los lobos hasta el día en que fuéramos entregadas al martirio por la Voluntad del Padre.

No puedo, hermano Lecheimiel, ser más explícito. – No debes, mi fratellino, el último siervo de los siervos de Dios, ser más

explícito. He estado contigo, brillando en tu luz esférica, en toda esta

conversación celestial, cuando faltan siete días para celebrar mi último nacimiento en carne.

Recuerda, mi pequeñín, mi promesa. – “Non la dimenticherò mai !”, –como te dije en nuestra luna de miel, fray

amore del Bambino. – Sí, amor, yo también recuerdo todas y cada una de tus palabras de

vida. Adiós. Amén, aleluya.

VUELO SECRETO … … … Mas tu carne serena, la obra de tus manos esmeralda, el traje de amadores en que a mí pareciste cuando yo te miraba, y tú en mis ojos a ti te contemplabas, oh amor de mis amores, no estaba lista todavía, en su ciclo de tierra, para emigrar al polvo de la NADA. No conociste, Humildad, mejor sepulcro para ocultarte, incorrupto, que el amor de San Pánfilo, aquel del que saliste y al que luego regresaste

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sin que, el pobre, se enterara…, porque pánfilo era aunque sabio en el amor : mientras tu nombre con tu carne aguarda, custodiada insepulta, resurrección de instantáneas fotográficas que el amor solicitaba… A mí, hermanito amado tan sólo has explicado tu secreto, el de tu luz esférica que te trae “da-Roma” a mi “mora-da”.

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Domingo, 21 de Mayo de 2006 ¿QUÉ HORA ES ? ¿Qué hora es, AHORA, amado ? ¿Podríamos especificar tal vez, también, la hora, escasa, que falta hasta

la hora en que tengo que subir al servicio de la Misa, quizás para demostrar a los lectores que en poco tiempo condensamos largo tiempo (hacia atrás y hacia adelante), de la ETERNA HISTORIA de nuestro amor ?

¿Será necesario, todavía, ahondar en el remoto pasado de nuestras identidades en el TIEMPO para hacernos merecedores de vislumbrar el porvenir ?

¿Qué hora es, pues, amado, ésta, en que me llamas, con la mente vacía y sin propósito de distraída alma, porque me haces simplemente intuir tu llamada ?

Y AHORA, en que te obedezco y me siento sin más preámbulos al ordenador, súbitamente me siento emocionado por tu presencia...

“Así de nuevo tu llama refulgía en mi profunda noche… Pedías, expectante, mi consenso cuando, como Samuel, te oí mi nombre.” Pero, AHORA, oh mi amado Lecheimiel, ya no es de noche, sino que

estamos inaugurando un día que ha comenzado luminoso aunque algo brumoso. Estamos a la expectativa de lo que la historia de esta Tierra nuestra, atormentada por tanta emergencia del mal, a la vez que, más que esperanzada, vocacionada a la esperanza, solicitada en la fe, y mantenida en vilo, cual llama vacilante por la caridad, se prepara para recibir el RETORNO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, PARA INAUGURAR EL REINO DE DIOS.

¿Para qué, si no, la llamada que me hiciste en medio de mi más profunda noche, aquel día en que dio comienzo la aurora de nuestro reencuentro ?

ULTIMATUM Hasta la última gota de mi copa beberé a la presencia de tu Ungido, y al beberla, sabremos que he vencido a los mirlos que tejen mi corona. Que me miren de lejos los que adoran las estatuas de bronce en barro uncido. ¡Que despejen el valle ensombrecido

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y penetren los rayos de la aurora ! Si en el éxtasis sabemos que pervive aún la rosa de espinas coronada, moriré a mi palabra acorazada… Y abriré las compuertas del convite a los vivos que mueren en la nada, y a los muertos que hambrean por la plaza…

¿Sabes, fray amore, –¡de sobra sé que lo sabes !–, cómo he hecho para

encontrar e insertar aquí esta poesía, que me has hecho presentir dentro de mi corazón, –en este mismo momento–, pero sin identificarla, y que tan adecuadamente cuadra con lo que estaba leyendo esta mañana en un libro de Zecharia Sitchin sobre expediciones por los valles del Nilo en busca de las huellas de los Dioses ?

