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CRISTO PARA TODAS LAS NACIONES ¿Cómo habrá sido ser testigo de la pasión de Jesús? ¿Cómo habrá sido… escuchar a la multitud gritando: “¡Hosana!”, cuando Jesús entró en Jerusalén el Domingo de Ramos; oler y degustar el banquete de la Pascua; ver a Jesús cargando su cruz hacia el Gólgota; tocar las cicatrices de las heridas de los clavos y la lanza en su cuerpo resucitado? No podemos saberlo, pero los hombres y las mujeres que sí fueron testigos de esos acontecimientos nos han dejado su testimonio en las páginas de los Evangelios. Juan nos dice: “Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer, tengan vida en su nombre” (Juan 20:31). Pero no sólo ellos. También hubo testigos silenciosos: objetos, animales y lugares que jugaron un rol en momentos claves del sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús. A ellos también los encontramos en las páginas de los Evangelios. Y aunque no pueden hablar, sí pueden mostrarnos algo del amor y la misericordia de Jesús para con nosotros. En las próximas semanas vamos a escuchar lo que tienen para decirnos. CUARESMA 2018 CUARESMA 2018 660 Mason Ridge Center Drive, St. Louis, MO 63141-8557 1-800-972-5442 www.paraelcamino.com/cuaresma www.lhm.org CRISTO PARA TODAS LAS NACIONES

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CRISTO PARA TODAS LAS NACIONES

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CRISTO PARA TODAS LAS NACIONES

¿Cómo habrá sido ser testigo de la pasión de Jesús? ¿Cómo habrá sido…•escuchar a la multitud gritando: “¡Hosana!”, cuando Jesús entró en Jerusalén el Domingo de Ramos;•oler y degustar el banquete de la Pascua;•ver a Jesús cargando su cruz hacia el Gólgota; • tocar las cicatrices de las heridas de los clavos y la lanza en su cuerpo resucitado?

No podemos saberlo, pero los hombres y las mujeres que sí fueron testigos de esos acontecimientos nos han dejado su testimonio en las páginas de los Evangelios. Juan nos dice: “Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer, tengan vida en su nombre” (Juan 20:31).

Pero no sólo ellos. También hubo testigos silenciosos: objetos, animales y lugares que jugaron un rol en momentos claves del sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús. A ellos también los encontramos en las páginas de los Evangelios. Y aunque no pueden hablar, sí pueden mostrarnos algo del amor y la misericordia de Jesús para con nosotros. En las próximas semanas vamos a escuchar lo que tienen para decirnos.

CUARESMA 2018

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660 Mason Ridge Center Drive, St. Louis, MO 63141-85571-800-972-5442 • www.paraelcamino.com/cuaresma • www.lhm.org

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© 2018 Lutheran Hour Ministries

Lutheran Hour Ministries (LHM) is a Christian outreach ministry supporting churches worldwide in its mission of Bringing Christ to the Nations—and the Nations to the Church.

Scripture quotations are from The Holy Bible, Engli sh Standard Version, copyright © 2001by Crossway Bibles, a division of Good News Publishers. Used by permission. All rights reserved. Capitalization of pronouns referring to the Deity has been

added and is not part of the original English Standard Version text.

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ACERCA DE LA AUTORALa Dra. Kari Vo sirve como escritora teológica en Lutheran Hour Ministries. Kari tiene un doctorado en literatura inglesa (del período del Renacimiento) de la Universidad de St. Louis y ha trabajado como escritora durante 30 años, habiendo publicado varios libros y docenas de artículos. Originaria de California, Kari y su familia hacen trabajo misional entre los inmigrantes vietnamitas en el área de St. Louis.

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© 2018 Cristo Para Todas Las Naciones

Las citas bíblicas han sido tomadas de La Santa Biblia-Versión Reina Valera Contemporánea, Copyright © 2009, 2011 por Sociedades Bíblicas Unidas.

La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® NVI® Copyright © 1986, 1999, 2015 by Biblica, Inc.® Used by permission. All rights reserved worldwide.

Cristo Para Todas Las Naciones (CPTLN) es la división hispana de Lutheran Hour Ministries (LHM), una organización evangelística cristiana sin fines de lucro, cuya misión es Llevar a Cristo a las Naciones, y las Naciones a la Iglesia.

Febrero 14 – Miércoles de CenizaLeer Marcos 1:9-11

SALVADOS A TRAVÉS DEL AGUA

En cuanto Jesús salió del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma. (Marcos 1:10)

El agua tiene tantos significados, que es difícil hablar sobre ella. Es un símbolo de vida: nos formamos y desarrollamos en agua dentro del cuerpo de nuestra madre; cuando llega el momento de nacer, un torrente de agua da el aviso. El agua es indispensable para la vida y la salud: pocas personas pueden vivir más de tres días sin beber agua, ¿y quién quiere pasar muchos días sin poder lavarse?

Pero el agua también es un símbolo de muerte. Hay personas que mueren en inundaciones o debido a la fuerza de las olas o corrientes marinas. Y las enfermedades que llenan el cerebro, el corazón o los pulmones de agua también pueden matar, incluso estando en tierra seca.

Quizás sea por eso que Jesús eligió el agua para marcar el comienzo de su ministerio público. Cuando Juan lo bautizó, Jesús se sumergió en el agua y volvió a salir. Esto es un simbolismo o prefigura de lo que iba a hacer al final de su ministerio público, cuando libremente fue a la muerte para salvarnos y luego resucitó nuevamente a la vida.

Jesús nos mostró el camino a través de su Bautismo. El apóstol Pablo nos recuerda: “¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Porque por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte para que, así como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva” (Romanos 6:3-4).

Al comienzo de su ministerio Jesús nos muestra el camino a través de las aguas de la vida y la muerte y nos ofrece un nuevo nacimiento a través del Bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La muerte sigue estando, sí; la muerte por nuestra vieja naturaleza pecadora, por el mal que nos acosa e infecta nuestro corazón y mente. Y eso nos asusta. Pero Jesús ya conquistó la muerte y, a través del Bautismo, nos hace hijos amados de Dios y nos promete la vida eterna junto a él.

ORACIÓN: Señor Jesús, gracias por el don de la vida a través del Bautismo. En este día y cada día de mi vida, ahoga el pecado que hay en mí y levántame para vivir contigo en gozo y paz. Amén.

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Abril 2Leer Lucas 24:1-11

¿Y AHORA QUÉ?Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungir el cuerpo de Jesús. (Marcos 16:1)

José y Nicodemo no habían tenido tiempo el viernes de preparar correctamente el cuerpo de Jesús para su entierro. Habían hecho lo mejor que habían podido, pero las mujeres que seguían a Jesús no habían quedado satisfechas, por lo que planearon regresar bien temprano en la mañana del domingo para terminar.

Seguramente tuvieron que ir de compras; probablemente el sábado a la noche, luego que terminara oficialmente el Sabbath. Habrán comprado especias, ungüentos y todas las cosas que necesitarían para lavar y ungir el cuerpo de Jesús, y las habrán dejado prontas para llevar a la tumba el día siguiente… cuando se encontraron con que ya no eran necesarias: Jesús estaba vivo, el funeral se había cancelado.

¿Y ahora qué iban a hacer con todas esas especias? ¿Tratar de devolverlas? ¡Imaginen explicarle al tendero la razón por la cual lo hacían! ¿Guardarlas para el próximo entierro? Pero si la muerte había sido conquistada, ¡vaya a saber qué otra cosa sucedería! Se me ocurre que finalmente optaron por guardarlas en algún lugar, hasta decidir qué hacer con ellas.

La resurrección de Jesús debe haber dado lugar a muchas situaciones ridículas y felices. Y dado que Jesús nos va a levantar de la muerte a todos los que en él confiamos, en el futuro va a haber muchos más momentos como esos. Pensemos en las cosas que ya no necesitaremos en el cielo y la tierra nuevos que Dios está preparando: cementerios, casas funerarias, ropas oscuras. No más testamentos ni herencias. No más asilos para ancianos ni cuidados intensivos. No más sufrimiento. No más pena. No más muerte.

En lugar de todo eso habrá vida, amor, felicidad y risa. Habrá actividad, creatividad y comunidad. Habrá amistad y alegría al conocernos mutuamente sin que el pecado arruine nuestras vidas y relaciones.

Y, lo mejor de todo, allí estará el Señor. Estará Dios el Padre, Hijo y Espíritu Santo, quien nos creó, redimió y santificó para una vida eterna gozosa en su Reino. ¡Demos gracias a Dios!

ORACIÓN: Gracias, Señor, por todo el gozo que me espera en el nuevo cielo y la nueva tierra que tú estás creando. Mantenme firme en la fe y utilízame para que muchas más personas lleguen también a confesarte como Señor y Salvador de sus vidas. Amén.

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Febrero 15Leer Mateo 4:1-4

¿PIEDRAS O PAN?

El tentador se le acercó, y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. (Mateo 4:3)

Quizás las piedras que estaban a los pies de Jesús parecían pequeños panes. “Di que estas piedras se conviertan en pan.” Fácil, ¿verdad? Más allá del hecho que Dios no hace ese tipo de cosas, pues el pan se hace a partir de una semilla viva que crece en la tierra que durante cientos o miles de años erosionó de la roca. Más allá del trabajo duro que implica labrar y cultivar la tierra, y amasar y hornear. ¡Más allá de que sólo sería para el bien personal de Jesús! “Sólo hazlo. Es rápido y fácil. Satisface primero tus deseos.”

Pero Jesús dijo que no y siguió sufriendo hambre. El pan que comió más tarde, lo obtuvo con gran esfuerzo.

A veces me pregunto si en algún momento Dios estuvo tentado de cambiar instantáneamente nuestros corazones de piedra en corazones vivos y cálidos. ¡Qué fácil sería! No más problemas, no más espera, no más sufrimiento… no más cruz.

Pero ese es el problema. Jesús no toma la salida fácil. Si va a transformar nuestros corazones de piedra, lo va a hacer a la manera de Dios y en el tiempo de Dios: a través de su propio sufrimiento, muerte y resurrección. Lo va a hacer aun cuando ello signifique que tenga que ser apedreado, convirtiéndose lentamente en tierra. Lo va a hacer aun cuando ello signifique que tenga que convertirse en ese grano de trigo que describió a sus discípulos, el que cae en la tierra y muere para producir muchos frutos (ver Juan 12:24).

Y eso es exactamente lo que hizo. Jesús siguió “toda palabra que sale de la boca de Dios” (ver Mateo 4:4). Y porque así lo hizo, hoy vive—eternamente—y nosotros también.

ORACIÓN: Querido Jesús, gracias por tu paciencia y deseo de hacer lo que es correcto. Renueva y limpia mi corazón para que sea cada vez más como el tuyo. Amén.

Abril 1 – Domingo de PascuaLeer Juan 20:1-9

UN COMIENZO FAMILIAR

Tras él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí; pero el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no estaba puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. (Juan 20:6-7)

De alguna manera, todo luce muy prolijo. Cuando los discípulos miran dentro de la tumba, ven los lienzos sobre la cama de piedra, y la tela que le había cubierto la cara prolijamente doblada en otro lugar. No hubo ninguna explosión, ni ningún trozo de tela quedó colgada dramáticamente en la roca.

La escena sugiere que, cuando resucitó de la muerte, Jesús simplemente se sentó, se quitó las telas que lo envolvían, las dobló (así como su madre seguramente le había enseñado), se levantó y siguió adelante con su día.

Sin duda un comienzo muy tranquilo y familiar para el día que cambió al mundo. Un comienzo como cualquier otro, uno que dice: “Estoy en casa, me siento cómodo, aquí pertenezco”. Pero también un comienzo como ningún otro: porque ese es el día en que la muerte fue vencida, primero para Jesús y finalmente para cada persona que lo confiesa como Señor y Salvador.

Le tememos a la muerte porque es nuestra enemiga, es algo extraño y desconocido. Pero Cristo no es ningún extraño ni desconocido. Él es nuestro Señor, nuestro Salvador, nuestro hermano, amigo y refugio, y quien ha conquistado a la muerte. Ya no necesitamos tener miedo.

Nuestro Señor Jesús va con nosotros en nuestra vida, sufrimiento, muerte y vida nueva. Él conoce el camino y nos cuida cuando pasamos por momentos difíciles. Y así como fue con él, será un día también con nosotros: nos levantaremos de nuestra tumba para disfrutar la vida eterna que él nos da. Y entonces sí estaremos en casa y nos sentiremos cómodos, porque allí es donde pertenecemos, para siempre, con Jesús.

ORACIÓN: Querido Señor, gracias por resucitar. Ayúdame a confiar totalmente en ti tanto en la vida como en la muerte, sabiendo que tú estarás conmigo y me ayudarás en todo momento. Amén.

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Febrero 16Leer Marcos 1:16-20

¿REDES O GANCHOS?

Mientras Jesús caminaba junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés. Estaban echando la red al agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme, y yo haré de ustedes pescadores de hombres”. (Marcos 1:16-17)

Cuando era niña, a menudo íbamos a acampar al río Kern en las Sierras, donde pescábamos truchas. El garaje de mi casa estaba lleno de equipos de pesca. Había una caja con aparejos, cañas, carretes y pequeños frascos con huevos de salmón de color rojo brillante que usábamos de carnada. También había anzuelos: esos ganchos horribles que podían atravesar un dedo si uno no tenía cuidado.

Los anzuelos eran la razón por la cual no me gustaba mucho la pesca. Sí disfrutaba estar en las rocas junto al agua. Y también comprendía que los pescados tuvieran que morir para que pudiéramos alimentarnos. Eso no me molestaba. Pero no quería ver a un pobre pescado salir del agua luchando con mi anzuelo clavado en su boca, por lo que me alegraba en secreto cuando no pescaba nada.

