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LOS SEÑORES DEL AIRE Saludos, queridos lectores. Con esta ya son seis las obras que he escrito sobre el universo de Gacitaia, aunque solo 4 sean verdaderos libros, siendo los otros dos, guías descriptivas sobre las diversas “fatzias” o especies inteligentes de Gacitaia, tanto actuales como ya extintas. Este relato que aquí comienza es independiente de los otros libros sobre Gacitaia y por tanto puede leerse independientemente, sin embargo, si esta es la primera obra de la serie que lee y tiene curiosidad por ampliar lo que aquí mostrado puede remitirse a los demás libro de esta serie, especialmente al primero, titulado “Gacitaia”, donde en la primera parte hay una extensa descripción de este universo y sus especies inteligentes o “fatzias” La protagonista principal de esta historia es una hembra de pseudodragón que vivía en una cueva en el interior de la árida cuenca de Torrizzár, al suroeste de Gacitaia. La historia comienza un 12 de agosto de 1988 hacia las tres de la tarde en tiempo universal según el calendario de nuestro universo. Espero que les guste. 1. Lasva se movió lentamente y abrió sus grandes ojos. Solo el silencio la rodeaba, pues estaba sola y de su más bien pequeña cueva, ni su fina vista pseudodragonil podía ver nada en aquella completa oscuridad. -- Algún día tendré que hacerme con unos musgos luminiscentes para iluminar un poco esto—pensó mientras movía su grueso cuerpo reptiliano en la oscuridad y sus patas delanteras buscaban algo a tientas. Por suerte, esta vez había tenido la precaución de memorizar la posición en que se iba a acostar antes de ir y tapar la entrada, y también la posición del candil que le habían regalado sus padres antes de irse a iniciar su vida independiente. 1

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LOS SEÑORES DEL AIRE

Saludos, queridos lectores. Con esta ya son seis las obras que he escrito sobre el universo de Gacitaia, aunque solo 4 sean verdaderos libros, siendo los otros dos, guías descriptivas sobre las diversas “fatzias” o especies inteligentes de Gacitaia, tanto actuales como ya extintas. Este relato que aquí comienza es independiente de los otros libros sobre Gacitaia y por tanto puede leerse independientemente, sin embargo, si esta es la primera obra de la serie que lee y tiene curiosidad por ampliar lo que aquí mostrado puede remitirse a los demás libro de esta serie, especialmente al primero, titulado “Gacitaia”, donde en la primera parte hay una extensa descripción de este universo y sus especies inteligentes o “fatzias” La protagonista principal de esta historia es una hembra de pseudodragón que vivía en una cueva en el interior de la árida cuenca de Torrizzár, al suroeste de Gacitaia. La historia comienza un 12 de agosto de 1988 hacia las tres de la tarde en tiempo universal según el calendario de nuestro universo. Espero que les guste.

1.

Lasva se movió lentamente y abrió sus grandes ojos. Solo el silencio la rodeaba, pues estaba sola y de su más bien pequeña cueva, ni su fina vista pseudodragonil podía ver nada en aquella completa oscuridad. -- Algún día tendré que hacerme con unos musgos luminiscentes para iluminar un poco esto—pensó mientras movía su grueso cuerpo reptiliano en la oscuridad y sus patas delanteras buscaban algo a tientas. Por suerte, esta vez había tenido la precaución de memorizar la posición en que se iba a acostar antes de ir y tapar la entrada, y también la posición del candil que le habían regalado sus padres antes de irse a iniciar su vida independiente. Por ello esta vez lo encontró rápido y no lo rompió como la primera vez, en su torpe intento de hacer lo mismo sin recordar donde estaban las cosas. En efecto, en cuanto giró la manecilla una suave luz amarillenta brotó del artefacto. Bajo su tenue luz, Lasva se permitió sonreírse débilmente. -- Bueno, no soy tan rematadamente torpe, después de todo—pensó mientras miraba el pequeño candil metálico con satisfacción.-- No soportaría volver a pasar la vergüenza de la otra vez—se dijo mentalmente, mientras recordaba la regañina que le habían dado sus padres cuando se enteraron de que había roto el primero. -- ¡Torpe, más que torpe! ¿Como se te ocurre dejar tu cueva totalmente a oscuras? Siempre se debe dejar una rendija para que entre la luz del exterior y pueda entrar algo de aire fresco. ¿Que no me vuelva a enterar de que sigues con esa manía de dormir con tu cueva sellada como si fuese una tumba? – le había dicho su madre, entonces. -- Es que me da miedo la luz, no puedo dormirme si entra—había dicho ella entonces disculpándose mientras bajaba su cabeza, avergonzada. -- Eso no es más que otra de tus manías, pero, Dios mío, de que sirve que te lo repitamos una y otra vez si siempre vuelves con lo mismo. En fin, te daremos otro candil, pero será el último. Si lo rompes, no te daremos otro y deberás dormir con algo de luz como toda la gente normal. (Con eso se refería a los miembros de su propia especie inteligente, la “fatzia” de los pseudodragones).

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Al recordar eso y ver su pequeño candil con su base de bronce, su alargada funda de cristal intacta y su pequeña llama ardiendo dentro—se alegró de no tener que volver a casa de sus padres nuevamente con la cabeza gacha.Con su luz, Lasva podía ver entonces todo lo demás que tenía esparcido de los bordes de su cueva. No era mucho, en realidad. Sobre su redondeada cueva artificial de unos tres metros de diámetro y forma esferoidal, aparte de su propio cuerpo, no había más que una mesa de madera al costado derecho con un poco de vajilla de cerámica para poder comer decentemente, un bote con mechas de hilo de repuesto para el candil, aceite para lo mismo, todo ello en recipientes de cerámica sin pintar ni decorar y un poco de fruta y carne. Al lado izquierdo, unas tinajas con agua y sobre todo, su voluminosa y querida colección de libros, apilados sobre una pequeña base de losas de piedra para evitar que se ensuciasen con la tierra y con una mesita de madera al lado que hacía de escritorio, sobre la que tenía su inseparable tinta para escribir, sus plumas y sus hojas de pergamino para lo mismo, pues Lasva tenía desde hacía varios años la costumbre de encauzar su fantasía escribiendo historias de ficción, que solo uno o dos miembros de su familia, y nadie más, habían leído. Lentamente, Lasva fue desperezando su cuerpo, de unos 75 centímetros de largo desde la pinta del hocico hasta el extremo de su cola, y otros tantos de extremo a extremo de sus alas cuando las tiene desplegadas. Es decir, más pequeña de lo normal para una hembra adulta de su especie, que suele oscilar en torno a los algo más de 80-90 centímetros (unos 90-100 para los machos, es decir, con una media conjunta de unos 90 centímetros) y también con una barriga algo más rellenita de lo que se considera estéticamente deseable entre los suyos. Su escamoso cuerpo ya mostraba el color verdoso oscuro típico de la madurez, por lo menos de la madurez biológica, porque lo que era de la psicológica....Para un observador externo, Lasva, en definitiva, parece un miembro enclenque, aunque algo barrigón, de su especie pseudodragonil. Ciertamente, es un dragón por su aspecto físico, y también desde el más exigente punto de vista del escrutinio de un biólogo, pues los pseudodragones, pese a ese “pseudo” añadido a su pesar, pertenecer al genero “Dragontea” sin lugar a dudas. Su problema es que ni en tamaño, ni en fuerza, ni en velocidad, ni en longevidad, pueden los que su especie compararse con los considerados por todos los demás como verdaderos dragones. Sin su tamaño, sin su capacidad de arrojar fuego ni ácido, y ni siquiera con sus legendarias habilidades cazadoras, pues son omnívoros que comen más vegetales que carne, ellos no son más que una versión aparentemente idéntica, pero enana, de los grandes y poderosos Dragones Batch, y por ello el resto de las especies inteligentes o “fatzias” de Gacitaia se refieren a ellos burlonamente como pseudodragones, incluyendo entre ellos, por supuesto, a las “fatzias” de Dragones verdaderos, y ellos más que nadie y con el deje más agudamente burlón al decirlo. En realidad ellos se conocen a si mismos como Dragones Arezcas, pero para el resto de las “fatzias” no son más que pseudodragones. Útiles para cuchichear y espiar, pero para nada más. En eso, como espías y confidentes, son buscados y apreciados por toda la superficie de Gacitaia, pues debido a su capacidad de volar, a su pequeño tamaño y a su sigilo, pueden ver y escuchar sin ser descubiertos con más facilidad que cualquier otra “fatzia”. Sin embargo, esa misma “especialización laboral” a la hora de trabajar para otros, les ha creado entre las demás “fatzias” una fama de traicioneros, astutos timadores, ladrones y estafadores, que como siempre pasa con todos los estereotipos, es muy exagerado.

