d e bellas artes

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REVISTA D E BELLAS ARTES. CRÍTICA TEATRAL.-PINTURA.-MÚSICA.-ESCULTURA.-ARQUITECTUR A. EXPOSICIÓN NACIONAL BELLAS ARTES. Ayer se abrió al público la Exposición nacional de Bellas Artes. Antes de emitir nuestro juicio sobre las obras expuestas, nos proponemos condensar al- gunos pormenores que, en unión con las noticias mas amplias que contiene el catálogo (a) del Jura- do, facilitarán el examen y estudio de las primeras. Al mismo tiempo nuestra reseña dará una idea bas- tante apropiada de la Exposición, á nuestros abona- dos de provincia. Pasado el vestíbulo, se entra en el salón de la Ar- qniíeclura que contiene los proyectos de esta espe- cialidad , ejecutados por los Sres. Cachavera, Garri- ga y Roca, Gil y Bello, Herrero y Herreros, Iturrai- de, Loira y Sánchez, Amador de los Rios (D. Ra- miro), López y Sánchez, Mestres, Paredes, Guillen, Rios (D. Demetrio), Rodríguez Collado, Saracibar» y Secall y Asion. Continuando de frente se llega al salón de la Es- cultura, en cuj^o centro se ha colocado el modelo de monumento á Colon, que ha ideado el Sr. Marin Baldo, y ejecutado con el consorcio de otros dos apre- ciables artistas. Las obras de escultura y grabado en hueco, se hallan expuestas á lo largo de los muros. Han concurrido al certamen los Sres. Bellver, Es- teban, Duque, Fernandez, Pescador, Ferrer, Figue- ras, Gómez, González, Grajera, Martin, Martin Sa- lamanca, Mascaré, Molinelli, Moltó, Moratilla, Sam- só, Santigosa, Sevilla, Subirat, los hermanos Vall- mitjana, Vega y Alcoverro. Entre las obras de esta sección, recordamos, en el testero de frente (Núm. 466 del catálogo oficial), «Los últmios momentos de Nu- niancia,» de González y Giménez. (450) «El Dos de Mayo,» de Esteban. (477) «El triunfo de la Iglesia militante,» de Santigosa. En el testero de la dere- cha, (478) «La entrega de las llaves de Coimbra.» de Sevilla. (459) «La decadencia del imperio romano,» de Ferrer. En el testero de la izquierda. (4) «Isma- el desmayado,» de Alcoverro. (457) «Monumento á Fray Luis de León,» de Duque. (473) «Honor nacio- nal,» de Molinelli. Una vez visitado este departamento, debe vol- verse al de la Arquitechira, y si se quiere proceder con orden, se recorrerán los de la Pintura, siguien- do el itinerario que observaremos en esta reseña. Colocándose en el centro del salón de la Arqui- (a) Catálogo do la Esposiciou de Bellas Artes de 1866. Se vende en la entrada del aditicio. NÚM. 17.—26 DE ENERO DE 1867. lectura, dando la espalda al vestíbulo, se halla sobre la derecha el núm. 1 que encierra la Ex2)osicion de las oirás del malogrado Víctor Manzano. La ini- ciativa de tan oportuno pensamiento, pertenece á D. Ignacio Suarez Llanos, quien la ha llevado á fe- liz término auxiliado eficazmente por otros amigog y compañeros del finado, merced en gran parte á la noble protección y cariñosa acojida que alcanzó la idea del limo. Sr. Director general de Instrucción Pública D. Severo Catalina, y de los buenos oficios del simpático é ilustrado Jefe del negociado de Be- llas Artes D. Francisco Escudero y Poroso (b). De este .salón se pasa al núm. 2, que contiene eu- tre otras producciones, las siguientes: (254) «Psichis y Cupido,» de D. Martin Rodríguez. (66) «ün hortelano,» de D. Manuel Cabral Bejarano. (335) «Unbillete amoroso,» de D. CecilioPizarro. (151) «Un retrato» deü. Dionisio Fierros. (143) «El Tribu- nal de las aguas de Valencia,» de I). Bernardo Fer- randiz.(65)«Un melonero,» del citado Bejarano. (352) «Un reparto delasopade un convento,»de D. Serafín Rincón y Trives. í,251) «Una escena de gitanos,» de D. José Martin Rodríguez. (338) «El compromiso de Caspe,» cuadro de grandes dimensiones, de I). Dios- coro Puebla. (408) «La caída de la tarde,» y (409) «Después de la tempestad,» de D. Modesto Urgell. (340) «El Ave María,» (339) «Margarita y Mefistófe- les en la catedral.» (341) «Devoción á la Virgen,» del mismo Puebla. (395) «Entrada del ejército de África en Madrid,» de D. Joaqujn Sigñenza. (250) «Una escena de familia.» de D. José Martin Rodrí- guez. (73) «Cervantes escribiendo el Quijote,» de D. Eduardo Carceller. (80) «Un país,» de D. Ilde- fonso Carrillo. (212) «Reinar después de morir ó co- ronación de Inés de Castro,» de D. Alejandro Grau, y sobre las puertas de entrada y salida. (89) «Unos pescadores,» de D. Federico Cátala. (368) «Pilludos jugando á los naipes,» de D. José Roldan y Mar- tínez. Sigue el salón núm. 3, donde se hallan, entre otros, estos lienzos: (153) «Don Enrique el dolien- te y los Señores de Castilla,» de Fierros. (139) «Apoteosis de Cervantes» (grandes dimensiones), por I). Manuel Ferran. (69) «Un pilluelo robando á un ciego.» (70) y «Un gitano de Granada.» de D. José Cappa. (161) «Cervantes leyendo el Quijote en su prisión,» de D. Plácido Francés. (b) Palabras del Elogio y Catálogo de las obras del malo- grado Víctor Manzano, que acaban de publicar sus amigos, á quienes liemos debido la atención de que nos favorezcan con un ejemplar. .Para mas detalles sobre este salón, véase el articulo csjje- cial que le consagramos en este mismo número.

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Page 1: D E BELLAS ARTES

REVISTA D E

BELLAS ARTES. CRÍTICA TEATRAL.-PINTURA.-MÚSICA.-ESCULTURA.-ARQUITECTUR A.

EXPOSICIÓN NACIONAL

B E L L A S A R T E S .

Ayer se abrió al público la Exposición nacional de Bellas Artes. Antes de emitir nuestro juicio sobre las obras expuestas, nos proponemos condensar a l ­gunos pormenores que, en unión con las noticias mas amplias que contiene el catálogo (a) del Jura ­do, facilitarán el examen y estudio de las primeras. Al mismo tiempo nuestra reseña dará una idea bas­tante apropiada de la Exposición, á nuestros abona­dos de provincia.

Pasado el vestíbulo, se entra en el salón de la Ar-qniíeclura que contiene los proyectos de esta espe­cialidad , ejecutados por los Sres. Cachavera, Garri-ga y Roca, Gil y Bello, Herrero y Herreros, I turrai-de, Loira y Sánchez, Amador de los Rios (D. Ra­miro), López y Sánchez, Mestres, Paredes, Guillen, Rios (D. Demetrio), Rodríguez Collado, Saracibar» y Secall y Asion.

Continuando de frente se llega al salón de la Es­cultura, en cuj^o centro se ha colocado el modelo de monumento á Colon, que ha ideado el Sr. Marin Baldo, y ejecutado con el consorcio de otros dos apre-ciables artistas. Las obras de escultura y grabado en hueco, se hallan expuestas á lo largo de los muros. Han concurrido al certamen los Sres. Bellver, Es ­teban, Duque, Fernandez, Pescador, Ferrer, Figue-ras, Gómez, González, Grajera, Martin, Martin Sa­lamanca, Mascaré, Molinelli, Moltó, Moratilla, Sam-só, Santigosa, Sevilla, Subirat, los hermanos Vall-mitjana, Vega y Alcoverro. Entre las obras de esta sección, recordamos, en el testero de frente (Núm. 466 del catálogo oficial), «Los últmios momentos de Nu-niancia,» de González y Giménez. (450) «El Dos de Mayo,» de Esteban. (477) «El triunfo de la Iglesia militante,» de Santigosa. En el testero de la dere­cha, (478) «La entrega de las llaves de Coimbra.» de Sevilla. (459) «La decadencia del imperio romano,» de Ferrer. En el testero de la izquierda. (4) «Isma­el desmayado,» de Alcoverro. (457) «Monumento á Fray Luis de León,» de Duque. (473) «Honor nacio­nal,» de Molinelli.

