cuentos populares españoles (las tres edades)

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Page 4: Cuentos populares españoles (Las Tres Edades)

ÍNDICECubiertaPortadillaDedicatoriaAl lectorCUENTOS POPULARES ESPAÑOLES1. La misa de las ánimas2. El hombre del saco3. El aguinaldo4. Los siete conejos blancos5. Los ladrones arrepentidos6. La niña de los tres maridos7. El alfiletero de la anjana8. Periquillo9. La flor del cantueso10. El príncipe Tomás11. Los dos jorobados12. Las tres naranjitas13. Juan Bobo14. El agua amarilla15. La calandria salvadora16. La muñeca de dulce17. El castillo de Irás y No Volverás18. La tira de piel19. El conde Abel y la princesa20. El alma del cura21. La princesa encantada22. El enano23. El cabrito negro24. El cuarto prohibido25. La novia del ladrón

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26. Blancaflor27. Las tres hilanderas28. El gato con botas29. La hija enterrada30. Perico el mago31. Juan Sin Miedo32. Las mantecas del rey Hijón33. El enano y el gigante34. Las tres manzanitas de oro35. Juan Soldado36. El pobre avaricioso37. La zapatilla de oro38. El peral de la tía Miseria39. El joven que vendió su alma al diablo40. La novia rana41. Los animales músicos42. La princesa dormida43. La joven María y el príncipe lagarto44. El herrero jugador45. El león y Angelina46. Delgadina47. Los tres pelos del diablo48. Juan de Calaís49. Los tres leones50. La mariposita51. Bellaflor52. La estatua de mármol53. Piedra de dolor y cuchillo de amor54. Pulgarcito55. El pájaro de los diamantes56. El enano y el pastor57. El califa, el pastor y la felicidad58. Las tres prendas de Pedro

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59. Los tres consejos60. La gaita que hacía bailar a todos61. El tambor de piel de piojo62. La asadura del muerto63. La ahijada de san Pedro64. El pequeño corzo65. El carbonero y la Muerte66. La barretina verde67. El gallo y el carámbano68. La hornera malvada69. El heredero de la corona70. La sangre más pura71. Una apuesta con el Diablo72. Los carboneros en el palacio73. Los siete rebecos74. El hijo perdido75. La selva encantada76. El manto de oro77. La casita de azúcar78. La metamorfosis79. La peregrinita80. El tonto de Coria81. Juan el Oso82. María manos blancas83. Las mentiras más gordas84. El amezketano y el madrileño85. El castillo de las siete torres86. El anillo de «Por aquí»87. El sino88. Estrellita de oro89. Las verdades del barquero90. La flor del sicomoro91. El cuélebre y el pastor

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92. La vela de la vida93. Los tres hermanos94. El demonio ayuda al casero95. La serpiente de siete cabezas y siete colas96. El general Afilado97. La niña de los cabellos de oro98. Noticias del cielo99. Los tres amigos100. Seis amigos de novedades101. La posada encantada102. El juicio del demonio103. El gallego y el caballo del rey104. Los hermanos bandidos105. El sastre y el zapatero106. Los prestamistas no tienen alma107. El amigo de la Muerte108. La bola de oro109. Las tres cerditas110. Los tres hermanastros111. La muchacha embustera112. El lobo cree que la luna es queso113. Juan y Medio114. El príncipe y el dragón115. El cocinero del rey116. El viejo se hace niño117. La niña sin brazosProcedencia de los cuentosBibliografía escogidaCréditos

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A Nicolás Guelbenzu Semprún

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AL LECTOR

Las compilaciones de cuentos populares españoles, a juzgar por la bibliografíaexistente, están rescatando poco a poco un género al que no se había prestado excesivointerés y que, en comparación con el trato recibido por los cuentos populares en otrospaíses europeos, se encontraba en franca situación de inferioridad dentro de la culturaespañola. Leer ahora esas compilaciones significa constatar que la tradición del cuentopopular español es bastante rica y que no ha empezado ayer mismo a recogerse.

Antes del siglo XIV, existen colecciones de cuentos que son traducciones de cuentosorientales. La primera, al parecer, es la Disciplina clericalis escrita en latín por un judíoconverso oscense a principios del siglo XII; y ya en el siglo XIII hay traduccionescastellanas del Panchatantra, el Mahabharata, Calila e Dimna, Las mil y una noches, elSendebar... Después, en el siglo XIV, aparece la figura de Don Juan Manuel, infante deCastilla, que reúne en su figura el ideal caballeresco, el religioso y el literario, aunque noalcance el grado de refinamiento que se dará un siglo después en la corte de Juan II.Entre sus obras destaca, por lo que nos interesa aquí, El conde Lucanor, en cuyaprimera parte se recogen cincuenta y un cuentos, obra fechada en 1335, trece años antesdel Decamerón, de Boccaccio. Un siglo más tarde tenemos los cuentos del Libro de losgatos (que es una versión de las Fabulae de Odo de Cheriton) y el Libro de losexemplos por a.b.c., de Clemente Sánchez de Vercial. En el siglo XV, se conocen enEspaña los cuentos italianos de Boccaccio. En el XVI, aparecen dos cuentistasconsiderables, Juan de Timoneda y Melchor de Santa Cruz. En el XVII parece prestarsemayor atención a colecciones de chistes, chascarrillos, anécdotas graciosas de cortehistórico. El XVIII registra un abandono del interés por los cuentos. Sólo en el siglo XIXse volverá al cuento popular y, aunque las colecciones son escasas, muchos escritores seinteresan por la tradición, los recuperan y los rehacen con criterios literarios: ahí están los

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nombres de Fernán Caballero, Hartzenbusch, Hernández de Soto, Antonio de Trueba,Rodríguez Marín, etc.

El cuento literario no es un género muy cultivado en España, como es fácil comprobar.El cuento popular, que sin duda se ha nutrido de las traducciones de cuentos orientales yque se ha hecho reflejo de cuentos literarios oídos y reconvertidos, sí se ha idotransmitiendo gracias a su anonimato y a su oralidad, como ha ocurrido con los chistes,chascarrillos, anécdotas y refranes. Pero puede decirse que hasta el siglo XIX no seproduce el primer movimiento de interés hacia el cuento popular en el mundo culturalespañol.

No es casualidad este interés novecentista, que proviene del romanticismo, ya que esen el mismo siglo cuando en Europa se producen grandes colecciones de cuentos quehoy perduran, como las creaciones de los hermanos Grimm en Alemania o Afanasiev enRusia. De todos modos, Europa mantuvo un interés más sostenido por tales relatos,como lo demuestran las colecciones anteriores de autores como Perrault o Basile, quevan estableciendo una línea de tradición. En cambio, en España, no puede hablarse detradición sino, como suele ser costumbre, de golpes de interés tan entusiastas comoinfrecuentes.

El primer intento verdaderamente serio se debe a los esfuerzos de D. AntonioMachado y Álvarez, padre de Antonio y Manuel Machado, quien crea en 1883 la«Biblioteca de las Tradiciones Populares», donde se reúnen recopilaciones de diversosespecialistas, incluido el propio Machado. Su preocupación abre camino a otrasrecopilaciones, aparecen algunas revistas como el Boletín folklórico español que, aunquede corta vida, sirven de enlace entre diversos coleccionistas de temas populares. Y deaquí va derivándose un interés regionalista por recuperar sus tradiciones folklóricas quesienta bases para lo que acometerán más tarde otros compiladores como Aurelio deLlano y Constantino Cabal en Asturias o Manuel Llano en Cantabria, todos ellos en elprimer cuarto del siglo XX.

Pero la más importante compilación, por cuanto intenta una sistematización de cortefilológico y se aproxima con ello a un tipo de trabajo que podemos considerar ya comocientífico en el conocimiento y recuperación de nuestros cuentos tradicionales, es la delhispanista D. Aurelio M. Espinosa, que publica un total de tres tomos en esta mismaépoca.

Después han venido siendo cada vez más numerosas las aportaciones de diversos

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estudiosos y, poco a poco, se han ido haciendo y publicando colecciones que son las quehoy nos valen para leer nuestros cuentos tradicionales. Es verdad que hay áreasgeográficas y lingüísticas que ya cuentan con una interesante bibliografía y otras en lasque, por el contrario, está casi todo por hacer. Pero al menos nuestra sensación es que,gracias a los trabajos cada vez más perfeccionados de folkloristas, filólogos y etnólogos,la tradición de los cuentos populares puede que deje de ser un esfuerzo benemérito quenunca acabaremos de agradecer para convertirse en un género que pertenezca con todadignidad a la historia de nuestra literatura.

La idea de hacer una antología de cuentos populares españoles no es mía, sino deleditor. Mi relación con los cuentos populares es, naturalmente, oral, y procede de miinfancia. Después, no he vuelto a ocuparme de ellos salvo en la lectura de unarecopilación por la que siento mucho cariño, que es la de José Antonio Sánchez Pérez,que se publicó por primera vez en 1942 y a la que tuve acceso por una de esascasualidades de las antiguas bibliotecas familiares, que siempre albergaban preciosassorpresas escondidas entre una mayor o menor cantidad de volúmenes particularmente –y nunca mejor dicho– plúmbeos e ininteresantes.

Los cuentos españoles –a lo que he podido ver después de leer cientos de ellos– secaracterizan ante todo por su realismo. En esto no se diferencian en absoluto de latradición cultural española y, específicamente, de la literaria. María Rosa Lida dice,refiriéndose a D. Juan Manuel, que «apenas podría mentarse un autor didáctico medievalque muestre más despego que D. Manuel a la venerada antigüedad grecorromana, nimenos gana de lucir su saber de clerecía». El empleo artístico del lenguaje del pueblo,por otra parte, es también natural en nuestra literatura y lo demuestra el puente queforman el Libro de buen amor, el Corbacho y La Celestina, que es la primera obra quereúne clasicismo y modernidad en nuestra literatura. El humanismo toma unacaracterística propia, que es la de perder «el sentido predominantemente pagano quetiene en Italia [para] yuxtaponerse al fondo de medievalismo que continúa vivo enEspaña», como dice Ángel del Río. El humanismo español no se corresponde con elrenacentista italiano. El clasicismo no entra en nuestra formación más que de un modoelitista. La cultura española puede denominarse con toda propiedad anticlásica; encambio la atracción por el realismo en toda su crudeza impregna el arte y la literaturaespañoles. Los viajeros extranjeros lo hicieron notar; por ejemplo, Gautier, que

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destacaba, refiriéndose a los artistas españoles, «su robusto amor de la realidad, en el quese mezcla el más desenfrenado idealismo cristiano». Desde luego, ni el clasicismo ni elhumanismo renacentistas tuvieron mucho que hacer en nuestro muy católico país, entanto en cuanto el libre examen de los protestantes y el naturalismo científico de loshumanistas italianos resultaban incompatibles con la ortodoxia. España se asienta, enpalabras de Ángel del Río, en «el ideal de perfección religiosa y el ideal nacional,fundidos en el acatamiento a la monarquía católica». Es el misticismo frente a la nuevafilosofía racionalista.

En fin, nada ajeno a esta actitud, el afán de veracidad invade todos estos cuentos,poniéndose por delante de la imaginación, y no es nada difícil ver la fuerte relación quemantienen con la picaresca española en estilo y temas, especialmente los de asuntocostumbrista. Es la eficacia del ingenio frente a la eficiencia de la inteligencia, que sepone bajo sospecha en cuanto toca la ortodoxia, pero también una suerte desecularización de la literatura que dará pie a la picaresca y a la excepcional Celestina.Francisco Calvo Serraller, siempre refiriéndose al arte español –lo que nos vale tambiénpara la literatura–, señala: «Antihumanista y anticlásico, el arte español fue, en definitiva,un producto genuino de la Contrarreforma, una estética moralista afincada en elcontenido», y continúa: «Naturalista, anticlásico y, en consecuencia, tambiénantihumanista, el arte y la literatura españoles del barroco [...] no cabían en los esquemascríticos tradicionales y sólo era posible apreciarlos a la caída de éstos, con la revoluciónromántica que inauguraba la época contemporánea». Ésta es la razón que hace a losmuchos autores españoles del XIX volver sus ojos hacia el cuento popular.

También el ingenio es siempre más valorado que la reflexión; y, desde luego, loscuentos españoles responden decididamente a este planteamiento. Como señalara RafaelSánchez Ferlosio, en este país siempre se ha admirado más un gesto que unpensamiento; un gesto de arrogancia ante la muerte, por ejemplo, el del papa Luna, era(¿es?) infinitamente más estimado por el pueblo que una idea. El ingenio, sea paraconseguir a la princesa, sea para calmar el hambre, sea para engañar al ogro, es siemprela máxima virtud en este mundo precario y mortificado por la presión de la Iglesia. Lamuy castizamente alabada capacidad de improvisación del español, tan del gusto nacional(recordemos esos chistes que comparan a españoles con europeos, en los que siempre elespañol es el más gracioso, el más listo y, también, el más fatalista, por mucho que utilice

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un humor autocompasivo para disimularlo), no es más que una glorificación cazurra delingenio.

La segunda característica que quiero señalar tiene su fundamento en el amor por elmilagro como solución a los problemas de la vida. Este milagrerismo se advierte sobretodo en la forma en que reciben ayuda los héroes de los cuentos y también en laestructura y los finales. En todo cuento de encantamiento o maravilloso –que en estaantología son mayoría– el héroe es ayudado por alguien, tradicionalmente denominadodonante, que es quien le entrega el o los objetos mágicos que le ayudarán a cumplir sutarea. Aparte de que el donante de cuento español tiene una marcada tendencia a seralguien procedente del Cielo (en el sentido católico del término), lo cual me he permitidorectificar a veces, lo más interesante es que prácticamente todas las donaciones songratuitas. El donante suele aparecer por las buenas, según le conviene al narrador. En unanarración, para que se considere bien construida, es muy importante que lo que sucedevenga exigido por la propia narración, no que quede a la voluntad del narrador; lo quesucede, debe suceder porque la narración lo requiere, no porque le da la gana al narrador(o al autor, aunque en el caso de los cuentos populares estas dos figuras se identifican).Pero es que, insisto, el donante casi siempre entrega el objeto mágico gratuitamente, sinpedir nada a cambio, lo que siembra de arbitrariedades el camino del héroe. De nuevotenemos la sensación de que el narrador, que es capaz de precisar detalles ininteresantespara el desarrollo de la narración, se inhibe de buscar cualquier justificación narrativa a laaparición de lo mágico, como si lo mágico se justificase por sí mismo, un poco al estiloque hoy en día tanto se lleva de las historias de psicópatas en las cuales el guionista onarrador no se preocupa de justificar nada por cuanto considera que, por el hecho de serun psicópata, cualquier acto que cometa es admisible per se, cuando todos sabemos que,precisamente, sucede al contrario: que un enfermo mental está sujeto a una estructura decomportamiento perfectamente cerrada.

La tercera característica es una consecuencia de lo anterior. Se trata de la brusquedadde los finales, que no parecen querer recoger el cuento sino, al contrario, desprenderse deél. Una vez que la acción maravillosa ha terminado, la historia se cierra como en lostiempos heroicos de las grabaciones musicales en rollos de cera: cada rollo tenía untiempo limitado –dos minutos y pico a lo sumo– de grabación y los conjuntos de jazz selargaban a tocar hasta que, a una señal del ingeniero de sonido, un golpe de bateríaponía, sin remedio, fin a la grabación.

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Los cuentos, por último, tienen, con su marcada tendencia realista, un aire, digamos,campechano, en relación con los relatos europeos. Los personajes se tratan con muchafamiliaridad; un pastor, por ejemplo, puede tratar de tú a tú con un rey o una princesa sinque nadie se altere ni se rompan normas diferenciales de estado. En esa campechaníahay, además, frecuentes referencias escatológicas, que son celebradas por igual porpersonajes de alto rango o de baja condición. Los palacios o mansiones no acaban de sermaravillosos o deslumbrantes y tampoco hay mucha intención de describirlos con detalle,lo que choca con otros detallismos que sí se tienen en cuenta (por ejemplo: da lo mismo,como señalaba antes, la no justificación de la concesión de objetos mágicos pero, encambio, los héroes hacen muy a menudo el correspondiente alto para comer). Se diríaque los narradores orales o no han visitado muchos palacios y castillos o los palacios ycastillos que tenían a su alcance no eran tan refinados como para detenerse en sucontemplación.

La miseria –y volvemos a la picaresca en este país de hambruna tradicional– estápresente en muchos cuentos. En unos casos es el hambre en sí el origen de situacionescrudelísimas, en otros los manjares adquieren una importancia primordial sobre cualquierotra cosa como, por ejemplo, en el relato «El aguinaldo», donde lo deslumbrante delpalacio no es el palacio en sí sino la fastuosa cantidad de viandas que ofrece en sussalones.

Y el lector encontrará a un viejo conocido nuestro: el diablo, que acude a los cuentospopulares españoles con tanta asiduidad como los santos del cielo, cuya presencia heprocurado aliviar un poco. De la misma manera, he atemperado algunos de los excesospropios de las características que acabo de señalar.

Y también debo señalar que me he permitido cambiar los títulos de algunos cuentos,que vienen relacionados al final del libro, por una mera cuestión de coherencia con loscriterios de edición, que pasaré a exponer en seguida.

Por lo demás, los cuentos españoles no sólo resultan, al menos selectivamente, muyamenos y entretenidos sino que, como se verá, coinciden en muchos casos con loscuentos procedentes de otros países. Existen unos tipos de cuentos que se dan en todaslas culturas porque, evidentemente, tienen un tronco común, pero, además de eso, estoscuentos son, por tradición, orales y, por lo tanto, han paseado sus argumentos por mediomundo y, como semillas, han crecido aquí y allá con versiones y variantes

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acondicionadas al terreno en el que prendían. Resulta curioso ver cómo los relatosespañoles que se refieren a la princesa rana o –como es el caso del elegido para estaselección– novia rana son narrativamente tan semejantes al relato ruso recogido porAfanasiev titulado, como no podía ser menos, «La zarina rana». Se trata de relatospopulares universales que aquí tienen su versión española, como «Juan sin miedo»,«Juan el Oso»... También existen versiones españolas de cuentos más elaborados como«Pulgarcito», «Cenicienta», «La bella durmiente», etc.

Quizá el lector se extrañe de la crueldad que algunos cuentos muestran, pero hay quedecir que esto es común a los cuentos en todo el mundo. Cortar extremidades u ojos –que luego son siempre repuestos–, hacer pedacitos a alguien y meterlo en una botella,entregar a los hijos al ogro para salvar al padre, matar al hijo para salvar a la madreuntándola con la sangre de la pobre criatura o incluso cocinar y dar de comer los hijos asu padre... todo eso es muy común y, para quien quiera entretenerse en sussignificaciones, le remito a una obra que siempre me apasionó: Psicoanálisis de loscuentos de hadas, de Bruno Bettelheim.

Sin embargo, hay que decir que muchos de ellos tienen su origen en mitos. La imagendel niño cocinado y servido a su padre está en el mito de Tereo y Filomela, que recogeOvidio en sus Metamorfosis y que, por traerlo a la literatura contemporánea, forma partede la sección segunda de La tierra baldía, de T. S. Eliot. En la misma Biblia se habla delsacrificio de hijos, como, por ejemplo, el dilema moral de si un hijo ha de ser sacrificadopara pagar los pecados del padre que aparece en Miqueas 6.7: «¿Daré mi primogénitopor mi delito, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?». Y nuestra culturaproviene de mitos griegos y latinos y, cómo no, de mitos y metáforas bíblicas. Pero,bueno, dejémoslo aquí, pues esta advertencia al lector que encabeza nuestro libro notiene la menor pretensión de ser erudita.

En definitiva, los cuentos populares nos remiten siempre a nuestro lugar deprocedencia y, siendo muchos de ellos semejantes en cuanto al origen, su riqueza yvariedad provienen de los muchos lugares en los que estas historias se han asentado yresponden a la sociedad que las hizo suyas.

La cuestión fundamental que se me presentó una vez que me dediqué a leer lasdiversas colecciones de cuentos populares españoles que tenía a mi alcance fue la deelegir el criterio con el que debía realizarse esta selección.

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Existen, como digo, excelentes colecciones de cuentos editorialmente vivas en laactualidad, sobre todo en ediciones institucionales, pero también en edicionescomerciales, hechas por filólogos, etnólogos, folkloristas, y todas ellas responden a unmétodo científico de catalogación tipológica que está permitiendo extraordinarios avancesen la recolección y fijación de nuestros cuentos populares. El problema era que, si bienes inevitable coincidir con otras ediciones vigentes en bastantes relatos –¿quién puedeprescindir de «Blancaflor», «El peral de la tía Miseria» o «Los tres pelos del diablo»?–,no debía coincidirse en la intención. Entonces comprendí que la característica que máspuede atraer a un narrador en estos cuentos es, precisamente, su narratividad. Sin dudaque se trata de un criterio subjetivo, pero mi intención no era –ni es– la de catalogar otipificar sino la de seleccionar aquellos cuentos en los que la estructura narrativa integraperfectamente la intención del relato. El lector encontrará algunas elecciones que quizá lecausen extrañeza: «La mariposita», por ejemplo, que aparentemente es un recitado, esun prodigio de narración basada en la musicalidad del texto; «El herrero jugador» es unamera anécdota a la que una ingeniosa idea dota de narratividad en su extrema brevedad;«Las tres manzanitas de oro» es un cuento aparentemente discreto hasta que el lectorcomprende hasta qué punto todo él está volcado hacia la última y desgarradora frase; enfin, así seguiríamos, pero no hace al caso. Es cierto que ninguno de los tres mencionadosalcanza cotas narrativas tan complejas como «El pájaro de los diamantes» o «Bellaflor»,pero creo que se justifican plenamente y valen como ejemplo de otras elecciones.

Uno de los investigadores más notables del cuento oral español, Julio Camarena,define a aquél como «una obra en prosa, que, subordinando a ello cualquier elementodescriptivo o introspectivo, narra acciones [...] tenidas por ficticias y que, contrariamentea la novela y otras manifestaciones de la literatura escrita, vive en la tradición oralvariando continuamente».

De entre la enorme variedad de cuentos españoles catalogados, los que mejorresponden a un criterio de narratividad son, sin duda alguna, los cuentos deencantamiento y maravillosos; por contra, los cuentos de costumbres están, en general,más cerca de la anécdota ingeniosa, la sabiduría mostrenca e incluso el chiste; y encuanto a los cuentos de animales, debo decir que me recuerdan demasiado a la fábulacomo para considerarlos narraciones propiamente dichas. Ésta es una opinión de simpleaficionado, por supuesto, pero voy a atenerme a ella.

Lo que sucede es que, si seguimos la definición de Camarena, los cuentos deberían ser

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transcripciones de una versión oral que, sin embargo, al ser impresa, si bien ganan para lacatalogación, pierden su frescura inicial, pues nos obligamos a leerlos y la lectura,querámoslo o no, tiene sus propias reglas. Los trabajos de transcripción de, por ejemplo,Luis Cortés Vázquez en sus cuentos salmantinos, o del propio Camarena en los leoneses,son sencillamente admirables; ahora bien: a la hora de planteárnoslos como narracionesque van a ser leídas por el público en general, sentimos la tentación de literaturizarlos untanto para relacionarnos más cómodamente con ellos.

Yo espero que los estudiosos quieran perdonarme, pero eso es lo que he hecho. Dadoese paso, el dilema era éste: o bien realizo una re-creación de los cuentos, o bien melimito a ajustar su lectura a exigencias de contemporaneidad. En el primero de los casosme habría puesto en la posición de un Perrault, lo que me parecía improcedente; en elsegundo, la cuestión era dar con un tono que, si bien modificaba en alguna medida loscuentos, lo que trataría es mantener ese aire de oralidad que les da toda su gracia.

El criterio final ha sido éste: en primer lugar, mantener secuencialmente la estructuradramática de cada una de las versiones elegida. La razón fundamental es mi creencia deque el artificio estructural de que se vale el relato responde al pensamiento que lo crea ymodificarlo sería atentar directamente contra ese pensamiento y, por lo tanto, contra laesencia de los cuentos tal y como están recogidos por los compiladores de boca de losnarradores orales; si en la estructura se han producido algunas modificaciones en algunoscuentos ha sido, bien en favor de la lógica narrativa, bien porque el cuento se hacompuesto a partir de la mezcla en distinto grado de dos versiones (por ejemplo, elcuento «Los tres pelos del diablo» mezcla las dos versiones que recoge Luis CortésVázquez en sus cuentos salmantinos). La propia lógica narrativa ha hecho que incluyeraen varios cuentos aportaciones personales que contribuyeran a ajustarlos, pero confío enque sean discretas. En algunos casos he mantenido situaciones que atentaban contra esalógica porque la dinámica del cuento permitía hacerlo sin dificultad.

En segundo lugar, se reescriben todos los cuentos, pero se respeta en mayor o menorparte, según los casos, la escritura de las versiones elegidas tal y como la reproducen suscompiladores, lo que resulta obvio si se trata de no perder el tono. En la reescritura, setiende a utilizar estilísticamente los efectos propios de la manera oral de contar (porejemplo, la recurrencia, que en la oralidad es fundamental y que aquí se utiliza como unsimple y necesario recurso estilístico); pero, sin duda, el resultado es una literaturizaciónde los cuentos.

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En tercer lugar, y teniendo en cuenta que se trata de facilitar un acercamiento dellector actual a unos cuentos cuya expresividad es, en muchos casos, excesivamenteprimitiva, brusca y dispar, se busca una unificación de estilo que conduzca la lectura.

Por último, el orden de los cuentos no responde a los criterios clasificatorios de losinvestigadores sino al puro gusto narrativo, esto es, a la gratitud de la lectura. Así, lailación de los cuentos tiene que ver, sobre todo, con la variedad y el contraste, aunque sebusca una cierta contigüidad para que no queden textos colgados.

Nuestra selección contiene cuentos de todos los puntos de la geografía española a losque nos ha sido posible acceder. En la primera mitad he dedicado mayor atención a loscuentos procedentes de Asturias, Cantabria y León, de las dos Castillas y deExtremadura y alguno procedente de Andalucía. En la segunda, aparecen también relatosprocedentes de las áreas lingüísticas del catalán, el gallego y el vascuence. Dicho esto,quede claro que no se trata de establecer un equilibrio zonal sino, como dije antes, deactuar con un criterio narrativo y allí donde se encuentren los cuentos que mejorresponden a este criterio es donde buscamos.

Naturalmente, este trabajo no hubiera sido posible sin el extraordinario trabajo quetodos y cada uno de los que se han dedicado a este género literario, desde los meroscoleccionistas hasta los investigadores y estudiosos, han venido aportando desde que D.Antonio Machado y Álvarez abriera la primera senda. Por desgracia, muchos de esostrabajos son difíciles de encontrar y otros se encuentran editados de forma restringida. Elpresente libro no pretende más que dirigirse al público en general, pero lo hace con laesperanza de que muchos lectores lleguen a interesarse por el cuento popular españolhasta el punto de acercarse a esas ediciones minoritarias y especializadas que, aunquepuedan parecer intimidatorias por el aparato crítico que las rodea, son las verdaderasfuentes de la oralidad del cuento popular español y su depósito.

Sólo me queda agradecer a Jacobo Fitz James Stuart y Felisa Ramos las facilidadesdadas para este trabajo y su confianza en mí, así como también a Ana Echevarria suencantadora paciencia. Debo añadir los nombres de Fernando Gaona, que ha cuidado laedición de este volumen con verdadero amor al oficio, y de Valentí Puig y CarlosCasares, que me sacaron cada uno de un aprieto con generosidad.

Si este libro no sólo divierte y entretiene sino que, además, decide al lector a seguirleyendo cuentos populares españoles, me habré redimido del pecado de subjetividad quelo sustenta.

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José María Guelbenzu

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CUENTOS POPULARES ESPAÑOLES

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1. LA MISA DE LAS ÁNIMAS

Pues eran un padre y una madre y ambos eran muy pobres y tenían tres hijospequeños. Pero es que, además de ser tan pobres, el padre tuvo un día que dejar detrabajar porque se puso enfermo y sólo quedaba la madre para buscar el sustento detodos y entonces la madre, no sabiendo qué hacer, tuvo que salir a pedir limosna. Asíque salió y anduvo todo un día de acá para allá pidiendo limosna y cuando ya caía latarde había conseguido recoger una peseta. Entonces fue a comprar comida, porquequería preparar un cocido para que comieran los niños y ella y su marido, pero resultóque aún le faltaban veinte céntimos, y como no podía conseguir lo que faltaba, pensó:

–¿Para qué quiero esta peseta si no puedo llevar comida para todos? Pues lo que voy ahacer es pagar una misa con esta peseta que he sacado.

Y una vez que lo pensó se dijo:–¿Y para quién diré la misa?Así que le estuvo dando vueltas al asunto y al cabo del rato dijo:–Le voy a encargar al cura que diga una misa por el alma más necesitada.Conque se fue a ver al cura, le entregó la peseta y le dijo:–Padre, hágame usted el favor de decirme una misa por el alma más necesitada.Se fue entonces para su casa y no dejaba de pensar en su marido y en sus hijos que la

esperaban; y en el camino se cruzó con un señor muy puesto que le preguntó:–¿Dónde va usted, señora?Y ella le contestó:–Voy para mi casa. Mi marido está muy enfermo y somos muy pobres y tenemos tres

hijos. Llevo todo el día pidiendo, pero no me dieron lo bastante para comer todos ycomo no me llegaba me fui a ver al señor cura para encargarle una misa por el alma másnecesitada.

Entonces aquel señor sacó un papel y escribió en él un nombre y le dijo a la mujer:

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–Vaya usted a donde dicen estas señas y dígale a la señora que le dé a ustedcolocación en la casa.

La mujer no se lo pensó dos veces y se encaminó a donde le había dicho aquel señor asolicitar la colocación.

Llegó a la casa que le habían dicho y llamó a la puerta hasta que salió una criada quele preguntó:

–¿Qué quiere usted?Y ella contestó:–Pues que quiero hablar con la señora.Conque la criada se fue adentro a buscar a la señora y le contó que en la puerta había

una pobre que pedía hablar con ella. Y la señora bajó a la puerta y le dijo la mujer:–He visto en la calle a un señor que me habló y me dijo que usted me daría una

colocación en la casa.Y le dijo la señora:–¿Y quién era ese señor?Entonces la pobre, que estaba en la puerta, miró dentro de la casa y vio que en la sala

había un retrato del que la había enviado allí y dijo:–Ese señor que está en el retrato es el que me ha enviado aquí.Y la señora dijo:–Ése es el retrato de mi hijo, que murió hace ya cuatro años.–Pues ése es el que me ha enviado aquí –contestó la mujer sin dudarlo.Entonces la señora le preguntó:–¿Y cómo es que se lo encontró usted?Y ya le dijo la mujer pobre:–Pues mire usted, que mi marido y yo somos muy pobres y tenemos tres hijos que

mantener. Y como ahora mi marido está muy enfermo y no tenemos qué comer, yo salíesta mañana a pedir limosna y sólo junté una peseta y con eso no tenía bastante paracomprar un cocido para todos y se la di al cura para que dijera una misa por el alma másnecesitada. Luego volvía de la iglesia y me encontré a su hijo. A él le conté lo mismo quele he contado a usted y me escribió este papel y me dijo que viniera aquí.

Entonces la señora le dijo a la mujer que entrara y le dio colocación. Además le diopan para que se lo llevara a sus hijos y le encargó que volviera al día siguiente y los

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demás días para servir en la casa. Y a los cinco días la señora tuvo una revelación y se leapareció su hijo y le dijo:

–Madre, no me llores más y no vuelvas a rezar por mí, que ya estoy glorioso y enpresencia de Dios.

Y era que con aquella misa había acabado de pagar sus culpas en el Purgatorio y habíasubido al Cielo.

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2. EL HOMBRE DEL SACO

Había un matrimonio que tenía tres hijas y como las tres eran buenas y trabajadorasles regalaron un anillo de oro a cada una para que lo lucieran como una prenda. Y unbuen día, las tres hermanas se reunieron con sus amigas y, pensando qué hacer, sedijeron unas a otras:

–Pues hoy vamos a ir a la fuente.Que era una fuente que quedaba a las afueras del pueblo.Entonces la más pequeña de las hermanas, que era cojita, le preguntó a su madre si

podía ir a la fuente con las demás; y le dijo la madre:–No hija mía, no vaya a ser que venga el hombre del saco y, como eres cojita, te

alcance y te agarre.Pero la niña insistió tanto que al fin su madre le dijo:–Bueno, pues anda, vete con ellas.Y allá se fueron todas. La cojita llevó además un cesto de ropa para lavar y al ponerse

a lavar se quitó el anillo y lo dejó en una piedra. En esto, que estaban alegrementejugando en torno a la fuente cuando, de pronto, vieron venir al hombre del saco y sedijeron unas a otras:

–Corramos, por Dios, que ahí viene el hombre del saco para llevarnos a todas –ysalieron corriendo a todo correr.

La cojita también corría con ellas, pero como era cojita se fue retrasando; y todavíacorría para alcanzarlas cuando se acordó de que se había dejado su anillo en la fuente.Entonces miró para atrás y, como no veía al hombre del saco, volvió a recuperar suanillo; buscó la piedra, pero el anillo ya no estaba en ella y empezó a mirar por aquí y porallá por ver si había caído en alguna parte.

Entonces apareció junto a la fuente un viejo que no había visto nunca antes y le dijo lacojita:

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–¿Ha visto usted por aquí un anillo de oro?Y el viejo le contestó:–Sí, que en el fondo de este costal está y ahí lo has de encontrar.Conque la cojita se metió en el costal a buscarlo sin sospechar nada y el viejo, que era

el hombre del saco, en cuanto ella se metió dentro cerró el costal, se lo echó a lasespaldas con la niña guardada y se marchó camino adelante, pero en vez de ir hacia elpueblo de la niña, tomó otro camino y se marchó a un pueblo distinto. E iba el viejo delugar en lugar buscándose la vida, así que por el camino le dijo a la niña:

–Cuando yo te diga: «Canta, saco, o te doy un sopapo», tienes que cantar dentro delsaco.

Y ella contestó que bueno, que lo haría así.Y fueron de pueblo en pueblo y allí donde iban el viejo reunía a los vecinos y decía:–Canta, saco, o te doy un sopapo.Y la niña cantaba desde el saco:

–Por un anillo de oroque en la fuente me dejéestoy metida en el sacoy en el saco moriré.

Y el saco que cantaba era la admiración de la gente y le echaban monedas o le dabancomida.

En esto que el viejo llegó con su carga a una casa donde era conocida la niña y él no losabía; y, como de costumbre, posó el saco en el suelo delante de la concurrencia y dijo:

–Canta, saco, o te doy un sopapo.Y la niña cantó:

–Por un anillo de oroque en la fuente me dejéestoy metida en el sacoy en el saco moriré.

Así que oyeron en la casa la voz de la niña, corrieron a llamar a sus hermanas y éstas

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vinieron y conocieron la voz y entonces le dijeron al viejo que ellas le daban posadaaquella noche en la casa de sus padres; y el viejo, pensando en cenar de balde y dormiren cama, se fue con ellas.

Conque llegó el viejo a la casa y le pusieron la cena, pero no había vino en la casa y ledijeron al viejo:

–Ahí al lado hay una taberna donde venden buen vino; si usted nos hace el favor, vayacomprar el vino con este dinero que le damos mientras terminamos de preparar la cena.

Y el viejo, que vio las monedas, se apresuró a ir por el vino pensando en la buenalimosna que recibiría.

Cuando el viejo se fue, los padres sacaron a la niña del saco, que les contó todo lo quele había sucedido, y luego la guardaron en la habitación de las hermanas para que el viejono la viera. Y, después, cogieron un perro y un gato y los metieron en el saco en lugar dela niña.

Al poco rato volvió el viejo, que comió y bebió y después se acostó. Al día siguiente elviejo se levantó, tomó su limosna y salió camino de otro pueblo.

Cuando llegó al otro pueblo, reunió a la gente y anunció como de costumbre quellevaba consigo un saco que cantaba y, lo mismo que otras veces, se formó un corro degente y recogió unas monedas, y luego dijo:

–Canta, saco, o te doy un sopapo.Mas hete aquí que el saco no cantaba y el viejo insistió:–Canta, saco, o te doy un sopapo.Y el saco seguía sin cantar y ya la gente empezaba a reírse de él y también a

amenazarle.Por tercera vez insistió el viejo, que ya estaba más que escamado y pensando hacer un

buen escarmiento con la cojita si ésta no abría la boca:–¡Canta, saco, o te doy un sopapo!Y el saco no cantó.Así que el viejo, furioso, la emprendió a golpes y patadas con el saco para que

cantase, pero sucedió que, al sentir los golpes, el gato y el perro se enfurecieron,maullando y ladrando, y el viejo abrió el saco para ver qué era lo que pasaba y entoncesel perro y el gato saltaron fuera del saco. Y el perro le dio un mordisco en las narices quese las arrancó y el gato le llenó la cara de arañazos y la gente del pueblo, pensando que

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se había querido burlar de ellos, le midieron las costillas con palos y varas y salió tanmagullado que todavía hoy le andan curando.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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3. EL AGUINALDO

Esto eran unos niños muy muy pobres que en la víspera del día de Reyes ibancaminando por un monte y, como era invierno, en seguida se hizo de noche, pero lospobrecitos seguían andando. Entonces se encontraron con una señora que les dijo:

–¿Adónde vais tan de noche, que está helando? ¿No os dais cuenta de que os vais amorir de frío?

Y los niños le contestaron:–Vamos a esperar a los Reyes, a ver si nos dan aguinaldo.Y la señora del bosque, que era muy hermosa, les dijo:–Y ¿qué necesidad teníais de alejaros tanto de vuestra casa? Para esperar a los Reyes

sólo habéis de poner vuestros zapatitos en el balcón y después acostaros tranquilamenteen vuestras camitas.

A lo que los niños contestaron:–Es que nosotros no tenemos zapatos, y en nuestra casa no hay balcón, y no tenemos

camita sino un montón de paja... Además el año pasado pusimos nuestras alpargatas enla ventana, pero se ve que los Reyes no las vieron porque no nos dejaron nada.

Así que la señora del bosque se sentó en un tronco que había en el suelo y miró a lospequeños, que la contemplaban ateridos sin saber qué hacer; y ella les preguntó que siquerían llevar una carta a un palacio y los niños le dijeron que sí que se la llevarían;entonces ella buscó en una bolsa que llevaba colgada de la cintura y sacó un gran sobresellado que contenía la carta.

–Pues ésta es la carta –dijo, y se la dio.Luego les explicó cómo tenían que hacer para encontrar el palacio y que el camino era

peligroso porque tendrían que pasar ríos que estaban encantados y atravesar bosques queestaban llenos de fieras.

–Los ríos los pasaréis poniéndoos de pie en la carta y la misma carta os llevará a la

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otra orilla; y para atravesar los bosques, tomad todos estos pedazos de carne que os doyy, cuando os encontréis con alguna fiera, echadle un pedazo, que os dejará pasar. Y en lapuerta del palacio encontraréis una culebra, pero no tengáis miedo: echadle este panecilloque os doy y no os hará nada.

Y los pobrecitos cogieron la carta, la carne y el pan y se despidieron de la señora delbosque.

Conque siguieron su camino y, al poco rato, llegaron a un río de leche, después a unrío de miel, después a un río de vino, después a un río de aceite y después a un río devinagre. Todos los ríos eran muy anchos y ellos eran tan pequeños que les dio miedo nopoder cruzarlos, pero hicieron como ella les dijo: echaron la carta al río, se subieronencima de ella y la carta les condujo siempre a la otra orilla.

Cuando terminaron de cruzar los ríos empezaron a encontrar bosques y bosques, acual más frondoso y oscuro, donde les salían fieras que parecía que los iban a devorar.Unas veces eran lobos, otras tigres, otras leones, todos prestos a devorarlos, pero encuanto les echaban uno de los pedazos de carne que la señora del bosque les había dado,las fieras los cogían con sus bocas y desaparecían en lo hondo del bosque, dejándoloscontinuar su camino.

Hasta que por fin, cuando ya había caído la noche, vieron a lo lejos el palacio ycorrieron hacia él. Pero delante del palacio había una enorme culebra negra que, apenaslos vio, se levantó sobre su cola amenazando con comérselos vivos con su inmensa boca;pero los niños le echaron el panecillo y la culebra no les hizo nada y los dejó pasar.Entraron los niños en el palacio y en seguida salió a recibirlos un criado negro, vestido decolorado y de verde, con muchos cascabeles que sonaban al andar; entonces los niños leentregaron la carta y el criado negro, al verla, empezó a dar saltos de alegría y fue allevársela en una bandeja de plata a su señor.

El señor era un príncipe que estaba encantado en aquel palacio y en cuanto cogió lacarta se desencantó; así es que ordenó a su criado que le trajera inmediatamente a losniños y les dijo:

–Yo soy un príncipe que estaba encantado y vuestra carta me ha librado delencantamiento, así que venid conmigo.

Y los llevó a una gran sala donde había quesos de todas clases, y requesón, y jamónen dulce, y miles de golosinas más, para que comieran todo lo que quisieran. Después losllevó a otra sala y en ésta había huevo hilado, yemas de coco, peladillas, pasteles de

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muchas clases y miles de confituras más, para que comieran lo que quisieran. Y despuéslos llevó a otra sala donde había caballos de cartón, escopetas, sables, aros, muñecas,tambores y miles de juguetes más, para que cogieran los que quisieran. Y después detodo eso, y de besarlos y abrazarlos, les dijo:

–¿Veis este palacio y estos jardines y estos coches con sus caballos? Pues todo es paravosotros porque éste es vuestro aguinaldo de Reyes. Y ahora vamos en uno de estoscoches a buscar a vuestros padres para que se vengan a vivir con nosotros.

Los criados engancharon un lujoso coche y se fue el príncipe con los niños a buscar asus padres. Y ya todo el camino era una carretera muy ancha y muy bien cuidada y losríos y los bosques y las fieras habían desaparecido. Y luego volvieron todos muycontentos al palacio y vivieron muy felices.

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4. LOS SIETE CONEJOS BLANCOS

Un rey tenía una hija muy hermosa a la que amaba con todo su corazón. Su esposa, lareina, había educado con mucho cariño y atención a la princesa y le había enseñado acoser y bordar de manera primorosa, por lo que la princesa disfrutaba muchísimohaciendo toda clase de labores.

La habitación de la princesa tenía un balcón que daba al campo. Un día se sentó acoser en el balcón, como solía hacer a menudo; entre puntada y puntada contemplaba losmagníficos campos que se extendían ante el castillo, los bosques y las colinas, cuando, depronto, vio venir a siete conejos blancos que hicieron una rueda bajo su balcón. Estabatan entretenida y admirada observando a los conejos que, en un descuido, se le cayó eldedal; uno de los conejos lo cogió con la boca y todos deshicieron la rueda y echaron acorrer hasta que los perdió de vista.

Al día siguiente volvió a ponerse a coser en el balcón y, al cabo del rato, vio quellegaban los siete conejos blancos y que formaban una rueda bajo ella. Y al inclinarsepara verlos mejor, a la princesa se le cayó una cinta, la cogió uno de los conejos con laboca y todos echaron a correr otra vez hasta que se perdieron de vista.

Al día siguiente volvió a ocurrirle lo mismo, pero esta vez lo que perdió fueron lastijeras de costura.

Y después de las tijeras fueron un carrete de hilo, un cordón de seda, un alfiletero, unapeineta... Y a partir de entonces los conejos ya no volvieron a aparecer más.

Como los conejos ya no volvían, por más que ella saliera todos los días al balcón, laprincesa acabó enfermando de tristeza y la metieron en cama y sus padres creyeron quese moría. Pero el rey la quería tanto que mandó llamar a los médicos más famosos, ycuando éstos confesaron que no sabían qué clase de enfermedad tenía la princesa,mandó echar un pregón anunciando que la princesa estaba enferma de una enfermedaddesconocida y que cualquier persona que tuviera confianza en poder curarla acudiera de

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inmediato a palacio; y a quien la curase le ofrecía, si era mujer, una gran cantidad dedinero, y si era hombre sin impedimento para casarse, la mano de su hija.

Mucha gente acudió al pregón del rey, pero nadie supo curar a la princesa, quelanguidecía sin remedio.

Un día, una madre y una hija que vivían en un pueblo cercano, determinaronacercarse a palacio para ver si lograban curar a la princesa, pues ambas se dedicaban a laherboristería y confiaban en que, con su conocimiento de todas las plantas del reino,alguna fórmula encontrarían para poderla sanar. Conque se pusieron en camino.

E iban de camino cuando decidieron ganar tiempo tomando un atajo; y cuando ibanpor el atajo, decidieron hacer un alto para comer y descansar un poco. Pero quiso lasuerte que, al sacar el pan, se les cayera rodando por la loma en cuyo alto habían tomadoasiento y las dos, sin dudarlo, corrieron tras él hasta que lo vieron caer dentro de unagujero que había al pie de la loma. Conque llegaron hasta él y, al agacharse pararecuperarlo, vieron que el agujero comunicaba con una gran cueva que estaba iluminadapor dentro. Mirando por el agujero, vieron una mesa puesta con siete sillas y, a poco,vieron a siete conejos blancos que entraron en la cueva y, quitándose el pellejo, seconvirtieron en siete príncipes y los siete se sentaron alrededor de la mesa.

Entonces oyeron a uno de ellos decir, mientras cogía un dedal de la mesa:–Éste es el dedal de la princesa. ¡Quién la tuviera aquí!Y a otro:–Ésta es la cinta de la princesa. ¡Quién la tuviera aquí!Y a otro:–Éstas son las tijeras de la princesa. ¡Quién la tuviera aquí!Y así sucesivamente, uno tras otro, hasta hablar los siete.Las dos mujeres se retiraron prudentemente y sin hacer ruido, pero antes de alejarse

se fijaron en que no lejos del agujero había una puerta muy bien disimulada entre lamaleza.

Entonces se apresuraron a llegar a palacio y, una vez allí, pidieron ver a la princesa. Laprincesa estaba acostada y ya no deseaba ver a nadie más, pero las dos mujeresempezaron a hablar con ella y le contaron quiénes eran y a qué se dedicaban y, por fin, lecontaron el viaje que habían hecho y, contándole el viaje, le relataron la misteriosaescena de la cueva y los siete conejos blancos.

En este punto, la princesa se enderezó en su cama y pidió que le trajeran algo de

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comer. Y el rey, al enterarse, fue inmediatamente a su habitación lleno de contento, puesera la primera vez que la princesa quería comer desde que cayera enferma.

–Padre –le dijo la princesa–, ya me voy a curar, pero me tengo que ir con estasseñoras.

–¡Eso no puede ser! –protestó el rey–. ¡Aún estás demasiado débil!–Pues así ha de ser –dijo la princesa, empeñada. Y el rey comprendió que no tenía

más remedio que ceder y ordenó que preparasen su coche.Partieron en seguida las tres y, a la mitad del camino, allí donde las mujeres le dijeran,

la princesa ordenó detener el coche y las tres se apearon para buscar la cueva, que sehallaba bastante apartada del camino. Por fin llegaron al agujero y a la puerta disimuladay miraron por uno y otra, pero no veían nada y la noche comenzaba a echárseles encimaen aquel paraje. Tanto oscureció que las tres acordaron volver al día siguiente a la mismahora con la esperanza de tener mejor fortuna, cuando, de pronto, vieron que seiluminaba el interior de la cueva y vieron también a los siete conejos blancos, que sedespojaban de sus pellejos y se convertían en príncipes.

Los siete se sentaron a la mesa y volvieron a repetir lo que las dos mujeres ya habíanoído:

–Éste es el dedal de la princesa. ¡Quién la tuviera aquí!Y el siguiente:–Ésta es la cinta de la princesa. ¡Quién la tuviera aquí!Hasta el último:–Ésta es la peineta de la princesa. ¡Quién la tuviera aquí!Entonces la princesa dio un empujón a la puerta, entró y dijo:–Pues aquí me tenéis.Y escogió al que más le gustaba de todos; y a las dos mujeres que tanto la habían

ayudado y a los otros seis príncipes les pidió que la acompañaran al palacio porque todosquedaban convidados a la boda.

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5. LOS LADRONES ARREPENTIDOS

Un ermitaño vivía en soledad en una ermita perdida en el monte y se alimentaba de loque buenamente encontraba en el campo; cuando no se cuidaba de su alimento, sededicaba a la oración, que le llevaba la mayor parte de su tiempo. Vivía de esta maneratan sencilla y escondida porque era hombre que nunca había pecado, ni de obra ni depensamiento, y Dios, complacido con él, le envió un ángel para que todos los días ledejara un pan en la ermita, mientras el buen hombre dormía.

Hasta que un día en que se había alejado bastante de su ermita, se cruzó en su caminocon una pareja de guardias que conducían a un preso y el ermitaño le dijo al preso:

–Así os veis los que ofendéis a Dios. La justicia os castiga y luego vuestra alma se lalleva el diablo.

Entonces Dios se ofendió mucho por el comentario del ermitaño, ya que a aquelhombre lo llevaban preso sin culpa alguna y, para mostrar su enfado, le dijo al ángel queno volviera a llevarle más pan.

Cuando a la mañana siguiente el ermitaño vio que el ángel no le había dejado pan, tal ycomo le ordenase Dios, comprendió que había cometido alguna falta y se echó a llorar,apesadumbrado.

Entonces vino el ángel trayendo una rama de zarza seca y le dijo:–Dios te castiga por tu imprudencia, pues el preso al que acusaste ayer era inocente.

No te traigo ya pan sino una rama de zarza seca que habrás de llevar siempre contigo y lausarás de cabecera cuando duermas; Dios no te perdonará hasta que broten de la zarzatres ramas verdes. Y desde ahora no vivirás del pan ni de los frutos del campo, sino quehabrás de abandonar esta ermita y comer de lo que obtengas por limosna.

Apenas el ángel hubo dicho esto, la ermita desapareció, y con ella el ángel; y entoncesel ermitaño sintió la soledad como un peso horrible, y volvió a llorar con gran amargura.

El ermitaño iba de pueblo en pueblo pidiendo limosna y, cuando dormía, se ponía la

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zarza como almohada.Así vivía hasta que un día se le empezó a echar la noche encima sin avistar casa, ni

pueblo, ni aldea y ya desesperaba de encontrar un lugar donde dormir cuando alcanzó aver una luz en la lejanía y se apresuró hacia ella con el ánimo de cobijarse aquella noche.

Cuando llegó a la luz, vio que provenía de una cueva y el ermitaño gritó desde la boca:–¡Ave María!A sus gritos salió una vieja por saber qué quería y él le dijo que sólo buscaba un rincón

donde echarse a pasar la noche. Pero aquella cueva era una cueva de ladrones y la viejale aconsejó que se fuera porque si venían los ladrones le matarían para que no losdenunciase; pero al ver el cansancio y la soledad del ermitaño, la vieja se compadeció deél, porque además era una noche muy oscura, y le escondió en el fondo de la cueva,donde no le vieran los ladrones, que nunca llegaban hasta allí.

En esto llegaron los ladrones cargados de sacos, talegos y cofres, porque aquel díahabían hecho un robo muy grande y era tanto el botín que decidieron llevarlo al fondo dela cueva. Y allí vieron al ermitaño y le cogieron y le sacaron afuera y el capitán de losladrones le preguntó a la vieja quién era ese hombre y qué hacía escondido en el fondode la cueva.

Y la vieja le contestó:–Es un pobre de pedir limosna, que andaba perdido y venía buscando cobijo, pero

mañana al hacerse el día se irá.–¡Estúpida vieja! –dijo el capitán–. Mañana cuando se vaya correrá a escape a

denunciarnos, pero yo lo he de matar ahora mismo.Sacó su puñal para matar al ermitaño y la vieja, gimiendo y llorando, le pidió que no lo

hiciera.–¡No lo mates, que es un buen hombre y no dirá nada!Entonces el ermitaño se adelantó hacia el capitán y dijo:–Déjale que haga lo que quiera, mujer, que será designio de Dios. Porque yo vivía en

una ermita solo y apartado y dedicado a la oración y porque ofendí a un preso que erainocente llamándole ladrón, Dios me ha castigado a vagar por el mundo viviendo delimosna y no me perdonará hasta que no broten tres ramas verdes de esta zarza seca quellevo conmigo.

Al escuchar esto, dijo el capitán:–Vuélvete a tu rincón y mañana, apenas amanezca, te vas de aquí sin mirar atrás.

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El ermitaño se fue a acostar y los ladrones se quedaron pensativos. Y la vieja dijo:–Si Dios le ha castigado nada más que por un mal pensamiento ¿qué no hará con

nosotros, que somos ladrones?Y los ladrones siguieron pensativos hasta que el capitán les mandó acostarse a todos.A la mañana siguiente, apenas amaneció, fue el capitán a ver si el ermitaño se había

ido y lo encontró muerto en su rincón, con la cabeza apoyada en la zarza seca, a la quele habían brotado tres ramas verdes. Llamó a los demás ladrones y les dijo que allímismo quedaba deshecha la partida. Los ladrones y la vieja se arrodillaron y searrepintieron de todo lo malo que habían hecho hasta entonces, luego hicieron un hoyo ala entrada de la cueva y enterraron en él al ermitaño y la zarza y, dejando todos sustesoros en la cueva, se marcharon cada uno por su lado para llevar otra vida. Y la zarzaechó las tres ramas fuera y creció y se enmarañó tanto que cubrió por completo laentrada de la cueva y nadie volvió a saber de ella.

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6. LA NIÑA DE LOS TRES MARIDOS

Un padre tenía una hija muy hermosa, pero terca y decidida. Esto a él no le parecíamal, mas un día se presentaron tres jóvenes, a cual más apuesto, y los tres le pidieron lamano de su hija; el padre, después de que hubo hablado con ellos, dijo que los trestenían su beneplácito y que, en consecuencia, fuera su hija la que decidiese con cuál deellos se quería casar.

Conque le preguntó a la niña y ella le contestó que con los tres.–Hija mía –dijo el buen hombre–, comprende que eso es imposible. Ninguna mujer

puede tener tres maridos.–Pues yo elijo a los tres –contestó la niña tan tranquila.El padre volvió a insistir:–Hija mía, ponte en razón y no me des más quebraderos de cabeza. ¿A cuál de ellos

quieres que le conceda tu mano?–Ya te he dicho que a los tres –contestó la niña. Y no hubo manera de sacarla de ahí.El padre se quedó dando vueltas en la cabeza al problema, que era un verdadero

problema y, a fuerza de pensar, no halló mejor solución que encargar a los tres jóvenesque se fueran por el mundo a buscar una cosa que fuera única en su especie; y aquel quetrajese la mejor y la más rara, se casaría con su hija.

Los tres jóvenes se echaron al mundo a buscar y decidieron reunirse un año después aver qué había encontrado cada uno. Pero por más vueltas que dieron, ninguno acabó deencontrar algo que satisficiera la exigencia del padre, de modo que al cumplirse el año sepusieron en camino hacia el lugar en el que se habían dado cita con las manos vacías.

El primero que llegó se sentó a esperar a los otros dos; y mientras esperaba, se leacercó un viejecillo que le dijo que si quería comprar un espejito.

Era un espejo vulgar y corriente y el joven le contestó que no, que para qué quería élaquel espejo.

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Entonces el viejecillo le dijo que el espejo era pequeño y modesto, sí, pero que teníauna virtud, y era que en él se veía a la persona que su dueño deseara ver. El joven hizouna prueba y, al ver que era cierto lo que el viejecillo decía, se lo compró sin rechistarpor la cantidad que éste le pidió.

El que llegaba en segundo lugar venía acercándose al lugar de la cita cuando le salió alpaso el mismo viejecillo y le preguntó si no querría comprarle una botellita de bálsamo.

–¿Para qué quiero yo un bálsamo –dijo el joven– si en todo el mundo no heencontrado lo que estaba buscando?

Y le dijo el viejecillo:–Ah, pero es que este bálsamo tiene una virtud, que es la de resucitar a los muertos.En aquel momento pasaba por allí un entierro y el joven, sin pensárselo dos veces, se

fue a la caja que llevaban, echó una gota del bálsamo en la boca del difunto y éste,apenas la tuvo en sus labios, se levantó tan campante, se echó al hombro el ataúd yconvidó a todos los que seguían el duelo a una merienda en su casa. Visto lo cual, eljoven le compró al viejecillo el bálsamo por la cantidad que éste le pidió.

El tercer pretendiente, entretanto, paseaba meditabundo a la orilla del mar, convencidode que los otros habrían encontrado algo donde él no encontrara nada. Y en esto viollegar sobre las olas una barca que se llegó hasta la orilla y de la que descendieronnumerosas personas. Y la última de esas personas era un viejecillo que se acercó a él y ledijo que si quería comprar aquella barca.

–¿Y para qué quiero yo esa barca –dijo el joven– si está tan vieja que ya sólo ha devaler para hacer leña?

–Pues te equivocas –dijo el viejecillo–, porque esta barca posee una rara virtud y es lade llevar en muy poco tiempo a su dueño y a quienes le acompañen a cualquier lugar delmundo al que deseen ir. Y si no, pregunte a estos pasajeros que han venido conmigo, quehace tan sólo media hora estaban en Roma.

El joven habló con los pasajeros y descubrió que esto era cierto, así que le compró labarca al viejecillo por la cantidad que éste le pidió.

Conque al fin se reunieron los tres en el lugar de la cita, muy satisfechos, y el primerocontó que traía un espejo en el que su dueño podía ver a la persona que desease ver; ypara probarlo pidió ver a la muchacha de la cual estaban los tres enamorados, pero cuálno sería su sorpresa cuando vieron a la niña muerta y metida en un ataúd.

Entonces dijo el segundo:

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–Yo traigo aquí un bálsamo que es capaz de resucitar a los muertos, pero de aquí aque lleguemos ya estará, además de muerta, comida por los gusanos.

Y dijo el tercero:–Pues yo traigo una barca que en un santiamén nos pondrá en la casa de nuestra

amada.Corrieron los tres a embarcarse y, efectivamente, al poco tiempo echaron pie a tierra

muy cerca del pueblo de la niña y fueron en su busca.Allí estaba ya todo dispuesto para el entierro y el padre, desconsolado, aún no se

decidía a cerrar el ataúd y dar la orden de enterrarla.Entonces llegaron los tres jóvenes y fueron a donde yacía la niña; y se acercó el que

tenía el bálsamo y vertió unas gotas en su boca. Y apenas las tuvo sobre sus labios, laniña se levantó feliz y radiante.

Todo el mundo celebró con alborozo la acción del pretendiente y en seguida decidió elpadre que éste era el que debería casarse con su hija, pero entonces los otros dosprotestaron, y dijo el primero:

–Si no hubiese sido por mi espejo, no hubiéramos sabido del suceso y la niña estaríamuerta y enterrada.

Y dijo el de la barca:–Si no llega a ser por mi barca, ni el espejo ni el bálsamo la hubieran vuelto a la vida.Conque el padre, con gran disgusto, se quedó de nuevo meditando cuál habría de ser

la solución. Y la niña, dirigiéndose a él, le dijo entonces:–¿Lo ve usted, padre, cómo me hacían falta los tres?Y colorín, colorete, con este cuento y el siguiente ya irán siete.

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7. EL ALFILETERO DE LA ANJANA

En Cantabria hay unas brujas llamadas anjanas, que poseen grandes poderes y quepremian a los buenos y castigan a los malos. Y también hay una especie de brujos quesólo piensan en hacer daño a la gente y se llaman ojáncanos, porque tienen un solo ojoen medio de la frente. Los ojáncanos viven en cuevas y son enemigos de siempre de lasanjanas.

Un día, una anjana perdió un alfiletero que tenía cuatro alfileres con un brillante cadauno y tres agujas de plata con el ojo de oro.

Una pobre que andaba pidiendo limosna de pueblo en pueblo lo encontró, pero laalegría le duró poco porque en seguida pensó que, si intentaba venderlo, todos pensaríanque lo había robado. Así que, no sabiendo qué hacer con él, resolvió guardarlo. Estapobre vivía con un hijo que la ayudaba a buscarse el sustento, pero un día su hijo fue almonte y no volvió, porque lo había cogido un ojáncano.

Desconsolada al ver que pasaban los días y que su hijo no volvía, la pobre siguiópidiendo limosna y guardaba el alfiletero en el bolsillo. Pero no sabía que al hijo le habíacogido el ojáncano y lo creyó perdido y muerto y lo lloró amargamente, pues era suúnico hijo.

Un día que andaba pidiendo, pasó ante una vieja que cosía. Justo al pasar la pobre, ala vieja se le rompió la aguja y le dijo a la pobre:

–¿No tendrá usted una aguja por casualidad?La pobre lo pensó durante unos momentos y al fin le contestó:–Sí que tengo, que acabo de encontrar un alfiletero que tiene tres, así que tome usted

una –y se la dio a la vieja.Siguió la pobre su camino y pasó delante de una muchacha muy guapa que estaba

cosiendo y le sucedió lo mismo y le dio la segunda aguja del alfiletero.Y más tarde pasó junto a una niña que estaba cosiendo y ocurrió lo mismo y la pobre

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le dio la tercera aguja.Entonces ya sólo le quedaban los alfileres del alfiletero, pero sucedió que un poco más

adelante se encontró con una mujer joven que se había clavado una espina en el pie y lamujer le preguntó si no tendría un alfiler para ayudarla a sacarse la espina y, claro, lapobre le dio uno de sus alfileres. Y todavía volvió a encontrarse con otra muchacha quelloraba con desconsuelo porque se le había roto la falda de su vestido, con lo que lapobre empleó sus tres últimos alfileres en recomponer la falda y con esto se quedó con elalfiletero vacío.

Al final, su camino la llevó al río, pero no tenía puente por donde atravesarlo, demanera que empezó a caminar por la orilla con la esperanza de encontrar un vado,cuando en éstas oyó al alfiletero que le decía:

–Apriétame a la orilla del río.La pobre hizo lo que el alfiletero le decía y de repente apareció un sólido madero

cruzando el río de lado a lado y la pobre pasó sobre él y alcanzó la otra orilla. Entoncesel alfiletero le dijo:

–Cada vez que desees algo o necesites ayuda, apriétame.La pobre siguió su camino, pero tuvo la mala suerte de no encontrar casa alguna

donde poder llamar y empezó a sentir hambre. Entonces se acordó del alfiletero y se dijo:«¿Y si el alfiletero me diese algo de comer?».

Apretó el alfiletero y en sus manos apareció un pan recién horneado, por lo que, muycontenta, se lo comió mientras proseguía su camino. Luego, al poco tiempo, alcanzó aver una casa a la que se dirigió sin demora para pedir limosna, pero en la casa sólo habíauna mujer que estaba llorando la pérdida de su hija porque se la había arrebatado unojáncano. Compadecida, la pobre le dijo que ella misma iría al bosque a ver si podíaencontrar a su hija.

En seguida se acordó del alfiletero y, no sabiendo por dónde empezar a buscar, loapretó fuertemente y apareció una corza con un lucero en la frente. La corza achó aandar y la pobre se fue tras ella hasta que el animal se detuvo ante una gran piedra y allíse quedó esperando.

Desconcertada, la pobre volvió a apretar el alfiletero y apareció un martillo. Cogió elmartillo y golpeó la piedra con todas sus fuerzas y ésta se rompió en pedazos y aparecióla cueva del ojáncano. Entonces se adentró en ella acompañada de la corza y, aunque lacueva estaba en la más completa oscuridad, el lucero en la frente de la corza les

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iluminaba el camino. Y recorrieron la cueva por todos sus rincones hasta que en uno deellos la pobre vio a un muchacho dormido y reconoció que era su hijo, al que el ojáncanohabía robado hacía tiempo, y le despertó y se abrazaron con inmensa alegría los dos y,en seguida, se apresuraron a salir de la cueva con la ayuda de la corza.

Volvieron a la casa de la mujer que lloraba la pérdida de su hija, pero entonces la pobrevio que ya no lloraba y reconoció por su porte que era una anjana. Y la anjana le dijo:

–Ésta es tu casa desde ahora. No dejes volver más al bosque a tu hijo sin cuidado. Yahora aprieta por última vez el alfiletero.

La pobre lo apretó y aparecieron cincuenta ovejas, cincuenta cabras y seis vacas. Y asíque terminaron de contarlas vieron que la corza, la anjana y el alfiletero habíandesaparecido.

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8. PERIQUILLO

Había un matrimonio de labradores que eran los dos tan pequeños que la gente losconocía por el apodo de «los cañamones». Eso a ellos no les incomodaba, pero, encambio, se lamentaban de no tener hijos. Cuando los oían lamentarse, la gente les decía:

–Y para qué queréis un hijo, si va a ser un cañamón.Y los dos respondían:–Bueno y qué; pues, cañamón y todo, queremos tener un hijo.Y así fue que Dios les concedió un hijo y nació tan pequeño como un cañamón; le

llamaron Periquillo y, como no creció ni una cuarta más, con Periquillo se quedó.Conque pasó el tiempo y Periquillo fue cumpliendo años tan diminuto como siempre,

pero era un muchacho voluntarioso que no se arredraba por ser tan pequeño. Un día quesu padre se había ido a trabajar al campo desde por la mañana temprano, le dijo a sumadre, que estaba preparando la burra con la comida para llevársela a su padre:

–Madre, déjeme a mí la burra, que yo le llevo la comida a padre.Y la madre le contestó:–¿Cómo se la vas a llevar tú, con lo pequeño que eres?Y Periquillo le contestó:–Usted termine de prepararla, que yo la llevo.La madre puso la albarda a la burra y metió la comida en ella junto con otras cosas

que el padre necesitaba. Y en cuanto hubo acabado de hacer esto, Periquillo saltó a laalbarda, trepó por ella, corrió por el cuello de la burra, se instaló en una de sus orejas y ledijo tranquilamente:

–¡Arre, burra!La burra echó a andar. E iban los dos por el camino cuando aparecieron tres ladrones

detrás de una peña y se dijeron:–Vamos por esa burra, que va sola.

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Periquillo, que les oyó porque tenía un oído muy fino, dijo con voz muy fuerte paraque le oyeran:

–¡Al que se acerque a la burra lo mato y lo descuartizo!Y la burra aceleró el paso, pero los ladrones se quedaron quietos tratando de adivinar

dónde se escondía el que les había hablado.Conque llegó Periquillo a donde estaba su padre trabajando y le dijo:–Ea, padre, que aquí le traigo su comida.Y el padre, que sólo veía a la burra albardada, dijo:–¿Dónde estás, hijo, que no te veo? –pues había reconocido su voz.Y Periquillo le contestó:–Que estoy aquí, en la oreja de la burra –y salió y se apeó de un salto.Entonces le dijo Periquillo a su padre:–Padre, ¿le hago unos surcos mientras usted come?Y dijo el padre:–¿Y cómo los vas a hacer? Con lo pequeño que eres tú, no puedes con los bueyes.–Que sí que puedo –contestó el niño. Y mientras su padre comía, se subió al yugo que

uncía a los bueyes y empezó a darles voces a los animales. Al oírlo, los bueyes echaron aandar e hicieron un surco, y volvieron e hicieron otro, y así sucesivamente, yendo yviniendo y haciendo surcos hasta que su padre terminó de comer. Y ya, luego, siguierontoda la tarde juntos hasta la hora de ponerse el sol, en que se volvieron todos a casa. Elpadre metió los bueyes en la cuadra y preparó el forraje de unos y otros, y Periquillo,que estaba muy cansado, se echó en el pesebre del buey Colorao y se quedó dormido. Yel buey Colorao empezó a comer y, sin darse cuenta, se tragó a Periquillo.

En esto llegó la hora de cenar y llamaron al niño, pero por más que lo buscaban el niñono aparecía por ninguna parte. Empezaron a buscarlo por toda la casa y cuando el padrepasó por la cuadra oyó a Periquillo que hablaba desde dentro del buey y le decía:

–Padre, mata al buey Colorao, que se me ha comido entero.Conque el padre sacó el buey al campo, lo mató y lo abrió con un cuchillo, pero por

más que miró en las tripas y en todas partes, no encontró a Periquillo; y allí se quedó elbuey muerto hasta que acertó a pasar un lobo que merodeaba por el pueblo y que sezampó las tripas del buey y a Periquillo con ellas.

Al día siguiente iba el lobo buscando ganado para comer y Periquillo, que lo sintió,empezó a gritar:

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–¡Pastores, que viene el lobo!Los pastores, que oyeron sus voces, rodearon al lobo y lo mataron a bastonazos.

Cuando lo hubieron matado, empezaron a abrirlo con sus cuchillos y Periquillo, desdedentro, les decía que anduvieran con cuidado, no fueran a herirle a él, pero por más quemiraron los pastores, no vieron a Periquillo. Entonces uno de los pastores decidió hacerseun tambor con la piel del lobo para acudir con él a las fiestas de su pueblo, y Periquillo sequedó metido dentro del tambor sin que nadie se diera cuenta.

El pastor guardó el tambor junto a una enorme encina y se fue con los otros. Periquillose dedicó a rascar la piel del tambor con todas sus fuerzas y, poco a poco, consiguió abrirun pequeño agujero por el que asomar la cabeza. Y cuando la asomó vio venir a dosladrones cargados con un gran talego de dinero, que lo escondieron en el hueco de laencina y antes de marcharse dijeron:

–Aquí estará seguro esta noche y mañana nos repartiremos el dinero.Así que desaparecieron, Periquillo sacó la cabeza del tambor y luego el cuerpo

haciendo fuerza y en cuanto estuvo fuera, echó a correr para su casa. Y allí estaban suspadres, tristes y desconsolados, que se pusieron tan contentos cuando vieron llegar aPeriquillo sano y salvo. Entonces Periquillo les contó todo lo que le había pasado desdeque se lo comiera el buey y también lo que había visto de los ladrones. Conque su padrey él se fueron hasta la encina, sacaron el talego escondido, vieron que estaba lleno demonedas de oro y se lo llevaron a casa. Y el padre compró otro buey como Colorao yaún les sobró dinero para comprar muchas más cosas que necesitaban.

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9. LA FLOR DEL CANTUESO

Había una vez un viudo que tenía una hija muy hermosa a la que adoraba. La queríatanto que, por evitarle un disgusto, no pensó nunca en volver a casarse para no tener quedarle madrastra a su hija.

Muy cerca de la casa del viudo vivía una viuda con dos hijas. La viuda estabadeseando casarse de nuevo y había puesto sus ojos en el viudo, pero éste, fiel a suintención, nunca le dio pie para hablar del asunto. La viuda, que no pensaba en otra cosa,ideó un plan para atraerse a la hija con zalamerías y regalos y lo hizo con tal cuidado yhabilidad que la muchacha no pudo por menos de acabar proponiendo a su padre elmatrimonio con la vecina, pues ella, que era una buena hija, no deseaba que su padrepermaneciera siempre solo por su causa.

Total, que se llevó a cabo la boda entre el viudo y la viuda y se fueron todos a vivir ala casa del primero; la vida transcurrió con gran contento de padres e hijas al principio,pero a los pocos meses, lo que parecía un paraíso se convirtió en un infierno. Lashijastras no sólo se tenían envidia entre sí sino que ambas juntas la tenían aún más de lahija del viudo, que no sólo era la más bonita sino también a la que todo el mundoapreciaba más; y la madrastra, que no podía soportarla, sólo se ocupaba de ella parareprenderla de continuo. Total, que entre todas le hicieron la vida imposible hasta talpunto que la muchacha tomó la determinación de irse a vivir con una tía suya que teníaalguna fama de bruja entre los vecinos del lugar.

Su padre, naturalmente, se llevó un gran disgusto, pero no protestó porque, aunqueamara a su hija mucho más que a las otras, para no dar pie a envidias trataba siempre alas tres por igual; sin embargo, cada día iba a la casa de la tía para ver a su hija un rato.

El caso es que un día el viudo tuvo que ir a la feria de un lugar cercano y preguntó alas hijastras qué querían que les trajese y la mayor pidió un mantón bordado y la segunda

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un vestido de seda; pero cuando fue a la casa donde estaba su hija para preguntarle lomismo, la hija le contestó que sólo quería un saquito de simiente de cantueso.

–¿Sólo eso? –dijo el padre–. Mira que a la feria acuden comerciantes de todas partes yhay toda clase de cosas donde elegir.

Pero ella insistió:–No quiero nada más que lo que te he pedido –porque su tía le había dicho que así lo

hiciera.Conque el padre se fue a la feria y a cada una le trajo lo que le había pedido.La hija sembró en seguida la simiente en un tiesto que cuidó con esmero y, al poco

tiempo, tuvo una magnífica planta de cantueso a punto de florecer. Y todas las noches, alas doce en punto, ponía la maceta en su ventana y cantaba:

–Hijo del rey, ven yaque la flor del cantuesoflorida está.

Y al momento acudía un pájaro que se revolcaba en la tierra de la maceta y seconvertía en un muchacho muy guapo, entraba en la habitación, se sentaba junto a ella ypasaban la noche hablando hasta el amanecer; y al amanecer, él volvía a convertirse enpájaro y salía volando; pero al irse, siempre dejaba caer una bolsa con dinero. Estosucedía noche tras noche, de manera que al poco tiempo las dos mujeres habían reunidoya mucho dinero y la tía compraba a la muchacha todas las cosas hermosas que éstadeseaba, con lo que pronto gastó fama de lujo en el lugar.

Naturalmente, poco tardó en llegar la fama a oídos de la madrastra que, envidiosa, sedevanaba los sesos tratando de adivinar cómo era posible que dispusieran de tanto dineropara gastar.

Y le dijo a su hija mayor:–Algo extraño debe de haber en casa de tu hermanastra, porque ella gasta mucho y su

tía no tiene bienes para responder de tanto gasto; así que has de ir a visitarla y procuraquedarte la noche en su casa para ver qué averiguas.

Así que la hija mayor hizo lo que le dijo su madre y se presentó en casa de suhermanastra; pero de día no vio nada y de noche se quedó dormida, con lo que tampocose enteró de nada.

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Entonces la madrastra mandó a la segunda de sus hijas con el mismo encargo y aquellamisma tarde se fue a casa de su hermanastra y le dijo que, como la noche anterior sehabía quedado su hermana, pues esta noche venía ella a hacerle compañía porque, si no,no se veían nunca. Y la muchacha, que era de excelente carácter, acogió a suhermanastra como a la anterior y le dijo que se quedase con ella.

Conque estuvieron el día juntas y, cuando llegó la noche, se acostaron; esta vez la hijamenor, prevenida por su madre, fingió dormirse pero tuvo buen cuidado de no hacerlo. Yla otra, creyéndola dormida, cuando dieron las doce sacó su planta de cantueso a laventana y cantó:

–Hijo del rey, ven yaque la flor del cantuesoflorida está.

Dicho lo cual, llegó el pájaro y, convertido en hombre, se sentó a su lado y estuvieronhablando toda la noche; y al amanecer se fue, dejando la bolsa con el dinero. Todo estolo vio la hija menor y a la mañana siguiente volvió a su casa y se lo contó a su madre.

–¡Ajá! –dijo la madre–. Ya decía yo que de alguna parte había de salir ese gasto, queno de su tía. Pero pierda cuidado que ya se le va a acabar eso.

Y le encargó a la hija que fuera a ver a su hermanastra a la noche siguiente. Y leentregó unas cuchillas para que las enterrara en la tierra de la maceta del cantueso con elfilo hacia arriba; total, que la hija se fue a ver a su hermanastra y le dijo:

–Esta mañana he echado de menos un pendiente y vengo a ver si lo he perdido poraquí.

La hermanastra le dijo que ni ella ni su tía lo habían visto, pero que entrase en la casay mirase por donde quisiera por si lo podía encontrar. Y ella, aprovechando un descuido,metió las cuchillas en la maceta y después, sacando el pendiente que traía guardado en subolsillo, dijo:

–Aquí está, que ya lo encontré –y se marchó a su casa y le contó a su madre que todolo había hecho tal y como ella le dijo que hiciera.

Llegó la noche y así que dieron las doce sacó la muchacha su maceta a la ventana ycantó:

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–Hijo del rey, ven yaque la flor del cantuesoflorida está.

Apareció el pájaro y empezó a revolcarse como de costumbre en la tierra de la maceta;mas, apenas empezó a hacerlo, se llenó de heridas y ella oyó su voz que decía:

–¡Ay, infame, que me has herido! –y echó a volar.La muchacha, aturdida, comenzó a llorar con tal desconsuelo que la planta se secó y

perdió todas sus hojas y entonces vio las cuchillas que había puesto su hermanastra y,como estaban llenas de sangre, comprendió por qué el pájaro huyó diciendo aquello.

Al oír el llanto acudió su tía y, al saber por la muchacha lo que había sucedido, le dijo:–No llores más. Vístete de médico, toma este frasco y ve a tal sitio, donde hay un

palacio. Allí has de pedir que te dejen ver al príncipe, que está enfermo, y, apenas estésjunto él, le untas las heridas con una pluma mojada en el bálsamo que llevas en el frasco.Y cuando haya sanado, te retiras sin descubrirte y sin aceptar ningún pago.

Así lo hizo la muchacha. Se vistió de médico con unas ropas que le dio su tía y echócamino adelante y hubo de caminar durante días hasta dar con el palacio y pidió ver alrey para decirle que, habiendo sabido que el príncipe estaba muy enfermo, quería ver sipodía curarlo con un bálsamo que traía consigo.

Conque la llevaron a presencia del príncipe, al que reconoció en seguida, que tenía elcuerpo todo lleno de cortaduras; y le lavó las heridas y luego se las untó con una plumamojada en el bálsamo. Así lo hizo el primer día y el segundo y al tercero el príncipemejoró tanto que ya se puso en pie y dijo que se encontraba sano. Entonces el médicodijo que ya debía irse, puesto que el príncipe estaba curado, pero los reyes trataron deretenerlo y, al ver que no era posible, le ofrecieron muchos regalos, que también elmédico rehusó. Y sólo le dijo al príncipe, antes de marcharse:

–¡Acuérdate de quién te curó!Así que la muchacha se fue a su casa y se quitó las ropas de médico que le había dado

su tía y cuando se fue a ver la maceta descubrió que el cantueso había vuelto a florecer yestaba muy hermoso. Y esa misma noche, al dar las doce, llevó la maceta a la ventana ycantó:

–Hijo del rey, ven

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ya que la flor del cantuesoflorida está.

Y apareció el príncipe, con una espada en la mano, entró en la habitación y le dijo a lamuchacha:

–¡Infame! Prepárate a morir.Entonces la muchacha le dijo:–¡Acuérdate de quién te curó!Al oír esto, el príncipe reconoció quién era su médico, tiró la espada a un lado y

abrazó a la muchacha.Luego el príncipe quiso saber quién había puesto en la tierra las cuchillas que le habían

herido y la muchacha le contó lo que había sucedido. Entonces el príncipe le dijo que, alcurarle, le había librado del encantamiento que le convertía en pájaro y le propusocasarse con ella y se la llevó a su palacio, donde fueron felices. Y en cuanto a lamadrastra y sus hijas, no sólo se morían de envidia sino que aún se odiaron más entreellas, con lo que su casa acabó siendo un infierno.

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10. EL PRÍNCIPE TOMÁS

Pues había un rey que tenía un hijo con catorce años recién cumplidos y ambos teníanla costumbre de ir cada tarde hasta los jardines de un palacio que se encontraba enestado de abandono. En esos jardines había una hermosa fuente donde ambos solíansentarse un buen rato antes de emprender el camino de vuelta. La gente del lugar decíaque el palacio estaba habitado por tres brujas que eran hermanas y que se llamabanBlanca, Rosa y Celeste, pero ellos nunca las vieron en todas las veces que fueron porallí.

Una tarde el rey cogió de la fuente una rosa bellísima, cuyos pétalos parecían deterciopelo, y se la llevó a la reina.

A la reina le gustó tanto el regalo que decidió guardar la rosa en una cajita de maderaque dejó en la habitación que antecedía a la alcoba de los reyes.

A medianoche, cuando los reyes dormían, despertaron al oír una voz que decía:–¡Ábreme, rey!El rey se incorporó sorprendido en el lecho y le preguntó a la reina, que dormía a su

lado:–¿Has dicho algo?–Yo, no –contestó la reina.–Pues me pareció que me llamabas –dijo el rey, y volvió a dormirse. Al poco rato el

rey escuchó otra vez:–¡Ábreme, rey!Conque se levantó y luego de dar vueltas por la alcoba se fue a la habitación delantera

y abrió la caja de madera donde estaba la rosa, pues de allí era de donde salían las voces.Al abrir la caja, la rosa, que era la misma bruja Rosa del palacio abandonado, empezó

a crecer hasta transformarse en una princesa y le dijo al rey que tenía que casarse conella y matar a la reina.

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–Eso no lo puedo hacer –dijo el rey.–Pues lo harás –dijo la bruja– o morirás. Dentro de una hora.El rey no quería matar a la reina por nada del mundo, así que la cogió en brazos y la

escondió en un sótano remoto del palacio. La reina, que se vio encerrada allí, empezó arezar a san José pensando que el rey se había vuelto loco y, entretanto, el rey regresó asu alcoba.

A la mañana siguiente de este suceso, el príncipe Tomás se levantó y entró, comotenía por costumbre, en la alcoba de sus padres para darles los buenos días, pero encuanto vio a la mujer que dormía junto a su padre, dijo:

–¡Ésta no es mi madre!Y la mujer se enderezó en el lecho y le gritó:–¡Calla o morirás!Luego la bruja se levantó y anunció a todos los criados del palacio que ella era la reina

Rosa y que mandaría matar a todo aquel que no la obedeciera.Tomás se escapó por el palacio, apesadumbrado y sin saber qué hacer, y cuando

caminaba por los sótanos escuchó unos lamentos que le parecieron de su madre.Entonces buscó sirviéndose del oído y, al rato, dio con el sótano remoto donde su madreestaba encerrada; Tomás vio que no podía abrirle la puerta pero prometió que le llevaríacomida y ella le prometió que le encomendaría en sus oraciones a san José, del que eradevota.

Entretanto, todo el mundo en el palacio vivía atemorizado por la reina Rosa.Un día, la bruja empezó a pensar que tenía que deshacerse del príncipe Tomás y le

mandó llamar.–¡Tomás! –le dijo–. Ve a traerme agua de la fuente de los jardines del palacio

abandonado.El príncipe Tomás no tuvo más remedio que obeceder y, cogiendo un jarro, se puso en

camino a la fuente. Y en el camino le salió al paso un anciano que dijo:–Tomás, sé lo que te han mandado hacer y escúchame bien: coge el agua de la fuente

sin detenerte ni apearte del caballo y no vuelvas la vista atrás cuando oigas que te llaman.Llegó Tomás a la fuente, llenó el jarro sin bajar del caballo y, como le había dicho el

viejo, oyó dos voces de mujer que le llamaban, pero no les hizo caso y, sin detener sucaballo, volvió grupas y regresó a palacio.

La reina Rosa se extrañó mucho de verle aparecer, pero inmediatamente le envió de

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nuevo a la fuente para que le trajera tres limones de los que crecían junto a ella. YTomás emprendió de nuevo el camino y de nuevo le volvió a salir al paso el anciano, quele dijo esta vez:

–Coge los tres limones sin detener el caballo ni hacer caso de las voces que te llamen.Así lo hizo y volvió a palacio con los tres limones. Y la reina, al verle, se puso furiosa

y le dijo:–¡Qué son estos limones que me traes, si te dije que trajeras naranjas! ¡Vuelve ahora

mismo a la fuente y no vengas sin ellas!Otra vez volvió a suceder como en las dos ocasiones anteriores y el anciano le dijo que

cogiera las naranjas a la carrera. Conque volvió con las naranjas y la reina, desesperadacon él, le echó del palacio.

Tomás bajó entonces al sótano remoto a despedirse de su madre, dejó encargo a unacriada fiel de que le llevara regularmente agua y comida y se marchó a recorrer elmundo.

Echó a andar camino adelante y, cuando llevaba un buen tiempo andando, le salió alpaso el anciano de las otras veces y le dijo que atendiera a sus consejos porque sedisponía a ayudarle. Como primera medida, el anciano le convirtió en un ángel y despuésle dijo:

–Ahora vamos a ir al palacio abandonado de las brujas; allí encontraremos a dosmujeres que me dirán que te deje con ellas para enseñarte el palacio; son Blanca yCeleste, las dos hermanas de la reina Rosa. Tú me dirás: «¡Papá, déjame!», y yo tedejaré con ellas; te enseñarán todo el palacio menos una habitación; tú porfía para que tela dejen ver y, una vez dentro, actúa como te parezca mejor.

Llegaron al palacio y sucedió como le había dicho el anciano. Le enseñaron todoexcepto una habitación. Tomás insistió en que le gustaría verla y ellas le dijeron quedentro no había nada de interés y que además era muy tarde y tenían que ocuparse de unjoven llamado Tomás que habría de venir y al que debían colgar de un árbol. Peroinsistió tanto y con tantos argumentos el muchacho convertido en ángel, que al fin lefranquearon la entrada y vio que la habitación estaba toda ella cubierta de paños negros;en el centro se encontraba una mesa sobre la que lucían tres grandes velas encendidas, yeso era todo lo que había. El príncipe Tomás preguntó a las dos mujeres qué hacían allíaquellas velas y le dijo Celeste:

–Esta vela es la de mi vida, y la siguiente es la de la vida de mi hermana Blanca y la

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última, la de la vida de mi hermana Rosa, que ahora es reina. Cuando se apaguen estasvelas se apagarán nuestras vidas.

Entonces Tomás apagó de un soplo las dos primeras velas y allí murieron Blanca yCeleste. Cogió luego la tercera vela y salió del palacio, donde le esperaba el anciano, quele dijo:

–Has hecho lo que yo esperaba que hicieras. Ahora vámonos al palacio de tu padre.Has de saber que yo soy san José, a quien reza tu madre y a cuyas súplicas he acudidopara ayudarte.

Volvieron, pues, al palacio y el príncipe Tomás pidió que llamaran a su padre. Cuandole vio, dijo:

–Padre, ¿qué vida prefiere usted, la de mi madre o la de la reina Rosa?El rey contestó:–Yo quiero la de tu madre.–Pues déle usted un soplo a esta vela –dijo Tomás mostrándole la tercera vela.El rey se acercó presuroso a la vela y sopló fuertemente y la reina Rosa murió

inmediatamente sin exhalar un quejido.Después, el rey y Tomás bajaron al sótano remoto donde el rey la había escondido,

para liberar a la reina, pues ya podía salir a la luz, y los tres se abrazaron y todo el reinose alegró de la muerte de las tres brujas, muy especialmente de la de la reina Rosa, queera la que más daño les había hecho de las tres. Luego buscaron por todo el palacio alanciano para darle las gracias, pero san José había desaparecido sin que nadie pudiera darcuenta de él.

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11. LOS DOS JOROBADOS

En un pueblo vivían dos jorobados a los que todo el mundo conocía. Uno de ellos, detemperamento animoso, gustaba mucho de salir, en las noches del verano, a tomar elfresco en las eras porque podía estar solo y a salvo de las burlas ocasionales y pensandoen sus cosas. Allí se entretenía el hombre con sus pensamientos sin que nadie lemolestara.

Una noche de ésas se fue a las eras, como de costumbre, y allí estaba tumbado viendopasar las horas. Le dieron las diez de la noche, y le dieron las once... y él, nada, tantranquilo y tan a gusto. Y de pronto se le ocurrió, viendo que se acercaban las doce, quees la hora de las brujas, que bien podía quedarse un rato más y ver si era verdad eso deque a las doce se reunían todas ellas a celebrar sus ceremonias.

Y entre que sí y que no, y entre la curiosidad y el repeluco, pasó el tiempo y dieron lasdoce. Y no hicieron más que dar las doce cuando empezó a ver cosas extrañas y aescuchar música aún más extraña. Las visiones que veía eran las brujas que saltaban,cantaban, bailaban y se contorsionaban al son de la música. Y estas brujas, cuando secansaron de tanto baile, empezaron a cantar:

–Lunes, martes y miércoles, tres;lunes, martes y miércoles, tres.

Así una y otra vez. Y el jorobado, viendo que no salían de ahí, pensó para susadentros: «¡Pobrecillas! Voy a completarles la semana». Y cantó, con el mismo son delas brujas:

–Jueves, viernes y sábado, seis;jueves, viernes y sábado, seis.

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Y ya se disponía a continuar, cantando: «y domingo, con seis, hace siete», cuando oyóque decía una bruja:

–¡Ay, qué bien! ¡Por fin hemos concluido el cantar! –y empezó a mirar a un lado y aotro, rodeada de las otras brujas, diciendo:

–¿Quién ha sido, quién? ¿Dónde está el que el cantar acabó?Y el jorobado dijo:–Aquí me tenéis, sentado en esta piedra.Conque todas las brujas se le acercaron y le acariciaban y le mimaban y por fin le

dijeron:–¡Mira qué gracioso, el pobre! ¡Si es jorobadillo! Dinos qué quieres por habernos

terminado el cantar y lo que quieras te lo concederemos.Entonces el jorobado dijo:–¿Qué es lo que más quiero? ¡Pues que me quitéis esta joroba que llevo!–¡Ah, ah, sí! –dijeron las brujas–. Pobre jorobadillo, bien se lo merece.Y la bruja que había hablado primero le pasó la mano por la joroba y el jorobado se

quedó más derecho que un huso. Entonces él les dio las gracias y ellas se las dieron a ély, lleno de contento, se fue a su casa a dormir mientras las brujas se quedaban haciendovolatines y piruetas por los aires.

El jorobado estaba tan emocionado y exhausto que durmió como un lirón, pero a lamañana siguiente, cuando se levantó y vio que ya no tenía joroba, se llenó de gozo ysalió corriendo a la calle para lucir su nuevo tipo. Todo el mundo se admiróenormemente de que le hubiese desaparecido la joroba y querían conocer la causa; y elotro jorobado del pueblo era el más interesado en saber cómo le había sucedido. A todosse lo contó, aunque muchos no le creyeran. Y el segundo jorobado pensó:

–Pues esta noche voy yo a las eras, por si se les ha olvidado lo que les enseñaste. Y sino se les ha olvidado, entonces les cantaré: «Y domingo, con seis, hace siete»; a ver si amí también me quitan la joroba. ¡Pues no me la han de quitar en cuanto me oigan!

Y se refocilaba pensando que, a la mañana siguiente, él también podría presumir de notener joroba. Y así se dedicó a recorrer el pueblo, contándoles a unos y a otros; y unos leanimaban y otros se reían de él.

Conque el pobre infeliz se fue a las eras ya a eso de la media tarde, porque no podíaresistir la espera, y allí se estuvo sin comer ni beber por si acaso las brujas se adelantabany él perdía la oportunidad.

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Total, que con tanto desasosiego, pasaron los cuartos, las medias y las horashaciéndosele una eternidad en la que ora desesperaba y ora confiaba hasta que por finoyó dar las doce y en ese momento las brujas aparecieron. Casi no podía creer lo queestaba viendo, que eran las mismas visiones que relatara el otro jorobado; y tal comohabía dicho, después de los bailes y volatines, las brujas se juntaron y se pusieron acantar:

–Lunes, martes y miércoles, tres;lunes, martes y miércoles, tres;jueves, viernes y sábado, seis;jueves, viernes y sábado, seis.

El jorobado vio que habían aprendido bien lo que el otro les había enseñado y que nolo olvidaban, así que decidió terminar la semana y cantó, con el mismo son que lasbrujas:

–Y domingo, con seis, hace siete.

Las brujas, que oyeron este canto, se enfurecieron terriblemente y empezaron a buscarpor todas partes, diciendo:

–¿Quién nos hace burla, quién? ¿Dónde está el que nos hace la burla?Y el pobre jorobado entendió que preguntaban: «¿Quién nos dice la última, quién?

¿Dónde está el que nos dice la última?» y las llamó diciendo:–Aquí estoy sentado en esta piedra. Quítenme ustedes la joroba.Todas las brujas le rodearon, aún más furiosas que antes, y empezaron a darle

empellones y pellizcos, mientras decían unas a otras:–¡Mira! ¡Si es un jorobado!–¡Un jorobado! ¡Que ha venido a reírse de nosotras!–¡Vaya con el jorobado! ¡A ver qué hacemos con él!Y dijeron todas a coro:–¡Pues le ponemos otra joroba!Y nada, que le pusieron otra joroba en mitad de la espalda, con lo cual ya tenía dos.El pobre jorobado se fue a su casa cabizbajo y pensando en lo que le había sucedido;

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y estaba tan pensativo y ensimismado que no pudo pegar ojo en toda la noche y a lamañana siguiente no se atrevió a salir a la calle para que no le vieran las dos jorobas.

Y tanto y tanto aumentó su tristeza que dejó de comer y de dormir. Hasta que un buendía lo encontraron muerto de pena en su cuarto.

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12. LAS TRES NARANJITAS

Érase un hijo de rey que andaba buscando las tres naranjitas del amor. Las buscaba acaballo por todos los jardines que se encontraba, pero no había conseguido dar con ellas.Cuando preguntaba, en unos sitios le decían que nunca las habían visto y en otros que sí,pero que ya no quedaba ninguna; y él seguía buscando sin desmayo, hasta que un díallegó a otro jardín, donde salió a recibirle un jardinero; y a él, como a todos los queencontrara anteriormente, le preguntó:

–¿Tiene usted noticia de las tres naranjitas del amor?Y el jardinero le contestó:–Sí que tengo, que hay tres en el árbol.El hijo del rey no cupo en sí de gozo y se las compró y se fue con ellas.Pero el camino de vuelta era muy largo, pues se había alejado mucho en la búsqueda,

y al cabo de tanto cabalgar, el hijo del rey tuvo sed y decidió abrir una de las naranjitas; ycuando la abrió se encontró con que era una muchacha con un niño en brazos. Lamuchacha era muy hermosa y llevaba el pelo suelto y le dijo al hijo del rey:

–¿Tienes agua para lavarme, peine para peinarme y paño para secarme?–No los tengo –dijo el hijo del rey.Entonces la muchacha se convirtió en paloma y se marchó volando con el niño.El hijo del rey quedó entristecido y guardó cuidadosamente las otras dos naranjas

jurándose no volver a hacer uso de ellas hasta llegar a palacio; pero el camino era tanlargo que la sed pudo más que él y decidió abrir la segunda naranja.

Cuando la abrió, apareció una muchacha aún más hermosa que la anterior, con unniño en brazos y el pelo suelto, que le dijo:

–¿Tienes agua para lavarme, peine para peinarme y paño para secarme?–No los tengo –dijo el hijo del rey, y la muchacha se convirtió en paloma y echó a

volar llevándose con ella al niño.

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El hijo del rey se llenó de pesadumbre y estaba aún más triste que antes, pero siguiócabalgando con la esperanza de llegar pronto al palacio. Y estando de camino le ocurrióque llegó a un lugar donde le vendieron una vasija, un peine y un paño para secar.

Y otra vez tuvo mucha sed y se hallaba todavía a mucha distancia del castillo, peroesta vez encontró una fuente y bebió de ella. Y cuando hubo saciado la sed le entró unacuriosidad irresistible por ver qué contenía la tercera naranja; así que la abrió y salió otramuchacha, ésta aún más bella que las anteriores, con un niño en brazos, que le dijo:

–¿Tienes agua para lavarme, peine para peinarme y paño para secarme?Y el hijo del rey le dijo que sí, y le ofreció agua de la fuente en la vasija, el peine y el

paño. Entonces ella le dijo:–Pues contigo me he de casar.Entonces el hijo del rey le dijo que él debía adelantarse a palacio para hablar con sus

padres y preparar la boda y, apenas tuviera dadas las órdenes, volvería por ella parallevarla consigo. Y a ella le pareció bien y quedó esperando junto a la fuente.

Al cabo del rato llegó a la fuente una mujer mayor con un cántaro a recoger agua y almirar al agua vio reflejado el rostro de la muchacha y creyendo que era el suyo se decía:

–Siendo yo tan guapa ¿por qué he de venir a recoger agua?Hasta que vio a la muchacha y se enfadó a causa del engaño y le dijo a la muchacha:–Baja, muchacha, que yo he de peinarte.–No, no –decía la muchacha–, que ya estoy peinada.Pero tanto porfiaba la mujer que al fin bajó y la otra, que era una bruja, empezó a

peinarla y en éstas extrajo un alfiler de su bolso y se lo clavó en la cabeza. Y nada másclavarle el alfiler, la muchacha se volvió paloma y echó a volar, pero dejándose el niño.

Entonces la mujer cogió al niño y se sentó a esperar al hijo del rey.Volvió por fin el hijo del rey y se extrañó de ver a aquella mujer vieja y fea y de color

oscuro y le dijo:–Con lo guapa que eras ¿cómo te has vuelto fea y negra?–Pues ha sido del sol y del aire, pero soy la de siempre. Ya se me quitará y me

quedaré como antes.El hijo del rey se la llevó a palacio, pero no estaba nada convencido y ya no le gustaba

aquella mujer a la que había dado su palabra.Y resultó que la paloma llegó un día al jardín del palacio y estaba revoloteando por allí

cuando apareció el jardinero, y dirigiéndose a él, le preguntó:

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–¡Jardinero del rey! ¿Cómo le va al niño con la princesa mora?

Y el jardinero le contestó:

–Unas veces canta, otras veces llora.

Y la paloma dijo, levantando el vuelo:

–¡Y su triste madre por los campos sola!

Así sucedió un día y otro día hasta que el jardinero, extrañado, se lo dijo al hijo del reyy éste le encargó que preparase un lazo y atrapara a la paloma. Y dicho y hecho, al otrodía el jardinero se presentó con la paloma.

El hijo del rey la tomó en sus manos y la vio tan entristecida que comenzó aacariciarla; y la reina mora, su esposa, le decía:

–Déjala volar, deja que se vaya.Pero el hijo del rey contestaba:–No, no, pobre paloma.Y le acariciaba la cabeza. Y al acariciársela, la paloma temblaba de dolor. Y volvió a

acariciarle la cabeza y volvió a temblar de dolor, y así otras veces más ante la irritaciónde la reina mora. Hasta que el hijo del rey dijo, palpándole la cabeza a la paloma:

–Pues ¿qué tiene aquí? –porque había topado con algo duro y, mirándolo bien, vio queera una cabeza de alfiler; tomándola con dos dedos, se la arrancó y en ese mismomomento se convirtió en la bella muchacha que había dejado en la fuente y la muchachale contó todo lo que había sucedido. Y el hijo del rey casi se desmayó al saber que habíaestado haciendo vida con una bruja, pero en seguida la mandó prender, la sacaron alpatio, cortaron mucha leña y allí mismo la quemaron.

De este modo el hijo del rey pudo casarse al fin con la muchacha y todos vivieronfelices.

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13. JUAN BOBO

Había un muchacho al que llamaban Juan Bobo. Como no le gustaba que le llamaranJuan Bobo, un día mató un buey para invitar a todos a una comida y de resultas de eso lellamaron Juan Bobazo.

En vista de lo cual, cogió Juan Bobo la piel y se fue a venderla a Madrid. Cuando llegóa Madrid, hacía tanto calor que se echó al pie de un árbol y se tapó con la piel. Y sucedióque vino un cuervo a picarle la piel mientras echaba la siesta y Juan Bobo lo atrapó y selo guardó. Luego fue y vendió la piel por siete duros. Y después de todo esto, llegó a lafonda y encargó comida para dos.

Entonces Juan Bobo fue y puso tres duros disimulados junto a la puerta principal, y lomismo hizo en la escalera con otros dos duros, y lo mismo otra vez al final de la escalera.Hecho esto, se sentó a una mesa y esperó a que le sirvieran; pero no le atendían porquecreían que esperaba a su compañero.

Al fin se cansó de esperar y dijo:–¿Es que no me van a poner la comida?Y le respondieron que estaban esperando a que llegara su compañero para servirle. Y

dijo él:–Mi compañero es este cuervo.Los posaderos, intrigados, le preguntaron:–¿Y qué oficio tiene el animal?–Es adivinador –dijo Juan Bobo– y adivina todo lo que ustedes quieran saber.Entonces le pidieron que adivinase algo y Juan Bobo le pasó la mano por el cuerpo de

la cabeza a la cola y el cuervo dijo: «¡Graó!».–¿Qué es lo que ha dicho? –dijo la posadera.–Ha dicho –contestó Juan Bobo– que en la puerta principal hay tres duros.La posadera fue y rebuscó por la puerta hasta que encontró los tres duros y,

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maravillada, volvió y le dijo a Juan Bobo:–Véndame usted el cuervo.Pero Juan Bobo, sin contestar, volvió a pasar la mano por encima del cuerpo y éste

dijo: «¡Graó!».–¿Y ahora? –preguntó la posadera–. ¿Qué es lo que ha dicho ahora?–Ha dicho –contestó Juan Bobo– que en el descansillo de la escalera hay dos duros.Allá se fue la posadera y los encontró en seguida. Y volvió de inmediato, aún más

maravillada y le dijo que tenía que venderle el cuervo. Pero Juan Bobo, sin decir nada,volvió a pasar la mano por el animal y éste volvió a decir: «¡Graó!».

La posadera quiso saber qué había dicho esta vez y Juan Bobo le contestó que esoquería decir que al final de la escalera había dos duros más. Y como fuera y losencontrara, la posadera le dijo:

–Pues me tiene usted que vender ese cuervo, que yo le daré por él lo que usted quiera.Juan Bobo le dijo que se lo vendía por cinco mil pesetas; y dicho y hecho: se las metió

en la bolsa, dejó allí al cuervo y se volvió para su pueblo. Conque llegó al pueblo ymandó avisar a todo el mundo y cuando estuvieron presentes, llamó a su mujer y le dijoque extendiera su delantal y en él echó las cinco mil pesetas diciendo que eso habíasacado de vender la piel del buey en Madrid.

Todos los vecinos, al ver esto, mataron sus bueyes, les sacaron las pieles y se fueron aMadrid a venderlas y resultó que, tras haberlas vendido, apenas si les dio para pagarse elviaje. Y todos volvieron muy enfadados al pueblo diciendo que iban a matar a JuanBobo. No le mataron, pero se metieron en su casa y se la cagaron toda de arriba abajo.

Al día siguiente, Juan Bobo fue y reunió toda la mierda en un saco y se fue a Madridpara venderla. Llegó y dejó el saco en el patio de un establecimiento mientras se iba acumplir otra diligencia y, mientras tanto, entró una piara de cerdos en el patio y secomieron toda la mierda. Cuando Juan Bobo volvió, les dijo a los amos que sus cerdosse le habían comido todo lo del saco y que aquello valía mucho; y ya estaban por pasar amayores cuando, por una mediación, se avino a aceptar cinco mil pesetas por la pérdidadel saco y se volvió al pueblo.

Conque llegó al pueblo y mandó tocar las campanas para que viniera todo el mundo yasí que estuvieron todos presentes, volvió a llamar a su mujer y volvió a echar en sudelantal las cinco mil pesetas diciendo que aquello había sacado del saco de mierda enMadrid.

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Todos los vecinos, al ver esto, reunieron toda la mierda que pudieron encontrar, lacargaron en sacos y se fueron a Madrid a venderla. E iban por las calles pregonando quequién quería comprar mierda hasta que unos guardias los detuvieron y les dieron unabuena paliza. Y todos volvieron al pueblo jurando vengarse de Juan Bobo.

Juan Bobo se escondió para que no le hallaran y entonces los vecinos decidieronquemarle la casa. Pero Juan Bobo recogió las cenizas y anunció que se iba a venderlas aMadrid. Nada más llegar, fue a un joyero a comprarle unas alhajas y las puso en la bocadel saco mezcladas con la ceniza y se sentó en un banco; en esto pasó un señor y le dijo:

–¿Qué es lo que lleva usted ahí en ese saco?Y Juan Bobo le dijo que llevaba muchas alhajas metidas entre la ceniza para que no se

le echaran a perder. Y el señor le compró el saco por cinco mil pesetas.Total, que volvió al pueblo, reunió a todos y echó otras cinco mil pesetas en el delantal

de su mujer diciendo que eso le habían dado en Madrid por las cenizas. Entonces losvecinos fueron, quemaron sus casas y se marcharon a Madrid para vender las cenizas; ycomo no vendieron nada, se volvieron todos diciéndose que esta vez matarían a JuanBobo.

Le cogieron y le metieron en un saco con la intención de tirarle al río. Y como teníanotras cosas que hacer, ataron el saco a un árbol cerca de la orilla con la idea de volverpara tirarle al río apenas terminasen sus tareas. Y allí donde quedó atado y dentro delsaco, Juan Bobo empezó a gritar:

–¡Que no me caso con ella! ¡Aunque sea rica y princesa yo no me caso con ella!Acertó a pasar por allí un pastor con su rebaño y al oír las voces de Juan Bobo le dijo

que él sí que se casaría con una princesa guapa y rica y entonces Juan Bobo le dijo queallí estaba esperando a que lo llevasen con la princesa y le propuso cambiar de lugar. Asíque el pastor desató a Juan Bobo y se metió él en el saco y Juan Bobo se marchó con lasovejas.

Volvieron los vecinos y echaron el saco al río. A la vuelta, se encontraron con JuanBobo que venía con las ovejas y le dijeron:

–¡Pero, bueno! ¿A ti no te hemos echado al río? ¿De dónde vienes, entonces, con lasovejas?

Y les respondió Juan Bobo:–Es que el río está lleno de ellas. Y si más hondo me llegáis a echar, más ovejas

hubiera encontrado.

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Los vecinos que lo oyeron volvieron al río y empezaron a tirarse al agua, y cada vezque uno gorgoteaba al ahogarse los demás le decían a Juan Bobo:

–¿Qué dice? ¿Qué dice?Y Juan Bobo les contestaba:–Que os tiréis, que hay muchas más ovejas.Y todos se tiraron al río y murieron ahogados.

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14. EL AGUA AMARILLA

Un rey que había llegado a ser rey siendo aún muy joven, andaba enamorado de lahija de uno de los guardas que cuidaban de las tierras que pertenecían al palacio. Esteguarda tenía su casa dentro de los límites de los jardines de palacio y por eso el reyacostumbraba a pasear por ellos con la esperanza de encontrarse con la muchacha que élquería, pero nunca conseguía verla a solas y tenía que conformarse con contemplarla, aella y a sus dos hermanas, por entre los pocos huecos que dejaba el tupido seto querodeaba la casa. Así pasaban los días y el espíritu del rey oscilaba entre la ansiedad y lamelancolía.

Una de las veces en que entretenía el tiempo mirando a través del seto, vio que las treshijas del guarda estaban a la puerta de su casa cosiendo tranquilamente. Entonces el reyaguzó el oído y pudo escuchar esta conversación:

–Ay, cuánto me gustaría poder casarme con un joven guapo que tuviera el oficio depanadero, porque así tendría el pan asegurado para mí y para mis hijos durante toda lavida –eso lo dijo la mayor de las hermanas.

–Pues a mí –dijo la mediana– me gustaría casarme con un cocinero joven y guapo,porque entonces tendría pan y comida para toda la vida.

Y entonces oyó decir a la pequeña, que era a la que él amaba:–Pues yo no quiero ninguno de esos dos maridos, porque yo lo que quisiera es

casarme con el rey –y lo decía a sabiendas de que eso era imposible.Y el rey que lo oyó, rodeó el seto tras el que las observaba, se presentó delante de las

muchachas y les dijo:–He escuchado vuestros tres deseos y, cuando queráis, yo me ocupo de que se

celebren esas tres bodas en el palacio. Tú –dijo dirigiéndose a la mayor– te casarás conmi panadero; tú –dijo dirigiéndose a la mediana– te casarás con mi cocinero; y tú –añadió

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dirigiéndose a la pequeña– te casarás conmigo, porque yo soy el rey y tú eres la elegidade mi corazón.

Las tres hijas del guarda, aunque le encontraban muy guapo y apuesto, pensaron queera uno de los servidores del rey y se rieron de él, pero entonces llegó el padre, quereconoció al rey, y las tres comprendieron que era cierto lo que había dicho.

Así que se casaron muy alegres y contentas las tres. Pero al poco tiempo, la envidiaempezó a hacer nido en el corazón de las dos hermanas mayores, hasta el punto de queacabaron odiando a muerte a la más pequeña por esta causa.

Pasó el tiempo y, a punto de cumplirse el año desde el día de la boda, la reina dio a luza un niño. Las hermanas, cuya envidia no había hecho sino crecer, aprovecharon undescuido, le robaron al niño, lo pusieron en un cestillo y lo echaron al río con laesperanza de que se ahogase. En su lugar, presentaron al rey una canastillahermosamente adornada, con un cachorro de perro recién nacido envuelto en su interior,y le dijeron al rey que lo había parido su hermana.

El rey, aunque la amaba mucho, se llevó un disgusto tan grande que decidió repudiarla,pero sus consejeros le convencieron de que no lo hiciera, pues no sabían lo que aquellosignificaba. De modo que el rey decidió esperar y se reconcilió con la reina.

Entretanto, el cestillo en el que habían puesto al niño navegó por el río a lo largo delvalle hasta que quedó varado en un remanso y allí fue donde lo encontró uno de losguardas del rey que vivían más alejados de palacio. Y como este guarda estaba deseandotener un hijo, pues su esposa era estéril, lo recogió y lo llevó a su casa, donde la mujer lorecibió con enorme alegría y acordaron criarlo sin decir a nadie cómo lo habíanencontrado.

Y sucedió que la reina quedó nuevamente embarazada. Las hermanas, que la odiabanaún más porque su plan no había salido como esperaban, resolvieron volver a hacer lomismo, confiando en que esta vez su plan sí que daría resultado, y cambiaron al niño porun cachorro de gato recién nacido y se lo presentaron al rey. El rey, esta vez, sí que sepuso furioso y quería matar a la reina, pero los consejeros le dijeron de nuevo que no lohiciera, pues la naturaleza se manifestaba a veces de manera extraordinaria y aquel nuevosuceso les parecía aún mas misterioso que el anterior, por lo que se hacía necesarioesperar, al menos una vez más, antes de decidir que la reina era culpable. Y el rey loaceptó a regañadientes.

Las hermanas, como la vez anterior, habían echado al niño al mismo río en un cestillo

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y este cestillo fue el que se encontró el mismo guarda, que le pareció un regalo del cielo yse apresuró a llevárselo a su mujer para que lo criara también; y de este modo seencontraron con dos hijos.

La reina quedó nuevamente embarazada y, un año más tarde, dio a luz a una niña. Alas hermanas les faltó tiempo para hacer con la criatura lo mismo que con sushermanitos, pero no habiendo encontrado cachorro ni de perro ni de gato, pusieron en lacanastilla un pedazo de corcho untado en sangre y echaron a la niña al río en otrocestillo. Y sucedió que el mismo guarda volvió a encontrarlo y, al ver que esta vez erauna niña, se volvió loco de contento y se apresuró a llevárselo a su mujer para que lacriara.

Entretanto, el rey, que ya no quiso oír a sus consejeros, mandó hacer una jaula dehierro, encerró en ella a la reina y ordenó que durante el día colgasen la jaula a la puertadel palacio para que, todos los que entraran o salieran de él, hicieran burla de ella y leechasen comida como a los animales, y a la noche la guardaran en las caballerizas.

Pasó el tiempo y los niños fueron creciendo en el hogar del guarda que los recogió y niél ni su mujer dijeron nunca nada a nadie sobre el origen de los niños, de forma quetodos los que los conocían los tenían por sus hijos naturales. Pero un día murió el guarday la guardesa hubo de mudarse a una casa más alejada y más pequeña, que era tambiéndel rey, en la linde del bosque. Y cuando la niña cumplió quince años murió la guardesa ylos niños quedaron huérfanos. Entonces ella tomó las riendas de la casa y la organizaba ymantenía mientras los hermanos sacaban dinero, de la caza unas veces, otras veces dejornal, para mantenerse los tres.

Hasta que, un día, una vieja se acercó a la casa y estuvo hablando con la niña,mientras los hermanos se encontraban fuera, y al término de la conversación le dijo:

–No seréis felices mientras no tengáis estas tres cosas: al agua amarilla, el pájaro quehabla y el árbol que canta.