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Lasva, sabía perfectamente todo eso, pero también sabía que ella nunca seria uno de esos “mercenarios del espionaje”, como también se los llama. Sencillamente es demasiado torpe, catastróficamente torpe, para los cánones de su especie. -- ¿Torpe?, ay, si solo fuese eso. – pensó ella mientras vagaba por sus recuerdos. -- El problema es que estoy loca ?—se dijo. Y ciertamente, ese es su mayor problema. En realidad, lo que Lasva tiene es un trastorno de personalidad que la hace ser enormemente fantasiosa, aparte de distraída y con una fuerte tendencia a pasar de la alegría y el optimismo al llanto y la tristeza, y ellos en solo unos minutos y por motivos triviales, o incluso sin motivo externo alguno, sencillamente según va y viene su inquieta mente. Todo eso también lo sabía ella, y lo recordaba continuamente. Incluso conocía el nombre técnico del tipo de enfermedad mental con que un médico de su especie, hacía ya años, la había diagnosticado. Con sus 25 años, ya tenía edad suficiente como para independizarse totalmente de sus padres, pero la verdad es que, aunque tenía su propia cueva, sus padres vivían a solo 30 metros de allí hacia el oeste. Es decir, al lado mismo, para las escalas de criaturas voladoras como las de su especie. Su enfermedad era la causa de ello, como también del hecho de que solo hacía dos días que había logrado instalarse finalmente en su propio hogar, pese a que su hermano mayor, que le lleva unos cinco años, se había independizado cuando tenía 20, que es la edad a la que se suelen independizar todos los de su “fatzia”. Por lo menos, la mayoría de los normales. En realidad puede considerarse afortunada de que en ella su enfermedad fuese relativamente suave. Ella, por mucho que fantasease, no tiene alucinaciones y nunca confunde sus fantasías con la realidad, aunque muchas veces prefería vivir en ellas, que en su aburrida y poco atrayente vida cotidiana. -- Cuanto he tenido que insistir para convencerles de que me dejasen vivir en mi propia cueva, por muy cerca de la suya que este, y todo porque no me creen capaz de vivir sola. ¿Y tal vez tengan razón?—siguió pensando Lasva.Entonces, Lasva se incorporó sobre sus patas traseras y se dijo:-- Ya basta de lamentaciones, salgamos a buscar comida fresca.En efecto, inmediatamente se encaró con el corto, solo 2,5 metros, pero empinado túnel que conduce a la superficie. La luz del candil que llevaba en su mano--pata derecha bastaba para la tarea. Una redondeada piedra tapaba completamente la entrada a la cueva, pero Lasva, que físicamente es más fuerte de lo que se deduciría de su pequeño tamaño, la apartó sin demasiado esfuerzo, y al hacerlo una luz rojiza inundó la entrada a su cueva. Entonces, se dijo:-- ¡Uf, señal de mala suerte!-- Y procedió a dar tres patadas con su pata derecha a la entrada de su cueva mientras salía para alejar de sí la supuesta mala suerte. Pues como consecuencia de su enfermedad es también bastante supersticiosa, pero no en las típicas de algunos de los suyos, sino en otras salidas de su inventiva maniática personal.Después de cumplir ese rito Lasva retrocedió a la cueva, a la que ahora entraba algo de luz, apagó el candil, lo colocó aparte en el lugar prefijado y volvió a dirigirse a la entrada para salir.Cuando salió del todo, Lasva se encaramó sobre sus dos patas traseras, mientras oteaba el paisaje, y contemplaba como la luz rojiza original era sustituida por otra verdosa, mucho más agradable y de buena suerte, a su entender.Su cueva estaba en la ladera norte de una colina baja y redondeada llamada colina Orgel, cubierta de una rala capa de arbustos espinosos y algún matojo de hierbas

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correosas y cactus y todo lo demás que se ve a su alrededor es una gran y seca llanura rojiza moteada por colinas bajas redondeadas y alguna que otras mesa, en el sentido geológico del término. A los lejos, a unos 20 kilómetros hacia el norte se divisan las llanuras blancuzcas de las salinas de Oziner, el fondo del antiguo mar que allí existió antiguamente, y que actualmente marca el centro de la gran cuenca de Torrizzár, y a la vez, su punto más bajo. Mas lejos, y hacia el este y el oeste se aprecia que la llanura tiende a elevarse suave y gradualmente, mostrando a lo lejos, alguna que otra gran torrentera en sus laderas, en ese momento secas, como lo están la mayor parte del tiempo. Allí, en los comienzos de la gran ladera de la cuenca Torrizzár, se aprecia, ya lejos, una mayor abundancia de mesas, ese tipo de formaciones geológicas que tanto se ven en las películas de nuestro mundo sobre el oeste americano, aunque eso apenas es ya visible desde donde Lasva estaba entonces. Ciertamente el clima de la zona es claramente semidesértico, sin ningún árbol en toda la cuenca y solo arbustos espinosos, cactus y matojos de hierbas correosas, pastadas sin descanso por manadas de animales gregarios y vegetarianos como los Capacs y Ereks que sirven de monturas y comida a las “fatzias” nómadas que viven allí, aparte de los escasos pseudodragones que, como su familia, han optado por vivir en esas áridas tierras, pero por ello mismo, resultan más tranquilas que otras más densamente pobladas. De hecho, en todo lo que Lasva podía ver desde allí no se vislumbraba ningún rastro de ningún ser inteligente más que ella, excepto algunos hilillos de humo lejano de algún campamento de “fatzias” nómadas, de los que desde allí no llegaba a ver nada más que ese leve indicio. La cueva de su familia estaba cerca, en la base de la colina Orgel, pero no se podía ver a ras de suelo debido a los matorrales y a lo bien camuflada que estaba su entrada. Con su pequeño tamaño los pseudodragones han de ser discretos y andarse con cuidado si no quieren meterse en problemas con criaturas más grandes y fuertes que ellos mismos, y eso explica sus viviendas subterráneas y lo discreta de sus entradas, siempre rodeadas de obstáculos o vegetación que las disimule, y una sencilla piedra normal y corriente para tapar su entrada cuando es necesario. Nada llamativo que indique que aquello es la entrada a una de sus viviendas. Lasva, naturalmente, también sabía todo eso y aunque torpe manualmente, no es ninguna tonta, por lo que una vez revisado el terreno, se dedicó a sellar la entrada de su cueva con la piedra. Uno nunca sabe lo que podía encontrarse dentro de su propia casa a la vuelta si cometía la imprudencia de dejarse la entrada abierta, pues pocos animales, inteligentes o no, despreciarían la oportunidad de hacerse con una madriguera gratis. Tampoco podía ver ella desde allí ninguno de los campamentos nómadas de las dispersas “fatzias” terrestres de la zona, pues habitualmente suele había pocas por esa zona concreta, motivo por el que su familia la había elegido como su hogar, bastante antes de que Lasva naciese. Lo único animado que podía ver cerca, aunque no sean inteligentes, era una manada de Ereks salvajes que pastaban en la llanura, criaturas inofensivas similares de los caballos de nuestro mundo, pero con un pelo más largo, de color gris y con dos cuernos retorcidos en la cabeza, de los que un grupo de cinco ejemplares se veían cerca del comienzo de la base de la colina y también cerca, por tanto, de la entrada a la cueva de su familia. --Todo tranquilo—se dijo ella por tanto, para segundos después empezar a divagar y fantasear con todo tipo de peligros y acechanzas, desde las más plausibles hasta las más rocambolescas. Eso, de todas formas no solía afectar a su ánimo, pues aunque se

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regodeaba en cavilar constantemente sobre tal o cual fantasía, normalmente podía diferenciar bien esas elucubraciones de la realidad. Mas que eso, el principal problema de esas fantasías es que mientras estaba dándole vuelta a estas no se enteraba apenas de nada de lo que sucedía a su alrededor, lo cual podía ser potencialmente peligroso, aunque afortunadamente nunca había tenido ningún susto serio.Hasta entonces. Un potente grito de alarma la retiró de sus ensoñaciones. Rápidamente, dirigió su mirada hacia su fuente, para ver que el grupo de Ereks corría por la llanura, mientras su líder emitía frenéticos gritos de alerta. Lasva, no necesitó mirar mucho para comprobar el motivo de su miedo, pues segundos después un colosal dragón Revolgurts de casi 18 metros de largo, tanto medidos desde la cola al hocico, como de un extremo a otro de sus alas desplegadas, se abatió con una potente pasada sobre el grupo de Ereks. Dos de ellos fueron destrozados por sus dos patas traseras, aún antes de que el dragón se posase en el suelo, y con una corta pero intensa llamarada de su boca hizo arder a un tercero, cuyo pelo se encendió como una tea.El desdichado animal corrió aullando un trecho como un desesperado antes de que el dragón diese un brinco desde donde había atrapado a sus dos compañeros para despedazarlo también a el. El colosal dragón, aún más grande y robusto que la media de su especie, seguidamente, se posó tranquilamente en el suelo para dar cuenta de sus tres victimas, mientras ignoraba olímpicamente a otros dos supervivientes del grupo, que pudieron seguir su huida sin ser molestados. Cada Erek derribado medía tanto como un caballo grande de nuestro mundo y tenía una cantidad similar de carne. Suficiente como para saciar incluso a ese gigante, por lo menos de momento. Lasva, se había quedado petrificada al ver al primer verdadero dragón que veía en su vida desde tan cerca. Hasta entonces había visto alguna vez la silueta de alguno de ellos en el cielo a lo lejos, pero nunca había visto uno tan cerca como para poder vislumbrar su boca negra con sus dientes aguzados como cuchillas y con que eficacia cortan la carne y el hueso. Las ocre- azuladas escamas del dragón apenas brillaban ya, lo que indica un individuo ya mayor y explica también su gran tamaño, pues los dragones, a diferencia de la mayoría de los animales, tanto de Gacitaia como de nuestro mundo, no dejan de crecer totalmente al llegar a la edad adulta, sino que siguen creciendo hasta que mueren de viejos, aunque mucho más lentamente que durante su infancia y adolescencia.Al principio, Lasva no habría podido precisar a que especie pertenecía ese dragón en particular, y si pertenecía a una de sus tres especies inteligentes, reconocidas universalmente como “fatzias”, o bien a alguna de las otras cinco no inteligentes. Sin embargo, al poco de estar observándole, inmóvil y en total silencio, pudo identificar inequívocamente su especie. Definitivamente era un dragón Revolgurts. No solo por el color de su cuerpo, sino sobre todo, por los destellos plateados de sus dos garras más largas, ahora teñidas de rojo. Esas garras eran demasiado largas y brillantes para ser naturales. Ningún dragón puede tener garras de casi dos metros de largas y que brillen de esa forma a la luz de la superficie incluso teñidas de sangre. -- “Saskanah”—pensó Lasva al verlas más detenidamente desde su improvisado observatorio, justo al pie de la entrada, ahora sellada, de su cueva. Lasva había oído historias de que los dragones inteligentes, a veces, se colocan cuchillas de acero postizas en sus patas, tanto traseras como delanteras, para aumentar su ya

