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Está en: OEI - Programas - Iberoamérica: Unidad Cultural en la Diversidad - Culturas/Tecnicidades/Comunicación Jesús Martín-Barbero Advertencia sobre este texto Este es un documento de trabajo que busca trazar un mapa de aproximación a algunas de las transformaciones que atraviesa la “sociedad del conocimiento” desde una perspectiva latinoamericana. Esta organizado en tres partes que no se sitúan en un único y mismo plano sino en forma trasnversal unas a otras: la primera recoge la reflexión que se plantea en el ámbito académico, la segunda tematiza las agendas de varias instituciones de integración latinoamericana (Convenio André Bello, OEI, SELA) y la tercera proyecta una mirada desde el ámbito de la intervención social de la Universidad en nuestros países. I. La nueva centralidad de la cultura en la sociedad “Lo que está cambiando no es el tipo de actividades en las que participa la humanidad sino su capacidad tecnológica de utilizar como fuerza productiva lo que distingue a nuestra especie como como rareza biológica, su capacidad de procesar símbolos”. Manuel Castells 1. La mediación tecnológica del conocimiento en la producción social El lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando la mediación tecnológica de la comunicación deja de ser meramente instrumental para espesarse, densificarse y convertirse en estructural: la tecnología remite hoy no a unos aparatos sino a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras. Radicalizando la experiencia de des-anclaje producida por la modernidad, la tecnología deslocaliza los saberes modificando tanto el estatuto cognitivo como institucional de las condiciones del saber y las figuras de la razón (Gh. Chartron, A. Reneaud) lo que está conduciendo a un fuerte emborronamiento de las fronteras entre razón e imaginación, saber e información, naturaleza y artificio, arte y ciencia, saber experto y experiencia profana. Lo que la trama comunicativa de la revolución tecnológica introduce en nuestras sociedades no es tanto una cantidad inusitada de nuevas máquinas sino un nuevo modo de relación entre los procesos simbólicos –que constituyen lo cultural– y las formas de producción y distribución de los bienes y servicios. El nuevo modo de producir, inextricablemente asociado a un nuevo modo de comunicar, convierte al conocimiento en una fuerza productiva directa. La “sociedad de la información” no es entonces sólo aquella en la que la materia prima más costosa es el conocimiento sino también aquella en la que el desarrollo económico, social y político, se hallan estrechamente ligados a la innovación, que es el nuevo nombre de la creatividad y la creación humanas. Todo lo cual nos aboca a la investigación de tres procesos claves: Culturas/Tecnicidades/Comunicación http://www.oei.es/cultura2/barbero.htm 1 de 19 12/06/2015 14:29

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textos de referencia cultural latinoamericana

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  • Est en:OEI - Programas - Iberoamrica: Unidad Cultural en la Diversidad -

    Culturas/Tecnicidades/Comunicacin

    Jess Martn-Barbero

    Advertencia sobre este texto

    Este es un documento de trabajo que busca trazar un mapa de aproximacin a algunas de lastransformaciones que atraviesa la sociedad del conocimiento desde una perspectiva latinoamericana. Estaorganizado en tres partes que no se sitan en un nico y mismo plano sino en forma trasnversal unas aotras: la primera recoge la reflexin que se plantea en el mbito acadmico, la segunda tematiza lasagendas de varias instituciones de integracin latinoamericana (Convenio Andr Bello, OEI, SELA) y latercera proyecta una mirada desde el mbito de la intervencin social de la Universidad en nuestros pases.

    I. La nueva centralidad de la cultura en la sociedad

    Lo que est cambiando no es el tipo de actividades en las que participa lahumanidad sino su capacidad tecnolgica de utilizar como fuerza productiva loque distingue a nuestra especie como como rareza biolgica, su capacidad deprocesar smbolos. Manuel Castells

    1. La mediacin tecnolgica del conocimiento en la produccin social

    El lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando la mediacin tecnolgica de lacomunicacin deja de ser meramente instrumental para espesarse, densificarse yconvertirse en estructural: la tecnologa remite hoy no a unos aparatos sino a nuevosmodos de percepcin y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras. Radicalizandola experiencia de des-anclaje producida por la modernidad, la tecnologa deslocaliza lossaberes modificando tanto el estatuto cognitivo como institucional de las condiciones delsaber y las figuras de la razn (Gh. Chartron, A. Reneaud) lo que est conduciendo a unfuerte emborronamiento de las fronteras entre razn e imaginacin, saber e informacin,naturaleza y artificio, arte y ciencia, saber experto y experiencia profana. Lo que la tramacomunicativa de la revolucin tecnolgica introduce en nuestras sociedades no es tantouna cantidad inusitada de nuevas mquinas sino un nuevo modo de relacin entre losprocesos simblicos que constituyen lo cultural y las formas de produccin ydistribucin de los bienes y servicios. El nuevo modo de producir, inextricablementeasociado a un nuevo modo de comunicar, convierte al conocimiento en una fuerzaproductiva directa. La sociedad de la informacin no es entonces slo aquella en la quela materia prima ms costosa es el conocimiento sino tambin aquella en la que eldesarrollo econmico, social y poltico, se hallan estrechamente ligados a la innovacin,que es el nuevo nombre de la creatividad y la creacin humanas. Todo lo cual nos abocaa la investigacin de tres procesos claves:

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  • a. Aparicin de un entorno educacional difuso y descentrado. Un entorno de informacinque recubre y entremezcla saberes mltiples y formas diversas de aprender, ydescentrado por relacin al sistema educativo que an nos rige, y que tiene muy claroscentros en la escuela y el libro. Desde los monasterios medievales hasta las escuelas dehoy el saber ha conservado ese doble carcter de ser a la vez centralizado ypersonificado en figuras sociales determinadas. De ah que una transformacin en losmodos de circulacin del saber es una de las ms profundas transformaciones quepuede sufrir una sociedad. Es disperso y fragmentado como el saber puede circular porfuera de los lugares sagrados que antes lo detentaban y de las figuras sociales que loadministraban. La escuela ha dejado de ser el nico lugar de legitimacin del saber,pues hay una multiplicidad de saberes que circulan por otros canales, difusos ydescentralizados. Esta diversificacin y difusin del saber, por fuera de la escuela, esuno de los retos ms fuertes que el mundo de la comunicacin le plantea al sistemaeducativo. Saberes-mosaico, como los ha llamado A. Moles, por estar hechos de trozos,de fragmentos, que sin embargo no impiden a los jvenes tener con frecuencia unconocimiento ms actualizado en fsica o en geografa que su propio maestro. Lo queest acarreando en la escuela no una apertura a esos nuevos saberes sino una puesta ala defensiva y la construccin de idea negativa y moralista de todo lo que desde elecosistema comunicativo de los medios y las tecnologas de comunicacin e informacinla cuestiona en profundidad.

    b. Nuevas figuras de razn que interpelan a la tecnologa inteligente. Con el computadorestamos no ante una mquina con el que se producen objetos sino ante un nuevo tipode tecnicidad que posibilita el procesamiento de informaciones y cuya materia prima sonabstracciones y smbolos. Lo que inaugura una nueva aleacin de cerebro e informacinque sustituye a la tradicional relacin del cuerpo con la mquina. De otro lado, las redesinformticas al transformar nuestra relacin con el espacio y el lugar movilizan figuras deun saber que escapa a la razn dualista con la que estamos habituados a pensar latcnica, pues se trata de movimientos que son a la vez de integracin y de exclusin, dedesterritorializacin y relocalizacin, nicho en el que interactan y se entremezclanlgicas y temporalidades tan diversas como las que entrelazan en el hipertexto a lassonoridades del relato oral con las intertextualidades de la escritura y lasintermedialidades del audiovisual. Una de las ms claras seales de la hondura delcambio en las relaciones entre cultura, tecnologa y comunicacin, se halla en lareintegracin cultural de la dimensin separada y minusvalorada por la racionalidaddominante en Occidente desde la invencin de la escritura y el discurso lgico, esto es ladel mundo de los sonidos y las imgenes relegado al mbito de las emociones y lasexpresiones. Al trabajar interactivamente con sonidos, imgenes y textos escritos, elhipertexto hibrida la densidad simblica con la abstraccin numrica haciendoreencontrarse las dos, hasta ahora opuestas, partes del cerebro. De ah que demediador universal del saber, el nmero est pasando a ser mediacin tcnica del haceresttico, lo que a su vez revela el paso de la primaca sensorio-motriz a la sensoriosimblica.

