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(MAIMÓNIDES) TESIS PRESENTADA AL CLAUSTRO DE DOCTORES OI LA Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central PARA OBTENER EL GRADO OE OOCTOK por ti tictieiado D. ANDRÉS CARAVACA MILLÁN PRESBÍTERO MADRID IMPRENTA DB SAN FRANCISCO DK SALI» Pasaje de la Albambra, núm. I 1903

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(MAIMÓNIDES)

T E S I S

PRESENTADA AL CLAUSTRO DE DOCTORES

O I LA

Facultad de Filosofía y Le t ra s de la Universidad Central

PARA OBTENER EL GRADO OE OOCTOK

por ti tictieiado

D. A N D R É S C A R A V A C A M I L L Á N

P R E S B Í T E R O

M A D R I D

I M P R E N T A D B S A N F R A N C I S C O DK S A L I »

Pasaje de la A l bambra , núm. I

1 9 0 3

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M01SÉS-BEN-MAIMÓN (MAIMONIDES)

T E S I S PRESENTADA AL CLAUSTRO DE DOCTORES

UE LA

Facultad de Filosofía y Let ras de la Universidad Central

PARA OBTENER E l GRADO DE DOCTOK

t«r rt Ucttifiado

D. A N D R É S C A R A V A C A M I L L Á N

P R E S B Í T E R O l l

u S S ^ ^ A 5 c.

I » S í r

C O R O O S ®

M A D R I D

I M P R F M T A D E S A N F R A N C I S C O D K S A L R S

P a » a ) e de la A l h a m b r a . ntün. I

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En conformidad con lo preceptuado, se hace constar que

este discurso fué leído y discutido el día 30 de Junio de 1903

ante el Tr ibunal de Catedrát icos de Filosofía y Letras de la

Universidad Central, compuesto de los señores: Dr. D. Ma-

riano Viscasi l las ( D e c a n o ) , D r . D Juan Ortega Rubio,

Dr . D. Antonio H. Fajarnos, Dr. D. A le jo García Moreno

y Dr . D . J. G . Gar i jo . habiendo obtenido el graduando en

dicho acto la calificación de S O B R E S A L I E N T E .

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Á MI Q U E J I D O T Í O

U f t Á l Á i i n O u O uu J i l i i 1 A L I L L Á ( ( J Ü K Ü O Ü Á )

Después de Dios nuestro Señor, á quien

debemos cuanto somos y tenemos, y d cuya

mayor honra y gloria dedico este trabajo, d

tí solamente debo el haber obtenido la celeste

borla, pues ¿os delgados hilos de la misma

han sido tejidos con mis desvelos y vigilias

y con tus sacrificios pecuniarios.

Permíteme, por tanto, estampar tu nom-

bre en la primero página de este mal perge-

ñado discurso, y con ello cumplo un deber

de gratitud, una manifestación de cariño y

una prueba del filial y acendrado afecto que

te profesa tu sobrino

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i i v s ; kS ncro n a o pr A Mose «irf Mostm non est major hoc Mose.

Pro loqu io m hohraicum.)

Quiza os cause extrañeza, respetables doctores, la presencia de un sacerdote católico en este lugar, pretendiendo hacer la bio grafía y estudio de un rabino que, si bien no pertenece al otro lado de la Cruz, no dejó por esto de ser digno sucesor de aquellos otros rabies que decretaron la muerte del Maestro de los maes-tros, y un fiel representante de aquél pueblo á quien Jesucristo llamó gente de dura cerviz y que desde la consumación del san-griento drama del Calvario anda errante de pueblo en pueblo cumpliendo el mandato que el Divino Legislador le impusiera.

Y digo que quizá os cause extrañeza, porque dejándose al ar-bitrio del candidato la elección de tema para esta clase de dis-cursos ó trabajos de investigación propia, pudiera parecer á al-guno que entre tantos y tan variados asuntos como comprende el vasto y dilatado campo de nuestra Facultad, estaría más en ar-monía con el carácter de sacerdote católico tratar de alguno de los muchos autores que han florecido en el campo ortodoxo, y no de un escritor, el cual si bien es digno de estudio bajo muchos conceptos, no deja de pertenecer al campo heterodoxo.

Por esta razón al presentarme hoy ante vosotros deseando ce-ñir en mi cabeza la borla de doctor en Filosofía y Letras, símbo-lo de la alta investidura que pretendo alcanzar de vuestra bene

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volencia, paréceme oportuno manifestar, A Rima de prólogo, las razones que he tenido para poner al frente de este trabajo litera-rio el nombre del notable polígrafo español conocido con el nom-bre de Maimónides.

Sabido es que los estudios orientales se hallan en un período de decadencia en nuestro país, pues si comparamos el estado actual de los trabajos lingüísticos en España con el de las demás naciones, veremos que en la patria de Arias Montano, los estu-dios relacionados con la moderna Filología, distan mucho de los progresos hechos por esta ciencia en los demás Estados europeos y de una manera especial en Alemania, en cuyas Universidades, lo mismo católicas que protestantes, se estudia la Biblia en sus primitivas lenguas griega y hebrea, mientras en nuestros Semi-narios y Universidades apenas se cultivan las citadas lenguas.

Exige el estado actual de la Filología comparada que la len-gua hablada por los hijos de Israél, se cultive con más empeflo, porque ella viene á constituir la base y fundamento de los estu-dios orientales y escriturarios. Si considerado desde el punto de vista religioso su estudio no es absolutamente necesario para el Clero español, debido á que aquí, por la misericordia de Dios, la secta protestante tiene pocos prosélitos, esto no obstante, es de suma utilidad é importancia lo mismo para el filólogo que desea explorar el poco cultivado campo de la lingüistica, que para el teólogo, que tiene necesidad de fundamentar sus razonamientos en los libros dictados por Jehováh á los escritores hagiógrafos.

Los que en España cultivan estas lenguas aspiran á la crea-ción de una Academia de esta clase de estudios, donde los que tengan vocación para ello, puedan instruirse y llegar á ser bue-nos ouentalistas. Otros, influidos por el ambiente positivista en que vivimos, pretenden relegar al olvido los estudios orientales.

Los Poderes públicos, siguiendo los deseos de aquéllos, han establecido en el doctorado de la Facultad de Filosofía y Letras, las asignaturas de Gramática comparada de las lenguas semíti.

cas é Historia de la civilización de los judíos y musulmanes.

Al estudiar esta última asignatura, hallé el nombre de Mai-mónides, y aunque me era conocido, porque este es el rótulo de

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una de las calles de Córdoba (1), ciudad en que he recibido mi educación literaria, ignoraba, como ignoran la mayor parte de los españoles, la historia del primero de los comentaristas del Talmud; entonces concebí la idea de dar á conocer á mis compa-triotas hombre tan insigne.

Por esta causa preséntome ante vosotros con este discurso, cuyo tema es: "Maimónides; sus obras científicas, su influencia en la cultura de la Edad Media.„

Ante todo, ruego á mis ilustrados maestros vean sólo en este trabajo el deseo que me anima de contribuir, en la medida de mis débiles fuerzas, A la implantación de los estudios orientalistas en España.

Además de esta razón, existe otra que no debo omitir, es A

saber: que á mi condición de hebreófilo. reúno el carácter de sacerdote católico. Por esto acudo á esas sublimes enseñanzas que irradian su luz desde las alturas del Vaticano, y en ellas en-cuentro la admirable Encíclica Aeterni Patris, donde el venera-ble Pontífice que rige los destinos de la Iglesia, aboga por la res-tauración de la Escolástica, y con el fin de seguir sus mandatos y consejos, creo que deben estudiarse, no sólo ese despenar de la razón, llamado Escolasticismo, sino también el movimiento filosófico, paralelo al mismo, pues como dice el Cardenal Gonzá-lez (2), es indudable que la cultura de los hebreos y de los ára-bes, ejerció alguna influencia en el desarrollo de la Escolástica cristiana, aunque no tan exagerada como pretenden algunos autores.

A l afirmar que deben estudiarse la Filosofía y Teología de los árabes y hebreos, no hago otra cosa que seguir las huellas de les grandes filósofos y teólogos cristianos de los tiempos medioeva les, los cuales consultaron y estudiaron aquellas ciencias, como lo demuestran no sólo Pico de la Mirándola y Raimundo Lulio, sino el mismo Príncipe de la Escolástica cristiana, el gran Tomás de Aquino, que escribió un libro para exponer y analizar, con su

<1> E l A y o i u a m l c n t o de Córdoba. p a r . h .nrar U memoria Je t .n H u m e e i í r l t o r . h i p u e . i o e l nombre de Mjim<wiid<« 4 U a m ^ u a < « » « >'« '<>» >«"*">* d>n<1e «.|A » n u » d a IA Slnaeoctt . rec ientemente declarada monum oto nacional

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angélico criterio, las doctrinas del peripatético cordobés Ave rroes.

Finalmente, ese gran libro, llamado por antonomasia el Libro

de los libros, la Sagrada Biblia, á quien los católicos veneramos como cosa divina, por haber sido escrito mediante la inspiración de Dios, según nos enseña la Iglesia católica, y á quien los no católicos admiran por las sublimes enseñanzas que contieue en todas y cada una de sus partes, si en todo tiempo fué objeto de la atención de los hombres más sabios, en nuestra Edad tiene más interés su estudio, dado el empeño de los racionalistas, que pre tenden probar que las narraciones bíblicas se hallan en contra-dicción con los adelantos modernos; dando lugar á la exégesis ra-cionalista, doctrina atribuida al judio Spinnza, el cual tomó la idea do las obras de M.ümónides

No os extrañe, por todos estos motivos, que haya elegido por tema la vida y escritos de un rabino, que con sus doctrinas sobre la interpretación de la Biblia puso los cimientos del edificio ra-cionalista, levantado después con los materiales suministrados ror Lutero al proclamar el principio del libre examen y ador-nado con la forma de método científico por el filósofo de Amster-dam. No espiga, por tanto, en campo^ajeno el sacerdote católico que desee estudiar las obras de un fabio heterodoxo de la Edad Media, cuyas doctrinas se dejan sentir en los tiempos modernos en el estudio de ese libro admirable, objeto primario y principal de la ciencia eclesiástica, libro que el docto Melchor Cano colocó en el primero de los lugares teológicos.

Hechas estas ligeras observaciones, paso á exponer el plan que me propongo desarrollar y que se reduce á hacer un estudio, siquiera sea somero, del gran Maimónides, considerándole como uno de los grandes polígrafos españoles. De él podemos decir que fué uno de aquellos autores que, por su carácter enciclopé dico, la variada manifestación de su talento, la enseñanza, ora hablada, ora escrita, de sus doctrinas, y la supervivencia de las mismas á través de los siglos, sintetizan con exactitud la cultura de su época. Vendrá pues, á ser nuestro trabajo una especie de historia monográfica del doctor talmúdico, á quien considerare-

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mos como teólogo judaico y como filósofo, indicando, además, que Maimónides merece el nombre de sociólogo, puesto que, ade-lantándose á su época, expuso algunos de los principios genera-les que la moderna Sociología aplica hoy á la naturaleza y evolu-ción de la sociedad.

Para proceder con método y claridad, dividiremos nuestro trabajo en seis partes ó capítulos, á saber:

1.° Antecedentes necesarios. 2.° Epoca en que vivió Maimónides y su biografía. 3.° Enumeración de sus obras y ediciones hechas. 4." Maimónides como teólogo, filósofo y sociólogo. 5.° Su significación en las demás ramas de la ciencia.

6.® Juicio critico y conclusión.

1

Antes de entrar de lleno en el estudio de Maimónides. séame permitido hacer algunas indicaciones sobre la historia del pueblo hebreo, para ver cuál era su situación en la época en que vivió nuestro polígrafo, pues el estudio de lo pasado, cuando se trata de conocer la historia de una época determinada y de un autor que encarna en su personalidad literaria la civilización y cultura de la misma, constituye, por decirlo así, la herencia ó caudal científico sobre cuya base fundó sus especulaciones literarias el escritor que se trata de conocer y estudiar.

Por esto vamos á exponer á grandes rasgos la historia del antiguo pueblo de Israel, sirviéndonos de punto de partida esa fecha memorable en los fastos de la Historia que se llama Era cristiana, dato que ha servido para el cómputo del tiempo A todas las naciones civilizadas.

Desde esta fecha, que coincide con la dispersión del pueblo judio, porque ya había llegado la hora del cumplimiento de todas las profecías con la aparición en la tierra d> Aquel que habia de ser enviado y á cuya venida, según el vaticinio ueoesiaco, falta-ria el cetro de Judá, vamos á dar comienzo á nuestro trabajo.

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El pueblo judío, depositario de la Revelación por espacio de cuarenta siglos, el único de los orientales que tuvo religión mo-noteísta y desarrolló una civilización más humana que los demás, al cometer el más grande de los crímenes que registra la Histo-ria con el deicidio de nuestro Sehor Jesucristo vino A caer en la desgracia. Perdida su nacionalidad en tiempo de los .Emperado-res Vespasiano y Tito, perdió con ella la teiple corona del Sacer-docio, de la Ley y del Imperio, que habían ceñido sus legislado-res, ora se llamasen Jueces, ora Reyes, ora el mismoSanhcdrín, según las distintas fases de su historia.

Desde la cautividad de Babilonia habia sentido el dedo de Jehováh y habia empezado la decadencia del pueblo hebreo, aun-que merced A la poderosa ayuda de Esdras había conservado integro el texto de la Biblia, pero en los cinco siglos que media-ron entre el docto Escriba y la dispersión de los israelitas, el Consejo Supremo del Sanhedriti, compuesto de 71 ancianos y el Sumo Sacerdote, fué el encargado de resolver todas las dudas que se suscitasen sobre la interpretación del sagrado texto y las prácticas pertenecientes al culto.

Al extinguirse la nacionalidad judaica dispersáronse los sa-bios rabies, formando varios centros de cultura, entre los cuales sobresalió la Escuela de Tiberiades.

Por esta época vieron la luz pública obras hebreas importan-tísimas, que si bien no pertenecían á la literatura que pudiéra-mos llamar sagrada, 110 dejaban de tener importancia en la his-toria del saber humano, y sobre todo en la historia del pueblo hebreo, donde tanta influencia ejercieron por espacio de varios siglos. Procuraremos hacer una ligera indicación sobre estos trabajos, ya que ellos son el eje sobre el cual gira toda la civili-zación hebráica desde la extinción de su nacionalidad, lo que fué objeto del estudio de todas las Sinagogas y Academias hebreas, y sobre lo que más escribió el rabino Maimónides, cuyo estudio es-tamos haciendo.

