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Críticas

También la familia reduce personal

Teatro del Noctámbulo da a conocer en España en castellano una obra incómoda e incisiva de Esteve Soler

Javier Vallejo

20 SEP 2017

Escena de la obra 'Contra la democracia', de Esteve Soler. Vicente S. Román

Ha hecho falta que se estrenen una veintena de producciones diferentes en trece idiomas

para que Contra la democracia, sátira granguiñolesca de Esteve Soler, se monte en España en

castellano. ¿Tan incómodos resultan el tema que aborda y su enfoque? Su irónico título

viene a sugerir que la palabra democracia ha sufrido un desplazamiento semántico; que,

como decía en EL PAÍS en agosto la economista de Oxfam Rosa Cañete Alonso (hablando

de Iberoamérica), las élites económicas saben como gerenciar la política, y que como

resultado de ello, ocho magnates acaparan un capital idéntico al que permite sobrevivir a

3600 millones de personas, mitad pobre de la Humanidad.

Soler nos lo dice al revés, para que le entendamos: pone a personajes movidos

exclusivamente por el rédito, el deseo sexual y el poder, y a sus víctimas, frente a un espejo

deformante, como Ionesco en El juego de la peste.

En el bagaje crítico que han ido acumulando esta obra y las

otras dos que integran su Trilogía indignada (bautizada así

informalmente), se relaciona el teatro del autor de L’Hospitalet de Llobregat con el de Mark

Ravenhill (por su raíz política), el insólito de Joan Brossa, el del incisivo Boadella de otrora

y con el cine inquietante de David Lynch.

En Madrid, Soler fue dado a conocer por el Teatrul Odeon de Bucarest, en lengua rumana,

la temporada pasada, en un montaje de Contra democratiei desasosegador, formidablemente

interpretado, lo cual llevó al público español a hacer mil conjeturas sobre porqué aquí se le

ignora: esta obra y sus hermanas Contra el progreso y Contra el amor suman a estas horas al

centenar de puestas en escena en Europa y América, entre las que sobresale la de Nenni

Delmestre de Protiv (Kontra) Progresa en Split, al frente del Teatro Nacional de Croacia.

Expresionista, rica en sarcasmos, paradojas, situaciones extremas y afirmaciones lapidarias,

protagonizada por criaturas en cuyo genoma se entrecruzan Gregorio Samsa, Josef K y los

habitantes de El jardín de las delicias, la pieza de Soler se desarrolla en una atmósfera opresiva

que evoca la de La guerra de las salamandras, fina sátira de Karel Čapek sobre el nazismo. La

puesta en escena que el Teatro del Noctámbulo representa en el Teatro Galileo, chocante

de entrada, enseguida interesa, atrapa y se lleva el agua del espectador a su molino.

La compañía extremeña, caracterizada por su olfato para el

teatro actual (estrenó en España El hombre almohada) y por

producir espectáculos óptimos con medios pequeños, en

esta ocasión conmueve y provoca reacciones de todo

género: “¡Madre mía!”, exclamó un espectador en la fila de

atrás, al colofón de la escena de Urano devorado por su

hijo. “Me ha parecido demasiado”, le observó su vecino de

butaca, al concluir el cuadro de la familia que decide

emprender una reducción de personal.

Antonio C. Guijosa dirige un espectáculo contundente, de

buena factura, interpretado con eficacia y momentos de brillo por José Vicente Moirón,

Gabriel Moreno, la jovencísima y resolutiva Marina Recio y una Memé Tabares formidable,

especialmente en su emotivo monólogo en árabe, memorizado sin conocer la lengua, reto

suicida del que sale gloriosa. La música, escogida admirablemente.

CULTURA

CRÍTICA DE TEATRO

Contra la democracia»: la democracia como franquicia

Antonio C. Guijosa dirige la obra de Esteve Soler con la que el autor cierra una trilogía

Una escena de «Contra la democracia» - ABC

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN 08/10/2017 «Contra la democracia» (***)

«Contra la democracia» (2010) cierra la «Trilogía de la Indignación» de Esteve Soler (Barcelona, 1976), traducida a doce idiomas, representada en multitud de países y completada por «Contra el progreso» (2008) y «Contra el amor» (2009). La compañía extremeña Teatro del Noctámbulo -memorable su montaje de «El hombre almohada», de Martin McDonagh- se aproxima a este texto punzante y ácido, compuesto por siete cuadros independientes de naturaleza satírica que enhebran la poética sonámbula del surrealismo, el humor angustioso del teatro del absurdo y la contundencia crítica y feroz de Jarry.

Formado en el Institut del Teatre y la Sala Beckett, Soler pone en cuestión rutinas y convenciones sociales y políticas a través de situaciones delirantes: dos insectos humanizados o humanos «insectivados» a punto de tener un hijo están atrapados en la tela de una araña, un político corrupto que se apropia de una ciudad y quiere elegir a los nuevos ciudadanos habla de la democracia como una franquicia, nadie parece saber qué número va detrás del seis, un matrimonio terrible despierta a su hijo de 18 años para inducirlo al suicidio, una mujer con burka reclama respeto a su forma de vestir mientras relata cómo ha matado a su marido... Un entramado de escenas inquietantes y reveladoras que Antonio C. Guijosa lleva a escena con imaginación y sentido del ritmo y la sorpresa, y en cuya interpretación se multiplican de forma admirable José Vicente Moirón, Memé Tabares, Gabriel Moreno y Marina Recio.

BLOG DE CRÍTICA TEATRAL DE HUGO ÁLVAREZ DOMÍNGUEZ

‘Contra la Democracia’, o el dedo en la llaga

Octubre 7, 2017

El dramaturgo Esteve Soler alcanzó muy pronto la fama mundial gracias a la trilogía que forman Contra el Amor, Contra el Progreso y Contra la Democracia, tres obras que revisan en clave de sketches satíricos las dos caras de los conceptos que les dan título para mostrar que algo que puede tener una acepción a priori positiva puede convertirse en negativo, dañino y hasta peligroso si se pervierte, se malinterpreta o se lleva a límites insospechados. Contra la Democracia es ya un título clásico del teatro contemporáneo pese a ser una función relativamente reciente, se ha traducido a casi 20 idiomas y se ha representado por todo el mundo. Ahora llega por primera vez castellano en una sólida producción de Teatro del Noctámbulo que ha tenido la suerte -o la desgracia…- de coincidir en el tiempo con una serie de eventos de la realidad española que hacen que esta crítica tan ácida, tan mordaz y tan incómoda para algunos -y, quizá por todo eso, también tan divertida- esté más vigente que nunca. Ahora, en pleno 2017 -y cuánto más el pasado 1 de Octubre, día exacto en el que vi la función- Contra la Democracia es teatro tremendamente oportuno.

Siete sketches inconexos plantean historias que bien podrían estar teñidas por los ecos del absurdo, del esperpento e incluso de los títeres de la cachiporra. Soler despliega a lo largo de pequeñas viñetas toda una serie de personajes que se enfrentan a conceptos como capitalismo o democracia, pero desde una realidad que hace que su visión de estos conceptos sea, como mínimo, particular. Por el escenario desfilan insectos larva que quieren un futuro mejor para ese hijo que está por venir y terminan enfrentados a la norma del “cría cuervos…”, políticos dispuestos a reformular la sociedad para llenarla de ciudadanos que no piensen y por tanto no protesten más de la cuenta, vecinos que han olvidado algo tan básico como contar hasta siete, políticos enfrentados al capitalismo imperante como en una guerra de patio de colegio, padres dispuestos a matar a su propio hijo para hacer lo que ellos denominan “un ERE familiar”, una mujer afgana que se afana en sostener su derecho a llevar el niqab y mantener su cultura ante su comunidad de vecinos o una joven e idealista camarera que intenta poner en su sitio nada menos que a Leopoldo de Bélgica y Dick Cheney cuando se encuentran en un bar para tomarse unas copas, sin calcular el precio que puede tener para ella intentar cambiar el mundo.

