cuentos de emilio s. belaval

9
1 Juan J. Berríos Concepción Breve análisis de los cuentos “La viuda del manto prieto”, El niño morado de Monsa Quintanay “Santigua de santigüero” de Emilio S. Belaval © El escritor puertorriqueño Emilio S. Belaval nació en el 1903 y murió en el 1972. Fue abogado y juez del Tribunal Supremo de Puerto Rico. Presidió el Ateneo Puertorriqueño y la organización Pro Arte Musical. Además, dirigió la sociedad dramática Areyto y la Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico. Fue miembro del Consejo Superior de Enseñanza y de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española. Se distinguió como ensayista, dramaturgo, periodista y cuentista. Sus obras literarias incluyen Cuentos de la Universidad (1935), Cuentos para fomentar el turismo (1946), premiado por el Instituto de Literatura Puertorriqueña, y Cuentos de la Plaza Fuerte (1963), las obras de teatro La novela de una simple vida (1935), Cuando las flores de Pascua son flores de azahar (1939), Hay que decir la verdad (1940), La muerte (1953), La vida (1959), La hacienda de los cuatro vientos (1959), Cielo caído (1961), Circe o el amor (1962) y El puerto y la mar (1965). Sus ensayos están principalmente reunidos en el libro Areyto (1948). En la historia literaria de Puerto Rico se le sitúa dentro de la generación del treinta. Esta generación se centra en la interpretación a fondo, de lo jíbaro, como medida éste de lo incuestionablemente criollo puertorriqueñocon preocupaciones de anchura estética universalista heredadas cercanamente de los tiempos del veinte” (Rivera 432). También se observa en sus obras su defensa y reacción frente a la norteamericanización cultural, afirmándose en el legado cultural hispánico y criollo. Proclama la necesidad de reformas sociales, morales, políticas, económicas y la definición del perfil de la puertorriqueñidad (Rivera 431). Una vuelta a

Upload: seipaite4318

Post on 18-Jan-2016

646 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

Análisis breve de los cuentos: “La viuda del manto prieto”, “El niño morado de Monsa Quintana” y “Santigua de santigüero” del libro Cuentos para fomentar el turismo de Emilio S. Belaval.

TRANSCRIPT

Page 1: Cuentos de Emilio S. Belaval

1

Juan J. Berríos Concepción

Breve análisis de los cuentos “La viuda del manto prieto”,

“El niño morado de Monsa Quintana” y “Santigua de santigüero”

de Emilio S. Belaval ©

El escritor puertorriqueño Emilio S. Belaval nació en el 1903 y murió en el 1972. Fue

abogado y juez del Tribunal Supremo de Puerto Rico. Presidió el Ateneo Puertorriqueño y la

organización Pro Arte Musical. Además, dirigió la sociedad dramática Areyto y la Academia de

Artes y Ciencias de Puerto Rico. Fue miembro del Consejo Superior de Enseñanza y de la

Academia Puertorriqueña de la Lengua Española. Se distinguió como ensayista, dramaturgo,

periodista y cuentista. Sus obras literarias incluyen Cuentos de la Universidad (1935), Cuentos

para fomentar el turismo (1946), premiado por el Instituto de Literatura Puertorriqueña, y

Cuentos de la Plaza Fuerte (1963), las obras de teatro La novela de una simple vida (1935),

Cuando las flores de Pascua son flores de azahar (1939), Hay que decir la verdad (1940), La

muerte (1953), La vida (1959), La hacienda de los cuatro vientos (1959), Cielo caído (1961),

Circe o el amor (1962) y El puerto y la mar (1965). Sus ensayos están principalmente reunidos

en el libro Areyto (1948).

En la historia literaria de Puerto Rico se le sitúa dentro de la generación del treinta. Esta

generación se centra en la “interpretación a fondo, de lo jíbaro, como medida éste de lo

incuestionablemente criollo puertorriqueño—con preocupaciones de anchura estética

universalista heredadas cercanamente de los tiempos del veinte” (Rivera 432). También se

observa en sus obras su defensa y reacción frente a la norteamericanización cultural, afirmándose

en el legado cultural hispánico y criollo. Proclama la necesidad de reformas sociales, morales,

políticas, económicas y la definición del perfil de la puertorriqueñidad (Rivera 431). Una vuelta a

Page 2: Cuentos de Emilio S. Belaval

2

las raíces como nos lo señala Jean Franco (Caballero 10). Todo esto se acompaña del

surgimiento de un Departamento de Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico que

producirá y albergará a varios de los intelectuales del país de ese momento y del surgimiento de

varias de las revistas literarias e intelectuales de Puerto Rico: Índice, Revista del Ateneo,

Brújula, La revista de la Asociación de Mujeres Graduadas de la Universidad de Puerto Rico,

para mencionar sólo algunas. No se puede olvidar que fue la década de la “Masacre de Ponce”,

del surgimiento de la figura de Don Pedro Albizu Campos dentro del Partido Nacionalista

Puertorriqueño y la fundación del Partido Popular Democrático bajo la figura de Luís Muñoz

Marín como su líder, de la gran depresión norteamericana, de la gran represión política de parte

de las autoridades estadounidenses en Puerto Rico: Blanton Winship y el Coronel Francis E.

