d e bellas artes
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REVISTA D E
BELLAS ARTES. CRÍTICA TEATRAL.-PINTURA.-MÚSICA.-ESCULTURA.-ARQUITECTUR A.
EXPOSICIÓN NACIONAL
B E L L A S A R T E S .
Ayer se abrió al público la Exposición nacional de Bellas Artes. Antes de emitir nuestro juicio sobre las obras expuestas, nos proponemos condensar a l gunos pormenores que, en unión con las noticias mas amplias que contiene el catálogo (a) del Jura do, facilitarán el examen y estudio de las primeras. Al mismo tiempo nuestra reseña dará una idea bastante apropiada de la Exposición, á nuestros abonados de provincia.
Pasado el vestíbulo, se entra en el salón de la Ar-qniíeclura que contiene los proyectos de esta especialidad , ejecutados por los Sres. Cachavera, Garri-ga y Roca, Gil y Bello, Herrero y Herreros, I turrai-de, Loira y Sánchez, Amador de los Rios (D. Ramiro), López y Sánchez, Mestres, Paredes, Guillen, Rios (D. Demetrio), Rodríguez Collado, Saracibar» y Secall y Asion.
Continuando de frente se llega al salón de la Escultura, en cuj^o centro se ha colocado el modelo de monumento á Colon, que ha ideado el Sr. Marin Baldo, y ejecutado con el consorcio de otros dos apre-ciables artistas. Las obras de escultura y grabado en hueco, se hallan expuestas á lo largo de los muros. Han concurrido al certamen los Sres. Bellver, Es teban, Duque, Fernandez, Pescador, Ferrer, Figue-ras, Gómez, González, Grajera, Martin, Martin Salamanca, Mascaré, Molinelli, Moltó, Moratilla, Sam-só, Santigosa, Sevilla, Subirat, los hermanos Vall-mitjana, Vega y Alcoverro. Entre las obras de esta sección, recordamos, en el testero de frente (Núm. 466 del catálogo oficial), «Los últmios momentos de Nu-niancia,» de González y Giménez. (450) «El Dos de Mayo,» de Esteban. (477) «El triunfo de la Iglesia militante,» de Santigosa. En el testero de la derecha, (478) «La entrega de las llaves de Coimbra.» de Sevilla. (459) «La decadencia del imperio romano,» de Ferrer. En el testero de la izquierda. (4) «Ismael desmayado,» de Alcoverro. (457) «Monumento á Fray Luis de León,» de Duque. (473) «Honor nacional,» de Molinelli.
Una vez visitado este departamento, debe volverse al de la Arquitechira, y si se quiere proceder con orden, se recorrerán los de la Pintura, siguiendo el itinerario que observaremos en esta reseña.
Colocándose en el centro del salón de la Arqui-
(a) Catálogo do la Esposiciou de Bellas Artes de 1866. Se vende en la entrada del aditicio.
NÚM. 17.—26 DE ENERO DE 1867.
lectura, dando la espalda al vestíbulo, se halla sobre la derecha el núm. 1 que encierra la Ex2)osicion de las oirás del malogrado Víctor Manzano. La iniciativa de tan oportuno pensamiento, pertenece á D. Ignacio Suarez Llanos, quien la ha llevado á feliz término auxiliado eficazmente por otros amigog y compañeros del finado, merced en gran parte á la noble protección y cariñosa acojida que alcanzó la idea del limo. Sr. Director general de Instrucción Pública D. Severo Catalina, y de los buenos oficios del simpático é ilustrado Jefe del negociado de Bellas Artes D. Francisco Escudero y Poroso (b).
De este .salón se pasa al núm. 2, que contiene eu-tre otras producciones, las siguientes:
(254) «Psichis y Cupido,» de D. Martin Rodríguez. (66) «ün hortelano,» de D. Manuel Cabral Bejarano. (335) «Unbillete amoroso,» de D. CecilioPizarro. (151) «Un retrato» deü . Dionisio Fierros. (143) «El Tribunal de las aguas de Valencia,» de I). Bernardo Fer-randiz.(65)«Un melonero,» del citado Bejarano. (352) «Un reparto delasopade un convento,»de D. Serafín Rincón y Trives. í,251) «Una escena de gitanos,» de D. José Martin Rodríguez. (338) «El compromiso de Caspe,» cuadro de grandes dimensiones, de I). Dios-coro Puebla. (408) «La caída de la tarde,» y (409) «Después de la tempestad,» de D. Modesto Urgell. (340) «El Ave María,» (339) «Margarita y Mefistófe-les en la catedral.» (341) «Devoción á la Virgen,» del mismo Puebla. (395) «Entrada del ejército de África en Madrid,» de D. Joaqujn Sigñenza. (250) «Una escena de familia.» de D. José Martin Rodríguez. (73) «Cervantes escribiendo el Quijote,» de D. Eduardo Carceller. (80) «Un país,» de D. Ildefonso Carrillo. (212) «Reinar después de morir ó coronación de Inés de Castro,» de D. Alejandro Grau, y sobre las puertas de entrada y salida. (89) «Unos pescadores,» de D. Federico Cátala. (368) «Pilludos jugando á los naipes,» de D. José Roldan y Martínez.
Sigue el salón núm. 3, donde se hallan, entre otros, estos lienzos: (153) «Don Enrique el doliente y los Señores de Castilla,» de Fierros. (139) «Apoteosis de Cervantes» (grandes dimensiones), por I). Manuel Ferran. (69) «Un pilluelo robando á un ciego.» (70) y «Un gitano de Granada.» de D. José Cappa. (161) «Cervantes leyendo el Quijote en su prisión,» de D. Plácido Francés.
(b) Palabras del Elogio y Catálogo de las obras del malogrado Víctor Manzano, que acaban de publicar sus amigos, á quienes liemos debido la atención de que nos favorezcan con un ejemplar. .Para mas detalles sobre este salón, véase el articulo csjje-
cial que le consagramos en este mismo número.
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130 REVISTA DE BELLAS ARTES.
(130) «Miguel Ángel ante el cadáver de Victoria Colonna,» de D. Rogelio Egusquiza. (140) «El charlatán político,»de D.Bernardo Ferrandiz. (113) «Un lance del siglo xvii,» de D. Domingo Domingo. (422) «La despedida del contrabandista,» de D. Julio Worms. (260) «Un bodegón,» de D. José Martinez. (14) «El cardenal penitenciario,» aplicando indulgencias en San Juan de Letran de Roma, el Domingo de Ramos, de D. Luis Alvarez. (126) «Una parada de toros,» en los campos de Tablada (Sevilla); y (128) «Una pareja de vuelta de la feria de San-tiponce,» de D. Federico M. Eder. (230) «Vista de la Casa de campo,» de D. Enrique C. Landrin. (62) «La fuente,» de Bejarano. (7) «Un pais,» de 1). Cosme Algarra.