Era creencia entre los hebreos, creencia que Maimónides con-sideró como cierta en todas sus obras, que al comunicar Jehováh á Moisés la Ley escrita, también le dió un conjunto de doctrinas

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orales, que transmitió á su hermano Aarón, á los hijos de este Eliezar é Itomar, á los 70 ancianos y al pueblo. Los judíos vene-raron estas tradiciones al lado de la Ley escrita, y de esta mane-ra—como dice Maimónides—"se originó una cadena de tradición á través de los tiempos, sirviendo de eslabones los sabios y doc-tores de Israel

Ahora bien; al perder los hebreos su propio lenguaje en tiem po de la cautividad, con el fin de que no se perdiesen estas tra-diciones comenzaron á consignarse por escrito, pues según escri-be Maimónides en el prólogo de su obra Mano fuerte, "empeza-ron á escribirse estas tradiciones en tiempos de Esdras, para la mas cumplida observancia de la Leyn .

Conviene notar aquí que, si después de la destrucción de Je-rusalén, el gran Sanhedrin, establecido en Tiberiades, formó la Academia más célebre de los judíos en los primeros tiempos del cristianismo, no todos los israelitas siguieron las doctrinas de dicha educía, pues entonces se formaron tres sectas, llamadas caraíta, samaritana y talmudista. Afirmaban loscaraitas que lo único que debía admitirse era la Biblia, y lechazaban, por lo tan-to, el Talmud y todas las tradiciones orales. Su origen es incierto. Aunque los rabinos hablan de ellos con frecuencia, lo hacen en tono de desprecio y con pasión, por lo cual sus noticias ofrecen poca confianza.

Sin embargo, en el siglo XVI I I conociéronse algo sus doctri-nas, y en el pasado, Delitzch dió á conocer un libro de uno de sus autores principales, de Ahorón-Ben Eliá, que tenía por título Eachaim, y además algunos extractos (1).

La secta samaritana no admitía más libro que el Pentateuco. Este es diferente de los otros y se conoce con el nombre de Pen-

tateuco samar i taño.

El origen de esta secta es de los tiempos de Nehemías y de Esdras, pues Samaría estaba separada de los demás pueblos des-de entonces. Esta opinión está conforme con la Biblia, pues el Evangelio nos habla del coloquio de Jesús con la samaritana, la cual se consideraba extranjera al pueblo escogido.

(1) V < a » e M í g o e , Oiclíonnmirt drt i eligió**.

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Pero lo que más interesa á nuestro estudio es 1a secta raimo» dista, no sólo porque el Talmud es la obra más importante de los judíos heterodoxos, sino porque nuestro Maimónides fué el prime-ro de los talmudistas. Veamos en qué consiste el Talmud.

Uno de los hombres más sabios que han florecido en el pueblo de Israel fué el rabino Judah, llamado el Santo, el cual vivió en tiempo de Antonino Pío, Marco Aurelio y Cómodo. Dice Maimó-nides que viendo Judah extenderse por el mundo el reino de Satanás (denominación que él daba á la doctrina cristiana), logró del Emperador Antonino el permiso para reunir una asamblea en la ciudad de Tiberiades, con el fin de oir el parecer de los judíos m.1s doctos sobre las doctrinas orales de sus antepasados, confiadas A Ja memoria desde el tiempo de Moisés. La asamblea consignó por escrito sus conclusiones, y el presidente Judah re-dactó un libro llamado Mischnah rwxro (palabra hebrea que signi-fica repetición de la ley), y que fué el fundamento del Talmud.

La Mischnah está dividida en seis partes, llamadas 3 » y t c

órdenes), que llevan los siguientes títulos, cuyos epígrafes indi can la materia de que tratan:

1 0 (semillas), ó sea lo relativo á las sementeras y y demás operaciones agrícolas hasta la recolección de las cosechas.

2 0 -¡iva (fiesta), en la que se expone el modo de celebrarse Ihs festividades, su principio y su fin.

3.° (mujeres), en cuya parte se trata de los matrimo nios, repudios y obligaciones de las mujeres.

4." ppna (con.leñados), en el cual se trata de los dafios infe-ridos por hombres ó bestias, multas, penas, indemnizaciones y juicios.

5." =¡'ü-p (consagraciones , ó sea tratado de todo lo relativo á sacrificios, ofrendas, manjares sagrados y demás cosas propias del Tabernáculo, sus sacerdotes y levitas.

6.* nrna (purificaciones), en el cual se trata de las purifica-ciones, ó sea limpieza de personas, habitaciones y vasos domés-ticos, alhajas, muebles y demás cosas que pudieran inñccionarse ó contaminarse por cualquier motivo.

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Cada uno de estos órdenes se, halla dividido en tratados, éstos en capítulos y los capítulos en repeticiones ó aforismos doctrina-les. No analizaremos estas materias, porque la índole de nuestro trabajo lo impide, y además porque resultaría demasiado prolijo* pero todos ellos contienen un conjunto de doctrinas que merecen la atención de los teólogos y también la de los jurisconsultos, así como la de los filólogos, historiógrafos y anticua rios ( l ) .

No obstante el esmero con que se hizo la Mischmth, contenía algunos puntos obscuros, por lo cual después de la muerte de Judah el Santo, el Presidente de las Sinagogas establecidas en tierra de Israel, el rabino Iohhanan, con el fin de exponer v explicar la llamada Repetición de la ley en los puntos meno< claros reunió en dos volúmenes la mencionada Mischnah, de Judah, y ciertos suplementos que venían á completarla, llamados mea (guemarah), los cuales vienen á ser una especie de glosa. La obra de Iohhanan y la de Judah el Santo reunidas, constituyeron el vchfi-fTaimudJ, (doctrinal ó enseñanza) jerosolimitano. lia mudo así, no porque estuviese hecho en Jerusalén, sino porque estuvo en uso en la región de Palestina, cuya capital había sido Jerusalén, pues conviene tener presente que en la época en que se escribió esta obra (230 de la Era cristiana), ya estaba des-truida la Ciudad Santa.

Este Talmud jerosolimitano tuvo autoridad hasta la dispersión de los judíos por el Oriente; pero desde esta época empezaron las diferencias entre los judíos orientales y los occidentales, redac tlndose el Código que se llama Talmud babilónico, que es el principal y el llamado Talmud por antonomasia.

En efecto; establecidos los judíos en Oriente y principalmente en la antigua corte de Nabucodonosor. como notasen los rabíes de las Sinagogas orientales que las doctrinas expuestas en el Talmud jerosolimitano no estaban en armonía con las creencias, tradicio-nes, usos y costumbres de los israelitas allí establecidos, procura-ron resumir en un cuerpo de Derecho todo cuanto en orden á la observancia y práctica de la Tiiorah había llegado á su noticia des-

I) S fuf ln O a r c l a Bla i t to la Miukuah pudo « r muy bien el orlficn de lo » Xomo-CAne-

• 4c la tc'raia otoüro

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de tiempos de Judah el Santo. Este proyecto fué llevado á cabo por varios autores y en distinta época pues, como afirma Buxtorf, con referencia á rabinos muy respetables y excelentes críticos, comen-7.6 A escribir este Código el rabí Asche, Rector de la Sinagoga de Babilonia, en el ano 367 de nuestra Era, trabajó en él por espacio de sesenta artos dejando solamente escritos 35 tratados; continuan-do después de su muerte su discípulo y sucesor en el Rectorado el rabí Maremar, y por fin le dió feliz término en el último tercio del siglo V el rabí Abinah. La circunstancia de estar en decadencia las escuelas de Palestina, al paso que las de Babilonia se encontraban en el período mAs Algido de su apogeo, hizo que se prefiriera el Talmud babilónico al jerosolimitano y que el prime-ro fuese admitido por todos los judíos dispersos por el orbe como cuerpo de Derecho civil y eclesiásico.

Una vez expuesto lo que es el Talmud, antes de pasar A otra cosa, séanos permitido decir algo del mismo para saber A qué atenernos. Para exponer nuestra opinión sobre el particular, ha-remos el siguiente

E S T U D I O C R Í T I C O D E L T A L M U D

Los escritores racionalistas que se han ocupado del estudio de la literatura hebrea, conceden al Talmud extraordinaria impor-tancia, pues aplican A la Biblia el mismo criterio que al Talmud. Por esto es distinta la crítica católica de la crítica racionalista; la primera no puede prescindir de la inspiración divina de la Bi blia, y la segunda considera A ésta como un libro puramente hu-mano. Ahora bien; por la relación que tiene la obra dictada por JehovAh con la obra debida A los sabios rabíes, conviene estudiar esta última para comparar la literatura sagrada con la literatura profana, y además porque el Talmud sirve de poderoso auxiliar á la Biblia, pudiéndose explicar por él, muchos puntos obscuros de la misma.

El Talmud forma una obra de 14 volúmenes y para su examen

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debemos distinguir entre la parte religiosa y moral y la literaria. Bajo el primer concepto es innegable que dista mucho de ser

una obra de sanas doctrinas, pues contiene cosas que más son propias de los pueblos gentiles que del antiguo pueblo sacado por el Dios verdadero de la esclavitud de Egipto, alimentado con el maná por espacio de cuarenta aflos y preservado milagrosamente de las inclemencias del cielo en las abrasadoras llanuras del desier-to. Estudiando la parte religioso-dogmática, se ve que tiene propo-siciones condenadas por la verdadera Teología, pues en alguna de sus partes ó libros niega á Dios varios atributos, como la omni-potencia. la sabiduría infinita y la veracidad, según puede notarse en el capítulo primero del libro llamado fíarachot, donde se lee la blasfemia de que "Dios brama como un león al considerar que ha destruido la casa de David y no puede enmendar lo hechoB, ne-gándole por tanto el atributo de omnipotente. Además niega á Dios la sabiduría y el atributo de omnisciente, cuando en el capí-tulo primero del libro llamado Havodá Sasd, escribe que Dios des-tina tres horas del día á estudiar la Thorak\ y por último niega á Dios la veracidad cuando afirma en el libro titulado Bavd Mecihd

en el capítulo que comienza: Mecd Haboet, que Dios dijo mentira para poner paz entre Abrahám y Sara. Además contiene muchas cosas que están en contradicción con la Sagrada Escritura; así dice que el casto José pretendió violar á la mujer de Putifar, y que el arcángel Gabriel lo impidió haciéndolo eunuco.

Respecto á la moral del Talmud, vemos que en él se hallan principios, no sólo contrarios á la Doctrina cristiana, sino tam-bién á los sanos principios de la moralidad, como son, entre otros, el atribuir á Dios pecados, recomendar la usura, la em-briaguez, la mentira y otros dislates. Tal es el Talmud desde el punto de vista dogmático y moral.

Considerado desde el punto de vista literario, es indudable que contiene muchas cosas dignas de estudio, lo mismo para el filólogo que para el escriturario. Sirve además para conocer la lengua hebrea, base de los estudios filológicos orientales, y para conocer los usos y costumbres del pueblo de Israel.

Transcribiremos aquí el juicio crítico que han emitido sobre el 2

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Talmud dos célebres orientalistas, uno nacional y otro extranje-ro. D. Antonio Garda Blanco dice: "La parte religiosa, y aun de creencias é historia, podrá estar adulterada, viciada, corrompida enteramente; la Teología podrá tener mucho que reprocharle; la verdadera piedad muchísimo que condenar en él; pero la filología le es deudora de infinidad de noticias, que sin tal libro hubieran quedado sepultadas en el olvido y nos serian hoy absolutamente desconocidas. ¡Cuántas palabras raras de la Biblia, cuántas na-rraciones intrincadas, cuántas parábolas de gusto oriental no reci-ben su más satisfactoria explicación mediante el Talmud y sólo con un Diccionario talmúdico en la mano!... Nosotros—aflade el docto orientalista—estamos convencidos plenamente de que el estudio de la escritura y lengua hebrea no está completo sin esta parte curiosísima y la menos conocida de la literatuiaoriental„(l).

El eminente orientalista Buxtorf, en el prólogo de su Léxicon

Talmudicum escribe: uEn el Talmud hay muchas cosas de sana Teología, muchos restos segurísimos y vestigios de la antigüedad judáica derruida, muy conducentes para convencer á los judíos posteriores de su perfidia; para ilustrar la historia del Antiguo y Nuevo Testamento; para explicar los ritos, leyes, costumbres y creencias del pueblo judio. Hay en el Talmud muchas cosas de Física, Medicina, Jurisprudencia. Ética. Política y Astronomía; hay proverbios exactísimos, sentencias insignes, dichos agudos é innumerables apotegmas que hacen al lector que los contempla mejor y más prudente, sabio y docto que el común que no los lee. Hay millares de palabras que esclarecen las expresiones difí-ciles ó raras de la Biblia y fijan el uso y propiedad de la lengua hebrea y caldea; hay, en fin, en él muchas cosas conducentísimas para la inteligencia de innumerables pasajes, voces, frases y sen-tencias del Nuevo y Viejo Testamento. En cambio, en ambos Tal-mudes (esto es, en el jeroslimitano y en el babilónico) abundan las narraciones exageradas é hiperbólicas y mil cuentos y fábulas é impías invectivas y viles calumnias contra la Religión de Jesu-cristo y la sacratísima Persona de nuestro adorable Redentor y de su Santísima Madre.„ Por nuestia parte, podemos terminar

(1) V t i H Andlitt* filttófito dt la etcrllurm y u><t*<* ktbna. tomo II I , pl|. V7.

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este ensayo crítico del Talmud aplicándole aquella antigua frase latina: Multa mala mixta bonis.

Conviene advertir, antes de pasar adelante, que no debe con-fundirse el Talmud con el Targum. Aunque ambos tengan el mismo origen por proceder de la ley oral, son diferentes: la pri-mera, se ocupa de la repetición ó enseñanza de la Ley para el debido cumplimiento de sus preceptos, y la segunda, de la pará-frasis ó interpretación de la misma Ley. *

Una vez conocido el Talmud é indicada la existencia de las Academias hebreas en Oriente, vamos á decir algunas palabras sobre las Academias establecidas en España, deteniéndonos algo en la de Córdoba é indicando, siquiera sea brevemente, el pro-

ceso histórico del pueblo judio desde la época en que se escribió el Talmud hasta el tiempo en que vivió el primero de sus comen-taristas.