Riggs (ajusticiado por los patriotas y mártires Hiram Rosado y Elías Beauchamp). Era época de

hambre y miseria, de injusticia, de huelgas, de reclamo de derechos no reconocidos y de reclamo

al imperio colonial y demagógico de los Estados Unidos, del respeto a la dignidad de los

puertorriqueños.

De los libros de cuentos de Belaval, nos ocupamos de Cuentos para fomentar el turismo.

Estos cuentos, escritos en la década del treinta, son de “honda sátira social que comenta en tono

irónico aquel proyecto de anunciar el paisaje puertorriqueño como estímulo de la industria

turística, donde el campesino protagonizaba la tragedia de su miseria en estado crónico. La razón

fundamental es que en Puerto Rico existe un sistema de gobierno impuesto por otra nación, la

norteamericana.” (Balseiro 13-14). Ante este lema de intervención colonial, Belaval hace

malabares con su gran dominio literario en estos cuentos. En ellos encontramos una muestra de

los retratos de los hombres y mujeres que ejemplifican los círculos de la miseria, la pobreza y la

tiranía que emergieron en esos años de los treinta en Puerto Rico.

Page 3: Cuentos de Emilio S. Belaval

3

Entre los cuentos que comprenden la obra que nos ocupa, nos dedicaremos a analizar “La

viuda del manto prieto”, “El niño morado de Monsa Quintana” y “Santigua de santigüero” dentro

de las características que comparten los escritores de la generación del treinta.

“La Viuda del manto prieto” trata de un pedazo de tierra en un cañaveral, en la cual

“vive” una viuda que da la apariencia de estar mas muerta que viva, el recuerdo de una mujer

que vivió en ese lugar y que todavía persiste, o el ánima solitaria de la que en vida fue la mujer

de un campesino que ante el mal tiempo de la producción agrícola entregó su pedazo de tierra a

los dueños del cañaveral a cambio de trabajo. Terminó el campesino asesinado a manos del

capataz de la caña por no trabajar al gusto de su mando y por, al decir de antes, “cogerle mala

voluntad”. Desde entonces se veía a la viuda en la misma casa y en mismo lugar. Se le aparecía a

los ambulantes nocturnos montándose en la grupa de la cabalgadura.

En este cuento señalamos que el amo del cañaveral es el actante que persigue el

acaparamiento de la tierra. Esa tierra, metáfora de Puerto Rico, es el objeto deseado por la

industria extranjera, la industria estadounidense en la isla, dentro de la situación colonial, y a su

vez económica, de principios de siglo XX. El “guapo del barrio”, Flor Colón, la flor del mal, la

cuña del mismo palo, que es la peor, según el decir de nuestro jíbaro, es el coadyuvante de los

interese e intenciones de los amos del cañaveral. Es el que da cara por el amo, el que se vende

por un “chequecito” a los norteamericanos del ingenio. Sus acciones van todas dirigidas a

erradicar a la viuda, la oposición, símbolo de lo que queda de tierra patria en manos de los

puertorriqueños, fantasma que persiste ante la supremacía del poder imperial del norteamericano,

conjuro del pasado que tiene bajo magia y encantamiento lo que queda de la heredad isleña

restringiendo el robo y la entrega total del terruño patrio.

Page 4: Cuentos de Emilio S. Belaval

4

Flor Colón, el coadyuvante, recurre a los métodos convencionales del hampa y el pillaje,

trata de quitarle la vida a la viuda infructuosamente, termina por herirse a sí mismo al tratar de

cercenarle la vida con el filo de los intereses imperiales, con el filo de la “lengua de vaca”, del

machete. Ante la oposición encontrada en el actante de la Viuda para abandonar la “vida”, de lo

cual sólo le queda la presencia esencial de su ser, y no la material, Flor recurre al plano

metafísico, la esencia de la puertorriqueñidad dentro del simbolismo de la viuda no puede

tratarse desde el plano físico, hay una trascendencia que no se puede profanar por medios

cotidianos. Flor recurre a desentrañar las raíces de la viuda, de lo que queda como símbolo del

jíbaro y del terruño, recurre a la historia de ella. El matón a sueldo decide consultar con “a las

cuatro viejas más viejas del conuco” (Belaval 19), las tres brujas fatídicas del Macbeth de

Shakespeare ahora son cuatro, las pitonisas que desentrañaron el provenir del futuro rey escocés

están ahora desentrañando el pasado de la viuda, descifraron la clave de la Viuda, la clave de la

supervivencia del jíbaro dentro de la madeja colonial en la trampa de la caña, la promesa del

acaparamiento total, el futuro perverso del norteamericano en manos del guapo del barrio. La

traición y el trabajo sucio del yanqui estuvo en manos de los mismos puertorriqueños que se

vendieron y vendieron a sus hermanos, los Júa del Domingo de Resurrección.