Pasamos al salón niim. 4. Entre otros cuadros, se han colocado en esta pieza: (208) «Vista de la Capilla Real de Granada y Sepulcro de los Reyes Católicos,» (207) y La Lonja de la seda de Valencia,» de D. Pablo Gonzalvo. (393) «Asunto del Gil Blas,» de D. Leopoldo Sánchez Diaz. (129) «Disputa entre Don Quijote y el Cura en casa de los duques,» de Egusquiza. (219) «La Buenaventura,» de D. Ventura Miera. (268) «Traslación de San Francisco de Asís,» de D. Benito Mercadé. (321) «Un pensamiento,» de D. Francisco Peralta. (342) «Dante,» de Puebla. (227) «Una visita inesperada,» de D. José Laguna. (109) VNA los postres,» de D. José Diaz Valera. (413) «Guatimozin y su esposa ante Cortés,» de D. Ensebio Valldeperas. (154) «El Solterón y su criada,» de D. José Joaquín Flores. (423) «La primera espada,» de D. Eduardo Zamacois. (256) «Los Carvajales,» de D. Salvador Martinez. (125) «Un cambio de vecindad,» de Eder. (63) La piedad de los caminantes de Andalucía,» de Bejarano. (168) «Presentación de Alonso Cano por Velazquez al conde duque de Olivares, de D. Manuel Garay. (266) (267) «Estudios de frutos,» de D. Antonio Mensaque.
El salón núm. 5, en su parte principal, está reservado para los pensionados de Roma, cuyos cuadros y esculturas aun no han llegado á Madrid. Hoy se hallan en este salón varios lienzos, entre los que figuran, comenzando, como siempre, por la derecha, (278) (279) «Bocetos,» de D. Bernardino Montañés. (149) «Interior del patio de los leones en la Alham-bra, de D. Vicente Ferrer. (229) (229) «Puerto de An-darrua,» de Landrin. (317) «Interior de la Catedral de Tarragona,» de D. Francisco J. Parcerisa. (213) (214) «Susana, y La Magdalena,» de D. Germán Hernández. (420) «Un coro de monjas,» de ü. Alejo Vera, y sobre laspuertas, (19) (20) (21) «Adam,» «Eva,» «Ariadna,» «sacerdotisa deBaco,»de D. Ricardo Anc-kerman. (411) «La Junta de salvación de Zaragoza, de 1808,» arengando á los defensores del reducto del Carmen, de D. Nicolás Valdivias.
De este salón, atravesándolo en toda su longitud, se pasa al núm. 6. Antes sobre la derecha se abre una puerta que facilita el acceso á otra pieza donde se exhibe una colección de tapices pertenecientes al Real patrimonio.
Estos tapices son copias hechas en la fábrica de Madrid de los renombrados de la Goleta, dibujados por el célebre Vermeyen (a) Barbalunga (porque se pisaba la barba), á quien llevó Carlos V á Túnez á fin de que copiara del natural los principales episodios de la jornada.—Los originales que también
existen en Palacio, se fabricaron en Flandes.—En uno de estos tapices está el dibujante [retratado.
Del salón núm. 6, citaremos únicamente: (133) «Los Serranos de Enquera,» de D. José R. Garnelo. (191) «La Canastillera,» de D. Luis Jiménez y Aran-da. (87) «Alfonso VIII arengando á las tropas antes de la batalla de las Navas,» de D. Antonio Casano-va. (64) «Una gitana,» de Bejarano. (24) «Entrevista entre Cortés y Motezumaá la entrada de Méjico.» Este cuadro, que está sin concluir, es de D. Luis López, que falleció después de la última Exposición. (84) «Estudio del natural,» de D. Emilio Casáis. (204) «Entrevista de Francisco I y de su prometida esposa Doña Leonor de Austria,» cuadro de grandes dimensiones, de D. Antonio Gisbert. (194) «Gallinas espantadas por un perro, de D. Federico Jiménez y Fernandez. (357) «Los trabajadores de una huerta,» de D. .José Robles. (93) «La madrugada del3 de mayo de 1808,» de D. .José Marcelo Contre-ras. (13) «Isabel la Católica en la Cartuja de Mira-flores,» de D. Luis Alvarez.
Sigue á este el salón núm. 7, con los lienzos que citaremos, entre otros muchos: (94) «Un retrato » D. Ángel M. Cortellini. (68) Los Reyes Católicos recibiendo á los cautivos cristianos de Málaga,» de Don Eduardo Cano. (205) «La civilización,» de D. Andrés Giuliani (302) «La muerte de Abel,» de D. José Nin. (148) «Toma de una galeota de moros por el pueblo de Cádiz,» de D. Alejandro Ferrant. Este cuadro ha sido premiado por el 'Ayuntamiento de Cádiz, á quien pertenece. (170) «Retrato de una romana,» de D. Manuel García, Hispaleto. (419) «Un estudio.» de D. Pedro de Vega.
Después se halla el salón núm. 8, que es el último de los consagrados á la pintura al óleo. (108) «La convaleciente,» por Diaz Valera. (43) «Toma de una galeota de turcos por el pueblo de Cádiz,« de Don Ricardo Balaca. (334) «Caza muerta,» de D. Juan Pinera. (316) «Sermón en la capilla Sixtina (Roma),» de D. Vicente Palmaroli. (238) «Los amantes sorprendidos,» de D. Federico I^atorre. (81) «Los dos caudillos.» de D. José Casado. (240) «La narración do las campañas.» de D. Ignacio León (88) «Prisión de Don Fernando de Valenzuela.» de Don Manuel Castellano. (299) «Un naufragio,» de Don Rafael Monleon. (363) «Colecta para la sepultura del cadáver de D. Alvaro de Luna,» de D. José Rodríguez Losada.
El salón núm. 9, que comunica con el de la Arquitectura, contiene también algunos proyectos arquitectónicos, y además las obras de la sección de dibujo, grahado y litografía.
Han expuesto los señores Alabern, Alegre, Fernandez Sanahuja, Gil (lavilondo, Gil y Sacristana, Iraola, Llanta, Martinez, Naval, Navarrete, Paro-dy, Rico, Reselló, Ruñé, Tubau y Viaplana. En este mismo salón, en el frente principal, se hallan varias copias notabilísimas de los frescos del monasterio de San Isidro del campo (Santiponce), ejecutadas, con raro acierto, por D. Rafael García y García.
Aplazando nuestros juicios sobre las obras mas notables de la Exposición, así como sobre la totalidad de los resultados que esta ofrece, para los artículos sucesivos, y en la imposibilidad de reproducir íntegro el Catálogo, por razones de discreción, in-
sertamos enseguida la lista de los expositores de pintura, por orden alfabético.
Agrasot y Juan (don Joaquín); Alcoverro (don José); Alfaro (don Nicolás); Algarra (don Cosme), Allard-Cambray (don Celestino); Alvarez (don Luis); Amerigo (don Francisco); Anckerman y líiera (don Ricardo); Araujo Sánchez (don Ceferino); Arbos (don Manuel); Armet (don José); Arruti (don Eu genio); Avendaño (don Serafín); Bahamontes (don José); Balaca y Canseco (don Eduardo); Balaca y Canseco (don Ricardo); Bordoy y Bosch (don Bartolomé); Bornardi (don Bernardo); Bosch (doña Clotilde); Brambilla (don Ediuno); Buadas y Muntaner (don Agustín); Bushell (don Francisco); Caballero y Villarroel (D. José); Cabral Aguado y Bejarano (don Manuel); Calderón y Roca (don Alfonso); Cano (don Eduardo); Cappa y Manescao (don José); Car-bou y Ferrer (don Eugenio); Carceller y García (don Eduardo); Carreras de Campa (doña Leonor); Carrillo del Campo (don Ildefonso); Casado del Alisal (don José); Casáis y Cams (don Emilio); Casa-nova (don Antonio); Castellano (don Manuel); Cátala (don Federico); Closas y Alabert (don J.); Co-melerán (don León); Contreras (don José Marcelo); Cortellini (don Ángel María): Cortina (don Ibo de la); Díaz Carreño (don Francisco de Paula); Díaz y Palma (don José); Diaz y Sánchez (D. Fernando); Díaz Valera (don José); Domenech (don José María); Domenech (don Rafael); Domingo y Marqués (don Domingo); Domínguez (don Manuel); Duran (don Carlos).
