crisis del periodismo internacional

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  • 8/22/2019 Crisis Del Periodismo Internacional

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    Los ojos de la historia (reciente)

    A Ricardo Ortega

    Los periodistas internacionales son los ojos de la historia,aquellos que cuentan lo que est sucediendo y cuyas crnicasdel presente, a pesar de estar escritas sobre la marcha, sinperspectiva, en medio de la accin poesa bajo cierre,como se dijo de Anthony Shadid, estn destinadas a mo-delar la opinin de su tiempo ms que el trabajo de algunosinvestigadores. Los testigos, los cronistas, muchas veces inc-modos, siempre han estado ah, desde el principio de los si-glos: Herodoto, Polibio, Marco Polo... Hoy existe una lneaque une Twitter con el inventor de la historia: ir a un sitioy contarlo, con honestidad y dignidad, conocer los pro-pios prejuicios para anularlos, buscar la verdad (periodis-mo es publicar lo que alguien no quiere que publiques;todo lo dems son relaciones pblicas, escribi GeorgeOrwell) por encima de las propias ideas y arriesgarse porella. Lo que hace grande al periodismo no es el medio por elque se cuenta, sino la forma y la voluntad en que y con quese cuenta.

    Esos buscadores de contextos, como deca Kapuscinski,independientes, valientes, honestos, que estn en el lugar delos hechos y explican el quin, cmo, dnde y cundo y elporqu, y que desvelan qu pasa en un lugar y un tiempoconcretos, no son hoy trending topic, justo cuando su mirada

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    es ms necesaria que nunca. La crisis econmica, unida alcambio de modelo de negocio y al auge de las redes sociales,la globalizacin, la revolucin digital y la competencia delmal llamado periodismo ciudadano, estn provocando enlos medios un autntico terremoto. Una de sus principalesvctimas es la informacin internacional, que en nuestro pasnunca ha tenido una gran tradicin todo sea dicho, ex-cepto en cabeceras como El Pas, La Vanguardia, antesABCyla agencia EFE. Justo cuando se necesita ms calidad y msanlisis para entender cmo estn cambiando el mundo y,por tanto, nuestras vidas, se cierran corresponsalas, se recor-tan viajes y coberturas, y se paga a la pieza o por conexinuna cantidad nfima por informar desde Siria o Libia. Poreso, este libro, que es de periodistas, pero no para periodistas,sino para todos aquellos interesados en saber lo que ocurre asu alrededor, es necesario frente a la crisis de identidad delperiodismo y, en especial, del internacional, indispensablepero menos valorado, aunque es determinante para adivinarqu est en juego en nuestras democracias.

    La informacin internacional propia es cara y no vende,dicen algunos editores, repitiendo un viejo mantra: es unproducto de lujo, innecesario en estos tiempos. Manteneruna red de corresponsales, como todava hacen The New YorkTimes, la BBC, Al-Yazira o El Pas, o enviar a alguien a Pakis-tn es superfluo, arguyen los contables de los medios, slopreocupados por cuadrar las cuentas de un modelo informa-tivo que se basa en la prctica, por primera vez en la historia,en producir mucho, lo que sea, y pagar poco (o nada), o enparasitar la informacin que producen otros, eso que se llamaahora agregadores de noticias.

    Todo se puede encontrar en la web, as que se pregun-tan: para qu vamos a generar contenidos propios y de cali-dad? Aunque no les extraa que luego nadie est dispuesto agastar su dinero por algo que ya tienen gratis en la red y que,en cambio, s que haya lectores que se suscriban a Financial

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    Times o a The Economistporque, como todo lo que tienevalor, cuesta. El pblico, argumentan adems, no quiere tex-tos largos, no est interesado en lo que ocurre fuera. Y lodicen cuando en este planeta, cada vez ms globalizado einterconectado, asistimos a una debacle econmica sin pre-cedentes y caminamos sin rumbo hacia un futuro lleno deincertidumbres. Lo nico caro es la ignorancia.