Una vez visitado este departamento, debe vol­verse al de la Arquitechira, y si se quiere proceder con orden, se recorrerán los de la Pintura, siguien­do el itinerario que observaremos en esta reseña.

Colocándose en el centro del salón de la Arqui-

(a) Catálogo do la Esposiciou de Bellas Artes de 1866. Se vende en la entrada del aditicio.

NÚM. 17.—26 DE ENERO DE 1867.

lectura, dando la espalda al vestíbulo, se halla sobre la derecha el núm. 1 que encierra la Ex2)osicion de las oirás del malogrado Víctor Manzano. La ini­ciativa de tan oportuno pensamiento, pertenece á D. Ignacio Suarez Llanos, quien la ha llevado á fe­liz término auxiliado eficazmente por otros amigog y compañeros del finado, merced en gran parte á la noble protección y cariñosa acojida que alcanzó la idea del limo. Sr. Director general de Instrucción Pública D. Severo Catalina, y de los buenos oficios del simpático é ilustrado Jefe del negociado de Be­llas Artes D. Francisco Escudero y Poroso (b).

De este .salón se pasa al núm. 2, que contiene eu-tre otras producciones, las siguientes:

(254) «Psichis y Cupido,» de D. Martin Rodríguez. (66) «ün hortelano,» de D. Manuel Cabral Bejarano. (335) «Unbillete amoroso,» de D. CecilioPizarro. (151) «Un retrato» deü . Dionisio Fierros. (143) «El Tribu­nal de las aguas de Valencia,» de I). Bernardo Fer-randiz.(65)«Un melonero,» del citado Bejarano. (352) «Un reparto delasopade un convento,»de D. Serafín Rincón y Trives. í,251) «Una escena de gitanos,» de D. José Martin Rodríguez. (338) «El compromiso de Caspe,» cuadro de grandes dimensiones, de I). Dios-coro Puebla. (408) «La caída de la tarde,» y (409) «Después de la tempestad,» de D. Modesto Urgell. (340) «El Ave María,» (339) «Margarita y Mefistófe-les en la catedral.» (341) «Devoción á la Virgen,» del mismo Puebla. (395) «Entrada del ejército de África en Madrid,» de D. Joaqujn Sigñenza. (250) «Una escena de familia.» de D. José Martin Rodrí­guez. (73) «Cervantes escribiendo el Quijote,» de D. Eduardo Carceller. (80) «Un país,» de D. Ilde­fonso Carrillo. (212) «Reinar después de morir ó co­ronación de Inés de Castro,» de D. Alejandro Grau, y sobre las puertas de entrada y salida. (89) «Unos pescadores,» de D. Federico Cátala. (368) «Pilludos jugando á los naipes,» de D. José Roldan y Mar­tínez.

Sigue el salón núm. 3, donde se hallan, entre otros, estos lienzos: (153) «Don Enrique el dolien­te y los Señores de Castilla,» de Fierros. (139) «Apoteosis de Cervantes» (grandes dimensiones), por I). Manuel Ferran. (69) «Un pilluelo robando á un ciego.» (70) y «Un gitano de Granada.» de D. José Cappa. (161) «Cervantes leyendo el Quijote en su prisión,» de D. Plácido Francés.

(b) Palabras del Elogio y Catálogo de las obras del malo­grado Víctor Manzano, que acaban de publicar sus amigos, á quienes liemos debido la atención de que nos favorezcan con un ejemplar. .Para mas detalles sobre este salón, véase el articulo csjje-

cial que le consagramos en este mismo número.

Page 2: D E BELLAS ARTES

(A

130 REVISTA DE BELLAS ARTES.

(130) «Miguel Ángel ante el cadáver de Victoria Colonna,» de D. Rogelio Egusquiza. (140) «El char­latán político,»de D.Bernardo Ferrandiz. (113) «Un lance del siglo xvii,» de D. Domingo Domingo. (422) «La despedida del contrabandista,» de D. Julio Worms. (260) «Un bodegón,» de D. José Martinez. (14) «El cardenal penitenciario,» aplicando indul­gencias en San Juan de Letran de Roma, el Do­mingo de Ramos, de D. Luis Alvarez. (126) «Una parada de toros,» en los campos de Tablada (Sevi­lla); y (128) «Una pareja de vuelta de la feria de San-tiponce,» de D. Federico M. Eder. (230) «Vista de la Casa de campo,» de D. Enrique C. Landrin. (62) «La fuente,» de Bejarano. (7) «Un pais,» de 1). Cos­me Algarra.

Pasamos al salón niim. 4. Entre otros cuadros, se han colocado en esta pieza: (208) «Vista de la Capi­lla Real de Granada y Sepulcro de los Reyes Cató­licos,» (207) y La Lonja de la seda de Valencia,» de D. Pablo Gonzalvo. (393) «Asunto del Gil Blas,» de D. Leopoldo Sánchez Diaz. (129) «Disputa entre Don Quijote y el Cura en casa de los duques,» de Egus­quiza. (219) «La Buenaventura,» de D. Ventura Miera. (268) «Traslación de San Francisco de Asís,» de D. Benito Mercadé. (321) «Un pensamiento,» de D. Francisco Peralta. (342) «Dante,» de Puebla. (227) «Una visita inesperada,» de D. José Laguna. (109) VNA los postres,» de D. José Diaz Valera. (413) «Guatimozin y su esposa ante Cortés,» de D. Ense­bio Valldeperas. (154) «El Solterón y su criada,» de D. José Joaquín Flores. (423) «La primera espada,» de D. Eduardo Zamacois. (256) «Los Carvajales,» de D. Salvador Martinez. (125) «Un cambio de vecin­dad,» de Eder. (63) La piedad de los caminantes de Andalucía,» de Bejarano. (168) «Presentación de Alonso Cano por Velazquez al conde duque de Oli­vares, de D. Manuel Garay. (266) (267) «Estudios de frutos,» de D. Antonio Mensaque.

El salón núm. 5, en su parte principal, está re­servado para los pensionados de Roma, cuyos cua­dros y esculturas aun no han llegado á Madrid. Hoy se hallan en este salón varios lienzos, entre los que figuran, comenzando, como siempre, por la derecha, (278) (279) «Bocetos,» de D. Bernardino Montañés. (149) «Interior del patio de los leones en la Alham-bra, de D. Vicente Ferrer. (229) (229) «Puerto de An-darrua,» de Landrin. (317) «Interior de la Catedral de Tarragona,» de D. Francisco J. Parcerisa. (213) (214) «Susana, y La Magdalena,» de D. Germán Her­nández. (420) «Un coro de monjas,» de ü. Alejo Ve­ra, y sobre laspuertas, (19) (20) (21) «Adam,» «Eva,» «Ariadna,» «sacerdotisa deBaco,»de D. Ricardo Anc-kerman. (411) «La Junta de salvación de Zarago­za, de 1808,» arengando á los defensores del reducto del Carmen, de D. Nicolás Valdivias.

De este salón, atravesándolo en toda su longitud, se pasa al núm. 6. Antes sobre la derecha se abre una puerta que facilita el acceso á otra pieza donde se exhibe una colección de tapices pertenecientes al Real patrimonio.

Estos tapices son copias hechas en la fábrica de Madrid de los renombrados de la Goleta, dibujados por el célebre Vermeyen (a) Barbalunga (porque se pisaba la barba), á quien llevó Carlos V á Túnez á fin de que copiara del natural los principales episo­dios de la jornada.—Los originales que también

existen en Palacio, se fabricaron en Flandes.—En uno de estos tapices está el dibujante [retra­tado.

