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CRÍTICA ROCKDELUX 58 FEBRERO 2011 RDL 292 ALBERTO OLMOS (EDITOR) “Vida y opiniones de Juan Mal-herido” MELUSINA Atentos: llega (al papel) el coco de la crítica literaria en España. O más bien, el terror de los escritores. Des- de su blog ‘Lector mal-herido’ (lec- tormalherido.blogspot.com) arre- mete sin piedad y con un humor de perros contra los popes literarios de aquí (y de allá). Las malas lenguas dicen que detrás del bloguero in- visible está Alberto Olmos (Segovia, 1975), el mismo que aquí antologa una colección de despiadadas en- tradas cibernéticas. Se inicia con citas a Tricky y Adam Green antes de abrir las compuer- tas de un pantano de ácido que sal- pica a Vila-Matas (el catalán es, di- cen, fan fatal de Mal-herido), Salin- ger, Hemingway, Javier Marías, Paul Auster y Luis Martín-Santos. Son ejemplos (hay muchísimos más, al- gunos hasta amables) de una pluma (o un teclado) sin pelos en la lengua, a su aire, corrosiva y muy fresca. ALICE MUNRO “Demasiada felicidad” LUMEN A estas alturas de su carrera decir Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931) y a continuación “obra maestra” es casi lo mismo. Nunca falla. La cana- diense es una de las cumbres de la narrativa corta y su mirada una de las más transparentes e incisivas a la hora de retratar los latidos del alma humana. La publicidad dice “la Chéjov canadiense” y la publicidad, esta vez, no engaña. La puerta de esta nueva colección de cuentos se abre con el devasta- dor “Dimensiones”, algo así como una historia de violencia doméstica, y ofrece después otras cumbres co- mo “Pozos profundos” (reencuen- tro materno-filial) o la rara maravilla de “Radicales libres”, una historia de muerte y enfermedad. En total, diez gemas de una dama que, repetimos, jamás defrauda (ni engaña). ELIZABETH SMART “Los pícaros y los canallas van al cielo” PERIFÉRICA Periférica, siempre atenta, recupe- ra otra novela de la canadiense Smart (1913-1986), la firma del admirado objeto de culto “En Grand Central Station me senté y lloré” (1945; Periférica, 2009). “Los pícaros y los canallas van al cielo” fue el segundo intento narrativo de la de Ottawa, publicado originalmente en... 1978. Y es, como “Grand Cen- tral”, un libro inclasificable y enfe- brecido, donde la autobiografía se casa con la poesía en prosa y las re- ferencias a acontecimientos íntimos se transforman en llamas que ilu- minan su soledad. La dureza de los años que retrata, los posteriores a la Segunda Guerra Mundial, ribe- tean un canto de resistencia, amor y desesperanza. PATRICK MODIANO “El horizonte” ANAGRAMA En su nube. El Planeta Modiano gi- ra sobre sí mismo y en cada órbita descarga sombras y matices para entrar en los angostos túneles de la memoria. Es el relámpago del tiempo detenido, del tiempo reco- brado, del tiempo perdido. El fran- cés (Boulogne-Billancourt, 1945) nos sumerge en “El horizonte” en los vericuetos de un aprendiz de escri- tor y en su encuentro (fortuito, tras- cendental) con una misteriosa mu- jer. La exquisita prosa del firmante de “Villa Triste” (1975) arroja en esta ocasión un poco de luz sobre su acostumbrada melancolía y de- ja entrever en el horizonte ráfagas de optimismo y ¿futuro? TISHANI DOSHI “Los buscadores de placer” MONDADORI La poeta india Tishani Doshi (Ma- drás, 1975) debutó el pasado 2010 en la narrativa con esta novela, his- toria de amor y saga familiar entre el Reino Unido y la India que podría entrar en el canon de la “literatura étnica” si no fuera porque esta eti- queta ya apenas indica nada. A tra- vés de la relación entre Babo y la galesa Siân, desarrollada a lo largo de los años, asistimos al choque y descubrimiento de diferentes cul- turas, a cómo estas van diluyéndo- se en la madeja de la globalización y a la enésima constatación de que los sentimientos y los lazos que unen son (casi) idénticos en todas las latitudes: tan solo cambia el paisa- je, el exterior. JC LIBROS Coordina JUAN CERVERA RICHARD BRAUTIGAN “Un general confederado de Big Sur” BLACKIE BOOKS Ocurre en ocasiones que uno se zambulle en un libro sin saber muy bien adónde va a ir a