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Palaeohispanica 15 (2015), pp. 57-86. I.S.S.N.: 1578-5386. 57 CULTURA EPIGRÁFICA Y ROMANIZACIÓN EN EL ÁMBITO IBÉRICO MERIDIONAL Javier Herrera Rando INTRODUCCIÓN 1 El objetivo de este trabajo es analizar la transformación que a partir del final de la Segunda Guerra Púnica sufre la epigrafía en los ámbitos geográfi- cos de empleo del signario ibérico meridional, esto es, la Alta Andalucía y la Contestania, con sus correspondientes zonas periféricas. El punto de partida obvio es la situación previa a la llegada de los romanos, que presenta un panorama epigráfico bastante similar. A partir de la inclusión de la Península Ibérica en la órbita romana los cambios en los soportes epigráficos y en el uso de la escritura rompen esa homogeneidad y cada zona toma un curso distinto, incluyendo el cambio de sistema de escritura. Así pues, mientras en la Alta Andalucía se detecta una tímida pero progresiva utilización pública de la escritura, ya sea paleohispánica o latina, y una diversificación de los soportes, combinando modelos locales previos y otros romanos, en la Con- testania la sustitución del signario meridional por el levantino no se traduce en cambios en el empleo eminentemente privado de la escritura. La varia- ción o continuidad de los soportes empleados, el ámbito de uso de la epi- grafía y la latinización lingüística de los indígenas en las dos regiones son los objetos de estudio de este trabajo, poniéndolos en relación con la situa- ción en el resto de la Hispania republicana. En definitiva, mediante el examen comparado de los cambios y conti- nuidades en estas dos zonas puede reconstruirse el proceso histórico por el que se va configurando durante los dos siglos de la época republicana una cultura epigráfica, en la que el uso público de la epigrafía, tanto paleohispá- ———— 1 Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto de investigación: “El nacimiento de las culturas epigrficas en el Occidente mediterrneo (III-I a.E.)” (FFI2012- 36069-C03-03) del Ministerio de Economía e Innovación. Para citar los documentos epígrá- ficos se han utilizado los sistemas de los Monumenta Linguarum Hispanicarum (MLH) para las paleohispánicas (por ejemplo, H.1.1) y de Epigrafía Latina Republicana de Hispania (ELRH) para las latinas de época republicana (por ejemplo, U1)

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Palaeohispanica 15 (2015), pp. 57-86. I.S.S.N.: 1578-5386.

57

CULTURA EPIGRÁFICA Y ROMANIZACIÓN EN EL ÁMBITO IBÉRICO MERIDIONAL

Javier Herrera Rando

INTRODUCCIÓN1 El objetivo de este trabajo es analizar la transformación que a partir del final de la Segunda Guerra Púnica sufre la epigrafía en los ámbitos geográfi-cos de empleo del signario ibérico meridional, esto es, la Alta Andalucía y la Contestania, con sus correspondientes zonas periféricas. El punto de partida obvio es la situación previa a la llegada de los romanos, que presenta un panorama epigráfico bastante similar. A partir de la inclusión de la Península Ibérica en la órbita romana los cambios en los soportes epigráficos y en el uso de la escritura rompen esa homogeneidad y cada zona toma un curso distinto, incluyendo el cambio de sistema de escritura. Así pues, mientras en la Alta Andalucía se detecta una tímida pero progresiva utilización pública de la escritura, ya sea paleohispánica o latina, y una diversificación de los soportes, combinando modelos locales previos y otros romanos, en la Con-testania la sustitución del signario meridional por el levantino no se traduce en cambios en el empleo eminentemente privado de la escritura. La varia-ción o continuidad de los soportes empleados, el ámbito de uso de la epi-grafía y la latinización lingüística de los indígenas en las dos regiones son los objetos de estudio de este trabajo, poniéndolos en relación con la situa-ción en el resto de la Hispania republicana. En definitiva, mediante el examen comparado de los cambios y conti-nuidades en estas dos zonas puede reconstruirse el proceso histórico por el que se va configurando durante los dos siglos de la época republicana una cultura epigráfica, en la que el uso público de la epigrafía, tanto paleohispá-

———— 1 Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto de investigación: “El

nacimiento de las culturas epigraficas en el Occidente mediterraneo (III-I a.E.)” (FFI2012-36069-C03-03) del Ministerio de Economía e Innovación. Para citar los documentos epígrá-ficos se han utilizado los sistemas de los Monumenta Linguarum Hispanicarum (MLH) para las paleohispánicas (por ejemplo, H.1.1) y de Epigrafía Latina Republicana de Hispania (ELRH) para las latinas de época republicana (por ejemplo, U1)

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nica como latina, va ganando peso y que constituye el sustrato sobre el que arraigara la “cultura epigrafica imperial” a partir de Augusto.

LA EPIGRAFÍA IBÉRICA MERIDIONAL PRERROMANA

En algún momento durante el siglo VII a.C. el alefato fenicio transmi-tido por los colonizadores semitas fue adaptado por los indígenas del sud-oeste peninsular, resultando en un semisilabario que a diferencia del fenicio incluía signos para los valores vocálicos y silabogramas para aquellas sílabas compuestas por una consonante oclusiva y una vocal.2 Con este episodio de la denominada escritura del Sudoeste empezaba la andadura de las escrituras paleohispánicas. El signario fue empleado en unos pocos y breves grafitos sobre cerámica y en las algo más numerosas estelas del sudoeste, geográfi-camente situadas en Extremadura, Andalucía Occidental y, sobre todo, en el Algarve y el Alentejo portugués.3 Con la posible excepción del algún caso aislado, la escritura sudoriental había dejado de emplearse ya en el siglo Va.C., aunque antes había servido como modelo a un nuevo signario, el ibé-rico meridional.4 No está claro que el signario ibérico meridional (o sudoriental) fuera el más antiguo sistema de escritura empleado para anotar la lengua ibérica, y más aún desde la identificación del sistema dual. No obstante, la filiación de este signario con el del Sudoeste si que parece altamente probable, dada la similitud gráfica de buena parte de los signos en ambos signarios, inclu-yendo todos los monofonemáticos y algunos silabogramas. Desde la Alta Andalucía, donde debió de producirse ese proceso de adaptación, el signario meridional se extendió a otras zonas como las actuales provincias de Alba-cete, Alicante y el sur de Valencia.5 Antes de proseguir con la descripción de cada una de estas zonas hay que detenerse en un capítulo peculiar en el desarrollo de las escrituras paleo-hispánicas: el del greco-ibérico. La adaptación de la escritura jonia a las necesidades de la lengua ibérica resultó en un alfabeto (y no un semisilabario como ocurre con las variantes meridional y levantina de la escritura ibérica) notablemente similar al jonio, con la ventaja de permitir diferenciar las oclu-sivas sordas de las sonoras, a diferencia de otros signarios ibéricos, y dar una transcripción fonética más fiel de los textos.6 El repertorio de testimonios epigráficos que emplean este alfabeto es ciertamente reducido. Prácticamente todos se encuentran en las provincias de Alicante y Murcia, el territorio de la Contestania, con especial concentración ————

2 Sobre la creación de la escritura paleohispánica: Correa 2005. 3 Para la epigrafía del sudoeste: De Hoz 2010, 354-371. 4 La falta de contexto arqueológico de la gran mayoría de los epígrafes del Sudoeste

impide afinar la cronología, aunque el siglo V a.C. puede servir como límite inferior de su uso, véase De Hoz 2010, 358-361, con bibliografía.

5 Rodríguez Ramos 2004, 79-82; Correa 2009, 279. 6 De Hoz 2009, 33.

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en la franja que va desde el norte de la bahía de Alicante hasta la Sierra de Mariola.7 La excepción geográfica la da un plomo encontrado en Sagunto, más al norte de la región señalada, aunque sin contexto arqueológico.8 Tipo-lógicamente consisten en grafitos sobre cerámica y plomos. Los primeros han aparecido en el Puig de Alcoy (G.2.1), Benillova (G.3.1), Els Baradells (G.4.1) y Coimbra de Barranco Ancho (G.23)9, con un grafito en cada uno de estos yacimientos, y Campello (G.9.1-15), donde han sido hallados quince. Casi todos estos esgrafiados están realizados sobre cerámicas áticas de bar-niz negro de importación y se interpretan como marcas de propiedad, en algunos casos apareciendo antropónimos ibéricos completos.10 En cuanto a los plomos, aparte del ya mencionado de Sagunto, están los de Coimbra de Barranco Ancho (G.23), El Cigarralejo (G.13.1) y el conjunto de La Serreta de Alcoy (G.1), consistente en nueve láminas de plomo, de las que cinco emplean la escritura greco-ibérica11 y otros cuatro la levantina. Cronológica-mente, el contexto arqueológico permite una datación del siglo IV a.C. para el plomo de El Cigarralejo y del III a.C. para los greco-ibéricos de Alcoy, en tanto que la mayoría de las cerámicas se sitúan en el siglo IV a.C., con dos casos extremos: el grafito G.9.8 de Campello que podría remontarse al fina-les del siglo V a.C. y el de Benilloba que entra en el III a.C.12

