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Crimen y Castigo Por Fedor Mikhaïlovitch Dostoïevski

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CrimenyCastigo

Por

FedorMikhaïlovitchDostoïevski

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PARTE1

CAPÍTULO1

Unatardeextremadamentecalurosadeprincipiosde julio,un jovensaliódelareducidahabitaciónqueteníaalquiladaenlacallejueladeSy,conpasolentoeindeciso,sedirigióalpuenteK.

Habíatenidolasuertedenoencontrarseconsupatronaenlaescalera.

Sucuartuchosehallababajoeltejadodeungranedificiodecincopisosy,másqueunahabitación,parecíaunaalacena.Encuantoa lapatrona,que lehabíaalquiladoelcuartoconservicioypensión,ocupabaundepartamentodelpisodeabajo;demodoquenuestrojoven,cadavezquesalía,seveíaobligadoapasarpordelantedelapuertadelacocina,quedabaalaescalerayestabacasi siempre abierta de par en par. En esos momentos experimentabainvariablementeunasensacióningratadevagotemor,quelehumillabaydabaasusemblanteunaexpresiónsombría.Debíaunacantidadconsiderablea lapatronayporesotemíaencontrarseconella.Noesquefuerauncobardeniunhombre abatido por la vida. Por el contrario, se hallaba desde hacía algúntiempo en un estado de irritación, de tensión incesante, que rayaba en lahipocondría.Sehabíahabituadoavivirtanencerradoensímismo,tanaislado,queno sólo temía encontrarse con supatrona, sinoque rehuía toda relaciónconsussemejantes.Lapobreza leabrumaba.Sinembargo,últimamenteestamiseriahabíadejadodeserparaélunsufrimiento.Eljovenhabíarenunciadoatodassusocupacionesdiarias,atodotrabajo.

Enelfondo,semofabadelapatronaydetodaslasintencionesquepudieraabrigar contra él, pero detenerse en la escalera para oír sandeces yvulgaridades, recriminaciones, quejas, amenazas, y tener que contestar conevasivas, excusas, embustes…No,más valía deslizarse por la escalera comoungatoparapasarinadvertidoydesaparecer.

Aquellatarde,eltemorqueexperimentabaantelaideadeencontrarseconsuacreedoralellenódeasombrocuandosevioenlacalle.

«¡Quemeinquietensemejantesmenudenciascuandotengoenproyectounnegociotanaudaz!—pensóconunasonrisaextraña—.Sí,elhombrelotienetodoalalcancede lamano,y,comobuenholgazán,dejaque todopaseantesus mismas narices…Esto es ya un axioma…Es chocante que lo que mástemorinspiraaloshombresseaaquelloquelesapartadesuscostumbres.Sí,esoes loquemás losaltera…¡Peroestoyaesdemasiadodivagar!Mientrasdivago,nohagonada.Ytambiénpodríadecirquenohacernadaesloqueme

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lleva a divagar.Haceya unmes que tengo la costumbre de hablar conmigomismo, de pasar días enteros echado en mi rincón, pensando…Tonterías…Porque¿quénecesidadtengoyodedarestepaso?¿Soyverdaderamentecapazdehacer…"eso"?¿Esque,por lomenos, lohepensadoenserio?Deningúnmodo: todo ha sido un juego de mi imaginación, una fantasía que medivierte…Unjuego,sí;nadamásqueunjuego.»

El calor era sofocante. El aire irrespirable, la multitud, la visión de losandamios,de lacal,de los ladrillosesparcidospor todaspartes,yesehedorespecialtanconocidoporlospetersburguesesquenodisponendemediosparaalquilarunacasaenelcampo,todoestoaumentabalatensióndelosnervios,ya bastante excitados, del joven. El insoportable olor de las tabernas,abundantísimasenaquelbarrio,ylosborrachosqueacadapasosetropezabanapesardeserdíadetrabajo,completabanellastimosoyhorriblecuadro.Unaexpresión de amargo disgusto pasó por las finas facciones del joven. Era,dicho sea de paso, extraordinariamente bien parecido, de una talla querebasaba la media, delgado y bien formado. Tenía el cabello negro y unosmagníficos ojos oscuros. Pronto cayó enunprofundodesvarío, o,mejor, enuna especie de embotamiento, y prosiguió su camino sin ver o, másexactamente,sinquerervernadadeloquelerodeaba.

De tarde en tarde musitaba unas palabras confusas, cediendo a aquellacostumbredemonologarquehabíareconocidohacíaunos instantes.Sedabacuenta de que las ideas se le embrollaban a veces en el cerebro, y de queestabasumamentedébil.

Ibatanmiserablementevestido,quenadieensulugar,nisiquieraunviejovagabundo, se habría atrevido a salir a la calle enplenodía con semejantesandrajos.Bienesverdadqueesteespectáculoeracorrienteenelbarrioenquenuestrojovenhabitaba.

La vecindad del Mercado Central, la multitud de obreros y artesanosamontonados en aquellos callejones y callejuelas del centro de Petersburgoponíanenelcuadrotintestansingulares,quenilafiguramáschocantepodíallamaranadielaatención.

Porotraparte,sehabíaapoderadodeaquelhombreundespreciotanferozhacia todo, que, a pesar de su altivez natural un tanto ingenua, exhibía susharapossinruboralguno.Otracosahabríasidosisehubieseencontradoconalgunapersonaconocidaoalgúnviejocamarada,cosaqueprocurabaevitar.

Sin embargo, se detuvo en seco y se llevó nerviosamente la mano alsombrerocuandounborrachoalquetransportaban,nosesabeadóndeniporqué,enunacarretavacíaquearrastrabanaltrotedosgrandescaballos,ledijoavozengrito:

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—¡Eh,tú,sombrereroalemán!

Eraunsombrerodecopaalta,circular,descoloridoporeluso,agujereado,cubierto de manchas, de bordes desgastados y lleno de abolladuras. Sinembargo,noeralavergüenza,sinootrosentimiento,muyparecidoalterror,loquesehabíaapoderadodeljoven.

—Losabía—murmuróensuturbación—,lopresentía.Nadahaypeorqueesto.Unanadería,unainsignificancia,puedemalogrartodoelnegocio.Sí,estesombrero llama laatención;es tan ridículo,queatrae lasmiradas.Elquevavestidoconestospingajosnecesitaunagorra,porviejaquesea;noestacosatanhorrible.Nadiellevaunsombrerocomoéste.Semedistingueaunaverstaalaredonda.Terecordarán.Estoesloimportante:seacordarándeél,andandoel tiempo, y será una pista…Lo cierto es que hay que llamar la atención lomenosposible.Lospequeñosdetalles…Ahíestáelquid.Esoesloqueacabaporperderleauno…

No tenía que irmuy lejos; sabía incluso el número exacto de pasos queteníaquedardesdelapuertadesucasa;exactamentesetecientostreinta.Loshabía contado un día, cuando la concepción de su proyecto estaba aúnreciente.Entoncesniélmismocreíaensurealización.Suilusoriaaudacia,alavez sugestiva y monstruosa, sólo servía para excitar sus nervios. Ahora,transcurridounmes,empezabaamirar lascosasdeotromodoy,apesardesusenervantessoliloquiossobresudebilidad,suimpotenciaysuirresolución,seibaacostumbrandopocoapoco,comoapesarsuyo,allamar«negocio»aaquella fantasía espantosa, y, al considerarla así, la podría llevar a cabo,aunquesiguieradudandodesímismo.

Aqueldíasehabíapropuestohacerunensayoysuagitacióncrecíaacadapasoquedaba.Conelcorazóndesfallecidoysacudidoslosmiembrosporuntemblornervioso, llegó,al fin,aun inmensoedificio,unadecuyasfachadasdaba al canal y otra a la calle. El caserón estaba dividido en infinidad depequeños departamentos habitados por modestos artesanos de toda especie:sastres, cerrajeros…Había allí cocineras, alemanes, prostitutas, funcionariosdeínfimacategoría.Eliryvenirdegenteeracontinuoatravésdelaspuertasy de los dos patios del inmueble.Lo guardaban tres o cuatro porteros, peronuestrojoventuvolasatisfaccióndenoencontrarseconninguno.

Franqueóelumbralyseintrodujoenlaescaleradeladerecha,estrechayoscuracomoerapropiodeunaescalerade servicio.Peroestosdetalleseranfamiliares a nuestro héroe y, por otra parte, no le disgustaban: en aquellaoscuridadnohabíaquetemeralasmiradasdeloscuriosos.

«Sitengotantomiedoenesteensayo,¿quéseríasivinieseallevaracabodeverdadel"negocio"?»,pensóinvoluntariamentealllegaralcuartopiso.

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Allí le cortaron el paso varios antiguos soldados que hacían el oficio demozosyestabansacandolosmueblesdeundepartamentoocupado—eljovenlosabía—porunfuncionarioalemáncasado.

«Yaqueestealemánsemuda—sedijoeljoven—,enesterellanonohabrádurantealgúntiempomásinquilinoquelavieja.Estoestámásquebien.»

Llamóalapuertadelavieja.Lacampanillaresonótandébilmente,quesediría que era de hojalata y no de cobre. Así eran las campanillas de lospequeños departamentos en todos los grandes edificios semejantes a aquél.Pero el joven se había olvidado ya de este detalle, y el tintineo de lacampanilladebiódedespertarclaramenteenélalgúnviejorecuerdo,puesseestremeció.Ladebilidaddesusnervioseraextrema.

Transcurridoun instante, lapuertaseentreabrió.Por laestrechaabertura,la inquilina observó al intruso con evidente desconfianza. Sólo se veían susojillos brillando en la sombra. Al ver que había gente en el rellano, setranquilizó y abrió la puerta. El joven franqueó el umbral y entró en unvestíbulo oscuro, dividido en dos por un tabique, tras el cual había unaminúscula cocina. La vieja permanecía inmóvil ante él. Era una mujermenuda, reseca,deunossesentaaños,conunanarizpuntiagudayunosojoschispeantes demalicia.Llevaba la cabeza descubierta, y sus cabellos, de unrubio desvaído y con sólo algunas hebras grises, estaban embadurnados deaceite.Unviejochalde franela rodeaba sucuello, largoydescarnadocomounapatadepollo,y,apesardelcalor,llevabasobreloshombrosunapelliza,peladay amarillenta.La tos la sacudía a cadamomento.Lavieja gemía.Eljoven debió de mirarla de un modo algo extraño, pues los menudos ojosrecobraronsuexpresióndedesconfianza.

—Raskolnikof, estudiante. Vine a su casa hace un mes —barbotórápidamente,inclinándoseamedias,puessehabíadichoquedebíamostrarsemuyamable.

—Lo recuerdo,muchacho, lo recuerdo perfectamente—articuló la vieja,sindejardemirarloconunaexpresiónderecelo.

—Bien;pueshevenidoparaunnegocillocomoaquél—dijoRaskolnikof,untantoturbadoysorprendidoporaquelladesconfianza.

«Talvezestamujeressiempreasíyyonoloadvertílaotravez»,pensó,desagradablementeimpresionado.

La vieja no contestó; parecía reflexionar. Después indicó al visitante lapuertadesuhabitación,mientrasseapartabaparadejarlepasar.

—Entre,muchacho.

La reducida habitación donde fue introducido el joven tenía las paredes

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revestidasdepapelamarillo.Cortinasdemuselinapendíanantesusventanas,adornadas con macetas de geranios. En aquel momento, el sol ponienteiluminabalahabitación.

«Entonces—sedijodesúbitoRaskolnikof—,también,seguramenteluciráunsolcomoéste.»

Y paseó una rápida mirada por toda la habitación para grabar hasta elmenor detalle en sumemoria. Pero la pieza no tenía nada de particular. Elmobiliario, decrépito, demadera clara, se componía de un sofá enorme, derespaldo curvado, una mesa ovalada colocada ante el sofá, un tocador conespejo,varias sillas adosadasa lasparedesydoso tresgrabados sinningúnvalor, que representaban señoritas alemanas, cada una con un pájaro en lamano.Estoeratodo.

Enunrincón,anteunaimagen,ardíaunalamparilla.Todoresplandecíadelimpieza.

«EstoesobradeLisbeth»,pensóeljoven.

Nadie habría podido descubrir ni lamenor partícula de polvo en todo eldepartamento.

«Sóloenlasviviendasdeestasperversasyviejasviudaspuedeverseunalimpieza semejante», se dijo Raskolnikof. Y dirigió, con curiosidad y alsoslayo, una mirada a la cortina de indiana que ocultaba la puerta de lasegundahabitación,tambiénsumamentereducida,dondeestabanlacamaylacómodadelavieja,yenlaqueélnohabíapuestolospiesjamás.Yanohabíamáspiezaseneldepartamento.

—¿Quédeseausted?—preguntóásperamente lavieja,que,apenashabíaentradoenlahabitación,sehabíaplantadoanteélparamirarlefrenteafrente.

—Vengoaempeñaresto.

Ysacódelbolsillounviejorelojdeplata,encuyodorsohabíaungrabadoquerepresentabaelgloboterrestreydelquependíaunacadenadeacero.

—¡Pero si todavíanomehadevuelto la cantidadque lepresté!Elplazoterminóhacetresdías.

—Lepagarélosinteresesdeunmesmás.Tengapaciencia.

—¡Soyyoquienhadedecidirtenerpacienciaovenderinmediatamenteelobjetoempeñado,jovencito!

—¿Medaráunabuenacantidadporelreloj,AlenaIvanovna?

—¡Pero si me trae usted unamiseria! Este reloj no vale nada, mi buenamigo. La vez pasada le di dos hermosos billetes por un anillo que podía

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obtenersenuevoenunajoyeríaporsólorubloymedio.

—Deme cuatro rublos y lo desempeñaré. Es un recuerdo de mi padre.Recibirédinerodeunmomentoaotro.

—Rubloymedio,yledescontarélosintereses.

—¡Rubloymedio!—exclamóeljoven.

—Sinoleparecebien,selolleva.

Ylaviejaledevolvióelreloj.Éllocogióysedispusoasalir,indignado;pero,depronto,cayóenlacuentadequelaviejausureraerasuúltimorecursoydequehabíaidoallíparaotracosa.

—Vengaeldinero—dijosecamente.

Laviejasacóunasllavesdelbolsilloypasóalahabitacióninmediata.

Alquedarasolas,eljovenempezóareflexionar,mientrasaguzabaeloído.Hacíadeducciones.Oyóabrirlacómoda.

«Sin duda, el cajón de arriba—dedujo—.Lleva las llaves en el bolsilloderecho.Unmanojode llavesenunanillodeacero.Hayunamayorque lasotrasyquetieneelpaletóndentado.Seguramentenoesdelacómoda.Porlotanto, hay una caja, tal vez una caja de caudales.Las llaves de las cajas decaudalessuelenteneresaforma…¡Ah,quéinnobleestodoesto!»

Laviejareapareció.

—Aquítiene,amigomío.Adiezkopeksporrubloypormes,losinteresesdelrubloymediosonquincekopeks,quecobroporadelantado.Además,porlosdosrublosdelpréstamoanteriorhededescontarveintekopeksparaelmesqueempieza,loquehaceuntotaldetreintaycincokopeks.Porlotanto,ustedhaderecibirporsurelojunrubloyquincekopeks.Aquílostiene.

—Así,¿todohaquedadoreducidoaunrubloyquincekopeks?

—Exactamente.

El joven cogió el dinero. No quería discutir. Miraba a la vieja y nomostrabaningunaprisapormarcharse.Parecíadeseosodehacerodeciralgo,aunqueniélmismosabíaexactamentequé.

—Es posible, Alena Ivanovna, que le traiga muy pronto otro objeto deplata…Una bonita pitillera que le presté a un amigo. En cuanto me ladevuelva…

Sedetuvo,turbado.

—Yahablaremoscuandolatraiga,amigomío.

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—Entonces, adiós… ¿Está usted siempre sola aquí? ¿No está nunca suhermanaconusted?—preguntóeneltonomásindiferentequelefueposible,mientraspasabaalvestíbulo.

—¿Austedquéleimporta?

—Nolohedichoconningunaintención…Ustedenseguida…Adiós,AlenaIvanovna.

Raskolnikofsalióal rellano,presadeuna turbacióncreciente.Albajar laescalera sedetuvovariasveces,dominadopor repentinasemociones.Al fin,yaenlacalle,exclamó:

—¡Qué repugnantees todoesto,Diosmío!¿Cómoesposiblequeyo…?No,todohasidounanecedad,unabsurdo—afirmóresueltamente—.¿Cómohapodidollegaramiespírituunacosatanatroz?Nomecreíatanmiserable.Todoestoesrepugnante,innoble,horrible.¡Yyohesidocapazdeestartodounmespen…!

Peronipalabrasniexclamacionesbastabanparaexpresarsuturbación.Lasensacióndeprofundodisgustoqueleoprimíayleahogabacuandosedirigíaacasadelaviejaeraahorasencillamenteinsoportable.Nosabíacómolibrarsedelaangustiaquele torturaba.Ibapor laaceracomoembriagado:noveíaanadieytropezabacontodos.Noserecobróhastaqueestuvoenotracalle.Allevantarlamiradavioqueestabaalapuertadeunataberna.Delaacerapartíaunaescaleraquesehundíaenelsubsueloyconducíaalestablecimiento.Deélsalíanenaquelmomentodosborrachos.Subíanlaescaleraapoyadoselunoenel otro e injuriándose. Raskolnikof bajó la escalera sin vacilar. No habíaentradonuncaenunataberna,peroentonceslacabezaledabavueltasylasedleabrasaba.Ledominabaeldeseodebebercervezafresca,enparteparallenarsuvacíoestómago,yaqueatribuíaalhambresuestado.Sesentóenunrincónoscuroysucio,anteunapringosamesa,pidiócervezaysebebióunvasoconavidez.

Al punto experimentó una impresión de profundo alivio. Sus ideasparecieronaclararse.

«Todoestosonnecedades—sedijo,reconfortado—.Nohabíamotivoparaperder la cabeza.Un trastorno físico, sencillamente.Unvasodecerveza,untrozodegalleta, yya está firmeel espíritu, y el pensamiento se aclara, y lavoluntadrenace.¡Cuántanimiedad!»

Sinembargo,adespechodeestaamargaconclusión,estabacontentocomoelhombrequesehalibradodeprontodeunacargaespantosa,yrecorrióconunamiradaamistosaalaspersonasquelerodeaban.Peroenlomáshondodesu ser presentía que su animación, aquel resurgir de su esperanza, era algoenfermizoyficticio.Latabernaestabacasivacía.Detrásdelosdosborrachos

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con que se había cruzado Raskolnikof había salido un grupo de cincopersonas, entre ellas unamuchacha. Llevaban una armónica.Después de sumarcha,ellocalquedóencalmaypareciómásamplio.

Enlatabernasólohabíatreshombresmás.Unodeelloseraunindividuoalgoembriagado,unpequeñoburguésa juzgarporsuapariencia,queestabatranquilamentesentadoanteunabotelladecerveza.Teníaunamigoallado,unhombre alto y grueso, de barba gris, que dormitaba en el banco,completamenteebrio.Devezencuandoseagitabaenplenosueño,abría losbrazos, empezaba a castañetear los dedos, mientras movía el busto sinlevantarse de su asiento, y comenzaba a canturrear una burda tonadilla,haciendoesfuerzospararecordarlaspalabras.

Duranteunañoenteroacariciéamimujer…Duran…teunañoenteroa…ca…riciéamimu…jer.

O:

EnlaPodiatcheskaiamehevueltoaencontrarconmiantigua…

Pero nadie daba muestras de compartir su buen humor. Su taciturnocompañero observaba estas explosiones de alegría con gesto desconfiado ycasihostil.

El tercer cliente tenía la apariencia de un funcionario retirado. Estabasentado aparte, ante un vaso que se llevaba de vez en cuando a la boca,mientras lanzaba una mirada en torno de él. También este hombre parecíapresadeciertaagitacióninterna.

CAPÍTULO2

Raskolnikof no estaba acostumbrado al trato con la gente y, como yahemosdichoúltimamenteinclusohuíadesussemejantes.Peroahorasesintiódeprontoatraídohaciaellos.Ensuánimoacababadeproducirseunaespeciederevolución.Experimentaba lanecesidaddeversereshumanos.Estaba tanhastiado de las angustias y la sombría exaltación de aquel largo mes queacababa de vivir en la más completa soledad, que sentía la necesidad detonificarseenotromundo,cualquieraquefueseyaunquesólofueraporunosinstantes.Poresoestabaagustoenaquellataberna,apesardelasuciedadqueenellareinaba.Eltaberneroestabaenotradependencia,perohacíafrecuentesapariciones en la sala. Cuando bajaba los escalones, eran sus botas, suselegantes botas bien lustradas y con anchas vueltas rojas, lo que primero seveía.Llevabaunablusayunchalecodesaténnegrollenodemugre,eibasincorbata. Su rostro parecía tan cubierto de aceite como un candado. Un

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muchachodecatorceañosestabasentadodetrásdelmostrador;otromásjovenaúnservíaalosclientes.Trozosdecohombro,panecillosnegrosyrodajasdepescadoseexhibíanenunavitrinaquedespedíaunolorinfecto.Elcalorerainsoportable.Laatmósferaestabatancargadadevaporesdealcohol,quedabalaimpresióndepoderembriagaraunhombreencincominutos.

Avecesnosocurrequepersonasalasquenoconocemosnosinspiranuninteréssúbitocuandolasvemosporprimeravez,inclusoantesdecruzarunapalabra con ellas. Esta impresión produjo en Raskolnikof el cliente quepermanecíaaparteyque teníaaspectodefuncionarioretirado.Algúntiempodespués,cadavezqueseacordabadeestaprimeraimpresión,Raskolnikoflaatribuía a una especie de presentimiento. Él no quitaba ojo al supuestofuncionario,yéstenosólonocesabademirarle,sinoqueparecíaansiosodeentablarconversaciónconél.Alasdemáspersonasqueestabanenlataberna,sinexcluiraltabernero,lasmirabaconungestodedesagrado,conunaespeciede altivo desdén, como a personas que considerase de una esfera y de unaeducación demasiado inferiores para que mereciesen que él les dirigiera lapalabra.

Eraunhombrequehabíarebasadoloscincuenta,robustoydetallamedia.Sus escasos y grises cabellos coronaban un rostro de un amarillo verdoso,hinchadoporelalcohol.Entresusabultadospárpados fulgurabandosojillosencarnizados pero llenos de vivacidad. Lo que más asombraba de aquellafisonomíaeralavehemenciaqueexpresaba—yacasotambiénciertafinurayun resplandor de inteligencia—, pero por sumirada pasaban relámpagos delocura.Llevabaunviejoydesgarradofrac,delquesóloquedabaunbotón,quemanteníaabrochado,sindudaconeldeseodeguardarlasformas.Unchalecodenanquíndejabaverunplastrónajadoyllenodemanchas.Nollevababarba,esa barba característica del funcionario, pero no se había afeitado hacíatiempo,yunacapadepelorecioyazuladoinvadíasumentónysuscarrillos.Sus ademanes tenían una gravedad burocrática, pero parecía profundamenteagitado.Conloscodosapoyadosenlagrasientamesa,introducíalosdedosensu cabello, lo despeinaba y se oprimía la cabeza con ambas manos, dandovisiblesmuestrasdeangustia.AlfinmiróaRaskolnikofdirectamenteydijo,envozaltayfirme:

—Señor: ¿puedo permitirme dirigirme a usted para conversar en buenaforma?Apesardelasencillezdesuaspecto,miexperienciameinduceaverenustedunhombrecultoynounodeesosindividuosquevandetabernaentaberna.Yoherespetadosiemprelaculturaunidaalascualidadesdelcorazón.Soy consejero titular: Marmeladof, consejero titular. ¿Puedo preguntarle sitambiénustedpertenecealaadministracióndelEstado?

—No:estoyestudiando—repusoeljoven,untantosorprendidoporaquellenguaje ampuloso y también al verse abordado tan directamente, tan a

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quemarropa,porundesconocido.Apesardesusrecientesdeseosdecompañíahumana, fuera cual fuere, a la primera palabra que Marmeladof le habíadirigido había experimentado su habitual y desagradable sentimiento deirritaciónyrepugnanciahacia todapersonaextrañaque intentabaponerseenrelaciónconél.

—Es decir, que es usted estudiante, o tal vez lo ha sido —exclamóvivamenteelfuncionario—.Exactamenteloquemehabíafigurado.Heaquíelresultadodemiexperiencia,señor,demilargaexperiencia.

Se llevó lamano a la frente con un gesto de alabanza para sus prendasintelectuales.

—Ustedeshombredeestudios…Peropermítame…

Selevantó,vaciló,cogiósuvasoyfueasentarsealladodeljoven.Aunqueembriagado, hablaba con soltura y vivacidad. Sólo de vez en cuando se letrababalalenguaydecíacosasincoherentes.AlverlearrojarsetanávidamentesobreRaskolnikof,cualquierahabríadichoquetambiénélllevabaunmessindesplegarloslabios.

—Señor—siguiódiciendoentonosolemne—,lapobrezanoesunvicio:estoesunaverdad incuestionable.Pero tambiénesciertoque laembriagueznoesunavirtud,cosaquelamento.Ahorabien,señor;lamiseriasíqueesunvicio.Enlapobreza,unoconservalanoblezadesussentimientosinnatos;enla indigencia, nadie puede conservar nada noble. Con el indigente no seempleaelbastón,sinolaescoba,puesasíselehumillamás,paraarrojarlodelasociedadhumana.Yestoesjusto,porqueelindigenteseultrajaasímismo.He aquí el origen de la embriaguez, señor. El mes pasado, el señorLebeziatnikofgolpeóamimujer,ymimujer,señor,noescomoyoenmodoalguno. ¿Comprende? Permítame hacerle una pregunta. Simple curiosidad.¿HapasadoustedalgunanocheenelNeva,enunabarcadeheno?

—No,nuncamehevistoenuntranceasí—repusoRaskolnikof.

—Puesbien,yosíquemehevisto.YallevocinconochesdurmiendoenelNeva.

Llenósuvaso,lovacióyquedóenunaactitudsoñadora.Enefecto,briznasdehenoseveíanaquíyallá,sobresusropasyhastaensuscabellos.Ajuzgarpor lasapariencias,nosehabíadesnudadoni lavadodesdehacíacincodías.Sus manos, gruesas, rojas, de uñas negras, estaban cargadas de suciedad.Todos los presentes le escuchaban, aunque con bastante indiferencia. Loschicossereíandetrásdelmostrador.Eltabernerohabíabajadoexpresamenteparaoíraaqueltipo.Sesentóunpocoaparte,bostezandoconindolencia,peroconairedepersonaimportante.Alparecer,Marmeladoferamuyconocidoenla casa. Ello se debía, sin duda, a su costumbre de trabar conversación con

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cualquierdesconocidoqueencontrabaenlataberna,hábitoqueseconvierteenverdadera necesidad, especialmente en los alcohólicos que se ven juzgadosseveramente, e incluso maltratados, en su propia casa. Así, tratan dejustificarseantesuscompañerosdeorgíay,depaso,atraersesuconsideración.

—Perodi,sofantoche—exclamóelpatrón,convozpotente—.¿Porquénotrabajas?Sieresfuncionario,¿porquénoestásenunaoficinadelEstado?

—¿Que por qué no estoy en una oficina, señor? —dijo Marmeladof,dirigiéndoseaRaskolnikof,comosilapreguntalahubierahechoéste—¿Diceustedqueporquénotrabajoenunaoficina?¿Creeustedqueestaimpotenciano es un sufrimiento para mí? ¿Cree usted que no sufrí cuando el señorLebeziatnikof golpeó amimujer elmes pasado, en unmomento en que yoestababorrachoperdido?Dígame,joven:¿nosehavistoustedenelcaso…enelcasodetenerquepedirunpréstamosinesperanza?

—Sí…Pero¿quéquiereusteddecirconesode«sinesperanza»?

—Pues,aldecir«sinesperanza»,quierodecir«sabiendoquevaunoaunfracaso». Por ejemplo, usted está convencido por anticipado de que ciertoseñor,unciudadanoíntegroyútilasupaís,noleprestarádineronuncaypornadadelmundo…¿Porquéselohadeprestar,dígame?Élsabeperfectamenteque yo no se lo devolvería jamás. ¿Por compasión?El señorLebeziatnikof,que está siempre al corriente de las ideas nuevas, decía el otro día que lacompasiónestávedadaaloshombres,inclusoparalaciencia,yqueasíocurreenInglaterra,dondeimperalaeconomíapolítica.¿Cómoesposible,dígame,queestehombremeprestedinero?Puesbien,aunsabiendoquenoselepuedesacarnada,unoseponeencaminoy…

—Pero¿porquéseponeencamino?—leinterrumpióRaskolnikof.

—Porque uno no tiene adónde ir, ni a nadie a quien dirigirse.Todos loshombresnecesitan saberadónde ir, ¿no?Pues siempre llegaunmomentoenque uno siente la necesidad de ir a alguna parte, a cualquier parte. Por eso,cuandomihijaúnica fueporprimeraveza lapolicíapara inscribirse,yo laacompañé… (porque mi hija está registrada como…) —añadió entreparéntesis, mirando al joven con expresión un tanto inquieta—. Eso nomeimporta,señor—seapresuróadecircuandolosdosmuchachosseecharonareírdetrásdelmostrador,einclusoeltaberneronopudomenosdesonreír—.Eso nome importa.Los gestos de desaprobación no pueden turbarme, puesestolosabetodoelmundo,ynohaymisterioquenoacabepordescubrirse.Yyomiroestascosasnocondesprecio,sinoconresignación…¡Sea,sea,pues!Ecce Homo. Óigame, joven: ¿podría usted…? No, hay que buscar otraexpresión más fuerte, más significativa. ¿Se atrevería usted a afirmar,mirándomealosojos,quenosoyunpuerco?

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Eljovennocontestó.

—Bien—dijoelorador,yesperóconunairesosegadoydignoelfindelasrisas que acababande estallar nuevamente—.Bien, yo soyunpuercoy ellauna dama. Yo parezco una bestia, y Catalina Ivanovna, mi esposa, es unapersonabieneducada,hijadeunoficialsuperior.Demosporsentadoqueyosoyungranujayqueellaposeeungrancorazón,sentimientoselevadosyunaeducaciónperfecta.Sinembargo…¡Ah,siellasehubieracompadecidodemí!Y es que los hombres tenemos necesidad de ser compadecidos por alguien.Pues bien,Catalina Ivanovna, a pesar de su grandeza de alma, es injusta…,aunqueyocomprendoperfectamentequecuandometiradelpelolohacepormibien.Terepitosinvergüenza,joven;ellametiradelpelo—insistióenuntonomásdignoaún,aloírnuevasrisas—.¡Ah,Diosmío!Siella,solamenteunavez…Pero,¡bah!,vanaspalabras…Nohablemosmásdeesto…Pueseslociertoquemideseosehavistosatisfechomásdeunavez;sí,másdeunavezmehancompadecido.Peromicarácter…Soyunbrutorematado.

—Deacuerdo—observóeltabernero,bostezando.

Marmeladofdiounfuertepuñetazoenlamesa.

—Sí,unbruto…Sepausted,señor,quemehebebidohastasusmedias.Noloszapatos,entiéndame,pues,enmediodetodo,estoseríaunacosaenciertomodo natural; no los zapatos, sino lasmedias. Y tambiénme he bebido suesclavinadepieldecabra,queeradesupropiedad,puesselahabíanregaladoantes de nuestro casamiento. Entonces vivíamos en un helado cuchitril. Esinvierno;ellaseenfría;empiezaatoseryaescupirsangre.Tenemostresniñospequeños,yCatalinaIvanovnatrabajadesolasol.Friega,lavalaropa,lavaalosniños.Estáacostumbradaalalimpiezadesdesumástiernainfancia…Todoestoconunpechodelicado,conunapredisposiciónalatisis.Yolosientodeveras. ¿Creen que no lo siento?Cuantomás bebo,más sufro. Por eso, parasentirmás,parasufrirmás,meentregoa labebida.Yobeboparasufrirmásprofundamente.

Inclinólacabezaconungestodedesesperación.

—Joven —continuó mientras volvía a erguirse—, creo leer en susemblante laexpresióndeundolor.Apenas lehevistoentrar,he tenidoestaimpresión.Poresolehedirigidolapalabra.Silecuentolahistoriademividanoesparadivertir a estosociosos,que, además,ya la conocen, sinoporquedeseoquemeescucheunhombreinstruido.Sepausted,pues,quemiesposaseeducóenunpensionadoaristocráticoprovincial,yqueeldíaenquesalióbailóla danza del chal ante el gobernador de la provincia y otras altaspersonalidades. Fue premiada con una medalla de oro y un diploma. Lamedalla…se vendió hace tiempo. En cuanto al diploma,mi esposa lo tieneguardadoensubaúl.Últimamentese loenseñabaanuestrapatrona.Aunque

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estabaamatarconestamujer,lohacíaporqueexperimentabalanecesidaddevanagloriarse ante alguien de sus éxitos pasados y de evocar sus tiemposfelices.Yonoselocensuro,puesloúnicoquetienesonestosrecuerdos:todolodemássehadesvanecido…Sí,esunadamaenérgica,orgullosa, intratable.Sefriegaellamismaelsueloycomepannegro,peronotoleraríadenadielamenor falta de respeto.Aquí tiene usted explicado por qué no consintió lasgroseríasdeLebeziatnikof;ycuandoéste,paravengarse,lepegóellatuvoqueguardarcama,noacausade losgolpes recibidos, sinopor razonesdeordensentimental. Cuandome casé con ella, era viuda y tenía tres hijos de cortaedad.Suprimermatrimoniohabíasidodeamor.Elmaridoeraunoficialdeinfanteríaconelquehuyóde lacasapaterna.Catalinaadorabaa sumarido,peroélseentregóaljuego,tuvoasuntosconlajusticiaymurió.Enlosúltimostiempos,éllepegaba.Ellanoseloperdonó,losépositivamente;sinembargo,incluso ahora llora cuando lo recuerda, y establece entre él y yocomparacionesnadahalagadorasparamiamorpropio;peroyoladejo,porqueasíellaseimagina,almenos,quehasidoalgúndíafeliz.Despuésdelamuertede sumarido,quedó solacon sus treshijitosenuna región lejanay salvaje,dondeyomeencontrabaentonces.Vivíaenunamiseriatanespantosa,queyo,quehevistoloscuadrosmástristes,nomesientocapazdedescribirla.Todossusparientes lahabíanabandonado.Eraorgullosa,demasiadoorgullosa.Fueentonces, señor,entonces,comoya lehedicho,cuandoyo,viudo tambiényconunahijadecatorceaños,leofrecímimano,puesnopodíaverlasufrirdeaquel modo. El hecho de que siendo una mujer instruida y de una familiaexcelente aceptara casarse conmigo, le permitirá comprender a qué extremollegabasumiseria.Aceptóllorando,sollozando,retorciéndoselasmanos;peroaceptó.Yesqueno tenía adónde ir. ¿Sedaustedcuenta, señor, sedaustedcuenta exacta de lo que significa no tener dónde ir?No, usted no lo puedecomprender todavía…Durante un año entero cumplí con mi deberhonestamente,santamente,sinprobareso—yseñalabaconeldedolamediabotellaqueteníadelante—,puesyosoyunhombredesentimientos.Peronoconseguíatraérmela.Entretanto,quedécesante,noporculpamía,sinoacausadeciertoscambiosburocráticos.Entoncesmeentreguéalabebida…Yahaceaño y medio que, tras mil sinsabores y peregrinaciones continuas, nosinstalamos en esta capital magnífica, embellecida por incontablesmonumentos. Aquí encontré un empleo, pero pronto lo perdí. ¿Comprende,señor? Esta vez fui yo el culpable: ya me dominaba el vicio de la bebida.Ahora vivimos en un rincón que nos tiene alquilado Amalia IvanovnaLipevechsel.Pero¿cómovivimos,cómopagamoselalquiler?Esoloignoro.En la casa hay otros muchos inquilinos: aquello es un verdadero infierno.Entre tanto, lahijaque tuvedemiprimeramujerhacrecido.Encuantoa loque sumadrastra la ha hecho sufrir, prefiero pasarlo por alto. PuesCatalinaIvanovna, apesarde sus sentimientosmagnánimos, esunamujer irasciblee

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incapaz de contener sus impulsos…Sí, así es. Pero ¿a qué mencionar estascosas? Ya comprenderá usted que Sonia no ha recibido una educaciónesmerada.Hacemuchosañosintentéenseñarlegeografíaehistoriauniversal,perocomoyonoestabamuyfuerteenestasmateriasy,además,noteníamosbuenoslibros,puesloslibrosquehubiéramospodidotener…,pues…,¡bueno,yanolosteníamos!,seacabaronlaslecciones.NosquedamosenCiro,reydelos persas. Después leyó algunas novelas, y últimamente Lebeziatnikof leprestó La Fisiología, de Lewis. Conoce usted esta obra, ¿verdad? A ella lepareciómuyinteresante,einclusonosleyóalgunospasajesenvozalta.Aestosereducesuculturaintelectual.Ahora,señor,medirijoausted,pormipropiainiciativa,parahacerleunapreguntadeordenprivado.Unamuchachapobreperohonesta,¿puedeganarsebienlavidaconuntrabajohonesto?Noganarániquincekopeksaldía,señormío,yesotrabajandohastalaextenuación,sieshonestaynoposeeningúntalento.Haymás:elconsejerodeEstadoKlopstockIvánIvanovitch…,¿haoídoustedhablardeél…?,nosolamentenohapagadoa Sonia media docena de camisas de Holanda que le encargó, sino que ladespidióferozmenteconelpretextodequelehabíatomadomallasmedidasyelcuellolequedabatorcido.

»Ylosniños,hambrientos…

»CatalinaIvanovnavayvieneporlahabitación,retorciéndoselasmanos,lasmejillas teñidasdemanchas rojas, comoespropiode laenfermedadquepadece.Exclama:

»—Enestacasacomes,bebes,estásbienabrigado,yloúnicoquehacesesholgazanear.

»Yyo le pregunto: ¿quépodía beber ni comer, cuando incluso los niñosllevabanmás de tres días sin probar bocado?En aquelmomento, yo estabaacostadoy, nome importa decirlo, borracho.Pudeoír unade las respuestasque mi hija (tímida, voz dulce, rubia, delgada, pálida carita) daba a sumadrastra.

»—Yonopuedohacereso,CatalinaIvanovna.

»Ha de saber que Daría Frantzevna, unamalamujer a la que la policíaconoce perfectamente, había venido tres veces a hacerle proposiciones pormediodeladueñadelacasa.

»—Yono puedo hacer eso—repitió, remedándola,Catalina Ivanovna—.¡Vayauntesoroparaqueloguardescontantocuidado!

»Perono laacuse, señor.Nosedabacuentadelalcancede suspalabras.Estaba trastornada, enferma. Oía los gritos de los niños hambrientos y,además, sudeseoeramortificaraSonia,no inducirla…Catalina Ivanovnaesasí.Cuandooyelloraralosniños,aunqueseadehambre,seirritaylespega.

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»Erancercadelascincocuando,depronto,viqueSonetchkaselevantaba,seponíaunpañueloenlacabeza,cogíaunchalysalíadelahabitación.Eranmásdelasochocuandoregresó.Entró,sefuederechaaCatalinaIvanovnay,sin desplegar los labios, depositó ante ella, en la mesa, treinta rublos. Nopronunció ni una palabra, ¿sabe usted?, no miró a nadie; se limitó a cogernuestrogranchaldepañoverde(tenemosungranchaldepañoverdequeespropiedad común), a cubrirse con él la cabeza y el rostro y a echarse en lacama, de cara a la pared. Leves estremecimientos recorrían sus frágileshombrosy todosucuerpo…Yyoseguíaacostado,ebrio todavía.Depronto,joven,deprontoviqueCatalinaIvanovna,tambiénensilencio,seacercabaalacamadeSonetchka.Lebesólospies, losabrazóyasípasótodalanoche,sinquererlevantarse.Alfinsedurmieron,lasdos,lasdossedurmieronjuntas,enlazadas…Ahítieneusted…Yyo…yoestababorracho.

Marmeladof se detuvo como si se hubiese quedado sin voz. Tras unapausa,llenóelvasosúbitamente,lovacióycontinuósurelato.

—Desdeentonces, señor, a causadeldesgraciadohechoque le acabodereferir,yporefectodeunadenunciaprocedentedepersonasmalvadas(DaríaFrantzevnahatomadoparteactivaenello,puesdicequelahemosengañado),desdeentonces,mihijaSoniaSimonovnafiguraenelregistrodelapolicíaysehavistoobligadaadejarnos.Ladueñadelacasa,AmaliaFeodorovna,nohubieratoleradosupresencia,puestoqueayudabaaDaríaFrantzevnaensusmanejos.Yen loqueconciernealseñorLebeziatnikof…,pues…sólo lediréque su incidente con Catalina Ivanovna se produjo a causa de Sonia. Alprincipio no cesaba de perseguir a Sonetchka. Después, de repente, salió arelucirsuamorpropioherido.«Unhombredemicondiciónnopuedevivirenla misma casa que una mujer de esa especie.» Catalina Ivanovna salióentoncesendefensadeSonia,ylacosaacabócomoustedsabe.AhoraSoniasuele venir a vernos al atardecer y trae algún dinero a Catalina Ivanovna.TienealquiladaunahabitaciónencasadelsastreKapernaumof.Estehombreescojoytartamudo,ytodasunumerosafamiliatartamudea…Sumujerestantartamudacomoél.Todalafamiliaviveamontonadaenunahabitación,yladeSoniaestáseparadadeéstaporuntabique…¡Gentemiserableytartamuda…!Unamañanamelevanto,mepongomisharapos,levantolosbrazosalcieloyvoy a visitar a su excelencia Iván Afanassievitch. ¿Conoce usted a suexcelenciaIvánAfanassievitch?¿No?Entoncesnoconoceustedalsantomássanto.Esuncirio,uncirioquesefundeantela imagendelSeñor…Susojosestaban llenos de lágrimas después de escucharmi relato desde el principiohastaelfin.

»—Bien,Marmeladof—medijo—.Hasdefraudadounavezlasesperanzasquehabíadepositadoenti.Voyatomartedenuevobajomiprotección.

ȃstasfueronsuspalabras.

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»—Procuranoolvidarlo—añadió—.Puedesretirarte.

»Yo besé el polvo de sus botas…, pero sólo mentalmente, pues él, altofuncionarioyhombreimbuidodeideasmodernasyesclarecidas,nomehabríapermitidoqueselasbesaradeverdad.Volvíacasa,ynopuedodescribirleelefectoqueprodujominoticiadequeibaavolveralservicioactivoyacobrarunsueldo.

Marmeladof hizo una nueva pausa, profundamente conmovido. En esemomentoinvadiólatabernaungrupodebebedoresenlosqueyahabíahechoefecto la bebida.En la puerta del establecimiento resonaron las notas de unorganillo,yunavozdeniño,frágilytrémula,entonólaPetiteFerme.Lasalase llenóderuidos.El taberneroy losdosmuchachosacudieronpresurososaservir a los recién llegados. Marmeladof continuó su relato sin prestarlesatención.Parecíamuydébil,pero,amedidaquecrecíasuembriaguez,seibamostrandomás expansivo.El recuerdo de su último éxito, el nuevo empleoquehabíaconseguido,lehabíareanimadoydabaasusemblanteunaespeciederesplandor.Raskolnikofleescuchabaatentamente.

—De esto hace cinco semanas. Pues sí, cuando Catalina Ivanovna ySonetchka se enteraron de lo demi empleo,me sentí como transportado alparaíso.Antes,cuandoteníaquepermaneceracostado,sememirabacomoaunabestiaynooíamásqueinjurias;ahoraandabandepuntillasyhacíancallaralosniños.«¡Silencio!SimónZaharevitchhatrabajadomuchoyestácansado.Hayquedejarlodescansar.»Medabancaféantesdesalirparaeldespacho,einclusonata.Comprabannatadeverdad,¿sabeusted?, loquenocomprendoes de dónde pudieron sacar los once rublos y medio que se gastaron enaprovisionar mi guardarropa. Botas, soberbios puños, todo un uniforme enperfectoestado,poroncerublosycincuentakopeks.Enmiprimerajornadadetrabajo,alvolveracasaalmediodía,¿quéesloquevieronmisojos?CatalinaIvanovnahabíapreparadodosplatos:sopaylechónensalsa,manjardelquenisiquiera teníamos idea. Vestidos no tiene, ni siquiera uno. Sin embargo, sehabía compuesto como para ir de visita. Aun no teniendo ropa, se habíaarreglado. Ellas saben arreglarse con nada. Un peinado gracioso, un cuelloblanco y muy limpio, unos puños, y parecía otra; estaba más joven y másbonita.Sonetchka,mipaloma,sólopensabaenayudarnosconsudinero,peronos dijo: «Me parece que ahora no es conveniente que os venga a ver confrecuencia. Vendré alguna vez de noche, cuando nadie pueda verme.»¿Comprende, comprende usted? Después de comer me fui a acostar, yentonces Catalina Ivanovna no pudo contenerse. Hacía apenas una semanahabía tenidounaviolentadisputaconAmalia Ivanovna, ladueñade lacasa;sin embargo, la invitó a tomar café. Estuvieron dos horas charlando en vozbaja.

»—SimónZaharevitch—dijoCatalinaIvanovna—tieneahoraunempleo

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yrecibeunsueldo.Sehapresentadoasuexcelencia,ysuexcelenciahasalidodesudespacho,hatendidolamanoaSimónZaharevitch,hadichoatodoslosdemás que esperasen y lo ha hecho pasar delante de todos. ¿Comprende,comprendeusted?"Naturalmente—lehadichosuexcelencia—,meacuerdode sus servicios, Simón Zaharevitch, y, aunque usted no se portó como esdebido,supromesadenoreincidiry,porotraparte,elhechodequeaquíhaido todo mal durante su ausencia (¿se da usted cuenta de lo que estosignifica?),meinduceacreerensupalabra."

»Huelga decir —continuó Marmeladof— que todo esto lo inventó mimujer,peronopor ligereza,niparadarse importancia.Esqueellamisma locreíayseconsolabaconsuspropiasinvenciones,palabradehonor.Yonoselo reprocho,no se lopuedo reprochar.Ycuando,hace seisdías, le entreguéíntegro mi primer sueldo, veintitrés rublos y cuarenta kopeks, me llamócariñito. "¡Cariñito mío!", me dijo, y tuvimos un íntimo coloquio,¿comprende?Ydígame,seloruego:¿quéencantopuedoteneryoyquépapelpuedohacercomoesposo?Sinembargo,ellamepellizcólacaraymellamócariñito.

Marmeladofsedetuvo.Intentósonreír,perosubarbillaempezóatemblar.Sin embargo, logró contenerse. Aquella taberna, aquel rostro de hombreacabado, las cinco noches pasadas en las barcas de heno, aquella botella y,unidoaesto,laternuraenfermizadeaquelhombreporsuesposaysufamilia,teníanperplejoasu interlocutor.Raskolnikofestabapendientedesus labios,peroexperimentabaunasensaciónpenosaysearrepentíadehaberentradoenaquellugar.

—¡Ah,señor,miqueridoseñor!—exclamóMarmeladof,algorepuesto—.Talvezausted leparezca todoesto tancómicocomoa todos losdemás; talvez le esté fastidiando con todos estos pequeños detalles, miserables yestúpidos, demi vida doméstica. Pero le aseguro que yo no tengo ganas dereír, pues siento todo esto. Todo aquel día inolvidable y toda aquella nocheestuve urdiendo en mi mente los sueños más fantásticos: soñaba en cómoreorganizaría nuestra vida, en los vestidos que pondrían a los niños, en latranquilidadqueibaatenermiesposa,enquearrancaríaamihijadelavidadeoprobioque llevabay la restituiríaal senode la familia…Ytodavíasoñémuchascosasmás…Peroheaquí,caballero—yMarmeladofseestremeciódesúbito,levantólacabezaymirófijamenteasuinterlocutor—,heaquíquealmismodíasiguienteaaquelenqueacariciétodosestossueños(deestohaceexactamentecincodías),porlanoche,inventéunamentiray,comounladrónnocturno,robélallavedelbaúldeCatalinaIvanovnaymeapoderédelrestodel dinero que le había entregado. ¿Cuánto había? No lo recuerdo. Pero…¡miradmetodos!Hacecincodíasquenohepuestolospiesenmicasa,ylosmíosmebuscan,yheperdidomiempleo.Eluniformelocambiéporestetraje

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enunatabernadelpuentedeEgipto.Todohaterminado.

Se dio un puñetazo en la cabeza, apretó los dientes, cerró los ojos y seacodóen lamesapesadamente.Pocodespués,susemblantese transformóy,mirando aRaskolnikof conuna especie demalicia intencionada, de cinismofingido,seechóareíryexclamó:

—HoyheestadoencasadeSonia.Heidoapedirledineroparabeber.¡Ja,ja,ja!

—¿Y ella te lo ha dado? —preguntó uno de los que habían entradoúltimamente,echándosetambiénareír.

—Esta media botella que ve usted aquí está pagada con su dinero —continuóMarmeladof, dirigiéndose exclusivamente a Raskolnikof—.Me hadadotreintakopeks,losúltimos,todoloquetenía:lohevistoconmispropiosojos.Ellanomehadichonada;sehalimitadoamirarmeensilencio…Hasidounamiradaquenopertenecíaalatierra,sinoalcielo.Sóloalláarribasepuedesufrir así por los hombres y llorar por ellos sin condenarlos. Sí, sincondenarlos…Pero es todavía más amargo que no se nos condene. Treintakopeks…¿Acasoellanolosnecesita?¿Nolepareceausted,miqueridoseñor,queellahadeconservarunalimpiezaatrayente?Estalimpiezacuestadinero;es una limpieza especial. ¿No le parece? Hacen falta cremas, enaguasalmidonadas, elegantes zapatos que embellezcan el pie en el momento desaltarsobreuncharco.¿Comprende,comprendeusted la importanciadeestalimpieza? Pues bien; he aquí que yo, su propio padre, le he arrancado lostreintakopeksquetenía.Ymelosbebo,yameloshebebido.Dígameusted:¿quiénpuedeapiadarsedeunhombrecomoyo?Dígame,señor:¿tieneustedpiedaddemíono la tiene?Con franqueza, señor: ¿mecompadeceonomecompadece?¡Ja,ja,ja!

Intentóllenarseelvaso,perolabotellaestabavacía.

—Pero ¿por qué te han de compadecer? —preguntó el tabernero,acercándoseaMarmeladof.

La sala se llenó de risasmezcladas con insultos. Los primeros en reír einsultarfueronlosqueescuchabanalfuncionario.Losotros,losquenohabíanprestadoatención,leshicieroncoro,pueslesbastabaverlacaradelcharlatán.

—¿Compadecerme?¿Porquémehandecompadecer?—bramódeprontoMarmeladof, levantándose, abriendo los brazos con un gesto de exaltación,comosisóloesperaseestemomento—.¿Porquémehandecompadecer?,mepreguntas. Tienes razón: no merezco que nadie me compadezca; lo quemerezcoesquemecrucifiquen.¡Sí,lacruz,nolacompasión…!¡Crucifícame,juez! ¡Hazlo y, al crucificarme, ten piedad del crucificado! Yo mismo meencaminaréalsuplicio,puestengoseddedolorydelágrimas,nodealegría.

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¿Crees acaso, comerciante, que lamediabotellamehaproporcionadoalgúnplacer?Sólodolor,dolorylágrimashebuscadoenelfondodeestefrasco…Sí,dolorylágrimas…Ylosheencontrado,yloshesaboreado.Peronosotrosnopodemos recibir la piedad sino deAquel que ha sido piadoso con todos loshombres;deAquelquetodolocomprende,delúnico,denuestroúnicoJuez.Él vendrá el día del Juicio y preguntará: «¿Dónde está esa joven que se hasacrificadoporunamadrastra tísicaycruelyporunosniñosquenosonsushermanos?¿Dóndeestáesa jovenqueha tenidopiedadde supadreynohavuelto la cara con horror ante ese bebedor despreciable?» Y dirá a Sonia:«Ven.Yoteperdoné…,teperdoné…,yahorateredimodetodostuspecados,porquetúhasamadomucho.»Sí,ÉlperdonaráamiSonia,Éllaperdonará,yoséqueÉllaperdonará.Lohesentidoenmicorazónhaceunashoras,cuandoestabaensucasa…TodosseremosjuzgadosporÉl,losbuenosylosmalos.Ynosotrosoiremostambiénsuverbo.Élnosdirá:«Acercaos,acercaostambiénvosotros, los bebedores; acercaos, débiles y desvergonzadas criaturas.» Ytodos avanzaremos sin temor y nos detendremos ante Él. Y Él dirá: «¡Soisunos cerdos, lleváis el sello de la bestia y como bestias sois, pero venidconmigotambién!»Entonces,losinteligentesylosausterossevolveránhaciaÉl y exclamarán: «Señor, ¿por qué recibes a éstos?»YÉl responderá: «Losrecibo,¡ohsabios!,losrecibo,¡ohpersonassensatas!,porqueningunodeellosse ha considerado jamás digno de este favor.»YÉl nos tenderá sus divinosbrazos y nosotros nos arrojaremos en ellos, deshechos en lágrimas…, y locomprenderemostodo,entonceslocomprenderemostodo…,yentoncestodoscomprenderán…También comprenderáCatalina Ivanovna… ¡Señor, venga anoselreino!

Se dejó caer en un asiento, agotado, sin mirar a nadie, como si, en laprofundidaddesudelirio,sehubieraolvidadodetodoloquelerodeaba.

Sus palabras habían producido cierta impresión. Hubo unos instantes desilencio.Peroprontoestallaronlasrisasylasinvectivas.

—¿Habéisoído?

—¡Viejochocho!

—¡Burócrata!

Yotrascosasparecidas.

—¡Vámonos, señor! —exclamó de súbito Marmeladof, levantando lacabeza y dirigiéndose a Raskolnikof—. Lléveme a mi casa…El edificioKozel…Déjeme en el patio…Ya es hora de que vuelva al lado de CatalinaIvanovna.

Hacía un rato que Raskolnikof había pensado marcharse, otorgando aMarmeladof su compañía y su sostén.Marmeladof tenía las piernas menos

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firmesquelavozyseapoyabapesadamenteeneljoven.Teníanquerecorrerdedoscientosatrescientospasos.Laturbaciónyeltemordelalcohólicoibanenaumentoamedidaqueseacercabanalacasa.

—NoesaCatalinaIvanovnaaquientemo—balbuceaba,enmediodesuinquietud—.Noes laperspectivade los tironesdepelo loqueme inquieta.¿Quéesuntiróndepelos?Nadaabsolutamente.Nolequepadudadequenoesnada.Hastaprefieroquemedéunoscuantostirones.No,noesesoloquetemo. Lo que me da miedo es su mirada…, sí, sus ojos…Y también lasmanchas rojas de sus mejillas. Y su jadeo… ¿Ha observado cómo respiranestos enfermos cuando los conmueve una emoción violenta…?Tambiénmeinquietalaideadequevoyaencontrarllorandoalosniños,puessiSonianoleshadadodecomer,nosé…,yonosécómohabránpodido…,nosé,nosé…Perolosgolpesnomedanmiedo…Leaseguro,señor,quelosgolpesnosólonomehacendaño,sinoquemeproporcionanunplacer…Nopodríapasarsinellos. Lo mejor es que me pegue…Así se desahoga…Sí, prefiero que mepegue…Hemos llegado…Edificio Kozel…Kozel es un cerrajero alemán, unhombrerico…Llévemeamihabitación.

Cruzaron el patio y empezaron a subir hacia el cuarto piso. La escaleraestabacadavezmásoscura.Eran lasoncede lanoche,yaunqueenaquellaépocadelañonohubiera,pordecirloasí,nocheenPetersburgo,es lociertoquelapartealtadelaescaleraestabasumidaenlamásprofundaoscuridad.

Laahumadapuertecillaquedabaalúltimorellanoestabaabierta.Uncabode vela iluminaba una habitación miserable que medía unos diez pasos delongitud.Desdeelvestíbuloselapodíaabarcarconunasolamirada.Enellareinaba el mayor desorden. Por todas partes colgaban cosas, especialmenteropasdeniño.Unacortinaagujereadaocultabaunode losdos rinconesmásdistantesdelapuerta.Sinduda,traslacortinahabíaunacama.Enelrestodela habitación sólo se veían dos sillas y un viejo sofá cubierto por un hulehechojirones.Anteélhabíaunamesadecocina,demaderablancaynomenosvieja.

Sobre esta mesa, en una palmatoria de hierro, ardía el cabo de vela.Marmeladof tenía, pues, alquilada una habitación entera y no un simplerincón, pero comunicaba con otras habitaciones y era como un pasillo. Lapuerta que daba a las habitaciones, mejor dicho, a las jaulas, del piso deAmaliaLipevechsel,estabaentreabierta.Seoíanvocesyruidosdiversos.Lasrisasestallabanacadamomento.Sinduda,habíaallígenteque jugabaa lascartas y tomaba el té. A la habitación de Marmeladof llegaban a vecesfragmentosdefrasesgroseras.

RaskolnikofreconocióinmediatamenteaCatalinaIvanovna.Eraunamujerhorriblemente delgada, fina, alta y esbelta, con un cabello castaño, bello

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todavía. Como había dicho Marmeladof, sus pómulos estaban cubiertos demanchas rojas. Con los labios secos, la respiración rápida e irregular yoprimiéndose el pecho convulsivamente con las manos, se paseaba por lahabitación.En susojoshabíaunbrillode fiebrey sumirada teníaunadurafijeza.Aquel rostro trastornadode tísicaproducíaunapenosa impresióna laluzvacilanteymortecinadelcabodevelacasiconsumido.

Raskolnikof calculó que tenía unos treinta años y que la edad deMarmeladofsuperababastantealadesumujer.Ellanoadvirtiólapresenciade los dos hombres. Parecía sumida en un estado de aturdimiento que leimpedíaveryoír.

La atmósfera de la habitación era irrespirable, pero la ventana estabacerrada.Delaescalerallegabanoloresnauseabundos,perolapuertadelpisoestabaabierta.En fin, lapuerta interior, solamenteentreabierta,dejabapasarespesasnubesdehumodetabacoquehacíantoseraCatalinaIvanovna;peroellanosehabíapreocupadodecerrarestapuerta.

El hijomenor, unaniñade seis años, dormía sentada en el suelo, con elcuerpotorcidoylacabezaapoyadaenelsofá.Suhermanito,queteníaunañomás que ella, lloraba en un rincón y los sollozos sacudían todo su cuerpo.Seguramentesumadreleacababadepegar.Lamayor,unaniñadenueveaños,altaydelgadacomounacerilla,llevabaunacamisallenadeagujerosy,sobrelosdesnudoshombros,unacapadepaño,quesindudaleveníabiendosañosatrás, pero que ahora apenas le llegaba a las rodillas. Estaba al lado de suhermanitoylerodeabaelcuelloconsudescarnadobrazo.Almismotiempo,seguíaasumadreconunamiradatemerosadesusoscurosygrandesojos,queparecíanaúnmayoresensupequeñayenjutacarita.

Marmeladof no entró en el piso: se arrodilló ante el umbral y empujó aRaskolnikof hacia el interior.Catalina Ivanovna se detuvo distraídamente alver ante ella a aquel desconocido y, volviendo momentáneamente a larealidad,parecíapreguntarse:¿Quéhaceaquíestehombre?Perosindudaseimaginó en seguida que iba a atravesar la habitación para dirigirse a otra.Entoncesfueacerrarlapuertadeentradaylanzóungritoalverasumaridoarrodilladoenelumbral.

—¿Yaestás aquí?—exclamó, furiosa—. ¿Yahas vuelto? ¿Dónde está eldinero? ¡Canalla, monstruo! ¿Qué te queda en los bolsillos? ¡Éste no es eltraje!¿Quéhashechodeél?¿Dóndeestáeldinero?¡Habla!

Empezó a registrarle ávidamente.Marmeladof abrió al punto los brazos,dócilmente,parafacilitarlatareadebuscarensusbolsillos.Nollevabaencimaniunkopek.

—¿Dónde está el dinero?—siguió vociferando la mujer—. ¡Señor! ¿Es

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posiblequeselohayabebidotodo?¡Quedabandocerublosenelbaúl!

En un arrebato de ira, cogió a sumarido por los cabellos y le obligó aentrar a fuerza de tirones. Marmeladof procuraba aminorar su esfuerzoarrastrándosehumildementetrasella,derodillas.

—¡Esunplacerparamí,noundolor!¡Unplacer,amigomío!—exclamabamientrassumujerletirabadelpeloylosacudía.

Alfinsufrentefueadarcontraelentarimado.Laniñaquedormíaenelsuelo se despertó y rompió a llorar. El niño, de pie en su rincón, no pudosoportarlaescena:denuevoempezóatemblar,agritar,ysearrojóenbrazosdesuhermana,convulsoyaterrado.Laniñamayortemblabacomounahoja.

—¡Todo, todose lohabebido!—gritaba,desesperada, lapobremujer—.¡Yestasropasnosonlassuyas!¡Estánhambrientos!—señalabaalosniños,seretorcíalosbrazos—.¡Malditavida!

DeprontoseencaróconRaskolnikof.

—¿Yatinotedavergüenza?¡Vienesdela taberna!¡Hasbebidoconél!¡Fueradeaquí!

El joven, sin decir nada, se apresuró a marcharse. La puerta interioracababa de abrirse e iban asomando caras cínicas y burlonas, bajo el gorroencasquetado y con el cigarrillo o la pipa en la boca. Unos vestían batascaseras;otros, ropasdeverano ligerashasta la indecencia.Algunos llevabanlas cartas en la mano. Se echaron a reír de buena gana al oír decir aMarmeladofquelostironesdepeloeranparaélunadelicia.Algunosentraronen lahabitación.Al fin seoyóunavozsilbante,demalagüero.EraAmaliaIvanovnaLipevechsel enpersona, que se abriópaso entre los curiosos, pararestablecerelordenasumanerayapremiarporcentésimavezaladesdichadamujer, brutalmentey conpalabras injuriosas, a dejar la habitación almismodíasiguiente.

Antes de salir, Raskolnikof había tenido tiempo de llevarse la mano albolsillo,cogerlasmonedasquelequedabandelrubloquehabíacambiadoenla tabernaydejarlo, sinque leviesen,enelalféizarde laventana.Después,cuandoestuvoenlaescalera,searrepintiódesugenerosidadyestuvoapuntodevolverasubir.

«¡Qué estupidez he cometido!—pensó—.Ellos tienen a Sonia, y yo notengoquienmeayude.»

Luego se dijo queyanopodía volver a recoger el dineroyque, aunquehubiesepodido,nolohabríahecho,ydecidióvolverseacasa.

«Sonia necesita cremas —siguió diciéndose, con una risita sarcástica,mientras iba por la calle—.Es una limpieza que cuesta dinero.A lomejor,

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Sonia está ahora sin un kopek, pues esta caza de hombres, como la de losanimales, depende de la suerte. Sin mi dinero, tendrían que apretarse elcinturón. Lo mismo les ocurre con Sonia. En ella han encontrado unaverdaderamina.Yseaprovechan…Sí, seaprovechan.Sehanacostumbrado.Al principio derramaron unas lagrimitas, pero después se acostumbraron.¡Miseriahumana!Atodoseacostumbrauno.»

Quedóensimismado.Depronto,involuntariamente,exclamó:

—Pero¿ysiestonoesverdad?¿Ysielhombrenoesunsermiserable,o,por lo menos, todos los hombres? Entonces habría que admitir que nosdominanlosprejuicios, lostemoresvanos,yqueunonodebedetenerseantenadaniantenadie.¡Obrar:esloquehayquehacer!

CAPÍTULO3

Aldíasiguientesedespertótarde,despuésdeunsueñointranquiloquenolehabíaprocuradodescansoalguno.Sedespertódepésimohumorypaseóporsubuhardillaunamiradahostil.Lahabitaciónno teníamásdeseispasosdelargoyofrecíaelaspectomásmiserable,consupapelamarilloypolvoriento,despegadoatrozos,ytanbajadetecho,queunhombrequerebasarasóloenunoscentímetroslaestaturamedianohabríaestadoallíasusanchas,pueslehabríacohibidoeltemordedarconlacabezaeneltecho.Losmueblesestabanenarmoníaconel local.Consistíanen tres sillasviejas,másomenoscojas;una mesa pintada, que estaba en un rincón y sobre la cual se veían, comotirados,algunoscuadernosylibrostancubiertosdepolvoquebastabaverlosparadeducirquenoloshabíantocadohacíamuchotiempo,y,enfin,unlargoyextrañodivánqueocupabacasitodalalongitudylamitaddelaanchuradelapiezayqueestabatapizadodeunaindianahechajirones.ÉsteeraellechodeRaskolnikof,quesolíaacostarsecompletamentevestidoysinmásmantasquesuviejacapadeestudiante.Comoalmohadautilizabaunpequeñocojín,bajo el cual colocaba, para hacerlo un pocomás alto, toda su ropa blanca,tantolalimpiacomolasucia.Anteeldivánhabíaunamesita.

Era difícil imaginar una pobreza mayor y un mayor abandono; peroRaskolnikof,dadosuestadodeespíritu,sesentíafelizenaquelantro.Sehabíaaisladode todoelmundoyvivíacomouna tortugaensuconcha.Lasimplepresencia de la sirvienta de la casa, que de vez en cuando echaba a suhabitaciónunaojeada, leponía fuerade sí.Así sueleocurrir a los enfermosmentalesdominadosporideasfijas.

Hacíaquincedíasquesupatronanoleenviabalacomida,ynisiquierale

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habíapasadoporlaimaginaciónirapedirleexplicaciones,aunquesequedabasincomer.Nastasia,lacocinerayúnicasirvientadelacasa,estabaencantadaconlaactituddelinquilino,cuyahabitaciónhabíadejadodebarrerylimpiarhacía tiempo.Sóloporexcepciónentrabaen labuhardillaapasar laescoba.Ellafuelaquelodespertóaquellamañana.

—¡Vamos! ¡Levántate ya! —le gritó—. ¿Piensas pasarte la vidadurmiendo?Sonyalasnueve…Tehetraídoté.¿Quieresunataza?Parecesunmuerto.

El huésped abrió los ojos, se estremeció ligeramente y reconoció a lasirvienta.

—¿Meloenvíalapatrona?—preguntó,incorporándosepenosamente.

—¿Cómoselehaocurridoesedisparate?

Ypusoanteélunarajadateteraenlaquequedabatodavíaunpocodeté,ydosterronesdeazúcaramarillento.

—Oye, Nastasia; hazme un favor —dijo Raskolnikof, sacando de unbolsillo un puñado de calderilla, cosa que pudo hacer porque, como decostumbre,sehabíaacostadovestido—.Tomayveacomprarmeunpanecilloblancoyunpocodesalchichóndelmásbarato.

—El panecillo blanco te lo traeré en seguida pero el salchichón… ¿Noprefieresunplatodechtchis?Esdeayeryestáriquísimo.Teloguardé,perovinistedemasiadotarde.Palabraqueestámuybueno.

CuandotrajolasopayRaskolnikofsepusoacomer,Nastasiasesentóasulado,eneldiván,yempezóacharlar.Eraunacampesinaquehablabaporloscodosyquehabíallegadoalacapitaldirectamentedesualdea.

—PraskoviaPavlovnaquieredenunciartealapolicía—dijo.

Élfrunciólascejas.

—¿Alapolicía?¿Porqué?

—Porquenilepagasnilovasahacer:lacosanopuedeestarmásclara.

—Es loúnicoqueme faltaba—murmuróel joven,apretando losdientes—.Enestosmomentos,esadenunciaseríauntrastornoparamí.¡Esamujerestonta!—añadióenvozalta—.Hoyiréahablarconella.

—Desdeluego,estonta.Tantocomoyo.Perotú,queeresinteligente,¿porqué te pasas el día echado así como un saco?Y no se sabe ni siquiera quécolor tiene el dinero.Dices que antes dabas lecciones a los niños. ¿Por quéahoranohacesnada?

—Hagoalgo—replicóRaskolnikofsecamente,comohablandoalafuerza.

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—¿Quéesloquehaces?

—Untrabajo.

—¿Quétrabajo?

—Medito—respondióeljovengravemente,trasunsilencio.

Nastasia empezó a retorcerse. Era un temperamento alegre y, cuando lahacían reír, se retorcíaensilencio,mientras todosucuerpoerasacudidoporlasmudascarcajadas.

—¿Has ganado mucho con tus meditaciones?—preguntó cuando al finpudohablar.

—Nosepuedendarleccionescuandonosetienenbotas.Además,odiolaslecciones:debuenaganalesescupiría.

—Noescupastanto:elsalivazopodríacaersobreti.

—¡Para lo que se paga por las lecciones! ¡Unos cuantos kopeks! ¿Quéharíayoconeso?

Seguía hablando como a la fuerza y parecía responder a sus propiospensamientos.

—Entonces,¿pretendesganarunafortunadeunavez?

Raskolnikofledirigióunamiradaextraña.

—Sí,unafortuna—respondiófirmementetrasunapausa.

—Bueno, bueno; no pongas esa cara tan terrible…¿Yquéme dices delpanecilloblanco?¿Hayqueirabuscarlo,ono?

—Hazloquequieras.

—¡Ah,semeolvidaba!Llegóunacartaparaticuandonoestabasencasa.

—¿Unacartaparamí?¿Dequién?

—Esonolosé.Loqueséesqueledialcarterotreskopeks.Esperoquemelosdevolverás.

—¡Tráela,porel amordeDios! ¡Traeesacarta!—exclamóRaskolnikof,profundamenteagitado—.¡Señor…!¡Señor…!

Unminutodespuésteníalacartaenlamano.Comohabíasupuesto,eradesu madre, pues procedía del distrito de R***. Estaba pálido. Hacía muchotiempoquenohabía recibidoningunacarta;pero laemociónqueagitabasucorazónenaquelmomentoobedecíaaotracausa.

—¡Vete,Nastasia!¡Vete,porelamordeDios!Tomatustreskopeks,peroveteenseguida;teloruego.

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La carta temblaba en sus manos. No quería abrirla en presencia de lasirvienta;deseabaquedarsesoloparaleerla.CuandoNastasiasalió,eljovensellevó el sobre a sus labios y lo besó. Después estuvo unos momentoscontemplandoladirecciónyobservandolacaligrafía,aquellaescriturafinayunpocoinclinadaquetanfamiliaryqueridaleera;laletradesumadre,alaque él mismo había enseñado a leer y escribir hacía tiempo. Retrasaba elmomentodeabrirla:parecíaexperimentarciertotemor.Alfinrasgóelsobre.Lacartaeralarga.Laletra,apretada,ocupabadosgrandeshojasdepapelporlosdoslados.

«Mi querido Rodia—decía la carta—: hace ya dosmeses que no te heescritoyestohasidoparamítanpenoso,queinclusomehaquitadoelsueñomuchas noches. Perdóname este silencio involuntario. Ya sabes cuánto tequiero. Dunia y yo no tenemos a nadie más que a ti; tú lo eres todo paranosotras: todanuestraesperanza, todanuestraconfianzaenelporvenir.SóloDios sabe lo que sentí cuando me dijiste que habías tenido que dejar launiversidadhacíayavariosmesesporfaltadedineroyquehabíasperdidolasleccionesyno teníasningúnmediodevida. ¿Cómopuedoayudarteyo, conmiscientoveinte rublosanualesdepensión?Losquince rublosque teenviéhace cuatro meses, los pedí prestados, con la garantía de mi pensión, a uncomerciantedeestaciudadllamadoVakruchine.Esunabuenapersonayfueamigodetupadre;perocomoyolehabíaautorizadoporescritoacobrarpormicuentalapensión,teníaqueprocurardevolverleeldinero,cosaqueacabodehacer.Yasabesporquénohepodidoenviartenadaenestosúltimosmeses.

»Peroahora,graciasaDios,creoquetepodrémandaralgo.Porotraparte,enestosmomentosnopodemosquejarnosdenuestrasuerte,porelmotivoquemeapresuroaparticiparte.Antetodo,queridoRodia,túnosabesquehaceyaseissemanasquetuhermanaviveconmigoyqueyanotendremosquevolverasepararnos.GraciasaDios,han terminadosussufrimientos.Perovayamospor orden: así sabrás todo lo ocurrido, todo lo que hasta ahora te hemosocultado.

»Cuandohacedosmesesmeescribistediciéndomequetehabíasenteradode que Dunia había caído en desgracia en casa de los Svidrigailof, que latrataban desconsideradamente, yme pedías que te lo explicara todo, nomeparecióconvenientehacerlo.Sitehubiesecontadolaverdad,lohabríasdejadotodoparavenir,aunquehubierastenidoquehacerelmismocaminoapie,puesconozco tu carácter y tus sentimientos y sé que no habrías consentido queinsultaranatuhermana.

»Yoestabadesesperada,pero¿quépodíahacer?Porotraparte,yonosabíatoda la verdad.Elmal estaba en queDunetchka, al entrar el año pasado encasa de los Svidrigailof como institutriz, había pedido por adelantado laimportantecantidaddecienrublos,comprometiéndoseadevolverlosconsus

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honorarios.Porlotanto,nopodíadejarlaplazahastahabersaldadoladeuda.Dunia(ahorayapuedoexplicártelotodo,miqueridoRodia)habíapedidoestasuma especialmente para poder enviarte los sesenta rublos que entoncesnecesitabas con tanta urgencia y que, efectivamente, te mandamos el añopasado. Entonces te engañamos diciéndote que el dinero lo tenía ahorradoDunia.No era verdad; la verdad es la que te voy a contar ahora, en primerlugarporquenuestrasuertehacambiadodeprontoporlavoluntaddeDios,ytambiénporqueasítendrásunapruebadelomuchoquetequieretuhermanaydelagrandezadesucorazón.

»ElseñorSvidrigailofempezópormostrarsegroseroconella,dirigiéndoletodaclasedeburlasyexpresionesmolestas,sobretodocuandoestabanenlamesa…Pero no quiero extenderme sobre estos desagradables detalles: noconseguiríaotracosaqueirritarteinútilmente,ahoraqueyahapasadotodo.

»Enresumidascuentas,quelavidadeDunetchkaeraunmartirio,apesardequerecibíauntratoamableybondadosodeMarfaPetrovna,laesposadelseñorSvidrigailof,yde todas laspersonasde lacasa.LasituacióndeDuniaera aún más penosa cuando el señor Svidrigailof bebía más de la cuenta,cediendoaloshábitosadquiridosenelejército.

»Y esto fue poco comparado con lo que al fin supimos. Figúrate queSvidrigailof,elmuyinsensato,sentíadesdehacíatiempoporDuniaunapasiónqueocultababajosuactitudgroseraydespectiva.Talvezestabaavergonzadoyatemorizadoantelaideadealimentar,él,unhombreyamaduro,unpadredefamilia, aquellas esperanzas licenciosas e involuntarias haciaDunia; tal vezsusgroseríasysussarcasmosnoteníanmásobjetoqueocultarsupasiónalosojos de su familia. Al fin no pudo contenerse y, con toda claridad, le hizoproposiciones deshonestas. Le prometió cuanto puedas imaginarte, inclusoabandonaralossuyosymarcharseconellaaunaciudadlejana,oalextranjerosiloprefería.Yapuedessuponerloqueestosignificóparatuhermana.Dunianopodíadejarsupuesto,nosóloporquenohabíapagadosudeuda,sinoportemoraqueMarfaPetrovnasospecharalaverdad,loquehabríaintroducidoladiscordiaenlafamilia.Además,inclusoellahabríasufridolasconsecuenciasdelescándalo,puesdemostrarlaverdadnohabríasidocosafácil.

»Aún había otras razones para queDunia no pudiera dejar la casa hastaseis semanas después. Ya conoces a Dunia, ya sabes que es una mujerinteligente y de carácter firme. Puede soportar las peores situaciones yencontrar en su ánimo la entereza necesaria para conservar la serenidad.Aunquenosescribíamosconfrecuencia,ellanomehabíadichonadadetodoesto para no apenarme. El desenlace sobrevino inesperadamente. MarfaPetrovnasorprendióundíaeneljardín,porpuracasualidad,asumaridoenelmomentoenqueacosabaaDunia,ylointerpretótodoalrevés,achacandolaculpa a tu hermana. A esto siguió una violenta escena en el mismo jardín.

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MarfaPetrovnallegóinclusoagolpearaDunia:noquisoescucharlayestuvovociferandodurantemásdeunahora.Alfinlaenvióamicasaenunasimplecarreta,a laquefueronarrojadosendesordensusvestidos,suropablancaytodas sus cosas: ni siquiera le permitió hacer el equipaje. Para colmo dedesdichas, en aquelmomento empezó a diluviar, yDunia, después de habersufrido lasmás crueles afrentas, tuvo que recorrer diecisiete verstas en unacarreta sin toldo y en compañía de un mujik. Dime ahora qué podía yocontestaratucarta,quépodíacontartedeestahistoria.

»Estaba desesperada.Nome atrevía a decirte la verdad, ya que con ellosólo habría conseguido apenarte y desatar tu indignación. Además, ¿quépodíashacer tú?Perderte: estoes loúnico.Porotraparte,Dunetchkame lohabíaprohibido.Encuantoallenarunacartadepalabrasinsulsascuandomialmaestabahenchidadedolor,nomesentíacapazdehacerlo.

»Desde que se supo todo esto, fuimos el tema preferido por losmurmuradoresdelaciudad,ylacosaduróunmesentero.Nonosatrevíamosni siquiera a ir a cumplir con nuestros deberes religiosos, pues nuestrapresencia era acogida con cuchicheos, miradas desdeñosas e inclusocomentariosenvozalta.Nuestrosamigosseapartarondenosotras,nadienossaludaba,einclusosédebuenatintaqueungrupodeempleadillosproyectabacontra nosotras lamayor afrenta: embadurnar con brea la puerta de nuestracasa.Porciertoqueelcaseronoshabíaexigidoqueladesalojáramos.

»YtodoporculpadeMarfaPetrovna,quesehabíaapresuradoadifamaraDunia por toda la ciudad. Venía casi a diario a esta población, en la queconoceatodoelmundo.Esunacharlatanaquesecomplaceencontarhistoriasde familia ante el primeroque llega, y, sobre todo, en censurar a sumaridopúblicamente,cosaquenomeparecenimediobien.Así,noesextrañoquelefaltarael tiempoparairpregonandoelcasodeDunia,nosóloporlaciudad,sinoportodalacomarca.

»Caí enferma. Tu hermana fue más fuerte que yo. ¡Si hubieras visto laentereza con que soportaba su desgracia y procuraba consolarme y darmeánimos!Esunángel…

»Perolamisericordiadivinahapuestofinanuestroinfortunio.

»El señor Svidrigailof ha recobrado la lucidez. Torturado por elremordimiento y compadecido sin duda de la suerte de tu hermana, hapresentadoaMarfaPetrovnalaspruebasmásconvincentesdelainocenciadeDunia: una carta queDunetchka le había escrito antes de que la esposa lossorprendiera en el jardín, para evitar las explicaciones de palabra ydemostrarlequenoquería tenerningunaentrevistaconél.Enestacarta,quequedó en poder del señor Svidrigailof al salir de la casaDunetchka, ésta lereprochabavivamenteyconsinceraindignaciónlavilezadesuconductapara

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conMarfaPetrovna,lerecordabaqueeraunhombrecasadoypadredefamiliaylehacíaverlaindignidadquecometíapersiguiendoaunajovendesgraciadaeindefensa.Enunapalabra,queridoRodia,queestacartarespiratalnoblezadesentimientosyestáescritaentérminostanconmovedores,quellorécuandola leí, e inclusohoynopuedo releerla sin derramarunas lágrimas.Además,Duniapudocontaralfinconeltestimoniodelossirvientes,quesabíanmásdeloqueelseñorSvidrigailofsuponía.

»MarfaPetrovnaquedóporsegundavezestupefacta,comoheridaporunrayo,segúnsupropiaexpresión,peronodudóniunmomentodelainocenciadeDunia,yaldíasiguiente,queeradomingo,loprimeroquehizofueiralaiglesiaeimploraralaSantaVirgenqueledierafuerzasparasoportarsunuevadesgracia y cumplir con su deber. Acto seguido vino a nuestra casa y nosrefirió todo lo ocurrido, llorando amargamente. En un arranque deremordimiento,searrojóenlosbrazosdeDuniaylesuplicóquelaperdonara.Después, sin pérdida de tiempo, recorrió las casas de la ciudad, y en todaspartes,entresollozosyenlostérminosmáshalagadores,rendíahomenajealainocencia, a la nobleza de sentimientos y a la integridad de la conducta deDunia.Nocontentaconesto,mostrabayleíaatodoelmundolacartaescritaporDunetchkaalseñorSvidrigailof.E inclusodejabasacarcopias,cosaquemepareceunaexageración.Recorrió lascasasde todassusamistades,en locual empleó varios días. Ello dio lugar a que algunas de sus relaciones semolestaran al ver que daba preferencia a otros, lo que consideraban unainjusticia.Al fin se determinó con toda exactitud el orden de las visitas, demodoquecadaunopudosaberdeantemanoeldíaqueletocabaelturno.EntodalaciudadsesabíadóndeteníaqueleerMarfaPetrovnalacartatalocualdía,yelvecindarioadquiriólacostumbredereunirseenlacasafavorecida,sinexcluir aquellas familias que ya habían escuchado la lectura en su propiohogaryeneldeotrasfamiliasamigas.Yocreoqueen todoestohaymuchaexageración, pero así es el carácter deMarfaPetrovna.Por otra parte, es lociertoqueellaharehabilitadoporcompletoaDunetchka.Toda lavergüenzadeestahistoriahacaídosobreelseñorSvidrigailof,aquienellapresentacomoúnicoculpable,y tan inflexiblemente,que inclusosientocompasióndeél.Amijuicio,lagenteesdemasiadoseveraconesteinsensato.

»Inmediatamente llovieron sobre Dunia ofertas para dar lecciones, peroellalasharechazadotodas.Todoelmundosehaapresuradoatestimoniarlesuconsideración. Yo creo que a esto hay que atribuir principalmente elacontecimientoinesperadoquevaacambiar,pordecirloasí,nuestravida.Hasdesaber,queridoRodia,queDuniaharecibidounasolicituddematrimonioylahaaceptado,loquemeapresuroacomunicarte.Aunqueestosehahechosinconsultarte, espero que nos perdonarás, pues ya comprenderás que nopodíamos retrasar nuestra decisión hasta que recibiéramos tu respuesta. Porotraparte,nohabríaspodidojuzgarconaciertolascosasdesdetanlejos.

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»Heaquícómohaocurridotodo:

»Elprometidodetuhermana,PiotrPetrovitchLujine,esconsejerodelosTribunales y pariente lejano de Marfa Petrovna. Por mediación de ella, ydespuésde interveniractivamenteenesteasunto,nos transmitiósudeseodeentablarconocimientoconnosotras.Lerecibimoscortésmente,tomamoscaféy,aldíasiguientemismo,nosenvióunacartaenlaquenoshacíasupeticióncon finas expresiones y solicitaba una respuesta rápida y categórica. Es unhombreactivoyqueestásiempreocupadísimo.HadepartircuantoantesparaPetersburgoydebeaprovechareltiempo.

»Al principio, como comprenderás, nos quedamos atónitas, pues noesperábamosenmodoalgunounasolicituddeestaíndole,ytuhermanayyonospasamoseldíareflexionandosobrelacuestión.Esunhombredignoybiensituado.Presta serviciosendosdepartamentosyposeeunapequeña fortuna.Verdad es que tiene ya cuarenta y cinco años, pero su presencia es tanagradable,queestoyseguradeque todavíagustaa lasmujeres.Esausteroysosegado,aunquetalvezunpocoaltivo.Peroesmuyposiblequeestoúltimoseatansólounaaparienciaengañosa.

»Ahora una advertencia, querido Rodia: cuando lo veas en Petersburgo,cosa que ocurrirá muy pronto, no te precipites a condenarlo duramente,siguiendotucostumbre,sivesenélalgoquetedisguste.Tedigoestoenunexcesodeprevisión,puesestoyseguradequeproduciráen tiuna impresiónfavorable. Por lo demás, para conocer a una persona, hay que verla yobservarla atentamente durante mucho tiempo, so pena de dejarte llevar deprejuiciosycometererroresquedespuésnosereparanfácilmente.

»TodoinduceacreerquePiotrPetrovitchesunhombrerespetableacartacabal.Ensuprimeravisitanosdijoqueeraunespíriturealista,quecompartíaenmuchospuntos laopiniónde lasnuevasgeneracionesyquedetestaba losprejuicios.Hablódeotrasmuchascosas,puespareceunpocovanidosoy legusta que le escuchen, lo cual no es un crimen, ni mucho menos. Yo,naturalmente,nocomprendísinounapequeñapartedesuscomentarios,peroDuniame ha dicho que, aunque su instrucción esmediana, parece bueno einteligente. Ya conoces a tu hermana, Rodia: es una muchacha enérgica,razonable, paciente y generosa, aunqueposee (de esto estoy convencida) uncorazónapasionado.Indudablemente,elmotivodeestematrimonionoes,porningunadelasdospartes,ungranamor;peroDunia,ademásdeinteligente,esunamujerdecorazónnoble,unverdaderoángel,y se impondráeldeberdehacer feliza sumarido,elcual,por suparte,procurarácorresponderle,cosaque,hastaelmomento,notenemosmotivoparaponerenduda,peseaqueelmatrimonio,hayqueconfesarlo,sehaconcretadoconciertaprecipitación.Porotraparte,siendoéltaninteligenteyperspicaz,comprenderáquesufelicidadconyugaldependerádelaqueproporcioneaDunetchka.

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»En lo que concierne a ciertas disparidades de genio, de costumbresarraigadas, de opiniones (cosas que se ven en los hogares más felices),Dunetchka me ha dicho que está segura de que podrá evitar que ello seamotivo de discordia, que no hay que inquietarse por tal cosa, pues ella sesiente capaz de soportar todas las pequeñas discrepancias, con tal que lasrelacionesmatrimoniales seansincerasy justas.Además, lasapariencias sonengañosasmuchasveces.Aprimeravista,mehaparecidoun tantobruscoyseco; pero esto puede proceder precisamente de su rectitud y sólo de surectitud.

»Ensusegundavisita,cuandoyasupeticiónhabíasidoaceptada,nosdijo,enelcursodelaconversación,queantesdeconoceraDuniayahabíaresueltocasarse con una muchacha honesta y pobre que tuviera experiencia de lasdificultades de la vida, pues considera que el marido no debe sentirse enningúncasodeudordelamujeryque,encambio,esmuyconvenientequeellavea en él un bienhechor. Sin duda, no me expreso con la amabilidad ydelicadezaconqueélseexpresó,puessóloheretenidolaidea,nolaspalabras.Además, habló sin premeditación alguna, dejándose llevar del calor de laconversación,tanto,queélmismotratódespuésdesuavizarelsentidodesuspalabras.Sinembargo,amímeparecieronun tantoduras,yasí se lodijeaDunetchka;peroellamecontestóconciertairritaciónqueunacosaesdeciryotrahacer,loquesindudaesverdad.Dunianopudopegarojolanochequeprecedióasurespuestay,creyendoqueyoestabadormida,selevantóyestuvovarias horas paseando por la habitación. Finalmente se arrodilló delante deliconoyorófervorosamente.Porlamañanamedijoqueyahabíadecididoloqueteníaquehacer.

»Ya te he dicho que Piotr Petrovitch se trasladará muy pronto aPetersburgo, adonde le llaman intereses importantísimos, pues quiereestablecerseallícomoabogado.Haceyamuchotiempoqueejerceyacabadeganarunacausaimportante.SihadetrasladarseinmediatamenteaPetersburgoesporquehadeseguiratendiendoenelsenadoaciertotrascendentalasunto.Portodoesto,queridoRodia,esteseñorseráparatisumamenteútil,yDuniayyohemospensadoquepuedescomenzarenseguidatucarrerayconsiderartuporvenir asegurado. ¡Oh, si esto llegara a realizarse! Sería una felicidad tangrande,quesólo lapodríamosatribuiraunfavorespecialde laProvidencia.Dunia sólo piensa en esto. Ya hemos insinuado algo a Piotr Petrovitch. Él,mostrando una prudente reserva, ha dicho que, no pudiendo estar sinsecretario,preferiría,naturalmente,confiaresteempleoaunparientequeaunextraño,siempreycuandoaquélfueracapazdedesempeñarlo.(¿Cómonohasdesercapazdedesempeñarlotú?)Sinembargo,manifestóalmismotiempoeltemordeque,debidoatusestudios,nodispusierasdeltiemponecesarioparatrabajar en su bufete. Así quedó la cosa por el momento, pero Dunia sólopiensaenesteasunto.Vivedesdehacealgunosdíasenunestadofebrilyha

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forjadoya susplanesparael futuro.Teve trabajandoconPiotrPetrovitcheincluso llegando a ser su socio, y eso sin dejar tus estudios deDerecho.Yoestoy de acuerdo en todo con ella, Rodia, y comparto sus proyectos y susesperanzas, pues la cosame parece perfectamente realizable, a pesar de lasevasivasdePiotrPetrovitch,muyexplicables,yaqueéltodavíanoteconoce.

»Dunia está segura de que conseguirá lo que se propone, gracias a suinfluencia sobre su futuro esposo, influencia que no le cabe duda de quellegará a tener. Nos hemos guardado mucho de dejar traslucir nuestrasesperanzas antePiotrPetrovitch, sobre todo ladeque llegues a ser su socioalgún día. Es un hombre práctico y no le habría parecido nada bien lo quehabría juzgado como un vano ensueño. Tampoco le hemos dicho ni unapalabra de nuestra firme esperanza de que te ayude materialmente cuandoestésenlauniversidad,yellopordosrazones.Laprimeraesqueaélmismoseleocurriráhacerlo,yloharádelmodomássencillo,sinfrasesaltisonantes.Sólo faltaría quehicieraun feo sobre esta cuestión aDunetchka, ymás aúnteniendoencuentaquetúpuedesllegarasersucolaborador,subrazoderecho,por decirlo así, y recibir esta ayuda no como una limosna, sino como unanticipopor tu trabajo.Así es comoDunetchkadeseaque sedesarrolle esteasunto,yyocompartoenteramentesuparecer.

»Lasegundarazónquenoshamovidoaguardarsilenciosobreestepuntoesquedeseoquepuedasmirarledeigualaigualenvuestrapróximaentrevista.Dunia le ha hablado de ti con entusiasmo, y él ha respondido que a loshombreshayqueconocerlosantesdejuzgarlos,yquenoformarásuopiniónsobretihastaquetehayatratado.

»Ahora tevoyadecirunacosa,miqueridoRodia.Amímeparece,porciertas razones (que desde luego no tienen nada que ver con el carácter dePiotr Petrovitch y que tal vez son solamente caprichos de vieja), a mí meparece, repito, que lo mejor sería que, después del casamiento, yo siguieraviviendo sola en vez de instalarme en casa de ellos. Estoy completamenteseguradequeéltendrálagenerosidadyladelicadezadeinvitarmeanovivirseparadademihija,ysémuybienque,sitodavíanohadichonada,esporqueloconsideranatural;peroyonoaceptaré.Heobservadoenmásdeunaocasiónquelosyernosnosuelentenercariñoasussuegras,yyonosólonoquieroserunacargaparanadie, sinoquedeseovivir completamente libremientrasmequedenalgunosrecursosytengahijoscomoDunetchkaytú.

»Procuraré vivir cerca de vosotros, pues aún tengo que decirte lo másagradable,Rodia.Precisamenteporserlolohedejadoparaelfinaldelacarta.Hasdesaber,queridohijo,queseguramentenosvolveremosareunirlostresmuy pronto, y podremos abrazarnos tras una separación de tres años. Estácompletamente decidido queDunia y yo nos traslademos aPetersburgo.Nopuedodecirtelafechaexactadenuestrasalida,peropuedoasegurartequeestá

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muypróxima:talveznotardemosmásdeochodíasenpartir.Tododependede Piotr Petrovitch, que nos avisará cuando tenga casa. Por ciertas razones,deseaquelabodasecelebrecuantoantes,lomástardeantesdelacuaresmadelaAsunción.

»¡Qué feliz serécuandopuedaestrecharte contramicorazón!Duniaestálocadealegríaantelaideadevolveraverte.Mehadicho(enbroma,claroes)que esto habría sido motivo suficiente para decidirla a casarse con PiotrPetrovitch.Esunángel.

»No quiere añadir nada ami carta, pues tiene tantas y tantas cosas quedecirte,quenosienteeldeseodeempuñarlapluma,yaqueescribirsólounaslíneas sería en este caso completamente inútil.Me encarga que te envíemilabrazos.

»Aunque estemos en vísperas de reunirnos, uno de estos días te enviaréalgúndinero, lamayorcantidadquepueda.Ahoraque todos sabenporaquíque Dunetchka se va a casar con Piotr Petrovitch, nuestro crédito se hareafirmado de súbito, y puedo asegurarte que Atanasio Ivanovitch estádispuesto a prestarme hasta setenta y cinco rublos, que devolveré con mipensión.Porlotanto,tepodrémandarveinticincoo,talveztreinta.Yaúnteenviaría más si no temiese que me faltara para el viaje. Aunque PiotrPetrovitchhaya tenido labondaddeencargarsedealgunosde losgastosdeltraslado(denuestroequipaje,incluidoelgranbaúl,queenviarápormediodesusamigos, supongo), tenemosquepensar ennuestra llegadaaPetersburgo,donde no podemos presentarnos sin algún dinero para atender a nuestrasnecesidades,cuandomenosdurantelosprimerosdías.

»Dunia y yo lo tenemos ya todo calculado al céntimo. El billete no nosresultarácaro.Denuestracasaa laestaciónde ferrocarrilmáspróximasólohaynoventaverstas,yyanoshemospuestodeacuerdoconunmujikquenosllevaráensucarro.Despuésnosinstalaremosalegrementeenundepartamentodetercera.Yocreoquepodrémandarte,noveinticinco,sinotreintarublos.

»Bastaya.Hellenadodoshojasynodispongodemásespacio.Yatelohecontado todo, ya estás informado del cúmulo de acontecimientos de estosúltimosmeses.Yahora,miqueridoRodia,teabrazomientrasesperoquenosvolvamosaveryteenvíomibendiciónmaternal.QuiereaDunia,quiereatuhermana,Rodia,quiérelacomoellatequiereati;ella,cuyaternuraesinfinita;ella,queteamamásqueasímisma.Esunángel,ytú,todanuestravida,todanuestraesperanzaytodanuestrafeenelporvenir.Sitúeresfeliz,loseremosnosotrastambién.¿SiguesrogandoaDios,Rodia,creesenlamisericordiadenuestroCreador y de nuestro Salvador? Sentiría en el alma que te hubierascontaminado de esa enfermedad de moda que se llama ateísmo. Si es así,piensaqueruegoporti.Acuérdate,querido,decuandoerasniño;entonces,en

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presenciadetupadre,queaúnvivía,túbalbuceabastusoracionessentadoenmisrodillas.Ytodoséramosfelices.

»Hastapronto.Teenvíomilabrazos.

»Tequerrámientrasviva

»PULQUERIARASKOLNIKOVA.»

Durante la lectura de esta carta, las lágrimas bañaronmás de una vez elrostro de Raskolnikof, y cuando hubo terminado estaba pálido, tenía lasfacciones contraídas y en sus labios se percibía una sonrisa densa, amarga,cruel. Apoyó la cabeza en su mezquina almohada y estuvo largo tiempopensando.Sucorazónlatíaconviolencia,suespírituestaballenodeturbación.Al fin sintió que se ahogaba en aquel cuartucho amarillo que más quehabitaciónparecía unbaúl o una alacena.Susojos y su cerebro reclamabanespaciolibre.Cogiósusombreroysalió.Estaveznotemíaencontrarseconlapatronaenlaescalera.Habíaolvidadotodossusproblemas.TomóelbulevarV***, camino de Vasilievski Ostrof. Avanzaba con paso rápido, comoapremiado por un negocio urgente. Como de costumbre, no veía nada ni anadieysusurrabapalabrassueltas,ininteligibles.Lostranseúntessevolvíanamirarle.Ysedecían:«Estábebido.»

CAPÍTULO4

La carta de su madre le había trastornado, pero Raskolnikof no habíavacilado un instante, ni siquiera durante la lectura, sobre el punto principal.Acerca de esta cuestión, ya había tomado una decisión irrevocable: «Esematrimonio no se llevará a cabo mientras yo viva. ¡Al diablo ese señorLujine!»

«Lacosanopuedeestarmásclara—pensaba,sonriendoconairetriunfalymalicioso,comosiestuviesesegurodesuéxito—.No,mamá;no,Dunia;noconseguiréis engañarme…Y todavía se disculpan de haber decidido la cosaporsupropiacuentaysinpedirmeconsejo.¡Claroquenomelohanpedido!Creenqueesdemasiadotardepararomperelcompromiso.Yaveremossisepuede romperono. ¡Buenpretextoalegan!PiotrPetrovitchestásiempre tanocupado, que sólo puede casarse a toda velocidad, como un ferrocarril enmarcha.No,Dunetchka,loveotodoclaro;sémuybienquécosassonesasqueme tienesquedecir,y también loquepensabasaquellanocheenque ibasyvenias por la habitación, y lo que confiaste, arrodillada ante la imagen quesiempre ha estado en el dormitorio demamá: la de laVirgen deKazán. Lasubida del Gólgota es dura, muy dura…Decís que el asunto está

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definitivamenteconcertado.Tú,AvdotiaRomanovna,hasdecididocasarteconunhombredenegocios,unhombreprácticoqueposeeciertocapital(quehaamasadoyaciertafortuna:estosuenamejoreimponemásrespeto).TrabajaendosdepartamentosdelEstadoycompartelasideasdelasnuevasgeneraciones(como dice mamá), y, según Dunetchka, parece un hombre bueno. Este"parece"eslomejor:Dunetchkasecasaimpulsadaporestasimpleapariencia.¡Magnifico,verdaderamentemagnifico!

»…Megustaríasaberporquémehablamamádelasnuevasgeneraciones.¿LohabráhechosencillamenteparacaracterizaralpersonajeoconlasegundaintencióndequemeseasimpáticoelseñorLujine…?¡Lasmuyastutas!Otracosaquemegustaríaaclarareshastaquépuntohansidofrancasunaconotraaquel día decisivo, aquella noche y después de aquella noche. ¿Hablaríanclaramenteocomprenderíanlasdos,sinnecesidaddedecírselo,quetantounacomootra tenían una sola idea, un solo sentimiento y que las palabras eraninútiles?Meinclinoporestaúltimahipótesis:eslaquelacartadejaentrever.

»Amamáleparecióunpocoseco,ylapobremujer,ensuingenuidad,seapresuró adecírselo aDunia.YDunia, naturalmente, se enfadóy respondiócon cierta brusquedad. Es lógico. ¿Cómo no perder la calma ante estasingenuidades cuando la cosa está perfectamente clara y ya no es posibleretroceder?¿Yporquémedirá:quiereaDunia,Rodia,porqueellatequiereati más que a su propia vida? ¿No será que la tortura secretamente elremordimientoporhabersacrificadosuhijaasuhijo?"Túeres todanuestravida,todanuestraesperanzaparaelporvenir."¡Ohmamá…!»

Su irritación crecía por momentos. Si se hubiera encontrado en aquelinstanteconelseñorLujine,estabasegurodequelohabríamatado.

«Cierto—prosiguió, cazando al vuelo los pensamientos que cruzaban suimaginación—, cierto que para conocer a un hombre es preciso observarlolargotiempoydecerca,peroelcarácterdelseñorLujineesfácildedescifrar.Loquemásmehagustadoeselcalificativodehombredenegociosyesodequeparecebueno.¡Vayasiloes!¡Encargarsedelosgastosdetransportedelequipaje,inclusoelgranbaúl…!¡Quégenerosidad!Yellas,laprometidaylamadre,seponendeacuerdoconunmujikparatrasladarsealaestaciónenunacarretacubierta(tambiényoheviajadoasí).Estonotieneimportancia: total,de la casa a la estación sólo hay noventa verstas. Después se instalaránalegrementeenunvagóndetercerapararecorrerunmillardeverstas.Estomeparecemuynatural,porquecadacualprocededeacuerdocon losmediosdeque dispone. Pero usted, señorLujine, ¿qué piensa de todo esto?Ella es suprometida, ¿no? Sin embargo, no se ha enterado usted de que la madre hapedidounpréstamoconlagarantíadesupensiónparaatenderalosgastosdelviaje. Sin duda, usted ha considerado el asunto como un simple conveniocomercialestablecidoamediasconotrapersonayenelque,porlotanto,cada

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sociodebeaportarlapartequelecorresponde.Yalodiceelproverbio:"Elpanylasal,porpartesiguales;losbeneficios,cadaunolossuyos".Peroustedsólohapensadoenbarrerhaciadentro: losbilletessonbastantemáscarosqueeltransportedelequipaje,yesmuyposiblequeustednotengaquepagarnadaporenviarlo.¿Esquenovenellasestascosasoesquenoquierenvernada?¡Ydicenqueestáncontentas!¡Cuandopiensoqueestonoessinolaflordelárbolyqueelfrutohademadurartodavía!Porquelopeordetodonoeslacicatería,laavariciaquedemuestralaconductadeesehombre,sinoelcaráctergeneraldelasunto.Suprocederdaunaideadeloqueseráelmarido,unaideaclara…

»¡Comosimamatuvieraeldineroparaarrojarloporlaventana!¿ConquéllegaráaPetersburgo?Contresrublos,odospequeñosbilletes,comolosquemencionaba el otro día la vieja usurera… ¿Cómo cree que podrá vivir enPetersburgo?Pueseselcasoquehavistoya,porciertosindicios,queleseráimposibleestarencasadeDunia,nisiquieralosprimerosdíasdespuésdelaboda.Esehombreencantadorhabrádejadoescaparalgunapalabritaquedebedehaberabiertolosojosamamá,apesardequeellaseniegueareconocerlocontodassusfuerzas.Ellamismahadichoquenoquierevivirconellos.Pero¿conquécuenta?¿Pretendeacasomantenerseconloscientoveinterublosdelapensión,delosquehayquededucirelpréstamodeAtanasioIvanovitch?Ennuestrapequeñaciudaddesgastalapocavistaquelequedatejiendoprendasdelanaybordandopuños,peroyoséqueestonoañademásdeveinterublosalaño a los ciento veinte de la pensión; lo sé positivamente. Por lo tanto, y apesarde todo,ellas fundansusesperanzasen lossentimientosgenerososdelseñorLujine.Creenqueélmismolesofrecerásuapoyoylessuplicaráqueloacepten. ¡Sí, si…!Estoesmuypropiodedosalmas románticasyhermosas.Ospresentanhastaelúltimomomentounhombreconplumasdepavorealynoquierenvermásqueelbien,nuncaelmal,aunqueesasplumasnoseansinoel reverso de la medalla; no quieren llamar a las cosas por su nombre poradelantado;lasolaideadehacerlolesresultainsoportable.Rechazanlaverdadcontodassusfuerzashastaelmomentoenqueelhombreporellasidealizadoles da un puñetazo en la cara. Me gustaría saber si el señor Lujine estácondecorado.EstoysegurodequeposeelacruzdeSantaAnayseadornaconella en los banquetes ofrecidos por los hombres de empresa y los grandescomerciantes.Tambiénlaluciráenlaboda,nomecabeduda…Enfin,¡quesevayaaldiablo!

»Estotieneunpaseenmamá,queesasí,peroenDuniaesinexplicable.Teconozcobien,miqueridaDunetchka.Teníascasiveinteañoscuandoteviporúltimavez,yséperfectamentecómoestucarácter.MamádiceensucartaqueDunetchkaposeetalentereza,queescapazdesoportarlotodo.Estoyalosabíayo:hacedosañosymedioqueséqueDunetchkaescapazdesoportarlotodo.El hecho de que haya podido soportar al señor Svidrigailof y todas lascomplicacionesqueestehombrelehaocasionadodemuestraque,enefecto,es

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unamujer de gran entereza.Y ahora se imagina, lomismo quemamá, quepodrá soportar igualmente a ese señor Lujine que sustenta la teoría de lasuperioridad de las esposas tomadas en lamiseria y para las que elmaridoaparececomounbienhechor,cosaqueexpone(esundetallequenohayqueolvidar) en su primera entrevista. Admitamos que las palabras se le hanescapado, a pesar de ser un hombre razonable (seguramente no se leescaparon, ni mucho menos, aunque él lo dejara entrever así en lasexplicacionesqueseapresuróadar).Pero¿quéseproponeDunia?Sehadadocuentadecómoesestehombreysabequehabrádecompartirsuvidaconél,sisecasa.Sinembargo,esunamujerqueviviríadepanduroyagua,antesquevendersualmaysulibertadmoral:nolassacrificaríaalascomodidades,nolascambiaríaportodoelorodelmundo,ymuchomenos,naturalmente,porelseñorLujine.No,laDuniaqueyoconozcoesdistintaaladelacarta,yestoyseguro de que no ha cambiado. En verdad, su vida era dura en casa deSvidrigailof;noesnadagratopasarlaexistenciaenterasirviendodeinstitutrizpor doscientos rublos al año; pero estoy convencido de que mi hermanapreferiríatrabajarconlosnegrosdeunhacendadooconlossirvientesletonesdeunalemándelBáltico,queenvilecerseyperderladignidadencadenandosuvidaporcuestionesdeinterésconunhombrealquenoquiereyconelquenotienenadaencomún.AunqueelseñorLujineestuvierahechodeoropuroybrillantes,Dunianoseavendríaasersuconcubinalegítima.¿Porqué,pues,lohaaceptado?

»¿Qué misterio es éste? ¿Dónde está la clave del enigma? La cosa nopuede estar más clara: ella no se vendería jamás por sí misma, por subienestar,nisiquieraporlibrarsedelamuerte.Perolohaceporotro;sevendeporunserquerido.Heaquíexplicadoelmisterio:sedisponeavenderseporsumadre y por su hermano…Cuando se llega a esto, incluso violentamosnuestras más puras convicciones. La persona pone en venta su libertad, sutranquilidad, suconciencia. "Perezcayocon talquemis seresqueridos seanfelices." Es más, nos elaboramos una casuística sutil y pronto nosconvencemosanosotrosmismosdequenuestraconductaes inmejorable,dequeeranecesaria,dequelaexcelenciadelfinjustificanuestroproceder.Asísomos.Lacosaestáclaracomolaluz.

»Es evidente que en este caso sólo se trata de Rodion RomanovitchRaskolnikof: él ocupa el primer plano. ¿Cómo proporcionarle la felicidad,permitirlecontinuarlosestudiosuniversitarios,asociarloconunhombrebiensituado, asegurar su porvenir? Andando el tiempo, tal vez llegue a ser unhombrerico,respetado,cubiertodehonores,einclusopuedeterminarsuvidaen plena celebridad… ¿Qué dice la madre? ¿Qué ha de decir? Se trata deRodia,delincomparableRodia,delprimogénito.¿Cómonohadesacrificaralhijomayor lahija, aunqueestahija seaunaDunia? ¡Ohadoradose injustosseres! Aceptarían sin duda incluso la suerte de Sonetchka, Sonetchka

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Marmeladova, la eterna Sonetchka, que durará tanto como el mundo. Pero¿habéismedidobienlamagnituddelsacrificio?¿Sabéisloquesignifica?¿Noes demasiado duro para vosotras? ¿Es útil? ¿Es razonable? Has de saber,Dunetchka,que la suertedeSonianoesmás terribleque lavidaal ladodelseñorLujine.Mamáhadichoquenoesésteunmatrimoniodeamor.¿Yquéocurrirá si, ademásdenohaber amor, tampocohayestimación,pues, por elcontrario, ya existe la antipatía, el horror, el desprecio? ¿Qué me dices aesto…?Habráqueconservar la "limpieza".Sí, eso es. ¿Comprendéis loqueesta limpieza significa? ¿Sabéis que paraLujine esta limpieza no difiere ennada de la de Sonetchka?E incluso es peor, pues, bienmirado, en tu caso,Dunetchka,hayciertaesperanzadecomodidades,decosas superfluas, ciertacompensación, en fin, mientras que en el caso de Sonetchka se tratasimplemente de no morirse de hambre. Esta "limpieza" cuesta cara,Dunetchka,muycara.¿Yquésucederásielsacrificioessuperioratusfuerzas,si te arrepientes de lo que has hecho? Entonces todo serán lágrimasderramadasensecreto,maldicionesyunaamargurainfinita,porque,enfindecuentas,túnoeresunaMarfaPetrovna.¿Yquéserádemamáentonces?Tenpresente que ya se siente inquieta y atormentada. ¿Qué será cuando vea lascosas con toda claridad? ¿Y yo? ¿Qué será demí? Porque, en realidad, nohabéispensadoenmí.¿Porqué?Yonoquierovuestrosacrificio,Dunetchka;noloquiero,mamá.Estabodanosellevaráacabomientrasyoviva.¡No,noloconsentiré!»

Deprontovolvióalarealidadysedetuvo.

«Dices que la boda no se celebrará, pero ¿qué harás para impedirla? Y¿conquéderechoteopondrás?Túlesdedicarástodatuvida,todotuporvenir,perocuandohayasterminadolosestudiosyestéssituado.Yasabemosloqueeso significa: no son más que castillos en el aire…Ahora, inmediatamente,¿quéharás?Puesesahoracuandohasdehaceralgo,¿nocomprendes?¿Yquées lo que haces?Las arruinas, pues si te han podidomandar dinero ha sidoporqueunahapedidounpréstamosobresupensióny laotraunanticipoensus honorarios. ¿Cómo las librarás de los Atanasio Ivanovitch y de losSvidrigailof, tú, futuro millonario de imaginación, Zeus de fantasía que teirrogas el derecho de disponer de su destino?En diez años, tumadre habrátenido tiempo para perder la vista haciendo labores y llorando, y la salud afuerza de privaciones. ¿Y qué me dices de tu hermana? ¡Vamos, trata deimaginarte loque será tuhermanadentrodediezañosoenel transcursodeestosdiezaños!¿Hascomprendido?»

Setorturabahaciéndoseestaspreguntasy,almismotiempo,experimentabaunaespeciedeplacer.Nopodíansorprenderle,porquenoerannuevasparaél:eran viejas cuestiones familiares que ya le habían hecho sufrir cruelmente,tanto, que su corazón estaba hecho jirones. Hacía ya tiempo que había

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germinado en su alma esta angustia que le torturaba. Luego había idocreciendo, amasándose, desarrollándose, y últimamente parecía haberseabiertocomounafloryadoptadolaformadeunaespantosa,fantásticaybrutalinterrogaciónqueleatormentabasindescansoyleexigíaimperiosamenteunarespuesta.

Lacartadesumadrehabíacaídosobreélcomounrayo.Eraevidentequeyanohabía tiempopara lamentacionesnipenasestériles.Noeraocasióndeponersearazonarsobresuimpotencia,sinoquedebíaobrarinmediatamenteycon la mayor rapidez posible. Había que tomar una determinación, unacualquiera,costaraloquecostase.Habíaquehacerestoo…

—¡Renunciaralaverdaderavida!—exclamóenunaespeciededelirio—.Aceptar el destino con resignación, aceptarlo tal como es y para siempre,ahogartodaslasaspiraciones,abdicardefinitivamenteelderechodeobrar,devivir,deamar…

«¿Comprendeustedloquesignificanoteneradóndeir?»ÉstashabíansidolaspalabraspronunciadasporMarmeladoflavísperaydelasqueRaskolnikofse había acordado súbitamente, porque «todo hombre debe tener un lugaradondeir».

De pronto se estremeció. Una idea que había cruzado su mente el díaanterioracababadeacudirnuevamenteasucerebro.Peronoeralavueltadeestepensamientoloquelehabíasacudido.Sabíaquelaideateníaquevolver,lopresentía,loesperaba.Noobstante,noeraexactamentelamismaqueladelavíspera.Ladiferenciaconsistíaenque ladeldíaanterior, idénticaa ladetodoelmesúltimo,noeramásqueunsueño,mientrasqueahora…ahoraselepresentababajounaformanueva,amenazadora,misteriosa.Sedabaperfectacuentadeello.Sintiócomoungolpeenlacabeza;unanubeseextendióantesusojos.

Dirigió una rápida mirada en torno de él como si buscase algo.Experimentabalanecesidaddesentarse.Suvistaerrabaenbuscadeunbanco.EstabaenaquelmomentoenelbulevarK***,yelbancoseofrecióasusojos,aunoscienpasosdedistancia.Aceleróelpasocuantolefueposible,peroporelcamino leocurrióunapequeñaaventuraqueabsorbiósuatenciónduranteunos minutos. Estaba mirando el banco desde lejos, cuando advirtió que aunosveintepasosdelantedeélhabíaunamujeralaqueempezópornoprestarmás atención que a todas las demás cosas que había visto hasta aquelmomento en su camino. ¡Cuántas veces entraba en su casa sin acordarse nisiquieradelascallesquehabíarecorrido!Inclusosehabíaacostumbradoairpor la calle sin ver nada. Pero en aquella mujer había algo extraño quesorprendía desde el primer momento, y poco a poco se fue captando laatención de Raskolnikof. Al principio, esto ocurrió contra su voluntad e

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incluso le puso de mal humor, pero en seguida la impresión que le habíadominado empezó a cobrar una fuerza creciente. De súbito le acometió eldeseodedescubrirloquehacíatanextrañaaaquellamujer.

Desdeluego,ajuzgarporlasapariencias,debíadeserunamuchacha,unaadolescente.Ibaconlacabezadescubierta,sinsombrilla,apesardelfuertesol,y sin guantes, y balanceaba grotescamente los brazos al andar. Llevaba unligerovestidodeseda,malajustadoalcuerpo,abrochadoamediasyconundesgarrón en lo alto de la falda, en el talle.Un jirón de tela ondulaba a suespalda. Llevaba sobre los hombros una pañoleta y avanzaba con pasoinseguroyvacilante.

Este encuentro acabó por despertar enteramente la atención deRaskolnikof. Alcanzó a la muchacha cuando llegaron al banco, donde ella,másquesentarse,sedejócaery,echandolacabezahaciaatrás,cerrólosojoscomo si estuviera rendida de fatiga.Al observarla de cerca, advirtió que suestadoobedecíaaunexcesodealcohol.Estoeratanextraño,queRaskolnikofsepreguntóenelprimermomentosinosehabríaequivocado.Estabaviendounacaritacasiinfantil,deunosdieciséisaños,talvezquince,unacaritaorladade cabellos rubios, bonita, pero algohinchaday congestionada.La chiquillaparecíaestarporcompletoinconsciente;habíacruzadolaspiernas,adoptandouna actitud desvergonzada, y todo parecía indicar que no se daba cuenta dequeestabaenlacalle.

Raskolnikof no se sentó, pero tampocoqueríamarcharse. Permanecía depieanteella,indeciso.

Aquelbulevar,pocofrecuentadosiempre,estabacompletamentedesiertoaaquella hora: alrededor de la una de la tarde. Sin embargo, a unos cuantospasosdeallí,enelbordedelacalzada,habíaunhombrequeparecíasentirunvivodeseodeacercarsealamuchacha,porunmotivouotro.Sindudahabíavistotambiénalajovenantesdequellegaraalbancoylahabíaseguido,peroRaskolnikof le había impedido llevar a cabo sus planes. Dirigía al jovenmiradas furiosas, aunque a hurtadillas, demodo que Raskolnikof no se diocuenta,yesperabaconimpacienciaelmomentoenqueeldesharrapadojovenledejaraelcampolibre.

Todo estaba perfectamente claro. Aquel señor era un hombre de unostreinta años, bien vestido, grueso y fuerte, de tez roja y boca pequeña yencarnada,coronadaporunfinobigote.

Al verle, Raskolnikof experimentó una violenta cólera. De súbito leacometióeldeseodeinsultaraaquelfatuo.

—Diga, Svidrigailof: ¿qué busca usted aquí? —exclamó cerrando lospuñosyconunasonrisamordaz.

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—¿Qué significa esto? —exclamó el interpelado con arrogancia,frunciendo las cejas y mientras su semblante adquiría una expresión deasombroydisgusto.

—¡Largodeaquí!Estoesloquesignifica.

—¿Cómoteatreves,miserable…?

Levantósufusta.Raskolnikofsearrojósobreélconlospuñoscerrados,sinpensar en que su adversario podía deshacerse sin dificultad de dos hombrescomoél.Peroenestemomentoalguien lesujetófuertementepor laespalda.Unagentedepolicíaseinterpusoentrelosdosrivales.

—¡Calma,señores!Noseadmitenriñasenloslugarespúblicos.

YpreguntóaRaskolnikof,alrepararensudestrozadotraje:

—¿Quéleocurreausted?¿Cómosellama?

Raskolnikof lo examinó atentamente. El policía tenía una noble cara desoldado y lucía mostachos y grandes patillas. Su mirada parecía llena deinteligencia.

—Precisamente es usted el hombre que necesito —gritó el jovencogiéndole del brazo—. Soy Raskolnikof, antiguo estudiante…Digo que lonecesitoporusted—añadiódirigiéndosealotro—.Venga,guardia;quieroqueveaunacosa…

Ysinsoltarelbrazodelpolicíalocondujoalbanco.

—Venga…Mire…Está completamente embriagada.Hace unmomento sepaseaba por el bulevar. Sabe Dios lo que será, pero desde luego, no tieneaspectodemujeralegreprofesional.Yocreoquelahanhechobeberysehanaprovechado de su embriaguez para abusar de ella. ¿Comprende usted?Después la han dejado libre en este estado. Observe que sus ropas estándesgarradas y mal puestas. No se ha vestido ella misma, sino que la hanvestido.Estoesobradeunasmanosinexpertas,deunasmanosdehombre;seveclaramente.Yahoramireparaese lado.Eseseñorconelqueheestadoapuntodellegaralasmanoshaceunmomentoesundesconocidoparamí:eslaprimera vez que le veo. Él la ha visto como yo, hace unos instantes, en sucamino,sehadadocuentadequeestababebida,inconsciente,yhasentidounvivodeseodeacercarseaellay,aprovechándosedesuestado,llevárselaDiossabeadónde.Estoysegurodenoequivocarme.Nomeequivoco,créame.Hevistocómolaacechaba.Yohedesbaratadosusplanes,yahorasóloesperaqueme vaya. Mire: se ha retirado un poco y, para disimular, está haciendo uncigarrillo. ¿Cómo podríamos librar de él a esta pobre chica y llevarla a sucasa?Pienseaversiseleocurrealgo.

El agente comprendió al punto la situación y se puso a reflexionar. Los

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propósitosdelgruesocaballerosaltabanalavista;perohabíaqueconocerlosdelamuchacha.Elagenteseinclinósobreellaparaexaminarsurostrodesdemáscercayexperimentóunasinceracompasión.

—¡Qué pena!—exclamó, sacudiendo la cabeza—. Es una niña. Le hantendidounlazo,nocabeduda…Oiga,señorita,¿dóndevive?

Lamuchacha levantó sus pesados párpados, miró con una expresión deaturdimiento a los dos hombres e hizo un gesto como para rechazar suspreguntas.

—Oiga,guardia—dijoRaskolnikof,buscandoensusbolsillos,dedondeextrajoveintekopeks—.Aquítienedinero.Tomeuncocheyllévelaasucasa.¡Sipudiéramosaveriguarsudirección…!

—Señorita—volvióadecirelagente,cogiendoeldinero—:voyapararuncocheylaacompañaréasucasa.¿Adóndehayquellevarla?¿Dóndevive?

—¡Dejadmeenpaz! ¡Quépelmas!—exclamó lamuchacha, repitiendoelgestoderechazaraalguien.

—Es lamentable. ¡Qué vergüenza! —se dolió el agente, sacudiendo lacabezanuevamenteconungestodereproche,depiedadydeindignación—.Ahí está la dificultad—añadió, dirigiéndose aRaskolnikof y echándole porsegunda vez una rápida mirada de arriba abajo. Sin duda le extrañaba queaqueljovenandrajosodieradinero—.¿Lahaencontradoustedlejosdeaquí?—lepreguntó.

—Yalehedichoqueellaibadelantedemíporelbulevar.Setambaleabay,apenashallegadoalbanco,sehadejadocaer.

—¡Qué cosas tan vergonzosas se ven hoy en este mundo, Señor! ¡Tanjoven, y ya bebida!No cabe duda de que la han engañado.Mire: sus ropasestán llenas de desgarrones. ¡Ah, cuánto vicio hay hoy por elmundo!A lomejoreshijadecasanoblevenidaamenos.Estoesmuycorrienteennuestrostiempos.Pareceunamuchachadebuenafamilia.

Denuevoseinclinósobreella.Talvezélmismoerapadredejóvenesbieneducadas que habrían podido pasar por señoritas de buena familia y finosmodales.

—Lo más importante —exclamó Raskolnikof, agitado—, lo másimportante es nopermitir que caiga enmanosde esemalvado.Laultrajaríaporsegundavez;suspretensionessonclarascomoelagua. ¡Mírelo!Elmuygranujanoseva.

Hablabaenvozaltayseñalabaaldesconocidoconeldedo.Éstelooyóypareció que iba a dejarse llevar de la cólera, pero se contuvo y se limitó adirigirle una mirada desdeñosa. Luego se alejó lentamente una docena de

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pasosysedetuvodenuevo.

—No permitir que caiga en susmanos—repitió el agente, pensativo—.Desde luego, eso se podría conseguir. Pero tenemos que averiguar sudirección.Delocontrario…Oiga,señorita.Dígame…

Sehabía inclinadodenuevosobreella.Desúbito, lamuchachaabrió losojosporcompleto,miróa losdoshombresatentamentey, comosi la luz sehiciera repentinamenteensucerebro, se levantódelbancoyemprendióa lainversaelcaminopordondehabíavenido.

—¡Los muy insolentes! —murmuró—. ¡No me los puedo quitar deencima!

Yagitódenuevolosbrazosconelgestodelquequiererechazaralgo.Ibacon paso rápido y todavía inseguro. El elegante desconocido continuó lapersecución,peroporelotroladodelacalzadaysinperderladevista.

—Noseinquiete—dijoresueltamenteelpolicía,ajustandosupasoaldelamuchacha—:esehombrenolamolestará.¡Ah,cuántoviciohayporelmundo!—repitió,ylanzóunsuspiro.

En ese momento, Raskolnikof se sintió asaltado por un impulsoincomprensible.

—¡Oiga!—gritóalnoblebigotudo.

Elpolicíasevolvió.

—¡Déjela! ¿A usted qué? ¡Deje que se divierta! —y señalaba alperseguidor—.¿Austedqué?

Elagentenocomprendía.Lemirabaconlosojosmuyabiertos.

Raskolnikofseechóareír.

—¡Bah! —exclamó el agente mientras sacudía la mano con ademándesdeñoso.

Ycontinuólapersecucióndeleleganteseñorydelamuchacha.

SindudahabíatomadoaRaskolnikofporunlocooporalgopeor.

Cuandoeljovenseviosolosedijo,indignado:

«Sellevamisveintekopeks.Ahoraharáqueelotrolepaguetambiényledejarálamuchacha:asíterminarálacosa.¿Quiénmehamandadometermeasocorrerla?¿Acasoestoescosamía?Sólopiensanencomersevivosunosaotros. ¿Amí quéme importa?Tampoco sé cómomehe atrevido a dar esosveintekopeks.¡Comosifueranmíos…!»

Apesardeestasextrañaspalabras,teníaelcorazónoprimido.Sesentóen

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el banco abandonado. Sus pensamientos eran incoherentes. Por otra parte,pensar, fuera en lo que fuere, era para él un martirio en aquel momento.Hubiera deseado olvidarlo todo, dormirse, después despertar y empezar unanuevavida.

«¡Pobre muchacha! —se dijo mirando el pico del banco donde habíaestadosentada—.Cuandovuelvaensí,lloraráysumadreseenterarádetodo.Primero,sumadrelepegará,despuéslaazotarácruelmente,comoaunservil,yactoseguido,alomejor,laecharáalacalle.Aunquenolaeche,unaDaríaFrantzevnacualquieraacabaráporolfatear lapresa,yya tenemosa lapobremuchacharodandodeunladoaotro…Despuéselhospital(asíocurresiemprea las que tienen madres honestas y se ven obligadas a hacer las cosasdiscretamente),ydespués…después…otravezalhospital.Dosotresañosdeestavida,yyaesunseracabado;sí,alosdieciochoodiecinueveaños,yaesunamujer agotada… ¡Cuántas he visto así! ¡Cuántas han llegado a eso! Sí,todasempiezancomoésta…Pero¡quémeimportaamí!Untantoporcientoalañohade terminar asíydesaparecer.Dios sabedónde…,enel infierno, sinduda, para garantizar la tranquilidad de los demás… ¡Un tanto por ciento!¡Qué expresiones tan finas, tan tranquilizadoras, tan técnicas, emplea lagente…! Un tanto por ciento; no hay, pues, razón, para inquietarse…Si sedijeradeotromodo,lacosacambiaria…,lapreocupaciónseríamayor…

»¿YsiDunetchkasevieraenglobadaenestetantoporciento,sinoelañoquecorre,elqueviene?

»Pero,a todoesto,¿adóndevoy?—pensódesúbito—. ¡Quéraro!Yohesalidodecasapara ir a algunaparte; apenashe terminadode leer,he salidopara…¡Ahorameacuerdo: ibaaVasilievskiOstrof,acasadeRasumikhine!Pero¿paraqué?¿Asantodequésemehaocurrido iraveraRasumikhine?¡Quécosatanextraordinaria!»

Niélmismocomprendíasusactos.Rasumikhineeraunodesusantiguoscompañeros de universidad. Hay que advertir que Raskolnikof, cuandoestudiaba,vivíaapartedelosdemásalumnos,aislado,siniracasadeningunode ellos ni admitir sus visitas. Sus compañeros le habían vuelto pronto laespalda. No tomaba parte en las reuniones, en las polémicas ni en lasdiversionesdesuscondiscípulos.Estudiabaconunahínco,conunardorquelehabíaatraídolaadmiracióndetodos,peroningunoleteníaafecto.Erapobreenextremo,orgulloso,altivo,yvivíaencerradoensímismocomosiguardaraun secreto.Algunos de sus compañeros juzgaban que los consideraba comoniñosalosquesuperabaenculturayconocimientosycuyasideaseintereseseranmuyinferioresalossuyos.

Sin embargo, había hecho amistad con Rasumikhine. Por lo menos, semostrabaconélmáscomunicativo,másfrancoqueconlosdemás.Yesque

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eraimposiblecomportarseconRasumikhinedeotromodo.Eraunmuchachoalegre,expansivoydeunabondadquerayabaenelcandor.Peroestecandornoexcluía lossentimientosprofundosni laperfectadignidad.Susamigos losabían,yporesoloestimabantodos.Estabamuylejosdesertorpe,aunqueaveces semostraba demasiado ingenuo. Tenía una cara expresiva; era alto ydelgado,decabellonegro,e ibasiempremalafeitado.Hacíasuscalaveradascuandosepresentabalaocasión,yseleteníaporunhércules.Unanochequerecorría lascallesencompañíadesuscamaradashabíaderribadodeunsolopuñetazo a un gendarme quemedía comomínimo uno noventa de estatura.Delmismomodoquepodíabebersintasa,eracapazdeobservarlasobriedadmásestricta.Unasveces cometía locuras imperdonables;otrasmostrabaunaprudenciaejemplar.