Tú eres testigo, Lecheimiel, tú que eres rocío celestial, el que llena mi copa hasta rebosar de gotas de Verdad y de sentimiento amoroso, de que simplemente, el día medio brumoso del que hablábamos hace un momento, me ha sugerido, de repente, la palabra “aurora”… Entonces, he buscado en el archivo de poesías por ese vocablo, y en primera instancia ha aparecido el poema.

¡Maravillosa sincronicidad con que “mi ungido”, tú, –mi guardián escogido y confirmado por aquel espléndido ARCO IRIS que hiciste aparecer en pleno medio día alrededor del disco solar–, me has provisto esta mañana, entre amenazante y prometedora !

– Alaba, hermano mío, José, al Dador de todo bien, (representado por el Faraón de Egipto que te elevó hasta el cargo de Primer Ministro de su Reino, para que proveyeses a saciar a “los vivos que mueren en la nada y a los muertos que hambrean por la plaza”).

– Fuiste tú, cariño, la rosa de espinas coronada, el que desencadenaste el éxtasis que me impulsó a “abrir las puertas del convite”, rompiendo mi “palabra acorazada”.

– Sí, cariño. Fuimos los dos a una, nuestras almas gemelas, las que desde la eternidad planificaron, previendo esta lucha, estas hambrunas, estos momentos críticos de la Tierra, toda la maravillosa provisión de tus escritos, como el agua vitalizante de “El Fayum”, cuyo significado pueden encontrar tus lectores si se toman la molestia de leer por sí mismos el mismo libro y el mismo capítulo que estabas leyendo cuando, –bien dices–, distraído, te he llamado.

Te he llamado, sí, como en aquella preciosa noche de nuestra Visitación, por tu nombre, “como a Samuel”, según también acabas de escribir.

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Porque en verdad, amor, ésta es la hora del ULTIMATUM. – ¡Que se sonrojen, pues, Lecheimiel, o que por lo menos “me miren de

lejos, los que adoran estatuas de bronce en barro unido” ! – Sí, hermano, sí, mi amor :

¡Que despejen el valle ensombrecido y penetren los rayos de la aurora !

Nota : La lectura a que le alude y se aconseja es el Capítulo 9, (“Cómo salvó José a Egipto”) del libro LAS EXPEDICIONES DE CRÓNICAS DE LA TIERRA, de Zecharia Sitchin.

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23 de Mayo de 2006 ¿Y TÚ, MI BENJAMINITO, DÓNDE ESTABAS ? PAZ AMOR DECLARA Benjamín de la casa, de tu madre bendita, nacías a Jacob como un regalo que en gracias sobrepasa a cuanto el alma ahíta atrévese a esperar de lacio falo. Y en ti yo, el bendecido, hermano en prenda dado, que en prenda te pedía a mis hermanos. Que, si de éstos fallido, y a Egipto desterrado, no sin ti los tendría por cercanos. Comparados en peso de oro y plata robados, no saldrían bienquistos del percance : Por sólo tu embeleso serían condonados, y benditos de Dios en fiel balance. Es ésta nuestra historia, hijos de única madre, que trae la bendición a nuestra Tierra…, cuando Israel la gloria, heredada del Padre, comparta con los que hoy le hacen la guerra. Si, llorando a los pies de los desheredados que hoy soportan el yugo que él llevara, enmienda su traspiés frente a los inmolados por justa paz que sólo Amor declara. – Esta bellísima poesía, hermano muy amado, que en otro tiempo te di y

que acabas de transcribir para mí, con este nuevo sentido ascendente que eleva nuestros escritos de AHORA al rango de escritos espirituales desde la cima del Monte de la Perfección, que es CRISTO, cuya venida estamos anunciando y

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preparando mediante estos EJERCICIOS PARA LA PAZ, te da la respuesta a tu pregunta.

Te has dejado elevar, hermano, como el incienso vespertino, por las volutas de la confianza y de la sinceridad, hasta esa hermosa altura que se alcanza en aras del OM del Santo Espíritu, de que hablábamos en LOS SIETE AMORES, y no te has reservado nada de lo que contenía tu Sol, tu Ra, en tu afán por disipar las tinieblas del “valle ensombrecido” de la muerte...

