culturas urbanas de fin de siglo. canclini

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    Culturas urbanas de fin de siglo: lamirada antropolgica

    (Ubicacin original de este texto: Http://www.unesco.org/issj/rics153/canclinispa.html)Nstor Garca Canclini

    Al terminar el siglo XX, la antropologa parece una disciplina dispuesta aabarcarlo todo. Desde hace varias dcadas trascendi el estudio de puebloscampesinos no europeos o no occidentales, en los que se especializ alcomenzar su historia como disciplina. Ha desarrollado investigaciones sobre lasmetrpolis, se fue ocupando de todo tipo de sociedades complejas,tradicionales y modernas, de ciudades y redes transnacionales. Autoresposmodernos muestran incluso que el estilo antropolgico de conocer tienealgo peculiar que revelarnos sobre las formas de multiculturalidad que

    proliferan en la globalizacin.Hasta cierto punto, otras disciplinas -como la demografa y la economa- searriesgan tambin a ser omnipresentes y omnisapientes al querer explicar conun solo paradigma el universo entero. Pero los antroplogos pretendemos,adems, ocuparnos de lo macro y lo microsocial, decir al mismo tiempo cmoarticular conocimientos cuantitativos y cualitativos. Una de las zonas dondeesta capacidad abarcativa resulta ms problemtica es la ciudad.Hay una manera de valorar el trabajo antropolgico sobre lo urbano, quedescartar en este texto: consistira en resear las contribuciones realizadaspor la antropologa durante su historia al conocimiento de ciudades especficasy a la elaboracin de la teora urbana. Tres razones me hacen preferir otro

    camino. La primera es que esta tarea enciclopdica, que requiere muchas mspginas que las del presente artculo, ha sido cumplida por varios libros en lasltimas dcadas (Eames y Goode 1973, Hannerz 1992, Kenny y Kertzer 1983,Signorelli 1996, Southall 1973), y por volmenes colectivos de revistas envarias lenguas (por ejemplo, Ethnologie franaise, 1982; La ricerca folklorica,1989; Urban Life, varios nmeros; Urban Anthropology, 1991; Revistainternacional de ciencias sociales, 1996). En el balance organizado por Kempery Kratct en Urban Anthropology, que abarca casi exclusivamente lo producidoen Estados Unidos, se registraban a principios de esta dcada 885antroplogos urbanos, incluyendo arquelogos, lingistas y antroplogosfsicos; aunque el mismo informe indica que el 70% de los investigadores son

    antroplogos sociales. (Kemper y Kratct,1991). Esta es una de las razones porla cual restringir a esta "subdisciplina" el anlisis del presente texto.En segundo lugar, debemos reconocer que, si bien desde el siglo XIX labibliografa antropolgica ofrece muchos estudios sobre ciudades, confrecuencia cuando los antroplogos hablan de ellas en verdad estabanhablando de otra cosa. Aunque se ocupen de Luanshya, o Ibadan, de Mrida oSao Paulo, en muchas investigaciones lo principal que se busca averiguar escmo se realizan los contactos culturales en una situacin colonial o lasmigraciones durante la industrializacin, cules son las condiciones de trabajoo de consumo, qu queda de las tradiciones bajo la expansin moderna.Pese a las tempranas contribuciones de la Escuela de Chicago en los aosveinte, cuando se constituy la ciudad en objeto especfico de investigacinpara socilogos y antroplogos, slo episdicamente la antropologa la tom

    http://www.unesco.org/issj/rics153/canclinispa.htmlhttp://www.unesco.org/issj/rics153/canclinispa.html
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    como ncleo del anlisis social. Apenas en las tres ltimas dcadas lo urbanose convirti en un campo plenamente legtimo de investigacin para estadisciplina, con los requisitos que esto supone, o sea especialistas de primernivel que se dediquen a explorarlo, reconocimiento cabal en planes de estudiode grado y posgrado, financiamiento para trabajo de campo, reuniones

    cientficas y revistas especializadas (Kemper y Kratct 1991).La tercera motivacin para no tratar la confrontacin actual de la antropologacon la ciudad bajo el formato de una revisin histrica, es que los desafos queimplica este trabajo estn cambiando notoriamente en el tiempo de lasconurbaciones, la globalizacin y las integraciones transnacionales. Lo que seentiende por ciudad y por investigacin antropolgica es hoy muy distinto de loque concibieron Robert Redfield, las Escuelas de Chicago y Manchester, eincluso antroplogos ms recientes. Basta pensar en cmo ha cambiado elsignificado y la importancia de lo urbano desde 1900, cuando slo cuatro porciento de la poblacin mundial viva en ciudades, hasta la actualidad, en que lamitad de los habitantes se hallan urbanizados (Gmelch-Zenner, 1996: 188). En

    ciertas zonas perifricas que han sido objeto predilecto de la antiguaantropologa, como Amrica Latina, un setenta por ciento de las personasreside en conglomerados urbanos. Como esta expansin de las ciudades sedebe en buena parte a la migracin de campesinos e indgenas, esos conjuntossociales a los que clsicamente se dedicaban los antroplogos ahora seencuentran en las urbes. En ellas se reproducen y cambian sus tradiciones, sedesenvuelven los intercambios ms complejos de la multietnicidad y lamulticulturalidad.