Rasumikhine tenía otra característica notable: ninguna contrariedad leturbaba;ningúnrevésleabatía.Podríahabervividosobreuntejado,soportarelhambremásatrozylosfríosmáscrueles.Eraextremadamentepobre,teníaquevivirdesuspropiosrecursosynuncalefaltabaunmediouotrodeganarselavida.Conocía infinidadde lugaresdondeprocurarsedinero…, trabajando,naturalmente.

Selehabíavistopasartodouninviernosinfuego,yéldecíaqueestoeraagradable,yaqueseduermemejorcuandosetienefrío.Habíatenidotambiénquedejarlauniversidadporfaltaderecursos,peroconfiabaenpoderreanudarsus estudios muy pronto, y procuraba por todos los medios mejorar susituaciónpecuniaria.

HacíacuatromesesqueRaskolnikofnohabíaidoacasadeRasumikhine.YRasumikhine ni siquiera conocía la dirección de su amigo.Un día, hacíaunosdosmeses,sehabíanencontradoen lacalle,peroRaskolnikofsehabíadesviado e inclusohabíapasado a la otra acera.Rasumikhine, aunquehabíareconocido perfectamente a su amigo, había fingido no verle, a fin de noavergonzarle.

CAPÍTULO5

No hace mucho —pensó— me propuse, en efecto, ir a pedir aRasumikhinequemeproporcionaratrabajo(leccionesaotracosacualquiera);peroahora ¿quépuedehacerpormí?Admitamosquemeencuentre algunasleccioneseinclusoqueserepartaconmigosusúltimoskopeks,sitienealguno,demodoqueyonopuedacomprarmeunasbotasyadecentarmitraje,puesnovoy a presentarme así a dar lecciones. Pero ¿qué haré después con unoscuantoskopeks?¿Esestoacaso loqueyonecesitoahora? ¡Es sencillamente

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ridículoquevayaacasadeRasumikhine!»

La cuestión de averiguar por qué se dirigía a casa de Rasumikhine leatormentabamásdeloqueseconfesabaasímismo.Buscabaafanosamenteunsentidosiniestroaaquelactoaparentementetananodino.

«¿SepuedeadmitirquemehayafiguradoquepodríaarreglarlotodoconlaexclusivaayudadeRasumikhine,queenélpodíahallar lasolucióndetodosmisgravesproblemas?»,sepreguntósorprendido.

Reflexionaba, se frotaba la frente. Y he aquí que de pronto —cosainexplicable—,despuésdeestartorturándoselamentedurantelargorato,unaideaextraordinariasurgióensucerebro.

«Iré a casa deRasumikhine—sedijo entonces con toda calma, como elque ha tomado una resolución irrevocable—; iré a casa de Rasumikhine,cierto,peronoahora…;iréasucasaaldíasiguientedelhecho,cuandotodohayaterminadoytodohayacambiadoparamí.»

Repentinamente,Raskolnikofvolvióensí.

«Después del hecho—se dijo con un sobresalto—. Pero este hecho ¿sellevaráacabo,serealizaráverdaderamente?»

Se levantódelbancoyechóaandarconpaso rápido.Casicorría,con laintencióndevolverasucasa.Peroalpensarensuhabitaciónexperimentóunaimpresión desagradable. Era en su habitación, en aquel miserable tabuco,donde habíamadurado la «cosa», hacía yamás de unmes.Raskolnikof diomediavueltaycontinuósumarchaalaventura.

Unfebriltemblornerviososehabíaapoderadodeél.Seestremecía.Teníafrío a pesar de que el calor era insoportable. Cediendo a una especie denecesidad interior y casi inconsciente, hizo un gran esfuerzo para fijar suatención en las diversas cosas que veía, con objeto de librarse de suspensamientos;peroelempeñofuevano:acadamomentovolvíaacaerensudelirio. Estaba absorto unos instantes, se estremecía, levantaba la cabeza,paseaba la mirada a su alrededor y ya no se acordaba de lo que estabapensando hacía unos segundos. Ni siquiera reconocía las calles que ibarecorriendo.AsíatravesótodalaislaVasilievski,llegóanteelPequeñoNeva,pasóelpuenteydesembocóenlasislasmenores.

En el primermomento, el verdor y la frescura del paisaje alegraron suscansadosojos,habituadosalpolvodelascalles,alablancuradelacal,alosenormes y aplastantes edificios. Aquí la atmósfera no era irrespirable nipestilente. No se veía ni una sola taberna…Pero pronto estas nuevassensaciones perdieron su encanto para él, que otra vez cayó en unmalestarenfermizo.

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A veces se detenía ante alguno de aquellos chalés graciosamenteincrustadosen laverdevegetación.Mirabapor laverjayveía a lo lejos, enbalcones y terrazas, mujeres elegantemente compuestas y niños quecorreteabanporeljardín.Loquemásleinteresaba,loqueatraíaespecialmentesusmiradas, eran las flores.De vez en cuando veía pasar elegantes jinetes,amazonas,magníficoscarruajes.Los seguíaatentamentecon lamiraday losolvidabaantesdequehubierandesaparecido.

De pronto se detuvo y contó su dinero. Le quedaban treinta kopeks…«Veintealagentedepolicía,tresaNastasiaporlacarta.Porlotanto,ayerdejéencasadelosMarmeladofdecuarentaysieteacincuenta…»Sindudahabíahechoestos cálculospor algúnmotivo,pero loolvidóapenas sacóeldinerodelbolsilloynovolvióarecordarlohastaque,alpasarpocodespuésanteunatiendadecomestibles,untabernuchomásbien,notóqueestabahambriento.

Entróenelfigón,sebebióunacopadevodkaydioalgunosbocadosaunpastelquesellevóparadarlefinmientrascontinuabasupaseo.Hacíamuchotiempoquenohabíaprobadoelvodka,ylacopitaqueseacababadetomarleprodujounefectofulminante.Laspiernaslepesabanyelsueñolerendía.Sepropusovolver a casa, pero, al llegar a la islaPetrovski, hubodedetenerse:estabacompletamenteagotado.

Salió,pues,delcamino,seinternóenlossotos,sedejócaerenlahierbaysequedódormidoenelacto.

Lossueñosdeunhombreenfermosuelentenerunanitidezextraordinariayse asemejan a la realidad hasta confundirse con ella. Los sucesos que sedesarrollansonavecesmonstruosos,peroelescenarioytodalatramasontanverosímiles y están llenos de detalles tan imprevistos, tan ingeniosos, tanlogrados, que el durmiente no podría imaginar nada semejante estandodespierto,aunque fueraunartistade la talladePushkinoTurgueniev.Estossueñosnoseolvidanconfacilidad,sinoquedejanunaimpresiónprofundaeneldesbaratadoorganismoyelexcitadosistemanerviosodelenfermo.

Raskolnikof tuvo un sueño horrible. Volvió a verse en el pueblo dondevivióconsu familiacuandoeraniño.Tienesieteañosypaseaconsupadreporlosalrededoresdelapequeñapoblación,yaenplenocampo.Estánublado,elcaloresbochornoso,elpaisajeesexactamenteigualalqueélconservaenlamemoria. Es más, su sueño le muestra detalles que ya había olvidado. Elpanorama del pueblo se ofrece enteramente a la vista. Ni un solo árbol, nisiquiera un sauce blanco en los contornos. Únicamente a lo lejos, en elhorizonte,enlosconfinesdelcielo,pordecirloasí,sevelamanchaoscuradeunbosque.

Aunos cuantos pasosdel último jardínde la poblaciónhayuna taberna,una gran taberna que impresionaba desagradablemente al niño, e incluso lo

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atemorizaba, cuando pasaba ante ella con su padre.Estaba siempre llena declientes que vociferaban, reían, se insultaban, cantaban horriblemente, convocesdesgarradas,yllegabanmuchasvecesalasmanos.Enlascercaníasdelatabernavagabansiemprehombresborrachosdecarasespantosas.Cuandoelniñolosveía,seapretabaconvulsivamentecontrasupadreytemblabadepiesacabeza.Nolejosdeallípasabaunestrechocaminoeternamentepolvoriento.¡Quénegroeraaquelpolvo!Elcaminoeratortuosoy,aunostrescientospasosdelataberna,sedesviabahacialaderechaycontorneabaelcementerio.

Enmediodelcementeriosealzabaunaiglesiadepiedra,decúpulaverde.Elniño lavisitabadosvecesalañoencompañíadesupadreydesumadreparaoírlamisaquesecelebrabaporeldescansodesuabuela,muertahacíayamuchotiempoyalaquenohabíaconocido.Lafamiliallevabasiempre,enunplatoenvueltoconunaservilleta,elpasteldelosmuertos,sobreelquehabíauna cruz formada con pasas. Raskolnikof adoraba esta iglesia, sus viejasimágenesdesprovistasdeadornos,y tambiéna suviejo sacerdotedecabezatemblorosa.Cercadelalápidadesuabuelahabíaunapequeñatumba,ladesuhermanomenor,muertoalosseismesesydelquenopodíaacordarseporquenolohabíaconocido.Sisabíaquehabíatenidounhermanoeraporqueselohabíandicho.Ycadavezque ibaalcementerio,sesantiguabapiadosamenteantelapequeñatumba,seinclinabaconrespetoylabesaba.

Yahoraheaquíelsueño.

Va con su padre por el camino que conduce al cementerio. Pasan pordelante de la taberna. Sin soltar lamano de su padre, dirige unamirada dehorror al establecimiento. Ve una multitud de burguesas endomingadas,campesinas con susmaridos, y toda clase de gente del pueblo. Todos estánebrios;todoscantan.Antelapuertahayunrarovehículo,unadeesasenormescarretas de las que suelen tirar robustos caballos y que se utilizan para eltransporte de barriles de vino y toda clase de mercancías. Raskolnikof sedeleitabacontemplandoestashermosasbestiasdelargascrinesyreciaspatas,que, conpasomesuradoynaturaly sin fatiga algunaarrastrabanverdaderasmontañasdecarga.Inclusosediríaqueandabanmásfácilmenteenganchadosaestosenormesvehículosquelibres.

Pero ahora—cosa extraña— la pesada carreta tiene entre sus varas uncaballejodeunadelgadezlastimosa,unodeesosrocinesdealdeanoqueélhavistomuchasvecesarrastrandograndescarretadasdemaderaodehenoyquelosmujiksdeslomanagolpes,llegandoapegarlesinclusoenlabocayenlosojoscuandolospobresanimalesseesfuerzanenvanoporsacaralvehículodeunatolladero.Esteespectáculollenabadelágrimassusojoscuandoeraniñoylopresenciabadesdelaventanadesucasa,delaquesumadreseapresurabaaretirarlo.

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Depronto seoyegranalgazaraen la taberna,dedondeseve salir, entrecantos y gritos, un grupo de corpulentos mujiks embriagados, luciendocamisas rojas y azules, con la balalaika en la mano y la casaca colgadadescuidadamenteenelhombro.

—¡Subid,subidtodos!—gritaunhombretodavíajoven,degruesocuello,caramofletudaytezdeunrojodezanahoria—.Osllevaréatodos.¡Subid!

Estaspalabrasprovocanexclamacionesyrisas.

—¿Creéisquepodráconnosotroseseesmirriadorocín?

—¿Has perdido la cabeza, Mikolka? ¡Enganchar una bestezuela así asemejantecarreta!

—¿Noosparece,amigos,queesecaballejotienelomenosveinteaños?

—¡Subid!¡Osllevaréatodos!—vuelveagritarMikolka.

Yeselprimeroquesubealacarreta.Cogelasriendasysucorpachónseinstalaenelpescante.

—Elcaballobayo—diceagrandesvoces—selollevóhacepocoMathiev,yestabestezuelaesunaverdaderapesadillaparamí.Megustapegarle,palabradehonor.Noseganaelpiensoquesecome.¡Hala,subid!loharégalopar,osaseguroqueloharégalopar.

Empuñaellátigoysedispone,conevidenteplacer,afustigaralanimalito.

—Yalooís:dicequeloharágalopar.¡Ánimoyarriba!—exclamóunavozburlonaentrelamultitud.

—¿Galopar?Hacelomenosdiezmesesqueesteanimalnohagalopado.

—Porlomenos,osllevaráabuenamarcha.

—¡Nolocompadezcáis,amigos!¡Cogedcadaunounlátigo!¡Eso,buenoslatigazosesloquenecesitaestacalamidad!

Todos suben a la carreta de Mikolka entre bromas y risas. Ya hay seisarriba, y todavía queda espacio libre. En vista de ello, hacen subir a unacampesina de cara rubicunda, conmuchos bordados en el vestido ymuchascuentasdecoloreseneltocado.Nocesadepartirycomeravellanasentrerisasburlonas.

Lamuchedumbre que rodea a la carreta ríe también.Y, verdaderamente,¿cómonoreírseantelaideadequetanescuálidoanimalpuedallevaralgalopesemejante carga? Dos de los jóvenes que están en la carreta se proveen delátigosparaayudaraMikolka.Seoyeelgritode¡Arre!yelcaballotiracontodas sus fuerzas. Pero no sólo no consigue galopar, sino que apenas lograavanzaralpaso.Patalea,gime,encorvaellomobajolagranizadadelatigazos.

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Lasrisasredoblanenlacarretayentrelamultitudquelavepartir.Mikolkaseenfureceyseensañaenlapobrebestia,obstinadoenverlagalopar.

—¡Dejadmesubirtambiénamí,hermanos!—gritaunjoven,seducidoporelalegreespectáculo.

—¡Sube!¡Subid!—gritaMikolka—.¡Nosllevaráatodos!Yoleobligaréafuerzadegolpes…¡Latigazos!¡Buenoslatigazos!

Larabialeciegahastaelpuntodequeyanisiquierasabeconquépegarleparahacerlemásdaño.

—Papá, papaíto —exclama Rodia—. ¿Por qué hacen eso? ¿Por quémartirizanaesepobrecaballito?

—Vámonos, vámonos —responde el padre—. Están borrachos…Así sedivierten,losmuyimbéciles…Vámonos…,nomires…

Eintenta llevárselo.Peroelniñosedesprendedesumanoy, fueradesí,correhacialacarreta.Elpobreanimalestáyaexhausto.Sedetiene,jadeante;luegoempiezaatirarnuevamente…Estáapuntodecaer.

—¡Pegadle hasta matarlo! —ruge Mikolka—. ¡Eso es lo que hay quehacer!¡Yoosayudo!

—¡Tú no eres cristiano: eres un demonio! —grita un viejo entre lamultitud.

Yotravozañade:

—¿Dóndesehavistoengancharaunanimalitoasíaunacarretacomoésa?

—¡Lovasamatar!—vociferauntercero.

—¡Id al diablo!El animal esmío y puedo hacer con él lo quemedé lagana.¡Subid,subidtodos!¡Hedehacerlogalopar!

De súbito, un coro de carcajadas ahoga la voz de Mikolka. El animal,aunquemediomuerto por la lluvia de golpes, ha perdido la paciencia y haempezadoacocear.Hastaelviejo,sinpodercontenerse,participadelaalegríageneral.Enverdad,lacosanoesparamenos:¡darcocesuncaballoqueapenassesostienesobresuspatas…!

Dosmozossedestacandelamasadeespectadores,empuñancadaunounlátigoyempiezanagolpearalpobreanimal,unoporladerechayotroporlaizquierda.

—Pegadleenelhocico,en losojos, ¡dadle fuerteen losojos!—vociferaMikolka.

—¡Cantemosunacanción,camaradas!—diceunavozenlacarreta—.El

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estribillotenéisquerepetirlotodos.

Losmujiksentonanunacancióngroseraacompañadosporuntamboril.Elestribillosesilba.Lacampesinasiguepartiendoavellanasyriendoconsorna.

Rodiaseacercaalcaballoysecolocadelantedeél.Asípuedevercómolepeganenlosojos…,¡enlosojos…!Llora.Elcorazónse lecontrae.Ruedansuslágrimas.Unodelosverdugoslerozalacaraconellátigo.Élnisiquierasedacuenta.Seretuercelasmanos,grita,correhaciaelviejodebarbablanca,quesacudelacabezayparececondenarelespectáculo.Unamujerlocogedelamanoyse loquiere llevar.Peroélseescapayvuelveal ladodelcaballo,que,aunquehallegadoallímitedesusfuerzas,intentaaúncocear.

—¡Eldiablotelleve!—vociferaMikolka,ciegodeira.

Arrojael látigo,se inclinaycogedelfondodelacarretaungruesopalo.Sosteniéndolo con las dos manos por un extremo, lo levanta penosamentesobreellomodelavíctima.

—¡Lovasamatar!—gritaunodelosespectadores.

—Seguroquelomata—diceotro.

—¿Acasonoesmío?—rugeMikolka.

Ygolpeaalanimalcontodassusfuerzas.Seoyeunruidoseco.

—¡Sigue!¡Sigue!¿Quéesperas?—gritanvariasvocesentrelamultitud.

Mikolkavuelvealevantarelpaloydescargaunsegundogolpeenellomode la pobre bestia. El animal se contrae; su cuarto trasero se hunde bajo laviolenciadelgolpe;despuésdaunsaltoyempiezaatirarcontodoelrestodesusfuerzas.Supropósitoeshuirdelmartirio,peroportodaspartesencuentraloslátigosdesusseisverdugos.Elpaloselevantadenuevoycaeporterceravez,luegoporcuarta,deunmodoregular.Mikolkaseenfurecealverquenohapodidoacabarconelcaballodeunsologolpe.

—¡Esdurodepelar!—exclamaunodelosespectadores.

—Yaveréiscomocae,amigos:hallegadosuúltimahora—diceotrodeloscuriosos.

—¡Cogeunhacha!—sugiereuntercero—.¡Hayqueacabardeunavez!

—¡Nodecísmásquetonterías!—bramaMikolka—.¡Dejadmepasar!

Arroja el palo, se inclina, busca de nuevo en el fondo de la carreta y,cuandoseponederecho,seveensusmanosunabarradehierro.

—¡Cuidado!—exclama.

Y,contodassusfuerzas,asestaun tremendogolpealdesdichadoanimal.

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Elcaballosetambalea,seabate,intentatirarconunúltimoesfuerzo,perolabarra de hierro vuelve a caer pesadamente sobre su espinazo. El animal sedesplomacomosilehubierancortadolascuatropatasdeunsolotajo.

—¡Acabemosconél!—rugeMikolkacomounloco,saltandodelacarreta.

Varios jóvenes, tan borrachos y congestionados como él, se arman de loprimero que encuentran —látigos, palos, estacas— y se arrojan sobre elcaballejoagonizante.Mikolka,depiejuntoalavíctima,nocesadegolpearlacon la barra. El animalito alarga el cuello, exhala un profundo resoplido ymuere.

—¡Yaestá!—diceunavozentrelamultitud.

—Sehabíaempeñadoennogalopar.

—¡Esmío!—exclamaMikolka con la barra en lamano, enrojecidos losojosycomolamentándosedenotenerotravíctimaalaquegolpear.

—Desde luego, tú no crees en Dios —dicen algunos de los que hanpresenciadolaescena.

El pobre niño está fuera de sí. Lanzando un grito, se abre paso entre lagenteyseacercaalcaballomuerto.Cogeelhocicoinmóvilyensangrentadoylo besa; besa sus labios, sus ojos. Luego da un salto y corre haciaMikolkablandiendolospuños.Enestemomento loencuentrasupadre,que loestababuscando,yselolleva.

—Ven,ven—ledice—.Vámonosacasa.

—Papá, ¿por qué han matado a ese pobre caballito? —gime Rodia.Alteradas por su entrecortada respiración, sus palabras salen como gritosroncosdesucontraídagarganta.

—Estánborrachos—respondeelpadre—.Asísedivierten.Perovámonos:aquínotenemosnadaquehacer.

Rodia le rodeacon susbrazos.Sienteunaopresiónhorrible enelpecho.Haceunesfuerzoporrecobrarlarespiración,intentagritar…Sedespierta.

Raskolnikof se despertó sudoroso: todo su cuerpo estaba húmedo,empapadossuscabellos.Selevantóhorrorizado,jadeante…

—¡BenditoseaDios!—exclamó—.Nohasidomásqueunsueño.

Sesentóalpiedeunárbolyrespiróprofundamente.

«Pero ¿qué me ocurre? Debo de tener fiebre. Este sueño horrible lodemuestra.»

Tenía el cuerpo acartonado; en su alma todo era oscuridad y turbación.

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Apoyóloscodosenlasrodillasyhundiólacabezaentrelasmanos.

«¿Esposible,Señor,esrealmenteposiblequeyocojaunhachaylagolpeeconellahastapartirleelcráneo?¿Esposiblequemedeslicesobre la sangretibia y viscosa, para forzar la cerradura, robar y ocultarme con el hacha,temblando,ensangrentado?¿Esposible,Señor?»

Temblabacomounahoja…

«Pero¿aquépensarenesto?—prosiguió,profundamentesorprendido—.Ya estaba convencido de que no sería capaz de hacerlo. ¿Por qué, pues,atormentarme así…? Ayer mismo, cuando hice el…ensayo, comprendíperfectamente que esto era superior amis fuerzas. ¿Quénecesidad tengodevolvereinterrogarme?Ayer,cuandobajabaaquellaescalera,medecíaqueelproyecto era vil, horrendo, odioso. Sólo de pensar en élme sentía aterrado,conelcorazónoprimido…No,notendríavalor;nolotendríaaunquesupieraquemiscálculossonperfectos,quetodoelplanforjadoesteúltimomestienela claridad de la luz y la exactitud de la aritmética…Nunca, nunca tendríavalor…¿Paraqué,pues,seguirpensandoenello?»

Se levantó, lanzó una mirada de asombro en todas direcciones, comosorprendido de verse allí, y se dirigió al puente. Estaba pálido y sus ojosbrillaban. Sentía todo el cuerpo dolorido, pero empezaba a respirar másfácilmente. Notaba que se había librado de la espantosa carga que durantetantotiempolehabíaabrumado.Sualmasehabíaaligeradoylapazreinabaenella.

«Señor—imploró—, indícameelcaminoquedeboseguiry renunciaréaesemalditosueño.»

AlpasarporelpuentecontemplóelNevay lapuestadel sol,hermosayflamígera.Peseasudebilidad,nosentíafatigaalguna.Sediríaqueel temorqueduranteelmesúltimosehabíaidoformandopocoapocoensucorazónsehabíareventadodepronto.Sesentíalibre,¡libre!Sehabíarotoelembrujo,laaccióndelmaleficiohabíacesado.

Más adelante, cuando Raskolnikof recordaba este período de su vida ytodo lo sucedidoduranteél,minutoporminuto,puntoporpunto, sentíaunamezcladeasombroeinquietudsupersticiosaanteundetallequenoteníanadadeextraordinario,peroquehabíainfluidodecisivamenteensudestino.

Heaquíelhechoquefuesiempreunenigmaparaél.

¿Porqué,aunsintiéndosefatigado,tanextenuadoquedebióregresaracasaporelcaminomáscortoymásdirecto,habíadadounrodeoporlaplazadelMercadoCentral,dondenoteníanadaquehacer?Desdeluego,estavueltanoalargaba demasiado su camino, pero era completamente inútil. Cierto que

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infinidad de veces había regresado a su casa sin saber las calles que habíarecorrido;pero¿porquéaquelencuentrotanimportanteparaél,alavezquetancasual,quehabíatenidoenlaplazadelMercado(dondenoteníanadaquehacer), se había producido entonces, a aquella hora, en aquelminuto de suvidayentalescircunstanciasquetodoellohabíadeejercerlainfluenciamásgraveydecisivaensudestino?Eraparacreerqueelpropiodestinolohabíapreparadotododeantemano.

ErancercadelasnuevecuandollegóalaplazadelMercadoCentral.Losvendedoresambulantes,loscomerciantesqueteníansuspuestosalairelibre,los tenderos, los almacenistas, recogían sus cosas o cerraban susestablecimientos.Unosvaciabansuscestas,otrossusmesasytodosguardabansusmercancíasysedisponíanavolverasuscasas,alavezquesedispersabanlos clientes. Ante los bodegones que ocupaban los sótanos de los sucios ynauseabundos inmuebles de la plaza, y especialmente a las puertas de lastabernas,hormigueabaunamultituddepequeñostraficantesyvagabundos.

Cuandosalíadecasasinrumbofijo,Raskolnikoffrecuentabaestaplazaylascallejasdelosalrededores.Susandrajosnoatraíanmiradasdesdeñosas:allípodía presentarse uno vestido de cualquier modo, sin temor a llamar laatención.EnlaesquinadelcallejónK,unmatrimoniodecomerciantesvendíaartículos de mercería expuestos en dos mesas: carretes de hilo, ovillos dealgodón, pañuelos de indiana…También se estaban preparando paramarcharse.Suretrasosedebíaaquesehabíanentretenidohablandoconunaconocida que se había acercado al puesto. Esta conocida era ElisabethIvanovna,oLisbeth,comolasolíanllamar,hermanadeAlenaIvanovna,viudade un registrador, la vieja Alena, la usurera cuya casa había visitadoRaskolnikofeldíaanteriorparaempeñarsurelojyhacerun«ensayo».Hacíatiempoque tenía noticias de estaLisbeth, y también ella conocía unpoco aRaskolnikof.

Era una doncella de treinta y cinco años, desgarbada, y tan tímida ybondadosaquerayabaenlaidiotez.Temblabaantesuhermanamayor,quelateníaesclavizada;lahacíatrabajarnocheydía,einclusollegabaapegarle.

Plantadaanteelcomercianteysuesposa,conunpaqueteenlamano,losescuchaba con atención y parecíamostrarse indecisa. Ellos le hablaban congran animación. Cuando Raskolnikof vio a Lisbeth experimentó unsentimiento extraño, una especie de profundo asombro, aunque el encuentronoteníanadadesorprendente.

—Usted y nadiemás que usted, Lisbeth Ivanovna, ha de decidir lo quedebehacer—decíaelcomercianteenvozalta—.Vengamañanaaesodelassiete.Ellosvendrántambién.

—¿Mañana?—dijoLisbethlentamenteyconairepensativo,comosinose

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atrevieraacomprometerse.

—¡Qué miedo le tiene a Alena Ivanovna! —exclamó la esposa delcomerciante, que era una mujer de gran desenvoltura y voz chillona—.Cuandolaveoponerseasí,mepareceestarmirandoaunaniñapequeña.Alfinyalcabo,esamujerquelatieneenunpuñonoesmásquesumediohermana.

—Le aconsejo que no diga nada a su hermana—continuó elmarido—.Créame.Vengaacasasinpedirlepermiso.Lacosavalelapena.Suhermanatendráquereconocerlo.

—Talvezvenga.

—Deseisasiete.Losvendedoresenviaránaalguienyustedresolverá.

—Ledaremosunatazadeté—prometiólavendedora.

—Bien,vendré—repusoLisbeth,aunquetodavíavacilante.

Yempezóadespedirseconsucalmacaracterística.

Raskolnikof había dejadoya tan atrás almatrimonioy su amiga, quenopudooírniunapalabramás.Habíaacortadoelpasoinsensiblementeyhabíaprocurado no perder una sola sílaba de la conversación. A la sorpresa delprimer momento había sucedido gradualmente un horror que le produjoescalofríos.Sehabíaenterado,desúbitoydelmodomásinesperado,dequealdíasiguiente,exactamentealassiete,Lisbeth,lahermanadelavieja,laúnicapersonaquelaacompañaba,habríasalidoy,porlotanto,quealassietedeldíasiguientelavieja¡estaríasolaenlacasa!

Raskolnikofestabacercade la suya.Entróenellacomouncondenadoamuerte.Nointentórazonar.Además,nohabríapodido.

Sinembargo,sintiósúbitamenteycontodosuser,quesulibrealbedríoysuvoluntadyanoexistían,quetodoacababadedecidirseirrevocablemente.

Aunque hubiera esperado durante años enteros una ocasión favorable,aunquehubieraintentadoprovocarla,nohabríapodidohallarunamejoryqueofreciesemásprobabilidadesdeéxitoquelaquetaninesperadamenteacababadevenírselealasmanos.

Y aún era menos indudable que el día anterior no le habría sido fácilaveriguar,sinhacerpreguntassospechosasyarriesgadas,quealdíasiguiente,a una hora determinada, la vieja contra la que planeaba un atentado estaríacompletamentesolaensucasa.

CAPÍTULO6

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Raskolnikof se enteró algún tiempodespués, porpura casualidad,deporquéelmatrimoniodecomercianteshabíainvitadoaLisbethairasucasa.Elasuntonopodíasermássencilloe inocente.Unafamiliaextranjeravenidaamenos quería vender varios vestidos. Como esto no podía hacerse conprovecho en el mercado, buscaban una vendedora a domicilio. Lisbeth sededicabaa este trabajoy teníaunaclientelanumerosa,puesprocedía con lamayorhonradez:poníasiempreelpreciomáslimitado,demodoqueconellanohabíalugararegateos.Hablabapocoy,comoyahemosdicho,erahumildeytímida.

Pero,desdehacíaalgúntiempo,Raskolnikoferaunhombredominadoporlas supersticiones. Incluso era fácil descubrir en él los signos indelebles deestadebilidad.Enel asuntoque tanto lepreocupaba se sentía especialmenteinclinadoavercoincidenciassorprendentes,fuerzasextrañasymisteriosas.Elinvierno anterior, un estudiante amigo suyo llamadoPokorev le había dado,pocoantesderegresaraKarkov,ladireccióndelaviejaAlenaIvanovna,porsiteníaqueempeñaralgo.Pasómuchotiemposinquetuvieranecesidaddeiravisitarla,puesconsusleccionespodíairviviendomalquebien.Pero,hacíaseissemanas,habíaacudidoasumemorialadireccióndelavieja.Teníadoscosaspara empeñar: unviejo relojdeplatade supadreyunanillo con trespiedrecillas rojas que su hermana le había entregado en el momento desepararse, para que tuviera un recuerdo de ella. Decidió empeñar el anillo.Cuando vio a Alena Ivanovna, aunque no sabía nada de ella, sintió unarepugnanciainvencible.

Despuésderecibirdospequeñosbilletes,Raskolnikofentróenunatabernaqueencontróenelcamino.Sesentó,pidiótéyempezóareflexionar.Acababadeacudira sumente, aunqueenestadoembrionario, comoelpollueloenelhuevo,unaideaqueleinteresóextraordinariamente.

Unamesacasivecinaalasuyaestabaocupadaporunestudiantealquenorecordabahabervistonuncayporunjovenoficial.Habíanestadojugandoalbillar y se disponían a tomar el té. De improviso, Raskolnikof oyó que elestudiante daba al oficial la dirección de Alena Ivanovna y empezaba ahablarledeella.Estolellamólaatención:hacíasólounmomentoquelahabíadejado,yyaestabaoyendohablardelavieja.Sinduda,estonoerasinounasimple coincidencia, pero su ánimo estaba dispuesto a entregarse a unaimpresiónobsesionanteynolefaltóayudaparaello.ElestudianteempezóadarasuamigodetallesacercadeAlenaIvanovna.

—Esunamujerúnica.Ensucasasiemprepuedeunoprocurarsedinero.Esricacomounjudíoypodríaprestarcincomilrublosdeunavez.Sinembargo,nodesprecia lasoperacionesdeunrublo.Casi todoslosestudiantes tenemostratosconella.Pero¡quémiserablees!

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Yempezóadarledetallesdesumaldad.Bastabaqueunodejarapasarundíadespuésdelvencimiento,paraquesequedaraconelobjetoempeñado.

—Daporlaprendalacuartapartedesuvalorycobraelcincoyhastaelseisporcientodeinterésmensual.

El estudiante,queestabahablador,dijo tambiénque lausurera teníaunahermana,Lisbeth, y que lamenudayhorrible vieja la vapuleaba sin ningúnmiramiento,apesardequeLisbethmedíaaproximadamenteunmetroochentadealtura.

—¡Unamujerfenomenal!—exclamóelestudiante,echándoseareír.

Desde este momento, el tema de la charla fue Lisbeth. El estudiantehablaba de ella con un placer especial y sin dejar de reír. El oficial, que leescuchabaatentamente,lerogóqueleenviaraaLisbethparacomprarlealgunaropainteriorquenecesitaba.

Raskolnikofnoperdióunasolapalabradelaconversaciónyseenteródeciertas cosas: Lisbeth era medio hermana de Alena (tuvieron madresdiferentes) ymuchomás joven que ella, pues tenía treinta y cinco años.Lavieja lahacía trabajarnocheydía.Ademásdequeguisabay lavaba la ropapara su hermana y ella, cosía y fregaba suelos fuera de casa, y todo lo queganaba se lo entregaba a Alena. No se atrevía a aceptar ningún encargo,ningúntrabajo,sinlaautorizacióndelavieja.Sinembargo,Alena—Lisbethlosabía—habíahechoya testamentoy, segúnél, suhermanasóloheredabalosmuebles.Dinero,niuncéntimo:lolegabatodoaunmonasteriodeldistritode N*** para pagar una serie perpetua de oraciones por el descanso de sualma.

Lisbeth procedía de la pequeña burguesía del tchin. Era una mujerdesgalichada,detalladesmedida,depiernaslargasytorcidasypiesenormes,como toda su persona, siempre calzados con zapatos ligeros. Lo que másasombraba y divertía al estudiante era que Lisbeth estaba continuamenteencinta.

—Pero¿nohasdichoquenovalenada?—inquirióeloficial.

—Tienelapielnegruzcaypareceunsoldadodisfrazadodemujer,peronopuededecirsequeseafea.Sucaranoestámal,ymenossusojos.Lapruebaesquegustamucho.Estandulce,tanhumilde,tanresignada…Lapobrenosabedecir a nada que no: hace todo lo que le piden… ¿Y su sonrisa? ¡Ah, susonrisaesencantadora!

—Yaveoqueatitambiéntegusta—dijoeloficial,echándoseareír.

—Por su extravagancia. En cambio, a esamaldita vieja, lamataría y lerobaría sin ningún remordimiento, ¡palabra! —exclamó con vehemencia el

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estudiante.

El oficial lanzó una nueva carcajada, yRaskolnikof se estremeció. ¡Quéextrañoeratodoaquello!

—Oye—dijo el estudiante, cada vezmás acalorado—, quiero exponerteunacuestiónseria.Naturalmente,hehabladoenbroma,peroescucha.Porunladotenemosunamujerimbécil,vieja,enferma,mezquina,perversa,quenoesútilanadie,sinoque,porelcontrario,estodamaldadyniellamismasabeporquévive.Mañanamorirádemuertenatural…¿Mesigues?¿Comprendes?

—Sí —afirmó el oficial, observando atentamente a su entusiasmadoamigo.

—Continúo. Por otro lado tenemos fuerzas frescas, jóvenes, que sepierden, faltas de sostén, por todas partes, amiles.Cien,mil obras útiles sepodrían mantener y mejorar con el dinero que esa vieja destina a unmonasterio.Centenares, talvezmillaresdevidas,sepodríanencauzarporelbuencamino;multituddefamiliassepodríansalvardelamiseria,delvicio,delacorrupción,de lamuerte,de loshospitalesparaenfermedadesvenéreas…,todoconeldinerodeesamujer.Siunolamataseyseapoderaradesudineroparadestinarloalbiendelahumanidad,¿nocreesqueelcrimen,elpequeñocrimen, quedaría ampliamente compensado por los millares de buenasaccionesdelcriminal?Acambiodeunasolavida,milesdeseressalvadosdela corrupción. Por una sola muerte, cien vidas. Es una cuestión puramentearitmética. Además, ¿qué puede pesar en la balanza social la vida de unaancianaesmirriada,estúpidaycruel?Nomásquelavidadeunpiojoodeunacucaracha.Y yo diría quemenos, pues esa vieja es un ser nocivo, lleno demaldad, que mina la vida de otros seres. Hace poco le mordió un dedo aLisbethycasiseloarranca.

—Sin duda—admitió el oficial—, no merece vivir. Pero la Naturalezatienesusderechos.

—¡Alto! A la Naturaleza se la corrige, se la dirige. De lo contrario, losprejuiciosnosaplastarían.Notendríamosnisiquieraunsologranhombre.Sehabladeldeber,delaconciencia,ynotengonadaquedecirencontra,peromepreguntoquéconceptotenemosdeellos.Ahoravoyahacerteotrapregunta.

—No, perdona; ahora me toca a mí; yo también tengo algo quepreguntarte.

—Teescucho.

—Puesbien, lapreguntaesésta.Hashabladoconelocuencia,perodime:¿seríascapazdemataraesaviejacontuspropiasmanos?

—¡Claroqueno!Estoyhablandoennombredelajusticia.Nosetratade

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mí.

—Pues yo creo que si tú no te atreves a hacerlo, no puedes hablar dejusticia…Ahoravamosajugarotrapartida.

Raskolnikofsesentíaprofundamenteagitado.Ciertamente,aquellonoeranmásquepalabras,unaconversacióndelasmáscorrientessostenidaporgentejoven.Másdeunavezhabía oído charlas análogas, con algunasvariantes ysobretemasdistintos.Pero¿porquéhabíaoídoexpresartalespensamientosenelmomentomismoenqueideasidénticashabíangerminadoensucerebro?¿Yporqué,cuandoacababadesalirdecasadeAlenaIvanovnaconaquellaideaembrionaria en sumente, había ido a sentarse al lado de unas personas queestabanhablandodelavieja?

Esta coincidencia le parecía siempre extraña. La insignificanteconversación de café ejerció una influencia extraordinaria sobre él durantetodoeldesarrollodelplan.Ciertamente,parecióhaberintervenidoentodoellolafuerzadeldestino.

Alregresardelaplazasedejócaereneldiványestuvoinmóvilunahoraentera.Entretanto,laoscuridadhabíainvadidolahabitación.Noteníavelas.Por otra parte, ni siquiera pensó en encender una luz.Más adelante, nuncapudorecordarsihabíapensadoalgoenaquellosmomentos.Finalmente,sintiódenuevoescalofríosdefiebreypensóconsatisfacciónquepodíaacostarseeneldiván sin tenerquequitarse la ropa.Pronto se sumióenun sueñopesadocomoelplomo.

Durmió largamente y casi sin soñar. A las diez de la mañana siguiente,Nastasiaentróenlahabitación.Noconseguíadespertarlo.Lellevabapanyunpocodetéensupropiatetera,comoeldíaanterior.

—¡Eh! ¿Todavía acostado? —gritó, indignada—. ¡No haces más quedormir!

Raskolnikofselevantóconungranesfuerzo.Ledolíalacabeza.Diounavueltaporelcuartoyvolvióaecharseeneldiván.

—¿Otravezadormir?—exclamóNastasia—.¿Esqueestásenfermo?

Raskolnikofnocontestó.

—¿Quieresté?

—Más tarde—repuso el joven penosamente. Luego cerró los ojos y sevolviódecaraalapared.

Nastasiaestuvounmomentocontemplándolo.

—Alomejorestáenfermodeverdad—murmurómientrassemarchaba.

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Alasdosvolvióaaparecercon la sopa.Élestaba todavíaacostadoynohabía probado el té. Nastasia se sintió incluso ofendida y empezó azarandearlo.

—¿Aquévienetantamodorra?—gruñó,mirándolecondesprecio.

Élsesentóeneldiván,peronopronuncióniunapalabra.Permanecióconlamiradafijaenelsuelo.

—¡Bueno!Pero¿estásenfermooqué?—preguntóNastasia.

Estasegundapreguntaquedótansinrespuestacomolaprimera.

—Debes salir—dijo Nastasia tras un silencio—. Te conviene tomar unpocoelaire.Comerás,¿verdad?

—Mástarde—balbuceódébilmenteRaskolnikof—.Ahoravete.

Yreforzóestaspalabrasconunademán.

Ellapermaneciótodavíaunmomentoenelcuarto,mirándoloconungestodecompasión.Luegosefue.

Minutos después, Raskolnikof abrió los ojos, contempló largamente lasopayelté,cogiólacucharayempezóacomer.

Dio tres o cuatro cucharadas, sin apetito, maquinalmente. Se le habíacalmadoeldolordecabeza.Cuandoterminódecomerseechódenuevoeneldiván. Pero no pudo dormir y se quedó inmóvil, de bruces, con la cabezahundidaenlaalmohada.Soñaba,ysusueñoeraextraño.Seimaginabaestaren África, en Egipto…La caravana con la que iba se había detenido en unoasis. Los camellos estaban echados, descansando. Las palmeras que losrodeaban balanceaban sus tupidos penachos. Los viajeros se disponían acomer,peroRaskolnikofpreferíabeberaguadeunriachueloquecorríacercadeélconunrumoreocantarín.Elaireeradeliciosamentefresco.Elagua,fríaydeunazulmaravilloso,corríasobreunlechodepiedrasmulticoloresyarenablancaconreflejosdorados…

Desúbito,lascampanadasdeunrelojresonaronclaramenteensuoído.Seestremeció, volvió a la realidad, levantó la cabeza ymiró hacia la ventana.Entoncesrecobróporcompletolalucidezyselevantóprecipitadamente,comosi lo arrancaran del diván. Se acercó a la puerta de puntillas, la entreabriócautelosamente y aguzó el oído, tratando de percibir cualquier ruido quepudierallegardelaescalera.

Su corazón latía con violencia. En la escalera reinaba la calma másabsoluta; lacasaenteraparecíadormir…Laideadequehabíaestadosumidodesdeeldía anterior enunprofundo sueño, sinhaberhechonada, sinhaberpreparadonada, le sorprendió: su proceder era absurdo, incomprensible. Sin

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duda,eranlascampanadasdelasseislasqueacababadeoír…Súbitamente,asu embotamiento y a su inercia sucedió una actividad extraordinaria,desatinada y febril. Sin embargo, los preparativos eran fáciles y no exigíanmucho tiempo.Raskolnikofprocurabapensaren todo,noolvidarsedenada.Su corazón seguía latiendo con tal violencia, que dificultaba su respiración.Ante todo, había que preparar un nudo corredizo y coserlo en el forro delgabán.Trabajodeunminuto.Introdujolamanodebajodelaalmohada,sacólaropainteriorquehabíapuestoallíyeligióunacamisasuciayhechajirones.Convariastirasformóuncordóndeunoscincocentímetrosdeanchoytreintaycincodelargo.Lodoblóendos,sequitóelgabándeverano,deuntejidodealgodón tupido y sólido (el único sobretodo que tenía) y empezó a coser elextremodel cordón debajo del sobaco izquierdo. Susmanos temblaban. Sinembargo,sutrabajoresultótanperfecto,quecuandovolvióaponerseelgabánnoseveíaporlaparteexteriorelmenorindiciodecostura.Elhiloylaagujaseloshabíaprocuradohacíatiempoylosguardaba,envueltosenunpapel,enel cajón de su mesa. Aquel nudo corredizo, destinado a sostener el hacha,constituíauningeniosodetalledesuplan.Noeracosadeirporlacalleconunhachaen lamano.Porotraparte, si sehubiese limitadoaesconderelhachadebajodelgabán,sosteniéndolaporfuera,sehabríavistoobligadoamantenercontinuamentelamanoenelmismositio,locualhabríallamadolaatención.El nudo corredizo le permitía llevar colgada el hacha y recorrer así todo elcamino,sinriesgoalgunodequeselecayera.Además,llevandolamanoenelbolsillodelgabán,podríasujetarporunextremoelmangodelhachaeimpedirsu balanceo.Dada la amplitud de la prenda, que era un verdadero saco, nohabíapeligrodequedesdeelexteriorsevieraloqueestabahaciendoaquellamano.

Terminadaestaoperación,Raskolnikofintrodujolosdedosenunapequeñahendiduraquehabíaentreeldivánturcoyelentarimadoyextrajounmenudoobjetoquedesdehacía tiempo tenía allí escondido.No se tratabadeningúnobjetodevalor,sinosimplementedeuntrocitodemaderapulidadeltamañodeunapitillera.Lohabíaencontradocasualmenteundía,duranteunodesuspaseos, enunpatiocontiguoaun taller.Después leañadióunaplanchitadehierro, delgada y pulida de tamaño un poco menor, que también, y aquelmismo día, se había encontrado en la calle. Juntó ambas cosas, las atófirmementeconunhiloylasenvolvióenunpapelblanco,dandoalpaquetitoelaspectomáseleganteposibleyprocurandoquelasligadurasnosepudierandeshacersindificultad.Asíapartaríalaatencióndelaviejadesupersonaporunos instantes, y él podría aprovechar la ocasión. La planchita de hierro noteníamásmisiónqueaumentarelpesodelenvoltorio,demodoquelausureranopudierasospechar,aunquesólofueraporunosmomentos,quelasupuestaprenda de empeño era un simple trozo de madera. Raskolnikof lo habíaguardado todo debajo del diván, diciéndose que ya lo retiraría cuando lo

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necesitara.

Pocodespuésoyóvocesenelpatio.

—¡Yasonmásdelasseis!

—¡Diosmío,cómopasaeltiempo!

Corrióalapuerta,escuchó,cogiósusombreroyempezóabajarlaescaleracautelosamente, con paso silencioso, felino…Le faltaba la operación másimportante:robarelhachadelacocina.Hacíayatiempoquehabíaelegidoelhacha como instrumento. Él tenía una especie de podadera, pero estaherramienta no le inspiraba confianza, y todavía desconfiaba más de susfuerzas.Poresohabíaescogidodefinitivamenteelhacha.

Respectoaestasresoluciones,hemosdeobservarunhechosorprendente:amedidaqueseafirmaban,leparecíanmásabsurdasymonstruosas.Apesardela lucha espantosa que se estaba librando en su alma,Raskolnikof no podíaadmitirenmodoalgunoquesusproyectosllegaranarealizarse.

Esmás,si todohubiesequedadodeprontoresuelto,si todaslasdudassehubiesen desvanecido y todas las dificultades se hubiesen allanado, él,seguramente, habría renunciado en el acto a su proyecto, por considerarlodisparatado,monstruoso.Peroquedabanaúninfinidaddepuntospordilucidar,numerosos problemas por resolver. Procurarse el hacha era un detalleinsignificantequenoleinquietabalomásmínimo.¡Sitodofueratanfácil!Alatardecer,Nastasianoestabanuncaencasa:opasabaa ladealgúnvecinoobajaba a las tiendas. Y siempre se dejaba la puerta abierta. Estas ausenciaseran la causade las continuas amonestacionesque recibíade sudueña.Así,bastaríaentrarsilenciosamenteenlacocinaycogerelhacha;ydespués,unahoramás tarde, cuando todohubiera terminado,volver adejarla en su sitio.Peroestoúltimotalveznofueratanfácil.Podíaocurrirquecuandoélvolvieray fuese a dejar el hacha en su sitio, Nastasia estuviera ya en la casa.Naturalmente, enestecaso, él tendríaque subira suaposentoyesperarunanuevaocasión.Pero¿ysiella,entretanto,advertíaladesaparicióndelhachaylabuscabaprimeroydespuésempezabaadargritos?Heaquícómonacenlassospechaso,cuandomenos,cómopuedennacer.

Sin embargo, esto no eran sino pequeños detalles en los que no queríapensar.Porotraparte,noteníatiempo.Sólopensabaenlaesenciadelasunto:los puntos secundarios los dejaba para el momento en que se dispusiera aobrar.Peroestoúltimoleparecíacompletamenteimposible.Noconcebíaquepudiera dar por terminadas sus reflexiones, levantarse y dirigirse a aquellacasa.Inclusoensureciente«ensayo»(esdecir,lavisitaquehabíahechoalaviejaparaefectuarunreconocimientodefinitivoenellugardelaacción)distómuchodecreerqueobrabaenserio.Sehabíadicho:«Vamosaver.Hagamos

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unensayo,envezdelimitarnosadejarcorrerlaimaginación.»Peronohabíapodido desempeñar su papel hasta el último momento: habíase indignadocontra símismo.No obstante, parecía que desde el punto de vistamoral sepodíadarpor resueltoel asunto.Sucasuística, cortantecomounanavajadeafeitar, había segado todas las objeciones. Pero cuando ya no pudoencontrarlas dentro de él, en su espíritu, empezó a buscarlas fuera, con laobstinaciónpropiadesuesclavitudmental,deseosodehallarungarfioqueloretuviera.

Losimprevistosydecisivosacontecimientosdeldíaanteriorlogobernabandeunmodopocomenosqueautomático.Eracomosialguienlellevaradelamanoylearrastraraconunafuerzairresistible,ciega,sobrehumana;comosiunpicodesus ropashubieraquedadoprendidoenunengranajeyélsintieraquesupropiocuerpoibaaseratrapadoporlasruedasdentadas.

Al principio —de esto hacía ya bastante tiempo—, lo que más lepreocupaba era el motivo de que todos los crímenes se descubrieranfácilmente, de que la pista del culpable se hallara sin ninguna dificultad.Raskolnikof llegó a diversas y curiosas conclusiones. Según él, la razón detodoelloestabaen lapersonalidaddelcriminalmásqueen la imposibilidadmaterialdeocultarelcrimen.

Enelmomentodecometerelcrimen,elculpableestabaafectadodeunapérdida de voluntad y raciocinio, a los que sustituía una especie deinconsciencia infantil, verdaderamente monstruosa, precisamente en elmomento en que la prudencia y la cordura le eranmás necesarias.Atribuíaesteeclipsedeljuicioyestapérdidadelavoluntadaunaenfermedadquesedesarrollaba lentamente, alcanzaba su máxima intensidad poco antes de laperpetración del crimen, se mantenía en un estado estacionario durante suejecuciónyhasta algún tiempodespués (elplazodependíadel individuo), yterminabaalfin,comoterminantodaslasenfermedades.

Raskolnikof se preguntaba si era esta enfermedad la que motivaba elcrimen,o si el crimen,por sumismanaturaleza, llevabaconsigo fenómenosqueseconfundíanconlossíntomaspatológicos.Peroeraincapazderesolveresteproblema.

Después de razonar de este modo, se dijo que él estaba a salvo desemejantestrastornosmorbososyqueconservaríatodasuinteligenciaytodasu voluntad durante la ejecución del plan, por la sencilla razón de que esteplannoerauncrimen.Noexpondremoslaseriedereflexionesquelellevaronaestaconclusión.Sólodiremosque lasdificultadespuramentemateriales,elladoprácticodelasunto,lepreocupabamuypoco.

«Bastaría—sedecía—queconservetodamifuerzadevoluntadytodamilucidezenelmomentodellevarlaempresaalapráctica.Entoncesescuando

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habráqueanalizarinclusolosdetallesmásínfimos.»

Pero este momento no llegaba nunca, por la sencilla razón de queRaskolnikofnosesentíacapazdetomarunaresolucióndefinitiva.Así,cuandosonó la hora de obrar, todo le pareció extraordinario, imprevisto como unproductodelazar.

Antesdequeterminaradebajarlaescalera,yalehabíadesconcertadoundetalle insignificante. Al llegar al rellano donde se hallaba la cocina de supatrona, cuya puerta estaba abierta como de costumbre, dirigió una miradafurtiva al interior y se preguntó si, aunque Nastasia estuviera ausente, noestaríaenlacocinalapatrona.Yaunquenoestuvieraenlacocina,sinoensuhabitación, ¿tendría la puerta bien cerrada?Si no era así, podría verle en elmomentoenqueélcogíaelhacha.

Trasestasconjeturas,sequedópetrificadoalverqueNastasiaestabaenlacocinay,además,ocupada.Ibasacandoropadeuncestoytendiéndolaenunacuerda.AlaparecerRaskolnikof,lasirvientasevolvióylesiguióconlavistahasta que hubo desaparecido. Él pasó fingiendo no haberse dado cuenta denada.Nocabíaduda:sehabíaquedadosinhacha.Estecontratiempoleabatióprofundamente.

«¿De dónde me había sacado yo —me preguntaba mientras bajaba losúltimos escalones—que era seguro queNastasia se habríamarchado a estahora?» Estaba anonadado; incluso experimentaba un sentimiento dehumillación. Su furor le llevaba a mofarse de sí mismo. Una cólera sorda,salvaje,hervíaenél.

Alllegaralaentradasedetuvoindeciso.Laideadeirseapasearsinrumbono le seducía; la devolver a suhabitación, todavíamenos. «¡Haber perdidouna ocasión tanmagnífica!»,murmuró, todavía inmóvil y vacilante, ante laoscuragaritadelportero,cuyapuertaestabaabierta.Deprontoseestremeció.Enelinteriordelagarita,adospasosdeél,debajodeunbancoquehabíaalaizquierda, brillaba un objeto…Raskolnikof miró en torno de él. Nadie. Seacercóalapuertaandandodepuntillas,bajólosdosescalonesquehabíaenelumbralyllamóalporteroconvozapagada.

«Noestá.Peronodebedeandarmuylejos,puestoquehadejadolapuertaabierta.»

Searrojósobreelhacha(pueseraunhachaelbrillanteobjeto),lasacódedebajodelbanco,dondeestabaentredosleños,lacolgóinmediatamenteenelnudo corredizo, introdujo lasmanos en los bolsillos del gabán y salió de lagarita.Nadielehabíavisto.

«Noesmi inteligencia laquemeayuda,sinoeldiablo», sedijoconunasonrisaextraña.

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Estafelizcasualidadleenardecióextraordinariamente.Yaenlacalle,echóaandartranquilamente,sinapresurarse,conobjetodenodespertarsospechas.Apenasmirabaalostranseúntesy,desdeluego,nofijabasuvistaenninguno;sudeseoerapasarlomásinadvertidoposible.

Desúbitoseacordódequesusombreroatraíalasmiradasdelagente.

«¡Quéestúpidohesido!Anteayer teníadinero:habríapodidocomprarmeunagorra.»

Yañadióunaimprecaciónquelesaliódelomáshondo.

Sumirada sedirigió casualmente al interiordeuna tiendayvioun relojque señalaba las siete y diez minutos. No había tiempo que perder. Sinembargo, tenía que dar un rodeo, pues quería entrar en la casa por la parteposterior.

Cuando últimamente pensaba en la situación en que se hallaba en aquelmomento,sefigurabaquesesentiríaaterrado.Peroahoraveíaquenoeraasí:no experimentaba miedo alguno. Por su mente desfilaban pensamientos,breves, fugitivos, que no tenían nada que ver con su empresa.CuandopasóantelosjardinesIusupof,sedijoqueensusplazassedebíanconstruirfuentesmonumentales para refrescar la atmósfera, y seguidamente empezó aconjeturarquesielJardíndeVeranoseextendierahastaelCampodeMarteeinclusoseunieraalparqueMiguel,laciudadganaríamuchoconello.Luegose hizo una pregunta sumamente interesante: ¿por qué los habitantes de lasgrandes poblaciones tienen la tendencia, incluso cuando no los obliga lanecesidad, a vivir en los barrios desprovistos de jardines y fuentes, sucios,llenosdeinmundiciasy,enconsecuencia,demalosolores?EntoncesrecordósuspropiospaseosporlaplazadelMercadoyvolviómomentáneamentealarealidad.

«¡Qué cosas tan absurdas se le ocurren a uno! lomejor es no pensar ennada.»

Sinembargo,seguidamente,comoenunrelámpagodelucidez,sedijo:

«Asílesocurre,sinduda,aloscondenadosamuerte:cuandolosllevanallugardelaejecución,seaferranmentalmenteatodoloquevenensucamino».

Perorechazóinmediatamenteestaidea.

Yaestabacerca.Yaveíalacasa.Allíestabasugranpuertacochera…

Enesto,unrelojdiounacampanada.

«¿Lassieteymediaya?Imposible.Eserelojvaadelantado.»

Perotambiénestaveztuvosuerte.Comosilacosafueraintencionada,enelmomentoenqueélllegóantelacasapenetrabaporlagranpuertauncarro

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cargadodeheno.Raskolnikof se acercóa su ladoderechoypudoentrar sinquenadieloviese.Alotroladodelcarrohabíagentequedisputaba:oyósusvoces.Peroninadielevioaélniélvioanadie.Algunasdelasventanasquedaban al gran patio estaban abiertas, pero él no levantó la vista: no seatrevió…La escalera que conducía a casa de Alena Ivanovna estaba a laderechadelapuerta.Raskolnikofsedirigióaellaysedetuvo,conlamanoenelcorazón,comosiquisiera frenar sus latidos.Aseguróelhachaenelnudocorredizo, aguzó el oído y empezó a subir, paso a paso sigilosamente. Nohabíanadie.Laspuertasestabancerradas.Peroalllegaralsegundopiso,viounaabiertadeparenpar.Pertenecíaaundepartamentodeshabitado,enelquetrabajabanunospintores.EstoshombresnisiquieravieronaRaskolnikof.Peroélsedetuvounmomentoysedijo:«Aunquehaydospisossobreéste,habríasidopreferiblequenoestuvieranaquíesoshombres.»

Continuó en seguida la ascensión y llegó al cuarto piso. Allí estaba lapuerta de las habitaciones de la prestamista. El departamento de enfrenteseguíadesalquilado,ajuzgarporlasapariencias,yelqueestabadebajomismodeldelavieja,eneltercero,tambiéndebíadeestarvacío,yaquedesupuertahabíadesaparecidolatarjetaqueRaskolnikofhabíavistoensuvisitaanterior.Sinduda,losinquilinossehabíanmudado.

Raskolnikofjadeaba.Estuvounmomentovacilando.«¿Noserámejorquemevaya?»Peronisiquierasediorespuestaaestapregunta.Aplicóeloídoalapuerta y no oyó nada: en el departamento de Alena Ivanovna reinaba unsilencio de muerte. Su atención se desvió entonces hacia la escalera:permaneció un momento inmóvil, atento al menor ruido que pudiera llegardesdeabajo…

Luegomiró en todas direcciones y comprobó que el hacha estaba en susitio.Seguidamentesepreguntó:«¿Noestarédemasiadopálido…,demasiadotrastornado? ¡Es tan desconfiada esa vieja! Tal vez me convendría esperarhasta tranquilizarme un poco.» Pero los latidos de su corazón, lejos denormalizarse, eran cada vez más violentos…Ya no pudo contenerse: tendiólentamente la mano hacia el cordón de la campanilla y tiró. Un momentodespuésinsistióconviolencia.

No obtuvo respuesta, pero no volvió a llamar: además de no conducir anada,habríasidouna torpeza.Nocabíadudadeque laviejaestabaencasa;peroerasuspicazydebíadeestarsola.Empezabaaconocersuscostumbres…

Aplicódenuevoeloídoalapuertay…¿Seríaquesussentidossehabíanagudizado en aquellosmomentos (cosamuy poco probable), o el ruido queoyó fue perfectamente perceptible? De lo que no le cupo duda es de quepercibió que una mano se apoyaba en el pestillo, mientras el borde de unvestido rozaba la puerta. Era evidente que alguien hacía al otro lado de la

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puerta lomismoque él estabahaciendopor laparte exterior.Paranodar laimpresióndequequeríaesconderse,Raskolnikofmoviólospiesyrefunfuñóunas palabras. Luego tiró del cordón de la campanilla por tercera vez, sinviolencia alguna, discretamente, con objeto de no dejar traslucir la menorimpaciencia.Estemomentodejaría enélun recuerdo imborrable.Ycuando,mástarde,acudíaasuimaginaciónconperfectanitidez,nocomprendíacómohabíapodidodesplegartantaastuciaenaquelmomentoenquesuinteligenciaparecía extinguirse y su cuerpo paralizarse…Un instante después oyó quedescorríanelcerrojo.

CAPÍTULO7

Comoensuvisitaanterior,Raskolnikofvioque lapuertaseentreabríayqueenlaestrechaaberturaaparecíandosojospenetrantesquelemirabancondesconfianzadesdelasombra.

Enestemomento,eljovenperdiólasangrefríaycometióunaimprudenciaqueestuvoapuntodeecharlotodoaperder.

Temiendoque la vieja, atemorizada ante la idea de verse a solas con unhombre cuyo aspecto no tenía nada de tranquilizador, intentara cerrar lapuerta, Raskolnikof lo impidió mediante un fuerte tirón. La usurera quedóparalizada, pero no soltó el pestillo aunque poco faltó para que cayera debruces.Después,viendoquelaviejapermanecíaobstinadamenteenelumbral,paranodejarleelpasolibre,élsefuederechoaella.AlenaIvanovna,aterrada,dio un salto atrás e intentó decir algo. Pero no pudo pronunciar una solapalabraysequedómirandoaljovenconlosojosmuyabiertos.

—Buenas tardes, Alena Ivanovna —empezó a decir en el tono másindiferente que le fue posible adoptar. Pero sus esfuerzos fueron inútiles:hablaba con voz entrecortada, le temblaban las manos—. Le traigo…, letraigo…unacosaparaempeñar…Peroentremos:quieroquelaveaalaluz.

Yentróenelpisosinesperaraquelaviejaloinvitara.Ellacorriótrasél,dandosueltaasulengua.

—¡Oiga!¿Quiénesusted?¿Quédesea?

—Ya me conoce usted, Alena Ivanovna. Soy Raskolnikof…Tenga; aquítieneaquellodequelehabléelotrodía.

Le ofrecía el paquetito. Ella lo miró, como dispuesta a cogerlo, peroinmediatamentecambiódeopinión.Levantó losojosy losfijóenel intruso.Lo observó con mirada penetrante, con un gesto de desconfianza e

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indignación.Pasóunminuto.Raskolnikofinclusocreyódescubrirunchispazodeburlaenaquellosojillos,comosilaviejalohubieseadivinadotodo.

Notóqueperdíalacalma,queteníamiedo,tanto,quehabríahuidosiaquelmudoexamensehubieseprolongadomediominutomás.

—¿Porquémemiraasí,comosinomeconociera?—exclamóRaskolnikofdepronto,indignadotambién—.Sileconvieneesteobjeto,lotoma;sino,medirigiréaotraparte.Notengoporquéperdereltiempo.

Dijo esto sin poder contenerse, a pesar suyo, pero su actitud resueltaparecióahuyentarlosrecelosdeAlenaIvanovna.

—¡Esquelohaspresentadodeunmodo!

Y,mirandoelpaquetito,preguntó:

—¿Quémetraes?

—Unapitilleradeplata.Yalehablédeellalaúltimavezqueestuveaquí.

AlenaIvanovnatendiólamano.

—Pero, ¿qué te ocurre? Estás pálido, las manos te tiemblan. ¿Estásenfermo?

—Tengofiebre—repusoRaskolnikofconvozanhelante.Yañadió,conunvisibleesfuerzo—:¿Cómonohadeestarunopálidocuandonocome?

Lasfuerzasvolvíanaabandonarle,perosucontestaciónpareciósincera.Lausureralequitóelpaquetitodelasmanos.

—Pero ¿qué es esto? —volvió a preguntar, sopesándolo y dirigiendonuevamenteaRaskolnikofunalargaypenetrantemirada.

—Unapitillera…deplata…Véala.

—Puesnoparecequeestoseadeplata…¡Síquelahasatadobien!

Se acercó a la lámpara (todas las ventanas estaban cerradas, a pesar delcalorasfixiante)yempezóalucharpordeshacerlosnudos,dandolaespaldaaRaskolnikofyolvidándosedeélmomentáneamente.

Raskolnikof se desabrochó el gabán y sacó el hacha del nudo corredizo,perolamantuvodebajodelabrigo,empuñándolaconlamanoderecha.Enlasdos manos sentía una tremenda debilidad y un embotamiento creciente.Temiendo estaba que el hacha se le cayese.De pronto, la cabeza empezó adarlevueltas.

—Pero ¿cómo demonio has atado esto? ¡Vaya un enredo!—exclamó lavieja,volviendounpocolacabezahaciaRaskolnikof.

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Nohabíaqueperderniunsegundo.Sacóelhachadedebajodelabrigo,lalevantóconlasdosmanosy,sinviolencia,conunmovimientocasimaquinal,ladejócaersobrelacabezadelavieja.

Raskolnikofcreyóquelasfuerzaslehabíanabandonadoparasiempre,peronotóquelasrecuperabadespuésdehaberdadoelhachazo.

Lavieja,comodecostumbre,nollevabanadaenlacabeza.Suscabellos,grises, ralos, empapados en aceite, se agrupaban en una pequeña trenza quehacíapensarenlacoladeunarata,yqueuntrozodepeinedeastamanteníafija en lanuca.Comoeradeescasaestatura, elhacha laalcanzóen laparteanteriordelacabeza.Lavíctimalanzóundébilgritoyperdióelequilibrio.Loúnicoquetuvotiempodehacerfuesujetarselacabezaconlasmanos.Enunadeellas tenía aúnelpaquetito.Raskolnikof lediocon todas sus fuerzasdosnuevoshachazosenelmismositio,ylasangremanóaborbotones,comodeun recipiente que se hubiera volcado. El cuerpo de la víctima se desplomódefinitivamente. Raskolnikof retrocedió para dejarlo caer. Luego se inclinósobre la cara de la vieja. Ya no vivía. Sus ojos estaban tan abiertos, queparecíanapuntodesalírseledelasórbitas.Sufrenteytodosurostroestabanrígidosydesfiguradosporlasconvulsionesdelaagonía.

Raskolnikof dejó el hacha en el suelo, junto al cadáver, y empezó aregistrar, procurando no mancharse de sangre, el bolsillo derecho, aquelbolsillo de donde él había visto, en su última visita, que la vieja sacaba lasllaves. Conservaba plenamente la lucidez; no estaba aturdido; no sentíavértigos.Másadelanterecordóqueenaquellosmomentoshabíaprocedidocongran atención y prudencia, que incluso había sido capaz de poner sus cincosentidosenevitarmancharsedesangre…Prontoencontrólasllaves,agrupadasenaquelllaverodeaceroqueélyahabíavisto.

Corrió con las llaves al dormitorio. Era una pieza de medianasdimensiones.Aun ladohabíaunagranvitrina llenade figurasde santos; alotro, un gran lecho, perfectamente limpio y protegido por una cubiertaacolchada confeccionada con trozos de seda de tamaño y color diferentes.Adosada a otra paredhabía una cómoda.Al acercarse a ella le ocurrió algoextraño: apenas empezó a probar las llaves para intentar abrir los cajonesexperimentóunasacudida.Latentacióndedejarlotodoymarcharseleasaltódesúbito.Peroestasvacilacionessóloduraronunosinstantes.Erademasiadotardepararetroceder.Ycuandosonreía,extrañadodehabertenidosemejanteocurrencia,otropensamiento,unaidearealmenteinquietante,seapoderódesuimaginación. Se dijo que acaso la vieja no hubiese muerto, que tal vezvolvieseensí…Dejólasllavesylacómodaycorrióhaciaelcuerpoyaciente.Cogióelhacha,lalevantó…,peronollegóadejarlacaer:eraindudablequelaviejaestabamuerta.

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Seinclinósobreelcadáverparaexaminarlodecercayobservóqueteníaelcráneoabierto.Ibaatocarloconeldedo,perocambiódeopinión:estapruebaerainnecesaria.

Sobre el entarimado se había formado un charco de sangre. En esto,Raskolnikofviouncordónenelcuellodelaviejayempezóatirardeél;peroera demasiado resistente y no se rompía. Además, estaba resbaladizo,impregnadodesangre…Intentósacarlopor lacabezade lavíctima; tampocolo consiguió: se enganchaba en alguna parte. Perdiendo la paciencia, pensóutilizarelhacha:partiríaelcordóndescargandounhachazosobreelcadáver.Pero no se decidió a cometer esta atrocidad. Al fin, tras dos minutos detanteos, logró cortarlo, manchándose las manos de sangre pero sin tocar elcuerpodelamuerta.Uninstantedespués,elcordónestabaensusmanos.

Comohabíasupuesto,eraunabolsitaloquependíadelcuellodelavieja.También colgaban del cordón unamedallita esmaltada y dos cruces, una demaderadeciprésyotradecobre.Labolsitaeradepieldecamello;rezumabagrasa y estaba repleta de dinero.Raskolnikof se la guardó en el bolsillo sinabrirla.Arrojó las cruces sobre el cuerpode laviejay, estavez cogiendoelhacha,volvióprecipitadamentealdormitorio.

Una impaciencia febril le impulsaba.Cogió las llavesy reanudó la tarea.Perosus tentativasdeabrir loscajones fueron infructuosas,no tantoacausadel temblor de susmanos comode los continuos errores que cometía.Veía,porejemplo,queunallavenoseadaptabaaunacerradura,yseobstinabaenintroducirla.Deprontosedijoqueaquellagranllavedentadaqueestabaconlasotraspequeñasenelllaveronodebíadeserdelacómoda(seacordabadequeyalohabíapensadoensuvisitaanterior),sinodealgúncofrecillo,dondetalvezguardabalaviejatodossustesoros.

Seseparó,pues,delacómodayseechóenelsueloparamirardebajodelacama,puessabíaqueeraallídondelasviejassolíanguardarsusriquezas.Enefecto, vio un arca bastante grande —de más de un metro de longitud—,tapizada de tafilete rojo. La llave dentada se ajustaba perfectamente a lacerradura.

Abierta el arca, apareció un paño blanco que cubría todo el contenido.Debajodelpañohabíaunapellizadepieldeliebreconforrorojo.Bajolapiel,unvestidodeseda,ydebajodeéste,unchal.Másabajosólohabía,alparecer,trozosdetela.

Selimpiólasangredelasmanosenelforrorojo.

«Comolasangreesroja,severámenossobreelrojo.»

Deprontocambiódeexpresiónysedijo,aterrado:

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«¡Quéinsensatez,Señor!¿Acabarévolviéndomeloco?»

Perocuandoempezóarevolverlostrozosdetela,dedebajodelapielsalióunrelojdeoro.Entoncesnodejónadapormirar.Entrelosretazosdelfondoaparecieronjoyas,objetosempeñados,sinduda,quenohabíansidoretiradostodavía:pulseras,cadenas,pendientes,alfileresdecorbata…Algunasdeestasjoyas estaban en sus estuches; otras, cuidadosamente envueltas en papel deperiódico en doble, y el envoltorio bien atado. No vaciló ni un segundo:introdujolamanoyempezóallenarlosbolsillosdesupantalónydesugabánsinabrirlospaquetesnilosestuches.

Pero de pronto hubo de suspender el trabajo. Le parecía haber oído unrumor de pasos en la habitación inmediata. Se quedó inmóvil, helado deespanto…No,todoestabaencalma;sinduda,suoídolehabíaengañado.Perodesúbitopercibióundébilgrito,o,mejor,ungemidosordo,entrecortado,quese apagó en seguida. De nuevo y durante un minuto reinó un silencio demuerte.Raskolnikof, encuclillas ante el arca, esperó, respirandoapenas.Depronto se levantó empuñó el hacha y corrió a la habitación vecina. En estahabitación estaba Lisbeth. Tenía en las manos un gran envoltorio ycontemplabaatónitaelcadáverdesuhermana.Estabapálidacomounamuertayparecíanotenerfuerzasparagritar.AlverapareceraRaskolnikof,empezóatemblar como una hoja y su rostro se contrajo convulsivamente. Probó alevantar los brazos y no pudo; abrió la boca, pero de ella no salió sonidoalguno. Lentamente fue retrocediendo hacia un rincón, sin dejar demirar aRaskolnikofensilencio,aquelsilencioquenoteníafuerzaspararomper.Élsearrojósobreellaconelhachaenlamano.Loslabiosdelainfelizsetorcieronconunadeesasmuecasquesolemosobservarenlosniñospequeñoscuandovenalgoquelesasustayempiezanagritarsinapartarlavistadeloquecausasuterror.

EratancándidalapobreLisbethyestabatanaturdidaporelpánico,quenisiquierahizoelmovimientoinstintivodelevantarlasmanosparaprotegersucabeza:selimitóadirigirelbrazoizquierdohaciaelasesino,comosiquisieraapartarlo.Elhachacayódeplenosobreelcráneo,hendiólapartesuperiordelhueso frontal y casi llegó al occipucio. Lisbeth se desplomó. Raskolnikofperdióporcompletolacabeza,seapoderódelenvoltorio,despuéslodejócaerycorrióalvestíbulo.

Suterroribaenaumento,sobretododespuésdeaquelsegundocrimenqueno había proyectado, y sólo pensaba en huir. Si en aquelmomento hubiesesido capaz de ver las cosas más claramente, de advertir las dificultades, elhorror y lo absurdo de su situación; si hubiese sido capaz de prever losobstáculosqueteníaquesalvaryloscrímenesqueaúnhabríapodidocometerparasalirdeaquellacasayvolveralasuya,acasohabríarenunciadoalaluchay se habría entregado, pero no por cobardía, sino por el horror que le

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inspirabansuscrímenes.Estasensacióndehorroraumentabapormomentos.Por nada del mundo habría vuelto al lado del arca, y ni siquiera a las doshabitacionesinteriores.

Sinembargo,pocoapocoibanacudiendoasumenteotrospensamientos.Inclusollegóacaerenunaespeciededelirio.Avecesseolvidabadelascosasesenciales y fijaba su atención en los detallesmás superfluos. Sin embargo,comodirigieraunamiradaalacocinayviesequedebajodeunbancohabíauncuboconagua,seleocurriólavarselasmanosylimpiarelhacha.Susmanosestaban manchadas de sangre, pegajosas. Introdujo el hacha en el cubo;después cogió un trozo de jabón que había en un plato agrietado sobre elalféizardelaventanayselavó.

Seguidamentesacóelhachadelcubo,limpióelhierroyestuvolomenostresminutosfrotandoelmango,quehabíarecibidosalpicadurasdesangre.Losecó todo con un trapo puesto a secar en una cuerda tendida a través de lacocina, y luego examinó detenidamente el hacha junto a la ventana. Lashuellas acusadoras habían desaparecido, pero el mango estaba todavíahúmedo.

Después de colgar el hacha del nudo corredizo, debajo de su gabán,inspeccionó sus pantalones, su americana, sus botas, tan minuciosamentecomolepermitiólaescasaluzquehabíaenlacocina.

Asimplevista,suindumentarianopresentabaningúnindiciosospechoso.Sólo lasbotasestabanmanchadasdesangre.Mojóun trapoy las lavó.Perosabía que no veía bien y que tal vez no percibía manchas perfectamentevisibles.

Luego quedó indeciso en medio de la cocina, presa de un pensamientoangustioso: se decía que tal vez se había vuelto loco, que no se hallaba endisposiciónderazonarnidedefenderse,quesólopodíaocuparseencosasqueleconducíanalaperdición.

«¡Señor! ¡Dios mío! Es preciso huir, huir…» Y corrió al vestíbulo.Entonces sintió el terror más profundo que había sentido en toda su vida.Permanecióunmomentoinmóvil,comosinopudieradarcréditoasusojos:lapuertadelpiso,laquedabaalaescalera,aquellaalaquehabíallamadohacíaunosmomentos,lapuertaporlacualhabíaentrado,estabaentreabierta,yasíhabíaestadodurantetodasuestanciaenelpiso…Sí,habíaestadoabierta.Laviejasehabíaolvidadodecerrarla,otalveznofueolvido,sinoprecaución…LochocanteeraqueélhabíavistoaLisbethdentrodelpiso…¿Cómonoseleocurrió pensar que si había entrado sin llamar, la puerta tenía que estarabierta?¡Noibaahaberentradofiltrándoseporlapared!

Searrojósobrelapuertayechóelcerrojo.

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«Acabodehacerotratontería.Hayquehuir,hayquehuir…»

Descorrióelcerrojo,abrió lapuertayaguzóeloído.Asíestuvounbuenrato. Se oían gritos lejanos. Sin duda llegaban del portal.Dos fuertes vocescambiabaninjurias.

«¿Quéharáahíesagente?»

Esperó. Al fin las voces dejaron de oírse, cesaron de pronto. Los quedisputabandebíandehabersemarchado.

Ya se disponía a salir, cuando la puerta del piso inferior se abrióestrepitosamente,yalguienempezóabajarlaescaleracanturreando.

«Pero¿porquéharántantoruido?»,pensó.

Cerródenuevolapuerta,ydenuevoesperó.Alfintodoquedósumidoenun profundo silencio. No se oía ni el rumormás leve. Pero ya iba a bajar,cuando percibió ruido de pasos. El ruido venía de lejos, del principio de laescaleraseguramente.Andandoeltiempo,Raskolnikofrecordóperfectamenteque,apenasoyóestospasos, tuvoelpresentimientodequeterminaríanenelcuartopiso,dequeaquelhombresedirigíaacasadelavieja.¿Dedóndenacióeste presentimiento? ¿Acaso el ruido de aquellos pasos tenía algunaparticularidadsignificativa?Eranlentos,pesados,regulares…

Lospasosllegaronalprimerpiso.Siguieronsubiendo.Erancadavezmásperceptibles.Llegóunmomentoenqueinclusoseoyóunjadeoasmático…Yaestaba en el tercer piso… «¡Viene aquí, viene aquí…!» Raskolnikof quedópetrificado.Leparecíaestarviviendounadeesaspesadillasenquenosvemosperseguidos por enemigos implacables que están a punto de alcanzarnos yasesinarnos,mientras nosotros nos sentimos como clavados en el suelo, sinpoderhacermovimientoalgunoparadefendernos.

Las pisadas se oían ya en el tramo que terminaba en el cuarto piso.Depronto, Raskolnikof salió de aquel pasmo que le tenía inmóvil, volvió alinteriordeldepartamentoconpasorápidoyseguro,cerrólapuertayechóelcerrojo,todoprocurandonohacerruido.

Elinstintologuiaba.Unavezbiencerradalapuerta,sequedójuntoaella,encogido,conteniendolarespiración.

Eldesconocidoestabayaenelrellano.SeencontrabafrenteaRaskolnikof,enelmismositiodesdedondeeljovenhabíatratadodepercibirlosruidosdelinteriorhacíaunrato,cuandosólolapuertaloseparabadelavieja.

Elvisitanterespiróvariasvecesprofundamente.

«Debe de ser un hombre alto y grueso», pensó Raskolnikof llevando lamano al mango del hacha. Verdaderamente, todo aquello parecía un mal

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sueño.Eldesconocidotiróviolentamentedelcordóndelacampanilla.

Cuando vibró el sonidometálico, al visitante le pareció oír que algo semovíadentrodelpiso,yduranteunossegundosescuchóatentamente.Volvióallamar, volvió a escuchar y, de pronto, sin poder contener su impaciencia,empezóasacudirlapuerta,asiendofirmementeeltirador.

Raskolnikof miraba aterrado el cerrojo, que se agitaba dentro de lahembrilla,dandola impresióndeque ibaasaltardeunmomentoaotro.Unsiniestrohorrorseapoderódeél.

Tan violentas eran las sacudidas, que se comprendían los temores deRaskolnikof.Momentáneamenteconcibiólaideadesujetarelcerrojo,yconéllapuerta,perodesistióalcomprenderqueelotropodíaadvertirlo.Perdióporcompletolaserenidad;lacabezavolvíaadarlevueltas.«Voyacaer»,sedijo.Peroenaquelmomentooyóqueeldesconocidoempezabaahablar,yestoledevolviólacalma.

—¿Estarán durmiendo o las habrán estrangulado? —murmuró—. ¡Eldiablo las lleve! A las dos: a Alena Ivanovna, la vieja bruja, y a LisbethIvanovna, la belleza idiota… ¡Abrid de una vez, mujerucas…! Estándurmiendo,nomecabeduda.

Estabadesesperado.Tiródelcordónlomenosdiezvecesmásytanfuertecomopudo.Seveíaclaramentequeeraunhombreenérgicoyqueconocíalacasa.

Enestemomento seoyeron,yamuycerca,unospasos suavesy rápidos.Evidentemente,otrapersona sedirigíaalpisocuarto.Raskolnikofnooyóalnuevovisitantehastaqueestabanllegandoaldescansillo.

—Noesposiblequenohayanadie—dijoelreciénllegadoconvozsonoray alegre, dirigiéndose al primer visitante, que seguía haciendo sonar lacampanilla—.Buenastardes,Koch.

«Un hombre joven, a juzgar por su voz», se dijo Raskolnikofinmediatamente.

—No séquédemoniosocurre—repusoKoch—.Haceunmomento casiechoabajolapuerta…¿Yusteddequémeconoce?

—¡Quémalamemoria!Anteayer le gané tres partidas de billar, una trasotra,enelGambrinus.

—¡Ah,sí!

—¿Y dice usted que no están? ¡Qué raro! Hasta me parece imposible.¿Adóndepuedehaberidoesavieja?Tengoquehablarconella.

—Yotambiéntengoquehablarle,amigomío.

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—¡Quélevamosahacer!—exclamóeljoven—.Nostendremosqueirpordondehemosvenido.¡Yyoquecreíaquesaldríadeaquícondinero!

—¡Claro que nos tendremos que marchar! Pero ¿por qué me citó? Ellamismamedijoquevinieraaestahora.¡Conlacaminataquemehedadoparavenir demi casa aquí! ¿Dónde diablo estará?No lo comprendo. Esta brujadecrépita no se mueve nunca de casa, porque apenas puede andar. ¡Y, depronto,seleocurremarcharseadarunpaseo!

—¿Ysipreguntáramosalportero?

—¿Paraqué?

—Parasabersiestáencasaocuándovolverá.

—¡Preguntar,preguntar…!¡Perosinosalenunca!

Volvióasacudirlapuerta.

—¡Esinútil!¡Nohaymássoluciónquemarcharse!

—¡Oiga!—exclamódeprontoeljoven—.¡Fíjesebien!Lapuertacedeunpococuandosetira.

—Bueno,¿yqué?

—Estodemuestraquenoestácerradaconllave,sinoconcerrojo.¿Looyeresonarcuandosemuevelapuerta?

—¿Yqué?

—Pero ¿no comprende?Estopruebaqueunade ellas está en la casa.Sihubieransalidolasdos,habríancerradoconllaveporfuera;deningúnmodohabríanpodidoecharelcerrojopordentro…¿Looye,looye?Hayqueestarencasaparapoder echar el cerrojo, ¿nocomprende?En fin,queestánynoquierenabrir.

—¡Sí!¡Claro!¡Nocabeduda!—exclamóKoch,asombrado—.Pero¿quédemonioestaránhaciendo?

Yempezóasacudirlapuertafuriosamente.

—¡Déjelo! Es inútil—dijo el joven—. Hay algo raro en todo esto. Hallamadoustedmuchasveces,hasacudidoviolentamentelapuerta,ynoabren.Estopuedesignificarquelasdosestándesvanecidaso…

—¿Oqué?

—Lomejoresquevayamosaavisaralporteroparaquevealoqueocurre.

—Buenaidea.

Losdossedispusieronabajar.

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—No—dijoeljoven—;ustedquédeseaquí.Iréyoabuscaralportero.

—¿Porquéhedequedarme?

—Nuncasesabeloquepuedeocurrir.

—Bien,mequedaré.

—Óigame:estoyestudiandopara juezde instrucción.Aquíhayalgoquenoestáclaro;estoesevidente…,¡evidente!

Despuésdedecirestoenuntonollenodevehemencia,eljovenempezóabajarlaescaleraagrandeszancadas.

Cuandosequedósolo,Koch llamóunavezmás,discretamente,y luego,pensativo, empezó a sacudir la puerta para convencerse de que el cerrojoestaba echado. Seguidamente se inclinó, jadeante, y aplicó el ojo a lacerradura.Peronopudovernada,porquelallaveestabapuestapordentro.

En pie ante la puerta,Raskolnikof asía fuertemente elmango del hacha.Era presa de una especie de delirio. Estaba dispuesto a luchar con aquelloshombres si conseguían entrar en el departamento. Al oír sus golpes y suscomentarios, más de una vez había estado a punto de poner término a lasituaciónhablándolesatravésdelapuerta.Avecesledominabalatentacióndeinsultarlos,deburlarsedeellos,einclusodeseabaqueentrasenenelpiso.«¡Queacabendeunavez!»pensaba.

—Pero¿dóndesehabrámetidoesehombre?—murmuróeldefuera.

Habíanpasadoyavariosminutosynadiesubía.Kochempezabaaperderlacalma.

—Pero¿dóndesehabrámetidoesehombre?—gruñó.

Al fin, agotada su paciencia, se fue escaleras abajo con su paso lento,pesado,ruidoso.

«¿Quéhacer,Diosmío?»

Raskolnikofdescorrióel cerrojoyentreabrió lapuerta.Nosepercibíaelmenorruido.Sinmásvacilaciones,salió,cerrólapuertalomejorquepudoyempezó a bajar. Inmediatamente —sólo había bajado tres escalones— oyógran alboroto más abajo. ¿Qué hacer? No había ningún sitio dondeesconderse…Volvióasubiratodaprisa.

—¡Eh,tú!¡Espera!

Elqueproferíaestosgritosacababadesalirdeunodelospisosinferioresycorríaescalerasabajo,noyaalgalope,sinoentromba.

—¡Mitri,Mitri,Miiitri!—vociferabahastadesgañitarse—.¿Tehasvuelto

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loco?¡Asívayasapararalinfierno!

Losgritosseapagaron;losúltimoshabíanllegadoyadelaentrada.Todovolvióaquedarensilencio.Pero,transcurridosapenasunossegundos,varioshombres que conversaban a grandes voces empezaron a subirtumultuosamente la escalera. Eran tres o cuatro. Raskolnikof reconoció lasonoravozdeljovendeantes.

Comprendiendo que no los podía eludir, se fue resueltamente a suencuentro.

«¡SealoqueDiosquiera!Simeparan,estoyperdido,ysimedejanpasar,también,puesluegoseacordarándemí.»

El encuentro parecía inevitable. Ya sólo les separaba un piso. Pero, depronto…,¡lasalvación!Unosescalonesmásabajo,asuderecha,viounpisoabierto y vacío. Era el departamento del segundo, donde trabajaban lospintores.Comosi lohubiesenhechoadrede,acababandesalir.Seguramentefueron ellos losquebajaron la escalera corriendoy alborotando.Los techosestaban recién pintados. Enmedio de una de las habitaciones había todavíaunacubeta,unbotedepinturayunpincel.Raskolnikofseintrodujoenelpisofurtivamenteyseescondióenunrincón.Tuvoel tiempojusto.Loshombresestaban ya en el descansillo. No se detuvieron: siguieron subiendo hacia elcuartosindejardehablaravoces.Raskolnikofesperóunmomento.Despuéssaliódepuntillasyselanzóvelozmenteescalerasabajo.

Nadieenlaescalera;nadieenelportal.Saliórápidamenteydoblóhacialaizquierda.

Sabíaperfectamentequeaquelloshombresestaríanyaeneldepartamentode la vieja, que les habría sorprendido encontrar abierta la puerta que hacíaunosmomentosestabacerrada;queestaríanexaminandoloscadáveres;queenseguida habrían deducido que el criminal se hallaba en el piso cuando ellosllamaron,yqueacababadehuir.Ytalvezinclusosospechabanquesehabíaocultadoeneldepartamentovacíocuandoellossubían.

Sinembargo,Raskolnikofnoseatrevíaaapresurarelpaso;noseatrevíaaunquetendríaquerecorreraúnuncentenardemetrosparallegaralaprimeraesquina.

«Sientraraenunportal—sedecía—ymeescondieseenlaescalera…No,sería una equivocación… ¿Debo tirar el hacha? ¿Y si tomara un coche?¡Tampoco,tampoco…!»

Las ideas se le embrollaban en el cerebro. Al fin vio una callejuela ypenetró en ellamásmuerto que vivo. Era evidente que estaba casi salvado.Allí corría menos riesgo de infundir sospechas. Además, la estrecha calle

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estaballenadetranseúntes,entrelosqueéleracomoungranodearena,

Perolatensióndeánimolehabíadebilitadodetalmodoqueapenaspodíaandar.Gruesasgotasde sudor resbalabanpor su semblante; sucuelloestabaempapado.

—¡Vayamerluza, amigo!—le gritó una voz cuando desembocaba en elcanal.

Habíaperdidoporcompletolacabeza;cuantomásandaba,másturbadosesentía.

Alllegaralmalecónyverlocasivacío,elmiedodellamarlaatenciónlesobrecogió, y volvió a la callejuela. Aunque estaba a punto de caerdesfallecido,diounrodeoparallegarasucasa.

Cuandocruzólapuerta,aúnnohabíarecobradolapresenciadeánimo.Yaenlaescalera,seacordódelhacha.Aúnteníaquehaceralgoimportantísimo:dejarelhachaensusitiosinllamarlaatención.

Raskolnikofnoestabaensituacióndecomprenderque,envezdedejarelhachaenellugardedondelahabíacogido,erapreferibledeshacersedeella,arrojándola,porejemplo,alpatiodecualquiercasa.

Sin embargo, todo salió a pedir de boca. La puerta de la garita estabacerrada,peronoconllave.Estoparecíaindicarqueelporteroestabaallí.Sinembargo,Raskolnikofhabíaperdidohastatalpuntolafacultadderazonar,quesefuehacialagaritayabriólapuerta.

Sienaquelmomentohubieseaparecidoelporteroylehubierapreguntado:«¿Quédesea?»,él,seguramente,lehabríadevueltoelhachaconelgestomásnatural.

Perolagaritaestabavacíacomolavezanterior,yRaskolnikofpudodejarelhachadebajodelbanco,entrelosleños,exactamentecomolaencontró.

Inmediatamentesubióasuhabitación,sinencontraranadieenlaescalera.Lapuertadeldepartamentodelapatronaestabacerrada.

Ya en su aposento, se echó vestido en el diván y quedó sumido en unaespeciede inconscienciaquenoera ladel sueño.Sialguienhubieseentradoentoncesenelaposento,Raskolnikof,sinduda,sehabríasobresaltadoyhabríaproferidoungrito.Sucabezaeraunhervideroderetazosdeideas,peroélnopodíacaptarninguno,pormuchoqueseempeñabaenello.

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PARTE2

CAPÍTULO1

Raskolnikofpermaneciólargotiempoacostado.Aveces,salíaamediasdesu letargo y se percataba de que la noche estaba muy avanzada, pero nopensabaenlevantarse.Cuandoeldíaapuntó,élseguíatendidodebruceseneldiván,sinhaberlogradosacudiraquelsoporquesehabíaadueñadodetodosuser.

Delacallellegaronasuoídogritosestridentesyaullidosensordecedores.Estaba acostumbrado a oírlos bajo su ventana todas las noches a eso de lasdos.Estavezelescándalolodespertó.«Yasalenlosborrachosdelastabernas—sedijo—.Debendesermásdelasdos.»

Ydiotalsalto,queparecíaquelehabíanarrancadodeldiván.

«¿Yalasdos?¿Esposible?»

Sesentóy,depronto,acudióasumemoriatodoloocurrido.

Enlosprimerosmomentoscreyóvolverseloco.Sentíaunfríoglacial,peroesta sensaciónprocedíade la fiebreque sehabíaapoderadodeélduranteelsueño.Sutembloreratanintenso,queenlahabitaciónresonabaelcastañeteode sus dientes. Un vértigo horrible le invadió. Abrió la puerta y estuvo unmomentoescuchando.Tododormíaenlacasa.Paseóunamiradadeasombrosobresímismoyportodocuantolerodeaba.Habíaalgoquenocomprendía.¿Cómoeraposibleque se lehubieraolvidadopasarelpestillode lapuerta?Además,sehabíaacostadovestidoeinclusoconelsombrero,queselehabíacaídoyestabaallí,enelsuelo,alladodesualmohada.

«Sialguienentrara,creeríaqueestoyborracho,pero…»

Corrió a la ventana. Había bastante claridad. Se inspeccionócuidadosamentedepiesacabeza.Miróyremirósusropas.¿Ningunahuella?No,asínopodíaverse.Sedesnudó,aunqueseguíatemblandoporefectodelafiebre,yvolvióaexaminarsusropascongranatención.Piezaporpieza, lasmirabaporelderechoyporelrevés,temerosodequelehubierapasadoalgoporalto.Todaslasprendas,hastalamásinsignificante,lasexaminótresveces.

Loúnicoquevio fueunasgotas de sangre coagulada en los desflecadosbordesdelosbajosdelpantalón.Conuncortaplumascortóestosflecos.

Sedijoqueyanoteníanadamásquehacer.Perodeprontoseacordódequelabolsitaytodoslosobjetosquelatardeanteriorhabíacogidodelarcadela vieja estaban todavía en sus bolsillos.Aún no había pensado en sacarlos

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paraesconderlos;noselehabíaocurridonisiquieracuandohabíaexaminadolasropas.

En fin,manos a la obra.En un abrir y cerrar de ojos vació los bolsillossobrelamesayluegolosvolviódelrevésparaconvencersedequenohabíaquedadonadaenellos.Actoseguidose lo llevótodoaunrincóndelcuarto,dondeelpapelestaba rotoydespegadoa trechosde lapared.Enunade lasbolsasqueelpapelformabaintrodujoelmontóndemenudospaquetes.«Todoarreglado», se dijo alegremente. Y se quedómirando con gesto estúpido lagrietadelpapel,quesehabíaabiertotodavíamás.

Desúbitoseestremeciódepiesacabeza.

—¡Señor! ¡Diosmío!—murmuró,desesperado—.¿Quéhehecho?¿Quémeocurre?¿Esesounescondite?¿Esasícomoseocultanlascosas?

Sinembargo,hayque tenerencuentaqueRaskolnikofnohabíapensadopara nada en aquellas joyas. Creía que sólo se apoderaría de dinero, y estoexplica que no tuviera preparado ningún escondrijo. «¿Pero por quéme healegrado?—se preguntó—. ¿No es un disparate esconder así las cosas?Nocabedudadequeestoyperdiendolarazón.»

Sintiéndose en el límite de sus fuerzas, se sentó en el diván. Otra vezrecorrieronsucuerpolosescalofríosde lafiebre.Maquinalmenteseapoderódesudestrozadoabrigodeestudiante,queteníaalalcancedelamano,enunasilla,ysecubrióconél.Prontocayóenunsueñoqueteníaalgodedelirio.

Perdióporcompletolanocióndelascosas;peroalcabodecincominutossedespertó,selevantódeunsaltoysearrojóconungestodeangustiasobresusropas.

«¿Cómopuedohabermedormidosinhaberhechonada?Elnudocorredizoestá todavía en el sitio en que lo cosí. ¡Haber olvidado un detalle tanimportante, una prueba tan evidente!» Arrancó el cordón, lo deshizo eintrodujolastirasdeteladebajodesualmohada,entresuropainterior.

«Meparecequeesostrozosdetelanopuedeninfundirsospechasanadie.Porlomenos,asílocreo»,sedijodepieenmediodelahabitación.

Después, con una atención tan tensa que resultaba dolorosa, empezó amirar en todas direcciones para asegurarse de que no se le había olvidadonada. Ya se sentía torturado por la convicción de que todo le abandonaba,desdelamemoriaalamássimplefacultadderazonar.

«¿Esestoelcomienzodelsuplicio?Sí,loes.»

Losflecosquehabíacortadodelosbajosdelpantalónestabantodavíaenelsuelo,enmediodelcuarto,expuestosalasmiradasdelprimeroquellegase.

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—Pero¿quémepasa?—exclamó,confundido.

En estemomento le asaltó una idea extraña: pensó que acaso sus ropasestaban llenas de manchas de sangre y que él no podía verlas debido a lamerma de sus facultades. De pronto se acordó de que la bolsita estabamanchadatambién.«Hastaenmibolsillodebedehabersangre,yaqueestabahúmedacuandomelaguardé.»Inmediatamentevolviódelrevéselbolsilloyvio que, en efecto, había algunasmanchas en el forro.Un suspiro de aliviosalióde lomáshondode supechoypensó, triunfante:«La razónnomehaabandonado completamente: no he perdido la memoria ni la facultad dereflexionar,puestoquehecaídoenestedetalle.Hasidosólounmomentodedebilidadmentalproducidoporlafiebre.»Yarrancótodoelforrodelbolsilloizquierdodelpantalón.

Enestemomento,unrayodesoliluminósubotaizquierda,yRaskolnikofdescubrió, a través de un agujero del calzado, unamancha acusadora en elcalcetín. Se quitó la bota y comprobó que, en efecto, era una mancha desangre: toda la puntera del calcetín estaba manchada… «Pero ¿qué hacer?¿Dóndetirarloscalcetines,losflecos,elbolsillo…?»

En pie enmedio de la habitación, con aquellas piezas acusadoras en lasmanos,sepreguntaba:

«¿Debo de echarlo todo en la estufa? No hay que olvidar que lasinvestigaciones empiezan siempre por las estufas. ¿Y si lo quemara aquímismo…?Pero¿cómo,sinotengocerillas?lomejoresquemelolleveylotire en cualquier parte. Sí, en cualquier parte y ahora mismo.» Y mientrashacíamentalmenteestaafirmación,sesentódenuevoeneldiván.Luego,envezdeponerenprácticasuspropósitos,dejócaer lacabezaen laalmohada.Volvíaasentirescalofríos.Estabahelado.Denuevoseechóencimasuabrigodeestudiante.

Variashorasestuvo tendidoeneldiván.Devezencuandopensaba:«Sí,hayqueiratirartodoestoencualquierparte,paranopensarmásenello.Hayque ir inmediatamente.» Y más de una vez se agitó en el diván con elpropósitodelevantarse,peronolefueposible.Alfinungolpeviolentodadoenlapuertalesacódesumarasmo.

—¡Abresinotehasmuerto!—gritóNastasiasindejardegolpearlapuertacon el puño—. Siempre está tumbado. Se pasa el día durmiendo como unperro.¡Comoloquees!¡Abreya!¡Sonmásdelasdiez!

—Talveznoesté—dijounavozdehombre.

«La voz del portero—se dijo al punto Raskolnikof—. ¿Qué querrá demí?»

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Selevantódeunsaltoyquedósentadoeneldiván.Elcorazónlelatíatanviolentamente,quelehacíadaño.

—Yechadoelpestillo—observóNastasia—.Porlovisto,tienemiedodequeselolleven…¿Quiereslevantarteyabrirdeunavez?

«¿Qué querrán? ¿Qué hace aquí el portero? ¡Se ha descubierto todo, nocabeduda!¿Deboabrirohacermeelsordo?¡Asícojanlapeste!»

Se levantóamedias, tendióelbrazoy tiródelpestillo.Lahabitacióneratanestrecha,quepodíaabrirlapuertasindejareldiván.

Nosehabíaequivocado:eranNastasiayelportero.

Lasirvienta ledirigióunamiradaextraña.Raskolnikofmirabaalporterocon desesperada osadía. Éste presentaba al joven un papel gris, doblado yburdamentelacrado.

—Estohantraídodelacomisaría.

—¿Dequécomisaría?

—Delacomisaríadepolicía.¿Dequécomisaríahadeser?

—Pero¿quéquieredemílapolicía?

—¿Yoquésé?Esunacitaciónytienequeir.

Miró fijamente a Raskolnikof, pasó una mirada por el aposento y sedispusoamarcharse.

—Tienes cara de enfermo —dijo Nastasia, que no quitaba ojo aRaskolnikof.Aloírestaspalabras,elporterovolviólacabeza,ylasirvientaledijo—:Tienefiebredesdeayer.

Raskolnikofnocontestó.Teníaaúnelpliegoenlamano,sinabrirlo.

—Quédateacostado—dijoNastasia,compadecida,alverqueRaskolnikofsedisponíaalevantarse—.Siestásenfermo,novayas.Nohayprisa.

Trasunapausa,preguntó:

—¿Quétienesenlamano?

Raskolnikofsiguiólamiradadelasirvientayvioensumanoderechalosflecosdelpantalón,loscalcetinesyelbolsillo.Habíadormidoasí.Mástarderecordó que en las vagas vigilias que interrumpían su sueño febril apretabatodoaquellofuertementeconlamanoyquevolvíaadormirsesinabrirla.

—¡Recogesunospingajosyduermesconelloscomosifueranuntesoro!

Se echó a reír con su risa histérica. Raskolnikof se apresuró a esconderdebajodelgabáneltriplecuerpodeldelitoyfijóenladomésticaunamirada

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retadora.

Aunqueen aquellosmomentos fuera incapazdediscurrir con lucidez, sediocuentadequeestabarecibiendountratomuydistintoalquesedaaunapersonaalaquevanadetener.

Pero…¿porquélecitabalapolicía?

—Debestomarunpocodeté.Voyatraértelo.¿Quieres?Hasobrado.

—No,noquiero té—balbuceó—.Voyaverquéquiere lapolicía.Ahoramismovoyapresentarme.

—¡Perosinopodrásnibajarlaescalera!

—Hedichoquevoy.

—Allátú.

Salió detrás del portero. Inmediatamente, Raskolnikof se acercó a laventanayexaminóalaluzdeldíaloscalcetinesylosflecos.

«Lasmanchasestán,peroapenasseven:elbarroyelrocedelabotalashaesfumado. El que no lo sepa, no las verá. Por lo tanto y afortunadamente,Nastasianolashapodidover:estabademasiadolejos.»

Entoncesabrióelpliegoconmano temblorosa.Hubode leerloy releerlovariasvecespara comprender loquedecía.Eraunacitación redactadaen laformacorriente, en laque se le indicabaquedebíapresentarseaquelmismodía,alasnueveymedia,enlacomisaríadeldistrito.

«¡Quécosamásrara!—sedijomientrasseapoderabadeélunadolorosaansiedad—.Notengonadaqueverconlapolicía,ymecitaprecisamentehoy.¡Señor,quetermineestocuantoantes!»

Ibaaarrodillarsepararezar,pero,envezdehacerlo,seechóareír.Nosereíadelosrezos,sinodesímismo.Empezóavestirserápidamente.

«Sihedemorir,¿quélevamosahacer?»

Ysedijoinmediatamente:

«Hedeponermeloscalcetines.Elpolvodelascallescubrirálasmanchas.»

Apenassehubopuestoelcalcetínensangrentado,seloquitóconungestode horror e inquietud. Pero en seguida recordó que no tenía otros, y se lovolvióaponer,echándosedenuevoareír.

«¡Bah!estonosonmásqueprejuicios.Todoesrelativoenestemundo:loshábitos,lasapariencias…,todo,enfin.»

Sinembargo,temblabadepiesacabeza.

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«Yaestá;yalotengopuestoybienpuesto.»

Prontopasódelahilaridadaladesesperación.

«¡Estoessuperioramisfuerzas!»

Laspiernasletemblaban.

—¿Demiedo?—barbotó.

Todoledabavueltas;ledolíalacabezaaconsecuenciadelafiebre.

«¡Esto es una celada! Quieren atraerme, cogerme desprevenido—pensómientrassedirigíaalaescalera—.Lopeoresqueestoyaturdido,quepuedodecirloquenodebo.»

Ya en la escalera, recordó que las joyas robadas estaban aún donde lashabíapuesto,detrásdelpapeldespegadoyrotodelapareddelahabitación.

«Talvezhaganunregistroaprovechandomiausencia.»

Sedetuvounmomento,peroeratalladesesperaciónqueledominaba,erasudesesperacióntancínica,tanprofunda,quehizoungestodeimpotenciaycontinuósucamino.

«¡Contalquetodoterminerápidamente…!»

Elcalorerataninsoportablecomoenlosdíasanteriores.Hacíatiempoquenohabíacaídoniunagotadeagua.Siempreaquelpolvoaquellosmontonesdecalydeladrillosqueobstruíanlascalles.Yelhedordelastiendasllenasdesuciedad,ydelastabernas,yaquelherviderodeborrachos,buhoneros,cochesdealquiler…

El fuerte sol le cegó y le produjo vértigos. Los ojos le dolían hasta elextremodequenopodíaabrirlos.(Asílesocurreenlosdíasdesolatodoslosquetienenfiebre.)

Al llegara laesquinade lacallequehabía tomadoeldíaanteriordirigióunamiradafurtivayangustiosaalacasa…yvolvióenseguidalosojos.

«Simeinterrogan,talvezconfiese»,pensabamientrasseibaacercandoalacomisaría.

Lacomisaríasehabíatrasladadoalcuartopisodeunacasanuevasituadaaunos trescientosmetrosde sualojamiento.Raskolnikofhabía idounavezalantiguolocaldelapolicía,perodeestohacíamuchotiempo.

Al cruzar la puerta vio a la derecha una escalera, por la que bajaba unmujikconuncuadernoenlamano.

«Debe de ser un ordenanza. Por lo tanto, esa escalera conduce a lacomisaría.»

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Y,aunquenoestabasegurodeello,empezóasubir.Noqueríapreguntaranadie.

«Entraré,mepondréderodillasyloconfesarétodo»,pensabamientrasseibaacercandoalcuartopiso.

La escalera, pina y dura, rezumaba suciedad. Las cocinas de los cuatropisosdabanaellaysuspuertasestabantodoeldíaabiertasdeparenpar.Elcaloreraasfixiante.Seveíansubirybajarordenanzasconsuscarpetasdebajodelbrazo,agentesytodasuertedeindividuosdeambossexosqueteníanalgúnasuntoen la comisaría.Lapuertade lasoficinas estabaabierta.Raskolnikofentróysedetuvoen laantesala,dondehabíavariosmujiks.Elcaloreraallítaninsoportablecomoenlaescalera.Además,ellocalestabareciénpintadoysedesprendíadeélunolorquedabanáuseas.

Despuésdehaberesperadounmomento,eljovenpasóalapiezacontigua.Todas las habitaciones eran reducidas y bajas de techo. La impaciencia leimpedíaseguiresperandoyleimpulsabaaavanzar.Nadieleprestabalamenoratención. En la segunda dependencia trabajaban varios escribientes que noiban mucho mejor vestidos que él. Todos tenían un aspecto extraño.Raskolnikofsedirigióaunodeellos.

—¿Quéquieres?

Eljovenlemostrólacitación.

—¿Esustedestudiante?—preguntóotro, trashaberechadounaojeadaalpapel.

—Sí,estudiaba.

El escribiente lo observó sin ningún interés. Era un hombre de cabellosenmarañadosymiradavaga.Parecíadominadoporunaideafija.

«Porestehombrenomeenterarédenada.Todolees indiferente»,pensóRaskolnikof.

—Vayaustedalsecretario—dijoelescribiente,señalandoconeldedolahabitacióndelfondo.

Raskolnikofsedirigióaella.Estapieza,lacuarta,erasumamentereduciday estaba llena de gente.Las personas que había en ella iban un pocomejorvestidasque lasque el jovenacababadever.Entre ellashabíadosmujeres.Una iba de luto y vestía pobremente. Estaba sentada ante el secretario yescribíaloqueélledictaba.Laotraeradeformasopulentasycaracolorada.Vestía ricamente y llevaba en el pecho un broche de gran tamaño. Estabaaparteyparecíaesperaralgo.Raskolnikofpresentóelpapelalsecretario.Ésteledirigióunaojeadaydijo:

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—¡Espere!

Despuéssiguiódictandoaladamaenlutada.

Eljovenrespiró.«Nomehanllamadoporloqueyocreía»,sedijo.Yfuerecobrándosepocoapoco.

Luegopensó:«Lamenortorpeza,lamenorimprudenciapuedeperderme…Eslástimaquenocirculemásaireaquí.Unoseahoga.Lacabezamedamásvueltasquenuncaysoyincapazdediscurrir.»

Sentíaunprofundomalestarytemíanopodervencerlo.Tratabadefijarsupensamientoencuestionesindiferentes,peronoloconseguía.Sinembargo,elsecretarioleinteresabavivamente.Sededicóaestudiarsufisonomía.Eraunjovendeunosveintidósaños,perosurostro,cetrinoyllenodemovilidad,lehacíaparecermenosjoven.Ibavestidoalaúltimamoda.Unarayaqueeraunaobrade artedividía endos sus cabellos, brillantesde cosmético.Susdedos,blancosyperfectamentecuidados,estabancargadosdesortijas.Ensuchalecopendíanvariascadenasdeoro.Congrandesenvoltura,cambióunaspalabrasenfrancésconunextranjeroquesehallabacercadeél.

—Siéntese, Luisa Ivanovna —dijo después a la gruesa, colorada yricamenteataviadaseñora,quepermanecíaenpie,comosinoseatrevieraasentarse,aunqueteníaunasillaasulado.

—Ichdanke—respondióLuisalvanovnaenvozbaja.

Se sentó con un frufrú de sedas. Su vestido, azul pálido guarnecido deblancosencajes,sehinchóentornodeellacomoungloboyllenócasilamitadde lapieza,a lavezqueunexquisitoperfumeseesparcíapor lahabitación.Peroellaparecíaavergonzadadeocupartantoespacioyolertanbien.Sonreíaconunaexpresióndetemorytimidezydabamuestrasdeintranquilidad.

Al fin la dama enlutada se levantó, terminado el asunto que la habíallevadoallí.

En este momento entró ruidosamente un oficial, con aire resuelto ymoviendo los hombros a cada paso. Echó sobre lamesa su gorra, adornadaconunaescarapela,ysesentóenunsillón.Ladamalujosamenteataviadaseapresuró a levantarse apenas le vio, y empezó a saludarle con un ardorextraordinario,yaunqueélnoleprestólamenoratención,ellanoosóvolverasentarse en su presencia. Este personaje era el ayudante del comisario depolicía. Ostentaba unos grandes bigotes rojizos que sobresalíanhorizontalmenteporlosdosladosdesucara.Susfacciones,extremadamentefinas,sóloexpresabanciertodescaro.

MiróaRaskolnikofalsoslayoeinclusoconunaespeciedeindignación.Suaspectoerapordemásmiserable,perosuactitudnoteníanadademodesta.

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Raskolnikof cometió la imprudenciade sostener con tantaosadía aquellamirada,queelfuncionariosesintióofendido.

—¿Qué haces aquí tú? —exclamó éste, asombrado sin duda de quesemejantedesharrapadonobajaralosojosantesumiradafulgurante.

—Hevenidoporquemehanllamado—repusoRaskolnikof—.Herecibidounacitación.

—Eseseestudiantealquesereclamaelpagodeunadeuda—seapresuróadecir el secretario, levantando la cabeza de sus papeles—. Aquí está —ypresentóuncuadernoaRaskolnikof,señalándoleloquedebíaleer.

«¿Unadeuda…?¿Quédeuda?—pensóRaskolnikof—.Elcasoesqueyaestoysegurodequenosemellamapor…aquello.»

Se estremeció de alegría. De súbito experimentó un alivio inmenso,indecible,unbienestarinefable.

—Pero¿aquéhoralehandichoqueviniera?—legritóelayudante,cuyomalhumorhabíaidoenaumento—.Lehancitadoalasnueveymedia,ysonyamásdelasonce.

—Nomehanentregadolacitaciónhastahaceuncuartodehora—repusoRaskolnikof en voz no menos alta. Se había apoderado de él una cólerarepentina y se entregaba a ella con cierto placer—. ¡Bastante he hecho convenirenfermoyconfiebre!

—¡Nogrite,nogrite!

—Yo no grito; estoy hablando como debo. Usted es el que grita. Soyestudianteynotengoporquétolerarquesedirijanamíenesetono.

Esta respuesta irritó de tal modo al oficial, que no pudo contestar enseguida:sólosonidosinarticuladossalierondesuscontraídoslabios.Despuéssaltódesuasiento.

—¡Silencio!¡Estáustedenlacomisaría!Aquínoseadmiteninsolencias.

—¡También usted está en la comisaría! —replicó Raskolnikof—, y, nocontentoconproferiresosgritos,estáfumando,loqueesunafaltaderespetohaciatodosnosotros.

Alpronunciarestaspalabrasexperimentabaunplacerindescriptible.

El secretario presenciaba la escena con una sonrisa. El fogoso ayudantepareciódudarunmomento.

—¡Esonole incumbeausted!—respondióalfinconafectadosgritos—.Lo que ha de hacer es prestar la declaración que se le pide. Enséñele eldocumento, Alejandro Grigorevitch. Se ha presentado una denuncia contra

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usted.¡Ustednopagasusdeudas!¡Buenpájaroestáhecho!

PeroRaskolnikofyanoleescuchaba:sehabíaapoderadoávidamentedelpapelytrataba,convisibleimpaciencia,dehallarlaclavedelenigma.Unayotravezleyóeldocumento,sinconseguirentenderniunapalabra.

—Pero¿quéesesto?—preguntóalsecretario.

—Unefecto comercial cuyopago se le reclama.Hade entregar usted elimportedeladeuda,máslascostas,lamulta,etcétera,odeclararporescritoenquéfechapodráhacerlo.Almismotiempo,habrádecomprometerseanosalirdelacapital,ytambiénanovenderniempeñarnadadeloqueposeehastaquehayapagadosudeuda.Suacreedor,encambio,tieneenteralibertadparaponerenventalosbienesdeustedysolicitarlaaplicacióndelaley.

—¡Perosiyonodebonadaanadie!

—Esepuntonoesdenuestraincumbencia.Anosotrossenosharemitidoun efecto protestado de ciento quince rublos, firmado por usted hace nuevemesesenfavordelaseñoraZarnitzine,viudadeunasesorescolar,efectoqueestaseñorahaenviadoalconsejeroTchebarofenpagodeunacuenta.Envistadeello,nosotroslehemoscitadoaustedparatomarledeclaración.

—¡Perosiesaseñoraesmipatrona!

—¡Yesoquéimporta!

El secretario le miraba con una sonrisa de superioridad e indulgencia,comoaunnovicioqueempiezaaaprenderacosta suya loquesignifica serdeudor.Eracomosiledijese:«¿Eh?¿Quétehaparecido?»

Pero¿quéimportabanenaquelmomentoaRaskolnikoflasreclamacionesde su patrona? ¿Valía la pena que se inquietara por semejante asunto, y nisiquieraque leprestara lamenor atención?Estaba allí leyendo, escuchando,respondiendo, inclusopreguntando,pero todo lohacíamaquinalmente.Todosuserestaba llenode la felicidaddesentirsea salvo,dehaberse libradodeltemor que hacía unos instantes lo sobrecogía. Por el momento, habíaexpulsadodesumenteelanálisisdesusituación,todaslaspreocupacionesyprevisionestemerosas.Fueunmomentodealegríaabsoluta,animal.

Perodeprontosedesencadenóunatormentaeneldespacho.Elayudantedel comisario, todavíabajo los efectosde la afrentaque acababade sufrir ydeseoso de resarcirse, empezó de improviso a poner de vuelta ymedia a ladamadellujosovestido,lacual,desdequelehabíavistoentrar,nocesabademirarleconunasonrisaestúpida.

—Ytú,bribona—legritóaplenopulmón,despuésdecomprobarque laseñoradelutosehabíamarchadoya—,¿quéhapasadoentucasaestanoche?Dime: ¿qué ha pasado?Habéis despertado a todos los vecinos con vuestros

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gritos,vuestrasrisasyvuestrasborracheras.Porlovisto,tehasempeñadoeniralacárcel.Telohaadvertidolomenosdiezveces.Lapróximaveztelodirédeotromodo.¡Nohacescaso!¡Eresunarameraincorregible!

Raskolnikof se quedó tan estupefacto al ver tratar de aquel modo a laelegantedama,queselecayóelpapelqueteníaenlamano.Sinembargo,notardó en comprender el porqué de todo aquello, y la cosa le pareciósobremanera divertida.Desde estemomento escuchó con interés y haciendoesfuerzosporcontenerlarisa.Sutensiónnerviosaeraextraordinaria.

—Bueno,bueno,IliaPetrovitch…—empezóadecirelsecretario,peroenseguidasediocuentadequesuintervenciónseríainútil:sabíaporexperienciaque cuando el impetuoso oficial se disparaba, no había medio humano dedetenerle.

Encuantoalabelladama,latempestadquesehabíadesencadenadosobreella empezó por hacerla temblar, pero —cosa extraña— a medida que lasinvectivas iban lloviendo sobre su cabeza, su cara iba mostrándose másamable, ymás encantadora la sonrisa quedirigía al oficial.Multiplicaba lasreverenciasyesperabaimpacienteelmomentoenquesucensorlepermitierahablar.

—En mi casa no hay escándalos ni pendencias, señor capitán —seapresuróadecir tanprontocomo le fueposible (hablabael ruso fácilmente,pero con notorio acento alemán)—. Ni el menor escándalo —ella decía«echkándalo»—.Loqueocurriófuequeuncaballerollegóembriagadoamicasa…Selovoyacontartodo,señorcapitán.Laculpanofuemía.Micasaesunacasaseria,tanseriacomoyo,señorcapitán.Yonoquería«echkándalos»…Él vino como una cuba y pidió tres botellas —la alemana decía«potellas»—.Después levantó laspiernasyempezóa tocarelpianocon lospies,cosaqueestáfueradelugarenunacasaseriacomolamía.Yacabóporromperelpiano,locualnomeparecenimediobien.Asíselodije,yélcogiólabotellayempezóarepartirbotellazosaderechaeizquierda.Entoncesllaméalportero,ycuandoKarlllegó,élsefuehaciaKarlylediounpuñetazoenunojo.También recibióEnriqueta.Encuantoamí,mediocincobofetadas.Envista de esta forma de conducirse, tan impropia de una casa seria, señorcapitán,yoempecéaprotestaragritos,yélabriólaventanaquedaalcanalyempezóagruñircomouncerdo.¿Comprende,señorcapitán?¡Sepusoahacerelcerdoenlaventana!Entonces,Karlempezóatirarledelosfaldonesdelfracparaapartarlodelaventanay…,seloconfieso,señorcapitán…,selequedóun faldón en las manos. Entonces empezó a gritar diciendo que manmusspagarlequincerublosdeindemnización,yyo,señorcapitán,ledicincorublosporseisRock.Comoustedve,noesunclientedeseable.Ledoymipalabra,señor capitán,deque todoel escándalo lo armóél.Y, además,meamenazóconcontarenlosperiódicostodalahistoriademivida.

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—Entonces,¿esescritor?

—Sí,señor,yunclientesinescrúpulosquesepermite,aunsabiendoqueestáenunacasadigna…

—Bueno,bueno;siéntate.Yatehedichomilveces…

—IliaPetrovitch…—repitióelsecretario,conacentosignificativo.

Elayudantedelcomisario ledirigióunarápidamiradayvioquesacudíaligeramentelacabeza.

—Enfin,mirespetableLuisaIvanovna—continuóeloficial—,heaquímiúltimapalabraenloqueaticoncierne.Comoseproduzcaunnuevoescándaloentudignacasa,teharéenchiquerar,comosoléisdecirlosdetunobleclase.¿Hasentendido…?¿Demodoqueelescritor,el literato,aceptócincorublospor su faldón en tu digna casa? ¡Bien por los escritores! —dirigió aRaskolnikofunamiradadespectiva—.Hacedosdías,unseñorliteratocomióen una taberna y pretendió no pagar. Dijo al tabernero que le compensaríahablando de él en su próxima sátira. Y también hace poco, en un barco derecreo,otroescritorinsultógroseramentealarespetablefamilia,madreahija,deunconsejerodeEstado.Yaotroloecharonapuntapiésdeunapastelería.Asísontodosesosescritores,esosestudiantes,esoscharlatanes…Enfin,LuisaIvanovna, ya puedes marcharte. Pero ten cuidado, porque no te perderé devista.¿Entiendes?

Luisa Ivanovnaempezóasaludaraderechae izquierdacalurosamente,yasí, haciendo reverencias, retrocedió hasta la puerta. Allí tropezó con ungallardo oficial, de cara franca y simpática, encuadrada por dos soberbiaspatillas,espesasyrubias.Eraelcomisarioenpersona:NikodimFomitch.Alverle,LuisaIvanovnaseapresuróainclinarseporúltimavezhastacasitocarelsueloysaliódeldespachoconpasocortoysaltarín.

—Eres el rayo, el trueno, el relámpago, la tromba, el huracán—dijo elcomisario dirigiéndose amistosamente a su ayudante—. Te han puestonerviosoytútehasdejadollevardelosnervios.Desdelaescaleraloheoído.

—No es para menos —replicó en tono indiferente Ilia Petrovitchllevándosesuspapelesaotramesa,consucaracterísticobalanceodehombros—.Juzgueustedmismo.Eseseñorescritor,mejordicho,estudiante,esdecir,antiguo estudiante, no paga sus deudas, firma pagarés y se niega a dejar lahabitaciónquetienealquilada.Portodoelloseledenuncia,yheaquíqueesteseñorsemolestaporqueenciendouncigarrilloensupresencia.¡Él,quesólocometevillanías!Ahí lo tieneusted.Mírelo;mirequéaspecto tanrespetabletiene.

—Lapobrezanoesunvicio,mibuenamigo—respondióelcomisario—.

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Todossabemosqueeresinflamablecomolapólvora.Algoensumododeserte habrá ofendido y no has podido contenerte. Y usted tampoco —añadiódirigiéndose amablemente a Raskolnikof—. Pero usted no le conoce. Es unhombre excelente, créame, aunque explosivo como la pólvora. Sí, unaverdadera pólvora: se enciende, se inflama, arde y todo pasa: entonces sóloquedauncorazóndeoro.Enelregimientolellamabanel«tenientePólvora».

—¡Ah, qué regimiento aquél!—exclamó Ilia Petrovitch, conmovido porloshalagosdesujefeaunqueseguíaenojado.

Raskolnikof experimentó de súbito el deseo de decir a todos algodesagradable.

—Escúcheme, capitán—dijo con lamayor desenvoltura, dirigiéndose alcomisario—.Póngaseenmilugar.Estoydispuestoapresentarlemisexcusassi en algo le he ofendido, pero hágase cargo: soy un estudiante enfermo ypobre,abrumadoporlamiseria—asílodijo:«abrumado»—.Tuvequedejarlauniversidad,porquenopodíaatenderamisnecesidades.Perohederecibirdinero:meloenviaránmimadreymihermana,queresideneneldistritode***.Entoncespagaré.Mipatronaesunabuenamujer,peroestátanindignadaalverqueheperdidolosalumnosqueteníayquenolepagodesdehacecuatromeses, que ni siquiera me da mi ración de comida. En cuanto a sureclamación, no la comprendo. Me exige que le pague en seguida. ¿Acasopuedohacerlo?Juzguenustedesmismos.

—Todoesononosincumbe—volvióadecirelsecretario.

—Permítame,permítame.Estoycompletamentedeacuerdoconusted,peropermítamequelesdéciertasexplicaciones.

Raskolnikof seguíadirigiéndoseal comisarioynoal secretario.Tambiénprocuraba atraerse la atención de Ilia Petrovitch, que, afectando una actituddesdeñosa,pretendíademostrarlequenoleescuchaba,sinoqueestabaabsortoenelexamendesuspapeles.

—Permítame explicarle que hace tres años, desde que llegué de miprovincia,soyhuéspeddeesaseñora,yquealprincipio…,notengoporquéocultarlo…, al principio le prometí casarme con su hija. Fue una promesasimplemente verbal. Yo no estaba enamorado, pero la muchacha no medisgustaba…Yo era entonces demasiado joven…Mi patrona me abrió unampliocrédito,yempecéallevarunavida…Noteníalacabezabiensentada.

—Nadie le ha dicho que refiera esos detalles íntimos, señor —leinterrumpiósecamenteIliaPetrovitch,conunasatisfacciónmaldisimulada—.Además,notenemostiempoparaescucharlos.

Para Raskolnikof fue muy difícil seguir hablando, pero lo hizo

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fogosamente.

—Permítame,permítameexplicar,sóloagrandesrasgos,cómohaocurridotodoesto,aunqueestédeacuerdoconustedenquemispalabrassoninútiles…Haceunañomuriódeltifuslamuchachayyoseguíhospedándomeencasadela señoraZarnitzine.Ycuandomipatrona se trasladóa lacasadondeahorahabita, me dijo amistosamente que tenía entera confianza en mí; pero quedesearíaquelefirmaseunpagarédecientoquincerublos,cantidadque,segúnmiscálculos,ledebía…Permítame…Ellameaseguróque,unavezenposesióndel documento, seguiría concediéndome un crédito ilimitado y que jamás,jamás…,repitosuspalabras…,pondríaelpagaréencirculación.Yahoraqueno tengo lecciones ni dinero para comer, me exige que le pague…Esinexplicable.

—Esosdetallespatéticosnonosinteresan,señor—dijoIliaPetrovitchconrudafranqueza—.Ustedhadelimitarseaprestarladeclaraciónyafirmarelcompromiso escrito que se le exige. La historia de sus amores y todas esastragediasylugarescomunesnonosconciernenenabsoluto.

—Nohayquesertanduro—murmuróelcomisario,yendoasentarseensumesayempezandoafirmarpapeles.Parecíaunpocoavergonzado.

—Escribausted—dijoelsecretarioaRaskolnikof.

—¿Quéhedeescribir?—preguntóásperamenteeldenunciado.

—Loqueyoledicte.

Raskolnikof creyó advertir que el joven secretario se mostraba másdesdeñoso con él despuésde su confesión; pero, cosa extraña, a él yano leimportabanlomásmínimolosjuiciosajenossobresupersona.EstecambiodeactitudsehabíaproducidoenRaskolnikofsúbitamente,enunabrirycerrardeojos.Sihubiesereflexionado,aunquesólohubierasidounminuto,sehabríaasombrado, sin duda, de haber podido hablar como lo había hecho conaquellosfuncionarios,alosqueinclusoobligóaescucharsusconfidencias.¿Aquésedeberíasunuevoy repentinoestadodeánimo?Sienaquelmomentoapareciese la habitación llena no de empleados de la policía, sino de susamigosmásíntimos,nohabríasabidoquédecirles,nohabríaencontradounasolapalabrasincerayamistosaenelgranvacíoquesehabíahechoensualma.Lehabíainvadidounalúgubreimpresióndeinfinitoyterribleaislamiento.Noera el bochorno de haberse entregado a tan efusivas confidencias ante IliaPetrovitch, ni la actitud jactanciosa y triunfante del oficial, lo que habíaproducidosemejanterevoluciónensuánimo.¡Quéleimportabayasubajeza!¡Quéleimportabanlasarrogancias,losoficiales,lasalemanas,lasdiligencias,lascomisarías…!Aunquelehubiesencondenadoamorirenlahoguera,nosehabríainmutado.Esmás:apenashabríaescuchadolasentencia.Algonuevo,

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jamássentidoyquenohabríasabidodefinir,sehabíaproducidoensuinterior.Comprendía,sentíacontodosuserqueyanopodríaconversarsinceramenteconnadie,hacerconfidenciaalguna,nosóloalosempleadosdelacomisaría,sino ni siquiera a sus parientesmás próximos: a sumadre, a su hermana…Nuncahabíaexperimentadounasensacióntanextrañanitancruel,yelhechodequeélsedieracuentadequenosetratabadeunsentimientorazonado,sinodeunasensación, lamásespantosay torturantequehabía tenidoensuvida,aumentabasutormento.

Elsecretariode lacomisaríaempezóadictarle la fórmuladedeclaraciónutilizadaentalescasos.«Nosiéndomeposiblepagarahora,prometosaldarmideudaen…(talfecha).Igualmente,mecomprometoanosalirdelacapital,anovendermisbienes,anoregalarlos…»

—¿Qué le pasa que apenas puede escribir? La pluma se le cae de lasmanos—dijo el secretario, observando a Raskolnikof atentamente—. ¿Estáustedenfermo?

—Si…Mehadadounmareo…Continúe.

—Yaestá.Puedefirmar.

ElsecretariotomólahojademanosdeRaskolnikofysevolvióhacialosqueesperaban.

Raskolnikofentrególapluma,pero,envezdelevantarse,apoyóloscodosen lamesayhundió lacabezaentre lasmanos.Tenía lasensacióndeque leestaban barrenando el cerebro. De súbito le acometió un pensamientoincomprensible:levantarse,acercarsealcomisarioyreferirlecontododetalleelepisodiode lavieja; luegollevárseloasuhabitaciónymostrarle las joyasescondidas detrás del papel de la pared. Tan fuerte fue este impulso que selevantó dispuesto a llevar a cabo el propósito, pero de pronto se dijo: «¿Noserámejorquelopienseunpoco,aunqueseaunminuto…?No,lomejoresnopensarloyquitarsedeencimacuantoantesestacarga.