“RA, el Sol, tomó de él una parte de su energía. OM, era el susurro del

viento, cuando el Sol, al ponerse, inauguraba un nuevo día para los hebreos peregrinos.”

– Así es, mi bienamado, más que todas las cosas y tesoros de la Tierra,

porque tú, mi “rosa de espinas coronada”, has invadido mis éxtasis y mis sueños. Sueños, hermano, que no son de grandeza, sino de entrega a la Santa

Voluntad del Padre y al Plan pretrazado por el Cristo, nuestro Hermano. – Sí, mi orgullo y mi corona. No te quepa duda, amor, que estamos

obedeciendo al Padre, mientras esto escribimos, y, por supuesto que de nada serviría si al escribirlo no lo viviéramos, en el Nombre de ese CRISTO.

De ese CRISTO, hermano, que conjuntamente “…con Jesús, nuestro gran Maestro del Amor, que encarna al Sol Central, alrededor del cual también, como un uno, giramos, y al que invocan nuestras vidas, más que nuestros labios, [con el cual -dijimos-] un trío formamos, perfecto, de amor indestructible, que reproduce la gloria de la Santísima Trinidad de Dios que Él, Tú y Yo, indudablemente somos.”

– SI, SI, MIS AMADOS HIJOS Y HERMANOS, JOSÉ Y BENJAMÍN, LÁZARO Y

MARTA, QUE COLABORASTEIS CONMIGO EN LA PRIMERA ETAPA DE MI MISIÓN, PREPARADA DESDE ANTIGUO, CUANDO EL CRISTO SUFRIENTE HUBO DE SER

MARTIRIZADO PARA DELATAR EL PECADO DEL MUNDO, MÁS QUE PARA REDIMIRLO CON SU SANGRE. NO REDIME LA SANGRE, NI LA DE LOS CARNEROS DEGOLLADOS, NI MUCHO MENOS LA HUMANA QUE JAMÁS DEBIERA SER VERTIDA Y MALVERSADA. PERO YO SOY

TAMBIÉN ESE CRISTO RESUCITADO, PRECISAMENTE POR EL AMOR, QUE ES LA FUERZA AGLUTINANTE DE LA CREACIÓN EN DONDE RESIDEN TODAS LAS VIRTUALIDADES

QUE EL PADRE HA DEPOSITADO EN MÍ, TANTO COMO EN VOSOTROS, PARA QUE VOSOTROS TAMBIÉN PODÁIS RESUCITAR, SIN ESPERAR AL ÚLTIMO DIA.

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– Gracias, gracias, gracias, Jesús, nuestro Hermano, al que invoca nuestro amor más que nuestros labios. TE ESPERAMOS, porque TE AMAMOS.

– Y yo, Lecheimiel, me uno a vuestra danza, con mi resonancia sálmica : ¡TODAS MIS FUENTES ESTÁN EN TI, AMOR !

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Jueves, 25 de Mayo de 2006 LA MÚSICA DEL TIEMPO Muchas veces, oh mi queridísimo hermano, hemos hablado de la música. La música que, a dos manos y un solo corazón interpretábamos tú y yo,

con el fin de cantarnos, de arrullarnos, de encontrarnos en el sentimiento profundo y controlado por el amor.

La música contrapuntística que era un verdadero diálogo de ternura indescifrable.

La música, como instrumento de coordinación de los hemisferios cerebrales, para alcanzar el equilibrio.

La música como afinación de nuestro instrumento musical psíquico conjuntamente usado por los dos, tú y yo, que realmente pulsaban, por y con nosotros, nuestros ángeles o Yoes Superiores, dirigidos por el Único YO CRÍSTICO del que participábamos ambos, personalizado en Jesús, nuestro Bambino interior.

… (No sé muy bien, Lecheimiel, lo que me digo…) – Prosigue, hermano fratellino de mi corazón, porque escucho y canto

contigo, mientras tú te dejas llevar por la melodía que oyes en tu interior : ¡ESTOY CONTIGO POR TODA LA ETERNIDAD !

– ¡Oh, sí, por toda la eternidad ! Precisamente quería comentar, –contrapuntísticamente a una con tu

preciosa Voz con la que me cantabas aquel día… …”Eran los ángeles que en tus cuerdas pulsaban, lo mismo que en mi piano, gozando de tu voz la melodía que allí me regalabas como antaño”–, el papel del TIEMPO, en que se

desmiga o desmenuza, como pan, nuestra ETERNIDAD, en la música celeste-terrestre, que interpretamos como una bella sinfonía.