Del salón núm. 6, citaremos únicamente: (133) «Los Serranos de Enquera,» de D. José R. Garnelo. (191) «La Canastillera,» de D. Luis Jiménez y Aran-da. (87) «Alfonso VIII arengando á las tropas antes de la batalla de las Navas,» de D. Antonio Casano-va. (64) «Una gitana,» de Bejarano. (24) «Entrevis­ta entre Cortés y Motezumaá la entrada de Méjico.» Este cuadro, que está sin concluir, es de D. Luis López, que falleció después de la última Exposición. (84) «Estudio del natural,» de D. Emilio Casáis. (204) «Entrevista de Francisco I y de su prometida esposa Doña Leonor de Austria,» cuadro de gran­des dimensiones, de D. Antonio Gisbert. (194) «Ga­llinas espantadas por un perro, de D. Federico Jimé­nez y Fernandez. (357) «Los trabajadores de una huerta,» de D. .José Robles. (93) «La madrugada del3 de mayo de 1808,» de D. .José Marcelo Contre-ras. (13) «Isabel la Católica en la Cartuja de Mira-flores,» de D. Luis Alvarez.

Sigue á este el salón núm. 7, con los lienzos que citaremos, entre otros muchos: (94) «Un retrato » D. Ángel M. Cortellini. (68) Los Reyes Católicos re­cibiendo á los cautivos cristianos de Málaga,» de Don Eduardo Cano. (205) «La civilización,» de D. An­drés Giuliani (302) «La muerte de Abel,» de D. José Nin. (148) «Toma de una galeota de moros por el pueblo de Cádiz,» de D. Alejandro Ferrant. Este cuadro ha sido premiado por el 'Ayuntamiento de Cádiz, á quien pertenece. (170) «Retrato de una ro­mana,» de D. Manuel García, Hispaleto. (419) «Un estudio.» de D. Pedro de Vega.

Después se halla el salón núm. 8, que es el último de los consagrados á la pintura al óleo. (108) «La convaleciente,» por Diaz Valera. (43) «Toma de una galeota de turcos por el pueblo de Cádiz,« de Don Ricardo Balaca. (334) «Caza muerta,» de D. Juan Pinera. (316) «Sermón en la capilla Sixtina (Ro­ma),» de D. Vicente Palmaroli. (238) «Los amantes sorprendidos,» de D. Federico I^atorre. (81) «Los dos caudillos.» de D. José Casado. (240) «La narra­ción do las campañas.» de D. Ignacio León (88) «Prisión de Don Fernando de Valenzuela.» de Don Manuel Castellano. (299) «Un naufragio,» de Don Rafael Monleon. (363) «Colecta para la sepultura del cadáver de D. Alvaro de Luna,» de D. José Ro­dríguez Losada.

El salón núm. 9, que comunica con el de la Ar­quitectura, contiene también algunos proyectos ar­quitectónicos, y además las obras de la sección de dibujo, grahado y litografía.

Han expuesto los señores Alabern, Alegre, Fer­nandez Sanahuja, Gil (lavilondo, Gil y Sacristana, Iraola, Llanta, Martinez, Naval, Navarrete, Paro-dy, Rico, Reselló, Ruñé, Tubau y Viaplana. En es­te mismo salón, en el frente principal, se hallan va­rias copias notabilísimas de los frescos del monaste­rio de San Isidro del campo (Santiponce), ejecuta­das, con raro acierto, por D. Rafael García y García.

Aplazando nuestros juicios sobre las obras mas notables de la Exposición, así como sobre la totali­dad de los resultados que esta ofrece, para los artí­culos sucesivos, y en la imposibilidad de reproducir íntegro el Catálogo, por razones de discreción, in-

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sertamos enseguida la lista de los expositores de pin­tura, por orden alfabético.

Agrasot y Juan (don Joaquín); Alcoverro (don José); Alfaro (don Nicolás); Algarra (don Cosme), Allard-Cambray (don Celestino); Alvarez (don Luis); Amerigo (don Francisco); Anckerman y líiera (don Ricardo); Araujo Sánchez (don Ceferino); Arbos (don Manuel); Armet (don José); Arruti (don Eu ­genio); Avendaño (don Serafín); Bahamontes (don José); Balaca y Canseco (don Eduardo); Balaca y Canseco (don Ricardo); Bordoy y Bosch (don Barto­lomé); Bornardi (don Bernardo); Bosch (doña Clo­tilde); Brambilla (don Ediuno); Buadas y Muntaner (don Agustín); Bushell (don Francisco); Caballero y Villarroel (D. José); Cabral Aguado y Bejarano (don Manuel); Calderón y Roca (don Alfonso); Cano (don Eduardo); Cappa y Manescao (don José); Car-bou y Ferrer (don Eugenio); Carceller y García (don Eduardo); Carreras de Campa (doña Leonor); Carrillo del Campo (don Ildefonso); Casado del Ali­sal (don José); Casáis y Cams (don Emilio); Casa-nova (don Antonio); Castellano (don Manuel); Cá­tala (don Federico); Closas y Alabert (don J.); Co-melerán (don León); Contreras (don José Marcelo); Cortellini (don Ángel María): Cortina (don Ibo de la); Díaz Carreño (don Francisco de Paula); Díaz y Palma (don José); Diaz y Sánchez (D. Fernando); Díaz Valera (don José); Domenech (don José María); Domenech (don Rafael); Domingo y Marqués (don Domingo); Domínguez (don Manuel); Duran (don Carlos).

Eder (don Federico María); Egusquiza (don Ro­gelio); Esteban (don Enrique); Esteban (don Félix); Esteban (D. Víctor); Falcon y Marín (señorita doña Emilia); Fernandez Olmos (don José); Fernandez y Rodriguez (don Rosendo); Ferran (don Manuel): Ferrandiz (don Bernardo); Ferrant y Físchermans (don Alejandro); Ferrer (don Vicente): Ferros (don Dionisio); Flores (don José Joaquín); Francés y Llamazares (don Agapito); Francés (don Plácido); Fusquets (D. Ramón); Galofre (D. José); Galvan y Candela (don José María); Galvien y Merscguer (don Antonio); Garay (don Manuel); García {His-

paletoj (don Manuel); García Martínez (don Juan); García Páramo (don Ventura); García Valdemoro (don Juan); García Vilamala (don Justo); Garnelo (don José Ramón); Gastaldi y Bo (don José); Gimé­nez y Aranda (don José); Giménez y Aranda (don Luis); Giménez Fernandez (don Federico); Giménez Fernandez (don José); Gimeno (don Eduardo); Gis-bert (D. Antonio); Giuliani (don Andrés); González García Valladolid del Moral (don Blas); Gonzalvo Pérez (don Pablo); Grau y Figueras (don Alejan­dro).

Hernández y Amores (don Germán); Herrer (don Joaquín María); Hiraldez Acosta (don Marcos); Iz­quierdo (don Vicente); Laguna (don José); Landrin (don Enrique Carlos); Laplaza Muncig (don Ro­berto); Latorrc y Rodrigo (don Federico); León y Escosura (don Ignacio); López (don Luis); López y Pascual (don José María); Ludeña (don Ángel Lu­cio).

Marroig Gabriel (don Juan); Martí y Menso (don José); Martin Rodriguez (don José); Martínez y Cu-belk (don Salvador); Martínez Pozo (don Juan): Martínez Sanz (doña Carolina); Martínez Victoria

(don José); Melida (don Enrique); Mendoza (don Francisco); Mensaque (don Antonio); Mercadé (don Benito); Miera (don Ventura); Mirabent (don José); Miralles (don Francisco); Moltó y Luch (don Anto­nio); Monleon (don Rafael); Montañés (don Bernar-dino); Montesinos (don Rafael); Moragas (don To­más); Moreno Rubí (don Enrique); Moreno (don Matías); Morera (don Emilio); Mosquera (don Ra­món): Muñoz (don Antonio); Muraton (don Alfon­so); Muraton (doña Eufemia).

Navarrete (don Ricardo); Navarro (don Miguel); Nin y Tudor (don .losé); Noel (don Edmundo); O'Neílle y Rosiñol (don Juan); Palmarolí y Gonzá­lez (don Vicente); Parcerisa (don Francisco); Pas­cual (doña Isabel); Peralta (don Francisco); Pérez de Castro (don Pedro); Pérez Rubio (don Antonio); Pinera (don Juan); Pizarro (don Cecilio): Polero (don Vicente); Puebla (don Dióscoro).

