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CUADERNOS DE CULTURA Y PATRIMONIO Número 23 Febrero de 2014 La Alhóndiga, Asociación de Cultura y Patrimonio Cuaderno XXIII Un paseo por la morería de Arévalo.

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CUADERNOS DE CULTURA Y PATRIMONIO

Número 23Febrero de 2014 La Alhóndiga, Asociación de Cultura y Patrimonio

Cuaderno XXIII

Un paseo por la morería de Arévalo.

Nuestro Cuaderno de Cultura y Patrimonio número XXIII está dedicado a la morería de Arévalo. Sin ser este un barrio que pueda presumir de ser de los mejor conservados de nuestra ciudad, está a nuestro entender, demasiado abandonado a su suerte. Sí conserva algunos restos que nos dan una idea de la importancia que pudo tener antes de la expulsión de judíos y moriscos. Las casonas se-ñoriales, sus curiosos patios, el trazado de sus estrechas calles, algunos restos de bodegas, destilan un viejo aroma que recuerda los tiempos de las otras gentes del Libro.

En el ciclo de conferencias que entre los meses de octubre y noviembre de 2013 organizó nuestra asociación, surgió esta propuesta.

Y ahora, aprovechando las V Jornadas del Cochinillo o Tostón de Arévalo hemos querido, en colaboración con Asadhos, dar a conocer este recorrido que publicamos en este nuevo Cuaderno.

Febrero de 2014.

1. Plaza del Salvador.2. Cruce de las calles Larga, Tercias y E. Florentino Sanz.3. Plaza de San Andrés.4. Plazuela del Paraíso.5. Cuestas del Arevalillo6. Puente de los Barros y molino “Valencia”.7. Cruce de las calles Principal de la Morería y Figones.8. San Juan a San Andrés y calle de San Juan.9. Plaza del Arrabal. Calles de Sombrereros, Canales.10. Calle Larga y plaza de Don Justo.11. Calle Zapateros, Caldereros y plaza del Salvador.

LA MORERÍA Y LA JUDERÍA DE ARÉVALO

1. Introducción. Es un recorrido por las calles y plazas que conformaron los barrios de judíos y moriscos, hasta 1609, fecha de la expulsión de estos últimos.Veremos su situación espacial, sus límites y sus limitaciones.Situado extramuros de la Villa, al sur del Arrabal (Arrabát o Rabá) y se conforma como una organización de viviendas y otros edificios agrupados sin planeamiento urbanístico previo.Las iglesias que limitaban este espacio fueron El Salvador al Este, Santo Domingo al noreste, San Juan al Noroeste y la desaparecida San Andrés al Suroeste.

Al sur se situaba un amplio espacio de conventos en el que estaban el de San Fran-cisco de la Observancia, el de las Montalvas, el de las Aldonzas, el de la Encarna-ción, los Franciscanos Descalzos y los Trinitarios.

De entre las importantes familias moriscas que habitaron en Arévalo destacamos las siguientes: Albéitar, Bori (o Buri), Perejil (o Perexil), Encinas, Casado, De la Parra, De León, Velázquez, Cordero, Morales, Avancique.Aunque todas estas eran familias ricas, algunas además ejercieron funciones de li-derazgo o representación (Bori, Perejil, e Encinas). Otras sólo destacaron por su riqueza (Albéitar, Velázquez, de León…). Eran, así se definían ellos mismos, «mo-riscos viejos... estaban acá quinientos años ha»Personajes importantes judíos, moriscos o mudéjares relacionados con Arévalo fue-ron: El Mancebo de Arévalo, Moshé de León, Yosef ben Saddiq o Abraham Gómez Silveira.

1. La plaza del Salvador. Iniciamos nuestro recorrido en la plaza del Salvador. Esta plaza marca de alguna forma uno de los límites de la Morería de Arévalo. Los edificios principales que contiene son la iglesia del mismo nombre y el palacio de Cárdenas.

De la Iglesia de El Salvador nos llega, desde el ámbito de la leyenda, que su origen se sitúa en la época del emperador Constantino. En el libro “De la Historia de Arévalo” de Juan José de Montalvo, aparece una crónica de un tal Montes que dice que: “El gran Constantino acabó con las persecuciones y se hizo bautizar por el Papa San Silvestre y consagró muchos templos al Salvador, entre ellos el de Arévalo, donde mandó colocar una inscripción en mármol blanco, que, sacado de ella, dice descifrada a nuestra lengua: «Constantino, cesar romano máximo me hizo y consagró en el nombre de Cristo en la era de 306. Juan Sardo me escribió»Otros autores sostienen que fue en origen una sinagoga judía. Por su parte, el historiador Gutiérrez Robledo nos dice de ella que “Es templo que tuvo un primer momento románico y mudéjar al que respectivamente corresponden la capilla del evangelio, con bellos capiteles con monstruos en el toral, que parecen ménsulas, y la torre de hechura mudéjar, con cajas y verdugadas que sufrieron, más tarde, sucesivas capas de revocos. En los siglos XVI y XVII el templo sufrió importantes transformaciones, incor-porando capillas y haciendo desaparecer una cabecera triple de ábsides románicos y mudéjares, que aún se adivina en la planta de la iglesia.”