La aparición del signario ibérico meridional tiene una interesante pro-blemática cronológica, la cual escapa a los propósitos de este trabajo;13 baste señalar por ahora que los primeros testimonios que emplean esta escritura remiten al siglo IV a.C. Pese a que los textos en escritura meridional están escritos en la misma lengua (o una muy similar) que los realizados con la variante levantina, el grado de conocimiento es inferior al de esta. El escaso número de epígrafes y la existencia de variedades locales del signario, han favorecido que esta escritura no esté completamente descodificada.14

Como ya se ha indicado, la Alta Andalucía fue la zona donde se produjo el paso de la escritura del Sudoeste a la ibérica meridional. El epígrafe más antiguo es un grafito sobre un vaso globular carenado, hallado en una necrópolis de Cástulo, en Jaén, en un contexto arqueológico que permite datarlo a comienzos del siglo IV a.C. La inscripción, sinistrorsa, sosi,puede identificarse con un antropónimo bien conocido, sosin.15 Otros dos ————

7 Yacimientos G.1 a G.4 y G.9, según la nomenclatura de los MLH. 8 Fletcher y Silgo 1991. 9 La pieza carece en los MLH. 10 De Hoz 2007, 33-34. Sobre las marcas de propiedad: MLH III.1, 127-128. 11 G.1.1, 3, 7, 8 y 9, este último sin numeración en los MLH. 12 De Hoz 2009, 33-34. 13 Para el debate que el desfase cronológico entre las variantes de la escritura ibérica ha

producido: Ballester 2014, con abundante bibliografía. 14 Sobre la epigrafía ibérica meridional: De Hoz 2010, 403-422. Específicamente sobre

el signario meridional: Rodríguez Ramos 2002, id. 2004, 69-83. 15 De Hoz 1994, 168-170, con bibliografía.

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grafitos se datan entre los siglos IV y III a.C., el de la cercana Giribaile (H.11.1), también en Jaén, y el de Córdoba (H.8.1). Ambos están realizados sobre cerámicas locales y se identifican como marcas de propiedad, si bien la brevedad del grafito cordobés, de tres signos, impide sacar conclusiones más precisas.16 El repertorio de epígrafes prerromanos de la zona lo completa un esgrafiado de pequeñas dimensiones y complicada lectura por la mala conservación, sobre una escultura en arenisca que representa el corvejón de un équido encontrada en la necrópolis de Cerrillo Blanco, en Porcuna, Jaén (H.12.1). El conjunto escultórico de dicha necrópolis se data entre el 470 y el 420 a.C., una fecha muy alta para la epigrafía ibérica y más aún para las inscripciones sobre piedra, de manera que probablemente sea posterior. Sobre la escultura original se labró un rostro humano esquemático, de manera que el epígrafe podría corresponder a dicho momento. En cuanto a la funcio-nalidad del epígrafe, puede tratarse de una marca de artesano, tal como apunta Chapa, quien ha identificado varias marcas en el conjunto escultórico.17

En cuanto a las láminas de plomo, es cierto que solo aparecen dos en Andalucía Oriental y en la periferia del núcleo jienense, lo que choca con la mayor abundancia de otras zonas de la Península. Se trata de los de Gádor, Almería (H.1.1), y Montejícar, Granada.18 La adscripción cronológica a la fase prerromana es incierta. El plomo de Gádor apareció por completo des-contextualizado, si bien la presencia del alógrafo S42, que también figura en el epígrafe de Porcuna, puede dar alguna pista cronológica. En cuanto al de Montejícar, el contexto arqueológico superficial indica una cronología entre los siglos IV y finales del III o principios del II a.C. en tanto que los editores lo vinculan paleográficamente a la escritura empleada en el plomo de Gádor y en las leyendas monetales de la vecina Iliberri y en cuanto a contenidos a los levantinos.19

Los epígrafes meridionales en el Levante tampoco son demasiado abundantes, cinco plomos inscritos y dos epígrafes sobre soporte pétreo, y se concentran en la región entre el Júcar y el Segura, superponiéndose geográ-fica y cronológicamente a la zona del greco-ibérico. Respecto a la epigrafía realizada sobre piedra, la primera es una inscripción sobre una losa de caliza de la necrópolis de Corral de Saus en Mogente, Valencia (G.7.1), luego reutilizada entre los siglos III y II a.C. para la construcción de una tumba tumular. El epígrafe, inciso de manera débil y descuidada, puede ser considerado más un grafito que una inscripción propiamente dicha, tal como señala Simón. Respecto a su cronología, si bien el contexto arqueológico en el que fue reutilizado permite una fecha ante quem, De Hoz propone una datación entre finales del siglo V y finales del IV a.C.20 La otra inscripción ————

16 De Hoz 2007, 33-34; Correa 2008, 281-282 y 288. 17 Simón 2013, 246-247 (P114); Chapa et al. 2009. 18 Pachón et al. 2004. 19 Pachón et al. 2004, 167-170 20 Simón 2013, 239-240 (P104)

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proviene de la Alcudia de Elche, Alicante (G.12.1). Se trata de un fragmento de piedra caliza, a su vez roto en dos partes, y sobre el que se trazó posteriormente la figura de un équido. Todo ello afecta a la lectura, aunque los alógrafos son meridionales. La cronología de la pieza se sitúa de maneraimprecisa entre los siglos VI y III a.C. En cuanto a los plomos, el de la Covalta, en el municipio de Albaida, Valencia (G.6.1), se fecha a finales del siglo IV a.C. según la estratigrafía donde fue hallado. De Mogente es también el conjunto de cuatro plomos hallados en la Bastida de les Alcuses,21

encontrados en contextos domésticos y con una cronología de los siglos IV yIII a.C. La parte meridional de la Meseta Sur recibió influjos procedentes tanto de la Andalucía Oriental como del Levante, extendiéndose la lengua ibérica y la escritura meridional hacia el interior, en las actuales provincias de Alba-cete, Ciudad Real y Toledo.22 Como viene siendo habitual, hay problemas cronológicos, con lo que la adscripción al periodo prerromano de algunos epígrafes no es completamente segura. En torno a la ciudad de Almansa, Albacete, han aparecido láminas de plomo: el plomo de Llano de la Conso-lación (G.15.1) y el conjunto de cuatro láminas de El Amarejo. El primero es claramente un texto en lengua ibérica, con una fecha que va desde el siglo Val I a.C. por el contexto arqueológico de las necrópolis donde fue descubierto. El segundo es un conjunto no demasiado bien conservado, con textos frag-mentados, encontrados en un depósito votivo utilizado desde mediados del siglo IV a finales del III a.C. Solo el plomo nº 4 indicaría que se trata de un texto ibérico por los paralelismos con el del Llano de la Consolación.23 Un poco más al norte, en la ribera septentrional del Júcar, contamos con el conjunto de vajilla de plata de Abengibre, veintiocho piezas de diverso tipo descubiertas en 1934 de las cuales cinco portan inscripciones (G.16.1-5). En ellas aparecen nombres ibéricos y en cuanto a la datación, si bien los MLH las colocan de manera algo imprecisa en el siglo IV a.C., De Hoz señala la posibilidad de que las distintas piezas pertenezcan a épocas distintas aunque con un límite inferior en el siglo III a.C.24 Reseñables son también los con-juntos de inscripciones parietales de los abrigos de Reiná en Alcalá del Júcar y la Camareta en Hellín,25 con una cronología no posterior al siglo IV a.C.26

Respecto a los grafitos, desde el siglo IV a.C. empiezan a documentarse materiales en el depósito de Alarcos, en la provincia de Ciudad Real, un conjunto de treinta y tres grafitos y marcas, tanto ibéricos como latinos, con-tinuando hasta el siglo I a.C.27 Completan el conjunto prerromano de la Meseta ————

21 Se trata de los tres plomos G.7.2-4 y Fletcher y Bonet 1991-92. 22 Luján 2013, con abundante bibliografía. 23 Correa 2008, 282-283; De Hoz 2011, 387-388; Luján 2013, 111. 24 De Hoz 2011, 406. 25 Correa 2008, 285-286. Véase también Luján 2013, 111-112. 26 De Hoz 2011, 416. 27 Fernández y Luján 2013.

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Sur las inscripciones de Cerro de las Cabezas en Valdepeñas, Cuenca, y la de Cerro de la Mesa, Toledo.28 Esta última es ciertamente particular, y no solo por su situación geográfica, siendo la inscripción en signario meridional encontrada más al interior peninsular. El epígrafe, aitu+[, cuenta con para-lelos en el mundo meridional, en tanto que el soporte consiste en un fragmento de granito cuidadosamente tallado y que se data en el siglo IV a.C.29

Intentando no caer en el exceso de establecer un modelo teórico a partir de tan escasos materiales, sí que pueden extraerse ciertos rasgos comunes del repertorio epigráfico que se ha visto. El conjunto de la epigrafía meridional prerromana muestra una prevalencia de las inscripciones sobre láminas de plomo así como de los grafitos cerámicos, de los que no resulta siempre po-sible establecer si eran marcas de propiedad o comerciales.30 El uso de la escritura con fines privados, ya sea para señalar la propiedad o para ayudar en tareas contables, era conocido en la Península Ibérica desde la época de la colonización fenicia empleando materiales perecederos que no se han con-servado. Casos como el del Campello, un enclave mercantil en que se da una concentración de grafitos no solo greco-ibéricos sino también griegos y púnicos,31 invita a pensar en una vinculación del comercio y el desarrollo de la escritura. En ese sentido, el sudeste peninsular no es distinto al área cata-lana y al Languedoc, donde en esos mismos momentos de los siglos IV y IIIa.C. aparece una epigrafía tipológicamente similar pero con un volumen bastante mayor.32 Las excepciones a este ámbito de uso la tenemos en los contados casos de epígrafes sobre soportes pétreos.33