Para enlazar cada uno de los siete sketches -casi todos ellos con giros que es mejor no desvelar- se van leyendo e introduciendo en una gran urna que permanece omnipresente diversas citas de grandes pensadores, políticos y personas de cultura de la historia mundial.

Sobre estos puntos de partida, el espectador asiste a historias corrosivas, nunca complacientes y con un fondo que, después de todo, debe considerarse pesimista. Esteve Soler pone el dedo en la llaga, y escupe sin piedad ante una supuesta escala de valores que -como pronto veremos- no es tan sólida como la gente puede creer. Con mucho humor -el humor del absurdo, pero también ecos del mismísimo Tarantino, de Sam Mendes, o de los diálogos de todo un David Mamet- Soler juega a crear una comedia políticamente incorrecta, que podrá incomodar y divertir a partes iguales -y seguramente sea justo eso lo que pretende-. Un conjunto de pequeños cuentos para adultos en los que no cabe el final feliz, y que por supuesto mueven a la reflexión de hacia dónde va nuestro sistema político y social. ¿Puede algo que supuestamente implica el progreso pervertirse tanto que acabe convirtiéndose en retroceso recalcitrante? Para Esteve Soler, a la vista del mensaje de estas historias, la respuesta es un rotundo sí.

No nos engañemos: Contra la Democracia es, en primera instancia, una comedia sobre temas muy serios. Será ácida, nada autocomplaciente, negrísima… pero creo que Soler busca que la incomodidad ante lo que vemos venga paliado por una carcajada que casi siempre llega y que coloca a esta obra en una suerte de gran esperpento contemporáneo -salpimentado casi sin querer con pequeñas dosis de incómodo realismo que, por un momento, remueven en la butaca- que hubiera fascinado al mismo Valle. Todo lo que se nos cuenta es oscuro, turbio y no hay salida para estos personajes; pero sin embargo nunca podemos perder de vista la risa ante esta realidad deformada que Soler nos pone ante las narices.

Y con esto llegamos al primer gran peligro a la hora de montar esta obra, que es el de decidir el tono en el que se va a presentar. A la vista de los textos, cabe prácticamente cualquier enfoque: desde una sátira alocada casi cercana a la farsa que lea estas historias como grand-guignol hasta un tono más oscuro que haga que la comedia surja del poder de la palabra misma, sin forzar las tuercas más de la cuenta -este enfoque estaría más cercano al absurdo-.

El montaje que presenta Teatro del Noctámbulo bascula a medio camino entre ambas corrientes, inclinándose tal vez más por la segunda; esa que subraya lo más deleznable de estos personajes para provocar la risa macabra, tal vez sin que perdamos de vista que la mayoría de estos personajes existen, son y podrían estar cerca de nosotros.

Antonio C. Guijosa parece consciente de esa oscuridad que encierran todas estas historias, y nunca la esconde. Confía en la palabra, y confía en la (a)normalidad de las situaciones, evitando de esta manera que el público pueda distanciarse de la realidad que se presenta a través de la risa: la risa está ahí; pero el montaje no pierde de vista que la mayoría de las cosas que se ven aquí podrían estar ocurriendo ahora mismo en alguna galaxia no muy lejana -insisto en que la sombra del 1-O planeó sobre mi función con una pertinencia casi macabra-. Además, Guijosa no duda en romper la cuarta pared cuando lo considera conveniente para increpar a un público que se revuelve visiblemente en la butaca; ni en revertir el final del último sketch para poner ante nuestros ojos el que parece ser el mensaje que lee en esta obra: pesimismo, nos devoran, no hay salida. Ese final modificado me parece un giro muy valiente -porque deja de lado la comedia para presentar la más incómoda de cuantas situaciones se ven en escena-. El mensaje final que lanza Guijosa es, sin duda, pesimista; pero también es pesimista el mensaje general que busca lanzar toda la obra a través de su supuesta sátira. No creo que Soler quiera esconder más de la cuenta la realidad de lo que se ve; y, desde luego, tampoco Guijosa, que sabe transitar desde el esperpento al drama en centésimas de segundo sin titubeos. Tal vez no estaría de más agilizar algo más las transiciones; explotar -más- esa ruptura de cuarta pared, e incluso escoger algún sketch para llevarlo al paroxismo de la sátira, por una mera cuestión de contraste; pero creo que el acercamiento a esta compleja obra es notable. Sugerente escenografía de Mónica Teijeiro -a medio camino entre lo expresivo y lo realista, bien iluminada por Daniel Checa- y variado vestuario de Rafael Garrigós.

Cuatro actores se reparten un sinfín de personajes, y han de jugar con diferentes tonos y enfoques según cada historia, casi sin tiempo para digerir los cambios. Y, sin embargo, el tono resulta en una labor de equipo. José Vicente Moirón y Gabriel Moreno deben bascular entre víctimas y victimarios casi de manera alternativa, y el trabajo de composición de unos a otros deja sin duda marcada prueba de su versatilidad: la escena entre los dos políticos que quieren reformular la ciudad -en la que Moreno debe ir engatusando a Moirón progresivamente- resulta repulsiva por su veracidad ante las dos caras del político -el corrupto y el dispuesto a corromperse aunque no lo parezca-; Moreno acabará erigido casi en una especie de Danny DeVito en el sketch en el que parece dispuesto a asesinar a su hijo y Moirón deberá enfrentarse después a un momento de alta tensión como traductor del monólogo de Farah. Memé Tabarés es una actriz de rompe y rasga: puede mantener elegancia y expresividad para enfrentarse al drama de lo que escapa a su compresión, o se suelta la melena ante una escena en la mejor tradición de la comedia americana: todo lo hace con rotundidad, presencia y control de la situación. En fin, Marina Recio tiene menos presencia; pero interviene sin embargo en dos de los sketches más complejos de entre los siete, y los maneja con la suficiente templanza.

Contra la Democracia es, desde luego, un texto que tiene el acierto de abordar un tema que ya se ha revisado antes -a veces con fracasos estrepitosos- desde un lugar que rehuye la autocomplacencia, y que busca incomodar y divertir a partes iguales, sin asustarse por poner el dedo en la llaga: ese es su gran triunfo. El público de mi función se dividió entre los que se reían -y es que, aunque oscura, es una función muy divertida- y los que no dudaron en manifestar su estupor ante lo que estaban viendo: esta diversidad de opiniones es el gran triunfo de un montaje que sabe hacia dónde va, que está servido con contundencia y que acierta al reírse de cosas muy serias. Al final, largos y generosos aplausos para un espectáculo que llega a Madrid en un momento en el que, para España, no puede resultar más pertinente. No hay que olvidar que el teatro está para mover a la reflexión, que se puede mover a la reflexión de la forma más insospechada y que a veces reflexionar molesta: un poco de todo ello hay en este espectáculo. Enhorabuena a todos.

Escenarios

Contra la democracia, un Black Mirror sobre las tablas

Antonio Guijosa estrena en el Teatro Galileo este montaje de Esteve Soler que cuestiona

muchos de nuestros valores privados y sociales a través de siete piezas breves.