    c. Cambios en los mapas profesionales y laborales que se avecinan. Aunque nuestrasuniversidades no parecen darse por enteradas est en marcha una transformacin enprofundidad del mapa moderno de las profesiones, un mapa ms ligado cada da a laconfiguracin de nuevos oficios que vienen exigidos por las nuevas formas de producir ygestionar, y por las nuevas destrezas mentales que la revolucin tecnolgica introduceen la alfabetizacin al mundo laboral de hoy ya. Pero hay otro plano en que el cambio decartografa se halla an mas lejos de nuestras universidades: el nuevo estatuto deltrabajador en la sociedad que, si por un lado presenta la cara socialmente ms dolorosa

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  • de la globalizacin la mal llamada flexibilizacin laboral, en verdad la disolucin de lafigura moderna del trabajador de tiempo completo para toda la vida de otro ladorompe con la tambin muy moderna figura hegemnica de la especializacinreinventado la figura de trabajador multifactico, esto es dotado de destrezas variasprovenientes de diversos capos de saber que le permitan adaptarse a la movilidad quehoy trans-forma y desfigura velozmente el mapa de las funciones requeridas por losmodelos de produccin, de gestin y comunicacin.

    2. La explosin de las identidades

    Ligado a sus dimensiones tecno-econmicas, la globalizacin pone en marcha unproceso de interconexin a nivel mundial, que conecta todo lo que instrumentalmentevale empresas, instituciones, individuos al mismo tiempo que desconecta todo lo que,para esa razn, no vale. Este proceso de inclusin/exclusin a escala planetaria estproduciendo no slo reacciones y atrincheramientos sino una disyuncin profunda ycreciente entre la lgica de lo global y las dinmicas de lo local. La manifestacin msvisible y honda de esa disyuncin es la presencia en la experiencia cotidiana de la gentede un sentimiento compartido de impotencia, es decir de que su trabajo, su entorno y supropia vida, escapan aceleradamente a su control. Las tres grandes instituciones de lamodernidad el trabajo, la poltica y la escuela que constituan la fuente del sentidocolectivo de la vida han entrado en una honda crisis. El significado de la vida se divorciaentonces de lo que el individuo o la comunidad hace para ligarse a lo que se es: hombreo mujer, negro o blanco, cristiano o musulmn, indgena o mestizo. La sociedad-red noes un puro fenmeno de conexiones tecnolgicas sino la disyuncin sistmica de loglobal y lo local mediante la fractura de sus marcos temporales de experiencia y depoder: frente a la elite que habita el espacio atemporal de las redes y los flujos globales,las mayoras en nuestros pases habitan aun el espacio/tiempo local de sus culturas, yfrente a lgica del poder global se refugian en la lgica del poder que produce laidentidad. Estamos as ante una de las mutaciones que nos coloca no tanto en unapoca de cambios sino en un verdadero cambio de poca que nos exige plantearnos einvestigar las siguientes cuestiones:

    a. Cambios de fondo en la percepcin y el sentido de las identidades. Desde elHabermas que constata el descentramiento que sufren las sociedades complejas por laausencia de una instancia central de regulacin y autoexpresin en las que "hasta lasidentidades colectivas estn sometidas a la oscilacin en el flujo de las interpretacionesajustndose ms a la imagen de una red frgil que a la de un centro estable deautorreflexin, hasta el Stuart Hall que asume la fragilizacin de aquello quesuponamos fijo y la desestabilizacin de lo que creamos uno: Un tipo nuevo de cambioestructural est fragmentando los paisajes culturales de clase, gnero, etnia, raza ynacionalidad, que en el pasado nos haban proporcionado slidas localizaciones comoindivduos sociales. Transformaciones que estan tambin cambiando nuestrasidentidades personales. Ese cambio apunta especialmente a la multiplicacin dereferentes desde los que el sujeto se identifica como tal, pues el descentramiento no loes slo de la sociedad sino de los individuos, que ahora viven una integracin parcial yprecaria de las mltiples dimensiones que los conforman. El individuo ya no es loindivisible, y cualquier unidad que se postule tiene mucho de unidad imaginada.

    b. El carcter especialmente complejo y ambiguo del revival identitario, ya que en lhabla no slo la revancha de identidades negadas o no reconocidas sino que ah seabren camino otras voces alzadas contra viejas exclusiones, y si en el inicio de muchosmovimientos identitarios el autorreconocimiento es reaccin de aislamiento, tambin loes su funcionamiento como espacios de memoria y solidaridad, y como lugares de

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  • refugio en los que los individuos encuentran una tradicin moral (R. Bellah). Losnacionalismos, las xenofobias o los fundamentalismos religiosos no se agotan en locultural, pues todos ellos remiten, en perodos ms o menos largos de su historia, aexclusiones sociales y polticas, a desigualdades e injusticias acumuladas,sedimentadas. Pero lo que galvaniza hoy a las identidades como motor de lucha esinseparable de la demanda de reconocimiento y de sentido. Y ni el uno ni el otro sonformulables en meros trminos econmicos o polticos, pues ambos se hallan referidosal ncleo mismo de la cultura, en cuanto mundo del pertenecer a y del compartir. Raznpor la cual la identidad se constituye hoy en la negacin ms destructiva, pero tambinms activa y capaz de introducir contradicciones en la hegemona de la razninstrumental.

    c. Globalizacin: las identidades y los flujos. Acelerando las operaciones de desarraigo laglobalizacin tiende a inscribir las identidades en las lgicas de los flujos: dispositivo detraduccin de todas las diferencias culturales a la lengua franca del mundotecnofinaciero y volatilizacin de las identidades para que floten libremente en el vacomoral y la indiferencia cultural. La complementariedad de movimientos en que se basaesa traidora traduccin no puede ser ms expresiva: mientras el movimiento de lasimgenes y las mercancas va del centro a la periferia, el de los millones de emigrantesobjeto de exclusin va de la periferia al centro. Con la consiguiente reidentificacinfrecuentemente fundamentalista de las culturas de origen que se produce en losenclaves tnicos que parchean las grandes ciudades de los pases del norte.

    d. La cercania poltica de los fundamentalismos. La globalizacin exaspera y alucina alas identidades bsicas, a las identidades que echan sus races en los tiempos largos. Loque hemos visto en Sarajevo y Kosovo, es eso: una alucinacin de las identidades queluchan por ser reconocidas pero cuyo reconocimiento slo es completo cuando expulsande su territorio a todos los otros encerrndose sobre s mismas. Pero la exasperacin delas identidades no ocurre slo al otro lado del globo, la reencontramos tambin en laintolerancia con la que en Argentina o Chile son hoy excluidos, por los propios sectoresobreros, los migrantes provenientes de Bolivia o Paraguay (A.Grimson). Como si alcaerse las fronteras, que durante siglos demarcaron los diversos mundos, las distintasideologas polticas, los diferentes universos culturales por accin conjunta de la lgicatecnoeconmica y la presin migratoria hubieran quedado al descubierto lascontradicciones del discurso universalista, de que tan orgulloso se ha sentido Occidente.Y entonces cada cual, cada pas o comunidad de pases, cada grupo social y hasta cadaindividuo, necesitarn conjurar la amenaza que significa la cercana del otro, de losotros, en todas sus formas y figuras, rehaciendo la exclusin ahora ya no bajo la formade fronteras, que seran obstculo al flujo de las mercancas y las informaciones, sino dedistancias que vuelvan a poner "a cada cual en su sitio".

    e. Lo que slo hace posible la multiculturalidad convivida. Es desde la diversidad culturalde las historias y los territorios, de las experiencias y las memorias, desde donde no solose resiste sino se negocia e interacta con la globalizacin, y desde donde se acabarpor transformarla. Y desde ah es que hoy se proyectan bsquedas de alternativas,comunitarias y libertarias, capaces incluso de revertir el sentido mayoritariamenteexcluyente que las redes tecnolgicas tienen para las mayoras, transformndolas enpotencial de enriquecimiento social y personal.