Riancho (don Agustín); Rico (don Martin); Ri-galt (don Agustín); Rincón (don Serafín); Rivas y Oliver (don Antonio); Robles (don José); RoQa y Delgado (don Mariano); Rocha (don Lorenzo); Ro­dríguez Losada (don José María); Rodriguez Orive (don .José); Roldan y Garzón (don José); Roldan y Martínez (don José); Roma (don José); Romea (don Ramón); Rouce (don Fernando); Ruiz de Valdivias (don Nicolás).

Sabater (don Manuel); Sabater y Puchades (don Vicente); Sánchez (don Antonio Bernardino); Sán­chez Narvaez (don Antonio); Sánchez Diaz (don Leopoldo): Santiago (don Leonardo); Sigüenza (don Joaquín); Tapiro (don José); Torras y Armengol (don Francisco); Trias (don Federico); Unceta (don Marcelino); Urgell (don Modesto); Ussell de Guim­barda (don Manuel); Valdivias y Aguilera (don Ni­colás); Valdivieso (don Domingo); Valldeperas (don Ensebio); Valles (don Lorenzo); Van-Halen (don Francisco); Vega y Muñoz (don Francisco); Vega y Muñoz (don Pedro); Vera (don Alejo); Worms (don Julio); Zamacois (don Eduardo).

En el número próximo daremos principio á nues­tras observaciones críticas sobre la Exposición.

F. M. T.

ARQUEOLOGÍA.

Insertamos con mucho gusto la siguiente carta inédita, donde el Sr. Fernandez-Guerra y Orbe emi­te su autorizada opinión sobre una lápida descubier­ta en Trevélez hace algún tiempo:

Señor D. Manuel de.Góngora.

Agradable sorpresa me ha proporcionado usted, amigo mío, con la fotografía y calco en yeso de la inscripción encontrada recientemente en la pared de cierta estancia subterránea, que, atorada de es­combros, ha aparecido cavando en el portal de una casa, en Trevélez, población la más alta habitable de la Sierra Nevada. Usted, con su habitual modes­tia, se abstiene de leer y descifrar el monumento, lo cual no ha de ser parte para que yo deje de comuni­carle la opinión que acerca de él tengo formada. Leo así la inscripción, de 19 pulgadas de ancho por 17 y media de alto, cuyas líneas superiores, sin duda las

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132 IJEVIfcTA DE BELLAS ARTES.

más interesantes, despedazó la piqueta codiciosa de dar con un tesoro:

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REG

IIAII MAHAMMET. RE

GEM SARRACENoR

FLoRESINDVS Dcnp

FECIT HANC

rCRIPTA La letra es seguramente del siglo IX. ¿Quién en­

tonces se podia apellidar en España rey de los sar-racenos'¡ ¿Quién dar motivo á que se le mencionase en una memoria cristiana? ¿Y por qué causa? ¿Co­mo erector de un monumento? No está en nomina-tido su nombre. ¿Como principe reinante, citándo­le para determinar la fecha? No está en ablativo. ¡Lástima grande que se haya logrado tan incomple­ta la piedra! ¿Qué memoria del valor ó de la piedad cristiana en aquel siglo, querría conservar el diácono Floresindo haciendo aquella escritura'^: ¿ Quién de los Califas de Córdoba se llamaba entonces Molía-. madA El primero de este nombre, quinto de los re­yes árabes de España. Y el encontrar su nombre en acusativo, induce á creer que en la lápida solo se hubo de espresar alguno de los desastres á que le trajo el valor y ardimiento de Ómar ehn-Hafsxm, quien levantándose contra el califa, pretendió emu­lar en las sierras de Antequera y Granada el her­moso ejemplo de Pelaj-o. Ornar llegó muy pronto á verse dueño de los fértiles territorios que se estien­den desde las guájaras de Málaga y Antequera has­ta las de Abla, Jubiles y Trevélez; y desde los cam­pos de Ubeda y tierra de Guadix y Baza hasta las comarcas marinas de Ugijar, Adra, Castil de Ferro y Salobreña, colocada su Corte en la inexpugnable fortaleza de Barbáxter ó Bibistro. Este nombre era lo que restaba de la arruinada Singilia Barhastren-sis en el Castellón, dos leguas al poniente de Ante­quera.

Ómar abrazó paladinamente la religión cristiana, y de.scendia de cristianos, viniendo do un Conde Alfonso que supo conservar sus estados cuando la invasion'agarena en la miserable ruina de la patria. No son infundadas conjeturas las de que tuvo el nombre de Samuel, su mujer el de Columba y que fué hija suya Santa Argéntea, martirizada en Cór­doba el dia 13 de mayo de 931, catorce años después de la muerte de Ómar, y á los tres de liaber sido asolada la ciudad Vle Singilia Barhastrensis. El cla­rísimo Fray Enrique Florez publicó las actas del martirio de Santa Argéntea en el tomo X de la Es­paña Sagrada. Ómar ebn-Hafsun se alzó el año de 880, y murió en el de 917; y el Califa Mohamad que reinó casi veinte y cinco años, falleció en el de 8S6.

No-puede, pues, menos de referirse por lo tanto la inscripción de Trevélez, á suceso favorable á los rebelados cristianos, ocurrido entre los años do 880 y 88C; ya sea el alzamiento del territorio de Elvira y conquista de Montegicar en el partido de Hizna-lloz, ya la fortificación de varios castillos en las a s ­

perezas de Sierra Nevada, ó la restauración y en­grandecimiento de varios templos y basílicas, lo cual parece más probable.

No alcanzo más sobre la nueva inscripción que ha venido, amigo mió, á enriquecer su precioso mu­seo. Usted, sobre el terreno, y con los textos árabes comentados y puestos en su punto por esos doctos arabistas, ilustrará copiosamente la lápida.

AUianm do ArasroT^ ó 'If imiio ilc lStí2.

Aurciiano Fcrnandez-Gneira y Or))e.

EXPOSICIÓN de las obras del malogrado Víctor Manzano.

Esta feliz idea ha tsnidodcsu parte desde el momento en que puso al dominio del público, las simpatías de cuantos S3 interesan por el lustreyel progreso del Arto en España. Víctor Manzano, era un nuevo timbre para la madre patria en la serie de sus g-lorias artísticas; una legítima esperan­za de brillantes triunfos en lo porvenir, que una muerte prematura convirtió en humo, cuando más evidente pare­cía la seguridad de su realización.

Por eso á la vez que gozo, se esperimenta honda pena al recorrer la estancia donde el exquisito celo de sus compa­ñeros y amigos ha reunido la casi totalidad de sus pro­ducciones; por eso, al encontrarnos con su paleta y su ca­ballete debajo de su retrato^ nuestros ojos se vuelven anu­blados por el llanto, hacia aquellos esbozos de creaciones pictóricas, que bajaron al soj)idcro con su dueño, en daño de la cultura nacional

Pero no es á nosotros á quienes hoy toca Imblar del in­fortunado artista. D. Gregorio Cruzada Vilhiamil, uno de sus mejores amigos, ha colocado su elogio al fronte del ca­tálogo de sus cuadros, bocetos, dibujos y aguas fuertes.

Veamos cómo se esplica al narrar los principales episo­dios de su corta pero aprovechada carrera artística.