La niña quedó preocupada y confusa y cuando volvieron sus hermanos les contó loque le había dicho la vieja. Entonces el mayor le contó que ellos también habíanencontrado a una vieja que estuvo hablando con ellos y al final les entregó un espejo yun cuchillo advirtiéndoles que, cuando el espejo se empañara o el cuchillo se manchasede sangre, querría decir que su dueño se encontraba en gran peligro.

Conque el mayor decidió ir a buscar las tres cosas que dijo la vieja y, antes de ponerseen camino, entregó el cuchillo a sus hermanos y se metió en el bosque.

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Después de mucho caminar, vio a un ermitaño a la puerta de su ermita y decidiópreguntarle si sabía dónde se encontraban el agua amarilla, el pájaro que habla y el árbolque canta. El ermitaño le contestó que sí lo sabía, pero que todos los que buscaban estastres cosas quedaban encantados y no volvían jamás.

El hermano mayor le contestó que él estaba decidido a conseguirlas y entonces elermitaño le dio una bola con estas instrucciones: que cuando viera que el camino ibacuesta abajo, la dejara rodar, que se detendría sola ante un monte, que subiera ese montey que nunca volviera la cara atrás.

El muchacho cogió la bola y, cuando vio que el camino descendía, hizo lo que elermitaño le había dicho y empezó a subir el monte, pero a mitad de la subida oyó unasvoces que le llamaban, volvió la cara y se quedó convertido en piedra.

Los otros dos hermanos estaban pendientes del cuchillo y, de pronto, vieron que éstese llenaba de sangre. Entonces dijo el segundo hermano:

–Esto es que mi hermano mayor está en peligro, así que voy en su auxilio.Entregó su espejo a su hermana y se marchó por el bosque.Después de mucho caminar, encontró la ermita y preguntó al ermitaño lo mismo que

su hermano y el ermitaño le entregó otra bola y le dio las instrucciones, pero almuchacho le sucedió exactamente igual que a su hermano y quedó también convertido enpiedra.

La hermana, que estaba mirándose en el espejo, vio de pronto cómo éste se empañabay se ponía turbio y comprendió que su segundo hermano también se hallaba en peligro,por lo que resolvió ponerse en marcha y se internó en el bosque.

Cuando llegó a la ermita, preguntó al ermitaño:–¿Ha visto usted pasar por aquí a dos mozos con tales y tales señas?Y dijo el ermitaño:–¿Dos mozos que iban buscando el agua amarilla?–Ésos son –contestó ella.–Pues a los dos les dije lo que te digo a ti, que tomes esta bola y, cuando veas que el

camino va cuesta abajo, eches a rodar la bola, que se parará sola ante un monte;entonces sube a lo alto sin volver la cara, porque en lo más alto del monte está el pájaroque habla y, cuando le pongas la mano encima, ya podrás mirar atrás sin peligro.

Entonces ella le pidió una bola y también un poco de tela para taparse los oídos y echóa andar y fue haciendo todo lo que le decía el ermitaño. Como se había tapado los oídos

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con los pedacitos de tela no escuchó las voces que la llamaban, y así llegó a lo alto delmonte, donde vio un pájaro y le puso la mano encima; entonces el pájaro habló:

–¡Una mujer me tenía que coger! –dijo. Y la muchacha le acarició dulcemente y lehabló con mimos y después le preguntó por el agua amarilla y el árbol que canta y elpájaro, satisfecho, le explicó dónde se hallaban y también le explicó que si regaba conagua amarilla las piedras en que se habían convertido sus hermanos, los desencantaría.

La muchacha cortó una rama del árbol que canta, llenó un cantarillo que llevaba con elagua amarilla, humedeció la rama en él y con ella roció las piedras y desencantó a sushermanos. Entonces se volvieron tan contentos a su casa, donde plantaron la rama delárbol. Y la rama prendió y empezó a crecer y de cada hoja nueva que brotaba salíancantos como si el árbol estuviera lleno de avecillas.

Al otro día, los dos hermanos fueron de caza, para buscarse el sustento, y seencontraron con el rey, pero no le reconocieron porque nunca le habían visto, de tanaislados como habían vivido.

Así que departieron con el rey y éste encontró tan agradables a los muchachos que losinvitó a comer. Ellos se lo agradecieron de todo corazón, pero le dijeron que no podíandejar a su hermana sola, y entonces dijo el rey:

–Pues que se venga ella también.Y fueron a buscarla y luego a comer con el rey. Al entrar en el palacio vieron a una

mujer en una jaula que les causó lástima, pero por prudencia no quisieron preguntarnada. Después de comer, el rey les enseñó el palacio y los jardines y, cuando sedespidieron, suplicaron al rey que accediese a ir a comer con ellos a su casa, paracorresponderle de alguna manera, lo que el rey aceptó de buena gana. Y al salir depalacio vieron de nuevo a la mujer en la jaula y se les encogió el corazón.

Así que regresaron a su casa, empezaron a pensar qué le darían de comer al rey yestaban discutiendo entre ellos cuando oyeron al pájaro que habla que decía:

–Ponedle pepinos rellenos de perlas.–¿Qué dices? –replicaron ellos, atónitos.–Ponedle pepinos rellenos de perlas.–¿Y dónde vamos a encontrar nosotros unas perlas? –respondieron ellos.Y les dijo el pájaro:–Al pie del árbol que canta hallaréis una arqueta llena de perlas.La buscaron y, efectivamente, allí estaba.

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Conque, al día siguiente, llegó el rey, acompañado por alguno de sus consejeros comotenía por costumbre. Se sentaron todos a la mesa que los hermanos habían preparadocon todo esmero y la muchacha sirvió de primer plato los pepinos. El rey partió uno y, alver las perlas, dijo en voz alta, mostrándolo a sus consejeros:

–¿Dónde se ha visto comer pepinos con perlas?Y el pájaro que habla dijo entonces:–¿Y dónde se ha visto que una mujer pueda parir un perro, un gato y un corcho?Y todos se quedaron admirados al escuchar esto; y dijo el rey:–¿Pues qué sino eso fue lo que parió la reina?Y volvió a hablar el pájaro:–A los tres muchachos que tienes delante.La muchacha, que oyó esto, le dijo al pájaro:–¿Es que la guardesa no era nuestra madre?Y el pájaro contestó:–Vuestra madre verdadera es la mujer que está en una jaula, que es la reina; y las

hermanas de la reina, por envidia de verla mejor casada que ellas, os cambiaron a cadauno por una cría de perro, una de gato y un pedazo de corcho y a vosotros os arrojaronal río en un cestillo.

Entonces el rey se levantó, y con él sus consejeros, llenos de asombro por lo queacababan de saber, y el rey abrazó a los hermanos con gran alegría de saber que sus treshijos vivían y mandó a sus consejeros a palacio inmediatamente para que descolgaran ala reina y le anunciaran que volvía con sus hijos, por lo que esperaba su perdón. Y porlas mismas, encargó que prendieran a las hermanas y las encerraran en la misma jauladonde la reina había estado. Y dicho esto, abrazó de nuevo a sus hijos con lágrimas enlos ojos y volvieron todos a palacio, donde fueron felices como la vieja les habíapredicho.

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15. LA CALANDRIA SALVADORA

Un hombre que había formado una familia que todos envidiaban por el afecto que setenían y el buen rumbo de sus asuntos, tuvo la desgracia de perder a su mujer; y quedóviudo con un hijo mayor ya mozo y una hija de doce años. Pronto vio que no podíaatender a sus asuntos y a la vez al cuidado de la casa y de los hijos, por lo que decidiótomar un ama de llaves, que a su vez era viuda y tenía una hija, también de doce años.

Pero sucedió que, al poco tiempo, el padre murió y los dos hermanos quedaron alcuidado del ama de llaves, junto con la hija de ésta. Como los hermanos no se hallaban agusto, el hermano dijo un día a su hermana:

–He pensado en marchar de aquí a buscar trabajo y, cuando haya hecho fortuna, temandaré llamar y vendrás a vivir conmigo, porque aquí poco nos vamos a arreglar conesta ama de llaves que no nos quiere nada a ti y a mí.

Aunque a la niña le pareció bien, no pudo por menos de echarse a llorar pensando quéiba a ser de ella durante todo el tiempo que su hermano estuviese fuera. Y estandollorando, se abrió de repente la ventana de su habitación y entró volando una calandria y,tras la calandria, apareció un hada en la ventana, que le dijo a la niña:

–No temas la ausencia de tu hermano. Busca una hermosa jaula para esta calandria yguárdala ahí contigo, que ella te avisará de todos los peligros y te ayudará en todas lasocasiones que lo necesites. Así que deja partir a tu hermano y que él se acuerde siemprede que tú tienes las tres gracias de Dios.

Y la niña, reconfortada, buscó la jaula más hermosa que pudo encontrar y guardó enella a la calandria. Y al día siguiente el hermano se puso en camino y la niña le despidióno sin congoja, a pesar de todo.

Total, que el muchacho caminó y caminó hasta llegar a la ciudad. En esa ciudad vivíael rey y al palacio se encaminó decidido a solicitar audiencia y cuando se encontró con elrey vio que era casi tan joven como él. Muy animado, le pidió que le procurase un

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empleo en el palacio y el rey, divertido con el muchacho, le dijo que haría lo posible porconseguírselo. Y se lo contó a su madre, pero ésta le hizo ver que no tenían empleo parael muchacho y le propuso que le ofreciera un trabajo fuera del palacio como, porejemplo, el cuidado de los pavos. Y el muchacho se quedó de pavero.

Como le había caído bien al rey, éste iba a menudo a donde el muchacho cuidaba lospavos y se quedaban charlando. Y tanto le caía en gracia el muchacho que volvió ahablar con su madre, la reina:

–La verdad es que este muchacho es de lo más simpático y alegre y me gustaría darleun empleo mejor.

Y la madre, que veía el interés de su hijo y lo mucho que hablaban entre sí, le dijo:–Muy bien, le nombraremos tu ayudante de paseo y así te hará compañía siempre que

salgas y podréis hablar de lo que tanto os entretiene a los dos.Y dicho y hecho, desde entonces todas las tardes salieron juntos el rey y el muchacho.En una de esas tardes, mientras paseaban por los jardines del palacio, el rey preguntó:–Oye, ¿tú tienes novia?–Yo no, señor –contestó el muchacho–. ¿Y el señor? ¿Tiene novia el señor?–No la tengo –contestó el rey–. Y no pienso tenerla hasta que encuentre a una

muchacha que tenga las tres gracias de Dios.El muchacho recordó entonces las palabras del hada y le dijo al rey:–Pues mi hermana las tiene.–¿Cómo es eso? –dijo el rey–. Pues ahora mismo escribiré una carta ordenándole que

venga.Así se hizo, pero, al llegar a la casa donde vivía la muchacha, el correo del rey entregó

la carta al ama de llaves y, como ésta la abrió y leyó lo que decía, avisó a su propia hija yle dijo:

–Mañana partiremos las tres a palacio porque lo manda el rey. Pero cuando lleguemosyo diré que tú eres la muchacha que el rey ha mandado llamar y te casarás con él.Mientras tanto, haz todo lo que yo te diga.

Al día siguiente se pusieron las tres en camino a la ciudad. Al cabo de mucho andar, elama se detuvo en un puente sobre un río muy caudaloso y llamó a las otras dos para quevieran pasar el agua; la muchacha, que no se separaba de la calandria, dejó la jaula en elsuelo para asomarse y cuando estaba mirando, asomada de medio cuerpo, el ama hizo

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una seña a su hija y entre las dos tiraron a la muchacha al río, recogieron la jaula y susbultos y siguieron camino.

Llegaron por fin a palacio el ama, la hija y la calandria en su jaula. Salió el rey arecibirlas, junto con el muchacho, y la hija del ama, avisada por su madre, se abrazó aéste como si fuera su propia hermana y cuando él, extrañado, ya iba a preguntar por suverdadera hermana, oyó que la calandria le decía por lo bajo:

–¡Tú, cállate! ¡Tú, cállate! –y el muchacho guardó silencio, pero se quedó triste ypensativo.

El rey dejó al ama y al muchacho y se fue con la hija a mostrarle sus habitaciones. Yel muchacho estaba deseando preguntar al ama, pero la calandria le volvió a advertir:

–¡Tú, cállate! ¡Tú, cállate!En esto, el rey estaba enseñando sus habitaciones a la hija del ama y en una de ellas

había un tocador, y le dijo el rey:–Y ahora ¿por qué no lloras un poco?La hija, extrañada, le contestó:–¿Por qué he de llorar, si no tengo ganas?Entonces le dijo el rey:–Pues lávate las manos, que las traerás sucias del viaje.La hija se lavó las manos y no sucedió nada.El rey, sorprendido, le dijo a continuación:–Pues ahora, péinate.La hija se peinó su cabello con un peine del tocador y tampoco sucedió nada.El rey, al ver esto, montó en cólera, volvió con la hija al salón donde esperaban el ama

y el muchacho, llamó a sus criados y dijo:–Las dos mujeres quedan presas en el palacio hasta que yo decida qué hacer con ellas.

Y en cuanto a este falso y embustero –dijo dirigiéndose al muchacho– le colgaréis por lospies del mismo árbol bajo el cual me mintió.

Y ya iba el muchacho a protestar al rey, cuando escuchó a la calandria que le decía porlo bajo:

–¡Tú, cállate! ¡Tú, cállate! –y se calló otra vez.Retrocedamos ahora para saber la suerte de la verdadera hermana. Pues así que cayó

al río, empujada por el ama y su hija, se dejó llevar por la corriente hasta que pudo

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cogerse a unos arbustos que crecían en un recodo y, agarrándose a ellos, logró alcanzarla orilla en la que enraizaban.

Un pastor que andaba por allí cerca la vio toda mojada en la orilla y llena demagulladuras y le preguntó si se había caído al río y la muchacha le contó la verdad, quela habían tirado desde el puente. Entonces el pastor sintió lástima de ella y la llevó a sucabaña para que se secara.

Pero la mujer del pastor, en cuanto vio llegar a una niña tan hermosa, sintió celos y seenfadó con su marido de tal modo que la muchacha, por calmarla, dijo:

–Por Dios, no se ponga usted así, que yo me voy a buscar otra casa donde puedanauxiliarme.

Pero se encontraba tan sola y cansada que no pudo reprimir el llanto; y en el momentoen que la muchacha lloró, empezó a llover sin estar nublado, con tanta mayor fuerzacuanto más arreciaba su llanto, y la pequeña hija de los pastores dijo a su madre:

–Madre, no la deje ir, que está lloviendo mucho.La muchacha, al oír esto, dejó de llorar y, en el mismo instante, dejó de llover. Y

como todos se habían calmado, le dijo la muchacha a la pastora:–Con su permiso, voy a lavarme un poco y a peinarme y después me iré.Y sucedió que, mientras se lavaba las manos, en el agua florecían rosas; y cuando se

peinó, cayeron perlas de su cabello.La pastora, al ver esto, pensó que se les había aparecido una santa del cielo y le rogó

que se quedara con ellos.Así que la muchacha se quedó a vivir en la cabaña con los pastores y cada mañana,

cuando la muchacha se peinaba, la pastora recogía un montoncito de perlas y a pocollenó un saquito con ellas y dijo a su marido:

–¿Por qué no vamos a la ciudad, donde yo podría vender estas perlas, que nospermitirían vivir más holgadamente?

Así lo hicieron y ganaron tanto dinero que decidieron trasladarse a la ciudad yalquilaron una hermosa casa que estaba justo delante del palacio real.

A la muchacha le gustaba salir al balcón principal a bordar. Un día observó a un criadoque sacaba a uno de los balcones de palacio la jaula con su calandria y se llevó una granalegría y le dijo:

–Buenos días, calandria preciosa, que tanto te he echado de menos.–Buenos días, señorita –contestó la calandria.

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–¿Acaso sabes del paradero de mi pobre hermano? –preguntó la muchacha.–De un árbol del palacio está colgado –repuso la calandria.–¡Ay de mí y de mi hermano desdichado! –se afligió la muchacha, y se echó a llorar

con todo sentimiento y de inmediato comenzó a llover y apareció un criado que retiró ala calandria del balcón apresuradamente.

Esto sucedió un día y otro hasta que el criado, sospechando algo extraño, quedóespiando tras la celosía, después de sacar a la calandria al balcón, y cuando vio lo quesucedía y que empezaba a llover, metió la jaula y fue a contarle al rey lo que había visto.Entonces el rey quedó pensativo un rato y al final mandó llamar al criado y le encargóque fuera a la casa de la muchacha y le dijera que el rey la invitaba a comer.

Conque llegó la muchacha al palacio y se sentaron a la mesa, el rey, su madre la reinay la muchacha. A mitad del almuerzo, el rey ordenó que trajeran a la calandria y lepreguntó a la muchacha:

–¿Qué conversación es la que tienes con esta calandria cuando la sacan al balcón?Y la muchacha le contó lo que hablaban y luego, entristecida, empezó a llorar y de

inmediato comenzó a llover.El rey mandó que descolgaran al muchacho del árbol y que lo trajeran a su presencia.

Y nada más entrar en el comedor, los hermanos se reconocieron y se abrazaron conenorme alegría. Entonces el rey ordenó a un criado:

–Trae aquí un lavamanos y una toalla.Cuando llegó el encargo, se lo ofreció a la muchacha, que se lavó las manos y en el

agua florecieron rosas.El rey apenas podía disimular su alegría, pero, de todas formas, se levantó de la mesa

y rogó a la muchacha que le acompañara a una habitación donde había un tocador; ycuando estuvieron allí, el rey le dijo:

–Ahora toma un peine y péinate.La muchacha así lo hizo y empezaron a caer perlas de su cabello.Entonces el rey ya no pudo disimular por más tiempo su alegría y volvió al salón

donde le aguardaban la reina madre y el muchacho y, dirigiéndose a su madre, le dijo:–Madre, ésta es mi esposa, que tiene las tres gracias de Dios.A los pocos días se casaron y el hermano se quedó a vivir en el palacio como infante

real. Además, los pastores entraron al servicio de los reyes y se alojaron en una bellacasita que se encontraba dentro de los jardines del palacio. Y en cuanto al ama de llaves

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y a su hija, las desterró fuera de los límites de su reino y nunca más se volvió a saber deellas.

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16. LA MUÑECA DE DULCE

Érase una vez un rey que sólo tenía una hija. Los reyes y la princesa solían pasear porlos alrededores del palacio casi todas las tardes y en uno de sus paseos se encontraroncon una gitana que se ofreció a leerle la buenaventura a la princesa. Los tres aceptaron,divertidos por la ocurrencia, pero la gitana, después de mirar la mano de la princesa, lesadvirtió que se cuidaran mucho del día en que cumpliera los dieciocho años porque esedía sería asesinada.

Los reyes, a medida que la princesa cumplía años, se iban inquietando al recordar laprofecía de la gitana y tan grande llegó a ser su preocupación que resolvieron enviar a laprincesa a un castillo que tenían y que estaba en lo más oculto del bosque y la pusieron alcuidado de un ama que tenía una hija de la misma edad que la princesa.

Allí vivieron las tres tan contentas y sin preocupaciones y fue pasando el tiempo hastaque se acercó la fecha en que la princesa debía cumplir los dieciocho años. Un día estabala princesa asomada a una ventana del castillo cuando vio que de una cueva no lejanaque desde allí se divisaba salían cuatro hombres y decidió averiguar qué hacían allí.Conque, ni corta ni perezosa, porque era una muchacha traviesa y desenvuelta y un pococabeza loca, buscó una cuerda, se descolgó de la ventana al suelo y se encaminó a lacueva.

Una vez que entró en ella, vio que sólo había un muchacho que estaba cocinando; lacueva era una cueva de ladrones y el muchacho que estaba cocinando era el hijo delcapitán; entonces esperó a que el muchacho saliera y tiró toda la comida que habíapreparado al suelo, por travesura, puso patas arriba todo lo que había en la cueva y sevolvió al castillo.

Al día siguiente, uno de los ladrones, visto lo que había sucedido, se quedó en la cuevaal acecho. A todo esto, la princesa le contó a la hija del ama lo sucedido y determinaron

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acudir a la cueva las dos juntas, pero le encargó que no dijera nada a su madre de cuantole había contado.

Conque llegaron la princesa y la hija del ama a la cueva y el ladrón las estabaesperando; las recibió muy cordialmente y se ofreció a enseñarles toda la cueva. Laprincesa sospechó en seguida que el ladrón llevaba malas intenciones y le dijo:

–Con gusto, pero antes vamos a poner la mesa y a probar ese guiso que tenéis ahí.El ladrón se entretuvo en poner la mesa el tiempo suficiente para que ellas escaparan y

volvieran corriendo al castillo. Y así el ladrón quedó burlado.En vista de lo cual, al otro día decidió quedarse en la cueva el capitán de los ladrones.

Llegó la princesa sola y el capitán la atendió con gran finura y le propuso enseñarle todala cueva hasta lo más escondido, donde guardaban sus tesoros, pero ella, que sospechósus intenciones, le dijo:

–Luego lo veremos, pues ahora lo que quiero es mostrarte yo mi castillo.El capitán se dijo que ésa sería una buena ocasión de conocer el castillo para poder

volver más adelante a robar en él y decidió acompañarla. Como la princesa entraba ysalía a escondidas de los guardianes y de los criados, cuando llegó al pie del castilloempezó a trepar por la cuerda y le dijo al capitán que la siguiera; éste empezó a subirdetrás, mas en el momento en que la princesa alcanzó su ventana, cortó la cuerda y elcapitán cayó quedando muy malherido y se volvió a rastras a la cueva jurando vengarse.

Entonces la princesa se disfrazó de médico y fue a la cueva para ofrecer sus servicios.Y como el capitán estaba tan magullado, le hicieron pasar en seguida. Pidió que lodejaran a solas con él y le dio tales friegas con ortigas que a poco lo deja en carne viva.Y al marcharse le dijo:

–¡Yo soy Rosa Verde, para que te acuerdes!Dejó correr la princesa unos días y se disfrazó de barbero y fue a la puerta de la cueva

a ofrecer sus servicios. Y como el capitan llevaba varios días sin moverse de la camatenía ya la barba muy crecida, así que le hicieron pasar. Y la princesa le enjabonó, abrióuna navaja de afeitar mellada y le produjo tal cantidad de cortaduras que le dejó la carahecha un cristo. Y al marcharse le dijo:

–¡Yo soy Rosa Verde, para que te acuerdes!Al cabo de una semana, llegó el día en que la princesa cumplía dieciocho años y sus

padres la fueron a recoger para tenerla custodiada en palacio y rodearon el palacio deguardias. Y en esto, llegó a la puerta del palacio el capitán de los ladrones disfrazado de

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caballero y anunció que deseaba casarse con la princesa. Los padres la llamaron y ella,que reconoció al capitán, dijo que sí, que ella también quería casarse con él. Y allí mismolos casó el capellán.

La princesa, que sabía que el capitán había vuelto para vengarse y recelaba de él,mandó al confitero de palacio hacer una muñeca de dulce que fuera una réplica exacta deella; y cuando llegó la hora de acostarse, acostó a la muñeca en la cama, le ató unacuerda a la cabeza para que dijera sí o no según ella deseara y se metió debajo de lacama a esperar.

Y le gritó al capitán:–¡Ya puedes pasar!Entró el capitán cerrando la puerta detrás de sí con cerrojo, se acercó a la cama y dijo:–¿Te acuerdas, Rosa Verde, de que nos esparciste la comida por la cueva?Y la muñeca asintió con la cabeza.–¿Te acuerdas, Rosa Verde, de que me tiraste del castillo abajo?Y la muñeca volvió a asentir.–¿Te acuerdas, Rosa Verde, de las friegas de ortigas que me diste?Y otra vez asintió la muñeca.–¿Te acuerdas, Rosa Verde, del barbero que me arruinó la cara?Y por cuarta vez asintió.–Pues ahora vas a morir –y la muñeca negó con la cabeza.Entonces el capitán sacó su puñal del cinto y se lo clavó en el corazón. Y saltó un

chorro de almíbar a la cara del capitán y éste creyó que era la sangre y al sentir que eratan dulce, dijo:

–¡Ay, mi Rosa Verde! ¡Que yo no sabía que fueras tan dulce y ahora es cuando mepesa haberte matado! ¡Perdóname, Rosa Verde! –y lo decía lleno de sincero dolor.

Entonces la princesa salió de debajo de la cama, se abrazó a él y le dijo:–Eres mi marido y te perdono si tú olvidas lo que yo te hice.Y como él estuvo de acuerdo, volvieron a abrazarse para hacer las paces y vivieron

felices durante muchos, muchos años.

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17. EL CASTILLO DE IRÁS Y NO VOLVERÁS

Érase una vez un pescador que cada día se hacía a la mar en una pequeña barca paraalimentar a su familia, porque solamente vivían de lo que él pescaba. Un día echó su redy al cabo del tiempo sólo consiguió sacar un pez muy pequeño, que echó al fondo de labarca. Y el pez le habló y le dijo:

–¿Qué vas a hacer conmigo? ¿No ves lo pequeño que soy? Devuélveme al mar y yaverás cómo el año que viene, que seré mucho más grande, podrás sacar un buen dineropor mí.

Y el pescador lo tiró al mar.Un año después, estaba el pescador echando su red en el mismo lugar y volvió a coger

al pez, que esta vez sí que era grande y daba gusto verlo. Y el pez le dijo al pescador:–Mira, te voy a dar un consejo: que al llegar a casa me hagas ocho pedazos: dos, que

serán de la cabeza, has de dárselos a tu mujer, otros dos a tu perra, otros dos a tu yeguay los dos últimos, que serán los de la cola, los metes en la huerta y los entierras.

Así lo hizo el pescador en cuanto volvió a su casa y, cuando pasó el tiempo, la perraparió dos perritos iguales, la yegua tuvo dos potrillos también iguales, en la huertaaparecieron dos espadas iguales y la mujer del pescador tuvo dos hijos que fuerongemelos y los bautizaron con los nombres de Jose y Sejo.

Y llegó el día en que, convertidos los hijos en un par de mozos, decidieron que queríansalir a correr mundo. Los padres, que ya eran viejos, querían que primero saliera el unoy, a su regreso, el otro, pero no hubo manera de convencerlos y se fueron juntos, cadauno con su perro, su caballo y su espada. Pero, antes, su padre les dijo que si alguna vezse separaban y el uno veía su espada teñida de sangre, eso era que el otro hermanoestaba en peligro y que debería correr en su ayuda.

Los dos hermanos anduvieron de acá para allá corriendo aventuras, siempre juntos.Un buen día se descuidaron tanto que perdieron su rumbo en un bosque muy intrincado,

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y para cuando se dieron cuenta de que estaban perdidos, la noche se les había echadoencima. Mas no fue sólo eso sino que con la oscuridad se perdieron de vista el uno alotro y aunque aún se siguieran por las voces, llegó un momento en que dejaron de oírsey cada uno hubo de continuar por su cuenta.

Y resultó que, al clarear el día siguiente, Jose se encontró ante un soberbio palacio ydecidió llamar a la puerta para pedir posada en él, pues no había dormido en toda lanoche. Nadie acudió a sus llamadas y ya se disponía a buscar algún hueco por el quepasar adentro cuando una mujer, que debía de ser vecina del lugar, le llamó y le dijo:

–¡Señor, no entre, que éste es un palacio encantando del que nadie sale una vez haentrado!

Pero Jose no era hombre que se arredrase fácilmente y, sin más, forzó la puerta con suespada y se metió seguido de su perro. Y allí había un princesa que estaba encantada yque, al verle, gritó horrorizada:

–¡No sigas, desdichado, que aquí vive la serpiente de las siete cabezas, que te ha dematar!

En esto apareció la serpiente y Jose azuzó al perro contra ella y, mientras la serpientepeleaba con el perro, él fue y le cortó una a una las siete cabezas con su espada. Una vezque las hubo cortado, cortó además las siete lenguas y se las guardó. Y como la princesahabía quedado desencantada al morir la serpiente, le dijo que deseaba casarse con él.Pero Jose aún tenía sed de aventuras, de modo que pidió que se aplazara la boda hastasu vuelta y la princesa consintió y se volvió al palacio de sus padres a esperarle.

Entretanto, se corrió la voz de que la serpiente había muerto y un príncipe, que fue elprimero que se atrevió a llegar hasta el palacio encantado, recogió las siete cabezas en unsaco y se presentó a pedir la mano de la princesa por haber matado al monstruo. El rey,que había hecho esa promesa a quien matase a la serpiente, aceptó, pero la princesadecía que aquel no era el que la había liberado.

El rey estaba molesto porque quería cumplir su palabra, así que obligó a la princesa yprepararon un banquete para anunciar los esponsales. Y estando en el banquete, el noviocogió un pedazo de carne para comerlo y apareció un perro que se lo arrebató y salióhuyendo. Y la princesa, que había reconocido al perro, gritó:

–¡Que sigan a ese perro y traigan al dueño!Así se hizo, y trajeron a Jose al comedor y la princesa lo reconoció al instante, mas no

dijo nada. Y habló el rey a Jose:

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–La princesa quiere que asistas al banquete que damos en honor del que mató a laserpiente de siete cabezas.

Jose miró al novio y dijo:–¿Ése es? ¿Y cómo lo prueba?–¿Qué más prueba quieres –dijo el rey– que las siete cabezas que ha traído consigo?Y replicó Jose:–Eso no es prueba. ¿Dónde se han visto cabezas sin lengua?Entonces todos vieron que, en efecto, las siete cabezas carecían de lengua.–Pues ¿dónde están las lenguas? –dijo el rey.Y Jose las sacó de su bolsillo y dijo:–Aquí están.Entonces la princesa dijo:–Padres, éste es el hombre que mató a la serpiente y me desencantó y con él es con

quien quiero casarme.Mandaron detener al novio impostor y en su lugar sentaron a Jose y los dos jóvenes se

prometieron en matrimonio y se casaron sin más dilación. A la mañana siguiente a laboda, mientras recorrían el palacio, Jose miró por una ventana y dijo a la princesa:

–Princesa, ¿qué castillo es aquel tan hermoso que se ve a lo lejos?Y contestó ella:–¡Ay, amor mío, que ése es el castillo de Irás y No Volverás!–Pues mañana voy yo al castillo –dijo Jose, que aún quería seguir corriendo aventuras.En vano trató la princesa, con ansiedad primero, con lloros y reproches después, de

impedir que el muchacho fuera al castillo; mas no consiguió quebrar la voluntad de Josey le dejó ir.

Se puso en camino el muchacho y en esto se encontró con una vieja. Y la vieja erabruja.

–¿Adónde va el buen mozo? –preguntó la vieja.–Voy al castillo de Irás y No Volverás.Y le dijo la vieja:–Pues toma este bálsamo y, antes de entrar en el castillo, tú y tu perro y tu caballo

debéis beber unas gotas de él.El muchacho, así que llegó ante el castillo, hizo lo que la vieja le dijo, y apenas había

traspuesto la entrada cuando él y el caballo y el perro se convirtieron en piedra.

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Entretanto, su hermano había conseguido salir también del bosque cuando, a la mismahora en que su hermano quedaba convertido en piedra, vio que la espada se teñía desangre y se dijo:

–Éste es mi hermano, que debe estar en peligro. Voy a buscarlo.De modo que volvió a internarse en el bosque en pos de su hermano y tras mucho

cabalgar vio un palacio en el que decidió preguntar. Y apenas llamó a la puerta vio quelos criados mostraban un gran contento al verle y corrían a avisar a los reyes y a laprincesa y la princesa le besó y abrazó con tal efusión que quedó todo confuso y resolvióno hacer nada hasta que viera qué era lo que estaba pasando.

Por fin, le preguntó la princesa:–¿Dónde estuviste la noche pasada, que no viniste a dormir conmigo?Y Sejo comprendió que le confundían con su hermano, pues eran gemelos, como bien

sabemos.Entonces la princesa le pidió noticias del castillo de Irás y No Volverás y Sejo

comprendió que era allí donde se encontraba su hermano en peligro.A la noche, la princesa llevó a Sejo a su habitación y se acostó con él en la cama. Pero

al acostarse con su cuñada, Sejo puso su espada entre los dos, como testimonio de queno la tocaría en toda la noche. Y la princesa, sorprendida, le dijo:

–Pero ¿cómo es esto de que pongas la espada entre nosotros dos siendo mi esposo?A lo que él replicó:–Es una promesa que tengo hecha y debo cumplirla. Y esta noche no me preguntes

más.Y con esto se durmieron los dos, cada uno a un lado de la espada.A la mañana siguiente los dos salieron a pasear a caballo y ella se extrañaba de que el

perro no la reconociera, pero no decía nada. Y Sejo le preguntó, cuando vieron uncastillo en la lejanía:

–¿Es aquél el castillo de Irás y No Volverás?Y ella:–Ése es, pero ¿no estuviste ayer en él?Y Sejo no contestó y sólo dijo:–Pues hoy he de volver.Otra vez la princesa comenzó sus súplicas para que desistiera, pero como creyera que

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ya había vuelto una vez, no insistió tanto y Sejo tomó su caballo, su espada y su perro yse puso en camino. Y en el camino se le apareció un viejo, que le dijo:

–¿Adónde vas, hijo mío?–Al castillo de Irás y No Volverás.–Pues entonces atiende a lo que te digo: cuando una vieja te ofrezca un bálsamo, has

de saber que es una bruja y que te lo ofrece para encantarte. Tú amenaza con matarla sino desencanta a quien buscas; y cuando lo haya desencantado, mátala.

Continuó su camino Sejo y encontró a la bruja que le había dicho el viejo.–¿Adónde va el buen mozo? –preguntó la bruja.–Al castillo de Irás y No Volverás.–Pues toma este bálsamo y, antes de entrar en el castillo, tú y tu perro y tu caballo

debéis beber unas gotas de él.Entonces Sejo le echó el perro encima mientras sacaba su espada y rompió con ella el

frasco de bálsamo y luego le dijo:–Y ahora vas a desencantar a mi hermano o te corto la cabeza.La bruja se asustó tanto que fue hasta donde estaba Jose convertido en piedra en el

patio del castillo y los roció a él, a su caballo y a su perro con un bálsamo dedesencantar. Y Sejo, así que los vio volver a la vida, tomó su espada y le cortó la cabezaa la bruja. Y la cabeza rodó por el suelo gritando, antes de morir:

–Ahí tienes a tu hermano, que viene a buscarte después de haber dormido con tuesposa.

Y Jose le preguntó a su hermano:–¿Es cierto lo que dice la cabeza?Y el hermano respondió que sí. Entonces Jose, lleno de furia, tomó su espada y se la

clavó en el pecho a su hermano. Y allí le dejó tendido y muerto, en el patio del castillo, ytomó consigo el bálsamo de desencantar y escapó a galope.

Así que llegó a casa, no dijo nada de lo sucedido y a la noche se fueron a acostar él yla princesa; y ella le dijo:

–¿Ya has cumplido tu promesa, que hoy no pones tu espada entre nosotros?Al oír esto, Jose comprendió lo que había sucedido entre su esposa y su hermano y

dijo lleno de dolor:–¡Ay, maldito de mí, que he matado a mi propio hermano siendo inocente!Entonces cogió el bálsamo de desencantar que se había traído, montó en su caballo y

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cabalgó hasta el castillo de Irás y No Volverás. Allí seguía Sejo, tendido y muerto en elsuelo, y Jose empezó a untarle la herida con el bálsamo y a poco volvió el color al rostrode Sejo, que revivió y se puso en pie. Y muy contentos los dos hermanos volvieron alpalacio y se presentaron ante la princesa.

La princesa no salía de su asombro al ver a dos mozos iguales, con dos caballosiguales, dos perros iguales y dos espadas iguales y se preguntaba:

–¿Será éste... o será éste?Entonces dijo Jose:–Mira, yo soy tu marido, y éste es mi hermano, que durmió anoche contigo y puso la

espada entre vosotros dos para no tocarte.Y todos se admiraron mucho de lo sucedido y Sejo se fue a buscar a su padre el

pescador y a su madre y los trajo al palacio con su hermano, donde vivieron ya parasiempre felices y contentos.

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18. LA TIRA DE PIEL

Un hombre tenía dos hijos, uno de dieciocho años y el otro de dieciséis. Un día, elpequeño le dijo a su padre:

–Yo quiero dejar la casa para ir a servir.El padre consintió y el muchacho se fue a ver dónde encontraba una casa para servir.Cuando dio con un amo se ajustó para hacer de criado con él, pero el amo le hizo

firmar un documento en el que se decía que no arreglarían cuentas hasta que cantase elcuco y, además, que aquel que se enfadara primero de los dos se tenía que dejar sacaruna tira de piel de la nuca al pie.

El muchacho se fue a trabajar las tierras y al mediodía llegó una criada para darle dealmorzar. Traía el almuerzo en un puchero y también llevaba un plato y le dijo que, departe de su amo, que tenía que comer sin pasar la comida del puchero al plato y sin abrirel puchero. El muchacho, claro, dijo:

–Eso es imposible, así que se lleva usted el almuerzo a casa que ya hablaré yo con elamo.

La criada se lo llevó. Por la noche, cuando volvió a casa del amo, éste le preguntó:–¿Se ha enfadado usted?Y el muchacho respondió:–No, no me he enfadado.Y el amo lo mandó a dormir en el suelo, en un rincón.A la mañana siguiente volvió a suceder lo mismo y la criada volvió a llevarle el

almuerzo con las mismas condiciones, así que el muchacho tampoco almorzó esta vez. Ala noche, cuando regresó del trabajo, el amo le volvió a preguntar:

–¿Se ha enfadado usted?Y el muchacho le respondió esta vez:–Sí señor, me he enfadado, porque me hace trabajar sin comer y me hace dormir en el

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suelo.Y el amo le dijo:–Pues, si te has enfadado, me debes una tira de piel por lo que dice el documento.Y se la sacó del cuerpo.El muchacho volvió a casa de su padre muy dolorido y lastimado y contó lo que le

había sucedido. Y el hermano mayor, enfadado al ver que al pequeño le habían sacadouna tira de piel, pidió que le contase cómo había sido todo y una vez que se huboenterado bien, dijo:

–Pues bueno, ahora dime dónde está la casa, que voy para allá y ya verás lo que pasaesta vez.

Se fue el mayor al lugar donde sirviera el pequeño y se ofreció para servir al amo. Elamo le puso las mismas condiciones que al hermano pequeño y el muchacho se mostróconforme.

Al día siguiente salió al campo a trabajar, pero se sentó debajo de un árbol y no hizonada más que esperar. A las doce, llegó la criada con la comida y le dijo que ni echara delpuchero en el plato ni destapara el puchero. El muchacho dijo:

–Así ha de ser –y con un canto afilado golpeó el puchero hasta romperlo y por ahísacó la comida y se la comió.

A la noche volvió a la casa y, cuando vio al amo, le dijo:–¿Se ha enfadado usted? –y el otro le dijo:–No, pero...Y vio que estaba la cena lista para servir y, sin más ni más, se la zampó entera y dejó a

los demás sin cenar. Y dijo al amo:–¿Se enfada usted?Y el amo contestó:–No, pero...Subieron a dormir y se metió en la cama del amo. Y le dijo el amo:–Pero ¿qué haces tú aquí?Y le dijo el mozo:–¿Se ha enfadado usted?Y contestó el amo:–No, pero...Al otro día el amo le dijo que fuera a buscar dos bueyes que tenía en la cuadra y que

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los unciera, pero que los bueyes habían de venir el uno sonriendo y el otro haciendo lavenia. Conque el mozo se levantó tranquilamente por la mañana, se fue a la cuadra y, nicorto ni perezoso, al primero de los bueyes le corta el morro con un cuchillo para que sele vean los dientes y al segundo le corta media pata delantera. Y hecho esto, los sacóafuera y le dijo al amo:

–Vea usted, señor amo, que aquí le traigo los bueyes, el uno sonriendo y el otrohaciendo la venia.

El amo se llevó las manos a la cabeza y le dijo:–Pero, ¡animal!, ¿qué has hecho con los bueyes?Y el muchacho le preguntó entonces:–¿Se ha enfadado usted?–No, pero...Pasó otro día y esta vez el amo le encargó que fuera a vender unas yeguas a la feria. Y

se fue el muchacho con las yeguas, que eran catorce, y cada yegua llevaba un cencerro.Y vendió todas, excepto una que era blanca, pues las demás eran todas negras. Total,que se quedó con los cencerros y la yegua y se volvió para casa. En esto, en el camino sele vino encima un nubarrón y, sin pensárselo dos veces, tiró de navaja, abrió a la yeguaen canal y se protegió bajo ella mientras diluviaba. Cuando terminó de llover, aparecierontrece buitres negros y uno blanco y empezaron a comer de la yegua muerta. Y elmuchacho los fue cogiendo y poniendo a cada uno un cencerro al cuello, los espantó ycogiendo el blanco se llegó hasta donde estaba el amo gritando:

–¡Milagro!, que las yeguas se me han convertido en buitres y esta blanca en la que yoiba a la feria también.

El amo sospechó de él y empezó a regañarle, pero el muchacho dijo:–¿Se enfada usted, señor amo?Y el amo:–No, pero...Consultó el amo con la mujer a ver qué hacían, porque veía lo que estaba perdiendo

con aquel criado.–Y aún falta para que cante el cuco –decía la mujer.Y decidieron ambos que la mujer se subiera a un árbol que había junto a la casa y

cantara como el cuco, al que imitaba bastante bien. Así lo acordaron y la mujer subió alárbol, a la noche, y empezó a cantar como el cuco. Entonces el amo le gritó al criado:

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–¡Eh, que ya canta el cuco! ¿Lo oyes?Y el muchacho decía:–¿El cuco en este tiempo? Pues ya me extraña, así que voy a ver si es cuco o cuca.Cogió su escopeta, disparó y cayó la mujer al suelo, muerta. Y saltó el amo:–Ahora sí que me he enfadado de verdad, que me has matado a quien más estimaba

en esta casa.Y dijo el muchacho:–Pues nada, la tira de piel.Y le arrancó una tira del piel desde la nuca hasta el pie, además de mil reales de

salario, y se volvió tan contento para su casa a enseñárselo todo a su padre y a suhermano.

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19. EL CONDE ABEL Y LA PRINCESA

Había un joven conde, que se llamaba el conde Abel, que estaba enamorado de unaprincesa y se hicieron novios para casarse. Un día, se encontraban ambos comiendo a lamesa cuando, en un descuido, al conde se le cayó una guinda al suelo. Y el joven condepensó: «¿Qué debería hacer ahora? ¿Recojo o no recojo la guinda que se me ha caído?Porque es el caso que si la recojo, la princesa pensará que soy avariento, además desucio, pero si no la recojo pensará que soy un descuidado y un despilfarrador». Loestuvo pensando y, al final, decidió recogerla del suelo y se la comió. Entonces laprincesa se lo reprochó y le dijo que ya no le quería, porque no estaba dispuesta acasarse con un conde que recogía la comida del suelo.

El conde Abel quedó muy entristecido por este suceso y todos los días meditaba elmodo de conseguir que la princesa le volviera a querer; y entre pensamiento ypensamiento, tomó una decisión, que fue la de disfrazarse de mendigo y presentarse deesa guisa en el palacio de la princesa. Así que se vistió de mendigo tan bien que loparecía realmente y, antes de salir, se echó al zurrón una copa de oro, una sortija y unmedallón, que los tenía en su casa porque eran joyas preciadas de la familia.

Así pues, llegó hasta las puertas del palacio de la princesa pidiendo limosna y salió lamisma princesa y le dio unos céntimos como a los otros pobres que merodeaban por allí.Pero él le dijo:

–Señora, ¿no tiene usted algo que yo pudiera hacer, algún trabajo?Ella le dijo que no, que ya tenía todos los criados que necesitaba para hacer los

trabajos del palacio. Pero él insistió y dijo que haría cualquier cosa, que mirase a ver sien los jardines no necesitaban a alguien. Y tanto insistió que, al final, la princesa lemandó a cavar en los jardines.

El mendigo se fue a cavar y estuvo trabajando afanosamente durante buena parte del

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día y ya a la tarde, aprovechando que nadie le miraba, sacó la copa de oro del zurrón y laechó a un hoyo que había abierto y empezó a dar grandes gritos diciendo:

–¡Miren ustedes lo que he encontrado! ¡Una copa de oro preciosa! ¡Miren qué bonitaes!

Salió la princesa a los gritos para ver qué era aquello y cuando vio la copa le gustómucho y dijo al mendigo:

–Qué copa tan bonita. ¿Me la da usted?Y el mendigo le contestó:–Esta copa no se la doy a nadie, que la he encontrado yo y bien mía es.Entonces le dijo la princesa:–Pues véndamela. ¿Qué quiere usted por ella?Y él, insistiendo:–No, que no la vendo, que mucho me gusta y bien mía es.Y así estuvieron un rato, ella porfiando y él resistiéndose, hasta que el mendigo le dijo:–Bueno, pues se la doy a usted si me enseña su pie.Y la princesa le contestó:–¡Pero qué sinvergüenza es usted! ¿Para qué quiere usted que le enseñe mi pie?Y él contestó:–Pues si no quiere, bien está. Me quedo con la copa.La princesa deseaba tanto la copa que se dijo: «Pues ¡y a mí qué me importa que este

mendigo me vea los pies!». Y le dijo que estaba de acuerdo, se descalzó y le mostró unpie. Y el mendigo le entregó la copa.

Al día siguiente, la princesa estaba tan contenta con su copa y el mendigo volvió atrabajar el día entero en el jardín. Y ya caía el día cuando, aprovechando un surco quehabía estado haciendo, echó en él la sortija y empezó a dar grandes gritos otra vez,diciendo:

–¡Ahora sí que he encontrado una cosa bonita! ¡Miren ustedes qué preciosidad desortija! –y los que estaban cerca se arremolinaron en torno a él comentando la belleza dela sortija y la suerte del mendigo. Y en esto salió la princesa, que había escuchado losgritos, y se quedó a solas con el mendigo otra vez y cuando vio la sortija dijo:

–¡Ay, qué rebonita es! ¿Cuánto quiere usted por ella?Y el mendigo contestó:–Ésta sí que no la doy, que me gusta tanto que me quedo con ella.

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Y la princesa insistió e insistió tanto y de tal manera que el mendigo le dijo:–Bueno, si usted quiere quedarse con esta sortija, tiene que enseñarme las piernas.Y la princesa le respondió, enojada:–¡Pero mire que es usted sinvergüenza! Primero le he enseñado un pie y ahora quiere

que le enseñe las piernas. Pues eso no puede ser de ninguna manera.Y él le dijo:–Pues nada, pues entonces me quedo con la sortija.La princesa, que deseaba lucir la sortija como fuera, se dijo: «Si a este mendigo no lo

conoce nadie, ¿qué me importa que me vea las piernas?». Y se alzó las enaguas y leenseñó las piernas y el mendigo, sin poderse contener, dijo:

–¡Ay, qué piernas tan blancas y tan bonitas tiene usted! –y le entregó la sortija.La princesa estaba contentísima de tener la sortija, pero también se sentía un poco

avergonzada.Al otro día, el mendigo volvió al jardín y, como de costumbre, estuvo trabajando y

cavando en él hasta que, en un momento en que no le miraba nadie, sacó del zurrón elmedallón y lo echó al surco donde trabajaba. Y empezó a decir:

–¡Ay, ay, que he encontrado un medallón más hermoso que nada en el mundo! ¡Quémedallón tan bonito!

La princesa acudió presurosa a sus gritos y le pidió que le mostrase el medallón. Elmendigo lo hizo, pero le dijo:

–No me pregunte usted cuánto quiero por él porque éste sí que no se lo doy ni a ustedni a nadie.

La princesa estaba maravillada por la belleza del medallón e insistió lo indecible paraque se lo vendiera, pero él se mantenía bien firme:

–Nada, que éste no se lo doy a nadie ni por todo el oro del mundo.Y la princesa rogó y rogó y porfió e insistió tanto y tan tenazmente que al fin el

mendigo le dijo:–Pues verá, sólo se lo doy si me deja dormir con usted esta noche.–Pero ¿será grosero y pícaro este mendigo? –contestó la princesa–. ¿Es que porque le

haya enseñado un pie y las piernas se cree usted que puede dormir conmigo?Y el mendigo le contestó:–Señora, sólo por eso le doy el medallón. Pero usted me puede coser dentro de una

sábana, y me echa a sus pies y así duermo con usted en su cama.

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La princesa le dijo que ni así podría ser y él se guardó el medallón. Y tanto lo deseabala princesa que por fin consintió pensando que, al fin y al cabo, el mendigo dormiríacosido y bien cosido dentro de la sábana.

Conque llegó la noche y el mendigo fue a que le cosieran dentro de la sábana. Y laprincesa le dijo entonces:

–¿Y cómo se llama usted?Y él le dijo que se llamaba Perico. Total, que entre tres criadas lo metieron en la

sábana, lo cosieron, lo dejaron sobre el pie de la cama y se retiraron dejándolos solos. Aeso de la medianoche, el mendigo empezó a moverse diciendo:

–¡Ay, que me descoso! ¡Ay, que me descoso!Y tanto lo dijo y se movió que rompió la sábana, salió de ella y se acostó a la cabecera

de la cama con la princesa. Entonces la enamoró e hizo lo que quiso con ella. Y a lamañana siguiente, la princesa dijo:

–¿Y qué voy a hacer yo ahora? Tendré que casarme con usted, que no sé quién es.Y él le dijo:–Eso no puede ser. Yo no me puedo casar con usted.Se levantó el mendigo y se fue a trabajar al jardín.Así pasaron unos meses y cada noche iba Perico a la alcoba de la princesa y dormía

con ella. Hasta que llegó un día en que la princesa no podía esconder a sus padres elestado en que se hallaba y le dijo al mendigo:

–¡Ay, Perico, llévame contigo a donde sea, que si mis padres me ven así, me matan!Y él le decía:–No, no te llevo a ninguna parte.Pero tanto insistía y lloraba ella, desesperada, que Perico le dijo al fin:–Bueno, ¿y adónde quieres que te lleve? ¿A una casa vieja y sucia donde viven mis

padres?Y ella no paraba de llorar:–¡Ay, Perico, llévame a donde quieras, que allí iré contigo!Entonces pensó el conde: «Ella me quiere y se casará conmigo». Y la montó en una

burra y salieron camino del palacio del conde.A medida que se acercaban al palacio iban viendo rebaños de cabras, y decía ella:–Mira qué cabras tan bonitas. ¿De quién serán tantas cabras?Y él le dijo:

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–Esas cabras son todas del conde Abel.Y ella dijo entonces, con mucho sentimiento:–¡Pobre de mí! El conde Abel me quería mucho y estábamos prometidos, pero yo lo

rechacé porque una vez se le cayó una guinda y la recogió del suelo y se la comió.Más adelante se cruzaron con grandes rebaños de ovejas. Y ella decía:–Mira qué ovejas tan bonitas. ¿De quién serán éstas?Y él:–Estas ovejas son todas del conde Abel.Y ella volvió a decir, suspirando:–¡Pobre de mí! ¡Cuánto me quería el conde Abel y qué tonta fui, que yo no lo quise a

él!Por fin llegaron ya cerca del palacio. Y el mendigo le preguntó:–¿Dices, princesa, que el conde Abel te quería mucho?–Ay, sí, mucho –respondió la princesa–. Y yo también le quería, pero por lo de la

guinda ya no le quise, tonta que fui.Entonces él dio un palo a la burra y dijo:–¡Arre, que el que te quiso te lleva!Justo antes de llegar al palacio, metió el mendigo a la princesa en una casa vieja y

sucia y allí la tuvo hasta que dio a luz. Entonces el conde le llevó ropa y comida, ycriados y todo lo necesario para una princesa. Y ella le dijo por fin:

–¿De dónde has sacado tú todo esto, Perico?Y él:–De la casa y la hacienda del conde Abel.Y preguntó ella:–Pues ¿dónde está el conde Abel?Y él la abrazó y le dijo:–Éste es el conde Abel, el que te quería y el que te quiere.Se quitó el disfraz de mendigo, se vistió con sus ropas y entonces ella le reconoció. Y

se casaron y se fueron a vivir al palacio del conde.

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20. EL ALMA DEL CURA

Un matrimonio tuvo un hijo al que llevaban mucho tiempo deseando. A poco de nacer,los padres sintieron curiosidad por conocer el destino del niño y decidieron consultar conun adivino de mucha fama en el lugar por lo atinado de sus predicciones.

El adivino estuvo muy ocupado llenando papeles con signos extraños y al final les dijo:–Su hijo estará lleno de virtudes y vivirá feliz y contento hasta los veintiún años en

que, por algún suceso que no logro ver con claridad, lo ahorcarán.Los padres maldijeron el día en que se les ocurrió consultar con el adivino, pero ya no

podían dejar de pensar en la predicción y el pensamiento les ensombrecía la existencia yno conseguían apartarlo de su mente.

El niño se crió estupendamente y, a medida que creció, resultó ser honrado ytrabajador y buen hijo con sus padres, por lo que a éstos no hacía sino aumentarles latristeza. Y ya estaba a punto de cumplir los veintiún años cuando una noche encontró asus padres llorando en silencio y, como ya había observado su tristeza anterior, esta vezles preguntó qué les ocurría. Entonces le contaron lo que el adivino había predicho.

Y el muchacho les dijo:–Pues no os preocupéis más. Mi iré a correr mundo y cuando vuelva veréis que la

profecía era mentira.Y por más que los padres pretendieron disuadirle, el muchacho se empeñó en partir y

sus padres hubieron de resignarse a no verlo más.A la mañana siguiente, antes de salir, la madre le entregó un devocionario con este

ruego:–No te separes nunca de este libro, y en cada lugar adonde llegues, oye la primera

misa que se diga. Prométemelo y que Dios te proteja.Así lo hizo el muchacho y se puso en marcha. Y ese día era el día de Todos los

Santos.

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Pronto llegó a un pueblo donde decidió pasar la noche. Y habiendo tomado cama en laposada, preguntó al posadero:

–¿Cuándo es aquí la primera misa?Y le dijo el posadero:–La misa del alba es a las seis; pero como mañana es el día de Difuntos, la primera

misa es a las doce de la noche. Es una misa misteriosa, pues no se sabe quién la dice ninadie acude a ella.

Y dijo el muchacho, recordando su promesa:–Pues yo voy a oír esa misa.Así que habló con el cura del pueblo y le contó lo que le habían dicho. Y dijo el cura:–Yo no creo lo que se dice en el pueblo e iré a decir la misa a las seis de la mañana,

pero si es tu voluntad, aquí te dejo las llaves de la iglesia para que puedas entrar en ella yesperar hasta la misa del alba.

El muchacho cogió las llaves y aguardó en la posada hasta un poco antes de las doce.Entonces se dirigió a la iglesia, abrió la puerta y se sentó en un banco a esperar.

A las doce en punto sonaron las campanas y vio que una losa se levantaba en el centrode la iglesia y de ella salía un cura. El cura se dirigió a la sacristía y a poco volvió a salirrevestido para decir misa y con un cáliz en las manos. Entonces vio al muchacho y lehizo una seña para que se acercara y éste se fue a donde el cura y le ayudó a decir misa.Y terminada la misa le dijo al muchacho:

–Yo fui cura de este pueblo y, por mis culpas, era un ánima en pena hasta que tú,ayudándome a decir misa, me has sacado del Purgatorio. Desde ahora te ayudaré en todolo que necesites. Que Dios guíe tus pasos.

El muchacho esperó a que el cura del pueblo llegase al alba, le devolvió las llaves y semarchó del lugar.

Estuvo caminando todo el día y al caer la tarde vio las luces de un pueblo en la lejaníay se apresuró a dirigirse a él; pero en ese momento se le apareció el alma del cura y ledijo:

–Toma este caballo que te doy y esta bolsa con dinero y vuelve a casa porque tumadre no hace más que llorarte pensando que ya has muerto. No temas nada, que yo tedefenderé.

Desapareció el alma del cura y el muchacho estuvo dudando entre seguir buscando unpoco de aventura o regresar ya a su casa, pero como estaba impresionado por la

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aparición del cura decidió seguir su consejo y se puso de vuelta. Y éste era el día en quecumplía los veintiún años.

E iba por el camino con el caballo al paso, tranquilamente, en mitad del silencio de lanoche, que ya había caído, cuando le pareció escuchar voces y, desmontando, decidióaveriguar a quién pertenecían. Llevó el caballo de las riendas hasta donde se oían lasvoces y a poco escuchó con claridad:

–Esto te toca a ti, esto te toca a ti, esto a ti y todo esto es para mí –decía uno.–Este reparto no me parece bien –dijo otro.–Pues bien o mal, así es –dijo otro.Porque eran cuatro ladrones que se estaban repartiendo el botín obtenido con sus

asaltos en ese día.El muchacho se acercó tanto a ellos que los ladrones lo sintieron, mas al escuchar los

cascos del caballo pensaron que sería la guardia que los había descubierto y echaron acorrer abandonándolo todo. Así que el muchacho fue a ver lo que allí había y encontrócuatro sacos llenos de oro y objetos valiosos; y dejó los objetos, pero tomó el oro, locargó en las alforjas y se alejó tan contento pensando en la buena fortuna que habíatenido justo el día en que cumplía los veintiún años.

Mas no bien hubo avanzado un tanto cuando los cuatro ladrones le salieron al pasodiciendo:

–¡Alto ahí! ¡Ése es el que nos ha robado!Y uno sujetó el caballo, otro le echó a tierra, otro le golpeó, otro le ató y entre todos le

colgaron de la rama de un árbol, le arrebataron cuanto llevaba encima, además delcaballo, y le dejaron expuesto a las fieras del bosque.

El muchacho se dispuso a morir y ya estaba encomendando su alma a Dios ypensando también en sus pobres padres cuando escuchó el galope de un caballo que sedetuvo ante él, y en él venía el alma del cura, que le descolgó y le dijo:

–Monta este caballo y no pares hasta llegar a tu casa, que ya ha pasado tu día, perotus padres te están llorando.

Conque el muchacho emprendió el galope y al alborear llegó a casa de sus padres, queya le daban por muerto; y en cuanto le vieron llegar, cambiaron su llanto por lágrimas dealegría y ya no volvieron a sentir tristeza por el resto de sus días.

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21. LA PRINCESA ENCANTADA

Un caballero andaba por el mundo en busca de aventuras y un día se encontró en sucamino con cuatro animales, un león, un galgo, un águila y una hormiga, disputándoseuna fiera recién muerta que habían encontrado en mitad del campo.

Como no se ponían de acuerdo, luego que vieron llegar al caballero le pidieron querepartiese la fiera entre ellos y que se atendrían a su decisión, porque era la única manerade tener la fiesta en paz. El caballero aceptó, sacó su espada, troceó la fiera de la maneraque le pareció más conveniente y la repartió entre los cuatro y a todos les pareció bien.Al águila le dio las tripas, al león las nalgas, al galgo las costillas y a la hormiga el lomo.Hecho lo cual, se dispuso a seguir su camino.

Pero, antes de que partiese, los animales hablaron con él porque, como les habíaresuelto la disputa, estaban agradecidos al caballero. Y le dijo el león:

–Aquí te doy un pelo de mi cabeza. Llévalo siempre contigo y cuando necesitesconvertirte en león no tienes más que decir: «Dios y león», y león serás. Y cuandoquieras volver a ser hombre dirás: «Dios y hombre».

Entonces el águila le dio una de sus plumas y le dijo:–Toma esta pluma y llévala siempre contigo y cuando necesites convertirte en águila

dices: «Dios y águila», y águila serás. Y cuando quieras volver a ser hombre dirás: «Diosy hombre».

La hormiga estuvo pensando acerca de qué le concedería y, al final, se arrancó una desus antenas y le dijo:

–Yo no sabía qué darte, porque todo me es necesario, pero aunque me quede mocha,toma esta antena y cuando necesites volverte hormiga, di: «Dios y hormiga». Y paravolver a ser hombre dirás: «Dios y hombre».

El galgo también se arrancó un pelo y le dijo, como los demás, que cuando necesitaraser galgo, dijera: «Dios y galgo»; y para volver a ser hombre: «Dios y hombre».

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Después de recibir todos estos regalos, el caballero se puso en camino más contentoque nada porque pensaba que con semejantes regalos sus aventuras, cuando las tuviese,le harían famoso. Y pensando en estas cosas, llegó a un palacio donde se decía que vivíaun gigante que guardaba a una princesa a la que había secuestrado y a la que nadie podíaver. Pero el caballero se acercó y vio a la princesa asomada al único balcón del palacio yresolvió acercarse a hablar con ella. Y ella le advirtió en seguida:

–Aléjese usted, porque si el gigante le ve se lo comerá, que es un gigante feroz.El caballero no tuvo miedo y se acercó aún más hasta quedar justo al pie del balcón y

le preguntó por su historia a la princesa.La princesa le contó que allí vivía un gigante que la tenía encerrada para que nadie

pudiera conocerla excepto él. El caballero le dijo que estaba dispuesto a sacarla de allí siaceptaba casarse con él y ella le dijo que sabía la manera de vencer al gigante pero que elgigante la mataría si revelaba su secreto.

El caballero insistió ansioso una y otra vez que le revelara el secreto y, al ver cuántaera su disposición, la princesa le dijo:

–Mira, yo sé que el gigante morirá solamente cuando se rompa un huevo que tienemuy bien guardado dentro del palacio. Y cuando él muera yo seré libre. Pero no sédónde guarda el huevo y, además, el gigante es brujo.

En esto, se oyeron chirriar las puertas del palacio sobre sus goznes y vieron que elgigante salía y se dirigía hacia ellos.

Y el caballero dijo:–Dios y hormiga –y se convirtió en hormiga, de modo que el gigante no le pudo ver.La hormiga trepó por la torre, se metió en el cuarto de la princesa y esperó a que todos

se acostasen en el palacio. Y cuando sucedió esto, se volvió hombre y despertó a laprincesa, que se quedó muy admirada de verlo en su habitación. Y así estuvieron elcaballero y la princesa pensando, durante tres días con sus noches, en la manera deencontrar el huevo. Y a los tres días, volvió el gigante, que había ido a atender unosasuntos, con un puercoespín en cuyo interior había guardado el huevo. Y nada másentrar en el palacio, el gigante dijo:

–Huelo a carne humana –por el caballero; y echó al puercoespín a que lo buscara. Y elcaballero, cuando vio venir al puercoespín, dijo:

–Dios y león.Y se convirtió en león y pelearon el león y el puercoespín, que estaba lleno de temibles

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púas, pero, cuando el león ya le iba venciendo, el puercoespín se convirtió en liebre yescapó a todo correr. Entonces el caballero se volvió hombre y dijo esta vez:

–Dios y galgo.Salió el galgo corriendo tras la libre y después de una agotadora carrera la liebre,

viendo que el galgo estaba a punto de alcanzarla, se volvió paloma y salió volando. Elcaballero, que la vio echar a volar, se volvió hombre y dijo:

–Dios y águila.Salió como águila tras la paloma y la atrapó al vuelo; y volvió a tierra, se convirtió otra

vez en hombre, abrió la paloma con su cuchillo y allí encontró el huevo que buscaba.El gigante, que como era brujo sentía la suerte del puercoespín en su propia entraña,

había empezado a desfallecer y se dirigió a buscar a la princesa para hacerle un mal deencantamiento, pero entonces llegó el caballero portando el huevo que contenía la vidadel gigante en su mano diestra y acercándose valientemente a él lo estrelló en su cabeza yel huevo se rompió y el gigante murió. Y cuando moría, se volvió a la princesa y le dijo:

–Yo, que te amaba, te conté mi secreto. Y ahora tú lo has contado y me has matado.Entonces el caballero tomó a la princesa en sus brazos y la sacó del palacio como le

había prometido y ella cumplió también la promesa que le había dado y se casó con él.

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22. EL ENANO

Había una vez un estudiante que cortejaba a una muchacha muy guapa, pero lospadres de la muchacha se oponían a esas relaciones porque el estudiante era pobre. Asíque la vida se les hacía cada vez más difícil a los dos y un día, hablando de susproblemas, la muchacha decidió marcharse de casa a escondidas con el estudiante paracasarse en una capilla lejana donde nadie los conocería. Así que se pusieron de acuerdoy, a la noche siguiente y a la hora convenida, la muchacha se asomó a su balcón y vio enla sombra a un joven que tenía un caballo por las riendas. Echó su equipaje por elbalcón, diciéndole al joven:

–Toma el equipaje y ayúdame a bajar.El joven tomó el equipaje y lo cargó en su caballo y luego sujetó la cuerda por la que

se descolgaba la muchacha, la acomodó en la grupa, montó él y se marcharon.La muchacha estaba extrañada del silencio del estudiante, que no le dirigía la palabra,

pero no dijo nada. Y cuando asomó la primera luz del día, que aún los cogió cabalgando,vio que su acompañante no era su novio sino un joven desconocido y, al darse cuenta deello, le dijo:

–¡Por Dios, señor, que no es con usted con quien yo me quería ir! ¡No siga, por favor,y déjeme aquí!

El joven la dejó a la vera del camino con su equipaje. Y estaba ella sola ydesconsolada sin saber qué hacer cuando aparecieron unos pastores que se maravillaronal verla, pues les parecía tan bella como una Virgen, y al ver su precariedad se la llevaroncon ellos. En el pueblo donde vivían los pastores había un matrimonio sin hijos queaceptó recoger a la muchacha en su casa y la trataron muy bien y con mucho cariño.Ellos no querían que la muchacha se ocupase de las labores del pastoreo, pero ella seempeñó y empezó a salir todos los días al monte con las demás pastoras del lugar.

Aquel pueblo pertenecía a un reino donde vivía un rey en un magnífico palacio. Sin

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embargo, los vecinos estaban atemorizados desde hacía tiempo por las cosas queocurrían en el palacio del rey. Y era que, cada noche, una persona del reino tenía que ir adormir a la habitación de la princesa. Cada día se elegía a una persona por sorteo y, a lamañana siguiente, esa persona amanecía muerta. Nadie sabía a qué se debía esto ycausaba gran consternación e infelicidad en el reino.

Y quiso la suerte que un día fuera designada la madre adoptiva de la muchacha paraacudir a palacio a dormir en la habitación de la princesa. Y cuando la muchacha se enteródijo:

–¡No consiento que nadie de esta casa vaya a palacio a dormir en la alcoba de laprincesa, pues iré yo!

Y sin más, se presentó en el palacio el día designado. El rey, cuando la vio, dijo:–No puedo permitir que muera una joven tan hermosa. Que vaya a dormir con la

princesa la persona a la que designó la suerte.La muchacha era tozuda y no doblegaba su voluntad fácilmente, de manera que

insistió e insistió ante el rey de tal manera y con tanta convicción que, al final, el rey notuvo más remedio que acceder.

Conque la muchacha subió a la alcoba de la princesa y allí se quedó. Cuando avanzabala noche, le entró un sueño tan profundo que estuvo a punto de quedarse dormida, perola muchacha era tan voluntariosa que, decidida a no dormirse para averiguar qué era loque sucedía durante la noche, consiguió vencer el sueño tras grandes esfuerzos.

Y era ya pasada la medianoche cuando, fingiendo dormir, pudo ver que se abría unapuerta secreta y entraba por ella un enano que se dirigió a la princesa y le clavó unalfilerón detrás de la oreja. Y la pobre princesa comenzó a gritar:

–¡Ay, Dios mío, que me queman! ¡Ay, que me abrasan!Al poco pareció calmarse y entonces se dirigió al enano y le dijo:–Por Dios te pido que no mates a la muchacha que está aquí acostada.Y el enano le respondió:–No puedo complacerte, pues tengo que matarla como a las demás.Y la princesa insistía:–No la mates, que es una muchacha muy hermosa.El enano se acercó al lugar donde dormía la muchacha, la observó unos momentos y

luego dijo:–Ciertamente, es muy hermosa, la más hermosa de cuantas han venido a esta alcoba,

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así que sólo por eso no la mataré hasta el amanecer.Luego el enano volvió junto a la princesa e hincó un poco más el alfilerón que le había

clavado tras la oreja. La princesa pareció perder el sentido y el enano desapareció por lapuerta secreta.

Entonces la muchacha, que lo había estado viendo todo, se levantó a indagar quéhabía detrás de la puerta secreta. Y como el enano la había dejado entornada, la traspasócon mucho sigilo y se encontró con otra habitación. Y allí estaba el enano escribiendoafanosamente en unos papeles que primero llenaba y luego leía en voz alta y echaba enun caldero que tenía puesto al fuego.

Cada vez que echaba un papel al caldero, salían de éste unas llamas azules y se oíagritar a la princesa:

–¡Ay, que me abraso! ¡Ay, que me quemo!Por fin el enano se cansó de hacer estos embrujos y se echó a dormir en un camastro

que tenía junto al caldero. Y al ver esto, la muchacha se acercó con mucho cuidado ycuando estuvo junto al caldero, lo volcó vertiendo su contenido sobre el enano, que seabrasó y murió allí mismo.

En seguida, la muchacha corrió al lado de la princesa y le arrancó el alfilerón que teníaclavado y la princesa despertó como si viniera de un sueño profundo y sanóinmediatamente.

Ala hora en que todas las mañanas recogían el cadáver de la persona que habíadormido con la princesa, los criados entraron y encontraron a la muchacha sana y salvajunto a la princesa y corrieron a avisar al rey. El rey, una vez que hubo escuchado elrelato de lo sucedido de boca de la muchacha, mandó pregonar por todo el reino suhazaña. Y, corriendo de aquí para allá, llegó la noticia a oídos del estudiante, que andabadesesperado buscando a la muchacha. Y en cuanto fue a verla, la muchacha le recibióalegremente y se casaron y aquí terminó su aventura.

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23. EL CABRITO NEGRO

Un muchacho venía cortejando a una moza durante algún tiempo y al final habíaacabado por darle palabra de casamiento. El muchacho pensaba que la palabra decasamiento sería bastante para conseguir de la moza lo que ninguna muchacha decenteha de conceder antes de casarse y con esas intenciones andaba hasta que un día,aprovechando que era víspera de romería en el pueblo, propuso a la moza ir los dos porsu cuenta hasta la ermita de la Virgen, que quedaba bastante apartada.

Se pusieron de acuerdo y quedaron en salir de madrugada para llegar con el día;conque llegada la madrugada, fue el muchacho a buscar a la moza antes de queamaneciera, pero ella ya estaba esperándole, porque era muy devota de aquella Virgen yle agradaba muy especialmente acudir a la romería con el que iba a ser su marido, pues élle había dado palabra de casamiento.

Emprendieron el camino hacia el monte donde estaba la ermita y sucedió que, a mitadde camino, se encontraron con que el arroyo venía muy crecido, pues todo el díaanterior, y el anterior a éste también, había estado lloviendo. Y viéndolo desbordado, lamoza dijo al muchacho que por enmedio del arroyo no podrían pasar.

Pero el muchacho, que no olvidaba ni sus deseos ni sus malas intenciones, le contestó:–Súbete a mis espaldas, que yo te paso a carricotas.Entonces la moza no quiso y él insistió y uno y otra porfiaron hasta que ella se dejó

convencer y, aupándose sobre sus espaldas, el muchacho le trabó las piernas con susbrazos por que no se le escurriera en mitad del paso y empezaron a cruzar el arroyocrecido. Y estaban ya a mitad del cruce, donde el agua golpeaba más fuerte y con máspeligro, cuando el muchacho se plantó firme y le propuso a la moza las que eran susverdaderas intenciones.

La moza le contestó que de ninguna manera, ni por nada ni por nadie, le permitiría quese tomase libertad con ella y el muchacho, viendo que no doblegaba su voluntad, dijo:

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–¡Mira que si no quieres hacer lo que te digo te tiro al agua!Ella se negó, insistió el muchacho, ella volvió a negarse y así hubieran seguido hasta

que la moza comprendió que él estaba dispuesto a dejarla caer al agua y ahogarla yentonces ella le dijo por fin que renunciaba a ir a la romería, que la devolviese a la orillay que allí harían como él quería. Porque la moza pensaba que, apenas pisase tierra firme,echaría a correr hasta su casa.

El muchacho, que ya veía realizados sus deseos, volvió con ella a la orilla, la arrojó alsuelo y, sin darle tiempo ni a decir ¡ay!, le echó las faldas a la cara y cuál no sería suasombro cuando vio que la moza tenía las piernas como las patas de una cabra, todascubiertas de pelos largos y negros; y al bajarle, espantado, las faldas, descubrió que sucabeza era igual a la de un cabrito negro, con unos cuernos bien retorcidos.

Conque el muchacho, fuera de sí por el pánico, echó a correr medio loco monte abajocomo si le siguieran todos los demonios del infierno.

Y así iba cuando, justo a la entrada del pueblo, se topó con un primo suyo que ya seencaminaba a la romería y que, al verlo en semejante estado, le preguntó:

–¿Qué es lo que te ocurre?Entonces el muchacho le contó, explicándose como buenamente le fueron llegando las

palabras a la boca, todo lo que le había sucedido y, en esto, el primo desapareció ante susojos y se convirtió en el cabrito negro que había dejado en la orilla del río.

Y el cabrito empezó a dar saltos y brincos sin parar a su alrededor mientras le decía:–Ven a mí, cariño mío, que soy tu moza, que está dispuesta a hacer todo lo que tú

quieras.Y así que el mozo se cayera redondo del susto sin poderse levantar, mientras se

encomendaba a todos los santos del cielo, el cabrito se transformó otra vez en la moza yse volvió a su casa. Y al poco tiempo, se casó con un muchacho excelente, que, por sifuera poco, además resultó que era el más rico del pueblo.

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24. EL CUARTO PROHIBIDO

Era un leñador que tenía tres hijas muy guapas. El leñador era hombre pobre y vivíapobremente. Todos los días salía al monte a cortar leña y, en una de éstas, atacó un árbolcon su hacha y salió del interior del árbol un gigante, que dijo al leñador:

–¿Qué es lo que haces? ¿Es que acaso te atreves a cortar este árbol donde tengo yo micasa?

El leñador, asustado, contestó:–Por Dios, señor Gigante, no me haga nada que yo no sabía que ésta era su casa.–Está bien –dijo el gigante–, no te haré nada. Pero dime: ¿cuántos hijos tienes?A lo que respondió el leñador:–Yo tengo tres hijas. Vengo al bosque para cortar leña con la que ganarme la vida y

alimentar a mis hijas y a mi esposa, que es costurera, y con la costura y la leña apenasganamos para sostenernos.

–Pues mira –dijo el gigante–, aquí te doy esta bolsa de oro si me traes a tu hija mayor.El leñador tomó la bolsa de oro y, cuando llegó a casa, contó lo que le había sucedido

y la hija mayor se avino a ir con el gigante. Volvió, pues, el leñador con su hija a dondeestaba el árbol y la dejó allí. El árbol tenía una puerta grande que daba a una escalera quedescendía bajo la tierra y allí estaba la casa del gigante.

Y el gigante le dijo a la muchacha:–Tú serás la dueña y señora de todo esto si te comportas como yo te diga. Y lo

primero que has de hacer es esto –le dice–: aquí tienes esta oreja, que te has de comercruda. Yo ahora me tengo que ir, pero cuando vuelva te la habrás comido cruda y, si no,te mataré.

La muchacha vio que era una oreja de una persona y sintió un asco terrible; y sedecía: «¡Ay de mí! ¿Cómo voy a comerme esta oreja, y además cruda?».

Y luego pensó: «Pero ¿ha de saber el gigante si me la comí o no?».

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Y sin pensárselo dos veces la tiró detrás del pajar.Volvió el gigante y preguntó lo primero de todo:–¿Qué? ¿Ya te has comido la oreja?La muchacha contestó que sí, y entonces el gigante dijo en voz alta:–¡Oreja! ¡Orejita!Y contestó la oreja:–¿Qué quieres?Y dijo el gigante:–¿Dónde estás, oreja?Y dijo la oreja:–Aquí, detrás del pajar.Y dijo el gigante a la muchacha:–¿No decías que te la habías comido? Pues ahora verás.Cogió a la muchacha, la llevó a un cuarto que había en la casa y allí la degolló y la

dejó muerta.Al otro día, el leñador andaba por el bosque cortando leña cuando llegó el gigante y le

dijo:–Escucha, leñador, que dice tu hija mayor que echa de menos a la mediana y que

quiere que le dé compañía. Si tú me la traes, te doy esta otra bolsa de oro.El leñador cogió la bolsa, fue a buscar a la hija mediana y la convenció para que se

fuera a hacer compañía a su hermana mayor, alegando que se encontraba muy sola. Y lahija mediana fue con el leñador hasta la casa del gigante y se metió en el árbol.

Y le dijo el gigante:–Puedes usar la casa como te plazca, excepto este cuarto –y le señaló el cuarto donde

degollara a su hermana–, en el que nunca debes entrar bajo ningún pretexto. Y ahora yotengo que salir, pero te dejo esta oreja que te has de haber comido cuando yo vuelva –yse fue.

La pobre muchacha se decía: «¡Ay, qué asco! ¿Cómo me voy a comer esta oreja queno es de animal?».

Luego pensó que el gigante no tenía por qué saber que no la había comido y fue y latiró a un pozo.

Conque llegó el gigante y le preguntó:–¿Te has comido la oreja?

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Y dijo ella:–Sí que la comí.Entonces el gigante dijo en voz alta:–¡Oreja! ¡Orejita!Y contestó la oreja:–¿Qué quieres?Y dijo el gigante:–¿Dónde estás, oreja?Y dijo la oreja:–Aquí, en el pozo.Y dijo el gigante:–Ahora baja al pozo y saca la oreja.Entonces ella tiró el cubo y subió la oreja dentro de él. Y el gigante cogió a la

muchacha, la metió en el cuarto prohibido, la degolló y la dejó muerta junto a suhermana.

Al otro día el padre se llegó hasta el árbol por ver si veía a sus hijas, a las que echabade menos, y salió el gigante y le dijo:

–Te doy otra bolsa de oro si me traes a tu hija pequeña, que quieren estar las tresjuntas y no se pueden pasar la una sin la otra.

El padre, aunque se quedó apesadumbrado, dijo que bueno y cogió a su hija pequeña,que se llamaba Mariquilla, y le dijo:

–Mira que tus hermanas te reclaman.La llevó al árbol donde vivía el gigante y éste se la llevó escalera abajo y cuando

llegaron a su casa le dijo:–Tú has de ser la dueña de todo esto si te comes esta oreja cruda que hay sobre la

mesa.La pequeña estaba muy extrañada de no ver a sus hermanas saliendo a recibirla y tuvo

miedo, pero lo disimuló y le dijo al gigante:–Bueno, yo me la comeré.Cuando se fue el gigante ella pensó que no se quería comer una oreja que no era de

animal y en esto decidió esconderla entre sus ropas y la escondió junto a la barriga bienapretada para que no se le cayera.

Conque al rato volvió el gigante y le dijo:

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–¿Qué? ¿Ya te has comido la oreja?Y dijo ella:–Ya me la comí.Entonces el gigante dijo en voz alta:–¡Oreja! ¡Orejita!Y contestó la oreja:–¿Qué quieres?Y dijo el gigante:–¿Dónde estás, oreja?Y dijo la oreja:–En la barriga de Mariquilla.Al oír esto, el gigante saltó de gozo y le dijo a Mariquilla:–¡Pues tú has de ser mi mujer! Ya eres la dueña de todo lo que tengo y te doy mis

llaves. Pero hay un cuarto que no debes abrir –y le señaló el cuarto donde seencontraban sus hermanas muertas– bajo ningún pretexto.

Dicho lo cual, se marchó más contento que unas castañuelas.Entonces Mariquilla se dijo: «¿Y por qué será? ¿Por qué no podré abrir yo ese

cuarto?», y la curiosidad pudo más que el temor.Abrió el cuarto y, según abrió, vio un gran charco de sangre y se llevó tal susto que se

le cayó la llave en mitad del charco y se manchó toda de sangre. Pero al volver a mirar,vio a muchas personas que colgaban de los pies y de la cabeza y entre ellas reconoció asus hermanas. Y luego vio que en una mesa había un pucherito con un mejunje y unabotella de agua.

Apenas salió del cuarto, fue a todo correr a lavar la llave, pero, por más que frotaba, lasangre no desaparecía. Entonces oyó venir al gigante y, a toda prisa, se cortó un dedo ymanchó con su sangre la llave del cuarto prohibido.

Conque llegó el gigante y le dijo:–¿Has conocido ya toda la casa?Y ella le dijo que sí.–¿Y qué? ¿Entraste en el cuarto prohibido?Ella lo negó. Y el gigante le dijo:–Pues enséñame la llave.Al ver la llave manchada de sangre se enfureció y le dijo:

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–¿Y esta mancha de sangre que veo en la llave?Y Mariquilla le mostró su dedo herido y le dijo:–Esa mancha es porque me corté en la cocina.Entonces el gigante quedó satisfecho y le dio su confianza.Al día siguiente el gigante volvió a salir para dedicarse a sus ocupaciones y le anunció

que esta vez tardaría tres días en volver y que se ocupara de la casa hasta su regreso.Apenas se aseguró Mariquilla de que el gigante había partido y de que no le mentía,porque ahora ya tenía confianza, ella tomó la llave manchada y volvió corriendo al cuartoprohibido y fue a la mesa donde estaban el pucherito y el agua. Untó con el mejunje lascabezas de sus hermanas y las unió por el cuello a sus cuerpos y después las lavó con elagua. Y al lavarlas, resucitaron las dos hermanas y se abrazaron las tres muy contentas yemocionadas.

Entonces fueron al fondo de la habitación, que daba a una cueva profunda dondehabía grandes tesoros y riquezas y lo cargaron todo en unos sacos. Y después untaron atodas las personas que estaban colgadas con el mejunje y las lavaron con agua y todasvolvieron a la vida. Y las tres hermanas se fueron a buscar a sus padres llenas deriquezas. Y resultó que entre las personas que había en el cuarto estaban un rey con sustres hijas, el cual mandó a sus soldados que prendieran al gigante y le cortaran la cabezay después invitó al leñador y a su familia a vivir en su reino y todos se fueron para allácontentos y felices y enriquecidos con los tesoros que Mariquilla encontró en la cueva ylos que el rey les entregó en premio por haberlos salvado. Y ya nunca más tuvieronpreocupaciones.

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25. LA NOVIA DEL LADRÓN

Había un hombre rico que tenía tres hijas muy queridas. El hombre rico y su mujertuvieron que ausentarse durante algún tiempo para atender cuestiones relativas a unosterrenos que poseían en un valle cercano y decidieron dejar la casa al cuidado de las treshijas por ver cómo se comportaban estando ellos lejos. Y para que no quedasen tristes,les dijo el padre antes de partir:

–Hijas mías, cuando vuelva traeré tres vestidos: uno de sol, otro de luna y otro deterciopelo.

Se fueron los dos y al poco tiempo llegó a la casa una mujer con la barriga grande, apunto de dar a luz, y solicitó permiso para quedarse en la casa hasta que naciera el niño.Y las tres hijas no lo sabían, pero la mujer no era tal sino un hombre disfrazado. La niñapequeña no quería que la mujer aquélla entrase en casa, porque sus padres le habíanencargado que no dejara alojarse en la casa a nadie en su ausencia, pero las otras dosmayores se rieron de los temores de la pequeña y permitieron que la mujer se quedasepor esa noche al menos.

La mujer se acomodó junto a la chimenea donde lucía un buen fuego y como noquería que las muchachas se le acercasen demasiado y vieran que era un hombre,arrojaba de cuando en cuando unos granos de sal a la chimenea, que chisporroteabacomo si en ella cayeran piojos al sacudirse la mujer.

Total, que cayó la noche y se fueron a dormir. La mayor y la mediana quedarondormidas en seguida, pero la pequeña no dormía porque vigilaba la casa, como leencomendaran sus padres. A la medianoche, el hombre disfrazado de mujer cogió unavela, la encendió y se fue acercando a las niñas para echarles una gota de cera en losojos. Se las echó a las tres, pero la más pequeña se limpió los ojos en seguida sin dejarque las gotas cuajaran. Las otras dos, en cambio, como dormían, se quedaron con la ceracuajada en los ojos.

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Al cabo del rato, el hombre disfrazado de mujer pensó que ya todos dormían y seacercó a una ventana, la abrió y se dispuso a tocar un reclamo, que era la señal para quesus compañeros, pues todos ellos eran ladrones, vinieran a la casa a robar. Pero lapequeña estaba despierta porque se había quitado la cera de los ojos, y vino por detrásdel hombre y, agarrándolo por las piernas, lo tiró afuera por la ventana y el reclamo sequedó adentro.

Entonces el hombre le decía desde abajo:–¡Dame el reclamo!Y le decía la niña:–Mete la mano por la gatera y te lo daré.Él no se fiaba e insistía:–¡Que dame el reclamo!Y ella:–Mete la mano por la gatera.El hombre, como necesitaba el reclamo para hacerlo sonar porque era la señal

convenida con sus compañeros, volvió a insistir:–¡Dame el reclamo y me iré de aquí!Y ella:–Pues mete la mano por la gatera.Total, que el hombre no tuvo más remedio que meter la mano por la gatera y, así que

lo hizo, la niña tomó un hacha y se la cortó. Y se quedó con la mano y el reclamo y élescapó aullando de dolor y sin poder robar en la casa.

A la mañana siguiente llegaron los padres con los vestidos que les habían prometido ypara ver cómo los repartían preguntaron:

–¿Quién ha atendido mejor la casa?Y la pequeña les dijo:–Yo he sido, que miren como están mis hermanas.Y fueron a ver a las hermanas y vieron que estaban con los ojos tapados por la cera,

durmiendo. Entonces la pequeña les contó el suceso del hombre disfrazado de mujer ylos padres le dijeron:

–Pues nada, el vestido más bonito, que es el de soles, será para ti y los otros para lasotras dos niñas.

Pasó el tiempo y las niñas se hicieron mozas, las tres muy guapas pero la pequeña la

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más guapa de todas. Y en esto que llegó por el lugar aquel señor al que la pequeña lecortara la mano, que seguía siendo ladrón, pero los padres no lo conocían y como ibamuy bien vestido y tenía muy buen porte, les pareció bien y entonces él les pidió la manode su hija pequeña. Pero la pequeña sí que lo reconoció, por la mano cortada, pero nodijo nada. Y un día el padre fue a hablar con ella y le dijo:

–Hija mía, este hombre, que es guapo y buen mozo, me ha pedido tu mano y yoquiero que te cases con él.

Y la muchacha le contestó:–Padre, yo no me caso con él.Y el padre, ignorante de las razones de la muchacha, le insistió en que debía casarse

con él, pero ella contestaba cada vez:–Padre, que no, que yo no me caso con ese hombre.Así una y otra vez, un día y otro día. Y el padre insistió tanto y de tal manera que a la

muchacha no le quedó otro remedio que acceder a casarse con aquel pretendiente. Y ledijo:

–Pues me casaré si usted lo quiere, pero tiene que regalarme tres palomitas.–Pues tuyas son –dijo el padre, extrañado de que no le pidiera otra cosa.Así que se hicieron las bodas en el lugar con gran pompa y regocijo de la gente y,

apenas terminaron, él mostró prisa por ponerse en camino en seguida y ella no tuvo másremedio que seguirle. Tomó las tres palomas, dejó una en casa de sus padres, y se llevólas otras dos consigo.

Y se fueron los dos y en cuanto perdieron de vista el lugar, el hombre le enseñó lamano cortada y le dijo:

–Mira lo que me hiciste una vez. Pues esto y mucho más he de hacértelo yo a ti envenganza.

La muchacha que oyó esto, mandó una de sus dos palomas a reunirse con la otra encasa de sus padres; y la paloma llevaba un mensaje en el que contaba que avisaran a suspadres para que vinieran a ayudarla por lo que estaba a punto de sucederle. Y siguieroncabalgando por mucho tiempo hasta que por fin vieron un castillo, que era donde vivíaeste hombre. Y en el castillo ella vio a otros muchos hombres de mal aspecto quecuidaban de unos grandes perolos de aceite hirviendo, y eran los ladrones que esperabanaquella noche al hombre disfrazado de mujer preñada. Y cuando vio los perolos de aceitehirviendo se sintió morir pensando que eran para quemarla a ella.

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El marido, entonces, la llevó a su habitación y le mandó que se quitase la ropa.Y le dijo ella:–Primero déjame quitarme mis ricos zapatos nuevos, que me los dio mi padre para

casarme contigo.Y mientras se descalzaba, preguntaba a la tercera paloma, que estaba en la ventana:

–Palomita mía,¿ves venir gentesen caballerías?

Y contestaba la paloma:–No veo a nadie.Entonces el marido le ordenó que se siguiera desvistiendo, y ella le dijo:–Déjame quitarme mis ricas medias nuevas, que me las dio mi padre para casarme

contigo.Y mientras se quitaba las medias, le decía a la paloma:

–Palomita mía,¿ves venir gentesen caballerías?

Y la paloma:–No veo a nadie.El marido, impaciente, le ordenaba que se siguiera desvistiendo sin tardanza, y ella le

replicaba:–Déjame quitarme mi rica chaqueta nueva, que me la dio mi padre para casarme

contigo.Y de nuevo a la paloma:

–Palomita mía,¿ves venir gentesen caballerías?

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Y la paloma:–No veo a nadie.Conque a ella se le encogía el corazón porque nadie venía en su auxilio y el marido la

apuraba porque veía que se le iba el tiempo. Y ella le siguió diciendo:–Ay, déjame quitarme mi rico vestido nuevo, que me lo dio mi padre para casarme

contigo.Y mientras se quitaba el vestido volvió a decir a la paloma, ya con un hilo de voz:

–Palomita mía,¿ves venir gentesen caballerías?

Y la paloma:–No veo a nadie.Así que se vio perdida, porque ya no le quedaba más que quitarse que las bragas. Y el

marido la apremiaba para que se las quitase y quedara toda desnuda y la muchacha ledecía aún:

–Déjame quitarme mis ricas bragas nuevas, que me las dio mi padre para casarmecontigo.

Y a la paloma:

–Palomita mía,¿ves venir a gentesen caballerías?

Y dijo la paloma entonces:

–¡Ahí vienen, ahí vienengentes en caballerías!

Y la muchacha que lo oyó, empezó a recoger precipitadamente sus ropas y en estollegó su padre acompañado por los invitados a la boda, todos armados, y cuando lavieron descalza y desnuda, y a aquella gente, que eran ladrones, agarraron a todos y al

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marido también y los arrojaron a los perolos donde pensaban freír a la muchacha envenganza, y todos murieron en ellos y la muchacha se volvió a casa con sus padres y unaño después se casó con el mozo más rico y más apuesto de toda la comarca.

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26. BLANCAFLOR

Era un matrimonio que deseaba tener descendencia, pero la mujer no se quedabaembarazada. Así pasaron muchos años hasta que el marido, un día que volvía de caza,dijo a su mujer:

–Me gustaría tener un hijo aunque se lo llevara el diablo –pues así de fuerte era sudeseo.

Y el diablo, que ese día andaba cerca de la casa, lo oyó.Aún pasaron más años y, cuando ya desesperaban, tuvieron por fin un hijo. El niño se

crió tan hermoso y lozano que parecía que Dios había querido compensar a los padrespor los años de espera; y pronto fue tan buen jinete y cazador como su padre.

Pero resultó que siendo joven se aficionó a los juegos de cartas, y del mismo modoque en todo lo demás era siempre el mejor y el más fuerte, en los juegos de cartas perdíasiempre. Un día se le apareció el diablo y le preguntó si quería una baraja con la quenunca más perdería en el juego. El joven aceptó y desde entonces no volvió a perdernunca. Hasta que otro día se le volvió a aparecer el diablo y le propuso echar unapartida. El joven aceptó y sacó su baraja, pero el diablo, que la conocía bien, se lascompuso para ganarle una y otra vez. Por fin, el joven perdió todo cuanto tenía yentonces el diablo le propuso jugarse su alma y él aceptó. Y el diablo volvió a ganarle y eljoven perdió su alma.

Entonces el diablo le dijo:–Si quieres recuperar tu alma, te espero dentro de un año en el castillo de Irás y No

Volverás.El muchacho dejó de jugar y fueron pasando los meses hasta cumplirse el año. Y

llegado el día, les dijo a sus padres:–Sabréis, queridos padres, que hoy tengo que irme al castillo de Irás y No Volverás.Los padres se apenaron mucho y recordaron la frase que una vez dijo el padre a la

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madre cuando volvía de caza, pero el muchacho les explicó que tenía que ir allí arecuperar su alma y que no temieran por él, pues conseguiría regresar del castillo. Lospadres porfiaron mucho por que el hijo no se marchara, aunque al final hubieron deceder.

Conque partió el joven y emprendió un largo camino que parecía no tener fin. Cuandoya llevaba muchos días caminando, apareció un águila y el joven le preguntó por elcamino al castillo de Irás y No Volverás, y le dijo el águila:

–Yo no lo sé. Ahí atrás viene volando otra más vieja que yo y viene de él.El joven esperó pacientemente hasta que llegó la otra águila y ésta le dijo:–Yo te llevaré al castillo, pero antes corta unas tajadas de un caballo muerto que he

visto aquí cerca para que yo pueda comer por el camino, porque ya soy vieja.El joven así lo hizo, se puso encima de sus alas y, cada vez que el águila abría el pico,

él le daba un pedazo de carne. Y así llegaron a un altozano donde el ave se posó y,agradecida por la comida, le dijo:

–Mira ahí abajo y verás un río. En el río hay tres muchachas bañándose, que son lashijas del diablo y viven en el castillo de Irás y No Volverás. Ve a donde ellas sin que tevean y esconde la ropa de la más pequeña, que se llama Blancaflor. Como es santa,podrá hacer algo por ti.

Bajó el joven al río, tomó la ropa de la menor, la guardó y se escondió tras unosarbustos. Cuando las tres muchachas salieron del agua se vistieron con sus ropas ydejaron sola a la menor, que no encontraba las suyas. Y al verla sola, el joven salió de suescondite y le dijo:

–No te asustes de mí. Toma tu ropa y vístete.Como ella no le tuvo miedo, estuvieron juntos. Después hablaron y él le contó lo que

le pasaba. Y ella le dijo:–Pues mi padre es el diablo y no sé cómo podrás arrebatarle tu alma. Yo he de

ayudarte para salvarnos o para morir juntos. No digas nada de que lo que hemos hecho ydéjame ir a mí primero. Y mañana por la mañana te presentas en el castillo y pides hablarcon mi padre.

El joven durmió junto al río toda la noche y a la mañana llegó al castillo y pidió hablarcon el diablo. Cuando estuvo en su presencia, el diablo le dijo:

–Ya desconfiaba de que vinieras pero, aunque llegas con retraso, aquí estás. Ahoraacompáñame.

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Le llevó a una ventana del castillo y le dijo:–Dime qué es lo que ves allá enfrente.Y le contestó el joven:–Veo un bosque cerrado y espeso.–Bien –dijo el diablo–. Ahora ve allí y tienes que limpiarlo, allanarlo, sembrarlo de

trigo, recogerlo y hornearme un pan con él antes de que acabe el día.El joven cogió las herramientas y se fue al bosque, pero al verlo tan cerrado y espeso

se sintió desconsolado porque la tarea le parecía imposible. Y estando en éstas, llegóBlancaflor y le preguntó cuál era la tarea que le había encomendado su padre.

–Pues que limpie este bosque, lo allane, lo siembre de trigo y hornee un pan con esetrigo antes de que caiga la noche.

–Pues nada –dijo ella–, come tu merienda y échate a dormir y cuando despiertes lotendrás todo cumplido. Pero no le digas a mi padre que te he ayudado.

Cuando despertó, el joven tenía a sus pies el pan recién horneado. Lo cogió y volviócon él al castillo.

El diablo torció el gesto al verle llegar con el pan, pero dijo:–Muy bien, esto es lo que te mandé hacer. Ahora acuéstate y duerme y vuelve a

verme mañana por la mañana.A la mañana siguiente, recién despertado, le llevó a otra ventana del castillo y le dijo:–Dime qué es lo que ves allá enfrente.Y le contestó el joven:–Sólo veo un inmenso pedregal.–Bien –dijo el diablo–. Ahora tienes que ir allí, retirar las piedras, sacar la tierra,

plantar una viña, recoger el fruto y traerme una botella de vino de esas uvas antes de queacabe el día.

El joven se proveyó de herramientas y se fue para el pedregal; pero al llegar a él vioque era imposible hacer lo que el diablo le pedía y se preguntó si esta vez tambiénvendría a ayudarle Blancaflor.

Al fin apareció la muchacha y le preguntó qué tarea le había encomendado su padreesta vez y él le contó que debía retirar las piedras del pedregal, sacar la tierra, plantar unaviña, recoger la uva y hacer vino con ella para llevarle una botella.

–Pues nada –volvió a decir ella–, come tu merienda y échate a dormir y, cuandodespiertes, lo tendrás todo cumplido. Pero no le digas a mi padre que te he ayudado.

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Cuando despertó, el joven encontró a su lado la botella de vino, la cogió y volvió conella al castillo.

Al ver el diablo que también esta vez había cumplido con la tarea que le encomendara,no podía creerlo y le dijo:

–Esto es imposible que lo hayas hecho tú.–Que sí, que esto lo hice yo –protestó el joven.–Mucho me cuesta creerlo –dijo el diablo–, pero, en fin, ve a cenar y a dormir y

mañana por la mañana vuelve a verme.A la mañana siguiente el joven se presentó al diablo y éste le llevó a otra ventana del

castillo y le dijo:–Dime qué es lo que ves allá enfrente.–Un río con una corriente muy fuerte –contestó el joven.–Bien –dijo el diablo–, pues en aquel río perdió la abuela de mi abuela un anillo

cuando era pequeña y quiero que tú lo encuentres y me lo traigas antes de que acabe eldía.

Conque se marchó el joven al río y no sabía qué hacer, porque tenía miedo deahogarse en aquella corriente tan fuerte. Y estaba mirando, con el agua hasta la rodilla,por aquí y por allá sin atreverse a avanzar más cuando, al cabo del rato, llegó Blancaflory le volvió a preguntar por la tarea que su padre le había encomendado esa mañana.

–Me ha mandado a buscar el anillo que perdió en este río la abuela de su abuelacuando era pequeña.

Entonces Blancaflor le dijo:–Pues esto es lo que tienes que hacer: vas a cortarme en pedazos muy pequeños y me

metes en esta botella que te doy, pero has de tener cuidado de no verter una sola gota desangre fuera de ella.

El joven se afligió mucho y le dijo que por nada del mundo haría él una cosa así conella, que había sido tan buena para él.

–Nada, pícame bien picadita y méteme en la botella.–¡Ay, Blancaflor, que yo no puedo matarte! –decía el pobre muchacho.Mas ella insistió tanto y con tanta determinación que el joven tomó su cuchillo y la

troceó en muchos pedazos bien pequeños, la metió en la botella, la tapó y la echó al río.Y pasó el tiempo y él no la veía aparecer por parte alguna; empezó a lamentarse de su

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debilidad y de haberla perdido cuando, por fin, Blancaflor salió del río toda compuesta ycon un anillo en la mano, y le dijo:

–Aquí tienes el anillo, pero has de saber que no echaste en la botella un pedacito de midedo meñique con una gota de sangre; como es el meñique, mi padre no lo notará, pueses el más fácil de esconder. Ahora vete al castillo; pero no le digas a mi padre que te heayudado.

Volvió el joven por tercera vez al castillo y le entregó el anillo al diablo; y éste decía:–¿Pues va a resultar que eres más demonio que yo? Ea, que no me creo que tú solo

hayas encontrado el anillo.–Que sí, que sí, que yo lo encontré –decía el joven.–Pues anda a cenar y a dormir y mañana me vienes a ver otra vez –le dijo el diablo.Al día siguiente, como de costumbre, le llevó a otra ventana y le dijo:–Dime qué es lo que ves allá enfrente.–Veo una alameda muy grande.–Pues ve a la alameda y córtame unas cuantas varas.El joven, encantado, se fue a la alameda y estaba cortando las varas cuando apareció

Blancaflor y le preguntó qué le había mandado hacer su padre esta vez. Y el joven ledijo:

–Esta vez es bien sencillo, que sólo tengo que llevarle unas cuantas varas de estaalameda.

–Pues yo sé para qué son esas varas –dijo Blancaflor–, y es que te pedirá que domes aun caballo muy malo, porque ese caballo se convierte en todos nosotros cuando otro lomonta. Así que has de saber que la cabeza es mi padre, el cuerpo es mi madre y lasancas mis hermanas y yo. Yo soy la del lado derecho, así que no des allí; le darás en lacabeza hasta que lo tengas domado. Y no digas a nadie que estoy contigo.

Llegó el joven ante el diablo y éste le mostró un corral en el que había dos caballos,uno de los cuales bufaba mucho, y le dijo:

–Ese caballo que bufa me lo tienes que domar hoy.Bajó el joven al corral y sólo con grandes esfuerzos pudo montar el caballo, pues se

revolvía constantemente y daba coces para todas partes. Apenas se hubo montado, elcaballo echó a correr por los campos sin parar y el joven venga a darle palos en la cabezahasta que al fin lo cansó y lo dejó medio muerto y volvió con él al castillo.

Y decía el diablo:

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–No puedo creer que lo hayas domado con tus manos.Y el joven le dijo:–Pues ahí abajo en el corral lo tiene, domado y todo y medio muerto de cansancio.Y luego, fijándose en que el diablo estaba todo vendado y curado, le dijo:–¿Qué le ha ocurrido a usted, que está como apaleado por todo el cuerpo?Y le contestaba el diablo:–Nada, que al asomarme para verte caí por la ventana al foso, pero es poco. Ahora

escucha: si tengo que devolverte tu alma, tendrás que casarte con una de mis hijas, peroha de ser con una condición, que tendrás que vendarte los ojos y a ellas las meteré enuna habitación y cada una sacará su mano. Y con la que tú digas te casarás.

Porque el diablo sospechaba que el joven se entendía con Blancaflor. Así que lasmetió a las tres en la habitación y cuando sacaron las manos, el joven buscó la mano a laque le faltara un pedacito del dedo meñique y cuando la encontró, dijo que con ésaquería casarse y, claro, era Blancaflor. Y el padre y las hermanas desconfiaban aún másdespués de esto, pero se celebró la boda.

Llegada la noche, se acostaron. Y Blancaflor le dijo al joven:–Mi padre ha decidido matarnos, así que haz lo que te digo: escupe en un plato y pon

un pellejo lleno de aire en tu cama y yo haré lo mismo. La saliva que dejamos en losplatos hablará por nosotros cuando nos hayamos ido. Luego ve a la cuadra, donde verásdos caballos. Uno es grueso y fuerte y el otro muy delgado; ve y coge el delgado, que esel Pensamiento; el otro es el Viento, pero el Pensamiento va siempre más deprisa que elViento.

El joven fue a la cuadra sigilosamente, pero al llegar allí y ver al caballo delgado lepareció tan flaco que no podría con los dos y eligió al grueso. Y cuando llegó con él hastadonde le esperaba Blancaflor, le dijo ésta:

–¿Por qué no cogiste el Pensamiento?–Porque me pareció que no podría con nosotros.–Bueno, pues ya nada podemos hacer –y se fueron aprisa.A poco de irse, llegó el diablo a la puerta de la alcoba y llamó:–Blancaflor, ¿estás dormida?–No, señor.–Y tú, muchacho, ¿estás dormido?–No, señor.

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Esto sucedía porque la saliva que habían dejado en los platos contestaba por ellos.Pasado un rato, volvió el diablo:–Blancaflor, ¿estás dormida?–Ya me voy durmiendo.–Y tú, muchacho, ¿estás dormido?–Ya me voy durmiendo.Pasado otro rato, volvió a llamarlos:–Blancaflor, ¿estás dormida?Y no contestó.–Muchacho, ¿estás dormido?Y tampoco contestó, porque las salivas se habían secado.El diablo creyó que ya estaban dormidos, sacó un cuchillo, entró en la alcoba y se lo

clavó en el corazón a cada uno, pero eran los pellejos; luego cerró la puerta y saliócorriendo a su cuarto para decírselo a su mujer. Y ésta le dijo:

–¿Los has matado bien?–Sí, que he oído cómo se les escapaba el aire.A la mañana siguiente, se levantaron y fueron a ver a la alcoba de los esposos.

Encontraron dos platos y dos pellejos vacíos, pero los esposos no estaban allí. Y le decíasu mujer:

–Si hubieras vuelto anoche a asegurarte, no se te habrían escapado luego. Y además sehabrán llevado a Pensamiento.

Fue una de las hijas a ver a la cuadra y vieron que se habían llevado a Viento, así quela mujer se alegró y le dijo al diablo:

–Bueno es, pronto los cogeremos y esta vez los mataremos.Montó el diablo a Pensamiento y salió tras ellos. Como el Pensamiento siempre va

más deprisa que el Viento, al cabo del rato los llegó a alcanzar. Al ver Blancaflor que supadre los alcanzaba, tiró una peineta que llevaba y dijo:

–Que mi peineta se vuelva un bosque tan cerrado y espeso que mi padre no puedapasar a través de él y se tenga que volver.

Así sucedió y el diablo se tuvo que volver. Y al llegar al castillo le dijo su mujer:–¿Es que no los has encontrado?–No –contestó él–. Después de mucho cabalgar me cortó el camino un bosque muy

cerrado y espeso y no pude pasar.

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–¡Inútil! –dijo su mujer–. Allí estaban ellos y te han engañado, así que vuelve abuscarlos.

Montó el diablo de nuevo y, como montaba a Pensamiento, pronto los tuvo a sualcance; viéndolo venir, tiró Blancaflor su pañuelo y dijo:

–Que mi pañuelo se vuelva un pedregal por el que mi padre no pueda pasar.Conque el diablo tuvo que volverse otra vez. Y al verlo venir le dijo su mujer:–¿Es que no los viste?–No –contestó él–, que sólo vi un pedregal imposible de atravesar a caballo.–¡Pues ellos eran! –gritó su mujer–. Coge el caballo y esta vez no vuelvas sin traerlos.Otra vez les dio alcance el diablo y al verlo a sus espaldas, Blancaflor tiró una de sus

ligas y dijo:–Que mi liga se vuelva un río de corriente tan fuerte que no pueda pasar mi padre por

él.Así ocurrió y el diablo volvió por tercera vez al castillo y su mujer le dijo:–Bien te han vuelto a engañar, pues eran ellos.Entonces le dijo el diablo:–Pues ve tú a buscarlos.Y ella dijo:–No, yo no voy. Pero les echaré una maldición para que se olviden el uno del otro y es

que, cuando él entre en el pueblo, la primera mujer que le bese le hará olvidar aBlancaflor.

Entonces Blancaflor y el joven ya se acercaban al pueblo de éste, que estaba deseandovisitar a sus padres para que vieran que regresaba del castillo de Irás y No Volverás. YBlancaflor, que era santa y lo sabía todo, conoció la maldición de su madre y le dijo:

–Ten cuidado cuando entres en el pueblo y no dejes que ninguna mujer te beseporque, si lo hace, te olvidarás de mí.

El joven dejó a Blancaflor junto a una fuente a la entrada del pueblo y se fue a buscara sus padres para anunciarles que volvía casado y con su alma. Y nada más llegar, lamadre quiso besarle, pero él le dijo:

–Por favor, no me bese, madre, que vengo casado y si usted me besa ya no volveré arecordar a mi mujer porque nos han echado una maldición.

Y cuando estaba diciendo esto vino su abuela por detrás y le besó y el joven se olvidóde Blancaflor. Y luego le decía su madre:

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–Hijo, ¿cuándo nos vas a traer a tu mujer?Y contestaba el joven:–¿Qué dice usted, madre, si yo no tengo mujer?Y la madre se extrañaba, pero él había olvidado a Blancaflor por completo.–Pues ¿no me dijiste que no te besara porque, si no, olvidarías a tu mujer?Y él la miraba con asombro y le decía:–Qué cosas dice usted, madre.Así que la madre pensó que no le habría entendido bien, y además estaba tan contenta

de verle de nuevo que se olvidó también del asunto.Total, que Blancaflor sospechó lo que había pasado y llegó al pueblo y se fue a vivir

cerca del joven. Como vivía cerca, pronto se hicieron amigos. Y ella se quedó en elpueblo y puso una tienda y dijo a todos que era serrana y que había venido de la sierrapara poner la tienda.

Con el tiempo, el joven se echó novia y decidió casarse. Los amigos del joven ledijeron que tendría que invitar a la boda a la graciosa serrana y el dijo que sí, que lainvitaría, porque le gustaban sus ocurrencias y porque sentía gran placer en su compañía.

Y los amigos dijeron:–Pues antes de que la invites vamos a ver si dormimos con ella.Llegó el primero a la casa de Blancaflor y le pareció que ella le daba buenas palabras,

pero cuando llegó la hora de acostarse ella le dijo:–Haz el favor de tirarme esa agua que tengo en la palangana –y lo tuvo toda la noche

tirando el agua de la palangana porque, cada vez que la tiraba, el agua volvía a lapalangana. Y así pasó toda la noche y a la mañana siguiente Blancaflor salió de su cuartoy le dijo:

–Pero ¿todavía estás aquí? Anda, márchate, que si no ¿qué dirá la gente?Lo mismo pasó con el segundo, que al irse ella a acostar le dijo:–Ve a retirar el puchero del café, que lo tengo a la lumbre.E hizo que se le quedara la mano pegada al puchero y así se pasó la noche.Y a la mañana siguiente le dijo al verle:–¿Todavía aquí? Haz el favor de marcharte o ¿qué dirá la gente?Como ninguno de los dos dijo nada a sus amigos de lo que les había sucedido, llegó el

tercero y ella, al retirarse, le mandó a cerrar la puerta de la cocina y toda la noche seestuvo con la puerta en la mano.

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Al otro día se juntaron los tres amigos con el joven y éste les preguntó:–¿Qué tal habéis pasado la noche con la serrana?Y dijeron cada uno de ellos:–Pues a mí me tuvo toda la noche tirando agua de una palangana.–Pues a mí me tuvo toda la noche con el puchero del café en la mano.–Pues a mí me tuvo toda la noche con la puerta en la mano.Y al joven le pareció aún más discreta y graciosa la serrana y la invitó a la boda.El día de la boda, al terminar la comida de celebración, todos se pusieron a contar

cuentos y, en esto, le pidieron a la serrana que ella contara alguno, pues los contaba muybien. Y ella dijo que no contaría nada, pero que tenía unos muñecos que lo contaríantodo por ella. Entonces los mandó traer, porque todos querían oírlos, y los puso sobre lamesa. Y la muñeca hablaba como Blancaflor y el muñeco como el joven y empezó lamuñeca:

–¿Te acuerdas de cuando perdías jugando a las cartas y el diablo te ganó el alma ytuviste que ir al castillo de Irás y No Volverás a buscarla?

–No, no me acuerdo –decía el muñeco.–¿Te acuerdas de cuando mi padre te ponía en la ventana y te mandaba hacer cosas

que eran imposibles y todas te las hacía yo?–No, no me acuerdo –decía el muñeco.–¿Te acuerdas de que escapaste conmigo del castillo porque ese mismo día nos

casamos y mi padre nos perseguía para matarnos?–Algo, algo me acuerdo –decía el muñeco.–¿Te acuerdas de cuando me dejaste en la fuente y te advertí de la maldición que nos

echara mi madre?–Sí, sí que me voy acordando –decía el muñeco. Y la madre del joven, al oír esto

último que había dicho la muñeca, se acordó del día en que su hijo volvió al pueblo.Entonces el joven se levantó y dijo:–Esto lo hablan esos dos muñecos, pero me ha pasado a mí.Y dijo a todos los presentes al convite:–Hoy me he casado con esta mujer, pero mi esposa es la serrana. ¿Con cuál de las dos

me he de quedar? Pues con la serrana hace bastante tiempo que me casé y con ésta mehe casado hoy.

Y todos estuvieron de acuerdo en que debía quedarse con la primera, porque lo

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primero es lo que vale. Y así es como Blancaflor recuperó a su marido.