La revolución religiosa y política llevada á cabo por Mahoma y las conquistas de los árabes en Oriente, juntamente con las luchas intestinas entre los mismos judíos, fueron concausas de la decadencia de las Academias de Nahardeaj (Babilonia), Sura, Pombeditáh y Mahassia, que habían sido los lugares donde estuvo reconcentrada la civilización y cultura hebráicas por espacio de siete siglos y donde los acaudalados judíos enviaban á sus hijos para que se instruyeran en las doctrinas de la Masorah y del Talmud, toda vez que en estas Academias, del mismo modo que en nuestras modernas Universidades, se conferían grados aca déraicos, requisito necesario para poder enseñar, lo mismo en las Sinagogas que en público. Empezaron á perder su importancia y su antiguo esplendor á mediados del siglo X, en que unas des aparecieron totalmente y otras perdieron mucho de su antiguo poderío; la de Pombeditáh imploró el auxilio de los ricos judíos de El Cairo y de Bagdad, y gracias á ellos pudo sostenerse, si bien no fué entonces más que una sombra de lo que había sido en sus mejores días. No ocurrió lo mismo á la de Sura, la cual al morir su Rector el rabí Saadia, decayó notablemente; pero los judíos de su Aljama enviaron á Europa cuatro doctores con el objeto de implorar el apoyo de sus hermanos; pero tuvieron la desgracia

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decaer en manos de Ebn-Rumais, Almirante de las armadas de Córdoba, el cual los declaró esclavos. Estos cuatro doctores iban acompañados de sus respectivas familias, y unos fueron rescata-dos por los judíos de África, otros por las Aljamas de Narbona y Alejandría, y otros fueron reservados para ser vendidos en Cór doba. Tocó esta suerte al rabí Mosseh Aben Hanoch. con su mujer y su hijo Hanoch. El ilustre rabino llegó á Córdoba en el aflo 4708, según el cómputo de los judíos, equivalente al 948 de nuestra Era, época memorable en los fastos de la historia de los judíos españoles, por ser el punto de partida de sus glorias lite-rarias.

Mosseh fué comprado por la aljama cordobesa. Habiendo oído un día explicar al rabí Natán, Presidente de la Academia, un pa-saje del Talmud, de un modo contrario á como él lo entendía y habia practicado en Sura, pidió la palabra y lo expuso con tanta modestia y sabiduría que el mismo Presidente le cedió el sitio y por aclamación fué nombrado jefe de la Academia cordobesa. Ésta, al recibir la ciencia de los orientales por conducto de Mos-seh-Aben-Hanoch, fué el centro de cultura de todos los judíos del mundo. La llegada de Mosseh á Córdoba y su exaltación á la pre sidencia de la Academia, tuvo lugar en el reinado de Abderrah-mán III, que, como es sabido, fué gran protector de las letras, siendo esto causa de que Mosseh pudiese reorganizar los estudios de la Academia de Córdoba, ciudad donde florecieron tanto las ciencias y las letras que la antigua Colonia Patricia mereció el renombre de Atenas del Occidente.

Aunque los estudios escriturarios y talmúdicos fueron los principales, florecieron también ¡a Filosofía y la Medicina, como lo demuestra la celebridad del médico y consejero del Cali/a, Abú-Joseph-Aben«Hasdai. Este curó la obesidad de Sancho I de León, el Craso, cuya curación dió gran renombre, no sólo á su autor, sino á todos sus discípulos, que se educaron en Medina" Andalus.

Muerto Mosseh, le sucedió en el cargo de Presidente de la Academia su hijo Hanoch, el cual continuó la obra de su padre, añadiendo el estudio de las lenguas como medio de propagar la

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ciencia hebráica por todas partes y de adquirir la de otros pue-blos. El idioma que más cultivaron fué el árabe, no sólo porque les era necesario por vivir entre los hijos del Islám, sino para congraciarse con ellos, ya que tantos beneficios les debian.

El estado de prosperidad á que llegó Córdoba vino á turbarse con los trastornos políticos acaecidos en el Califato á la muerte de Hixén II. Habiendo empuñado el cetro Suleimán, entabló sañuda persecución contra los judíos, á quienes consideró como enemigos. A consecuencia de esta persecución, los rabies de la Academia cordobesa se dispersaron por varios puntos, corres-pondiendo á Córdoba la gloria de haber educado científicamente á toda una generación, que al ser arrojada de aquella ciudad en el año 1013, llevó la simiente fecunda de la cultura á varias Aljamas de la península por espacio de cuatro centurias. Indicaremos á la ligera la historia súscinta de algunas de estas Aljamas y los autores que en ellas florecieron.

A la caída del Califato las provincias musulmanas se declara-ron independientes unas de otras, formando pequeños Estados, que se conocen en la Historia con el nombre de Reinos de Taifas. A estos Reinos acudieron los judíos expulsados de Córdoba, y en algunos formaron sus Academias, si bien muchas de ellas tuvie-ron existencia efímera, por estar sujetas á muchas alternativas, según los Reyes que mandaban, mientras los unos las favore-cían, otros las perseguían con saña. Entre estas Academias, cuatro son las más notables, á saber: las de Granada. Zaragoza, Sevilla y Lucena.

JÍ c a d e m i a de Granada .

En la ciudad de los Cármenes refugiáronse algunos rabies expulsados de Medina Andalus, y protegidos por el Soberano, el simhachita Zavi, llegaron á gozar de todos los privilegios de ciudadanos. Su principal jefe fué el R. Samuel Levl Aben Na-grela, nacido en Córdoba el año 993 y educado en aquella célebre Academia, donde aprendió lo que constituían los principios lun-damentales del Talmud y adquirió vastos conocimientos filológi-

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cos. De él dice Dozy (1) que "sobre sus conocimientos mate-

máticos, astronómico» y filosóficos, poseia no menos que siete

lenguas,. Este rabino hubo de captarse la simpatía del Rey, hasta el

punto de que éste le nombró su consejero. Desde su elevado cargo favoreció á sus correligionarios desterrados, ayudándo-les á todos, cual otro José socorriendo á sus hermanos en Egipto; pero este bienestar duró poco tiempo. Habiendo muerto Samuel y el Soberano, los mahometanos, envidiosos de los privilegios concedidos al Naquid y á sus siibditos, los persiguieron cruel-mente, dando muerte al hijo de Samuel Nagrela y á unas mil qui-nientas familias. Con esta sangrienta persecución desapareció la Academia granadina, la cual floreció desde el año 1013 hasta el 1066.

Academia de Z a r a g o z a .

Constituido en Zaragoza un nuevo Estado y destronada la la milla de los Tatjebitas por la de los Beni Huditas en el año 1039, comenzó á reinar Yahia-Ebn-Al-Mondir, Principe ilustradísimo y amigo de las letras. Protegió á algunos judíos, y nombró con-sejero suyo al R. Yekutiel Aben-Hasán, varón muy entendido en la res pública. Enterado de ello algunos judíos, expulsados de Córdoba, decidieron pasar á las orillas del Ebro, confiando que en la antigua Césaraugusta, la fortuna les sería más propicia que en la célebre Colonia Patricia, bañada por las aguas del pla-teado Bétis.

En efecto, protegidos por el Monarca, fundaron una Acade-mia, en la que florecieron entre otros, tres grandes personajes en la historia del pueblo de Israel, á saber: Salomón Jarchi, co-nocido con el nombre de Rasi, francés de nación, representante de los estudios escriturarios y talmúdicos, lo cual prueba que esta Academia jamás abandonó los estudios principales por los acceso-rios. Pero los representantes más célebres de esta escuela fueron Joña Ben-Ganaf y Aben Gabirol.

Cl) Hntoria de loa HIUÍU! luanes en EspaAa.

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El primero es el dramático más ilustre de los judíos, autor de una obra dividida en dos partes, intitulada la primera Sepher

Hasheraschim (Libro de las raices), que es un Diccionario he breo completísimo, y la segunda lleva por título Sepher hariq

mah (El libro bordado), y trata de las partes de la oración. Esta obra fué escrita en árabe, y su manuscrito, según Rodríguez de Castro, se halla en la Biblioteca de Oxford, y traducida al he-breo, en la Biblioteca Real de París. Gran significación tiene este autor en la historia de la Filología, mereciendo ser llamado por Aben-Ezra artífice de la lengua, y por Eduardo Pocockio Princi

pe de los gramáticos. Aunque Rodríguez de Castro dice que Joná no es de esta época y de esta escuela, sino del siglo X I I y con-temporáneo de Maimónides, estimamos más cierta la opinión de Amador de los Ríos. Afirma éste que pertenece á la época que vamos narrando y que, aunque natural de Córdoba, floreció en Zaragoza, adonde se retiró después de la proscripción de Sulei-mán, según refiere el mismo Jonás en su Gramática.

Más importancia que Jonás tiene en la historia del saber hu-mano el malagueño Salomón Aben Gabirol, uno de los doctores más célebres del judaismo, genuino representante de la ciencia rabinica en la Edad Media, y la más brillante lumbrera de la Academia de Zaragoza Distinguióse como poeta, gramático y filósofo.

Se dió á conocer como poeta, siendo muy joven, con una sen-tidísima elegía á la muerte de su maestro el R. Yckutiel, intitu-lada Shiré Salomóh (Cánticos de Salomón), elegía que le conquis tó nombre inmortal entre los poetas hebreos.

Menéndez Pelayo dice de é l :—"Sus poesías líricas, ya him-nos, ya elegías, le colocan, lo mismo que á su compatriota Judah Levf , en puesto superior á todos los líricos que florecieron desde Prudencio hasta Dante; era poeta hasta en prosa, y sabía inter-pretar simbólicamente la naturaleza; la más extensa de sus com-posiciones, Keter Malcut (La Corona Real), encierra trozos de soberana y eterna belleza, porque son de noble poesía espiritua lista, independiente de las especulaciones del autor.

.Esta obra—continúa el docto Director de la Biblioteca Na-

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cional—que tiene más de ochocientos versos, participa de lo Urico y de lo didáctico, de himno y de poema, donde la ciencia del poeta y su arranque mistión se dan la mano (1). Como gra-mático escribió un libro en el cual expuso la teoría de la lengua hebrea, desarrollada en 400 versos hebraicos. Pero la gloria principal de Aben Gabirol le corresponde como filósofo. Este autor, como ha demostrado el ilustre orientalista Munlc (2), es el Avicebrón de los escolásticos, tantas veces citado por Guillermo de París, Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino, y en cuyas doctrinas bebieron algunos filósofos cristianos, según el Carde-nal González (3). La doctrina de Scoto «obre la unidad de la materia prima y sobre el alma de los brutos y del hombre, así como la de Raimundo Lulio sobre la forma substancial universal, pueden considerarse como reminiscencias y vestigios de las doc-trinas de este filósofo Aben Gabirol.

Su principal obra es la titulada Makor hayim (Fuente de las

vidas). Ha sido traducida al castellano por el que lué sabio De-cano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla D. Federico de Castro, que en el Estudio preliminar de la obra hace su elogio con estas palabras: uEn la Fuente de ¡a

vida encontrará el filósofo un punto de vista original honda-mente meditado y consecuentemente seguido; el historiador de la Filosofía, una de las tres obras más importantes de la Filosofía hebraica y una de las dos que determinan el gran movimiento de la escolástica cristiana en el siglo XII I ; el de la Filosofía española, el punto de conjunción de las enseñanzas hebraico-platónico ale-jandrinas con las platónico agustinianas de Luciano y Severo, Alvaro y Samsón; el historiador de la pedagogía una clasifica-ción completa de la ciencia de los hebreos españoles y un modelo de uno de los métodos de enseñanza; literatos y filósofos un ejem-plar precioso de dialéctica y de la lengua científica española en e1

siglo XII; todos encontrarán uno de esos libros que hacen meditar para hacernos mejores.,

i l ) D i t c a M o de recepc ión en l i A c a d e m i a de U L e n g u a , f t } Mélan%ti de Pkilvtopkie Jntf<* el Arate. Par la , l8á9. (8) Untaría de tu Filosofía, como I I .

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El Sr. Menéndez Pelayo, en el ya citado discurso, añade estas palabras hablando de la filosofía de AbenGabirol : "Su poesía no es más que una forma de su filosofía y su filosofía la más audaz que ha brotado de la Sinagoga, es un emanatismo alejandrino con reminiscencias gnósticas y loques y vislumbres de otras metafí-sicas por venir, expuesto todo ello con método y terminología aristotélicos y esforzándose el autor, con más candidez que di-choso resultado, en' concertar sus enseñanzas á toda luz panteis ticas con la personalidad divina y el dogma de la creación.„

Como se ve, este filósofo no sólo ha sido objeto de estudio en los tiempos medioevales, sino también en los modernos, pues muchos autores le han dedicado monografías. La Fons vt'íae, es-crita primeramente en árabe y vertida después al latín y al he-breo, según el Sr. Menéndez y Pelayo, es la obra más importante de la Filosofía neo-platónica de la Edad Media (1).

La Academia de Zaragoza siguió la suerte de las anteriores y desapareció poco después de la muerte de AbenGabirol.

Academia de Sevil la.

Menos importancia que la Academia de Zaragoza tuvo la esta-blecida en la antigua Hispalis por el rabino Isaac-Bar-Baruq-Aben-Abalía, natural de Córdoba. Nació en el año 1035 y siendo muy joven se trasladó á Granada, donde se instruyó en la Aca-demia fundada y dirigida por Samuel L e vi. Cuando los judíos granadinos fueron expulsados, trasladóse á Sevilla, donde fundó una Academia, merced á la protección del Amir Al Motamid, discípulo suyo. En esta Academia florecieron especialmente los estudios astronómicos. En la época en que los Judíos habían em-pezado á tener sosiego y trazaban sus planes de restauración en las márgenes del Guadalquivir y bajo el cielo esplendoroso y en cantador de la sin par reina del Andalus, vino A dar al traste con sus proyectos la política del Amir. el cual, al verse perseguido por Alfonso V I de Castilla, llamó en su auxilio A los almoravi-

0 » U i t c u r o o Inaugural de l ano • e a d í m l c o , t W W O , en la Un l v e ra idad Cent ra l .