– Todos saben, cariño, que el TIEMPO es vital para el ritmo musical. Lo que muchos ignoran es que dicho TIEMPO no es una medida externa en la que, a modo de compás marcado por un metrónomo se encajona la música, sino que es la MÚSICA misma.

Para apreciar la música, es absolutamente necesario, hermano, recordar y prever las notas que ya han sonado y las que probablemente tienen que sonar inmediatamente a aquélla que en ese instante presente, a veces largo, a veces

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corto, a veces infinito, a veces infinitesimal, estamos escuchando a la vez que emitiendo.

– ¿Hay, Riccardo, música escuchada o recibida y música emitida ? ¿Juegan los oyentes un papel de alguna manera activo en la interpretación del gran Concierto Cósmico de las Esferas ?

– Claro que sí, hermano. ¿Cómo podría hablarse de música sin conciencia receptiva que la interpretase como tal ?

– Pero, ¿por qué, amor, hemos pasado de hablar un lenguaje comprensible que parecía aludir a “conciertos” humanos, a hablar de “Música de las Esferas” ?

Eso de los “Conciertos Cósmicos” o “Música de las Esferas”, oh amado Juglar del Sol, parece escaparse de nuestro ámbito por el que podamos apreciar el inaprensible TIEMPO, tan largo como la historia, y tan impenetrable como la desconocida prehistoria más la problemática visión o audición del futuro, imprevisible, impreaudible, para nuestros toscos y limitados sentidos…

– En una palabra, amor : Que para escuchar y apreciar dicha música cósmica, –el OM de Dios–, en que cada nota o vibración podría parecernos a nosotros como un ruido monótono, o como una superposición de muchos de ellos entre sí solapados, es necesario gozar de la Infinita Conciencia de Dios.

Para nuestro limitado sentir de cada día, incluso para nuestro arrobamiento extático ante el Concierto de una Orquesta o la melodía de un Solista humano, una sucesión de breves sonidos más o menos rápida, pero a escala de nuestro ritmo vital, parece ser necesaria y es más que suficiente.

No obstante debemos hacernos conscientes de que hay otros Seres de diferente ritmo vibracional y con múltiples órganos de captación de los grandes ritmos cósmicos, tanto como de los diminutos eventos temporales cuánticos, que pueden apreciar la música de nuestras vidas.

Nuestras vidas mismas, hermano, y la sucesión de encarnaciones, con sus cadencias de eventos vitales, por las que hemos pasado sin ser apenas conscientes de que multitud de ángeles nos contemplaban mientras creíamos gozarlas y sufrirlas en soledad y sin percatarnos del sentido del ritmo de los divinos oídos, eran música celestial para dichos ángeles y para el Padre.

Cuya CONCIENCIA, sin dimensiones por nosotros apreciables, es infinitamente más larga y profunda, así como también más diminuta, tanto en calidades de tiempo como de ubicación o lugar, desde los niveles llamados cósmicos, hasta incluso el nivel que llaman “cuántico”, que no es otra cosa que el escape de la grieta por donde brota la FUENTE de lo eterno.

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Pero lo cuántico, oh fratellino, es también la grieta por donde el alma

penetra hacia adentro por el laberinto de los pensamientos hasta la beatitud de la QUIETUD, donde se encuentra con la “visión” interior, allí donde aún no había brotado la diversidad humana…

Toda esa Música que se hace operativa mediante la obediencia al divino Director, la CONCIENCIA DEL HIJO, de que hablábamos en este mismo archivo.