ANDRÉS SEOANE | 14/09/2017

Un momento de una de las piezas de Contra la democracia

"Al enfrentarte a ello de primeras piensas que algo así no va a pasar, que no puede pasar,

pero a la vez ves que no está tan lejos". Así define el director Antonio C. Guijosa la

sensación que producen las siete piezas que integran el montaje Contra la

democracia, obra del periodista y dramaturgo catalán Esteve Soler, que estrena esta tarde

en el Teatro Galileo junto a la compañía Teatro del Noctámbulo. La obra es parte de una

tetralogía (Contra el progreso, Contra el amor y Contra la libertad) donde Soler presenta su visión

sobre el hombre y el mundo contemporáneo en pequeñas píldoras góticas. Siete caramelos

por obra rellenos de ácido sulfúrico.

Al más puro estilo de la conocida serie Black Mirror, Soler

plantea distopías en las que algún aspecto objeto de crítica

está exagerado, y a partir de ahí muestra una posible consecuencia de ello. "El germen de

las piezas surge de la observación de nuestro entorno y de ver que hay ciertas

mentiras que nos intentan colar y ciertas falsas implicaciones que Esteve quiere

poner de relieve", explica Guijosa. "En el caso de la democracia, hay gente que se ha

apropiado del término y lo utiliza para hacer cosas que van incluso contra el espíritu mismo

de lo que representa. Cualquier barbaridad acompañada de la etiqueta de democracia se ha

convertido en tolerable".

Contra la democracia nos pone frente a un espejo que tal vez arroje una imagen incómoda.

¿Qué partes de nuestro ideal democrático han sido pervertidos? ¿Qué y quiénes amenazan

las partes que aún están sanas? Mezclando la sátira y el esperpento, lo extraño y lo próximo,

Esteve pone de relieve, con mucho humor y con gran precisión en el retrato la idea

de gobernabilidad del ciudadano. Un debate profundo que el director considera "muy

necesario, porque este cuestionamiento constante es un ejercicio muy valioso en sí mismo",

afirma. "Incluso aunque estuviese todo correcto, el debate es muy sano para que las

cosas no se pudran. Sin embargo, la sensación que deja la obra es que plantear estas

cuestiones es incómodo, que no aguantamos la confrontación".

La perversión de un ideal

Y eso que la obra de Soler, a pesar de propugnar la perversión de la democracia no cae en

dogmatismos ni en sesudos discursos políticos, sino que "mucho más que una crítica a la

democracia, al sistema democrático en el sentido filosófico, lo que hay es una crítica

muy fuerte a la apropiación del término democracia. A que en su nombre nos

sentamos legitimados para cometer o consentir cualquier tipo de atrocidad, porque

la lucha es por un bien superior que acabará por justificar los siempre inevitables y

puntuales daños colaterales que se produzcan. Soler critica, como en el resto de la

tetralogía, la perversión de un ideal".

En este sentido, Guijosa considera que la obra, que ya va camino de la década, mantiene

totalmente la vigencia, ya que "tiene una fórmula muy inteligente, y es que no ataca el

hecho concreto sino el espíritu que lo mueve.

Lo que aborda es la mentalidad que hay detrás, un

poco en el estilo de Buñuel, que no se preocupaba

tanto por los personajes como por la mentalidad que representaban; y Soler lo que

representa es ese tipo de mentalidad y ese tipo de funcionamiento, y eso lo puedes aplicar

en muchos hechos concretos porque como el principio que lo mueve es el mismo, sigue

funcionando y estando vigente".

Relato caleidoscópico

Por eso las siete piezas podrían tener mil hechos concretos, pero siempre representan una

colorida paleta de lo que es característico de nuestra sociedad. Hay alguna historia

más filosófica, como la primera, que reflexiona sobre cómo abordamos el futuro, qué tipo

de sociedad estamos creando y qué expectativas tenemos para las generaciones venideras,

pero en general son muy gráficas y explícitas. "Una trata sobre la distribución del poder y

cómo el gran poder económico decide en función de sus impulsos personales, otras hablan

de la educación, del sistema capitalista basado en la competición o de la intolerancia

religiosa", enumera Guijosa. "También aborda cuestiones más complejas, como la

rentabilidad, el hecho de que como personas necesitamos ser rentables para tener

derecho a vivir; y finalmente cómo este tipo de pensamiento de aprovechamiento máximo

de los recursos a costa de quien sea no es nada nuevo, para lo que une a tres figuras

históricas, Dick Cheney, Leopoldo II de Bélgica y el papa Greogorio VII".

"El retrato que ofrecen estas siete historias no es muy alentador", reconoce el director,

"pero el teatro no es una conversación unidireccional, sino que se completa con el público,

con el encuentro entre esas historias y la gente". Gente, que "entiende el punto de vista y lo

candente de las cuestiones, y creo que es un espectáculo que después la gente se lleva a casa

y le da un par de vueltas a lo que hay debajo. Trasciende porque lo que plantea está tan

cerca y nos rodea por tantas partes que por lo menos te sientes aludido". Tanto

representar como ver Contra la democracia supone un ejercicio de cierto riesgo: nos enfrenta

a preguntas que tal vez no sepamos responder, o cuyas respuestas nos disgusten. "Pero

paradójicamente es también un ejercicio que nos conecta con valores profundamente

democráticos, y que seamos capaces de hacerlo indica que aún queda algo válido en nuestra

sociedad", remacha, optimista, Guijosa.

Teatro en Madrid: las obras que no te puedes perder

Los mejores espectáculos, ciclos, actuaciones, musicales, dramas y comedias, la

cartelera que se representa sobre los escenarios madrileños

Publicado: lunes 30 octubre 2017

Contra la democracia

Humor y horror se mezclan en este retablo deudor el grand guignol que recoge siete

historias espeluznantes sobre la relación del individuo con la idea de democracia. La obra

nace de la observación de que el capitalismo consumista deforma la palabra hasta

convertirla en negativa, hasta demostrar que la democracia es una ficción. Nos pone frente

a un espejo que tal vez arroje una imagen incómoda. ¿Qué partes de nuestro ideal

democrático han sido pervertidos? ¿Qué y quiénes amenazan las partes que aún están

sanas? El autor catalán Esteve Soler, uno de los más representados fuera de España (su

obra se ha traducido a 17 idiomas), propone un debate profundo y necesario a través de

este caleidoscopio sobre cómo funcionamos en sociedad, en esta nuestra sociedad de hoy.

Teatro Galileo, Chamberí. Jueves 14 septiembre 2017- domingo 8 de octubre 2017

...una guantada sin manos, cubierta de una capa de humor que reparte estopa a diestro y siniestro.

Covadonga Carrasco- 23/09/2017

Siete piezas diferenciadas que se colocan como un espejo frente al espectador, haciéndole pasar absoluta vergüenza, enfrentándolo a las miserias propias del ser humano, pero como participante activo en la pérdida absoluta del significado real de la palabra democracia. Contra la democracia es una guantada sin manos, cubierta de una capa de humor que reparte estopa a diestro y siniestro, mostrando la hipocresía y la falta de acción de una sociedad que decide quedarse sentada observando y viendo cómo por todo aquello por lo que se ha luchado, es destruido ante nuestros ojos mientras protestamos con frases hechas y reflexiones de barra de bar. La sumisión, el capitalismo, el fanatismo, la religión, la pseudo democracia, la alienación, la inactividad, la mentira del poder, la manipulación… No deja ni un tema sin tocar, desde el humor siempre, pero un humor que puede parecer ligero en determinados momentos y que esconde una realidad triste y una crítica feroz a la sociedad. Nunca como ente abstracto, sino que dispara directamente al individuo, a ti, a mí, a nuestro compañero de trabajo, a nuestro vecino… Todo aquel que se acerque hasta el teatro Galileo buscando un hilo de esperanza y de luz en la situación social, que no se moleste. Para ver Contra la democracia es necesario acudir con la seguridad de que la imagen que vamos a ver de nosotros mismos no nos va a gustar, pero probablemente por eso, al salir del teatro, el ejercicio de reflexión se realizará de manera natural y nos hará pensar sobre obviedades que por eso, han dejado de ser obvias. En cuanto a las interpretaciones, no se puede poner un pero. Todos y cada uno de los cuatro actores están impecables: José Vicente Moirón, Meme Tabares, Gabriel Moreno y Marina Recio, pero la dirección de Antonio C. Guijosa y el texto de Esteve Soler también resultan redondos. Tuvimos la suerte de acudir al estreno de Contra la democracia y decimos la suerte porque es uno de los estrenos teatrales que más nos ha impactado en los últimos tiempos. Salir del teatro con la sensación de que has vivido algo grande y pasar los primeros cinco minutos en silencio para procesar todo lo que has visto, sencillamente es maravilloso.