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de». El jefe de éstos, Humado Yusul (que ya pensaba Invadir Es-parta pura fundar aquí un Imperio), pasó el Estrecho de Hércu-les, entró en Esparta en calidad de auxiliar de Al-Motamid y lu-chando juntas las tropas árabes, espartólas y africanas, derrota-ron A los ciistimnos en la batalla de Zulaca. Concluida la pelea, Yusuf puso en práctica su proyecto. Después de enviar cautivo al Africa A Ai Nlotamid, se declaró Emperador, expulsando A los judíos sevillanos, que se refugiaron unos en Lucena y otros se acogieron A los dominios cristianos.

La Academia de Sevilla, si bien duró poco tiempo, no sólo pudo honrarse con el rabí Albalia. á quien Martín de Roa, en su Principado de Córdoba. llama un hombre muy docto, muy queri-do del Rey Almechmad (Al-Motamid) por lo mucho que sabía de Astroiogia. en que se había ejercitado, como también en las Cien-

cias médicas, sino que además sirvió para formar bastantes dis cípulos, muchos de los cuales cooperaron eficazmente á la civili-zación espartóla, desarrollada en tiempos de Alfonso X , y otros florecieron en los dominios árabes, como el rabí Joseph-Aben-Megas, maestro de Maimónides. Dice éste: "Tengo hecha una colección de todas las obras que pudieron juntar así mi padre como otros varios, de mi maestro Joseph Halevi, de cuya pro funda sabiduría en la exposición del Talmud quedarán atónitos todos los que lean con reflexión sus discursos, porque casi puede decirse que no ha habido con quién compararlo.„

A c a d e m i a de Lucena .

Las persecuciones sufridas por los judíos en las grandes po-blaciones, fueron causa de que los sabios rabíes fijasen su vista en una antigua ciudad que, según refiere Faria y Sousa en sus Historias portuguesas, había sido refugio de los perseguidos hebreos desde el tiempo de los fenicios, la ciudad de Lucena (Córdoba), llamada por los historiadores árabes y hebreos la ciu-

dad dt los judíos. En ella se refugiaron todos los desterrados de los diversos lugares de la península y allí formaron una especie

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de colonia, donde florecieron las ciencias y las artes, se desarrolló en gran manera el comercio y vivieron vida pacifica por espacio de muchos aflos.

En efecto, esta colonia prosperó bastante, pues los soberanos Arabes le concedieron autonomía amplísima, toda vez que lo único reservado al poder central era la imposición de la pena de muerte.

Constituían una especie de República, gobernada por un Juez ó rabí mayor, elegido por la Aljama, el cual tenia la triple potes-tad civil, criminal y religiosa, sometiéndose gustosos A ella los Jueces menores y los mismos sacerdotes. Merced A estos privile-gios, A la feracidad del terreno y A la situación topogrAfica, asi como también A la buena y recta administración, llegó Lucena A un grado de cultura y prosperidad tal, que los judíos españoles veían en ella un remedo de su antigua Jerusalém. Su época mAs brillante fué la segunda mitad del siglo XI , bajo el mando del rabi Alfesi, notable talmudista. Alfesi, después de haber enseñado el jus hebraicum en las Sinagogas de Fez y de Córdoba, A pesar de sus setenta y dos aflos, fué nombrado Presidente de la Academia lucenense y Juez Mayor de la ciudad, cargos que desempeñó con gran respeto por parte de todos sus súbditos, por espacio de die ciocho aflos, habiendo fallecido, según Bartolocci en el aflo 4863 de la Creación del mundo, equivalente al 1103 de Jesucristo. A la edad de noventa aflos, y dejando A la posteridad un Compendio

del Talmud, dividido en tres tomos en folio mayor, que los doc-tores del pueblo de Israel recibieron con entusiasmo y pusieron de texto en sus Academias.

Por este tiempo originóse sañuda persecución contra los judíos españoles, tomando como pretexto una leyenda inventada por un faquí de Córdoba. Afirmaba que se había celebrado un pacto en-t ie Mahoma y los judíos, según el cual, si pasaban cinco centu-rias reinando el KorAn y no había venido el Mesías, debían renun ciar A su Religión y abrazar el islamismo; como pasó el tiempo convenido y no se había cumplido la condición, tenían los judíos que abrazar el Islam en cumplimiento de lo pactado.

En eran aprieto se puso <i los hebreos al obligarles A renun-

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ciar á su Talmud; entonces los judíos acaudalados de Lucena, comprendiendo que el fin de Yusuf no era otro que apoderarse de sus riquezas, le ofrecieron una buena suma; asi el Empe-rador almoravide amainó su falso celo muslímico y la afilada cimitarra de aquel Principe se embotó con el oro de la opulenta Aljama de Alusina. Brilló nuevamente el soi de la prosperidad para los judíos españoles, que continuaron por algún tiempo reunidos en sus Academias, hasta que la venida de los almohades les obligó A cerrarlas nuevamente, dispersándose muchos por dis-tintos puntos de la Penínsuln, abandonándola otros y refugián-dose algunos en los dominios cristianos, sobre todo en Toledo, donde fundaron una Academia, que desde sus comienzos fué po-derosa y brillante, como constituida por los sabios rabinos expul-sados de las Academias del Andalus.

Basta con lo dicho para formarse idea de la historia del pue-blo judío en nuestra patria harta la época en que vivió Maimóni-des; vamos ahora A indicar algo sobre el estado de la cultura hebraica, para saber cuAl era el medio social en que vivió tan gran doctor é indicar por último su biografía, lo cual, como se dijo al principio, constituye la segunda parte ó capitulo de nues-tro trabajo.

II

Aunque el Talmud es la obra mAs importante de la literatura profana entre los judíos, y su estudio es el que más interesa A nuestro objeto, conviene no olvidar que al mismo tiempo que los rabinos aplicaban todas las energías de sus poderosas inteligen-cias A interpretar la Ley escrita, con arreglo A las tradiciones orales recibidas de sus antepasados, vieron la luz pública otros trabajos no menos importantes y que no debemos omitir.

Vamos A citarlos y definirlos ya que la índole de nuestro tra-bajo no nos permite entrar en disquisiciones históricas y filológi-cas sobre los mismos; estos trabajos son los conocidos con los nombres genéricos de Masorah y Qabalá. Diremos con el P. Gua-riño «que la Masorah es cierta doctrina critica referente al texto

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sagrado, inventada y transmitida por antiguos sabios hebreos, mediante la cual fueron computados y contados los versos todos, las palabras todas y hasta sus letras y mociones todas, anotando todas sus variantes á fin de conservar incólume para siempre su genuina lectura y preservarla de toda alteración y corrupción,.

Dedúcese de esta definición que la Masorah es cosa distinta del Talmud, pues mientras éste no tiene otro objeto que exponerla Ley, aquélla es un trabajo eminentemente crítico y analítico, hasta el punto de distinguir en el texto los versículos, frases, signos y puntos, estudiando al por menor cada uno de estos extre mos. Dejando á un lado la cuestión del origen del masoretismo, pues mientras unos dicen que tuvo principio en el gran Concilio de Jerusalén celebrado en tiempo y bajo la presidencia de Esdras, unos quinientos aflos antes de Jesucristo, y otros sostienen que fué obra de los sabios de Tiberiades en los siglos VII y VI I I de nuestra Era, pasaremos á definir el otro trabajo que hemos insi-nuado y que se conoce con el nombre de Cabalá. Esta es de dos clases: especulativa y práctica; la primera es una doctrina que se propone desentraflar los misterios y sentidos recónditos en el sagrado texto, las más de las veces en virtud de tradición reci-bida de sus antepasados y la práctica, consiste en un conjunto de extravagancias que resultan de algunas combinaciones de las letras hebreas, mediante las cuales pretendían los judíos obtener algunos efectos maravillosos, como la curación de un enfermo y otros análogos. Con el nombre de Cabalá también se conoce en la historia de la Filosofía un sistema profesado por algunos hebreos, cuyo sistema según el Cardenal González, viene á ser una concep-ción esencialmente panteísta, pues el concepto bíblico y filosófico de la creación ex ttihilo y libre, es reemplazado por el concepto panteísta de la emanación fatalista de la Substancia divina.

Estos fueron todos los trabajos llevados á cabo por los judíos ilustrados en los primero» siglos del cristianismo, los cuales cons-tituyen el cuerpo de doctrina de las Sinagogas, y que, según el citado Cardenal González, ejercieron alguna influencia en la Fi-losofía escolástica, dando lugar á controversias entre los doctores católicos y los rabinos. Pueden citarse como ejemplos el PURÍO

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fidei, de Raimundo Martin; las alusiones y citas de Maimónides y de otros filósofos judíos, que con harta frecuencia encontramos en algunos autores cristianos, y finalmente las reminiscencias é ideas cabalísticas con que se tropieza en no pocos filosófos de la Edad Media y del Renacimiento.

Hemos llegado á la época más floreciente de los hebreos espa-ñoles. á los siglos X I y XI I . que son para la literatura hebreo-hispánica lo que el siglo X V I para las letras espartólas en todas sus manifestaciones. En esta época brillaron las dos lumbreras más luminosas del judaismo español, á saber, el toledano Aben Ezra y el cordobés Mosseh-Aben-Maimón, apellidado unas veces Rambam por contracción de su nombre y otras Moisés el de

Egipto, pero conocido generalmente con el nombre de Maimó-nides.

Nació Maimónides en la ciudad de los Califas, en lustro que media desde el año 1130 al 1135. Algunos autores fijan una fecha determinada, afirmando que vió la luz primera el día 30 de Marzo de 1135 (1).

Fué hijo de un distinguido talmudista, autor de un Comenta

rio sobre el Compendio de Astronomía de Alforjani. Pertenecía, por tanto, á una familia distinguida en las letras, y aprendió la Teología judaica, según unos en el hogar paterno y según otros fuera del mismo. Aunque Imanuel Aboab, diligentísimo biógrafo de Maimónides y de muchos doctores judíos, nada dijo en su Nomología de la juventud de Maimónides, otros autores, como Abrahán Ben Dior, en su libro Orden del mundo, Abrahán Za-cuth en el libro de los Linajes, y Gedeliah, sobrino suyo, en la Cadena de ¡a tradición, dicen que Maimónides, en los primeros años de su juventud, tenía tal rudeza y escasez de ingenio, que el padre, irritado al ver su poca aptitud para el estudio, lo arrojó de su casa y estuvo fuera de ella doce años. Durante este tiempo frecuentó las principales escuelas de Córdoba, tanto hebreas como arábigas. Cuando se consideró suficientemente instruido,

(ti B a r t o k x c i l lega a fijar día. hora y minuto i con e s t a » p a l a b r a » ; Naseilur Cordubae auno n,undi 4$9I vetpera Fasekae. Hit jabalí hora prima cum

tríente posl meridien -Bibhoteea .Vogna Habilita, t omo I V . p á g .

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se presentó un sábado en la Sinagoga y pronunció un discurso tan elegante, que llamó la atención de todos y fué admitido por su padre.

Casi todos los autores que de él han tratado dicen que tuvo por maestro de Filosofía al famoso Averroes; pero Munk, en su obra Noticias acerca de Joseph Ben Judd, discípulo de Maimó-nides, ha demostrado que tal afirmación, sacada de las obras de León el Africano, no es cierta, puesto que Maimónides no cono-ció las obras de Averroes hasta los últimos aflos de su vida, en el 1190.

Aprendió Jurisprudencia, Medicina, Astronomía, Teología, Filosofía y Lenguas, siendo de notar que la multiplicidad de estos conocimientos no destruía en él su profundidad en todos ellos; su cultura no era una erudición enciclopédica, sino una ilustración sólida en todas aquellas ciencias, como veremos después al tratar y estudiar sus obras.

Cuando empezó á distinguirse entre sus conciudadanos y á ser uno de los mejores rabies de Medina Andalus, un suceso polí-tico vino á turbar la paz de que gozaban los antiguos habitado-res de la tierra de Canaán. Habiéndose apoderado de Córdoba el Emperador de los almohades, Abdelmunen, ordenó, en el aflo 1148, bajo las más severas penas, que, tanto los partidarios de la Ley antigua (judíos) como los defensores de la Ley nueva (cris tianos) abrazasen las leyes del Alcorán ó se expatriaran. Maimó-nides, siguiendo lo que se llama hoy política de conveniencia, la cual no deja de ser una traición más ó menos velada á las pro-pías convicciones, prefirió lo primero, y aunque de corazón con-tinuaba siendo judío, exteriormente se portaba como un fiel mu-sulmán. Asi vivió unos dieciséis aflos, durante los cuales realizó varios trabajos sobre la Teología del judaismo y continuó su gran obra sobre la Mischnah, comenzada á los veintitrés aflos de edad. Maimónides, á medida que pasaba el tiempo, se iba afianzando más en sus ideas judaicas, y habiendo llegado á los cuarenta aflos de edad, resolvió abandonar á Esparta. Pasó al Africa y se estableció en Fez, donde vivió unos cinco aflos. Estuvo cinco meses en San Juan de Acre; hizo una peregrinación A Jcrusa-

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lén y pasado algún tiempo, fijó su residencia en el viejo Cairo. Para ganar el sustento comerciaba en piedras preciosas y daba públicas lecciones de varias ciencias

Fué tan grande el éxito de su enseñanza que hubo de llamar la atención de Alfahdel, Ministro de Saladino, y merced á la in-fluencia de aquél fué nombrado protomédico de la corte del Sul-tán, lo cual le dió gran reputación entre los egipcios. Si bien le denunció un teólogo musulmán procedente de Esparta, por haber vuelto al judaismo después de haber abrazado la ley de Mahoma, el ministro le libró de la pena de muerte, señalada en estos casos por las leyes, diciendo que Maimónides habla practicado el isla-mismo únicamente por la violencia contra él ejercida.

Continuó en su elevado cargo y trabajando—como él mismo dice—"hasta horas muy avanzadas de la noche, en la curación de enfermos, cuyo exceso de trabajo, unido á 3a falta de reposo y á su edad madura, pues ya debía pasar de sesenta artos, le produjo larga enfermedad, que destruyó la constitución física del sabio judío, ocasionándole la muerte en el mismo Cairo el ano 1204.

Lo agitado de su vida no le impidió dedicarse á las letras y escribir varias obras, como veremos en el siguiente párrafo.

