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Cafeteros del Macizo Colombiano: re-creando historias en tiempos de crisis, corregimiento de El Paraíso (Sucre, Cauca)

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Cafeteros del Macizo Colombiano: re-creando historias en tiempos de crisis, corregimiento de El Paraíso

(Sucre, Cauca)

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Editorial Universidad del Cauca2012

Cafeteros del Macizo Colombiano: re-creando historias en tiempos de crisis,

corregimiento de El Paraíso (Sucre, Cauca)

Egda Mery Luna Marleny Luna Orlando Luna

Adriano Mamián Porfirio Mamián

Juan de la Cruz Gómez Javier Ernan Rosero

Jairo Tocancipá-Falla (Coordinador)

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© Universidad del Cauca, 2015© Egda Mery Luna, Marleny Luna, Orlando Luna, Adriano Mamián, Porfirio Mamián, Juan de la Cruz Gómez, Javier Ernan Rosero y Jairo Tocancipá-Falla (Coordinador), 2015

Primera edición Editorial Universidad del Cauca, julio, 2015

Diseño de la Serie Editorial Universidad del CaucaDiagramación: Cristian David Ordoñez Ordoñez Diseño de carátula: Cristian David Ordoñez OrdoñezEditor General de Publicaciones: Luis Guillermo Jaramillo E.

Editorial Universidad del CaucaCasa Mosquera Calle 3 No. 5-14. Popayán, ColombiaTeléfonos: (2) 8209900 Ext 1134 [email protected]

Copy Left: los contenidos de este libro pueden ser reproducidos en todo o en parte, siempre y cuando se cite la fuente y se haga con fines académicos y no comerciales.

Impreso en . Popayán, Cauca, Colombia.

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A las mayoras, mayores y nuevas generaciones del Macizo Colombiano

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Contenido

Agradecimientos .............................................................................................................................. 9

Introducción................................................................................................................................... 13

Parte I. El café, historias en el ámbito global

1. Origen, leyendas y ambientes geográficos ....................................................................... 23

Parte II. Caficultores del Macizo: historias en el ámbito local

2. El Paraíso y El Fresno: historia social de dos pueblos del Macizo Colombiano .......... 41

Parte III. Café, cultura y economía en el ámbito regional-local

3. El café: sembrando esperanzas .......................................................................................... 89

4. La Cosecha: El fruto de la siembra y su beneficio ......................................................... 109

5. ‘Preparando la carga’: comercio y negocio del grano ................................................... 125

6. El consumo del café: del mundo al pueblo y del pueblo al mundo ............................ 139

7. Cambio, crisis y futuro de la industria cafetera en el Cauca ........................................ 157

Parte IV. Futuro de la caficultura del Macizo Colombiano

Glosario ........................................................................................................................................ 179

Apéndice Plantas medicinales y forrajeras reportadas en los cafetales de franja media .... 183

Referencias citadas ...................................................................................................................... 187

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Agradecimientos

El resultado de este trabajo investigativo no habría sido posible sin la colaboración de distintas personas e instituciones que, directa o indirectamente, ayudaron a la realización del mismo. A nivel institucional,

agradecemos al Fondo Mixto de Cultura, a la Vicerrectoría de Investigaciones y al Sello Editorial de la Universidad del Cauca, que de modo generoso y desde sus limitaciones presupuestales contribuyeron para la publicación final de este libro. En Bogotá, nuestros agradecimientos a Juanita Camacho, quien realizó una lectura y una revisión críticas del texto. En Popayán, nuestro reconocimiento y aprecio al ingeniero José María Astaiza, ex director del Comité de Cafeteros, por permitirnos una entrevista sobre la situación cafetera en el Cauca, y a René Ausecha, gerente de la Cooperativa de productores del Sur del Cauca –Cosurca–, por colaborar con sus apreciaciones sobre la industria cafetera y el suministro de información estadística. En la Universidad del Cauca, nuestros agradecimientos a los antropólogos Cristóbal Gnecco y Guillermo Ospina, a la economista Olga Lucía Cadena, al profesor de español y literatura Luciano Rivera y al lingüista Tulio Rojas, quienes leyeron el texto críticamente y sugirieron observaciones importantes para mejorarlo. También nuestras gracias al director del Herbario del Museo de Historia Natural de la Universidad del Cauca, profesor Bernardo Ramírez, y al entonces estudiante de octavo semestre de biología Adalberto Trujillo, quienes con dedicación clasificaron algunas plantas encontradas en los cafetales de la parte media de El Paraíso. Esta colaboración y agradecimientos no deben entenderse como una responsabilidad por el tratamiento y apreciaciones sobre los temas tratados por los autores.

En El Paraíso, por su colaboración durante la fase de recolección de la información se resalta el agradecimiento a Hermógenes Hoyos, Miguel Ordóñez, Presentación Mamián, María Mamián, Mario Mamián, Adriano Mamián (q.e.p.d.), Leidy Muñoz, Noralba Muñoz y Euclides Tandioy (q.e.p.d.). En El Fresno, nuestros agradecimientos para Margarita Luna, Pedro Nel Gómez Hoyos y Córdula María Gómez. En El Mirador, el señor Santiago Anacona (q.e.p.d.) nos ayudó a confirmar muchos de los hechos y eventos ocurridos en El Paraíso y El Fresno. En la cabecera de Sucre, a Juan Rengifo y Olivio Sevilla, cafeteros y comerciantes de la región que también ayudaron desde su experiencia a contar sus historias. Igualmente, por sus aportes es importante resaltar los agradecimientos en El Paraíso a Diomedes Hurtado, Ismael Mamián, Jhon Kennedy, Ariel Ospina, Isaías Mamián y Jessica Luna. En

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cuanto al comercio del grano en la región recibimos colaboración del señor Silvio Quinayás, del corregimiento Los Uvos (Municipio de La Vega), de Napoleón Gironza (q.e.p.d.) y Heriberto Ospina en el El Paraíso y Otoniel y Daniel Bálcazar en El Bordo. En Popayán, nuestros agradecimientos también al historiador Diego Castrillón (q.e.p.d.), quien desde su perspectiva como académico y habitante de la ciudad nos ayudó a complementar el cuadro del consumo del café en la capital del departamento. Finalmente, pero no menos importante, nuestras gracias a Nuria Cristina Ortegón por su dedicación en la edición de algunos materiales en el texto.

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Mapa 1. La región cafetera en el Departamento del Cauca, Colombia.Fuente: adaptado de Zona Cafetera. Comité Departamental de Cafeteros de Caldas, 2004.

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Mapa 2. El Paraíso en el Departamento del Cauca, Colombia.Fuente: adaptado de Zona Cafetera. Comité Departamental de Cafeteros de Caldas, 2004.

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Introducción

En tiempos de crisis, ¿por qué re-crear historias de una región del Macizo Colombiano? Existen muchas razones para responder a esta pregunta; sin embargo, en una discusión sobre la temática que sostuvimos en distintas

reuniones con el grupo de personas que trabajó en esta propuesta investigativa, se identificaron aquellas consideradas como las más apremiantes. En primer lugar, la llamada crisis cafetera de finales del siglo XX (1989-2004) y comienzos del XXI (2012-2015), el posible cese al conflicto armado que lleva más de medio siglo afectando al sector agrario, a las cuales se sumó la expansión y repunte de los cultivos de coca, permitió mostrar distintas formas de relación entre las poblaciones del Macizo Colombiano frente a estos eventos críticos. En segundo lugar, al considerar la mayor parte de la literatura sobre el café en Colombia notamos que ‘la mirada’ hacia las grandes regiones cafeteras basadas en el principio de ‘productividad’ sigue primando. Vimos necesario entonces, en segundo lugar, repensar este criterio e interrogarnos sobre la importancia histórica y actual que el café ha tenido para miles de familias en el departamento. Aunque en años recientes esta tendencia ha disminuido, el Cauca, como muchos otros departamentos ‘menores’ sigue siendo desconocido en sus historias, relaciones económicas y políticas, y sobre todo en el valor social, histórico y cultural que los grupos sociales le confieren al grano.

En este orden, veíamos la importancia de revelar tales valoraciones a través de un libro que se convirtiera en material pedagógico que sirviera de referencia para las nuevas generaciones de cafeteros en esta región del Macizo Colombiano. En tercer lugar, queríamos mostrar cómo se ve esta región del Cauca en un panorama nacional e internacional, especialmente a partir de temas ampliamente difundidos como la relación café-coca, los procesos de colonización de esta parte del sur del Cauca, el conocimiento local sobre la producción, el comercio y el consumo del café, entre otros temas.

En una perspectiva amplia, el texto se aproxima a una descripción del ciclo vital del café, sin llegar a agotar el tema en otros ámbitos vinculados al cultivo en su curso productivo, como el proceso de transformación que ocurre en las trilladoras localizadas en las ciudades. Desde este punto de vista, el texto es una reflexión social sobre algunas localidades del Macizo sin perder el contexto regional e internacional que lo enmarca, consideración difícil de omitir en un

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producto como el café. El trabajo investigativo adelantado es apenas un peldaño para desarrollar posteriores investigaciones sobre temas variados y ahondar en otros aquí señalados.

A lo largo del texto se evidencia el problema del cambio social en las comunidades del Macizo, cambio que se genera por múltiples factores, entre ellos el resurgimiento de los cultivos de coca, en los cuales muchos pobladores se vieron involucrados, más recientemente al paro cafetero y posteriormente el paro agrario, que reveló con intensidad el problema agudo que se vive en el campo colombiano; temas que han sido cruciales en el llamado período ‘postconflicto’. Como se anotó anteriormente, la llamada ‘crisis cafetera’ hace evidente este resurgimiento, pero interroga sobre la manera como las poblaciones responden, adaptan e interpretan tales cambios.

El libro lleva un mensaje no solo a las nuevas generaciones sino también a las autoridades sobre un objetivo fundamental: es primordial fortalecer una disposición de encuentro entre autoridades y pobladores afectados por la crisis cafetera con el fin de buscar salidas regionales y locales a los efectos que tal fenómeno expansivo ha generado en las últimas décadas; aspecto que se hizo notar en la crisis reciente (2013) donde por primera vez en la historia del país los cafeteros se pusieron de acuerdo para exigirle al gobierno más atención y cuestionan la institucionalidad cafetera que se mostraba pasiva frente a la problemática. La crisis ha llegado también con una crisis de la representación donde muchos productores todavía no se ven reflejados en la imagen promocionada de la región considerada como eje cafetero. Estos cambios derivados de la crisis también traen oportunidades y se reconoce que, en tales posibilidades, unos ganan más que otros. Se necesita entonces orientar las oportunidades sociales de manera democrática para centrarse con mayor fuerza hacia regiones que, a pesar de ser cafeteras, todavía padecen condiciones difíciles de vida.

Finalmente, el libro tiene una finalidad académica y de vinculación con el entorno social es responder al llamado de integrar cada vez más la agenda investigativa que se desarrollan en las universidades con las problemáticas relevantes en las regiones. Esta integración colaborativa es necesaria, y materializarla más allá de discusiones teóricas y retóricas como acontece a veces en las aulas es un reto. Este libro colectivo es un aporte que va en esa dirección; falta mucho por hacer pero es indispensable comenzar este camino.

Estructura del libro

Las diferentes inquietudes que confluyeron para desarrollar este trabajo investigativo fueron incentivadas por un motivo común: recuperar la memoria social sobre la producción, transformación, consumo y la valoración cultural del

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café a nivel local. Este aspecto común, sin embargo, se fue ampliando hasta incorporar otros factores más generales asociados con el comercio internacional del café, que si bien debían ser investigados en los archivos, libros y otras fuentes secundarias, era necesario incorporarlos en el texto como una forma de mostrar y revelar las relaciones que se daban desde lo global a lo local.

Con el fin de establecer un agrupamiento de temas, el texto se dividió en cuatro partes que, a pesar de esta separación, no deben entenderse de manera parcelada. Cada parte tiene una relación con el título al cual refiere pero al mismo tiempo indica un vínculo con las otras partes que el lector podrá encontrar a lo largo de la lectura. En la parte I, “El café, historias en el ámbito global”, se aborda el contexto internacional a partir del cual el grano se expandió a través de los siglos, desde el oriente de África hasta América Latina. Este contexto y recorrido se aborda en el capítulo 1, cuyo objetivo no era solo compilar la información fragmentaria que se disponía en buena parte de la literatura sobre el café en Colombia, sino de analizar y develar cómo se mostraban a las distintas regiones cafeteras en el país, centrándose en regiones conocidas como el eje cafetero o regiones que han tenido un papel preponderante en términos de ‘productividad’ cafetera.

En décadas recientes, y en el contexto nacional, las investigaciones sobre el grano se han incrementado sobre la base de trabajos ya destacados en los que se subrayan aspectos tales como el carácter democrático del café (por ejemplo Nieto 1975; Parsons 1968) y el conflicto en la ampliación de la frontera agrícola (Bejarano 1987; Berquist 1972; Ocampo 1989a; Ocampo 1989b; Palacios 2002) entre otros. En el ámbito regional se analizan algunos trabajos que intentan dar cuenta del departamento del Cauca (Unicauca Cauca 1990; Correa 1990; Correa 1992), y del municipio cafetero de Piendamó (Posada 1980). La perspectiva adoptada es histórica y, a pesar de contar con trabajos consistentes que abordan esta dimensión sobre el café, consideramos que faltaba un análisis más enfocado hacia los procesos históricos que se han dado alrededor del café en el departamento.

Aunque casi todos los autores coinciden que el café tuvo su desarrollo a partir de la segunda mitad del siglo XIX y durante el siglo XX, existen pocas referencias que establezcan u n vínculo con el orden regional. En este sentido, y aprovechando la colección de trabajos de la Comisión Corográfica dirigida por Agustín Codazzi a mediados del siglo XIX, se analizó este trabajo excepcional en el que se aprecia de manera muy preliminar el panorama que nos muestra cómo los distintos pueblos se vincularon paulatinamente con la economía cafetera. En resumidas cuentas, al enfocar el referente geográfico en Colombia, Cauca y sur del Cauca (Macizo Colombiano) se pretendió valorar las distintas formas de relaciones y conexiones que el café empieza a establecer en las vidas de miles de familias cafeteras en el país y en la región de estudio.

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La segunda parte del libro, “Caficultores del Macizo: historias en el ámbito local”, describe la historia social de pueblos andinos como El Paraíso (antiguamente conocido como ‘El Tachuelo’) y El Fresno (antiguamente conocido como ‘El Carbonero’), municipio de Sucre. Ambas localidades son vecinas y comparten condiciones materiales y sociales comunes. Así, a lo largo del texto el lector encontrará un mayor énfasis en la localidad de El Paraíso, lo que no demerita el papel de otras localidades vecinas que mantienen características similares. La descripción histórica y actual se presenta en el capítulo 2, donde se resaltan aquellos aspectos relacionados con las familias colonizadoras como la procedencia, su nivel educativo, la salud, lo religioso y el valor cultural y social de la coca. El énfasis sobre estos temas surgió de las entrevistas realizadas con algunos pobladores de estas localidades. El contraste de los cambios presentados en la historia local se desarrolla en otra sección referida al ‘ presente’ (2003-2005, 2013), período durante el cual se recolectó y actualizó la mayor parte de la información, y donde se reveló recientemente el surgimiento de otra crisis que reiteró aspectos ya señalados en la primera.

La tercera parte, “Café, cultura y economía en el ámbito regional-local”, incorpora los capítulos 3, 4, 5, 6 y 7 y constituye casi el 80% del trabajo en su conjunto. El énfasis en esta parte se concentró en el trabajo con el grupo de investigación local en la cabecera del corregimiento de El Paraíso, aspectos que resultan comunes a la experiencia social en la vecina localidad de El Fresno. Desde un punto de vista académico, los temas que se abordan tienen que ver con la producción, transformación, comercialización y consumo del café; es decir, el ciclo de vida de este producto agrícola.

El capítulo 7 aparece de manera excepcional colocando la economía cafetera en una perspectiva comparativa con la comercialización de la coca que empezó a finales de la década de los sesenta en la región del Macizo Colombiano. El capítulo 3 trata sobre la producción cafetera en la zona. Aquí se destaca la percepción y el entendimiento que las poblaciones locales tienen y han adquirido sobre el café en las últimas décadas. Si bien es cierto que la Federación Nacional de Cafeteros ha cumplido un papel importante en términos de transferencia de tecnologías, las familias de campesinos cafeteros interpretan de manera distinta tales mensajes tecnológicos, integrándolos, modificándolos o adecuándolos a sus necesidades sociales y/o sus tradiciones. Es aquí donde se revela el encuentro con nuevas tendencias como la agricultura orgánica, que también son valoradas por los productores en relación con las tradiciones locales, que se reflejan en conocimientos sobre las fases de la luna y sus efectos sobre las plantas y los animales, el conocimiento de las condiciones materiales de producción, etc. Cabe mencionar que el papel de la huerta medicinal en los cafetales fue identificado por las mujeres, quienes evidenciaron sus competencias no solo en este campo sino en otros relacionados con la producción y el consumo en el contexto de la familia campesina caficultora.

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El período conocido como la cosecha y el conocimiento local que se relaciona con esta actividad, son analizados en el capítulo 4. Aunque ya existen trabajos especializados realizados por la Federación de Cafeteros sobre las técnicas de la cosecha, en este capítulo se trata de dar a conocer cómo los productores experimentan a nivel local esta fase en el ciclo de producción del grano y el componente social que contribuye en la realización de la actividad. Se buscó en últimas observar la cosecha desde la localidad de una zona productora de café considerada ‘marginal’. El secado, selección del grano y el almacenamiento del mismo, son actividades tecnológicas agrícolas que también revisten condiciones particulares importantes de registrar. Esta fase es una introducción para entrar a describir la actividad de comercialización. La mayor parte de las observaciones se basaron en un ejercicio de recolección realizado con algunos integrantes del grupo; a partir de allí, las revisiones del texto se hicieron de manera conjunta.

En el capítulo 5, “Preparando la carga”, se presenta una aproximación sobre cómo los comerciantes empiezan a intervenir el mercado a nivel local y, en años recientes, involucrando a personas locales en el negocio. Aquí se muestran desde un punto de vista socio histórico las formas de intervención comercial particulares que se presentaron en la región. Se destacan formas tradicionales de medida como la ‘taza’, que sirvieron por cierto tiempo a los comerciantes para insertarse de manera ventajosa en el mercado local. La trayectoria del comercio en esta región, seguramente como en otras a nivel nacional, ha trascendido desde las iniciativas individuales (comerciantes) hasta proyectos más colectivizados (asociaciones de productores y comercializadores). En la actualidad, los campesinos cafeteros logran vender sus productos a nivel individual o a través de organizaciones comercializadoras locales y regionales como la Asociación de Productores de Sucre –Asprosucre– y la Cooperativa de productores del Sur del Cauca –Cosurca/Expocosurca–. Si bien la comercialización se realiza en una escala local y regional, el producto final no se queda exclusivamente allí sino que se da en otros niveles, como queda demostrado a nivel del mercado internacional.

La esfera de consumo es analizada en el capítulo 6. Allí se destaca el contexto mundial, en el cual los países consumidores tienen un papel sobresaliente en relación con el ciclo productivo del grano. En este recorrido encontramos un hecho contradictorio: los cafeteros producen un café de gran calidad pero consumen el café de peor calidad o ‘ripio’. Esta tendencia, sin embargo, se ha acentuado en años recientes debido a los cambios del clima y consecuentemente con las enfermedades y la falta de prevención por parte de los productores. Los líderes se ven expuestos cada vez más a cursos dirigidos (degustaciones) por organizaciones cafeteras que enseñan cómo apreciar el consumo del grano y en este sentido la tendencia de no consumir un grano de buena calidad tiende a revertirse. A lo anterior se suma el hecho de que en el año 2013 Starbucks, una de las compañías distribuidoras de café colombiano más grande en el mundo, arribó al país para estimular el consumo.

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En cierta manera el incentivo al consumo en general es una respuesta al contexto de crisis cafetera que se agudizó en las últimas décadas (1989-2004, 2012-2015). La crisis, traducida por las instituciones cafeteras como una reducción significativa del precio del grano, ha afectado a más de 580.000 familias cafeteras en el país, pero los efectos de la misma están lejos de ser los mismos en todas las regiones, aunque en el paro del 2013 los reclamos fueron unificados en cuanto a lograr un subsidio por parte del Estado de 145.000 pesos por carga.

Las consecuencias y su relación con otros fenómenos económicos y sociales, como la bonanza de la coca a nivel regional y local, son analizadas de manera parcial en el capítulo 7. Con este capítulo se pretende ilustrar las particularidades que el fenómeno tuvo en una región ‘marginal’ cafetera, que aparece desconocida en la literatura que trata sobre el tema. La expansión de los cultivos de la coca con fines comerciales y su impacto económico y social es difícil de desarrollar en una simple sección y aquí solo hemos logrado una aproximación (ver también Tocancipá-Falla 1998).

Por último, en la parte IV se presentan algunas conclusiones relacionadas con la síntesis del ciclo productivo del grano y el futuro de su papel en la vida social de los pueblos del Macizo Colombiano. No se pretende avanzar en una especie de visión futurista del asunto, sino más bien, destacar el problema del cambio social o lo que algunos autores llaman ‘la nueva ruralidad’1 alrededor de la cultura y la economía cafeteras en el Macizo. En este orden, el texto se presenta como un punto de referencia para muchas lecturas e interpretaciones e invita a explorar otras temáticas no propuestas de manera abierta o abordadas solo en parte, pero relacionadas con la llamada ‘nueva ruralidad’ en Colombia. Más recientemente, con el surgimiento de otra crisis cafetera (2012-2015), aparecen nuevos referentes y manifestaciones como las acciones estratégicas de bloquear vías, algo semejante a lo desarrollado por movimientos sociales como el Comité de Integración del Macizo Colombiano –CIMA– y donde el departamento del Cauca aparece como punto de referencia importante en el ámbito nacional (Corredor 2015). Lo anterior revela una fragmentación ya soterrada en la institucionalidad cafetera, que se muestra en un movimiento relativamente nuevo por la defensa y la dignidad cafetera, el cual cuestiona las autoridades en la falta de iniciativas por resolver una problemática que dicha institucionalidad había logrado camuflar y esconder por muchos años. Una breve reseña de esta nueva crisis es trabajada en esta última parte.

1 Agradecemos a la economista Olga Lucía Cadena por señalar la ‘nueva ruralidad’ como un tema fundamental para enmarcar el trabajo. Sin embargo, en este caso creemos que la designación de ‘ nueva’ resulta problemática, tal como lo enseñan los ciclos históricos que han presentado la crisis cafetera.

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Metodología: la realización del trabajo

Hasta hace algunos años buena parte de la investigación social aparecía como un resultado exclusivo del esfuerzo individual de un autor. Sin embargo, más recientemente se ha reconocido que el acto de investigar es más que la consecuencia del trabajo de una persona. Aunque se puede participar individualmente, la interacción de estos aportes individuales en términos de conocimiento, experiencia, lectura de textos, etc. es un esfuerzo colectivo que se va resumiendo en un trabajo como este, donde se cuentan múltiples historias. El libro presentado aquí se dio a partir del encuentro de unas condiciones de trabajo entre unas personas que cultivan cierto conocimiento disciplinario (antropología) y el interés de otras por dar a conocer parte de sus vidas, especialmente aquellas que se interesan por la historia local de sus pueblos (miembros de la comunidad del corregimiento de El Paraíso y El Fresno).

Tal como insinuamos anteriormente, el trabajo presentado aquí es el resultado de varias investigaciones producidas por un grupo de líderes del corregimiento de El Paraíso, en el municipio de Sucre (sur del departamento del Cauca), y dos antropólogos (egresados del departamento de Antropología de la Universidad del Cauca), quienes se interesaron en asuntos de historia local y cambios en la cultura del café en esta área del departamento. El desarrollo del proyecto se inició en el 2002 y tuvo una revisión y actualización, no sabemos si final, en febrero de 2013, y con algunas revisiones posteriores menores en el 2015. Colocar en armonía distintas agendas y compromisos en el trabajo no fue una tarea fácil y el proyecto se desarrolló en varias etapas, que obviamente y, como en muchos casos, no correspondieron con los tiempos y planes trazados. En una primera fase (2002), nos dedicamos a hablar de cómo sería el proyecto, quiénes podrían colaborar en la recolección de la información y sobre la importancia de la investigación a nivel local. Se dieron algunas charlas sobre los aspectos básicos de lo que implica hacer investigación, las entrevistas, la fotografía, etc. A nivel local, esta idea se encontró con un interés ya establecido entre los líderes sobre la historia de su región.

Posteriormente, en una segunda fase (2003-2005), se procedió a desarrollar las actividades de campo, recolectando la información pertinente conversando con líderes, antiguos pobladores y con personas familiarizadas con la región. Alguna de esta información fue complementada con investigaciones que paralelamente venían desarrollando el profesor Jairo Tocancipá-Falla (Tesis doctoral en Antropología) y el antropólogo Javier Rosero (Tesis de pregrado en Antropología). Finalmente, en la fase de análisis y redacción del material en el 2005 se avanzó por momentos y esta fue quizás la parte más lenta de todo el proceso investigativo, pero una de las más productivas en el trabajo. Esta fase se caracterizó por la escritura, lectura y revisión de los textos producidos; un ejercicio que no fue fácil por los distintos ritmos que nos encontramos para

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estructurar todo el texto. En la cabecera del corregimiento de El Paraíso se dieron jornadas extenuantes en la que el cansancio y el sueño fueron argumentos suficientes para terminar la labor de revisión. Frente a la pregunta ‘¿qué habría que agregarle o quitarle al párrafo leído?’, la respuesta muchas veces fue ‘lo que falta es que le quitemos el papel a usted para irnos a dormir’. En otras situaciones nos correspondía volver a los lugares ya recorridos en grupo para verificar detalles de la información recolectada.

La presentación de los capítulos en toda la estructura del libro muestra estilos distintos, unas veces con un tono bastante académico, en otros momentos con la voz de los actores deseosos de contar sus historias, y en ocasiones con e l t o n o de quien al parecer elabora un informe institucional. Estas variaciones de estilos del lenguaje empleado que se encuentran a lo largo del texto fueron ampliamente criticadas por uno de los evaluadores que revisó el documento, quien solicitaba un estilo más estandarizado y homogéneo que se compadeciera con la audiencia rural. En lo que al papel de ‘escribientes’ y ‘traductores’ (antropólogos) nos corresponde, esta tarea fue supremamente difícil de realizar. Conciliar varias voces que se cruzan, creemos, era el reflejo del mismo ejercicio de interacción que se tuvo en el proceso de investigación. Los lectores, entonces, encontrarán un texto con altibajos al respecto de los tonos y los estilos variados en su escritura y oralidad, propios de las experiencias particulares de quienes trabajamos en este proyecto; esta polifonía y policromía son las que en últimas esperamos sirvan para que su lectura sea grata, especialmente entre estudiantes de los colegios agropecuarios del municipio de Sucre, de otros municipios del departamento, y por supuesto, de profesores y estudiantes de antropología y de otras áreas sociales afines. No esperamos que la metodología corresponda con una lógica “estricta” de método para hacer las cosas de investigar el mundo social. Creemos sí que es una de las formas de acercarse a la comprensión del mundo rural.

Finalmente, después de tantos encuentros para la lectura grupal, se logró concretar una versión que fue leída, discutida y ajustada a las interpretaciones, muchas veces corrigiendo redacciones rápidas y equivocadas o revisando información ya desactualizada. El texto que se presenta es en parte esta versión. Decimos en parte, porque creemos que todavía hay mucho trabajo por realizar y lo presentado aquí es una invitación y un estímulo para que nuevas generaciones de estudiantes de la región y de antropología le apuesten a mejorar la versión de las historias locales en El Paraíso y en otras localidades y zonas del Macizo Colombiano, donde seguramente dicho proceso de recuperación de la memoria social todavía espera como una tarea por realizarse.

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Parte I. El café, historias en el ámbito global

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1. Origen, leyendas y ambientes geográficos

Durante los dos últimos siglos, el café1 se ha convertido, quizás, en uno de los cultivos más sobresalientes en la transformación de la vida social de millones de familias rurales en tres continentes: África, Asia y América

Latina. Dada su importancia a nivel mundial, sus orígenes y proceso expansivo siguen siendo ampliamente divulgados por distintos conocedores del tema, muchas veces introduciendo historias y leyendas que se repiten incansablemente en muchos de los textos especializados en la materia y otras veces aportando nuevos elementos en la dinámica social y cultural de este cultivo.

En este capítulo describiremos los orígenes del café, su proceso expansivo y en especial cómo emigró desde África, Asia y Europa para luego ingresar a la región latinoamericana. Aunque parte de este recuento ya ha sido descrito y referido por distintos autores, nuestro énfasis se da sobre aquellas regiones cafeteras que históricamente han sido consideradas ‘marginales’ y que en apariencia no han tenido un papel importante o ejercido influencia en ‘regiones cafeteras’ o del ‘eje cafetero’ como convencionalmente se les conoce en el país. Esta clasificación de regiones ‘centrales’ y ‘periféricas’ no pretende configurar una geografía cafetera reducida a estos dos polos en cuanto a desarrollo cafetero. Por el contrario, considerando el caso del sur del Cauca, creemos que existen muchas regiones que todavía no han sido investigadas y que merecen más atención, destacando así dinámicas regionales complejas que todavía esperan ser investigadas.

Los orígenes del café y su(s) trayectoria(s): de África al mundo Árabe y América Latina

El origen del café como cultivo remite a la región del este central del África, en lo que se conoce hoy como Etiopía, antigua Abisinia y el centro de África,

1 Un manual define el cafeto como “una planta superior. Esto quiere decir que tiene una estructura compleja, pues posee tejidos muy diferentes entre sí como la madera del tallo y la parte verde de las hojas. También tiene órganos que se pueden distinguir fácilmente como las raíces, los tallos, las hojas, las flores y los frutos […] el cafeto pertenece a la familia botánica de las Rubiáceas […] y al género Coffea” (Fedecafé 1969: 16-20).

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actualmente El Congo.2 Una de las leyendas más populares y dominantes sobre el descubrimiento de los arbustos de café, aunque no la más convincente, remite a un pastor de cabras de esta región que algún día en el siglo VI observó cómo su rebaño, después de comer unos granos rojos de un arbusto de color verde, se mantuvo “despierto no solo dos o tres veces a la semana en la noche sino también que se excitaba y encabritaba de una manera inusual” (Banks, McFadden y Atkinson 2003: 10; t. de los a.). De acuerdo con la leyenda, el pastor reportó esto al Imam3 de un monasterio vecino, quien al cocer los granos y no resistir a la fragancia del aroma de café hizo una infusión que lo mantuvo despierto durante “la noche sin efectos adversos” (Weinberg y Bealer 2001: 4).

Una historia un tanto diferente y que vincula animales no domesticados involucrados en el desplazamiento de la semilla es atribuida al misionero J. Lewis Krapf en su libro Travels, Researches and Missionary Labors During Eightheen Years residence in Eastern Africa (1856), quien señala que un tipo de gato montés (cat civet) pudo haber sido el transportador de las semillas de café (eliminando las semillas no digeridas) desde África central a las montañas de Etiopía. En cualquiera de estas dos versiones en la que se involucran animales domésticos y salvajes, los recuentos históricos refieren a esta región como el lugar de origen. Se sabe que pueblos guerreros como los gallae, ancestros de los Etíopes, fueron los primeros en reconocer los efectos energizantes del arbusto (Banks, McFadden y Atkinson 2003: 11; ver también Topik 2000: 642).

Otra versión también popularizada entre los musulmanes refiere al Arcángel Gabriel, quien fue enviado para revelar al profeta Mohammed “las virtudes y maneras de prepararlo [el café]” presentado así como sustituto del vino que los mismos musulmanes prohibían (Becker, Hoechfeld y Kopp 1979 citado en Topik 2000; t. de los a.). Una de las versiones sobre el proceso expansivo del café indica que, a comienzos del siglo XVII, las peregrinaciones de musulmanes hacia la India e Indonesia contribuyeron a la expansión del grano hacia dichas regiones (Weinberg y Bealer 2001: 5). Otras versiones anteriores e inscritas dentro de la historia clásica del viejo continente refieren a un conocimiento preliminar del café desde los tiempos del Antiguo Testamento y la guerra de Troya.

2 Aunque existen aproximadamente 50 especies diferentes del género Coffea, solo dos variedades dominan en el ámbito de la producción a nivel mundial: el café arábigo y el robusta. Tanto la variedad de café arábiga como la robusta son originarios de África. La primera es nativa de Etiopía y la segunda del Congo en África Central. En Colombia, de acuerdo con la Federación las que más se destacan son: típica, borbón, tabí y variedad Colombia. No se menciona la maragojipe, reportada en el pasado en muchos departamentos en el país. (Variedades. Disponible en: http://www.cafedecolombia.com/caficultura/variedades.html, acceso 03/2006).

3 La Real Academia Española define el Imam o Imán como el “encargado de presidir la oración canónica musulmana, poniéndose delante de los fieles para que estos le sigan en sus rezos y movimientos” (2001: 446).

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En síntesis, el centro-este de África aparece como la región más aproximada para atribuir los orígenes del café y a partir de la cual siguió su ruta expansiva hacia la península de Arabia y posteriormente hacia el resto del mundo. Con respecto a las referencias escritas, una de las primeras establecidas sobre el arbusto y sus efectos como estimulante es atribuida al físico y astrónomo islámico llamado Abu Bakú Muhammad ibn Zakariya, más conocido como ‘rhazes’, quien reseñó el consumo de ‘bunn’ y ‘buncham’; expresiones árabes que todavía se usan en Etiopía para referirse al grano de café y su bebida respectivamente (Weinberg y Bealer 2001: 3). Otra versión, en la que se resaltan las evidencias documentales, señala que desde “mediados del siglo XV en los monasterios Sufi de Yemen al sur de Arabia” (Banks, McFadden y Atkinson 2003: 10-11; ver también Stella 1997; Topik 2000; t. de los a.) ya existía un conocimiento sobre el arbusto del café y el consumo de sus frutos.

De todas estas versiones, todavía sorprende el hecho de que el origen del café siga siendo dominado por una leyenda pastoril de un pastor y sus cabras, imponiéndose con vivacidad y folclorismo. Sin embargo, varios autores coinciden en señalar que los orígenes precisos sobre el café todavía siguen siendo inciertos. Topik, por ejemplo, subraya que muchas de aquellas historias “permanecen envueltas en leyendas en las cuales la verdad y la imaginación están inexorablemente enlazadas” (2000: 642).

Teniendo en cuenta las interpretaciones presentadas, existe un hecho claro y es que desde África misioneros, comerciantes y viajeros facilitaron el proceso expansivo del grano siguiendo diversas rutas hacia otros continentes. Al respecto, existen algunos eventos distintivos y rutas significativas que siguió el café en su proceso expansivo. Para iniciar, se ha establecido que la difusión del grano se dio inicialmente en los siglos XV y XVI hacia Arabia (La Meca y Medina) y en los bordes de Europa (Constantinopla, hoy Estambul), donde fueron creados a mediados del siglo XVI (1554-1555) los dos primeros cafés. Hacia finales de este siglo, la propagación del grano continuó su ruta hacia Europa y el sur de la India, y ya a comienzos del siglo XVII se afirma que Venecia (Italia) se constituyó en el primer puerto en recibir la primera carga de café comercial. En la primera década de este siglo también se estima que el holandés Pieter Van dan Broeck logró importar los primeros granos de café a Holanda; y en 1637 se afirma que un refugiado turco introdujo el café en Inglaterra (Oxford). En cuanto a su consumo público, los primeros sitios se crean ocho años después, en 1645, cuando en Venecia se funda el primer café; posteriormente, en 1650, un judío dio apertura al primer café, llamado ‘El Ángel’, en Inglaterra.

A partir de estas rutas, Europa y Norteamérica empezaron a consolidarse como regiones especializadas para el consumo de café, mientras que países de África, América Latina y Asia en lugares dónde las condiciones climáticas lo permitían, fueron configurándose como regiones productoras por excelencia. Este círculo

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producción-consumo, que también se dio con otros productos y especias, es resultado de centurias de dominación e interacción entre países imperiales como Holanda, Inglaterra, España y sus colonias localizadas en África, Asia y América Latina. Para mediados y finales del siglo XVII (1658), por ejemplo, los holandeses empiezan a cultivar y expandir el café en sus colonias localizadas al sur de la India, desde donde años más tarde se empieza a exportar a sus centros metropolitanos.

Como bien anotábamos, la expansión del café hacia distintos puntos cardinales ocurrió a través de viajeros, embajadores, misioneros y/o comerciantes, quienes eran los más inclinados a intercambiar las cosas novedosas en los distintos lugares visitados para luego socializarlos con los grupos de poder o patrocinadores de sus viajes. Así, mientras en 1669 un embajador turco realizó una primera demostración sobre el consumo del café ante la corte de Luis XIV en Francia, en 1670-1675 (¿?) un físico holandés introdujo el café a la corte de Brandenburg en Alemania. Si bien estas referencias muestran que el consumo del café se acercó inicialmente a las clases altas y elitistas de las ciudades europeas, ello no fue obstáculo para que su popularización también se diera a través de los cafés en áreas urbanas de la periferia; aunque su surgimiento fue cuestionado por los grupos de poder y autoridades por considerarlos focos de ‘sedición’ y de inestabilidad del orden social y político, tal como aconteció en Londres en 1675 (ver Banks, McFadden y Atkinson 2003; Stella 1997).

Uno de los hechos más significativos de la trayectoria del café y de su historia social en nuestro continente se dio a comienzos del siglo XVIII (1706), cuando los holandeses deciden enviar semillas y una planta de café desde Java hacia el Jardín Botánico en Ámsterdam. Ya para esta época los holandeses realizaban despachos comerciales desde sus colonias hacia esta ciudad metropolitana. De estos envíos iniciales, y particularmente del Jardín Botánico en Ámsterdam en 1714, se distribuyeron otras muestras hacia otros jardines como el de París y hacia las colonias holandesas en el nuevo mundo, específicamente en Surinam (antigua Guayana holandesa). Algunos especialistas e historiadores (Pendergrast 2002), afirman que del(os) arbusto(s) entregado(s) al Jardín Botánico de París, el oficial naval Gabriel Mathieu de Clieu tomaría algunas muestras del grano para Martinica en 1723, obteniendo tres años más tarde aproximadamente su primera cosecha.

Alrededor de 1730 el cultivo se había extendido rápidamente a través de las Antillas Francesas, y para este mismo año también los británicos introducirían el grano en Jamaica. En cuanto a las semillas traídas de Holanda a la colonia suramericana de la Guayana Holandesa pronto se dio su expansión al vecino territorio de la también antigua Guayana Francesa, desde donde se dice que en 1727 el teniente portugués Francisco de Mello Palheta (Portugués) se ‘robó’ unas semillas de muestra y las introdujo por primera vez a Brasil. En general, de las muestras traídas a Martinica y a la Guayana Francesa, se afirma, salieron los

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semilleros del cultivo del café que posteriormente se expandirían hacia el resto de las Indias Occidentales y Suramérica. Ya para 1750 se estima que el café crecía en la mayor parte de África, Asia y América Latina (Dicum y Luttinger 1999; Pendergrast 2002; Stella 1997). Al igual que el proceso expansivo del café ocurrido en África y Asia, en América Latina los viajeros, autoridades, comerciantes, misioneros y colonizadores europeos se desplazaron llevando consigo lo que Pendergrast llamó ‘la semilla de la conquista’.

En el proceso expansivo del café a nivel mundial se aprecia entonces un peregrinaje que empezó hace más de cinco siglos, transformando en dicho desplazamiento las vidas de millones de personas en el mundo, tanto en las regiones de producción como de consumo. Esta expansión no estuvo exenta de injusticias y explotaciones de unos sobre otros en múltiples formas. Un ejemplo de ello lo constituye Haití, que desde 1730 ya contaba con aproximadamente 30.000 esclavos africanos importados con el fin de cumplir con las nuevas condiciones que demandaba el cultivo del café en este país. Para 1791, Haití ya suministraba la mitad del café producido en el mundo a expensas de medio millón de esclavos ( Junguito y Pizano 1991). Las condiciones inhumanas de la esclavitud fueron también comunes en países como Brasil y posteriormente en Colombia con otros matices, donde la lucha por la tierra por parte de distintos grupos sociales ocupó un papel fundamental. Es claro entonces que la historia social del café presenta distintas versiones en su proceso expansivo, versiones que van desde leyendas poco imaginativas hasta narraciones que muestran sus efectos adversos a la condición humana. Como se verá más adelante, parte de estas historias ocurridas en otras partes de la región latinoamericana también presentaron afinidades y diferencias con lo que ocurriría en la Colombia cafetera en décadas posteriores.

El café en la Colombia de los siglos XVIII y XIX

La introducción y expansión del café en países de habla hispana y particularmente en Colombia se atribuyen a los mismos colonizadores españoles, quienes llevaron consigo la semilla siguiendo un proceso de colonización similar al de otros países europeos a comienzos del siglo XVIII. A ellos se les otorga el papel de llevar el grano a sus colonias, especialmente hacia Puerto Rico, Cuba, Venezuela y más tarde Colombia y la región occidental de las Filipinas (Chalarca 1987), a través del océano Atlántico por las Antillas. Existen dos versiones de la llegada del grano a Suramérica, una de ellas señala su entrada a través de la ruta centroamericana, es decir, por las regiones que hoy se conocen de Panamá y Urabá, y la otra, a través de las Guayanas y Venezuela (Hernández 1970; Junguito y Pizano 1991). Al respecto, Chalarca (1987:5) señala:

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La versión más autorizada sobre la plantación de las primeras semillas de café en territorio colombiano es la del sacerdote jesuita español José Gumilla, quien consigna en su obra ‘El Orinoco Ilustrado’ la siembra de la planta en la misión de Santa Teresa de Tabage, fundada por la Compañía en la desembocadura del río Meta, en el Orinoco.

Al igual que en esta región del oriente colombiano, la diseminación de la semilla también se dio hacia otras regiones a través de viajeros, comerciantes y curas doctrineros. En este contexto, Popayán4 aparece como referencia obligada en la diseminación del cultivo del café en el país y en donde “Los jesuitas parecen haber sido los primeros en introducir semillas de café en Colombia hacia 1723” (Delgado 1876 citado en Junguito y Pizano 1991: 2). Asimismo y con posterioridad,

se inició la difusión del grano por el territorio nacional, si bien es cierto [...] su siembra se concentró inicialmente en regiones particulares. Se tiene información sobre cultivos realizados por los jesuitas en el Seminario Menor de Popayán en 1732 y de la existencia de cultivos en la provincia de Santa Marta y Riohacha hacia 1741 (Hoyos 1937 citado en Junguito y Pizano 1991: 2) [...] De otra parte, escritos que datan de 1780 se refieren al cultivo del café en el interior del país (Palacios 2002: 49).

Sin embargo, un proceso expansivo más consistente del cultivo no se facilitará sino hasta la segunda mitad del siglo XIX y el XX, cuando el consumo mundial del grano empezó a aumentar y los precios, a pesar de su inestabilidad, se mostraron favorables, estimulando así el incremento de la producción y por ende la diseminación de los cultivos por la geografía nacional. Este proceso expansivo le permitió al país insertarse en el mercado mundial, que en el contexto de lo que los economistas llaman “un ‘desarrollo hacia fuera’ no se dará sino hasta después de 1910” (Safford 1965 citado en Palacios 2002: 49). Al respecto, historiadores como Frank Safford (1965) sugieren que hacia 1870 “se marca el cambio de una economía basada en el oro, la mula y el tabaco, a otra dominada por el café, el ferrocarril y los bancos” (ver también Bejarano 1987; Beyer 1947; Ocampo 1989b; Palacios 2002).

Como se anotó anteriormente, el ingreso del cultivo de café en el país por el nororiente impuso nuevos retos en términos del desarrollo de la infraestructura vial, lo que demandó una mayor atención hacia la articulación de las economías regionales con el contexto nacional (ver Junguito y Pizano 1991: 12). En este caso, las investigaciones realizadas sobre el café desde distintas disciplinas se han ocupado prioritariamente sobre aquellas regiones que, bajo un criterio ‘productivista’, han

4 Es de anotar que Popayán en el siglo XVIII, además de relacionarse con un punto geográfico, también refería a una vasta región conocida como Provincia.

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tenido un papel determinante en la formación de las regiones cafeteras del país. De este modo, departamentos tales como los Santanderes, Cundinamarca, Tolima y posteriormente Antioquia y Caldas aparecen en la literatura con mayor resonancia que otros departamentos aparentemente ‘marginales’ en la producción del grano. En lo que sigue, nos ocuparemos de hacer una reseña breve sobre aquellas regiones aparentemente ‘ marginales’ en las que el café también tuvo un papel importante en la vida económica y social de miles de personas, tratando de complementar las investigaciones que se han ocupado de aquellas regiones más ‘centralizadas’ en el desarrollo cafetero del país.

El café en la confederación Granadina (siglo XIX)

Sintetizando el trabajo recientemente publicado de la Comisión Corográfica sobre algunos estados, provincias y cantones y la presencia del café en aquellos, tanto a nivel de producción y mercado interno como de exportación por vías fluviales, nos permiten sugerir algunas ideas orientadoras que pueden contribuir hacia una historia regional del café en el país. En primer lugar, creemos que el café siguió no una sola ruta sino múltiples rutas que hoy siguen pendientes de ser investigadas. La más dominante, por su claro indicio vinculante con procesos de exportación, es la correspondiente a la entrada por los Santanderes, nororiente del país, para luego descender al centro y en seguida irradiar hacia el hoy conocido como eje cafetero.

Sin embargo, la exploración de otras rutas que se asocian con el comercio entre el Istmo de Panamá y Cartagena merecen ser estudiadas. En la misma medida el reporte sobre otras provincias y cantones del Estado del Cauca manifiestan que ya el café presentaba ciertas dinámicas a nivel de producción y mercado interno que aún esperan investigaciones más consistentes. Esto sugiere interrogantes tales como: ¿Por qué dichas dinámicas se desvanecieron? Podemos atribuir solamente como causa el problema de transporte, tal como lo sugiere Beyer (1947), para explicar su no desarrollo en esta región, al igual que en otras regiones del país de aquel entonces. ¿Podemos aplicar este mismo paradigma explicativo, ya extendido para la región andina, de la misma manera para aquellas regiones de piedemonte como en el Casanare, donde el café empezó a competir con otras actividades pecuarias como la ganadería, o de valles interandinos donde el transporte fluvial, heredado de ‘la bonanza tabacalera’ de la segunda mitad del siglo XIX, también adquirió un papel en el caso del café? (Ocampo 1989b).

Sin desconocer la importancia que el transporte pudo haber tenido en la estructura de costos para la inversión en la industria cafetera, creemos que este aspecto debería ser analizado a la luz de la dinámica de otras actividades agrícolas y pecuarias vigentes en las regiones. A la par de estos interrogantes, como muchos otros, la explicación basada en el problema del transporte se muestra todavía

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muy reduccionista, e inhibe desde el punto de vista investigativo la existencia de otros factores como la naturaleza del espíritu de los empresarios locales, y sobre todo las dinámicas regionales que bien pudieron tener distintos efectos en dichos ámbitos. Es claro que estas preocupaciones deben colocarse en equilibrio con aspectos metodológicos relacionados con la conservación y acceso de las fuentes documentales. En segundo lugar, el reconocimiento de distintas dinámicas regionales en el siglo XIX podría sugerir la existencia no solo de un modelo de inserción al sistema económico mundial, sino de múltiples y variadas formas de articulación económica en las cuales algunas poblaciones rurales resultaron más exitosas que otras, y a ritmos diferentes: los Santanderes, viéndose sustituidos en la producción de café por Antioquia y Cundinamarca a finales del XIX; el dominio de Antioquia en el proceso expansivo del café durante el siglo XX; y el resurgimiento de otros departamentos a comienzos del siglo XXI.

En síntesis, y al igual que Palacios, consideramos que “la expansión del cultivo y comercio del café no produce una sino varias sociedades” (2002: 30), presentando así ‘un mosaico en donde partes diferenciales’ se desplazan ‘a ritmos diferentes’. A pesar de este reconocimiento, los estudios sociales sobre las sociedades vinculadas al café siguen dominadas por aquellas regiones que ocuparon un lugar de ‘importancia excepcional’ (Jurado 1957) en la producción cafetera. Esta concentración persistente sobre regiones cafeteras referidas al centro del país y al hoy llamado eje cafetero, ha configurado una visión y apreciación dominante que minimiza los procesos sociales regionales en otros ámbitos, como se ha ilustrado en el trabajo de la Comisión Corográfica muy a pesar del tiempo relativamente corto en el cual se hizo la recopilación de la información.

Curiosamente, hoy ya entrado el siglo XXI ese carácter diferencial sobre la producción cafetera en el país aparece de manera insistente en el ámbito de la crisis cafetera que empezó a agudizarse desde la ruptura del pacto cafetero en 1989 y con el surgimiento de nuevos países productores como Vietnam.5 Las crisis son sin duda momentos cruciales que inspiran el surgimiento de las identidades colectivas como una forma de superarlas.

El surgimiento de cafés especiales, el café orgánico, la importancia de la identidad regional en la producción nacional y el comercio internacional (‘Juan Valdéz ya tiene familia’, como lo anunció un periódico nacional para referir a los cafés producidos por fuera del eje cafetero), entre otros aspectos, han implicado un reordenamiento en la importancia que las regiones productoras de café han tenido en la historia del grano. Podría afirmarse que este efecto ha sido el resultado de la necesidad de expandir su consumo, no solo a nivel nacional

5 En el 2004, Estados Unidos retorna a la mesa de negociación del pacto, señalando un buen síntoma en la recuperación de los precios; como efectivamente aconteció. No obstante, los nuevos acontecimientos entre 2012 y 2013 señalan una dinámica más compleja del asunto.

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sino también a nivel internacional, condición que ha derivado fundamentalmente en una valoración de lo local y lo regional; aunque en muchos casos tal diversidad de lo local y regional siga dominada por la imagen ejemplarizante de ‘la quintaesencia del cafetero’ colombiano vestido con traje de arriero ‘paisa’: Juan Valdéz. En lo que sigue trataremos de presentar algunos aspectos del proceso expansivo que siguió el café en el Cauca y posteriormente nos centraremos en la experiencia social e histórica de algunas poblaciones alrededor de este cultivo en el sur del departamento.

El Cauca cafetero en el siglo XX

Dentro de las interpretaciones y explicaciones que diversos autores especialistas en el estudio del café vienen planteando, el Cauca corresponde con una región tipificada como marginal y de pequeños propietarios, en contraste con otros departamentos como los Santanderes, Cundinamarca y Tolima, donde la hacienda y medianos propietarios son característicos. Aún Antioquia, Caldas, Risaralda y Quindío, representantes del llamado ‘eje cafetero’, predominan como los departamentos productores por ‘excelencia’. A pesar de estas caracterizaciones, en este trabajo lo ‘marginal’ no se define en relación exclusiva con la ‘ productividad’, sino también en función de la importancia social que el cultivo ha tenido en las vidas de miles de familias cafeteras. La participación del Cauca, como la de otros departamentos, está lejos de ser marginal.