Iglesia del Salvador

El palacio de Cárdenas conserva una fachada blasonada con los escu-dos de la familia. En la actualidad ha sido reconstruido y está destinado a viviendas, oficinas y locales comer-ciales.

2. Cruce de calles. En este punto se en-cuentran las calles llamadas hoy Larga (antigua calle del Mentidero), calle de las Tercias y calle de Eulogio Florentino Sanz (Antigua Avanciques). La prolonga-ción de la calle Larga, desde el cruce ha-cia el sur estuvo un tiempo dedicada a un hijo de Arévalo llamado Mamerto Pérez Serrano, sensible poeta que fue alumno de Miguel de Unamuno. No sabemos por-qué, la placa que a Mamerto recordaba, fue retirada y la calle pasó a llamarse calle Larga.

La calle Eulogio Florentino Sanz. (Calle Avanciques). Tiene su entrada por la plaza del Arrabal y desemboca en la plazoleta de las Tercias Reales.Según algunas crónicas para dar luces y aislamiento a las casas medianeras de esta calle, los propietarios, dejaron dos callejones mezquinos y estrechísi-mos que los vecinos denominaban abanciques y de ahí le viene el primitivo de Abanciques. Aún queda un resto de uno de esos callejones en un rincón de la plazuela de don Justo.Estudios más actuales y contrastados proponen que el nombre de Avanciques procede de una de las antiguas familias importantes de este barrio, el de los “Avanciques” que vendría a significar (Ab an Cide) hijo del señor.El Ayuntamiento de 1910, para honrar la memoria de nuestro romántico e ins-pirado poeta, puso a esta vía el nombre de Eulogio Florentino Sanz, traductor de la poesía del alemán Heine, y que sirvió de inspiración a los románticos españoles, fundamentalmente a Rosalía de Castro y Gustavo Adolfo Becker.Debido a que en las primeras décadas del siglo XX había dos funerarias esta-blecidas, la de don Pablo Pérez y la de la señora viuda de Lino Tovar, las clases populares conocían esta calle como de las “Funerarias” o “de los Muertos”.

La calle de las Tercias es así llamada, porque en el siglo XVII, el Duque de Osuna, recibió de sus colonos la renta en especie y en tres partes, dos de trigo

Antigua portada del palacio de Cárdenas.

y una de cebada que cuidadosa-mente guardaba en el panerón de su propiedad que se encontraba en esta calle.

3.- Plaza de San Andrés. La calle de las Tercias termina en la plaza de San Andrés. En esta plaza se encontraba la iglesia del mismo nombre que, según la tradición, desapareció en el año 1585. En el siglo XV don Baltasar Briceño, de uno de los linajes, construye su palacio o casa fuer-te, conformando la irregular pla-zuela. El palacio, remozado hace pocos años, se conoce como “La Casa de la Francesa”.

4.- Plazuela del Paraíso. (Junto a San Andrés, sería el Albaicín) Relatan algunas crónicas que esta plaza vino a llamarse así por albergar en su espacio un “Árbol del Paraíso” que perfumaba el escondido barrio. Otros autores sostienen la relación del nombre con los habitantes de origen moro y judío que poblaban estas calles.

5 y 6.- Cuestas del Are-valillo, Molino Valencia. Puente de los Barros. Las cuestas del río Arevalillo nos enseñan los espacios en los que en la edad me-dia los habitantes moris-cos arevalenses utilizaban como huertos o “canteros” de hortalizas cuya produc-ción era vendida en los comercios de la plaza del Arrabal. La cuesta que da al barrio conserva aún al-

Calle de las Tercias.

Casa “de la Francesa” en la plaza de San Andrés.

gunas bodegas cimbradas con trazas mudéjares y excavadas a continuación en la misma peña.

Molino Valencia. Dice de este Molino Marolo Perotas que: “Ya en los albores del siglo XVII, dando frente a la desembocadura de lo que en tiempos lejanos se llamó la «Peña Talaverana», se acurrucaba mezquino y avergonzado en la margen izquierda del cochambroso Arevalillo un raquítico molino, cuyo rodez-no, de las trece horas que funcionaba diariamente al servicio del público, doce pertenecían a don Francisco Tapia, y la otra a don Luís de Hermosa, tomando el molino el nombre de «Valencia» ―según la tradición― por descender el cuitado y divertido molinero de la fecunda y risueña ciudad del Turia.El molino, pobre y medio derruido, vivió muchos años, hasta que por iniciativa de su propietario, don Guillermo Perinat, se le derribó por completo, constru-yendo en su solar, el año 1868, un edificio digno de Arévalo y de la industria molinera de aquella época.Los diseños y la construcción corrieron a cargo del competente y consagra-do ingeniero francés don Santiago Bergogñé, que, dicho sea de paso, gozaba de excelente reputación en nuestra villa, por haber realizado en ella obras de verdadera importancia, tales como el puente del ferrocarril, el hotel de «La Pepita», el «Molino Matienzo» y otras edificaciones que justifican gratos y estimables recuerdos.”