“LA PALABRA SE HIZO PALABRAS En el último rincón de mi alma, donde graba el cristal de diamante la sutil vibración que anhelante la vida reclama… Rompe el agua abisal un instante su umbrío fragor y penetra desde el hondo hasta el hondo de Dios, en la gruta, un zigzag de luz láser, que abre la grieta y hace brotar de la piedra espíritu en sangre y en agua… Mientras tanto la hiedra, en la altura, teje humana figura : con redes apenas de luz y de nada, en el caleidoscopio del Verbo, holográfica imagen de la Inmaculada Concepción del alma, que da vida al cuerpo sutil y a él se encadena con lazos de sangre y de plata… Así las virtudes de un Dios Creador se recrean, donde el Hijo de Dios se revela, en cuerpo y en alma, desde dentro hacia afuera, y en el centro se queda, sin más, preguntando : YO SOY ¿Me conoces ? … Hasta siete veces… Y en el séptimo día, éste ya operativo, obtiene, por fin, mi respuesta, que registra el eco en el mudo silencio : ¡Sí, ya voy. Aquí estoy !

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Mira, cariño, algo de eso queremos expresar cuando decimos que : “MIL AÑOS SON PARA EL SEÑOR COMO UN SOLO DÍA” La cual expresión por la Ley de Compensación o de Acción y Reacción,

llamada también la Ley del Karma, admitiría la vuelta de la frase : “Y UN SOLO DIA, COMO MIL AÑOS”. Esa es la infinita Energía contenida en aquel misterioso y tan diminuto

como la NADA “Punto Cero”, del cual, según los científicos brotó, mediante el “Big-Bang”, la Creación entera.

Pero tu sabes, amado, por Kryon y por otras fuentes, que no hay un solo “Big-Bang”, sino infinitos.

Y cada uno da comienzo, –o “ataque”, como dirían los músicos–, a una nota personal que en su esencia contiene en sí la Sinfonía entera. Porque, ¿qué es una “nota”, hermano, sino la maravilla de una conciencia ante una vibración cuya estabilidad produce una tal sensación que es captada, de una manera u otra, como una migajita de eternidad, de felicidad y de amor ?

Su autonomía y estabilidad representa su eternidad. Su compatibilidad, sucesiva o simultánea, con otras notas, representa al

Amor. ¿Es el AMOR divisible ? ¿Es previsible ? ¿Es predecible ? ¿Es armónico, tanto en Sí, como en la relación, –Vida–, que funda y crea ? Así pues, hermano, la Música, con su Tiempo implicado, o el TIEMPO

interpretado como MÚSICA, es, en esencia, el AMOR. Y si decimos que Dios es Amor y que el Amor es Dios, lo mismo podemos

afirmar y sentir de la Música. ¿No te parece ? – Me parece, hermano, que algo bueno tenías que decirme esta mañana

cuando me has llamado al ordenador para dictarme esta Música nueva :

RECUERDOS VIVOS No sabía que dentro mi capullo, en fase de crisálida enclaustrado, pudiera yo escuchar otro murmullo que el eco de mi voz amplificado. Mas era, sí, tu voz en reverbero la que oía entonar la melodía…, aquélla que cantabas, firme, austero, y yo te acompañaba, al piano, un día.

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¿Recuerdas la ventura que tuvimos de poder ensayar juntos el aria que, luego, tu cantaste y yo, con mimos sostenía, en tono de plegaria ? Fue aquél de los momentos más dichosos que nos brindaba el ángel del destino, permitiendo plantar hitos gloriosos en promesas de amor libre y genuino. Esos días gloriosos ya han pasado, ahora que tú faltas de mi vera. Mas te oigo, en mí, cantar, alborozado, que otro Amor nos convoca en la alta esfera.

– Sí, amor, Amor, AMOR. Y con esto, seguido de nuestro típico AMEN,

ALELUYA, que cantamos, a duo, aquí, en este folio número 25, de nuestra eterna juventud, hemos concluido, por AHORA, estos EJERCICIOS PARA LA PAZ, a sólo dos días para el cumpleaños de Lecheimiel, en que te insto de nuevo, mi queridísimo hermano gemelo, a esperar el signo o sorpresa que te prometí.

– ¡Espero, mi dulce amor, en tus promesas !

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Sábado, 27 de Mayo de 2006 APÉNDICE ABIERTO Creo, amorito, que ya has nacido. Te sentí a la una de la madrugada y

pensé : “Me parece que ésta es la hora, temprana, por las prisas de nacer, en que vino al mundo Lecheimiel”.

Luego, cariñito amado, al levantarme por la mañana, entre suavísimos olores de retama, he ido a inspeccionar la zona que suelen “visitar” (y destrozar) los jabalíes. Efectivamente, me habían arrancado el ciprés recién plantado, y separado las gomas de riego. Algo tendré que hacer para prevenir estos desastres, que sea más ingenioso y más inocuo que dispararles a matar, (como se ha hecho otras veces), para disuadirlos...