Tal como quedó indicado, ya desde el siglo XVIII Popayán apareció como la primera ciudad colonial en la cual se reporta el café en términos de producción y consumo, demarcando una historia que se muestra por fuera del esquema de desarrollo cafetero que presentan los departamentos del llamado ‘eje cafetero’, y que obedece fundamentalmente a otra dinámica social y económica, no necesariamente aislada del mercado mundial del grano.

Existen pocas investigaciones que den cuenta de la historia social del café en el Cauca. Aparte del trabajo clásico de Diego Monsalve, Colombia Cafetera, y algunas estadísticas emitidas por el Banco de la República, una de las primeras referencias es un artículo escrito en 1957, resultado de una encuesta sobre el origen del café en Colombia promovido por la Federación Nacional de Cafeteros. En esta primera referencia, se menciona la cita ya conocida del jesuita José Gumilla, a quien se le atribuye la traída del grano en el siglo XVIII: “Era la época en que el café empezaba a cultivarse en la Martinica y en la Guayana; de esta última región trajo sus semillas el Padre Gumilla” (Unicauca 1990). Al respecto, en el trabajo de José Luis Hoyos, se hace la aclaración de las fechas en cuanto a la llegada de la semilla al país y quien sugiere que para 1723 ya se sembraba por primera vez y que para 1732 los misioneros ignacianos traen la semilla a Popayán desde el Orinoco (Oriente) (citado en Junguito y Pizano 1991). Aparte

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de esta reseña preliminar no existen investigaciones más consistentes que ayuden a conocer más detalles sobre el proceso expansivo que tuvo el grano a nivel departamental. Habrá que esperar hasta finales del siglo XIX para encontrar alguna información con cierto nivel de especificidad.

Ya en el siglo XX, con el surgimiento de la Federación de Cafeteros en 1927 (Ocampo 1989a), la política y la economía cafetera se centralizaron aún más y se inició un sistema estadístico que excepcionalmente todavía se conserva. Hacia 1955-1956, con la cooperación de la Comisión Económica para América Latina –CEPAL– y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura –FAO–, se realizó un estudio detallado de la economía cafetera en el país que reveló la importancia creciente que empezó a tomar el café para muchas poblaciones campesinas en la región andina. Para este período, por ejemplo, se estimó que cerca de 1.156.000 personas estaban dedicadas al cultivo del café, correspondiendo con el 13,1% de la población en el país, generando cerca del “13,1% del ingreso nacional y un poco más de la tercera parte del ingreso agropecuario” (Ocampo 1989a: 244). En un intento por representar las distintas escalas de distribución espacial, el estudio destacó cuatro tipos de zonas de acuerdo con la intensificación de los cultivos de café: en rojo las zonas de cultivo intensivo, en verde las de cultivo medio, en amarillo las de cultivo pobre y las punteadas en blanco y negro las zonas potenciales. Décadas más tarde los estudios regionales empezarían a adquirir una mayor importancia (excepción hecha al trabajo de la División Técnica de la Seguridad Social Campesina en 1957 y que todavía merece un mayor análisis).

Las investigaciones regionales más recientes sobre el café empiezan a manifestarse a comienzos de los noventa. Para el caso del Cauca, dos investigaciones contribuyen a dar cuenta de la industria cafetera en el departamento: Impacto de la Industria Cafetera y de la Federación en el Desarrollo Socioeconómico del Departamento del Cauca (Correa 1990; ver también Correa 1992) y Desarrollo de la Caficultura en los Departamentos de Cauca y Nariño (Unicauca 1990: 6). El primer estudio es un trabajo exhaustivo que incorpora un análisis regional económico y social desde el punto de vista histórico sobre el desarrollo de la caficultura en el departamento del Cauca. Esta investigación, que fue auspiciada por la Federación Nacional de Cafeteros y elaborada por la Universidad del Cauca, se inscribe dentro de un contexto de descentralización en el cual la institución cafetera decidió a mediados de 1988 realizar en cada uno de los departamentos cafeteros estudios de impacto regional del grano y el papel que organismos como los comités departamentales desempeñaban en tal desarrollo.

El trabajo presenta una buena cantidad de información sobre el papel que el Comité Departamental de Cafeteros del Cauca tiene en la industria cafetera a nivel regional y en un contexto de descentralización municipal, al igual que realiza un análisis que contribuye a comprender la dinámica de la caficultura. Así, los

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autores señalan que históricamente el Cauca ha presentado tres etapas que son fundamentales para entender tal dinámica: los ciclos productivos precedentes al café, hasta 1900 (extracción del oro y la explotación de la quina); el inicio y desarrollo de la caficultura tradicional, 1900-1970 (siembra del café y la ampliación de la frontera agrícola); y la modernización del cultivo, 1970-1980, coincidiendo con fenómenos sociales “más complejos: conflictos sociales, producción coquera [sic] y caña de azúcar y democratización de la tierra” (Unicauca 1990: 12).

En la primera fase del estudio, se indica que para la comprensión de la dinámica del café es necesario atender a las particularidades del desarrollo de la economía en el Cauca, la cual

se centra en buena parte, en la ganadería y en la producción de cultivos de ‘clima o de tradición’ como dicen los indígenas y campesinos; el café y la caña, que carecen de tal tradición,6 van a tener su mayor desarrollo después de 1950, compartiendo con la ganadería la mayor proporción del P.I.B. [Producto Interno Bruto] agropecuario regional (Unicauca 1990: 14).

De esta forma, la primera fase se puede comprender a partir de su tradición cultural:

Las experiencias históricas de estas formas económicas y la tradición indígena contribuyeron en conjunto para que en el departamento se generara un uso y/o explotación del medio basado fundamentalmente en la combinación de tres factores: cultivos de pancoger7 o de ‘tradición’, aprovechamiento de las bondades del suelo, empleo de conocimientos o técnicas tradicionales (Unicauca 1990: 22).

Al parecer, esta caracterización precapitalista sirvió para vincular a ciertos grupos sociales como los indígenas, mostrándose como una fase precedente a otra más modernista, inclusiva e integradora de otros grupos, incluyendo los mismos indígenas:

Sólo en 1932 el cultivo adquirió cierta importancia económica y comenzó una tendencia de desarrollo que se mantiene hasta el presente: ser un cultivo predominantemente mestizo-blanco, de finca pequeña y minifundista; la producción de las etnias negra e indígena es marginal, a más de ser marginal parte de la tierra utilizada por ellas en este cultivo (Ocampo 1989b: 225).

6 A pesar de lo planteado por esta autora, consideramos que el café y la caña son vinculantes con tradiciones que se remontan a períodos anteriores a la década de los cincuenta.

7 ‘Pancoger’, es una expresión que se utiliza para referirse a siembras de cultivos de rotación y permanencia corta que permiten asegurar la alimentación de una familia campesina.

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Ca f e t e r o s d e l M a c i z o Co l omb i a no

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Algunos autores, tales como Ocampo (1989), sugieren que este mismo período también fue significativo para departamentos como Nariño, Huila, Boyacá y Magdalena. La producción en firme con fines de exportación, al parecer, ocurrió en una segunda fase:

todo comprueba que el Departamento del Cauca solo a partir del año 1923 comienza a impulsar decididamente la actividad y en 1925 ya muestra alguna representatividad dentro de la producción cafetera nacional con 18.000 sacos de producción, que equivalen al 1% del total de la producción nacional. En el censo de 1932 la producción regional había subido a 56.000 cargas de 125 kilos, participando con el 1.6% de la producción Colombiana […] (Unicauca 1990: 18).

Hasta cierto punto, esta segunda fase todavía sigue dando continuidad a la experiencia histórica heredada del siglo XIX: “no parece exagerado afirmar que durante el medio siglo subsiguiente a la terminación de los ciclos del oro y la quina, la economía del Cauca podría caracterizarse como: predominio del abastecimiento o subsistencia sobre la comercialización y del status de la propiedad sobre la producción” (Unicauca 1990: 115). Pero en otro orden, en el estudio se sugiere que, a partir de una tímida producción en el primer cuarto de siglo, el Cauca se ha ido incorporando poco a poco dentro de un sistema productivo más amplio que también ha caracterizado a muchos departamentos en el país: “la participación del Cauca en el total de la producción nacional, fue creciente hasta 1970, pues partió del 1% en 1925 hasta llegar al 5.1% en 1970” (Unicauca 1990: 27). Ese proceso expansivo, que se afianzó a partir de la segunda mitad del siglo XX, ocurrió en casi todos los municipios del departamento, incorporando también población negra e indígena’ quienes aprovecharon “las áreas de clima medio disponibles” (Unicauca 1990: 122). Esta ampliación de la frontera cafetera se demuestra estadísticamente:

En el año de 1932 había 25 municipios con cultivos de café distribuidos por todas las regiones del departamento a excepción de la Costa Pacífica y la Bota Caucana [ésta última se dice se encuentra en proceso de colonización] [...]. En 1960 el cultivo se había esparcido a 28 municipios; en 1970 a 29 y en el censo de 1980 a 30 municipios o sea que el 83.3% de los municipios caucanos cultivan café (Unicauca 1990: 120).

Finalmente, en una tercera fase que el estudio define como ‘modernización del cultivo’, se refieren las diferencias interregionales en las cuales el desarrollo de la caficultura se vio afectado, entre otros factores, por la expansión de los cultivos de coca, particularmente en municipios tales como Argelia, Balboa, Mercaderes, La Vega, Bolívar, Caloto y Corinto (sur y norte, respectivamente). Esta fase de modernización también se asoció con la tecnificación de los cultivos, especialmente para el período 1970-1988; siendo el centro la zona que más renovó cafetales

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(4.204 ha - 51,2%), seguida por el norte (2.759 ha - 33,6%), el sur (888 ha - 10,8%) y el oriente (356 ha - 4,4%) respectivamente (Unicauca 1990). Esta distribución que integra a la mayoría de municipios del departamento ilustra la importancia que el café tiene para la mayoría de los caucanos a finales del siglo XX:

de acuerdo con los censos cafeteros de 1970, 1980 habían 91.761 fincas cafeteras en las cuales vivían 60.000 familias que dependen directamente del café para su subsistencia, [...] lo cual equivale a que el 50% de los habitantes del Cauca dependan en alguna forma para su subsistencia del cultivo, beneficio, transformación, transporte y comercialización del grano, lo mismo que a las diversas actividades colaterales e indirectas que de ella se derivan (Unicauca 1990: 85).

De esta manera, según los autores de la investigación entre otros, el café cumple una función social que no ha generado mayores problemas socio-económicos y por lo contrario, ha generado una democratización de la tierra y que ha generado empleo (Unicauca 1990). Esta percepción romántica afín a la presentada por Nieto (1975), sin embargo, no corresponde con muchas áreas y regiones cafeteras donde dicha ‘democratización’ estuvo precedida o sucedida por conflictos como aconteció en el norte del Cauca, entre otras áreas todavía por ser documentadas (ver también para otras regiones cafeteras del país Bejarano 1987; Berquist 1972 Legrand 1988; Palacios 2002).

Aunque el estudio recoge análisis valiosos sobre el desarrollo de la caficultura en el departamento, el esquema de una tipología en la que una fase sucede a la otra, partiendo de una etapa inicial tradicional hacia una más moderna y compleja, desestima otras particularidades locales más complejas. Así, contrario a lo que afirman al principio acerca de la herencia de cierto tradicionalismo arraigado en comunidades indígenas, los autores muestran posteriormente en el texto que en el Cauca todavía subsisten estas formas tradicionales manifestadas en los sistemas productivos, en concordancia con otras áreas que se muestran más tecnificadas. En resumen, tradición y modernidad no son períodos sucesivos ni excluyentes como si estuvieran pre-definidos en una escala temporal, sino que pueden ser coexistentes en períodos más recientes. A pesar de este esquema interpretativo fijo, el estudio tiene su mérito al brindar un análisis general de la dinámica cafetera que el departamento ha tenido en la última centuria, especialmente al señalar cierto centralismo en la atención que las instituciones cafeteras vienen prestando a las poblaciones dedicadas al cultivo del grano. Al igual que los autores, creemos que se requieren de estudios más específicos en donde la dimensión sociocultural y los aspectos técnico-económicos puedan ser balanceados.

La segunda investigación, abordada por Claudia Correa (1990), analiza el desarrollo cafetero en los departamentos del Cauca y Nariño desde una perspectiva similar al estudio adelantado por la Universidad del Cauca, aunque sin entrar en una

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tipificación sustentada en las fases que sigue la industria cafetera en estos dos departamentos. En el trabajo de Correa se ratifica el siglo XIX como una época fundamental en el desarrollo de la caficultura de los departamentos involucrados en la investigación. Entre los hechos influyentes en esta dinámica, la autora señala “la disolución de los resguardos indígenas con todo su desarrollo legislativo, la manumisión de los esclavos, la liberación comercial de las tierras, que estaban en manos de la iglesia, y las corrientes colonizadoras” (Correa 1990: 112). Cada uno de estos factores tuvo cierto peso en la configuración de la vida social y económica en Cauca y Nariño.

A diferencia del esquema analítico presentado en el primer estudio de la Universidad del Cauca, en el que se induce a creer que el indígena incorporó de manera marginal el café, para Correa esta incorporación no fue tan marginal:

El café no es un producto nuevo que se haya impuesto desde fuera. […] es parte de la tradición de la comunidad; es un cultivo que aparece a través de todo el siglo XIX en los resguardos y en las parcelas de terraje. Lo único extraño es la nueva tecnología cuyo propósito es mejorar los rendimientos por área y utilizar en todo su potencial los recursos del minifundista (Correa 1990: 21).

Esta importancia del café en la vida de las poblaciones indígenas no estuvo exenta de conflictos:

Apenas iniciado el siglo ya el café hacía parte de las economías familiares dentro del resguardo. Aunque a un nivel de autoconsumo, el indígena sembraba café y esa era la mejora más representativa de derechos sobre una parcela de tierra; aparecía continuamente en los pleitos suscitados por las tierras de resguardo [...] Más adelante sinembargo [sic], el café, por ser un cultivo generador de excedente, fue combatido en su orden cultural y económico; aún hoy existen grupos que combaten el cultivo del café en las parcelas indígenas (Correa 1990: 21; ver también Beyer 1947; Ocampo 1989a; Ocampo 1989b; Palacios 2002).

Al igual que la primera investigación, Correa señala la importancia de las vías de comunicación y los medios de transporte que facilitaban la salida del grano hacia los puertos de embarque; un tema que es repetido por muchos historiadores y economistas especialistas en el café. Así, el desarrollo de los ferrocarriles en la primera mitad del siglo XX, por ejemplo, refleja dicha diferenciación que para el caso del departamento del Cauca se vería favorecido a partir de 1932, cuando se abrió el puerto de Buenaventura como vía de exportación. Tal como lo anota Palacios:

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[...] en 1932, Buenaventura, en el Pacífico, es el principal puerto de exportación de café, dando principio a un nuevo período en la historia de los transportes que había comenzado con la apertura del canal de Panamá en 1914 y la consiguiente aceleración de la construcción de una red ferroviaria verdaderamente cafetera, que enlazaría los más ricos distritos productores del occidente colombiano con ese puerto [...] Entre 1910-1930 el ferrocarril se tornó crucial para acelerar la expansión cafetera en su segundo ciclo (2002: 61).

En el caso del Cauca, Correa ratifica lo que otros han dicho en el sentido de que a finales del siglo XIX ‘el precio del grano y los altos costos de transporte’ constituían los dos problemas fundamentales cuando se trata de mirar la competitividad con otros departamentos y su inserción en un mercado internacional.

Ya para mediados del siglo XX, el problema de la tierra subsistía con sus razones de tipo político motivando también procesos de colonización por parte de familias sin tierra. Para la autora, la dinámica del café a lo largo del siglo XX permitió configurar cuatro subregiones cafeteras en el Cauca, que a pesar de su especificidad guardan ‘rasgos fundamentales’ entre sí. Estas son: el norte (Santander, Buenos Aires, Suárez), el oriente (Inzá y Belalcázar), la meseta de Popayán en el centro (Timbío, Piendamó, Morales) y el sur (Patía, Bolívar, Argelia). El análisis que Correa presenta configura al Cauca como minifundista con algunos matices en algunas áreas del departamento donde la hacienda tuvo algún papel en la formación del pequeño productor en tiempos posteriores. En estas subregiones los niveles de absorción de tecnología también ayudan a tipificar la naturaleza de cada una de ellas y de lo cual la meseta de Popayán es la más destacada, mientras el nororiente y el sur del departamento aparecen como subregiones más rezagadas.

Al igual que el estudio de la Universidad del Cauca, el trabajo de Correa presenta información relativamente detallada en la mayoría de estas regiones, aunque a diferencia de la investigación anterior no toma en cuenta con tanta intensidad el dato estadístico. La información presentada para la subregión que nos interesa en este trabajo, el sur del departamento, es muy general y no aporta mayores detalles, salvo algunas referencias amplias sobre los municipios referidos:

En la parte oriental del sur del departamento se habían fundado cafetales desde 1920 más o menos y ya en 1932 se veían entrar en decadencia. En el municipio de Bolívar, el cultivo se hacía en parcelas pequeñas atendidas por la familia, sólo en los meses de recolección eventualmente se pagaban jornales. En veredas cercanas era usual pagar recolección por contrato a los arrendatarios […] En el suroccidente, municipio de Patía, también era costumbre sembrar café mezclado con caña, yuca y fríjol, era muy poco lo que se conocía sobre beneficio y recolección. […] En Argelia había buenas perspectivas para intensificar las siembras de café

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y día a día llegaban más colonos allí. […] Quienes residían y cultivaban café en Balboa eran colonos en Argelia; periódicamente viajaban y abrían nuevas parcelas para sembrar café (Correa 1990: 66).

En adición a los factores de producción del grano, la autora presenta también una información básica sobre la situación en el sur del departamento en cuanto al comercio del grano, el cual “estaba en manos de pocos comerciantes que lo pagaban a un precio inferior al de las plazas de Cali y Popayán. Los productores lo vendían en esas condiciones porque eran pequeños propietarios con baja producción que no alcanzaban a cubrir fletes de transporte […]” (Correa 1990: 114, nuestro énfasis). Según esta autora, en 1933 la cabecera del municipio de Bolívar, al sur del Cauca, era el principal centro de acopio y de mercadeo para las localidades aledañas, no solo del Cauca sino también de Nariño. También señala cómo se daba el trueque de café por alimentos entre otros productos, indicando que el desarrollo comercial era incipiente y que existía una dependencia entre las distintas poblaciones.

En síntesis, los trabajos recientes de investigación sobre el café en el Cauca constituyen una buena introducción para entender la dinámica socio-histórica en la que se han visto envueltos diversos grupos sociales en el departamento. Sin embargo, estos trabajos dejan entrever que faltan investigaciones sociales que den cuenta de historias locales y otras dinámicas que todavía esperan ser conocidas. Ambos estudios reconocen esta apreciación y, tal como lo afirma Correa:

Es claro, pues, como cada subregión del Cauca tiene sus particularidades y no se puede aplicar un mismo modelo o programa de desarrollo; la orientación productiva tiene que guardar coherencia con las posibilidades reales del productor, con sus necesidades, con el potencial agrícola de la tierra y con los parámetros sociales y culturales de la población afectada (1979: 179).

La información que se dispone del municipio de Bolívar, por ejemplo, es muy general y supeditada a la frase ya conocida de ‘unidad minifundista en el Cauca’, sin llegar a comprender los procesos de colonización y/o poblamiento y cómo las tradiciones sociales y culturales se relacionan con la adopción del café, en particular con los cambios específicos que se dan en las áreas cafeteras de los respectivos municipios. Con el ánimo de contribuir en el conocimiento subregional sobre las sociedades y culturas del café, en la próxima parte se describirá y analizará la historia social del grano en un área del recién creado municipio de Sucre (1999), anteriormente perteneciente a Bolívar, en el que cientos de familias caficultoras han venido desarrollando sus propias tradiciones y respuestas a las influencias de distinto orden que se les han presentado en las últimas décadas. Con este ejercicio, se busca estimular trabajos similares en otros municipios donde la vida social de muchas poblaciones dedicadas al cultivo del café todavía está por escribirse.

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Parte II. Caficultores del Macizo: historias en el ámbito local

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2. El Paraíso y El Fresno: historia social de dos pueblos del Macizo Colombiano

Como se observó en el capítulo anterior, el surgimiento del café estuvo en concordancia con la realidad geográfica y social del departamento: población campesina colonizadora que empezaba a estabilizarse en tierras

baldías en algunas regiones, y en otras, población campesina que se asentaba alrededor de las haciendas de campo, latifundios de frontera y ‘haciendas de trapiche’, como las denominó el historiador Colmenares (1979). Uno de estos casos se dio en el sur del departamento del Cauca en el piedemonte de la cordillera central que se orienta hacia el valle del Patía, específicamente en lo que hoy es el corregimiento de El Paraíso, municipio de Sucre. A través de la historia oral, por ejemplo, sabemos que las tierras se hallaban abiertas a procesos de colonización: ‘Usted cogía lo que pudiera ver a lo lejos’, recuerda un fundador. La vastedad de las tierras disponibles parecía una invitación a la colonización, proceso que sería tardío dado el reducido número de habitantes que para ese entonces presentaba la región. La oportunidad de acceder a la tierra como un recurso que permitía satisfacer las necesidades de las familias campesinas tuvo ciertas pautas.

Existen referencias al respecto que aún están por probarse completamente en el caso del sur del Cauca. Por ejemplo, la historiadora Legrand presenta una interpretación sobre la expansión de la frontera agrícola que se dio en el país durante el siglo XX y la cual al parecer

se llevó a cabo en dos etapas sucesivas. Primero, familias campesinas se trasladaban a las fronteras y limpiaban y sembraban la tierra aumentando así su valor por el trabajo que en ella habían invertido [...] en la segunda etapa entran en escena los empresarios acomodados, empeñados en formar grandes propiedades y en transformar a los colonos originales en arrendatarios al hacer valer sus derechos de propiedad de la tierra (1988: 39-40).

Tomando como parámetro esta última fase, existió en el municipio de Sucre un tipo de hacienda ganadera y de campo conocida como ‘Mazamorras’, que con el tiempo se fraccionó por la caída de precios en cultivos como la caña de azúcar y que empezó a menguarse por la misma emergencia del café que favoreció las

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pequeñas propiedades en la región Andina (Ocampo 1989b). De esta manera, se permitió la explotación de tierras “en forma permanente e intensiva […] que de otra manera hubieran permanecido subutilizadas en la agricultura tradicional” (Ocampo 1989b: 230).

Al igual que otras veredas circunvecinas, en el caso de El Paraíso y El Fresno se reconoce que existen algunas familias que todavía sostienen relaciones productivas de arrendatarios con un solo propietario. A través de la memoria social se ha logrado determinar en la región que grandes extensiones de tierra se fragmentaron a partir de tres o cuatro propietarios que, según se cree, fueron comerciantes, quienes se consideraban los dueños iniciales. En términos generales, el Paraíso y el Fresno son dos poblaciones que se formaron a partir de procesos de colonización que algunas familias iniciaron desde mediados del siglo XX hacia ‘la falda’ occidental de la Cordillera Central que mira hacia el valle del Patía. La posición privilegiada que ocupan estas dos poblaciones en la montaña le permite al visitante apreciar una vista panorámica extraordinaria de este valle y de la cordillera occidental que se extiende hacia el norte y sur del departamento del Cauca.

Aunque ambas son poblaciones vecinas, existen ciertas diferencias en cuanto a la forma de poblamiento. Mientras la ocupación del espacio en el caso de El Paraíso como cabecera es concentrada, en el Fresno la forma de poblamiento es dispersa, esto es, las viviendas se hallan localizadas dentro del espacio llamado finca. Sin embargo, en ambos casos casi todas las familias tienen como dedicación principal la agricultura. De hecho, algunas de ellas tienen viviendas en El Paraíso y también poseen fincas en El Fresno o en otras veredas aledañas; y a la inversa, familias de El Fresno que disponen de viviendas en El Paraíso, para utilizarlas los domingos cuando se celebra el mercado o en otras ocasiones sociales.

En promedio, cada familia posee un área de tres hectáreas, algunas veces representadas en uno o dos lotes, muchos de ellos dispersos entre sí. Como dicen algunos: ‘también se acostumbra a tener un ‘pedacito’ allí, otro ‘pedacito’ allá’. La disposición de la tierra en un suelo aparentemente fértil y con unas condiciones ambientales apropiadas para los cultivos de clima templado es lo que ha permitido en parte la adopción del cultivo del café, entre otros, como un cultivo de gran importancia económica y social para los habitantes de estas dos localidades.

El objetivo de este capítulo es describir las condiciones sociales e históricas que han favorecido el poblamiento de esta región y el surgimiento de ‘El Paraíso y El Fresno’. Aunque el corregimiento está compuesto por siete veredas, se ha escogido la cabecera y una vereda aledaña por razones de continuidad geográfica y también por la receptividad que el proyecto tuvo en sus comienzos con los líderes de los lugares que nos ocupan. Como ocurre en otras áreas, existen relaciones sociales y de parentesco entre las familias que habitan una y otra área. Son las condiciones sociales e históricas que se describen a continuación

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y que en últimas contribuyen en la formación de una cultura del café en sus propios términos; no necesariamente igual o idéntica a aquella de las grandes regiones cafeteras del país.

El capítulo se divide en cuatro secciones, dos dedicadas a cada localidad iniciando con El Paraíso y luego El Fresno. La secuencia es histórica y lineal en sentido convencional, es decir, se parte del pasado para llegar al presente. Sin embargo, debe aclararse que los eventos y hechos del pasado no son simplemente un asunto del ayer. Se trata de relacionar tales eventos y hechos del pasado con el presente y su posible relación con el futuro de estas poblaciones. Estas secuencias históricas se relacionan con una preocupación discutida al interior del grupo, tratando de analizar historias del pasado que se vinculan a cierta identidad ancestral indígena, ya casi perdida, con las distintas formas significativas adquiridas en las condiciones actuales de cambio social de las comunidades centrales. Esta idea, que fue puesta en discusión por algunos líderes, determinó en parte la organización del trabajo y su importancia para la vida social local de las comunidades de donde surgían las historias. De allí se reveló una situación bastante común a muchas localidades rurales andinas en Colombia: gran cantidad de la enseñanza en las escuelas rurales de hoy parte de conocimientos de la ciudad y en ocasiones, no siempre, se olvida la vida del pueblo, la localidad, el entorno social. Se trató entonces de partir de la memoria social que todavía estaba por conocerse no solo a escala local, sino también en el ámbito regional; historia que se espera pueda ser apreciada, repensada y revisada por las generaciones futuras.

De Tachuelo a El Paraíso

La historia de cómo se pobló El Paraíso tiene varios protagonistas, lugares y eventos. Como muchos poblados del sur del Cauca, esta localidad tuvo dos lugares iniciales de fundación. El primero se dio en el punto conocido como Pueblo Viejo,1 en predios de Alfonso Gómez, en el cruce de caminos de la Chepa y El Fresno, donde se comenzó un ‘mercadito’ especializado en la pesa y compra de carne de res y de cerdo entre otros ‘negocitos’ de venta de productos. Todavía se recuerda que las viviendas y parte de los negocios eran hechos en espacios pequeños de ‘pura hoja de platanilla’, guadua, que abundaban en ese entonces. El ambiente, se decía, era puros ‘montes que todavía no estaban tan ‘tumbados’ como ahora’. Tiempo después de funcionar el mercado en aquel sitio inicial, ‘ya la gente no cupo allá porque era muy pequeño y ya después empezaron unos con otros a levantar casas con techo de teja

1 Igual sucedió con la fundación del poblado de Sucre (cabecera del municipio) donde existió un lugar inicial conocido como Pueblo Viejo, de lo cual todavía se pueden observar algunas ruinas y que luego debido al aumento del número de pobladores el poblamiento se desplazó a unos metros más abajo sobre la ribera del río Mazamorras donde hoy actualmente existe la cabecera.

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y también a veces de zinc’. Por las mismas condiciones de ‘monte’, la comunicación entre los pueblos se dificultaba. “En esos tiempos había que transbordar de allá del Bordo por una cuesta arriba que tomaba hasta 6 horas hasta llegar acá; luego ya se organizó mejor el mercado y el finado Aniceto Salazar regaló un plan como de una hectárea y así fue donde ya se formó y empezó este pueblo [...]”.2 Hacia 1962, se recuerda, el mercado empezó a funcionar donde hoy es El Paraíso.

El señor Mario Mamián señala un hecho político, el cual se cree permitió que las tierras llegaran a manos de los señores mencionados. Comenta que en ese entonces las tierras pertenecían a un señor Eduardo Muñoz. En ese momento hubo unas elecciones presidenciales y el partido vencedor fue El Liberal. Ellos, como conservadores, sintieron malestar al darse cuenta de que el personal radicado en sus tierras prefirió el bando contrario y se generó una mala relación con aquellas personas que estaban ocupando sus tierras. Alfonso Gómez, joven en esa época, comprendió que este era buen momento para comprarles tierras a estos señores. La idea estaba presente en su cabeza pero no tenía el dinero, elemento decisivo para concretar su sueño. El señor Alfonso participó de su idea al señor Aniceto Salazar, quien inicialmente se rehusó, pero que al final fue el socio inversionista y compraron las tierras anheladas por Alfonso Gómez, joven trabajador y tallador de madera.

Según Mario Mamián, las tierras eran dadas a los aparceros con cierto recelo. Los propietarios preferían que la gente sembrara cultivos transitorios y, al igual que en muchas partes del departamento (ver capítulo 1), estaba prohibido sembrar café, pues este generaba permanencia y no les convenía a los propietarios de las fincas, a pesar de que muchas veces terminaron fragmentadas. Se recuerda que algunos dueños eran supremamente celosos con sus propiedades, no permitían que les pisaran los predios o les invadieran una línea de sus fincas. La imagen a juicio del propietario era que la finca se les ‘dañaba’ si esto ocurría.

El desarrollo del poblado se inició con ‘los inventos’ del padre de Mario Mamián, don Abraham Bravo, quien propuso la idea de matar un ‘ternerito’, idea que desencadenó en la conformación del mercado. Y necesariamente, para que haya concurrencia, debe haber una atracción, así que la pelea de gallos fue también parte del enganche en la creación del mercado y posteriormente el comercio de alguna baratija. Esta iniciativa no estuvo exenta de conflictos y por ello en muchas ocasiones les correspondió mover el lugar donde se realizaba el mercado.

En general, la creación del mercado fue un resultado del poblamiento que se dio poco a poco en los alrededores, ya que al comienzo eran muy pocas las familias que empezaron a colonizar las tierras. Don Presentación Mamián a sus 70 años

2 Adriano. El Paraíso. Junio 2003.

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recuerda, por ejemplo, que habían pocas vecindades: “Cuando se abrieron los caminos por estas tierras éramos poquiticos; no era sino uno, dos, como seis familias antiguas, que de esas ya no hay nadie. Ya todos se murieron, ya no está [sic] sino los familiares actuales, los que son jóvenes”3. Si bien existía cierta estabilidad alrededor del punto donde se realizaba el mercado, algunas familias también se movilizaban: “Nosotros en ese tiempo no vivíamos en buena parte como ahora. Ahora todo mundo escoge un solo punto, en ese tiempo nosotros vivíamos cambiando el puesto, una parte y en otra. Los viejos antiguos lo hacían menos porque nosotros éramos ya muchachos para ellos”.4

De acuerdo con las entrevistas realizadas, no se conocen fechas exactas que permitan determinar la permanencia de familias en la región. Sin embargo, las charlas con don Adriano y don Presentación Mamián nos permiten tener un punto de referencia a partir de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, momento en el cual el proceso de poblamiento se acentuó y que hoy todavía no culmina. Si esta marca de la memoria social es aproximada, todo indicaría que una de las principales etapas en el poblamiento y origen de El Paraíso ocurrió en los últimos 50 años del siglo XX. Generalmente el poblamiento y colonización de nuevas tierras iban acompañados con el nombre que generalmente reflejaba las condiciones locales y otras veces se mostraba el honor que se le hacía a alguna persona destacada.

En el caso de El Paraíso, don Adriano nos cuenta: “aquí no se llamaba Paraíso, tampoco aquel lado que ahora se dice El Carmelo que antes era conocido como los Duendes o Palo mocho. Aquí no era Paraíso, se llamaba Tachuelo”,5 por referencia a unos árboles frondosos, ‘grandes espinudos’ que había cerca del zanjón que queda a la entrada del pueblo llegando de Sucre. Todavía es posible ver uno que otro árbol en la parte alta de la cabecera, en el cerro del Encinal. En cuanto al cambio de nombre de Tachuelo al de San Luis del Tachuelo y posteriormente El Paraíso, no se debió propiamente a la iniciativa de los pobladores antiguos, sino más bien de aquellos que cumplían su misión religiosa; tal como acontece en muchos poblados del país, en el cual los misioneros religiosos bautizan y fundan pueblos asignándoles nombres de santos y/o evocando el lugar a partir de sus características naturales. Así, el nuevo nombre se atribuye a un misionero, “el sacerdote Matías Stichers, quién vino hace algunos años a evangelizar y al observar que era un lugar de calma, tranquilidad y paz tuvo la impresión de estar en un paraíso y así fue que el nombre de El Tachuelo pasa a ser El Paraíso” (Portal 1970: 92).

Este hecho invita a pensar en la forma como el medio se ha transformado en los últimos 50 años desde que el proceso de poblamiento empezó a intensificarse.

3 Presentación. El Paraíso. Junio 2003.4 Adriano. El Paraíso. Junio 2003.5 Adriano. El Paraíso. Junio 2003.

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Don Adriano, por ejemplo, comenta que “esto era un charcal, un matorral feo; escasamente había un pedacito para hacer el rancho”.6 Doña Hermógenes Hoyos también comenta que el clima era más fresco y al existir ‘montaña’ las condiciones del ambiente eran mucho más húmedas y ‘frescas’. Asimismo, la región era rica en fuentes de agua, como hoy se observa en los zanjones y pequeñas quebradas que surcan las pendientes en los alrededores de la cabecera. En cuanto a la fauna y otras condiciones, se dice que

había animales de monte, torcazas, venado [...] esto era mejor dicho un animalerío; ahora de ese animal que le decían el loro, eso era peste, porque esto como era montaña... Había unos palos de cedro pero bacanísimos, un montañón grandísimo. Aquí sí había madera; había pavas, eso no era sino parar, dos y tres tiros y ahí bajaba la pava. Yo no sé cómo había gente tan guapa para meterse a los cerros. Allá se hizo un rancho en la mera montaña y teniendo casa acá, se pasaron por esos lados, y bueno de allá se pasaron a otra lomita. Ahí tenían ovejas, vacas, puercos; eso había torcazas, mejor dicho… De ahí nos salimos aquí, donde ya vivimos. Ahí si todo el que llega nos encuentra, y sino, era andando, quebrando montaña. Los patrones de nosotros eran unos señores de El Bordo y a ellos los mandaba un señor Carlos Muñoz. Ellos eran los propios dueños de estas tierras [...] y nos cogían a todos. La gente antigua por meterse en un monte peleaban entre ellos, ‘que este monte es mío’, ‘que este otro es mío’ y porque no los dejaban meterse se daban machete entre ellos.7

En medio de estas condiciones, la medida de las cosas y entre ellas la tierra fue importante. La medida para deslindar los lotes estaba determinada por el área rozada. Es decir, área rozada, área medida y posesionada: “Sí, habían medidas. Porque de pronto se entraban y rozaban esa montaña y les quedaba en rastrojo y después el otro iba a meterse allá y por eso era de vuelta la pelotera”.8 La pelotera o el conflicto era porque se metían justamente donde se trabajaba. En general, los primeros fundadores o los que conocieron de primera voz la etapa de poblamiento y colonización reconocen el trabajo y esfuerzo que significó poblar la montaña: ‘aquí esto costó trabajarlo’, señala Adriano. Los cambios en el ambiente no fueron los únicos recuerdos; también se reconoce el cambio gradual que los pobladores fueron presenciando a partir del crecimiento de la población y la llegada de nuevos productos que significaron cambios en las formas de vida en el campo, cambios que se dieron a través de las personas que viajaban y de las instituciones que llegaron a la región y que mediante sus representantes y funcionarios empezaron a desarrollar programas sociales.

6 Adriano. El Paraíso. Junio 2003.7 Hermógenes. El Paraíso. Junio 2003.8 Adriano. El Paraíso. Junio 2003.

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Los primeros indicios del cambio y las huellas de la ‘civilización’

Las condiciones montañosas también invitan a pensar sobre la forma como habitaban los pobladores de El Paraíso en aquel entonces. Así, los mayores afirman que, en cuanto a los vestidos, se usaban trajes de lana, sin embargo, en muchas ocasiones se traía la tela de El Bordo y luego se hacían coser en la región. La referencia de que existían ovejas en la región también permite concluir que la lana podía ser obtenida a nivel local. El señor Mario Mamián comenta que eran criados ‘como los indios’, con batas hasta la rodilla, y no utilizaban ‘tapa cuco’ [cubre interiores, aunque puede indicar cubrir las partes íntímas]. Para lavar la ropa no existía el jabón y se reemplazaba con una planta llamada “altusara y armanga, ese es un bejuco que saca unos trumullas gruesas, se taca y eso hace espuma como el jabón [...] también se utilizaba la ceniza o lejía para blanquear”.

En cuanto al calzado, este es prácticamente nuevo, pues antes no se usaba y se andaba a ‘pie limpio’. Solo después apareció el calzado de cuero de res, también llamado quimbas, aunque alguna gente prefería seguir descalza. Existen testimonios de que en muchas localidades del sur del departamento se hacían las ‘cotizas’ o ‘alpargatas’ de fique o cabuya. No significa que el calzado fuera adoptado completamente, sino que algunos decidieron ensayar con calzado mientras otros siguieron descalzos. Cuando el calzado llegó, era fácil de identificar por las nuevas huellas que dejaba en el barro. Se dice entonces que con esto entró la ‘civilización’ para referirse a un artículo que realmente no era producido en la región pero que marcaba el comienzo de un estado de ‘bienestar’.

El andar descalzo o a ‘pie limpio’ significó una adaptación a las condiciones del terreno pero también con muchos riesgos para la salud de la persona, especialmente en situaciones cuando se encontraban vidrios, latas u objetos corto punzantes en el camino. Tal como dice doña Hermógenes:9 “usted viera a la gente; algunos tenían esos pieses [sic] partidos y esos garrones así, unas partiduras”. Con el tiempo, apareció otro tipo de calzado como los guayos, que actualmente se emplean para jugar fútbol. Posteriormente aparecieron las botas de caucho que fueron más adecuadas para su uso, teniendo en cuenta las condiciones en la región. La introducción del calzado, en general, favoreció y mejoró las condiciones de las familias para recorrer y transitar los caminos y terrenos de las veredas y también para prevenir enfermedades y riesgos en la salud.

9 Hermógenes. El Paraíso. Julio 2003.

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El calzado no fue el único producto que empezó a señalar un cambio en la vida de los pobladores. Existieron otros medios como la radio, a través de la cual la gente empezó a conocer otras formas de hacer las cosas en cuanto a salud y educación. Se trataba de otra expresión de la llamada ‘civilización’. Cuando vino la radio la gente se preguntó admirada cómo era posible que cantaran allí, en una caja grande marcada como Radio Sutatenza, y que se escucharan “noticias, cursos de capacitación en agricultura, música, la hora, novelas; se recibía la voz de toda parte”.10 Muchos de los productos promocionados por la radio empezaron su proceso de posicionarse en el mercado, entonces la gente empezó a sentir ‘deseos’ por poseerlos. Productos que, si bien prestaban un servicio como el calzado, también les generaban nuevas necesidades. El calzado y la radio son apenas dos ejemplos de cómo esta región empezó a verse visitada tanto por objetos nuevos e ideas que les significaban mejores condiciones de vida ante un medio que se mostraba difícil. A pesar de ello, los primeros pobladores seguían viviendo de acuerdo con la disponibilidad de recursos y las tradiciones locales. Los intercambios de productos eran comunes y se sabe que la gente practicaba el trueque utilizando el café por esos nuevos artículos, entre ellos, naturalmente, el radio y el calzado.

‘El Tachuelo’, primeras familias, alimentación, utensilios y la salud

Hay que tener en cuenta que la apertura de montaña y un mayor poblamiento de los primeros fundadores fueron la base para la formación del caserío y en hacer del espacio de ‘montaña’ un terreno más habitable. Asimismo, con el mayor poblamiento y la presión sobre recursos como la tierra, las plantas y el agua, se afectaron las condiciones ambientales, lo que significó la desaparición de muchas especies de árboles como el mismo ‘tachuelo’, que antes abundaba en la región y del que ahora solo quedan muy pocos. Con el tiempo, sin embargo, también se han introducido otras especies y se han dado las condiciones para sostener a las nuevas generaciones de familias.

Don Adriano cuenta que de las primeras familias y pioneros que hicieron este trabajo “el único que vivió primeramente ahí, fue el finado Floresmiro, el finao Rivera; el segundo que hizo la casa fue el finado Abraham, que se entró allí a hacer la casita y ahí siguieron los demás”.11 Si bien estos fueron los primeros pobladores se dice que las tierras de El Fresno y El Paraíso eran del señor Adolfo Muñoz, quien también fue otro fundador. Los primeros pobladores tenían distintas procedencias,

10 Hermógenes. El Paraíso. Julio 2003.11 Adriano. El Paraíso. Julio 2003.

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aunque básicamente la mayoría de ellos eran nativos de algunos municipios del sur del Cauca como La Vega, Patía, Bolívar, Almaguer y de departamentos aledaños al Cauca. Según algunos vecinos del corregimiento, la procedencia también se puede verificar en los apellidos dominantes en la localidad: Castaño, Gironza, Gómez, Hoyos, Jiménez, Luna, Mamián, Muñoz, Ordóñez, Ospina, Toro y Torres. Muchas de estas familias se han multiplicado al sentar relaciones con las familias de la localidad y veredas circundantes. Estas relaciones se referían tanto en lo social como en lo comercial o en el intercambio de los productos. Don Adriano, por ejemplo, todavía recuerda que se iba a Sucre a intercambiar los productos de lo templado por otros productos de lo frío y caliente.

El asentamiento de las familias en lo que hoy es la cabecera de El Paraíso estuvo acompañado de cambios en la agricultura. Se recuerda que en ese entonces estas familias vivían de cultivos como el plátano, la arracacha, la yuca, el maíz y el fríjol, entre otros. Dado que el mercado era poco, es posible pensar que así mismo el cultivo del café no era mucho. De hecho, se producía sin obtener excedentes, solo ‘para vivir que para vender’. Lo que funcionaba era el intercambio de productos, por ejemplo, con la sal, las vasijas de barro y otros objetos que eran de vital importancia para la vida diaria en el campo. Así, se recuerda la importancia de la sal para la preparación de los alimentos y la cual se obtenía mediante intercambio con las poblaciones negras del Patía en el punto conocido como Méndez, cerca del río San Jorge:

Por acá en la ida para Bolívar, en San Jorge cambiábamos comidita por sal, y esa se desbarataba fácilmente. Cuando quedaba poco la echaban en un zumbito de esos de guadua y le abrían un agujero pequeño en la base por donde botaba el aceite. Cuando se acababa la sal le echábamos el aceite sobrante a la comida.12

La sal, que asocia su importancia con la cocina, es un aspecto que sobresale en la fundación y memoria social de los pueblos del Macizo Colombiano. Esto se entiende en la siguiente descripción:

aquí nos tocaba comer sin sal, aquí no había pueblo. Comenzó a entrar la gente adelante porque nosotros estábamos viejos y nosotros no conocíamos escuelas, éramos como indígenas, vivíamos como podíamos, nosotros no comíamos arroz ni atunes ni macarelas. Lo único que nosotros comíamos era solo maíz. No había sino maíz, fríjol y papas.13

12 Hermógenes. El Paraíso. Julio de 2003.13 Hermógenes. El Paraíso. Julio de 2003.

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La sal entonces era un ingrediente vital de la alimentación como también lo eran el maíz, el fríjol, el maní y la yuca, entre otros productos básicos de la región andina. El maíz, por su parte, todavía subsiste como parte de la tradición indígena:

El maíz, por ejemplo, es también un cultivo que identifica a las sociedades andinas con grupos aborígenes. Existen poblaciones de la alta montaña que asocian la cosecha principal del maíz con las fiestas patronales y otras actividades sociales. De hecho, algunos autores localizan el origen del maíz en nuestro país y su importancia se ilustra con la variedad del grano conocida como ‘matahambre’, designada así por su crecimiento precoz y por la disponibilidad del ‘grano todo el tiempo’ (Tocancipá 2001: 398).

El cultivo del maíz no se limita a la alta montaña y su importancia también trasciende a otros pisos térmicos. “La producción agrícola en la alta montaña es una actividad de subsistencia complementaria, pero necesaria para las demás actividades principales” (Chalarca 1987: 11; Parsons 1968: 228). En el caso de la región de Sucre, el maíz y el fríjol constituyen los dos ingredientes básicos para la elaboración de tamales. Doña Hermógenes dice que en El Paraíso los tamales se preparaban de “maíz con guiso, papa, pero más que todo era el fríjol. Eso lo pelaba y le botaban esa cáscara que tiene, lo molían y luego lo cocinaban para hacer los tamales. El fríjol que se conseguía en ese entonces era el negro y del amarillo y en esas rozas que hacían, cargaban hartísimo. Del fríjol calima no había, en ese tiempo”.14

Estos productos mencionados fueron básicamente la dieta alimenticia de las familias fundadoras como en la actualidad, especialmente el maíz, con el cual se hacían variadas preparaciones. Por mencionar una de estas recetas, doña María Mamián dice cómo se preparaba el maíz en ese tiempo:

Eso se pelaba, le decían mote en ese tiempo. Uno desaguaba la lejía (ceniza) y lo ponía a hervir, lo pelaba y después de eso lo lavaba bien lavadito y ya bien pelado lo ponía a hervir de nuevo. Ya lavado, lo ponía a desaguar o a ‘ deslejíarlo’ (quitarle la ceniza) decían; le sacaban esa lejía y volvían a ponerlo de nuevo a hervir para luego echarle todos los condimentos.15

En cuanto a los condimentos, en ese entonces no eran tan variados como ahora, tampoco fáciles de conseguir por el costo. Se conocían la cebolla blanca, el achiote, el tomate silvestre, el chivatillo y la raíz de azafrán. La cebolla se utilizaba

14 Hermógenes. El Paraíso. Julio de 2003.15 María. El Paraíso. Agosto de 2003.

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primordialmente para sazonar las comidas y la carne se obtenía en el mercado del pueblo cuando se sacrificaba una res o un cerdo, o cuando se cazaba algún animal de monte. La carne era más fácil de obtener que el arroz; aunque se tienen referencias de que hace algunas décadas este producto era cultivado en la vereda de la Ceja, a unos 12 km de Paraíso en la ruta hacia Sucre. Doña María Mamián compara las dificultades que se dieron para conseguir estos productos:

El arroz era veneno [costoso] en esas horas; el que traía arroz era porque tenía con qué; lo mismo que la carne, la carne pasaban días para comerse una libra de carne. Uno más acostumbraba a comprar era el cebo; eso decía uno o el gordo, y para sacar la manteca, uno sacaba la mantequita y con eso se mantenía.16

Aunque el mercado era pequeño, pues era muy poco lo que se podía obtener allí, las familias dependían casi exclusivamente de eso. Con respecto a las bebidas, se dice, no se conocía ‘ni la gaseosa’. Lo que a veces se tomaba como refresco era el ‘claro’ de maíz: “uno molía el maíz, lo hervía y sacaba ese claro para tomarlo sin azúcar; en ese tiempo no se cernía, el maíz se asentaba. Se hacía el café, si quería una panelita bueno, y dejarlo que se asentara para poder tomar, y cuando una persona quería se le decía: ‘¡tenga, ciérnalo en la barba!’”.17

En cuanto a la cocción de los alimentos, esta era realizada en ollas y vasijas de barro, las cuales se utilizaban, también, para transportar los alimentos. Se utilizaban, regularmente, los llamados ‘zumbos’, que eran vasijas de mate que traían tapa y a las que se les colocaba una cabuya o un alambre para llevarlas. También para comer se usaban los platos de barro, cucharas de madera, los ‘matecitos de puro’18 y otros utensilios que se elaboraban ‘de lo que la naturaleza ofrecía’. Las vasijas y losas de aluminio llegaron mucho después, en la medida en que el mercado se amplió, y se trajeron de los centros urbanos desde donde llegaban a ofrecerse. En cuanto a las ollas de barro, se sabe que eran traídas al mercado por mujeres negras del valle del Patía con quienes se intercambiaban productos de pancoger o eran vendidas. Se dice también que las ollas eran traídas del punto conocido como ‘El Barrancón’ (municipio de Patía) por las señoras Leonila y doña Paula. En el uso de estos utensilios, fueran de barro o aluminio, las diferencias se hacían sentir: “Las ollas de barro eran más ligeras para hervir y

16 María. El Paraíso. Agosto de 2003.17 María. El Paraíso. Agosto de 2003.18 El ‘puro’ es un árbol conocido como totumo, el cual produce un fruto redondo de unos

10 cms de diámetro aproximadamente de cuya mitad se pueden obtener tales utensilios, una vez se coloca en proceso de secado y preparación. Este árbol todavía se observa en el valle del Patía. ‘El matecito’ hace referencia a vasijas y cucharas que son elaboradas de este fruto.

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además los alimentos eran más sabrosos y no se pegaba nada. Una mazamorra por ejemplo se cocinaba muy rico en olla de barro”.19

La mujer que desempeñaba estas actividades en la vivienda tenía también que desplazarse a las parcelas o las fincas a dejarle el almuerzo o el entredía a su compañero y luego regresar a la casa para continuar con otros oficios caseros, como cargar el agua en los ‘puros’, cuidar de los niños y los animales y realizar actividades de limpieza de la vivienda o el lavado de la ropa. Los horarios para hacer la comida eran difíciles de establecer, ya que no existía el reloj en el campo y todo se hacía a partir de la frecuencia con que se ‘mambeara’ (masticar hoja de coca), o con el sol cuya posición, en días claros, indicaba la hora del día, y así mismo se podía determinar el momento del almuerzo: “Pues eso era mirar el sol, y se decía son tales horas o en las sombras, son tales horas, decían”.20 Cuando caía la noche, se alumbraba con velas o mecheros que se encendían con fósforos y petróleo, el cual se conseguía en el centro urbano más cercano que era El Bordo.