parar. No hay guías, ni brújula ni mucho menos migajas de pan que le ayuden a uno a encontrar el camino. Y ocu- rre también en ocasiones que apa- recen autores especialmente há- biles a la hora de escatimar argu- mentos y empujar al lector hasta conducirlo al borde del precipicio. Si han llegado hasta aquí sin des- peñarse, sabrán que Richard Brau- tigan (1935-1984), sobre todo el Brautigan bigotudo y prehippy de “La pesca de la trucha en Amé- rica” (1967), era especialmente há- bil a la hora de transformar sus li- bros en atropellados relatos que lo mismo se interpretaban como pa- rodias de “En la carretera” de Ke- rouac que eran recibidos como so- plos de bendita locura. Aparcando por un momento ese descontrol cósmico y siguiendo el orden en que Blackie Books ha em- pezado a construir su Biblioteca Brautigan, si “La pesca de la trucha en América” fue el primer escalón, “Un general confederado de Big Sur” es el rellano donde que- darse a vivir una temporada siem- pre que uno sea capaz de vivir y carcajearse sin parar a la vez. Porque, más allá de la comicidad absoluta, el primer libro que publi- có el de Tacoma –apareció en 1964, tres años antes de “La pesca de la trucha en América”– es también el que mejor condensa el Santo Ca- tecismo Brautiganiano. Esto es: hu- mor de colocón mariano, frases cortas y afiladas, estrafalarias me- táforas completamente tronchan- tes, situaciones disparatadas que poco o nada tienen que ver con el ejército confederado y, sobre todo, personajes memorables. En este caso, el foco sigue inquieto y ner- vioso a Jesse, el narrador, y Lee Me- llon, el presunto descendiente de un general del Ejército Confedera- do del Sur, mientras guían la narra- ción a trompicones entre borra- cheras, disparatadas tácticas de asalto, maletines repletos de dóla- res y secundarios aún más dispa- ratados. De hecho, aquí no impor- ta tanto la trama como la sucesión de momentos desternillantes y de- mentes, algo de lo que, sin duda, Brautigan sabía un rato. DAVID MO- RÁN VICENÇ PAGÈS JORDÀ “Los jugadores de whist” JUNTANDO PALABRAS Biel, protagonista ausente de esta melancólica pero radiante novela de Vicenç Pagès Jordà (Figueres, 1963), jibariza libros. Se trata de un poético intento de capturar en un concepto, a menudo una sola pala- bra, las ideas y sensaciones que le transmiten las lecturas de su ado- lescencia. Es precisamente a esa voluntad de síntesis a la que esca- pa “Los jugadores de whist”, una obra que, aunque se desarrolla en un escenario físico –el Empordà– y mental –cierta catalanitat de pro- vincias en la línea del existencia- lismo de un Josep Pla posmoder- no– concretos, posee un alcance universal y una ambición expansio- nista. Desde un punto de vista argumen- tal, la novela –publicada original- mente en catalán en 2009; la edi- ción en castellano, con traducción a cargo de Flavia Company, neutra- liza su riqueza dialectal si bien in- cluye un prólogo del siempre inci- sivo Eloy Fernández Porta– alterna un relato de resonancias proustia- nas con un ágil retrato generacio- nal que, sin sentimentalismos ni lu- gares comunes, conecta el paisaje de la adolescencia, definido como un juego libre de reglas inventadas, con el entorno hostil de la madu- rez, un juego impuesto cuyas nor- mas se revelan crueles y absurdas. En la prosa de Vicenç Pagès Jor- dà, los procesos representativos del paso a la edad adulta –el dolor apa- gado, la crisis de identidad y la acep- tación de la propia decadencia– no están reñidos con la búsqueda de la belleza y el entusiasmo. Con las dosis precisas de una metaliteratu- ra al servicio de la historia y no a la inversa –una estructura en espi- ral formada por una miscelánea de registros y voces y un name-drop- ping de referencias pop nada forza- do–, “Los jugadores de whist” tiene todos los elementos necesarios pa- ra convertirse en un hito de nues- tra narrativa reciente. Hasta tiene una muerte en extrañas circunstan- cias que ejerce de anclaje emotivo. Lo único que no ofrece esta nove- la es la posibilidad de ser jibariza- da. Es demasiado compleja y sin embargo demasiado buena. RUBEN PUJOL critica_292 21/1/11 19:19 Página 58