Eder (don Federico María); Egusquiza (don Rogelio); Esteban (don Enrique); Esteban (don Félix); Esteban (D. Víctor); Falcon y Marín (señorita doña Emilia); Fernandez Olmos (don José); Fernandez y Rodriguez (don Rosendo); Ferran (don Manuel): Ferrandiz (don Bernardo); Ferrant y Físchermans (don Alejandro); Ferrer (don Vicente): Ferros (don Dionisio); Flores (don José Joaquín); Francés y Llamazares (don Agapito); Francés (don Plácido); Fusquets (D. Ramón); Galofre (D. José); Galvan y Candela (don José María); Galvien y Merscguer (don Antonio); Garay (don Manuel); García {His-
paletoj (don Manuel); García Martínez (don Juan); García Páramo (don Ventura); García Valdemoro (don Juan); García Vilamala (don Justo); Garnelo (don José Ramón); Gastaldi y Bo (don José); Giménez y Aranda (don José); Giménez y Aranda (don Luis); Giménez Fernandez (don Federico); Giménez Fernandez (don José); Gimeno (don Eduardo); Gis-bert (D. Antonio); Giuliani (don Andrés); González García Valladolid del Moral (don Blas); Gonzalvo Pérez (don Pablo); Grau y Figueras (don Alejandro).
Hernández y Amores (don Germán); Herrer (don Joaquín María); Hiraldez Acosta (don Marcos); Izquierdo (don Vicente); Laguna (don José); Landrin (don Enrique Carlos); Laplaza Muncig (don Roberto); Latorrc y Rodrigo (don Federico); León y Escosura (don Ignacio); López (don Luis); López y Pascual (don José María); Ludeña (don Ángel Lucio).
Marroig Gabriel (don Juan); Martí y Menso (don José); Martin Rodriguez (don José); Martínez y Cu-belk (don Salvador); Martínez Pozo (don Juan): Martínez Sanz (doña Carolina); Martínez Victoria
(don José); Melida (don Enrique); Mendoza (don Francisco); Mensaque (don Antonio); Mercadé (don Benito); Miera (don Ventura); Mirabent (don José); Miralles (don Francisco); Moltó y Luch (don Antonio); Monleon (don Rafael); Montañés (don Bernar-dino); Montesinos (don Rafael); Moragas (don Tomás); Moreno Rubí (don Enrique); Moreno (don Matías); Morera (don Emilio); Mosquera (don Ramón): Muñoz (don Antonio); Muraton (don Alfonso); Muraton (doña Eufemia).
Navarrete (don Ricardo); Navarro (don Miguel); Nin y Tudor (don .losé); Noel (don Edmundo); O'Neílle y Rosiñol (don Juan); Palmarolí y González (don Vicente); Parcerisa (don Francisco); Pascual (doña Isabel); Peralta (don Francisco); Pérez de Castro (don Pedro); Pérez Rubio (don Antonio); Pinera (don Juan); Pizarro (don Cecilio): Polero (don Vicente); Puebla (don Dióscoro).
Riancho (don Agustín); Rico (don Martin); Ri-galt (don Agustín); Rincón (don Serafín); Rivas y Oliver (don Antonio); Robles (don José); RoQa y Delgado (don Mariano); Rocha (don Lorenzo); Rodríguez Losada (don José María); Rodriguez Orive (don .José); Roldan y Garzón (don José); Roldan y Martínez (don José); Roma (don José); Romea (don Ramón); Rouce (don Fernando); Ruiz de Valdivias (don Nicolás).
Sabater (don Manuel); Sabater y Puchades (don Vicente); Sánchez (don Antonio Bernardino); Sánchez Narvaez (don Antonio); Sánchez Diaz (don Leopoldo): Santiago (don Leonardo); Sigüenza (don Joaquín); Tapiro (don José); Torras y Armengol (don Francisco); Trias (don Federico); Unceta (don Marcelino); Urgell (don Modesto); Ussell de Guimbarda (don Manuel); Valdivias y Aguilera (don Nicolás); Valdivieso (don Domingo); Valldeperas (don Ensebio); Valles (don Lorenzo); Van-Halen (don Francisco); Vega y Muñoz (don Francisco); Vega y Muñoz (don Pedro); Vera (don Alejo); Worms (don Julio); Zamacois (don Eduardo).
En el número próximo daremos principio á nuestras observaciones críticas sobre la Exposición.
F. M. T.
ARQUEOLOGÍA.
Insertamos con mucho gusto la siguiente carta inédita, donde el Sr. Fernandez-Guerra y Orbe emite su autorizada opinión sobre una lápida descubierta en Trevélez hace algún tiempo:
Señor D. Manuel de.Góngora.
Agradable sorpresa me ha proporcionado usted, amigo mío, con la fotografía y calco en yeso de la inscripción encontrada recientemente en la pared de cierta estancia subterránea, que, atorada de escombros, ha aparecido cavando en el portal de una casa, en Trevélez, población la más alta habitable de la Sierra Nevada. Usted, con su habitual modestia, se abstiene de leer y descifrar el monumento, lo cual no ha de ser parte para que yo deje de comunicarle la opinión que acerca de él tengo formada. Leo así la inscripción, de 19 pulgadas de ancho por 17 y media de alto, cuyas líneas superiores, sin duda las
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más interesantes, despedazó la piqueta codiciosa de dar con un tesoro:
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rCRIPTA La letra es seguramente del siglo IX. ¿Quién en
tonces se podia apellidar en España rey de los sar-racenos'¡ ¿Quién dar motivo á que se le mencionase en una memoria cristiana? ¿Y por qué causa? ¿Como erector de un monumento? No está en nomina-tido su nombre. ¿Como principe reinante, citándole para determinar la fecha? No está en ablativo. ¡Lástima grande que se haya logrado tan incompleta la piedra! ¿Qué memoria del valor ó de la piedad cristiana en aquel siglo, querría conservar el diácono Floresindo haciendo aquella escritura'^: ¿ Quién de los Califas de Córdoba se llamaba entonces Molía-. madA El primero de este nombre, quinto de los reyes árabes de España. Y el encontrar su nombre en acusativo, induce á creer que en la lápida solo se hubo de espresar alguno de los desastres á que le trajo el valor y ardimiento de Ómar ehn-Hafsxm, quien levantándose contra el califa, pretendió emular en las sierras de Antequera y Granada el hermoso ejemplo de Pelaj-o. Ornar llegó muy pronto á verse dueño de los fértiles territorios que se estienden desde las guájaras de Málaga y Antequera hasta las de Abla, Jubiles y Trevélez; y desde los campos de Ubeda y tierra de Guadix y Baza hasta las comarcas marinas de Ugijar, Adra, Castil de Ferro y Salobreña, colocada su Corte en la inexpugnable fortaleza de Barbáxter ó Bibistro. Este nombre era lo que restaba de la arruinada Singilia Barhastren-sis en el Castellón, dos leguas al poniente de Antequera.