‘Contra la democracia’

Uso, abuso y límites de la democracia

Por José-Miguel Vila- Domingo 24 de septiembre de 2 017

Si buscaba el debate, acertó de lleno en la diana. Si lo que quería era agitar al espectador en su cómoda posición de voyeur, más aún. Hablamos de ‘Contra la democracia’, un texto extraordinario de Esteve Soler escrito en 2010 que, a través del Grand Guignol (ese género teatral de origen francés que, mediante montajes de corta duración, denunciaba la monstruosidad de un tiempo histórico, el de finales del XIX y principios del XX), reflexiona ahora sobre lo que estamos viviendo en nuestros días, la falta de representación política y el uso interesado, de unos y de otros, del término democracia.

La Sala Galileo de Madrid acoge ahora esta propuesta -para nosotros imprescindible-, ‘Contra la democracia’, en montaje de la compañía Teatro del Noctámbulo, sabiamente dirigido por Antonio Castro Guijosa y con una magnífica interpretación de Memé Tabares, José Vicente Moirón, Gabriel Moreno, y la joven Marina Recio.

El texto, que fue escrito originariamente en catalán, y que ha sido adaptado por 100 directores de todo el mundo y traducido a 17 idiomas, no ha llegado a nosotros hasta ahora en castellano y, desde luego, no ha podido hacerlo en mejor momento, tal y como está el panorama patrio, especialmente ese rincón del noreste ibérico que vio nacer a Esteve Soler, donde los políticos gobernantes dan muestra diaria de como eludir las leyes, tergiversar la realidad, hacer uso permanente de un cinismo de academia, presentar adulteraciones de la historia y, en consecuencia, fracturar la convivencia social… ¿Dónde ha quedado nuestro compromiso como ciudadanos?, ¿estamos dispuestos a comulgar con ruedas de molino?, ¿hasta dónde llega nuestro quietismo, nuestro embobamiento, frente a todo lo que está ocurriendo delante de nuestras narices?

Estas y muchas otras preguntas surgen ante el espectador que, indudablemente, necesita plantearse qué hacer después de ver los siete actos en los que está dividido el montaje, que presentan situaciones sociales extremas, en forma de sátira y de esperpento que, sin embargo -como pasa en el teatro de Valle-Inclán-, están llenos de vida, son retazos de una realidad que permitimos que nos devore día a día.

En medio de una escenografía claramente expresionista (un par de árboles desnudos, una red, y colores oscuros tanto en la indumentaria de los actores como en el ambiente general…), se suceden las siete situaciones que marcan otros tantos actos, entre surrealistas y absurdas que presenta Soler en ‘Contra la democracia’ que, sin embargo, nos remiten lacerantemente a nuestra propia realidad.

En el primer acto dos insectos -humanizados, claro está-, mantienen una conversación absurda, atrapados en las redes de una araña. “El futuro será mejor”, aseguran, pero acaban devorados por su propio hijo. El segundo acto centra la acción en torno a la figura de un político corrupto (“La ciudad es nuestra…”), empeñado en modelar ciudadanos que nunca se quejen por nada. Todo discurre sobre ruedas hasta que aparece ante él su expareja, la prueba del nueve, de que una cosa es predicar y otra bien distinta dar trigo. El siguiente cuadro presenta a dos individuos en medio de una guerra, con tirachinas, en torno al neocapitalismo que nos rodea, la especulación, el dinero…

La pieza va in crescendo y el surrealismo alcanza el zénit cuando un extraño llama al timbre de una puerta, en plena madrugada, abrumado porque no recuerda qué número va después del 6. Los inquilinos no pueden ayudarle porque también lo han olvidado. Y el surrealismo se mezcla con la perplejidad en la siguiente escena cuando los padres de un joven de 18 años lo despiertan para hablarle de que ha sido fruto de un coitus interruptus, y que los malos tiempos que atraviesa la familia, va a obligarles a hacer una especie de ERE (“hemos decidido reducir personal”).

Por último, las dos escenas finales elevan la tensión dramática hasta el extremo. En la primera de ellas, una mujer enfundada en un burka (soberbia Memé Tabares), narra cómo ha asesinado a su marido al mismo tiempo que exige ser respetada por su identidad y su vestimenta. Y, finalmente, política y religión se dan la mano en un bar de copas. Allí se dan cita el rey Leopoldo de Bélgica y el exvicepresidente estadounidense Dick Cheney, que esperan a Gregorio VII. Los colonialistas europeo y norteamericano presumen de sus barbaridades con las poblaciones invadidas, con las que no se andan con chiquitas para dominarlas y acallarlas con todo tipo de vejaciones que, si es preciso, pueden llegar hasta la muerte.

Estupendo este montaje, tanto por su factura y su interpretación, como por un texto muy bien construido que pone delante de nosotros realidades que no vemos, probablemente porque no queremos ver. Imprescindible para amantes y detractores del teatro y de la res pública.

Siete historias “Contra la democracia” imperante

3 octubre 2017

Por Horacio Otheguy Riveira

La ruindad del sistema político que impera en el mundo occidental y cristiano es de tal calibre que convierte el sistema democrático en una hermosa novia, debajo de cuyos vestidos sólo hay un monstruo que nos devora, que nos alimenta a base de bien con altas dosis de conformismo en la miseria moral y económica. Somos masa tirada sobre las cuerdas, golpe tras golpe, con seudos efectos mágicos del “mejor sistema del mundo”, creando elecciones tramposas, bipartidismos al servicio de políticos corruptos, banqueros, especuladores de alto standing… Con todo esto, el escritor Esteve Soler pergeñó un espectáculo de horror y miserias, de humor negro implacable, en el que, sin embargo, tras el desasosiego de sus constantes florece la esperanza en la solidaridad. No entre los personajes, furibundas o sumisas víctimas del sistema, sino en nosotros como “personajes” de nueva especie, espectadores que asumimos la responsabilidad de oponer resistencia, de lanzarnos al día a día con la mirada fresca, como aquellos seres de Ray Bradbury, unidos por la memorización de los libros leídos, en tiempos de quema de bibliotecas enteras (Fahrenheit 451).

A lo largo de siete historias, Contra la democracia conmina a la resistencia con un mensaje tan rico escénicamente como efectivo en su contenido. En general alejado de la retórica militante, cuando cae en ella lo hace con el mismo arte con que nos ha contado la extraña experiencia de una buena pareja que, esperando la bienaventura soñada, no tendrá otra opción que dejarse devorar por aquello con lo que suspiraba como última esperanza.

Historias con una continuidad muy bien estudiada, pero que aquí no respetaré para dejar al lector la posibilidad de convertirse en un espectador sorprendido lo más plenamente posible.