El elemento tierra, la viuda en una de las caras de su complejo y polifacético simbolismo

dentro de esta diégesis, la patria, el terruño, la esencia del símbolo que se presenta como parte

sustancial de la puertoriqueñidad, hay que fulminarlo con fuego, dos de los elementos primitivos

en conflicto. El fuego purifica, pero también destruye y es símbolo de la acción en el infierno en

nuestra cultura de raíces judeo-cristianas. Éste se manifiesta en la tierra para eliminar a la viuda.

Flor actuaba a son con la trascendencia de sus intenciones al prenderle fuego a la casa de la viuda

con ella adentro “sabiendo que las llamas aventarían el maleficio que amenazaba con despoblar

Page 5: Cuentos de Emilio S. Belaval

5

el barrio” (Belaval 22). El reino de este mundo en llamas, la llamarada que traía el dominio del

diablo norteamericano, con las llamas la viuda se transformó en leyenda, verdad con ficción,

ambigüedad, imprecisión, el significado de la puertorriqueñidad se transformó, dejó de ser como

era, con esto “nuestra noche colonial perdió su última jineta.” (Belaval 23).

En el cuento “El niño morado de de Monsa Quintana” nos enfrentamos con la narración

de la parición del “guimbo” de la actante Monsa Quintana, esposa de Anacleto Quintana, jíbaros

de Puerto Rico. Era su décimo séptima parición, tenía otros “dieciséis picos pidiones”, dieciséis

bocas que alimentar, dieciséis vidas que cuidar, dieciséis puertorriqueñitos. Esta tuvo un niño

que nació enfermizo, de color morado, el color de la intimidad mortuoria. Están enfrentando una

situación difícil en términos económicos, esto lo inferimos cuando el narrador en tercera persona

nos revela la actitud de los Quintana al nacer el niño:

El padre no se conmovió mucho que digamos con el nacimiento del nuevo hijo

Eran dieciséis picos pidiones que tenía bajo su techo y los hijos no se alimentan con

pepitas de cundiamor. (Belaval 51)

A la vez, cuando nos dice que Monsa “se fue a prepararle una agüita de tautúa para que

soltara la borra. Se había sacado una botellita y un teto nuevo de su propio buche, a fuerza de un

ahorrillo de granos, sin que el marido husmeara que estaba la sopa corta.” (Belaval 53).

La actante Monsa, tiene como objeto de deseo el niño, pero la muerte se le opone y la

miseria la va coadyuvando. El marido también coadyuva a la muerte, actúa como Cronos: deja

que el tiempo devore a su hijo, coadyuva al destino también. Prácticamente sólo ella desea al

niño vivo, ni las vecinas que vinieron a verlos le ofrecen buena esperanza ni buen augurio. De su

parte, la comadrona que vino después del parto reconoce la condición enfermiza del color del

niño, pero le da algo de esperanza de que se críe “sólo que se crían esmirriaos y dan mucha

Page 6: Cuentos de Emilio S. Belaval

6

fatiga.”(Belaval 54). Al parecer todo se le opone a Monsa, a su deseo de ver vivo y crecer al

niño, esa metáfora de mal augurio del porvenir en los campos de Puerto Rico, que ese niño

“representa el cuerpo enfermo de la puertorriqueñidad” (Díaz 218) para principios de siglo XX,

llenos de miseria, paupérrimos, donde la pobreza económica siempre va de la mano de la

pobreza cultural, de la pobreza educativa, de la pobreza sanitaria hasta erosionar el ánimo y el

espíritu; y entonces también acompaña la pobreza espiritual. Ese niño es el símbolo del presente

depresivo, del futuro desesperanzador entre nubarrones de certera muerte, como la muerte del

“guimbo” de Monsa. Ese niño es la otredad que son los puertorriqueños ante el aparato del poder

imperial.