Perosedetuvoensecoyquedóclavadoenelsitio.ElcomisariohablabaacaloradamenteconIliaPetrovitch.Raskolnikofleoyódecir:

—Esabsurdo.Habráqueponerlosen libertada losdos.Todocontradicesemejanteacusación.Sihubiesencometidoelcrimen,¿conquéfinhabríanidoabuscaralportero?¿Paradelatarseasímismos?¿Paradesorientar?No,esunardiddemasiadopeligroso.Además,aPestriakof,elestudiante, levieron losdos porteros y una tendera ante la puerta en el momento en que llegó. Ibaacompañadodetresamigosqueledejaronperoencuyapresenciapreguntóalporteroenquépisovivíalavieja.¿Habríahechoestapreguntasihubieraidoalacasaconelpropósitoquese leatribuye?EncuantoaKoch,estuvomediahoraenlaorfebreríade laplantabajaantesdesubiracasade lavieja.Eran

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exactamentelasochomenoscuartocuandosubió.Reflexionemos…

—Permítame.¿Quéexplicaciónpuededarsealacontradicciónenquehanincurrido?Afirmanquellamaron,quelapuertaestabacerrada.Sinembargo,tresminutos después, cuando vuelven a subir con el portero, la puerta estáabierta.

—Ésaeslacuestiónprincipal.Nocabedudadequeelasesinoestabaenelpiso y había echado el cerrojo. Seguro que lo habrían atrapado si Koch nohubiesecometidolatonteríadeabandonarlaguardiaparabajarenbuscadesuamigo. El asesino aprovechó esemomento para deslizarse por la escalera yescaparantesusmismasnarices.Kochestáaterrado;nocesadesantiguarseydecirquesisehubiesequedadojuntoalapuertadelpiso,elasesinosehabríaarrojadosobreélylehabríaabiertolacabezadeunhachazo.VaahacercantarunTedeum…

—¿Ynadiehavistoalasesino?

—¿Cómo quiere usted que lo vieran?—dijo el secretario, que desde supuestoestabaatentoalaconversación—.EsacasaesunarcadeNoé.

—La cosa no puede estar más clara—dijo el comisario, en un tono deconvicción.

—Porelcontrario,estáoscurísima—replicóIliaPetrovitch.

Raskolnikof cogió su sombrero y se dirigió a la puerta. Pero no llegó aella…

Cuandovolvióensí,seviosentadoenunasilla.Alguienlesosteníaporelladoderecho.Asu izquierda,otrohombre lepresentabaunvasoamarillentollenodeun líquidodelmismocolor.Elcomisario,NikodimFomitch,depieanteél,lemirabafijamente.Raskolnikofselevantó.

—¿Qué le ha pasado? ¿Está enfermo? —le preguntó el comisariosecamente.

—Apenaspodía sostener laplumahaceunmomento, cuandoescribía sudeclaración —observó el secretario, volviendo a sentarse y empezando denuevoahojearpapeles.

—¿Hace mucho tiempo que está usted enfermo?—gritó Ilia Petrovitchdesde su mesa, donde también estaba hojeando papeles. Se había acercadocomo todos los demás, a Raskolnikof y le había examinado durante sudesvanecimiento. Cuando vio que volvía en sí, se apresuró a regresar a supuesto.

—Desdeanteayer—balbuceóRaskolnikof.

—¿Salióustedayer?

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—Sí.

—¿Aunestandoenfermo?

—Sí.

—¿Aquéhora?

—Desieteaocho.

—Permítamequelepreguntedóndeestuvo.

—Enlacalle.

—Heaquíunacontestaciónclaraybreve.

Raskolnikof había dado estas respuestas con voz dura y entrecortada.Estaba pálido como un lienzo. Sus grandes ojos, negros y ardientes, no seabatíanantelamiradadeIliaPetrovitch.

—Apenas puede tenerse en pie, y tú todavía…—empezó a decir elcomisario.

—Nosepreocupe—repusoIliaPetrovitchconacentoenigmático.

Nikodim Fomitch iba a decir algo más, pero su mirada se encontrócasualmentecon ladel secretario,queestaba fijaenél,yesto fuesuficienteparaquesecallara.Sehizounsilenciogeneral,repentinoyextraño.

—Ya no le necesitamos —dijo al fin Ilia Petrovitch—. Puede ustedmarcharse.

Raskolnikofsefue.Apenashubosalido,laconversaciónsereanudóentrelospolicíascongranvivacidad.Lavozdelcomisarioseoíamásquelasdesuscompañeros.Parecíahacerpreguntas.

Yaenlacalle,Raskolnikofrecobróporcompletolacalma.

«Sin duda, van a hacer un registro, y en seguida—se decíamientras seencaminabaasualojamiento—.¡Losmuycanallas!Sospechandemí.»

Y el terror que le dominaba poco antes volvió a apoderarse de élenteramente.

CAPÍTULO2

¿Ysielregistrosehaefectuadoya?Tambiénpodríaserquemeencontraseconlapolicíaencasa.»

Peroensuhabitacióntodoestabaenordenynohabíanadie.Nastasiano

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habíatocadonada.

«Señor,¿cómohabrépodidodejarlasjoyasahí?»

Corrióalrincón,introdujolamanodetrásdelpapel,retirótodoslosobjetosy fueechándolosen susbolsillos.En total eranochopiezas:doscajitasquecontenían pendientes o algo parecido (no se detuvo a mirarlo); cuatropequeños estuches de tafilete; una cadena de reloj envuelta en un trozo depapel de periódico, y otro envoltorio igual que, al parecer, contenía unacondecoración. Raskolnikof repartió todo esto por sus bolsillos, procurandoquenoabultarademasiado,cogiótambiénlabolsitaysaliódelahabitación,dejandolapuertaabiertadeparenpar.

Avanzaba con paso rápido y firme. Estaba rendido, pero conservaba lalucidezmental.Temíaquelapolicíaestuvierayatomandomedidascontraél;que al cabo de media hora, o tal vez sólo de un cuarto, hubiera decididoseguirle. Por lo tanto, había que apresurarse a hacer desaparecer aquellosobjetos reveladores.No debía cejar en este propósitomientras le quedara elmenorresiduodefuerzasydesangrefría…¿Adóndeir…?Estepuntoestabayaresuelto.«Arrojarélascosasalcanalyelaguaselastragará,demodoquenoquedaránirastrodeesteasunto.»Asílohabíadecididolanocheanterior,enmediodesudelirio,einclusohabíaintentadovariasveceslevantarseparallevaracabocuantoanteslaidea.

Sin embargo, la ejecución de este plan presentaba grandes dificultades.Durante más de media hora se limitó a errar por el malecón del canal,inspeccionando todas lasescalerasqueconducíanalagua.Enningunapodíallevaralaprácticasupropósito.Aquíhabíaunlavaderollenodelavanderas,allívariasbarcasamarradasalaorilla.Además,elmalecónestabarepletodetranseúntes.Selepodíaverdesdetodaspartes,yaquienlovieraleextrañaríaqueunhombrebajaralasescalerasexpresamenteparaecharunacosaalagua.Porañadidura,losestuchespodíanquedarflotando,yentoncestodoelmundolosvería.Lopeoreraque laspersonasconquesecruzaba lemirabandeunmodo singular, como si él fuera lo único que les interesara. «¿Por qué memiraránasí?—sedecía—.¿Otodoseráobrademiimaginación?»

Al fin pensó que acaso sería preferible que se dirigiera alNeva. En susmalecones habíamenos gente.Allí llamaríamenos la atención, le seríamásfáciltirarlasjoyasy—detalleimportantísimo—estaríamáslejosdesubarrio.

Deprontosepreguntó,asombrado,porquéhabríaestadoerrandodurantemedia hora ansiosamente por lugares peligrosos, cuando se le ofrecía unasolución tan clara. Había perdido media hora entera tratando de poner enprácticaunplaninsensatoforjadoenunmomentodedesvarío.Cadavezeramáspropensoadistraerse,sumemoriavacilaba,yélsedabacuentadeello.Habíaqueapresurarse.

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SedirigióalNevaporlaavenidaV***.Peroporelcaminotuvootraidea.¿PorquéiralNeva?¿Porquéarrojarlosobjetosalagua?¿Noerapreferibleiracualquierlugarlejano,alasislas,porejemplo,buscarunsitiosolitarioenelinterior de un bosque y enterrar las cosas al pie de un árbol, anotandocuidadosamenteellugardondesehallabaelescondite?Aunquesabíaqueenaquel momento era incapaz de razonar lógicamente, la idea le pareciósumamentepráctica.

Peroestabaescritoquenohabíadellegaralasislas.AldesembocarenlaplazaquehayalfinaldelaavenidaV***vioasuizquierdalaentradadeungranpatioprotegidoporaltosmuros.Aladerechahabíaunaparedqueparecíano haber estado pintada nunca y que pertenecía a una casa de alturaconsiderable.Alaizquierda,paralelaaestapared,corríaunavallademaderaquepenetrabaderechamenteunosveintepasosenelpatioyluegosedesviabahacialaizquierda.Estaempalizadalimitabaunterrenodesiertoycubiertodemateriales.Alfondodelpatiohabíauncobertizocuyotechorebasabalaalturade la valla. Este cobertizo debía de ser un taller de carpintería, deguarnicionería o algo similar. Todo el suelo del patio estaba cubierto de unnegropolvillodecarbón.

«Heaquíunbuensitioparatirarlasjoyas—pensó—.Despuéssevauno,yasuntoconcluido.»

Advirtiendo que no había nadie, penetró en el patio.Cerca de la puerta,ante la empalizada, había uno de esos canalillos que suelen verse en losedificiosdondehaytalleres.Enlavalla,sobreelcanal,alguienhabíaescritocontizayconlasfaltasderigor:«Proividoaceraguasmenores.»Desdeluego,Raskolnikofnopensaba llamar la atencióndeteniéndoseallí.Pensó:«Podríatirarlotodoaquí,encualquierparte,ymarcharme.

Mirónuevamenteentodasdireccionesysellevólamanoalbolsillo.Peroen ese momento vio cerca del muro exterior, entre la puerta y el pequeñocanal,unaenormepiedrasinlabrar,quedebíadepesartreintakiloslargos.Delotro lado del muro, de la calle, llegaba el rumor de la gente, siempreabundante en aquel lugar. Desde fuera nadie podía verle, a menos que seasomara al patio. Sin embargo, esto podía suceder; por lo tanto, había queobrarrápidamente.

Seinclinósobrelapiedra,lacogióconambasmanosporlapartedearriba,reuniótodassusfuerzasyconsiguiódarlelavuelta.Enelsueloaparecióunacavidad. Raskolnikof vació en ella todo lo que llevaba en los bolsillos. Labolsitafueloúltimoquedepositó.Sóloelfondodelacavidadquedóocupado.Volvió a rodar la piedra y ésta quedó en el sitio donde antes estaba.Ahorasobresalíaunpocomás;peroRaskolnikofarrastróhastaellaunpocodetierraconelpieytodoquedócomosinosehubieratocado.

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Salió y se dirigió a la plaza. De nuevo una alegría inmensa, casiinsoportable,seapoderómomentáneamentedeél.Nohabíaquedadonirastro.«¿Quiénpodrápensarenesapiedra?¿Aquién se leocurrirábuscardebajo?Seguramenteestáahídesdequeconstruyeron lacasa,yDios sabeel tiempoque permanecerá en ese sitio todavía. Además, aunque se encontraran lasjoyas, ¿quién pensaría enmí? Todo ha terminado.Ha desaparecido hasta laúltimaprueba.»Seechóareír.Sí,mástarderecordóqueseechóareírconunarisitanerviosa,muda,persistente.Aúnsereíacuandoatravesólaplaza.Perosu hilaridad cesó repentinamente cuando llegó al bulevar donde días atráshabíaencontradoalajovencitaembriagada.

Otrospensamientosacudieronasumente.Leaterrabalaideadepasaranteelbancodondesehabíasentadoareflexionarcuandosemarchólamuchacha.El mismo temor le infundía un posible nuevo encuentro con el gendarmebigotudoalquehabíaentregadoveintekopeks.«¡Eldiabloselolleve!

Siguió su camino, lanzando en todas direcciones miradas coléricas ydistraídas. Todos sus pensamientos giraban en torno a un solo punto, cuyaimportanciareconocía.Sedabaperfectacuentadequeporprimeravezdesdehacíadosmesesseenfrentabaasolasyabiertamenteconelasunto.

«¡Quesevayatodoaldiablo!—sedijodepronto,enunarrebatodecólera—.Elvinoestáescanciadoyhayquebeberlo.Eldemoniosellevealaviejaya la nueva vida… ¡Qué estúpido es todo esto, Señor! ¡Cuántasmentiras hedichohoy!¡Ycuántasbajezashecometido!¡EnquémiserablesvulgaridadesheincurridoparaatraermelabenevolenciadeldetestableIliaPetrovitch!Pero,¡bah!, qué importa.Me río de toda esa gente y de las torpezas queyohayapodidocometer.Noesestoloquedebopensarahora…»

De súbito se detuvo; acababa de planteársele un nuevo problema, taninesperadocomosencillo,queledejóatónito.«Si,comocrees,hasprocedidoen todo este asunto como un hombre inteligente y no como un imbécil, siperseguías una finalidad claramente determinada, ¿cómo se explica que nohayasdirigidonisiquieraunaojeadaalinteriordelabolsita,quenotehayaspreocupadodeaveriguar loquehaproducidoeseactoporelquehas tenidoque afrontar toda suerte de peligros y horrores? Hace un momento estabasdispuestoaarrojaralaguaesabolsa,esasjoyasquenisiquierahasmirado…¿Quéexplicaciónpuedesdaraesto?»

Todasestaspreguntas teníanunsólido fundamento.Losabíadesdeantesde hacérselas. La noche en que había resuelto tirarlo todo al agua habíatomadoestadecisiónsinvacilar,comosihubiesesidoimposibleobrardeotromodo.Sí,sabíatodasestascosasyrecordabahastalosmenoresdetalles.Sabíaquetodohabíadeocurrircomoestabaocurriendo;losabíadesdeelmomentomismo en que había sacado los estuches del arca sobre la cual estaba

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inclinado…Sí,losabíaperfectamente.

«Lacausadetodoesqueestoymuyenfermo—sedijoalfinsombríamente—.Metorturoymehieroamímismo.Soyincapazdedirigirmisactos.Ayer,anteayerytodosestosdíasnohehechomásquemartirizarme…Cuandoestécurado,yanomeatormentaré.Pero¿ysinomecuronunca?¡Señor,quéhartoestoydetodaestahistoria…!»

Mientrasasíreflexionaba,proseguíasucamino.Anhelabalibrarsedeestaspreocupaciones,peronosabíacómopodríaconseguirlo.Unasensaciónnuevase apoderó de él con fuerza irresistible, y su intensidad aumentaba pormomentos.Eraundesagradocasifísico,undesagradopertinaz,rencoroso,portodoloqueencontrabaensucamino,portodaslascosasytodaslaspersonasquelorodeaban.Lerepugnabanlostranseúntes,suscaras,sumododeandar,sus menores movimientos. Sentía deseos de escupirles a la cara, estabadispuestoamorderacualquieraquelehablase.

AlllegaralmalecóndelPequeñoNeva,enVasilievskiOstrof,sedetuvoensecocercadelpuente.

«Mayviveenesacasa—pensó—.Pero¿quésignificaesto?Mispiesmehan traído maquinalmente a la vivienda de Rasumikhine. Lo mismo meocurrió el otro día. Esto es verdaderamente chocante. ¿He venidoexpresamenteoestoyaquíporobradelazar?Peroestopocoimporta.ElcasoesquedijequevendríaacasadeRasumikhine"aldíasiguiente".Puesbien,yahevenido.¿Acasotienealgodeparticularquelehagaunavisita?»

Subióalquintopiso.EnélhabitabaRasumikhine.

Sehallabaésteescribiendoensuhabitación.Élmismofueaabrir.Nosehabían visto desde hacía cuatro meses. Llevaba una bata vieja, casi hechajirones.Suspiessóloestabanprotegidosporunaspantuflas.Teníarevueltoelcabello. No se había afeitado ni lavado. Se mostró asombrado al ver aRaskolnikof.

—¿De dónde sales? —exclamó mirando a su amigo de pies a cabeza.Después lanzó un silbido—. ¿Tan mal te van las cosas? Evidentemente,hermano, nos aventajas a todos en elegancia —añadió, observando losandrajosdesucamarada—.Siéntate;parecescansado.

YcuandoRaskolnikofsedejócaereneldivánturco,tapizadodeunatelavieja y rozada (un diván, entre paréntesis, peor que el suyo), Rasumikhineadvirtióquesuamigoparecíanoencontrarsebien.

—Túestásenfermo,muyenfermo.¿Tehasdadocuenta?

Intentótomarleelpulso,peroRaskolnikofretirólamano.

—¡Bah! ¿Para qué? —dijo—. He venido porque…me he quedado sin

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lecciones…,yyoquisiera…No,nomehacenfaltaparanadalaslecciones.

Rasumikhineleobservabaatentamente.

—¿Sabesunacosa,amigo?Estásdelirando.

—Nadadeeso;yonodeliro—replicóRaskolnikoflevantándose.

AlsubiracasadeRasumikhinenohabíatenidoencuentaqueibaaversefrentea frenteconsuamigo,yunaentrevista,conquienquieraque fuese, leparecía en aquellos momentos lo más odioso del mundo. Apenas hubofranqueadolapuertadelpiso,sintióunacóleraciegacontraRasumikhine.

—¡Adiós!—exclamódirigiéndosealapuerta.

—¡Espera,hombre,espera!¿Estásloco?

—¡Déjame! —dijo Raskolnikof retirando bruscamente la mano que suamigolehabíacogido.

—Entonces,¿aquédiabloshasvenido?Hasperdidoeljuicio.Estoesunaofensaparamí.Noconsentiréquetevayasasí.

—Bien,escucha.Hevenidoatucasaporquenoconozcoanadiemásqueatiparaquemeayudeavolveraempezar.Túeresmejorquetodoslosdemás,esdecir,más inteligente,máscomprensivo…Peroahoraveoquenonecesitonada,¿entiendes?,absolutamentenada…Nomehacenfaltalosserviciosnilasimpatía de los demás…Estoy solo yme basto amímismo…Esto es todo.Déjameenpaz.

—¡Peroescuchaunmomento,botarate!¿Esquetehasvueltoloco?Puedeshacerloquequieras,peroyotampocotengoleccionesymeríodeeso.Estoyen tratos con el librero Kheruvimof, que es una magnífica lección en sugénero.Yono locambiaríaporcinco leccionesen familiasdecomerciantes.Esehombrepublicalibritossobrecienciasnaturales,puesestosevendecomoelpan.Bastabuscarbuenostítulos.Mehasllamadoimbécilmásdeunavez,peroestoysegurodequehayotrosmástontosqueyo.Mieditor,queespocomenos que analfabeto, quiere seguir la corriente de la moda, y yo,naturalmente,leanimo…Mira,aquíhaydospliegosymediodetextoalemán.Purocharlatanismo,amijuicio.Dichoendospalabras,lacuestiónqueestudiaelautoresladesilamujeresunserhumano.Naturalmente,élopinaquesíysu labor consiste endemostrarlo elocuentemente.Kheruvimof considera queeste folletoesdeactualidadenestosmomentosenqueel feminismoestádemoda,yyomeencargodetraducirlo.Podráconvertirenseislosdospliegosymedio de texto alemán. Le pondremos un título ampuloso que llene mediapáginaysevenderáacincuentakopekselejemplar.Seráunbuennegocio.Semepagalatraducciónaseisrubloselpliego,oseaquincerublosportodoeltrabajo.Ya he cobrado seis por adelantado.Cuando terminemos este folleto

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traduciremos un libro sobre las ballenas, y para después ya hemos elegidounoscuantoschismesdeLesConfessions.Tambiénlostraduciremos.Alguienha dicho a Kheruvimof que Rousseau es una especie de Radiscev.Naturalmente, yo no he protestado. ¡Que se vayan al diablo…! Bueno,¿quierestraducirelsegundopliegodelfolletoEslamujerunserhumano?Siquieres,cogeinmediatamenteelpliego,plumas,papel(todosestosgastosvana cargo del editor), y aquí tienes tres rublos: como yo he recibido seisadelantados por toda la traducción, a ti te corresponden tres. Cuando hayastraducidoelpliego,recibirásotrostres.Peroqueteconstequenotienesnadaqueagradecerme.Porelcontrario,apenastehevistoentrar,hepensadoentuayuda.Enprimer lugar,yonoestoymuyfuerteenortografía,yensegundo,mis conocimientos del alemán son más que deficientes. Por eso me veoobligadoconfrecuenciaainventar,aunquemeconsuelopensandoquelaobrahadeganarconello.Esposiblequemeequivoque…Bueno,¿aceptas?

Raskolnikofcogióensilencioelpliegodetextoalemánylostresrublosysemarchó sinpronunciarpalabra.Rasumikhine le siguióconunamiradadeasombro. Cuando llegó a la primera esquina, Raskolnikof volviórepentinamentesobresuspasosysubiódenuevoalalojamientodesuamigo.Ya en la habitación, dejó el pliego y los tres rublos en la mesa y volvió amarcharse,sindesplegarloslabios.

Rasumikhineperdióalfinlapaciencia.

—¡Decididamente, te has vuelto loco!—vociferó—. ¿Qué significa estacomedia? ¿Quieres volverme la cabeza del revés? ¿Para qué demonio hasvenido?

—Nonecesito traducciones—murmuróRaskolnikofsindejardebajar laescalera.

—Entonces, ¿qué es lo que necesitas?—le gritó Rasumikhine desde elrellano.

Raskolnikofsiguióbajandoensilencio.

—Oye,¿dóndevives?

Noobtuvorespuesta.

—¡Vetealmismísimoinfierno!

Pero Raskolnikof estaba ya en la calle. Iba por el puente de Nicolás,cuandounaaventuradesagradablelehizovolverensímomentáneamente.Uncochero cuyos caballos estuvieron a punto de arrollarlo le dio un fuertelatigazoenlaespaldadespuésdehaberledichoagritostresocuatrovecesquese apartase. Este latigazo despertó en él una ira ciega. Saltó hacia el pretil(sóloDios sabe por qué hasta entonces había ido pormedio de la calzada)

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rechinandolosdientes.Todoslosqueestabancercaseecharonareír.

—¡Bienhecho!

—¡Estosgranujas!

—Conozco a estos bribones. Se hacen el borracho, se meten bajo lasruedasyunotienequepagardañosyperjuicios.

—Algunosvivendeeso.

Aún estaba apoyado en el pretil, frotándose la espalda, ardiendo de ira,siguiendocon lamiradaelcochequesealejaba,cuandonotóquealguien leponíaunamonedaenlamano.Volviólacabezayvioaunaviejacubiertaconungorroycalzadaconborceguíesdepieldecabra,acompañadadeunajoven—suhijasinduda—quellevabasombreroyunasombrillaverde.

—Tomaesto,hermano,ennombredeCristo.

Éltomólamonedayellascontinuaronsucamino.Eraunapiezadeveintekopeks.Secomprendíaque,alversuaspectoysuindumentaria, lehubierantomadoporunmendigo.Lagenerosaofrendade losveintekopekssedebía,sinduda,aqueellatigazohabíadespertadolacompasióndelasdosmujeres.

Apretando lamoneda con lamano, dio una veintena de pasosmás y sedetuvodecaraalríoyalPalaciodeInvierno.Enelcielonohabíaniunanube,y el agua del Neva—cosa extraordinaria— era casi azul. La cúpula de lacatedral de San Isaac (aquél era precisamente el punto de la ciudad desdedonde mejor se veía) lanzaba vivos reflejos. En el transparente aire sedistinguíanhastalosmenoresdetallesdelaornamentacióndelafachada.

Eldolordellatigazoibadesapareciendo,yRaskolnikof,olvidándosedelahumillaciónsufrida.Unaidea,vagaperoinquietante,ledominaba.Permanecíainmóvil,conlamiradafijaenlalejanía.Aquelsitioleerafamiliar.Cuandoibaalauniversidadteníalacostumbrededetenerseallí,sobretodoalregresar(lohabíahechomásdecienveces),paracontemplarelmaravillosopanorama.Enaquellosmomentosexperimentabaunasensación imprecisayconfusaque lellenabadeasombro.Aquelcuadroesplendorosose lemostrabafrío,algoasícomo ciego y sordo a la agitación de la vida…Esta triste y misteriosaimpresiónqueinvariablementerecibíaledesconcertaba,peronosedeteníaaanalizarla: siempre dejaba para más adelante la tarea de buscarle unaexplicación…

Ahora recordaba aquellas incertidumbres, aquellas vagas sensaciones, yesterecuerdo,asujuicio,noerapuramentecasual.Elsimplehechodehabersedetenidoenelmismositioqueantaño,comosihubiesecreídoquepodíatenerlos mismos pensamientos e interesarse por los mismos espectáculos queentonces, e inclusoquehacíapoco, leparecía absurdo, extravaganteyhasta

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algo cómico, a pesar de que la amargura oprimía su corazón. Tenía laimpresióndeque todoestepasado,susantiguospensamientose intenciones,los fines que había perseguido, el esplendor de aquel paisaje que tan bienconocía,sehabíahundidohastadesaparecerenunabismoabiertoasuspies…Leparecíahaberechadoavolaryverdesdeelespaciocomotodoaquelloseesfumaba.

Alhacerunmovimientomaquinal,notóqueaúnteníaensumanocerradala pieza de veinte kopeks. Abrió la mano, estuvo un momento mirandofijamentelamonedayluegolevantóelbrazoylaarrojóalrío.

Inmediatamenteemprendióelregresoasucasa.Teníalaimpresióndequehabíacortado, tan limpiamentecomoconunas tijeras, todos los lazosque leuníanalahumanidad,alavida…

Caía la noche cuando llegó a su alojamiento. Por lo tanto, había estadovagandodurantemásdeseishoras.Sinembargo,nisiquierarecordabaporquécalles había pasado. Se sentía tan fatigado comoun caballo después de unacarrera.Sedesnudó,setendióeneldiván,seechóencimasuviejosobretodoysequedódormidoinmediatamente.

Laoscuridaderayacompletacuandoledespertóungritoespantoso.¡Quégrito,Señor…!Ydespués…JamáshabíaoídoRaskolnikofgemidos,aullidos,sollozos, rechinar de dientes, golpes, como los que entonces oyó. Nuncahabríapodidoimaginarseunfurortanbestial.

Se levantóaterradoy se sentóeneldiván, trastornadoporelhorroryelmiedo. Pero los golpes, los lamentos, las invectivas eran cada vez másviolentos.Desúbito,conprofundoasombro, reconoció lavozdesupatrona.Laviuda lanzabaayesyalaridos.Laspalabrassalíandesubocaanhelantes;debía de suplicar que no le pegasen más, pues seguían golpeándolabrutalmente.Esto sucedíaen la escalera.Lavozdelverdugonoera sinounronquidofurioso;hablabaconlamismarapidez,ysuspalabras,presurosasyahogadas,eranigualmenteininteligibles.

De pronto, Raskolnikof empezó a temblar como una hoja. Acababa dereconocer aquella voz. Era la de Ilia Petrovitch. Ilia Petrovitch estaba allítundiendoalapatrona.Lagolpeabaconlospies,ysucabezaibaadarcontralos escalones; esto se deducía claramente del sonido de los golpes y de losgritosdelavíctima.

Todo el mundo se conducía de un modo extraño. La gente acudía a laescalera, atraída por el escándalo, y allí se aglomeraba. Salían vecinos detodoslospisos.Seoíanexclamaciones,ruidosdepasosquesubíanobajaban,portazos…

«¿Peroporquélepegandeesemodo?¿Yporquéloconsientenlosquelo

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ven?»,sepreguntóRaskolnikof,creyendohabersevueltoloco.

Pero no, no se había vuelto loco, ya que era capaz de distinguir losdiversosruidos…

Por lo tanto,prontosubiríanasuhabitación.«Porque,seguramente, todoestoesporlodeayer…¡Señor,Señor…!»

Intentópasarelpestillodelapuerta,peronotuvofuerzasparalevantarelbrazo.Porotraparte,¿paraqué?El terrorhelabasualma, laparalizaba…Alfin,aquelescándaloquehabíaduradodiezlargosminutosseextinguiópocoapoco. La patrona gemía débilmente. Ilia Petrovitch seguía profiriendojuramentosyamenazas.Después,tambiénélenmudecióyyanoselevolvióaoír.

«¡Señor! ¿Se habrá marchado? No, ahora se va. Y la patrona también,gimiendo,hechaunmardelágrimas…»

Un portazo. Los inquilinos van regresando a sus habitaciones. Primerolanzanexclamaciones,discuten, se interpelanagritos;despuéssólocambianmurmullos. Debían de ser muy numerosos; la casa entera debía de haberacudido.

¿Qué significa todo esto, Señor? ¿Para qué, en nombre del cielo, habrávenidoestehombreaquí?»

Raskolnikof, extenuado, volvió a echarse en el diván. Pero no consiguiódormirse.Habríatranscurridounamediahora,yerapresadeunhorrorquenohabía experimentado jamás, cuando, de pronto, se abrió la puerta y una luziluminóelaposento.AparecióNastasiaconunabujíayunplatodesopaenlasmanos.La sirvienta lomiróatentamentey,unavez seguradequenoestabadormido,depositó labujíaen lamesay luegofuedejandotodo lodemás:elpan,lasal,lacuchara,elplato.

—Seguramentenohascomidodesdeayer.Tehaspasadoeldíaenlacalleaunqueardíasdefiebre.

—Oye,Nastasia:¿porquélehanpegadoalapatrona?

Ellalomirófijamente.

—¿Quiénlehapegado?

—Ha sido hace poco…, cosa de una media hora…En la escalera…IliaPetrovitch,elayudantedelcomisariodepolicía, lehapegado.¿Porqué?¿Aquéhavenido…?

Nastasia frunció las cejas y le observó en silencio largamente. SuinquisitivamiradaturbóaRaskolnikofeinclusollegóaatemorizarle.

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—¿Porquénomecontestas,Nastasia?—preguntóconvozdébilyacentotímido.

—Estoeslasangre—murmuróalfinlasirvienta,comohablandoconsigomisma.

—¿Lasangre?¿Quésangre?—balbuceóél,palideciendoyretrocediendohacialapared.

Nastasiaseguíaobservándole.

—Nadielehapegadoalapatrona—dijoconvozfirmeysevera.

Élsequedómirándola,sinrespirarapenas.

—Lo he oído perfectamente—murmuró conmayor apocamiento aún—.No estaba dormido; estaba sentado en el diván, aquí mismo…lo he estadooyendo un buen rato…El ayudante del comisario ha venido…Todos losvecinoshansalidoalaescalera…

—Aquínohavenidonadie.Eslasangreloquetehatrastornado.Cuandolasangrenocirculabien,secuajaenelhígadoyunodelira…Bueno,¿vasacomerono?

Raskolnikofnocontestó.Nastasia,inclinadasobreél,seguíaobservándoleatentamenteynosemarchaba.

—Dameagua,Nastasiuchka.

Ellasefueyreaparecióalcabodedosminutosconuncantarillo.Peroenestepuntose interrumpieron lospensamientosdeRaskolnikof.Pasadoalgúntiempo,seacordósolamentedequehabía tomadounsorbodeaguafrescayluegovertidounpocosobresupecho.Inmediatamenteperdióelconocimiento.

CAPÍTULO3

Sinembargo,noestuvoporcompletoinconscientedurantesuenfermedad:eraelsuyounestadofebrilenelqueciertalucidezsemezclabaconeldelirio.Andando el tiempo, recordó perfectamente los detalles de este período. Aveces le parecía ver varias personas reunidas alrededor de él. Se lo queríanllevar. Hablaban de él y disputaban acaloradamente. Después se veía solo:inspirabahorrorytodoelmundolehabíadejado.Devezencuando,alguienseatrevíaaentreabrirlapuertaylemirabayleamenazaba.Estabarodeadodeenemigosqueledespreciabanysemofabandeél.ReconocíaaNastasiayveíaaotrapersonaalaqueestabasegurodeconocer,peroquenorecordabaquiénera, loquele llenabadeangustiahastaelpuntodehacerle llorar.Aveces le

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parecía estar postrado desde hacía un mes; otras, creía que sólo llevabaenfermo un día. Pero el…suceso lo había olvidado completamente. Sinembargo,sedecíaacadamomentoquehabíaolvidadoalgomuy importanteque debería recordar, y se atormentaba haciendo desesperados esfuerzos dememoria.Pasabadelosarrebatosdecóleraalosdeterror.Seincorporabaensu lecho y trataba de huir, pero siempre había alguien cerca que le sujetabavigorosamente. Entonces él caía nuevamente en el diván, agotado,inconsciente.Alfinvolvióensí.

Eranlasdiezdelamañana.Elsol,comosiemprequehacíabuentiempo,entrabaaaquellahoraenlahabitación,trazabaunalargafranjaluminosaenlapared de la derecha e iluminaba el rincón inmediato a la puerta. Nastasiaestabaasucabecera.CercadeellahabíaunindividuoalqueRaskolnikofnoconocía y que le observaba atentamente. Era unmozo que tenía aspecto decobrador. La patrona echó unamirada al interior por la entreabierta puerta.Raskolnikofseincorporó.

—¿Quiénes,Nastasia?—preguntó,señalandoalmozo.

—¡Yahavueltoensí!—exclamólasirvienta.

—¡Yahavueltoensí!—repitióeldesconocido.

Aloírestaspalabras,lapatronacerrólapuertaydesapareció.Eratímidayprocuraba evitar los diálogos y las explicaciones. Tenía unos cuarenta años,era gruesa y fuerte, de ojos oscuros, cejas negras y aspecto agradable.Mostraba esa bondad propia de las personas gruesas y perezosas y eraexageradamentepudorosa.

—¿Quiénesusted?—preguntóRaskolnikofalsupuestocobrador.

Pero en estemomento la puerta se abrió y dio paso aRasumikhine, queentróenlahabitacióninclinándoseunpoco,porexigenciadesuconsiderableestatura.

—¡Esto es un camarote!—exclamó—. Estoy harto de dar cabezadas altecho. ¡Y a esto llaman habitación…! ¡Bueno, querido; ya has recobrado larazón,segúnmehadichoPachenka!

—Acabaderecobrarla—dijolasirvienta.

—Acabaderecobrarla—repitióelmozocomouneco,concararisueña.

—¿Y usted quién es? —le preguntó rudamente Rasumikhine—. Yo mellamoVrasumivkineynoRasumikhine,comome llama todoelmundo.Soyestudiante,hijodegentilhombre,yesteseñoresamigomío.Ahoradigaquiénesusted.

—SoyunempleadodelacasaChelopaiefyhevenidoparaciertoasunto.

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—Entonces,siéntese.

Al decir esto, Rasumikhine cogió una silla y se sentó al otro lado de lamesa.

—Hashechobienenvolverenti—siguiódiciendo—.Haceyacuatrodíasquenotealimentas:loúnicoquehastomadohasidounascucharadasdeté.TehemandadoaZosimofdosveces.¿TeacuerdasdeZosimof?Tehareconocidodetenidamenteyhadichoquenotienesnadagrave:sólountrastornonerviosoa consecuencia de una alimentación deficiente. «Falta de comida—dijo—.Estoesloúnicoquetiene.Todosearreglará.»EstáhechountíoeseZosimof.Esyaunmédicoexcelente…Bueno—dijodirigiéndosealmozo—,noquierohacerle perder más tiempo. Haga el favor de explicarme el motivo de suvisita…Has de saber, Rodia, que es la segunda vez que la casa Chelopaiefenvíaunempleado.Perolavisitaanteriorlahizootro.¿Quiéneselquevinoantesqueusted?

—Sin duda, usted se refiere al que vino anteayer. Se llama AlexisSimonovitchy,enefecto,esotroempleadodelacasa.

—Esunpocomáscomunicativoqueusted,¿noleparece?

—Desdeluego,ytienemáscapacidadqueyo.

—¡Laudablemodestia!Bien;usteddirá.

—Se trata —dijo el empleado, dirigiéndose a Raskolnikof— de que,atendiendo a los deseos de su madre, Atanasio Ivanovitch Vakhruchine, dequienusted,sinduda,habráoídohablarmásdeunavez,lehaenviadociertacantidad por mediación de nuestra oficina. Si está usted en posesión de suplenojuicioleentregarétreintaycincorublosquenuestracasaharecibidodeAtanasioIvanovitch,elcualhaefectuadoelenvíoporindicacióndesumadre.Sinduda,yaestaríaustedinformadodeesto.

—Sí, sí…, ya recuerdo…Vakhruchine…—murmuró Raskolnikof,pensativo.

—¿Oyeusted?—exclamóRasumikhine—.ConoceaVakhruchine.Porlotanto,estáensucabaljuicio.Porotraparte,adviertoquetambiénustedesunhombrecapacitado.Continúe.Dagustooírhablarconsensatez.

—Puessí,eseVakhruchinequeustedrecuerdaesAtanasioIvanovitch,elmismoqueyaotravez,atendiendoalosdeseosdesumadre,leenviódinerode estemismomodo. Atanasio Ivanovitch no se ha negado a prestarle esteservicioyha informadodelasuntoaSimónSimonovitch, rogándole lehagaentregadetreintaycincorublos.Aquíestán.

—Emplea usted expresiones muy acertadas. Yo adoro también a esamadre.Yahorajuzgueustedmismo:¿estáonoenposesióndesusfacultades

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mentales?

—Leadviertoqueesoestáfuerademiincumbencia.Aquísetratadequemeecheunafirma.

—Selaechará.¿Esunlibrodondehadefirmar?

—Sí,aquílotiene.

—Traiga…Vamos, Rodia; un pequeño esfuerzo. Incorpórate; yo tesostendré.Coge laplumaypon tunombre.Ennuestrosdías,eldineroes lamásdulcedelasmieles.

—Novalelapena—dijoRaskolnikofrechazandolapluma.

—¿Quéesloquenovalelapena?

—Firmar.Noquierofirmar.

—¡Ésaesbuena!Enestecaso,lafirmaesnecesaria.

—Yononecesitodinero.

—¿Que no necesitas dinero? Hermano, eso es una solemne mentira. Sémuy bien que el dinero te hace falta…Le ruego que tenga un poco depaciencia.Estonoesnada…Tienesueñosdegrandeza.Estascosasleocurrenincluso cuando su salud es perfecta. Usted es un hombre de buen sentido.Entrelosdosleayudaremos,esdecir,lellevaremoslamano,yfirmará.¡Hala,vamos!

—Puedovolveravenir.

—No, no. ¿Para qué tanta molestia…? ¡Usted es un hombre de buensentido…! ¡Vamos, Rodia; no entretengas a este señor! ¡Ya ves que estáesperando!

Ysedispusoacogerlamanodesuamigo.

—Deja—dijoRaskolnikof—.Firmaré.

Cogió la pluma y firmó en el libro. El empleado entregó el dinero y semarchó.

—¡Bravo!Yahora,amigo,¿quierescomer?

—Sí.

—¿Haysopa,Nastasia?

—Sí;ayersobró.

—¿Estáhechaconpastadesopaypatatas?

—Sí.

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—Losabía.Tráenostambiénté.

—Bien.

Raskolnikofcontemplabaestaescenaconprofundasorpresayunaespeciedeinconscientepavor.Decidióguardarsilencioyesperareldesarrollodelosacontecimientos.

«Me parece que no deliro—pensó—. Todo esto tiene el aspecto de serreal.

DosminutosdespuésllegóNastasiaconlasopayanuncióqueenseguidalesserviríaelté.Conlasopahabíatraídonosólodoscucharasydosplatos,sino,cosaquenoocurríadesdehacíamuchotiempo,elcubiertocompleto,consal,pimienta,mostazaparalacarne…Hastaestabalimpioelmantel.

—Nastasiuchka,PrascoviaPavlovnanosharíaunbiensinosmandaradosbotellitasdecerveza.Seríaunbuenfinal.

—¡Sabescuidarte!—rezongólasirvienta.Ysalióacumplirelencargo.

Raskolnikofseguíaobservandoloqueocurríaensupresencia,coninquietaatención y fuerte tensión de ánimo. Entre tanto, Rasumikhine se habíainstaladoeneldiván,juntoaél.Lerodeóelcuelloconsubrazoizquierdotantorpementecomolohabríahechounosoy,aunquetalayudaerainnecesaria,empezóallevaralabocadeRaskolnikof,conlamanoderecha,cucharadasdesopa,despuésdesoplarsobreellasparaenfriarlas.Sinembargo,lasopaestabaapenas tibia. Raskolnikof sorbió ávidamente una, dos, tres cucharadas.Entonces, súbitamente, Rasumikhine se detuvo y dijo que, para darle más,teníaqueconsultaraZosimof.

EnestollegóNastasiaconlasdosbotellasdecerveza.

—¿Quieresté,Rodia?—preguntóRasumikhine.

—Sí.

—Correenbuscadelté,Nastasia;pues,enloqueconcierneaestapócima,meparecequepodemospasarporaltolasreglasdelafacultad…¡Ah!¡Llególacerveza!

Se sentó a lamesa, acercó a él la sopa y el plato de carne y empezó adevorarcontantoapetitocomosinohubieracomidoentresdías.

—Ahora, amigo Rodia, como aquí, en tu habitación, todos los días —mascullócon laboca llena—.HasidocosadePachenka, tuamablepatrona.Yo,comoesnatural,nolellevolacontraria.PeroaquíllegaNastasiaconelté.¡Quélistaesestamuchacha!¿Quierescerveza,Nastenka?

—Nogastebromas.

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—¿Yté?

—¡Hombre,eso…!

—Sírvete…No,espera.Voyaservirteyo.Déjalotodoenlamesa.

Inmediatamenteseposesionódesupapeldeanfitriónyllenóprimerounatazaydespuésotra.Seguidamentedejósualmuerzoyfueasentarsedenuevoeneldiván.Otravezrodeólacabezadelenfermoconunbrazo,lalevantóyempezóadara suamigocucharaditasde té, sinolvidarsedesoplarenellascon tanto esmero como si fuera éste el punto esencial y salvador deltratamiento.

Raskolnikof aceptaba en silencio estas solicitudes. Se sentía lo bastantefuerteparaincorporarse,sentarseeneldiván,sostenerlacucharillaylataza,eincluso andar, sin ayuda de nadie; pero, llevado de una especie de astucia,misteriosae instintiva, se fingíadébil,e inclusoalgo idiotizado,sindejardetenerbienagudizadoslavistayeloído.

Perollegóunmomentoenquenopudocontenersumalhumor:despuésdehaber tomado una decena de cucharaditas de té, libertó su cabeza con unbruscomovimiento,rechazólacucharillaydejócaerlacabezaenlaalmohada(ahoradormíaconverdaderasalmohadas rellenasdeplumónycuyas fundaserandeunablancurainmaculada).Raskolnikofobservóestedetalleysesintióvivamenteinteresado.

—EsnecesarioquePachenkanosenvíehoymismolaframbuesaendulcepara prepararle un jarabe —dijo Rasumikhine volviendo a la mesa yreanudandosuinterrumpidoalmuerzo.

—¿Pero de dónde sacará las frambuesas? —preguntó Nastasia, quemanteníaunplatillosobrelapalmadesumano,contodoslosdedosabiertos,yvertíaeltéensuboca,gotaagotahaciéndolopasarporunterróndeazúcarquesujetabaconloslabios.

—Pues lassacará,sencillamente,de la frutería,miqueridaNastasia…Nopuedesfigurarte,Rodia,lascosasquehanpasadoaquídurantetuenfermedad.Cuando saliste corriendo de mi casa como un ladrón, sin decirme dóndevivías,decidíbuscartehastadarcontigo,paravengarme.Enseguidaempecélasinvestigaciones.¡Loquecorrí,loqueinterrogué…!Nomeacordabadetudirección actual, o tal vez, y esto es lomás probable, nunca la supe.De tuantiguo domicilio, lo único que recordaba era que estaba en el edificioKharlamof,enlasCincoEsquinas…¡Mehartédebuscar!Yalfinresultóqueno estaba en el edificioKharlamof, sino en la casa Buch. ¡Nos armamos aveces unos líos con los nombres…! Estaba furioso. Al día siguiente se meocurrióiralasoficinasdeempadronamiento,ycuálnoseríamisorpresaalverquealcabodedosminutosmedabantudirecciónactual.Estásinscrito.

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—¿Inscritoyo?

—¡Claro!Encambio,nopudierondarlasseñasdelgeneralKobelev,quesolicitaronmientrasyoestabaallí.Enfin,abreviemos.Apenaslleguéallí,semeinformódetodoloquetehabíaocurrido,detodoabsolutamente.Sí,losétodo. Se lo puedes preguntar a Nastasia. He trabado conocimiento con elcomisarioNikodimFomitch,mehanpresentadoaIliaPetrovitch,yconozcoalportero,yal secretarioAlejandroGrigorevitchZamiotof.Finalmente,cuentoconlaamistaddePachenka.Nastasiaestestigo.

—Lahasengatusado.

Y,aldeciresto,lasirvientasonreíamaliciosamente.

—Debes echar el azúcar en el té en vez de beberlo así, NastasiaNikiphorovna.

—¡Oye,maleducado!—replicóNastasia.Peroenseguidaseechóareírdebuena gana. Cuando se hubo calmado continuó—: Soy Petrovna y noNikiphorovna.

—Lotendrépresente…Puesbien,amigoRodia,dichoendospalabras,yome propuse cortar de cuajo, utilizando medios heroicos, cuantos prejuiciosexistían acerca de mi persona, pues es el caso que Pachenka tuvoconocimiento de mis veleidades…Por eso no esperaba que fuese tan…complaciente.¿Quéopinastúdetodoesto?

Raskolnikofnocontestó:selimitóaseguirfijandoenélunamiradallenadeangustia.

—Sí,estáinclusodemasiadobieninformada—dijoRasumikhine,sinqueleafectaraelsilenciodeRaskolnikofycomosiasintieraaunarespuestadesuamigo—.Conocetodoslosdetalles.

—¡Qué frescura!—exclamóNastasia, que se retorcía de risa oyendo lasgenialidadesdeRasumikhine.

—El mal está, querido Rodia, en que desde el principio seguiste unaconductaequivocada.Procedisteconellacongrantorpeza.Esamujertieneuncarácterllenodeimprevistos.Enfin,yahablaremosdeestoenmejorocasión.Peroes incomprensiblequehayas llegadoaobligarlaaretirarte lacomida…¿Yquédecirdelpagaré?Sólonoestandoentujuiciopudistefirmarlo.¡Yeseproyecto de matrimonio con Natalia Egorovna…! Ya ves que estoy alcorriente de todo…Pero advierto que estoy tocando un punto delicado…Perdóname; soy un asno…Y, ya que hablamos de esto, ¿no opinas quePrascoviaPavlovnaesmenosneciadeloquepareceaprimeravista?

—Sí—respondió Raskolnikof entre dientes y volviendo la cabeza, pueshabíacomprendidoqueeramásprudentedarlaimpresióndequeaceptabael

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diálogo.

—¿Verdad que sí? —exclamó Rasumikhine, feliz ante el hecho de queRaskolnikof le hubiera contestado. Pero esto no quiere decir que seainteligente.No,nimuchomenos.Tieneuncarácterverdaderamenteraro.Amíme desorienta a veces, palabra. No cabe duda de que ya ha cumplido loscuarenta,ydicequetienetreintayseis,aunquebienesverdadquesuaspectoautorizaelembuste.Porlodemás,tejuroqueyosólopuedojuzgarladesdeunpuntodevistaintelectual,puramentemetafísico,pordecirloasí.Puesnuestrasrelacionesson lasmássingularesdelmundo.Yono lascomprendo…Enfin,volvamosanuestroasunto.Cuandoellavioquedejabaslauniversidad,quenodabaslecciones,queibasmalvestido,y,porotraparte,cuandoyanotepudoconsiderar como persona de la familia, puesto que su hija habíamuerto, lainquietudseapoderódeella.Ytú,paraacabardeecharloaperder,empezasteavivirretiradoenturincón.Entonceselladecidióquetefuerasdesucasa.Yahacía tiempo que esta idea rondaba su imaginación. Y te hizo firmar esepagaréque,segúnleaseguraste,pagaríatumadre…

—Estofueunavilezamía—declaróRaskolnikofconvozclarayvibrante—.Mi madre está poco menos que en la miseria. Mentí para que siguieradándomehabitaciónycomida.

—Es un proceder muy razonable. Lo que te echó todo a perder fue laconducta del señor Tchebarof, consejero y hombre de negocios. Sin suintervención, Pachenka no habría dado ningún paso contra ti: es demasiadotímida para eso. Pero el hombre de negocios no conoce la timidez, y loprimero que hizo fue preguntar: «¿Es solvente el firmante del efecto?»Contestación:«Sí,puestieneunamadrequeconsupensióndecientoveinterublospagaráladeudadesuRodienka,aunqueparaellohayadequedarsesincomer;ytambiéntieneunahermanaquesevenderíacomoesclavaporél.»Enesto se basó el señorTchebarof…Pero ¿por qué te alteras?Conozco toda lahistoria. Comprendo que te expansionaras con Prascovia Pavlovna cuandoveíasenellaatufuturasuegra,pero…,telodigoamistosamente,ahíestáelquiddelacuestión.Elhombrehonradoysensibleseentregafácilmentealasconfidencias,yelhombredenegocios las recogeparaaprovecharse.Enunapalabra,ellaendosóelpagaréaTchebarof,yéstenovacilóenexigirelpago.Cuando me enteré de todo esto, me propuse, obedeciendo a la voz de miconciencia, arreglar el asunto un poco a mi modo, pero, entre tanto, seestablecióentrePachenkayyounacorrientedebuenaarmonía,yhepuestofinal asunto atacándolo en sus raíces, por decirlo así. Hemos hecho venir aTchebarof, lehemostapadolabocaconunapiezadediezrublosyélnoshadevuelto el pagaré. Aquí lo tienes; tengo el honor de devolvértelo. Ahorasolamenteeresdeudordepalabra.Tómalo.

Rasumikhinedepositóeldocumentoenlamesa.Raskolnikofledirigióuna

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miradayvolviólacabezasindesplegarloslabios.Rasumikhinesemolestó.

—Yaveo,queridoRodia,quevuelvesalasandadas.Confiabaendistraerteydivertirteconmicharla,yveoquenoconsigosinoirritarte.

—¿Erestúelquenoconseguíareconocerdurantemidelirio?—preguntóRaskolnikof,trasunbrevesilencioysinvolverlacabeza.

—Sí,mipresenciainclusotehorrorizaba.EldíaquevineacompañadodeZamiotofteprodujoverdaderoespanto.

—¿Zamiotof,elsecretariodelacomisaría?¿Porquélotrajiste?

Parahacerestaspreguntas,RaskolnikofsehabíavueltoconvivoimpulsohaciaRasumikhineylemirabafijamente.

—Pero ¿qué te pasa? Te has turbado. Deseaba conocerte. ¡Habíamoshabladotantodeti!Porélhesabidotodaslascosasquetehecontado.Esunexcelentemuchacho,Rodia,ymásqueexcelente…,dentrodesugénero,claroes.Ahorasomosmuyamigos;nosvemoscasi todoslosdías.Porque,¿sabesunacosa?Mehemudadoaestebarrio.Hacepoco.Oye,¿teacuerdasdeLuisaIvanovna?

—¿Hehabladodurantemidelirio?

—¡Yalocreo!

—¿Yquédecía?

—Puesyalopuedessuponer:esascosasquediceunocuandonoestáensujuicio…Peronoperdamostiempo.Hablemosdenuestroasunto.

Selevantóycogiósugorra.

—¿Quédecía?

—¡Mira que eres testarudo! ¿Acaso temes haber revelado algún secreto?Tranquilízate:nohasdichoniunapalabradetucondesa.Hashabladomuchodeunbulldog,dependientes,decadenasdereloj,delaislaKrestovsky,deunportero…NikodimFomitch e Ilia Petrovitch estaban también con frecuenciaen tus labios. Además, parecías muy preocupado por una de tus botas,seriamente preocupado. No cesabas de repetir, gimoteando: «Dádmela; laquiero». El mismo Zamiotof empezó a buscarla por todas partes, y no leimportótraerteesaporqueríaconsusmanos,blancas,perfumadasyllenasdesortijas. Cuando recibiste esa asquerosa bota te calmaste. La tuviste en tusmanosduranteveinticuatrohoras.Nofueposiblequitártela.Todavíadebedeestar en el revoltijo de tu ropade cama.También reclamabas unos bajos depantalón deshilachados. ¡Y en qué tono tan lastimero los pedías!Había queoírte.Hicimostodoloposibleporaveriguardequébajosse trataba.Peronohubo medio de entenderte…Y vamos ya a nuestro asunto. Aquí tienes tus

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treintaycincorublos.Tomodiez,ydentrodeunpardehorasestarédevueltay te explicaré lo que he hecho con ellos.He de pasar por casa deZosimof.Hace rato que debería haber venido, pues son más de las once…Y tú,Nastenka,noteolvidesdesubirfrecuentementedurantemiausencia,paraversiquiereaguaoalgunaotracosa.Elcasoesquenolefaltenada…APachenkayaledarélasinstruccionesoportunasalpasar.

—SiemprelellamaPachenka,elmuybribón—dijoNastasiaapenashubosalidoelestudiante.

Acto seguido abrió la puertay sepuso a escuchar.Peromuypronto, sinpoder contenerse, se fue a todaprisa escaleras abajo.Sentíagran curiosidadpor saber lo que Rasumikhine decía a la patrona. Pero lo cierto era que eljovenparecíahaberlasubyugado.

Apenas cerróNastasia la puerta y se fue, el enfermo echó a sus pies lacubierta y saltó al suelo. Había esperado con impaciencia angustiosa, casiconvulsiva, el momento de quedarse solo para poder hacer lo que deseaba.Pero¿quéeraloquedeseabahacer?Noconseguíaacordarse.

«Señor:sóloquisierasaberunacosa.¿Losabentodooloignorantodavía?Tal vez están aleccionados y no dan a entender nada porque estoy enfermo.Acasomereservenlasorpresadeaparecerundíaydecirmequelosabentododesdehacetiempoyquesólocallabanporque…Pero¿quéibayoahacer?Loheolvidado.Parecehechoadrede.Loheolvidadoporcompleto.Sinembargo,estabapensandoenellohaceapenasunminuto…»

Permanecíaenpieenmediodelahabitaciónymirabaasualrededorconungestodeangustia.Luegoseacercóalapuerta,laabrió,aguzóeloído…No,aquellonoestabaallí…Desúbitocreyóacordarsey,corriendoalrincóndondeel papel de la pared estaba desgarrado, introdujo su mano en el hueco yhurgó…Tampoco estaba allí.Entonces se fuederecho a la estufa, la abrió ybuscóentrelascenizas.

¡Allíestabanlosbajosdeshilachadosdelpantalónylosretalesdelforrodelbolsillo!Porlotanto,nadiehabíabuscadoenlaestufa.EntoncesseacordódelabotadequeRasumikhineacababadehablarle.Ciertamenteestabaallí,eneldiván,cubiertaapenaspor lacolcha,peroera tanviejayestaba tansuciadebarro,queZamiotofnopodíahabervistonadasospechosoenella.

«Zamiotof…, lacomisaría…¿Porquémehabráncitado?¿Dóndeestá lacitación…?Pero¿quédigo?¡Sifueelotrodíacuandotuvequeir…!Tambiénentonces examiné la bota… ¿Para qué habrá venido Zamiotof? ¿Por qué lohabrátraídoRasumikhine?»

Estabaextenuado.Volvióasentarseeneldiván.

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«¿Peroquémesucede?¿Estoydelirandotodavíaotodoestoesrealidad?Yo creo que es realidad… ¡Ahorame acuerdo de una cosa! ¡Huir, hay quehuir,ycuantoantes…!Pero¿adónde?Además¿dóndeestámiropa?Notengobotastampoco…Yasé:melashanquitado,lashanescondido…Peroahíestámi abrigo. Sin duda se ha librado de las investigaciones…Y el dinero estásobrelamesa,afortunadamente…¡Yelpagaré…!Cogeréeldineroymeiréaalquilarotrahabitación,dondenopuedanencontrarme…Sí,pero¿ylaoficinade empadronamiento? Me descubrirán. Rasumikhine daría conmigo…Esmejor irse lejos, fuera del país, a América…Desde allí me reiré de ellos…Cogeréelpagaré:enAméricameseráútil…¿Quémásmellevaré…?Creenqueestoyenfermoyquenomepuedomarchar…¡Ja,ja,ja…!Heleídoensusojosquelosabentodo…Loquemeinquietaestenerquebajarestaescalera…Porquepuede estar vigilada la salida, y entoncesmedaría demanos abocaconlosagentes…Pero¿quéhayallí?¡Caramba,té!¡Ycerveza,mediabotelladecervezafresca!»

Cogiólabotella,queconteníaaúnunbuenvasodecerveza,yselabebiódeuntrago.Experimentóunasensacióndeliciosa,pueselpecholeardía.Perounminutodespuésyaselehabíasubidolabebidaalacabeza.Unligeroynodesagradableestremecimientolerecorriólaespalda.Seechóeneldiványsecubrió con la colcha. Sus pensamientos, ya confusos e incoherentes, seenmarañabancadavezmás.Prontoseapoderódeélunadulcesomnolencia.Apoyóvoluptuosamentelacabezaenlaalmohada,seenvolvióconlacolchaquehabíasustituidoalaviejaydestrozadamanta,lanzóundébilsuspiroysesumióenunprofundoysaludablesueño.

Le despertó un ruido de pasos, abrió los ojos y vio aRasumikhine, queacababa de abrir la puerta y se había detenido en el umbral, vacilante.Raskolnikofselevantóinmediatamenteysequedómirándoleconlaexpresióndelquetrataderecordaralgo.Rasumikhineexclamó:

—¡Yaveoqueestásdespierto…!Bueno,aquímetienes…

Ygritó,asomándosealaescalera:

—¡Nastasia,subeelpaquete!

Luegoañadió,dirigiéndoseaRaskolnikof:

—Tevoyapresentarlascuentas.

—¿Qué hora es? —preguntó el enfermo, paseando a su alrededor unamiradainquieta.

—Hasechadounbuensueño,amigo.Debendeserlasseisdelatarde.Hasdormidomásdeseishoras.

—¡Seishorasdurmiendo,Señor…!

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—No hay ningúnmal en ello. Por el contrario, el sueño es beneficioso.¿Acasoteníasalgúnnegociourgente?¿Unacita?Paraesosiemprehaytiempo.Haceyatreshorasqueestoyesperandoquetedespiertes.Hepasadodosvecesporaquíyseguíasdurmiendo.TambiénheidodosvecesacasadeZosimof.No estaba…Pero no importa: ya vendrá…Además, he tenido que haceralgunas cosillas.Hoymehemudadodedomicilio, Ilevándomeami tío contodo lo demás…, pues has de saber que tengo ami tío en casa. Bueno, yahemos hablado bastante de cosas inútiles. Vamos a lo que interesa. Trae elpaquete,Nastasia…¿Ytúcómoestás,amigomío?

—Me siento perfectamente. Ya no estoy enfermo…Oye, Rasumikhine:¿hacemuchotiempoqueestásaquí?

—Yatehedichoquehacetreshorasqueestoyesperandoquetedespiertes.

—No,merefieroaantes.

—¿Cómoaantes?

—¿Desdecuándovienesaquí?

—Yatelohedicho.¿Lohasolvidado?

Raskolnikof quedó pensativo. Los acontecimientos de la jornada se lemostraban como a través de un sueño. Todos sus esfuerzos de memoriaresultabaninfructuosos.InterrogóaRasumikhineconlamirada.

—Sí, lohasolvidado—dijoRasumikhine—.Yamehabíaparecidoamíque no estabas en tus cabales cuando te hablé de eso…Pero el sueño te hahechobien.Deveras: tienesmejorcara.Yaveráscomorecobraslamemoriaenseguida.Entretanto,echaunamiradaaquí,grandehombre.

Y empezó a deshacer aquel paquete que, al parecer, era para él cosaimportante.

—Teaseguro,mifraternalamigo,queeraestoloquemásmeinteresaba.Pues es preciso convertirte en lo que se llama un hombre. Empecemos porarriba.¿Vesestagorra?—preguntósacandodelpaqueteunabastantebonita,peroordinariayquenodebíadehaberlecostadomucho—.Permítemequetelapruebe.

—No,ahorano;después—rechazóRaskolnikof,apartandoasuamigoconungestodeimpaciencia.

—No,amigoRodia;debesobedecer;después seríademasiado tarde.Tenen cuenta que, como la he comprado a ojo, no podría dormir esta nochepreguntándomesitevendríabienono.

Selaprobóylanzóungritotriunfal.

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—¡Teestáperfectamente!Cualquieradiríaqueestáhechaalamedida.Elcubrecabezas, amigomío, es lomás importante de la vestimenta.Mi amigoTolstakof sedescubre cadavezque entra enun lugar públicodonde todo elmundo permanece cubierto. La gente atribuye este proceder a sentimientosserviles,cuandoloúnicociertoesqueestáavergonzadodesusombrero,queesunnidodepolvo.¡Esunhombretantímido…!Oye,Nastenka,miraestosdoscubrecabezasydimecuálprefieres,siestepalmón—cogiódeunrincóneldeformadosombrerodesuamigo,alquellamabapalmónporunacausaquesóloélconocía—oestajoya…¿Sabesloquemehacostado,Rodia?Aversiloaciertas…¿Atiquéteparece,Nastasiuchka?—preguntóalasirvienta,envistadequesuamigonocontestaba.

—Puesnocreoquetehayacostadomenosdeveintekopeks.

—¿Veintekopeks,calamidad?—exclamóRasumikhine,indignado—.Hoyporveintekopeksnisiquieraatiselopodríacomprar…¡Ochentakopeks…!Perolahecompradoconunacondición:ladequeelañoqueviene,cuandoyaesté vieja, te darán otra gratis. Palabra de honor que éste ha sido el trato…Bueno,pasemosahoraalosEstadosUnidos,comollamábamosaestaprendaen el colegio. He de advertirte que estoy profundamente orgulloso delpantalón.

Y extendió ante Raskolnikof unos pantalones grises de una frágil telaestival.

—Niunamancha,niunboquete;aunqueusados,estánnuevos.Elchalecohace juego con el pantalón, como exige la moda. Bien mirado, debemosfelicitarnosdequeestasprendasnoseannuevas,puesasísonmássuaves,másflexibles…Ahoraotracosa,amigoRodia.Amijuicio,paraabrirsepasoenelmundo hay que observar las exigencias de las estaciones. Si uno no pideespárragosen invierno, ahorraunoscuantos rublos.Y lomismopasacon laropa. Estamos en pleno verano: por eso he comprado prendas estivales.Cuandollegueelotoñonecesitarásropademásabrigo.Porlotanto,habrásdedejarésta,que,porotraparte,estaráhechajirones…Bueno,adivinaloquehancostadoestasprendas.¿Cuánto teparece? ¡Dos rublosyveinticincokopeks!Además, no lo olvides, en las mismas condiciones que la gorra: el añopróximo te locambiarángratuitamente.El traperoFediaevnovendedeotromodo.Dicequeelquevaacomprarleunaveznohadevolverjamás,puesloque compra le dura toda la vida…Ahora vamos con las botas. ¿Qué teparecen?Yasevequeestánusadas,perodurarántodavíalomenosdosmeses.Están confeccionadas en el extranjero. Un secretario de la Embajada deInglaterrasedeshizodeellaslasemanapasadaenelmercado.Sólolashabíallevadoseisdías,peronecesitabadinero.Hedadoporellasunrubloymedio.Nosoncaras,¿verdad?

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—Pero¿ysinolevienenbien?—preguntóNastasia.

—¿Novenirlebienestasbotas?Entonces,¿paraquémehe llevadoesto?—replicóRasumikhine, sacando del bolsillo una agujereada y sucia bota deRaskolnikof—. He tomado mis precauciones. Las he medido con estaporquería. He procedido en todo concienzudamente. En cuanto a la ropainterior,meheentendidoconlapatrona.Antetodo,aquítienestrescamisasdealgodón con el plastrón de moda…Bueno, ahora hagamos cuentas: ochentakopeks por la gorra, dos rublos veinticinco por los pantalones y el chaleco,unocincuentaporlasbotas,cincoporlaropainterior(mehahechounpreciopor todo, sin detallar), dan un total de nueve rublos y cincuenta y cincokopeks.Oseaquetengoquedevolvertecuarentaycincokopeks.Yyaestáscompletamenteequipado,queridoRodia,puestugabánnosóloestáenbuenuso todavía,sinoqueconservaunsellodedistinción. ¡Heaquí laventajadevestirse en Charmar! En lo que concierne a los calcetines, túmismo te loscomprarás.Todavíanosquedanveinticincobuenosrublos.DePachenkaydetu hospedaje no te has de preocupar: tienes un crédito ilimitado. Y ahora,querido, habrás de permitirnos que te mudemos la ropa interior. Esto esindispensable, pues en tu camisa puede cobijarse el microbio de laenfermedad.

—Déjame —le rechazó Raskolnikof. Seguía encerrado en una actitudsombríayhabíaescuchadoconrepugnanciaelalegrerelatodesuamigo.

—Es preciso, amigo Rodia—insistió Rasumikhine—.No pretendas quehaya gastado en balde las suelas demis zapatos…Y tú,Nastasiuchka, no tehagaslapudorosayvenaayudarme.

Y,apesardelaresistenciadeRaskolnikof,consiguiómudarlelaropa.

Elenfermodejócaer lacabezaen laalmohadayguardósilenciodurantemásdedosminutos.«Noquierendejarmeenpaz,pensaba.»

Alfin,conlamiradafijaenlapared,preguntó:

—¿Conquédinerohascompradotodoeso?

—¿Que con qué dinero? ¡Vaya una pregunta! Pues con el tuyo. Unempleado de una casa comercial de aquí ha venido a entregártelo hoy, porordendeVakhruchine.Estumadrequientelohaenviado.¿Tampocodeestoteacuerdas?

—Sí, ahora me acuerdo—repuso Raskolnikof tras un largo silencio desombríameditación.

Rasumikhineleobservóconunaexpresióndeinquietud.

Enestemomentoseabriólapuertayentróenlahabitaciónunhombrealtoyfornido.Sumododepresentarseevidenciabaquenoeralaprimeravezque

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visitabaaRaskolnikof.

—¡AlfintenemosaquíaZosimof!—exclamóRasumikhine.

CAPÍTULO4

Zosimofera,comoyahemosdicho,altoygrueso.Teníaveintisieteaños,unacarapálida,carnosaycuidadosamenterasurada,yelcabelloliso.Llevabalentesyenunodesusdedos,hinchadosdegrasa,unanillodeoro.Vestíaunamplio, elegante y ligero abrigo y un pantalón de verano. Toda la ropa quellevaba tenía un sello de elegancia y era cómoda y de superior calidad. Sucamisa era de una blancura irreprochable, y la cadena de su reloj, gruesa ymaciza.Ensusmanerashabíaciertaflemáticalentitudyunadesenvolturaqueparecía afectada. Ejercía una tenaz vigilancia sobre sí mismo, pero supresunciónhallabaacadamomentoelmododedelatarse.Entresusconocidoscundíalaopinióndequeeraunhombredifícildetratar,perotodosreconocíansucapacidadcomomédico.

—He pasado dos veces por tu casa, querido Zosimof —exclamóRasumikhine—.Comoves,elenfermohavueltoensí.

—Ya lo veo, ya lo veo —dijo Zosimof. Y preguntó a Raskolnikof,mirándoleatentamente—:¿Qué,cómovanesosánimos?

Actoseguidosesentóeneldiván,alospiesdelenfermo,mejordicho,serecostócómodamente.

—Continúaconsumelancolía—dijoRasumikhine—.Haceunmomentolehafaltadopocoparaecharseallorarsóloporquelehemosmudadolaropainterior.

—Meparecemuynatural, si no teníaganasdemudarse.Lamudapodíaesperar…El pulso es completamente normal…Un poco de dolor de cabeza,¿eh?

—Estoybien,estoyperfectamente—repusoRaskolnikof,irritado.

Al decir esto se había incorporado repentinamente, con los ojoscentelleantes. Pero pronto volvió a dejar caer la cabeza en la almohada,quedandodecaraalapared.Zosimofleobservabaconmiradaatenta.

—Muybien,lacosavamuybien—dijoentononegligente—.¿Hacomidoalgohoy?

Rasumikhineleexplicóloquehabíacomidoylepreguntóquéselepodíadar.

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—Esotienepocaimportancia…Té,sopa…Nadadesetasnidecohombros,porsupuesto…Nicarnesfuertes…

CambióunamiradaconRasumikhineycontinuó:

—Pero,comoyahedicho,esotienepocaimportancia…Nadadepociones,nada de medicamentos. Ya veremos si mañana…El caso es que hoyhubiéramospodido…Enfin,loimportanteesquetodovabien.

—Mañanaporlatardemelollevaréadarunpaseo—dijoRasumikhine—.IremosalosjardinesIusupofyluegoalPalaciodeCristal.

—Mañanatalveznoconvengatodavía…Aunqueunpaseocortito…Enfin,yaveremos.

—Loquemecontraríaesquehoyestrenounnuevoalojamientocercadeaquíyquisieraqueestuvieseconnosotros,aunquefueraechadoenundiván…Túsíquevendrás,¿eh?—preguntódeimprovisoaZosimof—.Noloolvides;tienesquevenir.

—Procuraréir,perohastaúltimahorameseráimposible.¿Hasorganizadounafiesta?

—No, simplemente una reunión íntima. Habrá arenques, vodka, té, unpastel.

—¿Quiénasistirá?

—Camaradas, gente joven, nuevas amistades en su mayoría. Tambiénestará un tío mío, ya viejo, que ha venido por asuntos de negocio aPetersburgo.Nosvemosunavezcadacincoaños.

—¿Aquésededica?

—Ha pasado su vida vegetando como jefe de correos en una pequeñapoblación.Tiene unamodesta remuneracióny ha cumplidoya los sesenta ycinco.Novalelapenahablardeél,aunqueteaseguroqueloaprecio.Tambiénvendrá Porfirio Simonovitch, juez de instrucción y antiguo alumno de laEscueladeDerecho.Creoquetúloconoces.

—¿Estambiénparientetuyo?

—¡Bah, muy lejano…! Pero ¿qué te pasa? Pareces disgustado. ¿Seráscapazdenovenirporqueundíadisputasteconél?

—Esomeimportamuypoco.

—¡Mejor quemejor! También asistirán algunos estudiantes, un profesor,unfuncionario,unmúsico,unoficial,Zamiotof…

—¿Zamiotof? Te agradeceré que me digas lo que tú o él —indicó al

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enfermoconunmovimientodecabeza—tenéisqueverconeseZamiotof.

—¡Yasalióaquello!Losprincipios…Túestássentadosobretusprincipioscomo sobre muelles, y no te atreves a hacer el menor movimiento. Miprincipio es que todo depende del modo de ser del hombre. Lo demás meimportauncomino.YZamiotofesunexcelentemuchacho.

—Pero no demasiado escrupuloso en cuanto a los medios paraenriquecerse.

—Admitamos que sea así. Eso a mí no me importa. ¿Qué importanciatiene?—exclamó Rasumikhine con una especie de afectada indignación—.¿Acasohealabadoyoesterasgosuyo?Yosólodigoqueesunbuenhombreensugénero.Además, si vamos a juzgar a loshombres aplicándoles las reglasgenerales, ¿cuántos quedarían verdaderamente puros? Apostaría cualquiercosaaquesisemostrarantanexigentesconmigo,resultaríaquenovalgounbledo…niaunqueteenglobaranaticonmipersona.

—Noexageres:yodaríadosbledosporti.

—Pues a mí me parece que tú no vales más de uno…Bueno, continúo.Zamiotof no es todavía más que un muchacho, y yo le tiro de las orejas.Siempre es mejor tirar que rechazar. Si rechazas a un hombre, no podrásobligarlo a enmendarse, ymenos si se trata de unmuchacho.Debemos sermuy comprensivos con estos mozalbetes…Pero vosotros, estúpidosprogresistas, vivís en las nubes.Despreciáis a la gente y no veis que así osperjudicáis a vosotros mismos…Y te voy a decir una cosa: Zamiotof y yotenemosentremanosunasuntoquenosinteresaalosdosporigual.

—Megustaríasaberquéasuntoesése.

—Setratadelpintor,deesepintordebrochagorda.Conseguiremosquelopongan en libertad. No será difícil, porque el asunto está clarísimo. Nosbastarápresionarunpocoparaquequedelacosaresuelta.

—Noséaquépintortérefieres.

—¿No? ¿Es posible que no té haya hablado de esto…? Se trata de lamuertedelaviejausurera.Hayunpintormezcladoenelsuceso.

—Ya tenía noticias de ese asunto.Me enteré por los periódicos. Por esosólomeinteresóhastaciertopunto.Bueno,explícame.

—TambiénasesinaronaLisbeth—dijodeprontoNastasiadirigiéndoseaRaskolnikof. (Se había quedado en la habitación, apoyada en la pared,escuchandoeldiálogo).

—¿Lisbeth?—murmuróRaskolnikof,convozapenasperceptible.

—Sí,Lisbeth,lavendedoraderopasusadas.¿Nolaconocías?Veníaaesta

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casa.Inclusoarreglóunadetuscamisas.

Raskolnikof se volvió hacia la pared. Escogió del empapelado, de unamarillosucio,unadelasnumerosasflorecillasaureoladasderayitasoscurasque había en él y se dedicó a examinarla atentamente.Observó los pétalos.¿Cuántoshabía?Ytodoslostrazos,hastalosmenoresdentículosdelacorola.Sus miembros se entumecían, pero él no hacía el menor movimiento. Sumiradapermanecíaobstinadamentefijaenlamenudaflor.

—Bueno, ¿quéme estabas diciendo de ese pintor?—preguntó Zosimof,interrumpiendoconvivaimpaciencialapalabreríadeNastasia,quesuspiróysedetuvo.

—Que se sospecha que es el autor del asesinato —dijo Rasumikhine,acalorado.

—¿Haycargoscontraél?

—Sí, y, fundándose en ellos, se le ha detenido. Pero, en realidad, estoscargosnosontalescargos,yestoesloquepretendemosdemostrar.Lapolicíasigue ahora una falsa pista, como la siguió al principio con…, ¿cómo sellaman…?KochyPestriakof…Pormuypocoque le afecte a uno el asunto,uno no puede menos de sublevarse ante una investigación conducida tantorpemente.EsposiblequePestriakofpasedentrodeunratopormicasa…Apropósito,Rodia.Túdebesdeestarenteradodetodoesto,puesocurrióantesdetuenfermedad,precisamentelavísperadeldíaenquetedesmayasteenlacomisaríacuandoseestabahablandodeello.

—¿Quieres que te diga una cosa, Rasumikhine? —dijo Zosimof—. Teestoy observando desde hace un momento y veo que te alteras con unafacilidadasombrosa.

—¡Qué importa! Eso no cambia en nada la cuestión —exclamóRasumikhine dando un puñetazo en la mesa—. Lo más indignante de esteasunto no son los errores de esa gente: uno puede equivocarse; lasequivocacionesconducenalaverdad.Loquemesacademiscasillasesque,aúnequivocándose,secreeninfalibles.YoaprecioaPorfirio,pero…¿Sabesloquelesdesorientóalprincipio?Quelapuertaestabacerrada,ycuandoKochyPestriakof volvieron a subir con el portero, la encontraron abierta.EntoncesdedujeronquePestriakofyKocheranlosasesinosdelavieja.Asírazonan.

—Noteacalores.Teníanquedetenerlos…DeeseKochtengonoticias.Alparecer,comprabaalaviejalosobjetosquenosedesempeñaban.

—No es un sujeto recomendable. También compraba pagarés. ¡Que eldiablo se lo lleve! lo queme pone fuera demí es la rutina, la anticuada einnoble rutina de esa gente. Éste era el momento de renunciar a los viejos

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procedimientos y seguir nuevos sistemas. Los datos psicológicos bastaríanparadarlesunanuevapista.Peroellosdicen:«Nosatenemosa loshechos.»Sin embargo, los hechos no son lo único que interesa. El modo deinterpretarlosinfluyeenuncincuentaporcientocomomínimoeneléxitodelasinvestigaciones.

—¿Ytúsabesinterpretarloshechos?

—Loquetepuedodeciresquecuandounotienelaíntimaconviccióndeque podría ayudar al esclarecimiento de la verdad, le es imposiblecontenerse…¿Conoceslosdetallesdelsuceso?

—Estoyesperandotodavíalahistoriadeesepintordeparedes.

—¡Ah, sí! Pues escucha. Al día siguiente del crimen, por la mañana,cuandolapolicíasólopensabaaúnenKochyPestriakof(apesardequeéstoshabíandadotodaclasedeexplicacionesconvincentessobresuspasos),heaquíqueseproduceunhechoinesperado.UncampesinollamadoDuchkhine,quetiene una taberna frente a la casa del crimen, se presentó en la comisaría yentregaunestuchequecontieneunpardependientesdeoro.Acontinuaciónrefierelasiguientehistoria:

«—Anteayer,unpocodespuésdelasochodelanoche(horaquecoincidecon la del suceso), Nicolás, un pintor de oficio que frecuenta miestablecimiento, me trajo estos pendientes y me pidió que le prestara dosrublos,dejándomelajoyaenprenda.

»—¿Dedóndehassacadoesto?—lepregunté.

»Élmecontestóque se loshabía encontradoen la calle,yyono lehicemás preguntas. Le di un rublo. Pensé que si yo no hacia la operación, seaprovecharíaotro,queNicolássebeberíaeldinerodetodasformasyqueerapreferiblequelajoyaquedaraenmismanos,puesestabadecididoaentregarlaa la policía sime enteraba de que era un objeto robado, al venir alguien areclamarla.»

—Naturalmente —dijo Rasumikhine—, esto era un cuento tártaro.Duchkhinementíadescaradamente,puesleconozcoyséquecuandoaceptódeNicolás esos pendientes que valen treinta rublos no fue precisamente paraentregarlos a la policía. Si lo hizo fue por miedo. Pero esto poco importa.DejemosqueDuchkhinesigahablando.

«ConozcoaNicolásDemetievdesdemiinfancia,puesnació,comoyo,eneldistritodeZaraisk,gobiernodeRiazán.Noesunalcohólico,perolegustabeberaveces.Yosabíaqueélestabapintandounashabitacionesenlacasadeenfrente,conMitri,queespaisanosuyo.Apenastuvoensusmanoselrublo,se bebió dos vasitos, pagó, se echó el cambio al bolsillo y se fue.Mitri no

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estaba con él entonces. A la mañana siguiente me enteré de que AlenaIvanovna y su hermana Lisbeth habían sido asesinadas a hachazos. Lasconocíaysabíaquelaviejaprestabadinerosobrelosobjetosdevalor.Poresotuveciertassospechasacercadeestospendientes.Entoncesmedirigíalacasay empecé a investigar con el mayor disimulo, como si nome importara lacosa.Loprimeroquehicefuepreguntar:

»—¿EstáNicolás?

»YMitrimeexplicóqueNicolásnohabíaidoaltrabajo,quehabíavueltoasucasabebidoalamanecer,quehabíaestadoenellanomásdediezminutosyque había vuelto a marcharse. Mitri no le había vuelto a ver y estabaterminandosoloeltrabajo.

»Eldepartamentodondetrabajabanlosdospintoresestáenelsegundopisoydaalamismaescaleraquelashabitacionesdelasvíctimas.

»Hechas estas averiguaciones y sin decir ni una palabra a nadie, reunícuantosdatosmefueposibleacercadelasesinatoyvolvíamicasasinquemissospechassehubierandesvanecido.

»A la mañana siguiente, o sea dos después del crimen —continuóDuchkhine—,aparecióNicolásenmiestablecimiento.Habíabebido,peronodemasiado,demodoquepodíacomprenderloqueseledecía.Sesentóenunbancosinpronunciarpalabra.Enaquelmomentosólohabíaenlatabernaotrocliente,quedormíaenunbanco,ymisdosmuchachos.

»—¿HasvistoaMitri?—preguntéaNicolás.

»—No,nolohevisto—repuso.

»—Entonces,¿nohasvenidoporaquí?

»—No,nohevenidodesdeanteayer.

»—¿Dóndehaspasadoestanoche?

»—EnlasArenas,encasadelosKolomensky.

»Entonceslepregunté:

»—¿Dedóndesacastelospendientesquemetrajisteanteanoche?

»—Melosencontréenlaacera—respondióconuntonillosarcásticoysinmirarme.

»—¿Tehasenteradodequeaquellanocheyaaquellahoraocurriótalytalcosaenlacasadondetrabajabas?

»—No,nosabíanadadeeso.

»Había escuchado mis últimas palabras con los ojos muy abiertos. De

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pronto se pone blanco como la cal, coge su gorro, se levanta…Yo intentodetenerle.

»—Espera,Nicolás.¿Noquierestomarnada?

»Ydigoporseñasaunodemismuchachosquesesitúeenlapuerta.Yo,entretanto,salgodedetrásdelmostrador.Peroéladivinamisintencionesyseplantadeunsaltoenlacalle.Inmediatamenteechaacorrerydesaparecetrasla primera esquina. Desde este momento, ya no me cupo duda de que eraculpable.»

—Lomismocreoyo—dijoZosimof.

—Espera, escucha el final…Naturalmente, la policía empezó a buscar aNicoláspor todaspartes.SedetuvoaDuchkhineyseregistrósucasa.Enlavivienda deMitri y en casa de losKolomensky no quedó nada pormirar yrevolver. Al fin, anteayer se detuvo a Nicolás en una posada próxima a laBarrera.Alllegaralaposada,Nicolássehabíaquitadounacruzdeplataquecolgabadesucuelloylahabíaentregadoaldueñodelaposadaparaqueselacambiara por vodka. Se le dio la bebida. Unos minutos después, unacampesina que volvía de ordeñar a las vacas vio en una cochera vecina,mirando por una rendija, a un hombre que evidentemente iba a ahorcarse.Hablacolgadounacuerdadeltechoy,despuésdehacerunnudocorredizoenelotroextremo,sehabíasubidoaunmontóndeleñaysedisponíaapasarlacabezaporelnudocorredizo.Lamujerempezóagritarcontodassusfuerzasyacudiógente.

»—¡Vayaunospasatiemposquetébuscas!

»—Llevadmealacomisaría.Allílocontarétodo.

»Seatendióasudemandayselecondujoalacomisaríacorrespondiente,queesladenuestrobarrio.Enseguidaempezóelinterrogatorioderigor.

»—¿Quiénesustedyquéedadtiene?

»—Tengoveintidósañosysoy…,etcétera.

»Pregunta:

»—Mientras trabajaba usted conMitri en tal casa, ¿no vio a nadie en laescaleraatalhora?

»Respuesta:

»—Subíaybajababastantegente,peroyonomefijéennadie.

»—¿Ynooyóustedningúnruido?

»—Nooínadadeparticular.

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»—¿Sabíaustedquetaldíaya talhoramataronydesvalijaronalaviejadelcuartopisoyasuhermana?

»—Nolosabíaenabsoluto.MelodijoAtanasioPavlovitchanteayerensutaberna.

»—¿Dedóndesacólospendientes?

»—Melosencontréenlacalle.

»—¿PorquénofueatrabajaraldíasiguienteconsucompañeroMitri?

»—Teníaganasdedivertirme.

»—¿Adóndefue?

»—Deunladoaotro.

»—¿PorquéhuyóusteddelatabernadeDuchkhine?

»—Teníamiedo.

»—¿Dequé?

»—Dequemecondenaran.

»—¿Cómoexplicaustedesetemorsiteníalaconcienciatranquila?»

—Aunque parezca mentira, Zosimof —continuó Rasumikhine—, se lehizoestapreguntayconestasmismaspalabras.Losédebuenafuente…¿Quéteparece?Dime:¿quéteparece?

—Laspruebassonabrumadoras.

—Yono té hablo de las pruebas, sino de la pregunta que se le hizo, delconcepto que tiene de su deber esa gente, esos policías…En fin, dejemosesto…Desde luego, presionaron al detenido de tal modo, que acabó pordeclarar:

«—Nofueenlacalledondeencontrélospendientes,sinoenelpisodondetrabajabaconMitri.

»—¿Cómoseprodujoelhallazgo?

»—Lo voy a explicar. Mitri y yo estuvimos todo el día trabajando y,cuandonos íbamosamarchar,Mitri cogióunpincel empapadodepinturaymelopasóporlacara.Despuésechóacorrerescalerasabajoyyofuitrasél,bajando los escalones de cuatro en cuatro y lanzando juramentos. Cuandolleguéalaentrada,tropecéconelporteroyconunosseñoresqueestabanconélyquenorecuerdocómoeran.Elporteroempezóainsultarme,elsegundoporterohizolomismo;luegosaliódelagaritalamujerdelprimerporteroysesumóalos insultos.Finalmente,uncaballeroqueenaquelmomentoentraba

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en la casa acompañado de una señora nos puso también de vuelta ymediaporquenolosdejábamospasar.CogíaMitridelpelo, loderribéyempecéaatizarle.Él,aunqueestabadebajo,consiguiótambiénasirmeporelpeloynotéque me devolvía los golpes. Pero todo era broma. Al fin, Mitri consiguiólibertarseyechóacorrerpor lacalle.Yo leperseguí,pero, alverqueno lepodíaalcanzar,volvíalpisodondetrabajábamosparaponerenordenlascosasque habíamos dejado de cualquiermodo.Mientras las arreglaba, esperaba aMitri.Creíaquevolveríadeunmomentoaotro.Depronto,enunrincóndelvestíbulo,detrásde lapuerta,pisounacosa.Larecojo,quitoelpapelquelaenvuelveyveounestuche,yenelestuchelospendientes.»

—¿Detrás de la puerta? ¿Has dicho detrás de la puerta?—preguntó desúbito Raskolnikof, fijando en Rasumikhine una mirada llena de espanto.Seguidamente,haciendoungranesfuerzo,seincorporóyapoyóelcodoeneldiván.

—Sí, ¿y qué? ¿Por qué te pones así? ¿Qué té ha pasado? preguntóRasumikhinelevantándosedesuasiento.

—No,nada—balbuceóRaskolnikofpenosamente,dejandocaerlacabezaenlaalmohadayvolviéndosedenuevohacialapared.

Hubounmomentodesilencio.

—Debía de estar medio dormido, ¿verdad? —preguntó Rasumikhine,dirigiendoaZosimofunamiradainterrogadora.

Eldoctormoviónegativamentelacabeza.

—Bueno—dijo—,continúa.¿Quéocurriódespués?

—¿Después?Puesocurrióque,apenasviolospendientes,seolvidódesutrabajoydeMitri,cogiósugorroycorrióalatabernadeDuchkhine.Ésteledio, como ya sabemos, un rublo, yNicolás lemintió diciendo que se habíaencontrado los pendientes en la calle. Luego se fue a divertirse. En lo queconciernealcrimen,mantienesusprimerasdeclaraciones.»—Yonosabíanada—insiste—,nosupenadahastadosdíasdespués.

»—¿Yporquéseocultó?

»—Pormiedo.

»—¿Porquéqueríaahorcarse?

»—Portemor.

»—¿Temordequé?

»—Dequemecondenaran.

»Yesto es todo—terminóRasumikhine—.¿Qué conclusiones creesque

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hansacado?

—Noséquédecirte.Existeunasospecha,discutibletalvezperofundada.Nopodíandejarenlibertadatupintordefachadas.

—¡Peroesqueleatribuyenelasesinato!¡Nolescabelamenorduda!

—Óyeme.No te acalores.Has de convenir que si el día y a la hora delcrimen,unospendientesqueestabanenelarcadelavíctimapasaronamanosdeNicolás,esnaturalquese lepreguntecómose losprocuró.Esundetalleimportanteparalainstruccióndelsumario.

—¿Quecómoselosprocuró?—exclamóRasumikhine—.Pero¿esposiblequetú,doctorenmedicinay,porlotanto,másobligadoquenadieaestudiarlanaturaleza humana, y que has podido profundizar en ella gracias a tuprofesión,nohayascomprendidoelcarácterdeNicolásbasándoteenlosdatosquetehedado?¿Esposiblequenoestésconvencidodequesusdeclaracionesen los interrogatorios que ha sufrido son la pura verdad? Los pendientesllegaron a sus manos exactamente como él ha dicho: pisó el estuche y lorecogió.

—Podrádecirlapuraverdad;peroélmismohareconocidoquemintiólaprimeravez.

—Oye,escúchameconatención.Elportero,Koch,Pestriakof,elsegundoportero, lamujerdelprimero,otramujerqueestabaenaquelmomentoenlaporteríaconlaportera,elconsejeroKrukof,queacababadebajardeuncocheyentrabaenlacasaconunadamacogidaasubrazo;todasestaspersonas,esdecir,ocho,afirmanqueNicolástiróaMitrialsueloylomantuvodebajodeél,golpeándole,mientrasMitricogíaasucamaradaporelpeloyledevolvíalosgolpesconcreces.Estánantelapuertaydificultanelpaso.Selesinsultadesdetodaspartes,yellos,comodoschiquillos(éstassonlaspalabrasdelostestigos),gritan,disputan, lanzancarcajadas, sehacenguiñosy sepersiguenpor la calle. Como verdaderos chiquillos, ¿comprendes? Ten en cuenta quearribahaydoscadáveresque todavíaconservancalorenelcuerpo;sí,calor;noestabantodavíafríoscuandolosencontraron…Supongamosquelosautoresdelcrimensonlosdospintores,oquesólolohacometidoNicolás,yquehanrobado,forzandolacerraduradelarca,osimplementeparticipadoenelrobo.Ahora, admitido esto, permíteme una pregunta. ¿Se puede concebir laindiferencia,latranquilidaddeespírituquedemuestranesosgritos,esasrisas,esariñainfantilenpersonasqueacabandecometeruncrimenyestánantelamisma casa en que lo han cometido? ¿Es esta conducta compatible con elhacha, lasangre, laastuciacriminaly laprudenciaqueforzosamentehandeacompañarasemejanteacto?Cincoodiezminutosdespuésdehabercometidoelasesinato(nopuedehabertranscurridomástiempo,yaqueloscuerposnosehanenfriadotodavía),salendelpiso,dejandolapuertaabiertay,aunsabiendo

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que sube gente a casa de la vieja, se ponen a juguetear ante la puerta de lacasa,envezdehuiratodaprisa,yríenyllamanlaatencióndelagente,cosaqueconfirmanochotestigos…¡Quéabsurdo!

—Sinduda,todoestoesextraño,inclusopareceimposible,pero…

—¡No hay pero que valga! Yo reconozco que el hecho de que seencontraranlospendientesenmanosdeNicoláspocodespuésdecometerseelcrimen constituye un grave cargo contra él. Sin embargo, este hecho quedaexplicado de un modo plausible en las declaraciones del acusado y, por lotanto, es discutible. Además, hay que tener en cuenta los hechos que sonfavorablesaNicolás,ymásaúncuandosedaelcasodequeestoshechosestánfueradeduda.¿Túquécrees?Dadoelcarácterdenuestrajurisprudencia,¿soncapaces los jueces de considerar que un hecho fundado únicamente en unaimposibilidad psicológica, en un estado de alma, por decirlo así, puedeaceptarse como indiscutible y suficiente para destruir todos los cargosmateriales,seancualesfueren?No,noloadmitiránjamás.Hanencontradoelestucheen susmanosyélquería ahorcarse, cosaque, a su juicio,nohabríaocurridosiélnosehubierasentidoculpable…Éstaeslacuestiónfundamental;estoesloquemeindigna,¿comprendes?

—Sí, ya veo que estás indignado. Pero oye, tengo que hacerte unapregunta.¿Haypruebasdequeesospendientessesacarondelarcadelavieja?

—Sí —repuso Rasumikhine frunciendo las cejas—. Koch reconoció lajoya y dijo quién la había empeñado. Esta persona confirmó que lospendienteslepertenecían.

—Lamentable. Otra pregunta. ¿Nadie vio a Nicolás mientras Koch yPestriakofsubíanalcuartopiso,conloquequedaríaprobadalacoartada?

—Desgraciadamente, nadie lo vio—repuso Rasumikhine, malhumorado—.NisiquieraKochyPestriakoflosvieronalsubir.Claroquesutestimonionovaldríayagran cosa. «Vimos—dicen—queel piso estaba abiertoynosparecióque trabajabanenél,peronoprestamosatenciónaestedetalleynopodríamosdecirsilospintoresestabanonoallíenaquelmomento.»

—¿Así,lainculpabilidaddeNicolásdescansaenteramenteenlasrisasyenlos golpes que cambió con su camarada…? En fin, admitamos que estoconstituye una prueba importante en su favor. Pero dime: ¿cómo puedesexplicarelprocesodelhallazgodelospendientes,siadmitesqueelacusadodicelaverdad,oseaquelosencontróeneldepartamentodondetrabajaba?

—¿Que cómo puedo explicarlo? Del modo más sencillo. La cosa estáperfectamenteclara.Porlomenos,elcaminoquehayqueseguirparallegaralaverdadsenosmuestracontodaclaridad,yesprecisamenteesajoyalaquelo indica. Los pendientes se le cayeron al verdadero culpable. Éste estaba

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arriba,enelpisodelavieja,mientrasKochyPestriakofllamabanalapuerta.Kochcometiólatonteríadebajaralaentradapocodespuésquesucompañero.Entonceselasesinosaledelpisoyempiezaabajarlaescalera,yaquenotieneotro camino para huir. A fin de no encontrarse con el portero, Koch yPestriakof,hadeesconderseenelpisovacíoqueNicolásyMitri acabandeabandonar.Permaneceocultodetrásde la puertamientras losotros suben alpiso de las víctimas, y, cuando el ruido de los pasos se aleja, sale de suesconditeybajatranquilamente.EselmomentoenqueMitriyNicolásechanacorrerpor lacalle.Todos losqueestabanante lapuertasehandispersado.Talvezalguienleviera,peronadiesefijóenél.¡Entrabaysalíatantagentepor aquella puerta! El estuche se le cayó del bolsillo cuando estaba ocultodetrásdelapuerta,yélnoloadvirtióporqueteníaotrasmuchascosasenquepensar en aquel momento. Que el estuche estuviera allí demuestra que elasesinoseescondióenelpisovacío.Heaquíexplicadotodoelmisterio.

—Ingenioso, amigo Rasumikhine, diabólicamente ingenioso, inclusodemasiadoingenioso.

—¿Porquédemasiado?

—Porquetodoestanperfecto,porquelosdetallesestántanbientrabados,queunocreehallarseanteunaobrateatral.

Rasumikhineabriólabocaparaprotestar,peroenestemomentoseabriólapuerta, y los jóvenes vieron aparecer a un visitante al que ninguno de ellosconocía.

CAPÍTULO5

Era un caballero de cierta edad, movimientos pausados y fisonomíareservadaysevera.Sedetuvoenelumbralypaseóasualrededorunamiradade sorpresa que no trataba de disimular y que resultaba un tanto descortés.«¿Dónde me he metido?», parecía preguntarse. Observaba la habitación,estrechaybajade techocomouncamarote, conungestodedesconfianzayunaespeciedeafectadoterror.

SumiradaconservósuexpresióndeasombroalfijarseenRaskolnikof,queseguíaechadoenelmíserodiván,vestidoconropasnomenosmiserables,yquelemirabacomolosdemás.

Después el visitante observó atentamente la barba inculta, los cabellosenmarañadosytodaladesaliñadafiguradeRasumikhine,que,asuvezysinmoversedesusitio,lemirabaconunacuriosidadimpertinente.

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Durantemásdeunminutoreinóenlaestanciaunpenososilencio,peroalfin,comoeslógico,lacosacambió.

Comprendiendosinduda—puesellosaltabaalavista—quesuarroganciano imponía a nadie en aquella especie de camarote de trasatlántico, elcaballero se dignóhumanizarse unpocoy se dirigió aZosimof cortésmenteperoconciertarigidez.

—Busco a RodionRomanovitchRaskolnikof, estudiante o ex estudiante—dijo,articulandolaspalabrassílabaasílaba.

Zosimof inició un lento ademán, sin duda para responder, peroRasumikhine,aunquelapreguntanoibadirigidaaél,seanticipó.

—Ahílotieneusted,eneldiván—dijo—.¿Yustedquédesea?

La naturalidad con que estas palabras fueron pronunciadas parecióablandar alpresuntuosocaballero,que incluso sevolvióhaciaRasumikhine.Pero en seguida se contuvo y, con un rápidomovimiento, fijó de nuevo lamiradaenZosimof.

—AhítieneustedaRaskolnikof—repusoeldoctor,indicandoalenfermoconunmovimientodecabeza.Despuéslanzóungranbostezoy,seguidamenteycongranlentitud,sacódelbolsillodesuchalecounenormerelojdeoro,queconsultóyvolvióaguardarse,conlamismacalma.

Raskolnikof,queenaquelmomentoestabaechadobocaarriba,noquitabaojo al recién llegado y seguía encerrado en su silencio. Ahora se veía susemblante,puesyanocontemplabalaflorecilladelempapelado.Estabapálidoyensuexpresiónseleíaunextraordinariosufrimiento.Eracomosielenfermoacabara de salir de una operación o de experimentar terribles torturas…Sinembargo, el visitante desconocido le inspiraba un interés creciente, queprimerofuesorpresa,enseguidadesconfianzayfinalmentetemor.

CuandoZosimofdijo:«AhítieneustedaRaskolnikof,ésteselevantóconunmovimiento tan repentino, que tuvo algo de salto, ymanifestó, con vozdébilyentrecortadaperoagresiva:

—Si,yosoyRaskolnikof.¿Quédeseausted?

Elvisitanteleobservóatentamenteyrepuso,enuntonollenodedignidad:

—SoyPiotrPetrovitchLujine.Tengomotivospara creer queminombrenoleseráenteramentedesconocido.

Pero Raskolnikof, que esperaba otra cosa, se limitó a mirar a suinterlocutorcongestopensativoyestúpido,sincontestarleycomosiaquéllafueralaprimeravezqueoíasemejantenombre.

—¿Es posible que todavía no le hayan hablado demí?—exclamó Piotr

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Petrovitch,untantodesconcertado.

Por toda respuesta, Raskolnikof se dejó caer poco a poco sobre laalmohada.Enlazósusmanosdebajode lanucay fijósumiradaenel techo.Lujine dio ciertas muestras de inquietud. Zosimof y Rasumikhine leobservabanconunacuriosidadcrecientequeacabódedesconcertarle.

—Yocreía…,yosuponía…—balbuceó—queunacartaquesecursóhacediezdías,talvezquince…

—Pero oiga, ¿por qué se queda en la puerta? —le interrumpióRasumikhine—. Si tiene usted algo que decir, entre y siéntese. Nastasia yusted no caben en el umbral. Nastasiuchka, apártate y deja pasar al señor.Entre;aquítieneunasilla;paseporaquí.

Echó atrás su silla de modo que entre sus rodillas y la mesa quedó unestrechopasillo,y,enunaposturabastante incómoda,esperóaquepasaraelvisitante.Lujinecomprendióquenopodíarehusaryllegó,nosindificultad,alasiento que se le ofrecía. Cuando estuvo sentado, fijó en Rasumikhine unamiradallenadeinquietud.

—Noestéustedviolento—dijoéstelevantandolavoz—.HacecincodíasqueRodiaestáenfermo.Durantetreshaestadodelirando.Hoyharecobradoelconocimientoyhacomidoconapetito.Aquí tieneustedasumédico,que loacaba de reconocer.Yo soy un camarada suyo, un ex estudiante como él, yahorahagoelpapeldeenfermero.Porlotanto,nohagacasodenosotros:sigaustedconversandoconélcomosinoestuviéramos.

—Muy agradecido, pero ¿no le parece a usted—se dirigía a Zosimof—quemiconversaciónymipresenciapuedenfatigaralenfermo?

—No—repusoZosimof—.Porelcontrario,sucharlaledistraerá.

Yvolvióalanzarunbostezo.

—¡Oh!Haceyabastante tiempoquehavueltoensí:estamañana—dijoRasumikhine, cuya familiaridad respiraba tanta franqueza y simpatía, quePiotr Petrovitch empezó a sentirse menos cohibido. Además, hay que tenerpresentequeel impertinenteydesharrapadojovensehabíapresentadocomoestudiante.

—Sumadre…—comenzóadecirLujine.

Rasumikhine lanzó un ruidoso gruñido. Lujine le miró con gestointerrogante.

—No,noesnada.Continúe.

—Sumadreempezóaescribirleantesdequeyomepusieraencamino.Yaen Petersburgo, he retrasado adrede unos cuantos días mi visita para

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asegurarme de que usted estaría al corriente de todo. Y ahora veo, con lanaturalsorpresa…

—Ya estoy enterado, ya estoy enterado—replicó de súbitoRaskolnikof,cuyosemblanteexpresabavivairritación—.Esustedelnovio,¿verdad?Bien,puesyavequelosé.

Piotr Petrovitch se sintió profundamente herido por la aspereza deRaskolnikof,perono lodejóentrever.Sepreguntabaaquéobedecíaaquellaactitud.Hubounapausaquedurónomenosdeunminuto.Raskolnikof,quepara contestarle se había vuelto ligeramente hacia él, empezó de súbito aexaminarlofijamente,conciertacuriosidad,comosinohubiesetenidotodavíatiempo de verle o como si de pronto hubiese descubierto en él algo que lellamara la atención. Incluso se incorporó en el diván para poder observarlomejor.

Sin duda, el aspecto de Piotr Petrovitch tenía un algo que justificaba elcalificativodenovioqueacababadeaplicárseletangentilmente.Desdeluego,se veía claramente, e incluso demasiado, que Piotr Petrovitch habíaaprovechadolosdíasquellevabaenlacapitalparaembellecerse,enprevisiónde la llegada de su novia, cosa tan inocente como natural. La satisfacción,acaso algo excesiva, que experimentaba ante su feliz transformación podíaperdonárseleenatenciónalascircunstancias.EltrajedelseñorLujineacababadesalirdelasastrería.Sueleganciaeraperfecta,ysóloenunpuntopermitíalacrítica:eldeserdemasiadonuevo.Todoensuindumentariaseajustabaalplanestablecido,desdeelelegantey flamantesombrero,alqueélprodigabatoda suertedecuidadosy teníaentre susmanosconmilprecauciones,hastalos maravillosos guantes de color lila, que no llevaba puestos, sino que secontentabacontenerlosenlamano.Ensuvestimentapredominabanlostonossuaves y claros. Llevaba una ligera y coquetona americana habanera,pantalonesclaros,unchalecodelmismocolor,unafinacamisareciénsalidadelatiendayunaencantadoraypequeñacorbatadebatistaconlistasdecolorderosa.Lomásasombrosoeraqueestaelegancialesentabaperfectamente.Sufisonomía,frescaeinclusohermosa,norepresentabaloscuarentaycincoañosque ya habían pasado por ella. La encuadraban dos negras patillas que seextendíanelegantementeaambosladosdelmentón,rasuradocuidadosamenteydeunablancuradeslumbrante.Sucabellosemanteníacasienteramentelibredecanas,yunhábilpeluquerohabíaconseguidorizarlosindarle,comosueleocurrirenestoscasos,elridículoaspectodeunacabezademaridoalemán.Loquepudierahaberdedesagradableyantipáticoenaquellafisonomíagraveyhermosanoestabaenelexterior.

Después de haber examinado a Lujine con impertinencia, Raskolnikofsonrió amargamente, dejó caer la cabeza sobre la almohada y continuócontemplandoeltecho.

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Pero el señor Lujine parecía haber decidido tener paciencia y fingía noadvertirlasrarezasdeRaskolnikof.

—Lamentoprofundamenteencontrarleenesteestado—dijoparareanudarla conversación—. Si lo hubiese sabido, habría venido antes a verle. Perousted no puede imaginarse las cosas que tengo que hacer. Además, he deintervenir en un debate importante del Senado. Y no hablemos de esasocupacionescuyaíndolepuedeusteddeducir:esperoasufamilia,esdecir,asumadreyasuhermana,deunmomentoaotro.

Raskolnikof hizo un movimiento y pareció que iba a decir algo. Susemblantedejó entrever cierta agitación.PiotrPetrovitch sedetuvoy esperóun momento, pero, viendo que Raskolnikof no desplegaba los labios,continuó:

—Sí, las espero de un momento a otro. Ya les he encontrado unalojamientoprovisional.

—¿Dónde?—preguntóRaskolnikofconvozdébil.

—Cercadeaquí,eneledificioBakaleev.

—Eso está en el bulevarVosnesensky—interrumpióRasumikhine—. ElcomercianteIuchinealquiladospisosamueblados.Yoheidoaverlos.

—Sí,sondepartamentosamueblados…

—Aquelloesunverdadero infierno, sucio,pestilentey,además,un lugarnadarecomendable.Allíhanocurridolascosasmásviles.Sóloeldiablosabequévecindarioesaquél.Yomismofuiallíatraídoporunasuntoescandaloso.Porlodemás,losdepartamentossealquilanabuenprecio.

—Como es natural, yo no pude procurarme todos esos informes, puesacababade llegar aPetersburgo—dijoPiotrPetrovitch,un tantomolesto—;pero,seacomofuere,lasdoshabitacionesquehealquiladosonmuylimpias.Además,hayque tenerencuentaque todoestoesprovisional…Yotengoyacontratado nuestro definitivo…,mejor dicho, nuestro futuro hogar—añadióvolviéndosehaciaRaskolnikof—.Sólofaltaarreglarlo,yyaloestoyhaciendo.Yomismotengoahoraunahabitaciónamuebladabastantereducida.Estáadospasosdeaquí,encasadelaseñoradeLipevechsel.Vivoconunjovenqueesamigomío:AndrésSimonovitchLebeziatnikof.ÉlesprecisamenteelquemehaindicadolacasaBakaleev.

—¿Lebeziatnikof? —preguntó Raskolnikof, pensativo, como si estenombrelehubieserecordadoalgo.

—Sí,AndrésSimonovitchLebeziatnikof.Estáempleadoenunministerio.¿Leconoceusted?

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—No…,no—repusoRaskolnikof.

—Perdone,perosuexclamaciónmehahechosuponerqueloconocía.Fuitutorsuyohaceyatiempo.Esunjovensimpatiquísimo,queestáalcorrientedetodaslasideas.Amímegustatratarcongentejoven.Asíseenteraunodelasnovedadesquecorrenporelmundo.

Piotr Petrovitch miró a sus oyentes con la esperanza de percibir en sussemblantesunsignodeaprobación.

—¿Aquéclasedenovedadesserefiere?—preguntóRasumikhine.

—A las de tipo más serio, es decir, más fundamental —repuso PiotrPetrovitch,alqueeltemaparecíaencantar—.HacíayadiezañosquenohabíavenidoaPetersburgo.Todaslasreformassociales,todaslasnuevasideashanllegadoaprovincias,peroparadarseexactacuentadeestascosas,paraverlotodo,hayqueestarenPetersburgo.Yocreoqueelmejormododeinformarsede estas cuestiones es observar a las generaciones jóvenes…Y créame queestoyencantado.

—¿Dequé?

—Esalgomuycomplejo.Puedoequivocarme,perocreohaberobservadounavisiónmásclara,unespíritumáscrítico,pordecirloasí,unaactividadmásrazonada.

—Esverdad—dijoZosimofentredientes.

—Nodigastonterías—replicóRasumikhine—.Elsentidodelosnegociosnonoslluevedelcielo,sinoquesólolopodemosadquirirmedianteundifícilaprendizaje.Ynosotroshaceyadoscientosañosquehemosperdidoelhábitode la actividad…De las ideas—continuó, dirigiéndose a Piotr Petrovitch—puededecirsequeflotanaquíyallá.Tenemosciertoamoralbien,aunqueesteamorsea,confesémoslo,untantoinfantil.Tambiénexistelahonradez,aunquedesde hace algún tiempo estemos plagados de bandidos. Pero actividad,ningunaenabsoluto.

—Noestoydeacuerdoconusted—dijoLujine,visiblementeencantado—.Cierto que algunos se entusiasman y cometen errores, pero debemos serindulgentesconellos.Esosarrebatosyesasfaltasdemuestranelardorconqueselanzanalempeño,ytambiénlasdificultades,puramentemateriales,verdades,conquetropiezan.Losresultadossonmodestos,peronodebemosolvidarquelosesfuerzoshanempezadohacepoco.Ynohablemosdelosmediosquehan podido utilizar. A mi juicio, no obstante, se han obtenido ya ciertosresultados. Se han difundido ideas nuevas que son excelentes; obrasdesconocidasaún,perodegranutilidad,sustituyenalasantiguasproduccionesde tipo románticoy sentimental.La literaturacobrauncarácterdemadurez.

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Prejuicios verdaderamente perjudiciales han caído en el ridículo, hanmuerto…Enunapalabra,hemosrotodefinitivamenteconelpasado,yesto,amijuicio,constituyeunéxito.

—Hadado suelta a la lengua sólo para lucirse—gruñó inesperadamenteRaskolnikof.

—¿Cómo?—preguntóLujine,quenohabíaentendido.

PeroRaskolnikofnolecontestó.

—Todoesoesexacto—seapresuróadecirZosimof.

—¿Verdad?—exclamó Piotr Petrovitch dirigiendo al doctor una miradaamable. Después se volvió hacia Rasumikhine con un gesto de triunfo ysuperioridad(sólofaltabaquelellamase«joven»)yledijo—:Convengaustedque todo se ha perfeccionado, o, si se prefiere llamarlo así, que todo haprogresado,porlomenosenlosterrenosdelascienciasylaeconomía.

—Esoesunlugarcomún.

—No,noesunlugarcomún.Levoyaponerunejemplo.Hastaahorasenos ha dicho: «Ama a tu prójimo.» Pues bien, si pongo este precepto enpráctica,¿quéresultará?—PiotrPetrovitchhablabaprecipitadamente—.Puesresultaráquedividirémicapaendosmitades,daréunamitadamiprójimoylosdosnosquedaremosmediodesnudos.Unproverbio rusodicequeelquepersiguevariasliebresalaveznocazaninguna.Lacienciameordenaamarami propia persona más que a nada en el mundo, ya que aquí abajo tododescansaenelinteréspersonal.Siteamasatimismo,harásbuenosnegociosyconservarás tu capa entera. La economía política añade que cuanto más seelevanlasfortunasprivadasenunasociedado,dichoenotrostérminos,máscapas enteras seven,más sólida es subaseymejor suorganización.Por lotanto,trabajandoparamísolo,trabajo,enrealidad,paratodoelmundo,puescontribuyoaquemiprójimorecibaalgomásquelamitaddemicapa,ynoporunactodegenerosidadindividualyprivada,sinoaconsecuenciadelprogresogeneral. La idea no puede ser más sencilla. No creo que haga falta muchainteligencia para comprenderla. Sin embargo, ha necesitado mucho tiempoparaabrirsecaminoentrelossueñosylasquimerasquelaahogaban.

—Perdóneme —le interrumpió Rasumikhine—. Yo pertenezco a lacategoría de los imbéciles. Dejemos ese asunto.Mi intención al dirigirle lapalabranoeradespertarsulocuacidad.Tengolosoídostanllenosdetodaesapalabrería que no ceso de escuchar desde hace tres años, de todas esastrivialidades,detodosesoslugarescomunes,quemesonrojanosólohablardeello, sino también que se hable delante de mí. Usted se ha apresurado aalardearantenosotrosdesusteorías,ynoselocensuro.Yosólodeseabasaberquién es usted, pues en estos últimos tiempos se han introducido en los

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negociospúblicostantosintrigantes,yesosdesaprensivoshanensuciadodetalmodo cuanto ha pasado por susmanos, que han formado a su alrededor unverdaderolodazal.Ynohablemosmásdeesteasunto.

—Caballero—exclamó Lujine, herido en lo más vivo y adoptando unaactitudllenadedignidad—,¿quiereusteddecirconesoquetambiényo…?

—¡Deningúnmodo!¿Cómopodríayopermitirme…?Enfin,bastaya…

Ydespuésdecortarasíeldiálogo,RasumikhineseapresuróareanudarconZosimof la conversación que había interrumpido la entrada de PiotrPetrovitch.

Éstetuvoelbuensentidodeaceptarlaexplicacióndelestudiante,yadoptólafirmeresolucióndemarcharsealcabodedosminutos.

—Ya hemos trabado conocimiento—dijo a Raskolnikof—. Espero que,una vez esté curado, nuestras relaciones serán más íntimas, debido a lascircunstanciasqueyaconoceusted.Ledeseounrápidorestablecimiento.

Raskolnikofnisiquieradiomuestrasdehaberleoído,yPiotrPetrovitchsepusoenpie.

—Seguramente—dijoZosimofaRasumikhine—,elasesinoesunodesusdeudores.

—Seguramente—repitió Rasumikhine—. Porfirio no revela a nadie suspensamientosperosólointerrogaalosqueteníanalgoempeñadoencasadelavieja.

—¿Losinterroga?—exclamóRaskolnikof.

—Sí,¿porqué?

—No,pornada.

—Pero¿cómosabequiénesson?—preguntóZosimof.

—Koch ha indicado algunos. Los nombres de otros figuraban en lospapeles que envolvían los objetos, y otros, en fin, se han presentadoespontáneamentealenterarsedeloocurrido.

—El culpable debe de ser un profesional de gran experiencia. ¡Quéresolución,quéaudacia!

—Pues no—replicó Rasumikhine—. En eso, tú y todo elmundo estáisequivocados.Yoestoysegurodequeesuninexperto,dequeésteessuprimercrimen.Sinosimaginamosunplanbienurdidoyuncriminalexperimentado,nada tiene explicación. Para que la tenga, hay que suponer que es unprincipiante y admitir que sólo la suerte le ha permitido escapar. ¿Qué nopodrá hacer el azar? Esmuy posible que no previera ningún obstáculo. ¿Y

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cómo lleva a cabo el robo? Busca en la caja donde la vieja guardaba sustrapos,cogeunoscuantosobjetosquenovalenmásdetreintarublosysellenaconelloslosbolsillos.Sinembargo,enelcajónsuperiordelacómodasehaencontradounacajaqueconteníamásdemilquinientosrublosenmetálicoyciertacantidaddebilletes.Nisiquierasuporobar.Loúnicoquesupohacerfuematar.¡Lodicho:unprincipiante!Perdiólacabeza,ysinolohandescubiertonolodebeasudestreza,sinoalazar.

—¿Hablan ustedes del asesinato de esa vieja prestamista? —intervinoLujine,dirigiéndoseaZosimof.Conelsombreroen lasmanossedisponíaadespedirse,perodeseabadecir todavíaalgunascosasprofundas.Queríadejarbuenrecuerdoenaquellosjóvenes.Lavanidadpodíaenélmásquelarazón.

—Sí.¿Haoídoustedhablardeesecrimen?

—¿Cómono?Haocurridoenlascercaníasdelacasadondemehospedo.

—¿Conoceustedlosdetalles?

—Losdetalles,no,peroesteasuntomeinteresaporlacuestióngeneralqueplantea.Dejemos a un lado el aumento incesante de la criminalidaddurantelos últimos cinco años en las clases bajas. No hablemos tampoco de lasucesiónininterrumpidadeincendiosprovocadosyactosdepillaje.Loquemeasombra es que la criminalidad crezca de modo parecido en las clasessuperiores.Undíanosenteramosdequeunexestudiantehaasaltadoelcochede correos en la carretera.Otro, que hombres cuya posición los sitúa en lasaltas esferas fabrican moneda falsa. En Moscú se descubre una banda defalsificadoresdebilletesde la lotería,unodecuyos jefes eraunprofesordehistoriauniversal.Además,sedamuerteaunsecretariodeembajadaporunaoscura cuestión de dinero…Si la vieja usurera ha sido asesinada por unhombredelaclasemedia(losmujiksnotienenelhábitodeempeñar joyas),¿cómo explicar este relajamiento moral en la clase más culta de nuestraciudad?

—Los fenómenos económicos han producido transformaciones que…—comenzóadecirZosimof.

—¿Cómoexplicarlo?—leinterrumpióRasumikhine—.Puesprecisamenteporesafaltadeactividadrazonada.

—¿Quéquiereusteddecir?

—¿Qué respondió ese profesor de historia universal cuando leinterrogaron? «Cada cual se enriquece a su modo. Yo también he queridoenriquecerme Lo más rápidamente posible.» No recuerdo las palabras queempleó,peroséquequisodecir«ganardinerorápidamenteysinesfuerzo».Elhombreseacostumbraavivirsinesfuerzo,aandarporelcaminollano,aque

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leponganlacomidaenlaboca.Hoycadaunosemuestracomorealmentees.

—Perolamoral,lasleyes…

—¿Qué le sorprende? —preguntó repentinamente Raskolnikof—. Todoestoeslaaplicacióndesusteorías.

—¿Demisteorías?

—Sí,laconclusiónlógicadelosprincipiosqueacabausteddeexponeresquesepuedeinclusoasesinar.

—Unmomento,unmomento…—exclamóLujine.

—Noestoydeacuerdo—dijoZosimof.

Raskolnikof estaba pálido y respiraba con dificultad. Su labio superiortemblabaconvulsivamente.

—Todo tiene su medida —dijo Lujine con arrogancia—. Una ideaeconómicanohasidonuncaunaincitaciónalcrimen,ysuponiendo…

—¿Acaso no es cierto—le interrumpióRaskolnikof con voz trémula decólera,perollenaalavezdeunjúbilohostil—queusteddijoasunovia,enelmomentoenqueacababadeaceptarsupetición,queloquemáslecomplacíade ella era su pobreza, pues lomejor es casarse con unamujer pobre parapoderdominarlayrecordarleelbienqueselehahecho?

—Pero…—exclamóLujine,trastornadoporlacólera—.¡Oh,quémododedesnaturalizar mi pensamiento! Perdóneme, pero puedo asegurarle que lasnoticiasquehanllegadoaustedsobreestepuntonotienenlamenorsombradefundamento.Yasédóndeestáelorigendelmal…Porlomenos,losupongo…Se lo diré francamente. Me pareció que su madre, pese a sus excelentesprendas,poseíaunespírituuntantoexaltadoypropensoalasnovelerías.Sinembargo,estabamuy lejosdecreerquepudiera interpretarmispalabrascontantainexactitudyque,alcitarlas,alterasedetalmodosusentido.Además…

—¡Óigame! —bramó el joven, levantando la cabeza de la almohada yfijandoenLujineunamiradaardiente—.¡Escuche!

—Usteddirá.

Lujine pronunció estas palabras en un tono de reto. A ellas siguió unsilencioqueduróvariossegundos.

—Puesloquequieroquesepaesquesiustedsepermitedecirunapalabramáscontramimadre,loechoescalerasabajo.

—¡PeroRodia!—exclamóRasumikhine.

—¡Si,escalerasabajo!

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Lujinehabíapalidecidoysemordíaloslabios.

—Óigame, señor —comenzó a decir, haciendo un gran esfuerzo pordominarse—: la acogida que usted me ha dispensado me ha demostradoclaramente y desde el primer momento su enemistad hacia mí, y si heprolongado la visita ha sido solamente para acabar de cerciorarme. Habríaperdonado muchas cosas a un enfermo, a un pariente; pero, después de loocurrido,¡nipensarlo!

—¡Yonoestoyenfermo!—exclamóRaskolnikof.

—¡Peorquepeor!

—¡Váyasealdiablo!

Lujinenohabíaesperadoestainvitación.Sedeslizabayaentrelasillaylamesa.Estavez,Rasumikhineselevantóparadejarlopasar.Lujinenosedignómirarle y salió sin ni siquiera saludar a Zosimof, que desde hacía unosmomentos le estaba diciendo por señas que dejara al enfermo tranquilo. Alverle alejarse con la cabeza baja, era fácil comprender que no olvidaría laterribleofensarecibida.

—¡Vaya un modo de conducirse! —dijo Rasumikhine al enfermo,sacudiendolacabezaconungestodepreocupación.

—¡Déjame!¡Dejadmetodos!—gritóRaskolnikofenunarrebatodeira—.¿Medejaréisdeunavez,verdugos?Nocreáisqueostemo.Ahorayanotemoanadie,¡anadie!¡Marchaos!¡Quieroestarsolo!¿Looís?¡Solo!

—Vámonos—dijoZosimofaRasumikhine.

—Pero¿lovamosadejarasí?

—Vámonos.

Rasumikhinereflexionóunmomento.DespuéssiguióaZosimof.

Cuandoestuvieronenlaescalera,eldoctordijo:

—Sinolehubiésemosobedecido,habríasidopeor.Nohayqueirritarlo.

—Pero¿quétiene?

—Leconvendríaunaimpresiónfuertequelesacaradesuspensamientos.Ahora habría sido capaz de todo…Algo le preocupa profundamente.Es unaobsesiónquetecorroeyteexaspera.Esoesloquemásmeinquieta.

—Tal vez este señor Piotr Petrovitch tenga algo que ver con ello.De laconversaciónqueha sostenido con él sedesprendeque seva a casar con lahermanadeRodiayquenuestroamigosehaenteradodeellopocoantesdesuenfermedad.

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—Sí, es el diablo elque loha traído,pues suvisita loha echado todoaperder.Y¿hasobservadoque,aunquepareceindiferenteatodo,hayunacosaquelesacadesumutismo?Esecrimen…Oírhablardeélleponefueradesí.

—Lohenotadoenseguida—respondióRasumikhine—.Prestaatenciónyse inquieta. Precisamente se puso enfermo el día en que oyó hablar de eseasuntoenlacomisaría.Inclusosedesvaneció.

—Venestanocheamicasa.Quieroquemecuentesdetalladamente todoeso.Meinteresamucho.Yotambiéntengoalgoquecontarte.Volveréaverledentro de media hora. Por el momento no hay que temer ningún trastornocerebralgrave.

—Graciaspor todo.AhoravoyaveraPachenka.DiréaNastasiaque lovigile.

Cuando sus amigos se fueron, Raskolnikof dirigió una mirada llena deangustiosa impaciencia hasta Nastasia, pero ella no parecía dispuesta amarcharse.

—¿Tetraigoyaelté?—preguntó.

—Después.Ahoraquierodormir.Vete.

Sevolvióhacia laparedconunmovimientoconvulsivo,yNastasiasaliódelaposento.

CAPÍTULO6

Apenas se hubo marchado la sirvienta, Raskolnikof se levantó, echó elcerrojo, deshizo el paquete de las prendas de vestir comprado porRasumikhine y empezó a ponérselas. Aunque parezca extraño, se habíaserenado de súbito. La frenética excitación que hacía unos momentos ledominaba y el pánico de los últimos días habían desaparecido. Era éste suprimer momento de calma, de una calma extraña y repentina. Susmovimientos, seguros y precisos, revelaban una firme resolución. «Hoy, dehoynopasa»,murmuró.

Sedabacuentadesuestadodedebilidad,perolaextrematensióndeánimoalaquedebíasuserenidadlecomunicabaunagranserenidadensímismoyparecíadarlefuerzas.Porlodemás,notemíacaerseenlacalle.Cuandoestuvoenteramente vestido con sus ropas nuevas, permaneció un momentocontemplandoeldineroqueRasumikhinehabíadejadoenlamesa.Trasunossegundos de reflexión, se lo echó al bolsillo. La cantidad ascendía aveinticincorublos.Cogió también loqueasuamigolehabíasobradode los

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diez rublos destinados a la compra de las prendas de vestir y, acto seguido,descorrió el cerrojo. Salió de la habitación y empezó a bajar la escalera.Alpasar por el piso de la patrona dirigió unamirada a la cocina, cuya puertaestaba abierta. Nastasia daba la espalda a la escalera, ocupada en avivar elfuego del samovar. No oyó nada. En lo que menos pensaba era en aquellafuga.

Momentosdespuésyaestabaen lacalle.Eranalrededorde lasochoyelsolsehabíapuesto.Laatmósferaeraasfixiante,peroélaspiróávidamenteelpolvoriento aire, envenenado por las emanaciones pestilentes de la ciudad.Sintióunligerovértigo,perosusardientesojosytodosurostro,descarnadoylívido,expresarondesúbitounaenergíasalvaje.No llevabarumbofijo,ynisiquierapensabaenello.Sólopensabaenunacosa:queeraprecisoponerfinatodoaquelloinmediatamenteydeunmododefinitivo,yquesinoloconseguíanovolveríaasucasa,puesnoqueríaseguirviviendoasí.Pero¿cómolograrlo?Delmodode«terminar»,comoéldecía,noteníalamenoridea.Sinembargo,procuraba no pensar en ello; esmás, rechazaba este pensamiento, porque letorturaba. Sólo tenía un sentimiento y una idea: que era necesario que todocambiara, fuera como fuere y costara lo que costase. «Sí, cueste lo quecueste»,repetíaconunaenergíadesesperada,conunafirmezaindómita.

Dejándose llevar de una arraigada costumbre, tomó maquinalmente elcaminodesuspaseoshabitualesysedirigióalaplazadelMercadoCentral.Amediocamino,antelapuertadeunatienda,enlacalzada,vioaunjovenqueejecutabaenunpequeñoórganounamelodíasentimental.Acompañabaaunajovencitadeunosquinceaños,queestabadepiejuntoaél,enlaacera,yquevestía como una damisela. Llevaba miriñaque, guantes, mantilla y unsombrerodepajaconunaplumadeunrojodefuego,todoelloviejoyajado.Estabacantandouna romanzaconunavozcascada,pero fuerteyagradable,con la esperanza de que le arrojaran desde la tienda una moneda de doskopeks.Raskolnikofsedetuvojuntoalosdosotrespapanatasqueformabanel público, escuchó un momento, sacó del bolsillo una moneda de cincokopeksy lapusoen lamanode lamuchacha.Ésta interrumpió sunotamásagudaypatéticacomosilehubiesencortadolavoz.

—¡Basta!—gritó a su compañero. Y los dos se trasladaron a la tiendasiguiente.

—¿Legustanlascancionescallejeras?—preguntódesúbitoRaskolnikofauntranseúntedeciertaedadquehabíaescuchadoalosmúsicosambulantesyteníaaspectodepaseantedesocupado.

Eldesconocidolemiróconungestodeasombro.

—A mí —continuó Raskolnikof, que parecía hablar de cualquier cosamenosdecanciones—megustaoírcantaralsondelórganoenunatardecer

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otoñal, frío,sombríoyhúmedo,húmedosobre todo;unodeesosatardeceresenquetodoslostranseúntestienenelrostroverdosoytriste,yespecialmentecuandocaeunanieveagudayverticalqueelvientonodesvía.¿Comprende?Atravésdelanievesepercibelaluzdelosfarolesdegas…

—Nosé…,nosé…Perdone—balbuceóelpaseante, tanalarmadoporlasextrañaspalabrasdeRaskolnikofcomoporsuaspecto.Yseapresuróapasaralaotraacera.

El joven continuó su camino y desembocó en la plaza del Mercado,precisamente por el punto donde días atrás el matrimonio de comercianteshablaba con Lisbeth. Pero la pareja no estaba. Raskolnikof se detuvo alreconocer el lugar, miró en todas direcciones y se acercó a un joven quellevabaunacamisarojaybostezabaalapuertadeunalmacéndeharina.

—Enesaesquinamontansupuestouncomercianteysumujer,quetieneaspectodecampesina,¿verdad?