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notable poder mortífero. Este en concreto llevaba dos de tales armas en sus patas delanteras, que son precisamente, las que les sirven de manos cuando están erguidos. Su análisis sobre su naturaleza quedó confirmada más allá de toda duda cuando el dragón se las quitó y las dejó en el suelo una vez terminado el despiece de sus victimas, para tener sus “manos” más libres para manipularlas y llevárselas hasta su boca. -- Los dragones no inteligentes comen a sus presas directamente con su boca, mientras los inteligentes usan sus manos para llevarse la comida a la boca—pensó Lasva, repitiendo mentalmente lo que le habían enseñado, y más a la vista de que este estaba haciendo precisamente eso. -- Si, pero también dicen que los dragones inteligentes prefieren asar la carne antes de comérsela, y este se la esta zampando cruda—se dijo a si misma. Entonces Lasva se percató también de que ese dragón llevaba una especie de bolsa de tela atada de una cuerda que tenía anudada al cuello. -- Solo los dragones inteligentes son capaces de llevar y manejar artefactos—se añadió para si misma. Solo entonces, Lasva se percató de que absorta como estaba por la contemplación de aquel dragón, no estaba a cubierto, y si se le ocurría mirar en su dirección podría verla fácilmente, por lo que dando un par de zancadas se ocultó detrás de un arbusto espinoso, pero que aún la permitía ver entre sus ramas y espinas al dragón y lo que hacía. -- Tal vez me convendría abrir mi casa y encerrarme dentro para evitar que me vea y me coma—se dijo, para inmediatamente después pasar por su mente una amplia variedad de formas en que aquel enorme dragón podía atraparla y despedazarla. Realmente esa no era una posibilidad nada despreciable, pues los grandes dragones no suelen mostrar ninguna consideración con sus raquíticos parientes pseudodragones y no suelen tener empacho que añadirlos a su menú si pueden atraparlos sin hacer demasiado esfuerzo. Ciertamente los grandes dragones prefieren comer presas más grandes y sustanciosas que los escuálidos y escurridizos miembros de su “fatzia”, pero Lasva había oído historias de congéneres que habían terminado en sus estómagos por no ser lo bastante rápidos en ocultarse. Eso le hacía temblar de miedo en su escondite improvisado tras aquel arbusto, pero también temía que si intentaba acercarse a la entrada y mover la piedra el dragón, pese al ruido que hacía al comer a grandes bocados sus presas, pudiese oírla y lanzarse contra ella. En ese caso temía que aunque se escondiese en su cueva a tiempo, aquel gigante solo tendría que lanzar una de sus llamaradas por la entrada para incinerarla dentro, como a aquel desgraciado Erek, y seguidamente cavar hasta llegar a su cadáver chamuscado para comérsela. Entre una y otra cosa, permanecía acurrucada tras el arbusto, temiendo que cualquier movimiento en falso la delatase. Finalmente el gran dragón, tras terminar de zamparse más o menos la mitad del botín, se sacó el zurrón del cuello, lo desplegó abriéndolo y empezó a guardar en el tranquilamente los trozos de carne sobrantes. Cuando terminó de hacerlo, volvió a colocarse el zurrón ahora lleno alrededor del cuello, se colocó de nuevo las dos cuchillas en sus manos, desplegó sus enormes alas, hinchó su gran barriga rellena de hidrógeno y levantó el vuelo. Lenta y cansinamente se fue alejando hacia el noreste, hasta que apenas hecho un punto, lo vio posarse sobre una de las mesas más cercanas, pero ya a una distancia tal, que difícilmente podría verla desde allí, pese a la aguzada vista característica de los Dragones. Algo más segura de sí, Lasva fue corriendo, zigzagueando entre los matojos de vegetación y sin atreverse a levantar el vuelo hasta llegar a la casa de su familia.

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En realidad, la casa-cueva de la familia Srage, a la que pertenece Lasva, consiste en tres cuevas vecinas, cada una con su propia entrada, a unos metros unas de otras, pero conectadas entre sí mediante cortos pasillo subterráneos, de forma que si una de las entradas era descubierta por un enemigo, todos pudiesen salir por otra y escapar a tiempo. De todas formas su vida había sido tranquila durante muchos años. La familia Srage no es muy numerosa. Solo su padre, Largor, su madre, Tasva, y ella misma. Su hermano mayor, Anarsca, ya se había ido a vivir por su cuenta a unos 10 kms de allí, hacia el norte, junto con su reciente pareja, Gororga. Sus parientes más lejanos también viven por su cuenta, aunque relativamente cerca, es decir, a no más de unas decenas de kilómetros. De hecho la mayoría de las familias pseudodragones no consisten más de un el padre, la madre y los hijos menores de edad, normalmente no más de dos o tres. Cuando los hijos se hacen adultos se marchan a fundar su propio hogar, a veces muy lejos de sus progenitores y demás hermanos. Los pseudodragones, aunque bastante sociables, no suelen formar grupos permanentes más grandes que la familia nuclear, que viven dispersas y a relativamente bastante distancia en kilómetros de sus familias vecinas, similares a la suya propia, aunque su carácter de ágiles voladores hace que sus relaciones sociales sean más intensas de lo que induce a pensar su dispersión territorial. Los pseudodragones carecen de un territorio “propio” compacto, viviendo dispersos y con sus limitados territorios familiares imbricados con los territorios de otras “fatzias” , algo que solo las “fatzias” de dragones, con su capacidad de volar, pueden permitirse en Gacitaia sin condenarse a la extinción a medio plazo. Aparte de sus dispersas familias, no poseen ninguna organización social permanente más amplia. No forman tribus, ni clanes extensos, ni poblados, ni mucho menos estados o ciudades. Ciertamente, aparte de las inevitables labores domésticas intrínsecas a toda familia pseudodragona, muchas de ellas poseen miembros especializados en diferencies oficios como artesanos, maestros o médicos, que regularmente viajan fuera del hogar de su familia para ofrecer sus servicios, bien a sus congéneres, bien, aunque menos habitualmente, a miembros de otras “fatzias”. Lo que no hay apenas entre sus especialistas es ni chamanes ni sacerdotes, pues su “fatzia” tiene justa fama de descreída, cuando no abiertamente atea, y salvó los cultos extranjeros que algunos han adoptado, carecen de religión. Algo que entre muchas “fatzias” no contribuye precisamente a su popularidad. Tampoco es que eso le importase a Lasva eso nada en ese momento. Incluso sus ensoñaciones y reflexiones tenían su momento y su lugar, ahora lo que sentía era nerviosismo y preocupación. Miedo por ella misma, por lo que había visto y por sus padres.En cuanto llegó a la entrada de la cueva de su padre se enteró de que estos estaban también preocupados, pero por ella, pues su padre estaba oteando al lejano dragón, apenas sacando su cuello de la entrada, para salir rápidamente en cuanto la escuchó y abrazarla con su brazo derecho, y conducirla sin decir nada al interior de su vivienda.Su casa, más bien las tres casas unidas, la de su padre, la de su madre y la que antes compartía Lasva con su hermano, es algo más grande y mejor equipada que la suya, pero tampoco mucho más. Tras un túnel de dos metros de largo se entra en una sala subterránea de unos cuatro metros de diámetro y un metro de altura donde se acumulan las camas, la cocina, con su propio respiradero para que saliese el humo cuando optaban

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por cocinar algo y la zona de despensa y trabajo y con dos túneles más al costado que conectan con las cercanas casas de la familia que acabo de mencionar, que tienen también el mismo tamaño. Ciertamente bastante más ordenado todo que en la de Lasva, pero no por ello menos congestionado. La verdad es que las casas subterráneas Pseudodragonas suelen disponer de poco espacio libre, pues construir una más grande cuesta más esfuerzo y uno solo podía contar con la ayuda de su propia familia y algún vecino cercano para excavarlas. Solo los que tienen la suerte de encontrarse una abandonada o de amigos de otras “fatzias” que les ayudasen en la tarea, ambas posibilidades bastante improbables, podían disponer de algo más que una casa atestada por la falta de espacio. Ciertamente la casa-cueva de los Srage, es una de ese tipo.La madre de Lasva, Tasva, la estaba esperando allí visiblemente nerviosa.-- Menos mal que estas bien, temimos que te hubiese pasado algo.-- le dijo ella en cuanto la vio. -- ¿Porque seguro que le has visto, verdad?—añadió Tasva mientras se abalanzaba sobre ella para comprobar que estuviese ilesa. Lasva asintió sin decir nada.-- Hacia mucho tiempo que no veía ningún dragón de esa envergadura—comentó su padre, Largor. -- Estoy bien, estoy bien—dijo ella finalmente, al comprobar lo preocupados que la miraban sus padres. -- Si, ya veo que no tienes ninguna herida—confirmó su madre tras abrazarla y escudriñarla a la vez.-- Has hecho bien en venir. Por una vez has actuado sensatamente.- dijo su padre. -- Supongo que pronto se marchará lejos, ¿verdad?—dijo Lasva, aún conmocionada por lo que había vivido.-- Eso espero. Estas tierras son áridas y no tienen mucha comida para un tipo de su tamaño, así que supongo que dentro de un rato estará ya muy lejos de aquí—contestó su padre, intentando convencerse a si mismo.No tuvieron esa suerte. Mientras Tasva, consolaba y tranquilizaba a su hija con un plato de pasta vegetal fría—nada de encender el horno en esos momentos—y haciéndola hablar de otras cosas, Largor salió a otear fuera para ver si el dragón se marchaba.Apenas se lo veía como algo más que un punto encima de una de las “mesas” de los alrededores. Concretamente, la “mesa” o cerro Sarkara, a unos 5 kilómetros de allí hacia el noreste. Este es un cerro de 60 metros de largo, 40 de ancho, con una cima plana a más de 30 metros sobre su base, muros casi verticales de 20 metros de altura y un “terraplén” natural cónico de los restantes 10 metros hasta el suelo plano de su base. El dragón estaba en su cima, apoyado junto al precipicio. De hecho, al principio Largor esperaba que se fuese pronto una vez hubiese hecho la digestión, pero un sordo trueno en aquel cielo sin nubes seguido de una columna de humo surgiendo de su fuente en medio del costado vertical de la “mesa”se lo hicieron pensar mejor y lo impulsaron a arriesgarse lo bastante para acercarse un poco a ver lo que estaba haciendo. Sin levantar el vuelo y corriendo en zigzag de matojo de arbustos a matojo de arbustos para evitar ser descubierto, fue acercándose para intentar confirmar sus temores.En efecto, aquel gran dragón tenía un buen acopio de material junto a la base de dicho cerro. Aparte de la carne que acababa de obtener, tenía otros tres fardos cerrados con más pertenencias que no podía ver y un par de picos y palas con los que se dedicaba afanosamente en excavar un túnel en medio de la pared vertical del cerro y precisamente en su lado sur, desde la que se podía divisar a lo lejos la zona donde ellos vivían. Tras