Las condiciones físicas del medio y una alimentación basada en legumbres como fríjol, garbanzos, cereales como el maíz, harinas como yuca, plátano y eventualmente carne(s), permitiría inferir que las primeras familias fueran sanas. Sin embargo, esto no era del todo así. Se presentaban dificultades de salud, entre las que se enuncian problemas estomacales o infecciones, “porque por ejemplo en ese tiempo por la economía había mala alimentación o por la higiene, habían veces que se cocinaba y pa’l otro día no se tenía nada; después ¿qué hacer?, ¿Qué cocinar? Muchas veces lo que se consumía del día anterior, tenía que comérselo al otro día”.21

Los problemas respiratorios y de otras enfermedades que no se podían tratar por la distancia con los centros de salud fueron también recordados. Estos problemas eran tratados por médicos tradicionales llamados ‘aguateros’ (por tratar con aguas y plantas medicinales) y ‘sobanderos’ (quienes trataban dolores musculares y problemas de dislocación de huesos y articulaciones). Tal como señala doña Hermógenes: “en ese tiempo había sobandero, no se la llevaba al médico casi, sino que era sobando o mambeando. Así se curaba y así tenían que curarse, porque en ese tiempo no había nadie. No es como ahora que hay tanta gente que cura de una manera o de otra”.22 Existían para este propósito personas que tenían conocimientos en el tratamiento de dichas dolencias y también de otros males de la época.

19 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.20 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.21 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.22 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.

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La gente recuerda, al respecto, a Ignacio Hoyos, Nicolaza Hernández y Bautista Rengifo. Este último tuvo un hijo llamado Eulogio Rengifo, quien siguió los pasos de su padre sobretodo en la curación de las personas que se cortaban. También se conocieron otros yerbateros como doña Diomira Bravo, Don Neftalí, Guillermo Magín y Rafael Gironza. Entre los sobadores o aquellas personas que trataban la ‘quebradura de los huesos’, se encontraba don Rafael Gómez, don Mario Mamián, don Peregrino y don José Gómez. Con relación a los partos, existían mujeres y hombres encargados de esta delicada labor. Aquí se recuerdan a doña Cipriana Mamián, Victoria y Diomira Bravo (de la vereda La Chepa) y don Hipólito Luna.

Cuando no se podía sanar a la persona, se decidía llevarla en una ‘chacana’ (especie de camilla) al médico general, que se localizaba en un poblado más central, Piedra Sentada. En este poblado también existían médicos tradicionales. Doña Hermógenes recuerda, por ejemplo, cómo su hija fue salvada por una señora experta en curar el ‘mal de ojo’, una enfermedad que se da en algunos niños, transmitida la mayoría de las veces por adultos y de la cual existen distintas modalidades.

En general, los procesos de poblamiento que ocurrieron con el paso de los años significaron un proceso de adaptación cuando los pobladores lograron sembrar tanto productos de ‘pancoger’ como maíz, fríjol, yuca, plátano y café. La alimentación, que se basaba en los productos que hoy se llaman de pancoger, pudo significar cierto bienestar en los primeros habitantes, pero al mismo tiempo se conocieron enfermedades (estomacales, infecciosas, respiratorias) en las que en algunos casos, si bien se trataron a nivel local con médicos tradicionales, los afectados tuvieron que ser remitidos a centros de salud para su tratamiento. Estas enfermedades fueron causantes de la mortalidad infantil en la región. Por otro lado, entre varias especies de plantas, la coca (erythroxylum coca) tuvo especial significado para el tratamiento de enfermedades estomacales. Esta planta nativa de América, empleada inicialmente como medicina tradicional y como hábito cultural, sería décadas más tarde fuente de conflicto social no solo a nivel nacional sino internacional.

El mambeo de la coca: origen y disminución de su práctica

La coca (erythroxylum coca) es una planta que fue cultivada por las poblaciones indígenas asentadas en América, especialmente en la cadena montañosa de los Andes, con fines sociales y culturales. La coca en esta región no fue extraña; por el contrario, a pesar de su uso comercial, que se sostiene actualmente, todavía se encuentran evidencias y testimonios de cómo la planta antiguamente cumplió una función importante en la vida social de la región.

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La coca se consumía con el ‘mambe’, una piedra de cal empleada como catalizador para obtener el alcaloide y de cuya combinación se obtienen calorías suficientes para realizar trabajos arduos y de larga jornada. El mambe se preparaba localmente: “lo sacan de una piedra que una vez quemada se echa al agua (preparada con dulce de caña) para que se desbarate. De allí se hacían unas hormas redondas en ceniza; de esa horma iban quebrando e iban llevando”.23 El mambeo se define como la práctica en la cual se toman las hojas secas de coca con una porción pequeña (pellizcando el mambe) adecuada a la cantidad de hoja, recuerda Presentación Mamián. La horma se hace en la ceniza con un ‘mate’ y en el hueco que se hace se echa ‘el almidón’ de la piedra. Según algunos líderes, todavía existen minas de esta piedra en la región: “Ese mambe se conseguía allá abajo en un sitio conocido como ‘El Silencio’. Se iba y se sacaba la piedra y se quemaba, y de ahí salía la horma. El que quisiera mambear sacaba el mambe”.24 De acuerdo con don Presentación, la forma de obtenerlo era la siguiente: “Se saca la piedra y se acarrea la leña de la montaña y se pone la olla de agua. A lo que esta rojita la piedra se echa a la olla y es como que se desbarata y se le saca todo ese almidón que tiene”.

El uso de la coca permitía darle ‘coraje y fuerzas’ a la gente en el trabajo o en el desarrollo de otras actividades. Aunque los hombres mambiaban, es decir, practicaban el acto de mascar coca con mambe, había mujeres que también lo hacían, tal como doña María Mamián nos refiere:

Una vez dijo una tía: ‘yo voy a cosechar unas maticas de coca, ¿me vas a acompañar?’. Le dije: ‘claro’. Ella era mambeadora. Nos fuimos a cosechar esas matas de coca, nos agarramos a coger coca y ella mambiee y mambiee, y cuando al rato dice ella: ‘¿Querés mambear?’ Le dije, de verla que mambeaba, que comía esa coca tan bueno: ‘deme unas hojitas’. Me pasó ella unas hojas de coca, era tostada la hoja. Agarré y me eché esa coca a la boca y agarré a masticarla y a masticarla. Dijo ella: ‘pero échale mambe’. ‘¿Pero eso no es bravo?’, dije yo. Entonces me dijo: ‘No. No, échale poquitico’ y me pasó un pedacito. ‘De aquí, mordé [sic]’. Y ahora verá, comencé yo a bullir esa coca en la boca y a bullir, ¡poder en Jesús!, cuando empezó a arderme la boca! Me dijo: ‘¿qué te paso?’. Le dije: ‘No tía, eso que es bravo, eso parece que es un ají que me hubiera comido’. Dijo: ‘¡le echaste mucho mambe!’. Yo le dije: ‘tenga su pedazo de mambe’. De verla que ella comía tan bueno esa coca, yo pensé: ‘No, eso es sabroso seguramente’, pero ya cuando me suelta ese mambe eso fue espantoso [...].25

23 María. El Paraíso. Agosto de 2003.24 Presentación. El Paraíso. Agosto de 2003.25 María. El Paraíso. Agosto de 2003.

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El consumo de coca era tan generalizado que se acostumbraba a utilizar la mambeada como un medidor del tiempo, situación que se entendía como el período de masticación determinado desde la primera porción de mambe y coca hasta el momento en que era necesario cambiar de porción. Se estima que en el día se iban 5 mambeadas y cada una servía para establecer también la hora del almuerzo: “Ellas para ir a trabajar, llegaban y se ponían a mambear. Se paraban y a lo que se ‘enfriaba’ la mambeada la botaban y volvían a mambear, y ya en esa mambeada ya venía el almuerzo [...] o sea que sería como dos horas que duraba cada mambeada”.26 Como se dijo anteriormente, el mambear también permitía enfrentar condiciones difíciles de trabajo u otro tipo de actividades que exigían grandes esfuerzos y una gran resistencia corporal. Don Presentación cuenta, por ejemplo, cómo mambeaba en ocasiones cuando iba de cacería, especialmente de noche y cuando hacía frío. En estas condiciones, el efecto de mambear coca y fumar tabaco se hacía sentir: “eso como que le da a uno un calorío y le quita el frío y el miedo; todo, pues”.27 Esta práctica, sin embargo, con el tiempo se fue abandonando.

Existen varias razones para que el mambeo dejara de practicarse. Una es la ‘vergüenza’ que causaba, pues al mambear se pigmentaban o manchaban los dientes, situación que se daba al mismo tiempo en que instituciones del estado empezaban a destacar la importancia de la higiene oral y el uso de cremas dentífricas. Era claro que la importancia de unos dientes ‘blancos’ sobre unos dientes ‘pigmentados’ empezó a ganar terreno, especialmente con mayor fuerza en las áreas urbanas, desde donde se empezó a transferir a las áreas rurales. Sin embargo, los que mambeaban la coca no padecían de otros problemas dentales: “No, eso no. La coca era como que le curaba la dentadura. Nadie se sentía con dolor de muela, eso era como un remedio, pero las muelas sí se nos ponían negras”.28 En términos generales, esta pigmentación de la dentadura y las prácticas odontológicas de los últimos años que promocionaban el uso del cepillo, la crema dental y una dentadura ‘blanca’, fueron desplazando a los mambeadores, quienes se convirtieron en cierto ejemplo opuesto a la práctica moderna que difundía la importancia de una ‘adecuada salud oral’. Esta promoción se hizo inicialmente por la radio y en años recientes, fue más explícita a través de la televisión. Con el tiempo, el acto de mambear se fue dejando de lado:

Yo de un momento a otro se me quitó la gana de mambear y ya no mambié. Me daba vergüenza. En ese tiempo yo trabajaba con la Caja Agraria, me dio mucha pena y ellos los de la Caja Agraria me saludaban muy bonito porque éramos muy conocidos con ellos y con el gerente de la Caja Agraria. Ellos me decían: ‘Adriano, ¿Qué has hecho?’, ‘¿Cómo

26 Presentación. El Paraíso. Agosto de 2003.27 Presentación. El Paraíso. Agosto de 2003.28 Presentación. El Paraíso. Agosto de 2003.

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te va?’, ‘¿Cómo vas del trabajo?’. Yo les decía: ‘pues sí, ahí vamos más o menos’. Ya como tenía mujer, ella los atendía. Y ahora sí, a la hora de irse era el regaño: ‘Hola Adriano, te voy a decir una cosa’, ‘¿qué, señor?’ le decía. ‘Dejá ese vicio’, me decía ese funcionario.29

Otro argumento era que en la recolección y preparación de la hoja de coca y el mambe, es decir, tostarla y procesar el mambe, se perdía mucho tiempo. Don Adriano explica:

Pues, poco me gustó después, también porque perdía mucho tiempo en ir a coger coca y tostar y agarrarse a mascar esa vaina. Ya después hasta se fue modernizando. Ya mis hermanas se quedaban mambeando. Ya yo medio me crié, me fui pa’ Dagua [Valle] y allá peor, allá la gente no mambea. Allá me fui. Me quedé un poco de tiempo y ya cuando vine no mambié más. Ya fue como que me engordé, ahora es que estoy flaco. Ya comía mi comida a buenas horas; que si no, porque estaba mambiadito, tenía que comer por ahí a las dos de la tarde.30

Existen otras razones menos prácticas por la cual el mambeo se fue abandonando (ver historia anexo 1). Lo cierto es que después de muchos años, la coca, que tuvo un uso medicinal, fue posteriormente desplazada por un uso más comercial originado en otra práctica de consumo ajeno a la cultura andina de Suramérica.

Del parto, cuidados y atención del niño

De aquel tiempo de colonización también se recuerdan las condiciones en que se daban los partos, los cuidados y atención del niño(a). Así, cuando la mujer estaba en estado de embarazo se tenían ciertos cuidados en cuanto a la alimentación y en el momento del parto. Algunas veces la mujer se enfrentaba a solas con su do lo r “No había nada, ni quien la viera, ni nada, uno solo. Yo cuando sentía que me cogían los dolores, agarraba mi cajita y la colocaba al pie de mí. Tenía tijeras, algodón, hilo, pañales, todo. Bueno, ya me cogían los dolores y ya me retiaba a solas y bueno, hágale porque, qué más”. De este modo,

me alistaba ahí con mis tendidos y a esperar. Cuando acordaba, uno solo, se venía esa criatura. La cogía, la limpiaba, le cortaba el ombligo, lo vestía y la placenta tenía que quedarse ahí hasta que viniera alguien a enterrarla debajo del umbral de la puerta o detrás de la vivienda para que el niño no se fuera de la casa cuando creciera.31

29 Presentación. El Paraíso. Agosto de 2003.30 Adriano. El Paraíso. Agosto de 2003.31 María. El Paraíso. Agosto de 2003.

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Doña María Mamián también recuerda una situación similar: “Cuando me vinieron los dolores no quería que me atendieran. No permitía que alguien se asomara donde yo estaba, que si había luz, había que apagarla. Ya a lo que ya venía el niño o niña, entonces sí; ya enciendan la vela o alguna cosa, vengan a ayudarme”. La forma de ‘ dar a luz’ arrodillada es una práctica muy común en muchas comunidades del Macizo: “Esa soga era el que lo ayudaba a uno. No es como ahora, todo es distinto. Ahora es en la cama, en ese entonces colgábamos la soga y ese era la ayuda de nosotras”.32 El cuidado después del parto para la madre también era importante. Generalmente se le preparaba una o do s gallinas, pero solo se daba el caldo ‘ vacío’ como algo liviano, pues las comidas pesadas no eran recomendables. Para evitar los entuertos se tibiaba un huevo y se le raspaba el lado de una olla para obtener el tizne, el cual se batía con sal y luego se le daba a la parturienta. “Otras le cocinaban el huevo apenas tibio y le picaban de esa ruda, le revolvían y le daban a uno, cuando ya había nacido el niño”.33

Existen muchas prácticas que todavía se conocen y en las cuales la mujer tomaba todas las precauciones para tener su bebé y cuidarlo una vez este nacía. El registro de los (las) niños (as) se hacía con la inspección de policía de El Paraíso, cuyo primer inspector, según parece, fue el finado Abraham Hoyos, que fue designado desde la cabecera municipal de Bolívar. Ahí, en la inspección, se hacían reseñar o registrar a los niños. Los nombres se buscaban a veces en el Almanaque Bristol y ahora más recientemente se utiliza la televisión para darle nombres de personajes que aparecen en las telenovelas. Otras veces tocaba “pensarlo en la mente de uno, y el que lo pensó o el que se acordó o el que le gustó ese se quedó”.34

El crecimiento del niño y las actividades de educación y socialización son realizados por la mujer, quién se quedaba en la vivienda atendiendo las labores correspondientes al hogar. “Muchas veces cuando el niño estaba pequeñito tocaba llevarlo uno en la espalda a la finca mientras se llevaba el almuerzo al esposo”, recuerda doña María. Posteriormente, con la aparición de la escuela, los niños se fueron integrando en la educación que llaman formal o del Estado. Muchos niños(as) se encontraban distantes de donde se hallaba localizada la escuela, lo que de por sí constituía un problema pues caminando se demoraban entre hora y media y hasta dos horas.35 Don Mario Mamián se considera uno de los fundadores de la escuela en el Paraíso:

32 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.33 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.34 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.35 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.

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yo fui el gestor de inventar la escuelita para los niños. Nos inventamos la escuela porque aquí no había nada. Ya se buscó cómo contratar a una maestra, aun cuando sea privada y vino la profesora Agustina, y la pagamos. Después vino una señora Eleodora y el marido que se llamaba Reinaldo Samboní; a ellos los mandaron a enseñar por parte del municipio.36

Otras profesoras vinieron después desde Bolívar, La Vega o El Bordo. Enseñaban a leer, escribir, sumar, restar y hasta rezar, lo cual se hacía en la mañana, al almuerzo y para salir. El recreo era dos veces al día, uno en la mañana y el otro en la tarde. Todavía se recuerda que la inasistencia a la escuela se debía a la distancia de las viviendas en unos casos y en otros también al carácter de la profesora, era muy estricto: “A veces, si no le hicieran alguna cosa, después eran los reglazos en la cabeza”.37 Otras maneras de formación y/o educación se dieron a través de misiones religiosas católicas y recientemente, con la llegada de los evangélicos, aparecieron nuevas formas de relacionarse.

Religión, funerales, actividades sociales y leyendas

En lo que refiere al aspecto religioso, en los primeros años de fundación de El Paraíso se recuerda que solo existía la iglesia católica, mientras los evangélicos empezaron a organizarse en los últimos 20 años. “Principiaron primero fue en El Fresno donde la hermana Margarita, y allí comenzaron a predicar el evangelio”.38 En la religión católica se bautiza a los niños y se le busca el padrino correspondiente, l o que en El Paraíso no es difícil de encontrar; también ocurre con la primera comunión, que organizaban para ciertas fechas. Tanto El Paraíso como El Fresno dependían de Sucre, la cual aparecía como vice-parroquia del vecino corregimiento de Lerma. El padrinazgo es una práctica católica que se ha perdido bastante en los últimos años, tal como lo señala doña: “Ahorita no, los papás tienen que rogar a los padrinos; antes la gente se peleaba por un bebe, por cargarlo, en cambio ahora, los papás tienen que rogar”.39

Cuando una persona fallecía los ataúdes se hacían en la región: “cortaban unos palos y bueno, hágale; no es como ahora que se pulen haciendo un ataúd”.40 Durante el funeral, la persona era acompañada de familiares y vecinos. Dadas las distancias que existían entre las viviendas y las mismas condiciones de montaña, la forma de conocer cuándo había un difunto

36 Mario. El Paraíso. Agosto de 2003.37 Mario. El Paraíso. Agosto de 2003.38 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.39 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.40 María. El Paraíso. Agosto de 2003.

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era observando una guadua o una vara larga con un lienzo blanco que se colocaba en la vivienda del fallecido. El entierro se hacía en un área cerca al poblado de El Paraíso.

La vida en comunidad también se daba alrededor de otras actividades como las mingas, las fiestas y otros eventos sociales. Las mingas, por ejemplo, se hacían para “la rocería y para la siembra cada una”.41 Con relación a las fiestas, se hacían con tambora, maracas y con guarapo. También se compraba el anís, el cual se conseguía en la región y del que luego se sacaba el aguardiente al que llamaban ‘ chancuco’. “En ese tiempo tenía que tener edad para la fiesta, sino no podía. Así de 20, de 25 años”.42

Esta edad era importante para que los pretendientes o los posibles esposos fueran de visita a las casas. Si había fiesta, la visita era una buena disculpa para no irse a beber l icor. Según los testimonios de los mayores, los ‘papases’ de antes eran más estrictos en permitir visitas y relaciones de sus hijas con otros jóvenes de la misma edad. Comparado con la actualidad, “ahora es llamarse e irse; la otra va con la razoncita a tales horas”.43 Si la relación era aceptada por los padres entonces se pensaba en la unión de la pareja, mientras tanto se organizaban aparte y por lo general se iban a vivir, aunque no siempre, a la casa del papá del joven. El inicio de la nueva pareja en vida de familia a veces implicaba grandes esfuerzos tanto de parte de uno como del otro. Tal como lo explica doña Hermógenes:

A mí sí me tocó trabajar con el marido. Me tocaba por ejemplo levantarme, hacía el desayuno, le daba desayuno, y me quedaba haciendo el almuerzo. Luego hacía el almuerzo, lo cogía y me iba con mi pala, con mi machete, con lo que fuera a trabajar. Por ahí a las cuatro de la tarde me regresaba para la casa, a prender candela de nuevo para hacer comida, y a darles de comer a los niños que estaban en la casa. Me tocaba dejar a los niños, ir a hacer de comer y al otro día por el mismo estilo: levantarme, hacer el desayuno, lo despachaba a él adelante y yo me iba atrás con lo que se fuera, con la pala, con el machete, y a veces hasta con un niño en la espalda.44

Así, el trabajo en la parcela ocupaba la mayor parte del tiempo en el campo y en invierno, por las condiciones lluviosas, este tiempo se reducía.

41 María. El Paraíso. Agosto de 2003.42 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.43 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.44 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2003.

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La vida en el campo también daba lugar a leyendas y cuentos de personajes del monte que hacen parte ya de las tradiciones de muchos pueblos del Macizo. ‘El Duende’, ‘la Patasola’, las Brujas, ‘la Viuda’ y ‘el Guando’ son ejemplos de estas leyendas que todavía se escuchan y se transmiten a las nuevas generaciones. Del Duende, por ejemplo, se conocen casos de niños a los que se los llevó este personaje hacia las áreas boscosas y de peñascos, sus áreas preferidas para esconder a sus víctimas. Si este es el caso de los niños con el Duende, la Viuda se corresponde con el caso de los jóvenes y adultos. Básicamente, la Viuda se representa en una mujer atractiva que a veces puede encarnar en la figura de la novia del joven, cuando este se acerca entonces ella se transforma en un esqueleto. Estas historias, dirigidas a los jóvenes, adultos y niños, eran una clara advertencia para que tuvieran cuidado al salir lejos de las viviendas o para que regresaran temprano en la noche al seno del hogar: “Los papás le decían a una que no se fuera por allá; que se lo llevaba el duende o lo asustaba”.45

Estas historias también han servido para que grupos de jóvenes las escenifiquen y las lleven al teatro, como ocurrió en 1998 cuando, en un evento cultural organizado a nivel regional en el municipio de Mercaderes (sur del Cauca), un grupo de jóvenes de la casa de la cultura de Sucre hicieron la representación del ‘Enduendao’, una forma sincrética entre los dos personajes relacionados arriba, el duende y la viuda. En los últimos años, los cambios socioculturales y de las condiciones físicas de la región han producido el olvido de estas historias. Si bien la radio y la televisión han contribuido en el aprendizaje de nuevos valores y conocimientos, también introdujeron historias que distraen la atención e importancia de estas leyendas, que reflejan la vida social en el campo.

El Paraíso a comienzos del siglo XXI

Rutas, recorridos, condiciones generales actuales y población

El poblado de El Paraíso se encuentra situado a unos 155 km al sur de la capital del departamento del Cauca, Popayán. A partir de la municipalización de los corregimientos de Sucre y El Paraíso, en diciembre de 1999, los poblados localizados en el nuevo territorio sufrieron importantes cambios. Uno de ellos fue que las vías mejoraron en un buen porcentaje, como resultado de ello se tiene un anillo vial que comunica al nuevo municipio de Sucre con el vecino municipio de La Vega y a El Paraíso. Con esto se posibilitan dos rutas de entrada al corregimiento de El Paraíso: una, en el punto conocido como Piedra Sentada, a unos 72 km al sur de

45 Hermógenes, El Paraíso, agosto de 2003.

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Popayán; y la otra, que es la que anteriormente se venía empleando a través de El Bordo-Guachicono y Sucre (Ver Mapa 2). En los últimos años, estas dos vías de acceso le han permitido a El Paraíso una mejor comunicación con centros de consumo regionales como El Bordo y con la misma capital del Departamento, Popayán. Como resultado tenemos el ingreso por primera vez en su historia de una ruta de buses que llega al poblado, y otra ruta que lo comunica con poblados con los cuales ha tenido relaciones sociales históricas, como es el caso de las localidades vecinas establecidas en el municipio de la Vega.

En términos más generales, El Paraíso se encuentra localizado en la parte nororiental de la cabecera del municipio de Sucre a una distancia de 17 km aproximadamente. La cabecera limita por el norte con las veredas de El Fresno y La Chepa, por el sur con las veredas de El Carmelo y El Mirador, por el oriente con la cuchilla de El Encinal y por el occidente con la vereda de El Naranjal y La Chepa. La poca área plana existente en la falda de la cordillera está atravesada por la carretera que cruza por la cabecera. La mayor parte de la topografía es tendida y montañosa en un 90%. En la parte media de El Encinal existen algunas áreas de bosque que contribuyen a la protección de fuentes de agua para el poblado.

Para llegar a El Paraíso se realiza un recorrido por una vía destapada y afirmada, que en vehículo pequeño puede tomar casi una hora desde la cabecera. Tomando la ruta tradicional, se parte de la cabecera municipal de Sucre, en el piedemonte de la cordillera central, y se asciende por una vía que transita por varios poblados concentrados y dispersos46 hasta llegar a lo que se conoce como el filo de la Paloma,47 desde donde se divisa a la margen izquierda la mayor parte del corregimiento de El Paraíso y hacia la derecha, sobre los lomos y brazos de la cordillera, el resto de localidades del municipio de Sucre. Hacia abajo, casi en la base, se alcanza a divisar la cabecera del municipio. Existen otros caminos de herradura como el de El Encinal, Monte Oscuro, Fresno alto y Palo Verde, este último conduce hacia el municipio de La Vega. En la parte baja se encuentra el camino hacia Los Uvos que luego asciende a esta localidad sobre la vía que comunica a La Vega con Popayán.

A excepción del poblado de El Paraíso, todas las veredas de este corregimiento están conformadas por viviendas dispersas entre sí. Así lo demuestra la densidad de población por kilómetro cuadrado, que en la cabecera es de 165 personas por esta unidad de área, lo que indica una clara concentración de la población. En todo el municipio de Sucre existen solo cinco poblados que tienen una base de poblamiento nucleado o de población concentrada como unidades territoriales,

46 Al salir de Sucre y en dirección hacia el Paraíso, el visitante se encuentra con los poblados de La Ceja, Guineal-Quiteto, Crucero Bello y la Granja.

47 Desde esta línea hacia el Paraíso, el visitante se encuentra con las poblaciones del Carmelo y El Mirador.

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llamadas corregimientos. En su orden de sur a norte son los siguientes: Cascadas, El Retiro, La Ceja, Crucero Bello y El Paraíso. A excepción de El Paraíso, estos corregimientos fueron creados a partir de la municipalización de Sucre (diciembre de 1999). A lo largo de este recorrido se puede distinguir que las poblaciones se ubican al menos en los tres pisos térmicos: en el cálido tres localidades, en el clima templado 27 y en el frío dos. Esta clasificación, sin embargo, puede ser engañosa, ya que, como han dicho los mayores, ‘Los tiempos (entiéndase como clima y condiciones físicas de la montaña) han cambiado mucho’.

fotografía 1. Panorámica de El Paraíso. Jairo Tocancipá 2003.

El poblado se encuentra a una altura estimada de 1.760 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.) y un poco más arriba, casi enfrente y sobre la misma cordillera central, se halla el cerro de El Encinal, una cresta o filo de montaña que se proyecta hacia norte y sur del corregimiento con una altitud aproximada de 1.800 m.s.n.m. Hacia la parte inferior del poblado también se encuentra el punto conocido como la Peña, localizada a unos 1.600 m.s.n.m.

La posición geográfica de El Paraíso permite referir a unas condiciones climáticas y geográficas similares o iguales a muchas localidades del Macizo (ver fotografía 1). Para el corregimiento de El Paraíso, la temperatura promedio varía entre 20 y 22 grados centígrados, siendo los meses de julio y agosto correspondientes al verano, y septiembre y mayo al invierno. Es claro que las temperaturas para estos

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períodos pueden variar considerablemente del promedio (ver tabla 1), al igual que los períodos en sí mismos. Por ejemplo, en el año de 2003, cuando se recolectó buena parte de la información, la característica principal fue que el verano se había retardado un poco; es decir, el invierno se extendió hacia mediados de julio cuando el verano generalmente se inicia en junio hasta el mes de noviembre. Sin embargo, hoy en día se reconoce que estos tiempos no son fijos y cada período se extiende de manera prolongada incidiendo en el siguiente. En años sucesivos, los períodos de verano e invierno siguen siendo marcados e intensos, como aconteció en el segundo semestre de 2012. Resumiendo, la mayoría de las veredas del municipio se ubican en clima templado mientras que los poblados de clima cálido y frío son pocos.

Existe la creencia de que la mejor manera de conocer cómo van a ser las estaciones mes a mes, es a través de las ‘cabañuelas’. Las hay de dos tipos, las ‘grandes’ y las ‘pequeñas’; estas últimas consideradas como las más acertadas. En general, las ‘cabañuelas’ son una creencia tradicional que busca conocer con anticipación cómo será el clima durante todo el año, se establecen observando el comportamiento del mismo desde el primer día, esto es, a partir del 1 de enero como un indicador del primer mes del año. La secuencia se repite para los demás días-meses: así, 2 de enero = febrero, 3 de enero = marzo, y así sucesivamente. Mientras este último tipo de ‘cabañuela’ corresponde a las ‘grandes’, las ‘cabañuelas menores’ se inician a partir del 13 de enero y se toman desde las 12 p.m. hasta las 12 p.m. del día siguiente. Cada uno de estos períodos está constituido por dos meses. Esta creencia de las ‘cabañuelas’ continúa vigente entre muchos pobladores en la región.

El Paraíso se divisa a la distancia como un caserío colgado en la mitad de una montaña que sobresale a la vista, destacándose áreas con mucho bosque y vegetación andina (ver fotografía 1). Como bien se anotó, en relación con la historia forestal muchas especies de árboles se encuentran en vía de extinción y entre los que se pueden identificar en la región se encuentran el tachuelo, tambor, el guamo, balsos, cachimbos, lecheros y cascarillos. Casi todos son maderables, algunos son utilizados con fines medicinales o como comestibles y otros se emplean como sombríos para el café. También se encuentran vegetales de tipo arbustivo grande y pequeño, estos últimos destacados en cuanto a sus usos medicinales. Otras son estimadas como material de abono orgánico para el mismo café. Entre las plantas medicinales más sobresalientes se tienen la ruda, llantén, hierbabuena, apio, verdolaga, manzanilla, malva, paico, etc.

Las condiciones de reforestación son muy limitadas en la medida en que las propiedades de las zonas boscosas donde se encuentran algunas fuentes de agua pertenecen a un solo propietario. En la cabecera existen dos nacimientos de aguas llamadas ‘La Laja, la Sapera o la Golondrina’. De estas fuentes hacen uso la vereda La Chepa y en algunos casos El Paraíso. La quebrada de Los Tigres, que nace en

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la vereda El Mirador, surte el acueducto de El Paraíso. Son aguas no tratadas, lo que significa un problema actual para el área.

Existen otros bosques que permiten retener fuentes de agua, árboles y especies animales. En la parte de arriba y de norte a sur se encuentran los bosques de La Palma, La Esperanza, El Gulumbio y La Golondrina. Alrededor de estos bosques se desprenden zanjones, algunos limpios y otros contaminados. Del bosque La Esperanza, salen los zanjones de la Esperanza y El Maco, este último abastece a los acueductos de El Naranjal y La Chepa. En la parte baja, se encuentran los zanjones Mata de Guadua, La Cañada, Monte alto, El Cementerio, El Carbonero, El Nacedero, El Fresno Bajo y El Guabinero. Todos estos zanjones hacen parte de la microcuenca de la quebrada los Huevos que nace en la parte más alta de la vereda de El Fresno y que abastece a los acueductos de los Uvos, el Fresno y el Bordo (municipio de Patía).

En cuanto a la población, la familia campesina es la base del trabajo agrícola y las actividades sociales que se desarrollan a nivel local. La familia en El Paraíso generalmente se entiende como la unidad que integra padres e hijos, y consta de cuatro a seis miembros en promedio. En algunos casos, las familias también se acompañan de familiares o parientes, especialmente los mayores o abuelos (as). Las relaciones familiares y de parentesco se extienden tanto a otras localidades del municipio de Sucre y a otros municipios vecinos del sur del departamento como a departamentos del Putumayo, Valle y Huila. En cuanto al número de personas en la cabecera, para el 2003 se tenía el reporte de aproximadamente 371 personas, de las cuales 192 eran mujeres y 179 hombres. Estas personas viven aproximadamente en 132 viviendas construidas principalmente en bahareque, ladrillo y cemento. En la actualidad, los apellidos más comunes son Gironza, Gómez, Luna, Magín, Mamián, Muñoz y Salazar, entre otros.

En períodos como el verano, muchas familias se desplazan a otros municipios y departamentos vecinos con el fin de trabajar o de visitar a sus parientes. La apertura del anillo vial en el año 2003 permitió una mejor comunicación del poblado con otras localidades, especialmente con el vecino municipio de La Vega, con el que se mantienen variados vínculos socio-históricos. A nivel más amplio, los jóvenes acostumbran a desplazarse a trabajar a la región cafetera del país o a departamentos vecinos como Putumayo y Huila para desempeñar trabajos ocasionales mientras llega la cosecha principal de café para el primer semestre de cada año.

Tabla 1. Aspectos climatológicos registrados por la población rural del municipio de Sucre. Fuente: Comunidad y Equipo Técnico EOT, 2001. La información para El Carmelo, El Fresno, Naranjal y Paraíso ha sido actualizada 2013a

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Vereda BioclimaTº Media

º CDistribución de fenómenos

Verano Invierno

Bautista T 23 ° C Julio-septiembre Octubre-mayo

Colorados T 24 º C Junio-septiembre Oct-dic; febrero-jun

El Retiro C 28 ° C Julio-septiembre Feb-marzo; oct-dic

Esmeralda T 24 ° C Jun-agosto Abr-mayo; nov-dic

La granja T 20 ° C Jun-octubre Octubre-dic

La Ceja T 25 ° C Ene-feb.; jun-sep Oct-dic; abril-mayo

Llano Verde C 29 ° C Ene-mar; jul-sep Abril-jun; oct-dic

Quiteto T 25 ° C Junio-septiembre Septiembre-junio

Santa Inés T 18 ° C Julio-septiembre Nov-mayo

Salvavidas F-T 19 ° C Julio-septiembre Marzo-mayo; Nov-dic

Mazamorras F-T 20 ° C Junio-septiembre Octubre-mayo

Los Alpes T 20 ° C Julio-agosto Enero-mayo; Oct-dic

Llanadas F 15 ° C Junio-septiembre Octubre-mayo

La Cumbre T 20 ° C Junio-septiembre Octubre-mayo

Guascal T 20 ° C Junio-septiembre Octubre-mayo

El Tesoro F 16° C Junio-septiembre Feb-mayo; Oct-enero

Cascadas F - T 18 ° C Junio-septiembre Octubre-mayo

La Primavera T 21° C Ene-mar; jun-oct Abril-jun; Nov-dic

Tequendama T 20 ° C Junio-septiembre Abril-mayo; Oct-dic

Peña Blanca T - F 19 ° C Junio-agosto Noviembre-dic

Aguacatillo C - T 22 º C Julio-septiembre Marzo-mayo; Oct-dic

El Mirador T 18 º C Junio-septiembreSeptiembre-dic; Abril-mayo

El Carmelo T 17 º C Julio-agosto Septiembre-mayo

El Fresno T - F18 º C y 13 º C

Julio-septiembre Octubre-Junio

El Naranjal T 18 º C Julio-agosto Septiembre-Mayo

La Chepa T 22 º C Julio-agosto Nov-enero; Marzo-mayo

Paraíso T 20-22 º C Julio-agosto Septiembre-mayo

Sucre T 22 ° C Jun-ago; Ene - feb Nov-dic; Abril-mayo

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La producción agropecuaria en la región

Con el conocimiento de las condiciones locales y el calendario agrícola, los habitantes han podido sembrar productos propios y no propios de la región (ver tabla 2). Entre estos se encuentran los cultivos permanentes como el café, el plátano, la caña de azúcar y frutales como la naranja y la guayaba; y los transitorios como la arracacha, la yuca y el maíz, este último muy importante en la dieta alimentaria de las familias. Siendo cabecera de corregimiento, casi todas las familias poseen fincas o lotes donde realizan las siembras en los alrededores o en las veredas vecinas.

En el 2005 se identificaron tres tiendas y una panadería donde se venden los productos que no se producen en la región y, contrario a lo que se puede pensar, también productos que si se dan como huevos, cebolla larga y arroz. Los productos principales como el café, el plátano y la caña son generalmente comercializados en El Bordo (ver capítulo 6). Los miércoles, viernes y sábados es posible observar en las madrugadas (en algunos casos la noche anterior), cómo se carga la ‘chiva’ (vehículo de transporte masivo donde van tanto pasajeros como productos agrícolas que se sacan al mercado local y regional) con bultos de café, plátano, yuca y maíz entre otros productos. El día domingo es el mercado local en la cabecera adonde las familias van a vender sus productos agropecuarios. Allí se adquieren artículos que no se producen en la región, como vestido, calzado y otros víveres. Este mercado se realiza en la plaza ubicada enseguida del polideportivo, en la parte baja de la cabecera. A unos pocos metros de allí, en una construcción de losa blanca con techo y sin paredes, se sacrifican en este día hasta tres y cuatro reses, las cuales en período de cosecha de café se venden con mucha facilidad. En fiestas tradicionales y festivales también se acostumbra a sacrificar y vender cerdos.

Existen algunas especies menores en las viviendas que son aprovechadas por las familias, bien sea para la venta o para su sacrificio en ocasiones especiales como fiestas, o a veces se destinan para fines medicinales como en el caso del curí, gallinas y palomas. Entre otros animales domésticos se destacan los patos comunes y ‘chilenos’, conejos, perros, gatos, cerdos y ‘bimbos’ (pavos). El caso de los perros llama la atención por cuanto muchas familias los aprecian como ‘alguien’ indispensable en la casa. Se le estima como una compañía cuando los miembros de la familia se desplazan a las parcelas y también como ‘alguien’ que cuida, vigila y anuncia la visita de personas desconocidas tanto en las fincas como en las viviendas. También se tiene noticia de que hasta hace más o menos 18 años existía la cría de un tipo de ganso llamado ‘gallineto’ y también pavos reales. La cría de estos animales “las trajeron unos paisas ‘venideros’ por estas tierras y al marcharse ellos se abandonó su cría”.48

48 Egda Mary Luna. El Paraíso. Agosto 2005.

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En cuanto a la producción agropecuaria, El Paraíso no escapa a la influencia de la bonanza cocalera que se dio en un segundo ciclo a finales de la década de los noventa y a comienzos del siglo XXI. De acuerdo con El Esquema de Ordenamiento Territorial (EOT, 2001) “en el municipio de Sucre, para el año 2000, según un estudio del Comité de Cafeteros Seccional Bordo, existían aproximadamente 700 Hectáreas cultivadas con coca”. Aunque esta información no se encuentra discriminada, la parte baja más cálida del corregimiento de El Paraíso se vio afectada con el aumento de los cultivos de coca. El efecto sobre la economía local ha sido considerable y el control como las fumigaciones llevadas a cabo con mayor intensidad por parte del gobierno nacional en el año 2005 también fueron apreciables en términos de efectos humanos, sobretodo en otros cultivos aledaños a las plantaciones, entre ellas el café y productos de pancoger (ver capítulo 7).

NoNombre local de los productos y variedades comunes en la región

Frecuencia del cultivo y otras características

1.

ArracachaMoradaTallo VerdeVetiado (Tallo Morado)Blanca (Tallo y “comida” – pulpa blanca) Amarilla

Estas variedades son las más cultivadas en la región.

2.

Caña PalmiranaPiel RojaSoleraPiojota

Pajarita

UVQPuerto RicoForrajera

Cañas resistentes y consideradas antiguas

Este tipo de caña es más pequeña

Este grupo de variedades es considerado “delicada” y se afirma que fueron introducidas por la Federación de Cafeteros.

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3.

FríjolNegroCalimaGuarzoSangre ToroBlanco

Vara-Guasca

Amarillo o CaballoGuandul - Garbanzo

Dentro de este grupo de variedades locales de Fríjol, el Calima es el más cultivado. Generalmente este grupo toma aproximadamente3 meses y medio para producir.

Variedad que produce a los cuatro meses

Variedades consideradas tradicionales y que producen a los ocho meses.

4.MaízClavoAmarillo de lo Frío Diente Caballo Amarillo

Demora tres meses, su grano es grande y se cultiva en gran cantidad.Demora ocho meses, tamaño regular o mediano, se cultiva en gran proporción.Demora cinco meses y no es frecuente su cultivo, presenta un tamaño grande.Demora tres meses, grano pequeño y se cultiva en menor cantidad.

5.

ManíComún (Blanco)NegroRayado

Demora cuatro meses (es el más cultivado en la región)Demora tres meses (se cultiva en menor cantidad) Demora cuatro meses (se cultiva en menor cantidad)

Tabla 2. Variedades de productos agrícolas en la región del Macizo, corregimiento de El Paraíso.

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Formas educativas en El Paraíso

Si en el pasado la educación estuvo a cargo de la misma familia, en años recientes el papel de la escuela ha venido a complementar la formación humana y social de las nuevas generaciones. La educación rural se ha logrado a través de la escuela de El Paraíso, la cual fue creada en 1959 y que anteriormente se conoció como la Escuela rural mixta de El Tachuelo. La primera profesora fue la señora Victoria Campo y desde entonces han estado a cargo más de 14 docentes, quienes han formado a muchas generaciones de Paraiseños. En 1966 se construyeron dos locales, uno para niños y otro para niñas, y en 1974 ya se tuvo el local donde actualmente funciona la escuela, sobre la vía principal.

Con el tiempo, la educación rural se ha convertido en la base para mejorar las condiciones de vida de la población. Es así como en noviembre del 2000 se organizó la ‘Tele secundaria’ hasta el grado sexto, a cargo del profesor Melquisedec Hoyos. En el año 2002, la escuela tomó el nombre de ‘Centro de Educación Básica El Paraíso’ y en el 2003 se dio inicio a la construcción de la planta física del colegio para así mejorar la infraestructura educativa. El profesor Javier Valdez lideraba el colegio en el 2005. También existe una Junta de Padres de Familia que se encarga de coordinar mingas y trabajos que requiera la escuela; al igual que en el colegio, existe una organización de padres de familia encargados de coordinar actividades con los profesores. En este trabajo también colaboran los docentes y administrativos, que en el momento son 13. Del mismo modo se encuentra la Junta del Restaurante Escolar que contribuye en la gestión de recursos y consecución del mercado para darles a los niños el refrigerio y el almuerzo. Actualmente disponen de 130 cupos, de los cuales 100 son cubiertos por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y 30 por la administración municipal. Sin embargo, su cobertura es de 195 niños, lo que indica un déficit de 65 cupos. El sistema educativo, en general, se ubica dentro de las nuevas tendencias pedagógicas que buscan integrar al alumno con respecto al entorno. No obstante, algunos materiales empleados y los contenidos de los mismos no hacen referencia a la historia y tradición locales, menos aún a las condiciones en las cuales los estudiantes se encuentran.

Un espacio de formación importante que integra el sistema de educación, tanto en la escuela como en el colegio, tiene que ver con el hogar, donde padres y familiares desempeñan también un papel formativo. La educación rural generalmente tiene que alternar con prácticas agrícolas tales como la cosecha, la siembra, la rocería y el mantenimiento de los cultivos. En otros casos, se contrata con personal de la misma región. Estas actividades también son pedagógicas o formativas en el sentido de que los jóvenes van conociendo las condiciones en las cuales se ven inmersos, reconociendo plantas, suelos apropiados para la producción y lo más importante: saber maniobrar las herramientas necesarias para el trabajo en el campo.

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En cuanto al cuidado de niños más pequeños en edad preescolar (9-7 años) existe un comité de madres comunitarias que coordina las actividades en los tres hogares donde se les atiende. Estos hogares son llamados ‘Los Alpinitos’, ‘El Portal’ y ‘El Recuerdo’, y entre todos sostienen aproximadamente 36 niños, quedando por fuera de cobertura cerca de 40 más. En el año 2003 se empezó a desarrollar por primera vez el programa que incluye el grado cero y/o transición.

El sistema de la salud, actividades sociales, organización comunitaria e instituciones

El sistema de atención en la salud ha cambiado en los últimos años, especialmente desde la creación de Sucre como municipio, lo que ha permitido el aumento gradual de recursos en este sector. Si bien en el año 2001 se reportó que aproximadamente el 24% del total de la población en la cabecera hacía parte del régimen subsidiado, ya en el 2013 dicha cifra ascendía a un 95% de la población. Esta cobertura, sin embargo, no ha implicado una mejor calidad en la prestación del servicio. Así, mientras para el 2005 se contaba con un enfermero auxiliar, Faustino Mamián, quien atendía todo el corregimiento de El Paraíso, desde el 2010 dicho cargo fue retirado del corregimiento y la atención se realiza a través de campañas, o muchas veces el enfermo debe ir directamente a la cabecera municipal. A pesar de estos cambios, todavía existen personas que en la actualidad ejercen como médicos tradicionales, parteros (as) y sobanderos. Entre ellos se encuentran: Peregrino Gómez, Mario Mamián, José Gómez, Nicolás Hoyos y Polo Gironza. Para la atención de los partos se encargan doña Rosa Magín, doña Victorina Gómez y don Hipólito Luna. Para la aplicación de inyecciones y atender a las personas que llegan con heridas abiertas se acude a la ayuda de Presente Mamián, Noralba Muñoz y Silvio Mamián. Don Hipólito Luna también tiene conocimientos sobre dentistería y el uso de plantas medicinales.

En cuanto a actividades sociales, en El Paraíso se presentan reuniones familiares de fiestas locales y otros eventos como festivales y riña de gallos, especialmente en las llamadas fiestas de verano que generalmente se organizan de junio a septiembre. Estas actividades alternan con prácticas deportivas como el fútbol. Se dice que este deporte es relativamente nuevo, pues años antes no se jugaba ya que los padres muchas veces no lo permitían. Con el tiempo, juegos como este, ‘cacha’, ‘cuarta’ y ‘la gallina ciega’ se divulgaron en la comunidad y hacia espacios más abiertos, es decir, más públicos. Muchas veces se jugaba de noche. En la actualidad los jóvenes se han integrado más al deporte y practican otros juegos como ‘el sapo’, ‘bola’, básquetbol, ‘cuarta’, trompo y valero, entre otros. El fútbol y el microfútbol siguen siendo los deportes más populares y son practicados por los jóvenes, quienes a través de campeonatos veredales e inter-veredales logran integrarse con otros jóvenes de localidades vecinas. Con esta práctica se visitan unos a otros.

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En la parte organizativa existen muchas formas asociativas que se dan entre las familias con el fin de desarrollar actividades comunes y de beneficio mutuo. Actualmente en la cabecera, a partir de la municipalización, se crearon algunos barrios como el Centro, Nuevo Milenio y Villanueva. Hay una junta por cada uno de estos barrios. Para todo el poblado se ha organizado también una junta directiva del acueducto, que se encarga de organizar y coordinar los trabajos para que haya un buen servicio. Al respecto, se organizan mingas de mantenimiento, limpias ‘a machete’ del área de la bocatoma y acequias para cambio de tubería o ampliación de la red. Mientras en el año 2005 los usuarios pagaban $5.000 anuales, para el 2013 dicha cifra ascendía a $10.000. De estos fondos se compran materiales cuando se requiera y se le paga a un fontanero para que realice el mantenimiento del acueducto.

La organización también se relaciona con lo religioso. Existe, por ejemplo, un comité pro-capilla de la iglesia católica y cuya función es la de coordinar trabajos en minga, rifas, venta de empanadas con el fin de obtener fondos y mejorar el templo donde está la imagen de la Virgen de los Remedios. Otra forma organizativa es la asociación ‘Camino al Futuro’ que tiene su directiva y se encuentra conformada por aproximadamente 21 socios. Trabajan en mingas con la comunidad y organizan eventos para las fiestas de la madre, el padre y fiestas tradicionales como las decembrinas, con el fin de obtener recursos para el desarrollo de los proyectos productivos del grupo. También trabajan en contratos al día y de vez en cuando se organizan rifas y festivales para igual finalidad. En la actualidad desarrollan varios proyectos productivos. Han gestionado recursos con la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria –Umata– y la administración municipal; a veces también colaboran con talleres y la organización de otros eventos.

Con relación a la producción agrícola, se encuentra el grupo de cafeteros orgánicos, el cual se halla conformado por cinco personas y, como su nombre lo indica, trabajan en la agricultura orgánica, en la elaboración de purines con estiércol de ganado y especies menores.

Al igual que muchas comunidades del corregimiento, en la historia de El Paraíso han hecho presencia instituciones tales como Cabildo Verde, Comité de Integración del Macizo Colombiano –CIMA–, El Plan Nacional de Desarrollo Alternativo –Plante–, Comité de Cafeteros, Cooperativa de Organizaciones del sur del Cauca –Cosurca–, El Instituto de Recursos Naturales –Inderena–, Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria –Umata– y el Grupo de Estudios Sociales Comparativos –GESC– adscrito a la Universidad del Cauca. En los últimos años, todas estas entidades han hecho aportes con diferentes énfasis para mejorar las condiciones sociales de las poblaciones de El Paraíso.

Resumiendo, la historia y situación local actual de El Paraíso muestra distintas experiencias y capacidades de las primeras familias por continuar con sus tradiciones

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y también cambiar y mejorar las condiciones materiales del medio para sobrevivir. Sin embargo, en la actualidad la cabecera del corregimiento todavía manifiesta problemas sociales en la resolución de sus condiciones materiales, evidencia de la difícil situación que enfrenta la región. Los habitantes de El Paraíso todavía creen que el café constituye su principal producto agrícola y que la situación social puede mejorar si se tienen en cuenta las condiciones locales y regionales.

De El Tachuelo a El Fresno

La historia del poblamiento de la región que enmarca el corregimiento de El Paraíso también incluye en la mayoría de aspectos sociales a la vecina localidad de El Fresno, hoy considerada la vereda más poblada del municipio de Sucre. Buena parte de la historia local es similar a la narrada para el caso de El Paraíso; sin embargo, existe información que complementa lo presentado anteriormente, así el cuadro referido a la historia social de la región se manifiesta en su totalidad. En esta primera sección, se ofrece una síntesis de la historia local de El Fresno y posteriormente se describe la situación actual.

De Carbonero a El Fresno: Historia social

Se dice que El Fresno fue una de las primeras veredas del actual corregimiento de El Paraíso. Al igual que en la cabecera, se cuenta que era ‘puras montañas’ pobladas de animales como monos, saínos, venado, armadillo, guagua, zorro, loros verdes, pavas, entre otras aves. “Había que cuidarse de los monos porque se comían el maíz” decía uno de los fundadores. Al parecer, “la tala de bosques los fue retirando de la región”.49

Las tierras eran baldías y los primeros pobladores debían hacer trochas cuando se disponían a hacer rocería de cultivos como el maíz y la mejicana, entre otros. Algunos de los primeros pobladores fueron nativos del vecino municipio de La Vega y de localidades vecinas. Los Luna, los Ordóñez y los Cruz son considerados como los fundadores. Luego se dijo que había un dueño de una buena cantidad de tierras, un señor que era conocido Adolfo Muñoz. Ya después, se dice, “toda la gente entró por arriendo. No había linderos y se le decía también a uno que si quería tomar un lote y de acuerdo con eso uno se metía en el monte. Ya cuando la gente abría, ellos [los dueños] venían a rodear y le arrendaban a la gente”.50 En cuanto las personas compraron la tierra se fue alinderando: nace así la cerca de alambrada.