    Viejos temas en nuevos contextos

    No es casual que un alto nmero de estudios de antropologa urbana seconsagre a los migrantes y a los llamados sectores marginales. Al tratar deconocer estas transformaciones de los destinatarios habituales de lainvestigacin antropolgica, se advirtieron los nuevos desafos que lasciudades contemporneas colocaban a los conceptos y tcnicas elaboradospor esta disciplina al estudiar comunidades pequeas, indgenas o campesinas.Debe reconocerse al estilo etnogrfico el haber ofrecido aportes cualitativosoriginales sobre relaciones intertnicas e interculturales, que otras disciplinassubordinan a las visiones macrosociales. Sin embargo, las estrategias deaproximacin de los antroplogos inhibieron durante mucho tiempo laconstruccin de una antropologa urbana, o sea una visin de conjunto sobre el

    significado de la vida en ciudad. Se ha practicado menos "una antropologa dela ciudad que una antropologa en la ciudad"..."La ciudad es, por lo tanto, msel lugar de investigacin que su objeto" (Durham, 1986: 13). De todas maneras,esta es una cuestin difcil de resolver tanto para la antropologa como paraotras disciplinas. Acaso es posible abarcar con un slo concepto -el de culturaurbana- la diversidad de manifestaciones que la ciudad engendra? Existerealmente un fenmeno unificado y distintivo del espacio urbano, incluso enaglomeraciones tan complejas y heterogneas como Nueva York, Beijing y laciudad de Mxico, o sera preferible hablar de varios tipos de cultura dentro dela ciudad? En tal caso las delimitaciones deben hacerse siguiendo criterios declase social, de organizacin del espacio u otros?.

    Al mismo tiempo, as como las cuestiones urbanas fueron reconformando elproyecto de la antropologa, sta viene mostrando la fecundidad de sus

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    instrumentos conceptuales y metodolgicos para encarar aspectos clave de lasciudades contemporneas que interesan al conjunto de las ciencias sociales.Voy a referirme a tres: la heterogeneidad multicultural, la segregacinintercultural y social, y la desurbanizacin.La heterogeneidad o diversidad sociocultural, desde siempre tema clave de la

    antropologa, aparece hoy como uno de los asuntos ms "desestructuradores"de la modelizacin clsica propuesta en las teoras urbanas. La dificultad paradefinir qu se entiende por ciudad deriva, en parte, de la variedad histrica deciudades (industriales y administrativas, capitales polticas y ciudades deservicios, ciudades puertos y tursticas), pero esa complejidad se agudiza engrandes urbes que ni siquiera pueden reducirse a esas caracterizacionesmonofuncionales. Varios autores sostienen que justamente la copresencia demuchas funciones y actividades es algo distintivo de la estructura urbana actual(Castells, 1995; Signorelli, 1996). Ms an: esta flexibilidad en el desempeode varias funciones se radicaliza en la medida en que la deslocalizacin de laproduccin diluye la correspondencia histrica entre ciertas ciudades y ciertos

    tipos de produccin. Lancashire no es ya sinnimo mundial de la industria textil,ni Sheffield y Pittsburgh de siderurgia. Las manufacturas y los equiposelectrnicos ms avanzados pueden producirse tanto en las ciudades globalesdel primer mundo como en las de Brasil, Mxico y el sudeste asitico (Castells1974, Hall 1996, Sassen 1991).La diversidad contenida en una ciudad suele ser resultado de distintas etapasde su desarrollo. Miln, Mxico y Pars hacen coexistir por lo menostestimonios de los siguientes perodos: a) monumentos que les dan carcter deciudades histricas con inters artstico y turstico; b) un desarrollo industrialque reorganiz -de distinto modo en cada caso- su uso del territorio; y c) unareciente arquitectura transnacional, posindustrial (de empresas financieras einformticas) que ha reordenado la apropiacin del espacio, losdesplazamientos y hbitos urbanos, as como la insercin de dichas ciudadesen redes supranacionales. La convivencia de estos diversos perodos en laactualidad genera una heterogeneidad multitemporal en la que ocurrenprocesos de hibridacin, conflictos y transacciones interculturales muy densas(Garca Canclini, 1995 a, b).Esa heterogeneidad e hibridacin provocadas por la contigidad deconstrucciones y modos de organizar el espacio iniciados en distintas etapashistricas, se multiplica con la coexistencia de migrantes de zonas diversas delmismo pas y de otras sociedades. Estos migrantes incorporan a las grandes

    ciudades lenguas, comportamientos y estructuras espaciales surgidos enculturas diferentes. Se observa este proceso con rasgos semejantes en lasmetrpolis y en los pases perifricos, anulando hasta cierto punto lasdiferencias que el evolucionismo marcaba en otro tiempo entre ciudades deregiones desarrolladas y subdesarrolladas.La vecindad de los nativos con muchos otros hace explotar las idiosincraciasurbanas tradicionales tanto en Lima como en Nueva York, en Buenos Airescomo en Berln. El acercamiento sbito, y a veces violento, entre lo moderno ylo arcaico, entre cientficos sociales y pueblos exticos, nos permite decir quela antropologa urbana est siendo decisiva para completar la liberacin de losantroplogos de la sensacin de pertenecer a un universo distinto de sus

    objetos de estudio; tambin les permite a algunos investigadores atenuar laculpa por interferir en culturas extraas y desalienta los subterfugios