Se trata de una producción en la que la originalidad de las secuencias tiene un desarrollo de gran calado, llevado a cabo por un cuarteto de muy buenos intérpretes comprometidos profundamente con el planteamiento ideológico.

La dirección de Antonio C, Guijosa (Trilogía de la ceguera, Mármol) ha conseguido una conmovedora armonía de voces y espacio escénico, desde los mínimos detalles a los más espectaculares están controlados por unas cadencias por las que desfila el alucinado muchacho que el día de su cumpleaños se entera de que sus padres le odian con inusitada pasión; dos gandules poderosos de la historia universal se topan con una bella joven cuyo desafío no están dispuestos a tolerar; políticos en el poder arman y desarman la ciudad que se les antoja para bien de sus bolsillos y la habilidad que aplican para crear la oposición ideal; compañeros de trabajo que pasan del divertimento al salvajismo, mientras unos desconocidos se enteran de que ninguna cifra existe más allá del número 6…

Todas propuestas que generan asombro y admiración, con un pico muy alto cuya excelencia corresponde a una de las actrices, Memé Tabares, con un dominio muy grande del árabe en acento y dimensión emocional, ya que encarna, después de ocuparse de algunos de los personajes más potentes de la función, a una mujer que suplica la justicia del mundo democrático para que nadie intente… quitarle su burka.

Una experiencia audaz muy bien recibida internacionalmente. Un compromiso de quienes la interpretan y de quienes la aplaudimos. Corre una voz en un idioma por todos comprendido Contra la democracia que, con su disfraz de bondadosa igualdad para todos, envenena las aguas de la población para beneficio de un monstruo que todo lo devora con su codicia e impiedad.

Gabriel Moreno y José Vicente Moirón rematan con un final inesperado, mezcla de historia y presente que deja al descubierto la prepotencia absoluta de la clase dirigente.

Comentario. Contra la Democracia. BCSof.

La Butaca- 9 Octubre, 2017

Contra el capitalismo… Salvaje.

Todo puede mejorarse. Un error gramático se puede eliminar para volver a escribir de forma correcta. Siempre es buen tiempo para asumir equivocaciones y volver a empezar… Pero, para ello habrá que reconocer estos errores y “reprogramar” a un ser humano que desde hace algunas décadas está directamente enfocado a ser producto. A ser rentable. A vivir si es útil en la cadena de producción que social y económicamente apoya un sistema democrático alimentado por el capitalismo.

“Contra la Democracia” es el fruto de una exhaustiva observación y ejercicio reflexivo de Esteve Soler. Un trabajo traducido a 17 idiomas que sin duda ha tardado demasiado en ser representado en castellano. Mi enhorabuena a esta valiente compañía teatral (Teatro del Noctámbulo) que ha traducido este texto y lo ha llevado a los escenarios. Una compañía valiente porque no me equivoco al afirmar que las siete historias, las siete dagas que el autor catalán dirige certeras a nuestra conciencia, son abrumadoras; porque el planteamiento de estos siete instantes es muy claro, aunque envuelto siempre en un humor corrosivo e inteligente; porque Esteve Soler no se ha cortado ni un poquito en retratar a un ser humano egoísta, ambicioso, cínico, que nutre el sistema que lo ahoga, que pinta de negro un futuro que los más “ciegos” “ven” luminoso, que no evoluciona al girar como una cobaya dentro de la rueda, mientras critica lo que se empeña en hacer, en repetir, en remarcar y en machacar. El hombre es un lobo para el hombre… Y además se relame…

Es sumamente fácil entrar en el juego teatral que nos ofrece Teatro del Noctámbulo. Los siete caramelos rellenos de ácido sulfúrico son exquisitos. Se abren con cuidado y se saborean con unas actuaciones impecables, más aún, brillantes. Algunas de estas historias nos dejan con una risa congelada en nuestros labios, otras nos dejan paralizados, hasta que acertamos a descifrar qué nos dice el autor, qué nos muestran estos excelentes intérpretes y qué plantean la pregunta final y el desdén con el que responde la camarera de un bar en el que hace un instante se hicieron presentes tres momentos del pasado… que una vez fueron futuro, presente y remoto-pasado… Dicen que el hombre es el único ser que tropieza siempre con la misma piedra… implicará eso que también es el ser que repite siempre su historia?… Yo creo que Esteve Soler lo afirma aquí…. En este final que es lo que más me ha impactado… Quizá por el trabajo que el espectador ha de llevar a cabo para entenderlo, para verlo…

La banda sonora elegida para la transición de una historia a otra creo que es totalmente acertada, me recuerda a algunas películas de Hitchcock: Acción, un poco de intriga y la invitación a ver más allá de lo que sobre el escenario se nos va a presentar.

La luz tenue, jugando al claroscuro, también nos introduce en un ambiente de suspense, de tensión que se mantiene de una forma ágil y que a los ojos del espectador se vuelve un ejercicio desarrollado con una facilidad extraordinaria.

“Contra la Democracia” es un teatro imprescindible, que deberíamos ver por “humana prescripción”. Esta obra conlleva un ejercicio que no todo el mundo está dispuesto a realizar: Mirarse como en un espejo. Mirarse y Verse. Analizarse. Asumir errores y corregirlos. No es necesario y quizá sea un poco complicado borrar todo y comenzar de cero, Ya. Pero sí hay que ponerse manos a la obra… No hay que esperar demasiado… No tenemos tiempo de contar hasta diez… Al lobo se le están viendo las orejas… Y cuando queramos sobrevivir al “recorte de personal”… Quizá seamos ya un pasado que acude al bar de una camarera que no quiere servirnos ni un vaso de agua…

'Contra la Democracia': Democracia o no democracia 19/09/2017 | CRISMAR LÓPEZ

Etimológicamente la palabra democracia viene del griego, de "demos", lo que se puede traducir como "pueblo", y "krátos", lo que puede significar "gobierno". Es decir, gobierno del pueblo. Sobre si verdaderamente la democracia es o no el gobierno del pueblo puede girar parte de esta obra. Digo parte, porque sus intensas siete historias tienen muchas lecturas y puedes sacar infinidad de preguntas y de análisis. Esteve Soler nos invita con su texto a pasear por historias que pueden parecer inconexas entre ellas pero quieren llevarte a un objetivo. Soler con maestría deambula por diferentes códigos y lenguajes para que algunas veces con risa, otras con incredulidad, otras con el corazón encogido, otras con dramatismo… te plantees qué es el mundo, cómo podría llegar a ser y que dejamos que sea. Todo este sin fin de grandes cuestiones son hábilmente gestionadas por su director, Antonio C. Guijosa, que no deja que te pierdas y te ayuda a pasear por este entramado de temas tan esenciales para el individuo y la sociedad. La escenografía de Mónica Teijeiro es muy atractiva nada más verla. No sabes muy bien qué es ni dónde estás y creo que eso es justamente lo que se pretende. Este puede ser un lugar y otro, un mundo nuevo, tu mundo dentro de miles de años, o quizás si todo sigue así tu mundo en muy poco tiempo, no sé a mi cualquiera de ellas me parece muy sugerente. La iluminación de Daniel Checa, acompaña, acota y te apoya a crear ese lugar que cada uno puede imaginar. Los actores navegan por esta complicada función con mucha soltura, interpretando muchos códigos distintos y cambiando su piel en pocos segundos para llevarte a otro lugar. Se nota el profundo trabajo de dirección y de actores para que todos esos códigos estén muy definidos. Quiero resaltar el complicado trabajo de Memé Tabares, interpretando a una mujer de lengua árabe (no quiere desvelar más). El que quiera disfrutar de una obra política, satírica, absurda y dramática tiene una butaca esperándole en: Contra la democracia.