LA ALTA ANDALUCÍA: APARICIÓN DE NUEVOS SOPORTES

Como ya han puesto de manifiesto diversos autores, la entrada de la Península Ibérica en la órbita romana supuso a nivel de la práctica epigráfica una auténtica eclosión, que no solo tiene por protagonista la escritura latina sino también las indígenas.34 A continuación, se presentarán las innovaciones epigráficas que aparecen en las áreas donde se empleó la escritura meridional. Uno de los principales cambios a partir de los años finales del siglo IIIa.C. es la generalización del uso de la moneda en buena parte de la Península Ibérica. Aunque la ciudad hispano-fenicia de Gadir y los púnicos ya habían estado acuñando numerario en el sur peninsular antes y durante la Segunda Guerra Púnica,35 será con la consolidación de dominio romano cuando se ex-————

28 Luján 2013, 112 y 118. 29 Luján et al. 2012. 30 De Hoz 2007, 36. 31 García 2003, 111-122. 32 Piénsese en las grandes concentraciones de grafitos de Enserune (B.1) o Ullastret

(C.3). 33 Beltrán 2012, 11-1434 Cf. Beltrán 1995. 35 Chaves 2000, con abundante bibliografía.

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tienda la economía monetaria. Hay diferencias notables en el comportamiento de las dos provincias hispanas: mientras que en la Citerior se emplearán mayoritariamente las lenguas y escrituras indígenas, con las leyendas latinas limitadas a las ciudades con estatuto colonial, en la Ulterior el latín será utilizado con mucha más frecuencia, además de las lenguas y escrituras loca-les: fenopúnico (incluyendo las mal llamadas acuñaciones libio-fenicias) e ibérico meridional. Otra diferencia entre las dos provincias hispanas es que en la Ulterior solo será acuñado bronce, frente al abundante numerario de plata producido en la provincia vecina.36

Las emisiones monetales que emplean el signario ibérico meridional se concentran en Andalucía Oriental. Cástulo (A.97) y Obulco (A.100) destacan por el volumen de acuñación.37 La primera comienza a emitir en el último cuarto del siglo III a.C. con la leyenda kaśtilo, que se mantiene durante todo el siglo siguiente hasta que durante el primer tercio del siglo I a.C. se intro-duce el bilingüismo monetal con semises y cuadrantes mixtos, combinando el topónimo en escritura ibérica en los reversos con nombres de magistrados en latín. Durante el segundo tercio aproximadamente las emisiones son úni-camente latinas, extendiéndose hasta más o menos el 45 a.C. momento en el que termina la actividad emisora de Cástulo. En estas series finales los nom-bres tienen origen latino, excepto SACALISCER y CAST / SOCED, repitiéndose ISCER en forma abreviada en algunas emisiones posteriores.38 Obulco, si-tuada en la actual Porcuna, Jaén, inicia su actividad con una serie mixta que exhibe la leyenda ibérica meridional tineka en el anverso y la latina ATTITAM/ OBVLCO en el reverso. Durante el siglo II a.C. se acuñan tanto series bilin-gües con el topónimo OBVLCO / ipolka como mixtas con el topónimo latino y nombres de magistrados en ibérico. Tras algunas series bilingües, la última emisión, puramente latina, se sitúa entre el final de la Guerra de Sertorio en el 72 a.C. y la época de César.39

Otras cecas meridionales tendrán un menor volumen de acuñación. Abra (A.101) es una de ellas, muy influida por los tipos iconográficos de Obulco y por ello cercana a esta aunque su ubicación exacta es desconocida.Acuña a mediados del siglo II a.C. en grafía ibérica meridional lo que se ha interpretado como nombres de magistrados uekoeki y (?)kioniś, incluyendo una emisión mixta con topónimo latino ABRA.40 Iliberri (A.99), localizada cerca de Granada, emite durante la primera mitad siglo II a.C. con las leyen-das meridionales iltuŕiŕ o iltuŕiŕkestin, hasta que durante la segunda mitad

————36 Sobre los diferentes comportamientos epigráficos indígenas en época romana: Beltrán

2011. 37 Ruiz 2010, 443-448.38 MLH I, 265-267, A.97. DCPH, 226-231. Sobre las leyendas de esta ceca: Untermann

1995, 311; Beltrán y Estarán 2011, 20; Estarán 2014, 93-99.39 MLH I, 273-279. DCPH, 289-295. Sobre la temprana introducción del latín en Obulco:

Chaves 2000, 122-123; Estarán 2014, 105 y 113-114. 40 Leyendas en todo caso de lectura complicada. MLH I, 281; DCPH, 18-19.

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del siglo II a.C. introduce el latín con el topónimo ILIBERI antes de cesar su actividad.41 La última es Urkesken (A.96), realmente de ubicación desconocida aunque tradicionalmente se sitúa en el sur peninsular, y que acuña durante la segunda mitad del siglo II a.C. con leyenda ibérica meridional urkesken.42

La distribución geográfica de las cecas meridionales resulta reseñable, con la ausencia de amonedaciones en la región de la Contestania excepto dos excepciones: la ceca de Saetabis (A.35) en la actual Játiva, que emplea el signario levantino, y la de Ilici, muy posterior cronológicamente y comple-tamente latina en cuanto a tipología y leyendas. Tenemos por tanto un vacío numismático en un área bien poblada y con actividad comercial. Tampoco avanzando hacia el interior en dirección oeste aparecen cecas en la zona de Albacete. Otro tipo de epígrafes nula o escasamente atestiguados en el mundo ibérico antes de la llegada de los romanos son los epitafios. Aunque haya algún posible precedente aislado de inscripción sobre piedra,43 la epigrafía funeraria ibérica se desarrollará a partir del siglo II a.C., de nuevo con dife-rencias regionales.44 En la Citerior se recurre a la lengua vernácula para los epitafios, con unas tipologías influidas por los modelos latino-itálicos intro-ducidas por los inmigrantes procedentes de Italia, pero que al mismo tiempo están reelaborando costumbres funerarias propias.45 La epigrafía funeraria latina en esta provincia no eclosionará hasta la primera mitad del siglo I a.C., concentrada en las ciudades costeras de Emporion, Tarraco y Cartago Nova.En la Hispania Ulterior, a excepción del núcleo jienense que se verá a conti-nuación, la epigrafía funeraria hará una aparición más tardía, en la segunda mitad del siglo I a.C. y recurriendo al latín. El número de epígrafes (tanto la-tinos como ibéricos) es muy inferior respecto a la Citerior y no se detectan con-centraciones comparables a los que se encuentran en la provincia vecina.46

Las estelas funerarias son un ejemplo de esta reelaboración de tradicio-nes locales. A pesar de la existencia en el ámbito meridional de precedentes lejanos,47 no es hasta época romana cuando aparecen estelas con epigrafía meridional. De Jaén provienen dos. Una de ellas fue encontrada en la necró-polis de Los Chorrillos en Mengíbar, la antigua Iliturgi (H.10.1). Los mate-riales de la necrópolis se datan entre los siglos V y mediados del I a.C. y la

————41 MLH I, 263; DCPH, 177-179.42 MLH I, 263; DCPH, 396. 43 Una posible excepción sería la inscripción de Corral del Saus, según De Hoz 1995,

59-60. Contra, Beltrán 2012, 11-14. 44 Para la epigrafía funeraria ibérica: Simón 2013, con abundante bibliografía. 45 Abad 2003. Por el contrario, Barrandon 2003 remarca un origen autónomo de los

epígrafes funerarios ibéricos y celtibéricos del Levante y el Valle del Ebro. Contra, Beltrán 2012.

46 Stylow 1995 y ELRH, 63-65. 47 Las estelas con escritura del Sudoeste y la estela con escritura fenicia de Villaricos,

Almería. Al respecto de los precedentes de las estelas ibéricas: Izquierdo y Arasa 1999.

Cultura epigráfica y romanización en el ámbito ibérico meridional

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estela se sitúa en época republicana, aunque sin demasiados elementos de juicio. La pieza, de arenisca, aparece incompleta, y el campo epigráfico se limita a cinco signos, ailur.48 Ciertamente, hay que mencionar la posibilidad de que el epígrafe no esté escrito en signario meridional, sino levantino.49 De lo que no hay duda es de que se trata de un antropónimo, con paralelos en uŕkaŕailur que figura en la lista de nombres del plomo de Enguera (F.21.1). También de época republicana es la otra estela, hallada en Cástulo,50 siendo problemática tanto por la lectura del epígrafe como por algunas dudas sobre su autenticidad.51 El mal estado de conservación y el uso de alógrafos no habituales hace que la lectura sea muy insegura.52 La ordinatio (siempre que se asuma la autenticidad de la pieza) sí que es peculiar, con tres signos en la primera línea a modo de encabezamiento, dejando un espacio antes de las otras dos líneas. A partir del principado de Augusto y en el marco general de expansión de la epigrafía latina, va a popularizarse en la Bética la estela y otros sopor-tes pétreos como monumento funerario. Algo antes, de época coetánea a las estelas ibéricas mencionadas contamos con un conjunto de seis epígrafes latinos sobre soportes pétreos en el territorio andaluz.53 Todas ellas son realizadas por libertos o ciudadanos de origen itálico.54 Tipológicamente, las estelas de Itálica y Fuenteobejuna están más cercanas a las dos indígenas que las de Nueva Carteya y Úbeda. Mientras que las primeras son de factura algo tosca y carecen de remate, las otras dos deben de ser cronológicamente pos-teriores, perteneciendo al tipo de estela con remate semicircular que más tarde se extendieron por las zonas rurales y los núcleos urbanos de mediano tamaño de la Bética en época imperial.55 En cuanto al formulario, tenemos una introducción temprana de fórmulas de encabezamiento en una de las piezas de Itálica;56 aunque no fuera lo común en los escuetos epitafios ofrece

———— 48 De Hoz 2010, 342; Simón 2013, 246 (P113).49 Untermann recoge en los MLH esta posibilidad, proponiendo una lectura alternativa

como ailbir. El último signo, aunque es más frecuente en la variante levantina, sí que aparece en la meridional en una de las leyendas de las monedas de Obulco tal como ha señalado Correa 2004, 87.