—Aquí vienen muchos comerciantes —respondió el joven, midiendo aRaskolnikofconunamiradadedesdén.

—¿Cómosellama?

—Comolepusieronalbautizarlo.

—¿ErestalvezdeZaraisk?¿Dequéprovincia?

ElmozovolvióamiraraRaskolnikof.

—Alteza,mi familia no es de ningunaprovincia, sino de un distrito.Mihermano,queeselqueviaja,entiendedeesascosas.Peroyo,comotengoquequedarme aquí, no sé nada. Espero de la misericordia de su alteza que meperdone.

—¿Esunfigónloquehayallíarriba?

—Unataberna.Hayunbillareinclusoalgunasprincesas.Esunlugarmuychic.

Raskolnikof atravesó la plaza. En uno de sus ángulos se apiñaba unamultituddemujiks.Seintrodujoenlomásdensodelgrupoyempezóamiraratentamentelascarasdeunosyotros.Peroloscampesinosnoleprestabanlamenoratención.Todoshablabanagritos,divididosenpequeñosgrupos.

Despuésdereflexionarunmomento,prosiguiósucaminoendirecciónalbulevarV***.Prontodejólaplazayseinternóenunacallejaque,formandoun recodo, conduce a la calle de Sadovaya. Había recorrido muchas vecesaquella callejuela. Desde hacía algún tiempo, una fuerza misteriosa leimpulsabaadeambularporestoslugarescuandola tristezaledominaba,conlo que se ponía más triste aún. Esta vez entró en la callejuela

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inconscientemente. Llegó ante un gran edificio donde todo eran figones yestablecimientos de bebidas. De ellos salían continuamente mujeresdestocadas y vestidas con negligencia (como quien no ha de alejarse de sucasa),yformabangruposaquíyallá,enlaacera,yespecialmentealbordedelasescalerasqueconducíanalostuguriosdemalafamadelsubsuelo.

En uno de estos antros reinaba un estruendo ensordecedor. Se tocaba laguitarra,secantabaytodoelmundoparecíadivertirse.Antelaentradahabíaunnutridogrupodemujeres.Unasestabansentadasenlosescalones,otrasenla acera y otras, en fin, permanecían de pie ante la puerta, charlando. Unsoldado,bebido,conelcigarrilloenlaboca,errabaentornodeellas,lanzandojuramentos.Alparecerno seacordabadel sitioadondequeríadirigirse.Dosindividuos desarrapados cambiaban insultos. Y, en fin, se veía un borrachotendidocuanlargoeraenmediodelacalle.

Raskolnikofsedetuvojuntoalgrupoprincipaldemujeres.Éstasplaticabancon voces desgarradas. Vestían ropas de Indiana, llevaban la cabezadescubiertaycalzadodecabritilla.Unaspasabandeloscuarenta;otrasapenashabíancumplidolosdiecisiete.Todasteníanlosojoshinchados.

ElcantoytodoslosruidosquesalíandeltuguriosubterráneocautivaronaRaskolnikof.Entre las carcajadasy el alegrebullicio seoía una finavozdefalsete que entonaba una bella melodía, mientras alguien danzabafuriosamente al son de una guitarra, marcando el compás con los talones.Raskolnikof, inclinado hacia el sótano, escuchaba, con semblante triste ysoñador.

Mihombre,amormío,nomepeguessinrazón,

cantaba la voz aguda. El oyente mostraba un deseo tan ávido de captarhasta la última sílaba de esta canción, que se diría que aquello era para élcuestióndevidaomuerte.

«¿Y si entrase? —pensó—. Se ríen. Es la embriaguez. ¿Y si yo meembriagasetambién?»

—¿Noentrausted,caballero?—lepreguntóunadelasmujeres.

Suvozeraclaray todavía fresca.Parecía jovenyera laúnicadelgrupoquenoinspirabarepugnancia.

Raskolnikoflevantólacabezayexclamómientraslamiraba:

—¡Québonitaeres!

Ellasonrió.Elcumplidolahabíaemocionado.

—Ustedtambiénesunguapomozo—dijo.

—Demasiadodelgado—dijootradeaquellasmujeres,convozcavernosa

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—.Seguroqueacabadesalirdelhospital.

—Parecendamasdelaaltasociedad,peroestonolesimpidetenerlanarizchata —dijo de súbito un alegre mujik que pasaba por allí con la blusadesabrochada y el rostro ensanchado por una sonrisa—. ¡Esto alegra elcorazón!

—Envezdehablartanto,entra.

—Teobedezco,amormío.

Dichoesto,entró…,ysefuerodandoescalerasabajo.

Raskolnikofcontinuósucamino.

—¡Oiga,señor!—legritólamuchachaapenasvioqueechabaaandar.

—¿Qué?

Ellaseturbó.

—Me encantaría pasar unas horas con usted, caballero; pero me sientocohibida en su presencia. Deme seis kopeks para beberme un vaso, amableseñor.

Raskolnikof buscó en su bolsillo y sacó todo lo que había en él: tresmonedasdecincokopeks.

—¡Oh!¡Quépríncipetangeneroso!

—¿Cómotellamas?

—LlámameDuklida.

—¡Esvergonzoso!—exclamóunadelasmujeresdelgrupo,sacudiendolacabeza con un gesto de desesperación—. No comprendo cómo se puedemendigardeestemodo.Sólodepensarlo,memuerodevergüenza.

Raskolnikof miró con curiosidad a la mujer que había hablado así.Representaba unos treinta años. Estaba picada de viruelas y salpicada deequimosis. Tenía el labio superior un poco hinchado. Había expresado sudesaprobaciónenuntonodegraveserenidad.

«¿Dónde he leído yo —pensaba Raskolnikof al alejarse— que uncondenadoamuertedecía,unahoraantesdelaejecucióndelasentencia,queantesquemorirpreferiríapasarlavidaenunacumbre,enunarocaescarpadadonde tuviera el espacio justo para colocar los pies, una roca rodeada deprecipicios o perdida enmedio del océano sin fin, en una perpetua soledad,aunqueestavidaduraramilañosofueraeterna?Vivir,vivirseacomofuere.Elcasoesvivir…—yañadióalcabodeunmomento—:Elhombreescobarde,ycobardeelquelereprochaestacobardía.»

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Desembocóenotracalle.

«¡Mira, el Palacio de Cristal! Rasumikhine me hablaba de él no hacemucho.Pero¿quéesloqueyoqueríahacer?¡Ah,sí!Leer…Zosimofhadichoqueleyóenlaprensa…»

—¿Me dará los periódicos? —preguntó entrando en un salón de téespacioso,bastantelimpioyqueestabacasivacío.

Sólo había dos o tres clientes tomando el té y, en un departamento algolejano,ungrupodecuatropersonasquebebíanchampán.Raskolnikofcreyóreconocer a Zamiotof entre ellas, pero la distancia le impedía asegurar quefueseél.

«¡Bah,quéimporta!»,pensó.

—¿Quiereustedvodka?—preguntóelcamarero.

—Tráemetéylosperiódicos,losatrasados,losdeestosúltimoscincodías.Tedarépropina.

—Gracias, señor. Aquí tiene los de hoy, de momento. ¿Quiere vodkatambién?

Elcamarero le trajoel téy losdemásperiódicos.Raskolnikofsesentóyempezó a leer los títulos…Izler…Izler…Los Aztecas…Izler…Bartola…Massimo…Los Aztecas…Izler. Ojeó los sucesos: un hombre que se habíacaídoporunaescalera,uncomercianteebrioquehabíamuertoabrasado,unincendio en el barrio de las Arenas, otro incendio en el nuevo barrio dePetersburgo,otroenestemismobarrio…Izler…Izler…Massimo…

«¡Aquíestá!»

Había encontrado al fin lo que buscaba, y empezó a leer. Las líneasdanzaban ante sus ojos. Sin embargo, leyó el suceso hasta el fin de lainformaciónybuscónuevasnoticiassobreelhechoenlosnúmerossiguientes.Susmanostemblabandeimpacienciaalpasarlaspáginas…

De pronto, alguien se sentó a su lado y él le dirigió una mirada. EraZamiotof,Zamiotofenpersona,conlamismaindumentariaquellevabaenlacomisaría. Lucía sus anillos, sus cadenas, sus cabellos negros, rizados,abrillantadosypartidosporunarayaperfecta.Llevabasumaravillosochaleco,su americana un tanto gastada y su camisa no del todo nueva. Parecía deexcelentehumor,puessonreíaafectuosamente.Elchampánhabíacoloreadosucetrinorostro.

—Pero ¿usted aquí?—dijo con un gesto de asombro y con el tono quehabríaadoptadoparadirigirseaunviejocamarada—.PerosiRasumikhinemedijo ayer que estaba usted todavía delirando. ¡Qué cosa tan rara! ¿Sabe que

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estuveensucasa?

Raskolnikofhabíapresentidoqueelsecretariodelacomisaríaseacercaríaaél.DejólosperiódicosyseencaróconZamiotof.Ensuslabiossepercibíaunasonrisairónicaquedejabatraslucirciertairritación.

—Ya sé que vino usted—respondió—; yame lo han dicho…Ustedmebuscó la bota… ¿Sabe que tiene subyugado a Rasumikhine? Dice queestuvieron ustedes dos en casa de Luisa Ivanovna, aquella a la que ustedintentabadefenderelotrodía.Yasabeloquequierodecir.Ustedhacíaseñasal«tenientePólvora»y él no lo entendía. ¿Se acuerdausted?Sin embargo, nohacíafaltaserunlinceparacomprenderlo.Lacosanopodíaestarmásclara.

—¡Quécharlatán!

—¿Serefiereal«tenientePólvora»?

—No,asuamigoRasumikhine.

—¡Vaya,vaya,señorZamiotof!¡Paraustedeslavida!Ustedtieneentradalibre y gratuita en lugares encantadores. ¿Quién le ha invitado a champánahoramismo?

—¿Invitado…?Hemosbebidochampán.Pero¿asantodequé teníanqueinvitarme?

—Paracorresponderaalgúnfavor.Ustedessacanprovechodetodo.

Raskolnikofseechóareír.

—Noseenfade,noseenfade—añadió,dándoleunapalmadaenlaespalda—.Se lo digo sinmalicia alguna, amistosamente, por pura diversión, comodecíadelospuñetazosquedioaMitrielpintorquedetuvieronustedesporelasuntodelavieja.

—¿Cómosabeustedquedijoeso?

—Yosémuchascosas,talvezmásqueusted,sobreeseasunto…

—¡Quéraroestáusted…!Nomecabedudadequeestátodavíaenfermo.Nodebiósalirdecasa.

—¿Demodoqueleparecequeestoyraro?

—Sí.¿Quéestabaleyendo?

—Losperiódicos.

—Sólohablandeincendios.

—Yonoleíalosincendios.

MiróaZamiotofconunaexpresiónextraña.Unasonrisa irónicavolvióa

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torcersuslabios.

—No—repitió—, yo no leía las noticias de los incendios —y añadió,guiñándole unojo—:Confiese, querido amigo, que arde usted en deseos desaberloqueestabaleyendo.

—Seequivocausted.Lehehechoesapreguntapordeciralgo.¿Esquenopuedeunopreguntar…?Pero¿quélesucede?

—Óigame:ustedesunhombreculto,¿verdad?Usteddebedehaberleídomucho.

—He seguido seis cursos en el Instituto —repuso Zamiotof, un tantoorgulloso.

—¡Seiscursos!¡Ah,queridoamigo!Llevaunarayaperfecta,sortijas…,enfin,queesustedunhombrerico…¡Yquélindapresencia!

Raskolnikofsoltóunacarcajadaenlamismacaradesuinterlocutor,elcualretrocedió,noporquesesintieraofendido,sinoacausadelasorpresa.

—¡Qué extraño está usted!—dijo, muy serio, Zamiotof—. Yo creo queaúndesvaría.

—¿Desvariar yo? Te equivocas, hijito…Así, ¿cree usted que estoyextraño?Ysepreguntaustedporqué,¿no?

—Sí.

—Y desea usted saber lo que he leído, lo que he buscado en estosperiódicos…Mire, mire cuántos números he pedido…Esto es sospechoso,¿verdad?

—Pero¿quédiceusted?

—Ustedcreequehaatrapadoalpájaroenelnido.

—¿Quépájaro?

—Después se lo diré. Ahora le voy a participar…, mejor dicho, aconfesar…, no, tampoco…, ahora voy a prestar declaración y usted tomaránota. ¡Ésta es la expresión! Pues bien, declaro que he estado buscando yrebuscando…—hizounguiño,seguidodeunapausa—quehevenidoaquíaleerlosdetallesrelacionadosconlamuertedelaviejausurera.

LasúltimaspalabraslasdijoenunsusurroyacercandotantosucaraaladeZamiotof,quecasillegóatocarla.

El secretario se quedó mirándole fijamente, sin moverse y sin retirar lacabeza. Más tarde, al recordar este momento, Zamiotof se preguntaba,extrañado,cómopodíanhaberestadomirándoseasí,sindecirsenada,durante

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unminuto.

—¿Quéme importa amí lo que usted estuviera leyendo?—exclamó depronto,desconcertadoymolestoporaquellaextrañaactitud—.¿Porquécreeusted que me ha de importar? ¿Qué tiene de particular que usted estuvieraleyendoesesuceso?

Pero Raskolnikof, en voz baja como antes y sin hacer caso de lasexclamacionesdeZamiotof,siguiódiciendo:

—Me refiero a esaviejade laquehablabanustedes en la comisaría, ¿seacuerda?,cuandomedesmayé…¿Comprendeustedya?

—Pero ¿qué he de comprender? ¿Qué quiere usted decir? —preguntóZamiotof,inquieto.

El semblante grave e inmóvil de Raskolnikof cambió de expresiónrepentinamente,yelexestudianteseechóareírconlamismarisanerviosaeinconteniblequelehabíaacometidomomentosantes.Desúbitoleparecióquevolvíaavivir intensamentelasescenasturbadorasdelcrimen…Estabadetrásdelapuertaconelhachaenlamano;elcerrojosemovíaruidosamente;alotrolado de la puerta, dos hombres la sacudían, tratando de forzarla y lanzandojuramentos; y él se sentía dominadopor el deseo de insultarlos, de hacerleshablar, demofarse de ellos, de echarse a reír, con risa estrepitosa a grandescarcajadas…

—Oestáustedloco,o…—dijoZamiotof.

Sedetuvoantelaideaquedesúbitolehabíaasaltado.

—¿Oqué…?Acabe,dígalo.

—No—replicóZamiotof—.¡Estanabsurdo…!

Los dos guardaron silencio. Raskolnikof, tras su repentino arrebato dehilaridad,quedótristeypensativo.Seacodóenlamesayapoyólacabezaenlasmanos. Parecía haberse olvidado de la presencia de Zamiotof. Hubo unlargosilencio.

—¿Porquénosetomaelté?—dijoZamiotof—.Sevaaenfriar

—¿Qué…?¿Elté…?¡Ah,sí!

Raskolnikof tomó un sorbo, se echó a la boca un trozo de pan, fijó lamirada en Zamiotof y pareció ahuyentar sus preocupaciones. Su semblanterecobró la expresión burlona que tenía hacía un momento. Después,Raskolnikofsiguiótomándoseelté.

—Actualmente,loscrímenessemultiplican—dijoZamiotof—.HacepocoleíenlasNoticiasdeMoscúquehabíandetenidoenestaciudadaunabanda

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de monederos falsos. Era una detestable organización que se dedicaba afabricarbilletesdeBanco.

—Eseasuntoyaesviejo—repusocontodacalmaRaskolnikof—.Haceyamásdeunmesqueloleíenlaprensa.Así,¿ustedcreequeesosfalsificadoressonunosbandidos?

—Alafuerzahandeserlo.

—¡Bah! Son criaturas, chiquillos inconscientes, no verdaderos bandidos.Sereúnencincuentaparaunnegocio.Estoesundisparate.Aunquenofueranmásquetres,cadaunodeelloshabríadetenermásconfianzaenlosotrosqueensímismo,puesbastaríaquecualquieradeellosdierasueltaalalenguaenun momento de embriaguez, para que todo se fuera abajo. ¡Chiquillosinconscientes, no lo dude!Envían a cualquiera a cambiar los billetes en losbancos. ¡Confiar una operación de esta importancia al primero que llega!Además, admitamos que esos muchachos hayan tenido suerte y que hayanlogrado ganar unmillón cada uno. ¿Y después? ¡Toda la vida dependiendounosdeotros!¡Espreferibleahorcarse!Esabandanisiquierasupoponerencirculación los billetes. Uno va a cambiar billetes grandes en un banco. Leentregan cinco mil rublos y él los recibe con manos temblorosas. Cuentacuatromil,yelquintomillarseloechaalbolsillotalcomoselohandado,atoda prisa, pensando solamente en huir cuanto antes. Así da lugar a quesospechendeél.Ytodoelnegociosevaabajoporculpadeeseimbécil.¡Esincreíble!

—¿Increíble que sus manos temblaran? Pues yo lo comprendoperfectamente;meparecemuynatural.Unonoessiempredueñodesímismo.Haycosasqueestánporencimadelasfuerzashumanas.

—Pero¡temblarsóloporeso!

—¿Demodoqueustedsecreecapazdehacerfrenteconserenidadaunasituaciónasí?Puesyonoloseria.¡Porganarsecienrublosiracambiarbilletesfalsos! ¿Y adónde? A un banco, cuyo personal es gente experta en eldescubrimiento de toda clase de ardides. No, yo habría perdido la cabeza.¿Ustedno?

Raskolnikofvolvióasentireldeseodetirardelalenguaalsecretariodelacomisaría.Unaespeciedeescalofriólerecorríalaespalda.

—Yohabríaprocedidodemododistinto—manifestó—.Levoyaexplicarcómomehabríacomportadoalcambiareldinero.Yohabríacontadolosmilprimeros rublos lo menos cuatro veces, examinando los billetes por todaspartes.Después,elsegundofajo.Deéstehabríacontadolamitadyentoncesmehabríadetenido.Delmontónhabríasacadounbilletedecincuentarublosylohabríamiradoaltrasluz,ydespués,antesdevolveracolocarloenelfajo,lo

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habríavueltoaexaminardecerca,comositemiesequefuerafalso.Entonceshabríaempezadoacontarunahistoria.«Tengomiedo,¿sabe?Unparientemíohaperdidodeestemodoelotrodíaveinticincorublos.»Yaconeltercermillaren lamano, diría: «Perdone:me parece que no he contado bien el segundofajo,quemeheequivocadoalllegaralaséptimacentena.»Despuésdehabervuelto a contar el segundomillar, contaría el tercero con lamismacalma,yluego los otros dos.Cuandoya los hubiera contado todos, habría sacadounbilletedelsegundomillaryotrodelquinto,porejemplo,yhabríarogadoqueme los cambiasen. Habría fastidiado al empleado de tal modo, que él sólohabríapensadoen librarsedemí.Finalmente,mehabríadirigidoa lasalida.Pero,alabrirlapuerta…«¡Ah,perdone!»yhabríavueltosobremispasosparahacerunapregunta.Asíhabríaprocedidoyo.

—¡Esustedterrible!—exclamóZamiotofentrerisas—.Afortunadamente,eso no sonmás que palabras. Si usted se hubiera visto en el trance, habríaobradodemodomuydistintoacomodice.Créame:nosóloustedoyo,sinoniel más ducho y valeroso aventurero habría sido dueño de sí en talescircunstancias.Peronohayqueirtanlejos.Tenemosunejemploenelcasodela vieja asesinada en nuestro barrio.El autor del hecho ha de ser un bribónllenodecoraje,yaquehacometidoelcrimenduranteeldía,ypuededecirseque ha sido un milagro que no lo hayan detenido. Pues bien, sus manostemblaron. No pudo consumar el robo. Perdió la calma: los hechos lodemuestran.

Raskolnikofsesintióherido.

—¿Demodoqueloshechoslodemuestran?Puesbien,pruebeaatraparlo—dijoconmordazironía.

—Nolequepadudadequedaremosconél.

—¿Ustedes?¿Queustedesdaránconél?¡Ustedesquéhandedar!Ustedessólosepreocupandeaveriguarsialguienderrochaeldinero.Unhombrequenoteníauncuartoempiezadeprontoatirareldineroporlaventana.¿Cómonohadeserelculpable?Teniendoestoencuenta,unniñopodríaengañarlosporpocoqueselopropusiera.

—Elcasoesquetodoshacenlomismo—repusoZamiotof—.Despuésdehaberdemostradotantadestrezacomoastuciaalcometerelcrimen,sedejancoger en la taberna. Y es que no todos son tan listos como usted. Usted,naturalmente,noiríaaunataberna.

Raskolnikoffrunciólascejasymiróasuinterlocutorfijamente.

—¡Oh usted es insaciable! —dijo, malhumorado—. Usted quiere sabercómoobraríayosimevieseenuncasoasí.

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—Exacto —repuso Zamiotof en un tono lleno de gravedad y firmeza.Desdehacíaunosmomentos,susemblanterevelabaunaprofundaseriedad.

—¿Esmuygrandeesedeseo?

—Mucho.

—Puesbien,heaquícómohabríaprocedidoyo.

Aldeciresto,RaskolnikofacercónuevamentesucaraaladeZamiotofylemiró tan fijamente, que esta vez el secretario no pudo evitar unestremecimiento.

—Heaquícómohabríaprocedidoyo.Habríacogidolasjoyasyeldineroy, apenas hubiera dejado la casa, me habría dirigido a un lugar apartado,cercado de muros y desierto; un solar o algo parecido. Ante todo, habríabuscadounapiedradegrantamaño,deunascuarentalibrasporlomenos,unadeesaspiedrasque,terminadalaconstruccióndeunedificio,suelenquedarenalgúnrincón,juntoaunapared.Habríalevantadolapiedrayentonceshabríaquedadoaldescubiertounhoyo.Enestehoyohabríadepositadolasjoyasyeldinero;luegohabríavueltoaponerlapiedraensusitioyacercadounpocodetierraconelpieentornoalrededor.Luegomehabríamarchadoyhabríaestadoun año, o dos, o tres, sin volver por allí… ¡Y ya podrían ustedes buscar alculpable!

—¡Estáustedloco!—exclamóZamiotof.

Lohabíadicho tambiénenvozbajay sehabía apartadodeRaskolnikof.Éstepalidecióhorriblementeysusojosfulguraban.Sulabiosuperiortemblabaconvulsivamente.SeacercóaZamiotoftantocomolefueposibleyempezóamoverloslabiossinpronunciarpalabra.Asíestuvotreintasegundos.Sedabaperfectacuentadeloquehacía,peronopodíadominarse.Laterribleconfesióntemblaba en sus labios, como días atrás el cerrojo en la puerta, y estaba apuntodeescapársele.

—¿Y si yo fuera el asesino de la vieja y de Lisbeth? —preguntó, einmediatamentevolvióalarealidad.

Zamiotof lemiróconojosextraviadosy sepusoblancocomoun lienzo.Esbozóunasonrisa.

—¿Esposible?—preguntóenunimperceptiblesusurro.

Raskolnikoffijóenélunamiradavenenosa.

—Confiesequeselohacreído—dijoenuntonofríoyburlón—.¿Verdadquesí?¡Confiéselo!

—Nadadeeso—replicóvivamenteZamiotof—.Nolocreoenabsoluto.Yahoramenosquenunca.

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—¡Hacaídousted,muchacho!¡Yaletengo!Ustednohadejadodecreerlo,porpocoquesea,puestoquedicequeahoralocreemenosquenunca.

—No, no—exclamóZamiotof, visiblemente confundido—.Yo no lo hecreído nunca. Ha sido usted, confiéselo, el que me ha atemorizado parainculcarmeestaidea.

—Entonces,¿nolocreeusted?¿Esquenoseacuerdadeloquehablaronustedescuandosalídelacomisaría?Además,¿porquéel«tenientePólvora»meinterrogócuandorecobréelconocimiento?

Selevantó,cogiósugorraygritóalcamarero:

—¡Eh!¿Cuántoledebo?

—Treintakopeks—dijoelmuchacho,queacudióatodaprisa.

—Toma. Y veinte de propina. ¡Mire, mire cuánto dinero! —continuó,mostrandoaZamiotofsutemblorosamano,llenadebilletes—.Billetesrojosyazules,veinticincorublosenbilletes.¿Dedóndeloshesacado?Yestasropasnuevas,¿cómohanllegadoamipoder?Ustedsabemuybienqueyonoteníaun kopek. Lo sabe porque ha interrogado a la patrona.De esto nome cabeduda.¿Verdadquelahainterrogado…?Enfin,bastadecharla…¡Hastamásver…!¡Encantado!

Ysaliódelestablecimiento,presadeunasensaciónnerviosayextraña,enlaquehabíaciertoplacerdesesperado.Porotraparte, estabaprofundamenteabatidoysusemblanteteníaunaexpresiónsombría.Parecíahallarsebajolosefectos de una crisis reciente.Una fatiga creciente le iba agotando.Avecesrecobrabadesúbito las fuerzasporobradeunaviolentaexcitación,pero lasperdíainmediatamente,tanprontocomopasabalaaccióndeesteestimulanteficticio.

Al quedarse solo,Zamiotof no semovióde su asiento.Allí estuvo largorato,pensativo.Raskolnikofhabíatrastornadoinesperadamentetodassusideassobreciertopuntoyfijadodefinitivamentesuopinión.

«IliaPetrovitchesunimbécil»,sedijo.

Apenaspusolospiesenlacalle,RaskolnikofsediodemanosabocaconRasumikhine,quesedisponíaaentrarenelsalóndeté.Estabanaunpasodedistanciaelunodelotro,yaúnnosehabíanvisto.Cuandoalfinsevieron,semirarondepiesacabeza.Rasumikhineestabaestupefacto.Pero,desúbito,laira,unairaciega,brillóensusojos.

—¿Conqueestabasaquí?—vociferó—.¡Elhombrehasaltadodelacamay se ha escapado! ¡Y yo buscándote! ¡Hasta debajo del diván, hasta en elgranero!HeestadoapuntodepegarleaNastasiaporculpatuya…¡Ymirenustedesdedóndesale…!Rodia,¿quéquieredeciresto?Dilaverdad.

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—Pues esto quiere decir que estoy harto de todos vosotros, que quieroestarsolo—repusocontodacalmaRaskolnikof.

—¡Perosiapenaspuedestenerteenpie,tienesloslabiosblancoscomolacalynifuerzastequedanpararespirar!¡Estúpido!¿QuéhacesenelPalaciodeCristal?¡Dímelo!

—Déjameenpaz—dijoRaskolnikof, tratandodepasarporel ladodesuamigo.

Esta tentativa enfureció a Rasumikhine, que apresó por un hombro aRaskolnikof.

—¿Quetedejedespuésdeloquehashecho?Nosécómoteatrevesadecirunacosaasí.¿Sabesloquevoyahacer?Acogertedebajodelbrazocomounpaquete,llevarteacasayencerrarte.

—Óyeme,Rasumikhine—empezóadecirRaskolnikofenvozbajayconperfectacalma—:¿esquenotedascuentadequetuprotecciónmefastidia?¿Qué interés tienes en sacrificarte por una persona a la que molestan tussacrificios e incluso se burla de ellos? Dime: ¿por qué viniste a buscarmecuando me puse enfermo? ¡Pero si entonces la muerte habría sido unafelicidadparamí!¿Nolohedemostradoyaclaramentequetuayudaesparamíunmartirio,queyaestoyharto?Noséquéplacersepuedesentirtorturandoa la gente. Y te aseguro que todo esto perjudica a mi curación, pues estoycontinuamente irritado. Hace poco, Zosimof se ha marchado para nomortificarme. ¡Déjame tú también, por el amor deDios! ¿Con qué derechopretendes retenerme a la fuerza? ¿No ves que ya he recobrado la razón porcompleto?Te agradeceré queme digas cómo he de suplicarte, para quemeentiendas,quemedejestranquilo,quenotesacrifiquespormí.¡Dimequesoyuningrato,unservil,perodéjameenpaz,déjame,porelamordeDios!

Habíapronunciadolasprimeraspalabrasenvozbaja,felizantelaideadelvenenoqueibaaderramarsobresuamigo,peroacabóporexpresarseconunaespecie de delirante frenesí. Se ahogaba como en su reciente escena conLujine.

Rasumikhineestuvounmomentopensativo.Despuéssoltóelbrazodesuamigo.

—¡Vetealdiablo!—dijoconungestodepreocupación.

Sehabíacolmadosupaciencia.Pero,apenasdiounpasoRaskolnikof, lellamó,enunarranquerepentino.

—¡Espera!¡Escucha!Quierodecirtequetúytodoslosdetucalaña,desdeel primero hasta el último, sois unos vanidosos y unos charlatanes. Cuandosufrísunadesgraciauosacechaunpeligro,loincubáiscomoincubalagallina

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sushuevos,ynisiquieraenestecasoosencontráisavosotrosmismos.Nohayunátomodevidapersonal,original,envosotros.Esaguaclara,nosangre,loquecorreporvuestrasvenas.Ningunodevosotrosmeinspiráisconfianza.Loprimeroqueospreocupaentodaslascircunstanciasesnoparecerosaningúnotroserhumano.

Raskolnikofsedispusoagirarsobresustalones.Rasumikhinelegritó,másindignadotodavía:

—¡Escúchame hasta el final! Ya sabes que hoy estreno una nuevahabitación.Misinvitadosdebendeestaryaencasa,perohedejadoallíamitíoparaque losatienda.Puesbien, si túno fuerasun imbécil,unverdaderoimbécil,unidiotademarcamayor,unsimpleimitadordegentesextranjeras…Oye,Rodia;yoreconozcoqueeresunapersonainteligente,peroidiotaapesardetodo…Pues,sinofuesesunimbécil,vendríasapasarlaveladaennuestracompañíaenvezdegastar lassuelasde tusbotasyendopor lascallesdeunladoaotro.Yaquehassalidosindeber,siguefueradecasa…Tendrásunbuensillón;selopediréalapatrona…Untémodesto…Compañíaagradable…Siloprefieres, podrás estar echado en el diván: no por eso dejarás de estar connosotros.Zosimofestáinvitado.¿Vendrás?

—No.

—¡No lo creo!—gritó Rasumikhine, impaciente—. Tú no puedes saberquenoirás.Nopuedesresponderdetusactosy,además,noentiendesnada…Yo he renegado de la sociedad mil veces y luego he vuelto a ella a todaprisa…Te sentirás avergonzado de tu conducta y volverás al lado de tussemejantes…EdificioPotchinkof,tercerpiso.¡Noloolvides!

—Sicontinúasasí,undíatedejarásazotarporpuracaridad.

—¿Yo? Le cortaré las orejas al que muestre tales intenciones. EdificioPotchinkof, número cuarenta y siete, departamento del funcionarioBabuchkhine…

—Noiré,Rasumikhine.

YRaskolnikofdiomediavueltayempezóaalejarse.

—Puesyocreoquesíquevendrás,porqueloconozco…¡Oye!¿EstáaquíZamiotof?

—Sí.

—¿Habéishablado?

—Sí.

—¿De qué…? ¡Bueno, no me lo digas si no quieres! ¡Vete al diablo!Potchinkof,cuarentaysiete,Babuchkhine.¡Noloolvides!

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Raskolnikof llegó a la Sadovaya, dobló la esquina y desapareció.Rasumikhinelehabíaseguidoconlavista.Estabapensativo.Alfinseencogiódehombrosyentróenelestablecimiento.Yaenlaescalera,sedetuvo.

—¡Quesevayaaldiablo!—murmuró—.Hablacomounhombrecuerdoy,sinembargo…Pero¡quéimbécilsoy!¿Acasoloslocosnosuelenhablarcomopersonassensatas?EstoesloquemeparecequetemeZosimof—ysellevóeldedoalasien—¿Yquéocurrirási…?Noselepuededejarsolo.Escapazdetirarsealrío…Hehechounatontería:nodebídejarlo.

Echóa correr enbuscadeRaskolnikof.Pero éstehabíadesaparecido sindejarrastro.RasumikhineregresóalPalaciodeCristalparainterrogarcuantoantesaZamiotof.

Raskolnikofsehabíadirigidoalpuentede***.Seinternóenél,seacodóenelpretilysumiradaseperdióenlalejanía.Estabatandébil,quelehabíacostado gran trabajo llegar hasta allí. Sentía vivos deseos de sentarse o detenderse enmedio de la calle. Inclinado sobre el pretil,miraba distraído losreflejos sonrosadosdel sol poniente, las hilerasde casasoscurecidaspor lassombrascrepuscularesyalaorillaizquierdadelrío,eltragaluzdeunalejanabuhardilla, incendiado por un último rayo de sol. Luego fijó la vista en lasaguasnegrasdelcanalyquedóabsorto,enatentacontemplación.Depronto,una serie de círculos rojos empezaron a danzar ante sus ojos; las casas, lostranseúntes,losmalecones,empezarontambiénadanzarygirar.Desúbitoseestremeció.Una figura insólita,horrible,queacababadeapareceranteél, leimpresionó de tal modo, que no llegó a desvanecerse. Había notado quealguien acababadedetenerse cercade él, a suderecha.Sevolvióyviounamujerconunpañueloenlacabeza.Surostro,amarillentoyalargado,aparecíahinchadoporlaembriaguez.Sushundidosojoslemiraronfijamente,pero,sinduda,nolevieron,porquenoveíannadanianadie.Deimproviso,pusoenelpretilelbrazoderecho,levantólapiernadelmismolado,saltólabarandaysearrojóalcanal.

El agua sucia se agitó y cubrió el cuerpo de la suicida, pero sólomomentáneamente,puesenseguidareaparecióyempezóadeslizarsealsuaveimpulso de la corriente. Su cabeza y sus piernas estaban sumergidas:únicamente su espalda permanecía a flote, con la blusa hinchada sobre ellacomounaalmohada.

—¡Sehaahogado!¡Sehaahogado!—gritabandetodaspartes.

Acudíalagente;lasdosorillassellenarondeespectadores;lamultituddecuriososaumentabaentornoaRaskolnikofyleprensabacontraelpretil.

—¡Señor, pero si es Afrosiniuchka! —dijo una voz quejumbrosa—.¡Señor,sálvala!¡Hermanos,almasgenerosas,salvadla!

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—¡Unabarca!¡Unabarca!—gritóotravozentrelamuchedumbre.

Peronofuenecesario.Unagentedelapolicíabajócorriendolasescalerasqueconducíanalcanal,sequitóeluniformeylasbotasysearrojóalagua.Sutarea no fue difícil.El cuerpode lamujer, arrastradopor la corriente, habíallegadotancercadelaescalera,queelpolicíapudoasirsusropasconlamanoderechayconlaizquierdaaferrarseaunpaloqueletendíauncompañero.

Sacarondelcanalalavíctimayladepositaronenlasgradasdepiedra.Lamujervolviómuyprontoensí.Selevantó,lanzóvariosestornudosyempezóaescurrirsusropas,congestoestúpidoysinpronunciarpalabra.

—¡Virgen Santa!—gimoteó lamisma voz de antes, esta vez al lado deAfrosiniuchka—.Sehapuestoabeber,abeber…Hacepocointentóahorcarse,peroladescolgaronatiempo.Hoymeheidoahacermiscosas,encargandoamihijadevigilarla,yyavenustedes loquehaocurrido.Esvecinanuestra,¿saben?,vecinanuestra.Viveaquímismo,doscasasdespuésdelaesquina…

La multitud se fue dispersando. Los agentes siguieron atendiendo a lavíctima.Unodeellosmencionólacomisaría.

Raskolnikof asistía a esta escena con una extraña sensación deindiferencia,deembrutecimiento.Hizounamuecadedesaprobaciónyempezóagruñir:

—Esto es repugnante…Arrojarse al agua no vale la pena…No pasaránada…Es tonto ir a la comisaría…Zamiotof no está allí. ¿Por qué…? Lascomisaríasestánabiertashastalasdiez.

Sevolviódeespaldasalpretil,seapoyóenélylanzóunamiradaentodasdirecciones.

«¡Bueno, vayamos!», se dijo. Y, dejando el puente, se dirigió a lacomisaría. Tenía la sensación de que su corazón estaba vacío, y no queríareflexionar. Ya ni siquiera sentía angustia: un estado de apatía habíareemplazadoa laexaltaciónconquehabíasalidodecasaresueltoa terminardeunavez.

«Desde luego, esto es una solución —se decía, mientras avanzabalentamente por la calzada que bordeaba el canal—. Sí, terminaré porquequiero terminar…Pero ¿es esto, realmente, una solución…?El espacio justoparaponerlospies…¡Vayaunfinal!Además,¿sepuededecirqueestoseaunverdadero final…? ¿Debo contarlo todo o no…? ¡Demonio, qué rendidoestoy! ¡Si pudiese sentarme o echarme aquímismo…! Pero ¡qué vergüenzahacerunacosaasí!¡Seleocurreaunocadaestupidez…!»

Paradirigirsealacomisaríateníaqueavanzarderechamenteydoblaralaizquierdaporlasegundatravesía.Inmediatamenteencontraríaloquebuscaba.

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Pero, al llegar a la primera esquina, se detuvo, reflexionóunmomentoy seinternóenlacallejuela.Luegorecorriódoscallesmás,sinrumbofijo,coneldeseoinconscientedeganarunosminutos.Ibaconlamiradafijaenelsuelo.De súbito experimentó la misma sensación que si alguien le hubieramurmuradounaspalabrasaloído.Levantólacabezayadvirtióqueestabaalapuerta de «aquella» casa, la casa a la que no había vuelto desde «aquella»tarde.

Undeseoenigmáticoe irresistibleseapoderódeél.Raskolnikofcruzó laentrada y se creyó obligado a subir al cuarto piso del primer cuerpo deedificio, situado a la derecha. La escalera era estrecha, empinada y oscura.Raskolnikof se detenía en todos los rellanos y miraba con curiosidad a sualrededor. Al llegar al primero, vio que en la ventana faltaba un cristal.«Entonces estaba», se dijo. Y poco después: «Éste es el departamento delsegundodondetrabajabanNikolachkayMitri.Ahoraestácerradoylapuertapintada. Sin duda ya está habitado.» Luego el tercer piso, y en seguida elcuarto…«¡Éstees!»Raskolnikoftuvoungestodeestupor:lapuertadelpisoestabaabiertayenelinteriorhabíagente,puesseoíanvoces.Estoeraloquemenos esperaba. El joven vaciló un momento; después subió los últimosescalonesyentróenelpiso.

Lo estaban remozando, como habían hecho con el segundo. En él habíadosempapeladorestrabajando,cosaquelesorprendiósobremanera.Nopodríaexplicarelmotivo,perosehabía imaginadoqueencontraríaelpisocomo lodejóaquellatarde.Inclusoesperaba,aunquedeunmodoimpreciso,encontrarloscadáveresenelentarimado.Pero,envezdeesto,veíaparedesdesnudas,habitaciones vacías y sin muebles…Cruzó la habitación y se sentó en laventana.

Los dos obreros eran jóvenes, pero uno mayor que el otro. Estabanpegando en las paredes papeles nuevos, blancos y con florecillas de colormalva, para sustituir al empapelado anterior, sucio, amarillento y lleno dedesgarrones.EstodesagradóprofundamenteaRaskolnikof.Mirabalosnuevospapelescongestohostil:eraevidentequeaquelloscambioslecontrariaban.Alparecer,losempapeladoressehabíanretrasado.Deaquíqueseapresurasenaenrollar los restos del papel para volver a sus casas. Sin prestar apenasatención a la entradadeRaskolnikof, siguieron conversando.Él se cruzódebrazosysedispusoaescucharlos.

Eldemásedadestabadiciendo:

—Vinoamicasaalamanecer,cuandoestabaclareando,¿comprendes?,yllevabaelvestidodelosdomingos.«¿Aquévienenesasmiradastiernas?»,lepregunté.Yellamecontestó:«Quieroestarsometidaatuvoluntaddesdeestemomento, Tite Ivanovitch…» Ya ves. Y, como te digo, iba la mar de

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emperifollada:parecíaungrabadoderevistademodas.

—¿Yquéesunarevistademodas?—preguntóelmásjoven,coneldeseodequesucompañeroleinstruyera.

—Puesunarevistademodas,hijito,esunaseriedefiguraspintadas.Todaslas semanas las reciben del extranjero nuestros sastres.Vienen por correo ysirven para saber cómo hay que vestir a las personas, tanto a las del sexomasculino como a las del sexo femenino. El caso es que son dibujos,¿entiendes?

—¡Dios mío, qué cosas se ven en este Piter! —exclamó el joven,entusiasmado—.ExceptoaDios,aquíseencuentratodo.

—Todo,exceptoeso,amigo—terminóelmayorconacentosentencioso.

Raskolnikofse levantóypasóa lahabitacióncontigua,aquellaendondehabía estado el arca, la cama y la cómoda. Sin muebles le parecióridículamentepequeña.Elpapeldelasparedeseraelmismo.Enunrincónseveíaellugarocupadoanteriormenteporlasimágenessantas.Despuésdeecharunaojeadapor toda lapieza, volvió a laventana.Elobrerodemás edad sequedómirándole.

—¿Quédeseausted?—lepreguntódepronto.

Envezdecontestarle,Raskolnikofselevantó,pasóalvestíbuloyempezóatirardelcordóndelacampanilla.Eralamisma;lareconocióporsusonidodehojalata.Tiródelcordónotravez,yotra,aguzóeloídomientrastratabaderecordar. La atroz impresión recibida el día del crimen volvió a él conintensidadcreciente.Seestremecíacadavezquetirabadelcordón,yhallabaenellounplacercuyaviolenciaibaenaumento.

—Pero¿quéquiereusted?¿Yquiénes?—lepreguntóelempapeladordemásedad,yendohaciaél.

Raskolnikofvolvióalahabitación.

—Quiero alquilar este departamento—repuso—, y es natural que deseeverlo.

—Denochenosemiran lospisos.Además,hadesubiracompañadodelportero.

—Veoquehanlavadoelsuelo.¿Vanapintarlo?¿Quedaalgunamanchadesangre?

—¿Dequésangre?

—Aquímataronalaviejayasuhermana.Allíhabíauncharcodesangre.

—Pero¿quiénesusted?—exclamó,yainquieto,elempapelador.

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—¿Yo?

—Sí.

—¿Quieressaberlo?Venconmigoalacomisaría.Allílodiré.

Losdostrabajadoressemiraronconexpresióninterrogante.

—Yaeshoradequenosvayamos—dijoelmayor—.Inclusonoshemosretrasado.Vámonos,Aliochka.Tenemosquecerrar.

—Entonces,vamos—dijoRaskolnikofconungestodeindiferencia.

Fueelprimeroensalir.Despuésempezóabajarlentamentelaescalera.

—¡Hola,portero!—exclamócuandollegóalaentrada.

Enlapuertahabíavariaspersonasmirandoalagentequepasaba:losdosporteros,unamujer,unburguésenbatayotrosindividuos.Raskolnikofsefuederechoaellos.

—¿Quédesea?—lepreguntóunodelosporteros.

—¿Hasestadoenlacomisaría?

—Deallívengo.¿Quédeseausted?

—¿Estántodavíalosempleados?

—Sí.

—¿Estáelayudantedelcomisario?

—Haceunmomentoestaba.Pero¿quédesea?

Raskolnikofnocontestó;quedópensativo.

—Havenidoaverelpiso—dijoelempapeladordemásedad.

—¿Quépiso?

—Elquenosotrosestamosempapelando.Hadichoqueporquéhanlavadolasangre,queallísehacometidouncrimenyqueélhavenidoparaalquilaruna habitación. Casi rompe el cordón de la campanilla a fuerza de tirones.Despuéshadicho:«Vamosalacomisaría;allí locontarétodo.»Yhabajadoconnosotros.

ElporteromiróatentamenteaRaskolnikof.Ensusojoshabíaunamezcladecuriosidadyrecelo.

—Bueno,pero¿quiénesusted?

—SoyRodionRomanovitchRaskolnikof,exestudiante,yvivoenlacallevecina,edificioSchill,departamentocatorce.Preguntaalportero:meconoce.

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Raskolnikof hablaba con indiferencia y estaba pensativo. Mirabaobstinadamente la oscura calle, y ni una sola vez dirigió la vista a suinterlocutor.

—Diga:¿paraquéhasubidoalpiso?

—Queríaverlo.

—Perosienélnohaynadaquever…

—Lo más prudente sería llevarlo a la comisaría —dijo de pronto elburgués.

Raskolnikoflemiróporencimadelhombro,loobservóatentamenteydijo,sinperderlacalmanisalirdesuindiferencia:

—Vamos.

—Sí,hayquellevarlo—insistióelburguésconvehemencia—.¿Aquéhaidoalláarriba?Nocabedudadequetienealgúnpesoenlaconciencia.

—Alomejordiceesascosasporqueestábebido—dijoelempapeladorenvozbaja.

—Pero¿quéquiereusted?—exclamódenuevoelportero,queempezabaaenfadarsedeverdad—.¿Conquéderechovieneustedamolestarnos?

—¿Esquetienesmiedodeiralacomisaría?—lepreguntóRaskolnikofensondeburla.

—Esunvagabundo—opinólamujer.

—¿Para qué discutir? —dijo el otro portero, un corpulento mujik quellevabalablusadesabrochadayunmanojodellavespendientedelacintura—.¡Hala,fueradeaquí…!Desdeluego,esunvagabundo…¿Hasoído?¡Largo!

YcogiendoaRaskolnikofporunhombro,loechóalacalle.

Raskolnikofsetambaleó,peronollegóacaer.Cuandohuborecobradoelequilibrio,losmiróatodosensilencioycontinuósucamino.

—Esunbribón—dijoelempapelador.

—Hoycualquierasepuedeconvertirenunbribón—dijolamujer.

—Aunque no sea nada más que un granuja, debimos llevarlo a lacomisaría.

—Lomejoresnomezclarseenestascosas—opinóelcorpulentomujik—.Desdeluego,esungranuja.Estostiposleenredanaunodemodoqueluegonosabecómosalir.

«¿Voyonovoy?»,sepreguntóRaskolnikofdeteniéndoseenmediodeuna

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callejuelaymirandoaunladoyaotro,comosiesperaseunconsejo.

Pero ninguna voz turbó el profundo silencio que le rodeaba. La ciudadparecía tanmuertacomo laspiedrasquepisaba,peromuertasolamenteparaél,solamenteparaél…

De súbito, distinguió a lo lejos, a unos doscientos metrosaproximadamente,alfinaldeunacalle,ungrupodegentequevociferaba.Enmediodelamultitudhabíauncochedelquepartíaunaluzmortecina.

«¿Quéserá?»

Dobló a la derechay se dirigió al grupo.Se aferraba almenor incidentequepudiera retrasar la ejecuciónde su propósito, y, al darse cuenta de ello,sonrió. Su decisión era irrevocable: transcurridos unos momentos, todoaquellohabríaterminadoparaél.

CAPÍTULO7

Enmediodelacallehabíaunaelegantecalesaconuntroncodedosvivoscaballos grises de pura sangre. El carruaje estaba vacío. Incluso el cocherohabía dejado el pescante y estaba en pie junto al coche, sujetando a loscaballosporelfreno.Unanutridamultitudseapiñabaalrededordelvehículo,contenidaporagentesdelapolicía.Unodeéstosteníaenlamanounalinternaencendidaydirigíalaluzhaciaabajoparailuminaralgoquehabíaenelsuelo,antelasruedas.Todoshablabanalavez.Seoíansuspirosyfuertesvoces.Elcochero,aturdido,nocesabaderepetir:

—¡Quédesgracia,Señor,quédesgracia!

Raskolnikof se abrió paso entre la gente, y entonces pudo ver lo queprovocaba tanto alboroto y curiosidad. En la calzada yacía un hombreensangrentadoysinconocimiento.Acababadeserarrolladoporloscaballos.Aunqueibamiserablementevestido,llevabaropasdeburgués.Lasangrefluíadesucabezaydesurostro,queestabahinchadoyllenodemoradosyheridas.Evidentemente,elaccidenteeragrave.

—¡Señor!—selamentabaelcochero—.¡BiensabeDiosquenohepodidoevitarlo!Sihubieseidodemasiadodeprisa…,sinohubiesegritado…Peroibapocoapoco, aunamarcha regular: todoelmundo lohavisto.Yesqueunhombre borracho no ve nada: esto lo sabemos todos.Lo veo cruzar la callevacilando. Parece que va a caer. Le grito una vez, dos veces, tres veces.Después retengo los caballos, y él viene a caer precisamente bajo lasherraduras. ¿Lo ha hecho expresamente o estaba borracho de verdad? Los

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caballossonjóvenes,espantadizos,yhanechadoacorrer.Élhaempezadoagritar, y ellos se han lanzado a una carrera aún más desenfrenada. Así haocurridoladesgracia.

—Esverdadqueelcocherohagritadomásdeunavezymuyfuerte—dijounavoz.

—Tresvecesexactamente—dijootro—.Todoelmundolehaoído.

Por otra parte, el cochero no parecía muy preocupado por lasconsecuenciasdelaccidente.Elelegantecochepertenecíasindudaaunseñorimportante y rico que debía de estar esperándolo en alguna parte. Estacircunstanciahabíaprovocadolasolicituddelosagentes.Eraprecisoconduciralheridoalhospital,peronadiesabíasunombre.

Raskolnikofconsiguiósituarseenprimertérmino.Seinclinóhaciadelanteysurostroseiluminósúbitamente:habíareconocidoalavíctima.

—¡Yoloconozco!¡Yoloconozco!—exclamó,abriéndosepasoacodazosentrelosqueestabandelantedeél—.Esunantiguofuncionario:elconsejerotitular Marmeladof. Vive cerca de aquí, en el edificio Kozel. ¡Llamen enseguidaaunmédico!Yolopago.¡Miren!

Sacódinerodelbolsilloylomostróaunagente.Erapresadeunaagitaciónextraordinaria.

Los agentes se alegraron de conocer la identidad de la víctima.Raskolnikofdio sunombrey sudireccióne insistió convehemencia enquetransportaran al herido a sudomicilio.Nohabríamostradomás interés si elatropelladohubierasidosupadre.

—EledificioKozel—dijo—estáaquímismo,trescasasmásabajo.Kozelesunacaudaladoalemán.Sindudaestababebidoytratabadellegarasucasa.Esunalcohólico…Tienefamilia:mujer,hijos…Llevarloalhospitalseríaunacomplicación.EneledificioKozeldebedehaberalgúnmédico.¡Yolopagaré!¡Yo lopagaré!Ensucasa lecuidarán.Si le llevanalhospital,moriráporelcamino.

Incluso deslizó con disimulo unas monedas en la mano de uno de losagentes.Porotraparte, loqueélpedíaeramuyexplicableycompletamentelegal. Había que proceder rápidamente. Se levantó al herido y almascaritativas se ofrecieron para transportarlo. El edificio Kozel estaba a unostreinta pasos del lugar donde se había producido el accidente. Raskolnikofcerrabalamarchaeindicabaelcamino,mientrassosteníalacabezadelheridocongrandesprecauciones.

—¡Poraquí!¡Poraquí!Hayquellevarmuchocuidadocuandosubamoslaescalera.Hemosdeprocurarquesucabezasemantengasiemprealta.Virenun

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poco…¡Esoes…!¡Yopagaré…!Nosoyuningrato…

Enesosmomentos,CatalinaIvanovnaseentregabaasucostumbre,comosiempre que disponía de un momento libre, de ir y venir por su reducidahabitación, con los brazos cruzados sobre el pecho, tosiendo y hablando envozalta.

Desde hacía algún tiempo, le gustaba cada vez más hablar con su hijamayor,Polenka,niñadediezañosque,aunqueincapazdecomprendermuchascosas, se daba perfecta cuenta de que su madre tenía gran necesidad deexpansionarse. Por eso fijaba en ella sus grandes e inteligentes ojos y seesforzabaporaparentarquetodolocomprendía.Enaquelmomento,laniñasededicaba a desnudar a su hermanito, que había estadomalucho todo el día,paraacostarlo.Elniñoestabasentadoenunasilla,muyserio,esperandoquelequitaran lacamisapara lavarladurante lanoche.Silenciosoe inmóvil,habíajuntado y estirado sus piernecitas y, con los pies levantados, exhibiendo lostalones, escuchaba lo que decían su madre y su hermana. Tenía los labiosproyectados hacia fuera y los ojos muy abiertos. Su gesto de atención einmovilidaderaelpropiodeunniñobuenocuandoseleestádesnudandoparaacostarlo.Unaniñamenorqueél,vestidaconauténticosandrajos,esperabasuturnodepiejuntoalbiombo.Lapuertaquedabaalaescaleraestabaabiertaparadejar salir elhumode tabacoque llegabade lashabitacionesvecinasyqueacadamomentoprovocabaenlapobretísicalargosypenososaccesosdetos. Catalina Ivanovna parecía haber adelgazado sólo en unos días, y lassiniestrasmanchasrojasdesusmejillasparecíanarderconunfuegomásvivo.

—Talveznomecreas,Polenka—decíamientrasmedíaconsuspasos lahabitación—,peronopuedesimaginartelaatmósferadelujoymagnificenciaque había en casa demis padres y hasta qué extremo este borrachome hahundido en lamiseria. También a vosotros os perderá.Mi padre tenía en elserviciocivilungradoquecorrespondíaaldecoronel.Erayacasigobernador;sólo tenía que dar un paso para llegar a serlo, y todo el mundo le decía:«Nosotrosleconsideramosyacomonuestrogobernador,IvánMikhailovitch.»Cuando…—empezóatoser—.¡Malditasea!—exclamódespuésdeescupiryllevándosealpecholascrispadasmanos—.Puescuando…Bueno,enelúltimobaile ofrecido por el mariscal de la nobleza, la princesa Bezemelny, alverme…(ellafuelaquemebendijomástarde,enmimatrimoniocontupapá,Polia),puesbien,laprincesapreguntó:«¿NoesésalaencantadoramuchachaquebailóladanzadelchalenlafiestadeclausuradelInstituto…?»Hayquecoseresta tela,Polenka.Miraquéboquete.Debistecoger laagujayzurcirlocomoyo teheenseñado,puessi sedejaparamañana…—denuevo tosió—,mañana…—volvióatoser—,¡mañanaelagujeroserámayor!—gritó,apuntode ahogarse—. El paje, el príncipe Chtchegolskoi, acababa de llegar dePetersburgo…Habíabailadolamazurcaconmigoyestabadispuestoapedirmi

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mano al día siguiente. Pero yo, después de darle las gracias en términosexpresivos,ledijequemicorazónpertenecíadesdehacíatiempoaotro.Esteotroeratupadre,Polia.Elmíoestabafurioso…¿Yaestá?Dameesacamisa.¿Y las medias…? Lida —dijo dirigiéndose a la niña más pequeña—, estanochedormirássincamisa…Ponconella lasmedias: lo lavaremos todoa lavez… ¡Yesedesharrapado, ese borracho, sin llegar!Su camisa está sucia ydestrozada…Preferiría lavarlo todo junto, para no fatigarme dos nochesseguidas…¡Señor!¿Mástodavía?—exclamó,volviendoatoseryviendoqueel vestíbulo estaba lleno de gente y que varias personas entraban en lahabitación, transportandounaespeciede fardo—.¿Quéeseso,Señor?¿Quétraenahí?

—¿Dónde lo ponemos?—preguntó el agente, dirigiendo una mirada entornode él, cuando introdujeron en la pieza aMarmeladof, ensangrentado einanimado.

—Eneldiván;ponedloeneldiván—dijoRaskolnikof—.Aquí.Lacabezaaestelado.

—¡Él ha tenido la culpa! ¡Estaba borracho! —gritó una voz entre lamultitud.

Catalina Ivanovna estaba pálida como una muerta y respiraba condificultad. La diminuta Lidotchka lanzó un grito, se arrojó en brazos dePolenkayseapretócontraellaconuntemblorconvulsivo.

Después de haber acostado a Marmeladof, Raskolnikof corrió haciaCatalinaIvanovna.

—¡PorelamordeDios,cálmese!—dijoconvehemencia—.¡Noseasuste!Atravesaba la calle y un coche le ha atropellado. No se inquiete; prontovolveráensí.Lohantraídoaquíporquelohedichoyo.Yoestuveyaunavezenestacasa,¿recuerda?¡Volveráensí!¡Yolopagarétodo!

—¡Esto tenía que pasar! —exclamó Catalina Ivanovna, desesperada yabalanzándosesobresumarido.

Raskolnikof sediocuentaen seguidadequeaquellamujernoerade lasquesedesmayanporcualquiercosa.Enunabrirycerrardeojosaparecióunaalmohada debajo de la cabeza de la víctima, detalle en el que nadie habíapensado.CatalinaIvanovnaempezóaquitarropaasumaridoyaexaminarlasheridas.Susmanossemovíanpresurosas,peroconservaba laserenidadysehabíaolvidadodesímisma.Semordía los trémulos labiosparacontener losgritosquepugnabanporsalirdesuboca.

Entre tanto, Raskolnikof envió en busca de unmédico. Le habían dichoquevivíaunoenlacasadeallado.

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—He enviado a buscar unmédico—dijo a Catalina Ivanovna—.No seinquieteusted;yolopago.¿Notieneagua?Demetambiénunaservilleta,unatoalla, cualquier cosa, pero pronto. Nosotros no podemos juzgar hasta quéextremosongraveslasheridas…Estáherido,peronomuerto;seloaseguro…Yaveremosquédiceeldoctor.

CatalinaIvanovnacorrióhacialaventana.Allíhabíaunasilladesvencijaday,sobreella,unacubetadebarrollenadeagua.Lahabíapreparadoparalavarporlanochelaropainteriordesumaridoydesushijos.EstetrabajonocturnolohacíaCatalinaIvanovnadosvecesporsemanacuandomenos,einclusoconmás frecuencia, pues la familia había llegado a tal grado de miseria, queningunodesusmiembrosteníamásdeunamuda.YesqueCatalinaIvanovnanopodíasufrirlasuciedady,antesqueverlaensucasa,preferíatrabajarhastamásalládellímitedesusfuerzas.Lavabamientrastodoelmundodormía.Asípodía tender la ropa y entregarla seca y limpia a la mañana siguiente a suesposoyasushijos.

LevantólacubetaparallevárselaaRaskolnikof,perolasfuerzaslefallarony poco faltó para que cayera. Entre tanto, Raskolnikof había encontrado untrapoy,despuésdesumergirloenelaguadelacubeta,lavólaensangrentadacara de Marmeladof. Catalina Ivanovna permanecía de pie a su lado,respirandocondificultad.Seoprimíaelpechoconlascrispadasmanos.

También ella tenía gran necesidad de cuidarse. Raskolnikof empezaba adecirsequetalvezhabíasidounerrorllevaralheridoasucasa.

—Polia—exclamóCatalinaIvanovna—,correacasadeSoniaydilequeasupadrelehaatropelladouncocheyquevengaenseguida.Sinoestuvieseencasa,dejaselrecadoa losKapernaumofparaquese lodentanprontocomollegue.Anda,ve.Toma;ponteestepañueloenlacabeza.

Entre tanto, lahabitación sehabía ido llenandodecuriososde talmodo,queya no cabía en ella ni un alfiler.Los agentes se habíanmarchado.Sólohabíaquedadounoquetratabadehacerretrocederalpúblicohastaelrellanodelaescalera.Pero,almismotiempo,losinquilinosdelaseñoraLipevechselhabían dejado sus habitaciones para aglomerarse en el umbral de la puertainteriory,alfin,irrumpieronenmasaenlahabitacióndelherido.

CatalinaIvanovnaseenfureció.

—¿Esquenisiquierapodéisdejarmorirenpazaunapersona?—gritóalamuchedumbredecuriosos—.Estoesparavosotrosunespectáculo,¿verdad?¡Yvenísconelcigarrilloenlaboca!—exclamómientrasempezabaatoser—.Sólo os falta haber venido con el sombrero puesto… ¡Allí veo uno que lolleva!¡Respetadlamuerte!¡Eslomenosquepodéishacer!

La tosahogósuspalabras,pero loqueyahabíadichoprodujosuefecto.

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Porlovisto,loshabitantesdelacasalatemían.Losvecinossemarcharonunotrasotroconeseextrañosentimientodeíntimasatisfacciónquenisiquieraelhombremáscompasivopuedemenosdeexperimentaranteladesgraciaajena,inclusocuandolavíctimaesunamigoestimado.

Unavezhabíansalidotodos,seoyódeciraunodeellos,traslapuertayacerrada,queparaestoscasosestabanloshospitalesyquenohabíaderechoaturbarlatranquilidaddeunacasa.

—¡Pretenderquenohayderechoamorir!—exclamóCatalinaIvanovna.

Y corrió hacia la puerta con ánimo de fulminar con su cólera a susconvecinos.Peroenelumbralsediodemanosabocaconladueñadelacasaenpersona,laseñoraLipevechsel,queacababadeenterarsedeladesgraciayacudía para restablecer el orden en el departamento. Esta señora era unaalemanaquesiempreandabaconenredosychismes.

—¡Ah,Señor!¡Diosmío!—exclamógolpeandosusmanosunacontraotra—.Sumaridoborracho.Atropellamientoporcaballo.Alhospital,alhospital.Lodigoyo,lapropietaria.

—¡Óigame, Amalia Ludwigovna! Debe usted pensar las cosas antes dedecirlas—comenzóCatalinaIvanovnaconaltivez(lehablabasiempreenestetono, con objeto de que aquella mujer no olvidara en ningún momento suelevadacondición,ynisiquieraahorapudoprivarsedesemejanteplacer)—.Sí,AmaliaLudwigovna…

—YalehedichomásdeunavezquenomellamoAmaliaLudwigovna.YosoyAmalIván.

—UstednoesAmalIván,sinoAmaliaLudwigovna,ycomoyonoformopartedesucortedevilesaduladores, talescomoelseñorLebeziatnikof,queenestemomento se está riendodetrásde lapuerta—seoyó, enefecto,unarisitasocarronadetrásdelapuertayunavozquedecía:«Sevanaagarrardelasgreñas»—,laseguiréllamandoAmaliaLudwigovna.Porotraparte,adecirverdad,noséporquérazónlemolestaqueledenestenombre.YaveustedloquelehasucedidoaSimónZaharevitch.Estámuriéndose.Leruegoquecierreesapuertaynodejeentraranadie.Quelepermitantansólomorirenpaz.Delo contrario, yo le aseguro quemañanamismo el gobernador general estaráinformadodesuconducta.Elpríncipemeconocedesdecasimiinfanciayseacuerda perfectamente de Simón Zaharevitch, al que ha hecho muchosfavores. Todo el mundo sabe que Simón Zaharevitch ha tenido numerososamigosyprotectores.Élmismo,conscientedesudebilidadycediendoaunsentimientodenobleorgullo, sehaapartadodesusamistades.Sinembargo,hemosencontradoapoyoenestemagnánimojoven—señalabaaRaskolnikof—, que posee fortuna y excelentes relaciones y al que Simón Zaharevitch

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conocíadesdesuinfancia.Yleaseguroausted,AmaliaLudwigovna…

Todoestofuedichoconprecipitacióncreciente,perounaccesodetospusode pronto fin a la elocuencia de Catalina Ivanovna. En este momento, elmoribundorecobróelconocimientoylanzóungemido.Suesposacorrióhaciaél.Marmeladofhabíaabierto losojosymirabaconexpresión inconscienteaRaskolnikof,queestabainclinadosobreél.Surespiracióneralentaypenosa;lasangreteñíalascomisurasdesuslabios,ysufrenteestabacubiertadesudor.No reconoció al joven; sus ojos empezaron a errar febrilmente por toda laestancia.CatalinaIvanovnaledirigióunamiradatristeysevera,ylaslágrimasfluyerondesusojos.

—¡Señor, tiene el pecho hundido! ¡Cuánta sangre! ¡Cuánta sangre! —exclamóenuntonodedesesperación—.Hayquequitarlelasropas.Vuélveteunpoco,SimónZaharevitch,siteesposible.

Marmeladoflareconoció.

—Unsacerdote—pidióconvozronca.

Catalina Ivanovna se fuehacia laventana, apoyó la frenteenel cristalyexclamó,desesperada:

—¡Ah,vidatresvecesmaldita!

—Unsacerdote—repitióelmoribundo,trasunabrevepausa.

—¡Silencio!—ledijoCatalinaIvanovna.

Él, obediente, se calló. Sus ojos buscaron a sumujer con una expresióntímidayansiosa.Ellahabíavueltojuntoaélyestabaasucabecera.Elheridose calmó, pero sólo momentáneamente. Pronto sus ojos se fijaron en lapequeñaLidotchka,supreferida,quetemblabaconvulsivamenteenunrincónylemirabasinpestañear,conunaexpresióndeasombroensusgrandesojos.

Marmeladof emitió unos sonidos imperceptibles mientras señalaba a laniña,visiblementeinquieto.Eraevidentequequeríadeciralgo.

—¿Quéquieres?—lepreguntóCatalinaIvanovna.

—Vadescalza, va descalza—murmuró el herido, fijando sumirada casiinconscienteenlosdesnudospiececitosdelaniña.

—¡Calla! —gritó Catalina Ivanovna, irritada—. Bien sabes por qué vadescalza.

—¡Bendito sea Dios! ¡Aquí está el médico! —exclamó Raskolnikofalegremente.

Entró el doctor, unviejecito alemán, pulcramente vestido, quedirigió entornodeélunamiradadedesconfianza.Seacercóalherido,letomóelpulso,

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examinóatentamentesucabezaydespués,conayudadeCatalinaIvanovna,ledesabrochólacamisa,empapadaensangre.Aldescubrirsupecho,pudoverseque estaba todo magullado y lleno de heridas. A la derecha tenía variascostillas rotas; a la izquierda, en el lugar del corazón, se veía una extensamancha de color amarillo negruzco y aspecto horrible. Esta mancha era lahuella de una violenta patada del caballo. El semblante del médico seensombreció. El agente de policía le había explicado ya que aquel hombrehabía quedado prendido a la rueda de un coche y que el vehículo le habíallevadoarastrasunostreintapasos.

—Es inexplicable—dijo elmédico en voz baja aRaskolnikof—que nohayaquedadomuertoenelacto.

—Endefinitiva,¿cuálessuopinión?

—Morirádentrodeunosinstantes.

—Entonces,¿nohayesperanza?

—Nilamásmínima…Estáapuntodelanzarsuúltimosuspiro…Tieneenla cabeza una herida gravísima…Se podría intentar una sangría, pero, ¿paraqué,sinohadeservirdenada?Dentrodecincooseisminutoscomomáximo,habrámuerto.

—Leruegoquepruebeasangrarlo.

—Lo haré, pero ya le he dicho que no producirá ningún efecto,absolutamenteninguno.

En esto se oyó un nuevo ruido de pasos. La multitud que llenaba elvestíbuloseapartóyaparecióunsacerdotedecabellosblancos.Veníaadarlaextremaunciónalmoribundo.Leseguíaunagentede lapolicía.Eldoctor lecediósupuesto,despuésdehabercambiadoconélunamiradasignificativa.Raskolnikof rogó almédico que no semarchara todavía. El doctor accedió,encogiéndosedehombros.

Se apartaron todos del herido.La confesión fue breve.Elmoribundo nopodía comprender nada. Lo único que podía hacer era emitir confusos einarticuladossonidos.

Catalina Ivanovna se llevó aLidotchka y al niño a un rincón—el de laestufa—y allí se arrodilló con ellos. La niña no hacíamás que temblar. Elpequeñuelo, descansando con la mayor tranquilidad sobre sus desnudasrodillitas, levantaba su diminuta mano y hacía grandes signos de la cruz yprofundasreverencias.CatalinaIvanovnasemordía los labiosycontenía laslágrimas. Ella también rezaba y entre tanto, arreglaba de vez en cuando lacamisa de su hijito. Luego echó sobre los desnudos hombros de la niña unpañueloquesacódelacómodasinmoversededondeestaba.

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Loscuriososhabíanabiertodenuevo laspuertasdecomunicación.Enelvestíbulo se hacinabaunamultitud cadavezmás compacta de espectadores.Todosloshabitantesdelacasaestabanallíreunidos,peroningunopasabadelumbral.Laescenanorecibíamásluzqueladeuncabodevela.

Enestemomento,Polenka,laniñaquehabíaidoenbuscadesuhermana,seabriópasoentrelamultitud.Entróenlahabitación,jadeandoacausadesucarrera, se quitó el pañuelo de la cabeza, buscó a sumadre con la vista, seacercóaellayledijo:

—Yaviene.Laheencontradoenlacalle.

Sumadrelahizoarrodillarasulado.

Enesto, unamuchacha sedeslizó tímidamentey sin ruidoa travésde lamuchedumbre. Su aparición en la estancia, entre lamiseria, los harapos, lamuerte y la desesperación, ofreció un extraño contraste. Iba vestidapobremente,peroensubaratavestimentahabíaesealgodeeleganciachillonapropiodeciertaclasedemujeresyquerevelaaprimeravistasucondición.

Soniasedetuvoenelumbraly,conlosojosdesorbitados,empezóapasearsumiradaporlahabitación.Susemblanteteníalaexpresióndelapersonaquenosedacuentadenada.Nopensabaenquesuvestidodeseda,procedentedeunacasadecompraventa,estabafueradelugarenaquellahabitación,consucola desmesurada, su enormemiriñaque, que ocupaba toda la anchura de lapuerta,ysusllamativoscolores.Nopensabaensusbotines,deuntonoclaro,niensusombrilla,quehabíacogidoapesardequeenlaoscuridaddelanochenoteníautilidadalguna,niensuridículosombrerodepaja,adornadoconunaplumadeunrojovivo.Bajoestesombrero,ladinamenteinclinado,sepercibíauna carita pálida, enfermiza, asustada, con la boca entreabierta y los ojosinmovilizadosporelterror.

Soniateníadieciochoaños.Eramenuda,delgada,rubiaymuybonita;susazules ojos eran maravillosos. Miraba fijamente el lecho del herido y alsacerdote, sin alientos, como su hermanita, a causa de la carrera. Al finalgunas palabras murmuradas por los curiosos debieron de sacarla de suestupor.Entoncesbajólosojos,cruzóelumbralysedetuvocercadelapuerta.

Elmoribundoacababade recibir la extremaunción.Catalina Ivanovna seacercó al lecho de su esposo. El sacerdote se apartó y antes de retirarse secreyóeneldeberdedirigirunaspalabrasdeconsueloaCatalinaIvanovna.

—¿Qué será de estas criaturas? —le interrumpió ella, con un gesto dedesesperación,mostrándoleasushijos.

—Diosesmisericordioso.ConfíeustedenlaayudadelAltísimo.

—¡Sí,sí!Misericordioso,peronoparanosotros.

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—Es un pecado hablar así, señora, un gran pecado —dijo el popesacudiendolacabeza.

—¿Y esto no es un pecado?—exclamóCatalina Ivanovna, señalando alagonizante.

—Acaso los que involuntariamente han causado su muerte ofrezcan austed una indemnización, para reparar, cuando menos, los perjuiciosmaterialesquelehanocasionadoalprivarladesusostén.

—¡Nomecomprendeusted!—exclamóCatalinaIvanovnaconunamezclade irritación y desaliento—. ¿Por quéme han de indemnizar?Ha sido él elque, en su inconsciencia de borracho, se ha arrojado bajo las patas de loscaballos.Porotraparte,¿dequésosténhablausted?Élnoeraunsosténparanosotros, sino una tortura. Se lo bebía todo. Se llevaba el dinero de la casaparamalgastarloenlataberna.Sebebíanuestrasangre.Sumuertehasidoparanosotrosunaventura,unaeconomía.

—Hay que perdonar al que muere. Esos sentimientos son un pecado,señora,ungranpecado.

Mientrashablabaconelpope,CatalinaIvanovnanocesabadeatenderasumarido. Le enjugaba el sudor y la sangre que manaban de su cabeza, learreglabalasalmohadas,ledabadebeber,todoellosindirigirniunamiradaasuinterlocutor.Laúltimafrasedelsacerdotelallenódeira.

—Padre,esosonpalabrasynadamásquepalabras…¡Perdonar…!Sinolehubiesen atropellado, esta noche habría vuelto borracho, llevando sobre sucuerpolaúnicacamisaquetiene,esacamisaviejaysucia,ysehabríaechadoen la cama bonitamente para roncar, mientras yo habría tenido que estartrajinando toda la noche. Habría tenido que lavar sus harapos y los de losniños;después,ponerlosasecarenlaventana,y,finalmente,apenasapuntaraeldía,loshabríatenidoqueremendar.¡Asíhabríapasadoyolanoche!No,noquierooírhablardeperdón…Además,yaleheperdonado.

Unviolentoataquedetosleimpidiócontinuar.Escupióensupañueloyselomostróalsacerdoteconunamanomientrasconlaotraseapretabaelpechoconvulsivamente.Elpañueloestabamanchadodesangre.

Elsacerdotebajólacabezaynadadijo.

Marmeladofagonizaba.NoapartabalosojosdeCatalinaIvanovna,quesehabía inclinado nuevamente sobre él. El moribundo quería decir algo a suesposaymovíalalengua,perodesubocanosalíansinosonidosinarticulados.Catalina Ivanovna, comprendiendo que quería pedirle perdón, le gritó conacentoimperioso:

—¡Calla!Nohacefaltaquedigasnada.Yaséloquequieresdecirme.

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Elagonizanterenuncióahablar,peroenestemomentosuerrantemiradasedirigióalapuertaydescubrióaSonia.Marmeladofnohabíaadvertidoaúnsupresencia,pueslajovenestabaarrodilladaenunrincónoscuro.

—¿Quién es? ¿Quién es?—preguntó ansiosamente, con voz ahogada yronca,indicandoconlosojos,queexpresabanunaespeciedehorror,lapuertadondesehallabasuhija.Almismotiempointentóincorporarse.

—¡Quieto!¡Quieto!—exclamóCatalinaIvanovna.

Pero él, con un esfuerzo sobrehumano, consiguió incorporarse ypermanecerunosmomentosapoyadosobresusmanos.Entoncesobservóasuhija con amarga expresión, fijos y muy abiertos los ojos. Parecía noreconocerla. Jamás la había visto vestida de aquelmodo.Allí estaba Sonia,insignificante, desesperada, avergonzada bajo sus oropeles, esperandohumildementequelellegarael turnodedeciradiósasupadre.Desúbito,elrostrodeMarmeladofexpresóundolorinfinito.

—¡Sonia,hijamía,perdóname!—exclamó.

Yalintentartendersusbrazoshaciaella,perdiósupuntodeapoyoycayópesadamente del diván, quedando con la faz contra el suelo. Todos seapresuraronarecogerloyadepositarlonuevamenteeneldiván.Peroaquelloera ya el fin. Sonia lanzó un débil grito, abrazó a su padre y quedó comopetrificada,conelcuerpoinanimadoentresusbrazos.AsímurióMarmeladof.

—¡Teníaquesuceder!—exclamóCatalinaIvanovnamirandoalcadáverdesumarido—.¿Quéharéahora?¿Cómoteenterraré?¿Ycómodarédecomermañanaamishijos?

Raskolnikofseacercóaella.

—CatalinaIvanovna—ledijo—,lasemanapasada,sudifuntoesposomecontólahistoriadesuvidaytodoslosdetallesdesusituación.Leaseguroquehablaba de usted con la veneraciónmás entusiasta.Desde aquella noche enquevicómolesqueríaatodosustedes,apesardesusflaquezas,y,sobretodo,cómolarespetabaylaamabaausted,CatalinaIvanovna,meconsideréamigosuyo.Permítame,pues,queahoralaayudeacumplirsusúltimosdeberesconmidifuntoamigo.Tenga…,veinticincorublos.Talvezestedineropuedaserleútil…Y yo…, en fin, ya volveré…Sí, volveré seguramentemañana…Adiós.Yanosveremos.

Salió a toda prisa de la habitación, se abrió paso vivamente entre lamultitudqueobstruíaelrellanodelaescalera,ysediodemanosabocaconNikodimFomitch, que había sido informado del accidente y había decididorealizar personalmente las diligencias de rigor. No se habían visto desde lavisita deRaskolnikof a la comisaría, peroNikodimFomitch lo reconoció al

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punto.

—¿Ustedaquí?—exclamó.

—Sí—repusoRaskolnikof—.Hanvenidounmédicoyunsacerdote.Nolehafaltadonada.Nomolestedemasiadoalapobreviuda:estáenfermadelpecho.Reconfórtelasileesposible…Ustedtienebuenossentimientos,nomecabeduda—y,aldeciresto,lemirabairónicamente.

—Vaustedmanchadodesangre—dijoNikodimFomitch,alver,alaluzdelmecherodegas,variasmanchasfrescasenelchalecodeRaskolnikof.

—Sí, la sangre ha corrido sobre mí. Todo mi cuerpo está cubierto desangre.

Dijoestoconunaireuntantoextraño.Despuéssonrió,saludóyempezóabajarlaescalera.

Ibalentamente,sinapresurarse, inconscientedelafiebrequeleabrasaba,poseídodeunaúnicaeinfinitasensacióndenuevaypotentevidaquefluíaportodosuser.Aquellasensaciónsólopodíacompararseconlaqueexperimentauncondenadoamuertequerecibedeprontoelindulto.

Al llegar a lamitad de la escalera fue alcanzado por el pope, que iba aentrar en su casa. Raskolnikof se apartó para dejarlo pasar. Cambiaron unsaludoensilencio.Cuando llegabaa losúltimosescalones,Raskolnikofoyóunospasosapresuradosasusespaldas.Alguien tratabadedarlealcance.EraPolenka.Laniñacorríatrasélylegritaba:

—¡Oiga,oiga!

Raskolnikofsevolvió.Polenkasiguióbajandoysedetuvocuandosólolaseparaba de él un escalón. Un rayo de luz mortecina llegaba del patio.Raskolnikofobservólaescuálidaperolindacaritaquelesonreíaylemirabacon alegría infantil. Era evidente que cumplía encantada la comisión que lehabíanencomendado.

—Escuche: ¿cómo se llama usted…? ¡Ah!, ¿y dónde vive?—preguntóprecipitadamente,convozentrecortada.

Élapoyósusmanosenloshombrosdelaniñaylamiróconunaexpresiónde felicidad. Ni él mismo sabía por qué se sentía tan profundamentecomplacidoalcontemplaraPolenkaasí.

—¿Quiéntehaenviado?

—MihermanaSonia—respondiólaniña,sonriendomásalegrementeaúnqueantes.

—Losabía,estabasegurodequetehabíamandadoSonia.

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—Y mamá también. Cuando mi hermana me estaba dando el recado,mamásehaacercadoymehadicho:«¡Corre,Polenka!»

—¿QuieresmuchoaSonia?

—La quiero más que a nadie—repuso la niña con gran firmeza. Y susonrisacobróciertagravedad.

—¿Yamí?¿Mequerrás?

La niña, en vez de contestarle, acercó a él su carita, contrayendo yadelantando los labios para darle un beso. De súbito, aquellos bracitosdelgados como cerillas rodearon el cuello deRaskolnikof fuertemente,muyfuertemente,yPolenka,apoyandosuinfantilcabecitaenelhombrodeljoven,rompióallorar,apretándosecadavezmáscontraél.

—¡Pobre papá! —exclamó poco después, alzando su rostro bañado enlágrimas, que secaba con sus manos—. No se ven más que desgracias —añadió inesperadamente, con ese aire especialmente grave que adoptan losniñoscuandoquierenhablarcomolaspersonasmayores.

—¿Osqueríavuestropadre?

—A la que más quería era a Lidotchka —dijo Polenka con la mismagravedadyyasinsonreír—,porqueeslamáspequeñayestásiempreenferma.Aellaletraíaregalosyanosotrasnosenseñabaaleer,ytambiénlagramáticayel catecismo—añadióconciertaarrogancia—.Mamánodecíanada,peronosotrossabíamosqueestolegustaba,ypapátambiénlosabía;yahoramamáquiere que aprenda francés, porque dice que ya tengo edad para empezar aestudiar.

—¿Ylasoraciones?¿Lassabéis?

—¡Claro!Haceyamucho tiempo.Yo,comosoyyamayor, rezobajitoysola, y Kolia y Lidotchka rezan en voz alta con mamá. Primero dicen laoración a la Virgen, después otra: «Señor, perdona a nuestro otro papá ybendícelo.» Porque nuestro primer papá se murió, y éste era el segundo, ynosotrosrezábamostambiénporelprimero.

—Poletchka,yomellamoRodion.Nómbrametambiénalgunavezentusoraciones…«YtambiénatusiervoRodion…»Bastaconesto.

—Todamividarezaréporusted—respondiócalurosamentelaniña.

Ydeprontoseechóareír,searrojósobreRaskolnikofyotravezlerodeóelcuelloconlosbrazos.

Raskolnikof le dio su nombrey su direccióny le prometió volver al díasiguiente. La niña se separó de él entusiasmada. Ya eran más de las diezcuando el joven salió de la casa. Cinco minutos después se hallaba en el

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puente,enellugardesdedondelamujersehabíaarrojadoalagua.

«¡Basta!—se dijo en tono solemne y enérgico—. ¡Atrás los espejismos,losvanosterrores, losespectros…!Lavidaestáconmigo…¿Acasonolahesentidohaceunmomento?Mividanoha terminadocon lade lavieja.QueDios la tenga en la gloria. ¡Ya era hora de que descansara!Hoy empieza elreinadodelarazón,delaluz,delavoluntad,delaenergía…Prontoseverá…»

Lanzó esta exclamación con arrogancia, como desafiando a algún poderocultoymaléfico.

«¡Ypensar que estaba dispuesto a contentarme con la plataforma rocosarodeadadeabismos!

»Estoy muy débil, pero me siento curado…Yo sabía que esto había desuceder, lo he sabido desde el momento en que he salido de casa…Apropósito: el edificio Potchinkof está a dos pasos de aquí. Iré a casa deRasumikhine. Habría ido aunque hubiese tenido que andar mucho más…Dejémosleganar laapuestaydivertirse.¿Quéimportaeso…?¡Ah!,hayquetenerfuerzas,fuerzas…Sinfuerzasnopuedeunohacernada.Yestasfuerzashayqueconseguirlasporlafuerza.Estoesloqueellosnosaben.»

Pronunció estas últimas palabras con un gesto de resolución, peroarrastrandopenosamente los pies. Su orgullo crecía pormomentos.Ungrancambioenelmododeverlascosasseestabaoperandoenelfondodesuser.Pero ¿qué había ocurrido? Sólo un suceso extraordinario había podidoproducirensualma,sinqueél loadvirtiera,semejantecambio.Eracomoelnáufragoqueseaferraalamásendebleramaflotante.Estabaconvencidodequepodíavivir,deque«suvidanohabíaterminadoconladelavieja».Eraunjuiciotalvezprematuro,peroélnosedabacuenta.

«Sinembargo—recordódepronto—,heencargadoquerecenporelsiervoRodion.Esunamedidadeprecauciónmuyatinada.»

Yseechóareírantesemejantepuerilidad.Estabadeunhumorexcelente.

Le fue fácil encontrar la habitación de Rasumikhine, pues el nuevoinquilino ya era conocido en la casa y el portero le indicó inmediatamentedóndeestabaeldepartamentodesuamigo.Aúnnohabíallegadoalamitaddelaescalerayyaoyóelbulliciodeunareuniónnumerosayanimada.Lapuertadel piso estaba abierta y a oídos de Raskolnikof llegaron fuertes voces degentequediscutía.LahabitacióndeRasumikhineeraespaciosa.Enellahabíaunasquincepersonas.Raskolnikofsedetuvoenelvestíbulo.Dossirvientesdelapatronaestabanmuyatareadosjuntoadosgrandessamovaresrodeadosdebotellas, fuentes y platos llenos de entremeses y pastelillos procedentes decasadeladueñadelpiso.RaskolnikofpreguntóporRasumikhine,queacudióal punto con gran alegría. Se veía inmediatamente que Rasumikhine había

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bebido sin tasa y, aunque de ordinario no había medio de embriagarle, eraevidentequeahoraestabaalgomareado.

—Escucha—ledijoconvehemenciaRaskolnikof—.Hevenidoadecirtequehasganadolaapuestayque,enefecto,nadiepuedepredecirloquehará.Encuantoaentrar,nomeesposible:estoytandébil,quemeparecequevoyacaerdeunmomentoaotro.Porlotanto,adiós.Venavermemañana.

—¿Sabesloquevoyahacer?Acompañarteatucasa.Cuandotúdicesqueestásdébil…

—¿Ytusinvitados…?Oye,¿quiénesesedecabellorizadoqueacabadeasomarlacabeza?

—¿Ése?¡Cualquierasabe!Talvezunamigodemitío…Oalguienquehavenido sin invitación…Dejaré a los invitados con mi tío. Es un hombreextraordinario.Esunapenaquenopuedasconocerle…Además,¡quesevayantodos al diablo! Ahora se burlan de mí. Necesito refrescarme. Has llegadooportunamente, querido. Si tardas diez minutos más, me pego con alguien,palabradehonor.¡Quécosastanabsurdasdicen!Notepuedesimaginarloquees capaz de inventar la mente humana. Pero ahora pienso que sí que te lopuedesimaginar.¿Acasonomentimosnosotros?Dejémoslosquemientan:noacabaránconlasmentiras…Esperaunmomento:voyatraerteaZosimof.

Zosimof se precipitó sobreRaskolnikof ávidamente. Su rostro expresabaunaprofundacuriosidad,peroestaexpresiónsedesvaneciómuypronto.

—Debeiraacostarseinmediatamente—dijo,despuésdehaberexaminadoasupaciente—,y tomaráusted,antesde irsea lacama,unodeestos sellosquelehepreparado.¿Lotomará?

—Comosiquiereustedquetomedos.

Elsellofueingeridoenelacto.

—Hacesbienenacompañarloacasa—dijoZosimofaRasumikhine—.Yaveremoscómovalacosamañana.Peroporhoynoestoydescontento.Observouna gran mejoría. Esto demuestra que no hay mejor maestro que laexperiencia.

—¿Sabes loquemehadichoZosimofenvozbajaahoramismo,cuandosalíamos?—murmuróRasumikhineapenasestuvieronenlacalle—.Notelodiré todo, querido: son cosas de imbéciles…PuesZosimofme ha dicho quecharlasecontigoporelcaminoytetirasedelalenguaparadespuéscontárseloaéltodo.Creequetú…quetúestásloco,oquetefaltapocoparaestarlo.¿Tehas fijado? En primer lugar, tú eres tres veces más inteligente que él; ensegundo, como no estás loco, puedes burlarte de esta idea disparatada, y,finalmente,esefardodecarneespecializadoencirugíaestáobsesionadodesde

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hace algún tiempo por las enfermedades mentales. Pero algo le ha hechocambiar radicalmente el juicio que había formado sobre ti, y es laconversaciónquehastenidoconZamiotof.

—Porlovisto,Zamiotoftelohacontadotodo.

—Todo.Yhahechobien.Estomehaaclaradomuchascosas.YaZamiotoftambién…Sí, Rodia…, el caso es…Hay que reconocer que estoy un pocochispa…, ¡pero no importa…! El caso es que…Tenían cierta sospecha,¿comprendes…?,yningunodeellosseatrevíaaexpresarla,¿comprendes…?,porque era demasiado absurda…Y cuando han detenido a ese pintor deparedes,todosehadisipadodefinitivamente.¿Porquéserántanestúpidos…?PorpocolepegoaZamiotofaqueldía…Peroquequedeestoentrenosotros,querido; no dejes ni siquiera entrever que sabes nada del incidente. Heobservado que esmuy susceptible. La cosa ocurrió en casa de Luisa…Perohoy…, hoy todo está aclarado.El principal responsable de este absurdo fueIliaPetrovitch,quenohacíamásquehablarde tudesmayoen lacomisaría.Peroahoraestáavergonzadodesusuposición,puesyoséque…

Raskolnikof escuchaba con avidez. Rasumikhine hablaba más de loprudentebajolainfluenciadelalcohol.

—Yomedesmayé—dijoRaskolnikof—porquenopude resistir el calorasfixiantequehacíaallí,nielolorapintura.

—Nohace faltabuscarexplicaciones. ¡Qué importaelolorapintura!Túllevabas enfermo todo un mes; Zosimof así lo afirma… ¡Ah! No puedesimaginartelaconfusióndeesebobodeZamiotof.«Yonovalgo—hadicho—nieldedomeñiquedeesehombre.»Esdecir,deltuyo.Yasabes,querido,queéldaavecespruebasdebuenossentimientos.LalecciónqueharecibidohoyenelPalaciodeCristalhasidoelcolmodelamaestría.Túhasempezadoporatemorizarlo, pero atemorizarlo hasta producirle escalofríos. Le has llevadocasiaadmitirdenuevoesamonstruosaestupidez,y luego,depronto, lehassacadolalengua…Hasidoperfecto.Ahorasesienteapabullado,pulverizado.Eresunmaestro,palabra,yelloshan recibido loquemerecen. ¡Qué lástimaqueyonohayaestadoallí!Ahoraélteestabaesperandoenmicasaconávidaimpaciencia.Porfiriotambiénestádeseosodeconocerte.

—¿TambiénPorfirio…?Perodime:¿porquémehancreídoloco?

—Tantocomoloco,no…Yocreo,querido,quehehabladodemasiado…Aél le llamó la atención que a ti sólo te interesara este asunto…Ahora yacomprende la razón de este interés…porque conoce las circunstancias…y elmotivo de que entonces te irritara. Y ello, unido a ese principio deenfermedad…Estoy un poco borracho, querido, pero el diablo sabe que aZosimof le ronda una idea por la cabeza…Te repito que sólo piensa en

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enfermedadesmentales…Túnodebeshacerlecaso.

Losdospermanecieronensilencioduranteunossegundos.

—Óyeme, Rasumikhine —dijo Raskolnikof—: quiero hablartefrancamente.Vengodecasadeundifunto,queerafuncionario…Hedadoalafamiliatodomidinero.Además,mehabesadounacriaturadeunmodoque,aunqueverdaderamente hubieramatadoyo a alguien…Y tambiénhevisto aotra criatura que llevaba una pluma de un rojo de fuego…Pero estoydivagando…Mesientomuydébil…Sostenme…Yallegamos.

—¿Quétepasa?¿Quétienes?—preguntóRasumikhine,inquieto.

—Lacabezasemevaunpoco,peronosetratadeesto.Esquemesientotriste, muy triste…, sí, como una damisela… ¡Mira! ¿Qué es eso? ¡Mira,mira…!

—¿Adónde?

—Pero¿noloves?¡Hayluzenmihabitación!¿Nolavesporlarendija?

Estabanenelpenúltimotramo,antelapuertadelapatrona,ydesdeallísepodíaver,enefecto,queenlahabitacióndeRaskolnikofhabíaluz.

—¡Quéraro!¿SeráNastasia?—dijoRasumikhine.

—Nuncasubeamihabitaciónaestashoras.Seguroquehaceyaunbuenratoqueestádurmiendo…Peronomeimportalomásmínimo.Adiós;buenasnoches.

—¿Cómo se te ha ocurrido que pueda dejarte? Te acompañaré hasta tuhabitación.Entraremosjuntos.

—Eso ya lo sé. Pero quiero estrecharte aquí la mano y decirte adiós.Vamos,damelamanoydigámonosadiós.

—Pero¿quédemoniostepasa,Rodia?

—Nada.Vamos.Loverásportuspropiosojos.

Empezaronasubirlosúltimosescalones,mientrasRasumikhinenopodíamenosdepensarqueZosimofteníatalvezrazón.

«Alomejor,lohetrastornadoconmicharla»,sedijo.

Ya estaban cerca de la puerta, cuando, de súbito, oyeron voces en lahabitación.

—Pero¿quépasa?—exclamóRasumikhine.

Raskolnikofcogióelpicaporteyabrió lapuertadeparenpar.Ycuandohuboabierto,sequedópetrificado.Sumadreysuhermanaestabansentadasen

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el diván. Le esperaban desde hacía hora ymedia. ¿Cómo se explicaba queRaskolnikof no hubiera pensado ni remotamente que podía encontrarse conellas, siendo así que aquel mismo día le habían anunciado dos veces suinminentellegadaaPetersburgo?

Durante lahoraymediade espera, lasdosmujeresnohabíancesadodehacerpreguntasaNastasia,queestabaaúnanteellasylashabíainformadodetodo cuanto sabía acerca de Raskolnikof. Estaban aterradas desde que lasirvienta les había dicho que el huésped había salido de casa enfermo yseguramentebajolosefectosdeldelirio.

—Señor…,¿quéserádeél?

Yllorabanlasdos.Habíansufridoloindecibledurantelalargaespera.

Un grito de alegría acogió a Raskolnikof. Las dos mujeres se arrojaronsobreél.Peroélpermanecía inmóvil,petrificado,comosi repentinamente lehubieran arrancado la vida. Un pensamiento súbito, insoportable, lo habíafulminado. Raskolnikof no podía levantar los brazos para estrecharlas entreellos.Nopodía,leeramaterialmenteimposible.

Sumadreysuhermana,encambio,nocesabandeabrazarlo,deestrujarlo,dellorar,dereír…Éldiounpaso,vacilóyrodóporelsuelo,desvanecido.

Gran alarma, gritos de horror, gemidos. Rasumikhine, que se habíaquedadoenelumbral,entrópresurosoenlahabitación,levantóalenfermoconsusatléticosbrazosy,enunabrirycerrardeojos,lodepositóeneldiván.

—¡No es nada, no es nada!—gritaba a la hermana y a lamadre—.Unsimple mareo. El médico acaba de decir que está muy mejorado y que securará por completo…Traigan un poco de agua…Miren, ya recobra elconocimiento.

Atenazó la mano de Dunetchka tan vigorosamente como si pretendieratriturárselayobligóalajovenainclinarseparacomprobarque,efectivamente,suhermanovolvíaensí.

Tanto la hermana como la madre miraban a Rasumikhine con tiernagratitud,comosituviesenantesíalamismaProvidencia.SabíanporNastasialo que había sido para Rodia, durante toda la enfermedad, aquel «avispadojoven», como Pulquería Alejandrovna Raskolnikof le llamó aquella mismanocheenunaconversacióníntimaquesostuvoconsuhijaDunia.

****

PARTE3

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CAPÍTULO1

Raskolnikof se levantó y quedó sentado en el diván. Con un leve gestoindicó a Rasumikhine que suspendiera el torrente de su elocuenciadesordenadaylasfrasesdeconsueloquedirigíaasuhermanayasumadre.Después, cogiendo a las dos mujeres de la mano, las observó en silencio,alternativamente, por espacio de dos minutos cuando menos. Esta miradainquietóprofundamentea lamadre:habíaenellaunasensibilidadtanfuerte,que resultaba dolorosa. Pero, al mismo tiempo, había en aquellos ojos unafijeza de insensatez. Pulqueria Alejandrovna se echó a llorar. AvdotiaRomanovnaestabapálidaysumanotemblabaenladeRodia.

—Volved a vuestro alojamiento…con él —dijo Raskolnikof con vozentrecortada y señalando a Rasumikhine—. Ya hablaremos mañana. ¿Hacemuchoquehabéisllegado?

—Esta tarde, Rodia —repuso Pulqueria Alejandrovna—. El tren se haretrasado.Perooye,Rodia:notedejarépornadadelmundo;pasarélanocheaquí,cercade…

—¡Nomeatormentéis!—lainterrumpióelenfermo,irritado.

—Yome quedaré con él—dijo al puntoRasumikhine—, y no te dejarésoloniunsegundo.Quesevayanaldiablomisinvitados.Nomeimportaquelessepamal.Allíestarámitíoparaatenderlos.

—¿Cómopodréagradecérselo?—empezóadecirPulqueriaAlejandrovnaestrechandolasmanosdeRasumikhine.

Perosuhijolainterrumpió:

—¡Basta,basta!Nomemartiricéis.Nopuedomás.

—Vámonos,mamá. Salgamos aunque sólo sea unmomento—murmuróDunia,asustada—.Nocabedudadequenuestrapresenciatemortifica.

—¡Quenopuedaquedarmeasuladodespuésdetresañosdeseparación!—gimióPulqueriaAlejandrovna,bañadaenlágrimas.

—Esperad un momento —dijo Raskolnikof—. Como me interrumpís,pierdoelhilodemisideas.¿HabéisvistoaLujine?

—No,Rodia;peroyasabequehemosllegado.Yanoshemosenteradodeque Piotr Petrovitch ha tenido la atención de venir a verte hoy—dijo conciertacortedadPulqueriaAlejandrovna.

—Sí,hasidomuyamable…Oye,Dunia,hedichoaesehombrequeloiba

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atirarporlaescaleraylohemandadoaldiablo.

—¡OhRodia!¿Porquéhashechoeso?Seguramentetú…Nocreerásque…—balbuceóPulqueriaAlejandrovna,aterrada.

Pero una mirada dirigida a Dunia le hizo comprender que no debíacontinuar.AvdotiaRomanovnamirabafijamenteasuhermanoyesperabasusexplicaciones.Lasdosmujeresestabanenteradasdel incidenteporNastasia,que lo había contado a su modo, y se hallaban sumidas en una amargaperplejidad.

—Dunia—dijoRaskolnikof,haciendoungranesfuerzo—,noquieroquese lleve a cabo esematrimonio.Debes rompermañanamismoconLujineyquenovuelvaahablarsedeél.

—¡Diosmío!—exclamóPulqueriaAlejandrovna.

—Piensa lo que dices, Rodia; —replicó Avdotia Romanovna, con unacóleraqueconsiguióahogarenseguida—.Sinduda,tuestadonolopermite…Estásfatigado—terminóconacentocariñoso.

—¿Creesquedeliro?No: tú tequierescasarconLujinepormí.Yyonoacepto tu sacrificio. Por lo tanto, escríbele una carta diciéndole que rompesconél.Dámelaaleermañana,yasuntoconcluido.

—Yo no puedo hacer eso —replicó la joven, ofendida—. ¿Con quéderecho…?

—Tú también pierdes la calma, Dunetchka —dijo la madre, aterrada ytratando de hacer callar a su hija—. Mañana hablaremos. Ahora lo quedebemoshaceresmarcharnos.

—No estaba en su juicio —exclamó Rasumikhine con una voz quedenunciaba su embriaguez—.De lo contrario, no se habría atrevido a hacerunacosaasí.Mañanahabrárecobradolarazón.Perohoylohaechadodeaquí.El otro, como es natural, se ha indignado…Estaba aquí discurseando yexhibiendosusabiduríaysehamarchadoconelraboentrepiernas.

—Osea¿queesverdad?—dijoDunia,afligida—.Vamos,mamá…Buenasnoches,Rodia.

—Noolvidesloquetehedicho,Dunia—dijoRaskolnikofreuniendosusúltimasfuerzas—.Yonodeliro.Esematrimonioesunavillanía.Yopuedoseruninfame,perotúnodebesserlo.Bastaconquehayauno.Pero,porinfamequeyosea,renegaríadeti.OLujineoyo…Yaospodéismarchar.

—Oestáslocooeresundéspota—gruñóRasumikhine.

Raskolnikofnolecontestó,acasoporqueyanolequedabanfuerzas.

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Se había echado en el diván y se había vuelto de cara a la pared,completamente extenuado. Avdotia Romanovna miró atentamente aRasumikhine.Susnegrosojoscentellearon,yRasumikhineseestremecióbajoaquellamirada.PulqueriaAlejandrovnaestabaperpleja.

—No puedomarcharme—murmuró a Rasumikhine, desesperada—.Mequedaréaquí,encualquierrincón.AcompañeaDunia.

—Con eso no hará sino empeorar las cosas —respondió Rasumikhine,también en voz baja y fuera de sí—. Salgamos a la escalera. Nastasia,alúmbranos.Lejuro—continuóamediavozcuandohubieronsalido—quehaestadoapuntodepegarnosaldoctoryamí.¿Comprendeusted?¡Inclusoaldoctor!Éstehacedidopornoirritarle,ysehamarchado.Yomeheidoalpisodeabajo,afindevigilarledesdeallí.Peroélhaprocedidocongranhabilidadyha logradosalir sinqueyo leviese.Ysiahoraseempeñaustedenseguirirritándole,seiráigualmente,ointentarásuicidarse.

—¡Oh!¿Quédiceusted?

—Por otra parte, Avdotia Romanovna no puede permanecer sola en esefonduchodondesehospedanustedes.Piensequeestánenunodeloslugaresmásbajosdelaciudad.EsebribóndePiotrPetrovitchpodíahaberlesbuscadounalojamientomásconveniente…¡Ah!Estoyunpocoachispado,¿sabe?Poresoempleopalabrasdemasiado…expresivas.Nohagausteddemasiadocaso.

—Iréaveralapatrona—dijoPulqueriaAlejandrovna—ylesuplicaréquenos dé aDunia y amí un rincón cualquiera para pasar la noche.No puedodejarloasí,nopuedo.

Hablaban en el rellano, ante la misma puerta de la patrona. Nastasiapermanecíaenelúltimoescalón,conunaluzenlamano.Rasumikhinedabamuestras de gran agitación. Media hora antes, cuando acompañaba aRaskolnikof, estaba muy hablador (se daba perfecta cuenta de ello), perofrescoydespejado,apesarde lomuchoquehabíabebido.Ahorasentíaunaespecie de exaltación: el vino ingeridoparecía actuar de nuevo en él, y conredobladoefecto.Habíacogidoalasdosmujeresdelamanoyleshablabaconunavehemenciayunadesenvolturaextraordinarias.Casi a cadapalabra, sinduda para mostrarse más convincente, les apretaba la mano hasta hacerlesdaño,ydevorabaaAvdotiaRomanovnaconlosojosdelmodomásimpúdico.Aveces,sinpodersoportareldolor,lasdosmujereslibrabansusdedosdelapresióndelasenormesyhuesudasmanos;peroélnosedabacuentayseguíamartirizándolas con sus apretones. Si en aquel momento ellas le hubieranpedidoquesearrojaradecabezaporlaescalera,éllohabríahechosindiscutirnivacilar.PulqueriaAlejandrovnanodejabadeadvertirqueRasumikhineeraun hombre algo extravagante y que le apretaba demasiado enérgicamente lamano,pero laactitudyelestadodesuhijo la tenían tan trastornada,queno

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queríaprestaratenciónalosextrañosmodalesdeaqueljovenquehabíasidoparaellalaProvidenciaenpersona.

Avdotia Romanovna, aun compartiendo las inquietudes de su madrerespecto a Rodia, y aunque no fuera de temperamento asustadizo, estabasorprendidaeinclusoatemorizadaalverfijarseenellalasmiradasardorosasdel amigo de su hermano, y sólo la confianza sin límites que le habíaninfundidolosrelatosdeNastasiaacercadeaqueljovenlepermitíaresistiralatentacióndehuirarrastrandoconellaasumadre.

Además, comprendía que no podían hacer tal cosa en aquellascircunstancias.Y,porotraparte,suintranquilidaddesaparecióalcabodediezminutos. Rasumikhine, fuera cual fuere el estado en que se encontrase, semanifestaba tal cual era desde el primer momento, de modo que quien lotratabasabíaenelactoaquéatenerse.

—De ningún modo deben ustedes ir a ver a la patrona —exclamóRasumikhinedirigiéndoseaPulqueriaAlejandrovna—.Loqueustedpretendeesundisparate.Pormuymadredeélqueustedsea,loexasperaríaquedándoseaquí,ysabeDioslasconsecuenciasqueesopodríatener.Escuchen;heaquíloquehepensadohacer:Nastasiasequedaráconélunmomento,mientrasyolasllevoaustedesasucasa,puesdosmujeresnopuedenatravesarsolaslascallesdePetersburgo…Enseguida,enunacarrera,volveréaquí,yuncuartodehoradespuéslesdoymipalabradehonormássagradadequeiréainformarlasdecómovalacosa,desiduerme,decómoestá,etcétera…Luego,óiganmebien,iréenunabrirycerrardeojosdelacasadeustedesalamía,dondehedejadoalgunosinvitados, todosborrachos,porcierto.EntoncescojoaZosimof,queeseldoctorqueasisteaRodiayqueahoraestáenmicasa…Peroélnoestábebido. Nunca está bebido. Lo traeré a ver a Rodia, y de aquí lo llevaréinmediatamenteacasadeustedes.Así,ustedesrecibiránnoticiasdosvecesenelespaciodeunahora:primeronoticiasmíasydespuésnoticiasdeldoctorenpersona.¡Deldoctor!¿Quémáspuedenpedir?Silacosavamal,yolesjuroquevoyabuscarlasylastraigoaquí;silacosavabien,ustedesseacuestany¡a dormir se ha dicho…!Yopasaré la noche aquí, en el vestíbulo.Él no seenterará.YharéqueZosimofsequedeadormirencasadelapatrona:asílotendremosamano…Porque,díganme: ¿aquiénnecesitamásRodia en estosmomentos:austedesoaldoctor?Nocabedudadequeeldoctoresmásútilparaél,muchomásútil…Porlotanto,vuélvanseacasa.Además,ustedesnopuedenquedarseenelpisodelapatrona.Yopuedo,peroustedesno:ellanoloquerrá,porque…porqueesunanecia.Tendría celosdeAvdotiaRomanovna,celosacausademipersona,yalosaben.Y,alomejor,tambiéntendríacelosdeusted,PulqueriaAlejandrovna.Perodesuhijanomecabelamenordudadeque los tendría.Esunamujermuy rara…Bienesverdadque tambiényosoyunestúpido…¡Peronomeimporta…!Bueno,vamos.Porquemecreen,

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¿verdad?Díganme:¿mecreenonomecreen?

—Vamos, mamá—dijo Avdotia Romanovna—. Hará lo que dice. Es elsalvadordeRodia,ysieldoctorhaprometidopasaraquílanoche,¿quémáspodemospedir?

—¡Ah!Ustedmecomprendeporqueesunángel—exclamóRasumikhineenunaexplosióndeentusiasmo—.Vámonos.Nastasia,entraenlahabitacióncon la luzyno temuevasdesu lado.Dentrodeuncuartodehoraestoydevuelta.

PulqueriaAlejandrovna,aunquenodeltodoconvencida,nohizolamenorobjeción.Rasumikhine las cogió a las dosdel brazoy se las llevó escalerasabajo.LamadredeRodianoestabamuyseguradequeeljovencumplieraloprometido. «Sin duda es listo y tiene buenos sentimientos. Pero ¿se puedeconfiarenlapalabradeunhombrequesehallaensemejanteestado?

—Yaentiendo:ustedescreenqueestoybebido—dijoeljoven,adivinandolos pensamientos de las dos mujeres y mientras daba tales zancadas por laacera,queellasaduraspenaspodíanseguirle,cosaqueélnoadvertía—.Esoesabsurdo…Quierodecirque,aunqueestéborrachoperdido,estonoimportaenabsoluto.Estoyborracho,sí,peronodebebida.Loquemehatrastornadoha sido la llegada de ustedes:me ha producido el mismo efecto que si medieran un golpe en la cabeza…Sin embargo, esto no excluye miresponsabilidad…No me hagan caso, pues soy indigno de ustedescompletamente indigno…Y tan pronto como las haya dejado en casa, meacercaréalcanalymeecharédoscubosdeaguaenlacabeza.Entoncessemepasarátodo…¡Siustedessupierancuántolasquieroalasdos!Noseenfaden,noserían…Delaúltimapersonadequiendebenustedesburlarseesdemí.Yosoyamigodeél.Teníaelpresentimientodequesucederíaloquehasucedido.El año pasado ya lo presentí…Pero no, no pude presentirlo el año pasado,porque,alverlasaustedes,hetenidolaimpresióndequemecaíandelcielo…Yonodormiréestanoche…EseZosimof temíaqueRodiaperdiera la razón.Poresoleshedichoquenodebencontrariarle.

—Pero¿quédiceusted?—exclamólamadre.

—¿De veras ha dicho eso el doctor? —preguntó Avdotia Romanovna,aterrada.

—Lohadicho,peronoesverdad.No,no loes. Incluso lehadadounossellos; yo lo he visto. Cuando se los daba, ya debían de haber llegadoustedes…Porciertoquehabríasidopreferibleque llegasenmañana…Hemoshechobienenmarcharnos…Dentrodeunahora,comoleshedicho,elmismoZosimofiráadarlesnoticias…Yélnoestarábebido,yyotampocoloestaréentonces…Pero¿sabenporquéhebebidotanto?Porqueesosmalditosmehan

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obligadoadiscutir…¡Yesoquemehabíajuradoamímismonotomarpartejamásendiscusiones…!Pero¡dicenunascosas tanabsurdas…!Heestadoapunto de pegarles. He dejado a mi tío en mi lugar para que los atienda…Aunquenolocreanustedes,sonpartidariosdelaimpersonalidad.Nohayqueser jamás unomismo.Y a esto lo consideran el colmo del progreso. Si losdisparatesquedicenfueranalmenosoriginales…Perono…

—Óigame —dijo tímidamente Pulqueria Alejandrovna. Pero con estainterrupciónnoconsiguiósinoenardecermástodavíaaRasumikhine.

—No,nosonoriginales—prosiguióel joven, levantandomásaúnlavoz—.¿Yquécreenustedes:queyolesdetestoporquedicenesosabsurdos?Puesno:me gusta que se equivoquen.En esto radica la superioridad del hombresobrelosdemásorganismos.Asíllegaunoalaverdad.Yosoyunhombre,ylosoyprecisamenteporquemeequivoco.Nadie llegaaunaverdadsinhaberseequivocadocatorceveces,ocientocatorce,yestoes,acaso,unhonorparaelgénerohumano.Peronosabemosseroriginalesnisiquieraparaequivocarnos.Un error original acaso valgamás que una verdad insignificante. La verdadsiempre se encuentra; en cambio, la vida puede enterrarse para siempre.Tenemos abundantes ejemplos de ello. ¿Qué hacemos nosotros en laactualidad?Todos,todossinexcepción,noshallamos,enloqueconciernealaciencia, la cultura, el pensamiento, la invención, el ideal, los deseos, elliberalismo,larazón,laexperienciaytodolodemás,enunaclasepreparatoriadelinstituto,ynoscontentamosconvivirconelespírituajeno…¿Tengorazónonolatengo?Díganme:¿tengorazón?

Rasumikhinedijoestoagrandesvoces,sacudiendoyapretandolasmanosdelasdosmujeres.

—¿Quéséyo,Diosmío?—exclamólapobrePulqueriaAlejandrovna.

YAvdotiaRomanovnarepusogravemente:

—Hadichoustedmuchasverdades,peroyonoestoydeacuerdoconustedentodoslospuntos.

Apenas había terminado de pronunciar estas palabras, lanzó un grito dedolorprovocadoporunapretóndemanosdemasiadoenérgico.

Rasumikhineexclamó,enelcolmodelentusiasmo:

—¡Ha reconocido usted que tengo razón! Después de esto, no puedomenos de declarar que es usted unmanantial de bondad, de buen juicio, depurezaydeperfección.Demesumano,¡démela…!Yusteddemetambiénlasuya.Quierobesarlas.Ahoramismoyderodillas.

Y se arrodilló enmedio de la acera, afortunadamente desierta a aquellahora.

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—¡Basta, por favor! ¿Qué hace usted? —exclamó, alarmada, PulqueriaAlejandrovna.

—¡Levántese,levántese!—dijoDunia,entredivertidaeinquieta.

—Pornadadelmundomelevantarésinomedanustedes lamano…Así.Estoessuficiente.Ahorayapuedolevantarme.Sigamosnuestrocamino…Yosoyunpobreidiotaindignodeustedes,unmiserableborracho.Peroinclinarseante ustedes constituye un deber para todo hombre que no sea un brutorematado.Poresomeheinclinadoyo…Bueno,aquí tienensucasa.Despuésde ver esto, uno ha de pensar que Rodion ha hecho bien en poner a PiotrPetrovitchenlacalle.¿Cómosehabráatrevidoatraerlasaunsitiosemejante?¡Es bochornoso! Ustedes no saben la gentuza que vive aquí. Sin embargo,usted es su prometida. ¿Verdadque es su prometida?Pues bien, después dehabervistoesto,yomeatrevoadecirlequesuprometidoesungranuja.

—Escuche,señorRasumikhine—comenzóadecirPulqueriaAlejandrovna—.Seolvidausted…

—Sí,sí;tieneustedrazón—seexcusóelestudiante—;meheolvidadodealgoquenodebíolvidar,yestoyverdaderamenteavergonzado.Peroustednodebeguardarmerencorporquehayahabladoasí,pueshesidofranco.Nocreaquelohedichopor…No,no;esoseríaunavileza…Yonolohedichopara…No, no me atrevo a decirlo…Cuando ese hombre vino a ver a Rodia,comprendimosmuyprontoquenoeradelosnuestros.Ynoporquesehubierahecho rizar el pelo en la peluquería, ni porque alardease de sus buenasrelaciones, sino porque es mezquino e interesado, porque es falso y avarocomoun judío. ¿Creenustedesquees inteligente?Pues se equivocan: esunnecio de pies a cabeza. ¿Acaso es ése el marido que le conviene…? ¡Diossanto!Óiganme—dijo,deteniéndosedepronto,cuandosubíanlaescalera—:enmicasatodosestánborrachos,perosonpersonasdenoblessentimientos,yapesardelosabsurdosquedecimos(puesyolosdigotambién),llegaremosundía a la verdad, porque vamos por el buen camino. En cambio, PiotrPetrovitch…,enfin,sucaminoesdiferente.Haceunmomentoheinsultadoamisamigos,perolosaprecio.Losaprecioatodos,inclusoaZamiotof.Noesque sienta por él un gran cariño, pero sí cierto afecto: es una criatura. YtambiénaprecioaesamoledeZosimof,pueseshonradoyconocesuoficio…En fin, basta de esta cuestión. El caso es que allí todo se dice y todo seperdona.¿Estoyyotambiénperdonadoaquí?¿Sí?Puesadelante…Estepasilloloconozcoyo.Heestadoaquíotrasveces.Allí,enelnúmerotres,huboundíaun escándalo. ¿Dónde se alojan ustedes? ¿En el número ocho?Pues cierrenbien lapuertaynoabrananadie…Volverédentrodeuncuartodehoraconnoticias,ydentrodemediahoraconZosimof.Bueno,mevoy.Buenasnoches.

—Dios mío, ¿adónde hemos venido a parar? —preguntó, ya en la

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habitación,PulqueriaAlejandrovnaasuhija.

—Tranquilízate, mamá —repuso Dunia, quitándose el sombrero y lamantilla—.Diosnoshaenviadoaestehombre,aunquelohayasacadodeunaorgía.Sepuedeconfiarenél,teloaseguro.Además,¡hahechoyatantopormihermano!

—¡Ay,Dunetchka! SabeDios si volverá.No sé cómo he podido dejar aRodia…Nuncahabríacreídoqueloencontraríaentalestado.Cualquieradiríaquenosehaalegradodevernos.

Laslágrimasllenabansusojos.

—Eso no, mamá. No has podido verlo bien, porque no hacías más quellorar. Lo que ocurre es que está agotado por una grave enfermedad. Esoexplicasuconducta.

—¡Esaenfermedad,Diosmío…!¿Cómoterminarátodoesto…?Y¡enquétonotehahablado!

Aldeciresto,lamadrebuscabatímidamentelamiradadesuhija,deseosadeleerensupensamiento.Sinembargo,latranquilizabalaideadequeDuniadefendíaasuhermano,loquedemostrabaquelehabíaperdonado.

—Estoyseguradequemañanaseráotro—añadióparaverquécontestabasuhija.

—Puesamínomecabeduda—afirmóDunia—dequemañanapensarálomismoquehoy.

Pulqueria Alejandrovna renunció a continuar el diálogo: la cuestión leparecíademasiadodelicada.

Duniaseacercóasumadreylarodeóconsusbrazos.Ylamadreestrechóapasionadamentealahijacontrasupecho.

Después, PulqueriaAlejandrovna se sentó y desde estemomento esperófebrilmente la vuelta deRasumikhine. Entre tanto observaba a su hija, que,pensativaycon losbrazoscruzados, ibadeun ladoaotrodelaposento.AsíprocedíasiempreAvdotiaRomanovnacuandoteníaalgunapreocupación.Ysumadrejamásturbabasusmeditaciones.

NocabíadudadequeRasumikhinesehabíacomportadoridículamentealmostraraquellasúbitapasióndeborrachoantelaaparicióndeDunia,perolosquevieranalajoveniryvenirporlahabitaciónconpasomaquinal,cruzadoslosbrazos,tristeypensativa,habríandisculpadofácilmentealestudiante.

Avdotia Romanovna era extraordinariamente hermosa, alta, esbelta, perosin que esta esbeltez estuviera reñida con el vigor físico. Todos susmovimientosevidenciabanuna firmezaquenoafectaba lomásmínimoa su

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graciafemenina.Separecíaasuhermano.Sucabelloeradeuncastañoclaro;su tez, pálida, pero no de una palidez enfermiza, sino todo lo contrario; sufigurairradiabalozaníayjuventud;suboca,demasiadopequeñaycuyolabioinferior, de un rojo vivo, sobresalía, lomismo que sumentón, era el únicodefectodeaquelmaravillosorostro,peroestedefectodabaalconjuntode lafisonomíaciertaoriginalexpresióndeenergíayarrogancia.Susemblanteera,por reglageneral,másgravequealegre,pero,encompensación,adquiríaunencanto incomparable las contadas veces queDunia sonreía, o reía con unarisadespreocupada,juvenil,gozosa…

No era extraño que el fogoso, honesto y sencillo Rasumikhine, aquelgigante accidentalmente borracho, hubiera perdido la cabeza apenas vio aaquellamujersuperioratodaslasquehabíavistohastaentonces.Además,elazarhabíaqueridoquevieraporprimeravezaDuniaenunmomentoenquelaangustia,porunlado,ylaalegríadereunirseconsuhermano,porotro,latransfiguraban. Todo esto explica que, al advertir que el labio de AvdotiaRomanovna temblaba de indignación ante las acusaciones de Rodia,Rasumikhinehubieramentidoendefensadelajoven.

El estudiante no había mentido al decir, en el curso de su extravagantecharla de borracho, que la patrona de Raskolnikof, Praskovia Pavlovna,tendríacelosdeDuniay,seguramente,tambiéndePulqueriaAlejandrovna,lacual, pese a sus cuarenta y tres años, no había perdido su extraordinariabelleza.Porotraparte,parecíamásjovendeloqueera,comosueleocurriralasmujeresque sabenconservarhasta lasproximidadesde lavejezunalmapura, un espíritu lúcido y un corazón inocente y lleno de ternura. Digamosentreparéntesisquenohayotromediodeconservarsehermosahastaunaedadavanzada.Su cabello empezaba a encanecer y a aclararse; hacía tiempoquesusojosestabancercadosdearrugas;susmejillassehabíanhundidoacausade los desvelos y los sufrimientos, pero esto no empañaba la bellezaextraordinariadeaquellafisonomía.SurostroeraunacopiadeldeDunia,sóloque conveinte añosmás y sin el rasgodel labio inferior saliente. PulqueriaAlejandrovna tenía un corazón tierno, pero su sensibilidad no era enmodoalguno sensiblería. Tímida por naturaleza, se sentía inclinada a ceder, perohasta cierto punto: podía admitirmuchas cosas opuestas a sus convicciones,mashabíaunpuntodehonorydeprincipiosenlosqueningunacircunstanciapodíaimpulsarlaatransigir.

VeinteminutosdespuésdehabersemarchadoRasumikhineseoyeronenlapuertadosdiscretosyrápidosgolpes.Eraelestudiante,queestabadevuelta.

—No entro, pues el tiempo apremia —dijo apresuradamente cuando leabrieron—.Duermeapierna sueltayconperfecta tranquilidad.QuieraDiosquesusueñodurediezhoras.Nastasiaestáasuladoyleheordenadoquenolo deje hasta que yo vuelva. Ahora voy por Zosimof para que le eche un

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vistazo. Luego vendrá a informarlas y ustedes podrán acostarse, cosa quebuenafaltaleshace,puesbiensevequeestánagotadas.

Ysefuecorriendoporelpasillo.

—¡Qué joven tan avispado…y tan amable! —exclamó PulqueriaAlejandrovna,complacida.

—Yo creo que es una excelente persona—dijo Dunia calurosamente yreanudandosuspaseosporlahabitación.

Alrededordeunahoradespués,volvieronaoírsepasosenelcorredorydenuevo golpearon la puerta. Esta vez las dos mujeres habían esperado conabsoluta confianza la segunda visita de Rasumikhine, cuya palabra ya noponían en duda. En efecto, era él y le acompañaba Zosimof. Éste no habíavacilado en dejar la reunión para ir a ver al enfermo. Sin embargo,Rasumikhine había tenido que insistir para que accediera a visitar a las dosmujeres: no se fiaba de su amigo, cuyo estado de embriaguez era evidente.Peroprontosetranquilizó,einclusosesintióhalagado,alverque,enefecto,seleesperabacomoaunoráculo.DurantelosdiezminutosquedurósuvisitaconsiguiódevolverlaconfianzaaPulqueriaAlejandrovna.Mostrógraninterésporelenfermo,perohablóenuntonoreservadoyaustero,muypropiodeunmédicodeveintisieteañosllamadoaunaconsultadeextremagravedad.Nisepermitió la menor digresión, ni mostró deseo alguno de entablar relacionesmásíntimasyamistosasconlasdosmujeres.ComoapenasentróadvirtieralabellezadeslumbrantedeAvdotiaRomanovna, procurónoprestarle lamenoratención y dirigirse exclusivamente a lamadre. Todo esto le proporcionabaunaextraordinariasatisfacción.

Manifestó que había encontrado al enfermo en un estado francamentesatisfactorio.Según susobservaciones, la enfermedad sedebíano sólo a lascondicionesmaterialesenquesupacientehabíavividodurantemuchotiempo,sinoaotrascausasde índolemoral.Se trataba,pordecirloasí,delcomplejoresultadodediversasinfluencias:inquietudes,cuidados,ideas,etc.Aladvertir,sin demostrarlo, que Avdotia Romanovna le escuchaba con suma atención,Zosimof se extendió sobre el tema con profunda complacencia. PulqueríaAlejandrovna le preguntó, inquieta, por «ciertos síntomas de locura» y eldoctor repuso, con una sonrisa llena de franqueza y serenidad que se habíaexageradoelsentidodesuspalabras.Sinduda,elenfermodabamuestrasdeestardominadoporunaideafija,algoasícomounamonomanía.Él,Zosimof,estabaentoncesenfrascadoenelestudiodeestaramadelamedicina.

—Peronodebemosolvidar—añadió—queelenfermohaestadohastahoybajo los efectos del delirio…La llegada de su familia ejercerá sobre él,seguramente,unainfluenciasaludable,siemprequesetengaencuentaquehayqueevitarlenuevasemociones.

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Conestaspalabras,dichasenun tonosignificativo,diopor terminadasuvisita.Actoseguidoselevantó,sedespidióconunamezcladecircunspecciónycordialidadyseretiróacompañadodeunraudaldebendiciones,accionesdegraciasyefusivasmanifestacionesdegratitud.AvdotiaRomanovnainclusoletendió su delicada mano, sin que él hubiera hecho nada por provocar estegesto, y el doctor salió, encantado de la visita y más encantado aún de símismo.

—Mañana hablaremos. Ahora acuéstense inmediatamente —ordenóRasumikhinemientrasseibaconZosimof—.Mañana,aprimerahora,vendréadarlesnoticias.

—¡Qué encantadora muchacha esa Avdotia Romanovna! —dijocalurosamenteZosimofcuandoestuvieronenlacalle.

Al oír esto, Rasumikhine se arrojó repentinamente sobre Zosimof y leatenazóelcuelloconlasmanos.

—¿Encantadora? ¿Has dicho encantadora? Como te atrevas a…¿Comprendes…?¿Comprendesloquequierodecir…?¿Mehasentendido…?

Yloechócontralapared,sindejardezarandearle.

—¡Déjamedemonio…!¡Malditoborracho!—gritóZosimofdebatiéndose.

Y cuandoRasumikhine le hubo soltado, se quedómirándole fijamente ylanzóunacarcajada.Rasumikhinepermanecióanteél,conlosbrazoscaídosyelsemblantepensativoytriste.

—Desdeluego,soyunasno—dijocontrágicoacento—.Perotúerestanasnocomoyo.

—Esono,amigo;yonosoyunasno:yonopiensoentonteríascomotú.

Continuaron su camino en silencio, y ya estaban cerca de lamorada deRaskolnikof,cuandoRasumikhine,quedabamuestrasdegranpreocupación,rompióelsilencio.

—Escucha—dijoaZosimof—, túnoeresunamalapersona,pero tienesuna hermosa colección de defectos. Estás corrompido. Eres débil, sensual,comodón,ynosabesprivartedenada.Esuncaminolamentablequeconducealcieno.Erestanblando,tanafeminado,quenocomprendocómohaspodidollegar a sermédicoy, sobre todo, unmédicoque cumple con sudeber. ¡Undoctor que duerme en lecho de plumas y se levanta por la noche para ir avisitaraunenfermo…!Dentrodedosotresañosnoharástalessacrificios…Pero, en fin, esto poco importa. Lo que quiero decirte es lo siguiente: túdormirás esta noche en el departamento de la patrona (he obtenido, no sintrabajo,suconsentimiento)yyoen lacocina.Estoespara tiunaocasióndetrabarmás estrecho conocimiento con ella…No, no piensesmal. No quiero

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decireso,niremotamente…

—¡Perosiyonopiensonada!

—Esamujer,querido,eselpudorpersonificado;unamezcladediscretossilencios,timidez,castidadinvencibley,almismotiempo,hondossuspiros.Susensibilidadestal,quesefundecomolacera.¡Líbramedeella,porloquemásquieras, Zosimof! Es bastante agraciada. Me harías un favor que te loagradeceríacontodaelalma.¡Tejuroqueteloagradecería!

Zosimofseechóareírdebuenagana.

—Pero¿paraquélaquieroyo?

—Teaseguroquenoteocasionaráningunamolestia.Loúnicoquetienesquehacereshablarle,seadeloquesea: tesientasasuladoyhablas.Comoeresmédico, puedes empezar por curarla de una enfermedad cualquiera. Tejuroquenotearrepentirás…Esamujertieneunclavicordio.Yoséunpocodemúsicayconozcoesacancioncillarusaquedice«Derramolágrimasamargas».Ella adora las canciones sentimentales. Así empezó la cosa. Tú eres unmaestrodelteclado,unRubinstein.Teaseguroquenotearrepentirás.

—Pero oye: ¿le has hecho alguna promesa…?, ¿le has firmado algúnpapel…?,¿lehaspropuestoelmatrimonio?

—Nada de eso, nada en absoluto…No, esamujer no es lo que tú crees.PorqueTchebarofhaintentado…

—Entonces,laplantasyenpaz.

—Imposible.

—¿Porqué?

—Pues…porque es imposible, sencillamente…Uno se siente atado, ¿nocomprendes?

—Loquenoentiendoestuempeñoenatraértela,enligarlaati.

—Yo no he intentado tal cosa, ni mucho menos. Es ella la que me hapuesto las ligaduras,aprovechándosedemiestupidez.Sinembargo, leda lomismo que el ligado sea yo o seas tú: el caso es tener a su lado unpretendiente…Es…es…Nosé cómoexplicarte…Mira;yo séque túdominaslasmatemáticas.Puesbien;háblaledelcálculointegral.Tedoymipalabradequenolodigoenbroma;tejuroqueeltemaleesindiferente.Ellatemiraráysuspirará.YoleheestadohablandodurantedosdíasdelParlamentoprusiano(llegaunmomentoenquenosabeunodequéhablarle),y loúnicoqueellahacíaerasuspirarysudar.Peronolehablesdeamor,puespodríaacometerlaunacrisisdetimidez.Limítateahacerlecreerquenopuedesseparartedeella.Estoserásuficiente…Estaráscomoentucasa,exactamentecomoentucasa;

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leerás, te echarás, escribirás…Incluso podrás arriesgarte a darle un beso…,perounbesodiscreto.