    3. Las ciudadanas culturales

    Lo que esas ciudadanas sealan es la creciente presencia de estrategias tanto deexclusin como, y especialmente, en las de empoderamiento ejercidas en y desde el

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  • mbito de la cultura. Estas ltimas no solo inscriben las polticas de identidad dentro dela poltica de emancipacin humana, sino que replantear a fondo el sentido mismo de lapoltica, postulando el surgimiento de un nuevos tipos de sujeto poltico. Sujeto entrevistodesde que el feminismo subvirtiera el machismo metafsico de las propias izquierdas conlo personal es poltico, y que en los ltimos aos incorpora en el mismo movimiento elsentimiento de dao y victimacin y el de reconocimiento y empoderamiento.Sentimiento este ltimo que recupera para el proceso de construccin identitaria tanto loque de disputa de poder pasa en el mbito de los imaginarios como lo que se produceen la materialidad de las relaciones sociales. La afirmacin de una subjetividadfracturada y descentrada, as como la multiplicidad de identidades en pugna, aparecenpor primera vez en el feminismo no como postulado terico sino como resultado de laexploracin de la propia experiencia de la opresin.

    a. De un lado estamos ante polticas del reconocimiento que, segn Charles Taylor,remiten a la base misma de la modernidad poltica donde se aloja la idea de que elpueblo cuenta con una identidad anterior a alguna estructuracin poltica. La idea dereconocimiento se juega en la distincin entre el honor tradicional como concepto yprincipio jerrquico y la dignidad moderna como principio igualitario. La identidad no espues lo que se le atribuye a alguien por el hecho de estar aglutinado en un grupo comoen la sociedad de castas sino la expresin de lo que da sentido y valor a la vida delindividuo. Es al tornarse expresiva de un sujeto individual o colectivo que la identidaddepende de y por lo tanto vive del reconocimiento de los otros: la identidad se construyeen el dilogo y el intercambio, ya que es ah que individuos y grupos se sientendespreciados o reconocidos por los dems. Las identidades/ciudadanas modernas alcontrario de aquellas que eran algo atribuido a partir de una estructura preexistentecomo la nobleza o a la plebe se construyen en la negociacin del reconocimiento porlos otros.

    b. De otro lado, lo que el multiculturalismo pone en evidencia es que las institucionesliberal-democrticas se han quedado estrechas para acoger las mltiples figuras de ladiversidad cultural que tensionan y desgarran a nuestras sociedades justamente porqueno caben en esa institucionalidad. Desgarradura que slo puede ser suturada con unapoltica de extensin de los derechos y valores universales a todos los sectores de lapoblacin que han vivido por fuera de la aplicacin de esos derechos, sean mujeres ominoras tnicas, evanglicos u homosexuales. Estamos en todo nuestro derecho alnegarnos a tener que escoger entre el universalismo heredado de la ilustracin, quedejaba de lado sectores enteros de la poblacin, y un diferencialismo tribal que se afirmaen la exclusin racista y xenfoba (Michel Wiewiorka). Pues esa disyuntiva es mortalpara la democracia. Frente a la ciudadana de los modernos que se pensaba y seejerca por encima de las identidades de gnero, de etnia, de raza o de edad, lademocracia esta necesitada hoy de unas ciudadana que se haga cargo de lasidentidades y las diferencia. Pues la democracia se convierte hoy en escenario de laemancipacin social y poltica cuando nos exige sostener la tensin entre nuestraidentidad como individuos y como ciudadanos, pues slo a partir de esa tensin se harposible sostener colectivamente la otra, la tensin entre diferencia y equivalencia(igualdad). Y saldremos, entonces, de la ilusoria bsqueda de una reabsorcin de laalteridad en un todo unificado, sea ste la nacin, el partido o la religin.

    c. El derecho de ciudadana: participacin y expresin. La diversas comunidadesculturales que conforman una nacin desemboca en la construccin de una tica y underecho que se hagan cargo del valor de la diferencia, articulando la universalidadhumana de los derechos a la particularidad de los muy diversos modos de su percepciny de expresin. Es la lnea de la tica de la comunicacin (K.-O.Apel, J. Habermas, G.

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  • Vattimo) caracterizada por jugarse mucho menos en certezas y absolutizacin de valoresque en posibilidades de encuentro y de lucha contra la exclusin social, poltica ycultural, de la que son objeto en nuestros pases tanto las mayoras pobres como laminoras tnicas o sexuales. En la experiencia de desarraigo que viven tantas denuestras gentes a medio camino entre el universo campesino y un mundo urbano cuyaracionalidad econmica e informativa disuelve sus saberes y su moral, devala sumemoria y sus rituales, hablar de reconocimiento implica un doble campo de derechos aimpulsar: el derecho a la participacin en cuanto capacidad de las comunidades y losciudadanos a la intervencin en las decisiones que afectan su vivir, capacidad que sehalla hoy estrechamente ligada a una informacin veraz y en la que predomine el interscomn sobre el del negocio; y segundo, el derecho a la expresin en los medios masivosy comunitarios de todas aquellas culturas y sensibilidades mayoritarias o minoritarias atravs de las cuales pasa la ancha y rica diversidad de la que estn hechos nuestrospases.

    II. Integracin regional y polticas culturales

    Entre el atrincheramiento fundamentalista y la homogeneizacinmercantilizada hay lugar para estudiar y discutir qu puede hacerse desde laspolticas culturales a fin de que las alianzas econmicas no sirvan slo paraque circulen libremente los capitales sino tambin las culturas(.) Lolatinoamericano no es un destino revelado por la tierra ni por la sangre:fuemuchas veces un proyecto frustrado; hoy es una tarea relativamente abierta yproblemticamente posible. Nstor Garca Canclini

    1. Integracin y globalizacin

    Tensionado entre los discursos del Estado y la lgica del mercado, se oscurece ydesgarra el significado de las siglas que multiplicada y compulsivamente dicen el deseode integracin latinoamericana. Pues la integracin de los pases latinoamericanos pasahoy ineludiblemente por su integracin a una economa-mundo regida por la ms pura ydura lgica del mercado. Estamos as frente a, pero tambin ya involucrados en, unaglobalizacin que se construye a expensas de la integracin de nuestros pueblos. Lasociedad de mercado es puesta como requisito de entrada a la sociedad de lainformacin de manera que la racionalidad de la modernizacin neoliberal sustituye losproyectos de emancipacin social por las lgicas de una competitividad cuyas reglas nolas pone ya el Estado sino el mercado, convertido en principio organizador de lasociedad en su conjunto. En Amrica Latina, aun estando estrechamente unida por lalengua y por largas y densas tradiciones, la integracin econmica con que nuestrospases buscan insertarse competitivamente en el nuevo mercado mundial, estfracturando la solidaridad regional, especialmente por las modalidades de insercinexcluyente de los grupos regionales (TLC, Mercosur) en los macrogrupos del Norte, delPacfico y de Europa. Las exigencias de competitividad entre los grupos estnprevaleciendo sobre las de cooperacin y complementariedad regional, lo que a su vezse traduce en una aceleracin de los procesos de concentracin del ingreso, dereduccin del gasto social y deterioro de la esfera pblica. La identidad cultural denuestros pueblos no podr entonces continuar siendo narrada y construida en losnuevos relatos y gneros audiovisuales si las industrias comunicacionales no sontomadas a cargo por unas polticas culturales de integracin latinoamericana capaces deasumir lo que los medios masivos tienen de, y hacen con, la cultura cotidiana de lagente, y capaces tambin de implicar explcitamente al sistema educativo en latransformacin de las relaciones de la escuela con los campos de experiencia queconfiguran las nuevas sensibilidades, los nuevos lenguajes y las escrituras informticas.