Ómar abrazó paladinamente la religión cristiana, y de.scendia de cristianos, viniendo do un Conde Alfonso que supo conservar sus estados cuando la invasion'agarena en la miserable ruina de la patria. No son infundadas conjeturas las de que tuvo el nombre de Samuel, su mujer el de Columba y que fué hija suya Santa Argéntea, martirizada en Córdoba el dia 13 de mayo de 931, catorce años después de la muerte de Ómar, y á los tres de liaber sido asolada la ciudad Vle Singilia Barhastrensis. El clarísimo Fray Enrique Florez publicó las actas del martirio de Santa Argéntea en el tomo X de la España Sagrada. Ómar ebn-Hafsun se alzó el año de 880, y murió en el de 917; y el Califa Mohamad que reinó casi veinte y cinco años, falleció en el de 8S6.
No-puede, pues, menos de referirse por lo tanto la inscripción de Trevélez, á suceso favorable á los rebelados cristianos, ocurrido entre los años do 880 y 88C; ya sea el alzamiento del territorio de Elvira y conquista de Montegicar en el partido de Hizna-lloz, ya la fortificación de varios castillos en las a s
perezas de Sierra Nevada, ó la restauración y engrandecimiento de varios templos y basílicas, lo cual parece más probable.
No alcanzo más sobre la nueva inscripción que ha venido, amigo mió, á enriquecer su precioso museo. Usted, sobre el terreno, y con los textos árabes comentados y puestos en su punto por esos doctos arabistas, ilustrará copiosamente la lápida.
AUianm do ArasroT^ ó 'If imiio ilc lStí2.
Aurciiano Fcrnandez-Gneira y Or))e.
EXPOSICIÓN de las obras del malogrado Víctor Manzano.
Esta feliz idea ha tsnidodcsu parte desde el momento en que puso al dominio del público, las simpatías de cuantos S3 interesan por el lustreyel progreso del Arto en España. Víctor Manzano, era un nuevo timbre para la madre patria en la serie de sus g-lorias artísticas; una legítima esperanza de brillantes triunfos en lo porvenir, que una muerte prematura convirtió en humo, cuando más evidente parecía la seguridad de su realización.
Por eso á la vez que gozo, se esperimenta honda pena al recorrer la estancia donde el exquisito celo de sus compañeros y amigos ha reunido la casi totalidad de sus producciones; por eso, al encontrarnos con su paleta y su caballete debajo de su retrato^ nuestros ojos se vuelven anublados por el llanto, hacia aquellos esbozos de creaciones pictóricas, que bajaron al soj)idcro con su dueño, en daño de la cultura nacional
Pero no es á nosotros á quienes hoy toca Imblar del infortunado artista. D. Gregorio Cruzada Vilhiamil, uno de sus mejores amigos, ha colocado su elogio al fronte del catálogo de sus cuadros, bocetos, dibujos y aguas fuertes.
Veamos cómo se esplica al narrar los principales episodios de su corta pero aprovechada carrera artística.
«El dia 11 de octubre de 1860, dice, murió en Madrid víctima del cólera, el Sr. D. Víctor Manzano, pintor de cámara de S. A. R. el Serme. Sr. Infante 1). Sebastian, y caballero de la ínclita orden de San Juan de Jerusalen. Había nacido el dia 11 de abril de 1831, en la misma villa, y por lo tanto su corta vida fué de 34 años y s: is meses* Manzano nació para la pintura, y sus padres dando pábulo á la afición que veian arraigada en su hijo, desistiendo del empeño do dedicarle á una carrera científica, le dieron una educación de artista. Bien pronto llegó el joven á alcanzar alguna facilidad en el manejo del color, poro su talento claro, aunque no precoz, necesitaba mayores horizontes de los que hace veinte años atrás ofrecía Madrid á los principiantes. Su familia estaba en disposición de hacerle viajar, y el joven salió para Roma en 1854. Pero no era el ambiente de la ciudad eterna, el que había de fecundar su entendimiento, ni cuadraba á su imaginación, ni á los sentimientos de su alma, la escuela de pintura que entonces imperara en Roma, cuya esencia era el mismo clasicismo alemán que aquí dominaba. Nuestro artista, si bien no consiguió grandes adelantos en la práctica de su arte, se adquirió rico caudal de conocimientos al visitar las preciosas obras que guarda el privilegiado suelo de Roma. Su buen juicio le hizo conocer que necesitaba dejar la incierta marcha que seguía, y que le era preciso cursar por algún tiempo bajo la férula de un maestro, allí donde la vida artística fuera mas vigorosa, donde el arte so presentara en todos sus ge'neros y donde los artistas de todas las escuelas rivalizaran en noble emulación. Manzano llegó á París y entró en el estudio de M. Picot. Fueron allí mas visibles sus adelantos, y aunque ejercía sobre e'l natural influencia el modo do sentir y ver de su maestro. Manzano veía y estudiaba también las obras do He-
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bert Delacroix, y Paul de Laroche. Kl purismo romano si"-uió invadiéndole en Paris, como se vo en cuadros de los Hijos de Brnlo, del Blartirio de San Lorenzo, mas ricos de color y con mayor soltura y desembarazo ejecutados que los de Roma, pero no obstante carecía de expresión y sentimiento, y aunque sin defectos groseros, eran frios, y faltos de carácter propio y original. Manzano adelantaba; adquiría mayor desarrollo de día en dia su gran disposición de colorista y hacia notables progresos en el dibujo, que era la parte práctica que mas necesitaba dominar
«Llegó á París y á Roma la nueva del buen éxito de la Exposición de 1856, y el fuego sagrado del culto del arte, tomó un gran pábulo entre los que en aquellas ciudades estudiaban, al ver que su patria tendía una mano amiga á aquellos de sus hijos que se consagraban al arte. Ninguno de estos escedíó á Manzano en amor y entusiasmo por la pintura, y pocos sintieron latir su corazón con mayor vigor al recuerdo de las glorías patrias, lírale, pues, preciso conquistar un puesto de honor en aquel certamen, y lanzar al público su nombre. Vino de París para la Exposición de 1858, y ansioso de emular con sus compañeros y ávido de conquistar noblemente un nombre, presentó en ella el número máximo de obras que el reglamento pormi-tia. Los que alcanzamos . la dicha de ser muy amigos suyos, y de ver todo cuanto pintaba, pasando largos ratos en su estudio de la plaza del Progreso, núm. 17, no sabemos qué admirar mas en nuestro Manzano, sí la buena idea de presentar en aquella Exposición las obras que espuso, ó la mejor aun de no esponer su cuadro de San Lorenzo. ¡Qué diferencia de este cuadro al de Santa Teresal