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27. LAS TRES HILANDERAS

Un matrimonio tenía una hija muy, pero que muy guapa, y sus padres estaban muyorgullosos de su belleza y no hacían más que hablar de ella a todo el mundo. Estaban tanorgullosos que no sólo hablaban de su guapeza sino de lo trabajadora y dispuesta que era;en fin, hablaban tanto de ella, los padres y sus vecinos, que la fama de la muchacha llegóa oídos del rey.

Y se dijo el rey:–¿Cómo es que en ese pueblo hay una muchacha tan bella y tan hacendosa? Eso lo

tengo yo que ver.Para verlo, organizó una fiesta a la que invitó a mucha gente y, claro, también a la

muchacha.Pero la muchacha no acudió a la fiesta. Entonces el rey buscó a sus padres y les

preguntó cómo su hija no había acudido a la fiesta cuando tanta y tanta gente habíavenido; y los padres, deshaciéndose en excusas, le dijeron que la muchacha no era amigade fiestas, que prefería quedarse en casa haciendo labores de casa y que lo que más legustaba era hilar. Todo eso lo decían para engrandecer a su hija, pero no era cierto.

Pero la reina se enteró de lo que dijeron los padres y le produjo gran contento porqueapreciaba mucho que las mujeres supieran hilar. Como también había tenido noticias deque esta muchacha era hilandera y muy trabajadora, la mandó llamar a palacio y leofreció un buen salario. El padre de la muchacha puso muchas excusas, pero acabóaccediendo. El caso es que la reina aspiraba a casar a su hijo el príncipe con una mujerque fuera hilandera y por eso la mandó llamar. Una vez que estuvo la muchacha enpalacio, la reina decidió comprobrar sus cualidades. Y le dijo:

–Te voy a mandar este trabajo para ver si sabes hilar tan bien como dicen y si eres tantrabajadora como me han contado.

Conque la llevó a una habitación grande que estaba llena de lana lista para hilar y le

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dijo:–Si hilas esta lana en tres días, te casas con mi hijo.La pobre muchacha se quedó consternada, porque nunca había usado la rueca y no

sabía hilar.Y dijo la reina:–Yo daré orden para que aquí en esta habitación no entre más que quien te trae la

comida. Así que tienes tres días para hilar esta lana.La muchacha se puso a llorar en cuanto se quedó sola y no sabía qué hacer, ni con la

lana ni con la rueca.Y llorando se le echó la noche encima. Y aún hubiera seguido llorando si no llega a oír

que alguien tocaba en la ventana de la habitación. Abrió la ventana y aparecieron tresseñoras que le pidieron que no se asustara y les contase su problema. Ella se lo contó,tan compungida que daba pena verla, y las tres señoras le dijeron:

–Déjanos aquí contigo y no temas nada porque mañana cuando despiertes toda la lanaestará hilada.

Trajeron un huso y una rueca mágicos y estuvieron hilando toda la noche y a lamañana siguiente todo estaba hilado. Y cuando la reina entró, se quedó maravillada deque hubiese hilado toda la lana en una sola noche. En vista de lo cual, se la llevó a otrahabitación mucho más grande que era como un salón y que estaba también llena de lanay le dijo lo mismo que la otra vez.

Y la muchacha, apenas se quedó sola, se echó de nuevo a llorar pensando qué haríaesta vez. Pero sucedió que las tres señoras volvieron a aparecer en la ventana y, como lanoche anterior, trajeron el huso y la rueca mágicos e hilaron toda la lana de la habitaciónen una sola noche.

La muchacha, además, se fijó en que una de las hilanderas tenía el dedo pulgardesmesuradamente ancho, de tanto dar al huso; y que otra tenía el labio inferior muyancho porque para hilar mojaba su dedo en él constantemente; y la tercera tenía un pieenorme de tanto dar a la rueca de hilar. Pero no se atrevió a comentárselo.

En fin, que cuando la reina vio el portento de la segunda noche, se dijo:–Pues ésta se casa con el príncipe.En seguida prepararon las bodas y, claro, el padre de la muchacha estaba loco de

contento. Entonces la muchacha, viendo que estaban preparando las listas de invitados,dijo:

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–Las que no pueden faltar son tres primas mías.Que eran las tres hilanderas. La reina dijo que sí y el padre, tan atolondrado como

estaba por el acontecimiento, ni se fijó en quiénes serían esas primas. Así que llegó el díade la boda, pero la muchacha estaba triste porque pensaba: «De qué me sirve casarme sicuando me manden seguir hilando no voy a saber».

Todo el mundo vino a la boda y cuando llegaron las tres primas la gente se quedómirándolas porque con el dedo enorme, el labio colgante y el pie gigante a todos lesparecieron horrendas, aunque nadie dijo nada porque eran las primas de la novia.

Terminada la celebración, el príncipe, que era curioso, no pudo resistir preguntarles aqué se debían aquellas deformidades y ellas empezaron a decir:

–Pues yo tengo este dedo de tanto dar al huso años y años, que siempre me gustó elhuso –dijo la primera.

–Pues yo tengo este labio de tanto mojarme el dedo para hilar –dijo la segunda.–Pues yo tengo este pie de tanto dar a la rueca de hilar –dijo la tercera.Y el príncipe, espantado, dijo a su esposa:–Nunca más quiero verte hilando desde ahora.Y así se salvó de hilar la muchacha.

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28. EL GATO CON BOTAS

Un molinero tenía tres hijos y todos sus bienes consistían en un asno, un gato y unmolino. Cuando llegó la hora de repartirlo entre sus hijos, el mayor se encerró en elmolino y dijo:

–El molino es para mí.El segundo agarró el asno y se marchó con él, diciendo:–El asno es para mí.El tercero empezó a lamentarse:–¿Y qué es lo que queda para mí?En esto apareció el gato por allí y el hermano menor dijo:–Ahora seremos dos a pasar hambre.Y le dijo el gato:–Pues ¿por qué hemos de pasar hambre?El pequeño le explicó que no tenía nada con que sostenerse, porque sus hermanos se

habían llevado el molino y el asno, y dijo el gato:–No te preocupes, que ya saldremos adelante. Ahora lo único que necesito es que me

consigas un par de botas.–¡Toma! ¡Unas botas! –decía el pequeño–. ¿De dónde saco yo unas botas?Conque se fueron a la zapatería y el gato eligió las botas que quería y cuando el

pequeño le dijo otra vez que no tenía dinero para pagarlas, el gato arregló con el zapateroque el muchacho se quedaría trabajando con él hasta que cubriese el precio de las botas.Y el muchacho se quedó malhumorado, pero no tenía nada mejor que hacer.

Entretanto, el gato, que era muy habilidoso, se fue de caza y cazó conejos, perdices,liebres... y todas se las llevó al rey.

Y dijo el rey:–¿Quién nos ha traído esta caza tan buena?

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Y respondían los criados:–El gato con botas.–Pues ya tengo yo ganas de conocer a ese gato –decía el rey.Conque al día siguiente, cuando el gato volvió con una caza aún mejor que la del día

anterior, dijo el rey:–Decidle al gato que suba.El gato subió:–Majestad, aquí estoy.–¿Qué es lo que buscas? –preguntó el rey.–Nada, traeros la caza –contestó el gato. Y se fue por donde había venido.Al día siguiente se fue a buscar al muchacho y le dijo:–Deja ya ese trabajo de zapatero y ven conmigo. Te pones un poco elegante con las

ropas que te quedan y cuando yo te diga te echas al río y yo empezaré a gritar:–¡Socorro, que se ahoga mi amo, el conde de Calamancher!Venía el rey en coche cerca del río, acompañado de su hija, cuando escuchó voces y

preguntó qué pasaba.Y el gato, a la orilla del río:–¡Socorro, que se ahoga mi amo, el conde de Calamancher!Conque se llegó el rey con sus criados junto al río y sacaron al pobre muchacho medio

ahogado y el rey reconoció al gato y le ofreció al muchacho unos vestidos que llevaba enel coche mientras secaba los suyos. Y así continuaron el viaje, el muchacho vestido depríncipe y en el coche con el rey y su hija.

Y entretanto el gato se adelantó y a los que segaban las tierras por las que habían depasar les decía:

–Cuando pase el coche que viene detrás, decid que éstas son las tierras del conde deCalamancher.

Y a ellos no les extrañaba porque eran las tierras del conde de Calamancher ycontestaron:

–Así lo diremos.Y el gato llegó al fin al castillo del conde de Calamancher, que era un ogro que solía

comer a los viajeros que pasaban por sus tierras. Y el gato le dijo al ogro:–He oído decir que eres capaz de convertirte en cualquier animal.–Así es –dijo el ogro–. ¿Es que no lo crees?

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–Lo creeré –dijo el gato– si te conviertes en ratón.El ogro se convirtió en ratón y el gato ¡zas! lo cazó de un salto.Al rato llegó el coche del rey y el gato salió a recibirlo a la puerta del castillo.–Majestad, mi fiel amo, princesa... –fue diciendo mientras los saludaba con reverencia.Y el rey ya no lo dudó más y casó a su hija la princesa con el hijo pequeño del

molinero. Y el gato se quedó para siempre a vivir con el nuevo conde de Calamancher,que le hizo su consejero para todos los asuntos de gobierno del castillo, y el gato sólopidió a cambio que dejase mandado que le hicieran cuantas botas quisiera tener.

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29. LA HIJA ENTERRADA

Un rey tenía una única hija, a la que mimaba y quería por encima de todo. Vivían losdos en un hermoso palacio por el que un día acertó a pasar una gitana que pedía limosna.El rey no quiso dejarla entrar, pero la princesa, que era de buen corazón, la dejó pasar alpalacio. Y la gitana no era tal, sino una bruja.

La gitana estaba en el palacio y un día miró mal a la princesa y la embrujó. Lamuchacha se puso mala desde ese mismo momento y empezó a desmejorar, tanto que supadre se preocupó muy seriamente y, temiendo que aquello tuviera que ver con la gitana,la echó del palacio. Y un día, la princesa, que seguía desmejorando, llamó a su padre y ledijo:

–Padre, si yo me muero, haz que me entierren en la capilla del palacio y cada noche teocuparás de que me pongan un centinela, que no debe faltarme jamás, ninguna noche.

El rey, que la quería tanto, le dijo:–Tú no te has de morir hasta dentro de muchos años.Y ella insistió:–Sea como sea, no te olvides de lo que me has prometido.La princesa, después de esta conversación, siguió empeorando día a día hasta que, al

fin, murió.El rey estaba desconsolado y nada podía aliviar su dolor, pero, en medio de él, no

olvidó la promesa que le hizo a su hija y ordenó que esa misma noche hiciera guardia elprimer centinela.

Así se hizo, y la primera noche la princesa salió de su sepultura a las doce en punto,cogió al centinela, lo mató y lo metió en el mismo sepulcro del que había salido. Despuésanduvo deambulando por la iglesia hasta que se anunció el amanecer y entonces regresóa su sepultura.

A la mañana siguiente, cuando vinieron a relevar al centinela, descubrieron que éste no

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se encontraba en ninguna parte. Entonces el rey se quedó preocupado pensando que elcentinela había ido a hacer guardia a otro lugar, sin duda equivocado, y que con estohabía faltado a la promesa que hizo a su hija. De manera que a la noche siguiente mandóal capitán de su guardia a asegurarse de que, esta vez, el centinela se situaba dondedebía.

Pero a la mañana siguiente, cuando fueron a buscarle, vieron que había desaparecidocomo el anterior, pues no se veía rastro alguno de él. Y así volvió a suceder las dosnoches siguientes.

Después de todo esto, se corrió la voz entre los soldados del rey y ninguno quería ir ahacer guardia en la sepultura de la princesa muerta. Entonces el rey decidió que lossoldados acudirían por sorteo, y al que le tocaba, ése tenía que ir.

Conque hicieron el sorteo y le tocó a uno y éste pensó para sus adentros: «Pues yo síque no voy y lo que haré será desertar y echarme al camino». Y dicho y hecho: se fuecamino adelante con ánimo de no volver a servir al rey. E iba caminando cuando le salióal paso un viejo que le dijo:

–¿Dónde vas tú por aquí?Y le dijo el soldado:–Pues mire usted, le voy a ser claro: me voy porque la hija del rey ha muerto, la han

enterrado en la iglesia y ahora el padre le pone un centinela todas las noches; cuando porla mañana vienen a relevarlo se encuentran que el centinela no está ni aparece por partealguna, y yo tengo miedo y no quiero hacer de centinela, porque han hecho sorteo y estanoche me ha tocado a mí.

El viejo le dijo entonces:–Nada de eso, que lo que vas a hacer es volver de inmediato y atender muy bien a lo

que yo te diga que debes hacer. Hazme caso y habrás hecho tu fortuna.Y decía el soldado:–No, que si le hago caso me pierdo.E insistió el viejo:–Calla y escucha lo que te voy a decir: vuelve al palacio y esta noche, cuando vayas a

hacer guardia en la tumba de la princesa, espera a que falte media hora para las doce y teescondes detrás del sagrario y te quedas allí oculto y sin decir una sola palabra pormucho que veas. Entonces ella saldrá del sepulcro echando fuego por los ojos y la bocay, al ver que no estás, maldecirá a su padre por no haber puesto allí un centinela.

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Y le siguió explicando y al final le dijo:–Haz como te digo y lograrás tu felicidad.A regañadientes, el soldado volvió al palacio y ocupó su puesto y, cuando llegó la hora,

lo llevaron, lo metieron en la iglesia donde estaba sepultada la princesa, echaron la llavepor fuera y lo dejaron allí. Y allí se quedó el pobre soldado, muerto de miedo.

Cuando vio que faltaba media hora para las doce, subió al altar, se puso detrás delsagrario y esperó. Y a las doce en punto, como todas las noches, salió la princesa de lasepultura echando fuego por la boca y por los ojos, como había dicho el viejo. Salió yempezó a buscar por la iglesia, porque estaba buscando al centinela, y como no loencontrara empezó a decir:

–Maldito sea mi padre, que me dio promesa de mandar un centinela cada noche y noha hecho lo que me prometió.

Y la princesa siguió recorriendo la iglesia con ayes y lamentos y entonces el soldado,cuando vio que ella se alejaba, hizo como le había dicho el viejo, corrió a la sepultura yse tumbó en ella boca abajo. Apenas lo hizo cuando vino ella y, en cuanto lo vio, empezóa pellizcarle y a pincharle con un alfiler diciéndole:

–¡Levanta, levanta, levanta!El soldado dejó que dijera esto tres veces y esperó; y entonces ella le gritó esta vez:–¡Levanta si eres cristiano!Y en cuanto el soldado escuchó esto, se levantó de un salto, porque así le había

indicado el viejo que lo hiciera. Y apenas se hubo puesto frente a ella, empezó adisminuir el fuego que traía en los ojos y la boca hasta desaparecer por completo.Entonces la princesa se abrazó al soldado y le dijo:

–¡Ay, centinela, que has sido mi salvación!Y él le confesó:–Pues bien asustado que he estado yo.Y le dijo ella:–Y no te hago el daño que hice a los otros pobres centinelas que vinieron antes que tú,

que murieron por no hacer lo que tú has hecho.Y allí mismo se sentaron, en uno de los bancos de la iglesia, hablando hasta el

amanecer, en que vinieron a relevar al centinela y se encontraron con que estaba vivo yla princesa también. Así que fueron corriendo a avisar al rey con la noticia de tal sucesoy éste vino con todas las autoridades de su reino y la corte y vieron que era cierto lo que

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les anunciaron y entonces sacaron a la pareja del recinto y los llevaron al palacio. Y dijoel rey, tan feliz de haber recuperado a su hija:

–En premio por haber desembrujado a mi hija, te casarás con ella –y a ella le parecióbien y les echaron las bendiciones y luego tuvieron hijos y vivieron para siempre en elpalacio.

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30. PERICO EL MAGO

Había en un pueblo una mujer que tenía un hijo de lo más listo. Además de serlo, alniño le gustaba mucho estudiar en los libros, razón por la cual su madre le dijo un día:

–Perico, hijo mío, cuánto me gustaría que estudiaras una carrera para que pudieses serun hombre de provecho el día de mañana. Y aunque no tenemos mucho dinero, lo quehaya que pagar yo lo daré por bien empleado; pero has de decirme qué es lo que más tegustaría estudiar.

Perico se lo pensó y le dijo a su madre:–Madre, yo quisiera estudiar la magia negra.De manera que la madre se fue a ver a un maestro de magia para preguntarle si

querría enseñar a su hijo.–Le enseñaré –dijo el maestro–, pero con una condición.Le dijo la madre:–¿Cuál es esa condición?Le respondió el maestro de magia:–Que al cabo de un año de estudiar conmigo, tiene usted que venir a ver a su hijo, y si

le reconoce, pues bien, pero si no le reconoce entre los demás alumnos, me quedo con élpara siempre.

La madre no dudó de que sería capaz de reconocer a su hijo y le contestó al maestroque estaba conforme y mandó al hijo a estudiar con el maestro de magia.

El tiempo fue pasando y se aproximó la fecha en la que la madre debía ir a la casa delmaestro de magia para reconocer a su hijo. Y sabiéndolo el hijo, hizo lo siguiente: seconvirtió en un palomo, salió de la casa del maestro sin que nadie le viera y voló a la desu madre. Cuando vio a su madre, que estaba cocinando junto a la ventana, le dijo:

–Dentro de pocos días tendrá usted que ir a reconocerme. Yo sé que ese día elmaestro nos va a convertir a todos en palomos y, cuando vea que llega usted, echará

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maíz en el suelo para que comamos todos y así nos confundamos unos con otros; peroyo, en vez de comer, me entretendré en saltar por encima de mis compañeros, de maneraque cuando el maestro le pregunte si me conoce, diga que sí, que soy el que está dandosaltos.

El día señalado, la madre acudió a casa del maestro de magia y éste la llevó a dondeestaban los palomos y le dijo:

–Uno de estos palomos es su hijo, ¿lo reconoce?Y ella dijo sin titubear:–Sí, es ese que está venga a saltar. Y no lo dudo, porque es igual que cuando niño, que

todo su afán era saltar por encima de sus iguales.Y dijo el maestro, contrariado:–Pues ha acertado usted, señora, que ése es su hijo; y ya se lo puede llevar, que no he

de enseñarle más porque ya sabe tanto como sé yo.Así pues, Perico se fue con su madre, tan contento. Y se llevó de casa de su maestro

el mejor libro de magia que tenía en la biblioteca sin que aquél se enterase.Y de vuelta en casa, le dijo lo primero de todo a su madre:–Madre, de ahora en adelante vamos a hacer fortuna con todo lo que he aprendido. Y

para empezar va a llevarme usted mañana a la feria y yo me voy a convertir en una vaca.Lleve usted la vaca a vender y pida por ella ciento cincuenta ducados. Pero no venda laesquila con ella, porque en la esquila estoy yo.

La madre llevó la vaca a la feria y a poco se le presentó un comprador que le dijo:–¿Cuánto pide usted por esa vaca?–Ciento cincuenta ducados –dijo la madre.–Pues me parece bien –dijo el hombre, y le entregó los ciento cincuenta ducados y se

llevó la vaca, pero antes la madre le quitó la esquila y la guardó en su bolsa.El comprador se marchó a su pueblo con la vaca y la dejó en el establo. A la mañana

siguiente se levantó y fue a darle de comer, junto con los otros animales que tenía, y seencontró con que la vaca había desaparecido.

Perico, entretanto, estaba muy animado y le propuso a su madre esta vez:–Ahora me convertiré en caballo; lo lleva usted a la feria y lo vende por trescientos

ducados; y cuide que no entre el freno en la venta, que el freno se lo ha de quedar ustedporque en el freno estoy yo.

Mientras sucedía todo esto, el maestro ya había echado de menos su mejor libro de

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magia de la biblioteca. Lo estuvo buscando por todos los rincones y al final se dijo: «Paramí que Perico es quien se ha llevado el libro. Quién sabe por dónde andará ahora. Pero,como mañana hay feria, voy a acercarme por allá a ver si ha ido a probar su magia».

Se fue el maestro a la feria y, estando en ella, se encontró con la madre de Perico, queestaba vendiendo un caballo. Y el astuto mago se acercó a la madre y le dijo:

–¿Cuánto pide usted por este caballo?Y la madre le dijo lo que Perico le había encargado que dijese:–Pues trescientos ducados.Y dijo el maestro:–Me parece bien –y tomó el caballo. Entonces la madre fue y le dijo:–Espere usted un momento, que he de quitar el freno al caballo porque el freno no

entra en el trato.Y dijo el maestro:–Pues yo lo compré con el freno y con él me lo he de llevar.Y la madre que no, y el maestro que sí, y tanta fue la disputa que llamaron a la justicia

que, enterada del asunto, resolvió dar la razón al maestro. Y el astuto maestro montórápidamente en el caballo, le arreó un par de fustazos y le dijo en voz alta, para que looyera bien:

–Arre, Perico, que ahora sí que me vas a pagar el libro que te llevaste de mi casa.El maestro llegó a su casa muy contento de su astucia y apenas desmontó del caballo

les encargó a sus hijos que lo llevaran a la cuadra y, sobre todo, que ni le dieran decomer ni le quitaran el freno. El caballo no hacía otra cosa que mover la cabeza sin parary abrir la boca y los muchachos, compadecidos, se dijeron:

–¿Qué mal hay en quitarle el freno al caballo, que parece que lo está lastimando?Con las mismas se lo quitaron y el caballo se convirtió en una trucha y se escapó río

abajo.Entonces el maestro, que se dio cuenta, se convirtió en una culebra y empezó a

perseguir a la trucha. La trucha, como era hábil, se metía por entre las piedras del río osaltaba por las cascadas, pero la culebra era tenaz y la perseguía sin descanso. Y asíestuvieron mucho tiempo hasta que, al acercarse a la presa de un molino, la trucha vioque la culebra se le echaba encima y, para librarse de la persecución, se transformó enpaloma y echó a volar.

De inmediato, la culebra tomó la forma de un águila y siguió a la paloma para darle

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caza; la paloma ya estaba empezando a sentirse agotada y, cuando volaba cerca de unahermosa casa, se transformó en un mosquito y entró por la rendija de una ventana dentrode la casa.

Aquella ventana era la de la habitación de una bella princesa y el mosquito se convirtióen Perico de nuevo y le dijo a la princesa:

–Me voy a convertir en un anillo y me colocaré en tu dedo. En seguida aparecerá poraquí un caballero y en cuanto te vea te pedirá que le regales el anillo; tú dáselo, perocuando vayas a ponerlo en sus manos, déjalo caer al suelo, que se romperá en variospedazos. Entonces pisa con tu pie el pedazo más grande y cuando sientas que estepedazo te empuja hacia arriba, retira el pie.

Conque Perico se convirtió en anillo y se colocó en el dedo de la princesa y todosucedió como él había dicho: llegó el caballero y le pidió el anillo a la princesa. Laprincesa lo dejó caer al suelo, se rompió en varios pedazos y puso su pie sobre el másgrande de todos ellos.

Entonces el caballero se convirtió en una gallina y empezó a comer los pedazos delanillo. En ese momento, el pedazo que estaba bajo el pie de la princesa empujó haciaarriba y la princesa, al sentirlo, retiró el pie. Y resultó que el pedazo grande se convirtióen un zorro y se comió a la gallina.

Y, después de esto, el zorro volvió a tomar forma de hombre, que era Perico, y secasó con la princesa y vivieron felices; y él se convirtió en el mago más famoso de todala región.

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31. JUAN SIN MIEDO

Éste era un muchacho llamado Juan que no conocía lo que era el miedo. Todos en supueblo conocían el miedo, pero él no; él no tenía miedo a nada porque no sabía lo queera el miedo. Así que un día decidió salir al mundo a ver si podía conocer lo que era elmiedo.

Se echó al camino y estuvo andando leguas y leguas hasta que se sintió cansado y tuvoque pedir posada en una casa donde vivía un matrimonio de ancianos. Se sentó a cenarcon ellos y vio que en la mesa donde comían había dos calaveras, una de las cualescontenía comida y la otra agua y le invitaron a comer y beber con ellos. Lo hizo Juan tantranquilo y les preguntó después:

–¿Ustedes saben qué es el miedo? Porque yo no lo sé y no le tengo miedo a nada.Al día siguiente se puso otra vez en camino y llegó a un castillo abandonado y decidió

pasar en él la noche. Allí se preparó una cena con lo que llevaba y, mientras comía, oyóruido de pasos y vio que por una escalera bajaban siete frailes, cada uno con unacalavera en la mano derecha y una vela en la izquierda. Los siete frailes eran muertosque venían del otro mundo, pero a Juan no le daban miedo porque no conocía el miedo,así que los invitó a cenar con él. Y mientras tanto se decía: «Pues ¿qué será el miedo?».

Después de cenar se echó a dormir junto a una chimenea y al rato le despertaron unosruidos y luego escuchó una voz que decía:

–¿Caigo o no caigo?Y él contestó tan tranquilo:–Cae o no caigas, que a mí lo mismo me da.Y cayó por el hueco de la chimenea la cabeza de uno de los frailes muertos. La cabeza

rodó y se le quedó mirando con los ojos abiertos. Y se oyó otra voz que decía:–¿Caigo o no caigo?Y Juan Sin Miedo, lo mismo:

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–Cae o no caigas, que a mí lo mismo me da.Pues esta vez cayó la mano derecha del fraile. Y otra voz volvió a repetir:–¿Caigo o no caigo?Y Juan:–Cae o no caigas, que a mí lo mismo me da.Y cayó el cuerpo del fraile con piernas y brazos y todos los trozos se juntaron y el

fraile se puso en pie delante del muchacho. Y en esto otra voz que dice:–¿Caigo o no caigo?Y dice Juan, harto:–Cae de una vez y que caiga todo lo que tiene que caer, que ya tengo ganas de dormir.Y allí cayeron manos y brazos y piernas y calaveras y todas pertenecían a los frailes y

cada una corría en pos de las otras para juntarse en medio de un gran estrépito; así hastaque estuvieron todos los frailes recompuestos y rodeando al muchacho, que los miró ydijo:

–¿No será esto el miedo, verdad? Porque yo no sé lo que es el miedo.Y los frailes desaparecieron de su vista, con lo que por fin se pudo dormir y durmió a

pierna suelta hasta el día siguiente. Y al día siguiente se puso en pie y siguió su caminomientras pensaba: «¿Qué será eso del miedo, que todo el mundo habla de ello?».

Conque al fin llegó a un reino donde había un rey que penaba porque un ogro tenía asu hija en su poder. Y cuando llegó Juan Sin Miedo todos se admiraron de que noconciera el miedo y el rey le pidió que fuese a buscar a la princesa y que si se la traía, sela daría en matrimonio. Y Juan se fue a la cueva del ogro y cuando salió el ogro, comoJuan no conocía el miedo, luchó con él, le venció y rescató a la hija del rey. Entonces elrey cumplió su palabra y Juan se casó con la princesa y decidió que nunca más se iba aocupar de conocer el miedo porque no le hacía ninguna falta.

Una tarde que Juan estaba durmiendo la siesta, llegó la princesa para enseñarle unapecera donde nadaban unos peces que le habían regalado; y al acercarse a Juan, uno delos peces saltó y saltaron unas gotas de agua a la cara de Juan y éste, que estaba mediodormido, dio un gran brinco lleno de susto mientras gritaba:

–¡Ay, qué es esto, que me matan! ¡Ay qué susto, que ahora sí que sé lo que es elmiedo!

Y así es como Juan conoció el miedo.

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32. LAS MANTECAS DEL REY HIJÓN

Había un conde, a quien llamaban el conde Arnaldo, que un día se puso enfermo y pormás que llamaron a médicos y curanderos a que vinieran a reconocerle, nadie daba conel origen de su mal. Primero vinieron los médicos del condado y después de tierras másalejadas, pero no había manera. Buscaron más allá de las tierras que se conocían, ytampoco. Hasta que por fin apareció un hombre muy viejo y muy sabio que vivía en elfin del mundo y que, después de reconocer al conde, dijo que no había curación para élcomo no fuera frotado con las mantecas del rey Hijón. Y todo el mundo se echó lasmanos a la cabeza pues nadie sabía dónde podría encontrarse al rey Hijón, de quienjamás habían oído hablar.

El conde Arnaldo tenía un hijo que era ya un buen mozo. Y este hijo, al oír eldictamen del viejo médico sabio, anunció:

–Yo voy a salir a buscar al rey Hijón; en cuanto le encuentre, le sacaré las mantecas ylas traeré al palacio para sanar a mi padre.

Y dicho y hecho, pues se preparó para un largo viaje, ensilló su caballo y abandonó elpueblo y su casa camino de no-se-sabe-dónde con el mejor de los ánimos.

Yendo por un senda que atravesaba un monte, se encontró con una viejecilla que traíaun caballo del ramal, que no lo podía montar porque el pobre animal se tambaleaba deflaco que estaba. Y la vieja le dijo al muchacho:

–Ay, buen mozo, ¿por qué no me cambia usted el caballo, que yo no puedo montar enel mío?

Y le dijo el muchacho:–Señora, tengo un viaje muy largo por delante, que no sé ni cuándo termina, y su

caballo no podría llevarme, que está en los huesos.Y la vieja le insistía:–Ay, buen mozo, si me lo cambiara usted...

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Y él:–Nada, que no puedo.Espoleó a su caballo y siguió adelante sin mirar atrás. Pero a los cinco minutos ya

estaba de vuelta, porque le dolía ver a la pobre vieja en tan malas condiciones. La llamóy le dijo:

–Abuela, tenga usted mi caballo y estas cinco monedas para que coma usted en laprimera fonda a la que llegue.

Aupó a la vieja en su caballo y los despidió. Luego cogió el caballo flaco mientraspensaba: «A ver si este animal puede aguantar mi peso». Y, en efecto, ya al agarrarse a lacrin para montarlo, el caballo se tambaleaba. Pero así que se aupó en él, ¡no podía creerlo que estaba viendo!: el caballo no es que corriera, volaba de tan rápido como iba, y enmuy poco tiempo salvó montes y valles y le llevó sin parar hasta la misma orilla del mar.

En esto que desmonta en la orilla y allí mismo ve una ballena varada en la orilla dandobocanadas porque le faltaba el agua. Y pensó: «Mira ese pobre animal que está a puntode morir por no poder volver al agua».

Bueno, pues se acercó a la ballena y, a fuerza de darle vuelcos y empujones, consiguióllevarla al mar. Y apenas el animal sintió las olas, ya se dio vuelta sola y en seguida saliónadando.

El hijo del conde volvió a montar su caballo, picó espuelas y el caballo iba tan rápidoque pasó sobre las aguas del mar y le llevó al otro lado. Y después siguió trotando porcaminos de tierra, y así estaba cuando vio un águila que se cernía sobre él y trataba dearrebatarle el sombrero. Y se dijo: «Este pobre animal tiene hambre».

Rebuscó en su bolsa, donde encontró un buen pedazo de carne curada, lo mostró enalto y el águila, a la siguiente pasada que hizo, se la llevó en el pico y desapareció.

Y otra vez a galopar. Cuando en esto ve una zorra que ora se ponía delante delcaballo, ora lo rodeaba por los lados, ora volvía a adelantarse, hasta que el hijo del condese dijo: «Este animal debe de tener hambre».

Echó mano a la bolsa otra vez, sacó un pedazo de pan y echó un buen pedazo alsuelo. Y el pedazo ni siquiera llegó al suelo, que antes lo cogió la zorra con la boca yescapó con él.

Y así continuó, haciendo preguntas en los lugares en que encontraba gente, para ver sialguien podía darle cuenta del rey Hijón, pero nadie sabía nada. Y en una de éstas, semetió por unos campos en los que, le habían advertido, vivía una fiera que no dejaba

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acercarse a nadie, y, yendo por ellos, encontró una herradura de la fiera y se la echó a labolsa. Y entonces oyó que el caballo le decía:

–Hijo del conde, no cojas eso que va a ser tu perdición.–¡Atiza! –dijo el muchacho–. Este caballo, además, habla. Pero ¿qué mal puede

hacerme una herradura? –y no la tiró.Y siguieron adelante. Y se encontraron una carta tirada en mitad de la hierba.–Mira, una carta –dijo el muchacho, y se bajó por ella.Y le dijo el caballo:–Hijo del conde, no cojas eso que va a ser tu perdición.El hijo del conde no le hizo ni caso y se guardó la carta. Y llegaron a un pueblo a la

noche, donde el muchacho pidió posada, guardó a su caballo en el establo, cenó y seechó a dormir. Y aprovechando que dormía, el posadero fue y le registró las alforjas y loprimero que vio fue la herradura. Entonces esperó a la mañana y, nada más levantarse elmuchacho, se le encaró y le dijo:

–¿De dónde has sacado esta herradura?Y dijo el muchacho:–Nada, que la encontré viniendo hacia aquí, que estaba en el suelo.Y dice el posadero, que era también el alcalde:–Pues esta herradura es de la fiera y si no nos la trae viva o muerta, nosotros le

matamos a usted.Apenas se quedó solo, el muchacho empezó a lamentarse de su mala suerte y se fue a

donde tenía el caballo. Y el caballo que le vio tan doliente le preguntó:–¿Qué te sucede, hijo del conde?–Ay –dijo el muchacho–, que ya me avisaste tú que esta herradura sería mi perdición –

y le contó lo que ocurría.Dijo el caballo:–Mira que te lo dije. Pero, en fin, monta en mí y vamos a las tierras que guarda la

fiera.Cabalgaron un buen rato y el caballo le llevó a la entrada de una cueva de enorme

boca. Allí el caballo le dijo:–Ahora entra y verás a la fiera dormida. Coge tu trabuco con la mano derecha y lleva

en la izquierda un palo corto y fino. Te llegas hasta la cabeza de la fiera y le pones el

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trabuco junto al oído; entonces le pinchas con el palo y, en el momento en que sedespierte, disparas.

Así lo hizo el muchacho y la fiera cayó muerta al instante. Luego la sacó a rastras de lacueva hasta que se quedó sin fuerzas y le dijo el caballo:

–Ata su cola a la mía y monta en mí, que yo llevo a los dos.De esta manera el muchacho consiguió llevar la fiera hasta el pueblo. Nada más llegar,

se fue a la posada y tocó a la puerta y, cuando preguntaron quién era, gritó, para que looyeran bien todos:

–¡El hijo del conde Arnaldo, que trae a la fiera muerta!Todo el pueblo se llenó de júbilo por la muerte de la fiera y porque las tierras de la

fiera ahora quedaban libres. Y el muchacho estaban tan cansado que se fue a dormir. Yel posadero volvió a la cuadra a registrar bien las alforjas y encontró la carta. Lo que nosabía el muchacho es que la carta era de la reina Sabiduría, que era la prometida del reyHijón. Y, claro, el posadero fue a verle inmediatamente:

–A ver, muchacho, ¿quién te ha dado a ti esta carta?Y el muchacho:–Pues lo mismo, que venía caminando hacia aquí y la encontré y la guardé.Y dice el posadero:–Ésta es la carta de la reina Sabiduría, la prometida del rey Hijón. Como no nos traigas

a la reina, te mataremos a ti.Y vuelta a la cuadra a contárselo al caballo, para ver qué hacían esta vez.–Anda –le dijo el caballo– y vuelve a montar en mí, que mira que te lo advertí.Salieron al camino de nuevo y el caballó echó a correr sin parar hasta un lugar

lejanísimo donde estaba el palacio de la reina Sabiduría, la prometida del rey Hijón. Y asíque llegaron a las puertas, el hijo del conde pidió hablar con la reina y le llevaron conella.

–Bien, ¿qué es lo que deseas? –preguntó la reina.–Yo he encontrado una carta que es de usted –dijo el muchacho– y me han dicho que

si no la llevo a usted viva o muerta, ellos me matarán a mí, así que vengo a llevármela.La reina se asombró de la desfachatez del muchacho y le dijo:–¿Ves ahí todos esos cadáveres que cuelgan muertos? Son de otros que vinieron antes

que tú; porque yo tengo un derecho que tú debes respetar y es que durante tres noches teesconderás donde tú quieras a dormir; si una de las tres noches no te encuentro, me

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tengo que casar contigo; pero si te encuentro las tres noches te mato y te cuelgo como alos otros cadáveres.

El hijo del conde comprendió que estaba metido en un buen lío y se fue a hablar conel caballo. Y el caballo le dijo:

–Esta noche, cuando te mande acostar, yo te llevo a la orilla del mar, allí llamas a laballena a la que salvaste la vida y le pides que te trague y te lleve con ella al fondo delmar hasta que amanezca.

Eso hicieron. El muchacho durmió en el vientre de la ballena y a la mañana siguientese dirigió al palacio y pidió hablar con la reina; y le dijo a la reina:

–Bien, ¿sabe usted dónde he dormido yo esta noche?Y la reina le contestó:–Sí que lo sé, que ha dormido usted en el vientre de una ballena en el fondo del mar.Y el muchacho dijo:–Sí, señora, así ha sido.Y dijo la reina:–Pues ya he acertado la primera noche.Cuando llegaba la segunda noche, el hijo del conde volvió a hablar con el caballo y

éste le dijo:–Esta vez va a venir el águila aquella a la que diste un pedazo de carne cuando estaba

hambrienta. Te montarás en ella y te llevará a dormir por el cielo, más allá de las nubes,para que nadie te vea.

Así sucedió. A la mañana siguiente, el muchacho se fue a ver a la reina y le dijo:–Bien, ¿sabe usted dónde he dormido yo esta noche?Y la reina le contestó:–Sí que lo sé, que esta noche has dormido en un colchón de plumas en lo alto del

cielo.Y el muchacho dijo, admirado y pesaroso:–Sí, señora, así ha sido.Y la reina:–Pues ya he acertado dos noches y una sola te queda.Llegó la tercera noche y volvió a hablar con el caballo. Y le dijo éste:–Ahora va a venir aquella zorra a la que diste tu pan. Le arrancarás un pelito y te irás a

la habitación de la reina; con la ayuda del pelito te vuelves lagarto, entras por debajo de

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la puerta y esperas escondido; y cuando veas que sale a buscarte, te metes a dormirdebajo de su cabecera.

Llegó la noche y la reina se fue a buscarle por todos los sitios: por mar, cielo, tierra... yno le encontraba. Y a la mañana siguiente, el hijo del conde acudió a la cita con la reina yle dijo:

–Bien, ¿ya sabe usted dónde he dormido esta noche?Y la reina confesó:–Pues no, no lo sé.Y dijo el hijo del conde:–Pues yo he oído todo lo que usted ha estado diciendo porque he dormido junto a

usted, bajo los almohadones de su cama.La reina reconoció su derrota y le dijo que ahora se tenían que casar y luego se irían a

donde él quisiera.El hijo del conde, que sabía que la reina era la prometida del rey Hijón porque se lo

había dicho el posadero, le contó los planes que traía y que buscaba al rey para sacarlelas mantecas y llevarlas a su padre. Y decidieron irse los dos al palacio del rey Hijón.

Llegaron al palacio y se anunciaron al rey. Y la reina había discurrido un ardid que lecontó al hijo del conde:

–Escucha bien: yo prepararé en el patio del palacio una hoguera y sobre la hoguerapondré un caldero de aceite hirviendo. Después cogeré una flor y anunciaré que elprimero que se tire por esa flor se casará conmigo. Yo sé que el rey se tirará, pero no lohagas tú y estáte preparado.

Hizo todo como lo había dicho y, cuando tenía el aceite hirviendo, se puso la reinajunto al caldero y anunció:

–El primero que se tire por esta flor se casará conmigo.El rey Hijón, que lo oyó, se tiró de cabeza y, claro, cayó en el caldero y murió

abrasado. Entonces el hijo del conde, que estaba preparado, acudió aprisa, sacó al rey, leabrió las tripas y le sacó la manteca. Y ya los soldados del rey los habían visto, peroentonces montaron en el caballo del hijo del conde y éste corría tan rápido que dejó atodos atrás porque nadie podía seguirlo.

Cuando llegaron al pueblo del conde Arnaldo, éste estaba a punto de expirar. Llegaronel hijo del conde y la reina a donde estaban los médicos rodeando al conde y entregaronlas mantecas que el viejo médico sabio había pedido. Y allí mismo cogieron al conde y le

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untaron con las mantecas y poco a poco empezó a sanar y en dos días ya estaba sanopor completo.

En vista de todo esto, el conde Arnaldo ordenó que inmediatamente se casaran su hijoy la reina Sabiduría y pronto se celebraron las bodas con gran contento de todo elpueblo.

Y sucedió que el hijo del conde había dejado su caballo en la cuadra y ordenado a loscriados que lo tratasen lo mejor que supieran y que le trajesen cuanto le apeteciera. Ycuando volvían de la boda, sintió el hijo del conde un revuelo muy grande en la cuadra y,dejando a todos plantados, se fue a ver el porqué del alboroto.

Llegó a la cuadra y vio que el caballo estaba saltando de un lado para otro y dándosegolpes contra las paredes. Y preguntó a los que había dejado allí asistiendo al caballo:

–Pues ¿qué es lo que habéis hecho con él para que se ponga de esta manera?Y los criados le dijeron:–Nosotros no hemos hecho nada, que ha sido él solo el que se ha puesto así.Entonces el hijo del conde empezó a hablar con el caballo, pero éste no le hacía

ningún caso y tampoco hablaba sino que relinchaba como cualquier caballo.Y ya se iba para fuera todo confuso el hijo del conde, pues tampoco entendía él lo que

pasaba, cuando se tropezó con la vieja que llevaba el caballo flaco del ramal cuando secruzaron en el camino del monte.

Y le dijo el conde:–¿Qué hace usted por aquí?Y le contestó la vieja:–Que he venido a traerle a usted su caballo y a llevarme el mío. Y además le traigo

también las cinco monedas que me dejó usted. Y ahora me llevo mi caballo, que ya le hesacado de los apuros que tenía usted.

Y el hijo del conde Arnaldo se quedó todo admirado y luego volvió con su esposa y supadre y los invitados a la boda y así termina esta historia.

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33. EL ENANO Y EL GIGANTE

Un enano que apenas levantaba dos palmos del suelo, pero que era más listo que elhambre, salió a buscar trabajo porque tenía mucha necesidad. Y buscó aquí y allá ynadie le daba trabajo. Hasta que se encontró con un gigante. Y le dijo el gigante:

–Bueno, yo te voy a dar trabajo, pero con una condición.–¿Y cuál es esa condición? –preguntó el enano.–La condición es que tienes que hacer las cosas como las hago yo; si no las haces, te

mato; y si las haces, te hago rico.Y dijo el enano:–De acuerdo; si las hago bien, vale; y si no, me matas.A la mañana siguiente el gigante le anunció que se iban juntos a robar leña a la

hacienda de un rico que vivía por allí. El gigante hizo un haz de leña muy grande y se lollevó, pero el enano cogió una cuerda y la extendió por el suelo y empezó a amontonarramas encima. Y le dijo el gigante:

–¿Qué es lo que haces?Y le contestó el enano:–Es que lo que lleva usted no es nada; lo que es yo, hasta que no ate todas las ramas

de este bosque no me marcho de aquí.–¡Pero hombre, tú estás loco! ¡Entonces le dará tiempo al amo a venir y nos matará a

los dos!–Nada, nada –dijo el enano–. O me llevo el bosque entero o no me llevo nada.–Bueno, pues no traigas nada, que ya me has ganado, pero vámonos aprisa de aquí.Y se fueron, el gigante con su haz y el enano con las manos en los bolsillos.Al día siguiente fueron por agua. Había un manantial que daba agua al pueblo. El

gigante llevaba dos calderos enormes colgados de un palo y el enano dijo entonces:–Yo no llevo calderos, que me basta con un pico y una pala.

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–¿Y para qué quieres el pico y la pala? –preguntó el gigante.–Porque yo no me molesto por llevar dos calderos, que pienso llevar todo el manantial

a casa.Conque agarró el pico y la pala, empezó a cavar y a cavar y cortó el agua del arroyo.

Y le dijo el gigante, asustado:–Pero ¿qué haces? Si vienen los del pueblo nos matan a los dos.–Pues yo –dijo el enano– o llevo el manantial o nada –y siguió cavando.Y le dijo el gigante:–Bueno, pues deja de cavar, que ya me has ganado.Y al otro día fueron a jugar a lanzar la barra a la puerta del ayuntamiento. El gigante

tiró la barra y la lanzó lejísimos, más lejos que nadie. Entonces agarró el enano su barray dijo:

–¡Apártense todos, que tiro yo!Y todo el mundo se apartó; y el enano dijo:–¡Atrás, atrás! ¡Mucho más atrás!Y le dijo el gigante:–Pero ¿adónde quieres tirar tú la barra?Y el enano:–¿Ve usted aquella ventana? Pues por allí la voy a meter.Y el gigante:–¡Estás loco, que ésa es la casa del alcalde y nos meten a los dos en la cárcel!–Pues yo –dijo el enano– o la meto por allí o no tiro la barra.–Pues no la tires –dijo el gigante–, que ya me has vuelto a ganar.Total, que el gigante preparó un burro con las alforjas llenas de dinero y le dijo al

enano que se fuera ya, que el trato estaba terminado. Y el enano cogió el burro y se fue.Después que el enano se hubo ido, le dijo al gigante su mujer:–Bien tonto que eres, que mira cómo te ha engañado ese enano, que se lleva tu dinero

y el burro.Y dijo el gigante, enfadado:–Tienes razón. Ahora mismo me voy a buscarle y lo mato.El enano, en cuanto vio venir al gigante todo furioso, escondió al burro bien escondido

detrás de unos arbustos y se quedó mirando al cielo con la mano haciendo visera, comosi mirase con mucho interés.

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Llegó el gigante y le dijo:–¿Qué es lo que estás mirando?Y dijo el enano:–Nada, que el burro no podía con el saco y le metí una patada que lo eché por los

aires y todavía no ha bajado, pero, en cuanto caiga, le arreo otra que ya no vuelve abajar más en su vida.

Y el gigante, todo asustado, se volvió para su casa diciendo:–¡Madre de Dios, que si me descuido me lo hace a mí también!Y así quedó en paz el enano con su burro y sus dineros.

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34. LAS TRES MANZANITAS DE ORO

Un matrimonio de pastores tenía tres hijos y a los tres los querían por igual. Con eltiempo, los tres niños se fueron haciendo mayores hasta que llegó un día en que los dosmayores les dijeron a sus padres que se querían marchar de casa a servir en algún lugardonde ver mundo y ganar dinero. Y el más pequeño dijo que él también quería ir. Lospadres se pusieron tristes porque de golpe se quedaban solos sin sus tres hijos, pero tantose empeñaron éstos que no tuvieron más remedio que dejarlos marchar.

Se fueron los hermanos y llegaron a un camino que se bifurcaba en tres direcciones, yse dijeron entre sí:

–Pues que cada uno tome una dirección y dentro de un año nos volvemos a ver aquí.Así lo hicieron y cada uno se fue a correr aventuras por su cuenta. Y pasó el año y

llegó el día en que tenían que volver a reunirse los tres en la bifurcación de caminos. Y,tal como habían quedado, los tres se encontraron allí.

El mayor traía una bolsa mediana llena de dinero; el mediano, una bolsa pequeña llenade dinero, que era lo que les habían pagado por servir en otras casas. Y el pequeño traíatres manzanitas de oro, que le había dado la Virgen porque había estado sirviéndola aella; y la Virgen le dijo:

–Ya que te vas, te doy tres manzanitas de oro, una para ti, otra para tu padre y la otrapara tu madre.

De modo que cuando se encontraron en la bifurcación los tres se enseñaron unos aotros lo que habían conseguido en ese año de trabajo. Y a los dos mayores les gustarontanto las manzanitas del pequeño que le pidieron una para cada uno.

El pequeño les dijo que no, que él no deseaba lo de los otros y que ellos tampocodebían querer lo suyo.

Entonces le dijeron los hermanos, muy enfadados:–Pues danos tus manzanitas o te matamos.

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El pequeño no se las quiso dar y los mayores se abalanzaron sobre él y le dieronmuerte, pero las manzanitas cayeron de sus manos ladera abajo y se perdieron entre lamaleza y no las pudieron coger. Entonces enterraron con fastidio al pequeño y semarcharon a su casa.

Los padres, cuando vieron llegar sólo a los dos mayores, les preguntaron por elpequeño y ellos contestaron:

–No sabemos nada de él. Quedamos en juntarnos en un lugar al cabo de un año, peroél no apareció y tuvimos que venirnos.

Los padres pensaron que quizá estaba a gusto donde estaba y que no volvería hasta elpróximo año.

El padre, al día siguiente, se fue con el ganado para que pastase y estando en lastierras de pasto vio una caña muy hermosa que le llamó la atención. La cortó y se hizocon ella una flauta y vio que la flauta sonaba maravillosamente, así que cuando llegó acasa se la mostró a su mujer y a los dos hijos y dijo:

–Mirad esta flauta que hay que ver lo bien que toca.Y empezó a tocar, y dijo la flauta:

–Toca, toca, padre mío,mis hermanos me mataronpor tres manzanitas de oroy al cabo no me robaron.

El padre quedó muy extrañado de lo que acababa de oír, pero luego no le dioimportancia. La madre, en cambio, quedó impresionada por el canto y le daba vueltas.

En esto, uno de los hermanos la cogió para probarla y la flauta dijo esta vez:

–Toca, toca, hermano mío,que ayudaste a matarmepor tres manzanitas de oroy al cabo no me robaste.

Entonces la madre, que lo escuchó por segunda vez, dijo:–¡Ay, Dios mío, que éstos me han matado al pequeño, que han matado a mi hijo!

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Y dijo el padre:–Calla, mujer, que eso es un delirio que tú tienes.Y dijo la madre:–Pues vuélvela a tocar tú, y piensa bien qué es lo que la flauta toca.La cogió el padre y tocó, y la flauta volvió a decir:

–Toca, toca, padre mío,mis hermanos me mataronpor tres manzanitas de oroy al cabo no me robaron.

Entonces el padre también se dio cuenta de lo que decía la flauta y cogió a los doshermanos y los apaleó hasta que declararon la verdad. Entonces se marcharon a dondehabía cortado la caña el padre cuando pastoreaba al ganado, y allí apareció su niño, y lesalía la caña del corazón.

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35. JUAN SOLDADO

Juan Soldado era un mozo que se enroló de soldado y estuvo luchando en las guerrasy un día se licenció cuando ya había cumplido su servicio y decidió volver a su casa. Sepuso en camino, andando por esas tierras y durmiendo donde le pillara, y le dieron por lalicencia del servicio una torta de pan y tres monedas. Entonces se encontró con un pobreque le pidió de comer y Juan Soldado le dio la mitad de su pan. Y ese pobre era el Señor,pero no le dijo nada. Más tarde se encontró con otro pobre que también le pidió decomer y Juan Soldado le dio la otra mitad de su pan y se quedó sólo con las tresmonedas. Y ese pobre era san Pedro. Una noche en que estaba perdido vio una luz y sedirigió a ella, a ver quién había.

Llegó a donde la luz y allí estaban el Señor y san Pedro, que le recibieron.–¿Puedo quedarme aquí con ustedes? –dijo Juan Soldado.Y ellos le dijeron:–Sí que puedes. Pero no tenemos de comer y uno de nosotros tendría que ir a

comprar un cordero.Y dijo Juan Soldado:–Yo compraré el cordero, que aún me quedan tres monedas –y fue y lo compró.

Entonces le dijo el Señor:–Ahora te vas a ocupar de asar este cordero que has comprado, porque nosotros nos

vamos acercar al pueblo de al lado a pedir un poco de pan.El Señor y san Pedro se fueron al pueblo y Juan Soldado se quedó asando el cordero.

Traía tanta hambre Juan Soldado y le sonaban de tal modo las tripas por el hambre quetraía que no pudo resistir y se comió la asadura del cordero mientras los otros estabanfuera. Y cuando volvieron con el pan, se sentaron todos a comer.

–¿Qué? ¿Ya está listo el cordero? –dijeron.–Listo está –contestó Juan Soldado, y se pusieron a comer.

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Estaban comiendo cuando el Señor preguntó:–¿Dónde está la asadura del cordero, que no la veo por ninguna parte?Y dijo Juan Soldado, tan tranquilo:–¡Anda! Pero ¿es que no sabes que éste es un cordero negro y que los corderos negros

no tienen asadura? Los blancos sí que la tienen, pero no los negros.El Señor y san Pedro se conformaron y comieron de lo que había. Después se echaron

una buena siesta y, al despertar, se pusieron en camino otra vez. Pronto llegaron a unpueblo donde había un enfermo que se estaba muriendo y los familiares se acercaron alSeñor, que tenía fama de curar a los enfermos en todas aquellas tierras, para pedirle queviera si el enfermo tenía curación. Juan Soldado se dirigió entonces a los familiares y lesdijo que, como eran tres, tendrían que darles tres arrobas de carbón, tres de nueces ytres de vino. Así convinieron y el Señor, entretanto, mandó hacer una buena lumbre yque todos se fueran. Y cuando la lumbre estuvo bien fuerte, puso el Señor al enfermosobre ella; y decía Juan Soldado:

–¡Madre mía! Cuando entren y vean que ha quemado al enfermo, aquí mismo nosmatan.

Pero, al cabo del rato de estar el enfermo a la lumbre, el Señor le echó su bendición yel enfermo sanó todo y el Señor mandó abrir la puerta y mostró al enfermo a susfamiliares, que le acogieron con gran alegría.

–Pídanos lo que quiera –decían–, que con todo gusto se lo daremos.Y dijo el Señor:–Nada quiero.Y salieron los tres del pueblo.Y ya se estaban alejando cuando Juan Soldado le dijo al Señor:–Mire usted que me he dejado mi navaja donde el enfermo y, con su venia, vuelvo por

ella –y el Señor sabía que Juan Soldado volvía para pedir dinero a los familiares delenfermo.

Conque volvió y dijo Juan Soldado:–Dice mi amo que me tiene que dar usted dos talegas de dinero.–Pues bueno –le dijeron aquellas buenas gentes–, aquí tiene usted las dos talegas y

vaya con Dios.Volvió Juan Soldado con sus compañeros y les enseñó las dos talegas y dijo:–Si vosotros no las habéis querido, a mí sí me las han dado y mías son.

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–Pues tú sabrás –dijo el Señor. Y siguieron andando. Y llegaron a otro pueblo, dondetambién había otro enfermo que estaba en las últimas. El Señor volvió a convenir que leentregasen tres arrobas de carbón, tres de nueces y tres de vino y se encerró con elenfermo. Y Juan Soldado decía:

–Esta vez sí que nos matan –y empezó a comer nueces y vino para que leaprovecharan. Y pasado el tiempo, el Señor salió de la habitación donde estaba encerradocon el enfermo y el enfermo apareció sano como una manzana. Y le dijeron losfamiliares:

–Pida usted lo que quiera, que se lo hemos de dar.Y dijo el Señor:–Nada quiero.Total, que se fueron como la otra vez y cuando ya se iban alejando, dijo Juan Soldado:–Que me he dejado el pañuelo donde el enfermo y tengo que volver por él.Y dijo el Señor:–Pues nada, vuelve y tráetelo.Y Juan Soldado volvió, pero nada de buscar el pañuelo. Les dijo a los familiares:–Que vengo de parte de mi amo, que me tienen ustedes que dar tres talegas de dinero

–y se las dieron.Volvió Juan Soldado donde estaban el Señor y san Pedro y les mostró las talegas de

dinero y les dijo:–Las veréis, pero no las cataréis. Si a vosotros os dicen que pidáis y no queréis ¿por

qué he de repartirlo con vosotros?Pero el Señor le dijo que le entregara el dinero y lo dividió en cuatro partes y dijo:–Tres partes son para nosotros tres y la cuarta es para el que se comió la asadura.Y dijo Juan Soldado:–Pues ésa es para mí, que yo fui quien se comió la asadura.Y así se supo quién se había comido la asadura; entonces le dijo el Señor:–Bueno, pues vete en paz.Conque se fue Juan Soldado por su cuenta y llegó a un pueblo donde había un

enfermo. Y como él había visto lo que hacía el Señor, dijo:–Si ustedes me dan cuatro talegas de dinero yo les he de curar al enfermo.Se las dieron y mandó encender una lumbre y se encerró con el enfermo, pero cuando

puso al enfermo sobre la lumbre se le quemó todo y a la mañana siguiente fueron a verlo

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y lo encontraron bien muerto. Y los familiares querían matar a Juan Soldado, peroentonces apareció el Señor y le dijo:

–Tú no tienes poder para hacer estas cosas. Yo ahora voy a resucitar a éste, pero tú nopedirás ningún dinero por eso y devolverás el que te han dado –y así lo hizo y el enfermovolvió a la vida.

Entonces se fueron otra vez el Señor y san Pedro con Juan Soldado. Y le dijo elSeñor:

–Juan Soldado, porque fuiste bueno con nosotros y nos diste lo que tenías, ahoraquiero darte lo que me pidas.

Y le dijo san Pedro:–Anda, Juan Soldado, pide ir al cielo.Y decía Juan Soldado:–¿Y para qué quiero ir al cielo? ¿Es que no hay escaleras para subir allá? Yo lo que

quiero es una silla que quien se siente no se pueda levantar de ella a menos que yo se lomande.

–Bueno, pues concedido –dijo el Señor.Y dijo Juan Soldado:–Y también quiero un saco que sólo se abra y se cierre cuando yo lo mande.–Bueno, pues concedido –dijo el Señor.Y dijo Juan Soldado:–Pues lo último que quiero es una higuera a la puerta de mi casa, que todo el que se

suba en ella no se pueda bajar hasta que yo se lo mande.–Bueno, pues concedido y ya son tres –dijo el Señor.Y Juan Soldado se marchó y llegó a su pueblo y allí se casó.Pasó el tiempo y un día dijo el diablo:–Este Juan Soldado ya debe de estar viejo, así que habrá que ir a buscarle. ¿Quién va

a buscarle?Se ofreció un demonio chico y dijo el diablo:–Muy bien, pues que vaya éste.Conque llegó a la casa de Juan Soldado y tocó a la puerta y le abrió el mismo Juan

Soldado, que conoció en seguida que era un demonio. Conque le dijo:–¡Hombre! Ya veo que vienes por mí. Pues nada, siéntate en esta silla y espera

mientras me visto.

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El demonio chico se sentó en la silla y se quedó sentado sin poderse levantar. EntoncesJuan Soldado llamó a su gente y entre todos le dieron una buena paliza hasta que elpobre demonio chico gritó:

–¡Juan Soldado, déjame ir y te aseguro que nunca más vendré por ti!–Pues anda, levántate –dijo Juan Soldado, y el demonio chico escapó a todo correr y

no paró hasta la misma puerta del infierno.El diablo, al verle, se puso furioso, pero entonces un demonio grande le dijo:–Déjalo, que ya voy a ir yo por Juan Soldado y lo he de traer de las orejas.El diablo le dijo que bueno y el demonio grande se fue a buscar a Juan Soldado a su

casa. Conque llegó a su casa y golpeó la puerta diciendo:–Abre, Juan Soldado, que esta vez no te va a valer la silla.Y salió Juan Soldado a abrirle y el demonio grande le dijo que le venía a buscar para

llevarlo con él, y le dijo Juan Soldado:–Pues ahora mismo me voy contigo, pero me tengo que calzar y, mientras me calzo,

busca en ese saco que ves ahí el dinero para el viaje.Metió el demonio grande la mano en el saco y no la pudo sacar. Entonces llamó Juan

Soldado a su gente y vinieron con palos a apalearon al demonio grande hasta dejarlo todomagullado.

El demonio grande escapó cuando Juan Soldado le dejó sacar la mano del saco yvolvió corriendo al infierno y dijo:

–Mirad cómo me han puesto.–Pues así me pusieron ayer a mí –dijo el demonio chico y entonces el diablo se puso

más furioso que nunca, se echó la capa encima y se fue él mismo a buscar a JuanSoldado. Llegó a su casa bufando y llamó a la puerta y cuando salió Juan Soldado le dijo:

–Ahora mismo te vienes conmigo, que no te van a valer ni la silla ni el saco.Y le dijo Juan Soldado:–Pues muy bien, señor diablo. Súbase a esa higuera y coja unos higos para el camino,

que yo salgo ahora mismo.Se subió el diablo a la higuera y, claro, no se pudo bajar. Y Juan Soldado llamó a su

gente y empezaron a tirarle piedras hasta que se cansaron y el diablo sin poderse bajar dela higuera, que sólo se bajó cuando le dio permiso Juan Soldado y para entonces estabatan baldado que casi no se podía mover y llegó al infierno medio muerto.

Volvió a pasar el tiempo y Juan Soldado ya era muy viejo y le tocó morirse y en esto

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llegó a la puerta del infierno y llamó a ver si se podía quedar allí.–¿Quién va? –le preguntaron.–Juan Soldado –respondió él.–¡Ay, no, a ti no te abrimos, que bastante daño nos has hecho ya con tantas palizas!Y Juan Soldado se marchó y estuvo vagando por ahí hasta que dio con la puerta del

cielo. Y salió san Pedro a abrirle y le dijo:–Pero ¡hombre! ¿Tú por aquí? ¿Pues no decías que no querías el cielo? ¿A qué vienes

ahora?–Pues ya ves –dijo Juan Soldado, humilde.–¿Y no decías que si no había escaleras para subir aquí? ¿Pues qué, has subido por

ellas? –se chanceaba san Pedro. Pero al final le dio pena y se fue a hablar con el Señor.Y san Pedro le preguntó:

–¿Dónde ponemos a éste?Y dijo el Señor:–Ahí mismo, detrás de la puerta, donde se esté quieto.Y allí está desde entonces, tan quietecito, Juan Soldado: en un rincón del cielo.

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36. EL POBRE AVARICIOSO

Un pobre iba por esos caminos pidiendo de casa en casa y malviviendo de lo que porahí le daban. Un día llamó a una casa para pedir limosna, como tenía por costumbre,pero en la casa le dijeron que ellos también eran muy pobres y que no podían darle nada.El hombre insistía e insistía:

–Ande, déme lo que sea.Y ellos le decían:–Pero si no tenemos nada, que nada nos sobra.Y el pobre, dale:–Pues aunque sea un garbanzo.En vista de lo cual, pues le dieron un garbanzo y siguió camino. Así hasta que avistó

otra casa y, como era de noche, pidió posada en ella. Le dijeron que sí, que entrara, y ledijo el pobre a la señora que lo atendió:

–Señora, ¿dónde puedo poner este garbanzo, que es lo único que tengo?–Pues nada, déjelo usted ahí, en el vasar –dijo la señora.El pobre se fue a dormir y a la mañana siguiente, cuando fue a buscar su garbanzo, no

lo encontró; y le dijo a la señora:–Señora, déme usted mi garbanzo, que no lo encuentro.La señora fue al vasar y dijo:–¡Ay, que se lo ha de haber comido una gallina!Y le dijo el pobre:–Pues si no me da usted el garbanzo, me da la gallina que se lo comió.Empezaron a discutir y al final, por no oírle más, le dieron la gallina.Se fue el pobre con su gallina y estuvo andando todo el día y al final del día se acercó

a otra casa a pedir posada. Antes de ir a dormir preguntó dónde podía poner la gallina yle dijeron que la llevase al corral. Y a la mañana siguiente, cuando fue a buscar la gallina,

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la gallina que no aparecía. Se ponen a rebuscar y descubren que se la ha comida la cerda.Y el pobre va y dice:

–Pues si no me da usted la gallina, me da la cerda que se la comió.Los de la casa no querían darle la cerda, pero al final no tuvieron más remedio que

entregársela y se fue el pobre con la cerda. Y como ya había cogido la costumbre, al caerla tarde del día siguiente volvió a pedir posada y pidió guardar la cerda. La metieron en lacuadra y se fue a dormir.

Y otra vez la misma historia: al levantarse vio que la cerda estaba muerta en la cuadray preguntó la causa y le dijeron en la casa que la había matado la vaca en un descuido. Yel pobre hizo lo que las otras veces:

–Pues si no me da usted la cerda, me da la vaca que la mató.Así que se fue con la vaca, cada vez más animado con su suerte, y llegó a otro lugar

donde pidió posada. En esta casa había gran movimiento porque al día siguiente secasaba una hija de los dueños, de manera que le invitaron a que se quedase a pasar lascelebraciones con ellos y el pobre dijo que sí. Guardaron la vaca en la cuadra y estuvolos tres días siguientes celebrando las bodas, que fueron magníficas. Y al término de losfestejos, bien comido y descansado, pidió su vaca para irse. Y le dijeron:

–¡Ay, pero si hemos matado la vaca para la boda!Y dijo el pobre:–Pues si no me da usted la vaca, me da la novia.Ellos no querían, pero el hombre se puso tan pesado que al final no tuvieron más

remedio que darle la novia. El pobre la metió en su saco, se lo echó a la espalda y se fuea buscar otra casa pensando en lo mucho que ganaba con cada cambio.

Y por allí encontró otra casa donde le daban posada y él dijo:–¿Dónde puedo dejar este saco?–Pues aquí mismo, en un rincón de la cocina –le dijeron.Entonces el pobre se fue a pedir a otras casas que estaban cerca y dejó allí el saco.

Pero resulta que aquella casa era donde vivían los padrinos de la boda. En esto que sepusieron a amasar tortas y los chicos de la casa a cantar:

–Madre, hágame una torta.Y entonces sale una voz del saco que dice:–Madrina, hágame a mí otra.Todos se quedaron extrañados y fueron a ver qué había dentro del saco y allí se

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encontraron a la novia metida. Conque la sacaron de allí y en su lugar metieron lagartos yculebras. Y a la mañana siguiente el pobre cogió su saco, que estaba donde lo habíadejado, y sin decir palabra se fue de la casa. Y cuando iba por el camino, se leempezaron a revolver todos los bichos que llevaba dentro y al abrirlo para ver lo que erase dio tal susto que se quedó muerto.

Eso fue lo que le pasó al pobre por avaro y aprovechado.

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37. LA ZAPATILLA DE ORO

Un rey salió de caza con sus invitados y, siguiendo a una pieza, se despegó del grupode tal manera que, al rato, empezó a echarse la tarde encima y vio que nadie le seguía,con la excepción de un conde de su corte. Entonces decidieron ambos buscar cobijo enalguna parte y quiso la casualidad que dieran con una casa en medio del campo.

En la casa vivía un matrimonio que tenía una hija muy guapa y muy bien dispuesta yen seguida ofrecieron posada al rey y a su acompañante.

En la casa no tenían mucho de comer, pero buscando buscando una cosa buena parael rey prepararon dos perdices y las guisaron y las trajeron a la mesa.

La muchacha partió las perdices y le dio las cabezas a su padre, las alas a su madre,los cuerpos al rey y a su acompañante y ella se quedó con las patas. Al ver este reparto,el joven conde que iba con el rey dijo:

–Estas perdices no están bien repartidas, pues nos toca a nosotros la mayor ración yeso no está bien.

Y dijo la muchacha:–Sí, señor, que está bien, porque vea usted: la cabeza es para mi padre, porque es mi

padre y la primera persona de la casa; las alas son para mi madre, que es la segundapersona de la casa; el cuerpo es para ustedes, que son los huéspedes. Y como yo soy laque va de acá para allá, pues para mí son las patas.

Dicho lo cual, todos aceptaron la explicación y se pusieron a comer. Y el joven condese fijó en la muchacha porque le pareció muy lista, además de guapa y dispuesta.

Terminada la cena, se fueron a acostar; y le dijo el joven conde al rey:–Tanto me ha gustado esa muchacha que me parece que me he enamorado y, si me

quisiera, bien que me casaba con ella, porque no busco una mujer que tenga muchosbienes sino una que me guste aunque no tenga nada.

Y le dijo el rey:

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–Pues nada, mañana por la mañana le pides a los padres la mano de la muchacha.Así lo hizo al día siguiente, y el padre de la muchacha le contestó que ellos no eran

dignos de que su hija se casase con él, pues no eran nobles sino artesanos pobres. Eljoven conde insistió en que le preguntaran a ella, pues si aceptaba, él se casaba con ellasin preocuparse de su condición. Llamaron a la muchacha y, cuando le dijeron que elconde la pretendía, dio su consentimiento. Y en unos pocos días se celebraron las bodas.

Pasó algún tiempo y un día, en palacio, el rey se dirigió al joven conde y le preguntópor su esposa, porque desde el día del matrimonio ya no había vuelto a verlos y sentíacuriosidad. Y el conde le dijo:

–Ni aunque hubiera dado mil veces la vuelta al mundo hubiera encontrado una esposamejor, ni más guapa, ni más dispuesta, ni más fiel y cariñosa que ella.

Esto lo escuchó uno de los ministros del rey, y comentó en voz alta para que leoyeran:

–No lo creo, que bien se sabe que todas las mujeres son el diablo.Y dijo el joven conde:–¿Que mi mujer es el diablo? Pues es la más honesta y buena que se pueda encontrar

en el mundo.–¡Ajá! –dijo el ministro–. ¿Eso es lo que crees? Entonces vamos a apostar la cabeza a

que no es tan honesta como tú crees.–Apostada está –contestó el conde irritado –Pues el rey es testigo –dijo el ministro.Acordaron que el conde estaría ocho días sin volver a su casa y, mientras tanto, el

ministro intentaría hacerla pecar. Y allí se quedó el conde, en el palacio del rey,esperando que pasasen los ocho días.

Entonces el ministro fue a la casa del conde y pidió ver a la señora, pero ella mandódecir a la criada que no quería ver ni hablar a otro estando su marido fuera. El ministrono desesperó y continuó insistiendo y así un día le decían que no estaba la señora, otroque había salido, otro que no podía recibirle. Y empezaron a pasar los días y el ministrose desesperaba pues no veía el modo de llegar a ella porque ella no consentía.

Así que empezó a pensar qué podría hacer antes de que se cumplieran los ocho días,pues si no perdería su cabeza, y en esto le vino la idea de buscar a la peinadora de lacondesa y le dijo que le daría tres talegos de oro si le daba tres señas de la condesa. Lapeinadora le dijo que sí. Al día siguiente, estaba atendiendo a la condesa, y ésta dejó susanillos en el tocador para lavarse y entonces le quitó un anillo muy bonito que le había

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regalado el conde; luego, cuando la peinaba, le cortó un mechón de su cabello sin que sediera cuenta; y luego se fijó que tenía un lunar en el pecho derecho. Y apenas salió de lacasa del conde, la peinadora fue a ver al ministro y le dio las tres señas de la condesa.

El ministro se fue tan contento al palacio y llamó al rey, al conde y a testigos. Comoera el octavo día, el rey le dijo:

–¿Cómo es que no has podido venir hasta hoy?Y decía el ministro:–Pude venir antes, pero me estuve aprovechando.Entonces el conde le amenazó con matarlo allí mismo, pues no lo creía; y dijo el

ministro:–¿No lo crees? Pues mira este anillo y dime si lo conoces –y le mostró el anillo–. Dime

si conoces este pelo –y le mostró el mechón–. Y dime si tu esposa no tiene un lunar en elpecho derecho.

El conde, anonadado, reconoció las tres señas. Entonces dijo el rey:–Que llamen al alguacil para que prenda al conde y al cabo de tres días le corten la

cabeza.Conque encerraron al conde y quedó en capilla a la espera de que le decapitaran.

Como a los presos les dejaban pedir un deseo, el conde pidió que le dejaran escribir unacarta a su esposa. Entonces le explicó en la carta lo sucedido y le preguntaba si era ciertoque había estado con el ministro, que él creía que no y que por eso había apostado sucabeza.

La condesa se dio cuenta en seguida de la situación y, sin perder más tiempo, se fuebuscar a un orfebre y le encargó que le hiciera una zapatilla de oro en veinticuatro horas.

El orfebre se echó las manos a la cabeza y dijo:–¡Una zapatilla de oro en un solo día! ¡Eso es imposible!–Pues en un día ha de ser, que no hay nada que no se pueda hacer si uno quiere.–Bien –dijo el orfebre–, pero me dará usted el doble de lo que vale.La condesa aceptó y luego se fue a ver a una modista y le encargó una túnica de

terciopelo morado y sucedió lo mismo, pero se avino a hacerla porque la condesa le pagóel doble de su valor. Total, que al día siguiente, la condesa vistió la túnica, puso lazapatilla en una bandeja y se fue a la puerta del palacio del rey y empezó a decir en vozmuy alta, para que la oyeran desde el palacio:

–¡Pido justicia al cielo, que en la tierra no la encuentro!

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Lo gritó una y otra vez hasta que llegó a oídos del rey; y éste dijo:–¡Quién dice tal! Yo soy un rey que hace justicia a todos por igual y no me vendo por

dinero.Y añadió:–¡Traedme inmediatamente a esa mujer!Así que estuvo en presencia del rey, éste le preguntó:–¿Qué es lo que va usted diciendo por ahí?–Que no encuentro justicia en la tierra y por eso la pido al cielo; porque hay un

hombre que me ha robado una zapatilla como ésta, tomándola de mi alcoba, y esehombre es... –y dijo el nombre del ministro del rey.

El rey, al oír esto, mandó al alguacil que trajera a su presencia al ministro. Cuandollegó éste, la condesa repitió su acusación; y dijo el ministro:

–¡Qué dice esta loca! ¡A esta mujer yo no la he visto en mi vida!Y dijo la condesa:–¿Dice usted que nunca me ha visto, ni me conoce, ni me ha robado la zapatilla de

oro?El ministro volvió a negar y ella insistió:–¿Jura usted que nunca me ha visto ni me conoce? ¿Lo jura usted tres veces sin

desdecirse?Y el ministro contestó:–Sí, señora, tres veces y cuantas fuera necesario. Que yo no la he visto a usted nunca

ni la conozco de nada.Entonces la condesa le dijo:–Entonces ¿por qué dice usted que ha dormido conmigo?Quedaron los presentes suspensos ante esta pregunta y dijo la condesa al rey:–Señor, mandad llamar a mi marido, que yo soy la campesina que ustedes encontraron

yendo de caza y con la que el conde se casó y habéis oído jurar que no he sido infiel ami marido.

El rey y toda la corte quedaron maravillados de la agudeza de la muchacha. Mandaronllamar en seguida al conde, que en cuanto vio a su esposa se abrazó a ella y luegoperdonaron la vida al ministro, pero el rey lo desterró para siempre de su corte.

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38. EL PERAL DE LA TÍA MISERIA

La tía Miseria era una mujer pobre y anciana, que vivía en una choza a las afueras delpueblo y no tenía más que un jergón para dormir, una silla para sentarse y un cestillopara recoger las peras que daba un peral que tenía a la puerta de su casa. El peral era unárbol muy generoso que daba todos los años unas peras muy buenas y la tía Miseriavendía las peras y con eso e ir a pedir limosna se mantenía durante todo el año.

Pero ocurría que, como las peras eran tan buenas, los chicos del pueblo venían y selas robaban y ella sólo podía recoger las que dejaban. Y como era de edad muy avanzadano podía correr detrás de ellos y en cuanto se descuidaba se las robaban y escapaban a lacarrera. Y otras veces se las robaban porque tenía que ir a pedir limosna y no podíavigilar el árbol.

También tenía un hijo que se llamaba Ambrosio por el hambre que pasaba, pero ya novivía con ella y no sabía dónde estaba. Y tenía un perro mil razas que era su únicacompañía. A veces les echaba el perro a los chicos, pero éstos le espantaban al animal acantazos.

Un día apareció a la puerta de su casa un pobre. Era un día en que había estadonevando todo el rato y ya al anochecer se presentó el pobre. La tía Miseria lo invitó apasar y a compartir unas sopas de pan que había hecho con el producto de las limosnasde ese día. Y como el pobre estaba aterido, que se ve que lo había pasado muy mal, lecedió su jergón, compadecida, y ella se echó a dormir en el suelo sobre un montón depaja.

A la mañana siguiente, la tía Miseria vio que el pobre se levantaba ya para irse y ledijo:

–Espere usted, que primero me voy al pueblo a buscar unos pedazos de pan que mehabían prometido ayer y los traigo para que se vaya usted desayunado.

El pobre se negó y la tía Miseria insistió e insistió; e insistía tanto que al fin el pobre se

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vio obligado a decirle que él era en realidad un santo del cielo y que Dios le habíamandado al mundo para ver cómo se ejercía la caridad y que, haciendo este encargo,había dado con ella. Y le dijo:

–En vista de tu bondadoso corazón voy a concederte una gracia, la que tú me pidas.Y la tía Miseria no quería pedirle nada, pero de pronto se acordó de sus fatigas con el

peral y le dijo:–Vea usted, le voy a pedir una gracia: que siempre que alguien se suba al peral a

comerse mis peras, no pueda volver a bajar de él sin que yo se lo mande.Y el santo del cielo se lo concedió.Al año siguiente, cuando llegó el momento de que las primeras peras empezasen a

madurar, llegaron como siempre los chicos a robar las peras; subieron al árbol a cogerlasy allí se quedaron agarrados sin poderse bajar. Entonces llegó la tía Miseria y les diobuenos palos a todos en el culo con su cachaba y el perro unos buenos mordiscos en laspiernas. Cuando se cansó y los dejó ir, corrían todos que se las pelaban de vuelta a suscasas. Pronto se extendió la noticia de lo que ocurría a quienes se subían al peral de la tíaMiseria y desde entonces no volvieron a quitarle una pera. Y, claro, como ahora podíavenderlas en la época en que los frutos maduraban, ella sacaba un dinero para aliviar supobreza.

Así pasaron los años y la tía Miseria cumplió más de noventa.Un día llegó a la puerta de su casa uno que parecía hombre y mujer, cubierto con una

gran capa negra y con una guadaña al hombro y le dijo a la tía Miseria:–Vamos, Miseria, que ha llegado tu hora.La tía Miseria reconoció en seguida a la Muerte. Y empezó a protestar:–¡Mira tú! Ahora que estaba pasando unos años tranquila, ahora que estoy viviendo yo

tan a gusto con mis cuatro cosas, quieres que te acompañe. Pues no me quiero morir.Porfió la tía Miseria y lo argumentó de todas las maneras, pero al fin vio que no podía

esquivarla y entonces le dijo a la Muerte:–Bueno, está bien, ya me voy; pero, mientras me arreglo, haz el favor de cogerme

esas cuatro peras que quedan en el peral, que las quiero para el camino.La Muerte accedió y se subió al árbol a coger las peras; y al ir a bajar vio que no podía

y que se había quedado agarrada a él. E hizo todos los esfuerzos que sabía, pero nada,no hubo manera y allí se quedó. Y la tía Miseria, que la observaba desde el ventanuco, legritó:

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–Ahí te quedas tú y aquí me quedo yo, que sin mi permiso no puedes bajar.Así pasaron otros pocos años y, entretanto, en el mundo empezó a sentirse la ausencia

de la Muerte y nadie se moría. Los viejos se hacía más viejos, pero ninguno moría. Nose moría la gente ni en las guerras. Los que, desesperados, se suicidaban, sólo quedabanmalheridos. Había muchos enfermos que pedían a los médicos que los mataran y losmédicos, a su vez, no podían con todos y andaban buscando algún modo de que semuriese la gente. La desesperación era muy grande y cada vez aumentaba más ymuchísima gente odiaba la vida y trataba de deshacerse de ella. Pero no había manera,porque la Muerte estaba colgada del peral de la tía Miseria.

De modo que estaban todos los médicos más desesperados que nadie y unos a otroscorrieron la noticia de que habían tomado la decisión de encontrar a la Muerte dondefuera y se esparcieron por el mundo a buscarla, cada uno donde tenía a sus enfermos,por insignificante que fuera el lugar; y uno de ellos acertó a pasar cerca de la choza de latía Miseria. Y al verlo, la muerte le llamó:

–¡Eh, tú, médico!El médico la reconoció de inmediato:–¡Vaya, vaya, al fin, mi amiga la Muerte! –dijo loco de contento, porque la verdad es

que a aquel médico se le moría mucha gente–. Sabrás que te andamos buscando pormedio mundo.

–Pues sácame de aquí, que estoy atrapada en el peral.El médico, ni corto ni perezoso, se subió al árbol para ayudar a la Muerte y quedó

preso él también. Y así estuvo día y noche junto a la Muerte hasta que sus familiares,que eran de allí cerca y le andaban buscando en la creencia de que se habría perdido enel bosque, lo encontraron agarrado al árbol. Y llamaron a otros del pueblo y al alcalde yentre todos llegaron con hachas para derribar el peral; y en esto la tía Miseria apareciópor allí y les gritó:

–¡No me cortéis el peral, que es lo que más quiero en el mundo!Y ellos le dijeron:–Pues tenemos que hacerlo para librar a la Muerte, que los enfermos y los viejos y los

heridos y todo el mundo están que ya no pueden más de tantas calamidades.Y dijo la tía Miseria:–Pues aunque me cortéis el árbol no se soltará de él nadie que esté agarrado. Así que

yo soltaré a la Muerte con una condición.

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–¿Cuál es la condición? –preguntó la Muerte.–Que no vengas por mí ni por mi hijo Ambrosio hasta que yo te llame tres veces –

respondió la tía Miseria.–De acuerdo –dijo la Muerte. Y la tía Miseria la dejó ir.La Muerte, apenas se vio libre, empezó a segar vidas con su guadaña. La gente

empezó a morir por todas partes, morían miles y miles, viejos, enfermos, heridos, y hubomás guerras que nunca y la Muerte no daba abasto después de tantos años porque habíamuchísimos que la buscaban y tenía que atender a todos de la mañana a la noche, sindescanso. Y segó tantas vidas como nunca se pudo ver antes.

Mientras tanto, la tía Miseria siguió viviendo en su choza con su peral, su jergón, susilla, su cesto y su perro, tan tranquila por más que pasaran los años, pidiendo limosna yvendiendo sus peras en temporada. Y allí sigue, porque como la tía Miseria no hallamado aún a la Muerte, todavía existe en el mundo; y ella y su hijo el Hambre existiránsiempre, pues no tienen la menor intención de llamarla.

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39. EL JOVEN QUE VENDIÓ SU ALMA AL DIABLO

Érase una vez un joven de familia campesina que se fue a cumplir el servicio militar.Una vez que terminó el servicio, volvió al hogar, donde le recibieron con alborozo porquese incorporaba a la casa de la que había salido. Pasadas las fiestas de la recepción delmozo, éste se puso a trabajar en la hacienda familiar y a poco decidió que el trabajo delcampo no le gustaba, que prefería dedicarse a otra cosa. Estuvo cavilando qué haría y alfinal decidió hacerse cazador. Cogió su escopeta, se la echó al hombro y se fue al montea cazar, y la verdad es que no le iba mal en su nuevo oficio.

Un día en que andaba cazando, se echó a dormir la siesta a la sombra de un árbol y depronto oyó muchos ruidos y vio que se acercaba una fiera dispuesta a devorarlo. Elmozo, que era valiente, se echó la escopeta a la cara, apuntó bien y mató a la fiera.Apenas hubo hecho esto, escuchó una voz que al pronto no sabía de dónde venía, unavoz que dijo:

–Ya veo que eres un hombre bien plantado, y aquí vengo para hacer un trato contigo.Quien hablaba era el diablo. Y el mozo dijo:–Veamos ese trato y yo te diré si quiero o no quiero hacerlo.Dijo el diablo:–Yo quiero que me vendas tu alma. Durante cinco años, tu alma estará pendiente de

mí. En el caso de que mueras antes de que los cinco años se cumplan, tu alma es mía. Sipasan los cinco años sin que mueras, quedas libre y puedes hacer lo que quieras.

El mozo se lo pensó y dijo:–Si acepto, ¿qué me das a cambio?Y respondió el diablo:–A cambio te doy este abrigo que traigo aquí. Este abrigo te dará todo el dinero que

necesites en este tiempo; tú sólo tienes que meter las manos en los bolsillos y sacarás loque te haga falta. Pero tengo otra condición que añadir y es ésta: en esos cinco años no

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podrás pelarte, ni afeitarte, ni lavarte; así irás por el mundo y siempre llevarás el abrigoencima.

El mozo volvió a pensar y dijo:–Está bien. Acepto el trato.–Pues ya sabes –dijo el diablo–, en este mismo sitio nos encontraremos dentro de

cinco años si es que no has muerto antes.Y cada uno se fue por su lado después de este arreglo.Fueron pasando los años y, al cuarto de ellos, el mozo se paseaba por el mundo

convertido en un espantajo por su aspecto horripilante, pues ni se había cortado el pelo,ni afeitado, ni lavado en todo ese tiempo. Su vida era difícil porque todo el que le veía,huía horrorizado de él.

Una noche llegó a un pueblo y decidió dirigirse a la posada. Nada más entrar, elposadero se pegó tal susto que no sabía si echar a correr o pegarle un tiro. El espantajo lehabló entonces con buenas palabras y le pidió posada para esa noche, ofreciendo pagarmucho dinero. El dueño de la posada, que vio el dinero, dijo que podía darle un cuartoapartado que tenía, pero con la condición de que se encerrase allí y no se presentara a losdemás huéspedes, porque si éstos le veían sería su ruina. El espantajo aceptó el trato y sefue a dormir al cuarto aquel.

Al cabo del rato, llegó otro caminante a la posada y pidió cama, pero como la posadaestaba llena el posadero le dijo que no tenía. El hombre insistió, y como era vecino de unpueblo cercano, y conocido, el posadero se atrevió a ofrecerle la otra cama del cuartodonde dormía el espantajo.

–No me queda más que una cama en un cuarto apartado que tengo –le dijo–, perotengo durmiendo en él a un hombre tan horrible que yo no pasaría la noche en sucompañía.

El caminante le contestó que eso no le importaba, porque estaba tan cansado quedormiría en la cueva de un ogro si hiciera falta. Y el posadero le condujo al cuartoapartado.

Entró el caminante en el cuarto y apenas vio el aspecto del espantajo se le encogió elcorazón; pero el cansancio y la necesidad pudieron más y se acostó en la otra cama. Elcaso es que al poco rato se pusieron a hablar los dos y como el caminante estaba muypreocupado por su suerte, le contó al espantajo que se encontraba en aquel pueblo porun pleito, que lo había perdido y que todas su propiedades no le daban para pagar lo que

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el juez le pedía. Entonces el espantajo le preguntó cuánto dinero necesitaba y cuando elotro se lo dijo, echó mano al bolsillo y sacó aquella cantidad y se la dio, para que pagasela deuda y volviera tranquilo a su casa y a sus tierras.

El caminante se quedó atónito al ver todo ese dinero y, después de dudarlo mucho, yanimado por el espantajo, lo aceptó con una condición:

–Mire usted –le dijo–, yo le acepto el dinero, pero usted se viene a mi casa conmigo.En mi casa tengo yo tres hijas y les voy a contar lo que usted ha hecho por mí. Y sidespués de eso alguna de ellas quiere casarse con usted, pues yo no tengo inconveniente.

Conque a la mañana siguiente, el caminante se fue para su casa y en cuanto llegóanunció a sus hijas lo que le había sucedido y el trato que había hecho.

Como este hombre se había adelantado al espantajo, las dos hijas mayores tuvierontiempo de acicalarse para recibir la visita. La más pequeña, en cambio, como la teníansiempre metida en la cocina, no tuvo tiempo ni de lavarse siquiera.

Por fin, cuando ya caía la tarde, el espantajo llegó a la casa. Las tres hijas delcaminante estaban esperándole en el salón de la casa. Y así que apareció, las dosmayores huyeron despavoridas al ver su horrible aspecto. La más pequeña, en cambio,se le quedó observando con curiosidad y no se movió de allí.

Y dijo el espantajo:–Ya veo que esta niña no se asusta de mí. ¿Es que acaso me quiere por marido?Y dijo la hija pequeña:–Sí que lo quiero, que mi padre me ha contado el bien que nos ha hecho y yo no me

asusto de usted.El espantajo, entonces, se sentó junto a ella y le contó el porqué de su aspecto, el

pacto que tenía hecho con el diablo, y que aún le quedaba un año para cumplirlo. La hijapequeña le escuchó atentamente y cuando terminó le dijo que por ella no se preocupase,que ella le esperaría el tiempo que hiciera falta.

–Muy bien –dijo el espantajo–, pues serán dos años; uno porque tengo que cumplir mipacto, y el otro porque tengo que recoger el dinero que he ido guardando durante todoeste tiempo. Y para que me reconozcas cuando vuelva, voy a partir en dos este anilloque llevo; tú guardarás una mitad y yo la otra; a mi vuelta emparejaremos las dos partesdel anillo y así nos reconoceremos.

Así lo acordaron y él salió de la casa y siguió recorriendo el mundo.Un día se cumplió el quinto año y el espantajo volvió al lugar donde se encontrara con

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el diablo; y el diablo, que le estaba esperando, dijo:–Reconozco que no he podido conseguir tu alma y el plazo ha vencido. Devuélveme el

abrigo y aquí terminamos.Entonces el espantajo, cuyo aspecto era más horrible que nunca, le dijo al diablo:–Yo te daré el abrigo, pero antes has de dejarme como el día en que nos encontramos.Aceptó el diablo y el espantajo se convirtió en un mozo tan fuerte y hermoso que daba

gusto verlo.Entonces el joven se dedicó a recorrer todos aquellos lugares en los que había ido

guardando el dinero obtenido del abrigo y al cabo del año tenía reunida una buenafortuna. Cogió su fortuna y se dirigió a la casa de las tres hermanas. Esta vez, cuandollegó, las dos hermanas mayores se quedaron prendadas de él y estaban las dos a cualmás acicalada y más atenta a sus deseos, para agradarle y que se fijara en ellas. Lapequeña, en cambio, ni le vio, de lo atareada que la tenían en la cocina.

Y dijo el joven:–¿No hay más muchachas en esta casa?Y contestaron las dos mayores:–Solamente nosotras, y la criada, que está en la cocina.Y dijo el joven:–Pues quiero ver a la criada.Las dos hermanas volvieron a decir:–Para qué vamos a llamar a la criada, si está todo el día del fuego a la ceniza y de la

ceniza al fuego, que no hay quien la mire de lo sucia que está.Volvió a decir el joven que no le importaba, que a pesar de todo quería verla, y las

otras dos, que bien sabían que era su hermana pequeña, no consentían en que la viera,pero él se empeñó tanto que no hubo más remedio que llamarla. Entró la hermanapequeña en el salón donde estaban los demás y no reconoció al joven, de tan arrogante yguapo que estaba; y el joven se acercó a ella y le dijo:

–¿No tendrá usted un pedazo de anillo que hace dos años le entregó un espantajo quesacó a su padre de un apuro muy grande que tenía?

Ella contestó:–Sí, aquí lo tengo.Conque sacó el pedazo de anillo de la faltriquera y entonces el joven sacó el pedazo

suyo y vieron que casaban a la perfección y hacían juntos un anillo entero.

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–Yo soy aquel espantajo –dijo el joven– y ahora vengo a buscar a la que no se asustóde mí y me quiso para casarme con ella.

En vista de lo cual, se celebraron las bodas del joven con la hermana pequeña y lascelebraciones duraron cinco días y cinco noches comiendo y cenando y bailando sinparar y todo el pueblo estuvo invitado.

Al ver todo esto, las dos hermanas mayores tuvieron tal ataque de envidia que un día,sin poderlo resistir más, fueron y se tiraron juntas a un pozo cercano, donde murieronahogadas.

Y se dice que cuando murieron las dos hermanas, el joven escuchó una voz, que era lavoz del diablo, que le cantaba alegremente esta copla:

–Al final he vencido yo,que por tu alma he ganado dos.

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40. LA NOVIA RANA

Pues, señor, se cuenta que una vez, en una finca en el campo, había un matrimoniofeliz; los dos esposos se querían mucho y vivían holgadamente del producto de sustierras, pero no tenían descendencia.

Como esto les apenaba y el tiempo seguía pasando, un día la mujer se enfadó y dijo:–¡Con tal de tener hijos, no me importaría que fueran ranas o culebras!Y sucedió que, a los nueve meses de haber dicho semejante disparate, la mujer dio a

luz a una rana y a una culebrilla. La culebrilla, apenas nació, se fue a un gran lago quehabía entre las montañas, pero la rana se quedó y sus padres la criaron con muchasatenciones y cariño.

Un día estaba la rana dando saltos por la casa y le dijo su madre:–Qué pena que seas rana, porque no puedes ayudarme en las tareas de la cocina, que

me tienen sofocada, y luego he de llevar la comida a tu padre al campo, que en todas lasotras casas se la llevan las hijas.

Y dijo la rana, toda animosa:–¿Dice usted que yo no sirvo para llevar la comida a mi padre? Pues vaya poniéndola

usted en la cesta, que ya verá si se la llevo o no.Y se la llevó, con lo que estaba la rana de lo más contenta; estaba tan contenta que se

pasó todo el camino de vuelta cantando y la verdad es que cantaba que daba gusto oírla.Aquel día andaba por allí un cazador y en esto oyó cantar a la rana y se fue tras ella,

hechizado por su cantar, y la siguió durante tanto tiempo que llegó con ella hasta su casa.La madre, que los vio venir por la ventana de la cocina, salió afuera con la pala dehornear y le dijo al cazador en tono amenazante:

–Haga usted el favor de marcharse inmediatamente, que de mi hija rana no se burlanadie –porque creyó que la seguía para hacer burla de ella. Mas el cazador volvió al díasiguiente con la mejor intención y pidió ver a la rana y se hizo novio de ella.

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El cazador resulta que era uno de los dos hijos del rey y los dos eran gemelos. El reytenía que decidir cuál de los dos hijos habría de ser su sucesor, porque cuando nacieronnadie se ocupó de anotar quién nació primero de los dos y así no se podía determinarcuál era el heredero del trono.

Luego de mucho pensar, resolvió llamar un día a sus dos hijos y proponerles losiguiente:

–Como bien sabéis que no puedo nombrar heredero por causa natural, he decididomandaros una prueba: tenéis que traerme tres cosas excepcionales, en lo que os han deayudar vuestras novias, y aquel que traiga las tres mejores, ése será el heredero deltrono.

Y añadió:–La primera cosa que habéis de traerme es un vaso que no tenga par en el mundo.El que era novio de la rana se quedó cariacontecido pensando que la novia de su

hermano, que era hija del orfebre mayor del reino, le conseguiría a su hermano el mejorvaso, porque la rana bien poco podría ayudarle en este trance. Pero de todas formas fuey le contó a la rana su problema.

Entonces la rana le dijo que no tuviera cuidado, que ella le conseguiría el vaso. Llamóal gallo del corral, se montó en él y le dijo que la llevara al lago entre las montañas. Alláse fue por los aires cabalgando el gallo, que la dejó en la orilla del lago. Entonces la ranagritó:

–¡Culebrilla! ¡Hermana!Al poco, la culebrilla asomó su cabeza fuera del agua y dijo:–¿Quién me llama?Y le contestó la otra:–Tu hermanita la rana.La culebrilla se alegró mucho de ver a su hermana y ésta le contó lo que ocurría con el

príncipe y que necesitaba un vaso tan singular y bello que no tuviera par en el mundo.Entonces la culebrilla se sumergió en el lago y volvió a aparecer con un vasohermosísimo, y le dijo:

–Llévale éste, que es el vaso donde bebo yo.La rana le dio las gracias, se volvió con el vaso y se lo entregó al príncipe. Éste lo llevó

corriendo a palacio y su hermano también entregó el suyo; y el rey se los quedó y dijo:–Ahora tendréis que traerme un tapiz de seda bordado en oro.

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El príncipe que era novio de la rana se dijo esta vez: «La novia de mi hermano le daráun tapiz mejor que el mío, porque tiene fama de ser la mejor bordadora del reino. Pero,en fin, se lo contaré a mi novia de todos modos».

Se fue a ver a la rana y le contó lo que quería el rey esta vez y la rana le dijo de nuevoque no se preocupara, que le entregaría el tapiz que quería. Llamó al gallo del corral, sesubió en él y le dijo que la llevara al lago entre las montañas.

Allá se fue otra vez por los aires cabalgando el gallo, que la volvió a dejar en la orilla.–¡Culebrilla! ¡Hermana!–¿Quién me llama?–Soy yo, tu hermanita la rana.–¿Qué quieres ahora?–Un tapiz de seda bordado en oro, pero ha de ser tan hermoso que no exista par en el

mundo.La culebrilla se sumergió en el lago y reapareció con un tapiz hermosísimo, y le dijo:–Llévale éste, que es la colcha con la que duermo yo.La rana se lo dio al príncipe y éste, muy contento y admirado, se apresuró a llevárselo

a su padre.Y dijo el padre:–Ésta es la tercera y última cosa: puesto que tan bien os han ayudado, traed a palacio a

vuestras novias para ver cuál es la más bella.El pobre príncipe se quedó desolado, pues sabía que la hija del orfebre era una

muchacha muy bella y su novia, en cambio, era una rana, así que pensó que no se lodiría; pero también pensó: «Bueno, no me cuesta nada ir a verla y contarle lo que pasa».De manera que fue y le dijo:

–¡Ay, mi pobre novia, que esta vez el rey pide que te lleve a palacio para ver cuál delas dos novias es la más bella!

Y le dijo la rana:–Entonces, a mí me abandonarás y ya no me querrás.Y el príncipe contestó:–No es verdad, que yo te quiero.Y ella preguntó:–¿Me quieres para casarte conmigo?Y contestó él:

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–Sí, para casarme contigo.–Pues vete a la orilla del lago entre las montañas y espérame allí.Apenas se hubo ido el príncipe, la rana montó en el gallo y se fue volando hasta la

orilla del lago, antes de que el príncipe llegara. Y fue y llamó a su hermana:–¡Culebrilla! ¡Hermana!–¿Quién me llama?–Tu hermanita, la rana.–¿Qué quieres ahora?–Un coche con cuatro caballos, el más elegante y lujoso que haya, que tengo que ir a

palacio con mi novio el príncipe y quiero, además, que nos acompañes.De inmediato surgió del agua un coche tirado por cuatro caballos blancos con

guarnición de plata y el coche era blanco de marfil. Y en esto llegó el príncipe, que sequedó admirado de aquel portento; y la rana y la culebrilla subieron al coche y el príncipelas precedía camino de palacio.

Cuando llegaron al palacio, todo el mundo estaba allí esperando y, al entrar en laavenida que conducía al palacio, la rana dejó caer su pañuelo fuera. El príncipe saltó desu caballo y se bajó a recogerlo, y cuando se acercó a la rana para devolvérselo vio conasombro que dentro del coche había una muchacha bellísima.

Y la muchacha le dijo:–No te asombres, que yo, al nacer, me convertí en rana por una maldición que cayó

sobre mi madre y no podía salir de ese estado hasta que encontrara a un hombre quequisiera casarse conmigo. Ahora lo he encontrado y vuelvo a mi verdadero ser y minombre es María.

Toda la corte se quedó admirada al ver llegar un coche tan lujoso y aún se admiró másal contemplar la belleza de la novia. Y el rey ofreció un banquete a todos los presentes,antes de que deliberaran sobre cuál de los dos hermanos había cumplido mejor con laprueba impuesta.

Entonces el otro hermano le dijo a su novia, la hija del orfebre mayor:–Tú haz todo lo que haga la novia de mi hermano –pues así se aseguraba de que

ninguna sobresalía sobre la otra en este trance.Comezó el banquete y, de cada plato que servían, María echaba una cucharada en un

cuenco que tenía sobre su regazo; la hija del platero, que lo vio, hizo lo mismo. Altérmino del banquete, María tomó la comida que había apartado en el cuenco y la echó a

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puñados sobre el rey y los invitados, sólo que los puñados de comida se convirtieron enflores de todos los colores, que caían sobre ellos.

Al ver esto, la hija del orfebre se levantó e hizo lo mismo, pero la comida no seconvirtió en flores y puso a todos los invitados pringando.

Por fin, el rey pidió a la corte que diera su parecer sobre las tres cosas que habíatraído cada hermano y todos decidieron que las más singulares y preciosas eran las quehabían traído el novio de María. Y el rey le nombró su heredero y al cabo de una semanael príncipe y María se casaron ante la satisfacción de todos. Y al día siguiente se casó elotro hermano con la hija del orfebre mayor y todos vivieron felices y el rey con ellos.

Y la culebrilla, en vista de que todo había salido tan bien, le dejó a su hermana comoregalo de boda el vaso y el tapiz y se dio media vuelta y se volvió al lago con el coche. Ydicen que allí vive todavía, esperando que, como le ocurrió a su hermana, un hombrequiera casarse con ella.

Y ya no cuento más, pues aún tengo de ir al lago para ver si es verdad.

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41. LOS ANIMALES MÚSICOS

Un campesino tenía un burro muy viejo, tan viejo que ya no servía para trabajar y, envista de eso, lo soltó en mitad del campo y lo dejó allí abandonado. El pobre animal casino se podía valer, pero echó a andar a ver que encontraba por ahí y en esto dio con unperro, un gato y un gallo que estaban a la sombra de un árbol. Y cuando se acercó aellos, vio que todos eran tan viejos como él y que se habían juntado por necesidad, puessus amos los habían abandonado.

Y les dijo:–¿Adónde van a ir ustedes ahora?Y como ninguno sabía, dijo el burro:–¿Por qué no vamos a la ciudad a aprender música, que es un buen oficio?Conque los cuatro se pusieron en marcha tan animados y olvidando su desgracia.

Luego se les hizo de noche y la noche les pilló en mitad de un bosque.–¿Dónde vamos a dormir? –se preguntaron.Como no veían bien dónde estaban, el perro se subió sobre el burro, el gato sobre el

perro y el gallo sobre el gato; y miró el gallo en todas direcciones hasta que vio una luzentre los árboles y dijo:

–¡Ánimo, amigos, que allí delante veo una luz!Se fueron en esa dirección hasta que encontraron una casa con una ventana iluminada

y pensaron mirar por la ventana por ver qué gente había dentro, pero no alcanzaban, demanera que el perro se subió sobre el burro, el gato sobre el perro y el gallo sobre el gato.El gallo estiró la cabeza para ver dentro y vio que eran ladrones que estaban contando eldinero que habían robado, y se lo dijo a sus compañeros.

Entonces el burro empezó a rebuznar, el perro a ladrar, el gato a maullar y el gallo acantar y formaron tal algarabía que los ladrones, asustados, echaron a correr de estampíay dejaron todo el dinero y todo lo que llevaban en la casa.

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Los animales entraron en la casa pensando que ya tenían donde dormir y, además,mucho dinero. Así que el gato se echó al arrimo de la chimenea, el burro se buscó unsitio en el jardín, como era su costumbre cuando estaba con su amo, el perro se puso a lapuerta para guardarla y el gallo se subió a una piedra que asomaba en lo alto de la pared.

Pero los ladrones, poco a poco, fueron volviendo y uno de ellos, que era más valienteque los demás, les dijo que iría a ver quién estaba por allí. Y entró por la ventana sinhacer ruido.

Una vez dentro, vio brillar algo donde estaba la chimenea y, pensando que serían unasbrasas, se acercó para orientarse, pero eran los ojos del gato, que se le tiró a la cara y sela arañó toda. Y cuando echó a correr, según salía por la puerta, el perro le tiró un buenmordisco y, cuando cayó al jardín, el burro le pegó una coz que lo mandó a dondeestaban sus compinches; y entretanto, el gallo cantaba en lo alto:

–¡Quiquiriquíííí!Y les dijo el ladrón a sus compañeros:–Corramos, amigos, que ahí dentro hay duendes; que uno se me tiró a la cara y casi

me deja ciego, y otro me dio una cuchillada en una pierna y otro me pegó un palo quecasi me mata; y todavía había otro, el más malo, que estaba en lo alto y decía a losdemás:

–¡Traédmelo aquíííí!

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42. LA PRINCESA DORMIDA

Una princesa vivía en el palacio de su padre, el rey. Todas las tardes solía salir apasear en compañía de alguna de sus damas y una de esas tardes acertó a pasar pordelante de una casa humilde a cuya puerta estaba una anciana hilando con su rueca. Laprincesa, que vio a la hilandera, pensó que también ella podría entretenerse hilando y lepidió a la anciana que le vendiese la rueca. Como la anciana era muy pobre y la princesaestaba encaprichada, le vendió la rueca y el huso por una buena cantidad de dinero,mucho más de lo que costaba, con la idea de comprarse ella otros útiles de hilar y sacarprovecho del dinero que le sobrase.

La princesa se volvió tan contenta al palacio y nada más llegar quiso empezar a hilar.Pero no sabía hilar, pues nadie le había enseñado, y en su precipitación se clavó en eldedo una astillita desprendida del huso y quedó como muerta.

Entonces la anciana huyó de su casa y nunca se la volvió a ver más.Cuando el rey vio a su pobre hija muerta se sintió tan desconsolado que no dejaba

acercarse a nadie a donde estaba la princesa y la lloró durante todo un día. Al cabo deldía, el rey dijo a todos que su hija parecía más dormida que muerta y que, por eso,ordenaba levantar en un claro de su bosque preferido un palacete todo de cristal y mandóponer en él la caja donde la princesa yacía vestida con su traje blanco adornado decampanitas de plata.

Allí quedó, pues, la princesa, y con el tiempo el bosque se fue espesando en torno alpalacete hasta que se perdió de la vista de los humanos.

Pero resultó que un conde que acababa de salir de una larga enfermedad salió depaseo un día con sus criados y, cazando, se internó en el bosque hasta perderse. Al verque se habían perdido, empezaron a buscar la salida y cada vez se enredaban más, hastaque, en una de éstas, avistaron el palacete de cristal. Al conde le llamó la atención laexistencia de aquel hermoso palacete en mitad de tan espeso y salvaje bosque y observó

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que nadie parecía habitarlo. De modo que decidió entrar en él para ver si era verdad queestaba abandonado y lo recorrió por entero.

Paseaba el conde de una sala a otra cuando entró en aquella en que yacía la princesamuerta y se acercó a ella lleno de curiosidad, mas apenas la vio allí, que parecía dormiday no muerta, cayó loco de amor por ella.

El conde ordenó a sus criados que le dejaran solo con ella y estuvo contemplándoladurante horas, cada vez más enamorado. Y en esto observó que en un dedo de la manotenía clavada una pequeña astilla y, con todo cuidado, se la extrajo. Y en aquel mismomomento, la princesa abrió los ojos y le miró con dulzura.

Ni que decir tiene cuál fue la alegría del conde al ver aquel portento y cómo la princesase incorporaba y se abrazaba a él, pues la había vuelto a la vida. Entonces la princesa lecontó su historia y vieron que había pasado tanto tiempo desde entonces que, de todoslos que conocieron a la princesa, ninguno quedaría ya con vida.

Así que estaba sola en el mundo. Entonces el conde le dijo que se quedaría a vivir conella. Para eso, mandó a sus criados a su castillo con el encargo de que le trajeran todo lonecesario para vivir allí con la princesa, pero les mandó que no dijeran nada a la condesa,su esposa, de lo que habían visto sino que él se quedaría un tiempo fuera del castillo, enotro lugar donde el clima era muy a propósito para terminar de reponerse de su dolencia.

De modo que el conde y la princesa se quedaron a vivir juntos en el palacete de cristaly tuvieron dos hijas gemelas.

Pasado mucho tiempo, el conde se vio obligado a mandar a sus criados a querepusieran las provisiones de todo tipo que necesitaban para continuar la vida en elpalacete. Los criados volvieron al castillo para ocuparse del mandato, pero así que los viola condesa, los mandó prender y los amenazó de muerte si no revelaban el lugar donde seencontraba su esposo el conde. Los criados, que la conocían bien, vieron en seguida quecumpliría su amenaza y contaron lo que sabían:

–El conde, su esposo, vive en un palacete de cristal, que está escondido en el bosqueespeso, con una bellísima princesa de la que tiene dos hijas gemelas.

La condesa, que oyó esto, se puso hecha una furia y juró vengarse de una maneraatroz. Entonces advirtió a los criados que no dijesen una sola palabra de cuanto habíasucedido y les ordenó que cumpliesen lo que su señor les había encargado. Y los criadospartieron con las provisiones sabiendo que si abrían la boca, la condesa los mandaríacolgar del torreón.

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Pasó otro tiempo y el conde le dijo a la princesa que pensaba volver al castillo porpoco tiempo, para ver cómo iban sus asuntos, y la princesa le hizo ver que la dejaba solay con las dos niñas y que cualquier cosa podría sucederles durante su ausencia. Pero elconde insistió y prometió que volvería tan pronto que la princesa, resignada, le dejó ir.

El conde, pues, tomó a sus criados y se fue al castillo. Pero quiso la mala suerte quesufriera una caída del caballo, que lo dejó tullido y obligado a guardar cama hasta querecompusiera sus huesos. De modo que hubo de quedarse en su castillo por largo tiempoy la condesa comprendió que había llegado la hora de su venganza.

Así, llamó a uno de los criados y le pidió que fuese al palacete del bosque y le trajera auna de las hijas del conde, que éste lo mandaba porque no podía pasar tanto tiempo sinverla. El criado obedeció sin recelo y fue a buscarla y la princesa le confió a una de susdos hijas. Y al volver con ella, la condesa le dijo que ella misma se ocuparía de llevarla apresencia del conde, que ya la estaba esperando.

Pero, en lugar de eso, la condesa, llena de diabólica alegría por el éxito de su ardid,tomó a la niña, la llevó a un cuarto secreto que había en el torreón y allí se entretuvo,primero, en martirizar a la pobre criatura y, después, la mató, la troceó, la guisó como sifuera un corderillo lechal y a la hora del almuerzo presentó el plato al conde y esperó aque comiera delante de ella. Y mientras comía, la condesa canturreaba por lo bajo:

–A la primera la estás comiendo,a la segunda la comerás.

Y el padre, sin saberlo, se fue comiendo a su hija querida.La condesa dejó pasar sólo una semana y volvió a llamar al criado para que le trajese a

la segunda hija. Todo sucedió como la vez anterior y ella hizo lo mismo con la segundahija y volvió a presentársela a su marido, y viéndole comer, le canturreaba por lo bajo:

–A la primera ya la comiste,a la segunda comiendo estás.

Tan contenta estaba la condesa de su horrible éxito que decidió apoderarse esta vez dela misma princesa. Y a tal efecto, mandó a un criado al palacete del bosque para que ledijera que el conde la llamaba. Nada deseaba más la princesa que oír esto, pues estaba ya

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completamente sola y echaba mucho de menos al conde y a sus dos hijas. De modo queen un momento estuvo lista y se fue con el criado al castillo. Y allí la esperaba lacondesa, quien ordenó a la guardia prenderla de inmediato y encerrarla en una celda en elúltimo sótano del torreón, donde nadie la buscara, y que le diesen sólo una ración de pany agua al día.

Llegó un día en que el conde pudo al fin levantarse de la cama y empezar a caminar,pero como aún estaba convaleciente, sólo podía dar paseos cortos, lo que hacía alrededordel castillo cada mañana. Y una de estas mañanas acertó a pasar por delante del torreóny escuchó un sonido de campanitas que le recordaron inmediatamente el vestido decampanitas de su amada. Así que empezó a mirar e indagar hasta que dio con elventanuco del sótano y comprobó con alegría que se trataba, en efecto, de la princesa. Yle dijo al verla:

–Mi princesa querida, ¿quién te ha encerrado ahí?Y ella, sorprendida, le contestó:–¿No has sido tú, mi amado conde, quien ha mandado por mí y ha ordenado que me

encierren aquí a pan y agua?Corrió entonces el conde al sótano seguido de la guardia y sacó de allí a la princesa. Y

cuando ésta preguntó por sus hijas, el conde se mostró aún más sorprendido y, trasescuchar a la princesa, le dijo que él nunca había ordenado llamar ni a ella ni a sus hijas.De modo que hizo venir a la condesa a su presencia y le preguntó por sus hijas. Y lacondesa, con perversa alegría, le contestó:

–Fui yo quien ordenó traerlas al castillo y las martiricé y las maté y las cociné para ti,que tú te comiste a tus propias hijas delante de mí, ¿lo recuerdas? Pues ésta es mivenganza y así la princesa se queda sola para siempre.