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    evolucionistas con que se trataba de restaurar esa distancia mediante unamirada "sabia". Los antroplogos urbanos, aun teniendo diferencias tnicas, declase o nacionales con nuestros observados, estamos expuestos a las mismaso parecidas influencias socioespaciales, publicitarias y televisivas.Si bien la planificacin macrosocial, la estandarizacin inmobiliaria y vial, y en

    general el desarrollo unificado del mercado capitalista tienden a hacer de lasciudades dispositivos de homogenizacin , esos tres factores no impiden que lafuerza de la diversidad emerja o se expanda. Pero la "explosin" diferencialistano slo es un proceso real; tambin se presenta como ideologa urbanstica.Desde los aos setenta, las corrientes posmodernas que impactaron a laantropologa y el urbanismo propician la diferencia, la multiplicidad y ladescentralizacin como condiciones de una urbanidad democrtica. Sinembargo, esta tendencia debe valorarse de maneras distintas en las metrpolisy en los pases perifricos. Ante todo, debemos hacer esta distincin porrazones poltico-econmicas. No es lo mismo el crecimiento de la autogestin yla pluralidad luego de un perodo de planificacin, durante el cual se regul la

    expansin urbana y la satisfaccin de necesidades bsicas (como en casitodas las ciudades europeas) que el crecimiento catico de intentos desupervivencia basados en la escasez, la expansin errtica, el uso depredadordel suelo, el agua y el aire (habituales en Asia, frica y Amrica Latina).Una segunda distincin tiene que ver con la escala. En pases que entraron alsiglo XX con tasas bajas de natalidad, con ciudades planificadas y gobiernosdemocrticos, las digresiones, la desviacin y la prdida de poder de losrdenes totalizadores pueden ser parte de una lgica descentralizadora. Encambio, en ciudades como Caracas, Lima o Sao Paulo la diseminacin -generada por el estallido demogrfico, la invasin popular o especulativa delsuelo, con formas poco democrticas de representacin y administracin delespacio urbano- aparece como la multiplicacin de un desorden siempre apunto de explotar.En el primer tipo de casos el debilitamiento de las estructuras planificadaspuede ser un avance liberalizador. En tanto, en la mayora de las ciudades depases perifricos la ideologa descentralizadora logra, a menudo, sloreproducir aglomeraciones ingobernables, que por eso a veces "fomentan" laperpetuacin de un gobierno autoritario y centralizado, reticente a que losciudadanos elijan y decidan. Los estudios sobre movimientos sociales suelenconsiderar esta desestructuracin de las ciudades como estmulo para laorganizacin de grupos populares, juveniles, ecologistas, etc. a fin de construir

    alternativas al (des)orden hegemnico. Otros sectores ven la descentralizacincomo agravamiento del caos, expansin de las bandas, terror urbano, acososexual, o como simple ocasin para que los poderes empresariales y aun lasasociaciones de vecinos se apropien de espacios pblicos y excluyan odescriminen a los dems. "El ejercicio local de la democracia puede, por lotanto, producir resultados antidemocrticos" (Holston y Appadurai, 1996: 252).En muchas ciudades africanas, asiticas y latinoamericanas es evidente que ladebilidad reguladora no aumenta la libertad sino la inseguridad y la injusticia.La condicin posmoderna suele significar en estos pases la exasperacin delas contradicciones de la modernidad: la desaparicin de lo poco que se habalogrado de urbano, el agotamiento de la vida pblica y la bsqueda privada de

    alternativas no a un tipo de ciudad sino a la vida urbana entendida comotumulto "estresante". El abandono de polticas pblicas unificadas, junto al