«Manzano no solo copiaba, sino que amaba el natural, era realista en la buena acepción de la palabra; en París pintaba viéndolo todo por el prisma neo-romano de su maestro, y así, sus patricios y mártires romanos eran los modelos franceses, y nada más que los modelos franceses; sus composiciones de asuntos romanos sentidas á la insulsa manera académica, y Manzano ni sentía, ni amaba aquella historia y aquella época, que á él, no amamantando en los estudios clásicos desde la niñez, por haber comenzado una carrera puramente científlca (la de ingeniero de caminos), nada le decía ni lo podia decir. Desarrollar cualquier momento de la historia de Roma, sin conocer sus leyes, su literatura y sus costumbres, es como vestir á un labriego en traje de corte; su vestido será magnífico^ pero no resultará un cortesano. Únase á esto la indiferencia con que naturalmente, aunque sin darse de ello cuenta, había de sentir Manzano hacia aquellos asuntos, que no despertaban en él ninguno de los grandes móviles que animaban su espíritu, y no estrañará que al volver la vista á la historia de su patria, al repasar en su memoria los siglos de oro de la política, las armas, las ciencias, la l iteratura y las artes españolas, sentiese latir su corazón henchido de entusiasmo, diese en su mente mil ideas claras y determinadas de mil escenas de culminantes lie-chos, y que formasen en su voluntad el propósito de trasladarlas al lienzo. Para ello podía entregarse por completo á su predilecto estudio del natural en tipos y modelos, trajes y muebles, y como la Providencia lo había dotado de xm gusto esquisito y de una elegancia sin igual, para es-cogitar y presentar con gallardía y soltura los asuntos en que habían de intervenir personas de la más elevada esfe-fera, Manzano comenzó por representar la gran Santa de España en casa de la primera dama y del primer caballero de la corte de Felipe IL E;1 príncipe de Évoli se lo inspiró Tíciano, por su gran figura del límperador; para el resto del cuadro le inspiró su buen gusto, y el lienzo resultó agradable, bien entonado, aristocrático, con carácter, rico en contrastes, tales como el que resultó de la elegancia y desenvolvimiento de la Princesa, y la sencillez y austero recogimiento de la gran Teresa de Jesús, gloria inmensa
de nue tra patria, liste cuadro es sin duda el primero en que Manzano se presentó tal y como él era: es indudablemente el primero en que dejó volar su propia inspiración, sin diques ni barreras, y es, por cierto, el primero en que el desventurado artista había, como suele decirse vulgarmente, tomado al arte la embocadura. En esta clase de asuntos, que se ha convenido en llamar de género Mstóri-co, representado con figuras ^;«í¿?ííícffí, empezó Manzano á ser un pintor, en toda la estension de la palabra, y si como luego siguió pintando del tamaño natural hubiera perseverado en aquel modo, nuestro querido amigo hubiera rayado donde no ha logrado rayar todavía ningún artista español de la época moderna.»
Fijándose después el Sr. Cruzada en el cuadro la familia de Antonio Pérez, dice así:
«Desde que apuntó la idea en un ligero rasguño á lápiz, Manzano vio claro, definido, completamente detallado el cuadro. Era tal la exquisita delicadeza de su vista, apreciaba de tan certero modo el valor de las tintas, que me acuerdo muy bien que en pocas horas hizo, sirviéndole yo mismo de modelo, la primera figura del grupo de oidores del extremo de la derecha, que está liablando con un paje, y la dejó completamente terminada, tal y como hoy se ve, sin tener todavía metido todo el cuadro en color,y habiendo al lado de mí trasunto trozos de imprimación sin tocar. Progresivamínto fué engolfándose, mi inspirado amigo, llevado por la corriente, en la costumbre dominante y en el cuadro que llamamos la familia de Antonio Pérez, que expuso en la Casa de la Moneda en 1862, la rindió completo culto. Y á, la verdad que Manzano en este cuadro excedió á cuanto de él podia esperarse, pues el defecto del cuadro es el asunto, no la ejecución y total desempeño: hay más, parece imposible que pueda desarrollarse mejor aquella escena, que consiste esencialmente en que en ella no pasa nada. Las cabezas de las figuras todas son hermosas, robadas del natural. Allí se ve su familia en la familia de Antonio Pérez; á sus amigos los artistas Romea y Pizarroso en el escribano que acompaña á Vázquez y el soldado que le sigue con casco y alabarda; y allí se ve sentido, con tanto acierto y verdad el dolor de la esposa del proscrito favorito, como la crueldad y feroz saña del ajo enconjtado, que así llamaban á Rodrigo Vázquez
Víctor Manzano no llego á representar en grandes dimensiones un asunto que estuviese en perfecto acuerdo con sus condiciones artísticas. No era enérgico, ni irascible, ni dominaban su ánimo, ni excitaban su alma los efectos trágicos, ni aua siquiera las sensaciones violentas y terribles. De genio apacible, bondadoso y algo ensimismado, no podía lograr que saliessn de sus pinceles aquellas figuras que brillan por la dureza de su indomable carácter, ó por las terribles pasiones que las dominan. Ninguno de sus lienzos representa escenas do dramas de muerte y de saíigre, á que tan dados son, por lo general, nuestros jóvenes pintores, pero tampoco acertó Manzano á hallar un asunto pictórico que brillase por su sentimiento tierno y apacible. Verdad es que ocho años de pintar, ó sean cuatro Exposiciones, no son nada para la vida de un artista. Y debemos creer que muchos de los preciosos bocetos que ha dejado, en los cuales se encuentran asuntos que cuadraban con su particular manera de ser, liubioran llegado á convertirse en cuadros, y mejores qne los pocos que logró concluir. . . . ,
Era Víctor todo un pintor cortesano: sabia presentar con galana bizarría, rica espledídez, opulencia, lujo y cortesía todo cuanto rodea la vida de los reyes y magnates. Su exquisita educación y trato de gentes, se revela en todas sus obras, desde el mayor de sus cuadros hasta el más insignificante boceto. Su alma templada para el arte, era sensible, entusiasta y amantísíma de lo bello.»
Al elogio de Manzano que nos hemos visto obligados á
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extractar, sigue el catálogo de sus obras dividido en seis series: la primera comprende los cuadros de composición, á saber:
(1) «Un pifarero.» (2) «Idilio.» (3) «Santa Matilde.» (4) «San Lorenzo delante del Emperador Valeriano.» {5j «Últimos momentos de Cervantes.» (6) «Odalisca dormida.» (7; «Otólo.» (8) «Santa Teresa en el palacio de los Duques de Pas-trana.» (9) «Sancho Panza revela á la Duquesa el secreto del encanto de Dulcinea.» ¡10) «Escena de la Inquisición.» (11) «Los Reyes católicos administrando justicia.» (12) «Un chiquillo sentado.» (13) «La reja.» (14) «La familia de Antonio Pérez.» (15) «El confesionario.» (16) «Anacreóntica.» (17) «Don Quijote.» (18) «Cisneros y los grandes.» (19) «El Sagrado Corazón de Jesús.» (20) «Santa Adelaida.» (21) »Fclipe II y D. Juan de Austria.»
En la segunda serie se cuentan treinta y cuatro bocetos de cuadros pintados ó solamente bosquejados, y catorce retratos.