Creo que muchas personas sienten lo mismo con respecto al evangelismo. De alguna manera les parece deshonesto tratar de hacer “picar el anzuelo espiritual” a alguien, aun cuando sea por una buena causa. Sienten como que no están siendo honestos. Quizás nosotros también nos alegramos cuando no pescamos nada.

Pero esa no es la clase de pesca a la cual Jesús nos llama. Los hombres a quienes Jesús llamó no pescaban con anzuelos y carnadas, sino con redes. Pescaban muchos peces a la vez y lo hacían abiertamente. No usaban ningún truco y no causaban ningún dolor innecesario a los peces.

Y cuando comenzaron a pescar personas, la pesca fue mucho mejor aún: porque esos “peces” humanos estaban destinados a la vida y no a la muerte. Esos peces habrían de ser el amado pueblo de Dios, sus hijos; porque Jesucristo, el maestro pescador, habría de dar su vida por ellos. ¿Anzuelos y carnada, dolor y sufrimiento? Jesús los tomó todos sobre sí para que nosotros, su pesca, podamos vivir.

ORACIÓN: Gracias, Jesús, por pescarme y hacerme tuyo. Utilízame para traer a otros a la fe en ti. Amén.

Marzo 31 – Sábado de GloriaLeer Mateo 27:59-66

ROCA DE LA ETERNIDADJosé tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad que había cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, y se fue. (Mateo 27:59-60 NVI)

Estamos acostumbrados a pensar que las rocas son cosas que no cambian o que, si cambian, lo hacen muy, muy lentamente, en el transcurso de miles de años. ¿Qué no ha visto una roca? Por seguro, todo lo que ha pasado en la tierra. Toda roca debe ser capaz de decir : “No hay nada nuevo bajo el sol”. Sin embargo, a esa roca, la que selló la tumba de Jesús, le esperaba una gran sorpresa.

José de Arimatea, al igual que tantas otras personas de la época, había mandado hacer una tumba familiar, cavada en la piedra caliza que rodeaba a Jerusalén. Para cerrarla, había una piedra redonda gigante que se hacía rodar en una pequeña bajada hasta cubrir su entrada. Era grande y pesada a propósito, para desanimar a los animales o ladrones de tumbas.

José y Nicodemo envolvieron el cuerpo de Jesús en una sábana limpia y lo pusieron en la tumba. Luego empujaron la piedra hasta tapar la entrada a la misma, y se fueron. Todo quedaría igual (o al menos así pensaban) hasta que muriera el próximo miembro de la familia de José y necesitara ser enterrado. La piedra quedaría allí, sin cambiar, pesada, cumpliendo su objetivo.

Pero no fue así. Primero apareció un escuadrón de soldados que selló la piedra y mantuvo guardia, por las dudas que a los discípulos de Jesús se les ocurriera tratar de robar su cuerpo. (Es obvio que los líderes judíos no los conocían bien.) Luego aparecieron las mujeres para finalizar los detalles del entierro de Jesús. Ellas también estaban preocupadas con la piedra, porque era demasiado pesada para que ellas la pudieran correr.

Pero no tuvieron que hacerlo, porque hubo un terremoto y se apareció un ángel del Señor quien, como si la piedra no pesara nada, la corrió y se sentó sobre ella. La piedra ya no cumplía ningún propósito (más que servir de asiento para el ángel). Dentro de la tumba no había nada para vigilar. Jesús no estaba allí; ya había resucitado.

ORACIÓN: Querido Señor, así como quitaste la piedra de la tumba, ven y quita de mi vida las cosas que me aprisionan y libérame para poder vivir confiando sólo en ti. Amén.

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Febrero 17Leer Juan 2:1-11

¿QUÉ HAY EN LAS TINAJAS?

En ese lugar había seis tinajas de piedra para agua, como las que usan los judíos para el rito de la purificación, cada una con capacidad de más de cincuenta litros. (Juan 2:6)

En la casa de Caná había varias tinajas con agua para lavarse. Eran bastante grandes, probablemente le llegaban a uno hasta la cintura, por lo que llenarlas de agua llevaba un tiempo. Pero una vez que estaban llenas, las necesidades de la casa quedaban satisfechas durante horas o días… aun cuando se celebrara un casamiento con muchos invitados. Tinajas como esas eran valiosas; humildes, pero muy útiles.

Y esa también es una buena descripción de nosotros, ¿no es cierto? Humildes, pero útiles. O al menos así lo deseamos. Sólo somos tinajas de piedra; no de oro o plata o decoradas con joyas, o siquiera de cobre o bronce. Sin embargo, llenas de agua (luego de mucho trabajo), útiles para tener en la casa.

No hay dudas que esas tinajas bien podrían haber servido toda su vida útil sin que nadie les prestara atención. Y así fue, al menos hasta que Jesús entró en escena.

“Llenen de agua esas tinajas”, dijo a los sirvientes. Y así lo hicieron. Hasta aquí, nada fuera de lo común. Pero luego les dice: “Ahora saquen lo que está allí, y llévenselo al catador”. ¿Qué? ¡Nadie bebe del agua para lavar! Pero obedecieron. Y ya sabemos cómo termina la historia: el agua para lavar se había convertido en el mejor vino.

¡Qué sorpresa para el novio, que sabía que en esas tinajas no debía haber vino! ¡Y qué sorpresa para nosotros cuando Jesús toma el agua aburrida de nuestra vida cotidiana, la convierte en el vino de la gracia y misericordia de Dios, y lo pasa a través nuestro a quienes lo necesitan! “¡No fuimos hechos para llevar eso!”, protestamos. “¡Eso es demasiado bueno para nosotros!” Y es cierto. Pero Jesús nos da el gran privilegio de ser los portadores de su amor a los demás.

En esta época de Cuaresma, derrama ese amor y misericordia a quienes te rodean: el amor y la misericordia que Jesús te ha mostrado, incluso desde la cruz.

ORACIÓN: Señor, lléname con tu Espíritu Santo y utilízame para que muchas personas más puedan ver tu gloria. Amén.

Marzo 30 – Viernes SantoLeer Lucas 23:44-46

ACCESO AL PADRE

Pero Jesús lanzó un fuerte grito y murió. En ese momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. (Marcos 15:37-38)

¿Cómo se habrán sentido los sacerdotes que estaban cumpliendo con sus tareas en el templo ese Viernes Santo, preparándose para observar el Sabbath?

Seguramente estarían nerviosos. La luz del sol se había ocultado al mediodía, y nadie sabía por qué. Luego de unas horas, un terremoto sacude la tierra. De pronto, sienten un ruido como si algo se rajara. ¿Qué podrá haber sido? No tardan mucho en descubrir que el velo del tempo se había rasgado en dos, ¡de arriba a abajo! Lo que ven los conmueve y paraliza: el Lugar Santísimo, la parte del templo que nunca habían visto (pues sólo tenía acceso a ella el sumo sacerdote una vez al año), estaba ahora abierta delante de sus ojos.

Deben haber estado aterrorizados. Todo el mundo sabía que ese velo estaba allí para protegerlos de la presencia santa de Dios. Ningún ser humano podía estar ante la presencia de Dios y sobrevivir. Pero ahora ese velo había sido partido en dos: la presencia de Dios estaba a la vista de la humanidad.

El escritor de Hebreos explica por qué Dios hizo eso: Jesús estaba abriendo el camino a Dios con su propio cuerpo, a través de su muerte. Hebreos 10:19b-20 dice: “con toda libertad podemos entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, es decir, de su propio cuerpo”.

Ya no tenemos por qué temer a Dios, pues el mismo Jesús nos ha abierto el camino a él. A través de Jesús podemos llegar a Dios el Padre no ya como pecadores aterrorizados, sino como sus hijos queridos. “Acerquémonos con un corazón sincero, y con la plena seguridad de la fe, con el corazón purificado de una mala conciencia, y con el cuerpo lavado en agua pura” (Hebreos 10:22).

ORACIÓN: Querido Padre, ayúdanos a acercarnos a ti sin temor, confiando en tu perdón a través de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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Febrero 18Leer Lucas 4:16-30

¿RESPETO POR LA ESCRITURA?Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, y en el día de reposo entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se levantó a leer las Escrituras. Se le dio el libro del profeta Isaías, y al abrirlo encontró el texto… Entonces él comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes”. (Lucas 4:16-17, 21)

¿Respetas la Biblia? Casi que es una pregunta ofensiva, ¿no es cierto? No son muchas las personas que dirían que no, especialmente si son creyentes.

Ciertamente Jesús respetó la Biblia. En el pasaje para hoy leemos que, cuando fue invitado a predicar en la sinagoga de su ciudad natal tomó el rollo de Isaías, lo abrió, leyó un pasaje en voz alta para el grupo y luego comenzó a predicar sobre él.

Pensemos por un momento. Dios en persona está por predicar… y para comenzar le lee la Biblia al pueblo. No dice: “Bueno, ya que estoy aquí les voy a predicar ; pero no voy a leer las Escrituras pues no es necesario”. Al contrario, es como si Dios dijera: “Las Escrituras tienen tanto valor, que ni siquiera les voy a hablar sin primero leer de ellas. Y si yo las valoro tanto, ustedes también deben hacerlo”.

Es fácil valorar los pasajes favoritos de la Biblia. Los habitantes de Nazaret, por ejemplo, no tuvieron problemas en escuchar a Jesús leer acerca de ayudar al oprimido y liberar a los cautivos, pues eso les recordaba cuánto los amaba y cuidaba Dios.

Pero no reaccionaron de la misma forma cuando Jesús se refirió a otros pasajes de la Biblia. Por ejemplo, cuando mencionó al profeta Eliseo, quien ayudó a una viuda extranjera pobre, y al profeta Elías, quien sanó a un hombre de Siria. De pronto, la lección bíblica dejó de ir bien. ¿Cómo? ¿El Dios de Israel ayudando a extranjeros en vez de a su propio pueblo? ¿Acaso debían respetar eso?

No lo hicieron. Al contrario, trataron de empujar a Jesús por un precipicio.

Muchos no habrían de respetar la Biblia. Pero Jesús sí lo hizo, cumpliendo cada promesa hecha en el Antiguo Testamento sobre el Salvador que habría de rescatarnos del pecado y la muerte. Y ahora que se ha levantado de los muertos, sigue cumpliendo sus promesas: Jesús perdona a todo aquél que confía en él y le da vida eterna.

ORACIÓN: Espíritu Santo, ayúdame a atesorar tu Palabra y a crecer cada día más a través de ella. Amén.

Marzo 29 – Jueves SantoLeer 1 Corintios 11:23-25

PARA TI

[Jesús dijo] “Este pan es mi cuerpo, que por ustedes entrego… Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre…” (1 Corintios 11:24b-25a).

“¿Me das un abrazo?”, me dice mi hijo cuando algo le sucede. “¿Me das la mano?”, le pide un niño a su mamá mientras esperan subir a un juego en el parque de diversiones. “¿Te quedas conmigo? No quiero estar solo”, dicen los niños cuando los llevamos al dentista.

Es que el contacto físico nos consuela, ¿no es cierto? Cuando estoy sola y atemorizada, lo que más quiero es que un ser querido me abrace y sostenga. Eso me da consuelo y fuerza. Los millones de niños que se despiertan en medio de la noche seguramente piensan igual.

Jesús también. Y por esa razón (¡y muchas más! Ver más detalles en el Catecismo Menor de Lutero), la noche en que fue traicionado nos dio un regalo muy especial: tomó pan y vino común y corriente y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomen, coman… beban de él… este es mi cuerpo… esta es mi sangre”. Y en, con y a través del pan y el vino, se nos entrega a sí mismo: su propio cuerpo y sangre de perdón.

Eso es consuelo. Eso es misericordia. Que Jesús nos dejara algo de sí mismo que podemos tocar, gustar y comer, un don que pasa a ser la base de nuestro propio cuerpo y sangre. Él sabe cómo estamos hechos; sabe que, tarde o temprano, vamos a desear haber estado allí en los días y lugares que él estuvo visible en la tierra para que cualquier persona pudiera verlo y tocarlo… un don para todo su pueblo. Demos gracias a Dios.

ORACIÓN: Gracias, Padre, por el cuidado que tienes de nuestro cuerpo físico. Pero más que nada, gracias por el don del cuerpo y sangre de tu Hijo. Amén.

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Febrero 19Leer Marcos 2:1-12

UNA ABERTURA EN EL TECHO

Llegaron entonces cuatro hombres que cargaban a un paralítico. Como no podían acercarse a Jesús por causa de la multitud, quitaron parte del techo donde estaba Jesús, hicieron una abertura, y por ahí bajaron la camilla en la que estaba acostado el paralítico. Cuando Jesús vio la fe de ellos, le dijo al paralítico: “Hijo, los pecados te son perdonados”. (Marcos 2:3-5)

Deben haber tenido mucha fe. Imagina que eres paralítico confinado a tu cama, cuando de pronto se aparecen tus amigos quienes te dicen que Jesús está en el pueblo y que quieren pedirle que te sane. Como no puedes caminar, han decidido a llevarte con tu cama. ¡Menos mal que son cuatro!

Pero el nerviosismo no termina allí. La muchedumbre es tan grande, que ni siquiera pueden entrar a la casa donde se encuentra Jesús. Van a tener que darse por vencidos. Excepto que, de pronto, alguien dice las temidas palabras: “podríamos subir al techo y hacer una abertura…”.