III

Muchas y de varias clases fueron las obras que escribió Mai mónides, las cuales no sólo llamaron la atención en la Edad Me-dia viviendo el autor, sino en los siglos posteriores, como se de-muestra por los autores que de ellas se han ocupado y por las ediciones que se han hecho en diferentes idiomas.

Indicaremos los títulos de las mismas, las fechas de sus im-presiones, los lugares donde se han editado y los asuntos de que tratan.

Dado el número de las obras, el haberse escrito en diferentes épocas de su vida y bajo impresiones distintas, asi como el ha-berse conocido en diversos tiempos, no es fácil establecer ordena-da clasificación de las mismas, pues lo que unos consideran como

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tratados completos, otros aseguran que son parte de una misma obra.

Su sobrino Gedeliah, en la obra Cadena de la tradición, dice, usando de una hipérbole, que "si él quisiera referir todos los es critos de Maimónides, no le alcanzaría el tiempo en toda la vidaB. Esto demuestra que el número de obras de este escritor es gran-de, y se puede afirmar, como hacen antiguos y modernos críticos, que algunas de ellas se han perdido.

Entre todas, las principales son tres, pues el rabino Gedeliah, en su obra citada, dice: uLos libros más apreciables que se han podido conservar de él en hebreo son: el nptn *n ó Mano fuerte,

el m in nara (Mischneh Thorah), el o^piaa m í o y los crwna (el Moreh Neboqim y los Pirusim)\ esta última—añade—son unos comentarios á la Mischnah que empezó á escribir á la edad de veintitrés años y terminó en Egipto.„

La última de estas tres obras viene á ser un compendio de la primera que se conoce con dos nombres, á saber: Mano fuerte y Comentarios d la Mischnah. Hacemos esta aclaración porque al-gunos autores las consideran como dos obras distintas, siendo una sola con dos nombres, como puede verse en la Biblioteca de Rodríguez de Castro ( l ) .

Mischneh Thorah y Moreh Nehoqin han sido las más estu-diadas por todos los sabios, y como son las principales, vamos A detenernos algo en ellas.

La primera está dividida en 14 libros y cada libro en trata dos, cuyos títulos son los siguientes:

Libro primero.—Comienza por un largo prefacio, donde están explicados los preceptos afirmativos y negativos del Talmud, y después el títu'.o del libro primero, que es Libro de la ciencia.

Contiene cinco tratados, llamados por el autor nwSn» palabra hebrea que viene á significar lo mismo que tratado, cuyos titu los son:

Primero, "Fundamento de la ley , : segundo, "Cánones de la Etica,; tercero, «Declaración de la lcy„; cuarto, "Ministerio de la Segregación,; quinto, "De la penitencia,.

( I ) T o m o 1. p á « - 40.

J

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El libro II se titula Libro del amor. Tiene siete tratados. Primero, "Lección del oído,, y en él se explica el modo de leer

las Sagradas Escrituras.; segundo, "Oración y bendición de los sacerdotes., tratado ascético litúrgico; tercero, "Fajas y lámi-nas., se refiere á las fajas que usaban los sacerdotes en los tem. píos y á las láminas ó dípticos que debían colocarse á la puerta de los mismos; cuarto, "Las bendiciones, tratado también litúrgi co; quinto, "Libro de la ley.; sexto, "Extremidad., tratado de indumentaria, en que habla de las orlas de los vestidos; sépti-mo, "Circuncisión..

El libro III se titula Libro de los tiempos. Tiene siete tratados: Primero, "Sábados.; segundo, "Mezclas., y en él se habla de

las que se hacen los dias purificados; tercero, "Pan con levadura y sin ella.; cuarto, "De la trompeta,,, se trata de la fiesta de los Ta-bernáculos; quinto, "Volumen y Catecismo., se ocupa de la lec-tura del Libro de Ester; sexto, "Siclos., se trata de lo que debían pagar los judíos anualmente; séptimo, "Santidad de la renova ción., tratado litúrgico en que se expone el modo de celebrar el día primero de la luna nueva.

El libro IV se titula Libro de las mujeres. Tiene cinco tra-tados:

Primero, "Mujeres., y en él se habla de sus privilegios; según -do, "Repudios.; tercero, "Repudio y dimisión., expónese el dere cho que, según la legislación judia, tenían las viudas á casarse con el hermano de su difunto marido si no habia dejado hijos, ó podían repudiarle; cuarto, "Doncella corrompida., en él se habla del estupro y de toda cópula ilícita; quinto, "Tratado sobre la que declina., en él se expone la sospecha de adulterio.

El libro V se titula Libro de la santidad, y tiene tres tratados: Primero, "Del ayuntamiento prohibido y del incesto.; segun-

do, "De los manjares vedados.; tercero, "El zumo,, tratado litúr-gico sobre el modo de hacer los sacrificios de los líquidos.

El libro V I se titula Libro de ¡a separación, y tiene tres tra-tados:

Primero, "Juramentos,; segundo, "Tratado de los apartados,, en éste se habla de los cristianos; tercero, "Estimaciones y co-

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rrupciones,, trata de la estimación de cosas y personas y de la devoción en los templos.

El libro VII se titula Libro de las semillas, y tiene siete tra-tados:

Primero, "Semillas heterogéneas,; segundo,"Dones de los po-bres,; tercero. ttPrimicias„; cuarto. "Diezmos primeros,; quinto, "Diezmos segundos,; sexto, "Primicias y dones del sacerdocio,; séptimo, "Año sabático y Jubileo,.

El libro VI I I se titula Libro del ministerio sagrado, y tiene nueve tratados:

Primero, "Casa escogida ó santuario,,; segundo, "Délos vasos del Templo,; tercero, "De la entrada en el Tcmplon; cuarto, "De lo que debia ofrecerse en el Templo,; quinto, "De la oblación de los sacrificios,; sexto, "De los sacrificios obligatorios y volunta-rios,; séptimo, "De los defectos ó vicios de los oferentes,; octa-vo, "Ministerio sagrado en el dia de las purificaciones; noveno, "Transgresión de los que hacen mal uso de las cosas sagradas,.

El libro IX se titula Sacrificios, y tiene seis tratados: Primero, "Sacrificio de la Pascua,; segundo, "Délos tres mo-

dos de ponerse en la presencia de Dios,; tercero, "Délos primo génitos,; cuarto, "Del pecado per ignorancia,; quinto, "De los que necesitan purificarse,; sexto, "Conmutación de sacrificios ,

El libro X se titula De las expiaciones, y tiene ocho tratados: Primero, "De la contaminación de los cadáveres,; segundo,

"De la vaca roja, ; tercero, "De la contaminación de la lepra,; cuarto, "De it's qui cubilia et sediliapollunt, (1); quinto, "De los principios generales de las contaminaciones,: sexto, "De la conta-minación de las comidas,; séptimo, "De la contaminación de los vasos; octavo, "Baños ó lavatorios,.

El libro X I se titula Libro de los daños, y tiene cinco tratados: Primero, "Daños de las potencias del alma,; segundo. "Hur

tos,; tercero, "Rapiña y pérdida,; cuarto, "Herida y daño que se hace á cualquier hombre,; quinto, "Homicidio,.

El libro XII se titula Libro de las adquisiciones, y tiene cin-

co tratados:

( I ) P o o í m o » «1 l í t a l o « • U l l n . p o r q « t »U « r «dacc lOn r c M l t * J « « h o n c « u y M C U .

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Primero, "Contrato de compraventa,; segundo, "Adquisición y

donación,; tercero, "Vecinos,; cuarto, "Nuncios y jueces,; quin

to, "Siervos,.

El libro XIII se titula Libro de ¡os juicios, y tiene cinco tra-

tados: Primero, "Conducciones,. Esto es, contrato llamado locatio.

conductio (arrendamiento); segundo, "Usura y depósito.; tercero, "El acreedor y el deudor.; cuarto, Juez y reo; quinto, "He-rencias.

El libro X IV , y último, se titula Libro de los Jueces, y tiene cuatro tratados:

Primero, "Senado supremo.; segundo, "Testigos,; tercero, Rebeldes,; cuarto, "Reyes y guerras entre los mismos,.

Hemos expuesto cada uno de los títulos de los libros y trata-dos, porque la circunstancia de formar cada uno un tratado com-pleto del asunto sobre que versa, asi como también por haber sido traducida esta obra al latín por partes; es decir, que unos autores han traducido un sólo tratado, y otros, otros tratados, han hecho que sean considerados por algunos como obras ente-ramente distintas, siendo partes do una misma obra; además, en gracia á la claridad, hemos indicado los asuntos expuestos en al-gunos tratados, cuyos títulos pudieran chocar á nuestros oídos.

Aunque ya se dijo que el Comentario á ¡a Mischnah y la Mano

fuerte son una misma obra, conviene tener presente que fueron escritas por Maimónides en diversa época. La primera parte la escribió en Córdoba y la segunda en El Cairo. Esta circunstan-cia, asi como la de haber escrito la primera parte en árabe y la segunda en hebreo, ha sido la causa de que muchos la conside-ren como dos obras distintas. Esta segunda parte. Mano fuerte,

fué la única obra que escribió Maimónides en hebreo, y la inti tuló np^n v -

Como la lengua santa se había olvidado por los judíos, los cuales ya cultivaban la árabe, según refiere el rabino espaftol Sa-lomón-Ben Joseph, traductor del Libro de los preieptos, de Mai-mónides, los judíos de Babilonia rogaron al insigne maestro que trasladase al árabe la Mano fuerte, y respondió que no sólo no

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la traducía, sino que si tuviera tiempo pondría en hebreo todos sus escritos, puesto que 61 consideraba la lengua de Moisés y de Salomón, superior á la del Corán. Este deseo del gran filólogo lo llevaron á la práctica algunos de sus discípulos, especialmente el granadino Ibón Tibón.

Las ediciones que se han hecho de toda la obra son las siguien-tes: Una en Soncino, lugar de la Galia Cisalpina, año 1490. Cons-tantinopla, 1509. Viena, 1524 (dos volúmenes en folio), y por úl-timo en Amsterdam, 1702 (cuatro volúmenes en folio).

Además se han hecho varias ediciones de algunos tratados de la misma obra, á saber:

De cultu divino.—París, 1678. De Syncdriis ct Poenis Hebreorum.—Amsterdam, 1695.

Constituí ione de anuo Jubileo.— Ley den, 1702 y 1708. De educatione puerorum et de ratione poenitentiae apud he-

breos.—Oxford, 1705.—Esta traducción latina fué hecha por Cla-vering y lleva al principio una biografía de Maimónides.

Tractatus de Vacca Rufa, traducido al latín por Andrés Cris-tophoro Zellero.—Amsterdam, 1711.

Constitutiones de consecratione novilunii cum interpretatíone

latina, Ludovicii Compiégne de Veill.—Sin fecha ni lugar.

Teoremata de principas juris divini, traducida al latín por Vortsio, impreso en Amsterdam, año 1680.

Tratado del temor divino, extracto del libro llamado Resit

hohama, traducido del hebreo á nuestro vulgar idioma por Da-vid, hijo de Isaac Coen de Lara.—Amsterdam, 1393

Y otras ediciones hechas por autores de diferentes escuelas. Procede decir algo acerca de la obra que más fama ha dado

á Maimónides: la intitulada o"«pn33 n r o ¡ palabras hebreas que, si han sido traducidas de diferente manera, todos están conformes en lo substancial del concepto. Los traductores latinos la llama-ron Dux perplexorum ó Director dubitatium, palabras que han sido traducidas al castellano Guia de los que dudan ó Guía de los

extraviados. Varias son 'as ediciones que se conocen de esta obra. Una traducción hebrea de la edición Princeps, que no tie ne lugar ni fecha y que se reimprimió en Venccia en el año 1551,

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en folio, y en Berlín en 1791, en 4.°; la edición hecha en Berlín lleva además un comentario de Salomón Maimón.

Fr. Agustín Justiniani, de la Orden de Predicadores y Obis-po de Nebio, hizo una traducción latina en París, 1520, en folio. Buxtorf hizo otra en Basilea, arto 1629, en 4." Por los aflos de 1830 á 38 se hizo una traducción alemana por Soheyer, en Franbfort, y por último, el célebre hebraizante Munk publicó en París, 1856 y siguientes, el texto árabe con una versión france sa. En la Biblioteca Nacional existen dos códices de esta céle-bre obra, los cuales hemos consultado para la composición de este trabajo. Uno procedente de la Catedral de Toledo, escrito con caracteres rabinicos españoles; consta de 228 páginas y al final tiene una nota latina, donde se dice que fué escrito en el si-glo XIII. También se aftade en esta nota que el título Director

perplexorum seu con/usorum está tomado del Libro del Exodo, capitulo X IV , versículo 3. Según Bartolocci, el origen del título está tomado del siguiente hecho: al llegar los israelitas al mar Rojo, perseguidos por Faraón, vacilaron, no sabiendo qué par-tido tomar. Faraón, al ver su turbación, los llamó neboqim, es decir, perplejos, y así como Moisés los condujo á través del mar Rojo siendo Moreh neboqim, esto es, conductor perplexorum, del mismo modo Maimónides con sus obras fué el Moreh neboqim, es decir, el conductor de los que le siguieron durante la Edad Me-dia y la Moderna.

El otro códice es una traducción castellana del Moreh neboqim

hecha por Pedro de Toledo, el cual dice en el preámbulo que hizo esta traslación del Moreh por mandato del Comendador de San-tiago D. Gómez Suárez de Figueroa.

En esta versión las palabras hebreas ap i a j nira se traducen por las castellanas Mostrador y en se fiador de los turbados. Este códice es del siglo X V , pues al final se dice: "Acabóse viernes ocho dias del mes de Febrero aflo del nacimiento de nuestro Se-ftor Jesucristo de mil quatrocientos y treinta y dos aflos en la muy noble y muy leal cibdad de Sevilla.,

Terminado este estudio bibliográfico de las dos obras princi* pales de Maimónides, procede indicar las otras, indicando las que

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se han traducido al latín y las ediciones que se han hecho de al-gunas de ellas.