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asegurarse bien de que eso es precisamente lo que estaba haciendo, se volvió a toda prisa de vuelta a casa. Cuando Lasva lo vio entrar con aquel semblante serio supo que algo iba muy mal. Nunca lo había visto con semejante rostro de preocupación. -- Familia, tenemos que marcharnos de aquí y pronto. Ese dragón esta usando explosivos y un par de picos y palas para cavar una guarida propia en el cerro Sarkara. Por lo visto pretende instalarse allí, y ya que nosotros no tenemos la menos posibilidad de hacerle cambiar de idea, no nos queda otro remedio que marcharnos lejos de aquí. Quedarnos sería demasiado peligroso, y más con nuestra hija.Lasva sintió el reproche implícito a su enfermedad en carne viva, pero no dijo nada. -- ¿Estas seguro de que eso es lo que está haciendo?—preguntó Tasva.-- No me queda la menor duda. Se ha traído bastante equipaje, mucho considerando lo poco que suelen llevarse consigo los dragones errantes. Este, no es de los que viene a cazar un poco y volver a marcharse, trae demasiadas pertenencias. Este viene con la intención de instalarse. Llevar tantas cosas encima no tiene sentido a no ser que estés trasladando todas tus cosas para buscarte un nuevo lugar para vivir. En estos momentos esta cavando su guarida con cartuchos de explosivos y a pico y pala.-- ¿Tiene dinamita?—preguntó Lasva, picada por la curiosidad.-- He oído y visto la explosión. Ya te dije que este viene bien equipado. Es la primera vez que veo un dragón que usa ese tipo de artefactos, aunque ya había oído que últimamente alguno lo estaba haciendo, es la primera vez que puedo comprobar que no son habladurías. Este es de los modernos. – había una indisimulada carga de amarga ironía en la última frase. -- ¿Entonces, a donde vamos?—preguntó Tasva, ahora casi tan preocupada como su marido-- No lo sé, tendremos que improvisar algo. Anarsca seguro que nos acogerá con gusto, por lo menos durante un tiempo, aunque, la verdad, yo no me sentiría muy seguro ni siquiera allí. Un vecino de su tamaño y voracidad no es buena cosa, ni siquiera a una decena de kilómetros.

-- ¿Supongo que no tenemos mucho donde elegir? Ahora voy a avisarle para que nos ayude con su compañera a trasladarlo todo—dijo Tasva. -- Si, ciertamente tardaríamos demasiado nosotros solos, y siendo nuestro único hijo normal no nos negará la ayuda que necesitamos– confirmó Largor.Eso Lasva, lo interpretó como otra puñalada trapera hacia su autoestima. Ciertamente el hecho de que estuviese enferma era una cosa, y que te lo recordasen continuamente era otra muy distinta. Eso es algo que la dolía mucho, aunque cuando lo decía, no por eso dejaban de hacerlo.Ante semejante cambio de la fortuna, Lasva empezó a fantasear con el peligroso traslado e imágenes del dragón asaltándoles y comiéndoselos a todos, pero su padre no le dejó mucho tiempo libre para elucubrar. Había que moverse y moverse rápido, antes de que dragón volviese a tener hambre y saliese otra vez de caza. Por ello, su padre la ordenó que sacase las bolsas de tela, todas las que tuviesen y empezase a guardar en ellas todas las cosas valiosas de la casa.-- ¿Voy a coger también mis cosas?—preguntó ella entonces.-- No, es demasiado peligroso. Ya lo haré yo personalmente cuando terminemos de empaquetar todo lo de aquí. Sobre todo no se te ocurra salir hasta que yo te diga y nada de perder el tiempo fantaseando por ahí. Es peligroso y hay muchas cosas que trasladar. – le conminó su padre. Como Largor había esperado, Anarsca y su prometida no faltaron a la obligación de la sangre. Acudieron para ayudarles. Anarsca, al llegar, incluso propuso pedir ayuda a

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parientes y vecinos más lejanos para ayudarles y Tasva, le dio permiso para que intentase convencerles de que también ayudasen. Lasva, en cuanto vio a su grande y seguro hermano se sintió reconfortada. Hacia bastante que no le veía más que a ratos y le gustaba estar junto a el y oírle hablar, siempre tan eficaz, rápido y sereno en todo lo que hacía. Todo lo contrario de ella misma. Lasva la admiraba y lo quería y no se recataba en demostrarlo. El por lo menos era lo bastante delicado como para no mencionar constantemente su enfermedad—pensaba Lasva. Sin embargo no estaba el horno para bollos como para dedicarlo a conversación. Al poco de llegar y hacerse cargo de la situación, se volvió a marchar para reclutar más brazos para el traslado, tal como había prometido intentar. Tanto Anarsca como sus padres estaban bien relacionados con todos sus vecinos pseudodragones y este esperaba que se aviniesen a ayudarles. En efecto, al cabo de un par de horas llegó otra familia de pseudodragones vecinos suyos. Los Rarka y el padre de la familia de los Larva. En total, cinco pseudodragones adultos más para ayudar al trabajo de evacuación y ofrecerse a acoger a los refugiados. Con su ayuda tardaron menos de lo que esperaban para embalarlo todo el bolsas de tela y empezar a trasladarlas como hormiguitas por el árido paisaje. En el intento de hacer la evacuación lo más rápida posible, las bolsas iban a tope, demasiado pesadas como para volar con ellas encima. De todas formas el prudente Anarsca era partidario de ir a pie, pues intentar volar con su conspicuo y pesado cargamento, podía ser peligroso si el dragón los veía y sus padres se mostraron de acuerdo con el. De esa forma, Lasva se encontró al día siguiente caminando y medio arrastrando una bolsa con sillas—sus padres le dieron deliberadamente un cargamento relativamente ligero y a la vez resistente, para evitar que lo destrozase con su proverbial torpeza durante el largo traslado. Desde luego trabajar con sus manos no era muy del agrado de Lasva, pero tampoco era tan insensata como para protestar cuando era su propia seguridad y la de toda su familia la que estaba en juego. Si su padre decía que había que marcharse, es que había que marcharse. Lasva nunca había dudado del buen juicio y del buen hacer de sus padres, y menos cuando se trataba de cosas tan serias. Cargando con su saco con su par de sillas, Lasva, sin embargo, al poco de salir con aquel, su primer cargamento, empezó, como era inevitable en ella, a divagar y a fantasear mientras caminaba fatigosamente sobre el suelo polvoriento. En realidad, cada uno iba relativamente cerca uno de otro, en una especie de caravana, pero tampoco tan cerca que a ratos unos no perdiesen el contacto visual con los otros compañeros, sobre todo porque iban caminando por la ruta que ofrecía más protección visual entre los matorrales. Su padre iba encabezando la marcha y Lasva iba la anteúltima por la cola, seguida solo por su hermano, Anarsca y este a algo de distancia. Lasva como siempre iba más pensando en sus fantasías que atendiendo a su trabajo, o a lo que sucedía en el exterior, así que no notó nada raro hasta que oyó un grito de advertencia de su hermano detrás de el. Lasva miró en todas direcciones para ver, en cuanto alzó la cabeza, a un enorme dragón planeando a una docena de metros sobre ella. Era el mismo de la otra vez, no quedaba la menor duda, pero a la atónita y paralizada por el terror pseudodragona no le dio tiempo a hacer nada más que soltar la bolsa y hacer un amago de correr mientras el dragón se abalanzaba sobre ella.

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La mano que la agarró era tan grande que bastó para rodearla y envolverla por completo, sin que sobresaliese más que un extremo de su cola. Lasva chilló de puro miedo, pensando que su final era inminente y ya esperaba sentir el dolor de las garras o los dientes de aquel dragón despedazándola. Durante unos segundos el dragón se posó tan grande como era en el suelo, miró su mano sin abrirla ni ver bien lo que había capturado, y volvió a levantar el vuelo. Lasva estaba totalmente histérica, su corazón palpitaba a toda velocidad y se decía una y otra vez.--Me va a comer, me va a comer. Aunque no se atrevía a decir nada que el dragón pudiese oír, tan aterrorizada estaba. De todas formas la mano le sujetaba con suficiente fuerza como para que no pudiese moverse, aunque tampoco apretaba de forma asfixiante. El dragón tampoco dijo nada hasta que llegó a su “base” en la cima plana del cerro Sarkara. Solo entonces, una vez posado, abrió un poco su mano para mirar lo que había capturado, aunque cuidando de agarrarla lo bastante fuerte como para que Lasva no pudiese escapar. -- Porca miseria, eres aún más pequeño de lo que parecía desde arriba. -- ¡Socorro!—gritó Lasva a todo pulmón, al ver la colosal cabeza de aquel dragón resoplando sobre su cara. -- ¡Vaya, sabes hablar!—resonó la bocaza del dragón frente a la cara de Lasva, lanzándola un aliento cálido y bastante maloliente. -- ¡Socorro!—volvió a decir Lasva, ahora mucho más débilmente. Después de su corto periodo dentro de la mano de aquel dragón, la tensión la había dejado totalmente sin fuerzas. -- ¿Quien eres tú? ¿Que eres?—preguntó el dragón, acercando su hocico casi hasta la altura de la cabeza de Lasva. -- So…soy un pseu… pseudodragón—respondió Lasva lastimeramente, pensando que aquella bocaza iba a engullirla en cualquier momento. --- ¿Un que? A si, un dragoncillo de mentirijillas—se contestó el dragón a si mismo. -- ¿Cual es tu nombre?—inquirió seguidamente el dragón mientras su gran ojo izquierdo pasaba cerca de la cara de Lasva escrutándola atentamente. -- L…Lasva—contestó ella. -- ¿A que sabes?—preguntó entonces el dragón.-- No, no lo se—contestó Lasva desesperada, llorando a moco tendido.-- No, no creo que tus lágrimas sepan muy bien, y de todos formas contigo no tendría ni para empezar. Aquella respuesta le hizo concebir un ligero atisbo a esperanza a Lasva.-- ¿Así que te llamas Lasva?—le volvió a preguntar el dragón.-- Si, señor.-- Yo soy Lojoten, el exiliado de Kerm. -- ¿Vi… viene de Kerm?—preguntó Lasva boquiabierta, más por el tamaño de su boca que por lo que acababa de decir. -- Si—contestó el dragón.-- ¿V…Va a comerme?- preguntó entonces la ingenua Lasva. -- ¿Depende de a que sepas? ¿Ha que saben los de tu especie?Lasva, horrorizada, se volvió a poner a llorar y temblar dentro de la mano de Lojoten. -- ¡He, he!, no llores, no voy a comerte. -- ¿No?-- No, tú eres inteligente y esta mal comerse de una “fatzia” a otra. -- ¿Si?