Y allí van, subiendo por la escalera exterior, mientras tú contienes la respiración y esperas que no te dejen caer. Luego quitan las tejas y escarban el barro del techo. De pronto se escuchan gritos: las personas que están debajo se dan cuenta que algo está sucediendo, mientras tus amigos quitan la capa de ramas que había debajo del barro. A través de la abertura cae tierra seca sobre Jesús y las personas a su alrededor. Lentamente, tus amigos comienzan a bajar tu cama, hasta que estás colgando justo frente a Jesús.

Sorprendentemente, Jesús ignora la abertura en el techo, la muchedumbre e incluso tu parálisis, y dice: “Los pecados te son perdonados”. Cada cosa mala que has dicho, pensado o querido es borrada. Y recién entonces Jesús sana tu cuerpo.

Poco tiempo después, lo único que queda de tan maravilloso milagro es la abertura en el techo. No más parálisis: está sanada. No más paciente: Jesús te ha enviado a tu casa, llevando contigo tu cama. No más pecado: Jesús lo ha quitado y cargado sobre sí. Lo único que queda es el cielo abierto que se ve a través del techo… porque para Jesús tú vales mucho más que cualquier techo.

ORACIÓN: Gracias, Señor, por amarme tanto. Recuérdame de tu amor cuando el desaliento o el temor me abruman. Amén.

Marzo 28Leer Juan 19:31-37

¿ESTÁS SEGURO QUE ESTÁ MUERTO?

… uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante le brotó sangre y agua. (Juan 19:34)

Querían estar seguros que estuviera muerto. Así que uno de los soldados tomó una lanza y se la clavó a Jesús en el costado, de donde brotó sangre y agua. Eso era una buena prueba de que estaba muerto, porque la sangre no se separa en glóbulos rojos y plasma claro hasta que el cuerpo no deja de vivir. Los soldados estaban satisfechos y Pilato dejó que bajaran el cuerpo de Jesús.

En realidad, se esforzaron mucho para asegurarse que Jesús estuviera muerto y para mantenerlo muerto (por decirlo de alguna manera). Primero, la crucifixión pública. Luego, la lanza en el costado, que Juan presenció. Finalmente, el oficial sellando la tumba para asegurarse que nadie pudiera robar el cuerpo y luego decir que estaba vivo otra vez. Y, como si eso fuera poco, un soldado haciendo guardia permanente ante la entrada de la misma.

Sin embargo, ni siquiera todo eso fue efectivo. Nada fue suficiente para mantener a Jesús en la tumba. ¿Los clavos en las manos y la lanza en el costado? Jesús usó sus marcas como prueba de su identidad cuando se encontró con sus asustados discípulos luego de su resurrección. ¿El sello en la tumba? No necesitó sacar la piedra que la cerraba para poder salir, por lo que el sello bien pudo haber estado intacto todo el tiempo, al menos hasta el terremoto, cuando el ángel la movió y se sentó sobre ella.

Es que es imposible evitar que Jesús haga lo que debe hacer, incluso todavía hoy. Un par de clavos y una lanza no lo lograron. Una tumba sellada y vigilada no pudo mantenerlo dentro de ella. Tampoco puede hacerlo ni tu pecado ni el mío.

Cristo no está muerto, ni nunca más volverá a estarlo. Él viene y va según le place, perdonando y dando vida nueva a todos quienes creen en él. Tu pecado no le va a impedir amarte. Con su propia vida pagó el precio exigido para que seas perdonado. Confía en él.

ORACIÓN: Querido Dios, qué bueno es saber que nada ni nadie puede controlarte. Guárdame siempre en la seguridad de tu amparo. Amén.

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Febrero 20Leer Juan 5:1-17

MEJOR QUE UN ESTANQUE

Allí había un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo… [Jesús] le dijo: “¿Quieres ser sano?” (Juan 5:5, 6b)

Jesús fue al estanque de Betesda, donde había muchas personas enfermas. Se dice que de vez en cuando un ángel bajaba al estanque y agitaba sus aguas, y se creía que la primera persona que entrara al estanque era sanada. Así que muchos enfermos yacían a su alrededor, día tras día, vigilando el agua para ver si se movía. ¡Un hombre había estado allí 38 años!

Jesús le dijo: “¿Quieres ser sano?”

A primera vista, suena como una pregunta tonta: ¡por supuesto que ese hombre quería ser sanado! Si no, ¿para qué iba a ir al estanque de Betesda? Y, sin embargo, quizás no. A veces nos sentimos cómodos en nuestra miseria. A veces la salud no es una bendición total para quien sólo saber vivir enfermo.

Quizás el hombre también pensó que era una pregunta tonta. ¿Quién sabe? Sea como fuere, no le contestó a Jesús, sino que se quejó: nunca podía llegar primero al estanque; siempre alguien le ganaba y por eso no podía curarse. O, al menos, eso creía.

Jesús fue directo al grano: “Levántate, toma tu lecho, y vete”, le dijo.

Y para su gran sorpresa, ¡lo hizo! Se levantó y se dio cuenta que estaba completamente curado. El estanque no era necesario. Jesús, el Hijo de Dios, lo había sanado.

Nosotros somos como ese hombre, ¿no es cierto? Cuando nos enfermamos o tenemos problemas, buscamos la mejor ayuda que podemos encontrar : doctores, abogados, psicólogos o expertos… cualquiera que nos ofrezca un rayo de esperanza. Y está bien que así sea. Después de todo, Dios nos ha dado esos recursos para nuestra ayuda y protección.

Pero somos más sabios cuando nos volvemos a Jesús, nuestro Salvador, y le pedimos que nos ayude. Él es el dador de todo lo bueno, nuestro creador y redentor que eligió sufrir y morir por nosotros en la cruz y que ahora, habiendo resucitado, nos cuida y protege en tiempo de necesidad.

ORACIÓN: Señor Jesús, tú conoces mis problemas y las situaciones que vivo. Te pido que me ayudes a resolverlas de acuerdo con tu voluntad. Amén.

Marzo 27Leer Juan 20:24-28

LOS CLAVOS“Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré” —repuso Tomás. (Juan 20:25b)

Seguramente, siendo carpintero, Jesús estaba acostumbrado a usar clavos. Pero los clavos eran caros; si podía sustituirlos con una varilla de madera, lo hacía. Aunque para algunos trabajos lo único que servía era el hierro de los clavos.

Pero ahora, las herramientas que había usado en su oficio: el martillo, los clavos, las estacas, estaban siendo usadas para atravesar sus muñecas, en la base de las manos. Allí eran suficientemente fuertes como para soportar el peso de su cuerpo. Allí causaban un daño increíble a los delicados huesos y tendones de sus manos. ¡Y ni que hablar del dolor!

Luego de morir le quitarían los clavos. Pero las marcas quedarían.

¿Por qué? ¿Por qué habría de elegir cicatrices que perdurarían aun después de su muerte y resurrección? Todavía hoy esas marcas son visibles (ver Apocalipsis 5:6). Son un recordatorio eterno de lo que le costó a Dios rescatarnos de Satanás, la muerte y el infierno. Nadie que las vea puede decir : “Para él fue fácil”.

Pero todavía más importantes son las marcas de su amor, el mensaje escrito en su propia carne, que dice:

“No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío…Yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador.” (Isaías 43:1b, 3a)

Y cuando lo reconocemos por las marcas de los clavos en sus manos, así como lo reconoció Tomás, respondemos con gozo:

“¡Sí, este es nuestro Dios; en él confiamos, y él nos salvó! ¡Este es el Señor, en él hemos confiado; regocijémonos y alegrémonos en su salvación!” (Isaías 25:9)

ORACIÓN: Gracias, Señor Jesús, por todo lo que has hecho por nosotros. Vemos las marcas de tu amor y nos alegramos. Amén.

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Febrero 21Leer Marcos 2:23-28

ARRANCANDO ESPIGAS

Un día de reposo, mientras Jesús pasaba por los sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas a su paso. Entonces los fariseos le dijeron: ‘¡Fíjate! ¿Por qué hacen éstos en el día de reposo lo que no está permitido hacer?” (Marcos 2:23-24)

A cualquiera se le hace difícil vivir de acuerdo con las expectativas meticulosas y exigentes de los demás. Jesús y sus discípulos tuvieron que lidiar con lo mismo en una oportunidad en que iban caminando y los fariseos los vieron arrancando espigas para comer.

Tenían hambre. ¿Por qué no comer un poco? La ley judía lo permitía explícitamente, siempre y cuando no se llevaran los granos del prójimo en contenedores. Pero los fariseos no iban a aprobar tal conducta; oh, no. Los acusaron de que estaban “cosechando”, lo que era un trabajo prohibido en el día de reposo.

Hubiera sido más fácil si Jesús hubiera discutido con ellos. ¿Desde cuándo arrancar un poco de grano es “cosechar”? Pero Jesús evita la pregunta sobre “cuánto es demasiado” y va derecho al grano: ¿acaso la ley del día de reposo estaba hecha para ser una carga para el pueblo, o para ser una bendición? Luego les recuerda que el Rey David había quebrantado una ley mucho más seria al alimentar a sus hombres, y termina diciendo: “El día de reposo se hizo por causa del género humano, y no el género humano por causa del día de reposo. De modo que el Hijo del Hombre es también Señor del día de reposo” (Marcos 2:27b-28).

Ahí está el centro de todo: Jesús es el Hijo de Dios y eso lo convierte en experto en sus propias leyes. Pero también es Hijo del Hombre, el único ser humano perfecto que está a punto de redimir al resto de la humanidad. Él está cargando sobre sus hombros el peso total de la Ley de Dios, cumpliéndola a la perfección, y preparándose para el día cuando va a tomar nuestro lugar y asumir nuestra culpa sobre sí mismo, cubriéndonos con su perfección.

¿El resultado de su amoroso sacrificio? Una cosecha completa de humanidad recogida como se recoge el grano bueno en el granero de Dios (ver Mateo 3:12). Y no porque hayamos obedecido un sinnúmero de leyes, sino porque hemos confiado en Jesús, quien cumplió la Ley por nosotros y nos dio perdón, libertad y vida eterna.

ORACIÓN: Querido Padre, te doy gracias por todas las cosas con las que me has bendecido, pero más que nada te doy gracias por tu hijo Jesús, mi salvador. Amén.

Marzo 26Leer Marcos 15:21-25

¿DE QUIÉN ERA LA CRUZ?

Y ellos tomaron a Jesús y se lo llevaron. Con su cruz a cuestas, Jesús salió al llamado “Lugar de la Calavera”, que en hebreo es “Gólgota”. (Juan 19:16b-17)

Luego de ser azotado, burlado y condenado, Jesús fue llevado por el camino a Gólgota cargando su propia cruz. Cuando se habla de la cruz, lo más probable es que se trate sólo del travesaño, el patíbulo, ya que el poste vertical probablemente estaba fijo en el lugar de las ejecuciones.

Aun así, ese travesaño debía pesar alrededor de 100 libras (45 kg), un peso considerable para un hombre en buen estado físico, pero no para Jesús, que ya estaba medio muerto: débil, deshidratado y probablemente en shock por todos los latigazos y abusos. No iba a poder cargarla. La distancia era demasiado grande.

Así que los soldados llamaron a Simón de Cirene, un espectador, para que lo ayudara. Era una tarea humillante: llevar una cruz en un desfile público de ejecución, ¡como si él fuera el criminal condenado a morir! Pero Simón lo hizo, a los soldados romanos no se les dice que “no”.

Y luego Jesús fue clavado y el travesaño fue puesto en su lugar, dejando al Hijo de Dios colgando suspendido entre el cielo y la tierra para que todo el mundo lo viera.

En el mundo antiguo esa era una escena de vergüenza máxima. Los romanos hasta usaban las palabras “cruz” y “crucificar” para maldecir. Todavía hoy, los musulmanes se rehúsan a creer que Jesús murió en una cruz: dicen que esa muerte es demasiado vergonzosa, que Dios no la habría permitido para un hombre santo.

Pero Dios sí la permitió; es más, Dios la ordenó. El consejo de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, un Dios, eligió esa muerte vergonzosa. Dios eligió nuestra muerte y cruz para sí mismo, para poder darnos a cambio su vida, santidad y gloria.

ORACIÓN: ¿Cómo podemos agradecerte, querido Jesús? Te amamos y confiamos en ti. Querido Padre, concede que Jesús reciba todos los frutos de su cruz: que personas de todo el mundo crean en él y sean salvos. Amén.

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Febrero 22Leer Marcos 4:1-2, 35-41

DURMIENDO EN LA BARCAPero se levantó una gran tempestad con vientos, y de tal manera las olas azotaban la barca, que ésta estaba por inundarse. Jesús estaba en la popa, y dormía sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?” (Marcos 4:37-38)

Seguramente estaba muy cansado. Después de haber predicado todo el día, Jesús está ahora durmiendo en la parte de atrás de la barca sobre una almohada. Dudo que fuera una ‘almohada’ como las que conocemos hoy. Quizás no fuera más que una tela que cubría las redes. Fuera lo que fuese, me sorprende que fuera tan cómodo como para que permaneciera dormido en medio de una tormenta con olas tan grandes que hasta echaban agua adentro de la barca. Sí, seguramente estaba muy cansado.

Y los discípulos estaban muy asustados. Varios de ellos eran pescadores y conocían el Mar de Galilea y sus tormentas. Ya las habían vivido antes. ¡No eran marineros sin experiencia! Sin embargo, esta tormenta los tiene aterrorizados… tanto, que despiertan a Jesús diciéndole: “¿Acaso no te importa que estemos por naufragar?”

Indudablemente, eso lo despertó. Por más irrespetuosa que haya sido, la ‘oración’ de los discípulos despertó a Jesús y lo puso en acción. “¡Silencio! ¡A callar!”, dice, y la tormenta se tranquiliza: el viento deja de soplar y el mar se calma. Luego Jesús encara la tormenta personal de los discípulos: “¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?”