49 Mario. El Paraíso. Agosto de 2003.50 Mario. El Paraíso. Agosto de 2003.

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La medida de la tierra en ese entonces era la plaza, que se calculaba al ojo, el problema era que no se sabía con exactitud si el cálculo era correcto: “Colocaban una piedra o mojón aquí, otra allá y así cuatro piedras o mojones; y se decía: bueno, eso es una plaza”.51 Había otros instrumentos de medición que se tenían en el mercado, como balanzas de piedra con un peso equivalente a una libra o pesas de 12 onzas. Ahora se pesa con el ‘balanzón’ pero antes se usaban esos sistemas. También se pesaba con un huevo que equivalía a una onza. Aunque cada piedra no tenía un peso exacto, se cree que sus partes se tomaban como unidad de medida. Así, se utilizaban varias piedras como medida, una de una onza, la otra de un cuarto, la otra de media libra y la otra de libra. Y así iban aumentando en tamaño y se vendían de acuerdo con las necesidades del comprador, si quería una onza, un cuarto o una libra.

Dada la vecindad que se tenía con El Paraíso, inicialmente la vereda hizo parte de lo que se llamó El Tachuelo, luego se le nombró El Carbonero por la cantidad de árboles de este tipo que existía allí. Posteriormente se le cambió a El Fresno, por los árboles que se daban en los alrededores. En ese entonces lo que se producía era el maíz y aunque se sembraba café no tenía valor o no se explotaba tanto como ahora. Los productos se intercambiaban y vendían los lunes, después se cambió a los domingos en ‘Puente de hierro’ o ‘fierro’, como le dicen, a donde se llevaba coca tostada, plátano, yuca, maíz, frutas, entre otros productos. Para ir al mercado se salía a las 5 de la mañana, cuando había buen tiempo y tomaba grandes jornadas para llegar a sitios como El Bordo. A Popayán se podía tomar hasta una semana dependiendo del estado del tiempo. Se masticaba coca a lo largo del camino aunque también se mambeaba para trabajar en las fincas. Mambear coca ya es cosa del pasado, pues ahora los jóvenes no lo hacen porque les da vergüenza, como se explicó en el caso de El Paraíso.

Las viviendas eran construidas con hoja de platanilla y bahareque y la gente se protegía con cobijas de lana y mantas tejidas por las mujeres. El vestido era de algodón. Al igual que El Paraíso, antes se caminaba a ‘pata limpia’, pues no había calzado y cuando la gente empezó a utilizarlo se le dificultaba caminar, e incluso algunos no sabían cómo emplearlos, pues confundían el zapato derecho con el izquierdo: ‘tocaba a veces ir cogido de las paredes’. Cuando se iba para El Bordo a veces se les llevaba en la mano hasta llegar y luego se colocaban a la entrada del pueblo. En cuanto a otros elementos del vestido que se usaban estaban los sombreros de cañabrava, utilizados por los hombres principalmente, mientras las mujeres utilizaban el ‘pañolón’, una especie de ruana. Cuando las prendas se desgarraban, las mujeres las remendaban con hilo utilizando a veces pluma de gallina como aguja.

51 Mario. El Paraíso. Agosto de 2003.

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Igual acontecía con otros artículos que eran básicos para la subsistencia. En ese entonces no había fósforos. Para prender el fuego se cogía una piedra blanca con un mocho viejo (machete corto) y una ‘yesca’, luego se golpeaba uno con otro, de lo cual se esperaba producir una chispa y así encender la ‘yesca’. A veces para alumbrar se utilizaban algunos mecheros que se encendían, llamados ‘julianes’, y también velas de laurel que se hacían extrayendo la cera del árbol de laurel, que daban un color verde. Este árbol se cosechaba, se cocinaba y cuando se enfriaba el agua se recogía por la superficie y se hacían bolas. La mecha de las velas era de algodón. Estos artículos eran importantes para mantener una llama prendida que permitía a su vez encender los leños necesarios para la cocción de los alimentos.

Al respecto, y al igual que en El Paraíso, antes se cocinaba en ollas, se servía en platos de barro y se comía con cucharas de palo. Las ollas eran muy baratas y se compraban muchas porque cuando se caían se rompían y no había nada que hacer con ellas. Las ollas y platos de diferentes tamaños eran vendidas por las negras en ‘Puente de Fierro’. Después fueron reemplazadas por metal, es decir, aluminio, incluidas las cucharas. El maíz se molía en piedras (metates) y según la cantidad se demoraba su preparación. Se preparaba mazamorra, sopa (que iba con fríjol, repollo, calabaza o mejicana), arepas, pan, chicha y dulce. En el mercado se compraba la remesa, la sal, los fósforos, entre otros productos que no se consiguen en la región. El mercado empezó con la pesa de ganado y el intercambio de productos, tal y como se reseñó en El Paraíso, que procedían de veredas vecinas y otras localidades. Con el paso del tiempo la población de la vereda fue creciendo y años después se formó la junta de acción comunal (1988). Al igual que en El Paraíso, muchas de las características narradas de la vereda hacen parte de la memoria social que empieza a escribirse. En años recientes se han presentado cambios pero se conservan muchas de las condiciones del pasado.

Una de las transformaciones más significativas alcanzadas en los últimos años se relaciona con el sistema de salud. Esto se reconoce cuando se observa cómo funcionaba el sistema en el pasado. Antes había ‘aguateros’ que miraban la orina, sabían de qué enfermedad se padecía. En ese entonces había enfermedades como ‘el tifo’ y ‘el tabardillo’, que consistía en una “fiebre que se le concentraba por dentro”. Desde los siete o catorce años de edad, si le daba a uno esa enfermedad no era casi problema. Si bien los médicos tradicionales cumplían una labor importante, existían enfermedades que no podían tratar, en tales casos los enfermos debían remitirse a otros centros de salud para el tratamiento respectivo y el costo de todo ello corría a cargo de los familiares del enfermo. Cuando alguien se moría se le enterraba en Santa Bárbara (La Vega) y en ‘el Panteón del Aguacatillo’. Ahora la gente se entierra en La Chepa. Como en El Paraíso, para anunciar que alguien había muerto se colocaba una bandera blanca en lo alto; ahora, porque hay más gente, la noticia se pasa rápido.

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En cuanto a la educación formal, antes no había escuela sino en El Palmar y en Sucre. Se cree que la primera escuela apareció en el sector de Pueblo Viejo en 1953. En sus inicios mucha gente iba a estudiar, incluidos la señora de la casa, el señor y los hijos, es decir, toda la familia iba a aprender a leer y escribir. Luego la comunidad construyó la escuela de bahareque en Pueblo Viejo y luego en Pueblo Nuevo, El Paraíso. La educación, sin embargo, no fue fácil de establecer, puesto que los mayores consideraban que la educación que impartía la escuela no era tan ‘productiva’ como el desempeño de las labores en el campo. Con el tiempo, la educación formal se fue estableciendo dada la importancia que tuvieron la lectura, la escritura, el saber sumar y restar en la vida actual.

Otras formas de educación se dieron a través de la religión. La gente siempre ha sido devota, y se adoraba a la Virgen de los Remedios, que es remanecida, y se recuerdan también las visitas a las vírgenes de Caquiona y Santa Bárbara. La de Caquiona era adorada para que ayudara en las enfermedades y la de Santa Bárbara, se dice, para que los protegiera de los rayos. Se daban las llamadas ‘alumbranzas’ que consistían en acompañamiento de la virgen en peregrinación por las casas donde se le alumbraba y mantenía durante uno o dos días, dependiendo del deseo de quien quisiera tenerla en su vivienda. Estas alumbranzas eran realizadas con música, pólvora y ‘chirimía’, la cual consistía en un grupo de músicos que empleaban generalmente flauta y tambora. “Se daba el mote de maíz para todo mundo, ahora no se hace pues se dice que la tierra ya no produce como antes”.52 En los últimos años han aparecido otras religiones como los Evangélicos y los Israelitas que buscan difundir las escrituras y otras enseñanzas bíblicas de acuerdo con su interpretación. Estos nuevos grupos religiosos han ganado más adeptos en los últimos años.

En lo comunitario también se organizaban las ferias o festivales en verano, entre julio y agosto porque hacía buen tiempo. Se tomaba ‘chirrincho’ o ‘guarapito’ (aguardiente de caña de azúcar o chicha de maíz), pero “la gente era muy formal, y todo era tranquilo. Se amanecía sin problemas”. También se tomaba el guarapo para las mingas en la construcción y mantenimiento de caminos y en la siembra de maíz. Ahora ya se perdió esa tradición, a pesar de que subsisten los ‘cañales’. La autoridad, que en ese tiempo era dada por el inspector, determinaba qué trabajos debían realizarse en comunidad. Muchas veces este inspector recibía órdenes de la capital, Popayán, y otras veces le correspondía obrar de acuerdo con su criterio o voluntad. En la realización de trabajos comunitarios, se llevaba lista de la gente que participaba; al que no lo hacía se le castigaba con más trabajo. Esta medida de castigo también se aplicaba para aquellos que cometieran una falta, bien fuera en el hogar o con respecto a sus vecinos.

52 Hermógenes. El Paraíso. Agosto de 2005.

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El Fresno de hoy

Condiciones ambientales y forestales

El Fresno es la vereda vecina a la cabecera del corregimiento de El Paraíso en dirección norte y que con la apertura del anillo vial terminó comunicándose con el municipio de La Vega. Esta vía que atraviesa a El Fresno lo divide en una parte alta que da hacia el municipio de la Vega y otra parte baja que se extiende hacia la vereda de La Chepa, municipio de Sucre. Los linderos de El Fresno son los siguientes: por el oriente limita con la vereda de Palo Verde, municipio de La Vega, por el occidente la vereda de La Chepa, corregimiento de El Paraíso, por el norte con la vereda de La Guayana, municipio de La Vega, y por el sur con la vereda de Salvavidas. En cuanto a la topografía, la vereda está conformada por zonas pendientes, planas y bajas cruzadas por caminos de herradura que conducen hacia la Guayana, los Uvos, Palo verde y Campoalegre en el municipio de La Vega. En la parte de El Fresno Alto, se disponen tierras de clima frío, únicas en el corregimiento de El Paraíso.

Con relación a los bosques, en la vereda existen cuatro áreas boscosas grandes donde se pueden hallar árboles en los puntos conocidos como la Palma, Loma larga, el Gulumbio y la Esperanza; además, existen otras cinco áreas más pequeñas ubicadas en los zanjones. Las especies destacadas en estos bosques son el roble, el guasco, tablero, jigua, araño, sapillo, cedro, pino, balso, cascarillo, cachimbo, chantre, fresno, aguacatillo, galvis, queso fresco, quesillo, nacedero, cordoncillo, guadua, guabo, carbonero, guayacán, candelillo, medio comino, tambor, arrayán, trapichero, mojuyo, guamo rojo, guamo negro, amarillo, estoraque, guasco, arrayán y tachuelo. Los de mayor utilización para la madera son el sapillo, cedro, tablero, guasco, candelillo, medio comino, cachimbo, granadillo, cascarillo, mojuyo, jigua y tambor. Los demás árboles nativos son conservados para los ojos de agua, como también para ‘posteadura’, cercas y leña. A pesar de contar con estos recursos maderables, algunos de estos ejemplares se encuentran amenazados y son pocos los que se encuentran actualmente en la región. Entre los árboles amenazados se encuentran el cedro, sapillo, granadillo, guayacán, medio comino y tachuelo.

Los bosques garantizan la existencia de fuentes de agua. Al respecto se tienen reportadas en El Fresno fuentes como la quebrada de los Huevos, en los límites con los municipios de la Vega y Patía, y que surte de agua al corregimiento de Los Uvos, municipio de La Vega, y a la vereda de El Fresno, como también a la cabecera municipal de El Patía, El Bordo. Otras fuentes de agua son: los zanjones de la Sorpresa, El Maco (que surte a la vereda de la Chepa), El Fresno, el ojo de agua la Guadua, La Esperanza, El Carbonero, Guabinero y Monte oscuro. Todas estas aguas están contaminadas debido a que no hay saneamiento básico; esto

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se presenta por causa del mal manejo de los subproductos del café, ya que no hay beneficiaderos adecuados para el tratamiento del mismo. En total son 28 pequeños arroyos que caen en zanjones y en la quebrada de Los Huevos.

La Producción Agropecuaria y el mercado

Dadas las condiciones climáticas, al igual que en El Paraíso en El Fresno se produce una variedad de productos agrícolas como café, caña, plátano, arracacha, yuca y frutales (ver tabla 2). En cuanto al café, principal producto agrícola, se cuenta con una cosecha promedio de aproximadamente 500 arrobas del grano, aunque esta cantidad varía cada año dependiendo de múltiples factores, incluyendo las condiciones climáticas. Algunos logran fertilizar los cultivos con químicos mientras que otros lo hacen con abono orgánico. También se controlan plagas como la broca a través del ‘ré ré’ (técnica manual introducida por el Comité de Cafeteros del Cauca) y usualmente se fumiga con Thiodan. La mayor parte de los productores de café tienen despulpadoras manuales, secaderos o paseras, carpas y plásticos. También existen beneficiaderos de café, la mayor parte de ellos en malas condiciones.

De acuerdo con el calendario de las actividades agrícolas anuales, en el mes de septiembre se acostumbra a realizar limpiezas y siembras de maíz y fríjol. En los meses de junio, julio y agosto se prepara la tierra y se realizan rocerías y quemas. Al igual que en El Paraíso, en octubre el calendario agrícola motiva a que muchos habitantes empiecen a migrar en busca de trabajo asalariado a departamentos como el Valle, Quindío, Huila y Putumayo; algunas veces a cosechar café y otras siguiendo la cosecha de la coca. Ya en noviembre y diciembre la gente se dedica a las cosechas de café en sus parcelas, como en los meses principales de cosecha desde marzo hasta julio. En general, el clima en la vereda se compone de dos estaciones: el invierno, que va desde octubre hasta junio, y el verano, de julio a septiembre (ver tabla 2). En el mes de agosto son característicos los vientos y las quemas (técnica de presiembra que implica quemar la desyerba de los potreros una vez estén secos) también son frecuentes. Hoy se reconoce que el clima o los períodos de invierno y verano no son estables ni fijos y existen variaciones en los mismos.

La producción pecuaria es importante para desempeñar las labores en las fincas, lo cual se evidencia en la variedad de especies disponibles. Entre las más destacadas se pueden mencionar caballos, curíes, ganado vacuno, gallinas, cerdos, bimbos, conejos, patos, gansos, peces como tilapia roja, perros y gatos. Estas especies son utilizadas generalmente para actividades diarias del campo y para el consumo doméstico. La presencia institucional en la región ha motivado la adopción de nuevas especies como es el caso de los peces. La cría del ganado vacuno es relativamente poca dado que muy pocas familias cuentan con este tipo de animales. Sin embargo, se tienen pastos micay, kikuyu, imperial, quingo y yaraguá que a veces son suministrados para alimentar al ‘cuy’ o ‘curí’.

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El mercadeo de los productos generalmente se realiza a lomo de mula o bestia hacia las localidades de Los Uvos, Santa Rita (municipio de La Vega), El Bordo (municipio de El Patía) y la cabecera del municipio de Sucre. Existe conexión con estos mercados por vía carreteable y camino de herradura. En invierno la comunicación con la cabecera de Sucre a veces se torna difícil por los derrumbes que ocurren en la vía. A nivel local, las familias de El Fresno participan activamente del mercado en la cabecera de El Paraíso que se realiza cada semana el día domingo.

La población en El Fresno

La mayor parte de la población de El Fresno procede de localidades vecinas como El Palmar (La Vega), Almaguer y Sotará y de otros municipios de departamentos vecinos. Como se indicó anteriormente El Fresno es la vereda más poblada del municipio de Sucre; para el año 2001 contaba con unos 439 habitantes que corresponden al 28% de la población en el corregimiento de El Paraíso. La densidad de población por km2 es de 75 personas aproximadamente. La mayoría de la población se encuentra entre los 15 y 49 años, lo que indica que un buen número de personas están en edad productiva. Es de anotar que el número de habitantes se ve afectado por migraciones, muertes y nacimientos. La migración por lo general ocurre durante períodos de cosecha de café en el Huila, o para el trabajo de la coca en el Putumayo y el Plateado (Argelia-Cauca). La gente acostumbra a emigrar hacia la parte fría de Guachicono, donde se puede cultivar papa o amapola siendo un negocio que atrae a muchas familias de la región por los ingresos que genera. Sin embargo, los controles realizados por las autoridades y las fumigaciones han reducido el volumen de estos procesos migratorios.

Para el 2013 se contaba con un total de 77 familias, las cuales habitaban en 65 viviendas. La mayor parte de ellas son construidas en adobe, bahareque y en menor cantidad en ladrillo. Los techos de las viviendas en orden de importancia son en zinc, teja de barro, cartón, tejalit y/o eternit. En cuanto a los pisos, la mayoría se encuentran en tierra, mientras que otras viviendas tienen pisos en cemento y muy pocas en baldosa. En la medida que las familias mejoran sus condiciones de vida, se van introduciendo cambios y mejoras en las viviendas. Mientras en el 2003 aproximadamente cinco viviendas se encontraban abandonadas, para el 2013 dicha cifra ascendía a siete. Por lo general, el abandono de las viviendas se debe a que se encuentran en zona de riesgo o a veces son convertidas en casas de trabajo. Otras son empleadas por los dueños, quienes viven en la cabecera del corregimiento y que las destinan para habitaciones en período de cosecha, especialmente de café. Durante el resto del año permanecen casi abandonadas. En cuanto al saneamiento básico de la vivienda, la mayoría de ellas no tienen un sistema adecuado de eliminación de excretas, siendo el ‘campo abierto’, el pozo séptico y la letrina los sistemas más generalizados.

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Las fincas en su mayoría son pequeñas y en la actualidad existen 40 propietarios con documentos de propiedad, de los cuales solamente 15 tienen escritura pública. Por otro lado, 10 familias no tienen tierra. Si bien es cierto que la mayoría tiene o arrienda tierras en la vereda, existen unos 15 agricultores que poseen predios en otras veredas vecinas o aledañas.

Presente y cambio de las formas educativas

Desde la familia se transmiten enseñanzas sobre la higiene, el aseo personal y la importancia del cuidado de los dientes con prácticas como el cepillarse y tener ropa limpia. Estas enseñanzas también se han fortalecido con charlas facilitadas por otras instituciones como el puesto de salud y la escuela.

Dos instituciones se encargan de enseñar y educar a las nuevas generaciones: la familia y la escuela. Desde la familia se imparten valores como la obediencia, el respeto y la honradez. Cada uno de estos valores es transmitido en el seno del hogar mientras los niños ingresan a centros educativos. En cuanto a la obediencia, se enseña el respeto por los padres, hermanos, abuelos, personas de mayor edad, compañeros o amigos. La honradez es otro de los valores que se transmite a nivel familiar. A los niños se le enseña a ‘no tocar o utilizar cosas ajenas sin permiso’, a trabajar cuando se va a la parcela o se realicen otros trabajos en la casa; también se aconseja y acostumbra mantener un diálogo con ellos, aunque también se dan contrles cuando la situación lo amerita. Si hay algún malentendido con alguien se recurre al dialogo y a la comunicación antes que a la fuerza. En general, como lo señalan algunos líderes de la región, las familias se han caracterizado por su amabilidad, responsabilidad, cordialidad y en la integración con el resto de la población del corregimiento de El Paraíso.

Estos valores que hasta hoy han utilizado la mayoría de padres de familia:

son los que nosotros como hijos nos sentimos orgullosos y agradecidos de ellos y todo esto se aprende antes de ingresar a la escuela. Luego de esa educación que nos dieron nuestros padres se llega a la escuela donde nos encontramos con una educación totalmente diferente con números, letras y operaciones que cambian por completo todo el rumbo de la educación. Así empezó la educación en El Fresno.53

En años anteriores, todos los niños de las veredas del corregimiento de El Paraíso debían asistir a la escuela del mismo pueblo:

53 Egda Mery. El Fresno. Agosto de 2005.

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Algunos niños teníamos que hacer largas caminatas para poder capacitarnos en dicho plantel. Así fue como nació la idea de construir una escuelita en la vereda. Con el liderazgo de la junta de acción comunal y la unión de todas las personas se compró un terreno donde en el año de 1992 después de tanta lucha y paciencia se construyó la escuela que hoy se le conoce como ‘Escuela Rural Mixta de El Fresno’. Hoy ya tenemos escuela propia donde nuestros hijos disfrutan del aprender día tras día.54

La educación escolar es de otro tipo con respecto a la familiar ya que se trata de conocimientos académicos. En este sentido al niño o joven se dan orientaciones generales sobre el comportamiento y el respeto al sexo opuesto, aprender a compartir con sus compañeros, ser cuidadoso y detallista. Se dice que cada generación es distinta a la anterior. Las personas son muy agresivas y en la actualidad muchos hijos ya no se dejan orientar por los padres, ni mucho menos por los profesores. Si siguen así, afirman algunos moradores, no ‘se quedará ni con la educación de nuestros padres’. En el año 2003 en la escuela había 28 alumnos en total, de los cuales 14 eran niños y 14 niñas. Este número cambia cada año dependiendo de la cantidad de estudiantes que ingresan y que se retiran. El calendario es de septiembre hasta junio y en cuanto al horario se tiene el siguiente: de 8 a 10 de la mañana clases, de 10 a 10:30 recreo, de 10:30 a 11:30 clases y de 11:30 a 12:00 el almuerzo. Finalmente, de 12:00 a 3:00 de la tarde clases otra vez. La escuela consta de un aula de 9 x 7 m de dimensión y en cuanto a dotación se tienen 11 sillas individuales, tres pupitres y los alumnos traen las mesas para poder escribir. La falta de material didáctico hace que en la escuela la enseñanza sea limitada. La escuela cuenta con algunos servicios públicos como es electrificación y acueducto. Para el año en el que se recolectó la información no existía el restaurante escolar, los sanitarios no se habían instalado y el acueducto se hallaba en malas condiciones. En la actualidad, la escuela cuenta con un solo sitio recreacional que es una cancha de baloncesto en piso de tierra con los tableros de madera en mal estado. Allí también se practican otros deportes como el microfútbol y/o futbolito.

Para el 2013 la profesora debe orientar los cinco grados en un solo salón y en la misma jornada. También en esta fecha se dio un programa de educación para adultos (bachillerato) y el programa de alfabetización que se desarrolla en la cabecera del municipio, especialmente los domingos cuando los estudiantes tienen que desplazarse a recibir clases. Este curso culminó en el mismo año.

54 Egda Mery. El Fresno. Agosto de 2005.

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Las formas de salud en la vereda

El sistema de salud en la vereda de El Fresno no se diferencia de la vecina población de El Paraíso. Allí también existe un sistema tradicional que coexiste con un sistema oficial. En buena parte las enfermedades son tratadas por el médico y el odontólogo(a), quienes hacen parte del sistema de salud del régimen subsidiado. En el año de 2001 se reportaron apenas 66 personas adscritas a una entidad promotora de salud –EPS–, correspondiendo solo con el 15% del total de la población en la vereda. Esta cobertura es claramente limitada y los pobladores reconocen que no se cuenta con material educativo (afiches, videos, etc.) que contribuyan a la prevención de enfermedades corrientes en la zona.

Las enfermedades más comunes son las diarreas, parasitismo, enfermedades respiratorias y gripas de las cuales la población infantil es la más vulnerable, especialmente en el verano cuando se vuelven más frecuentes. Existen casos de desnutrición infantil, aunque Bienestar Familiar se ha esforzado para suministrar dietas complementarias a la población infantil no solo en la vereda sino también en el corregimiento. En cuanto a los adultos, se han reportado casos de hipertensión arterial, artritis crónica, gastritis, caries dentales, brotes de piel y parasitismo. Con relación a las enfermedades de transmisión sexual, hasta donde se conoce son muy pocas.

En general, las enfermedades se tratan inicialmente en la casa con remedios tradicionales y si no se logra curar a la persona entonces se acude al puesto de salud. El conocimiento tradicional de las plantas se transmite de padres a hijos. Este conocimiento, todavía presente, refiere al tratamiento de las enfermedades que se daban en el pasado. Algunos ejemplos son los siguientes: para tratar las diarreas se utiliza el limón, el almidón, la infusión de hierbabuena, manzanilla, cebada, linaza, apio (sumo casero), eucalipto, toronjil, verdolaga o grama. Otras plantas utilizadas son: ruda (en infusión), para baños la altamisa y el saúco. Para la gripa se consume limón, naranja, guayaba y abundante líquido.

Las personas que poseen este conocimiento todavía cumplen un papel fundamental en el tratamiento de las enfermedades y también en la asistencia de partos. Existe en la vereda dos personas, doña Filomena Manquillo y don Hipólito Luna, que son las encargadas de esas eventualidades. Doña Filomena y don Hipólito actúan con base en su experiencia y conocimiento adquirido. Ellos reconocen que no se les ha dado ninguna capacitación complementaria. También existen los llamados ‘aguateros’, entre los cuales se cuentan a don Pedro Chicangana y Egda Mery Luna, quienes tampoco han recibido capacitación. En cuanto a los sobanderos se tienen a los señores José Gómez, Cristóbal Anacona y Reinel Atoy. El señor Pedro Chicangana es curandero y atiende los problemas relacionados con el ‘espanto’. En cuanto a los primeros auxilios y en casos relacionados con dentistería, se encuentra el señor Hipólito Luna. Por otra parte, existen otras personas que aplican

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inyecciones cuando así se amerite. Ellos son: Reinel Atoy, Diomira Jiménez, Ángel Mamián, Ángela Luna, Venancio Luna y Gerardo Luna.

Aspectos sociales, creencias, religiones, deportes, organizaciones comunitarias e instituciones

Al igual que en El Paraíso, la organización comunitaria ha sido parte de la tradición de la vida social en El Fresno. En la vereda, por ejemplo, existió un grupo musical de Chirimía llamado ‘Los únicos del Fresno’; además de una gran cantidad de personas de esta comunidad que están muy interesados en capacitarse para formar otros grupos, aunque señalan las dificultades para acceder a instrumentos musicales. En cuanto a las creencias, en la vereda se habla de relatos relacionados con las brujas, ‘la viuda’, ‘el guando’ y ‘el duende’. Existen también referencias a lugares como ‘diablo colgado’, donde hay una cueva que permite recordar historias de pactos con el diablo (ver fotografía 2).

En lo religioso, los creyentes católicos aparecen como la mayoría en la vereda. Sin embargo, en los últimos años nuevas iglesias como la de los evangélicos y los israelitas, establecidos en la cabecera del corregimiento de El Paraíso, han llegado a la región y están creciendo en número con sus incursiones evangelizadoras. Los evangélicos, presentes en la región desde el año 1980, realizan todas sus labores en la iglesia situada en la cabecera (Paraíso) y programan visitas a las diferentes veredas. Los israelitas, provenientes de la vereda el Estoraque, municipio de la Vega, y que en el corregimiento de El Paraíso incursiona desde el año 2001, realizan sus rituales en su iglesia el día sábado y leen mensajes bíblicos acompañados de cantos con ritmos lentos.

Fotografía 2: Diablo colgado. Jairo Tocancipá-Falla 2003.

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La mayoría de personas en la vereda es devota de la Virgen de los Remedios, de quien se dice es ‘remanecida’, y se la considera como una de las figuras religiosas más destacadas a nivel local. La celebración de su fiesta, llamada la fiesta patronal, se efectúa el 1º de septiembre cada año con la visita de todos los feligreses, y se celebra en El Paraíso. Mientras los evangélicos no veneran imágenes, los israelitas conciben la preparación para migrar a la tierra prometida que se localiza en el Amazonas. Existen otras fiestas que se realizan a nivel nacional como las fiestas de Noche Buena y que se celebran el día 18 de diciembre, reuniéndose una gran cantidad de personas de las veredas cercanas.

Al igual que en El Paraíso y en la región, los pobladores también se interesan en la elaboración de artesanías, para lo cual utilizan materiales locales. Esta labor muchas veces se aprecia en eventos como en la primera feria cafetera realizada en el 2005, donde la familia Luna en El Fresno elaboró una mula de carga adornada con granos y hecha de madera del cafeto (ver fotografía 3).

Fotografía 3. Xilena Alejandra Mamián Luna enseña una artesanía hecha de madera del cafeto. Jairo Tocancipá-Falla 2005.

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En cuanto al deporte, los más populares son el futbolito, fútbol, básquetbol, tejo, sapo, y cacha o tejo. Son practicados por toda la comunidad en un espacio que está localizado en la escuela. También existe un lugar que es propiedad del señor Pedro Chicangana y cuando la Junta de Deportes programa actividades como campeonatos corregimentales de fútbol se le debe pagar un impuesto. En la vereda, aproximadamente el 60% de los pobladores practican este deporte. Los jóvenes refieren que no tienen un sitio adecuado para desarrollar esta actividad deportiva, aunque a pesar de estas dificultades la sigan practicando. Tanto católicos como evangélicos organizan encuentros deportivos de manera independiente.

Entre las actividades colectivas y de participación social se encuentran las mingas. Siendo una herencia indígena, la mayor parte de las obras comunitarias son realizadas mediante esta forma ancestral de participación. Así la comunidad ha construido y mejorado caminos, la escuela, el acueducto y la brecha de la carretera que comunica con el vecino municipio de La Vega y que se construyó en el 2000. En cuanto a los caminos se ha trabajado en mingas, especialmente aquellas que conduce a los Uvos (La Vega), el camino Real que va de El Fresno a la Guayana, Las Palmas (La Vega) y El Paraíso; el del Encinal que va a la Vega, el de Palo Verde que va a Monte Oscuro y la que llega al Bordo, que se encuentra en malas condiciones. Otras obras, resultados del trabajo de mingas, son el salón comunal que en el 2003 se encontraba en ‘obra negra’, al igual que la escuela. Existe infraestructura de energía eléctrica pero que en ese año estaba por ampliar. Finalmente está el acueducto veredal que surte de agua a la mayoría de los pobladores. Es claro que el desarrollo de estas obras requiere de un mínimo de organización comunitaria, la cual ha desempeñado un trabajo importante en los últimos años, aunque los mismos líderes también reconocen que hace falta mucho por hacer.

Las organizaciones comunitarias más destacadas son la Junta de Acción Comunal, integrada por cinco personas, la cual coordina trabajos comunitarios como las mingas, festivales y otras actividades comunitarias. Fue creada en 1988 y cumple un papel muy importante en la representación de la vereda ante las instituciones estatales y no estatales. En lo productivo se halla el grupo de gestión cafetera, integrado por 42 socios, que fue creado hace casi 15 años y tiene como objetivo la producción cafetera y el desarrollo de proyectos productivos y de mejoramiento de las condiciones de vida de sus asociados. También se identificó un grupo pro-carretera, integrado por cinco personas encargadas de recaudar fondos y realizan gestiones para el mantenimiento de la vía que comunica con la cabecera del municipio y con La Vega. Existe el grupo del acueducto, el cual también lo integran cinco personas y se encarga, como su nombre lo indica, del mantenimiento del acueducto para que preste un buen servicio. Se han establecido otros grupos comunitarios como ‘Familias en acción’ con aproximadamente 20 socios y que cuentan con proyectos de pollos, cerdos, elaboración de jabones para lavar, champú, límpido y talcos. Existe también

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un grupo que se encarga del vivero forestal pero que al igual que el grupo de amistad, requiere de trabajo cooperativo. Igualmente existe un grupo de madres comunitarias que se encarga de velar por el cuidado y educación de los niños cuando los padres están trabajando. Finalmente, en cuanto a la escuela desde el 2013 existe una Junta de Padres de Familia.

De todas estas organizaciones, sin embargo, la Junta de Acción Comunal que fue creada el 29 de diciembre de 1988 es, quizás, la organización comunitaria más importante en la vereda. La Junta convoca a ‘juntas de trabajo’ para coordinar una actividad determinada por un objetivo, tiempo y lugar. Hasta hace un tiempo existió el código de convivencia pacífica con el fin de que la comunidad participara en la resolución de los conflictos y problemas que existieran entre los vecinos. Las relaciones entre estas organizaciones son muy pocas, aunque muchos de los integrantes pertenecen a las mismas.

Todos estos esfuerzos de la población por organizarse a veces se ven apoyados o promovidos por entidades que intentan desarrollar programas particulares. Hasta el 2005, las entidades que han venido laborando en la vereda o que alguna vez lo hicieron son las siguientes:

Cabildo Verde: dependiente del municipio, hizo presencia por medio de un vivero en los años noventa de siglo pasado, pero el programa no siguió desarrollándose en la vereda.

Comité de Integración del Macizo Colombiano –CIMA–: se logró la cofinanciación del acueducto.

Se manifiesta que los representantes vienen ‘de vez en cuando’.

Plan Nacional de Desarrollo Alternativo –PLANTE–: participaron con algunos recursos para la vía. Se dice también que vienen ‘de vez en cuando’.

Comité de Cafeteros: colabora esde hace más de 20 años y es una de las entidades que más permanencia ha tenido en la vereda. Ha colaborado en la construcción de obras como la escuela y el acueducto. En lo técnico han dado charlas sobre el sembrado y el cultivo del café y también han desarrollado programas como el incentivo para la zoca de las viejas plantaciones. En los últimos años, sin embargo, la presencia del técnico y de la entidad ha disminuido por la llamada ‘crisis cafetera’.

Cooperativa del Sur del Cauca (Cosurca): se trata de una organización que viene haciendo presencia desde finales de los noventa organizando grupos productivos alrededor del café orgánico y desarrollando otro tipo de prácticas. Colabora con capacitación y no aportan muchos recursos en obras de infraestructura. Se tiene conocimiento de que asesora a la Asociación de Productores de Alimentos de

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Sucre (Asprosucre) y a los socios en la región. A partir del trabajo relacionado con la exportación de café, logran en el año 2005 su licencia de exportación, lo cual les significó adicionar a su razón social otra instancia llamada ‘Expocosurca’ (ver también capítulo 5).

CRC (Corporación Autónoma Regional del Cauca): apoyó con capacitación y proyectos de reforestación.

FIS (Fondo de Inversión Social): con este programa se han obtenido recursos para la cofinanciación del acueducto. No se conocen otros programas de ayuda.

Instituto Nacional de Recursos Naturales –Inderena–: Hace algún tiempo llegaron funcionarios de esta entidad prometiendo recursos materiales para el puente de la quebrada, pero como lo afirma uno de los pobladores ‘todo quedó ahí’.

Municipio/Unidad Municipal de Asistencia Técnica –Umata–: por ley, la Umata colabora con charlas técnicas sobre los cultivos, especialmente la producción de panela. El municipio en general también ha colaborado con el acueducto, vivienda para los docentes, pago de docentes, apoyo a madres comunitarias y ha gestionado la ayuda para la carretera.

Grupo de Estudios Sociales Comparativos –GESC/Universidad del Cauca–: la presencia del Grupo de Estudios Sociales Comparativos –GESC– adscrito a la Universidad del Cauca, se definió a partir del desarrollo del presente proyecto de investigación local.

En términos generales, la historia y el presente de la vida social en El Fresno no se diferencia mucho de las tradiciones que se reseñaron para el caso de la cabecera de El Paraíso. Si bien las condiciones del medio han cambiado, existen todavía problemas en la producción y las condiciones materiales de vida que la vereda tiene que enfrentar hoy. En las discusiones en grupos, se reconoció que el café sigue teniendo la misma importancia que en el pasado aunque las condiciones de producción, precios y mercadeo hayan cambiado. Como en El Paraíso y muchas localidades del corregimiento y el municipio de Sucre, el café representa una de las principales fuentes de subsistencia para los habitantes. En lo que sigue mostraremos cuál ha sido el papel de este producto en las vidas de la mayoría de familias en el Paraíso y en el Fresno; papel que se podrá comparar con otras historias locales no solo en Colombia sino también en otros países productores del grano.

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Parte III. Café, cultura y economía en el ámbito regional-local

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3. El café: sembrando esperanzas

Tipos de café en el Paraíso

Tal como se estableció en los primeros capítulos, la historia de la siembra de productos agrícolas como el café ha sido una historia unida a la colonización y poblamiento de las regiones. Aunque algunos autores afirman que el

café no fue tanto un cultivo colonizador sino un cultivo que ayudó a definir la permanencia en la ocupación de las tierras, es posible creer que el conocimiento de las bondades del cultivo en algún momento haya incentivado la colonización de nuevas tierras para ser incorporadas en el proceso productivo y del mercado.

En el caso que venimos examinando, Don Presentación Mamián y Adriano Mamián, dos conocedores de la historia local, cuentan por ejemplo cómo al comienzo de la fundación de El Paraíso “se producía rozando y sembrando”, es decir, todo se sembraba por “poquitos. Lo máximo era para comer, no era en harta cantidad”.1 Esto parece indicar que la producción estaba vinculada con el mercadeo de los mismos productos y las condiciones de las vías de comunicación, las cuales para aquellos tiempos eran muy limitadas. De hecho, las familias que habitaban en ese entonces eran conocidas entre sí y las relaciones de mercadeo seguían siendo muy incipientes: “Cuando de pronto por ahí pelaban una res, ¿a quién le vendían?, era para repartirle a los vecinos, a nadie le vendían, era todo regalado o le regalaban a uno”.2 En la medida que la región se fue poblando así mismo se ampliaron los caminos y se facilitó la integración de las poblaciones recién creadas. Pareciera que en un comienzo los productos agrícolas no constituyeran una preocupación como cultivo: “De todo había semilla [...], eso era silvestre por ahí, hasta ahora quedan matas”.3

Igual acontecía con el café, el cual era un producto que se fue introduciendo poco a poco a través de don Alfonso Gómez, Eduardo Luna, Neftalí Magín, Arcenio Magín, Nicolás Hoyos, Leonidas Quinayas, Marino Salazar y Aniceto Salazar, fundadores de la región. Para ese entonces el grano seguía siendo

1 Presentación, Paraíso, agosto de 2003. 2 Presentación, Paraíso, agosto de 2003.3 Presentación, Paraíso, agosto de 2003.

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un artículo poco comercializado. Su cultivo entonces era casi desconocido: “me acuerdo cuando yo estaba pequeñito el café era muy barato; mis papás regaban en una tierrita café y pa’ llevarlo a vender valía dos centavos una libra y se daba en el monte, nadie lo cultivaba”.4

En aquellos tiempos el tipo de café sembrado era el arábigo y caturra negro (posiblemente también llamado Brasilero), es decir, era el tipo de café más antiguo que existía.5 Se caracterizaba por ser un arbusto grande de más de dos metros y del cual todavía existe uno que otro en las fincas. Luego se trajo otra variedad de caturra que en la actualidad es el más común y que se caracteriza por ser un arbusto más pequeño. De acuerdo con consultas hechas en varios textos, esta variedad es procedente del estado brasileño de Mina Gerais y se conoce desde 1915. Su característica principal es que no necesita sombrío y su vida productiva se inicia más temprano con rendimientos mayores a las variedades típicas (Banco de la República 1955: 3). En el caso del Cauca, para 1955 las variedades dominantes venían siendo el arábigo y el maragojipe (Chalarca 1987: 11), esta última llamada así porque fue “descubierta en 1870 en el municipio de este nombre, perteneciente al estado de Bahía, Brasil” (Banco de la República 1962: 3). En cuanto a la introducción y difusión del caturra en el departamento, se tiene reporte de que ya para 1962 se venía ensayando, tal como lo indica un reporte de la Federación donde ya se habla de inicios en términos de experimentaciones y donde se reporta que con la variedad más sembrada en el departamento es la ‘Típica’, y en menor proporción la ‘Borbón’(ver Fedecafé 1969).

En años recientes y con el desarrollo del café tipo variedad Colombia, el municipio de Sucre y El Paraíso se han venido vinculando con formas más tecnificadas de producción. Así, como puede verse en la tabla 3 (cultivos permanentes y transitorios en el municipio) se estima que en el 2001 el municipio de Sucre disponía de un área en producción de café tecnificado de 873 hectáreas equivalente a un 48,9% del total; mientras que el café tradicional equivale a un área de 421 hectáreas correspondiente al 23,6% del total de área disponible para la producción de café en el municipio. Especial mención merece el café orgánico, con un área de 61 hectáreas equivalente al 3,4% del total. Más específicamente, en la tabla 3 se indica cómo para el caso del corregimiento de El Paraíso en el 2001 se ilustra la distribución por área según la forma tecnificada del cultivo: para el caso de la cabecera, el total de hectáreas tradicionales equivalía a 10,6 en contraste con 8,9 hectáreas correspondientes a tecnificadas, para un total de 19,5 hectáreas de café. En el caso de El Fresno esta relación se invierte y para el año en referencia

4 Adriano. Paraíso. Agosto de 2003.5 De acuerdo con la Federación Nacional de Cafeteros, el café arábigo se puede clasificar

de acuerdo con el porte así: pequeño (variedad caturra, Villalobos, San Ramón y San Bernardo), Mediano (Típica Roja, Típica Amarilla, Borbón Rojo, Borbón Amarillo) y de porte alto (Maragojipe, Mundo Novo y Columnaris) (1999).

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se contaba con 15,5 hectáreas de café tradicional y 58,2 hectáreas de tecnificada, para un total de 73,7 hectáreas. En su conjunto el corregimiento de El Paraíso aparece con un mayor número de área de café tecnificado (216,6 hectáreas) comparada con el área tradicional (que apenas corresponde a 103 hectáreas). Estas proporciones también indican una variación en los niveles de producción que claramente se incrementan para el caso del café tecnificado.

A pesar de estas cifras, los mayores, como don Adriano y don Presentación, todavía creen que el café arábigo era un café de mejor calidad que el tecnificado. El arábigo era un “café espectacular, de mejor calidad; no es como ahora que entre más le echa uno abono, más pequeñito queda. Parece un balín, pequeñito, que no sirve para nada. En ese tiempo, crecía entre bejucos y empantanados. Era un café excelente [...] pero después vino la roya y lo acabó”.6 También en aquel período existía el café caturra negro, al cual se le llama así porque tiene una hoja oscura, ancha y dura que lo caracteriza. Su introducción, se dice, obedeció a los técnicos del Comité de Cafeteros del Cauca y a personas de la región como don Alfonso Gómez y Alfonso Castaño, quien no era nativo de la región pero llegó para instalarse en su finca. Se dice igualmente que los fundadores trajeron plátano dominico, parecido al hartón, que era utilizado para el sombrío del mismo café. La semilla se fue sacando poco a poco porque el café era muy grueso, hasta que se obtuvo una más mediana. Con el tiempo, las distintas familias que poblaron la región aprendieron las técnicas de siembra y producción que se transmitieron de padres a hijos, a partir de las charlas con los técnicos del comité de cafeteros y principalmente a través de otros campesinos de la región que lograban conocer en otras tierras cómo se sembraba el café.

De esta manera el café también es un producto que se conoce a partir de las gentes que viajan, migran o se desplazan a otras regiones a jornalear y trabajar con lo que terminan por conocer sus ventajas de producción y de comercialización. Desde la expansión del cultivo, que ocurrió básicamente en los últimos 60 años, es decir, desde mediados del siglo XX el café se ha convertido en una esperanza para muchas familias que vieron en él el futuro de sus hijos y de las generaciones venideras. Actualmente y a pesar de la crisis cafetera, su siembra y producción sigue siendo una parte fundamental en la vida de las familias de la región. La expansión del cultivo del café a nivel de estas poblaciones del Macizo, se asemeja con el patrón de expansión que el grano atestiguó a nivel mundial en el pasado y en el cual expedicionarios, oficiales, viajeros, misioneros, comerciantes cumplieron su papel en ese proceso expansivo. Con el tiempo, las técnicas de producción han mejorado y en otros casos se han conservado tradiciones que le dan cierto carácter a las formas productivas locales.

6 Mario. Paraíso. Agosto de 2005.

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Actividades agrícolas

Área Total Estimada en ha

Distribución Porcentual (%)

Área Estimada en Producción en ha

Distribución Porcentual (%)

Rendimiento. Promedio en Kg por ha

Producción total estimada en kg

Cultivos permanentes

Café tecnificado 986,0 46,34 873,0 48,9 1.100,00 960.300,00

Caña panelera 567,0 26,64 417,0 23,3 4.460,00 1.859.820,00

Café tradicional 466,0 21,90 421,0 23,6 898,00 378.058,00

Café orgánico 85,0 3,99 61,0 3,4 1.000,00 61.000,00

Plátano 24,0 1,13 15,0 0,8 4.480,00 67.200,00

Subtotal 2.128 100,0 1.787 100

Cultivos transitorios

Maíz 33 51,3 23 48,4 970,00 22.310,00

Fríjol 15 23,3 14 29,5 800,00 11.200,00

Yuca 10 15,6 4.7 9,9 7.794,00 36.631,80

Maní 5 7,8 5 10,5 1.950,00 9.750,00

Arracacha 1,3 2,0 0,8 1,7 5.893,00 4.714,40

Subtotal 64,3 100,0 47,5 100,0

Frutales

Lulo 4,3 15,8 1,7 15,6 3.765,00 6.400,50

Tomate de árbol 5,0 18,3 1,2 11,0 6.508,00 7.809,60

Mora de castilla 18,0 65,9 8 73,4 2.700,00 21.600,00

Subtotal 27,3 100,0 10,9 100,00

Total 2.219,6 1.845,4

Tabla 3. Distribución de los cultivos transitorios, semipermanentes y permanentes en el municipio de Sucre. Información obtenida y adaptada de la Secretaría de Agricultura Departamental (EOT 2001 91).

Fases iniciales en la producción de café

El conocimiento de cómo seleccionar la semilla y sembrar el café todavía sigue practicándose por muchas familias como una actividad importante y básica para la producción. Aunque existen manuales que explican y recomiendan cómo sembrar café (ver por ejemplo Pardo 1984), muchos consideran que no todo lo que se escribe se sigue al pie de la letra. Algunas cosas se aprenden, otras se desechan, bien sea

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porque implican grandes costos o bien sea porque las prácticas que se enseñan demandan más tiempo o son entendidas e interpretadas de manera distinta. Por ejemplo: aunque no se encuentra en los manuales de caficultura, por experiencia algunos caficultores del Macizo, especialmente los mayores, siguen las fases de la luna para las distintas actividades de producción. El recuento que sigue se refiere al modo o estilo de cómo los habitantes de la región realizan la siembra de café como resultado de la experiencia que se ha adquirido con el transcurrir de los años.

El proceso de producción se inicia en primera instancia con la selección de la semilla, y con la búsqueda del árbol que haya producido frutos de gran calidad, condición que se puede observar en el tamaño del grano, el color intenso del follaje o las hojas, y la altura del mismo arbusto. De acuerdo con los testimonios de los productores, una vez identificado el árbol se toma del centro o la mitad del arbusto las ramas más largas en las cuales se encuentran los frutos más gruesos. De allí se escogen las que serán las futuras semillas del cafetal y en especial los frutos maduros. Generalmente, se toma un kilo de base para unas 5000 plántulas aproximadamente. Estas semillas se benefician (descascaran y lavan, ver capítulo 4) y luego se secan a la sombra para reducirle la humedad (‘seco de agua’), proceso que puede tomar alrededor de dos semanas. Una vez seca la semilla se selecciona los granos defectuosos como el ‘caracol’, la pasilla y el grano de tres lados. La gente recuerda que antes no se escogían estos granos pues no se exigía mucho en cuanto a la calidad del producto y seguramente por el consumo y comercio, que era muy poco. La preocupación por la siembra en términos de obtener una buena semilla y hacer la selección no se daba como en la actualidad. En los tiempos de antes se sacaba el café “escobiado, y se pelaba de raíz. El mismo árbol lo botaba”. De manera que “nosotros íbamos donde los que tenían ya cafetales y eso le vendían a uno así escobiado, le daban a uno lo que quisiera”.7

Una vez escogida y seleccionada la semilla se procede a preparar el germinador. Estas labores, que fueron mejoradas en años recientes, han significado nuevas prácticas y conocimientos para los caficultores, quienes con el paso del tiempo adicionan nuevos conocimientos e ideas relacionadas con el modo de sembrar y producir. Un elemento importante es el conocimiento de la tierra como la base para iniciar el proceso de producción agrícola a partir del germinador. Las tierras de El Paraíso y El Fresno, al igual que las veredas aledañas, son consideradas por los mismos agricultores como buenas para los cultivos. Para la elaboración del germinador se puede utilizar arena o tierra amarrilla preparada. La arena se trae de las quebradas o los ríos del corregimiento y/o de la mina El Poleal, un punto que se encuentra localizado a unos tres kilómetros de la cabecera del corregimiento de El Paraíso en dirección a la vereda de la Guayana (Municipio de la Vega); esto es, al norte del corregimiento.

7 Adriano. Paraíso. Agosto de 2005.

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Con el material disponible se construye un cajón en guadua de 30 a 40 cm de alto que se rellena con arena y/o tierra donde se esparce la semilla de café, y luego con material orgánico. La dimensión de este cajón depende en parte de la cantidad de semilla que se desea utilizar. Se establece que por dos kilos se requiere un cajón de aproximadamente de dos metros por uno de ancho; y para el caso de un kilo, se determina de un metro cuadrado aproximadamente. También se pueden hacer de madera según el caso, pero en general se hacen de guadua. Esta actividad se realiza entre uno y dos días y el cajón se construye generalmente en el patio de la casa de habitación y/o en la finca. Por lo general se utiliza la arena y esta se desinfecta, al igual que la tierra, con agua hirviendo; al día siguiente se riega la semilla, la cual debe enterrarse a uno o dos centímetros aproximadamente. Una vez hecho esto, se procede a cubrirlo con empaque de cabuya o fibra, hojas de plátano o helecho; este último es preferido porque deja filtrar sol, aire y agua. No ocurre así con la hoja de plátano que, al no dejar pasar el agua, puede facilitar un medio muy húmedo y así afectar la semilla. El período de germinación de la semilla es variable y depende de varios factores como la calidad de la misma, el tiempo y otras condiciones locales. Teniendo en cuenta estas variables se estima que entre 80 y 90 días germina la plántula, llamada ‘chapola’. Posteriormente, y después de tres a cuatro semanas aproximadamente, la plántula está lista para ‘enchapolar’.

Para ello se realiza otra selección, esta vez basada en la raíz de la chapola. En primer lugar, la selección de las mejores plántulas o chapolas se realiza teniendo en cuenta que la raíz sea abundante y derecha. Existen raíces que no son adecuadas para plantar, como aquella llamada ‘pata de gallina’ que, como su nombre lo indica, tiene tres raíces iguales, lo que hace que la plántula se pueda voltear para un lado o para el otro. Las plántulas con raíz derecha son las más apropiadas para sembrar. Antes se espera que el caficultor haya preparado las bolsas y la tierra donde se depositarán las plántulas ya seleccionadas. En este caso la tierra se prepara revolviéndole estiércol, pulpa de café descompuesta, cepa de colino y tierra negra que se toma superficialmente, preferiblemente sin raicillas que son ‘zarandeadas’ (sacudidas) en una malla o anjeo. Este compuesto de abonos naturales y de tierra negra es preparado vaciándolo en bolsas negras que generalmente son vendidas en el comercio y que vienen en tres dimensiones: de un kilo, que es la más utilizada para café; de una libra, que es un poco más pequeña; y hay una más grande que se utiliza para sembrar árboles de reforestación.