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-- Si—asintió Lojoten. Entonces la mano del gran dragón aflojó suavemente su presión y la soltó sobre la polvorienta superficie de aquella cima plana, pelada excepto por algún aislado matojo de hierbas.-- En realidad ya tengo comida para varios días. Ahora solo estaba buscando a ver que encontraba por ahí para distraerme. Lasva no supo que decir, se limitó a quedarse donde Lojoten la había soltado. Tras toda esa tensión no tenía fuerzas ni ganas ni para intentar salir huyendo, ni para buscar una respuesta a sus palabras. -- La verdad es que fuiste muy lenta para empezar a moverte cuando me viste-- Observó Lojoten en voz alta. -- Tenía miedo—contestó Lasva-- ¿Que decías?—Ah, si, perdón. Solo me hablaba a mi mismo. -- ¿Vienes solo? Preguntó finalmente Lasva.-- Si, vengo solo. Ese es el destino de los locos. -- ¿Locos?—preguntó Lasva sin comprender. -- Los señores de los dragones me declararon inútil para la guerra y me expulsaron. -- ¿Quien?-- Ellos.--Entonces Lojoten se alzó de su posición agachada en que permanecía observando a Lasva para incorporarse y señalar hacia el noreste. -- Donde viven nuestros grandes y arrogantes señores de Kerm—añadió seguidamente. -- ¿Que hiciste?-- ¿Hacer? No se trataba de lo que hacía, sino de lo que no hacía. No soy apto para combatir debido a mi tara. La insidiosa...—entonces Lojoten nombró una palabra más técnica que le hizo dar un respingo a Lasva.-- Yo también tengo eso—contestó Lasva mirándole fijamente y repitiendo la palabra.-- ¿Es eso verdad?-- Si—contestó Lasva. -- ¿Que ves en mi, excepto a un loco?-- Yo también lo soy.Lojoten no contestó nada. Se quedó mirando al aire y entonces Lasva se dio cuenta de que Lojoten estaba perdiendo el hilo de la conversación. Decididamente aquella mirada no era más cuerda que la suya propia cuando se perdía en la ensoñación. -- No, no, no voy a comerte—dijo entonces Lojoten haciendo aspavientos con gesto avergonzado. Lasva tardó un poco en darse cuenta de que Lojoten estaba hablando consigo mismo y no con ella. -- Señor, estoy aquí, y sé que no me vas a comer.-- ¿En serio?-- Usted lo dijo.-- Si, si, es cierto—se dijo Lojoten mientras se volvía a mirar en todas direcciones, pero a ningún lugar en concreto.-- Señor, usted ve visiones.-- ¿Eres tu una de ellas?—preguntó el mientras se ponía a cuatro patas y cimbreaba sus alas a la vez que su cabeza la miraba fijamente. -- No, yo soy de verdad.-- Ellas también dicen eso, pero después se van sin avisar.-- Yo estoy aquí y no me voy a ir.-- ¿Seguro?—preguntó Lojoten incrédulo.

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-- Yo soy de verdad. Yo no voy y aparezco y desaparezco de repente. -- Ciertamente pareces de verdad, pero las demás también. Lo siento, pero a veces no distingo bien si alguien es real o solo una imaginación mía. -- Yo no llego a tener visiones, pero si pierdo el hilo de lo que hago con facilidad. -- ¿Deliras?-- Digamos que divago.-- Yo hago mucho más que eso y en un señor del aire eso es malo, muy malo. -- ¿Un señor de que?—preguntó Lasva.-- Señor del aire, es así como llaman a los familiares de los jefes dragones de Kerm. -- ¿Eres de sangre real?-- No hay reyes entre los dragones, solo usurpadores y yo, por desgracia, soy uno de ellos. -- Empiezo a pensar que te expulsaron por decir eso, y no por tu enfermedad. – dijo Lasva en voz alta.En realidad Lasva no quería decir eso, pero con la emoción se le había ido la lengua. -- Si hubiese dicho eso delante de ellos me habrían matado de inmediato. Puede que divague y tenga visiones, pero no soy tan loco como para decir eso es público. No allí, pero si aquí, lejos de Kerm y a un inofensivo pseudodragón. -- Si, yo diría que tú no puedes ser una visión mía. Eres demasiado estable y ellas van y vienen muy rápido—se dijo para si mismo, en voz alta. -- Si alguien real se acercase hacia ti, ¿podrías distinguirlo siempre como tal, o podrías no verle, o confundirle con otra cosa?—le preguntó entonces ella curiosa, pues todo esto, a Lasva, ya pasado buena parte de su miedo, se le hacía cada vez más interesante. -- No es así como funciona. Puedo ver cosas que no existen, pero siempre veo algo si existe. No dejo de verlo, ni de reconocerlo como lo que es. Si no fuese así hace tiempo que me habría muerto de hambre, aunque la verdad es que si, es una verdadera frustración creer que te estas lanzando sobre una suculenta presa y encontrarte que no es más que humo. Afortunadamente no sucede muy a menudo. No suele llegar hasta ese extremo. La verdad, Lasva, es que al principio no estaba seguro de si tú eras real, o una de mis imaginaciones. Cuando me fui a patrullar mi nuevo territorio y te vi, tan descuidadamente expuesta, me dio la curiosidad y decidí intentar capturarte por si por acaso eras real. -- ¿Querías comerme?-- Al principio no sabía lo que eras. Y si, la verdad es que buscaba comida más que conversación, pero cuando vi que podías hablar cambié de idea. -- Mis hermanos y mis padres deben estar muy preocupados. Deben pensar que me he muerto— dijo Lasva en voz alta, cayendo ahora en la cuenta de ese detalle. -- No te preocupes, después, cuando terminemos esta interesante charla te dejaré marchar. Pero deberás prometerme que volverás a visitarme de vez en cuando. Estar solo en una soledad desértica como esta es muy deprimente. -- ¿Porqué elegiste este lugar para instalarte, entonces? Supongo que hay tierras mucho más fértiles y ricas que esta.-- Si, ricas y fértiles, pero también con dragones ya instalados que defienden celosamente su territorio. He estado vagando por medio Gacitaia buscando un lugar sin vecinos peligrosos cerca de otras “fatzias” ni dragones rivales que puedan enfadarse por mi presencia, y solo es estas soledades he encontrado algo que me sirva. -- La verdad, Lojoten, es que no sé si aquí encontraras suficiente comida para un estómago tan grande como el tuyo.

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-- Más vale que así sea, porque sino tendré que buscarme otro sitio, o bien, ampliar mis batidas de caza a un terreno más amplio. Todo lo que pueda abarcar, o hasta que me tope con el territorio de algún otro dragón, por suerte, aún no he visto ninguno por los alrededores. -- Que yo sepa no hay ninguno por aquí desde hace tiempo, aunque supongo que mis padres lo sabrán mejor que yo. -- ¿Háblame de tu familia?-- Bueno, tengo a mi padre a mi madre y un hermano mayor que hace un tiempo se fue a vivir por su cuenta con su prometida por aquí cerca.-- Nadie más. -- Nadie más a quien vea habitualmente.—contestó Lasva, ya más relajada, al comprobar que aquel gigante estaba más interesado en hablar con ella que en intentar comérsela. -- Bueno, yo ya soy viejo. Tengo 392 años y debido a mi tara no tengo ni compañera ni hijos y mis padres están demasiado viejos para poder seguir manteniéndome. Ya apenas pueden cazar por su cuenta y mis cuatro hermanos tampoco estaban dispuestos a seguir cargando conmigo. Por eso, y por las exigencias de los señores del aire, me vi obligado a marcharme lejos de mi hogar. -- ¿Que querían de ti, los señores de los dragones?—Lasva hablaba a veces de lo que sucedía por el mundo con sus padres y sabía por ellos que los señores de la guerra de Kerm se hacían llamar así a si mismos, y estaba interesada en averiguar más, si podía, de boca de un testigo de primera mano como Lojoten. -- Que me alistase para servir en sus guerras de conquista. Muchos de los ancianos dragones no estaban dispuestos a soportar sus insoportables exigencias y se preparaban para resistirlas y esos pseudoseñores pretenden obligarles a aceptar su gobierno por la fuerza si es preciso. ¡¿Cuando se ha visto que los dragones tengamos reyes hereditarios sobre nosotros?! ¡¿Cuando se ha visto?!Lasva notó el cambio brusco en su tono de voz al hablar de ese tema en concreto. Mientras hasta entonces había respondido con calma y con voz más o menos neutra, salvo algún ocasional aspaviento y miradas furtivas a no se sabía que, ahora se había puesto de pié sobre sus patas traseras, gesticulaba violentamente y alzaba la voz con enfado e indignación. Sin embargo, pese al miedo renovado que eso le producía, Lasva no se atrevía a interrumpirle, por miedo a que reaccionase violentamente contra ella. -- Por eso, han empezado a reclutar soldados para servir a sus órdenes, pero al comprobar que yo difícilmente podría servirles útilmente aunque quisiese, me dieron la opción de abandonar Kerm, o ser ejecutado como indigno de servirles y vivir a sus órdenes. Por supuesto, elegí la segunda opción, pues si no ahora no estaría hablando contigo. Afortunadamente, Lasva comprobó que Lojoten se iba tranquilizando solo, así que decidió preguntarle cuanto hace que se había ido de allí.-- Hace 5 meses, contestó Lojoten. Desde entonces he estado vagando al azar buscando donde establecerme y hace un par de días llegué aquí. -- ¿Me dejas ver tu cueva?—preguntó Lasva, dudando al decirlo, si estaría yendo demasiado lejos.-- Aún apenas he empezado a cavarla. Solo, me llevará mucho tiempo completarla. Entonces Lojoten se plantó ante uno de los bordes del cerro sobre el que estaban y señaló hacia abajo. Entonces Lasva se acercó obediente donde el señalaba, pero apenas veía nada, excepto una pequeña pila de escombros en la inclinada base de la pared rocosa, justo debajo de ella.-- Allí he empezado ayer a cavar el agujero—dijo, y Lasva dio por buena su afirmación.