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CRÍTICA ROCKDELUX

58 FEBRERO 2011 RDL 292

ALBERTO OLMOS (EDITOR)“Vida y opinionesde Juan Mal-herido”

MELUSINA

–Atentos: llega (al papel) el coco dela crítica literaria en España. O másbien, el terror de los escritores. Des-de su blog ‘Lector mal-herido’ (lec-tormalherido.blogspot.com) arre-mete sin piedad y con un humor deperros contra los popes literarios deaquí (y de allá). Las malas lenguasdicen que detrás del bloguero in-visible está Alberto Olmos (Segovia,1975), el mismo que aquí antologauna colección de despiadadas en-tradas cibernéticas.

Se inicia con citas a Tricky y AdamGreen antes de abrir las compuer-tas de un pantano de ácido que sal-

pica a Vila-Matas (el catalán es, di-cen, fan fatal de Mal-herido), Salin-ger, Hemingway, Javier Marías, PaulAuster y Luis Martín-Santos. Sonejemplos (hay muchísimos más, al-gunos hasta amables) de una pluma(o un teclado) sin pelos en la lengua,a su aire, corrosiva y muy fresca.

ALICE MUNRO“Demasiada felicidad”LUMEN

–A estas alturas de su carrera decirAlice Munro (Wingham, Ontario, 1931)y a continuación “obra maestra” escasi lo mismo. Nunca falla. La cana-diense es una de las cumbres de lanarrativa corta y su mirada una delas más transparentes e incisivasa la hora de retratar los latidos delalma humana. La publicidad dice “la

Chéjov canadiense” y la publicidad,esta vez, no engaña.

La puerta de esta nueva colecciónde cuentos se abre con el devasta-dor “Dimensiones”, algo así comouna historia de violencia doméstica,y ofrece después otras cumbres co-mo “Pozos profundos” (reencuen-tro materno-filial) o la rara maravillade “Radicales libres”, una historia demuerte y enfermedad. En total, diezgemas de una dama que, repetimos,jamás defrauda (ni engaña).

ELIZABETH SMART“Los pícaros y los canallas van al cielo”PERIFÉRICA

–Periférica, siempre atenta, recupe-ra otra novela de la canadiense Smart(1913-1986), la firma del admiradoobjeto de culto “En Grand CentralStation me senté y lloré” (1945;Periférica, 2009). “Los pícaros ylos canallas van al cielo” fue elsegundo intento narrativo de la deOttawa, publicado originalmenteen... 1978. Y es, como “Grand Cen-

tral”, un libro inclasificable y enfe-brecido, donde la autobiografía secasa con la poesía en prosa y las re-ferencias a acontecimientos íntimosse transforman en llamas que ilu-minan su soledad. La dureza de losaños que retrata, los posteriores ala Segunda Guerra Mundial, ribe-tean un canto de resistencia, amory desesperanza.

PATRICK MODIANO“El horizonte”ANAGRAMA

–En su nube. El Planeta Modiano gi-ra sobre sí mismo y en cada órbitadescarga sombras y matices paraentrar en los angostos túneles dela memoria. Es el relámpago deltiempo detenido, del tiempo reco-brado, del tiempo perdido. El fran-cés (Boulogne-Billancourt, 1945) nossumerge en “El horizonte” en losvericuetos de un aprendiz de escri-tor y en su encuentro (fortuito, tras-cendental) con una misteriosa mu-jer. La exquisita prosa del firmantede “Villa Triste” (1975) arroja enesta ocasión un poco de luz sobresu acostumbrada melancolía y de-ja entrever en el horizonte ráfagasde optimismo y ¿futuro?

TISHANI DOSHI“Los buscadores de placer”MONDADORI

–La poeta india Tishani Doshi (Ma-drás, 1975) debutó el pasado 2010en la narrativa con esta novela, his-toria de amor y saga familiar entreel Reino Unido y la India que podríaentrar en el canon de la “literaturaétnica” si no fuera porque esta eti-queta ya apenas indica nada. A tra-vés de la relación entre Babo y lagalesa Siân, desarrollada a lo largode los años, asistimos al choque ydescubrimiento de diferentes cul-turas, a cómo estas van diluyéndo-se en la madeja de la globalizacióny a la enésima constatación de quelos sentimientos y los lazos que unenson (casi) idénticos en todas laslatitudes: tan solo cambia el paisa-je, el exterior. JC