Mientras escribo esto, me llegó la noticia que es probable que a un ser querido le haya regresado el cáncer. No quiero navegar por esa tormenta y he pedido de rodillas a Jesús que se despierte y que sea él quien lidie con ella, porque yo tengo miedo… ¡AYÚDAME! Esta barca se está llenando de agua. Por favor, Señor, ¡despiértate!

La situación es horrible. Y, sin embargo, Jesús está con nosotros en nuestra barca. No se ha ido a ninguna parte. Él escucha nuestras oraciones, por más asustadas, irrespetuosas o faltas de fe que sean. Y cuando él hable, la tormenta conocerá a su Señor.

Gracias a Dios por estar con nosotros.

ORACIÓN: Señor, recuérdame que siempre estás en mi barca y ayúdame a confiar en ti en todo momento, especialmente en las tormentas de esta vida. Amén.

Marzo 25 – Domingo de RamosLeer Marcos 11:1-10

PALMAS DE VICTORIA

Por el camino, muchos tendían también sus mantos, mientras que otros tendían ramas que habían cortado en el campo. (Marcos 11:8)

En el lugar donde crecí había palmeras por todos lados. Las playas tenían palmeras, los árboles que había en las calles eran palmeras, los matorrales eran de hojas de palmas tan espesos, que uno podía jugar a las escondidas. ¡Hasta trataban de crecer entre las rajaduras de las calles y veredas!

En Judea, donde eran un símbolo de victoria, gloria y realeza, las palmeras también eran abundantes. Cuando una multitud de personas vio venir a Jesús montado humildemente sobre un burro, cortaron hojas de palmas para tender delante de él en el camino. El simbolismo fue claro: “He aquí nuestro Rey victorioso, el Mesías, el Hijo de David.”

Y estaban en lo cierto. Jesús era su Rey, aun cuando su corona iba a ser de espinas y su trono una cruz. Jesús era victorioso, aunque no sobre los romanos invasores como muchos esperaban, sino sobre el pecado, la muerte y el diablo, los enemigos de la raza humana. Nada ni nadie habría de frenarlo.

Y por su sufrimiento, muerte y resurrección, nuestro Rey obtuvo la victoria para sí mismo y para todos quienes confían en él. Es por ello que, en el último día, nosotros también estaremos delante de él con ramas de palmas alegrándonos y diciendo: “La salvación proviene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero” (Apocalipsis 7:10b).

ORACIÓN: Ayúdame, Señor, a regocijarme en tu victoria sobre la muerte y el diablo. Amén.

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Febrero 23Leer Lucas 8:26-39

ROPA NUEVA

La gente salió a ver lo que había sucedido. Cuando llegaron a donde estaba Jesús, se encontraron con que el hombre, de quien habían salido los demonios, estaba sentado a los pies de Jesús, vestido y en su cabal juicio. Y tuvieron miedo. (Lucas 8:35)

La historia del endemoniado geraseno comienza como un cuento de terror. El pobre hombre estaba atormentado por miles de demonios: de allí el nombre “Legión”, que hace referencia a un grupo de más de 5.000 soldados romanos. Como resultado de ese tormento, no podía controlar su conducta. Vivía desnudo entre las tumbas y cuando alguien trataba de encerrarlo, rompía las cadenas y se escapaba.

Era imposible ayudarlo. Nadie podía siquiera mantenerlo en un lugar el tiempo suficiente como para hacer algo por él. Pero cuando Jesús se bajó de la barca, allí esta él listo y esperando ayuda. Y antes que los demonios pudieran decir algo, Jesús les estaba ordenando que se fueran.

¡Qué uso maravilloso del poder divino! Pero todavía había otra necesidad más a saciar. El hombre aún estaba desnudo. Sin embargo, cuando la gente del pueblo llegó a ver lo que había pasado, ya estaba totalmente vestido.

¿De dónde sacó la ropa? No lo sabemos. Lo más probable es que Jesús y sus discípulos se la hayan dado. Alguien habrá dado su muda extra de ropa para cubrir al hombre. Una bendición en dos partes: Jesús echa los demonios y luego—ya sea él mismo o a través de uno de sus seguidores—lo cubre con lo necesario para que no tenga vergüenza.

¿Acaso no es eso lo mismo que hace con nosotros? Con su sufrimiento y muerte Jesús venció el poder del diablo por nosotros, liberándonos de la esclavitud de Satanás. Y con su resurrección de la muerte nos da perdón y nos cubre de toda vergüenza.

Ya no estamos más atormentados, desamparados y desnudos por el poder del diablo. Como nos dice Pablo: “Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Porque todos ustedes, los que han sido bautizados en Cristo, están revestidos de Cristo” (Gálatas 3:26-27).

ORACIÓN: Señor, gracias por cubrir mi vergüenza y hacerme tuyo. Utilízame para bendecir a quienes me rodean y dar gloria a tu nombre. Amén.

Marzo 24Leer Juan 19:18-22

EL REY DE LOS JUDÍOS

Pilato escribió también un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. (Juan 19:19)

Cuando los romanos crucificaban a alguien, a menudo ponían un letrero sobre la cabeza del criminal. A eso se lo conocía en latín como “titulus”, o título, y se utilizaba para informar qué crimen se estaba castigando.

Cuando Pilato anotó la inscripción a poner arriba de la cabeza de Jesús, lo hizo en tres idiomas: arameo, latín y griego, porque quería asegurarse que la mayor cantidad posible de personas pudiera leerlo, más allá del idioma que hablaran. Los tres títulos decían lo mismo: “Rey de los Judíos”.

El título de Jesús lo marcaba como un rebelde contra el gobierno romano. Por supuesto que Pilato sabía que era una mentira: Jesús era inocente. Pero al poner esas palabras sobre la cabeza de Jesús, Pilato tenía la posibilidad de insultar a los líderes judíos que lo habían manipulado para que ejecutara a un hombre a quien no quería matar. Y así, sin saberlo, Pilato le dio a Jesús su título verdadero.

Porque eso es exactamente lo que Jesús es: el Señor Dios, el Rey de los Judíos, el Rey de Israel. Dios ya se había adjudicado ese título mucho tiempo antes, en los días de Moisés y de Samuel (Deuteronomio 33:5; 1 Samuel 8:7). Pilato escribió una verdad mucho más grande de lo que se dio cuenta.

Ese es nuestro Rey: el Dios que eligió a Abraham para crear un pueblo para sí; el Señor que les enseñó pacientemente lo que significa pertenecer a un Dios santo y misericordioso; el Salvador que dio su vida para salvar la nuestra. Y ahora, él no es sólo Rey de los Judíos, sino el Rey de los cielos y la tierra: Jesús, nuestro salvador.

ORACIÓN: Tú eres nuestro Rey y Siervo, que has muerto y resucitado para salvarnos. A ti honramos y alabamos. Amén.

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Febrero 24Leer Mateo 17:24-27

¿PAGAS TUS IMPUESTOS?Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Capernaúm, los que cobraban el impuesto del templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: “¿Su maestro no paga el impuesto del templo?” (Mateo 17:24 NVI)

El impuesto del templo era algo que cada judío debía pagar para subvencionar el templo. Es por ello que, cuando los cobradores de impuestos le hicieron esa pregunta a Pedro, probablemente lo que querían saber era si Jesús era un buen judío que apoyaba al templo. La forma en que hicieron la pregunta: ‘¿Su maestro no paga el impuesto del templo?’, sugiere que tenían dudas.

Pedro fue a buscar a Jesús, y Jesús le hizo una pregunta inesperada: “Los reyes de la tierra, ¿a quiénes cobran tributos e impuestos: a los suyos o a los demás?” (Mateo 17:25b). No hace falta pensar mucho para ver la conexión: Dios, el Rey de todo, tampoco le cobra impuesto a su propio Hijo. O sea que Jesús está exento de pagar el impuesto del templo.

Pero si nos fijamos bien, vemos que Jesús utiliza el plural cuando le dice a Pedro: “Entonces los [hijos] suyos están exentos” (Mateo 17:26b). ¿Quiénes son esos otros hijos del Rey? Pedro. Tú. Yo. Cada creyente en Jesús. Jesús dio su vida para hacernos hijos de Dios. Ahora somos verdaderamente libres; y no sólo del impuesto, sino de todas las demandas imposibles de la Ley, pues Cristo las ha satisfecho todas.

Ahora su Espíritu Santo vive en nosotros dándonos fe y haciéndonos cada vez más como Jesús. Veamos lo que Jesús dice: “Pero para no escandalizar a la gente, vete…” (Mateo 17:27a), y dice el milagro que va a hacer para obtener el dinero necesario para pagar el impuesto del templo para los dos “… para no escandalizar a la gente”. Jesús no les debe nada, pero igual lo va a pagar para evitar molestarlos innecesariamente y especialmente para asegurarse de que nada se interponga en el camino que eventualmente los llevará a creer las Buenas Nuevas sobre él.

“Les hablo así, hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser libres; pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse unos a otros con amor” (Gálatas 5:13). Ahora que Jesús nos ha hecho hijos de Dios, su Espíritu Santo vive en nosotros permitiéndonos amar y servir a nuestros prójimos, incluyendo a los cobradores de impuestos. El Señor está obrando a través de nosotros para acercar a la fe en Jesús a quienes nos rodean.

ORACIÓN: Querido Señor, gracias por hacerme libre en ti. Ayúdame a servir a los demás, así como tú me has servido a mí. Amén.

Marzo 23Leer Juan 19:28-30

UNA ESPONJA Y UN HISOPOHabía allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en un hisopo, y se la acercaron a la boca. (Juan 19:29)

En los momentos finales de su vida, Jesús dijo: “Tengo sed”. Entonces alguien tomó una esponja y la empapó en el vinagre que había en una vasija. Luego hicieron con ella un hisopo y se lo acercaron a la boca de Jesús… un pequeño acto de misericordia en medio de un día oscuro y amargo.

Lo que más sobresale en esta narrativa, es la impotencia absoluta de Jesús: no podía beber por sí mismo, ni siquiera sostener un jarro; lo único que podía hacer era abrir la boca. Sus cuatro extremidades estaban clavadas a la cruz. Todo lo que podía hacer era pedir.

Quizás esto no debería sorprendernos. Nosotros también pasamos por momentos de impotencia, aunque por lo general se deben a una enfermedad o incapacidad: un derrame cerebral, una cirugía mayor. A veces hasta las cosas menos graves, como perder la voz o tener los ojos inflamados por una alergia, de pronto nos vuelven impotentes y necesitamos que otros hagan por nosotros lo que no podemos hacer por nosotros mismos.

No es de sorprenderse, entonces, que el Dios encarnado experimentara lo mismo que nosotros.

Jesús sufrió discapacidad, impotencia y humillación. Quien había ayudado a tantos, ahora no se podía ayudar a sí mismo... Debe haber sido una píldora difícil de tragar. No pudo haber sido fácil. Después de todo, él era verdadero hombre y verdadero Dios. Jesús nunca hizo “trampa”. Él conoce y comparte nuestras aflicciones, porque también las sufrió en su pasión y muerte.

Y ahora que ha resucitado de la muerte, comparte algo más con nosotros: su vida eterna llena de gozo y poder. Jesús ha tenido misericordia de nosotros, así como alguien tuvo misericordia de él en la cruz y le ofreció algo para calmar su sed. Jesús nos ofrece su cuerpo y su sangre para que seamos parte de su vida eterna.

Es por ello que ahora, si bien todavía somos impotentes en muchos sentidos, nos regocijamos, pues el Espíritu Santo nos ha dado fe en Jesús y somos hijos de Dios para siempre.

ORACIÓN: Señor, tú conoces mis discapacidades, impotencia y debilidades. Ayúdame a apoyarme en ti para todo lo que necesito. Amén.

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Febrero 25Leer Marcos 12:13-17

LA IMAGEN EN UNA MONEDA

Él les dijo: “¿De quién es esta imagen, y esta inscripción?” (Marcos 12:16b)

Otra vez nos encontramos con los líderes religiosos tratando de atrapar a Jesús con sus propias palabras: “¿Es lícito pagar tributo al César, o no? ¿Qué dice la Ley de Dios?” (Marcos 12:14b). Sabían muy bien que, si decía que lo pagaran, todo el pueblo se iba a poner en su contra pues odiaban los impuestos de Roma. Pero, por otro lado, si decía que no, podía ser ejecutado por los romanos por rebelión. Pero Jesús sabía muy bien lo que estaban tratando de hacer al hacerle esa pregunta.

Así es que corta por lo sano y les pregunta de quién es la imagen y qué nombre dice en la moneda. Ah, ¿dicen que el de César? Bueno, entonces denle a César lo que le pertenece a él. Pero, más importante todavía, denle a Dios lo que le pertenece a él. Denle a Dios su corazón y mente, su cuerpo y alma, porque ustedes llevan en sí la imagen de Dios.

Lo mismo que Jesús les dijo a los líderes religiosos de su tiempo, nos lo dice también a nosotros hoy: “Den a Dios lo que es de Dios”. Dense ustedes mismos, porque Dios los ha creado a su imagen y les ha dado su nombre al bautizarlos. No pertenecen a ustedes mismos, sino que pertenecen a Dios.

Y para no dejar lugar a dudas, Jesús está camino al Calvario donde quitará nuestros pecados y todo posible reclamo que al diablo se le ocurra hacer por causa de nuestros errores. Allí, en el Calvario, su sufrimiento y muerte aclararon todo gravamen que el diablo pudiera tener contra nosotros. Y gracias a que resucitó de entre los muertos, Jesús nos promete que nosotros también vamos a resucitar a la vida eterna… hechos nuevos, con la imagen de Dios brillando perfecta en nosotros. Porque pertenecemos a Jesús.