En la tercera figuran diez y siete estudios del natural ó de paisaje.
La cuarta está consagrada á los dibujos, que ascienden á diez y siete.
La quinta á las aguas fuertes en número de seis. La sesta está representada por un retrato en litografía. Hemos seguido al numerar los lienzos de la sección pri
mera el orden cronológico en ijue fueron ejecutados. El número 21 fué el que Manzano pintaba cuando le sorprendió la m»uerte, y por esta causa se halla sin concluir.
T.
MAS SOBRE LA ERECCIÓN DE LN MONUMENTO Á COLON, CORTÉS Y PIZARRO. (1)
Ocho dias después de haberse echado á volar en esta REVISTA la idea de elevar un monumento á los descubridores y conquistadores de América, ó por mejor decir, de aprovechar un monumento que está casi hecho, solo un periódico de la corte, y festivo por mas señas, tuvo la dignación de ocuparse del proyecto para prohijarlo; á pesar de que á toda la prensa se habia dirigido humilde excitación, no con ánimo de que aceptase, sino con el de que discutiese y luista vituperase los términos del asunto, si en vez de considerarlo hacedero y útil lo juzgaba impracticable y ridículo. Esto manifiesta, que la idea se está madurando, para no aconsejar sobre ella de ligero; pues no puede creerse que sea desatención á lo elevado y patriótico de la materia, en cuyo caso vendria á resultar que los únicos periódicos serios de España eran los festivos.
Fujrza es, pues, discutir por ahora cori el GIL BLAS, aun corriendo el riesgo de que la punzante y donosa sátira del colega se emplee alguna vez contra el proyectista, siquiera sea por cumplir la oldigacion que tiene de no tratar las cosas en serio.
Esta vez, sin embargo, ha acogido muj' seriamente los conceptos de la REVISTA, y solo gracias mereceria por ello, sino intercalase algún pensamiento de esos que enfrian y retardan las mas sencillas ejecuciones, por temor de que no gocen el aura indispensable de la popularidad. Al l;al)lar del presupuesto de gastos de la obra, dice, por ejemplo, GIL BLAS, que no se atreve á dar opinión decisiva, jtorque faltando en Madrid otras construcciones de utilidad general, como son los mercados, justo será que hasta ver estas realizadas, 2>'ida al ayunta,miento que se taya con pies de i>lomo al emprender esas obras consagradas á la gloria y al noble orgullo de los ¡iveblos. Palabras, que, ha-
(1) El deseo de insertar íntcíjro el interesante articulo (liie nos remite nuestro ainifíO. el autor de lu idea relativa al MoiivMcnlo á tos cotiqvisladores de America, nos ol)Íi-tía á retirar otros oi'iginalcs que verán la luz en el próximo número.
hiendo de ser mas populares que la idea del monumento, deberían retraer al mas esforzado corregidor de Madrid, sino encerrasen una equivocación de principio y un error económico, de que á veces no se libran ni aun personas tan ilustradas y liberales como su autor.
La equivocación de principio conviene dejarla para después: ocupémonos ahora del error económico.
Créese comunmente, y hasta los mismos periódicos lo aconsejan con frecuencia, que las corporaciones municipales deben dedicar sus fondos á la construcción de mataderos, mercados, lavaderos, teatros y otros establecimientos públicos por el estilo; al paso que se les censura, con harta frecuencia también, porque emplean los capitales del común en obras de ornato y comodidad, á las cuales suele motejarse de superfinas. Este es un crasísimo error ((ue no debe dejarse pasar sin correctivo.
Los ayuntamientos, de las grandes capitales principalmente, y en los tiempos que corren, no deben emplear su dinero en nada de lo que, confiado á la industria é interés particular, pueda producir ventajas y utilidades de inmediato provecho público. Antes del descubrimiento del crédito, de la asociación y de las compañías industriales, los gobiernos y los municipios estaban en el deber de sustituir estos conjuntos de actividad y de medios, para establecer aquellos institutos ó fábricas de necesidad común que superaban por la elevación de su coste ú los recursos ordinarios del individuo aislado. Ellos entonces hacían, y debían hacer, los mercados, los teatros y los lavaderos, á la manera que hacían las fábricas de cristal y de porcelana, los talleres de tejidos ricos, las asociaciones de la mesta, de impresores, de plateros y otros oficios agremiados; porque ellos eran la única compañía industrial posible, la única sociedad anónima, la i'inica caja de seguros y socorros mutuos.
Hoy que existen esos elementos, los gobiernos y los municipios robarían á la actividad y á los capitales de sus administrados su mas legítima y reproductiva inversión^ si absorvieran la facultad de construir, entretener y explotar cualesquiera de esos ramos, que, después de todo, nadie administra peor ni entretiene con menos provecho, que las corporaciones desinteresadas. Su deber \M\ se refiere á otro punto; y aquí contestaremos á los impacientes que nos preguntan:—«¿Por qué no ha hecho ya la industria privada en Madrid, por ejemplo, esos lavaderos y esos mercados? Si ella no los hace, ¿quién ha de hacerlos? Si le pertenece legítimamente, ¿cómo no ss aprovecha de esa lucrativa legitimidad?»
Los ayuntamientos, de las grandes capitales principalmente, no deben hacer mas que aquello que siendo útil y necesario, supere por la elevación de su coste ó por otras causas á los intereses mercantiles del particular; y esto, porque el particular no hará nunca aquello que no le tenga cuenta. Ahora bien: ¿por qué no se hacen mercados en Madrid?—Porque los mercados son un negocio muy lucrativo cuando su coste natural está en proporción con sus productos naturales: lo que equivale á decir que si se pudiera establecer un mercado en el Campo de Guardias, serían ya infinitas seguramente las empresas que se hubieran presentado demandando permiso para construirlo. Pero como el mercado, pai-a que sea útil y conveniente á los intereses del común, ha de hallarse establecido en un punto céntrico de la ciudad, donde los terrenos son infinitamente caros, y tanto que desequilibran la proporción en que el capital invertido debe estar de sus productos naturales, aquí la razón de porqué ni hay mercados hoy de origen particular, ni debe esperarse que los haj'a nunca.
Los ayuntamientos en este caso, necesitan equilibrar esas proporciones indispensables para que marche con desembarazo la acción del individuo; y lejos de cruzarse de brazos, ni de pensar en construir (porque una y otra cosa son fatales) lo que deben hacer es ayudar por medios
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indirectos á que se salde el déficit ruinoso de la empresa; empleando recursos tales como cesión de terrenos, aprovechamiento gratuito de aguas, concesión por cierto mí-mero de años de la exclusiva en el asunto, relevo temporal de gravámenes tributarios, guardería, ornato y cuantas primas basten para colocar á la empresa en condiciones ordinarias, ó sea las que tendría si el mercado se construyese antes que la ciudad, y no la ciudad antes que el mercado. Obrando así, el Ayuntamiento obtendria sus recursos, no de una explotación que necesariamente había de hacer mal^ sino del gravamen que á su tiempo podría imponer sobre el producto de las explotaciones privadas; las cuales á su vez tras de invertir capitales y actividad pública, prestarían mejor servicio á los consumidores, lo harían mas barato y sacarían mas pingües rendimientos, todo en beneficio de la colectividad.