50 Cabrero 1994. Véase también: Simón 2013, 245-246 (P112).51 Dudas manifestadas en De Hoz 2010, 369 y Rodríguez Ramos 2005, 124. Simón

2013, 246, recoge la opinión del Museo Arqueológico de Linares a favor de la autenticidad de la pieza.

52 La que propone el editor es ka++ / lbiŕ iś / kaśtiS46aos+.53 Siguiendo la nomenclatura de ELRH serían las de Itálica, Sevilla (U24-U26), Fuente-

obejuna (U48) y Nueva Carteya (U46) en Córdoba y Úbeda (U55) en Jaén. La pieza U26 es realmente un bloque irregular de tendencia paralelepipédica, aunque en origen pudo haber pertenecido a un cipo o una estela.

54 Sobre el papel de los libertos en la configuración de la cultura epigráfica hispana: Beltrán 2004b.

55 Stylow 1995, 226-227. 56 AVE en U26.

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un interesante paralelo con el encabezamiento de la estela ibérica de Cástulo. A partir de Augusto, las estelas van a reproducir en su forma, decoración y formulario los modelos itálicos, introducidos desde mediados del siglo I a.C.por los inmigrantes procedentes de Italia y otras regiones del Occidente ro-mano, no pudiéndose hablar por tanto de unos precedentes directos indígenas aunque la existencia de un uso previo debió de facilitar el arraigo de esta tipología funeraria.57

Otro tipo funerario característico de la Alta Andalucía es el de las urnas cinerarias. Morfológicamente son cajas cuadradas, con o sin pies tallados y con un pequeño entalle en la parte superior para encajar la tapadera, que puede ser plana o en forma de techo, en este caso dándole a la urna la apa-riencia de una casa. Normalmente estarían recogidas dentro de un edificio sepulcral, como ocurre en el célebre mausoleo de los Pompeyos en Torrepa-redones.58 El material empleado es piedra caliza aunque más tarde se utili-zaría el barro cocido para las más simples y en un caso se constata el mármol.59 Cronológicamente se introducen a finales de la época republicana, manteniéndose durante todo el periodo alto-imperial.60 De nuevo, tenemos una confluencia en la región de dos tradiciones, itálica y local. Morfológi-camente, las piezas béticas enlazan con las urnas oikomorfas romanas que, aunque de tradición antigua, se popularizan en Roma con Augusto y sus sucesores Julio-Claudios.61 Pero ya había una costumbre funeraria indígena previa en el Alto Guadalquivir, que empleaba cajas cuadrangulares de piedra (larnakes) y plomo, decoradas y que aparecen asociadas a tumbas de cámara aristocráticas, cuyo ejemplo más tardío, como luego se verá, se data a co-mienzos del siglo I a.C.62 El hecho de que las urnas cinerarias se extiendan en Hispania grosso modo en las mismas zonas donde se constataba la tradi-ción ibérica (esto es, el valle del Guadalquivir y sobre todo el este andaluz) indica que la existencia de un sustrato previo pudo favorecer el arraigo de esta tipología. Aunque con frecuencia aparecen nombres indígenas en los epitafios localizados en las urnas, no se emplearon lenguas y escrituras vernáculas, sino que desde el principio se recurrió al latín, si bien hay que tener en cuenta que el uso de la escritura ibérica meridional en el momento en que aparecen las urnas cinerarias ya se había abandonado. La excepción la tene-mos en una urna de plomo recientemente encontrada en Piquía, Jaén, antigua Urgarvo. La pieza, que se encontraba en una tumba principesca con un rico ajuar, se fecha a comienzos del siglo I a.C. La inscripción se sitúa en la tapa-————

57 Stylow 2002, 360-361. 58 Beltrán y Rodríguez 2010. 59 Stylow 2002, 356-357. 60 Para las piezas republicanas véase ELRH, 68-70. Para las de época imperial:

Rodríguez Oliva 2002, con bibliografía. 61 Rodríguez Oliva 2002, 261-262. 62 Sobre las urnas ibéricas: Almagro 1982; Rodríguez Oliva 1999.

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dera. Según De Hoz, la variedad paleográfica empleada en la urna está cer-cana a la utilizada en los plomos de Gádor y Los Allozos. Ello, unido al es-tado fragmentario de la inscripción, impide, según De Hoz, dar una lectura del epígrafe, aunque posiblemente se trate del nombre propio del difunto. En todo caso, la inscripción de Piquía representa el único caso hasta la fecha de un epígrafe ibérico sobre una urna cineraria, invitando a pensar en un mo-mento de mezcla cultural entre las dos tradiciones funerarias.63

En cuanto a placas y sillares, en la Alta Andalucía contamos con cuatro epígrafes sobre estos soportes (dos de ellos perdidos) de época republicana, todos pertenecientes a difuntos de origen indígena aunque en escritura la-tina.64 Entre estos destaca la placa opistógrafa de Cástulo (H.6.1). La cara A es anterior, como mínimo de mediados del s. I a.C. La cara B es algo poste-rior y fruto de una reutilización, aunque no supera el cambio de era según criterios paleográficos. En la interpretación de la cara A65 se concentran los principales problemas. Aparece un individuo con los tria nomina, M(arcus) Folui(us) Garos, cognomen solo atestiguado en esta inscripción. Las si-guientes palabras, en lengua ibérica, son conflictivas. Uninaunin y Unininitserían antropónimos. Si el epígrafe fuera funerario recogería los restos de Marcus, siendo Unininit, cuyo género desconocemos, la persona encargada de costear el monumento, tal como se ve en la inscripción de Pinos Puente. Marcus Folvius sería el primero de su familia en acceder a la ciudadanía y cambiaría su nombre frente a los otros individuos, que mantienen la onomástica indígena. La inscripción de la cara B,66 completamente en latín excepto la última palabra, hace referencia a un liberto de la familia Cornelia, bien atestiguada en Cástulo. La última palabra, CASTLOSAIC, probablemente funcione como una indicación de origo. Podría ser ibérica por el sufijo -sa-i-cpero no por la secuencia consonántica de la base, que estaría más cercana al turdetano según J. A. Correa.67 El uso del alfabeto latino para escribir la len-gua ibérica,68 la peculiaridad onomástica y la escasez de inscripciones ibéricas sobre piedra en la Alta Andalucía convierten en esta pieza en excepcional.69

Respecto a la epigrafía votiva, solo contamos con un ejemplo meridional, un exvoto procedente del santuario de Torreparedones, en Baena, Córdoba, sobre el que se han inciso dos signos. El exvoto representa a una mujer sedente y con los brazos sobre los pechos. La inscripción, breve y de difícil inter-

————63 De Hoz 2015, 408-409. Sobre el contexto arqueológico de la pieza, Ruiz et al. 2015. 64 U53 de Cástulo, U27 de Itálica y los perdidos U54, también de Cástulo, y U50 de

Pinos Puente, estos dos de Jaén. 65 M(arcus) Folui(us) Garo[s] / A VNINAVNIN VE / BAG MARC LA L / SIEROVCIVT.66 P(ublius) Cornelius P(ublii) l(ibertus) / Diphilus / CASTLOSAIC. 67 Correa 2009, 281; Simón 2013, 244-245 (P111). 68 Se trata del único caso junto al pavimento musivo de la Alcudia de Elche, Alicante

(G.12.4) que se mencionará en el apartado siguiente. 69 Véanse los comentarios al respecto en ELRH, 236-238; Simón 2013, 244-245 (P111);

Estarán 2014, 423-429, que incluyen toda la bibliografía anterior.