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    agravamiento del desempleo y la violencia generan -como demuestran losestudios de Mike Davis sobre Los ngeles y de Teresa P.R.Caldeira sobre SaoPaulo- segregacin espacial: quienes pueden se encierran en "enclavesfortificados". En vez de trabajar con los conflictos que suscita lainterculturalidad, se propicia la separacin entre los grupos mediante muros,

    rejas y dispositivos electrnicos de seguridad. Estudios antropolgicosrecientes muestran el peso que tienen en la construccin de las segregacionesurbanas, junto a las barreras fsicas, los cambios en hbitos y rituales, lasobsesivas conversaciones sobre la inseguridad que tienden a polarizar lobueno y lo malo, a establecer distancias y muros simblicos que refuerzan losde carcter fsico (Caldeira 1996).En investigaciones sobre los cambios en las prcticas de consumo cultural dela ciudad de Mxico registramos un proceso de desurbanizacin, en el sentidoen que en los ltimos aos disminuye el uso recreativo de los espaciospblicos. Esto se debe en parte a la inseguridad, y tambin a la tendenciaimpulsada por los medios electrnicos de comunicacin a preferir la cultura a

    domicilio llevada hasta los hogares por la radio, la televisin y el video en vezde la asistencia a cines, teatros y espectculos deportivos que requierenatravesar largas distancias y lugares peligrosos de la urbe. Recluirse en la casao salir los fines de semana de la ciudad son algo ms que modos de librarse unpoco de la violencia, el cansancio y la contaminacin: son formas de declararque la ciudad es incorregible (Garca Canclini, 1995).A nivel poltico, la democratizacin del gobierno y la participacin de losciudadanos es quiz lo nico que puede revertir parcialmente esta tendencia alenclaustramiento en lo privado de la mayora, y controlar la voracidad de losintereses privados inmobiliarios, industriales y tursticos que afectan eldesarrollo equilibrado de las urbes. Pero de qu modo la democratizacin delas decisiones pblicas y la expansin de una ciudadana responsable (Perulli,1995) permitiran rehabilitar el mundo pblico, o sea hacer viable unaintervencin mejor repartida de las fuerzas sociales que rehaga el mapa de laciudad, el sentido global de la sociabilidad urbana? De no ocurrir esto, el riesgoes la ingobernabilidad: que el potenciamiento explosivo de las tendenciasdesintegradoras y destructivas suscite mayor autoritarismo y represin.Varios estudios de los aos noventa ven estos desafos de las ciudadesgrandes y medianas como una oportunidad para revitalizar la participacin y laorganizacin ciudadanas. Cuando los Estados-nacin pierden capacidad demovilizar al pueblo, las ciudades resurgen como escenarios estratgicos para

    el avance de nuevas formas de ciudadana con referentes ms "concretos" ymanejables que los de las abstracciones nacionales. Adems, los centrosurbanos, especialmente las megalpolis, se constituyen como soportes de laparticipacin en los flujos transnacionales de bienes, ideas, imgenes ypersonas. Lo que se escapa del ejercicio ciudadano en las decisionessupranacionales pareciera recuperarse, en cierta medida, en las arenas localesvinculadas a los lugares de residencia, trabajo y consumo (Dagnino 1994, Ortiz1994). Quienes ahora se sienten, ms que ciudadanos de una nacin,"espectadores que votan", reencuentran modos de reubicar la imaginacin(Holston y Appadurai 1996 192-195).

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    La redefinicin de las ciudadesEn verdad, la antropologa no est sola ante la reformulacin necesaria de suproyecto disciplinario por estos cambios de la multiculturalidad y lasegregacin, de lo local y lo global, que se manifiestan con particular fuerza en

    las grandes urbes. Las incertidumbres acerca de qu es una ciudad y cmoestudiarla, compartidas por otras ciencias sociales, exigen reorientar elconjunto de los estudios urbanos. Estos estudios son, por eso mismo, unaocasin propicia para examinar las condiciones actuales del trabajo inter otransdisciplinario, las condiciones tericas y metodolgicas en las que lossaberes parciales pueden articularse.Una lectura de la historia de las teoras urbanas, en este siglo, que tomara encuenta los cambios ocurridos en las ciudades nos hara verlas como intentosfallidos o insatisfactorios. Ms que soluciones o respuestas estabilizadas,hallamos una sucesin de aproximaciones que dejan muchos problemasirresueltos y tienen serias dificultades para prever las transformaciones y

    adaptarse a ellas.Recordemos, por ejemplo, las investigaciones que han tratado de definir quson las ciudades oponindolas a lo rural, o sea concibindolas como lo que noes el campo. Este enfoque, muy usado en la primera mitad del siglo, llev aenfrentar en forma demasiado tajante el campo como lugar de las relacionescomunitarias, primarias, a la ciudad, que sera el lugar de las relacionesasociadas de tipo secundario, donde habra mayor segmentacin de los roles yuna multiplicidad de pertenencias. En varios pases en proceso deindustrializacin esta tendencia fue utilizada hasta los aos sesenta y setenta.Tericos destacados, como Gino Germani, desarrollaron este enfoque enestudios sobre Amrica Latina, especialmente sobre Argentina. Este autor