Jueves, 21 de septiembre de 2017

"Contra la democracia" en Teatro Galileo

Que la democracia actual está bastante lejos de lo que debería ser es algo que ya casi nadie duda. Las grandes élites absorben el poder y hacen del sistema democrático una pequeña farsa en la que el ciudadano se siente seguro y ellos pueden seguir moviendo los hilos a su antojo. Este panorama tan negro viene de un consumismo feroz que lo devora todo, en el que todo está anticuado un segundo después de haber estado de moda, y todo deja de ser actualidad en el instante mismo en que explota otra noticia. Esta velocidad desaforada del mundo beneficia a los poderosos, que pueden campar a sus anchas echando bombas de humo que despisten a la gente, que se conforma con poder sobrevivir.

Esta potente obra pertenece a una trilogía, junto a "Contra el progreso" y "Contra el amor", en los que su autor, Esteve Soler, da su particular visión del mundo, en pequeñas historias que van desangrando el modo de vida actual. Este conjunto de obras sobre el capitalismo consumista no deja títere con cabeza, y la democracia no podía salvarse. El capitalismo deforma de tal manera la palabra democracia que llega a tener un significado negativo, se convierte en un término ficticio que ha perdido todo su significado en pos del capital.

En palabras del propio autor "Juego a buscar la contradicción entre nuestra percepción de la palabra y su significado real", lo que indica la pérdida de credibilidad que, para él, han sufrido ciertos términos como la democracia. Soler nos muestra su visión de la sociedad, llena de monstruosidades y marcada por las continuas contradicciones que a todos se nos plantean cada día, una visión sobre el ser humano y el mundo actual, marcado por los sinsabores del individualismo y la inmediatez.

Es un texto que tiene la esperanza de reiniciar el mundo que nos rodea, renovar nuestro compromiso por la única herramienta que debería garantizar la igualdad entre las personas.

Traducida a casi una veintena de idiomas y representada en países como Alemania, Estados Unidos, Francia o Venezuela, pero paradójicamente no tiene ese éxito en España. La temporada pasada pudimos verla representada en el Valle Inclán por una compañía de Bucarest. En esta ocasión llega a Madrid de la mano de la compañía Teatro del Noctámbulo y dirigida por Antonio C. Guijosa. Los temas que aborda el texto son tan universales que encaja perfectamente allí donde va. A lo largo de toda la trilogía, que siempre tiene el mismo formato, se reivindican, según cuenta Esteve Soler, tres subgéneros: el surrealismo, el burlesco y el llamado Grand Guignol, género teatral de finales del XIX que con piezas cortas pretendía hacer un retrato moral, mezclando humor, horror y farsa surreal.

En esta ocasión son siete el número de pequeñas piezas elegidas para destriparnos a la sociedad actual. Siete pequeñas historias en las que se mezclan el humor con el horror, mezclan la sátira y el esperpento, lo cercano y lo lejano. Visiones tan próximas como surrealistas, tan precisas en su argumentación como contundentes en la morfología. Y con todo esto siempre queda en el aire la pregunta ¿Todavía hay alguien que crea que los ciudadanos gobernamos nuestra sociedad?

Esta imponente secuencia de difíciles scketchs son interpretados por cuatro camaleónicos actores, capaz de ser atrapados por monstruos, reírse del sistema e incluso matarse entre ellos, con una variedad de registros que intimidan incluso más que el texto.

José Vicente Moirón, Memé Tabares, Gabriel Moreno y Marina Recio son los valientes que se atreven con este tour de force, en el que durante noventa minutos tienen que mutar en diferentes personajes, a cada cual más surrealista. Cuatro actores con mucho mérito, ante un complicado montaje y un texto salvaje, mantienen el tipo sin bajar la intensidad ni un instante.

La primera de las siete locuras que nos plantea este montaje es la conversación que mantienen dos insectos que están atrapados en una tela de araña. Con apariencia humana, los dos insectos hablan del futuro esperanzados, "el futuro será mejor" se dicen el uno al otro para convencerse de que todo está bien. A los pocos minutos tienen un hijo que, pese a sus intentos de convencerle de lo contrario, acaba comiéndoselos. Una impactante metáfora que nos habla de este mundo tan frenético en el que El futuro nos "devora" mientras aún estamos intentando digerir el pasado. Con esta primera historia ya tenemos bastante claro que estamos ante un montaje nada convencional, y que todo puede suceder.

Tras este impactante comienzo, en la segunda aparece un supuesto/presunto político corrupto con un bate de beisbol, vapuleando todo lo que encuentra a su paso. Aunque nos pueda recordar a muchos políticos, aunque los referidos se dejen el bate en casa, el símil es abrumador. El grandilocuente personaje alardea de su poder, gritando para quien le quiera escuchar "La ciudad es nuestra", mientras piensa como deberían ser los ciudadanos perfectos. El lumbreras llega a la brillante conclusión de que serían aquellos que no se quejen por nada, nunca (a mí se me ocurre a qué partido podría afiliarse...). La rotunda aparición de su ex hace tambalear al "poderoso" político. El pasado también es capaz de llevarte por delante y devorarte.

En la tercera historia vemos como dos hombres se jactan de estar en medio de una guerra atacándose con tirachinas. Esta "peculiar batalla" acaba con un monólogo sobre la maldad de la economía, de la agresividad del libre mercado, en el que estamos en todo momento tiranizados, y sobre todo la tiranía del dinero, sin el que no sabemos (o no queremos) vivir. Uno de los

temas más importantes de los que trata la obra es la especulación, como nos va amordazando poco a poco hasta ahogarnos. La economía y la especulación nos devoran lentamente...

Estamos en el ecuador de la obra y, quizás, ante el momento más potente y contundente (que ya es decir) de lo que nos "escupe" esta obra. La cuarta pieza nos muestra una persona que de madrugada llama a una puerta, la número seis. El momento álgido se plantea cuando ni él ni los inquilinos de la casa recuerdan qué viene después de ese número.

En una de las metáforas mejor llevadas de la obra, la poca memoria de la que hacemos gala, en la que todo lo que paso hace cinco minutos no interesa, nos lleva a vivir en un mundo anclado en el instante, en el que pronto los recuerdos y los conocimientos se desvanecen. El olvido es uno de los mayores miedos del ser humano, y el tipo de sociedad en el que vivimos lo promueve. El olvido devora todo aquello que no es "el ahora".

La quinta parte, otra de las más contundentes, nos muestra a un matrimonio de lo más surrealista, que despierta a su hijo en mitad de la noche para decirle que es fruto de un "coitus interructus" y que una vez que han podido comprobar que no es rentable, sino más bien un lastre, han decidido acabar con él, "reducir personal". Brutal en la forma, esta pieza nos habla del rechazo como motivo de aislamiento en esta sociedad tan estereotipada. El rechazo nos obliga a huir y acaba devorándonos.

En toda obra o relato que se hable de actualidad (o de la Historia de la Humanidad en general) siempre debe haber un lugar reservado para la religión. En este caso es el penúltimo relato, en el que se nos aparece una mujer con un burka que nos va contando, de manera desgarradora, como acaba de asesinar a su marido, pero que por contra pide no ser discriminada por su identidad ni su forma de vestir. Uno de los mayores miedos en este mundo tan globalizado, en el que supuestamente debería haber cada vez menos fronteras, se tiene a todo aquello que es distinto a nosotros, y eso acaba devorándonos al no poder escapar del que es distinto a uno, ya que todos en algún lugar somos los distintos.