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pretación, aparece en la parte inferior.70 La cronología coincide con la fase inicial de la construcción del santuario, a mediados del siglo I a.C. Han apa-recido numerosas estatuillas como exvotos en caliza local, la mayoría figuras humanas y elementos anatómicos.71 Todos son anepígrafos excepto tres: la pieza ya mencionada con el epígrafe ibérico y otros dos con inscripciones latinas.72 No se constata por tanto un uso intenso de la escritura meridional para la epigrafía votiva, a diferencia de lo que ocurre en ámbitos como el valenciano, con la epigrafía rupestre o los exvotos de Montaña Frontera (F.11). Un tipo epigráfico que, como se vio anteriormente, no es nuevo pero que sí que se extiende es el de las inscripciones sobre vajilla de plata. Por lo general, formaban parte de ocultamientos que incluían piezas anepígrafas y monedas que permiten fijar un límite inferior para los conjuntos, relacionán-dose la mayor parte de los ocultamientos con el contexto de las Guerras Serto-rianas.73 Los epígrafes de las piezas inscritas pueden interpretarse con marcas de propiedad74 aunque en dos de ellos se constata la presencia de numerales.75

LA CONTESTANIA: CAMBIO Y CONTINUIDAD

El panorama en la Alta Andalucía durante la época republicana puede definirse en tres aspectos: la supervivencia del signario meridional, la apari-ción de nuevas tipologías de soporte para su uso y la vinculación de estas con nuevas tipologías introducidas por los romanos. En cambio, el de la Contestania va a caracterizarse por la sustitución del signario meridional por el ibérico levantino pero con una continuidad en sus usos, esto es, unas pocas láminas de plomo y algunos grafitos sobre instrumentum. Respecto a los plomos, ya se mencionaron aquellos con inscripciones en signario levantino pertenecientes al conjunto de La Serreta de Alcoy. Dos de ellos (G.1.4 y 5) fueron encontrados en un estrato arqueológico pertene-ciente al siglo III a.C., mientras que la paleografía, según Rodríguez Ramos, permitiría afinar más aún la cronología hasta el periodo entre el 225 y el 175 a.C. Otro plomo encontrado un poco más al norte de Alcoy, el de Enguera (F.21.1), aunque arqueológicamente descontextualizado, parece ofrecer una

————70 Simón 2013, 248 (P116) 71 El catálogo de los exvotos puede consultarse en: Cunliffe y Fernández 1999, 321-398. 72 Un exvoto con forma de par de piernas y antropónimos indígenas (U40) y la conocida

cabeza femenina con un epígrafe dedicado a Dea Caelestis (U39). 73 Sobre la vajilla de plata procedente de la Península Ibérica: Raddatz 1969. Para el

contexto arqueológicos de estas ocultaciones: Chaves,1996. 74 Santisteban del Puerto (H.3.1-4), Torres (H.5.1) y Fuensanta de Martos (H.7.1), todas

en Jaén. Hay que señalar la especial problemática de una de las piezas de Santisteban del Puerto (H.3.4), con la inscripción latina TERCINOI EGVAN OASAI F, que remitiría al ámbito celtibérico según Beltrán y Estarán 2011, 22.

75 Santiago de la Espada (H.2.1) y La Granjuela, Córdoba (H.9.1).

Cultura epigráfica y romanización en el ámbito ibérico meridional

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cronología similar, del 210 al 175 a.C.76 Lo mismo ocurre con las primeras emisiones de Saetabis, al norte de la Contestania, que emplea el signario levantino en la temprana emisión de plata fechada en época de la Segunda Guerra Púnica.77

Por lo tanto, la introducción del signario levantino al sur del Júcar de-bió iniciarse poco antes de la llegada de los romanos, aunque fue a partir de la Segunda Guerra Púnica cuando se aceleró su difusión en dirección sur. Sí que debería descartarse una intervención directa del poder romano en esta expansión del signario levantino por el sur del Levante. Primero, el comienzo de su introducción habría sido anterior. Segundo, Roma por lo general mostraba una considerable indiferencia por las lenguas indígenas en Oc-cidente, y es poco plausible que se dedicara expresamente a fomentar una u otra variedad de escritura. Y tercero, el hecho de que el signario meridional sobreviviera no solo en la cuenca del Guadalquivir sino también en la perife-ria contestana revela que las nuevas autoridades romanas no tendrían ningún problema al respecto.78

Los plomos de Alcoy y Enguera son a la vez los primeros textos en signario levantino en la zona y también los últimos ejemplares de esa tipo-logía. Durante la época republicana el signario levantino fue empleado en la Contestania utilizando como soporte diversos tipos de instrumentum, aunque no de manera demasiado frecuente. Contamos con grafitos sobre cerámica local en el Tossal de Manises en la Albufereta (G.10.1-3) y sobre cerámica campaniense en el Tossal de la Cala en Benidorm (G.8.1-4) y en la Alcudia de Elche (G.12.2). En este último yacimiento apareció también un sello sobre ánfora (G.12.3). Otra pieza interesante es la pesa de telar hallada en El Mo-nastil de Elda (G.11.1). En definitiva, hay una continuidad en el empleo de la lengua y escritura indígena en la Contestania, aunque con un cambio en la variedad del signario. Este cambio debió de ser rápido y además no supuso alteración en el ámbito de uso que se daba a dicha escritura; esto es un em-pleo mayoritariamente privado como el que antes se ha señalado con las escrituras greco-ibérica y meridional. La única posible excepción en cuanto al uso público de la epigrafía lo tenemos en el pavimento musivo de opus signinum localizado en la Alcudia de Elche (G.12.4). En él, formando parte de las secciones laterales del mo-saico de una casa romana, aparecen dos inscripciones en alfabeto latino. El estrato en el que el mosaico fue hallado remite a los momentos en los que Ilici se convierte en colonia. Las dos inscripciones están incompletas. Mien-tras que de la primera escasa información puede extraerse por la brevedad

————76 Rodríguez Ramos 2004, 91-92.77 DCPH, 330-333. 78 La propuesta de una promoción romana del signario levantino frente al meridional en

el marco de la Segunda Guerra Púnica y la inmediata posguerra fue defendida por Rodríguez Ramos 2004, 92. Sobre la actitud romana hacia las lenguas vernáculas en Occidente: Du-buisson 1982.

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del epígrafe conservado, la segunda incluiría elementos de al menos tres nombres personales.79 Introducidos en las provincias hispanas desde época muy temprana, los pavimentos de opus signinum constituyen ejemplos de uso público de la epigrafía sin necesidad de la utilización de soportes pétreos o broncíneos. El ejemplar ilicitano es destacable no solo por romper la homogeneidad de las inscripciones privadas dominante en la zona, sino tam-bién por el recurso a la escritura latina para transcribir el ibérico. Estos dos hechos, junto al contexto arqueológico más bien tardío, indican que la intro-ducción de los usos públicos de las inscripciones en la Contestania se realizó de manera conjunta a la latinización lingüística de la zona, y que ambos pro-cesos distaban de estar completos cuando los programas de colonización y municipalización de César y Augusto alteraron de lleno la zona.80

Sí que en la zona más periférica de la Contestania hay ejemplos de mantenimiento del signario meridional. En el santuario del Cerro de los Santos, en el término municipal de Montealegre del Castillo, Albacete, se han encontrado tres esgrafiados sobre estatuillas antropomorfas (G.14.1-3). Todos ellos pueden ser identificados como antropónimos y las fechas remi-ten sin duda a época republicana.81 Algo más al oeste, en el municipio albaceteño de Pozo Cañada, fue localizado otro esgrafiado sobre una estatua zoomorfa. En este caso, la descontextualización de la pieza, las dificultades de lectura y la falta de paralelos impide extraer conclusiones del epígrafe.82

El repertorio de inscripciones meridionales de Albacete de época republicana lo completan un sello sobre ánfora y dos posibles grafitos, todos procedentes del municipio de Lezuza.83 En esta zona la continuidad por tanto es com-pleta, sobreviviendo el signario meridional con unos usos que ya estaban atestiguados anteriormente y que se mantienen dentro del uso privado que caracteriza a la epigrafía de la zona.

LOS INDÍGENAS COMO AGENTES DE LA EPIGRAFÍA LATINA

La configuración de una incipiente cultura epigráfica hispana durante época republicana fue un proceso dialéctico que dio como resultado adapta-ciones y asimilaciones, en el marco de un contexto de integración cultural, económica y, finalmente, política de los indígenas hispanos a la realidad romana. A partir de mediados del siglo II a.C. los indígenas comienzan a pro-ducir documentación epigráfica latina, aunque sometida a una reelaboración, ya sea respecto al uso de soportes (como es el caso ya señalado de las urnas funerarias andaluzas pero también de la epigrafía lapídea en contextos urba-————

79 La primera inscripción está situada a la izquierda del recuadro central: [---]ACOS[---].La segunda, en la parte inferior del recuadro y perpendicular a la anterior, consta de tres líneas: +LSAILACOS [---] / [---] ELSADINI COR[---] / ESCRAD[c.5]+[---]

80 Cf. Fernández 2003. 81 Simón 2013, 242-243 (P.107-109); Luján 2013, 108-111. 82 Cisneros 2010. 83 Luján 2013, 113-114, con bibliografía.