—Pero¿asantodequéhedehaceryotodoeso?

—¡Nada,quenoconsigoquemeentiendas…!Oye:vosotrosformáisunaparejaperfectamentearmónica.Haceyatiempoquelovengopensando…Ysitufinhadeseréste,¿quéimportaquellegueantesodespués?Tepareceráquevivessobreplumas;eséstaunavidaqueseapoderadeunoytesubyuga;eselfin delmundo, el ancla, el puerto, el centro de la tierra, el paraíso. Crêpessuculentos, sabrosos pasteles de pescado, el samovar por la tarde, tiernossuspiros,tibiosbatinesybuenoscalentadores.Escomosiestuviesesmuertoy,al mismo tiempo, vivo, lo que representa una doble ventaja. Bueno, amigomío;empiezoadecircosasabsurdas.Yaeshoradeirseadormir.Escucha:yomedespiertovariasvecespor lanoche.Cuandomedespierte, iréaecharunvistazoaRodia.Porlotanto,notealarmessimeoyessubir.Sinembargo,sielcorazón te lo manda, puedes ir a echarle una miradita. Y si vieras algoanormal…,delirioo fiebre, por ejemplo…,debesdespertarme.Pero estonosucederá.

CAPÍTULO2

A la mañana siguiente eran más de las siete cuando Rasumikhine sedespertó. En su vida había estado tan preocupado y sombrío. Su primersentimientofuedeprofundaperplejidad.Jamáshabíapodidosuponerquesedespertaría un día de semejante humor. Recordaba hasta los más ínfimosdetallesdelosincidentesdelanochepasadaysedabacuentadequelehabíasucedido algo extraordinario, de que había recibido una impresión muydiferentedelasqueleeranfamiliares.Además,comprendíaqueelsueñoquese había forjado era completamente irrealizable, tanto, que se sintióavergonzadodehaberledadocabidaensumente,yseapresuróaexpulsarlode ella, para dedicar su pensamiento a otros asuntos, a los deberes másrazonablesquelehabíalegado,pordecirloasí,lamalditajornadaanterior.

Lo que más le abochornaba era recordar hasta qué extremo se habíamostrado innoble, pues, además de estar ebrio, se había aprovechado de lasituacióndelamuchachaparacriticaranteella,llevadodeunsentimientodecelostorpeymezquino,alhombrequeerasuprometido,ignorandoloslazosde afecto que existían entre ellos y, en realidad, sin saber nada de aquelhombre.Porotraparte,¿conquéderechosehabíapermitidojuzgarleyquiénle había pedido que se erigiera en juez? ¿Acaso una criatura comoAvdotiaRomanovnapodíaentregarseaunhombreindignosóloporeldinero?No,no

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cabíadudadequePiotrPetrovitchposeíaalgunacualidad.¿Elalojamiento?Élnopodía saber loqueeraaquellacasa.Leshabíabuscadohospedaje;por lotanto, había cumplido su deber. ¡Ah, quémiserable era todo aquello, y quéinadmisiblelarazónconqueintentabajustificarse:suestadodeembriaguez!Esta excusa le envilecíamás aún.Laverdad está en labebida; por lo tanto,bajo la influenciadelalcohol,élhabía revelado toda lavilezadesucorazóndeleznableyceloso.

¿Podíapermitirseunhombrecomoélconcebirtalessueños?¿Quéeraél,en comparación con una joven como Avdotia Romanovna? ¿Cómo podíacompararse con ella el borracho charlatán y grosero de la noche anterior?Imposible imaginar nadamás vergonzoso y cómico a la vez que una uniónentredosserestandispares.

Rasumikhineenrojecióanteestasideas.Y,depronto,comohechoadrede,seacordódequelanochepasadahabíadichoenelrellanodelaescaleraquelapatronatendríacelosdeAvdotiaRomanovna…Estepensamientoleresultótan intolerable, que dio un fuerte puñetazo en la estufa de la cocina. Tanviolentofueelgolpe,quesehizodañoenlamanoyarrancóunladrillo.

—Ciertamente—balbuceóamediavozunminutodespuésprofundamenteavergonzado—,estastorpezasyanosepuedenevitarnireparar.Porlotanto,es inútil pensar en ello…Lomásprudente seráquemepresente en silencio,cumpla mis deberes sin desplegar los labios y…que me excuse con elmutismo…Naturalmente,todoestáperdido.

Sin embargo,dedicóun cuidadoespecial a su indumentaria.Examinó sutraje.Noteníamásqueuno,peroselohabríapuestoaunquetuvieraotros.Sí,se lo habría puesto expresamente. Sin embargo, exhibir cínicamente unadescuidada suciedad habría sido un acto de mal gusto. No tenía derecho amortificar con su aspecto a otras personas, ymenos a unas personas que lenecesitabanylehabíanrogadoquefueraaverlas.

Cepillócuidadosamentesutraje.Suropainteriorestabapresentable,comode costumbre (Rasumikhine era intransigente en cuanto a la limpieza de laropainterior).Procedióalavarseconcienzudamente.Nastasialediojabónyéllo utilizó para el cuello, la cabeza y—esto sobre todo— las manos. Perocuando llegó el momento de decidir si debía afeitarse (Praskovia Pavlovnaposeíaexcelentesnavajasdeafeitarheredadasdesudifuntoesposo,elseñorZarnitzine),sedijoquenoloharía,yselodijoinclusoconciertaaspereza.

«No,memostrarétalcualsoy.Podríansuponerquemeheafeitadopara…Sí,seguroquelopensarían…No,nomeafeitarépornadadelmundo.Ymenosteniendo el convencimiento de que soy un grosero, un mal educado, un…Admitamosquemeconsidero,cosaqueenciertomodoesverdad,unhombrehonrado, o poco menos. ¿Puedo enorgullecerme de esta honradez? Todo el

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mundodebeserhonradoymásquehonrado…Además(bienlorecuerdo),yotuveaquellascosillas…,nodeshonrosas,desdeluego,pero…¡Yquéideasmeasaltanaveces…!¿CómoponeralladodetodoestoaAvdotiaRomanovna…?¡Bueno,quesevayaaldiablo…!Meimportauncomino…Harécuantoestéenmimanoparamostrarmetangroseroydesagradablecomomeseaposible,ynomeimportaloquepuedanpensar.»_

EnestoaparecióZosimof.HabíapasadolanocheenelsalóndePraskoviaPavlovna y se disponía a volver a su casa. Rasumikhine le dijo queRaskolnikofdormíaapiernasuelta.Zosimofdispusoquenoseledespertarayprometióvolveralasonce.

—Pero veremos si lo encuentro aquí—añadió—. ¡Demonio de hombre!¡Unpacientequenoobedecealmédico!¡Estudieustedunacarreraparaesto!¿Sabessiiráaverasumadreyasuhermana,osiellasvendránaquí?

—Creoquevendránellas—repusoRasumikhine,quehabíacomprendidola finalidad de la pregunta—. Sin duda, tendrán que hablar de asuntos defamilia. Por lo cual, me marcharé. Tú, como eres el médico, tienes másderechosqueyo.

—Yo soy elmédico, pero no el confesor. Vendré sólo unmomento. Nopuedodedicarmeexclusivamenteaellas:tengomuchotrabajo.

—Estoy preocupado por una cosa —dijo Rasumikhine pensativo y concarasombría—.Ayer,comoestababebido,nopudeponerfrenoamilenguaydije mil estupideces. Una de ellas fue que tú temías que los síntomas queRodion presentaba fueran un anuncio de…demencia.Así se lomanifesté almismoRodia.

—Ytambiénasuhermanayasumadre,¿no?

—Sí…Yoséqueestofueunaidiotezyquemereceríaquemeabofetearan.Pero,entrenosotros,¿haspensadoenelloseriamente?

—¡Seriamente…seriamente…! Tú mismo me lo describiste como unmaniático cuandome trajiste a su casa…Yayer lo trastornamos connuestraconversación sobre el pintor de paredes. ¡Buen tema para tratarlo con unhombrecuyalocurapuedehabersidoprovocadaporestesuceso…!Sihubiesesabido exactamente lo que había pasado en la comisaría, si hubiese estadoenterado del detalle de que un canalla le había herido con sus sospechas,habría evitado semejante conversación. Estosmaníacos hacen un océano deunagotadeaguaytomanporrealidadeslosdisparatesqueimaginan.Ahora,graciasaloquenoscontóanocheentucasaZamiotof,yacomprendomuchascosas. Sí. Conozco el caso de un hombre de cuarenta años, afectado dehipocondría,queundíanopudosoportarlastravesurascotidianasdeunniñode ocho años y lo estranguló. Y ahora nos enfrentamos con un hombre

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reducidoa lamiseriayqueseveenel trancedesufrir las insolenciasdeunpolicía.Añadamosaestolaenfermedadqueleminabayelefectodelagravesospecha.Piensaquesetratadeuncasodehipocondríaenúltimogrado,deunsujeto orgulloso en extremo: ahí tenemos la base delmal… ¡Bueno, que sevaya todo al diablo! ¡Ah!, a propósito: ese Zamiotof es un granmuchacho,pero ha cometido una torpeza contando todo esto. Es un charlatánincorregible.

—Pero¿aquiénlohacontado?Atiyamí.

—YaPorfirio.

—¡Bah!NohayningúnmalenquePorfiriolosepa.

—Oye:¿tienesalgunainfluenciasobrelamadreylahermana?Habríaquerecomendarlesquehoyfueranprudentesconél.

—Yaselasarreglarán—repusoRasumikhine,visiblementecontrariado.

—¿Por qué atacaría tan furiosamente a ese Lujine? Es un hombreacomodado y que no parece desagradar a las mujeres…No andan bien dedinero,¿verdad?

—¡Estoestodouninterrogatorio!—exclamóRasumikhinefueradesí—.¿Cómopuedoyosaberloqueellostienenenelpensamiento?Pregúntaseloaellas:talveztelodigan.

—¡Quéarranquesdebrutalidadtienesaveces!Porlovisto,todavíanosete ha pasado del todo la borrachera. Adiós. Da las gracias de mi parte aPraskoviaPavlovnaporsuhospitalidad.Sehaencerradoensuhabitaciónynoharespondidoamisbuenosdías.Estamañanasehalevantadoalassieteyhahechoqueleentraranelsamovaraldormitorio.Nohetenidoelhonordeverla.

A las nueve enpunto llegóRasumikhine a la pensiónBakaleev.Lasdosmujeres le esperaban desde hacía un buen rato con impaciencia febril. Sehabían levantadoa lassieteymedia.Elestudianteentróen lacasaconcarasombría,saludótorpementeyestatorpezalehizoenrojecer.Peroocurrióalgoquenoteníaprevisto.PulqueriaAlejandrovnasearrojósobreél, lecogiólasmanos y poco faltó para que se las besara. Rasumikhine dirigió una tímidamirada a Avdotia Romanovna. Pero aquel altivo rostro expresaba unreconocimiento tan profundo y una simpatía tan afectuosa (en vez de lasmiradas burlonas y llenas de un desprecio mal disimulado que esperabarecibir),quesuconfusiónno tuvo límites.Sindudasehabríasentidomenosviolentosilehubieranacogidoconreproches.Afortunadamente,teníauntemadeconversaciónobligadoyseapresuróaecharmanodeél.

Cuandoseenteródequesuhijoseguíadurmiendoylascosasnopodíanirmejor, Pulqueria Alejandrovna manifestó que lo celebraba de veras, pues

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deseabaconferenciarconRasumikhinesobrecuestionesurgentesantesdeiraveraRodia.

Acto seguido preguntó al visitante si había tomado el té, y, ante surespuestanegativa,lamadreylahijaleinvitaronatomarloconellas,yaquelehabíanesperadoparadesayunarse.

Avdotia Romanovna hizo sonar la campanilla y acudió un desastradosirviente. Se le encargó el té, y cómo lo serviría, que las dos mujeres sesonrojaron.Rasumikhineestuvoapuntodeecharpestesdelapensión,peroseacordódeLujine,sesintióavergonzadoynadadijo.InclusosealegrócuandolaspreguntasdePulqueriaAlejandrovnaempezaronacaersobreélcomounagranizada.Interrogadoeinterrumpidoacadamomento,estuvotrescuartosdehora dando explicaciones. Contó cuanto sabía de la vida de RodionRomanovitchdurante el añoúltimo, y terminó conun relato detalladode laenfermedaddesuamigo.Pasóporalto todoaquelloquenoconveníareferir,como, por ejemplo, la escena de la comisaría, con todas sus consecuencias.Las dosmujeres le escucharon con ávida atención. Sin embargo, cuando élcreyóquehabíadado todos losdetalles susceptiblesde interesarlasy,por lotanto, consideraba cumplida sumisión, advirtió que ellas no opinaban así yquehabíanescuchadosulargorelatosimplementecomounpreámbulo.

—Dígame —dijo vivamente Pulqueria Alejandrovna—, ¿qué juzgausted…?¡Oh,perdón…!Noconozcotodavíasunombre.

—DmitriProkofitch.

—Pues bien, Dmitri Prokofitch; yo quisiera saber…cuáles son lasopiniones de Rodia, sus ideas, en estos momentos…Es decir…,compréndame…¡Oh!,nosécómodecírselo…Mire,yoquisierasaberquéesloque le gusta y lo que no le gusta…, y si siempre está tan irritado comoanoche…,ycuálessonsusdeseos,mejordicho,sussueñosyambiciones…,yquées loquemásinfluyeensuánimoenestosmomentos…Enunapalabra,yoquisierasaber…

—Pero, mamá—le interrumpió Dunia—, ¿quién puede responder a esetorrentedepreguntas?

—¡Es verdad,Diosmío! ¡Es que estaba tan lejos de esperar encontrarloasí!

—Sin embargo—dijoRasumikhine—, esos cambios sonmuy naturales.Yonotengomadre,perosíuntíoquevienetodoslosañosaverme.Ysiempremeencuentratransformado,inclusofísicamente…Bueno,loimportanteesquehanocurridomuchascosasdurantelostresañosquehanestadoustedessinveraRodion.Yoloconozcodesdehaceañoymedio.Hasidosiempreunhombretaciturno,sombríoysoberbio.Últimamente(otalvezestoempezóantesdelo

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que suponemos) se ha convertido en un ser receloso y neurasténico. No esamigo de revelar sus sentimientos: prefiere mortificar a sus semejantes amostrarse amable y expansivo con ellos.Aveces se limita a aparecer frío einsensible,perohastatalextremo,queresultainhumano.Escomosiposeyesedos caracteres distintos y los fuera alternando. En ciertos momentos semuestraprofundamentetaciturno.Dalaimpresióndeestarsiempreatareado,lo que, de ser verdad, explicaría que todo el mundo le moleste, pero es locierto que está horas y horas acostado y sin hacer nada. No le gustan lasironías, y no porque carezca demordacidad, sino porque sin duda le parecequenopuedeperderel tiempoensemejantes frivolidades.Loque interesaalosdemás,aélleesindiferente.Tieneunaelevadaopinióndesímismo,amientendernosinrazón…¿Quémás…?¡Ah,sí!Creoquelallegadadeustedesejercerásobreélunaacciónsaludable.

—¡Quiera Dios que sea así! —exclamó Pulqueria Alejandrovna,consternada por las revelaciones de Rasumikhine acerca del carácter de suRodia.

AlfineljovenosómirarmásfrancamenteaAvdotiaRomanovna.Mientrashablaba,lehabíadirigidomiradasalsoslayo,perorápidasyfurtivas.Aveces,lajovenpermanecíasentadaantelamesa,escuchándoloatentamente;aveces,se levantaba y empezaba a dar sus acostumbrados paseos por la habitación,con los brazos cruzados, cerrada la boca, pensativa, haciendo de vez encuandounapregunta,perosindetenerse.Tambiénella tenía lacostumbredeno escuchar hasta el final a quien le hablaba.Llevaba un vestido sencillo yligero, y en el cuello un pañuelo blanco. Rasumikhine dedujo de diversosdetallesquetantoellacomosumadrevivíanenlamayorpobreza.SiAvdotiaRomanovna hubiese ido ataviada como una reina, es muy probable queRasumikhine no se hubiera sentido cohibido ante ella. Sin embargo, tal vezporque la veía tan modestamente vestida y se imaginaba su vida deprivaciones, estaba atemorizado y vigilaba atentamente sus propios gestos ypalabras,loqueaumentabasutimidezdehombrequedesconfíadesímismo.

—Nos ha dado usted —dijo Avdotia Romanovna con una sonrisa—interesantesdetallesacercadelcarácterdemihermano,ylohahechocontodaimparcialidad.Esoestámuybien;peroyocreíaqueusted loadmiraba…Sinduda,comoustedsupone,debedehaberalgunamujerentodoesto—añadió,pensativa.

—Yo no he dicho tal cosa…, aunque tal vez tenga usted razón. Sinembargo…

—¿Qué?

—Que él no ama a nadie y tal vez no sienta amor jamás —afirmóRasumikhine.

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—Esdecir,queloconsideraustedincapazdeamar.

—¿Sabeusted,AvdotiaRomanovna,quesepareceextraordinariamente,einclusomeatreveríaadecirqueentodo,asuhermano?—dijoRasumikhinesinpensarlo.

Pero en seguida se acordó del juicio que acababa de expresar sobre talhermano,yenrojecióhasta lasorejas.La jovennopudomenosdeecharseareíraladvertirlo.

—Esmuyposiblequeestéis losdosequivocadosenvuestro juicio sobreRodia —dijo Pulqueria Alejandrovna, un tanto ofendida—. No hablo delpresente,Dunetchka.LoquePiotrPetrovitchnosdiceensucartayloquetúyyohemossospechadoacasonoseaverdad;perousted,DmitriProkofitch,nopuede imaginarse hasta qué extremo llega Rodia en sus fantasías y en suscaprichos…Nohetenidoconélunmomentodetranquilidad,nicuandoeraunchiquillo de quince años. Todavía le creo capaz de hacer algo que a nadiepuedepasarleporlaimaginación…Sinirmáslejos,haceañoymediomedioundisgustodemuerteconsudecisióndecasarseconlahijadesupatrona,esaseñora…,¿cómosellama…?,Zarnitzine.

—¿Conoce usted los detalles de esa historia? —preguntó AvdotiaRomanovna.

—¿Creeusted—continuóconvehemenciaPulqueriaAlejandrovna—quehabrían podido detenerle mis lágrimas, mis súplicas, mi falta de salud, mimuerte, nuestra miseria, en fin? No, él habría pasado sobre todos losobstáculosconlamayortranquilidaddelmundo.

—Él no me ha dicho ni una sola palabra sobre este asunto —dijoprudentemente Rasumikhine—, pero yo he sabido algo por la viuda deZarnitzine,lacualporciertonoesnadahabladora.Yloqueesaseñoramehadichoesbastanteextraño.

—¿Quélehadicho?—preguntaronlasdosmujeresalavez.

—¡Oh!Nadadeparticular.Loquehesabidoesqueesematrimonio,queestaba irrevocablementedecididoyquesólo lamuertede laprometidapudoimpedir, no era del agrado de la señora Zarnitzine…Supe, además, que lanoviaeraunamujerfeayenfermiza…,unajovenextraña,aunquedotadadeciertasprendas.Sinduda,lasdebíadeposeer,pues,deotromodo,nosehabríacomprendidoqueRodia…Además,lamuchachanoteníadote…Sinembargo,élnosehabríacasadoporinterés…Esmuydifícilformularunjuicio.

—Estoy segura de que esa joven tenía alguna cualidad —observólacónicamenteAvdotiaRomanovna.

—QueDiosmeperdone,peromealegrédesumuerte,puesnoséparacuál

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de los dos habría sido más funesto ese matrimonio —dijo PulqueriaAlejandrovna.

Actoseguido,tímidamente,convisiblesvacilacionesydirigiendofurtivasmiradasaDunia,quenoocultabasudescontento,empezóainterrogaraljovensobrelaescenaquesehabíadesarrolladoeldíaanteriorentreRodiayLujine.Esteincidenteparecíacausarleprofundainquietud,einclusoverdaderoterror.

Rasumikhine refirió detalladamente la disputa, añadiendo sus propioscomentarios. Acusó sin rodeos a Raskolnikof de haber insultado a PiotrPetrovitchdeliberadamenteynomencionóeldetalledequelaenfermedadquepadecíasuamigopodíadisculparsuconducta.

—Habíaplaneadotodoestoantesdesuenfermedad—concluyó.

—Yopiensocomousted—dijoPulqueriaAlejandrovna,desesperada.

Pero, al mismo tiempo, estaba profundamente sorprendida al ver queaquella mañana Rasumikhine hablaba de Piotr Petrovitch con la mayormoderación e incluso con cierto respeto. Avdotia Romanovna parecía nomenosasombradaporestehecho.PulqueriaAlejandrovnanopudocontenerse.

—Así,¿esésasuopiniónsobrePiotrPetrovitch?

—No puedo tener otra del futuro esposo de su hija —respondióRasumikhine con calurosa firmeza—. Y no lo digo por pura cortesía sinoporque…porque la mejor recomendación para ese hombre es que AvdotiaRomanovnalohayaelegidoporesposo…Siayerlleguéainjuriarlefueporqueestaba ignominiosamente embriagado…y como loco; sí, como loco,completamentefuerademí…Yhoymesientoprofundamenteavergonzado.

Enrojecióysedetuvo.AvdotiaRomanovnase ruborizó también,peronodijonada.NohabíapronunciadounasolapalabradesdequehabíaempezadoaoírhablardeLujine.

PeroPulqueriaAlejandrovnasesentíauntantodesconcertadaalfaltarlelaayuda de su hija. Finalmente, manifestó, vacilando y dirigiendo continuasmiradasalajoven,quehabíaocurridoalgoquelatrastornabaprofundamente.

—Verá usted, Dmitri Prokofitch —comenzó a decir. Pero se detuvo ypreguntó a su hija—:Debo hablar con toda franqueza a Dmitri Prokofitch,¿verdad,Dunetchka?

—Desdeluego,mamá—respondiósinvacilarAvdotiaRomanovna.

—Pues es el caso…—continuó inmediatamente Pulqueria Alejandrovna,comosilehubiesenquitadounamontañadeencimaalautorizarlaaparticiparsudolor—.EnlasprimerashorasdeestamañanahemosrecibidounacartadePiotrPetrovitch,enrespuestaalaqueleenviamosnosotrasayeranunciándole

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nuestrallegada.Élnoshabíaprometidoacudiralaestaciónarecibirnos,perono le fueposibleynosenvióaunaespeciedecriadoquenoscondujoaquí.EstehombrenosdijoquePiotrPetrovitchvendríaavernosestamañana.Pero,en vez de venir, nos ha enviado esta carta…Lomejor será que la lea usted.Hayenellaunpuntoquemepreocupaespecialmente.Ustedmismoverádequé punto se trata, Dmitri Prokofitch, y me dará su sincera opinión. Ustedconoce mejor que nosotros el carácter de Rodia y podrá aconsejarnos. Leadvierto que Dunetchka tomó una decisión inmediatamente, pero yo no sétodavíaquéhacer.Poresoleestabaesperando.

Rasumikhine desdobló la carta.Vio que estaba fechada el día anterior yleyólosiguiente:

«Señora:deseoinformarledequerazonesimprevistasmehanimpedidoirarecibirlasalaestación.Éstaeslarazóndequelesenviaraenmilugaraunhombre que por su desenvoltura, me pareció indicado para el caso. Losasuntos que exigen mi presencia en el Senado me privarán igualmente delhonor de visitarlas mañana por la mañana. Por otra parte, no quiero ponerninguna traba a la entrevista que habrán de celebrar, usted con su hijo, yAvdotia Romanovna con su hermano. Por lo tanto, no tendré el honor devisitarlas hasta mañana, a las ocho en punto de la noche, y les ruegoencarecidamente queme eviten encontrarme con Rodion Romanovitch, quemeinsultódelmodomásgroserocuandoayer,alsaberqueestabaenfermo,fuia visitarle. Esto aparte, es indispensable que hable con usted, con todaseriedad,deciertopuntosobreelquedeseoconocersuopinión.Mepermitoadvertirladequesi,apesardemiruego,encuentroaRodionRomanovitchalladodeustedes,meveréobligadoamarcharmeinmediatamenteyqueenestecasolaresponsabilidadseráexclusivamentedeusted.Siledigoestoesporquesé positivamente que Rodion Romanovitch está en disposición de salir a lacalle y, por lo tanto, puede ir a casa de ustedes. Sí, sé que su hijo, que tanenfermoparecíacuandolevisité,doshorasdespuésrecobrórepentinamentelasalud.Y puedo asegurarlo porque lo vi conmis propios ojos en casa de unborracho que acababa de ser atropellado por un coche y que murió pocodespués.PorciertoqueRodionRomanovitchentregóveinticincorublos"parael entierro" a la hija del difunto, joven cuyamala conducta es del dominiopúblico.Estomesorprendiósobremanera,puesnoignorolomuchoquelehacostadoaustedconseguiresedinero.

»Le ruego que salude en mi nombre, con toda devoción, a AvdotiaRomanovnayqueacepteelrespetomássincerodesufielservidor.

»LUJINE.»

—¿Quédebohacer,DmitriProkofitch?—exclamóPulqueriaAlejandrovnacasiconlágrimasenlosojos—¿CómovoyadeciraRodiaquenovenga?Él

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nos pidió insistentemente que rompiéramos con Piotr Petrovitch, y he aquíahoraquePiotrPetrovitchmeprohíbequeveaamihijo…PerosiyoledigoaRodiaesto,élescapazdevenirexprofeso.¿Yquéocurriráentonces?

—Haga usted lo que Avdotia Romanovna juzgue más conveniente —repusoRasumikhineenelactoysinlamenorvacilación.

—¡Dios mío! —exclamó la madre. ¡Cualquiera sabe lo que ella opina!Dice lo que hay que hacer, pero sin explicar el motivo. Su parecer es queconviene…,noqueconviene,sinoqueesindispensable…queRodiavengaalasochoyseencuentreconPiotrPetrovitch…Miintencióneranodecirlenadadeestacartayprocurar,conlaayudadeusted,evitarqueviniese…¡Seirritatan fácilmente…! En lo referente a ese alcohólico que hamuerto, no sé dequién se trata, y tampoco quién es esa hija a la queRodia ha entregado undineroque…

—Que has logrado a costa de tantos sacrificios —terminó AvdotiaRomanovna.

—Ayer su estado no era normal—dijoRasumikhine, pensativo—. Seríainteresante saber loquehizoayeren la taberna…Enefecto,mehablódeunmuertoydeunajoven,cuandoleacompañabaasucasa;peronocomprendíniunapalabra.Ayertambiénestabayo…

—Lomejor,mamá,seráquevayamosahoramismoacasadeRodia.Allíveremos loqueconvienehacer.Además,yaeshoradequenosmarchemos.¡Másdelasdiez!—exclamólajovendespuésdeecharunaojeadaalpreciosorelojdeoroguarnecidodeesmaltesquependíadesucuello,prendidoaunafina cadena de estilo veneciano. Esta joya contrastaba singularmente con elrestodesuatavío.«Unregalodesuprometido»,pensóRasumikhine.

—Sí, Dunetchka, ya es hora —dijo Pulqueria Alejandrovna, aturdida einquieta—;ya eshoradequenosvayamos.Alverqueno llegamos,podríacreerqueestamosdisgustadasconélporlaescenadeanoche.¡Diosmío,Diosmío…!

Mientras hablaba se ponía apresuradamente el sombrero y la mantilla.Dunetchka se compuso también. Sus guantes estaban no solamentedesgastados, sino agujereados, como pudo ver Rasumikhine. Sin embargo,estaevidentepobrezadabaalasdosdamasunairedeespecialdignidad,comoescorrienteenlaspersonasquesabenllevarvestidoshumildes.RasumikhinecontemplabaaAvdotiaRomanovnaconveneraciónysesentíaorgullosoantelaideadeacompañarla.Ypensabaquelareinaquesearreglabalasmediasenlaprisióndebíade tenermásmajestadenesemomentoquecuandoaparecíaenespléndidasfiestasymagníficosdesfiles.

—¡Dios mío! —exclamó Pulqueria Alejandrovna—. Nunca me habría

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imaginado que pudiera causarme temor una entrevista con mi hijo, con miqueridoRodia.Pueslatemo,DmitriProkofitch—añadió,dirigiendoaljovenunatímidamirada.

—Nodebesinquietarte,mamá—dijoDunia,abrazándola—.Tenconfianzaenélcomolatengoyo.

—Confianzaenélnome falta,hija—dijo lapobremujer—.Peronohedormidoentodalanoche.

Salierondelacasa.

—¿Sabes lo que me ha pasado, Dunetchka? Que esta mañana, cuandoempezaba, al fin, a quedarme dormida, la difuntaMarfa Petrovna seme haaparecidoensueños.Ibavestidadeblanco.Sehaacercadoamí,mehacogidode lamanoyha sacudido la cabeza con aire severo, comocensurándome…¿No te parece que esto es unmal presagio? ¡Diosmío! ¡Diosmío…!Oiga,DmitriProkofitch:¿sabíaustedqueMarfaPetrovnamurió?

—¿MarfaPetrovna?Noséquiénes.

—Puessí,murióderepente.Yfigúreseque…

—¡Pero,mamá;sitehadichoquenosabequiénes!

—¿Demodoque no lo sabe? ¡Yyoque creía que estaba al corriente detodo! Perdóneme, Dmitri Prokofitch. Ando trastornada estos días. Leconsidero a usted como nuestra Providencia; por eso le creía informado detodoloquenosconcierne.Ustedesparamícomounapersonadelafamilia…Noseenfadesiledigoalgoquenoleguste…¡SantoDios!¿Quétieneustedenlamanoderecha?¡Estáherido!

—Sí—gruñóRasumikhineenuntonodeíntimasatisfacción.

—Soytanexpansivaaveces,queDuniahadefrenarme.Pero,¡Diosmío,enquétabucovive!¿Sehabrádespertadoya?Yesamujer,supatrona,llamahabitación a semejante tugurio…Oiga: ¿dice usted que no le gusta que lehablen demasiado? Entonces, tal vez le moleste yo, que… ¿Quiere darmealgunosconsejos,DmitriProkofitch?¿Cómodebocomportarmeconél?Yaveustedqueestoycompletamentedesorientada.

—Nolehagademasiadaspreguntassiloveustedtriste.Y,sobretodo,nolehabledesusalud:estolemolesta.

—¡Ah,DmitriProkofitch;quéduroesavecessermadre!Yaentramosenlaescalera…¡Quécosatanhorrible!

—Mamá, estás pálida. Cálmate —le dijo Dunia, acariciándola—. Teatormentasenbalde,puesparaélseráunagranalegríavolverteaver—añadióconojosresplandecientes.

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—Iré yo delante —dijo Rasumikhine—, para asegurarme de que estádespierto.

Las dos damas subieron lentamente detrás de Rasumikhine. Cuandollegaronalcuartopisoadvirtieronquelapuertadeldepartamentodelapatronaestabaentreabiertayqueatravésdelaabertura,desdelasombra,lasmirabandosojosnegros.Cuandoestosojosseencontraronconlosdeellas,lapuertasecerrótanruidosamente,quePulqueriaAlejandrovnaestuvoapuntodelanzarungritodeterror.

CAPÍTULO3

Estámejor—les dijoZosimof apenas las vio entrar. Zosimof estaba allídesdehacíadiezminutos,sentadoenelmismoángulodeldivánqueocupabala víspera. Raskolnikof estaba sentado en el ángulo opuesto. Se hallabacompletamentevestido,einclusosehabíalavadoypeinado,cosaquenohabíahechodesdehacíamuchotiempo.

Elcuartoeratanreducido,quequedóllenocuandoentraronlosvisitantes.PeroestonoimpidióaNastasiadeslizarsetrasellosparaescuchar.

Raskolnikofteníabuenaspectoencomparaciónconeldelavíspera.Peroestabamuypálidoysusemblanteexpresabaunsombríoensimismamiento.Suaspecto recordaba el de un herido o el de un hombre que acabara deexperimentar un profundo dolor físico. Tenía las cejas fruncidas; los labios,contraídos;losojos,ardientes.Hablabapocoydemalagana,comoalafuerza,ysusgestosexpresabanavecesunaespeciedeinquietudfebril.Sólolefaltabaunvendajeparaparecerenteramenteunherido.

Estesombríoypálidosemblanteseiluminómomentáneamentealentrarlamadreylahermana.Perolaluzseextinguiómuyprontoysóloquedóeldolor.Zosimof, que examinaba a su paciente con un interés de médico joven,observóconasombroquedesdelaentradadelasdosmujereselsemblantedelenfermo expresaba no alegría, sino una especie de estoicismo resignado.Raskolnikof daba la impresión de estar haciendo acopio de energías parasoportarduranteunaodoshorasunatorturaquenopodíaeludir.Cadapalabrade la conversación que sostuvo seguidamente pareció ahondar una heridaabierta en su alma. Pero, al mismo tiempo, mostró una sangre fría queasombróaZosimof:ellocofuriosodelavísperaeradueñodesímismohastaelpuntodepoderdisimularsussentimientos.

—Sí; ya me doy cuenta de que estoy casi curado —dijo Raskolnikof,abrazandocariñosamenteasumadreyasuhermana,loquellenódealegríaa

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Pulqueria Alejandrovna—. Y no digo esto como te dije ayer —añadió,dirigiéndoseaRasumikhine,mientrasleestrechabalamanoafectuosamente.

—Estoyinclusoasombrado—dijoZosimofalegremente,pues,ensusdiezminutosdecharlaconelenfermo,éstehabíallegadoadesconcertarleconsulucidez—.Si lacosacontinúaasí,dentrode tresocuatrodíasestarácuradoporcompletoyhabrávueltoasuestadonormaldeunmesatrás…,otalvezdedos o tres, pues hace mucho tiempo que llevaba la enfermedad enincubación… ¿No es así? Confiéselo. Y confiese también que tenía algúnmotivoparaestarenfermo—añadióconunaprudentesonrisa,comositemierairritarlo.

—Esposible—respondiófríamenteRaskolnikof.

—Digo esto —continuó Zosimof, cuya animación iba en aumento—porque su curación depende en gran parte de usted. Ahora que podemoshablar, desearíahacerle comprenderque es indispensableque expulseusted,pordecirloasí,lascausasprincipalesdelmal.Sóloprocediendodeestemodopodráustedcurarse;enelcasocontrario,lascosasirándemalenpeor.Cuálesson esas causas, lo ignoro; perousteddebe conocerlas.Usted es unhombreinteligenteypuedeobservarseasímismo.Meparecequeelprincipiodesuenfermedadcoincideconeltérminodesusactividadesuniversitarias.Ustednoes de los que pueden vivir sin ocupación: usted necesita trabajar, tener unobjetivoyperseguirlotenazmente.

—Sí,sí;tieneustedrazón.Volveréainscribirmeenlauniversidadcuantoantesyentoncestodoirácomosobreruedas.

Zosimof,cuyosprudentesconsejosobedecíanaldeseode lucirseante lasdamas, quedó profundamente decepcionado cuando, terminado su discurso,dirigióunamiradaasupacienteyadvirtióquesurostroexpresabaunafrancaburla.Peroestadecepciónsedesvaneciómuypronto:PulqueriaAlejandrovnaempezó a abrumar al doctor con sus expresiones de gratitud, especialmenteporsuvisitanocturna.

—¿Cómo? ¿Ha ido a veros esta noche? —exclamó Raskolnikof,visiblementeagitado—.Entonces,nohabréisdormido,nohabréisdescansadodespuésdelviaje…

—Esono,Rodia:sóloestuvimoslevantadashastalasdos.Cuandoestamosencasa,Duniayyononosacostamosnuncamástemprano.

—Yo tampoco sé cómo darle las gracias—dijo Raskolnikof a Zosimof,consemblantesombríoybajandolacabeza—.Dejandoapartelacuestióndeloshonorarios,yperdonequealudaaestepunto,noséaquédeboeseespecialinterésqueustedmedemuestra.Francamente,nolocomprendo,yporeso…,poresosubondadmeabruma.Yavequelehablocontodasinceridad.

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—No se preocupe usted—repuso Zosimof sonriendo afectuosamente—.Imagínesequeesmiprimerpaciente.Losmédicosqueempiezansientenporsusprimerosenfermostantoafectocomosifuesensuspropioshijos.Algunosinclusolosadoran.Yyonotengotodavíaunaclientelaabundante.

—Ynohablemosdeése—dijoRaskolnikof,señalandoaRasumikhine—.Noharecibidodemísinoinsultosymolestias,y…

—¡Quétonteríasdices!—exclamóRasumikhine—.Porlovisto,hoytehaslevantadosentimental.

Si hubiese sidomás perspicaz, habría advertido que su amigo no estabasentimental, sino todo lo contrario. Avdotia Romanovna, en cambio, se dioperfectacuentadeello.Lajovenobservabaasuhermanoconávidaatención.

—Deti,mamá,noquieronisiquierahablar—continuóRaskolnikofeneltonodelquerecitaunalecciónaprendidaaquellamañana—.Hoypuedodarmecuentadeloquedebistesufrirayerdurantetuesperaenestahabitación.

Dicho esto, sonrió y tendió repentinamente la mano a su hermana, sindesplegarloslabios.Estavezsusonrisaexpresabaunsentimientoprofundoysincero.

Dunia, felizy agradecida, se apoderóalpuntode lamanodeRodiay laestrechótiernamente.Eralaprimerademostracióndeafectoquerecibíadeéldespués de la querella de la noche anterior. El semblante de la madre seiluminóanteestareconciliaciónmudaperosinceradesushijos.

—Éstaeslarazóndequeleaprecietanto—exclamóRasumikhineconsuinclinaciónaexagerarlascosas—.¡Tieneunosgestos…!

«Poseeunarteespecialparahacerbien lascosas—pensó lamadre—.Y¡cuánnoblessonsusimpulsos!¡Conquésencillezydelicadezahapuestofinalincidentedeayerconsuhermana!Lehabastadotenderlelamanomientrasle miraba afectuosamente… ¡Qué ojos tiene! Todo su rostro es hermoso.Incluso más que el de Dunetchka. ¡Pero, Dios mío, qué miserablementevestidova!Vaska,elempleadodeAtanasioIvanovitch,vistemejorqueél…¡Ah,qué agustomearrojaría sobre él, lo abrazaría…y lloraría!Peromedamiedo…, sí,miedo. ¡Está tanextraño! ¡Tan finamentecomohabla,yyomesientosobrecogida!Pero,enfindecuentas,¿quéesloquetemodeél?»

—¡Ah, Rodia! —dijo, respondiendo a las palabras de su hijo—. No tepuedes imaginar cuánto sufrimos Dunia y yo ayer. Ahora que todo haterminado y la felicidad ha vuelto a nosotros, puedo decirlo. Figúrate quevinimosaquíatodaprisaapenasdejamoseltren,paraverteyabrazarte,yesamujer…¡Ah,mira,aquíestá!Buenosdías,Nastasia…Puesbien,Nastasianoscontó que tú estabas en cama, con alta fiebre; que acababas de marcharte,

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inconsciente,delirando,yquehabíansalidoentubusca.Yapuedesimaginartenuestraangustia.YomeacordédelatrágicamuertedeltenientePotantchikof,unamigodetupadrealquetúnohasconocido.Huyócomotú,enunaccesode fiebre, y cayó en el pozo del patio. No se le pudo sacar hasta el díasiguiente.Elpeligroquecorríassenosantojabamuchomayordeloqueeraenrealidad. Estuvimos a punto de ir en busca de Piotr Petrovitch para pedirleayuda…, pues estábamos solas, completamente solas—terminó con acentoquejumbroso.

SehabíadetenidoantelaideadequetodavíaerapeligrosohablardePiotrPetrovitch,aunquetodoestuvierayaarregladofelizmente.

—Sí,todoesoesmuyenojoso—dijoRaskolnikofenuntonotandistraídoe indiferente, que Dunetchka le miró sorprendida—. ¿Qué otra cosa queríadeciros?—continuó,esforzándoseporrecordar—.¡Ah,si!Nocreas,mamá,nitú,Dunetchka,queyonoqueríairaverossinqueantesvinieraisvosotras.

—¡Quéocurrencia,Rodia!—exclamóPulqueriaAlejandrovna,asombrada.

«Noshablacomoporpuracortesía—pensóDunetchka—.Hacelaspacesypresentasusexcusascomosicumplieraunasimpleformalidadodijeseunalecciónaprendidadememoria.»

—Acabodelevantarmeymepreparabaparairaveros,peroelestadodemitrajemelohaimpedido.AyermeolvidédedeciraNastasiaquelimpiaralasmanchasdesangre,yahoramismoacabodevestirme.

—¿Manchasdesangre?—preguntóPulqueriaAlejandrovna,aterrada.

—No tiene importancia,mamá; no te alarmes.Ayer, cuando salí de aquídelirando,meencontrédeprontoanteunhombrequeacababadeservíctimade un atropello…Un funcionario. Por eso mis ropas estaban manchadas desangre.

—¿Cuandoestabasdelirando?—dijoRasumikhine—.Puesteacuerdasdetodo.

—Escierto—convinoRaskolnikof,presadeunasingularpreocupación—.Meacuerdode todo,ycon losdetallesmás insignificantes.Sinembargo,noconsigoexplicarmeporquéfuiallí,niporquéobréyhablécomolohice.

—El fenómeno es conocido—observó Zosimof—. El acto se cumple avecesconunadestrezayunahabilidadextraordinarias,peroelprincipioquelo motiva adolece de cierta alteración y depende de diversas impresionesmorbosas.Esalgoasícomounsueño.

«Al fin y al cabo, debo felicitarme de que me tomen por loco», pensóRaskolnikof.

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—Perolaspersonasperfectamentesanasestánenelmismocaso—observóDunetchka,mirandoaZosimofconinquietud.

—Laobservaciónesmuyjusta—respondióelmédico—.Enesteaspecto,todos solemos parecernos a los alienados. La única diferencia es que losverdaderos enfermos están un pocomás enfermos que nosotros. Sólo sobreesta base podemos establecer distinciones. Hombres perfectamente sanos,perfectamente equilibrados, si usted prefiere llamarlos así, la verdad es quecasinoexisten:nosepodríaencontrarmásdeunoentrecentenaresdemilesdeindividuos,einclusoesteunoresultaríaunmodelobastanteimperfecto.

Lapalabra«alienado», lanzada imprudentementeporZosimofenelcalorde sus comentarios sobre su tema favorito, recorrió comouna ráfagaglacialtoda laestancia.Raskolnikofsemostrabaabsortoydistraído.Ensuspálidoslabioshabíaunasonrisaextraña.Alparecer,seguíareflexionandosobreaquelpuntoqueleteníaperplejo.

—Bueno, pero ¿ese hombre atropellado? —se apresuró a decirRasumikhine—.Teheinterrumpidocuandoestabashablandodeél.

Raskolnikof se sobresaltó, como si lo despertasen repentinamente de unsueño.

—¿Cómo…?¡Ah,sí!Memanchédesangrealayudaratransportarloasucasa…A propósito, mamá: cometí un acto imperdonable. Estaba loco,sencillamente.Todoeldineroquemeenviastelodialaviudaparaelentierro.Está enfermadelpecho…Unaverdaderadesgracia…Treshuérfanosde cortaedad…Hambrientos…Nohaynadaenlacasa…Hadejadootrahija…Yocreoque también tú les habrías dado el dinero si hubieses visto el cuadro…Reconozcoqueyonoteníaningúnderechoaobrarasí,ymenossabiendolossacrificiosquehastenidoquehacerparaenviarmeesedinero.Estábienquesesocorra a la gente. Pero hay que tener derecho a hacerlo. De lo contrario,Crevezchiens,sivousn'étespascontents.

Lanzóunacarcajada.

—¿Verdad,Dunia?

—No—repusoenérgicamentelajoven.

—¡Bah! También tú estás llena de buenas intenciones —murmuró consonrisaburlonayacentocasirencoroso—.Debícomprenderlo…Desdeluego,eso eshermosoy tienemásvalor…Si llegas aunpuntoqueno te atreves afranquear, serás desgraciada, y si lo franqueas, tal vez más desgraciadatodavía. Pero todo esto es pura palabrería —añadió, lamentando no habersabidocontenerse—.Yosóloqueríadisculparmeanteti,mamá—terminóconvozentrecortadaytonotajante.

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—Notepreocupes,Rodia;estoyseguradeque todo loque túhacesestábienhecho—repusolamadrealegremente.

—Noestéstansegura—repusoél,esbozandounasonrisa.

Se hizo el silencio. Toda esta conversación, con sus pausas, el perdónconcedido y la reconciliación, se había desarrollado en una atmósfera nodesprovistadeviolencia,ytodossehabíandadocuentadeello.

«Se diría queme temen», pensóRaskolnikofmirando furtivamente a sumadreyasuhermana.

Efectivamente, Pulqueria Alejandrovna parecía sentirse más y másatemorizadaamedidaqueseprolongabaelsilencio.

«¡Tanto como creía amarlas desde lejos!», pensó Raskolnikofrepentinamente.

—¿Sabes que Marfa Petrovna ha muerto, Rodia?—preguntó de prontoPulqueriaAlejandrovna.

—¿QuéMarfaPetrovna?

—¿Esposiblequenolosepas?MarfaPetrovnaSvidrigailova.¡Tantocomotehehabladodeellaenmiscartas!

—¡Ah, sí!Ahorame acuerdo—dijo como si despertara de un sueño—.¿Demodoquehamuerto?¿Cómo?

EstamuestradecuriosidadalentóaPulqueriaAlejandrovna,querespondióvivamente:

—Fueunamuerterepentina.Ladesgraciaocurrióelmismodíaenqueteenviémiúltimacarta.Sumarido,esemonstruo,hasidosindudaelculpable.Dicenquelediounatremendapaliza.

—¿Eran frecuentes esas escenas entre ellos? —preguntó Raskolnikofdirigiéndoseasuhermana.

—No,alcontrario:élsemostrabapaciente,einclusoamableconella.Enalgunoscasoserahastademasiadoindulgente.Asívivierondurantesieteaños.Hastaqueundía,depronto,perdiólapaciencia.

—O sea que ese hombre no era tan terrible.De serlo, no habría podidocomportarse con tanta prudencia durante siete años.Me parece,Dunetchka,quetúpiensasasíylodisculpas.

—¡Oh, no! Es verdaderamente un hombre despiadado. No puedoimaginarme nada más horrible —repuso la joven con un ligeroestremecimiento.

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Luegofrunciólascejasyquedóabsorta.

—La escena tuvo lugar por la mañana —prosiguió precipitadamentePulqueriaAlejandrovna—.Después,MarfaPetrovnaordenóquelepreparasenel coche, a fin de trasladarse a la ciudad después de comer, como hacíasiempreenestoscasos.Dicenquecomióconexcelenteapetito.

—¿Apesardelosgolpes?

—Yaseibaacostumbrando…Apenasterminódecomer,fueabañarse;asíse podría marchar en seguida…Seguía un tratamiento hidroterápico. En lafincahayunmanantialdeaguafríayellasebañabaenéltodoslosdíasconregularidad.Apenasentróenelagua,sufrióunataquedeapoplejía.

—Noesnadaextraño—observóZosimof.

—¿Ydicesquelapalizahabíasidobrutal?

—Esonoinfluyó—dijoDunia.

Raskolnikofexclamó,súbitamenteirritado:

—Nosé,mamá,porquénoshascontadotodasesastonterías.

—Esquenosabíadequéhablar,hijomío—seleescapódeciraPulqueriaAlejandrovna.

—¿Es posible que todosme temáis?—dijoRaskolnikof, esbozando unasonrisa.

—Sí, te tememos—respondió Dunia con expresión severa y mirándolefijamente a los ojos—.Mamá incluso se ha santiguado cuando subíamos laescalera.

ElsemblantedeRaskolnikofsealteróprofundamente:parecíareflejarunaagitaciónconvulsiva.

PulqueriaAlejandrovnaintervino,visiblementeaturdida:

—Pero ¿qué dices,Dunia?No te enfades,Rodia, te lo suplico…Bien esverdad que, desde que partimos, no cesé de pensar en la dicha de volver averteycharlarcontigo…Tanfelizmesentíaconestepensamiento,queellargoviaje me pareció corto…Pero ¿qué digo? Ahora me siento verdaderamentefeliz…Te equivocas, Dunia…Y mi alegría se debe a que te vuelvo a ver,Rodia.

—Basta, mamá—dijo él, molesto por tanta locuacidad, estrechando lasmanos de su madre, pero sin mirarla—. Ya habrá tiempo de charlar ycomunicarnosnuestraalegría.

Peroalpronunciarestaspalabrasse turbóypalideció.Sesentía invadido

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porunfríodemuertealevocarciertarecienteimpresión.Denuevotuvoqueconfesarse que había dicho una gran mentira, pues sabía muy bien que nosolamentenovolveríaahablarasumadreniasuhermanaconelcorazónenlamano,sinoqueyanopronunciaríajamásunasolapalabraespontáneaantenadie.Laimpresiónqueleprodujoestaideafuetanviolenta,quecasiperdióla conciencia de las cosasmomentáneamente, y se levantó y se dirigió a lapuertasinmiraranadie.

—Pero¿quétepasa?—ledijoRasumikhinecogiéndoledelbrazo.

Raskolnikof se volvió a sentar y paseó una silenciosa mirada por lahabitación.Todoslecontemplabanconungestodeestupor.

—Pero ¿qué os pasa que estáis tan fúnebres? —exclamó de súbito—.¡Decid algo! ¿Vamos a estar mucho tiempo así? ¡Ea, hablad! ¡Charlemostodos!Nonoshemosreunidoparaestarmudos.¡Vamos,hablemos!

—¡Bendito seaDios! ¡Y yo que creía que no se repetiría el arrebato deayer!—dijoPulqueriaAlejandrovnasantiguándose.

—¿Qué te ha pasado, Rodia? —preguntó Avdotia Romanovna con ungestodedesconfianza.

—Nada—respondióeljoven—:quemeheacordadodeunatontería.

Yseechóareír.

—Siesunatontería,locelebro—dijoZosimoflevantándose—.Pueshastaa mí me ha parecido…Bueno, me tengo que marchar. Vendré más tarde…Supongoqueleencontraréaquí.

Saludóysefue.

—Esunhombreexcelente—dijoPulqueriaAlejandrovna.

—Sí, un hombre excelente, instruido, perfecto —exclamó Raskolnikofprecipitadamenteyanimándosedesúbito—.Norecuerdodóndeloviantesdemienfermedad,perosindudalovienalgunaparte…Yahítenéisotrohombreexcelente —añadió señalando a Rasumikhine—. ¿Te ha sido simpático,Dunia?—preguntódepronto.Yseechóareírsinrazónalguna.

—Mucho—respondióDunia.

—¡No seas imbécil! —exclamó Rasumikhine poniéndose colorado ylevantándose.

PulqueriaAlejandrovnasonrióyRaskolnikofsoltólacarcajada.

—Pero¿adóndevas?

—Tengoquehacer.

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—Tú no tienes nada que hacer. De modo que te has de quedar. Tú tequieresmarcharporque seha idoZosimof.Quédate…¿Quéhora es, a todoesto?¡Quépreciosidaddereloj,Dunia!¿Queréisdecirmeporquéseguís tancallados?Elúnicoquehablaaquísoyyo.

—EsunregalodeMarfaPetrovna—dijoDunia.

—Unregalodealtoprecio—añadióPulqueriaAlejandrovna.

—Peroesdemasiadogrande.Pareceunrelojdehombre.

—Megustaasí.

«Noesunregalodesuprometido»,pensóRasumikhine,alborozado.

—YocreíaqueeraunregalodeLujine—dijoRaskolnikof.

—No,Lujinetodavíanoleharegaladonada.

—¡Ah!, ¿no…? ¿Te acuerdas,mamá, de que estuve enamorado y queríacasarme?—preguntódepronto,mirandoasumadre,quesequedóasombradaanteelgiroimprevistoqueRodiahabíadadoalaconversación,ytambiénanteeltonoquehabíaempleado.

—Sí,meacuerdoperfectamente.

YcambióunamiradaconDuniayotraconRasumikhine.

—¡Bah! Hablando sinceramente, ya lo he olvidado todo. Era unamuchacha enfermiza—añadió, pensativo y bajando la cabeza— y, además,muypobre.Tambiéneramuypiadosa:soñabaconlavidaconventual.Undía,inclusoseechóa lloraralhablarmedeesto…Sí,sí; lo recuerdo, lo recuerdoperfectamente…Era fea…En realidad, no sé qué atractivo veía en ella…Yocreoquesihubiesesidojorobadaocoja,lahabríaqueridotodavíamás.

Quedópensativo,sonriendo,yterminó:

—Aquellonotuvoimportancia:fueunalocurapasajera…

—No, no fue simplemente una locura pasajera —dijo Dunetchka,convencida.

Raskolnikof miró a su hermana atentamente, como si no hubiesecomprendidosuspalabras.Acasonisiquieralashabíaoído.Luegoselevantó,todavíaabsorto,fueaabrazarasumadreyvolvióasusitio.

—¿Laamasaún?—preguntóPulqueriaAlejandrovna,enternecida.

—¿Aella?¿Ahora…?Sí…Pero…No,no.Meparecequetodoesopasóenotromundo…¡Haceyatantotiempoqueocurrió…!Porotraparte,lamismaimpresiónmeproducetodocuantomerodea.

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Ylosmiróatodosatentamente.

—Vosotros soisunejemplo:mepareceestarviéndoosaunadistanciademilverstas…Pero¿paraquédiabloshablamosdeestascosas…?¿Yporquémeinterrogáis?—exclamó,irritado.

Después empezó a roerse las uñas y volvió a abismarse en suspensamientos.

—¡Quéhabitación tanmísera tienes,Rodia!Pareceuna tumba—dijodesúbitoPulqueriaAlejandrovnapararomperelpenososilencio—.Estoyseguradequeestecuartuchotieneporlomenoslamitaddeculpadetuneurastenia.

—¿Esta habitación? —dijo Raskolnikof, distraído—. Sí, ha contribuidomucho.Hereflexionadoenello…Pero¡quéideatanextrañaacabasdetener,mamá!—añadióconunasingularsonrisa.

Sedabacuentadequeaquellacompañía,aquellamadreyaquellahermanaa las que volvía a ver después de tres años de separación, y aquel tonofamiliar, íntimo, de la conversación quemantenían, cuando su deseo era nopronunciar una sola palabra, estaban a punto de serle por completoinsoportables.

Sin embargo, había un asunto cuya discusión no admitía dilaciones.Asíacababa de decidirlo, levantándose. De un modo o de otro, debía quedarresueltoinmediatamente.Yexperimentóciertasatisfacciónalhallarunmododesalirdelaviolentasituaciónenqueseencontraba.

—Tengo algo que decirte, Dunia —manifestó secamente y con gravesemblante—.Teruegoquemeexcusesporlaescenadeayer,peroconsideroundeberrecordartequemantengolostérminosdemidilema:Lujineoyo.Yopuedo ser un infame, pero no quiero que tú lo seas. Con unmiserable haysuficiente.DemodoquesitecasasconLujine,dejarédeconsiderartehermanamía.

—¡Pero Rodia! ¿Otra vez las ideas de anoche? —exclamó PulqueriaAlejandrovna—. ¿Por qué lo crees infame?Nopuedo soportarlo.Lomismodijisteayer.

—Óyeme,Rodia—repusoDunetchka firmemente y en un tono tan secocomoeldesuhermano—,ladiscrepanciaquenosseparaprocededeunerrortuyo. He reflexionado sobre ello esta noche y he descubierto ese error. Lacausade todo es que tú supones queyome sacrificopor alguien.Ésa es tuequivocación.Yomecasopormí,porquelavidameparecedemasiadodifícil.Desde luego, serémuy feliz si puedo ser útil a losmíos, pero no es éste elmotivoprincipaldemideterminación.

«Miente—sedijoRaskolnikof,mordiéndoseloslabiosenunarranquede

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rabia—. ¡La muy orgullosa…! No quiere confesar su propósito de ser mibienhechora.¡Quécaracterestanviles!Suamorseparecealodio.¡Cómolosdetestoatodos!»

—En una palabra —continuó Dunia—, me caso con Piotr Petrovitchporque de dos males he escogido el menor. Tengo la intención de cumplirlealmente todo lo que él espera demí; por lo tanto, no te engaño. ¿Por quésonríes?

Duniaenrojecióyunrelámpagodecólerabrillóensusojos.

—¿Dices que lo cumplirás todo? —preguntó Raskolnikof con aviesasonrisa.

—Hastaciertopunto,PiotrPetrovitchhapedidomimanodeunmodoquemeha revelado claramente lo que espera demí.Ciertamente, tiene una altaopinión de sí mismo, acaso demasiado alta; pero confío en que sabráapreciarmeamíigualmente…¿Porquévuelvesareírte?

—¿Ytúporquétesonrojas?Túmientes,Dunia;mientesporobstinaciónfemenina,paraquenopuedaparecerquetehasdejadoconvencerpormí…Túnopuedes estimar aLujine.Lohevisto, he hablado con él. Por lo tanto, tecasaspor interés, tevendes.Decualquiermodoque lamires, tudecisiónesunavileza.Mesientofelizdeverquetodavíaerescapazdeenrojecer.

—¡Esonoesverdad!¡Yonomiento!—exclamóDunetchka,perdiendoporcompletolacalma—.Nomecasaríaconélsinoestuvieraconvencidadequemeaprecia;nomecasaríasinestarseguradequeesdignodemiestimación.Afortunadamente, tengo la oportunidad de comprobarlo muy pronto, hoymismo.Estematrimonio no es una vileza como tú dices…Por otra parte, situviesesrazón,siyohubiesedecididocometerunabajezadeestaíndole,¿noseríaunacrueldadtuactitud?¿Cómopuedesexigirdemíunheroísmodelquetú seguramente no eres capaz? Eso es despotismo, tiranía. Si yo causo lapérdida de alguien, no será sino de mí misma…Todavía no he matado anadie…¿Por quémemiras de esemodo…? ¡Estás pálido…! ¿Qué te pasa,Rodia…?¡Rodia,queridoRodia!

—¡Señor! ¡Se ha desmayado! Tú tienes la culpa —exclamó PulqueriaAlejandrovna.

—No,no…,nohasidonada…Semehaidounpocolacabeza,peronomehe desmayado…No piensas más que en eso… ¿Qué es lo que yo queríadecir…?¡Ah,sí!¿Demodoqueesperasconvencertehoymismodequeélteaprecia y es digno de tu estimación? ¿Es esto, no? ¿Es esto lo que hasdicho…?¿Oacasoheentendidomal?

—Mamá,daaleeraRodialacartadePiotrPetrovitch—dijoDunetchka.

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Pulqueria Alejandrovna le entregó la carta con mano temblorosa.Raskolnikofseapoderódeellaconungestodevivacuriosidad.Peroantesdeabrirla dirigió a suhermanaunamiradade estupor y dijo lentamente, comoobedeciendoaunaideaquelehubieraasaltadodesúbito:

—No sé por qué me ha de preocupar este asunto…Cásate con quienquieras.

Parecíahablarconsigomismo,perohabíalevantadolavozymirabaasuhermanaconungestodepreocupación.Alfin,ysinquesusemblanteperdierasu expresión de estupor, desplegó la carta y la leyó dos veces atentamente.PulqueriaAlejandrovnaestabaprofundamenteinquietaytodosesperabanalgoparecidoaunaexplosión.

—No comprendo absolutamente nada —dijo Rodia, pensativo,devolviendo lacartaasumadreysindirigirseanadieenparticular—.Sabepleitear,comoespropiodeunabogado,ycuandohablalohacebastantebien.Peroescribiendoesuniletrado,unignorante.

Suspalabrascausarongeneralestupefacción.Noeraéste,nimuchomenos,elcomentarioqueseesperaba.

—Todosloshombresdesuprofesiónescribenasí—dijoRasumikhineconvozalteradaporlaemoción.

—¿Esquehasleídolacarta?

—Sí.

—Tenemosbuenos informesdeél,Rodia—dijoPulqueriaAlejandrovna,inquietayconfusa—.Nosloshandadopersonasrespetables.

—Es el lenguaje de los leguleyos —dijo Rasumikhine—. Todos losdocumentosjudicialesestánescritoseneseestilo.

—Dices bien: es el estilo de los hombres de leyes, y también de loshombres de negocios. No es un estilo de persona iletrada, pero tampocodemasiadoliterario…Enunapalabra,esunestilopropiodelosnegocios.

—Piotr Petrovitch no oculta su falta de estudios —dijo AvdotiaRomanovna, herida por el tono en que hablaba su hermano—. Es más: seenorgullecededeberlotodoasímismo.

—Desdeluego,tienemotivosparaestarorgulloso;nodigolocontrario.Alparecer, te ha molestado que esa carta me haya inspirado solamente unaobservación poco seria, y crees que persisto en esta actitud sólo paramortificarte.Porelcontrario,enrelaciónconesteestilohetenidounaideaquemeparece de cierta importancia para el casopresente.Me refiero a la fraseconquePiotrPetrovitchadvierteanuestramadrequelaresponsabilidadserá

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exclusivamente suya si desatiende su ruego. Estas palabras, en extremosignificativas,contienenunaamenaza.Lujinehadecididomarcharsesiestoyyo presente. Esto quiere decir que, si no le obedecéis, está dispuesto aabandonarosa lasdosdespuésdehacerosveniraPetersburgo.¿Quédicesaesto?EstaspalabrasdeLujine¿teofendencomosivinierandeRasumikhine,Zosimofo,enfin,decualquieradenosotros?

—No —repuso Dunetchka vivamente—, porque comprendo que se haexpresadoconingenuidadcasiinfantilyqueespocohábilenelmanejodelapluma.Tuobservación esmuy aguda,Rodia.Te confieso que ni siquiera laesperaba.

—Teniendo en cuenta que es un hombre de leyes, se comprende que nohayasabidodecirlodeotromodoyhayademostradounagroseríaqueestabalejosdesuánimo.Sinembargo,meveoobligadoadesengañarte.Hayenesacarta otra frase que es una calumnia contramí, y una calumnia de lasmásviles.Yoentreguéayereldineroaesaviudatísicaydesesperada,no«conelpretexto de pagar el entierro», como él dice, sino realmente para pagar elentierro,ynoalahija,«cuyamalaconductaesdeldominiopúblico»(yolaviayerporprimeravezenmivida),sinoalaviudaenpersona.Entodoestoyono veo sino el deseo de envilecerme a vuestros ojos a indisponerme convosotras. Este pasaje está escrito también en lenguaje jurídico, por lo querevela claramente el fin perseguido y una avidez bastante cándida. Es unhombre inteligente, pero no basta ser inteligente para conducirse conprudencia…Laverdad,nocreoqueesehombresepaapreciar tusprendas.Yconstequelodigoportubien,quedeseocontodasinceridad.

Dunetchka nada repuso. Ya había tomado su decisión: esperaría quellegaselanoche.

—¿Qué piensas hacer, Rodia? —preguntó Pulqueria Alejandrovna,inquietaanteeltonoreposadoygravequehabíaadoptadosuhijo.

—¿Aquéterefieres?

—Ya has visto que Piotr Petrovitch dice que no quiere verte en nuestracasaestanoche,yquesemarcharási…siteencuentraallí.¿Quéharás,Rodia:vendrásono?

—Esono soyyoelque tienequedecirlo, sinovosotras.LoprimeroquedebéishacerespreguntarossiesaexigenciadePiotrPetrovitchnoospareceinsultante. Sobre todo, es Dunia la que habrá de decidir si se siente o noofendida.Yo—terminósecamente—haréloquevosotrasmedigáis.

—Dunetchka ha resuelto ya la cuestión, y yo soy enteramente de suparecer—respondióalpuntoPulqueriaAlejandrovna.

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—Loquehedecidido,Rodia,esrogarteencarecidamentequeasistasa laentrevistadeestanoche—dijoDunia—.¿Vendrás?

—Iré.

—Tambiénaustedleruegoquevenga—añadióDunetchkadirigiéndoseaRasumikhine—.¿Hasoído,mamá?HeinvitadoaDmitriProkofitch.

—Me parece muy bien. Que todo se haga de acuerdo con tus deseos.Celebroturesolución,porquedetestolaficciónylamentira.Queelasuntoseventilecontodafranqueza.YsiPiotrPetrovitchsemolesta,alláél.

CAPÍTULO4

En esemomento, la puerta se abrió sin ruido y apareció una joven quepaseóuna tímidamiradapor la habitación.Todos los ojos se fijaron en ellacontantasorpresacomocuriosidad.Raskolnikofno lareconocióenseguida.Era Sonia Simonovna Marmeladova. La había visto el día anterior —porprimeravez—,peroencircunstanciasyconunatavíoquehabíandejadoensumemoria una imagen completamente distinta de ella. Ahora ibamodestamente, incluso pobremente vestida y parecía muy joven, unamuchachita demodales honestos y reservados y carita inocente y temerosa.Llevaba un vestido sumamente sencillo y un sombrero viejo y pasado demoda. Sumano empuñaba su sombrilla, único vestigio de su atavío del díaanterior.Fue tal suconfusiónalver lahabitación llenadegente,queperdióporcompletolacabeza,comosifueraverdaderamenteunaniña,ysedispusoamarcharse.

—¡Ah!¿Esusted?—exclamóRaskolnikof,enelcolmodelasorpresa.Ydeprontotambiénélsesintióturbado.

RecordóquesumadreysuhermanahabíanleídoenlacartadeLujinelaalusión a una joven cuya mala conducta era del dominio público. Cuandoacababadeprotestarde lacalumniadeLujinecontraélyderecordarqueeldíaanteriorhabíavistoporprimeravezalamuchacha,heaquíqueellamismase presentaba en su habitación. Se acordó igualmente de que no habíapronunciado ni una sola palabra de protesta contra la expresión «cuyamalaconducta es del dominio público». Todos estos pensamientos cruzaron sumenteenplenaconfusiónyconrapidezvertiginosa,yalmiraratentamenteaaquellapobreyultrajadacriatura,laviotanavergonzada,quesecompadeciódeella.Ycuandolamuchachasedirigióalapuertaconelpropósitodehuir,ensuánimoseprodujosúbitamenteunaespeciederevolución.

—Estabamuylejosdeesperarla—ledijovivamente,deteniéndolaconuna

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mirada—.Hagaelfavordesentarse.UstedvienesindudadepartedeCatalinaIvanovna.No,ahíno;siénteseaquí,tengalabondad.

AlentrarSonia,Rasumikhine,queocupabaunadelastressillasquehabíaen la habitación, se había levantado para dejarla pasar. Raskolnikof habíaempezado por indicar a la joven el extremo del diván que Zosimof habíaocupado hacía un momento, pero al pensar en el carácter íntimo de estemueblequeleservíadelechocambiódeopiniónyofrecióaSonialasilladeRasumikhine.

—Ytúsiéntateahí—dijoasuamigo,señalándoleelextremodeldiván.

Sonia se sentó casi temblando y dirigió una tímida mirada a las dosmujeres. Se veía claramente que ni ellamisma podía comprender de dóndehabía sacado la audacia necesaria para sentarse cerca de ellas. Y estepensamiento le produjo una emoción tan violenta, que se levantórepentinamente y, sumida en el mayor desconcierto, dijo a Raskolnikof,balbuceando:

—Sólo…sólounmomento.Perdóneme si he venido amolestarle.Vengode parte deCatalina Ivanovna.No ha podido enviar a nadiemás que amí.CatalinaIvanovnaleruegaencarecidamentequeasistamañanaalosfuneralesque se celebrarán enSanMitrofan…yque después venga a casa, a su casa,paralacomida…Lesuplicaqueleconcedaestehonor.

Dichoesto,perdióporcompletolaserenidadyenmudeció.

—Haré todo lo posible por…No, no faltaré —repuso Raskolnikof,levantándoseytartamudeandotambién—.Tengalabondaddesentarse—dijodepronto—.Hedehablarle, sime lopermite.Yaveoque tieneustedprisa,peroleruegoquemeconcedadosminutos.

Leacercólasilla,ySoniasevolvióasentar.Denuevolajovendirigióunamiradallenadeangustiosatimidezalasdosseñorasyseguidamentebajólosojos.ElpálidorostrodeRaskolnikofsehabíateñidodepúrpura.Susfaccionessehabíancontraídoysusojosllameaban.

—Mamá —dijo con voz firme y vibrante—, es Sonia SimonovnaMarmeladova, la hija de ese infortunado señor Marmeladof que ayer fueatropelladoporuncoche…Yaoshecontado…

PulqueriaAlejandrovnamiróaSonia,entornando levemente losojosconun gesto despectivo. A pesar del temor que le inspiraba la mirada fija yretadoradesuhijo,nopudoprivarsedeestasatisfacción.Dunetchkasevolvióhacialapobremuchachaylaobservócongraveestupor.

AloírqueRaskolnikoflapresentaba,Sonialevantólosojos,lograndotansóloquesuturbaciónaumentase.

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—Queríapreguntarle—dijoRodiaprecipitadamente—cómohanidohoylas cosas en su casa. ¿Las han molestado mucho? ¿Les ha interrogado lapolicía?

—No,todosehaarregladosindificultad.Nohabíadudasobrelascausasdelamuerte.Noshandejadotranquilas.Sólolosvecinosnoshanmolestadoconsusprotestas.

—¿Susprotestas?

—Sí, el cadáver llevaba demasiado tiempo en casa y, con este calor,empezaba a oler. Hoy, a la hora de vísperas, lo trasladarán a la capilla delcementerio. Catalina Ivanovna se oponía al principio, pero al fin hacomprendidoquehabíaquehacerlo.

—¿Oseaquehoyselollevarán?

—Sí,perolasexequiassecelebraránmañana.CatalinaIvanovnalesuplicaqueasistaaellasyqueluegovayaasucasaparaparticiparenlacomidadefunerales.

—¡Hastacomidadefunerales…!

—Una sencilla colación.Tambiénmehaencargadoque ledé lasgraciasporlaayudaquenoshaprestado.Sinella,noshabríasidoimposibleenterraramipadre.

Sus labios y su barbilla empezaron a temblar de súbito, pero contuvo elllantoybajónuevamentelosojos.

Mientras hablaba con ella, Raskolnikof la observaba atentamente. Eramenudaydelgada,muydelgada,ypálida,defaccionesirregularesyunpocoangulosas,narizpequeñayafiladaymentónpuntiagudo.Nopodíadecirsequefuera bonita, pero, en compensación, sus azules ojos eran tan límpidos y, alanimarse, le daban tal expresión de candor y de bondad, que uno no podíamenosdesentirsecautivado.Otrodetallecaracterísticodesurostroydetodaellaeraquerepresentabamenosedadaúndelaquetenía.Parecíaunaniña,apesar de sus dieciocho años, infantilidad que se reflejaba, de unmodo casicómico,enalgunosdesusgestos.

—NocomprendocómoCatalina Ivanovnahapodido arreglarlo todo contan escasos recursos, y menos, que todavía le haya sobrado para dar unacolación —dijo Raskolnikof, deseoso de que la conversación no seinterrumpiera.

—El ataúd es de losmásmodestos y toda la ceremonia será sumamentesencilla…Osea,quenolecostarámucho.Entreellayyolohemoscalculadotodo exactamente; por eso sabemos que quedará lo suficiente para dar lacolacióndefunerales.EstoesmuyimportanteparaCatalinaIvanovnaynose

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ladebecontrariar…Esunconsueloparaella…Yasabeustedcómoes…

—Comprendo, comprendo…También mi habitación es muy pobre. Mimadredicequepareceunatumba.

—¡Y ayer nos entregó usted hasta su última moneda! —murmuróSonetchkabajandodenuevolosojos.

Otra vez sus labios y su barbilla empezaron a temblar. Apenas habíaentrado,lehabíallamadolaatenciónlapobrezadelaposentodeRaskolnikof.Loqueacababadedecirselehabíaescapadoinvoluntariamente.

Hubo un silencio. La mirada de Dunetchka se aclaró y PulqueriaAlejandrovnasevolvióhaciaSoniaconexpresiónafable.

—Como es natural, Rodia —dijo la madre, poniéndose en pie—,comeremos juntos…Vámonos,Dunetchka.Y tú,Rodia, deberías ir a dar unpaseo, después descansar un rato y luego venir a reunirte con nosotras…loantesposible.Sindudatehemosfatigado.

—Iré,iré—seapresuróacontestarRaskolnikof,levantándose—.Además,tengocosasquehacer.

—¿Qué quieres decir con eso? —exclamó Rasumikhine, mirandofijamenteaRaskolnikof—.Supongoquenosetehabrápasadoporlacabezacomersolo.Dime:¿quépiensashacer?

—Teaseguroqueiré.Ytúquédateaquíunmomento…¿Podéisdejármeloparaunrato,mamá?¿Verdadquenolonecesitáis?

—¡No,no!Puedequedarse…Peroleruego,DmitriProkofitch,quevengaustedtambiénacomerconnosotros.

—Yotambiénseloruego—dijoDunia.

Rasumikhineasintióhaciendounareverencia.Estabaradiante.Duranteunmomento,todosparecierondominadosporunaviolenciaextraña.

—Adiós, Rodia. Es decir, hasta luego: nome gusta decir adiós…Adiós,Nastasia.¡Otravezsemehaescapado!

PulqueriaAlejandrovna tenía intención de saludar aSonia, pero no supocómohacerloysaliódelahabitaciónprecipitadamente.

En cambio,Avdotia Romanovna, que parecía haber estado esperando suvez, alpasar anteSoniadetrásde sumadre la saludóamableygentilmente.Sonetchkaperdió lacalmayse inclinócon temerosoapresuramiento.Porsusemblantepasóunasombradeamargura,comosilacortesíaylaafabilidaddeAvdotiaRomanovnalehubieranproducidounaimpresióndolorosa.

—Adiós,Dunia—dijoRaskolnikof,quehabíasalidoalvestíbulotrasella

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—.Damelamano.

—¡Perosiyatelahedado!¿Nolorecuerdas?—dijolajoven,volviéndosehaciaél,entredesconcertadayafectuosa.

—Esquequieroquemelavuelvasadar.

Rodiaestrechófuertementelamanodesuhermana.Dunetchkalesonrió,enrojeció, libertó con un rápido movimiento su mano y siguió a su madre.Tambiénellasesentíafeliz.

—¡Todohasalidoapedirdeboca!—dijoRaskolnikof,volviendoal ladodeSonia,quesehabíaquedadoenelaposento,ymirándolaconungestodeperfectacalma,añadió—:QueelSeñordépazalosmuertosydejeviviralosvivos.¿Noteparece,noteparece?Di,¿noteparece?

Soniaadvirtió,sorprendida,queelsemblantedeRaskolnikofseiluminabasúbitamente. Durante unos segundos, el joven la observó en silencio yatentamente.Todoloquesudifuntopadrelehabíacontadodeellaacudiódeprontoasumemoria…

*

—¡Diosmío!—exclamóPulqueriaAlejandrovnaapenasllegóconsuhijaalacalle—.¡Aquienseledigaquemealegrodehabersalidodeestacasa…!¡Herespirado,Dunetchka!¡Quiénmehabíadedecir,cuandoestabaeneltren,quemealegraríadesepararmedemihijo!

—Piensaqueestáenfermo,mamá.¿Noloves?Acasohaperdidolasaludafuerzadesufrirpornosotras.Hemosdeser indulgentesconél.Se lepuedenperdonarmuchascosas,muchascosas…

—Sinembargo,túnohassidocomprensiva—dijoamargamentePulqueriaAlejandrovna—.Haceunmomentoosobservabaalosdos.Osparecéiscomodos gotas de agua, y no tanto en lo físico como en lomoral. Los dos soisseveroseirascibles,perotambiénarrogantesynobles.Porqueélnoesegoísta,¿verdad,Dunetchka…?Cuandopiensoenloquepuedeocurrirestanocheencasa,semehielaelcorazón.

—Notepreocupes,mamá:sólosucederáloquehayadesuceder.

—Piensaennuestrasituación,Dunetchka.¿QuéocurrirásiPiotrPetrovitchrenunciaaesematrimonio?—preguntóindiscretamente.

—Sólo un hombre despreciable puede ser capaz de semejante acción—repusoDunetchkacongestobruscoydesdeñoso.

PulqueriaAlejandrovnasiguióhablandoconsuacostumbradavolubilidad.

—Hemoshechobienenmarcharnos.Rodiateníaqueacudirurgentemente

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aunacitadenegocios.Leharábiendarunpaseo,respirarelairelibre.Ensuhabitación hay una atmósfera asfixiante. Pero ¿es posible encontrar airerespirableenestaciudad?Lascallessoncomohabitacionessinventana.¡Quéciudad,Diosmío!¡Cuidadonoteatropellen…!Mira,transportanunpiano…Aquílagenteandaempujándose…Esamuchachameinquieta.

—¿Quémuchacha?

—EsaSoniaSimonovna.

—¿Porquéteinquieta?

—Tengounpresentimiento,Dunia.¿Mecreerássi tedigoque,apenas lahevistoentrar,hesentidoqueeslacausaprincipaldetodo?

—¡Eso es absurdo! —exclamó Dunia, indignada—. Para lospresentimientos eres única. Ayer la vio por primera vez. Ni siquiera la hareconocidoenelprimermomento.

—Yaveremosquiéntienerazón…Desdeluego,esajovenmeinquieta…Hesentido verdadero miedo cuando me ha mirado con sus extraños ojos. Hetenidoquehacerunesfuerzoparanohuir…¡Ynoslahapresentado!Estoesmuy significativo.Despuésde loquePiotrPetrovitchnosdicede ella en lacarta,noslapresenta…Nomecabedudadequeestáenamoradodeella.

—Nohagascasode loquedigaLujine.Tambiénsehahabladoyescritomuchosobrenosotras.¿Esquelohasolvidado…?Estoyseguradequeesunabuenachicaydequetodoloquesecuentadeellasonestúpidashabladurías.

—¡Ojaláseaasí!

—YPiotrPetrovitchesunchismoso—exclamósúbitamenteDunetchka.

Pulqueria Alejandrovna se contuvo y en este punto terminó laconversación.

*

—Ven; tenemos que hablar —dijo Raskolnikof a Rasumikhine,llevándoselojuntoalaventana.

—Ya diré a Catalina Ivanovna que vendrá usted a los funerales —dijoSoniaprecipitadamenteydisponiéndoseamarcharse.

—Unmomento,SoniaSimonovna.Nosetratadeningúnsecreto;demodoqueustednonosmolestalomásmínimo…Todavíatengoalgoquedecirle.

SevolviódenuevohaciaRasumikhineycontinuó:

—Quiero hablarte de ése…, ¿cómo se llama…? ¡Ah, sí! PorfirioPetrovitch…Túleconoces,¿verdad?

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—¿Cómonolohedeconocersisomosparientes?Bueno,¿dequésetrata?—preguntóconvivacuriosidad.

—Creo que es él el que instruye el sumario de…de ese asesinato quecomentabaisayer.¿No?

—Sí,¿yqué?—preguntóRasumikhine,abriendoexageradamentelosojos.

—Tengoentendidoquehainterrogadoatodoslosqueteníanalgúnobjetoempeñadoencasadelavieja.Yotambiénteníaalgoempeñado…,muypocacosa…,unasortijaquemediomihermanacuandomevineaPetersburgo,yelrelojdeplatademipadre.Lasdoscosasjuntassólovalencincooseisrublos,perocomorecuerdostienenungranvalorparamí.¿Quéteparecequehaga?Noquisieraperderesosobjetos,especialmenteelrelojdemipadre.Haceunmomento, temblabaalpensarquemimadrepodíadecirmequequeríaverlo,sobre todo cuando estábamos hablando del reloj deDunetchka. Es el únicoobjetoquenosquedademipadre.Si loperdiéramos,amimadrelecostaríaunaenfermedad.Yasabescómosonlasmujeres.Dime,¿quédebohacer?Yasé que hay que ir a la comisaría para prestar declaración. Pero si pudierahablardirectamenteconPorfirio…¿Quéteparece…?Asísesolucionaríamásrápidamente el asunto…Ya verás como, apenas nos sentemos a lamesa,mimadremehabladelreloj.

Rasumikhinediomuestrasdeunaemociónextraordinaria.

—Notienesqueiralapolicíaparanada.Porfiriolosolucionarátodo…Mehas dado una verdadera alegría…Y ¿para qué esperar? Podemos irinmediatamente. Lo tenemos a dos pasos de aquí. Estoy seguro de que loencontraremos.

—Deacuerdo:vamos.

—Se alegrarámucho de conocerte. ¡Le he hablado tantas veces de ti…!Ayer mismo te nombramos… ¿De modo que conocías a la vieja?¡Estupendo…!¡Ah!NoshabíamosolvidadodequeestáaquíSoniaIvanovna.

—Sonia Simonovna —rectificó Raskolnikof—. Éste es mi amigoRasumikhine,SoniaSimonovna;unbuenmuchacho…

—Sisehandemarcharustedes…—comenzóadecirSonia,cuyaconfusiónhabíaaumentadoalpresentarleRodiaaRasumikhine,hastaelpuntodequenoseatrevíaalevantarlosojoshaciaél.

—Vamos—decidióRaskolnikof—.Hoymismopasaréporsucasa,SoniaSimonovna.Hagaelfavordedarmesudirección.

Dijo esto con desenvoltura pero precipitadamente y sinmirarla. Sonia lediosudirección,nosinruborizarse,ysalieronlostres.

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—Nohascerradolapuerta—dijoRasumikhinecuandoempezabanabajarlaescalera.

—No la cierro nunca…Además, no puedo. Hace dos años que quierocomprarunacerradura.

Habíadichoestoconairededespreocupación.Luegoexclamó,echándoseareírydirigiéndoseaSonia:

—¡Feliz el hombre que no tiene nada que guardar bajo llave! ¿No creeusted?

Alllegaralapuertasedetuvieron.

—Usted va hacia la derecha, ¿verdad, Sonia Simonovna…? ¡Ah, oiga!¿Cómohapodidoencontrarme?—preguntóeneltonodelquediceunacosamuydistinta de la que iba a decir.Ansiabamirar aquellos ojos tranquilos ypuros,peronoseatrevía.

—AyerdioustedsudirecciónaPoletchka.

—¿Poletchka?¡Ah,sí;suhermanita!¿Diceustedqueledimidirección?

—Sí,¿noseacuerda?

—Sí,sí;yarecuerdo.

—Yohabíaoídoyahablardeustedaldifunto,perono sabía sunombre.Creoqueinclusomipadreloignoraba.Peroayerlosupe,yhoy,alveniraquí,he podido preguntar por «el señor Raskolnikof». Yo no sabía que tambiénustedvivíaenunapensión.Adiós.YadiréaCatalinaIvanovna…

Sesintiófelizalpodersemarcharysealejóapasoligeroyconlacabezabaja.Anhelaballegaralaprimeratravesíaparaquedaralfinsola,libredelamirada de los dos jóvenes, y poder reflexionar, avanzando lentamente y lamiradaperdidaenlalejanía,entodoslosdetalles,hastalosmásmínimos,desurecientevisita.Tambiéndeseabarepasarcadaunadelaspalabrasquehabíapronunciado.Nohabíaexperimentado jamásnadaparecido.Todounmundoignoradosurgíaconfusamenteensualma.

DeprontoseacordódequeRaskolnikoflehabíaanunciadosuintencióndeiraverlaaquelmismodía,ypensóquetalvezfueraaquellamismamañana.

—Si al menos no viniera hoy…—murmuró, con el corazón palpitantecomounniñoasustado—. ¡Señor! ¡Venir amicasa, amihabitación…!Allíverá…

Iba demasiado preocupada para darse cuenta de que la seguía undesconocido.

En el momento en que Raskolnikof, Rasumikhine y Sonia se habían

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detenidoantelapuertadelacasa,conversando,eldesconocidopasócercadeellosyseestremecióalcazaralvuelocasualmenteestaspalabrasdeSonia:

—…hepodidopreguntarporelseñorRaskolnikof.

Entoncesdirigióalostres,yespecialmenteaRaskolnikof,alquesehabíadirigido Sonia, una rápida pero atenta mirada, y después levantó la vista yanotóelnúmerode lacasa.Hizo todoestoenunabrirycerrardeojosydemodoquenofueadvertidopornadie.Luegosealejóyfueacortandoelpaso,comoquienquieredartiempoaqueotroloalcance.HabíavistoqueSoniasedespedíadesusdosamigosydedujoqueseencaminaríaasucasa.

«¿Dóndevivirá?—pensó—.Yohevistoaestamuchachaenalgunaparte.Procurarérecordar.»

Cuando llegó a la primera bocacalle, pasó a la esquina de enfrente y sevolvió,pudiendoadvertirquelamuchachahabíaseguidolamismadirecciónqueél sindarsecuentadeque laespiaban.La joven llegóa la travesíay seinternóporella,sincruzarlacalzada.Eldesconocidocontinuósupersecuciónpor la aceraopuesta, sinperder devista aSonia, y cuandohabían recorridounoscincuentapasos,élcruzólacalleylasiguióporlamismaacera,aunoscincopasosdedistancia.

Era un hombre corpulento, que representaba unos cincuenta años y cuyaestatura superaba a la normal. Sus anchos y macizos hombros le daban elaspecto de un hombre cargado de espaldas. Iba vestido con una elegancianaturalque,comotodosucontinente,denunciabaalgentilhombre.Llevabaunbonitobastónqueresonabaenlaaceraacadapasoyunosguantesnuevos.Suampliorostro,depómulossalientes,teníaunaexpresiónsimpática,ysufrescatez evidenciaba que aquel hombre no residía en una ciudad. Sus tupidoscabellos, de un rubio claro, apenas empezaban a encanecer. Su poblada yhendidabarba,todavíamásclaraquesuscabellos;susazulesojos,demiradafijaypensativa,ysusrojoslabios,indicabanqueeraunhombresuperiormenteconservadoyqueparecíamásjovendeloqueeraenrealidad.

Cuando Sonia desembocó en el malecón, quedaron los dos solos en laacera.Eldesconocidohabíatenidotiemposobradoparaobservarquelajovenibaensimismada.Soniallegóalacasaenquevivíaycruzóelportal.Élentrótras ella un tanto asombrado. La joven se internó en el patio y luego en laescaleradeladerecha,queeralaqueconducíaasuhabitación.Eldesconocidolanzóuna exclamación de sorpresa y empezó a subir lamisma escalera queSonia.Sóloenestemomentosediocuentalajovendequelaseguían.

Soniallegóaltercerpiso,entróenuncorredoryllamóenunapuertaqueostentabaelnúmero9ydospalabrasescritascontiza:«Kapernaumof,sastre.»

—¡Quécasualidad!—exclamóeldesconocido.

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Y llamó a la puerta vecina, la señalada con el número 8. Entre ambaspuertashabíaunadistanciadeunosseispasos.

—¿DemodoqueviveustedencasadeKapernaumof?—dijoelcaballeroalegremente—. Ayer me arregló un chaleco. Además, soy vecino de usted:vivo en casa de la señora Resslich Gertrudis Pavlovna. El mundo es unpañuelo.

Sonialemirófijamente.

—Sí, somos vecinos—continuó el caballero, con desbordante jovialidad—. Estoy en Petersburgo desde hace sólo dos días. Para mí será un placervolveraverla.

Sonia no contestó.En estemomento le abrieron la puerta, y entró en suhabitación.Estabaavergonzadayatemorizada.

*

Rasumikhine daba muestras de gran agitación cuando iba en busca dePorfirioPetrovitch,acompañadodeRodia.

—Hastenidounagranidea,querido,unagranidea—dijovariasveces—.Ycréemequemealegro,quemealegrodeveras.

«¿Porquésehadealegrar?»,sepreguntóRaskolnikof.

—No sabía que tú también empeñabas cosas en casa de la vieja. ¿Hacemuchotiempodeeso?Quierodecirquesihacemuchotiempoquehasestadoenesacasaporúltimavez.

«Esmuylisto,perotambiénmuyingenuo»,sedijoRaskolnikof.

—¿Cuándo estuve por última vez?—preguntó, deteniéndose como pararecordarmejor—.Meparecequefuetresdíasantesdelcrimen…Teadviertoquenoquierorecogerlosobjetosenseguida—seapresuróaaclarar,comosiestepuntolepreocuparaespecialmente—,puesnomequedamásqueunrublodespuésdelmaldito«desvarío»deayer.

Ysubrayódeunmodoespeciallapalabra«desvarío».

—¡Comprendido,comprendido!—exclamóconvehemenciaRasumikhineysinquesepudierasaberexactamentequéera loquecomprendíacon tantoentusiasmo—.Estoexplicaquetemostrarasentoncestan…impresionado…Einclusoen tudelirionombrabas sortijasycadenas…Todoaclarado;ya sehaaclaradotodo…

«Yasalióaquello.Estándominadosporestaidea.Inclusoestehombrequeseríacapazdedejarsematarpormisesientefelizalpoderexplicarseporquéhablaba yo de sortijas en mi delirio. Todo esto los ha confirmado en sus

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suposiciones.»

—¿Crees que encontraremos a Porfirio?—preguntó Raskolnikof en vozalta.

—¡Claro que lo encontraremos!—repuso vivamenteRasumikhine—.Yaverás qué tipo tan interesante. Un poco brusco, eso sí, a pesar de ser unhombre de mundo. Bien es verdad que yo no le considero brusco porquecarezcademundología.Esinteligente,muyinteligente.Estámuylejosdeserungrosero,apesardesucarácterespecial.Esdesconfiado,escéptico,cínico.Legustaengañar,chasquearalagente,yesfielalviejosistemadelaspruebasmateriales…Sin embargo, conoce a fondo su oficio. El año pasadodesembrollóuncasodeasesinatodelquesóloexistíanligerosindicios.Tienegrandesdeseosdeconocerte.

—¿Grandesdeseos?¿Porqué?

—Bueno,talvezheexagerado…Oye;últimamente,esdecir,desdequetepusisteenfermo,lehehabladomuchodeti.Naturalmente,élmeescuchaba.Ycuando le dije que eras estudiante deDerecho y que no podías terminar tusestudiospor faltadedinero,exclamó:«¡Es lamentable!»Deestodeduzco…Mejor dicho, del conjunto de todos estos detalles…Ayer, Zamiotof…Oye,Rodia,cuandotellevéayeratucasaestabaembriagadoydijeunaporcióndetonterías.Lamentaríaquehubierastomadodemasiadoenseriomispalabras.

—¿Aquéterefieres?¿Alasospechadeesoshombresdequeestoyloco?Puesbien,talveznoseequivoquen.

Yseechóareírforzadamente.

—Si,si…¡digo,no…!Lociertoesquetodoloquedijeanochesobreesacuestiónysobretodaserandivagacionesdeborracho.

—Entonces, ¿para qué excusarse? ¡Si supieras cómo me fastidian todasestascosas!—exclamóRaskolnikofconunairritaciónfingidaenparte.

—Losé,losé.Locomprendoperfectamente;teaseguroquelocomprendo.Inclusomedavergüenzahablardeello.

—Sitedavergüenza,cállate.

Los dos enmudecieron.Rasumikhine estaba encantado, yRaskolnikof sedio cuenta de ello con una especie de horror. Lo que su amigo acababa dedecirleacercadePorfirioPetrovitchnodejabadeinquietarle.

«Otroquemecompadece—pensó,conelcorazónagitadoypalideciendo—. Ante éste tendré que fingir mejor y con más naturalidad que anteRasumikhine.Lomás natural sería no decir nada, absolutamente nada…No,no;estotambiénpodríaparecerpoconatural…Enfin,dejémonosllevardelos

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acontecimientos…En seguida veremos lo que sucede… ¿He hecho bien envenirono?Lamariposasearrojaalallamaellamisma…Elcorazónmelateconviolencia…Malacosa.»

—Esesacasagris—dijoRasumikhine.

«EsdegranimportanciasabersiPorfirioestáenteradodequeestuveayerencasadeesabrujaydelaspreguntasquehicesobrelasangre.Esnecesarioqueyosepaestoinmediatamente,queyolealaverdadensusemblanteapenasentreeneldespacho,alprimerpasoquedé.De locontrario,nosabrécómoproceder,yyapuedodarmeporperdido.»

—¿Sabes lo que te digo?—preguntó de pronto a Rasumikhine con unasonrisamaligna—.Queheobservadoquetodalamañanatedominaunagranagitación.Deveras.

—¿Agitación?Nadadeeso—repuso,mortificado,Rasumikhine.

—Noloniegues.Esosevealalegua.Haceunratoestabassentadoenelbordedelasilla,cosaquenohacesnunca,yparecíastenercalambresenlaspiernas.Acadamomentotesobresaltabassinmotivo,yunasvecesteníascarade hombre amargado y otras eras un puro almíbar. Te has sonrojado variasvecesytehaspuestocomolapúrpuracuandotehaninvitadoacomer.

—Todoesosoninvencionestuyas.¿Quéquieresdecir?

—A veces eres tímido como un colegial. Ahora mismo te has puestocolorado.

—¡Imbécil!

—Pero¿aquévieneesaconfusión?¡EresunRomeo!Yacontarétodoestoen cierto sitio. ¡Ja, ja, ja! ¡Cómo voy a hacer reír a mi madre! ¡Y a otrapersona!

—Oye, oye…Hablemos en serio…Quiero saber…—balbuceóRasumikhine, aterrado—. ¿Qué piensas contarles? Oye, querido… ¡Eres unmajadero!

—Estás hecho una rosa de primavera… ¡Si vieras lo bien que esto tesienta! ¡UnRomeo de tan aventajada estatura! ¡Y cómo te has lavado hoy!Inclusotehaslimpiadolasuñas.¿Cuándohabíashechocosasemejante?QueDiosmeperdone,peromeparecequehastatehaspuestopomadaenelpelo.Aver:bajaunpocolacabeza.

—¡Imbécil!

Raskolnikof se reía de talmodo, que parecía no poder cesar de reír. LahilaridadledurabatodavíacuandollegaronacasadePorfirioPetrovitch.Estoeraloqueélquería.Así,desdeeldespacholeoyeronentrarenlacasariendo,

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ysiguieronoyendoestasrisascuandolosdosamigosllegaronalaantesala.

—¡Ojo con decir aquí una sola palabra, porque te hago papilla! —dijoRasumikhinefueradesíyatenazandoconsumanoelhombrodesuamigo.

CAPÍTULO5

Raskolnikof entró en el despacho con el gesto del hombre que hacedescomunalesesfuerzosparanoreventarderisa.LeseguíaRasumikhine,rojocomolagrana,cohibido,torpeytransfiguradoporelfurordelsemblante.Sucara y su figura tenían en aquellos momentos un aspecto cómico quejustificabalahilaridaddesuamigo.Raskolnikof,sinesperaraserpresentado,seinclinóanteeldueñodelacasa,queestabadepieenmediodeldespacho,mirándolos con expresión interrogadora, y cambió con él un apretón demanos.Pareciendo todavíaquehacíaunviolentoesfuerzoparanoecharseareír,dijoquiéneraycómosellamaba.Peroapenassehabíamantenidoseriomientras murmuraba algunas palabras, sus ojos miraron casualmente aRasumikhine.Entoncesyanopudocontenerseylanzóunacarcajadaque,porefectodelaanteriorrepresión,resultómásestrepitosaquelasprecedentes.

ElextraordinariofurorqueestarisalocadespertóenRasumikhineprestó,sinqueésteloadvirtiera,unbuenservicioaRaskolnikof.

—¡Demonio de hombre! —gruñó Rasumikhine, con un ademán tanviolentoquediouninvoluntariomanotazoaunveladorsobreelquehabíaunvasodetévacío.Porefectodelgolpe,todorodóporelsueloruidosamente.

—No hay que romper los muebles, señores míos —exclamó PorfirioPetrovitchalegremente—.EstoesunperjuicioparaelEstado.

Raskolnikof seguía riendo,yde talmodo,queseolvidódequesumanoestabaenladePorfirioPetrovitch.Sinembargo,conscientedequetodotienesumedida,aprovechóunmomentopropiciopararecobrar laseriedadlomásnaturalmente posible. Rasumikhine, al que el accidente que su conductaacababa de provocar había sumido en el colmo de la confusión, miró unmomentoconexpresiónsombríalostrozosdevidrio,despuésescupió,volviólaespaldaaPorfirioyaRaskolnikof,seacercóalaventanay,aunquenoveía,hizocomosimirasealexterior.PorfirioPetrovitchreíaporeducación,peroseveíaclaramentequeesperabaleexplicasenelmotivodeaquellavisita.

En un rincón estaba Zamiotof sentado en una silla. Al aparecer losvisitantessehabía levantado,esbozandounasonrisa.Contemplaba laescenacon una expresión en que el asombro se mezclaba con la desconfianza, yobservaba aRaskolnikof incluso conuna especie de turbación.La aparición

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inesperadadeZamiotofsorprendiódesagradablementealjoven,quesedijo:

«Otracosaenquehayquepensar.»

Ymanifestóenvozalta,conunaconfusiónfingida:

—Leruegoquemeperdone…

—Pero¿quédiceusted?¡Siestoyencantado!Haentradousteddeunmodotan agradable…—repuso Porfirio Petrovitch, y añadió, indicando aRasumikhineconunmovimientodecabeza—.Ése,encambio,nisiquieramehadadolosbuenosdías.

—Sehaindignadoconmigonoséporqué.PorelcaminolehedichoqueseparecíaaRomeoylehedemostradoquemicomparaciónerajusta.Estoestodoloquehahabidoentrenosotros.

—¡Imbécil!—exclamóRasumikhinesinvolverlacabeza.

—Debedetenersusmotivosparatomarenseriounabromataninofensiva—comentóPorfirioechándoseareír.

—Oye, juez de instrucción…—empezó a decir Rasumikhine—. ¡Bah!¡Queeldiablooslleveatodos!

Yseechóareírdebuenagana:habíarecobradodesúbitosuhabitualbuenhumor.

—¡Basta de tonterías! —dijo, acercándose alegremente a PorfirioPetrovitch—.Soistodosunosimbéciles…Bueno,vamosaloqueinteresa.Tepresento ami amigoRodion Romanovitch Raskolnikof, que ha oído hablarmucho de ti y deseaba conocerte. Además, quiere hablar contigo de ciertoasuntillo… ¡Hombre, Zamiotof! ¿Cómo es que estás aquí? Esto prueba queconocesaPorfirioPetrovitch.¿Desdecuándo?

«¿Quésignificatodoesto?»,sedijo,inquieto,Raskolnikof.

Zamiotofsesentíaunpocoviolento.

—Nosconocimosanocheentucasa—respondió.

—NocabedudadequeDiosestáentodaspartes.Imagínate,Porfirio,quela semana pasadame rogó insistentemente que te lo presentase, y vosotroshabéistrabadoconocimientoprescindiendodemí.¿Dóndetieneseltabaco?

PorfirioPetrovitchibavestidoconropadecasa:bata,camisablanquísimay unas zapatillas viejas. Era un hombre de treinta y cinco años, de tallasuperior a la media, bastante grueso e incluso con algo de vientre. Ibaperfectamenteafeitadoyno llevababigotenipatillas.Sucabello, cortadoalrape, coronaba una cabeza grande, esférica y de abultada nuca. Su cara eraredonda, abotagada y un poco achatada; su tez, de un amarillo fuerte,

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enfermizo.Sinembargo,aquelrostrodenunciabaunhumoragudoyuntantoburlón.Habríasidounacarainclusosimpáticasinolohubieranimpedidosusojos, que brillaban extrañamente, cercados por unas pestañas casi blancas yunos párpados que pestañeaban de continuo. La expresión de esta miradacontrastabaextrañamenteconelrestodeaquellafisonomíacasiafeminadayleprestabaunaseriedadquenosepercibíaenelprimermomento.

ApenassupoqueRaskolnikofteníaquetratarciertoasuntoconél,PorfirioPetrovitch le invitó a sentarse en el sofá. Luego se sentó él en el extremoopuestoalocupadoporRaskolnikofylemirófijamente,enesperadequeleexpusiera la anunciada cuestión. Le miraba con esa atención tensa y esagravedad extremada que pueden turbar a un hombre, especialmente cuandoesehombreescasiundesconocidoysabequeelasuntoquehadetratarestámuylejosdemerecerlaatenciónexageradayaparatosaqueselepresta.Sinembargo, Raskolnikof le puso al corriente del asunto con pocas y precisaspalabras. Luego, satisfecho de sí mismo, halló la serenidad necesaria paraobservaratentamenteasuinterlocutor.PorfirioPetrovitchnoapartódeéllosojos en ningúnmomento del diálogo, y Rasumikhine, que se había sentadofrente a ellos, seguía con vivísima atención aquel cambio de palabras. Sumirada iba del juez de instrucción a su amigo y de su amigo al juez deinstrucciónsinelmenordisimulo.

«¡Quéidiota!»,exclamómentalmenteRaskolnikof.

—Tendrá que prestar usted declaración ante la policía—repuso PorfirioPetrovitch con acento perfectamente oficial—.Deberá ustedmanifestar que,enterado del hecho, es decir, del asesinato, ruega que se advierta al juez deinstrucción encargado de este asunto que tales y cuales objetos son de supropiedad y que desea usted desempeñarlos. Además, ya recibirá unacomunicaciónescrita.

—Peroloqueocurre—dijoRaskolnikof,fingiéndoseconfundidolomejorquepudo—esqueenestemomentoestoytanmaldefondos,quenisiquieratengo el dinero necesario para rescatar esas bagatelas. Por eso me limito adeclararqueesosobjetosmepertenecenyquecuandotengadinero…

—Esonoimporta—leinterrumpióPorfirioPetrovitch,queparecióacogerfríamente esta declaración de tipo económico—. Además, usted puedeexponermeporescritoloquemeacabadedecir,oseaque,enteradodeestoyaquello,sedeclarapropietariodetalesobjetosyruega…

—¿Puedoescribirleenpapelcorriente?—leinterrumpióRaskolnikof,conelpropósitodeseguirdemostrandoquesóloleinteresabaelaspectoprácticodelacuestión.

—Sí,elpapelnoimporta.

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Dichoesto,PorfirioPetrovitchadoptóunaexpresiónfrancamenteburlona.InclusoguiñóunojocomosihicieraunsignodeinteligenciaaRaskolnikof.Acaso esto del signo fue simplemente una ilusión del joven, pues todotranscurrióenunsegundo.Sinembargo,algodebíadehaberenaquelgesto.Que le había guiñado un ojo era seguro. ¿Con qué intención? Eso sólo eldiablolosabía.

«Estehombresabealgo»,pensóenelactoRaskolnikof.Ydijoenvozalta,untantodesconcertado:

—Perdone que le haya molestado por tan poca cosa. Esos objetos sólovalenunoscincorublos,perocomorecuerdostienenungranvalorparamí.Leconfiesoquesentígraninquietudcuandosupe…

—Eso explica que ayer te estremecieras al oírme decir a Zosimof quePorfirio estaba interrogando a los propietarios de los objetos empeñados—exclamóRasumikhineconunasegundaintenciónevidente.

Estoerademasiado.Raskolnikofnopudocontenersey lanzóa suamigounamiradafuriosa.Peroenseguidasesobrepuso.

—Tú todo lo tomas a broma—dijo con una irritación que no tuvo quefingir—.Admitoquemepreocupanprofundamentecosasqueparatinotienenimportancia, pero esto no es razón para que me consideres egoísta einteresado,puesrepitoqueesosdosobjetostanpocovaliosostienenungranvalorparamí.Haceunmomentotehedichoqueeserelojdeplataeselúnicorecuerdoquetenemosdemipadre.Búrlatesiquieres,peromimadreacabadellegar —manifestó dirigiéndose a Porfirio—, y si se enterase —continuó,volviendoahablaraRasumikhineyprocurandoquelavozle temblara—dequeese reloj sehabíaperdido, sudesesperaciónno tendría límites.Yasabescómosonlasmujeres.

—¡Estásmuyequivocado!¡Nomehasentendido!Yonohepensadonadadeloquedices,sinotodolocontrario—protestó,desolado,Rasumikhine.

«¿Lo habré hecho bien? ¿No habré exagerado? —pensó Raskolnikof,temblandode inquietud—.¿Porquéhabrédichoesode"Yasabescómosonlasmujeres"?»

—¿De modo que su madre ha venido a verle? —preguntó PorfirioPetrovitch.

—Sí.

—¿Ycuándohallegado?

—Ayerporlatarde.

Porfirionodijonada:parecíareflexionar.

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—Susobjetosnopuedenhaberseperdido—manifestó al fin, tranquiloyfríamente—.Hacetiempoqueesperabasuvisita.

Dichoesto,sevolviócontodanaturalidadhaciaRasumikhine,queestabaechandosobrelaalfombralacenizadesucigarrillo,yleacercóuncenicero.Raskolnikof sehabíaestremecido,peroel juez instructor, atentoalcigarrillodeRasumikhine,noparecióhaberlonotado.

—¿Dicesqueloesperabas?—preguntóRasumikhineaPorfirioPetrovitch—.¿Acasosabíasqueteníacosasempeñadas?

Porfirionolerespondió,sinoquehablóaRaskolnikofdirectamente:

—Sus dos objetos, la sortija y el reloj, estaban en casa de la víctima,envueltos en un papel sobre el cual se leía el nombre de usted, escritoclaramente con lápiz y, a continuación, la fecha en que la prestamista habíarecibidolosobjetos.

—¡Qué memoria tiene usted! —exclamó Raskolnikof iniciando unasonrisa.

Ponía gran empeño en fijar sumirada serenamente en los ojos del juez,peronopudomenosdeañadir:

—He hecho esta observación porque supongo que los propietarios deobjetos empeñados son muy numerosos y lo natural sería que usted no losrecordara a todos.Peroveoquemehe equivocado: ustednohaolvidadonisiquierauno…,y…y…

«¡Quéestúpidosoy!¿Quénecesidadteníadedeciresto?»—Esquetodoslosdemássehanpresentadoya.Sólofaltabausted—dijoPorfirioPetrovitchconuntonillodeburlacasiimperceptible.

—Nomesentíabien.

—Ya me enteré. También supe que algo le había trastornadoprofundamente.Inclusoahoraestáustedunpocopálido.

—Puesmeencuentroadmirablemente—replicóalpuntoRaskolnikof,entonotajanteyfurioso.

Sentíahervirenélunacóleraquenopodíareprimir.

«Estaindignaciónmevaahacercometeralgunatontería.Pero¿porquéseobstinanentorturarme?»

—Dicequeno se sentía bien—exclamóRasumikhine—,y esto es pocomenosquenodecirnada.Pueslociertoesquehastaayereldelirioapenaslehadejado…Puedescreerme,Porfirio:apenassetieneenpie…Puesbien,ayeraprovechóunmomento,unosminutos,enqueZosimofyyoledejamos,para

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vestirse, salir furtivamenteymarcharseaDiossabedónde. ¡Yestoenplenodelirio!¿Hasvistocosaigual?¡Estehombreesuncaso!

—¿En pleno delirio? ¡Qué locura! —exclamó Porfirio Petrovitch,sacudiendolacabeza.

—¡Eso es mentira! ¡No crea usted ni una palabra…! Pero sobra estaadvertencia, porque usted no lo ha creído, ni muchomenos—dejó escaparRaskolnikof,aturdidoporlacólera.

PeroPorfirionodiomuestrasdeentenderestasextrañaspalabras.

—¿Cómo te habrías atrevido a salir si no hubieses estado delirando?—exclamóRasumikhine,perdiendolacalmaasuvez—:¿Porquésaliste?¿Conqué intención? ¿Y por qué lo hiciste a escondidas?Confiesa que no podíasestarentujuicio.Ahoraquehapasadoelpeligro,puedohablartefrancamente.

—Me fastidiaron insoportablemente —dijo Raskolnikof, dirigiéndose aPorfirioconunasonrisaburlona, insolente,retadora—.Huipara iraalquilarunahabitacióndondenopudieran encontrarme.Y llevaba en el bolsillo unabuena cantidad de dinero. El señor Zamiotof lo sabe porque lo vio. Por lotanto, señor Zamiotof, le ruego que resuelva usted nuestra disputa. Diga:¿estabadelirandooconservabamisanojuicio?

De buena gana habría estrangulado a Zamiotof, tanto le irritaron susilencioysusmiradasequívocas.

—Mepareció—dijoalfinZamiotofsecamente—quehablabaustedcomounhombrerazonable;esmás,comounhombre…prudente;sí,prudente.Perotambiénparecíaustedalgoexasperado.

—Y hoy —intervino Porfirio Petrovitch— Nikodim Fomitch me hacontadoquelevioayer,ahoramuyavanzada,encasadeunfuncionarioqueacababadeseratropelladoporuncoche.

—¡Ahítenemosotraprueba!—exclamóalpuntoRasumikhine—.¿Noesciertoquetecondujistecomounlocoencasadeesedesgraciado?Entregastetodoeldineroalaviudaparaelentierro.Bienquelasocorrieras,quelediesesquince,hastaveinterublos,conloquetehabríanquedadocincoparati;peronotodoloquetenías…

—A lo mejor, es que me he encontrado un tesoro. Esto justificaría migenerosidad.Ahí tienesalseñorZamiotof,quecreeque,enefecto,meloheencontrado…

Yañadió,dirigiéndoseaPorfirioPetrovitch,conloslabiostemblorosos:

—Perdoneque lehayamosmolestadodurantemediahoraconunacharlataninútil.Estáustedabrumado,¿verdad?

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—¡Quédisparate!Todolocontrario.Ustednosabehastaquéextremomeinteresasucompañía.Meencantaverleyoírle…Celebrodeveras,puedeustedcreerme,quealfinsehayadecididoavenir.

—Danosunpocodeté—dijoRasumikhine—.Tengolagargantaseca.

—Buenaidea.Talvezaestosseñoreslesvengaeltétanbiencomoati…¿Noquieresnadasólidoantes?

—¡Hala!Noteentretengas.

PorfirioPetrovitchfueaencargarelté.

La mente de Raskolnikof era un hervidero de ideas. El joven estabafurioso.

«Lomásimportanteesquenidisimulanniseandanconrodeos.¿Porqué,sinconocerme,hashabladodemíconNikodimFomitch,PorfirioPetrovitch?Esto demuestra que no ocultan que me siguen la pista como una jauría desabuesos.Meestánescupiendoenplenacara.»

Yalpensaresto,temblabadecólera.

«Pero llevadcuidadoynopretendáis jugarconmigocomoelgatoconelratón. Esto no es noble, Porfirio Petrovitch, y yo no lo puedo permitir. Siseguísasí,melevantaréyosarrojaréalacaratodalaverdad.Entoncesveréishastaquépuntoosdesprecio.»

Respirabapenosamente.

«¿Peroy simeequivocoy todoestono sonmásque figuracionesmías?Podríasertodounespejismo,podríahaberinterpretadomallascosasacausademiignorancia.¿Esquenovoyasercapazdemantenermibajopapel?Talvez no tienen ninguna intención oculta…Las cosas que dicen sonperfectamente normales…Sin embargo, se percibe tras ellas algo que…Cualquierapodríaexpresarsecomoellos,pero sindudabajo suspalabras seoculta una segunda intención… ¿Por qué Porfirio no ha nombradofrancamente a la vieja? ¿Por qué Zamiotof ha dicho que yo me habíaexpresado como un hombre "prudente"? ¿Y a qué viene ese tono en quehablan?Sí,esetono…Rasumikhinelohapresenciadotodo.¿Porqué,pues,nolehasorprendidonadadeeso?Esemajaderonosedacuentadenada…Vuelvoasentirfiebre…¿MehabráguiñadoelojoPorfirioohabrásidosimplementeuntic?Sinduda,seríaabsurdoquemelohubieraguiñado…¿Asantodequé?¿Quierenexasperarme…?¿Medesprecian…?¿Sonsuposicionesmías…?¿Losabentodo…?Zamiotofsemuestrainsolente…¿Nomeequivocaré…?Debedehaberreflexionadodurantelanoche.Yopresentíaqueestaríaaquí…Estáenesta casa como en la suya. ¿Puede ser la primera vez que viene? Además,Porfirionoletratacomoaunextraño,puestoquelevuelvelaespalda.Están

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de acuerdo; sí, están de acuerdo sobremí.Y lomás probable es que hayanhablado de mí antes de nuestra llegada… ¿Sabrán algo de mi visita a lashabitacionesdelavieja?Esprecisoaveriguarlocuantoantes.Cuandohedichoquehabíasalidoparaalquilarunahabitación,Porfirionohadadomuestrasdeenterarse…Hehechomuybienendeciresto…Puedesermeútil…Diránqueesuna crisis de delirio… ¡Ja, ja, ja…! Ese Porfirio está al corriente con tododetalledemispasosen la tardedeayer,pero ignorabaquehabía llegadomimadre…Esabrujahabíaanotadoenelenvoltoriolafechadelempeño…Peroseequivocanustedessicreenquepuedenmanejarmeasuantojo:ustedesnotienenpruebas,sinosólovagasconjeturas. ¡Preséntenmehechos!Mivisitaacasadelaviejanopruebanada,puesesunaconsecuenciadelestadodedelirioenquemehallaba.Asílodirésillegaelcaso…Pero¿sabenqueestuveenesacasa? No me marcharé de aquí hasta que me entere… ¿Para qué habrévenido…?Peroyameestoysulfurando:estosaltaalavista…Esevidentequetengolosnerviosdepunta…Perotalvezestosealomejor…Asípuedoseguirdesempeñando mi papel de enfermo…Ese hombre quiere irritarme,desconcertarme…¿Porquéhabrévenido?»

Todos estos pensamientos atravesaron la mente de Raskolnikof convelocidadcósmica.

PorfirioPetrovitchllegómomentosdespués.Parecíademejorhumor.

—Todavíameduelelacabeza.Consecuenciadelosexcesosdeanocheentu casa—dijo aRasumikhine alegremente, tonomuy distinto del que habíaempleadohastaentonces—.Aúnestoyalgotrastornado.

—¿Resultó interesante la velada? Os dejé en el mejor momento. ¿Paraquiénfuelavictoria?

—Paranadie.Finalmentesalieronarelucirlostemaseternos.

—Imagínate, Rodia, que la disputa había desembocado en esta cuestión:¿existeelcrimen…?Yapuedessuponerlastonteríasquesedijeron.

—Yo no veo nada de extraordinario en ello —repuso Raskolnikofdistraídamente—.Esunasimplecuestióndesociología.

—Lacuestiónnoseplanteóeneseaspecto—observóPorfirio.

—Cierto: no se planteó exactamente así —reconoció Rasumikhineacalorándose, como era su costumbre—. Oye, Rodia, te ruego que nosescuchesynosdestuopinión.Meinteresa.Yohacíacuantopodíamientrasteesperaba.Leshabíahabladoatodosdetiyleshabíaprometidotuvisita…Losprimerosenintervenirfueronlossocialistas,queexpusieronsuteoría.Todosla conocemos: el crimen es una protesta contra una organización socialdefectuosa. Esto es todo, y no admiten ninguna otra razón, absolutamente

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ninguna.

—¡Granerror!—exclamóPorfirioPetrovitch,queseibaanimandopocoapocoysereíaalverqueRasumikhineseembalabacadavezmás.

—No, no admiten otra causa—prosiguió Rasumikhine con su crecienteexaltación—.Nomeequivoco.Temostrarésuslibros.Yaleerásloquedicen:«Tal individuo se ha perdido a causa delmedio.» Y nadamás. Es su frasefavorita.Oseaquesilasociedadestuvierabienorganizada,nosecometeríancrímenes, pues nadie sentiría el deseo de protestar y todos los hombresllegaríanaserjustos.Notienenencuentalanaturaleza:laeliminan,noexisteparaellos.Novenunahumanidadquesedesarrollamedianteunaprogresiónhistóricayviva,paraproduciralfinunasociedadnormal,sinoquesuponenunsistemasocialquesurgede lacabezadeunmatemáticoyque,enunabrirycerrardeojos,organizalasociedadylahacejustayperfectaantesdequeseinicieningúnprocesohistórico.Deaquísuodioinstintivoalahistoria.Dicendeellaqueesunamasijodehorroresyabsurdos,quetodoloexplicadeunamaneraabsurda.Deaquítambiénsuodioalprocesovivientedelaexistencia.No hay necesidad de un alma viviente, pues ésta tiene sus exigencias; noobedececiegamentea lamecánica;esdesconfiadayretrógrada.Elalmaqueellosquierenpuedeapestar, estarhechade caucho; esun almamuertay sinvoluntad;unaesclavaquenoserebelaránunca.Ylaconsecuenciadeelloesquetodalateoríaconsisteenunaseriedeladrillossobrepuestos;enelmododedisponer los corredores y las piezas deun falansterio.Este falansterio sepuedeconstruir,peronolanaturalezahumana,quequierevivir,atravesartodoel proceso de la vida antes de irse al cementerio. La lógica no basta parapermitirestesaltoporencimadelanaturaleza.Lalógicasóloprevétrescasos,cuandohayunmillón.Reducirtodoestoalaúnicacuestióndelacomodidadeslasoluciónmásfácilquepuededarsealproblema.Unasolucióndeclaridadseductorayquehaceinnecesariatodareflexión:heaquíloesencial.¡Todoelmisteriodelavidaexpuestoendoshojasimpresas…!

—Mirad como se exalta y vocifera. Habría que atarlo —dijo PorfirioPetrovitchentre risas—.Figúreseusted—añadiódirigiéndoseaRaskolnikof—estamismamúsicaenunahabitaciónyaseisvoces.Estofuelareunióndeanoche. Además, nos había saturado previamente de ponche. ¿Comprendeusted lo que sería aquello…? Por otra parte, estás equivocado: el mediodesempeñaungranpapelenlacriminalidad.Estoydispuestoademostrártelo.

—Esoyalosé.Perodime:pongamoselejemplodelhombredecuarentaañosquedeshonraaunaniñadediez.¿Eselmedioelqueleimpulsa?

—Pues sí, se puede decir que es el medio el que le impulsa —repusoPorfirioPetrovitchadoptandounaactitudespecialmentegrave—.Esecrimense puede explicar perfectamente, perfectísimamente, por la influencia del

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medio.

Rasumikhineestuvoapuntodeperderlosestribos.

—Yotambiéntepuedoprobarati—gruñó—quetusblancaspestañassonuna consecuencia del hecho de que el campanario de Iván el Grande midatreintatoesasdealtura.Telodemostraréprogresivamente,deunmodoclaro,precisoeinclusoconciertomatizdeliberalismo.Mecomprometoaello.Di:¿quieresquetelodemuestre?

—Sí,vamosavercómotelascompones.

—¡Siempre con tus burlas! —exclamó Rasumikhine con un tono dedesaliento—.Novalelapenahablarcontigo.Teadvierto,Rodia,quetodoestolohaceexpresamente.Tútodavíanoleconoces.Ayersóloexpusosuparecerparamofarsedetodos.¡Quécosasdijo,Señor!¡Yellosencantadosdetenerloen la reunión…!Escapazdeestarhaciendoeste juegodurantedossemanasenteras.Elañopasadonosaseguróqueibaaingresarenunconventoyestuvoafirmándolodurantedosmeses.Últimamentese imaginóque ibaacasarseyquetodoestabayalistoparalaboda.Inclusosehizountrajenuevo.Nosotrosempezamos a creerloy a felicitarle.Y resultó que la novia no existía y quetodoerapurainvención.

—Estásequivocado.Primeromehiceeltrajeyentoncessemeocurriólaideadegastaroslabroma.

—¿Deverdadesustedtancomediante?—preguntóconciertaindiferenciaRaskolnikof.

—Leparecementira,¿verdad?Puesespere,queconustedvoyahacerlomismo. ¡Ja, ja, ja…!No,no; levoyadecir laverdad.Apropósitode todasesashistoriasdecrímenes,demedios,de jovencitas, recuerdounartículodeusted que me interesó y me sigue interesando. Se titulaba…creo que «Elcrimen»,perolaverdadesquedeestonoestoyseguro.MerecreéleyéndoloenLaPalabraPeriódicahacedosmeses.

—¿Un artículo mío en La Palabra Periódica? —exclamó Raskolnikof,sorprendido—.Ciertamente,yoescribíunartículohaceunosseismeses,quefue cuando dejé la universidad. En él hablaba de un libro que acababa deaparecer. Pero lo llevé a La Palabra Hebdomadaria y no a La PalabraPeriódica.

—PuessepublicóenLaPalabraPeriódica.

—LaPalabraHebdomadariadejóde aparecer apocodehaber entregadoyomiartículo,yporesonopudopublicarlo…

—Sí,pero,aldesaparecer,estesemanarioquedófusionadoconLaPalabraPeriódica, y ello explica que su artículo se haya publicado en este último

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periódico.Así,¿noestabaustedenterado?

Enefecto,Raskolnikofnosabíanadadeeso.

—Pues ha de cobrar su artículo. ¡Qué carácter tan extraordinario tieneusted!Vivetanaislado,quenoseenteradenada,nisiquieradelascosasqueleinteresanmaterialmente.Esincreíble.

—Yotampocosabíanada—exclamóRasumikhine—.Hoymismoiréalabibliotecaapedireseperiódico…¿Dicesqueelartículosepublicóhacedosmeses? ¿En qué día…? Bueno, ya lo encontraré… ¡No decir nada! ¡Es elcolmo!

—¿Yustedcómosehaenteradodequeelartículoeramío?lofirméconunainicial.

—Fueporcasualidad.Conozcoalredactorjefe,levihacepoco,ycomosuartículomehabíainteresadotanto…

—Recuerdo que estudiaba en él el estado anímico del criminalmientrascometíaelcrimen.

—Sí, y ponía gran empeño en demostrar que el culpable, en esosmomentos, es un enfermo. Es una tesis original, pero en verdad no es estaparte de su artículo la que me interesó especialmente, sino cierta idea quedeslizaba al final. Es lamentable que se limitara usted a indicarla vaga ysomeramente…Si tiene usted buenamemoria, se acordará de que insinuabausted que hay seres que pueden, mejor dicho, que tienen pleno derecho acometertodaclasedeactoscriminales,yalosquenopuedeaplicárseleslaley.

Raskolnikofsonrióanteestapérfidainterpretacióndesupensamiento.

—¿Cómo, cómo? ¿El derecho al crimen? ¿Y sin estar bajo la influenciairresistibledelmiedo?—preguntóRasumikhine,nosinciertoterror.

—Sinesainfluencia—respondióPorfirioPetrovitch—.Nosetratadeeso.Enel artículoque comentamos sedivide a loshombres endos clases: seresordinariosyseresextraordinarios.Losordinarioshandevivirenlaobedienciaynotienenderechoafaltaralasleyes,porelsimplehechodeserordinarios.En cambio, los individuos extraordinarios están autorizados a cometer todaclase de crímenes y a violar todas las leyes, sin más razón que la de serextraordinarios.Esestoloqueusteddecía,sinomeequivoco.

—¡Esimposiblequehayadichoeso!—balbuceóRasumikhine.

Raskolnikof volvió a sonreír. Había comprendido inmediatamente laintención de Porfirio y lo que éste pretendía hacerle decir. Y, recordandoperfectamenteloquehabíadichoensuartículo,aceptóelreto.

—No es eso exactamente lo que dije —comenzó en un tono natural y

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modesto—.Confieso,sinembargo,quehacaptadoustedmimododepensar,noyaaproximadamente,sinoconbastanteexactitud.

Y,aldeciresto,parecíaexperimentarciertoplacer.

—Lainexactitudconsisteenqueyonodije,comoustedhaentendido,quelos hombres extraordinarios están autorizados a cometer toda clase de actoscriminales.Sinduda,unartículoque sostuviera semejante tesisno sehabríapodidopublicar.Loqueyoinsinuéfuetansóloqueelhombreextraordinariotieneelderecho…,noelderecholegal,naturalmente,sinoelderechomoral…,depermitirasuconcienciafranquearciertosobstáculosenelcasodequeasílo exija la realización de sus ideas, tal vez beneficiosas para toda lahumanidad…Dice usted que esta parte de mi artículo adolece de falta declaridad.Selavoyaexplicarlomejorquepueda.Meparecequeesestoloqueusteddesea,¿no?Bien,vamosaello.Enmiopinión,silosdescubrimientosdeKepleryNewton,porunacircunstanciaoporotra,nohubieranpodidollegaralahumanidadsinomedianteelsacrificiodeuna,ocien,omásvidashumanasquefueranunobstáculoparaello,Newtonhabríatenidoelderecho,einclusoel deber, de sacrificar esas vidas, a fin de facilitar la difusión de susdescubrimientos por todo elmundo. Esto no quiere decir, nimuchomenos,queNewtontuvieraderechoaasesinaraquienseleantojaraoacometertodaclase de robos. En el resto de mi artículo, si la memoria no me engaña,expongo la idea de que todos los legisladores y guías de la humanidad,empezandoporlosmásantiguosyterminandoporLicurgo,Solón,Mahoma,Napoleón,etcétera;todos,hastalosmásrecientes,hansidocriminales,yaquealpromulgarnuevas leyesviolaban lasantiguas,quehabíansidoobservadasfielmente por la sociedad y transmitidas de generación en generación, ytambién porque esos hombres no retrocedieron ante los derramamientos desangre (de sangre inocentey avecesheroicamentederramadaparadefenderlasantiguasleyes),porpocaquefueselautilidadqueobtuvierandeello.

»Inclusopuededecirsequelamayoríadeesosbienhechoresyguíasdelahumanidad han hecho correr torrentes de sangre.Mi conclusión es, en unapalabra, que no sólo los grandes hombres, sino aquellos que se elevan, porpoco que sea, por encima del nivelmedio, y que son capaces de decir algonuevo,sonpornaturaleza,einclusoinevitablemente,criminales,enungradovariable,comoesnatural.Sinolofueran,lesseríadifícilsalirdelarutina.Noquierenpermanecerenella,yyocreoquenolodebenhacer.

»Ya ven ustedes que no he dicho nada nuevo. Estas ideas se hancomentadomilvecesdepalabrayporescrito.Encuantoamidivisiónde lahumanidad en seres ordinarios y extraordinarios, admito que es un tantoarbitraria;peronomeobstinoendefender laprecisióndelascifrasquedoy.Melimitoacreerqueelfondodemipensamientoesjusto.Miopiniónesquelos hombres pueden dividirse, en general y de acuerdo con el orden de la

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misma naturaleza, en dos categorías: una inferior, la de los individuosordinarios, es decir, el rebaño cuya única misión es reproducir seressemejantes a ellos, y otra superior, la de los verdaderos hombres, que secomplacen en dejar oír en su medio "palabras nuevas. Naturalmente, lassubdivisionessoninfinitas,perolosrasgoscaracterísticosdelasdoscategoríasson, a mi entender, bastante precisos. La primera categoría se compone dehombres conservadores, prudentes, que viven en la obediencia, porque estaobediencialosencanta.Yamímeparecequeestánobligadosaobedecer,puesésteessupapelenlavidayellosnovennadahumillanteendesempeñarlo.Enlasegundacategoría,todosfaltanalasleyes,o,porlomenos,todostiendenaviolarlasportodossusmedios.