Aphorismi ex Galeno, Hippocrate aliisque mediéis. Se han hecho cuatro ediciones. Bolonia, 1498, en 4.°; Lvón, 1491; Ve necia, 1500, en 8.°, y Basilea, 1570.-— Tractatus de regitnme sa

nitatis. Ausburgo, 1519, y Venecia, 1519. Esta obra la dedicó Maimónides al Príncipe Malek Abdel, hijo de Saladino.— Voca-

bular ñon Logicae Basilea, 1527; Venecia, 1550, y Cremona. 1556.—Aphorismi ex Galeno collecti. Basilea, 1579, en 8."— Regulas niorum. Amsterdan, 1640. Esta traducción está hecha y anotada por Gentius.— De Idololatría, libro traducido al latín y anotado por Dionisio Vossio. Amsterdan, 1642, en 4." (1).— Líber preceptorum. Amsterdan, 1660, en 4.°—De Jejutus hebrae-

rum. Leipzig, 1662, en 4.°—De Juribus pauperis el peregrini

apud judaeos. Oxford, 1679, con notas.— Depoenitentia. Helms-íadt, 1651. y Oxford, 1705, en 4.°

Estas son las obras de las cuales se han hecho traducciones. Además los autores que hemos consultado hablan de otras obras del gran polígrafo, las cuales son:

Explicación de las voces usadas por los filósofos, Tratado de

las causas de las enfermedades y su curación, Tratado del asma,

Tratado de la unidad de Dios, Discurso d uno de sus amigos,

Respuestas del destierro, Cántico al mar y su exposición (poe-sía), El ayuno ilícito, Las causas matrimoniales y Los trece ar-

tículos de la fe.

Esta última, que puede considerarse como una especie de fo-lleto escrito por Maimónides. según Abarbanel, con motivo de la exposición del capitulo XI del Talmud intitulado "Sanhedrln., la publicó Eduardo Pokokio en su obra Porta Mosis y en ella se ocupa de Maimónides, poniendo además los prefacios escritos por él mismo al frente de las diversas partes de la Mischnah en árabe y latín.

Escribió además mucha* cartas sobre diversos asuntos, siendo conocidas una dirigida á los sacerdotes de África, otra sobre la dieta, otra dirigida á los sabios de Marsella sobre Astronomía,

O ) B a l a o b r a figura « n el Ind ice de l i b ro » p r oh ib i do » .

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y por último su célebre carta sobre la apostasía, titulada Igge•

reí ha xemad, de la cual nos ocuparemos cuando estudiemos á Maimónides como teólogo.

Terminaremos esta parte bibliográfica enumerando otros libros que, según Garcia Blanco, existen en la Biblioteca de El Escorial, y son los siguientes:

Obra completa de Medicina, escrita en árabe; el compendio de las obras de Avicena, bajo el epígrafe Reglas mds breves de

Medicina, IJOS aforismos de Maimónides, Los venenos, Las tria-

cas y Las flores de Galeno.

De la enumeración que acabamos de hacer, y dada la impor-tancia, la Índole de los titulos de las obras, se pueden clasificar las mismas en tres clases: obras teológicas, escritos filosóficos y tratados de Medicina.

Pasamos á estudiar á Maimónides bajo los dos primeros aspec-tos; esto es, como teólogo y como filosofo, no sin hacer notar que el insigne hijo de Córdoba conoció también algunos principios sobre los cuales se apoya la moderna Sociologia.

I V

El rabino Inmanuel Aboad, biógrafo de Maimónides, hablan-do de las ramas de la ciencia que cultivó nuestro polígrafo, dice: "Sobre todo aplicó su intelecto á la Teología, en que escribió soberanamente..

Las producciones teológicas de Maimónides son las siguientes: Guía de los extraviados, el Comentario de la Mischnah ó

Mano fuerte, La carta sobre la aposlasía y el opúsculo intitulado Los trece artículos de la fe.

La base de las especulaciones teológicas de Maimónides es esencialmente racionalista. Tanto en la Teología dogmática como en la Teología moral y en la exegética, aplica de una manera primaria la Filosofía á la Teología, dejando la revelación como prueba secundaria, y á veces prescinde de ella Este criterio lo vemos aplicado en su Comentario d la Mischnah, donde expuso

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con claridad y orden toda la teología del Talmud, explicándola con arreglo A la filosofía de Aristóteles. Esto fué motivo para que algunas Sinagogas condenasen al fuego los libros citados, dando lugar A reñidas controversias.

En su carta sobre la apostasía expuso los preceptos del Tal-mud, respecto A la obligación de morir antes de cometer los tres grandes pecados, que con severísimas penas castiga la moral tal múdica: la idolatría, el adulterio y el homicidio.

M limónides, herido tal vez por los remordimientos de su con ciencia A causa de haber incurrido en uno de aquellos pecados negando la fe judaica, al abrazar el mahometismo, intentó demos-trar, como dice el Sr. FernAndez y González (1), que "la falta de cumplimiento de tal ó cual precepto, no quita al judío su carActer de tal judío, y por tanto, el que cediendo á la violencia deja de ser mArtir, no por eso abandona la fe judaica,.

En estas palabras expone Maimónides sus convicciones teoló-gicas, que no respondían ni al concepto de buen israelista, ni A la doctrina de la sana Teologia sobre este punto determinado, pues sabido es que los buenos israelitas sufrieron toda clase de perse-cuciones y aun la misma muerte antes de abandonar ni aun simu-ladamente la fe de sus antepasados. Ensena la Teología que si bien en algunos casos puede el hombre ocultar su fe, nunca es licito negarla ni simularla. Cuando hay necesidad de dar la vida en defensa de la idea religiosa profesada, debe darse aquélla antes que hacer traición á sus creencias, y Maimónides demostró que sus convicciones teológicas no eran tan firmes como exigían las tra-diciones del pueblo israelita, pues la Historia nos dice que lo ca-racterístico del pueblo judio ha sido siempre el respeto y aun fanatismo por su ley, y así dice Delitzsch: "El pueblo judío con toda su historia y toda su literatura es como el papirus viviente é indestructible, inalterable, en que está escrito como por el dedo de Dios el texto de la Thordh... Todos los libros proféticos, his-tóricos, diAlecticos y poéticos tienen su fundamento y sus raíces en la Ley de Moisés, (2).

(I) InttUucionti jmrl Jiras Jrl f>utHo Jt Uratl. •3) Di* Gínetis, s egunda , ed ic ión , ptg +

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Más acertada y más conforme- con los principios de la Teolo-gía moral es la doctrina expuesta por Maimónides en la citada carta sobre la apostasia. En ella se hace notar que no puede com-pararse la culpa del que delinque por la propia voluntad, con la del que peca movido por el miedo, pues aunque el miedo, gene-ralmente hablando, no destruya la voluntariedad del acto, no obstante, puede darse el caso de atenuar la falta cometida cuando sea grave é injustamente acometido.

Entramos ahora en la exposición de la doctrina de Maimóni-des sobre la Teología moral, en la que se encuentran princi-pios que en buena ortodoxia no pueden admitirse, como censurar severamente la vida ascética y contemplativa, por creer que es irracional destruir nuestras inclinaciones naturales, las cuales debe el hombre seguir siempre en justa medida y sin llevarlas á ningún extremo. Aunque esto último sea verdad, es decir, que el hombre debe seguir sus inclinaciones naturales en justa medida, sin embargo, no es cierta la afirmación categórica de que obra en contra de su razón el hombre que no se deje llevar de los ape-titos y estímulos de la carne. Es más racional el modo de obrar del que somete á la razón todos sus apetitos inferiores, que t-1 del que se deja llevar de los mismos con más ó menos vehemencia, porque el primero tendrá como directora de sus acciones la razón, toda vez que ésta domina completamente á todos sus actos sin que en ellos tomen parte alguna otros elementos, mientras que el segundo, por el hecho de intervenir más ó menos el elemento sensual, ya no es sola la razón la que obra, sino la razón modifi-cada por otras energías. Por tanto, no obra irracionalmente el que, sometiendo sus apetitos naturales, hace vida contemplativa.

Respecto al origen del mal, la más sana y ortodoxa Teología nada tiene que reprocharle. Lo explica diciendo que Dios de nin-guna manera es autor del mal que los teólogos llaman mal de

culpa, sino que el hombre traspasa muchas veces las leyes de la naturaleza y de la razón, y esta es la fuente más abundante de los males que padecemos en este mundo.

Rechaza el dogma de la Trinidad, como dice Renán (1), "por

(I) Averroes et l'averroltme, essmi hiHortqme.

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r

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temor de admitir algo que se parezca á las hipóstasis cristianas, 110 se atreve á atribuir A Dios la existencia y la unidad, temiendo que estos atributos sean considerados como distintos de la Subs-tancia divina,. Esto en cuanto á la Trinidad en sí considerada. Respecto A los atributos divinos, Maimónides viene á profesar la doctrina de los Motaaales árabes, quienes negaban los atributos positivos en Dios, temerosos de perjudicar á la unidad absoluta de la Esencia divina. Por esta ra^ón, Maimónides, como hace no-tar el Cardenal González (1), "á fuerza de querer separar á Dios de las cosas finitas, y á fuerza de querer salvar en Dios la perfec-ta simplicidad, puede decirse que destruye y niega la realidad de su ser, puesto que le niega todo género de atributos positivos, convirtiendo, por consiguiente, la Divinidad ó Ser Supremo, en una especie de unidad abstracta, muy semejante, si ya no idénti ca, al uttum de los neoplatónicos de Alejandría.

Respecto al dogma de la Providencia, admite Maimónides algunas doctrinas poco conformes con la Teología católica. Si no la niega en absoluto, como hacen los deístas, afirma que sólo se extiende á la humanidad en general, y esto según los grados de virtud y prudencia que tengan los diferentes hombres pero que de ningún modo se ocupa de los individuos, á los cuales los deja por completo sometidos «1 las leyes de la naturaleza "La Provi-dencia—dice—mira sólo á los géneros y á las especies, y se ocupa de la libertad y de la razón.. Esta doctrina, en cuanto al primer punto, está desde luego en conti adicción con la verdad católica, que nos enseña que la Providencia divina no está restringida por cosa alguna, y que se extiende ad omnes el sin tan las criaturas

etiam mínima, puesto que la Providencia se extiende hasta donde se extienda la causalidad divina, y como ésta comprende A todos los seres, por pequeños que sean, necesariamente debe abrazar á á todas las criaturas; y por lo que hace relación á las ¡deas expuestas en las últimas palabras, parece algo confusa y contra-dictoria, pues después de afirmar que el hombre está sometido enteramente á las leyes de la naturaleza, lo cual le priva en cierto modo de la libertad, y empieza á declinar hacia el fatalismo, sos-

( I ) Hi »/or « » dr la Pilotóla, tomo I I . pa * . * * .

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tiene también que la Providencia se ocupa (esto es, respeta) de la libertad y de la razón. Más adelante notaremos que Maimónides admite el libre albedrío, y á la razón le atribuye tanto poder que no sin fundamento ha sido llamado un gran librepensador y un racionalista de la Edad Media.

Este racionalismo se ve de una manera más clara en sus doc-trinas respecto á la Teología exegética ó hermenéutica sagrada. Uno de los puntos donde Maimónides mostró más originalidad, apartándose de las doctrinas de todos los rabinos que le prece dieron, es en la interpretación de la Sagrada Escritura, la cual pretende explicar aplicando todos los conocimientos naturales que había podido adquirir y sometiéndolo todo al dictamen de la razón subjetiva é individual.

Este criterio lo aplica á los relatos más maravillosos de la Biblia, á todas las doctrinas de la misma, incluso á las que se refieren al Mesías que ha de venir; y, por último, mediante el mismo principio, explica hasta las ceremonias prescritas por la ley. Hace de las profecías un minucioso análisis y cuando no puede explicarlas racionalmente, las llama milagros, dictado que da á los hechos que la ciencia no puede explicar ó demostrar.

Repite una y otra vez que en la Ley de Dios no hay nada abso-lutamente que no podamos conocer por la razón y la reflexión, porque todo tiene su causa física, ó moral, ó histórica, ó metafí-sica; causalidades todas que están dentro de nuestra potenciali-dad intelectual. Cuando encuentra un pasaje bíblico que no en-tiende, adopta sin escrúpulo un sentido alegórico, y para justifi-car este procedimiento, sienta el principio dominante en todas sus obras teológicas y filosóficas, según el cual, el fin de la reli-gión está en enseñarnos á obrar y pensar conforme á la razón, pues en esto consiste el atributo distintivo de la naturaleza hu-mana.

Por tanto, se puede decir que Maimónides fué el primero que aplicó solamente la razón á la interpretación de la Biblia, pres-cindiendo de la Revelación. Conviene tener presente que, por su carácter de Maestro de la Sinagoga judía y queriendo aparecer como judío ortodoxo, esto es, sometido á las doctrinas de sus ante-

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pasados, no aplicó su doctrina de una manera tan clara como lo hicieron después sus discípulos, que llevaron las premisas por el maestro profesadas hasta las últimas consecuencias, y, por últi rao, le dió carta de naturaleza, en forma de método científico, el filósofo y hermano suyo en religión Benedicto Spinoza en la obra titulada Tratado teológico político, estableciendo el sistema lia-mado hoy exégesis racional.

Para terminar el estudio de Maimónides como teólogo, cita-remos los 13 principios fundamentales sobre que descansa toda la Teología dogmática del Talmud, los cuales se encuentran en el opúsculo escrito por él mismo y que lleva por título Los trece

artículos de la fe. Son los siguientes:

"1.° Que existe un Dios, creador de todas las cosas, pri mer principio de todos los seres, que puede existir sin el con-curso de otras partes del universo, pero que sin Él nada puede subsistir.

„2.° Que Dios es uno é indivisible, que Él sólo es la verdadera unidad y que ninguna otra cosa es verdadera unidad.

„3.° Que Dios es incorpóreo y que nada físico se le puede atribuir.

„4.° Que Dios no tiene principio ni fin y que todo lo que existe, excepto Él ha comenzado con el tiempo.

„5.° Que á Él sólo pertenece el culto, el amor el respeto y la alabanza, porque sólo Él es creador; que no se debe sacrificar, ofrecer plegarias ó dar culto á otro ser, ya sea ángel, ya astro ó alguna criatura celeste ó terrestre.

.ó.® Que habló y puede hablar á los Profetas, inspirándoles. „7.° Que Moisés ha sido el más grande de los Profetas y que

el espíritu de profecía con que Dios le honró fué muy superior al espíritu con que fueron honrados los demás Profetas.