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nos)84 o directamente con el recurso al bilingüismo. En definitiva, si lo que se busca es estudiar la influencia romana en la epigrafía paleohispánica es necesario comprender el fenómeno como un proceso multidimensional en el que la expansión de la epigrafía vernácula y la introducción de la latina son dos caras de la misma moneda.85

Ya se mencionó anteriormente que la recepción de la epigrafía funera-ria fue un fenómeno procedente de la influencia romana pero que arraiga sobre un sustrato de tradiciones locales. Los epitafios, ya sean en latín o en lengua o escritura ibéricas, se convirtieron en la principal tipología epigrá-fica usada por las élites de la Alta Andalucía. El mejor ejemplo de esta con-fluencia es el de las urnas funerarias que ya se han mencionado. El conjunto de piezas fechables en época republicana consta de nueve urnas, de las que cinco pertenecen al Mausoleo de los Pompeyos en Torreparedones (aunque en esta localización hay otras siete de época augústea)86, dos proceden Jaén87

y otras dos son de origen desconocido aunque pueden situarse en Andalucía Oriental.88 En cuanto a la morfología del epígrafe, suelen ser simples men-ciones del nombre del difunto en nominativo, remitiendo en casi todos los casos a contextos indígenas.89 Como ya se señaló, las urnas serán populares en dichos contextos, presentando una continuidad en su uso durante el Alto Imperio. La población local recurrió bastante menos a estelas y placas para sus enterramientos. Sin contar la losa castulonense en la que se utiliza el latín para transcribir ibérico, solo tenemos tres epitafios indígenas sobre ese tipo de soportes, dos de ellos actualmente perdidos.90 No parece que en época augústea y Julio-Claudia esta tendencia cambie, pues solo se constatan tres epígrafes atribuidos a personajes con nombres ibéricos que empleen en la zona placas y sillares como soportes para sus epitafios,91 si bien el cambio onomástico producido en esa época puede estar distorsionando la visión so-bre este aspecto concreto del hábito epigráfico. La creciente integración de las comunidades meridionales en las es-tructuras políticas romanas tuvo como consecuencia su implicación activa en

————84 Mayer y Velaza 1992. 85 Cf. Beltrán, 2004a, 51-58. 86 U41-45; Beltrán Fortes y Rodríguez Oliva 2010. 87 U49 de Porcuna y U52 de La Guardia 88 U58, que se atribuye a la provincia de Granada, y U59 de la que no se tienen datos

respecto al contexto de su hallazgo. 89 La excepción la tenemos en la urna U59, en la que el fallecido, Q. Valerius Anchialus,

porta un cognomen de origen griego, lo que tal vez indique una categoría de liberto según ELRH. 90 U27 de Itálica y los perdidos U54 de Cástulo y U50 de Pinos Puente. Mientras que los

dos últimos remiten al ámbito ibérico por los antropónimos empleados, el difunto del epitafio de Itálica porta el cognomen Aegantus, de origen lusitano.

91 CIL II2/7, 91 y 26 de Arjonilla y Jódar en Jaén, respectivamente, y CIL II2/5, 684 de Pinos Puente, Granada.

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los conflictos civiles que a partir del siglo I a.C. van a sacudir la República Romana, una participación que dejará su huella en el registro epigráfico.92

Los proyectiles para honda de plomo o glandes plumbeae93 podían portar leyendas o símbolos haciendo referencia tanto al propietario y su bando como al enemigo. Su uso bélico en la Península se generaliza a partir de las Guerras Sertorianas, habiéndose encontrado un buen número de ejemplares en el valle del Ebro y el área entre los ríos Guadalquivir y Guadiana. Es con el enfrentamiento entre pompeyanos y cesarianos unas décadas más tarde cuando aparecen glandes inscritas repartidas por toda Andalucía, en un número de unas setenta y todas ellas haciendo referencia al bando pompe-yano.94 Es prácticamente imposible conocer el origen local o foráneo de las tropas que realizaron las glandes. A diferencia de la Citerior, donde se constata algún caso de leyenda ibérica sobre proyectil,95 todas las piezas de la Ulterior están en latín.96 No obstante, la excepción puede darla un con-junto de glandes inscriptae de Osuna, Urso y Huelva,97 de inferior factura a la habitual y que porta grupos de signos alfabéticos de interpretación con-flictiva, correspondiendo algunos de ellos a las letras latinas invertidas. B. Díaz, descartando que estos signos sean paleohispánicos, sugiere la posibili-dad de que los proyectiles fueran destinados a las tropas auxiliares indígenas que las comunidades meridionales pusieron al servicio de los pompeyanos, funcionando las letras como marcas de peso o de propiedad. Los proyectilesde mejor calidad y con inscripciones más elaboradas pertenecerían al ejército regular, formando parte estas armas de un sistema de propaganda que el bando pompeyano consideraría redundante para los auxiliares peregrinos.98

Las guerras civiles generaron otro tipo de epígrafes en los que la participación indígena sí que es distinguible, el de las inscripciones conme-morativas de obras de construcción. En La Rambla, provincia de Córdoba, localidad que se vincula con la ciudad de Sabetum, un bloque de caliza negra (U38) conmemora la reconstrucción de una de las puertas de la ciudad a ex-pensas de dos magistrados locales, el decenviro máximo Binsnes, hijo de Vercello, y el edil Marcus Coranus Alpis, hijo de Acrinus. Mientras que la onomástica del primero es claramente indígena, tal vez celta, la del segundo indica que si bien era ciudadano romano o latino, el nombre de su padre, su raro cognomen y la aparición del nomen Coranus en zonas del ámbito ibérico

————92 Stylow 2005, 255-258. 93 Díaz 2005. 94 Díaz 2005, 227-228. 95 Por ejemplo: F.20.5 de Ayora, Valencia. 96 A ello habría que sumar los quince proyectiles de catapulta encontrados en Osuna,

con numerales (PC30-44). 97 Conjuntos G.30 de Urso, G.31-38 de Osuna y G.24-29 de Huelva, este último perdido. 98 Díaz 2005, 228-229.

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invitan a pensar en un origen indígena para este individuo.99 La inscripción, perfectamente datable en el 49 a.C. por las menciones a los cónsules y al gobierno en la Ulterior de Quinto Casio Longino, revela la integración de ciudadanos y peregrinos en las élites dirigentes béticas previa a la municipa-lización cesariana.100 Otra inscripción similar encontrada en Alcalá del Río, Sevilla, conmemora la financiación por un indígena de las obras de fortifica-ción de la ciudad, la antigua Ilipa Magna (U.28). El evergeta, Vrchail, hijo de Atitta, es un peregrino de origen indígena cuyo nombre es ibérico. No ocurre lo mismo con su patronímico, que forma parte del conjunto de la an-troponimia de Andalucía Occidental.101 En otras dos inscripciones andalu-zas,102 se constatan nombres ya romanizados para las personas que sufragan las obras, sin que se pueda distinguir un origen itálico o indígena. En cual-quier caso, estas inscripciones forman la única epigrafía de tipo edilicio en la que peregrini indígenas se hacen mencionar expresamente en el ámbito de la provincia Ulterior. Sin llegar a la intensidad de los centros urbanos costeros de la Citerior, sí que se observa en la Alta Andalucía desde época republicana la adopción del latín para la expresión epigráfica, con un uso paralelo al del signario pa-leohispánico en el caso de la epigrafía funeraria. Esta situación contrasta enormemente con la de la Contestania. En época republicana la ausencia de epigrafía latina, ya sea producida por indígenas o por población foránea, es casi absoluta en esta región. En Cerro de los Santos, Albacete, se localiza un esgrafiado sobre una escultura de un togado con la inscripción latina L(ucii) Lic(i)ni(i) (C55) y que debe contextualizarse dentro del conjunto de exvotos encontrados en el santuario, incluidas las tres piezas con esgrafiados ibéricos meridionales que se men-cionaron en el punto anterior. Su cronología iría de la segunda mitad del siglo II a comienzos del I a.C. En cuanto al autor de la inscripción, aunque la ausencia de cognomen impide ser precisos respecto a su origen, el contexto del santuario, con los esgrafiados ibéricos, y el paralelismo de Torreparedo-nes, también con epigrafía votiva latina realizada por indígenas, invita a pen-sar en que el oferente era un indígena romanizado.103

La estatuilla del Cerro de los Santos es la única inscripción latina que podría ser atribuible a indígenas en la Contestania de época pre-augústea. El elenco lo completan dos epígrafes. Primero, una corta inscripción de propie-————

99 Esta es la posición sostenida por B. Díaz en ELRH. Los primeros editores de la pieza (Lacort et al. 1986, 73-74), entre los que se cuenta A. U. Stylow, mantienen que el segundo per-sonaje tendría una procedencia itálica, vinculando el patronímico con el antropónimo centro-itálico Acrius / Agrius y el cognomen con la inscripción CIL IX 1227 de Mirabella. En cuanto al primer personaje, Stylow 2005, 257, lo considera ibérico.

100 Sobre la integración de las élites meridionales en las estructuras romanas, como muestra de la abundante bibliografía pueden servir Rodríguez Neila, 2000; Melchor 2009.

101 De Hoz 2010, 459-462. 102 U6 de Baelo, Cádiz, y U31 de Urso, Sevilla, las dos bastante monumentales. 103 Izquierdo y Velaza 2002, 38-39.