Una vez se tienen las bolsas con tierra abonada, se procede a abrirles un hueco en el centro con un palo o un madero, se toma la chapola seleccionada y se introduce en el hoyo verificando que la raíz sea introducida en forma vertical y recta. Si la raíz entra doblada, la plántula no crecerá. Cuando se mete la chapola en el hoyo, con el mismo palo se empieza a apretar cuidadosamente la raíz con la tierra de la bolsa sin llegar a lastimarla. Esta cuidadosa labor debe hacerse de modo firme y suave, de tal modo que quede compactada y sin espacios vacíos. De lo contrario, la raíz de la chapola se pudre.

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Cuando la chapola se encuentra en las bolsas, generalmente se le construye un cobertizo y se cubre a una distancia de un metro aproximadamente entre las chapolas y el techo. El cobertizo se construye de acuerdo con el clima en cada localidad. Entre más fresco el clima no es necesario hacerle cobertizo pues esto provocaría más humedad, lo que puede producir la llamada ‘gota’, enfermedad causada por el ‘frío’. En climas frescos la chapola se deja al aire libre. En estas condiciones y dependiendo del clima, las chapolas duran otros 90 días, tiempo durante el cual se le presta mayor atención en términos de desyerbe, control de malezas, enfermedades y abono. Mientras esta actividad se realiza se va observando el terreno donde las plántulas finalmente serán sembradas. Es de anotar que estas acciones alternan con otras actividades diarias en la vida campesina: atención de otros cultivos, participación de reuniones en comunidad, cosecha de otros productos, participación en eventos familiares y de la vida social en la localidad o vereda. La elección del lote donde se sembrarán las nuevas chapolas es una de estas actividades y generalmente se escoge un lote que reúna las condiciones adecuadas para la producción. Puede ser un lote que se ha dejado ‘descansar’, es decir, un área que en años anteriores estuvo sembrada pero que se deja ‘enrastrojar’ para que se recupere o a veces se realiza en una cafetera vieja, lo que significa tumbar todos los árboles, actividad que se denomina ‘renovación’.8

El trazado se hace de acuerdo con el terreno. Si es plano se hace triangular o si no se hace atravesado siguiendo la curva de la pendiente. Al igual que en la enchapolada, también se sigue la creencia de que la luna es importante de observar antes de iniciar la siembra. En este caso, se recomienda que la luna no esté ‘biche’, es decir que la siembra no se debe hacer después del cambio de cualquier luna. Para el trazado también se debe tener en cuenta el período, el clima y la sombra que posee el lote. Este conocimiento es tomado por el campesino caficultor a través de su trabajo como agricultor y que tiene que ver también con el saber de las condiciones físicas del medio en el cual está interactuando a diario. Con base en esta relación o interacción con el medio, cada uno toma decisiones. De este modo, existen varias modalidades que se siguen en la siembra de las plántulas. En primer lugar, se colocan las estacas que determinan las distancias de siembra, según el caso.

Hoy en día, en Paraíso, como en muchas localidades del municipio de Sucre, se utilizan densidades de siembra, que ya son probadas técnicamente en términos de producción por el Comité Departamental de Cafeteros del Cauca. Igualmente, hoy también es posible observar el sistema de siembra que se utilizaba antiguamente,

8 Existen dos tipos de renovación. Uno llamado ‘desmacollar’ que consiste en cortar los ‘chupones’ o retoños de la planta; acción que produce el secamiento de la misma. Y el otro, llamado ‘desraizar’, referido a sacar de raíz la planta del cafeto. En ambos casos, la renovación implica la siembra de nuevos arbustos de café.

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conocido como al ‘voleo’ y en el cual el agricultor tomaba un puñado de semillas y los sembraba directamente arrojándolas en el terreno. También se daba la técnica de sembrar con ‘bordón’, que permitía abrir los hoyos y así sembrar la semilla o trasplantar las plántulas a cierta distancia (ver fotografía 4). Se pensaba en ese entonces que era importante tener en cuenta las distancias y medidas entre las plántulas de café. Justamente se creía que cuando “el árbol se crece, si echa mucho retoño se puede ladear [...] entonces para que le quede espacio, hay que sembrarlo lejos, porque si lo siembra cerquita se crece barejón entonces se van para arriba; pero si lo siembra a una distancia lejana, entonces no”.9 En este caso no existen surcos claramente identificables como sí ocurre en la actualidad con el manejo de las distancias recomendadas técnicamente.

Fotografía 4. Don Juan muestra cómo se sembraba y trasplantaba con la ayuda del ‘bordón’. Jairo Tocancipá-Falla 2003.

9 Adriano. El Paraíso. Agosto de 2005.

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Las distancias son importantes de considerar para el cultivo de la planta. Así, entre más caliente sea el clima se recomienda que la distancia sea menor para que generar un microclima que compense a las plantas. En este ejemplo, la distancia manejada es de 1,20 metros de árbol a árbol x 1,50 metros de calle entre surco y surco. En sentido contrario, cuando el clima es más fresco o frío se recomienda que las plantas estén más retiradas como por ejemplo a 1,70 x 1,50 m.

Como dato importante en cuanto al período de siembra, se debe indicar que septiembre aparece como el mes más indicado para esta actividad, especialmente en las vísperas del 9, día de la Niña María. Por lo general lo hace el hombre y se siembra alternando con otros productos de pancoger sin que esto implique que cada año se siembre el grano.

Una vez definida la densidad de siembra y colocadas las estacas, se abre un hoyo de 30 x 30 cm y con una profundidad de 40 cm aproximadamente. Para muchos pobladores es deseable que en el momento de trasplantar la plántula se le adicione tierra abonada que incorpore capa vegetal de fácil descomposición, lo que contribuirá en el desarrollo de la planta en esta nueva etapa. El abono con material químico como con orgánico también varía. Si se emplean químicos, se puede abonar a los dos meses. En el caso de abono orgánico esta actividad se puede realizar inmediatamente.

Luego de plantada la chapola sigue otra actividad agrícola llamada ‘el plateo’, que consiste en desmalezar o quitarle la maleza a la nueva planta a una distancia de aproximadamente 50 cm alrededor. De aquí en adelante, el nuevo cultivo demandará atención en los próximos 24 meses, período durante el cual se realizan actividades de control de malezas y de abonamiento, si se desea. El control de malezas o ‘la limpia’ es una actividad que se realiza generalmente en febrero de cada año, justamente antes del período de cosecha. Habitualmente se utilizan herramientas como el machete, palas y, a veces, el azadón. Por lo general, esta es una actividad masculina y es importante que las herramientas estén en buenas condiciones para realizar esta labor. A veces una herramienta puede ser empleada por varias personas en momentos continuos, acto que puede generar ciertas energías que afectan directamente a la persona que manipula el utensilio de trabajo. En una ocasión, por ejemplo, un caficultor en su parcela de café en su actividad de desyerbe, al ‘estilo haragán’ (cuando el trabajador desyerba por encima sin erradicar los arbustos, lo que supone tiene un efecto benéfico de conservación de las biodiversidad), encontró que el machete de uno de los trabajadores no cortaba bien; el caficultor le solicitó la herramienta al trabajador, este se la entregó, el caficultor tomó el machete por la hoja y golpeó la empuñadura por ambos lados. Esta acción de sacudir la herramienta, dice él, es conocida como ‘guaco’ y está dirigida a eliminar la energía concentrada de quien poseía el machete. Se cree que si no se hace esta práctica se producirán dolores en las articulaciones del brazo de quien la usa.

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La ‘limpia’ o desyerbe es también una actividad selectiva que implica un conocimiento de las plantas, sus funciones y utilidades. Cualquier persona que no conozca las plantas que rodean el cafetal puede incurrir en el error de creer que todas las plantas son nocivas para el cafetal. De acuerdo con la experiencia de los agricultores de la región de El Paraíso existen malezas que cumplen una función importante en el lote donde se ha cultivado el café. No todas las malezas son iguales en todos los pisos térmicos, y aquí solamente se indican aquellas asociadas al cultivo del café en la franja de piso térmico templado. Existen otras condiciones climáticas y de suelo que pueden determinar el surgimiento de otro tipo de malezas, pero también otro tipo de plantas de uso medicinal en la comunidad.

La huerta medicinal en los cafetales

Una de las observaciones más destacadas en las visitas realizadas a los cafetales en el corregimiento de El Paraíso fue la identificación de un gran número de plantas medicinales y de uso orgánico a lo largo de los corredores de los cultivos. Aunque no presentan el patrón de cultivo establecido, dejaban mostrar la importancia orgánica y de uso medicinal que estas prestan a nivel local. En un ejercicio preliminar se lograron identificar alrededor de 65 especies de algún uso medicinal correspondientes al piso térmico templado (ver anexo 1). Esta identificación surgió de una salida de campo a un cafetal y un semillero de café localizados hacia la base de la cuchilla de El Encinal, de propiedad de Orlando Luna. Allí, se observan algunas plantas pequeñas de unos 30 a 40 cm de flores coloridas, especialmente rojas y blancas, las cuales son llamadas ‘caracucho’, caracterizada como una planta ‘blandita’, fácil de descomponerse, y que además no deja crecer ‘la maleza brava’. Existe también la coneja, una pequeña planta de tallo delgado que se extiende hacia los lados, que permite atrapar ‘la basurita’ y cuya raicilla permite sostener la tierra. También se encuentran otras plantas como la ‘papunga’ (también conocida como chipaca en el Huila), el ‘botoncillo’, el ‘pecueco’ y la ‘batatilla’ entre otros.

En general, todas estas plantas son conocidas como ‘montes suaves’ en comparación con la maleza ‘brava’ que afecta al cafeto.10 En este caso, se

10 De acuerdo con un libro especializado de la Federación de Cafeteros, las malezas suaves son conocidas también como ‘malezas nobles’ o ‘coberturas’, las cuales “protegen el suelo de la erosión, sin competencia para el cultivo, si se hace un buen manejo de ellas y no se permite su crecimiento en la zona de sus raíces [...]”. En términos generales, la ‘maleza noble’ es aquella cobertura vegetal de crecimiento rastrero o de porte inferior a 20 cm, con raíz fasciculada, rala y superficial o pivotante profunda, con cubrimiento denso del suelo. No es competitiva con los cafetos o plantas perennes cuando se elimina de la zona de raíces de estos, se selecciona de las demás malezas para dejarlas en las calles. Constituye la práctica de conservación de suelos preventiva de la erosión más eficiente y

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encuentran muchas malezas bravas, dentro de las cuales una de las más destacadas en la zona es ‘la escoba’, una planta que, si bien es utilizada por las señoras en ramillete para barrer, se expande rápidamente invadiendo la base del cafeto. Otra planta de este tipo es la ‘batatilla’ que, aunque se le reconocen ciertas propiedades medicinales, se trata de una enredadera que se extiende fácilmente subiendo y acomodándose en el copo del cafeto e invade todo el arbusto hasta secarlo, hecho que se evidencia con la caída de las hojas.

Las personas de la región saben por la experiencia diaria que algunas malezas bravas cumplen una función y muchas de ellas son arrancadas para otros usos. Junto a los montes suaves, uno de los usos más comunes es para la elaboración de la pila de compost, el cual se constituye en un abono orgánico, que es fácil de elaborar por la disponibilidad de la materia vegetal y orgánica en la localidad. La pila consiste en un hueco de un metro aproximadamente de ancho por un metro de largo y un metro de profundidad, el cual se va rellenando con distintos materiales vegetales y orgánicos como estiércol de vaca, caballo o cuy dependiendo de su obtención. Una primera capa de 20 cm, por ejemplo, puede ser de monte o de malezas nobles o suaves. Otra capa puede ser de nacedero, ortigo, tierra, bagazo y ceniza; esta última contribuye al proceso de descomposición. Luego viene otra capa igual a la primera, y así sucesivamente. El compuesto se puede trasladar una vez al día o cada ocho días, tiempo después del cual se empieza a disponer del material como abono. Dada la importancia de la agricultura orgánica, este tipo de abonos se han venido empleando con mayor frecuencia. Por otro lado, existen también otras prácticas y creencias características de la región andina cuando se trata del proceso productivo.

Importancia de las fases lunares en la producción cafetera y agrícola

Las fases lunares y de fenómenos tales como los eclipses tienen un papel importante en muchas sociedades indígenas de las Américas (ver por ejemplo Greiff y Reichel 1987). En el caso de El Paraíso, el tener en cuenta las fases lunares aparece como una de las creencias que todavía emplean algunos productores cuando se trata de iniciar la etapa de producción en la mayoría de los cultivos agrícolas (ver figura 1 y tabla 4). Tal como indica don Euclides (2005), habitante mayor de El Paraíso:

factible de establecer con éxito” (Federación Nacional de Cafeteros 1987: 146). El instituto especializado de investigación del Café Cenicafé, reconoce que en la “zona cafetera de Colombia se han identificado hasta ahora 182 especies de malezas de importancia económica, 120 en cafetales y 142 en potreros [la fuente original aparece 182 y no 262 como quedaría indicado en la suma de malezas en cafetales y potreros] [...] El 11% de las especies de malezas reconocidas en los cafetales se pueden considerar como “coberturas nobles”, de protección al suelo contra la erosión” (147).

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Uno se da cuenta que cada matica tiene su tiempo, un tiempo de sembrar, de crecer, de dar su fruto, de reproducirse, de morir. El problema está en cómo entendemos esos tiempos. He visto que nosotros, a veces por apurar, sembramos en cualquier tiempo, no reparamos en la enseñanza de la naturaleza. Pero, ¿qué se repara si no la entendemos?11

Figura 1. Representación de las fases lunares y su influencia en los seres vivos (Plantas y animales)

Aunque esta apreciación es común entre los mayores, algunos jóvenes ven en estas prácticas una creencia que procede de las generaciones pasadas y que se ve con muchas dudas en el desarrollo de una agricultura ‘productivista’. En cuanto al café, por ejemplo, algunos consideran que para la ‘enchapolada’ se debe tener en cuenta la luna, la cual debe estar de dos o tres días para la luna llena. En menguante no es apropiado enchapolar puesto que se cree que para esta fase el café ‘no grana’ o ‘carga’;

11 Euclides. Paraíso. Agosto de 2003

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y además, también se cree que la raicilla es atacada por un gusano llamado ‘viringo’. Tal como lo anotan los mayores: en la siembra del café “nos hemos acostumbrado a sembrarlo cuando ya va a cambiar la luna, o está próxima a llenar”, es decir, “cuando ya va a cambiar también, que le falte unos cinco o seis días para cambiar, entonces es una buena siembra, eso sí, grana café bacanísimo”.12 Igualmente ocurre con otros cultivos como el plátano, la caña de azúcar y la arracacha:

El plátano también necesita de luna, pero no es lo mismo que la caña. La caña, sí hay que sembrarla por ahí el cuatro y cinco de luna creciente, para que no se ‘florié’ [dar flor] mucho, porque apenas esté alta, ella florea; pero si no, ella se sube, se va al suelo y no florea [...] la arracacha hay que sembrarla tres, cuatro y cinco de luna creciente para que no se florié, porque si la siembran de una, muy jecha, se florea, entonces no sirve.13

Tabla 4. Fases de la luna y su influencia en las fases agrícolas.

CultivoFases lunares

Enchapolada Siembra Poda, zoca y/o corte

Arracacha -Cuarto creciente - 3

- 5 día de Luna-

CaféCuarto

crecienteCuarto creciente - 4 a 5 días antes de Luna Llena

Cuarto menguante

Caña -Cuarto creciente - 4 y 5

día de LunaCuarto menguante

Fríjol -Cuarto creciente - 4

y 5 día de luna-

Guadua (*) - Cuarto creciente Cuarto menguante 4-5 día

Maíz (**) -Cuarto creciente - 4

y 5 día de luna-

Maní -Cuarto creciente - 4

y 5 día de luna-

Plátano - Cuarto CrecienteCuarto menguante - ‘deshoja’

‘quitarle la lata’

Yuca - Cuarto Creciente Cuarto menguante

(*) Para el corte de la guadua se recomienda hacerlo en horas tempranas en la mañana (6 a.m.)(**) Para la cosecha y almacenamiento del maíz se recomienda hacerlo en cuarto creciente.

12 Adriano. Paraíso. Agosto de 2005.13 Adriano. Paraíso. Agosto de 2005.

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Estos cultivos también eran sembrados alternativamente con el café aunque se tratara de fincas pequeñas, es decir que la diversificación y complemento del cultivo de café ya se venía haciendo desde tiempo atrás: “Aun cuando estaba pequeño el café uno si sembraba la yuca, sembraba el plátano, arracacha y fríjol; y eso era lo mismo en café”.14 Este conocimiento que se transmite de padres a hijos en la actualidad es muy poco apreciado, pues son muy pocos los jóvenes que creen en la importancia de la luna para la siembra y la producción. Esta creencia es más propia de los mayores y se considera que se ha ido perdiendo en los últimos años. Esta apatía de los jóvenes se identifica con expresiones tales como ‘¿acaso es que uno va a sembrar en la luna?’. De esta manera, el conocimiento especializado y técnico ha ido desplazando al conocimiento tradicional que se tiene de las plantas.

El café orgánico en El Paraíso y su importancia

La historia del café en el Paraíso indica que la mayoría de familias iniciaron su cultivo hace muchos años, algunas de las cuales lo hicieron de acuerdo con sus capacidades y recursos disponibles. Por ejemplo, se comenta que los finados Neftalí Magín y Arcenio Magín tenían ‘buen café’. Don Neftalí, se dice, tenía algo más de cinco o seis hectáreas y que “caía casi a la carretera, de ahí pa’bajo todo eso hasta la peña [...] era grandísimo”.15 La extensión de terreno cultivado en café también demandaba una gran cantidad de mano de obra, de la que se estiman aproximadamente 50 trabajadores para las cosechas, además de ser el único en contar en la zona con despulpadora a motor. Estas condiciones de su finca también implicó la llegada de gente de regiones vecinas. Llegaron así indígenas de las partes altas de la cordillera, de lo frío o ‘fríanos’, especialmente de Caquiona, Pancitará, del municipio de La Vega, y de corregimientos de los vecinos municipios de Almaguer y San Sebastián. En general, las gentes que venían a trabajar en las cosechas y a quedarse a poblar la región procedían de municipios y departamentos vecinos con tradición ancestral indígena. Hoy se puede apreciar la influencia y presencia de estas poblaciones aledañas a partir de apellidos como Salazar, Luna, Magín, Gironza, Mamián, etc.

Además de los Magín también existieron algunas familias que tuvieron pequeñas propiedades y que se dedicaron al cultivo del grano de acuerdo con sus recursos. La trayectoria del poblamiento y de la ocupación de las tierras sugiere que de pocos propietarios se fue pasando a un gran número de familias, que se extendieron entre sí a partir de relaciones familiares y de amistad y también debido a la llegada de personas de localidades vecinas del Macizo Colombiano y de otros departamentos vecinos. De la misma manera, en la medida que las tierras

14 Adriano. Paraíso. Agosto de 2005.15 Adriano. El Paraíso. Agosto de 2003.

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de la región se poblaron con los años, los habitantes transmitieron el espíritu de su trabajo y la importancia de sembrar café con otros productos de pancoger.

Las últimas generaciones de personas del corregimiento de El Paraíso, específicamente de la cabecera y de El Fresno, han aprendido de sus padres la importancia del cultivo del café y cómo sembrarlo a partir de la experiencia del trabajo diario en el cual los jóvenes se han venido involucrando con mayor entusiasmo. Los tiempos recientes, sin embargo, no han sido buenos y el cultivo del café se ha visto amenazado en cuanto proyecto productivo por los precios desventajosos que adquiere frente a otros cultivos más rentables como la coca. Esta situación ha sido reflejo de la difícil condición que atraviesa la industria cafetera, no solo en la región y en el sur del Cauca sino también en el contexto nacional, y que ha sido calificada de ‘crítica’, frente a lo cual las familias que dependen del grano buscan cada día más otras posibilidades, bien sea para mejorar y continuar con la tradición del cultivo o bien sea para complementarlo con otros.

En este sentido, una de las alternativas que más se vienen desarrollando en la región de El Paraíso y en el municipio de Sucre es la relacionada con el café orgánico. Esta iniciativa, que se inició a mediados de los años noventa con el apoyo de algunas organizaciones internacionales, tuvo como objetivo motivar a los agricultores para que se inclinaran por la agricultura orgánica frente a la demanda internacional de productos limpios de químicos. Un aspecto interesante que se deriva de la adopción de los cultivos orgánicos es que los caficultores de El Paraíso han llegado a conocer por su experiencia que el arbusto de café puede ser empleado como leña al lograr una combustión excelente, cualidad que no se observa en los arbustos de café tecnificado. Se cree que el café orgánico conserva ‘un aceite’ que en el caso del café tecnificado no se aprecia cuando se somete a procesos de combustión.

El proceso de certificación de fincas, que indica que el agricultor efectivamente sigue los lineamientos en cuanto a cuidados y usos de materiales orgánicos en la siembra y producción del café, se ha aumentado en los últimos años. Así, de acuerdo con un reporte de Asprosucre realizado al 10 de junio del año 2003, se indica que desde el inicio del programa existían hasta ese período 100 agricultores con un área de 174 hectáreas y con una producción aproximada de 74.077 kilos. En el proceso de seguir los lineamientos de agricultura orgánica (conversión) se encuentran debidamente registrados algunos caficultores: En el 2003 se hallaban inscritos siete agricultores con un área de 12 hectáreas y una producción de 6.990 kilos; a dos años de conversión están 36 agricultores con 44 hectáreas y en el tercer año de conversión se encuentran 24 agricultores con 41 hectáreas. De acuerdo con este reporte, en todo el municipio de Sucre existe un total de 167 agricultores con un total de 271 hectáreas dedicadas a la caficultura orgánica. De este total, existen 44 agricultores del corregimiento de El Paraíso, equivalente al 26% del total municipal y con un área aproximada de 55,7 hectáreas, lo que significa casi el 21% del total del área registrada en este tipo de café para el municipio de Sucre. En cuanto a la producción, el total aportado por los

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agricultores del corregimiento de El Paraíso para este año es de 26.440 kilogramos correspondientes a un 22,4% del total de la producción del municipio de Sucre en este tipo de café. La afiliación de los agricultores por localidad y de acuerdo con el registro y el programa de conversión se presentan en la tabla 5.

Tabla 5. Caficultores dedicados a la caficultura orgánica por localidad en el corregimiento de El Paraíso Fuente: Asprosucre (2003).

Localidad/Vereda

No deProductores orgánicos. Primer año

%Área(has)

%Producción

(en kgs)%

Paraíso (Cabecera) 1 3 2,0 5 700 4

El Carmelo 10 36 9,9 26 3078 16

El Fresno 12 43 20,6 51 8878 47

El Mirador 5 18 7,4 18 6324 33

Total 28 100 39,9 100 18980 100

Localidad/VeredaNo deProductores en segundo año

%Área(has)

%Producción (en kgs)

%

Paraíso (Cabecera) 3 23 4,2 35 735 12

Carmelo 1 8 1,3 12 1270 20

El Fresno 1 8 1,0 8 295 4

El Mirador 5 38 2,7 23 2157 33

La Chepa 3 23 2,6 22 2013 31

Total 13 100 11,8 100 6470 100

Localidad/VeredaNo deProductores en tercer año

%Área(has)

%Producción (en kgs)

%

El Fresno 1 33 1,4 35 275 28

La Chepa 1 34 1,8 45 490 49

El Carmelo 1 33 0,8 20 225 23

Total 3 100 4 100 990 100

Gran Total(Orgánicos yConversión)

44 100 55,7 100 26440 100

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3 . E l c a f é : s emb r a ndo e s p e r a n z a s

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Si se analiza esta tabla desde los primeros registros, para el caso del corregimiento de El Paraíso, notamos que El Fresno es la vereda que más agricultores posee y con el mayor número de área sembrada de café orgánico. En el segundo grupo, correspondiente a productores que ya llevan dos años en el programa, El Mirador es la vereda que más agricultores posee; y finalmente, en el tercer grupo, las veredas de El Fresno, La Chepa y El Carmelo tienen apenas un agricultor por cada localidad. Estas cifras indican tentativamente sobre el tipo de tendencia que actualmente el café orgánico ha venido ganando en el municipio y en la región del sur del Cauca en los últimos años. Pareciera existir una mayor consciencia, para muchos productores, de la importancia de cultivar en función de la conservación de la tierra como el principio de las cosas. Pero no todo se encuentra en esta dirección. Dado el número de agricultores que están registrados en el programa de agricultura orgánica, sigue dominando la agricultura comercial, que se basa en los abonos químicos y la búsqueda de altos rendimientos, en cuyo esquema se encuentran la mayoría de agricultores. Sin embargo, actualmente existen algunos agricultores que se están incorporando a la práctica de la agricultura orgánica, tal como se muestra en la tabla 5.

En cuanto a la producción, en El Fresno existe un grupo de café orgánico integrado por 12 personas, quienes organizan reuniones y actividades alrededor de sus objetivos como son la elaboración de pilas de compost y el sostenimiento de los cultivos. Igualmente, existe el grupo de gestión cafetera (anteriormente conocidos como grupos de amistad), el cual realiza actividades parecidas pero al que le falta un poco más de colaboración y apoyo de las entidades. Muchas de las personas que participan de estos grupos son miembros de la Asociación de Productores de Alimentos de Sucre –Asprosucre–, que en años recientes se reactivó después de ciertos problemas organizativos. En la actualidad, esta organización promueve con mayor fuerza el café orgánico.

Este tipo de cultivo se corresponde con los cambios que el café ha experimentado en los últimos diez años y que enfatizan una relación más amigable con el medio ambiente; aunque este cambio no ha sido general para todos, pues para muchos es todavía una práctica difícil. De hecho, para el 2013, solo se reportan 22 agricultores orgánicos en el corregimiento frente a 44 en total que se reportaban en el 2003. Algunos, como Orlando Luna, ya saben preparar purines líquidos, compuestos orgánicos que fueron enseñados en su preparación por organizaciones como Cosurca y Asprosucre. Estos compuestos consisten en abonos preparados de estiércol de vaca, sangre de ganado y leche, entre otros materiales orgánicos.16

16 Hay que reconocer, sin embargo, que falta una investigación más consistente y a largo plazo que demuestre los beneficios orgánicos en el ámbito local de tales purines.

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Mientras charlamos del tema, tomando un manojo de lo que parecen ser malezas, Porfirio dice: “esto no es maleza, es abono. A nosotros nos han enseñado a ‘palear’ la maleza que en un terreno de estos, termina botando y erosionando el terreno”. “Por eso es importante –continúa–, ‘trabajar a lo haragán’”.17 Las hojas también contribuyen a proteger la tierra. Porfirio cuenta cómo aprendió esto de su experiencia y de un trabajo realizado en el corregimiento de la Carbonera, municipio de Bolívar, hace unos años, donde se tomó un área de 6 metros como área de control y observación por un espacio de tres meses y donde se detectó que en el acto de palear se barría aproximadamente una tonelada de tierra. “De nosotros depende el futuro de la tierra”, dice Porfirio, comparando su posición y la de Juan, quienes se consideran ‘orgánicos’, frente a otras personas en el corregimiento que buscan beneficios inmediatos y a toda costa mostrando su ambición, sin importarles la conservación de la tierra que es, en últimas, la que le da sustento a las familias. Se han dado cambios en algunas personas que trabajaban con químicos, pero todavía existen personas en la región que no son conscientes de cultivar con abonos orgánicos.

La idea de cultivar con el método orgánico también se debió al sobreprecio que Cosurca/Expocosurca empezó a ofrecer a través de Asprosucre a los productores que se vincularan con el programa de agricultura orgánica. Este programa, que se propuso para socios de Asprosucre, contó también con cursos de capacitación en la elaboración de pilas de compost y purines. La promoción de este tipo de café corresponde con el llamado internacional que muchas organizaciones simpatizantes de los movimientos ‘verdes’ o ‘ecológicos’, como Max Haavelar, vienen haciendo en países de América Latina, donde estos productos son fáciles de producir.

Cada día existe más la convicción de que la agricultura debe hacerse sostenible dentro de los propios términos que las condiciones locales ofrecen. Esto es, desarrollar una agricultura ambientalmente amigable con la naturaleza y que en términos de salud signifique una reducción significativa de las amenazas que las producciones químicas presentan para los consumidores. Este movimiento internacional, que ha permitido un mayor acercamiento entre los países del hemisferio norte y los del hemisferio sur, ha significado la formación de toda una red de organizaciones que buscan apoyar este tipo de pensamiento ‘ecológico y ambientalista’. El resultado es una política orientada al mejoramiento de precios, lo que contribuiría a estimular y favorecer a los campesinos e indígenas de países como África, América Latina y Asia. El nombre de esta política es llamada ‘mercado justo’ (fairtrade en inglés) y que, como su nombre lo indica, trata de mejorar las relaciones desiguales en el mercado para los productores. Dentro de este esquema se ubica el programa de caficultura orgánica.

17 Porfirio, El Paraíso, agosto de 2003. Al rozar también se erosiona, como ocurría en el pasado con prácticas como el ‘paleo’. Pero este no es el caso cuando se emplea el estilo de ‘boca de tierra’ que es ‘dándole bajito’ o muy superficial; dejando la raíz y apenas el tallo; sin producir alguna acción de tipo erosivo.

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Llama la atención que la importancia de la agricultura orgánica se promociona en departamentos como el Cauca justo cuando se da el auge de los cultivos ilícitos, especialmente en el segundo ciclo a partir de mediados de los años noventa. Sin embargo, esta apreciación puede ser engañosa. Ya desde tiempos atrás los abuelos de muchos pobladores de El Paraíso conocían de la importancia de sembrar orgánicamente los cultivos; quizás por la ausencia de políticas de transferencia tecnológica. De cualquier modo, muchos de los principios que hoy se aplican a una agricultura orgánica y a una caficultura sostenible y amigable con el ambiente y los grupos humanos, ya se encontraban en la experiencia de hombres y mujeres que décadas atrás empezaron a colonizar la vertiente occidental de la cordillera central, específicamente en lo que hoy es el corregimiento de El Paraíso. Al igual que muchos hombres y mujeres del Macizo Colombiano, ellos entendieron que la tierra y los recursos son la base fundamental de la vida.

Las nuevas condiciones tecnológicas, el aumento de la población y la creencia de que nuevas enfermedades están siendo causadas por un mal uso del conocimiento tecnológico que se aplica a la agricultura en general, están motivando a muchos hombres y mujeres el retorno al mundo de lo orgánico. Es posible pensar entonces que las nuevas siembras que conservan estos parámetros de conservación del medio se han establecido quizás más como una esperanza de vida que como una moda. Este aspecto se entiende más aún cuando se mira la situación difícil que viene sufriendo el campo colombiano y, especialmente, lo relacionado con la crisis cafetera que actualmente enfrentan los campesinos caficultores en el departamento y en el país.

Resumen: el café en El Paraíso y su importancia presente

Para el caso que hemos visto en este capítulo, la adopción del cultivo es parte de la historia local que muestra claramente la experiencia de los campesinos productores del grano y del conocimiento local que ha trascendido con el conocimiento especializado, transmitido a través de instituciones como el Comité Departamental de Cafeteros del Cauca. El conocimiento local de los habitantes de El Paraíso, sin embargo, ha sido pilar en el inicio del cultivo del café en la región. Seguramente, al igual que otros productos, el cultivo del café inicia su historia en la región con el conocimiento que los primeros pobladores tuvieron sobre el clima, el suelo, los recursos naturales y las condiciones materiales que les rodean. La coexistencia hoy (2015) de diferentes variedades de café (Arábigo, Caturra, Maragojipe, Colombia) muestra claramente la historia del grano en cuanto a su presencia en la región.

En las actividades de producción, desde la siembra hasta el cuidado del grano, la familia se encuentra involucrada. Aunque muchas veces el hombre va a la finca o al lote a desyerbar o cuidar del cultivo, la mujer cumple un papel fundamental en la alimentación y cuidado de los niños. Estas labores, más que verse separadas

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(una en la casa y la otra en la parcela), son integradas y complementarias. Los miembros de la familia tienen una función importante en el proceso de siembra y, como se verá más adelante, también en la cosecha. Igualmente, se debe destacar la presencia de trabajadores de otras regiones y localidades vecinas que llegan por temporadas a laborar en las distintas actividades que demanda el cultivo. Estos contratos se hacen a través de relaciones con los vecinos y familiares o a través de ‘la voz’ que circula en la región.

Finalmente, si bien estadísticamente El Paraíso aparece como una región inclinada a desarrollar cultivos debidamente tecnificados, también existe una tendencia en algunas familias por adoptar una visión más orgánica y armónica con el manejo de los recursos y el cuidado que se debe tener con la tierra, al no emplear químicos para controlar malezas. Esta nueva tendencia, por ejemplo, se reafirma con la importancia que tiene el conocimiento de las fases lunares en la producción y en otras actividades agropecuarias. A pesar de que las nuevas generaciones consideran que esta creencia no es útil, todavía se considera importante en el momento de realizar distintas actividades agropecuarias. De cualquier forma, la coexistencia de distintos conocimientos y modos de cultivar el café muestra las tensiones y las contradicciones que el conocimiento especializado extendido por organizaciones como el Comité Departamental de Cafeteros del Cauca encuentra con el conocimiento local, el cual se halla menos fundado en la tecnificación y los rendimientos productivos, atendiendo más a la conservación del suelo y los recursos naturales, valoración que se encuentra reportada en la memoria social recuperada con los primeros fundadores en la región.

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4. La Cosecha: El fruto de la siembra y su beneficio

La cosecha es, quizás, una de las etapas más importantes en la producción de café.1 El período de cosecha para el caso del corregimiento de El Paraíso y El Fresno transcurre desde los meses de marzo hasta junio, dependiendo de

las condiciones climáticas en las cuales se encuentre el cultivo, aunque por regla general este es el período que aplica para esta zona. Su anuncio se percibe meses antes con la floración y el aroma de jazmín que emiten las plantas (ver fotografía 5). Este anuncio también indica realizar los preparativos para cumplir con esta actividad. La cosecha requiere mano de obra que generalmente es suministrada en primer lugar por la familia como una primera fuente o, en otros casos, se acude a los vecinos y amigos mediante el sistema de ‘mano prestada’ o ‘minga’; aunque también es frecuente la contratación de jornaleros y cosechadores a quienes se les paga de acuerdo con lo recolectado. Se afirma que en algunos casos es difícil conseguir a alguien por el mismo precio del jornal, que resulta menor comparado con lo pagado en la recolección de hoja de coca. Así, mientras en el 2003, un jornal grabado (sin incluir alimentación) para cosechar café costaba 6.000 pesos diarios, el pago para cosechar coca se hallaba por encima de los 20.000 pesos, teniendo en cuenta a alguien con cierta habilidad y destreza para esta labor. Sin embargo, a partir del 2005, y ante las fumigaciones, el jornal para la cosecha de hoja de coca y de café se mantuvo en 12.000. Ahora (2015), con la nueva política de terminar las fumigaciones y una posible etapa de postconflicto, no se sabe el impacto que pueda tener en los costos de producción.

Al igual que en todos los productos agrícolas, la cosecha es el fruto de lo sembrado en meses pasados. Es el resultado del esfuerzo realizado en el proceso de producción, como se vio anteriormente. Con el fin de ilustrar en qué consiste el proceso de cosecha de café en la región, a continuación se hace una descripción de esta actividad. Se trata de mostrar qué ocurre en un día típico durante la

1 Vélez et. al. (Fedecafé 1987: 237) presentan un trabajo técnico especializado sobre la cosecha del café en estaciones experimentales en Pereira (Risaralda), Caldas (Chinchiná) y Cauca (Tambo). El estudio se fundamenta en la evaluación del efecto de la pendiente, y la densidad de siembra y el estudio de tiempos y movimientos; factores analizados para el caso de cultivos comerciales. Al final, la investigación se enfoca a presentar una propuesta mejorada en la recolección del grano. Aquí solo ofrecemos una versión de esta práctica a nivel local y desde un punto de vista social.

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cosecha principal, incluyendo el proceso de beneficio antes de que el café sea llevado al mercado. Esta práctica fue hecha con líderes de la región y estudiantes del programa de antropología en el mes de mayo del 2003, período de cosecha principal de café en la región. La descripción se obtuvo a partir de las notas de diario de campo y a través de la lectura posterior de las mismas con los líderes del grupo ‘Tradición, Presente y Futuro’.

Fotografía 5. El anuncio de la cosecha. Javier Rosero 2005.

Cosechando café: técnicas e importancia de esta actividad

La mañana inicia con el canto de los gallos y con los murmullos de las personas del campo que se preparan para comenzar la jornada. El chofer de la ‘chiva’ que sale los miércoles y viernes al mercado de El Bordo (cabecera del municipio del Patía) prepara el vehículo un poco antes de las cinco de la mañana. Desde ese momento las voces y sonidos son más notorios, indicando así el cargue de los racimos de plátano y otros productos al vehículo. La luz del amanecer se filtra por las hendiduras de la puerta donde nos encontramos y, con el rumor de las voces de personas y el encendido de la buseta que va hacia Popayán, se confirma la hora: las 6 de la mañana.

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La corneta de la buseta truena en el silencio de la madrugada. Nuestra conversación inicial de la mañana trata de la Virgen de la Señora de los Remedios, considerada la patrona de El Paraíso y Sucre. Después de tomar un café y de tratar de anticipar cómo será el día en términos de clima, nos alistamos para salir a la cosecha de café. El grupo que se prepara para la cosecha es de 4 personas, quienes decidimos realizar esta actividad en un lote de café en la finca de Porfirio. Al salir a la carretera principal destacamos el movimiento de otros vecinos que salen a sus parcelas también por la cosecha, otros a traer un caballo o con machetes a cortar leña. Antes de iniciar nuestro camino, Porfirio nos dice que sigamos, pues tiene que recoger a su caballo que está en un lote cerca de allí. Nos indica que sigamos por la carretera que conduce a Sucre y que nos desviemos más adelante en la primera división del camino a mano derecha. El vestido para cosecha es el igual que en cualquier jornada de trabajo: pantalones yin, camisa larga y botas de caucho, pues las lluvias han sido intensas en los últimos días y se anticipa el barro en los caminos.

La jornada comienza con una mañana fresca sin sol y nos dirigimos por la vía que conduce a la cabecera municipal de Sucre. Porfirio nos alcanza en un caballo de color castaño. Nos desviamos a la margen derecha por una trocha que empieza a descender conduciendo a distintas fincas. El terreno es quebrado y se hace más difícil de transitar por lo resbaloso del camino y el barro que se forma como seña del período invernal que presenta la región. Los comentarios de la gente en días pasados, hacia finales de marzo, fue que el verano había azotado la zona afectando el proceso de maduración del grano. Esta vez, el comentario es que demasiada agua hace caer el café. A unos 200 metros de la carretera principal, sobre la margen derecha, nos desviamos por una portada de madera mientras desde el camino podemos observar las fincas y de vez en cuando un lote con café maduro. Igualmente, se observa a las familias y jornaleros cosechando el grano. El saludo de ‘buenos días’ se hace necesario en la medida que avanzamos en nuestro recorrido por dos pequeñas fincas donde se cosecha café. Don Juan nos alcanza y seguimos en descenso; unos minutos más tarde nos vemos acompañados de otras tres personas que toman el sendero, esta vez por otra portada de madera que se encuentra a la margen izquierda del camino que habíamos tomado antes.

Siguiendo el descenso por el sendero, el camino se vuelve más estrecho y el barro hace más difícil el tránsito. Los ‘baquianos’, o las personas que conocen la región, se desplazan más rápidamente que los llegados de la ciudad. Hay que ‘saber’ bajar en estas condiciones y cualquier paso mal dado puede significar una caída. En general, bajamos pisando a los lados del camino y eventualmente en el centro del mismo, evitando así las partes fangosas. También se baja en forma transversal al camino para obtener mayor firmeza y punto de apoyo en el cuerpo. Se conversa muy poco mientras bajamos. El camino algunas veces se parte en muchos tramos que ofrecen distintas opciones para el caminante. Los senderos ramificados conducen a otras fincas, ramales y rutas, lo que enseña la cantidad de vínculos y relaciones sociales que se establecen entre familias.

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Después de haber recorrido un tramo de unos 800 metros en bajada llegamos a un punto donde tomamos una pequeña desviación a la margen izquierda; esta vez en un sentido transversal y casi horizontal al sendero que veníamos transitando. A unos 15 metros de este camino se halla un pequeño rancho, junto al cual se observa un tanque de ladrillo y cemento de dos divisiones. El área se encuentra en una pendiente rodeada de cultivos de café y algunos arbustos como guamo y otros, que ofrecen sombra a los cultivos. Al llegar se puede mirar que sobre el tanque hay una estructura que sirve de base para sostener una despulpadora de café a tres chorros, la cual se orienta hacia una de las divisiones. En este tanque observamos que todavía hay un poco de café que se había dejado el día anterior. El hecho de que la despulpadora se encuentre apenas expuesta allí, motiva a interrogarse sobre los riesgos de robo de la máquina. Porfirio nos explica que no hay problema, pues es la finca de su padre y él es dueño de casi una hectárea. En esta área se tienen aproximadamente 3.950 árboles. Además, anota que la familia es dueña de otras tierras en los alrededores.

Fotografía 6. Cosechando café variedad Colombia en el Paraíso. Jairo Tocancipá-Falla 2003.

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Porfirio va al rancho y trae cuatro ‘cocos’ o recipientes para recibir el café y cuatro estopas donde se vacía el grano recolectado, una vez ha sido recogido en los cocos. Cada coco posee dos ganchos que salen de cada extremo y con una banda de lona se ajusta a la cintura; de aquí también se puede sujetar la estopa donde se vaciará el café recolectado. Una vez asegurada la estopa nos desplazamos al lote para la recolección respectiva. Con el coco puesto a nivel de la cintura y en el frente, se hace más difícil caminar en medio de los arbustos de café; algunos prefieren llevar el coco en la mano y ya en el lote ajustarlo a la cintura (ver fotografía 6).

Después de recorrer unos 200 m arribamos al ‘corte’ o al ‘tajo’, que es el punto en el que se había terminado la jornada el día anterior. Nos desplazamos en medio del cafetal que no presenta granos maduros, pues ya ha sido cosechado. Al llegar, se nos indica el surco que falta y que corresponde aproximadamente a unos 20 arbustos que se encuentran cargados de granos rojos y amarillos. Se trata de un café variedad Colombia de dos tipos (rojo y amarillo)2 que presenta distancias de 1,40 m por 1,20 m. En la medida que el café es tecnificado, la altura de los arbustos son pequeños, de uno a dos metros, mientras que el café tradicional supera este rango.

Luego de haber iniciado el trabajo, el investigador Javier interroga sobre cómo conseguir un ‘garabato’, una herramienta en forma de gancho que permite alcanzar las ramas más altas y atraerlas hacia el cosechador de tal modo que se facilita el proceso de recolección. Este instrumento es necesario en la cosecha, especialmente para el caso de arbustos más grandes, aunque no se guarda en las fincas. Porfirio procede entonces a cortar un garabato, cuya forma se puede representar así:

Figura 1. El garabato.

La actividad de recolección es realizada en una posición cómoda, buscando la mejor parte del árbol e iniciando con las ramas más cargadas y a veces con las que se encuentran más altas. Aunque esta no es una regla, cada arbusto presenta

2 Este café donde se realizó la recolección se dejó a ‘libre crecimiento’ (20 años a 2015), lo que explica su altura superior a los dos metros. En este sentido, y a pesar de ser un café variedad Colombia, no se considera como tecnificado.

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distintas ‘caras’ por donde se le puede abordar y todo depende en últimas de la voluntad de quien cosecha. El trabajo de recolección de los granos de café se inicia tomando las cerezas con el dedo índice y el pulgar, principalmente con una mano; mientras que la otra sostiene la rama. Eventualmente, cuando la rama está muy cargada es posible tomarla con ambas manos y desgranarla, aunque esto no es recomendable:

Hay que escoger las pepas maduras, las que estén rojas; las que no, se las deja, pues dentro de unas tres semanas se vuelve a hacer otra ‘pasada’ hasta que ya no haya más granos. En la recolección, se tiran los granos para afuera, hacia el cuerpo. Hay que tomar cada pepa, una por una, y no sacar todo el racimo de una vez. Se debe dejar que los granos rueden de la mano hasta el coco dando así una mayor rapidez en el trabajo de recolección. Igualmente no se debe jalar demasiado de las ramas, pues podrían partirse.3

La recolección del grano se realiza siguiendo el surco. Si alguien está al frente, el primero que termine pasa al arbusto siguiente, y así sucesivamente. Durante la cosecha principal, la recolección del grano por árbol puede ser realizada hasta cuatro veces. A cada una de estas cosechas se les llama ‘pasón’ y en cada una el proceso de recolección es diferente en cuanto a volumen y producción (ver tabla 6). Como se observa en este ejemplo, durante la cosecha principal los pasones primero y cuarto son los de menor productividad, mientras que el segundo y tercer pasón corresponden a los de mayor productividad. En esta región del Macizo, al cuarto o último pasón también se le conoce como la ‘ repucha’, que consiste en la recolección del grano maduro que queda después de los pasones principales. Ahora bien, en años recientes, y en especial con respecto de este último pasón, se empezó a adoptar la práctica conocida como ‘raspa’ (término tomado de la cosecha de hoja de coca) y que consiste en la recolección total de granos verdes, maduros y secos con el fin de evitar la propagación de la ‘broca’.4

3 Porfirio. El Paraíso. Agosto de 2003.4 En un estudio realizado en 1987 por la Federación de Cafeteros, cuando la broca

(hypothenemus hampei) era desconocida en el país, se la describe como un “cucarroncito pequeño que perfora el grano verde, maduro o seco, cerca al disco o corona y se localiza en la almendra, en donde la hembra después de hacer una galería deposita los huevos. Una semana después, los huevos se transforman en larvitas blancas de mandíbulas fuertes. Tanto las larvas como los adultos se alimentan de la almendra, llegando a destruir el grano. En ataques leves demeritan la calidad de la almendra y le quitan peso a la cosecha […] Su diseminación por sí misma es muy lenta, pero el hombre la acelera con rapidez, sin darse cuenta muchas veces” (PNUD 1993:22). Las condiciones han cambiado desde aquel año y la broca es una verdadera amenaza en la producción cafetera en el país; al respecto, la Federación recomienda la técnica conocida como ‘ré ré’, que implica la recolección manual de los granos afectados y potencialmente a ser afectados.

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Tabla No 6. Tipo de ‘pasones’ y productividad en período de cosecha

Tipo de pasón Productividad (*)

Primer 6 arrobas

Segundo 10 arrobas

Tercer 10 arrobas

Cuarto 5 arrobas

(*) La información presentada corresponde a un lote de una hectárea y media sembrada de café caturra (tradicional) perteneciente a Adriano Mamián en el 2003.

Dentro del proceso de recolección, en su fase última, también se daba el ‘pepeo’, que consistía en permitir la cosecha de los granos maduros que quedaban a las familias necesitadas y/o familiares con el fin de ayudarlos económicamente y también con el objetivo de proteger el árbol, pues si este conserva granos maduros después de la cosecha las ramas se podrían secar y como resultado el árbol podría secarse también. Algunas veces el ‘pepeo’ se entregaba de ‘a medias’ o al ‘partido’, es decir, en una forma de contrato en la cual a las personas que no tenían finca se les daba la oportunidad de recolectarlo y se distribuía en partes iguales, entre el cosechador y el dueño.

Los granos de mala calidad, conocidos como ‘guayaba’, también son recolectados y en su mayoría se emplean para tostar y luego para consumo local. Esta práctica todavía se realiza hoy en día, situación que hace pensar a la gente en la triste realidad del café: el grano que se vende es el ‘bueno’, mientras que el consumido en los pueblos y veredas es el de mala calidad (ver capítulo 6, sobre el consumo). Aunque la acción de cosechar café parece algo mecánico, esta actividad debe realizarse con mucha atención y concentración en la selección del grano maduro, bien sea una actividad colectiva o individual.

En regiones cafeteras conocidas como del ‘eje cafetero’ la recolección es masiva en el sentido de que se contrata personal y se le paga de acuerdo con lo cosechado. El Cauca es conocido por suministrar mano de obra en el proceso de recolección de café, hecho que se evidencia en los meses de octubre en cada año cuando desde el municipio de Sucre salen chivas con personal a trabajar en la recolección de café. En este caso, el control de las relaciones entre trabajadores es un requerimiento importante. En el sur del Cauca, sin embargo, y dado que la mayoría son pequeños productores, la familia constituye la principal fuente de mano de obra para el proceso de recolección, y cuando ‘no se alcanza’, es decir, cuando faltan ‘manos’ para la cosecha, se recurre a amigos trabajadores de la misma zona o de regiones vecinas.

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Cuando se requiere de jornaleros para la cosecha, se presentan dos tipos de contratación. Uno llamado ‘al jornal’ y que es definido por el patrón pagándolo preferiblemente como ‘jornal libre’ (el patrón asume la alimentación; mientras en el 2003 el jornal libre estaba a 8.000 pesos en el 2013 ascendía a 10.000) y el otro llamado ‘tarea’ o ‘al coco’ y que se paga de acuerdo con la cantidad que el jornalero coseche (mientras en el 2003 se pagaba a 1.200 pesos el coco (jornal libre) al 2013 dicho valor ascendía a 2.000). El registro más alto que se conoce de un jornalero en esta última modalidad es de 17 cocos por día y el más bajo de aproximadamente diez cocos por día. Esta modalidad se aplica preferiblemente para los pasones segundo y tercero (mayor productividad) cuando se exige un mayor volumen de recolección y en lo cual los jornaleros ponen a prueba sus habilidades para recolectar lo que más puedan y colocarse el ‘jornal’ (base salarial) que deseen.

Durante nuestra recolección, se tiene la oportunidad de charlar sobre temas como lo difícil que es para el campesino productor vivir en la ciudad por el hecho de tener que pagar comida, mientras que en el campo no le falta nada. Este tema es obligado cuando se refiere a las relaciones entre los pobladores del campo y la ciudad. Muchas veces la gente acude a las ciudades en búsqueda de bienestar para solo encontrar dificultades y otros problemas. Esta relación de campo-ciudad también se enuncia cuando se llega a la discusión sobre el incremento de los cultivos de coca y la política del gobierno sobre la fumigación y los precios desiguales que favorecen más a la coca que al café. Se habla de cómo este problema, que ha crecido en los últimos 30 años, ha permitido establecer políticas, que desconocen las condiciones de producción de los caficultores y el tratamiento generalizado que se le ha dado a todos los municipios del sur del Cauca, y de la falta de reconocimiento al trabajo de los campesinos que producen ‘comida’ para muchos centros urbanos. Se trata de la falta de conocimiento de los funcionarios sobre la realidad en el campo y el tratamiento incomprensible al problema de los cultivos ilícitos y la ausencia de una política de largo plazo para la gente que se encuentra en difíciles condiciones de vida.