,8.° Que la ley dada por Moisés viene enteramente de Dios. .9 ° Que esta ley es inmutable y que jamás alguno puede afta-

dir ó quitar nada. „10. Que Dios conoce toda? las acciones y pensamientos de

los hombres. „11. Que Dios recompensa á cada uno según su mérito, pre-

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miando «1 los buenos y castigando A los malos, sea en esta vida,

sea en la otra. „ i 2. Que el Mesías debe venir para librar y reunir A los judíos

dispersos por los cuatro puntos del mundo, y que aunque tarde en venir, es preciso esperarlo todos los días sin perder la espe ranza y sin dudar de su venida; y

„13. Que todos los muertos resucitarán al fin de los tiempos, oero en una época solamente conocida de Dios.,

En estos artículos 0 principios están contenidas las doctrinas del insigne cordobés, no sólo las que pertenectn á la Teología, sino algunos puntos de Filosofía, por lo cual, dejando estos últi-mos para analizarlos después, ahora, para terminar nuestro estu-dio de Maimónides como teólogo, diremos que la mayor parte de estos artículos no vacilaría en suscribirlos el teólogo católico más ortodoxo, pues si exceptuamos el duodécimo, en que se ma-nifiesta digno israelita esperando el Mesías, y otros de sabor judaico, así como algunas afirmaciones muy discutibles en buena Filosofía, la totalidad de ellos están en completa conformidad con los dogmas de la Iglesia católica.

Siendo uno de los caracteres distintivos de la filosofía de Mai-mónides, respecto á la Teología, el explicar esta ciencia por aquélla, poco hemos de decir de él como filósofo. Sus doctrinas filosóficas tienen estrecho enlace con las teológicas que acabamos de estudiar, pero como sus opiniones filosóficas, aunque menos originales que las teológicas, ejercieron gran influencia en la historia de la Filosofía, procede también considerarle desde este punto de vista.

Maimónides, como dice el Cardenal González (1), "discute y resuelve la mayor parte de los problemas filosóficos desde un punto de vista puramente científico y con cierto sabor raciona-lista,.

En efecto, según su doctrina, "la perfección del hombre con-siste en cultivar y elevar su naturaleza por la ciencia. La cien-cia es el verdadero culto que se debe á Dios; por la ciencia la visión beatífica puede comenzar aquí cu la tierra, pero la ciencia

<l) Hlitoria uf la Filosofía.

J

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no es accesible á todos. Dios ha suplido este inconveniente por el profetismo en cuanto á la manera; la revelación profética no difiere de la infusión del intelecto activo ó de la revelación per-manente de la razón,. Con las anteriores palabras expone Renán en Averroes et l'averroisme la doctrina filosófica de Maimónides. "La ciencia no sólo ennoblece al hombre que la cultiva,,, lo cual enseña toda sana Filosofía, sino que, según el docto rabino, es lo único que le ennoblece y en cuyo cultivo consiste toda la perfec-ción del mismo. Ahora bien; como la ciencia para Maimónides no es otra cosa que la razón puesta en ejercicio activo, de aquí que su doctrina viene á caer en la teoría racionalista, y por esto añade que el hombre que cultiva la ciencia llega á gozar en la tierra de la visión beatifica. De manera que para Maimónides no es perfecto el hombre lleno de virtudes teológicas si no posee en sumo grado las intelectuales ó al menos la más importante y fre-cuente de las mismas , ya que no la más sublime, la ciencia.

La principal significación de Maimónides en la historia de la Filosofía está en haber dado origen al movimiento filosófico des-arrollado entre los judíos de los siglos posteriores pues, como dice el citado Cardenal González, "Maimónides puede ser apelli-dado con justicia el iniciador y representante del movimiento científico que se observa entre los judíos durante los tres siglos siguientes y hasta en ¿pocas muy posteriores, porque la verdad es—coiitinúa el P. Zeferino—que en las teorías filosóficas de Baruch Spinoza, Isaac Cardoso, Mendelsohn y otros escritores judíos más recientes, se descubren vestigios é inspiraciones del Dux dubitatium de Maimónides,. Por otra parte, añade el pre. claro hijo de Santo Domingo, "los elogios tributados por Maimó-nides á su antiguo maestro contribuyeron eficazmente á que los escritos de Averroes y de otros filósofos árabes adquirieran autoridad y séquito entre los judíos, que se dedicaron á traducir en hebreo y en latín sus escritos,.

No cabe, por tanto, dudar que Maimónides contribuyó pode-rosamente á la difusión de las doctrinas averroistas, las cuales tenían su fundamento en la filosofía de Aristóteles, pues no sin razón se llama al filósofo árabe el Comentador por antonoma-

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sia de las obras del filósofo de Estajera; por esto las doctrinas profesadas por Averroes, difundidas después por Maimónides, no se llaman doctrinas aristotélicas solamente, sino doctrinas aristotélico averroisticas, y éstas, además de los Arabes y judíos, se cultivaron en algunas Universidades italianas, principalmente en la de Padua.

La teoría de Maimónides sobre el "intelecto, tiene muchos puntos de contacto con la doctrina que en Psicología se llama vitalismo de Averroes, y que consiste en lo siguiente: en el hom-bre existe una doble alma: una intelectiva y otra sensitiva; la primera viene A ser una substancia intelectual, subsistente por sí y separada de todo cuerpo, la cual informa A toda la especie hu-mana, no con una información propiamente substancial é inter-na, sino con una información accidental y externa, ó sea, con-curriendo con su presencia, asistencia y comunicación con todos los hombres pasados, presentes y futuros, sin formar parte esen-cial y constitutiva de los mismos, e-ta alma la llama humano in-teligente. La segunda, llamada por el famoso peripatético alma humano-sensitiva, es propia de cada individuo, que es l oque generalmente se llama alma humana; esto es, una forma substan-cial del hombre, y aunque es más perlcctn que la de los brutos, no pertenece, sin embargo, A la esfera de las formas ó substan-cias espirituales subsistentes é intelectuales, sino mAs bien al orden sensible, ó lo que es lo mismo, A la esfera de los seres sen-sibles; esta alma humano sensitiva y singular es el principio de todos los fenómenos vitales que se ejercen en el hombre, fuera de los intelectuales, los cuales tienen como principio el alma univer sal ó humano-inteligente.

Maimónides, al admitir esta teoria, que envuelve en su seno la negación de la inmortalidad del alma, no tuvo mAs remedio que afirmar que cuando el hombre muere perece también con el cuerpo el alma humano-sensitiva y se corta toda comunicación consciente y personal con la humano-inteligente ó universal. Intentó armonizar estas ideas con su creencia en la inmortalidad, y al establecer, como uno de los principios fundamentales de la Teología, la resurrección de los muertos, tuvo necesariamente

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que admitir la inmortalidad del alma, porque este es el funda-mento del dogma de la resurrección. F i jo en esta idea individua lizó la inteligencia más que Averroes, y para fijar la condición de la inmortalidad, atribuyó á la misma una substancialidad dis-tinta de la atribuida por Averroes, pero hay que reconocer que sus objeciones atacan á la inmortalidad.

Aunque Maimónides sigui 3 en muchos puntos las doctrinas de Averroes, más ó menos modificadas como acabamos de ver, sin embargo en otros su filosofía es diferente de la del comenta-dor del Estagirita y de la de los árabes en general, como sucede con las doctrinas sobre el origen del mundo. Efectivamente, la Cosmología de Maimónides es distinta de la de Averroes. Mientras éste sostiene que la materia es eterna y que Dios no creó el mundo de la nada, pues lo que hizo fué sacar de su poten-cialidad las formas substanciales edacere ex potentia materiae,

Maimónides defiende Ta doctrina bíblica, ó sea la Creación ex nihtlo con respeto á la forma y á la materia, rechazando no sólo ia solución de Aristóteles acerca de la eternidad del mundo, sino la solución dualista de Platón, las hipótesis de Leucipo y Epicuro sobre el concurso fortuito de los átomos, y en general todo lo que envuelva algo de panteísmo. NTo obstante, aunque Maimónides se declara enemigo de las teorías panteistas, no de-fiende enérgicamente la doctrina bíblica, y si bien no admite la eternidad del mundo, como Aristóteles, tampoco la considera como una gran herejía.

Basta con lo expuesto para dar una idea de la significación de Maimónides en la historia de la Filosofía, significación que, si bien no presenta los caracteres de originalidad como la del autor de la Fons vitarum, es de gran importancia por la influen-cia que ha ejercido en el desarrollo de la Historia de la ciencia.

Hemos afirmado al principio, que Maimónides podía conside rarse también como sociólogo, afirmación que vamos á explicar exponiendo algunos principios déla moderna Sociología, los cua-les encontramos en las obras del docto cordobés. Si la Sociología, como tal ciencia, ha tenido comienzo en nuestra época y aún no está suficientemente desarrollada, no puede negarse q i e algunos

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principios, mediante los cuales pretende explicar la naturaleza de la sociedad y las leyes que rigen su organismo, los encontra-mos en las obras de los antiguos escritores. Entre éstos se en-cuentra Maimónides, el cual, en su obra D'p*a: m ío , parte segun-da, cap. XL I (1), dice estas palabras, que aunque no literales, expresan fielmente el concepto del autor:

"El hombre es ciudadano por naturaleza, y por esto busca y ama la sociedad; por si sólo nada puede, reuniéndose con otros lo puede todo, y aunque los animales también buscan la sociedad, sin embargo, no hacen la misma sociedad que los hombres. Pero por la gran variedad de la especie humana, hay gran diferencia entre los individuos, de tal manera, que no se encuentran dos hombres que concuerden en las formas externas. Pues bien; dada esta variedad de individuos dentro de la especie humana y el te-ner cada uno sus inclinaciones, que no puede satisfacer aislada-mente, tiene que haber conjunción entre ellos, y como esta con-junción no sería perfecta sin un rector ó gobernador, se impone un jefe que mantenga la equidad entre las acciones de los mis mos, que supla los defectos, corrija los excesos y exija á todos que sus obras sean conforme á la regla; por lo demás, muchas veces la palabra justicia y justo no significan más que equilibrio..

De estas palabras se deduce que Maimónides sienta como prin-cipio fundamental de la naturaleza humana que el hombre es "ciudadano,, es decir, que tiende á formar una sociedad perfec-ta. La Sociología estudia las diversas fases porque ha pasado la sociedad humana, y una de estas fases es la ciudad, es decir, la reunión de familias, y así como la familia es la reunión de indi-viduos que tienen por fundamento el vinculo genético, la ciudad, como sociedad más perfecta, tiene por fundamento la identidad de productos psíquicos de los individuos asociados. Por tanto, en la afirmación de Maimónides de que el hombre es ciudadano por naturaleza, podemos encontrar uno de los fundamentos que han servido de punto de partida á los sociólogos para estudiar la agrupación social denominada Ciudad.

( I ) Traducción c a r e l i a n a de P e d r o de To l edo , manuscr i to ex i s t en t e en la B iMio teca Nac iona l , y c i tado an te r i o rmente .

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Otro de los caracteres principales que tiene la moderna So-ciología consiste en comprender dentro de su campo de acción el estudio de las sociedades animales, siendo innegable que algu-nos seres irracionales forman sociedades más ó menos perfectas que merecen la atención del sociólogo, no porque los animales sean antepasados del hombre, como pretende la teoría darvinis-ta, y en cuyo sentido parece que lo toma la moderna Sociología positivista, fundada en algunos principios de la escuela de Tu binga, sino porque del estudio de estas sociedades puede el soció-logo sacar consecuencias para explicar la sociabilidad de la es-pecie humana. Pues bien, Maimónides, después de sentar como tesis que el hombre es sociable por naturaleza, añade que "los animales buscan igualmente la sociedad ó compañía,, y que "tal sociedad es distinta de la humana,.

Otras de las afirmaciones de Maimónides es que "el hombre solo nada puede, y que asociándose todo lo puede,. En esto no muestra originalidad alguna, por ser una afirmación antiquísima y lo que pudiéramos llamar un principio sociológico, que bien en-tendido puede llevar al mayor bienestar posible á todas las cla-ses sociales, si se reúnen para la defensa colectiva de sus respec-tivos intereses, sin pretender imponerse con la fuerza del número para destruir derechos ajenos, pues una cosa es la justa defensa de los intereses sociales de una clase determinada y otra cosa es la injusta agresión de los peculiares de otra clase dada. Pero de-jando á un lado las disquisiciones filosóficas que pudieran ha-cerse sobre tste principio, que analizado detenidamente arrojaría algunas falencias, notaremos sólo que esta afirmación, base del socialismo moderno, se halla consignada en las obras del insigne cordobés.

Después expone Maimónides las diferencias que existen entre los individuos de la especie humana, y que son causa de intere-ses diversos que alguna vez pueden estar en oposición unos de otros, resultando la lucha; por esto es necesaria la autoridad, para que la sociedad sea perfecta y pueda subsistir. Dada la va riedad de intereses que puede haber, es necesario que haya un principio que regule y mantenga el equilibrio entre todos, y por

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esto termina Maimónides diciendo que "muchas veces las pala, brns ley justa, justo y justicia no significan otra cosa que el equi-librio. ( I ) .

Por último, en las doctrinas del filósofo cordobés sobre la As trología, si bien hay muchas inexactitudes y errores por lo que respecta á la influencia de los astros en los individuos y en las sociedades, como ocurre en muchas de las conclusiones de esta antigua ciencia, á quien Keplcr llamó "hija loca de una madre cuerda., se pueden vislumbrar las dcctrinas je la moderna So-ciología acerca del influjo del medio ambiente ó natural sobre los individuos y sociedades, influjo que se manifiesta de una manera más ostensible por la radiación solar, ya que ésta, actuando sobre los componentes de la atmósfera, determina la mayor ó menor vegetación, dando lugar á las feraces campiñas; ora á las exu-berantes praderas; ora, en fin, á las arenosas y estériles llanuras del desierto, haciendo que, merced á la abundancia de medios de vida (alimento) en regiones determinadas, hayan existido y exis-tan sociedades humanas, y debido á la escasez ó nulidad de los mismos en otras regiones, no haya sido posible el establecí mie:ito y desarrollo de dichas sociedades. Esta doctrina de la influencia del medio natural en la marcha cíe las sociedades, ex plicada con bastante extensión en la moderna Sociología, pudiera ser reminiscencia y vestigio de las doctrinas de la antigua As-trología, y en particular de la de Maimónides, sobre la influen-cia de los astros en los individuos y sociedades Aunque recono-cemos que esta conclusión no es en rigor tan lógica como pudiera exigir el dialéctico menos sutil, sin embargo, puede admitirse como una conclusión probable en el terreno de las hipótesis, en cuyo sentido la hemos considerado.