    hablaba de la ciudad como ncleo de la modernidad, el lugar donde seraposible desprenderse de las relaciones de pertenencia obligadas, primarias, delos contactos intensos de tipo personal, familiar y barrial propios de lospequeos pueblos, y pasar al anonimato de las relaciones electivas, donde sesegmentan los roles, que l considaraba desde su particular herenciafuncionalista.Entre las muchas crticas que se han hecho a esta oposicin tajante entre lorural y lo urbano, me gustara recordar que esa distincin se queda en aspectosexteriores. Es una diferenciacin descriptiva, que no explica las diferenciasestructurales ni tampoco las coincidencias frecuentes entre lo que ocurre en elcampo, o en pequeas poblaciones, y lo que ocurre en las ciudades. Porejemplo, cmo lo rural est dividido por conflictos internos a causa de lapenetracin de las ciudades. O, a la inversa, en las ciudades africanas,asiticas y latinoamericanas, muchas veces se dice que son ciudades"invadidas" por el campo. Se ve a grupos familiares circulando an en carroscon caballos, usos de calles que parecen propios de campesinos, como sinunca fuera a pasar un coche, es decir, intersecciones entre lo rural y lo urbanoque no puden comprenderse en trminos de simple oposicin.Un segundo tipo de definicin que tiene una larga trayectoria, desde la Escuelade Chicago, se basa en los criterios geogrfico-espaciales. Wirth defina laciudad como la localizacin permanente relativamente extensa y densa de

    individuos socialmente heterogneos. Una de las principales crticas a estacaracterizacin geogrfico-espacial es que no da cuenta de los procesos

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    histricos y sociales que engendraron las estructuras urbanas, la dimensin, ladensidad y la heterogeneidad (Castells 1974).En tercer lugar ha habido criterios especficamente econmicos para definir ques una ciudad, como resultado del desarrollo industrial y de la concentracincapitalista. En efecto, la ciudad ha propiciado una mayor racionalizacin de la

    vida social y ha organizado del modo ms eficaz, hasta cierta poca, lareproduccin de la fuerza de trabajo al concentrar la produccin y el consumomasivos. Pero este enfoque econmico suele desarrollarse dejando fuera losaspectos culturales, la experiencia cotidiana del habitar y las representacionesque los habitantes nos hacemos de las ciudades.Algunos autores que conceptualizaron las experiencias y representacionesurbanas, como Antonio Mela, quien lo hace a partir de la teora de JrgenHabermas, sealan dos caractersticas que definiran a la ciudad. Una es ladensidad de interaccin y la otra es la aceleracin del intercambio demensajes. Mela aclara que no son slo fenmenos cuantitativos, pues ambosinfluyen, a veces contradictoriamente, sobre la calidad de la vida en la ciudad.

    El aumento de cdigos comunicativos exige adquirir nuevas competencias,especficamente urbanas, como lo percibe cualquier migrante que llega a laciudad y se siente desubicado, tiene dificultades para situarse en la densidadde interacciones y la aceleracin de intercambio de mensajes. Cuando secomienza a ver esta problemtica en los estudios urbanos, con las migracionesde mediados de siglo, se coloca el problema de quines pueden usar la ciudad.Esta lnea de anlisis, que trata de poner (Mela, 1989) la problemtica urbanacomo una tensin entre racionalizacin espacial y expresividad, ha llevado apensar a las sociedades urbanas en trminos lingsticos. Han sido, sobretodo, los estudios semiticos los que destacaron estas dimensiones, perotambin la antropologa considera ahora a las ciudades no slo como unfenmeno fsico, un modo de ocupar el espacio, sino tambin como lugaresdonde ocurren fenmenos expresivos que entran en tensin con laracionalizacin, o con las pretensiones de racionalizar la vida social. Laindustrializacin de la cultura a travs de comunicaciones electrnicas havuelto ms evidente esta dimensin semntica y comunicacional del habitar.Si pretendieramos arribar a una teora de validez universal sobre lo urbano,debiramos decir que, en cierto modo, todas estas teoras son fallidas. No danuna respuesta satisfactoria, ofrecen mltiples aproximaciones de las cuales nopodemos prescindir, que hoy coexisten como partes de lo verosmil, de lo quenos parece que puede proporcionar cierto sentido a la vida urbana. Pero la

    suma de todas estas definiciones no se articula fcilmente, no permite accedera una definicin unitaria, satisfactoria, ms o menos operacional, para seguirinvestigando las ciudades. Esta incertidumbre acerca de la definicin de lourbano se vuelve an ms vertiginosa cuando llegamos a las megaciudades.

    Megalpolis: crisis y resurgimientoHace slo medio siglo las megalpolis eran excepciones. En 1950 slo dosciudades en el mundo, Nueva York y Londres, superaban los ocho millones dehabitantes. En 1970 ya haba once de tales urbes, cinco de ellas en el llamadotercer mundo , tres en Amrica Latina y dos en Asia. Para el ao 2.015, segnlas proyecciones de las Naciones Unidas, habr 33 megaciudades, 21 de las

    cuales se hallarn en Asia. Estas megalpolis impresionan tanto por sudesaforado crecimiento como por su compleja multiculturalidad, que desdibujan