«El dia 11 de octubre de 1860, dice, murió en Madrid víc­tima del cólera, el Sr. D. Víctor Manzano, pintor de cá­mara de S. A. R. el Serme. Sr. Infante 1). Sebastian, y ca­ballero de la ínclita orden de San Juan de Jerusalen. Ha­bía nacido el dia 11 de abril de 1831, en la misma villa, y por lo tanto su corta vida fué de 34 años y s: is meses* Manzano nació para la pintura, y sus padres dando pábulo á la afición que veian arraigada en su hijo, desistiendo del empeño do dedicarle á una carrera científica, le die­ron una educación de artista. Bien pronto llegó el joven á alcanzar alguna facilidad en el manejo del color, poro su talento claro, aunque no precoz, necesitaba mayores horizontes de los que hace veinte años atrás ofrecía Madrid á los principiantes. Su familia estaba en disposición de hacerle viajar, y el joven salió para Roma en 1854. Pero no era el ambiente de la ciudad eterna, el que había de fecun­dar su entendimiento, ni cuadraba á su imaginación, ni á los sentimientos de su alma, la escuela de pintura que en­tonces imperara en Roma, cuya esencia era el mismo cla­sicismo alemán que aquí dominaba. Nuestro artista, si bien no consiguió grandes adelantos en la práctica de su arte, se adquirió rico caudal de conocimientos al visitar las preciosas obras que guarda el privilegiado suelo de Roma. Su buen juicio le hizo conocer que necesitaba dejar la incierta marcha que seguía, y que le era preciso cursar por algún tiempo bajo la férula de un maestro, allí donde la vida artística fuera mas vigorosa, donde el arte so presentara en todos sus ge'neros y donde los artistas de todas las escuelas rivalizaran en noble emulación. Man­zano llegó á París y entró en el estudio de M. Picot. Fue­ron allí mas visibles sus adelantos, y aunque ejercía sobre e'l natural influencia el modo do sentir y ver de su maes­tro. Manzano veía y estudiaba también las obras do He-

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bert Delacroix, y Paul de Laroche. Kl purismo romano si"-uió invadiéndole en Paris, como se vo en cuadros de los Hijos de Brnlo, del Blartirio de San Lorenzo, mas ricos de color y con mayor soltura y desembarazo ejecutados que los de Roma, pero no obstante carecía de expresión y sentimiento, y aunque sin defectos groseros, eran frios, y faltos de carácter propio y original. Manzano adelanta­ba; adquiría mayor desarrollo de día en dia su gran dis­posición de colorista y hacia notables progresos en el dibujo, que era la parte práctica que mas necesitaba do­minar

«Llegó á París y á Roma la nueva del buen éxito de la Exposición de 1856, y el fuego sagrado del culto del arte, tomó un gran pábulo entre los que en aquellas ciudades estudiaban, al ver que su patria tendía una mano amiga á aquellos de sus hijos que se consagraban al arte. Ninguno de estos escedíó á Manzano en amor y entusiasmo por la pintura, y pocos sintieron latir su corazón con mayor vi­gor al recuerdo de las glorías patrias, lírale, pues, preciso conquistar un puesto de honor en aquel certamen, y lan­zar al público su nombre. Vino de París para la Exposi­ción de 1858, y ansioso de emular con sus compañeros y ávido de conquistar noblemente un nombre, presentó en ella el número máximo de obras que el reglamento pormi-tia. Los que alcanzamos . la dicha de ser muy amigos su­yos, y de ver todo cuanto pintaba, pasando largos ratos en su estudio de la plaza del Progreso, núm. 17, no sabe­mos qué admirar mas en nuestro Manzano, sí la buena idea de presentar en aquella Exposición las obras que es­puso, ó la mejor aun de no esponer su cuadro de San Lo­renzo. ¡Qué diferencia de este cuadro al de Santa Teresal

«Manzano no solo copiaba, sino que amaba el natural, era realista en la buena acepción de la palabra; en París pintaba viéndolo todo por el prisma neo-romano de su maestro, y así, sus patricios y mártires romanos eran los modelos franceses, y nada más que los modelos franceses; sus composiciones de asuntos romanos sentidas á la in­sulsa manera académica, y Manzano ni sentía, ni amaba aquella historia y aquella época, que á él, no amamantan­do en los estudios clásicos desde la niñez, por haber co­menzado una carrera puramente científlca (la de ingeniero de caminos), nada le decía ni lo podia decir. Desarrollar cualquier momento de la historia de Roma, sin conocer sus leyes, su literatura y sus costumbres, es como vestir á un labriego en traje de corte; su vestido será magnífico^ pero no resultará un cortesano. Únase á esto la indiferen­cia con que naturalmente, aunque sin darse de ello cuen­ta, había de sentir Manzano hacia aquellos asuntos, que no despertaban en él ninguno de los grandes móviles que animaban su espíritu, y no estrañará que al volver la vista á la historia de su patria, al repasar en su memoria los siglos de oro de la política, las armas, las ciencias, la l i­teratura y las artes españolas, sentiese latir su corazón henchido de entusiasmo, diese en su mente mil ideas claras y determinadas de mil escenas de culminantes lie-chos, y que formasen en su voluntad el propósito de tras­ladarlas al lienzo. Para ello podía entregarse por completo á su predilecto estudio del natural en tipos y modelos, trajes y muebles, y como la Providencia lo había dotado de xm gusto esquisito y de una elegancia sin igual, para es-cogitar y presentar con gallardía y soltura los asuntos en que habían de intervenir personas de la más elevada esfe-fera, Manzano comenzó por representar la gran Santa de España en casa de la primera dama y del primer caballero de la corte de Felipe IL E;1 príncipe de Évoli se lo inspiró Tíciano, por su gran figura del límperador; para el resto del cuadro le inspiró su buen gusto, y el lienzo resultó agradable, bien entonado, aristocrático, con carácter, rico en contrastes, tales como el que resultó de la elegancia y desenvolvimiento de la Princesa, y la sencillez y austero recogimiento de la gran Teresa de Jesús, gloria inmensa

de nue tra patria, liste cuadro es sin duda el primero en que Manzano se presentó tal y como él era: es indudable­mente el primero en que dejó volar su propia inspiración, sin diques ni barreras, y es, por cierto, el primero en que el desventurado artista había, como suele decirse vulgar­mente, tomado al arte la embocadura. En esta clase de asuntos, que se ha convenido en llamar de género Mstóri-co, representado con figuras ^;«í¿?ííícffí, empezó Manzano á ser un pintor, en toda la estension de la palabra, y si como luego siguió pintando del tamaño natural hubiera perseverado en aquel modo, nuestro querido amigo hu­biera rayado donde no ha logrado rayar todavía ningún artista español de la época moderna.»

Fijándose después el Sr. Cruzada en el cuadro la familia de Antonio Pérez, dice así:

«Desde que apuntó la idea en un ligero rasguño á lápiz, Manzano vio claro, definido, completamente detallado el cuadro. Era tal la exquisita delicadeza de su vista, apre­ciaba de tan certero modo el valor de las tintas, que me acuerdo muy bien que en pocas horas hizo, sirviéndole yo mismo de modelo, la primera figura del grupo de oidores del extremo de la derecha, que está liablando con un paje, y la dejó completamente terminada, tal y como hoy se ve, sin tener todavía metido todo el cuadro en color,y habien­do al lado de mí trasunto trozos de imprimación sin tocar. Progresivamínto fué engolfándose, mi inspirado amigo, llevado por la corriente, en la costumbre dominante y en el cuadro que llamamos la familia de Antonio Pérez, que expuso en la Casa de la Moneda en 1862, la rindió comple­to culto. Y á, la verdad que Manzano en este cuadro exce­dió á cuanto de él podia esperarse, pues el defecto del cua­dro es el asunto, no la ejecución y total desempeño: hay más, parece imposible que pueda desarrollarse mejor aque­lla escena, que consiste esencialmente en que en ella no pasa nada. Las cabezas de las figuras todas son hermosas, robadas del natural. Allí se ve su familia en la familia de Antonio Pérez; á sus amigos los artistas Romea y Pizarro­so en el escribano que acompaña á Vázquez y el soldado que le sigue con casco y alabarda; y allí se ve sentido, con tanto acierto y verdad el dolor de la esposa del proscrito favorito, como la crueldad y feroz saña del ajo enconjtado, que así llamaban á Rodrigo Vázquez

Víctor Manzano no llego á representar en grandes di­mensiones un asunto que estuviese en perfecto acuerdo con sus condiciones artísticas. No era enérgico, ni irasci­ble, ni dominaban su ánimo, ni excitaban su alma los efec­tos trágicos, ni aua siquiera las sensaciones violentas y terribles. De genio apacible, bondadoso y algo ensimis­mado, no podía lograr que saliessn de sus pinceles aque­llas figuras que brillan por la dureza de su indomable ca­rácter, ó por las terribles pasiones que las dominan. Nin­guno de sus lienzos representa escenas do dramas de muer­te y de saíigre, á que tan dados son, por lo general, nues­tros jóvenes pintores, pero tampoco acertó Manzano á ha­llar un asunto pictórico que brillase por su sentimiento tierno y apacible. Verdad es que ocho años de pintar, ó sean cuatro Exposiciones, no son nada para la vida de un artista. Y debemos creer que muchos de los preciosos bo­cetos que ha dejado, en los cuales se encuentran asuntos que cuadraban con su particular manera de ser, liubioran llegado á convertirse en cuadros, y mejores qne los pocos que logró concluir. . . . ,

Era Víctor todo un pintor cortesano: sabia presentar con galana bizarría, rica espledídez, opulencia, lujo y cortesía todo cuanto rodea la vida de los reyes y magnates. Su ex­quisita educación y trato de gentes, se revela en todas sus obras, desde el mayor de sus cuadros hasta el más insig­nificante boceto. Su alma templada para el arte, era sen­sible, entusiasta y amantísíma de lo bello.»