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  • Pero esas polticas culturales no sern posibles mientras culturas polticas sigan vacasde densidad simblica, incapaces por tanto de interpelar y convocar a los ciudadanos,atrapadas entre populismos y clientelismos. La democratizacin de la sociedad derivahoy hacia un trabajo en la propia trama cultural y comunicativa de la poltica. Pues ni laproductividad social de la poltica es separable de las batallas que se libran en el terrenosimblico, ni el carcter participativo de la democracia es hoy real por fuera de la escenapblica que construye la comunicacin masiva. Es esa trama la que constituye hoy elestratgico escenario que le exige a la poltica recuperar su dimensin simblica sucapacidad de representar el vnculo entre los ciudadanos, el sentimiento de pertenenciaa una comunidad para enfrentar la erosin del orden colectivo.

    a. Las contradicciones latinoamericanas que atraviesan su globalizada integracindesembocan as decisivamente en la pregunta por el peso que las industrias culturales, yespecialmente las audiovisuales estn teniendo en estos procesos, ya que esasindustrias juegan en el terreno estratgico de las imgenes que de s mismos se hacenestos pueblos y con las que se hacen reconocer de los dems. Ah estn el cine y latelevisin indicndonos los contradictorios derroteros que marca la globalizacincomunicacional. Mientras en Europa pasa al primer plano la excepcin cultural con quese busca defender los derechos de las culturas incluidas las de las naciones sinEstado, esas identidades diluidas o subvaloradas en el proceso de integracin de losEstados nacionales impulsando para ello un fortalecimiento pblico de su capacidad deproduccin audiovisual la integracin latinoamericana por el contrario, al obedecer casinicamente al inters privado, est llevando su produccin audiovisual a un movimientocreciente de neutralizacin y borramiento de las seas de identidad regionales y locales.Si en la perdida dcada de los 80 una de las pocas industrias que se desarroll enAmrica Latina fue la de la comunicacin el nmero de emisoras de televisin semultiplic (de 205 en 1970 se pas a 1459 en 1988), Brasil y Mxico se dotaron desatlites propios, la radio y la televisin abrieron enlaces mundiales va satlite, seimplantaron redes de datos, antenas parablicas y TV por cable, y se establecieroncanales regionales de televisin todo ese crecimiento se realiz siguiendo elmovimiento del mercado, sin la menor intervencin del Estado, ms aun minando elsentido de esa intervencin, esto es dejando sin piso real al espacio y al servicio pblico,y acrecentando las concentraciones monoplicas.

    b. Devaluacin poltica y cultural del espacio nacional. El espacio de lo nacional sehalla hoy doblemente des-ubicado. De un lado la globalizacin disminuye el peso de losterritorios y los acontecimentos fundadores que telurizaban y esencializaban lo nacional,y de otro la revaloracin de lo local redefine de la idea misma de nacin. Mirada desde lacultura-mundo, la nacional aparece proviciana y cargada de lastres estatistas ypaternalistas. Mirada desde la diversidad de las culturas locales, la nacional equivale ahomogenizacin centralista y acartonamiento oficialista. De modo que es tanto la ideapoltica como la experiencia cultural de lo nacional la que desborda los marcosmaniqueos de una antropologa de lo tradicional-autctono y una sociologa de lomoderno-universal. Lo nacional no puede entonces seguir siendo pensada comoexpresin de una sola cultura homognea perfectamente distinguible y coherente.

    De otro lado, la revolucin tecnolgica plantea claras exigencias de integracin al hacerdel espacio nacional un marco cada da ms insuficiente para aprovecharla o paradefenderse de ella, al mismo tiempo que refuerza y densifica la desigualdad delintercambio. Es a nombre de una integracin globalizada que los gobiernos de nuestrospases justifican los enormes costos sociales que la apertura acarrea: esamodernizacin tecnoeconmica que amenaza otra vez con suplantar entre nosotros alproyecto poltico-cultural de la modernidad. Pues si hay un movimiento poderoso de

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  • integracin entendida sta como superacin de barreras y disolucin de fronteras esel que pasa por las industrias culturales de los medios masivos y las tecnologas deinformacin. Pero a la vez son esas mismas industrias y tecnologas las que msfuertemente aceleran la integracin de nuestros pueblos, la heterognea diferencia desus culturas, en la indiferencia del mercado.

    c. La revalorizacin de lo local. Hoy las identidades nacionales son cada da msmultilinges y transterritoriales. Y se constituyen no slo de las diferencias entre culturasdesarrolladas separadamente sino mediante las desiguales apropiaciones ycombinaciones que los diversos grupos hacen de elementos de distintas sociedades yde la suya propia. La revalorizacin de lo local se hace espacialmente visible en elestallido de la, hasta hace poco unificada, historia nacional por el reclamo que losmovimientos tnicos, regionales, municipales, raciales, de gnero, hacen del derecho asu propia memoria (Pierre Nora), esto es a la construccin de sus narraciones y susimgenes. Reclamo que adquiere rasgos mucho ms complejos en pases en los que elEstado est aun hacindose nacin, y cuando la nacin no cuenta con una presenciaactiva del Estado en la totalidad de su territorio.

    d. El reencuentro con lo popular tradicional. Las culturas tradicionales campesinas,indgenas y negras estamos ante una profunda reconfiguracin de esas culturas, queresponde no slo a la evolucin de los dispositivos de dominacin sino tambin a laintensificacin de su comunicacin e interaccin con las otras culturas de cada pas y delmundo. Desde dentro de las comunidades esos procesos de comunicacin sonpercibidos a la vez como otra forma de amenaza a la supervivencia de sus culturas lalarga y densa experiencia de las trampas a travs de las cuales han sido dominadascarga de recelo cualquier exposicin al otro pero al mismo tiempo la comunicacin esvivida como una posibilidad de romper la exclusin, como experiencia de interaccin quesi comporta riesgos tambin abre nuevas figuras de futuro. Ello esta posibilitando que ladinmica de las propias comunidades tradicionales desborde los marcos de comprensinelaborados por los antroplogos y los folkloristas: hay en esas comunidades menoscomplacencia nostlgica con las tradiciones y una mayor conciencia de la indispensablereelaboracin simblica que exige la construccin del futuro. As lo demuestran ladiversificacin y desarrollo de la produccin artesanal en una abierta interaccin con eldiseo moderno y hasta con ciertas lgicas de las industrias culturales, la existenciacreciente de emisoras de radio y televisin programadas y gestionadas por las propiascomunidades, y hasta la presencia del movimiento zapatista proclamando por Internet lautopa de los indgenas mexicanos de Chiapas. A su vez esas culturas tradicionalescobran hoy para la sociedad moderna una vigencia estratgica en la medida en que nosayudan a enfrentar el trasplante puramente mecnico de culturas, al tiempo que, en sudiversidad, ellas representan un reto fundamental a la pretendida universalidaddeshistorizada de la modernizacin y su presin homogeneizadora.