    No est el periodismo para la lrica. Cada vez se publi-can menos historias y hay menos medios donde contarlas. EnEspaa, unos 6.300 informadores han perdido su empleodesde 2008 ms puestos de trabajo destruidos en compa-racin que en el sector de la construccin y la venta deperidicos va a la baja, aunque en eso tal vez tengamos algode culpa. Tampoco hay tiempo para la reflexin porque lainformacin parece caber en 140 caracteres. La sobredosis denoticias, los rumores y la lluvia de datos sin comprobar en lasredes sociales, las webs 24/24 y, en ocasiones, el tuit de unluntico, desatan muchas veces una enloquecida carrera in-formativa hacia ninguna parte. Internet amplifica el espejis-mo de que uno sabe lo que est pasando en cualquier lu-gar, cuando en realidad slo oye un ruido que no significanada. Tampoco se lleva ya el romanticismo asociado a loscorresponsales de los siglos xix y xx, esos hombres blancos,occidentales, aficionados a la bebida, que se levantaban en unhotel de cualquier ciudad extica, retratados en la literaturapor Evelyn Waugh en Noticia bomba!o Graham Greene enEl americano impasible, o en pelculas como El ao que vivimos

    peligrosamente. Los mticos periodistas de guerra tienden a serreemplazados por reporterosfreelance, cada vez ms numero-sos y en condiciones ms precarias. Pero, aunque dan ganas,no hay que echarse a llorar en medio del centro de prensaextranjero; el futuro de la profesin es el futuro y habr unamanera de conjugar las exigencias del mejor oficio con lasnuevas tecnologas, que permiten conectarse desde el lugarms recndito del planeta, pero que tambin obligan al cons-

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    tante sacrificio de la actualizacin, a la multitarea de escribirel blog, grabar el vdeo y tuitear.

    sa es la esperanza, la vuelta al periodismo internacionalde calidad que se desprende del libro que tiene entre las ma-nos, escrito por once herederos de nombres como ChavesNogales, Eugeni Xammar, Francisco Eguiagaray o Manu Le-guineche (no todo va a ser predominio anglosajn, aunquesiga dominando la agenda mundial por peso, tradicin ygeoestrategia). Once voces que dan un paso al frente y res-ponden a las preguntas que, no sin cierto temor ante lo quese avecinaba, nos hacamos Javier Martn y yo cuando, a razde un artculo sobre la extincin de los enviados especialesque me encargaron para Foreign Policy Espaa, me propusoen octubre de 2011, en vez de darnos al whisky con un bar-man comprensivo en homenaje a los corresponsales de otrostiempos, la idea de este libro colectivo, un objeto que algu-nos apocalpticos creen obsoleto, pero que est destinado asobrevivir como los propios corresponsales: es necesario elperiodismo internacional?; cmo debera ser en el futuro, sies que existe?

    Enric Gonzlez asegura que toda informacin global eslocal y que lo que ocurre en Kandahar (Afganistn) tiene,como se ha visto, ms trascendencia para nuestras vidas queun semforo en Mondoedo; Marc Bassets, que compara lacobertura internacional de la prensa estadounidense y la es-paola en favor de la segunda, apunta que el periodista eshoy ms necesario que nunca para entender la realidad de unpas; Pilar Requena sostiene, contra lo que se cree, que esposible, aunque cada vez ms difcil, una informacin inter-nacional de calidad en televisin; Ramiro Villapadierna narraveintisis aos de profesin, siempre atento a la mirada y a lacuriosidad por el otro, a la vida en suma; Mikel Ayestarandefiende que ninguna mquina podr sustituir al informadoren el frente de batalla; Mnica G. Prieto habla del exilioobligado de muchos informadores que han encontrado en los

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    nuevos medios un refugio para hacer el periodismo de siem-pre; Javier Espinosa mantiene que la profesin se est suici-dando no por la crisis, sino por su propia autocomplacencia;David Jimnez describe su fortuito e inesperado inicio comocorresponsal y asegura que siempre habr alguien a quien elERE no le pille en la redaccin; Mayte Carrasco se centra enla dura vida delfreelancede guerra, en que las balas puedenser menos mortferas que las precarias condiciones de traba-jo, y recuerda a los compaeros muertos; Javier Martn anali-za como el periodismo de agencia, el ms puro y neutralpara muchos, est sufriendo tambin la bulimia que afecta ala profesin, y, por ltimo, Ramn Lobo recuerda su debutprofesional con su primer viaje como enviado especial a lafacultad de derecho de Zaragoza.