Puente de los Barros. Cruza el río Arevalillo al suroeste del núcleo urbano y seguramente servía al camino que bordeaba el citado río. Es calificado “de ori-

Molino “Valencia” o “Quemao” en el río Arevalillo.

gen godo” e incluso romano. Consta de un solo gran arco apuntado con triple arquivolta y aparece encuadrado por un ancho alfiz.Cuenta Marolo Perotas en una de sus sabrosas crónicas que la parte de dentro de este puente, también llamado de los Arcos por las puertas ojivales que le guardaban, se abría para cobrar los impuestos y derechos de paso a los merca-deres que con sus caballerías y carros traían sus productos a la venta.El guardián de esta puerta de entrada era un astuto individuo al que la gente llamaba “El Diablo” por su rara vestimenta y por estar tocado con un picudo sombrero o casco. El sujeto, al parecer, se ocultaba en el rincón más alto del lienzo de la muralla medieval y vigilaba los caminos, buscando evitar que nadie entrara en la antigua villa sin pagar sus correspondientes arbitrios o derechos de paso. Este personaje dio lugar a que este callejón, hoy sucio y desastrado se llame “El rincón del Diablo”.Gómez Moreno dice de él en su Catálogo Monumental que «el de los Barros, sobre el Arevalillo, es profundo y de un solo arco apuntado, con arquivolta triple y bien grande».

7. Cruce de Calles. Se cruzan aquí las calles San Juan a San Andrés (Principal de la Morería) y la de Figones, (antigua Peña Talaverana) .

Calle de Figones. (Calle de la Peña Talaverana, de los Montalvos o del Tenien-

Puente de los Barros en el río Arevalillo.

te García Fanjul). Nos relata el Cro-nista Marolo Perotas que en su tiem-po se conservaba una posada de estilo castellano nombrada “El Encanto”, y que, al decir de las gentes, en una de las visitas que hizo Cervantes a la en-tonces villa, conoció, bajo la primitiva techumbre del desaparecido mesón, a la moza asturiana “Maritornes” y al díscolo y rico arriero de Arévalo que aparecen en el capitulo XVI de la pri-mera parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha.Hacia 1825 los vecinos, por los es-tablecimientos de “la Isabelita” y del “Tío Vitorino” en los que se guisaba todo cuanto comprara en el mercado el fortuito comensal, la renombraron con calle de Figones.Todavía en el número 1 subsiste el que fundó la “Tía Rufa”. Cansada esta propietaria de cocinar traspasó en el año 1870 a doña Nicolasa Benito, apodada “La Pinilla” el negocio.Fabián García Fanjul, héroe de la Guerra de Cuba, dio su nombre, en 1910, a esta calle.

8. Calle de San Juan a San Andrés y Calle de San Juan.

Calle de San Juan a San Andrés. “Calle Principal de la Morería”, de “Jaime Martín Herranz” en la época de la República y “Calle del 18 de julio” entre 1936 y 1975.En la calle vivía la “tía Marranera”, la cual todas las mañanas, recogía látigo en ristre los cerdos de la vecindad. La piara ensuciaba la calle de forma que el médico jubilado don Eladio San José intentó reglamentar la higiene pública, poniendo en la fachada de su casa aquel famoso proverbio que decía: “Barra cada cual la puerta de su casa y la calle quedará limpia”.

Calle de San Juan. El nombre se le dio la iglesia; esa iglesia de una sola nave, larga y estrecha, que se construyó en el siglo XV sobre la antigua ermita de San Juan. Tenía su salida por el que fue Arco de San Juan, arco que, según la tradi-ción, derribóse el siglo pasado por orden de Isabel ll para dar paso a su esplén-dida carroza, cuando fue a Galicia en busca de una nodriza que amamantara a

Calle Figones.

su hijo Alfonso XII. En lo que es hoy la camisería y paquetería de Ridruejo, antes estuvo el acredi-tado almacén de hierros y coloniales de don Luis García y primero la oficina de las diligencias, con sus cuadras, sus jamelgos de recambio, sus cocheros colo-rados y risueños y su movimiento de pacientes viajeros, cuando aún no estaba construida la importante y progresiva línea del ferrocarril. Un poco más abajo, estaba el horno del “tío Melitón”, instalado, al fondo del estrechuco estableci-miento, con sus mesas de pino, renegridas por el humo y por la grasa. En torno a ellas se sentaban labradores y ganaderos, viendo desde los desvencijados taburetes cómo se iban asando los tostones, aquellos tostones que tanta fama dieron a Arévalo y al tío Melitón. Al fondo estaba también la posada de Benito «El Arriero», enclavada al pie de la muralla, cuyas almenas ―las últimas que enhiestas se conservaban― fueron demolidas el 1923.

Iglesia de San Juan. Incrustada en la muralla, su torre formaba parte del “Camino de Ronda”, era la iglesia del palacio que los Trastámara tenían en Arévalo.

Es la única que, junto con la parro-quial, se mantiene abierta al culto de los fieles. Actualmente acoge muchas de las obras de arte que es-tuvieron en su día en la iglesia de San Nicolás de Bari.También se encuentra allí la talla original de la Virgen de las Angus-tias, patrona de la ciudad y de la que dicen fue muy devota la reina Isabel la Católica.