Al oír esto, la princesa se desmayó sin que nadie pudiera hacerla volver en sí y asíestuvo durante diez días y diez noches bajo el cuidado y la vela del conde. Y a laundécima noche, el conde, desesperado, le dijo:

–¡Princesita de mi alma, no me dejes solo!Al oír estas palabras, la princesa abrió los ojos y le miró con dulzura. Y como era

joven y fuerte, su naturaleza pudo más que el dolor y se repuso y vivió siempre con suamado conde.

La condesa fue lapidada por orden del conde y arrojada al fondo de un pozo para queno volviera a hacer mal a nadie.

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43. LA JOVEN MARÍA Y EL PRÍNCIPE LAGARTO

Érase una vez un rey y una reina que no conseguían tener descendencia. Esto los teníamuy preocupados y una vez la reina, en un ataque de ira porque Dios no les daba unhijo, le pidió a Dios que le diera un hijo aunque fuera un lagarto. Y Dios, para castigarla,le dio un hijo lagarto.

Cuando el hijo lagarto nació, le buscaron un ama de cría, pero sucedió que en pocosdías el lagarto le había comido los pechos, de manera que buscaron una segunda y conésta ocurrió lo mismo que con la primera. La noticia se extendió por el reino y nadiequería criar al hijo lagarto.

Había una muchacha que se llamaba María y que vivía con sus dos hermanas mayoresy esta muchacha se ofreció a amamantar al hijo lagarto. E hizo que le construyeran dospechos de hierro y que se los llenaran de leche por la espalda. Y de esta manera crió allagarto.

Cuando el lagarto se hizo mayor, le dijo a su madre la reina que se quería casar. Lareina decidió consultar con María para buscarle novia y resultó que la hermana mayor deMaría dijo que se casaría con él. La reina quedó tan contenta, y al día siguiente secasaron. A la noche de ese día, el lagarto le dijo a la hermana mayor que se acostaraprimero y lo esperase hasta las doce, que no se durmiera sino que estuviese biendespierta para que le sacara del encantamiento. La novia se acostó y esperó y esperó,pero al rato se aburrió y se quedó dormida y así la encontró el lagarto. Y cuando se echósobre ella, la mató.

No mucho tiempo después, el lagarto volvió a hablar con su madre y le dijo que sequería volver a casar. La reina preguntó entonces a la hermana segunda de María siaceptaba casarse con su hijo lagarto y ella le dijo que sí. De modo que se casaron y, al ira acostarse esa noche, el lagarto le explicó lo mismo que a su hermana mayor: le dijo queno se durmiera y que le esperase hasta las doce de la noche, pero la hermana, que no

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debía de haber dormido en una cama tan buena en su vida, así que se echó en ella sequedó dormida. Y cuando el lagarto vino a buscarla la encontró dormida. Y cuando seechó sobre ella, la mató.

Pasó otro poco de tiempo y el lagarto quiso casarse por tercera vez. Lo que pasa esque se sabía en todo el reino lo sucedido a las dos hermanas y nadie quería casarse conel lagarto. Entonces el lagarto le dijo a la reina que con quien quería casarse era conMaría, la que le había criado. La reina se fue a ver a María para decirle lo que quería suhijo, pero ella dijo que ni hablar, que no se casaba con él. La reina insistió e insistió y ledijo que su hijo estaba encantado y que sólo podía desencantarlo la mujer que se casaracon él; y le dijo también la reina que ella la ayudaría en la noche de bodas; en fin, quecon unas y otras razones consiguió que María aceptara casarse con su hijo.

Se casaron y al llegar la noche el lagarto le dijo a María que fuera a acostarse ellaprimero, le esperase despierta hasta las doce, en que llegaría él, y tuviera buen cuidadode no dormirse. María fue y se acostó y en la cama se frotó los ojos con unas guindillasque le había dado la reina y los ojos le picaban que no se podía dormir. Y en esto dieronlas doce, apareció el lagarto y la encontró despierta.

Entonces se quitó la piel de lagarto y apareció en su lugar un apuesto príncipe, que seacostó con su mujer. Dejó la piel de lagarto en una silla y le advirtió a María que nisiquiera la tocara, porque si la tocaba no lograría desencantarse.

A la mañana siguiente, el príncipe se vistió la piel de lagarto y salió de la habitaciónconvertido en lagarto. La reina, que vio esto y vio que la novia estaba viva, se fue a ellaen seguida para preguntarle cómo era el lagarto de noche y María se lo contó todo.Entonces la reina le dijo que quería ver a su hijo sin la piel de lagarto y que dejara esanoche la puerta de la alcoba entreabierta para que ella pudiese verlo.

A la noche siguiente ocurrió como en la anterior. La novia había dejado la puertaentreabierta para la reina. La reina vino y se acercó al lecho donde dormían y pudo ver asu hijo como hombre. Entonces reparó en que de la silla colgaba la piel de lagarto, y lacogió y la quemó.

Cuando se levantó al otro día, el príncipe vio que no estaba su camisa de lagarto y ledijo a María que el encantamiento era ahora más fuerte que antes y que tenía que irse alcastillo de Irás y No Volverás; que ella, para romper el encantamiento, tendría que ir abuscarle hasta allá y que no lo podría encontrar hasta que hubiera gastado un par dezapatos de hierro. Y lo mismo del niño del que estaba embarazada.

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Unos meses depués de irse él, María dio a luz un niño. Esperó a que se hiciera losuficientemente grande como para caminar mucho y cuando esto sucedió, compró un parde zapatos de hierro para ella y otro para su hijo, y se fueron por esos mundos a buscarel castillo de Irás y No Volverás.

Anduvieron y anduvieron y los zapatos se iban gastando poco a poco y, por fin,después de muchísimo tiempo, comprobaron que ya se estaban gastando del todo.Entonces vieron a los lejos un castillo y decidieron acercarse a él, a ver qué era. Cuandose acercaban al castillo, les salió al paso una viejecilla que le regaló a María tres nueces yle dijo que las partiera si se viese en alguna necesidad. Llegaron al castillo y llamaron a lapuerta. Y salió un águila imponente, que les preguntó qué deseaban.

–Buscamos el castillo de Irás y No Volverás y quizá usted pueda indicarnos el camino.Y le contestó el águila:–Éste es el castillo de las águilas. Esperad aquí a que vuelva el águila real, que es la

que vuela más alto y más lejos, y quizá ella pueda deciros dónde está lo que buscáis.Esperaron mucho tiempo, y aprovecharon para descansar un poco. Por fin llegó el

águila real, y les dijo:–¡Ah, el castillo de Irás y No Volverás! ¡Precisamente vengo de allí, pues se ha

celebrado la boda de un príncipe encantado en el castillo! Subid en mis alas y os llevaré.Y tal como dijo, los puso en la puerta del castillo.María vio que los zapatos se les habían gastado del todo y supo que aquel era el

castillo de Irás y No Volverás. Entonces partió una de las nueces que le había dado laviejecilla y de ella salió una rueca tan preciosa como no se había visto igual. Una criadade la novia la vio y fue corriendo a decírselo a su señora.

–¡Ay, señora, si viera usted una rueca que tiene una pobre ahí en la puerta!Fue la novia a ver la rueca acompañada de la criada y al verla exclamó:–¡Qué maravilla es esta rueca! ¿Cuánto quiere usted por ella, señora?Y María contestó:–No quiero nada, señora. Sólo que me deje usted dormir esta noche con su novio.Y contestó la novia:–¡Qué cosas dice usted, señora! ¿Cómo voy a dejarla dormir con mi marido, que hoy

me he casado con él?Pero la criada le dijo a su ama en voz baja:–Ande, déjela, que no hay rueca más preciosa que ésa. Al príncipe le daremos una

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adormideras y así no pasa nada.Consintió la novia y llevaron al novio a la cama, pero antes le habían dado unas

adormideras mezcladas con la cena. El príncipe se durmió nada más acostarse. Y fueMaría con su niño y se acostó con el príncipe; y le decía:

–Mira que yo soy María, tu mujer, a la que tanto quieres y que tanto te quiere, y tetraigo a tu hijo también.

Se lo repitió una y otra vez, pero el príncipe estaba tan dormido que no se enteró denada. Y a la mañana siguiente, María y su hijo se fueron.

Al día siguiente, María se puso otra vez a la puerta del castillo, partió la segunda nuezy de ella salió un huso, que era pareja de la rueca y tan precioso como ella. Y la criada dela novia, que merodeaba por allí, vio el huso, se fue corriendo a buscar a su ama y ledijo:

–¡Ay, si viera el huso que trae esta vez esa pobre!Fue la novia y dijo:–Pero ¡qué huso tan maravilloso! ¿Cuánto quiere usted por él?Y María contestó:–No quiero dinero, señora. Se lo doy a usted si me deja dormir con su novio esta

noche.Y la novia protestó:–¡Eso no puede ser! ¡Todas las noches quiere dormir usted con mi marido! Pues

¿cuándo voy a dormir yo con él?Y la criada volvió a decirle en voz baja:–Ande, déjela, que haremos como la otra vez. Le damos las adormideras al príncipe y

no pasa nada, y usted se queda con el huso.Volvió a consentir la novia y se acostaron otra vez el príncipe y María. Y María

empezó a decirle:–Mira que yo soy María, tu mujer, a la que tanto quieres y que tanto te quiere, y te

traigo a tu hijo también.El príncipe estaba dormido por las adormideras que le habían dado y no se enteró de

nada. Y a la mañana siguiente se fue María con su hijo.Volvió a ponerse a la puerta del castillo y partió la tercera nuez que la viejecilla le había

dado. De ella salió un soberbio ovillo de hilo de oro purísimo. Lo vio la criada y corrió denuevo a casa de su ama a decirle:

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–¡Ay, si viera esta vez el ovillo de oro que tiene la pobre!Acudió la novia y nada más verlo exclamó:–¡Qué maravilla de ovillo tiene usted! ¿Cuánto quiere por él?–Señora, no quiero dinero –respondió María–. Sólo que me deje dormir con su marido

esta noche y se lo queda usted.Y la novia dijo:–No pida imposibles, señora, que usted ha dormido ya dos noches con mi marido, y

yo todavía ninguna.Y le dijo la criada:–Vea usted que en esas dos noches no ha pasado nada. Déjela una noche más y se

queda con el ovillo.Consintió la novia por última vez y María se fue a dormir con el príncipe.Pero la noche anterior, un criado estuvo escuchando lo que decía María cuando estaba

acostada junto al príncipe y se lo había contado. Así que el príncipe, esta noche, hizocomo que se tomaba su cena con las adormideras, pero las iba echando a un lado sin quenadie se diera cuenta. Y llegaron a la alcoba a acostarse y María, en la misma puerta, porque no se le durmiese, le dijo:

–Mira que yo soy María, tu mujer, a la que tanto quieres y que tanto te quiere, y tetraigo a tu hijo también.

El príncipe, que estaba bien despierto, oyó sus palabras y la reconoció y la abrazó yluego abrazó a su hijo, al que no conocía, y vio sus zapatos de hierro completamentegastados y les dijo que ahora sí estaba desencantado para siempre y que a la mañanasiguiente volvían a su hogar.

A la mañana, se levantaron los tres juntos y el príncipe reunió a la gente del castillo yles dijo:

–Si ustedes tuvieran una llave y se les perdiera y no la pudieran hallar e hicieran otrallave, y después de un tiempo encontraran la llave perdida ¿con cuál de ellas sequedarían, con la primera o con la segunda?

Todos los presentes, oído esto, estuvieron en seguida de acuerdo y dijeron:–Con la primera.Y él les dijo entonces:–Pues he ahí lo que me ha ocurrido. Yo me casé con esta mujer que aquí veis y que se

llama María y con ella tengo un hijo que aquí veis también. Pero, por arte del

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encantamiento que yo tenía, la perdí y no supe más de ella y no vi nacer a mi hijo. Ahorame he casado con otra, pero ha venido la primera y con ella me tengo que ir.

Luego se volvió al padre de la novia y le dijo:–Aquí tiene usted a su hija tal como me la entregó, que no la he tocado.Y, sin más, volvió con María y con su hijo al palacio de sus padres.

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44. EL HERRERO JUGADOR

Hubo una vez en que san Pedro tuvo que bajar a la Tierra a hacer unos encargos y seencontró con un herrero que era un hombre de buen corazón y que le hizo numerososfavores.

Quedó tan contento san Pedro por la ayuda del herrero que le dijo que le pidiesecualquier gracia que él, con gusto, se la concedería.

El herrero que, como todos los herreros, era un gran jugador, le pidió a san Pedro quele regalase una baraja con la que nunca pudiera perder en el juego. Y san Pedro, sinpensárselo dos veces, le concedió esta gracia.

Total, que el herrero vivió muy feliz desde entonces, pues a cada problema que se leponía por delante, lo arreglaba con una partida de cartas y, como siempre ganaba, todo leiba bien.

Un día el herrero se murió y los demonios aprovecharon la ocasión para coger su almay llevársela para el infierno. El pobre hombre comprendió que perdía su alma parasiempre y entonces recordó que aún llevaba en el bolsillo la vieja baraja que le diera sanPedro y, sin pensárselo dos veces, propuso a los demonios una partida en la que sejugaran su alma.

Los demonios jugaron y perdieron y el herrero ganó su alma y se fue derecho al cielo.Allí le abrió la puerta san Pedro y, al reconocerle, le dijo:

–Anda, pasa, que si juego contigo por tu alma, con la promesa que te hice ganarás detodos modos.

Y así entró en el cielo el herrero jugador.

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45. EL LEÓN Y ANGELINA

Un señor que era dueño de muchas y ricas tierras, tenía además tres hijas y las trestenían fama de ser las más bellas de la comarca. El señor tenía la costumbre de recorrersus tierras por ver cómo se encontraban, y un día en el que atravesaba un bosque quetambién le pertenecía, se encontró con un león que le salió al paso y que le dijo que allímismo iba a comérselo para saciar su hambre. El señor, al verse muerto y devorado porla fiera, le ofreció volver a su casa y traerle cuanta comida deseara si a cambio leperdonaba la vida. Entonces el león recapacitó y dijo:

–Te propongo un trato, que en vez de comida me traigas a quien salga a tu encuentrocuando llegues a tu casa.

–De acuerdo –dijo el señor.–Y si no cumples tu palabra –apostilló el león– voy a buscarte y te mato.El señor dio la vuelta y se volvió para su casa. Mientras cabalgaba iba pensando que

nada más llegar saldría a recibirle su perra y que allí mismo la cogería y regresaría albosque para entregársela al león cuanto antes, porque a la perra la querían mucho sushijas y si se demoraba, le costaría mucho más esfuerzo cumplir su promesa.

Llegó por fin el señor a su casa y ¡oh, desgracia! salió a recibirle la menor de sus hijas,que se llamaba Angelina. El señor se entristeció tanto que se encerró en su habitación ysólo al cabo de un buen rato llamó a su esposa para contarle lo que le había sucedido.Entonces la mujer le dijo:

–Pues llévale a la perra. Total, qué ha de saber el león de quién te ha salido a recibir.Al señor le pareció buena la idea, cogió a la perra y escapó al bosque.Allí le esperaba el león que, sin dejarle bajar del caballo, le dijo iracundo:–¡No ha sido la perra que traes, sino tu hija Angelina, la que primero salió a recibirte!

Vuelve por ella o date por muerto.El señor volvió aún más triste que antes a su casa, reunió a su mujer y a sus hijas y les

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contó su dolorosa aventura. Las dos hermanas mayores dijeron que ellas nunca irían albosque con el león y que Angelina tampoco debería ir, que la guardasen en casa, peroAngelina replicó:

–Pues si es necesario ir para que no muera mi padre, yo estoy dispuesta a ir pase loque pase.

Lo dijo y lo repitió con tanta decisión que el padre terminó por aceptar y la llevóconsigo al bosque donde aguardaba el león. Éste, nada más ver a Angelina, la cogió y sela llevó a una cueva lejos de los ojos de su padre. Estuvieron caminando un buen rato y,por fin, llegaron a un palacio tan importante que dijo Angelina al verlo:

–¡Qué palacio tan hermoso! ¿Quién vivirá en él?Y dijo el león:–Aquí es donde yo vivo y, a partir de ahora, tuyo es el palacio.Angelina se quedó encantada, porque el palacio era precioso y no le faltaba de nada y

vivió en él tan contenta.Una mañana en que Angelina se encontraba en su alcoba, vio venir a la ventana un

pajarillo que se quedó mirándola como si esperase algo. Volvió a mediodía y también a latarde y entonces le preguntó al león qué significaba aquello, y el león le dijo:

–Eso quiere decir que pasado mañana se casa tu hermana mayor.Y ella le dijo entonces:–¿Me dejarías ir a la boda?Y contestó el león:–Te dejo ir. Coge el caballo volador, que te llevará en un abrir y cerrar de ojos; pero

cuando lo oigas relinchar, has de volverte sin perder un minuto.Angelina lo prometió, montó en el caballo y, efectivamente, el caballo la llevó en el

tiempo que dura un suspiro a la casa de sus padres, donde la recibieron con muchaalegría al ver que seguía viva. Todos querían que les contase su aventura y ella les dijoque vivía contenta y feliz.

Estuvo casi una semana en la casa hasta que una mañana oyó relinchar al caballovolador, y les dijo a los suyos:

–Si el caballo me llama, tengo que irme.Se despidió de su familia, montó en el caballo y, en el tiempo de un suspiro, estuvo de

regreso en el palacio. El león, al verla, se alegró tanto que ya no había deseo suyo que nosatisficiera con gusto.

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Pasó el tiempo. Un día en que Angelina se disponía a cerrar su ventana antes deacostarse, llegó a ella un pajarillo con un ala rota y se quedó allí piando. Angelina fue aver al león para que le explicase qué significaba aquello y el león se resistía a contestar,pero después de mucho insistir ella, le dijo:

–Eso quiere decir que acaba de morir tu padre.Angelina se echó a llorar sin remedio hasta que enterneció el corazón del león. Por

eso, cuando le pidió permiso para ir al entierro de su padre, el león se lo concedió, perocon la misma advertencia de la vez anterior:

–Te dejo ir. Coge el caballo volador y recuerda que, cuando lo oigas relinchar, has devolverte sin perder un minuto.

Angelina llegó a tiempo de acompañar el cadáver de su padre al cementerio. Y estabatan desconsolada que se pasó la noche despierta y sólo al alba se durmió agotada; poreso, cuando relinchó el caballo, no pudo oírlo.

A la mañana despertó y no vio al caballo y comprendió lo que había ocurrido.Entonces marchó inmediatamente a la cueva del bosque y la recorrió entera camino delpalacio; pero cuando llegó, el palacio había desaparecido y en su lugar sólo había unamole de piedra. Y ella empezó a llamar:

–¡León, león! ¿Dónde estás?Y del fondo de la tierra surgió la voz del león que decía:–¿Por qué me buscas ahora? ¡Déjame y vete, ya que me has encantado para siempre!Y ella, desolada, le dijo:–¿Y qué he de hacer para desencantarte?Y la voz contestó:–Compra unos zapatos de hierro y el día en que los gastes me desencantarás.Angelina se quedó pensando cómo podría ella gastar unos zapatos de hierro

caminando, pues se le hacía imposible, hasta que se le ocurrió que, si sentaba plaza desoldado, como los soldados se pasan la vida guerreando y caminando de un lado paraotro, quizá pudiera llegar a gastarlos. Y sin más dilación, se vistió de hombre y se hizosoldado.

Se puso a servir al rey y un buen día el hijo del rey se fijó en ella y le comentó a lareina que aquel soldado que tanto le llamaba la atención más le parecía mujer quehombre porque se había enamorado de él. La reina le aconsejó que utilizara una argucia

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que consistía en salir a pasear con él por los jardines del palacio, que le observara y siveía que se acercaba a coger las flores para hacer un ramo, que entonces era mujer.

El príncipe hizo lo que su madre le había dicho y se fue con el soldado a pasear porlos jardines, pero Angelina ni siquiera prestó atención a las flores que había a lo largo delos caminos.

Como la prueba no dio resultado y el príncipe insistía en la idea de que era mujer y nohombre, la reina le dijo esta vez:

–Ve al lago con él e invítale a bañarse contigo y así saldrás de dudas.El príncipe se apresuró a invitarle, mas el soldado no quiso acompañarle alegando que

tenía una enfermedad que le impedía bañarse en esos días. Así que, en vista de que estasargucias no despejaban sus dudas, el príncipe se dirigió a Angelina y le dijo:

–Si no me confiesas que eres mujer, le diré a mi padre el rey que te has comprometidoa matar a esa serpiente que se esconde en el monte –porque había en el monte unaserpiente que cada día se comía a una persona, que había de dársele como tributo, y todala gente de la comarca estaba atemorizada y rehuía el paso por el monte.

Angelina le contestó:–Eso lo dices tú, que no le he dicho nunca yo, pero si el rey me lo ordena, lo haré.Al día siguiente el rey hizo llamar al soldado y le dijo:–¿Es verdad eso que me cuentan de que andas diciendo por ahí que te atreves a

enfrentarte a la serpiente?Y contestó:–A nadie dije nada de eso, pero mañana yo iré en vez de la persona que ha de ser

entregada a la serpiente y me enfrentaré a ella.Salió Angelina del palacio dispuesta a cumplir lo que había prometido porque, de lo

contrario, el rey la llevaría a suplicio; y en esto se encontró con un grajo que vinovolando hasta ella y le dijo:

–Mañana cuando vayas a luchar con la serpiente pide al rey un caballo, una espadaafilada y un odre de vino. El odre lo has de dejar abierto cerca de la cueva y cuando veasque la serpiente aparece y mete la cabeza en él para beber, espera a que se harte de vinoy le cortas la cabeza con la espada.

Así lo hizo Angelina y mató a la serpiente. Luego se fue a palacio y le enseñó lacabeza al rey y toda la gente de la comarca festejó grandemente esta hazaña.

El príncipe, sin embargo, no se resignaba y como cada vez estaba más convencido de

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que el soldado era mujer y no hombre y aún más enamorado se sentía, amenazó otra veza Angelina con la esperanza de que esta vez accedería a mostrarse tal como él la creía:

–Pues si no me confiesas que eres mujer, le diré a mi padre el rey que dices que haráshablar a la cabeza de la serpiente que lleva tres días muerta. Y si no puedes hacerlahablar, te llevarán a suplicio hasta que mueras.

Y contestó:–Yo no he dicho eso, pero si no puedo hacer hablar a la serpiente, estoy dispuesto a

morir.El príncipe, contrariado, se lo dijo a su padre el rey y éste mandó llamar

inmediatamente a Angelina y le dijo:–¿Es verdad que puedes hacer hablar a la cabeza de la serpiente muerta?Y contestó:–Yo no lo sé, pero lo intentaré.Entonces el rey se enfadó y mandó que llevaran al soldado al lugar del suplicio y allí le

presentaran la cabeza de la serpiente y si no lograba hacerla hablar, allí mismo le dieranmuerte. Lo llevaron a una celda mientras llegaba el día siguiente y al caer la tarde vio queun grajo se posaba en el ventanuco de la celda; y le dijo el grajo:

–Cuando te lleven donde la cabeza de la serpiente llámala primero tres veces y luegopregúntale si ha llegado ya a lo profundo de la Tierra, y si te dice que sí, golpea tresveces en el suelo con tus zapatos.

A la mañana siguiente llevaron a Angelina delante de la cabeza de la serpiente yAngelina vio que junto al poste del suplicio estaba el grajo; entonces se dirigió a laserpiente y le dijo:

–Serpiente, serpiente, serpiente.Y la cabeza contestó:–¿Qué quieres de mí?Y dijo Angelina:–Dime si has llegado ya a lo profundo de la Tierra.Y le contestó la serpiente:–Sí que he llegado, que hace tres días que estoy allí.En ese momento, Angelina golpeó tres veces contra el suelo y se le rompieron los

zapatos de hierro que llevaba y, nada más suceder esto, apareció en mitad del patio el

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león a quien amaba Angelina, que se convirtió inmediatamente en un joven muy apuestoy ricamente vestido. Y todos quedaron muy admirados de lo que acababan de ver.

Entonces el joven se acercó a Angelina, la tomó del brazo y le dijo al príncipe:–Esta persona que viste el traje de soldado es mujer, pero no es para ti.Y la subió en su caballo y se fue con ella a su palacio en el bosque, donde se casaron y

tuvieron muchos hijos a cual más valiente.

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46. DELGADINA

Esto era un rey que tenía tres hijas a las que amaba tiernamente. La más pequeña delas tres se llamaba Delgadina y era la preferida de su padre. Un día el rey la requirió deamores y Delgadina se negó y le dijo:

–No lo quiera Dios, que yo sea la mujer de mi padre y la madrastra de mis hermanas.En vista de ello, el rey se enfureció y la mandó encerrar en una celda en la que durante

el día no se veía la luz del sol ni durante la noche la claridad de la luna, porque estaba enel más profundo de los sótanos del palacio; y dio orden de que la alimentasen tan sólocon cecinas saladas y le dieran de beber caldo de pescado. Y allí dejaron encerrada enaquella oscuridad a la pobre Delgadina y con eso esperaba el rey doblegar su voluntad.

Al año de estar en la celda comiendo sólo cecina y bebiendo sólo caldo de pescado,Delgadina ya no pudo resistir la horrible sed que sentía y pidió ver a su madre parasolicitarle que le trajera tan sólo una jarrita de agua. La reina, su madre, se presentó en lacelda vestida con un precioso vestido bordado en oro y ella le suplicó:

–Madre de mi alma, déme una jarrita de agua aunque sólo sea por caridad.Y le dijo su madre:–¡Cómo te atreves a pedirme nada, tú, que durante un año me has hecho malcasada!Pasaron los días y Delgadina mandó llamar a su hermana mayor y le dijo:–Hermana de mi alma, por Dios te pido que te apiades de mí y me traigas una jarrita

de agua.Y le dijo la hermana:–¿Cómo te la daré, mi triste hermana, que si lo hago seré mal mirada?Y al otro día mandó llamar a su otra hermana y le pidió lo mismo y la hermana le

contestó:–¡Ay, pobre de ti, que no puedo darte nada, porque mi padre me hará desgraciada!Y ya a Delgadina le faltaban las fuerzas para vivir y mandó llamar a su padre y le dijo:

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–Padre, déme una jarra de agua, que en cuanto la haya bebido yo seré su enamorada.Mandó el rey que la sacaran al jardín del palacio y también mandó traer vino para él y

agua para la muchacha. Antes llegó el agua que el vino y Delgadina bebió toda el agua ycuando terminó de beberla empezó a nacer a sus pies una fuente de agua clara que lacubrió por entero y desde entonces hay en el jardín del palacio una fuente que durantetodo el año mana y nunca ha dejado de saciar la sed de cuantos a ella se han acercado.

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47. LOS TRES PELOS DEL DIABLO

Había una mujer que tenía un niño precioso y un rey que tenía una niña que era muybella. Pero resultó que el rey quería también tener un niño, así que fue a ver a la mujer yle dijo que se lo diera y la mujer, claro, se negó. El rey se puso furioso y lo primero quehizo al volver al palacio fue decir que mataran a todos los niños; y la mujer, que seenteró, cogió a su hijo, lo metió en una cestita de mimbre disimulada con unos ramajes ylo echó al río para que los guardias del rey no lo encontraran. Y allá se fue río abajohasta que encalló en la orilla de un molino.

Los molineros fueron a ver y como era un niño les dio mucha pena dejarlo seguir lacorriente y se lo quedaron. Y el niño se fue criando con ellos.

Un día, el rey, que estaba recorriendo sus tierras, llegó hasta el molino y salieron losmolineros con su hijo a recibirlo; en cuanto lo vio, reconoció al niño. Entonces le dio unacarta y le dijo que era para la princesa y que fuera él mismo a entregársela. El chico dijoque iría y en seguida se puso en camino mientras el rey continuaba su visita por esa y porotras tierras que tenía.

La primera noche que pasó el chico, estando de camino, fue en casa de unos ladrones,pero él no lo sabía. Se echó a dormir tan tranquilo y, aprovechando su sueño, losladrones le robaron la carta y la abrieron: entonces vieron que en ella ponía que mataranal que la llevaba en cuanto llegase a palacio. Los ladrones, al ver esto, le cambiaron lacarta por otra sin que él se diera cuenta y en ésta se decía que el portador debería casarsecon la princesa. Al día siguiente el chico llegó a palacio, entregó la carta y, como era unaorden del rey, pues se casó con la princesa.

Naturalmente, cuando el rey volvió de recorrer sus tierras y vio lo que había sucedidoen su ausencia se puso aún más furioso, pero ya nada podía hacer porque se habíancasado. Entonces ideó que si el chico quería seguir conviviendo con la princesa, paramerecerla le tendría que traer a él tres pelos del diablo.

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El chico se puso en marcha sin saber a ciencia cierta dónde vivía el diablo; e iba porun camino cuando se encontró a unos hombres junto a una fuente, que le preguntaronqué había que hacer para que aquella fuente manase oro, pues antes lo daba y ahora no.El chico, que era prudente, les dijo que a la vuelta de su encargo se lo diría.

Más adelante encontró a otros señores al pie de un árbol, que le preguntaron qué habíaque hacer para que aquel árbol diera las manzanas de oro que antes daba y ahora no. Yél les dijo lo mismo, que a la vuelta se lo diría.

Por fin llegó a un río y pidió al barquero que lo trasladase a la otra orilla; el barquero,en el viaje, le preguntó qué tendría que hacer para dejar de ser barquero, porque estabaharto de aquel oficio. Y el chico respondió una vez más que a la vuelta se lo diría.

En esto que, preguntando y preguntando, dio con la casa del diablo y llamó a la puerta.Le abrió una mujer y el chico le dijo que venía a buscar tres pelos del diablo. Al oír esto,la mujer, que era la mujer del diablo, le dijo:

–Pero ¡cómo te has atrevido a venir aquí! ¡Si el diablo se entera de que has venido, tematará!

El chico no se arredraba e insistió hasta que ella le dijo:–Bueno, está bien, pues quédate escondido ahí fuera hasta que el diablo venga y se

duerma y entonces yo le sacaré los tres pelos.Y dijo el chico:–Pero es que también necesito que me responda a tres preguntas.–¿Y qué preguntas son ésas? –dijo la mujer. Entonces el chico le contó las tres

preguntas que le habían hecho por el camino y ella le prometió que lo averiguaría.A la noche llegó el diablo muy cansado y en cuanto cenó se fue a acostar y la mujer

con él. Cuando dormía profundamente, ella le tiró de un pelo y el diablo se despertó,pero la mujer le contó que estaba soñando. El diablo le preguntó qué soñaba y ella le dijoque había unos hombres junto a una fuente y no sabían qué hacer para que la fuentemanase oro. Y dijo el diablo que eso era porque había un ratón en el caño y lo tenían quesacar.

La mujer esperó a que se durmiese de nuevo y con todo cuidado le sacó otro pelo,pero el diablo lo sintió y se despertó muy enfadado. Ella le dijo que estaba soñando otravez y que había sido por eso; él le preguntó qué soñaba y ella le dijo que había unosseñores al pie de un árbol pensando qué tendrían que hacer para que el árbol volviera a

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dar manzanas de oro. Y dijo el diablo que primero tendrían que quitar una lombriz quehabía en las raíces.

Volvió a dormirse el diablo y la mujer le sacó el tercer pelo. Esta vez sí que se enfadóde veras el diablo y quería matarla, pero ella le volvió a decir que sólo estaba soñando; yel diablo, que le dijera qué soñaba esta vez. Ella le dijo que era un barquero que no sabíaqué hacer para dejar de ser barquero y el diablo le dijo que entregara los remos alprimero que entrara en el barco. Entonces la mujer le dijo que ya estaba tranquilo y queno soñaría más, y en cuanto el diablo se durmió, salió a la puerta de la casa y le dio lostres pelos y las tres respuestas al chico.

Se fue el chico con los tres pelos del diablo. Y llegó donde estaba el barquero para quele pasase otra vez el río; y le dijo el barquero:

–¿Me hiciste el recado que te dije?Y dijo el chico, que era listo:–Pues no, que no me acordé.Conque le pasó el barquero a la otra orilla y, cuando desembarcó, le dijo el chico:–Ahora me acuerdo de que sí lo pregunté. Lo que tiene usted que hacer es poner los

remos en las manos al primero que pase.El barquero, agradecido, le dio un burro cargado de oro y el chico siguió su camino de

vuelta. Encontró a los señores que estaban al pie del árbol, que seguían allí, y les dijo:–Pues han de mirar ustedes en las raíces, porque hay una lombriz en ellas que tienen

que sacar para que el árbol dé fruto otra vez.Así lo hicieron y las ramas del árbol se llenaron de manzanas de oro y, muy

agradecidos, le dieron al chico otro burro cargado de oro y con éste ya llevaba dos.Más adelante se encontró a los hombres que estaban junto a la fuente, que seguían

allí, y les dijo:–Miren ustedes en el caño, porque hay un ratón ahí metido y lo tienen que sacar.Así lo hicieron y la fuente empezó a manar oro y, muy agradecidos, le dieron al chico

otro burro cargado de oro y con éste ya fueron tres. Y con los tres se presentó en palacioy le entregó al rey los tres pelos del diablo. Pero el rey, que vio toda aquella carga de oroque traía, le dijo que de dónde la había sacado; y el chico le dijo:

–Del otro lado del río.Cogió el rey todos los caballos que pudo encontrar y se fue a la orilla del río, y como

le habían dicho al barquero que al primero que viniera le entregase los remos, pues se los

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entregó al rey y quedó libre de ser barquero. Y el rey se quedó aferrado a los remos y allísigue, sin saber cómo librarse del encantamiento.

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48. JUAN DE CALAÍS

Esto era un hombre que tenía una pequeña tienda en un pueblo; era una tienda en laque vendía telas y ese tipo de cosas. Como buen comerciante que era, tenía la costumbrede viajar a menudo por los pueblos de alrededor para colocar su género. Un día, llegó auno de estos pueblos y, al ir a dejar su caballería en la cuadra, se encontró con que habíaun muerto allí tirado en el muladar, que lo estaban comiendo los perros. Y dijo elhombre:

–¡Válgame Dios! Pero ¿cómo se consiente esto? Ahí tirado en mitad del estiércol.Y le dijeron:–Mire usted, aquí somos tan pobres que al que muere no se le hace entierro sino que

se le echa al muladar.Y dijo el hombre:–Esto es inhumano, esto no puede ser. Nada, que lo entierren ahora mismo, que yo

pago el entierro, y no se hable más.Y así se hizo.Pues resulta que este buen hombre estaba enamorado de la hija de un marqués. Y

como la muchacha también le quería, pues aunque fuera menos que ella se casó con él.Y esta muchacha tenía un primo carnal que pretendía casarse con ella y que se quedócon las ganas.

El mismo día de la boda, los novios se embarcaron en un barco que les tenía quellevar por mar al palacio de los marqueses, porque la muchacha quería que conocieran asu marido. Y en el barco, entre otros familiares, iba el primo que la pretendiera. Y yaestaban en alta mar, cuando el primo le dijo al hombre, que se llamaba Juan:

–Eh, Juan, ven a mirar cómo están de revueltas las olas.Juan se asomó, confiado, y entonces el primo, aprovechando que todos estaban

distraídos, le dio un empujón y lo tiró al mar.

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En cuanto se vio perdido en el mar, el hombre luchó por su vida y, nadando, nadando,dio con una tabla a la que aferrarse y allí se sostuvo hasta que el mar lo echó a una isladesierta.

Allí en la isla tuvo que sobrevivir de lo que encontraba y dormir en lo alto de losárboles por miedo a las fieras, y le creció una gran barba y un cabello muy largo y asípasaron uno o dos años, que él no sabía ya porque perdió la cuenta de los días.

Y sucedió que, pasado el tiempo, y al ver que Juan no aparecía por ninguna parte, lamuchacha aceptó casarse con su primo carnal.

Estaba ya a punto de celebrarse la boda cuando Juan, que seguía en la isla desierta,oyó de repente una voz que decía:

–¡Juan de Calaííís!Empezó a mirar a un lado y a otro sin ver a nadie y creyó que ya se había vuelto loco;

pero la voz insistió:–¡Juan de Calaííís!Y ya se atrevió a decir:–Aquí estoy.Y dijo la voz:–Vengo a avisarte de que dentro de tres días tu esposa se casa con su primo, el que te

tiró al mar. ¿No querrías volver donde ellos e impedir la boda?El hombre dijo que sí y la voz le dijo entonces:–Pues yo puedo llevarte allí, pero ha de ser con una condición.–Está bien –dijo el hombre.–La condición es ésta –dijo la voz–: me tienes que dar la mitad del primer hijo que

tengas.–¡Eso es imposible! –protestó el hombre, indignado.–Pues piénsalo bien y mañana volveré otra vez –dijo la voz.Al día siguiente estaba el hombre meditando a la orilla del mar cuando escuchó la voz

que le llamaba:–¡Juan de Calaííís!–Aquí estoy –dijo.–¿Has pensado lo que te dije ayer? –preguntó la voz.–Sí, lo he pensado, pero es imposible –contestó.–Pues piénsalo otra vez, que mañana volveré. ¡Y es mañana cuando se casa tu esposa!

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–dijo la voz.Al día siguiente, la voz le volvió a llamar:–¡Juan de Calaííís!Y él contestó:–Aquí me tienes.Dijo la voz:–¿Qué, lo has pensado mejor?Respondió el hombre:–Sí, lo he pensado y acepto el trato.Y dijo la voz:–Pues atiéndeme bien: tú cierra los ojos. Cuando los vuelvas a abrir te encontrarás a la

puerta del palacio del marqués. Entonces debes dirigirte a la sala de los pobres, dondehay una comida para ellos. Entrará la prima de tu mujer, que se llama María, a quien túconoces. Cuando vaya a darte comida tú te echas la mano a la barba; al echarte la manoa la barba, ella te conocerá por el anillo de boda. Y luego sucederá lo que tiene quesuceder.

Dijo Juan:–De acuerdo –y cerró los ojos.Cuando los abrió, estaba a la puerta del palacio y se fue en seguida a la sala de los

pobres. Esperó a que sirvieran la comida y, cuando le tocó a él, se echó la mano a labarba y la prima María, que la vio, salió apresuradamente de allí. Y se fue a toda prisa abuscar a su prima, la esposa de Juan, y le dijo en seguida:

–¿Sabes quién está ahí abajo?Dijo ella:–Pues ¿quién está?Dijo su prima:–Tu marido.Y ella:–Eso es imposible.E insistió la prima María:–Te digo que es él y está en la sala de los pobres y lo he conocido por el anillo que

lleva.Y ella, entonces, dijo:

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–Hazle venir inmediatamente.La prima María hizo como le decían, salió por el hombre, lo metió dentro de las

habitaciones de la esposa y cuando ya estuvieron con él y ella también le reconoció, Juancontó su historia y lo que le había sucedido desde que el primo le arrojase por la borda.Y oído el relato, dijo su esposa:

–Bueno. Pues ahora tú te vas a lavar, a afeitar y a vestir dignamente, que el otro tieneque purgar lo que ha hecho contigo y también conmigo.

Lo primero se lo dijeron al marqués, que en seguida estuvo de acuerdo con ellos. Demodo que prepararon, en un recodo del camino de la capilla donde se iba a celebrar laboda, una gran hoguera y sobre ella montaron una enorme caldera de agua hirviendo. Enfin, salieron de la casa camino de la capilla los novios y los padrinos y todos los invitadosen procesión y cuando llegaron al recodo donde estaba la hoguera, les salió Juan deCalaís al paso, todo afeitado y vestido, que se le podía reconocer. Y el primo se quedópasmado al verle y dijo:

–¡Juan de Calaís!Y dijo Juan:–Yo soy, que tú me tiraste al mar para casarte con mi esposa. Ahora te toca purgarlo.Y entre varios le cogieron y le echaron en la caldera, donde se deshizo en un

momento.Con esto, los dos esposos ya pudieron vivir felices. Y al cabo de un año la mujer tuvo

un hijo. Juan de Calaís estaba a un tiempo contento y desesperado, pues no se atrevía acontarle a su esposa el trato que había hecho para escapar de la isla e impedir la bodacon el primo. Y así pasaba los días sin poder dormir.

Una noche en que estaba en vela y solo, escuchó de pronto una voz que decía:–¡Juan de Calaííís!Se quedó demudado, porque reconoció la voz; y dijo:–Aquí estoy.Dijo la voz:–¿Te acuerdas de lo que prometiste?Y dijo él:–Sí que me acuerdo.Y dijo la voz:–Pues mañana vendré por ello.

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Al ver esta situación, el hombre no tuvo más remedio que confesarle a su mujer eltrato que había tenido que hacer para salir de la isla. Y su esposa se abrazó a él, diciendo:

–Si es así, no habrá más remedio que dárselo. Pero tendrás que hacerlo tú solo porqueyo no puedo ver cómo parten a mi hijo por la mitad.

A la mañana siguiente, el hombre preparó una tabla de madera ancha y grande dondepoder echar al niño, luego estuvo afilando el hacha y después mandó a buscar al niño yse quedó a solas con él y lo preparó sobre la tabla, en espera de que la voz viniese acumplir lo que había dicho. Y entonces escuchó:

–¡Juan de Calaííís!Dijo él:–Aquí estoy.Dijo la voz:–¿Tienes al niño contigo?Dijo él:–Sí, aquí lo tengo.Dijo la voz:–¿Vas a cumplir lo prometido?Dijo él:–Sí, lo cumpliré –pero lo decía con tales lágrimas que daba pena verlo.Levantó entonces el hacha sobre su cabeza y ya iba a descargarla sobre el niño cuando

sintió una mano invisible que le detenía. Y oyó que decían:–¡Juan de Calaííís! ¡Deténte!El hombre se detuvo.–¿Recuerdas aquel muerto que un día enterraste humanamente, que se lo estaban

comiendo los perros en un muladar?Dijo Juan de Calaís:–Sí, lo recuerdo.–Pues el alma de ese muerto soy yo, que he venido a salvarte de tu dolor. Ve y vive

feliz con tu esposa y tu hijo para que puedas seguir haciendo tan buenas acciones comola que hiciste conmigo.

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49. LOS TRES LEONES

Un matrimonio tenía tres hijos varones y el padre tuvo la desgracia de caer enfermo deunas fiebres malignas que, a pesar de los cuidados que le prodigó su mujer, le llevaron ala tumba en poco tiempo. Y cuando murió, la mujer supo que estaba embarazada.

Fueron pasando los meses, y antes de que se cumpliera el plazo del nacimiento, lostres hijos fueron a ver a su madre y le dijeron:

–Madre, ya es hora de que nos vayamos de esta casa; aquí nada nos queda por hacerpero, además, no podemos estar más tiempo junto a usted. Cuando se cumpla elembarazo usted verá si es varón o hembra; si es varón, nos manda llamar, que nosotrosvendremos a su lado; pero si es hembra no volverá usted a vernos, porque en ese casonos acontecerá una gran desgracia de la que solamente ella podrá salvarnos cuando yasea mujer.

Por más que la madre lloró y suplicó no pudo evitar que los hijos partieran. Y supartida le causó un dolor muy grande.

Poco tiempo después se cumplieron los nueve meses y nació una niña. Y el nacimientode la niña sólo le causó aflicción, porque sabía que ya nunca volvería a ver a sus treshijos varones. Y de tanto penar, la mujer cayó enferma y en pocos días fue a reunirsecon su marido, dejando a la niña al cuidado de una vecina.

La vecina era una buena mujer, cariñosa y alegre, que crió a la niña como si fuera supropia hija y a la niña se le pegó el carácter de la vecina y, además, fue creciendo tanbonita que todo el mundo lo celebraba. La vecina tenía otra hija, nacida de ella, que eraenvidiosa y de mal carácter y sentía muchos celos de la ahijada de su madre. Y aunquesu madre se lo recriminaba, trataba muy mal a la muchacha, pues la hija decía que si lamuchacha no estuviera en casa ella tendría dinero para comprarse vestidos nuevos, y poreso la odiaba todavía más. Y tan dura y cruel fue la hija con ella que la muchacha

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resolvió un día irse de la casa en secreto, sin decírselo ni a la bondadosa mujer que lahabía acogido.

Echó a andar a la buena de dios y al poco tiempo se vio metida en un bosquedesconocido y allí la cogió la noche. La muchacha se sintió perdida y sola y empezó adar vueltas con el desconsuelo creciéndole en el cuerpo; en una de sus idas y venidasdescubrió un castillo y echó a correr hacia él por ver si allí podían acogerla y, si no, paraquedarse aunque fuera a las puertas. Pero, por más que rodeó el castillo, no vio puertaalguna y ya no pudo sino echarse a llorar por su mala suerte.

En el momento en que empezó a llorar, se abrió un hueco en la muralla del castillo, unhueco del tamaño de una persona, y sin pensárselo dos veces lo cruzó aprisa y el huecose cerró detrás de ella.

Estaba en un patio muy grande, rodeado de árboles y con una bella fuente en el centroy se quedó admirada porque nunca había visto una cosa igual en su vida. Luego atravesóel patio y entró en unos salones espléndidamente adornados y llegó hasta un comedordonde, en una gran mesa, había servida una cena con todos los manjares que se pudieraimaginar. La muchacha iba de un lado a otro no sabiendo de qué admirarse más, y estabatan entretenida viéndolo todo que, sin darse cuenta, se encontró de pronto ante tresleones de temible aspecto que la miraban fijamente. Le entró un miedo tan grande quecorrió a esconderse y, al verla huir, los leones se lanzaron tras ella con aspecto furibundo.Ya se veía perdida cuando se oyó de pronto una voz, que dijo:

–Quered a la muchacha, que es vuestra hermana.Y al instante, los tres leones quedaron convertidos en tres jóvenes muy apuestos, que

se echaron en sus brazos con emoción; en seguida la requirieron para que les contasecómo había podido llegar hasta ellos, pues el castillo no tenía puertas y la muchacha lescontó su vida y cómo había llegado hasta allí y lo que le había sucedido al pie del castillo.Entonces ellos le dijeron que ya no tuviera pena, que si seguía sus mandados no tendríanada que temer y podría vivir feliz para siempre en aquel castillo.

Y allí se quedó, ocupándose del castillo y pasando el tiempo feliz y contenta; y cuandono le quedaba nada por hacer, se ponía a coser junto a la ventana más alta del castillo ypor allí veía alejarse a los leones hacia otros montes y bosques; y cuando volvían, losleones se convertían en humanos y así hasta la mañana siguiente, en que volvían aconvertirse en leones y se alejaban del castillo. La muchacha, a veces, sentía ganas desalir a aquel mundo exterior que ella veía, pero prefería la vida con sus hermanos.

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Así estaban las cosas cuando un buen día escuchó el sonido de las trompas de caza y apoco aparecieron numerosos jinetes de montería que seguían el rastro de un jabalí. En sucarrera, los cazadores se acercaron al castillo y entre ellos cabalgaba el hijo del rey, queen seguida llamó la atención de la muchacha por su apostura. El príncipe, al ver a aquellahermosa joven asomada a la ventana, abandonó la cacería y trató de entrar en el castillo,mas al ver que no tenía puerta alguna pidió una escala, la echó y subió por ella hasta laventana. La joven quedó intimidada al principio, pero en seguida la tranquilizó el príncipey después le confesó que se había enamorado de ella nada más verla y que deseaballevarla a su palacio para casarse.

La muchacha estaba feliz en su castillo, pero también tenía deseo de salir de él y vermundo y, además, también ella se había enamorado del príncipe, de manera que aceptócasarse con él. Entonces el príncipe le pidió que le contara qué hacía en aquel extrañocastillo; y ella se disponía a contarle su historia cuando escuchó una voz que le decía:

–Durante tres años has de estar sin hablar o morirás y tus hermanos quedaránconvertidos en leones para siempre.

Nada más oír esto, la pobre muchacha cerró la boca y, por más que el príncipe lainterrogase o pretendiera hacerla hablar, ella permaneció muda. Entonces miró porencima del príncipe, a lo lejos, y vio a los tres leones que la saludaban moviendo la colacon cariño.

El príncipe pensó que algo extraño le había ocurrido a la muchacha, pero fuera lo quefuese le insistió en que, aunque no pudiera hablar, él estaba decidido a llevarla a supalacio y hacerla su esposa. Entonces ella miró de nuevo a los leones y vio que éstos,con la cabeza, le decían que sí, que aceptase y entonces ella dio por fin suconsentimiento al príncipe.

Se fueron juntos al palacio del príncipe y éste la presentó a sus padres, explicándolescómo la había encontrado, así como el extraño suceso de su repentina mudez, perovolvió a repetir que quería casarse con ella y su padre, que ya era viejo y pensaba en lasucesión, le concedió su aprobación. La reina, en cambio, no veía con buenos ojos laboda, pues eso significaba que sería rey su hijo, pero la reina sería su nuera y no ella.

Y decía:–¿Acaso no te das cuenta del peligro que corres casándote con esta mujer? Bien puede

ser que tus hijos salgan también mudos y uno de ellos tenga que reinar en su día siendo

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mudo. ¿Quién ha visto un rey mudo en parte alguna del mundo? Además, es unadesconocida, lo que resulta una ofensa para todas las hermosas muchachas de este reino.

Y el príncipe decía:–No hay cuidado, que ella no es muda sino que su mudez se debe a un accidente del

que sanará, porque yo he hablado con ella y la he oído hablarme. Pero aunque fueramuda de nacimiento, me casaría igualmente con ella.

Y llegó el día señalado y se casaron, contra la voluntad de la reina, que así veía perdersus privilegios.

Al poco tiempo murió el rey, le sucedió el príncipe y la muchacha se convirtió enreina. Todo el mundo estaba muy contento con la nueva reina, porque era tan sencilla ycariñosa que hacía olvidar el defecto de su mudez. Y un poco más tarde, la nueva reinaquedó embarazada, lo que colmó la felicidad del joven rey. Sin embargo, pronto llegaronnoticias de que en uno de los confines del reino había habido una sublevación y la gentede allí se había puesto al servicio de un rey vecino que, de este modo, amenazaba elterritorio del joven rey. De modo que, aprisa y corriendo, tuvo que ponerse al frente desus tropas para ir al combate.

Antes de partir, encargó a su madre que cuidara muy especialmente de su esposa y dela criatura que estaba por nacer y la madre le dijo que se fuera tranquilo.

Aún faltaba el rey del palacio cuando la reina dio a luz un hermoso niño. Pero la reinarecelaba de tal modo de la madre del rey que, apenas nació, le cortó el dedo pequeño deuno de los pies y se lo guardó.

No le faltaron razones, pues a poco de nacer, la madre mandó a un criado de suconfianza que raptara al niño y lo hiciera desaparecer echándolo al mar dentro de uncajón cerrado. Pero la doncella de la reina conocía bien al criado, que se interesaba porella, y con astucia consiguió enterarse de dónde iban a echar al niño y los siguió. Cuandolo hubieron lanzado al mar, ella cogió una barquita que tenía preparada en aquel mismolugar, navegó en pos del cajón, lo recogió y volvió a tierra con él. Luego lo entregó a unatía suya para que lo criase en secreto.

El rey, aunque estaba en guerra, mandaba pedir noticias de su mujer y la madre leenvió una carta a su hijo diciéndole que la reina había tenido un niño que nació muerto yque, después de esto, se había entregado a toda clase de ligerezas, lo que hacíaperentorio un castigo ejemplar.

No le gustaron al rey estas noticias, pero decidió que nada se haría hasta su vuelta,

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pues sabía de la mala voluntad que su madre manifestaba a su esposa.Por fin acabó la guerra, que duraba ya dos años largos, y volvió el rey. Entonces la

madre se adelantó a recibirle y le fue contando los mil y un horrores de la conducta de suesposa durante su ausencia, llegando a decir que había tenido amores con varios criadosdel palacio, de los de peor reputación. Ella confiaba en que la reina no pudieradefenderse puesto que no podía hablar y se aprovechaba de esta circunstancia. Además,había sobornado a varios testigos para que diesen falso testimonio de lo que ella contabay se los presentó a su hijo. En fin, todo el mundo en palacio tenía tanto miedo a la madredel rey que nadie se atrevió a desmentirla. El rey fue a hablar con su esposa y apreguntarle sobre lo que había oído, pero la pobre reina no podía hacer otra cosa quenegar con la cabeza y llorar de pena.

Fue tal y tan gruesa la trama que urdió la madre que, al fin, llevaron a la reina a lostribunales para que la juzgasen y como nadie se presentó a defenderla, la condenaron amuerte por adulterio.

La presentaron en el patíbulo en el que había de cumplirse la condena justo el día enque se cumplían los tres años de su salida del castillo sin puertas para casarse con elpríncipe. Y la reina tenía la esperanza de que dieran las doce antes de que la ajusticiasen,pues así se cumpliría la promesa hecha para salvar su vida y del encantamiento a sushermanos y podría hablar y contarlo todo. Y la gente que rodeaba el patíbulo se veíatriste y el mismo rey también lo estaba, pues aún no podía creer que la reina le hubieseengañado, como le decían.

Al llegar a lo alto del patíbulo, la reina tendió la vista a lo lejos y allí divisó el castillosin puertas y en las almenas estaban los tres leones. Entonces ella agitó un pañuelo parasaber si podía hablar, pero los tres leones, moviendo la cola, le dijeron que aún no eratiempo.

La madre del rey, en vista de la lentitud del acto y la conmiseración de la gente, instóal verdugo a que actuase cuanto antes y la pobre reina, siempre muda, dirigió al rey unamirada de tristeza tan honda que el rey, afectado por ello, dio orden de que se retrasasela ejecución hasta que él lo ordenara, pues en el fondo de su corazón se resistía aejecutar la sentencia. Y la madre ya iba a volver a insistir ante él cuando, de pronto, seprodujo una gran confusión entre los asistentes, unos echaron a correr en una dirección yotros en otra con gran susto y se vio que habían aparecido tres feroces leones que, encuatro saltos, subieron al patíbulo y rodearon a la reina como en actitud de defenderla.

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Apenas se habían rehecho los guardias del rey cuando empezaron a dar las doce en latorre del campanario. Y al dar la última campanada, los tres leones se convirtieron en tresapuestos jóvenes que rescataron a la reina del patíbulo y se dirigieron a donde estaba elrey; y el mayor de ellos dijo:

–Aquí está nuestra hermana, tan pura como el día en que la sacasteis del castillo parahacerla vuestra esposa. Al salir del castillo se le impuso un silencio de tres años, pues deello dependía su vida y la nuestra; ella ha cumplido su compromiso y ahora estamoslibres del encantamiento que nos tenía convertidos en leones y atados al castillo sinpuertas y hemos venido para ser sus testigos y defender su vida ante las calumnias devuestra madre.

El rey se abrazó a la reina con indisimulada alegría y su madre comenzó de nuevo aatacar a la reina, entonces el rey se dirigió a su esposa y le dijo:

–Puesto que tu compromiso ha terminado y ya puedes hablar, hazlo ahora.La reina dijo lo primero de todo que reclamaba a su hijo, nacido dos años antes, y la

madre del rey dijo entonces que, como naciera muerto, enterrado estaba.Entonces la reina llamó a su doncella y ésta acudió corriendo con el niño, que se

parecía a su padre. Y pidió a la doncella que relatase lo que había sucedido y, luego quelo hubo hecho, descalzó al niño y le mostró el piececito al rey para que viera que faltabauno de los dedos. Y pidió a la doncella su bolsa, la abrió y dijo:

–Éste es el dedo que falta, que lo corté y lo guardé para reconocerlo si fuera necesario,pues temía que vuestra madre me quitase al niño por el odio que me tenía.

Entonces el rey, loco de alegría, abrazó a su esposa y a su hijo y condenó a muerte asu madre, pero la reina intervino y consiguió que fuera desterrada a un lugar de dondenunca pudiera volver. Y así se cumplió la suerte de la muchacha y sus hermanos, loscuales se quedaron a vivir en el palacio al servicio del rey.

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50. LA MARIPOSITA

Esto era una mariposita que estaba barriendo alegremente la puerta de su casa y seencontró un centimito.

Y empezó a pensar: «¿En qué me lo gastaré? ¿En qué me lo gastaré? ¿En caramelitos?No, no, que me llamarán golosa. ¿En almendritas? No, no, que me llamarán tragona».

Y así siguió hasta que, de pronto, dijo:–¡Ya sé! Me compraré un lacito para el pelo y estaré linda y hermosa.Se compró el lacito, se lo puso en el pelo y, linda y hermosa, se puso a la puerta por

ver si encontraba novio. Entonces llegó un perro y le dijo:–Huy, mariposita, qué reguapa estás.–Hago yo muy bien, que tú no me lo das –repuso ella.–Mariposita, ¿te quieres casar conmigo?–Y cuando tengamos hijitos, ¿cómo los llamarás?–Guau, guau –ladró el perro.–Ay, no, entonces no, que me los morderás.Se fue el perro y al rato llegó un gato, y le dijo:–Huy, mariposita, qué reguapa estás.–Hago yo muy bien, que tú no me lo das.–Mariposita, ¿te quieres casar conmigo?–Y cuando tengamos hijitos, ¿cómo los llamarás?–Miau, miau –maulló el gato.–Ay, no, entonces no, que me los arañarás.Se fue el gato y a continuación llegó un ratón, y le dijo:–Huy, mariposita, qué reguapa estás.–Hago yo muy bien, que tú no me lo das.–Mariposita, ¿te quieres casar conmigo?

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–Y cuando tengamos hijitos, ¿cómo los llamarás?–Iii, iii –chilló bajito el ratón.–Ay, sí, porque así me los arrullarás.Y fueron y se casaron la mariposita y el ratón, ella vestida de blanco y él con levita

gris. Como se casaron en sábado, a la mañana siguiente, que era domingo, la maripositadejó al ratoncito en la cama y le dijo:

–Me voy a misa. Tú no te levantes, no sea que te coma el gato; y no te asomes a laolla, no te vayas a caer dentro.

La mariposita se marchó y el ratoncito se quedó. Y estaba tan a gusto en la cama, peroluego pensó: «Voy a vigilar la olla, no vaya a ser que se queme la comida».

Llegó a la olla, se encaramó en ella, abrió la tapa y ¡zas! se cayó dentro. La maripositavolvió de misa y no encontraba a su ratoncito.

–Ratoncito Pérez, ¿dónde estás?Y nada, que no aparecía. Al final se cansó de buscarle y se fue a comer y, claro, al

abrir la olla, allí estaba el ratoncito cocido. Y la mariposita se fue a la puerta de su casa yse puso a llorar.

–Ay, que mi ratoncito se cayó a la olla y su mariposita le gime y le llora.Pasó volando un pajarillo, y le preguntó:–¿Por qué lloras, mariposita?–Porque el ratoncito se cayó a la olla y su mariposita le gime y le llora.Y dijo el pájaro:–Pues yo, como pajarito, me corto el piquito.E iba volando sin piquito y le vio una paloma, que le preguntó:–Pajarito, ¿cómo vienes sin piquito?–Porque el ratoncito cayó a la olla, la mariposita le gime y le llora, y yo, como pajarito,

me corté el piquito.Y dijo la paloma:–Pues yo, como palomita, me corto la colita.Se fue la paloma volando hasta el palomar. Y le dijo el palomar:–Palomita, ¿cómo vienes sin colita?–Porque el ratoncito se cayó a la olla, la mariposita le gime y le llora, el pajarito se

cortó el piquito, y yo, como palomita, me corté la colita.–Pues yo, como palomar, me echo a rodar.

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Echó a rodar y a rodar y a rodar y tanto rodó que al río llegó; y le dijo el río:–Palomar, ¿cómo vienes tan rodando?–Porque el ratoncito se cayó a la olla, la mariposita le gime y le llora, el pajarito se

cortó el piquito, la palomita se cortó la colita, y yo, como palomar, me eché a rodar.–Pues yo, como río, me seco y no crío.Conque se secó y no crió. Entonces llegaron a la orilla las doncellas del rey con sus

cantaritas para coger el agua del río. Y le dijeron:–Río, ¿cómo no traes agua?–Porque el ratoncito se cayó a la olla, la mariposita le gime y le llora, el pajarito se

cortó el piquito, la palomita se cortó la colita, el palomar se echó a rodar, y yo, como río,me seco y no crío.

–Pues nosotras, como doncellitas, rompemos nuestras cantaritas.Clán. Rompieron sus cantaritas y volvieron al palacio sin cantaritas. Y el rey, que lo

vio, les dijo:–Doncellitas, ¿por qué no traéis las cantaritas?–Porque el ratoncito se cayó a la olla, la mariposita le gime y le llora, el pajarito se

cortó el piquito, la palomita se cortó la colita, el palomar se echó a rodar, el río se secó yno crió, y nosotras, como doncellitas, rompimos nuestras cantaritas.

–Pues yo, como rey, me echo a correr.Se echó a correr y corrió y corrió y corrió y al final llegó donde un fraile, que le dijo:–Rey, ¿cómo vienes tan corriendo?–Porque el ratoncito se cayó a la olla, la mariposita le gime y le llora, el pajarito se

cortó el piquito, la palomita se cortó la colita, el palomar se echó a rodar, el río se secó yno crió, mis doncellitas rompieron sus cantaritas, y yo, como rey, me echo a correr.

Y dijo el otro:–Pues yo, como fraile, me cojo las castañuelas y me voy al baile.

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51. BELLAFLOR

Un padre tenía dos hijos. El mayor se hizo soldado, se embarcó y estuvo en Américadurante muchos años. Cuando se cansó de ser soldado, se embarcó de nuevo paraEspaña y se presentó en su casa. Al llegar, descubrió que su padre había muerto y que suotro hermano era el que ahora se ocupaba de la casa y las tierras y se había hecho muyrico. Se presentó al hermano, que no le reconocía, y le dijo:

–¿Es que no me conoces?El hermano le contestó de malos modos:–Ni te conozco ni gana que tengo.Entonces el mayor le contó quién era y de dónde venía y el otro le dijo entonces:–Pues vete al granero, que allí hay un arcón que es todo lo que nuestro padre te ha

dejado –y, sin más, se dio media vuelta y regresó a sus quehaceres.El hermano mayor se fue al granero y, en efecto, halló un arcón muy viejo. Y se dijo:–¿Para qué quiero yo este arcón tan viejo? –y como hacía frío, decidió convertirlo en

leña para calentarse. Así que se lo echó al hombro, fue al lugar donde se hospedaba yempezó a hacerlo pedazos con un hacha. Pero hete aquí que, estando en esta faena, saltóun cajón secreto que tenía el arcón y el hombre vio que era el recibo de una fuerte sumade dinero que se le adeudaba a su padre. De inmediato se fue a cobrarla, le dieron eldinero y se encontró con que era rico.

Algunos días después, iba el hombre por la calle y encontró a una mujer que llorabaamargamente. Compadecido, le preguntó por qué lloraba y ella le explicó que su maridoestaba muy enfermo, que no tenía dinero para curarle y que un acreedor se lo iba a llevara la cárcel por no poder pagar lo que debía.

El hombre, al ver aquello, le dijo:–Pues no se apure usted, que yo me hago cargo de la deuda y también de la curación

de su marido; y si después de todo se muere, pues también me hago cargo del entierro.

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Y así lo hizo. Sólo que cuando terminó de pagar todo, incluido el entierro, vio que yano le quedaba ni un céntimo.

Y pensó: «Ahora tengo que ver cómo puedo ganarme la vida».Así que se fue a servir al rey en su palacio, que si antes había sido soldado, bien podía

ahora ser criado. Y entró de mozo de palacio; y se comportaba tan bien y con tantadiligencia y discreción que se ganó la confianza del rey y fue ascendiendo hasta que elrey le hizo gentilhombre.

Entretanto, su hermano había echado a perder su fortuna y apenas tenía lo justo paraalimentarse y escribió una carta al mayor pidiéndole ayuda; como éste era de buencorazón, lo recomendó al rey y le encontró un empleo en palacio.

Llegó el hermano y, en vez de sentir agradecimiento, se llenó de envidia al ver cómo elrey distinguía al mayor y decidió que buscaría la ocasión de perderlo para ocupar él sulugar. Un día se enteró de que el rey estaba enamorado de una princesa llamadaBellaflor; pero sucedía que el rey estaba ya muy viejo y a Bellaflor no le gustaba nadacomo marido, por lo que se había ocultado en una casa escondida en un bosque lejanoque nadie atinaba a descubrir. Entonces fue a ver al rey y le dijo que su hermano mayorsabía dónde se ocultaba Bellaflor y que, además, se trataba con ella. El rey se pusofurioso de verdad y mandó llamar inmediatamente al hermano para encargarle quepartiera sin dilación a buscar a Bellaflor y se la trajera a palacio en el plazo de unasemana o, de lo contrario, le cortaría el cuello.

El mayor no tuvo más remedio que ponerse en camino y pensaba cómo podríaencontrar a Bellaflor si no sabía su paradero. Conque se fue a la cuadra, triste ypensativo, y de pronto reparó en un caballo blanco, flaco y viejo, que al verle entrar ledijo:

–Monta en mí y no te preocupes de más.El mayor se sorprendió al oír esto, pero no lo dudó, montó en el penco y echaron

camino adelante. Al cabo de un buen rato, le dijo el penco:–¿No traes pan en tu bolsa? Pues échaselo a esas hormigas que se afanan en el

hormiguero, que falta les hace.Y dijo él:–¿Y qué voy a comer yo si pierdo mi pan?Y dijo el caballo:–Tú dáselo, que nunca se debe perder la ocasión de hacer el bien.

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Les echó el pan y siguieron camino. Más adelante vieron que un águila había caído enlas redes de un cazador y se debatía en ellas enredándose cada vez más. Y dijo el penco:

–Anda, apéate y libera de las redes a ese pobre animal.Y dijo él:–No tenemos tiempo para entretenernos en eso.Y dijo el penco:–Tú libérala, que nunca se debe perder la ocasión de hacer el bien.Eso hizo y siguieron camino. Y esta vez se encontraron un pez que había quedado

varado en la orilla y, por más que hacía, no conseguía volver al agua.–Anda –le dijo el penco–, coge a ese pobre pez y devuélvelo al río.Y dijo él:–¿Pero es que vamos a estar deteniéndonos todo el rato? Mira que tengo el tiempo

contado para volver con la princesa a palacio.Y dijo el penco:–Tú échalo al agua, que nunca se debe perder la ocasión de hacer el bien.Y así continuaron hasta un bosque umbrío y espeso donde el penco se internó sin

vacilar; y a poco, dieron con una hermosa casa donde estaba Bellaflor ocupándose de darde comer a los animales de granja que tenía por allí. Entonces dijo el penco:

–Ahora yo empezaré a dar saltos y corvetas y eso le gustará tanto a Bellaflor quequerrá montarme. Cuando me monte, yo me pondré a dar coces y relinchos y ella seasustará; entonces apareces tú y le dices que tu caballo sólo está acostumbrado a que lomonte su amo y que sólo así se amansará; y cuando ella consienta que montes, te subestú también sobre mí y yo echaré a correr y no pararé hasta llegar al palacio del rey.

Así sucedió y Bellaflor comprendió que la llevaban robada; entonces dejó caer de sudelantal al suelo el maíz que estaba dando a sus aves de corral y le dijo al joven queparasen para recogerlo.

Y le contestó él:–Pierde cuidado, que allí donde vamos sobran maíces.Más adelante, al pasar bajo un árbol, tiró al aire su pañuelo, que se quedó trabado en

las ramas más altas y le dijo al joven que se apease un momento para recogerlo.Y le contestó él:–Pierde cuidado, que allí donde vamos sobran pañuelos.Más adelante llegaron a un río y ella dejó caer en él una sortija y le pidió al joven que

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se echara al agua para cogérsela.Y le contestó él:–Pierde cuidado, que allí donde vamos sobran sortijas.Por fin avistaron el palacio del rey justo cuando se cumplía el plazo que éste había

dado al hermano mayor para volver con Bellaflor; y el rey se puso muy contento ydecidió celebrar una gran fiesta de bienvenida.

Pero Bellaflor, en cuanto pisó el palacio, corrió a la alcoba que le habían destinado yse encerró allí sin querer ver a nadie, ni siquiera al rey, que le suplicaba que abriera lapuerta. Sólo dijo que no abriría la puerta hasta que le trajesen las tres cosas que habíaperdido por el camino.

El rey llamó inmediatamente al hermano mayor y le dijo que fuera a buscar las trescosas y que si volvía sin alguna de ellas, mandaría que le cortasen el cuello.

Muy afligido, el mayor se fue a ver al caballo blanco, que estaba más flaco y viejodespués del viaje, y le contó lo que le ocurría; y le dijo el penco:

–No te preocupes, monta en mí y vamos a buscarlas.Echaron camino adelante y llegaron al hormiguero de la otra vez. Y dijo el penco:–¿Quieres tener el maíz?Y dijo él:–¿No he de quererlo, si por él vengo?–Pues llama a las hormigas –dijo el penco– y diles que te lo traigan.Y así fue como las hormigas, agradecidas, le trajeron el maíz, que él guardó en una

bolsa.Luego llegaron al árbol en cuyas ramas altas había quedado trabado el pañuelo. Y dijo

el penco:–¿Quieres llegar al pañuelo?Y dijo él:–¿No he de querer, si por él vengo?–Pues llama al águila que liberaste de las redes del cazador –dijo el penco– y pídele

que te lo traiga.Así sucedió y siguieron camino. Por fin llegaron al río donde Bellaflor dejó caer su

sortija y esta vez sí que se quedó desolado el hombre, que dijo:–¿Cómo podría sacar la sortija del fondo con esa corriente tan fuerte, si ni siquiera

recuerdo dónde la perdió?

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–Pues llama al pez que salvaste de morir –dijo el penco– y pídele que te la saque delfondo del río.

Y el pececillo, al oír lo que el hombre quería, se zambulló al fondo y volvió a aparecercon la sortija en la boca.

Volvió, pues, el hermano mayor al palacio lleno de alegría por el resultado de susbuenas acciones con las tres cosas que Bellaflor había pedido. Se las llevaron y entoncesella dijo que no saldría de su habitación mientras no friesen en aceite al atrevido que lahabía robado de su casa en el bosque. El rey, al conocer el deseo de ella, le prometió quese haría así y mandó preparar la lumbre y la caldera de aceite.

El hombre, muy afligido, fue a ver al caballo para despedirse de él y le contó lo que elrey había ordenado. Y le dijo el penco:

–No te preocupes. Monta sobre mí y correré mucho hasta que esté cubierto de sudor;cuando esto suceda, unta tu cuerpo con mi sudor y échate confiado en la caldera, que note pasará nada.

Así lo hizo y, ante el asombro de todos, salió de la caldera tal y como había entrado enella. Y al verlo tan arrogante, que se diría que el aceite le había embellecido, Bellaflor seenamoró de él.

Entonces el rey, que era viejo y feo, al ver lo que le había sucedido al mayor, pensóque a él le sucedería otro tanto y, sin pensárselo más, se echó a la caldera, donde murióabrasado. Y como el rey no tenía descendencia, sus súbditos nombraron rey al hermanomayor, que se casó con la princesa.

Pero antes de celebrarse la boda el hermano mayor desterró a su hermano fuera de loslímites del reino con una modesta bolsa de dinero y la orden de que no volviera más. Yluego se fue a ver al viejo penco para darle las gracias por la ayuda que le había prestado;y éste le dijo entonces:

–No me agradezcas nada, pues has de saber que yo soy el alma de aquel desgraciadoen quien te gastaste lo que tenías por salvarle y a quien luego enterraste; y al verte tanapurado, pedí a Dios permiso para acudir en tu ayuda y devolverte tus beneficios.

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52. LA ESTATUA DE MÁRMOL

Una mujer tenía un hijo ya crecido que no se decidía por hacer nada en la vida y allíseguía en la casa de su madre, holgando y perdiendo el tiempo. La madre le insistía enque tenía que aprender algún oficio, pero el muchacho, a cada oficio que le indicaba sumadre, se negaba a aprenderlo alegando que no le gustaba. Así estaban hasta que,cansado de decir que no a todo, decidió meterse a pintor. La madre, muy contenta, lebuscó un maestro que le aceptara como aprendiz y resultó que el chico se fueaficionando a la pintura y le dedicaba sus buenas horas, lo mismo trabajando en el tallercon el maestro que practicando él por su cuenta cuando el maestro no estaba. Y en pocotiempo se convirtió en un buen pintor.

Un día, el hijo del rey mandó llamar al maestro y le contó que había tenido un sueño:había soñado con la muchacha más hermosa del mundo y quería que, con arreglo a lasindicaciones que él le diera, el maestro hiciera un retrato de aquella flor de la hermosura.El maestro tomó buena nota y se volvió a su casa tan afligido que no podía estarlo más.La mujer, en cuanto le vio llegar, notó su tribulación y le preguntó a qué se debía. Y ledijo el maestro:

–Pues a que el rey me ha encargado que haga el retrato de una mujer que ha visto ensueños y que dice que es la flor de la hermosura. ¿Y cómo voy a retratar yo algo que nohe visto de manera que al rey le plazca?

El aprendiz, que estaba por allí, dijo:–No tenga usted cuidado, maestro, déme a mí las señas de esa belleza, que yo haré el

retrato. Sólo necesito que me deje un costal de nueces, dos panes y una botella de vino;y con eso, yo me encierro a trabajar esta noche y mañana mismo tiene usted el retrato.

Discutieron el maestro y la mujer y al fin accedieron a darle lo que quería al aprendiz,y éste se encerró en el taller.

Pero el maestro y la mujer no las tenían todas consigo y se quedaron por la noche en

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su alcoba con los ojos abiertos oyendo lo que hacía el aprendiz; y lo único que oían erael ruido de cascar las nueces, de manera que al fin el maestro le dijo a su mujer:

–Me parece que este sinvergüenza lo que está haciendo es atracarse de comer anuestra costa, así que me voy a levantar a buscarlo para darle un buena tunda.

Y le dijo la mujer, con mejor sentido:–Si ya está en ello, déjale a ver qué pasa y vamos a dormirnos, que ya estoy muerta

de sueño.Mientras tanto el aprendiz, después de darse el hartazgo y muy animado por el vino

que lo acompañó, se puso a la tarea y pintó el retrato de una muchacha que era,verdaderamente, la flor de la hermosura, tanto si el rey la había soñado como si no. A lamañana siguiente, el escamado maestro se presentó en el taller nada más amanecer y allíse quedó con la boca abierta al ver el maravilloso retrato que el aprendiz había pintado.Conque le despertó apresuradamente y le dijo:

–Pero ¿cómo has pintado esto?Y contestó el muchacho:–Con vino y nueces; vaya usted a llevarlo a palacio y déjeme dormir.El hijo del rey se quedó de una pieza al ver el retrato y le dijo al maestro:–Ésta es la mujer con la que yo he soñado. Ahora es preciso que vaya a buscarla y tú

vendrás conmigo.Al oír esto, el maestro se fue de palacio consternado y con tal aspecto llegó a su casa

que le preguntó su mujer:–¿Qué te pasa? ¿Es que al hijo del rey no le gustó el retrato?–Pues mejor fuera que no le hubiese gustado, porque ahora quiere que vaya con él a

buscar a la flor de la hermosura. ¿Y cómo la vamos a encontrar, si sólo existe en sucabeza?

El aprendiz, que lo oyó, le dijo al maestro que le llevara con él a ver al hijo del rey yque ya encontrarían el modo de hacer que él acompañara al hijo del rey y el maestroquedase en su casa. Así pues, el maestro presentó al muchacho como su hijo y pidió quele dejaran hacer el viaje con ellos. Y como el hijo del rey consintió, se pusieron enmarcha los tres.

A los dos días de andar, el maestro estaba tan cansado que el aprendiz le dijo al hijodel rey:

–Como mi padre se fatiga tanto, nos va a retrasar el viaje, así que si el señor quiere,

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yo puedo encargarme de guiarle.–¿Y tú sabes por dónde hemos de ir?–Sí, señor –dijo el muchacho.–Pues que se vuelva entonces el maestro solo a su casa y nosotros seguimos adelante.Eso hicieron y el hijo del rey y el muchacho siguieron camino sin detenerse y a fuerza

de andar llegaron a una casa en mitad del monte. Entraron en ella y no vieron a nadie,pero la mesa estaba servida y, como estaban cansados y hambrientos, se pusieron acenar y después buscaron un lugar donde echarse a dormir. Y allí había dos camasdispuestas, que parecía que les estaban esperando. El hijo del rey se acostó de inmediatoen una de ellas, pero el muchacho, que andaba un poco desconfiado de no ver a nadie,dijo:

–Mejor será que uno duerma y otro vele y ya cambiaremos turnos.El hijo del rey estuvo de acuerdo y mandó a dormir al muchacho, pues él se encargaba

de hacer la primera vela. A las once en punto, cuando acabó su turno, cambiaron yquedó vigilando el muchacho. Y ahí estaba, dejando pasar el tiempo, cuando, al dar lasdoce, sintió ruido como de dos personas que entraban; y aunque no veía a nadie, oyódos voces que hablaban entre sí, y después de saludarse decían:

–¿No sabes con quién quiere casarse el hijo del rey?–No. ¿Con quién?–Con la flor de la hermosura.–¡Ay, qué difícil es eso, si es casi imposible encontrarla!Ahí se callaron las voces y no hubo más y el muchacho se quedó con las ganas de

saber dónde podrían encontrar a la flor de la hermosura. Pero se dijo para sus adentrosque, si permanecían una noche más allí, quizá lograra averiguarlo.

Al amanecer se despertó el hijo del rey y preguntó:–¿Hubo algo esta noche?–Nada, señor.–Pues en marcha.–Esperad, señor, que creo que será bueno quedarnos un día más aquí, pues sucede

algo extraño que quiero averiguar.El hijo del rey se avino a ello y pasaron el día caminando por las cercanías de la casa

sin ver a persona alguna, lo que les parecía extraordinario. Comieron y cenaron ydespués se acostaron y convinieron en hacer los turnos como la noche anterior, de

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manera que, a las once, el hijo del rey despertó al muchacho y se fue a dormir. Elmuchacho aguardó pacientemente a que dieran las doce y entonces, como en la nocheanterior, oyó entrar a dos personas, a las que no veía, que se saludaron y empezaron ahablar.

–¿Sabes que el hijo del rey se ha puesto en camino para buscar a la flor de lahermosura?

–Sí, pero es muy difícil que la encuentre, porque está al otro lado del mar.–Ah, pero es fácil de pasar. Si ese cuerno de llave que está ahí colgado lo tirase al mar,

se volvería un puente de plata que llega al otro lado.Otra vez volvieron a callar las voces y el muchacho se dio cuenta de que aún no sabía

lo suficiente, por lo que convenció al hijo del rey de que pasaran un día más allí, y esohicieron. A la medianoche estaba el muchacho de guardia, como en las veces anteriores,y sonaron los pasos de las dos figuras invisibles, que se pusieron a hablar:

–¿Sabes que el hijo del rey está muy decidido y ya debe de estar muy cerca de aquí?–Tal vez pare en esta casa.–Tal vez sí, tal vez no.–Pero aunque encuentre el cuerno de llave y pase el mar, no podrá traerse a la flor de

la hermosura, porque la guardan un gigante terrible y dos leones feroces.–¿Y no hay manera de poderla rescatar sin que lo vean?–Sí la hay, si aprovecha que estén dormidos y vuelven a pasar el mar antes de que

despierten, pero ¡ay de ellos si logran alcanzarlos!Volvieron a callar las voces y, al amanecer, el muchacho cogió el cuerno de llave y se

fue con el hijo del rey hasta el borde del mar. Allí mismo echó al agua el cuerno de llave,que se volvió puente de plata, y pasaron al otro lado.

Pronto llegaron a un gran palacio, en el cual había un gigante y dos leones y los tresestaban dormidos. En medio de todos ellos había una mujer tan hermosa que no lopodían creer. Ella, en cuanto los vio, les dijo:

–¿Cómo es que han llegado ustedes hasta aquí?Y dijo el hijo del rey:–Hemos venido a buscarte.–¡Desgraciados de vosotros! –contestó ella–. En cuanto despierte el gigante, os

alcanzará y os matará, y si los leones despiertan antes, os devorarán sin que quede unauña de vosotros.

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Pero ellos se acercaron a la mujer, la cogieron con mucho tiento y, en cuanto se vieronfuera del palacio, partieron a escape hacia el mar. Al poco se despertó el gigante y, al verque no estaba la flor de la hermosura, se llenó de ira y salió a buscarla. Y apenas miró,vio que se la llevaban por el puente de plata. Entonces echó a correr y, como era gigante,en tres zancadas se plantó junto al mar, pero en ese momento los tres fugitivosterminaron de pasar y levantaron el puente. El gigante, al ver que ya no podía seguirlos,los amenazó y dijo:

–Te vas, flor de la hermosura, que he llegado tarde para recuperarte, pero permitaDios que en tu noche de bodas seas comida por los lobos, y si esta maldición no tealcanza, que, al primer hijo que tengas, te conviertas en estatua de mármol.

Volvieron los tres a toda prisa y, cuando sintieron cansancio, recordaron la casa en elmonte y allí se fueron a dormir. Como en las veces anteriores, estaba el muchacho deguardia cuando dieron las doce y otra vez volvió a escuchar pasos y a oír las voces.

–¿No sabes que el hijo del rey ha conseguido traer a la flor de la hermosura?–¿Es verdad eso?–Verdad es, pero no sabe que trae consigo la maldición que les ha echado el gigante.–¿Qué maldición es ésa?–Que en su noche de bodas ella sea comida por los lobos.–Qué pena, con lo bella que es. ¿Y no hay modo de librarse de esa maldición?–Sí la hay, si el día en que se casen el rey rodea la ciudad con un ejército para pelear

con todos los lobos que se presenten.Callaron las voces y el muchacho se echó a dormir también él, pues ya había oído lo

que deseaba saber. A la mañana siguiente se pusieron de nuevo en marcha y al finllegaron a la ciudad, donde fueron recibidos con gran gozo y todo el mundo quedóadmirado de la extraordinaria belleza de la flor de la hermosura.

El día de la boda, el rey armó a su ejército y rodearon la ciudad; y cuando ya estabanpreparados vieron llegar infinidad de lobos de aspecto sanguinario por todas partes y lossoldados estuvieron luchando durante horas hasta que por fin consiguieron acabar conellos.

En fin, que terminaron con bien las fiestas y todo el mundo estaba feliz y, en especial,el hijo del rey. Con el paso del tiempo, la flor de la hermosura dio a luz un niño quetambién era muy hermoso. Todos en el palacio estaban encantados y también la reina,que tanto había deseado tener un nieto. Y cuando el rey, después de presentar al niño,

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volvió con él a la alcoba de su mujer, se la encontró convertida en estatua de mármol. Nohay que decir que sintió tal desconsuelo al verla en ese estado que ni siquiera la presenciadel hijo le alegraba el corazón. Y así, mandó vaciar una gran sala y colocar en el centro,sobre una gran losa, la estatua de su mujer, para admirarla muerta ya que no la podíatener viva.

El aprendiz, que se había quedado a vivir en palacio, viendo el estado en que seencontraba su señor, pensó que debería visitar la casa en el monte cuanto antes y pidió alhijo del rey que le proporcionase un caballo. Salió una mañana y esa misma noche yaestaba en vela aguardando que diesen las doce. Cuando eso sucedió, sonaron los pasos y,en seguida, se oyeron las voces:

–¿No sabes lo que pasa ahora?–No, ¿qué es?–Que el hijo del rey ha podido librarse de la primera maldición del gigante, pero no de

la segunda.–¿Cuál era ésa?–Que al dar a luz a un niño se ha convertido en estatua de mármol.–Ay, qué lástima, con lo bella que era. ¿Y no hay modo de librarse de esa maldición?–Sí que lo hay, pero es muy triste, porque para dar la vida a la madre, tiene que morir

el hijo.–¿Y cómo es eso?–Si matan al niño y echan la sangre en una redoma y frotan con esa sangre las venas

de la madre, ésta volverá a la vida.Callaron las voces y esta vez el muchacho no pudo dormir; mas apenas vio la primera

luz, salió a escape a palacio. En cuanto llegó, le dijo al hijo del rey cómo deshacerse de lamaldición. El hijo del rey quedó apesadumbrado y su madre, la reina, se opuso a que sehiciera nada a su nietecito. Pero, finalmente, el hijo del rey, con todo el dolor de sucorazón, decidió que antes que el hijo era la madre. Y como confiaba en el aprendiz, diola orden de que se hiciera como el aprendiz decía.

Mataron al pobrecito niño, recogieron la sangre en una redoma y fueron frotando conella todas las venas de la estatua de mármol. A medida que las frotaban, iban tomandocolor y movimiento y lo mismo los miembros y, por fin, la flor de la hermosura volvió ala vida ante la admiración de quienes presenciaban el prodigio.

Y aunque sintieron mucho la muerte del hijo, poco a poco se fueron consolando con la

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llegada de otros hijos hasta un total de nueve que tuvieron, y el hijo del rey, que luegofue rey, y la flor de la hermosura vivieron en el palacio hasta el fin de sus días y elaprendiz de pintor con ellos.

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53. PIEDRA DE DOLOR Y CUCHILLO DE AMOR

Había una princesa muy hermosa a la que pretendió el diablo y la princesa lo desdeñó.Desde entonces, el diablo buscaba la forma de vengarse por el desdén. Un día en quemerodeaba por los jardines de palacio, vio venir a la princesa y a sus damas, que enseguida se pusieron a jugar al escondite. Una se quedó y las demás se escondieron, entreellas la princesa; y cuando estaban todas escondidas cada una en un sitio, el diablo sedeslizó hasta donde estaba la princesa y le puso un anillo dormidero en el dedo, con loque la princesa se quedó dormida en el acto. Entonces la cogió en brazos, la sacó depalacio por un hueco secreto que había en el muro que rodeaba los jardines, la metió enuna urna de cristal y se la llevó lejos, lejos, hasta el mar, donde tiró la urna con laprincesa dormida dentro.

La urna se quedó flotando en las aguas, llevada por el oleaje, hasta que un príncipe,que estaba pescando con dos marineros, la avistó y ordenó acercarse a ver lo que eraaquello. Al subir la urna a la barca, vieron que dentro de la caja yacía una muchachamuy bella que a ratos parecía muerta y a ratos dormida, por lo que abrieron la urna.Mientras la observaba, el príncipe reparó en el anillo que la muchacha llevaba en lamano, y al quitárselo por ver si contenía alguna inscripción, se despertó la muchacha tanasustada que, de inmediato, el príncipe le volvió a poner el anillo y de nuevo quedósumida en aquel extraño sueño.

Entonces el príncipe decidió que la llevaría a palacio sin que nadie supiera nada y laguardaría en sus habitaciones, pues estaba prendado de la belleza de la muchacha. Asíque, ayudado por los marineros, la llevaron a las habitaciones del príncipe y allí quedóbajo llave.

Cada día, el príncipe la despertaba, le llevaba ricos alimentos, se quedaban hablando yluego la volvía a dormir. Un criado fiel se ocupaba de limpiar las habitaciones sin quenadie más pudiera entrar en ellas. El príncipe se había ido enamorando de la muchacha y

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la muchacha de él, y ella aceptaba esta situación porque el príncipe debía encontrar elmomento adecuado de decirles a sus padres que se quería casar con ella.

Pero la conducta del príncipe tenía intrigadas a sus dos hermanas. Por eso, un díamadrugaron mucho, se colaron en la alcoba de su hermano y le quitaron el llavero dondetenía la llave de la habitación cerrada. Y allá se fueron a curiosear lo que había dentro deella. Su sorpresa fue mayúscula al encontrar a la princesa dormida en la urna. Una de lashermanas reparó en su anillo y se lo quitó para verlo mejor, pero en ese momento laprincesa despertó y las dos hermanas, asustadas, salieron corriendo de la habitación ycerraron la puerta tras ellas.

El rey hizo llamar al príncipe y cuando éste entró en la sala donde le esperaba su padrey vio en una mesita el anillo dormidero y la llave, comprendió que su secreto había sidodescubierto. Ya no tuvo más remedio que contar todo lo ocurrido y decir que deseabacasarse con la muchacha. Los padres se opusieron de plano, mas al ver el amor de él y alconocerla a ella y parecerles que era princesa, accedieron a la boda y ésta se celebró congran pompa y esplendor.

Un año después murió el rey y su hijo le sucedió en el trono y la princesa se convirtióen reina. Lo primero que tuvo que hacer el nuevo rey fue un viaje por sus tierras y lareina quedó en palacio porque estaba embarazada y a poco dio a luz un niño precioso. Yestaba ella en la alcoba cuidando a su niño cuando se presentó el diablo y le reclamó elniño.

La princesa se negó a dárselo y entonces el diablo se lo quitó, se lo comió y untó loslabios de ella con la sangre del niño.

Más tarde entró la madre del rey en la alcoba para ver a su nieto y, como no estaba,preguntó a la reina por él, pero ella no contestó nada y se echó a llorar. Y la madre delrey la acusó de haberse comido a su propio hijo.

La madre del rey esperó a que el rey volviese y nada más llegar le dijo:–Te casaste contra la voluntad de tus padres y mira lo que te ha sucedido –y le contó

que la reina se había comido a su propio hijo.El rey, que la amaba, contestó:–De sus entrañas salió y a sus entrañas volvió.Luego fue a ver a su mujer, que se abrazó a él y lloraba amargamente sin poder

contenerse, mas cuando fue a preguntarle lo que había sucedido, le suplicó ella:–¡No me preguntes nada, no me preguntes nada! –porque el diablo, al sellar sus labios

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con la sangre del niño, le impedía contar por su boca lo que le había sucedido.La madre y las hermanas del rey no podían soportar la situación y todo el día estaban

detrás del rey pidiendo justicia, pero el rey aún tenía que concluir un último viaje y lesdijo que esperasen y que a la vuelta se haría justicia, por cruel que ésta llegara a ser, si esque se encontraba a la reina culpable.

Y antes de salir les preguntó a sus hermanas y a su mujer qué deseaban que les trajerade este último viaje. Las hermanas le pidieron joyas y vestidos, como siempre, y laesposa le dijo que le trajera una piedra de dolor y un cuchillo de amor.

A lo largo del viaje encontró lugares donde había hermosas joyas y vestidos, pero enninguno encontró una piedra de dolor y un cuchillo de amor. E iba preocupado porque nopodría cumplir con el deseo de su esposa cuando, en uno de los últimos lugares quevisitó, ya de regreso al palacio, oyó a un buhonero pregonar:

–¡Piedras de dolor y cuchillos de amor!–¿Cuánto quiere usted –le dijo al buhonero– por esa piedra y ese cuchillo que

pregona?Dijo el buhonero, con ojos avarientos:–A usted se lo cambio por ese saquito de joyas que lleva con usted –y como el saquito

lo llevaba escondido bajo su camisa, comprendió que era el diablo o uno de sus parientesy con el mismo cuchillo que había cogido para verlo hizo por tres veces la señal de lacruz ante el buhonero y éste huyó a toda prisa.

Al llegar a palacio entregó las joyas a sus hermanas, y también los vestidos, y a suesposa le dio la piedra y el cuchillo, pero no pudo resistir la tentación de preguntarle paraqué los quería; y la reina volvió a llorar amargamente y a decirle al rey:

–¡No me preguntes nada, no me preguntes nada!Así que se quedó con la piedra y el cuchillo en sus manos y le pidió que la dejara sola.

El rey accedió y simuló marcharse, pero regresó por otro camino y se escondió tras lascortinas del ventanal que daba al jardín para ver qué iba a hacer su mujer, porque desdeel primer momento el regalo pedido había levantado sus sospechas.

Y vio que la reina se había sentado ante una mesita, había puesto la piedra en ella ydecía:

–¡Piedra de dolor! ¿Es verdad que el hijo del rey me salvó del mar, me llevó a supalacio y se casó conmigo?

–Es verdad, es verdad –contestó la piedra, y se partió en cuarenta pedazos.

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La reina le preguntó después:–¡Piedra de dolor! ¿Es verdad que tuve un niño del rey y que vino el diablo, me lo

quitó, se lo comió y me untó los labios con sangre para que todos creyeran que yo me lohabía comido?

–Es verdad, es verdad –volvió a decir la piedra y cada uno de los cuarenta pedazos separtió en otros cuarenta.

La reina preguntó después:–¡Piedra de dolor! ¿Es verdad que mi suegra y mis cuñadas creen que yo me comí a

mi hijo y quieren que el rey me mande ahorcar?–Es verdad, es verdad –contestó la piedra; y cada pedacito se rompió en otros

cuarenta.Entonces la reina sacó el cuchillo, lo puso en la mesa ante ella y exclamó:–¡Cuchillo de amor! Como se ha partido la piedra de dolor, párteme tú el corazón.Y ya se lo iba a clavar en el pecho cuando apareció el rey, se lo quitó de las manos y

lo arrojó lejos, y luego le dijo que él la amaba y la creía en todo lo que había escuchado.Y ya no se separaron nunca más.

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54. PULGARCITO

Unos padres tenían siete hijos y el menor de todos ellos era tan pequeño como undedo pulgar y por eso le llamaban Pulgarcito. Vivían cerca de un bosque, pero no teníanqué comer, porque eran pobres como ratas y el hambre les atacaba día y noche sinpoderlo remediar. El padre se desesperaba y le decía a la mujer:

–¿Es que vamos a ver morir a nuestros hijos? Pues yo no quiero verlos morir dehambre.

Y le dijo ella:–Mira, mañana les llevamos al bosque y, cuando estén entretenidos, los dejamos allí, y

así al menos no los veremos morir.Pulgarcito, que lo oyó, salió fuera de la casa y se llenó los bolsillos de piedrecitas.

Cuando sus padres los llevaron al bosque, él fue soltando las piedrecitas de tanto entanto. Los niños estuvieron jugando en el bosque hasta que llegó la noche y los padres novenían, y entonces se echaron a llorar. Y les dijo Pulgarcito:

–¿Por qué lloráis?Y le dijeron:–Porque se han marchado nuestros padres y estamos perdidos.Y dijo Pulgarcito:–Pues no preocuparse, que yo os llevaré de vuelta.En la casa estaban los padres con el corazón encogido pensando en la suerte de los

pobres niños.Decía la madre:–Ay, que se los habrán comido los lobos.Y contestaron ellos:–No, madre, que estamos aquí a la puerta.Los padres se alegraron mucho y los abrazaron y todos estaban contentos; pero el

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hambre es mala y aprieta y a poco ya no tenían nada que dar de comer a los hijos. Y sedijeron los padres:

–Esta vez les llevaremos más lejos.Y eso hicieron. Pulgarcito, que lo oyó, se guardó el pedazo del pan que su padre les

había dado para entretenerlos y lo fue desmigando por el camino de tanto en tanto. Peroel pan se lo comieron los pájaros y esta vez no pudo encontrar el camino de vuelta. Asíque los pobres niños abandonados se echaron a andar todos juntos y temerosos hastaque vieron una casa, que era la casa del ogro, pero se fueron a ella. Y les abrió la mujer:

–Ay, señora, dénos refugio que estamos perdidos.–No, idos de aquí en seguida, que ésta es la casa del ogro que se come a todos los

niños.–Ay, por favor, señora, escóndanos aunque sólo sea una noche.Total, que los escondió. Pero nada más llegar dijo el ogro:–Huelo a carne fresca.–Claro –dijo la mujer–, el cordero, el lechazo...–No, no, huelo a carne fresca de niño.Y se puso a buscar hasta que los encontró. Y se los dio a su mujer diciéndole:–Engórdamelos un poco, que están como palillos, y yo me daré una buena cena de

niños con mis amigos.La mujer les dio bien de cenar y luego los acostó en un cuartito que había al lado de la

cocina. Y Pulgarcito se fijó en que en la cama de al lado había otros siete niños, que eranlos hijos del ogro, con siete gorros de dormir de tela y a ellos, en cambio, les pusieronunos gorros de papel. Entonces Pulgarcito, en cuanto se hubieron dormido todos, fue ycambió los gorros.

A medianoche el ogro se levantó de la cama y fue al cuartito y como no había luz,palpó los gorros y a los que tenían gorros de papel los mató y los dejó preparados paracomérselos al día siguiente. Y nada más levantarse, mandó a la mujer que se lospreparara en un guiso. La mujer fue y descubrió que eran sus hijos.

–¡Ay, desdichado, que mataste a nuestros siete hijos!El ogro fue a mirar y descubrió que Pulgarcito y sus hermanos se habían escapado

aprovechando la confusión, así que salió al bosque, se calzó las botas de siete leguas y semarchó a buscarlos. Pero, como era muy dormilón, a medio camino se echó unasiestecita pensando que los alcanzaría en seguida. Y resultó que los niños estaban

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escondidos cerca de él. Pulgarcito, aprovechando que dormía, le quitó al gigante las botasde siete leguas y se metieron todos dentro de ellas y en un periquete llegaron al palaciodonde vivía el rey. Y al ver el rey que Pulgarcito era tan listo, le dio empleo a él, a sushermanitos y a sus padres, que todavía lloraban a los niños creyéndolos muertos.

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55. EL PÁJARO DE LOS DIAMANTES

Éranse dos amigos que tenían además en común el oficio de joyero, pero, lo que sonlas cosas, a uno de ellos se le puso la suerte de espaldas y perdió cuanto poseía. En talsituación, se fue a ver a su amigo para ver si podía sacarle del apuro, pero el amigo eramuy egoísta y se excusó diciendo que tenía mujer y dos hijos por familia, y no podíaarriesgar lo poco que tenía para sostenerlos.

El empobrecido, en vista de la situación, se determinó a cambiar de oficio yhabiéndose enterado de que necesitaban un guardés para una dehesa se presentó por elpuesto. Como era hombre de buena fama, se lo dieron y allí se quedó a vivir. El hombreera cazador y su amo le permitía cazar de vez en cuando alguna pieza para poder comer.Un día en que estaba a la busca, vio un pájaro tan maravillosamente colorido que leentraron ganas de hacerse con él y le tiró con pólvora sola, de manera que pudo cogerlosin hacerle casi daño. En cuanto llegó a casa, lo metió en una jaula todo contento deposeer un pájaro tan admirable.

Al día siguiente fue a echarle de comer y se encontró con que en el suelo de la jaulahabía una piedra muy brillante, y él, como era joyero, se dio cuenta en seguida de que noera un huevo tan deslumbrante como el plumaje del ave sino un auténtico diamante. Nosabía bien qué pensar del asunto hasta que, al otro día, volvió a encontrar otro igual, y aldía siguiente, otro, y al otro, otro, y comprendió que el pájaro ponía diamantes en vez dehuevos. Así que tomó los diamantes, se fue a la tienda de su antiguo amigo el joyero y selos vendió sacando una bonita suma de dinero por ellos.

Como sacó su buen dinero, dejó el oficio de guardés y se volvió al pueblo. El pájaroseguía poniendo diamantes, de manera que no tardó en hacerse rico. Y su antiguo amigojoyero estaba muy inquieto tratando de saber de dónde sacaba tantos diamantes elhombre. Le preguntó y éste no quiso decírselo, claro, y entonces le amenazó con que si

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no se lo decía lo acusaría de haberlos robado. Y el hombre, indignado por esto y paraprobarle que no era ladrón, le contó cómo los obtenía.

Al enterarse del secreto, el joyero le propuso comprarle el pájaro y el otro no quiso;pero luego se lo pensó mejor y, como recelaba de su antiguo amigo y, además, era yabastante rico, le propuso un cambio: él le daría el pájaro a cambio de la casa y la tiendadel joyero. Claro, éste le dijo que sí en seguida, porque esperaba volverse mucho másrico de lo que era y comprar una casa mejor y abrir otra tienda. Total, que cerraron eltrato.

El joyero, apenas consiguió los primeros diamantes, compró una casa nueva e instalóal pájaro en una jaula fastuosa en mitad del jardín. A menudo se acercaba a observarlopara regocijarse por el cambio que había hecho, y en una de éstas, vio al pájarorevolcarse y observó que había un letrero debajo de cada una de sus alas. Cogió al pájaropara ver esos letreros y leyó en uno: «El que se coma mi cabeza será rey» y en el otro:«El que se trague entero mi corazón sin masticarlo tendrá todos los días, al levantarse, unbolsillo lleno de oro bajo la almohada».

El joyero pensó entonces, como buen egoísta: «Esto vale más que todos los diamantesque el pájaro pueda darme, así que, si lo mato y me lo como, seré rey e inmensamenterico».

No lo pensó más, mató al pájaro y se lo entregó a la cocinera para que lo cocinasediciéndole:

–Lo he de comer entero sin falta de nada, así que como eche algo en falta, te desuelloviva.

La cocinera, con todo cuidado, preparó y guisó el pájaro y lo dejó apartado paracuando llegase la hora de comer. Y sucedió que, estando ausente de la cocina, llegarondel campo los dos hijos del joyero, que venían cansados y hambrientos y, al ver el guiso,no se lo pensaron más: el mayor se comió la cabeza y el pequeño eligió el corazón, puespensaban que eso sería lo que menos se echase en falta, pero en esto oyeron volver a lacriada y el pequeño se tuvo que zampar el corazón entero para que ella no le vieramasticar y le acusase ante su padre.

Llegó la hora de la comida y la cocinera, que no había reparado en nada, llevó elpájaro a su amo. El joyero buscó inmediatamente la cabeza y el corazón y, al nohallarlos, llamó a la cocinera y le preguntó por tales despojos y la pobre mujer se echó allorar diciendo que ella no los había comido.

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Y dijo el joyero:–¿No te dije que te iba a desollar viva si te los comías? ¡Pues ahora verás! –y cayó

sobre ella dispuesto a darle tal tunda de palos que los hijos no pudieron por menos deintervenir.

–Déjela usted, padre, que no tiene razón para pegarle, que fuimos nosotros los que noscomimos la cabeza y el corazón de tanto apetito como traíamos.

Al oír esto, el padre se fue calmando poco a poco y al final pensó que del mal, elmenos; pues si él no podía ser rey, al menos lo sería su hijo, con lo que bien podríaaprovecharse de esta situación cuando llegara el momento. Y en cuanto al pequeño,resolvió no decirle tampoco nada y ya se ocuparía él de recoger cada mañana el bolsillode oro. Así que los interrogó discretamente y supo que era el pequeño el que se habíacomido el corazón entero.

Conque se calló bien callado y a la mañana siguiente madrugó y se fue a la cama delmenor y encontró un bolsillo lleno de oro. Y desde entonces hizo todos los días lomismo.

En fin, los hijos fueron creciendo y un buen día un amigo invitó a los dos hermanos acazar en una finca que él tenía y donde abundaban los conejos de monte. Al padre no lehizo gracia esto, pero como los hijos eran ya mayores no tuvo más remedio que accedery allá que se fueron prometiendo volver lo más pronto que pudieran.

Fueron con el amigo, estuvieron cazando, se acostaron rendidos y a la mañanasiguiente volvieron a salir. Y cuando regresaban por la tarde, una criada se acercó almenor y le dio un bolsillo diciéndole:

–Tome usted este bolsillo, que se dejó esta mañana bajo la almohada.–Pero este bolsillo no es mío –dijo el muchacho.–Que sí, señor –insistió la criada–, lo encontré al hacer la cama por la mañana en

cuanto salieron, así que ha de ser de usted.El muchacho, pensando que sería alguna broma, le contestó:–Bueno, pues si es mío, yo te lo regalo.La criada, como es natural, se fue más contenta que unas castañuelas.El muchacho se acostó aquella noche y le entraron ganas de fumar y después de liar

un cigarro, por la pereza de levantarse, guardó la petaca bajo la almohada; y a la mañanasiguiente, al recogerla, encontró un bolsillo lleno de oro. Y no sabía si era una broma quele estaban gastando o qué, pero decidió no decir nada a ver qué ocurría y nada ocurrió, y

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al otro día encontró otro bolsillo igual y ya le entró inquietud, pues no sabía lo quesignificaba eso. Pero al ver que aquello continuaba, recordó que su padre solía entrar porla mañana temprano a arreglarle las almohadas y no tardó en comprender que lo quebuscaba en realidad era el bolsillo de dinero. En vista de lo cual, cuando regresaron a lacasa del padre, el pequeño reunió a su padre y a su hermano y dijo:

–Padre, he notado que cada mañana, al levantarme, encuentro un bolsillo lleno de oro;y como usted no quería que yo fuese a la finca de mi amigo, me parece que ha de saberalgo de esto.

El padre no tuvo otro remedio que contarles a los dos hermanos que al comerse lacabeza del pájaro el mayor estaba destinado a ser rey, y que, al tragarse entero elcorazón, el menor encontraría todas las mañanas un bolsillo lleno de oro bajo laalmohada.

Los dos hermanos se alegraron mucho al oír esto y el pequeño le dijo al padre que,puesto que ya era rico y además él le daba con gusto el oro que había reunido cuandoestuvo en la finca, que él prefería marcharse a conocer el mundo en lugar de seguir en lacasa. El padre, claro, trató de disuadirle, pero el pequeño no cejó. Y, además, suhermano dijo que él quería acompañarle, así que el padre no tuvo más remedio quedejarlos partir mientras se arrepentía de haberles contado la historia del pájaro.

El caso es que los hermanos se fueron y estuvieron juntos aquí y allá corriendoaventuras. Hasta que un día, en que estaban de camino, vieron venir un ejército denumerosos caballeros hacia ellos y, cuando éstos llegaron a su altura, se acercaron losmás principales para ofrecer al hermano mayor la corona del reino que atravesaban, puestenían noticia de su llegada y se habían puesto en su busca. Naturalmente, a ninguno delos dos les extrañó este suceso y el hermano mayor aceptó inmediatamente la corona yencabezó la comitiva de vuelta al palacio real.

La llegada del nuevo rey fue acogida con el natural alborozo y se organizaron grandesfiestas. Pero al cabo del tiempo, el menor manifestó su deseo de seguir camino él solo,porque aún no había acabado de saciar su sed de aventuras. Y aunque el mayor leprometiera casarlo con una princesa, él decidió que ya encontraría la mujer que leconviniese, fuera princesa o no, y que se iba.

Eso hizo, y continuó recorriendo el mundo. Un día llegó a una casa donde vivía unamujer de modestos recursos que tenía una sobrina bellísima y el menor se prendó de ella

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y decidió hacerla su esposa. La tía, como viera que al hombre no parecía faltarle de quécomer, accedió al casorio y pronto celebraron la boda.

Allí se quedó, pues, a vivir el pequeño. No faltaron curiosos que se preguntasen dequé vivía aquel hombre. Él decía que de las rentas que le mandaban de lejos, peroaunque se acallaron las murmuraciones no ocurrió lo mismo con la curiosidad de la tía dela muchacha, que era una mujer muy codiciosa. Y la tía le encargó a la sobrina que vierael modo de averiguar de dónde llegaba tanto dinero.

También la sobrina sentía curiosidad y le fue interrogando con discreción y poco apoco hasta que el hombre acabó por contarle la historia del pájaro cuyo corazón secomió entero y cómo por causa de eso cada mañana encontraba un bolsillo de oro bajo laalmohada. Con eso quiso tranquilizarla para que viera que nunca les iba a faltar de nada,pero le encargó que no dijese una palabra de lo que había oído.

En eso quedaron, pero la sobrina no pudo resistir contárselo a la tía y ésta, que a másde codiciosa era mala, preparó un cocimiento especial para que se lo mezclara a sumarido con la sopa, diciéndole que de este modo averiguarían si lo que le había contadoera cierto.

Así lo hicieron y el hombre se tomó su sopa tan tranquilo sin sospechar nada.Al rato, se empezó a sentir fatigado y decidió retirarse a descansar; luego tuvo

escalofríos y al final vomitó todo cuanto tenía en el estómago y por fin se quedódormido. Entonces la vieja fue a mirar entre lo que había echado y descubrió el corazóndel pájaro, que estaba tan entero como cuando se lo había tragado; lo cogió, lo lavó bieny se lo tragó ella.

A la mañana siguiente el hombre no encontró el bolsillo de oro bajo la almohada y lepreguntó a su mujer si lo había cogido ella, pero ella no lo había cogido. Eso sucedió aldía siguiente y al otro y ya al cuarto día estaba desconfiando y se enfadó con su mujerpensando que era ella la que se lo quitaba. Pero intervino la tía en la disputa en favor desu sobrina y le echó a la calle diciéndole que no volviera más por allí.

Entonces él se dijo: «Si me echas a la calle no es porque me estés robando el bolsillo,pues para eso necesitarías que yo me quedase a dormir en la casa. Esto ha debido sercosa de mi mujer, que le ha contado a la tía lo que yo le prohibí que contara y ésta hadebido de hacer algo para quitarme el poder».

Entonces regresó a la casa por la puerta de atrás e interrogó a la criada y ésta le dijoque no había ocurrido nada en la casa desde el día en que él se puso malo y lo vomitó

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todo; y él le preguntó si ella había limpiado la habitación y la criada le contestó que no,que la tía la había echado de allí y lo había limpiado todo ella. El hombre, al oír esto,comprendió lo que había pasado y se prometió que aquello no acabaría así.

No teniendo adónde ir, se echó al campo y estuvo deambulando de un lado a otrohasta que sintió sed y buscó una fuente; luego sintió hambre y miró a ver qué podíacomer y vio una higuera repleta de higos; y, sin pensarlo más, se fue derecho a ella ycomió un higo; y nada más comerlo, se convirtió en burro.

Cuando se vio de esta guisa, se echó al suelo desconsolado pensando cuál no sería sumala suerte que, además de perder su privilegio de los bolsillos de oro, se convertía en unanimal como aquél. Pero los lamentos duraron hasta que el hambre atacó de nuevo, conlo que se puso en pie y, como era burro, empezó a comer la hierba de por allí. Y al pocode empezar a comer, comprobó con satisfacción que se había vuelto hombre de nuevo.

Y se dijo:–Pues es verdad que no hay mal que por bien no venga, porque, mira por dónde, estos

higos me van a proporcionar la venganza que estaba deseando.Cogió algunos de los higos más hermosos que tenía la higuera, los puso en una cesta y

se fue para el pueblo donde vivía su mujer con la tía.Allí buscó a una persona a la que encargó que fuera a ver si le compraban los higos en

la casa de la tía, que podía quedarse con lo que le dieran por ellos. Así lo hizo el hombre,y en cuanto vieron en la casa el aspecto de aquellos higos, se los compraron todos y enseguida se los comieron la tía, la sobrina y la criada sin esperar a más.

Al poco se presentó el hombre en casa y las encontró a las tres convertidas en burras;las cogió, las llevó a la cuadra y les puso unos bozales para que no comiesen yerbaalguna y allí las dejó atadas. Luego fue en busca del boticario del pueblo, a quien conocíade antes, y le propuso una partida de caza. En cuanto se pusieron de acuerdo, se fuerona dormir y a la mañana siguiente el boticario se presentó en la casa y aparejaron lasburras. El hombre se montó en la sobrina, montó al boticario sobre la criada y echarontoda la carga en los lomos de la tía.

El camino fue un suplicio para la tía, que no podía ni con su alma, pero el hombre lefue dando buenos palos hasta que llegaron a una fuente donde descargaron. Entonces latía no pudo más, que se le doblaron las patas, y echó fuera todo lo que llevaba en elestómago. El hombre buscó entre lo que había arrojado, encontró el corazón, lo lavó enla fuente y se lo tragó entero, diciendo:

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–A ver si ahora vuelves a quitármelo.Mandó al boticario que se adelantase y él se fue por el lado contrario, pero en seguida

volvió sobre sus pasos, quitó el bozal a las burras, las dejó allí que pastasen y pudieranrecobrar su forma de mujeres y se marchó para siempre. Cuando el boticario volvió ni lehalló a él ni a las burras, así que de regreso al pueblo pasó por la casa de su compañero yallí encontró a la criada, que le dijo que la vieja estaba en las últimas y la sobrina rendidade cansancio; pero se cuidó muy mucho de decirle que era ella la burra sobre la quehabía ido montado.

Y el joven volvió con su hermano y le dijo que, ahora sí, le buscara una princesa paracasarse, que ya se habían acabado sus correrías por el mundo.