ORACIÓN: Querido Padre, de muchas maneras he enturbiado tu imagen en mí. Perdóname y restáurame en Jesucristo. Amén.

Marzo 22Leer Mateo 27:33, 46-50

UN CALMANTE

Llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa “Lugar de la Calavera”, y allí le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero Jesús, después de haberlo probado, no quiso beberlo. (Mateo 27:33-34)

Los soldados romanos no eran tan malos como parecían. Antes de clavar a Jesús a la cruz, le ofrecieron vinagre mezclado con hiel: un calmante hecho probablemente de una planta amarga de la familia del opio. Indudablemente, lo hacían con un propósito práctico: es más fácil manejar un cuerpo medio adormecido que no puede resistirse ni pelear mucho. Pero también había un poco de misericordia.

Jesús lo rechazó.

¿Por qué?

Yo le temo tanto al dolor, que tanto en mi casa como en el trabajo tengo todo tipo de calmantes. Sé lo que es el dolor. Pero Jesús también lo sabía. Acababa de haber sido azotado. ¿Cómo pudo decir que no?

Y, sin embargo, lo hizo. No rechazó siquiera una parte del sufrimiento que cargó para redimirnos. “¿Acaso no he de beber la copa que el Padre me ha dado? (Juan 18:11b).

No se trataba sólo del dolor físico. La mente de Jesús iba a estar clara hasta el fin, soportando el dolor terrible de saberse olvidado por el Padre al convertirse en pecado por nosotros (Salmo 22:1; Marcos 15:34). Pablo nos dice por qué lo hizo: “Al que no cometió ningún pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que en él nosotros fuéramos hechos justicia de Dios” (2 Corintios 5:21).

Eso muestra cuánto nos ama Jesús. ¿Podemos hacer otra cosa que no sea amarle a él?

ORACIÓN: Señor, ayúdanos a enfrentar el dolor así como tú lo enfrentaste y ten misericordia de nosotros. Amén.

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Febrero 26Leer Marcos 12:41-44

NO ES SUFICIENTE

Una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor… [Jesús dijo] “porque todos han echado de lo que les sobra, pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, ¡todo su sustento!” (Marcos 12:42, 44b)

Dos moneditas que, juntas, valían un centavo. No era mucho para una ofrenda, ¿verdad? Humanamente hablando, una tontería: alguna institución de caridad va a tener que mantener a esa viuda y el costo sin dudas va a ser mucho más que un centavo. El balance entre la ofrenda y el mantenimiento va a dar pérdida. ¿Por qué, entonces, habría de ofrendar?

No es suficiente, pero es todo lo que tiene.

Y Jesús la honra y elogia: “De su pobreza echó todo lo que tenía, ¡todo su sustento!” Ahora depende totalmente de Dios para que le provea todo lo que necesita, tanto en cuerpo como en alma.

Y ciertamente Dios le provee: porque, aunque ella no lo sabe, el mismo Dios hecho carne está a su lado.

Dios ha ido a Jerusalén por la misma razón que ella: para ofrendar todo lo que tiene, para darse a sí mismo por la salvación del mundo. En pocos días, Jesús estará colgando de una cruz cargando la culpa de cada cosa mala que cada uno de nosotros hemos hecho y habremos de hacer. Allí va a dar su vida y luego va a resucitar, dando todo lo que tiene como ofrenda por nosotros. Gracias a él somos perdonados, limpiados y restaurados a Dios y a la vida.

Lo que Jesús ofrece es suficiente: suficiente para la viuda pobre y suficiente también para nosotros, por más necesitados y quebrados que estemos. Jesús nunca nos va a abandonar ni defraudar. A él pertenecemos. La ofrenda de su sacrifico es suficiente.

ORACIÓN: Señor, confiamos en ti ahora y por la eternidad. Ayúdanos en nuestras necesidades y mantennos siempre a tu lado. Amén.

Marzo 21Leer Juan 19:23-24

SIN NINGUNA POSIBILIDAD

“Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes”. (Juan 19:24b)

Después que crucificaban a una persona, su ropa se la repartían entre los soldados. Así fue como los soldados encargados de crucificar a Jesús terminaron apostando por ella a los pies de la cruz. Sólo había una prenda de ropa de valor, una túnica sin costuras, y no querían arruinarla, por lo que decidieron apostar y jugar por ella.

El contraste no puede ser mayor: abajo, hombres apostando y conversando; arriba, el Hijo de Dios sufriendo y muriendo. ¿Acaso no sabían? Algún tipo de percepción espiritual debería haberles susurrado al oído: “¡Presten atención! ¡Muestren un poco de respeto! Este no es un criminal común y la suya no es una muerte común.”

Pero sabemos que nada de eso sucedió. Los soldados siguieron adelante con su día como si fuera cualquier otro día, echándole la culpa de todo al azar y a la buena o mala suerte. Mientras tanto, por encima de sus cabezas, el Cristo sabía que no había nada de azar, sino que todo había sido ordenado por Dios para nuestra salvación… desde el comienzo mismo de los tiempos.

Cuando lo que estaba en juego era nuestra salvación, Dios no dejó nada al azar. Todos los detalles están en el Antiguo Testamento: el nacimiento de Jesús; sus milagros, predicaciones y enseñanzas; su sufrimiento, muerte y resurrección; los soldados echando la suerte; los clavos y la cruz; la tumba vacía. Todo está allí.

Pero lo más importante de todo es que allí también está Dios, Jesús, Emanuel, Dios con nosotros. Nadie más habría de ser nuestro Salvador: ningún ángel, ningún hombre poderoso, ni ningún otro gran poder. Dios mismo se convirtió en nuestro Salvador, dando su vida por nosotros en la cruz. Dios mismo resucitó de la muerte ese primer día de Pascua para darnos vida eterna.

Dios no le confió nuestro destino a nada ni a nadie más que a sí mismo.

ORACIÓN: Padre, sé que mi vida está en tus manos. Ayúdame a confiar en ti aun en los tiempos difíciles, sabiendo que me amas y que sólo deseas lo mejor para mi vida. Amén.

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Febrero 27Leer Juan 12:1-8

AMOR EXTRAVAGANTEEntonces María tomó unos trescientos gramos de perfume de nardo puro, que era muy caro, y con él ungió los pies de Jesús, y con sus cabellos los enjugó. Y la casa se llenó con el olor del perfume. (Juan 12:3)

Trata de ponerte en el lugar de María. No hacía mucho que había estado llorando a los pies de Jesús por la muerte de su hermano Lázaro. Jesús lo había resucitado de la muerte y ahora la familia estaba dando una cena en su honor. ¿Cómo podía agradecerle?

Para Marta era más fácil: lo hacía poniendo en práctica su don de cocinar y servir. Pero María quería hacer algo más. Por eso buscó un tesoro: un frasco de perfume de nardo puro, que probablemente era lo más caro que había en la casa. Y sin más, lo derramó sobre la cabeza y los pies de Jesús (ver Marcos 14:3 y Juan 12:3). Finalmente, se arrodilló para enjugar los pies de Jesús con su cabello—algo totalmente impensable para una mujer judía.

¿Por qué hacer algo así? Era costumbre ungir a los invitados especiales. También era la forma en que se ordenaba a los sacerdotes y se instalaba a los reyes como gobernantes. El mismo nombre “Mesías” (o “Cristo”) significa el “Ungido”. Quizás todas estas cosas estaban en el corazón de María mientras ungía a Jesús.

Cuando pensamos en lo que Jesús ha hecho por nosotros, nos encontramos en el mismo dilema que María. ¿Cómo podemos agradecerle por todo lo que ha hecho? Nos buscó, nos llamó para que seamos suyos, dio su vida para salvarnos, resucitó de los muertos para darnos vida eterna… ¿cómo podremos amarlo lo suficiente? ¡El sólo tratar de expresar esos sentimientos duele! Entonces, cuando no encontramos palabras suficientes para expresar lo que nuestro corazón siente, buscamos otra manera de hacerlo.

Damos gracias a Dios porque Jesús nos ha dado formas de expresar ese amor. Nos ha dado el Bautismo y la Santa Cena. Nos ha dado prójimos, incluyendo a los más humildes, y nos ha prometido que “todo lo que hicieron por uno de mis hermanos más pequeños, por mí lo hicieron” (Mateo 25:40b).

Juan nos dice que la casa se llenó con el olor del perfume de nardo.

Que al amar a nuestro Señor, así como lo amó María, el mundo que nos rodea se llene del perfume de nuestra ofrenda de gratitud.

ORACIÓN: Gracias, Señor, por amarme y por permitirme amarte. Ayúdame a demostrar mi amor por ti en todo lo que hago y digo. Amén.

Marzo 20Leer Juan 19:23-24

CUBRIÉNDOSE POR VERGÜENZA

Después de que lo crucificaron, echaron suertes para repartirse sus vestidos, con lo que se cumplió lo dicho por el profeta: “Se repartieron mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.” (Mateo 27:35)

La mayoría de nosotros en algún momento de nuestra vida hemos pasado vergüenza. Vergüenza por algo que hicimos una vez y que sólo lo recordamos muy de vez en cuando. Vergüenza por algo que alguien nos hizo y que no podemos olvidar. Vergüenza por algo que no podemos ni evitar ni cambiar. Vergüenza por algo que quizás ni siquiera debería darnos vergüenza, pero que igual lo hace.

Cuando los soldados crucificaron a Jesús, le quitaron la ropa. Sin embargo, casi todas las pinturas que existen de su crucifixión muestran a Cristo con un taparrabos. Indudablemente, esto es más una expresión de deseo, que una muestra de la realidad. Porque los romanos tenían por norma crucificar desnudas a las personas, ya que la vergüenza formaba parte del castigo.

Y eso fue algo que Jesús también cargó por nosotros. Él vino para estar con nosotros en medio de nuestro sufrimiento y vergüenza. Pero también vino para quitarnos la vergüenza y cargarla sobre sí mismo. Al cargar nuestra vergüenza a la cruz, Jesús nos dio a cambio su honor, su consuelo y su gloria.

Jesús murió desnudo para vestirnos a nosotros en el perdón de su amor. “Porque todos ustedes, los que han sido bautizados en Cristo, están revestidos de Cristo” (Gálatas 3:27). Ahora, cuando Dios nos mira, sólo ve a sus amados hijos limpiados por Jesús.

ORACIÓN: Gracias, Jesús, por hacerte cargo de cubrir mi vergüenza. Te pido que cada día renueves mi corazón con tu amor. Amén.

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Febrero 28Leer Marcos 14:3-11

¿DESPERDICIO, O NO?Mientras Jesús estaba en Betania, sentado a la mesa en la casa de Simón el leproso, llegó una mujer. Llevaba ésta un vaso de alabastro con perfume de nardo puro, que era muy costoso. Rompió el vaso de alabastro, y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. (Marcos 14:3)

Una vez, mi abuelo me regaló un frasco bien pequeño de un perfume en crema muy caro importado de Grecia. Sólo se podía sacar algo poniendo adentro el dedo pequeño. El frasco de perfume de María, en cambio, debe haber tenido un cuello largo y fino, por lo que la única manera de sacar el perfume era rompiéndolo. Aun así, María no dudó. ¿Para Jesús? ¡Cualquier cosa!

Pero algunas personas que la observaban no pensaban lo mismo. Judas, en particular, se quejó. ¿Por qué desperdiciar algo tan caro en Jesús? (No es difícil ver el problema, ¿no?)

Siempre va a haber personas que piensan que en Dios no se debe desperdiciar nada de valor. Y no se trata sólo de perfume. “¿Por qué desperdicias tu vida en Dios?”, dicen. “Sólo se vive una vez. Gana dinero, diviértete y disfruta de la vida. Dios exige mucho de sus seguidores. No te aflijas, no gastes tu tiempo y tus energías en un Dios así.”

Tienen razón al decir que Dios pide mucho de nosotros. “Perdonen y serán perdonados.” “Amen a sus enemigos… y oren por quienes los persiguen, para que sean ustedes hijos de su Padre que está en los cielos” (ver Lucas 6:37; Mateo 5:44-45). “Si alguno me sirve, sígame; donde yo esté, allí también estará mi servidor” (Juan 12:26a).

Es cierto que amar a Jesús tiene un costo, pero vale la pena. Porque Jesús es quien rompió no un frasco de perfume, sino su propio cuerpo para rescatarnos de la muerte y el poder del diablo. ¿Quién puede medir el amor de tal sacrificio? En comparación, el frasco de María no es nada. “Nadie tiene mayor amor que éste, que es el poner su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando” (Juan 15:13-14).

Este mundo inevitablemente quebrará nuestro corazón. Es imposible escapar a ello sabiendo que el pecado y la muerte son parte de la vida. Pero cuando eso suceda, que no sea en vano sino para dar gloria y honor a Aquél que nos ama.

ORACIÓN: Querido Dios, sostenme firme en tus brazos cuando mi corazón esté abatido y utilízame para que otros también te conozcan. Amén.

Marzo 19Leer Mateo 27:24-26

AGUA Y SANGRE

Al ver Pilato que no conseguía nada, sino que se armaba más alboroto, tomó agua, se lavó las manos en presencia del pueblo… (Mateo 27:24a)

¡Fue tan dramático… y una pérdida de tiempo tan grande! No hacía falta que Pilato se lavara las manos. “¿Inocente de la muerte de este justo?” Difícilmente. Todos sabían que tenía demasiado miedo para actuar con justicia y soltar a Jesús, que era lo que debía haber hecho. Sus manos estaban manchadas con la sangre de Jesús.

Al igual que las nuestras. Porque fueron nuestros pecados los que lo llevaron a la cruz: nuestras ofensas, nuestra culpa, nuestra maldad. Nuestras manos están manchadas con su sangre. Un poco de agua no basta para limpiarnos.