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    su sentido histrico y contribuyen a poner en crisis las definiciones con que sepretende abarcarlas.Qu es una megaciudad? Los estudios realizados en los ltimos aos enciudades como Los ngeles, Mxico y Sao Paulo, conducen a reformular lanocin habitual en la bibliografa especializada, que usa ese trmino para

    referirse a la etapa en la que una gran concentracin urbana integra otrasciudades prximas y conforma una red de asentamientos interconectados.Sin duda, esta caracterizacin espacial es aplicable a la capital mexicana(Ward 1991), que en 1940 tena 1.644.921 habitantes y actualmente supera los17 millones. Sabemos que entre los principales procesos que generaron estaexpansin se hallan las migraciones multitudinarias de otras zonas del pas y laincorporacin a la zona metropolitana de 27 municipios aledaos.Pero en estos mismos cincuenta aos en que la mancha urbana se extendihasta ocupar 1500 kms. cuadrados, volviendo impracticable la interaccin entresus partes y evaporando las imagen fsica de conjunto, los medios decomunicacin se expandieron masivamente, establecieron y distribuyen

    imgenes que re-conectan las partes diseminadas. La misma polticaeconmica de modernizacin industrial que desbord la urbe promoviparalelamente nuevas redes audiovisuales que reorganizan las prcticas deinformacin y entretenimiento, y recomponen el sentido de la metrpoli. Quconclusin podemos extraer del hecho ya citado: mientras la expansindemogrfica y territorial desalienta a la mayora de los habitantes, ubicada en laperiferia, para asistir a los cines, teatros y salones de baile concentrados en elcentro, la radio y la televin llevan la cultura al 95 por ciento de los hogares?Esta reorganizacin de las prcticas urbanas sugiere que la caracterizacinsocioespacial de la megalpolis debe ser completada con una redefinicinsociocomunicacional, que d cuenta del papel re-estructurador de los mediosen el desarrollo de la ciudad.La hiptesis central de esta reconceptualizacin es que la megalpolis, ademsde integrar grandes contingentes poblacionales conurbndolos fsica ygeogrficamente, los conecta con las experiencias macrourbanas a travs delas redes de comunicacin masiva. Por supuesto, la conexin meditica deciudades medianas y pequeas, el hecho de que la oferta televisiva einformtica puede recibirse ya en toda su amplitud tambin en conjuntos de10,000 habitantes, evidencia que esta no es una caracterstica exclusiva de lasmegaciudades. No obstante, urbes desestructuradas por su extraordinariaexpansin territorial y su ubicacin estratgica en redes mundiales, como

    Mxico, Los ngeles y Sao Paulo, estimulan a pensar en qu sentido estamultiplicacin de enlaces mediticos adquiere un significado particular cuandose vincula con una historia de expansin demogrfica y espacial, y con unacompleja y diseminada oferta cultural propia de grandes ciudades.Algunos investigadores urbanos han examinado este desdoblamiento de lasciudades a propsito de los efectos de las tecnologas de informacin sobre lastransformaciones del espacio. Manuel Castells habla de "ciudad informacional"y de "espacio de flujos" para designar la manera en que los usos territorialespasan a depender de la circulacin de capitales, imgenes, informacionesestratgicas y programas tecnolgicos. Pese al nfasis en este ltimo aspecto,Castells sigue reconociendo la importancia de los territorios para que los

    grupos afirmen sus identidades, se movilicen a fin de conseguir lo que

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    demandan y restauren "el poco control" y sentido que logran en el trabajo. "Lagente vive en lugares, el poder domina mediante flujos"(Castells, 1995: 485).Prefiero no hablar de espacio de flujos sino de sistema de flujos, porque lanocin de espacio corresponde mejor al aspecto fsico, y los flujos, aunquehacen apariciones aqu y all, actan la mayor parte del tiempo a travs de

    redes invisibles. Tambin me incomoda la escisin entre los lugares donde lagente vive y los flujos que la dominan. Pero sin duda son incovenientesmenores en el marco de la enorme contribucin hecha por Castells pararedefinir el sentido de la ciudad a la luz de las nuevas condiciones establecidaspor el desarrollo tecnolgico.La bibliografa actual plantea este carcter dual de lo urbano -espacial, y a lavez comunicacional- en dos sentidos: por una parte, en relacin con lossistemas informacionales y su impacto en las relaciones capital-trabajo, queson los objetivos principales de los estudios de Castells y de otros urbanistasrecientes (Peter Hall, Saskia Sassen); por otra, en conexin con los nuevosdiagramas y usos socioculturales urbanos generados por las industrias

    comunicacionales (Garca Canclini, Martn Barbero).