Al observar las plantas de granos amarillos se piensa un poco en la imagen dominante del café maduro rojo como el más conocido mientras se desconocen otras variedades de café (ver capítulo 1). El hecho de seguir cosechando café tomando el grano con el índice y el pulgar motiva el comentario comparativo con el trabajo de las escogedoras en las trilladoras de café en la ciudad. Mientras en las fincas se hace la recolección, en las trilladoras se realiza la escogencia, aunque en ambas actividades se involucra la habilidad manual. La diferencia entre estas dos actividades involucra el tamaño del grano (más grande en la cosecha y, en la escogencia en las trilladoras, más pequeño) y el color y la forma del mismo juegan un papel importante. En este último caso se presentan granos de distinto tipo: brocados, mordidos, vinagre, negro, etc. Además, en las trilladoras la mujer debe estar parada o sentada por muchas horas y siguiendo

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el movimiento de las bandas a través de la cual circula el grano, haciendo el trabajo difícil. ‘Es un trabajo más duro’, afirma Porfirio, quién conoce algo del tema, y que requiere más ‘concentración’ que la de cosechar café en las fincas. Sin embargo, para la mujer que cosecha café esta experiencia contribuye a hacer menos pesado el trabajo en las trilladoras.

Se reconoce que la recolección es diferente, pues en la cosecha del café el grano es más grande y la escogencia por el color se hace relativamente fácil. Porfirio hace referencia a la recolección del grano en otros departamentos como el Quindío, donde logró trabajar algunos meses en años pasados. La gente, en esta región, sale desde bien temprano en la mañana con su respectivo ‘coco’ a ganarse el jornal que se paga de acuerdo con el peso de lo cosechado. Allí pudo conocer a ‘manes’ que cosechaban hasta tres veces. “Los llaman ‘cocos’ y trabajan tan duro que solo están de lunes a miércoles y a veces terminan el jueves o viernes porque ya hacen lo de la semana y regresan al pueblo a gastarse lo que se ha trabajado”.5 No se conoce en qué radica la habilidad para recolectar más grano; sin embargo, algunos señalan que esto se debe a múltiples razones, entre ellas ‘pactos con el diablo’, ‘actos de brujería’, etc.6

El lote donde nos encontramos era conocido anteriormente como el ‘culebrero’, lo que motiva a hablar de las especies de serpientes más conocidas y de algunos insectos ponzoñosos como alacranes y gusanos venenosos. Algunas veces los cosechadores de café se ven picados por algunos de estos insectos y serpientes, aunque esto no es una generalidad. El no charlar o no continuar preguntando puede indicar un cambio de temática o simplemente es la señal para que cada uno calle y siga cosechando café. Don Juan no comenta ni cuenta mucho sobre los temas tratados y observamos que su estopa ya ha sido llenada mientras los que venimos de la ciudad apenas estamos en la mitad de un coco. Se hacen chistes de por qué a Don Juan le rinde más que a los demás ‘habla menos y trabaja más’.

El surco que se ha venido trabajando no es muy grande, lo que no permite medir qué tanto café se puede cosechar en un día. Las ‘coordenadas’ del sitio donde se estaba cosechando refieren al ‘surco’, el ‘tajo’ y al ‘corte’. Mientras nos quedamos cosechando los granos de las últimas filas del lote, Porfirio se dirige hacia otro surco de café ‘soqueado’ que ya ha sido cosechado pero que está ‘enmalezado’ (ver glosario). Una vez terminamos la labor de escoger los granos maduros, se vacía lo recolectado en la estopa. Por lo visto lo recolectado en una hora es relativamente poco, menos de un cuarto del tamaño de la estopa de 50 kg, lo que aproximadamente serían unos 25 o 30 kg. Al terminar, Porfirio se acerca por

5 Porfirio, El Paraíso, agosto de 2003. 6 La región del sur necesita de una gran atención para sus obras públicas. Varios

conceptos sobre el reportaje del ingeniero jefe del departamento. El Liberal. 1940b, miércoles 10 de abril.

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la parte inferior del lote (base) y nos reunimos para regresar, pues la faena ya ha terminado después de dos horas de trabajo. Se estima que en un día de cosecha normal, y según la producción se puede cosechar hasta diez veces lo cosechado en este día, esto es, más de diez ‘cocos’; este hecho muestra la incompetencia de los que venimos de la ciudad para desempeñar esta clase de oficios que requieren cierta destreza y habilidad. Recolectado el café, nos quitamos el ‘coco’ y retomamos el camino por donde habíamos llegado. El quitarse el ‘coco’ vacío y llevarlo con la estopa facilita el caminar en lugar de llevarlo atado a la cintura. Finalmente, regresamos al rancho desde donde habíamos partido inicialmente.

Café cosechado, café beneficiado

Una vez realizada la cosecha del día, el paso siguiente es ‘beneficiar’ el grano. Se le llama ‘beneficio’ al proceso mediante el cual el café es despulpado y lavado. Estas actividades son anteriores al secado del grano en sí, el cual se diferencia del ‘secado de agua’ en el que el grano fresco se deja para la venta directa, sin secarlo al sol. Desde que el precio para la venta del café en seco es mejor que el café fresco, la mayoría de las familias prefieren secarlo al sol para obtener un mejor beneficio en cuanto al precio. Todo este proceso exige cuidados que tienen que ver con la calidad de grano y que vincula conceptos como ‘ taza limpia’, indicando que el café ha sido bien beneficiado y en la que sus cualidades y/o propiedades de acidez y cuerpo pueden ser claramente establecidas.

Al retornar al rancho descargamos las estopas junto al tanque de lavado donde todavía reposa el café del día anterior. Nos explican que este café todavía tiene una ‘baba’ que es rica en fósforo, nutriente que puede ser aplicado a las plantas como abono. Hablamos de la despulpadora, cuya parte importante es el cuerpo, también llamada ‘camisa’, que está hecha en cobre con puntos protuberantes y que se encuentra adherida a un rodillo que, al rozar con la ‘ camisa’, produce el ‘descascaramiento de la pepa madura’. Este proceso se hace con un manubrio que permite accionarla, unos piñones que facilitan mecánicamente el funcionamiento de la misma y una tolva hecha de lata en forma rectangular que permite el ingreso de los granos. En su interior, un cuadrante que atraviesa la boca de la despulpadora permite que el grano pase casi separadamente a la ‘camisa’, iniciando así el proceso de descascaramiento.

Dado que la despulpadora se encuentra encima de uno de los bordes del tanque, en la parte posterior se permite que la cáscara caiga y se acumule (ver fotografía 7). Durante el despulpe se pueden apreciar las cáscaras casi completas, abiertas. Se estima que la cáscara se demora entre dos y tres meses en descomponerse. Junto a los tanques reposan cáscaras de café mezcladas con otros desechos orgánicos, lo que constituye un abono de gran calidad.

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Procedemos a lavar el café del día anterior para dar espacio al que acabamos de cosechar. Porfirio nos recuerda que el café que está en el primer tanque de lavado todavía posee la ‘baba’ del día anterior, la cual hace que se fermente. Esta baba, al igual que la cáscara, es caliente y para probar esto vamos a un arrume que están al lado del rancho. Al introducir una pala con fuerza en medio de las cáscaras y al separarlas hacia un lado empieza a ‘humear’ como si su interior estuviera encendido. A veces se acostumbra introducir en medio del arrume de cáscaras en descomposición dos guaduas huecas para que el abono ‘respire’ y no se queme totalmente. Esta práctica, al parecer transmitida por los técnicos del Comité de cafeteros y la Asociación de Productores de Alimentos de Sucre (Asprosucre), también se observa en zonas cafeteras importantes del país como en el departamento del Quindío, según nos cuenta Porfirio.

Fotografía 7. Don Juan ‘beneficiando’ café en despulpadora de tres chorros. Jairo Tocancipá-Falla 2003.

Proseguimos con el lavado del café que había sido dejado el día anterior y, mientras don Juan toma la manguera para lavarlo en uno de los tanques, Porfirio nos explica que con el agua cierto café empieza a flotar por ser liviano. A este café, que aparece como una ‘nata’ por encima del café que tiene cierto peso, se

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le llama ‘vano’.7 También existe otro tipo de grano, nos explica, que va al fondo y al que se le llama ‘guayaba’. Mientras charlamos y el agua llena el tanque, con una guadua se revuelve el fondo suavemente. Se explica que en el fondo del tanque hay una rejilla que permite que el agua filtre e impida el paso del grano. Se aprovecha la oportunidad para contar cómo el ácido del café es tan fuerte que deteriora las paredes y el piso de los tanques. Se muestran las manchas que el grano ha dejado por efecto del ácido cuando se almacena allí durante el proceso de fermentación. También nos recuerdan la importancia de dejar el grano fermentando por el período de un día y no más allá de este período. Antes, los abuelos, dicen, dejaban el grano lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y dejaban hasta el sábado para recogerlo de los tanques y eso lo que hacía era dañar el café porque el café se ‘avinagraba’, es decir, tomaba un olor y sabor a vinagre. Ahora ya se sabe que el café hay que dejarlo apenas un día para que sea de buena calidad, de lo contrario el sabor no es el mismo. Ahora, como dice el dicho, ‘café cosechado, café despulpado y beneficiado’.

El momento también es oportuno para hablar del beneficio y de los rendimientos dependiendo del tipo de cuidados que se tienen para el café. Si se abona, el trabajador en cosecha puede sacar hasta unos 16 cocados por día. Esto se refleja en el tanque después de un día de cosecha y que con abono químico significa aproximadamente más de la mitad del tanque lleno, mientras que con café natural (sin abono químico) apenas alcanza los 20 o 30 centímetros del nivel del tanque, o sea un 25% de la producción con químicos. Mientras charlamos, don Juan va sacando la ‘guayaba’ con un colador plástico semicircular, pasándolo suavemente apenas por la superficie. Enseguida, Porfirio se ocupa del agua y Javier se encarga de revolver cuidadosamente el grano con una guadua que es empleada como herramienta. Generalmente se utiliza una herramienta suave y no herramientas metálicas, lo que evita que se maltrate el café. En la medida que se revuelve y se le cambia el agua, esta se va tornando más transparente, y ya al tacto se vuelve menos ‘baboso’, un poco más áspero. En el momento en el que el agua está más clara y que por lo visto ya no tiene ‘vano’ o ‘guayaba’, se le deja escurrir. Una vez hecho esto se pasa a una estopa o empaque de fique, quedando listo para transportarlo a la vivienda, donde será secado y almacenado antes de su comercialización.

En el momento de empacar el café húmedo que está en el tanque, Porfirio saca una taza que equivale a un kilo (ver también la medida de la taza en el capítulo 6). Empieza a contar cada taza de café lavado en la medida que la va vaciando a la estopa. Al final son dos estopas que corresponden a 30 tazas o 30 kg por cada una.

7 De acuerdo con la Real Academia Española (2001: 1540), vano es algo “2//Hueco, vacío y falto de solidez. //3. Dicho de un fruto de cáscara: Cuya semilla o sustancia interior está seca o podrida”.

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Se debe tomar la misma cantidad aproximada por cada estopa con el fin de que en el momento de cargarlo en el caballo el peso sea distribuido de mejor manera.

Mientras se empaca, nos interrogamos si el ánimo para recoger el café y la coca es el mismo o si es distinto. Teniendo en cuenta que para el año 2003 la diferencia de precios entre estos dos cultivos favorece más a la coca que al mismo café, concluimos que el ánimo por trabajar bien sea en café o en coca es el mismo, ya que se trata de imprimir el ‘mismo ritmo’ y “darle parejo [...] así pueden llover piedras pero la motivación es casi la misma”, señala Porfirio. Sin embargo, el espíritu que mueve a trabajar en la recolección del grano o la hoja es distinto, pues generalmente el trabajar con la coca asocia problemas, mientras que en el café se trabaja con ‘tranquilidad’. En cuanto a la recolección de la hoja de coca frente al grano de café, no es igual, aunque en ambas actividades están involucrados las manos y los dedos. La hoja está lista para recolección cuando se oscurece un poco, en tanto el café se reconoce cuando el grano está rojo o amarillo, según la variedad. La recolección requiere de mucha habilidad para ambos cultivos. En el caso del café, con base en la experiencia de Porfirio en el Quindío, por ejemplo, había personas que recogían grandes cantidades del grano, hasta 12 bultos por día. Como se decía anteriormente, eran conocidos como ‘cocos’, ‘galafardos’ o ‘bombas’. Para lograr eso se requiere de mucha habilidad: “A esos manes les pasaban ocho empaques mientras que a uno le daban apenas dos, como para irse a dormir. Esos manes van atrás del café y cogen café como cualquiera, especialmente cuando hay cosecha”, recuerda Porfirio (Ver también Pardo 1984).

Una vez se termina de empacar el café que ha sido lavado, se procede a ‘beneficiar’ lo que se ha cosechado durante el día. Primero se coloca una tolva hecha de lata que, Porfirio nos cuenta, es ‘hechiza’, es decir que fue hecha de manera artesanal. Enseguida se procede a vaciar el contenido de los granos maduros. Existen despulpadoras de dos, tres y hasta cuatro ‘chorros’. El ‘chorro’ es la abertura por donde salen los granos una vez la despulpadora les quita la cáscara con el accionar de la manivela. Las despulpadoras de un chorro se identifican más con las ‘antiguas’. Existen también despulpadoras de energía que funcionan con dínamo, pero en este caso, como bien lo afirma Porfirio, el dínamo es el ‘brazo’. Enseguida él levanta el primer bulto de café maduro y lo vacía a la tolva de la despulpadora mientras Javier mueve la manivela. En la medida que se gira, el accionar se vuelve más pesado y al tiempo van saliendo los granos de café, los cuales se deslizan lentamente por la baba que contienen, cayendo directamente en el tanque (ver fotografía 9). Una vez ha sido descascarado el café, se trae una pala para recoger la cáscara que se encuentra arrumada en la parte posterior de la máquina y que se mueve a escasos dos metros de allí, donde todavía se observan y mantienen las cáscaras de recolecciones anteriores y que se encuentran en la etapa de fermentación.

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Recogemos el café lavado y nos desplazamos hacia el caballo que se encuentra localizado a escasos metros del rancho. Sobre el lomo de la ‘bestia’, que tiene una ‘angarilla’ para carga, se enlaza uno de los bultos que se balancea en un lado para compensar con el otro. En total se llevan aproximadamente un poco más de tres arrobas de café limpio. Por equilibrio de fuerzas, al cargar el caballo o la mula, lo que se hace en el momento de colocar los bultos es dejar el menos pesado lo suficientemente bajo, casi a la altura de la línea del vientre del caballo, con el fin de que el otro bulto, que va al otro lado, siendo más pesado compense y suba al más liviano. Igual acontece cuando se empieza a cargar con el otro bulto más pesado: se deja alto para que suba al más liviano y compense al otro.

Al regreso, Porfirio sugiere recoger el café que está con baba en el tanque y que corresponde a lo que hemos cosechado hoy, pues el día siguiente es sábado y es difícil regresar al beneficiadero. Decidimos dejarlo fermentar en la casa. Así se hace y se lo vacía en una estopa para luego ser llevado al caballo y amarrarlo en medio de los bultos de café que ya se encuentran limpios. Con esta carga, iniciamos nuestro retorno ascendiendo la pendiente, la cual resulta bastante ardua.

En el trayecto de regreso y en la medida que avanzamos observamos en otras fincas cómo los jóvenes todavía siguen cosechando el grano. Para entonces son casi las dos de la tarde. Nuestro regreso puede ser considerado temprano para ser período de cosecha. Una vez en la casa de Porfirio vamos a almorzar, aunque en un día normal de cosecha el almuerzo se lo lleva a la misma finca. La mujer hace esta labor, el papel de cada miembro de la familia es fundamental en la distribución de labores durante el período de cosecha.

La fase final de la cosecha: el secado y almacenamiento del grano

Al retornar a la cabecera de Paraíso decidimos hacer un descanso para recordar y hacer un balance de las actividades hechas en el día. Aquí se reconoce que dentro del ciclo de producción del café el secado constituye una de las fases más importantes para la comercialización y el consumo del grano. Las técnicas más comunes de secado en El Paraíso y El Fresno son el uso de plástico o carpas que se disponen en el frente de las casas (en caso de lluvias la recolección se hace de manera rápida y oportuna) o en las partes posteriores a las mismas. Igualmente, existen las ‘paseras’, que son estructuras de madera rectangulares de fácil movilidad por sus extensiones o brazos que disponen en ambos extremos. En el 2005, aproximadamente diez familias utilizaban este sistema. Recientemente, el Comité Departamental de Cafeteros ha introducido las llamadas ‘parabólicas’ o ‘silos parabólicos’, que consisten en una infraestructura (piso de cemento, estructura en guadua y cubierta de plástico) de forma semicircular que permite un secado más uniforme y rápido (tres días en condiciones óptimas de sol). El café se puede secar de agua, o secar directamente por un período de tiempo más

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prolongado hasta que la almendra pasa de un color verde oscuro a un color claro. Este secado depende claramente de las condiciones climáticas y una vez iniciado este proceso debe procurarse que el grano no se humedezca de nuevo.

Nos apresuramos a ‘zarandear’ el café limpio antes de colocarlo a secar. De aquí se obtiene el llamado café de ‘repila’8 o guayaba, que generalmente se otorga a miembros de la familia y/o a personas de escasos recursos (de a medias y en similar forma que el ‘pepeo’) para así obtener beneficios económicos. Para el secado, Porfirio cuenta con un área pequeña de unos dos por tres metros en piso de cemento; está situada en la parte posterior de su vivienda y con una cubierta en lámina de zinc. El área de secado es un piso en primario, según Porfirio debe ser un poco porosa e inclinada para permitir una absorción del agua y dar un mejor secamiento de los granos.

Porfirio saca una ‘zaranda’ o especie de filtro que permite cernir los granos de café de cierto tamaño. El zarandear es el acto de tomar la zaranda; este objeto es rectangular, abarca una lámina metálica agujereada de manera simétrica de aproximadamente un metro de largo por 50 cm de ancho y con un marco de 15 cm de alto, el cual permite detener el café que se vierte en su interior; de un extremo se prolongan dos brazos de madera que permiten, cómodamente, ejecutar la acción. El movimiento de zarandeo, suave pero firme, es hacia adelante y hacia atrás, se debe tener en cuenta que un exceso de movimiento puede causar el paso del café ‘guayaba’, que son granos de menor tamaño, liviano y con imperfecciones que en el proceso de beneficio quedan en la base del tanque mezclado con el café de buena calidad. Una vez terminada esta labor, con un rastrillo plano de madera se logra esparcirlo en el área destinada para el proceso de secado de agua.

Posteriormente, se somete el café a los rayos solares con el fin de secarlo completamente. Tal como se anotó antes, algunas personas logran venderlo ‘fresco’, es decir, sin cumplir con el proceso de secado a sol que puede tomar entre cuatro y cinco días en condiciones óptimas (sin altos niveles de humedad o lluviosidad). Terminado el ciclo de secamiento de la cosecha, se reconoce que el proceso no termina allí, ya que luego viene el almacenamiento, el cual se acostumbra a empacarlo en estopas de plástico con el fin de evitar el ‘destare’ (descuento por peso del empaque de fique que se toma por un kilo).9 El

8 Como bien se indica, el café ‘repila’ es aquel grano que queda del proceso de zarandeo. De este café ‘repilado’ se estima que el 50% puede ser reutilizado y considerado para el mercadeo; es decir, se trata de un café de buena calidad.

9 Hasta hace unos años, los transportadores de El Paraíso y la vecina localidad de los Uvos cobraban por estopas o bultos. Más recientemente, se ha introducido el cobro del transporte de café por peso (kg), el cual se verificaba con el recibo de venta del grano. En el 2005, el valor cobrado en la ruta Paraíso -Bordo fue de $1.000 por arroba.

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almacenamiento también se realiza con base en el precio que se esté pagando en el mercado; aunque la mayoría de caficultores saben que un almacenamiento superior a tres meses significa reducir su calidad, proceso que podría implicar un ‘devolver’ a la humedad y reiniciar el proceso de secado. Igualmente se sabe que un almacenamiento por un período mayor de tiempo puede involucrar un mayor riesgo en cuanto al ataque de la broca.

En la noche nos reunimos para revisar el trabajo realizado y, para los que procedemos de la ciudad, se logra entender el significado del trabajo y el esfuerzo que hay en la producción de ‘una taza de café’. Con el diálogo y la interacción también se permite ‘evocar recuerdos de otras experiencias’. Porfirio concluye diciendo: ‘Somos orgánicos’, y eso es importante para conservar la tierra y los recursos. ‘Sin eso no es posible cultivar’, asegura.

El cultivo de café merece estimularse, reconociendo el trabajo de los caficultores y el esfuerzo que se requiere dentro del proceso productivo, el cual no es correspondiente con los precios que en ese momento presenta el grano, aunque también se reconoce que el café orgánico tiende a mejorar en cuanto a precio, a pesar de su bajo rendimiento. De este ejercicio, finalmente, quedó claro que la cosecha del café es apenas un tramo en un camino largo que el grano tiene que recorrer antes de llegar a los mercados y a la mesa de miles de consumidores.

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5. ‘Preparando la carga’: comercio y negocio del grano

El surgimiento del mercado ha sido casi siempre una referencia en la memoria social de los pueblos del Macizo. Generalmente, se relata cómo un grupo de personas empieza a concurrir en un lugar y tiempo determinados a

partir del intercambio de productos, o generalmente con el sacrificio de una res o un cerdo que con el tiempo se vuelve una práctica que se repite cada semana (ver capítulo 2). Si bien el sobrevivir en la montaña dependiendo de los propios recursos parece ser un estado inicial característico en la formación de los pueblos, la necesidad de intercambiar recursos de distinta clase parece también haber cumplido un proceso fundamental en el camino hacia la expansión de la frontera agrícola. En poblaciones de la región Andina también se sabe que muchas veces dichos mercados sirvieron a hacendados como fuente en el suministro de bienes y artículos a la población que se congregaba alrededor de la misma hacienda.

El caso de la cabecera del municipio de Sucre es un ejemplo de este tipo de formación de mercado asociado a la Hacienda que a comienzos del siglo XX operó bajo la dirección del general Julio Caicedo. Dicho mercado operó en las afueras, donde hoy existe el poblado, y posteriormente se desplazó a donde hoy existe la cabecera municipal. Igual aconteció en el caso de El Paraíso, que aunque no contó con una hacienda, sí presentó un caso similar con algunos colonos que tuvieron mayor cantidad de tierras. El mercado constituyó el punto de encuentro entre personas de distintos lugares y grupos sociales. Se sabe, por ejemplo, del caso de las mujeres del valle del Patía que subían a la montaña para vender sus ollas de barro y otros productos que intercambiaban en las viviendas y en el mercado mismo. De esta manera, el mercado permitía la confluencia y/o el intercambio de distintos productos que se dan en climas cálidos, templados y fríos. Esta pauta también se nota en el mercado, tal como se viene dando en la actualidad. En lo que sigue, se presentan los antecedentes sociales e históricos del mercado rural local en El Paraíso, haciendo énfasis en el comercio del café y su trayectoria desde un comercio individualista a un negocio cada vez más intervenido colectivamente a través de organizaciones de productores.

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Importancia del mercado, sus vías y caminos en los pueblos

En el caso de El Paraíso, se recuerda que el mercado inició cerca de la vereda que hoy se conoce como El Fresno, en el punto conocido como Pueblo Viejo (igualmente con el mismo nombre se conoció el punto del mercado en Sucre). Don Mario Mamián cuenta, por ejemplo, cómo los señores Nicolás Hoyos, Benito y Aniceto Salazar fueron, entre otros, los primeros fundadores que contribuyeron en la creación del mercado. Don Mario señala que el señor Aniceto Salazar cedió parte de sus terrenos para crear el pueblo y el mercado. El padre de don Mario, don Abraham Bravo, y otro señor conocido como Ezequiel decidieron sacrificar una res, organizar pelea de gallos y con otro poblador contribuyeron en la creación del mercado: “La gente venía de todo los lados, y como mis cuñados eran galleros, ellos hicieron la pelea para que viniera gente a comprar el bueycito y cada domingo se hacía lo mismo. Otras veces cada 15 días y así ya venía la gente”.1

Este lugar, donde se realizaba el mercado en El Paraíso, todavía se aprecia a la orilla de la vía que conduce al municipio de La Vega: una larga casona acompañada de una o dos casas. Efectivamente, en ‘Pueblo viejo’ era donde cada sábado concurrían las familias no solo a adquirir los productos que no se producían en la región sino también donde se facilitaba el encuentro social, donde la gente iba a hacer ‘negocios’, para el intercambio de ideas o simplemente para enterarse de las últimas noticias locales y regionales. Justamente, es en el mercado donde se sabe lo que llega y sale de los poblados. Este principio todavía sigue vivo y el cultivo del café es un ejemplo palpable de la transmisión de ideas, en el transporte de semillas, informes y novedades.

Como se reseñó en los capítulos anteriores, se tienen referencias de que hace muchas décadas algunos comerciantes y colonos en el municipio de Sucre y en el sector de El Paraíso empezaron a traer semillas de café para sembrarlas en la región. Es de suponer que los hombres (más que las mujeres, posiblemente) viajaban a los centros urbanos cercanos para vender sus productos y acceder al conocimiento de otras variedades agrícolas que también empezaron a ser promovidas por funcionarios, técnicos y expertos de distintas instituciones. Hoy se puede observar, por ejemplo, el caso de El Paraíso y Sucre, donde se expresan relaciones comerciales más intensificadas con el Bordo (ver mapa 2) que con respecto a Bolívar, centro urbano que por muchas décadas fue su centro administrativo.

Este caso nos señala que, en cuanto al origen de los mercados y su papel en la formación de los pueblos del Macizo, las vías de comunicación cumplieron y cumplen un papel trascendental. Siendo una función del Estado colombiano, las

1 Mario. El Paraíso. Agosto de 2003.

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vías fueron siempre una preocupación de líderes regionales y departamentales. Esta preocupación se puede notar a través de un periodista que en Abril de 1938 manifestaba en el periódico ‘El Liberal’ lo siguiente:

Con las declaraciones que ha hecho el doctor Pedro Emilio Thomas, ingeniero departamental, sobre plan vial en el Cauca, quedarán satisfechas las secciones del norte, centro, oriente, y parte de occidente, pero no la gran sección del sur desde San Miguel hasta Florencia, que cuenta veinte poblaciones y caseríos, con núcleos muy respetables de habitantes dedicados en su aislamiento a producir riqueza nacional: víveres, ganado, café y oro”.2

Tres meses después se anunciaba como hecho importante en el departamento “la inauguración del puente metálico sobre el río Guachicono [3 de Agosto], en la carretera nacional que actualmente se construye entre las importantes poblaciones sur-caucanas de Bolívar y El Bordo” (Red de información cafetera 2002). Mientras el ritmo de construcción de vías y puentes que intentaba comunicar centros urbanos era lento, los moradores de los pueblos del Macizo seguían valiéndose de los caminos de herradura.

Algunos mayores del municipio de Sucre y en particular del corregimiento de El Paraíso todavía recuerdan cómo los productos, y entre ellos el café, eran sacados en bestias por el camino que conduce hacia la ribera del río Guachicono, especialmente en el mercado de ‘Puente Fierro’ (derivación de ‘Puente de Hierro’, que describe justamente el tipo de puente). Se sabe que a través de otras rutas de comunicación emprendían largas jornadas de hasta cuatro días hacia el norte para alcanzar Popayán, capital del departamento.

La apertura y expansión de nuevas vías significaba muchas veces el desplazamiento y reordenamiento de los mercados, cuyos productos ya empezaban a ser sacados a través de las chivas. Así, por ejemplo, cuando la localidad de El Bordo fue integrada con otros centros urbanos a través de la vía Panamericana en la década de los sesenta, el mercado de ‘Puente Fierro’ empiezó a ser desplazado hacia la localidad de Piedrasentada. En el caso de El Paraíso y El Fresno, es solo en los últimos 15 años que empiezan a conectarse por vía carreteable con las poblaciones de Sucre y El Bordo. Tal como lo anota el comerciante don Juan Rengifo: “En ese tiempo traían los productos en mulas. Ahoritica ya lo transportan por las vías de carreteras y todos se favorecen, por ejemplo, la gente que tiene la finca a esos lados de la Granja, el Crucero y el Paraíso”.3 Es con el tiempo y con la expansión de los distintos medios

2 La región del sur necesita de una gran atención para sus obras públicas. Varios conceptos sobre el reportaje del ingeniero jefe del departamento. El Liberal. 1940b, miércoles 10 de abril. Cursivas agregadas por los autores.

3 Comerciante 1 (anónimo). El Paraíso. Agosto de 2003.

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de comunicación (vías y telecomunicaciones) y la creciente capacidad de muchas personas para movilizarse a distintas regiones y centros urbanos, que nuevos productos empezaron a ser introducidos, especialmente a través del mercado.4 A pesar de estos cambios y avances en las vías de comunicación, existen familias que todavía emplean los antiguos caminos de herradura.

En la medida que el grano fue comercializado, los productores reconocen que este proceso comercial constituye una fase fundamental en el ciclo productivo del grano. Sin embargo, todos saben que el comercio es una actividad económica como cualquier otra y que en el sector rural esta ha sido desempeñada por personas con cierta formación y contactos a nivel urbano, muchas veces también desempeñado por profesores de la región. El papel de los comerciantes, no obstante, se ha visto acompañado en los últimos años con el surgimiento de organizaciones que, como Asprosucre (1988), empiezan a hacerle contrapeso a la actividad comercial individual. De este modo, la historia social del mercado ha derivado de cierta iniciativa individual familiar a una colectivización del mercado que, en condiciones de crisis, empieza a justificarse aún más.

Los comerciantes y la ‘taza de café’

En el período de cosecha del año 2005 se reportaron 12 comerciantes, cuatro locales y ocho venidos de localidades vecinas, encargados de la compra del grano el día de mercado. Sin embargo, en el 2013, se reportaron nueve comerciantes como producto de la baja producción cafetera generada por los cambios de clima. Este número no es constante y en las entrevistas realizadas en la región encontramos que algunos productores en años recientes se convirtieron en comerciantes. Algunos de ellos lo hicieron por iniciativa de otros, seguramente como una estrategia para compartir costos y posibles inseguridades en la compra del grano. Como en el presente, en el pasado sobresale también el hecho de que algunos comerciantes procedían de centros urbanos como El Bordo o Popayán, al igual que ocurrió con uno de los primeros comerciantes en la región:

Somos de Bogotá, mi mamá es del Bordo y ya después nos radicamos en esta localidad. Mi mamá se conoció con mi papá en la ciudad de Popayán, allá vivimos un tiempo y luego se decidió radicarse en el Bordo. Nosotros en ese tiempo éramos los únicos que comprábamos café en El

4 Sin embargo, la imagen del campo como un espacio límite o de frontera, también determinó qué tipo de productos debían enviarse allí. Hoy todavía se encuentran ejemplos de productos enviados desde los centros urbanos, muchos de ellos vencidos que no se deberían de consumir, pero que son recibidos para ser comercializados en los mercados rurales. A pesar de esto, muchos productos como calzado, juguetes, ropa, relojes, etc. marcan también las nuevas tendencias de uso que se dan en las ciudades

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Paraíso porque la gente de esta zona le tocaba ir siempre al Bordo para vender o comprar. En ese entonces nosotros comprábamos tres veces de lo que llevamos en este momento; esto que tenemos aquí no es nada con respecto a lo que se compraba en ese entonces. De aquí se llevaba al Bordo, lo que se compraba eran 300 a 400 arrobas semanales en época de cosecha, es decir entre abril, mayo, junio.5

La llegada de los comerciantes a las zonas rurales permitió apreciar distintas formas de hacer negocios con el café (compra en fresco y en seco). El café en fresco, por ejemplo, generalmente se negocia a nivel local en El Paraíso, mientras que el café seco se acostumbra a llevarlo a Sucre y El Bordo. Sin embargo, en el año 2005 vinieron comerciantes del vecino departamento de Nariño a comprar café en seco, con la ventaja de pagarse a ‘buen precio y buena pesa’; condiciones que a 2013 cambiaron considerablemente. En la negociación de café en fresco, los comerciantes utilizaron un sistema de medida conocido como la ‘taza’. Un comerciante local nos explica:

La gente comercializaba por tazas, una taza de café es un kilo y ellos [los productores] la tenían como libra, entonces 25 tazas representaban una arroba, pero en realidad eran dos arrobas en peso. En la báscula una arroba son 12 kilos y medio [25 libras] exactas. La gente como estaba enseñada a la taza, hubo momentos en que los engañaron, por que quien compra en taza va ganando la diferencia, hay medidas que no son equivalentes. Entonces cuando ellos me traían una arroba yo sabía que eran dos. Se les paga por las dos, no por una y ya se les llevaba la idea. En el comienzo de pronto hasta uno los tumbaba [engañaba]; ellos me vendían una arroba y decían que era una arroba, cuando eran dos las que se recibía. Si llegaban con una arroba, 25 tazadas, a 25.000 pesos yo les pagaba 50. Hoy día, en un día de mercado corriente ellos traen un bultico de una arroba; yo sé que son dos, y se les paga por las dos (ver fotografía 8).

Este caso del ‘café taziado’ o café vendido en taza en fresco ha operado por mucho tiempo, aunque algunos reconocen que hoy la gente ya es consciente de las diferencias existentes. Otros productores piensan que las balanzas o las básculas donde se pesa el café son también arregladas para obtener una ventaja engañosa sobre los productores. En un sentido justo a veces se escucha, por ejemplo, a alguien referir a un comprador de café como aquél que tiene ‘buena báscula’, esto es, compra del grano a un peso correspondiente con lo que lleva el cafetero.

Otro criterio que funciona en correspondencia con el mercado internacional del grano es el criterio de calidad, que aparece como un problema fundamental en el

5 Comerciante 2 (anónimo). El Paraíso. Agosto de 2003.

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proceso comercial. Dicen los comerciantes que en las compras tienen que rebajar el agua y la humedad. Cuando la gente lleva

el café con humedad, se le descuenta al productor 1.000 pesos por kilo; o hay veces que se descuenta un poquito más. Esto no es que se esté quitando a la gente, lo que pasa es que ya el café seco tiene otro peso, entonces la humedad o el agua hace que el peso del café aumente. En la arroba se pierde peso cuando se seca, si compro un café húmedo, una arroba, esa arroba cuando se seca ya nos es una arroba, es menos; hay veces que disminuye un kilo o una libra o hasta más.6

El concepto de calidad ha sido asimilado por los cafeteros de manera distinta en los últimos años en la región. Como se indicó anteriormente, en el pasado existían condiciones de producción, beneficio y almacenamiento que afectaban el mismo concepto de calidad. Como señalaba Porfirio (capítulo 4), el café antes se beneficiaba después de 24 horas de cosechado, afectando su sabor y, por tanto, su calidad.

Hoy (2013) existe más consciencia sobre lo que implica la calidad en el comercio del producto. En el año 2002, por ejemplo, la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, en asociación con una compañía italiana comercializadora de café, organizó el primer concurso de calidad de café expreso con “la participación de 39 grupos de productores de Tolima, Huila, Cauca, Nariño, Antioquia y Caldas, con lotes de entre 15.000 y 30.000 kilos, de los cuales se tomaron muestras y se hicieron las cataciones necesarias para ver si cumplían con la calidad exigida para la preparación de un buen Espresso” (PNUD 1993:48).

La calidad se ha impuesto así en un criterio de gran importancia en la producción cafetera en los últimos años. La forma en que se negocia también puede incidir en aspectos de calidad. Así ocurre cuando se hacen anticipos de dinero por el café de la cosecha., tal como un comerciante local explica:

Hay veces que le vienen y le venden de ese café que lo despulpan y lo pilan, como es barato se lo meten. En este café uno pierde, por eso uno debe comprar el café mirando la calidad, uno no puede comprar café que no sabe cómo van hacer. La gente le mete café malo, pero uno sabe con quiénes hacen el negocio. Ese es el problema cuando le deben café, eso le dan a uno el café más malito, así a uno no le guste. La gente no le entrega café bueno, que porque se lo debe, eso le meten café bueno por el lado y le meten café pilao por el medio. Uno se da cuenta de ese café cuando se orea, porque uno queda blanquito y el otro queda amarillo.7

6 Comerciante 2. El Paraíso. Agosto de 2003.7 Comerciante 2. El Paraíso. Agosto de 2003.

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La calidad del grano también puede indicar el destino final del mismo. Así, para este comerciante el café de buena calidad es enviado en primera instancia para la Federación, y el de segunda calidad para la Unión (Nariño), y luego al Ecuador. La calidad también tiene que ver con los precios que se establecen de acuerdo con la competencia. En este caso, los comerciantes recurren a múltiples estrategias que van desde el anticipo hasta la venta para ser recogida en la casa del productor.

Fotografía 8. Comerciando café en El Paraíso. Jairo Tocancipá 2003.

Trabajar con anticipo es cada vez más difícil, más aun teniendo en cuenta la inestabilidad de los precios. En estos casos toca asumir los riesgos:

Alguien había comprado a 25.000 la arroba y en esos días había estado a 28.000. El café empezó a subir, pero entonces la culpa no es quién lo compró, sino del precio que se elevó. Pero aquí el aumentar esa diferencia a quien vende depende de la conciencia del comprador,

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algunos sí aumentan pero hay otros que no. Pero el compromiso es compromiso, y si recibió dinero anticipado le toca entregarlo. Hay gente que hace este tipo de negocio durante todo el año; ellos vienen y dicen deme tanto, y teniendo la plata se les da. Aquí se habla primero de que es un anticipo y que todo depende del valor que esté en el momento de la cosecha.8

Otra forma de negociar es en la parcela o en el cultivo. En este caso, los productores lo hacen ante las necesidades apremiantes que tienen: “A una señora en El Fresno, por ejemplo, le tocó vender el café en la mata porque tenía al esposo enfermo; entonces ella necesitaba el dinero; pero en esta situación ella salió perdiendo, le toco venderlo en la mata. Aquí siempre gana el comerciante o el que compra”. La forma de negociar tiene que ver también con la manera como se establece la relación con el vendedor, especialmente cuando se tienen muchos compradores o comerciantes.

Nosotros competimos con servicio, atención, y la forma de atender, hay que tener su modo. Ellos vienen y les gusta como uno los atiende. Cuando vienen, uno les da adelantadito; pero hay que explicarles que los precios del café no son estables, que se paga de acuerdo a lo que este el día que lleven el café. La gente es consciente.9

Tal como se anotó inicialmente, los primeros comerciantes han seguido esta actividad por tradición familiar; es decir que los parientes lo practicaron en el pasado, aunque este criterio en asumir el comercio como la principal actividad económica no ha sido la única forma de hacer ‘negocio’. Hasta hace unos diez años había pocos comerciantes, número que seguramente estaba en relación con las condiciones de producción y las vías de comunicación para sacar dicha producción. Podría decirse que con la apertura de las vías llegaron los comerciantes. Así, con la apertura de la vía Sucre - Paraíso - Guayana - La Vega (2003) la producción agropecuaria empezó a fluir hacia los centros urbanos con mayor determinación. Un comerciante local, por ejemplo, recuerda que “aquí venían los muchachos de El Bordo a comprar. Son una familia; nadie compraba por estos lados, solo ellos. Cuando se abrió esta vía entraron los de los Uvos [localidad vecina del municipio de La Vega], yo me hice amigo de ellos”.10

La entrada de los comerciantes a las regiones cafeteras donde antes no había vías de comunicación como en El Paraíso tampoco fue fácil: “una vez llegaron estos señores a comerciar café, aquí nadie los conocía y era fregado, porque nadie quería darles posada. El hijo de uno de estos señores le dijo que en mi

8 Comerciante 2. El Paraíso. Agosto de 2003.9 Comerciante 2. El Paraíso. Agosto de 2003.10 Comerciante 3. El Paraíso. Agosto de 2005.

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casa podían tener posada y así vinieron a dormir aquí, y ya empezaron a venir”. Estas relaciones han favorecido la expansión de redes de comercialización como una estrategia para atender los crecientes volúmenes de producción, situación que exige un capital considerable para la compra del grano. En estas redes o contactos, nuevas personas, como los mismos productores, se han involucrado en el negocio: “Ellos [los primeros comerciantes] me dijeron que por qué no compraba café, que ellos me daban la plata para comprar. Pero a mí me daba miedo. Empecé con 100.000 pesos, compraba poquito, luego ellos me dijeron que la compra es en grande, que debía dejar el miedo y comprar; que yo no voy a perder dinero; comprando en grande se gana”.11

Dentro de esta red y en dicho proceso expansivo, el flujo y manejo de la información es fundamental. Tal como lo anota uno de los nuevos comerciantes:

A nosotros nos dan un porcentaje por la compra de café, según las arrobas que se compren. Nosotros compramos a un precio y ellos nos pagan a otro. El que recibe el café lo recibe a un precio más caro y nos sostienen el precio; además no dañan el mercado. Nosotros llegamos a un acuerdo, por decir algo; en este momento hemos acordado un precio y si en el mercado baja el precio ellos nos sostienen el precio pactado. Tienen que pagarnos, claro que ellos están en la jugada, ellos reciben información y nos llaman, dicen deje de comprar café, porque saben que el precio bajó […] Eso sí, uno debe salir bien con el patrón, porque si le dieron plata y uno sale con algo medio malo no le vuelven a dar la plata para que compre, tiene que salir bien con el patrón. Uno debe quedar con la hoja limpia, ser serio en los negocios.12.

En términos generales, el origen de los comerciantes es urbano y con ellos el ciclo productivo del café se regeneró. La presencia de los comerciantes se dio a partir de la apertura de las vías, como quedó demostrado en el caso de El Paraíso, y a partir de lo cual nuevos comerciantes locales guiados por los recién llegados empezaron también el negocio del grano. Pero como bien observamos al comienzo de esta sección, el negocio del café reflejó cierta forma de relaciones entre los centros urbanos y el ámbito rural. Efectivamente, el hacer negocios implica cierto conocimiento o habilidad para realizar transacciones que, en el caso del ámbito rural, resultan ajenas. ‘El café taziado’ constituye un ejemplo claro de no correspondencia con las unidades de medida que generalmente tiene el comerciante y que pertenecen a la tradición local. No obstante lo anterior, en los últimos años la mayoría de productores se han familiarizado con las medidas del mercado y la lógica de la negociación. También se ha presenciado cierto desplazamiento del comerciante

11 Comerciante 3. El Paraíso. Agosto de 2005.12 Comerciante 4. El Paraíso. Agosto de 2005.

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individual hacia un espíritu más colectivizado en el que los mismos productores se hacen copartícipes en las transacciones y procesos de comercialización del grano. Este hecho, sin embargo, no señala la reducción del papel de los comerciantes en los negocios a nivel local, por el contrario, el comercio del grano se comparte entre aquellos y las nuevas organizaciones comercializadoras que buscan reducir los procesos de intermediación por parte de los primeros.

Organizaciones de productores y relaciones externas

El Paraíso es reconocido por algunas localidades en el municipio de Sucre como un corregimiento que se caracteriza por la unión y organización de sus comunidades. Como se anotó anteriormente (ver capítulo 2), en El Paraíso y El Fresno se conocieron diferentes entidades y programas (gubernamentales y no gubernamentales) que entre otros merecen mencionarse: Asprosucre, Cabildo Verde, Comité de Integración del Macizo Colombiano –CIMA–, Grupos de Amistad, Cosurca y el Plan Nacional de Desarrollo Alternativo –Plante–. De todas estas organizaciones, Asprosucre (1988) y Cosurca (1993) han sido las únicas formas asociativas en las que los productores participan con la producción en procesos de asistencia técnica, beneficio social y de comercialización de productos agrícolas, especialmente café.

Los grupos de amistad (grupos de gestión) son formas organizativas creadas y estimuladas por el Comité Departamental de Cafeteros del Cauca con el fin de atender a la producción cafetera y, en cuanto a comercialización del grano, la labor es desempeñada por la Cooperativa de Caficultores del Cauca, que designa a un comprador para que con base en unos criterios de calidad y de humedad compre el grano a un precio y peso justos. De este modo, ‘los precios de la cooperativa’ son pagados al caficultor estimulando criterios de calidad e intercediendo en procesos de intermediación frente a los comerciantes locales y de localidades vecinas. El vínculo y participación de los caficultores de la región, en las transacciones comerciales y los beneficios que realiza la cooperativa, son muy limitados.

Hasta hace unos años no existía comprador representante de la Cooperativa de Caficultores y solo recientemente dicho comprador ha empezado a realizar operaciones en la cabecera de Sucre; sin embargo, el cubrimiento sigue siendo limitado por la cantidad de café que sale de la región. Como consecuencia de esto, la compra del grano sigue siendo dominada por comerciantes locales y venidos de otras regiones del Cauca y Nariño.

Los orígenes de Asprosucre y Cosurca derivaron del primer esfuerzo del gobierno colombiano por ofrecer alternativas económicas y sociales a pequeños productores que a comienzos de la década de los ochenta habían ampliado su frontera agrícola para el cultivo de coca con fines comerciales. En este contexto, se creó el proyecto ‘Col 85/426 Sustitución de cultivos de coca en el sur del Cauca’ (posteriormente

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en el 1990 se incorpora Norte de Nariño)13 el cual contó en sus distintas fases de ejecución con la financiación de recursos de cooperación internacional de países como Alemania, Suecia, Italia, entre otros, para atender a unas 4.900 familias vinculadas a la producción de hoja de coca en el Sur del Cauca (IRELA 1993).14 Este programa fue ejecutado entre 1985 y 1993 por la Oficina de Servicios para Proyectos –OSP– adscrita al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo –PNUD–, particularmente con el programa de las Naciones Unidas para el Control de Drogas –UNDCP–. El UNDCP destinó una partida de aproximadamente $US 9’583.634.00 y el gobierno una contrapartida de $2.000.000.000.00. Similares programas fueron adelantados en los noventa en países como Bolivia y Perú, donde se presentaba la mayor producción de coca a nivel mundial (UNDCP 2003: 69).

El proyecto Col 85/426 desarrolló actividades en áreas como la producción, el mercadeo, la organización comunitaria e infraestructura (posteriormente en el 1990 se incorporó el componente de comunicación). La Asociación de Productores de Alimentos de Sucre nace con la necesidad de intervenir y articular la producción local y vincularla con mercados regionales. En este propósito, la Asociación inició aproximadamente con 169 socios, cifra que con el tiempo ha ido cambiando por las distintas situaciones de crisis y auge que la organización ha experimentado en los últimos 17 años. Vale anotar que, al igual que Asprosucre y con el propósito de favorecer el mercadeo de los productos, el proyecto Col 85/426 estimuló la creación de organizaciones similares en la mayoría de municipios del Sur del Cauca como Asproalmaguer (Municipio de Almaguer), Asprovega (La Vega), Aspropatia (Patía), Asprosan (San Joaquín, Mercaderes), Aspromedina (Medina, Bolívar), Asprofrubal (Frutas en Balboa), entre otras.

En cuanto a la especificidad del mercado a intervenir, en el caso de Asprosucre el primer proyecto fue una planta de procesamiento de yuca y plátano, cuya construcción se hizo a través del proyecto Col 85/426 y con el aporte de materiales y mano de obra que estuvo a cargo de los socios de la organización.15 Este

13 Es interesante notar cómo con el tiempo el programa cambió oficialmente de nombre: En 1985, fue conocido como ‘proyecto de sustitución de cultivos de coca’; en 1990 pasó a ser ‘proyecto de sustitución de cultivos ilícitos’ y para 1992 ‘programa de desarrollo alternativo’. Para las comunidades campesinas el cambio en el nombre institucional del programa no implicó un cambio de relación con el mismo en la medida que este seguía constituyéndose en ‘Naciones Unidas’, aunque las inversiones empezaron a disminuirse. Hasta la fecha, la OSP/PNUD ha realizado una evaluación muy general del programa sin llegar a socializar sus resultados y las lecciones del mismo en términos de política social en el ámbito rural siguen pendientes.

14 Con base en esta experiencia inicial, se desarrollaron programas similares en los departamentos de Caquetá (Col 89/677), Putumayo (Col 89/629) y Guaviare (Col 89/630) (Tocancipá-Falla 2003). Este conjunto de iniciativas dieron lugar posteriormente al Plan Nacional de Desarrollo Alternativo (1992).

15 Esta idea fue traída por uno de los funcionarios del proyecto Col 85/426 que procedía de la zona cafetera de Colombia y cuyos resultados habían sido exitosos en dicha región.

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mecanismo de participación generó una idea de inversión que se correspondía con la acción de pertenecer a la Asociación, de tal modo que si alguien quería retirarse vendía su acción de afiliación estableciendo como parámetro el valor del tiempo destinado en la construcción de la planta. La organización amoldó su reglamento interno de trabajo, de operación y administración alrededor de esta actividad de procesamiento y cuyo producto se destinaba para otras plantas industriales productoras de concentrados como la soya, localizadas especialmente en el vecino departamento del Valle. Dado que la producción de café asociaba cantidades apreciables de plátano, el cual era empleado como sombrío, se pensó que el uso de este producto podría generar recursos importantes en la región.

Si bien muchos productores apreciaron la iniciativa, los resultados no fueron los deseables, dado a los bajos precios que se pagaban, aunados a las dificultades administrativas que presentó la organización, incluyendo malversación de fondos y excesos en el manejo gerencial. Pronto la organización empezó a perder credibilidad a pesar de que el proyecto contaba con asistencia contable y administrativa. Posteriormente, en 1989, Asprosucre se enfocó en intervenir café y logró exportar por primera vez un contenedor de grano hacia los Estados Unidos, convirtiéndose así en la primera organización exportadora de este producto en el departamento del Cauca. Esta primera experiencia comercial deja ver las dificultades en la intermediación, controlada y dominada por la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia.

Dentro de este esquema de organizar formas asociativas a nivel municipal, los funcionarios vinculados al proyecto Col 85/426 apreciaron la importancia de aunar esfuerzos, de tal modo que el proceso de comercialización se diera a nivel regional, superando la intervención local exclusivamente. En este contexto, nace la Cooperativa de Productores del sur del Cauca (Cosurca - ver también capítulo 2), cuya misión estaría enfocada en articular dichas organizaciones en términos de producción, mercadeo y bienestar social. Esta organización, que nace de un conjunto de reuniones previas con líderes de los municipios entre 1992 y 1993, coincide con el retiro de los recursos de cooperación internacional del programa de las Naciones Unidas y la entrada de instituciones del orden nacional. A pesar de esto, dos años más tarde consigue financiar un proyecto de consolidación que implica el mejoramiento del trabajo de las bases sociales y la gestión empresarial.