',D lude lex Juila n<mlrum l*lm justum sepe ídem valere quod rqualts />. oporliou mimin. Traducc ión latina del n T I O -

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V

Procede tratar en este parágrafo de la significación de Mai-mónides en diversas ramas del Arbol de la ciencia, pues, como dijimos al principio de este discurso, cultivó todos los couoci mientos humanos de la Edad Media, viniendo A ser entre los judíos lo que Alberto Magno entre los cristianos Con razón el Sr. Me néndez Pelayo lo coloca en el número de los polígrafos españo les. En efecto; Maimónides se distinguió como médico, juriscon sulto, astrónomo, físico y filólogo ó gramAtico.

Considerado como médico, Maimónides ocupa lugar distin-guido en los anales de la historia de la Medicina, no sólo por las obras que escribió, sino por haber pasado su vida dedicado casi enteramente A esta profesión. No es de extrañar que, dada su calidad de protomédico de la Corte de S?ladino. acudiesen á Egipto multitud de individuos para buscar la salud en los conse-jos y prescripciones del sabio comentador y colector de los afo-rismos de Galeno, Hipócrates y otras notabilidades médicas de la antigüedad.

El mismo Maimónides refiere sus ocupaciones como médico en una carta que escribió al traductor de sus obras al hebreo, al granadino Ibón Tibón. Dice que no tiene tiempo para dedicarse á los estudios científicos y literarios, porque, después de pasar en El Cairo toda la mañana, cuando vuelve A su casa se la en-cuentra llena de "musulmanes é israelitas, de personajes distin-guidos y de gentes vulgares, de jueces y colectores de impuestos, de amigos y enemigos que esperan con impaciencia el momento de mi llegada. Y después de tomar algún descanso—continúa el mismo—comienzo A prestar mis servicios, A darles los reme-dios... Y sucede con frecuencia que estoy ocupado hasta las altas horas de la noche oyendo, hablando, dando consejos, ordenando medicamentos, y alguna vez acontece que me duermo por el ex-ceso de fatiga ó que mi cansancio es tan grande que pierdo el uso de la palabra,. Por tanto, aunque Maimónides goza de justo

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renombre como teólogo y filósofo, no es menor su significación como módico; es más, si prescindiéramos por un momento de sus escritos talmúdicos y filosóficos y atendiéramos á juzgarlo sólo por lo que hizo durante su vida, habría necesidad de darle la primacía á su significación en la historia de la Medicina.

Como jurisconsulto también se distinguió Maimónides al or denar, explicar y comentar el Talmud, cuyo Código, como ya dijimos, constituye el corpus juris tanto civil como eclesiástico de los judíos después de su dispersión por el mundo.

Nuestro polígrafo, al poner en orden y comentar el Talmud en su obra nipón t\ vino, como dice Frank, uá poner orden y luz en ese inmenso caos que se llama el Talmud, consignando princi-pios y reglas en sustitución de sofismas que aún lo obscurecían, y sobre todo abreviando el tiempo que se dedicaba á este estéril estudio,. Es evidente que ejerció influencia en la Jurisprudencia en general, pues si uel pueblo judio — como dice el Sr. Ure-ña (1)—nunca se ha fundido con pueblo alguno y siempre ha sido y todavía es un elemento extraño á la vida nacional,, sin embar-go, el derecho judaico, consignado en los principios del Talmud, ha ejercido al fin algún influjo, lo mismo en el Derecho cristiano que en el árabe, infiltrando algunos de sus principios en las le-gislaciones de estos pueblos. Como ejemplo podemos citar lo es-tablecido por Alfonso X, el Sabio, en su famoso Código délas Par-

tidas (2) respecto á los hijos llamados mantseres, cuyo concepto coincide con el del Deuteronomio, capitulo XXI I I , versículo 2, en el cual se dice que hijo tnamaer es el de scorlo natas, traduc-ción que da la Vulgata á la palabra hebrea -acá- que significa espúreo, aunque este concepto lo han extendido á todo hijo "na cido de dañado y punible ayuntamiento,.

Ahora bien; si el elemento semita, representado por el Talmud y sostenido por las Sinagogas ó convenías judeorum como las lla-ma el Forum fudicum, infiltró algunos de sus principios en las legislaciones de la Edad Media, Maimónides, que es el principal representante de los citados principios, ocupa lugar distinguid!-

(1 Minoría critica de la literatura Jurídica tf L e y I , « l u l o X V . pa r t i d * 4 •

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simo en la Historia general del Derecho. Por esto, cuando se considera lo hecho por Maimónides en el Derecho Talmúdico y los trabajos llevados á cabo por los copiladores del Derecho ca-nónico, no han vacilado algunos autores en compararlo con Graciano y con San Raimundo de Peñafort.

También cultivó Maimónides la ciencia de los astros. Esta ciencia es sabido, constituía uno de los elementos más importan-tes del saber antiguo, hasta el punto de que no se daba el nombre de sabio, sino á los escritores que cultivaban la Astrología.

Nuestro polígrafo no dejó de dedicar su poderosa inteligencia á esta clase de estudios, como lo prueba su Epístola á los sabios

de Marsella, en la cual expuso las doctrinas de los antiguos so-bre la Astrología y resolvió algunas dudas de los rabinos del Me-diodía de Francia que le habían hecho algunas consultas. Ade-más escribió una obra dedicada á exponer sus opiniones sobre el particular. De dicha obra da noticias el historiador hebreo In-manuel Aboat que en su Nomología dice: "En Astronomía, se ve que Maimónides no tuvo igual, por lo que escribió el tratado Kidus ha-Iboda, y en la Epístola d los sabios de Marsella. n

Maimónides, considerado como cultivador de la Física, no hizo otra cosa que exponer la doctrina de Aristóteles según la había aprendido de los filósofos árabes, admitiendo como hipóte sis poética la existencia de cinco grandes esferas ; la de la luna, la del sol, la de los cinco planetas superiores al sol, la de las es trellas fijas y la de las inteligencias puras separadas de los cuer-pos. Cada una de estas esferas rodea á la otra y todas graviian sobre la tierra. Como se ve, nuestro ilustre judío sólo estudió la parte de la Física que tiene relación con la Astronomía y con la Filosofía.

A todos estos estudios, unía Maimónides profundo conocí miento de las lenguas hebrea, arábiga y griega, las cuales apren dió durante su juventud en la Academia de Córdoba, donde, como en otro lugar dijimos, se cultivaron con interés los estudios filoló-gicos. Maimónides, con el fin de beber en las mismas fuentes del saber helénico, se dedicó con empeho y llegó á poseer con bas-tante perfección la antigua lengua de Homero.

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Damos fin A nuestro trabajo acerca del mAs grande de los doctores de la Sinagoga, y para concluir, vamos A indicar la in-fluencia qu** ejercieron sus escritos y las controversias A que die-ron lugar, exponiendo, por último, nuestro juicio acerca del hombre mAs sabio, que después de Moisés, han tenido los judíos.

V I

Dos tendencias opuestas se observan en las obras de Maimó nides, según puede notarse estudiando sus obras principales: el rrprn v y el a-p^aa m ío .

En la primera, aparece Maimónides como fiel representante de la tradición que quiere conservar, y sólo procura dar método A las doctrinas del Talmud, ocupándose mAs en exponer las leyes de la sana lógica, dirigidas A la investigación de la verdad, que en tocar el fondo de las cosas. Muestra pues, en esta obra su completa conformidad con las antiguas tradiciones, y aun revela cierta rigidez de opiniones.

En el segundo de aquellos libros, comprendiendo que la esfe-ra en que se movía la civilización hebraica era muy limitada por las preocupaciones de los cabalistas, determinó exponer ideas nuevas y abrir nuevos horizontes, para que el saber hebraico desempeñara papel importante en la marcha de la civilización, y por esto vemos que se distingue en dicha obra por lo atrevido de sus concepciones.

Esta fué la causa de que. poco después de la muerte del gran rabino cordobés, cuando su obra D'piaj m í o se extendió por las Sinagogas, produjera verdadera revolución filosófica. Si muchos judíos, viendo explicados sus dogmas por una nueva Filosofía que tenía su base en las doctrinas de Aristóteles y Averroes, rechazaron todas las obras y lanzaron todo género de anatemas contra el docto cordobés, en cambio A otros les agradó aquel ensayo de conciliación entre las antiguas doctrinas judías y los nuevos conocimientos científicos. Esto dió lugar al maimonismo

y al antimaimoHismo, fundAndose escuelas por una y otra parte,

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excomulgándose los unos á los otros, y llegando á condenar algunas Sinagogas, como las de Barcelona. Montpeiler y Toledo, todas las obras de Maimónides, á las llamas. La lucha entre unos y otros continuó viva por espacio de muchos artos, contribuyendo desde luego á vulgarizar las doctrinas de Maimónides, y á que éstas fueran estudiadas por muchos sabios cristianos, entre ellos Alberto Magno y Guillermo de París, insignes escritores esco lásticos, cuyos discípulos tradujeron al latín algunas de las obras del filósofo judío. Contribuyó mucho A que duraran estas controversias, la propagación de la herejía de los albigenses por la especie de consorcio entre sus doctrinas medio racionalistas y los principios de Maimónides. Nótase que en todos aquellos luga-res en que estaba extendida y arraigada la secta albigense, el maimonismo tuvo más prosélitos, como sucedió en el Alto Ara-gón y en el Mediodía de Francia, una de cuyas principales Sina-gogas, la de Narbona, se distinguió por su profundo maimonis-mo. Como medio de cortar las discusiones, se prohibió el estudio de la Filosofía antes de los veinticinco años, pero la lucha conti-nuó, y las tendencias maimonistas vinieron á imponerse, merced á la aceptación de las mismas por varios rabinos de las principa-les Sinagogas. Todo esto vino á asegurar definitivamente el triun-fo del pcripatetismo, é hizo del pueblo judio el principal repre-sentante del racionalismo en la Edad Media.

V I I

Terminado este ensayo biográfico critico de Maimónides, hemos visto primeramente trazada á grandes rasgos ia historia del pueblo judío desde la dispersión del mismo; hemos dado una idea del contenido del Talmud y bosquejado la historia de las principales Academias hebreas establecidas en Esparta para venir á parar á la época en que vivió Maimónides; hemos estu-diado á éste como teólogo, filósofo y sociólogo, indicando ade-más las diversas ciencias que cultivó y su poderosa influencia en la marcha del saber humana.

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Sólo nos resta exponer nuestra humilde opinión acerca del autor objeto de nuestra investigación, opinión que ya hemos ma-nifestado al estudiar los tres puntos de vista que nos propusimos dilucidar en el estudio del sabio rabino. Como término de nues-tro trabajo, diremos que Maimónides, considerado como teólogo judaico, fué el gran Pontiñce que sintetizó la ciencia del Talmud, el primero que pretendió rasgar el velo del misterio en que están envueltos los dogmas teológicos y el precursor de los modernos racionalistas, que sólo ven en la Sagrada Escritura un conjunto de libros más ó menos excelentes, según la cultura é ilustración del autor humano cuyo nombre llevan.

Considerado como filósofo, si no presenta el carácter de origi-nalidad que otros sabios, está dotado del vigor intelectual nece sario para exponer sus doctrinas con claridad, aunque no tenga valor suficiente para a'.acar de frente la doctrina que cree erró nea. En su Guia de los extraviados que, según el Sr. Menéndez Pelayo, puede considerarse como la Summa teológica y filosófica del judaismo, se ven sus tendencias racionalistas y su afán de reconciliar la Biblia con las enseñanzas de Aristóteles, dando la preferencia á las doctrinas de este filósofo siempre que tiene que inclinarse á uno de los extremos.

Maimónides aparece, además, en todas sus obras como un verdadero pedagogo que sacrifica su bienestar propio en aras del cumplimiento del deber de enseñar á sus semejantes. Él. no obstante su agitada vida y las diferentes ocupaciones á que esta-ba dedicado, escribía muchas obras para que todos pudiesen aprender, respondía á todas las preguntas y consultas que ora sobre Medicina, ora sobre Teologia, ora sobre Filosofía y otras ciencias le hacían varios rabinos y diversas Sinagogas, y reunía en el hogar doméstico, como otro Sócrates, á algunos amigos y discípulo?, con los cuales conversaba sobre las cuestiones perte-necientes á la Ley.

Maimónides, como hombre de talento dialéctico y positivo, exponía todas las cuestiones con el criterio peculiar que exigían la diversidad de asuntos que eran objeto de sus elucubraciones, y aunque figura en el catálogo de los cabalistas, uunca se ocupó

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de exponer las cuestiones, mezclándolas con combinaciones lan-tasmagóricas, sino que, como dice Fr Agustín Justiniani en el prólogo de la traducción que hizo del D^pia: mío : Fuit homo can-

didas, minimeque supertitiosus, plus certe veritati, addictus

quam ntaenniis importuniis neotericorum judeorum .. perscipiet

porro illum quae sunt religionis, religiose; quae philosophica,

philosophice, quae sunt Talmúdica talmudice; ac demum quae

sunt divina, divine tractare.

Finalmente, el escritor que, según Escalígero, fué el primero de los hebreos que dejó de delirar (primus qui inter hebreos

nugari desit), el que ha sido estudiado por autores de tanta nota como Olao Celsio en el siglo XVI I I , Peter Beer, Boisi, Geiger, Carmoly, Leinaus, Bukofser, Stein, Frank y Munk en la pasada centuria, bien merecía un estudio más completo que este modesto ensayo.

Obligado por las disposiciones vigentes á presentar un trabajo doctrinal propio para recibir la alta investidura de doctor en la Facultad de Filosofía y Letras, y deseoso de contribuir en algo al conocimiento de la literatura judia y árabe en España, elegí romo tema á un hijo de Córdoba, á un rabino ilustre, cuyo nom-bre, después de tantos siglos, estudian y comentan todavia en sus Sinagogas todos los israelitas esparcidos por el mundo, para excitar el celo de los escritores españoles, y especialmente de los nacidos en la ciudad de Córdoba, patria de tantos escritores ilus-tres en las artes y en las ciencias, para que den á conocer de manera más adecuada el nombre de Maimónides y su alta signi-ficación en la historia del saber humano.

He dicho.

COPABA-A M . D . O -

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