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56. EL ENANO Y EL PASTOR

Un pastor iba en busca de su ganado por la ladera de un monte cuando, en mitad delsendero, se encontró con un zurrón desgastado y medio roto ya. Lo vio y dudó encogerlo, de lo viejo que estaba, pero al final pensó que al menos le valdría para remendarotro. Y cuando se lo colgó al hombro escuchó estas palabras, que salían del zurrón:

–Conmigo cargastey la suerte voy a darte.

El pastor se quedó boquiabierto al oírlo y, como aquellas palabras no podían venir másque del zurrón, lo abrió con tiento y con miedo a ver qué había. Y lo que encontró fue aun enano tan pequeño como una panocha de maíz, vestido con una capa roja y unsombrerete verde.

El enano y el pastor se hicieron amigos en seguida y el enano, que estaba muyagradecido al pastor, le hacía muchos favores e iban a todas partes juntos. Así, cuando elpastor tenía sed, el enano se bajaba del bolsillo del chaleco –que era donde prefería queel pastor lo llevara–, arañaba una roca y en un momento salía un agua clara y fresca quedaba gusto beberla. Y cuando el pastor estaba triste, sacaba una flautita de debajo de lacapa y le tocaba bonitas canciones. Y si un día al pastor le venía en gana pasarse el díadurmiendo, el enano le cuidaba el ganado. Y además, avisaba al pastor cuando seavecinaba una tormenta, o cuando iba a hacer buen tiempo, y le decía dónde estaban losmejores pastos para el rebaño. Y tenía una piedra negra que era infalible: cada vez que lalanzaba contra cuervos, zorros, raposas... todos caían fulminados.

Así estuvieron juntos mucho tiempo. Hasta que un día el enano le dijo al pastor quehabía perdido sus poderes mágicos, que ya no podía sacar agua de una peña, ni avisar delas tormentas, ni advertir del buen tiempo.

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El pastor le dijo que no se preocupase, que seguían tan amigos. Y fue el pastor el quese ocupó desde entonces de cantar canciones al enano, de buscarle abrigo del frío yaliviarle del calor, también le buscaba sus setas preferidas; en fin, que se ocupó de él lomismo con poderes que sin poderes, porque el pastor era una buena persona.

Un día en que venía de vuelta con el ganado echó a faltar dos ovejas y no las veía porninguna parte. Con este pesar se fue para el pueblo y cuando estaba por llegar, echó enfalta también al enano. Volvió entonces a rehacer el camino, por ver dónde se le pudohaber caído del bolsillo y, en esto, vio venir a lo lejos a las dos ovejas y al enano delantetocando la flauta y bien contento. Al llegar junto a él, el enano le dijo al pastor que nohabía perdido ninguno de sus poderes, que sólo se lo había dicho para probar suagradecimiento.

El pastor se puso también muy contento y así continuó su vida como hasta entonces.Hasta que una tarde, cuando seguían al rebaño, el enano le dijo al pastor que lo

subiera a su hombro. El enano se agarró a la oreja para ir bien seguro y, en seguida,empezó a decirle:

–Como eres un buen hombre, voy a contarte una cosa. Allá al otro lado de esta colinahay un bosque frondoso que si se interna uno en él por unas peñas que hay, encuentra lacueva de un ojáncano. En esa cueva tiene el ojáncano prisionera a una princesa de la queestaba tan enamorado que la raptó un día cuando la princesa iba de caza. Así que la tienebien escondida en el fondo de la cueva, pero yo sé que quien la libere conseguirá muchasriquezas.

–Pero –dijo el pastor– eso es imposible, porque un hombre no puede matar a unojáncano.

–Eso es verdad –dijo el enano– pero yo te ayudaré con mi piedra negra, que esinfalible.

Nada más decir esto, vino un cuervo, cogió la piedra negra que el enano tenía en sumano y echó a volar a toda prisa.

El enano se desgañitó y se desesperó, porque sólo tenía aquella piedra y ya no podríamatar al ojáncano y ayudar a su amigo a conseguir las riquezas. Y dijo el pastor:

–No se preocupe usted, que a mí lo mismo me da ser rico que pobre; lo siento por lapobre princesa, que no puede salir de la cueva, así que, a pesar de todo, yo voy a ver sime las ingenio para librarla del ojáncano.

Así pues, al día siguiente se fueron los dos hasta la cueva del ojáncano.

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Se apostaron cerca de ella, en unos matorrales, y el pastor comenzó a imitar elgraznido de los cuervos. Al poco salió el ojáncano a ver qué noticias le traía aquel cuervoque graznaba, pues los cuervos eran los que le contaban todo lo que sucedía por ahí.

Como no vio al cuervo empezó a mirar alrededor y a alejarse un poco de la cueva;entonces el pastor le dijo al enano que siguiera dando graznidos escondido por ahí paraatraer al ojáncano y que, mientras, él entraría en la cueva a rescatar a la princesa. Ycuando la hubiera sacado de allí, él daría un silbido fuerte para advertirle que ya estaba.

Así lo hicieron, y mientras el pastor se arrastraba hasta la cueva, el enano iba de unmatorral a otro imitando el graznido de los cuervos y el ojáncano estaba furioso porqueno encontraba al cuervo.

Entonces el pastor llegó hasta el fondo de la cueva y rescató a la princesa. Cuandosalía de la cueva, vio que había una gran piedra que debía servirle de mesa al ojáncano yencima de ella estaba la piedrecilla negra del enano, conque la cogió y se la metió en elbolsillo. Luego salieron afuera y se escondieron y el pastor lanzó un silbido fuerte, comohabía dicho, para avisar que ya tenía a la princesa y podían escapar.

Pero, nada más dar el silbido, el pastor escuchó unos gritos desgarradores que veníande los matorrales donde había estado escondido con el enano. Y era que el ojáncanohabía dado con el lugar donde graznaba el enano y lo había cogido.

El pastor echó a correr como una liebre hacia el sitio donde estaba su amigo y al llegarvio que el ojáncano lo tenía en una mano para estrellarlo contra una peña. Entonces elpastor le tiró la piedrecilla negra y, como la piedra era infalible, le dio al ojáncano en lacabeza y allí mismo cayó muerto.

Entonces el pastor llevó a la princesa a su palacio y la princesa, agradecida, se casócon él. Y el enano, aunque a veces se quedaba en el bosque, otras veces iba a pasar unatemporada con ellos y les seguía otorgando los mismos favores que siempre diera alpastor.

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57. EL CALIFA, EL PASTOR Y LA FELICIDAD

Un día el califa de Bagdad salió a cazar con su séquito y quiso la mala fortuna que sucaballo se desbocase y echara a correr sin que lo pudiera controlar. Corría el caballotanto y tan asustado que pronto perdieron de vista a los que les seguían. De repente, seencontraron frente a un precipicio y ya se iba a despeñar el caballo con su jinete cuandoun pobre pastor que estaba por allí con sus cabras le salió al paso y consiguió detenerlojusto al borde del abismo.

El califa, al ver el riesgo que había corrido el pastor por salvarle la vida, le ofreció lafelicidad como recompensa por su acción; y juró por su barba que para ello le daría todocuanto le pidiese.

Al día siguiente se presentó el pastor en la corte del califa y fue admitido al momento.El pastor se llamaba Ben Adab y tenía un rebaño de cincuenta cabras. Le hizo saber alcalifa que le gustaría tener un rebaño de cien cabras, para lo que necesitaba otrascincuenta. Y le dijo el califa:

–Veo que te contentas con poco, así que, además de esas cincuenta cabras, tendrástambién una pequeña casa y unos prados propios para que paste tu ganado.

El pastor salió tan contento de la entrevista con el califa, pensando que aquello sí queera la felicidad, porque el califa le había dado más de lo que él le había pedido al darsecuenta de que también necesitaría una casa y pastos. Total, que se instaló en su casa yempezó a relacionarse con sus vecinos. Y un día vino a verle un vecino de importancia,que le contó que tenía una buena casa, doscientas cabras y unos prados bien grandespara alimentarlas.

Aquella noche el pastor no pudo dormir pensando en las doscientas cabras de suvecino y diciéndose para sus adentros: «¡Qué bruto fui! ¿Cómo no se me ocurriríapedirle al califa doscientas cabras? Ahora sería yo tan importante como mi vecino».

Y así estuvo piensa que te pensarás hasta que se quedó dormido de agotamiento.

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A la mañana siguiente, el pastor se presentó cabizbajo en el palacio del califa, pidióverle y el califa le recibió en seguida.

Entonces le contó sus pensamientos de aquella noche y el califa se rió a gusto delpastor y luego le dijo que había prometido por su barba darle cuanto le pidiese y que, portanto, le otorgaba otras cien cabras y así tendría las mismas doscientas que su vecino.

El pastor se volvió tan feliz a su casa. Pero, a medida que se acercaba a ella, empezó apensar: «O sea que si le hubiese pedido doscientas o trescientas cabras, también me lashabría concedido. ¡Pero mira que soy tonto! Ahora tengo sólo doscientas cabras».

Estuvo unos días rumiando estos pensamientos y, por fin, se animó a volver a dondeel califa y le dijo que tampoco ahora era feliz y que necesitaba más cabras y unos pradosmás grandes para alimentarlas. El califa, como había jurado por su barba, le dio todo loque pedía y se volvió a su casa diciendo:

–¡Esto sí que es la felicidad!Poco le duró, porque pronto dejó de bastarle al pastor lo que tenía y empezó a pensar

y a pensar sobre su situación y decidió que ya no quería vivir más en el campo sino en lacorte. Se instaló, pues, en la corte con el consentimiento y la ayuda del califa y, de estamanera, lo que primero fue una casa acabó siendo un palacio, y lo que eran unas mulasacabaron siendo una colección de caballos de pura raza, y lo que eran las charlas con susvecinos se convirtieron en galas y fiestas donde nunca se terminaban la comida ni labebida. Al califa cada vez le divertían menos las constantes peticiones del pastor, perohabía jurado por su barba y siguió concediéndole lo que le pedía.

Ni con eso se dio el ambicioso Ben Adab por satisfecho, y un día, una vez más, sedirigió a palacio a hablar con el califa.

–Señor –le dijo–, tú me ofreciste ser feliz y juraste por tu barba darme todo cuantopidiese.

–Es verdad –respondió el califa–, y si hasta ahora no has logrado ser feliz no habrásido por mi culpa.

–Pues, en ese caso –dijo Ben Adab–, lo que necesito para ser feliz es ser califa y queme prestéis por un tiempo el califato.

Al oír estas palabras, el califa mandó llamar al barbero real y allí mismo se hizo afeitarla barba. Entonces se dirigió al pastor y le dijo:

–Ahora ya no tengo que cumplir lo que juré por mi barba y tú no tienes por qué dejarde ser lo que eras.

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Y mandó a los criados que le despojasen de todo lo que poseía y lo devolvieran allugar donde lo encontró por primera vez, y allí sigue, tan pobre como lo encontrara elcalifa y con sus cincuenta cabras.

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58. LAS TRES PRENDAS DE PEDRO

Éranse una vez dos hermanos, llamados Pedro y Juan, que decidieron ir por el mundoa ganarse la vida. Se echaron a andar así por las buenas hasta que vieron que el caminopor el que iban juntos se dividía en dos. Entonces le dijo Pedro a su hermano:

–Aquí nos separaremos. Tú te vas por un camino y yo por el otro y, dentro de unasemana, nos volvemos a encontrar aquí, a ver qué tal nos ha ido.

Y así lo hicieron.Pedro echó a andar y a andar y, a fuerza de andar, se metió en un bosque y salió a un

monte, donde encontró a un hombre a la puerta de una cueva. El hombre le llamó y ledijo que, si le servía como criado durante tres días, le haría rico para siempre.

A Pedro le pareció bien y el hombre le llevó a la cueva, le enseñó una vela que ardíaencima de una piedra y le dijo:

–Aquí estarás hasta que la vela se levante sola y se dirija a la cama; entonces, tú lasigues y te acuestas en esa cama.

El hombre desapareció después de decir esto y Pedro se quedó allí esperando. Al cabode un rato, la vela se dirigió hacia la cama y él la siguió y se acostó. Pero, a poco deacostarse, empezó a oír ruidos y le entró miedo. Los ruidos eran cada vez más grandes yPedro se dijo: «En cuanto amanezca me marcho de aquí, que esto no hay quien loresista».

De manera que en cuanto amaneció y se presentó el hombre, le dijo Pedro:–Mire usted, que yo me voy, que esto está lleno de espantos.–Está bien –dijo el hombre–. Tómate esta tortilla y esta botella de vino que te he

traído y luego te vas; pero, si te vas, no te pago nada por la noche que pasaste aquí.Cuando Pedro comió la tortilla y bebió el vino, se encontró tan a gusto que se dijo:

«Bueno, comido y bebido y con lo tranquilo que parece todo, sí que se puede estar en lacueva».

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De modo que se quedó. Llegó la noche y el hombre dejó a Pedro con la velaencendida sobre la piedra. Y ocurrió lo mismo que la primera noche: la vela se dirigió a lacama y Pedro se acostó en ella. Pero al poco rato empezaron los ruidos y los estruendosy Pedro, asustadísimo, se dijo: «Esta vez sí que es la última. Mañana en cuantoamanezca me marcho de aquí».

Amaneció el día siguiente y el hombre se presentó de nuevo con la tortilla y la botellade vino. Y Pedro le dijo nada más verle llegar:

–Mire usted, que esta vez sí que me voy, que no sabe usted los espantos que hepasado esta noche.

–Está bien –dijo el hombre–. Pero yo no te pago nada por las dos noches que haspasado aquí. Además, sólo te queda una noche para hacerte rico.

Pedro se puso a comer y a beber, y en seguida pensó que, comiendo y bebiendo bieny habiendo tranquilidad, bien podía estarse allí. Conque resolvió pasar la tercera noche.

Llegó la noche y todo volvió a ocurrir como en las anteriores, siguió la vela y seacostó. Y en esto empezaron unos ruidos como de cadenas que se arrastraban y escuchóuna voz que decía una y otra vez:

–¡Ay, que caigo! ¡Ay, que caigo!Lo dijo tantas veces que Pedro, muerto de miedo, contestó:–¡Pues cae de una vez!Cayeron ante la cama las piernas de un hombre. Y la voz seguía diciendo:–¡Ay, que caigo!–¡Pues cae de una vez! –volvió a decir Pedro.Y cayó un cuerpo. Y la voz seguía diciendo:–¡Ay, que caigo!–¡Pues cae de una vez! –repitió Pedro.Y cayó la cabeza. Y cuando la cabeza cayó, las tres partes se unieron y formaron un

hombre; el hombre se levantó y Pedro vio que era el que le tenía contratado comocriado. Y dijo el hombre:

–Gracias a que has tenido el valor de pasar aquí las tres noches, me has salvado de unencantamiento y, como te prometí, voy a darte tres prendas que te harán rico. Y le diouna bolsa de la que podía sacar todo el dinero que quisiera sin que se acabara nunca; yuna espada con la que vencería siempre a todos los que peleasen con él; y una manta a laque se le decía: «Manta, a tal sitio», y a ese sitio te llevaba.

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Pedro se marchó más contento que unas pascuas camino del lugar donde habíaquedado en encontrarse con su hermano. Y allí estaba Juan, que le contó que habíaencontrado amo, y Pedro le dijo:

–Pues yo también encontré amo, pero lo dejé y mira lo que traigo –y le enseñó labolsa; y le dio tanto dinero que Juan pudo dejar al amo que tenía y comprar casa y tierrapara vivir por su cuenta.

A todo esto, a Pedro le dio por viajar e iba de un lado a otro en la manta, gastandodinero a manos llenas. Hasta que, de tanto ir y venir, un poderoso rey se enteró de quePedro tenía las tres prendas y le mandó llamar a su palacio. Y le dijo el rey:

–Si me das las tres prendas que tienes, te doy a mi hija por esposa.La hija del rey era hija única, por lo que Pedro pensó que, si se casaba con ella, con el

tiempo heredaría las tres prendas y volverían a ser suyas. De manera que le dio al rey lastres prendas; pero, apenas éste las tuvo en sus manos, mandó que le echaran del palacioy no le casó con su hija.

Pedro se fue con las orejas gachas a buscar trabajo en algún lugar donde nadie leconociera, porque le daba vergüenza verse engañado. Y encontró trabajo en la casa deun hortelano.

Cuando llegó el tiempo de la fruta, el hortelano, que estaba contento con Pedro, leadvirtió que comiera las frutas que quisiera, pero que no probase ni de las peras ni de losalbaricoques. Y Pedro, intrigado, se dijo: «¿Por qué no querrá el amo que coma estasperas? ¡Pues voy a probar una!».

La comió y le salió un cuerno; y al verse así se dijo: «¿Qué cosa peor me puedeocurrir ya? Pues, total, me voy a comer un albaricoque, a ver qué pasa».

Comió el albaricoque y se le quitó el cuerno. Entonces pensó en lo que el rey le habíahecho y se dijo: «¡Ahora me toca a mí!».

Conque recogió unas cuantas peras y albaricoques, los guardó en una bolsa y sedespidió del amo. Y con el dinero que le dio el amo, se compró un traje de médico.

Llegó a la puerta del palacio del rey ofreciendo las peras y, como tenían muy buenaspecto, se las compraron en seguida y las pusieron en la mesa aquel mismo día. El rey,la reina y la princesa se las comieron de postre y, nada más terminar, les salieron unoscuernos horribles y se escondieron llenos de vergüenza.

Llamaron a todos los médicos del reino para ver si alguno podía quitarles aquellascosas de la cabeza, pero ninguno daba con el remedio. Entonces Pedro se vistió con su

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traje de médico y se fue a palacio diciendo que él se comprometía a curar de cualquierenfermedad a los enfermos que hubiera allí. Lo llevaron ante el rey, Pedro le examinócuidadosamente la cabeza y dijo:

–Yo puedo quitarle estos cuernos si me da una bolsa que usted tiene.Y respondió el rey:–Te daré lo que quieras, pero la bolsa no.Y dijo Pedro:–Pues quédese usted con sus cuernos, que yo no se los quito.Ya se iba Pedro, cuando la reina le dijo al rey:–¿Tanto apego le tienes al dinero que prefieres parecer un ciervo que perder la bolsa?Entonces el rey le entregó la bolsa a Pedro. Éste pidió un cuenco con agua y echó un

albaricoque dentro. Con el agua untaba los cuernos y el albaricoque se lo iba dando acomer al rey en trocitos pequeños. Y al poco le desaparecieron los cuernos al rey.

Luego examinó a la reina y dijo:–Yo puedo quitarle estos cuernos si me da usted una espada que tiene el rey.El rey dijo que ni hablar, que la espada sí que no se la daba, pero la reina, indignada, le

replicó:–¿Ahora que tú ya no tienes cuernos quieres que me quede yo con los míos?El rey, refunfuñando, le dio la espada a Pedro, que hizo a la reina la misma operación

que al rey y también le desaparecieron los cuernos. Entonces apareció la princesallorando y le suplicó a Pedro que le quitara los cuernos a ella, que, si no, no se podríacasar jamás.

–Bueno –dijo Pedro–, yo te los quito, pero has de tenderte en el patio encima de unamanta que tiene tu padre.

De modo que la princesa extendió la manta en el patio, se puso encima y Pedro, nicorto ni perezoso, se puso a su lado y gritó:

–¡Manta, a Roma!Y en un santiamén fueron a parar a Roma. Allí le dijo Pedro a la princesa que, si se

casaba con él, le quitaba los cuernos. La princesa aceptó de inmediato, Pedro le dio acomer un albaricoque y le desaparecieron los cuernos también a ella. Después de casadosse fueron a vivir a la casa y las tierras que Juan había comprado con el dinero que le dioPedro. Y Juan estaba tan intrigado por que su hermano se hubiera casado con unaprincesa que un día le preguntó, muerto de curiosidad:

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–¿Cómo te las arreglaste para robar a la hija del rey?Y Pedro le contó que se había sentado en la manta con ella y cómo escaparon del

palacio del rey. Y Juan, que era un poco envidioso, se enteró de dónde guardaba suhermano la manta, la extendió y se puso sobre ella; pero, como no conocía los nombresde los lugares y no sabía a dónde quería llegar, empezó a ir de un lado a otro sin pararhasta que se cansó tanto que dijo:

–¡Manta, a donde está mi hermano Pedro!Y volvió a casa, le pidió perdón a su hermano y se fue a dormir porque estaba molido

de tanto viaje. Entonces Pedro volvió a esconder la manta y todos vivieron allítranquilos, felices y contentos.

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59. LOS TRES CONSEJOS

Una vez se casaron dos jóvenes. Ella se llamaba Julia y él Gonzalo y los dos eran muypobres. El novio no durmió más que una noche con su mujer, pues al día siguiente decasarse marchó del pueblo sin dejar dicho a dónde iba y sin despedirse de nadie. Caminómucho y, por fin, paró en un pueblo en el que un señor le ofreció un trabajo de criadopara cuidar las vacas en el monte. Y como trabajo era lo que iba buscando, pues allí sequedó.

Pasaron muchos años y un día en que estaba en el monte, como de costumbre, vio unhombre que caminaba con una cruz a cuestas. Le entró miedo y por la noche fue a ver alamo y le contó lo que había visto.

El amo escuchó y luego le dijo:–Si mañana vuelve a pasar por donde tú estés, pregúntale por qué carga con la cruz.Al día siguiente, Gonzalo estaba en el mismo lugar y vio pasar al hombre con la cruz a

cuestas, a la misma hora que la otra vez. Y aunque también le tuvo miedo, se armó devalor y fue a preguntarle por qué cargaba aquella cruz tan pesada. Entonces el hombre lecontestó:

–Otras hay que son más llevaderas y no se toman.Al caer la tarde llegaba Gonzalo con las vacas a casa del amo y éste, que le esperaba

impaciente, preguntó en seguida:–¿Qué? ¿Pasó el hombre de la cruz?–Sí, amo –respondió Gonzalo.–¿Le preguntaste lo que te mandé?–Sí, amo.–Y ¿qué te contestó?–Dijo que otras cruces hay más llevaderas y no se toman.–Pues entonces –dijo el amo– tú eres casado.

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–No, amo –repuso Gonzalo asustado.–¡No mientas –replicó el amo–, que tú eres casado!Entonces Gonzalo confesó la verdad. Y le dijo el amo:–Mañana mismo te vas a ver a tu mujer. Y ahora, dime, ¿qué quieres de paga?, ¿el

sueldo por los años que me serviste o tres consejos que te habrán de hacer falta?Gonzalo estuvo dudando un buen rato y, al final, se decidió por los tres consejos. Y le

dijo el amo:–Los tres consejos son éstos: el primero, que no vayas nunca por los atajos; el

segundo, que no duermas en posada donde haya posadera joven casada con maridoviejo; el tercero, que no hagas uso de esta escopeta que te regalo sin pensarlo dos veces.Además –añadió– te doy también este bollo, pero no has de comerlo hasta que llegues atu casa. Y ahora, vete con Dios.

A la mañana siguiente, se echó a andar Gonzalo, rumbo a su casa y en el caminoencontró un viajero que iba en la misma dirección, por lo que ambos siguieron viajejuntos. En esto, llegaron a un atajo y el viajero propuso tomarlo para ganar tiempo, peroGonzalo recordó el primer consejo del amo y dijo que no, que él prefería seguir por elcamino real, y allí se despidieron. El viajero se fue por el atajo y Gonzalo siguió por elcamino. Cuando Gonzalo llegó a un mesón donde también desembocaba el atajo, seenteró de que a su compañero lo habían asaltado y muerto unos ladrones.

«Vaya», se dijo, «pues mira cómo me ha servido el primer consejo de mi amo parasalvar la vida».

Siguió andando, contento de su suerte y apenado por la de su compañero y, cuando sele echó la noche encima, hizo alto en una posada para pasar la noche. Y estando en laposada vio que la posadera era muy joven y su marido tan viejo que apenas podíavalerse por sí mismo. Conque cenó, se acostó y se quedó muy preocupado pensando enel segundo consejo del amo. Como no podía dormir, decidió levantarse de la cama y salira la calle. Estaba en la calle cuando oyó voces apagadas cerca de él, se acercó a escuchary vio a la joven posadera y a un hombre vestido con un hábito pardo. Los dos estabansentados en un carro y la posadera le decía al hombre:

–Esta noche tenemos la ocasión de matar a mi marido, porque no hay más que unhuésped en la posada y a él le echaremos la culpa.

Al oír esto, Gonzalo se metió sigilosamente debajo del carro y, con todo cuidado, lequitó a la posadera un pedazo de su vestido y al hombre un pedazo de su hábito.

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Luego, esos dos entraron en la casa, mataron al posadero y en seguida empezaron adar gritos pidiendo auxilio.

Acudió la justicia y cogieron preso a Gonzalo. Pero, al prestar declaración ante el juez,preguntó si podía presentar como pruebas de su inocencia un pedazo de vestido y otro dehábito pardo. El juez consintió y, entonces, Gonzalo mostró los pedazos y contó lo quehabía visto y oído esa noche. Con eso, probó su inocencia y le pusieron en libertad. YGonzalo se dijo: «Vaya, pues mira cómo he vuelto a salvar la vida gracias a los consejosdel amo».

Así que continuó su camino y por fin llegó a su casa. Y cuando se acercaba a ella, viopor una ventana a su mujer, que estaba acariciando a un cura. Gonzalo se puso furioso y,sin pensarlo, se echó la escopeta a la cara, pero recordó el tercer consejo del amo ydecidió informarse de quién era aquel cura que estaba con su mujer. Entró en unataberna del pueblo, donde nadie le reconoció, y le preguntó al tabernero:

–¿Quién es un cura que está en casa de Julia la de Gonzalo?–Julia la de Gonzalo se casó hace veinticinco años y al día siguiente su marido la

abandonó y la dejó encinta. El cura que está en su casa es su hijo, que mañana va a decirsu primera misa.

Gonzalo se fue todo confundido y volvió a la casa, donde llamó y pidió humildementesi le podrían dar posada; salió su mujer y le dijo que fuera con Dios, que ése no era díapara dar posada; pero el hijo, que lo estaba escuchando, se acercó a su madre y le dijo:

–Déle posada a este hombre, madre, que quién sabe si en este momento no estará mipadre pidiendo posada en algún lugar y no se la quieren dar.

El hombre entró y se sentó en un rincón de la cocina. Y llegada la hora de cenar, ledijo el cura:

–Acérquese usted a la mesa y siéntese con nosotros.Se pusieron a cenar y Gonzalo sacó el bollo que le había regalado el amo, lo puso en la

mesa y lo partió; y al abrirlo, los tres vieron que estaba lleno de monedas de oro. El curale preguntó qué significaba aquello, y Gonzalo dijo:

–Estas monedas son la paga de veinticinco años que estuve al servicio de un buen amoy a vosotros os las entrego. Yo soy tu padre.

Entonces Julia reconoció a su marido, se abrazaron los tres llenos de contento y ya novolvieron a separarse nunca Julia y Gonzalo.

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60. LA GAITA QUE HACÍA BAILAR A TODOS

Había un hombre que tenía tres hijos. Los dos mayores eran de lo más listos ysiempre estaban haciendo burla del pequeño. Un día dijo el padre:

–Ya que este hijo mío no sirve para nada, que todo el día le están haciendo burla, voya ponerlo de pastor a ver si se espabila.

El chico se hizo pastor y ya llevaba un año guardando cabras cuando un día seencontró con una vieja que le dijo:

–Muchacho, ¿qué haces tú aquí, siempre guardando las cabras?Y le dijo el chico:–Pues nada, que mis hermanos se ríen de mí y mi padre me puso de pastor.–Y ¿qué tal te va de pastor? –preguntó la vieja–. ¿Tienes buen amo y buena comida?–No me quejo, señora –contestó el chico–, que el amo es bueno y la comida también.Entonces le dijo la vieja:–¿Así que estás contento? ¿No echas nada en falta?Y le contestó el chico:–Pues sí que me gustaría tener una gaita, para entretenerme.La vieja sonrió y de entre los bultos que llevaba sacó una gaita y se la regaló.El chico, apenas se hubo ido la vieja, empezó a tocar la gaita y, de inmediato, todas las

cabras comenzaron a bailar. Y cuanto más tocaba, más bailaban y más a gusto las cabras.Y así ocurrió un día tras otro: que él tocaba la gaita y las cabras bailaban hasta caerrendidas. Y sus cabras estaban siempre bien gordas y contentas y, con tan buenadisposición, daban mucha más leche que antes.

Los demás pastores, que veían lo gordas que estaban las cabras del chico, sepreguntaban qué hacía para tenerlas siempre con tan buena apariencia. Hasta quedescubrieron que las cabras bailaban al son de la gaita y se lo fueron a decir al amo delmuchacho, pero el amo no se lo quiso creer.

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Conque se fue a donde estaba el chico con las cabras y le dijo:–A ver, ¿por qué están las cabras todas echadas en vez de estar triscando como las de

los otros pastores?Y le dijo el chico:–Porque están descansando.Y dijo el amo:–Entonces ¿es verdad que las cabras bailan?–Sí, señor –respondió el chico–. Bailan en cuanto yo les toco la gaita.–Pues eso lo tengo yo que ver –dijo el amo.El chico se puso a tocar la gaita y todas las cabras se levantaron y empezaron a bailar

contentas. También bailó el pastor. Todos bailaban tan a gusto que el amo empezó abailar también; así estuvieron hasta que el chico se aburrió de tocar la gaita, se echó adescansar, y lo mismo hicieron las cabras y el amo.

Conque fue el amo a su casa y se lo dijo a su mujer. Y ella le contestó:–¿Dónde se ha visto que las cabras bailen?–Pues anda a verlo –le dijo su marido–, que bailan las cabras y yo mismo también

bailé.–Eso lo tengo yo que ver –dijo la mujer.Llegó la mujer a donde estaba el pastor con las cabras y le dijo que tocara la gaita. En

cuanto comenzó a tocar, se levantaron las cabras y se pusieron a bailar y, en seguida, lamujer del amo se puso a bailar también y así estuvieron hasta que el pastor se aburrió detocar y todos se tumbaron a descansar del baile.

Cuando la mujer llegó a su casa, le dijo su marido:–¿Qué? ¿Han bailado las cabras?–Han bailado las cabras y yo con ellas –contestó la mujer–. Cuando ese pastor toca la

gaita, todos tienen que bailar.–Ya te lo decía yo.Como aquello les parecía muy raro, decidieron despedir al pastor. Cuando el pastor se

fue, las cabras fueron enflaqueciendo todas y dejaron de dar leche, y se fueron muriendotodas de tristeza.

Mientras tanto, el joven pastor volvió a su casa y contó lo que le había pasado, y susdos hermanos se estuvieron riendo de él hasta hartarse. Entonces el padre dijo:

–Como este muchacho no sirve ni para pastor, vosotros tendréis que trabajar para

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vivir, que yo solo no puedo mantener la casa.Al día siguiente, el padre mandó al hermano mayor a vender manzanas al pueblo. En

el camino, el hermano mayor se encontró a una vieja que le preguntó:–¿Qué llevas en el saco?Y el mayor le respondió de mala manera:–Llevo ratas.Y dijo la vieja:–Pues ratas se te volverán.Llegó el mayor al pueblo y empezó a pregonar las manzanas; y cuando la gente le

pidió verlas, abrió el saco donde las llevaba y salieron decenas de ratas del saco; la gente,enfadada, le dio una paliza y el muchacho se volvió a su casa magullado y sin uncéntimo.

Al otro día, el padre envió al mediano a vender naranjas. En el camino se encontró a lamisma vieja, que le preguntó:

–¿Qué llevas en el saco?Y el mediano le respondió de mala manera:–Llevo pájaros.Y dijo la vieja:–Pues pájaros se te volverán.Llegó el mediano al pueblo y empezó a pregonar las naranjas; y cuando fue a abrir el

saco, salieron unos pájaros volando y no quedó nada. Y el pobre se volvió a casa tododesconsolado.

Entonces el pequeño le dijo al padre:–Padre, déjeme a mí ir al pueblo a vender algo.Los dos hermanos mayores se rieron de él diciendo:–¡Qué vas a vender tú, tonto, si no hemos vendido nosotros!Pero el padre le dejó ir y le dio una gran cesta de uvas para vender. En el camino, el

chico se encontró a la misma vieja, que le preguntó:–¿Qué llevas en el saco?Y él le respondió:–Uvas para vender. ¿Quiere usted unas pocas?Y la vieja le contestó:–No, gracias. Muchas uvas venderás.

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Conque llegó el chico al pueblo y empezó a vender las uvas. Y cuantas más vendía,más había en la cesta, de manera que no paraba de vender. Hasta que, por fin, llenó dedinero una bolsa que llevaba y se volvió para su casa.

Al otro día, el pequeño salió con su padre a vender aceite y todo el aceite que vendíanlo cambiaban por huevos. Cuando volvían a casa con todos los huevos, el chico estabatan contento que sacó la gaita y empezó a tocarla. Y el padre le dijo:

–¡Hijo, por Dios, no toques la gaita, que los huevos empezarán a bailar y se romperántodos!

–No se apure usted, padre –decía el chico. Y seguía tocando y todos los huevos ibanbailando en las cestas. Y el padre le decía:

–¡No toques la gaita, hijo, que se romperán los huevos!Y le contestaba el hijo:–No se apure usted, padre, que no se rompen.Y bailaron los huevos y también el padre y el hijo, porque todos los que la oían

bailaban al son de la gaita. Y cuando llegaron a casa, decía el padre:–Y ahora ¿cómo nos las arreglaremos para sacar todos estos huevos de las cestas?Pero el chico volvió a tocar la gaita y los huevos fueron saliendo de las cestas uno

detrás de otro y se fueron bailando hasta las alacenas donde tenían que guardarlos. Ycuanto más tocaba, más huevos salían y no se acababan nunca, así que pusieron unatienda de huevos y siempre tenían huevos frescos para vender cada vez que el chicotocaba la gaita. Y vendieron tantos que se hicieron ricos.

Los dos hermanos mayores, entre tanto, no habían vendido nada de lo que llevaronpor ahí y volvieron más pobres que nunca. Entonces, le quitaron la gaita al pequeño ysalieron a tocarla para ver qué les traía, pero no pasó nada porque la vieja se la habíadado al pequeño y sólo a él le hacía caso.

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61. EL TAMBOR DE PIEL DE PIOJO

Una reina tenía una hija y solía pasear con ella por los jardines y los bosques y la niñase interesaba por todo lo que veía. Un día vio en el jardín una matita que no sabíareconocer y dijo:

–Madre, ¿qué es esa matita?Y la reina le contestó:–Es de hinojo.–Pues la vamos a cuidar, para ver lo grande que llega a ser.Otro día estaba la reina peinando a su hija y en el peine sacó un piojo, y dijo la

princesa:–Pues lo vamos a cuidar, para ver lo grande que llega a ser.Lo estuvieron cuidando y con el tiempo se hizo tan grande como un animal de

mediano tamaño, pero al final envejeció y murió. La reina y la princesa lo sintieronmucho, porque le habían cogido cariño. Entonces pensaron tener un recuerdo de él y consu piel se hicieron un hermoso tambor que sonaba muy bien.

Un día en que la princesa se divertía tocando el tambor, le dijo a su madre:–¿Quién sería capaz de adivinar que este tambor se ha hecho con piel de piojo?–Nadie en el mundo lo adivinaría –respondió la reina.El rey, que estaba escuchando esta conversación, empezó a pensar y se le ocurrió que

a cuenta de aquel tambor podría ganar un buen dinero. Entonces hizo una proclama portodo su reino diciendo que daría un gran premio a quien acertara de qué piel estabahecho el tambor, pero que quien no lo acertara debería pagarle un tributo en dinero.Muchos acudieron al palacio convencidos de que lo adivinarían fácilmente.

–Está hecho con piel de zorro –decían unos.–No, está hecho con piel de gato –decían otros.–Este tambor lo han hecho con piel de gallina –decían otros más. Y así fueron

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desfilando muchos hombres y mujeres del reino, pero nadie lo adivinaba. Y como cadauno tenía que pagar porque no había acertado, el dinero entraba a espuertas en el palaciodel rey.

En un lugar del reino había un mozo que decidió irse de su casa a probar fortuna.Emprendió el camino y al rato encontró a un hombre tumbado, con el oído puesto entierra, y le preguntó qué hacía.

–Estoy oyendo cómo nace la hierba.–Pues no has de tener mal oído. ¿Por qué no te vienes a correr mundo conmigo?–De acuerdo –dijo el hombre. Y se fue con él.E iban los dos juntos caminando cuando vieron que un hombre estaba arrancando

árboles como si fueran hierbecillas y se quedaron admirados de su fuerza. El mozo lepropuso que se uniera a ellos para buscar fortuna y el hombre accedió.

Ahora ya eran tres los que caminaban juntos por el mundo y, anda que te andarás,llegaron a la ciudad donde vivía el rey. En cuanto se acomodaron en una fonda seenteraron de que el rey ofrecía un premio extraordinario a quien adivinara de qué clasede piel estaba hecho el tambor de la princesa.

–Pues, si lo adivinamos –dijo el mozo a sus compañeros–, nuestra fortuna está hecha.Así que mandó al compañero que tenía el oído tan fino a que escuchase bajo una

ventana las conversaciones del palacio. El hombre fue y, a la caída de la noche, escuchóesto:

–¡Qué cantidad de dinero hemos recogido hoy con nuestro tambor! –decía la reina.–¡Y lo que recogeremos todos los días! Pues ¿quién va a adivinar que este tambor está

hecho con piel de piojo?El hombre, en cuanto oyó esto, salió corriendo a la fonda y le contó al mozo lo que

había oído. Muy satisfecho, el mozo se presentó al día siguiente en el palacio del rey.Había otros muchos y hubo de guardar cola. Como de costumbre, nadie acertaba, hastaque le tocó a él el turno y dijo:

–Majestad, este tambor está hecho con piel de piojo.El rey se llevó las manos a la cabeza, asombrado, y el mozo reclamó su premio.

Entonces el rey, que era muy codicioso, le dijo que el premio consistía en todo el dineroque podía cargar un hombre con sus solas fuerzas. El mozo se avino a ello, pero llamó asu compañero, el que arrancaba los árboles, y le dijo que empezase a cargar el oro del

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rey. Y el hombre cargó tanto y tanto que dejó vacías las arcas del rey y los trescompañeros se volvieron a sus casas tan ricos como nunca habían soñado.

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62. LA ASADURA DEL MUERTO

Érase una vez una niña que vivía con su madre viuda y eran tan pobres que pasabanmucha hambre. Pasaban tanta hambre que la niña, por las noches, sólo sabía soñar concriados vestidos de blanco que llevaban bandejas llenas de comida, y por la mañana sedespertaba con más hambre de la que tenía cuando se acostó.

Un día su madre la mandó a la tienda a comprar asadura, pero no le dio dinero porqueno lo tenían. La niña fue a la tienda y no pudo comprar porque el carnicero no le quisofiar.

Salió de la tienda muy triste, pensando que no podía llevar nada a casa. Y en esto pasópor delante del cementerio y se le ocurrió entrar. Allí estuvo meditando y, al cabo de unrato, decidió sacarle la asadura a un cadáver que había sido enterrado el día anterior,pensando que a él ya no le era útil y, en cambio, a su madre y a ella podría servirles parasaciar su hambre. Y así lo hizo.

Al llegar a casa, su madre se puso muy contenta, cogió la asadura, la limpió, la partió yla guisó para la cena. Una vez que hubieron comido, satisfechas como estaban, les entrósueño y se fueron a dormir.

Durmiendo estaban cuando un ruido tenebroso las despertó y escucharon una voz quedecía:

–¡Devuélveme mi asadura, que la sacaste de mi sepultura!Y la niña gritó:–¡Ay!, mamaíta mía, ¿quién será?Y la madre le contestó:–Calla, hija mía, que ya se irá.Y dijo la voz:–Que no me voy, que en el primer escalón estoy.Y la niña, más asustada, volvió a gritar:

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–¡Ay!, mamaíta mía, ¿quién será?–Calla, hija mía, que ya se irá.Y la voz dijo esta vez:–Que no me voy, que en el segundo escalón estoy.Y la niña, más asustada aún:–¡Ay!, mamaíta mía, ¿quién será?; que tengo miedo y los ojos no quiero cerrar.–Calla, hija mía, que ya se irá.Y volvió a hablar la voz:–Que no me voy, que en el tercer escalón estoy.Y la niña imploraba:–¡Ay!, mamaíta mía, ¿quién será?; que no he hecho nada malo y me quieren llevar.–Calla, hija mía, que ya se irá.Y la voz dijo entonces:–Que no me voy, que entrando por la puerta de tu cuarto estoy.Y la niña gritaba:–¡Ay!, mamaíta mía, ¿quién será el que a los pies de mi cama está y yo no quiero

mirar?–Calla, hija mía, que ya se irá.Y la voz, ya furiosa, gritó:–¡No me voy, que agarrándote de los pelos estoy!Y agarrando a la niña, el muerto se la llevó al cementerio, la mató, le sacó la asadura,

se la puso y se enterró otra vez.

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63. LA AHIJADA DE SAN PEDRO

Esto eran dos ancianos que no habían tenido descendencia y siempre le rogaban a sanPedro que les diera una hija. Al fin, compadecido, les dio Dios una hija y san Pedro bajóa verlos y le hicieron padrino de la niña. Y le pusieron de nombre Pedro, como elpadrino.

Cuando la chica se hizo moza, murió el padre y tuvo que ponerse a servir. La madreno sabía cómo vestirla, pues no la vestían de mujer porque no pegaba con el nombre quele habían puesto. Así que, al final, la vistió de hombre y la envió a servir.

A poco de salir de su casa, le salió san Pedro al encuentro y la acompañó hasta unpalacio a cuya puerta la dejó. Conque ella llamó a la puerta y le abrió una criada. Pedropreguntó si necesitaban un criado y la muchacha la subió a donde estaba la reina. Ycomo le gustó a la reina, pues la cogieron de criado.

Pasado un tiempo, el rey tuvo que irse a la guerra. Mientras el rey estaba guerreando,la reina se enamoró de Pedro, creyendo que era muchacho. Una noche fue tres veces ala cama de Pedro a buscarle, pero ésta le dijo que no podía ser, porque ella era la reina yél solamente un criado. Entonces la reina mandó mensaje al rey de que volviera pronto,que necesitaba varón. Vino el rey en seguida y ella le dijo:

–Hay que matar a Pedro. Tres veces vino a mi cama y has de matarlo.Conque el rey mandó llamar a Pedro y le dijo que lo tenía condenado a muerte. Pero,

como le disgustaba cumplirlo, porque le agradaba el muchacho, anunció que leperdonaría si le traía un anillo que se le había caído al mar cuando venía de regreso.Pedro estaba desconsolada, porque sabía que era imposible cumplir el mandato, pero enéstas se le apareció san Pedro y le preguntó por qué se desconsolaba así. Pedro se locontó y su padrino le dijo:

–Toma este silbato que te doy, vete a la orilla del mar, lo tocas tres veces y un pez tetraerá el anillo en la boca.

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Así lo hizo Pedro y, en seguida, apareció un pez con el anillo en la boca. Entoncesvolvió corriendo a palacio y le entregó el anillo al rey. Pero la reina insistió en que habíaque matarlo, y entonces le dijo el rey:

–Si no quieres que te mande matar, tienes que traerme a una hija muda que merobaron unos ladrones.

Pedro se fue toda triste a ver si daba otra vez con san Pedro. Le salió éste alencuentro y le preguntó por qué estaba triste de nuevo. Le contó Pedro lo que le pasabay su padrino le dijo entonces:

–No te apures por eso. Ve a casa de los ladrones y te pones a la puerta. Cuando denlas doce, las puertas se abrirán y se cerrarán al repetirse los sones. Tú entra, coges a lahija muda del rey y sales antes de la repetición.

Así lo hizo Pedro. Se puso a la puerta, esperó a que diera la hora, entró a escape,cogió a la princesa muda y salió justo antes de que diera la repetición. Y al cerrarse laspuertas la muda dio un grito, en el camino dio otro grito y, al entrar en palacio, otro.

Llegó Pedro con la princesa muda y se la entregó a la reina, pero la reina dijo que no,que tenían que matarle. El rey lo pensó y luego dijo que si esa noche el muchacho eracapaz de dividir tres fanegas de trigo, tres de cebada y tres de centeno, que estaban todasmezcladas en la misma habitación, que le perdonaría la vida.

Esta vez Pedro se echó a llorar viendo lo imposible del encargo. Volvió san Pedro y alverla así, le preguntó por qué lloraba. Pedro se lo explicó y san Pedro le dijo:

–Pide que te den un sillón para la habitación donde te vayan a encerrar y te echas adormir sin cuidado.

Así lo hizo Pedro. Pidió el sillón y lo llevó a la habitación donde lo iban a encerrar conlas tres fanegas de trigo, las tres de cebada y las tres de centeno. Y en cuanto loencerraron, se echó a dormir.

La reina, que no las tenía todas consigo, se asomó a la una de la mañana a ver quéhacía Pedro y se puso muy contenta porque vio que aún no había empezado. Volvió a lastres y se puso aún más contenta porque vio a Pedro que dormía en el sillón. Y cuandodieron las seis fue con el rey a la habitación y vieron con asombro que todo el granoestaba ya dividido y Pedro los aguardaba sentado en el sillón.

Pero la reina, que estaba rabiosa, dijo que aquello no podía ser, que tenían que matarlede una vez y que él mismo tendría que ponerse la soga al cuello para que lo ahorcaran.

Subió Pedro a la horca y, al ponerse la soga al cuello, vio que san Pedro estaba a su

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lado y le dijo:–Padrino, esta vez sí que no me salvo.Y le dijo san Pedro:–No temas, que nada te pasará.Conque se puso el verdugo a un lado y al otro el rey y la reina con la princesa muda y

Pedro pidió que le dejaran hacer tres preguntas antes de morir. El rey consintió y Pedrole dijo a la muda:

–Di, Ana, ¿por qué diste un grito al salir de la casa donde te tenían guardada losladrones?

Todos quedaron en suspenso y Ana, la muda, dijo:–Porque mi madre bajó tres veces a tu cama.Y volvió a preguntar Pedro:–Di, Ana, ¿por qué diste un grito a la mitad del camino?La muda contestó:–Porque san Pedro es tu padrino.Y Pedro preguntó por tercera vez:–Di, Ana, ¿por qué diste otro grito al entrar en el palacio?Contestó la muda:–Porque eres mujer y no hombre.Y todos los que allí estaban quedaron asombrados y sin habla por lo que acababan de

presenciar. Y después del asombro, el rey mandó prender a la reina y la desterró a uncastillo lejano. Y más tarde se casó con Pedro, que era una muchacha muy hermosa quele hizo muy feliz.

Y todos ellos se quedaron viviendo allí. Y a mí me enviaron para que te lo contara a ti.

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64. EL PEQUEÑO CORZO

Un niño y una niña, que eran hermanos, vivían en su casa con su madrastra. Lamadrastra era una mujer malvada y no los quería. Un día el niño dijo que no podíaaguantar más, que se iba de casa.

Su hermana se puso a llorar, porque no quería que el niño se fuese, pero como noquería separarse de su hermano ni quedarse sola, al final decidió irse con él.

Echaron a andar con lo puesto y un hatillo de ropa y se alejaron de la casa. Cuando lamadrastra descubrió que se habían ido, se puso furiosa y lo primero que hizo fueencantar tres fuentes por las que ella sabía que los niños tenían que pasar.

Los dos hermanos, después de mucho caminar, empezaron a sentir sed y prontoencontraron la primera fuente. Se acercaron a beber y la niña oyó una voz cristalina quedecía:

–Aquel que mi agua bebe, ligero león se vuelve.La niña, que lo escuchó, le dijo muy asustada a su hermano:–Por Dios, no bebas de esta agua, que te convertirás en león y me devorarás.El niño, como la quería mucho, se aguantó la sed y siguieron caminando con la

esperanza de encontrar pronto otra fuente. Y en esto se encontraron con la segundafuente y se acercaron ansiosos a beber, pero la niña escuchó una voz cristalina que decía:

–Aquel que mi agua bebe, ligero lobo se vuelve.La niña, asustada, le dijo a su hermano:–Por Dios, hermanito, no bebas de esta agua, que te convertirás en lobo y me

comerás.Así que tampoco bebieron de aquella fuente y siguieron caminando, pero estaban

muertos de sed. Por fin, dieron vista a la tercera fuente y echaron a correr hacia ellaporque ya no resistían más; pero, al momento de llegar, la niña escuchó una vozcristalina que decía:

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–Aquel que mi agua bebe, ligero corzo se vuelve.Y apenas acabó de escuchar estas palabras cuando vio que su hermano ya estaba

bebiendo de la fuente sin poderlo evitar. Y se convirtió en un bonito corzo. Su hermanase asustó muchísimo, pensando que no la reconocería y huiría de ella, pero el pequeñocorzo le dijo:

–No te preocupes, hermanita, que no estás sola. Buscaré madroños y frutas para ti yyo comeré de la hierba del bosque.

El corzo y la niña se echaron a andar y se internaron en un frondoso bosque. En unclaro del bosque hallaron una casita que parecía deshabitada. Llamaron y llamaron y,como nadie les contestaba, entraron en ella a pasar la noche. Y como nadie vino esanoche a dormir ni las noches siguientes, decidieron quedarse a vivir en ella.

Cerca de la casa –aunque ellos no lo sabían– había un castillo habitado por un rey queera muy aficionado a la caza. La niña despedía todas las mañanas a su hermanito elcorzo, que se iba a recorrer el bosque para comer y buscar frutas para su hermana. Undía en que el rey salió a cazar, vio al corzo y comenzó a perseguirlo. El pequeño corzo,espantado, corrió desenfrenadamente hasta la casita y justo en la puerta gritó:

–¡Ábreme, hermanita mía, ábreme!Uno de los criados del rey, que andaba allí cerca, vio esto y corrió a contárselo al rey:–Majestad, ese pequeño corzo que perseguíais, habla.El rey, admirado, le dijo:–¿Cómo que habla? ¿Es eso posible?Y el criado:–Sí majestad, que yo lo he visto y oído.Y dijo el rey:–Pues mañana lo comprobaremos.Al día siguiente salieron de nuevo a cazar y el rey advirtió a todo su séquito:–Si veis al pequeño corzo, no le tiréis.Estuvieron batiendo el bosque hasta que lo encontraron, y el pequeño corzo, muerto

de miedo, echó a correr hasta la casita. Y allí cerca estaban esperando el rey y su criado,escondidos. El pequeño corzo llegó espantado a la puerta y gritó:

–¡Ábreme, hermanita mía, ábreme!Y el criado, mirando al rey, que estaba verdaderamente sorprendido, le dijo:–¿Ve, vuestra majestad, cómo era cierto lo que le dije?

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Entonces el rey le dijo al criado que se preparase a acompañarlo al día siguiente. Y, enefecto, ambos salieron por la mañana rumbo a la casita del bosque. Así que llegaron aella, el rey se puso a la puerta, e imitando la voz del pequeño corzo, gritó:

–¡Ábreme, hermanita mía, ábreme!La niña, creyendo que era su hermano, abrió la puerta. Y al comprobar que la habían

engañado se puso a llorar toda desconsolada. Y le dijo el rey:–No llores, hermosa niña, que no te haremos ningún daño.El rey, que se había enamorado de ella, la invitó a ir al castillo, pero ella temía por su

pobre hermano.–¿Qué será de mi hermano? –preguntó.–A tu hermano lo llevaremos también al castillo y no le faltará de nada –respondió el

rey.Conque la niña y el corzo se fueron a vivir al palacio. El rey, poco a poco, conquistó el

corazón de la niña, se casó con ella y a los nueve meses tuvieron un hijo.Un día, la madrastra, enterada de la suerte de los niños, se acercó al castillo con una

hija que tenía. Ella se ofreció como nodriza y a su hija la presentó como doncella. Al reyle pareció bien y se las envió a su esposa, pero, apenas la madrastra entró en lahabitación de su hijastra, pronunció un encantamiento, hizo desaparecer a la reina y lacambió por su hija; sin embargo, el encantamiento comportaba una condición y era quela reina debería venir tres veces a despedirse de su hijo.

Después de esto, la malvada madrastra cerró la puerta de la habitación y, alegando quela reina se encontraba indispuesta, no dejó entrar a nadie para que no reconocieran a suhija, que la suplantaba.

Cumpliendo el encantamiento, la reina vino la primera noche toda vestida de blanco, ytambién apareció el corzo, que se quedó a la puerta. Ella entró, tomó al niño en susbrazos, le acunó y dijo:

–Hijo mío, hermanito mío, dos noches más volveré y de los dos cuidaré –y, dichoesto, desapareció.

El mismo criado que llevara al rey a la casita estaba siguiendo al pequeño corzo,porque lo había visto meterse en el interior del castillo. Lo siguió hasta la habitación y lovio detenerse junto a la puerta con la cabeza gacha y aire de tristeza. Entonces fuecuando escuchó aquellas palabras, y se lo contó al rey.

A la noche siguiente estaban el rey y su criado esperando escondidos cerca de la

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habitación cuando vieron llegar a la reina toda vestida de blanco y luego al pequeñocorzo, que se detuvo cabizbajo. Se abrió la puerta de la habitación y la reina entró, acunóal niño y dijo:

–Hijo mío, hermanito mío, una noche más volveré y de los dos cuidaré.Dicho esto, desapareció; y el rey y el criado quedaron perplejos, pues no sabían si era

realidad lo que habían visto y oído. Y el pequeño corzo no decía nada, pues parecíahaber perdido el habla.

A la tercera noche, el rey decidió resolver el enigma y se apostó junto a la puerta. Lareina llegó a la misma hora, toda vestida de blanco, entró en la habitación y acunó alniño. Pero el rey, atento, entró tras ella. La reina dijo esta vez:

–Hijo mío, hermanito mío, ya nunca más volveré y de ninguno de los dos cuidaré.Entonces el rey se abrazó a la reina antes de que ella desapareciera como la noche

anterior y, en ese momento, el encantamiento se rompió y su hermano, el pequeñocorzo, que estaba a la puerta como las otras noches, se convirtió en un joven mozo. Elrey llamó a sus criados y todos vieron que en la cama de la reina dormía la hija de lamadrastra, que era una impostora, y a sus pies, la malvada madrastra. Y entre todos lascogieron, las llevaron al patio del castillo y allí las echaron en una caldera de aceitehirviendo para que nunca más hicieran el mal. Y los reyes vivieron felices con su hijo y alhermano le regalaron una hermosa casa junto al castillo, para que no se separase de ellosnunca más. Y el fiel criado también fue recompensado.

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65. EL CARBONERO Y LA MUERTE

Una vez había un carbonero que vivía en una modesta cabaña en medio del monte;era tan pobre que no tenía para comer más que habas, tortas de maíz y queso. Unanoche en que estaba haciendo su frugal cena, sintió que llamaban a la puerta y fue a verquién era.

–¿Quién anda ahí? –preguntó receloso.Y una voz le contestó:–Busco posada para pasar la noche.–¿Y quién es usted? –volvió a preguntar, sin abrir la puerta.–Yo soy Dios –contestó la voz.–¿Posada quiere usted de mí? –dijo entonces el carbonero–. A algunos les tiene usted

llenos de bienes y a otros, como yo, nos tiene muertos de hambre y trabajando todo eldía. Váyase usted a buscar posada donde le den bien de comer y dormir.

El carbonero volvió a su cena. Pasó un buen rato. Al cabo volvió el mismo Dios ytocó otra vez en la puerta de la cabaña.

–¿Quién anda ahí? –preguntó el carbonero.–Busco posada para pasar la noche.–¿Y quién es usted?–Yo soy la Muerte.–¡Ah! –dijo el carbonero abriendo la puerta–. Pase usted, que con gusto le daré

posada, porque usted sí que es igual con todos; lo mismo con los ricos que con lospobres y con los grandes que con los pequeños.

La hizo pasar y le dio de lo que tenía para cenar, le arregló una cama en el suelo y, a lamañana siguiente, también le dio de desayunar. Muy agradecida, la Muerte le dijo antesde despedirse:

–Bueno, ¿qué quiere usted que le dé yo?

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–Pues, la verdad –dijo el carbonero–, que yo me conformaba con seguir así si ustedme consiguiera un poco más de comodidad y desahogo.

–Eso está hecho –contestó la Muerte–. Vete a la ciudad donde vive el rey. La reinaestá muy enferma desde hace tiempo y los médicos ya no saben qué hacer para curarla.Pide verla y, cuando entres en su habitación, si me ves a la cabecera de la cama puedesdecir que fallecerá sin remedio; pero, si estoy a los pies de la cama, entonces di que leapliquen un emplasto y se curará en seguida.

Así que el carbonero se puso su traje de fiesta y se fue, contento y animoso a laciudad que le dijo la Muerte; una vez que llegó a ella, se dirigió al palacio del rey y pidióver a la reina. Como nadie se creía que fuera médico, no le dejaban entrar, pero él, agritos, no les dejaba en paz y repetía una y otra vez que quería ver a la reina. Tantosgritos dio que hasta el mismo rey los escuchó e, intrigado, mandó que lo trajeran a supresencia. El carbonero dijo entonces que él podía saber si la reina tenía o no curación, yel rey, que ya estaba desesperado de no encontrar remedio para su esposa, decidióllevarlo a la habitación de la reina. Y allá se fueron, acompañados de los demás médicosdel palacio. Una vez que entró, el carbonero estuvo examinando a la reina como sabíaque hacían los médicos... y en esto vio a la Muerte a los pies de la cama de la enferma.Entonces se dirigió al rey y le dijo:

–Yo sanaré al momento a esta enferma.Mandó que preparasen un emplasto con vino, simiente de lino, salvado y otros

ingredientes. Todos los médicos que estaban allí se rieron de él, pero el rey ordenó queatendiesen a lo que decía el carbonero; y, a poco de aplicarle el emplasto, la enfermaquedó curada como si le hubieran quitado la enfermedad con la mano.

Los médicos se sintieron tan humillados que se reunieron en una estancia para ver lamanera de perder al carbonero. Y decidieron que uno de ellos, el de mayor edad, semetiese en cama y simulase estar enfermo. Luego fueron a ver al rey y le explicaron loque habían hecho:

–Para que veáis, señor, que ese hombrecillo es un farsante, hemos hecho esto, ved loque hemos ingeniado... –y le contaron la trampa que pensaban tenderle. El rey,interesado, ordenó al carbonero que se presentase a ver al fingido enfermo. El carboneroentró en la habitación donde le aguardaban y vio que la Muerte estaba a la cabecera delenfermo fingido y dijo:

–Este enfermo morirá muy pronto.

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Todos los médicos rieron al oír esto, pero pronto la risa se les heló en la boca alobservar que su compañero estaba agonizando. El rey, que veía curada a su esposa ymuerto al anciano médico que poco antes estaba sano, expulsó a todos los demásmédicos de palacio y le dijo después al carbonero:

–¿Qué deseas como premio? Y ¿qué por ser médico mío de ahora en adelante?–Señor –contestó el carbonero–, yo sólo quiero poder vivir desahogadamente.Y eso fue lo que sucedió. Desde entonces, el carbonero comía en la mesa del rey,

paseaba por sus jardines y disfrutaba a sus anchas de la vida como siempre habíaimaginado que sucedería a los más afortunados.

Una vez, en uno de sus paseos por los jardines de palacio, se le apareció la Muerte enun recodo y le habló de esta manera:

–Buenas tardes, carbonero, ¿me reconoces?El carbonero, atemorizado, contestó:–¡Ay de mí, que tú eres la Muerte!Y dijo la Muerte:–Pues en tu busca vengo.El carbonero, que era hombre de recursos, le dijo entonces:–¡En busca de mí! Mientras era un pobre carbonero me dejaste vivir tantos años, y

ahora, en cuanto he conseguido tener unos cuantos días de felicidad, ¿ya vienes en mibusca?

A lo que le respondió la Muerte:–¿No fuiste tú el que me dijiste que yo soy igual para todos, lo mismo con los ricos

que con los pobres, lo mismo con los grandes que con los pequeños? Pues, como ahorate ha llegado la vez, te tienes que venir conmigo.

Y dijo el carbonero:–Te ruego, Muerte, que, en recompensa por la posada que te di aquella noche en mi

cabaña, me des tiempo para rezar un padrenuestro y un avemaría.–Eso te lo concedo –dijo la Muerte.El carbonero rezó, sí, el padrenuestro, pero el avemaría no lo rezó aún; y empezaron a

pasar los días y la Muerte no sabía qué hacer, pues había dado su palabra. Hasta que undía decidió colgarse de la rama de un roble del jardín del palacio. Viendo el carboneromuerta a la Muerte, colgando de aquel roble, rezó muy contento el avemaría. Entonces laMuerte levantó la cabeza y dijo:

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–Ya eres mío –y lo llevó consigo.

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66. LA BARRETINA VERDE

Érase una vez un hombre más bueno que el pan. Era tan bueno, que veréis lo que lepasó: Una vez se encontró a una bruja con forma de raposa. La bruja no podía volver asu forma de mujer porque, habiendo ido a bañarse al río, dejó sus ropas junto a unamata y unos mozos del pueblo se las habían robado. Entonces el hombre, compadecido,le buscó unas ropas con las que vestirse de mujer y dejar de ser raposa. La bruja,agradecida, le dio una barretina verde y le dijo:

–Siempre que lleves esta barretina puesta, verás los pensamientos de todas laspersonas que tengas delante.

El buen hombre se quedó tan contento con el regalo. Pensó que ahora podría sabertodo lo que las personas que le rodeaban pensaban de él y así encontraría siempre lamejor forma de entenderse con ellas, por lo que su vida sería mucho más agradable deahora en adelante.

Y de inmediato se acordó de que un vecino suyo siempre discutía con él a propósitode un nogal que estaba en la linde que separaba los terrenos contiguos de uno y otro y,por causa de ello, le tenía puesto un pleito. Así que se puso la barretina y se fue a buscaral abogado que le defendía en el pleito para saber cuál era su opinión sobre el asunto. Yapenas se lo encontró, pudo ver lo que el abogado pensaba: «Menuda suerte que hetenido ocupándome de la defensa del nogal del simple éste. Le voy a cobrar el dinero quenecesito para la dote de mi hija, que se me casa dentro de nada, y después le mandaré apaseo con la primera excusa que encuentre».

El buen hombre, horrorizado por lo que acababa de entender, pensó que lo mejor quepodía hacer era ir a ver a su vecino y llegar a un acuerdo amistoso con él para quitarseproblemas de encima.

Así que, sin perder tiempo, se fue a la casa de su vecino para tratar con él, pero, comollevaba la barretina, nada más encontrarlo pudo ver lo que el vecino pensaba: «Ya sé lo

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que voy a hacer yo con este pasmarote. Aprovecharé un día que él se esté ocupando desu viña y que su mujer vaya al mercado para prenderle fuego a su casa».

No es necesario explicar el efecto tremendo que esta revelación causó en el pobrehombre, que se alejó a toda prisa de allí sin más explicaciones.

Desesperado, marchó a su casa con la intención de contarle a su mujer todo lo que lehabía ocurrido y pedirle consejo sobre lo que debían hacer en aquella situación. Con lasprisas y el sofoco, olvidó quitarse la barretina y, apenas llegó y se puso ante su mujer, vioque ella estaba pensando lo siguiente: «Ya está aquí de vuelta el bendito éste. ¿Cómopodría yo quitármelo de encima de una vez y quedar libre? Creo que lo mejor será que leponga un veneno en la sopa, a ver si se va de una vez al otro mundo, que es dondedebería estar un bendito como él; y así yo podré casarme de una vez con ese buen mozoque me ronda. Que, entre el mozo y yo, vaya si sabremos dar buen uso al dinero queeste simple guarda para nada».

Esta vez sí que el buen hombre sintió que perdía la cabeza de la impresión. Y tantrastornado que poco menos que tenía que apoyarse en las paredes para aguantarse enpie, se fue a buscar a su hija para contarle las intenciones que albergaba su madre. Y heaquí que, nada más llegar junto a su hija, pudo ver también lo que ésta estaba pensando:«En cuanto mi padre se vuelva al trabajo, busco la bolsa donde tiene el dinero, la cojo yme voy a casa de mi Juan, que me está esperando, nos vamos a Barcelona y noscasamos a escondidas. Porque, como mi padre no me va a dar permiso para casarme, notiene sentido que se lo pida».

El buen hombre, abrumado, ya sólo pensó en su hijo, lo único que le quedaba, y fue abuscarle a su cuarto. Encontró a su hijo ocupado en llenar con su ropa una maleta y,como seguía con la barretina puesta, pues vio lo que estaba pensando: «Qué mala suerteque me haya visto mi padre. A ver cómo le explico ahora que pensaba largarme de casa yecharme al mundo para pasarlo bien y hacer fortuna».

El hombre pensó que ya tenía bastante y que el regalo de la bruja era el peor regaloque le habían hecho en su vida. Así que cogió la barretina, que no le había traído másque disgustos y desgracia, y la tiró al fuego para que no se le ocurriera nunca volver ausarla. Y por eso se dice en Cataluña, cuando alguien está desesperado y toma una gravedecisión, que tira la barretina al fuego.

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67. EL GALLO Y EL CARÁMBANO

Una hermosa mañana de invierno, de mucho sol pero de mucho frío por causa de lahelada que había caído la noche anterior, un gallo muy presumido, al que le gustabamucho lucirse, se paseaba yendo de aquí para allá. En éstas, se detuvo con aire arroganteencima de un gran carámbano que colgaba a las orillas de un arroyo. De pronto, elcarámbano se quebró y el gallo resbaló y quedó atrapado en mitad del hielo, rompiéndoseuna patita en el forcejeo por intentar escapar. El gallo, compungido pensando que yanunca podría salir de allí, dijo al carámbano:

–Carámbano, ¿por qué me rompes mi patita?–Gallito –respondió el carámbano–, no he sido yo quien te ha roto tu patita; más fuerte

que yo es el sol, que, al derretirme, ha hecho que tú te caigas y tu patita se rompa.–Sol –dijo el gallito–, ¿por qué eres tan fuerte que derrites al carámbano y el

carámbano rompe mi patita?–Más fuerte que yo es la nube, que a mí me tapa –contestó el sol.–Nube –dijo el gallito–, ¿por qué eres tan fuerte que tapas al sol, el sol derrite el

carámbano y el carámbano rompe mi patita?–Más fuerte es el viento, que a mí me lleva –repuso la nube.–Viento –dijo el gallito–, ¿tan fuerte eres que llevas a la nube, la nube tapa al sol, el sol

derrite al carámbano y el carámbano rompe mi patita?–Más fuerte es la pared, que a mí me detiene –respondió el viento.–Pared –dijo el gallito–, ¿tan fuerte eres que detienes al viento, el viento se lleva la

nube, la nube tapa al sol, el sol derrite el carámbano y el carámbano rompe mi patita?–Más fuerte es el ratón, que a mí me agujerea –contestó la pared.–Ratón –dijo el gallito–, ¿tan fuerte eres que agujereas la pared, la pared detiene al

viento, el viento se lleva la nube, la nube tapa al sol, el sol derrite el carámbano y elcarámbano rompe mi patita?

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–Más fuerte que yo es el gato, que a mí me come –repuso el ratón.–Gato –dijo el gallito–, ¿por qué eres tan fuerte que comes al ratón, el ratón agujerea

la pared, la pared detiene al viento, el viento se lleva la nube, la nube tapa al sol, el solderrite el carámbano y el carámbano rompe mi patita?

–Más fuerte que yo es el palo, que a mí me mata –respondió el gato.–Palo –dijo el gallito–, ¿por qué eres tan fuerte que matas al gato, el gato se come al

ratón, el ratón agujerea la pared, la pared detiene al viento, el viento se lleva la nube, lanube tapa al sol, el sol derrite el carámbano y el carámbano rompe mi patita?

–Más fuerte es el hacha, que a mí me corta –contestó el palo.–Hacha –dijo el gallito–, ¿por qué eres tan fuerte que cortas el palo, el palo mata al

gato, el gato se come al ratón, el ratón agujerea la pared, la pared detiene al viento, elviento se lleva la nube, la nube tapa al sol, el sol derrite el carámbano y el carámbanorompe mi patita?

–Más fuerte que yo es el herrero, que a mí me macha –repuso el hacha.–Herrero –dijo el gallito–, ¿tan fuerte eres que machas el hacha, el hacha corta el palo,

el palo mata al gato, el gato se come al ratón, el ratón agujerea la pared, la pared detieneal viento, el viento se lleva la nube, la nube tapa al sol, el sol derrite el carámbano y elcarámbano rompe mi patita?

–Mucho más fuerte que yo es la muerte, que a mí me mata y todo lo puede –respondió el herrero.

Y eso es verdad porque en la muerte acaba todo el poder y la fuerza que hay en elmundo.

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68. LA HORNERA MALVADA

Había una vez una hornera que tenía muy mal corazón. Estaba casada con un viudocon dos hijos pequeños, niño y niña, pero no los quería nada y estaba harta de ellos. Undía, la hornera les dijo a sus dos hijastros:

–Hoy tenéis que ir al bosque y traerme un haz de leña cada uno para encender elhorno. Al primero que me lo traiga le daré un bollo de miel.

El niño, que era muy goloso, fue el primero que reunió un buen haz de leña y lo llevóa la casa. En cuanto su madrastra le vio llegar, le dijo:

–Muy bien. Ahora quítate el delantal.Así lo hizo el niño, esperando su bollo de miel. Y la madrastra le dijo después:–Ahora quítate los pantalones, y la camisa, y los calzoncillos, y los zapatos.El niño fue haciendo lo que su madrastra le decía hasta quedarse desnudo. Entonces la

madrastra le dijo:–Ahora voy a taparte los ojos con esta cinta y te daré el bollo de miel.Conque le tapó los ojos y, antes de que se diera cuenta, le tomó en brazos y le echó

dentro de una caldera de aceite hirviendo que tenía en la lumbre, y el pobre niño murióde inmediato. Entonces lo frió, lo sacó de la caldera y, después de trocearlo, lo aderezó ylo puso en una fuente.

Cuando llegó la hermana con su haz de leña, preguntó por su hermano, pues habíasalido del bosque antes que ella, y la madrastra le contestó que aún no había vuelto yque, como se hacía tarde, mejor no lo iban a esperar para comer.

–Se habrá encontrado con su padre –dijo la madrastra–, que está cortando leña en elbosque.

Sacó la fuente a la mesa y le dijo a la niña que era un corderillo que les había regaladouna vecina. Empezaron a comer y a la niña le tocó un pedazo de corazón, que al comerlole dijo:

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–Hermanita, come despacio, que soy tu hermanito.La hermana comprendió en seguida lo que había hecho la madrastra, dejó de comer y

se echó a llorar desconsoladamente por su pobre hermano; entonces la madrastra laamenazó y le dijo que, si no se callaba, haría lo mismo con ella. La niña se calló pormiedo y, cuando su infame madrastra acabó de comer, recogió todos los huesos y restosde su hermano que quedaban en la fuente y, llorando, los enterró en el huerto de la casa.

Cuando el padre llegó, a la caída de la tarde, echó de menos al niño, pero la madrastrale dijo que aún no había regresado. El padre salió a buscarlo y, por más que buscó, nopudo encontrarle, así que pensó que lo había devorado alguna fiera y regresó muyapesadumbrado a su casa. Y pasó el tiempo y, poco a poco, se fue olvidando del niño.

A la primavera siguiente, en el sitio donde la niña había enterrado los huesos de suhermano, nació un naranjo que en pocos meses se hizo alto y frondoso y se cargó denaranjas como no había otras en toda la zona.

Tanto el padre como la madrastra y la niña, admirados de aquellos frutos, estabandeseando que madurasen las naranjas para probarlas. Y en cuanto estuvieron maduras lasprimeras, las cogieron y vieron que eran muy dulces y jugosas y de muy fina calidad.

El padre y la niña partieron su naranja y, al coger el primer gajo y llevárselo a la boca,les pareció oír que la naranja les decía en un tono muy cariñoso:

–Come, padre; come, hermanita, que de lo vuestro coméis.El padre se extrañó, pensando que eran imaginaciones suyas, pero, como la naranja

estaba riquísima, siguió comiendo ésa y otras sin darle mayor importancia. La niña, encambio, entendió en seguida lo que decían las naranjas, y las estuvo comiendo con grancariño, pues, aunque sentía su ausencia, le parecía que era como besar y tener a suhermano querido.

Sin embargo, no sucedió lo mismo con la madrastra. Cuando ella partió la primeranaranja, en vez de aquel jugo dulce y riquísimo, empezó a salir sangre caliente y oyó unatriste voz que le decía:

–Esta sangre es la sangre inocente del que tú mataste.La madrastra, al ver y oír esto, tiró la naranja, asustada, y salió a escape de allí y se

metió en casa. Allí, desde la ventana, veía a su marido y a su hijastra disfrutar de lasnaranjas que estaban comiendo y esto la llenó de odio y de rabia. Y se asomó y les dijo:

–¡Cómo es posible que comáis esas naranjas de un naranjo que está tan cerca delestercolero! ¡Pues yo no las como!

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El padre y la hija no le hicieron caso y siguieron comiendo y al cabo de una semana,como no podía resistirlo, la madrastra cogió un hacha y cortó el naranjo. Pero cuál nosería su asombro y su disgusto cuando, a la mañana siguiente, vio que del naranjo habíanacido un nuevo retoño tan fuerte que aún ofrecía más frutos que el anterior; y, además,a la madrastra le pareció que las naranjas le recordaban la cara del pobre niño asesinado.Así que esta vez ya no podía ni mirarlas.

Ciega de furor, volvió a cortar el retoño, pero no le sirvió de nada porque el árbolsiempre volvía a rebrotar y siempre con más fuerza.

A su marido le extrañó el comportamiento de su mujer y, pensando en ello, se acordóde las palabras que creyó oír al comer la primera naranja y empezó a sospechar que algotriste y extraordinario a la vez estaba sucediendo con aquel naranjo prodigioso.

Así que fue a hablar con su hija. Y ésta le dijo:–Sí, padre. Mi infame madrastra mató y se comió a mi hermano aquel día en que dijo

que se había perdido en el bosque. Yo enterré sus huesos y sus restos en el huerto,donde ahora está el naranjo, llorando de pena y sin poder hacer nada por él; por eso mimadrastra le tiene tanto odio al árbol y por eso lo corta.

El padre, furioso por la desgraciada muerte de su pobre hijo, juró castigar a la horriblemujer. Un día la llevó al monte, la mató, la despedazó y la enterró. En el lugar donde laenterró nacieron al poco tiempo unas zarzas tan espesas y con unas espinas tanpunzantes que lo mismo los hombres que las bestias daban un rodeo y se alejaban deellas. Incluso las fieras del monte huían y aullaban, como si fueran a quedar presas enellas, tal era el miedo que a todos infundía el horrible recuerdo de la hornera malvada.

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69. EL HEREDERO DE LA CORONA

Había una vez un rey y una reina recién casados que tuvieron un hijo. Al mes de nacerse disponían a celebrar el bautizo del niño cuando apareció un hada y le dijo al rey:

–Majestad, este niño tendrá desde ahora tal apego al poder que no podrá vivir en pazhasta que le entreguéis vuestra corona.

Al rey no le hicieron ninguna gracia las palabras del hada. Un día en que salió a cazar,llevó al niño consigo y se fue tan lejos como le permitió su caballo. Entonces dejó a suhijo en un barranco profundo y cubierto de un espeso matorral con la intención de que semuriese de hambre si no le devoraban antes las fieras. Porque el rey prefería la muertedel niño a ser destronado por éste.

Pero sucedió que tres hadas recogieron al niño y allí mismo llamaron a una loba que ledio de mamar. El niño creció y cuando alcanzó la edad de diecisiete años, las hadas ledijeron:

–Ve al camino que te decimos; espera a que pase tu padre y cuando le veas venir, ledices: «Os saludo, padre mío; yo soy el heredero de la corona».

Así lo hizo. Y el rey le respondió:–Si es cierto que eres el heredero de la corona, tráeme un cuenco de leche de groviera.Conque fue y les contó a las hadas lo que el rey le había pedido; y éstas le dijeron:–Coge este caballo. Cabalgarás tres días hasta encontrar un castillo; no te detengas.

Cabalga otros tres días y encontrarás otro castillo; tampoco te detengas en él. Cabalgaotros tres días y llegarás a otro castillo; ése es el castillo donde está la groviera. Cuandooigas dar las horas, apresúrate a ordeñarla antes de que suene la última campanada yhuye todo lo aprisa que puedas si no quieres quedarte dentro para siempre.

Así lo hizo. Cogió el caballo, cabalgó tres días y encontró el primer castillo. Cabalgóotros tres días y encontró el segundo castillo. Cabalgó los tres restantes y llegó al tercercastillo. Vio que la puerta estaba abierta y entró. Encontró a la groviera tumbada en mitad

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del patio y durmiendo. En ese momento sonó la primera campanada de las doce y eljoven sacó un cuenco que arrimó a la ubre de la groviera y empezó a ordeñarla. Eradigna de verse la leche humeante que salía de aquellas ubres. A la décima campanada,saltó al caballo, se lanzó hacia la puerta y, oyendo la duodécima campanada, cruzó lapuerta justo cuando se cerraba a sus espaldas.

Con esto, el hijo del rey fue a ver a las hadas, y éstas le dijeron:–Vuelve al mismo camino y, cuando pase el rey, le dices: «Os saludo, padre mío; yo

soy el heredero de la corona y aquí tienes la leche de groviera.Así lo hizo. Pasó el rey y el joven le abordó y se lo dijo. Entonces el rey contestó:–Si es cierto que eres el heredero de la corona, debes traerme además las tres naranjas

de arencal.El joven fue de nuevo a ver a las hadas y les contó lo que había ocurrido. Y las hadas

le dijeron:–Vuelve a coger el caballo. Cabalgarás tres días y encontrarás un jardín; no te

detengas. Cabalgarás otros tres días y encontrarás otro jardín; tampoco te detengas.Cabalgarás otros tres días y encontrarás un tercer jardín; ahí es donde debes detenerte.En medio de ese jardín verás un naranjo cargado de naranjas de oro al que en la copa lenace un brote con tres naranjas. En cuanto empiecen a dar las doce, corres al árbol,coges el brote de las tres naranjas y escapas a la carrera antes de que suene la últimacampanada si no quieres que te atrapen.

Así lo hizo el joven. Cogió el caballo, caminó tres días y encontró un jardín. Caminóotros tres días y encontró un segundo jardín. Caminó otros tres días y, por fin, encontróel tercer jardín y allí se detuvo. El jardín tenía las puertas abiertas de par en par y no seveía otra cosa más que un arencal, pero en medio había un extraordinario y hermosísimonaranjo cargado de naranjas de oro y, en lo alto de la copa, nacía un brote con tresnaranjas que eran dignas de verse.

Esperó, pues, a la primera campanada de las doce y se subió al naranjo, fue directo alo alto de la copa por el brote de las tres naranjas, bajó rápidamente, saltó al caballo,enfiló las puertas justo cuando sonaba la última campanada y las cruzó como unaexhalación mientras se cerraban a sus espaldas.

El hijo del rey fue a ver a las hadas y éstas le dijeron:–Vuelve a aquel camino y, cuando pase tu padre, le dices: «Os saludo, padre mío; yo

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soy el heredero de la corona. Así como te traje la leche de groviera aquí te traigo lasnaranjas de arencal». El joven salió al camino y se dirigió al rey como en la vez anterior.

–Así es, en verdad –concedió el rey–, pero no me has traído la más Bella Estrella delmundo.

Otra vez se volvió el hijo del rey a ver a las hadas y les contó lo que le ocurría ahora.Entonces dijeron las hadas:

–Esta vez no tienes más remedio que ir a buscar a la más Bella Estrella del mundo.–Y ¿dónde está? –preguntó él.–Ése es el problema, que nosotras no lo sabemos –contestaron ellas.–¿Y qué hay que hacer para encontrarla? –volvió a decir él.Las hadas cogieron un puñado de polvo, lo echaron al aire y vieron a dónde lo llevaba

éste; luego le buscaron un magnífico caballo y le dijeron:–En el caso de que necesites ayuda, dirás: «Por el destino que tengo encomendado,

que suceda tal cosa»; y lo que necesites, lo tendrás.Partió el hijo del rey por donde había señalado el viento, y al cabo de siete días

encontró a un gigante.–Buenos días –dijo el joven.–Buenos días –respondió el gigante–. ¿Qué te trae por aquí?–Busco la más Bella Estrella del mundo –contestó el joven–. ¿Podrías decirme dónde

puedo encontrarla?–Si me consigues lo que yo te pida, yo te lo diré –dijo el gigante.–Dime qué es lo que quieres –dijo el joven.–Quiero –dijo el gigante– siete arrobas de pan cocido, que tengo un hambre que me

muero.«¿Cómo podría yo conseguirlas?», pensaba el joven; y de pronto se acordó de lo que

le habían indicado las hadas y dijo:–Por el destino que tengo encomendado, que aparezcan aquí siete arrobas de pan

cocido.Y ¡en efecto!, aparecieron las siete arrobas de pan cocido y el gigante empezó a comer

un pan tras otro y se los zampó todos sin dejar caer ni una migaja de la boca.–Ah, qué gusto, qué bien me he quedado –dijo entonces el gigante–. Y ¿dices que

quieres saber dónde está la más Bella Estrella del mundo? Pues bien, sigue en estadirección y al cabo de siete días encontrarás a mi hermano; si le das lo que te pida, él te

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ayudará. Y en el caso de necesitarme para algo, llámame y allí apareceré yo, dondequieraque estés.

El hijo del rey siguió su camino en la dirección que el gigante le señalara y al cabo desiete días encontró a otro gigante.

–Buenos días –dijo el joven.–Buenos días –respondió el gigante–. ¿Qué te trae por aquí?–Busco la más Bella Estrella del mundo –dijo el joven–, y te daría cualquier cosa con

tal de que me dijeras por dónde se va a donde está ella.–Pues dame siete arrobas de pan y siete quintales de tocino y sobrasada, que hace ya

mucho que no lleno la panza como a mí me gusta.El hijo del rey pronunció las palabras mágicas y todo lo que deseaba el gigante

apareció ante él; y verlas y echarse sobre las viandas fue todo uno y no paró hasta queno quedó la más pequeña migaja de lo que había pedido. Y cuando se hubo saciado,contento como estaba, le dijo al joven:

–¿Dices que quieres encontrar la más Bella Estrella del mundo? Pues sigue por aquelladirección y al cabo de siete días encontrarás a un hermano mío; si le das lo que te pida,como me lo has dado a mí, te aseguro que ha de ayudarte. Y en cuanto a mí, si menecesitases, no tienes más que llamarme y acudiré a verte, dondequiera que estés.

Total, que el hijo del rey siguió su camino y al cabo de siete días volvió a encontrar aotro gigante.

–Buenos días –le dijo el joven.–Buenos días –contestó el gigante–. ¿Se puede saber qué es lo que te trae por aquí?–Vengo buscando la más Bella Estrella del mundo –dijo el joven–. ¿Puede usted

decirme dónde se encuentra?–Yo te lo diría encantado si me dieras lo que yo deseo.–Muy bien –dijo el joven–, ¿qué es lo que quieres?–Quiero –dijo el gigante– doce carretadas de pan, doce sacos de sobrasadas y

butifarras y doce cubas de vino, porque hace tanto tiempo que no he podido llenar latripa que estoy que rabio de hambre.

–Sea –dijo el joven. Y, como las otras dos veces anteriores, pronunció las palabrasmágicas, puso ante el gigante las viandas y esperó a que se saciase como sus hermanos.

–Ah, gracias, muchas gracias, buen muchacho –dijo el gigante cuando hubo terminadocon todo–. Hacía mucho tiempo que no comía y bebía tan bien. Y ¿dices que buscas la

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más Bella Estrella del mundo? Muy bien. Pues sigue por esa dirección y al cabo de sietedías verás una montaña muy escarpada y arriba del todo un castillo grandioso. Subehasta él y allí encontrarás a la más Bella Estrella del mundo, una jovencita de diecisieteaños que es como un sol, una robacorazones, la cosa más hermosa que nadie haya vistojamás. Su padre la guarda tan celosamente que, para verla, exige cosas imposibles. Ojalátengas suerte y puedas hacerla tuya. Y, si me necesitases, no tienes más que llamarme yyo acudiré a dondequiera que estés.

El hijo del rey siguió camino en la dirección que le indicara el gigante y, cuando llegó ala cumbre de la montaña escarpada, pidió hablar con el señor del castillo y le dijo quevenía en busca de su hija. El señor le contestó que antes debería superar tres pruebas, yel hijo del rey estuvo de acuerdo.

–Pues bien –dijo el señor–, la primera prueba consiste en que esta noche serásencerrado en una habitación con siete arrobas de pan y antes del amanecer tienes quehaberlo comido todo.

–Pues vamos a ello –dijo el joven.Conque le encerraron en la habitación con las siete arrobas de pan; a las doce de la

noche, cuando todo el mundo dormía, exclamó:–Oh gigante que encontré el séptimo día de viaje, tú me prometiste que, siempre que

te necesitara y te llamase, vendrías a donde yo estuviese; ven aquí a ver si te quitas elhambre con estos alimentos que tengo conmigo.

Apenas había acabado de decirlo cuando ¡zas! se presentó el gigante, echó un vistazoa lo que había en la habitación y dijo:

–No habrá que hacer mucho esfuerzo para comerse todo esto, porque esto esjustamente lo que yo necesito cada día para comer.

Así que se puso a comer y se lo comió todo, pero cuando terminó ya no podía más.–Basta ya, que estoy lleno –dijo al joven–. ¿Quieres alguna otra cosa de mí?–No –contestó el joven–, ya puedes marcharte. Me has hecho un gran favor que no

olvidaré. Vete y que Dios te guarde de todo peligro.–Así sea –dijo el gigante, y desapareció.La sorpresa del señor fue grande cuando a la mañana siguiente abrieron la puerta de la

habitación y encontraron al hijo del rey tranquilamente sentado en una esquina; y noquedaba ni rastro de la comida con la que le habían encerrado.

–¿Cuál será la segunda prueba? –preguntó el hijo del rey.

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–Esta misma tarde te lo diré –contestó el señor. Y estuvo todo el día pensando cuálsería la segunda prueba. Por la tarde le llamó y le mostró otra habitación con sietearrobas de pan y siete quintales de tocino y sobrasada y le dijo que tenía hasta elamanecer para dar buena cuenta de todo ello.

El hijo del rey estuvo de acuerdo y le encerraron en la habitación.Entonces el hijo del rey exclamó:–Oh gigante que encontré el décimo cuarto día de viaje, tú me prometiste que, siempre

que te necesitara y te llamase, vendrías a donde yo estuviese; ven aquí a ver si te quitasel hambre con estos alimentos que tengo conmigo.

Y apenas había acabado de decir esto cuando ¡zas! apareció el gigante, echó unvistazo a toda la comida que había en la habitación y dijo:

–No habrá que hacer mucho esfuerzo para comerse todo esto, porque esto esjustamente lo que yo necesito cada día para comer.

Y empezó a comer y a comer hasta que ya no pudo más, pero se lo terminó todo. Y,con la tripa llena hasta reventar, le dijo al joven hijo del rey:

–Se acabó, que ya estoy lleno. ¿Quieres alguna otra cosa de mí?–No –contestó el hijo del rey–, ya puedes marcharte. Me has hecho un enorme favor

que no olvidaré. Vete y que Dios te guarde de todo peligro.–Así sea –dijo el gigante, y desapareció.A la mañana siguiente, cuando abrieron la puerta de la habitación, el señor no daba

crédito a sus ojos.–¿Qué? –dijo el hijo del rey–. ¿He pasado la segunda prueba?–Sí, la has pasado –dijo el señor, que estaba todo mustio y pálido y pensaba: «Estoy

perdido. Lo mismo que ha pasado estas dos pruebas, pasará la tercera y entonces notendré más remedio que enseñarle a mi hija. Y, en cuanto se vean, se enamorarán sinremedio y él la llevará consigo y ¡adiós, hija mía! Y yo me tiraré de la torre más alta delcastillo si pierdo a mi hija».

–¿Cuál será la tercera prueba? –preguntó entonces el hijo del rey.–Esta tarde te lo diré –contestó el señor. Y a la tarde le mandó llamar y le dijo–: La

última prueba es ésta: te encerraremos en una habitación con doce carretadas de pan,doce sacos de sobrasadas y butifarras y doce cubas de vino. Si al amanecer no te lo hasterminado todo, te tiraré de la torre más alta del castillo.

–Pues adelante con los faroles –dijo el joven.

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Y a la medianoche en punto, cuando todos dormían, exclamó:–Oh gigante que encontré el vigésimo primer día de viaje, tú me prometiste que,

siempre que te necesitara y te llamase, vendrías a donde yo estuviese; ven aquí a ver site quitas el hambre con estos alimentos que tengo conmigo.

Y, como en las veces anteriores, apareció el gigante y se lo comió todo hasta quedarexhausto. Luego le preguntó si deseaba algo más y el joven le contestó:

–No, ya puedes marcharte. Me has hecho un gran favor que nunca olvidaré. Vete yque Dios te guarde de todo peligro.

–Así sea –dijo el gigante, y desapareció.A la mañana siguiente, cuando abrieron la puerta de la habitación, el señor estuvo a

punto de desmayarse de la impresión al ver que, de toda aquella inmensa cantidad decomida que dejaran la tarde anterior junto al joven, no quedaba nada. Y el señor empezóa gemir y a darse de golpes contra las paredes jurando y bramando y rasgándose lasvestiduras y arrancándose los cabellos a mechones, hasta que el hijo del rey dijo:

–Señor, un trato es un trato. Yo he salido con bien de las tres pruebas y, por lo tanto,ahora os toca a vos mostrarme a vuestra hija.

No hubo remedio y la tuvo que mostrar. Y como el señor muy bien se temía, apenasse vieron los dos jóvenes se enamoraron perdidamente el uno del otro, y el hijo del reytomó en brazos a la más Bella Estrella del mundo, la subió a las ancas de su caballo y,montando él delante, emprendieron camino de vuelta hacia el lugar donde se encontrabanlas tres hadas.

Cuando llegaron allí, las hadas le dijeron:–Ve al palacio del rey y dile: «Os saludo, padre mío; yo soy el heredero de la corona.

Así como te traje la leche de groviera y las tres naranjas de arencal, aquí vengo con lamás Bella Estrella del mundo».

El rey, al ver a aquella muchacha tan bella, se quedó sin habla un buen rato, hasta queal fin, repuesto de la conmoción que la hermosura de la muchacha le causara, dijo a suhijo:

–Hijo mío, aquí te entrego mi corona, que bien te la has ganado, pues me doy cuentade que yo no podría competir contigo.

Y, levantándose de su trono, puso la corona en la cabeza de su hijo y aquel mismo díase casaron el hijo del rey y la más Bella Estrella del mundo.

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70. LA SANGRE MÁS PURA

Antiguamente, antes de que las hierbas, los pájaros, los animales y las alimañasolvidaran su lenguaje, vivía un rey magnánimo y lleno de cualidades: era hombre sincero,bondadoso y amante de sus súbditos, a los que consideraba poco menos que como hijossuyos. Este rey tenía un hijo que era todo lo contrario de él: haragán, presumido y decorazón duro. Ambos parecían el anverso y el reverso de una misma moneda. El rey,como hemos dicho, amaba a sus súbditos; pues bien, el hijo los despreciaba como seresinferiores. Como no resulta difícil de imaginar, los súbditos tenían un gran aprecio por elpadre y ninguno por el hijo.

De todos modos, el padre amaba a su hijo, aun a sabiendas de cómo era, y como leamaba, andaba día y noche discurriendo cuál sería la manera de cambiarle el corazón yvolverlo bueno. No lejos del palacio vivía una anciana en su modesta choza sin otracompañía que la de unos pocos gatos viejos. Mucha gente tenía a esta mujer por bruja.

Un día el rey salió a cazar, como tenía por costumbre, y de vuelta de la caza mandópor delante a sus criados con todo lo que ese día había obtenido: liebres, sordas yciervos, y él, retrasándose deliberadamente, fue a buscar a la que decían bruja.

Llegó a su choza, le dio las buenas tardes y se sentó con ella junto al fuego. Entoncesel rey expuso su aflicción a la vieja: que la maldad de su hijo le tenía muy preocupado yque por eso venía a verla, por ver si le encontraba un remedio que convirtiera al príncipeen una buena persona.

La anciana, después de acariciar el lomo de sus gatos viejos, le dijo al rey:–Si queréis sanar a vuestro hijo del mal de su corazón, ponedle su propia sangre ante

los ojos. Si llega a conocerla, oh rey, seréis muy desgraciado, pero, si no la conoce,vuestro hijo se curará y vos quedaréis consolado por todo lo que habéis sufrido. Esto estodo cuanto puedo deciros.

Satisfecho, el rey quiso pagarle su servicio, pero la anciana no aceptó nada y el rey se

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fue.Pero, cuando llegó al palacio y empezó a pensar en lo que la vieja le había dicho, no

encontraba manera de solucionar el asunto. Y tantas y tantas vueltas le daba que acabópor no comer, no dormir y no gobernar. Pues se preguntaba: «¿Cómo pondré yo a mihijo su sangre ante sus ojos? Por más que ame a mis súbditos, más amo a mi hijo.¿Derramaría yo la sangre de mi hijo por hacer más felices a mis súbditos? No, deninguna manera». Y tornaba a dar vueltas y más vueltas sin encontrar una solución.

Un día su hijo se presentó ante él y le dijo:–Padre, sé que debería avergonzarme al deciros lo que os voy a decir, pero habéis de

saber que hace ya tiempo que me he casado en secreto con una mujer y tengo un hijo deella.

–¿Cómo es eso? –preguntó anonadado el rey.–Pues que tenéis un nieto porque mi matrimonio, aunque secreto, es legítimo. Y si

vos, que me reconocéis a mí como vuestro hijo, reconocéis a mi mujer como nuera y ami hijo como nieto, mañana mismo venimos a vivir al palacio.

Y dijo el rey:–Si se tratara de otra clase de madre o hijo, ahora mismo os daba mi bendición. Pero

como esa mujer y ese niño pueden, en el futuro, ser reina y rey, debo pensarlo. Mañanate contestaré.

Esa misma noche, el rey llamó a los sabios y a sus consejeros y les anunció:–Antes del amanecer habréis de tener respuesta para estas dos preguntas que os hago.

La primera es: ¿cómo puedo yo poner a mi hijo su sangre delante de sus ojos sindetrimento de mi honor, puesto que yo no puedo derramarla? Y la segunda es: ¿cómopuedo yo mostrar a mi amado pueblo a una mujer y a un niño que ni siquiera conozco yanunciarles que son la esposa y el hijo de mi hijo?

Los sabios y consejeros se retiraron a deliberar y, antes de que amaneciese, sepresentaron de nuevo ante el rey, y uno de ellos le dijo, en nombre de todos:

–Majestad, si queréis poner la sangre de vuestro hijo delante de sus ojos sindetrimento de vuestro honor, recibid primero por nuera a la esposa de vuestro hijo y pornieto al hijo de ambos; después tomad en vuestras manos al nieto y ponedlo delante devuestro hijo; de esta manera habréis puesto su sangre ante sus ojos sin traicionar vuestrohonor.

El rey quedó satisfecho con la respuesta y, tras darles las gracias, llamó en privado a

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su gabinete al sabio que había hablado en nombre de todos y le dijo:–Ya que con una sola respuesta habéis resuelto con habilidad mis dos problemas,

decidme ahora cómo podré volver bueno el corazón de mi hijo, que es la otra cosa queme causa dolor.

Y el sabio le contestó:–Majestad, yo estaré aquí cuando traigan a ese niño y ya resolveremos lo que haya

que hacer.El sabio abandonó el palacio del rey y durante los días siguientes anduvo buscando y

mirando de casa en casa por todo el reino. Y el día previsto, se presentó ante el reyllevando un niño oculto bajo su capa. Pusieron a los dos en una cuna vestidos de igualmodo, el nieto del rey y el traído por el sabio. Y, hecho esto, llamaron al hijo del rey;cuando éste llegó a la cuna, no sabía cuál era el suyo. Y, viéndole sumido en tan grandeduda, le dijo el rey:

–¿No sueles decir tú que nosotros no somos como los demás y que nuestros súbditosson inferiores? Pues dinos cuál de esos dos niños es de sangre real.

Y si el rey mismo no le hubiera dicho cuál de los dos era, su orgulloso hijo no lohubiera acertado. Y de resultas de esto cayó enfermo y llamaron a un médico para que leatendiese. Éste dijo que no había más remedio que sangrarle y, en efecto, sacó sangre desus venas.

Entonces el rey hizo que extrajeran sangre también a uno de sus criados y que las dossangres fueran puestas, una al lado de la otra, en dos vasitos iguales. Y luego dijo almédico:

–Dinos, maestro, cuál de estas dos es la sangre más pura.El médico, después de haber analizado bien una y otra, dijo, señalando la sangre del

criado:–Ésta es la mejor y más pura.Y el hijo, aquel que tuvo ante sus ojos a su hijo, sangre de su sangre y no lo conoció,

al oír esto escarmentó del todo y dicen que sanó, se volvió un buen príncipe y acabósiendo querido por sus súbditos, aunque nunca le quisieron tanto como a su padre.

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71. UNA APUESTA CON EL DIABLO

Se dice que, hace ya muchos años, andaban juntos el Diablo y san Crispín. El Diablose dedicaba a tentarle y san Crispín se escapaba siempre de las trampucias que el otro lehacía para quedarse con su alma. Y como no había manera de pillar a san Crispín, elDiablo estaba que echaba chispas.

Hubo una vez en que a san Crispín le dio por convertirse en labrador: arrendó uncampo, lo aró, lo cultivó y, en general, se ocupó de él con tanta dedicación y tal esmeroque, al poco tiempo, daba gusto mirar ese campo.

El Diablo rondaba por cerca del campo todo envidioso, viendo cómo nacían y seesponjaban las coles y las habas y cómo sacaba patatas y nabos el santo. Cuanto másrondaba el campo, más rabioso se ponía. Hasta que, a fuerza de cavilar y gruñir, y gruñiry cavilar, se le ocurrió una idea que le hizo dar un salto de alegría.

«¡Ahora sí que te tengo!», dijo el Diablo para sus adentros.Conque arrendó un campo cercano al del santo, se trajo una pareja de bueyes y se

dedicó a arar y preparar la tierra, sudando la gota gorda, como si no tuviese nada másimportante que hacer en el mundo. Y cuando terminó, se fue a ver a san Crispín.

«Vaya, vaya», se dijo el santo cuando le vio acercarse. «Seguro que éste viene con elanzuelo preparado.»

–Pues ya ve usted –dijo el Diablo–. ¡Yo también me he metido a labrador! Eso detrabajar es cosa buena para la salud y, si luego viene una buena cosecha, pues miel sobrehojuelas.

San Crispín contemporizaba:–Cierto, a nadie viene mal una buena cosecha.Y el Diablo continuó:–Precisamente se me ha ocurrido a mí que, si usted fuera listo, a lo mejor además de

su cosecha podría quedarse con la mía. Es una apuesta, ¿sabe usted? Yo sembraré una

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simiente en mi campo, usted la verá crecer y, en cuanto acierte su nombre, toda lacosecha de mi campo irá a meterse en su hórreo. En cambio, si no acierta en tres veces,soy yo el que se queda con mi cosecha y la suya.

La verdad es que a san Crispín le pareció bien la proposición, porque si conseguía otracosecha tendría más para repartir entre los necesitados; así que aceptó la apuesta. ElDiablo, aunque lo disimulaba, estaba loco de contento por dentro y se decía: «Esta vezhas caído en el garlito, Crispín».

El Diablo se fue a una población tan lejana que nadie más que él podía llegar y se trajouna simiente que plantó en su campo. Mientras tanto, san Crispín, con la intención deganar la apuesta, se fue por los campos de sus vecinos y, cada vez que veía una plantaque no conocía, preguntaba por ella.

–Y esta planta ¿cuál es? –decía.Y le contestaban:–Ésta es la zanahoria.Luego iba a otro lado:–Y ésta ¿cuál es?–El nabo.–¿Y ésta?–La alubia.Total, que para cuando empezó a nacer la simiente que plantara el Diablo, san Crispín

sabía de plantas más que el rey Salomón. Así que se fue al campo del Diablo, una vezque la simiente estaba bien brotada, a ver qué planta era... y cuál no sería su asombro alver que no conocía aquella planta. Llamó a amigos y vecinos y a gente de lugarescercanos y todos fueron a ver si conocían la planta, pero nadie la había visto nuncaantes.

El Diablo, entre tanto, se hacía el encontradizo con el pobre san Crispín y le decía:–¿Qué, cuándo vas a venir a decirme el nombre de la planta que tengo en mi campo?Y san Crispín, nada, más preocupado y enfurruñado que nunca porque veía que se

quedaba sin su cosecha. Hasta que una mañana en la que se disponía a darse porvencido, se le cruzó una idea por la cabeza, se le iluminaron los ojos, y dijo:

–¡Ésta es la mía!Se fue hasta donde estaba el Diablo y le avisó:–Ten cuidado con tu campo, que anoche estaba yo allí cavilando cuál podría ser la

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planta y vi a una bestia muy extraña revolcándose en medio de todo.El Diablo, que veía que san Crispín no daba con el nombre de la planta, estaba tan

contento. Pero esa noche decidió ir a vigilar su campo, no fuera a ser que la bestia leechara a perder la cosecha y la apuesta.

En cuanto anocheció, san Crispín se metió en un cubo de miel y, a continuación, seechó encima un saco de plumas. De esta guisa, marchó al campo del Diablo. Tenía unaspecto horrible, mitad hombre, mitad pájaro. Llegó al campo, se agachó entre las matasy esperó a que llegara el Diablo. Cuando apareció el Diablo, salió de su escondite yempezó a correr, revolcarse, aletear y gruñir de tal manera que el Diablo apenas si setenía en pie del susto, porque nunca imaginó que en el mundo hubiera monstruos así.Pero, armándose de valor, sacó fuerzas de flaqueza y gritó para espantar al monstruo:

–Fuera, monstruo, que me estás estropeando los zapallitos.Y el monstruo, pesadamente, desapareció en la noche.Y llegó el día en que el santo tenía que dar el nombre de la planta o perder su cosecha.

El Diablo se puso su mejor traje, se arregló el bigote y la perilla, se echó un frasco decolonia encima y, todo peripuesto, se presentó en la choza de san Crispín.

–¿Sabe usted a lo que vengo? –dijo el Diablo.–Sí, señor –contestó el santo.–¿Y recuerda usted la apuesta?–Sí, señor.–Pues ya sabe –dijo el Diablo– que, si a la tercera vez no acierta usted lo que yo

sembré en mi campo, toda su cosecha es mía; en cambio, si acierta usted, toda micosecha será suya. Así que, respóndame ahora: ¿qué es lo que sembré en mi campo?

–Berza.–No, señor.–Acelga.–Tampoco.El Diablo estaba que reventaba de alegría, porque ya sólo quedaba una respuesta.–Por última vez, Crispín, ¿qué es lo que tengo en mi campo?Y san Crispín, sonriendo, le contestó:–Zapallitos, hombre, zapallitos.Y el Diablo, que se había ido hasta la Argentina a buscar la simiente, soltó un bufido

de rabia que se oyó en toda la comarca y salió más corrido que una liebre.

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72. LOS CARBONEROS EN EL PALACIO

Érase una vez un matrimonio sin hijos que vivía duramente de hacer carbón. Nopasaba un día sin que tuvieran alguna gresca, una vez por causa de uno, otra vez porcausa del otro. Llegó a la aldea un cura que estuvo echando un sermón sobre Adán yEva y, después de escucharlo, se le metió al hombre en la cabeza que una mujer, laprimera, fue la causa de todas las desgracias del mundo. Y desde entonces, raro era eldía en que el hombre no mencionaba el nombre de Eva en aquella casa.

–Si yo hubiera sido el Ángel Exterminador, la hubiera matado a ella y se acabó. ¡Mujerhabía de ser para cosa buena!

Las más de las veces no replicaba la mujer al carbonero. Pero, de vez en cuando, nodejaba de contestarle:

–Pues esa Eva también lo era tu madre, que te trajo al mundo. Si hubiera estado sola,a lo mejor no hubiera pecado, ¡pero ahí estaba el calzonazos de Adán! La una porcuriosa y el otro por glotón, los dos se comieron la manzana con piel y todo.

Estando en uno de estos altercados, se les presentó un rey cazador junto a lacarbonera. Al enterarse de los motivos de sus acaloradas disputas, les dijo:

–Venid, cuitados, a vivir a mi palacio.Algo avergonzados por lo pobres que eran, pero también contentos, se fueron ambos

en pos del rey. En cuanto entraron en el palacio, el rey mandó hacerles vestidos nuevos ypuso a su disposición habitaciones y comedores; todo lo que les ofrecía les parecía unsueño. Con todo, el rey mandó que se guardasen cuidadosamente sus vestidos viejos yahumados. Para su solaz, les hizo dueños de un espacio ancho y vistoso, lleno de árbolesy frutales, dentro de uno de los inmensos jardines que correspondían al palacio.

Hablando de cómo estaban ahora, más de una vez le dijo el esposo a la esposa:–¿Cuántas veces hemos regañado tú y yo por causa de Eva? Pues mira, gracias a mi

insistencia tenemos lo que tenemos. Porque, si el rey no nos llega a encontrar regañando,

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en estos momentos estaríamos yo soplando la pira de leña y tú con las alubias en elpuchero.

El rey iba a visitarles de vez en cuando y, como es natural, cada vez encontraba a susprotegidos más contentos y regocijados con su suerte.

Un día, un criado del rey llamó a la puerta de su casa y les llevó una cajita de maderafina.

–El rey, mi señor, dice que tengáis en su nombre esta hermosa cajita, pero con lacondición de que no la abráis nunca, pues, de lo contrario, perderéis la felicidad.

Después de dejar la cajita sobre la mesa del comedor, el criado se fue tras hacer tresinclinaciones de cabeza.

Lo primero que se le ocurrió a la esposa fue pensar: «¿Qué habrá dentro de lacajita?». Estuvo dando vueltas a su curiosidad y, cuando ya no pudo más y se locomentó a su marido, éste le dijo:

–Ándate con cuidado, mujer, de tocar esa caja.Al día siguiente, la cajita seguía sobre la mesa del comedor y no dejaban de mirarla. Y

al otro día, la esposa se acercó a la caja y, cogiéndola entre sus manos, dijo:–Pero ¿qué contendrá esta caja tan linda que nos ha mandado el rey?–Déjala, mujer, y ten cuidado –contestó él.Pero ella insistió:–Anda, que la abriré solamente un poquito, sólo para que le entre un rayito de luz.–Que no –dijo él.–Nadie lo va a saber –protestó ella.Pero al fin la dejaron sobre la mesa. A mediodía, después de almorzar opíparamente

como tenían por costumbre desde que estaban en palacio, se fueron a pasear por eljardín, y la esposa no podía olvidar la caja y estuvo venga a hablar de ella al maridohasta que le convenció de que sólo levantarían la tapa lo justo para que entrase un rayitode luz. Uno levantaría la tapa y el otro miraría dentro, sólo un segundo.

–Anda, hombre, ábrela tú.–Que no, mujer, que no puedo.–Lo que pasa es que eres un pusilánime. Yo la abriré un poquito y tú mirarás.En cuanto la mujer abrió la caja, salió de ella un diminuto ratoncillo rabilargo que saltó

a la mesa, se escurrió por el suelo de la cocina y desapareció en unos matorrales quehabía junto a la puerta. Los dos esposos, apuradísimos, salieron en pos de él y ya no lo

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encontraron. Entonces llegó el rey de puntillas, tosió ligeramente junto a ellos y, al verle,los dos quedaron pálidos y descoloridos del susto que les entró.

–¿Qué es lo que estáis haciendo con tanto afán? –preguntó el rey.–Señor, como ya no somos carboneros y estamos desocupados –dijo la esposa–, nos

entretenemos en lo que podemos.Entonces entró el rey a la casa y fue directo a abrir la caja y el hombre, al verlo, dijo a

la mujer en un susurro:–Estamos perdidos.El rey miró dentro de la caja y, volviéndose a ellos, les dijo:–¿Cómo es que esta caja está vacía?Ninguno de los dos sabía qué responderle.–¿Dónde está el pequeño ratoncillo? –volvió a preguntar el rey.–Señor –se atrevió a decir al fin el hombre–, no es mía la culpa. Mi esposa, curiosa de

saber qué había en la caja...–Eva, siempre Eva –le interrumpió el rey, dirigiéndose a ella.Y luego, dirigiéndose a él:–Y Adán, siempre Adán.Sin más comentario, el rey abandonó la casa; al momento entró el criado que había

traído la caja y dijo:–El rey, mi señor, me ha dicho que os traiga vuestros viejos vestidos. Vestíos con ellos

e id a vuestra casa por donde habéis venido.Y los dos carboneros, vestidos con sus trajes viejos y ahumados, pasaron el resto de

sus días, hasta morir, dando fuego a la pira de leña.

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73. LOS SIETE REBECOS

Había una vez un rey que tenía siete hijos y su esposa estaba esperando el octavo. Elrey tenía puestas todas sus esperanzas en que el octavo fuera una niña, y era tan grandeel deseo de una niña que anunció que, si volvía a nacer un varón, los mataría a todos.Cuando la reina le oyó decir esto, quedó toda entristecida y no podía dormir de lapreocupación. Tanto llegó a preocuparse que, al fin, decidió reunir a sus siete hijosvarones y les dijo:

–Vuestro padre, queridos hijos, espera con tanta ilusión el nacimiento de una niña queha prometido mataros a todos si no es niña quien nace. Entonces, esto es lo que vais ahacer: id a vivir a la montaña y no perdáis de vista la torre más alta del castillo. Cuandose produzca el alumbramiento, si es niña, haré ondear en lo alto del palo de la torre ungallardete blanco, y si nace un niño, amarraré al palo una espada de oro refulgente. Siveis la espada, no debéis regresar al palacio hasta que yo os lo diga.

Los siete hermanos se fueron a la montaña y, desde allí, cada día miraban la torre delcastillo con ansiedad, pues deseaban volver cuanto antes a su casa.

Finalmente, la reina parió y tuvo una niña. En seguida, mandó llamar a una criada y ledijo que subiese a la torre, donde encontraría una espada y un gallardete; que izase elgallardete a lo más alto del palo para que ondeara de modo que pudiera ser vistofácilmente desde la montaña. Pero la sirvienta, cuando llegó a la torre, ya había olvidadoel recado, y como le pareció más hermosa la espada, la ató al palo y se olvidó del asunto.

Cuando los hermanos vieron refulgir la espada, se horrorizaron pensando la suerte queles esperaba y decidieron alejarse de donde estaban. Así que atravesaron la montaña,llegaron a un bosque muy espeso y allí decidieron quedarse, viviendo de la caza y de losfrutos que abundaban.

La reina, entre tanto, estaba cada vez más extrañada al ver que sus siete hijos noregresaban al castillo y, al cabo de un tiempo, empezó a sospechar que la criada no había

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cumplido bien su encargo. Mandó a otra criada a la torre para que le dijera qué veía en elpalo y la criada volvió diciendo que había una espada de oro amarrada al palo. La reinamontó en cólera, mandó llamar a la primera criada, la azotó y la expulsó del castillo. Y lacriada juró vengarse de su señora.

La princesa iba creciendo y el rey estaba tan contento que se fue olvidando poco apoco de sus siete hijos. Y llegó el día en que la niña se convirtió en una preciosa jovenque era la admiración de todos. Como la reina había perdido a sus siete hijos, amabatiernamente a su hija y estaba a todas horas con ella y siempre le contaba la historia desus siete hermanos perdidos por la maldad de una criada. Tanto amor mostraba la reinapor su hija que el rey empezó a sentir celos, creyendo que la prefería a él. Y un día, lareina le aconsejó a su hija que abandonase el castillo, no fuera a ser que el rey, en uno desus ataques de celos, intentase dar muerte a la princesa.