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-- ¿Con dinamita?-- Puede que mis hermanos estuviesen hartos de mantenerme toda su vida, pero la sangre aún llama lo suficiente como para impulsarles a darme todas las facilidades que podían para que lograse sobrevivir en mi exilio. Aunque probablemente los señores esperen que me muera de hambre o me maten. -- Los señores del aire, los que te expulsaron—afirmó Lasva-- Si, en realidad la palabra “señores de los dragones” es la que usan ellos, y es como ellos pretenden ser conocidos y adorados, y la de “señores del aire” es mas bien como los dragones nos llamamos a nosotros mismos, digamos, de una forma poética y en general, aunque actualmente también se lo usa para referirse a esos usurpadores arrogantes. Sin embargo lo cierto es que ambas expresiones son falsas. Ni ellos gobiernan sobre más que parte de los dragones de Kerm, ni nosotros, los dragones, somos ya los “señores del aire”. -- ¿Como no?, ¡nadie puede rivalizar con vosotros en tamaño y velocidad! Volando no tenéis rival—Ahora Lasva hizo convencida esa mal informada observación.-- No, pequeña pseudodragona. (Lojoten acababa de darse cuenta de que estaba hablando con una hembra, y no con un macho pseudodragón). Eso no es cierto. Podía serlo hace un siglo, pero ya no lo es. Ahora los que antes despreciábamos como patéticos dos pies pegados al suelo, (las “fatzias” no voladoras) tienen artefactos de guerra capaces de volar con más rapidez y a más distancia sin descansar que lo que podría lograr ningún dragón. Grandes máquinas de metal armadas hasta los dientes con un poder capaz de matar y despedazar al más aguerrido y mortífero dragón. No, pequeña Lasva, ya no somos los señores del aire, excepto, tal vez, en el interior del mismo Kerm. Nuestro antiguo poder ha terminado y no volverá. Al contrario, cada día que pasa los dos pies pegados al suelo se hacen más poderosos con sus aladas máquinas de guerra cada vez más rápidas, veloces y mortíferas, y nosotros, en comparación, no podemos igualarles, mal que nos pese, y aunque hagamos lo posible por negarlo. -- ¿Porqué no podéis?, acaso no podéis hacer vosotros lo mismo que ellos. -- Nuestro problema, pequeña, es que somos demasiado grandes. Con nuestros enormes cuerpos, que tanto poder nos daban antaño, no podemos manejar herramientas y construir máquinas con la precisión con la que lo hacen los dos pies. Por tanto, ellos aumentan su poder con sus máquinas más rápidamente de lo que nosotros podemos imitarlos. Puedo que tenga alucinaciones, pero eso lo veo claramente, y no es una alucinación. Es nuestra pretensión de seguir llamándonos “los señores del aire” la que ya no se tiene en pie. Bueno, ya ves pequeña, que el tamaño no lo es todo. – Lojoten estaba entonces de un humor mejor que el que Lasva le había visto hasta entonces. Eso era por poder hacerla ver, que no todo en su persona era defectuoso, y que aunque su percepción le engañase a veces, por lo menos si podía razonar correctamente. -- No sabia nada de eso—confesó Lasva. -- Ciertamente no es algo que nos guste mencionar. Lo que me sorprende es que tampoco vosotros lo hagáis. -- Nosotros no somos gran cosa, pero admiramos a los dragones grandes como usted—contestó Lasva. -- Os engañáis por las apariencias. Ciertamente impresionamos mucho y nuestra posición sigue siendo fuerte, pero la verdad es que estamos en declive. De todas formas, podríamos hablar de otra cosa aparte de ello. Ciertamente en Kerm este no sería un tema popular precisamente, pero también es cierto que esto no es Kerm. Aquí hay muy pocos dragones grandes, como tú les llamas. Por eso estoy aquí, como acabo de explicarte.

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-- Pareces saber muchas cosas. Nunca pensé que alguna vez estaría hablando con un dragón como usted. Ni en mis mejores fantasías me había atrevido a tanto. Bueno, la verdad es que alguna vez sí, pero eso era humo y esto no. Tú eres real. -- Debería envidiarte por que tienes la suerte de nunca confundir la fantasía con la realidad. Te aseguró que es un verdadero fastidio, y me avergüenzo mucho cuando hago el ridículo por reaccionar ante algo inexistente. Entonces Lojoten dio un respingo y empezó a mirar a un sector del cielo determinado, para seguidamente señalar con su puño hacia allí. Lasva también dirigió su mirada hacia dicho lugar, pero no vio nada, excepto el caótico y omnipresente cambio de las manchas de color que caracterizan el eternamente iluminado cielo de Gacitaia. -- ¿Lo ves?—preguntó Lojoten. -- ¿Que se supone que debería ver?-- Un dragón acercándose hacia aquí. Volando allí en lo alto—Lojoten seguía el movimiento del supuesto dragón con un dedo de su mano-garra derecha.-- No veo nada, solo una mancha roja, pero es solo luz, no hay ningún dragón. -- ¿No lo ves acercarse?—Lasva notó el nerviosismo, tal vez incluso el verdadero miedo, en los gestos de Lojoten. -- No veo nada, ni acercándose ni alejándose. Allí no hay ningún dragón, solo cielo. -- Entonces era lo que me temía. Uno de esos fastidiosos fantasmas que me atormentan—Entonces Lojoten empezó a tranquilizarse.Desde que salí de Kerm, raro es el día en que no creo ver algún dragón buscándome para atacarme y acabar conmigo por encargo de esos arrogantes señores usurpadores. Algunas veces son dragones reales, pero no me buscaban, y otras, la mayoría, se desvanecen al cabo de un rato, como ilusiones que son, aunque para entonces el mal rato ya lo he pasado. -- Señor, usted es enorme, grande incluso para un dragón, grande y anciano a juzgar por sus escamas caídas. No creo que haya muchos dragones en el mundo capaces de vencerle en combate. Si le atacasen entre varios, si, pero de uno en uno, creo que les destrozaría. -- Eso suena lógico, pero yo no soy un guerrero, sé cazar presas fáciles pasablemente, pero mi enfermedad me hace muy poco fiable en una lucha seria. Una alucinación en medio de una lucha por tu vida seria fatal. Además, mi enfermedad hace que el ver alucinaciones afecte también a mis otras facultades mentales. Me pongo muy nervioso, y no puedo razonar correctamente. Las ilusiones son tan reales que me ponen frenético, pues desde mi exilio casi siempre los creo, o veo, como enemigos que van a matarme. -- ¿Y antes? Antes de que tuviesen problemas con los señores de los dragones. ¿Que veías?-- Depende, entonces, es cierto que raramente tenían una connotación amenazante. A veces eran dragones que querían conversar conmigo, otras, posibles parejas que se interesaban por mi, lastima que solo fuesen ilusiones. Aunque muchas eran presas ilusorias tras las que luchaba para quedarme con el estómago tan vacío como antes y mucho más agotado. Porque el esfuerzo que me hacían hacer si era real. De ese tipo sigo teniéndolas, por desgracia, aunque las de congéneres amistosos ya no las tengo, ahora son siempre enemigos. -- Yo por suerte no llego a eso, no llego a tener alucinaciones y a mí, por lo menos, no me han expulsado de mi hogar. Supongo que puedo considerarme afortunada. -- Ciertamente, de hecho no pareces tener la mente alterada, una presa excepcionalmente fácil, eso sí, pero nada más. -- Eso es porque no me conoces en mi vida diaria. Estoy todo el día pensando en mis cosas y no me concentro en lo que hago, y eso, naturalmente, hace que meta la pata casi

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a diario y en cosas que deberían ser muy fáciles. Mientras la tarea que tenga que hacer sea repetitiva, de forma que pueda hacerla por hábito sin estar atenta a lo que hago voy bien. Pero cuando no es así soy un desastre. Y eso cuando no me da la melancolía y me pongo a llorar por cualquier fruslería, o sin motivo alguno. A veces también me pasa que estoy alegre por lo que estoy fantaseando, pero eso ya es más raro. Lo normal es que fantasee sin que eso altere excesivamente mi estado de ánimo, aunque cuando lo hace suele ser para entristecerme. -- ¿Con que tipo de cosas fantaseas?-- Sueños de aventuras, sueño que hago grandes cosas, viajo mucho y me hago famosa. Los detalles varían, aunque tengo un puñado de, digamos, fantasías habituales, que se repiten. Aunque le verdad es que la única aventura real que he tenido en mi vida ha sido esta, y menudo susto que me ha dado. -- Si, ya me he dado cuenta. Tantas emociones fuertes de golpe no deben ser buenas para nadie. Me alegra saber que tú, por lo menos, no eres una ilusión. -- Lo mismo digo—contestó Lasva. -- ¿Y ahora que? Yo pienso seguir aquí cavando el túnel para crearme un nuevo hogar y por lo que he entendido tú debes tener a tu familia creyendo que tienen una hija menos. Mejor será que vuelvas con ellos para que vean que sigues viva y no te ha pasado nada. -- Si, tienes razón. Lo deben estar pasando muy mal. Será mejor que me vaya, pero después pienso volver otra vez. Mi familia estaba abandonando la cueva para trasladarse a otro lugar más seguro cuando me capturaste. Temían que si se quedaban terminarían terminando dentro de tu estómago, o algo parecido. Me sorprendiste cuando estábamos de mudanza. -- No pienso hacer tal cosa. Tal vez no tenga muy fina mi mente, pero no soy de ese tipo de dragones que creen que son tan superiores a todos las demás “fatzias” que tienen derecho a hacer con ellos lo que se les ocurra, incluido el comérselos. No es necesario que se vayan, no pienso hacerles ningún daño. Puedes decirles que no tienen porque marcharse, porque no pienso hacerles el menor daño. Sé reconocer a un pseudodragón inteligente de una comida legítima.A Lasva pareció entonces darle un respingo al pensar en eso.-- ¿Incluso en pleno brote alucinatorio? Disculpe, señor, no dudo de su buena fe ni de su bondad, pero, ¿podría asegurar que no les hará daño accidentalmente al confundirlos con uno de sus enemigos, o con una presa legítima, como dice?-- Entiendo lo que quieres decir y la verdad es que el riesgo, en potencia, existe. Podría estar alucinando cuando les localizase y confundirlos con otra cosa y entonces, hacerles daño, o matarles, incluso, sin saber lo que estaba haciendo. -- ¿Entonces?-- Tal vez si les conociese personalmente, viese sus caras de cerca pudiese después reconocerlos, incluso en plano brote alucinatorio, pero, la verdad, puede que incluso entonces me equivocase y los confundiese con comida. Sin embargo, al capturarte a ti, no te conocía y te confundí con comida y a pesar de ello aquí estas, viva e ilesa, aunque aún asustada. Siempre puedo asegurarme antes de hacer daño a lo que he cogido con mis garras para asegurarme de lo que es, antes de clavarle las garras. -- Francamente, no creo que ha ninguno de mis familiares les hiciese mucha gracia terminar desde de tu manaza, aunque no les hicieses daño. El susto no se lo quitaría nadie. De todas formas se lo diré todo, para que sepan que no pretendes hacerles daño. -- Sea, entonces ve y reúnete con ellos y hazles saber que estoy deseoso de ser su amigo y charlar alguna que otra vez con ellos como buenos vecinos. Y sea lo que sea lo que decidan hacer, no te olvides de volver a visitarme, aunque seas tú sola quien lo haga.