    Como en los experimentos cientficos, los textos aqureunidos, que nacieron como respuesta comprometida a unapropuesta que entonces pareca un sueo irrealizable de doslocos, demuestran que lo que algunos quieren enterrar estms vivo que nunca, que el periodismo internacional se re-nueva y sigue adelante, que no sabemos cmo va a ser el fu-turo aunque ser de pago o no ser, pero que el presen-te est lleno de propuestas e ideas. En otras palabras, eltrabajo de los periodistas que agrupa este libro recoge la frasede Galileo: Eppur si muove. Son firmas que pertenecena muy diferentes generaciones, culturas y medios, y que des-baratan cualquier intento de reduccin al universo de la bio-loga periodstica internacional, segn la cariosa clasifica-cin del propio Enric Gonzlez: Los reporteros tienden aexcavar en el detalle y pierden contacto con el curso generalde las cosas; los corresponsales se forjan un mapamundi men-tal en el que su propio territorio ocupa un espacio inmensoy el resto del planeta apenas existe y los enviados son exper-tos cazadores y recolectores, pero ignoran el cultivo pacientede la noticia. Unos han tragado el polvo de Afganistn yotros circulan por el Ala Oeste de la Casa Blanca, pero todos

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    cumplen con pasin los cuatro mandamientos que, segnAlbert Camus, debe seguir cualquier periodista indepen-diente (lucidez, desobediencia, irona y obstinacin). Apues-tan por volver al pasado, a los orgenes, para apuntalar el fu-turo, y sa sigue siendo la frmula, la que nos ayudar asobrevivir, con el respaldo, si es posible, de un medio grande,fuerte o por lo menos independiente. Y lo conseguiremos.Primero porque, como dijo Jefferson, sin periodismo no haydemocracia y es mejor un mundo con peridicos que sinellos, aunque sea en tableta, donde haya un dilogo y no unguirigay de voces inconexas de un lado y de otro, que es loque ocurre ahora. Segundo, porque la defuncin del perio-dismo slo podra aplicarse en ciertas partes o en ciertas re-dacciones del hemisferio occidental, donde se ha instalado lamolicie informativa, impulsada por gerentes, slo pendientesde losfollowers, donde los redactores lo ms lejos que se mue-ven es a la pantalla de su ordenador y donde la profesin viveel peor de los tiempos, el mejor de los tiempos, como es-cribi Dickens en el arranque de Historia de dos ciudades; unapoca extraa porque nunca ha habido tantas oportunidadespara informar y nunca han tenido un horizonte peor aque-llos cuya labor es contar lo que pasa en el planeta. En cam-bio, en Asia, en Amrica Latina, en los pases emergentes,donde existe una autntica avidez por la informacin, el pe-riodismo est ms vivo que nunca.

    Continuando esa lnea que va desde aquellos primeroscronistas y pasa tambin por nombres como Robert Capa,Don McCullin, Howard Russell o Ernie Pyle, sigue habien-do cientos de miles de periodistas que se juegan la vida, al-gunos por menos de seiscientos euros, para contar una histo-ria local (es decir, universal), o que desentraan los entresijosde una rueda de prensa en Berln, muestran la magnitud deun terremoto en Hait, ponen nombre y rostro a las revueltasrabes, denuncian el genocidio y la esclavitud sexual en fri-ca o las connivencias entre los narcos y la poltica, con un

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    bloc de notas o con un iPad. Sin la presencia de esos infor-madores sobre el terreno, los dictadores, los caudillos o lospoderosos del mundo lo tendran mucho ms fcil. Puedehacer eso una mquina? No. Un periodista ciudadano? No.Tienen las fuentes, el contexto, la credibilidad o incluso lavoluntad de hacerlo? No. Cabe eso en un tuit? No. Hayalgo comparable a haber estado all y contarlo? No.

    Ahora que parece que Europa muere a cmara lenta yque el mundo no sabe adnde quiere ir, cuando desconoce-mos si el nuevo orden ser un G-2 o un G-0, necesitamosms que nunca a aquellos que explican, interpretan y danforma a lo que est pasando. Tambin en Espaa.

    Les dejo con ellos.

    Cecilia Ballesteros

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