Palacio del conde de Valdelágui-la. Conserva una potente torre con arquerías en la última de sus cinco plantas. Conforma un importante elemento renacentista construido en ladrillo. Hasta hace muy pocos años fue la conocida como “Fonda del Comercio”.

9. Plaza del Arrabal y calles Ca-nales y Sombrereros. En el espa-cio que había delante de la muralla Palacio del conde de Valdeláguila.

sur de la antigua villa se fueron asentando de una forma desorganizada habitan-tes moriscos y judíos y fueron formando el Arrabal de la Villa.

La plaza del Arrabal estaba limitada en su frente norte por el foso y la barbaca-na, detrás se situaban la ronda (ac-tuales calles de Entre-castillos y de la Casa Blanca) y la propia muralla. Al perder la muralla su función de-fensiva (fundamentalmente de ám-bito fiscal) fueron adosándose a la barbacana casas y locales, aprove-chando el foso para construir bode-gas. Se pueden ver algunas en los locales del entorno, así como restos de la barbacana y de la propia mu-ralla, aunque muy deteriorados.

La muralla en este paño Sur, dis-ponía de tres puertas de entrada a la Villa, la de San Juan, la de las Al-menillas y la del Alcocer o Arco de la Cárcel, que es la única que queda.A finales del siglo XIX, siglo del desarrollo, del amanecer de la épo-ca industrial, de los principios del economicismo, las ideas de los nuevos bur-gueses que propugnan el desarrollo a toda costa cala hondo y crece el desprecio generalizado por todo lo que represente encorsetar este proceso. Una nueva y pujante clase media-alta recala en Arévalo adquiriendo inmuebles procedentes de la Desamortización para instalar sus almacenes y fábricas. Sus novedosas y modernas ideas no contemplan el mantenimiento de un patrimonio histórico-artístico en avanzado deterioro. La muralla medieval es, pues, un estorbo y los ladrillos y piedras que entonces quedaban en pie van a servir para ser reutilizados en nuevas construcciones. Lienzos enteros de muralla se venden y así consta en multitud de actas del Archivo Histórico Municipal. Otros se derriban o rasgan para ampliar calles o comunicar unas con otras. Al final los restos de la muralla medieval que llegan a nuestros días, salvo la puerta del Alcocer, bajo el alcázar de Ben-Kadet, que daba paso al zoco, son meramente testimoniales.

Arco del Alcocer.

Calle Canales. Mide dos metros en su entrada por la plaza del Arra-bal y termina en un ancho de tres en su embocadura a la calle Larga.Antiguamente se llamó callejue-la del Abanico. Hubo un pequeño taller de un artesano valenciano dedicado a la fabricación y com-postura de tan bello y evocador adorno femenino.En el número 6 estuvo la Posada de la “tía Liberata”, albergue de labradores.A la entrada de la calle daban las ventanas del Obrador de don Julio Calabozo, famosísimo repostero y elaborador de sus estupendas man-tecadas elogiadas en toda la tierra castellana.

Calle Sombrereros. Parte esta ca-lle de la misma plaza del Arrabal y viene a morir a la calle Larga fren-te al pasadizo al Paraíso. En esta calle tenían sus tiendas y tallercitos los miem-bros del gremio de sombrereros. Calle recta, muy soleada por las tardes y de poco tránsito, pese a estar situada en pleno Arrabal.

Calle de Canales

10.- Calle Larga y plaza de Don Justo. Estamos en el núcleo principal de la Mo-rería Arevalense.

Calle Larga. En lo antiguo, tomó el nombre del Mentidero, porque, antes de construirse las casas que forman encrucijada con la de San Juan a San Andrés, había una irregular plazoleta donde se reunía a la solana la gente ociosa y des-ocupada dispuesta a embrollar las vidas ajenas con maliciosos chismes, supo-siciones infames y voluminosas mentiras.El Ayuntamiento de 1926, en contra de la opinión de muchos arevalenses, se la dedicó al avidador Ramón Franco, para conmemorar el raid que efectuó, Madrid-Argentina, a bordo del aparato «Plus-Ultra».En el numero 8 vivió don Juan José de Montalvo, doctor en Derecho y autor de dos volúmenes titulados «De la Historia de Arévalo y sus Sexmos».En el palacio de la milicias estuvo la escuela de don Justo Lázaro Rueda, que da nombre a la placita.Calle angosta, aburrida y olvidada desde que desaparecieron las típicas y es-plendorosas posadas del Gallo, la del señor Casimiro Valero y la de la tía Fa-rruquilla. Albergues del ochocientos.Bullicio y animación los días de mercado. Hormigueo de agricultores y ga-ñanes, tratantes y mercaderes, arrieros y trajinantes, borriquillos escuálidos y parejas de mulas relucientes y briosas daban a esta zona las costumbres y tradi-ciones que poco a poco se han ido llevando para no volver.

Casona del siglo XV en la calle Larga.