Para acabar por todo lo alto, la propuesta no podía terminar en un lugar más apropiado que un bar, lugar preferido por la gente para destripar al mundo, como ocurre en esta obra. La pareja formada por un colonialista belga y un estadounidense que alardea de toda la gente que mató en Irak. Se divierten bebiendo y bailando, mientras brindan y se felicitan por los éxitos de la democracia. En un final apoteósico, nos vamos sintiendo cada vez más insignificantes por todo lo que hemos visto y ante lo que nunca haremos nada.

Proyecto Duas

Contra la democracia

La democracia. ¡Qué barbaridad! Es lo único que se nos ocurrió decir tras acudir al estreno

de Contra la democracia en el Teatro Galileo. Algo estamos haciendo bien en nuestras

sociedades contemporáneas cuando el lugar que pisan los actores y aquel en el que se

asientan los espectadores forman un único espacio. Y algo estamos haciendo

verdaderamente mal cuando los valores tienen que ser revisados, criticados y abucheados

sobre el escenario para enseñarnos y castigarnos con la autocrítica.

Fotografía Vicente S. Román

Lo que se encuentra en Contra la democracia asusta porque nos vemos reconocidos, porque es un gran espejo puesto delante de nuestras narices para que nos veamos, nos examinemos y observemos nuestros comportamientos a la luz del día. La pieza nace de la

observación de que el capitalismo consumista deforma la palabra hasta convertirla en negativa. La

democracia es ficticia.

Y lo peor es que nosotros mismos nos creemos que nuestras peores acciones también pueden quedarse en la ficción. Esto es parte de la deshumanización presentada en este montaje, sin terminar de aniquilar la esperanza.

Fotografía Vicente S. Román

Esteve Soler ha examinado con cierto síntoma de luto aquellos aspectos de la democracia que ya están podridos, extrayendo un sano juicio para ayudar a debatir en muchas direcciones. A través de siete escenas, la reflexión está presente y obliga a instaurar un continuo alud de preguntas insaciables. El autor no sólo da la vuelta a variados temas sociales sino que sus diferentes visiones acuden desde tan diferentes perspectivas que los temas de poder, economía, política, familia o colectivo social adquieren una nueva dimensión. En palabras suyas, esta obra “quiere reiniciar nuestra visión sobre la cotidianeidad. Es un grito para renovar nuestro compromiso con esta institución que garantiza la igualdad entre los ciudadanos”.

Fotografía Vicente S. Román

La dirección de Antonio C. Guijosa aprovecha muy bien los puntos perversamente cómicos, en paralelo a las salvajadas permisibles que hipnotizan al compás del humor más ácido y negro, oscuro como el mal representado. Su talante está demostrado en la compleja mezcla de acciones que desarrolla y que logra con mucho acierto acercar al patio de butacas. La decisión es nuestra y sabemos que depende del espectador precisamente por las señales directas que nos regala Guijosa, regalo envuelto en el que él mismo también viene introducido.

Fotografía Vicente S. Román

Teatro del Noctámbulo produce una obra inquietante, cuyas tripas son las nuestras y cuyo revoltijo de pesadillas encerradas en una habitación de oro son nuestro día a día. La hilada fina entre las diferentes historias se va tejiendo como la tela de araña exhibida, aprisionando cada vez más gracias a un vestuario de Rafael Garrigós y a una escenografía diseñada por Mónica Teijeiro que elevan las piezas escénicas a otro nivel, utilizando la metáfora y el sórdido veneno para inocularnos realidad sobre la realidad en la que nos (a)sentamos al ir al mismo teatro. Retrato dentro del teatro. Autorretratos escénicos mordidos por la inteligencia que sólo puede otorgarles el arte.

Contra la democracia, distribuida por Mara Bonilla, forma parte de la trilogía Soler, en la que la deformidad del ser humano presentada quizás es la mejor pieza construida para intentar salvarnos como especie, como humanidad creyente en un mundo que ya no existe.

El poder (político y económico) ha decidido disolver al pueblo para refundarlo. Por tal razón ha expulsado a todos los ciudadanos y hará una nueva selección; una pareja que desde una telaraña, despotrica del sistema, pero a la vez promete que se vengará en las próximas elecciones; un hombre que habla de igualdad, pero no quiere ser igual al amigo que acaba de derribar de una pedrada; un matrimonio que decide que tiene que matar a su hijo para contribuir con el bien común en una economía en crisis; el encuentro imposible entre dos políticos de tiempos distintos; unos vecinos ante el peligro de la ignorancia y una mujer afgana que descubre los límites de nuestra democracia.

Teatro

Contra la democracia September 17, 2017

Contra la democracia son siete historias cargadas de ironía, drama y humor

absurdo que nos impactan, que nos horrorizan.

Las historias son muy diferentes entre sí, el nexo de unión es cuestionarnos los límites

de la democracia, el presente y el futuro, su realidad y su perversión, su

inexistencia. Aunque cada espectador podrá descubrir otros aspectos sobre los que

reflexionar. Encontramos personajes que manipulan la democracia o que se dejan llevar

por las trampas que generan otros, personajes que reclaman su derecho a la auténtica

libertad personal...

Teatro social donde las historias tienen entidad propia, en el que existe una dramaturgia

muy cuidada, los personajes tienen fuerza. Contra la democracia no es una

obra discursiva. Hay un texto inteligente en el que la dirección juega con todos los

recursos que mencionaba al principio: la ironía, el humor de situaciones absurdas, el

simbolismo, la distopía o, en contraposición, el realismo.

Es cierto que algunas historias tienen menos interés que otras o se alargan un poco sin

conseguir el equilibrio de la mejores, pero la irregularidad es inevitable en este tipo de

obras formadas de piezas independientes.

La escenografía está muy cuidada y refuerza el sentido de la obra. Sin complicados

recursos (nada más sencillo que una escalera y al final de la misma la niebla, por

ejemplo) y, a veces, llena de belleza y acertado simbolismo (las redes).

Los actores interpretan los diferentes personajes con una admirable convicción, es un

auténtico placer verlos actuar. También hay un gran trabajo de dirección para conseguir

esa variedad de tonos en las historias que permiten todo tipo de registros: desde la

declamación hierática y simbólica de la primera historia, pasando por la ironía absurda

de situaciones y acabando con una interpretación de descarnado realismo, en el episodio

de la musulmana y su traductor, de gran dificultad.

Contra la democracia es una obra que sorprende y hace pensar, muy bien defendida por

todo el equipo. Un buen motivo para ir a verla.

Aquí voy a recordar algunas de las historias por lo que, si no la habéis visto,

recomiendo dejarlo para después. (DESTRIPO)

En la primera historia un hombre y una mujer avanzan atados a una red que se va

desenrollando. No se miran, hablan de las ataduras de la sociedad, la búsqueda de una

liberación. Nace un niño-araña que, como todo hijo, devorará/atará a los padres con su

tela de araña.

Un presidente y un ayudante conversan en un despacho. Tras manipular las elecciones

con la habitual demagogia, han conseguido vaciar completamente la ciudad de todo y de

todos (calles, edificios, habitantes). La cuestión ahora es reconstruir la ciudad y poblarla

con ciudadanos elegidos, que se puedan manejar mejor. Por azar, la persona que trae el

ayudante en el saco es la ex-mujer del presidente. El pasado devora el futuro

planificado.

Un ciudadano asustado despierta a una mujer, de madrugada, para preguntarle qué

sigue al número seis. Los profesores se fueron y los ciudadanos no recuerdan los

números. Alguien se atreve a subir al piso por encima del sexto para averiguar qué hay

más allá.

Una historia cargada de simpática ironía en la que, a pesar de la absurda situación, se

conecta con la angustia de los personajes.