    Objeto y mtodo: qu diferencia a losantroplogosCabe preguntar qu distingue lo que dice la antropologa de la ciudades de loque pueden conocer otras disciplinas como la sociologa, el urbanismo y lasemitica. Algunos autores sostienen que la produccin antropolgica del sabersigue teniendo su especifidad en la obtencin de datos mediante contactodirecto con grupos pequeos de personas. Reconocen que el estudiar enciudades ha modificado la duracin del trabajo de campo, la convivencia

    constante y cercana con los grupos observados y entrevistados, y que losnuevos recursos tecnolgicos (desde las grabadoras y las filmadoras porttileshasta las encuestas computarizadas) pueden ayudar a conseguir informacinen escalas ms apropiadas para la vida urbana. Pero afirman que laobservacin de campo y la entrevista etnogrfica siguen siendo los recursosespecficos de la investigacin antropolgica. A diferencia de la sociologa, queconstruye a partir de cuadros y estadsticas grandes mapas de las estructuras ylos comportamientos urbanos, el trabajo antropolgico cualitativo y prolongadofacilitara lecturas densas de las interacciones sociales.Varios antroplogos sealan que, al disminuir la convivencia del investigadorcon la poblacin que estudia y no compartir plenamente sus condiciones deexistencia (pobreza, violencia, dificultades para sobrevivir), existe el riesgo debuscar "en la interaccin simblica la identificacin con los valores yaspiraciones de la poblacin que estudia" (Durham 1986). Esto explicara lasobrestimacin de los aspectos culturales en la vida urbana y del anlisis deldiscurso o de los procesos simblicos en mucha investigaciones. Sin duda,tanto en los pases centrales como en los perifricos la dedicacin de losantroplogos a estudiar las ciudades fue decisiva para que se preste atencin alos aspectos culturales, que haban sido -y son an- descuidados en lostrabajos de demgrafos, economistas y socilogos, que nos precedieron en lainvestigacin urbana. Pero ni la tradicin de la antropologa como disciplina ni

    el carcter, indisolublemente econmico y simblico, de los procesos urbanos justifica que se limite la exploracin antropolgica a la dimensin cultural. Elcrecimiento de las ciudades y el reordenamiento (o el desorden) de la vida

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    urbana estn asociados a cambios econmicos, tecnolgicos y simblicos cuyoentrelazamiento obliga a sostener el estilo clsico antropolgico que consideraconjuntamente esas diversas dimensiones de los procesos sociales. As sehace en los aos ochenta y noventa en investigaciones sobre el significadoeconmico y cultural de los movimientos sociales urbanos y de la condicin

    obrera, de la desindustrializacin neoliberal, de los mercados informales y lasestrategias de sobrevivencia, (Arias 1996, Dagnino 1994, Adler Lomnitz 1994,Sevilla-Aguilar 1996, Silva Tellez 1994, Valenzuela 1988). Cito slo a autoresbrasileos y mexicanos, en parte para limitar a algunos ejemplos la vastabibliografa sobre el tema y porque son los dos pases latinoamericanos en losque se est trabajando con ms consistencia cmo se combinan aspectoseconmicos, polticos y culturales, al estudiar el significado de las formas deresidencia en relacin con los comportamientos laborales, la vida familiar y lacondicin de gnero en la participacin sindical y ciudadana. Desde luego, estaposicin puede hallarse tambin en antroplogos de las metrpolis, entre ellosalgunos de los ya citados.

    Pero, salvo excepciones, dichas investigaciones son ms de antropologa en laciudad que de antropologa de la ciudad. En el conjunto de la disciplina,permanece an como horizonte por alcanzar la realizacin de estudios queinterrelacionen lo micro y lo macrosocial, lo cualitativo y lo cuantitativo en unateorizacin integral de las ciudades. Slo es posible captar la complejidad de lourbano si se comprenden las experiencias de comunidades, tribus y barrioscomo parte de las estructuras y redes que organizan el conjunto de cadaciudad (Holston y Appadurai 1996, Hannerz 1992).Una posicin distinta sita la diferencia antropolgica no tanto en el objetocomo en el mtodo. Mientras el socilogo habla de la ciudad, el antroplogodeja hablar a la ciudad: sus observaciones minuciosas y entrevistas enprofundidad, su modo de estar con la gente, buscan escuchar lo que la ciudadtiene que decir. Esta dedicacin a la elocuencia de los actos comunes ha sidometodolgicamente fecunda. Desde el punto de vista epistemolgico, sinembargo, despierta dudas. Qu confianza se le puede tener a lo que lospobladores dicen acerca de cmo viven? Quin habla cuando un sujetointerpreta su experiencia: el individuo, la familia, el barrio o la clase a los cualespertenece? Ante cualquier problema urbano -el transporte, la contaminacin oel comercio ambulante- encontramos tal diversidad de opiniones y aun deinformes que es difcil distinguir entre lo real y lo imaginario (Silva 1992).En pocos lugares se necesitan tanto como en una gran ciudad las crticas

    epistemolgicas al sentido comn y al lenguaje ordinario. No podemos registrarlas divergentes voces de los informantes sin preguntarnos si saben lo queestn diciendo. Precisamente el hecho de haber vivido con intensidad unaexperiencia oscurece las motivaciones inconscientes por las cuales se acta,hace recortar los hechos para construir las versiones que a cada uno conviene.Un trabajo etnogrfico aislado sobre la fragmentacin de la ciudad y de susdiscursos suele caer en dos trampas: reproducir en descripciones monogrficasla fragmentacin urbana sin explicarla o simular que se la sutura optando por la"explicacin" de los informantes ms dbiles. El populismo metodolgico decierta antropologa se vuelve entonces el aliado "cientfico" del populismopoltico.