Y gracias a Dios que así es, porque la sangre de Jesús nos perdona y nos da nueva vida. Al derramar su sangre sobre nosotros, Jesús nos quitó todas las ofensas, culpas y maldades. Al lavarnos en el agua del Bautismo, Dios nos da la vida obtenida por la sangre de Jesús y nos hace sus hijos.

“¡Que recaiga su muerte sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” (Mateo 27:25). Que así sea, para que nosotros también estemos entre los salvados por el sacrificio de Jesús.

ORACIÓN: Padre, gracias por salvarnos a través de la sangre de tu hijo Jesús. Ayúdanos a ser fieles testigos tuyos, para que muchos más te conozcan y proclamen como Señor de sus vidas. Amén.

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Marzo 1Leer Mateo 21:1-11

SÓLO UN BURRITO

Y [Jesús] les dijo: “Vayan a la aldea que tienen ante ustedes. Allí encontrarán una burra atada, junto con un burrito; desátenla y tráiganmelos. Si alguien les dice algo, respóndanle: ‘El Señor los necesita. Luego los devolverá.’” (Mateo 21:2-3)

No era más que un burrito. Suficientemente grande como para cargar a una persona, pero tan joven que todavía no había sido entrenado para nada. Y todavía estaba con su mamá.

Ese fue el animal que Jesús eligió para entrar en Jerusalén como rey y salvador. Era costumbre que la realeza judía montara burros o mulas: lo podemos leer en la historia del Rey David. Pero antes que ningún príncipe se subiera a uno de esos animales, ya habían sido bien entrenados. Después de todo, montar uno que no haya sido domesticado, probablemente nos deje de espaldas en el suelo. Y eso todavía es más probable si el animal no tiene montura ni riendas, sino sólo un manto sobre su lomo, y tiene que pasar en medio de una muchedumbre ruidosa.

Sin embargo, nada de eso sucedió con Jesús. Ese burrito sin domesticar lo llevó calmadamente en medio de la muchedumbre a través de las puertas de Jerusalén. Indudablemente, el poder divino de Jesús tuvo algo que ver, al igual que el hecho que sus discípulos llevaron también a su mamá. Al atardecer, los dos burros ya estarían de vuelta en su casa descansando tranquilos.

No podemos decir lo mismo de Jesús. Las noches tranquilas que le quedaban podían ser contadas con los dedos de una mano: domingo, lunes, martes y miércoles. La noche del jueves sería su última comida con los discípulos que amaba. Unas horas más tarde sería arrestado, y ya no dormiría más hasta después de la cruz.

Por supuesto que él sabía todo esto… y estaba de acuerdo. Con su sufrimiento y muerte nos habría de salvar a todos, jóvenes y ancianos, tontos y sabios. Y con su poderosa y gloriosa resurrección nos habría de garantizar la vida eterna junto a él en el cielo.

ORACIÓN: Querido Jesús, gracias por dar tu vida para hacerme tuyo. Amén.

Marzo 18Leer Juan 19:1-5

LA CORONA DE ESPINAS Jesús salió, portando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: “¡Aquí está el hombre!” (Juan 19:5)

Hay una planta pequeña que crece en el desierto, que se llama “corona de espinas”. Tiene ramas largas y finas cubiertas con tantas espinas, que es imposible tocarlas. En las puntas de las ramas crecen hojas bien verdes y pequeñas flores rojas y redondas que parecen gotas de sangre.

Las espinas nos recuerdan el juicio emitido por Dios ante el pecado de Adán y Eva: “… maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Te producirá espinos y cardos… Comerás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado; porque polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:17b-18a, 19).

Todas las generaciones conocen esta verdad. No hay trabajo sin espinas, ni felicidad completa. Todas las personas sufren algún tipo de dolor. Y sufrimos más aún, porque ese dolor nos recuerda que del polvo venimos y al polvo regresaremos.

¡Qué apropiado fue, entonces, que el Hijo del Hombre llevara una corona de espinas!

Dios maldijo la tierra por causa del pecado del hombre, pero luego se hizo hombre naciendo y sufriendo igual que cualquiera de nosotros. Dios tomó sobre sí nuestra maldición, nuestra culpa y nuestras espinas.

¿Por qué haría algo así? La única respuesta posible la encontramos en Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”. Jesucristo, Dios en la carne, dejó su gloria y vino a buscarnos haciéndose cargo de nuestras penas y dolores. Nuestra maldición cayó sobre él y él la aceptó, aun cuando eso significó morir solo en una cruz. Todo esto lo hizo para redimirnos.

Ahora que Jesús ha resucitado de la muerte, está sentado a la diestra de Dios en gloria y majestad. Y si bien merece la mejor corona que existe, dudo que alguna vaya a superar la que eligió usar por nosotros.

ORACIÓN: Señor Jesús, gracias por amarnos tanto como para llevar en tu cabeza nuestras espinas. Ayúdanos a recordarlo siempre. Amén.

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Marzo 2Leer Marcos 11:1-10

LOS MANTOS FUERA DE SUS ESPALDAS

Por el camino, muchos tendían también sus mantos, mientras que otros tendían ramas que habían cortado en el campo. (Marcos 11:8)

“Con alfombra roja”. Así es como se describe una bienvenida real en la cultura occidental. La muchedumbre que recibió a Jesús pensaba igual. Con mucha alegría los discípulos de Jesús pusieron sus mantos sobre el lomo del burrito, haciendo lo mejor que podían hacer a falta de montura. La muchedumbre tomó sus propios mantos y los desparramó sobre el camino, formado una alfombra real para que Jesús pasara. Habrá sido pobre e improvisada, pero estaba llena de alegría y amor.

No puedo dejar de preguntarme qué habrán dicho las mujeres a sus esposos e hijos cuando los vieron llegar a casa con más ropa manchada para lavar. Bueno, en realidad, puedo imaginar cada palabra. Pero, ¿cómo se habrán defendido? “Es que era para Jesús”, deben haber dicho. “Perdón por tanta tierra y el trabajo extra. Pero era para Jesús. Espero que comprendas.”

Las mujeres que recibieron a Jesús ya comprendían. Quienes lo habían conocido antes, quienes lo habían escuchado predicar, habían sido sanados o consolados por él, habían sido perdonados y bendecidos, ellos también comprendían. Nada es demasiado bueno para Jesús, porque todo lo que tenemos está manchado… nuestros mantos, nuestros corazones, nuestras vidas.

Gracias a Dios que Jesús vino a limpiarnos. Pero no vino a lavar nuestras ropas con agua y jabón, sino a lavarnos a nosotros para dejarnos perfectamente limpios y puros, como dignos hijos de un rey. Y lo hizo con su propia sangre.

ORACIÓN: Límpiame, Señor Jesús, para que pueda ser un digno hijo tuyo. Amén.

Marzo 17Leer Juan 19:1-5

SIN REMORDIMIENTOS

Entonces Pilato tomó a Jesús y lo azotó. (Juan 19:1)

“Entonces Pilato tomó a Jesús y lo azotó.” Una frase bien corta para un castigo tan terrible. Los azotes romanos no eran broma. A la víctima se la desnudaba y ataba de cara a un pilar para prevenir que saliera corriendo o que se desplomara, y dos soldados experimentados se encargaban de dar los latigazos. ¿Cuántos? Entre los romanos la orden era de “no matar al prisionero antes que llegara a la cruz”.

Tal era el sufrimiento. Y tal fue el coraje que llevó a Jesús a través de semejante experiencia que a nosotros nos duele de sólo pensarlo. Tal es su amor: que Jesús hace todo eso para rescatarnos de los poderes de la oscuridad para hacernos suyos. ¿Cómo logró hacerlo?

El autor de Hebreos nos da una idea cuando nos dice: “… corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo que le esperaba sufrió la cruz y menospreció el oprobio, y se sentó a la derecha del trono de Dios” (Hebreos 12:1b-2, énfasis agregado).

Jesús nos tuvo en mente a ti y a mí. Ese “gozo que le esperaba” somos tú, yo y todos aquellos que por fe en él son llamados hijos de Dios. La noche anterior a su muerte, Jesús oró a su Padre diciendo: “He manifestado tu nombre a aquellos que del mundo me diste; tuyos eran, y tú me los diste, y han obedecido tu palabra… son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío; y he sido glorificado en ellos” (Juan 17:6, 9b-10).

Así es como Isaías describe el resultado de la obra de Jesús: “Verá el fruto de su propia aflicción, y se dará por satisfecho. Mi siervo justo justificará a muchos por medio de su conocimiento, y él mismo llevará las iniquidades de ellos” (Isaías 53:11). Tú eres la razón por la cual Jesús creyó que valió la pena. Y no tiene ningún remordimiento.

ORACIÓN: Señor Jesús, sé siempre mi motivo de gozo, mantenme a tu lado y haz que a través de mi testimonio muchos más lleguen a la fe en ti. Amén.

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Marzo 3Leer Lucas 19:37-40

LAS PIEDRAS CLAMAN

Pero Jesús les dijo: “Si éstos [sus discípulos] callaran, las piedras clamarían.” (Lucas 19:40)

¡Qué escena! Jesús rodeado de personas, todos alabando a Dios en voz alta gritando de alegría: “¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor!” ¡Qué fiesta! Palmas y mantos cubriendo el camino y en medio de esa alegría Jesús, así como debe ser. Por un momento, la humanidad hizo bien las cosas.

Pero había algo que estaba fuera de lugar. Un pequeño grupo de hombres le dice a Jesús: “Maestro, ¡reprende a tus discípulos!” (Lucas 19:39a). ¿Por qué? ¿Qué les molestaba de la alegría del momento?

Probablemente era la razón de esa alegría: la multitud estaba alegre porque Dios había enviado al Mesías, a Jesús, el Salvador y Rey de Israel. Los fariseos no lo creían. Ni siquiera se les ocurría pensar que la multitud pudiera estar en lo cierto. Por eso trataron de acabar con la celebración. Era algo indigno, incorrecto y equivocado.

Pero Jesús no lo iba a permitir. Jesús les dijo: “Si éstos callaran, las piedras clamarían” (Lucas 19:39b).

Alegrarse en la presencia del Señor es algo natural. Es justo y saludable que le demos gracias y le adoremos. Como dice el profeta Amós: “Si el Señor habla, ¿quién no profetiza?” (Amós 3:8b). Alegría, expresión, alabanza… todo esto fluye naturalmente cuando Dios viene a nosotros. Aun las piedras clamarían.

Demasiados son los días en los que mi corazón está más cerca del de los fariseos que del de los discípulos: malhumorado, gruñón, vanidoso, poco dispuesto a reconocer a Cristo parado delante de mí. Necesito ayuda. Todos la necesitamos. Y Jesús vino para dárnosla y transformar nuestros corazones de piedra en corazones vivos dispuestos a amar y a responder a Dios con alegría. Esa misma semana Jesús daría su vida y resucitaría, para que nosotros también podamos gritar de alegría.

ORACIÓN: Querido Padre, ayúdame a vivir con alegría por todo lo que tu hijo Jesús ha hecho por mí. Amén.

Marzo 16Leer Marcos 15:16-20

DISFRAZADO

Lo vistieron de púrpura, le colocaron una corona tejida de espinas, y comenzaron a saludarlo: “¡Salve, Rey de los judíos!” (Marcos 15:17-18)

Probablemente, la mayoría de nosotros recordamos cuando, de niños, nos gustaba disfrazarnos con la ropa de nuestros padres: los zapatos o el vestido de mamá, la corbata o el sombrero de papá, el velo de novia de nuestra hermana mayor. A todos los niños les gusta disfrazarse, y a los padres les encanta sacarles fotos.

Pero ese día no se trataba de ningún juego de disfraces, sino de varios cientos de soldados romanos jugando un juego brutal de “rey” con Jesús. A pesar de que ya estaba medio muerto por los azotes recibidos, los soldados pensaron que sería muy divertido disfrazarlo con mantos reales: un manto de color púrpura que probablemente pertenecía a un soldado holgazán que no había guardado su equipo correctamente, una rama en vez de un cetro, ¿y por qué no una corona de espinas en vez de una corona de oro?

Y se burlaron y postraron delante de él, proclamándolo rey. Le quitaron de su mano el cetro falso y con él le golpearon en la cabeza. Ninguno de ellos se dio cuenta que tenían en sus manos al Rey verdadero: el Rey de los judíos, el Rey de los cielos y de la tierra. Ninguno de ellos se dio cuenta que, si él quería, tenía a su disposición huestes de ángeles. Ninguno de ellos se dio cuenta que el disfraz era real.

¡Por supuesto que lo era! Y tanto ellos como nosotros, estaremos delante del trono de Jesús cuando regrese en gloria. Entonces la adoración no será una burla, sino real. Será hecha con amor y no con odio, con alegría y no con terror. Porque ese Rey a quien los seres humanos disfrazamos y abusamos ese día es, ciertamente, nuestro salvador Jesús, el mismo Dios que vino a reclamarnos del poder del diablo.

Jesús tomó nuestro lugar en la muerte y en la tumba, para que podamos recibir su perdón y ocupar el lugar que él nos ofrece como hijos suyos. Y ahora que se ha levantado de los muertos, nos viste con sus propias ropas santas y dignas de un rey, como hijos del Señor.

ORACIÓN: Rey y salvador mío, gracias por todo lo que has hecho por mí. Ayúdame a comprenderlo y recordarlo cada momento de mi vida. Amén.

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Marzo 4Leer Marcos 11:15-19

MESAS VOLCADAS

Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas. (Marcos 11:15b)

Algunas cosas simplemente están fuera de lugar. Como por ejemplo, un mercado dentro del templo: palomas, bueyes, ovejas… todo un zoológico. El aire lleno de diferentes olores, polvo y plumas. Hombres sentados detrás de mesas prontos a cambiar moneda extranjera por dinero aceptable para el templo. Estafadores y mentirosos a diestra y siniestra.