Un matrimonio revela a su hijo, que acaba de cumplir 18 años, que nunca fue deseado,

que ha sido un fracaso y que van a matarlo.

Una musulmana y el traductor de su discurso. Luz sobre las gradas. Ella se dirige al

público. Con una vehemencia descarnada defiende su libertad para ir vestida con el

niqab (que permite ver solo sus ojos). El discurso (desde mi punto de vista debería

haber quedado ahí) sigue con un alegato en el que defiende la muerte de su marido en

sus manos en defensa propia. Impacta el realismo de la interpretación de la escena.

Cara Be

Contra la democracia o la obligación de acudir al teatro

Esteve Soler nos tutea desde la víscera, nada de espejos ni artefactos. Con educación,

sin proselitismo, con una experiencia adquirida en la contemplación omnisciente y las

reflexiones intensas, carentes de cualquier demagogia, así habla Soler con el público,

desde la esencia del drama donde, por cierto, convive también el correspondiente

humor. Sin ambages, considero que cualquier montaje de Soler hay que verlo: sus

palabras trascienden nuestro tiempo, pues su obra nos superará en décadas de vida y

nuestras oportunidades de disfrutarlas serán contadas, no así los montajes que esperan a

sus textos. Así que no os lo penséis dos veces.

Su literatura no es invasiva, comprobareis que es amiga y de las de verdad, de las que

están dispuestas a decirte las cosas a la cara y permanecer con una sonrisa gentil

mientras espera a que tú decidas si ha dado en el clavo o prefieres mirar hacia otro lado,

y así la ofrece el montaje dirigido por Antonio C. Guijosa, cautivador y priorizando el

contenido a la forma, sin buscar la satisfacción del público, sin dejar de recordarnos

dónde nos encontramos, en este grand absurde!, y eso que Soler no es fácil de dirigir,

pues sus dramaturgias requieren un riguroso trabajo conceptual de premisas paralelas,

siempre complementarias pero nunca solapadas, tan exhaustivo como atractivo para los

directores más arriesgados.

El hallazgo del hilo conductor en forma de urna, el mejor símbolo del ardid de la

democracia, o del ataúd de esta, nos abre las puertas a un universo surrealista

encabezado por el arte replicado de Louise Bourgeois, la mejor escultora de vanguardia

en palabras de Fernando Arrabal.

Soler no deja títere con cabeza, Guijosa orquesta la escabechina y los actores son sus

verdugos. Gabriel Moreno tinta de un realismo absoluto todas sus intervenciones sin

necesidad de aderezos ni efectismos, entra pisando el escenario con la verdad bien

adentro y lo abandona entregándonosla, a nuestra disposición, para que vislumbremos a

través de ella los hilos y destellos entrelazados de la escena que ya concluye y se

oscurece. Memé Tabares se desenvuelve con igual maestría y naturalidad que Moreno,

convirtiéndose en una partenaire precisa, ideal, en las escenas que comparten. José

Vicente Moirón, a su vez, exhibe una gran energía y disfruta del sarcasmo de sus

papeles y la complicidad con el público. Marina Recio, con una presencia escénica más

reducida, fluye también con frescura y dinamismo por las diferentes escenas.

Bravissimo por esta nueva apuesta de Teatro del Noctámbulo, que prescinde de las

modas de las autorías y sigue fiel a su estilo con una coherencia inusitada, sabiendo en

cada momento lo que quieren decir y aplicando todo su talento, esfuerzo y técnica en

ello.

Visto en el Teatro Galileo (Madrid) el jueves 14 de septiembre de 2017

http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-2-noticias/2-noticias-21-09-17/4237319/

«La democracia es ficticia». Esto nos lo deja claro desde un primer momento Esteve Soler, dramaturgo, en este texto que cierra la «trilogía de la indignación», precedida por las obras ‘Contra el progreso’ y ‘Contra el amor’. ‘Contra la democracia’, la obra en cuestión de la que vamos a hablar, se estrenó el jueves 14 de septiembre 2017 en el Teatro Galileo de Madrid. La encargada de subirla a las tablas es la compañía Teatro del Noctámbulo, que bajo la batuta de Antonio C. Guijosa, crea una atmósfera gótica y tenebrosa en la que tendrán lugar escenas de lo más espeluznantes, la mayoría de ellas llevadas por el camino de la comedia ácida.

Está compuesta por siete escenas independientes llenas de humor negro, crítica y reivindicación. Política, religión, relaciones familiares, el ansia de poder… Nada se salva de ser atacado por las palabras de Esteve Soler con una maestría que merece ser analizada con detalle. La obra está protagonizada por los actores José Vicente Moirón, Meme Tabares, Gabriel Moreno y Marina Recio, que conforme se van sucediendo las diferentes —y a cada cual más disparatada que la anterior— escenas, se van metamorfoseando para dar vida con una notable organicidad a cada uno de los personajes a los que dan vida.

Una propuesta nueva, contemporánea y, sobre todo, necesaria. ‘Contra la democracia’ suscita a la crítica y a la reflexión a aquellos que toman la acertada decisión de sentar el culo frente a ellos. Antonio C. Guijosa hace un gran trabajo como director, creando una puesta en escena fuerte y novedosa. Sobre el escenario nos encontramos lo que parece un bosque para nada encantador, que añadiéndole algunos elementos escenográficos sencillos, se llega a convertir en un salón, en un despacho o en un bar.

Este texto, tras formar parte de las secciones oficiales de los festivales Theatertreffen y Literaturfestival, ambos en Berlín, ha dado la vuelta al mundo, traduciéndose a 17 idiomas diferentes.

Y ahora que tienes la oportunidad de poder verla, ¿por qué te la ibas a perder? ¿O es que tienes miedo a que te derriben el mito de la democracia?

Contra la Democracia: ¿es ésta ficticia?

Septiembre 15, 2017

Valoración:

Una de las definiciones de la R.A.E sobre la democracia, dice que ésta es “la doctrina política

según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de

representantes“. Sin embargo, aunque esto en la teoría es así, la verdad y la realidad que vivimos es muy diferente.

Contra la Democracia nos hace cuestionarnos mediante siete situaciones distintas los cimientos sobre los que se asienta ésta: el capitalismo y el poder político. ¿Vivimos entonces en una democracia ficticia?

Esta obra nos plantea un debate en el que nosotros como ciudadanos debemos de sacar nuestras propias conclusiones. Un análisis sobre las distintas aristas de la democracia que nos hará replantearnos hasta qué punto somos dueños de nosotros mismos y qué podemos hacer para mejorarla.

Siete sketches son los que componen esta obra. Todos son buenos pero, en mi opinión, dos o tres destacan sobre el resto por su “zarpazo” crítico sobre la sociedad contemporánea en la que nos encontramos. La escenografía y la ambientación son realmente buenas, trasladándonos a un lugar “inquietante”. Y los actores hacen un gran trabajo, teniendo en cuenta que cada uno de ellos interpreta a más de un personaje.

Sin duda, Contra la Democracia es una obra que recomiendo a todos aquell@s que disfrutan con el teatro “crítico”, un teatro que hace pensar y reflexionar sobre la sociedad en la que nos ha tocado vivir.

Podéis ver Contra la Democracia (Calle de Galileo, 39, Madrid) en el teatro Galileo hasta el 8 de octubre.

Contacto de la compañía José Vicente Moirón / Gabriel Moreno

609118177 / 607144262 [email protected] www.teatrodelnoctambulo.com

Distribuye Mara Bonilla

645110406 [email protected]

Facebook: Mara Bonilla Distribución Twitter: @marabonilladist

www.marabonilladistribucion.com