Total, que la princesa se fue por el mundo y, anda que te andarás, acabó llegando a unespeso bosque que se encontraba al otro lado de la montaña. Se internó en él y prontohalló un claro en el que se levantaban siete casitas a cuyas puertas fue a tocar. Comonadie le contestara, decidió entrar, porque estaba muy cansada de tanto caminar y, parasu sorpresa, halló en cada casita una mesa puesta con un cubierto, un panecillo, un vasoy, en el fuego, una olla que bullía. Como tenía hambre, probó un poco de cada olla,bebió un poco de cada vaso y picó de cada pan.

Después de esto, sintió sueño; y se disponía a acostarse en la cama de alguna de lascasitas cuando sintió ruido de gente que se acercaba y corrió a esconderse. Desde suescondite vio llegar a siete buenos mozos cargados con el producto de su caza. Y aunqueera muy poco lo que había comido de cada mesa, los siete mozos advirtieron en seguidaque alguien había estado en sus casas y probado de su comida.

Al ver que los mozos se disponían a buscar al ladrón, la princesa salió de su esconditey les pidió perdón. Los siete mozos, admirados por su belleza, la perdonaron al instante,y entonces ella les contó que venía huyendo del castillo de su padre. Ellos, por su parte,le contaron que también habían tenido que huir del castillo de su padre porque éste habíaengendrado otro niño y había jurado matarles por eso. Y poco a poco, a medida que ibanhablando, se dio cuenta la princesa de que ellos eran sus hermanos.

¡Había que ver la alegría que les entró a todos cuando se dieron cuenta! Luegosiguieron hablando y llegaron a la conclusión de que era mejor no volver al castillo por

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miedo al padre. Entonces decidieron que ella se ocuparía de adecentar las casas, prepararla comida y remendarles la ropa y ellos cazarían para comer.

Al cabo de mucho tiempo, en el que todos vivieron felices y contentos, apareció porallí la malvada criada, vestida de mendiga, para pedir limosna. La muchacha le dio decomer y siguió en sus quehaceres, pero la criada, una vez que hubo comido, entró en lascasas, rompió todas las ollas que estaban al fuego y escapó de allí. La pobre princesa,cuando vio aquel desastre, se echó a llorar y no paró de llorar hasta que volvieron sushermanos, que la consolaron y le dijeron que no volviera a dejar entrar a la mendiga enninguna casa.

Al otro día volvió la mendiga y la princesa no la quería dejar pasar, pero tanto lloró ytanto le insistió en que desde el día anterior no había probado bocado y, en fin, tantalástima le dio, que se compadeció de ella y le dio de comer otra vez. Y en cuanto lamalvada criada hubo comido, volvió a romper las ollas y escapó de allí.

Conque otra vez la encontraron los hermanos llorando, otra vez le dijeron que no ladejase entrar, otra vez volvió al día siguiente la criada lamentándose, otra vez secompadeció la princesa y otra vez volvió a romper las ollas. Entonces los hermanos sepusieron tan furiosos que decidieron esconderse al día siguiente y esperar a que llegarapara darle un buen escarmiento.

Y, en efecto, la malvada criada volvió al día siguiente, disfrazada de mendiga comosiempre, y los siete hermanos se fueron por ella, pero entonces la criada, que era bruja,les echó un puñado de sal y al momento se convirtieron en rebecos. No hace falta decirla desesperación y el dolor que sintió su hermana al verlos convertidos en animales; pero,como no había remedio, se convirtió en pastora de sus hermanos y los trataba con todocuidado y amor, como cuando eran hombres.

Volvió a pasar el tiempo y la princesa se hizo toda una mujer, e incluso vestida depastora era tan hermosa que hubiera hechizado a los mismos ángeles. Y resultó que undía pasó por aquella parte del bosque un joven rey que estaba de viaje y tenía muchased. Al ver a aquella pastora, rubia como el sol y de rasgos tan delicados y bellos, sedetuvo para pedirle agua. Y al hablar con ella, le parecieron tan dulces sus palabras y tanllenos de gracia sus gestos y ademanes que se enamoró y le pidió que se casara con él.

La princesa le rechazó, porque no quería dejar a sus hermanos. Pero, cuanto más lerechazaba ella, más se enamoraba él; e, intrigado, le preguntó por qué ella, una pastora,no quería un rey por marido.

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Entonces la princesa le dijo que sólo era porque no podía dejar solos a sus sieterebecos, ya que hacía muchos años que se ocupaba de ellos, pero no le dijo que eran sussiete hermanos encantados. El rey le dijo entonces que, si ésa era la causa, bien podríancasarse pues los siete rebecos se irían con ellos al jardín de su palacio, donde viviríanmucho mejor que en el bosque y ella podría verlos cada día. Y consintió en casarse conel joven rey.

Las bodas se celebraron con gran pompa y a los nueve meses la princesa tuvo un hijo.Entonces el rey estaba fuera, pues había tenido que partir a una reunión con los reyes deotros reinos, pero, cuando se enteró, prometió volver en seguida a conocer a su hijo.

Pero sucedió que, mientras el rey estaba ausente, llegó al palacio la criada malvada. Yapenas se enteró de dónde estaban las habitaciones de la reina, subió a buscarla, la cogióa ella y a su hijo y los tiró a un pozo que había en el jardín. Después, se puso el camisónde la princesa y se metió en su cama para hacerse pasar por ella. Cuando volvió el rey, laencontró muy distinta y le preguntó qué le ocurría, y la malvada le dijo:

–Es porque me estoy muriendoy sólo me curarécuando el hígado de los rebecosbien frito me esté comiendo.

El rey se quedó perplejo y no entendía cómo, después de mostrar tanto afecto por losrebecos, ahora deseaba su muerte. Y el rey le preguntó también por su hijo, para saber siera niño o niña, pero sólo obtenía una respuesta:

–Ahora me estoy muriendoy sólo me curarécuando el hígado de los rebecosbien frito me esté comiendo.

El rey, exasperado y sin saber qué hacer, mandó llamar al carnicero y le encargó quematase a los siete rebecos, les quitase los hígados y los preparase bien fritos.

El carnicero y sus ayudantes buscaron a los rebecos y no los encontraron por ningunaparte hasta que, en una de éstas, los vieron a los siete reunidos en torno al brocal del

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pozo del jardín. Y al acercarse, oyeron la voz de la princesa pidiendo auxilio, pues se lehabía enganchado la ropa en unos hierros de la pared del pozo y no había caído al fondo.

Corriendo, fueron a llamar al rey para que viese lo que sucedía. El rey llegó al pozo, seasomó al brocal y vio a su esposa colgando de los hierros. La mandó sacar y ella le contótodo lo que había sucedido. De inmediato el rey mandó al carnicero y a sus ayudantesque prendieran a la malvada criada y la desollaran. Y nada más soltar la primera gota desangre, los siete rebecos se convirtieron en siete guapos jóvenes. La princesa, entonces,le dijo al rey que ella no era pastora, sino princesa, y que ésos eran sus hermanos; y lecontó toda su historia.

Total, que para celebrar el bautizo del hijo del rey dieron una gran fiesta a la queacudieron todos los reyes de los reinos vecinos, entre ellos los padres de la princesa y desus siete hermanos. Y cuando estaban todos reunidos, la princesa volvió a contar suhistoria y sus padres, allí presentes, la escucharon admirados y todos se reconocieron congran alegría y felicidad.

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74. EL HIJO PERDIDO

Una vez, la mujer de un viejo gnomo estaba buscando fresas en el bosque. Llevaba asu hijo cargado a sus espaldas y bien sujeto en una especie de mochila. Las fresas las ibaponiendo en un cestillo y, en una de éstas, vio venir a un campesino a caballo, con laesposa montada tras él y el niño en brazos. La mujer del gnomo se escondióprudentemente detrás de unos helechos mientras se decía: «Ya me gustaría saber si unhijo de hombre puede ser tan guapo como el mío». Así que, cuando se acercaron adonde estaba ella, alargó el cuello para ver al niño, pero el caballo, que vio antes lahorrible cabeza de gnomesa, se espantó y echó a correr. Y entre la carrera y el susto, elniño se le escurrió de los brazos a la madre y se fue al suelo.

La gnomesa estaba fastidiada por no haber podido ver al niño cuando, de pronto, sedio cuenta de que el niño estaba allí, en el suelo, delante de ella. Y sin darse tiempo apensarlo, sacó a su hijo de la mochila, lo dejó en el suelo, cogió al niño y se lo llevó conella.

Mientras tanto, el campesino había conseguido dominar a su caballo y volvía grupasen busca del niño. Llegados al sitio donde lo habían perdido, buscaron y buscaron hastaque la mujer del campesino dijo:

–¡Aquí está el niño!El campesino llegó junto a ella todo contento, pero cuando vio lo que era el niño, se

llevó las manos a la cabeza.–¡No puede ser! –decía–. ¡Mi hijo no tenía dientes como ganchos, ni el pelo como

cerdas de jabalí, ni garras en el dedo meñique!Y lo volvió a mirar, desesperado, y dijo:–¡Es un gnomito! ¡No es nuestro hijo!La mujer, al oír esto, se sintió desfallecer. Siguieron buscando a su hijo, pero no lo

encontraron por parte alguna. Por fin, desalentados, decidieron volver a su casa.

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–¿Qué vamos a hacer con el gnomito? –preguntó la mujer.–Dejarlo ahí –contestó el hombre.–No puede ser –dijo ella–. Es una criatura indefensa y se la comerán las alimañas.Total, que se lo llevaron a casa con ellos. Pero esa misma noche la mujer vio a su

marido con un garrote en la mano, le siguió y comprendió que iba a matar al gnomito. Yya el marido se disponía a darle el primer golpe cuando ella se le echó encima paradetenerlo.

–¡No, no, no le des golpes, que es una crueldad! –suplicó.Y así lo salvó. Y la mujer cogía ratones para alimentar al gnomo, lo que ponía aún más

furioso al marido. Así pasaron unos años y un día dijo el marido:–Hoy es la feria de la aldea. ¿Quieres que vayamos?La mujer se puso muy contenta y dijo que sí.–Pues anda, prepárate.La mujer fue y se vistió de gala, porque hacía mucho tiempo que deseaba una ocasión

como ésa para lucir su mejor vestido. Y estaba tan entretenida que no se dio cuenta deque había olvidado al gnomito. Y pensó: «¿Y si mi marido me lo quita en mi ausencia?».

Conque entró en casa, cogió al gnomito y lo llevó con ella.El marido, al verla, le preguntó fastidiado:–¿No podrías dejarlo en casa?A lo que respondió ella:–No, no me atrevo a dejarlo solo.Bueno, pues se fueron monte adelante, que era un camino bastante penoso de cuestas

y descensos empinados. Y como era dificultoso, el marido se ofreció a llevar al gnomito.–Ten cuidado –le dijo ella.Pero en seguida el marido tropezó varias veces y, la última, dejó caer al gnomito. La

mujer, que andaba muy atenta y preocupada, alcanzó a cogerle justo por los pliegues delvestido cuando ya se despeñaba. Y le dijo el marido, encolerizado:

–No fuiste tan lista el día en que dejaste caer a nuestro hijo del caballo.Pasaron unos años más. Una noche de verano, empezó a arder la casa. El campesino

pensó que ésta sí que era una buena ocasión para deshacerse del gnomito. Y estabapensando esto cuando vio salir a su mujer de la casa arrastrando al gnomo de la mano.Eso puso fuera de sí al campesino que, con las mismas, agarró al gnomo y lo echó alfuego. La campesina, aterrada, miró a su marido y luego se precipitó de nuevo en la casa

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incendiada. Al cabo de unos momentos, salió de ella otra vez con el pequeño gnomo enbrazos.

Al día siguiente, el marido le dijo a la mujer:–Ya no aguanto esta vida. Me marcho para siempre.El marido se echó a andar y llegó al bosque. Cuando llevaba un buen rato caminando,

vio a un muchachillo que salía a su encuentro. Era alto y delgado como él y rubio comosu esposa.

–¡Ay! –dijo en voz alta–. Así sería mi hijo si no lo hubiese perdido.Y cuando el muchacho llegó hasta él le dijo:–Buenos días, buen mozo. ¿A dónde te diriges?–Buenos días –respondió el muchacho–. Si supiera quién soy, sabría hacia dónde voy.Y dijo el campesino, sorprendido:–Lo cierto es que hablas como lo hacen los de mi familia. Si a mi hijo no lo tuvieran

los gnomos, te hubiera tomado por él.–Pues entonces, padre, yo soy su hijo.Y allí se abrazaron los dos, emocionados. Y dijo el muchacho:–Ahora sí que sé dónde voy. Voy a ver a mi madre.Y le dijo el padre:–No vayas, hijo, que tu madre no tiene corazón.El campesino estaba tan contento que cogió a su hijo y lo cargó sobre sus hombros. Y

así anduvieron un buen trecho. Y le dijo el hijo:–Gracias, padre, porque me llevas con más cuidado que cuando llevabas un día por el

monte al pequeño gnomo.El padre, sobresaltado, preguntó:–¿Qué quieres decir?–¿No se acuerda usted de aquella vez? –dijo el muchachillo–. La madre del gnomo

caminaba al otro lado del precipicio conmigo en brazos y, cada vez que usted tropezaba,ella hacía lo mismo conmigo. Si mi madre no llega a agarrar al gnomito, ella estabadispuesta a tirarme.

El padre se quedó pensativo. Al cabo del rato, notando que pesaba, le dijo:–¿Qué llevas ahí en los bolsillos?–Un regalo de la gnomesa para mi madre –dijo el chaval.–¿Y cómo vivías allí?

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–Pues nada, mientras mi madre era buena con el gnomito, ellos eran buenos conmigo.–¿Y te daban bien de comer? –siguió preguntando el padre.–Siempre que mi madre daba ratones al pequeño, a mí me daban pan blanco, carne y

queso.Y en esto dijo el padre:–¡Si parece que hueles a humo!–Claro –respondió el niño–. Eso fue de la noche pasada, cuando usted tiró al pequeño

al fuego y ellos hicieron lo mismo conmigo. ¡Si mi madre no llega a entrar otra vez por elgnomito...!

El padre estaba cada vez más pensativo y una congoja empezaba a oprimirle elcorazón. Y preguntó de nuevo:

–¿Y cómo es que te han dejado marchar?–Es que cuando mi madre sacrificó lo que era más querido en su vida, que es usted, y

le dejó irse de casa para salvar al pequeño, los gnomos perdieron el poder que teníansobre mí. Entonces me dejaron ir y se fueron a recoger a su pequeño y ya lo han dehaber encontrado.

En esto habían llegado frente a la casa, que ya la estaba arreglando la campesina conayuda de los vecinos. Y el padre vino con el hijo hasta donde estaba la madre.

–¡Toma, mujer, aquí tienes a nuestro hijo, que eres tú sola quien lo ha salvado! –dijocon los ojos llenos de lágrimas el campesino.

La madre abrazó a su hijo querido y, cuando entraron en casa, el hijo vació susbolsillos en la falda de su madre y la falda quedó llena de brillantes y perlas y piedraspreciosas, que eran el regalo de la gnomesa a su madre por haberse sacrificado por elpequeño gnomo.

Y colorín colorero, aquí se acaba este cuento.

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75. LA SELVA ENCANTADA

Érase una vez un matrimonio muy feliz y bien avenido; tenían, además, honra, salud yfortuna; y por si esto fuera poco, tenían una hija tan hermosa que todos se quedabanhechizados al mirarla y decían:

–Oh, Dios mío, qué muchacha más linda.Quien más la miraba de entre todos era un guapo mozo, que desde que la vio quedó

prendado de ella. Ella, claro, en seguida lo advirtió; y como era buen mozo, la muchachale fue tomando afecto.

El mozo era de familia pobre y, cuando los padres de la muchacha se enteraron de susamores, tuvieron un gran disgusto. Por eso, cuando el mozo se presentó humildementeen su casa a pedirla en matrimonio, los padres le dijeron:

–¡Ah, no, de ninguna manera consentiremos que nuestra hija se case con un pobrecomo tú!

Y al ver que su hija se ponía triste, dijeron:–¡Antes que te cases con él, permita Dios que te lleven a lo más hondo de la selva más

profunda!¿Qué pasó? ¿Qué no pasó? Nadie se lo explicaba, pero al día siguiente se halló la cama

de la muchacha intacta y ésta había desaparecido. Y por mucho que sus padres labuscaron, por mucho que lloraron de arrepentimiento, la muchacha no apareció más ylos padres se quedaron destrozados porque ahora su honra, su salud y su fortuna ya noles servían para nada ni les aliviaban la pena de su corazón.

Entonces se presentó el mozo ante ellos y les dijo:–Como yo la amo, yo la buscaré hasta el último aliento de mi vida.Viendo su ánimo, le entregaron un caballo, una espada y una bolsa y le prometieron

que, si daba con ella y la traía de vuelta, consentirían en el matrimonio.El mozo aceptó tan contento y salió camino de la selva más profunda. Cuando dio con

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ella, descubrió que se extendía interminablemente. En el fondo de esta selva se levantabaun palacio, pero eran tan intrincados los senderos que llevaban a él y tan grandes lospeligros que lo rodeaban que nadie había llegado nunca a sus puertas.

Pero el amor puede más que la cordura y el mozo, sin pensárselo dos veces, seadentró temerariamente en la selva. Y al rato de vagar por ella, dio con un claro en el quehabía un ermitaño y al ermitaño le acompañaba un león como si fuera un perrillocariñoso. El ermitaño se acercó al muchacho, que ya había echado mano a su espada y ledijo:

–No temas, que te estaba esperando.Le dio de cenar y le invitó a dormir esa noche en la ermita. Como el mozo aceptara, el

ermitaño le dijo:–Ya sé a lo que vienes y, como tu causa es buena, yo te ayudaré. Mañana caminarás

en esa dirección y, cuando esté por caer el sol, encontrarás a otro ermitaño como yo; hasde hacer lo que él te diga, pues yo te prometo que te ayudará.

A la mañana siguiente el mozo se dispuso a partir y el ermitaño le dio su bendición y ledijo al león:

–¡Ve con él y defiéndele!Llevaban todo el día caminando y, al caer la tarde, vio en otro claro otra ermita y a un

ermitaño a la puerta; el ermitaño se adelantó a recibirlos y el mozo vio que le seguía untigre como si fuera un perrillo cariñoso. Y dijo el ermitaño:

–No temas, que ya te esperaba.Cenaron y, antes de irse a dormir, le dijo el ermitaño:–Ya sé a lo que vienes y, como tu causa es buena, yo te ayudaré. Mañana caminarás

en esa dirección y, cuando caiga el sol, encontrarás a otro ermitaño como yo; has dehacer lo que él te diga, pues yo te prometo que también te ayudará.

A la mañana siguiente, al partir el mozo, le echó su bendición y le dijo al tigre:–¡Ve con él y defiéndele!Caminaron todo el día el mozo, el león y el tigre y, al caer el sol, llegaron a otro claro

donde otro ermitaño los esperaba a la puerta de su ermita, y esta vez era un oso el queacompañaba al ermitaño. Y todo ocurrió como en las veces anteriores y, al despedirse, elermitaño le dijo al oso:

–¡Ve con él y defiéndele!Así que se fueron internando en la selva, que era cada vez más espesa, hasta que

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llegaron a un río cuyo único vado estaba guardado por un gigante más alto que el árbolmás alto y cuyos ojos echaban fuego. El mozo se adelantó y el gigante, echando mano desu maza, le dijo:

–¿Qué quieres aquí?–Paso para mí.–Pues no pasarás.–Por mi amada que pasaré.El gigante levantó la maza para aplastarle, pero el mozo y los animales, que eran más

ágiles, pasaron a toda prisa entre sus piernas y el gigante, en su esfuerzo por golpearlos,se golpeó a sí mismo con tal fuerza entre las piernas que perdió el sentido, cayó al río yse ahogó.

Así que los cuatro siguieron adelante y en esto se encontraron con una vieja queestaba tejiendo a la puerta de una cabaña; apenas los vio llegar, le dijo al mozo:

–¿Qué quieres aquí?–Paso para mí.–Pues no pasarás.–Por mi amada que pasaré.Entonces la vieja dio un silbido horroroso, pues era una bruja, y salieron de la selva

diez perros negros con los ojos inyectados en sangre y los pelos erizados; pero el león yel tigre los atacaron con fiereza y el oso agarró a la bruja en un abrazo mortal y allíquedaron la bruja y los perros salvajes tendidos sin vida.

Siguieron andando y la selva era ya tan cerrada que apenas podían dar un paso yapenas había luz. Y en esto se abrió un claro y se encontraron frente al palacio. Y elmozo vio que a uno de los balcones estaba asomada la muchacha que amaba, máshermosa que nunca.

Así que se fueron a la puerta y los guardianes les salieron al paso armados hasta losdientes.

–¿Qué quieres aquí?–Paso para mí.–Pues no pasarás.–Por mi amada que pasaré.Y se enzarzaron en una lucha mortal el mozo y los tres animales. Y llegaron hasta el

patio, pero de todas partes acudían los guardianes. Entonces el mozo vio una escalera en

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lo alto de la cual le esperaba la muchacha. Subió hasta allí y en el momento en que laalcanzó con la mano, cesó la algarabía, cesaron los clamores y los ruidos ydesaparecieron los guardianes, los animales y el palacio. Y los dos enamorados seencontraron de repente en un campo tan hermoso y tranquilo que la fatiga los venció, yallí quedaron, dormidos y abrazados.

Y al despertar, se encontraron en casa de la muchacha rodeados por sus padres, susamigos y los criados, todos llenos de alegría y asombro por aquel prodigio. Y los padresde la muchacha cumplieron su palabra y la dieron en matrimonio al valiente mozo.

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76. EL MANTO DE ORO

He aquí que había un hombre que tenía un pájaro colorado, muy vistoso y quecantaba que daba gloria oírlo. Lo tenía metido en una jaula y la jaula estaba colgada enuna habitación cuya puerta mantenía siempre cerrada bajo siete llaves, porque nadie en elmundo podía ver al pájaro. Ni siquiera su mujer o su hijo habían podido entrar en aquellahabitación donde vivía el precioso pájaro que no podía ser visto. Y, claro, tanto la mujercomo el hijo se morían de ganas de ver al pájaro.

Y he aquí que un día el hombre tuvo que ausentarse de su casa para hacer un trabajoque le iba a ocupar al menos un día entero. Entonces la mujer y el hijo, aprovechando laocasión, registraron bien todos los bolsillos de su ropa hasta que dieron con las sietellaves que abrían la puerta de la habitación. Abrieron así los siete cerrojos y entraron aver al pajarillo. Descolgaron la jaula y el muchacho, admirado de lo bonito que era, quisotocarlo y, mientras le estaba haciendo mimos, el pájaro escapó.

Tiempo después, llegó su padre de vuelta y, en cuanto se dio cuenta de que el pájarose había escapado, se desesperó de tal modo que echó esta maldición a su hijo:

–Que nunca tengas suerte ni felicidad hasta que encuentres el manto dorado.Al día siguiente, el pobre muchacho, más muerto que vivo por la maldición que le

había echado su padre, se fue por esos mundos de Dios a ver si podía encontrar el mantodorado. Antes de partir, su madre le dio un zurrón con tres tortas de maíz para quecomiese durante el camino.

El primer día se comió la primera torta, y cuando se le hizo de noche trepó a un árbolpara dormir seguro. El segundo día se comió la segunda torta y el tercero, la tercera.Total, que el cuarto día ya no tenía nada para comer y decidió buscar trabajo. En elcamino, pasó por delante de una casa a cuya puerta estaba un hombrecillo sentado. Elmuchacho se acercó a él y le dijo que si le cogía como jornalero, y al hombrecillo lepareció bien.

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–No te haré trabajar mucho –le dijo–, sólo tendrás que barrer y limpiar bien la casa.En la despensa encontrarás comida abundante, así que come lo que quieras, que es parati. Tendrás toda la casa a tu disposición, con excepción de aquella puerta que hay alfondo del corredor y que no deberás abrir nunca por ningún motivo. Y, si la abres, ¡ay deti!

Dicho lo cual, el hombrecillo se fue.El muchacho se puso manos a la obra y barrió y limpió la casa a conciencia, comió

luego a base de bien de lo que había en la despensa y, cuando se hartó, se fue a la camaa dormir tan ancho.

A la mañana siguiente se presentó el hombrecillo y le pareció de perlas el trabajo delmuchacho, de modo que se fue tan contento.

Así estuvo viviendo el chico varias semanas hasta que ya no pudo resistir las ganas deabrir la puerta que estaba al fondo del corredor. Y haciendo caso omiso de la advertenciadel hombrecillo, fue y la abrió.

Cuál no sería su sorpresa al ver que la puerta daba a un bellísimo jardín, tan grandeque la vista se perdía en él, lleno de árboles y pájaros maravillosos. Allí en medio viotambién una fuente donde estaban lavando tres muchachitas. Una parte de la colada ya latenían tendida y pudo ver que, entre las diversas prendas, había un manto dorado. Elmuchacho, sin pensárselo dos veces, corrió hasta el manto y tiró de él. De inmediato,una de las tres muchachitas agarró el manto por el otro extremo, mientras las otras doscogían la ropa lavada y la que faltaba por lavar y huían con todo.

Ni el muchacho ni la muchacha soltaban el manto, porque ninguno de los dos lo queríaperder; hasta que por fin, él decidió hablarle y le dijo:

–Deja que me quede con el manto, porque estoy maldito por mi padre y no podrétener suerte ni felicidad hasta que encuentre el manto dorado. Y ahora que lo heencontrado no lo puedo dejar escapar.

–Si quieres que te dé el manto –dijo ella–, tendrás que casarte conmigo, porque mivida depende de él.

No le pareció mal al mozo la propuesta, porque aquella muchacha era joven y guapa.Así que, sin pensarlo más, se casó con ella y ambos se fueron con el manto dorado acasa de él. El padre, que los vio venir, quedó muy satisfecho y descansado al ver que suhijo se libraba de la maldición. Pero hete aquí que aquél era un manto encantado y, fuerade aquel jardín, no podía ser visto por nadie ya que, de lo contrario, su dueña se

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esfumaría. Así que, nada más llegar a la casa, lo escondieron bien escondido para quenadie lo pudiera ver.

Pero la madre del muchacho se moría de ganas de contemplar aquel manto que habíatraído la suerte y la felicidad a su hijo y no paró de remover y buscar hasta que dio conla caja donde lo tenían escondido. Y en el preciso momento en que la abrió y lo vio ¡zas!su nuera se esfumó.

El hijo la echó de menos, empezó a buscarla por todas partes y, al no hallar rastro deella, se temió lo peor. Su madre, muy preocupada, no se atrevía a decirle nada; hastaque, al verle tan desesperado como estaba, le contó lo que había hecho. Y el hijo amabatanto a su esposa que decidió salir al mundo a buscarla, costara lo que costase y le llevarael tiempo que le llevase.

Anda que te andarás, iba por todas partes preguntando a los que encontraba por elcamino si habían visto a una muchacha que llevaba un manto dorado, pero nadie sabíadarle razón porque nadie la había visto. Por fin, cuando ya llevaba tres años yendo de unlado a otro, un día que estaba muy cansado, pidió posada en una casa. En esa casa vivíaun hombre que, en lugar de cabello y pelos, tenía el cuerpo cubierto de plumas, y le dijoque era el rey de los pájaros. El mozo le explicó lo que estaba buscando y el rey de lospájaros le dijo que él no sabía nada de lo que le contaba, pero que quizá alguno de sushijos sabría darle razón. Tocó tres veces una siringa y, de inmediato, se presentarontodos los pájaros habidos y por haber, desde los más grandes hasta los más chicos, desdelos más mansos hasta los más salvajes. Y cuando los hubo tenido reunidos a todos, lespreguntó:

–¿Hay alguno entre vosotros que haya oído hablar de la dueña del manto dorado ysepa dónde se encuentra? El que lo sepa, que lo diga de inmediato.

Todos los pájaros se encogieron de hombros y dijeron que no habían oído nada alrespecto, y se preguntaban entre sí cómo era posible que nadie supiese nada, hasta que,de pronto, el petirrojo alzó la voz y dijo:

–Es que aquí no están todos los pájaros, falta el reyezuelo, que vuela más alto y,quizá, lo que no hayamos visto nosotros lo haya visto él.

Cuando el rey de los pájaros vio que le faltaba el reyezuelo, montó en cólera y ordenóa los más veloces que le fueran a buscar. Al cabo del rato, volvieron con el pobrereyezuelo, que no había atendido a la llamada del rey porque le había entrado agua en las

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orejas y se había quedado sordo. Y al enterarse de lo que quería saber el rey, dijo que élsí que sabía dónde estaba la dueña del manto dorado.

El rey le ordenó que se lo mostrara al muchacho que preguntaba por ella, pero, comoel reyezuelo era muy pequeño y no podía cargar con el muchacho, le dijo a éste que lesiguiera en la misma dirección en la que iría él y al cabo de siete días llegaría al castillo deun rey muy poderoso que era el padre de la muchacha del manto dorado.

El mozo agradeció al rey de los pájaros el gran favor que le había hecho y, sin másdilación, se puso en camino.

Al cabo de siete días de caminar por donde le iba señalando el reyezuelo, llegó al piede un gran castillo y, ya desde fuera, pudo ver a su esposa, que estaba ante una ventanacon un niño entre los brazos. Al fijarse en el niño, vio que se parecía a él y se llenó dealegría, pero no le duró mucho porque la muchacha le dijo en seguida que tuviera buencuidado de que no le viera su padre, pues estaba tan enojado con el muchacho, porhaberle arrebatado a su hija y haberse casado con ella sin su permiso, que había juradobeber su sangre si lo encontraba alguna vez.

Al oír esta amenaza que profiriera su suegro, el muchacho se quedó muy preocupado.Entonces ella le dijo que no se apurara, que ella se las arreglaría para conseguir el perdónde su padre. Y, a escondidas, le hizo entrar en el castillo y le metió en una de lashabitaciones más apartadas para que nadie supiera que estaba allí.

Al día siguiente, la muchacha fue a buscar a su padre y le dijo que tenía muchas ganasde ver a su marido para enseñarle el hijo que no conocía. Cuando su padre lo oyó, sepuso hecho una furia. Ella hizo todo lo posible por aplacarle, pero el padre dijo que élhabía jurado que bebería la sangre del muchacho y, como era palabra de rey, tenía quecumplirla y que, por mucho que disgustara a su hija, ya no podía desdecirse. Entoncesella le dijo que a lo mejor aquello se podía arreglar; que, si ella encontraba a su marido, lepodría hacer un corte en un dedo, del que manara sangre; ella misma recogería la sangre,el rey se la podría beber y, así, nadie podría decir que no había cumplido su palabra.

No le pareció ni bien ni mal al rey la idea, pero se quedó pensándolo.Entonces ella le dijo que su marido estaba allí mismo y que, si lo deseaba, al momento

podrían cumplir con la idea que le había propuesto. Conforme el rey, la muchachamandó buscar a su marido. Cuando le trajeron a su presencia, el muchacho se arrodillóante el rey y pidió perdón; el rey le perdonó, pero, para cumplir su promesa, sacó su

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cuchillo, le hizo un corte en el dedo meñique de la mano derecha, exprimió una gota desangre y se la bebió.

Y, desde aquel día, todos pudieron al fin vivir tranquilos, en paz y felicidad, y elmuchacho, al cabo del tiempo y a la muerte de su suegro, llegó a ser rey. Y todavía debeseguir siéndolo, si es que no se ha muerto.

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77. LA CASITA DE AZÚCAR

Éranse dos hermanitos, un niño y una niña, tan pobres tan pobres que no tenían nadapara comer más que las sobras que les daban a veces en las casas. Por eso, un día,decidieron ir por el mundo a ver si encontraban la manera de comer hasta hartarse.

Andando andando se acabaron perdiendo en medio de un bosque tan espeso yenmarañado que apenas dejaba pasar la luz del sol y no se sabía cuándo era de día ycuándo era de noche. Y anda que te andarás, vieron de repente brillar lejos muy lejosuna lucecita entre la espesura.

Cuando llegaron a la luz, vieron que era de una casita toda ella hecha de azúcar, conlas puertas y las ventanas de chocolate. Y se dijeron: «Ésta es la nuestra, ahora sí quenos vamos a poder hartar de comer».

Conque empezaron a rascar y lamer las paredes y la puerta y ¡efectivamente! erandulces. Pero lo que ellos no sabían es que en aquella casa vivía una bruja que se comía alos niños. En cuanto la bruja sintió que le estaban rascando y lamiendo las paredes, dioun salto, abrió la ventana para asomarse a ver quién había fuera y gritó:

–¿Quién es el sinvergüenza que se me está comiendo la casa? Como baje le doy unade palos que le rompo todos los huesos uno por uno.

Al oír esto, los dos hermanitos se llevaron un susto de muerte; no tenían ánimo ni paralevantar la cabeza a ver quién hablaba, ni para respirar. La bruja, entonces, vio que erandos niños los que estaban abrazados bajo la ventana y, más apaciguada, les dijo:

–¿De dónde habéis salido vosotros, pequeños atrevidos? El caso es que me vais avenir muy bien. Bajó a abrirles la puerta y los niños entraron pensando que les iba a darde comer en mesa. Pero no era ésa la intención de la bruja.

–Tú –le dijo a la niña– me harás de criada; y a ti –le dijo al niño–, como se me hamuerto el pollo que guardaba para Navidad, te pondré en el gallinero, te engordaré y tecomeré en su lugar justo el día de Navidad.

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Y dicho y hecho. A la niña la tenía trabajando como un burro de carga: barría, lavabala ropa, cosía, hacía la comida, atizaba el fuego... en fin, que no paraba la pobre en todoel día. Y en cuanto al niño, lo había encerrado en el gallinero y le echaba de comersalvado, maíz, mendrugos de pan mojado... en fin, todo lo que le pudiera engordar, queera lo que buscaba la malvada bruja.

Cada día, la bruja se acercaba al gallinero a ver al niño y, como era corta de vista, leobligaba a sacar el dedito por entre la malla metálica a ver si engordaba lo suficientecomo para tenerlo listo y a punto en Navidad. Pero el niño, que no tenía ninguna gana deque se lo comiera la bruja, en vez del dedo sacaba por la malla un pedacito de hueso bienenvuelto en un trocito de intestino, que la verdad es que parecía un dedo al tocarlo. Y,claro, como siempre le enseñaba el mismo, la bruja no sentía que engordase. Y decíacada vez:

–Maldito y requetemaldito bribón, no hago más que darte de comer y tú no engordasni un gramo.

Y otro día le dijo:–Como sigues estando tan flaco, no te daré nada más de comer y eso que me ahorro.

Y por Navidad, estés como estés, te retuerzo el cuello.Los dos niños se quedaron aterrados al oír estas palabras. Cuando llegó la Navidad, la

bruja mandó a la niña que encendiera un buen fuego para poder asar a su hermanito. Laniña, temblando como una hoja, no daba una a derechas y, como no lograba encender elfuego, le decía a la bruja que así no iban a poder celebrar la Navidad. La bruja bufaba,gritaba y bramaba, pero como veía que el fuego no se encendía, lo tuvo que encenderella.

Entonces, mientras la bruja estaba agachada afanándose en hacer una buena llama, laniña vino por detrás, la empujó dentro del fuego y, a continuación, cerró la puerta delhorno y la atrancó bien atrancada para que no pudiera salir. Luego fue corriendo a abrirla puerta del gallinero y ¡pies para qué os quiero! salieron corriendo de allí y semarcharon lo más lejos que pudieron, por si acaso, no fuera a ser que, como la malvadavieja era bruja, lo mismo le diera por resucitar y saliera a buscarlos.

Y corriendo corriendo pasaron siete días y siete noches y, al fin, completamenteagotados, fueron a encontrar, en medio de otro bosque, una casita pequeñita pequeñita,que parecía estar hecha para ellos. Las sillas, las mesas, las camas, los armarios, todo erade su tamaño. Los armarios estaban llenos de ropa de vestir y había ropa tanto de niño

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como de niña. En fin, que parecía que aquella casita estaba aguardando tan sólo a quellegaran los dos niños. Y allí se quedaron ambos, felices y tranquilos por fin.

A todos los pobres que pasaban por allí y que llamaban a la puerta les daban de comery de dormir, pero tenían que quedarse a dormir en el pajar porque la casa sólo tenía doscamitas y no cabía nadie más.

Y hete aquí que un día llamó a la puerta un viejo muy viejo, que casi no podíacaminar y andaba todo encorvado, apoyándose en un bastón, y tenía una larga barbablanca que, estando tan encorvado, casi rozaba el suelo al andar. Total, que el viejo lespidió posada por una noche y los dos hermanos le acogieron como solían hacer con todoel que se lo pedía. Mientras comía, ellos le miraban con mucha atención y el viejotambién los miraba a ellos. Entonces empezaron a hablar y pronto se dieron cuenta deque el viejo era su padre, que había salido a buscar fortuna cuando eran niños y ya nohabían vuelto a verle más. Y todo fueron abrazos y besos y alegría al reconocerse.

Y allí se quedó con ellos hasta el fin de sus días.

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78. LA METAMORFOSIS

Érase una moza, plebeya y de familia pobre, a la que se le metió en la cabeza la ideade ser reina. Y nada, que no había manera de quitársela. Como era muy guapa, podríahaber tentado a más de un príncipe, pero era el caso que el rey de aquel reino sólo teníauna hija.

Como la moza era muy cabezota, decía:–¡Pues me empeño en reinar, y reinaré!Y no se le ocurrió idea mejor que disfrazarse de mozo, alistarse como soldado e irse al

palacio a servir en la guardia del rey. Así hasta que un día la princesa vio a aquel mozo y,como le pareció guapo, lo tomó por galán. Poco a poco se fue interesando cada vez máspor él y, al final, acabaron de novios para casarse.

Los compañeros de armas del soldado, al ver aquello, comenzaron a observarle y ainteresarse por él; y por la voz, por la finura de la cara, por el tipo, en fin, por todo,empezaron a sospechar que quizá fuera mujer y no hombre y fueron a contárselo al rey.

El rey era curioso y, para descubrir el misterio, ofreció a los soldados de su guardia unbanquete. Y dijo a sus amigos:

–Pondremos sillas altas y sillas bajas; y si fuera mujer, lo averiguaremos en seguidaporque las mujeres se sientan con preferencia en las sillas bajas.

Pero la princesa, que oyó esto, fue y se lo contó a su novio.–¡Mira qué tontería se le ocurre a mi padre, que piensa que eres mujer y te sentarás en

una silla baja!–¿Eso es lo que piensa tu padre? –dijo el galán–. Pues bien, ya verás lo que hago.Entró en la sala del banquete y fue echando a un lado las sillas bajas con ademán de

disgusto mientras decía en voz bien alta, para que todos le oyeran:–A los hombres se les ponen sillas altas, que las bajas son para las mujeres.Torcieron el gesto los soldados y el rey se puso rojo al sentirse en evidencia. Pero al

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caer la tarde salió a pasear con varios de sus soldados, entre ellos el galán y, como sinintención, fueron llegándose a la orilla del mar. Entonces ordenó a los soldados quetomaran un baño todos sin excepción, siguiéndole a él.

Como la moza sospechara ya algo, había ido antes al monte, donde abundaban lascorzas. Mató una, le quitó la cabezada y la llevaba sujeta a la cintura cuando se metió enel mar. Entonces la cabezada se pegó a su carne y, cuando salió del mar, la moza ya noera moza, que era mozo. Y avergonzado el rey de haber hecho oídos a las sospechas quele hicieron llegar, le redobló los favores y acabó por casarle con su hija.

Y así fue como la moza pobre, guapa y tozuda llegó nada menos que a ser rey.

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79. LA PEREGRINITA

Érase una vez el hijo de un rey que estaba encantado en un palacio muy hermoso.Mientras durase el encantamiento, el príncipe no podía abandonar el palacio; sinembargo, podía recorrer todos sus jardines, y aun salir a cazar, siempre que notraspasase los dominios del magnífico palacio.

Al príncipe le gustaba mucho salir de caza, y en una de sus salidas acertó a pasar poruna casa de campo, donde vio a una muchacha que le pareció el colmo de la belleza.Preguntó por ella y supo que era la envidia de todas las mujeres de aquellas tierras.

El príncipe, claro, se enamoró de ella; y como también era muy apuesto, la muchachano tardó en enamorarse de él. Entonces el príncipe le propuso que fuera su mujer. A lamuchacha le pareció bien y estuvo conforme, por lo que él se la llevó al palacio dondevivía en encantamiento y la rodeó de todas las comodidades que ella pudo desear.

Al poco tiempo de vivir allí la muchacha, el príncipe le anunció que ya faltaba pocotiempo para que se cumpliera su encantamiento y que entonces podría volver al palaciode su padre el rey y allí celebrarían la boda; pero le advirtió también que debía tenermucho cuidado y estar muy atenta, ya que ella no se podía dormir el día en que éltuviera que irse porque, como él no podría llamarla, si le perdía de vista ya no sería fácilque lo volviese a ver nunca más.

En fin, que llegó el día en que se cumplía su encantamiento y su padre el rey vino abuscarle en un soberbio coche de caballos. Justo antes de salir, el joven fue a ver a lamuchacha y se la encontró dormida. Como no podía llamarla por causa delencantamiento, cogió una buena cantidad de flores y las echó alrededor de ella; después,sacó de entre sus ropas un puñal con mango de oro y se lo puso en el pecho. Luego,como su padre ya le esperaba impaciente, pues era el día en que tenían que salir de allí yno debía sorprenderles la noche dentro de los dominios del palacio, dejó a la muchacha,subió al coche con su padre y abandonaron el lugar.

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En el momento en que salieron del espacio del palacio, éste se desvaneció en el aire yno quedó más que la joven dormida sobre la tierra. Entonces ella despertó con sensaciónde frío y, al verse sola en mitad del campo, comprendió que se había cumplido el tiempodel encantamiento del príncipe y que éste se había ido mientras ella dormía.

La muchacha, pesarosa, recogió las flores y el puñal y, guiándose por los andeles quedejaban las ruedas, siguió el rastro del coche. Así anduvo hasta que, al llegar a un alto,divisó al fondo una nube de polvo y supuso que era el coche en el que viajaba elpríncipe, de modo que apretó el paso, pero no podía alcanzarlo.

En una de éstas encontró a una peregrina en el camino que venía en direccióncontraria a la suya y le preguntó si había visto el coche y a quienes iban en él; y por lasseñas que la peregrina le dio, supo que era el coche del príncipe y que él iba dentro. Lepropuso a la peregrina que cambiaran de traje y, como el suyo era muy bueno, la otraaceptó inmediatamente.

Siguió, pues, la joven el camino. Más adelante, vio el coche detenido junto a unafuente y pudo darle alcance.

Apenas había empezado la peregrina a descansar un poco cerca del coche cuando éstese puso de nuevo en marcha. Sin embargo, el príncipe había visto a la peregrinahablando con una joven y quiso hablar con la peregrina para pedirle noticias de ella, puesle recordaba a la muchacha a la que él había dejado dormida. Así que dio orden de quelos caballos fueran al paso, lo que disgustó al rey, que prefería avanzar rápidamente.

Como el coche iba despacio, a la peregrina no le costó llegar hasta él; y el príncipe,asomando la cabeza por la portezuela, le dijo:

–Peregrinita, ¿no te he visto en el camino hablando con alguien?A lo que contestó ella:–Sí, señor, con una joven muy bonita.–Y ¿qué te decía aquella niña? –volvió a preguntar el píncipe.–¡Ay, pobrecilla! –repuso la peregrinita–. Decía: «Caballero que me enramaste de

flores, sólo para olvidar mis amores».El príncipe siguió hablando con ella, porque le gustaba oírla hablar, pero el rey,

cansado de toda esta charla, quiso que apretasen el paso los caballos. El príncipe, aloírlo, dijo que sólo estaría de acuerdo si la peregrinita entraba en el coche. Y el rey, contal de llegar pronto a su palacio, accedió al capricho de su hijo. Subió la peregrinita y asícontinuaron hasta llegar a su destino. El príncipe no había reconocido a la muchacha,

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pero le parecía reconocer el eco de su voz; y ya en su palacio dio orden de que ledestinasen una habitación que estuviera muy cerca de la suya.

A todo esto, el rey tenía dispuesto y preparado el casamiento de su hijo con unaprincesa a la que había mandado llamar para que estuviese en palacio el mismo día enque llegaran ellos. Al día siguiente le anunció al príncipe que debería casarse con ella y elpríncipe le pidió tiempo para pensarlo, pero el rey le dijo que eso era imposible, porque lanovia había venido con todo su séquito y su dote y no se les podía hacer esperar. De estamanera, a la mañana siguiente se celebró la boda entre el príncipe y la princesa elegidapor su padre.

El príncipe todavía se acordaba de la muchacha que había dejado dormida en elcampo y, por su parte, la peregrinita, que tenía esperanzas de ser reconocida por elpríncipe, al verlo casado las perdió por completo y no quiso asistir a la fiesta que seguía ala boda.

Al fin llegó la noche y todos se fueron a acostar, pero el príncipe quiso ir antes asaludar a la peregrinita, por si estaba enferma, pues no la había visto en todo el día.Conque fue a su cuarto y lo encontró vacío. Preguntó a los criados y ninguno recordabahaberla visto. El príncipe la buscó por el palacio y después en el jardín, y allí la encontró,tendida en el suelo con un puñal clavado en el pecho y a su alrededor muchas floresesparcidas. Al inclinarse sobre ella, vio que el puñal tenía mango de oro y reconoció a lajoven que él quería.

No tardó en comprender por qué se había matado; y dijo:–Puesto que tú no has querido vivir sin mi amor, yo no puedo vivir sin el tuyo.Y cogiendo el puñal, se lo clavó en el corazón y cayó muerto al lado de la peregrina.Mientras tanto, la princesa, viendo que su esposo tardaba mucho, se levantó a ver

dónde estaba. Lo primero que miró fue en el cuarto de la peregrina, pues le habían dichoque vino con él en el coche y, al no encontrarla, pensó que habrían huido juntos. Losbuscó por todo el palacio, luego en el jardín y allí los encontró a los dos muertos. Y laprincesa sintió tales celos de la peregrina que tomó el puñal que el príncipe tenía en elpecho, se lo clavó, y cayó muerta a su lado.

A la mañana siguiente, los reyes fueron a ver si se habían levantado los recién casados,pero no los encontraron en su cuarto. Luego bajaron al jardín y cuál no sería su dolor alver el espectáculo de los tres difuntos. La reina le echó la culpa al rey, por haber obligadoa su hijo a casarse con quien no quería, y el rey estaba inconsolable.

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Allí permanecían, entregados a su dolor, rodeados por sus amigos y criados, cuandovieron que del cielo descendía una paloma blanca. La paloma revoloteó un rato sobre losmuertos y luego se posó en tierra. Traía consigo una cestita diminuta de la que extrajocon el pico un pomo y una pluma de ave. Todos quedaron expectantes, pues el sucesoles parecía extraordinario. La paloma mojó la pluma en el líquido que contenía el pomo,untó la herida del príncipe y éste se levantó bueno y sano, con gran sorpresa y alegría detodos los presentes.

Después de este prodigio, la paloma se dirigió al príncipe y le habló de esta manera:–Príncipe, traigo orden de volver a la vida a una sola de las dos muertas. Tú has de ser

el que elija a cuál de las dos quieres ver otra vez con vida.Y el príncipe, sin vacilar, contestó:–A la peregrinita.Entonces, la paloma cogió la pluma y, untando con ella la herida de la peregrina, le

devolvió la vida. Luego, cogiendo la cestita, levantó el vuelo y desapareció de la vista detodos.

Pero todos estaban un poco tristes, porque hubieran deseado resucitar también a lapobre princesa; como esto era imposible, porque la paloma se había llevado consigo elpomo y la pluma, se conformaron con volver a ver vivo al príncipe y a la joven que élamaba y dispusieron con gran pompa el entierro de la princesa.

Acabado el entierro, el séquito de la princesa se marchó a llevar a su reino la tristenoticia. El príncipe dijo entonces a sus padres que no se casaría con nadie que no fuesela peregrinita y los reyes, conmocionados por lo que había sucedido, accedieron a ello.Guardaron un tiempo de luto por la princesa, al cabo del cual se celebraron las bodas delpríncipe y la peregrina y pudieron ser felices hasta el fin de sus días.

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80. EL TONTO DE CORIA

Esto era un matrimonio que tenía un hijo. Unos decían que el chico era tonto y otrosdecían que era demasiado listo, pero el caso es que en el pueblo le llamaban el tonto deCoria.

Un año, por la época de San Martín, le dijo el tonto a su padre:–Padre, ¿cómo es que todos los vecinos matan un cerdo y a nosotros nos toca ayunar?–Pues porque somos pobres, hijo mío –le respondió el padre.Y dijo el tonto:–Pues si usted quiere, padre, bien podemos matar un cerdo muy gordo.–¿Y cómo es eso? –preguntó el padre.–Eso –dijo el tonto– corre de mi cuenta.Cogió el tonto y se fue derecho a la cochiquera donde el cura guardaba los cerdos,

eligió el más grande, lo llevó para su casa, lo mató... ¡y bien que comieron y guardaronde la matanza!

El cura echó de menos al cerdo y lo buscaba por todas partes, pero no había manera.Total, que llegó el día en que todos los vecinos del pueblo hacían la confesión general y,como el cura recelaba del tonto de Coria, le dijo a un compañero que había venido paraayudarle a confesar:

–Si se confiesa contigo el tonto de Coria, mira a ver si sabe algo del cerdo que merobaron.

Total, que el tonto de Coria fue a confesarse con el cura forastero. Y éste empezó laconfesión preguntando:

–Dime, hijo mío, ¿entraste alguna vez a las manzanas de fulano?–¿Y usted, señor cura? –preguntó a su vez el tonto.–Sí, hijo mío, sí –contestó el cura.–Pues yo también –dijo el tonto.

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–Y dime, hijo mío, ¿a las castañas también entraste?–¿Y usted, señor cura?–Sí, hijo mío, sí.–Pues yo también.–Bueno, hijo, bueno. Ya vas echando fuera tus pecados. Y dime, ¿entraste en alguna

cochiquera a robar un cerdo?–¿Y usted, señor cura?–Sí, hijo mío, sí.Y el tonto de Coria se levantó del confesionario, se puso en medio de la iglesia y dijo a

los vecinos:–No confeséis con este cura, que anda robando por todas partes.Y marchó riéndose para su casa.

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81. JUAN EL OSO

Había una vez un padre que tenía dos hijos, un niño y una niña. Un día les mandó albosque a buscar leña. Estaban tan animosos juntando haces cuando vieron venir a un osogigantesco; les entró tal miedo que echaron a correr dejando la leña abandonada. El niñohuyó, pero la niña tropezó y la alcanzó el oso. Éste la cogió, se la echó a cuestas ydesapareció con ella en lo profundo del bosque.

El oso no se quería comer a la niña. Se la llevó a su cueva con la intención deconvertirla en su esposa. Así ocurrió, pero el oso, como era muy celoso, cuidaba muymucho de que su esposa no saliera de la cueva para que nadie la viera; por eso, jamás ladejaba salir de la cueva, ni de día ni de noche, y cada vez que marchaba de caza, cerrabala cueva con una piedra enorme que la pobre muchacha no podía mover.

Con el tiempo, la muchacha tuvo un hijo que era mitad humano, como su madre, ymitad oso, como su padre. El hijo fue creciendo y, claro, un día llegó a sentirse tanestrecho dentro de la cueva que le apeteció pasear y ver el sol, y el día, y los bosques ylas montañas, pues sólo conocía el mundo de refilón, de cada vez que el oso apartaba lapiedra para entrar o salir.

Un día, el hijo estuvo forcejeando con la piedra y quedó movida, pero no logróapartarla. A la tarde, cuando el oso volvió, se dio cuenta de que aquello no podía haberlohecho nadie más que su hijo, de manera que le castigó muy duramente; y más le hubieracastigado de no ser por las lágrimas de su madre, que al final logró apaciguarle. Al díasiguiente, cuando el oso se fue, el hijo hizo acopio de todas sus fuerzas y esta vez sí queconsiguió mover la piedra hasta que dejó libre el paso. Madre e hijo salieron a todocorrer para llegar lo más lejos posible antes de que el oso advirtiera lo que habíasucedido. Pero hete aquí que al poco rato el oso estaba de vuelta y no hay que decircómo se puso en cuanto vio franca la entrada de la cueva. Echó a correr detrás de los

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fugitivos, bramando de tal modo que temblaba la montaña entera, se adentró en elbosque y allí les dio alcance.

Mejor que no lo hubiera hecho, porque el hijo se le enfrentó valientemente y lucharon.Lucharon hasta que el hijo, agarrando por la boca a su padre, se la abrió con tal fuerzaque la desgarró primero y, después, le rajó todo entero. Y allí cayó el oso, muerto.

Madre e hijo continuaron su camino y llegaron al pueblo de donde era la madre. Juan,que así se llamaba el hijo, quiso ir a la escuela, pero el maestro no le dejó porque, al sermitad bestia y mitad persona, temía que le ahuyentara a los otros chicos. Además, nadiequería jugar con él, porque, como era tan fuerte, asustaba a todos los demás.

Así estaban las cosas cuando, un día, se presentó en el pueblo un gigante tan alto y tangrande como el árbol más grande y decidió apoderarse del lugar. Los del pueblo seasustaron mucho, pues no sabían cómo defenderse del gigante. Pero Juan se enteró y,por las mismas, se fue al encuentro del gigante y le pegó tal paliza que el gigante semarchó todo corrido. El pueblo entero le quedó tan agradecido a Juan que el alcalde ledijo:

–Dinos qué es lo que desearías tener.–Pues dadme una barra de hierro que pese siete quintales.Se la dieron y Juan, echándose la vara al hombro como si fuera de avellano, salió del

pueblo y se echó al camino para ver si en algún lugar podía encontrar un trabajo a sumedida. Y caminando y caminando, se encontró con un hombre que arrancaba losárboles más altos y más arraigados como si fueran brotes tiernos; y Juan se dijo: «Éstetiene que trabajar para mí».

Conque se dirigió a él y le preguntó:–¿Cómo te llamas?–Arrancapinos.–¿Cuánto ganas?–Cinco pesetas diarias.–Pues vente conmigo y te daré diez –propuso Juan.–Trato hecho –dijo el otro, y se fue con él.Los dos siguieron andando juntos por el camino. Y no habían avanzado mucho

cuando vieron a un hombre que, de un solo golpe de espada, cortaba colinas y montes decuajo y los movía de un lado a otro. Y Juan se dijo: «Éste también me conviene».

Conque se dirigió a él y le dijo:

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–¿Cómo te llamas?–Muevemontañas.–¿Cuánto ganas?–Cinco pesetas diarias.–Si te vienes conmigo, te daré diez.–Trato hecho.Siguieron caminando y ya eran tres. En esto, vieron que el cielo se iba nublando y

cada vez aparecían más nubes, negras y densas, que oscurecían el día. Miraron a un ladoy a otro y, de pronto, vieron que en lo alto de un monte estaba sentado un hombre quesoplaba y soplaba haciendo correr a las nubes a su antojo. Y se dijo Juan: «Éste tambiénse viene conmigo».

Conque le llamó y le dijo:–¿Cómo te llamas?–Soplador.–¿Cuánto ganas?–Cinco pesetas.–Vente conmigo, que yo te doy diez.–Trato hecho.Total, que eran cuatro. Y como se les empezó a echar la oscuridad encima, decidieron

buscar un sitio en el que cobijarse. A lo lejos se veía una casa y allá se dirigieron con laintención de pasar la noche.

Llegaron a la puerta, pero por más que llamaron no acudió nadie a abrirles. Y asíestaban hasta que pasó por allí un hombre que se quedó espantado al ver dónde estabanllamando y les dijo:

–¡Desgraciados de vosotros! ¿Es que no sabéis a dónde estáis llamando? Sabed queésta es la casa del Diablo y nadie sale vivo de ella.

A lo que Juan, muy decidido, contestó:–¡Hombre! Pues me alegro mucho de que ésta sea la casa del Diablo, porque ya tenía

yo ganas de pelear con él.En fin, como nadie contestaba a sus llamadas, Juan se coló por una ventana y abrió la

puerta desde dentro. Sus compañeros entraron y en seguida encontraron una despensabien provista de jamones, longanizas, capones asados y hogazas de pan. Como tenían

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mucha hambre, cada uno se zampó de una sentada un jamón, un capón, variaslonganizas y una hogaza. Y con el estómago satisfecho, se echaron a dormir.

Al día siguiente, se levantaron temprano. Juan les dijo:–Tres de nosotros nos iremos a trabajar en las tierras de por aquí, que seguro ha de

haber tajo, y el otro se quedará para hacer la comida. Cuando la comida esté hecha, nosavisa con un silbido y volvemos.

Decidieron que se quedaría Arrancapinos y los demás se fueron.Arrancapinos se puso a la faena y llevaba ya un buen rato ocupado en la comida

cuando tocaron fuertemente a la puerta. Salió a ver quién era y apareció un sujeto quedaba espanto: peludo, con unos pelos de más de tres palmos, manos como garras, unalarga cola terminada en punta de lanza y unos cuernos que parecían dos ramas. El sujetose metió en la casa y le dijo a Arrancapinos:

–Dame una silla, que me quiero sentar.–Yo sólo sirvo al patrón que me paga –dijo Arrancapinos.–Entonces me la traeré yo mismo.Y el Diablo, pues él era, cogió una silla y se sentó junto al fuego. Luego sacó una pipa

grande y curva, en la que cabía más de un cuarto de tabaco, y dijo:–Enciéndeme la pipa.–Yo sólo sirvo a quien me paga –dijo el otro.–Entonces me la encenderé yo mismo.Lo hizo, y al rato se acercó a la caldera de la comida y escupió dentro. Arrancapinos,

muy enfadado, le gritó:–¡Sólo un puerco hace lo que tú has hecho!–A mí nadie me ha llamado puerco sin recibir su merecido –dijo el Diablo. Agarró la

vara de siete quintales de Juan y le dio una paliza a Arrancapinos que lo dejó tundido enel suelo. Luego salió por la puerta y desapareció.

Entre tanto, Juan y los otros dos llevaban un buen rato esperando oír el silbido, porqueya les apretaba el hambre. Y dijo Juan:

–Demasiado está tardando esa comida. Vamos a ver si ese pánfilo no se ha quedadodormido.

Llegaron a la casa y encontraron a Arrancapinos medio muerto junto al fuego y lacaldera quemada de tanto como había cocido. Lo levantaron, les explicó lo que habíapasado y todos se rieron de él a carcajadas.

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Al día siguiente, Juan dejó a Muevemontañas encargado de la comida y se fue atrabajar con los otros dos; y acordaron que les avisaría con un silbido cuando la comidaestuviera lista.

Al rato se presentó el Diablo, que primero pidió una silla, luego que le encendieran lapipa, después escupió en la caldera, y cuando Muevemontañas protestó, le pegó tal palizaque lo dejó completamente baldado. Así hasta que Juan y los otros dos, cansados deesperar, volvieron a la casa y se encontraron a su amigo en tan lamentable estado comolo dejara el Diablo. Esta vez Juan se enfadó y quedaron en que al día siguiente seríaSoplador quien se quedase al cuidado de la comida.

Y más de lo mismo: otra vez se quedaron sin comer y con su compañero bien zurradopor el Diablo.

Esta vez sí que Juan se enfadó de verdad y dijo que él mismo se quedaría a esperar alDiablo. Al día siguiente se fueron sus tres compañeros al trabajo y él preparó el fuego yla caldera. A la hora de costumbre, compareció el Diablo, se sentó en la silla, encendió supipa y, cuando Juan vio que se acercaba a la caldera, le arreó tal golpe con su vara desiete quintales que casi lo parte por la mitad. Entonces Juan lo agarró del cuello como sifuera un gato y lo arrojó a un pozo muy hondo que había fuera de la casa. Luego,cuando la comida estuvo hecha, llamó a sus compañeros con un silbido y éstos vieron,admirados, que no le había pasado nada. Mientras comían, Juan les contó cómo terminóla visita del Diablo y a continuación les quiso enseñar el pozo al que lo había tirado.

Los tres compañeros tenían muchas ganas de ver al Diablo allá abajo, pero el pozoresultó ser tan hondo que ni se adivinaba el fondo. Entonces Juan propuso que, paraverlo bien, bajasen uno a uno atados a una cuerda. Y por si acaso tenían miedo, Juan lesiba dando una campanilla para que la tocasen si no se atrevían a seguir bajando y, de estemodo, izarlos y dar paso al siguiente.

El primero en bajar fue Arrancapinos, pero, cuando llevaba más de setecientos metrosde cuerda y no veía el fondo ni casi el agujero de arriba y todo estaba muy oscuro y frío,le entró miedo, tocó la campanilla y le subieron. Luego descendió Muevemontañas, ycuando bajó setecientos metros y un palmo, se asustó también y tocó la campanilla. Eltercero fue Soplador, que bajó setecientos metros más dos palmos y se volvió atrás.

Entonces Juan les dijo que en lugar de tres valientes tenía por compañeros a trescobardes y decidió bajar él mismo. Les dijo que no le subiesen ni aunque tocase lacampanilla y se metió en el pozo. Estuvo bajando por lo menos siete horas, pero llegó al

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fondo. Y en lugar del Diablo se encontró a tres muchachas tan bellas como el sol quebailaban una danza en círculo y que, nada más verle, se interrumpieron para decirle:

–¿Dónde vas, desdichado? ¿Acaso no sabes que ésta es la casa del Diablo?Entonces Juan dio siete golpes en la puerta con su vara y al momento la derribó.

Inmediatamente se presentó el Diablo y le dijo:–¡Vaya con el valiente! ¿Tú por aquí? Pues vamos a ver quién es el más fuerte de los

dos. Aquí tienes dos espadas; elige la que quieras y empecemos.El Diablo le mostró dos espadas: una reluciente y brillante como un espejo y la otra

bien oxidada y roñosa. Juan escogió la oxidada y el diablo pensó que se las había con unsimple. Entablaron combate cruzando sus espadas una y otra vez y las espadas silbabancomo el viento y chocaban como pedernales, pero ninguno conseguía herir al otro. Hastaque Juan, que era siete veces más astuto que el Diablo, le cortó una oreja de unaestocada. El Diablo lanzó entonces unos alaridos espeluznantes, se llevó la mano a laoreja cortada y dijo:

–Está bien, me has vencido y te reconozco como valiente. Guárdate la oreja que mehas cortado y, siempre que te encuentres en apuros, no tienes más que morderla y yoapareceré y cumpliré tus deseos.

Juan se puso otra vez en el fondo del pozo y las tres bellas jóvenes que le recibieron sequedaron admiradas al saber que había vencido al Diablo. Juan les preguntó:

–¿No os gustaría salir de aquí y volver a vuestras casas?–Claro que sí –contestaron las tres.Entonces Juan tocó la campanilla y sus compañeros las fueron sacando una a una del

pozo. Cuando las tres estuvieron arriba, Juan pensó: «Esos tres mozos ya tienen unamuchacha para cada uno y, si subo yo, que soy el cuarto, se armará la gresca». Así quecuando mandaron la cuerda para que subiera él, ató en su lugar al extremo una piedragrande y pesada. Cuando la tuvo bien amarrada tocó la campanilla. Los otros empezarona izarla, pero a mitad de camino, dejaron de tirar y ¡pataplum! la piedra se fue al fondo yse hizo añicos. Y Juan se dijo a sí mismo: «He estado listo y me he salvado de unabuena». En seguida sacó la oreja del Diablo, le dio un buen mordisco y el Diablo sepresentó al momento, malhumorado como siempre:

–¿Tan pronto empezamos? –dijo–. ¿Qué es lo que quieres de mí?–Que me saques del pozo y me digas dónde están esos tres sinvergüenzas con las tres

doncellas.

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El Diablo pegó un bufido que elevó a Juan por los aires y, en menos de lo que se tardaen contarlo, se encontró fuera del pozo. Y el Diablo le dijo:

–Tus compañeros y las tres doncellas están en el mesón del pueblo de aquí al lado,divirtiéndose de lo lindo y riéndose de ti sin parar.

Conque Juan, echando lumbre por los ojos, cogió su vara, de cuatro zancadas seplantó en el mesón y los encontró en mitad de una gran juerga; empezó a dar golpes consu vara a diestro y siniestro, dejó a los seis convertidos en harina y nunca más se oyócantar ni a gallos ni a gallinas.

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82. MARÍA MANOS BLANCAS

Un pobre hornero de un pequeño pueblo de Extremadura tenía tres hijas que llamabanla atención por lo guapas que eran. El hornero salía cada mañana a cortar leña para suhorno y sucedió que un día encontró una carrasca de buen tamaño y pensó que, si lacortaba y la iba troceando, tendría para muchos días de horno y muy buena madera paramezclar con las que encontraba habitualmente. Tiró de hacha con decisión y, al primerhachazo que dio al tronco, bajó un negro y le amenazó de esta manera:

–Si no me traes mañana a una de tus tres hijas, eres hombre muerto.Pasado el susto, el hornero se volvió para su casa sin leña y cargado tan sólo con la

tristeza que llevaba, porque sabía que, si no cumplía el mandato del negro, éste lemataría. Así es que, cuando llegó a su casa, contó a sus hijas lo que le había ocurrido.

–¡Ah, pues a mí ese negro no me pilla! –dijo la mayor.Y la mediana dijo:–Pues lo que es yo, no me voy con él.Entonces María, la más pequeña, que quería mucho a su padre, le echó los brazos al

cuello y le dijo:–No se preocupe, padre, que, si mis hermanas no quieren ir por usted, yo sí que voy.A la mañana siguiente, el hornero, más triste que nunca, llevó a su hija María al árbol

donde estaba el negro y allí se la entregó, volviéndose a casa desconsolado y maldiciendola hora en que se le ocurrió cortar la carrasca.

El negro, apenas vio a María, se enamoró de ella. La llevó de la mano a un jardíncercano y le dijo:

–Todo lo que tienes que hacer es cuidar de este jardín.Así lo hizo María, y al llegar la noche se acostó en una gran cama que había en la casa

del jardín; estando ya acostada, notó que en la cama había un peso, pero se quedó quietay se durmió. Esto le ocurrió todas las noches, y aunque le intrigaba aquello que pesaba

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sobre la cama, siempre durmió de un tirón y sin preocupaciones porque se acostumbró aello.

Pasó un año y María quiso ir a visitar a su padre y a sus hermanas. Pidió permiso alnegro y éste se lo concedió con la advertencia de que debería volver a los tres días.María dijo que sí y el negro le dio un coche magnífico, con su cochero y todo, y la jovense fue a ver a su padre. Ni que decir tiene la alegría que éste se llevó al verla y la envidiaque despertó entre sus hermanas y vecinas.

Estuvo allí los tres días tan contenta y, poco antes de partir de vuelta, vino adespedirse una vieja del pueblo a la que conocía desde niña. Le estuvo contando cómoera su vida en casa del negro y, también, lo del extraño peso que sentía en su cama cadanoche. La vieja la escuchó atentamente y luego le dijo:

–Toma esta caja de cerillas y esta vela y, cuando sientas el peso, enciende la vela.Llegaron el coche y el cochero en ese momento, y María tomó el camino de vuelta.Esa noche, cuando sintió una vez más el peso en su cama, encendió sigilosamente la

vela y la levantó para ver qué tenía a su lado, con tan mala fortuna que la inclinódemasiado y una gota de cera cayó encima del que estaba en la cama. Éste dio un grito alsentir la quemadura y entonces María pudo ver que era el negro, que le dijo:

–¡Ay, desdichado de mí, que estaba a punto de terminarse mi encantamiento y tú mehas puesto de nuevo al principio de él!

María se asustó y se entristeció mucho, y el negro siguió diciendo:–En fin, como has sido buena conmigo, toma, te entrego este anillo; y en cualquier

apuro que te veas, no tienes más que decir: «Anillito, quiero esto o lo otro», y el anillo telo concederá.

Dicho esto, desapareció el negro y, con él, la cama, la casa y el jardín, encontrándoseMaría en mitad de un campo que ella no conocía.

María, pesarosa y triste por lo sucedido, se echó a andar entre lágrimas de desconsueloy estuvo hasta tres días andando sin hallar a nadie. Por fin, se cruzó con unos arrierosque, al verla, le propusieron que fuese su criada. Y como no tenía lugar donde ir nimedio de mantenerse, María les dijo que sí. A uno de ellos, sin embargo, le llamó laatención el porte de María y sus manos tan blancas, bellas y finas que no podían serlomás, y le dijo:

–Me parece a mí que tú tienes las manos muy blancas para ir de criada.Pero los otros insistieron e insistieron en que se fuese con ellos y por fin se la llevaron,

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con gran contento de María.Cuando llegaron a la casa de uno de los arrieros, donde dejaron a María, la recibió la

mujer del arriero, que se admiró de las manos tan blancas y delicadas de María y le dijoque esas manos no eran propias de los oficios de criada que la esperaban. María contestóhumildemente que eso no tenía nada que ver, pues trabajaría como otra cualquiera. Sequedó en la casa y pronto pudo ver el ama lo diligente y limpia que era, y le gustómucho.

Los mozos del pueblo, al verla tan guapa como era, estaban deseando tener ocasión dehablar con ella y rondaban cerca de la casa.

Un día, el ama estaba tan ocupada en cerner la harina para el pan de la semana que laenvió a un recado. Un buen mozo, que estaba enamorado de ella, le salió al camino y ledijo que tenía deseo de hablar con ella y acompañarla, que a qué hora podría verla, yMaría le dijo que a las ocho le esperaba. El mozo llegó puntualísimo a la casa, en elmomento en que María estaba cerniendo harina; el mozo que la vio, y que creía que,siendo tan guapa, nunca había trabajado y nunca tendría que trabajar, le dijo:

–Esas manos tan blancas no pegan para cerner.Al oír eso, María se acordó del anillo y, viendo por dónde venía el mozo, lo sacó y

dijo:–Anillito, anillito, que este mozo se esté toda la noche cerniendo en mi lugar.Así sucedió; el mozo empezó a cerner y no podía parar; y a la madrugada,

compadecida María, dijo al anillo:–Anillito, anillito, que este mozo deje ya de cerner y se vaya a su casa –y el mozo se

fue a su casa agotado y refunfuñando por todo lo que había cernido.A la tarde siguiente, salió de nuevo María a un recado y se le acercó otro mozo con las

mismas intenciones que el anterior. Le pidió una cita y María le dijo esta vez que a lasnueve le esperaba. El mozo fue también muy puntual y a las nueve estaba en la casa deMaría; y se encontró a María paleando carbón en la carbonera. El mozo, al verla conaquellas manos tan blancas, que parecían de nieve entre el carbón, le dijo:

–Esas manos no pegan para andar entre el carbón.Al oír esto, María volvió a sacar su anillo y le dijo:–Anillito, anillito, que este mozo se esté toda la noche paleando en mi lugar.Así sucedió; y a la madrugada le dio pena del mozo, pidió al anillo que cesara de

palear y el pobre mozo se fue a su casa agotado y negro de tanto andar en el carbón.

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A la tarde siguiente, otro mozo se acercó con la misma pretensión que los anteriores yMaría le dio cita a las diez, pensando en castigarle como a los otros. Así que cuando elmozo llegó a las diez, María estaba trajinando en el pajar, y el mozo le dijo al acercarse aella que sus manos, tan blancas y bonitas, no eran apropiadas para empajar. María lecastigó como a los otros por medio del anillo y lo tuvo empajando hasta que le dio pena yle dejó volver a su casa, más muerto que vivo.

Al día siguiente, se juntaron los tres mozos burlados con otros amigos y contaron loque les había ocurrido a cada uno. Una vez que lo contaron, todos empezaron a pensarque María era bruja y así fueron a decírselo a su ama. El ama les contestó que no erabruja sino trabajadora y honesta, pero los mozos se fueron calentando y empezaron a dargritos y armar alboroto y al final se la llevaron para quemarla en la hoguera.

Llegaron a la plaza del pueblo, empezaron a reunir leña hasta hacer un gran montón ypusieron encima a María con la idea de quemarla cuanto antes. Y los tres mozosburlados, animados por los demás, cogieron cada uno tres piedras para apedrearla antesde pegarle fuego a la leña. María no tenía miedo porque confiaba en su anillo, y cuandovio que la cosa iba de veras y que empezaba la pedrea, sacó su anillo y le dijo:

–Anillito, anillito, que todos estos brutos empiecen a chocar unos contra otros comohacen los carneros.

Y dicho y hecho. Empezaron a toparse unos a otros dándose tales golpes que a pocoestaban tan doloridos y cansados que ya no podían ni tenerse en pie. Pero, como nopodían parar, porque estaban bajo el poder del anillo, allí seguían dándose y dándose sinpoderlo evitar.

Entonces apareció en la plaza un lujoso coche con cochero, el mismo en el que Maríafue a visitar a su padre. Dentro de él se veía a un joven que daba gusto mirarle por loapuesto y elegante que era. El coche se detuvo y el joven se apeó, llegó hasta el montónde leña al que tenían subida a María, la desató, le dio la mano para que bajase y habló alos que estaban allí de esta manera:

–No hay maldad ni brujería en esta doncella sino la virtud que está en el anillo que yole di hace tiempo. Por ser buena hija no tuvo inconveniente en dar la vida por su padre.Yo soy el negro, ya libre del encantamiento –dijo luego, dirigiéndose a María–, y vengo acasarme contigo.

María sacó por última vez su anillo y le pidió que los mozos dejaran de chocarse entre

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ellos y todos los demás que estaban presentes reconocieron el derecho de aquel joven acasarse con María.

Y como nadie era rencoroso, los novios dieron una gran fiesta de casamiento a la queasistieron todos: los mozos, los arrieros, el ama y la gente del pueblo. Y luego los reciéncasados partieron a la casa del joven, donde vivieron felices tiempo y tiempo.

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83. LAS MENTIRAS MÁS GORDAS

Un rey muy caprichoso, que estaba todo el día ocupado en pensar extravagancias, diola orden más rara del mundo. Mandó decir por todos los confines de su reino que casaríaa la princesa, su hija, con aquel que fuese capaz de decir las mentiras más gordas.

Como este mundo, para desgracia de los pocos que dicen siempre la verdad, está bienlleno y relleno de mentiras y de mentirosos, se presentaron en el palacio del rey talcantidad de aspirantes a la mano de su hija que no había modo de cobijarlos yalimentarlos mientras esperaban su turno.

Contaban las mentiras más grandes que podían concebir, pero el rey no aceptaba aninguno por yerno, diciendo que estaba harto de escuchar aquellas mentirijillas que leendilgaban a todas horas uno tras otro, que no eran dignas del premio que un rey tanimportante como él quería conceder. El premio era tan grande, decía el rey, que lasmentiras debían ser, al menos, proporcionales a su importancia.

Durante bastante tiempo, este asunto fue la comidilla de todo el reino. Tanto que undía llegó hasta la modesta choza de una pequeña aldea perdida en el monte, donde vivíamiserablemente un muchacho muy listo con su madre viuda.

El muchacho pidió permiso a la madre para ir a palacio y la madre se lo concedió,echándole su bendición y dándole como merienda para el camino lo poco que lesquedaba para comer.

Así pues, animoso y tranquilo, el muchacho se puso en camino y al cabo de los díasllegó a palacio y pidió ver al rey. Éste ya estaba tan harto de oír pequeñas mentiras que ledijo nada más verle:

–Habla y di unas mentiras bien gordas, porque, si me vienes con mentirijillas como losdemás, en vez de premio va a ser castigo lo que te dé.

Y empezó el muchacho:–Si su majestad escucha atentamente, verá lo que me ha pasado. Mi padre era un

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hombre muy aficionado a pescar en el aire, subido en lo alto de un árbol. Un día estabasubido en una gigantesca encina que hay en nuestro pueblo, tiró la caña al aire, bienlejos, y en seguida notó que había un gran peso al otro lado del hilo. Yo le ayudé a tirar,porque el peso era enorme y, cogidos del anzuelo, sacamos siete burros y dos carneros.Con aquella pesca se conformó mi padre por ese día y guardó la caña. Como no queríallevar a los burros de vacío a casa, buscamos un hormiguero, desollamos catorcehormigas, curtimos sus pieles allí mismo y las llenamos de miel hasta reventar.

»Como las pieles eran tan grandes y pesaban tanto, a los burros se les despellejó ellomo de cargarlas y los tuve que llevar a un veterinario. El veterinario mandó que lespusiéramos a los burros unas cataplasmas de habas cocidas. Así lo hice y cuál no seríami sorpresa al ir a ver a los burros al día siguiente y descubrir que del culo de cada unosalía una mata de habas tan enorme y frondosa que de cada burro recogí cien fanegas dehabas gordas.

»Yo no sabía qué hacer con tantas habas, pero me enteré de que aquel año se vendíana buen precio porque no habían nacido habas en todo el contorno, así que fui a venderlasa un pueblo cercano y las cambiaba por su peso en oro.

»En uno de los pueblos por donde pasé vi una cuadrilla de hombres que se afanaban,sudorosos y con mucho trabajo, en hacer rodar un huevo de codorniz ayudándose deuna palanca. Les cambié el huevo por cincuenta fanegas de habas y se lo llevé a mi tíapara que lo echase a una gallina clueca que tenía. En cuanto lo puso debajo de la gallina,salió un brote que a los pocos minutos se había convertido en un árbol con alas; y elárbol empezó a mover las alas y a subir para arriba a toda velocidad; se puso a crecer y acrecer y en poco tiempo llegó hasta el cielo. Yo trepé por las ramas del árbol troncoarriba y llegué también hasta el cielo, pero me encontraba un poco raro en aquel lugar.

»Entonces salió san Pedro a ver qué pasaba y, nada más verle, le pregunté por mi tíoel que vive en la calle de los zapateros. Me dijo san Pedro que estaba en la plaza delmercado, vendiendo las sandías que había fabricado en su fábrica de zapatos el día deantes. Así que bajé del cielo para hablar con mi tío y...

–¡Basta, basta y basta! –gritó el rey–. No sigas porque no habrá otro en la tierra capazde echar mentiras más grandes que las tuyas. Has ganado el premio y te casarás con mihija con una sola condición: que desde ahora no vuelvas a decir una mentira en tu vida.

Y cuentan los que le conocieron que cumplió con su palabra, se casó con la hija delrey y, así como nunca antes había dicho una mentira, nunca más volvió a decir otra.

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84. EL AMEZKETANO Y EL MADRILEÑO

Un famoso ladrón madrileño oyó hablar de que había otro tan famoso como él enGuipúzcoa y fue a conocerle. Éste vivía en Amezketa y allí se presentó el de Madrid.Cuando se juntaron, acordaron ir juntos a Madrid. Conque se echaron al camino y, enesto, el de Amezketa vio un nido de cuervo entre las ramas de un haya y le dijo a sucompañero:

–¡Menudo ladrón sería aquel que sacara los huevos del nido sin espantar al ave!Y dijo el madrileño:–Pues yo se los sacaré.Subió silenciosamente al árbol, agujereó con todo cuidado el nido por la parte de abajo

y fue recogiendo los huevos uno a uno con gran habilidad. Mientras tanto, el deAmezketa, que había subido detrás del otro sin que éste lo notara, fue sacando loshuevos del bolsillo del otro y metiéndolos en el suyo. Y según subió tras él, bajó antes.Luego bajó también el madrileño, dejando al ave en su sitio.

Apenas vio lo que había pasado, le dijo al de Amezketa:–Somos tal para cual y nos conviene ir juntos.Y, sin más, siguieron su camino.En Madrid había un archivo donde se guardaba una gran cantidad de dinero. En

cuanto los dos compañeros llegaron a la ciudad, removieron hábilmente las piedrassillares y entraron al edificio a coger el dinero. Los del archivo notaron pronto que eldinero disminuía, pero no sabían cómo podía suceder aquello, así que determinaronhablar con un antiguo y viejo ladrón, muy famoso en su época, que ahora estaba ciego yno se podía valer. Le consultaron y éste les dijo que hicieran un fuego y allí donde vieranque por entre las piedras salía el humo, las sellasen con goma y el ladrón quedaríapegado cuando volviese a las andadas.

Una de esas noches, los dos amigos se acercaron nuevamente a aquel archivo.

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Movieron entre los dos, como en las veces anteriores, una piedra sillar por medio de unapalanca y penetró el madrileño, que se quedó en la goma pegado sin poder moverse nipara atrás ni para delante. El amezketano, después de estar un buen rato esperando,penetró sigilosamente por otro lugar que encontró y, viendo que eran inútiles losesfuerzos que hizo por sacar de allí a su compañero, le cortó la cabeza para que nadie lereconociese y se la llevó a su casa, bien oculta entre la ropa.

Al día siguiente, los del archivo hallaron al ladrón con la cabeza cortada y fueronnuevamente a donde el viejo ladrón ciego a pedirle consejo. Al enterarse de lo ocurrido,el ciego, con la alegría reflejada en el semblante, dijo:

–¡Ah, si fuera mozo y tuviera vista, qué buen compañero sería ese que buscáis paramí! En fin, si queréis saber quién es ese avisado ladrón, enviad a un pordiosero a pedirlimosna a todos los rincones, porque los grandes ladrones suelen ser grandes limosneros,lo mismo que lo fui yo en mis buenos días. El que enviéis de pordiosero, que haga unacruz en la casa del hombre que le dé buena limosna y ya veremos lo que resulta.

El pordiosero, según le mandaron, se fue a pedir limosna por todos los rincones. El deAmezketa le dio nada menos que cinco duros. El pordiosero hizo una cruz con cal en lapuerta de su bienhechor y se fue ligero de allí.

El amezketano, al salir de su casa para hacer algún recado, vio la cruz en su puerta.Entonces compró un poco de cal y blanqueó con cruces todas las puertas de lascercanías. Pronto aparecieron en aquella calle el archivero mayor y unos policíasacompañados del pordiosero. ¡Cuál no sería su rabia al ver tantas cruces por todas laspuertas! ¿En cuál entrarían? Así que se volvieron todos a casa del ladrón viejo y ciego apreguntarle qué debían hacer.

Al viejo ladrón, ante la desesperación de todos, le dio gran alegría la noticia que letraían. Y luego les dio este consejo:

–Pues bien, señores: cojan ustedes el cadáver del ladrón descabezado, vístanle con losvestidos que antes tenía, átenlo erguido sobre una mula y paseen así calle arriba y calleabajo frente a todas las casas marcadas con una cruz. El cadáver sin cabeza del ladrónpronto denunciará al ladrón vivo que es dueño de dos cabezas.

El amezketano era también zapatero y pasaba entre cueros algunos días de la semana.Había mandado a llamar a su mujer y allí estaban los dos en la casa cuando empezaron apasear por la calle el cadáver sin cabeza. Al pasar ante la casa, el amezketano se hizo eldesentendido, pero la mujer lanzó un grito. Los de afuera lo escucharon y el de

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Amezketa, barruntando la que se le venía encima, cogió unas tijeras y le hizo a su mujerun corte en el dedo. Al momento entraron en la casa los que buscaban al ladrón ydijeron:

–Vénganse ustedes con nosotros.–¿Con ustedes? –dijo el amezketano–. ¿A dónde y para qué?Y dijeron los otros:–Porque vosotros habéis sido los que le habéis cortado la cabeza. Esa mujer ha

lanzado un grito al ver el cadáver y por eso os hemos conocido.–Pues ¿no ha de gritar –respondió el amezketano– si se ha cortado un dedo con las

tijeras? A buen seguro que ustedes también habrían gritado si les ocurriría lo mismo.Total, que estuvieron un rato discutiendo y, al final, se tuvieron que marchar los

policías al no encontrar razón para detenerlos.Pero, como estaban convencidos de que el de Amezketa era el ladrón que buscaban y

que no dejaría que su compañero se fuera al otro mundo sin cabeza, dejaron el cadáveren una choza cercana, pensando que el otro traería la cabeza junto al cuerpo, y seescondieron a esperar.

Al anochecer, el amezketano, que se temía la celada, montó su caballo llevando en lasalforjas la cabeza, además de pan y vino. Comenzó a llover tanto que se vio obligado abuscar refugio en la choza. Allí le alcanzaron los que le seguían y le ofrecieron pan yvino para entretenerlo, pero él les dijo que también traía vino consigo y les dio a beberdel suyo. Y como había echado en el vino unas adormideras, los policías quedarondormidos como troncos después de beberlo. Entonces el de Amezketa pudo dejar lacabeza junto al cuerpo de su compañero y, aprovechando que escampaba, montó en sucaballo, recogió a su esposa y desapareció rumbo a su tierra.

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85. EL CASTILLO DE LAS SIETE TORRES

Había una vez un padre que tenía tres hijas. Eran tan pobres que muchos días sólopodían comer peladuras de patata. Un día el padre se sintió mal y comprendió que muypronto iba a morir. Entonces reunió a sus tres hijas, les entregó un saco lleno de ceniza yles dijo que deberían salir de casa a buscar fortuna y que ese saco era todo cuanto podíadarles como dote.

–No parece mucho –les dijo el padre–, y en verdad no lo es; pero llevadlo convosotras a donde vayáis porque os dará la suerte que necesitáis para ser felices.

Al día siguiente, las tres muchachas, todas llorosas, se echaron el saco a la espalda,acordando que cada una lo llevaría un trecho, y salieron a buscar fortuna.

Anda que te andarás, se les echó la oscuridad encima cuando estaban en mitad de unespeso bosque. No habían comido nada en todo el día y, sin saber qué hacer y muertasde hambre, optaron por subirse a las ramas de un pino para pasar la noche, no fuera aser que hubiera alimañas por allí que las atacasen para devorarlas. Y como no sabían si elbosque era peligroso, una vez que subieron a lo alto del pino dejaron caer un puñado decenizas al suelo cada una de ellas y la ceniza quedó extendida al pie del árbol. A lamañana siguiente, cuando bajaron, vieron que en la ceniza estaban marcadas las pisadasde un gigante tan grande que debía de dar miedo con sólo mirarlo.

Total, que sin saber qué hacer ni a dónde ir, reemprendieron su camino a la buena deDios y allá que fueron atravesando bosques y más bosques y montes y más montes sinencontrar un alma. Y otra vez se les hizo de noche y, como en la noche anterior, sesubieron a lo alto de un pino y volvieron a echar los tres puñados de ceniza. A la mañanasiguiente, allí estaban marcadas las pisadas del gigante feroz. Otra vez se echaron alcamino, con un hambre que ya no podían más y con el miedo metido en el cuerpo porcausa del gigante, y venga a andar y andar sin encontrar persona ni casa alguna, siemprelas tres solas por aquellos parajes de monte y bosque y alimentándose de raíces y bayas.

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Hasta que a la tercera noche, cuando ya se preparaban para buscar un árbol, vieron allálejos, muy lejos, una lucecita pequeña, muy pequeña, y las tres hermanas siguieronandando a toda prisa hacia ella. Cuando llegaron cerca, muy cerca, vieron que se tratabade un castillo grandioso, con siete torres tan altas, tan altas, que parecían tocar el cielo.

Llamaron a la puerta, que también era muy alta, y les abrió una princesa hermosísima,toda cubierta de oro y brillantes, que les preguntó quiénes eran y qué querían, y las trespobrecillas le pidieron que las dejara dormir allí esa noche. Apenas hubo oído esto, laprincesa les aconsejó que huyesen de inmediato, porque aquél era el castillo de ungigante que, de día, recorría los montes y bosques y, ya bien entrada la noche, volvía acenar y a dormir al castillo; si las encontraba allí, les dijo la princesa, se las comería entres bocados.

Las tres muchachitas le dijeron que se esconderían bien y no pasaría nada, pero laprincesa replicó que el gigante tenía un olfato muy fino y que, desde siete leguas antes dellegar al castillo, sería capaz de olfatearlas y que, cuando llegase al castillo, vendría con laboca hecha agua y las encontraría al instante. Ahora sí que ya no les llegaba la camisa alcuerpo a las pobres muchachas, pero estaban tan rendidas que insistieron en quedarse apesar del peligro, porque no podían dar un paso más.

La mayor se escondió detrás de una artesa, la mediana en una bota de vino y lapequeña detrás de la puerta.

Al cabo de un rato se sintió como un terremoto que hacía temblar todo el monte, elmismo castillo crujía y se tambaleaba, y las siete torres se balanceaban de un lado a otrocomo árboles sacudidos por un ventarrón. Eran las pisadas y los bufidos del gigante, quevenía a dormir. Y ya desde lejos venía diciendo en voz tan alta que atronaba los cielos:

–Ñam, ñam, qué rico olor de carne humana siento; ñam, ñam, qué rica debe de estar.En cuanto entró en el castillo, preguntó qué habían traído para cenar, porque olía

deliciosamente a carne humana y tenía un hambre de lobo. ¡No hace falta decir el sustoque se llevaron las pobres muchachitas! La princesa le dijo que no había traído ningunacarne, que debían ser las ganas de comer lo que le hacía creer que había carne humanapara cenar. El gigante se enfurruñó al oír esto y empezó a andar de un lado a otrogruñendo y amenazando. Luego, más calmado, cogió el pan que había en la mesa y se locomió en cuatro bocados; entonces fue a buscar más pan a la artesa y vio que allí estabaescondida la mayor de las hermanas.

–¡Ah! –gritó el gigante a la princesa–. ¿Ves cómo tenía yo razón? Pues ahora me voy a

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comer a las dos: a esta niña porque me apetece y a ti por haberme engañado.La pobre hermana mayor le pidió perdón y el gigante no le hizo caso, pero, como la

encontró muy flaca, le dijo a la princesa:–Ésta está tan flaca que hoy no comería más que huesos, así que ocúpate de

engordarla y ya me la comeré el primer día de fiesta. Y, mientras tanto, que se ocupe deamasar el pan.

A continuación se bebió la jarra de vino en dos tragos y fue a la bota a buscar más.Como le pareció que el vino salía turbio, miró bien adentro por todas partes a ver si labota estaba dañada y, al agitarla, la hermana mediana, que estaba agarrada a ella, cayó alsuelo. Y así que la vio, dijo el gigante:

–¡Ajá! ¿Conque no había carne humana para cenar? Ganas me dan de comeros ahoramismo a ti y a esta desdichada.

La pobre muchacha lloró y suplicó y, como estaba igual de flaca que su hermana, alfinal el gigante se la dio a la princesa para que la engordase y, de paso, la ayudase alimpiar.

La hermana pequeña estaba muerta de miedo detrás de la puerta. El gigante, entonces,fue a cerrar la puerta y, naturalmente, la encontró allí detrás. Se la quería comer comopostre, pero le ocurrió lo mismo que con las otras dos: estaba demasiado flaca y se la dioa la princesa para que la engordase y para que la ayudara a encender el fuego de cadadía.

Durante toda una semana, la princesa estuvo alimentando a las muchachas a base debien y al cabo de la semana las tres estaban gordas a más no poder. Lo malo era que,cuanto más comían y mejor vida se daban, más tristes se ponían y más asustadasestaban, porque sabían que el gigante se las comería sin remedio. Un día antes de lafiesta se reunieron las tres para ver cómo podrían salvarse. Quedaron de acuerdo en quela pequeña, cuando calentara las tenacillas para alisar los cabellos de la princesa, lastendría bien candentes y así le quemaría la cabeza y la mataría; y que la mayor, antes deque se levantara el gigante, que solía dormir dentro del horno de pan para aprovechar elcalor, avivaría el fuego hasta hacer una buena fogata, cerraría la puerta y lo dejaríaquemarse dentro.

Y dicho y hecho. La pequeña requemó la cabeza de la princesa, que en seguida quedómuerta, y la mayor asó al gigante dentro del horno. Y muertos el gigante y la princesa,quedaron ellas solas como dueñas y señoras del castillo.

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Lo primero que hicieron fue buscar las llaves de las habitaciones y abrirlas todas.Descubrieron que la más grande estaba llena de vestidos de seda, bordados de oro y debrillantes, de todas las medidas y para todos los gustos; si uno era hermoso, el otro lo eramás.

En otra habitación, un poco más pequeña que la anterior, encontraron miles y miles depares de zapatos, bordados con hilo de oro y plata, cubiertos de diamantes y brillantes ycon hebillas de oro; también había para todos los gustos y de todas las medidas. Y enotra habitación, más pequeña que la anterior, hallaron una hermosura de joyas, peines,collares, brazaletes, anillos, pendientes, dijes y colonias de mil olores, todo de lo mejor yde lo más fino. Total, que las tres se vistieron como unas marquesas, cada una se puso lomejor que había de su medida y, ahora, si la una parecía rica y bella, la otra lo parecíamás, y la verdad es que no habría habido ojos suficientes para admirarlas a las tres.

Y así vestidas y acicaladas, bajaron al establo y encontraron seis caballos y trescarrozas a cuál mejor y más lujosa.

Cada una enganchó dos caballos a su carroza y se dispusieron a partir hacia la ciudaddonde habitaba el rey. Pero, de pronto, la pequeña recordó el saco de ceniza que leshabía entregado su padre como dote y del que les había dicho que les daría la suerte quenecesitaban para ser felices. El caso es que cada una se disponía a ocupar una carrozadistinta, de modo que, después de pensarlo, decidieron, por si acaso tenían quesepararse, repartir la ceniza en tres partes iguales y cada una cargó con la suya.

Llegaron las tres a la ciudad, montadas en sus carrozas, y toda la gente se detenía en lacalle a su paso o salía a los balcones a contemplarlas, porque las tres doncellas eran tanhermosas como llamativas sus carrozas. Total, que corrió la voz por la ciudad y cada vezacudía más gente a verlas pasar, y la noticia de su presencia llegó hasta el mismo palacio.Allí estaban los tres hijos del rey, que, al enterarse, no pudieron reprimir su curiosidad yfueron también a verlas. Naturalmente, en menos de lo que se tarda en contarlo, cayeronenamorados de las tres doncellas y fueron a ver a su padre para decirle que se queríancasar con aquellas hermosas muchachas que paseaban por las calles de la ciudad. Y asífue como las tres encontraron la felicidad y todavía hoy guardan su parte de ceniza enuna arqueta bajo la cama.

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86. EL ANILLO DE «POR AQUÍ»

Érase que se era una niña muy bonita y muy pobre, que solía ir al monte todos losdías a recoger leña para venderla luego y sacar para comer. Una vez se entretuvo tantorecogiendo ramas aquí y allá que, para cuando quiso darse cuenta, se le echó la nocheencima. Intentó volver aprisa a su casa, porque tenía miedo del bosque oscuro, pero,como no veía el camino, se perdió.

«¡Ay, Dios mío», se dijo, «qué va a ser de mí ahora!».Anduvo y anduvo de un lado para otro, cada vez más asustada mientras escuchaba los

ruidos del bosque, que todos le parecían amenazadores... y, en esto, le pareció ver unalucecita muy pequeña a lo lejos. Se echó a andar en esa dirección con la esperanza deencontrar a alguien y llegó a una casa a cuya puerta estaba sentado un gigante.

Al ver al gigante se llevó un buen susto y le temblaron las piernas, pero el gigante ya lahabía visto y comprendió que no podría escapar. Entonces, haciendo de tripas corazón,se acercó al gigante y le dijo humildemente:

–Señor gigante, tenga usted compasión de mí. Estoy perdida en el bosque y muycansada, y no tengo dónde pasar la noche. Si usted me hiciera el favor de recogerme...

Y el gigante le contestó:–¡Ah, pues claro que sí, con mucho gusto!Se volvió hacia la puerta y dijo:–¡Ábrete, puerta!La puerta se abrió y entraron en la casa. Y cuando entraron, el gigante dijo a la puerta:–¡Ciérrate, puerta!Y la puerta se cerró tras ellos.La niña vio que estaban en la cocina del gigante y que en el fogón ardía un fuego

grandísimo que iluminaba toda la estancia; sobre las llamas pendía una cadena y a unlado había una enorme caldera con un asa y un gancho para colgarla de la cadena. El

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gigante se sentó junto a la lumbre y entonces la niña pudo verle bien: era de color muyoscuro, de aspecto fiero, lleno de pelos, con largos colmillos... y tenía un solo ojo enmitad de la frente. A la niña le entró aún más miedo que antes, pero lo disimuló comopudo. El gigante, que parecía la mar de contento, le mandó preparar la cena:

–Coge un carnero y prepárame la cena en esa olla que ves ahí. De ahora en adelantevivirás conmigo. Y si un día intentas escaparte, en vez de la carne de cordero me comeréla tuya, que seguro que está mucho más rica.

La niña se puso inmediatamente a hacer la cena sin rechistar y el gigante, en cuantovio que ella se resignaba a su suerte, se fue a dormir un rato en su cama.

–En cuanto tengas la cena hecha, me la llevas a mi cuarto.Se fue el gigante y, al poco rato, ya se le oía roncar con estrépito. La niña preparó la

cena y luego puso en el fuego un hierro puntiagudo que encontró por allí. Cuando la cenaestuvo lista, ella comió primero y luego se fue a echar un vistazo por la casa. Habíamuchas pieles de carnero colgadas por las paredes. Y al abrir una puerta que daba a lacocina, vio que era la de un corral cerrado y que en él había multitud de ovejas, que eranlas que cuidaba el gigante.

La niña, entonces, se volvió al fogón, cogió el hierro, que ya estaba al rojo vivo, y fuecon él al cuarto del gigante. El gigante dormía a pierna suelta y seguía roncando igual queantes y haciendo un ruido tremendo, de manera que la niña se acercó sigilosamente, llegójunto a él, levantó el hierro y se lo clavó en el único ojo.

El bramido del gigante al sentir el hierro fue tal que por poco se les cae la casa encima.Saltó de la cama y empezó a correr a un lado y a otro dando puñetazos y patadas detanto como le dolía. Pero en seguida se puso como loco a buscar a la niña y lo primeroque hizo fue colocarse delante de la puerta para que no pudiera salir. La niña se habíaescondido en el corral, sólo que el corral no tenía salida afuera, así es que para salir nohabía otra puerta que la que guardaba el gigante furioso.

En esto, las ovejas empezaron a salir del corral a la cocina y se lanzaronapretadamente, en busca de la salida. El gigante, como estaba ciego, no las podía ver,pero las palpaba con sus manos cuando pasaban bajo sus piernas. Entonces la niña cogióuna de las pieles de carnero, se cubrió con ella y se metió entre las ovejas. Cuando pasóbajo el gigante, éste creyó que era una oveja y la dejó pasar. Nada más salir afuera, laniña tiró la piel y echó a correr gritando alegremente:

–¡Ya estoy fuera! ¡Ya estoy fuera!

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Al darse cuenta el gigante de que la niña se le había escapado, se dirigió a ellaaguantándose la rabia y, con una sonrisa, le dijo:

–Espera niña, no corras, que ya no puedo hacerte nada porque no puedo verte.Reconozco que eres muy ingeniosa y que me has ganado, así que te perdono. Y enprueba de que te perdono, te regalo el anillo que más quiero.

Cayó el anillo del gigante en la hierba luciendo como si fuera un gusano de luz. Laniña, temerosa de que fuera una trampa, se quedó mirándolo, mas no se acercó a él. Elgigante, entre tanto, se había sentado tranquilamente a la puerta de su casa. Y el anillobrillaba de tal modo y era tan bonito que la niña no lo pudo resistir, porque nunca habíavisto nada igual en su vida, y se acercó cautelosamente a cogerlo. En cuanto lo cogió, elanillo se le ajustó al dedo. Y la pobrecita lo miraba embelesada cuando, en ese mismoinstante, el anillo comenzó a cantar:

–¡Por aquí voy! ¡Por aquí voy!El gigante, que lo oyó, se puso en pie de un salto que hizo temblar la casa y el bosque

y corrió tras la niña dando gritos feroces y jurando que se la comería sin esperar acocinarla. Y el anillo le guiaba cantando:

–¡Por aquí voy! ¡Por aquí voy!La niña hacía grandes esfuerzos para sacárselo del dedo, pero no podía. Así llegó

junto a un río que llevaba mucha corriente y el gigante ya se le echaba encima, siguiendola voz del anillo. Como no había manera de pasar el río, la pobre niña, en sudesesperación, se acordó de la navajita que llevaba siempre consigo para limpiar de hojaslas ramas que recogía en el bosque; sin pensárselo dos veces, la sacó, la abrió y, de unsolo tajo, se cortó el dedo del anillo. Después, lo cogió y lo echó al agua. Y el anillo, en elagua, gritaba aún:

–¡Por aquí voy! ¡Por aquí voy!El gigante siguió a la voz y se cayó al río; y como la corriente era tan fuerte, lo llevó

con ella hasta un gran remolino que se lo tragó en un momento.Entonces la niña volvió a la casa del gigante, reunió a todas las ovejas, se las llevó a su

choza y no volvió a ser pobre nunca más.

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87. EL SINO

Una vez, un príncipe se perdió en un bosque y no encontraba el camino de vuelta.Estuvo perdido varias horas hasta que, al atardecer, le pareció ver una casita entre laespesura y se dirigió a ella. Cuando se acercó, vio que era una modesta cabaña y que enella vivía un matrimonio que se dedicaba al pastoreo. El príncipe habló con ellos sindarse a conocer, porque vio que eran amables por naturaleza y generosos también, yaque le ofrecieron compartir su pobre cena: queso, leche de oveja y pan de centeno.Después, le acomodaron una cama de paja y allí se quedó el príncipe tan a gusto.

A eso de la medianoche, el príncipe escuchó ruidos y voces y pronto se dio cuenta deque la pastora se estaba quejando de dolores de parto. Siguió despierto un rato y, en esto,oyó el llanto de una criatura y luego la voz del marido que decía:

–¡Es niña! ¡Es una niña más guapa que todas las flores de este bosque!En aquel lugar se tenía por costumbre leer el sino de las criaturas en el momento en

que acababan de nacer, de manera que el pastor leyó en voz alta el sino de su hija. Elsino decía que, al llegar a la edad de quince años, la niña se casaría con un príncipe queen aquel momento estaba acostado en una cama de paja.

El príncipe oyó la lectura y se dijo: «El sino se refiere a mí, de eso no hay duda; peroyo evitaré mi matrimonio con la hija de estos pastores».

Los padres estaban tan contentos con el sino, aunque no se lo acababan de creer, puesno sabían que aquel a quien habían dado lecho de paja era un príncipe.

Justo antes del amanecer, cuando aún dormían todos, el príncipe se levantósigilosamente, cogió a la niña sin que le vieran, tomó su caballo, se metió en lo profundodel bosque y dejó a la niña colgada de la rama de un nogal.

El príncipe estaba viviendo en el castillo de unos tíos suyos y los tíos, al ver que elsobrino no volvía, determinaron salir a buscarle; y en eso estaban, batiendo el bosque,cuando oyeron llorar a una criatura. Guiados por los lloros, fueron a dar con el nogal del

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que colgaba la niña, la encontraron y se la llevaron consigo. Volvieron al castillo y loprimero que hicieron fue bautizarla y para ello le buscaron el nombre de María. Y comola habían encontrado colgando de un nogal la llamaron María la del Nogal.

Entre tanto, el príncipe había conseguido salir por el otro extremo del bosque y habíavuelto al castillo de su padre, desde donde mandó recado a sus tíos de que se encontrababien y a salvo.

Al cabo de algunos años, el príncipe volvió al castillo de sus tíos durante la temporadade caza y, estando en él, vio a la niña y le llamó la atención su apellido, así que preguntóla causa por la que la conocían como María la del Nogal. Entonces sus tíos, que queríanmucho a la niña, le explicaron cómo y dónde la habían encontrado. Al oír susexplicaciones, el príncipe montó en cólera y dijo que habían hecho mal en recogerla yque nunca volvería por aquel castillo mientras en él viviese María la del Nogal.

En realidad, el príncipe estaba preocupado y asustado, pensando que podría cumplirseel sino que el pastor había leído la noche del nacimiento.

Y ocurrió que cuando la niña iba a cumplir quince años, volvió el príncipe al castillo desus tíos para exigirles que desterraran a la niña para siempre. Y viendo que no conseguíanada, porque la querían como a una hija, se encerró en su habitación meditando lamanera de librarse de ella.

Al día siguiente, al lavarse las manos, dejó sus anillos, que le molestaban, en el agua dela jofaina; y como el agua estaba turbia por el jabón, allí se quedaron. Luego María fue alimpiar la habitación del príncipe y, claro, al ver el agua sucia de la jofaina, la tiró por unaventana que daba al mar; y con el agua de la jofaina se fueron los anillos. El príncipepreguntó luego por sus anillos y María le dijo que no los había visto. Entonces les dijo asus tíos que ella se los había robado.

El robo era un asunto grave, así que, aun con gran pena por lo mucho que laapreciaban, los tíos la echaron de su casa. Pero su tía mandó a un criado detrás de ellapara saber qué hacía.

María, sin saber qué hacer, se dirigió a la orilla del mar y se sentó encima de una peñaa mirar a lo lejos, y al poco rato se puso a llorar. Y cuanto más lloraba, más desconsuelosentía.

Mas hete aquí que, de pronto, vino volando a ras de agua un cormorán, y el cormorántraía los anillos del príncipe en el pico y se los puso en las manos a María. Al verlos,

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María dio media vuelta y volvió corriendo al castillo para devolvérselos al príncipe ycontó a todos cómo habían salido del mar.

Nadie daba crédito a lo que decía, pensando que siempre los tuvo consigo y que ya eratarde para arrepentirse. Pero la tía mandó llamar al criado al que había encargado quesiguiese a María y le preguntó:

–¿Es verdad lo que ella dice?Y contestó el criado:–Es verdad, que yo lo vi.Entonces el príncipe comprendió que no podría librarse del sino que le perseguía y se

casó con María la del Nogal.Y nunca se supo si este matrimonio ha sido feliz.

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88. ESTRELLITA DE ORO

Éstos eran un rey y una reina que tenían una sola hija. Y se murió la madre y se volvióa casar el rey. La vida en el palacio iba muy bien hasta que la nueva reina tuvo una hijaporque, desde ese momento, todo fueron amores y mimo para su verdadera hija ymaltratos y humillaciones para la hijastra. Además, a medida que crecía la hija de lanueva reina, peor trataba ésta a su hijastra: la mandaba a lavar la ropa, a buscar agua a lafuente... en fin, que la trataba como a una criada y, mientras tanto, la hija se quedaba encasa y no daba un palo al agua.

Un día la reina envió a la hijastra a lavar y le dio ropa sucia de tizne, una miajilla dejabón y un puchero vacío. Y le dijo:

–Tienes que traerme la ropa muy blanca, dos jabones enteros y el puchero lleno desopa.

La pobre muchacha salió muy triste con su carga, porque no sabía cómo podríacumplir con el encargo que le había hecho su madrastra. Y en el camino al lavadero, seencontró con una viejecilla que, al verla tan lastimosa, le preguntó:

–Niña, ¿por qué vas tan triste?Y la muchacha le contestó:–Es que mi madrastra me manda a lavar estas ropas y están tan negras de tizne que no

se las puede ni mirar; y me ha dado sólo una miajilla de jabón para lavarlas y, además,este puchero que no tiene nada dentro para comer. Y tengo que volver con la ropa muyblanca, dos jabones enteros y el puchero lleno de sopa.

Y le dijo la viejecilla:–Bueno, pues no te apures. Toma esta cesta que te doy y mete dentro la ropa y el

jabón. Después, mira para el cielo. Ah, y no te olvides de comer la sopa que haya en elpuchero.

La muchacha, consolada, hizo todo lo que le ordenó la viejecilla. Y cuando miró al

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cielo, le cayó una estrellita de oro en la frente; y cuando miró dentro de la cesta, vio quela ropa estaba tan blanca como nunca lo había estado y que sobre ella había doshermosos pedazos de jabón; y cuando miró el puchero vio que estaba lleno de rica sopa,se la comió, y el puchero se volvió a llenar solo.

Muy contenta, recogió todo y se volvió a donde estaba su madrastra. La madrastra, encuanto la vio, le dijo:

–¿Has hecho todo lo que te dije que hicieras?La muchacha le entregó todo lo que traía. Entonces la madrastra reparó en la estrella

que llevaba en la frente y le preguntó cómo había sido eso. Y la muchacha le contó suencuentro con la viejecilla y que le había dicho que mirase para el cielo y le había caídola estrellita de oro.

La madrastra se puso muy envidiosa, llamó a su hija y le dijo:–Ahora mismo te vas tú también a lavar la ropa al lavadero y te llevas lo mismo que tu

hermanastra para que vuelvas con una estrellita de oro en la frente.Así hizo su hija. Se encontró con la viejecilla y ésta vio que venía por envidia y la

castigó. Le dijo que metiera la ropa, el jabón y el puchero en la cesta y que mirara para elcielo. Lo hizo la hija de la reina y le cayó un rabo de burro en la frente; y cuando fue amirar en la cesta, encontró la ropa negra como de tizne, el puchero vacío y no había ni lamiajilla de jabón que había traído. Y así se marchó de vuelta al palacio, con el rabo deburro plantado en la frente.

Verla su madre y ponerse furiosa fue todo uno. Y cuanto más furiosa estaba, peortrataba a su hijastra. La gente las empezó a llamar Rabo de Burro a la una y Estrellita deOro a la otra. Al final, la reina, no sabiendo cómo fastidiar a su hijastra, la puso a limpiarlas cocinas de leña y a sacar las cenizas. Cuando llegó el domingo, dejaron a Estrellita deOro limpiando las cenizas y la reina y Rabo de Burro se fueron a misa en coche. A pesarde que tenía un rabo de burro en la frente, la madre la vestía de manera que no se lenotase, pero la gente decía:

–Ja, ja, ja. Estrellita de Oro en la cenicera está y Rabo de Burro en el coche va.Un día, el rey tuvo que salir para hacer un largo viaje, que le tendría varios días fuera.

Antes de partir, fue a hablar con su hija, Estrellita de Oro, y con su hijastra, Rabo deBurro, y les preguntó qué querían que les trajera, porque el rey las quería a las dos porigual. Rabo de Burro le dijo que quería un traje muy bonito, un sombrero de plumas y

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unos zapatos. Y Estrellita de Oro le dijo a su padre que todo lo que ella quería era que letrajese una varita del primer árbol que encontrase.

Partió el rey y en seguida encontró un árbol, mandó detener su carroza, se apeó ycortó la varita más recta y vistosa que nacía en sus ramas. Cuando llegó al lugar a dondeiba, compró el traje, el sombrero y los zapatos, volvió con todo y se lo dio a sus hijas.

Unos días después, un rey vecino dio una gran fiesta con baile, porque era soltero yquería buscar esposa. La reina vistió a Rabo de Burro con lo que le había traído supadre, que le quedaba muy elegante, le escondió el rabo con una peluca y una diadema yla llevó al baile, al que iban a acudir todas las princesas y las muchachas casaderas de losreinos vecinos. Pero antes volcó un saco de lentejas entre las cenizas de la cocina y ledijo a Estrellita de Oro que no se moviese de allí hasta que no las hubiera apartado ylimpiado. Hecho lo cual, se fue al baile con su hija.

Estrellita de Oro cogió entonces su varita, que era una varita de virtud que la viejecillahabía puesto en el camino del rey, su padre, y fue y dijo:

–¡Pajaritos, pajaritos del jardín, venid a ayudarme!Vinieron una enorme cantidad de pajaritos y en un momento separaron las lentejas y

las pusieron en una cesta. Entonces Estrellita de Oro le pidió a la varita de virtud un ricovestido de oro, plata y encajes, unos zapatos de oro para ir al baile y una diadema conuna perla para cubrir la estrellita que tenía en la frente. Y de esta manera, y en un cochemuy elegante que también pidió, se fue al baile.

Llegó al baile y, en cuanto el rey la vio, estuvo bailando con ella, bailando y bailandosin parar y, cuanto más bailaba con ella, más le gustaba y le dijo que si quería casarsecon él. Estrellita de Oro le dijo que más tarde le contestaría; y así siguieron, bailando ybailando. Rabo de Burro y su madre estaban muertas de envidia pensando quién seríaaquella muchacha que encandilaba al joven rey.