    e. La glocalidad de lo urbano. Es en la ciudad, y en las culturas urbanas mucho ms queen el Estado nacional, donde se encardinan las nuevas identidades: hechas deimagineras nacionales, tradiciones locales y flujos de informacin trasnacionales, ydonde se configuran nuevos modos de representacin y participacin poltica, es decirnuevas modalidades de ciudadana. Que es a donde apuntan los nuevos modos de estarjuntos pandillas juveniles, comunidades pentecostales, guetos sexuales desde los quelos habitantes de la ciudad responden a unos salvajes procesos de urbanizacin,emparentados sin embargo con los imaginarios de una modernidad identificada con lavelocidad de los trficos y la fragmentariedad de los lenguajes de la informacin. Vivimosen unas ciudades desbordadas no slo por el crecimiento de los flujos informticos sinopor esos otros flujos que sigue produciendo la pauperizacin y emigracin de los

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  • campesinos, produciendo la gran paradoja de que mientras lo urbano desborda la ciudadpermeando crecientemente el mundo rural, nuestras ciudades viven un proceso dedes-urbanizacin que nombra al mismo tiempo dos hechos: la ruralizacin de la ciudaddevolviendo vigencia a viejas formas de supervivencia que vienen a insertar, en losaprendizajes y apropiaciones de la modernidad urbana, saberes, sentires y relatosfuertemente rurales; y la reduccin progresiva de la ciudad que es realmente usada porlos ciudadanos, pues perdidos los referentes culturales, insegura y desconfiada, la genterestringe los espacios en que se mueve, los territorios en que se reconoce, tendiendo adesconocer la mayor parte de una ciudad que es slo atravesada por los trayectosinevitables. Los nuevos modos urbanos de estar juntos se producen especialmente entrelas generaciones de los ms jvenes, convertidos hoy en indgenas de culturasdensamente mestizas en los modos de hablar y de vestirse, en la msica que hacen uoyen y en las grupalidades que conforman, incluyendo las que posibilita la tecnologainformacional. Culturas stas que por estar ligadas a estratagemas del mercadotransnacional de la televisin, del disco o del video, no pueden ser subvaloradas en loque ellas implican de nuevos modos de percibir y de narrar la identidad. Identidades detemporalidades menos largas ms precarias, dotadas de una plasticidad que lespermite amalgamar ingredientes que provienen de mundos culturales muy diversos y porlo tanto atravesadas por discontinuidades, por no- contemporaneidades en las queconviven gestos atvicos, residuos modernistas, rupturas radicales. Y frente a ladistancia y prevencin con que gran parte de los adultos resienten y resisten esa nuevacultura que desvaloriza y vuelve obsoletos muchos de sus saberes y destrezas losjvenes experimentan una empata cognitiva con las tecnologas audiovisuales einformticas, y una complicidad expresiva con sus relatos e imgenes, sus sonoridades,fragmentaciones y velocidades en los que ellos encuentran su idioma y su ritmo. Unidioma en que se dice la ms profunda brecha generacional y algunas de lastransformaciones ms de fondo que est sufriendo una socialidad urbana atravesada porla conciencia dura de la descomposicin social, de la sinsalida laboral, la desazn moraly la exasperacin de la agresividad y la inseguridad.

    2. Construccin del espacio cultural latinoamericano

    El escenario cultural de los aos noventa en Amrica Latina se muestra doblementecargado de contradicciones: las que se originan en la convergencia de la aceleracin delos cambios tecnolgicos con la des-regulacin de sus mercados que, a la vez quedespotencian el valor de lo pblico, comportan serias des-ubicaciones en las formas dela propiedad; y las que se generan en la reconfiguracin de la identidad social de losmedios especialmente de la televisin y el computador sobre la que estn incidiendomovimientos de conformacin de nuevos modos de ciudadana y nuevos espacios en laesfera pblica.

    a. Del mercado audiovisual al espacio cultural: el lugar estratgico de las industriasculturales en la integracin. La integracin cultural latinoamericana pasa decisivamentepor las ambigedades y dinmicas de las industrias culturales. Si ya lo fue en el pasadoimaginarios latinoamericanos del cine, de sus mitos y sus estrellas, y del bolero, eltango, o la ranchera lo es tanto o ms hoy con la telenovela y la salsa, con el rock latinoy hasta con el canal latino de MTV, con sus estrellas y sus mitos tambin. Y sin embargola presencia de las industrias audiovisuales en los acuerdos de integracin subregional(Pacto Andino,TLC y MERCOSUR) es hasta ahora netamente marginal: objeto deanexos o acuerdos paralelos. Y no es por falta de peso econmico que se produce esamarginacin, pues las industrias del audiovisual cine, radio, discos, televisin (queincluye satlites, parablicas, cable) telemtica, video, videojuegos estn creciendocomo ninguna otra rea del mercado. Ello responde ms bien a la complejidad de

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  • relaciones que especialmente el mercado audiovisual plantea entre economa y cultura,entre los engaosos celos de los empresarios por la identidad de lo nacional y lasheterogeneidades que moviliza lo regional. Como demostr, en la ltima reunin delGATT ahora Organizacin Mundial de Comercio, el debate entre la Unin Europea ylos Estados Unidos sobre la excepcin cultural la produccin y circulacin de lasindustrias culturales exige una mnima puesta en comn de decisiones polticas. EnAmrica Latina ese mnimo de polticas culturales comunes ha sido imposible de lograrhasta ahora. En primer lugar por las exigencias y presiones del patrn neoliberal que haacelerado el proceso de privatizacin del conjunto de las telecomunicaciones ydesmontado las pocas normas que en algn modo regulaban la expansin de lapropiedad. A lo que ahora asistimos es a la conformacin y reforzamiento de poderososconglemerados multimediales que manejan a su antojo y conveniencia, en unos casos ladefensa interesada del proteccionismo sobre la produccin cultural nacional, y en otrosla apologa de los flujos transnacionales.

    La otra razn de fondo, que impide integrar un mnimo las polticas sobre industriasculturales en los acuerdos subregionales de integracin latinoamericana, estriba en elpredominio de una concepcin gubernamental fundamentalista de la identidad nacionalasociada a lo tnico pero divorciada del pragmatismo radical que rige la insercin denuestro pases en los procesos de globalizacin econmica y tecnolgica y unaconcepcin de cultura estructuralmente asociada a lo patrimonial y a lo culto.Concentradas en preservar patrimonios y promover las artes de elite, las polticasculturales de los Estados han desconocido por completo el papel decisivo de lasindustrias audiovisuales en la cultura cotidiana de las mayoras. Las grandes industriasculturales, por el contrario, a travs de los medios masivos, estn logrando penetrar lavida personal y familiar organizando el tiempo libre mediante la oferta a domicilio deentretenimiento y del manejo estratgico de informacin. Ancladas en una concepcinbsicamente preservacionista de la identidad, y en una prctica desarticulacin conrespecto a lo que hacen las empresas y los grupos independientes, ese tercer sectorcada da mas denso, las polticas pblicas estn siendo en gran medida responsables dela desigual segmentacin de los consumos y del empobrecimiento de la produccinendgena. Y ello en momentos en que la heterogeneidad y la multiculturalidad nopueden ser ms vistas como un problema sino como la base de la renovacin de lademocracia. Y cuando el liberalismo al expandir la desregulacin hasta el mundo de lacultura, est exigiendo a los Estados y los organismos internacionales la reconstruccinde la esfera pblica. Lo que no podr lograrse sin una concertacin entre Estados,grandes empresas y grupos independientes pequeas empresas mediticas, ONGs,asociaciones comunitarias que permita salvaguardar y desarrollar intereses colectivosirremplazables.