Antiguo palacio de los Gutiérrez Altamirano. Se encuentra en la esquina que forman las calles Larga y Pasaje al Paraíso. Era una bella y alegre mansión de dos plantas. La puerta de entrada, sin labra alguna, se cierra con gran dintel de piedra enteriza que descansa en jambas fajeadas de sillares. Campea el escudo de los Gutiérrez sobre el citado dintel, que a su izquierda luce las armas con el águila de los Sedeño y a su derecha, esquinado, un labrado escudo que muestra el castillo de los Altamirano, recorriendo una moldurada cornisa los tres escu-dos.La primera planta se alegra con un balcón angular en cuya esquina se levanta una columna. Es el único tipo de balcón angular que se levantó en Arévalo y cuya variada tipología, incluso sin columna, se presenta en casas y palacios españoles.Las fachadas están labradas a base de paramentos lisos de ladrillo combinados con cajones enfoscados a la cal y separados por dos hiladas de ladrillo, al modo toledano.La casa poseía una gran huerta con un pozo del que se tomó agua para servicio de las fuentes de la villa. (Cervera Vera).

Palacio de las Milicias Concejiles. Es una gran fábrica de tres plantas y am-plio sótano. La fachada principal se levanta con fábrica de ladrillo visto. En ella se sitúa, lateralmente, la puerta de entrada dentro de una vistosa portada de piedra. Encima de la puerta se asienta un amplio balcón. Fue antiguo cuartel de

Palacio de Gutiérrez-Altamirano.

las Milicias Concejiles.

Plaza de don Justo. Pequeña pla-zuela que recuerda al maestro don Justo Lázaro. Según nuevos datos pudo llamarse en otros tiempos plaza de Perejil o Perexil. Pudie-ra haber albergado la Mezquita (el Almagí). El nombre de Perejil procede de una de las importantes familias moriscas arevalenses y un heredero de este apellido regresó y adquirió todas las casas del entorno a la plaza, rebautizando la misma como plaza de Perexil.

11. Cruce de calles. En este punto se encuentran las calles Zapateros (antigua Albardería) con la calle Caldereros abriéndose camino ha-cia la plaza del Salvador.

Calle de Zapateros. Conocida en otro tiempo como calle de la Albardería, por existir en ella una tienda dedicada a la venta de aparejos para las caballerías.Después de la guerra de la Independencia los nuevos ediles hicieron nuevo cen-so y de las diecisiete casuchas y cuchitriles que conformaban la citada calle, en ocho tenían establecidos sus talleres otros tantos zapateros. De esta forma se la dio este nuevo nombre, de Zapateros.En 1927 se remodeló esta calle y se renombra la misma tomando el de Aveni-da de Alfonso XIII. Esto dio lugar a ciertas burlas y chascarrillos por nombrar avenida a calle tan estrecha y corta.En los años posteriores a la guerra se le puso el nombre de Agustín Zancajo.

Calle Caldereros. Enlaza las plazas del Salvador y de Tello. Acogió, en su mo-mento, los talleres y tiendas de caldereros, asumiendo por tanto el nombre de dicho gremio.

Casa de las Milicias Concejiles

APÉNDICES

1. Mancebo de, Arévalo: Seudónimo de un autor criptomusulmán del siglo XVI. De este autor sólo sabemos lo que se trasluce a través de sus obras, tratados sobre la religión musulmana, escritos en español con letras árabes, es decir, en lo que se llama escritu-ra aljamiada. Nacido en Arévalo, recorrió muchos lugares de España -seguramente era arriero o trajinante- y en Zaragoza, en el año 1534, le encargan que escriba un libro sobre la religión musulmana porque los moriscos aragoneses estaban perdiendo las nociones elementales sobre su práctica, ocho años después de su conversión forzosa. El encargo es aceptado por el Mancebo a cambio de una ayuda económica ya que quería marchar-se de España y hacer la peregrinación a La Meca. Este libro es la Tafçira, pero escribió al menos tres más, de muy parecidas características (Sumario, Breve Compendio y el recién descubierto Calendario), transcritos por los moriscos aragoneses con el alfabeto árabe y vulgarizando sus originales para que fuesen de mejor comprensión, por lo que los trata-dos del escritor castellano están llenos de aragonesismos. De estos colaboradores sólo conocemos el nombre de uno de ellos, Bray de Reminjo de Cadrete, coautor del Breve Compendio. Estas obras han sido editadas total o parcialmente: el Sumario de la relación y ejercicios espirituales, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid (Res 245) ha sido editado por G. FONSECA, Madrid, 2002; la Tafçira, que está en la Biblioteca del C.S.I.C (Madrid), Ms. LXII, ha sido editada por M.ª Teresa NARVÁEZ, Madrid, 2003; el Bre-ve Compendio Ms. Dd 9, 49 de la Universidad de Cambrigde está inédito aunque ha sido estudiado por su descubridor L. P. HARVEY; Calendario, Ms. LXXXII, Real Academia de la Historia, págs 94r-115r, ha sido editado por su descubridor L. BERNABÉ PONS, Alicante, 2002.