Se hizo tarde y Estrellita de Oro le dijo al joven rey que se tenía que ir. El joven noquería dejarla ir, pero al final se resignó y la acompañó hasta el coche; y en el camino ellale dio promesa de matrimonio y se hicieron novios y le prometió que volvería al próximobaile. Y en cuanto ella llegó a su palacio, le dijo a su varita de virtud que la volviera comoantes y otra vez se vio en la cocina.

Al poco tiempo llegaron Rabo de Burro y su madre del baile, y decían:–¡Ay, qué muchacha más bonita había en el baile! ¿Quién será? ¿Quién será? Y venga

a bailar y bailar con el rey toda la noche. ¿Quién será? ¿Quién será?

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Y contestaba Estrellita de Oro:–Pues sí, pues no, ¿sería yo?Y le decía la madrastra:–¡Qué has de ser tú, con lo sucia que estás!Conque llegó la segunda noche de baile y otra vez vistió la reina a Rabo de Burro muy

elegante y se fueron al palacio del joven rey. A Estrellita de Oro le echaron otra vez unsaco de lentejas entre las cenizas de la cocina y le dijeron que las limpiara.

Apenas se hubieron ido, Estrellita cogió su varita de virtud y llamó de nuevo a lospajaritos:

–¡Pajaritos, pajaritos del jardín, venid a ayudarme!Volvieron los pajaritos y le limpiaron las lentejas en un santiamén. Le pidió entonces a

la varita un traje bordado con los colores de todas las flores del mundo y una diademacon un rubí que le ocultara la estrellita de la frente. Y se fue al baile en un coche máselegante que el de la primera vez.

El rey ya la estaba esperando, porque ya eran novios, de manera que, cuando llegó, lasacó a bailar y estuvieron bailando y bailando toda la noche, hasta que se hizo tarde yella le dijo que tenía que volver a su casa, pero que a la otra noche vendría otra vez sinfalta. El joven rey la acompañó a su coche y, en cuanto estuvo de vuelta en casa, le pidióa la varita que la volviera como antes y otra vez se vio en la cocina.

Cuando llegaron la reina y su hija la encontraron en la cocina con todas las lentejasseparadas y limpias, como la otra vez. Y decían ellas:

–¡Ay, qué guapa estaba esta noche la novia del rey! ¿Quién será? ¿Quién será?Y contestaba Estrellita de Oro:–Pues sí, pues no, ¿sería yo?Y la madrastra le decía:–¡Qué has de ser tú, con lo sucia que estás!Bueno, pues llegó la noche siguiente, vistió la reina a Rabo de Burro más elegante que

nunca, se marcharon al baile y dejaron a Estrellita de Oro limpiando lentejas. Y sucediócomo en las veces anteriores: la muchacha llamó a los pajaritos, éstos vinieron ylimpiaron las lentejas en menos de lo que se tarda en decirlo y ella le pidió a su varita untraje aún más precioso y rico que los anteriores, esta vez con campanillas de oro y plataque fueran sonando y una diadema con un diamante que le cubriera la estrellita de lafrente. Se vistió y se marchó al baile en un coche tirado por seis caballos blancos.

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El joven rey ya la estaba esperando y, como siempre, la sacó a bailar. No se despegabade ella y estuvieron bailando toda la noche y Rabo de Burro y su madre estaban verdesde envidia. Esta vez Estrellita se descuidó un poco y se le hizo muy tarde, tan tarde quele dijo al rey que no podía esperar un minuto más y echó a correr hacia su coche. Se fuetan deprisa que en el camino se le salió uno de sus zapatos de oro y el rey, que no logróalcanzarla, recogió el zapato y se quedó con él. Estrellita de Oro voló a su casa en elcoche tirado por los seis caballos blancos, le pidió a la varita que la volviera como antesdel baile y se quedó en la cocina esperando.

La reina y su hija llegaron en seguida. Y decían:–¡Ay, esta noche sí que estaba guapa la princesa! ¿Quién será? ¿Quién será? Al salir

del baile se le perdió un zapato y lo cogió el rey. Y el rey dice que se casa con la dueñade ese zapato. ¿Quién será? ¿Quién será?

Y contestaba Estrellita de Oro:–Pues sí, pues no, ¿sería yo?Y decían las dos, la reina y su hija:–¡Qué has de ser tú, con lo sucia que estás!Al otro día, salió el joven rey de su palacio y llegó a donde vivía la reina, pues estaba

buscando a la muchacha a la que le viniera bien el zapato perdido. Llegó al palacio de lareina y fue Rabo de Burro y se cortó los dedos de los pies para que le cupiera el zapato,pero el rey vio que no era suyo. Entonces preguntó el rey si no había otra muchacha enla casa. La reina le contestó que no, que sólo quedaba la que estaba en la cocina, que eramuy fea y muy sucia. El joven rey pidió que la llamaran y, como era el rey quien lopedía, la fueron a buscar.

La reina y su hija decían:–No sé para qué pierde el tiempo llamando a esa sucia.Entonces salió Estrellita de Oro vestida con su traje de campanillas de oro y plata y

con un solo zapato de oro. El rey, al verla, la reconoció inmediatamente y le puso elzapato que traía guardado, que le venía a la perfección, pues era el que ella habíaperdido.

El joven rey pidió la mano de Estrellita de Oro a su padre, que se la dio gustoso. Elpadre, al ver cómo habían tratado la reina y su hija a Estrellita de Oro, se puso muyfurioso con ellas, pero Estrellita le pidió que las perdonase y luego se fue con el joven reya su palacio y se casó con él.

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E hicieron muchas fiestas en la boda y fueron muy felices y comieron perdices; y amí, que lo cuento, me dieron con los huesos en las narices.

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89. LAS VERDADES DEL BARQUERO

Había una vez un hombre que se pasaba el día entero jugando y siempre perdía hastala camisa. Desesperado ante la ruina en la que estaba cayendo por culpa de su malaafición, decidió tirarse al mar y acabar de una vez. Así que allí en una roca estaba,dispuesto a tirarse de cabeza, cuando se le apareció un señorón que le habló de estamanera:

–¿Qué es lo que vas a hacer, desdichado?–Es que todo me va mal –contestó el otro– porque me paso el día jugando y siempre

pierdo. Ya no me queda más por perder que lo que llevo puesto, así que lo mismo me daestar vivo que estar muerto. Por eso me mato.

–Bueno, bueno –dijo el señorón–, no te lo tomes tan a pecho, que en este mundo todotiene remedio. Si quieres, yo te daré un juego de cartas que te hará ganar siempre; yganarás tales cantidades de dinero que en pocos días te harás tan rico que no sabrás ni loque tienes.

–Vaya –dijo el jugador–, y ¿qué es lo que os tendré que dar a cambio?–Nada de nada –respondió el señorón–. Tan sólo quedarás obligado a venir a mi casa a

devolverme las cartas dentro de siete años justos, contados a partir de hoy.–Pues, si no hay más condición que ésa, trato hecho.Y así quedaron.El jugador comprendió en seguida que se las estaba habiendo con el diablo, pero,

como era listo, pensó que ya encontraría la manera de cumplir el trato sin caer en lasmanos del otro. Además, el placer de jugar durante siete años sin perder le parecía elcolmo de la felicidad.

Pasó el tiempo y se cumplieron los siete años, así que ya era el momento de devolverel juego de cartas al diablo. El hombre cogió el juego, lo metió en una bolsa más grandede lo que hubiera sido necesario para transportarlo y, como quedaba bastante espacio, lo

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rellenó de pelos hasta que no cupo uno más. Luego se puso en camino hacia el infierno.Anduvo tiempo y tiempo hasta llegar a la orilla de un río. Ese río tenía una peculiaridad yera que, una vez que alguien lo cruzaba, ya no podía volver a cruzarlo y se quedaba en laotra ribera para siempre jamás. El barquero estaba tranquilamente echado en la orilla y,en cuanto vio venir al jugador, se ofreció a pasarle al otro lado. El jugador subió a labarca y el barquero le depositó en la otra ribera. Entonces le dijo:

–Ahora, págame el servicio.–Ya te pagaré a la vuelta –dijo el jugador.–Eso es imposible –alegó el barquero– porque quien cruza este río no puede volver a

cruzarlo; el que va, no vuelve; así que, como no te podré llevar de vuelta, has depagarme ahora o, si no, es que pretendes estafarme.

–Pues no te puedo pagar porque no tengo ni un real y no porque sea estafador. Y si nopuedo volver a cruzar el río cuando regrese de mi viaje, no podrás conocer cuáles son lastres verdades, y eso que te perderás.

–Pero ¡qué dice usted! –protestó inmediatamente el barquero–. Si, precisamente, llevotoda mi vida, y tengo miles de años, esperando saber cuáles son las tres verdades y, entodo ese tiempo, por más que he buscado, no he encontrado a nadie que me las pudieradecir. Nada, nada, ve a tu viaje y vuelve aquí después, que de mil amores te cruzaré otravez el río para poderlas conocer.

Total, que el jugador se echó a andar camino adelante y acabó por llegar a la puertadel infierno.

–¡Pam! ¡Pam! –tocó en la puerta y, en seguida, acudió a abrirle un demonio portero,que le preguntó:

–¿Qué quiere usted?–Pues nada –dijo el jugador–, que aquí vengo a traer esta bolsa de pelos.–¿De pelos? Pues ya puede usted volver con ella porque aquí no la queremos.

Bastantes pelos tenemos ya.–Mire usted que la traigo por encargo del jefe que, precisamente hace siete años, me

dijo que se la trajera sin falta.–Usted debe de estar confundido. ¿Por quién pregunta usted?–Pues por el Ángel Caído.–Aquí no vive ningún ángel. Usted está confundido, porque ni esto es el cielo ni aquí

vive ningún ángel.

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–O sea –volvió a preguntar el jugador– ¿que no quiere la bolsa?–Váyase usted al cuerno, que pelos tenemos aquí más que de sobra –respondió el

demonio dándole con la puerta en las narices.Conque el jugador desanduvo el camino y volvió al río. Y allí estaba esperándole el

barquero, ansioso de saber las verdades. Y en cuanto lo vio, le dijo al jugador:–Recuerda que te has comprometido a decirme las tres verdades.–Un trato es un trato –dijo el jugador–. La primera verdad te la diré al subir a la barca;

la segunda, a mitad del viaje; y la tercera, al saltar a la orilla.–Pues venga –dijo el barquero–. Entra en la barca y ya me puedes decir la primera.–Pues la primera verdad es ésta: «Pan duro, duro, más vale duro que no ninguno».–Verdad es –dijo el barquero.Siguió bogando y bogando con fuerza el barquero hasta que llegó al medio del río. Y

una vez que llegó, levantó los remos y dijo:–Ahora ya me puedes decir la segunda.–Pues la segunda verdad es ésta: «Zapato malo, malo, más vale en el pie que no en la

mano».–Verdad es –dijo el barquero.Y el barquero, otra vez rema que rema, para llegar cuanto antes a la orilla y poder

saber la tercera verdad. Y cuando llegaron dijo:–¿Cuál es la tercera verdad?Y contestó el jugador, saltando a tierra:–La tercera verdad es ésta: «Si a todos pasas como a mí, dime, barquero, ¿qué haces

aquí?».–Ésa sí que es la verdad y me servirá de lección –dijo el barquero satisfecho.El jugador se fue camino de su casa tan campante y resultó que allí le estaba

esperando el diablo. El diablo estaba de mal talante y, nada más verle, le dijo:–Aquí te estoy esperando, porque no has cumplido el trato que hicimos hace siete

años.–¿Qué dice usted? –protestó el jugador–. ¡Pues claro que he cumplido con el trato! He

ido a llevar el juego de cartas a la misma puerta del infierno y sus criados no lo hanquerido coger, y eso que yo les dije que venía por encargo de usted, que era elcumplimiento de un trato hecho hace siete años.

–Ahora te he cogido, mentiroso, porque, si hubieras ido a la puerta del infierno, como

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dices, tendrías que haber cruzado un río; y tú no has cruzado ese río porque, una vezcruzado, no se puede volver a cruzar, así que no estarías aquí.

–¿Cómo que no? –replicó el jugador.–Porque el barquero sólo pasa a los que van, pero no a los que vuelven –dijo el diablo.–Excepto a mí –contestó el jugador–, que me volvió a pasar porque a la ida le prometí

que, si me cruzaba de vuelta, le contaría las tres verdades.Apenas dijo esto, se oyó un trueno espeluznante que hizo temblar la tierra, seguido de

una gran llamarada que se tragó al diablo furioso; y quedó en todo el lugar un olor aazufre que tardó un día entero en irse.

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90. LA FLOR DEL SICOMORO

Hay en Vasconia un monte al que se conoce con el nombre de Iluntzar, un monte queestá sobre la población de Navárniz. En ese monte existe una sima cuya profundidad sedesconoce, porque nunca nadie la ha podido medir. Es una sima cuya boca no es fácil deencontrar porque está oculta por una espesa vegetación de abrojos y aliagas. Se dice que,tiempo atrás, crecía allí un sicomoro, que es un árbol de hojas parecidas a la morera ycuyo fruto semeja al higo. Sin duda debió nacer allí gracias a alguna semilla llevada por elviento.

Un día pasó por el lugar una mujer, calzada con abarcas y ciñendo saya roja, quellevaba de la mano a un niño. Se detuvieron un momento a descansar y la criatura se fijóen una flor que se abría en una de las ramas del sicomoro. El niño era muy pequeño yapenas hablaba, pero al ver la flor le dijo a su madre:

–Madre, bonito.Trató de acercarse a la flor y la madre, viendo el peligro, le dijo al niño:–No, mi amor, no la toques, que tiene porquería.Y el niño insistió:–Bonito, bonito.Luego, como su madre no le dejaba acercarse, empezó a llorar; pero, en seguida, se

echó sobre la flor y, al pisar en falso, cayó y quedó enganchado entre los matorrales y lasaliagas; y no se podía mover ni para arriba ni para abajo.

La madre, al ver lo que pasaba, saltó hacia su hijo, pero, si lo cogió, no pudo evitarque su peso los empujara al abismo. Madre e hijo, destrozando cien zarzamoras,espantando murciélagos y cornejas del interior de la sima, fueron cayendo hasta perdersedentro de la misma. Y desde aquel día, no se volvió a saber nada más de ellos.

Al pie del monte donde está la sima, mana de una peña un agua ferruginosa muyespesa, que todo el mundo puede verla. Y los aldeanos del lugar, al ver la rojez que trae

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esa agua, dicen a quien les pregunta que la enrojece la saya de la pobre madre, que yacecon su niño en el fondo del abismo.

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91. EL CUÉLEBRE Y EL PASTOR

Érase una vez un pastor que se pasaba el día cuidando de su rebaño. Un día iba por elmonte detrás de sus ovejas pensando en sus cosas cuando, de pronto, oyó a un cuélebreque le llamaba desde una covacha excavada en el monte.

Los cuélebres son una especie de dragones que habitan en los montes y bosques deAsturias y otros lugares y la gente les huye porque les tiene miedo.

Y decía el cuélebre:–Ay, buen pastor, ayúdame a salir de esta oscuridad en la que estoy. Aquí me metí

cuando era pequeño y, como he crecido mucho desde entonces, no puedo salir sin quealguien quite la piedra que tapa la cueva, que yo no la alcanzo.

Y le contestó el pastor:–Si te ayudo a salir de ahí, eres capaz de comerme.Y dijo el cuélebre:–¿Cómo he de comerte si me ayudas?Total, que el pastor le tuvo lástima y con muchos esfuerzos quitó la piedra que tapaba

la boca de la cueva. El cuélebre se desenroscó poco a poco y fue saliendo de la covachacon gran esfuerzo. Y cuando estuvo fuera dijo:

–¡Cuánta hambre tengo, pastor, voy a comerte!El pastor se indignó y dijo:–Eso no es lo convenido y tengo derecho a que se respete nuestro acuerdo. Vamos a

buscar quien sentencie este pleito y para eso necesitamos por lo menos tres opiniones.–Estoy de acuerdo –dijo el cuélebre.El cuélebre y el pastor se fueron a consultar el caso. Llegaron a la orilla de un reguero

donde encontraron a un perro de caza que estaba medio muerto de hambre.–Vamos a consultar a este perro –propuso el Cuélebre.Le contaron el problema y el perro fue y les dijo:

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–Yo era el perro más fiel que tenía mi amo y el mejor cazador, y ahora que soy viejo yno puedo cazar, me deja aquí abandonado sin compasión para que me muera de hambre.Y como del mal de hambre no debe morirse nadie, si el cuélebre está hambriento, nohace mal si te come, pastor.

Se despidieron del perro y continuaron andando. Al cabo del rato llegaron a un bosquey en la linde encontraron a un caballo muy flaco y el pastor consultó con él. Y dijo elcaballo:

–Con gusto te daré mi opinión. Yo estaba al servicio de un señor con el cual me portémuy bien, pues siempre estaba a punto para todo lo que necesitaba de mí. Y ahora queno puedo trabajar, porque ya soy viejo, me echó a morir en este bosque. Yo creo que elque no comió, justo es que coma, y si el cuélebre tiene hambre, debe comerte.

«Me parece que pierdo el pleito», se dijo, compungido, el pastor al ver cómo iban lascosas.

Siguieron andando los dos y el pastor vio a un zorro sentado sobre una piedra. Seacercó el pastor y le dijo:

–Zorro, ven acá, que quiero consultar contigo un asunto muy grave en el que me va lavida.

Y dijo el zorro:–Consúltame desde ahí, que bien te oigo.Entonces el pastor le contó lo que le había ocurrido con el cuélebre y también la

sentencia que habían dictado el perro de caza y el caballo flaco.–Ésa es una sentencia de animales –dijo el zorro después de escucharle–. Para

sentenciar el pleito hay que reconstruir los hechos. Vamos los tres a la cueva dondeestaba metido el cuélebre y entonces decidiremos.

Conque se fueron allá y dijo el zorro al cuélebre:–A ver, métete donde estabas para que yo me dé cuenta de tu situación cuando le

pediste ayuda al pastor.El cuélebre se metió en la cueva y entonces el zorro le dijo al pastor que pusiera

inmediatamente la piedra en donde la había quitado. Lo hizo el pastor en un pispás y elcuélebre quedó de nuevo encerrado en la cueva. Entonces el zorro se dirigió al pastor yle dijo:

–Ahora déjalo que se muera ahí dentro; si no le hubieras prestado auxilio, no habríascorrido el peligro que corriste y del que te he sacado yo.

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El pastor se quedó más contento que unas castañuelas por haberse librado delcuélebre. Luego se acarició la barbilla y le dijo al zorro:

–La verdad es que te estoy muy agradecido por lo que has hecho por mí, amigo zorro.Y para recompensarte, se me ocurre que vengas conmigo al pueblo, donde te voy a darlas gallinas más gordas que tengo en el gallinero para que te las comas bien a gusto.

Y dijo el zorro:–¡Ni hablar! Yo no voy al pueblo a comer gallinas de día ni contigo ni solo, que no

tengo ganas de que se me echen los perros encima y me corran por el monte, si es queno me matan.

Y dijo el pastor:–Bueno, pues quédate aquí mientras yo voy por ellas y te las traigo.El zorro se quedó esperando y, al cabo del rato, volvió el pastor cargado con un saco.Y le preguntó el zorro:–¿Qué es lo que traes en ese saco?Y respondió el pastor:–Aquí dentro traigo una gallina y un par de pollos para que te los comas tan ricamente.Y preguntó el zorro:–¿No me engañarás, verdad?Y contestó el pastor:–Si te engañase, lo tendría toda la vida sobre mi conciencia. Aquí tienes la gallina y los

pollos, y que los disfrutes.El zorro se echó el saco a cuestas y se marchó con él. Cuando iba subiendo por el

monte, se dijo: «Tengo tanta gana que me parece que no aguanto más, así que me paroen este claro y me zampo un pollito tan a gusto».

Abrió el saco y salió de él un perrazo enorme que se lanzó a la carrera tras el zorro. Yéste, corriendo delante del perro como alma que lleva el diablo, decía en voz bien alta:

–Para que os quiero, zancas,que en este puñetero mundono hay más que trampas.

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92. LA VELA DE LA VIDA

Era un padre muy pobre que tenía muchos hijos. Como era tan pobre, un día se vio enla necesidad de salir de su pueblo e irse por el mundo a ganar dinero para alimentarlos atodos. Y lo primero que se le ocurrió fue ponerse a servir a una casa. Estaba dandovueltas al asunto cuando vio venir por el camino a un hombre que se detuvo junto a él yle propuso si querría acompañarle a un largo viaje que tenía que hacer. Le dijo que, si loacompañaba en ese viaje, le daría tres mil reales y, claro, el padre pensó que, con lanecesidad que tenía su familia, esos tres mil reales les arreglarían la vida. Así que le dijoal hombre que, si se los pagaba por adelantado, se iría con él. Como pagó, el padre lesdejó el dinero a los hijos y se puso a disposición del hombre.

El hombre se lo llevó a su casa y le dijo:–Pues aguarda aquí en mi casa mientras yo voy por los caballos. Mientras tanto, ve

proveyendo las alforjas con lo que tengas y nos pondremos en camino.El padre llenó las alforjas de todo lo que pudo encontrar y, cuando terminó, le entraron

ganas de ver la casa del amo y se metió a mirar. Y descubrió que uno de los cuartosestaba lleno de velas encendidas. Una de las velas se estaba acabando y él dijo en vozalta:

–Esta vela pronto se acaba.Y la vela le contestó:–Más pronto te acabarás tú.El padre se dio un susto de muerte al oír esto y se escapó a la puerta de la casa a

esperar al amo.Llegó el amo con los caballos, cargaron lo que habían de llevar y se marcharon al viaje

anunciado. Por el camino, el padre se encontró en unos montes que no conocía. Lepreguntó al amo a dónde iban y éste le contestó:

–A ningún lugar que te importe, que tu salario está ya pagado y no tienes más que

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decir.Llegaron a un río de fuerte caudal, que daba miedo y parecía que los caballos no

pasarían sin daño, pero el amo lo cruzó y él, haciendo de tripas corazón, también logrópasarlo. Luego llegaron a un castillo y el amo le dio una cuchilla, una aguja de red y unaguita y dijo al padre que matase a su caballo e hiciera un saco con su piel. El padrepreguntó para qué debía hacer eso y el amo le dijo que se callase, que hiciera lo que lemandaba y se sentó ante el castillo a esperar.

En fin, el padre mató a su caballo, lo desolló, cosió un saco con la piel y se lo llevó alamo. Entonces, el amo sacó un papel que llevaba en su bolsa, le dio un soplido y, sinmás, se formó una escalera allí mismo. El amo le dijo que subiera por aquella escalera allenar el saco que había cosido con el dinero que encontraría en el castillo. Pero el padrele dijo que no se atrevía a subir por una escalera de papel.

–Pues mira cómo subo yo –dijo el amo, y subió antes que él.Visto aquello, se animó a subir también y el amo se volvió abajo a esperar. El padre se

puso a buscar el dinero y al cabo del rato le dijo al amo:–Mi amo, aquí no encuentro dinero alguno, sino huesos.–Bueno –dijo el amo–, pues llénalo con esos huesos.Así lo hizo y, cuando lo llenó, le tiró el saco. Y se disponía a bajar cuando el amo, de

otro soplido, hizo desaparecer la escalera. Y le dijo:–¿No te dijo la vela que tú te apagarías antes que ella? Pues ahí te quedas y ahí

morirás antes de que la vela se apague.Entonces el padre entendió que los huesos que él había cogido de allí eran de otros

que habían corrido la misma suerte que le esperaba a él.Pero, como no se conformaba, cogió la cuchilla que le había dado el amo para que

desollara al caballo y empezó a escarbar en el suelo con ella. Poco a poco fue haciendoun agujero, después lo agrandó y, por fin, cuando vio que ya cabía por él, se coló a ver adónde le llevaba. Se encontró en una habitación en cuyo centro había una mesa llena demanjares de todas clases listos para comer; y como tenía mucha hambre, se sentó acomer. Allí no había nadie, pero en esto apareció una mano y esa mano le cambiaba losplatos a medida que los vaciaba y le traía más comida.

Cuando acabó de comer, se echó a andar por el castillo, encontró una cama y seacostó en ella. Como estaba muy cansado, se durmió en seguida, pero cada tanto

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aparecía una mano que le daba un golpe y le despertaba. El padre se asustó y escapó alpatio. Y allí encontró a una viejecita que le dijo:

–¿Quién te quiere tan mal que a este castillo te trae?Él contestó:–Mi fortuna, sea buena o sea mala.Y le contó lo que le había ocurrido. Entonces la viejecita le dijo que se quedara allí con

ella para siempre y le dio todas las llaves del castillo, pero le prohibió que abriese elcuarto que correspondía a la llavecita más chica. Él se lo prometió, agradecido. Laverdad es que estuvo abriendo todos los cuartos menos ése, pero al final la curiosidadpudo más y abrió también el cuarto de la llavecita chica. Allí se encontró, con gran susto,a un hombre y una mujer que eran mitad hombre y mitad león y mitad mujer y mitadleón. Ya iba a escapar cuando vio que le decían con buenas palabras que, por favor, nose marchase. Entonces se atrevió a entrar y ellos le contaron que eran unos príncipes queestaban allí encantados y que él podía librarlos del encantamiento. El padre preguntócómo podría hacer eso y ellos le contestaron que fuese a ver a la viejecita y se ofrecieraa peinarla.

–Cuando ella acepte –le dijeron–, clávale en la cabeza este alfiler que te damos, quítalelas llaves que lleva al cuello y vuelve aquí con ellas.

Así lo hizo el padre, le clavó el alfiler, la vieja quedó muerta, cogió las llaves y fue adonde estaban los príncipes.

Los príncipes le dijeron:–Esta noche, al cumplirse las doce, se despiertan los leones de este castillo. Sólo

entonces, mientras da la hora, podremos escapar.Al comenzar las campanadas, los dos se convirtieron en hombre y mujer completos,

echaron a correr con el padre y salieron del castillo. Al terminar de dar la hora, los leonesque lo guardaban se despertaron, pero ellos ya estaban fuera. Al mismo tiempo quesalían, desapareció el castillo y el río que lo guardaba por fuera y se encontraron los trescerca del lugar donde vivían. Los príncipes se marcharon a su palacio, pero el padre lesdijo que él tenía que ir a buscar al hombre que le llevó al castillo para matarlo. Lospríncipes le dijeron que, cuando lo hubiera matado, se fuera con su familia a vivir alpalacio, pues le estaban muy agradecidos por haberlos salvado.

El padre fue a la casa del que había sido su amo, tocó y le salió a recibir una vieja. Élpreguntó por el amo y la vieja le dijo que allí estaba. Entonces le dijo quién era y le

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encargó que le dijese que estaba a la puerta aguardándolo. El amo salió y se llevó unagran sorpresa al verle vivo:

–¿Aquí estás tú? –le dijo.Y el padre le contestó:–Aquí estoy, lo mismo que usted.Y sacó la cuchilla y le dio una cuchillada en el corazón mientras le decía:–¿No dijo la vela que yo me apagaría antes que ella? Pues usted se apagó antes que

yo. ¿No quiso usted matarme? Pues ahora yo me vengo matándole a usted por su malcorazón.

Entonces entró en el cuarto de las velas y vio que la vela que le había hablado seacababa de extinguir y era la del amo, que tan mal le quería, y que la suya lucía alta ygrande todavía. Así que salió de allí y fue a buscar a su familia y todos juntosemprendieron el camino al palacio de los príncipes. Y allí vivieron en medio de laabundancia, a cambio de tantas miserias como habían sufrido antes.

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93. LOS TRES HERMANOS

Había una vez tres hermanos que no tenían padre ni madre. Los padres habían muertosin dejar testamento y, no sabiendo quién habría de quedarse con los bienes, decidieronacudir al rey para que mediase en el asunto.

Se pusieron en camino en orden de mayor a menor, de manera que primero iba elprimogénito, después el de en medio y, por último, el benjamín. Y en el camino seencontraron con un hombre que estaba buscando a su mula, que se le había escapado. Elhombre, al ver venir a los tres jóvenes, se acercó a preguntar. Y primero le preguntó almayor:

–Eh, muchacho, ¿has visto una mula suelta por ahí?El mayor dijo:–¿Era tuerta?–Sí –contestó el hombre.–Pues no la he visto –dijo el mayor.El hombre esperó a que llegase el segundo, que venía detrás, y le preguntó:–Oye, muchacho, ¿has visto una mula suelta por el camino?El de en medio dijo:–¿Era gris?–Sí –contestó el hombre.–Pues no la he visto –dijo el de en medio.El hombre esperó a que el benjamín llegase a su altura y le preguntó también:–Eh, muchacho, ¿has visto por ahí una mula suelta?Y el benjamín dijo:–¿Le faltaba una pata?–Sí –contestó el hombre.–Pues no, no la he visto –dijo el benjamín.

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Por fin, les preguntó a dónde iban y se lo dijeron. El hombre, entonces, echó a andar apaso vivo, llegó antes que ellos al palacio del rey y le contó a éste la extraordinariaconversación que había tenido con los muchachos.

Cuando los hermanos llegaron al palacio, pidieron ver al rey y le contaron lo quevenían buscando. El rey, lo primero de todo, ordenó a un criado que se ocupase de queles ofrecieran un buen almuerzo y que tomara buena nota de lo que los tres comentarandurante el almuerzo. El criado mandó al cocinero que les preparase para comer cochinilloasado y vino y, cuando estuvo listo, se lo sirvió.

Comieron y el benjamín dijo:–Este cochinillo estaría mejor si no hubiera sido criado con leche de perra.Dijo el de en medio:–Este vino estaría mejor si no viniese de uvas enanas.Dijo el primogénito:–El rey sería mejor si no fuera un bastardo e hijo de un moro.El criado llevó en seguida al rey lo que había apuntado. El rey lo leyó y mandó llamar

de inmediato al hombre que les había vendido el cochinillo. Y le preguntó:–¿Cómo has criado este cochinillo?El hombre, compungido, respondió:–Es que la madre se nos murió y teníamos una perra pequeña en casa que lo alimentó.A continuación, el rey hizo traer a su presencia al hombre que les había vendido el

vino y le preguntó:–¿De qué es este vino?El hombre dijo:–Éste es vino de uvas enanas.En vista de lo cual, el rey llamó a su madre y le preguntó:–¿De quién soy yo hijo?La madre le contestó:–Eres hijo... de tu padre.El rey no se dio por contento e insistió:–Y ¿quién era mi padre?Y la reina dijo:–Eso sucedió en un año en que había guerra; nosotros estábamos en territorio de

moros y tú eres hijo de un moro.

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El rey se quedó pensativo. Al cabo de un rato, mandó a los tres hermanos quecomparecieran ante él.

Y le preguntó al benjamín:–¿Cómo supiste tú que a la mula que buscaba aquel hombre en el camino le faltaba

una pata?El benjamín contestó:–Porque en todo el camino sólo encontré tres pisadas.Y le preguntó el rey al de en medio:–¿Cómo supiste tú que la mula era gris?El de en medio contestó:–Porque encontré esparcidos y pisados aquí y allá pelos negros y blancos juntos.Y le preguntó el rey al primogénito:–Y tú, ¿cómo supiste que la mula era tuerta?El primogénito contestó:–Porque a ambos lados del camino había buen pasto, pero sólo estaba pastado el de

un lado.El rey quedó admirado de la agudeza de los tres muchachos y pensaba en el modo de

repartirles los bienes. Y por fin, les preguntó:–¿Sabríais hacerme un retrato de vuestro padre en un papel?Los tres contestaron que sí, y en seguida tuvieron listo el retrato de su padre.Entonces el rey fijó el retrato en una diana, les dio una escopeta a cada uno y les dijo

que tenían que realizar un solo disparo y que, aquel que demostrase tener la mejorpuntería, recibiría todos los bienes. El primogénito y el de en medio apuntaron ydispararon, pero el benjamín se negó a hacerlo. El rey le insistió:

–Y tú, ¿por qué no quieres disparar? Tus hermanos ya lo han hecho, porque ya vesque no es tu padre sino un retrato lo que está en la diana.

El más pequeño dijo:–Lo sé, pero eso no cambia las cosas. No quiero disparar.El rey le insistió y le rogó, pero no hubo manera de que cambiase de idea. Entonces, al

ver su determinación, dijo el rey:–Muy bien, pues entonces está claro que los bienes te pertenecen a ti.Y los tres hermanos se volvieron a casa y el benjamín heredó los bienes de sus padres.

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94. EL DEMONIO AYUDA AL CASERO

Había una vez un señor muy rico, dueño de muchas tierras, que tenía un casero muypobre que apenas ganaba para comer. Un año el casero se fue a ver al señor y le pidiópermiso para cavar y cultivar una parte de un monte que era propiedad del señor. Elseñor le dijo que sí, que cavara lo que quisiese, y el casero le preguntó por lascondiciones. Y le dijo el señor:

–Pues el que más labra, más prepara.Se fue el casero y empezó a cavar todos los días sin dejar uno. Cavaba sin cesar,

pensando que cualquier día aparecería el señor y cavaría el resto del monte paracultivarlo él, pero el caso es que no fue así y que el casero, con tanto esfuerzo, acabócavando el monte entero.

Cuando llegó el verano, el casero se fue a ver al señor otra vez y le dijo que habíacavado todo el monte, que estaba ya listo para cultivar y que venía a ver cómoacordaban.

–Muy bien –le dijo el señor–, pues el que más prepara, más siembra.El casero se fue de vuelta y preparó todo el terreno para la siembra sin que el señor

apareciese por allí a sembrar ni a nada.Vino el otoño y el casero no se atrevía a sembrar sin ponerse de acuerdo con el amo,

así que fue a verle de nuevo para decirle que ya era tiempo de siembra y que qué iban ahacer. El señor le contestó, como siempre, que el que más sembrara, más segaría. Demodo que el casero se fue al monte, empezó a sembrar sin parar y, como el señor noapareció por allí, pues sembró todo el monte.

Pasó el tiempo y llegó la época de la siega y, como no se atrevía a segar sin consultarcon el amo, volvió el casero a donde el señor y le dijo que ya era tiempo de segar y quecómo acordaban. Y le dijo el señor:

–Pues ¿cómo va a ser? Lo mismo de siempre: el que más siega, más recoge.

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Volvió al monte el casero y, pensando que el señor no se daría ninguna prisa en ir a lasiega, como las otras veces, acordó con sus vecinos para que le ayudaran a segar elmonte. Todos le dieron su palabra y el hombre se fue tan contento pensando que, paracuando el amo quisiera segar, él ya lo habría segado todo antes y lo tendría recogido.Pero sucedió que el señor fue a ver a los vecinos después del casero.

Total, que llegó el día de la siega y el casero madrugó tanto como pudo y, sin esperar alos vecinos, marchó al monte y empezó a segar por un lado. Y cuando ya tenía unoscuantos surcos segados, vio aparecer al señor acompañado por todos los vecinos que seponían a segar por el otro lado del monte.

El pobre casero se quedó todo triste al ver aquello y, como nada podía hacer ante elesfuerzo de los otros, se volvió a su casa muy abatido. Y sucedió que, en el camino devuelta, se encontró con el demonio, que le preguntó por qué iba tan triste el hombre. Elcasero le contó lo que le había ocurrido y entonces el demonio le dijo que él se ocupabade segarle todo el trigo si a cambio le daba lo primero que naciese en su casa.

El casero empezó a pensar, porque tenía una mujer, una cerda y una gata para parirmás o menos al mismo tiempo. Hizo sus cuentas y, como dedujo que la primera quepariese habría de ser la gata, aceptó el trato con el demonio.

Cogió el demonio y se fue al monte y, venga surco arriba y venga surco abajo, empezóa segar a tal velocidad que segaba mucho más que el señor y los vecinos juntos.Entonces los vecinos, viendo cómo trabajaba el demonio, dijeron que lo mejor era irsepor él y pegarle una buena patada en el culo que lo echase fuera del terreno. Conquesalió un rapaz y dijo que iría él. Fue a donde el demonio y le arreó una patada con todassus fuerzas, pero le dio tan fuerte que se le quedó el pie metido en el culo del demonio; yel demonio, como si nada, siguió segando dale que te pego arrastrando al pobre rapaz portodos los surcos, que eran de oír los gritos que daba el infeliz. A los vecinos, al ver esto,les entró tal susto en el cuerpo que salieron de estampía para sus casas dejándolo todotirado y ya no se atrevieron a volver al monte. El único que se atrevió fue el casero, que,tranquilamente, se dedicó a recoger todo el trigo que segó el demonio y lo estuvollevando poco a poco para su casa.

Después de esto, fueron pasando los días y la gata no paría, con lo que el casero nolas tenía todas consigo.

Hasta que llegó un día en que nació el primero y fue su propio hijo. El pobre caseroestaba tristísimo considerando que, en el momento menos pensado, vendría el demonio

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por el pequeño. La mujer, al verlo tan triste, le preguntó la causa de su tristeza, puespensaba que no le gustaba el niño, y el casero, entonces, le contó su pena.

Conque, al enterarse, la mujer le dijo que no sufriera por eso, que el niño también erasuyo y que cuando viniera el demonio a reclamarlo, que lo hiciera pasar a hablar con ella,que ya se las entendería con él.

Bueno, pues el demonio llegó por fin y se encontró con el casero sentado a la puertade su casa. Y le dijo al verlo:

–¡Aquí vengo por lo prometido!El hombre le dijo que pasase adentro, porque lo tenía en la cama. El demonio entró a

buscarlo y la mujer, que le esperaba, le dijo nada más verle:–Ya sé lo que te prometió mi marido, pero el niño también es mío, así que necesitas mi

permiso. Yo sólo te daré mi permiso si eres capaz de poner derecho este pelo que te doy.Y sin más, se arrancó un pelo de la axila y se lo dio al demonio.El demonio puso el pelo sobre la palma de una de sus manos y con la otra le daba

vueltas para desenroscarlo y ponerlo derecho; pero, cuantas más vueltas le daba, más seenroscaba el pelo, hasta que al cabo del rato, harto ya de tanto darle vueltas, y comosospechaba que la mujer estaba burlándose de él, se puso furioso, dio una patada en elsuelo y desapareció en medio de una llamarada dejando un olor a azufre que duró por lomenos un mes.

Así que el niño permaneció con sus padres gracias a la astucia de la mujer y los tresjuntos se quedaron con el granero bien lleno de grano y sabiendo que no volverían apasar más hambre en mucho tiempo.

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95. LA SERPIENTE DE SIETE CABEZAS Y SIETECOLAS

Érase una vez un rey que tenía tres hijos y no sabía a cuál de ellos nombrar suheredero para sucederle cuando él muriese. Después de mucho cavilar, tomó la decisiónde dejar su corona a aquel de los tres que demostrase ser el más avispado y el de mejorcorazón. De manera que les convocó, les entregó una bolsa de dinero y un caballo a cadauno y les dijo que, al año cumplido, se presentasen de nuevo ante él; y a aquel que mejorcorazón hubiera demostrado tener y mejor hubiera sabido aprovechar el dinero quellevaba, le nombraría su heredero. Y sin más, partieron los tres por distintos caminos.

El mayor aprovechó su dinero para adquirir cinco naves de carga que navegaron portodo el mundo transportando valiosas mercancías y se hizo riquísimo con los beneficios.El mediano compró cien caballos de pura raza, que criaron y tuvieron miles de potrillos ypotrillas que valían un dineral. El pequeño, en cambio, comenzó a distribuir su dineroentre los necesitados y, con el tiempo, terminó viéndose más pobre que una rata.

Al cabo de un año, volvieron los tres a palacio. Los dos mayores aparecieron cargadosde riquezas y muy peripuestos. El pequeño, en cambio, venía sin nada, pobre y vestidode jirones. Sus dos hermanos le trataban de bobalicón y se reían a sus espaldas. El rey,en cambio, dijo que había demostrado tener mucho mejor corazón que sus hermanos ydijo también que, antes de tomar una decisión, quería ver qué haría el pequeño si le dabaotra bolsa de dinero; y que, si demostraba tener tan buen corazón como hasta entonces,sería el heredero de la corona.

El pequeño príncipe cogió la bolsa de dinero que le daba su padre y se puso de nuevoen camino. Y yendo de camino, pasó junto a un cementerio donde vio una cuadrilla deladrones que habían desenterrado a un muerto. El príncipe, extrañado, les preguntó quéestaban haciendo y ellos le contestaron que iban a aprovechar la carne para hacer sebo

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de engrasar carros, y los huesos para hacer flautas; y luego venderían las flautas y elsebo, que se lo pagaban bien.

Cuando el príncipe oyó esto, se quedó horrorizado y les ofreció todo el dinero quellevaba si volvían a enterrar al muerto y le dejaban en paz. Y los ladrones, naturalmente,aceptaron la oferta, dejaron al muerto y se marcharon con el dinero.

Entonces, el muerto se alzó como si fuera un vivo y le agradeció al príncipe lo quehabía hecho por él. Y se ofreció a acompañarle diciendo que él le salvaría de todos lospeligros que se presentasen; pero –añadió– tendrían que ir a medias en todos los negociosque les salieran por el camino. Y el pequeño príncipe, con su buen corazón, aceptó eltrato.

Total, que se pusieron en marcha y pronto llegaron a una gran ciudad, en la que habíamucha agitación. Preguntaron qué ocurría y les dijeron que se trataba de una gran fiestaporque se casaba la hija del rey. Y le dijo el muerto al príncipe:

–En vez de casarse con el novio, que ahora se dirige a la iglesia, la princesa se casarácontigo, pero en este negocio hemos de ir a medias.

Fueron, pues, a la iglesia y hete aquí que, cuando los reyes y la princesa y todo elcortejo y los súbditos que los aclamaban se encontraban ya ante la iglesia, al novio le dioun ataque y se murió allí mismo. La princesa y sus padres y parientes no hacían más quellorar al ver tan triste suceso. Entonces, siguiendo el consejo del muerto, el príncipe seacercó a consolarles. Y cuando vieron a un muchacho tan apuesto y gentil y de tan buencorazón, el padre de la novia le dijo que, si quería a su hija, podía casarse con ella. Elpríncipe, que se había enamorado de la princesa nada más verla, dijo que sí; y, sin más,entraron en la iglesia y se casaron allí mismo. Y después celebraron el convite con granalegría de todos.

A la hora de irse a dormir, el muerto le dijo al príncipe que, como habían quedado enir a medias, le tocaba a él dormir con la princesa y no al príncipe. Al príncipe, esto no lehizo ninguna gracia, pero un trato era un trato y se dispuso a cumplirlo.

Y sucedió que, a medianoche, empezaron a oírse unos ronquidos espantosos quesalían del vientre de la princesa; conque se abrió de golpe el vientre de la princesa y salióde su interior una serpiente con siete cabezas y siete colas. El muerto, entonces, cogióuna espada y le cortó las siete cabezas y las siete colas y la serpiente, bramandofuriosamente, volvió a meterse en el vientre de la princesa.

Al saber esto, el príncipe comprendió el gran favor que le había hecho el muerto, que

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le había prometido salvarle de todos los peligros, y pensó en la suerte que tenía por haberhecho el trato de ir a medias con el muerto.

Al día siguiente, después de haber comido, el muerto le dijo al príncipe que tenían querepartirse a la princesa. El príncipe se horrorizó, pensando cómo tendrían que hacer parapartir a la novia en dos pedazos, pero al muerto se le ocurrió en seguida una solución. Ledijo que deberían atar las manos y las piernas de la princesa a las colas de cuatrocaballos; después les azuzarían y la princesa se partiría en cuatro partes, dos para elmuerto y dos para el príncipe.

Al príncipe le pareció una barbaridad, pero, como confiaba en el muerto, aceptó lapropuesta. Ataron a la princesa como el muerto había dicho y los cuatro caballosempezaron a tirar, cada uno en una dirección. Y en cuanto empezaron a tirar, se sintieronunos bramidos que hacían temblar la tierra y el vientre de la princesa se abrió de nuevo ysurgió de él la serpiente otra vez, a la cual le habían vuelto a crecer las siete cabezas y lassiete colas; rugía la serpiente como mil demonios juntos y atacaba al muerto y al príncipepara tragárselos vivos, pero el muerto usó hábilmente su espada, la hirió en el corazón yla serpiente cayó muerta.

Entonces el muerto recogió los cuatro pedazos de la princesa, los juntó y la princesavolvió a la vida como si nada hubiera sucedido. En ese momento, el muerto se dirigió alpríncipe y le dijo:

–Príncipe, ya te he salvado de todos los peligros que te asediaban y te he protegidohasta verte convertido en rey y esposo. Todo eso lo he hecho en agradecimiento por elgran favor que me hiciste al salvarme de los ladrones. Y ahora, como ya no me necesitas,me vuelvo a mi cementerio.

Y el príncipe de buen corazón se encontró con dos coronas, la que le dio su padre y laque también le dio su suegro y, con eso, vivió junto a su mujer durante mucho tiempo ensanta paz y armonía.

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96. EL GENERAL AFILADO

Un soldado que venía de Cuba pasó por una casa que estaba al borde del camino queseguía y se acercó a llamar a la puerta. Salió a abrir un hombre que había estado antesque él en Cuba y, aprovechando la coincidencia, le pidió posada para esa noche.

En un descuido del otro, el soldado, que era medio ladronzuelo, echó mano a unjamón que le pareció apetitoso y lo escondió en las alforjas que llevaba consigo. Despuésde esto, cenaron y se pusieron a hablar de la guerra de Cuba y a contarse el uno al otrotoda clase de mentiras sobre los actos de valor que llevaron a cabo por aquellas tierras. Yel soldado, que además era un bromista, le dijo al dueño de la casa:

–Pues, ahora que lo pienso, seguro que usted ha de acordarse de cuando el generalJamón entró en la ciudad de Alforjas.

Y dijo el otro:–¿Pues sabe usted que no me acuerdo? Será porque yo no estaba presente cuando

sucedió aquello.–Pues, si no estaba usted presente, lo más seguro es que era usted un recluta y ni se

enteró del hecho.Total, que terminaron su charla y se fueron a la cama. Y el dueño de la casa, que no

se podía dormir, empezó a darle vueltas a aquello que había dicho el soldado, pues pormás vueltas que le daba a la memoria no lograba acordarse de tal general ni de tal ciudad.Pero, como siguió cavilando, acabó por darse cuenta de lo que le había querido deciraquel sinvergüenza.

Conque se levantó de la cama, fue a registrar las alforjas del soldado, sacó el jamónque tenía allí escondido y metió en su lugar una buena piedra de afilar.

A la mañana siguiente, cuando se levantaron, el dueño de la casa le dijo al soldado:–Oye, tú, que ya me he acordado de lo que me contabas anoche. Es verdad que yo

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era un recluta, y bien novato, cuando el general Jamón entró en Alforjas; pero, cuandoyo ya era veterano, salió el general Jamón y entró el general Afilado.

El soldado se echó las alforjas al hombro y se fue tan contento sintiendo el peso quellevaba dentro y relamiéndose de gusto pensando en el jamón. Y así que dio con unataberna, entró en ella y le dijo a la tabernera:

–¡A ver, tráeme pan, vino y un cuchillo bien grande!Con las mismas, partió un buen pedazo de pan, echó mano a las alforjas... y sacó la

piedra. Entonces le dijo la tabernera:–¿Qué? ¿Para qué quieres el cuchillo?Y le contestó el soldado, bien apesadumbrado:–Pues... para afilarlo.

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97. LA NIÑA DE LOS CABELLOS DE ORO

Una vez una muchacha se fue al monte a recoger leña. La muchacha buscaba lasramas que se habían desgajado de los árboles y las cortaba para juntar haces y llevarlos acasa. Y estaba en esta tarea cuando apareció un gigante y le dijo que él era el amo delbosque y que, como la había pillado robando su leña, allí mismo la iba a matar.

La muchacha le pidió perdón, muy compungida y llorosa; y al ver que el gigante no seconmovía, le rogó que, si no por ella, al menos le perdonase la vida por el hijo quellevaba en las entrañas, porque estaba embarazada. El gigante, al oír esto, decidióperdonarla, pero con la condición de que le entregase la criatura cuando hubiera nacido.

Pasó el tiempo y la muchacha parió una niña con los cabellos de oro. La niña creció ysolía ponerse a jugar cerca de la cabaña de su madre y el gigante aparecía de vez encuando y le encargaba que le recordase a su madre lo que le había prometido. La niña,inocente, se lo decía a su madre y ésta, cada vez que le oía decir el encargo del gigante,se ponía tristísima. Hasta que un día el gigante le mandó decir a la niña que, si su madreno le daba lo que le había prometido, él mismo lo cogería. La madre, entonces, todallorosa, contestó a su hija que, cuando viera de nuevo al gigante y le repitiera el encargo,le dijese de su parte que ya podía coger lo que le debía.

La niña lo hizo así y el gigante se la llevó a su casa del bosque.El gigante, para que la niña se entretuviera jugando, le regaló un gato, un perro y una

ardilla. Estaba tan contento de tener a la niña con él que cada mañana se ocupaba depeinarla él mismo y, al peinarla, le contaba los cabellos de oro uno por uno.

Un día en que la niña estaba asomada a la ventana de la casa, pasó por delante el hijode un rey, que estaba de caza, y al verla se enamoró de ella. Se pusieron a hablar los dosy, cuanto más hablaba con ella, más bella y encantadora le parecía. Entonces le pidió a lamuchacha uno de sus cabellos de oro para llevarlo junto al corazón. La muchacha no selo quería dar, porque temía que el gigante, al contarle los cabellos a la mañana siguiente,

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se diera cuenta de que le faltaba uno y se pusiera furioso. El príncipe insistió y leaconsejó que, si el gigante descubría la falta del cabello, le dijera que se lo habíaarrancado el perro mientras jugaban. En fin, tanto insistió el príncipe que ella se lo acabódando y se fue tan contento a su palacio.

A la mañana siguiente, el gigante se puso a peinar a la niña y advirtió que le faltaba uncabello. Entonces la niña le dijo que se lo había arrancado el perro sin darse cuenta,mientras estaban jugando. Y el gigante se puso tan furioso que mató al perro.

El príncipe volvió todos los días a hablar con la niña, que le esperaba en su ventana. Y,por fin, otro día, le pidió otro cabello de oro. La niña le contó entonces la tremenda furiadel gigante cuando descubrió la vez anterior que faltaba un pelo, pero el príncipe insistióy le dijo que, si volvía a echarlo en falta, le dijese que había sido el gato el que se lohabía arrancado. Y la niña le dio el cabello.

El gigante, al peinarla a la mañana siguiente, volvió a echar en falta el cabello. La niñale dijo que había sido el gato y el gigante, aún más furioso, cogió al gato y lo mató.

Y así hasta que en otra de sus visitas el príncipe volvió a pedirle un cabello de oro enprenda diciéndole que echase esta vez la culpa a la ardilla. Así lo hizo la niña y el gigantemató a la ardilla.

Un día, el gigante, que estaba más contento que nunca de tener a la niña, la llevó a darun paseo por los enormes jardines que rodeaban la casa. Durante el paseo, se detuvieronante un rosal que tenía unas rosas bellísimas de pétalos de color rojo y le dijo el giganteque, con un puñado de pétalos de aquellas rosas, se podía hacer surgir una gran hogueraallí donde los echase. La niña, al oír esto, cogió unas cuantas rosas y se las guardó en lafaltriquera.

Siguieron caminando tranquilamente por el jardín y, al rato, se detuvieron ante un rosalde rosas cuyos pétalos eran tan blancos como la nieve, y el gigante le explicó a la niñaque con un puñado de pétalos de aquellas rosas se podía hacer brotar una corriente deagua allá donde los esparciese. Y la niña, al oír esto, cogió también unas cuantas rosasblancas y se las guardó en la faltriquera.

A todo esto, el príncipe seguía viniendo a la ventana de la niña aprovechando que,durante el día, el gigante se dedicaba a recorrer sus posesiones; y, claro, cada día estabanmás enamorados el uno del otro.

Pero ¿quién se atrevía a decírselo al gigante? Si había matado al perro, al gato y a la

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ardilla por un solo cabello de oro, ¿no mataría, con mucha más razón, al príncipe porrobarle a la niña?

Después de mucho meditarlo, ambos decidieron que lo mejor sería fugarse juntos, sinavisar al gigante. Y eso hicieron. Un día a la mañana, vino el príncipe en su mejor caballoy escaparon veloces como el viento rumbo al palacio del rey.

Cuando el gigante volvió a su casa y vio que la niña de los cabellos de oro habíadesaparecido, se puso como loco y salió de inmediato a buscarla, haciendo retemblar elbosque con sus pasos y sus gritos. Era tan grande y corría tanto que en pocas zancadaslos avistó montados en el caballo del príncipe y, dando un gran bufido, se precipitó trasellos.

Entonces la niña, en cuanto le vio, tiró un puñado de pétalos de rosa blanca y almomento surgió un río de fuerte corriente que dividió el bosque en dos. Pero el giganteera tan grande que tomó impulso con sus piernas y, de una gran zancada, salvó el río ysiguió persiguiéndoles.

Entonces, la niña sacó un puñado de pétalos de la rosa roja y lo tiró por donde venía elgigante. Se formó una gran llamarada que subía por encima de los árboles más altos. Elgigante, cuando llegó a ella, lo quiso cruzar de un salto, pero, al atravesarlo, el fuego loprendió todo entero y allí mismo murió abrasado.

El príncipe y la muchacha llegaron por fin al palacio del rey y allí se casaron. Despuésmandaron llamar a la madre de la niña, que aún la estaba llorando, y desde entoncesviven felices en compañía.

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98. NOTICIAS DEL CIELO

A una mujer que estaba casada por segunda vez, se le presentó un día un mendigocojo a pedirle que le diera algo. La mujer, que tenía ganas de hablar, le preguntó dedónde era y de dónde venía. El mendigo, animado por ver lo que podía sacar de aquellacasa, le dijo:

–Vengo del cielo, con el permiso de Dios, para ver si recojo aquí unas pocas cosas queme hagan la vida más llevadera allá arriba.

–¡Cómo! –dijo la mujer, sorprendida–. ¿Pero es que los que estáis en el cielo tambiéntenéis necesidad?

Y contestó el mendigo:–¡Toma, pues claro! Ni siquiera allí somos todos iguales. Allí, el que tiene mucho,

pues está mejor que el que tiene poco.La mujer se quedó unos momentos meditando y luego le dijo al mendigo cojo:–Mi primer marido debe andar por allá arriba y a lo mejor ha oído usted hablar de él.Respondió el mendigo:–Pues no lo sé. ¿Cómo se llama su marido?–Pello Bidegain –dijo ella.–¡Sí, hombre, cómo no lo he de conocer! ¡Como que es íntimo amigo mío!–¿Y qué tal está? –preguntó la mujer.–Pues más mal que bien, la verdad –respondió el mendigo meneando la cabeza–; muy

reducido, muy mal vestido y con poco dinero.–¡Pobre! –dijo la mujer, compadecida–. ¿No le llevaría usted algo de mi parte?–Con mucho gusto –dijo el mendigo.La mujer entró en la casa y volvió a salir cargada de cosas.–Aquí le traigo zapatos y ropa que dejó antes de irse al cielo, y también medias y

calzones y la boina.

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Dijo el mendigo:–Y de comer ¿nada?–Aquí va tocino, chorizo, borona... ¿Tiene usted bota?–No, señora –respondió el mendigo–, pero aunque sea en botellas bien puedo llevarle

el vino.La mujer le entregó las botellas. Y dijo el mendigo:–¿No tiene usted dinero para mandarle?–Le daré a usted para él una moneda de cincuenta pesetas; y dígale que yo le quería

aún más de lo que quiero ahora a Mikel, que es mi segundo marido.Total, que el recadero se fue cargado hasta arriba y más contento que unas

castañuelas.Al rato llegó el marido y le dijo su esposa:–¡Ay, Mikel, que he tenido noticias de mi difunto Pello! Dicen que está en el cielo, sí,

pero no tan bien como aquí se supone.El marido, escamado, le preguntó:–¿Y quién te ha dado a ti esa noticia?–Un mendigo cojo que, con permiso del Señor, ha bajado del cielo y yo le he dado

ropa, comida y cincuenta pesetas para que se las lleve a mi difunto Pello al cielo.Cogió el marido la yegua, montó en ella y salió en pos del mendigo llevando un buen

bastón entre las manos. Le dijo a la mujer que él también quería darle algo en cuanto loalcanzara.

«Como hay Dios que alcanzo yo a éste...», iba diciendo para sus adentros.El recadero del cielo andaba temeroso y, de vez en cuando, miraba atrás para ver si le

seguían. Y viendo de lejos que alguien venía a galope montado en una yegua, ocultó todolo que llevaba entre unas zarzas y se sentó a la vera del camino.

Cuando el de la yegua llegó a su altura, se detuvo y le preguntó:–Oiga, amigo, ¿ha visto usted a un mendigo cojo yendo por este camino?–Sí, señor –contestó el otro–, le he visto y hasta he notado que tenía miedo de alguien,

porque miraba atrás y corría; y más que miraba, más que corría. Se ha acabadometiendo en ese jaro de ahí, así que no puede andar muy lejos.

–¿Y cómo puedo yo seguirle por ahí, si no puede pasar la yegua? –dijo Mikel.–¡La yegua! –dijo el otro–. Pues, mientras usted anda en busca de él, se la tengo yo

mismo.

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En cuanto Mikel se metió en el jaro y el mendigo recogió las cosas que habíaescondido, las cargó en la yegua y salió a todo correr felicitándose por su buena suerte.

Mikel volvió a casa triste y corrido, pero fingió estar alegre para que la mujer no leriñese. Ella, que le vio, le preguntó en seguida:

–¿Has tenido ocasión de hablarle?–Sí que he tenido –dijo él.–¿Y qué le has dado? –quiso saber ella.Y contestó Mikel:–La yegua, para que llegase más ligero al cielo.

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99. LOS TRES AMIGOS

Éranse tres curiosos amigos: un gitano, un quincallero y un desertor. Los tres tenían encomún que les iba bien en la vida y mucho de comer en su casa. Pero, un día, elquincallero les dijo a los otros dos:

–Nos deberíamos ir a las aventuras por esos mundos de Dios.Y va y dice el desertor:–Pues nada, a las aventuras vamos.Y sin esperar a más, aquel mismo día salieron de sus casas y se pusieron en marcha.

Lo que pasa es que como no estaban acostumbrados a lo malo del hambre, pues salieroncon las manos en los bolsillos, tan tranquilos, y, claro, al cabo de media jornada yaestaban con el hambre en las tripas.

Y dijo el gitano:–Pues no tengo yo hambre ni nada. Mira que no acordarnos de traer comida de casa...Y dijo el desertor:–Vamos a seguir andando, a ver qué encontramos para comer.Continuaron camino y llegaron a una masa de encinas, muy altas y extendidas, que se

veía que llevaban allí cientos de años, y el gitano se subió a una de ellas, pues todastenían ramas bien fuertes; y se subió hasta la copa por ver si divisaba alguna luz o algo.Y, sí, a lo lejos vio una luz y determinaron acercarse a ella porque la noche se les veníaencima.

Se apeó el gitano de la encina y todos se pusieron a andar en dirección a la luz. Pero,ahora, por donde iban estaba todo lleno de zarzas y espinas, tanto que casi no se podíaavanzar. Y cuando ya salieron a buen camino, vieron brillar la luz mucho más cerca.Llegaron hasta ella y era una gran lumbre que ardía ante la puerta de una casa, así que larodearon y llamaron a la puerta. Llamaron y llamaron y nadie les contestaba, en vista de

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lo cual, decidieron entrar en la casa porque no tenían otro sitio donde ir y era nochecerrada.

Entraron en la casa y la estuvieron viendo, mas no encontraron a nadie. Volvieron arecorrerla a ver si encontraban algo de comer, pues estaban los tres desfallecidos. Ynada.

Dijo el gitano:–Nos deberíamos sentar aquí al fogón, que está encendido.Dijo el desertor:–¡Hala!, a sentarse, y que sea lo que Dios quiera.Se sentaron los tres y, al poco rato, dijo el quincallero:–Mejor sería irse. ¿Qué hacemos aquí, sin nada de comer?Y bueno, se levantaron para irse; pero hete aquí que, al buscar la puerta, no la

encontraban por ningún lado, que todo era pared y nada más que pared. Y entonces dijoel desertor:

–Vamos a sentarnos otra vez, porque con el hambre que tenemos ya no vemos ni lapuerta.

Al poco rato de estar allí sentados y medio adormilados, que cuando no hay nada másvale sueño, va y se presenta una mesa en medio de ellos tres. Los tres se llevaron unsusto de muerte, y al no ver a nadie que la plantara allí, pensaron que alguien habíaentrado por la puerta. Conque fueron a dar una vuelta, a ver si la puerta se había abiertoya; y como no la encontraron, volvieron a sentarse en el mismo sitio. Y al poco rato,aparecieron sobre la mesa tres platos, tres cucharas y un estofado que olía a gloria. Ydijo el desertor:

–¿Y esto? ¿Será para nosotros?Dijo el gitano:–Sea o no sea, aquí nos lo comemos.Se pusieron a comer y no pararon hasta que no quedaron los platos como si no

hubiera habido nada en ellos. Entonces apareció una mano negra y quitó la mesa;después vino con tres puros, uno para cada uno; y dijo el gitano:

–Anda, que con lo que apetece ahora un puro, ¿serán para nosotros?Dijo el desertor:–Sean o no sean, aquí nos los fumamos.Se los fumaron tan ricamente y, cuando estaban terminando, se encendieron tres luces

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y vieron que alumbraban tres camas ya preparadas. Y ellos se dijeron:–¿Y estas camas? ¿Serán para nosotros, con el sueño que tenemos?Dijo el quincallero:–Sean o no sean, vamos a acostarnos.Se acostaron y, en seguida, se apagaron las tres luces. Con todo lo que les había

ocurrido, ninguno podía dormir aunque estaban muertos de sueño. En esto, oyeron quealgo estaba cociendo al fuego; cocía y cocía, y dijo uno:

–Nos deberíamos asomar a ver lo que es.El caso es que ninguno se atrevía a levantarse, pues ya estaban bien amoscados por

todo lo que les había sucedido. Pero hete aquí que, de repente, sintieron que lo que cocíase iba acercando a una de las camas, que era la del gitano; el gitano pensó en levantarse ysalir de estampía, mas no se atrevió y se arrebujó bajo las sábanas; pero dejó un ojofuera y vio que lo que cocía estaba junto a él. Entonces pensó que era una broma de losotros dos y empezó a llamarlos diciéndoles que no era noche para andar de bromas.Buscó la luz y no la encontraba y, en esto, lo que sonaba a cocer le empezó a caer sobrela cabeza y era aceite hirviendo y, al ver que se quemaba, se tiró de la cama dando gritos.Y el aceite le seguía a donde iba y no le valía correr de una parte a otra. Cuando estuvobien quemado de aceite, la mano negra le cogió, le dio un unte, le metió en la cama y learropó bien arropado.

Lo mismo ocurrió con el desertor y el quincallero, que quedaron bien quemados y lamano negra les dio el unte, los metió en la cama y los arropó bien arropados.

A la mañana siguiente, cansados y escocidos, se levantaron y vieron que todavíaseguía el mismo fuego que por la noche. Anduvieron buscando la puerta para ver sipodían salir, pero no hubo manera, así que se sentaron junto al fogón. Apareció la manonegra y les sirvió un buen desayuno de huevos con jamón.

Y dijo el desertor:–¿Hasta cuándo nos tendrán aquí sin abrir las puertas?Dijo el gitano:–Pues no creáis, que lo que es de día nos cuidan bien.Dijo el quincallero:–De día, sí; pero cuando pasamos lo gordo es por la noche.En fin, que estaban hablando de esto cuando apareció la mano negra, les trajo tres

puros y ellos se los fumaron tan a gusto.

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Volvieron después a buscar la puerta y nada, que no había manera de dar con ella; elgitano anunció que, si encontraban el agujero de una ratonera, sólo eso, él secomprometía a salir de la casa y sacarlos luego a ellos; y ni por ésas, pues nodescubrieron el más pequeño agujero.

A mediodía, la mano negra les sirvió una abundante comida acompañada de buen vinoy, cuando terminaron, recogió la mesa y les trajo un puro a cada uno.

Y llegó la hora temida de la noche, y bien temida porque sucedió lo de la nocheanterior con los tres amigos y el aceite que hervía.

Y lo mismo al día siguiente: hicieron sus tres comidas, se fumaron sus tres puros, trasacostarse les cayó el aceite hirviendo y la mano negra les dio el unte y les metió en lacama.

Se levantaron más cansados y escocidos que nunca, y estaban desayunando cuandosintieron que se abría una puerta y luego el golpe al cerrarse. Así, tal como estaban,echaron a correr a ver dónde había sido y ¡qué va!, ni puerta ni nada.

Así que se volvieron a sentar preguntándose cuánto tiempo duraría este suplicio y, enesto, vieron venir hacia ellos a tres buenas mozas, que se abrazaron una a cada uno.Ellos, como estaban tan escocidos, les dijeron que se apartasen y les dejasen en paz;pero las mozas les respondieron diciendo que expusieran todo lo que deseaban, que ellasse lo darían todo. Los tres amigos dijeron que lo único que querían era marcharse de allí,que ya habían pasado bastante en aquella casa.

Las mozas les contaron entonces que gracias a ellos habían salido del encantamientoen el que estaban desde hacía mucho tiempo y que, si se quedaban con ellas, cada una secasaría con su pareja; pero los tres escaldados amigos no estaban para bodas ni bautizosy dijeron que no, muchas gracias, que se querían ir a toda costa. Entonces se abrió unapuerta y los tres, sin pensárselo dos veces, echaron a correr.

Las mozas, que estaban divertidas viendo el susto que llevaban en el cuerpo, lesllamaron para darles un recuerdo.

La que quería al gitano le dio como recuerdo una capa y un bolsillo y le dijo:–Cuando quieras marchar lejos a donde te dé la gana, no tienes más que decir: «Capa,

a tal sitio» y la capa te llevará donde quieras; y al bolsillo, cuando necesites dinero, ledices: «Bolsillo, lleno y vacío».

La que quería al quincallero le dio un gorro de cuatro picos y le dijo que cada uno erauna cosa: un fusil, una ballesta, un cañón y una pistola.

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La que quería al desertor le dio una guitarra y le dijo:–Cuando quieras que alguien baile de cabeza, con los pies para arriba y la cabeza para

abajo, no tienes más que tocar, que hasta que no pares estará bailando quien tú quieras.Los tres agradecieron los presentes y las mozas aprovecharon para insistirles en que no

se fueran y se quedaran a vivir con ellas, que lo pasarían muy bien y no les iba a faltar denada; pero los tres dijeron que los dejasen en paz, que bastante habían pasado en aquellacasa y que no querían ni volver a oír hablar de ella. Así que, sin hacerles más caso, sefueron por donde habían venido y las mozas se quedaron llorando por ellos a la puerta dela casa.

Conque los tres amigos decidieron finalmente continuar el camino que habíanempezado al principio de su aventura. Y ya llevaban recorrido un buen trecho cuandovolvieron a sentir hambre. Y en esto que llegaron a una huerta que estaba llena defrutales cargados de fruta y, sin dudarlo un momento, entraron y se pusieron de frutacomo tontos. Hasta que aparecieron dos viejos, que eran los que guardaban la huerta, yles dijeron que se fuesen de allí. Entonces dijo el desertor:

–A ver, vosotros, vamos a probar ahora si es verdad lo que la moza decía de laguitarra.

Se puso a tocarla y empezaron a bailar los dos pobres viejos de cabeza, con los piespara arriba y la cabeza para abajo. Cuando los tres se cansaron de verlos bailar, los viejostenían la cabeza casi desollada de tanto bailar así. Los tres amigos les dejaron allíderrengados y siguieron caminando. Caminaron y caminaron y por fin llegaron al palaciodel rey del lugar.

Cuando vieron el palacio, pensaron que ellos podrían hacer uno mejor y más lujosoque ése. Y el gitano dijo:

–Bolsillo, lleno y vacío.Cuantas veces lo dijo, el bolsillo se llenó de oro y juntaron tanto que entre los tres

levantaron una casa toda de oro enfrente del palacio del rey. Y cuando estabanrematando el tejado, se asomó la reina y quedó tan impresionada al ver la casa que fue alrey y le dijo:

–¿Sabes que ahí enfrente han construido una casa con tanto oro que ni tú mismopuedes juntarlo?

–Cállate, mujer –dijo el rey–. ¿Cómo es posible que alguien haga una casa más ricaque mi palacio si yo soy el hombre más rico del reino?

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La reina se volvió a asomar para convencerse y luego le pidió al rey que se asomaratambién, que lo iba a ver con sus propios ojos. El rey se asomó y vio que era verdad quese estaban haciendo una casa de oro. Y dijo a la reina:

–¿Pues sabes que tienes razón? Hay que coger a los dueños de la casa de oro.Llamó a un criado y le dijo que juntara diez hombres bien armados y se presentara

ante él; cuando lo hubieron hecho, les dijo el rey:–Sois once hombres contra tres; muy bien armados y fuertes han de ser para que

puedan con vosotros.Fueron los once en busca de los tres y, cuando dieron con ellos, les dijeron que los

acompañasen a presencia del rey. Los tres dijeron que ni hablar, que, si el rey quería algode ellos, que viniese a verlos. Entonces el criado y los guardias se enfadaron de verdad yfueron a prenderlos, pero el quincallero se puso su gorro, que empezó a disparar contraellos balas y flechas sin parar y los puso en fuga en un momento.

Así que los vio venir el rey, les dijo que eran unos cobardes y que esta vez se pondríaél al frente para enseñarles. Así que se fueron todos a buscar a los tres amigos. Cuandoéstos los vieron venir, encabezados por el rey, dijo el desertor:

–Mirad, ahora viene el rey con ellos. Pues creo que nos vamos a divertir un rato.Se puso a tocar la guitarra y empezaron todos, el rey, el criado y los diez soldados, a

bailar de coronilla y no había manera de pararlos. El desertor estuvo tocando y tocandohasta que se cansó y dejó de tocar y los doce hombres cayeron al suelo todos mareadosy con la cabeza medio desollada. Al fin, entre el criado y los soldados se llevaron al rey,que estuvo por lo menos seis días sin poderse mover de la cama.

Al cabo de los seis días de convalecencia, el rey decidió escribir una carta a los tresamigos en la que les decía que tenía tres hijas a cuál más bella que estaban deseandoconocerlos, que fueran al palacio a verlas y él los atendería personalmente. Mandó alcriado con la carta y el criado iba muerto de miedo, por si acaso cogían otra vez laguitarra y le hacían bailar como la otra vez. Llegó a la puerta y el gitano, que le vio venirtemblando como una hoja, dijo:

–En fin, le dejaremos pasar a ver qué es lo que nos trae esta vez ese tonto.Le dejaron pasar, pero, en cuanto soltó la carta, echó a correr de tal manera que lo

perdieron de vista en menos de lo que se tarda en decirlo.Los tres amigos abrieron la carta y, después de leerla, dijo el gitano:–Lo mejor será que vayamos uno a uno, no sea que nos hagan algo malo. Yo iré el

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primero.Conque fue al palacio y se presentó al rey, que le recibió con muchas atenciones y le

llevó al jardín, donde se encontraba su hija esperándole. Bajó el gitano al jardín y allíestaba su hija, que era muy rubia y muy guapa. La princesa cogió al gitano del brazo yestuvieron paseando por aquí y por allá y cada rincón del jardín le parecía al gitano máscrecido y fragante que el anterior a medida que paseaban juntos. En esto, la princesa ledijo al gitano:

–Oh, qué hermosa capa llevas, ¿puedo enseñársela a mi papá?El gitano, que ya sólo tenía ojos para ella, se la dio y la princesa la mandó con su

padre. Siguieron paseando los dos por el jardín y, de pronto, en una glorieta, sepresentaron tres soldados, que prendieron al gitano sin que el hombre pudiera hacer nadapor defenderse y lo llevaron a encerrar en uno de los calabozos del palacio.

Después de esto, la princesa fue corriendo a ver al rey y le dijo:–Ahora ya no quedan más que dos.Mandó entonces el rey a un criado para decirle al quincallero que su amigo el gitano y

él lo esperaban en el palacio y, como prenda, le enviaban el bolsillo que llevaba siempreel gitano para que vieran que estaba tan a gusto y tan tranquilo en el palacio con laprincesa. Cogió el quincallero su gorro y el bolsillo y se fue al palacio a buscar a suamigo, el rey le presentó a su hija y le sucedió lo mismo que al gitano y fue a parar a otrode los calabozos del palacio. E igual trato tuvo el rey con el desertor, que se presentó consu guitarra; y a éste, como era el último, la princesa no quiso ni verle; lo cogieron a lasmismas puertas del palacio, le despojaron de la guitarra y, sin más ni más, lo arrojaron aun calabozo.

De esta manera se quedó el rey con la capa, el bolsillo, el gorro y la guitarra, seapoderó de las riquezas de los tres amigos y éstos no volvieron a salir de su mazmorra,donde no paraban de acordarse de las tres mozas que les habían dado los dones.

Y aquí se acaba este cuento con pan y rábano tuerto.

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100. SEIS AMIGOS DE NOVEDADES

En una pequeña aldea rodeada de prados, en un valle entre montañas, vivía unCazador que tenía fama de ser muy hábil. No se le conocía otra aptitud digna demención, salvo esta de la caza.

En el juego de bolos le ganaban muchos, lo mismo que en el juego de la raya; encuanto al mus, no era ni bueno ni malo. Pero, eso sí, en matar lo mismo liebres queperdices, codornices, sordas y aun jabalíes, no tenía rival en todo el contorno. ¿Quién nohabía oído mencionar una vez al menos el nombre del Cazador de Zelayeta?

Y sucedió que, no se sabe cómo, quizá por haber oído relatos de algún extranjero quepasara por allí, surgió en su mente y en su corazón un vivo deseo de marchar lejos yconocer cosas nuevas. Para eso, pensó en algún otro amigo que tuviera alguna aptituddestacable, pero en su pequeña aldea no encontró a nadie que cumpliera su exigencia yse echó al camino solo.

Y yendo de camino se encontró con un hombre que le causó admiración, un hombrealto y muy erguido que llevaba una piedra de molino atada al pie. Y así que lo vio, sedirigió a él con estas palabras:

–Hombre, ¿qué haces o qué es lo que te tiene ahí parado?Y el hombre le contestó:–Para no andar demasiado deprisa, de vez en cuando tengo necesidad de atarme al pie

esta rueda de molino. Si veo alguna liebre correr, me voy tras ella y, si me descuido, laadelanto y por eso se me escapa. Así es como soy yo.

Y le dijo el Cazador:–¿Te quieres venir conmigo a ver y a saber lo que pasa en el mundo?–¡Venga! –dijo el otro–. ¡Pues me voy contigo!Siguieron andando juntos y llegaron a una finca bien ancha y toda plantada de

hermosos nabos. Y al borde de la finca vieron una sima que tenía lo menos tres leguas de

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profundidad y, junto a ella, un hombre bien fuerte que era el que la había agujereado ytenía la oreja puesta en el suelo.

–¿En qué te ocupas, hombre? –dijo el Cazador–. ¿Tienes acaso dolor de oreja?Y el otro le contestó:–¿Es que no sabes que una semilla que se siembra en tierra comienza pronto a

pudrirse? ¿Y que, al pudrirse, se fortalece de nuevo y empieza a brotar nueva vida de esamuerte?

Dijo el Cazador:–Nosotros no hacemos caso de esas pequeñas cosas.Y dijo el hombre:–Pues cuando la semilla muerta resucita poco a poco y asoma en la corteza de la tierra

es que germina. Y yo me dedico a escuchar el ruido imperceptible de los gérmenescuando vienen hacia arriba, porque oídos más finos que los míos no tienen ni las avesque vuelan por lo alto, ni las liebres de los bosques, ni la abeja entre las flores.

–Pues mira –le dijo el Cazador–, si quieres venir con nosotros a conocer mundo,puede que nos sirva de algo tu aptitud. Yo, que soy cazador, alcanzo una paloma torcazque ande a tres leguas de aquí y la echo a tierra de un disparo. Y este que viene conmigoes capaz de correr aún más ligero hacia el norte que el humo que escapa de la chimeneade una panadería el día que sopla viento sur.

–Pues nada –dijo el otro–. Vámonos allá.Siguieron camino, subiendo y bajando grandes cuestas, y hete aquí que, junto a un

árbol gigante y salvaje, de esos que nunca han sido podados, encontraron a un muchachohaciendo algo que no acertaban a entender.

–Muchacho, ¿qué haces ahí? –preguntó el Cazador.Y contestó el muchacho:–Estoy haciendo un amarradero con este árbol porque quiero hacer un molino bajo mi

techo. Y como necesito un agua que corra, con la fuerza que tengo llevaré mi casa juntoal río, sujetándola bien con este amarradero para que no se vaya.

–Pues espera a la vuelta –dijo el Cazador– y vente con nosotros, que vamos a ver loque pasa en el mundo.

Siguieron andando los cuatro hasta salir de aquella arboleda y encontraron al que iba aser su quinto compañero, que estaba haciendo algo extraordinario.

–Oye, tú –dijo el Cazador al verle–, ¿se puede saber qué haces comiéndote las piedras

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de esa cantera? ¿Es que están tan buenos esos pedruscos como los pedazos de borona?Y dijo el Comepiedras:–Que sepas que si yo, en comiendo todas las piedras que quiero, le doy al trasero y

empiezo a arrojarlas por él, pongo en fuga a un ejército entero.–¡Válgame Dios! –dijo el Cazador–. Pues únete a nosotros que, entre todos, me

parece que vamos a hacer algo grande.Conque continuaron los cinco y, al poco, hallaron al sexto compañero. Estaba

sosteniendo sobre los hombros una montaña y le preguntaron qué buscaba con eso. Y elhombre les contestó que lo hacía para que no cayese sobre un pueblo vecino. Y cuandole propusieron que se fuera con ellos, echó a un lado la montaña y se fue con ellos.

Así que éstos eran nuestros seis amigos de novedades: el Cazador, el Andarín, elOidor, el Forzudo, el Comepiedras y el Muevemontañas.

Iban los seis hablando de sus cualidades cuando dijo el Oidor:–A ver, silencio, que a tres leguas de aquí el rey está diciendo algo.–Pues ¿qué dice? –preguntaron los demás.–Que al que sea capaz de traer de una fuente que él sabe un cántaro lleno de agua tan

aprisa como la trae una criada suya, le dará todo el dinero que pueda levantar unhombre.

Al oír esto, dijo el Cazador:–Tú, andarín, suelta esa piedra de molino que llevas atada al pie y, en un momento,

vete a donde el rey.Se presentó el Andarín ante el rey, cogió un cántaro, corrió a la fuente y, cuando

volvía más ligero que el humo con el cántaro lleno de agua, la criada, que era una bruja,le puso en las narices un narcótico para dormirlo y hacerle perder la apuesta.

–Estamos fastidiados –dijo el Cazador, que había visto todo con su vista de lince–.Nuestro compañero el Andarín está dormido. Pero no os apuréis, que yo lo despertaré.

Cogió su arma, apuntó cuidadosamente y, disparándola, le arrancó el narcótico de lanariz al Andarín, con lo que éste, que corría más que nadie, llegó el primero a la meta.

Fueron los seis amigos junto al rey y le emplazaron a cumplir la palabra dada. El reypreguntó quién cargaría el dinero prometido como premio. El Cazador había instruidopreviamente al Forzudo y tenían preparado un descomunal saco hecho con la piel de diezbueyes. En cuanto lo llenaron de dinero, se lo echó al hombro y, con los cincocompañeros a los lados, se marchó del palacio.

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El rey, escocido, envió tras ellos un cuerpo de ejército. El Cazador, en cuanto los vioaparecer tras ellos, le dijo al Comepiedras:

–Ésta es tu oportunidad.El Comepiedras se tiró un cuarto de hora comiendo piedras hasta llenarse bien de ellas,

luego enfiló el trasero hacia los soldados del rey y les largó tal andanada que, a los que nodejó tullidos, los dejó muertos.

Después de esto, se pusieron a descansar en la falda de una enorme montaña,pensando qué harían con tanto dinero como habían conseguido entre todos. Y, en esto,vio el Cazador que se les acercaba un ejército mayor que el de antes, a cuyo frente veníael mismo rey, dispuesto a recuperar su dinero. Entonces el Cazador le dijo alMuevemontañas:

–Pues ahora ha llegado tu oportunidad.Y en cuanto los soldados llegaron al pie del monte, el Muevemontañas se fue al otro

lado, levantó el monte y lo dejó caer sobre todo el ejército, con lo que quedaroncompletamente aplastados y no se volvió a saber de ellos.

Y así fue como terminaron por el momento sus aventuras los seis amigos ávidos deconocer las novedades del mundo.

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101. LA POSADA ENCANTADA

Érase una vez una niña que vivía en una posada del camino. La niña era muy, muycuriosa. Todo lo fisgaba y todo le llamaba la atención.

Un día llegaron a la posada unos moros. Venían con unos carros cargados de grandesbaúles. A la niña le picó la curiosidad por saber qué contendrían esos baúles, así que sededicó a vigilar a los moros para ver lo que hacían. Una vez, aprovechando que losmoros habían salido, se metió en sus habitaciones, abrió algunos de los baúles ydescubrió que estaban llenos de riquezas.

Los moros estuvieron en la posada varios días, pues se ve que tenían cosas que hacerpor los alrededores. Una noche a la niña le pareció sentir pasos y movimientos por elsótano de la posada y, ni corta ni perezosa, fue a ver lo que pasaba.

Eran los moros, que estaban bajando los baúles al sótano. La niña se escondió detrásde unos montones de cajas que tenía allí almacenadas el posadero y se fijó en lo quehacían los moros. Éstos encendieron una pequeña vela y, a su luz, pronunciaron unaspalabras árabes. En ese momento, la niña vio con asombro cómo la pared que estabaante los moros se abría.

Los moros atravesaron la pared y se metieron al otro lado dejando allí todos los baúlesy riquezas que traían. Luego salieron, apagaron la vela y la pared se cerró sin dejar rastrode puerta alguna. Después de eso, los moros se volvieron a sus habitaciones de laposada.

La niña, que además de curiosa era ambiciosa, pensaba cómo podría hacerse contodas aquellas riquezas. A la mañana siguiente, lo primero que hizo fue contarle todo a lacriada de la posada y se pusieron de acuerdo. Entonces, esa noche, mientras los morosdormían, la niña se deslizó en una de las habitaciones, donde sabía por la criada queestaba la vela, y la cogió.

Al otro día los moros se fueron ya de la posada y esa noche la niña bajó con la criada

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al sótano. Llegaron las dos y se pusieron delante de la misma pared ante la que habíavisto ponerse a los moros. Allí encendieron la vela y, a su luz, la niña repitió las palabrasárabes que oyera la otra noche. Entonces la pared se abrió y la niña entró dentro. Lacriada, mientras tanto, como estaba algo asustada, se quedó fuera esperando y cuidandode que la vela no se apagara.

La niña vio que, efectivamente, los baúles estaban todos repletos de joyas y de dineroy empezó a llenar un saco para llevárselos. Y la criada, que vigilaba la vela, le decía:

–¡Date prisa, que la vela se está apagando!La niña no hacía caso y no sabía si elegir lo mejor o llevárselo todo, pues todo le

parecía apetecible. Y la criada, que vigilaba la vela, le decía:–¡Date prisa, que la vela se está apagando!Y dudando dudando la niña seguía llenando el saco. Y como no atendía a la voz de la

criada, pues la vela se consumió y se apagó por completo.En ese momento, la pared se volvió a cerrar y la niña quedó atrapada dentro. La

criada, muy asustada, salió corriendo y desapareció de la posada para siempre.Y cuentan que, desde aquel día, en la posada empezaron a oírse quejidos y llantos de

una niña, pero nadie sabía de dónde venían. Luego, poco a poco, fue extendiéndose elrumor de que en la posada había un espíritu que gemía y lloraba y la gente empezó aesquivarla por temor. Al final, el posadero tuvo que cerrar la posada y dejar el pueblo.Más tarde cambiaron el camino y la posada quedó sola y abandonada en mitad delcampo con la niña dentro. Y así se perdió de la memoria de la gente.

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102. EL JUICIO DEL DEMONIO

Iban dos mozos por un camino andando y en una revuelta se encontraron a Dios y aldemonio pidiendo limosna. Uno de ellos solamente le dio limosna a Dios, pero el otro ledio una peseta a Dios y un céntimo al demonio, porque recordó que, de pequeño,escuchó muchas veces un dicho que decía: «Dios es bueno, pero el demonio no esmalo».

Pasó el tiempo y el mozo que le diera el céntimo al demonio se fue a cumplir elservicio militar. Un día que pasaba mucha hambre y no tenía un duro, fue a una tabernay le pidió al tabernero un par de huevos cocidos, diciéndole que ya se los pagaría encuanto le llegara algún dinero de su casa, pues ahora no tenía con qué pagarle.

Pero el dinero no llegaba y el pobre soldado seguía a dos velas; así que el tabernero,cansado de esperar que liquidara su cuenta, dio parte de él.

Citaron al soldado, le señalaron el día del juicio y le dijeron que se buscase undefensor.

El soldado estaba del peor humor del mundo, pues no veía forma de afrontar aquello,y se fue a pasear para calmar el disgusto. Y estaba por el camino cuando le salió unhombre muy bien vestido, todo de negro, y le dijo:

–¿Qué es lo que te pasa, muchacho? ¿Dónde vas con esa cara de funeral?–Pues qué me va a pasar –contestó el mozo cariacontecido. Y le contó la historia de la

deuda con el tabernero y el juicio que le había puesto.Entonces le dijo el hombre:–¡Venga, hombre, no te apures por tan poca cosa, que en este mundo todo tiene

solución! A ver ¿no recuerdas una vez que estaban Dios y el demonio pidiendo limosna?Pues aquí me tienes, que yo soy el demonio y, como te debo el favor, yo seré tudefensor el día del juicio.

En fin, que llegó el día del juicio y allí se presentó el soldado con buen ánimo

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acordándose del ofrecimiento que le hizo el demonio. El juicio estaba señalado para lasonce de la mañana y, como el defensor no se presentaba, estuvieron esperando hasta quedieron las once y media. Y a esa hora, sin esperar más, empezaron la sesión.

El tabernero solicitó el oro y el moro aduciendo que, si aquellos dos huevos los hubierasacado adelante, habría obtenido dos gallinas, las gallinas hubieran puesto más huevos yde aquellos huevos hubiera obtenido nuevos pollos, y así hasta el día de hoy, en quesería ya dueño de centenares de pollos y de gallinas y rico.

El abogado del tabernero defendió estas razones con tal convicción que condenaron alpobre soldado a pagar una gran cantidad de dinero y, claro, como no tenía ni un céntimo,pues le iban a mandar a la cárcel a cumplir condena de muchos años.

Total, que dieron el juicio por acabado y ya abrían las puertas del juzgado cuandoapareció el defensor del soldado. Al principio se negaron a escucharle, pero él alegó queel juicio no era válido si al soldado no le asistía un defensor; de modo que volvieron acerrar las puertas y le dieron licencia para que hablase en favor del soldado. Y lo primeroque dijo el defensor fue esto:

–He tardado tanto en venir porque hoy tenía que plantar un campo de alubias y antesestuve cociéndolas para sembrarlas.

Y dijo el juez:–¡Cómo que cocerlas! En toda mi vida he oído cosa semejante. ¿Qué fruto pueden dar

unas alubias cocidas? Eso que usted dice es una locura.Y contestó el defensor:–¿Qué fruto pueden dar?: pues el mismo que podrían dar los huevos que se comió mi

defendido. Aquellos huevos estaban cocidos y, por mucho que se pusieran a empollar, nosaldría pollo o pollita alguna de ellos; así que mi defendido no tiene que pagar más que elvalor de los huevos que se comió y, como mucho, los intereses de ese dinero hasta el díade hoy, según determine la ley.

El juez, los escribanos y los demás se miraron unos a otros sin saber qué responder. Ycomo no supieron aducir nada en contra del argumento del demonio, sólo pudieroncondenar al soldado a la pena que pedía su defensor.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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103. EL GALLEGO Y EL CABALLO DEL REY

Una vez le sucedió un caso curioso a un gallego que servía al rey. El rey tenía uncaballo blanco magnífico, de pura raza, y lo estimaba más que a todas sus posesiones. Loestimaba tanto que advirtió que ahorcaría a aquel que tuviera que llevarle la noticia deque su caballo había muerto.

Un día que estaba cuidando al caballo un soldado andaluz, el caballo dio un traspié contan mala fortuna que se rompió una pata y hubo que sacrificarlo allí mismo. Claro, alsoldado no le llegaba la camisa al cuerpo pensando en que tenía que llevar la noticia alrey, por miedo a que cumpliese su amenaza y le mandara ahorcar. Entonces se le acercóel gallego y le dijo:

–No te apures, hombre, que de este trance he de sacarte yo. Tú espera aquí, que yome encargo de darle la noticia al rey.

El andaluz vio el cielo abierto y, de muy buena gana, dejó que el gallego fuera aentenderse con el rey. Conque llegó el gallego a donde estaba el rey y le dijo:

–Sepa su real majestad que el caballo blanco está echado en el prado. Y le entranmoscas por la boca y le salen por el rabo.

Y le dijo el rey:–¡Hombre, eso es que está muerto!Y le contestó el gallego:–Ah, eso yo no lo sé, mi señor, que yo no soy veterinario.Y como no fue él sino el rey quien dijo que el caballo estaba muerto, libró al andaluz

de morir ahorcado.

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104. LOS HERMANOS BANDIDOS

Había una vez en un pueblo de la montaña una casa en la que vivían dos hermanoscon su madre. Los hermanos se llamaban Antonio y Juan. Se sentían tan unidos quedecidieron firmar un acuerdo por el que se comprometían a no separarse nunca el unodel otro. Y juntos estuvieron siempre hasta que un día Antonio, que sentía deseos deconocer el mundo, rompió el trato y se fue de casa sin decir palabra.

Poco tiempo después, Juan estaba con su mula por el monte juntando una carga deleña cuando le cayó encima una cuadrilla de ladrones que se apoderaron de él y lollevaron a la cueva donde se escondían. Y allí en la cueva, Juan reconoció en el jefe delos ladrones a su hermano Antonio. Se abrazaron muy contentos y, como Juan habíajurado no separarse de él, se metió a ladrón y se quedó en la cuadrilla.

Una noche, Antonio fue a ver a su madre. En el camino era obligado pasar por delantede un cementerio, y cuando Antonio pasó por allí, le pareció escuchar el llanto de unacriatura. Miró dentro del cementerio a ver qué era y, sobre una sepultura, encontró a unaniña recién nacida. Antonio se compadeció de ella, la envolvió en su capa y la llevóconsigo.

Por fin llegó a la casa de su madre y ésta, al verle llegar con la criatura, le dijo:–¿Es tuya esta niña?Y Antonio le contestó:–No es mía, que la encontré llorando en un cementerio. Ahora hay que bautizarla y

criarla, pero yo no puedo hacerlo.Y dijo la madre:–Por eso no tengas cuidado, que yo me ocuparé de ella.Luego preparó la cena, pero la madre estaba enfadada con sus hijos y empezó a

recriminarles:–¡Ay, sinvergüenzas! ¡Cómo me avergüenzo de ser vuestra madre! ¡Os habéis

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convertido en unos bandidos desalmados y vuestras cabezas están puestas a precio portoda la comarca!

Y así siguió quejándose y recriminándoles la vida que llevaban.–¡Vergüenza me da ser vuestra madre! ¡Vete de aquí y no vuelvas más, que no quiero

volver a verte!Antonio se marchó compungido y, cuando llegó a la cueva, sus compañeros los

ladrones le dijeron que habían prendido a su hermano Juan en una emboscada y, pormandato de la justicia, lo habían colgado en una encina. Antonio ya no pudo soportartantos disgustos y disolvió la cuadrilla. Y como dejaron de hacer daño, al cabo del tiempofueron indultados.

Desde entonces Antonio se dedicó a hacer una vida ejemplar y conoció a una mozajoven y virtuosa con la que se casó. El mismo día en que se casó, cuando estaba enmitad del banquete de bodas con todos los invitados, oyó que llamaban a la puerta.

–¡Pam! ¡Pam!Dijo Antonio:–¿Quién llama tan fuerte a estas horas?Conque salió a ver y se encontró con la sombra de su hermano Juan; y éste le dijo:–¿Cómo es que no me has invitado a tu boda? ¿Es que no recuerdas nuestro pacto de

no separarnos nunca?Antonio quedó desconcertado, pero en seguida le dijo a su hermano:–¿Acaso podía yo convidar a un muerto? Entra si quieres, que ésta es mi casa.Y le dijo su hermano:–¿Cómo quieres que me presente, visible o invisible?–Invisible –contestó Antonio.El muerto se sentó a la mesa y allí se quedó hasta el final del banquete, sin que nadie

más que su hermano Antonio pudiera verle. Después de que se hubo ido el últimoinvitado, Juan se levantó y se despidió también de Antonio, pero antes de irse le dijoesto:

–Dentro de seis días me caso con la hija del diablo en la misma cueva donde vivíamoscuando éramos ladrones. Yo sí te convido a mi boda. ¿Irás?

–Cuenta conmigo, que allí estaré –repuso Antonio.El día antes de la boda de su hermano con la hija del diablo, Antonio decidió ir a

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confesarse y le contó también al cura la promesa que había hecho a su hermano. El curale dijo:

–No puedes retirar la palabra que diste a tu hermano, así que debes ir. Pero para asistira esa boda es conveniente que lleves contigo alguna reliquia.

El día fijado, Antonio montó en su caballo y se dirigió a la cueva. Y yendo por elcamino se encontró a una niña que llevaba una vara en la mano. Cuando Antonio llegó asu altura, la niña le dijo:

–Vienes bien preparado de reliquias, pero de nada te servirán si no haces lo que yo tediga.

–Pues ¿qué es eso? –replicó Antonio.Y dijo la niña:–Toma esta vara que llevo conmigo; cuando llegues a la puerta de la cueva, traza un

círculo con ella y quédate dentro de él sin desmontar del caballo. Y por nada del mundosalgas del círculo hasta que la ceremonia haya terminado.

Intrigado, Antonio le preguntó:–¿Y quién eres tú, que me sales al camino?Y dijo la niña:–¿Es que no me conoces?–No te conozco –contestó Antonio.–Pues yo soy la niña que recogiste del cementerio el día en que ibas a ver a tu madre.

A pesar de los muchos cuidados que tu madre me dio, no tuve suerte y hoy estoymuerta. He venido a tu encuentro a salvar tu alma como tú salvaste una vez la míamandando que me bautizaran.

Y, dicho esto, la niña desapareció.Antonio siguió camino hasta la cueva. Allí, delante de la boca, sin entrar por ella, hizo

lo que la niña le había dicho y desde allí presenció el casamiento de su hermano Juan conla hija del diablo. Después, sin desmontar del caballo, volvió grupas y se dirigió a su casade nuevo.

Y cuando llegó a su casa, su mujer le metió en la cama porque venía tiritando. Ellacreía que era de frío, pero él sabía bien que era de miedo.

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105. EL SASTRE Y EL ZAPATERO

Cierto día se encontraron en un camino dos hombres que llevaban la misma dirección.El uno era sastre y el otro zapatero, y ambos habían decidido ir por el mundo a ganarsemejor la vida. En vista de lo cual, después de saludarse y conocerse, siguieron caminojuntos.

El sastre era bajito, alegre y de muy buen humor. El zapatero era alto y malhumorado.El sastre, con su buen humor, gastaba bromas al zapatero y a éste no le hacían ningunagracia y aún parecía estar más malencarado. Al verle así, el sastre le ofrecía vino de subota, para que alegrase la cara y el ánimo; y el zapatero bebía, pero seguía en sus trece.En fin, que el uno riendo y el otro gruñendo, llegaron a una importante ciudad.

El sastre, además de ser buena persona, era un buen sastre, así que se acomodó y enseguida empezó a ganar buenos dineros. Al cabo del tiempo, el sastre decidió cambiar delugar y salió de nuevo al camino al tiempo que lo hacía el zapatero. El sastre le contó alzapatero lo bien que le había ido y el dinero que había ganado y el zapatero, que nitrabajó ni ganó dinero, le decía:

–Todos los tunos tienen suerte.El sastre no se ofendía por este trato y repartía lo que tenía con su compañero de

viaje. Y sucedió que, tras varios días de viaje parando aquí y allá, y el sastre invitandosiempre al zapatero, llegaron a un espeso bosque de donde partían dos caminos quellevaban a la ciudad a donde se dirigían. Por uno de los caminos se tardaba siete días ypor el otro, dos nada más.

Como no sabían cuál era el uno y cuál era el otro, se sentaron bajo una encina adiscutir cuál tomarían y, también, cuánta comida debían llevar.

–Compraremos pan para siete días –decía el zapatero–. Así es seguro que nopasaremos hambre, dure lo que dure el viaje.

–No, hombre –contestaba el sastre–. ¿Para qué ir tan cargados? Compraremos comida

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sólo para dos días; y habiendo dinero, si hemos elegido el camino largo, yaencontraremos a algún pastor que nos venda leche y queso y quién sabe si un cabrito. Ysi hemos elegido el corto, en dos días estaremos en la ciudad yendo bien ligeros sin tantacarga.

Total, que el zapatero insistió y compró su comida para siete días y el confiado yanimoso sastre sólo para dos, pero lo compraron todo con el dinero del sastre. Echaron asuertes por cuál camino irían y, por el que les salió, se fueron.

Al cabo de dos días de andar, vieron que habían elegido el camino largo y al sastre sele acabaron las provisiones. Como no encontraron un alma por allí, no podía comprarmás comida y a la noche el pobre sastre estaba muerto de hambre. Al día siguiente ya nopodía resistir más viendo al zapatero comer tranquilamente y le pidió, por caridad,aunque fuera un pedazo de pan. El zapatero, como era mala persona, en vez decompadecerse de él y darle pan, le decía:

–Parece que ya no estás tan alegre ni tienes tantas ganas de fiestas.Y no le dio ni un mendrugo.Al otro día el sastre no podía más de hambre, no podía levantarse ni hablar. Entonces

el malvado zapatero le dijo:–Te daré un pedazo de pan, pero antes te tengo que sacar un ojo.Como el pobre sastre estaba tan desfallecido y muerto de hambre, aceptó. Lloró con

los dos ojos por última vez y el zapatero le sacó el ojo y le dio de comer. Luego, cuandose le pasó el dolor, siguieron camino adelante y el pobre sastre, resignado, decía:

–También se ve con un solo ojo.Pasaron otros dos días y el sastre estaba otra vez muerto de hambre. Le volvió a pedir

al zapatero un pedazo de pan, porque no podía ni andar, y el zapatero le contestó que ledaría el pedazo de pan, pero que antes tenía que sacarle el otro ojo.

–Eso es un crimen –le dijo el pobre sastre–, y algún día Dios te castigará el mal queme estás haciendo. Cuando yo tuve dinero lo compartí contigo, que gracias a eso haspodido comprar la comida que llevas. Necesito los dos ojos para trabajar y, como siendociego no podré ganarme la vida, te ruego que no me dejes solo y que me des el pan,porque me muero de hambre.

Pero el zapatero, que tenía el corazón más duro que una piedra, desoyó las súplicasdel sastre, le sacó el otro ojo y luego le dio el pedazo de pan.

Ciego ya el pobre sastre y tentando el suelo con un palo, siguió a su compañero. Por

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fin llegaron al otro lado del bosque, donde el zapatero vio una horca de la que pendíandos ajusticiados. Entonces el zapatero salió corriendo y dejó abandonado al sastre,diciendo que ya volvería a buscarle.

El sastre se echó a dormir y, al amanecer el día, comprendió que su compañero lehabía abandonado.

En esto vinieron dos cuervos a posarse sobre las cabezas de los dos ajusticiados, yempezaron a decirse el uno al otro:

–¿No sabes que el rocío que ha caído esta noche desde la horca al suelo aclara la vistade los ciegos refregándolo en los ojos?

El sastre, que oyó esto, se acercó a donde los cadáveres, cogió un poco de rocío, serefregó los ojos y recobró la vista.

Lo primero que hizo fue mirar hacia donde estaba la ciudad que buscaban y, en cuantovio sus altas torres, se dirigió allí contentísimo.

En el camino se encontró con un potrillo castaño y se dispuso a montar en él parallegar antes, pero el potrillo le dijo:

–Déjame libre, que todavía tengo poca fuerza. Déjame crecer y algún día te servirébien.

Como el sastre tenía buen corazón, lo dejó libre. Pero sentía hambre y se dijo que elprimer animal que encontrase, se lo comería. Al poco rato dio con una cigüeña y la cogiópor una pata; y la cigüeña le dijo:

–¿Es que no sabes que soy la que anuncia la primavera? Déjame vivir, que algún día teserviré.

La soltó el sastre. Y lo mismo le sucedió con dos patitos que encontró después y cuyamadre le rogó que los dejara vivir, tan chicos como eran.

Por fin llegó a la ciudad y a los pocos días, en vista de su habilidad, el rey le nombrósastre de la corte. Entonces se enteró de que su malvado compañero había sidonombrado también zapatero real.

El sastre estaba tan contento por haber recuperado la vista que decidió olvidar lasofensas del zapatero, pero el zapatero quedó confuso y asustado, creyendo que el sastreintentaría vengarse. Entonces se fue a ver al rey y le dijo que el sastre era un fanfarrón yuna mala persona y que había dicho que sería capaz de encontrar la corona de oro que elrey había perdido.

El rey ordenó llamar al sastre y le dijo:

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–Si no me traes la corona de oro, serás desterrado de la ciudad para siempre.El sastre se alejó pensando cómo querría el rey que le trajese la corona si no sabía

dónde estaba; pero el caso es que se fue por la ciudad a buscarla. Al final estaba tancansado que se sentó junto a un estanque y empezó a llorar. Al oírle, saltaron a la orillados patitos y también su madre, que le preguntó por qué lloraba. El sastre le contó lo quele ocurría y la pata le dijo:

–No te preocupes, que la corona está en el fondo de este estanque.Se fue en busca de sus otros diez hijos y entre todos buscaron hasta que dieron con

ella, la sacaron y se la entregaron al buen sastre, que, muy contento, marchó a llevárselaal rey. Cuando éste la vio, se llenó de alegría y le dio al sastre una cadena de oro,agradeciéndole mucho que le hubiese encontrado la corona.

Cuando el zapatero se enteró de lo que había sucedido, sintió aún más odio por elsastre y empezó a buscar la manera de perderle. Se presentó al rey y le dijo que esesastre fanfarrón decía que era capaz de abrir un pozo en el patio del palacio y que saldríaun chorro de agua más alto que un hombre.

El rey ordenó llamar al sastre y le dijo:–Si mañana mismo no tengo en mi patio un surtidor de agua más alto que tú, serás

desterrado de la ciudad.El sastre se fue a pasear entristecido sin saber qué hacer y, andando, se encontró en

las afueras de la ciudad. Y en esto le salió al paso el potrillo castaño, que ya era un potrofuerte y hermoso. Le contó el sastre lo que le ocurría y el potro castaño le dijo:

–Monta en mí y vamos al palacio, que yo te ayudaré a hacer esa fuente.Y efectivamente. Llegó el sastre montado en él, se dirigieron al patio señalado, dieron

tres vueltas alrededor y al terminar la última saltó un terrón de tierra y subió un chorro deagua de la altura de un hombre.

El rey estaba cada vez más contento con el sastre, pero el zapatero aún le odiaba másy se fue a decir al rey que el sastre fanfarrón alardeaba de que podría traer a un príncipevolando por los aires para que fuese el heredero de la corona. Como el rey sólo teníahijas, en cuanto oyó esto ordenó llamar al sastre y le dijo que, si era verdad que podíatraer a un pequeño príncipe por los aires, le daría a la mayor de sus hijas por esposa.

El sastre se fue a su casa muy preocupado. Y allí estaba dándole vueltas al asuntocuando oyó unos golpes en la ventana y vio que era la cigüeña. El sastre le contó enseguida el apuro que tenía y la cigüeña le dijo:

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–Yo también te estoy muy agradecida porque te compadeciste de mí, así que no tepreocupes. Ve al palacio y espérame junto al rey, que yo llevaré el príncipe que el reydesea.

Así lo hizo el sastre y, cuando estaban todos en el gran salón del palacio, vieron venirvolando una cigüeña que se posó en una de las ventanas; y en el pico traía un preciosoniño, que puso en manos del rey.

Con eso, el rey cumplió su palabra, el sastre se casó con la hija mayor y ya nuncavolvió a tener problemas. En cambio, el zapatero, desesperado, huyó de la ciudad y seahorcó en un árbol del mismo bosque que cruzara un día en compañía del sastre.

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106. LOS PRESTAMISTAS NO TIENEN ALMA

Cierto día murió un caballero y al subir al cielo le entraron ganas de ver a un tío suyoque hacía un año que se había muerto.

Llegó al cielo, llamó a una puerta y salió a abrirle un hombre con una blusa blanca.–¿Qué busca usted aquí? –dijo el de la blusa.–Nada –dijo el caballero–, que tenía interés en ver a mi tío.–¿Y quién es su tío?–Pues don Fulano de Tal.El de la blusa consultó y luego dijo:–No, señor, aquí no está. Vaya a llamar usted a esa otra puerta a ver si le dan razón.Se fue a la puerta que le indicaron, llamó y le salió un señor con una barba muy larga

que le dijo:–¿Qué se le ofrece a usted?Y dijo el caballero:–Que vengo a ver si está aquí un tío mío que hace un año que se ha muerto.–Pues dígame quién era su tío de usted.–Don Fulano de Tal.–No –dijo el de la barba–, conozco a todos los que están aquí y su tío no es uno de

ellos.El caballero fue llamando a varias puertas, según le indicaban, pero en ninguna le

daban razón de su tío. Al fin llamó en otra puerta que estaba al fondo del todo y salió aabrirle un hombre con una cola muy larga y orejas puntiagudas.

Y le dijo el hombre:–¿Qué busca usted por aquí?–Pues verá –dijo el caballero–, es que estoy buscando a un tío mío que hace un año

que se ha muerto y me canso de llamar a todas las puertas y nadie me da razón de él.

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–¿Y cómo se llama su tío de usted?Y el caballero repitió una vez más:–Don Fulano de Tal.El hombre de la puerta hizo memoria y luego dijo:–No, señor; aquí tampoco está, por lo menos con ese nombre. Pero, dígame usted,

¿qué oficio tenía su tío?El caballero contestó:–Era prestamista.Y entonces le dijo el otro:–¡Acabáramos! Pues ya no se moleste usted en buscarle por aquí, porque los

prestamistas no tienen alma.

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107. EL AMIGO DE LA MUERTE

Érase una vez un hombre que tenía puesto todo su afán en ser un hombre justo. No sesentía a gusto con nada con lo que no comulgara y siempre que tenía que opinar sobrealgún asunto, lo juzgaba tal como le dictaba su conciencia, sin inmutarse ante laposibilidad de que su juicio perjudicase al rico y ayudase al pobre o dañase al magnate yal poderoso en favor del desvalido. Él, por encima de todo, decía siempre lo que leparecía más justo, según su recto entendimiento.

Hete aquí que este hombre tuvo un hijo y, naturalmente, quería que fuese tan justocomo él. No hacía más que dar vueltas al modo de conseguir este deseo: que su hijofuera como él y actuase del mismo modo, dando a cada uno lo suyo y llamando al pan,pan y al vino, vino.

Para ello, preguntaba a todos cuantos conocía y apreciaba qué podría hacer paratransmitir este sentimiento a su hijo. Y unos le decían una cosa, otros otra, hasta queencontró a un hombre muy viejo y juicioso, que le dijo que los niños, en esto, dependíande sus padrinos y que era lo propio que heredasen el donaire y las virtudes de lospadrinos, de modo que, si quería que su hijo fuera un hombre justo, tendría queencontrarle un padrino que fuera justo.

Las razones del anciano convencieron al padre, que decidió salir a buscar un hombrejusto para hacerle padrino de su hijo.

Se echó a andar por el mundo y un día, en mitad de un bosque, se le presentó eldiablo en persona pues, sabedor de lo que el hombre buscaba, pensó que ésta era unabuena ocasión para tener un ahijado. En fin, que se acercó al padre y le dijo:

–¿Dónde va usted?–Voy en busca de un padrino para mi hijo.–Y ¿qué clase de padrino está usted buscando? –preguntó el diablo.–Busco un padrino que sea, ante todo, justo.

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–Pues yo me ofrezco con gusto, porque creo que soy la persona adecuada.–¿Tan justo piensa usted que es? –dijo el padre.–El más justo del mundo.–Muy bien, pues dígame quién es usted.–Yo soy el diablo.–¡Pues sí que estamos buenos! –dijo el padre–. ¿Y usted se tiene por el más justo del

mundo? Usted anda detrás de toda la gente tratando de hacerla caer en pecado, engaña,utiliza cualquier bajeza para tentarnos, ¿eso le parece justo? Ande por ahí, hombre, queno me conviene usted para padrino de mi hijo.

Y el padre siguió su camino. Anduvo y anduvo y, por fin, se topó con un vejetecompletamente calvo y medio chocho que le preguntó a dónde iba y, al contestarle elpadre que iba en busca de un padrino para su hijo, él mismo se ofreció diciendo quedifícilmente podría encontrar a alguien más justo que él. El padre le preguntó quién era yel vejete le contestó que era san Pedro. Y dijo el padre:

–Mucho me extraña que usted pueda tenerse por justo. Usted es el portero del cielo y,cada vez que llega un alma, lo único que hace es ponerle inconvenientes y trabas antesde dejarla pasar; y por futesas y cuestiones sin importancia, en un dos por tres me losenvía tranquilamente al infierno. ¡Y todavía se atreve a decir que es un hombre justo!¡Ande con Dios y olvídese de ser padrino de mi hijo!

Y sin más, le dejó plantado y siguió su camino. Otra vez anda que te andarás, fue adar con un hombre de largas barbas, cuyo aspecto era enteramente el de un hombre debien. Como el camino estaba muy solitario y se veía que los dos llevaban mucho tiemposin cruzarse con nadie, se detuvieron a hablar. El padre le contó que iba en busca de unpadrino para su hijo y la condición que ponía, y el desconocido, al oírle, se le ofreciócomo padrino diciéndole que le iba a resultar imposible encontrar a otro más justo que él.El padre, intrigado, le preguntó quién era y el desconocido le respondió:

–Yo soy Dios.–¿Dios? –dijo el padre–. ¡Pues estamos aviados! Usted da riquezas a algunos en tal

cantidad que no saben qué hacer con ellas y las despilfarran de puro aburrimiento y, encambio, a otros los hace tan pobres que en toda su triste existencia no se pueden dar unasatisfacción. A unos les da vida, salud y fortaleza para dar y tomar y a otros, en cambio,les envía enfermedades sin cuento. A unos los hace sabios y les concede todos los donesde la inteligencia en tanto otros no consiguen comprender ni las cosas más simples. Usted

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hace dementes, tullidos, asesinos, cría enfermedades, plagas y guerras. Tanto le cuestahacer el bien como hacer el mal, pero, aunque está en sus manos el evitar todas lasdesgracias, no mueve un dedo para hacerlo y deja que todas las cosas sean como acabode decir. ¿Eso le parece justo?

Y sin más ganas de alegar, el padre siguió su largo viaje en pos de un padrino justopara su hijo y dejó a Dios plantado en medio del camino.

Anda que te andarás, por valles y montañas, llegó un momento en que el padreempezó a sentirse muy cansado de tanto ir de un lado para otro sin encontrar al padrinoque buscaba. Y ya desconfiaba de dar con él cuando hete aquí que encontró, sentado a lavera del camino, a una especie de fantasma de cabeza blanca y cara pelada, sin nada decarne encima, pues era todo huesos desnudos; iba envuelto en una sábana y se apoyabaen una guadaña.

