cuarto domingo de cuaresma, ciclo b · juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvado por...

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Cuarto Domingo de Cuaresma, ciclo B

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Page 1: Cuarto Domingo de Cuaresma, ciclo B · juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvado por medio de él. 18El que cree en él no será juzgado. El que no cree ya ha sido juzgado

Cuarto Domingo de Cuaresma, ciclo B

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El texto Juan 3, 14-21 (lee este texto, serena y tranquilamente una o varias veces hasta desentrañar parte de su estructura, personajes y organización) [En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo] 14y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así debe ser levantado el Hijo del hombre, 15para que todo el que cree en él tenga vida eterna. 16Pues así ha amado Dios al mundo, que ha entregado a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna. 17Pues Dios no ha enviado su Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvado por medio de él. 18El que cree en él no será juzgado. El que no cree ya ha sido juzgado porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19Éste es el juicio, que la luz ha venido al mundo y los hombres han amado más la oscuridad que a la luz, pues sus obras son malas. 20Todo el que practica el mal odia la luz y no se encamina hacia la luz para que no se conozcan sus obras. 21Todo el que obra la verdad viene hacia la luz, para que se muestre que en Dios sus obras son hechas.

Busca leyendo... (Lo que dice el texto en si mismo para entenderlo mejor)

Nos encontramos con una parte del diálogo entre Jesús y Nicodemo, miembro del sanedrín que lo busca en la noche. La noche envuelve varios significados, tanto la oscuridad, como la intimidad. Se busca en la noche para no ser descubierto, se busca en la noche lo que se ama. La confrontación entre luz y oscuridad es muy recurrente en el Evangelio de san Juan. Esta parte del diálogo sigue a la pregunta hecha por Nicodemo sobre la posibilidad de nacer de nuevo, Jesús responde: siendo tu maestro de Israel no eres capaz de comprender. Con este título de maestro de Israel, aparece como primer signo Moisés, que como Jesús no es comprendido por el pueblo, y es víctima de murmuraciones. Moisés ha de levantar en el desierto una serpiente de bronce para sanar a quienes eran mordidos por las serpientes enviadas como castigo al pueblo (Num 21, 4-9). En este episodio vemos que la misma causa de muerte, es la misma causa de salvación: la serpiente puesta en alto y a la vista de todos. Así Jesús, asumiendo la muerte que aflige a todo hombre, y puesto en lo alto de la cruz, se convierte en causa de vida eterna para todo el que crea en él. El Hijo del hombre ha sido enviado por Dios como la serpiente, pero no para condenar, sino para dar la vida eterna. La condenación está en quien no acepta la presencia de Dios como luz, tal como anuncia Juan desde el prólogo del Evangelio (Jn 1, 10-12), como hizo el pueblo de Israel en el desierto. Además se menciona la causa del porqué no se acepta la luz: para que sus obras permanezcan en la oscuridad y no sean descubiertas. En Nicodemo vemos un doble movimiento, se mueve en la oscuridad para no ser descubierto por los hombres, pero se dirige hacia Cristo, que será presentado como la luz del mundo. Hay una resonancia de esto en el paragón que se hace entre quien obra el mal y el bien: el que se aleja de la luz trata de esconder sus propias obras; mientras que quien se acerca a ella, no es su propia bondad la que se ve, sino la de las obras de Dios.

... y encontrarás meditando. (Reflexión personal y profundización sobre la Palabra, lo que a mí me dice ahora) ¿Por qué existe el mal en el mundo?

Ante el misterio del mal, de la muerte, del sufrimiento, la respuesta más adecuada es el silencio. Cuando murmuramos, nos acarreamos más sufrimiento acrecentando nuestra desesperanza. Buscamos culpables, y cuando no les hallamos, estamos tentados de culpar al mismo Dios, como hicieron los israelitas en el desierto, siendo que muchas veces han sido nuestras malas obras – ocultas en la

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oscuridad – las que nos han provocado estas consecuencias, sea a nosotros mismos o a otros que sufren por nuestra culpa. Resulta necesario acercarnos progresivamente hacia la luz, y descubrir entonces el proyecto de Dios en nuestras vidas: salvación y vida eterna, y desenmascarar a la vez nuestro obrar de condenación y oscuridad. Para esto, no basta con preguntarnos el porqué del mal en el mundo, sino el porqué no he hecho yo el bien, las obras de la luz. Hemos de levantar los ojos a lo alto para ver el mal con los ojos de Dios y poner este discernimiento al centro de nuestra vida. Cerrar los ojos al mal, marginarlo, no lo elimina; pero dejarnos iluminar por Dios, nos mueve a transformarlo, de causa de muerte en causa de vida. Es así como se manifiesta Dios en nuestras propias obras: cuando entorno a las más profundas miserias humanas, también se gestan los más grandes signos de amor. ¡Esta es la fuerza de Dios!, capaz de tomar algo tan funesto como la muerte de su Hijo único y hacer de ella fuente de vida para todos los hombres. ¡Esta es la fuerza de la Pascua! También nuestras propias contradicciones, puestas con transparencia ante la luz de Cristo, pueden convertirse en causa de salvación, pues no ha venido a condenar, sino a salvar a través de la fe en él. Creer en el amor para vivir el amor justo ahí donde parece no haberlo. No necesitamos ser perfectos para hacer el bien, porque a la luz obra el Señor junto con nosotros, y aún nuestras debilidades harán brillar la fuerza de Dios en nuestras vidas (2Cor 12, 9).

Llama orando... (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio. Le respondo) En tus oscuridades se enciende un fuego que no se apaga jamás (Hermano

Roger de Taizé, Pasión de una entrega, Carta 1997) “Espíritu del Dios vivo, cuando la duda y las indecisiones para acogerte parecerían sumergirlo todo, tú estás allí presente. Tú reanimas el fuego que dentro de nosotros arde bajo las cenizas. Este fuego lo enciendes con nuestras propias espinas, con lo que nos duele de nosotros mismos y de los demás, hasta tal punto que, incluso las piedras de nuestro corazón, por ti, pueden volverse incandescentes, luz en nuestras tinieblas y aurora en nuestra oscuridad.”

y se te abrirá por la contemplación (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar y tomo decisiones para actuar de acuerdo a

la Palabra de Dios) ¿Cómo me siento ante Jesús que no ha venido a condenarme, sino a darme la vida eterna? ¿Me da esto la confianza necesaria para ver mis propias oscuridades como lugares en donde Dios puede actuar y transformar? ¿Qué significa para mí vivir en la luz? ¿Cómo puedo vivir en la luz? ¿Cómo disminuir mis “murmuraciones” y abrirme a la gracia de la fe? Contempla el crucifijo, déjate tocar por el profundo dolor del crucificado, y déjate abrir a la esperanza del Resucitado que te da vida eterna.