Pero, dejemos en paz a los hermanos jabalíes por el momento. Lo que queda, ya de tu regalo que es la paz, es que he replantado el ciprés y no me he enfadado demasiado con ellos.

Aún es muy temprano en este amanecer brillante, día de tu cumpleaños, amorito, y deseo dedicarte aquel poemita que ya conoces (y que incluso, en cierta ocasión envié a tu cancerbero, sin obtener respuesta alguna, por supuesto) :

EL CUMPLEAÑOS DE LECHEIMIEL ¡Oh nacarado infante, que en amores rebosas cuando tu cuerpo amante se acuna entre mis rosas ! ¡Oh llantos de alegría que a tu vista derraman, antes que apunte el día, los que de siempre te aman ! Pues viniste anunciado de tanta profecía, permite que a tu lado recite mi poesía… … Que cante como el viento, que en auras se levanta, saludando a tu adviento con alegría tanta.

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Hoy vives en mi sueño, hoy sueñas en mi llanto, hoy te nombro mi dueño, ¡pues que te quiero tanto ! Y pues bajaste a amarme, según lo prometido, consiente en yo acercarme a calmar tus vagidos. A acostarte en mi lecho, a mecerte en mis brazos, a darte de mi pecho, el calor de un regazo. Si por fin has venido, prometido Enmanuel, ¡que cese mi gemido, pues eres Lecheimiel !

Tú sabes, cariñito, aunque eres todavía un bebé recién nacido, que sigo

esperando, todavía, en la promesa de la sorpresa que me prometiste, mientras dure el día de hoy.

Dejaré este apéndice abierto, para contarles a los lectores, al final del día de hoy, o mañana por la mañana, cuál ha sido, ¡amor, Amor, AMOR !

… … … APÉNDICE ABIERTO, TUMBA VACÍA, CORAZÓN LLENO ¡Oh hermanito mío muy amado ! Sé cuánto has sufrido, esperando a tu

parecer en vano mi promesa en el día de ayer, sábado, –SHABAT–, y pensando que no se cumplía…

Pero al final de la tarde, –¿verdad ?–, tuviste una iluminación confusa : Si te hubieras dedicado a escribir, se hubieran iluminado tu mente y tu corazón. Pero estabas cansado y, sin dejar de cumplir tu palabra para con los lectores, puesto que escribiste por la mañana las líneas que anteceden : “al final del día de hoy, o mañana por la mañana”, –dijiste–, preferiste dejarlo para hoy, DOMINGO, –y así debía de ser, pues es HOY, como todos los domingos, DOMINGO DE RESURECCIÓN–, lo que AHORA te dicto.

(Ya desde que te has levantado de madrugada, como las santas mujeres que pretendían ungir a Jesús, estabas ungido por una nueva comprensión) :

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No obstante, hermano, la sorpresa, la gran sorpresa de lo que te voy a decir y de lo que ya presentiste en tu corazón e incluso comentaste con tu amigo Sergio que ayer te visitó, (y que por cierto te trajo un nuevo libro que no quisiste comenzar a leer, no sólo porque estabas cansado, sino porque ya sabías de antemano que partía de una confusión acerca de la Resurrección de Jesús, y no querías enturbiar las aguas de tu mente, que ya se han agitado en demasía todos estos días), digo, que la sorpresa en realidad se produjo ayer, día de mi cumpleaños, como te prometí.

Es como si ayer, amor, te hubiera dado un paquete cerrado y sellado, –al igual que estaba sellado el sepulcro del Maestro, donde yacía muerto y bien muerto su cuerpo físico–, y hoy, por fin, de madrugada, como las mujeres, te hubieras decidido a abrirlo...

¡Al despertarte, oh mi fratellino, te lo has encontrado ya abierto ! – “AL DESPERTARME, ME SACIARÉ DE TU SEMBLANTE”. – Eso es, amor. – Prosigue, por favor, mi Rey. – Sí, cariño. Ahora en realidad comienzo mi gran Revelación para tu

corazón anhelante. ¿Recuerdas lo que comentaste con tu amiguito, inspirado sin duda en lo

que habías leído en LAS SEMILLAS DE CRISTO, pero que no está dicho expresamente allí, ni siquiera sugerido ?