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dad de un legionario sobre un casco de tipo Montefortino (C54) encontrado en una tumba ibérica del siglo II a.C. en Pozo Moro, cerca de Cerro del Cas-tillo. La tumba contenía dos panoplias, una indígena propiedad del difunto y otra romana, a la que pertenecía el casco, probablemente de un enemigo capturado. La otra inscripción, bastante más compleja, procede de La Alcudia de Elche y consiste en una tabla de bronce en la que se recoge la centuriación de unas tierras en el marco de la deductio municipal de Ilici, realizada en fecha discutida, quizá entre el 43 y el 42 a.C. (C1). No parece que el estar situada entre dos de los grandes centros epigráfi-cos republicanos de la Península Ibérica influyera en la intensidad del hábito epigráfico contestano. Al norte del Júcar, Sagunto (F.11) ofrece uno de los conjuntos de inscripciones ibéricas más importantes, con una veintena de inscripciones sobre soporte pétreo, la mayoría funerarias, a las que hay que sumar la decena de exvotos del cercano santuario de Montaña Frontera. Si exceptuamos dos inscripciones bilingües relacionadas con libertos,104 no va a ser hasta después de César cuando la epigrafía latina se imponga en la ciu-dad, generando uno de los núcleos más importantes de la Península.105 En el sur, Cartago Nova constituye otro de los epicentros de la cultura epigráfica republicana. En este caso, la antigua fundación cartaginesa se convirtió en un foco de atracción para inmigrantes de Italia y libertos, responsables de un abundante corpus de unas cuarenta inscripciones, todas ellas latinas, de temática religiosa, edilicia y funeraria, usando soportes pétreos pero también pavimentos musivos. Ello por no hablar de las inscripciones sobre lingotes de plomo que se distribuyen por toda la región.106 Ni el uso público de la epigrafía (con la excepción del pavimento musivo ilicitano), ni la variedad de soportes, ni el empleo del latín calaron en la región hasta época augústea, momento a partir del que se constatan importantes conjuntos epigráficos en localidades como Elche o Játiva.107

La comparación entre la Alta Andalucía y la Contestania permite observar diferencias en torno a los empleos dados a la epigrafía y a la lengua en ambas zonas. Para empezar, en la Alta Andalucía se desarrolla un uso público de la epigrafía, pasándose de una fase prerromana dominada por el carácter eminentemente privado del epígrafe a otra en la que su localización en contextos públicos se va haciendo más frecuente. Puede rastrearse el ritmo de la progresiva latinización lingüística. El signario ibérico meridional se emplea de manera temprana en las emisiones monetales y en las inscrip-————

104 F.11.8 y F.11.27. 105 Beltrán 1980. 106 Abascal y Ramallo 1997. 107 Importantes debieron de ser las fundaciones coloniales y municipales realizadas a partir

de César, que implicaron el movimiento de población de origen italiano o ya romanizada. Así pues, en el bronce de Ilici (C1), de los diez individuos que participan en la centuriación, dos proceden de Italia y otros cinco de localidades de la Ulterior aunque lo infrecuente de sus tribus en la Península indica que formaban parte de familias que habían emigrado a Hispania recientemente.

Cultura epigráfica y romanización en el ámbito ibérico meridional

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ciones funerarias, siendo poco a poco sustituido en estos ámbitos a lo largo del siglo I a.C., al tiempo que surgen nuevas tipologías como las conmemo-raciones edilicias, proceso en el que textos transliterados como la estela de Cástulo serían ejemplos de estadios intermedios. Las élites locales, que a tenor de la noticia estraboniana asimilaron de forma relativamente rápida el latín como lengua propia,108 desarrollaron una incipiente cultura epigráfica a partir modelos romanos, que no se vio afectada por el cambio lingüístico. En la Contestania, lo que se detecta es una mayor perduración del modelo pre-rromano, además de la sustitución de la variante meridional del signario por la levantina. La epigrafía pública pre-augústea es escasa y tardía, limitándose al ejemplo del pavimento de Ilici, que al recurrir al alfabeto latino nos indica un estado más bien avanzado en el proceso de latinización. Es decir, al con-trario que en la región vecina, no se desarrolló de manera autóctona un sus-trato sobre el que se asentara la cultura epigráfica latina, sino que el binomio latín-epigrafía pública llegó formando un conjunto a la Contestania en época de Augusto o, a lo sumo, poco antes.

EPIGRAFÍA MERIDIONAL Y EPIGRAFÍA PÚBLICA

Una vez descritos los comportamientos de las zonas donde funcionó la escritura meridional, un ejercicio interesante es el de situar la cultura epigrá-fica meridional dentro del conjunto de la epigrafía pública hispana. La com-paración de las distintas regiones permitirá resaltar sus particularidades y diferencias, así como detectar los distintos factores que inciden en la apari-ción y diferente evolución de las culturas epigráficas locales durante la época previa al Imperio. La epigrafía pública de época prerromana en la Península Ibérica es, como ya se ha repetido en este trabajo, escasa y supone un escaso peso en el conjunto, dominado por grafitos sobre cerámica y láminas de plomo.109 De las siete inscripciones que entrarían en esta categoría, dos pertenecen al ámbito meridional, en concreto de la Contestania, las de Mogente (G.7.1) y La Alcudia (G.12.1). Las otras cinco provienen del nordeste peninsular: la cubeta de Pech Maho, el bloque de Cruzy y los tres bloques de Ullastret.110

No es hasta el final de la Segunda Guerra Púnica y la entrada de Hispania en la órbita romana cuando empieza a surgir con mayor impulso una epigrafía pública, eso sí, de manera desigual. La provincia HispaniaUlterior mostrará una menor intensidad epigráfica que la Citerior. A grandes rasgos pueden distinguirse tres grandes zonas en cuanto al comportamiento epigráfico. La Alta Andalucía ibérica ya ha sido descrita en este trabajo. El litoral costero meridional, correspondiente a las comunidades hispano-————

108 Se trata del conocido pasaje III, 2, 15. Sobre Estrabón y la Bética: Andreotti 2007. 109 No se toma aquí en cuenta el episodio de las estelas del Sudoeste, que efectivamente

constituye un peculiar e interesantísimo caso de “cultura epigrafica” previo y autónomo de Roma, pero carente de continuidad al desaparecer abruptamente en el siglo VI a.C.

110 Beltrán 2005, 41-42; id. 2012.

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fenicias, formaría la segunda zona, con una total ausencia de epígrafes públicos durante época republicana, pero sí con emisiones monetales que emplean el fenopúnico en distintas variantes.111 La tercera zona correspondería con el resto de Andalucía. Destacan los conjuntos de Torreparedones, ya mencionado y con unos epígrafes cuyos responsables son indígenas romanizados, e Itálica, actual Santiponce, Sevilla. Esta última, primera fundación romana en Hispania, destaca por el mayor peso de los inmigrantes itálico-latinos en la actividad epigráfica.112 La relativa falta de epigrafía pública contrasta con la latinización relativamente temprana del territorio, como prueba la abundante actividad acuñadora de las comunidades del valle del Guadalquivir, que emplean desde el siglo II a.C. el latín en sus emisiones monetales.113

La Hispania Citerior republicana ofrece un mucho más elevado número de epígrafes públicos que la provincia vecina, aunque también presenta dife-rencias regionales en cuanto a su distribución. Para empezar, destaca el peso de las grandes ciudades portuarias, hasta el punto de que es en estos centros urbanos y sus aledaños donde se concentran la mayoría de las inscripciones públicas. De Cartago Nova, con su variada epigrafía latina, y Sagunto, con sus inscripciones ibéricas mayoritariamente funerarias, ya se ha hablado anteriormente. Las otras dos ciudades que conforman este grupo son Tarraco y Ampurias. En Tarraco, uno de las más tempranas bases romanas en la Península, se hallan una treintena de inscripciones latinas y una decena de ibéricas. Al igual que en Cartagena, el peso de los libertos en la epigrafía latina es considerable, incluyendo epitafios y una probable mención a un collegium. Ya bien entrado el siglo I a.C. pueden destacarse tres epígrafes en honor a senadores vinculados a la ciudad. En cuanto a las inscripciones ibé-ricas, el conjunto incluye grafitos, que podrían ser religiosos, marcas de cantero e inscripciones sobre piedra, tres de ellas bilingües. En cuanto a Ampurias, conviven en esta ciudad epígrafes griegos, ibéricos y latinos, re-sultado de la peculiar historia de la ciudad. Durante la mayor parte de la época republicana van a predominar los epígrafes griegos, con inscripciones sobre piedra de carácter religioso y pavimentos con mensajes salutatorios. Ya en el último tercio del siglo I a.C. hace su aparición la epigrafía latina, con epitafios atribuidos a libertos y dedicaciones a los patronos de la ciudad.Los epígrafes ibéricos constituyen media docena, de fecha más bien tardía.114

————111 Mora 2007. Correa 2009, 264-276. 112 De los cinco epígrafes de la ciudad, el pavimento musivo (U23) y las tres estelas

funerarias (U24-26) hacen referencia a inmigrantes y libertos. El quinto, un bloque de piedra caliza con una inscripción funeraria (U27), como ya se indicó en el apartado anterior podría pertenecer a un individuo de origen lusitano.

113 Beltrán 2004a, 69-70. Para la numismática de la zona: Chaves 2010. 114 Sobre las concentraciones de epigrafía pública en estas ciudades: Beltrán 2004a, 59-

64; id. 2005, con abundante bibliografía.