    No se trata de conceder al antroplogo o al urbanista que ven la ciudadglobalmente un privilegio epistemolgico. El debate posmoderno sobre los

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    textos antropolgicos llev a pensar que tampoco los antroplogos sabemosmuy bien de qu estamos hablando cuando hacemos etnografa. Laspolmicas entre Robert Redfield y Oscar Lewis sobre Tepoztln, por ejemplo,sugieren que tal vez no hablaban de la misma ciudad, o que sus obras, ademsde testimoniar "haber estado all", segn la sospecha de Clifford Geertz, son

    intentos de encontrar un lugar ente los que "estn aqu", en las universidades ylos simposios.Estas tres maneras de recuperar las tradiciones del estudio antropolgico -lareivindicacin de la etnografa, la integracin de lo socioeconmico y losimblico, y el "mtodo" de dejar expresarse a las teoras "nativas"- puedenenriquecer la investigacin urbana. Pero este estilo de trabajo debe trascenderlas comunidades locales y parciales para participar en la redefinicin de lasciudades y de su lugar en las redes transnacionales. No tenemos por quretraernos como antroplogos en la ilusoria autonoma de los barrios, o de las"comunidades", y callar lo que nuestra disciplina puede decir sobre la ciudad enconjunto Por qu no reinventar nuestra profesin en las megaciudades en vez

    de repetir una concepcin aldeana de la estructura y los procesos sociales?No es necesario para estudiar apropiadamente lo urbano, ocuparse de lasnuevas formas de identidad que se organizan en las redes comunicacionalesmasivas, en los ritos multidinarios y en el acceso a los bienes urbanos que noshacen participar en "comunidades" internacionales de consumidores? Algunosinvestigadores estamos tratando de demostrar que la antropologa puedeiluminar las nuevas modalidades de multiculturalidad e interculturalidad que segeneran en los intercambios migratorios tursticos (Valene L. Smith 1989), decomunicacin y consumo desterritorializados (Renato Ortiz 1994, GarcaCanclini 1995a, b). Dentro de las tendencias homogenizadoras resaltadas porlas investigaciones econmicas y sociolgicas, los antroplogos podemosdiscernir cmo los grupos construyen perfiles peculiares en distintassociedades nacionales, y sobre todo en esos escenarios que son las grandesciudades.En esta perspectiva, lo que mejor distinguir a los antroplogos es la antiguapreocupacin de esta disciplina por lo otro y los otros. Pero lo otro ya no es loterritorialmente lejano y ajeno, sino la multiculturalidad constitutiva de la ciudaden que habitamos. Lo otro lo lleva el propio antroplogo dentro en tantoparticipa de varias culturas locales y se descentra en las transnacionales (Aug1994). Los problemas actuales de una antropologa urbana no consisten sloen entender cmo concilia la gente la velocidad de la urbe globalizada con el

    ritmo lento del territorio propio. Nuestra tarea es tambin explicar cmo laaparente mayor comunicacin y racionalidad de la globalizacin suscita formasnuevas de racismo y exclusin. Las reacciones fundamentalistas que hoy seexasperan en las grandes ciudades, sean Los ngeles o Mxico, Berln o Lima,hacen pensar que los antroplogos no podemos contentarnos con serapologistas de la diferencia. Se trata de imaginar cmo el uso de la informacininternacional y la simultnea necesidad de pertenencia y arraigo local puedencoexistir, sin jerarquas discriminatorias, en una multiculturalidad democrtica.Una conclusin de esta redefinicin de la antropologa al trabajar en medio dela indefinicin de las ciudades sera que no es deseable que los antroplogosrepitamos la tendencia de esta profesin a ocuparse de lo que se va

    extinguiendo. La tentacin se potencia debido a que en las megalpolis semultiplican los textos literarios, periodsticos y cientficos que hablan del fin de

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    la ciudad e.g. Chombart de Louwe 1982. Las alarmas desatadas por eldesbordamiento demogrfico, los embotellamientos automovilsticos, lacontaminacin del aire y el agua, excitan el lado melanclico de la antropologa,o sea la propensin a estudiar el presente aorando las pequeascomunidades premodernas.

    Se trata ms bien de discernir entre lo que efectivamente agoniza en ciudadesmedias y grandes por el reordenamiento econmico, tecnolgico y sociocultural-no slo urbano, sino mundial- y las nuevas formas de urbanidad. Laantropologa urbana es, en este sentido, una de las partes de la disciplina conmayores posibilidades de demostrar que no es slo capaz de complacerse enlo fugitivo sino de desentraar las promesas y dar elementos para tomardecisiones en los dilemas del cambio de siglo.ReferenciasADLER LOMNITZ, L. 1994. Redes sociales, cultura y podeer: ensayos deantropologa latinoamericana FLACSO/Miguel ngel Porra ed., Mxico.ARIAS, P. 1996. "La antropologa urbana ayer y hoy" en Ciudades 31, julio-

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