    Y sin embargo la propia integracin econmica ser imposible sin la creacin de unespacio cultural. Espacio que pasa muy especialmente por unas polticas pblicas decomunica que, en primer lugar, posibiliten la circulacin de producciones y programasentre todos los pases de la regin efectuando una real la apertura/enlace de los mediosde cada pas con los de otros pases de la regin; intensifiquen la cooperacin entre losdistintos medios, en especial la estratgica cooperacin entre empresas de televisin ycine; que multipliquen los contactos internacionales entre profesionales de los medios:programadores, guionistas, directores etc.; que creen redes de intercambio ycooperacin entre productores independientes de toda la regin.

    b. Los nuevos actores de la integracin horizontal. Frente a la incomprensible pasividadde los Estados existen otras dinmicas que movilizan hacia la integracin el escenarioaudiovisual latinoamericano. Y entre ellas sobresale el desarrollo de nuevos actores y

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  • formas de comunicacin: las radioemisoras y televisoras regionales (como lascolombianas y mexicanas) municipales y comunitarias o los grupos de produccin devideo popular que se estn constituyendo en un espacio pblico en gestacin puesrepresentan un impulso local, hacia arriba, que parece destinado a convivir con losmedios globales (R. Roncagliolo). Todas esas emisoras hacen parte de las redes deiniciativas informales que, atravesando aldeas y barriadas ponen en relacin lasdemandas locales con las ofertas globales, va antenas parablicas por ejemplo. Y cuyadensidad social y cultural debera tenerse en cuenta a la hora de pensar lasposibilidades de integracin regional.

    c. Las brechas en abiertas en las grandes mquinas de los conglomerados multimedia.Me refiero a la puesta en escena de lo latinoamericano que, cargada de esquematismosy deformaciones pero tambin de polifonas, estn realizando las subsidiarias latinas deCNN y CBS en unos pases con frecuencia inmersos en una muy pobre informacininternacional y especialmente en lo que atae a los otros pases de Latinoamrica. Lasdescontextualizaciones y frivolidades de que est hecha buena parte de la informacinque difunden esas cadenas de televisin no pueden ocultarnos las posibilidades deapertura y contrastacin informativas que ellas producen pues en su entrecruce deimgenes y palabras se deshacen y rehacen imaginarios que rebasan lo local y nossitan en un cierto espacio globalizado pero latinoamericano. Tambin entre las grandesindustrias del rock pasan hoy movimientos de integracin cultural nada despreciables. Elmovimiento del rock latino rompe con la mera escucha juvenil para despertarcreatividades insospechadas de mestizajes e hibridaciones: tanto de lo cultural con lopoltico como de las estticas transnacionales con los sones y ritmos ms locales. DeBotellita de Jerez a Maldita Vecindad, Caifanes o Caf Tacuba en Mxico, Charly Garca,Fito Pez o los Enanitos verdes y Fabulosos Cadillac en Argentina, hasta EstadosAlterados y Aterciopelados en Colombia. En tanto afirmacin de un lugar y un territorio,este rock es a la vez propuesta esttica y poltica. Uno de los lugares donde seconstruye la unidad simblica de Amrica Latina, como lo ha hecho la salsa de RubnBlades, las canciones de Mercedes Sosa y de la Nueva Trova Cubana, lugares desdedonde se miran y se construyen los bordes de lo latinoamericano (A. Rueda). Que setrata no de meros fenmenos locales/nacionales sino de lo latinoamericano como unlugar de pertenencia y de enunciacin especfico, lo prueba la existencia del canal latinode MTV, en el que se hace presente, junto a la musical, la creatividad audiovisual en esegnero hbrido, global y joven por excelencia que es el videoclip.

    d. Las aun necesarias polticas de comunicacin. Las polticas de comunicacin debenser hoy pensadas no como meras polticas de medios sino como polticas sobre elsistema comunicativo, pues es por referencia a ese sistema que se producen lospeculiares cambios en cada medio. E igualmente esas polticas tampoco pueden hoydefinirse en el espacio excluyente de lo nacional ya que su espacio real es ms ancho ycomplejo: el de la diversidad de las culturas locales dentro de la nacin, y el del espaciocultural latinoamericano. Ello esta implicando investigar en el mundo poltico lasposibilidades de que las polticas de comunicacin no sean pensadas slo desde losministerios de Comunicaciones, como meras polticas de tecnologa o de medios, sinoque hagan parte de las polticas culturales. Pues resulta imposible cambiar la relacindel Estado con la cultura sin una poltica cultural integral, esto es que des-estatalice lopblico, sin reubicarla en el nuevo tejido comunicativo de lo social, es decir sin polticascapaces de convocar y movilizar al conjunto de los actores sociales: instituciones,organizaciones y asociaciones; estatales, privadas e independientes; polticas,acadmicas y comunitarias. Y que sean a la vez polticas para el mbito privado ypblico de los medios. Si el Estado se ve hoy obligado desregular el funcionamiento de

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  • los medios comerciales debe entonces ser coherente permitiendo la existencia demltiples tipos de emisoras y canales que hagan realidad la democracia y el pluralismoque los canales comerciales poco propician. As como en el mbito del mercado laregulacin estatal se justifica por el innegable inters colectivo presente en todaactividad de comunicacin masiva, la existencia de medios pblicos se justifica en lanecesidad de posibilitar alternativas de comunicacin que den entrada a todas aquellasdemandas culturales que no caben en los parmetros del mercado, ya seanprovenientes de las mayoras o de las minoras.

    3. Los nuevos regmenes culturales de oralidad/literalidad/visualidad

    La verdad es que la imagen no es lo nico que ha cambiado. Lo que ha cambiado,ms exactamente, son las condiciones de circulacin entre lo imaginario individual (porejemplo, los sueos), lo imaginario colectivo (por ejemplo, el mito), y la ficcin (literaria oartstica). Tal vez sean las maneras de viajar, de mirar, de encontrase las que hancambiado, lo cual confirma la hiptesis segn la cual la relacin global de los sereshumanos con lo real se modifica por el efecto de representaciones asociadas con lastecnologas, con la globalizacin y con la aceleracin de la historia . Marc Aug

    Si ya no se escribe ni se lee como antes es porque tampoco se puede ver ni representarcomo antes. Y ello no es reducible al hecho tecnolgico pues es toda la axiologa de loslugares y las funciones de las prcticas culturales de memoria, de saber, de imaginario ycreacin la que hoy conoce una seria reestructuracin (A. Renaud). La visualidadelectrnica ha entrado a formar parte constitutiva de la visualidad cultural, esa que es ala vez entorno tecnolgico y nuevo imaginario capaz de hablar culturalmente y no slode manipular tecnolgicamente, de abrir nuevos espacios y tiempos para una nuevaera de lo sensible (ibidem). Esa que empez en el cine y sigui con la televisin ycontina en el hipertexto multimedia, pero cuyo desconocimiento y rechazo por granparte de los intelectuales y los popes de la cultura letrada supone un empecinadodesconocimiento de la propia histortia cultural. Procesos a investigar:

    a. La batalla cultural de las imgenes. Cmo puede entenderse el descubrimiento y laconquista, la colonizacin y la independencia del Nuevo Mundo por fuera de la guerra deimgenes que todos esos procesos movilizaron? se pregunta Serge Gruzinski. Cmopueden comprenderse las estrategias del dominador o las tcticas de resistencia de lospueblos indgenas desde Corts hasta la guerrilla zapatista, desde las culturascimarronas de los pueblos del Caribe hasta el barroco del carnaval de Rio, sin hacer lahistoria que nos lleva de la imagen didctica franciscana del siglo XVI al manierismoheroico de la imaginera libertadora, y del didactismo barroco del muralismo mexicano ala imaginera electrnica de la telenovela? Cmo penetrar en las oscilaciones y alquimiasde las identidades sin auscultar la mezcla de imaginarios desde los que los pueblosvencidos plasmaron sus memorias y reinventaron una historia propia?. La recuperacinactual de los imaginarios populares por las imagineras electrnicas de Televisa en lasque, el cruce de arcasmos y modernidades que hacen su xito, no es comprensible sinodesde los nexos que enlazan las sensibilidades a un orden visual social en el que lastradiciones se desvan pero no se abandonan, anticipando en las transformacionesvisuales experiencias que aun no tienen discurso. El actual des-orden postmoderno delimaginario deconstrucciones, simulacros, descontextualizaciones, eclecticismos remiteal dispositivo barroco (o neobarroco que dira Calabrese) cuyos nexos con la imagenreligiosa anunciaban el cuerpo electrnico unido a sus prtesis tecnolgicas: walkmans,videocaseteras, computadores (S. Gruzinski).