Pero entonces, ¿quién debía estar allí? Ese era el patio de los gentiles, un área muy grande al aire libre donde cualquiera podía ir a orar al Dios de Israel, aun si no se había convertido al judaísmo. Era el lugar al cual Dios hacía referencia al decir : “A los hijos de los extranjeros que me sigan y me sirvan, y que amen mi nombre y sean mis siervos… yo los llevaré a mi santo monte, para que se alegren en mi casa de oración… porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos” (Isaías 56:6-7).

Pero eso no fue lo que Jesús vio en el templo. Por eso entró en acción volcando mesas, echando a los comerciantes, mandando a quienes vendían aves a que se las llevaran de allí. Ni siquiera permitió que los mercaderes pasaran por allí (el camino era más corto) en vez de ir por las calles de Jerusalén. No. Ese espacio iba a ser sólo para el pueblo de Dios: para enseñar, para predicar, para adorar. Y a nadie se le iba a permitir que interfiriera.

¿Y ahora qué? Un espacio para adorar. Una oportunidad para concentrarse. Habría paz y tranquilidad interrumpidas sólo por la voz del Señor enseñando y el sonido de la oración… más las voces felices de los niños alabando a Jesús. Los gentiles podían ir allí nuevamente. Todas las personas podían ir allí. Jesús había puesto las cosas en su lugar.

¿Hay algún área de tu vida en la que necesitas que Jesús ponga las cosas en su lugar? Pídeselo. Él puede y quiere hacerlo. Dios quiere que tú también seas parte de quienes le sirven y se alegran en su casa de oración.

ORACIÓN: Señor, límpiame y restáurame, para que pueda seguirte y servirte con alegría. Amén.

Marzo 15Leer Marcos 15:1-5

UNA CUERDA

En cuanto amaneció, y luego de reunirse los principales sacerdotes, los ancianos, los escribas y todo el tribunal para ponerse de acuerdo, ataron a Jesús y se lo llevaron a Pilato. (Marcos 15:1)

¿Tienes un rollo de cuerda en tu casa? ¿Y en tu automóvil? La cuerda viene bien cuando uno tiene que atar algo que compró al techo del automóvil para llevarlo a la casa. También resulta útil cuando hay que sostener a un cachorrito y no se tiene a mano la correa.

En esos casos utilizamos un trozo de cuerda y con eso lo arreglamos. Pero cuando pensamos en Jesús, la cuerda toma otra significado. Cuando lo apresaron en el Jardín de Getsemaní todo lo que usaron fue una cuerda. Y así fue hasta que lo clavaron a la cruz. La última libertad real de movimiento que tuvo fue un paso rápido para tocar y sanar al enemigo que había perdido una oreja por causa de la espada de Pedro. A partir de allí, Jesús fue sólo donde sus enemigos quisieron que fuera: a la casa del sumo sacerdote, ante Pilato, ante Herodes, a los azotes, a las burlas… y a la crucifixión. Y no volvería a estar libre hasta la resurrección.

Nuestro Señor Jesús fue tratado como un cachorro desobediente, como un burro terco, como un criminal peligroso. No hay palabras para describir la injusticia que se estaba cometiendo.

Y, sin embargo, él la aceptó para hacernos libres. Nosotros éramos los desobedientes, los tercos que insistimos en meternos en peligro. Como dice Isaías: “Todos perderemos el rumbo, como ovejas, y cada uno tomará su propio camino; pero el Señor descargará sobre él todo el peso de nuestros pecados” (Isaías 53:6).

Él fue atado para que nosotros podamos ser liberados. Él fue herido para que nosotros podamos ser sanados. Él fue muerto para que nosotros podamos vivir. Eso es amor. Eso es Jesús, nuestro Salvador, que hoy vive y nos llama a que seamos suyos en fe y en la libertad gozosa de los hijos de Dios.

ORACIÓN: Señor, que me has liberado a costa de tu propia vida, une mi corazón al tuyo en amor, para que te pertenezca a ti para siempre. Amén.

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Marzo 5Leer Juan 2:13-22

UN AZOTE A QUIEN CORRESPONDEEntonces hizo un azote de cuerdas y expulsó del templo a todos, y a las ovejas y bueyes… (Juan 2:15a)

¿Jesús con un azote? ¿De veras? Y ni siquiera uno tomado prestado en un momento de indignación. No, Jesús deliberadamente encontró unas cuerdas, las trenzó, armó el látigo y lo usó. Pero, ¿en quién?

La lógica nos diría que en los animales. Cuando uno tiene bueyes y ovejas abarrotando un lugar, la forma más rápida de despejarlo es azotando a los animales. Sin embargo, los cuatro Evangelios claramente nos dicen: “… expulsó del templo a todos, y a las ovejas y bueyes…”. ¿Quiénes son esos “todos”? De acuerdo con Juan, son “los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y los cambistas”. De acuerdo con los otros tres Evangelios, son “todos los que vendían y compraban en el templo” (Mateo 21:12; Marcos 11:15; Lucas 19:45).

Parece que los animales quedaron a salvo. Es cierto que no debían haber estado allí, pero Jesús no los culpó por ello. Tampoco volcó las jaulas de las aves, lo cual podría haber herido a las palomas que estaban adentro, sino que ordenó a quienes las vendían que las sacaran de allí cuidadosamente. Jesús quería purificar el templo lo más rápidamente posible, pero también cuidaba de los inocentes atrapados en medio de tal lío.

Y gracias a Dios que es así, porque es muy fácil quedar atrapado en medio de una situación desagradable de otra persona. ¿Será que Dios me va a echar la culpa porque mi matrimonio se termina por causa de la adicción de mi cónyuge? ¿Será que Jesús me va a rechazar si me resulta difícil honrar a mis padres abusivos? ¿Debería haber hecho algo más cuando descubrí que mi jefe y mis compañeros de trabajo estaban quebrando la ley? ¿Será que soy realmente inocente? Quizás merezco ser castigado.

En respuesta a todas estas preocupaciones y aflicciones, Jesús nos dice: ‘He venido para estar contigo en medio de tu caos. Yo me encargo de tu culpa. He dado mi vida por ti y te he limpiado. Ahora me perteneces y ya nadie podrá quitarte de mi lado. Te amo.’

ORACIÓN: Te alabo, Señor, por la gran misericordia que me has mostrado aun cuando me siento culpable. Gracias por tu gracia demostrada en Jesús. Amén.

Marzo 14Leer Marcos 14:53-55

QUEMADOAllí se quedó, sentado con los alguaciles y calentándose junto al fuego. (Marcos 14:54b)

No debería ser tan difícil encontrar un lugar donde sentarse, ¿no es cierto? La vida de Jesús estaba siendo juzgada en la casa del sumo sacerdote y Pedro buscaba un lugar desde donde poder ver lo que le sucedería. Pero no se animaba a acercarse mucho por temor a que alguien lo reconociera como uno de sus discípulos y también lo arrestara.

Por lo que Pedro se quedó en el patio afuera del salón principal, donde estaba oscuro y hacía frío. Pedro estaba temblando. Los guardias que habían arrestado a Jesús también tenían frío, por lo que hicieron un fuego y se sentaron alrededor de él. Pedro se les unió para calentarse.

¡Ay, Pedro! ¿Tienes que sentarte entre los enemigos de Jesús sólo para calentarte? Estaba convencido que podía pasar desapercibido entre las sombras. Pero el fuego no sólo da calor, sino también luz. Y pronto, una joven sirvienta lo vio y lo acusó: “¡Éste es uno de ellos! Pedro volvió a negarlo. Pero poco después los que estaban allí volvieron a decirle: “La verdad es que eres uno de ellos, pues eres galileo.” (Marcos 14:69-70).

Ya conocemos el resto de la historia. ¡Cuánto se debe haber arrepentido Pedro de haberse sentado con los enemigos de Jesús!

Pero nosotros hacemos lo mismo, ¿o no? Durante el almuerzo, cuando nos sentamos con compañeros de trabajo o de estudio que están hablando mal de alguien. O en una reunión, cuando alguien sugiere una forma de burlar el sistema y hacer más dinero. O durante una campaña política, cuando la multitud fanática aplaude políticas que dañan a “mis hermanos más pequeños” (ver Mateo 25:40).

Podríamos abrir la boca. Podríamos decir algo. Pero tenemos miedo. No queremos que nos crucifiquen. Y así nos ponemos a la misma altura de los enemigos de Jesús y negamos a nuestro Señor. ¿Será que tenemos alguna esperanza?

Sólo la misma esperanza que tuvo Pedro: que Jesús sufrió por nosotros y dio su vida tanto por amigos incrédulos, como por enemigos. Sabemos que él va a recibir nuestros pecados con su perdón y la muerte en nuestro corazón con vida nueva. Jesús puede hacerlo porque ya murió y resucitó por nosotros.

ORACIÓN: Señor, derrama tu luz en mi vida. Ayúdame a discernir las cosas, lugares y personas de los cuales debo apartarme para poder servirte y honrarte en todo momento. Amén.

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Marzo 6Leer Marcos 11:12-25

LA HIGUERA ESTÉRIL

Al ver de lejos una higuera con hojas, fue a ver si hallaba en ella algún higo; pero al llegar no encontró en ella más que hojas, pues no era el tiempo de los higos. (Marcos 11:13)

Este es uno de los milagros extraños del Nuevo Testamento. ¿Por qué estaría Jesús buscando frutos, si no era la época? Y cuando no encontró ninguno, ¿por qué le echó la culpa al árbol y lo maldijo? ¿Habrá tenido algo así como una ‘rabieta santa’?

En realidad, no. Las higueras comunes producen al menos dos cosechas de higos. La cosecha “breva” aparece en la primavera, junto con las primeras hojas. Podríamos decir que no es la cosecha verdadera; los higos breva no son muy ricos. Muchos ni se molestan en juntarlos, mientras que otros los arrancan para que los higos verdaderos puedan desarrollarse mejor. La cosecha principal llega más tarde y sabe mucho mejor.

Pero Jesús tenía hambre, por lo que fue en busca de higos breva, que ya deberían haber estado allí si ya había hojas, ¡y no encontró nada!

Eso fue una mala señal. Una higuera común que no produce brevas para la Pascua no va a producir higos más adelante. La falla temprana es señal de una falla futura mucho más grande. Y Jesús lo sabía. Las palabras que dijo confirmaron el desastre que se avecinaba: “¡Que nadie vuelva a comer fruto de ti!” Y en un día, la higuera estuvo muerta.

En nuestra vida también tenemos cosas como las brevas. Vivimos cada día en Jesús, creciendo en la fe y recibiendo sus dones a través de la Palabra y los Sacramentos. Pero de vez en cuando aparece el desafío: ¿estamos produciendo los frutos que muestran que Cristo vive en nosotros? ¿Tenemos higos, o sólo hojas?

Obviamente, la mayoría de los frutos que producimos son como las brevas: pequeños, casi sin gusto, de baja calidad. ¡Jesús tiene que estar muy hambriento para querer nuestros frutos! Y, sin embargo, los quiere. Y se alegra cuando encuentra un higo, aunque sea una breva, porque es una señal que el Espíritu Santo está viviendo en nosotros y haciendo la obra de Dios a través de nosotros, y muestra que pertenecemos a Jesús y que un día, cuando llegue el momento de la cosecha real, nos vamos a regocijar junto con él.

ORACIÓN: Padre, que tu Espíritu Santo me ayude a dar muchos frutos para tu gloria y bendición de quienes me rodean. Amén.

Marzo 13Leer Juan 18:15-18

UNA PUERTA ABIERTAPedro se quedó afuera, a la entrada. Pero salió el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, le habló a la portera, e hizo que Pedro entrara. (Juan 18:16)

Esa noche, la puerta de la casa del sumo sacerdote estuvo muy ocupada. Una vez que Jesús fue arrestado, comenzó la acción. Los mensajeros salieron a convocar al concilio judío a una reunión de emergencia y pronto esos caballeros de la elite pasarían por la puerta para reunirse en el salón que daba al patio. El mismo Jesús pasó por esa puerta como prisionero, llevado por un guardia. Su discípulo Juan fue reconocido y fue dejado entrar discretamente, quizás porque su familia haya tenido relaciones de negocios con la familia del sumo sacerdote.

Pero Pedro no pudo entrar. Llegó tarde y nadie lo conocía. La puerta se abrió sólo después que Juan le dijera algo al portero, haciéndole un favor a un amigo que amaba a Jesús.

Aunque quizás hubiera sido mejor que Pedro se hubiera quedado afuera. Una joven sirvienta fue la primera en decirle: “¿Acaso no eres tú también uno de los discípulos de este hombre?” (Juan 18:17). “No lo soy”, dijo Pedro, y se fue al patio central. Pero la acusación lo siguió. ¿Acaso no eres uno de ellos?… Debes ser uno de ellos… Eres uno de ellos, pues eres galileo.”

No había escapatoria. Pedro estaba atrapado del lado equivocado de la puerta: entre los enemigos de Jesús. Y entonces hizo lo único que le vino a la mente: negó a Cristo en voz alta y repetidamente, maldiciendo y jurando, con la esperanza de que le creyeran su mentira.

Y de pronto la puerta ya no tuvo más importancia. Pedro se había atrapado a sí mismo con sus mentiras, maldiciéndose con sus propias palabras, separándose de la comunión de Cristo. No tenía salida. A menos que…

Justo entonces, Jesús se volvió a ver a Pedro (ver Lucas 22:61). ¿Qué había en su mirada? ¿Tristeza? Sin lugar a duda, y también decepción. Pero, por sobre todas las cosas, había amor. Jesús conocía a Pedro y sabía lo que había hecho, pero aun así lo amaba. Y en ese preciso momento estaba en proceso de salvarlo: a él y a todos nosotros.

