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CULTURAS
Muchos años en prisión, y luego... ¡al teatro!1 Rosario Reyes, 17.06.2015
Tras muchos años de permanecer tras las
rejas, algunos han encontrado una sanación
moral y espiritual en el teatro, gracias a la
Compañía de Teatro Penitenciario, fundada en
2009.
Javier dejó de consumir crack porque
su deterioro físico era notable antes del
estreno de su primera puesta en escena, Cabaret pánico, en la que los reclusos de Santa
Martha Acatitla se interpretaban a sí mismos vestidos de gala. “Yo parecía un gancho, se
me veía muy mal el frac, pesaba como 60 kilos, así que empecé a bajar mi consumo, hasta
que dejé el vicio”, cuenta este hombre en libertad desde 2012, tras pasar más de 17 años
en prisión por robo de autos.
Trascender la experiencia de espectador a actor puede cambiar una vida. Así lo
confirma la historia de Javier. Antes de vivir del arte, tocó fondo en muchos sentidos y
gracias al teatro encontró una forma de liberarse, que no evadirse, en un medio donde
aparentemente no había esperanza: la cárcel.
Actualmente se encarga de la producción de las obras de la Compañía de Teatro
Penitenciario, a la cual pertenece desde su fundación, en 2009.
DE LA CÁRCEL AL ESCENARIO A las 10 de la mañana del viernes 13 de octubre de
2012, Javier Cruz se presentó a trabajar al teatro.
Apenas el día anterior había salido del penal de Santa
Martha Acatitla. En 1995 lo aprehendieron en Oaxaca.
Pasó por el penal de Barrientos y el Reclusorio Oriente antes de llegar aquí. 1 Reyes, Rosario (2015) "Muchos años en prisión, y luego... ¡al teatro!", en El financiero, Junio. Disponible en: <http://www.elfinanciero.com.mx/after-office/muchos-anos-en-prision-y-luego-al-teatro.html>
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“Me acusaron de robo de autos. Digo que me acusaron
porque nunca robé; lo que hacía era vender autos
robados”. A mediados de los 90 ganaba, en promedio,
40 mil pesos semanales con aquel negocio clandestino,
que combinaba con su empleo de montacargas. Vivió
así dos años, hasta que lo atraparon.
En la cárcel desempeñó varios oficios, vendió droga y fue gatillero, aunque los
últimos 10 años se mantuvo planchando ropa; cobraba dos pesos por pieza trabajada.
Junto con Michel, otro de los miembros de la compañía, organizaba las pastorelas y otras
actividades artísticas. Pasó sus primeros meses de reclusión en celdas de castigo en el
penal de Barrientos, en donde participó en una revuelta.
Y es que, explica, “lo que caracteriza a la cárcel de Barrientos es que no tienes nada
que hacer más que chingar al otro y como yo no me dejaba, me castigaban a cada rato”.
Además de actuar, hoy se encarga del manejo del dinero de la producción.
LA ESTRATEGIA DEL ARTE Tras sufrir tres asaltos, uno de ellos violento, la teatrera
Itari Marta decidió tomar acciones desde su trinchera.
“Lo que le pasa a este país es demasiado profundo y no
lo vamos a solucionar yendo a terapia”, dice.
Lo que comenzó con una serie de talleres, derivó en la creación de una compañía
estable en el penal, del que cinco integrantes han sido liberados: Israel Rodríguez, Javier
Cruz, Michel Jorge Barrueta, Alejandro Ramírez Mares e Ismael Corona Hernández. En
enero de este año, la Compañía de Teatro Penitenciario abrió El 77, un centro cultural
entregado al Foro Shakespeare por el Gobierno del DF bajo el régimen de Proyectos
Administrativos Temporalmente Revocables, mediante el cual los artistas pagan con
trabajo y son autogestivos para el mantenimiento del inmueble.
Ubicado en Abraham González 77, colonia Cuauhtémoc, El 77 es sede de los
talleres que imparten los miembros de la compañía en libertad, de las actividades de
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Dramalab y los Proyectos de Impacto Social del Foro
Shakespeare, bajo la dirección de José Carlos Balaguer.
Un pueblo sin cultura no puede tomar decisiones.
El discernimiento no viene de cuánto dinero tienes,
cómo te vistes o qué carro tienes”, explica Itari Marta y
destaca la importancia de que el Estado considere al arte
en sus políticas públicas. “La estrategia es el arte y lo hemos venido repitiendo hace
mucho tiempo. Es una estrategia para la reconstrucción social de este país”, agrega.
VIVIR POR EL TEATRO “Podemos ser mejores seres humanos al recibir un
mensaje como espectadores y al interpretar un
personaje, porque te gusta lo que haces. El teatro es
sanador”, dice por separado Israel, quien salió en 2011,
tras 16 años en reclusión por homicidio. Estuvo presente en una fiesta de la prepa, cuando
una letal mezcla de drogas y alcohol, mató a uno de sus compañeros. Es parte de la
compañía desde su creación e imparte talleres en la correccional de San Fernando, donde
conoció a Ismael, a quien tiempo después invitó a actuar como el príncipe en Ricardo III.
A los 17 años, Ismael cometió un homicidio por el cual pasó tres años en el Centro
Correccional de Menores de San Fernando. “El teatro es una purga de todo lo que vas
construyendo”, dice hoy, a los 23. “Yo llevaba dos años en San Fernando y tenía la
mentalidad de salir y volver a delinquir. Quería seguir siendo homicida. Hoy tengo que
agradecer las oportunidades que se me han presentado y no descartarlas, porque en el
teatro todo suma y en la vida también”.
La libertad es saber quién eres, reflexiona Michel, protagonista de El mago Dioz,
que estrenó en prisión. Hace tres meses está en libertad, tras cumplir 13 de los 16 años a
los que fue sentenciado por secuestro. Se encargaba de vigilar a una víctima en la casa de
seguridad donde fue aprehendido. Cuenta que el teatro le ha enseñado a decir que no, a
pensar y hacerse responsable de sus decisiones y a controlar sus miedos.
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Alejandro, a quien llaman Mares, purgó una condena por robo y violación. Salió en
octubre de 2014 luego 17 años preso. La cárcel le dio la posibilidad de dedicarse a su
verdadera vocación, y hoy combina su trabajo de servicios generales de El 77 y actor de la
compañía. Curiosamente, ensayó el papel de El Mago en el reciente montaje de los
actores de Santa Martha, pero antes del estreno, salió de la cárcel. Ahora, actúa en
libertad.
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