    b. El nuevo estatuto cultural de la imagen. Hoy se abre paso una nueva posicin frente a

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  • la imagen, apoyada en la nueva historia cultural que, de un lado, recupera la oralidad noslo como herramienta de investigacin sino como fuente de conocimiento, y de otroredescubre la lnea de pensamiento que pasando por la consideracin de W. Benjaminsobre el carcter estratgico de las tecnologas, y en especial las de produccin yreproduccin de la imagen, en la configuracin de la sensibilidad y la ciudad moderna,conecta con la de Heidegger al ligar la pregunta por la tcnica a un mundo que seconstituye en imgenes, a la modernidad como la poca de las imgenes del mundo,hasta la renovadora pista que introduce Vattimo sobre el sentido actual de la relacinentre tecnologa y sociedad al afirmar que el sentido en que se mueve la tecnologa noes ya tanto el dominio de la naturaleza por las mquinas cuanto el especfico desarrollode la informacin y la comunicacin del mundo como imagen.

    c. La estratgica complicidad de la cultura oral con la visualidad electrnica. Uno de losprocesos ms necesitados de investigacin en Amrica Latina es aquel en el que seproduce la profunda compenetracin la complicidad y complejidad de relaciones entrela oralidad que perdura como experiencia cultural primaria de las mayoras y lavisualidad tecnolgica, esa forma de oralidad secundaria (W.Ong) que tejen yorganizan las gramticas tecnoperceptivas de la radio y el cine, del video y la televisin.Pues por ms escandaloso que nos suene es un hecho cultural insoslayable que lasmayoras en Amrica Latina se estn incorporando a, y apropiandose de, la modernidadsin dejar su cultura oral, esto es no de la mano del libro sino desde los gneros y lasnarrativas, los lenguajes y los saberes, de la industria y la experiencia audiovisual.Hablar de medios de comunicacin en Amrica Latina se ha vuelto entonces unacuestin de envergadura antropolgica. Pues lo que ah est en juego son hondastransformaciones en la cultura cotidiana de las mayoras, y especialmente en unasnuevas generaciones que saben leer, pero cuya lectura est atravesada por la pluralidadde textos y escrituras que hoy circulan. La complicidad entre oralidad y visualidad noremite entonces a los exotismos de un analfabetismo tercermundista sino a lapersistencia de estratos profundos de la memoria y la mentalidad colectiva sacados a lasuperficie por las bruscas alteraciones del tejido tradicional que la propia aceleracinmodernizadora comporta (G. Marramao).

    III. Diseo y gestin cultural

    La comprensin de la identidad en la sociedad contempornea resulta de laaplicacin de una doble perspectiva de figuras que no se acumulan sino quepresentan tensiones: la reflexin sobre la crisis de las formas de comunicacindiscursiva como lugar principal de la identidad presente, y la necesidadimperiosa de construir discursos de experiencia que suturen los dficits delegitimacin en los discursos annimos que nos son dirigidos. Jos MiguelMarinas.

    La lnea de cultura se ha quebrado, y tambin lo ha hecho con ella el orden temporalsucesivo. La simultaneidad y la mezcolanza han ganado la partida: los canales seintercambian, las manifestaciones cultas, la populares y las de masas dialogan y no lohacen en rgimen de sucesin, sino bajo la forma de un improvisado cruce que acabapor tornarlas inextricables. El anonimato no significa que la autora sea comunitaria sinoque la fuente se ha desperdigado y, a la postre, extraviado Sanchez Biosca.

    Nacido de las dinmicas y contradicciones que introduce la industrializacin en lacultura, el diseo cataliza la nueva forma ritmos, tensiones, volmenes, pero tambinsignificados, smbolos y valores en que nuestra sociedad articula su accin sobre losobjetos, el ambiente, el mundo. Son las sensibilidades las trastornadas por la

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  • estetizacin de la vida cotidiana que el diseo efecta, a la vez que es la idea misma decultura, su autonoma, que el diseo pone en crisis. Es el campo cultural entero el queest siendo re-diseado a partir de las nuevas relaciones entre matrices culturales yformatos industriales, entre innovacin y estandarizacin, y por el nuevo papel que ahjuega la tecnologa convertida en organizador perceptivo, dimensin constitutiva delentorno cotidiano y fuente de nuevos objetos y nuevos lenguajes.

    La otra perspectiva que hoy cubre el diseo cultural es la de una prctica social,profesional, desarrollada a partir de las articulaciones entre varios y muy diversosoficios: el del arquitecto, el publicista, el artista grfico, el animador, el comunicador y elgestor. Ms que de un especialista en el sentido actual del trmino, el de diseador esun oficio globalizador y sintetizador de sensibilidades sociales, saberes humansticos yhabilidades operativas, capaz de establecer redes de dilogo entre creacin artstica yconsumo cultural, entre lgicas econmico-empresariales y dinmicas culturales, entremovimientos trasnacionales y situaciones locales.

    1. El diseo cultural de polticas.

    Convertida en ecosistema comunicativo la tecnologa rearticula las relaciones entrecomunicacin y cultura: pasan al primer plano la dimensin y la dinmica comunicativade la cultura, de todas las culturas, y la envergadura cultural que en nuestras sociedadesadquiere la comunicacin. Al exponer cada cultura a las otras, tanto del mismo pascomo del mundo, los actuales procesos de comunicacin aceleran e intensifican elintercambio y la interaccin entre culturas como nunca antes en la historia. Poner acomunicar las culturas deja entonces de significar la puesta en marcha de movimientosde propagacin o divulgacin para entrar a significar el diseo de polticas de activacinde la experiencia creativa y la competencia comunicativa de cada comunidad cultural. Lacomunicacin en el campo de la cultura deja de ser un movimiento exterior a losprocesos culturales para convertirse en un movimiento entre culturas: movimiento deacceso, esto es de apertura, a las otras culturas, que implicar siempre latransformacin/recreacin de la propia. Pues la comunicacin cultural en la era de lainformacin nombra ante todo la experimentacin, es decir la experiencia deapropiacin e invencin.