Monsa, paradigma de la madre puertorriqueña, de la madre patria, es la generadora del

porvenir de esta sociedad. El autor implícito no se equivoca en su valoración de la madre que

cría, crea, construye a los hijos, a los hombres y mujeres, aunque le nazcan enfermos aunque

sepan, como lo presentía Monsa, que van a morir y le recuerda al lector implícito que “en mi

tierra la que pare, cría, camaradas, aunque a muchas se les escocote el guimbo escrofuloso de los

brazos.” (Belaval 57).

Por último, tenemos el cuento “Santigua de santigüero”. En éste se narra el incidente de

un hombre joven enfermo, casado con mujer e hijos, y amigos que había caído en la cuesta del

barrio Juan Martín. Se infiere que lo habían traído a casa del santigüero Gume Pacheco. Gume es

el actante que dentro de la diégesis obra milagros con su santiguación. El autor implícito nos

presenta el trasfondo de Gume como uno que había “visto casi todos los males de la tierra”

(Belaval 60). Con esta sentencia llama a nuestra atención el poder de sanación de este santigüero,

la gran experiencia con la que contaba y la confiabilidad que se pude tener en él. Sin embargo, en

esta ocasión el enfermo no tenía ninguno de los síntomas antes vistos por Gume, concluyendo

Page 7: Cuentos de Emilio S. Belaval

7

éste que el enfermo no tenía nada físico sino un mal de la voluntad (Belaval 60) y que le cupo la

pregunta de “¿por qué aquel montoncito de hombre no quería vivir?” (Belaval 61). El enfermo

actante quería morir. Gume lo santiguó varias veces, le habló reclamándole que viviera. Todo fue

inútil, se había echado a morir y esa era su decisión. Como un recurso final Gume, para a

conocer la causa de su estado de salud y tratar de ayudar a cualquier otro que padeciera de lo

mismo, le preguntó al moribundo que de qué estaba enfermo. Entonces, en voz baja y al oído el

“moridol” le indicó: de hambre.

El símbolo de carencia que se plasma dentro de éste cuento es indicio del exceso de poder

y la falta de voluntad de los que dirigen las riendas del país, Puerto Rico, para poder mantener a

la población dentro de los límites de a suficiencia. Por más que el santigüero buscará la manera

de echar fuera del paciente su mal, no podía. No había enfermedad sino necesidad provocada por

la imposición de un régimen político que va en contra de los mejores intereses del pueblo. No

sólo de alimentación carecía el hombre también de servicios médicos apropiados, de

subjetivación, de una demasía de cosificación, de encontrar el derrotero que va a la par con la

peor de las hambrunas: la muerte.

A través de todos tres cuentos del libro Cuento para fomentar el turismo, podemos

observar desde el mismo título de la obra, una ironía que nos muestra la defensa y reacción de lo

puertorriqueño frente a la norteamericanización cultural y política.

Por medio de la ironía se afirma el legado cultural criollo e hispánico. Esto lo podemos

palpamos en el cuento de la viuda, representante de lo puertorriqueño que viene de antes de la

norteamericanización y que resiste hasta la muerte la misma.

La carencia de educación, servicios de salud, de trabajo es la proclama de la necesidad de

reformas sociales, morales, políticas, económicas. Todos estos cuentos son una voz de protesta

Page 8: Cuentos de Emilio S. Belaval

8

que pide reacción inmediata, atención y cambio a favor del puertorriqueño, a favor del ser

humano.

Pero quizás la definición del perfil de la puertorriqueñidad es el rasgo que mejor

identifica a la narrativa de la generación del treinta. El personaje de jíbaro está presente en todos

ellos, personaje que representa la identidad nacional. Es en este personaje que se centran los

aconteceres de sus asuntos, es la razón de la escritura, del cuestionamiento nacional en el

momento de la continuidad del tiempo que representaba la década del treinta ante la

confrontación con lo norteamericano. Es ahí que el puertorriqueño recrudece el ser otreico, desde

la perspectiva de un colonizado bajo ese imperialismo, con todos sus padecimientos y pesares.

Page 9: Cuentos de Emilio S. Belaval

9

Bibliografía

Balseiro Chacón, Wanda I. “Análisis y contraste de la visión social en los cuentos de Emilio S.

Belaval y Juan Bosch”. Prisma, enero 2006-diciembre 2007, año xiii, núm. 13, pp. 11-24.

Belaval, Emilio S. Cuentos para fomentar el turismo. Río Piedras: Cultural, 1977.

Caballero, María y María del Milagro Caballero Wangüemert. Ficciones isleñas: estudios sobre

la literatura de Puerto Rico. Río Piedras: Editorial UPR, 1999.

Díaz, Luis Felipe. Modernidad literaria puertorriqueña. San Juan: Isla Negra/Cultural, 2005.

Rivera de Álvarez, Josefina. Diccionario de literatura puertorriqueña. 2ª ed. rev. y aum. Vol. 1.

San Juan : Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1970-1974.