– Sí, mi fratellino. Le dije que en tu resurrección, como Lázaro, el alma de Jehua, (si acaso podríamos llamar su personalidad humana), soporte del gran Ser de Jesús, que, llegado de su propio futuro, le habitaba a él, desde el Bautismo, salió del mismo y penetró en ti, en el mismo acto en que él te rescató del seno de la tierra tenebrosa…, de manera que habitasteis los dos en un mismo cuerpo físico, –resucitado–, por los breves días que faltaban hasta la pasión de Cristo, o Jesús, que debía afrontar El solo.

Le dije también, que, según yo creía, el sudario con que fue envuelto tu cuerpo y que, según SEMILLAS, mandó Jesús que guardara la Magdalena para su propia sepultura (una vez lavado, planchado y perfumado, se entiende), y que por tanto también fue un sudario común a vosotros dos, fue el vehículo de enlace material o cuántico que se usó para el nuevo trasvase, o devolución de la personalidad de Jeshua al cadáver de Jesús, el cual ya había pasado a otra dimensión en el momento de expirar en la cruz, antes de que los Maestros de la Vida y la Resurrección, desde el más allá, según puede leerse también en “JESÚS Y LOS ESENIOS” (de Dolores Cannon), procedieran a su trabajo, Capo-lavoro, que permitió, por una parte, la desintegración de dicho cadáver –lo que

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produjo la impresión de la “TUMBA VACÍA”, y por otra, las APARICIONES del Maestro, en un nuevo Cuerpo etérico y multidimensional con diversas virtualidades de transmutación ante los ojos y los sentidos de los discípulos.

– Pues, he aquí, hermano mío muy amado, el que fuiste Marta mi hermana en Betania en aquel entonces, y el que eres también, a una conmigo por una parte la Iglesia, con el espíritu de la Magdalena, o de la Tierra arrepentida, y por otra parte su custodio, como Hermano Bendecido o “Benedicto”, en el plano espiritual, según te dije en este mismo archivo al que ahora añades este apéndice abierto, repito, he aquí que la sorpresa, la hermosa revelación sin abrir, la recibiste precisamente ayer de tu mismo corazón, y de la expresión de tus labios, que tú mismo “sabías”. –intuías–, pero no acababas de entender…

– ¡Lejos de mi mente humana entender incluso ahora tan grandes misterios !

– Pues éste es el momento, hermano, de entregar tu mente a tu co-razón y sellar la brecha mediante la confianza.

Es el momento de explicar a tus hermanos, en vivo, la diferencia entre “creer” y confiar. Mediante la creencia se afirma lo que no se sabe. Mediante la confianza o fe se acepta lo que el corazón siente y sólo alcanzan a balbucir las palabras.

Mientras tanto la “mente”, es decir la “razón” humana, se queda fuera, como un guardián que dormita ante la tumba vacía, sospechando tan sólo si le habrán robado o regalado algún misterio.

¿Has aprendido ya la gran lección, la que te he dicho siempre que constituía tu gran Obra en la Tierra, a saber cómo es la confianza y a crearla ?

Ahora, hermanita Marta, que te has aplicado a confiar en Aquél que dijo : YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA ; es más, ahora en que estás aprendiendo a decirlas de ti misma y por ti misma, en primera persona, ahora puedes esperar que Jesús bajará a los infiernos a rescatar de la oscuridad del desconocimiento y de la incomprensión tus escritos, “tus hijos”. Mejor dicho, los nuestros, amor.

Toda esta epopeya de la Pasión y de la Resurrección de Cristo comenzó con el beso que yo le dí a Jesús, inmediatamente después de que su fuerza y su poder, –o, mejor, el Poder y el Amor del Padre a través suyo–, me resucitase de entre los muertos, y cohabitando Jesua ya conmigo en mi humilde cabaña, como yo ahora te habito a ti, mi pequeño ermitaño.

Puedes, hermano, añadir aquí una cita textual de Campaña, que yo te garantizo que no se enfadará por ello y no te abrirá ningún pleito :

“Lázaro le besó y el Maestro le susurró algo al oído.