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El panorama epigráfico de época republicana lo completan hallazgos, normalmente aislados (aunque con excepciones, como el conjunto de Bada-lona, C.8), destacando las estelas funerarias ibéricas, que desde la costa pe-netran por el valle del Ebro. Precisamente, esta zona de confluencia étnica y lingüística posee uno de los conjuntos más importantes de epigrafía pública, incluyendo miliarios republicanos, los grandes bronces celtibéricos de Con-trebia Belaisca, los grafitos del santuario de Peñalba de Villastar y los pavi-mentos sobre opus signinum ibéricos y latinos.115

De todo lo expuesto lo primero que salta a la vista es que la aparición de la epigrafía pública está vinculada al establecimiento del poder romano. Los precedentes prerromanos no pasan de lo anecdótico y fue la presencia de los conquistadores la que ofreció estímulos y modelos para el nacimiento de una cultura epigráfica.116 Pero la diversidad de comportamientos muestra un panorama más complejo que va más allá de la mera adopción de los hábitos epigráficos romanos por parte de los indígenas hispanos. En primer lugar puede observarse que la Alta Andalucía presenta una menor intensidad del fenómeno epigráfico respecto a otras áreas del ámbito ibérico. Esta afirmación debe ser matizada, puesto que fuera de las impor-tantes concentraciones de epígrafes en los centros urbanos ya mencionados no hay tampoco grandes conjuntos en el resto de la Península. Más aún, la Contestania muestra una ausencia casi total de epigrafía pública. Teniendo en cuenta esta matización, sí que es cierto que la densidad de epígrafes en el ámbito ibérico meridional es menor que en el Levante y el valle del Ebro. Las razones de este comportamiento son difíciles de dilucidar. La intro-ducción de la cultura epigráfica romana era más fácil en las zonas urbanas, donde había disponibilidad económica, mayor nivel de alfabetización y un público potencial que contemplara el epígrafe. Pero aunque en el valle del Guadalquivir existía una red urbana desde antiguo, ciudades de importancia como Cástulo o Urso solo generaron unos pocos epígrafes. Una situación parecida en la que la urbanización no facilita el uso público de la epigrafía se da en la Contestania. Un ejemplo lo tenemos en Ilici, núcleo en el que la escri-tura era conocida a tenor de los grafitos ibéricos encontrados allí pero sin un empleo público de esta. Y ello por no hablar de que la epigrafía hallada en contextos rurales que se da en distintas zonas de la Península demuestra que la importancia de la urbanización es más cuantitativa que cualitativa.117

La presencia física de los romanos, especialmente de los inmigrantes libertos, fue un factor esencial, tal como se observa en el peso que tienen en la epigrafía urbana republicana. Pero en cambio las colonias de época repu-blicana no produjeron inscripciones públicas en unos niveles destacables. En la Ulterior, la capital provincial de Corduba no generó epígrafes públicos, y lo mismo puede decirse de Carteya. Solo Itálica muestra un conjunto reseña-————

115 Beltrán 2003. 116 Beltrán 2005, 42. 117 Alföldy 2004, 144-149; Beltrán 2005, 47-49.

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ble y en este vuelve a observarse un elevado peso de los libertos en la epi-grafía funeraria. El conocimiento del latín, que como se ha mencionado fue temprano en la zona, tampoco fue relevante.118

Otra posibilidad que se ha planteado es la influencia de la cultura es-crita desde los antiguos centros semitas del litoral de la Ulterior, escasa-mente proclive a las manifestaciones públicas de los epígrafes.119 Desde luego, esta hipótesis explica la total ausencia durante época republicana de epigrafía pública en aquellos territorios que a partir de Augusto formarán parte del convento jurídico gaditano. Esta inexistencia es ciertamente rese-ñable en la zona donde más tempranamente se introdujo el uso de la escritura y en la que se acuñaba moneda con leyendas fenopúnicas. Más complicado es determinar el grado de impacto que pudo tener en zonas del interior el influjo de púnicos e hispano-fenicios. Otros factores, como el nivel de alfabetización (literacy) o las dinámi-cas internas de las comunidades indígenas, son difícilmente cuantificables. En todo caso, la Alta Andalucía y la Contestania forman regiones con unos ritmos propios en cuanto a la configuración de la cultura epigráfica, aunque con una tendencia hacia el uso público del epígrafe, más evidente en el caso andaluz que en el contestano.

CONCLUSIONES

Llegados a este punto, puede realizarse una pequeña recapitulación diacrónica. Desde su adaptación a partir de la escritura del sudoeste, el sig-nario ibérico meridional se extendió desde el siglo V a.C. a través de las regiones orientales de Andalucía, la Submeseta sur y la franja situada entre los ríos Segura y Júcar. Este sistema de escritura fue empleado mayoritaria-mente en los ámbitos privados, ya sea para marcas de propiedad sobre vaji-llas o como apoyo para tareas económicas, ya fuera por medio de grafitos que funcionaran como marcas comerciales o por láminas de plomo con con-tratos y apuntes comerciales. En ese sentido, el panorama en estas zonas es similar al del resto del ámbito ibérico. A partir de la llegada de los romanos se produce una ruptura de esa unidad, adquiriendo cada zona una personalidad propia en cuanto a sus ras-gos epigráficos. La Alta Andalucía mantendrá el signario meridional e irá desarrollando una incipiente cultura epigráfica en la que la escritura verná-cula, empleada principalmente en epitafios, es sustituida por la latina a la altura de mediados del siglo I a.C. Cuando tipologías como las inscripciones edilicias hagan su aparición, los indígenas preferirán utilizar directamente el latín. En la Contestania de época republicana el signario meridional es aban-donado a favor del levantino, aunque la sustitución se había iniciado algo antes. Categorizar la intensidad del hábito epigráfico puede ser algo enga-

————118 ELRH, 48-54. 119 Beltrán 2011, 41-43.

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ñoso, pero está claro que en la Contestania de esta época no se produjeron epígrafes públicos, ni ibéricos ni latinos, hasta poco antes de Augusto, y empleando ya la escritura latina. Es decir, que la escritura ibérica en esta región quedó limitada a unos usos similares a los de época prerromana, gra-fitos cerámicos principalmente. La excepción la da la región periférica, con los epígrafes del Cerro de los Santos. Los factores que influyen en el menor peso del uso público de la escri-tura en estas zonas son complicados de determinar. Pero de lo que no hay duda es que allí donde surge, en nuestro caso en la Alta Andalucía, el ele-mento clave es la presencia romana. Los soportes de la epigrafía funeraria meridional son un buen ejemplo de ello. Estelas y urnas funerarias toman modelos tanto romanos como indígenas y aparecen ya durante el siglo IIa.C., en tanto que el uso de placas y sillares, inédito en la zona, no se intro-ducirá hasta bien avanzada la centuria siguiente. En un reciente trabajo,120 J. Prag señala que la cultura epigráfica ro-mana forma parte de una tendencia general en el mundo mediterráneo, ten-dencia que fue transmitida por el helenismo. El caso del Península Ibérica, como se ha expuesto, parece ir en otra dirección. Con unos precedentes esca-sos y sin continuidad, no surge una auténtica cultura epigráfica hasta la lle-gada de los romanos. Desde luego no es una simple imitación, sino que se asimilan y reelaboran tanto las influencias externas como las tradicioneslocales. El uso público de la epigrafía formaría parte de los estímulos de la romanización, entendida esta como un proceso de integración complejo y con un componente dialéctico más allá de la mera imposición o imitación. En el ámbito de la epigrafía, esto se traduce en la aparición de una incipiente cultura epigráfica, más o menos intensa según las zonas, que, por ejemplo en la Alta Andalucía, constituye el sustrato sobre el que se asentaría a partir de Augusto lo que Alföldy denominó la cultura epigráfica imperial.121

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————120 Prag 2013. 121 Considérese que los volúmenes del CIL II2 referidos a los conventos Cordubense y

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V CLCP: J. Untermann y F. Villar (eds), Lengua y cultura en la Hispania prerromana. Actas del V Coloquio sobre Lenguas y Culturas Prerro-manas de la Península Ibérica, Salamanca, 1993.

Javier Herrera Rando Universidad de Zaragoza

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Fecha de recepción del artículo: 20/09/2015Fecha de aceptación del artículo: 2/11/2015

Cultura epigráfica y romanización en el ámbito ibérico meridional

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Fig. 1. Epigrafía ibérica meridional (siglos IV-III a.C.). 1: Cástulo (Linares, Jaén). 2: Giribaile (Vilches, Jaén). 3: Córdoba. 4: Cerrillo Blanco (Porcuna, Jaén). 5: Gádor (Almería). 6: Mon-tejícar (Granada). 7: Mogente (Valencia). 8: La Alcudia (Elche, Alicante). 9: La Covalta (Albaida, Valencia). 10: Llano de la Consolación (Montealegre del Castillo, Albacete). 11: El Amarejo (Bonete, Albacete). 12: Abengibre (Albacete). 13: Reiná (Alcalá del Júcar, Alba-cete). 14: La Camareta (Hellín, Albacete). 15: Alarcos (Ciudad Real). 16: Cerro de las Cabe-zas (Valdepeñas, Ciudad Real). 17: Cerro de la Mesa (Alcolea del Tajo, Toledo).

Javier Herrera Rando

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Fig. 2. Epigrafía ibérica del Sudeste peninsular (siglos II-I a.C.). 1: Cástulo (Linares, Jaén). 2: Obulco (Porcuna, Jaén). 3: Iliberris (Granada, Granada). 4: Mengíbar (Jaén). 5: Piquía (Ar-jona, Jaén). 6: Torreparedones (Baena, Córdoba). 7: Cerro de los Santos (Montealegre del Castillo, Albacete). 8: Pozo Cañada (Albacete). 9: Lezuza (Albacete). 10: Alcoy (Valencia). 11: Enguera (Valencia). 12: Tossal de Manises (Alicante, Alicante). 13: La Alcudia (Elche). 14: Benidorm (Alicante). 15: El Monastel de Elda (Elda, Alicante). 16: Saetabis (Játiva, Va-lencia). 17: Sabetum (La Rambla, Córdoba). 18: Alcalá del Río (Sevilla).