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-- Lo prometo, señor Lojoten. – contestó Lasva. -- Entonces ve, vuela a reunirte con ellos. Yo seguiré aquí cavando este condenado túnel. Esta piedra arenisca parecía blanda en apariencia, pero en cuando profundizas un poco, es más resistente de lo que esperaba. Arenisca, gabro, caliza, granito, basaltos, coladas volcánicas. -- Señor, creo que ya no es en mí en quien esta pensando—observó Lasva, confusa.-- Si, debería haberme aprendido el viejo arte de cavar túneles y reconocer los mejores tipos de terrenos apropiados para cavar túneles vivienda.-- ¡Señor, creo que no es en mi en quien esta pensando ahora!—Lasva gritó fuerte para que aquel enorme dragón pudiese oírle bien. -- Ah, Ah, si, lo siento querida Lasva, divagaba otra vez, lo siento mucho. Había perdido el hilo de mis pensamientos—Lojoten tenía los ojos abiertos como platos y meneaba la cabeza de un lado a otro, mitad confuso, mitad avergonzado de la papeleta tan lamentable que acababa de hacer ante Lasva.-- Disculpa, mi pequeña amiga, ciertamente divagaba sin darme cuenta. Ve y vuela a casa. -- Lasva decidió que no tenía nada que decir en una situación como esa, así que se limitó a extender sus alas en silencio, correr brevemente hacia el borde de la “mesa” y volar, ahora ya no pegada al suelo y asustada, sino bien alta, para que sus familiares pudiesen verla estuviesen donde estuviesen. La verdad es que aún no se le había pasado el susto, y seguía más confusa y excitada en su fuero interno de lo que había mostrado ante aquel imponente dragón. Francamente, todo lo que había pasado era lo más extraño que hubiese vivido, o incluso más que su más calenturienta fantasía. Bueno, tal vez alguna de ellas si lo fuese más, pero no eran más que eso, vagas ensoñaciones. Aquello era real, terriblemente real. Aún le dolían los músculos de la terrible tensión a la que había estado sometida, creyendo que iba a terminar dentro de su estómago. Y sin embargo las oportunidades que aquello presentaba eran impresionantes. Ella, la insignificante y enferma Lasva ahora era amiga, o por lo menos conocida, de uno de los mayores dragones que probablemente existiesen en el mundo. Tan poderoso... y sin embargo tan imprevisible. El también estaba enfermo, y claramente, bastante más que ella. ¿Podría confiar en el en cualquier momento? ¿Que pasaría, si de repente, en plena conversación, la confundía con comida o con un enemigo, o se ponía a divagar de esa forma tan vistosa y sin darse cuenta la pisaba accidentalmente, convirtiéndola en pulpa de carne? Ahora comprendía lo difícil que era para sus padres cuidar de una persona como ella. Ella podía ser torpe y tenía que ser supervisada para evitar meter la pata, pero a fin de cuentas ella era pequeña e inofensiva, incapaz de hacer daño a nadie por mucho que se le cruzasen los cables, que buenos espectáculos montaba ante sus padres entonces. Pero ese Lojoten, enorme y poderosamente mortífero, el si podía hacer un daño terrible en uno de sus delirios. Ciertamente creía en su palabra, no tenía intención de hacerla daño, pero también era consciente de que podía hacerla daño, mucho daño, si llegaba a perder su precario autocontrol en su presencia¿Entonces, que hacer? Tal vez sus padres lo supiesen mejor que ella.

Su madre meneó la cabeza de un lado a otro, preocupada, cuando Lasva terminó de contarle su historia. Ciertamente estaba sumamente sorprendida de que estuviese con ella, viva, ilesa y libre. Eso si que no se lo esperaba, pero al enterarse de la enfermedad de su nuevo “amigo”, no pudo menos que volver a menear la cabeza con preocupación.

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Lasva, ciertamente, compartía su preocupación, aunque a ella le parecía que su madre estaba más preocupada que ella misma. A Lasva no le había costado mucho encontrar a su familia, de hecho, habían sido ellos quienes la habían encontrado a ella. Volando alto de un lado a otro y gritando continuamente, “papá, mama, estoy aquí” se lo había puesto muy fácil. De hecho todo había pasado tan relativamente rápido, que ellos aún estaban relativamente cerca de la zona donde Lojoten la había capturado, llorando y lamentando una pérdida que ya daban por segura. -- Aún no me lo puedo creer—observó su madre, entre alegre y preocupada. -- Entonces, ¿que hacemos ahora?—se preguntó ella en voz alta.-- Querida, ya que ese Dragón esta tan interesado en que nuestra hija vuelva a hablar con el, tal vez no fuese muy prudente provocar sus iras no permitiendo que cumpliese su promesa—observó, algo dudoso, y también preocupado, su padre. -- ¡¿Y dejando a nuestra hija, ¡nuestra hija! sola otra vez con ese gigante enfermo?! Si fuese un dragón normal ya sería bastante peligroso, pero con uno que delira, literalmente... no pienso permitirlo. -- Piensa en las consecuencias que podríamos traer sobre nosotros, incluida nuestra hija, si provocamos sus iras. Podría arrasar toda la comarca y matarnos a nosotros y a todo lo que se mueve en decenas de kilómetros a la redonda mucho antes de que tuviésemos tiempo siquiera para ponernos a salvo. La ira de un dragón, mucho más el de uno de ese tamaño y edad, no es algo que pueda tomarse a la ligera. No por criaturas tan pequeñas y frágiles como nosotros. Y el hecho de que esté mentalmente instable lo hace aún más arriesgado. -- ¿Entonces?—preguntó la madre. -- Creo que lo que deberíamos hacer es dejar que nuestra hija vuelva a reunirse con el, no ahora, sino dentro de un día o dos, para ganar tiempo mientras nos vamos bien lejos de aquí. -- El dice que no quiere hacernos daño, ¿tal vez pudiésemos quedarnos y ser sus amigos?—preguntó Lasva.-- Los dragones son poderosos, pero también imprevisibles. Y uno medio loco es aún peor. Nunca podríamos confiar en el. El mismo reconoció ante ti que en uno de sus ataques de delirio podría confundirnos y atacarnos. No podríamos vivir así, con ese temor constante. No, lo más prudente es que sigamos con nuestros planes de traslado—contestó su madre enérgica y convencida de sus palabras. Papá ratifico lo dicho por ella con un escueto pero inequívoco gesto afirmativo con la cabeza. -- Sin embargo, mientras no hallamos puesto definitivamente una distancia segura entre el y nosotros, lo más prudente será que no le demos motivos para volverse contra nosotros. Aunque la idea no me gusta en absoluto, creó que de momento no tenemos otro remedio que intentar ganar tiempo enviando a nuestra hija para que charle con él otra vez más. – añadió el, seguidamente. -- ¡Tú si que estas loco, arriesgar así la vida de nuestra hija!—estalló su esposa. -- La idea me gusta tan poco como a ti, ¿pero que alternativa prudente nos queda? Si, ya sé que es peligroso, pero más lo será si se decide a atacarnos activamente por despecho. De hecho, tan seguro estoy de ello, que estoy dispuesto a ser yo, en vez de nuestra hija, quien me presente ante ese dragón y le entretenga el tiempo suficiente mientras los demás os ponéis a salvo.--- ¿Cuanto tendríamos que alejarnos hasta estar seguros de que no volveremos a encontrarnos con el, después de eso?—preguntó el hermano de Lasva.

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-- Mucho, un dragón puede volar muy lejos en poco tiempo y vigilar mucho territorio, y más uno de su tamaño. Varias decenas de kilómetros como mínimo. Cuanto más lejos, mejor—contestó el padre. -- ¿A donde?-- Eso, hijo, es lo que no sé. A cualquier lugar donde no haya ningún dragón cerca, y donde haya un mínimo de habitabilidad. Cualquier lugar, excepto las salinas valdrá. No estamos en situación de ponernos remilgados—fue su respuesta. El hermano de Lasva dio entonces su conformidad a su padre. -- ¿Entonces, irás tú a reunirte con el, pese al peligro?—añadió el, dirigiéndose a su padre.-- Enviar a tu hermana no pienso hacerlo. Si alguien ha de pagar las consecuencias de cualquier error que cometamos, prefiero ser yo, a que lo sea tu hermana. Tal vez yo sepa responder a sus exigencias mejor que ella. -- El quería que fuese yo a volver a hablar con el. Si descubre que yo no voy, tal vez eso le enfade y te haga daño. Tengo que ir yo también. No quiero que te pase algo por mi culpa—objetó Lasva. -- No quiero ponerte en peligro. No más. -- El no quiere hacerme daño y como yo soy enferma igual que el, tal vez confíe más en mi palabra que en la tuya. Después de todo ya he estado antes con el y aquí estoy, viva, ilesa y hablando aquí con vosotros aquí acurrucados tras estos espinos. – contestó Lasva, señalando el sitio donde estaban, acurrucados todos juntos tras unos arbustos espinosos, en medio de la llanura, no muy lejos de donde Lojoten la había capturado a ella. -- Si el pretendiese hacernos daño, le hubiese sido muy fácil seguirme con la mirada y venir en cuando me encontrasteis para devorarnos a todos juntos. Y sin embargo no se ha movido de su colina. Tal vez el hecho de que estemos hablando aquí de ello signifique algo a fin de cuentas—contestó Lasva.-- ¿Estas decidida a volver a reunirte con el?—preguntó su padre. -- Si, creo que es lo mejor—contestó ella, lo más decididamente que podía, reuniendo todo el escaso valor que tenía dentro. -- Nunca te había visto tan decidida. La verdad es que te has portado muy bien en todo esto. Más de uno de nosotros no habría acertado a articular palabra en tu situación. Estoy muy orgulloso de ti—dijo su padre, mientras le acariciaba afectuosamente su cabecita.