El amor salvador de Jesús le abrió a Pedro la puerta a la libertad y a la vida. Lo mismo hace para nosotros hoy.

ORACIÓN: Señor, gracias por liberarme del pecado y la muerte que me habían atrapado. Enséñame a vivir en tu libertad, amando a quienes me rodean y compartiendo el gozo de tu salvación. Amén.

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Marzo 7Leer Marcos 14:12-16

¿LLEVANDO QUÉ?

Jesús envió a dos de sus discípulos. Les dijo: “Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo”. (Marcos 14:13)

Era el primer día de la Pascua y los discípulos de Jesús necesitaban hacer los preparativos correspondientes. Así es que le preguntaron dónde ir, dado que estaban visitando Jerusalén y allí no tenían una casa. La respuesta de Jesús seguramente los dejó perplejos: “Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo.”

No era extraño encontrar a una mujer llevando agua; las mujeres lo hacían siempre y especialmente durante una fiesta, cuando había tanto para cocinar y limpiar. Pero, ¿un hombre? No. Definitivamente, esa no era tarea para un hombre. Por eso, cuando los discípulos vieron a un hombre llevando agua, instantáneamente supieron, sin dejo de dudas, que estaban viendo al hombre indicado. ¡No podía haber otro!

No sabemos los detalles sobre por qué Jesús les dijo eso. ¿Acaso había hecho un arreglo especial con la familia anfitriona, o era un milagro puro y Jesús sabía que las cosas iban a suceder de esa manera? La Biblia no lo dice y en realidad no es importante. Lo importante es que los discípulos encontraron al hombre correcto, lo siguieron al lugar correcto y pudieron hacer los preparativos necesarios para la fiesta de la Pascua.

El mensaje que Jesús les dio a sus discípulos ese día fue: ‘Busquen a un hombre que lleva algo inesperado. El mensaje que Jesús nos da a nosotros hoy es: ‘Busquen a un hombre—al Hijo del Hombre, de hecho, al Mesías—que lleva y hace algo inesperado. Busquen al Hijo del Hombre, al Mesías, que va llevando una cruz y síganlo’.

ORACIÓN: Gracias, Señor por la forma inesperada en que elegiste perdonarnos, rescatarnos y darnos vida eterna junto a ti en el cielo. Amén.

Marzo 12Leer Mateo 27:3-10

TREINTA MONEDAS DE PLATAEntonces Judas Iscariote, que era uno de los doce, fue a ver a los principales sacerdotes, y les dijo: “¿Cuánto me darían, si yo les entrego a Jesús?” Y ellos le asignaron treinta piezas de plata. (Mateo 26:14-15)

El precio de un esclavo. El precio de un cementerio. El precio de Dios.

Cuando Judas vio que habían condenado a Jesús, fue a devolver el dinero que los líderes le habían pagado por traicionarlo. “He pecado al entregar sangre inocente”, dijo (Mateo 27:4a). Como si el devolver las monedas de alguna manera lograría evitar que Jesús muriera.

Pero ya era muy tarde para eso. “¿A nosotros qué nos importa?”, le dijeron (Mateo 27:4b). El problema no era de ellos. No había lugar para el arrepentimiento. Ningún líder que se jactara de serlo iba a admitir su participación en el pecado, ni ningún sacerdote iba a ser tan fiel como para ofrecer misericordia al alma de Judas. Por lo que Judas salió y fue a ahorcarse.

Pero las monedas quedaron en el suelo, allí donde Judas las había tirado, y había que hacer algo con ellas. Por lo que se pusieron a buscar una solución, como si esa fuera la decisión más importante que tenían que tomar ese día.

Después de la debida deliberación, decidieron comprar un campo y utilizarlo para enterrar allí a los extranjeros que no tuvieran quien se encargara de ellos al morir. Así es que las monedas que llevaron a la muerte a dos hombres terminaron sirviendo para algo bueno.

Treinta monedas de plata. El precio de la recompensa por la vida de un esclavo muerto (ver Éxodo 21:32). El precio de un cementerio donde los más insignificantes de la sociedad habrían de encontrar un entierro decente. El precio del Dios que tomó forma de siervo: “… se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre” (Filipenses 2:7-11).

ORACIÓN: Gracias, Señor, por pagar el precio de mis pecados con tu vida. Enséñame y ayúdame a amarte así como tú me has amado. Amén.

Marzo 8Leer Marcos 14:12-16

EL CORDERO DE DIOSEl primer día de la fiesta de los panes sin levadura, que es cuando se sacrifica el cordero de la pascua, sus discípulos le preguntaron: “¿Dónde quieres que hagamos los preparativos para que comas la pascua?” (Marcos 14:12)

Perfecto. Indefenso. Condenado.

Esas son las únicas palabras que se me ocurren hoy, dos mil años después, para describir el elemento central de la fiesta de la Pascua: los corderos sacrificados en el templo. Año tras año, los pastores llevaban sus corderos a Jerusalén. Debían ser perfectos, sin ningún defecto o enfermedad de ningún tipo. Ciertamente eran indefensos. Y estaban condenados a la muerte.

Me pregunto qué habrá pensado Jesús el último día antes de su muerte. Probablemente lo pasó enseñando en el templo, escuchando los gemidos de los corderos y sintiendo el olor de la sangre que estaba siendo derramada. Sus propios discípulos fueron a comprar y sacrificar una de esas pequeñas criaturas y luego la asaron para la cena. ¿Será que Jesús se vio a sí mismo reflejado en los ojos de ese pequeño cordero?

Perfecto, sí. Un hombre sin pecado: sin codicia, celos o violencia. Un hombre conforme al corazón de Dios, así como su antepasado David. Un hombre que es el corazón de Dios, Dios hecho carne. En él no hubo ningún defecto. Fue aceptable para el sacrificio.

¿Indefenso? Sí y no. “¿No te parece que yo puedo orar a mi Padre, y que él puede mandarme ahora mismo más de doce legiones de ángeles? Pero entonces ¿cómo se cumplirían las Escrituras? Porque es necesario que así suceda” (Mateo 26:53-54). Jesús no se va a ayudar a sí mismo si el hacerlo significa no salvarnos. Su amor por nosotros lo mantiene indefenso.

¿Condenado? Sí. Nada en la historia del mundo ha estado tan predestinado a suceder. El Padre así lo dispuso. El amor de Jesús por nosotros lo movió a hacerlo. Y el Espíritu Santo lo prometió una y otra vez a través de todo el Antiguo Testamento: Jesús habría de morir para rescatarnos.

Pero aun así… Esos corderos en el templo pronto serían la cena, el centro de la gran fiesta de un pueblo liberado por Dios. Jesús, el Cordero de Dios, se ha convertido en el centro de una fiesta aún mayor que celebra la libertad ganada por él para todos nosotros con su muerte y resurrección. A través de su cuerpo y sangre compartimos una vida nueva en gozo. Jesús no sólo es nuestro Cordero, sino también nuestro Salvador.

ORACIÓN: Querido Padre, gracias por dar tu único Hijo por nosotros. Amén.

Marzo 11Leer Marcos 14:43-50

NO ERA NECESARIO

Jesús les dijo: “¿Han venido a arrestarme con espadas y palos, como si fuera yo un ladrón?” (Marcos 14:48)

Deben haber sido los objetos más innecesarios que hubo en el jardín esa noche: todas las espadas y palos que la gente había llevado para arrestar a Jesús. Como si Jesús fuera a resistirse. Como si fuera un rey terrenal tratando de ascender a costa del sacrificio de los demás.

Hasta Judas parece haberlo tenido en claro. Él fue quien eligió la señal por la cual la muchedumbre habría de saber a quién debían arrestar : y eligió hacerlo con un beso, un saludo pacífico que lo puso bien cerca de Jesús, en una posición muy vulnerable si Jesús hubiera elegido pelear.

Pero Judas tenía en claro que Jesús no lo iba a lastimar, por más traidor que fuera. Y estuvo en lo cierto. Jesús tomó un momento para sanar la oreja del sirviente del sumo sacerdote que había sido cortada por la espada de Pedro, y luego se sometió al arresto… ¡pero no sin hacer primero un comentario incisivo sobre las armas!

Dijo: “¿Han venido a arrestarme con espadas y palos, como si fuera yo un ladrón? Todos los días estuve con ustedes enseñando en el templo, y no me aprehendieron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras” (Marcos 14:48-49).

Jesús no era un ladrón que utilizaba su fuerza para robar la gloria y el poder que le pertenecían a otra persona. Él era, y es, el verdadero Rey de Israel, el Mesías, el Hijo de David. Y sí habría de ascender: ascendería a la cruz, donde su cuerpo sería quebrantado. Ni espadas ni palos eran necesarios.

Jesús vino a dar su vida por su propia voluntad. Por su propia voluntad se sometió al arresto, a la tortura y a la muerte en nuestro lugar. Y tres días más tarde resucitó de los muertos no sólo por él, sino para compartir la victoria y la vida eterna con nosotros. ¿Por qué? Porque nos ama.

ORACIÓN: Gracias, Señor, por dar tu vida por mí. Te pido que vivas en mí y a través de mí, para gloria del Padre. Amén.

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Marzo 9Leer Juan 13:1-17

JESÚS LAVA LOS PIES

Luego puso agua en un recipiente y comenzó a lavar los pies de los discípulos, para luego secárselos con la toalla que llevaba en la cintura. (Juan 13:5)

Debe haber sido tremendamente incómodo. Imagina por un momento: Jesucristo, tu Señor y Salvador, arrodillado delante tuyo con una vasija con agua dispuesto a lavarte los pies llenos de tierra y con olor a traspiración, luego de un largo día de caminar en sandalias. No es de extrañar que Pedro pusiera el grito en el cielo: “¡Jamás me lavarás los pies!” Y casi que podemos escuchar a los otros discípulos concordando.

Pero Jesús rápidamente lo frena: “Si no te los lavo, no tendrás parte conmigo”, le dice. Es como si le estuviera diciendo: “Si no me dejas hacerlo, no me perteneces; no estamos juntos”. Pedro se horroriza. “Entonces, Señor, lávame no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza.”

Jesús debe haber sonreído al asegurarle a Pedro que con lavarle los pies ya era suficiente. Después de todo, quien se ha bañado ya está limpio, excepto por los pies que siempre están en contacto con la tierra del camino.

¿Cómo reaccionas tú cuando Jesús se te acerca con una vasija con agua? ¿Y yo? Dios sabe que necesito que mis pecados sean lavados. Lo necesito desesperadamente. ¿Pero tiene que ser Jesús quien lo haga, entrando en contacto con mis pecados malolientes, repugnantes y horribles? ¡Oh, no, no tú, Señor! Y una vez más él dice: “Si no me dejas hacerlo, no me perteneces”. Y al igual que Pedro, le respondo: “Está bien. Lávame totalmente”.

Y una vez más, Jesús nos dice: “El que está lavado, no necesita más que lavarse los pies, pues está todo limpio” (Juan 13:10). Quienes hemos sido bautizados pertenecemos a Jesús. Todo lo que necesitamos ahora es su perdón y limpieza diarios. Y luego agrega: “Ustedes me llaman Maestro, y Señor; y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros” (Juan 13:13-14).

Perdonemos, entonces, a quienes pecan contra nosotros, así como Dios nos ha perdonado a nosotros, por más difícil y maloliente que sea.

ORACIÓN: Querido Señor, nos resulta casi imposible perdonar a otros, así como tú nos has perdonado. Vive en nosotros y hazlo a través nuestro. Amén.

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Marzo 10Leer Juan 13:21-30

UN BOCADO DE PAN

Jesús mojó el pan y se lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón. Después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto”. (Juan 13:26b-27)

Era una pequeña cortesía: cuando uno quería honrar a alguien, tomaba un bocado de pan, lo mojaba en la salsa y se lo ofrecía. Dado que Jesús era el anfitrión del banquete, Judas se sintió doblemente honrado: elegido delante de todos los discípulos para recibir ese pequeño gesto especial. Pero luego Jesús habló, diciendo: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto”.

Aparenta ser una última oportunidad. Judas ya había tomado el dinero para traicionar a Jesús a manos de sus enemigos. Jesús lo sabía. Y Judas sabía que Jesús lo sabía, pues recién se lo había dicho: “[Judas] le preguntó: ‘¿Soy yo, Maestro?’ Y Jesús le respondió: ‘Tú lo has dicho’” (Mateo 25:25). Aun así, Jesús le dice: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto”.

Es como si le dijera: “¿Qué vas a hacer, Judas? Todavía estás a tiempo. Aun cuando tengas el pan en tus manos, estás a tiempo. Estás a tiempo de cambiar de parecer y de utilizar el dinero que has robado para dárselo a los pobres o para comprar algo más para el banquete. Estás a tiempo de quedarte con nosotros y ser perdonado y restaurado. Todavía estás a tiempo.

Jesús amaba a Judas. Pero nunca le iba a quitar su libre albedrío: la posibilidad de elegir entre quedarse o traicionarlo. De la misma manera, Jesús tampoco va a quitarnos nunca nuestro libre albedrío. Él nos ofrece su amor, su cuerpo y su sangre, y nos dice: “El tiempo es corto. ¿Te quedarás conmigo, confiarás en mí y recibirás mi perdón? Lo que vas a hacer, hazlo pronto”.

ORACIÓN: Señor, vuelve mi corazón a ti y mantenme firme en tu amor. No permitas que me aleje nunca de ti. En Jesús. Amén.