Se ha supuesto que el seudónimo de Mancebo de Arévalo hacía referencia a su juven-tud, a su mocedad, pero él mismo cuenta en uno de estos libros escritos en Aragón, que había sido huésped de la próspera aljama de Almagro y que, habiendo pasado treinta años después, la encontró arruinada. Posiblemente pasó la primera vez por esta aljama antes de la conversión forzosa de los mudéjares castellanos (1502) y como no podía ser un niño al ser recibido como honrado huésped, en la época en que escribió sus obras en Aragón, la década de los treinta, frisaría al menos la cincuentena. La hipótesis más acertada -de L. P. Harvey- es que «mancebo» es un calco del árabe ‘abd, siervo, tomado en un sentido espiritual de «siervo de Dios». Por otro lado el Mancebo muestra una gran formación humanista, con términos en latín, desfigurados por los copistas, y había leído La Celestina y la Imitación de Cristo de Kempis, que introduce en el Sumario, islamizándo-lo, lo mismo que el himno litúrgico cristiano Veni Creator. Tal vez sus conocimientos eran menos completos precisamente sobre el Corán, cuyas aleyas apenas cita. Estos datos y su propia confesión de que dejó los clásicos, cuando conoció el Corán, parece indicar que no había nacido musulmán sino que se convirtió al Islam cuando ya era adulto y fue amplian-do sus conocimientos en su nueva religión a lo largo de sus viajes, especialmente con los moriscos de Granada.

Un rasgo singular que aparece en sus libros, es su conocimiento y familiaridad con los judíos y los textos hebreos, algo insólito tanto en los textos moriscos como las relaciones entre las comunidades de judíos y musulmanes tanto en época mudéjar como morisca. Cabría la posibilidad que el Mancebo de Arévalo perteneciese originariamente a la comu-nidad judía, forzada a convertirse al cristianismo en 1492 y que como converso recibiese una formación cristiana -con la Devotio Moderna- y humanística, convirtiéndose luego al Islam, religión más cercana a su posible religión familiar -por su anti-trinitarismo- que el cristianismo. Esta hipótesis convierte a este autor en una personificación de las tres culturas hispánicas medievales y sería la clave de algunos de los enigmas de su discurso,

muchas veces oscuro, lo mismo que su lenguaje con extraños neologismos.Posiblemente el Mancebo de Arévalo cumplió su sueño y se marchó de España, porque

había redes secretas para la huida de los moriscos. En una nota bibliográfica se habla de un manuscrito español en el que el Mancebo hablaba de su peregrinación, pero no se ha encontrado hasta ahora. Si se marchó, volvió o no regresó nunca es algo que por ahora ignoramos y, por tanto, el lugar y fecha de su muerte. (Biblioteca Virtual Miguel de Cer-vantes)

2. Mosé ben Sem Tob de León: Mosé ben Sem Tob de León, también conocido como Moisés de León o Moisés de Guadalajara, (¿Guadalajara? o ¿León?, 1240 – Arévalo, 1305?) fue un rabino y filósofo sefardí castellano, autor del Libro del Esplendor o Zóhar, libro central en la Cábala.

Desde joven se interesó por la filosofía y ya con 24 años de edad, mientras seguía sus estudios religiosos, recibió una copia de la Guía de perplejos de Maimónides. A partir de entonces empezó a interesarse por la Cábala y dedicó varios años de su vida a contactar con cabalistas de toda la Corona de Castilla, llegando a entablar relación con un ya ancia-no Nahmánides, y a difundir la doctrina cabalista ante el aumento de la influencia racio-nalista del judaísmo.

Establecido en Guadalajara, realiza alrededor de veinticuatro escritos sobre la Cábala y en 1286 ya tenía concluido gran parte del Zóhar, incluyendo una versión distinta del Midrash. Si bien, aunque para escribir el Zóhar afirmó basarse en antiguos manuscritos del místico Simeón Ben Yojai (siglo II) nunca pudo llegar a demostrarse, pues entonces era muy común entre los escritores judíos atribuir sus libros a autores clásicos. (Wikipedia)

3. Escritura aljamiada: La escritura aljamiada fue desarrollada por mudéjares someti-dos a pagar importantes tributos a partir de la conquista cristiana y moriscos, ya que la población de origen musulmán, sobre todo en las capas sociales más bajas (campesinos especialmente), había adoptado la lengua romance tras quedar en zonas cristianas, pero conservaba el alfabeto árabe por motivos religiosos y por la valoración que el islam da a la caligrafía. Tras la expulsión definitiva de este grupo de población en 1609, la literatura aljamiada perduró en el Magreb, Europa y el Oriente Próximo, donde se vieron obligados a exiliarse. Incluso contamos con una producción escrita sefardí aljamiada en caracteres hebreos e incluso árabes.

La mayor parte de los escritos aljamiados tratan de materias religiosas o jurídicas. Sin embargo, también se produjeron textos de creación, tanto de literatura moral, sapiencial y didáctica como de ficción en prosa y en verso.

La literatura aljamiada se puede dividir en dos etapas. La primera comprende desde el siglo XIV, en que se redacta el primer texto de importancia reconocida, el Poema de Yuçuf; hasta principios del siglo XVI, fecha de la conversión forzosa de los musulmanes, que a partir de entonces serán llamados moriscos. En esta etapa se producen textos aljamiados en Castilla y Aragón.

La segunda etapa comprende todo el siglo XVI hasta 1609, en que se produce la expul-sión definitiva de los moriscos españoles. En esta segunda fase la escritura aljamiada se desplaza para ser predominante en el territorio aragonés.