Con base en esta experiencia se trabajó el modelo de secado a través de estructuras cubiertas con plástico, lo que permitiría mantener la planta operando durante todo el año. La experiencia de este tipo de plantas con estructuras de plástico se reprodujo en las localidades de La Medina y Sucre para el municipio de Bolívar y San Miguel de la Vega (Sur del Cauca). En estas 3 localidades el proyecto fracasó, como se atestigua hoy en día en el abandono de esas estructuras. Algunas organizaciones han amoldado esta infraestructura para otros fines más apropiados a las condiciones locales (trapiches, adaptación para silos de café, etc.). Algunos locales y especialistas afirman que no se tuvieron en cuenta las condiciones locales, como el tipo de suelo donde se hizo la construcción, vientos y condiciones de humedad, entre otros factores de tipo social y cultural.

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Desde su creación, esta organización se ha especializado en la intervención comercial de frutales y café en la mayoría de municipios del sur del Cauca.

A pesar de sus dificultades de tipo administrativo y social, Cosurca ha logrado consolidarse en una empresa cooperativa líder en la comercialización del café, contando para ello en los últimos años con el apoyo de organizaciones internacionales, especialmente vinculadas con el llamado mercado justo. Más recientemente, ha logrado consolidarse al lograr su licencia de exportación, siendo la primera organización de base en el país en lograr exportar directamente café al exterior, actividad que realizaba anteriormente Expocafé, asociada a la Federación Nacional de Cafeteros. Esto le ha significado un paso importante en integrar el proceso de exportación mediante Cosurca/Expocosurca (ver capítulo 2). Se estima que la Federación logra intervenir entre el 30 y 40% del café en el país, dejando a otras casas comercializadoras el 60%. En este caso, Cosurca pretende exportar buena parte de la producción del sur del Cauca, beneficiando así a los productores con la comercialización del grano y programas sociales.

Dada la cooperación que se ha dado con otras organizaciones internacionales, Cosurca se ha enfocado en intervenir lo que se llama ‘café social’ (café producido por pequeños productores) y el ‘café orgánico’ (café certificado como limpio de químicos). Este último grupo, tal como se comentó en el capítulo 3, se ha convertido en uno de los proyectos más llamativos a nivel local por su correspondencia con las condiciones existentes en muchas áreas de producción del sur del Cauca. Cabe anotar que la atención de este tipo de cultivo se contrapone un poco a la política que la Federación Nacional de Cafeteros vienen estimulando a lo largo de su historia institucional, y que busca fundamentalmente el desarrollo tecnológico de la producción. Tal como señalaba el anterior director del Comité Departamental de Cafeteros del Cauca, Ingeniero José María Astaiza:

La Federación realmente no ha sacado una propuesta de implementar una práctica orgánica en los cafetales. Nosotros estamos manejando lo de los cafés especiales y las características de un café especial es que sea diferente en cuanto marca, ya sea café Inzá, Belalcázar o Sotará, por sus especificidades, por el promedio de humedad que debe ser del 11 a 12%y por el porcentaje de broca que es hasta el 2%, por un factor de rendimiento menor del 92% y que tenga una taza limpia. En cambio, el café orgánico con su característica que lo define, debe ser un café limpio, sin productos químicos, además es un café que se certifica a los tres años, generalmente; su orientación se dirige a un caficultor tradicionalista que nunca le hace nada al café, en época de cosecha la producción oscila entre las 40 a 50 arrobas de café, y en el momento en que aplica el abono orgánico, la cosecha le sube a 70 u 80 arrobas por hectárea. Pero un agricultor dedicado y ayudado con los químicos, en tiempos de cosecha, obtiene 350 y 200 arrobas de café. Cuando decide

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no volver a fertilizar con estos productos, y opta por vincularse al cultivo de lo orgánico, al aplicar inicialmente este tipo de abono su cultivo se reduce en su producción en un 40% aproximadamente. Esto merece un estudio riguroso; sin embargo, los mercados de cafés orgánicos son llamativos porque dicen que tiene un sobreprecio casi del 30%; pero eso hay que analizarlo más detenidamente, porque un caficultor de una hectárea de café la pulpa que le sirve como abono orgánico le da para abonar la tercera parte y el resto tiene que comprarlo.16

En el caso de El Paraíso, no se establece la compra del abono como tal sino de algunos ingredientes necesarios para la producción de los mismos. En cualquier caso, en estas localidades del Macizo Colombiano se estima que estos abonos no son altos en cuanto a costos para el caficultor. Esta apreciación muestra claramente distintas formas de producir, pero también otras formas de mercado que ya están empezando a explorarse. Tal como se indicó, con Cosurca se están interviniendo dos tipos de café que se definen con base en las condiciones locales, en conjunto con otros parámetros internacionales. La presencia de esta organización es conocida en la zona y los productores perciben los beneficios a través de la organización local Asprosucre. Sin embargo, algunos líderes reconocen que existen muchas familias que no ven la importancia y el beneficio social y económico que estas organizaciones les pueden representar. En este sentido, falta más consciencia y motivación por parte de aquellos caficultores que no aprecian las ventajas sociales que estas organizaciones brindan en la actualidad.

En general, tanto Asprosucre como el Comité de Cafeteros y Cosurca representan las formas organizativas que a nivel local y regional tienen mayor credibilidad y en la que muchos de los productores han venido aprovechando y estableciendo relaciones comerciales. Sin embargo, otras organizaciones como la cooperativa y los comerciantes locales y de otras localidades vecinas completan el cuadro de la comercialización en la región. En todos estos actores el proceso no es fácil y han tenido que recurrir a ciertas estrategias con el fin de evitar la delincuencia, especialmente en época de cosecha, cuando el mercado se dinamiza de manera destacada. Existen retos para las organizaciones comunitarias que tienen que ver con la consolidación de su base social organizativa, divulgación de resultados a nivel local para afianzar dicho papel y la formación de líderes con una capacidad gerencial, administrativa y de organización que redunde en el proceso de cambio social en lo local y regional. La tarea no es fácil y los líderes están trabajando en este esfuerzo. Es claro que este papel de vincular la producción con el mercado es vital para encadenar la otra esfera fundamental en el ciclo productivo del café: el consumo.

16 José María Astaiza, exdirector Comité Departamental de Cafeteros del Cauca. Popayán. Julio de 2002.

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6. El consumo del café: del mundo al pueblo y del pueblo al mundo

Existen muy pocas referencias sobre el consumo del café en Colombia. Esto tal vez se debe a que el país se concibe como una fuente proveedora de materias primas. Como vimos en los primeros capítulos, esa percepción viene de la

historia social del grano, en la cual, en el marco de una división internacional del trabajo, los países de la zona tórrida fueron ocupando el papel de productores o proveedores mientras que los países europeos e industrializados ocuparon el papel de transformadores y consumidores de tales materias primas, principio derivado de la fundación de las colonias por parte de los imperios y las metrópolis. Esta división aparece todavía claramente si observamos las estadísticas del consumo del café en los últimos años en tales países industrializados. Si creemos en los datos estadísticos, en la tabla 7 se observa cómo el consumo en los países importadores se concentra en Estados Unidos, Canadá y países europeos que agrupan más del 70% del consumo en el mundo. En el caso de países productores, para el año 2001-2002, el consumo es menor, correspondiendo al 27% del total mundial. Brasil continúa siendo tanto el principal productor como el principal consumidor en el ámbito de los países productores del grano.

Una de las características que se aprecian con relación al consumo es que su importancia se acentúa cuando los períodos de crisis resurgen (ver capítulo 7). En la crisis que se constituyó en una de las más agudas en la historia del café (1989-2004), la importancia del consumo interno volvió a relucir con mayor insistencia, motivando la creación de campañas publicitarias amplias a nivel nacional. Estas campañas produjeron al mismo tiempo un realce en la importancia de la producción local, los elementos característicos y de identidad de las regiones cafeteras y que confluyeron a fortalecer lo que la Federación ha llamado los cafés especiales. Así, por ejemplo, en el Cauca, como en otras regiones del país, el café viene siendo identificado con zonas indígenas, mostrando las características especiales que caracterizan al tipo de café producido en esas zonas. Pero este énfasis en las características de producción local se relaciona concretamente con el consumo externo. Todavía se desconocen las características del consumo en las zonas productoras, aspecto que no ha sido suficientemente investigado. En lo que sigue, analizaremos los casos de El Paraíso y Sucre, tratando de mostrar de qué manera la producción se vincula con el consumo local, pero antes, es importante observar el contexto regional-local.

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El consumo del café en la capital del Cauca

En una entrevista realizada en el 2002 al gerente del Comité Departamental de Cafeteros del Cauca, Ingeniero José María Astaiza, señalaba que “del consumo a nivel nacional, que es de 9.000.000 de sacos que se producen en promedio, 1.500.000 sacos se consumen en Colombia. Y ese consumo no se ha aumentado desde hace unos 10 años. O sea que sigue estable”1 (ver también tabla No 8). Esta situación permite indicar que, si bien el mercado se ha ampliado hacia el exterior, no ha ocurrido lo mismo con el consumo interno. Sin embargo, la Federación Nacional de Cafeteros, a raíz de la crisis, ha intentado invertir esta tendencia con la creación de las tiendas de café de Juan Valdez en distintos puntos de las principales ciudades del país. La primera de ellas fue abierta en diciembre de 2002, en el aeropuerto el Dorado en Bogotá como un anuncio de una campaña agresiva sobre el consumo del café Colombiano hacia el exterior. A pesar de esta intención, históricamente el café pareciera mostrarse como un producto ‘foráneo’, aunque generalmente se le toma como el grano que ‘identifica’ a toda una nación.

Tabla 7. Consumo estimado de café en Países importadores.

Años Cafeteros 1996/97 - 2000/01

Millones sacos de 60 kilos

Regiones/Países 96/97 97/98 98/99 99/00 00/01

América 21,3 21,7 21,8 21,9 22,2

Estados Unidos 18,1 18,4 18,4 18,5 18,9

Canadá 2,2 2,2 2,3 2,3 2,3

Otros (1) 1,0 1,1 1,1 1,1 1,1

Europa 43,1 43,2 43,1 43,6 44,1

Unión Europea 33,8 34,0 34,4 34,7 34,7

Alemania 9,3 9,2 9,3 9,4 9,3

Francia 5,4 5,4 5,4 5,5 5,5

Italia 4,8 4,9 4,9 5,0 5,0

1 José María Astaiza, Exdirector Comité Departamental de Cafeteros del Cauca, Popayán, julio de 2002.

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Años Cafeteros 1996/97 - 2000/01

Millones sacos de 60 kilos

Regiones/Países 96/97 97/98 98/99 99/00 00/01

España 2,7 2,8 2,8 2,9 3,1

Reino Unido 2,4 2,4 2,5 2,5 2,5

Holanda 2,4 2,4 2,4 2,4 2,3

Suecia 1,6 1,6 1,6 1,6 1,6

Otros(2) 5,2 5,3 5,5 5,4 5,4

Otros Europa 9,3 9,2 8,7 8,9 9,5

Rusia 2,1 2,0 1,6 1,7 1,8

Polonia 1,7 1,7 1,7 1,7 1,8

Otros (3) 5,5 5,5 5,4 5,5 5,8

Otros Países 13,1 13,1 13,4 13,7 14,6

Japón 6,0 6,4 5,9 6,3 6,7

Corea del Sur 1,0 1,0 1,0 1,1 1,3

Otros (4) 6,1 5,7 6,5 6,3 6,6

Total 77,5 78,0 78,3 79,2 80,9

(1) Principalmente Argentina y Chile. (2) Bélgica, Austria, Finlandia, Dinamarca, Grecia, y Croacia. (4) Principalmente, Argelia, Israel, Marruecos, Malasia y Australia.

Federacafe - Estudios Especiales. Información recolectada en 2005

El consumo del grano ha servido también en cierta manera para facilitar un proceso de distinción social para aquel que consume una taza de buena calidad y que sabe identificar sus propiedades. Hay que reconocer que este ha sido más

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recientemente el caso del consumo en las ciudades, donde ha ido acercándose más con el conocimiento especializado que se ha ido adquiriendo sobre la naturaleza del café, sus variedades y calidades.2 Así, la capacidad de distinguir un buen café o un café de mejor calidad se ha refinado en los últimos años. Hoy, los especialistas en café pueden identificar las condiciones de producción, beneficio, almacenamiento y hasta la procedencia del grano vendido a partir de una muestra de la taza o de la llamada ‘catación’. De acuerdo con Banks, McFadden y Atkinson (2003: 25; t. de los a.; ver también Mintz 1985; Pendergrast 2002; Roseberry et al. 1995) la catación es “la evaluación sensorial de café […] en la cual los sentidos del olor, el gusto y el “sentido” están involucrados”. Así, con una muestra es posible reconocer si el café fue abonado químicamente, si se dejó por mucho tiempo en agua, si se dejó almacenado al lado de algún compuesto químico o si fue sobreexpuesto en el proceso de secado, entre otras características.

El desarrollo de la industria cafetera, en este sentido, se ha dado a través de la satisfacción creciente que el mercado internacional ha impuesto a los países productores del grano. Pero la consolidación del gusto por tomarse una buena taza de café también se ha visto relacionada con la dinámica de los precios que ha tenido el grano y que directamente ha afectado a las familias productoras. Si bien casi siempre han existido distintos tipos de productores, que de acuerdo con las condiciones regionales y locales presentan también variados tipos de café en cuanto a la producción y beneficio, las condiciones críticas que el mercado internacional ha impuesto en términos de precio han colocado a todos los productores en una misma base. Este proceso, que se inició con la ruptura del pacto del café en 1989, ha implicado un deterioro significativo en las condiciones sociales de los productores. Este costo, que se ha traducido en la llamada ‘crisis cafetera’ que se analiza en el siguiente capítulo, ha afectado tanto a productores como instituciones líderes en la política del grano desde su comienzo y desarrollo como industria cafetera en el país. Esta ha sido quizás una de las manifestaciones más claras de cómo el mercado y el consumo reflejan las relaciones que se establecen entre el mundo local y el mundo global. Pero el consumo también refleja esas diferencias. Como se dijo, hoy se reconoce que el conocimiento de las calidades y la identificación de las propiedades del grano a partir de la degustación de la taza, sigue siendo más una actividad de la ciudad que del campo donde se produce el grano.

Una de las características sobresalientes del café como droga y estimulante es que su consumo estuvo inicialmente relacionado con las llamadas élites o clases

2 Esta idea de la catación y la identificación de distintas calidades y características del grano también se ha venido realizando con los líderes productores, como aconteció recientemente en un evento sobre catación de café organizado por COSURCA. Esta capacitación coloca en una perspectiva distinta la forma tradicional sobre cómo se ha venido consumiendo el café en el sector rural.

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ricas o de poder ( Jurado 1957: 329; ver también un caso similar para el caso del azúcar en Mintz 1985). Una de las primeras referencias que se dan en este sentido para el caso del Cauca lo precisa Jurado (ver también Ossa, Gómez y Barona 1996): “Entre los documentos más antiguos que relatan el uso del café en Popayán, se encuentra una carta de abril 23 de 1794 en que doña Gabriela Pérez de Valencia y Arroyo le refiere a sus hermanos que al terminar el banquete de su matrimonio se le sirvió una taza de café” ( Jurado 1957: 329). Con el tiempo, este patrón, que también se siguió en el caso de Europa, se fue diseminando a otros sectores sociales hasta convertirse en una bebida más popular. En el siglo XIX, por ejemplo, en una carta enviada por Vicente María Cabrera al general Codazzi desde Garzón (Huila) el 8 de octubre de 1856, le señalaba un conjunto de víveres que podían obtenerse allí para le expedición y dentro de los cuales figuraba “el café” (Beyer 1947: 309; t. de los a.).3

Al igual que en todos los países productores y consumidores, la difusión masiva del consumo del café es propia del siglo XX. Talo lo señaló el historiador Beyer: “tan pronto como los colombianos fueron decididos para cultivar el café, el patriotismo les dictó que también debían consumirlo. Desde que la importación del café fue prohibida por uno de los actos del congreso, el consumo de café en Colombia ha seguido aparentemente la difusión geográfica del cultivo a través del país”.4

El consumo puede entenderse en dos contextos: el privado y el público. Hacer un seguimiento del consumo de café a nivel privado es difícil en términos metodológicos, mientras que en el ámbito público al menos se pueden identificar lugares, tendencias y hábitos sobre el consumo mismo. No obstante lo anterior, en el ámbito privado nos podemos sustentar en los testimonios de algunos nativos de Popayán como el historiador Diego Castrillón quién recuerda cómo “la gente comenzó a consumir café en las familias, pero para consumirlo no como café procesado si no como café con leche. El desayuno de los ‘popayanejos’ [gentilicio de las personas nacidas o formadas en Popayán] siempre fue café con leche: una cantidad de leche se mezclaba con café, se le ponía azúcar y con pandebono o con pandeyuca [panecillos horneados y elaborados de harina de maíz o yuca]”.

3 4 La negra y Sutil Bebida. Revista Cromos. 1920, sábado 20 de marzo.

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Tabla 8. Consumo interno de café verde en países productores.

Años Cosecha 1997/98 - 2001/02

PaísesCalidaddeCafé

97/98 98/99 99/00 00/01 * 01/02 *

s/s % s/s % s/s % s/s % s/s %

Total Mundial 25,2 100,0 25,2 100,0 25,5 100,0 25,9 99,9 27,2 100,0

Cosechas Abr – Mar 14,5 57,5 14,6 57,9 14,8 58,0 14,9 57,6 15,5 57,2

Brasil (ANL/R) 11,7 46,4 12,0 47,6 12,5 49,0 12,5 48,3 13,3 48,9

Ecuador (AS/R) 0,3 1,2 0,3 1,2 0,3 1,2 0,3 1,1 0,3 1,1

Papúa-N.Guinea (AS/R) - - - - - - - - - -

Perú (AS) 0,2 0,8 0,2 0,8 0,2 0,8 0,2 0,8 0,2 0,7

Indonesia (R/AS) 2,1 8,3 1,9 7,5 1,7 6,6 1,7 6,6 1,5 5,6

Madagascar (R/AS) 0,2 0,8 0,2 0,8 0,1 0,4 0,2 0,8 0,1 0,5

Otros 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,4

Cosechas Jul – Jun 1,6 6,4 1,6 6,4 1,6 6,3 1,6 6,1 1,8 6,6

Rep.Dominicana (AS) 0,3 1,2 0,3 1,2 0,3 1,2 0,3 1,1 0,3 1,2

Tanzania (AS/R) - - - - - - - - - -

Otros 1,3 5,2 1,3 5,2 1,3 5,1 1,3 5,0 1,5 5,4

Cosechas Oct – Sep 9,1 36,1 9,0 35,7 9,1 35,7 9,4 36,2 9,9 36,2

Colombia (AS) 1,5 5,9 1,4 5,5 1,5 5,9 1,5 5,8 1,6 5,7

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Tabla 8 Consumo interno de café verde en países productores.

Años Cosecha 1997/98 - 2001/02

Costa Rica (AS) 0,3 1,2 0,3 1,2 0,3 1,2 0,3 1,1 0,4 1,3

El Salvador (AS) 0,2 0,8 0,2 0,8 0,2 0,8 0,2 0,8 0,2 0,6

Etiopia (ANL) 1,6 6,3 1,6 6,3 1,6 6,3 1,7 6,6 1,7 6,3

Guatemala (AS/R) 0,3 1,2 0,3 1,2 0,4 1,5 0,4 1,5 0,4 1,6

Honduras (AS) 0,3 1,2 0,3 1,2 0,3 1,2 0,3 1,1 0,3 0,9

India (AS/R) 1,0 4,0 0,9 3,6 0,9 3,5 0,9 3,5 1,5 5,5

Kenia (AS) - - - - - - - - 0,0 -

México (AS/R) 1,0 4,0 1,0 4,0 1,0 3,9 1,0 3,9 1,0 3,7

Nicaragua (AS) 0,1 0,4 0,1 0,4 0,2 0,8 0,2 0,8 0,2 0,6

Camerún (R/AS) - - 0,1 0,4 0,1 0,4 0,1 0,4 0,1 0,4

Costa de Marfil (R) 0,1 0,4 0,1 0,4 0,1 0,4 0,1 0,4 0,1 0,2

R.D. del Congo (Zaire)

(R/AS) 0,2 0,8 0,2 0,8 0,2 0,8 0,0 0,0 0,0 0,0

Tailandia (R) 0,4 1,6 0,4 1,6 0,3 1,2 0,4 1,5 0,3 1,2

Uganda (R/AS) 0,1 0,4 0,1 0,4 0,1 0,4 0,1 0,4 0,1 0,3

Vietnam (R/AS) 0,3 1,2 0,3 1,2 0,4 1,5 0,4 1,5 0,6 2,1

Otros 1,7 6,7 1,7 6,7 1,5 5,9 1,8 6,9 1,6 5,8

* Estimado. (-) Cifras inferiores a 50.000 sacos.

Federacafe - Estudios Especiales. Información recolectada en 2005

En la obtención del producto, las relaciones entre diferentes familias del sector rural facilitaban su disponibilidad al igual que su procesamiento:

Yo me recuerdo cuando era muchacho que a veces mis tías las de las fincas del Peñón traían café y le regalaban a mi mamá. Le traía una arroba de café y me acuerdo que lo tostaba y me mandaba ahí a la

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carrera séptima con cuarta donde una señora que tenía unos ejes y unas bandas y que molía el café. Entonces yo me acuerdo que por una arroba de café le pedían a uno como diez centavos o 15 centavos. Mi mamá lo tostaba, yo lo llevaba para que lo molieran y ya molido pagaba diez centavos y otra vez para la casa.5

Otro dato interesante de algunos habitantes de Popayán es que el consumo se hacía casi siempre después de las comidas o en lo que se denomina las medias nueves en la mañana o el ‘entredía’ en las tardes, es decir, se trataba de una comida ligera que se tomaba en medio de las principales como el desayuno, el almuerzo y la cena. En este contexto:

la gente llegaba a las casas de visita y como una manera de atención decían ¿te provoca ‘tinto’? [expresión muy colombiana para aludir a una taza de café] Esta atención especial de las familias era muy característica de la cultura ‘popayaneja’, sin perder de vista que se desayunaba café con leche y que en todas las casas ya daban tinto después de almuerzo; inclusive el tinto se lo salían a tomar a un lugar distinto al comedor, por ejemplo, mientras leían las noticias [...] en cuanto a las clases populares, no tomaban café con leche si no café negro con pan.6

De esta manera, podría afirmarse que el café era una bebida que dominaba el ámbito social de casi todas las familias de la ciudad, especialmente cuando se atendían visitas de amigos y familiares: “Todavía me acuerdo que a uno le daban tinto. Uno no pedía una gaseosa. A uno le daban tinto y lo primero que le daban a uno cuando llegaba a una casa era tinto. Ahora ya no le brindan tinto sino ¿quiere una gaseosa? ¿Quiere un jugo? Entonces las cosas han cambiado”.7

En lo público, la difusión se dio a través de lugares conocidos en las ciudades como los cafés (ver Tocancipá-Falla 2005, 2006 y 2011). En la socialización del café pareciera aprobarse la idea de que una buena conversación debería ir bien acompañada de una buena taza de café o ‘tinto’ como se le empezó a conocer. El consumo en lugares públicos, como los cafés, estuvo acompañado en muchos casos con campañas publicitarias adelantadas por la Federación Nacional con su filial regional el Comité de Cafeteros del Cauca y que enfatizaron en su valor como un producto que podría representar un sentimiento nacional, de un lado, y como una estrategia de sustitución al consumo de bebidas alcohólicas, del otro. Así, parece manifestarse en una revista popularmente conocida en los años veinte, donde se indica que:

5 José María Astaiza, Exdirector Comité Departamental de Cafeteros del Cauca, Popayán, julio de 2002.

6 Diego Castrillón, historiador, Popayán, abril de 2003.7 Diego Castrillón, historiador, Popayán, abril de 2003.

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el primer[o] y más gustoso consumidor de café debe ser el país mismo que lo produce [...] ante todo porque es un buen acto de nacionalismo, y eso no más bastaría [...] porque el artículo es excelente, porque se puede consumir a bajo precio, porque es una bebida alimenticia y tónica y porque es un enemigo notable del alcohol [...] a más de sus propiedades alimenticias tiene la virtud de estimular convenientemente los nervios, mantener en lucidez las facultades mentales, reanimar los músculos, dar bríos y buena disposición para el trabajo, es decir, tiene todas aquellas condiciones que tantísimos miles de personas buscan en licores y bebidas diversas con resultado negativo y con daño permanente de la salud [...] decir que una población es bebedora de café, vale tanto como decir que ha dado un paso muy trascendental en el sentido de la salud y de la moralidad sociales, como quiera que ha enfrentado al alcohol su más poderoso enemigo [....] las dos sustancias se excluyen . ... El café ha sido y sigue siendo en Estados Unidos, Brasil, Argentina, un estupendo aliado en la lucha antialcohólica [....].8

Las virtudes terapéuticas de la bebida negra también permitieron introducir fundamentos de lo que era moderno, civilizado y hasta de la necesidad fiscal del estado de estimular su consumo. Se pensaba entonces que “un tren administrativo, una institución militar, una cámara, una corte, una universidad, un banco, una empresa de industrias, cuyo personal toma café tres o más veces al día, podrían rendir labores de una calidad que no puede jamás compararse con la de aquellos congéneres donde el personal carece de la misma costumbre”.9

Pero la consecuencia de ser una droga estimulante permitió también establecer una asociación más destacada o distintiva con la esfera o círculo de lo intelectual, adonde seguramente muy pocos podían llegar. En la promoción y propaganda del consumo que se dio en los años cuarenta y que ha trascendido hasta la actualidad, se asocia el consumo de café con la vida de escritores famosos, intelectuales y literatos que la tenían como su bebida favorita, característica tomada de los grandes cafés de Europa, especialmente en París. Esta dimensión estimulante del café se reseñó casi de manera poética evocando al escritor francés Honoré de Balzac:

Su aroma está lleno de sugestiones agradables; a su excitación responden las buenas ideas se la toma decía y su acción es inmediata: las ideas empiezan a bullir como las avanzadas de un ejército en el campo de batalla. Los recuerdos acuden con sus estandartes desplegados. La caballería ligera de las comparaciones entra en línea galopando.

8 La negra y Sutil Bebida. Revista Cromos. 1920, sábado 20 de marzo.9 La negra y Sutil Bebida. Revista Cromos. 1920, sábado 20 de marzo.

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Rompe fuegos la artillería de la lógica, se amontonan los pensamientos, se desparrama la tinta sobre el papel. Es que la lucha ha comenzado. La tinta, más negra que la pólvora, traduce los mandatos del café (citado en Mintz 1985: 189).

En un ámbito más político, al café también se le atribuyeron efectos extremistas como el del pensador francés Michelet, quien consideró que el café pudo haber producido la Revolución Francesa.10

De esta manera, la ‘bebida bruja y negra que aclara el pensamiento y aclara la sangre’ se fue convirtiendo en el espíritu de convocatoria más de hombres que de mujeres en los espacios llamados cafés. Fue en estos espacios donde de manera decidida la Federación de Cafeteros fue configurando un ciudadano consumidor atado con el sentimiento folclórico nacional que le daba identidad. De este modo, una de estas campañas promocionaba ‘tinto gratis’ acompañado de un “selecto programa de música nacional serán interpretados bambucos, guabinas, torbellinos y demás aires nacionales, organizado por la Federación Nacional de Cafeteros”,11 el cual fue emitido por la Radiodifusora Nacional. El programa se realizó en los cinco cafés existentes en Popayán: Café ‘Nimbus’, ‘Eléctrico’, ‘La Playa’, ‘Puracé’ y ‘Águila de Oro’.

Referencias posteriores, a comienzos de los sesenta, muestran la importancia de los cafés, tal como lo indica el antropólogo Whiteford:

Muchas de las familias de la clase media-alta [...] tenían frecuentes oportunidades de reunirse a causa de la importancia de la institución colombiana del “café”. Cada hombre tenía su café favorito que visitaba dos, o quizás tres o cuatro veces por día, para tomar una tacita de “tinto” con sus amigos o colegas profesionales o con hombres de negocios. Muchos de ellos, particularmente los más jóvenes, a menudo jugaban billar en la parte de atrás del café (1963: 143).

Desde esta perspectiva, la asistencia a estos espacios tenía claras implicaciones de tipo social, de encuentro y de entretenimiento:

Los numerosos cafés también servían para divertirse y tendían a ser clasificados de acuerdo a la clientela que los frecuentaba: uno era el sitio regular de reunión de los ganaderos, otro de los profesionales, un tercero era el favorito de los universitarios, y así por ese estilo. En el café

10 Una campaña pro consumo del café se inicia ahora. El Liberal, 1940, miércoles 19 de febrero.

11 Una campaña pro consumo del café se inicia ahora. El Liberal, 1940, miércoles 19 de febrero.

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un hombre no solamente podía conversar sobre negocios sino también hacer nuevos contactos y definir su posición en política. Invariablemente bebía innumerables pocillos de “tinto” y en la tarde podía seguir con cerveza, jugar billar, o trasladarse a su club o tomar bebidas más fuertes y a jugar cartas (Whiteford 1963: 144, 211).

El director del Comité Departamental de Cafeteros del Cauca también recuerda que en la década de los sesenta existía el café Alcázar (anteriormente El eléctrico), uno de los más destacados en la ciudad, y al que “iban intelectuales muy importantes. Uno se ‘rociaba’, como se dice, con toda esta gente y en verdad era un café muy bueno de mucha tertulia. Los negocios se hacían allí y este café figuraba entre los sitios de encuentro. Allí uno se iba a hacer su programa o conversar de diferentes actividades”.12

Aunque no existen muchas referencias escritas sobre la localización de estos cafés, se sabe que la mayoría se hallaban ubicados en el llamado centro histórico de la ciudad. Así lo reconoce el historiador Castrillón, quien recuerda cómo al final de los años veinte un grupo de personas reunidas en tertulia se citaban “en las horas de la tarde en un local al frente del parque central en donde se sentaban a charlar con una tacita de café, tomando tinto”. Uno de los aspectos sociales era que en los cafés del centro “había estudiantes y ganaderos pero gente humilde no entraba a los cafés del centro. En los cafés del centro, eso sí, esa división clasista sí ha existido. Se veía muy clara”.13 Esta característica, sin embargo, no significaba que los cafés solo existieran en el centro. Los cafés fueron espacios sociales que también podían ser apreciados en la periferia, tal como lo reporta Whiteford:

Los sistemas de recreación de la clase media-baja eran simples. Café, billares, música y cerveza siempre se encontraban en sus cafés favoritos y los más jóvenes llevaban a las muchachas a bailar al pequeño café adjunto a la piscina pública, y, ocasionalmente, a uno de los pequeños restaurantes sobre el río [...] En Popayán, largo rato después de que el resto de la ciudad estaba oscuro y silencioso, avanzada la noche, las cantinas y cafés cerca a los sectores de la clase baja estaban iluminados y animados por los roncos sonidos de la radiola (1963: 102).

Los cafés duraban abiertos hasta altas horas de la noche, “después de cine salíamos de cine a tomar tinto, eso era infalible, los cafés los cerraban como a la 1 ó 2 de la mañana” (Whiteford 1963: 102). De acuerdo con esto, la vida social que manifestaba el café en el día era una mientras que en la noche era otra. En muchos de los cafés del centro atendían mujeres jóvenes de clase baja

12 José María Astaiza, Exdirector Comité Departamental de Cafeteros del Cauca. Popayán. Julio de 2002.

13 Diego Castrillón, historiador. Popayán. Abril de 2003.

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que se convertían en presas de hombres jóvenes de otras clases sociales que las tomaban como prostitutas para satisfacer sus apetitos sexuales. De nuevo Whiteford describe esta situación:

Las camareras de los cafés y cantinas eran consideradas como víctimas corrientes y las muchachas de las clases bajas estaban constantemente en peligro de ser molestadas o seducidas. Los jóvenes de las clases media y alta desempeñaban el papel del macho ardiente como está prescrito tradicionalmente en la cultura latinoamericana y desfogaban con las prostitutas y muchachas de clase baja las pasiones que sentían frustradas por los limitados contactos que se les permitía tener con las mujeres de su propio status social (1963: 102).

Debe anotarse, sin embargo, que otros grupos sociales también frecuentaban los cafés, al menos los pertenecientes a su clase social. La periferia de la ciudad casi siempre ha estado vinculada con el sector rural, y esta cercanía no solo física sino también social se puede observar todavía hoy cuando en algunas viviendas las familias cultivan productos de pancoger junto a uno que otro arbusto de café o de coca. Para la década de los sesenta, Whiteford reportaba que en “mayo, cuando las bayas del café comienzan a madurar, casi todo el que puede caminar de la clase baja se traslada a trabajar en las fincas cafeteras. El largo período de la cosecha del café es una época de jornales elevados, abundancia de empleos, y de jovial convivencia” (Whiteford 1963: 102). Esta situación les permitía acceder fácilmente al grano: “El café era comúnmente más fácil de conseguir para los pobres de Popayán [...], fuera porque lo cultivaran en su patio o porque lo trajeran de la finca donde ellos cogían sus bayas durante la época de cosecha” (Whiteford 1963: 102).

En resumidas cuentas, el consumo del café era público y privado y se extendía tanto a las clases altas como a las clases bajas de la ciudad. Aunque su consumo podía variar de acuerdo con la clase social o con el género o el sexo, el café con el tiempo se fue convirtiendo en la mejor excusa para establecer algún tipo de interacción social más allá de una simple necesidad fisiológica, aunque muchas veces esta condición motivaba su consumo. Fuese público o privado, el café fue anidando como hábito alimenticio de las familias pudientes o humildes de la ciudad. Si bien el reporte social de la esfera privada es difícil de obtener, en lo público los cafés se convirtieron en espacios de reconocimiento e intercambio social importantes para la vida (ver Tocancipá-Falla 2005, 2006, 2011).

Las condiciones y la naturaleza de los cafés hoy, sin embargo, ya no es la misma que antes. Un momento de cambio sustancial en la vida en los cafés devino del sismo de 1983 a partir del cual la vida social en la ciudad no volvió a ser la misma.

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Hay muchos lugarcitos que ya están mezclados con restaurante; el restaurante se mezcló con el café para dejar de ser lo de antes. Ya no es café, el café ha perdido preponderancia. El café tenía una influencia pero no creo que el café cambiara la vida sino que la vida de Popayán acabo con los cafés. Con el terremoto cambia la arquitectura de la ciudad y allí desaparecieron los cafés porque uno sabía que salía de la casa y decía ‘te espero en el café Eléctrico’ o ‘te espero en tal parte’ entonces ya uno sabía dónde era.14

Esta apreciación nostálgica, sin embargo, no ha sido tan válida como en el presente.

Las crisis cafeteras que viene padeciendo el sector productor desde finales de la década de los noventa han motivado una revaloración de las estrategias de promoción y propaganda sobre el consumo del café basadas en la calidad del grano. En esta dirección, se han establecido algunos cafés nuevos que han generado espacios que, si bien es cierto no son idénticos a los que funcionaron en el pasado, sí han logrado reproducir el mismo principio de reconocimiento, interacción y distinción social. Con esto se pretende introducir una diferencia con un pasado que, tal como lo describe un administrador de una de las trilladoras en la ciudad, estuvo soportado en el consumo de granos de mala calidad: “Yo mando a traer café de los supermercados y los pruebo en laboratorio y veo más o menos qué están haciendo los demás. Hay unos cafés que uno dice no tiene nada que hacer; sale de mala calidad o de baja calidad”. Otras veces, el problema es la preparación de la taza que se consume en los cafés: “La Federación tiene un café tostado excelso de muy buena calidad que puede sacar 70 u 80 tintos máximo, ¡mientras uno oye que en un café lo hacen rendir hasta por más o menos 120 tintos! Te da 100 tintos pero estás sacrificando la calidad del café”.15

Socialmente hablando, los cafés posibilitaron un espacio de interacción y distinción social en el cual las distintas personas (más hombres que mujeres) encontraban el medio de reconocerse a sí mismos y de establecer comunicación con personas afines a la clase social a la cual pertenecían, también el lugar donde algunos colocaban a prueba sus habilidades de ‘macho seductor’ con las meseras, para seguir la expresión de Whiteford (1963). Pero si bien los cafés como escenarios públicos posibilitaron estos efectos sociales en la ciudad capital del Cauca, el consumo del grano también tuvo implicaciones sociales en contextos rurales, de donde justamente su producción derivaba.

14 Diego Castrillón, historiador, Popayán, abril de 2003.15 Javier Chacón, Gerente Trilladora en Popayán, abril de 2003.

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El café y sus contradicciones en el mundo rural

Si bien es cierto que las ciudades se constituyen en los centros por excelencia donde se consume el café en mayor volumen, existen muchas partes, como en las zonas productoras del grano, donde también el consumo es apreciable. Antes que el café tuviera importancia en términos de producción y consumo, el maíz ocupaba un papel preponderante. Siendo parte de la tradición indígena, muchas poblaciones consumían comidas y bebidas derivadas del maíz como el llamado ‘claro’, el cual se obtenía del maíz molido,16 o la chicha, una bebida fermentada que producía la alegría y entusiasmo de muchas personas en períodos de fiesta y de trabajo como las mingas. La introducción del café, sin embargo, no desplazó completamente al maíz y en muchos casos se complementaron en otras formas. Fue así como un buen tinto se podía acompañar con arepas de maíz o de choclo.

Como algunos productos agrícolas, el café era producido principalmente para vender, mientras que una pequeña parte era destinada para el consumo. La historia local enseña que el procesamiento del grano para el consumo familiar se hacía de manera muy artesanal: “Cuando se despulpaba el café no había máquinas para despulparlo, tocaba en una piedra, echarle agua y remolerlo. Eso agarrarse a escoger lo viejo del café o sino, después era hacer un pilón grande de madera, ahí lo echaban y déle, déle”.17 Una vez pilado, se cogía en una olla de barro llamada cayana donde se colocaba al fuego hasta que el grano empezaba a tostarse alcanzando una coloración negra. El aroma a café es uno de los grandes recuerdos que se tienen de este procedimiento, pues el grano empieza a liberar sus componentes distintivos.

En la región de El Paraíso existen distintas formas de consumir el grano, que van desde el café que se consume a diario hasta el uso que se hace del mismo en condiciones especiales, revelando las tradiciones y creencias sociales y culturales que se tienen del mismo. En cuanto al consumo diario, por ejemplo, se sabe por tradición que en el proceso de colonización los llamados ‘paisas’, como don Obdulio Rincón y Alfonso Castaño, preparaban y consumían cierto ‘café tinta’ (el antecesor del café instantáneo), el cual se llevaba en botellas de vidrio de dos litros y medio, especialmente en envases de aguardiente. No se recomendaba guardarlo en ollas de aluminio. Una vez preparada la bebida negra, duraba tres días y era utilizada para acompañar las largas jornadas en los caminos: “la gente daba un paso y pare a tomar tinto”.18

El historiador Beyer lo describía como una gran taza de “café negro, endulzado con azúcar, el cual es conocido en diferentes departamentos; siendo su nombre más

16 Hermógenes. El Paraíso. Junio 2003.17 Hermógenes. El Paraíso. Junio 2003.18 Marleny. El Paraíso. Junio 2005.

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común el de café arriero” (Beyer 1947:313; ver también Mintz 1985). Lo que no explica este historiador es que este tipo de café era considerado como una ‘reserva’ que, al endulzarse, contribuía en el proceso de conservación. Al parecer, ‘el café arriero’ no se consumía como tal en su estado puro sino que se tomaba como ‘esencia’, a la cual se le añadía agua caliente y se disponía para su consumo respectivo, forma de preparación que todavía se observa en muchas localidades en el país vecino Ecuador. Los pobladores de la región reconocen que la forma de preparación y consumo distaba mucho de la forma empleada por los llamados paisas.

En la actualidad, en esta región del Macizo se reconocen tres tipos de preparación de café: El llamado ‘café asentado’19 en sus dos versiones, y el café colado. El ‘café asentado’ deriva su nombre de ‘asentar’ o dejar sedimentar las partículas molidas de café. Su forma de preparación es sencilla y tomando como medida cuatro tazas metálicas (un litro de agua) se siguen los siguientes pasos:

• Hervir un agua de panela, tomando como medida una tercera parte de un cuadro de panela de libra para la medida de un litro de agua. Aunque esto depende de la medida del dulce que se le quiera dar al café en preparación.

• Aparte en una olla se adicionan tres cucharadas soperas (cuchara utilizada para comer la sopa) de café. Una vez hervida el agua de panela, se toma esta y se adiciona a la olla donde se encuentra el café.

• Se deja asentar; esto es, se deja ‘reposar’ por 10 o 15 minutos. Se dice que para acelerar el proceso de asentado se le puede añadir un poco de lejía o rociar agua.

• Una vez asentado, el café ya se encuentra listo para servir teniendo cuidado de no servir rápido. De lo contrario, el ‘concho’ o los residuos que quedan en la base de la olla pueden mezclarse y trasvasarse en la taza.

Una segunda versión del café asentado consiste en realizar todo el proceso en una sola olla. Es decir, hervir el agua de panela, primero con las mismas medidas dadas en la primera versión y luego cuando empiece a hervir se le adiciona el café y retirar del fuego. Se afirma que el proceso de asentado es más rápido. Finalmente está el café colado, el cual, como su nombre lo indica, es filtrado en un pedazo de lienzo. Algunos señalan que este tipo de preparación se conoce desde hace muchos años, unos 50. Básicamente tiene los mismos procedimientos que las dos versiones anteriores de preparación de café asentado en su primera fase; esto es, preparación de agua de panela y de allí al colador que contiene el café y a partir del cual se filtra en otro recipiente. Doña Marleny dice que lo importante en este sistema es la

19 El café asentado también es común en la región cafetera, especialmente en el departamento de Caldas (Agradecemos a doña Gilma Inés Quijano por la información).

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limpieza del colador que debe hacerse dependiendo de su uso. Además, al utilizar una panela ‘limpia’, aquella a la que le agregan manteca20 para recoger sedimentos e impurezas en su proceso de solidificación, permite obtener un mejor producto, que es pasado por el tamiz que contiene café. En este sentido, la preparación del café exige un mayor cuidado en el uso del colador. “El colador hay que lavarlo cada ocho o 15 días; de lo contrario, se tapa y también por higiene. Algunas personas no lo lavan”.21 Se sabe también que la comida que se sirve en las toldas los domingos (día de mercado) a las gentes de la región se prepara con café pasilla y se filtra en colador. En general, la preparación del café en muchos poblados del Macizo se realiza bien sea con el método de café asentado o de café colado.

En cuanto al consumo diario, muchas familias prefieren el tinto antes del desayuno, y como desayuno también se acompaña con leche cuando se cuenta con la misma. Algunos afirman que de vez en cuando se toman un tinto al mediodía o en la tarde. Siendo un asunto de gusto, el café generalmente se acompaña de azúcar (de panela), un producto que en la historia del grano casi siempre lo ha acompañado (Mintz 1985). Este aspecto es distintivo del campo y la ciudad, pues mientras en el primer caso se acostumbra en algunas localidades a endulzarlo con panela, la opción de tomárselo amargo es también común en la ciudad; aunque algunas veces se presenta con la opción del azúcar en paquete plástico pequeño o en un recipiente. Con fines medicinales se acostumbra a tomar café amargo (‘bien cargado’) con limón para aliviar el dolor de cabeza. Igualmente, el café se acompaña con otros productos representativos de los tres pisos térmicos que existen en la región. Efectivamente, en comidas como el desayuno, el café (de clima templado) suele endulzarse con panela (de clima cálido) y servirse eventualmente con queso (de clima frío) (ver fotografía 9). Aunque este tipo de ‘acompañamiento’ no es una regla, sí se reconoce que algunas familias la tienen como una de sus preferencias gastronómicas. Esta combinación puede verse todavía en muchas familias que migran a la ciudad, conservando esta forma típica de consumo de la bebida.

Una de las características más destacadas en el consumo del café a nivel local, sin embargo, tiene que ver con la calidad del grano seleccionado y que generalmente corresponde con la ‘guayaba’ o pasilla, granos considerados como de mala calidad. En muy raras ocasiones se deja la ‘nata’, como algunos caficultores llaman al café de mejor calidad para el consumo, el cual es destinado para la venta. Como bien lo dice un campesino cafetero: “Nosotros nos tomamos la basura mientras le mandamos el mejor café a los gringos”.22 Este fenómeno, no obstante, también ocurre en el ámbito urbano donde el café que se ofrece para consumo local es una mezcla de café de buena y mala calidad.

20 En la preparación de la panela también se agregan algunas porciones de plantas como cadillo y guasito, que ayudan a limpiar y afinar más el azúcar.

21 Marleny, El Paraíso, junio 2005.22 Egda Mery. El Fresno. Agosto de 2005.

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Fotografía 9. ‘Café’ que comúnmente se sirve en las toldas el día de mercado en El Paraíso. Jairo Tocancipá-Falla 2005.

El consumo del grano, en últimas, parece corresponder a un asunto de distinción y valoración social. Mientras los centros urbanos reciben, circulan y distribuyen valores sociales sobre el consumo en cuanto a la calidad del café, esta cualidad no parece ser tan determinante en el ámbito rural, aunque esto no signifique que se ignore la importancia de consumir ‘la nata’. En cuanto a la valoración social a nivel local, tanto en El Paraíso como en El Fresno, el consumir una taza de café puede ser una forma de ganar aliento para iniciar la jornada. En otros casos, la invitación a tomar una taza puede ser una excusa para charlar o puede corresponder con la atención o los buenos modales para tratar al visitante. En otras situaciones puede asociarse a momentos especiales, como en los funerales, en los cuales el trasnochar demanda del consumo de cantidades considerables de café y de cigarrillos, dos acompañantes que algunas personas también valoran tanto en el campo como en la ciudad. De la experiencia de tomar café en los funerales se derivan expresiones tales como ‘va a hacer tomar café’; especialmente cuando se refiere a alguien que pueda estar en peligro o en riesgo de morir.

En términos generales, el café es una bebida que, más allá de un simple producto, es un importante cohesionador social, o mejor, un producto que ayuda a que las personas se integren socialmente en distintos momentos u ocasiones. De esta manera, su consumo en muchos hogares rurales no

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obedece exclusivamente a criterios de calidad sino a la necesidad de compartir socialmente con alguien, atender una visita o fundamentalmente cumplir con un gusto o preferencia gastronómica.

Finalmente, se debe señalar que existen otras formas de consumo que están por fuera de lo que se llamaría un consumo convencional, relacionado con la dieta tradicional de las familias rurales. Nos referimos al uso del café como elemento que hace parte de otras tradiciones y prácticas locales como curar heridas. También se sabe que el café como bebida reduce el alto contenido de alcohol cuando se quiere que el bebedor supere su estado de embriaguez, o disminuir el sueño cuando se quiere permanecer despierto hasta tarde en la noche, como ocurre en los funerales. Igualmente, el café sobre las brasas o esparcido en lugares cerrados contribuye a ofrecer un mejor aroma al ambiente. Una creencia importante de mencionar es el papel que se le atribuye al café como una sustancia que reestablece o reinstala cierto orden que se ve afectado por las malas influencias que se producen con otras sustancias como la sal. En este caso, el café y el azúcar son consideradas sustancias balanceadoras o equilibradoras del orden que puede quebrantarse. Estos usos poco investigados también contribuyen al consumo del café, desde una perspectiva social y cultural, y que todavía merecen más profundidad de la que dedicamos aquí.

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7. Cambio, crisis y futuro de la industria cafetera en el Cauca1

Esta es una crisis de carácter histórico y estructural. Los parámetros, herramientas y la cadencia a la que estábamos acostumbrados ya son cosa del pasado. Ha llegado la hora de

volver a empezar.

Ex-ministro de Hacienda, Doctor Juan Manuel Santos,

en la clausura del LX Congreso Nacional de Cafeteros, Bogotá, diciembre 5 de 2001.

Entendiendo la crisis cafetera

Tal como se ilustra en el gráfico 1, los precios internacionales del café en los últimos 100 años han mostrado una variación que se muestra en ‘las subidas y bajadas’ de los precios del grano, indicando la inestabilidad que

caracteriza a la economía cafetera. Estas variaciones, que se definen de acuerdo con la producción (oferta) y el consumo (demanda) del grano, han significado momentos de bonanzas y de crisis. Tal como lo afirma Santos:

La economía cafetera mundial se ha caracterizado por sus ciclos variables: a períodos de precios relativamente altos siguen épocas- generalmente más largas- de precios deprimidos, hasta que la oferta y la demanda vuelven a equilibrarse. A partir de ese momento, cualquier fenómeno- como serían una helada, una sequía o inclusive una guerra- produce nuevamente un alza en los precios del grano, y así sucesivamente. Los períodos de precios bajos tienden a ser más

1 En este capítulo se han introducido algunos fragmentos del artículo Café & Coca: Ciclos de crisis y oportunidades presentado en Manizales en el marco del evento sobre fumigaciones con glifosfato en el sector cafetero durante el mes de junio de 2003 (Tocancipá-Falla 2003).

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prolongados que las épocas de bonanza, por las características mismas de la producción de café (1989: 265).

Por lo tanto, la importancia de regular estas variaciones, durante el siglo XX, es lo que dio origen a los pactos cafeteros mundiales entre productores y consumidores. Uno de los primeros antecedentes, importantes de destacar, se dio con la primera conferencia internacional sobre la producción y comercio del café en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, y la cooperación entre consumidores y productores que se dio mediante el Convenio Interamericano de Cuotas de Exportación en 1940 y el Convenio Latinoamericano del Café firmado en Washington en 1958, en la que se buscaba “estudiar la situación de sobreproducción que había sido causada por los altos precios de finales del siglo pasado” (Santos 1989: 269). La fluctuación de los precios puede ser determinada por dos elementos fundamentales: uno producido por la acción humana; y el otro, por factores determinados por la naturaleza. Ambos, debe decirse, están interactuando y entre uno y otro se influyen.

En el primer caso, se tienen los conflictos bélicos en gran escala y, como una acción humana, han tenido incidencia en la economía cafetera mundial. Esto se ha reflejado en el consumo de la bebida negra a dos niveles. De un lado positivo se hallaba la demanda de los ejércitos en cuanto al consumo, tal como ocurrió con la Segunda Guerra Mundial. Al respecto, resulta interesante destacar la siguiente nota publicada en el diario local El Liberal: 2

La Federación Nacional de Cafeteros aprobó en el día de ayer una resolución solicitando a los industriales y productores de café, así como a los compradores, comerciantes en general, a los bancos y al gobierno mismo, contribuyan con cuotas en café, con el fin de enviar considerable cantidad de este grano al gobierno de Finlandia para las tropas que luchan contra la injusticia soviética, como auxilio Colombiano. La Federación destinará considerable cantidad para este fin. Es de anotar que el gobierno de Finlandia ha sido uno de los mejores compradores de café Colombiano en Europa, habiendo establecido en Helsinki almacenes especiales para su importación.3

Pero, lógicamente, el conflicto también tiene efectos negativos y que contribuye a explicar la situación de inestabilidad política y económica, con lo cual se afectó el 40% de las exportaciones del grano de países latinoamericanos hacia Europa.