    2. El diseo de procesos sociostticos

    El nuevo sensorium tecnolgico conecta los cambios en las condiciones del saber conlas nuevas maneras del sentir, y de ambos con los nuevos modos de juntarse, esto escon las nuevas figuras de la socialidad. Con el consiguiente emborranamiento de lasfronteras entre experimentacin tcnica e innovacin esttica. Hay en esa des-ubicacindel arte por su acercamiento entre experimentacin esttica el surgimiento de un nuevoparmetro de evaluacin tanto del arte como de la tcnica. Distinto al de su merainstrumentalidad econmica o su funcionalidad poltica, la tcnica aparece a una nuevaluz, la de su capacidad de significar algunas de las ms hondas transformaciones depoca que experimenta nuestra sociedad: el computador transmutando el estatuto delnmero de signo del dominio sobre la naturaleza a mediador universal del saber, ytambin del operar, tanto tcnico como esttico. Mediacin numrica que acarrea a suvez el paso de la primaca sensorio-motriz a la sensorio-simblica. Dando lugar a unnuevo tipo de interaccin entre los sentidos y la abstraccin que acaba redefiniendo lasfronteras entre arte y ciencia. el computador transmutando el estatuto del nmero: designo del dominio sobre la naturaleza a mediador universal del saber, y tambin deloperar, tanto tcnico como esttico. En buena medida lo que las ciencias teorizan sonmodos de percepcin que el arte prefigura. Y si eso viene de tiempo atrs no podemos

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  • extraarnos entonces de que hoy el artista sienta su vez la tentacin de programar (?)msica o poesa. Lo que, por escandaloso que suene al odo romntico, es sloindicador de la hondura del cambio que est sufriendo la relacin hombre-mquina. Uncambio de sentido que convierte la simulacin cientfica en mbito de experimentacinesttica: de la potica y de la sensibilidad de poca. De otro lado la des-ubicacin delarte por la tcnica hace emerger su capacidad de desviar/subvertir la fatalidaddestructiva de una revolucin tecnolgica duante tantos aos dedicada, directa oindirectamente, a acrecentar el podero militar. La relacin arte/tcnica/comunicacinseala entonces, tanto o ms que un proceso de difusin de estilos y de modas, lareafirmacin de la creacin cultural como el espacio propio de aquel mnimo de utopasin el cual el progreso material pierde el sentido de emancipacin y se transforma en lapeor de las alienaciones.

    Frente a la banalizada, y banalizadora, estetizacin de la vida cotidiana y tambinfrente a su otro polo, el xtasis de la forma confundiendo el arte con el gesto provocadory la mera extravagancia no se vislumbra una salida cercana, pero al menos hemos idoaprendiendo que ella pasa hoy ineludiblemente por abrir la esttica a la cuestin cultural:esa que nos aboca al espesor de la heterogeneidad a que nos expone la diferencia delas sensibilidades y los gustos, de los modos de vida alternativos y los movimientossociales.

    3. El rediseo de instituciones culturales, un ejemplo: el museo

    El museo desborda hoy los museos-edificio por mil lados. Comenzando por las largasfilas exteriores que, en muchos pases, dan cuenta del crecimiento enorme de susvisitantes, de la hasta hace poco impensable reconciliacin del museo con las masasjuntando la arrogancia del experto con el placer del paseante y que si habla de lacooptacin del museo por la lgica de las industrias culturales, habla tambin de unanueva percepcin que, rompiendo el museo como caja fuerte de las tradiciones, lo abrehasta convertirlo en espacio de dilogo con las culturas del presente y del mundo. Deotro lado, ese desborde se hace visible la nebulosidad que presenta la frontera entremuseo y exposicin, que acerca el museo al mundo de la feria popular, haciendo que elcurador pase de guardin de colecciones a alguien capaz de movilizarlas, de juntar lapuesta en escena con la puesta en accin. Pero el mayor desborde del museotradicional lo produce la nueva relacin entre museo y ciudad. Que, de un lado secumple en la restauracin de barrios enteros convertidos en espacios culturales que elturista recorre con ayuda de un gua en algunos casos una comparsa de teatro que lemuestra recorridos y le permite explorar el interior de ciertas casas. Y de otro, el hechode que en buena medida el atractivo de muchas ciudades reside hoy en la calidad ycantidad de sus museos, con lo que ello significa de presin para que los museos entrena hacer parte de la industria del turismo y de sus mil formas de recordacin: libros,afiches, videos, tarjetas, ropas, artesanas.

    Esta des-ubicacin del viejo museo y su reubicacin en el campo de la industria culturalest produciendo tres tipos de actitudes que se traducen en tres modelos de polticacultural A. Huyssens). Uno es el modelo de la compensacin, segn el cual el museo,como toda la cultura, hace hoy el oficio de oasis: frente al desierto cultural en que se hanconvertido nuestras sociedades, presas de la aceleracin histrica del ritmo de vida y dela frivolidad ambiente, el museo est ah para sacarnos de este loco mundo y permitirnosun remanso de calma y de profundidad. Este modelo conservador devela su visin en lamanera como recupera al museo para la cultura nacional, convertida en compensacinpor la prdida de capacidad de decisin de la poltica nacional, y por el rechazo aasumir la multiculturalidad de lo nacional y menos de lo extranjero. Un segundo modelo

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  • es el del simulacro, que ha hallado su expresin ms extrema en la teorabaudrillardiana, segn la cual el museo no es hoy ms que una mquina de simulacin,que en el mismo acto de preservar lo real est encubriendo el desangre de la realidad yprolongando su agona, pues, en ltimas musealizar no es en verdad preservar sinocongelar, esterilizar y exhibir, esto es espectacularizar el vaco cultural en la pseudoprofundidad de unas imgenes en las que no habra nada que ver: estaramos ante elcolapso de la visibilidad. La concepcin que gua este modelo se halla atrapada en laestrategia fatal que busca denunciar: ante la imposibilidad en que est la sociedadactual de distinguir lo real de su simulacin no hay poltica posible ni cambio pensable,estamos en un mundo fatalmente a la deriva y cualquier cambio acelera el desastre.Aparte de no proponer alternativa alguna, hay en este modelo varias trampas a develar.Una, que nunca las reliquias han estado libres de un mnimo de puesta en escena puesel presente siempre ha mediado el acceso al misterio originario, y por tanto la puestaen escena que efecta el museo no acaba con la ambigedad del pasado, esto es con lamezcla de muerte y vida, de seduccin e irritacin que nos produce la reliquia. Otra, queconfundir el ver del museo con el de la televisin es desconocer la necesidad individual ycolectiva que experimenta mucha gente hoy de algo diferente, de exponerse aexperiencias otras, fuera de serie, de adentrarse en otras temporalidades, largas,extraantes. No puede confundirse todo reencantamiento con el fetichismo de lamercanca.

    Es en contrava con la tendencia conservadora y con la tentacin apocalptica delfatalismo, pero sin desconocer todo lo que de diagnstico hay en ambas actitudes, quese configura actualmente la necesidad de rediseo del sentido y los fines del museocomo institucin indispensable de la memoria de los pueblos. Un rediseo que buscahacer del museo un lugar no de apaciguamiento sino de sacudida, de movilizacin yestremecimiento, de shock, como dira W Benjamin, de la memoria. La posibilidad deque el museo llegue a ser eso va a requerir que el museo se haga cargo de la nuevaexperiencia de temporalidad que vivimos y que se concreta en el sentimiento deprovisionalidad que experimentamos. Pues en esa sensacin de lo provisional hay tantode valoracin de lo instantneo, corto, superficial, frvolo, como de genuina experienciade desvanecimiento, de fugacidad, de fragmentacin del mundo. A partir de ah lo que seconfigura es la propuesta de un museo articulador de pasado con futuro, esto es dememoria con experimentacin, de resistencia contra la pretendida superioridad de unasculturas sobre otras con dilogo y negociacin cultural; y de un museo sondeador de loque en el pasado hay de voces excluidas, de alteridades y residuos en el sentido queda ese concepto R.Williams, de fragmentos de memorias olvidadas, de restos ydes-hechos de la historia cuya potencialidad de des-centrarnos nos vacuna contra lapretensin de hacer del museo una totalidad expresiva de la historia o la identidadnacional. Los desafos que nuestra experiencia tardomoderna y culturalmente perifricale hacen al museo se resumen en la necesidad de que se transforme en espacio en elque se encuentren y dialoguen las mltiples narrativas de lo nacional, las heterogneasmemorias de lo latinoamericano y las diversas temporalidades del mundo.

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