Por fin, deberíamos hablar de una tercera fase de producción aljamiada en el exilio, pues las comunidades hispanoárabes y sefarditas siguieron escribiendo en sus lenguas románicas en los lugares adonde se vieron obligados a emigrar. (Wikipedia)

4. Párrafos facilitados por Serafín de Tapia sobre la localización del Albaicín:- En 1556 se dice en un contrato en el que los moriscos Juan de Piedrahíta y Juan Avan-

cique y sus esposas suscriben un préstamo hipotecario con don Pedro Altamirano, vecino y regidor de Arévalo, y ponen como garantía “una casa con su corral que Juan Avancique y Gracia Albéitar, su esposa, poseen en el arrabal o barrio nuevo de Arévalo a la calle que va a San Andrés, a do llaman el Albaicín”.

- En 1570 en cambio se dice “en el arrabal en la calle del Albaizín”.- En 1610 se alude “un corral y güerta en la calle del Albaycín que llaman de San Andrés

que están detrás de mi casa…”

5. Párrafo extraído de Guía Espiritual de Castilla de José Jiménez Lozano:«Maestre Faray, moro viejo de dicha villa, y doña Fátima, mujer que fue del moro Yuca-

fé Alfageme vecinos otrosí de la dicha villa. Y luego el dicho maestro Faray dijo en el dicho cabildo que por cuanto él y el dicho Yucafé Alfageme, marido de doña Fátima, tenían en-censadas o por encenso fetuo (sujetas a censo) para siempre jamás de la dicha cofradía y santa hermandad unas casas tejadas con sus corrales y pozos que son en la morería de esta dicha villa a la encrucijada que face la callejuela frente misma que sale de la plaza del arrabal de la villa y atraviesa por la dicha morería y sale a la peña talaverana de la ribera del río Arevalillo junto con el horno de poyo de Isaac Cordero debajo de la iglesia de Sant Andrés, las cuales casas, corrales e pozos e güertas son en la calle mayor de la dicha morería junto con la callejuela que han por linderos de la una parte casas de Ajacara e de la otra parte a las espaldas corrales y fornos de Isaac Cordero».

6. Del rico arriero de Arévalo en el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha: «...y luego junto a él hizo el suyo Sancho, que sólo contenía una estera de enea y una manta, que antes mostraba ser de angeo tundido que de lana; sucedía a estos dos lechos el del arriero, fabricado, como se ha dicho de las enjalmas y de todo el adorno de los dos me-jores mulos que traía, aunque eran doce, lucios, muy gordos y famosos, porque era uno de los ricos arrieros de Arévalo, según lo dice el autor de esta historia, que de este arriero hace particular mención, porque le conocía muy bien, y aún quieren decir que era algo pariente suyo.

Fuera de que Cide Hamete Benengeli fue historiador muy curioso y puntual en todas cosas, y échase bien de ver, pues las que quedan referidas con ser tan mínimas y tan raras, no las quiso pasar en silencio, de donde podrán tomar ejemplo los historiadores graves que nos cuentan las acciones tan corta y sucintamente, que apenas nos llegan a los labios, dejándose en el tintero, ya por descuido, por malicia o ignorancia, lo más sustancial de la obra. »

7. Palacio de Cárdenas: Levantado a mediados del siglo XVI por Antonio de Cárdenas Vadillo.

8. La muralla en el Arrabal: La primera línea de casas, vista desde el Arrabal, corres-pondería al foso; en algunas de ellas existen bodegas construidas en el hueco de aquel. Detrás de esta primera linea aparece la barbacana. Aún se puede apreciar algún resto de sus muros. La calle de la Casa Blanca y la de Entrecastillos, a izquierda y derecha del Arco del Alcocer, conformaría la ronda de la muralla. En cuanto a la línea del Arco del Alcocer o de la Cárcel sería, en efecto, la antigua muralla. Aún quedan algunos restos en este flanco sur de la muralla. Tenía aquí tres puertas o arcos: El de San Juan, el Arco del Alcocer y el de San José.

9. Yamur: El yamur es un remate colocado en el tope de los alminares como elemento decorativo, en el que se ha apuntado una posible simbología mágica protectora hacia la mezquita. Se conservan muy pocos, y en general pertenecían a pequeñas mezquitas desaparecidas, siendo reutilizados como elementos decorativos en construcciones pos-teriores. Algunos autores sostienen que el remate que existe en el frontal de la iglesia de Santo Domingo de Arévalo es un resto de la antigua mezquita de la morería arevalense.

10. El barrio morisco, los mesones y fondas y el Tostón de Arévalo: Aunque parezca paradójico dado que la tradición morisca considera tabú la carne de cerdo, hay un hilo conductor que nos lleva desde el barrio morisco hasta el Tostón de Arévalo. Algunos de los moriscos principales que habitaban el barrio arevalense eran comerciantes. Comer-ciaban con telas, alfombras, y otros productos. También con mulas y burros. Poseían im-portantes recuas de animales de carga (recordemos al arriero de Arévalo). Sus casonas estaban dotadas de almacenes y grandes patios con huerta y amplias cuadras en las que guardaban estos burros y mulas con los que recorrían los caminos y rutas comerciales.