»Naturalmente, los crímenes cometidos por estos últimos son relativos ydiversos. En lamayoría de los casos, estos hombres reclaman, con distintasfórmulas, la destrucción del orden establecido, en provecho de un mundomejor. Y, para conseguir el triunfo de sus ideas, pasan si es preciso sobremontonesdecadáveresyríosdesangre.Miopiniónesquepuedenpermitirseobrarasí;pero…,quequedeestobienclaro…,teniendoencuenta laclaseeimportanciadesusideas.Sóloenestesentidohabloenmiartículodelderechodeesoshombresacometercrímenes.(Recuerdenustedesquenuestropuntodepartida ha sido una cuestión jurídica.) Por otra parte, no hay motivo parainquietarse demasiado. La masa no les reconoce nunca ese derecho y losdecapita o los ahorca, dicho en términos generales, con lo que cumple delmodomásradicalsupapelconservador,enelquesemantienehastaeldíaenquegeneracionesfuturasdeestamismamasaerigenestatuasalosajusticiadosy crean un culto en torno de ellos…, dicho en términos generales. Loshombresdelaprimeracategoríasondueñosdelpresente;losdelasegundadelporvenir. La primera conserva el mundo, multiplicando a la humanidad; lasegundaempujaaluniversoparaconducirlohaciasusfines.Lasdostienensurazón de existir. En una palabra, yo creo que todos tienen los mismosderechos. Vive donc la guerre éternelle…, hasta la Nueva Jerusalén,entiéndase.

—Entonces,¿ustedcreeenlaNuevaJerusalén?

—Sí—respondiófirmementeRaskolnikof.

Ypronuncióestaspalabrasconlamiradafijaenelsuelo,dedondenolahabíaapartadodurantesulargodiscurso.

—¿YenDios?¿Creeusted…?Perdonesileparezcoindiscreto.

—Sí, creo —repuso Raskolnikof levantando los ojos y fijándolos enPorfirio.

—¿YenlaresurreccióndeLázaro?

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—Pues…sí.Pero¿porquémehaceustedestaspreguntas?

—¿Creeustedsinreservas?

—Sinreservas.

—Bien,bien…Lacosanotieneningunaimportancia.Simplecuriosidad…Ahora, y perdone, permítame que vuelva a nuestro asunto. No siempre seejecutaaesoscriminales.Porelcontrario,algunos…

—Conservan su vida, triunfantes. Sí, esto les sucede a algunos, yentonces…

—Sonelloslosqueejecutan.

—Siemprequeseanecesario,queeselcasomásfrecuente.Desde luego,suobservaciónesmuysutil.

—Muchas gracias. Pero dígame: ¿cómo distinguir a esos hombresextraordinarios de los otros? ¿Presentan alguna característica especial alnacer? Mi opinión es que en este punto hay que observar la más rigurosaexactitud y alcanzar una gran precisión en la distinción de los dos tipos dehombre. Perdone mi inquietud, muy natural en un hombre práctico ybienintencionado, pero ¿no sería conveniente que esos hombres fueranvestidosdeunmodoespecialo llevaranalgúndistintivo…?Porquesupongaustedqueun individuopertenecienteaunacategoríacree formarpartede laotrayselanza«adestruirtodoslosobstáculosqueseleoponen,paradecirloconsuspropiasyfelicespalabras.Entonces…

—¡Oh! Eso ocurre con frecuencia. Es una observación que supera a laanteriorenagudeza.

—Gracias.

—Nohay de qué. Pero piense que semejante error es sólo posible en laprimeracategoría, esdecir, en lade loshombresordinarios, comoyo leshecalificado, tal vez equivocadamente. A pesar de su tendencia innata a laobediencia,muchosdeellos,llevadosdeunnaturalalocadoqueseencuentraincluso entre las vacas, se consideran hombres de vanguardia, destructoresllamados a exponer ideas nuevas, y lo creen con toda sinceridad. Estoshombres no distinguen a los verdaderos innovadores y suelen despreciarlos,considerándolos espíritus mezquinos y atrasados. Pero me parece que nopuedehaberenelloningúnseriopeligro,yaquenuncavanmuylejos.Porlotanto,lainquietuddeustednoestájustificada.Alosumo,merecenqueselesazote de vez en cuando para castigarlos por su desvío y hacerlos volver alredil. No hay necesidad de molestar a un verdugo, pues ellos mismos seaplican la sanción que merecen, ya que son personas de alta moralidad. Avecesseadministranelcastigounosaotros;avecesseazotanconsuspropias

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manos. Se imponen penitencias públicas, lo que no deja de ser hermoso yedificante. Es la regla general. En una palabra, que no tiene usted por quéinquietarse.

—Bien;mehatranquilizadousted,cuandomenosporestaparte.Perohayotracosaqueme inquieta.Dígame:¿sonmuchosesos individuosque tienenderecho a estrangular a los otros, es decir, esos hombres extraordinarios?Desde luego, yo estoy dispuesto a inclinarme ante ellos, pero nomenegaráustedqueunonopuedeestar tranquiloante la ideadeque talvezseanmuynumerosos.

—¡Oh!Nosepreocupe tampocoporeso—dijoRaskolnikof sincambiardetono—.Sonmuypocos,poquísimos,loshombrescapacesdeencontrarunaideanuevaeinclusodedeciralgonuevo.Deloquenohaydudaesdequeladistribución de los individuos en las categorías y subdivisiones queobservamosen laespeciehumanaestáestrictamentedeterminadaporalgunaleydelanaturaleza.Estaleyestávedadatodavíaanuestroconocimiento,peroyo creo que existe y que algún día se nos revelará. La enorme masa deindividuosque forma loque solemos llamarel rebaño, sóloviveparadaralmundo, tras largos esfuerzos ymisteriosos cruces de razas, un hombre que,entremil,poseaciertaindependencia,ounhombreentrediezmil,oentrecienmil,queesodependedelgradodeelevacióndelaindependencia(estascifrassonúnicamenteaproximadas).Sólosurgeunhombredegenioentremillonesde individuos, y millares de millones de hombres pasan sobre la cortezaterrestreantesdequeaparezcaunadeesasinteligenciascapacesdecambiarlafaz del mundo. Desde luego, yo no me he asomado a la retorta donde seelaboratodoeso,peronocabedudadequeestaleyexiste,porquedebeexistir,porqueenestonointervieneparanadaelazar.

—¿Estáisbromeando?—exclamóRasumikhine—.¿Osburláiselunodelotro?Osestáislanzandopullatraspulla.Túnohablasenserio,Rodia.

Raskolnikof no contestó a su amigo. Levantó hacia él su pálido y tristerostro, yRasumikhine, al ver aquel semblante lleno de amargura, consideróinadecuadoeltonocáustico,groseroyprovocativodePorfirio.

—Bien,querido—dijoelestudiante—.Siestáishablandoenserio,quierodecirtequetienesrazónalafirmarquenohaynadanuevoenesasideas,quetodasseparecenalasquehemosoídoexponerinfinidaddeveces.Peroyoveoalgooriginalentuartículo,algoqueamientenderteperteneceporcompleto,muyapesarmío,yesesederechomoraladerramarsangrequetúconcedesconplenaconcienciayexcusascontantofanatismo…Meparecequeéstaeslaidea principal de tu artículo: la autorización moral a matar…, la cual, porcierto,meparecemuchomásterriblequelaautorizaciónoficialylegal.

—Exacto:esmuchomásterrible—observóPorfirio.

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—Sinduda,tútehasdejadollevarhastamásalládellímitedetuidea.Esoesunerror.Leerétuartículo.Túhasdichomásdeloquequeríasdecir…Túnopuedesopinarasí…Leerétuartículo.

—Enmi artículo no hay nada de todo eso—dijoRaskolnikof—.Yomelimitéacomentarsuperficialmentelacuestión.

—Lociertoes—dijoPorfirio,queapenaspodíamantenerseensupuestodejuez—queahoracomprendocasienteramentesuspuntosdevistasobreelcrimen. Pero…Perdone que le importune tanto (estoy avergonzado demolestarledeestemodo).Oiga:acabausteddetranquilizarmerespectoa loscasos de error, esos casos de confusión entre las dos categorías; pero…sigosintiendo cierta inquietud al pensar en el ladopráctico de la cuestión.Si unhombre, un adolescente, sea el que fuere, se imagina ser un Licurgo, o unMahoma (huelga decir que, en potencia, o sea para el futuro), y se lanza adestruir todoslosobstáculosqueencuentraensucamino…,sediráquevaaemprender una larga campaña y que para esta campaña necesita dinero…¿Comprende…?

Aloírestaspalabras,Zamiotofresollóensurincón,peroRaskolnikofnilemirósiquiera.

—Admito—repuso tranquilamente— que esos casos deben presentarse.Losvanidosos,esosseresestúpidos,puedencaeren la trampa,ymásaúnsisondemasiadojóvenes.

—Poresoselodigo…¿Yquéhayquehacerenesecaso?

Raskolnikofsonriómordazmente.

—¿Quéquiereustedquelediga?Esonomeafectalomásmínimo.Asíesy así será siempre…Fíjese usted en éste —e indicó con un gesto aRasumikhine—.Haceunmomentodecíaqueyodisculpabaelasesinato.Pero¿esoqué importa?Lasociedadestábienprotegidapor lasdeportaciones, lascárceles,lospresidios,losjueces.Notienemotivoparainquietarse.Notienemásquebuscaraldelincuente.

—¿Ysiseleencuentra?

—Peorparaél.

—Sulógicaesirrefutable.Perolaconcienciaestáenjuego.

—Esonodebepreocuparle.

—Esunacuestiónqueafectaalossentimientoshumanos.

—Elquesufrereconociendosuerror,recibeuncastigoquesesumaaldelpenal.

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—Así—dijo Rasumikhine, malhumorado—, los hombres geniales, esosquetienenderechoamatar,¿nohandesentirningúnremordimientoporhaberderramadosangrehumana…?

—Nosetratadequedebanonodebansentirlo.Sólosufriránenelcasodeque sus víctimas les inspiren compasión. El sufrimiento y el dolor vannecesariamente unidos a un gran corazón y a una elevada inteligencia. Losverdaderosgrandeshombresdebendeexperimentar,amientender,unagrantristezaenestemundo—añadióconunairepensativoquecontrastabaconeltonodelaconversación.

Levantólosojosymiróalospresentesconairedistraído.Despuéssonrióycogió su gorra. Estaba sereno, por lo menos muchomás que cuando habíallegado,ysedabacuentadeello.Todosselevantaron.PorfirioPetrovitchdijo:

—Enfádeseconmigo,insúltemesiquiere,peronopuedoremediarlo:tengoque hacerle otra pregunta…, aunque reconozco que estoy abusando de supaciencia. Quisiera exponerle cierta idea que seme acaba de ocurrir y quetemoolvidar…

—Bien,usteddirá—dijoRaskolnikof,depie,pálidoyserio,frentealjuezdeinstrucción.

—Pues se trata…No sé cómo explicarme…Es una idea tan extraña…Detipopsicológico,¿sabe…?Verá.Yocreoquecuandoestabaustedescribiendosuartículoteníaforzosamentequeconsiderarse,porlomenosenciertomodo,como uno de esos hombres extraordinarios destinados a decir «palabrasnuevas»,enelsentidoqueustedhadadoaestaexpresión…¿Noesasí?

—Esmuyposible—repusodesdeñosamenteRaskolnikof.

Rasumikhinehizounmovimiento.

—Enesecaso,¿seríaustedcapazdedecidirse,parasalirdeunasituacióneconómicaapuradaoparahacerunservicioalahumanidad,adarelpaso…,enfin,amatarpararobar?

Yguiñóelojo izquierdo,mientrassonreíaensilencio,exactamente igualqueantes.

—Siestuvieradecididoadarunpasoasí,tengalaseguridaddequenoselodiríaausted—repusoRaskolnikofconretadoraarrogancia.

—Mi pregunta ha obedecido a una curiosidad puramente literaria. La hehechoconelúnicofindecomprendermejorelfondodesuartículo.

«¡Qué celada tan buena! —pensó Raskolnikof, asqueado—. La maliciaestácosidaconhiloblanco.»

—Permítameaclararle—dijosecamente—queyonomehecreídojamás

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unMahomaniunNapoleón,niningúnotropersonajedeestegénero,yque,enconsecuencia,nopuedodecirleloqueharíaenelcasocontrario.

—Pueses raro,porque¿quiénnosecreehoyenRusiaunMahomaounNapoleón?—exclamóPorfirio,empleandodesúbitountonoexageradamentefamiliar.

Incluso el acento que había empleado para pronunciar estas palabras erasingularmenteexplícito.

Desúbito,Zamiotofpreguntódesdesurincón:

—¿NoseríaunfuturoNapoleónelquematóahachazoslasemanapasadaaAlenaIvanovna?

RaskolnikofseguíamirandoaPorfirioPetrovitchconfirmefijeza.Nodijonada. Rasumikhine había fruncido las cejas. Desde hacía un momentosospechabaalgoque lehizomirarfuriosamenteaun ladoyaotro.Hubounminutodepenososilencio.Raskolnikofsedispusoamarcharse.

—¿Yasevausted?—exclamóPorfirioPetrovitchconextremaamabilidady tendiendo la mano al joven—. Estoy encantado de haberle conocido. Encuanto a supetición, puede estar tranquilo.Hagausted el requerimientoporescrito tal como le he indicado. Sin embargo, sería preferible que viniera averme a la comisaría un día de éstos…, mañana, por ejemplo. A las onceestaré allí. Lo arreglaremos todo y hablaremos. Como usted fue uno de losúltimos que visitó aquella casa—añadió en tono amistoso—, tal vez puedaaclararnosalgo.

—Lo que usted pretende es interrogarme en toda regla, ¿no es así?—preguntórudamenteRaskolnikof.

—Nada de eso. ¿Por qué? Por el momento, no hace falta. No me hacomprendidousted.Loqueocurreesqueyoaprovechotodaslasocasionesyhehabladoyacon todos losque teníanallí algúnobjetoempeñado.Mehandadounaseriedeinformes,yusted,siendoelúltimo…¡Ah!¡Ahoraquemeacuerdo!—exclamóalegremente,dirigiéndoseaRasumikhine—.Heestadoapunto de olvidarme otra vez…El otro día no paraste de hablarme deNikolachka.Puesbien,estoyconvencido,completamenteconvencidodequeesejovenesinocente—sedirigíadenuevoaRaskolnikof—.Pero¿quépuedohacer yo? También he tenido que molestar a Mitri. En fin, he aquí lo quequeríapreguntarle.Cuandoustedsubíalaescalera…,porciertoquecreoquefueentresieteyochodelatarde,¿no?

—Sí, entre siete y ocho —repuso Raskolnikof, que inmediatamente searrepintiódehaberdadoestacontestacióninnecesaria.

—Bien, pues cuando subía usted la escalera entre siete y ocho, ¿no vio

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usted en el segundo piso, en un departamento cuya puerta estaba abierta…,recuerda usted…, no vio usted, repito, dos pintores, o por lo menos uno,trabajando?¿Losviousted?Estoessumamenteimportanteparaellos…

—¿Dos pintores? Pues no, no los vi —repuso Raskolnikof, fingiendoescudriñar en su memoria, mientras ponía todo su empeño en descubrir latrampa que se ocultaba en aquellas palabras—. No, no los vi. Y tampocoadvertí que hubiese ninguna puerta abierta…Lo que recuerdo es que en elcuarto piso —continuó en tono triunfante, pues estaba seguro de habersorteado el peligro— había un funcionario que estaba de mudanza…,precisamente el de la puerta que está frente a la deAlena Ivanovna…Sí, lorecuerdo perfectamente. Por cierto que unos soldados que transportaban unsofámearrojaroncontra lapared…Peroa lospintoresno recuerdohaberlosvisto.Y tampoco ningún departamento con la puerta abierta…No, no habíaningunaabierta.

—Pero¿quésignificaesto?—dijoRasumikhineaPorfirio,comprendiendodesúbitolasintencionesdeljuezdeinstrucción—.Lospintorestrabajabanallíeldíadelsucesoyélestuvoenlacasatresdíasantes.¿Porquélehacesestaspreguntas?

—¡Puesesverdad!¡Quécabezalamía!—exclamóPorfiriogolpeándoselafrente—. Este asunto acabará volviéndome loco —dijo en son de excusadirigiéndoseaRaskolnikof—.Estanimportanteparanosotrossabersialguienvio allí, entre siete y ocho, a esos pintores, que me ha parecido que ustedpodríafacilitarnosestedato.Hasidounaconfusión.

—Hayquellevarcuidado—gruñóRasumikhine.

Estaspalabraslaspronuncióelestudiantecuandoyaestabanenlaantesala.PorfirioPetrovitchacompañóamablementealosdosjóveneshastalapuerta.Ambos salieronde la casa sombríosy cabizbajosydieronalgunospasos ensilencio.Raskolnikofrespiróprofundamente…

CAPÍTULO6

Nolocreo,nopuedocreerlo—repetíaRasumikhine,rechazandocontodassusfuerzaslasafirmacionesdeRaskolnikof.

SedirigíanalapensiónBakaleev,dondePulqueriaAlejandrovnayDunialosesperabandesdehacíalargorato.Rasumikhinesedeteníaacadamomento,en el calor de la disputa.Una profunda agitación le dominaba, aunque sólofuera por el hecho de que era la primera vez que hablaban francamente deaquelasunto.

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—Tú no puedes creerlo —repuso Raskolnikof con una sonrisa fría ydesdeñosa—;peroyoestabaatentoalsignificadodecadaunadesuspalabras,mientrastú,siguiendotucostumbre,notefijabasennada.

—Túhasprestadotantaatenciónporqueeresunhombredesconfiado.Sinembargo, reconozcoquePorfiriohablabaenun tonoextraño.Y, sobre todo,ese ladinodeZamiotof…Tiene razón:habíaenélalgo raro…Pero¿porqué,Señor,porqué?

—Habráreflexionadodurantelanoche.

—No;es todo locontrariode loquesupones.Si leshubieraasaltadoesaideaestúpida,lohabríandisimuladoportodoslosmedios,habríanprocuradoocultar sus intenciones, a findepoder atrapartedespués conmás seguridad.Intentarhacerloahorahabríasidounatorpezayunainsolencia.

—Si hubiesen tenido pruebas, verdaderas pruebas, o suposiciones nadamás que algo fundadas, habrían procurado sin duda ocultar su juego paraganarlapartida…Otalvezhabríanhechounregistroenmihabitaciónhaceyatiempo…Peronotienenniunasolaprueba.Loúnicoquetienensonconjeturasgratuitas, suposiciones sin fundamento.Por eso intentandesconcertarmeconsus insolencias…¿Obedecerá todo al despechodePorfirio, que está furiosopor no tener pruebas…? Tal vez persiga algún fin que es para nosotros unmisterio…Parece inteligente…Es muy probable que haya intentadoatemorizarme haciéndome creer que sabía algo…Es un hombre de caráctermuy especial…En fin, no es nada agradable pretender hallar explicación atodasestascuestiones…¡Dejemosesteasunto!

—Todo esto es ofensivo, muy ofensivo, ya lo sé; pero ya que estamoshablandosinceramente(ymecongratulodequeseaasí,puesestomepareceexcelente), no vacilo en decirte con toda franqueza que hace ya tiempoqueobservé que habían concebido esta sospecha. Entonces era una idea vaga,imprecisa, insidiosa, tomada medio en broma, pero ni aun bajo esta formateníanderechoa admitirla. ¿Cómosehanatrevidoa acogerla?¿Yquées loque ha dado cuerpo a esta sospecha? ¿Cuál es su origen…? ¡Si supieras laindignación que todo esto me ha producido…! Un pobre estudiantetransfiguradoporlamiseriaylaneurastenia,queincubaunagraveenfermedadacompañadadedesvarío,enfermedadqueinclusopuedehabersedeclaradoya(detalleimportante);unjovendesconfiado,orgulloso,conscientedesuvalía,yqueacabadepasarseismesesencerradoensurincón,sinveranadie;quevavestidoconandrajosycalzadoconbotassinsuelas…,estejovenestáenpieante unos policías despiadados que le mortifican con sus insolencias. Depronto, a quemarropa, se le reclama el pago de un pagaré protestado. Lapintura fresca despide un olormareante, en la repleta sala hace un calor detreintagradosylaatmósferaesirrespirable.Entonceseljovenoyehablardel

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asesinatodeunapersonaalaquehavistolavíspera.Yparaquenofaltenada,tiene el estómagovacío. ¿Cómono desvanecerse? ¡Que hayanbasado todassus sospechas en este síncope…! ¡El diablo les lleve!Comprendo que todoesto es humillante, peroyo, en tu lugar,me reiría de ellos,me reiría en suspropias narices.Esmás: les escupiría en plena cara y les daría una serie desonorasbofetadas.¡Escúpeles,Rodia!¡Hazlo…!¡Esintolerable!

«Hasoltadosuperoratacomounactorconsumado»,sedijoRaskolnikof.

—¡Quelesescupa!—exclamóamargamente—.Esoesmuyfácildedecir.Mañana, nuevo interrogatorio. Me veré obligado a rebajarme a dar nuevasexplicaciones. ¿Es que nome humillé bastante ayer anteZamiotof en aquelcafédondenosencontramos?

—¡Así se los lleve a todos el diablo!Mañana iré a ver a Porfirio, y teaseguroqueestoseaclarará.Leobligaréaexplicarmetodalahistoriadesdeelprincipio.EncuantoaZamiotof…

«Alfinloheconseguido»,pensóRaskolnikof.

—¡Óyeme!—exclamóRasumikhine,cogiendodesúbitoasuamigoporunhombro—.Haceunmomentodivagabas.Despuésdepensarlobien,teaseguroquedivagabas.Hasdichoquelapreguntasobrelospintoreseraunlazo.Peroreflexiona.Sitúhubiesestenido«eso»sobrelaconciencia,¿habríasconfesadoquehabíasvistoa lospintores?No:habríasdichoquenohabíasvistonada,aunque esto hubiera sido una mentira. ¿Quién confiesa una cosa que lecompromete?

—Si yo hubiese tenido «eso» sobre la conciencia, seguramente habríadicho que había visto a los pintores, y el piso abierto—dijo Raskolnikof,dandomuestrasdemantenerestaconversaciónconprofundadesgana.

—Pero¿porquédecircosasquelecomprometenauno?

—Porque sólo los patanes y los incautos lo niegan todopor sistema.Unhombreavisado,porpococultoe inteligentequesea,confiesa,enlamedidade lo posible, todos los hechosmateriales innegables. Se limita a atribuirlescausasdiferentesyañadiralgúnpequeñodetalledesuinvenciónquemodificasu significado. Porfirio creía seguramente que yo respondería así, quedeclararía haber visto a los pintores para dar verosimilitud a mis palabras,aunqueexplicandolascosasamimodo.Sinembargo…

—Sitúhubiesesdichoeso,éltehabríacontestadoinmediatamentequenopodíahaberpintoresenlacasadosdíasantesdelcrimen,yque,porlotanto,túhabíasidoallíelmismodíadelsuceso,desieteaochodelatarde.

—Esoesloqueélquería.Creíaqueyonotendríatiempodedarmecuentade ese detalle, que me apresuraría a responder del modo que juzgara más

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favorable paramí, olvidándomedeque los pintores nopodían estar allí dosdíasantesdelcrimen.

—Pero¿esposibleolvidarunacosaasí?

—Eslomásfácil.Estascuestionesdedetalleconstituyenelescollodelosmaliciosos.El hombremás sagaz es el quemenos sospecha que puede caeranteundetalleinsignificante.Porfirionoestantontocomotúcrees.

—Entonces,esunladino.

Raskolnikofseechóareír.Peroalpuntoseasombródehaberpronunciadosusúltimaspalabrasconverdaderaanimacióne inclusoconciertoplacer,él,que hasta entonces había sostenido la conversación comoquien cumple unaobligaciónpenosa.

«Meparecequelevoytomandoelgustoaestascosas»,pensó.

Pero de súbito se sintió dominado por una especie de agitación febril,como si una idea repentina e inquietante se hubiera apoderado de él. Esteestadodeánimollegóasermuyprontointolerable.EstabanyaantelapensiónBakaleev.

—Entratúsolo—dijodeprontoRaskolnikof—.Yovuelvoenseguida.

—¿Adóndevas,ahoraquehemosllegado?

—Tengoalgoquehacer.Esunasuntoquenopuedodejar.Estarédevueltadentrodeunamediahora.Díseloamimadreyamihermana.

—Espera,voycontigo.

—¿Tambiéntútehaspropuestoperseguirme?—exclamóRaskolnikofconungestotandesesperadoqueRasumikhinenoseatrevióainsistir.

Elestudiantepermanecióunmomentoantelapuerta,siguiendoconmiradasombría a Raskolnikof, que se alejaba rápidamente en dirección a sudomicilio.Alfinapretólospuños,rechinólosdientesyjuróobligarahablarfrancamente a Porfirio antes de que llegara la noche. Luego subió paratranquilizaraPulqueriaAlejandrovna,queempezabaasentirse inquietaantelatardanzadesuhijo.

Cuando Raskolnikof llegó ante la casa en que habitaba tenía las sienesempapadasdesudoryrespirabacondificultad.Subiórápidamentelaescalera,entróensuhabitación,queestabaabierta,ylacerró.Inmediatamente,locodeespanto,corrióhaciaelescondrijodondehabíatenidoguardadoslosobjetos,introdujo lamanopordebajodel papel y exploróhasta el último rincóndelescondite.Nada,allínohabíanada.Selevantó,lanzandounsuspirodealivio.Hacía un momento, cuando se acercaba a la pensión Bakaleev, le habíaasaltadodesúbitoeltemordequealgúnobjeto,unacadena,unpardegemelos

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oinclusoalgunodelospapelesenqueibanenvueltos,ysobrelosquehabíaescritolavieja,selehubieraescapadoalsacarlos,quedandoenalgunarendija,paraservirmástardedepruebairrecusablecontraél.

Permaneció unmomento sumido en una especie de ensoñaciónmientrasunasonrisaextraña,humildeeinconscienteerrabaensuslabios.Alfincogiósu gorra y salió de la habitación en silencio. Las ideas se confundían en sucerebro.Así,pensativo,bajólaescalerayllegóalportal.

—¡Aquílotieneusted!—dijounavozpotente.

Raskolnikoflevantólacabeza.

Elportero,depieenelumbraldelaportería,señalabaaRaskolnikofysedirigíaaun individuodeescasaestatura,conaspectodehombredelpueblo.Vestíaunaespeciedehopalandasobreunchalecoy,vistodelejos,selehabríatomado por una campesina. Su cabeza, cubierta con un gorro grasiento, seinclinabasobresupecho.Eratancargadodeespaldas,queparecía jorobado.Surostro,fofoyarrugado,eraeldeunhombredemásdecincuentaaños.Susojillos,cercadosdegrasa,lanzabanmiradassombrías.

—¿Quépasa?—preguntóRaskolnikofacercándosealportero.

El desconocido empezó por dirigirle una mirada al soslayo; después loexaminódetenidamente,sinprisa;alfin,ysinpronunciarpalabra,diomediavueltaysemarchó.

—¿Quéqueríaesehombre?—preguntóRaskolnikof.

—Esun individuoquehavenido a preguntar si vivía aquí un estudiantequeharesultadoserusted,puesmehadadosunombreyeldesupatrona.Enestemomentohabajadousted,yoleheseñaladoyélsehaido.Esoestodo.

Elporteroparecíabastanteasombrado,perosuperplejidadnodurómucho:después de reflexionar un instante, dio media vuelta y desapareció en laportería.Raskolnikofsalióenposdeldesconocido.

Apenassalió,lovioporlaaceradeenfrente.Aquelhombremarchabaaunpaso regular y lento, tenía la vista fija en el suelo y parecía reflexionar.Raskolnikof lealcanzóenseguida,perodemomentose limitóaseguirle.Alfinsecolocóasuladoylemiródereojo.Eldesconocidoadvirtióalpuntosupresencia, ledirigióuna rápidamiradayvolvióabajar losojos.Duranteunminutoavanzaronensilencio.

—Ustedhapreguntadopormíalportero,¿no?—dijoRaskolnikofenvozbaja.

Elotronorespondió.Nisiquieralevantólavista.Hubounnuevosilencio.

—Vieneapreguntarpormíyahorasecalla…¿Porqué?

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Raskolnikofhablabaconvozentrecortada.Laspalabrasparecíanresistirseasalirdesuboca.

Estavez, eldesconocido levantó la cabezaydirigió al jovenunamiradasombríaysiniestra.

—Asesino—dijodepronto,envozbajaperoclarísima.

Raskolnikof siguió a su lado. Sintió que las piernas le flaqueaban yvacilaban. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Su corazón dejó de latircomosisehubieraseparadodesuorganismo.Dieronensilenciouncentenardepasosmás.Eldesconocidonolemiraba.

—Pero¿quédiceusted?¿Quién…quiénesunasesino?—balbuceóal finRaskolnikof,convozapenasperceptible.

—Tú, tú eres un asesino —respondió el desconocido, articulando laspalabrasmásclaramentetodavía.

Conunamirada triunfaly llenadeodio,miró el rostropálidoy losojosvidriosos de Raskolnikof. Entre tanto, habían llegado a una travesía. Eldesconocidodoblóporellaycontinuósucaminosinvolverse.Raskolnikofsequedó clavado en el suelo, siguiendo al hombre con la vista.Éste se volviópara mirar al joven, que continuaba sin hacer el menor movimiento. Ladistancia no permitía distinguir sus rasgos, pero Raskolnikof creyó advertirque aquel hombre sonreía aún con su sonrisa glacial y llena de un odiotriunfante.

Transido de espanto, temblándole las piernas, Raskolnikof volvió comopudoasucasaysubióasuhabitación.Sequitólagorra,ladejósobrelamesay permaneció inmóvil durante diez minutos. Al fin, ya en el límite de susfuerzas, se dejó caer en el diván y se extendió penosamente, con un débilsuspiro.Cerrólosojosyasíestuvounamediahora.

Nopensabaennadaconcreto:sólopasabanporsuimaginaciónretazosdeideas, imágenes vagas que se hacinaban en desorden, rostros que habíaconocidoensuinfancia,fisonomíasvistasunasolavez,casualmente,yqueenotras circunstancias no habría podido recordar…Veía el campanario de laiglesia de V***, una mesa de billar y, junto a ella, de pie, un oficialdesconocido…De un estanco instalado en un sótano salía un fuerte olor atabaco…Una taberna, una escalera de servicio oscura como boca de lobo,cubiertasdecáscarasdehuevoy todaclasedebasurascaseras;el sonidodeunacampanadominical…Losobjetoscambiandecontinuoygiranentornodeélcomounfrenéticotorbellino.Algunoslegustaneintentaatraparlos,peroalpuntosedesvanecen.Experimentaunaligerasensacióndeahogo,peroenellahayunalgoagradable.Persisteel leve temblorquesehaapoderadodeél,ytampocoestasensaciónesingrata…

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Enestooyó lospasospresurososdeRasumikhine, seguidosdesuvoz,ycerrólosojosparaquelocreyeradormido.

Rasumikhine abrió la puerta y permaneció un momento en el umbral,indeciso. Luego entró silenciosamente y se acercó al diván con grandesprecauciones.

—Nolodespiertes;déjalodormirtodoloquequiera—murmuróNastasia—.Yacomerámástarde.

—Tienesrazón—repusoRasumikhine.

Losdossalierondepuntillasycerraronlapuerta.

Transcurrióunamediahora.Desúbito,Raskolnikofempezóaabrirpocoapoco losojos.Despuéshizounrápidomovimientoyquedóbocaarriba,conlasmanosenlazadasbajolanuca.

«¿Quiénes?¿Quiénseráesehombrequeparecehabersurgidodedebajodelatierra?¿Dóndeestabayquévio?¡Ah!,dequeloviotodonohayduda.Bien,pero¿desdedóndepresenciólaescena?¿Yporquéhabráesperadohastaestemomentoparadarseñalesdevida?¿Cómoselasarreglaríaparaver?Siparece imposible…Además —siguió reflexionando Raskolnikof, dominadoporun terrorglacial—,ahíestáelestuchequeNicolásencontródetrásde lapuerta… ¿Se podía esperar que ocurriera esto…? Pruebas…Bastaequivocarmeenunanimiedadpara crear unapruebaqueva creciendohastaalcanzardimensionesgigantescas.»

Conprofundopesar,notóquelasfuerzasleabandonaban,queunaextremadebilidadleinvadía.

«Debísuponerlo—sedijoconamarga ironía—.Nosécómomeatrevíahacerlo.Yomeconocía,yosabíadeloqueeracapaz.Sinembargo,empuñéelhacha y derramé sangre…Debí preverlo todo…Pero ¿acaso no lo habíaprevisto?»

Se dijo esto último con verdadera desesperación. Después le asaltó unnuevopensamiento.

«No,esoshombresestánhechosdeotromodo.Unauténticoconquistador,unodeesoshombresa losque todose lespermite,cañoneaTolón,organizamatanzas en París, olvida su ejército en Egipto, pierde medio millón dehombresenlacampañadeRusia,sesalvaenVilnaporverdaderacasualidad,por una equivocación, y, sin embargo, después de sumuerte se le levantanestatuas.Estopruebaque,enefecto, todose lespermite.Peroesoshombresestánhechosdebronce,nodecarne.»

Deprontotuvounpensamientoquelepareciódivertido.

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«Napoleón, las Pirámides,Waterloo por un lado, y por otro una vieja yenjutausureraque tienedebajode lacamaunarcaforradade tafileterojo…¿Cómo admitir que puede haber una semejanza entre ambas cosas? ¿Cómopodría admitirlo un Porfirio Petrovitch, por ejemplo? Completamenteimposible: sus sentimientos estéticos se oponen a ello… ¡Un Napoleónintroducirsedebajodelacamadeunavieja…!¡Inconcebible!»

Devezencuandoexperimentabaunaexaltaciónfebrilycreíadesvariar.

«Laviejanosignificanada—sedijofogosamente—.Esto talvezseaunerror,perono se tratadeella.Laviejaha sido sólounaccidente.Yoqueríasalvarelescollorápidamente,deunsalto.Nohematadoaunserhumano,sinounprincipio.Yelprincipiolohematado,peroelsaltonolohesabidodar.Mehe quedado a la parte de aquí; lo único que he sabido ha sidomatar. Y nisiquieraestolohehechobiendeltodo,alparecer…Unprincipio…¿Porquéese idiotadeRasumikhineatacaráa lossocialistas?Sonpersonas laboriosas,hombresdenegociosquesepreocupanporelbienestargeneral…Sinembargo,sóloseviveunavez,yyonoquieroesperaresafelicidaduniversal.Antetodo,quierovivir.Sinosintieseestedeseo,seríapreferiblenotenervida.Alfinyalcabo,loúnicoquehehechohasidonegarmeapasarpordelantedeunamadrehambrienta,conmirublobienguardadoenelbolsillo,esperandolallegadadelafelicidaduniversal.Yoaporto,pordecirloasí,mipiedraaledificiocomún,yestoessuficienteparaquemesientaenpaz…¿Porqué,porquémedejasteispartir?Tengountiempodeterminadodevidayquierotambién…¡Ah!Yonosoymásqueungusanoatiborradodeestética.Sí,unverdaderogusanoynadamás.»

Alpensarestoestallóenunarisadeloco.Yseaferróaestaideayempezóadarletodaslasvueltasimaginables,conunacreplacer.

«Sí, lo soy, aunque sólo sea, primero, porque me llamo gusano a mímismo, y segundo, porque llevo todo un mes molestando a la DivinaProvidenciaalponerlaportestigodequeyonohacíaaquelloparaprocurarmesatisfacciones materiales, sino con propósitos nobles y grandiosos. ¡Ah!, ytambién porque decidí observar la más rigurosa justicia y la más perfectamoderaciónenlaejecucióndemiplan.Enprimer lugarelegíelgusanomásnocivodetodos,y,ensegundo,almatarlo,estabadispuestoanoquitarlesinoeldineroestrictamentenecesarioparaemprenderunanuevavida.Nadamásynadamenos(elrestoiríaapararalosconventos,segúnlaúltimavoluntaddelavieja)…Enfin, lociertoesquesoyungusano,de todasformas—añadiórechinandolosdientes—.Porquesoytalvezmásvileinnoblequeelgusanoalqueasesinéyporqueyopresentíaque,despuésdehaberlomatado,mediríaestomismo queme estoy diciendo… ¿Hay nada comparable a este horror?¡Cuántavillanía!¡Cuántabajeza…!¡QuébiencomprendoalProfeta,montadoen su caballo y empuñando el sable! "¡Alá lo ordena! Sométete, pues,

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miserabley temblorosacriatura."Tiene razón, tiene razónelProfeta cuandoalinea sus tropas en la calle ymata indistintamente a los culpables y a losjustos, sin ni siquiera dignarse darles una explicación. Sométete, pues,miserableytemblorosacriatura,yguárdatedetenervoluntad.Estonoescosatuya…¡Oh!Jamás,jamásperdonaréalavieja.»

Suscabellosestabanempapadosdesudor,temblabansusresecoslabios,sumiradasefijabaeneltechoobstinadamente.

«Mimadre…mihermana…¡Cómolasquería…!¿Porquélasodioahora?Sí, las odio con un odio físico.No puedo soportar su presencia.Hace unashoras, lo recuerdo perfectamente, me he acercado a mi madre y la heabrazado…Es horrible estrecharla entre mis brazos y pensar que si ellasupiera…¿Y si se lo contara todo…?Mequitaríaunpesode encima…Elladebedesercomoyo.»

Pensó esto último haciendo un gran esfuerzo, como si no le fuera fácillucharconeldelirioqueleibadominando.

«¡Oh, cómo odio a la vieja ahora! Creo que la volvería a matar siresucitara…¡PobreLisbeth!¿Porquélallevaríaallíelazar…?¡Quéextrañoesquepiensetanpocoenella!Escomosinolahubiesematado…¡Lisbeth…!¡Sonia…! ¡Pobres y bondadosas criaturas de dulce mirada…! ¡Queridascriaturas…!¿Porquénolloran?¿Porquénogimen?Dantodoloqueposeenconunamiradaresignadaydulce…¡Sonia,dulceSonia…!»

Perdiólaconcienciadelascosasysesintióprofundamenteasombradodeverseenlacallesinpoderrecordarcómohabíasalido.Yaeradenoche.Lassombrasseespesabanylalunaresplandecíaconintensidadcreciente,perolaatmósferaeraasfixiante.Lascallesestaban repletasdegente.Sepercibíaunoloracal,apolvo,aaguaestancada.

Raskolnikofavanzaba,tristeypreocupado.Sabíaperfectamentequehabíasalidodecasaconunpropósitodeterminado,queteníaquehaceralgourgente,pero no se acordaba de qué. De pronto se detuvo ymiró a un hombre quedesdelaotraaceralellamabaconlamano.Atravesólacalleparareunirseconél, pero el desconocido diomedia vuelta y se alejó, con la cabeza baja, sinvolverse,comosinolehubierallamado.

«A lomejor,me ha parecido queme llamaba y no ha sido así», se dijoRaskolnikof.Perojuzgóquedebíaalcanzarle.Cuandoestabaaunadecenadepasosdeél lo reconociósúbitamenteyseestremeció.Eraeldesconocidodepoco antes, vestido con las mismas ropas y con su espalda encorvada.Raskolnikof losiguiódelejos.Elcorazónle latíaconviolencia.Entraronenuncallejón.Eldesconocidonosevolvía.

«¿Sabráquelesigo?»,sepreguntóRodia.

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El hombre encorvado entró por la puerta principal de un gran edificio.Raskolnikofseacercóaélylemiróconlaesperanzadequesevolvieraylellamase. En efecto, cuando el desconocido estuvo en el patio, se volvió ypareció indicarle que se acercara. Raskolnikof se apresuró a franquear elportal,perocuandollegóalpatioyanovioanadie.Porlotanto,elhombredela hopalanda había tomado la primera escalera. Raskolnikof corrió tras él.Efectivamente, seoíanpasos lentosy regularesa laalturadel segundopiso.Aquellaescalera—cosaextraña—noeradesconocidaparaRaskolnikof.Allíestaba la ventana del rellano del primer piso.Un rayo de lunamisteriosa ytristesefiltrabaporloscristales.Yllegóalsegundopiso.

«¡Perosiesaquídondetrabajabanlospintores!»

¿Cómo no habría reconocido antes la casa…? El ruido de los pasos delhombrequeleprecedíaseextinguió.

«Porlotanto,sehadetenido.Talvezsehayaocultadoenalgunaparte…Heaquíeltercerpiso.¿Deboseguirsubiendoono?¡Quésilencio…!»

Elruidodesuspropiospasosledabamiedo.

«¡Señor,quéoscuridad!Eldesconocidodebedeestarocultoporaquí,enalgúnrincón…¡Toma!Lapuertaquedaalrellanoestáabiertadeparenpar.»

Tras reflexionar un momento, entró. El vestíbulo estaba oscuro y vacíocomo una habitación desvalijada. Pasó a la sala lentamente, andando depuntillas. Toda ella estaba iluminada por una luna radiante. Nada habíacambiado:allíestabanlassillas,elespejo,elsofáamarillo,loscuadrosconsusmarcos.Porlaventanaseveíalaluna,redondayenorme,deunrojocobrizo.

«Eslalunalaquecreaelsilencio—pensóRaskolnikof—,laluna,queseocupaendescifrarenigmas.»

Estaba inmóvil, esperando. A medida que iba aumentando el silencionocturno, los latidos de su corazón eran más violentos y dolorosos. ¡Quécalma tan profunda…!De pronto se oyó un seco crujido, semejante al queproduceunaastillademaderaalquebrarse.Despuéstodovolvióaquedarensilencio.Unamoscasedespertóyseprecipitócontraloscristales,dejandooírsu bordoneo quejumbroso. En este momento, Raskolnikof descubrió en unrincón,entrelacómodaylaventana,unacapacolgadaenlapared.

«¿Quéhaceesacapaaquí?—pensó—.Entoncesnoestaba.»

Apartólacapaconcuidadoyviounasilla,yenlasilla,sentadaenelbordeyconelcuerpodobladohaciadelante,unavieja.Teníalacabezatanbaja,queRaskolnikof no podía verle la cara. Pero no le cupo duda de que era ella…Permanecióunmomentoinmóvil.«Tienemiedo»,pensómientrasdesprendíapocoapocoelhachadelnudocorredizo.Despuésdescargóunhachazoenla

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nucadelavieja,yotroenseguida.Pero,cosaextraña,ellanohizoelmenormovimiento: se habría dicho que era de madera. Sintió miedo y se inclinóhaciadelanteparaexaminarla,peroellabajólacabezamástodavía.Entoncesélseinclinóhastatocarelsueloconsucabezaylamiródeabajoarriba.Loquevio le llenódeespanto: lavieja reventabaderisa,deunarisasilenciosaquetratabadeahogar,haciendotodoslosesfuerzosimaginables.

Desúbitoleparecióquelapuertadeldormitorioestabaentreabiertayquealguiensereíaallítambién.Creyóoíruncuchicheoyseenfureció.Empezóagolpear la cabeza de la vieja con todas sus fuerzas, pero a cada hachazoredoblaban las risas y los cuchicheos en la habitación vecina, y lo mismopodía decirse de la vieja, cuya risa había cobrado una violencia convulsiva.Raskolnikofintentóhuir,peroelvestíbuloestaballenodegente.Lapuertaquedabaalaescaleraestabaabiertadeparenpar,yporellapudoverquetambiénelrellanoy losescalonesestabanllenosdecuriosos.Conlascabezas juntas,todos miraban, tratando de disimular. Todos esperaban en silencio. Se leoprimióelcorazón.Laspiernassenegabanaobedecerle;leparecíatenerlospiesclavadosenelsuelo…Intentógritarysedespertó.

Tenía que hacer grandes esfuerzos para respirar, y aunque estaba biendespiertoleparecíaquesusueñocontinuaba.Lacausadeelloeraque,enpieen el umbral de la habitación, cuya puerta estaba abierta de par en par, unhombrealquenohabíavistojamáslecontemplabaatentamente.

Raskolnikof,quenohabíaabiertolosojosdeltodo,seapresuróavolveracerrarlos.Estabaechadobocaarribaynohizoelmenormovimiento.

«¿Sigosoñandooyaestoydespierto?»,sepreguntó.

Ylevantólospárpadoscasiimperceptiblementeparamiraraldesconocido.Éste seguía en el umbral, observándole con la misma atención. De prontoentrócautelosamenteenelaposento,cerrólapuertatrasélcontodocuidado,seacercóalamesa,estuvoallíunminutosinapartarlosojosdeljoveny,sinhacerelmenorruido,sesentóenunasilla,cercadeldiván.Dejósusombreroenelsuelo,apoyólasmanossobreelpuñodelbastónypusolabarbillasobrelasmanos.Eraevidentequesepreparabaparaunalargaespera.

Raskolnikofledirigióunamiradafurtivaypudoverqueeldesconocidonoeraya joven,pero sídecomplexión robusta,yque llevababarba,unabarbaespesa,rubia,queempezabaablanquear.

Estuvieronasídiezminutos.Habíaaúnalgunaclaridad,peroeldíatocabaasufin.Enlahabitaciónreinabaelmásprofundosilencio.Delaescaleranollegabaelmenorruido.Sóloseoíaunmoscardónquesehabíalanzadocontralos cristales y que volaba junto a ellos, zumbando y golpeándolosobstinadamente. Al fin, este silencio se hizo insoportable. Raskolnikof se

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incorporóyquedósentadoeneldiván.

—Bueno,¿quédeseausted?

—Yasabíayoqueustednoestabadormidodeveras,sinoquelofingía—respondió el desconocido, sonriendo tranquilamente—. Permítame que mepresente.SoyArcadioIvanovitchSvidrigailof…

****

PARTE4

CAPÍTULO1

Debo de estar soñando todavía —volvió a pensar Raskolnikof,contemplando al inesperado visitante con atención y desconfianza—¡Svidrigailof!¡Quécosatanabsurda!»

—Noesposible—dijoenvozalta,dejándosellevardesuestupor.

Elvisitantenomostrósorpresaalgunaanteestaexclamación.

—Hevenidoaverle—dijo—pordos razones.Enprimer lugar, deseabaconocerle personalmente, pues he oído hablar mucho de usted y en lostérminos más halagadores. En segundo lugar, porque confío en que no menegará usted su ayuda para llevar a cabo un proyecto relacionado con suhermana Avdotia Romanovna. Solo, sin recomendación alguna, sería muyprobablequesuhermanamepusieraenlapuerta,enestosmomentosenqueestá llena de prevenciones contramí.En cambio, contando con la ayuda deusted,yocreo…

—Noesperequeleayude—leinterrumpióRaskolnikof.

—Permítameunapregunta.Hastaayernollegaronsumadreysuhermana,¿verdad?

Raskolnikofnocontestó.

—Sí,séquellegaronayer.Yyolleguéanteayer.Puesbien,heaquíloquequiero decirle, Rodion Romanovitch. Creo innecesario justificarme, peropermítameotrapregunta:¿quéhaydecriminalenmiconducta,siempre,claroes,quesemirenlascosasimparcialmenteysinprejuicios?Ustedmediráquehe perseguido en mi propia casa a una muchacha indefensa y que la heinsultadoconmisproposicionesdeshonestas (yaveustedqueyomismomeadelanto a enfrentarme con la acusación), pero considere usted que soy un

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hombre et nihil humanum…En una palabra, que soy susceptible de caer enuna tentación, de enamorarme, pues esto no depende de nuestra voluntad.Admitido esto, todo se explica del modo más natural. La cuestión puedeplantearseasí:¿soyunmonstruoounavíctima?Yocreoquesoyunavíctima,puescuandoproponíaalobjetodemipasiónquehuyeraconmigoaAméricaoa Suiza alimentaba los sentimientos más respetuosos y sólo pensaba enasegurarnuestrafelicidadcomún.Larazónesesclavadelapasión,yerayoelprimerperjudicadoporella…

—No se trata de eso—replicóRaskolnikof con un gesto de disgusto—.Esté usted equivocado o tenga razón, nos parece usted un hombresencillamente detestable y no queremos ningún trato con usted. No quieroverleenmicasa.¡Váyase!

Svidrigailofseechóareírdebuenagana.

—¡Austed no haymodo de engañarlo!—exclamó con franca alegría—.Hequeridoemplearlaastucia,peroestosprocedimientosnosehanhechoparausted.

—Sinembargo,sigueustedintentandoembaucarme.

—¿Y qué?—exclamó Svidrigailof, riendo con todas sus fuerzas—. Sonarmasdebonneguerre,comosueledecirse;unaastuciadelomásinocente…Pero usted nome ha dejado acabar. Sea como fuere, yo le aseguro que nohabría ocurrido nada desagradable de no producirse el incidente del jardín.MarfaPetrovna…

—Se dice —le interrumpió rudamente Raskolnikof— que a MarfaPetrovnalahamatadousted.

—¿Conque ya le han hablado de eso?En verdad, esmuy comprensible.Puesbien,encuantoaloqueacabausteddedecir,sólopuedoresponderlequetengolaconcienciacompletamentetranquilasobreeseparticular.Esunasuntoque no me inspira ningún temor. Todas las formalidades en uso se hancumplidodelmodomáscorrectoyminucioso.Segúnlainvestigaciónmédica,lamuerte obedeció a un ataquede apoplejía producidopor unbaño tomadodespuésdeunacopiosacomidaenlaqueladifuntasehabíabebidounabotellade vino casi entera. No se descubrió nadamás…No, no es esto lo quemeinquieta.Loqueyomepreguntabamientraseltrenmetraíahaciaaquíerasihabría contribuido indirectamente a esta desgracia…con algún arranque deindignación,oalgoparecido.Perohellegadoalaconclusióndequenopuedehaberocurridotalcosa.

Raskolnikofseechóareír.

—Entonces,notieneustedporquépreocuparse.

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—¿De qué se ríe?Óigame: yo sólo le di dos latigazos tan flojos que nisiquiera dejaron señal…Le ruego que no me crea un cínico. Yo séperfectamentequeestoesinnobley…,etcétera;perotambiénséqueaMarfaPetrovnanoledesagradó…miarrebato,digámosloasí.Elasuntorelacionadocon la hermana de usted estaba ya agotado, yMarfa Petrovna, no teniendoningúnasuntoque ir llevandopor las casasde la ciudad, seveíaobligada apermanecerencasadesdehacíatresdías.Yahabíafastidiadoatodoelmundocon la lectura de la carta (¿ha oído usted hablar de esa carta?). De prontocayeron sobre ella, como enviados por el cielo, aquellos dos latigazos. Loprimero que hizo fue ordenar que preparasen el coche…Sin hablar de esoscasos especiales en que lasmujeres experimentan ungran placer en que lasofendan, a pesar de la indignación que simulan (casos que se presentan aveces),alhombre,engeneral,legustaquelohumillen.¿Nolohaobservadousted? Pero esta particularidad es especialmente frecuente en las mujeres.Inclusosepuedeafirmarqueesalgoesencialensuvida.

Hubo un momento en que Raskolnikof pensó en levantarse e irse, paraponer término a la conversación, pero cierta curiosidad y también ciertopropósitoledecidieronatenerpaciencia.

—Legustamanejarellátigo,¿eh?—preguntóconairedistraído.

—No lo crea —respondió con toda calma Svidrigailof—. En lo queconcierne aMarfa Petrovna, no disputaba casi nunca con ella.Vivíamos enperfectaarmonía,yellaestabasatisfechademí.Sólodosvecesuséel látigodurantenuestrossieteañosdevidaencomún(dejandoaparteun tercercasobastante dudoso). La primera vez fue a los dos meses de casarnos, cuandollegamos a nuestra hacienda, y la segunda, en el caso que acabo demencionar…Y usted me considera un monstruo, ¿no?, un retrógrado, unpartidario de la esclavitud…A propósito, Rodion Romanovitch, ¿recuerdausted que hace algunos años, en el tiempo de nuestras felices asambleasmunicipales, se cubrió de oprobio a un terrateniente, cuyo nombre norecuerdo, culpable de haber azotado a una extranjera en un vagón deferrocarril?¿Seacuerda?Meparecequefueelmismoañoenqueseprodujo«el más horrible incidente del siglo». Es decir, Las noches egipcias, lasconferencias,¿recuerda…?¡Losojosnegros…!¡Oh,tiemposmaravillososdenuestrajuventud!,¿dóndeestáis…?Puesbien,heaquímiopinión.Yocriticoseveramenteaeseseñorquefustigóalaextranjera,puesesunactoinicuoqueunonopuedemenosdecensurar.Pero tambiéndebodecirlequealgunasdeesasextranjeras le soliviantanaunode talmodo,quenielhombrede ideasmásavanzadaspuederesponderdesusactos.Nadiehaexaminadolacuestiónenesteaspecto,peroestoysegurodequeelloesunerror,puesmipuntodevistaesperfectamentehumano.

Al pronunciar estas palabras, Svidrigailof volvió a echarse a reír.

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Raskolnikofcomprendióqueaquelhombreobrabaconarregloaunplanbienelaboradoyqueeraunperillándeclasefina.

—Debe usted de llevar varios días sin hablar con nadie, ¿verdad? —preguntóeljoven.

—Algodeesohay.Perodígame:¿noleextrañaaustedmibuencarácter?

—No,de loqueestoyasombradoesdeque tengausteddemasiadobuencarácter.

—Usteddiceesoporquenomehedadoporofendidoanteeltonogroserodesuspreguntas,¿noesverdad?Sí,nomecabeduda.Pero¿porquéteníaqueenfadarme?Ustedmehapreguntadofrancamente,yyoleherespondidoconfranqueza—suacentorebosabacomprensiónysimpatía—.Ahora—continuó,pensativo—nadamepreocupa,porqueahoranohagoabsolutamentenada…Porlodemás,ustedpuedesuponerqueestoytratandodeganarmesusimpatíaconmirasinteresadas,yaquemimayordeseoesverasuhermana,comoleheconfesado.Perocréamesi ledigoqueestoyverdaderamenteaburrido, sobretodo después de mi inactividad de estos tres últimos días. Por eso me healegradotantodeverle…Noseenfade,RodionRomanovitch,peromepareceustedunhombremuyextraño.Ustedpodrádecirquecómosemehaocurridosemejantecosaprecisamenteenestemomento,peroesqueyonomerefieroaahora,sinoaestosúltimostiempos…Enfin,mecallo;noquieroverleponeresacara.Nosoytanosocomoustedcree.

Raskolnikofledirigióunamiradasombría.

—Tal vez no lo sea usted nada. A mí me parece que es un hombresumamentesociable,o,porlomenos,quesabeustedserlocuandoespreciso.

—Sin embargo, a mí no me preocupa la opinión ajena —repusoSvidrigailofenun tonosecoyun tantoaltivo—.Porotraparte,¿porquénoadoptarlosmodalesdeunapersonamaleducadaenunpaísdondeestotienetantasventajas,ysobretodocuandounosesienteinclinadoportemperamentoalamalaeducación?—terminóentrerisas.

—Puesyoheoídodecirqueustedtieneaquímuchosconocidosyquenoesesoquellaman«unhombresinrelaciones».Sinopersigueustedningúnfin,¿aquéhavenidoamicasa?

—Esciertoquetengoaquíconocidos—dijoelvisitante,sinresponderalapregunta principal que se le acababa de dirigir—. Ya me he cruzado conalgunos,pues llevo tresdíaspaseando.Yo loshe reconocidoyellosmehanreconocidoamí,creoyo.Esnaturalqueseaunhombrebienrelacionado.Voybienvestidoysemeconsideracomohombreacomodado,pues,apesardelaaboliciónde la servidumbre, nosquedanbosquesypraderas fertilizadospor

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nuestros ríos, que siguen proporcionándonos una renta. Pero no quieroreanudarmisantiguasrelaciones;haceya tiempoqueestasamistadesnomeseducen.Yahacetresdíasquevoyvagandoporaquí,ytodavíanohevisitadoanadie…Además,¡estaciudad…!¿Haobservadoustedcómoestáedificada?Esunapoblacióndefuncionariosyseminaristas.Verdaderamente,haymuchascosasenqueyonomefijabahaceochoaños,cuandonohacíaotracosaqueholgazanear e ir por esos círculos, por esos clubes, como el Dussaud. Novolveré a visitar ninguno—continuó, fingiendo no darse cuenta de lamudainterrogación del joven—. ¿Qué placer se puede experimentar en hacerfullerías?

—¡Ah!¿Hacíaustedtrampaseneljuego?

—Sí. Éramos un grupo de personas distinguidas que matábamos así eltiempo. Pertenecíamos a la mejor sociedad. Había entre nosotros poetas ycapitalistas. ¿Ha observado usted que aquí, en Rusia, abundan los fullerosentre las personas de buen tono? Yo vivo ahora en el campo, pero estuveencarceladopordeudas.ElacreedoreraungriegodeNejin.EntoncesconocíaMarfa Petrovna. Entró en tratos conmi acreedor, regateó, me liberó de mideudamediantelaentregadetreintamilrublos(yosólodebíasetentamil),nosunimos en legítimo matrimonio y se me llevó al punto a sus propiedades,donde me guardó como un tesoro. Ella tenía cinco años más que yo y meadoraba.Ensieteaños,yonomemovídeallí.Porcierto,queMarfaPetrovnaconservó todasuvidaelchequequeyohabía firmadoalgriegoconnombrefalso,demodoquesiyohubieraintentadosacudirmeelyugo,ellamehabríahechoenchiquerar.Sí,nolequepadudadequelohabríahecho.Lasmujerestienenestascontradicciones.

—Denoexistiresepagaré,¿lahabríaplantadousted?

—No sé qué decirle.Desde luego, ese documento nome preocupaba lomásmínimo. Yo no sentía deseos de ir a ninguna parte, y lamismaMarfaPetrovna,viendocómomeaburría,mepropusoendosocasionesquehicieraun viaje al extranjero. Pero yo había ya salido anteriormente de Rusia y elviajemehabíadisgustadoprofundamente.Unocontemplaunamaneceraquíoallá,olabahíadeNápoles,oelmar,ysesientedominadoporunaprofundatristeza.Ylopeoresqueunoexperimentaunaverdaderanostalgia.No,seestámejorencasa.Aquí,almenos,podemosacusaralosdemásdetodoslosmalesyjustificarnosanuestrospropiosojos.TalvezmevayaalPoloNorteconunaexpedición,puesj'ailevinmauvaisynoquierobeber.Peroesquenopuedohacerningunaotracosa.Yalohe intentado,peronada.¿HaoídousteddecirqueBergvaaintentareldomingounaascensiónengloboenelparqueIusupofyqueadmitepasajeros?

—¿Pretendeustedsubiralglobo?

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—¿Yo?No,no…Lohedichopordecir—murmuróSvidrigailof,pensativo.

«¿Serásincero?»,pensóRaskolnikof.

—No,elpagarénomepreocupóenningúnmomento—dijoSvidrigailof,volviendoaltemainterrumpido—.Permanecíaenelcampomuyagusto.Porotra parte, pronto hará un año que Marfa Petrovna, con motivo de micumpleaños, me entregó el documento, como regalo, añadiendo a él unaimportante cantidad…Pues era rica. «Ya ves cuánta es mi confianza en ti,ArcadioIvanovitch»,medijo.Sí,leaseguroquemelodijoasí.¿Nolocree?Yocumplíaalaperfecciónmisdeberesdepropietariorural.Semeconocíaentoda la comarca.Hacía queme enviaran libros.Esto al principiomereció laaprobacióndeMarfaPetrovna.Despuéstemióquetantalecturamefatigara.

—MeparecequeechamuchodemenosaMarfaPetrovna.

—¿Yo…?Talvez…Apropósito,¿creeustedenapariciones?

—¿Quéclasedeapariciones?

—¿Cómoquequéclase?loquetodoelmundoentiendeporapariciones.

—¿Yusted?¿Ustedcree?

—Siyno.Siustedquiere,no,pourvousplaire…Enresumen,queno lopuedoafirmar.

—¿Ustedlashatenido?

Svidrigailofledirigióunamiradaextraña.

—Marfa Petrovna tiene la atención de venir a visitarme —respondiótorciendolabocaenunasonrisaindefinible.

—¿Esposible?

—Semeha aparecido ya tres veces.La primera fue elmismodía de suentierro,osealavísperademisalidaparaPetersburgo.Lasegunda,hacedosdías, durante mi viaje, en la estación deMalaia Vichera, al amanecer, y latercera, hace apenas dos horas, en la habitación en quemehospedo.Estabasolo.

—¿Despierto?

—Completamente despierto las tres veces. Aparece, me habla unosmomentosysevaporlapuerta,siempreporlapuerta.Inclusomepareceoírlamarcharse.

—¿Porquétendríayolasensacióndequehabíandeocurrirleestascosas?—dijodesúbitoRaskolnikof,asombrándosedesuspalabrasapenaslashabíapronunciado.Estabaextraordinariamenteemocionado.

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—¿De veras ha pensado usted eso?—exclamó Svidrigailof, sorprendido—.¿Deveras?¡Ah!Yadecíayoqueentrenosotrosexistíaciertaafinidad.

—Ustednohadichoeso—replicóásperamenteRaskolnikof.

—¿Nolohedicho?

—No.

—Puescreíahaberlodicho.Cuandoheentradohaceunmomentoylehevisto acostado, con los ojos cerrados y fingiendo dormir, me he dichoinmediatamente:«Esélmismo.»

—¿Qué quiere decir eso de «élmismo»?—exclamó Raskolnikof—. ¿Aquéserefiereusted?

—Puesnolosé—respondióSvidrigailofingenuamente,desconcertado.

Losdosguardaronsilenciomientrassedevorabanconlosojos.

—¡Todo eso son tonterías! —exclamó Raskolnikof, irritado—. ¿Qué lediceMarfaPetrovnacuandoseleaparece?

—¿Dequémehabla?Denimiedades.Y,paraqueveausted loqueeselhombre, eso es precisamente lo que me molesta. La primera vez se mepresentó cuando yo estaba rendido por la ceremonia fúnebre, el réquiem, lacomida de funerales…Al fin pude aislarme en mi habitación, encendí uncigarroymeentreguéamisreflexiones.Depronto,MarfaPetrovnaentróporlapuertaymedijo:«contantotrajín,tehasolvidadodesubirlapesadelrelojdelcomedor.»Yesquedurantesieteañosmeencarguéyodeestetrabajo,ycuandomeolvidabadeél, ellame lo recordaba…Aldía siguientepartíparaPetersburgo.Alamanecer,lleguéalaestaciónqueantesledijeymedirigíalacantina.Habíadormidomaly teníaelcuerpodoloridoy losojoshinchados.Pedícafé.Depronto,¿sabeustedloquevi?AMarfaPetrovna,quesesentóamiladoconunjuegodecartasenlamano.«¿Quieresqueteprediga,ArcadioIvanovitch—mepreguntó—, cómo transcurrirá tu viaje?»Debo decirle queeraunamaestraenelartedeecharlascartas…Nuncameperdonaréhabermenegado.Eché a correr, presadepánico.Bien esverdadque la campanaquellamaalosviajerosaltrenestabayasonando…Yhoy,cuandomehallabaenmihabitación,luchandopordigerirladetestablecomidadefigónqueacababadeecharamicuerpo,conuncigarroenlaboca,haentradoMarfaPetrovna,estavezelegantementeataviadaconunflamantevestidoverdedelargacola.

»—Buenos días,Arcadio Ivanovitch. ¿Qué te parecemi vestido?Aniskanohabríasidocapazdehacerunacosaigual.

»Aniskaesunacostureradenuestracasa,queprimerohabíasidosiervayquehabíahechosusestudiosenMoscú…Unabonitamuchacha.

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»MarfaPetrovnanocesadedarvueltasantemí.Yocontemploelvestido,despuéslamiroaellaalacara,atentamente.

»—¿Qué necesidad tienes de venir a consultarme estas bagatelas,MarfaPetrovna?

»—¿Esquetemolestahastaquevengaaverte?

»—Oye, Marfa Petrovna —le digo para mortificarla—, voy a volver acasarme.

»—Eso es muy propio de ti—me responde—. Pero no te hace ningúnfavorcasartecuandotodavíaestátanrecientelamuertedetumujer.Aunquetuelecciónfueraacertada,sóloconseguiríasatraerte lascríticasdelaspersonasrespetables.

»Dicho esto, se hamarchado, y amíme ha parecido oír el frufrú de sucola.¡Quécosastanabsurdas!,¿verdad?

—¿No me estará usted contando una serie de mentiras? —preguntóRaskolnikof.

—Mientomuypocasveces—repusoSvidrigailof,pensativoysinque,alparecer,advirtieralogroserodelapregunta.

—Yantesdeesto,¿nohabíatenidoustedapariciones?

—No…Mejor dicho, sólo una vez, hace seis años. Yo tenía un criadollamado Filka. Acababan de enterrarlo, cuando empecé a gritar, distraído:«¡Filka, mi pipa!» Filka entró y se fue derecho al estante donde estabanalineados mis utensilios de fumador. Como habíamos tenido un fuertealtercadopocoantesdesumuerte,supusequesuaparicióneraunavenganza.Legrité:«¿Cómoteatrevesapresentarteantemívestidodeesemodo?Setevenloscodosporlosboquetesdelasmangas.¡Fueradeaquí,miserable!»Éldiomediavuelta,sefueynosemeapareciónuncamás.NodijenadadeestoaMarfa Petrovna.Mi primera intención fue dedicarle unamisa, pero despuéspenséqueestoseríaunapuerilidad.

—Usteddebeiralmédico.

—Nonecesitoqueustedmelodigaparasaberqueestoyenfermo,aunqueignoro de qué enfermedad. Sin embargo, yo creo quemi conducta es cincovecesmásnormalque ladeusted.Mipreguntanohasidosiustedcreequepuedenverseapariciones,sinosiopinaquelasaparicionesexisten.

—No, de ningún modo puedo creer eso —dijo Raskolnikof con ciertairritación.

—La gente —murmuró Svidrigailof como si hablara consigo mismo,inclinandolacabezaymirandodereojo—sueledecir:«Estásenfermo.Porlo

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tanto, todo eso que ves son alucinaciones.» Esto no es razonar con lógicarigurosa.Admitoquelasaparicionessólolasveanlosenfermos;peroestosólodemuestraquehayque estar enfermoparaverlas, noque las aparicionesnoexistan.

—Estoysegurodequenoexisten—exclamóRaskolnikofconenergía.

—¿Ustedcree?

Observóaljovenlargamente.Despuéssiguiódiciendo:

—Bien, pero nome negará usted que se puede razonar como yo voy ahacerlo…Le ruego que me ayude…Las apariciones son algo así comofragmentos de otros mundos…, sus ambiciones. Un hombre sano no tienemotivoalgunoparaverlas,yaquees,antetodo,unhombreterrestre,esdecir,material.Porlotanto,sólodebevivirparaparticiparenelordendelavidadeaquíabajo.Pero,apenasseponeenfermo,apenasempiezaaalterarseelordennormal,terrestre,desuorganismo,laposibleaccióndeotromundocomienzaamanifestarseenél,yamedidaqueseagravasuenfermedad,lasrelacionesconeseotromundosevanestrechando,progresiónquecontinúahastaquelamuertelepermiteentrardellenoenél.Siustedcreeenunavidafutura,nadaleimpideadmitiresterazonamiento.

—Yonocreoenlavidafutura—replicóRaskolnikof.

Svidrigailofestabaensimismado.

—¿Ysinohubieraallímásquearañasyotrascosasparecidas?—preguntódepronto.

«Estáloco»,pensóRaskolnikof.

—Nos imaginamos la eternidad —continuó Svidrigailof— como algoinmensoeinconcebible.Pero¿porquéhadeserasínecesariamente?¿Ysi,envez de esto, fuera un cuchitril, uno de esos cuartos de baño lugareños,ennegrecidos por el humo y con telas de araña en todos los rincones? Leconfiesoqueasímelaimaginoyoaveces.

Raskolnikofexperimentóunasensacióndemalestar.

—¿Es posible que no haya sabido usted concebir una imagenmás justa,másconsoladora?—preguntó.

—¿Más justa? ¡Quién sabe si mi punto de vista es el verdadero! Sidependiera demí, yame las compondría yo para que lo fuera—respondióSvidrigailofconunavagasonrisa.

Ante esta absurda respuesta, Raskolnikof se estremeció, Svidrigailoflevantólacabeza,lemirófijamenteyseechóareír.

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—Fíjeseustedenundetalleydígamesinoescurioso—exclamó—.Hacemedia hora, jamás nos habíamos visto, y ahora todavía nos miramos comoenemigos,porque tenemosunasuntopendientedesolución.Sinembargo, lodejamostodoaunladoparaponernosafilosofar.Yaledecíayoqueéramosdoscabezasgemelas.

—Perdone—dijoRaskolnikof bruscamente—.Le ruego queme diga deunavezaquédeboelhonordesuvisita.Tengoquemarcharme.

—Pueslovaustedasaber.Dígame:suhermana,AvdotiaRomanovna,¿sevaacasarconPiotrPetrovitchLujine?

—Le ruego que no mezcle a mi hermana en esta conversación, que nisiquierapronunciesunombre.Además,nocomprendocómoseatreveustedanombrarlasiverdaderamenteesSvidrigailof.

—¿Cómoquiereustedqueno lanombresihevenidoexpresamenteparahablarleaella?

—Bien.Hable,perodeprisa.

—NomecabedudadequesihatratadoustedsólodurantemediahoraamiparientepolíticoelseñorLujine,osihaoídohablardeélaalgunapersonadignade crédito, ya tendrá formada suopinión sobredicho señor.No esunpartido conveniente para Avdotia Romanovna. A mi juicio, AvdotiaRomanovna va a sacrificarse de un modo tan magnánimo comoimpremeditado por…por su familia. Fundándome en todo lo que había oídodecirdeusted,supuseque leencantaríaqueesecompromisomatrimonialserompiera,contalqueellonoreportaseningúnperjuicioasuhermana.Ahoraqueleconozco,estoysegurodelaexactituddemisuposición.

—Noseaustedingenuo…,mejordicho,desvergonzado.

—¿Cree usted acaso que obro impulsado por el interés? Puede estartranquilo,RodionRomanovitch: si fuera así, lo disimularía.Nome crea tanimbécil.Respectoaesteparticular,voyadescubrirleuna rarezapsicológica.Haceunmomento, al excusarmedehaber amadoa suhermana, lehedichoqueyohabíasidoenestecasolaprimeravíctima.Puesbien,leconfiesoqueahoranosientoningúnamorporella,locualmecausaverdaderoasombro,alrecordarlomuchoquelaamé.

—Lo que usted sintió—dijo Raskolnikof— fue un capricho de hombrelibertinoyocioso.

—Ciertamente soyunhombreociosoy libertino;pero suhermanaposeetanpoderosos atractivos, queno es nada extrañoqueyonopudiera desistir.Sinembargo,todoaquellonofuemásqueunanubedeverano,comoahorahepodidover.

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—¿Hacemuchoquesehadadocuentadeeso?

—Yahacetiempoquelosospechaba,peronomeconvencíhastaanteayer,enelmomentodemillegadaaPetersburgo.Sinembargo,yahabíallegadoeltrenaMoscú,yaúnteníaelconvencimientodequeveníaaquíconobjetodedesbancaraLujineyobtenerlamanodeAvdotiaRomanovna.

—Perdone, pero ¿no podría usted abreviar y explicarme el objeto de suvisita?Tengocosasurgentesquehacer.

—Conmuchogusto.He decidido emprender un viaje y quisiera arreglarciertosasuntosantesdepartir…Mishijossehanquedadoconsutía;sonricosynomenecesitanparanada.Además,¿creeustedqueyopuedoserunbuenpadre? Para cubrir mis necesidades personales, sólo me he quedado con lacantidadquemeregalóMarfaPetrovnaelañopasado.Conesedinerotengosuficiente…perdone, vuelvo al asunto. Antes de emprender este viaje quetengo en proyecto y que seguramente realizaré he decidido terminar con elseñorLujine.Noesqueleodie,peroélfueelculpabledemiúltimodisgustoconMarfaPetrovna.Meenfadécuandosupequeestematrimoniohabíasidoun arreglo demimujer. Ahora yo desearía que usted intercediera para queAvdotiaRomanovnameconcedieraunaentrevista,enlacualleexplicaría,ensupresenciasiustedlodeseaasí,quesuenlaceconelseñorLujinenosólonolereportaríaningúnbeneficio,sinoque,porelcontrario, leacarrearíagravesinconvenientes.Actoseguido,meexcusaríaportodaslasmolestiasquelehecausadoylepediríapermisoparaofrecerlediezmilrublos,loquelepermitiríarompersucompromisoconLujine,rupturaquedebuenaganallevaráacabo(estoysegurodeello)siselepresentaunaocasión.

—Realmente está usted loco—exclamóRaskolnikof,menos irritadoquesorprendido—.¿Cómoseatreveahablardeesemodo?

—Yasabíayoquepondríaustedelgrito enel cielo,peroquierohacerlesaber,antetodo,que,aunquenosoyrico,puedodesprendermeperfectamentedeesosdiezmilrublos,esdecir,quenolosnecesito.SiAvdotiaRomanovnanolosacepta,sóloDiossabeelestúpidousoqueharédeellos.Porotraparte,tengo la conciencia bien tranquila, pues hago este ofrecimiento sin ningúninterés.Talveznomecreausted,peroenseguidaseconvencerá,ylomismodigo de Avdotia Romanovna. Lo único cierto es que he causado muchasmolestias a su honorable hermana, y como estoy sinceramente arrepentido,deseo de todo corazón, no rescatarmis faltas, no pagar esasmolestias, sinosimplemente hacerle un pequeño servicio para que no pueda decirse quecompréelprivilegiodecausarlesolamentemales.Simiproposiciónocultarala más leve segunda intención, no la habría hecho con esta franqueza, ytampoco me habría limitado a ofrecerle diez mil rublos, cuando le ofrecíbastantemáshacecincosemanas.Además,esmuyprobablequemecasemuy

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prontoconciertajoven,loquedemuestraquenopretendoatraermeaAvdotiaRomanovna.Y,para terminar, lediréque si se casaconLujine, suhermanaaceptará esta misma suma, sólo que de otra manera. En fin, RodionRomanovitch,noseenfadeustedyreflexionesobreestoconcalmaysangrefría.

Svidrigailof había pronunciado estas palabras con un aplomoextraordinario.

—Basta ya —dijo Raskolnikof—. Su proposición es de una insolenciaimperdonable.

—Noestoydeacuerdo.Segúnesecriterio,enestemundounhombresólopuedeperjudicarasussemejantesynotienederechoahacerleselmenorbien,acausadelasestúpidasconvenienciassociales.Estoesabsurdo.Siyomurieseylegaraestasumaasuhermana,¿senegaríaellaaaceptarla?

—Esmuyposible.

—Puesyoestoy segurodequeno la rechazaría.Peronodiscutamos.Lociertoesquediezmilrublosnosonunacosadespreciable.Enfin,fueracomofuere,leruegoquetransmitanuestraconversaciónaAvdotiaRomanovna.

—Noloharé.

—Entalcaso,RodionRomanovitch,meveréobligadoaprocurartenerunaentrevistaconella,cosaquetalvezlamoleste.

—Ysiyolecomunicosuproposición,¿ustednointentarávisitarla?

—Pues…noséquédecirle.¡Megustaríatantoverla,aunquesólofueraunavez!

—Nocuenteconello.

—Pues es una lástima. Por otra parte, usted no me conoce. Podríamosllegaraserbuenosamigos.

—¿Ustedcree?

—¿Porquéno?—exclamóSvidrigailofconunasonrisa.

Selevantóycogiósusombrero.

—¡Vaya! No quiero molestarle más. Cuando venía hacia aquí no teníademasiadasesperanzasde…Sinembargo,sucaramehabíaimpresionadoestamañana.

—¿Dónde me ha visto usted esta mañana?—preguntó Raskolnikof convisibleinquietud.

—Le vi por pura casualidad. Sin duda, usted y yo tenemos algo en

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común…Pero no se agite. No me gusta importunar a nadie. He tenidocuestionescon los jugadoresdeventajaynohemolestado jamásalpríncipeSvirbey,granpersonajeyparientelejanomío.Inclusoheescritopensamientossobre laVirgendeRafaelenelálbumde laseñoraPrilukof.HevividosieteañosconMarfaPetrovnasinmovermedesuhacienda…YantañopasémuchasnochesenlacasaViasemsky,delaplazadelMercado…Además,talvezsubaenelglobodeBerg.

—Permítameunapregunta.¿Piensaustedemprendermuyprontosuviaje?

—¿Quéviaje?

—Elviajedequemehahabladoustedhaceunmomento.

—¿Yo? ¡Ah, sí! Ahora lo recuerdo…Es un asuntomuy complicado. ¡Siustedsupieraelproblemaqueacabaderemover!

Lanzóunarisitaaguda.

—Alomejor,envezdeviajar,mecaso.Semehanhechoproposiciones.

—¿Aquí?

—Sí.

—Nohaperdidoustedeltiempo.

—Sin embargo, desearía ver una sola vez a Avdotia Romanovna. Se lodigo en serio…Adiós, hasta la vista… ¡Ah, se me olvidaba! Dígale a suhermana que Marfa Petrovna le ha legado tres mil rublos. Esto escompletamenteseguro.MarfaPetrovnahizotestamentoenmipresenciaochodíasantesdemorir.AvdotiaRomanovnatendráesedineroensupoderdentrodeunastressemanas.

—¿Hablaustedenserio?

—Sí.Dígaseloa suhermana…Bueno,dispongademí.Mehospedomuycercadesucasa.

Alsalir,SvidrigailofsecruzóconRasumikhineenelumbral.

CAPÍTULO2

Eran cerca de las ocho. Los dos jóvenes se dirigieron a paso ligero aledificioBakaleev,conelpropósitodellegarantesqueLujine.

—¿Quién era ese señor que estaba contigo? —preguntó Rasumikhineapenasllegaronalacalle.

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—EsSvidrigailof,esehacendadoquehizolacorteamihermanacuandolatuvoensucasacomoinstitutriz.Acausadeestapersecución,MarfaPetrovna,la esposa de Svidrigailof, echó ami hermana de la casa. Esta señora pidiódespuésperdón aDunia, y ahora, haceunosdías, hamuertode repente.Deellahemoshabladohaceunmomento.Noséporquétemotantoaesehombre.InmediatamentedespuésdelentierrodesumujersehavenidoaPetersburgo.Esuntipomuyextrañoypareceabrigaralgúnproyectomisterioso.¿Quéesloqueproyectará?HayqueprotegeraDuniacontraél.Estabadeseandopoderdecírtelo.

—¿Protegerla?Pero ¿quémalpuedeél hacer aAvdotiaRomanovna?Enfin,Rodia,teagradezcoestapruebadeconfianza.Puedesestartranquilo,queprotegeremosatuhermana.¿Dóndeviveesehombre?

—Nolosé.

—¿Porquénoselohaspreguntado?Hasidounalástima.Peroteaseguroquemeenteraré.

—¿Tehasfijadoenél?—preguntóRaskolnikoftrasunapausa.

—Sí,lohepodidoobservarperfectamente.

—¿Deveraslohaspodidoexaminarbien?—insistióRaskolnikof.

—Sí,recuerdotodossusrasgos.Reconoceríaaesehombreentremil,puestengobuenamemoriaparalasfisonomías.

Callaronnuevamente.

—Oye—murmuróRaskolnikof—, ¿sabes que…?Mira, estaba pensandoque…¿nohabrásidotodounailusión?

—Pero¿quédices?Noloentiendo.

Raskolnikoftorciólabocaenunasonrisa.

—Telodiréclaramente.Todoscreeréisquemehevueltoloco,yamímepareceque talvezesverdad,queheperdido la razónyque,por lo tanto, loquehevistohasidounespectro.

—Pero¿quédisparatesestásdiciendo?

—Sí, tal vez esté loco y todos los acontecimientos de estos últimos díassólohayanocurridoenmiimaginación.

—¡A ti te ha trastornado ese hombre, Rodia! ¿Qué te ha dicho? ¿Quéqueríadeti?

Raskolnikofnolecontestó.Rasumikhinereflexionóuninstante.

—Bueno, te lo voy a contar todo—dijo—.He pasado por tu casa y he

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vistoqueestabasdurmiendo.EntonceshemoscomidoyluegoyohevisitadoaPorfirio Petrovitch. Zamiotof estaba con él todavía. Intenté empezar enseguidamisexplicaciones,peronoloconseguí.Nohabíamediodeentrarenmateriacomoeradebido.Ellosparecíannocomprendery,porotraparte,nomostrabanlamenordesazón.Alfin,mellevoaPorfiriojuntoalaventanayempiezoahablarle,sinobtenermejoresresultados.Élmirahaciaunlado,yohaciaotro.Finalmenteleacercoelpuñoalacarayledigoquelevoyahacerpolvo.Élselimitaamirarmeensilencio.Yoescupoymevoy.Asíterminalaescena. Ha sido una estupidez. Con Zamiotof no he cruzado una solapalabra…Yo temía haberte causado algún perjuicio con mi conducta; perocuando bajaba la escalera he tenido un relámpago de lucidez. ¿Por quétenemos que preocuparnos tú ni yo? Si a ti te amenazara algún peligro, talinquietudsecomprendería;pero¿quétienestúquetemer?Túnotienesnadaque ver con ese dichoso asunto y, por lo tanto, puedes reírte de ellos.Másadelantepodremosreírnosensuspropiasnarices,ysiyoestuvieraentulugar,medivertiríahaciéndolescreerqueestánenlocierto.Piensaensubochornocuando se den cuenta de su tremendo error. No lo pensemos más. Ya lesdiremos loquesemerecencuando llegueelmomento.Ahora limitémonosaburlarnosdeellos.

—Tienesrazón—dijoRaskolnikof.

Ypensó:«¿Quédirásmásadelante,cuandolosepas todo…?Esextraño:nuncasemehabíaocurridopensarquédiráRasumikhinecuandoseentere.»

Despuésdehacerseestareflexiónmirófijamenteasuamigo.Elrelatodela visita a Porfirio Petrovitch no le había interesado apenas. ¡Se habíansumado tantosmotivos de preocupación durante las últimas horas a los queteníadesdehacíatiempo!

EnelpasilloseencontraronconLujine.Habíallegadoalasochoenpuntoy estaba buscando el número de la habitación de su prometida. Los trescruzaron lapuertaexteriorcasialmismotiempo,sinsaludarseysinmirarsesiquiera.Losdosjóvenesentraronprimeroenlahabitación.PiotrPetrovitch,siempre riguroso en cuestiones de etiqueta, se retrasó un momento en elvestíbulo para quitarse el sobretodo. Pulqueria Alejandrovna se dirigióinmediatamenteaél,mientrasDuniasaludabaasuhermano.

PiotrPetrovitchentróenlahabitaciónysaludóalasdamasconlamayoramabilidad, pero con una gravedad exagerada. Parecía, además, un tantodesconcertado.PulqueriaAlejandrovna,que tambiéndabamuestrasdeciertaturbación, se apresuró a hacerlos sentar a todos a la mesa redonda dondehervía el samovar. Dunia y Lujine quedaron el uno frente al otro, yRasumikhine y Raskolnikof se sentaron de cara a Pulqueria Alejandrovna,aquélalladodeLujine,yRaskolnikofjuntoasuhermana.

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Hubounmomentodesilencio.Lujinesacócontodalentitudunpañuelodebatista perfumado y se sonó con aire de hombre amable pero herido en sudignidad y decidido a pedir explicaciones. Apenas había entrado en elvestíbulo,lehabíaacometidolaideadenoquitarseelgabányretirarse,paracastigarseveramentea lasdosdamasyhacerlescomprender lagravedaddelactoquehabíancometido.Peronosehabíaatrevidoatanto.Porotraparte,legustaban las situaciones claras y deseaba despejar la siguiente incógnita:Pulqueria Alejandrovna y su hija debían de tener algún motivo para haberdesatendidotanabiertamentesuprohibición,yestemotivoeraloprimeroqueélnecesitabaconocer.Despuéstendríatiempodeaplicarelcastigoadecuado.

—Deseoquehayantenidounbuenviaje—dijoaPulqueriaAlejandrovnaenuntonopuramenteformulario.

—Asíhasido,graciasaDios,PiotrPetrovitch.

—Lo celebro de veras. ¿Y para usted no ha resultado fatigoso, AvdotiaRomanovna?

—Yosoyjovenyfuerteynomefatigo—repusoDunia—;peromamáhallegadorendida.

—¿Qué quieren ustedes? —dijo Lujine—. Nuestros trayectos soninterminables, pues nuestra madre Rusia es vastísima…A mí me fuematerialmenteimposibleirarecibirlas,peseamifirmepropósitodehacerlo.Sin embargo, confío en que no tropezarían ustedes con demasiadasdificultades.

—Pues sí, Piotr Petrovitch —se apresuró a contestar PulqueriaAlejandrovnaenuntonoespecial—,nosvimosverdaderamenteapuradas,ysiDios no nos hubiera enviado aDmitri Prokofitch, no sé qué habría sido denosotras. Me refiero a este joven. Permítame que se lo presente: DmitriProkofitchRasumikhine.

—¡Ah! ¿Es este joven?Ya tuve el placer de conocerlo ayer—murmuróLujine lanzando al estudiante unamirada de reojo y enmudeciendo despuésconlascejasfruncidas.

Piotr Petrovitch era uno de esos hombres que, a costa de no pocosesfuerzos, se muestran amabilísimos en sociedad, pero que, a la menorcontrariedad, pierde los estribos de talmodo, quemás parecen patanes quedistinguidoscaballeros.

Hubo un nuevo silencio. Raskolnikof se encerraba en un obstinadomutismo. Avdotia Romanovna juzgaba que en aquellas circunstancias no lecorrespondíaaellaromperelsilencio.Rasumikhinenoteníanadaquedecir.En consecuencia, fue Pulqueria Alejandrovna la que tuvo que reanudar la

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conversación.

—¿SabeustedquehamuertoMarfaPetrovna?—preguntó,echandomanodesusupremorecurso.

—¿Cómono?Melocomunicaronenseguida.Esmás,puedoinformarlaausted de que Arcadio Ivanovitch Svidrigailof partió para Petersburgoinmediatamentedespuésdelentierrodesuesposa.Losédebuenatinta.

—¿Cómo?¿HavenidoaPetersburgo?—exclamóDunetchka,alarmadaycambiandounamiradaconsumadre.

—Lo que usted oye. Y, dada la precipitación de este viaje y lascircunstancias que lo han precedido, hay que suponer que abriga algunaintenciónoculta.

—¡Señor!¿EsposiblequevengaamolestaraDunetchkahastaaquí?

—Miopiniónesquenotienenustedesmotivoparainquietarsedemasiado,ya que eludirán toda clase de relaciones con él. En lo que amí concierne,estoyojoavizoryprontosabréadóndehaidoaparar.

—¡Ah, Piotr Petrovitch!—exclamóPulqueriaAlejandrovna—.Usted nosepuedeimaginarhastaquépuntomeinquietaesanoticia.Nohevistoaesehombremásquedosveces,peroestohabastadoparaqueleconsidereunsermonstruoso. Estoy segura de que es el culpable de la muerte de MarfaPetrovna.

—Sobreestepunto,nadasepuedeafirmar.Lodigoporqueposeoinformesexactos.Noniegoquelosmalostratosdeesehombrehayanpodidoaceleraren ciertomodoel cursonormalde las cosas.Encuanto a su conductay, engeneral, en cuanto a su índolemoral, estoy de acuerdo con usted. Ignoro siahoraesricoyquéherenciahabrárecibidodeMarfaPetrovna,peronotardaréen saberlo.Lo indudable es que, al vivir aquí, enPetersburgo, reanudará suantiguogénerodevida,porpocosrecursosquetengaparaello.Esunhombredepravado y lleno de vicios. Tengo fundadosmotivos para creer queMarfaPetrovna,quetuvoladesgraciadeenamorarsedeél,ademásdepagarletodassusdeudas,leprestóhaceochoañosunextraordinarioserviciodeotraíndole.Afuerzadegestionesysacrificios,esamujerconsiguióahogarensuorigenunasuntocriminalquebienpodríahaberterminadoconladeportacióndelseñorSvidrigailofaSiberia.Setratadeunasesinatotanmonstruoso,querayaenloincreíble.

—¡SeñorSeñor!—exclamóPulqueriaAlejandrovna.

Raskolnikofescuchabaatentamente.

—¿Dice usted que habla basándose en informes dignos de crédito? —preguntóseveramenteAvdotiaRomanovna.

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—MelimitoarepetirloquemeconfióensecretoMarfaPetrovna.Desdeluego,elasuntoestámuyconfusodesdeelpuntodevistajurídico.Enaquellaépoca habitaba aquí, e incluso parece que sigue habitando, una extranjerallamadaResslichquehacíapequeñospréstamosysededicabaaotrostrabajos.EntreesamujeryelseñorSvidrigailofexistíandesdehacíatiemporelacionestan íntimas comomisteriosas. La extranjera tenía en su casa a una parientalejana,meparecequeunasobrina,queteníaquinceaños,otalvezcatorce,yera sordomuda. Resslich odiaba a esta niña: apenas le daba de comer y lagolpeaba bárbaramente. Un día la encontraron ahorcada en el granero.Cumplidaslasformalidadesacostumbradas,sedictaminóquesetratabadeunsuicidio. Pero cuando el asunto parecía terminado, la policía notificó que lachiquilla había sido violada por Svidrigailof. Cierto que todo esto estababastanteconfusoyquelaacusaciónprocedíadeotraextranjera,unaalemanacuyainmoralidaderanotoriaycuyotestimonionopodíatenerseencuenta.Alfin, la denuncia fue retirada, gracias a los esfuerzos y al dinero de MarfaPetrovna.Entonces todo quedó reducido a los rumores que circulaban; peroesosrumoreseranmuysignificativos.Sinduda,AvdotiaRomanovna,cuandoestabaustedencasadeesosseñores,oíahablardeaquelcriadollamadoFilka,quemurió a consecuencia de los malos tratos que se le dieron en aquellostiemposenqueexistíalaesclavitud.

—LoqueyooídecirfuequeFilkasehabíasuicidado.

—Eso es cierto y muy cierto; pero no cabe duda de que la causa delsuicidiofueronlosmalostratosylassistemáticasvejacionesqueFilkarecibía.

—Esoloignoraba—respondióDuniasecamente—.Loqueyosupesobreeste particular fue algo sumamente extraño. Ese Filka era, al parecer, unneurasténico,unaespeciedefilósofodebajaestofa.Suscompañerosdecíandeélqueel excesode lectura lehabía trastornado.Y se afirmabaque sehabíasuicidado por librarse de las burlasmás que de los golpes de su dueño.YosiemprehevistoqueelseñorSvidrigailoftratabaasussirvientesdeunmodohumanitario.Poresoinclusolequerían,aunque,teconfieso,lesoíacusarledelamuertedeFilka.

—Veo,AvdotiaRomanovna,quesesienteustedinclinadaajustificarle—dijoLujine,torciendolabocaconunasonrisaequívoca—.Deloquenohayduda es de que es un hombre astuto que tiene una habilidad especial paraconquistarelcorazóndelasmujeres.LapobreMarfaPetrovna,queacabademorirencircunstanciasextrañas,esbuenapruebadeello.Miúnicaintenciónera ayudarlas a usted y a su madre con mis consejos, en previsión de lastentativas que ese hombre no dejará de renovar. Estoy convencido de queSvidrigailof volverámuy pronto a la cárcel por deudas.Marfa Petrovna notuvo jamás la intención de legarle una parte importante de su fortuna, puespensabaantetodoensushijos,ysilehadejadoalgo,habrásidounamodesta

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suma, lo estrictamente necesario, una cantidad que a un hombre de suscostumbresnolepermitirávivirmásdeunaño.

—NohablemosmásdelseñorSvidrigailof,PiotrPetrovitch;seloruego—dijoDunia—.Esunasuntoquemeponenerviosa.

—Hace un rato ha estado en mi casa —dijo de súbito Raskolnikof,hablandoporprimeravez.

Todossevolvieronamirarle,lanzandoexclamacionesdesorpresa.InclusoPiotrPetrovitchdiomuestrasdeemoción.

—Hacecosadehoraymedia—continuóRaskolnikof—,cuandoyoestabadurmiendo,haentrado,mehadespertadoyhahechosupropiapresentación.Se ha mostrado muy simpático y alegre. Confía en que llegaremos a serbuenos amigos.Entre otras cosas,me ha dicho que desea tener contigo unaentrevista,Dunia,ymeharogadoqueleayudeaobtenerla.Quierehacerteunaproposición y me ha explicado en qué consiste. Además, me ha aseguradoformalmente queMarfa Petrovna, ocho días antes demorir, te legó tresmilrublosyquemuyprontorecibirásestasuma.

—¡Dios sea loado!—exclamóPulqueriaAlejandrovna, santiguándose—.¡Rezaporella,Dunia,rezaporella!

—Esoescierto—nopudomenosdereconocerLujine.

—Bueno,¿yquémás?—preguntóvivamenteDunetchka.

—Despuésmehadichoquenoesrico,pueslahaciendapasaapoderdeloshijos,quesehanidoavivirconsutía.Tambiénmehahechosaberquesehospedacercademicasa.Peronosédónde,porquenoselohepreguntado.

—Pero¿quéproposiciónquierehaceraDunetchka?—preguntó,inquieta,PulqueriaAlejandrovna—.¿Telohaexplicado?

—Yaoshedichoquesí.

—Bien,¿quéquiereproponerle?

—Yahablaremosdeesodespués.

YRaskolnikofempezóabeberseensilenciosutazadeté.

PiotrPetrovitchsacóelrelojymirólahora.

—Unasuntourgentemeobliga a dejarles—dijo, y añadió, visiblementeresentidoylevantándose—:Asípodránustedesconversarmáslibremente.

—Nosevaya,PiotrPetrovitch—dijoDunia—.Ustedteníalaintencióndededicarnoslavelada.Además,ustedhadichoensucartaquedeseatenerunaexplicaciónconmimadre.

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—Eso es muy cierto, Avdotia Romanovna —dijo Lujine con acentosolemne.

Se volvió a sentar, pero conservando el sombrero en sus manos, ycontinuó:

—Enefecto,desearíaaclararconsumadreyconustedciertospuntosdegran importancia.Pero,delmismomodoquesuhermanonoquiereexponerantemílasproposicionesdelseñorSvidrigailof,yonopuedoniquierohablarante tercerosdeesospuntosdeextremagravedad.Porotraparte,ustedesnohantenidoencuentaeldeseoquetanformalmentelesheexpuestoenmicarta.

Alllegaraestepuntosedetuvoconungestodedignidadyamargura.

—He sido exclusivamente yo la que ha decidido que no se tuviera encuentasudeseodequemihermanonoasistieraaestareunión—dijoDunia—.Ustednosdiceensucartaqueéllehainsultado,yyocreoquehayqueponerenclaroestaacusaciónloantesposible,conobjetodereconciliarlos.SiRodialehaofendidorealmente,debeexcusarseylohará.

Aloírestaspalabras,PiotrPetrovitchsecreció.

—Lasofensasqueherecibido,AvdotiaRomanovna,sondelasquenosepuedenolvidar,pormuchoempeñoqueunopongaenello.Entodaslascosashayun límitequenosedebefranquear,pues,unavezalotro lado, lavueltaatrásesimposible.

—Usted no ha comprendido mi intención, Piotr Petrovitch —replicóDunia,conciertaimpaciencia—.Entiéndame.Todonuestroporvenirdependedelainmediatarespuestadeestapregunta:¿puedenarreglarselascosasonosepuedenarreglar?Hededecirlecontodafranquezaquenopuedoconsiderarla cuestión de otro modo y que, si siente usted algún afecto por mí, debecomprender que es preciso que este asunto quede resuelto hoy mismo, pordifícilqueellopuedaparecer.

—Me sorprende, Avdotia Romanovna, que plantee usted la cuestión enesostérminos—dijoLujineconirritacióncreciente—.Yopuedoapreciarlayamarla, aunque no quiera a algún miembro de su familia. Yo aspiro a lafelicidad de obtener su mano, pero no puedo comprometerme a aceptardeberesquesonincompatiblesconmi…

—Deseche esa vana susceptibilidad, Piotr Petrovitch —le interrumpióDuniaconvozalgoagitada—ymuéstresecomoelhombreinteligenteynobleque siempre he visto y que deseo seguir viendo en usted. Le he hecho unapromesadegranimportancia:soysuprometida.Confíeenmíenesteasuntoycréamecapazdeserimparcialenmifallo.Elpapeldeárbitroquemeatribuyodebe sorprender ami hermano tanto comoausted.Cuandohoy, despuésde

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recibirsucarta,herogadoinsistentementeaRodiaquevinieraaestareunión,no le he dicho ni una palabra acerca demis intenciones.Comprenda que siustedessenieganareconciliarse,meveréobligadaaelegirentreustedyél,yaquehanllevadolacuestiónaesteextremo.Yniquieronideboequivocarmeen la elección. Acceder a los deseos de usted significa romper con mihermano,ysiescuchoamihermano,tendréquereñirconusted.Porlotanto,necesito y tengo derecho a conocer con toda exactitud los sentimientos queinspiro tanto a usted como a él. Quiero saber si Rodia es un verdaderohermanoparamí,y siustedmeapreciaahoray sabráamarmemásadelantecomomarido.

—Suspalabras,AvdotiaRomanovna—repusoLujine,heridoensuamorpropio—,sonsumamentesignificativas.E inclusomeatrevoadecirquemehieren, considerando la posición que tengo el honor de ocupar respecto austed.Dejandoaun lado loofensivoque resultaparamívermecolocadoalnivel de un joven…lleno de soberbia, usted admite la posibilidad de unarupturaentrenosotros.Ustedhadichoqueéloyo,yconestomedemuestraquesoymuypocoparausted…Estoesinadmisibleparamí,dadoelgénerodenuestrasrelacionesyelcompromisoquenosune.

—¡Cómo!—exclamó Dunia enérgicamente—. ¡Comparo mi interés porustedconloquehastaahoramáshequeridoenmivida,yconsideraustedquenoleestimolosuficiente!

Raskolnikof tuvo una cáustica sonrisa. Rasumikhine estaba fuera de sí.Pero Piotr Petrovitch no parecía impresionado por el argumento: cada vezestabamássofocadoeintratable.

—Elamorporelfuturocompañerodetodalavidadebeestarporencimadelamorfraternal—repusosentenciosamente—.Nopuedoadmitirdeningúnmodoquesemecoloqueenelmismoplano…Aunquehaceunmomentomehenegadoafranquearmeenpresenciadesuhermanoacercadelobjetodemivisita, deseo dirigirme a su respetablemadre para aclarar un punto de granimportanciayqueyoconsideroespecialmenteofensivoparamí…Suhijo—añadiódirigiéndoseaPulqueriaAlejandrovna—,ayer,enpresenciadelseñorRazudkine…Perdone si no es éste su nombre —dijo, inclinándoseamablemente ante Rasumikhine—, pues no lo recuerdo bien…Su hijo —repitió volviendo a dirigirse a Pulqueria Alejandrovna— me ofendiódesnaturalizandounpensamientoqueexpuseaustedyasuhijaaqueldíaquetomécaféconustedes.Yodijeque,amijuicio,unajovenpobreyquetieneexperienciaen ladesgraciaofreceasumaridomásgarantíadefelicidadqueuna muchacha que sólo ha conocido la vida fácil y cómoda. Su hijo haexagerado deliberadamente y desnaturalizado hasta lo absurdo el sentido demis palabras, atribuyéndome intenciones odiosas. Para ello se fundaexclusivamenteen lasexplicacionesqueusted lehadadoporcarta.Poresta

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razón, Pulqueria Alejandrovna, yo desearía que usted me tranquilizarademostrándomeque estoy equivocado.Dígame, ¿enqué términos transmitióustedmipensamientoaRodionRomanovitch?

—Nolorecuerdo—repusoPulqueriaAlejandrovna,llenadeturbación—.Yo dije lo que había entendido. Por otra parte, ignoro cómoRodia le habrátransmitidoaustedmispalabras.Talvezhaexagerado.

—Sólopudohaberlohechoinspirándoseenlacartaqueustedleenvió.

—Piotr Petrovitch —replicó dignamente Pulqueria Alejandrovna—. Lapruebadequenohemos tomado suspalabras enmalaparte es que estamosaquí.

—Biendicho,mamá—aprobóDunia.

—Entoncessoyyoelqueestáequivocado—dijoLujine,ofendido.

—Esqueusted,PiotrPetrovitch—dijoPulqueriaAlejandrovna, alentadaporlaspalabrasdesuhija—,nohacemásqueacusaraRodia.Ynotieneencuentaqueensucartanosdiceacercadeélcosasquenosonverdad.

—Norecuerdohaberdichoningunafalsedadenmicarta.

—Usted ha dicho —manifestó ásperamente Raskolnikof, sin mirar aLujine—, que yo entregué ayer mi dinero no a la viuda del hombreatropellado,sinoasuhija,siendoasíquelaviayerporprimeravez.Ustedseexpresó de estemodo con el deseo de indisponerme conmi familia, y paraasegurarse de que conseguiría sus fines juzgó delmodomás innoble a unamuchachaalaquenoconoce.Estoesunacalumniayunavillanía.

—Perdoneusted—dijoLujine,temblandodecólera—,perosienmicartahehabladoextensamentedeustedhasidoúnicamenteatendiendoalosdeseosdesumadreydesuhermana,quemerogaronquelasinformaradecómolehabíaencontradoaustedydelefectoquemehabíaproducido.Porotraparte,ledesafíoaquemeseñaleunasolalíneafalsaenelpasajealqueustedalude.¿Negará que ha gastado su dinero y que en esa familia hay un miembroindigno?

—Ami juicio, usted, con todas sus cualidades, valemenos que el dedomeñiquedeesadesgraciadamuchachaalaquehaarrojadoustedlapiedra.

—¿Demodo que no vacilaría usted en introducirla en la sociedad de suhermanaydesumadre?

—Yalohehecho.Hoylaheinvitadoasentarsejuntoaellas.

—¡Rodia!—exclamóPulqueriaAlejandrovna.

Dunetchka enrojeció, Rasumikhine frunció el entrecejo, Lujine sonrió

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altivaydespectivamente.

—Yaveusted,AvdotiaRomanovna,queesimposibletodareconciliación.Creoquepodemosdarelasuntoporterminadoynovolverahablardeél.Enfin,meretiroparanoseguirinmiscuyéndomeenestareunióndefamilia.Sinduda,tendránustedessecretosquecomunicarse.

Selevantóycogiósusombrero.

—Pero, antes de irme, permítanme que les diga que espero no volver avermeexpuestoaencuentrosyescenascomolosqueacabodetener.Medirijoexclusivamenteausted,PulqueriaAlejandrovna,yaqueaustedysóloaustedibadestinadamicarta.

PulqueriaAlejandrovnaseestremecióligeramente.

—Porlovisto,PiotrPetrovitch,seconsideraustednuestrodueñoabsoluto.YalehaexplicadoDuniaporquérazónnohemostenidoencuentasudeseo.Mi hija ha obrado con la mejor intención. En cuanto a su carta, no puedomenos de decirle que está escrita en un tono bastante imperioso. ¿Pretendeusted obligarnos a considerar sus menores deseos como órdenes? Por elcontrario,yocreoquedebeusted tratarnoscon losmayoresmiramientos,yaquehemosdepositado todanuestraconfianzaenusted,que lohemosdejadotodoporveniraPetersburgoyque,enconsecuencia,estamosasumerced.

—Eso no es totalmente exacto, Pulqueria Alejandrovna, y menos ahoraqueyasabeustedqueMarfaPetrovnahalegadoasuhijatresmilrublos,sumaque llega con gran oportunidad, a juzgar por el tono en queme está ustedhablando—añadióLujinesecamente.

—Esaobservación—dijoDunia,indignada—puedeserunapruebadequeustedhaespeculadoconnuestrapobreza.

—Seacomo fuere, ahora todoha cambiado.Ymevoy;noquiero seguirsiendo un obstáculo para que su hermano les transmita las proposicionessecretasdeArcadioIvanovitchSvidrigailof.Sinduda,estoesimportantísimoparaustedes,einclusosumamenteagradable.

—¡Diosmío!—exclamóPulqueriaAlejandrovna.

Rasumikhinehacíainauditosesfuerzosparapermanecerensusilla.

—¿No te da vergüenza soportar tanto insulto, Dunia? —preguntóRaskolnikof.

—Sí,Rodia;estoyavergonzada—y,pálidadeira,gritóaLujine—:¡Salgadeaquí,PiotrPetrovitch!

Lujineno esperabani remotamente semejante reacción.Tenía demasiadaconfianzaensímismoycontabacon ladebilidaddesusvíctimas.Nopodía

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darcréditoasusoídos.Palidecióysuslabiosempezaronatemblar.

—Le advierto, Avdotia Romanovna, que si me marcho en estascondiciones puede tener la seguridad de que no volveré. Reflexione. Yomantengosiempremipalabra.

—¡Qué insolencia! —gritó Dunia, irritada—. ¡Pero si yo no quierovolverleaver!

—¿Cómoseatreveahablarasí?—exclamóLujine,desconcertado,puesenningúnmomentohabíacreídoenlaposibilidaddeunaruptura—.Tengaustedencuentaqueyopodríaprotestar.

—¡Usted no tiene ningún derecho a hablar así! —replicó vivamentePulqueria Alejandrovna—. ¿Contra qué va a protestar? ¿Y con quéatribuciones?¿Creeustedquepuedoponeramihijaenmanosdeunhombrecomousted?¡Váyaseydéjenosenpaz!Hemoscometidolaequivocacióndeaceptarunaproposiciónquenoharesultadonadadecorosa.Deningúnmododebí…

—Noobstante,PulqueriaAlejandrovna—exclamóLujine,exasperado—,ustedmeatóconunapromesaqueahoraretira.Y,además…,además,nuestrocompromisomehaobligadoa…,enfin,ahacerciertosgastos.

Estaúltimaquejaera tanpropiadel carácterdeLujine,queRaskolnikof,pesealacóleraqueledominaba,nopudocontenerseyseechóareír.

Encambio, aPulqueriaAlejandrovna lahirióprofundamenteel reprochedeLujine.

—¿Gastos? ¿Qué gastos? ¿Se refiere usted, quizás, a la maleta que seencargó de enviar aquí? ¡Pero si consiguió usted que la transportarangratuitamente!¡Señor!¡Pretenderquenosotraslehemosatado!Midabiensuspalabras,PiotrPetrovitch.¡Esustedelquenoshatenidoasumerced,atadasdepiesymanos!

—Basta,mamá,basta—dijoDuniaentonosuplicante—.PiotrPetrovitch,tengalabondaddemarcharse.

—Yame voy—repuso Lujine, ciego de cólera—. Pero permítame unaspalabras,lasúltimas.Sumadreparecehaberolvidadoqueyopedílamanodeusted cuando era el blanco de las murmuraciones de toda la comarca. Porusteddesafiéa laopiniónpúblicayconseguí restablecer su reputación.Estomehizocreerquepodíacontarconsuagradecimiento.Peroustedesmehanabierto los ojos y ahorame doy cuenta de que tal vez fui un imprudente aldespreciaralaopiniónpública.

—¡Estehombresehaempeñadoenque le rompan lacabeza!—exclamóRasumikhine,levantándosedeunsaltoydisponiéndoseacastigaralinsolente.

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—¡Esustedunhombrevilymalvado!—dijoDunia.

—¡Quieto!—exclamóRaskolnikofreteniendoaRasumikhine.

DespuésseacercóaLujine,tantoquesuscuerposcasisetocaban,yledijoenvozbajaperocontodaclaridad:

—¡Salgadeaquí,yniunapalabramás!

Piotr Petrovitch, cuyo rostro estaba pálido y contraído por la cólera, lemiróuninstanteensilencio.Despuésgirósobresustalonesysefue,sintiendounodiomortalcontraRaskolnikof,alqueachacabalaculpadesudesgracia.

Pero mientras bajaba la escalera se imaginaba—cosa notable— que noestabatododefinitivamenteperdidoyquebienpodíaesperarreconciliarseconlasdosdamas.

CAPÍTULO3

Lo más importante era que Lujine no había podido prever semejantedesenlace. Sus jactancias se debían a que en ningún momento se habíaimaginado que dos mujeres solas y pobres pudieran desprenderse de sudominio.Esteconvencimientoestabareforzadoporsuvanidadyporunaciegaconfianzaensímismo.PiotrPetrovitch,salidodelanada,habíaadquiridolacostumbrecasienfermizadeadmirarseasímismoprofundamente.Teníaunaaltaopinióndesuinteligencia,desucapacidad,y,aveces,cuandoestabasolo,llegabainclusoaadmirarsupropiacaraenunespejo.Peroloquemásqueríaen el mundo era su dinero, adquirido por su trabajo y también por otrosmedios.Asujuicio,estafortunalecolocabaenunplanodeigualdadcontodaslas personas superiores a él. Había sido sincero al recordar amargamente aDunia que había pedido sumano a pesar de los rumores desfavorables quecirculaban sobre ella. Y al pensar en lo ocurrido sentía una profundaindignación por lo que calificaba mentalmente de «negra ingratitud». Sinembargo,cuandocontrajoelcompromisoestabacompletamentesegurodequeaquellosrumoreseranabsurdosycalumniosos,puesyaloshabíadesmentidopúblicamente Marfa Petrovna, eso sin contar con que hacía tiempo que elvecindario, en su mayoría, había rehabilitado a Dunia. Lujine no habríanegado que sabía todo esto en el momento de contraer el compromisomatrimonial, pero, aun así, seguía considerando como un acto heroico ladecisióndeelevaraDuniahastaél.Cuandoentró,díasantes,enelaposentodeRaskolnikof,lohizocomounbienhechordispuestoarecogerlosfrutosdesu magnanimidad y esperando oír las palabras más dulces y aduladoras.Huelga decir que ahora bajaba la escalera con la sensación de hombre

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ofendidoeincomprendido.

Dunialeparecíayaalgoindispensableparasuvidaynopodíaadmitir laidea de renunciar a ella. Hacía ya mucho tiempo, años, que soñabavoluptuosamenteconelmatrimonio,peroselimitabaareunirdineroyesperar.Suideal,enelquepensabaconsecretadelicia,eraunamuchachapuraypobre(la pobreza era un requisito indispensable), bonita, instruida y noble, queconociera los contratiempos de una vida difícil, pues la práctica delsufrimientola llevaríaarenunciarasuvoluntadanteél;y lemiraríadurantetodasuvidacomoaunsalvador,leveneraría,sesometeríaaél,leadmiraría,veríaenélelúnicohombre.¡Quédeliciosasescenasconcebíasuimaginaciónenlashorasdeasuetosobreesteanheloaureoladodevoluptuosidad!Yalfinvioqueel sueñoacariciadodurante tantosañosestabaapuntode realizarse.La belleza y la educación deAvdotiaRomanovna le habían cautivado, y ladifícilsituaciónenquesehallabahabíacolmadosusilusiones.Duniainclusorebasabaellímitedeloqueélhabíasoñado.Veíaenellaunamuchachaaltiva,noble,enérgica, inclusomáscultaqueél (lo reconocía),yestacriatura ibaaprofesarle un reconocimiento de esclava, profundo, eterno, por su actoheroico;ibaarendirleunaveneraciónapasionada,yélejerceríasobreellaundominioabsolutoysinlímites…PrecisamentepocoantesdepedirlamanodeDunia había decidido ampliar sus actividades, trasladándose a un campo deacciónmás vasto, y así poder ir introduciéndose poco a poco en unmundosuperior,cosaqueambicionabaapasionadamentedesdehacíalargotiempo.Enuna palabra, había decidido probar suerte en Petersburgo. Sabía que lasmujerespuedenserunaayudaparaconseguirmuchascosas.Elencantodeunaesposa adorable, culta y virtuosa al mismo tiempo podía adornar su vidamaravillosamente,atraerlesimpatías,crearleunaespeciedeaureola…Ytodoestosehabíavenidoabajo.Aquellaruptura,taninesperadacomoespantosa,lehabía producido el efecto de un rayo. Le parecía algo absurdo, una bromamonstruosa. Él no había tenido tiempo para decir lo que quería; sólo habíapodidoalardearunpoco.Primeronohabíatomadolacosaenserio,despuéssehabía dejado llevar de su indignación, y todo había terminado en una granruptura. Amaba ya a Dunia a su modo, la gobernaba y la dominaba en suimaginación, y, de improviso…No, era preciso poner remedio al mal,conseguir un arreglo almismodía siguiente y, sobre todo, aniquilar a aqueljovenzuelo,aaquelgranujaquehabíasidoelcausantedelmal.Pensótambién,involuntariamente y con una especie de excitación enfermiza, enRasumikhine,perolainquietudqueésteleprodujofuepasajera.

—¡Compararmeconsemejanteindividuo…!

AlquemástemíaeraaSvidrigailof…Enresumidascuentas,queteníaenperspectivanopocaspreocupaciones.

—No, he sido yo la principal culpable—decía Dunia, acariciando a su

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madre—.Medejé tentarpor sudinero,peroyo te juro,Rodia,quenocreíaque pudiera ser tan indigno. Si lo hubiese sabido, jamás me habría dejadotentar.Nomeloreproches,Rodia.

—¡Dios nos ha librado de él, Dios nos ha librado de él! —murmuróPulqueriaAlejandrovna,casiinconscientemente.Parecíanodarsebiencuentadeloqueacababadesuceder.

Todos estaban contentos, y cincominutos después charlaban entre risas.SóloDunetchkapalidecíaaveces,frunciendolascejas,anteelrecuerdodelaescena que se acababa de desarrollar. Pulqueria Alejandrovna no podíaimaginarsequesesintierafelizporunarupturaqueaquellamismamañanaleparecía una desgracia horrible. Rasumikhine estaba encantado; no osabamanifestarsualegría,perotemblabafebrilmentecomosilehubieranquitadodeencimaungranpeso.Ahoraeramuydueñodeentregarseporenteroalasdos mujeres, de servirlas…Además, sabía Dios lo que podría suceder…Sinembargo,rechazaba,acobardado,estospensamientosytemíadarlibrecursoasuimaginación.Raskolnikoferaelúnicoquepermanecíaimpasible,distraído,inclusountantohuraño.Él,quetantohabíainsistidoenlarupturaconLujine,ahoraquesehabíaproducido,parecíamenosinteresadoenelasuntoquelosdemás. Dunia no pudo menos de creer que seguía disgustado con ella, yPulqueriaAlejandrovnalomirabaconinquietud.

—¿QuétienesquedecirnosdepartedeSvidrigailof?—lepreguntóDunia.

—¡Eso,eso!—exclamóPulqueriaAlejandrovna.

Raskolnikoflevantólacabeza.

—Está empeñado en regalarte diez mil rublos y desea verte una vezestandoyopresente.

—¿Verla? ¡De ningún modo! —exclamó Pulqueria Alejandrovna—.¡Además,tienelaosadíadeofrecerledinero!

Entonces Raskolnikof refirió (secamente, por cierto) su diálogo conSvidrigailof, omitiendo todo lo relacionado con las apariciones de MarfaPetrovna, a fin de no ser demasiado prolijo. Le molestaba profundamentehablarmásdeloindispensable.

—¿Ytúquélehascontestado?—preguntóDunia.

—Yoheempezadopornegarmeadecirtenadadepartesuya,yentoncesélmehadichoqueselasarreglaría,fueracomofuera,paratenerunaentrevistacontigo.Mehaaseguradoquesupasiónportifueunailusiónpasajerayqueahoranoleinspirasnadaqueseparezcaalamor.NoquierequetecasesconLujine.Engeneral,hablabadeunmodoconfusoycontradictorio.

—¿Ytúquéopinas,Rodia?¿Quéefectotehaproducido?

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—Osconfiesoqueno lo acabode entender.Teofrecediezmil rublos, ydicequenoesrico.Afirmaqueestáapuntodeemprenderunviaje,yalcabodediezminutosseolvidadeello…Deprontomehadichoquesequierecasary que le buscan una novia…Sin duda, persigue algún fin, un fin indignoseguramente. Sin embargo, yo creo que no se habría conducido taningenuamente si hubiera abrigado algúnmal propósito contra ti…Yo, desdeluego, he rechazado categóricamente ese dinero en nombre tuyo. En unapalabra,esehombremehaproducidounaimpresiónextraña,einclusomehaparecido que presentaba síntomas de locura…Pero acaso sea una falsaapreciaciónmía,otalvezsetratedeunasimpleficción.LamuertedeMarfaPetrovnadebedehaberletrastornadoprofundamente.

—¡QueDios la tengaen lagloria!—exclamóPulqueriaAlejandrovna—.Siempre la tendré presente enmis oraciones. ¿Qué habría sido de nosotras,Dunia, sinesos tresmil rublos? ¡Diosmío,nopuedomenosdecreerqueelcielonoslosenvía!Pueshasdesaber,Rodia,quetodoeldineroquenosquedasontresrublos,yquepensábamosempeñarelrelojdeDuniaparanopedirledineroaélantesdequenosloofreciera.

Dunia parecía trastornada por la proposición de Svidrigailof. Estabapensativa.

—Algún mal propósito abriga contra mí —murmuró, como si hablaraconsigomismayconunleveestremecimiento.

Raskolnikofadvirtióestetemorexcesivo.

—Creoquetendréocasióndevolverleaver—dijoasuhermana.

—¡Lo vigilaremos! —exclamó enérgicamente Rasumikhine—. ¡Mecomprometo a descubrir sus huellas! No le perderé de vista. Cuento con elpermisodeRodia.Hacepocomehadicho:«Velapormihermana.»¿Me lopermiteusted,AvdotiaRomanovna?

Dunialesonrióyletendiólamano,perosusemblanteseguíaveladoporlapreocupación. Pulqueria Alejandrovna le miró tímidamente, pero nointranquila,puespensabaenlostresmilrublos.

Uncuartodehoradespuéssehabíaentabladounaanimadaconversación.InclusoRaskolnikof,aunquesinabrirlaboca,escuchabaconatenciónloquedecíaRasumikhine,queeraelquellevabalavozcantante.

—¿Por qué han de regresar ustedes al pueblo?—exclamó el estudiante,dejándose llevardebuengradodelentusiasmoquesehabíaapoderadodeél—.¿Quéharánustedesenesevillorrio?Debenustedespermaneceraquítodosjuntos,puessonindispensableselunoalotro,nomelonegarán.Porlomenos,deben quedarse aquí una temporada. En lo que a mí concierne, acéptenme

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como amigo y como socio y les aseguro que montaremos un negocioexcelente.Escúchenme:voyaexponerlesmiproyectocontododetalle.Esunaideaquesemehaocurridoestamañana,cuandonadahabíasucedidotodavía.Se trata de lo siguiente: yo tengo un tío (que ya les presentaré y que es unviejotansimpáticocomorespetable)quetieneuncapitaldemilrublosyvivedeunapensiónquelebastaparacubrirsusnecesidades.Desdehacedosañosnocesadeinsistirenqueyoaceptesusmilrubloscomopréstamoconelseispor cientode interés.Estoesun truco: loqueéldeseaes ayudarme.El añopasadoyononecesitabadinero, pero este añovoy a aceptar el préstamo.Aestosmilrublosañadenustedesmildelossuyos,yyatenemosparaempezar.Bueno,yasomossocios.¿Quéhacemosahora?

Rasumikhineempezóactoseguidoaexponersuproyecto.Seextendióenexplicacionessobreelhechodeque lamayoríade los librerosyeditoresnoconocían su oficio y por eso hacíanmalos negocios, y añadió que editandobuenasobrassepodíanosólocubrirgastos,sinoobtenerbeneficios.Sereditorconstituíael sueñodoradodeRasumikhine,que llevabadosaños trabajandopara casas editoriales y conocía tres idiomas, aunque seis días atrás habíadichoaRaskolnikofquenosabíaalemán,simplepretextoparaquesuamigoaceptaralamitaddeunatraduccióny,conella,lostresrublosdeanticipoquelecorrespondían.Raskolnikofnosehabíadejadoengañar.

—¿Por qué despreciar un buen negocio —exclamó Rasumikhine concreciente entusiasmo—, teniendo el elemento principal para ponerlo enpráctica, esdecir, eldinero?Sinduda tendremosque trabajarde firme,perotrabajaremos. Trabajará usted Avdotia Romanovna; trabajará su hermano ytrabajaré yo. Hay libros que pueden producir buenas ganancias. Nosotrostenemos la ventaja de que sabemos lo que se debe traducir. Seremostraductores, editores y aprendices a la vez. Yo puedo ser útil a la sociedadporquetengoexperienciaencuestionesdelibros.Hacedosañosqueruedoporlaseditoriales,yconozcoloesencialdelnegocio.Noesnadadelotromundo,créanme. ¿Por qué no aprovechar esta ocasión? Yo podría indicar a loseditoresdosotreslibrosextranjerosqueproduciríancienrubloscadauno,ysédeotrocuyo títulonodaríapormenosdequinientos rublos.A lomejoraúnvacilarían esos imbéciles. Respecto a la parte administrativa del negocio(papel, impresión, venta…), déjenla enmimano, pues es cosa que conozcobien. Empezaremos por poco e iremos ampliando el negocio gradualmente.Desdeluego,ganaremoslosuficienteparavivir.

LosojosdeDuniabrillaban.

—Suproposiciónmeparecemuybien,DmitriProkofitch.

—Yo,comoesnatural—dijoPulqueriaAlejandrovna—,noentiendonadadeeso.Talvezseaunbuennegocio.Lociertoesqueelasuntomesorprende

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por lo inesperado. Respecto a nuestra marcha, sólo puedo decirle que nosvemosobligadasapermaneceraquíalgúntiempo.

YaldecirestoúltimodirigióunamiradaaRodia.

—¿Túquéopinas?—preguntóDuniaasuhermano.

—A mí me parece una excelente idea. Naturalmente, no puedeimprovisarseungrannegocioeditorial,perosípublicaralgunosvolúmenesdeéxitoseguro.Yoconozcounaobraqueindudablementesevendería.Encuantoa la capacidaddeRasumikhine, podéis estar tranquilas, pues conocebien elnegocio…Además,tenéistiempodesobraparaestudiarelasunto.

—¡Hurra! —gritó Rasumikhine—. Y ahora escuchen. En este mismoedificiohayunlocal independientequepertenecealmismopropietario.Estáamueblado,tienetreshabitacionespequeñasynoescaro.Yomeencargarédeempeñarles el reloj mañana para que tengan dinero. Todo se arreglará. Loimportante es que puedan ustedes vivir los tres juntos.Así tendrán aRodiacercadeustedes…Perooye,¿adóndevas?

—¿Por qué te marchas, Rodia?—preguntó Pulqueria Alejandrovna conevidenteinquietud.

—¡Yenestemomento!—lereprochóRasumikhine.

Duniamiraba a su hermano con una sorpresa llena de desconfianza. Él,conlagorraenlamano,sedisponíaamarcharse.

—¡Cualquieradiríaquenosvamosasepararparasiempre!—exclamóenuntonoextraño—.Nomeenterréistanpronto.

Ysonrió,pero¡quésonrisaaquélla!

—Sinembargo—dijodistraídamente—,¡quiénsabesiserálaúltimavezquenosvemos!

Habíadichoestocontrasuvoluntad,comoreflexionandoenvozalta.

—Pero¿quétepasa,Rodia?—preguntóansiosamentesumadre.

—¿Dóndevas?—preguntóDuniaconvozextraña.

—Metengoquemarchar—repuso.

Su voz era vacilante, pero su pálido rostro expresaba una resoluciónirrevocable.

—Yoqueríadeciros…—continuó—.Hevenidoaquíparadecirte,mamá,ya ti también, Dunia, que…debemos separarnos por algún tiempo…No mesiento bien…Los nervios…Ya volveré…Más adelante…, cuando pueda.Piensoenvosotrosyosquiero.Perodejadme,dejadmesolo.Estoyalotenía

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decidido,yesunadecisiónirrevocable.Aunquehubierademorir,quieroestarsolo.Olvidaosdemí:estoeslomejor…Nomebusquéis.Yavendréyocuandoseanecesario…,y,sinovengo,enviaréa llamaros.Talvezvuelvatodoasucauce; pero ahora, si verdaderamente me queréis, renunciad a mí. Si no lohacéis,llegaréaodiaros:estoesalgoquesientoenmí.Adiós.

—¡Diosmío!—exclamóPulqueriaAlejandrovna.

La madre, la hermana y Rasumikhine se sintieron dominados por unprofundoterror.

—¡Rodia,Rodia,vuelveanosotras!—exclamólapobremujer.

Élsevolviólentamenteydiounpasohacialapuerta.Duniafuehaciaél.

—¿Cómo puedes portarte así con nuestra madre, Rodia? —murmuró,indignada.

—Yavolveré,yavolveréaveros—dijoamediavoz,casiinconsciente.

Ysefue.

—¡Malhombre,corazóndepiedra!—legritóDunia.

—No es malo, es que está loco—murmuró Rasumikhine al oído de lajoven, mientras le apretaba con fuerza la mano—. Es un alienado, se loaseguro.Seríaustedladespiadadasinofueracomprensivaconél.

YdirigiéndoseaPulqueriaAlejandrovna,queparecíaapuntodecaer, ledijo:

—Enseguidavuelvo.

Saliócorriendodelahabitación.Raskolnikof,queleesperabaalfinaldelpasillo,lerecibióconestaspalabras:

—Sabíaquevendrías…Vuelvealladodeellas;nolasdejes…Ventambiénmañana;nolasdejesnunca…Yotalvezvuelva…,talvezpuedavolver.Adiós.

Sealejósintenderlelamano.

—Pero¿adóndevas?¿Quétepasa?¿Quétepropones?¡Nosepuedeobrardeesemodo!

Raskolnikofsedetuvodenuevo.

—Te lo he dicho y te lo repito: no me preguntes nada, pues no tecontestaré…No vengas a verme. Tal vez venga yo aquí…Déjame…, pero aellasnolasabandones…¿Comprendes?

Elpasilloestabaoscuroyellossehabíandetenidocercadelalámpara.Semiraronensilencio.Rasumikhineseacordaríadeestemomentotodasuvida.

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Lamiradaardientey fijadeRaskolnikofparecíacadavezmáspenetrante,yRasumikhine tenía la impresión de que le taladraba el alma. De súbito, elestudianteseestremeció.Algoextrañoacababadepasarentreellos.Fueunaidea que se deslizó furtivamente; una idea horrible, atroz y que los doscomprendieron…Rasumikhinesepusopálidocomounmuerto.

—¿Comprendesahora?—preguntóRaskolnikofconunamuecaespantosa—.Vuelvejuntoaellas—añadió.Ydiomediavueltaysefuerápidamente.

No es fácil describir lo que ocurrió aquella noche en la habitación dePulqueriaAlejandrovnacuandoregresóRasumikhine;losesfuerzosdeljovenpara calmar a lasdosdamas, laspromesasque leshizo.LesdijoqueRodiaestabaenfermo,quenecesitabareposo;lesaseguróquevolveríanaverleyqueél iría a visitarlas todos los días; que Rodia sufría mucho y no conveníairritarle;queél,Rasumikhine, llamaríaaungranmédico,almejorde todos;que se celebraría una consulta…En fin, que, a partir de aquella noche,Rasumikhinefueparaellasunhijoyunhermano.