Al elogio de Manzano que nos hemos visto obligados á

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extractar, sigue el catálogo de sus obras dividido en seis series: la primera comprende los cuadros de composición, á saber:

(1) «Un pifarero.» (2) «Idilio.» (3) «Santa Matilde.» (4) «San Lorenzo delante del Emperador Valeriano.» {5j «Últimos momentos de Cervantes.» (6) «Odalisca dormida.» (7; «Otó­lo.» (8) «Santa Teresa en el palacio de los Duques de Pas-trana.» (9) «Sancho Panza revela á la Duquesa el secreto del encanto de Dulcinea.» ¡10) «Escena de la Inquisición.» (11) «Los Reyes católicos administrando justicia.» (12) «Un chiquillo sentado.» (13) «La reja.» (14) «La familia de Antonio Pérez.» (15) «El confesionario.» (16) «Anacreónti­ca.» (17) «Don Quijote.» (18) «Cisneros y los grandes.» (19) «El Sagrado Corazón de Jesús.» (20) «Santa Adelaida.» (21) »Fclipe II y D. Juan de Austria.»

En la segunda serie se cuentan treinta y cuatro bocetos de cuadros pintados ó solamente bosquejados, y catorce retratos.

En la tercera figuran diez y siete estudios del natural ó de paisaje.

La cuarta está consagrada á los dibujos, que ascienden á diez y siete.

La quinta á las aguas fuertes en número de seis. La sesta está representada por un retrato en litografía. Hemos seguido al numerar los lienzos de la sección pri­

mera el orden cronológico en ijue fueron ejecutados. El nú­mero 21 fué el que Manzano pintaba cuando le sorpren­dió la m»uerte, y por esta causa se halla sin concluir.

T.

MAS SOBRE LA ERECCIÓN DE LN MONUMENTO Á COLON, CORTÉS Y PIZARRO. (1)

Ocho dias después de haberse echado á volar en esta REVISTA la idea de elevar un monumento á los des­cubridores y conquistadores de América, ó por mejor de­cir, de aprovechar un monumento que está casi hecho, solo un periódico de la corte, y festivo por mas señas, tuvo la dignación de ocuparse del proyecto para prohi­jarlo; á pesar de que á toda la prensa se habia dirigido humilde excitación, no con ánimo de que aceptase, sino con el de que discutiese y luista vituperase los términos del asunto, si en vez de considerarlo hacedero y útil lo juzgaba impracticable y ridículo. Esto manifiesta, que la idea se está madurando, para no aconsejar sobre ella de ligero; pues no puede creerse que sea desatención á lo elevado y patriótico de la materia, en cuyo caso vendria á resultar que los únicos periódicos serios de España eran los festivos.

Fujrza es, pues, discutir por ahora cori el GIL BLAS, aun corriendo el riesgo de que la punzante y donosa sátira del colega se emplee alguna vez contra el proyec­tista, siquiera sea por cumplir la oldigacion que tiene de no tratar las cosas en serio.

Esta vez, sin embargo, ha acogido muj' seriamente los conceptos de la REVISTA, y solo gracias mereceria por ello, sino intercalase algún pensamiento de esos que en­frian y retardan las mas sencillas ejecuciones, por temor de que no gocen el aura indispensable de la popularidad. Al l;al)lar del presupuesto de gastos de la obra, dice, por ejemplo, GIL BLAS, que no se atreve á dar opinión decisi­va, jtorque faltando en Madrid otras construcciones de uti­lidad general, como son los mercados, justo será que hasta ver estas realizadas, 2>'ida al ayunta,miento que se taya con pies de i>lomo al emprender esas obras consagradas á la gloria y al noble orgullo de los ¡iveblos. Palabras, que, ha-

(1) El deseo de insertar íntcíjro el interesante articulo (liie nos remite nuestro ainifíO. el autor de lu idea rela­tiva al MoiivMcnlo á tos cotiqvisladores de America, nos ol)Íi-tía á retirar otros oi'iginalcs que verán la luz en el próximo número.

hiendo de ser mas populares que la idea del monumento, deberían retraer al mas esforzado corregidor de Madrid, sino encerrasen una equivocación de principio y un error económico, de que á veces no se libran ni aun personas tan ilustradas y liberales como su autor.

La equivocación de principio conviene dejarla para des­pués: ocupémonos ahora del error económico.

Créese comunmente, y hasta los mismos periódicos lo aconsejan con frecuencia, que las corporaciones muni­cipales deben dedicar sus fondos á la construcción de ma­taderos, mercados, lavaderos, teatros y otros estableci­mientos públicos por el estilo; al paso que se les censura, con harta frecuencia también, porque emplean los capi­tales del común en obras de ornato y comodidad, á las cuales suele motejarse de superfinas. Este es un crasísi­mo error ((ue no debe dejarse pasar sin correctivo.

Los ayuntamientos, de las grandes capitales principal­mente, y en los tiempos que corren, no deben emplear su dinero en nada de lo que, confiado á la industria é inte­rés particular, pueda producir ventajas y utilidades de inmediato provecho público. Antes del descubrimiento del crédito, de la asociación y de las compañías industriales, los gobiernos y los municipios estaban en el deber de sus­tituir estos conjuntos de actividad y de medios, para es­tablecer aquellos institutos ó fábricas de necesidad común que superaban por la elevación de su coste ú los recursos ordinarios del individuo aislado. Ellos entonces hacían, y debían hacer, los mercados, los teatros y los lavaderos, á la manera que hacían las fábricas de cristal y de por­celana, los talleres de tejidos ricos, las asociaciones de la mesta, de impresores, de plateros y otros oficios agremia­dos; porque ellos eran la única compañía industrial posi­ble, la única sociedad anónima, la i'inica caja de seguros y socorros mutuos.

Hoy que existen esos elementos, los gobiernos y los municipios robarían á la actividad y á los capitales de sus administrados su mas legítima y reproductiva inversión^ si absorvieran la facultad de construir, entretener y ex­plotar cualesquiera de esos ramos, que, después de todo, nadie administra peor ni entretiene con menos provecho, que las corporaciones desinteresadas. Su deber \M\ se re­fiere á otro punto; y aquí contestaremos á los impacien­tes que nos preguntan:—«¿Por qué no ha hecho ya la industria privada en Madrid, por ejemplo, esos lavade­ros y esos mercados? Si ella no los hace, ¿quién ha de ha­cerlos? Si le pertenece legítimamente, ¿cómo no ss apro­vecha de esa lucrativa legitimidad?»

Los ayuntamientos, de las grandes capitales principal­mente, no deben hacer mas que aquello que siendo útil y necesario, supere por la elevación de su coste ó por otras causas á los intereses mercantiles del particular; y esto, porque el particular no hará nunca aquello que no le tenga cuenta. Ahora bien: ¿por qué no se hacen merca­dos en Madrid?—Porque los mercados son un negocio muy lucrativo cuando su coste natural está en proporción con sus productos naturales: lo que equivale á decir que si se pudiera establecer un mercado en el Campo de Guar­dias, serían ya infinitas seguramente las empresas que se hubieran presentado demandando permiso para construir­lo. Pero como el mercado, pai-a que sea útil y conve­niente á los intereses del común, ha de hallarse estable­cido en un punto céntrico de la ciudad, donde los terre­nos son infinitamente caros, y tanto que desequilibran la proporción en que el capital invertido debe estar de sus productos naturales, aquí la razón de porqué ni hay mer­cados hoy de origen particular, ni debe esperarse que los haj'a nunca.