Véase, pues, cómo hasta en cuestión de mercados, el deber del Municipio se refiere á eso que nuestro aprecia-ble amigo GIL BLAS llamaría supérfluo, porque en verdad se cifra exclusivamente en lo improductivo; pero que deja de ser supe'rfluo é improductivo, desde el instante en que sin ello no puede hacerse una cosa productiva, útil y necesaria.
Expuesta esta teoría, que juzgamos exenta de contradicción, ya nos queda desembarazado el campo para de-€Ír lo mas fuerte que ha de resonar en esta materia; y esj que el Ayuntamiento de Madrid no debe, como todos los ayuntamientos de las grandes capitales, no debe hacer mercados, sino estatuas; entendiéndose por estatua todo eso improductivo, de puro adorno, ornato y comodidad pública, que no produce renta ni beneficio del o'rden mercantil: mas claro; que el Ayuntamiento, entre un mercado como reclama GIL BLAS, y un monumento como pedímos nosotros, debe arrojarse sin titubear sobre la idea de un monumento.
¿Quién será el vecino honrado de capital ninguna que levante una estatua á la gloría de su país? ¿Quién se cuidará de poner una acera para comodidad de los peatones sus vecinos? ¿Quién plantará árboles en los paseos públicos durante la creciente de enero para proporcionar sombra y frescura en los ardores de agosto? ¿Quién costeará una fuente en la plaza pública para regocijo, solaz y templanza de los que la contemplen al paso?—Todo esto es improductivo, supérfiuoy por añadidura costoso: todo esto, sin embargo, constituye la verdadera obligación, la gran obligación, la única obligación directa del Municipio. Porque el Municipio, como dijimos antes, no debe hacer mas que aquello que siendo útil y necesario supere por la elevación de su coste ó por otras causas á los intereses mercantiles del particular; y como todo ello no solo supera á esos intereses sino que está completamente fuera de los mismos; como el particular para sus especulaciones no necesita aceras, ni árboles, ni estatuas, ni fuentes, la acción del Ayuntamiento debe ser decisiva, absorvente y única en estos puntos; mientras qu3 respecto á los mercados y lavaderos, jjor ejemplo, cuya índole permite esperar grandes ganancias y holgado empleo á la actividad de los individuos, basta con que se faciliten, con que se equilibren su fundamento y su desarrollo, para que ellos sJ desarrollen por sí mismos en alas de la codicia nunca dormida de las gentes.
Queda, pues, probado que el clamor público que podría levantarse al ver al Ayuntamiento de Madrid ocuparse directamente de la erección da un monumonto á Colon, Cortés y Pizarro en la Plaia de América (que tal vamos á llamarla desde ahora) en vez de emplear sus capitales en un mercado ó en un lavadero, seria un clamor erróneo, ab-surdo'y antí-económico; siempre que, como nosotros mismos aconsejamos, fueran unidas á la convocación de los estudios del proyecto artístico, la publicación de las franquicias que se otorguen al proyecto industrial.—Lo uno para mi porque es mió: lo otro para todos porque es suyo.
Vengamos ahora á la equivocación de principio. Esta consiste en creer que los monumentos que las municipalidades levantan ó pueden levantar en los parajes públicos, sean esclusivamente testimonios de la gloria y el noble orgullo de los pueblos. Efectivamente, si pudieran existir parajes públicos sin cosas que los constituyesen en tales, la erección de los monumentos pertenecería es-elusivamente al orden moral; pero como para que un paraje público lo sea, en la extensión legítima de la frase, es necesario que contenga cosas que lo constituyan en tal,
i tenemos ya que los monumentos no pertenecen al orden impalpable de la fantasía, sino que participan de dos caracteres; uno que puede referirse á la gloría y el noble orgullo de los pueblos, y otro que se refiere á la utilidad material, al mercantilismo del procomún, á la creación de una fábrica que, en vez de constituir sitio de compra y venta, constituye núcleo de población, centro fabril de cosas, abrigo y protesto del ensanche de la ciudad.
La Plaza de América, por ejemplo, si se construye con condiciones monumentales como proponemos, será tres cosas: una plaza muy bella, lo cual ya es algo; un emblema de la gloria y el noble orgullo del pueblo español, lo cual es mucho; y un nuevo centro de población rica y magestuosa, que atraerá construcciones de mérito y elegancia, las que á su vez serán núcleo de construcciones subalternas é industríales, las que á su vez exigirán el abrigo de construcciones pobres y artesanas; todo lo cual hará forzosamente que lo que lioy son campos desiertos é improductivos fuera de la Puerta de Alcalá, se convierta en un nuevo Madrid cómodo para el habitador, barato para el inquilino, saludable para la persona, honroso para el reino, productivo para el erario y hasta nueva fuente de riqueza para el haber municipal de que se trata.—Y hé aquí por qué misteriosos caminos de la economía, viene^á convertirse en producto neto, en vil metal, como si di-géramos, lo que muchos creen que golo sirve de emblema moral de gloria y orgullo noble de las naciones.
Mas no termina aquí el error de principio, sino que se estiende al origen mismo de la cuestión. El Ayuntamiento de Madrid no tiene que irse con pies de plomo al emprender esas obras; porque esas obras es necesario hacerlas con pies de pluma, ó de lo contrario no hay ensanche de la población, ni barrio de Salamanca, ni barrio del Retiro, ni Campos Elíseos, ni Colonia del Espíritu-Santo, ni habitaciones cómodas y baratas, ni alimento para la industria, ni pan para los pobres, ni ese mismo mercado que pide GIL BLAS, ni nada que no sea marasmo, consunción y muerte. En los tiempos modernos solo las obras públicas conjuran las crisis; y esto no es tanto por lo que ellas en sí proporcionan, como por lo que estimulan y alientan á las particulares. Cuando los municipios y los gobiernos dan la señal de trabajar, todo el mundo se reanima y trabaja. El dinero que en esto se emplea, es un dinero sembrado en buena tierra que produce el ciento por uno.
Además: ¿qué tesoros ha de invertir el Ayuntamiento en estas obras?—¿No vá á hacerse la Plaza, porque es preciso? Pues trazarla desde luego monumentalmente. Esto no produce esceso de gasto.—¿No hay que restaurar la Puerta? Pues restaurarla al modo que si fuera á servir de pedestal. Esto no produce esceso de gasto.—¿No hay que indicar un orden arquitectónico á los constructores por razón de ornato público? Pues que este orden corresponda á la monumentalidad de la Puerta. Esto se hizo en la del Sol, y á fé que los propietarios siguieron el orden que se les impuso, como muchos años antes lo habían seguido los de la Plaza Mayor.-¿No hay dinero, sin embargo, para coronar el monumento? Pues que el monumento espere á que lo haya, pero que espere en condiciones de formar algún dia un conjunto grandioso y patriótico.—Esta es la cuestión y nada mas.
Sí, por el contrario, el Municipio comienza estas y otras obras sin plan preconcebido y elevado; si deja hacer á cada
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uno lo que se le antoje; si aguarda á que las cosas no tengan remedio para proyectar después grandes reformas y embellecimientos inusitados, entonces ó no se verificará nunca nada de lo que proyecte, ó los tesoros de Creso no alcanzarán para lo mas insignificante y rudimentario.