CAPÍTULO4

RaskolnikofsefuederechoalacasadelcanaldondehabitabaSonia.Eraun viejo edificio de tres pisos pintado de verde.No sin trabajo, encontró alportero, del cualobtuvovagas indicaciones sobre el departamentodel sastreKapernaumof.Enunrincóndelpatiohallólaentradadeunaescaleraestrechay sombría. Subió por ella al segundo piso y se internó por la galería quebordeabalafachada.Cuandoavanzabaentrelassombras,unapuertaseabriódeprontoatrespasosdeél.Raskolnikofasióelpicaportemaquinalmente.

—¿Quiénva?—preguntóunavozdemujerconinquietud.

—Soyyo,quevengoasucasa—dijoRaskolnikof.

Y entró seguidamente en un minúsculo vestíbulo, donde una vela ardíasobre una bandeja llena de abolladuras que descansaba sobre una silladesvencijada.

—¡Dios mío! ¿Es usted? —gritó débilmente Sonia, paralizada por elestupor.

—¿Eséstesucuarto?

YRaskolnikofentrórápidamenteenlahabitación,haciendoesfuerzospornomiraralamuchacha.

UnmomentodespuésllegóSoniaconlavelaenlamano.Depositólavela

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sobre la mesa y se detuvo ante él, desconcertada, presa de extraordinariaagitación. Aquella visita inesperada le causaba una especie de terror. Depronto,unaoleadadesangre lesubióalpálidorostroydesusojosbrotaronlágrimas.Experimentabauna confusión extremayunagranvergüenza en laquehabíaciertadulzura.Raskolnikofsevolviórápidamenteysesentóenunasillaantelamesa.Luegopaseósumiradaporlahabitación.

Era una gran habitación de techomuy bajo, que comunicaba con la delsastreporunapuertaabiertaenlapareddelladoizquierdo.Enladelderechohabíaotrapuerta,siemprecerradaconllave,quedabaaotrodepartamento.Lahabitaciónparecíaunhangar.Teníalaformadeuncuadriláteroirregularyunaspectodestartalado.Laparedde lapartedel canal tenía tresventanas.Estemuro se prolongabaoblicuamentey formaba al final un ángulo agudoy tanprofundo,queenaquelrincónnoeraposibledistinguirnadaaladébilluzdelavela.Elotroánguloeraexageradamenteobtuso.

La extraña habitación estaba casi vacía demuebles.A la derecha, en unrincón,estaba lacama,yentreéstay lapuertahabíaunasilla.Enelmismolado y ante la puerta que daba al departamento vecino se veía una sencillamesademaderablanca,cubiertaconunpañoazul,y,cercadeella,dossillasde anea. En la pared opuesta, cerca del ángulo agudo, había una cómoda,tambiéndemaderablanca,queparecíaperdidaenaquelgranvacío.Estoeratodo.Elpapelde lasparedes, sucioydesgastado, estabaennegrecidoen losrincones. En invierno, la humedad y el humo debían de imperar en aquellahabitación, donde todo daba una impresión de pobreza. Ni siquiera habíacortinasenlacama.

Soniamirabaensilencioalvisitante,ocupadoenexaminartanatentamenteycon tantodesenfadosuaposento.Ydeprontoempezóa temblardepiesacabezacomosisehallaraanteeljuezyárbitrodesudestino.

—Hevenidounpocotarde.¿Sonyalasonce?—preguntóRaskolnikofsinlevantarlavistahaciaSonia.

—Sí, sí, son lasonceya—balbuceó lamuchachaansiosamente,comosiestas palabras le solucionaran un inquietante problema—: El reloj de mipatronaacabadesonaryyoheoídoperfectamentelas…

—Vengo a su casa por última vez —dijo Raskolnikof con semblantesombrío.Sindudaseolvidabadequeeratambiénsuprimeravisita—.Acasonovuelvaaverlamás—añadió.

—¿Sevadeviaje?

—Nosé,nosé…Mañana,quizá…

—Así, ¿no irá usted mañana a casa de Catalina Ivanovna? —preguntó

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Soniaconunligerotemblorenlavoz.

—No lo sé…Quizá mañana por la mañana…Pero no hablemos de esteasunto.Hevenidoadecirle…

Alzó hacia ella su mirada pensativa y entonces advirtió que él estabasentadoySoniadepie.

—¿Porquéestádepie?Siéntese—ledijo,dandodeprontoa suvozuntonobajoydulce.

Ellasesentó.Éllamiróconungestobondadoso,casicompasivo.

—¡Quédelgada estáusted!Susmanos casi se transparentan.Parecen lasmanosdeunmuerto.

Seapoderódeunadeaquellasmanos,yellasonrió.

—Siemprehesidoasí—dijoSonia.

—¿Inclusocuandovivíaencasadesuspadres?

—Sí.

—¡Claro, claro! —dijo Raskolnikof con voz entrecortada. Tanto en suacento como en la expresión de su rostro se había operado súbitamente unnuevocambio.

Volvióapasearsumiradaporlahabitación.

—TieneustedalquiladaestapiezaaKapernaumof,¿verdad?

—Sí.

—Yellosvivendetrásdeesapuerta,¿no?

—Sí;tienenunahabitaciónparecidaaésta.

—¿Sólounaparatodalafamilia?

—Sí.

—A mí, esta habitación me daría miedo —dijo Rodia con expresiónsombría.

—Los Kapernaumof son buenas personas, gente amable —dijo Sonia,dandomuestrasdenohaberrecobradoaúnsupresenciadeánimo—.Yestosmuebles, y todo lo que hay aquí, es de ellos. Son muy buenos. Los niñosvienenavermeconfrecuencia.

—Sontartamudos,¿verdad?

—Sí,peronotodos.Elpadreestartamudoy,además,cojo.Lamadre…noes que tartamudee, pero tiene dificultad para hablar. Es muy buena. Él era

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esclavo. Tienen siete hijos. Sólo el mayor es tartamudo. Los demás tienenpoca salud, pero no tartamudean…Ahora que caigo, ¿cómo se ha enteradousteddeestascosas?

—Supadremelocontótodo…Porélsupeloqueleocurrióausted…Meexplicóqueustedsaliódecasaa lasseisynovolvióhasta lasnueve,yqueCatalinaIvanovnapasólanochearrodilladajuntoasulecho.

Soniaseturbó.

—Meparece—murmuró,vacilando—quehoylohevisto.

—¿Aquién?

—Amipadre.Yoibaporlacalley,aldoblarunaesquinacercadeaquí,lohevistodepronto.Meparecióqueveníahaciamí.Estoyseguradequeeraél.YomedirigíaacasadeCatalinaIvanovna…

—No,ustediba…paseando.

—Sí—murmuró Sonia con voz entrecortada. Y bajó los ojos llenos deturbación.

—Catalina Ivanovna llegó incluso a pegarle cuando usted vivía con suspadres,¿verdad?

—¡Ohno!¿Quiénselohadicho?¡No,no;deningúnmodo!

YaldecirestoSoniamirabaaRaskolnikofcomosobrecogidadeespanto.

—Yaveoquelaquiereusted.

—¡Claroquelaquiero!—exclamóSoniaconvozquejumbrosayalzandode pronto las manos con un gesto de sufrimiento—. Usted no la… ¡Ah, siusted supiera…! Es como una niña…Está trastornada por el dolor…Esinteligenteynoble…ybuena…Ustednosabenada…nada…

Sonia hablaba con acento desgarrador. Una profunda agitación ladominaba.Gemía,seretorcíalasmanos.Suspálidasmejillassehabíanteñidode rojo y sus ojos expresaban un profundo sufrimiento. Era evidente queRaskolnikof acababa de tocar un punto sensible en su corazón. Soniaexperimentabaunaardientenecesidaddeexplicarciertascosas,dedefenderasumadrastra.De súbito, su semblante expresó una compasión «insaciable»,pordecirloasí.

—¿Pegarme? Usted no sabe lo que dice. ¡Pegarme ella, Señor…! Pero,aunquemehubierapegado,¿qué?Ustednolaconoce…¡Estandesgraciada!Estáenferma…Sólopidejusticia…Espura.Creequelajusticiadebereinarenlaviday lareclama…Niporelmartiriose lograríaquehicieranada injusto.Nosedacuentadequelajusticianopuedeimperarenelmundoyseirrita…

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Se irrita como un niño, exactamente como un niño, créame…Es unamujerjusta,muyjusta.

—¿Yquévaahacerustedahora?

Sonialedirigióunamiradainterrogante.

—Ahorahadecargarustedconellos.Verdadesquesiemprehasidoasí.Inclusosudifuntopadrelepedíaausteddineroparabeber…Pero¿quévanahacerahora?

—Nolosé—respondióSoniatristemente.

—¿Seguiránviviendoenlamismacasa?

—No lo sé. Deben a la patrona y creo que ésta ha dicho hoy que va aecharlosalacalle.YCatalinaIvanovnadicequenopermaneceráallíniundíamás.

—¿Cómopuedehablarasí?¿Cuentaacasoconusted?

—¡Oh,no!Ellanopiensaeneso…Nosotrosestamosmuyunidos; loqueesdeuno,esdetodos.

Soniadioestarespuestavivamente,conunaindignaciónquehacíapensarenlacóleradeuncanarioodecualquierotropájarodiminutoeinofensivo.

—Además,¿quéquiereustedquehaga?—continuóSoniaconvehemenciacreciente—.¡Siustedsupiera loquehalloradohoy!Está trastornada,¿noloha notado usted? Sí, puede usted creerme: tan pronto se inquieta como unaniña,pensandoencómoselasarreglaráparaquemañananofaltenadaenlacomidadefunerales,comoempiezaaretorcerselasmanos,allorar,aescupirsangre,adarcabezadascontra lapared.Despuéssecalmadenuevo.Confíamuchoenusted.Diceque,graciasasuapoyo,seprocuraráunpocodedineroy volverá a su tierra natal conmigo. Se propone fundar un pensionado paramuchachasnoblesyconfiarmeamílainspección.Estápersuadidadequenosesperaunavidanuevaymaravillosa,ymebesa,meabraza,meconsuela.Ellacreefirmementeenloquedice,creeentodassusfantasías.¿Quiénseatreveacontradecirla?Hoysehapasadoeldíalavando,fregando,remendandolaropa,y,comoestátandébil,alfinhacaídorendidaenlacama.Estamañanahemossalido a comprar calzado para Lena y Poletchka, pues el que llevan estádestrozado, pero no teníamos bastante dinero: necesitábamos mucho más.¡Eran tan bonitos los zapatos que quería…! Porque tiene mucho gusto,¿sabe…?Ysehaechadoallorarenplenatienda,delantedelosdependientes,alverquefaltabadinero…¡Quépenadaverestascosas!

—Ahora comprendo que lleve usted esta vida —dijo Raskolnikof,sonriendoamargamente.

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—¿Esqueustedno se compadecede ella?—exclamóSonia—.Usted lediotodoloquetenía,yesoquenosabíanadadeloqueocurreenaquellacasa.¡Diosmío,siustedlosupiera!¡Cuántasveces,cuántas,lahehechollorar…!La semana pasadamismo, ocho días antes demorirmi padre, fuimala conella…Yasímuchasveces…Ahoramepasoeldíaacordándomedeaquello,y¡medaunapena!

Seretorcíalasmanosconungestodedolor.

—¿Diceustedquefuemalaconella?

—Sí,fuimala…Yohabíaidoaverlos—continuóllorando—,ymipobrepadreme dijo: «Léeme un poco, Sonia.Aquí está el libro.»El dueño de laobraeraAndrésSimonovitchLebeziatnikof,queviveenlamismacasaynosprestamuchasveceslibrosdeesosquehacenreír.Yolecontesté:«Nopuedoleerporquetengoquemarcharme…»Yesquenoteníaganasdeleer.YohabíaidoallíparaenseñaraCatalinaIvanovnaunoscuellosyunospuñosbordadosque una vendedora a domicilio llamadaLisbethme había dado amuy buenprecio.ACatalinaIvanovnalegustaronmucho,selosprobó,semiróalespejoydijoqueeranpreciosos,preciosos.Despuésmelospidió.«¡OhSonia!—medijo—.¡Regálamelos!»Melodijoconvozsuplicante…¿Enquévestido loshabríapuesto…?Yesquelerecordabanlostiemposfelicesdesujuventud.Semirabaenelespejoyseadmirabaasímisma.¡Hacetantotiempoquenotienevestidosninada…!Nuncapidenadaanadie.Tienemuchoorgulloyprefieredar loque tiene,porpocoquesea.Sinembargo, insistióenque lediera loscuellos y los puños; esto demuestra lomucho que le gustaban.Y yo se losnegué.«¿Paraquélosquiereusted,CatalinaIvanovna?»Sí,asíselodije.Ellamemiróconunapenaquepartíaelcorazón…Noeraquedarsesinloscuellosylospuñosloquelaapenaba,sinoqueyonoseloshubieraqueridodar.¡Ah,siyopudieserepararaquello,borrarlaspalabrasquedije…!

—¿DemodoqueconocíaustedaLisbeth, esavendedoraque ibapor lascasas?

—Sí.¿Ustedtambiénlaconocía?—preguntóSoniaconciertoasombro.

—Catalina Ivanovna está en el último grado de la tisis, y semorirá, semorirá muy pronto —dijo Raskolnikof tras una pausa y sin contestar a lapreguntadeSonia.

—¡Oh,no,no!

Sonialehabíacogidolasmanos,sindarsecuentadeloquehacía,yparecíasuplicarlequeevitaraaquelladesgracia.

—Lomejoresquemuera—dijoRaskolnikof.

—¡No,no!¿Cómovaasermejor?—exclamóSonia,trastornada,llenade

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espanto.

—¿Ylosniños?¿Quéharáustedconellos?Noselosvaatraeraquí.

—¡No sé lo que haré! ¡No sé lo que haré! —exclamó, desesperada,oprimiéndoselassienesconlasmanos.

Sin duda este pensamiento la había atormentado con frecuencia, yRaskolnikoflohabíadespertadoconsuspreguntas.

—Ysiustedseponeenferma,inclusoviviendoCatalinaIvanovna,yselallevanalhospital,¿quésucederá?—siguiópreguntandodespiadadamente.

—¡Oh!¿Quédiceusted?¿Quédiceusted?¡Esoesimposible!—exclamóSoniaconelrostrocontraído,conunaexpresióndeespantoindecible.

—¿Porquéimposible?—preguntóRaskolnikofconunasonrisasarcástica—.Ustednoes inmunea lasenfermedades, ¿verdad?¿Quéseríadeellos siusted se pusiera enferma? Se verían todos en la calle. La madre pediríalimosnasindejardetoser,despuésgolpearíalaparedconlacabezacomohahechohoy, y los niños llorarían.Al fin quedaría tendida en el suelo y se lallevarían,primeroa lacomisaríaydespuésalhospital.Allísemoriría,y losniños…

—¡No,no!¡EsonoloconsentiráDios!—gritóSoniaconvozahogada.

Le había escuchado con gesto suplicante, enlazadas las manos en unamudaimploración,comositododependieradeél.

Raskolnikof se levantó y empezó a ir y venir por el aposento. Asítranscurrióunminuto.Soniaestabadepie,losbrazospendientesalolargodelcuerpo,bajalacabeza,presadeunaangustiaespantosa.

—¿Esqueustednopuedehacereconomías,poneralgúndineroaunlado?—preguntóRaskolnikofdepronto,deteniéndoseanteella.

—No—murmuróSonia.

—Nomeextraña.¿Lohaintentado?—preguntóconunasonrisaburlona.

—Sí.

—Ynolohaconseguido,claro.Esmuynatural.Nohacefaltapreguntarelmotivo.

Ycontinuósuspaseosporlahabitación.Hubootrominutodesilencio.

—¿Esquenoganausteddinerotodoslosdías?—preguntóRodia.

Soniaseturbómástodavíayenrojeció.

—No—murmuróconunesfuerzodoloroso.

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—LamismasuerteesperaaPoletchka—dijoRaskolnikofdepronto.

—¡No,no!¡Esoesimposible!—exclamóSonia.

Fue un grito de desesperación. Las palabras de Raskolnikof la habíanheridocomounacuchillada.

—¡Diosnopermitiráunaabominaciónsemejante!

—Permiteotrasmuchas.

—¡No,no!¡Dioslaprotegerá!¡Aellalaprotegerá!—gritóSoniafueradesí.

—Tal vez no exista—replicó Raskolnikof con una especie de crueldadtriunfante.

Seguidamenteseechóareírylamiró.

Al oír aquellas palabras se operó en el semblante de Sonia un cambiorepentino,ysacudidasnerviosasrecorrieronsucuerpo.DirigióaRaskolnikofmiradascargadasdeunreprocheindefinible.Intentóhablar,perodesuslabiosno salió ni una sílaba. De súbito se echó a llorar amargamente y ocultó elrostroentrelasmanos.

—UsteddicequeCatalinaIvanovnaestátrastornada,peroustednoloestámenos—dijoRaskolnikoftrasunbrevesilencio.

Transcurrieron cinco minutos. El joven seguía yendo y viniendo por lahabitaciónsinmiraraSonia.Alfinseacercóaella.Losojoslecentelleaban.Apoyólasmanosenlosdébileshombrosymiróelrostrocubiertodelágrimas.Lomiróconojossecos,duros,ardientes,mientrassuslabiosseagitabanconuntemblorconvulsivo…Deprontoseinclinó,bajólacabezahastaelsueloyle besó los pies. Sonia retrocedió horrorizada, como si tuviera ante sí a unloco.YenverdadunlocoparecíaRaskolnikof.

—¿Quéhaceusted?—balbuceó.

Sehabíapuestopálidaysentíaenelcorazónunapresióndolorosa.

Élsepusoenpie.

—Nomehearrodilladoanteti,sinoantetodoeldolorhumano—dijoenuntonoextraño.

Yfueaacodarseenlaventana.Prontovolvióasuladoyañadió:

—Oye, hace poco he dicho a un insolente que valíamenos que tu dedomeñique y que te había invitado a sentarte al lado de mi madre y de mihermana.

—¿Eso ha dicho? —exclamó Sonia, aterrada—. ¿Y delante de ellas?

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¡Sentarme a su lado! Pero si yo soy…unamujer sin honra. ¿Cómo se le haocurridodecireso?

—Alhablarasí,yonopensabaentudeshonranientusfaltas,sinoentuhorrible martirio. Sin duda —continuó ardientemente—, eres una granpecadora,sobretodoporhaberteinmoladoinútilmente.Ciertamente,eresmuydesgraciada.¡Vivirenelcienoysaber(porquetúlosabes:bastamirarteparacomprenderlo)quenotesirveparanada,quenopuedessalvaranadiecontusacrificio…!Yahoradime—añadió,iracundo—:¿Cómoesposiblequetantaignominia, tanta bajeza, se compaginen en ti con otros sentimientos tanopuestos,tansagrados?Seríapreferiblearrojarsealaguadecabezayterminardeunavez.

—Pero ¿y ellos? ¿Qué sería de ellos? —preguntó Sonia levantando lacabeza, con voz desfallecida y dirigiendo a Raskolnikof una miradaimpregnadadedolor,perosinmostrarsorpresaalgunaanteelterribleconsejo.

Raskolnikoflaenvolvióenunamiradaextraña,yestamiradalebastóparadescifrarlospensamientosdelajoven.Comprendióqueellaeradelamismaopinión. Sin duda, en su desesperación, había pensado más de una vez enponertérminoasuvida.Ytanresueltamentehabíapensadoenello,quenolehabía causado la menor extrañeza el consejo de Raskolnikof. No habíaadvertidolacrueldaddesuspalabras,delmismomodoquenohabíacaptadoel sentido de sus reproches. Él se dio cuenta de todo ello y comprendióperfectamente hasta qué punto la habría torturado el sentimiento de sudeshonor, de su situación infamante. ¿Qué sería lo que le había impedidoponer fin a suvida?Y, alhacerseestapregunta,Raskolnikof comprendió loquesignificabanparaellaaquellospobresniñosyaquelladesdichadaCatalinaIvanovna,tísica,mediolocayquegolpeabalasparedesconlacabeza.

Sinembargo,vioclaramentequeSonia,porsueducaciónysucarácter,nopodía permanecer indefinidamente en semejante situación. También sepreguntaba cómo había podido vivir tanto tiempo sin volverse loca. Desdeluego, comprendía que la situación de Sonia era un fenómeno social queestaba fuera de lo común, aunque, por desgracia, no era único niextraordinario;pero¿noeraestounarazónmás,unidaasueducaciónyasupasado,paraquesuprimerpasoenaquelhorriblecaminolahubierallevadoala muerte? ¿Qué era lo que la sostenía? No el vicio, pues toda aquellaignominiasólohabíamanchadosucuerpo:ni lamenorsombradeellahabíallegadoasucorazón.Estoseveíaperfectamente;seleíaensurostro.

«Sólotienetressoluciones—siguiópensandoRaskolnikof—:arrojarsealcanal, terminar en unmanicomio o lanzarse al libertinaje que embrutece elespírituypetrificaelcorazón.»

Estaúltimaposibilidaderalaquemáslerepugnaba,peroRaskolnikofera

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joven,escéptico,deespírituabstractoy,porlotanto,cruel,ynopodíamenosdeconsiderarqueestaúltimaeventualidaderalamásprobable.

«Pero ¿es esto posible?—siguió reflexionando—. ¿Es posible que estacriaturaquehaconservadolapurezadealmatermineporhundirseasabiendasen ese abismo horrible y hediondo? ¿No será que este hundimiento haempezadoya,queellahapodidosoportarhastaahorasemejantevidaporqueel vicio ya no le repugna…? No, no; esto es imposible —exclamómentalmente, repitiendo el grito lanzado por Sonia hacía unmomento—: loquehastaahoralehaimpedidoarrojarsealcanalhasidoeltemordecometerun pecado, y también esa familia…Parece que no se ha vuelto loca, pero¿quiénpuede asegurarque estono es simple apariencia? ¿Puede estar en sujuicio?¿Puedeunapersonahablarcomohablaellasinestarloca?¿Puedeunamujer conservar la calma sabiendo que va a su perdición, y asomarse a eseabismopestilentesinhacercasocuandosehabladelpeligro?¿Noesperaráunmilagro…? Sí, seguramente. Y todo esto, ¿no son pruebas de enajenaciónmental?»

Se aferró obstinadamente a esta última idea. Esta solución le complacíamásqueningunaotra.EmpezóaexaminaraSoniaatentamente.

—¿Rezasmucho,Sonia?—lepreguntó.

Lamuchachaguardósilencio.Él,depieasulado,esperabaunarespuesta.

—¿QuéhabríasidodemísinlaayudadeDios?

Habíadichoestoenunrápidosusurro.Almismotiempo,lomiróconojosfulgurantesyleapretólamano.

«Nomeheequivocado»,sedijoRaskolnikof.

—Pero¿quéhaceDiosporti?—siguiópreguntandoeljoven.

Soniapermanecióensilenciounbuenrato.Parecíaincapazderesponder.Laemociónhenchíasufrágilpecho.

—¡Calle!Nomepregunte.Ustednotienederechoahablardeestascosas—exclamódepronto,mirándole,severaeindignada.

«Esloquehepensado,esloquehepensado»,sedecíaRaskolnikof.

—Diostodolopuede—dijoSonia,bajandodenuevolosojos.

«Esto lo explica todo», pensó Raskolnikof. Y siguió observándola conávidacuriosidad.

Experimentaba una sensación extraña, casi enfermiza, mientrascontemplabaaquellacaritapálida,enjuta,defaccionesirregularesyangulosas;aquellos ojos azules capaces de emitir verdaderas llamaradas y de expresar

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una pasión tan austera y vehemente; aquel cuerpecillo que temblaba deindignación. Todo esto le parecía cada vez más extraño, más ajeno a larealidad.

«Estáloca,estáloca»,serepetía.

Sobrelacómodahabíaunlibro.Raskolnikoflehabíadirigidounamiradacadavezquepasabajuntoaélensusidasyvenidasporlahabitación.Alfincogió el volumen y lo examinó. Era una traducción rusa del NuevoTestamento,unviejolibrocontapasdetafilete.

—¿Dedóndehassacadoestelibro?—lepreguntódesdeelotroextremodelahabitación,cuandoellapermanecíainmóvilcercadelamesa.

—Melohanregalado—respondióSoniademalaganaysinmirarle.

—¿Quién?

—Lisbeth.

«¡Lisbeth!¡Quéraro!»,pensóRaskolnikof.

TodolorelacionadoconSonialeparecíacadavezmásextraño.Acercóellibroalabujíayempezóahojearlo.

—¿DóndeestáelcapítulosobreLázaro?—preguntódepronto.

Sonianocontestó.Teníalamiradafijaenelsueloysehabíaseparadounpocodelamesa.

—DimedóndeestánlaspáginasquehablandelaresurreccióndeLázaro.

Sonialemiródereojo.

—EstánenelcuartoEvangelio—repusoSoniagravementeysinmoversedelsitio.

—Toma;buscaesepasajeyléemelo.

Dichoesto,Raskolnikof se sentóa lamesa,apoyóenella loscodosyelmentón en unamano y se dispuso a escuchar, vaga lamirada y sombrío elsemblante.

«Dentrodequincedíasodetressemanas—murmuróparasí—habráqueir a verme a la séptima versta. Allí estaré, sin duda, si no me ocurre nadapeor.»

Sonia dio un paso hacia la mesa. Vacilaba. Había recibido condesconfianzalaextrañapeticióndeRaskolnikof.Sinembargo,cogióellibro.

—¿Esqueustednolohaleídonunca?—preguntó,mirándoledereojo.Suvozeracadavezmásfríaydura.

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—Loleíhaceyamuchotiempo,cuandoeraniño…Lee.

—¿Ynolohaleídoenlaiglesia?

—Yo…yonovoyalaiglesia.¿Ytú?

—Pues…no—balbuceóSonia.

Raskolnikofsonrió.

—Secomprende.Noasistirásmañanaalosfuneralesdetupadre,¿verdad?

—Sí que asistiré.Ya fui la semana pasada a la iglesia para unamisa deréquiem.

—¿Porquién?

—PorLisbeth.Lamataronahachazos.

LatensiónnerviosadeRaskolnikofibaenaumento.Lacabezaempezabaadarlevueltas.

—Porlovisto,teníasamistadconLisbeth.

—Sí.Eraunamujerjustaybuena…Avecesveníaaverme…Muydetardeentarde.Nopodíavenirmás…Leíamosyhablábamos…AhoraestáconDios.

¡QuéextrañoparecíaaRaskolnikofaquelhecho,yquéextrañasaquellaspalabrasnovelescas!¿Dequépodríanhablaraquellasdosmujeres,aquelpardenecias?

«Aquí corre uno el peligro de volverse loco: es una enfermedadcontagiosa»,sedijo.

—¡Lee!—ordenódepronto,irritadoyconvozapremiante.

Soniaseguíavacilando.Sucorazónlatíaconfuerza.Ladesdichadanoseatrevía a leer en presencia deRaskolnikof.El jovendirigió unamirada casidolorosaalapobredemente.

—¿Qué le importa esto? Usted no tiene fe —murmuró Sonia con vozentrecortada.

—¡Lee!—insistióRaskolnikof—.¡BienleleíasaLisbeth!

Soniaabrióellibroybuscólapágina.Letemblabanlasmanosylavoznolesalíadelagarganta.Intentóempezardosotresveces,peronopronuncióniunasolapalabra.

—«HabíaenBetaniaunhombre llamadoLázaro,queestabaenfermo…»—articulóalfin,haciendoungranesfuerzo.

Peroinmediatamentesuvozvibróysequebrócomounacuerdademasiadotensa. Sintió que a su oprimido pecho le faltaba el aliento. Raskolnikof

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comprendía en parte por qué se resistía Sonia a obedecerle, pero estacomprensiónnoimpedíaquesemostraracadavezmásapremianteygrosero.De sobra se daba cuenta del trabajo que le costaba a la pobre muchachamostrarle sumundo interior. Comprendía que aquellos sentimientos eran sugransecreto,unsecretoquetalvezguardabadesdesuadolescencia,desdelaépoca en que vivía con su familia, con su infortunado padre, con aquellamadrastraquesehabíavueltolocaafuerzadesufrir,entreniñoshambrientosy oyendo a todas horas gritos y reproches. Pero, almismo tiempo, tenía laseguridaddequeSonia,apesardesurepugnancia,desutemoraleer,sentíaunávido,undolorosodeseodeleerleaélenaquelmomento,sinimportarleloque después pudiera ocurrir…Leía todo esto en los ojos de Sonia ycomprendía la emoción que la trastornaba…Sin embargo, Sonia se dominó,deshizoelnudoqueteníaenlagargantaycontinuóleyendoelcapítulo11delEvangeliosegúnSanJuan.Yllegóalversículo19.

—«…Ygran número de judíos habían acudido a ver aMarta y aMaríapara consolarlas de la muerte de su hermano. Habiéndose enterado de lallegadadeJesús,Martafueasuencuentro,mientrasMaríasequedabaencasa.Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habríamuerto;peroahorayoséquetodoloquepidasaDios,Diostelodará…»

Alllegaraestepunto,Soniasedetuvoparasobreponersealaemociónqueamenazabaahogarsuvoz.

—«Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.Marta le respondió: Yo sé queresucitará el día de la resurrección de losmuertos. Jesús le dijo: Yo soy laresurrecciónylavida;elquecreeenmí,siestámuerto,resucitará,ytodoelqueviveycreeenmí,nomoriráeternamente.¿Creesesto?Yelladice…»

Soniatomóalientopenosamenteyleyóconenergía,comosifueraellalaquehacíapúblicamentesuprofesióndefe:

—«…Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo deDios, que hasvenidoalmundo…»

Sonia sedetuvo, levantómomentáneamente losojoshaciaRaskolnikofydespués continuó la lectura. El joven, acodado en la mesa, escuchaba sinmoverseysinmiraraSonia.Lalectorallegóalversículo32.

—«…CuandoMaríallegóallugardondeestabaCristoylovio,cayóasuspiesyledijo:Señor,sihubierasestadoaquí,mihermanonohabríamuerto.Ycuando Jesús vio que lloraba y que los judíos que iban con ella llorabanigualmente,seentristeció,seconmoviósuespírituydijo:¿Dóndelopusisteis?Lerespondieron:Señor,venymira.EntoncesJesúslloróydijeronlosjudíos:Vedcómoleamaba.Yalgunosdeellosdijeron:Elqueabriólosojosalciego,¿nopodíahacerqueestehombrenomuriera?…»

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RaskolnikofsevolvióhaciaSoniaylamiróconemoción.Sí,eraloqueélhabíasospechado.Lajoventemblabafebrilmente,comoélhabíaprevisto.Seacercaba al momento del milagro y un sentimiento de triunfo se habíaapoderadodeella.Suvozhabíacobradounasonoridadmetálicayunafirmezanacida de aquella alegría y de aquella sensación de triunfo. Las líneas seentremezclabanantesusveladosojos,peroellapodíaseguirleyendoporquesedejaba llevar de su corazón.Al leer el últimoversículo—«El que abrió losojosalciego…»—,Soniabajólavozparaexpresarconapasionadoacentoladuda, la reprobación y los reproches de aquellos ciegos judíos que unmomentodespués iban a caer de rodillas, como fulminadospor el rayo, y acreer,mientrasprorrumpían en sollozos…Yél, él que tampoco creía, él quetambién estaba ciego, comprendería y creería igualmente…Y esto iba asucedermuypronto,enseguida…AsísoñabaSonia,ytemblabaenlagozosaespera.

—«…Jesús,llenodeunaprofundatristeza,fuealatumba.Eraunacuevatapadaconunapiedra.Jesúsdijo:Levantad lapiedra.Marta, lahermanadeldifunto,lerespondió:Señor,yahuelemal,pueshacecuatrodíasqueestáenlatumba…»

Soniapronuncióconfuerzalapalabra«cuatro».

—«…Jesúsledijoentonces:¿NotehedichoquesitienesfeveráslagloriadeDios?Entoncesquitaron lapiedrade lacuevadonde reposabaelmuerto.Jesús levantó losojosalcieloydijo:Padremío, tedoygraciasporhabermeescuchado.YosabíaqueTúmeescuchassiempreysólohehabladoparaquelosqueestánamialrededorcreanqueeresTúquienmehaenviadoalatierra.Habiendo dicho estas palabras, clamó con voz sonora: ¡Lázaro, sal! Y elmuerto salió…—Sonia leyó estas palabras con voz clara y triunfante, ytemblabacomosiacabaradeverelmilagroconsuspropiosojos—…vendadoslospiesylasmanosconcintasmortuoriasyelrostroenvueltoenunsudario.Jesúsdijo:Desatadleydejadleir.Entonces,muchosdelosjudíosquehabíanidoacasadeMaríayquehabíanvistoelmilagrodeJesúscreyeronenél.»

Yanopudoseguirleyendo.Cerróellibroyselevantó.

—NohaynadamássobrelaresurreccióndeLázaro.

Dijo esto gravemente y en voz baja. Luego se separó de la mesa y sedetuvo. Permanecía inmóvil y no se atrevía a mirar a Raskolnikof. Seguíatemblandofebrilmente.ElcabodelavelaestabaapuntodeconsumirseeneltorcidocandeleroyexpandíaunaluzmortecinaporaquellamíserahabitacióndondeunasesinoyunaprostitutasehabíanunidoparaleerelLibroEterno.

—Hevenidoahablarledeunasunto—dijodesúbitoRaskolnikofconvozfuerte y enérgica. Seguidamente, velado el semblante por una repentina

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tristeza,selevantóyseacercóaSonia.Éstasevolvióamirarleyvioquesudura mirada expresaba una feroz resolución. El joven añadió—: Hoy heabandonadoamifamilia,amimadreyamihermana.Yanovolveréalladodeellas:larupturaesdefinitiva.

—¿Porquéhahechoeso?—preguntóSonia,estupefacta.

SurecienteencuentroconPulqueriaAlejandrovnayDuniahabíadejadoenella una impresión imborrable aunque confusa, y la noticia de la ruptura lahorrorizó.

—Ahora no tengo a nadie más que a ti —dijo Raskolnikof—. Venteconmigo.Hevenidoporti.Somosdosseresmalditos.Vámonosjuntos.

Susojoscentelleaban.

«Tienecaradeloco»,pensóSonia.

—¿Irnos?¿Adónde?—preguntóaterrada,dandounpasoatrás.

—¡Yo qué sé! Yo sólo sé que los dos seguimos la misma ruta y queúnicamentetenemosunameta.

Ella le miraba sin comprenderle. Ella sólo veía en él una cosa: que erainfinitamentedesgraciado.

—Nadie lo comprendería si les dijeras las cosasquemehasdicho amí.Yo,encambio,lohecomprendido.Tenecesitoyporesohevenidoabuscarte.

—Noentiendo—balbuceóSonia.

—Ya entenderásmás adelante. Tú has obrado como yo. Tú también hascruzado la línea.Has atentado contra ti; hasdestruidounavida…, tupropiavida, verdad es, pero ¿qué importa? Habrías podido vivir con tu alma y turazón y terminarás en la plaza del Mercado. No puedes con tu carga, y sipermaneces sola, te volverás loca, delmismomodo queme volveré yo.Yaparecequesóloconservasamediaslarazón.Hemosdeseguirlamismaruta,codoacodo.¡Vente!

—¿Por qué, por qué dice usted eso? —preguntó Sonia, emocionada,inclusotrastornadaporlaspalabrasdeRaskolnikof.

—¿Por qué? Porque no se puede vivir así. Por eso hay que razonarseriamenteyverlascosascomoson,envezdeecharseallorarcomounniñoygritarqueDiosnolopermitirá.¿Quésucederásiundíatellevanalhospital?Catalina Ivanovnaestá locay tísica,ymorirápronto.¿Quéseráentoncesdelos niños? ¿Crees que Poletchka podrá salvarse? ¿No has visto por estosbarriosniñosalosquesusmadresenvíanamendigar?Yoséyadóndevivenesasmadresycómoviven.Losniñosdeesoslugaresnoseparecenalosotros.Entreellos,losrapacesdesieteañossonyaviciososyladrones.

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—Pero ¿qué hacer, qué hacer? —exclamó Sonia, llorandodesesperadamentemientrasseretorcíalasmanos.

—¿Qué hacer? Cambiar de una vez y aceptar el sufrimiento. ¿Qué, nocomprendes?Yacomprenderásmásadelante…Lalibertadyelpoder,elpodersobre todo…, el dominio sobre todos los seres pusilánimes…Sí, dominar atodoelhormiguero:heaquíelfin.Acuérdatedeesto:escomountestamentoque hago para ti. Acaso sea ésta la última vez que te hablo. Si no vengomañana, te enterarás de todo. Entonces acuérdate de mis palabras. Quizállegueundía,enelcursodelosaños,enquecomprendassusignificado.Ysivengomañana,tediréquiénmatóaLisbeth.

Soniaseestremeció.

—Entonces,¿ustedlosabe?—preguntó,heladadeespantoydirigiéndoleunamiradadespavorida.

—Lo sé y te lo diré…Sólo te lo diré a ti. Te he escogido para esto.Novendréapedirteperdón,sinosencillamenteadecírtelo.Haceyamuchotiempoqueteelegíparaestaconfidencia:elmismodíaenquetupadremehablódeti,cuandoLisbethvivíaaún.Adiós.Nomedeslamano.Hastamañana.

Y se marchó, dejando a Sonia la impresión de que había estadoconversandoconun loco.Peroellamismasentíacomosi le faltara larazón.Lacabezaledabavueltas.

«¡Señor! ¿Cómo sabe quién ha matado a Lisbeth? ¿Qué significan suspalabras?»

Todo esto era espantoso. Sin embargo, no sospechaba ni remotamente laverdad.

«Debe de ser muy desgraciado…Ha abandonado a su madre y a suhermana. ¿Por qué? ¿Qué habrá ocurrido? ¿Qué intenciones tiene? ¿Quésignificansuspalabras?»

Lehabíabesadolospiesylehabíadicho…,lehabíadicho…quenopodíavivirsinella.Sí,selohabíadichoclaramente.

«¡Señor,Señor…!»

Soniaestuvotodalanocheardiendodefiebreydelirando.Seestremecía,lloraba, se retorcía lasmanos;despuéscaíaenun sueño febrily soñabaconPoletchka,conCatalinaIvanovna,conLisbeth,conlalecturadelEvangelio,ycon él, con su rostro pálido y sus ojos llameantes…Él le besaba los pies ylloraba…¡Señor,Señor!

TraslapuertaqueseparabalahabitacióndeSoniadeldepartamentodelaseñora Resslich había una pieza vacía que correspondía a aquel

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compartimientoyquesealquilaba,comoindicabaunpapelescritocolgadoenla puerta de la calle y otros papeles pegados en las ventanas que daban alcanal. Sonia sabía que aquella habitación estaba deshabitada desde hacíatiempo.Sinembargo,durantetodalaescenaprecedente,elseñorSvidrigailof,de pie detrás de la puerta que daba al aposento de la joven, había oídoperfectamentetodalaconversacióndeSoniaconsuvisitante.

CuandoRaskolnikofsefue,Svidrigailofreflexionóunmomento,sedirigióde puntillas a su cuarto, contiguo a la pieza desalquilada, cogió una silla yvolvió a la habitación vacía para colocarla junto a la puerta que daba aldormitoriodeSonia.Laconversaciónqueacababadeoírlehabíaparecidotaninteresante,quehabíallevadoallíaquellasilla,pensandoquelapróximavez,al día siguiente, por ejemplo, podría escuchar con toda comodidad, sin queturbarasusatisfacciónlamolestiadepermanecerdepiemediahora.

CAPÍTULO5

Cuando,aldíasiguiente,alasonceenpunto,Raskolnikoffueaveraljuezdeinstrucción,seextrañódetenerquehacerdiezlargosminutosdeantesala.Este tiempo transcurrió, comomínimo, antes de que le llamaran, siendo asíqueél esperaba ser recibidoapenas le anunciasen.Allí estuvo, en la saladeespera, viendo pasar personas que no le prestaban lamenor atención. En lasalacontiguatrabajabanvariosescribientes,ysaltabaalavistaqueningunodeellosteníalamenorideadequiéneraRaskolnikof.

Elvisitantepaseóportodalaestanciaunamiradaretadora,preguntándosesihabríaallíalgúnesbirro,algúnespíaencargadodevigilarleparaimpedirsufuga. Pero no había nada de esto. Sólo veía caras de funcionarios quereflejaban cuidados mezquinos, y rostros de otras personas que, como losfuncionarios, no se interesaban lo más mínimo por él. Se podría habermarchadoalfindelmundosinllamarlaatencióndenadie.Pocoapocoseibaconvenciendo de que si aquel misterioso personaje, aquel fantasma queparecíahabersurgidodelatierrayalquehabíavistoeldíaanterior,lohubierasabido todo, lo hubiera visto todo, él, Raskolnikof, no habría podidopermanecer tan tranquilamente en aquella sala de espera. Y ni habríanesperado hasta las once para verle, ni le habrían permitido ir por su propiavoluntad.Porlotanto,aquelhombrenohabíadichonada…,porquetalveznosabía nada, ni nada había visto (¿cómo lo habría podido ver?), y todo loocurrido el día anterior no había sido sino un espejismo agrandado por sumenteenferma.

Esta explicación, que le parecía cada vez más lógica, ya se le había

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ocurrido el día anterior en el momento en que sus inquietudes, aquellasinquietudesrayanasenelterror,eranmásangustiosas.

Mientras reflexionabaen todoestoy sepreparabaparaunanueva lucha,Raskolnikofempezóa temblardepronto,y seenfurecióante la ideadequeaqueltemblorpodíaserdemiedo,miedoalaentrevistaqueibaatenerconelodiosoPorfirio Petrovitch. Pensar que iba a volver a ver a aquel hombre leinquietabaprofundamente.Hastatalextremoleodiaba,quetemíainclusoqueaquelodioletraicionase,yestoleprodujounacóleratanviolenta,quedetuvoen seco su temblor. Se dispuso a presentarse a Porfirio en actitud fría einsolente y se prometió a sí mismo hablar lo menos posible, vigilar a suadversario, permanecer en guardia y dominar su irascible temperamento.EnestemomentolellamaronaldespachodePorfirioPetrovitch.

El juezde instrucciónestabasoloenaquelmomento.Eneldespacho,demedianasdimensiones,habíaunagranmesadeescritorio,unarmarioyvariassillas.TodoestemobiliarioerademaderaamarillaylopagabaelEstado.Enlapareddel fondohabíaunapuerta cerrada.Por lo tanto, debíadehaberotrasdependenciastrasaquellapared.CuandoentróRaskolnikof,Porfiriocerrótrasél la puerta inmediatamente y los dos quedaron solos. El juez recibió a suvisitantecongestoalegreyamable;pero,pocodespués,Raskolnikofadvirtióque dabamuestras de cierta violencia. Era como si le hubieran sorprendidoocupadoenalgunaoperaciónsecreta.

Porfirioletendiólasdosmanos.

—¡Ah!Heaquíanuestro respetableamigoennuestrosparajes.Siéntese,querido…Pero ahora caigo en que tal vez le disguste que le haya llamado«respetable»y«querido»así,toutcourt.Leruegoquenotomeestocomounafamiliaridad.Siénteseenelsofá,hagaelfavor.

Raskolnikofsesentósinapartardeél lavista.Lasexpresiones«nuestrosparajes», «como una familiaridad», «tout court», amén de otros detalles, leparecíanmuypropiosdeaquelhombre.

«Sin embargo, me ha tendido las dos manos sin permitirme estrecharleninguna: las ha retirado a tiempo», pensó Raskolnikof, empezando adesconfiar.

Se vigilaban mutuamente, pero, apenas se cruzaban sus miradas, lasdesviabanconlarapidezdelrelámpago.

—Lehetraídoestepapelsobreelasuntodelreloj.¿Estábienasíohabrédeescribirlodeotromodo?

—¿Cómo?¿Elpapeldelreloj?¡Ah,sí!¡Nosepreocupe!Estámuybien—dijo Porfirio Petrovitch precipitadamente, antes de haber leído el escrito.

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Inmediatamente,loleyó—.Sí,estáperfectamente.Nohacefaltamás.

Seguía expresándose con precipitación. Un momento después, mientrashablabandeotrascosas,loguardóenuncajóndelamesa.

—Me parece —dijo Raskolnikof— que ayer mostró usted deseos deinterrogarme…oficialmente…sobremisrelacionesconlamujerasesinada…

«¿Porquéhabrédicho"meparece"?»

Estaideaatravesósumentecomounrelámpago.

«Pero ¿porquémehade inquietar tanto ese "meparece"?», sedijo actoseguido.

Y de súbito advirtió que su desconfianza, originada tan sólo por lapresenciadePorfirio,alasdospalabrasyalasdosmiradascambiadasconél,habíacobradoendosminutosdimensionesdesmesuradas.Estadisposicióndeánimoerasumamentepeligrosa.Raskolnikofsedabaperfectacuentadeello.Latensióndesusnerviosaumentaba,suagitacióncrecía…

«¡Malo,malo!Aversihagoalgunatontería.»

—¡Ah,sí!Nosepreocupe…Haytiempo—dijoPorfirioPetrovitch,yendoyviniendopor el despacho, al parecer sin objeto, pues ahora se dirigía a lamesa, e inmediatamente después se acercaba a la ventana, para volver enseguida al lado de la mesa. En sus paseos rehuía la mirada retadora deRaskolnikof, después de lo cual se detenía de pronto y le miraba a la carafijamente. Era extraño el espectáculo que ofrecía aquel cuerpo rechoncho,cuyas evoluciones recordaban las de una pelota que rebotase de una a otrapared.

PorfirioPetrovitchcontinuó:

—Nadanosapremia.Tenemostiempodesobra…¿Fumausted?¿Acasonotiene tabaco? Tenga un cigarrillo…Aunque le recibo aquí, mis habitacionesestánallí,detrásdeesetabique.ElEstadocorreconlosgastos.Sinolashabitoes porque necesitan ciertas reparaciones. Por cierto que ya están casiterminadas. Esmagnífico eso de tener una casa pagada por el Estado. ¿Noopinaustedasí?

—Enefecto,esunacosamagnífica—repusoRaskolnikof,mirándolecasiburlonamente.

—Una cosa magnífica, una cosa magnífica—repetía Porfirio Petrovitchdistraídamente—. ¡Sí,unacosamagnífica!—gritó,deteniéndosede súbitoadospasosdeljoven.

Lacontinuayestúpidarepeticióndeaquellafrasereferentealasventajasde tener casa gratuita contrastaba extrañamente, por su vulgaridad, con la

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mirada grave, profunda y enigmática que el juez de instrucción fijaba enRaskolnikofenaquelmomento.

Estonohizosinoacrecentarlacóleradeljoven,que,sinpodercontenerse,lanzóaPorfirioPetrovitchunretollenodeironíaeimprudenteenextremo.

—Bien sé—empezó a decir con una insolencia que, evidentemente, lellenabadesatisfacción—queesunprincipio,unareglaparatodoslosjueces,comenzarhablandodecosassinimportancia,odecosasserias,siustedquiere,peroquenotienennadaqueverconelasuntoqueinteresa.Elobjetodeestatáctica es alentar, por decirlo así, o distraer a la persona que interrogan,ahuyentandosudesconfianza,paradespués,deimproviso,arrojarlesenplenorostrolapreguntacomprometedora.¿Meequivoco?¿Noeséstaunaregla,unacostumbrerigurosamenteobservadaensuprofesión?

—Así…¿usted cree que yo sólo le he hablado de la casa pagada por elEstadopara…?

Al decir esto, Porfirio Petrovitch guiñó los ojos y una expresión demalicioso regocijo transfiguró su fisonomía. Las arrugas de su frentedesaparecieron de pronto, sus ojos se empequeñecieron, sus facciones sedilataron.EntoncesfijósuvistaenlosojosdeRaskolnikofyrompióareírconunarisaprolongadaynerviosaquesacudíatodosucuerpo.Eljovenseechóareír también, con una risa un tanto forzada, pero cuando la hilaridad dePorfirio, al verle reír a él, se avivó hasta el punto de que su rostro se pusocomo la grana, Raskolnikof se sintió dominado por una contrariedad tanprofunda, que perdió por completo la prudencia. Dejó de reír, frunció elentrecejoydirigióaljuezdeinstrucciónunamiradadeodioqueyanoapartódeélmientrasduróaquellalargay,alparecer,untantoficticiaalegría.Porlodemás,Porfirionosemostrabamásprudentequeél,yaquesehabíaechadoareírensusmismasnaricesyparecíaimportarlemuypocoqueaéstelehubierasentado tan mal la cosa. Esta última circunstancia pareció extremadamentesignificativaaljoven,elcualdedujoquetodohabíasucedidoamedidadelosdeseosdePorfirioPetrovitchyqueél,Raskolnikof,sehabíadejadocogerenun lazo.Allí, evidentemente,habíaalgunacelada, algúnpropósitoqueélnohabíalogradodescubrir.Laminaestabacargadayestallaríadeunmomentoaotro.

Echandoporlacalledeenmedio,selevantóycogiósugorra.

—PorfirioPetrovitch—dijo enun tono resuelto quedejaba traslucir unavivairritación—.Ustedmanifestóayereldeseodesometermeainterrogatorio—subrayóconenergíaestapalabra—,yhevenidoaponermeasudisposición.Si tiene usted que hacerme alguna pregunta, hágamela. En caso contrario,permítame que me retire. No puedo perder el tiempo; tengo ciertocompromiso;meesperanparaasistiralentierrodeesefuncionarioquemurió

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atropelladoporuncocheydelcualyahaoídoustedhablar.

Inmediatamente se arrepintió de haber dicho esto último. Despuéscontinuó,conunairritacióncreciente:

—Yaestoyhartodetodoesto,¿sabeusted?Hacemuchotiempoqueestoyharto…Ha sido una de las causas de mi enfermedad…En una palabra —añadió,levantandolavozalconsiderarqueestafrasesobresuenfermedadnovenía a cuento—, en una palabra: haga usted el favor de interrogarme opermítame que me vaya inmediatamente…Pero si me interroga, habrá dehacerloconarregloalasnormaslegalesydeningúnotromodo…Ycomoveoquenodecideustednada,adiós.Porelmomento,ustedyyonotenemosnadaquedecirnos.

—Pero ¿qué dice usted, hombre de Dios? ¿Sobre qué le tengo queinterrogar? —exclamó al punto Porfirio Petrovitch, cambiando de tono ydejando de reír—. No se preocupe usted—añadió, reanudando sus paseos,paraluego,depronto,arrojarsesobreRaskolnikofyhacerlosentar—.Nohayprisa, no hay prisa. Además, esto no tiene ninguna importancia. Por elcontrario,estoyencantadodequehayavenidoustedaverme.Leherecibidocomo a un amigo. En cuanto a esta maldita risa, perdóneme, mi queridoRodionRomanovitch…Sellamaustedasí,¿verdad?Soyunhombrenerviosoy me ha hecho mucha gracia la agudeza de su observación. A veces estoymediahorasacudidoporlarisacomounapelotadegoma.Soypropensoalarisa por naturaleza.Mi temperamentome hace temer incluso la apoplejía…Perosiéntese,amigomío,se lo ruego.De locontrario,creeréqueestáustedenfadado.

Raskolnikof no desplegaba los labios. Se limitaba a escuchar y observarconlascejasfruncidas.Sesentó,perosindejarlagorra.

—Quierodecirleunacosa,miqueridoRodionRomanovitch;unacosaqueleayudaráacomprendermicarácter—continuóPorfirioPetrovitch,sincesardedarvueltasporlahabitación,peroprocurandonocruzarsumiradaconlade Raskolnikof—. Yo soy, ya lo ve usted, un solterón, un hombre nadamundano, desconocido y, por añadidura, acabado, embotado, y…y… ¿haobservadousted,RodionRomanovitch,queaquíenRusia,ysobretodoenloscírculospetersburgueses,cuandoseencuentrandoshombres inteligentesquenoseconocenbientodavía,peroqueseaprecianmutuamente,estánlomenosmediahorasinsaberquédecirse?Permanecenpetrificadosyconfusoselunofrentealotro.Ciertaspersonastienensiemprealgodequehablar.Lasdamas,la gente de mundo, la de alta sociedad, tienen siempre un tema deconversación, c'est de rigueur; pero las personas de la clase media, comonosotros, son tímidas y taciturnas…Me refiero a los que son capaces depensar… ¿Cómo se explica usted esto, amigomío? ¿Es que no tenemos el

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debidointerésporlascuestionessociales?No,noesesto.Entonces,¿esporunexceso de honestidad, porque somos demasiado leales y no queremosengañarnosunosaotros…?Nolosé.¿Ustedquéopina…?Perodejelagorra.Parecequeestéustedapuntodemarcharse,yestomecontraría,seloaseguro,pues,encontradeloqueustedcree,estoyencantado…

Raskolnikofdejó lagorra,perosin romper sumutismo.Conelentrecejofruncido, escuchaba atentamente la palabrería deshilvanada de PorfirioPetrovitch.

«Dicetodasestascosasafectadasyridículasparadistraermiatención.»

—Noleofrezcocafé—prosiguióelinfatigablePorfirio—porqueellugarno me parece adecuado…El servicio le llena a uno de obligaciones…Peropodemospasarcincominutosenamistosacompañíaydistraernosunpoco…Nosemoleste,miqueridoamigo,pormicontinuoiryvenir.Excúseme.Temoenojarle,peronecesitoatodacostaelejercicio.Mepasoeldíasentado,yesungranbienparamípoderpaseardurantecincominutos…Mishemorroides,¿sabeusted…?Tengoelpropósitodesometermeauntratamientogimnástico.Se dice que consejeros de Estado e incluso consejeros privados no seavergüenzandesaltaralacomba.Heaquíhastadóndehallegadolacienciaennuestrosdías…Encuantoalasobligacionesdemicargo,alosinterrogatoriosytodoeseformulismodelqueustedmehahabladohaceunmomento,lediré,miqueridoRodionRomanovitch,queavecesdesconciertanmásalmagistradoquealdeclarante.Ustedacabadeobservarlocon tanta razóncomoagudeza.—Raskolnikofnohabíahechoningunaobservacióndeestaíndole—.Unoseconfunde.¿Cómonosehadeconfundir,conlosprocedimientosquesesiguenyquesonsiemprelosmismos?Senoshanprometidoreformas,peroyaverácomo no cambian más que los términos. ¡Je, je, je! En lo que concierne anuestras costumbres jurídicas, estoy plenamente de acuerdo con sus sutilesobservaciones…Ningún acusado, ni siquiera el mujik más obtuso, puedeignorar que, al empezar nuestro interrogatorio, trataremos de ahuyentar sudesconfianza (según su feliz expresión), a fin de asestarle seguidamente unhachazo en pleno cráneo (para utilizar su ingeniosametáfora). ¡Je, je, je…!¿Demodoque usted creía que yohablaba demi casa pagadapor elEstadopara…?Verdaderamente, esustedunhombre irónico…No,no;novolveréaesteasunto…Perosí,pueslasideasseasocianyunaspalabrasllevanaotraspalabras. Usted ha mencionado el interrogatorio según las normas legales.Pero ¿qué importan estas normas, que en más de un caso resultansencillamente absurdas? A veces, una simple charla amistosa da mejoresresultados. Estas normas no desaparecerán nunca, se lo digo para sutranquilidad;pero¿quésonlasnormas,lepreguntoyo?Eljuezdeinstrucciónjamásdebedejarsemaniatarporellas.Lamisióndelmagistradoqueinterrogaaundeclarantees,dentrodesugénero,unarte,oalgoparecido.¡Je,je,je!

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PorfirioPetrovitchsedetuvouninstanteparatomaralientos.Hablabasindescansoy,generalmente,paranodecirnada,paradevanarunaseriedeideasabsurdas, de frases estúpidas, entre las que deslizaba de vez en cuando unapalabraenigmáticaquenaufragabaalpuntoenelmardeaquellapalabreríasinsentido. Ahora casi corría por el despacho, moviendo aceleradamente susgruesasycortaspiernas,conlamiradafijaenelsuelo,lamanoderechaenlaespaldayhaciendocon la izquierdaademanesqueno teníanrelaciónalgunaconsuspalabras.

Raskolnikofsediocuentadeprontoqueunpardeveces,alllegarjuntoalapuerta,sehabíadetenido,alparecerparaprestaratención.

«¿Esperaráaalguien?»

—Tieneustedrazón—continuóPorfirioPetrovitchalegrementeyconunaamabilidad que llenó a Raskolnikof de inquietud y desconfianza—. Tieneustedmotivoparaburlarsetaningeniosamentecomolohahechodenuestrascostumbres jurídicas. Se pretende que tales procedimientos (no todos,naturalmente) tienen por base una profunda filosofía. Sin embargo, sonperfectamenteridículosygeneralmenteestériles,sobretodosisesiguenalpiedelaletralasnormasestablecidas…Hemosvuelto,pues,alacuestióndelasnormas.Bien;supongamosqueyosospechoqueciertoseñoreselautordeuncrimen cuya instrucción se me ha confiado…Usted ha estudiado Derecho,¿verdad,RodionRomanovitch?

—Empecé.

—Puesbien,heaquíunejemploquepodráserleútilmásadelante…Perono crea que pretendo hacer de profesor con usted, que publica en losperiódicos artículos tan profundos. No, yo sólo me tomo la libertad deexponerle un hecho a modo de ejemplo. Si yo considero a un individuocualquiera como un criminal, ¿por qué, dígame, he de inquietarleprematuramente,inclusoenelcasodequetengapruebascontraél?Aalgunosmeveoobligadoadetenerlos inmediatamente,perootros sondeuncaráctercompletamente distinto. ¿Por qué no he de dejar ami culpable pasearse unpocoporlaciudad?¡Je,je…!Yaveoqueustednomeacabadecomprender.Selovoyaexplicarmásclaramente.Simeapresuroaordenarsudetención,leproporcionounpuntodeapoyomoral,pordecirloasí.¿Seríeusted?

Raskolnikof estabamuy lejos de reírse. Tenía los labios apretados, y suardientemiradanoseapartabadelosojosdePorfirioPetrovitch.

—Sin embargo—continuó éste—, tengo razón, por lomenos en lo queconcierneaciertos individuos,puesloshombressonmuydiferentesunosdeotrosynuestraúnicaconsejeradignadecréditoeslapráctica.Pero,desdeelmomentoquetieneustedpruebas,mediráusted…¡Diosmío!Ustedsabemuy

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bienloquesonlaspruebas:tresdecadacuatrosondudosas.Yyo,alavezquejuez de instrucción, soy un ser humano y en consecuencia, tengo misdebilidades.Unadeellasesmideseodequemisdiligenciastenganelrigordeunademostraciónmatemática.Quisieraquemispruebasfuerantanevidentescomoquedosydos soncuatro, que constituyeranunademostración clara eindiscutible.Puesbien,siyoordenoladetencióndelculpableantesdetiempo,pormuyconvencidoqueestéde suculpa,meprivode losmediosdepoderdemostrarloulteriormente. ¿Porqué?Porque leproporciono,pordecirlo así,unasituaciónnormal.Esundetenido,ycomodetenidosecomporta:seretiraasu caparazón, seme escapa…Se cuenta que en Sebastopol, inmediatamentedespuésdelabatalladeAlma,losdefensoresestabanaterradosantelaideadeunataquedelenemigo:nodudabandequeSebastopolseríatomadoporasalto.Pero cuando vieron cavar las primeras trincheras para comenzar un sitionormal, se tranquilizaron y se alegraron. Estoy hablando de personasinteligentes. «Tenemos lo menos para dos meses —se decían—, pues unasedionormalrequieremuchotiempo.»¿Otravezseríeusted?¿Nomecree?Enelfondo, tieneustedrazón;sí, tieneustedrazón.Éstosnosonsinocasosparticulares. Estoy completamente de acuerdo con usted en que acabo deexponerleuncasoparticular.Perohayquehacerunaobservaciónsobreestepunto,miqueridoRodionRomanovitch,yesqueelcasogeneralquerespondea todas las formas y fórmulas jurídicas; el caso típico para el cual se hanconcebido y escrito las reglas, no existe, por la sencilla razón de que cadacausa, cada crimen, apenas realizado, se convierte en un caso particular, ¡ycuánespecialaveces!:uncasodistintoatodoslosotrosconocidosyque,alparecer,notieneningúnprecedente.

»Algunosresultanhastacómicos.Supongamosqueyodejoaunodeesosseñores en libertad.No lomandodetener, no lomolesto para nada.Él debesaber,opor lomenossuponer,queen todomomento,horaporhora,minutoporminuto,yoestoyalcorrientedeloquehace,queconozcoperfectamentesuvida,quelevigilodíaynoche.Lesigoportodaspartesysindescanso,ypuedeestarustedsegurodeque,porpocoqueélsedécuentadeello,acabaráporperderlacabeza.Yentoncesélmismovendráaentregarsey,además,meproporcionarálosmediosdedaramisumariouncaráctermatemático.Estonodeja de tener cierto atractivo. Este sistema puede tener éxito con un burdomujik,peroaúnmásconunhombrecultoeinteligente.Pueshayentodoestoalgomuyimportante,amigomío,yesestablecercómopuedehaberprocedidoel culpable.No nos olvidemos de los nervios.Nuestros contemporáneos lostienen enfermos, excitados, en tensión… ¿Y la bilis? ¡Ah, los que tienenbilis…!Leaseguroqueaquíhayunaverdadera fuentede información.¿Porqué,pues,mehade inquietarveramihombre iryvenir libremente?Puedodejarlo pasear, gozar del poco tiempo que le queda, pues sé que está enmipoderyquenosepuedeescapar…¿Adónde iría? ¡Je, je, je!¿Alextranjero,

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diceusted?Unpolacopodríahuiralextranjero,peronoél,ymenoscuandosele vigila y están tomadas todas lasmedidas para evitar su evasión. ¿Huir alinteriordelpaís?Allínoencontrarámásqueincultosmujiks,genteprimitiva,verdaderosrusos,yunhombrecivilizadoprefiereelpresidioavivirentreunosmujiksqueparaélsoncomoextranjeros.¡Je,je…!Porotraparte,todoestonoessinolaparteexternadelacuestión.¡Huir!Estoessólounapalabra.Élnohuirá, no solamente porque no tiene adónde ir, sino porque me pertenecepsicológicamente… ¡Je, je! ¿Qué me dice usted de la expresión? No huiráporqueseloimpideunaleydelanaturaleza.¿Havistoustedalgunavezunamariposa ante una bujía? Pues él girará incesantemente alrededor de mipersonacomoelinsectoalrededordelallama.Lalibertadyanotendráningúnencanto para él. Su inquietud irá en aumento; una sensación creciente dehallarsecomoenredadoenunateladearañaledominará;unterrorindecibleseapoderarádeél.Yhará talescosas,quesuculpabilidadquedará tanclaracomoquedosydossoncuatro.Paraqueasísuceda,bastaráproporcionarleunentreactodesuficienteduración.Siempre,siempreirágirandoalrededordemipersona, describiendo círculos cada vez más estrechos, y al fin, ¡plaf!, semeterá enmi propia boca y yo lo engulliré tranquilamente.Esto no deja detenersuencanto,¿noleparece?

Raskolnikofnolecontestó.Estabapálidoeinmóvil.Sinembargo,seguíaobservandoaPorfirioconprofundaatención.

«Mehadadounabuenalección—sedijomentalmente,heladodeespanto—.Estoyanoeseljuegodelgatoyelratónconquenosentretuvimosayer.Nomehahabladoasíporelsimpleplacerdehacerostentacióndesufuerza.Es demasiado inteligente para eso. Sin duda persigue otro fin, pero ¿cuál?¡Bah! Todo esto es sólo un ardid para asustarme. ¡Eh, amigo! No tienespruebas. Además, el hombre de ayer no existe. Lo que tú pretendes esdesconcertarme, irritarme hasta el máximo, para asestarme al fin el golpedecisivo. Pero te equivocas; saldrás trasquilado… ¿Por qué hablará consegundaspalabras?Pretendeaprovecharsedelmalestadodemisnervios…No,amigomío, no te saldrás con la tuya.No sé lo que habrás tramado, pero tellevarásunchascomayúsculo.Vamosaverquéesloquetienespreparado.»

Y reunió todas sus fuerzas para afrontar valerosamente la misteriosacatástrofe que preveía. Experimentaba un ávido deseo de arrojarse sobrePorfirioPetrovitchyestrangularlo.

Enelmomentodeentrareneldespachodeljuez,yahabíatemidonopoderdominarse. Sentía latir su corazón con violencia; tenía los labios resecos yespesa la saliva. Sin embargo, decidió guardar silencio para no pronunciarninguna palabra imprudente. Comprendía que ésta era la mejor táctica quepodía seguir en su situación, pues así no solamente no corría peligro decomprometerse,sinoquetalvezconseguiríairritarasuadversarioyarrancarle

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algunapalabraimprudente.Éstaerasuesperanzaporlomenos.

—Yaveoquenomehacreídousted—prosiguióPorfirio—.Ustedsuponequetodoestosonbromasinocentes.

Semostraba cada vezmás alegre y no cesaba de dejar oír una risita desatisfacción,mientrasdenuevoibayveníaporeldespacho.

—Comprendoque lo haya tomadousted a broma.Diosmeha dadounafigura que sólo despierta en los demás pensamientos cómicos. Tengo elaspecto de un bufón. Sin embargo, quiero decirle y repetirle una cosa, miqueridoRodionRomanovitch…Pero,antetodo,leruegoquemeperdoneestelenguajedeviejo.Ustedesunhombrequeestáenlaflordelavida,einclusoenlaprimerajuventud,y,comotodoslosjóvenes,sienteunespecialapreciopor la inteligencia humana. La agudeza de ingenio y las deduccionesabstractas le seducen.Estome recuerda los antiguos problemasmilitares deAustria, en la medida, claro es, demis conocimientos sobre la materia. Enteoría, losaustriacoshabíanderrotadoaNapoleón,e incluso leconsiderabanprisionero.Esdecir,queenlasaladereunionesloveíantododecolorderosa.Pero¿quéocurrióenlarealidad?QueelgeneralMackserindiócontodosuejército. ¡Je, je, je…! Ya veo, mi querido Rodion Romanovitch, que en suinterior se está riendo demí, porque el hombre apacible que soy en la vidaprivadaechamano,paratodossusejemplos,delahistoriamilitar.Pero¿quélevamosahacer?Esmidebilidad.Soyunenamoradodelascosasmilitares,ymis lecturas predilectas son aquellas que se relacionan con la guerra…Verdaderamente, he equivocadomi carrera.Debí ingresar en el ejército.NohabríallegadoaserunNapoleón,perosíaconseguirelgradodecomandante.¡Je, je, je…!Bien; ahora voy a decirle sinceramente todo lo quepienso,miqueridoamigo,acercadel«casoquenosinteresa».Larealidadylanaturaleza,señor mío, son cosas importantísimas y que reducen a veces a la nada elcálculomásingenioso.Creaustedaesteviejo,RodionRomanovitch…

Yalpronunciarestaspalabras,PorfirioPetrovitch,quesólocontabatreintaycincoaños,parecíahaberenvejecido:hastasuvozhabíacambiado,ysediríaquesehabíaarqueadosuespalda.

—Además—continuó—,yosoyunhombresincero…¿Verdadquesoyunhombresincero?Dígame:¿ustedquécree?Amímeparecequenosepuedeirmáslejosenlasinceridad.Yolehehechoverdaderasconfidenciassinexigircompensaciónalguna.¡Je,je,je!Enfin,volvamosanuestroasunto.Elingenioes,amientender,algomaravilloso,unornamentodelanaturaleza,pordecirloasí,unconsueloenmediodeladurezadelavida,algoquepermite,alparecer,confundir a un pobre juez que, por añadidura, se ha dejado engañar por supropiaimaginación,pues,alfinyalcabo,noesmásqueunhombre.Perolanaturalezaacudeenayudadeesepobre juez,yestoes lomaloparaelotro.

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Estoesloquelajuventudqueconfíaensuingenioyque«franqueatodoslosobstáculos»,comoustedhadichoingeniosamente,noquieretenerencuenta.

»Supongamosqueesehombremiente…Merefieroalhombredesconocidodenuestrocasoparticular…Supongamosquemiente,ydeunmodomagistral.Como es lógico, espera su triunfo, cree que va a recoger los frutos de sudestreza;pero,depronto,¡crac!,sedesvaneceenellugarmáscomprometedorparaél.Vamosasuponerqueatribuyeelsíncopeaunaenfermedadquepadeceo a la atmósfera asfixiante de la habitación, cosa frecuente en los localescerrados.Puesbien,noporesodejadeinspirarsospechas…Sumentirahasidoperfecta,peronohapensadoenlanaturalezayseencuentracomocogidoenunatrampa.

»Otrodía,dejándosellevardesuespírituburlón,tratadedivertirseacostadealguienquesospechadeél.Fingepalidecerdeespanto,peroheaquíquerepresenta su papel con demasiada propiedad, que su palidez es demasiadonatural,yestoseráotroindicio.Porelmomento,suinterlocutorpodrádejarseengañar, pero, si no es un tonto, al día siguiente cambiará de opinión.Y elimprudentecometeráerrortraserror.Semeterádondenolellamanparadecirlas cosas más comprometedoras, para exponer alegorías cuyo verdaderosentidonadiedejarádecomprender.Inclusollegaráapreguntarporquénolohandetenidotodavía.¡Je,je,je…!Yestopuedeocurriralhombremássagaz,aunpsicólogo,aunliterato.Lanaturalezaesunespejo,elespejomásdiáfano,ybastadirigir lavista a él.Pero¿qué le sucede,RodionRomanovitch? ¿Leahogaestaatmósferatalvez?¿Quierequeabralaventana?

—Nosepreocupe—exclamóRaskolnikof,echándosedeprontoa reír—.Leruegoquenosemoleste.

Porfiriosedetuvoanteél,estuvounmomentomirándoleyluegoseechóareírtambién.EntoncesRaskolnikof,cuyarisaconvulsivasehabíacalmado,sepusoenpie.

—PorfirioPetrovitch—dijolevantandolavozyarticulandoclaramentelaspalabras, a pesar del esfuerzo que tenía que hacer para sostenerse sobre sustemblorosaspiernas—,estoysegurodequeustedsospechaquesoyelasesinode la vieja y de su hermanaLisbeth.Y quiero decirle que hace tiempo queestoy harto de todo esto. Si usted se cree con derecho a perseguirme ydetenerme, hágalo. Pero no le permitiré que siga burlándose de mí en mipropiacaraytorturándomecomoloestáhaciendo.

Suslabiosempezaronatemblardepronto;susojos,adespedirllamaradasdecólera,ysuvoz,dominadaporélhastaentonces,empezóavibrar.

—¡Nolopermitiré!—exclamó,descargandoviolentamentesupuñosobrelamesa—.¿Oyeusted,PorfirioPetrovitch?¡Nolopermitiré!

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—¡Señor!Pero¿quédiceusted?¿Quélepasa?—dijoPorfirioPetrovitchconungesto de vivísima inquietud—. ¿Qué tiene usted,mi queridoRodionRomanovitch?

—¡Nolopermitiré!—gritóunavezmásRaskolnikof.

—Nolevantetantolavoz.Nospuedenoír.Vendránaverquépasa,y¿quélesdiremos?¿Nocomprende?

Dijo esto en un susurro, como asustado y acercando su rostro al deRaskolnikof.

—Nolopermitiré,nolopermitiré—repetíaRodiamaquinalmente.

Sinembargo,habíabajadotambiénlavoz.Porfiriosevolviórápidamenteycorrióaabrirlaventana.

—Hay que airear la habitación. Y debe usted beber un poco de agua,amigomío,puesestáverdaderamentetrastornado.

Ya se dirigía a la puerta para pedir el agua, cuando vio que había unagarrafaenunrincón.

—Tenga,bebaunpoco—dijo,corriendohaciaélconlagarrafaenlamano—.Talvezestole…

El temor y la solicitud de Porfirio Petrovitch parecían tan sinceros, queRaskolnikofsequedómirándoleconvivacuriosidad.Sinembargo,noquisobeber.

—Rodion Romanovitch, mi querido amigo, se va usted a volver loco.¡Beba,porfavor!¡Bebaaunquesóloseaunsorbo!

Lepusoalafuerzaelvasoenlamano.Raskolnikofselollevóalabocaydespués,cuandoserecobró,lodepositóenlamesaconungestodehastío.

—Ha tenido usted un amago de ataque —dijo Porfirio Petrovitchafectuosamentey,alparecer,muyturbado—.Semortificausteddetalmodo,quevolveráaponerseenfermo.Nocomprendoqueunapersonasecuidetanpoco.A usted le pasa lo que aDmitri Prokofitch. Precisamente ayer vino averme. Yo reconozco que está en lo cierto cuando me dice que tengo uncaráctercáustico,esdecir,malo.Pero¡quédeduccioneshahecho,Señor!Vinocuando usted se marchó, y durante la comida habló tanto, que yo no pudehacer otra cosa que abrir los brazos para expresar mi asombro. «¡Quéocurrencia! —pensaba—. ¡Señor! ¡Dios mío!» Le envió usted, ¿verdad…?Perosiéntese,amigomío;siéntese,porelamordeDios.

—Yonoloenvié—repusoRaskolnikof—,perosabíaqueteníaquevenirasucasayporquémotivo.

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—¿Conquelosabía?

—Sí.¿Quépiensausteddeello?

—Ya se lo diré, pero antes quiero que sepa, mi querido RodionRomanovitch,queestoyenteradodequeustedpuedejactarsedeotrasmuchashazañas.Mejordicho,estoyalcorrientede todo.Séquefueustedaalquilaruna habitación al anochecer, y que tiró del cordón de la campanilla, y queempezó a hacer preguntas sobre las manchas de sangre, lo que dejóestupefactosalosempapeladoresyalportero.Comprendosuestadodeánimo,esdecir,elestadodeánimoenquesehallabaaqueldíaperonoporesodejadeser cierto que va usted a volverse loco, sin duda alguna, si sigue usted así.Acabaráperdiendolacabeza,yaloverá.Unanobleindignaciónhacehervirsusangre.Ustedestáirritado,enprimerlugarcontraeldestino,despuéscontralapolicía.Poresovausteddeunladoaotrotratandodedespertarsospechasenlagente.Quiere terminarcuantoantes,puesestáustedhartode sospechasycomadreos estúpidos. ¿Verdad que no me equivoco, que he interpretadoexactamentesuestadodeánimo?

»Pero si sigue así, no será usted solo el que se volverá loco, sino quetrastornaráalbuenodeRasumikhine,ynomenegaráustedquenoestaríanadabienhacerperderlacabezaaesemuchachotansimpático.Ustedestáenfermo;éltieneunexcesodebondad,yprecisamenteesabondadesloqueleexponeacontagiarse.Cuandosehaya tranquilizadoustedunpoco,miqueridoamigo,ya le contaré…Pero siéntese, por el amor deDios. Descanse un poco. Estáustedblancocomolacal.Siéntese,hagaelfavor.

Raskolnikofobedeció.Eltemblorquelehabíaasaltadosecalmabapocoapocoylafiebreseibaapoderandodeél.Peseasuvisibleinquietud,escuchabaconprofundasorpresalasmuestrasdeinterésdePorfirioPetrovitch.Peronodaba fe a sus palabras, a pesar de que experimentaba una tendenciainexplicable a creerle. La alusión inesperada de Porfirio al alquiler de lahabitaciónlehabíaparalizadodeasombro.

«¿Cómosehabráenteradodeestoyporquémelohabrádicho?»

—Duranteelejerciciodemiprofesión—continuóinmediatamentePorfirioPetrovitch—, he tenido un caso análogo, un caso morboso. Un hombre seacusódeun asesinatoquenohabía cometido.Era juguetedeunaverdaderaalucinación.Exponíahechos, los refería,confundíaa todoelmundo.Y todoesto, ¿por qué? Porque indirectamente y sin conocimiento de causa habíafacilitadolaperpetracióndeuncrimen.Cuandosediocuentadeello,sesintiótanapenado,seapoderódeéltalangustia,queseimaginóqueeraelasesino.Alfin,elSenadoaclaróelasuntoyelinfelizfuepuestoenlibertad,pero,denohaberintervenidoelSenado,nohabríahabidosalvaciónparaél.Puesbien,amigomío,tambiénaustedselepuedetrastornareljuiciosiponesusnervios

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entensiónyendoatirardelcordóndeunacampanillaalanocheceryhaciendopreguntas sobremanchas de sangre…En la práctica demi profesiónme hasido posible estudiar estos fenómenos psicológicos. Lo que nuestro hombresienteesunvértigoparecidoalqueimpulsaaciertaspersonasaarrojarseporuna ventana o desde lo alto de un campanario; una especie de atracciónirresistible; una enfermedad, Rodion Romanovitch, una enfermedad y nadamásqueunaenfermedad.Usteddescuidalasuyademasiado.Debeconsultaraunbuenmédicoynoaesetiporollizoquelovisita…Usteddeliraaveces,yesemalnotienemásorigenqueeldelirio…

Momentáneamente,Raskolnikofcreyóverquetododabavueltas.

«¿Esposiblequeestéfingiendo?¡No,noesposible!»,sedijo,rechazandocontodassusfuerzasunpensamientoque—sedabaperfectacuentadeello—amenazabahacerleenloquecerdefuror.

—En aquellos momentos, yo no estaba bajo los efectos del delirio,procedía con plena conciencia de mis actos —exclamó, pendiente de lasreaccionesdePorfirioPetrovitch,ensudeseodedescubrirsusintenciones—.Conservabatodamirazón,todamirazón,¿oyeusted?

—Sí, looigoy locomprendo.Ya lodijoustedayer,e insistiósobreestepunto.Yocomprendoanticipadamentetodoloqueustedpuededecir.Óigame,Rodion Romanovitch, mi querido amigo: permítame hacerle una nuevaobservación.Siustedfueseelculpableoestuviesemezcladoenestemalditoasunto,¿habríadichoqueconservabaplenamentelarazón?Yocreoque,porelcontrario, usted habría afirmado, y se habría aferrado a su afirmación, queusted no se daba cuenta de lo que hacía. ¿No tengo razón?Dígame, ¿no latengo?

Eltonodelapreguntadejabaentreverunacelada.Raskolnikofserecostóen el respaldo del sofá para apartarse de Porfirio, cuyo rostro se habíaacercado al suyo, y le observó en silencio, con una mirada fija y llena deasombro.

—AlgoparecidopuededecirsedelavisitadeRasumikhine.Siustedfueseelculpable,habríadichoqueélhabíavenidoamicasaporimpulsopropioyhabríaocultadoqueusted lehabía incitadoahacerlo.Sinembargo,ustedhadichoqueRasumikhinevinoavermeporqueustedloenvió.

Raskolnikofseestremeció.Élnohabíahechoafirmaciónsemejante.

—Sigue ustedmintiendo—dijo, esbozando una sonrisa de hastío y convozlentaydébil—.Ustedquieredemostrarmequeleeenmipensamiento,quepuedepredecir todasmis respuestas—añadió,dándosecuentadequeyaeraincapaz de medir sus palabras—. Usted quiere asustarme; usted se estáburlandodemí,sencillamente.

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Mientrasdecíaestonoapartabalavistadeljuezdeinstrucción.Desúbito,unterriblefurorfulguróensusojos.

—Estádiciendounamentiratrasotra—exclamó—.Ustedsabemuybienquelamejortácticaquepuedeseguirunculpableessujetarsealaverdadtantocomoseaposible…,declarartodoaquelloquenopuedaocultarse.¡Nolecreoausted!

—¡Quéveleta esusted!—dijoPorfirio conuna risitamordaz—.Nohaymediodeentenderseconusted.Estádominadoporunaideafija.¿Nomecree?Pues yo creo que empieza usted a creerme. Con diez centímetros de femebastaráparaconseguirquelleguealmetroymecreadeltodo.Porqueletengoverdaderoafectoysólodeseosubien.

LoslabiosdeRaskolnikofempezaronatemblar.

—Sí, le tengo verdadero afecto —prosiguió Porfirio, apretandoamistosamente el brazo del joven—, y no se lo volveré a repetir. Además,tengaencuentaquesufamiliahavenidoaverle.Pienseenella.Usteddeberíahacertodoloposibleparaquesumadreysuhermanasesintierandichosasy,porelcontrario,sólolescausainquietudes…

—Esonoleimporta.¿Cómosehaenteradousteddeestascosas?¿Porquémevigilayquéinteréstieneenqueyolosepa?

—Perooigausted,óigame,amigomío: si sé todoestoes sóloporusted.Ustednosedacuentadeque,cuandoestánervioso,locuentatodo,lomismoamí que a los demás. Rasumikhine me ha contado también muchas cosasinteresantes…Cuandoustedmehainterrumpido,ibaadecirleque,apesardesuinteligencia,sudesconfianzaleimpideverlascosascomoson…Levoyaponerunejemplo,volviendoanuestroasunto.Lodelcordóndelacampanillaes un detalle de valor extraordinario para un juez que está instruyendo unsumario. Y usted se lo refiere a este juez con toda franqueza, sin reservaalguna. ¿No deduce usted nada de esto? Si yo le creyera culpable, ¿habríaprocedidocomolohehecho?Porelcontrario,habríaprocuradoahuyentarsudesconfianza,nodejarleentreverqueestabaalcorrientedeestedetalle,paraarrojarle al rostro,de súbito, lapregunta siguiente:«¿Quéhaciausted, entrediezyonce,enlashabitacionesdelasvíctimas?¿Yporquétiródelcordóndelacampanillayhablódelasmanchasdesangre?¿Yporquédijoalosporterosquelellevaranalacomisaría?»Heaquícómohabríaprocedidoyosihubieraabrigado la menor sospecha contra usted: le habría sometido a uninterrogatorioentodaregla.Yhabríadispuestoqueseefectuaraunregistroenla habitación que tiene alquilada, y habría ordenado que le detuvieran…Elhechodequehayaobradodeotromodoesbuenapruebadequenosospechodeusted.Peroustedhaperdidoelsentidodelarealidad,lorepito,yesincapazdevernada.

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Raskolnikof temblabadepiesacabeza,y tanviolentamente,quePorfirioPetrovitchnopudomenosdenotarlo.

—Nohaceustedmásquementir—repitióresueltamente—.Ignoroloquepersigueconsusmentiras,perosigueustedmintiendo.Nohablabaasíhaceunmomento;poresonopuedoequivocarme…¡Mienteusted!

—¿Que miento? —replicó Porfirio, acalorándose visiblemente, peroconservando su acento irónico y jovial y no dando, al parecer, ningunaimportanciaalaopiniónqueRaskolnikoftuvieradeél—.¿Cómopuededeciresosabiendocómoheprocedidoconusted?¡Yo,eljuezdeinstrucción,lehesugerido todos los argumentos psicológicos que podría usted utilizar: laenfermedad, el delirio, el amor propio excitado por el sufrimiento, laneurastenia,yesospolicías…!¡Je, je, je…!Sinembargo,dichoseadepaso,esosmediosdedefensanotienenningunaeficacia.Sonarmasdedosfilosypueden volverse contra usted. Usted dirá: «La enfermedad, el desvarío, laalucinación…Nomeacuerdodenada.»Ylecontestarán:«Todoesoestámuybien, amigo mío; pero ¿por qué su enfermedad tiene siempre las mismasconsecuencias,porquéleproduceprecisamenteesetipodealucinación?»Estaenfermedadpodíatenerotrasmanifestaciones,¿noleparece?¡Je,je,je!

Raskolnikoflemirócondespectivaarrogancia.

—En resumidas cuentas—dijo firmemente, levantándose y apartando aPorfirio—,yoquierosaberclaramentesimepuedoconsideraronoalmargendetodasospecha.Dígamelo,PorfirioPetrovitch;dígameloahoramismoysinrodeos.

—Ahora me sale con una exigencia. ¡Hasta tiene exigencias, Señor!—exclamó Porfirio Petrovitch con perfecta calma y cierto tonillo de burla—.Pero ¿a qué vienen esas preguntas? ¿Acaso sospecha alguien de usted? Secomportacomounniñocaprichosoquequiere tocarel fuego.¿Yporquéseinquietausteddeesemodoyvieneavisitarnoscuandonadielellama?

—¡Le repito —replicó Raskolnikof, ciego de ira— que no puedosoportar…!

—¿Laincertidumbre?—leinterrumpióPorfirio.

—¡Nomesaquedequicio!¡Noselopuedopermitir!¡Deningúnmodolopermitiré!¿Lohaoído?¡Deningúnmodo!

YRaskolnikofdiounfuertepuñetazoenlamesa.

—¡Silencio!Hablemásbajo.Se lodigoenserio.Procure reprimirse.Noestoybromeando.

AldecirestoPorfirio,susemblantehabíaperdidosuexpresióndetemorydebondad.Ahoraordenabafrancamente,severamente,conlascejasfruncidas

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yungestoamenazador.Parecíahaber terminadocon lassimplesalusionesylos misterios y estar dispuesto a quitarse la careta. Pero esta actitud fuemomentánea.

Raskolnikofsesintióinteresadoalprincipio;después,desúbito,notóquela ira le dominaba. Sin embargo, aunque su exasperación había llegado allímite,obedeció—cosaextraña—laordendebajarlavoz.

—No me dejaré torturar —murmuró en el mismo tono de antes. Peroadvertía, con unamezcla de amargura y rencor, que no podía obrar de otromodo, y esta convicción aumentaba su cólera—. Deténgame —añadió—,regístremesiquiere;peroaténgasea las reglasyno juegueconmigo. ¡Se loprohíbo!

—Nadadereglas—respondióPorfirio,queseguíasonriendoburlonamenteymirabaaRaskolnikofconcierto júbilo—.Le invitéavenir avermecomoamigo.

—Noquieroparanadasuamistad,ladesprecio.¿Oyeusted?Yahoracojomi gorra y me marcho. Veremos qué dice usted, si tiene intención dearrestarme.

Cogiósugorraysedirigióalapuerta.

—¿No quiere ver la sorpresa que le he reservado? —le dijo PorfirioPetrovitch,consu irónicasonrisitaycogiéndoledelbrazo,cuandoyaestabaante la puerta. Parecía cada vez más alegre y burlón, y esto ponía aRaskolnikoffueradesí.

—¿Unasorpresa?¿Quésorpresa?—preguntóRodia,fijandoeneljuezdeinstrucciónunamiradallenadeinquietud.

—Unasorpresaqueestádetrásdeesapuerta…¡Je,je,je!

Señalabalapuertacerradaquecomunicabaconsushabitaciones.

—Inclusolaheencerradobajollaveparaquenoseescape.

—¿Quédemoniossetraeustedentremanos?

Raskolnikofseacercóalapuertaytratódeabrirla,peronolefueposible.

—Estácerradaconllaveylallavelatengoyo—dijoPorfirio.

Y,enefecto,lemostróunallavequeacababadesacardelbolsillo.

—Nohacesmásquementir—gruñóRaskolnikofsinpoderdominarse—.¡Mientes,mientes,malditopolichinela!

Y se arrojó sobre el juez de instrucción, que retrocedió hasta la puerta,aunquesindemostrartemoralguno.

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—¡Comprendo tu táctica! ¡Lo comprendo todo! —siguió vociferandoRaskolnikof—. Mientes y me insultas para irritarme y que diga lo que nodebo.

—¡Pero si usted no tiene nada que ocultar, mi querido RodionRomanovitch!¿Porquéseexcitadeesemodo?Nogritemásollamo.

—¡Mientes,mientes!¡Nopasaránada!¡Yapuedesllamar!Sabesqueestoyenfermo y has pretendido exasperarme, aturdirme, para que diga lo que nodebo.Éstehasidotuplan.Notienespruebas;loúnicoquetienessonmíserassospechas, conjeturas tan vagas como las de Zamiotof. Tú conocías micarácter y me has sacado demis casillas para que aparezcan de pronto lospopes y los testigos. ¿Verdad que es éste tu propósito? ¿Qué esperas parahacerlosentrar?¿Dóndeestán?¡Ea!Dilesdeunavezquepasen.

—Pero¿quédiceusted?¡Quéideastiene,amigomío!Nosepuedenseguirlasreglastanciegamentecomoustedcree.Ustednoentiendedeestascosas,querido. Las reglas se seguirán en el momento debido. Ya lo verá por suspropiosojos.

YPorfirioparecíaprestaratenciónaloquesucedíadetrásdelapuertadeldespacho.

Enefecto,seoyeronruidosprocedentesdelapiezavecina.

—Ya vienen —exclamó Raskolnikof—. Has enviado por ellos…Losesperabas…Loteníastodocalculado…Bien,hazlosentraratodos;hazentraralostestigosyaquienquieras…Estoypreparado.

Pero en ese momento ocurrió algo tan sorprendente, tan ajeno al cursoordinariodelascosas,que,sinduda,niPorfirioPetrovitchniRaskolnikoflohabríanpodidopreverjamás.

CAPÍTULO6

He aquí el recuerdo que esta escena dejó en Raskolnikof. En la piezainmediataaumentóelruidorápidamenteylapuertaseentreabrió.

—¿Quépasa?—gritóPorfirioPetrovitch, contrariado—.Yaheadvertidoque…

Nadie contestó, pero fue fácil deducir que tras la puerta había variaspersonasquetratabandeimpedirelpasoaalguien.

—¿Quieren decir de una vez qué pasa?—repitió Porfirio, perdiendo lapaciencia.

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—EsqueestáaquíelprocesadoNicolás—dijounavoz.

—Nolonecesito.Queselolleven.

Pero,actoseguido,Porfiriocorrióhacialapuerta.

—¡Esperen!¿Aquéhavenido?¿Quésignificaestedesorden?

—EsqueNicolás…—empezóadecirelmismoquehabíahabladoantes.

Peroseinterrumpiódesúbito.Entonces,yduranteunossegundos,seoyóel fragor de una verdadera lucha. Después pareció que alguien rechazabaviolentamente a otro, y, seguidamente, un hombre pálido como un muertoirrumpióeneldespacho.

Elaspectodeaquelhombreeraimpresionante.Mirabafijamenteantesíyparecíanoveranadie.Susojosteníanunbrilloderesolución.Sinembargo,susemblanteestabalívidocomoeldelcondenadoamuertealquellevanavivafuerzaalpatíbulo.Suslabios,sincolor,temblabanligeramente.

Eramuyjovenyvestíaconlamodestiadelagentedelpueblo.Delgado,detallamedia,cabellocortadoalrape,rostroenjutoyfinasfacciones.Elhombreal que acababa de rechazar entró inmediatamente tras él y le cogió por unhombro. Era un gendarme. Pero Nicolás consiguió desprenderse de élnuevamente.

Algunoscuriosossehacinaronenlapuerta.Losmásosadospugnabanporentrar. Todo esto había ocurrido en menos tiempo del que se tarda endescribirlo.

—¡Fuera de aquí! ¡Espera a que te llamen! ¿Por qué lo han traído?—exclamóeljuez,sorprendidoeirritado.

Depronto,Nicolássearrodilló.

—¿Quéhaces?—exclamóPorfirio,asombrado.

—¡Soy culpable! ¡He cometido un crimen! ¡Soy un asesino! —dijoNicolásconvozjadeanteperoenérgica.

Durantediez segundos reinóen la estanciaun silencioabsoluto, comositodoslospresenteshubieranperdidoelhabla.Elgendarmehabíaretrocedido:sin atreverse a acercarse a Nicolás, se había retirado hacia la puerta y allípermanecíainmóvil.

—¿Quédices?—preguntóPorfiriocuandologrósalirdesuasombro.

—Yo…soy…unasesino—repitióNicolástrasunapausa.

—¿Tú? —exclamó el juez de instrucción, dando muestras de grandesconcierto—.¿Aquiénhasmatado?

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Trasunmomentodesilencio,Nicolásrespondió:

—AAlenaIvanovnayasuhermanaLisbethIvanovna.Lasmaté…conunhacha.Noestabaenmijuicio—añadió.

Yguardósilencio,sinlevantarse.

PorfirioPetrovitch estuvounmomento sumido enprofundas reflexiones.Después, con un violento ademán, ordenó a los curiosos que semarcharan.Éstosobedecieronenelactoylapuertasecerrótrasellos.Entonces,PorfiriodirigióunamiradaaRaskolnikof,quepermanecíadepieenunrincónyqueobservabaaNicoláspetrificadodeasombro.Eljuezdeinstruccióndiounpasohaciaél,pero,comocambiandodeidea,sedetuvo,mirándole.DespuésvolviólosojoshaciaNicolás,luegomiródenuevoaRaskolnikofyalfinseacercóalpintorconunaespeciedearrebato.

—Yadirássiestabasonoen tu juiciocuandose lopregunte—exclamó,irritado—.Nadietehapreguntadonadasobreeseparticular.Contestaaesto:¿hascometidouncrimen?

—Sí,soyunasesino;loconfieso—repusoNicolás.

—¿Quéarmaempleaste?

—Unhachaquellevabaconmigo.

—¡Conquérapidezrespondes!¿Solo?

Nicolásnocomprendiólapregunta.

—Digoquesituvistecómplices.

—No,Mitriesinocente.Notuvoningunaparticipaciónenelcrimen.

—NoteprecipitesahablardeMitri…Sinembargo,habrásdeexplicarmecómobajastelaescalera.Losporterososvieronalosdosjuntos.

—CorríhastaalcanzaraMitri.Medijequedeestemodonosesospecharíade mí —respondió Nicolás al punto, como quien recita una lección bienaprendida.

—La cosa está clara: repite una serie de palabras que ha estudiado —murmuróparasíeljuezdeinstrucción.

En esto, su vista tropezó con Raskolnikof, de cuya presencia se habíaolvidado, tan profunda era la emoción que su escena con Nicolás le habíaproducido.

Al ver a Raskolnikof volvió a la realidad y se turbó. Se fue hacia él,presuroso.

—RodionRomanovitch,amigomío,perdóneme…Yaveustedque…Usted

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no tiene nada que hacer aquí…Yo soy el primer sorprendido, como puedeustedver…Váyase,seloruego…

Ylecogiódelbrazo,indicándolelapuerta.

—Estoha sido inesperadopara usted, ¿verdad?—dijoRaskolnikof, que,dándosecuentadetodo,habíacobradoánimos.

—Tampocoustedloesperaba,amigomío.Sumanotiembla.¡Je,je,je!

—Tambiénustedestátemblando,PorfirioPetrovitch.

—Desdeluego,nohasidounasorpresaparamí.

Estaban ya junto a la puerta. Porfirio esperaba con impaciencia que semarcharaRaskolnikof.Eljovenpreguntódepronto:

—Entonces,¿nomemuestraustedlasorpresa?

—¡Le están castañeteando los dientes y miren ustedes cómo habla! ¡Esustedunhombrecáustico!¡Bueno,hastalavista!

—Yocreoqueseríamejorquenosdijéramosadiós.

—Será lo queDios quiera, lo queDios quiera—gruñóPorfirio con unasonrisasarcástica.

Alcruzarlaoficina,Raskolnikofadvirtióquevariosempleadoslemirabanfijamente.Alllegaralaantesalavioque,entreotraspersonas,estabanlosdosporterosdelacasadelcrimen,aquellosalosqueélhabíapedidodíasatrásquelo llevaran a la comisaría. De su actitud se deducía que esperaban algo.Apenasllegóalaescalera,oyóquelellamabaPorfirioPetrovitch.Sevolvióyvioqueeljuezdeinstruccióncorríahaciaél,jadeante.

—Sólo dos palabras, Rodion Romanovitch. Este asunto terminará comoDios quiera, pero yo tendré que hacerle todavía, por pura fórmula, algunaspreguntas.Nosvolveremosaver,¿no?

Porfiriosehabíadetenidoanteél,sonriente.

—¿No?—repitió.

Alparecer,deseabaañadiralgo,peronodijonadamás.

—Perdónemepormi conducta de hace unmomento—dijoRaskolnikof,que había recobrado la presencia de ánimo y experimentaba un deseoirresistible de fanfarronear ante el magistrado—. He estado demasiadovehemente.

—No tiene importancia —repuso Porfirio con excelente humor—.También yo tengo un carácter bastante áspero; lo reconozco. Ya nosvolveremosaver,siDiosquiere.

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—Yterminaremosdeconocernos—dijoRaskolnikof.

—Sí—convinoPorfirio,mirándoleseriamente,conlosojosentornados—.Ahoravaustedaunafiestadecumpleaños,¿no?

—No;aunentierro.

—¡Ah,sí!Aunentierro…Cuídese,créame;cuídese.

—Yo no sé qué desearle—dijo Raskolnikof, que ya había empezado abajar la escalera y se había vuelto de pronto—. Quisiera poderle deseargrandeséxitos,peroyaveustedque sus funciones resultanavecesbastantecómicas.

—¿Cómicas?—exclamóeljuezdeinstrucción,queyasedisponíaavolverasudespacho,peroquesehabíadetenidoaloírlaréplicadeRaskolnikof.

—Sí.AhítieneustedaesepobreNicolás,alquehabráatormentadoustedconsusmétodospsicológicoshastahacerleconfesar.Sinduda,ustedlerepetíaatodashorasyentodoslostonos:«Eresunasesino,eresunasesino.»Yahoraquehaconfesado,empiezaustedatorturarloconestaotracanción:«Mientes;no eres un asesino, no has cometido ningún crimen; dices una lecciónaprendida de memoria.» Después de esto, usted no puede negar que susfuncionesresultanavecesbastantecómicas.

—¡Je,je,je!YaveoqueustedsehadadocuentadequehedichoaNicolásquerepetíapalabrasaprendidasdememoria.

—¡Claroquemehedadocuenta!

—¡Je,je!Esustedmuysutil.Noseleescapanada.Además,poseeustedunaperspicacia especialpara captar losdetalles cómicos. ¡Je, je!MeparecequeeraGogolelescritorquesedistinguíaporestamismaaptitud.

—Sí,eraGogol.

—¿Verdadquesí?Bueno,hastaquetengaelgustodevolverleaver.

Raskolnikofvolvióinmediatamenteasucasa.Estabatansorprendido,tandesconcertado ante todo lo que acababa de suceder, que, apenas llegó a suhabitación, se dejó caer en el diván y estuvo un cuarto de hora tratando deserenarse y de recobrar la lucidez. No intentó explicarse la conducta deNicolás: estaba demasiado confundido para ello. Comprendía que aquellaconfesiónencerrabaunmisterioqueélnoconseguiríadescifrar,porlomenosenaquellosmomentos.Sinembargo,estadeclaracióneraunarealidadcuyasconsecuenciasveíaclaramente.Nocabíadudadequeaquellamentiraacabaríapordescubrirse,yentoncesvolveríanapensarenél.Mas,entretanto,estabaen libertad y debía tomar sus precauciones ante el peligro que juzgabainminente.

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Pero ¿hasta qué punto estaba en peligro? La situación empezaba aaclararse. No pudo evitar un estremecimiento de inquietud al recordar laescenaquesehabíadesarrolladoentrePorfirioyél.Claroquenopodíapreverlas intencionesdel juezde instrucciónni adivinar suspensamientos,pero loquehabíasacadoenclarolepermitíacomprenderelpeligroquehabíacorrido.Poco lehabía faltadoparaperderse irremisiblemente.El temiblemagistrado,queconocíalairritabilidaddesucarácterenfermizo,sehabíalanzadoafondo,demasiadoaudazmentetalvez,perocasisinriesgo.Sinduda,él,Raskolnikof,se había comprometido desde el primer momento, pero las imprudenciascometidasnoconstituíanpruebascontraél,ytodasuconductateníaunvalormuyrelativo.

Pero ¿no se equivocaría en sus juicios? ¿Qué fin perseguía el juez deinstrucción? ¿Sería verdad que le había preparado una sorpresa? ¿En quéconsistiría? ¿Cómo habría terminado su entrevista con Porfirio si no sehubieseproducidolaespectacularaparicióndeNicolás?

Porfirionohabíadisimuladosujuego;tácticaarriesgada,perocuyoriesgohabía decidido correr. Raskolnikof no dejaba de pensar en ello. Si el juezhubiera tenido otros triunfos, se los habría enseñado igualmente. ¿Qué seríaaquella sorpresa que le reservaba? ¿Una simple burla o algo que tenía susignificado? ¿Constituiría una prueba? ¿Contendría, por lo menos, algunaacusación…? ¿El desconocido del día anterior? ¿Cómo se explicaba quehubieradesaparecidodeaquelmodo?¿Dóndeestaría?SiPorfirioteníaalgunaprueba,debíadeestarrelacionadaconaquelhombremisterioso.

Raskolnikof estaba sentado en el diván, con los codos apoyados en lasrodillasylacaraenlasmanos.Untemblornerviososeguíaagitandotodosucuerpo. Al fin se levantó, cogió la gorra, se detuvo un momento parareflexionarysedirigióalapuerta.

Consideraba que, por lo menos durante todo aquel día, estaba fuera depeligro. De pronto experimentó una sensación de alegría y le acometió eldeseodetrasladarselomásrápidamenteposibleacasadeCatalinaIvanovna.Desdeluego,erayademasiadotardeparairalentierro,perollegaríaatiempoparalacomidayveríaaSonia.

Volvióadetenerseparareflexionaryesbozóunasonrisadolorosa.

—Hoy,hoy—murmuró—.Hoymismo.Esnecesario…

Yasedisponíaaabrirlapuerta,cuandoéstaseabriósinqueéllatocase.Se estremeció y retrocedió rápidamente. La puerta se fue abriendo poco apoco, sin ruido,ydesúbitoapareció la figuradelpersonajedeldíaanterior,delhombrequeparecíahabersurgidodelatierra.

Eldesconocidosedetuvoenelumbral,miróensilencioaRaskolnikofy

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diounpasohaciaelinteriordelaposento.

Vestíaexactamenteigualquelavíspera,perosusemblanteylaexpresiónde su mirada habían cambiado. Parecía profundamente apenado. Tras unossegundosde silencio, lanzóun suspiro.Sólo le faltaba llevarse lamanoa lamejillayvolverlacabezaparaparecerunapobremujerdesolada.

—¿Quédeseausted?—preguntóRaskolnikof,paralizadodeespanto.

Elreciénllegadonocontestó.Deprontohizounareverenciatanprofunda,quesumanoderechatocóelsuelo.

—¿Quéhaceusted?—exclamóRaskolnikof.

—Mesientoculpable—dijoeldesconocidoenvozbaja.

—¿Dequé?

—Depensarmal.

Cruzaronunamirada.

—Yo no estaba tranquilo…Cuando llegó usted, el otro día, seguramenteembriagado,ydijo a losporterosque lo llevarana la comisaría, despuésdehaberinterrogadoalospintoressobrelasmanchasdesangre,mecontrarióquenolehicierancasoporcreerqueestabaustedbebido.Estomeatormentódetalmodo,quenopudedormir.Ycomomeacordabadesudirección,decidimosvenirayerapreguntar…

—¿Quién vino? —le interrumpió Raskolnikof, que empezaba acomprender.

—Yo.Porlotanto,soyyoelqueleinsultó.

—Entonces,¿viveustedenaquellacasa?

—Sí, y estaba en el portal conotras personas. ¿No se acuerda?Hace yamuchotiempoquevivoytrabajoenaquellacasa.Tengoeloficiodepeletero.Loquemásmeinquietaes…

Raskolnikof se acordó de súbito de toda la escena de la antevíspera.Efectivamente, en el portal, además de los porteros, había varias personas,hombresymujeres.Unodeloshombreshabíadichoquedebíanllevarlealacomisaría.Norecordabacómoeraelquehabíamanifestadoesteparecer—nisiquieraahorapodíareconocerle—,peroestabasegurodehabersevueltohaciaélyhaberrespondidoalgo…

Sehabíaaclaradoelinquietantemisteriodeldíaanterior.Ylomásnotableera que había estado a punto de perderse por un hecho tan insignificante.Aquelhombreúnicamentepodíahaberreveladoqueél,Raskolnikof,habíaidoallíparaalquilarunahabitaciónyhechociertaspreguntassobrelasmanchas

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de sangre. Por consiguiente, esto era todo lo que Porfirio Petrovitch podíasaber;esdecir,queteníaconocimientodesuaccesodedelirio,perodenadamás,apesardesu«armapsicológicadedosfilos».Enresumidascuentas,queno sabía nada positivo. De modo que, si no surgían nuevos hechos (y nodebían surgir), ¿qué le podían hacer? Aunque llegaran a detenerle, ¿cómopodríanconfundirle?OtracosaquepodíadeducirseeraquePorfirioacababadeenterarsedesuvisitaalaviviendadelasvíctimas.Antesdeveralpeleteronosabíanada.

—¿Ha sidousted el que leha contadohoyaPorfiriomivisita a aquellacasa?—preguntó,obedeciendoaunaidearepentina.

—¿QuiénesPorfirio?

—Eljuezdeinstrucción.

—Sí,yohesido.Comolosporterosnofueron,heidoyo.

—¿Hoy?

—Hellegadounmomentoantesqueustedy loheoído todo:sécómolehantorturado.

—¿Dóndeestabausted?

—Enlaviviendadeljuez,detrásdelapuertainteriordeldespacho.Allíheestadodurantetodalaescena.

—Entonces, ¿era usted la sorpresa? Cuéntemelo todo. ¿Por qué estabaustedescondidoallí?

—Puesverá—dijoelpeletero—.Envistadequelosporterosnoqueríanira dar parte a la policía, con el pretexto de que era tarde y les pondrían devueltaymediaporhaberidoamolestarlosahoratanintempestiva,meindignédetalmodo,quenopudedormir,yayerempecéainformarmeacercadeusted.Hoy, ya debidamente informado, he ido a ver al juez de instrucción. Laprimera vez que he preguntado por él, estaba ausente. He vuelto una horadespuésynomeharecibido.Alfin,alaterceravez,mehanhechopasarasudespacho. Se lo he contado todo exactamente como ocurrió. Mientras meescuchaba,PorfirioPetrovitch ibayvenía apresuradamentepor eldespacho,golpeándoseelpechoconelpuño.«¡Quécosashedehacerporvuestraculpa,cretinos!—exclamó—.Sihubierasabidoestoantes,lohabríahechodetener.»Enseguidasalióprecipitadamentedeldespacho, llamóaalguienysepusoahablar conél enun rincón.Despuésvolvió ami ladoydenuevoempezóahacerme preguntas y a insultarme. Mientras él me dirigía reproche trasreproche, yo se lo he contado todo. Le he dicho que usted se había calladocuandoyoleacusédeasesinoyquenomereconoció.Élhavueltoasusidasyvenidasprecipitadasyadarsegolpesenelpecho,ycuandolehananunciadoa

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usted,havenidohaciamíymehadicho:«Pasadetrásdeesapuertay,oigasloqueoigas,notemuevasdeahí.»Mehatraídounasilla,mehaencerradoymeha advertido: «Tal vez te llame.» Pero cuando ha llegado Nicolás y le hadespedido a usted, en seguida me ha dicho a mí que me marchase,advirtiéndomequetalvezmellamaríaparainterrogarmedenuevo.

—¿HainterrogadoaNicolásdelantedeti?

—Mehahechosalirinmediatamentedespuésdeusted,ysóloentonceshaempezadoainterrogaraNicolás.

Elvisitanteseinclinóotravezhastatocarelsuelo.

—Perdonemidenunciaymimalicia.

—QueDiosloperdone—dijoRaskolnikof.

Elvisitantesevolvióainclinar;aunqueyanotanprofundamente,ysefueapasolento.

«Yanohaymásquepruebasdedoblesentido»,sedijoRaskolnikof,ysaliódesuhabitaciónreconfortado.

«Ahora,acontinuarlalucha»sedijoconunaagriasonrisamientrasbajabala escalera. Se detestaba a sí mismo y se sentía humillado por supusilanimidad.

****

PARTE5

CAPÍTULO1

AldíasiguientedelanochefatalenquehabíarotoconDuniayPulqueriaAlejandrovna, Piotr Petrovitch se despertó de buena mañana. Suspensamientossehabíanaclarado,yhubodereconocer,muyapesarsuyo,queloocurridolavíspera,hechoquelehabíaparecidofantásticoycasiimposibleentonces,eracompletamenterealeirremediable.Lanegraserpientedelamorpropio herido no había cesado de roerle el corazón en toda la noche. Loprimeroquehizoalsaltarde lacamafue iramirarsealespejo: temíahabersufridounderramedebilis.

Afortunadamente, no se había producido tal derrame. Al ver su rostroblanco, de persona distinguida, y un tanto carnoso, se consolómomentáneamente y tuvo el convencimiento de que no le sería difícil

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reemplazaraDuniainclusoconventaja;peroprontovolvióaverlascosastalcomoeran,yentonceslanzóunfuertesalivazo,loquearrancóunasonrisadeburla a su joven amigo y compañero de habitación Andrés SimonovitchLebeziatnikof.PiotrPetrovitch,quehabíaadvertidoestasonrisa,laanotóenéldebe,yabastantecargadodesdehacíaalgúntiempo,deAndrésSimonovitch.

Sucóleraaumentó,ysedijoquenodebióhaberconfiadoasucompañerodehospedajeelresultadodesuentrevistadelanocheanterior.Eralasegundatorpezaquesuirritaciónylanecesidaddeexpansionarse lehabíanllevadoacometer. Para colmode desdichas, el infortunio le persiguió durante toda lamañana. En el Senado tuvo un fracaso al debatirse su asunto. Un últimoincidente colmó su mal humor. El propietario del departamento que habíaalquiladoconmirasasupróximomatrimonio,departamentoquehabíahechorepararacostasuya,senegóenredondoarescindirelcontrato.Estehombreera extranjero, un obrero alemán enriquecido, y reclamaba el pago de losalquileres estipulados en el contrato de arrendamiento, a pesar de que PiotrPetrovitchledevolvíalaviviendatanremozadaqueparecíanueva.Además,elmueblista pretendía quedarsehasta el último rublode la cantidad anticipadaporunosmueblesquePiotrPetrovitchnohabíarecibidotodavía.

«¡Novoyacasarmesóloportenerlosmuebles!»,exclamóparasímientrasrechinabalosdientes.Pero,almismotiempo,unaúltimaesperanza,unalocailusión,pasóporsupensamiento.«¿Esverdaderamente irremediableelmal?¿No podría intentarse algo todavía?» El seductor recuerdo de Dunetchka leatravesóelcorazóncomounaaguja,ysienaquelmomentohubierabastadoun simple deseo para matar a Raskolnikof, no cabe duda de que PiotrPetrovitchlohabríaexpresado.

«Otro error mío ha sido no darles dinero —siguió pensando mientrasregresaba, cabizbajo, al rincóndeLebeziatnikof—. ¿Por qué demonio habrésido tan judío? Mis cálculos han fallado por completo. Yo creía que,dejándolas momentáneamente en la miseria, las preparaba para que luegovieran en mí a la providencia en persona. Y se me han escapado de lasmanos…Sileshubieradado…,¿quédiréyo?,unosmilquinientosrublosparael ajuar, para comprar esas telas y esosmenudos objetos, esas bagatelas, enfin,quesevendenenelbazaringlés,mehabríaconducidoconmáshabilidadyelnegociomehabríaidomejor.Ellasnomehabríansoltadotanfácilmente.Por su manera de ser, después de la ruptura se habrían creído obligadas adevolverme el dinero recibido, y esto no les habría sido ni grato ni fácil.Además, habría entrado en juego su conciencia.Sehabríandichoque cómopodíanromperconunhombrequesehabíamostradotangenerosoydelicadoconellas.Enfin,quehecometidounaverdaderapifia.»

YPiotrPetrovitch,conunnuevorechinardedientes,sellamóimbécilasímismo.

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Despuésdellegaraestaconclusión,volvióasualojamientomásirritadoyfuriosoquecuandohabíasalido.Sinembargo,alpuntodespertósucuriosidadel bullicio que llegaba de las habitaciones de Catalina Ivanovna, donde seestabapreparandolacomidadefunerales.Eldíaanteriorhabíaoídodeciralgode esta ceremonia. Incluso se acordó de que le habían invitado, aunque susmuchaspreocupacioneslehabíanimpedidoprestaratención.

Se apresuró a informarse de todo, preguntando a la señora Lipevechsel,que, por hallarse ausente Catalina Ivanovna (estaba en el cementerio), secuidabadetodoycorreteabaentornoalamesa,yapreparadaparalacolación.Así se enteró Piotr Petrovitch de que la comida de funerales sería un actosolemne. Casi todos los inquilinos, incluso algunos que ni siquiera habíanconocidoaldifunto,estabaninvitados.AndrésSimonovitchLebeziatnikofsesentaríaalamesa,noobstante,surecientedisgustoconCatalinaIvanovna.Aél, Piotr Petrovitch, se le esperaba como al huésped distinguido de la casa.Amalia Ivanovna había recibido una invitación en toda regla a pesar de susdiferenciasconCatalinaIvanovna.Poresoahorasepreocupabadelacomidaconvisiblesatisfacción.Sehabíaarregladocomoparaunagransolemnidad:aunqueibadeluto,lucíaorgullosamenteunflamantevestidodeseda.

TodosestosinformesydetallesinspiraronaPiotrPetrovitchunaideaqueocupaba sumagínmientras regresaba a su habitación, mejor dicho, a la deAndrésSimonovitchLebeziatnikof.

AndrésSimonovitch había pasado toda lamañana en su aposento, no sépor qué motivo. Entre éste y Piotr Petrovitch se habían establecido unasrelaciones sumamente extrañas, pero fáciles de explicar. Piotr Petrovitch leodiaba,ledespreciabaprofundamente,casidesdeelmismodíaenquesehabíainstalado en su habitación; pero, al mismo tiempo, le temía. No eraúnicamentelatacañeríaloquelehabíallevadoahospedarseenaquellacasaasu llegada a Petersburgo. Este motivo era el principal, pero no el único.Estando aún en su localidad provinciana, había oído hablar de AndrésSimonovitch, su antiguo pupilo, al que se consideraba como uno de losjóvenesprogresistasmásavanzadosdelacapital,einclusocomounmiembrodestacado de ciertos círculos, verdaderamente curiosos, que gozaban deextraordinaria reputación. Esto había impresionado a Piotr Petrovitch.Aquellos círculos todopoderosos que nada ignoraban, que despreciaban ydesenmascarabanatodoelmundo,leinfundíanunvagoterror.Claroque,alestar alejadode estos círculos, nopodía formarseuna idea exacta acercadeellos. Había oído decir, como todo el mundo, que en Petersburgo habíaprogresistas,nihilistasytodasuertedeenderezadoresdeentuertos,pero,comolamayoríade lagente,exagerabaelsentidodeestaspalabrasdelmodomásabsurdo.Loquemásleinquietabadesdehacíayatiempo,loquelellenabadeunaintranquilidadexageradaycontinua,eranlasindagacionesquerealizaban

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talespartidos.SóloporestarazónhabíaestadomuchotiemposindecidirseaelegirPetersburgocomocentrodesusactividades.

Estas sociedades le inspiraban un terror que podía calificarse de infantil.Variosañosatrás,cuandocomenzabasucarreraensuprovincia,habíavistoalos revolucionarios desenmascarar a dos altos funcionarios con cuyaproteccióncontaba.Unodeestoscasosterminódelmodomásescandalosoencontra del denunciado; el otro había tenido también un final sumamenteenojoso.DeaquíquePiotrPetrovitch,apenasllegadoaPetersburgo,procuraseenterarsede las actividadesde tales asociaciones: así, en casodenecesidad,podríapresentarsecomosimpatizanteyasegurarselaaprobacióndelasnuevasgeneraciones.ParaestohabíacontadoconAndrésSimonovitch,yquesehabíaadaptadorápidamenteallenguajedelosreformadoreslodemostrabasuvisitaaRaskolnikof.

PeroenseguidasediocuentadequeAndrésSimonovitchnoerasinounpobre hombre, una verdadera mediocridad. No obstante, ello no alteró susconvicciones ni bastó para tranquilizarle. Aunque todos los progresistashubieransidoigualmenteestúpidos,suinquietudnosehabríacalmado.

Aquellasdoctrinas,aquellas ideas,aquellossistemas(con losqueAndrésSimonovitch le llenaba la cabeza) no le impresionaban demasiado. Sólodeseaba poder seguir el plan que se había trazado, y, en consecuencia,únicamente le interesaba saber cómo se producían los escándalos citadosanteriormente y si los hombres que los provocaban eran verdaderamentetodopoderosos. En otras palabras, ¿tendríamotivos para inquietarse si se ledenunciaba cuando emprendiera algún negocio? ¿Por qué actividades se lepodía denunciar? ¿Quiénes eran los que atraían la atención de semejantesinspectores? Y, sobre todo, ¿podría llegar a un acuerdo con talesinvestigadores,comprometiéndolos,almismotiempo,ensusasuntos,sieranenverdadtantemibles?¿Seríaprudenteintentarlo?¿Noselespodríainclusoutilizar para llevar a cabo los propios proyectos? Piotr Petrovitch se habríapodidohacerotrasmuchaspreguntascomoéstas…

Andrés Simonovitch era un hombrecillo enclenque, escrofuloso, quepertenecía al cuerpo de funcionarios y trabajaba en una oficina pública. Sucabelloeradeunrubiocasiblancoylucíaunaspobladaspatillasdelasquesesentía sumamente orgulloso. Casi siempre tenía los ojos enfermos. En elfondo,eraunabuenapersona,perosulenguaje,deunapresunciónquerayabaen la pedantería, contrastaba grotescamente con su esmirriada figura. Se leconsiderabacomounodelosinquilinosmásdistinguidosdeAmaliaIvanovna,yaquenoseembriagabaypagabapuntualmenteelalquiler.

Pesea todasestascualidades,AndrésSimonovitcherabastantenecio.Suafiliaciónalpartidoprogresistaobedecióaunimpulsoirreflexivo.Eraunode

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esos innumerables pobres hombres, de esos testarudos ignorantes que seapasionanporcualquier tendenciademoda,paraenvilecerlaydesacreditarlaen seguida. Estos individuos ponen en ridículo todas las causas, aunque avecesseentreganaellasconlamayorsinceridad.

DigamosademásqueLebeziatnikof,apesardesubuencarácter,empezabatambiénanopodersoportarasuhuéspedyantiguotutorPiotrPetrovitch:laantipatía había surgido espontánea y recíprocamente por ambas partes. Porpoco perspicaz que fuera,AndrésSimonovitch se había dado cuenta de quePiotrPetrovitchno era sincero conél y ledespreciaba secretamente; enunapalabra,queteníaantesíaunhombredistintodelqueLujineaparentabaser.Había intentadoexponerle el sistemadeFouriery la teoríadeDarwin, peroPiotr Petrovitch le escuchaba con un gesto sarcástico desde hacía algúntiempo, y últimamente incluso le respondía con expresiones insultantes. Enresumen, que Lujine se había dado cuenta de queAndrés Simonovitch era,además de un imbécil, un charlatán que no tenía la menor influencia en elpartido.Sólosabíalascosasporconductossumamenteindirectos,einclusoensu misión especial, la de la propaganda, no estaba muy seguro, pues solíaarmarseverdaderosenredosensusexplicaciones.Porconsiguiente,noeradetemercomoinvestigadoralserviciodelpartido.

Digamos de paso que Piotr Petrovitch, al instalarse en casa deLebeziatnikof, sobre todo en los primeros días, aceptaba de buen grado loscumplimientos, verdaderamente extraños, de su patrón, o, por lomenos, noprotestabacuandoAndrésSimonovitchleconsiderabadispuestoafavorecerelestablecimiento de una nueva commune en la calle de los Bourgeois, o aconsentir queDunetchka tuviera un amante almes de casarse con ella, o acomprometerse a no bautizar a sus hijos. Le halagaban de tal modo lasalabanzas, fuera cual fuere su condición, que no rechazaba estoscumplimientos.

Aquella mañana había negociado varios títulos y, sentado a la mesa,contabalosfajosdebilletesqueacababaderecibir.AndrésSimonovitch,quecasisiempreandabaescasodedinero,sepaseabaporlahabitación,fingiendomiraraquellospapelesconunaindiferenciarayanaeneldesdén.Desdeluego,PiotrPetrovitchnoadmitíaenmodoalgunolasinceridaddeestaindiferencia,yLebeziatnikof,ademásdecomprenderestaactituddeLujinesedecía,nosinamargura, que aun se complacía en mostrarle su dinero para mortificarle,hacerle sentir su insignificancia y recordarle la distancia que los bienes defortunaestablecíanentreambos.

Andrés Simonovitch advirtió que aquella mañana su huésped apenas leprestaba atención, a pesar de que él había empezado a hablarle de su temafavorito:elestablecimientodeunanuevacommune.

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Las objeciones y las lacónicas réplicas que lanzaba de vez en cuandoLujine sin interrumpir sus cuentas parecían impregnadas de una conscienteironíaqueseconfundíacon la faltadeeducación.PeroAndrésSimonovitchatribuía estas muestras de mal humor al disgusto que le había causado surupturaconDunetchka,temaqueardíaendeseosdeabordar.Considerabaquepodíaexponersobreestacuestiónpuntosdevistaprogresistasqueconsolaríana su respetable amigo y prepararían el terreno para su posterior filiación alpartido.

—¿Sabe usted algo de la comida de funerales que da esa viuda vecinanuestra?—preguntó Piotr Petrovitch, interrumpiendo a Lebeziatnikof en elpuntomásinteresantedesusexplicaciones.

—Pero¿noseacuerdadequelehablédeestoayeryledimiopiniónsobretales ceremonias…?Además, la viuda le ha invitado a usted. Incluso hablóustedconellaayer.

—Esincreíblequeesaimbécilsehayagastadoenunacomidadefuneralestodo el dinero que le dio ese otro idiota: Raskolnikof. Me he quedadoestupefactoalverhaceunrato,alpasar,esospreparativos,esasbebidas…Hainvitadoavariaspersonas.Eldiablosabráporquélohace.

Piotr Petrovitch parecía haber abordado este asunto con una intenciónsecreta.Deprontolevantólacabezayexclamó:

—¡Cómo! ¿Dice que me ha invitado también a mí? ¿Cuándo? Norecuerdo…No pienso ir… ¿Qué papel haría yo en esa casa? Yo sólo crucéunas palabras con esa mujer para decirle que, como viuda pobre de unfuncionario,podríaobtenerenconceptodesocorrounacantidadequivalenteaunañodesueldodeldifunto.¿Mehabráinvitadoporeso?¡Je,je!

—Yotampocopiensoir—dijoLebeziatnikof.

—Seríaelcolmoquefuerausted.Despuésdehaberdadounapalizaaesaseñora,comprendoquenoseatrevaairasucasa.¡Je,je,je!

—¿Qué yo le di una paliza? ¿Quién se lo ha dicho? —exclamóLebeziatnikof,turbadoyenrojeciendo.

—Me lo contaron ayer: hace unmes o cosa así, ustedgolpeó aCatalinaIvanovna…¡Asísonsusconvicciones!Usteddejóaunladosufeminismoporunmomento.¡Je,je,je!

PiotrPetrovitch,queparecíamuysatisfechodespuésdeloqueacababadedecir,volvióasuscuentas.

—Esosonestúpidascalumnias—replicóAndrésSimonovitch,que temíaqueesteincidentesedivulgara—.Lascosasnoocurrieronasí.¡No,nimuchomenos!loquelehancontadoesunaverdaderacalumnia.Yonohicemásque

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defenderme.Ellasearrojósobremíconlasuñaspreparadas.Casimearrancauna patilla…Yo considero que los hombres tenemos derecho a defendernos.Por otra parte, yo no toleraré jamás que se ejerza sobre mí la menorviolencia…Estoesunprincipio…Locontrariosería favorecereldespotismo.¿Qué quería usted que hiciera: queme dejase golpear pasivamente?Yomelimitéarechazarla.

Lujinedejóescaparsurisitasarcástica.

—¡Je,je,je!

—Ustedquieremolestarmeporqueestádemalhumor.Ydiceustedcosasque no tienen nada que ver con la cuestión del feminismo.Usted nome hacomprendido. Yo me dije que si se considera a la mujer igual al hombreincluso en lo que concierne a la fuerza física (opinión que empieza aextenderse), la igualdad debía existir también en el campo de la contienda.Como es natural, después comprendí que no había lugar a plantear estacuestión, ya que la sociedad futura estaría organizada de modo que lasdiferencias entre los seres humanos no existirían…Por lo tanto, es absurdobuscarlaigualdadenloqueconciernealasriñasyalosgolpes.Claroquenoestoyciegoyveoquelasquerellasexistentodavía…,pero,andandoeltiemponoexistirán,ysiahoraexisten…¡Demonio!Unopierdeelhilodesus ideascuandohabla conusted…Sino asisto a la comidade funerales no es por elincidentequeestamoscomentando,sinoporprincipio,pornoaprobarconmipresencia esa costumbre estúpida de celebrar la muerte con una comida…Ciertoquehabríapodido acudir pordiversión, para reírme…Yhabría ido sihubiesenasistidopopes;pero,pordesgracia,noasisten.

—Esdecir,queustedaceptaríalahospitalidadqueleofreceunapersonaysesentaríaasumesaparaburlarsedeellayescupirle,pordecirloasí,sinoheentendidomal.

—Nadadeescupir.Setratadeunasimpleprotesta.Yoprocedoconvistasaunafinalidadútil.Asípuedoprestarunaayudaindirectaalapropagandadelasnuevasideasyalacivilización,loquerepresentaundeberparatodos.Yestedeber tal vez se cumple mejor prescindiendo de los convencionalismossociales.Puedosembrarlaidea,labuenasemilla.Deestasemillagerminaránhechos. ¿Enquéofendoa laspersonas con lasqueprocedoasí?Empezaránpor sentirseheridas, perodespuésveránque lesheprestadoun servicio.Heaquíunejemplo: seha reprochadoaTerebieva,queahora formapartede lacommuneyquehadejadoasufamiliapara…entregarselibremente,quehayaescritounacartaasuspadresdiciéndolesclaramentequenoqueríavivirligadaa los prejuicios y que iba a contraer una unión libre. Se dice que ha sidodemasiadodura,quedebíahabertenidopiedadyhaberseconducidoconmásdiplomacia.Puesbien,amímeparecequeestemododepensaresabsurdo,

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queenestecaso lasfórmulasestándemásyse imponeunaprotestaclaraydirecta. Otro caso: Ventza ha vivido siete años con su marido y lo haabandonado con sus dos hijos, enviándole una carta en la que le ha dichofrancamente:«Mehedadocuentadequenopuedoserfeliza tulado.Noteperdonaré jamás que me hayas engañado, ocultándome que hay otraorganización social: la commune.Me ha informado de ello últimamente unhombremagnánimo,alquemeheentregadoyalquevoyaseguirparafundarconélunacommune.Tehabloasíporquemepareceríavergonzosoengañarte.Tú puedes hacer lo que quieras.No esperes que vuelva a tu lado: ya no esposible.Tedeseoqueseasmuyfeliz.»Asísehandeescribirestascartas.

—Oiga:esaTerebieva,¿noesaquelladelaqueustedmedijoqueandabaporlatercerauniónlibre?

—Bien mirado, sólo era la segunda. Pero aunque fuese la cuarta o ladecimoquinta,estotienemuypocaimportancia.Ahoramásquenuncasientohaber perdido a mi padre y a mi madre. ¡Cuántas veces he soñado en miprotestacontraellos!Yamelashabríaarregladoparaprovocarlaocasióndedecirles estas cosas. Estoy seguro de que les habría convencido. Los habríaanonadado.Créamequesientonoteneranadieaquien…

—Anonadar.¡Je,je,je!Enfin,dejemosesto.Oiga:¿conoceustedalahijadeldifunto,esamuchachitadelgaducha?¿Verdadqueesciertoloquesedicedeella?