Los ayuntamientos en este caso, necesitan equilibrar esas proporciones indispensables para que marche con desembarazo la acción del individuo; y lejos de cruzarse de brazos, ni de pensar en construir (porque una y otra cosa son fatales) lo que deben hacer es ayudar por medios

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indirectos á que se salde el déficit ruinoso de la empresa; empleando recursos tales como cesión de terrenos, apro­vechamiento gratuito de aguas, concesión por cierto mí-mero de años de la exclusiva en el asunto, relevo tem­poral de gravámenes tributarios, guardería, ornato y cuantas primas basten para colocar á la empresa en con­diciones ordinarias, ó sea las que tendría si el mercado se construyese antes que la ciudad, y no la ciudad antes que el mercado. Obrando así, el Ayuntamiento obtendria sus recursos, no de una explotación que necesariamente había de hacer mal^ sino del gravamen que á su tiempo podría imponer sobre el producto de las explotaciones privadas; las cuales á su vez tras de invertir capitales y actividad pública, prestarían mejor servicio á los consumidores, lo harían mas barato y sacarían mas pingües rendimien­tos, todo en beneficio de la colectividad.

Véase, pues, cómo hasta en cuestión de mercados, el deber del Municipio se refiere á eso que nuestro aprecia-ble amigo GIL BLAS llamaría supérfluo, porque en verdad se cifra exclusivamente en lo improductivo; pero que deja de ser supe'rfluo é improductivo, desde el instante en que sin ello no puede hacerse una cosa productiva, útil y ne­cesaria.

Expuesta esta teoría, que juzgamos exenta de contra­dicción, ya nos queda desembarazado el campo para de-€Ír lo mas fuerte que ha de resonar en esta materia; y esj que el Ayuntamiento de Madrid no debe, como todos los ayuntamientos de las grandes capitales, no debe hacer mercados, sino estatuas; entendiéndose por estatua todo eso improductivo, de puro adorno, ornato y comodidad pública, que no produce renta ni beneficio del o'rden mer­cantil: mas claro; que el Ayuntamiento, entre un mer­cado como reclama GIL BLAS, y un monumento como pe­dímos nosotros, debe arrojarse sin titubear sobre la idea de un monumento.

¿Quién será el vecino honrado de capital ninguna que levante una estatua á la gloría de su país? ¿Quién se cui­dará de poner una acera para comodidad de los peatones sus vecinos? ¿Quién plantará árboles en los paseos públi­cos durante la creciente de enero para proporcionar som­bra y frescura en los ardores de agosto? ¿Quién costeará una fuente en la plaza pública para regocijo, solaz y tem­planza de los que la contemplen al paso?—Todo esto es improductivo, supérfiuoy por añadidura costoso: todo es­to, sin embargo, constituye la verdadera obligación, la gran obligación, la única obligación directa del Munici­pio. Porque el Municipio, como dijimos antes, no debe hacer mas que aquello que siendo útil y necesario supere por la elevación de su coste ó por otras causas á los inte­reses mercantiles del particular; y como todo ello no solo supera á esos intereses sino que está completamente fuera de los mismos; como el particular para sus especulacio­nes no necesita aceras, ni árboles, ni estatuas, ni fuentes, la acción del Ayuntamiento debe ser decisiva, absorvente y única en estos puntos; mientras qu3 respecto á los mer­cados y lavaderos, jjor ejemplo, cuya índole permite espe­rar grandes ganancias y holgado empleo á la actividad de los individuos, basta con que se faciliten, con que se equilibren su fundamento y su desarrollo, para que ellos sJ desarrollen por sí mismos en alas de la codicia nunca dormida de las gentes.

Queda, pues, probado que el clamor público que podría levantarse al ver al Ayuntamiento de Madrid ocuparse di­rectamente de la erección da un monumonto á Colon, Cor­tés y Pizarro en la Plaia de América (que tal vamos á lla­marla desde ahora) en vez de emplear sus capitales en un mercado ó en un lavadero, seria un clamor erróneo, ab-surdo'y antí-económico; siempre que, como nosotros mis­mos aconsejamos, fueran unidas á la convocación de los estudios del proyecto artístico, la publicación de las fran­quicias que se otorguen al proyecto industrial.—Lo uno para mi porque es mió: lo otro para todos porque es suyo.

Vengamos ahora á la equivocación de principio. Esta consiste en creer que los monumentos que las municipa­lidades levantan ó pueden levantar en los parajes públi­cos, sean esclusivamente testimonios de la gloria y el no­ble orgullo de los pueblos. Efectivamente, si pudieran existir parajes públicos sin cosas que los constituyesen en tales, la erección de los monumentos pertenecería es-elusivamente al orden moral; pero como para que un pa­raje público lo sea, en la extensión legítima de la frase, es necesario que contenga cosas que lo constituyan en tal,

i tenemos ya que los monumentos no pertenecen al orden impalpable de la fantasía, sino que participan de dos ca­racteres; uno que puede referirse á la gloría y el noble or­gullo de los pueblos, y otro que se refiere á la utilidad ma­terial, al mercantilismo del procomún, á la creación de una fábrica que, en vez de constituir sitio de compra y venta, constituye núcleo de población, centro fabril de cosas, abrigo y protesto del ensanche de la ciudad.

La Plaza de América, por ejemplo, si se construye con condiciones monumentales como proponemos, será tres cosas: una plaza muy bella, lo cual ya es algo; un emble­ma de la gloria y el noble orgullo del pueblo español, lo cual es mucho; y un nuevo centro de población rica y magestuosa, que atraerá construcciones de mérito y ele­gancia, las que á su vez serán núcleo de construcciones subalternas é industríales, las que á su vez exigirán el abrigo de construcciones pobres y artesanas; todo lo cual hará forzosamente que lo que lioy son campos desiertos é improductivos fuera de la Puerta de Alcalá, se convierta en un nuevo Madrid cómodo para el habitador, barato para el inquilino, saludable para la persona, honroso para el reino, productivo para el erario y hasta nueva fuente de riqueza para el haber municipal de que se trata.—Y hé aquí por qué misteriosos caminos de la economía, viene^á convertirse en producto neto, en vil metal, como si di-géramos, lo que muchos creen que golo sirve de emble­ma moral de gloria y orgullo noble de las naciones.

Mas no termina aquí el error de principio, sino que se estiende al origen mismo de la cuestión. El Ayuntamiento de Madrid no tiene que irse con pies de plomo al emprender esas obras; porque esas obras es necesario hacerlas con pies de pluma, ó de lo contrario no hay ensanche de la población, ni barrio de Salamanca, ni barrio del Retiro, ni Campos Elíseos, ni Colonia del Espíritu-Santo, ni ha­bitaciones cómodas y baratas, ni alimento para la indus­tria, ni pan para los pobres, ni ese mismo mercado que pide GIL BLAS, ni nada que no sea marasmo, consunción y muerte. En los tiempos modernos solo las obras públicas conjuran las crisis; y esto no es tanto por lo que ellas en sí proporcionan, como por lo que estimulan y alientan á las particulares. Cuando los municipios y los gobiernos dan la señal de trabajar, todo el mundo se reanima y tra­baja. El dinero que en esto se emplea, es un dinero sem­brado en buena tierra que produce el ciento por uno.