Tanto le llamó la atención que se detuvo a hablar con él.–¿Quién es usted? –preguntó el padre.–Yo soy la Muerte. Y usted ¿quién es? –preguntó la Muerte.–Soy un padre que anda recorriendo el mundo en busca de un justo para hacerle

padrino para mi hijo.–Pues ya dudo que puedas encontrar a alguien más justo que yo –dijo la Muerte–,

porque, para mí, no hay ni rico ni pobre, sabio ni tonto, joven ni viejo, rey ni súbdito.Cuando les llega la hora, a todos los trato por igual y a todos me los llevo sincontemplaciones ni preferencias. Tú me dirás si te parece que hay alguien más justo queyo.

–Bueno –dijo el padre–, no me parece a mí que seas tan justo como dices, porque, aveces, matas al que más falta hace para sacar adelante a una familia y dejas a todos losniños en la miseria y, en cambio, no te llevas a viejos caducos y chochos a los que másles valdría abandonar cuanto antes este mundo. Pero, en fin, de todos los posiblespadrinos con los que he dado hasta ahora, reconozco que, si bien no eres tan justo comocreo que deberías ser, al menos eres el más justo de todos. Así que, de acuerdo, tú serásel padrino de mi hijo.

Así que hicieron el bautizo y se habló mucho de él porque la Muerte, para festejarlo,echó la casa por la ventana. Fue un bautizo muy sonado y, a la salida, se tiraron confitesy caramelos a carretadas, para delicia de los niños. La Muerte estaba la mar de contentade ser padrino porque nadie antes se lo había ofrecido ni se conocía caso igual. Lo

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normal era que todo el mundo le diera de lado, pero en el bautizo, en vista de que ledaban otro trato por el hecho de ser padrino, estaba animadísimo y le daba mucho gustoalternar y mezclarse y charlar con gente que, en cualquier otra ocasión, hubiera huidoespantada de él.

Acabada la celebración, le dijo la Muerte a su compadre:–Ya me tengo que ir, porque tengo obligaciones muy importantes que he abandonado

por causa del bautizo. Estoy muy contento del trato recibido y te prometo que, en cuantopueda escaparme de mis obligaciones, vendré a visitar a mi ahijado. No hace falta que tediga que corren de mi cuenta los primeros zapatos que calce, los primeros trajes que vistay la palma de Ramos; y cada año le traeré la mona de Pascua más grande de laconfitería. Además, tengo ganas de venir a ver al niño a menudo porque, aunque sigosiendo la Muerte maldita y aborrecida por todos, me apetece mucho oírme llamarpadrino.

La Muerte se fue, pues, a hacer de las suyas y a llevar disgusto y malestar a las casasdonde había gente a la que le había llegado su hora, que por muy padrino que fuera, nopodía descuidar su trabajo. Y, efectivamente, en cuanto podía, se escapaba a ver al niñoy le hacía cosquillas con sus dedos largos y secos que, al moverlos, hacían cric-crac,porque le crujían los huesos. Pero el niño no lloraba sino que, como estabaacostumbrado, se reía; y tenía a la Muerte tonta de gusto.

De tanto ir a ver al ahijado, la Muerte hizo amistad con el padre; y un día le dijo:–Es una pena que seas tan pobre, porque a mí lo que me gustaría es que mi ahijado

fuera rico. Así que os voy a ayudar. Vas a hacerte médico y no te preocupes si no sabesnada de enfermedades. Tú irás a ver al enfermo cuando te manden llamar y, si no meves a un lado de la cama, quiere decir que el paciente no está en peligro: le das un jugode las hierbas que yo te diré y, tenga el mal que tenga, se pondrá bien. Y si el enfermo hade morir, no hay nada que hacer, pero entonces me verás al pie de la cama y te indicarécon los dedos los días de vida que le quedan.

Y dicho y hecho. Al poco tiempo, siguiendo fielmente las instrucciones de la Muerte,se convirtió en un doctor de fama e hizo una regular fortuna.

Un día sucedió que le llamaron para que fuese a visitar al rey, que estaba muyenfermo, y le ofrecieron una bolsa llena de monedas de oro si le sanaba. Al llegar a lahabitación del enfermo, el médico vio que la Muerte estaba a los pies del lecho y lemostraba tres dedos de una mano, lo que quería decir que el rey moriría en tres días. El

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médico entendió perfectamente lo que la Muerte quería decirle, pero la bolsa de monedasde oro le tentaba tanto que, por hacerse con ella, resolvió recetar un jugo de hierbas deaquel que le diera la Muerte. Y resultó que el rey se curó, pues se trataba de un jugomaravilloso que sanaba a la gente aunque su enfermedad fuera mortal.

La Muerte, al ver esto, se puso realmente furiosa y juró hacer pagar cara sudesobediencia al médico. El médico hizo como que no la había visto al pie de la cama delrey y se excusó, pero a la Muerte no se le escapó que el hombre había actuado poravaricia. Así que, al cabo de unos cuantos días, la Muerte fue a hacer una visita almédico y le dijo:

–Hace mucho tiempo que nos tratamos y que vengo a vuestra casa a veros, peronunca habéis venido vosotros a la mía. Y he pensado que ya es hora de que la conozcas,así que te invito a venir hoy mismo, si te apetece.

El médico sintió una gran curiosidad por conocer la casa de la Muerte y, sobre todo,por saber dónde estaba y cómo vivía, por lo que aceptó de inmediato la invitación. Sepusieron, pues, en camino y anduvieron tiempo y tiempo a través de bosques ymontañas, por caminos y senderos, subidas y bajadas, ríos y riberas, orillas yacantilados, siempre por lugares perdidos y tan difíciles de recordar como de transitar. Yel médico no paraba de decir:

–Todo esto es muy complicado y lioso; no sé si sabré encontrar el camino de vuelta.Y la Muerte le decía:–No te preocupes, que no te costará nada volver.Por fin, llegaron a la casa de la Muerte. Era un palacio tan alto y tan inmenso que no

se podía abarcar con una mirada. Entraron y recorrieron salas y más salas, tan grandesque la vista se perdía en ellas. El médico quería ver el lecho donde dormía la Muerte y lamesa donde comía, pero no aparecían. Sólo se veían lámparas y lámparas de aceiteencendidas que dotaban a las salas de una fúnebre claridad, triste y siniestra. Y la Muertecaminaba por en medio de aquel inmenso mar de lámparas, entre luces y sombras, sinperder el camino y sin rozar una sola. No todas las lámparas eran iguales. Había muchasllenas de aceite, que daban más claridad, y otras, por el contrario, semivacías o casivacías, que iluminaban más escasamente; y las más vacías parecían a punto deextinguirse en su pobre llama. El médico no entendía qué era todo aquel extrañoespectáculo y se lo preguntó a la Muerte.

–Aquí hay tantas lámparas como personas hay en el mundo –dijo la Muerte–. Cada

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lámpara corresponde a una persona; mientras la llama luce, la persona está viva. Si lalámpara quema bien y la luz es clara, la persona está buena y sana; si parpadea el pabiloy la luz declina, la persona está enferma. Mientras dura el aceite de la lámpara y, portanto, la llama se alza, la persona vive; en cuanto el aceite se acaba y la lámpara seapaga, se extingue la vida de la persona unida a la lámpara.

El médico, entonces, relajó el paso y fue fijándose en las lámparas junto a las quepasaba. Cuando encontraba una bien llena y con la llama alta, decía:

–Mira, éste tiene vida para muchos años.Cuando veía una más bien vacía, no podía evitar decir:–Mira este pobre, lo poco que le queda.En esto, encontró una lámpara tan llena que parecía estar a punto de desbordarse y le

preguntó a la Muerte, por curiosidad:–¿De quién es esta lámpara tan llena?Y le contestó la Muerte:–Esta lámpara es la que corresponde a tu hijo.–Caramba, qué buena fortuna; éste sí que tiene vida asegurada por una buena cantidad

de años.Muy cerca de ella vio otra lámpara con apenas una gota de aceite y le dijo a la Muerte,

en tono burlón:–Mira ésta, qué pronto se va a llevar a alguien al cielo.Y la Muerte le contestó:–Entonces mírala bien, porque es la tuya.El médico se quedó horrorizado y sumido en la más negra desesperación; empezó a

implorar a la Muerte que le añadiera aunque sólo fuera unas pocas gotas de aceite decualquier otra lámpara, puesto que había tantas que estaban llenas a rebosar.

–Ahora que soy rico y que puedo saber lo que es la buena vida, ¡ahora me voy amorir!

Entonces le propuso a la Muerte poner en su lámpara un poco del aceite de la de suhijo, al que poco le iba a importar vivir unos meses más o menos, un año o dos, teniendotoda la vida por delante y, de este modo, le daría tiempo a aconsejarle y educarle paraque llegase a ser un hombre justo.

La Muerte rechazó todo lo que el padre le decía; ni siquiera se molestaba enescucharle. Le dijo que era un mal padre, porque acortar la vida de su hijo para alargar la

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suya propia no era justo, ya que no dudaba en perjudicar al hijo si eso le aprovechaba aél. ¿Era eso ser justo? Y le dijo además:

–Recuerda que si me escogiste como padrino de tu hijo fue porque creías que yo era elmás justo.

Y mientras estaban discutiendo esto, y el hombre ora alegaba y ora imploraba, seacabó el aceite de la lámpara y el médico quedó muerto.

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108. LA BOLA DE ORO

Había una vez un matrimonio que tenía un hijo, y eran tan pobres tan pobres que nolo podían alimentar. Una tarde, mientras el niño dormía, el marido y la mujer decidieronque, ya que se morían de hambre y no podían dar a su hijo lo mínimo que necesitabapara mantenerse, lo mejor que podían hacer era abandonarlo en el bosque, donde quizáalgún duende le ayudase y protegiese.

Pero, mira por dónde, resulta que el niño no estaba dormido y oyó todo lo que decíansus padres. Y pensó: «Para que me echen de casa, más vale que me vaya yo, porque almenos sabré por dónde voy; mientras que, si me llevan ellos, me dejarán donde lesparezca y no sabré dónde estoy».

Y esa misma noche, cuando sus padres estaban durmiendo, se levantó, bajó depuntillas a la puerta, la abrió poco a poco con muchísimo cuidado de no hacer ruido, y sefue sin que nadie se enterara. A la mañana siguiente, sus padres se despertaron y vieronque el hijo no estaba en casa.

El pobre niño estuvo andando y andando, sin saber por dónde ir ni a dónde ir, ycuando se le echó el atardecer encima, estaba medio muerto de hambre, de frío y demiedo. Se arrimó al pie de un árbol y allí se quedó hecho un ovillo y se durmió enseguida. Y hete aquí que, cuando estaba en lo mejor del sueño, le despertó un runrúnconocido. Eran una pareja de pajaritos que estaban de palique, precisamente en una ramadel árbol junto al que dormía el niño. Éste escuchó con atención y oyó que decían losiguiente:

–Pues es verdad que tengo una cosa que contarle, comadre Pía. Me he enterado deque dentro de este bosque anda dando vueltas un niño muerto de hambre, de frío y demiedo, que ha tenido que escaparse de su casa y que anda perdido en busca de una pocade suerte. Por cierto, que no le sería difícil encontrarla si consiguiera hacerse con la bola

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de oro, pues ésta le concedería las tres gracias que le pidiera y, si las sabe aprovecharbien, su felicidad estaría asegurada.

–¿Y cree usted posible que se halle la bola de oro por aquí, compadre Pío?–Cosas más difíciles se han visto, comadre Pía.–¿Y cree usted que la encontrará, compadre Pío?–Si no se cansa y tiene constancia, la encontrará, comadre Pía –sentenció el pájaro.–Bueno, pues nada, ya es hora de dormir. Que tenga usted buena noche, compadre

Pío, y hasta mañana si Dios quiere.–Buenas noches, comadre Pía, que descanse y que tenga buenos sueños.–Gracias, igualmente, compadre Pío.Y los dos pajaritos se echaron a volar, uno por aquí y otro por allá, en busca del nido.El niño, que había escuchado la conversación de los pájaros sin perder ripio, estaba

muy contento pensando que ya había empezado a cambiar su suerte; porque él conocíael lenguaje de los pájaros y justo habían ido estos dos a hablar de él en una rama delárbol bajo el cual estaba durmiendo.

Total, que ya no pudo pegar ojo y, nada más empezar a clarear el día, se espabiló y sepuso en marcha. Echó a andar sin saber a dónde iba, pero con mejor ánimo. Todo el díaestuvo caminando, pero no encontró casa ni persona alguna. Comió sólo las pocasnueces y avellanas que pudo encontrar y, al atardecer, ya estaba otra vez desmayado dehambre, de tanto andar y de tan poco comer. Se arrimó desconsolado a un árbol y allí selo encontró sentado una vieja tan vieja que no podía serlo más; tenía una nariz ganchudaque le llegaba a la barbilla e iba vestida de andrajos como una desastrada.

Nada más ver al niño, le dijo:–¡Válgame Dios! ¿Qué haces tú aquí, pobrecito mío, tan solo y a estas horas? ¿No te

das cuenta de que pronto vendrán los lobos y te devorarán? Anda, vente a mi casa, quete daré de comer y dormir y así no tendrás que pasar la noche al raso.

Aunque aquella vieja no le producía mucha confianza, estaba tan necesitado de comery dormir que se fue con ella. Llegaron a una buena casa que había no lejos de allí, en loalto de un cerro. Era toda ella de piedra, con unos muros muy gruesos y, cosa extraña,no se veía puerta alguna. Entonces la vieja dijo:

–Ábrete, ciérrate, ábrete, pared.

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Al momento, la pared se abrió como si fuera una puerta y la vieja y el niño entraron.Dijo la vieja:

–Ábrete, ciérrate, ciérrate, pared.

Y al punto la pared se cerró y nadie hubiera dicho que allí hubo una puerta. La viejamostró el niño a otras dos viejas reviejas, que eran sus hermanas. Las tres empezaron arivalizar en cumplidos y halagos hacia el muchacho y, acto seguido, le sirvieron una cenadigna de un rey. Cuando hubo comido hasta siete quesos, le acompañaron a una cama enla que había siete colchones, uno encima del otro, y el niño estaba un poco sorprendidopor tales atenciones. Y como aquello no le daba buena espina, fingió que dormía y sededicó a escuchar a las viejas. ¡Y menos mal que lo hizo!

En cuanto creyeron que se había dormido, empezó a decir la más vieja de las tres:–Éste ha de morir lo mismo que los demás osados que se han atrevido a meterse en

este bosque sin pedirnos permiso antes, como si fuera su casa. Así que haremos lo desiempre: encendemos el fogón y, cuando haya buena brasa, lo echamos dentro. Comoestá dormido, entre las tres podremos hacerlo muy bien; y si se despierta y no haymanera, le damos con la varita de las siete virtudes y los osos del bosque vendrán adespedazarlo.

En cuanto el niño oyó esto, se quedó temblando del susto y, de inmediato, se dispusoa escapar de las viejas antes de que éstas acabasen de cenar y encendieran el horno.Cogió las sábanas que tenía la cama, las enrolló y anudó bien e hizo con ellas una cuerdalarga hasta el suelo. Como no había ventana ni nada, recordó las palabras mágicas de lavieja y dijo:

–Ábrete, ciérrate, ábrete, pared.

Y al momento se abrió un agujero como una ventana, el niño se descolgó hasta elsuelo y ¡pies, para qué os quiero! echó a correr bosque a través para poder estarsuficientemente lejos de las viejas cuando éstas se dieran cuenta de que había escapado.

Corre que te correrás, primero, y anda que te andarás, después, se pasó todo el día sinatreverse siquiera a mirar atrás por miedo a ver aparecer a las viejas reviejas. Y a la caídade la tarde estaba el pobre más muerto que vivo de tanto andar y no comer nada. Hasta

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que, sin fuerzas para dar un paso más, se sentó al pie de un gran árbol. Y cuando yahabía recobrado el resuello, se le presentó una gentil doncella, muy bien vestida, con suslargos cabellos muy bien peinados y tan luminosa como un sol, que, en cuanto vio alpobre niño allí echado, le dijo:

–¿Qué haces aquí, infeliz? ¿No ves que en cuanto caiga la noche vendrán los lobos yte devorarán? Anda, ven a mi casa, que te daré de comer y dormir y no tendrás quepasar la noche al raso.

Le cogió de la mano y echaron a andar. Mientras andaban, el niño pensaba que aquelladoncella tan cortés y bonita no podía ser tan mala como las viejas reviejas y que no lequerría tan mal como ellas. La muchacha llevó al niño hasta una gran casona muyparecida a la de las viejas, pues era toda de piedra y de gruesos muros y tampoco teníapuerta alguna. La gentil doncella, apenas estuvieron ante la casona, dijo:

–Ábrete, ciérrate, ábrete, pared.

De inmediato, la pared se abrió como si fuera una puerta y la doncella y el niñoentraron. Una vez dentro, la doncella volvió a decir:

–Ábrete, ciérrate, ciérrate, pared.

Y la pared se cerró de nuevo. En la casona había dos hermanas de la muchacha, tanjóvenes y bonitas como ella. Entre las tres le sirvieron una cena siete veces másespléndida que la de las viejas; y cuando hubo cenado, le llevaron a un lecho siete vecesmás mullido y más bonito que el de las viejas. El niño no las tenía todas consigo contanto agasajo y, como la vez anterior en la casa de las viejas, fingió dormir y se quedóescuchando lo que hablaban entre ellas y si hablaban de él.

Y oyó cómo la más joven de las tres decía:–A éste le haremos lo mismo que a todos los demás que se han atrevido a entrar en el

bosque sin nuestro permiso. Mañana, cuando se tenga que marchar, le acompañaremoscomo a los otros y en cuanto lleguemos al primer claro del bosque, le encantamos y leconvertimos en árbol como hemos hecho con los demás; y así lo seguiremos haciendocon todos los que vengan hasta que tengamos un bosque tan espeso que dentro de él nose distinga el día de la noche.

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–Lo haremos como tú has dicho, hermana pequeña –dijeron las otras dos.Apenas terminó de oír esto, el niño decidió repetir la fuga de la casa de las viejas. Así

pues, enrolló y ató las sábanas como si fueran una cuerda y, cuando la tuvo hecha, dijo ala pared:

–Ábrete, ciérrate, ábrete, pared.

Apareció en la pared un agujero como una ventana, el niño se descolgó por la cuerday, apenas puso los pies en tierra, empezó a correr a todo correr para poner tierra pormedio, pues sabía que en cuanto se dieran cuenta de su fuga, le perseguirían y a buenseguro le atraparían si no se alejaba pronto, pues eran más jóvenes y ágiles que las viejasreviejas.

Al cabo de un buen rato, cansado de tanto correr, se sentó al pie de un árbol y, nadamás sentarse, divisó no muy lejos una casa muy, muy grande y decidió ir a echar unvistazo. Al llegar, se encontró con una casa enorme y muy parecida a la de las viejas ylas muchachas, con unos muros aún más gruesos y también sin puerta alguna. Como yatenía experiencia, se acercó a la casa y dijo:

–Ábrete, ciérrate, ábrete, pared.

Y al punto se abrió un hueco tan grande en el muro que bien podría caber por él ungigante tan alto como una montaña. El niño entró y comprendió en seguida que aquellaera una casa de gigantes, porque todo era enorme: la mesa, las sillas, las camas, los platosy las cucharas. El niño se asustó de verdad, pensando que, si se las tenía que haber conlos habitantes de aquella casa, estaba perdido, pues tan sólo con un soplo le mandarían alfin del mundo.

Entonces decidió salir de allí antes de que los gigantes volvieran. Y hete aquí que,cuando se disponía a atravesar de nuevo el agujero de la pared, se dio cuenta de que enuna esquina había una bola de flores preciosas tan brillante como si fuera de oro y pensó:«¿Y si fuera ésta la bola de oro? Me la voy a llevar por si acaso y ya veremos lo quepasa. Si no lo es, siempre tendré ocasión de deshacerme de ella».

Cogió la bola de oro y, nada más sentirla en sus manos, notó como una especie de

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musiquilla que salía de su interior, muy dulce muy dulce, acompañada de unaencantadora vocecita que decía:

–¿Qué quieres de mí?El niño no se lo pensó dos veces y dijo:–Que me saques de aquí sin daño ni peligro.Y ¡zas! en un momento se encontró otra vez en el bosque muy lejos de la casa de los

gigantes.Volvió a sentir la musiquilla y otra vez la encantadora vocecita que volvía a

preguntarle:–¿Qué quieres de mí?Y dijo el niño esta vez:–Que me lleves al palacio del rey y que pueda ver y conocer a la princesa.Y ¡zas! en un abrir y cerrar de ojos se encontró dentro del mismísimo palacio del rey.

El rey estaba cenando con la reina y su hija, que era soltera, y los tres tenían tan buenaplanta que el niño quedó deslumbrado y en seguida se enamoró de la princesa.

Mas cuando el rey vio delante de sí a aquel niño harapiento que parecía un pobre depedir, se puso hecho una furia; llamó a los criados y les dijo que se lo quitasen de delantey, para empezar, le dieran una buena paliza por haberse atrevido a llegar hasta allí y, depaso, que dieran otra paliza a los porteros por haberle dejado pasar. El niño, espantado yaturdido, no sabía cómo salir de ésta cuando volvió a sentir la musiquilla y la vocecitaque le decía:

–¿Qué quieres de mí?Y le dijo el niño:–Que la princesa se enamore de mí para casarme con ella.Y no había acabado de decirlo cuando la princesa se puso a llorar y le dijo al rey:–Padre, padre, no hagas que le castiguen, que es tan guapo y tan simpático que me

gustaría casarme con él.Y dijo el rey:–Está bien, hija mía, si tú le quieres por marido, pues yo también le quiero por yerno.

Y que ahora mismo, sin esperar a más, comience a prepararse la boda.Y todo el mundo en el palacio se puso a preparar el casamiento. El niño mandó llamar

a sus padres para que estuvieran presentes en la boda y pasasen el resto de sus días juntoa su hijo. Y hete aquí que la víspera de la boda, el novio, al irse a dormir, escuchó una

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especie de cháchara conocida en el jardín. Abrió la ventana para ver quiénes eran los queparloteaban y advirtió que eran dos pajaritos que estaban posados en las ramas de unárbol cercano. Y oyó que decían lo siguiente:

–Buenas noches, compadre Pío.–Buenas noches, comadre Pía.–¿No tiene nada de bueno que contar?–Sí, por cierto, compadre Pío. ¿Recuerda usted aquel niño del que me habló hace

unos días, uno que andaba perdido en el bosque? Pues ha de saber que ha tenido muchasuerte, gracias a lo listo que es y lo buen chico. Las tres viejas y las tres doncellas delbosque le cogieron y le encerraron en sus casas para matarlo, pero con su listeza logróescapar. Entonces fue a parar a casa de los siete gigantes, donde encontró la bola de oro;fue tan hábil que se apoderó de ella sin que los gigantes se diesen cuenta y haaprovechado tan bien los tres dones de la bola de oro que mañana se casará con la hijadel rey y, en su día, llegará a ser rey él. Pocas veces se ha visto a alguien que en tanpoco tiempo haya conseguido tanta suerte y tanta ventura.

–Tiene mucha razón en lo que dice, compadre Pío.–Ya lo creo, comadre Pía. En fin, que tenga buena noche y descanse bien.–Buenas noches y hasta mañana, compadre Pío.Y el novio cerró la ventana y se fue a dormir, tranquilo y satisfecho como nunca antes

lo había estado.

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109. LAS TRES CERDITAS

Una vez iban tres cerditas por un caminito adelante y le tenían mucho miedo al lobo.Entonces pararon en el camino y se dijeron:

–Hermanitas, ¿por qué no hacemos una chocita aquí y nos metemos las tres pararesguardarnos del lobo?

–¡Vamos allá! –dijeron las otras dos.Hicieron una chocita con palos y hojas que encontraron por allí y, cuando estuvo

terminada, se acomodó dentro la cerdita mayor a ver qué tal y les dijo a las otras:–Hala, venga, fuera de aquí, que en esta chocita no quepo más que yo.Las otras dos hermanitas se echaron a llorar y le suplicaron que las dejase entrar a

ellas también, pero la otra dijo que no y que no, así que se vieron obligadas a seguircamino.

Un poco más adelante, se dijeron:–¿Por qué no hacemos una chocita para nosotras dos?–Bueno –dijo la pequeña–, pues vamos allá.Cogieron palos y hojas y hierbas y también un poco de barro para que fuese más firme

y la terminaron. Entonces la mediana se metió a probarla a ver qué tal y, cuando estuvodentro y a sus anchas, le dijo a la pequeña:

–Hala, venga, fuera de aquí, que en esta chocita no quepo más que yo.La cerdita pequeña no tuvo más remedio que echarse al camino y seguir andando, e

iba llorando a todo llorar porque sus hermanas la habían echado con viento fresco. Y sinparar de llorar, llegó a donde un herrero que, al verla así, le preguntó:

–¿Por qué lloras, cerdita?Ella le contó entre hipos lo que le había sucedido con sus dos hermanas y el miedo que

tenía de que el lobo la encontrase sola en el camino y se la comiera. El herrero laescuchó sonriente y le dijo:

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–Tú no te preocupes, que te voy a hacer una casita de hierro muy bonita y con unosbuenos pinchos encima por si acaso.

Y así fue. Le hizo una preciosa casita de hierro, con sus ventanas y su puerta y todo yle puso unos pinchos en el techo.

Al día siguiente, se presentó el lobo andando por el camino adelante diciendo:–Tau-tau, tau-tau.Llegó a la casa de la cerdita mayor y dijo:–¡Cerdita, cerdita, ábreme tu casita!–No, que me comerás –decía la cerdita.–Pues ahora soplo y te tiro la choza –respondió el lobo.Y dicho y hecho; pegó un soplido que echó a volar la choza y se tragó a la indefensa

cerdita en dos bocados.Siguió el lobo su camino y, al poco rato, llegó a la chocita de la segunda cerdita. Y dijo:–¡Cerdita, cerdita, ábreme tu casita!–No, que me comerás –dijo la cerdita.–Pues ahora soplo y te tiro la choza –respondió el lobo.Eso fue lo que hizo; dio un par de soplidos, echó a volar la choza y se comió a la

cerdita de un bocado.El lobo iba tan contento, relamiéndose de gusto y diciendo:–Tau-tau, tau-tau.Hasta que llegó a la casa de la cerdita pequeña. Y le dijo nada más verla:–¡Cerdita, cerdita, ábreme tu casita!–Eso, ni hablar, porque entonces me comerás –contestó la cerdita.–Pues te soplo y te tiro la casita –dijo el lobo, y empezó a soplar. Pero la casa no se

movía y el lobo siguió soplando con todas sus fuerzas hasta que no pudo más. Y nada; lacasita, como era de hierro, ni se movía.

El lobo insistió:–Cerdita, ¿por qué no me abres la puerta?–Que no –dijo la cerdita–, que no te abro porque me comes.–Muy bien –dijo el lobo–, pues ahora me trepo en lo alto y te arranco el tejado.Se subió a un pequeño cerro que había al lado para tomar carrerilla, se tiró a correr

para la casa y ¡zas!, de un salto se plantó en el tejado. Y claro, como estaba lleno depinchos, se quedó allí clavado sin poderse mover.

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–Ay, cerdita –decía el lobo–, sácame de aquí que me muero.Pero la cerdita, ni corta ni perezosa, cogió un cuchillo de cocina, subió al tejado, le

rajó la tripa al lobo y sacó a sus dos hermanas de adentro. Entonces las hermanas,avergonzadas, le dieron las gracias y las tres se quedaron a vivir en la casita de hierro,donde nunca más tendrían miedo al lobo.

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110. LOS TRES HERMANASTROS

Éranse tres hermanastros. El primero era hijo de un noble, el segundo era hijo de unrico y el tercero era hijo de un pobre.

Como no se llevaban nada bien, decidieron salir a probar fortuna, mas, para noestorbarse entre sí, pensaron que uno saliera un lunes, el otro al lunes siguiente y eltercero otros ocho días después.

El hijo del noble, que era el mayor, fue el primero en partir. Por el camino se encontróa una vieja que le pidió algo para comer, porque tenía mucha hambre. El hijo del noble lecontestó que no tenía nada que darle, pero le preguntó si sabía algún camino que lellevase a un lugar de buena suerte. La vieja le dijo que siguiese por donde iba y, al cabode media jornada, llegaría a una gran plaza donde había tres puertas que correspondían atres jardines; una de oro, otra de plata y otra de madera. Si entraba al jardín de la puertade oro, sería encantado; si entraba al de la puerta de plata, se perdería; y si entraba al dela puerta de madera, hallaría a unos monstruos que se lo comerían.

El hijo del noble siguió camino y llegó a la plaza. Allí estaban las tres puertas que lehabía dicho la vieja y pensó que, como hijo de noble, le correspondía llamar a la puertade oro. Salió a abrirle una doncella tan hermosa como un sol, que le acompañó por todoel jardín. Era un jardín lleno de árboles extraordinarios y nunca vistos, cargados de floresde olor y llenos de pájaros que cantaban tan dulcemente que el lugar parecía el cielo.Tanto pasearon que, al final, el hijo del noble se sintió cansado. La doncella tomó asientoal pie de un árbol y le dijo que se sentara a su lado, apoyase la cabeza en su falda ydurmiera un poco. El hijo del noble, agradecido, posó su cabeza en el regazo de lamuchacha y al momento quedó encantado y convertido en un árbol tan extraordinariocomo los demás del jardín, que también eran mancebos encantados como él.

Al lunes siguiente, el segundo hermanastro, el hijo del rico, se puso en camino y seencontró con la misma vieja, que también le pidió unos pedazos de pan por el amor de

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Dios. El hijo del rico no le dio nada, pero, igual que el anterior, le preguntó si sabía algúncamino que le llevase a hacer fortuna. Hizo el mismo camino que el otro hermanastro yllegó a la misma plaza de las tres puertas. Cuando las tuvo delante, le pareció que lopropio de un hijo de rico era llamar a la de plata, y eso hizo.

Le salió a abrir una preciosa muchacha, con unas trenzas doradas que casi tocaban elsuelo; le habló con una voz tan dulce tan dulce que el mancebo no pudo menos deenamorarse. Hablando, hablando, le dijo a la muchacha que le dejase tocarle las trenzasy la muchacha le dejó, pero en el mismo instante en que puso la mano sobre ellas, sedesorientó completamente y empezó a vagar por los caminos y senderos y calles ycallejas que tenía aquel jardín y, cuanto más caminaba, más se perdía y no hacía otracosa que tropezarse con otros mancebos tan desorientados como él, que daban vueltas ymás vueltas por aquellos caminos sin saber a dónde iban.

Al otro lunes se puso en marcha el hermanastro pequeño, el hijo del pobre. Tambiénse encontró con la vieja, que le pidió algo para comer, como a los otros. El joven,compadecido, le ofreció las provisiones que llevaba consigo. La vieja se lo agradeciómucho y, cuando le preguntó por un camino de buena ventura, le dijo lo mismo que asus hermanastros, pero le recomendó que llamase a la puerta de madera. Le advirtió quesaldrían unos perros rabiosos que se lo querrían comer, mas los detendría tirándoles unostrozos de carne. Más allá encontraría una serpiente tan gruesa como el cuerpo de unhombre y más alta que una torre que se lo querría comer, mas la detendría con un pocode leche. Más lejos aún, encontraría a un gigante que dormía con los ojos abiertos y loscerraba cuando estaba despierto; éste guardaba un valiosísimo tesoro en una cajita; si loencontraba dormido, podría coger la cajita sin peligro y ésa sería su suerte y su fortuna.La vieja le dio unos trozos de carne para los perros, una calabaza de leche para laserpiente y un puñado de hierba resucitadora, por si acaso moría.

El hermanastro pequeño, hijo del pobre, siguió el mismo camino que sus doshermanastros mayores. Llegó ante las tres puertas y llamó a la de madera. Nada másentrar, se precipitaron sobre él unos perrazos rabiosos con sus enormes bocas abiertas,dispuestos a devorarlo. Les tiró la carne y, de inmediato, se abalanzaron sobre ella yempezaron a comer.

Así pudo adentrarse en el jardín y muy pronto se topó con la serpiente, que era tangruesa como el tronco de un hombre y alta como una torre, y emitía unos silbidos quehacían temblar al más plantado. Le puso delante la calabaza de leche y la serpiente se

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enroscó y empezó a beberla. El hijo del pobre pudo así seguir adentrándose en el jardínhasta dar con el gigante, que estaba con los ojos bien abiertos, porque dormía, y a unlado tenía la cajita. El hijo del pobre la cogió y en ese momento vio venir a los perros y ala serpiente, que se echaron sobre el gigante y lo destrozaron en un santiamén.

El hijo del pobre fue a abrir la cajita y del interior salió una princesa a la que el gigantetenía encantada, y los perros y la serpiente se transformaron en sus criados y su criada,respectivamente, pues también estaban encantados como su señora. Entonces la princesale explicó al hijo del pobre que, en el jardín de al lado, había una muchacha encantadapor el gigante, la cual hacía volverse árboles a todos los que entraban en él; y que, en elotro jardín, había otra muchacha encantada que hacía perderse a todos cuantos entrabanen él. El hijo del pobre se metió por la puerta de plata y, nada más mostrar la cajitaabierta a todos los mancebos que se habían perdido, recuperaron el ánimo y laorientación y pudieron volver a sus casas. Después entró por la puerta de oro, cogió unpuñado de la hierba resucitadora que traía consigo y, al extenderse su olor por el jardín,se desencantaron los mancebos que estaban convertidos en árboles; y, entre ellos,encontró a su hermanastro mayor.

Todos se pusieron en camino con gran contento y alegría. Pero hete aquí que elhermanastro mayor, que tenía muy mal corazón, se puso a pensar que un hijo de pobreno era merecedor de una princesa y que ésta debía casarse con un hijo de noble como él.Y, de lo pensado a lo hecho, mató a su hermanastro pequeño en mitad del camino.Entonces obligó a la princesa a llevarle a él, el fratricida, al palacio de ella y a decir allíque era él quien la había salvado. Y la amenazó diciéndole que, si no lo hacía así, lamataría a ella también.

Pero el hermanastro pequeño llevaba consigo la hierba resucitadora y su olor ledevolvió a la vida. Fue corriendo a buscar a la vieja que tan bien le había aconsejado laprimera vez y le contó lo que pasaba. Entonces la vieja le dijo que se vistiera decomerciante, que se hiciera fabricar por un orífice un ceñidor de oro bien vistoso y queen la hebilla colocase el anillo de oro que la princesa le había regalado en prenda deagradecimiento por haberla salvado. Una vez que tuviese todo esto, le aconsejó quemerodeara por los alrededores de palacio pregonando su mercancía; entonces, la princesase haría comprar el ceñidor y, al ver el anillo, comprendería que él estaba vivo.

El hijo del pobre lo hizo así. Fue a casa del mejor orífice, le encargó un bello ceñidor

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de oro e hizo colocar en la hebilla el anillo de oro. Luego, disfrazado de comerciante, sefue a los alrededores de palacio y empezó a gritar:

–¿Quién compra un ceñidor de oro?La princesa, al oírlo, salió a la ventana. Como le agradó mucho el ceñidor, envió a su

criada a comprarlo y, cuando su criada se lo trajo, encontró su anillo en la hebilla ycomprendió que el vendedor no era un comerciante sino el joven que la había rescatadodel encantamiento del gigante. Entonces fue a ver a su padre, hicieron llamar al hijo delpobre y se aclaró la fechoría de su hermanastro.

El rey se puso furioso al ver que el hijo del noble había pagado de modo tan ruin a suhermanastro menor, después de que le había salvado la vida. Y, sin más, ordenó que lecolgaran para escarnio general.

Al día siguiente se celebraron las bodas del hijo del pobre con la princesa y convidarona todo el mundo y las fiestas duraron tres días con sus noches.

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111. LA MUCHACHA EMBUSTERA

Un labrador tenía una hija que le llevaba cada día el almuerzo a donde él estabatrabajando. Uno de los días en que la madre enviaba a la niña con el almuerzo, seencontró con la Virgen por el camino. Y le dijo la Virgen:

–¿Quieres venirte conmigo?La niña dijo que sí y se fue con ella.La Virgen la llevó a un palacio muy grande y hermoso que tenía muchísimas

habitaciones. Le entregó un manojo de llaves para que pudiera entrar en todas lashabitaciones, excepto en una que le prohibió. En ésa, la Virgen le dijo que no entrara deninguna manera. Y dicho y hecho todo esto, la Virgen se fue y dejó sola a la niña. Laniña, con curiosidad, estuvo abriendo habitaciones una detrás de otra y en todasencontraba algo que le llamaba la atención, así que estuvo la mar de entretenida durantemucho tiempo. Pero llegó un momento en el que agotó las habitaciones. Y dijo:

–¡Qué aburrimiento! Pues ahora voy a abrir la habitación que me dijo esa señora queno abriera.

Cogió la llave y abrió la puerta de la habitación prohibida y la llave se manchó desangre. La niña se asustó mucho al principio, pero luego entró a pesar de todo y estuvoviendo las cosas que había dentro.

Otro día vino la Virgen a ver a la niña y, en seguida, le preguntó:–¿Has abierto la habitación que te dije que no abrieras?Y contestó la niña:–No, señora, no la he abierto.Como la Virgen sabía que estaba diciendo una mentira, hizo que desapareciera todo el

palacio y la niña se encontró sola en mitad de un bosque que no conocía, pues la Virgenla había castigado por embustera.

Y ahí andaba la niña deambulando por el bosque cuando acertó a pasar por allí un

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príncipe que estaba de caza. La vio y le preguntó qué hacía sola en el bosque. Lamuchacha le contó lo que le había ocurrido, pero no le dijo que estaba sola y perdida enel bosque por haberle dicho una mentira a la señora. El rey, compadecido de su estado,se la llevó a su palacio y, como era bonita y delicada, se casó con ella. Y al año justo delas bodas, la reina tuvo un hijo tan hermoso que nadie sabía de ninguno en el mundo quelo fuera tanto como éste. El niño creció y, al cumplir los dos años, la Virgen se leapareció a la reina y le dijo:

–¿Abriste aquella habitación que te dije que no abrieras?Y la reina le dijo:–No, no la abrí.En vista de que seguía mintiendo sin arrepentimiento, la Virgen la castigó de nuevo y,

para eso, le quitó a su hijo. La reina lo sintió mucho y enfermó de dolor.Al año siguiente dio a luz a otro hijo que era tan guapo como el anterior. Y al cumplir

el niño los dos años, la Virgen se presentó de nuevo a ver a la reina y le preguntó:–¿Abriste aquella habitación que te dije que no abrieras?Y la reina le contestó:–No, no la abrí.Y otra vez castigó la Virgen a la reina por embustera y le quitó también este hijo. La

reina, esta vez, se moría de pena, no sólo por este hijo sino también por el recuerdo delanterior. Y, a todo esto, la gente del reino empezó a murmurar y a murmurar y decíanque la reina era una medio bruja que mataba a sus hijos.

Como suele suceder, lo que decía la gente llegó a oídos de la reina. Y la reina sedesesperaba aún más:

–¡Ay, Dios mío! –decía–. ¡Si yo no los mato! ¡Si me desaparecen sin que yo sepaquién se los lleva!

Al año siguiente tuvo su tercer hijo, que resultó ser niña. Era una niña preciosa, aúnmás bonita que sus dos hermanos desaparecidos. La niña creció, cada vez más linda,hasta cumplir los dos años. Entonces se le apareció de nuevo la Virgen a la reina y levolvió a preguntar:

–¿Abriste la habitación aquella que te dije que no abrieras?Y la reina contestó:–No, no la abrí.La Virgen la castigó otra vez por embustera y le quitó a la niña. Esta vez, la pobre

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reina ya no se podía consolar y estaba todo el día llorando por sus hijos perdidos. Lagente del reino se enfadó más que nunca con la reina cuando se corrió la voz de que laniña también había desaparecido. Y empezaron a decirse unos a otros:

–Ahora ya sí que no hay duda de que la reina mata a sus hijos y que es medio bruja.¿Cómo puede explicarse, si no, que todos los hijos que tiene desaparezcan sin dejarrastro?

Y como estaban tan indignados, fueron a buscar leña al bosque y empezaron a armaren la plaza una buena pira donde pensaban quemar a la reina.

Cuando ya estaba todo preparado, la gente se dirigió al palacio para coger a la reina yecharla a la hoguera. Entonces la Virgen se apareció de nuevo a la reina y le preguntó:

–¿Abriste aquella habitación que te dije que no abrieras?Y la reina le dijo:–Sí, señora, la abrí.Y dijo la Virgen:–Pues has de saber que yo soy la Virgen y te he quitado a tus hijos para castigarte por

embustera. Pero hoy has dicho por fin la verdad y ahora te los devuelvo.Entonces le entregó a sus tres hijos y la reina salió al balcón y se los mostró a la gente.

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112. EL LOBO CREE QUE LA LUNA ES QUESO

Una noche estaba el lobo muy hambriento dando vueltas y revueltas por el bosque enbusca de algo que llevarse a la boca, pero ningún animal se ponía a su alcance. En una deéstas se topó con una zorra que estaba echada a la sombra de unos arbustos, jadeando ycon la lengua fuera.

El lobo, apenas la vio, se fue derecho a ella y le dijo:–Oiga usted, señora zorra, ahora mismo me la voy a comer a usted, porque estoy

muerto de hambre y algo tengo que comer.La zorra le contestó:–Pero fíjese usted bien, señor lobo, que estoy en los huesos. ¿Cómo va usted a

comerme si soy sólo huesos y pellejo? ¿No ve lo flaca y desfallecida que estoy?Y dijo el lobo:–¿Ah, sí? Pues bien gordita y rellena que estaba usted el año pasado.–¡Ay, señor lobo! –repuso la zorra–. El año pasado sí que estaba bien alimentada y

lustrosa, pero ahora es que tengo que dar de mamar a mis cuatro zorritos y, apenas comoalgo, todo se me va en leche para mis pequeños. Así, ¿cómo quiere usted que estégordita?

Y dijo el lobo, que no veía del hambre que tenía:–¡Me da igual, yo me la como!Ya iba a darle el primer mordisco, cuando la zorra le dijo:–Deténgase usted, por Dios, señor lobo. Mire que yo sé dónde vive un señor que tiene

un pozo lleno de quesos. Acompáñeme al pozo antes de comerme y verá cómo tengorazón.

Y se fueron la zorra y el lobo a buscar los quesos.Llegaron a una casa en medio del campo, pasaron las tapias que la guardaban y

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llegaron hasta el pozo que estaba junto al huerto. La luna se reflejaba en el agua quieta yparecía enteramente un queso.

Se asomó la zorra al brocal y le dijo al lobo:–¡Ay, amigo lobo, qué grande es el queso! Mire, mire y verá.Se asomó el lobo, vio la luna y se creyó que era un queso grandón. Pero, como el lobo

no se fiaba de la zorra, le dijo a ésta:–Muy bien, amiga zorra, pues entre usted por el queso.La zorra se metió en uno de los cubos que estaban para sacar el agua y bajó por el

queso. Y desde abajo le gritaba al lobo:–¡Ay, amigo lobo, qué grande es este queso! No puedo con él. ¿No podría usted bajar

a ayudarme?–Yo no puedo entrar –decía el lobo–. ¿Cómo voy a entrar?Y la zorra le dijo:–Pero, hombre, no sea usted torpe. Métase en el otro cubo y entrará tan fácilmente

como he entrado yo.En cuanto el lobo se metió en el otro cubo, como pesaba más, se fue rápido abajo y,

claro, el de la zorra, que pesaba menos, subió. El lobo se quedó dentro, buscando elqueso, y la zorra se fue tan contenta a ver a sus zorritos.

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113. JUAN Y MEDIO

Érase una vez un soldado que se llamaba Juan y Medio. Le daban para comer elrancho de siete soldados y todavía se quedaba con hambre. Un día le llamó el capitán yle dijo:

–¿Cómo es que nunca te ves harto de comer?Entonces Juan y Medio contó su historia:–Es que una vez estaba mi madre haciendo una fabada para toda la familia y le dije

que yo, con aquello que estaba cocinando, no tenía ni para empezar; entonces mi madreme dijo: «¡Jesús lo que come este mozo! ¡Que nunca te veas harto de nada, hijo mío!».Y desde entonces, nunca me vi harto.

Juan y Medio, además de comilón era muy valiente. Y como era tan valiente, seenamoró de él la hija del rey. El rey, al enterarse, le mandó llamar y le dijo:

–¿Eres tú ese valiente del que hablan todos?Juan y Medio no contestó. En vista de eso, el rey le preguntó a su hija:–¿Éste es el soldado del que estás enamorada?La princesa contestó:–Sí, éste es el hombre del que estoy enamorada por lo fuerte y lo valiente que es.–Pues retírate –ordenó el rey a la princesa–, que esto lo voy a arreglar yo en seguida.La princesa se fue y el rey habló con Juan y Medio:–A ver, tú, Juan y Medio. Tienes que ir a un palacio que hay en las Peñas de Armenia

y traerme una muestra que justifique que has estado allí.Juan y Medio se fue para las Peñas de Armenia. Y yendo de camino se encontró con

una señora que estaba a la sombra de una higuera y que le preguntó:–¿A dónde se dirige usted, señor?Juan y Medio le contestó:–Eso no puedo decírselo a usted, señora.

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Dijo la señora:–Pues entonces dame tu mano derecha.Juan le tendió la mano y la señora le puso un anillo en el dedo de en medio y le dijo:–Cuando te encuentres en alguna necesidad grave, frota este anillo y el anillo te

ayudará.Juan y Medio continuó su camino hasta que dio con una aldea en la que había una

fragua. Entró en la fragua y le dijo al herrero:–Buenas tardes, herrero; hazme sitio, que quiero forjar unas tenazas que pesen dos

quintales.En un cuarto de hora las forjó y Juan y Medio le pagó al herrero por el gasto. Al salir

de la fragua, frotó el anillo y se convirtió en un pájaro muy grande. Entonces cogió lastenazas con el pico y se echó a volar. Las gentes de la aldea se asustaron mucho cuandovieron volar sobre sus cabezas un pájaro tan grande, hasta que lo vieron alejarse.

Llegó el ave a las Peñas de Armenia y volvió a su forma humana. A la puerta del lugarle salió un demonio pequeño y le preguntó:

–¿A qué vienes tú aquí?En esto apareció el demonio mayor a ver qué ocurría y Juan y Medio, sin más, le

cogió con las tenazas, frotó el anillo, se volvió pájaro otra vez y echó a volar cargandocon el demonio preso en las tenazas. Voló a donde estaba el rey, recobró su formahumana y le dijo:

–Aquí está la muestra que prueba que vengo de las Peñas de Armenia.Dijo el rey, sorprendido:–¿Cómo te las has arreglado para traer a éste contigo?–El mundo enseña mucho –respondió Juan y Medio.–¿Y por dónde entraste al palacio de Armenia? –preguntó el rey lleno de curiosidad.–No tuve que entrar –contestó Juan y Medio–, porque tuve la suerte de que se

asomara a la puerta el que vino conmigo y allí mismo lo trinqué.–Muy bien –dijo el rey, satisfecho–, pues ya puedes soltarlo, que aquí no nos sirve de

nada.Juan y Medio abrió las tenazas y el demonio escapó por los aires soltando unos

bufidos espantosos. Entonces Juan y Medio cogió las tenazas y se cuadró ante el reycomo si llevara un fusil. Y éste le preguntó:

–¿Quién te ha dado esas tenazas?

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–Las hice yo en un cuarto de hora en la fragua de un herrero de por aquí –contestóJuan y Medio.

El rey le mandó a lavarse en una tina de agua caliente para que se quitase los tiznonesque le había dejado el demonio durante el viaje. Después le dio un traje y le dijo:

–En mi bosque de recreo tengo doscientos palomos. Quiero que me los traigas aquí, alpatio del palacio, sin faltar ni uno.

Juan y Medio se fue al bosque, frotó el anillo y dijo:–¡Aquí los palomos!Y vinieron todos. Unos se le posaron en la cabeza, otros en los brazos y los hombros,

y los demás revolotearon alrededor de él. Echó a andar de esta guisa y, al pasar por lascalles, todo el mundo se admiraba de verle rodeado de tantos palomos. Y así entró conellos en el palacio real y se presentó delante del rey en mitad del patio.

Y dijo el rey:–Muy bien, deja aquí los palomos y vete a descansar unos días por ahí.A los pocos días, mientras daba un paseo por los alrededores del palacio, Juan y

Medio dijo en voz alta:–Si el rey se cree que me va a tener todo el año de recadero suyo, yendo y viniendo a

hacer lo que se le ocurra, se equivoca de medio a medio.Frotó el anillo y dijo:–¡Aquí la princesa!La princesa vino, se marcharon juntos y se casaron en otro reino cercano. El padre de

la princesa, indignado, escribió al rey de ese reino cercano pidiéndole que matara a Juany Medio, pero le advirtió que andara con cuidado, pues era el soldado más valiente delmundo.

Ese rey mandó llamar a sus caballeros y, bien armados, los mandó al campo a pelearcon Juan y Medio. Salieron los caballeros con sus armas a esperarle, pero él llegó, cogióun caballo del rabo y ¡pim, pam!, ¡pim, pam! los tumbó a todos atizándoles con elcaballo.

El rey, visto esto, estuvo discurriendo cómo acabar con Juan y Medio y, al cabo,mandó llamar a todos los zapateros de la ciudad y les ordenó que hicieran un hombrónde pez, que es una sustancia negra y viscosa que queda del alquitrán, y que una vezterminado lo pusieran a la orilla del mar de modo que quedase cubierto cuando subiera lamarea.

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Los zapateros hicieron el hombre de pez y lo pusieron en la orilla del mar del modoque se les había indicado, sujetándolo muy bien con unas estacas que le salían de lasplantas de los pies.

Entonces mandó llamar a Juan y Medio y le dijo:–¿Es verdad que nunca encontraste un hombre tan valiente como tú?–Es verdad –dijo Juan y Medio.–Pues aquí hay uno que quiere pelearse contigo –dijo el rey.Y dijo Juan:–¿Ah, sí? ¿Y dónde está ése?–Ahí en la orilla te espera –le dijeron.Formaron los soldados del rey en el lugar, pues Juan y Medio quería que presenciasen

el combate para que vieran de verdad lo que era un hombre valiente. Juan y Medio,antes de nada, se sacó el anillo y lo entregó a la princesa para que se lo guardara.

La marea estaba subiendo y ya le llegaba al hombre de pez por la rodilla. Juan yMedio se acercó a él y le dijo:

–¿Eres tú el hombre más valiente de este reino? Pues ríndete y hazme la reverencia.Como el hombre de pez no se movió le dijo otra vez Juan y Medio:–¿Me haces la reverencia o no? ¡Mira que te doy! ¿Me haces la reverencia o no?Y como el hombre seguía sin moverse, Juan le dio un buen puñetazo y se le quedó

pegada la mano derecha al cuerpo del otro, porque era de pez. Enfadado, volvió adecirle:

–¿Me haces la reverencia o no? ¡Mira que te doy!Y como el hombre de pez no le hizo la reverencia le dio otro puñetazo con la mano

izquierda y se le quedó pegada. Y entonces le dijo:–¿Me sueltas las manos? ¡Mira que te doy con el pie! ¿Me sueltas las manos?Y le dio una patada y se le quedó pegado el pie. Entonces, ya muy enfadado, le dijo al

hombre de pez:–¿Me sueltas las dos manos y el pie? ¡Mira que te doy con el otro pie!Y le dio con el otro pie y, claro, se quedó también pegado. Y ya le dijo, muy furioso:–¿Me sueltas las dos manos y los dos pies? ¡Mira que te doy un tripazo y te rompo

por la mitad!El hombre de pez, naturalmente, seguía sin decir nada, así que Juan y Medio le dio un

tripazo y se le quedó pegada la tripa. Para entonces la marea había ido subiendo y

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subiendo y el agua ya les cubría por la mitad; y, al darle el tripazo, se rompieron lasestacas y cayeron los dos al agua. Una ola se los llevó y allí se acabó Juan y Medio.

Entonces la princesa frotó el anillo que Juan y Medio le había dejado y exclamó:–¡Con mi padre!Y en un instante fue a parar de nuevo a su reino.

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114. EL PRÍNCIPE DRAGÓN

Había una vez una masía muy rica donde tenían empleada a una boyeriza muy guapay avispada. Un día, mientras guardaba los bueyes, oyó unos alaridos que venían delbosque y también fuertes gemidos, como si hubiera una persona herida. Temiendo quealgún lobo hubiera atacado a alguien y movida por un sentimiento humanitario, echó acorrer hacia el lugar de donde provenían los gemidos y se encontró con un dragón quegemía y aullaba al mismo tiempo.

La boyeriza, temerosa, al principio sólo pensó en huir, pero luego no se atrevió a irseporque el dragón la miraba con una mirada que le pedía compasión. La muchacha, pocoa poco, fue perdiendo el miedo y acercándose al feroz animal, que tenía unas garras queparecían puntas de lanza y estaba recubierto de una piel tan dura como el caparazón deuna tortuga.

Por fin, cuando se puso a su lado, vio que tenía una gran herida en una pata. Laboyeriza le curó como mejor sabía, le limpió la sangre, le puso unas hierbas benéficas enla herida y, con su mismo delantal, le vendó la pata lo mejor que pudo.

Cuando la boyeriza volvió al prado donde guardaba los bueyes, no encontró ni rastrode ninguno. Toda desesperada, volvió a la casa de los amos y explicó lo que le habíaocurrido. El amo la riñó, e incluso le pegó, y le dijo que, de ahora en adelante, en vez dededicarse a cuidar de los bueyes, se ocuparía de los corderos y de las ovejas.

Al año justo del robo de los bueyes, la muchacha estaba en el campo de pastora conlos corderos; y volvió a escuchar unos gemidos y unos alaridos tan lastimeros que nopudo resistir la tentación de ir a ver quién sufría de esa manera. Y he aquí que volvió aencontrar al mismo dragón, que la miraba con unos ojos de dolor que daba pena verlos yque estaba herido en un muslo. La pastorcilla, más confiada que la primera vez, seacercó a él, le curó, le puso hierbas en la herida y volvió a vendarle con su delantal. Y, lo

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mismo que le ocurriera la primera vez, al volver al prado donde había dejado suscorderos y sus ovejas, no encontró ninguno, pues habían desaparecido.

La pastorcilla, muy apenada, se volvió a la masía a contarle al amo el suceso; el amose enfadó mucho, la riñó y le pegó y la mandó a cuidar los cerdos.

Y justamente al año del robo de los corderos y las ovejas, la pastorcilla, que estaba porel campo con sus cerdos, volvió a escuchar los mismos gemidos y alaridos de las vecesanteriores y fue a mirar qué eran esta vez. Y allí estaba el mismo dragón, muy herido ymaltratado, echando sangre por muchas heridas en todo el cuerpo. La porquera le estuvocurando lo mejor que pudo, limpió las heridas y le aplicó las hierbas benéficas por todaslas partes dañadas y luego le vendó con jirones de su delantal. Después volvió a buscarsus cerdos y vio que también se los habían robado y no quedaba rastro de ellos.

Esta vez sí que tuvo tanto miedo a la furia del amo que no se atrevió a volver a la casay se fue por el bosque a la ventura.

Cuando se hizo de noche, buscó un árbol y se subió tan alto como pudo para dormir.Al cabo de un rato, sintió unos pasos y vio llegar a un joven caballero de muy buenaplanta, uno como nunca antes viera en su vida. El joven se dirigió a una roca cercana,apoyó en ella el dedo meñique y la roca se apartó y dejó al descubierto la boca de unacueva por donde se metió el galán. A la mañana siguiente, apenas amanecido, volvió aabrirse la puerta de la cueva y salió de ella un feroz dragón que la muchacha reconocióinmediatamente como el que ella había curado en tres ocasiones.

La muchacha, aunque estaba desfallecida de hambre, sentía gran curiosidad por verqué había dentro de aquella cueva, así que bajó del árbol y puso su dedo meñique en laroca, que, de inmediato, se apartó y dejó libre la entrada. La muchacha se metió adentroy vio que había un gran palacio, todo él de oro y cristal, con muchas salas enormes,llenas de flores y de luz. La muchacha llegó hasta el comedor, donde había una granmesa perfectamente preparada con manjares exquisitos y vinos de todas clases. Lamuchacha, que estaba muerta de hambre, comió de todo hasta saciarse.

Después se puso a barrer y limpiar todo el palacio y, agotada, se echó a dormir en unlecho de plumas de pavo real. Luego, bien comida y descansada, volvió a su esconditedel árbol.

Al atardecer volvió el caballero, entró en la cueva y, a la mañana siguiente, volvió asalir el dragón. El dragón miraba y remiraba por todo alrededor como si buscase a alguien

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o alguna cosa, pero, como no miró hacia lo alto del árbol, no vio a la muchacha y se fuebosque adelante.

La muchacha volvió a bajar del árbol y entró en la cueva a comer, limpiar y dormir.Una vez cumplido todo, regresó a lo alto del árbol y, como en la tarde anterior, llegó elcaballero a la cueva y a la mañana siguiente apareció el dragón feroz.

La muchacha estuvo haciendo esto durante siete días hasta que, deseando aclararaquel misterio, al octavo día decidió quedarse en la cueva en vez de volver al árbol. Esatarde, cuando entró el caballero y se la encontró, le dijo que ya suponía que era ella, laque le había curado cuando estuvo herido. El joven le contó que era un príncipe queestaba encantado por un gigante y el encantamiento consistía en que de noche podíatener su forma humana, pero de día era el dragón que ella había visto.

Entonces le contó que había sido el gigante quien le había herido y que, furioso al verque ella le curaba, había robado el ganado que ella cuidaba para que su amo se enfadasey la castigase. La muchacha le preguntó qué podía hacer ella para desencantarle y él ledijo que lo que había que hacer era casi imposible, pues se trataba de cortar la trenzadorada de una princesa, hilar los cabellos, tejer una tela muy fina y hacer con ella untraje para el gigante, que era tan vanidoso que, a cambio de aquel traje, le desencantaría.

La muchacha decidió liberar al príncipe del encantamiento y emprendió el camino a laciudad del rey para ir al palacio a ver si podía conseguir la trenza de una princesa. Lamuchacha recorrió toda la ciudad, arriba y abajo, pregonando:

–¿Quién quiere coger una sirvienta? ¿Quién quiere coger una sirvienta?Se presentaba bastante gente para cogerla de sirvienta, pero ella quería quedarse sólo

en el palacio del rey, así que siguió pregonando hasta que una de las amas de llaves delrey oyó el pregón y la llamó para cogerla. La muchacha se comportó tan bien como sabíay pronto llamó la atención de la princesa, que la tomó como criada suya. Eso era lo quela muchacha estaba deseando.

La princesa tenía unas largas trenzas tan rubias que parecían hechas de hilo de oro, yeran largas hasta el suelo y muy tupidas. La sirvienta, que empezó a peinárselas, le dijoque le gustaban tanto sus trenzas que le pedía permiso para cortar una. La princesa dijoque no, que de ninguna manera, que a ella le gustaban mucho también y no queríadesprenderse de ninguna. Sólo se la dejaría cortar a quien le prometiese casarla con unpríncipe. La sirvienta le dijo que, si se la dejaba cortar, ella la casaría con un príncipe.Entonces la princesa consintió.

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De inmediato, la muchacha hiló, tejió una tela, la cortó y cosió un traje magnífico y, encuanto lo hubo terminado, fue a la cueva donde estaba el príncipe para mostrárselo. Elpríncipe le dijo que se lo llevase al gigante, que vivía en un formidable castillo que habíaen la cima de una montaña cercana, pero que, mucho antes de llegar allí, anunciase quellevaba el traje, pues de lo contrario el gigante se la comería en cuanto la viera aparecer.Así hizo la muchacha. Al gigante, el traje le pareció precioso, pero le quedaba un pococorto y no se lo pudo poner.

La muchacha, desesperada, volvió al palacio del rey a esperar que la princesa la dejasepeinarla de nuevo. El día en que por fin sucedió, volvió a pedirle la otra trenza y laprincesa le dijo que de ninguna manera se la daría; la muchacha volvió a prometerle quela casaría con un príncipe y tanto y tanto insistió que la princesa, al fin, aceptó.

Otra vez hiló, tejió, cortó y cosió la muchacha y, con el traje rehecho, se presentó anteel gigante; pero esta vez, aunque el gigante encontró el traje bien de largo, era bastanteestrecho y tampoco le valía. Otra vez, desesperada, la muchacha volvió al palacio yestuvo aguardando la ocasión de peinar a la princesa; y cuando ésta llegó, le rogó que ledejara cortarle los cabellos y, claro, la princesa se negó porque sus cabellos eran sumayor atractivo y, si se los cortaba, no habría príncipe que se fijara en ella. Pero lamuchacha le insistió tanto y tanto que, al final, la princesa accedió.

Otra vez la muchacha rehízo el traje con la nueva tela que tejió y otra vez se fue a veral gigante. Esta vez, al gigante le pareció perfecto el traje y decidió que se lo quedaba y ledio las gracias. Entonces la muchacha le dijo que lo que ella quería era que desencantaseal príncipe y el gigante dijo que de ninguna manera, que no y que no. Ella lloró y suplicóde tal modo que, al fin, y considerando que el traje cada vez le gustaba más, accedió adesencantar al príncipe y le dijo lo siguiente:

–Para desencantar al príncipe has de coger al dragón y matarlo de una puñalada. Unavez muerto, has de cortar su cuerpo en pedacitos pequeños y tirarlos al fuego; y de lahumareda que se formará, saldrá el príncipe desencantado y libre. Pero, eso sí, has detener cuidado de no perder una gota de sangre ni un pedazo de carne porque, si no, lefaltaría también en su forma humana.

La pobre muchacha, espeluznada, se fue a ver al dragón y le explicó lo que el gigantele había dicho. Ella no quería matarlo porque temía un engaño del gigante; temía que,después de hacer todo lo que le había dicho, el príncipe no resucitase. El dragón, encambio, le pidió que hiciera todo lo que el gigante dijo y con mucho cuidado y atención

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para que saliera bien. Por fin, la pobre muchacha, con el corazón desfallecido, mató aldragón, lo troceó bien y echó todo en una gran hoguera que había preparado; pero, altirarlo, cayó al suelo una gotita de sangre.

Inmediatamente, se alzó del fuego una gran humareda que, poco a poco, empezó atomar la forma de un gentil caballero hasta que, por fin, se convirtió en el príncipe másgalán y atractivo que nunca había visto, aunque con un lunar en la punta de la nariz, queera la gotita de sangre que se le había caído a la muchacha.

El joven príncipe abrazó a su salvadora y le dijo que quería casarse con ella, pero lamuchacha le contestó que eso no podía ser porque, para poderle salvar, había prometidoa la princesa que le entregó sus cabellos que le casaría con ella. El príncipe le dijo que noveía que ésa fuera una razón para que ellos dos no pudieran casarse y se fueron alpalacio del príncipe.

Cuando llegaron al palacio, la muchacha comprobó con gran sorpresa que era elmismo palacio donde ella había estado como sirvienta, y que la princesa que se habíadejado cortar las trenzas con tal de poder casarse con un príncipe era la hermana delpríncipe que ella había salvado del encantamiento.

El príncipe dragón y la muchacha se casaron y celebraron unas grandes bodas, a lasque convidaron a todos los reyes y príncipes del mundo conocido. A la princesa lecrecieron en seguida sus cabellos y volvió a tener unas trenzas doradas que causaban laadmiración de quienes las contemplaban, por lo que todos los príncipes que acudieron ala boda suspiraban por casarse con la princesa, que, de este modo, pudo escoger al quemás le gustaba y casarse ella también.

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115. EL COCINERO DEL REY

Érase una vez, en la época en que las aves tenían dientes, un rey rico y poderoso quetenía la costumbre de pasear por sus jardines muy a menudo. En uno de estos paseos,halló un día a una viejecita que le saludó con afecto y le regaló una serpiente que llevabaconsigo diciéndole:

–Si, una vez cocinada, comes de ella, entenderás el habla de los animales.El rey, en cuanto entró en palacio, llamó a su cocinero para encargarle que guisara la

serpiente. También le advirtió que no la probara ya que, si lo hacía, lo notaría en seguiday le haría colgar en la horca. El cocinero creyó que le daban una anguila y no se diocuenta de que era una serpiente; en fin, no dio importancia a la advertencia del rey ypensó: «Todo cocinero que se precie debe probar lo que esté cocinando».

Total, que sin pensarlo dos veces, convencido de que el rey no iba a darse cuenta,tomó un bocado del guiso. No había terminado de hacerlo cuando escuchó a dos moscasque estaban en la cocina diciéndose la una a la otra:

–A mí lo que más me gusta es el romesco.–Pues a mí el revuelto.–Y también los embutidos.–A mí me gusta más un buen pisto.El cocinero se quedó admirado de lo que acababa de suceder y comprendió de

inmediato el motivo por el que el rey no quería que probara el guiso. Cuando el guisoestuvo terminado, el cocinero se lo presentó al rey, quien, nada más probarlo, oyó a dospájaros posados en el alféizar de la ventana que se decían el uno al otro:

–¿Cuántos huevos tienes en tu nido?–Siete. ¿Y tú?–Ocho.El cocinero se quedó un poco parado al oír a los pájaros y eso hizo que el rey se diera

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cuenta de que los había entendido y, por tanto, desobedecido sus órdenes. Pero no dijonada, pues quería pillarle en evidencia.

Al día siguiente el rey salió a pasear a caballo y se hizo acompañar por el cocinero. Yhete aquí que, mientras cabalgaban juntos, un caballo le dijo al otro:

–¿Qué te parece si galopamos un poco y estiramos las patas?–Eso es imposible mientras lleve a este viejo chocho encima –contestó el del rey–.

Tiene más años que arrugas y, en el momento en que me mueva un poco de más, caeráal suelo como un saco. Tú sí que podrías galopar, porque llevas encima un jovenaguerrido y valiente.

Al cocinero le costaba un gran esfuerzo sofocar la risa y el rey, que le miró en esemomento, comprendió, por las caras que ponía el cocinero, que había entendido laconversación de los caballos. Se puso de pésimo humor y se volvió al palacio sin deciruna palabra.

A la hora de almorzar, llamó al cocinero y le dijo:–Lléname hasta el borde mismo la copa de vino y procura no derramar una sola gota

porque te va en ello la vida.Y sucedió que, mientras vertía el vino en la copa, pasaron dos pájaros, uno de los

cuales llevaba en el pico tres cabellos de oro, y su compañero le decía:–Dame uno de esos cabellos, que a ti aún te quedarán dos.–No, me quedo con los tres, que para eso los he cogido yo cuando la doncella de los

cabellos de oro se peinaba y los trenzaba. Haberlos cogido tú.Mientras hablaba el que llevaba los cabellos, dejó caer uno de ellos al suelo, que era

realmente de oro, y el rey, al verlo, se puso muy excitado. El cocinero, distraído por laconversación de los pájaros, olvidó la advertencia del rey y derramó el vino fuera de lacopa, manchando el mantel.

El rey, al ver el desastre, le dijo:–Me has traicionado al desobedecer mis órdenes y ahora entiendes el habla de los

animales. La charla de los pájaros te ha distraído y has derramado el vino. Tendría quecolgarte por eso, pero estoy dispuesto a reconsiderarlo si me traes a la doncella de loscabellos de oro.

El pobre cocinero, para salvar su vida, no tuvo otro remedio que echarse por esosmundos de Dios a ver si encontraba a aquella doncella, de la que nada sabía y cuyoparadero desconocía. Como tampoco sabía qué camino tomar, decidió tentar a la suerte:

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cogió un puñado de tierra, lo echó al aire y marchó en la dirección que le indicara elviento.

Después de cabalgar un buen rato llegó a un espeso bosque, donde se detuvo adescansar. Mientras estaba echado, observó que un árbol se estaba quemando yamenazaba con extender el fuego a unos hormigueros que se encontraban al pie. Oyó losgritos desesperados de las hormigas pidiendo ayuda, porque, si se quemaban sus hogares,lo perdían todo. El cocinero se compadeció de ellas y apagó el fuego, conjurando elpeligro. Las hormigas salieron de sus hormigueros a darle las gracias y la reina de todasellas le dijo al cocinero:

–Siempre que te halles en un apuro del que te podamos sacar, no tienes más quecantar:

Hormiguitas, hormiguitas,venid todas juntitasy ayudad de buen gradoal que os ha salvado.

El cocinero, satisfecho por su buena acción, prosiguió su camino. Un poco más alláencontró a una pareja de cuervos que lloraban con desesperación porque habían perdidoa su madre y aún no sabían volar y no conseguían alimento. El cocinero se compadecióde aquellos animales que iban a morir de hambre por impotencia, así que mató a sucaballo y les dejó el cuerpo para que tuvieran comida. Los cuervos, agradecidos, ledijeron:

–Siempre que nos necesites no tienes más que cantar:

Cuervos, cuervitos,venid bien juntitosy ayudad de buen gradoal que os ha salvado.

El cocinero, nuevamente satisfecho por su buena acción, continuó su camino a pie.Cuando llegó junto al mar, encontró en la playa a dos pescadores que sacaban en susredes un pez que brillaba como si fuera de diamantes. Y uno de ellos decía:

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–Este pez es mío, pues está en mis redes.–No, es mío, porque las redes iban en mi barca.–No, es mío; ya te daré el próximo que pesque.–No, es mío; el próximo te lo quedas tú.–Pues entonces lo partimos por la mitad.–Pues no.El cocinero, al ver que no se ponían de acuerdo, les dijo:–Lo mejor que podéis hacer es vendérmelo a mí y repartiros el dinero.Los pescadores estuvieron de acuerdo y el cocinero les dio las cuatro monedas de oro

que el rey le había entregado para el camino. El cocinero agarró el pez y lo tiró al mar. Elpez se sumergió tan contento y, en seguida, sacó la cabeza y le dijo al cocinero:

–Quiero agradecerte el favor que me has hecho; así que cuando me necesites, notienes más que cantar:

Pez, pececito,bien agradecido,ayuda de buen gradoal que te ha salvado.

Los pescadores, que no entendieron nada de lo que el pez le había dicho, empezaron acharlar con el cocinero y le preguntaron a dónde se dirigía. Él les dijo que no lo sabíaporque iba en busca de la doncella de los cabellos de oro, cuyo paradero desconocía. Yresultó que los pescadores sí lo sabían. Era la hija de un rey de una isla lejana que habíaen alta mar; y le dijeron también que, si lo deseaba, ellos le llevarían en señal deagradecimiento por las buenas monedas de oro que les había dado. Conque en unmomento aparejaron la barca y se pusieron a navegar hasta que llegaron a la isla.

El cocinero, nada más llegar a la isla, se fue a ver al rey y le dijo que venía de partedel rey, su señor, para solicitar la mano de su hija, la doncella de los cabellos de oro,porque el rey, su señor, quería desposarla.

El rey de la isla le contestó así:–Muy bien, te daré a mi hija para que se case con tu señor, pero antes tienes que pasar

tres pruebas que yo te diré. Si las pasas, te llevarás a mi hija, pero, si no, te haré colgarde la torre más alta. Ve a dormir y mañana te diré lo que tienes que hacer.

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Al día siguiente, el cocinero se presentó ante el rey y éste le dijo:–Un día, a mi hija la doncella de los cabellos de oro, cuando paseaba por el bosque, se

le rompió el hilo de un collar de siete mil perlitas que se desperdigaron por el bosque.Antes de mediodía has de traérmelas todas sin que falte ninguna.

El cocinero quedó muy preocupado, pero pronto se acordó del ofrecimiento que lehabían hecho las hormiguitas y las llamó con la canción:

Hormiguitas, hormiguitas,venid todas juntitasy ayudad de buen gradoal que os ha salvado.

Y, nada, que se presentaron miles y miles de hormigas al mando de la reina, quepreguntó al cocinero:

–¿Qué quieres de nosotras?El cocinero le explicó la prueba que le exigía el rey, y la reina de las hormigas le

contestó:–Bah, eso para nosotras es bien fácil.Y en un abrir y cerrar de ojos las hormigas se desperdigaron por el bosque y trajeron

todas las perlitas sin faltar una. El cocinero las enfiló para hacer el collar y se presentócon él ante el rey, que quedó muy satisfecho.

Al día siguiente, el cocinero se volvió a presentar ante el rey y le dijo éste:–Hace muchos años que el bisabuelo de mi bisabuelo perdió un anillo en el mar.

Tienes que traérmelo antes del mediodía o te haré colgar de la torre más alta.El cocinero, inquieto, recordó el ofrecimiento del pez y le llamó para que viniese en su

ayuda. Conque cantó la canción del pez:

Pez, pececito,bien agradecido,ayuda de buen gradoal que te ha salvado.

Apareció el pez y le dijo:

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–Dime lo que deseas y serás servido.El cocinero le explicó el caso y el pez contestó:–Espera, que en seguida estaré de vuelta.Se sumergió y, al poco rato, reapareció con el anillo del bisabuelo del bisabuelo del rey

en la boca. El cocinero lo cogió, le dio las gracias y se fue a llevárselo al rey. Éste sequedó muy satisfecho y le mandó a dormir y descansar.

A la mañana siguiente volvió a presentarse el cocinero ante el rey y le dijo éste:–He aquí la tercera prueba y, si la superas, te entregaré a mi hija para que se la lleves

al rey, tu señor. Has de traerme dos calabazas, una llena de agua de la vida y otra llenade agua de la muerte. A ver si eres capaz de encontrar las fuentes de donde manan,porque yo nunca lo he sabido.

Esta vez el cocinero sí que se quedó preocupado, pues, si no lo sabía el rey, ¿quién ibaa saberlo? Con todo, llamó en su ayuda a los cuervos, que acudieron en seguida queescucharon su canción. El cocinero les explicó lo que el rey le había pedido y los doscuervos le dijeron:

–Precisamente esas fuentes manan al pie del árbol donde dormimos; espéranos aquí yte traeremos de la del agua de la vida y de la del agua de la muerte.

Cogieron una calabaza cada uno y en un decir amén las trajeron llenas. El cocinero,ufano y satisfecho, se presentó al rey y se las dio exigiéndole que le entregara ya a suhija. Pero el rey, que era un cuco, en vez de entregarle a su hija le planteó esto:

–Has superado las tres pruebas, que eran muy difíciles. Pero no te voy a entregar a mihija, la vas a tomar tú. Tengo veintiuna hijas, pero sólo una, la que has venido a buscar,tiene los cabellos de oro. Te las mostraré a todas con el cabello bien cubierto y tendrásque reconocerla entre todas; y si no la reconoces, te quedas sin ella.

El cocinero se sintió perdido y pensó que, a fin de cuentas, de nada le iban a servir losesfuerzos que había hecho. El rey le condujo al refectorio donde se encontraban lasveintiuna princesas comiendo alrededor de una mesa.Todas tenían los cabellos tan biencubiertos que no se les veía ni uno. El cocinero se desanimó del todo al verlas así, perohete aquí que, de pronto, se le posó una mosca junto a la oreja y le dijo:

–No te preocupes. Volaré alrededor de todas y me posaré en la cabeza de la doncellaque buscas. Fíjate bien dónde me poso y acertarás.

La mosca se puso a revolotear hasta posarse en una de las princesas. La princesa tratóde espantarla, pero la mosca no se movió de su cabeza. Entonces el cocinero simuló

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mirarlas atentamente a todas y, por fin, dijo al rey, señalando a la que tenía la moscaposada:

–Ésta es la doncella de los cabellos de oro.El rey se quedó asombrado de la seguridad con la que hablaba el cocinero, pero, como

«palabra de rey, es la ley», no tuvo más remedio que dejar que se la llevara, por muchoque le contrariase.

El cocinero, sin pérdida de tiempo, emprendió el camino de vuelta con la doncella delos cabellos de oro para presentársela al rey, su señor. Éste se llevó una gran alegría ymandó que se hiciesen los preparativos para la boda. Y una vez que se hubieroncumplido sus instrucciones, dijo al cocinero:

–Has cumplido lo que te pedí y te estoy muy agradecido; pero recuerda quedesobedeciste mi mandato y me traicionaste, por lo que mereces la pena de muerte. Sinembargo, te debo un favor, así que en lugar de colgarte como a un siervo, te harédecapitar como a un señor.

De nada valieron los ruegos de la doncella, pues el cocinero fue decapitado por ordendel rey. La doncella, toda triste, pidió al rey el cuerpo del cocinero. El rey sonrió y,pensando que poco podía hacer con un hombre muerto, se lo dio.

La doncella juntó la cabeza del cocinero con el tronco y le roció cuidadosamente conel agua de la muerte; y, una vez que estuvo seco, volvió a rociarle con el agua de la viday el cocinero revivió más joven y fuerte de lo que ya era. Cuando el rey lo vio, se llenóde entusiasmo y dijo que le hicieran a él lo mismo, para convertirse en un joven apuestoy dejar de ser el viejo arrugado que era. Así que primero decapitaron al rey y, cuandoiban a rociarle, se equivocaron de calabaza y le echaron primero el agua de la vida yluego el agua de la muerte, con lo que quedó bien muerto. Cuando quisieron volver alavarlo para arreglar el estropicio, se encontraron con que ya no quedaba agua en ningunade las dos calabazas.

Entonces el cocinero y la princesa se casaron, ella mucho más contenta que si lohubiera hecho con el viejo rey. Además, el cocinero había sido quien en verdad habíahecho los sacrificios y esfuerzos para conseguirla.

Y vivieron muchos años y muy felices. Y seguro que, si no se han muerto aún, esporque son muy viejos, y, si no son muy viejos, es porque ya se han muerto.

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116. EL VIEJO SE HACE NIÑO

Éste era un viejo muy viejecillo que le tenía mucho miedo a la muerte; le tenía tantomiedo que siempre andaba dando vueltas a la cabeza pensando cuándo vendría por él. Ycon tanto cavilar sobre lo mismo pasaba el día sobresaltado y aquello no era vida.

Un día en que estaba tomando el sol sentado a la puerta de su casa, pasó por delantede él un corro de niños riendo, empujándose y dando saltos. Y al verlos pasar, el viejo,que no pensaba en otra cosa que en lo de la muerte, tuvo una idea: como es sabido quela muerte prefiere a los viejos, si él se disfrazaba de niño, la muerte, cuando viniera abuscarlo, pasaría de largo.

Pues así lo hizo. Se metió para su casa y al rato, cuando salió, venía con el pelocortado a tazón y vestido con un traje de niño que le quedaba bien por lo consumido quese había ido quedando, y, sin más, se fue detrás del corro de niños, mezclándose conellos y dando saltos y cabriolas. Estaba feliz porque la muerte pelona ya no le buscaría.

Pasó algún tiempo y un día en que andaba el viejillo retozando con los demás niños,llegó la muerte pelona con su guadaña, empezó a mirar el corro de críos y no le quitabael ojo de encima al pobre viejo. Al cabo de un rato le hizo una seña, pero el viejo fingióque no la veía y siguió correteando, cada vez más inquieto. Por fin, la muerte se acercóal viejillo, le puso una mano en el hombro y le dijo:

–Ven aquí rapaz.–¿Qué quiere usted, señora? –dijo el viejillo poniendo una vocecita de niño al hablar.–¿Quién te ha cortado a ti el pelo? –preguntó la muerte pasándole la mano por la

cabeza.–Mi madre, señora –repuso el hombre.Volvió a preguntar la muerte:–Y este traje que llevas, ¿quién te lo cosió?–También mi madre, señora.

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–Bueno, hombre, bueno –dijo la muerte–, pues te tienes que venir conmigo.–¿Y cómo es eso? –preguntó el viejillo disfrazado de niño con un hilo de voz.–Te lo diré, ya que me lo preguntas –repuso la muerte–. Tú sabes que yo siempre

llevo conmigo a los viejos, ¿verdad? El caso es que me he llevado tantos que ya noquieren que lleve más; y entonces me dije: pues en vista de eso, bueno será que en estaocasión me lleve un angelito al cielo. Y por eso te he elegido a ti.

Y, sin más, se lo llevó consigo.

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117. LA NIÑA SIN BRAZOS

Un viudo tenía una bella hija que era muy dadivosa. Tenía otras muchas virtudes, peroésta era la que más destacaba: la compasión por los necesitados. Muchos mendigos ypobres tenían la costumbre de acercarse a la puerta de su casa y nadie se iba de allí sinalgo en la mano, desde un huevo hasta un chorizo.

El padre, que la acechaba, no le tenía permitido dar limosnas, pero ella las daba aescondidas del padre.

Un día llamó a la puerta una vieja bruja y a la niña no le quedaba nada más que unpedazo de pan y se lo dio, pero la bruja, que era mala e ingrata, se incomodó porque nole daba lo que ella quería y se fue a buscar al padre de la niña al campo. Y cuando loencontró, le dijo:

–Su hija es una desmañada y una derrochadora que le perjudica a usted, porque andadando a los pobres lo que usted gana con sus manos. Pero, si quiere sorprenderla,escóndase en la panera a tal hora, que yo iré por allí y usted verá lo que hace cada día asus espaldas.

Al día siguiente, el padre se despidió de su hija para ir a faenar, pero en vez de eso seocultó en la panera a esperar. Y a la hora anunciada, llegó la vieja bruja y, como esta vezsí tenía, la niña le dio huevos, un pedazo de pan y un trozo de chorizo. El padre lo vio yese día no le dijo nada, pero le mandó que se preparara para ir con él de viaje.

A la mañana siguiente, en cuanto amaneció, montaron los dos en el caballo del padre yemprendieron el camino. Cuando llegaron a un monte, lejos de todo, el padre la bajó delcaballo y la amenazó, y, como ella cruzase los brazos para rechazarle, él le cortó primeroun brazo y luego el otro y también la privó de la vista sacándole los ojos. Después detodo esto, la ató con una cuerda al tronco de un roble y la dejó allí, llorando, para que sela comieran los lobos.

Pero resultó que no lejos de allí, en el mismo bosque, había un castillo donde vivían

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un rey y una reina que tenían un hijo.Y sucedió que los perros del rey se acercaban todos los días al árbol donde estaba

atada la niña y le llevaban para comer lo que a ellos les daban en el castillo. Y de darle sucomida a la niña, los perros se iban quedando más y más flacos. Un día el rey, al verlostan flacos, dijo:

–¿Cómo es que mis perros se van quedando cada día más secos? ¿Es que los criadosno les dan de comer?

Llamó a los criados y les riñó, pero los criados dijeron que no, que cada día lesechaban de comer lo de siempre. Y entonces dijo el rey:

–Pues acechad a los perros, a ver qué es lo que hacen con la comida que les dais.Así lo hicieron los criados, y vieron que subían siempre con la comida y se la daban a

una hermosa joven que estaba atada a un árbol. Entonces fueron a contarle el prodigio alrey y éste ordenó que desataran a la muchacha sin brazos y la llevaran al castillo.

La muchacha se quedó a vivir en el castillo y pronto se ganó el corazón de todos y,especialmente, el del joven príncipe, que se enamoró de ella y anunció a sus padres quedeseaba casarse. Éstos, aunque querían a la niña, le dijeron que era una deshonra paraun príncipe casarse con una mujer sin brazos, que no podría criar a sus hijos ni nada. Yel príncipe les dijo que no le importaba que no tuviera brazos, pues, habiendo dinero yteniendo criados, todo era fácil.

Y se casaron el hijo del rey y la niña sin brazos. Y a los pocos meses de estar casados,murió el rey, le sucedió su hijo y la niña sin brazos se convirtió en reina. Pronto, unasunto obligó al rey a ausentarse del castillo durante algún tiempo. La reina quedabaencinta y el rey mandó que la tratasen con todo cuidado hasta que él regresara.

La reina dio a luz a dos gemelos, niño y niña. Entonces, la madre del rey envió a uncriado para que se lo comunicase al nuevo padre. El criado estuvo muchos díascaminando para cumplir el mandato. A veces le oscurecía en sitios despoblados y teníaque dormir al raso. Un día llegó a un pueblo y se hospedó en casa de un señor. Y esteseñor, después de cenar, le preguntó:

–¿Qué novedades hay por tu tierra?Y el criado le contestó:–Novedades de importancia no hay más que una.Dijo el señor:–¿Y cuál es ésa tan importante?

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Contestó el criado:–Nuestra reina, que es una dama sin brazos y sin ojos, ha dado a luz a dos gemelos. Y

yo voy en busca de mi señor, el rey, para darle noticia del alumbramiento, por lo quellevo una carta para él.

Después que el criado se acostó, el señor, que era el padre de la niña sin brazos, lesacó al criado la carta del bolsillo y puso en su lugar otra en la que decía que la reinahabía dado a luz a dos ratones.

A la mañana siguiente, cuando el criado se disponía a partir, le dijo el señor:–Cuando estés de regreso, pasa por aquí, que yo te daré posada con mucho gusto.El criado siguió su camino y entregó por fin la carta al rey. Y el rey contestó con otra

carta que decía: «Pues, si mi mujer ha dado a luz a dos ratones, que los críe hasta queyo vuelva».

El criado, al regresar, fue a hospedarse de nuevo en la casa del señor. Éste esperó aque se durmiera y cambió la carta por otra que decía: «Desde el momento en que sereciba esta carta, deben sacar del castillo a mi mujer juntamente con lo que ha parido».

La madre del rey, al leer la carta, empezó a llorar, pues no comprendía el mandato desu hijo. Cuando la niña sin brazos se enteró del contenido de la carta, dijo:

–Si ésa es la voluntad de mi marido, así ha de ser.Así que la madre del rey mandó hacer unas alforjas para meter a los niños, uno

delante y otro detrás, se las pusieron al hombro y llevaron a la niña sin brazos al monte,donde la dejaron sola con sus hijos.

La infeliz, con los dientes daba cada vez vuelta a la alforja para que pudiera mamar elniño que llevaba a la espalda; pero, a las pocas horas de estar en aquella soledad, lamadre y los niños empezaron a llorar de hambre.

Estaba la madre junto a un arroyo y se inclinó a beber agua para calmar la sed, pero,al inclinarse, las dos criaturas cayeron al agua. No teniendo brazos para sacarlos, la pobremadre los sentía ahogarse y estaba desesperada. Y, en esto, oyó una voz de lo alto que ledecía:

–¿Qué es lo que te ocurre, niña?Y contestó ella llorando:–Que se me han caído mis hijos al arroyo y se están ahogando.Y dijo la voz:–Mete una mano en el agua y saca al primero.

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Ella dijo:–Pero es que yo no tengo manos ni brazos.Y dijo la voz:–Haz lo que te digo.Desesperada, movió la niña el cuerpo en busca de sus hijos y en un lado surgiéronle

mano y brazo y rescató al niño. E hizo lo mismo con el otro lado del cuerpo y rescató ala niña.

–Ahora –continuó la voz–, moja tus ojos con ambas manos.La niña los mojó y recobró la vista.Abrazó a sus hijos con lágrimas de alegría sin poder creer lo que le había sucedido. En

esto se presentó una hermosa señora ante ella y le dijo:–Toma este mantel que te doy; dondequiera que digas: «Mesita, compónte», aparecerá

ante ti comida siempre que la necesites. Pero no dejes de dar limosna nunca a quienes sete acerquen por necesidad.

La niña marchó por el mundo y, dondequiera que necesitaba comer o encontraba a unpobre, sacaba el mantel y decía:

–Mesita, compónte.Y, al momento, el mantel se llenaba de comida.El rey, entre tanto, volvió de su encargo y, nada más llegar al castillo, preguntó por su

esposa y sus hijos. Entonces le dijeron que habían hecho con ellos lo que les indicara enla carta, y el rey dijo:

–¡Yo no he mandado hacer semejante cosa!Entonces comprendieron lo que había pasado; y el rey estaba muy contento porque

tenía dos niños y no dos ratones, pero estaba muy triste porque había perdido a suesposa y a sus hijos. Así que determinó echarse al mundo para ir a buscarlos.

Un día la niña llegó a un pueblo y preguntó si había allí alguna casa, por pobre quefuera, donde poder quedarse, pues estaba cansada de andar de aquí para allá con los dosniños. Y le dijeron que había una grande y buena en la que nadie se atrevía a vivirporque vivía en ella un fantasma que tenía atemorizados a los vecinos.

A pesar de ello, la niña se fue a vivir a aquella casa, que le resultaba conocida. Y a esode la medianoche, oyó un ruido muy grande. Entonces dejó a sus hijos en el dormitorio yfue a donde había sonado el ruido. Trazó un círculo y se metió en él, con una vara en lamano. Y en ese momento se presentó el fantasma, que dijo:

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–¡Quítame esta capa, que me abrasa!La niña golpeó varias veces la capa hasta que cayó al suelo y el fantasma desapareció

dentro de una gran llamarada. Y era el alma del padre de la niña, que penaba por suspecados.

La niña continuó viviendo en la casa y sus hijos iban creciendo sanos y felices.Un día, a la hora de decir: «Mesita, compónte», salió su hija a ver si había algún pobre

y encontró a un caballero con su criado, que parecían muy cansados. La hija les tuvolástima y les invitó a entrar y le dijo a su madre:

–Sólo hay estos dos a la puerta. Déjales que coman con nosotros, pues quién sabe sinuestro padre no estará a estas horas pidiendo de comer mientras nos busca.

La madre les invitó a entrar y luego dijo a su hija:–Calla, hija mía, no digas eso, que lo menos que se acuerda tu padre es de nosotros. Si

nos hubiera tenido cariño, no me mandaba para el monte, sin ojos y sin brazos,llevándote a ti y a tu hermano en una alforja colgada del hombro.

El caballero escuchó con atención lo que decía la madre y preguntó qué quería deciraquello de no tener ojos ni brazos. Y la niña le contó su triste historia. Después que lahubo oído, el caballero se adelantó y dijo:

–Yo soy el rey, tu marido, padre de estos niños. Y os ando buscando desde el día enque volví a mi castillo y supe que habían cambiado las cartas que llevaba nuestro criado.

Entonces la niña se echó a llorar de alegría al verse al lado de su marido y los niños nodejaban de abrazar y besar a su padre.

Y, como ya era la hora de comer, dijo ella:–Mesita, compónte.Y el mantel se llenó de los manjares más exquisitos que se pudieran imaginar y

comieron de todo para celebrar el encuentro. Y luego se volvieron al castillo del rey,donde vivieron muchos años muy felices y siguieron socorriendo a todos los necesitadosque se acercaban por allí.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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PROCEDENCIA DE LOS CUENTOS

Las colecciones generales o parciales que hoy día pueden adquirirse o consultarsesuelen ser coincidentes entre sí en buena parte de los títulos, aunque sólo recojan cuentosceñidos a áreas geográficas distintas y alejadas, por lo que la elección de cuentos es unproblema de cotejar versiones o variantes y elegir entre ellas; en varios casos en que tienesentido, se han aprovechado, sobre un mismo cuento, los hallazgos o peculiaridades demás de una variante.

Los cuentos titulados «La misa de las ánimas», «El alma del cura», «El hombre delsaco», «El aguinaldo», «Los siete conejos blancos», «Los ladrones arrepentidos», «Elalfiletero de la anjana», «Periquillo», «La flor del cantueso», «El príncipe Tomás», «Losdos jorobados», «Las tres naranjitas», «El agua amarilla», «La calandria salvadora»,«La muñeca de dulce», «El castillo de Irás y No Volverás», «El cabrito negro» y «Piedrade dolor y cuchillo de amor» han sido tomados de la colección Cien cuentos popularesespañoles de José Antonio Sánchez Pérez, publicada por primera vez en 1942 y, si biende todos estos cuentos existen –como decía– versiones y variantes en otras colecciones,me he atenido en lo sustancial a ésta debido a mi especial cariño de lector por estarecopilación. Debo advertir que he cambiado algunos títulos («El hombre del saco», «Elalfiletero de la anjana» y «Los dos jorobados» son los que más se separan de losoriginales). Algunos de ellos –«El hombre del saco», «El castillo de Irás y No Volverás»–mezclan también variantes y en otros se fuerza a veces la intención para lograr un efectoexpresivo determinado.

De la colección de Aurelio M. Espinosa son «La tira de piel», «El conde Abel y laprincesa» y «Juan Bobo», que pertenecen al volumen III de la edición de la StanfordUniversity. También son de Espinosa, aunque obtenidos a través del Catálogo tipológicodel cuento folklórico español, de Julio Camarena y Maxime Chevalier, «La princesaencantada», «Juan Sin Miedo» (titulado originalmente «El que no conocía el miedo») y

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«La joven María y el príncipe lagarto» (titulado originalmente «El lagarto de las sietecamisas»).

De los Cuentos populares salmantinos, de Luis Cortés Vázquez, he tomado «Las tresmanzanitas de oro», «El pobre avaricioso», «La zapatilla de oro», «Los animalesmúsicos» y las dos versiones de «Los tres pelos del diablo»; el cuento titulado«Delgadina» procede de un romance, recogido por Luis Cortés Vázquez en su Leyendas,cuentos y romances de Sanabria, que me he permitido convertir en cuento. El cuentotitulado «El peral de la tía Miseria» mezcla las versiones de Cortés en los Cuentossalmantinos (donde lleva por título «La tía Lucrecia y la muerte») con la versión deAurelio Espinosa, hijo, en sus Cuentos populares de Castilla y León.

De los Cuentos tradicionales de León, de Julio Camarena, proceden «La novia delladrón», «El cuarto prohibido» (titulado originalmente «¡Oreja, aquí! ¡Oreja, en lamesa!»), «Las tres hilanderas», que se cruza con una versión recogida por Hernández deSoto, «El gato con botas», «El enano y el gigante» y su versión de «Blancaflor», que semezcla con la de Luis Cortés Vázquez en los Cuentos salmantinos. También de JulioCamarena, pero pertenecientes a sus Cuentos tradicionales de Ciudad Real son «Lasmantecas del rey Hijón» y «Juan Soldado».

«El enano», «Perico el mago» (titulado originalmente «Periquín»), «La novia rana» y«El león y Angelina» proceden de los Cuentos asturianos de tradición oral de Aureliode Llano. El cuento «El enano y el pastor» está tomado de las Obras completas deManuel Llano.

«El joven que vendió su alma al diablo» procede del relato titulado «Cristóbal»,recogido por Luis Diego Duscoy en su libro Tradiciones populares, t. II. «La princesadormida» (titulado originalmente «Águila la hermosa») lo recoge Marciano CurielMerchán en sus Cuentos extremeños. El brevísimo «El herrero jugador» (tituladooriginalmente «Almas al cielo») lo recoge José María Fernández Pajares en Del folklorede Pajares.

Los cuentos titulados «Los tres leones», «La estatua de mármol» (originalmente, «Lapiedra de mármol») y «El pájaro de los diamantes», proceden de los Cuentos popularesde Extremadura de Sergio Hernández de Soto.

«La niña de los tres maridos» y «Bellaflor» están tomados de los cuentos populares deFernán Caballero. «La mariposita» se reproduce prácticamente sin tocar, debido a suscalidades musicales, de los Cuentos castellanos de tradición oral de Joaquín Díaz y

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Maxime Chevalier. Y también de Joaquín Díaz, pero tomado de su Cuentos encastellano es «Pulgarcito» en una versión que resulta totalmente diferente de los«Periquillos» o «Periquillos cañamones» más característicos de la tradición española(que también figura en esta selección bajo el título, precisamente, de «Periquillo») y queresulta más acorde con la versión, digamos, internacional.

«La hija enterrada» y «Juan de Calaís» se encuentran en el Catálogo tipológico delcuento folklórico español. Cuentos maravillosos, de Julio Camarena y MaximeChevalier, donde se hallan también varios otros de los cuentos mencionados antes. Elcatálogo, publicado en 1995, es realmente, hasta donde conozco este tipo depublicaciones, un libro excepcional y posiblemente definitivo para la fijación de loscuentos populares españoles. El primero de los cuentos mencionados lo atribuyen losautores a Juan Antonio del Río y Melchor Pérez Bautista y es una versión gaditanainédita hasta ese momento; el segundo era también inédito y fue recogido en Madrid porPaloma Esteban, A. Lorenzo y J. Camarena.

De la colección de Aurelio de Llano, Cuentos asturianos recogidos de la tradiciónoral, vienen los titulados «Las tres prendas de Pedro», «Los tres consejos»(originalmente: «Julia y Gonzalo»), «El pequeño corzo» (originalmente: «Celia yGilberto»), «El tonto de Coria», «El sino» (originalmente: «María la Pongal»), «Elcuélebre y el pastor», y «Los hermanos bandidos» (originalmente: «Los doshermanos»).

De la colección de Cuentos extremeños, de Marciano Curiel Merchán, proceden «Elgallo y el carámbano», «La hornera malvada» (originalmente: «La hornera mala»),«María manos blancas», «Las mentiras más gordas», «Los tres amigos» y «El sastre yel zapatero».

De la colección Cuentos cordobeses de tradición oral, de María José Porro y otros,vienen «El califa, el pastor y la felicidad», «El hijo perdido», «La posada encantada» y«Las tres cerditas» (originalmente: «Las tres cochinitas»).

De la colección Los cuentos tradicionales asturianos, de Constantino Cabal, proceden«Una apuesta con el diablo», «La selva encantada», «La metamorfosis» y «El anillo de“Por aquí”».

De los Euskaleriaren yakintza, de Resurrección María de Azkue, vienen «Elcarbonero y la Muerte», «La sangre más pura», «Los carboneros en el palacio», «El

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amezketano y el madrileño», «La flor del sicomoro», «Noticias del cielo» y «Seisamigos de novedades».

De la colección Folklore de Catalunya. Rondallística, de Joan Amades, proceden «Labarretina verde», «Los siete rebecos», «El manto de oro», «La casita de azúcar», «Juanel Oso», «El castillo de las siete torres», «La serpiente de siete cabezas y siete colas»,«La niña de los cabellos de oro», «El amigo de la Muerte», «La bola de oro», «Los treshermanastros», «El príncipe dragón» y «El cocinero del rey» (originalmente: «Ladonzella dels cabells d’or»).

De la colección Cuentos populares españoles, de Aurelio M. Espinosa, vienen «Lagaita que hacía bailar a todos», «La ahijada de san Pedro», «Estrellita de oro», «Losprestamistas no tienen alma», «La muchacha embustera» y «El lobo cree que la luna esqueso».

De la colección Antoloxia do conto popular galego, de Henrique Harguindey yMaruxa Barrio, proceden «El demonio ayuda al casero», «El general Afilado»(originalmente: «O xeneral Aguces»), «El juicio del demonio» y «El gallego y el caballodel rey».

El cuento titulado «El heredero de la corona» viene de la colección de Antoni M.Alcover Aplec de rondaies mallorquines y el titulado «Los tres hermanos» viene de lacolección Rondayes de Mallorca, del archiduque Luis Salvador de Austria, que, a mivez, he tomado de la serie «El palacio de los cuentos», dirigida por Ulf Diederichs.

El cuento «La peregrinita» pertenece a la colección de S. Hernández de Soto Cuentospopulares de Extremadura. El cuento «La vela de la vida» (originalmente: «Las velas»)lo he tomado del Catálogo tipológico del cuento folklórico español de Julio Camarena yMaxime Chevalier, que a su vez reproducen una versión de Cipriana Álvarez Durán enEl Folk-lore andaluz. Del mismo Catálogo tomo «El viejo se hace niño» (originalmente:«O vello e mail-a morte»), que reproduce la versión de Lois Carré en Contos popularesde Galiza.

Los cuentos que enumero a continuación proceden de versiones mezcladas. «Eltambor de piel de piojo» viene de Azkue («El piojo real») y de Sánchez Pérez («Elpandero de piel de piojo»). «La asadura del muerto» viene de Espinosa y Porro. «Lasverdades del barquero» viene de Amades, pero las verdades que se recitan son las querecoge el libro El porqué de los dichos, de José M.ª Iribarren. «Juan y Medio» se toma

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de las versiones de Aurelio de Llano («Juan y Medio») y Aurelio M. Espinosa («Elhombre de pez»).

Por último, cierro el libro con el cuento «La niña sin brazos», que, lo confieso, es mifavorito. El resultado final es una mezcla de las versiones de Aurelio de Llano, Azkue,Aurelio M. Espinosa y yo mismo.

En la Bibliografía escogida, el lector podrá ver que existen muchas más colecciones decuentos de las que yo he utilizado. Sólo quiero reiterar que todas coinciden en buenaparte, cada una con sus versiones y peculiaridades. Que haya usado mayoritariamenteunas y no otras se debe no sólo a una cuestión de preferencia por las versiones sinotambién, todo hay que decirlo, a no sentirme atado a lo que en nuestros días y en nuestropaís aparece como un inevitable reparto por cuotas regionales, que más suele tener quever con razones de orden político que de otro orden; el literario, por ejemplo. A fin decuentas, he trabajado con mayor libertad y los cuentos son los mismos y son de todos.

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BIBLIOGRAFÍA ESCOGIDA

Esta Bibliografía escogida sólo pretende recoger referencias de colecciones clásicas ymodernas sin otra intención que ofrecer una primera aproximación al lector interesado.En varios de los libros aquí reseñados encontrará el lector otras bibliografías mucho máscompletas y sistemáticas. Sólo se recogen colecciones de cuentos.

Alcover, Antoni M., Aplec de Rondaies Mallorquines d’en Jordi d’es Racó, 24 vols.,Moll, Palma de Mallorca 1976.

Amades, Joan, Folklore de Catalunya. Rondallística, Selecta, Barcelona 1950.Arratíbel, José, Kontu zaarrak, Bilbao, La Gran Enciclopedia Vasca, Bilbao 1980.Azkue, Resurrección María de, Euskaleriaren yakintza, vol. II, Espasa Calpe, 2.ª ed.,

Madrid 1966.Barandiarán, José Miguel de, Eusko-Folklore, en Obras Completas II, La Gran

Enciclopedia Vasca, Bilbao 1973.Bardón, Cayetano A., Cuentos en dialecto leonés, 3.ª ed., Tipográficas Cornejo,

Astorga 1955.Biblioteca de las tradiciones populares españolas, dirigida por Antonio Machado y

Álvarez, 11 vols., Sevilla-Madrid 1883-1886.Cabal, Constantino, Los cuentos tradicionales asturianos, Voluntad, Madrid (sin

fecha).Caballero, Fernán, Genio e ingenio del pueblo andaluz, Castalia, Madrid 1995.Camarena, Julio, Cuentos tradicionales recopilados en la provincia de Ciudad Real,

Instituto de Estudios Manchegos-CSIC, Ciudad Real 1984.–, Cuentos tradicionales de León, 2 vols., Diputación Provincial de LeónUniversidad

Complutense de Madrid, Madrid 1991.– y Maxime Chevalier, Catálogo tipológico del cuento folklórico español. Cuentos

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maravillosos, Gredos, Madrid 1995.Canellada, María Josefa, Cuentos populares asturianos, Ayalga, Gijón 1978.Carré Alvarellos, Lois, Contos populares de Galiza, Revista de Etnografía, varios

números, Junta Distrital, Oporto 1963-1967.Carreño Carrasco, Elvira y otros, Cuentos murcianos de tradición oral, Publicaciones

de la Universidad, Murcia 1993.Castelló Guasch, J., Rondaies eivissenques, Moll, Palma de Mallorca 1961.–, Rondaies de Formentera, Alfa, Palma de Mallorca 1976.Col.lectiu Folkloric Ciutadella, Recull de Rondalles Populars Menorquins, Quaderns

de Folklore, Consell insular de Menorca, Ciutadella 1981.Constans, Lluis G., Rondalles, Centre d’Estudis Comarcal de Banyoles, Gerona 1981.Cortés Vázquez, Luis, Cuentos populares salmantinos, 2 vols., Librería Cervantes,

Salamanca 1979.–, Leyendas, cuentos y romances de Sanabria, Gráficas Cervantes, 3.ª ed., Salamanca

1992.Curiel Merchán, Marciano, Cuentos extremeños, Editora Regional de Extremadura,

Jerez 1987.Díaz, Joaquín, Cuentos en castellano, Ediciones de la Torre, Madrid 1988.– y Maxime Chevalier, Cuentos castellanos de tradición oral, Ámbito, Valladolid

1983.Espejo Poyato, Serafín y José González Ruiz, Cuentos y romances populares de la

comarca de Linares, Centro de Profesores de Linares-Junta de Andalucía, 1990.Espinosa, Aurelio M., Cuentos populares españoles, 3 vols., CSIC, Madrid 1946.–, Cuentos populares de España (Antología del anteriormente citado, a cargo de Luis

Díaz Viana), Espasa-Calpe, 2.ª ed., Madrid 1993.Espinosa, Aurelio M. (hijo), Cuentos populares de Castilla y León, 2 vols., CSIC,

Madrid 1987 y 1988.Fraile Gil, José Manuel, Cuentos de la tradición oral madrileña, Comunidad de

Madrid, Madrid 1992.Harguindey, Henrique y Maruxa Barrio, Antoloxia do conto popular galego, Galaxia,

2.ª ed., Vigo 1995.Hernández de Soto, Sergio, Cuentos populares de Extremadura, BTPE, X, Fernando

Fé, Madrid 1886.

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León Domínguez, Luis, Los cuentos de Andalucía, Biblioteca Ibérica de Folklore,Madrid (sin fecha).

Lugo. Contos populares da provincia de Lugo, Centro de Estudios Fingoy, Galaxia,Vigo 1972.

Llano, Aurelio de, Cuentos asturianos recogidos de la tradición oral, Centro deEstudios Históricos, Madrid 1925.

Llano, Manuel, Obras completas, 2 vols., Fundación Marcelino Botín, Santander1968.

Luis Salvador de Austria, archiduque, Rondayes de Mallorca, Siglo XXI de Catalunya,Barcelona 1982.

Martínez Menchén, Antonio, Cuentos populares españoles, 4 casetes, Ministerio deEducación y Ciencia, Madrid 1981.

Maspons i Labrós, Francesc, Contes populars catalans, Barcino, Barcelona 1952.–, Lo rondallayre. Quentos populars catalans, Llibrería de Alvar Verdaguer,

Barcelona 1871, 1872 y 1875.Milá i Fontanals, Manuel, Obras completas VI, Librería de Álvaro Verdaguer,

Barcelona 1895.Montero, Pedro, Los cuentos populares extremeños en la Escuela, ICEUniversidad de

Extremadura, Badajoz 1988.Porro, María José, y otros, Cuentos cordobeses de tradición oral, Servicio de

Publicaciones de la Universidad, Córdoba 1985.Rodríguez Almodóvar, Antonio, Cuentos a la luz de la lumbre, 2 vols., Anaya, Madrid

1983 y 1984.Rodríguez Pastor, Juan, Cuentos populares extremeños y andaluces, Diputaciones

Provinciales de Badajoz y Huelva, Badajoz 1990.Rondalles de les Illes Balears, Antología de rondalles recogidas por Antoni M.ª

Alcover, Andreu Ferrer Ginard y Joan Castelló Guasch, Moll, Palma de Mallorca 1975.Saco y Arce, Juan Antonio, Literatura popular de Galicia, Diputación Provincial de

Orense, Orense 1987.Sánchez Pérez, José A., Cien cuentos populares, José J. de Olañeta, 2.ª ed., Palma de

Mallorca 1995.Sandubete, Juan J., Cuentos de la tradición oral recogidos en la provincia de Cádiz,

Escuela Universitaria de Profesores de EGB «Josefina Pascual», Cádiz 1981.

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Serra i Boldú, Valeri, Rondalles populars, 4 vols., Publicacions de l’Abadía,Montserrat 1984-1985.

Valor, E., Rondalles valencianes, Ed. Torre, Valencia 1950, 1951 y 1958.

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Colección dirigida por Michi Strausfeld

Edición en formato digital: Diciembre de 2011

© José María Guelbenzu, 1996, 1997, 2000, 2006, 2011© Ediciones Siruela, S. A., 1996, 1997, 2000, 2006, 2011c/ Almagro 25, ppal. dcha. 28010 Madrid

Diseño de la cubierta: Ediciones Siruela

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública otransformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción previstapor la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesitafotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-9841-818-7

Conversión a formato digital: Década Soft S.L. www.decadasoft.com

www.siruela.com

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Índice

Portadilla 2Dedicatoria 7Al lector 8Cuentos Populares Españoles 191. La misa de las ánimas 212. El hombre del saco 243. El aguinaldo 284. Los siete conejos blancos 315. Los ladrones arrepentidos 346. La niña de los tres maridos 377. El alfiletero de la anjana 408. Periquillo 439. La flor del cantueso 4610. El príncipe Tomás 5111. Los dos jorobados 5512. Las tres naranjitas 5913. Juan Bobo 6214. El agua amarilla 6615. La calandria salvadora 7216. La muñeca de dulce 7817. El castillo de Irás y No Volverás 8118. La tira de piel 8719. El conde Abel y la princesa 9120. El alma del cura 9621. La princesa encantada 10022. El enano 10323. El cabrito negro 10624. El cuarto prohibido 108

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25. La novia del ladrón 11326. Blancaflor 11927. Las tres hilanderas 13028. El gato con botas 13329. La hija enterrada 13630. Perico el mago 14031. Juan Sin Miedo 14432. Las mantecas del rey Hijón 14733. El enano y el gigante 15434. Las tres manzanitas de oro 15735. Juan Soldado 16036. El pobre avaricioso 16637. La zapatilla de oro 16938. El peral de la tía Miseria 17439. El joven que vendió su alma al diablo 17840. La novia rana 18341. Los animales músicos 18842. La princesa dormida 19043. La joven María y el príncipe lagarto 19544. El herrero jugador 20145. El león y Angelina 20246. Delgadina 20847. Los tres pelos del diablo 21048. Juan de Calaís 21449. Los tres leones 21950. La mariposita 22551. Bellaflor 22852. La estatua de mármol 23353. Piedra de dolor y cuchillo de amor 240

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54. Pulgarcito 24455. El pájaro de los diamantes 24756. El enano y el pastor 25457. El califa, el pastor y la felicidad 25758. Las tres prendas de Pedro 26059. Los tres consejos 26560. La gaita que hacía bailar a todos 26961. El tambor de piel de piojo 27362. La asadura del muerto 27663. La ahijada de san Pedro 27864. El pequeño corzo 28165. El carbonero y la Muerte 28566. La barretina verde 28967. El gallo y el carámbano 29268. La hornera malvada 29469. El heredero de la corona 29770. La sangre más pura 30571. Una apuesta con el Diablo 30872. Los carboneros en el palacio 31273. Los siete rebecos 31574. El hijo perdido 32075. La selva encantada 32476. El manto de oro 32877. La casita de azúcar 33378. La metamorfosis 33679. La peregrinita 33880. El tonto de Coria 34281. Juan el Oso 34482. María manos blancas 351

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83. Las mentiras más gordas 35684. El amezketano y el madrileño 35985. El castillo de las siete torres 36286. El anillo de «Por aquí» 36687. El sino 36988. Estrellita de oro 37289. Las verdades del barquero 37890. La flor del sicomoro 38291. El cuélebre y el pastor 38492. La vela de la vida 38793. Los tres hermanos 39194. El demonio ayuda al casero 39595. La serpiente de siete cabezas y siete colas 39896. El general Afilado 40197. La niña de los cabellos de oro 40398. Noticias del cielo 40699. Los tres amigos 409100. Seis amigos de novedades 416101. La posada encantada 420102. El juicio del demonio 422103. El gallego y el caballo del rey 424104. Los hermanos bandidos 425105. El sastre y el zapatero 428106. Los prestamistas no tienen alma 433107. El amigo de la Muerte 435108. La bola de oro 442109. Las tres cerditas 449110. Los tres hermanastros 452111. La muchacha embustera 456

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112. El lobo cree que la luna es queso 459113. Juan y Medio 461114. El príncipe y el dragón 466115. El cocinero del rey 471116. El viejo se hace niño 479117. La niña sin brazos 481Procedencia de los cuentos 486Bibliografía escogida 491Créditos 495

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