3.

Así que ahora allí estaba otra vez, dirigiéndose hacia la guarida en construcción de Lojoten. Había pasado casi un día desde que se había despedido del. En ese tiempo había descansado en casa de sus padres un poco, mientras estos y sus amigos se dedicaban a guardar y trasladar febrilmente todas sus pertenencias lejos de allí, aún no sabían donde, pero desde luego, bien lejos de allí. También había comido algo y echado una siesta antes, para estar lo más calmada y descansada posible cuando fuese a enfrentarse a su gran prueba.

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Y allí estaba ella ahora. Se acababa de posar sobre la “mesa” en el mismo lugar donde habían conversado el día anterior. El Dragón no estaba allí, pero no había que ser muy espabilado para enterarse donde estaba. Su gran corpachón era perfectamente visible mientras se afanaba cavando su nueva vivienda justo debajo, en un costado de la “mesa”. -- Hola, señor Lojoten, ya estoy aquí de vuelta.El interesado no la hizo el menor caso y siguió cavando como si tal cosa, por lo que Lasva repitió su saludo, pero esta vez gritando a pleno pulmón. Esta vez si pareció escucharla, pues interrumpió su trabajo y se puso a mirar sorprendido a todas partes.-- Estoy aquí, señor Lojoten, en el mismo sitio que la vez anterior.-- ¡Ah, eres tu! ¿Estás ahí de verdad?-- Si, soy yo, Lasva, soy de verdad, no soy una alucinación.-- Eso esta bien, veo que has cumplido tu promesa. ¿Han venido tus padres?-- No, no han venido.-- ¿Porqué no?—preguntó el. -- No han podido… no, en realidad no se han atrevido. Le tienen miedo y más aún por su enfermedad. Temen que les hagan daño si vienen, aunque sea por accidente. Lojoten permaneció unos momentos silencioso antes de contestar.-- Ya veo, quien no quiere matarme, me tiene miedo. -- Lo siento mucho, señor Lojoten. -- Por lo menos tú si has venido. -- Si…-- ¿Pasa algo?—preguntó Lojoten al notar su cambio en el tono de voz. -- Yo quería venir y mis padres me animaron a hacerlo. La verdad—reconoció Lasva avergonzada y medio temerosa-- Es que le tienen tanto miedo que nos estamos mudando todos muy lejos de aquí. Me dijeron que viniese porque temían que no lo hacía iría usted a buscarnos en venganza y nos mataría a todos. -- Así que te han enviado por miedo.-- Si, la verdad es que así es. -- ¿Porqué lo reconoces? ¿Acaso tú no me tienes miedo?-- La verdad es que algo si tengo, pero también me da vergüenza mentirle. Nunca se me ha dado bien mentir. -- Eso esta bien. Así que os vais todos. -- Si, por lo que he oído, pronto no quedará ninguno de mi especie viviendo en docenas de kilómetros a la redonda. -- Así que seguiré solo. Vaya donde vaya, por un motivo o por otro, ya sea por desprecio o por miedo. Siempre por mi enfermedad. -- Lo siento.Lojoten volvió a quedarse en silencio. A ratos la miraba a ella, a ratos al horizonte y siempre ensimismado en sus pensamientos. -- ¿Cuéntame que ha pasado entre vosotros? ¿Porqué huís todos de mí?—preguntó finalmente y entonces Lasva se sorprendió y se emocionó al darse cuenta de que aquel colosal gigante estaba llorando, o el equivalente dragoníl de un llanto, mejor dicho.Al ver eso, Lasva se puso también a llorar, avergonzada.-- Vamos no llores, quien esta triste soy yo, no deberías estarlo tu también—Contestó Lojoten al darse cuenta de ello. -- Lo siento, me da tanta vergüenza.

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Entonces aquel gigantesco dragón alzó sus alas y voló para colocarse junto a ella, en el borde de la “mesa” y acercó el borde de una de sus gigantescas garras a, la para el diminuta, carita de Lasva, acariciándola con mucho cuidado. -- Ánimo, no tengas miedo ni vergüenza. Cuéntame que ha pasado. Entonces Lasva le contó con pelos y señales todo lo que sabía sobre sus temores y lo que habían dicho. Tardó un rato, durante el que Lojoten la acariciaba con su garra de vez en cuando en lo que pretendía ser un gesto cariñoso. Cuando Lasva terminó su explicación, Lojoten, volvió a mantener otro corto periodo de silencio, absorto en sus pensamientos. -- Ya veo—dijo finalmente. Y aunque no lo creas, les comprendo. En su lugar yo probablemente haría lo mismo que ellos. Soy un vecino demasiado poderoso e impredecible, lo comprendo. -- Entonces, ¿que piensas hacer? -- Lo siento por vosotros, pero no me voy a mover de aquí. A cualquier lugar donde vaya voy a tener el mismo problema y este es… o por lo menos lo parece, un sitio tranquilo y seguro para mí. Si consideráis que no soy un vecino fiable y decidís seguir con vuestra decisión de marcharos, lo respetaré. No os perseguiré ni tomaré ninguna represalia. Podéis estar seguros de ello.-- Gracias. -- ¿Supongo que tu también te marcharás?-- No puedo hacer otra cosa. Son mi familia, no puedo dejarles, no podría velarme solo por mi misma, por culpa de…-- Si, ya sé porqué. Por lo mismo que me condena a mi a la soledad. -- Si, así es. -- Eres una buena persona. Me gustaría poder seguir contando con tu compañía, aunque solo fuese de vez en cuando. Así mi soledad no sería completa. -- Me gustaría, pero no sé si mis padres lo aprobarían. -- Ya, pero te han dejado venir solo ahora… aunque solo fuese por miedo. Tal vez podamos aprovechar eso… si tu estas de acuerdo. -- ¿Que quieres decir? -- Diles lo que te he dicho, que no pienso tomar represalias contra ellos por huir de mi, pero que me gustaría mucho que tu vinieses aquí a charlar conmigo una vez por semana unos tres horas cada vez. Que así estaré contento y que si no aceptan me sentiría muy decepcionado y disgustado. Si he calibrado bien sus temores eso les convencerá de que no les conviene negarse y aceptarán. Así ambos lograremos lo que queremos. Tu lograrás que te dejen visitarme de vez en cuando y yo tendré un poco de compañía. -- ¿Quieres engañarles?-- En realidad, no del todo, pues realmente me quedaría muy triste si me quedase sin tu compañía. Ciertamente no haría nada contra vosotros no aún entonces, pero si te olvidas de contarles esto ultimo, eso seguro que les convencerá de no poner objeciones. Lasva se quedó pensando un rato antes de contestar-- Parece buena idea, haré como tú dices. -- Si, y tal vez con suerte, a medida que pase el tiempo y comprueben de que no pasa nada, tal vez, y solo tal vez, vayan perdiendo su miedo y decidan volver y conversar conmigo como lo hago ahora contigo. Eso estaría bienLasva se sonrió al oír y eso y contestó:-- Si, haremos como tú dices.

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Así lo hicieron en efecto. Lasva se fue de vuelta con sus padres y parientes contándoles lo que había pasado, aunque sin revelarles su pequeña mentirijilla y como Lojoten esperaba, ellos decidieron aceptar sus condiciones.Unos días después se fueron de donde vivían, instalándose en otro lugar, a unos 20 kilómetros de distancia, en la base de unos peñascos a orillas de las salinas de Oziner y Lasva se fue con ellos, pero como habían acordado, cada semana se iba volando hasta la nueva casa de Lojoten para hablar con el y hacerle compañía. Sus padres la acompañaban al principio hasta unos kilómetros de allí y se volvían temerosos de vuelta, para recogerla en el sitio convenido terminada su visita a aquel gigantesco dragón.Al comprobar que pasaban diferentes visitas son que a su hija le pasase nada malo, fueron animándose a acercarse un poco más cada vez. Cada vez que Lasva volvía de uno de sus encuentros les contaba lo que habían hecho y les animaba a presentarse ante el, y finalmente, el 14 de octubre de 1988 su padre se animó lo suficiente para presentarse ante su guarida, ya terminada y acondicionada, durante una de sus reuniones con Lasva y presentarse para mostrarle sus respetos. Pocos días después también lo hizo la madre de Lasva. Poco después lo hicieron otros parientes y vecinos de ella. Así, poco a poco los pseudodragones de la zona que se habían visto obligados a mudarse por miedo a aquel gigantesco y peligroso dragón fueron recuperando poco a poco su confianza y animándose a volver a incursionar por sus antiguos territorios y hogares abandonados. No lo suficiente para volver a ellos de forma permanente, pero si para recorrerlos de vez en cuando y volver a aprovisionarse en ellos. Todo eso hizo que el respeto que sus vecinos sentían por Lasva aumentase enormemente. A fin de cuentas no era tan torpe e inútil cuando lograba tener contento a un gigante como aquel.Para el Momento 0, Lasva y Lojoten son ya buenos amigos que se lo cuentan todo y se llevan muy bien. Sus padres le visitan con relativa frecuencia y charlan un rato con el, pero aún así ni ellos ni ninguno de sus parientes y amigos pseudodragones se han animado a volver a instalarse en sus antiguos hogares de forma permanente. Los visitan de vez en cuando y se vuelven a ir al poco tiempo. La desconfianza no se extingue tan rápida ni fácilmente, pese a que en todo ese tiempo ninguno de ellos fue atacado ni molestado por Lojoten. A veces le veían merodear sin rumbo fijo y hablar solo y eso no ayudaba a vencer sus temores. En ocasiones lograban vencer su miedo y se acercaban para presentar sus respetos y comprobar de qué humor estaba ese día, pero nada más. Lojoten se hubiese alegrado de que se animasen a volver definitivamente y charlar con el tranquilamente, pero sabia que eso era pedir demasiado después de solo poco más de dos años. No tenía prisa, aún le quedaban bastantes años de vida por delante y de momento con la incondicional compañía de Lasva le bastaba. El tiempo es la clave de todo—se decía a si mismo con optimismo.

Con esto termina esta historia.

FIN

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