Después de todo, los que poseen tantos elementos como en sí tiene la corporación municipal de la corte de España, pueden hacer prodigios á poca costa; y la misma Plaza de A'íiiérica con toda su monumentalidad y enormes dos-embolsos, se haria sencillísimamenta sin dinero alguno, antes bien, con ganancia del Municipio y del gobierno, como estamos dispuestos á probar al que nos lo pregunte.
CRÓNICA GENER AL
MADRID. —Se ha inaugurado el nuevo teatro del barrio de Pozas
que lleva por título Qncvedo. —El cabo de carabineros Castro ha recibido su licencia absoluta, á fin de que pueda consagrarse al estudio de la música.
—En el teatro de Jovellanos so ha representado con buen éxito, la comedia de Tirso Mari-Hcruandez la gallega^ distinguiéndose en la ejecución los actores que en ella tomaron parte. También ha agradado mucho la pieza, nueva, de D. Eusebio Blasco titulada. Un joven audaz. —En la noche del viernes se ha estrenado en los Bufos, la
zarzuela nueva, Francifredo, que ha sido acogida por el público con mucha bensvolencia. Los autores fueron llamados á la escena, y respecto ú los actores, tanto las señoras Checa y Hueto, como los Sres. Arderius, Cubero y Orejón, recibieron muestras inequívocas de las simpatías del auditorio. —En el Príncipe se han puesto en escena dos producciones
nuevas: una que lleva por título La última batalla, es una traducción del francés hecha por el Sr. Zamora y Caballero; la otra es un juguete original de D. Pelayo del Castillo, y se denomina. El que nacei)ara ochavo.
—En el citado teatro de Jovellanos, se está ensayando la comedia en un acto y en verso, de D. José María No-gués, titulada, Yer visiones.
—También se ensaya un drama en cinco actos traducido del francés por D. Juan Catalina.—Es la última producción, que con el título de LA MAISON NEUVE ha dado á lii escena Víctor Sardou.
—El barítono D. José González, que forma parte de !a compañía de zarzuela que actúa en el teatro de Variedades de Zaragoza, es muy aplaudido en cuantas obras toma parte.
—El Sr. Pujol ha organizado un concierto que se celebrará el viernes 1.° de febrero en el gran salón del Conservatorio, en beneficio de la Sociedad artístico-musical de socorros mutuos. Esperamos que la fiesta será brillante, pues toman parte los Sres. Monasterio, el distinguido concertista de órgano expresivo Sr. Amigó y por un especial favor al objeto del concierto, tomarán igualmente parte los aficionados Srta. Trillo y Sr. Parera.
—Se han celebrado en la Academia de declamación que dirije el Sr. Capo los exámenes de medio curso, con asistencia de un jurado compuesto de literatos y autores dramáticos, y de un numeroso y escojido público. Los alumnos dieron pruebas patentes de sus buenos conocimientos teóricos, distinguiéndose también en la práctica con la ejecución de El Avaro. Aunque todos los alumnos son dignos do elogio, merece citarse nominalmente las señoritas Doña Carolina Gilly y Doña Concepción Luque, y los señores Sánchez de León, Cátala, Serrano y Lastra.
En cuanto al señor Capo, repetimos lo que antes tenemos dicho. Los esfuerzos que hace en pro del arte dramático, son merecedores del apoyo de las personas ilustradas.
—Para formar parte de la Comisión española que ha de entender en cuanto se refiere á la próxima Exposición de París, han sido nombrados los siguientes SS.
Conde de Moriana; marqués de Cilleruelo; conde de Sa-nafé; D. José Casaní y Crown; D. Pablo de Santiago y Perminon, jefe de sección de la dirección de aduanas; Don Félix Cifuentes, ingeniero industrial; D. Ramón de la Sagra, para representar á España en la comisión internacional de medidas, pesos y monedas; D. Luis Cuadra; D. Antonio Gisbert, profesor de pintura; D. José Casado, ídem; D. Vicente Palmaroli, ídem; D. Félix Samper, para estudiar el ramo de joyería: D. Mariano Carderera, oficial del Ministerio de Fomento; D. Francisco Elorza y Aguirre, mariscal do campo y vocal de la junta facultativa del real cuerpo de artillería; D. Nemesio Singla, propietario é industrial do Barcelona; D. Miguel Bosch y Julia, inspector general del cuerpo de montes; D. Pedro Julián Muñoz y Rubio, ingeniero agrónomo; D. Constantino Saez de Mon-toya, especialidad química: D. Agapito Marco y Martínez, ingeniero industrial; D. Amalío Maestre, inspector general del cuerpo de ingenieros de minas.
—El viernes último se celebró una nueva soiré musical casa de los Sres. Delgado Jugo. Ejecutándose en el curso de la fiesta las piezas siguientes:
1.", Aria de Ana Bolena por la Srta. Luisa González.— 2.", Poesías.—3.^, JFantasía para pianoy arpa, de Herz, poj-la Srta. Cútoli.—4.", Poesías.^5.' ' , Rondó de Sonámbula, por la Srta. Albeni.—6.'', Fantasía del Trovador,-pov el señor Pujol.—7.". Romanza del maestro Moderati, por la señorita de Güell y acompañada al piano por la Srta. de Cútoli, y al violoncello por el Sr. Casella.—8.^, Rondó de Ce-nerentola, por la Srta. de Cortina.—9.", La morte di Sofo-nisba. Aria de caricato por el Sr. Parera.—10. La Mendicante. Romanza del maestro Maltarello, por la Srta. González, acompañada de violoncello y piano por los señores Casella y übojero.—11, Dúo de soprano y caricato, Do7i Procopio, por la Srta. Cortina y el Sr. Parera.—12, Poe-sías.--13. Romanza de / ; Profeta, por la Srta. de Güell.— 13, Fantasía para violoncello, por el Sr. CauUé.
Además leyeron poesías la Sra. Sinues de Marco y su esposo, y el Sr. Palacio. —Hé aquí el programa del concierto que tendrá lugar hoy
en el Real Conservatorio, á las dos en punto de la tarde. 1.° Cuarteto en si b (obra 458",, Mozart. Ejecutado por los
Sres. Monasterio, Pérez, Lestan y Castellano.—2." Trío en re menor (obra 49) para violin, piano y violoncello, Men-delssohn. Por los Sres. Monasterio, Zabalza y Castellano. —3." Cuarteto en sol (obra 77), Haydn. Por los Sres. IMo--nasterio, Pérez, Lestan y Castellano.
La fi.'* y última Sesión tendrá lugar el domingo 3 de fo-; brero próximo.
ADVERTENCIA.
Suplicamos á las personas que reciban este número y no acepten la suscricion, se sirvan devolverlo, pues de lo contrario les consideraremos como suscritores.
LA. REVISTA comienza hoy una serie de estudios sobre la Exposición, que continuaremos en los números sucesivos.
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TRIMESTRE.
Madrid, 12 rs.—Provincias , 20 rs.
Fdiíor responsable, don José Fondo Olmo.
MADRID.—IMPRENTA EUROPEA, HUERTAS, 58.