2 Colombia enviará Café a Finlandia. Domingo, 14 de enero de 1940a, p. 5. Ver también El Liberal 1940b.

3 Un caso similar también refiere a las tropas estadounidenses que habían consumido 34.000.000 de kilos de café durante la guerra, y “pidiendo 1000 kilos de café todos los días en el caso del ejército de ocupación Norteamericano en Alemania” (cfr. Pendergrast 2002).

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Gráfico 1. Precios externos del café colombiano a precios de marzo de 2002 (1821-2002).Fuente: Federacafé citado en Ministerio de Hacienda y Crédito Público (2002).

La sobreproducción del grano es otro elemento que, como producto del estímulo de la acción humana, también afecta la estabilidad de los precios. Lo que ha ocurrido en los últimos años y que en parte explica la crisis actual es el aumento de la producción del Brasil y la entrada de países como Vietnam en el comercio internacional del grano, el cual, de contar con una producción de 3.000.000 de sacos a comienzos de los noventa, pasó a 14.000.000 de sacos a comienzos del nuevo milenio. La sobreoferta del producto, sin importar la calidad, contribuyó al abaratamiento de los precios del grano en los últimos años. El segundo elemento son aquellos factores determinados por la naturaleza y que se han manifestado en las conocidas ‘heladas’. Este tipo de fenómenos como la que ocurrió en el estado de Paraná en Brasil en 1975, paradójicamente resultan siendo una ventaja, ya que afectan el flujo de la oferta hacia los países consumidores, favoreciendo así el incremento del precio.

Estas consideraciones de tipo humano y natural han preocupado a países que dependen de este producto y de aquellos que lo consumen. A mediados del siglo XX el desarrollo y perfeccionamiento de una política cafetera entre productores y consumidores cafeteros dio lugar a lo que hoy se conoce como ‘pactos cafeteros’. Los antecedentes de estos ‘pactos cafeteros’, orientados a configurar una política cafetera de común acuerdo entre unos y otros, no han sido recientes, como se indicó anteriormente. Posteriormente estas iniciativas desembocarían en la firma del Primer Convenio Internacional del Café, el cual se realizó en la ciudad de Nueva York en 1962. 32 países exportadores y 22 países importadores, que representaban el 95% del comercio mundial del café, firmaron este convenio (Santos 1989).

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¿En qué consistían estos acuerdos o pactos internacionales del café? El objetivo era que los países exportadores de productos básicos buscaran “obtener precios remunerativos y estables para sus productos. Igualmente, los países importadores pretenden un abastecimiento suficiente de productos primarios a precios equitativos y también estables” (Santos 1989: 269). Con esta definición del pacto cafetero, es claro que una ruptura en el mismo significaba una inestabilidad en el precio. Así ha venido ocurriendo desde el año de 1989, cuando se dio una ruptura en el pacto o el sistema de cuotas, mediante el retiro del delegado de los Estados Unidos (primer consumidor en el mundo), dando lugar a un libre flujo del grano y afectando directamente la economía cafetera mundial.

En el caso de Colombia, el impacto ha sido evidente y ha afectado los ingresos de más de 500.000 familias que dependen del grano a lo largo y ancho de las cordilleras andinas. Tal como se reporta en el informe final de la comisión de ajuste de la institucionalidad cafetera: “Desde 1997 se ha dado una reducción significativa en los precios externos del café. El precio [...] es el más bajo en 33 años, y el precio del café colombiano es, en términos reales, el más bajo en la historia documentada” (Ramírez et al. 2002: 39). Esta situación es lo que ha generado un impacto negativo en las condiciones de vida de muchas familias cafeteras, impacto que es variable por las diferencias regionales existentes en la franja cafetera nacional.

En este análisis regional, llama la atención cómo esta comisión hace énfasis en el café como un “tejido social, cultural, institucional y político, que ha servido de base para la estabilidad democrática y la integración nacional” (Ramirez et al. 2002: 45). De la misma manera, esta comisión cafetera señala ocho criterios que caracterizan mayoritariamente el llamado tejido social cafetero en el país: sentido del trabajo colectivo, apego a la tierra, sentido de organización social, capacidad de veeduría y fiscalización de los bienes públicos, nivel de vida superior al promedio nacional, renovación generacional en la actividad productiva, tradición de respeto a las decisiones de la mayoría y “un mercado laboral que se equilibra con la extensión de la unidad productiva”.4 Es difícil pensar, sin embargo, que tales características sean aplicables al conjunto variado de cafeteros en todo el país. Así, existen regiones cafeteras más integradas y mejor beneficiadas que otras.5 Tal como se ha tratado de ilustrar en este trabajo, el caso del Cauca y Nariño, que junto al Huila corresponden con la región sur cafetera, son un ejemplo de dichas diferencias. Igualmente, mientras algunas características referidas al tejido

4 Gobierno y cafeteros definieron bases de acuerdo para los próximos cuatro años. El Tiempo. 2002, martes 3 de septiembre.

5 Si bien es cierto que los comités departamentales han tenido un papel preponderante en muchos municipios cafeteros en el país, es claro también que muchas áreas siguen siendo inasistidas socialmente bien sea por las condiciones de acceso o por otros factores de política regional cafetera.

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social cafetero aplican para el caso del corregimiento de El Paraíso (sentido de trabajo colectivo, apego a la tierra, sentido de organización social y renovación generacional), existen otras condiciones que difícilmente se pueden aplicar.

De cualquier modo, existe la noción generalizada de que la creciente difícil situación social y económica (incluyendo la adopción de los cultivos ilícitos) en algunas regiones cafeteras se interpreta como un resultado de la crisis. Este planteamiento nos conduce a un interrogante: ¿cómo entender el fenómeno de la crisis desde el ámbito local? En lo que resta de este capítulo analizaremos el caso de cómo la llamada ‘crisis cafetera’ puede ser interpretada en la región de El Paraíso, no sin advertir el riesgo de llegar a niveles de generalización. Contrario al mismo estudio institucional de la comisión, cuyo objetivo fue avizorar el panorama del sector en el ámbito nacional y en el contexto internacional, aquí se adoptará una vía contraria, es decir, observar el contexto local para entender lo global (ver fotografía 3).

Café y coca: crisis, cambios y perspectivas en la caficultura regional

Aunque el fenómeno de la crisis cafetera ha sido definido a partir de los bajos precios que presenta el grano en diversos períodos, es importante señalar algunos aspectos de tipo conceptual que permitan ilustrar más el problema. En primer lugar, una crisis implica diferentes manifestaciones y formas de resolución. De acuerdo con el filósofo José Ferrater Mora (1994), ‘la crisis’ puede ser entendida en dos formas interrelacionadas: como crisis individual y como una crisis histórica (colectiva). Existe el aspecto de tipo temporal en ambas nociones y, de acuerdo con este autor, las dos señalan una situación en la cual la realidad humana surge de un estado normal (o de una pretendida normalidad) para entrar en una etapa acelerada de su existencia, llena de peligros pero también de posibilidades de renovación.

En cualquier circunstancia, la crisis parece estar determinada por el punto de vista de quien la vive, padece o sufre. Mientras para muchos campesinos y especialistas el problema de la crisis puede ser algo externo a ellos (problema de oferta y demanda), para otros agentes como empresarios o políticos el problema no necesariamente obedece a unas leyes de mercado sino a problemas de administración: “Tenemos información que indican gastos exagerados en relaciones públicas, incluyendo pomposas despedidas a personas de la Federación de Cafeteros”.6

6 Gobierno y cafeteros definieron bases de acuerdo para los próximos cuatro años. El Tiempo. 2002, martes 3 de septiembre.

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Si la crisis para el sector cafetero se manifiesta como un deterioro de las condiciones de vida de la población, podría afirmarse entonces que muchas regiones del país y del Cauca en particular ya han estado en crisis. Este es el caso del municipio de Sucre y que incluye el corregimiento de El Paraíso, donde el fenómeno de la coca se dio en un primer ciclo mucho antes que los medios de comunicación empezaran a relacionarlo con la crisis cafetera. Lo que sí ha ocurrido recientemente a partir de la crisis que acaba de transcurrir, es que por primera vez en la historia del país, en la región cafetera colombiana, localizada en los Andes centrales y que involucra a departamentos estratégicos como Antioquia y Caldas, la coca empieza a introducirse con fines comerciales. Este evento, que sucedió mucho antes para el caso del sur del departamento del Cauca, en la década de los ochenta, significó una oportunidad para muchos caficultores que vieron en el nuevo cultivo nuevas condiciones para acceder a ciertas formas de capital y de ingresar en procesos de modernización y consumo de bienes, a los cuales no se había podido llegar antes.

La diferencia con el ciclo de los noventa es que los precios del grano no habían sido tan agudos como se dio a comienzos del siglo XXI. La alarma entonces se dio cuando la región cafetera tradicional, una región casi aislada de conflictos sociales, empezó a inundarse de problemas de carácter social y económico. Tal como lo reseñó el editorial de El Tiempo un 26 de agosto: “Es alarmante observar como alrededor del 10 por ciento del área dedicada a cultivos ilícitos en el país se encuentra localizado en áreas cafeteras. En una quinta parte de los municipios cafeteros, las autoridades han detectado campos cultivados de coca y amapola. Esta crisis no es ya un asunto de un sector y se está convirtiendo en una amenaza para la estabilidad social, económica y política del país”.7

La asociación entre coca y café no es nueva y podría afirmarse que buena parte de la historia de la colonización en Colombia ha tenido que ver con estos dos cultivos, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XIX y todo el siglo XX para el caso del café, y la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI para el caso de la coca. El aspecto común por destacar es que ambos productos fueron promocionados a finales del siglo XIX para sustituir otros cultivos como la quina, el añil, el tabaco y el azúcar, que se vieron afectados por la caída de los precios internacionales:

El café fue otro producto cuyo cultivo fue estimulado [...] la hoja de coca también fue promocionada por su fácil cultivo y cosecha [...] la hoja empezaba además a ser conocida en Europa de tal manera que se podría asegurar que dentro de pocos años, será un artículo de comercio europeo (Valencia 1993: 196; ver Henman 1978; Vidart 1991).

7 No dejar morir el Café (editorial). El Tiempo. 2002, lunes 26 de agosto.

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De esta manera, se puede afirmar que en la historia social del país la presencia de estos dos arbustos, conocidos como estimulantes, es de vieja data, siendo coexistentes y paralelos en su proceso expansivo. El interés por promocionar estos productos, sin embargo, se vería agudizado décadas más tarde a partir de la naturaleza y característica de sus productos y que tomarían dos direcciones diametralmente opuestas: una, el de la legalidad y el estímulo para el café, y la otra, el de la ilegalidad y la prohibición para el caso de la coca. Aunque el marco de la legalidad separa a estos dos tipos de cultivos, existen características fundamentales que les son comunes en términos de cosecha y en el cual las familias se ven involucradas.

Un ejercicio preliminar sobre la coexistencia de estos dos cultivos a nivel departamental indica que en el año 2000, en el Cauca, existían ocho municipios donde se presentaban cultivos de café y coca; 11 municipios donde se presentan cultivos de café y amapola y dos municipios donde se presentan cultivos de café y marihuana. Estas condiciones de coexistencia y de un mayor incremento en las últimas décadas de los cultivos ilícitos, han motivado en el gobierno a adoptar una política de mayor agresividad en términos de control y prohibición de su producción.

En el caso de la coca, la prohibición ha tenido dos momentos con hechos distintos pero relacionados. El primero de ellos, de tipo histórico, se remonta al período de la colonia con evocaciones en el presente, en el que se intenta mostrar el cultivo como un rezago social y cultural dada su procedencia ancestral aborigen. ‘El mambeo’ (cfr. Henman 1978; Vidart 1991), una práctica que todavía subsiste en algunas regiones del sur del país, en comunidades indígenas y campesinas con variaciones entre uno y otro grupo, es considerado por muchos como una expresión de este ‘atraso cultural’. En la actualidad, esta práctica es casi inexistente en la región de El Paraíso y Sucre, justamente debido a la estigmatización que se le ha dado a partir de la pigmentación de los dientes (‘los jóvenes sienten vergüenza’, señalaba un anciano mambeador) y a las nuevas condiciones en que la educación y los valores introducidos en las últimas décadas en las poblaciones rurales se trata de mostrar que esta práctica es un rezago.

Existe un segundo momento para la coca y que vincula a países europeos y a los mismos Estados Unidos: es el desarrollo comercial del producto llamado cocaína, entre otros derivados, y que incorporó a un gran número de comunidades campesinas a finales del siglo XX. Como reseña histórica importante debe anotarse que las medidas prohibicionistas ya se venían dando desde mediados de esta última centuria, cuando el Ministerio del Trabajo, de Higiene y Previsión Social emitió una resolución donde se ordenaba “a los alcaldes a levantar un censo de las plantaciones existentes en sus municipios, que comprenderá el número de árboles, extensión de los cultivos, nombre de los propietarios, cosechas anuales, y

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si sus cultivadores comercian con las hojas”.8 Aunque esta medida prohibicionista trataba de inventariar para luego controlar, la expansión del cultivo no se detuvo y fue solo hasta finales de la década de los sesenta que empezó a visualizarse de una manera más notoria un incremento de los cultivos de coca en el Departamento (ver fotografía 10). Este momento se caracteriza por un desarrollo expansivo del cultivo y de la industria en el que un número masivo de pobladores del campo y la ciudad se vieron involucrados en las etapas de producción, procesamiento, comercialización, transporte y distribución del producto final, que no siempre fue la misma base de coca sino otros subproductos como el bazuco. Es en este segundo momento que se empieza a marcar un nuevo ciclo en el que tanto el café como la coca se vuelven a encontrar como productos comerciales, determinando nuevas dinámicas en la vida social de los productores.

Fotografía 9. ‘Café’ que comúnmente se sirve en las toldas el día de mercado en El Paraíso. Jairo Tocancipá-Falla 2005.

8 Prohibido el cultivo de la coca, deben ser destruidas las plantaciones existentes en terrenos nacionales y comunales. El Liberal. 1938a, martes 18 de octubre, p. 6.

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El primer ciclo de producción de coca en el Cauca

La fase que también se caracteriza por la introducción de un conocimiento de cómo procesar la coca con fines comerciales (esto es la pasta de coca) se extendió hasta finales de la década de los ochenta y comienzos de los noventa. Este momento se calificó como el ‘boom de la coca’ y estuvo asociado con fenómenos de violencia, tráfico de armas y presencia de grupos armados que marcaron la memoria social de muchas poblaciones del sur del departamento. En términos generales, el ciclo se tipificó por la sustitución de los cultivos de café por la expansión de los de coca; aunque esta sustitución no fue radical, sí dejó entrever cierto dominio del último sobre el primero.

Para muchas poblaciones campesinas, la introducción de los cultivos de coca en este primer ciclo fue posible gracias a diferentes factores. Aunque el precio diferencial ha sido el más recurrente en esta explicación, existen otras razones de tipo social y cultural que permitieron la aceptación del cultivo. Uno de ellos tiene que ver con la estructura familiar, la cual posibilitó vincular a los miembros de la unidad familiar tanto en la siembra como en la cosecha del producto (léase grano y hoja de coca). Ambos cultivos demandan recolección manual del producto, para lo cual las mujeres y niños (no siempre es una regla) son los más hábiles en estas actividades. Aunque los hombres y especialmente los jóvenes también participan en estas actividades, es a ellos a quienes corresponden las acciones de comercialización del producto.9

Este factor de la composición familiar va acompañado de la estructura de tenencia de la tierra, que en la región andina, particularmente en el departamento del Cauca, se ejemplifica con las pequeñas propiedades (1-5 hectáreas), a excepción de la región del Tolima, Santander y Cundinamarca (Correa 1990; Correa 1992). Este sistema de tenencia fue también congruente con la expansión de los cultivos de coca, aspecto este que difiere de la región oriente y sur del país en departamentos como el Guaviare, Putumayo y Caquetá respectivamente, donde el tamaño de las áreas de cultivo es mucho mayor.

Otro factor que permitió la aceptación y expansión de la coca con fines comerciales tiene que ver, claramente, con las condiciones climáticas (radiación solar, lluvia, temperatura, evaporación, viento) que determinan la adaptación del cultivo y la producción del mismo. Más específicamente, la coca

[…] necesita calor, lluvia, suelos porosos aunque no de naturaleza calcárea. Fuera del espectro térmico que va de los 15 a los 20 grados la coca pierde su lozanía [...] la planta se cultiva en las pendientes

9 Existen algunas excepciones en cuanto a producción y comercialización de café en el caso de grupos de mujeres, como ocurre en el caso del municipio de El Tambo, al occidente del departamento del Cauca.

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abiertas a la planicie amazónica donde no hay temperaturas extremas ni penetra la zarpa mortal de las heladas [...] Las alturas óptimas para que prospere el cocal van desde los 700 a los 1.700 metros. Las plantas que se siembran más arriba del límite superior tienen hojas ralas y son de poco gusto (Vidart 1991: 35).

La síntesis de todos estos aspectos relacionados con la introducción de la coca, en concordancia con el café, tiene que ver con el deseo de transformación social que las poblaciones rurales han venido anhelando a través de los medios de comunicación y las pretendidas políticas dirigidas al sector rural. Las fallidas realizaciones de programas de ‘desarrollo’ y ‘progreso’ planteadas por distintos gobiernos en décadas pasadas han estimulado el espíritu de mejorar o transformar las condiciones de vida.

El ‘boom de la coca’, que alcanzó su mayor auge en la década de los ochenta, fue para muchas familias la mejor oportunidad para lograr ese deseo, aspecto este que, como dicen algunos campesinos, no fue bien aprovechado, aunque otros sí lograron hacerlo comprando tierras, mejorando las viviendas o a veces comprando de manera exagerada y hasta exótica artículos de consumo. Este auge de la coca, como se indicó anteriormente, fue acompañado de fenómenos de violencia que motivaron en muchas poblaciones desplazamientos por conflictos familiares, amenazas y presencia de grupos armados (ver Tocancipá-Falla 2001); luego, la enseñanza y lección que quedó para muchas familias fue clara.

La depresión de este primer ciclo se debió también a otros factores: la represión y control que se dio para el cultivo de coca, los programas alternativos para el caso del sur del Cauca de mediados de los ochenta y la emergencia de la amapola a comienzos de los noventa como un cultivo alternativo a la misma coca en términos financieros. De todos estos, la sustitución de la coca por cultivos como la amapola seguramente desempeñó importante papel en el surgimiento de un nuevo ciclo.

El segundo ciclo de producción de coca en los noventa y el nuevo milenio en el Cauca

La represión sobre los cultivos de amapola en la alta montaña a mediados de la década de los noventa permitió en cierta forma que la coca empezara a tomar nuevos aires durante dicha década. De acuerdo con el Departamento de Estado de los Estados Unidos, Colombia pasó de tener 41.206 hectáreas en 1992 a 113.850 hectáreas de coca en el 2003 (Vargas 2005). En el caso del Cauca, se ha mostrado una disminución gradual del área cultivada de coca en el período 2001-2003. A pesar de esto, a la luz de estas estadísticas en el contexto nacional, los bajos precios del café que empiezan a deteriorarse a partir del rompimiento del pacto del grano en 1989 y el advenimiento de la sobreproducción de países como Brasil y Vietnam, el panorama se vuelve más complejo. Este cuadro fue,

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para los cafeteros, muy desalentador y la búsqueda de alternativas o de mejores oportunidades productivas se convirtió en una constante preocupación.

Cabe anotar que la política represiva de finales de la década de los noventa, asociada con la idea de ‘narcoguerrilla’ y la necesidad de bloquear la fuente de ingresos de los movimientos guerrilleros también contribuyó, de alguna forma, en el impulso de un nuevo ciclo de auge de los cultivos de coca. Las fumigaciones masivas en departamentos como Putumayo generaron, de acuerdo con las estadísticas de las autoridades, una aparente reducción considerable en el área cultivada; de otro lado, también implicó un replegamiento de productores de hoja de coca hacia zonas andinas como el sur del Cauca, fenómeno invertido años atrás. Tal como lo señala Egda Mery: “La gente migra al Putumayo a la cosecha de coca, o también a sembrar. Por allá se hacen a su lote, quiebran monte y siembran sus matas. Pero en este año dicen que está malo porque la guerrilla está matando mucho campesino, eso ahora hubo un paro, tumbaron un puente, eso está delicado por allá”.10

De este modo, una gran proporción de la zona andina en el sur del departamento vio incrementada el área de cultivos de coca, aspecto este que se compaginó con los precios que la arroba de la hoja alcanzó de forma significativa y comparada con el mismo cultivo del café. En el caso del Cauca, este segundo ciclo, que viene siendo aprovechado por las nuevas generaciones de productores, lleva un ingrediente fundamental: la relativa ausencia de violencia como la ocurrida durante el primero, y el ingreso de la fuerza pública después de una ausencia de más de 20 años en el municipio de Sucre. Aunque en este periodo se logró introducir armas dentro del circuito comercial que impuso la bonanza cocalera, para el segundo ciclo el incremento de la violencia, por este medio, no ha sido tan significativo comparado con el primero. Un líder por ejemplo decía que ‘ahora la gente ha aprendido porque antes la gente se mataban unos y otros y de ahí seguía la cosa. Ahora no. La gente como que ha cogido más conciencia’.

Este aspecto de la violencia hace que justamente este nuevo ciclo sea ‘relativamente silencioso’ y que los medios de comunicación no reporten casos destacados de violencia. Otro productor también señalaba que ‘mientras los grupos armados no aparezcan todo está tranquilo, pero en el momento que aparezca alguno ahí sí todo se empieza a joder’. En algunas localidades donde la guerrilla ha tenido tradicionalmente presencia, el control sigue ejerciéndose a través del ‘impuesto’ que deben pagar los comerciantes de la hoja.

Además de estas consideraciones comunes al primer y segundo ciclo de la coca, existe, entre otros, la dimensión de la política sectorial, que en ambos casos, tanto para el café como para la coca, se ha desarrollado en las últimas décadas.

10 Egda Mery. El Fresno. Agosto de 2005.

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Aunque se trata de dos productos distintos no deja de llamar la atención la correspondencia que se le otorga a uno y a otro en términos de relaciones causales: los cultivos ilícitos son en parte el efecto de la crisis cafetera y del sector agrícola en el país. Aunque esta relación es directa se muestra con implicaciones distintas; en la práctica, muchas familias cafeteras han optado por aquello que se cuestiona (los cultivos ilícitos) con el fin de soportar la ‘crisis’ que se ha venido agudizando en los últimos años. Para otros, la ‘crisis’ ya era histórica y lo que los cultivos ilícitos han logrado es tratar de superar ese estado de pobreza e inasistencia social. Tanto en uno como en otro cultivo, la intervención del gobierno en las interpretaciones como en las acciones relacionadas con la superación de la ‘crisis’ (del café), así como el control del cultivo que aparentemente las produce (la coca), ha sido dominante. Al igual que a finales del siglo XIX, café y coca se vuelven a encontrar, pero esta vez en cierta relación dialéctica desde el punto de vista de la economía política que se define por sus condiciones, causalidades, explicaciones y también oportunidades.

De las fumigaciones, crisis y oportunidades

Las medidas de control sobre la producción de coca que el gobierno Colombiano viene aplicando, específicamente en lo atinente a las fumigaciones, cumple con el adagio de que ‘la cura resulta más mala que la enfermedad’. En un análisis detallado presentado por Vargas (2005) sobre las fumigaciones, se muestra cómo a pesar del incremento sustancial en el presupuesto para el desarrollo de las fumigaciones la disminución efectiva en el período observado (1999-2002) no ha sido verdaderamente efectiva. Los años 2002 y especialmente 2003 se muestran como el período con mayor intensificación de las fumigaciones en el país.

Sucre fue uno de los municipios del Cauca donde se realizaron fumigaciones: una en el 2005 y otra en el 2011. Si bien las aspersiones se enfocaron sobre los cultivos de coca, los vientos también incidieron para que el glifosato afectara a otros cultivos aledaños:

con lo de la fumigaciones, eso fue un mal para todos; para el que tenía, y para el que no tenía. Eso es un daño ecológico, ambiental. Nosotros teníamos una huerta con cilantro, acelga, repollo, espinaca, pero con la fumigación todo se secó; como en esos días venteaba, entonces eso trajo el aire. Ahora que vino el técnico él se dio cuenta de los efectos de la fumigación. Él sabe que desde junio estamos afectados por la fumigación, él dijo que nosotros somos los que tenemos que buscar la solución; y como las semillas son baratas tenemos que reponer las semillas.11

11 Marleny, El Paraíso, junio 2005.

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Muchas de las actividades y programas institucionales, incluidos los de asistencia en zona cafetera, también fueron afectados, entre ellos algunos proyectos de caficultura orgánica. La mayor parte de líderes de la comunidad reconocen que el problema es complejo pero que las fumigaciones no contribuyen en nada a buscar una salida de fondo al problema. Existe mucho temor entre algunos líderes frente a las propuestas o salidas de tipo social que casi siempre terminan censuradas por los productores y las mafias que vienen de otras regiones a negociar con la hoja. Este temor hace difícil plantear una salida social y económica más consistente frente al gobierno, el cual está respondiendo a una macro política de control agenciada por los Estados Unidos. Al hablar del tema de la fumigación, se destaca tanto la sensibilidad del tema como de la necesidad que amerita buscarle una salida. Tal como lo explica Egda Mary:

Por unos, chupamos todos. Eso, la gente no se da cuenta de eso; el gobierno no está mirando quién tiene y quién no tiene. En una región fumiga a los que tienen coca y a los que no tienen coca. Eso allí caen los que entendemos y los que no entendemos. Y la gente frente a este problema no está organizada. Es que una organización es para tener respaldo. Nosotros aquí no sembramos coca y no sufrimos por comida.12

Frente a los productores que están involucrados y que cultivan coca en las partes bajas del corregimiento, señala:

creo que sería importante hacer un proyecto grande, en el cual se involucre a diferentes profesionales; que se invierta en el campo, no con micro proyectos de cuyes y de dos gallinas, que eso es la seguridad alimentaria. Eso no. Ojalá que sea un fortalecimiento de conocimientos y a trabajar en equipo; no que vengan y solo dan la charla y se van; hay que untarse. Pero el problema es la gente. Unos dicen, pero cómo vamos a sembrar, si no tenemos donde sembrar. Pero señores, si al ruedo del lote y de la casa siembran qué cocales, porque en vez de sembrar esas matas no siembran otro tipo de plantas, hortalizas, verduras, frutas.13

Café y coca: hacia una síntesis

Como hemos visto en este capítulo, el impacto de la crisis cafetera va más allá de ser una característica simplemente asociada con la producción y la demanda de este producto. La llamada ‘crisis cafetera’, entendida como la reducción en los precios del grano, ha afectado directa e indirectamente a núcleos de

12 Egda Mery. El Fresno. Agosto de 2005.13 Egda Mery. El Fresno. Agosto de 2005.

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población del Macizo Colombiano al estimular la adopción de cultivos más competitivos, aun cuando se hallen enmarcados en el plano de la ilegalidad como ocurrió con la coca.

En los últimos 40 años, tanto el café como la coca se han interrelacionado, produciendo y reflejando contradicciones en las políticas gubernamentales y tensiones dentro de las mismas poblaciones que acogen dichos cultivos. La política gubernamental con respecto al café y a la coca ha sido diferencial y correspondiente con las propiedades que manifiesta cada cultivo. Mientras en el caso de la coca el tratamiento se ha enfatizado en lo que tiene que ver con el control y las fumigaciones y menos en la sustitución, en el caso del café se ha abordado a partir de una política de ‘apoyo’ a través de subsidios y el financiamiento de la ‘institucionalidad cafetera’ que se ha visto amenazada con la crisis.14 La relación entre uno y otro ya ha sido planteada desde los mismos caficultores hasta congresistas estadounidenses: “No podemos seguir ignorando una situación que en países como Colombia está obligando a los campesinos abandonar este cultivo lícito [café] para sembrar coca [legislador de Massachussets]” (RAE 2001: 1522). Este llamado, sin embargo, no es nuevo. Ya desde mediados de los ochenta, a finales del gobierno de Belisario Betancourt (1982-1986) y durante el gobierno de Virgilio Barco (1986-1990), se planteaba la importancia de fortalecer la economía cafetera como un factor de sustitución, alternativa que sería opacada algunos años más tarde para luego ser revivida a través de los Planes Nacionales de Desarrollo Alternativo –Plante– (ver capítulo 6).

Tal como se explicó en este capítulo, la coca presenta dos ciclos de producción, uno ocurrido a mediados de la década de los ochenta15 y el segundo que coincidió con la crisis cafetera de finales de los noventa. Ambos ciclos han sido vividos por las poblaciones del municipio de Sucre y del corregimiento de El Paraíso, frente a los cuales se han aprovechado algunas oportunidades, pero a un costo social alto. Si bien es cierto que toda crisis se puede entender también como una(s) oportunidad(es) social(es), este no ha sido el caso de la mayoría de localidades en el municipio de Sucre.

Tal como se apreció anteriormente, las condiciones de vida y oportunidades productivas de muchas familias cafeteras son mínimas y no necesariamente asociadas como resultado de una crisis, sino como una constante en la historia

14 Frente a esta situación el gobierno empezó a desarrollar el Programa de Apoyo Gubernamental a la Caficultura (AGC) que fue iniciado en septiembre de 2001 y ratificado con el gobierno de Uribe (ver Ramírez 2002).

15 La comisión para la institucionalidad cafetera señala el ingreso de la coca en el Cauca como un resultado de la crisis de finales de los noventa ignorando que el fenómeno ya se había registrado hacía más de una década; no había sido este el caso del departamento de Caldas donde efectivamente sí se había reseñado por primera vez.

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social de estos pueblos del Macizo. Solo recientemente, con la creación del nuevo municipio de Sucre, los habitantes de esta región vieron dinamizados los sistemas de mercadeo y tímidamente se empieza a notar la presencia de alguna u otra institución. Mientras tanto, los cafeteros de estas regiones esperan que esta llamada crisis, que ha ‘tocado’ verdaderamente las condiciones sociales y productivas de otras áreas más destacadas en cuanto a industria cafetera en el país, pueda afectarlos también positivamente en términos de oportunidades sociales y productivas que esperan sean desarrolladas de manera concertada con el Estado mismo y con las distintas instituciones, no solo a nivel regional sino también en el ámbito internacional.

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Parte IV. Futuro de la caficultura del Macizo Colombiano

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La historia de la caficultura en el país generalmente está dominada por temas ya difundidos. Sin negar el papel preponderante que tienen las regiones cafeteras ampliamente conocidas, este trabajo investigativo ha ilustrado la importancia

que el café tiene para muchas poblaciones en el Cauca y particularmente en el área del Macizo Colombiano, región aparentemente ‘marginal’ en el contexto nacional. Al hacer el seguimiento del proceso histórico que presenta un área particular, se ha querido ilustrar los procesos de cambio social y cultural que distintas poblaciones han vivido en las últimas décadas, destacando y analizando algunas problemáticas que nos parecen vitales para reseñar. Dichas problemáticas se desarrollaron en tres partes principales que, aunque separadas, mantienen un estrecho vínculo que esperamos el lector haya podido establecer.

Cabe anotar que al adoptar una perspectiva socio-histórica y comparativa se logró evidenciar aspectos destacados de lo que algunos académicos llaman la ‘nueva ruralidad’ en el país (Amtmann 2000; Díaz 2000; Moreno y Mora 2000). Sin embargo, los cambios que los cafeteros del Macizo como de otras poblaciones del Cauca y del país han experimentado no son tan nuevos. Como se pudo apreciar en el texto, la presencia de instituciones, la incidencia de grupos religiosos, la expansión de los cultivos de coca, la política antidroga y los cambios tecnológicos se vienen dando desde hace más de tres décadas, condiciones que también han sido el producto de la intensificación de las relaciones entre instituciones, estado y sociedades rurales. En este caso, lo que se ha hecho es evaluar tales condiciones desde una perspectiva histórica enfocándonos en el ciclo productivo del café y los cambios derivados del mismo en un área del Macizo Colombiano.

Nuestro recorrido empieza con el café en un contexto global y muestra cómo desde su introducción a Suramérica y a Colombia nos enseña distintas versiones e historias locales. Partiendo de diferentes fuentes, la idea fue realizar un ejercicio de recuperación y reconstrucción de la memoria social de los cafeteros del Macizo Colombiano que se vieron involucrados en el proceso expansivo del café desde procesos sociales mucho más amplios, esto es, globales. Una de las versiones más comunes sobre el café refiere a sus orígenes en el este de África, en lo que hoy es Etiopía, y que a partir de allí se expandió hacia Asia y Europa. La ruta desde

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Europa hacia Latinoamérica se debió a los holandeses y franceses y en el primer cuarto del siglo XVIII ya se reportaba la entrada del grano en Colombia.

Desde su ingreso en el país, el café se fue constituyendo en un cultivo importante en los procesos de colonización. La información disponible a través de la comisión corográfica muestra que el café se producía y comerciaba en distintas estados, provincias y cantones del siglo XIX en diferentes niveles. De las distintas rutas conocidas, la colonización antioqueña ha sido quizás la más destacada en la historia social del grano, dejando de lado otras regiones que se encuentran por fuera de cierto esquema productivista. Departamentos como el Cauca y Nariño son ejemplos que se entienden en sus propias dinámicas derivadas de su particular historia local y regional.

Las investigaciones sobre el rol social que el café ha tenido en miles de familias en el departamento del Cauca son limitadas y, de los pocos estudios realizados hasta el 2005, se reconoce que existe más investigación y trabajo local por realizarse. En este contexto, el sur del Cauca sigue siendo una vasta región todavía por ser conocida en términos de historia social. Desde un ejercicio de investigación colectiva, en este trabajo se ha intentado ilustrar cómo en las últimas décadas, y a partir de los procesos de colonización y de fundación de los pueblos del Macizo, poblaciones con tradición indígena han logrado asentarse y desarrollar un sentido de pertenencia con la producción cafetera. Esta tradición se puede observar mediante el registro de los procesos productivos, la recolección y beneficio del grano que se establecen en un ciclo que se repite cada año.

En lo productivo se destacó cómo los pobladores de El Fresno y principalmente El Paraíso continúan con las tradiciones y el conocimiento local sobre el cultivo del grano, al tiempo que se atendían también las recomendaciones de los técnicos especialistas en café. Desde su introducción, a través de los comerciantes locales y regionales, el café ha alternado con otros cultivos de pancoger y con la misma tradición indígena (por ejemplo, el conocimiento de los suelos, plantas, climas y fases lunares). La cosecha y el beneficio del grano también reafirman el encuentro entre el conocimiento local y el conocimiento tecnológico que es transmitido por expertos del Comité Departamental de Cafeteros y otras entidades a partir del cual los productores adecuan, seleccionan y toman decisiones sobre la aplicación y continuidad de tales recomendaciones técnicas. Los pobladores del Macizo también han estado expuestos a influencias de otras organizaciones como Cosurca, que ha venido impulsando el café orgánico como forma de producción que identifica la tradición cultural ancestral indígena común a muchas poblaciones del Macizo Colombiano; aunque el impacto de este tipo de agricultura merece un análisis más integral y sistemático que el presentado aquí.

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Una de las condiciones que ha hecho más visible la situación local ha sido la llamada crisis cafetera que ha afectado a la región parcialmente. Se afirma ‘parcialmente’ porque se reconoce que la crisis no es nueva, pues muchas de estas poblaciones ya venían en un ritmo de desatención institucional y de condiciones sociales cada vez más difíciles, especialmente en cuanto a producción, mercadeo, salud y educación. Esta situación se presentaba desde mucho antes que ocurriera la ruptura del pacto cafetero en 1989 y se manifestaba en múltiples formas, siendo la expansión de los cultivos de coca la opción más notoria.

Si bien la coca ha sido parte de la tradición indígena de las poblaciones del Macizo, su comercialización masiva ha correspondido inicialmente con otra función social del consumo de su producto en países del norte y posteriormente en otros países. Los ciclos de coca que se han dado en la región en los últimos 30 años han demostrado que este tipo de cultivo se ha convertido en una alternativa para muchas familias con el fin de acceder a ciertas condiciones de vida, pero a un costo alto: violencia, pérdida de valor de otros cultivos, problemas sociales asociados y, más recientemente, fumigaciones.

En conversación con personas de esta región y con el grupo de trabajo, se reconoce que las fumigaciones no corresponden a una política social apropiada y se lamenta la estrategia que los gobiernos han venido aplicando de manera generalizada y continúa; medidas que en nada contribuyen a mejorar las condiciones locales. El llamado que se quiere hacer a través de este libro, es convocar a las autoridades por una reflexión más apropiada a las regiones y por una política social de negociación directa entre productores e instituciones, sin intermediaciones. A futuro, más fumigaciones significan una amenaza no solo para las formas de producción local (desde los productos de pancoger hasta el café), sino también para la salud de las familias, ratificando así la incapacidad del Estado para establecer acuerdos y relaciones razonables con poblaciones que tradicionalmente han estado desatendidas por las instituciones estatales. Igualmente, un programa de erradicación manual como hace algunos años se empezó a ejecutar (abril de 2006), sin un programa social alternativo, tampoco resuelve el problema de fondo.

Podemos concluir que la elaboración de este texto tuvo varios objetivos. En primer lugar, quisimos destacar la importancia de la historia local en la comprensión de aquello que se llama una ‘cultura cafetera’, es decir, la memoria social de los pueblos constituye una referencia importante en el mundo rural actual y que podría motivar una valoración social de lo local. En este sentido, se concluye que el ser cafetero no puede entenderse solamente a partir de un valor basado exclusivamente en lo productivo. El ser cafetero, discutíamos, hace referencia también a una actitud, a una forma de ser, en tanto se relaciona con el desarrollo de un cultivo involucrando su ciclo productivo, el conocimiento específico que se aplica y también el mismo consumo a nivel local.

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La práctica del consumo es un ejemplo de ese ser cafetero; en este sentido, el texto se consideró como una posibilidad para ilustrar dicha valoración pocas veces tratada en textos especializados sobre el tema. Igualmente, en el ámbito productivo y en el contexto de la crisis que acaba de transcurrir, se pretendió también mostrar la producción del Macizo Colombiano, que tiene unas características específicas en el contexto de las condiciones del mercado nacional e internacional. El café de exportación del Cauca muestra claramente las características locales de producción del grano y que son apreciadas además por su calidad a nivel internacional. En el 2004 y 2005, por ejemplo, cafés de El Paraíso y Tequendama (Sucre) fueron acreditados como cafés especiales de buena taza en términos de calidad a nivel regional y nacional.

En segundo lugar, queremos sugerir que en una historia del café en Colombia es importante ver el problema de la escala que parte de lo local y se vincula con lo global, en perspectiva de observar el ciclo productivo del grano. En Colombia, la mayor parte de la literatura enfatiza excesivamente en lo productivo subvalorando otras historias, perspectivas, rutas y dinámicas en las cuales distintos grupos sociales se vinculan en el ciclo del café.

En tercer lugar, lo que ha revelado la crisis cafetera es una realidad histórica cafetera regional y seguramente nacional inevitable: la existencia de cafeteros más favorecidos con programas de atención social y cafeteros menos favorecidos, discriminación que quiere justificarse en el criterio productivista que tanto ha dominado. A pesar del esfuerzo importante que instituciones como el Comité Departamental de Cafeteros del Cauca viene realizando, se requiere una mayor atención sobre poblaciones cafeteras que están por fuera del esquema productivista y que salvaguarden no una, sino muchas formas de entender el café desde el punto de vista social y cultural.

En cuarto lugar, la importancia de realizar una investigación conjunta o colaborativa a través del diálogo entre personas locales y personas procedentes del ámbito urbano constituye una experiencia que demuestra posibilidades de realización de otras investigaciones sobre temas locales, en las cuales se ofrezca un mayor análisis y reflexión colectiva sobre formas de pensamiento y/o conocimiento local en contextos más amplios.

Los distintos estilos de escritura que aparecen a lo largo del texto se explican seguramente por la interacción de distintas personas que participaron en este proyecto investigativo con variadas experiencias y formaciones sociales, pero unidas también por un interés y afecto por historias afines o asociadas con un producto como el café. Esperamos que estas ‘múltiples voces’ en el Macizo Colombiano no hayan afectado el sentido de ofrecer una visión más integrada y de los distintos niveles de relación que implican al tratar sobre la memoria social de un área en particular.

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Finalmente, pero no menos importante, este libro está dedicado a las pasadas y futuras generaciones de hombres y mujeres que colonizaron y habitan lo que hoy se conoce como el Macizo Colombiano. A futuro, y a partir de la memoria social recolectada, se espera que el texto incentive un mejor conocimiento del ‘nosotros’, pero también que motive otras investigaciones locales que tanta falta le hacen al departamento. Muchos materiales de enseñanza en las escuelas rurales del Cauca todavía refieren a aspectos generales de la vida nacional pero sin remitir a la historia local y regional. Sin desconocer la importancia de la historia nacional general, se considera en la actualidad que el conocimiento local cumple un papel fundamental no solo para conservar dicho saber sino también para ver cómo se vincula con formas de conocimiento actuales, presentes y su papel en los procesos de cambio que se vienen presentando en la región. Se trata, en últimas, que las personas de El Fresno, El Paraíso y otras localidades vecinas del municipio de Sucre y del Macizo aprecien lo que tienen y que el conocimiento recuperado pueda ser valorado con otras formas que contribuyan a generar mejores condiciones de vida de aquellos productores cafeteros todavía ignorados, no solamente en este departamento sino también en otras regiones del país.

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Glosario

Arandeo: Expresión local del corregimiento que deriva del zarandeo’ o el acto de utilizar la ‘zaranda’ para la selección del mejor material, sea café o abono en este caso.

Baquiano: Se dice de alguien que conoce a cabalidad la geografía de un lugar o región. De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española (2001: 192), el baquiano es alguien “experto, cursado.//2. Práctico de los caminos, trochas y atajos [...] //3. Guía para poder transitar por ellos”.

Barejón: Se dice del árbol que crece bajo y con pocas ramas.

Beneficio: Proceso de descerezado que sufre el café maduro una vez es recolectado. Este procedimiento es realizado por una máquina que opera mecánica o eléctricamente según el caso. Las máquinas mecánicas son más comunes en el municipio de Sucre por su relativo bajo costo.

Bombas: Expresión utilizada en la parte central de Colombia, especialmente en el departamento del Quindío, para referir a alguien con habilidades y destrezas en las manos para recolectar café en el menor tiempo posible. Ver también galafardo.

Caracucho: Planta de flores rojas y blancas que alcanza una altura entre los 30 y 40 cm. Se descompone fácilmente, constituye un importante recurso medicinal y sirve como abono orgánico.

Chacana: Camilla o hamaca que se hacía de guadua o de madera y que permitía el transporte del enfermo por dos personas que se colocaban los extremos sobre los hombros.

Charcal: Se refiere a un lugar cenagoso o fangoso, húmedo. Viene de Charco.

Coco(s): Contenedores o vasijas generalmente de plástico duro que permiten el almacenamiento del grano maduro durante el proceso de recolección. A las personas que tienen gran habilidad y destreza para recolectar café con mayor celeridad se les denomina ‘cocos’.

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Corte: Significa un punto preciso del lote de café ya maduro o que está listo para ser cosechado. Por ejemplo, para señalar dónde quedó el corte el día anterior se puede decir ‘en el aguacate’ o cerca de la ‘zanja’, etc.

Enmalezado: Refiere a un área cubierta de maleza.

Entuertos: Coágulos que se forman después del parto y que al desprenderse producen gran dolor.

Escobiado: Sistema de siembra tradicional en el cual la misma planta ‘botaba’ la semilla y esta crecía debajo del arbusto. De esta manera el campesino tomaba la semilla de allí.

Estopa: Saco hecho de fibra plástica utilizada para empacar café u otros productos agrícolas. Florear: Dícese de la planta que da la flor. Acción de Florecer.

Galafardo: Expresión utilizada para referir a alguien con habilidades y destrezas en las manos para recolectar café y también otros productos en términos de rendimiento. Ver también bombas.

Garabato: Instrumento de madera que permite alcanzar las ramas más altas y atraerlas hacia el cosechador de tal modo que se facilita el proceso de recolección. Su uso no es exclusivo para este propósito. Se sabe, por ejemplo, que en la cosecha de la papa se utiliza también el garabato. En este caso también se cree que es una herramienta de uso personal y que su uso por parte de otra persona afecta al dueño en cuanto a su rendimiento. También existen garabatos para transportar la leña en bestias o para colgar productos agrícolas como otros objetos y/o herramientas del campo.

Garrones: parte posterior del pie humano, llamado también talón. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española (2001) también se conoce como calcañal.

Guaco: Acción de sacudir una herramienta para eliminar su carga energética y favorecer su uso adecuado.

Guayaba: tipo de café de baja calidad que se desecha en el proceso de selección. La Federación de Cafeteros (s.f.) define a la guayaba y a la media cara como aquel grano de café “seco de trilla que tiene adherido al pergamino la mitad o más de la ‘cacota’ o pulpa seca” (s.f.: 1).

Lejíarlo: Viene de ‘lejía’ o ceniza como es conocida en el sector rural y refiere a la acción de pelar el maíz con ceniza.

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G l o s a r i o

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Man: Expresión coloquial para referir al hombre.

Mano prestada: Sistema de cooperación y ayuda mutua en trabajos de finca en el que el agricultor una vez ayuda a su amigo(a) recibe en retribución ayuda en trabajo para su finca. En este sistema, también se puede retribuir en otras formas con’ favores’ o ‘préstamos de objetos’.

Minga: Sistema de ayuda comunitaria o colectiva de ascendencia indígena en el que participan dos o más personas. Funciona alrededor del trabajo de la finca, como en el caso de obras de beneficio colectivo o comunitario (arreglo de caminos, transporte de materiales, construcción de vivienda, etc.). En tiempos antiguos se utilizaba la ‘chicha’, bebida embriagante hecha de maíz o del cultivo de caña, o se realizaban almuerzos para estimular la participación de los pobladores.

Palear: Acto de usar la pala con el fin de desmalezar o sacar plantas de raíz. También se aplica cuando se trata de mezclar materiales o abrir huecos.

Rozar: Acto de usar el machete con el fin de desmalezar o quitar la maleza de un terreno.

Surco: Línea de plantas sembradas en un cultivo.

Tajo: Refiere a una parte de la finca.

Trumullas: Atados de cáscara macerada de la armanga y atusara la cual era utilizada como jabón para lavar la ropa.

Tumbar: De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia, tumbar es “hacer caer o derribar a alguien o algo”. En otra acepción y particularmente en países como Cuba, tumbar es robar (2001a:1595)

Yesca: Se refiere al tallo de la cabuya o a las motas de algodón que sirven para hacer combustión fácilmente con la producción de alguna chispa de fuego. En tiempos antiguos se hacía con una peinilla (metal) y una roca.

Zanjón o Cañada: Refiere a un canal hecho por la naturaleza y que permite ser utilizado para dividir lotes o canalizar aguas.

Zumbito (de zumbo): De acuerdo con el diccionario de la Real Academia (ver Topik 2000) entre otros significados en América refiere a una “vasija hecha con el epicarpio del fruto de la calabaza”.

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Apéndice Plantas medicinales y forrajeras reportadas

en los cafetales de franja media

No Nombre local Nombre Científico Uso Local

1. Aguacate Persea AmericanaEl cogollo lo utilizan para abortar.

2. Altamisilla Artemisia VulgarisSe utiliza para después de los partos, es utilizada por las parteras.

3. Batatilla IpomoeaSe emplea como comida para los conejos.

4. Bejuco Toro No identificada Inflamación de garganta.

5. Botoncillo AcmellaciliataSirve para los vómitos y las diarreas, se prepara en jugo.

6.Cadillo y/o Amor

SecoPavonia Saepium

Se emplea para la elaboración de panela y como aguas frescas.

7. Caña CuadradaArthrostemma

ciliatumSe utiliza con la caña agria para fiebres duras.

8. CaracuchoImpatiens Wallerana

Sirve como abono orgánico. Guarda humedad al suelo, sirve para hacer compuestos orgánicos.

9. Chupana Emilia sonchifolia Sirve para disolver los nacidos.

10. CilantrilloSpananthe Paniculada

Para lavados cuando la gente se corta; se hierve con el paico.

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11. Cortadera YperusPara el dolor de estómago y comida para los caballos.

12. Descancel Rojo Iresine HerbstiiSe emplea para lavativas de la inflamación de los senos en efusión.

13. Descancel Verde No identificado

Combinado con el descancel de Ciénega sirve para las lavativas de los senos inflamados.

14. El Venadillo No identificadoSe lo utiliza para las manchas en la cara conocida como ‘melancolía’.

15.La Hierba Antena o Grama Antena

Panicum polygonatum

Sirve para la fiebre.

16.Hierva santa y/o Santa Aura

Briophyllum pinnatum

Sirve para vendas, dolor de cabeza y para la fiebre de tabardillo.

17. JíquimaSmallanthus Sonohifoluis

Es un tubérculo que sirve para el dolor de cintura.

18.La Trencilla y/o cargadita

No identificadoSe emplea para el dolor de cintura como enfermedad de los riñones.

19. Lengua de Vaca Rumex CrispusEn la finca guarda humedad, en unas partes la utilizan para las ensaladas.

20. Murupacha Lantana CamavaSirve para los mal de vientos y baños para la cabeza.

21. NísperoEriobotrya Japonica

Se utiliza en baños de asiento para personas estreñidas. La pepa se hierve y sirve para sacar quistes.

22. Pegadera o ParideraSalvia scatellarioides.

Dicen que se les da a las mujeres para que tenga muchos partos.

23.Rascadera o Papa China.

Colocasia Escalenta

Se utiliza como alimento. Hace parte de lo que se llama seguridad alimentaria. El almidón remplaza la papa.

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Apénd i c e

No Nombre local Nombre Científico Uso Local

24. Salvia Blanca Salvia OfficinalisSirve para los daños de estómago, gastritis dolor de cabeza.

25.Suelda Blanca Plithirusa Pyrifolia

Se emplea para ayudar a sanar los huesos.

26. Suelda oreja de puerco

PseudelephantopusSpiralis

Se la utiliza para los períodos retrasados.

27. Suelda Redonda y/o Matapalo

Oryctanthus Alveolatus

Esta hierba se complementa con la Suelda Blanca.

28.Verbena Negra y/o rabo de zorro

Stachytarpheta Cayenensis

Se emplea para el salpullido y granos. Secocina y se hacen lavativas.

Fuente: Conversatorio con Marleny Luna. Paraíso, 18 de Junio de 2005. El nombre científico de las plantas fue establecido gracias a la colaboración

del director del Herbario del Museo de Historia Natural, profesor Bernardo Ramírez, y al estudiante de VIII semestre de biología Adalberto

Trujillo.

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Se utilizó fuente ITC Garamond Std a 10,5 pts, papel propal libro beige de 70 grs

páginas interiores, papel propalcote de 220 gr. para la carátula.

Este Libro se terminó de imprimir en Popayán, en septiembre de 2013.