A lo largo del siglo XIX, Arévalo resurge como centro comercial del territorio. Gentes de la comarca acuden a los mercados semanales. Traen en sus carros las mercancías que venden en nuestra plaza del Arrabal. Tenemos fotografías en las que vemos nuestra plaza repleta de carros, pero ¿donde están las mulas y burros que venían enganchados a estos carros? Las casonas con grandes patios y amplias cuadras albergan a estos animales. Las casonas que habían pertenecido a los ricos moriscos arevalenses se han convertido en mesones y fondas. En estos mesones y fondas, tal y como relatan nuestros escritores y poetas clásicos, los labradores y ganaderos que de las comarcas limítrofes venían a Aréva-lo a vender sus productos, degustaban los tostones que poco a poco van haciéndose cada vez más famosos.

En un espacio relativamente pequeño llegaron a agruparse un buen número de fondas y mesones.

En la calle de San Juan: - El horno del tío Melitón instalado, al fondo del estrechuco establecimiento, con sus

mesas de pino, renegridas por el humo y por la grasa. En torno a ellas se sentaban la-bradores y ganaderos, viendo desde los desvencijados taburetes cómo se iban asando los tostones, aquellos tostones que tanta fama dieron a Arévalo y al tío Melitón.

- La posada de Benito «El Arriero», enclavada al pie de la muralla.

En la calle Canales: - Posada de la “Tía Liberata” adonde acudían los labradores de pan y puerco, de

fruteros serranos de recua corta y de mercados pacíficos.

En la calle Figones: - Mesón “El Encanto” en el que, cuentan las crónicas, que Miguel de Cervantes co-

noció a “Maritornes” y al “Arriero de Arévalo”- Figón de la “Tía Rufa”. Luego fue de “La Pinilla”.- Figón de la “Isabelita”.- Mesón del “Tío Vitorio”.

En la calle Caldereros:

- En el número 4, Mesón de Eloy López (Veneno).11. El Mentidero: El origen del nombre de la calle Larga como del “Antiguo Mentidero” tiene,

según cuenta Marolo Perotas su origen en el hecho de que en esa calle se reunía a la solana la gente ociosa y desocupada dispuesta a embrollar las vidas ajenas con maliciosos chismes, supo-siciones infames y voluminosas mentiras.

Es mas creíble que el nombre de “Mentidero” pueda deberse al hecho de que los moriscos conservaron sus tradiciones aún a pesar del riesgo continuo de ser denunciados al Santo oficio. Como ejemplo podemos hacernos eco del siguiente hecho:

En uno de los procesos inquisitoriales referidos a moriscos de Arévalo se relata que la de-nuncia procede de una cristiana cuya hija juega con una niña vecina morisca. Una tarde en que ambas niñas han estado jugando entran en casa de la cristiana y la madre les da de merendar (pan y tocino). Antes de marchar la morisquilla a su casa le pide a la madre de su amiga que le deje una rodilla (trapo de cocina) para limpiarse la lengua y así evitar que su madre, si la huele el aliento, sepa lo que ha merendado y la castigue.

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AGRADECIMIENTOS

- Los textos clásicos proceden de las series Cosas de mi Pueblo de Marolo Perotas y de otros artí-culos de autores arevalenses. De la Historia de Arévalo de Juan José de Montalvo hemos extraído algunas referencias que el autor destaca en el callejero que aporta en sus textos.

- Mucho de lo referido a los moriscos procede de trabajos, indicaciones y apéndices, enseñanzas, escritos, conferencias, comentarios y pacientes contestaciones a nuestras consultas, de nuestro gran amigo y mejor profesor Serafín de Tapia Sánchez.

- A José Luis Gutiérrez Robledo y Raimundo Moreno Blanco por sus extensas explicaciones y continuas enseñanzas sobre Arquitectura Mudéjar .

- La inestimable ayuda de Jorge Díaz de la Torre está presente en todo este documento. El re-corrido que aquí mostramos es su propuesta. Sin sus libros, sus trabajos, sus conferencias y su continua ayuda no hubiéramos avanzado nada.

- Las exquisitas explicaciones sobre la singularidad de la aljama mudéjar de Arévalo de José Luis Pascual Cabrero, Profesor–Tutor de la UNED en el Centro Asociado de Segovia. Licenciado en Historia, especializado en Historia Medieval.

- Las fotografías modernas se deben a dos de los grandes fotógrafos que Arévalo tiene: Chuchi Prieto Cermeño y Juan Antonio Herranz. La fotografía de portada es cortesía de Chuchi Prieto.

- Las fotografías clásicas son de la colección particular de la familia de Emilio García Vara. Nues-tro más sincero y emotivo agradecimiento por haber conservado tanto y tan valioso material y haberlo puesto en nuestras manos para su digitalización y uso.

- A todas las personas que día a día aportan su conocimiento, saber y apoyo que hacen posible estos cuadernos.

Arévalo, febrero de 2014

Cuadernos de Cultura y Patrimonio. Número 23 - Publicado por

La Alhóndiga, asociación de Cultura y Patrimonio

© Febrero de 2014