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– Permanece aquí hasta que yo vuelva. Prométeme que me buscarás a mí a través de ella. Cuando quede poco para mi regreso, tú serás un hombre y un niño a la vez. Estarás vivo y habrás nacido de nuevo. Y ése será el tiempo final de Lázaro. Tú tomarás conciencia en el pequeño y serás el Maestro que vaya delante de mi ejército.

Lázaro respondió : – Maestro, tu vida por la mía, mi vida por la tuya.” Tú, mi amado fratellino, que te atreves a poner todas estas cosas sólo

porque yo te lo pido, eres ese “pequeño”, en quién yo he tomado conciencia. (Es otro nivel de interpretación de la tercera fase de aquel “sueño de la Visitación”).

Luego, en medio del drama, como también previsto por su “Destino”, estuvo el beso de la traición con que Judas le entregó. Corramos sobre eso un tupido velo. El velo de los misterios del Templo, que se rasgó de arriba abajo en el momento crítico en que Jesús expiró, es ahora el velo de la Misericordia.

En ese momento muchas tumbas se abrieron, muchas incomprensiones se allanaron y muchos corazones se agitaron como las piedras, y los muertos salieron de sus sepulcros y visitaron a muchos, al menos en los planos del espíritu.

En ese momento, José, yo, Lázaro, de quien no se dice una palabra más en los Evangelios, como si yo viviese en otro planeta, como si no me hubiera afectado la pasión y muerte del Cristo-Amor-Jesús, yo también fui convocado para entregar, para devolver, a Jesús, su personalidad humana de Jeshua que me habitaba. No me la arrebataron con la simple técnica del Sudario.

Después de todo, sí que pudo haber complot para que yo pudiera bajar a su sepulcro, como él había descendido al mío.

Se la devolví con un beso en los labios, lo cual quiere decir que también él me besó a mí. Devolviéndome aquél primero que, apenas resucitado, yo le había dado.

Con este beso mutuo, Jesús me alivió de mi eterna soledad e imprimió en mí carácter. (En prueba de lo cual, el mismo Sudario fue marcado con la imagen de Jesús).

Ese fue, hermano, el mismo BESO DE LA VIDA que yo te transmití en tu “Sueño de la Visitación”, como conocen de sobra tus asiduos lectores.

Muchas alusiones, hermanito de mis entrañas, a todo esto que hoy te revelo abiertamente, fueron plasmadas por ti, quizás inconscientemente, en diversas poesías que desde hace tiempo componías por mera intuición oscura como tu noche.

Pero el día de la Luz ya ha amanecido.

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Pon sólo aquí aquel poema en que ya me nombrabas Lázaro y en que hablas del mismo beso que tú depositaste para mí en el Sagrario de Roma, para que yo lo recibiera en el momento de mi tránsito.

Nuestro multilabial invento que nos une a toda la Creación y al Creador en una misma canción.

Adiós, hasta el próximo escrito, mi fratellino amado sin medida. – “Adiós”, (que es en Dios para siempre), amor ! A LOS PIES DE JESÚS DEJÉ MI BESO Te oí, mi fratellino, conversando, con Aquel que te daba nueva Vida, y eras su misma Voz, firme y serena. Volvías a las sombras de este valle, desde la Luz del tuyo amanecido. Me llamaste por nombre no olvidado, a pesar de los siglos transcurridos desde aquel en que el Maestro te llamara a ti, Lázaro, en El resucitado. Revestido aún de noche oscura que velaba tu rostro enamorado, sin hacerme reproches por mi muerte. Así me devolvías en la noche, a los pies de Jesús acurrucado, bajo la tenue luz de su sagrario, apenas tu belleza trasluciendo, de tu recato astral recuperada, aquel beso furtivo que yo entonces, desde antes de partir a mi destierro, había para ti depositado. Es el beso que aún mana de mis labios. Y en ellos reverbera, aunque temblando. De Jesús por tus labios lo recibo, o por Él de los tuyos bendecido, –multilabial invento recreado–, como si fuera Pan multiplicado. Y mientras los que pasan, asombrados, cual ángeles cantores de la Vida, con la antigua canción que del Maestro habían, a seis voces aprendido, con celos contenidos nos bendicen, aleluyas y amenes entonando.