Además: ¿qué tesoros ha de invertir el Ayuntamiento en estas obras?—¿No vá á hacerse la Plaza, porque es pre­ciso? Pues trazarla desde luego monumentalmente. Esto no produce esceso de gasto.—¿No hay que restaurar la Puerta? Pues restaurarla al modo que si fuera á servir de pedestal. Esto no produce esceso de gasto.—¿No hay que indicar un orden arquitectónico á los constructores por razón de ornato público? Pues que este orden corresponda á la monumentalidad de la Puerta. Esto se hizo en la del Sol, y á fé que los propietarios siguieron el orden que se les impuso, como muchos años antes lo habían seguido los de la Plaza Mayor.-¿No hay dinero, sin embargo, pa­ra coronar el monumento? Pues que el monumento espere á que lo haya, pero que espere en condiciones de formar algún dia un conjunto grandioso y patriótico.—Esta es la cuestión y nada mas.

Sí, por el contrario, el Municipio comienza estas y otras obras sin plan preconcebido y elevado; si deja hacer á cada

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uno lo que se le antoje; si aguarda á que las cosas no ten­gan remedio para proyectar después grandes reformas y embellecimientos inusitados, entonces ó no se verificará nunca nada de lo que proyecte, ó los tesoros de Creso no alcanzarán para lo mas insignificante y rudimentario.

Después de todo, los que poseen tantos elementos como en sí tiene la corporación municipal de la corte de Espa­ña, pueden hacer prodigios á poca costa; y la misma Plaza de A'íiiérica con toda su monumentalidad y enormes dos-embolsos, se haria sencillísimamenta sin dinero alguno, antes bien, con ganancia del Municipio y del gobierno, co­mo estamos dispuestos á probar al que nos lo pregunte.

CRÓNICA GENER AL

MADRID. —Se ha inaugurado el nuevo teatro del barrio de Pozas

que lleva por título Qncvedo. —El cabo de carabineros Castro ha recibido su licencia absoluta, á fin de que pueda consagrarse al estudio de la música.

—En el teatro de Jovellanos so ha representado con buen éxito, la comedia de Tirso Mari-Hcruandez la gallega^ distinguiéndose en la ejecución los actores que en ella tomaron parte. También ha agradado mucho la pieza, nue­va, de D. Eusebio Blasco titulada. Un joven audaz. —En la noche del viernes se ha estrenado en los Bufos, la

zarzuela nueva, Francifredo, que ha sido acogida por el público con mucha bensvolencia. Los autores fueron lla­mados á la escena, y respecto ú los actores, tanto las se­ñoras Checa y Hueto, como los Sres. Arderius, Cubero y Orejón, recibieron muestras inequívocas de las simpatías del auditorio. —En el Príncipe se han puesto en escena dos producciones

nuevas: una que lleva por título La última batalla, es una traducción del francés hecha por el Sr. Zamora y Caba­llero; la otra es un juguete original de D. Pelayo del Cas­tillo, y se denomina. El que nacei)ara ochavo.

—En el citado teatro de Jovellanos, se está ensayando la comedia en un acto y en verso, de D. José María No-gués, titulada, Yer visiones.

—También se ensaya un drama en cinco actos traducido del francés por D. Juan Catalina.—Es la última produc­ción, que con el título de LA MAISON NEUVE ha dado á lii escena Víctor Sardou.

—El barítono D. José González, que forma parte de !a compañía de zarzuela que actúa en el teatro de Varieda­des de Zaragoza, es muy aplaudido en cuantas obras toma parte.

—El Sr. Pujol ha organizado un concierto que se celebra­rá el viernes 1.° de febrero en el gran salón del Conservato­rio, en beneficio de la Sociedad artístico-musical de so­corros mutuos. Esperamos que la fiesta será brillante, pues toman parte los Sres. Monasterio, el distinguido concertista de órgano expresivo Sr. Amigó y por un espe­cial favor al objeto del concierto, tomarán igualmente parte los aficionados Srta. Trillo y Sr. Parera.

—Se han celebrado en la Academia de declamación que dirije el Sr. Capo los exámenes de medio curso, con asis­tencia de un jurado compuesto de literatos y autores dra­máticos, y de un numeroso y escojido público. Los alum­nos dieron pruebas patentes de sus buenos conocimientos teóricos, distinguiéndose también en la práctica con la ejecución de El Avaro. Aunque todos los alumnos son dignos do elogio, merece citarse nominalmente las señori­tas Doña Carolina Gilly y Doña Concepción Luque, y los señores Sánchez de León, Cátala, Serrano y Lastra.

En cuanto al señor Capo, repetimos lo que antes tene­mos dicho. Los esfuerzos que hace en pro del arte dramá­tico, son merecedores del apoyo de las personas ilus­tradas.

—Para formar parte de la Comisión española que ha de entender en cuanto se refiere á la próxima Exposición de París, han sido nombrados los siguientes SS.

Conde de Moriana; marqués de Cilleruelo; conde de Sa-nafé; D. José Casaní y Crown; D. Pablo de Santiago y Perminon, jefe de sección de la dirección de aduanas; Don Félix Cifuentes, ingeniero industrial; D. Ramón de la Sa­gra, para representar á España en la comisión internacio­nal de medidas, pesos y monedas; D. Luis Cuadra; D. An­tonio Gisbert, profesor de pintura; D. José Casado, ídem; D. Vicente Palmaroli, ídem; D. Félix Samper, para estu­diar el ramo de joyería: D. Mariano Carderera, oficial del Ministerio de Fomento; D. Francisco Elorza y Aguirre, mariscal do campo y vocal de la junta facultativa del real cuerpo de artillería; D. Nemesio Singla, propietario é in­dustrial do Barcelona; D. Miguel Bosch y Julia, inspector general del cuerpo de montes; D. Pedro Julián Muñoz y Rubio, ingeniero agrónomo; D. Constantino Saez de Mon-toya, especialidad química: D. Agapito Marco y Martínez, ingeniero industrial; D. Amalío Maestre, inspector general del cuerpo de ingenieros de minas.

—El viernes último se celebró una nueva soiré musical casa de los Sres. Delgado Jugo. Ejecutándose en el curso de la fiesta las piezas siguientes:

1.", Aria de Ana Bolena por la Srta. Luisa González.— 2.", Poesías.—3.^, JFantasía para pianoy arpa, de Herz, poj-la Srta. Cútoli.—4.", Poesías.^5.' ' , Rondó de Sonámbula, por la Srta. Albeni.—6.'', Fantasía del Trovador,-pov el se­ñor Pujol.—7.". Romanza del maestro Moderati, por la se­ñorita de Güell y acompañada al piano por la Srta. de Cú­toli, y al violoncello por el Sr. Casella.—8.^, Rondó de Ce-nerentola, por la Srta. de Cortina.—9.", La morte di Sofo-nisba. Aria de caricato por el Sr. Parera.—10. La Mendi­cante. Romanza del maestro Maltarello, por la Srta. Gon­zález, acompañada de violoncello y piano por los señores Casella y übojero.—11, Dúo de soprano y caricato, Do7i Procopio, por la Srta. Cortina y el Sr. Parera.—12, Poe-sías.--13. Romanza de / ; Profeta, por la Srta. de Güell.— 13, Fantasía para violoncello, por el Sr. CauUé.

Además leyeron poesías la Sra. Sinues de Marco y su es­poso, y el Sr. Palacio. —Hé aquí el programa del concierto que tendrá lugar hoy

en el Real Conservatorio, á las dos en punto de la tarde. 1.° Cuarteto en si b (obra 458",, Mozart. Ejecutado por los

Sres. Monasterio, Pérez, Lestan y Castellano.—2." Trío en re menor (obra 49) para violin, piano y violoncello, Men-delssohn. Por los Sres. Monasterio, Zabalza y Castellano. —3." Cuarteto en sol (obra 77), Haydn. Por los Sres. IMo--nasterio, Pérez, Lestan y Castellano.

La fi.'* y última Sesión tendrá lugar el domingo 3 de fo-; brero próximo.

ADVERTENCIA.

Suplicamos á las personas que reciban este número y no acepten la suscricion, se sirvan devolverlo, pues de lo contrario les considera­remos como suscritores.

LA. REVISTA comienza hoy una serie de es­tudios sobre la Exposición, que continuaremos en los números sucesivos.

PRECIOS DE SUSCRICION.

TRIMESTRE.

Madrid, 12 rs.—Provincias , 20 rs.

Fdiíor responsable, don José Fondo Olmo.

MADRID.—IMPRENTA EUROPEA, HUERTAS, 58.