LIBROS Coordina JUAN CERVERA

RICHARD BRAUTIGAN“Un general confederadode Big Sur”BLACKIE BOOKS

–Ocurre en ocasiones que uno sezambulle en un libro sin saber muybien adónde va a ir a parar. No hayguías, ni brújula ni mucho menosmigajas de pan que le ayuden auno a encontrar el camino. Y ocu-rre también en ocasiones que apa-recen autores especialmente há-biles a la hora de escatimar argu-mentos y empujar al lector hastaconducirlo al borde del precipicio.Si han llegado hasta aquí sin des-peñarse, sabrán que Richard Brau-tigan (1935-1984), sobre todo elBrautigan bigotudo y prehippy de“La pesca de la trucha en Amé-rica” (1967), era especialmente há-bil a la hora de transformar sus li-bros en atropellados relatos que lomismo se interpretaban como pa-rodias de “En la carretera” de Ke-rouac que eran recibidos como so-plos de bendita locura.

Aparcando por un momento esedescontrol cósmico y siguiendo elorden en que Blackie Books ha em-pezado a construir su BibliotecaBrautigan, si “La pesca de la truchaen América” fue el primer escalón,

“Un general confederado deBig Sur” es el rellano donde que-darse a vivir una temporada siem-pre que uno sea capaz de vivir ycarcajearse sin parar a la vez.

Porque, más allá de la comicidadabsoluta, el primer libro que publi-có el de Tacoma –apareció en 1964,tres años antes de “La pesca de latrucha en América”– es también elque mejor condensa el Santo Ca-tecismo Brautiganiano. Esto es: hu-mor de colocón mariano, frasescortas y afiladas, estrafalarias me-táforas completamente tronchan-tes, situaciones disparatadas quepoco o nada tienen que ver con elejército confederado y, sobre todo,personajes memorables. En estecaso, el foco sigue inquieto y ner-vioso a Jesse, el narrador, y Lee Me-llon, el presunto descendiente deun general del Ejército Confedera-do del Sur, mientras guían la narra-ción a trompicones entre borra-cheras, disparatadas tácticas deasalto, maletines repletos de dóla-res y secundarios aún más dispa-ratados. De hecho, aquí no impor-ta tanto la trama como la sucesiónde momentos desternillantes y de-mentes, algo de lo que, sin duda,Brautigan sabía un rato. DAVID MO-

RÁN

VICENÇ PAGÈS JORDÀ“Los jugadores de whist”JUNTANDO PALABRAS

–Biel, protagonista ausente de estamelancólica pero radiante novelade Vicenç Pagès Jordà (Figueres,1963), jibariza libros. Se trata de unpoético intento de capturar en unconcepto, a menudo una sola pala-bra, las ideas y sensaciones que letransmiten las lecturas de su ado-lescencia. Es precisamente a esavoluntad de síntesis a la que esca-pa “Los jugadores de whist”, unaobra que, aunque se desarrolla enun escenario físico –el Empordà–y mental –cierta catalanitat de pro-vincias en la línea del existencia-lismo de un Josep Pla posmoder-no– concretos, posee un alcanceuniversal y una ambición expansio-nista.

Desde un punto de vista argumen-tal, la novela –publicada original-mente en catalán en 2009; la edi-ción en castellano, con traduccióna cargo de Flavia Company, neutra-liza su riqueza dialectal si bien in-cluye un prólogo del siempre inci-sivo Eloy Fernández Porta– alternaun relato de resonancias proustia-nas con un ágil retrato generacio-nal que, sin sentimentalismos ni lu-gares comunes, conecta el paisajede la adolescencia, definido comoun juego libre de reglas inventadas,con el entorno hostil de la madu-rez, un juego impuesto cuyas nor-mas se revelan crueles y absurdas.

En la prosa de Vicenç Pagès Jor-dà, los procesos representativos delpaso a la edad adulta –el dolor apa-gado, la crisis de identidad y la acep-tación de la propia decadencia– noestán reñidos con la búsqueda dela belleza y el entusiasmo. Con lasdosis precisas de una metaliteratu-ra al servicio de la historia y no ala inversa –una estructura en espi-ral formada por una miscelánea deregistros y voces y un name-drop-ping de referencias pop nada forza-do–, “Los jugadores de whist” tienetodos los elementos necesarios pa-ra convertirse en un hito de nues-tra narrativa reciente. Hasta tieneuna muerte en extrañas circunstan-cias que ejerce de anclaje emotivo.Lo único que no ofrece esta nove-la es la posibilidad de ser jibariza-da. Es demasiado compleja y sinembargo demasiado buena. RUBEN

PUJOL

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