—¡He aquí un asunto interesante! A mi entender, es decir, según misconvicciones personales, la situación de esa joven es la más normal de lamujer.¿Porquéno?Esdecir,distinguons.Enlasociedadactual,esegénerodevidanoesnormal,desdeluego,puesseadoptapormotivosforzosos,peroloserá en la sociedad futura, donde se podrá elegir libremente. Por otra parte,ella tenía perfecto derecho a entregarse. Estaba en la miseria. ¿Por qué nohabía de disponer de lo que constituía su capital, por decirlo así?Naturalmente,enlasociedadfutura,elcapitalnotendríarazóndeser,peroelpapel de la mujer galante tomará otra significación y será regulado de unmodo racional. En lo que concierne a Sonia Simonovna, yo considero susactos en elmomento actual como una viva protesta, una protesta simbólicacontra el estado de la sociedad presente. Por eso siento por ella especialestimación,tanto,quesólodeverlaexperimentounagranalegría.

—Puesamímehandichoqueustedlaechódelacasa.

Lebeziatnikofmontóencólera.

—¡Nueva calumnia!—bramó—. Las cosas no ocurrieron así, ni muchomenos.¡No,no,deningúnmodo!CatalinaIvanovnalohacontadotodocomolehaparecido,porquenohacomprendidonada.Yonohebuscadonuncalos

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favoresdeSoniaSimonovna.Yoprocuréúnicamenteilustrarladelmodomásdesinteresado,esforzándomeendespertarenellaelespíritudeprotesta…Estoera todo lo que yo deseaba. Ella misma se dio cuenta de que no podíapermaneceraquí.

—Supongoquelahabráinvitadoustedaformarpartedelacommune.

—Permítameque le digaqueusted todo lo tomaabromayque ellomeparecelamentable.Ustednocomprendenada.Lacommunenoadmiteciertassituacionespersonales;precisamentesehafundadoparasuprimirlas.Elpapelde esa jovenperderá su antigua significacióndentrode la commune: lo queahoranospareceunatorpeza,entoncesnospareceráunactointeligente,yloque ahora se considera una corrupción, entonces será algo completamentenatural. Todo depende del medio, del ambiente. El medio lo es todo, y elhombre nada. En cuanto a Sonia Simonovna, mis relaciones con ella nopueden sermejores, lo que demuestra que esa joven nome ha consideradojamás como enemigo. Verdad es que yome esfuerzo por atraerla a nuestraagrupación, pero con intenciones completamente distintas a las que ustedsupone…¿Dequéseríe?Nosotrostenemoselpropósitodeestablecernuestrapropiacommunesobrebasesmássólidasquelasprecedentes;nosotrosvamosmás lejos que nuestros predecesores. Rechazamos muchas cosas. SiDobroliubof saliera de la tumba, discutiría con él. En cuanto a Bielinsky,remacharé el clavo que él ha clavado. Entre tanto, sigo educando a SoniaSimonovna.Tieneunnaturalhermoso.

—Yustedseaprovechadeél,¿no?¡Je,je!

—Deningúnmodo;todolocontrario.

—Dice que todo lo contrario. ¡Je, je! lo que es a usted, palabras no lefaltan.

—Pero¿porquénomecree?¿Porquérazónhedeengañarle,dígame?Leaseguro que…, y yo soy el primer sorprendido…, ella semuestra conmigoextremadamente,casimorbosamentepúdica.

—Y usted, naturalmente, sigue ilustrándola. ¡Je, je, je! Usted procurahacerlecomprenderquetodosesospudoressonabsurdos.¡Je,je,je!

—¡Deningúnmodo,deningúnmodo;se loaseguro…!¡Oh,quésentidotan grosero y, perdóneme, tan estúpido da a la palabra «cultura»! Usted nocomprendenada.¡Quépocoavanzadoestáustedtodavía,Diosmío!Nosotrosdeseamos la libertadde lamujer,yusted,usted sólopiensaenesascosas…Dejandoaunladolascuestionesdelacastidadyelpudorfemeninos,queamientendersonabsurdoseinútiles,admitolareservadeesajovenparaconmigo.Ellaexpresadeestemodosulibertaddeacción,queeselúnicoderechoquepuede ejercer. Desde luego, si ella viniera a decirme: «Te quiero», yo me

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sentiría muy feliz, pues esa muchacha me gusta mucho, pero en lascircunstanciasactualesnadiesemuestraconellamásrespetuosoqueyo.Melimitoaesperaryconfiar.

—Seríamásprácticoquelehicieraustedunregalito.Estoysegurodequenohapensadoenello.

—Ustednocomprendenada,selorepito.Lasituacióndeesamuchachaleautorizaapensarasí,desdeluego;peronosetratadeeso,no,deningúnmodo.Usted la desprecia sin más ni más. Aferrándose a un hecho que le parece,erróneamente, despreciable, se niega a considerar humanamente a un serhumano.Usted no sabe cómo es esa joven. Lo queme contraría es que enestos últimos tiempos ha dejado de leer. Ya nome pide libros, como hacíaantes. También me disgusta que, a pesar de toda su energía y de todo elespíritudeprotestaquehademostrado,dé todavíapruebasdecierta faltaderesolución,deindependencia,pordecirloasí;denegación,siquiereusted,quele impide romper con ciertos prejuicios…, con ciertas estupideces. Sinembargo,esamuchachacomprendeperfectamentemuchascosas.Porejemplose ha dado exacta cuenta de lo que supone la costumbre de besar lamano,mediantelacualelhombreofendealamujer,puestoqueledemuestraquenola considera igual a él.He debatido esta cuestión conmis compañeros y heexpuesto a la chica los resultados del debate. También me escuchóatentamentecuandolehablédelasasociacionesobrerasdeFrancia.Ahoraleestoyexplicandoelproblemade la entrada libre en las casasparticulares ennuestrasociedadfutura.

—¿Quéeseso?

—En estos últimos tiempos se ha debatido la cuestión siguiente: unmiembrode lacommune,¿tienederechoaentrar librementeencasadeotromiembro de la commune, a cualquier hora y sea este miembro varón omujer…?Larespuestaaestapreguntahasidoafirmativa.

—¿Aunenelcasodequeesehombreoesamujeresténocupadosenunanecesidadurgente?¡Je,je,je!

AndrésSimonovitchseenfureció.

—¡No tiene usted otra cosa en la cabeza! ¡Sólo piensa en esasmalditasnecesidades!¡Quéarrepentidoestoydehaberleexpuestomisistemayhaberlehabladodeesasnecesidadesprematuramente!¡Eldiablomelleve!¡Ésaeslapiedrade toquede todos loshombresquepiensancomousted!Seburlandeunacosaantesdeconocerla.¡Ytodavíapretendentenerrazón!Adoptanelairedeenorgullecersedenoséqué.Yosiemprehesidodelaopinióndequeestascuestiones no pueden exponerse a los noviciosmás que al final, cuando yaconocenbienelsistema,enunapalabra,cuandoyahansidoconvenientemente

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dirigidosyeducados.Pero,enfin,dígame,seloruego,quéesloqueveusteddevergonzosoyvilen…lasletrinas, llamémoslasasí.Yosoyelprimeroqueestádispuestoa limpiar todas las letrinasqueustedquiera,ynoveoenelloningúnsacrificio.Porelcontrario,esun trabajonoble,yaquebeneficiaa lasociedad,ydesdeluegosuperioraldeunRafaelounPushkin,puestoqueesmásútil.

—Ymásnoble,muchomásnoble.¡Je,je,je!

—¿Quéquiereusteddecirconesode«másnoble»?Yonocomprendoesasexpresiones cuando se aplican a la actividad humana. Nobleza…,magnanimidad…Estos conceptos no son sino absurdas estupideces, viejasfrases dictadas por los prejuicios y queyo rechazo.Todo lo que es útil a lahumanidadesnoble.Paramísólotienevalorunapalabra:utilidad.Ríaseustedcuantoquiera,peroesasí.

Piotr Petrovitch se desternillaba de risa. Había terminado de contar eldinero y se lo había guardado, dejando sólo algunos billetes en lamesa. Eltema de las letrinas, pese a su vulgaridad, había motivado más de unadiscusiónentrePiotrPetrovitchysujovenamigo.

LograciosodelcasoeraqueAndrésSimonovitchseenfadabadeverdad.Lujinenoveíaenellosinounpasatiempo,yentoncessentíaeldeseoespecialdeveraLebeziatnikofencolerizado.

—Ustedestátannerviosoycizañeroporsufracasodeayer—seatrevióadecirAndrésSimonovitch,que,peseatodasuindependenciayasusgritosdeprotesta, no osaba enfrentarse abiertamente conPiotr Petrovitch, pues sentíahaciaél,llevadosindudadeunaantiguacostumbre,ciertorespeto.

—Dígame una cosa —replicó Lujine en un tono de grosero desdén—:¿podría usted…? Mejor dicho, ¿tiene usted la suficiente confianza en esajovenparahacerlavenirunmomento?Meparecequeyahanregresadotodosdelcementerio.Losheoídosubir.Necesitoverunmomentoaesamuchacha.

—¿Paraqué?—preguntóAndrésSimonovitch,asombrado.

—Tengoquehablarle.Memarcharéprontodeaquíyquisierahacerlesaberque…Pero,enfin;ustedpuedeestarpresenteenlaconversación.Estoserálomejor,pues,deotromodo,sabeDiosloqueustedpensaría.

—Yonopensaríaabsolutamentenada.Nohedadoamipreguntalamenorimportancia. Si usted tiene que tratar algún asunto con esa joven, nadamásfácilquehacerlavenir.Voyporella,ypuedeestarustedsegurodequenolesmolestaré.

Efectivamente, al cabo de cinco minutos, Lebeziamikof llegaba conSonetchka. La joven estaba, como era propio de ella, en extremo turbada y

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sorprendida.Enestoscasos,sesentíasiempreintimidada:lascarasnuevasleproducían verdadero terror. Era una impresión de la infancia, que había idoacrecentándoseconeltiempo.

Piotr Petrovitch le dispensó un cortés recibimiento, no exento de ciertajovial familiaridad,queparecíamuypropiadeunhombre serioy respetablecomo él que se dirigía a una persona tan joven y, en ciertos aspectos taninteresante.Seapresuróa instalarlacómodamenteante lamesayfrenteaél.Cuandosesentó,Soniapaseóunamiradaentornodeella:susojosseposaronenLebeziatnikof,despuéseneldineroquehabíasobre lamesayfinalmenteen Piotr Petrovitch, del que ya no pudieron apartarse. Se diría que habíaquedadofascinada.Lebeziatnikofsedirigióalapuerta.

Piotr Petrovitch se levantó, dijo a Sonia por señas que no semoviese ydetuvoaAndrésSimonovitchenelmomentoenqueésteibaasalir.

—¿EstáabajoRaskolnikof?—lepreguntóenvozbaja—.¿Hallegadoya?

—¿Raskolnikof?Sí,estáabajo.¿Porqué?Sí,lohevistoentrar.¿Porquélopregunta?

—Leruegoquepermanezcaaquíyquenomedejesoloconesta…señorita.El asunto que tenemos que tratar es insignificante, pero sabe Dios lasconclusiones que podría extraer de nuestra entrevista esa gente…No quieroqueRaskolnikofvayacontandoporahí…¿Comprendeloquequierodecir?

—Comprendo,comprendo—dijoLebeziatnikofconsúbitalucidez—.Estáustedensuderecho.Sustemoresrespectoamísonfrancamenteexagerados,pero…Tieneustedperfectoderechoaobrarasí.Enfin,mequedaré.Meiréalladodelaventanaynolosmolestarélomásmínimo.Amijuicio,ustedtienederechoa…

Piotr Petrovitch volvió al sofá y se sentó frente a Sonia. La miróatentamente, y su semblante cobró una expresión en extremo grave, inclusosevera.«Novayaustedaimaginarsetampococosasquenoson»,parecíadecirconsumirada.Soniaacabódeperderlaserenidad.

—Ante todo, Sonia Simonovna, transmita mis excusas a su honorablemadre…Nomeequivoco,¿verdad?CatalinaIvanovnaessuseñoramadre,¿noescierto?

Piotr Petrovitch estaba serio y amabilísimo. Evidentemente abrigaba lasmásamistosasrelacionesrespectoaSonia.

—Sí—repusoésta,presurosayasustada—,esmisegundamadre.

—Pues bien, dígale queme excuse.Circunstancias ajenas ami voluntadme impiden asistir al festín.Me refiero a esa comida de funerales a que hatenidolagentilezadeinvitarme.

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—Selovoyadecirahoramismo.

YSonetchkasepusoenpieenelacto.

—Tengo que decirle algo más —le advirtió Piotr Petrovitch, sonriendoantelaingenuidaddelamuchachaysuignoranciadelascostumbressociales—. Sólo quien no me conozca puede suponerme capaz de molestar a otrapersona, de hacerle venir a verme, por un motivo tan fútil como el que leacabodeexponeryqueúnicamentetieneinterésparamí.No,misintencionessonotras.

Soniaseapresuróavolverasentarse.Susojostropezarondenuevoconlosbilletes multicolores, pero ella los apartó en seguida y volvió a fijarlos enLujine.Mirareldineroajenoleparecíaunainconveniencia,sobretodoenlasituaciónenquesehallaba…SededicóaobservarloslentesdemonturadeoroquePiotrPetrovitchteníaensumanoizquierda,ydespuésfijósumiradaenlasoberbiasortijaadornadaconunapiedraamarillaqueelcaballeroostentabaeneldedocentraldelamismamano.Finalmente,nosabiendoadóndemirar,fijóla vista en la cara de Piotr Petrovitch. El cual, tras unmajestuoso silencio,continuó:

—Ayer tuveocasióndecambiardospalabrascon la infortunadaCatalinaIvanovna,yestomebastóparadarmecuentadequesehallaenunestado…anormal,pordecirloasí.

—Cierto:esunestadoanormal—seapresuróarepetirSonia.

—O, para decirlo más claramente, más exactamente, en un estadomorboso.

—Sí,sí,másclaramente…,morboso.

—Puesbien; llevadode un sentimiento humanitario y…yde compasión,pordecirloasí,yodesearíaserleútil,envistadelaposiciónextremadamentedifícilenqueforzosamentesehadeencontrar.Porquetengoentendidoqueesustedelúnicososténdeesadesventuradafamilia.

Soniaselevantósúbitamente.

—Permítamepreguntarle—dijo—siusted lehablóayerdeunapensión.Ellamedijo que usted se encargaría de conseguir que se la dieran. ¿Es esoverdad?

—¡No,no,ni remotamente!Esoes inclusoabsurdoencierto sentido.Yosólolehablédeunsocorrotemporalqueseleentregaríaporsucondicióndeviudadeunfuncionariomuertoenservicio,y leadvertíque talsocorrosólopodría recibirlo si contaba con influencias.Porotraparte,mepareceque sudifunto padre no solamente no había servido tiempo suficiente para tenerderechoalretiro,sinoquenisiquieraprestabaservicioenelmomentodesu

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muerte.Enresumen,queunosiemprepuedeesperar,peroqueenestecasolaesperanza tendría poco fundamento pues no existe el derecho de percibirsocorro alguno… ¡Y ella soñaba ya con una pensión! ¡Je, je, je! ¡Quéimaginaciónposeeesaseñora!

—Sí,esperabaunapensión…,puesesmuybuenaysubondadla llevaacreerlotodo…,yes…,sí,tieneustedrazón…Consupermiso.

Soniasedispusoamarcharse.

—Unmomento.Noheterminadotodavía.

—¡Ah!Bien—balbuceólajoven.

—Siéntese,hagaelfavor.

Sonia,desconcertada,sesentóunavezmás.

—Viendo la triste situación de esamujer, que ha de atender a niños decortaedad,yodesearía, comoya lehedicho, serleútil en lamedidademismedios…Compréndame, en la medida de mis medios y nada más. Porejemplo,sepodríaorganizarunasuscripción,ounarifa,oalgoanálogo,comosuelenhacerenestoscasos losparienteso laspersonasextrañasquedeseanacudirenayudadealgúndesgraciado.Estoesloquequeríadecir.Lacosamepareceposible.

—Sí,estámuybien…Diosselo…—balbuceóSoniasinapartarlosojosdePiotrPetrovitch.

—Lacosaesposible,sí,pero…dejémosloparamástarde,aunquehayamosde empezar hoy mismo. Nos volveremos a ver al atardecer, y entoncespodremosestablecerlasbasesdelnegocio,pordecirloasí.Vengaaesodelassiete.ConfíoenqueAndrésSimonovitchquerráacompañarnos…Perohayunpunto que desearía tratar con usted previamente con toda seriedad. Por esoprincipalmenteme he permitido llamarla, Sonia Simonovna.Yo creo que eldineronodebeponerseenmanosdeCatalinaIvanovna.Lacomidadehoyesbuenapruebadeello.No teniendo,comoquiendice,unpedazodepanparamañana, ni zapatos que ponerse, ni nada, en fin, hoy ha comprado ron deJamaica, e incluso creo que café y vino de Madeira, lo he visto al pasar.Mañana toda la familia volverá a estar a sus expensas y usted tendrá queprocurarleshastaelúltimobocadodepan.Estoesabsurdo.Poresoyoopinoquelasuscripcióndebeorganizarseaespaldasdeesadesgraciadaviuda,paraquesóloustedmanejeeldinero.¿Quéleparece?

—Pues…no sé…Ella es así sólo hoy…, una vez en la vida…Tenía enmucho poder honrar la memoria…Pero es muy inteligente. Además, ustedpuede hacer lo que le parezca, y yo le quedarémuy…muy…, y todos ellostambién…YDiosle…le…,yloshuerfanitos…

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Sonianopudoterminar:seloimpidióelllanto.

—Entoncesnosehablemásdelasunto.Yahoratengalabondaddeaceptarpara las primeras necesidades de sumadre esta cantidad, que representamiaportaciónpersonal.Esmimayordeseoqueminombrenosepronuncieparanadaen relaciónconesteasunto.Aquí tiene.Comomisgastos sonmuchos,aunsintiéndolodeveras,nopuedohacermás.

Y Piotr Petrovitch entregó a Sonia un billete de diez rublos después dehaberlodesplegado cuidadosamente.Sonia lo tomó, enrojeció, se levantódeun salto, pronunció algunas palabras ininteligibles y se apresuró a retirarse.PiotrPetrovitchlaacompañócontodacortesíahastalapuerta.Ellasaliódelahabitación a toda prisa, profundamente turbada, y corrió a casa de CatalinaIvanovna,presadeextraordinariaemoción.

Durantetodaestaescena,AndrésSimonovitch,afindenoponeraldiálogolamenordificultad,habíapermanecidojuntoalaventana,ohabíapaseadoensilencio por la habitación; pero cuando Sonia se hubo retirado, se acercó aPiotrPetrovitchyletendiólamanocongestosolemne.

—Lohevistotodoytodoloheoído—dijo,recalcandoestaúltimapalabra—.Loqueustedacabadehaceresnoble,esdecir,humano.Yahevistoqueustednoquierequeledenlasgracias.Yaunquemisprincipiosparticularesmeprohíben,loconfieso,practicarlacaridadprivada,puesnosóloesinsuficienteparaextirparelmal,sinoque,porelcontrario,lofomenta,nopuedomenosdeconfesarle que su gesto me ha producido verdadera satisfacción. Sí, sí; sugestomehaimpresionado.

—¡Bah! No tiene importancia —murmuró Piotr Petrovitch un pocoemocionadoymirandoaLebeziatnikofatentamente.

—Sí, sí que tiene importancia. Un hombre que como usted se sienteofendido, herido, por lo que ocurrió ayer, y que, no obstante, es capaz deinteresarseporladesgraciaajena:unhombreasí,aunquesusactosconstituyanun error social, es digno de estimación. No esperaba esto de usted, PiotrPetrovitch, sobre todo teniendo en cuenta sus ideas, que son para usted unaverdadera traba, ¡y cuán importante! ¡Ah, cómo le ha impresionado elincidentedeayer!—exclamóelbuenodeAndrésSimonovitch,sintiendoquevolvía a despertarse en él su antigua simpatía por Piotr Petrovitch—. Perodígame: ¿por qué da usted tanta importancia al matrimonio legal, mi muyqueridoynoblePiotrPetrovitch?¿Porquéconcederunpuestotanaltoaesalegalidad?Péguemesiquiere,peroleconfiesoquemesientofeliz,sí,feliz,deverqueesecompromisoseharoto;desaberqueesustedlibreydepensarqueustednoestácompletamenteperdidoparalahumanidad…Sí,mesientofeliz:yaveustedquelesoyfranco.

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—Yodoyimportanciaalmatrimoniolegalporquenoquierollevarcuernos—repusoLujine,queparecíapreocupadopordeciralgo—yporquetampocoquiero educar hijos de los que no sería yo el padre, como ocurre confrecuenciaenlasunioneslibresqueustedpredica.

—¿Loshijos?¿Hadichoustedloshijos?—exclamóAndrésSimonovitch,estremeciéndosecomouncaballodeguerraqueoyeelsondelclarín—.Desdeluego,esunacuestiónsocialdelamásaltaimportancia,estamosdeacuerdo,peroqueseresolverámediantenormasmuydistintasdelasquerigenahora.Algunoslleganinclusoanoconsiderarloscomotales,delmismomodoquenoadmiten nada de lo que concierne a la familia…Pero ya hablaremos de esomás adelante. Ahora analicemos tan sólo la cuestión de los cuernos. Leconfiesoqueesmitemafavorito.EstaexpresiónbajaygroseradifundidaporPushkinnofiguraráenlosdiccionariosdelfuturo.Pues,enresumidascuentas,¿quéesesodeloscuernos?¡Oh,quéaberración!¡Cuernos…!¿Porqué?Esoes absurdo,no lodude.Launión libre losharádesaparecer.Los cuernosnoson sino la consecuencia lógica del matrimonio legal, su correctivo, pordecirlo así…, un acto de protesta…Mirados desde este punto de vista, notienennadadehumillantes.Sialgunavez…,aunqueestoseaunasuposiciónabsurda…, si alguna vez yo contrajera matrimonio legal y llevara esosmalditos cuernos, me sentiría muy feliz y diría a mi mujer: «Hasta estemomento,amigamía,mehelimitadoaquererte;peroahoraterespetoporelhechodehaber sabidoprotestar…»¿Se ríe…?Esopruebaquenoha tenidousted valor para romper con los prejuicios… ¡El diablo me lleve…!Comprendoperfectamenteelenojoquesuponeverseengañadocuandoseestácasado legalmente; pero esto no es sino una mísera consecuencia de unasituaciónhumillanteydegradanteparalosdoscónyuges.Porquecuandoaunoleponenloscuernoscontodafranqueza,comosucedeenlasunioneslibres,sepuededecirquenoexisten,yaquepierdentodasusignificación,einclusoelnombre de cuernos. Esmás, en este caso, lamujer da a su compañero unapruebadeestimación,yaqueleconsideraincapazdeoponerseasufelicidadylobastantecultoparanointentarvengarsedelnuevoesposo…¡Eldiablomelleve…!Yomedigoavecesquesimecasase,simeunieseaunamujer,legalo libremente, que eso poco importa, y pasara el tiempo sin que mi mujertuvieraunamante,selollevaríayomismoylediría:«Amigamía,teamodeveras,peroloquemásmeimportaesmerecertuestimación.»¿Quéleparece?¿Tengorazónonolatengo?

Piotr Petrovitch sonrió burlonamente pero con gesto distraído. Supensamiento estaba en otra parte, cosa queLebeziatnikof no tardó en notar,ademásdeleerlapreocupaciónensusemblante.

Lujineparecíaafectadoysefrotabalasmanosconairepensativo.AndrésSimonovitchrecordaríaestosdetallesalgúntiempodespués.

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CAPÍTULO2

No es fácil explicar cómo había nacido en el trastornado cerebro deCatalinaIvanovnalaideainsensatadeaquellacomida.Enellahabíainvertidola mitad del dinero que le había entregado Raskolnikof para el entierro deMarmeladof.Talvezsecreíaobligadaahonrarconvenientementelamemoriadeldifunto,a findedemostrara todos los inquilinos,ysobre todoaAmaliaIvanovna, que él valía tanto como ellos, si no más, y que ninguno teníaderechoaadoptarunairedesuperioridadalcompararseconél.Acasoaquelproceder obedecía a ese orgullo que en determinadas circunstancias, yespecialmente en las ceremonias públicas ineludibles para todas las clasessociales,impulsaalospobresarealizarunsupremoesfuerzoysacrificarsusúltimosrecursossolamenteparahacerlascosastanbiencomolosdemásynodarpábuloacomadreos.

TambiénpodíaserqueCatalinaIvanovna,enaquellosmomentosenquesusoledadysuinfortunioeranmayores,experimentaraeldeseodedemostraraaquella«pobregente»queella,comohijadeuncoronelypersonaeducadaenunanobley aristocráticamansión, no sólo sabíavivir y recibir, sinoquenohabíanacidoparabarrerniparalavarporlasnocheslaropadesushijos.Estosarrebatos de orgullo y vanidad se apoderan a veces de las más míserascriaturas y cobran la forma de una necesidad furiosa e irresistible. Por otraparte, Catalina Ivanovna no era de esas personas que se aturden ante ladesgracia.Losrevesesdefortunapodíanabrumarla,peronoabatirsumoralnianularsuvoluntad.

TampocohayqueolvidarqueSonetchkaafirmaba,ynosinrazón,quenoestaba del todo cuerda. Esto no era cosa probada, pero últimamente, en elcurso de todo un año, su pobre cabeza había tenido que soportar pruebasespecialmenterudas.Enfin, tambiénhayque tenerencuentaque,según losmédicos, la tisis, en los períodos avanzados de su evolución, perturba lasfacultadesmentales.

Lasbotellasnoerannumerosasnivariadas.NoseveíaenlamesavinodeMadeira:Lujinehabía exagerado.Había, verdades, otrosvinos, vodka, ron,oporto, todo de la peor calidad, pero en cantidad suficiente. El menú,preparado en la cocina deAmalia Ivanovna, se componía, además del kutiaritual,detresocuatroplatos,entrelosquenofaltabanlospopularescrêpes.

Además, se habían preparado dos samovares para los invitados quequisierantomartéoponchedespuésdelacomida.

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Catalina Ivanovna se había encargado personalmente de las comprasayudada por un inquilino de la casa, un polaco famélico que habitaba, sóloDiossabíaporqué,eneldepartamentodelaseñoraLipevechselyquedesdeel primermomento se había puesto a disposición de la viuda. Desde el díaanterior había demostrado un celo extraordinario.A cadamomento y por lacuestiónmásinsignificanteibaaponersealasórdenesdeCatalinaIvanovna,yla perseguía hasta los Gostiny Dvor, llamándola pani comandanta. De aquíque, después de haber declarado que no habría sabido qué hacer sin estehombre,Catalina Ivanovna acabara por no poder soportarlo. Esto le ocurríacon frecuencia: se entusiasmabaante el primeroque sepresentaba a ella, loadornaba con todas las cualidades imaginables, le atribuía mil méritosinexistentes,peroenlosqueellacreíadetodocorazón,parasentirsedeprontodesencantada y rechazar con palabras insultantes al mismo ante el cual sehabíainclinadohorasantesconlamásvivaadmiración.Eradenaturalalegreybondadoso,perosusdesventurasylamalasuertequelaperseguíalehacíandesear tanfuriosamente lapazyelbienestar,queelmenor tropiezo laponíafueradesí,yentonces,alasesperanzasmásbrillantesyfantásticassucedíanlas maldiciones, y desgarraba y destruía todo cuanto caía en sus manos, yterminabapordarcabezadasenlasparedes.

AmaliaFeodorovnaadquirióunasúbitayextraordinariaimportanciaalosojosdeCatalinaIvanovnayelpuestoqueocupabaensuestimaciónseamplióconsiderablemente,talvezporelsolomotivodehaberseentregadoenalmayvidaalaorganizacióndelacomidadefunerales.Sehabíaencargadodeponerlamesa, proporcionando lamantelería, la vajilla y todo lo demás, amén deprepararlosplatosensupropiacocina.

Catalina Ivanovna le había delegado sus poderes cuando tuvo que ir alcementerio,yAmaliaFeodorovnasehabíamostradodignadeestaconfianza.Lamesaestabasindudabastantebienpuesta.Ciertoquelosplatos,losvasos,los cuchillos, los tenedores no hacían juego, porque procedían de aquí y deallá; pero a la hora señalada todo estaba a punto, y Amalia Feodorovna,conscientedehaberdesempeñadosusfuncionesalaperfección,sepavoneabaconunvestidonegroyungorroadornadoconflamantescintasdeluto.Yasíataviadarecibíaalosinvitadosconunamezcladesatisfacciónyorgullo.

Este orgullo, aunque legítimo, contrarió aCatalina Ivanovna, que pensó:«¡Cualquiera diría que nosotros no habríamos podido poner la mesa sin suayuda!»Elgorroadornadoconcintasnuevaslechocótambién.«Estaestúpidaalemana estará diciéndose que, por caridad, ha venido en socorro nuestro,pobresinquilinos.¡Porcaridad!¡Habrasevisto!»EncasadelpadredeCatalinaIvanovna, que era coronel y casi gobernador, se reunían a veces cuarentapersonasenlamesa,yaquellaAmaliaFeodorovna,mejordicho,Ludwigovna,nohabríapodidofigurarentreellasdeningúnmodo.

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CatalinaIvanovnadecidiónomanifestarsussentimientosenseguida,perose prometió parar los pies aquelmismodía a aquella impertinente que sabeDios loque sehabríacreído.Porelmomento se limitóamostrarse fría conella.

Otra circunstancia contribuyó a irritar a Catalina Ivanovna. Excepto elpolaco, ningún inquilino había ido al cementerio. Pero en el momento desentarse a la mesa acudió la gente más mísera e insignificante de la casa.Algunos incluso se presentaron vestidos de cualquiermodo. En cambio, laspersonas un poco distinguidas parecían haberse puesto de acuerdo para nopresentarse,empezandoporLujine,elmásrespetabledetodos.

Elmismodíaanterior,por lanoche,CatalinaIvanovnahabíaexplicadoatodo el mundo, es decir, a Amalia Feodorovna, a Poletchka, a Sonia y alpolaco,quePiotrPetrovitcheraunhombrenobleymagnánimo,yademásricoy superiormente relacionado, que había sido amigo de su primer esposo yhabíafrecuentadolacasadesupadre.Yafirmóquelehabíaprometidodarlospasosnecesariosparaqueleasignaranunaimportantepensión.Apropósitodeesto hay que decir que cuando Catalina Ivanovna se hacía lenguas de lafortuna o las relaciones de alguien y se envanecía de ello, no lo hacía porinteréspersonal,sinosimplementepararealzarelprestigiodelapersonaqueeraobjetodesusalabanzas.

ComoLujine,yseguramenteporseguirsuejemplo,faltabaaqueltunantedeLebeziatnikof.¿Quéideasehabríaforjadodesímismoaquelhombre?EllalehabíainvitadosolamenteporquecompartíalahabitacióndePiotrPetrovitchyhabríasidoundesairenohacerlo.Tampocohabíanacudidounagranseñoraysuhija,noyademasiadojoven,quevivíandesdehacíasólodossemanasencasa de la señoraLipevechsel, pero que habían tenido tiempo para quejarsemásdeunavezdelosruidosylosgritosprocedentesdelahabitacióndelosMarmeladof, sobre todo cuando el difunto llegaba bebido. Como es desuponer,CatalinaIvanovnahabíasidoinformadainmediatamentedeelloporAmaliaIvanovnaenpersona,que,enelcalordesusdisputas,habíallegadoaamenazarlaconecharlaalacallecontodasufamiliaporturbar—asílodecíaa voz en grito— el reposo de unos inquilinos tan honorables que losMarmeladofnoerandignosnisiquieradeatarlesloscordonesdeloszapatos.

Catalina Ivanovna había tenido especial interés en invitar a aquellas dosdamas«alasquenisiquieramerecíaatarloscordonesdeloszapatos»,sobretodoporquelehabíanvueltolacabezadesdeñosamentecadavezquesehabíanencontradoconella.CatalinaIvanovnasedecíaquesuinvitacióneraunmododedemostrarlesqueerasuperioraellasensentimientosyquesabíaperdonarlas malas acciones. Por otra parte, las invitadas tendrían ocasión deconvencerse de que ella no había nacido para vivir como vivía. CatalinaIvanovna tenía la intencióndeexplicarles todoesto en lamesa,hablándoles

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tambiéndelasfuncionesdegobernadordesempeñadasenotrostiemposporsupadre.Yentonces,depaso,lesdiríaquenohabíamotivoparaquelevolviesenla cabeza cuando se cruzaban con ella y que tal proceder era sencillamenteridículo.

Tambiénfaltabaungruesotenientecoronel(enrealidadnoeramásqueuncapitánretirado),perosesupoqueestabaenfermoyobligadoaguardarcamadesdeeldíaanterior.

Enfin,quesóloasistieron,ademásdelpolaco,unmiserableempleadillo,de aspecto horrible, vestido con ropas grasientas, que despedía un olornauseabundoy,porañadidura,eramudocomounposte;unviejecillosordoycasi ciego que había sido empleado de correos y cuya pensión en casa deAmalia Ivanovna corría a cargo, desde tiempo inmemorial y sin que nadiesupiera por qué, de un desconocido; un teniente retirado, o, mejor dicho,empleadodeintendencia…

Esteúltimoentródelmodomás incorrecto, lanzandograndescarcajadas.¡Ysinchaleco!

Aparecióotro invitado,que fuea sentarsea lamesadirectamente, sinnisiquierasaludaraCatalinaIvanovna.Y,finalmente,sepresentóunindividuoenbata.Estoerademasiado,yAmalia Ivanovna lohizo salir conayudadelpolaco. Éste había traído a dos compatriotas que nadie de la casa conocía,porquejamáshabíanvividoenella.

Todo esto irritó profundamente a Catalina Ivanovna, que juzgó que novalíalapenahaberhechotantospreparativos.Portemoraquefaltaraespacio,habíadispuestoloscubiertosdelosniñosnoenlamesacomún,queocupabacasitodalahabitación,sinoenunrincónsobreunbaúl.Losdosmáspequeñosestaban sentados en una banqueta, y Poletchka, como niñamayor, había decuidardeellos,hacerlescomer,sonarlos,etc.

Dadas lascircunstancias,Catalina Ivanovnasecreyóobligadaa recibirasusinvitadosconlamayordignidadeinclusoconciertaaltanería.Lesdirigió,especialmente a algunos, una mirada severa y los invitó desdeñosamente asentarsealamesa.Achacando,sinquesupieraporqué,aAmaliaIvanovnalaculpadelaausenciadelosdemásinvitados,empezódeprontoatratarlacontanta descortesía, que la patrona no tardó en advertirlo y se sintióprofundamenteofendida.

La comida comenzó bajo los peores auspicios. Al fin todo elmundo sesentó a la mesa. Raskolnikof había aparecido en el momento en queregresaban los que habían ido al cementerio. Catalina Ivanovna se mostróencantadadeverle,enprimerlugarporque,entretodoslospresentes,éleralaúnicapersonaculta(lopresentóasusinvitadosdiciendoquedosañosdespués

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seríaprofesordelauniversidaddePetersburgo),yensegundolugar,porquesehabíaexcusadoinmediatamenteyenlostérminosmásrespetuososdenohaberpodidoasistiralentierro,peseasusgrandesdeseosdenofaltar.

Catalina Ivanovna se arrojó sobre él y lo sentó a su izquierda, ya queAmaliaIvanovnasehabíasentadoasuderecha,e inmediatamenteempezóahablarconélenvozbaja,apesardelbullicioquehabíaenlahabitaciónydesus preocupaciones de dueña de casa que quería ver bien servido a todo elmundo,y,además,pesealatosqueledesgarrabaelpecho.CatalinaIvanovnaconfió a Raskolnikof su justa indignación ante el fracaso de la comida,indignación cortada a cadamomento por las más incontenibles ymordacesburlascontralosinvitadosyespecialmentecontralapatrona.

—Laculpabledetodoesesadetestablelechuza,deellaysólodeella.Yasabeusteddequiénhablo.

Catalina Ivanovna le indicóa lapatronaconunmovimientodecabezaycontinuó:

—Mírela.Sedacuentadequeestamoshablandodeella,peronopuedeoírloquedecimos:poresoabretantolosojos.¡Lamuylechuza!¡Ja,ja,ja!—Ungolpedetosycontinuó—:¿Quéperseguiráconlaexhibicióndeesegorro?—Tosió de nuevo—. ¿Ha observado usted que pretende hacer creer a todo elmundoquemeprotegeymehaceunhonorasistiendoaestacomida?Yo lerogué que invitara a personas respetables, tan respetables como lo soy yomisma,yquedierapreferenciaalosqueconocíanaldifunto.Yyaveustedaquiénhainvitado:aunaseriedepatanesypuercos.Mireesedelacarasucia.Esunaporqueríaviviente…Yaesospolacosnadieloshavistonuncaaquí.Yono tengo lamenor idea de quiénes son ni de dónde han salido…¿Para quédemoniohabránvenido?Mirequéquietecitos están…¡Eh,pane!—gritódepronto a uno de ellos—. ¿Ha comido usted crêpes? ¡Coma más! ¡Y bebacerveza!¿Quierevodka…?Fíjese:selevantaysaluda.Mire,mire…Debendeestar hambrientos los pobres diablos. ¡Que coman! Por lomenos, no armanbulla…Pero temo por los cubiertos de la patrona, que son de plata…Oiga,Amalia Ivanovna —dijo en voz bastante alta, dirigiéndose a la señoraLipevechsel—, sepa usted que si se diera el caso de que desaparecieran suscubiertos,yomelavaríalasmanos.Seloadvierto.

Y se echó a reír a carcajadas, mirando a Raskolnikof e indicando a lapatronaconmovimientosdecabeza.Parecíamuysatisfechadesuocurrencia.

—No se ha enterado, todavía no se ha enterado. Ahí está con la bocaabierta. Mírela: parece una lechuza, una verdadera lechuza adornada concintasnuevas…¡Ja,ja,ja!

Esta risa terminó en un nuevo y terrible acceso de tos que duró varios

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minutos.Supañuelosemanchódesangreyelsudorcubriósufrente.Mostróen silencio la sangre a Raskolnikof, y cuando hubo recobrado el aliento,empezó a hablar nuevamente con gran animación, mientras rojas manchasaparecíanensuspómulos.

—óigame, yo le confié la misión delicadísima, sí, verdaderamentedelicada, de invitar a esa señora y a su hija…Ya sabe usted a quién merefiero…Había que proceder con sumo tacto. Pues bien, ella cumplió elencargode talmodo, que esa estúpida extranjera, esaorgullosa criatura, esamísera provinciana, que, en su calidad de viuda de un mayor, ha venido asolicitarunapensiónysepasaeldíadandolalataporlosdespachosoficiales,conundedodepinturaencadamejilla,¡aloscincuentaycincoaños…!;esacursi,nosólonosehadignadoaceptarmiinvitación,sinoquenisiquierahajuzgado necesario excusarse, como exige la más elemental educación.TampococomprendoporquéhafaltadoPiotrPetrovitch…Pero¿quélehabrápasado a Sonia? ¿Dónde estará…? ¡Ah, ya viene…! ¿Qué te ha ocurrido,Sonia?¿Dóndetehasmetido?Debistearreglarlascosasdemodoquepudierasacudirpuntualmentealosfuneralesdetupadre…RodionRomanovitch,hágalesitio a su lado…Siéntate, Sonia, y coge lo que quieras. Te recomiendo estacarne en gelatina. En seguida traerán los crêpes… ¿Ya están servidos losniños?¿Notehacefaltanada,Poletchka…?Pórtatebien,Lena;ytú,Kolia,nomuevas las piernas de ese modo. Compórtate como un niño de buenafamilia…¿Quéhay,Sonetchka?

SoniaseapresuróatransmitirlelasexcusasdePiotrPetrovitch,levantandolavozcuantopudo,afindequetodoslaoyeran,yexagerandolasexpresionesderespetodeLujine.AñadióquePiotrPetrovitchlehabíadadoelencargodedecirle que vendría a verla tan pronto como le fuera posible para hablar denegocios,ponersedeacuerdosobrelospasosquehabíadedar,etc.

SoniasabíaqueestaspalabrastranquilizaríanaCatalinaIvanovnay,sobretodo,queseríanunbálsamoparasuamorpropio.SehabíasentadoalladodeRaskolnikofy lehabíadirigidounamirada rápidaycuriosa;peroduranteelrestodelacomidaevitómirarleyhablarle.

Almismo tiempoquedistraída,parecíaestaratentaadescubrirelmenordeseoenelsemblantedesumadrastra.Ningunadelasdosibadeluto,pornotenervestidonegro.Soniallevabauntrajecitopardo,yCatalinaIvanovnaunvestidodeindianaoscuro,arayas,queeraelúnicoquetenía.

LasexcusasdePiotrPetrovitchprodujeronexcelente impresión.Despuésde haber escuchado las palabras de Sonia con grave semblante, CatalinaIvanovnaseinformóconlamismadignidaddelasaluddePiotrPetrovitch.EnseguidadijoaRaskolnikof,casienvozalta,quehabríasidoverdaderamentechocanteverunhombretanserioyrespetablecomoLujineenaquellaextraña

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sociedad,yquesecomprendíaquenohubieraacudido,apesardeloslazosdeamistadqueleuníanasufamilia.

—Heaquíporquéleagradezcoespecialmente,RodionRomanovitch,queno haya despreciado mi hospitalidad, aunque usted está en condicionesparecidas—añadióenvozlobastantealtaparaquetodoslaoyeran—.Estoyseguradequesólo lagranamistadque leuníaamipobreesposohapodidoinducirleamantenersupalabra.

Acto seguido recorrió las caras de todos los invitados con una miradaceñuda,ydepronto,deunextremoaotrodelamesa,preguntóalviejosordosi no queríamás asado y si había bebido oporto. El viejecito no contestó ytardóunbuenratoencomprenderloquelepreguntaban,aunquesusvecinoshabían empezado a zarandearlo para reírse a su costa. Él no hacíamás quemirarconfusoentodasdirecciones,loquellevabaalcolmolaalegríageneral.

—¡Qué estúpido! —exclamó Catalina Ivanovna, dirigiéndose aRaskolnikof—. ¡Fíjese! ¿Por qué le habrán traído? En cuanto a PiotrPetrovitch,siempreheestadoseguradeél,yenverdadpuededecirse—ahorasedirigíaaAmaliaIvanovnayconungestotanseveroquelapatronasesintióintimidada—queno separece ennada a susquisquillosasprovincianas.Mipadre no las habría querido ni para cocineras, y si mi difunto esposo leshubiera hecho el honor de recibirlas, habría sido tan sólo por su excesivabondad.

—¡Ycómolegustababeber!—exclamódeprontoelantiguoempleadodeintendenciamientras vaciaba su décima copa de vodka—. ¡Tenía verdaderadebilidadporlabebida!

CatalinaIvanovnaserevolvióaloírestaspalabras.

—Midifuntomarido tenía ciertamente esedefecto, nadie lo ignora, peroera un hombre de gran corazón que amaba y respetaba a su familia. Sudesgracia fue que, llevado de su bondad excesiva, alternaba con todo elmundo,ysóloDiossabelosdesarrapadosconquesereuniríaparabeber.Losindividuosconquetratabavalíanmenosquesudedomeñique.Figúreseusted,RodionRomanovitch,queencontraronen subolsilloungallitodemazapán.Nisiquieracuandoestabaembriagadoolvidabaasushijos.

—¿Ungaaallito?—exclamóelexempleadodeintendencia—.¿Hadichoustedunga…gallito?

CatalinaIvanovnanosedignócontestar.Estabapensativa.Deprontolanzóunsuspiro.

Luegodijo,dirigiéndoseaRaskolnikof:

—Ustedcreerá,sinduda,comocreetodoelmundo,queyoerademasiado

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severaconél.Puesno.Élmerespetaba,merespetabaprofundamente.Teníaun hermoso corazón y yo le compadecía a veces. Cuando, sentado en surincón,levantabalosojoshaciamí,yomeconmovíadetalmodo,quesentíalatentación de mostrarme cariñosa con él. Pero me retenía la idea de queinmediatamenteempezaríaabeberdenuevo.Teníaqueserrigurosa,puesésteeraelúnicomododefrenarlo.

—Sí—dijoeldeintendencia,apurandounanuevacopadevodka—,habíaquetirarledelospelos.Ymuchasveces.

—Hay imbéciles—replicó vivamente Catalina Ivanovna—a los que nosólo habría que tirar del pelo, sino también que echarlos a la calle aescobazos…,ynomerefieroaldifuntoprecisamente.

Susmejillasenrojecíancadavezmás,laahogabalarabiayparecíaapuntodeestallar.Algunosinvitadosreíandisimuladamente:alparecer,lesdivertíalaescena. No faltaban los que incitaban al de intendencia, hablándole en vozbaja:eranloseternoscizañeros.

—Per…mí…tame preguntarle a…quién se re…fiere usted —dijo el exempleado—.Perono…,novalelapena…Lacosanotieneimportancia…Unaviuda…Unapobreviuda…Laper…perdono…Nosehablemásdelasunto.

Ysebebióotracopadevodka.

Raskolnikof escuchaba todo esto en silencio y con una expresión dedisgusto. Sólo comía por no desairar a Catalina Ivanovna, limitándose amordisquearlosmanjaresconqueellalellenabacontinuamenteelplato.Todasu atención estaba concentrada en Sonia. Ésta temblaba, dominada por unainquietudcreciente,puespresentíaquelacomidaterminaríamal,yseguíaconlavista,aterrada,losprogresosdelaexasperacióndeCatalinaIvanovna.Sabíamuybienqueellamisma,Sonia,habíasido lacausaprincipaldel insultantedesaire con que las dos damas habían respondido a la invitación de sumadrastra.SehabíaenteradoporAmaliaIvanovnadequelamadreinclusosehabíasentidoofendidayhabíapreguntadoalapatrona:«¿Creeustedqueyopuedo sentar ami hija junto a esa…señorita?»La joven sospechaba que sumadrastraestabaenteradadeello,encuyocasoesteinsultolamortificaríamásque una afrenta dirigida contra ella misma, contra sus hijos y contra lamemoriadesupadre.Enfin,queCatalinaIvanovna,anteelterribleultraje,nodescansaríahastahaberdichoaaquellasprovincianasquelasdoseranunas…,etc.,etc.

Para colmo de desdichas, uno de los invitados que se sentaba en el otroextremo de la mesa envió a Sonia un plato donde se veían dos corazonestraspasadosporunaflecha,modeladosconpandecenteno.CatalinaIvanovna,en un súbito arranque de cólera, manifestó a voz en grito que el autor de

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semejantebromaeraseguramenteunasnoborracho.

AmaliaIvanovna,presa tambiénde lospeorespresentimientosacercadeldesenlacedelacomiday,porotraparte,heridaprofundamenteporlaasperezacon que la trataba Catalina Ivanovna, se propuso dar un giro a la atencióngeneral y, almismo tiempo, hacerse valer a los ojos de todos los presentes.Paraelloempezóacontardeprontoqueunamigosuyo,queerafarmacéuticoy se llamaba Karl, había tomado una noche un simón cuyo cochero habíaintentadoasesinarle.

—YKarl le suplicó que no lematara, y se echó a llorar con lasmanosenlazadas.Tanaterradoestaba,queéltambiénsintiósucorazóntraspasado.

Aunque esta historia le hizo sonreír, Catalina Ivanovna dijo queAmaliaIvanovna no debía contar anécdotas en ruso. La alemana se sintióprofundamenteofendiday respondióque suVater ausBerlin fueunhombremuyimportantequepaseabatodoeldíalasmanosporlosbolsillos.

La burlona Catalina Ivanovna no pudo contenerse y lanzó tal carcajada,queAmaliaIvanovnaacabóporperderlapacienciayhubodehacerungranesfuerzoparanosaltar.

—¿Ha oído usted a esa vieja lechuza? —siguió diciendo en voz bajaCatalinaIvanovnaaRaskolnikof—.Haqueridodecirquesupadresepaseabacon lasmanos en los bolsillos, y todo elmundo habrá creído que se estabaregistrando los bolsillos a todas horas. ¡Ji, ji! ¿Ha observado usted, RodionRomanovitch, que, por regla general, los extranjeros establecidos enPetersburgo,especialmentelosalemanes,quellegandeDiossabedónde,sonbastantemenosinteligentesquenosotros?Dígameustedsinoesunanecedadcontarunahistoriacomoesadelfarmacéuticocuyocorazónestabatraspasadode espanto.Elmuymentecato, en vez de echarse sobre el cochero y atarlo,enlaza lasmanosy lloray suplica… ¡Ah, quémujer tan estúpida!Creequeestahistoriaesconmovedoraynosedacuentadesunecedad.Amijuicio,esealcohólico que fue empleado de intendencia es más inteligente que ella.Cuandomenos,seveenseguidaqueestádominadoporlabebidayquehastaelúltimodestellodesulucidezhanaufragadoenalcohol…Encambio,todosesosqueestántanseriosycallados…Perofíjesecómoabrelosojosesamujer.Estáenojada…¡Ja,ja,ja!Estáquetrina…

Catalina Ivanovna, con alegre entusiasmo, habló de otras mil cosasinsignificantes, y de improviso anunció que tan pronto como obtuviera lapensiónseretiraríaaT***,suciudadnatal,paraabriruncentrodeenseñanzaquesededicaríaa laeducacióndemuchachasnobles.AúnnohabíahabladodeesteproyectoaRaskolnikof,yseloexpusocontododetalle.Comoporartede magia, exhibió aquel diploma de que Marmeladof había hablado aRaskolnikofcuandolecontóenunatabernaqueCatalinaIvanovna,alsalirdel

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pensionado, había bailado en presencia del gobernador y de otraspersonalidades la danza del chal. Podría creerse que Catalina Ivanovnautilizabaestediplomaparademostrarsuderechoaabrirunpensionado,perosu verdadero fin había sido otro: había pensado utilizarlo para confundir aaquellasprovincianasendomingadasenelcasodequehubieranasistidoa lacomida de funerales, demostrándoles así que ella pertenecía a una de lasfamiliasmásnobles,queerahijadeuncoronely,enfin,quevalíamilvecesmás que todas las advenedizas que en los últimos tiempos se habíanmultiplicadodeunmodoexorbitante.

Eldiplomadio lavueltaa lamesa.Los invitados lopasabandemanoenmano, sin que Catalina Ivanovna se opusiera a ello, ya que aquel papel lapresentaba en toutes lettres como hija de un consejero de la corte, de uncaballero, loquelaautorizabaaconsiderarsehijadeuncoronel.Después, laviuda,inflamadadeentusiasmo,empezóahablardelaexistenciatranquilayfeliz que pensaba llevar en T***. Incluso se refirió a los profesores quellamaría para instruir a sus alumnas, citando al señor Mangot, viejo yrespetable francésque lehabíaenseñadoaellaeste idioma.EntoncesestabapasandolosúltimosañosdesuvidaenT***ynovacilaríaeningresarcomoprofesor de su pensionado por un módico sueldo. Finalmente, anunció queSonia la acompañaría y la ayudaría a dirigir el centro de enseñanza, lo cualprodujounarisaahogadaenunextremodelamesa.

Catalina Ivanovna fingió no haberla oído, pero, levantando de pronto lavoz, empezó a enumerar las cualidades incontables que permitirían a SoniaSimonovna secundarla en su empresa. Ensalzó su dulzura, su paciencia, suabnegación, su nobleza de alma, su vasta cultura; dicho lo cual, le dio ungolpecitocariñosoen lamejillayse levantóparabesarla,cosaquehizodosveces.SoniaenrojecióyCatalinaIvanovna,hechaunmardelágrimas,dijodepronto que era una tonta que se dejaba impresionar demasiado por losacontecimientosyque,yaquelacomidahabíaterminado,ibaaservirelté.

Entonces Amalia Ivanovna, molesta por el hecho de no haber podidopronunciaruna solapalabraen laconversaciónprecedente,y tambiénalverque nadie le prestaba atención, decidió arriesgarse nuevamente y, aunquedominadaporciertainquietud,hizoaCatalinaIvanovnalasabiaobservacióndequedeberíaprestaratenciónespecialísimaalaropainteriordelasalumnas(dieWasche)ydecontratarunamujerparaquesecuidaraexclusivamentedeello (die Dame), y, en fin, que sería una medida prudente vigilar a lasmuchachas, demodo que no pudieran leer novelas por las noches. CatalinaIvanovna, que se hallaba bajo los efectos estimulantes de la animadaceremonia,lerespondióásperamentequesusobservacioneserandesatinadasyquenoentendíanada,queelcuidadodelaWascheincumbíaalamadellavesy no a la directora de un pensionado demuchachas nobles. En cuanto a la

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observaciónrelacionadaconlalecturadenovelas,leparecíasimplementeunainconveniencia.Todoestoequivalíaadecirlequesecallase.

De pronto, Amalia Ivanovna enrojeció y replicó agriamente que ellasiempre había dado muestras de las mejores intenciones y que hacía yabastante tiempo que no recibía Geld por el alquiler de la habitación deCatalinaIvanovna.Éstalereplicóquementíaalhablardebuenasintenciones,pueselmismodíaanterior,cuandoeldifuntoestabatodavíaenelaposento,sehabía presentado para reclamarle con malos modos el dinero del alquiler.Entonces la patrona dijo que había invitado a las dos damas y que éstas nohabíanaceptadoporqueeranoblesynopodíaniracasadeunamujerquenoeranoble.AlocualrepusoCatalinaIvanovnaque,comoellanoeranada,noestaba capacitada para juzgar a la verdadera nobleza. Amalia Ivanovna nopudosoportarestainsolenciaydeclaróquesuVaterausBerlineraunhombremuy importante que siempre iba con lasmanos en los bolsillos y haciendo«¡puaf, puaf!»Y para dar una ideamás exacta de cómo era el talVater, laseñoraLipevechselselevantó,introdujolasdosmanosensusbolsillos,hinchóloscarrillosyempezóaimitarel«¡puaf,puaf!»paterno,enmediodelasrisasdetodoslosinquilinos,cuyaintencióneraalentarla,conlaesperanzadeasistiraunabatallaentrelasdosmujeres.

CatalinaIvanovna,incapazdeseguirconteniéndose,declaróavozengritoqueseguramenteAmalia Ivanovnanohabía tenidonuncaVater,queeraunavulgar finesa de Petersburgo, una borracha que había sido cocinera o algopeor.

La señora Lipevechsel se puso tan roja como un pimiento y replicó agrandes voces que eraCatalina Ivanovna la que no había tenidoVater, peroqueellateníaunVaterausBerlinquellevabalargosredingotesysiempreibahaciendo«¡puaf,puaf!»

CatalinaIvanovnarespondiódesdeñosamenteque todoelmundoconocíasupropioorigenyqueensudiplomasedecíaconcaracteresdeimprentaqueerahijadeuncoronel,mientrasqueelpadredeAmaliaIvanovna,enelcasodequeexistiera,debíadeserunlecherofinés;peroqueeramásqueprobablequeellanotuvierapadre,yaquenadiesabíaaúncuálerasupatronímico,esdecir,sisellamabaAmaliaIvanovnaoAmaliaLudwigovna.

Aloírestaspalabras,lapatrona,fueradesí,empezóagolpearconelpuñola mesa mientras decía a grandes gritos que ella era Ivanovna y noLudwigovna,quesuVatersellamabaJohannyerabailío,cosaquenohabíasidojamáselVaterdeCatalinaIvanovna.

Ésta se levantó en el acto y, con una voz cuya calma contrastaba con lapalidezde su semblantey la agitaciónde supecho,dijo aAmalia Ivanovnaque si osaba volver a comparar, aunque sólo fuera una vez, a sumiserable

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Vaterconsupadre,learrancaríaelgorroyselopisotearía.

Aloíresto,AmaliaIvanovnaempezóairyvenirprecipitadamenteporlahabitación,gritandocon todassus fuerzasqueellaera ladueñade lacasayqueCatalinaIvanovnadebíamarcharseinmediatamente.

Actoseguidosearrojósobrelamesayempezóarecogersuscubiertosdeplata.

A esto siguió una confusión y un alboroto indescriptibles. Los niños seecharonallorar.Soniaseabalanzósobresumadrastraparaintentarretenerla,perocuandoAmaliaIvanovnaaludióalatarjetaamarilla,laviudarechazóalamuchachaysefuederechaalapatronaconlaintencióndeponerenprácticasuamenaza.

En este momento se abrió la puerta y apareció en el umbral PiotrPetrovitch Lujine, que paseó una mirada atenta y severa por toda laconcurrencia.

CAPÍTULO3

Piotr Petrovitch —exclamó Catalina Ivanovna—, protéjame. Hagacomprenderaestamujerestúpidaquenotienederechoainsultaraunanobledama abatida por el infortunio, y que hay tribunales para estos casos…Mequejaréanteelgobernadorgeneralenpersonayellatendráqueresponderdesus injurias…Enmemoria de la hospitalidad que recibió usted demi padre,defiendaaestospobreshuérfanos.

—Permítame,señora,permítame—respondióPiotrPetrovitch,tratandodeapartarla—. Yo no he tenido jamás el honor, y usted lo sabemuy bien, detratarasupadre.Perdone,señora—alguienseechóareírestrepitosamente—,peronotengolamenorintencióndemezclarmeensuscontinuasdisputasconAmalia Ivanovna…Vengo aquí para un asunto personal. Deseo hablarinmediatamenteconsuhijastraSoniaSimonovna.Sellamaasí,¿noescierto?Permítame…

YPiotrPetrovitch,pasandoporelladodeCatalinaIvanovna,sedirigióalextremoopuestodelahabitación,dondeestabaSonia.

Catalina Ivanovna quedó clavada en el sitio, como fulminada. Nocomprendía por qué Piotr Petrovitch negaba que había sido huésped de supadre.Estahospitalidadcreadaporsufantasíahabíallegadoaserparaellaunartículo de fe. Por otra parte, le sorprendía el tono seco, altivo y casidesdeñosoconquelehabíahabladoLujine.

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AntelaaparicióndePiotrPetrovitchsehabíaidorestableciendoelsilenciopoco a poco. Aun dejando aparte que la gravedad y la corrección de aquelhombredenegocioscontrastabaconelaspectodesaliñadodelosinquilinosdela señora Lipevechsel, todos ellos comprendían que sólo un motivo deexcepcionalimportanciapodíajustificarlapresenciadeLujineenaquellugary,enconsecuencia,esperabanungolpeteatral.

Raskolnikof,queestabaalladodeSonia,seapartóparadejarelpasolibreaPiotrPetrovitch,elcual,alparecer,noadvirtiósupresencia.

Transcurrido un instante, apareció Lebeziatnikof, pero no entró en lahabitación,sinoquesequedóenelumbral.Ensusemblantesemezclabanlacuriosidadylasorpresa,yprestóatenciónaloqueallísedecía,demostrandounvivointerés,peroconelgestodelquenadacomprende.

—Perdónenme que les interrumpa—dijo Piotr Petrovitch sin dirigirse anadieparticularmente—,peromehevistoobligadoavenirporunasuntodegran importancia. Además, celebro poder hablar ante testigos. AmaliaIvanovna,leruegoque,ensucalidaddepropietariadelacasa,presteatenciónaldiálogoquevoyamantenerconSoniaSimonovna.

Yvolviéndosehacia la joven, quedabamuestrasdeprofunda sorpresayestabaatemorizada,continuó:

—SoniaSimonovna, inmediatamentedespuésdesuvisitaheadvertidoladesaparicióndeunbilletedeBancodecienrublosqueestabasobreunamesaenlahabitacióndemiamigoAndrésSimonovitchLebeziatnikof.Siustedsabedóndeestáesebilleteymelodice, ledoypalabradehonor,enpresenciadetodosestostestigos,dequeelasuntonopasaráadelante.Enelcasocontrario,meveréobligadoatomarmedidasmásserias,yentoncesnotendráderechoaquejarsesinodeustedmisma.

Ungransilenciosiguióaestaspalabras.Inclusolosniñosdejarondellorar.

Sonia, pálida como una muerta, miraba a Lujine sin poder pronunciarpalabra. Daba la impresión de no haber comprendido. Transcurrieron unossegundos.

—Bueno,decídase—ledijoPiotrPetrovitch,mirándolafijamente.

—Yonosé…,yonosénada—repusoSoniaconvozdébil.

—¿Demodoquenosabeustednada?

Dicho esto, Lujine dejó pasar varios segundosmás. Luego continuó, entonosevero:

—Piénselobien,señorita.Ledoytiempoparaquereflexione.Comprendaquesinoestuvieracompletamentesegurodeloquedigo,meguardaríamucho

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de acusarla tan formalmente como lo estoy haciendo. Tengo demasiadaexperiencia para exponerme a un proceso por difamación…Estamañana henegociadovariostítulosporunvalornominaldeunostresmilrublos.Lasumaexacta consta enmi cuadernodenotas.Al regresar ami casahe contado eldinero: Andrés Simonovitch es testigo. Después de haber contado dos miltrescientos rublos, los he puesto en una cartera que me he guardado en elbolsillo.Sobrelamesahanquedadoalrededordequinientosrublos,entrelosquehabía tresbilletesdecien.Entoncesha llegadousted, llamadapormí,ydurantetodoeltiempoquehaduradosuvisitahadadoustedmuestrasdeunaagitaciónextraordinaria,hastaelextremodequesehalevantadotresveces,ensu prisa por marcharse, aunque nuestra conversación no había terminado.AndrésSimonovitches testigodeque todocuantoacabodedeciresexacto.Creo que no lo negará usted, señorita. La hemandado llamar pormedio deAndrésSimonovitchconelexclusivoobjetodehablarconustedsobrelatristesituación en que ha quedado su segunda madre, Catalina Ivanovna (cuyainvitaciónmehasidoimposibleatender),ytratardelaposibilidaddeayudarlamedianteunarifa,unasuscripciónoalgúnotroprocedimientosemejante…Ledoy todosestosdetalles,enprimer lugar,para recordarlecómohanocurridolas cosas, y en segundo, para que vea usted que lo recuerdo todoperfectamente…Luegohecogidodelamesaunbilletedediezrublosyselohe entregado, haciendo constar que era mi aportación personal y el primersocorro para su madrastra…Todo esto ha ocurrido en presencia de AndrésSimonovitch.Seguidamentelaheacompañadohastalapuertayhepodidoverqueestaba tan trastornadacomocuandoha llegado.Cuandoustedhasalido,yoheestadoconversandoduranteunosdiezminutosconAndrésSimonovitch.Finalmente,él seha retiradoyyomeheacercadoa lamesapara recogerelrestodemidinero,contarloyguardarlo.Entonces,conprofundoasombro,hevistoquefaltabaunodelostresbilletes.Comprendausted,señorita.NopuedosospechardeAndrésSimonovitch.Lasimpleideadeestasospechamepareceun disparate. Tampoco es posible queme haya equivocado enmis cuentas,porquelasheverificadomomentosantesdellegarustedyhecomprobadosuexactitud.Comprendaque laagitaciónqueustedhademostrado, suprisaenmarcharse, el hecho de que haya tenido usted en todomomento las manossobrelamesa,y también,enfin,susituaciónsocialy loshábitospropiosdeella,sonmotivossuficientesparaquemeveaobligado,muyapesarmíoynosin cierto horror, a concebir contra usted sospechas, crueles sin duda perolegítimas. Quiero añadir y repetir que, por muy convencido que esté de suculpa, sé que corro cierto riesgo al acusarla. Sin embargo, no vacilo enhacerlo,ylediréporqué.Lohagoexclusivamenteporsuingratitud.Lallamoparahablardeunaposibleayudaasuinfortunadasegundamadre,leentregomióbolodediezrublos,yheaquíelpagoqueustedmeda.No,estonoestánadabien.Necesitaustedunalección.Reflexione.Lehablocomolehablaría

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su mejor amigo, y, en verdad, no puede usted tener en este momento otroamigomejor,pues,sino lo fuese,procederíacon todorigore inflexibilidad.Bueno,¿quédiceusted?

—Yo no le he quitado nada—murmuró Sonia, aterrada—.Ustedme hadadodiezrublos.Mírelos.Selosdevuelvo.

Sacó el pañuelo del bolsillo, deshizo un nudo que había en él, sacó elbilletedediezrublosqueLujinelehabíadadoyseloofreció.

—¿Así—dijoPiotrPetrovitchenuntonodecensuraysintomarelbillete—,persisteustedennegarquemeharobadocienrublos?

Soniamiróentodasdireccionesysóloviosemblantesterribles,burlones,severosocargadosdeodio.DirigióunamiradaaRaskolnikof,queestabaenpie junto a la pared. El joven tenía los brazos cruzados y fijaba en ella susardientesojos.

—¡Diosmío!—gimióSonia.

—Amalia Ivanovna—dijo Lujine en un tono dulce, casi acariciador—,habráquellamaralapolicía,yleruegoquehagasubiralporteroparaqueestéaquímientraslleganlosagentes.

—Gottderbarmherzige!—dijolaseñoraLipevechsel—.Yasabíayoqueeraunaladrona.

—¿Conquelosabíausted?Entoncesnocabedudadequeexistenmotivospara que usted haya pensado en ello.HonorableAmalia Ivanovna, le ruegoquenoolvidelaspalabrasqueacabadepronunciar,porciertoantetestigos.

Enestemomentosealzaron rumoresde todaspartes.Laconcurrencia seagitaba.

—¿Peroquédiceusted?—exclamódeprontoCatalinaIvanovna,saliendodesuestuporyarrojándosesobreLujine—.¿Seatreveaacusarladerobo?¡Aella,aSonia!¡Cobarde,canalla!

SearrojósobreSoniaylarodeóconsusdescarnadosbrazos.

—¡Sonia! ¿Cómo has podido aceptar diez rublos de este hombre? ¡Quéinfelizeres!¡Dámelos,dámelosenseguida…!¡Ahílostiene!

CatalinaIvanovnasehabíaapoderadodelbillete, loestrujóyse lo tiróaLujine a la cara.El papel, hecho una bola, fue a dar contra un ojo dePiotrPetrovitchydespuéscayóalsuelo.AmaliaIvanovnaseapresuróarecogerlo.Lujineseindignó.

—¡Cojanaestaloca!

En ese momento, varias personas aparecieron en el umbral, al lado de

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Lebeziatnikof.Entreellasestabanlasdosprovincianas.

—¿Loca? ¿Loca yo? —gritó Catalina Ivanovna—. ¡Tú sí que eres unimbécil, un vil agente de negocios, un infame…! ¡Sonia quitarle dinero!¡Soniaunaladrona!¡Antestelodaríaquequitártelo,idiota!

Lanzó una carcajada histérica y, yendo de inquilino en inquilino yseñalandoaLujine,exclamaba:

—¿Havistoustedunimbécilsemejante?

DeprontovioaAmaliaIvanovnaysedetuvo.

—¡Ytútambién,salchichera,miserableprusiana!¡Tútambiéncreesqueesuna ladrona…! ¿Cómo es posible? ¡Ella—dijo a Lujine— ha venido de tuhabitación aquí, y de aquí no ha salido, granuja,más que granuja! ¡Todo elmundohavistoquesehasentadoalamesaynosehamovido!¡SehasentadoalladodeRodionRomanovitch…!¡Regístrenla!¡Comonohaidoaningunaparte,sihacogidoelbilletehade llevarloencima…!Busca,busca…Perosinoencuentrasnada,amigomío,tendrásqueresponderdetusinjurias…¡Iréaquejarme al emperador en persona, al zarmisericordioso!Me arrojaré a suspies,¡yhoymismo!Comosoyhuérfana,medejaránentrar.¿Creesquenomerecibirá?Estásmuyequivocado.Llegaréhastaél…ConfiabasenlabondadyenlatimidezdeSonia,¿verdad?Seguroquecontabasconeso.Peroyonosoytímidaynoslasvasapagar.¡Busca,regístrala!¡Hala!¿Quéesperas?

Catalina Ivanovna, ciega de rabia, sacudía aLujine y lo arrastraba haciaSonia.

—Loharé,correréconesaresponsabilidad…Perocálmese,señora.Yaveoque usted no teme a nada ni a nadie. Esto…, esto se debía hacer en lacomisaría…Aunque —prosiguió Lujine, balbuceando —hay aquí bastantestestigos…Estoy dispuesto a registrarla…Sin embargo, es una cuestióndelicada, a causa de la diferencia de sexos…Si Amalia Ivanovna quisieraayudarnos…Desdeluego,noesasícomosehacenestascosas,perohaycasosenque…

—¡Hágala registrar por quien quiera! —vociferó Catalina Ivanovna—.Enséñalelosbolsillos…¡Mira,mira,monstruo!Enéstenohaynadamásqueunpañuelo,comopuedesver.Ahoraelotro.¡Mira,mira!¿Lovesbien?

Y Catalina Ivanovna, no contenta con vaciar los bolsillos de Sonia, losvolviódelrevésunotrasotro.Peroapenasdeshizolosplieguesquesehabíanformado en el forro del segundo, el de la derecha, saltó un papelito que,describiendoenelaireunaparábola,cayóalospiesdeLujine.Todoslovieronyalgunoslanzaronunaexclamación.PiotrPetrovitchseinclinó,cogióelpapelcon los dedos y lo desplegó: era un billete de cien rublos plegado en ocho

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dobles.Lujinelohizogirarensumanoafindequetodoelmundoloviera.

—¡Ladrona!¡Fueradeaquí!¡Lapolicía!¡Lapolicía!—exclamólaseñoraLipevechsel—.¡DebenmandarlaaSiberia!¡Fueradeaquí!

Detodaspartessalíanexclamaciones.RaskolnikofnocesabademirarensilencioaSonia;sóloapartabalosojosdeelladevezencuandoparafijarlosenLujine. Sonia estaba inmóvil, como hipnotizada.Ni siquiera podía sentirasombro.Deprontolesubióunaoleadadesangrealacara,selacubrióconlasmanosylanzóungrito.

—¡Yonohesido!¡Yonohecogidoeldinero!¡Yonosénada!—exclamóenunalaridodesgarradory,corriendohaciaCatalinaIvanovna.

Ésta le abrió el asilo inviolable de sus brazos y la estrechóconvulsivamentecontrasucorazón.

—¡Sonia, Sonia! ¡Yo no lo creo; ya ves que yo no lo creo!—exclamóCatalinaIvanovna,rechazandolaevidencia.

YmecíaensusbrazosaSoniacomosifueraunaniña,ylaestrechabaunay otra vez contra su pecho, o le cogía las manos y se las cubría de besosapasionados.

—¿Robar tú?¡Quéimbéciles,Señor!¡Necios, todossoisunosnecios!—gritó,dirigiéndosealospresentes—.¡Nosabéislohermosoqueessucorazón!¿Robar ella…, ella? ¡Pero si sería capazde vender hasta su último trozoderopayquedarsedescalzaparasocorreraquienlonecesitase!¡Asíesella!¡Sehizo extender la tarjeta amarilla para quemis hijos y yo nomuriésemos dehambre!¡Sevendiópornosotros!¡Ah,miqueridodifunto,mipobredifunto!¿Vesesto,pobreesposomío?¡Quécomidadefunerales,Señor!¿Porquénoladefiendes,Diosmío?¿Yquéhaceustedahí,RodionRomanovitch, sindecirnada?¿Porquénoladefiendeusted?¿Esquetambiénustedlacreeculpable?¡Todos vosotros juntos valéis menos que su dedo meñique! ¡Señor, Señor!¿Porquénoladefiendes?

LadesesperacióndelainfortunadaCatalinaIvanovnaprodujoprofundaygeneral emoción. Aquel rostro descarnado de tísica, contraído por elsufrimiento; aquellos labios resecos, donde la sangre se había coagulado;aquellavozronca;aquellossollozos,tanviolentoscomolosdeunniño,y,enfin,aquellademandadeauxilio,confiada,ingenuaydesesperadaalavez,todoesto expresaba un dolor tan punzante, que era imposible permanecerindiferente ante él. Por lo menos Piotr Petrovitch dio muestras decompadecerse.

—Cálmese, señora, cálmese —dijo gravemente—. Este asunto no leconcierne en lomásmínimo.Nadie piensa acusarla de premeditación ni de

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complicidad, y menos habiendo sido usted misma la que ha descubierto elroboal registrarle losbolsillos.Estobastaparademostrar su inocencia…Mesiento inclinadoaser indulgenteanteunactoenque lamiseriapuedehabersidoelmóvilquehaimpulsadoaSoniaSimonovna.Pero¿porquénoquiereustedconfesar,señorita?¿Temeustedaldeshonor?¿Hasidolaprimeravez?¿Acaso ha perdido usted la cabeza? Todo esto es comprensible, muycomprensible…Sinembargo,yaveustedaloquesehaexpuesto…Señores—continuó, dirigiéndose a la concurrencia—, dejándome llevar de unsentimiento de compasión y de simpatía, por decirlo así, estoy dispuestotodavíaaperdonarlotodo,apesardelosinsultosquesemehandirigido.

SevolviódenuevohaciaSoniayañadió:

—Peroqueestahumillaciónquehoyhasufridousted,señorita,lesirvadelecciónparaelfuturo.Daréelasuntoporterminadoylascosasnopasarándeaquí.

PiotrPetrovitchmiróde reojo aRaskolnikof, y lasmiradasde ambos seencontraron.Losojosdeljovenllameaban.

CatalinaIvanovna,comosinadahubieraoído,seguíaabrazandoybesandoa Sonia con frenesí. También los niños habían rodeado a la joven y laestrechabanconsusdébilesbracitos.

Poletchka, sin comprender lo que sucedía, sollozaba desgarradoramente,apoyandoenelhombrodeSoniasulindacarita,bañadaenlágrimas.

—¡Quéruindad!—dijodeprontounavozdesdelapuerta.

PiotrPetrovitchsevolvióinmediatamente.

—¡Quéruindad!—repitióLebeziatnikofsinapartardeéllavista.

Lujine se estremeció (todos recordarían este detalle más adelante), yAndrésSimonovitchentróenlahabitación.

—¿Cómo ha tenido usted valor para invocar mi testimonio? —dijoacercándoseaLujine.

PiotrPetrovitchbalbuceó:

—¿Quésignificaesto,AndrésSimonovitch?Nosédequémehabla.

—Pues esto significa que usted es un calumniador. ¿Me entiende ustedahora?

Lebeziatnikofhabíapronunciadoestaspalabrasconenérgicaresoluciónymirando duramente a Lujine con sus miopes ojillos. Estaba furioso.Raskolnikof no apartaba la vista de la cara de Andrés Simonovitch y leescuchabaconavidez,sinperderniunasoladesuspalabras.

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Hubounsilencio.PiotrPetrovitchpareciódesconcertado,sobretodoenlosprimerosmomentos.

—Pero¿quélepasa?—balbuceó—.¿Estáustedensujuicio?

—Sí,estoyenmijuicio,yusted…,ustedesunmiserable…¡Quévillanía!loheoídotodo,ysinohehabladohastaahorahasidoparaversicomprendíapor qué ha obrado usted así, pues le confieso que hay cosas que no tienenexplicaciónparamí…¿Porquélohahechousted?Nolocomprendo.

—Pero¿quéhehechoyo?¿Quieredejardehablarenjeroglífico?¿Esquehabebidomásdelacuenta?

—Usted,hombrevil,síqueesposiblequeseemborrache.Peroyonobebojamás ni una gota de vodka, porque mis principios me lo vedan…Sepanustedesquehasidoél,élmismo,elquehatransmitidoconsuspropiasmanoselbilletedecienrublosaSoniaSimonovna.Yolohevisto,yohesidotestigode este acto. Y estoy dispuesto a declarar bajo juramento. ¡El mismo, élmismo!—repitióLebeziatnikof,dirigiéndoseatodos.

—¿Está usted loco? —exclamó Lujine—. La misma interesada, aquípresente,acabadeafirmarantetestigosquesóloharecibidodemiunbilletedediezrublos.¿Cómopuedeusteddecirquelehedadoelotrobillete?

—¡Lohevisto, lohevisto!—repitióLebeziatnikof—.Y,aunqueelloseacontrarioamisprincipios,estoydispuestoaafirmarlobajojuramentoantelajusticia.Yohevistocómoleintroducíausteddisimuladamenteesedineroenelbolsillo. En mi candidez, he creído que lo hacía usted por caridad. En elmomentoenqueustedledecíaadiósenlapuerta,mientrasletendíalamanoderecha,hadeslizadoconlaizquierdaensubolsillounpapel.¡Lohevisto,lohevisto!

Lujinepalideció.

—¡Eso es pura invención! —exclamó, en un arranque de insolencia—.Ustedestabaentoncesjuntoalaventana.¿Cómoesposiblequedesdetanlejosvieraelpapel?Sumiopíalehahechovervisiones.Hasidounaalucinaciónynadamás.

—No,nohe sufridoninguna alucinación.Apesarde ladistancia,mehedadoperfectacuentadetodo.Enefecto,desdelaventananohepodidoverquéclasedepapelera:enestotieneustedrazón.Sinembargo,ciertodetallemehahechocomprenderqueelpapelitoeraunbilletedecienrublos,pueshevistoclaramenteque,almismotiempoqueentregabaaSoniaSimonovnaelbilletede diez rublos, cogía usted de la mesa otro de cien…Esto lo he vistoperfectamente, porque entoncesme hallabamuy cerca de usted, y recuerdobienestedetalleporquemehasugeridociertaidea.Ustedhadobladoelbillete

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decienrublosylohamantenidoenelhuecodelamano.Despuéshedejadodepensarenello,perocuandoustedsehalevantadohahechopasarelbilletedelamanoderechaa la izquierda,conloquehaestadoapuntodecaérsele.Entoncesmehevueltoa fijar enél,puesdenuevohe tenido la ideadequeusted quería socorrer a Sonia Simonovna sin que yome enterase.Ya puedeustedsuponerlagranatenciónconquedesdeeseinstanteheseguidohastasusmenoresmovimientos.Asíhepodidovercómolehadeslizadoustedelbilleteen el bolsillo. ¡Lo he visto, lo he visto, y estoy dispuesto a afirmarlo bajojuramento!

Lebeziatnikofestabarojodeindignación.Lasexclamacionesmásdiversassurgieron de todos los rincones de la estancia. Lamayoría de ellas eran deasombro, pero algunas fueron proferidas en un tono de amenaza. LosconcurrentesseacercaronaPiotrPetrovitchyformaronunestrechocírculoentornodeél.CatalinaIvanovnasearrojósobreLebeziatnikof.

—¡Andrés Simonovitch, qué mal le conocía a usted! ¡Defiéndala! Eshuérfana.Diosnoslohaenviado,AndrésSimonovitch,miqueridoamigo.

YCatalinaIvanovna,enunarrebatocasiinconsciente,searrojóalospiesdeljoven.

—¡Está loco!—exclamóLujine,ciegode rabia—.Todoson invencionessuyas… ¡Que si se había olvidado y luego se ha vuelto a acordar…! ¿Quésignificaesto?Segúnusted,yohepuestointencionadamenteestoscienrublosenelbolsillodeestaseñorita.Pero¿porqué?¿Conquéobjeto?

—Estoes loquenocomprendo.Pero leaseguroquehedicho laverdad.Tanciertoestoydenoequivocarme,miserablecriminal,queenelmomentoenqueleestrechabalamanofelicitándole,recuerdoquemepreguntabaconquéfinhabríaregaladoustedesebilleteahurtadillas,o,dichodeotromodo,porquéseocultabaparahacerlo.Misterio.Mehedichoquetalvezqueríaustedocultarme su buena acción al saber que soy enemigo por principio de lacaridad privada, a la que considero como un paliativo inútil. He deducido,pues,quenoqueríaustedquesesupieraqueentregabaaSoniaSimonovnaunacantidad tan importante, y, además, que deseaba dar una sorpresa a labeneficiada…Todos sabemosque hay personas que se complacen enocultarlasbuenasacciones…Tambiénmehedichoque talvezqueríaustedponerapruebaalamuchacha,versivolvíaparadarlelasgraciascuandoencontraraeldineroensubolsillo.O,porelcontrario,quedeseabaustedeludirsugratitud,según el principio de que la mano derecha debe ignorar…, y otras milsuposicionesparecidas.SóloDiossabelasconjeturasquehanpasadopormicabeza…Decidí reflexionarmás tardeamisanchas sobreel asunto,puesnoqueríacometerlaindelicadezadedejarleentreverqueconocíasusecreto.Deprontomehaasaltadountemor:alnoconocersuactodegenerosidad,Sonia

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Simonovna podía perder el dinero sin darse cuenta. Por eso he tomado ladeterminacióndeveniradecirlequeustedhabíadepositadounbilletedecienrublos en su bolsillo. Pero, al pasar,me he detenido en la habitación de lasseñorasKobiliatnikofafindeentregarlesla«Ojeadageneralsobreelmétodopositivo»yrecomendarlesespecialmenteelartículodePiderit,ytambiéneldeWagner.Finalmente,he llegadoaquíyhepodidopresenciar el escándalo.Ydígame: ¿semehabría ocurrido pensar en todo esto,mehabría hecho todasestasreflexionessinolehubieravistointroducirelbilletedecienrublosenelbolsillodeSoniaSimonovna?

Andrés Simonovitch terminó este largo discurso, coronado con unaconclusión tan lógica,enunestadodeextremafatiga.Elsudorcorríaporsufrente. Por desgracia para él, le costaba gran trabajo expresarse en ruso,aunquenoconocíaotroidioma.Suesfuerzooratoriolehabíaagotado.Inclusoparecíahaberperdidopeso.Sinembargo,sualegatoverbalhabíaproducidounefectoextraordinario.Lohabíapronunciadocontantocaloryconvicción,quetodoslosoyenteslecreyeron.PiotrPetrovitchadvirtióquelascosasnoleibanbien.

—¿Qué me importan a mí las estúpidas preguntas que hayan podidoatormentarle?—exclamó—.Esono constituyeningunaprueba.Todo lo queustedhapensadopuedeserobradesuimaginación.Yyo,señor,puedodecirleque miente usted. Usted miente y me calumnia llevado de un deseo devenganza personal. Usted no me perdona que haya rechazado el impíoradicalismodesusteoríassociales.

Pero este falso argumento, lejos de favorecerle, provocó una oleada demurmullosencontradeél.

—¡Esoesunamalaexcusa!—exclamóLebeziatnikof—.Tedigoenlacaraquemientes.Llamaalapolicíaydeclararébajojuramento.Unsolopuntohaquedadoenlaoscuridadparamí:elmotivoquetehaimpulsadoacometerunaaccióntanvillana.¡Miserable!¡Cobarde!

—Yo puedo explicar su conducta y, si es preciso, también prestaréjuramento—dijoRaskolnikofconvozfirmeydestacándosedelgrupo.

Estaba sereno y seguro de sí mismo. Todos se dieron cuenta desde elprimermomento de que conocía la clave del enigma y de que el asunto seacercabaasufin.

—Ahoratodoloveoclaro—dijodirigiéndoseaLebeziatnikof—.Desdeelprincipio del incidente me he olido que había en todo esto alguna innobleintriga. Esta sospecha se fundaba en ciertas circunstancias que sólo yoconozcoyqueahoramismovoyarevelaraustedes.Enellasestálaclavedelasunto.Graciasasudetalladaexposición,AndrésSimonovitch,sehahechola

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luzenmimente.Ruegoa todoelmundoquepresteatención.Esteseñor—señalabaaLujinepidióenfecharecientelamanodeunajoven,hermanamía,cuyo nombre es Avdotia Romanovna Raskolnikof; pero cuando llegó aPetersburgo,hacepoco,ytuvimosnuestraprimeraentrevista,discutimos,ydetalmodo,queacabéporecharledemicasa,escenaquetuvodostestigos,loscuales pueden confirmarmis palabras. Este hombre es todomaldad. Yo nosabía que se hospedaba en su casa,Andrés Simonovitch.Así se comprendequepudiera ver anteayer, es decir, elmismodía de nuestra disputa, queyo,comoamigodeldifunto,entregabadineroalaviudaparaquepudieraatendera losgastosdel entierro.El señorLujine escribió en seguidauna carta amimadre,enqueledecíaqueyohabíaentregadodineronoaCatalinaIvanovna,sino a Sonia Simonovna. Además, hablaba de esta joven en términos enextremoinsultantes,dejandoentreverqueyomanteníarelacionesíntimasconella.Sufinalidad,comoustedespuedencomprender,eraindisponermeconmimadre y con mi hermana, haciéndoles creer que yo despilfarrabaignominiosamenteeldineroqueellassesacrificabanenenviarme.Ayerporlanoche, en presencia demimadre, demi hermana y de élmismo, expuse laverdad de los hechos, que este hombre había falseado. Dije que habíaentregadoeldineroaCatalinaIvanovna,alaqueentoncesnoconocíaaún,yañadíquePiotrPetrovitchLujine,con todossusméritos,valíamenosqueeldedomeñiquedeSoniaSimonovna,delaquehablabatanmal.ÉlmepreguntóentoncessiyoseríacapazdesentaraSoniaSimonovnaalladodemihermana,yyolerespondíqueyalohabíahechoaquelmismodía.Furiosoalverquemimadreymihermananoreñíanconmigofundándoseensuscalumnias,llegóalextremo de insultarlas groseramente. Se produjo la ruptura definitiva y lopusimosenlapuerta.Todoestoocurrióanoche.Ahoralesruegoaustedesquemeprestenlamayoratención.SielseñorLujinehubieraconseguidopresentarcomo culpable a Sonia Simonovna, habría demostrado ami familia que sussospechaseranfundadasyqueteníarazónparasentirseofendidoporelhechode que permitiera a esta joven alternar con mi hermana, y, en fin, que,atacándome a mí, defendía el honor de su prometida. En una palabra, estosuponíaparaélunnuevomediodeindisponermeconmifamilia,mientrasélreconquistabasuestimación.Almismotiempo,sevengabademí,puesteníamotivos para pensar que la tranquilidad de espíritu y el honor de SoniaSimonovnameafectabaníntimamente.Asípensabaél,yestoesloqueyohededucido.Taleslaexplicacióndesuconducta:noesposiblehallarotra.

Así, poco más o menos, terminó Raskolnikof su discurso, que fueinterrumpidofrecuentementeporlasexclamacionesdelaatentaconcurrencia.Hasta el final su acento fue firme, sereno y seguro. Su tajante voz, laconvicción con que hablaba y la severidad de su rostro impresionaronprofundamentealauditorio.

—Sí, sí, eso es; no cabe duda de que es eso —se apresuró a decir

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Lebeziatnikof, entusiasmado—. Prueba de ello es que, cuando SoniaSimonovnahaentradoen lahabitación,élmehapreguntadosi estabaustedaquí, si yo le había visto entre los invitados de Catalina Ivanovna. Estapreguntamelahahechoenvozbajaydespuésdellevarmejuntoalaventana.Oseaquedeseabaqueustedfueratestigodetodoesto.Sí,sí;nocabedudadequeeseso.

Lujine guardaba silencio y sonreía desdeñosamente. Pero estaba pálidocomounmuerto.Evidentemente,buscabaelmododesalirdelatolladero.Debuena gana se habría marchado, pero esto no era posible por el momento.Marcharseasíhabríarepresentadoadmitir lasacusacionesquepesabansobreélyreconocerquehabíacalumniadoaSoniaSimonovna.

Por otra parte, los asistentes se mostraban sumamente excitados por lasexcesivas libaciones. El de intendencia, aunque era incapaz de forjarse unaideaclaradelosucedido,eraelquemásgritaba,yproponíalasmedidasmásdesagradablesparaLujine.

Lahabitaciónestaba llenadepersonasembriagadas,pero tambiénhabíanacudido huéspedes de otros aposentos, atraídos por el escándalo. Los trespolacosestabanindignadísimosynocesabandeproferirensulenguainsultoscontraPiotrPetrovitch,alquellamaban,entreotrascosas,paneladak.

Soniaescuchabacongranatención,peronoparecíaacabardecomprenderloquepasaba:suestadoerasemejantealdeunapersonaqueacabadesalirdeundesvanecimiento.NoapartabalosojosdeRaskolnikof,comprendiendoquesólo él podía protegerla. La respiración deCatalina Ivanovna era silbante ypenosa.Estabacompletamenteagotada.PeroeraAmaliaIvanovnalaqueteníaunaspectomásgrotesco,consubocaabiertaysucaradepasmo.Eraevidentequenocomprendíaloqueestabaocurriendo.LoúnicoquesabíaeraquePiotrPetrovitchsehallabaenunasituacióncomprometida.

Raskolnikofintentóvolverahablar,peroenseguidarenuncióaelloalverquelosinquilinosseprecipitabansobreLujiney,formandoentornodeéluncírculocompacto,ledirigíantodaclasedeinsultosyamenazas.PeroLujinenose amilanó. Comprendiendo que había perdido definitivamente la partida,recurrióalainsolencia.

—Permítanme,señores,permítanme.Noseponganasí.Déjenmepasar—dijo mientras se abría paso—. No se molesten ustedes en intentaramedrentarmeconsusamenazas.Tenganlaseguridaddequenoadelantaránnada, pues no soy de los que se asustan fácilmente. Por el contrario, lesadviertoque tendránqueresponderde lacooperaciónquehanprestadoaunacto delictivo. La culpabilidad de la ladrona está más que probada, ypresentarélaoportunadenuncia.Losjuecesnoestánciegos…nibebidos.Poreso rechazarán el testimonio de dos impíos, de dos revolucionarios queme

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calumnian por una cuestión de venganza personal, como ellos mismos hantenidolacandidezdereconocer.Permítanme,señores.

—Nopodríasoportarniunminutomássupresenciaenmihabitación—ledijoAndrés Simonovitch—.Haga el favor demarcharse.No quiero ningúntrato con usted. ¡Cuando pienso que he estado dos semanas gastando salivaparaexponerle…!

—Andrés Simonovitch, recuerde que hace un rato le he dicho que memarchaba y usted trataba de retenerme. Ahorame limitaré a decirle que esustedun tontode remateyque le deseo se curede la cabezayde los ojos.Permítanme,señores…

Y consiguió terminar de abrirse paso. Pero el de intendencia no quisodejarle salir de aquel modo. Considerando que los insultos eran un castigoinsuficiente para él, cogió un vaso de lamesa y se lo arrojó con todas susfuerzas. Desgraciadamente, el proyectil fue a estrellarse contra AmaliaIvanovna,queempezóaproferirgrandesalaridos,mientraseldeintendencia,que había perdido el equilibrio al tomar impulso para el lanzamiento, caíapesadamentesobrelamesa.

Piotr Petrovitch logró llegar a su aposento, y, una hora después, habíasalidodelacasa.

Antes de esta aventura, Sonia, tímida por naturaleza, se sentía másvulnerablequelasdemásmujeres,yaquecualquierateníaderechoaultrajarla.Sin embargo, había creído hasta entonces que podría contrarrestar lamalevolenciaafuerzadediscreción,dulzurayhumildad.Peroestailusiónsehabía desvanecidoy su decepción fuemuy amarga.Era capaz de soportarlotodo con paciencia y sin lamentarse, y el golpe que acababa de recibir noestaba por encima de sus fuerzas, pero en el primer momento le pareciódemasiadoduro.Apesardel triunfodesu inocenciaenelasuntodelbillete,transcurridos los primeros instantes de terror, y al poder darse cuenta de lascosas, sintió que su corazón se oprimía dolorosamente ante la idea de suabandonoydesuaislamientoenlavida.Sufrióunacrisisnerviosay,sinpodercontenerse,saliódelahabitaciónycorrióasucasa.EstahuidacasicoincidióconlasalidadeLujine.

AmaliaIvanovna,cuandorecibióelproyectildestinadoaPiotrPetrovitchenmediodelascarcajadasdelosinvitados,montóencóleraysuindignaciónsedirigiócontraCatalinaIvanovna,sobrelaquesearrojóvociferandocomosilahicieraresponsabledetodoloocurrido.

—¡Fueradeaquíenseguida!¡Fuera!

Y,almismotiempoquegritaba,cogíatodoslosobjetosdelainquilinaqueencontrabaalalcancedelamanoylosarrojabaalsuelo.Lapobreviuda,que

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sehabía tenidoqueecharen lacama,exhaustay rendidaporelsufrimiento,saltó del lecho y se arrojó sobre la patrona. Pero las fuerzas eran tandesiguales, queAmalia Ivanovna la rechazó tan fácilmente como si lucharaconunapluma.

—¡Es el colmo! ¡No contenta con calumniar a Sonia, ahora la tomaconmigo! ¡Me echa a la calle elmismo día de los funerales demimarido!¡Despuésdehaberrecibidomihospitalidad,meponeenmediodelarroyoconmispobreshuérfanos!¿Adóndeiré?

Ylapobremujersollozaba,enellímitedesusfuerzas.Deprontosusojosllamearonygritódesesperadamente:

—¡Señor! ¿Es posible que no exista la justicia aquí abajo? ¿A quiéndefenderássinonosdefiendesanosotros…?Enfin,yaveremos.Enlatierrahay jueces y tribunales. Presentaré una denuncia. Prepárate, desalmada…Poletchka,nodejesalosniños.Volveréenseguida.Siespreciso,esperadmeenlacalle.¡Ahoraveremossihayjusticiaenestemundo!

CatalinaIvanovnaseenvolvió lacabezaenaquel trozodepañoverdedeque había hablado Marmeladof, atravesó la multitud de inquilinosembriagados que se hacinaban en la estancia y, gimiendo y bañada enlágrimas,salióalacalle.Estabaresueltaaquelehicieranjusticiaenelactoycostara lo que costase. Poletchka, aterrada, se refugió con los niños en unrincón, juntoalbaúl.Rodeóconsusbrazosa sushermanitosyasíesperó lavueltadesumadre.AmaliaIvanovnaibayveníaporlahabitacióncomounafuria,rugiendoderabia,lamentándoseyarrojandoalsuelotodoloquecaíaensusmanos.

Entre los inquilinos reinaba gran confusión: unos comentaban a grandesvocesloocurrido,otrosdiscutíanyseinsultabanyalgunosseguíanentonandocanciones.

«Ha llegado elmomento demarcharse—pensóRaskolnikof—.Vamos averquédiceahoraSoniaSimonovna.»

YsedirigióacasadeSonia.

CAPÍTULO4

Aunque llevaba su propia carga de miserias y horrores en el corazón,Raskolnikofhabíadefendidovalientementeycondestreza lacausadeSoniaante Lujine. Dejando aparte el interés que sentía por lamuchacha y que leimpulsabaadefenderla,habíasufridotantoaquellamañana,quehabíaacogido

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con verdadera alegría la ocasión de ahuyentar aquellos pensamientos quehabíanllegadoaserleinsoportables.

Porotraparte,laideadesuinmediataentrevistaconSonialepreocupabaylecolmabadeunaansiedadcreciente.TeníaqueconfesarlequehabíamatadoaLisbeth.Presintiendolatorturaqueestadeclaraciónsupondríaparaél,tratabade apartarla de su pensamiento. Cuando se había dicho, al salir de casa deCatalina Ivanovna: «Vamos a ver qué dice ahora Sonia Simonovna», sehallabatodavíabajolosefectosdelardorosoyretadorentusiasmoquelehabíaproducido su victoria sobre Lujine. Pero—cosa singular— cuando llegó aldepartamentodeKapernaumof,estaenterezadeánimoleabandonódesúbitoy se sintió débil y atemorizado. Vacilando, se detuvo ante la puerta y sepreguntó:

«¿EsnecesarioquerevelequematéaLisbeth?»

Lo extraño era que, almismo tiempo que se hacía esta pregunta, estabaconvencidodeque leera imposiblenosóloeludir semejanteconfesión, sinoretrasarla un solo instante.No podía explicarse la razón de ello, pero sentíaqueeraasíysufríahorriblementealdarsecuentadequenoteníafuerzasparalucharcontraestanecesidad.

Para evitar que su tormento se prolongara se apresuró a abrir la puerta.PeronofranqueóelumbralsinantesobservaraSonia.Estabasentadaantesumesita,conloscodosapoyadosenellaylacaraenlasmanos.CuandovioaRaskolnikof, se levantó en el acto y fue hacia él como si lo estuvieseesperando.

—¿Qué habría sido de mí sin usted? —le dijo con vehemencia, alencontrarseconélenmediodelahabitación.

Al parecer, sólo pensaba en el servicio que le había prestado, y ansiabaagradecérselo.Luegoadoptóunaactituddeespera.Raskolnikofseacercóalamesaysesentóenlasillaqueellaacababadedejar.Soniapermanecióenpieadospasosdeél,exactamentecomoeldíaanterior.

—Bueno, Sonia —dijo Raskolnikof, y notó de pronto que la voz letemblaba—;yasehabrádadoustedcuentadequelaacusaciónsebasabaensusituaciónyenloshábitosligadosaella.

ElrostrodeSoniatuvounaexpresióndesufrimiento.

—Leruegoquenomehablecomoayer.No,se losuplico.Yahesufridobastante.

Y se apresuró a sonreír, por temor a que este reproche hubiera herido aRaskolnikof.

—Hesalidocorriendocomounaloca.¿Quéhapasadodespués?Heestado

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apuntodevolver,peroluegohepensadoqueustedvendríay…

RaskolnikofleexplicóqueAmaliaIvanovnahabíadespedidoasufamiliay que Catalina Ivanovna se había marchado en busca de justicia no sabíaadónde.

—¡Diosmío!—exclamóSonia—.¡Vamos,vamosenseguida!

Ycogióapresuradamenteelpañuelodelacabeza.

—¡Siempre lo mismo!—exclamó Raskolnikof, indignado—. No piensaustedmásqueenellos.Quédeseunmomentoconmigo.

—PeroCatalinaIvanovna…

—CatalinaIvanovnanolaolvidará:puedeestarsegura—dijoRaskolnikof,molesto—.Comohasalido,vendráaquí,ysino laencuentra, searrepentiráusteddehabersemarchado.

Sonia se sentó, presa de una perplejidad llena de inquietud.Raskolnikofguardósilencio,conlamiradafijaenelsuelo.Parecíareflexionar.

—TalvezLujineno teníahoy intencióndehacerladetener,porqueno leinteresaba. Pero si la hubiese tenido y ni Lebeziatnikof ni yo hubiéramosestadoallí,ustedestaríaahoraenlacárcel,¿noesasí?

—Sí —respondió Sonia con voz débil y sin poder prestar demasiadaatenciónaloqueRaskolnikofledecía,taleralaansiedadqueladominaba.

—Puesbien,habríasidomuyfácilqueyonoestuvieraallí,yencuantoaLebeziatnikof,hasidounacasualidadquefuese.

Sonianocontestó.

—Ysilahubieranmetidoenlacárcel,¿quéhabríapasado?¿Seacuerdadeloqueledijeayer?

Ella seguíaguardandosilencio.Elesperóunos segundos.Después siguiódiciendo,conunarisauntantoforzada:

—Creía que me iba usted a repetir que no le hablara de estas cosas…¿Qué?—preguntótrasunabrevepausa—.¿Insisteustedennoabrirlaboca?Sinembargo,necesitamosuntemadeconversación.Porejemplo,megustaríasaber cómo resolvería cierta cuestión…, comodiríaLebeziatnikof—añadió,notando que empezaba a perder la sangre fría—. No, no hablo en broma.Supongamos,Sonia,queustedconoceporanticipado todos losproyectosdeLujineysabequeestosproyectossumiríandefinitivamenteenelinfortunioaCatalina Ivanovna, a sus hijos y, por añadidura, a usted…, y digo «porañadidura» porque a usted sólo se la puede considerar como cosa aparte.Ysupongamos también que, a consecuencia de esto, Poletchka haya de verse

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obligada a llevar una vida como la que usted lleva. Pues bien, si en estascircunstancias estuviera en sumano hacer que Lujine pereciera, con lo quesalvaría a Catalina Ivanovna y a su familia, o dejar que Lujine viviera yllevaseacabosusinfamespropósitos,¿quépartidotomaríausted?Éstaeslapreguntaquequieroquemeconteste.

Sonia lemirócon inquietud.Aquellaspalabras,pronunciadasenun tonovacilante,parecíanocultarunasegundaintención.

—Ya sabía yo que iba a hacerme una pregunta extraña—dijo la jovendirigiéndoleunamiradapenetrante.

—Esopocoimporta.Diga:¿quédecisióntomaríausted?

—¿A qué viene hacer esas preguntas absurdas?—repuso Sonia con ungestodedesagrado.

—Dígame: ¿dejaría usted que Lujine viviera y pudiese cometer susdesafueros?¿Esquenisiquieratienevalorparatomarunadecisiónenteoría?

—Yono conozco las intenciones de laDivinaProvidencia. ¿Por quémeinterrogasobrehechosquenoexisten?¿Aquévienenesaspreguntasinútiles?¿Acaso es posible que la existencia deunhombredependademi voluntad?¿Cómopuedoerigirmeenárbitrodelosdestinoshumanos,delavidaydelamuerte?

—SihaceustedinterveniralaProvidenciadivina,nohablemosmás—dijoRaskolnikofentonosombrío.

Soniarespondióconacentoangustiado:

—Dígame francamente qué es lo que desea de mí…Sólo oigo de ustedalusiones.¿Esquehavenidoustedconelpropósitodetorturarme?

Sin poder contenerse, se echó a llorar. Él la miró tristemente, con unaexpresióndeangustia.Hubounlargosilencio.

Alfin,Raskolnikofdijoenvozbaja:

—Tienesrazón,Sonia.

Sehabíaproducidoenéluncambiorepentino.Suficticioaplomoyeltonoinsolente que afectaba momentos antes habían desaparecido. Hasta su vozparecíahabersedebilitado.

—Te dije ayer que no vendría hoy a pedirte perdón, y he aquí que hecomenzado esta conversaciónpocomenosque excusándome.AlhablartedeLujineydelaProvidenciapensabaenmímismo,Sonia,ymeexcusaba.

Tratódesonreír,perosólopudoesbozarunamuecadeimpotencia.Luegobajólacabezayocultóelrostroentrelasmanos.

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De súbito, una extraña y sorprendente sensación de odio hacia Sonia letraspasó el corazón. Asombrado, incluso aterrado de este descubrimientoinaudito,levantólacabezayobservóatentamentealajoven.Vioquefijabaenél una mirada inquieta y llena de una solicitud dolorosa, y al advertir queaquellosojosexpresabanamor,suodiosedesvaneciócomounfantasma.Sehabíaequivocadoacercadelanaturalezadelsentimientoqueexperimentaba:loquesentíaera,simplemente,queelmomentofatalhabíallegado.

Bajó de nuevo la cabeza y otra vez ocultó el rostro entre lasmanos.Depronto palideció, se levantó, miró a Sonia y sin pronunciar palabra, fuemaquinalmente a sentarse en el lecho. Su impresión en aquelmomento eraexactamente la misma que había experimentado el día en que, de pie aespaldas de la vieja, había sacado el hacha del nudo corredizo,mientras sedecíaquenohabíaqueperderniunsegundo.

—¿Quéleocurre?—preguntóSonia,llenadeturbación.

Raskolnikof no pudo pronunciar ni una palabra. Había pensado dar «laexplicación» en circunstancias completamente distintas y no comprendía loqueestabaocurriendoensuinterior.

Soniaseacercópasoapaso,sesentóasulado,enellecho,y,sinapartarde él los ojos, esperó. Su corazón latía con violencia. La situación se hacíainsoportable.Élvolvióhacialajovensurostro,cubiertodeunapalidezmortal.Suscontraídoslabioseranincapacesdepronunciarunasolapalabra.EntonceselpánicoseapoderódeSonia.

—¿Quélepasa?—volvióapreguntarle,apartándoseunpocodeél.

—Nada,Sonia.Noteasustes…Esunatontería…Sí,bastapensarenellouninstanteparaverqueesunatontería—murmurócomodelirando—.Noséporquéhevenidoaatormentarte—añadió,mirándola—.Enverdad,nolosé.¿Porqué?¿Porqué?Nocesodehacermeestapregunta,Sonia.

Talvezselahabíahechouncuartodehoraantes,peroenaquelmomentosu debilidad era tan extrema que apenas se daba cuenta de que existía. Uncontinuotembloragitabatodosucuerpo.

—¡Cómoseatormentausted!—selamentóSonia,mirándole.

—Noesnada,noesnada…Heaquíloquetequeríadecir…

Unasombradesonrisajugueteóunossegundosensuslabios.

—¿Teacuerdasdeloquequeríadecirteayer?

Soniaesperó,visiblementeinquieta.

—Cuandomefui,tedijequetalveztedecíaadiósparasiempre,peroquesivolvíahoytediríaquiénmatóaLisbeth.

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Depronto,todoelcuerpodeSoniaempezóatemblar.

—Puesbien,hevenidoadecírtelo.

—Así, ¿hablaba usted en serio? —balbuceó Sonia haciendo un granesfuerzo—. Pero ¿cómo lo sabe usted? —preguntó vivamente, como siacabaradevolverensí.

Apenaspodíarespirar.Lapalidezdesurostroaumentabapormomentos.

—Elcasoesquelosé.

Soniapermaneciócalladaunmomento.

—¿Lohanencontrado?—preguntóalfin,tímidamente.

—No,nolohanencontrado.

—Entonces,¿cómosabeustedquiénes?—preguntólajoventrasunnuevosilencioyconvozcasiimperceptible.

Élsevolvióhaciaellaylamirófijamente,conunaexpresiónsingular.

—¿Loadivinas?

Una nueva sonrisa de impotencia flotaba en sus labios. Sonia sintió quetodosucuerposeestremecía.

—Pero usted me…—balbuceó ella con una sonrisa infantil—. ¿Por quéquiereasustarme?

—Parasaberloquesé—dijoRaskolnikof,cuyamiradaseguíafijaenladeella, como si no tuviera fuerzas para apartarla—, es necesario que esté«ligado» a «él»…Él no tenía intención dematar aLisbeth…La asesinó sinpremeditación…Sólo quería matar a la vieja…y encontrarla sola…Fue a lacasa…DeprontollegóLisbeth…,ylamatóaellatambién.

Un lúgubre silencio siguió a estas palabras. Los dos jóvenes semirabanfijamente.

—Así,¿noloadivinas?—preguntódepronto.

Teníalaimpresióndequesearrojabadesdeloaltodeunatorre.

—No—murmuróSoniaconvozapenasaudible.

—Piensa.

Enelmomentodepronunciarestapalabra,unasensaciónyaconocidaporél le heló el corazón. Miraba a Sonia y creía estar viendo a Lisbeth.Conservabaunrecuerdoimborrabledelaexpresiónquehabíaaparecidoenelrostrode lapobremujercuandoél ibahaciaellaconelhachaenaltoyellaretrocedíahacialapared,comounniñocuandoseasustay,apuntodeecharse

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a llorar, fija con terror la mirada en el objeto que provoca su espanto. Asíestaba Sonia en aquel momento. Su mirada expresaba el mismo terrorimpotente.Desúbitoextendióelbrazoizquierdo,apoyólamanoenelpechode Raskolnikof, lo rechazó ligeramente, se puso en pie con unmovimientorepentino y empezó a apartarse de él poco a poco, sin dejar demirarle. Suespanto se comunicó al joven, que miraba a Sonia con el mismo gestodespavorido, mientras en sus labios se esbozaba la misma triste sonrisainfantil.

—¿Hascomprendidoya?—murmuró.

—¡Diosmío!—gimió,horrorizada.

Luego, exhausta, se dejó caer en su lecho y hundió el rostro en laalmohada.

Perounmomentodespuésselevantóvivamente,seacercóaRaskolnikof,lecogiólasmanos,lasatenazóconsusmenudosydelgadosdedosyfijóenélunalargaypenetrantemirada.

Conestamirada,Soniaesperabacaptaralgunaexpresiónqueledemostraseque se había equivocado. Pero no, no cabía la menor duda: la simplesuposiciónseconvirtióencerteza.

Más adelante, cuando recordaba este momento, todo le parecía extraño,irreal.¿Dedóndelehabíavenidoaquellacertezarepentinadenoequivocarse?Porque enmodo algunopodía decir que había presentido aquella confesión.Sin embargo, apenas le hizo él la confesión, a ella le pareció haberlaadivinado.

—Basta,Sonia,basta.Nomeatormentes.

Habíahechoestasúplicaamargamente.Noeraasícomoélhabíaprevistoconfesarsucrimen:larealidaderamuydistintadeloquesehabíaimaginado.

Soniaestabafueradesí.Saltódellecho.Depieenmediodelahabitación,seretorcíalasmanos.LuegovolviórápidamentesobresuspasosydenuevosesentóalladodeRaskolnikof,tancercaquesuscuerposserozaban.Deprontoseestremeciócomosilahubieraasaltadounpensamientoespantoso,lanzóungrito y, sin que ni ella misma supiera por qué, cayó de rodillas delante deRaskolnikof.

—¿Qué ha hecho usted? Pero ¿qué ha hecho usted? —exclamó,desesperada.

De pronto se levantó y rodeó fuertemente con los brazos el cuello deljoven.

Raskolnikofsedesprendiódelabrazoylacontemplóconunatristesonrisa.

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—Nolocomprendo,Sonia.Meabrazasymebesasdespuésde loque teacabodeconfesar.Nosabesloquehaces.

Ellanoleescuchó.Gritó,enloquecida:

—¡Nohayenelmundoningúnhombretandesgraciadocomotú!

Yprorrumpióensollozos.

Un sentimiento ya olvidado se apoderó del alma de Raskolnikof. No sepudo contener.Dos lágrimasbrotaronde sus ojos y quedaronpendientes desuspestañas.

—¿Nomeabandonarás,Sonia?—preguntó,desesperado.

—No, nunca, en ninguna parte. Te seguiré adonde vayas. ¡Señor, Señor!¡Quédesgraciada soy…!¿Porquéno te habré conocido antes? ¿Por quénohasvenidoantes?¡Diosmío!

—Perohevenido.

—¡Ahora…! ¿Qué podemos hacer ahora? ¡Juntos, siempre juntos! —exclamóSoniavolviendoaabrazarle—.¡Teseguiréalpresidio!

Raskolnikof no pudo disimular un gesto de indignación. Sus labiosvolvieronasonreírcomotantasveceshabíansonreído,conunaexpresióndeodioyaltivez.

—Notengoningúndeseodeirapresidio,Sonia.

Tras los primeros momentos de piedad dolorosa y apasionada hacia eldesgraciado,laespantosaideadelasesinatoreaparecióenlamentedelajoven.El tono en que Raskolnikof había pronunciado sus últimas palabras lerecordaron de pronto que estaba ante un asesino. Se quedó mirándolesobrecogida.Nosabíaaúncómoniporquéaqueljovensehabíaconvertidoenun criminal. Estas preguntas surgieron de pronto en su imaginación, y lasdudasleasaltarondenuevo.¿Élunasesino?¡Imposible!

—Pero ¿qué me pasa? ¿Dónde estoy? —exclamó profundamentesorprendida y como si le costara gran trabajo volver a la realidad—. Pero¿cómoesposiblequeunhombrecomoustedcometiera…?Además,¿porqué?

—Pararobar,Sonia—respondióRaskolnikofconciertomalestar.

Soniasequedóestupefacta.Depronto,ungritoescapódesuslabios.

—¡Estabashambriento!¡Queríasayudaratumadre!¿Verdad?

—No,Sonia,no—balbuceóeljoven,bajandoyvolviendolacabeza—.Noestabahambrientohastaeseextremo…Ciertamente,queríaayudaramimadre,peronofueesotodo…Nomeatormentes,Sonia.

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Soniaseoprimíaunamanoconlaotra.

—Pero ¿es posible que todo esto sea real? ¡Y qué realidad, Dios mío!¿Quién podría creerlo? ¿Cómo se explica que usted se quede sin nada porsocorreraotroshabiendomatadoporrobar…?

Deprontoleasaltóunaduda.

—¿Acaso ese dinero que dio usted a Catalina Ivanovna…, ese dinero,Señor,era…?

—No, Sonia—le interrumpió Raskolnikof—, ese dinero no procedía deallí.Tranquilízate.Melohabíaenviadomimadrepormediodeunagentedenegocios y lo recibí durante mi enfermedad, el día mismo en que lo di…Rasumikhinees testigo,pues firmóel reciboenminombre…Esedineroeramíoymuymío.

Soniaescuchabaconungestodeperplejidadyhaciendograndesesfuerzosporcomprender.

—Encuantoaldinerode lavieja,nisiquierasési teníadinero—dijoenvozbaja,vacilando—.Desatédesucuellounabolsitadepelodecamello,queestaba llena, pero nomiré lo que contenía…Sin duda no tuve tiempo…Losobjetos:gemelos,cadenas,etc.,losescondí,asícomolabolsa,debajodeunapiedraenungranpatioquedaalaavenidaV***.Todoestáallítodavía.

Sonialeescuchabaávidamente.

—Pero¿porqué,simatóustedpararobar,segúndice…,porquénocogiónada?—dijolajovenvivamente,aferrándoseaunaúltimaesperanza.

—No lo sé. Todavía no he decidido si cogeré ese dinero o no —dijoRaskolnikof en el mismo tono vacilante. Después, como si volviera a larealidad,sonrióysiguiódiciendo—:¡Quéestúpidosoy!¡Contarestascosas!

Entonces un pensamiento atravesó como un rayo la mente de Sonia.«¿Estará loco?» Pero desechó esta idea en seguida. «No, no lo está.»Realmente,nocomprendíanada.

Élexclamó,comoenundestellodelucidez:

—Oye,Sonia,oyeloquevoyadecirte.

Y continuó, subrayando las palabras y mirándola fijamente, con unaexpresiónextrañaperosincera:

—Si el hambre fuese lo único que me hubiera impulsado a cometer elcrimen, me sentiría feliz, sí, feliz. Pero ¿qué adelantarías —exclamó enseguida, en un arranque de desesperación—, qué adelantarías si yo teconfesara que he obradomal? ¿Para qué te serviría este inútil triunfo sobre

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mí?¡Ah,Sonia!¿Paraestohevenidoatucasa?

Soniaquisodeciralgo,peronopudo.

—Sitepedíayerquemesiguierasesporquenotengoanadiemásqueati.

—¿Seguirte…?¿Paraqué?—preguntólamuchachatímidamente.

—No para robar ni matar, tranquilízate —respondió él con una sonrisacáustica—. Somos distintos, Sonia. Sin embargo…Oye, Sonia, hace unmomento queme he dado cuenta de lo que yo pretendía al pedirte quemesiguieras.Ayer te hice la petición instintivamente, sin comprender la causa.Sólounacosadeseodeti,yporesohevenidoaverte…¡Nomeabandones!¿Verdadquenomeabandonarás?

Ellalecogiólamano,selaoprimió…

Unsegundodespués,Raskolnikoflamiróconundolorinfinitoylanzóungritodedesesperación.

—¿Por qué te habré dicho todo esto? ¿Por qué te habré hecho estaconfesión…?Esperasmisexplicaciones,Sonia,bienloveo;esperasquetelocuente todo…Pero¿quépuedodecirte?Nocomprenderíasnadade loque tedijeraysóloconseguiríaquesufrieraspormítodavíamás…Lloras,vuelvesaabrazarme. Pero dime: ¿por qué? ¿Porque no he tenido valor para llevar yosolomicruzyhevenidoadescargarmeenti,pidiéndotequesufrasconmigo,ya que estome servirá de consuelo? ¿Cómo puedes amar a un hombre tancobarde?

—¿Acasonosufrestútambién?—exclamóSonia.

Otravezseapoderódeljovenunsentimientodeternura.

—Sonia, yo soy un hombre demal corazón. Tenlo en cuenta, pues estoexplicamuchascosas.Precisamenteporquesoymalohevenidoen tubusca.Otrosnolohabríanhecho,peroyo…yosoyunmiserableyuncobarde.Enfin,noesestoloqueahoraimporta.Tengoquehablartedeciertascosasynomesientoconfuerzasparaempezar.

Sedetuvoyquedópensativo.

—Desdeluego,nonosparecemosennada;somosmuydiferentes…¿Porquéhabrévenido?Nuncameloperdonaré.

—No,no;hashechobienenvenir—exclamóSonia—.Esmejorqueyolosepatodo,muchomejor.

Raskolnikoflamiróamargamente.

—Bueno,alfinyalcabo,¡quéimporta!—exclamó,decididoahablar—.Heaquícómoocurrieronlascosas.YoqueríaserunNapoleón:poresomaté.

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¿Comprendes?

—No —murmuró Sonia, ingenua y tímidamente—. Pero no importa:habla, habla.—Yañadió, suplicante—:Haréun esfuerzoy comprenderé, locomprenderétodo.

—¿Locomprenderás?¿Estássegura?Bien,yaveremos.

Hizounalargapausaparaordenarsusideas.

—Heaquíelasunto.Undíameplanteélacuestiónsiguiente:«¿QuéhabríaocurridosiNapoleónsehubieseencontradoenmilugarynohubieratenido,paratomarimpulsoenelprincipiodesucarrera,niTolón,niEgipto,nielpasode los Alpes por elMont Blanc, sino que, en vez de todas estas brillanteshazañas, sólo hubiera dispuesto de una detestable y vieja usurera, a la quetendría que matar para robarle el dinero…, en provecho de su carrera,entiéndase?¿Sehabríadecididoamatarlanoteniendootraalternativa?¿Nosehabríadetenidoalconsiderarlopocoqueesteactoteníadeheroicoylomuchoque ofrecía de criminal…?» Te confieso que estuve mucho tiempotorturándomeelcerebroconestaspreguntas,ymesentíavergonzadocuandocomprendí repentinamente que no sólo no se habría detenido, sino que nisiquieralehabríapasadoporelpensamientolaideadequeestaacciónpudieraserpocoheroica.Nisiquierahabríacomprendidoquesepudieravacilar.Porpoco que hubiera sido su convencimiento de que ésta era para él la únicasalida,habríamatadosinelmenorescrúpulo.¿Porquéhabíadetenerloyo?Ymaté,siguiendosuejemplo…Heaquíexactamenteloquesucedió.Tepareceesto irrisorio, ¿verdad? Sí, te lo parece.Y lomás irrisorio es que las cosasocurrieronexactamenteasí.

PeroSonianosentíaelmenordeseodereír.

—Preferiríaquemehablaracontodaclaridadysinponerejemplos—dijoconvozmástímidaaúnyapenasperceptible.

Raskolnikofsevolvióhaciaella,lamirótristementeylacogiódelamano.

—Tienesrazónotravez,Sonia.Todoloquetehedichoesabsurdo,puracharlatanería…Laverdadesque,comosabes,mimadreestáfaltaderecursosyquemihermana,queporfortunaesunamujerinstruida,sehavistoobligadaa ir de un sitio a otro como institutriz. Todas sus esperanzas estabanconcentradas en mí. Yo estudiaba, pero, por falta de medios, hube deabandonar la universidad. Aun suponiendo que hubiera podido seguirestudiando, en elmejorde los casoshabríapodidoobtenerdentrodediezodoceañosunpuestocomoprofesordeinstitutoounaplazadefuncionarioconunsueldoanualdemilrublos—parecíaestarrecitandounalecciónaprendidade memoria—, pero entonces las inquietudes y las privaciones habríanacabado ya con la salud de mi madre. Para mi hermana, las cosas habrían

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podidoirtodavíapeor…¿Yparaquéverseprivadodetodo,dejaralapropiamadreenlanecesidad,presenciareldeshonordeunahermana?¿Paraquétodoesto? ¿Para enterrar a los míos y fundar una nueva familia destinadaigualmenteaperecerdehambre…?Enfin,todoestomedecidióaapoderarmedeldinerode laviejaparapoder seguiradelante,para terminarmisestudiossinestaraexpensasdemimadre.Enunapalabra,decidíemplearunmétodoradical para empezar una nueva vida y ser independiente…Esto es todo.Naturalmente,hicemalenmataralavieja…,¡perobastaya!

Alllegaralfindesudiscursobajólacabeza:estabaagotado.

—¡No, no!—exclamó Sonia, angustiada—. ¡No es eso! ¡No es posible!Tienequehaberalgomás.

—Creasloquecreas,tehedicholaverdad.

—¡Peroquéverdad,Diosmío!

—Al fin y al cabo, Sonia, yo no he dado muerte más que a un vil ymalvadogusano.

—Esegusanoeraunacriaturahumana.

—Cierto, ya sé que no era gusano—dijoRaskolnikof,mirando a Soniaconunaexpresiónextraña—.Además,loqueacabodedecirnoesdesentidocomún. Tienes razón: sonmotivosmuy diferentes los queme impulsaron ahacer lo que hice…Hace mucho tiempo que no había dirigido la palabra anadie,Sonia,yporesosindudatengoahorauntremendodolordecabeza.

Susojosteníanunbrillofebril.Empezabaadesvariarnuevamente,yunasonrisa inquietaasomabaasus labios.Bajosuanimación ficticiasepercibíauna extenuación espantosa. Sonia comprendió hasta qué extremo sufríaRaskolnikof. También ella sentía que una especie de vértigo la ibadominando… ¡Quémodo tan extraño de hablar! Sus palabras eran claras yprecisas,pero…,pero¿eraaquelloposible?¡Señor,Señor…!Yseretorcíalasmanos,desesperada.

—No,Sonia,noeseso—dijo,levantandodesúbitolacabeza,comosisusideashubiesentomadounnuevogiroquele impresionabaylereanimaba—.No, no es eso. Lo que sucede…, sí, esto es…, lo que sucede es que soyorgulloso,envidioso,perverso,vil,rencorosoy…,paradecirlotodoyaquehecomenzado…, propenso a la locura.Acabo de decirte que tuve que dejar launiversidad.Puesbien,adecirverdad,podíahaberseguidoenella.Mimadreme habría enviado el dinero de las matrículas y yo habría podido ganar lonecesario para comer y vestirme. Sí, lo habría podido ganar. Habría dadolecciones.Melasofrecíanacincuentakopeks.AsílohaceRasumikhine.Peroyo estaba exasperado y no acepté. Sí, exasperado: ésta es la palabra. Me

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encerré en mi agujero como la araña en su rincón. Ya conoces mi tabuco,porque estuviste en él. Ya sabes, Sonia, que el alma y el pensamiento seahogan en las habitaciones bajas y estrechas. ¡Cómo detestaba aquelcuartucho! Sin embargo, no quería salir de él. Pasaba días enteros sinmoverme, sin querer trabajar. Ni siquierame preocupaba la comida. Estabasiempreacostado.CuandoNastasiametraíaalgo,comía.Delocontrario,nome alimentaba. No pedía nada. Por las noches no tenía luz, y preferíapermanecerenlaoscuridadaganarlonecesarioparacomprarmeunabujía.

»Envezdetrabajar,vendímislibros.Todavíahayundedodepolvoenmimesa,sobremiscuadernosymispapeles.Preferíapensartendidoenmidiván.Pensar siempre…Mispensamientos eranmuchosymuyextraños…Entoncesempecé a imaginar…No, no fue así. Tampoco ahora cuento las cosas comofueron…Entoncesyomepreguntabacontinuamente:"Yaqueveslaestupidezde losdemás, ¿porquénobuscas elmododemostrartemás inteligentequeellos?"Másadelante,Sonia,comprendíqueesperaraquetodoelmundofuerainteligentesuponíaunagranpérdidadetiempo.Ydespuésmeconvencídequeestemomentonollegaríanunca,queloshombresnopodíancambiar,quenoestabaenmanosdenadiehacerlosdeotromodo.Intentarlohabríasidoperderel tiempo. Sí, todo esto es verdad.Es la ley humana.La ley, Sonia, y nadamás.Yahoraséquequienesdueñodesuvoluntadyposeeunainteligenciapoderosa consigue fácilmente imponerse a los demás hombres; que el másosado es el quemás razón tiene a los ojos ajenos; que quien desafía a loshombresylosdespreciaconquistasurespetoyllegaasersulegislador.Estoes loque siempre sehavistoy loque siempre severá.Hayqueestar ciegoparanoadvertirlo.

Raskolnikof, aunque miraba a Sonia al pronunciar estas palabras, no sepreocupabaporsabersiellalecomprendía.Lafiebrevolvíaadominarleyerapresadeunasombríaexaltación(enverdad,hacíamuchotiempoquenohabíaconversado con ningún ser humano). Sonia comprendió que aquella trágicadoctrinaconstituíasuleyysufe.

—Entoncesmeconvencí,Sonia—continuóel jovenconardor—,dequesólo posee el poder aquel que se inclina para recogerlo. Está al alcance detodosybastaatreverseatomarlo.Entoncestuveunaideaquenadie,¡nadie!,habíatenidojamás.Viconclaridadmeridianaqueeraextrañoquenadiehastaentonces,viendolosmilabsurdosdelavida,sehubieraatrevidoasacudireledificioensuscimientosparadestruirlo todo,paraenviarlo todoaldiablo…Entonces yo me atreví y maté…Yo sólo quería llevar a cabo un acto deaudacia, Sonia. No quería otra cosa: eso fue exclusivamente lo que meimpulsó.

—¡Calle, calle!—exclamóSonia fuera de sí—.Usted se ha apartado deDios,yDioslehacastigado,lohaentregadoaldemonio.

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—Así, Sonia, ¿tú crees que cuando todas estas ideas acudían amí en laoscuridaddemihabitacióneraqueeldiablometentaba?

—¡Calle,ateo!Noseburle…¡Señor,Señor!Nocomprendenada…

—Óyeme, Sonia; no me burlo. Estoy seguro de que el demonio mearrastró. Óyeme, óyeme —repitió con sombría obstinación—. Sé todo,absolutamentetodoloquetúpuedasdecirme.Hepensadoentodoesoymelohe repetidomil veces cuando estaba echado en las tinieblas… ¡Qué luchasinteriores he librado!Si supierashastaquépuntome enojaban estas inútilesdiscusionesconmigomismo.Mideseoeraolvidarlotodoyempezarunanuevavida.Peroespecialmenteanhelabaponerfinamissoliloquios…Nocreasquefui a poner en prácticamis planes inconscientemente.No, lo hice todo trasmadurasreflexiones,yesofueloquemeperdió.Créemequeyonosabíaqueel hecho de interrogarme a mí mismo acerca de mi derecho al poderdemostraba que tal derecho no existía, puesto que lo ponía en duda.Y quepreguntarme si el hombre era un gusano demostraba que no lo era paramí.Estascosassólosonaceptadasporelhombrequenoseplanteatalespreguntasy sigue su camino derechamente y sin vacilar. El solo hecho de que mepreguntara:«¿HabríamatadoNapoleónalavieja?»demostrabaqueyonoeraunNapoleón…Sobrellevé hasta el final el sufrimiento ocasionado por estosdesatinos y después traté de expulsarlos. Yo maté no por cuestiones deconciencia, sino por un impulso que sólo a mí me atañía. No quieroengañarmeamímismosobreestepunto.Yonomatéporacudirensocorrodemimadreniconlaintencióndededicaralbiendelahumanidadelpoderyeldinero que obtuviera; no, no, yo sólomaté pormi interés personal, pormímismo, y en aquel momento me importaba muy poco saber si sería unbienhechordelahumanidadounvampirodelasociedad,unaespeciedearañaquecazaseresvivientesconsutela.Todomeeraindiferente.Desdeluego,nofuelaideadeldinerolaquemeimpulsóamatar.Másqueeldineronecesitabaotracosa…Ahoralosé…Compréndeme…Situvieraquevolverahacerlo,talvezno loharía…Eraotra la cuestiónquemepreocupabayme impulsaba aobrar.Yonecesitabasaber,ycuantoantes,sieraungusanocomolosdemásounhombre,sieracapazdefranqueartodoslosobstáculos,siosabainclinarmeparaasirelpoder,sieraunacriaturatemerosaosiprocedíacomoelqueejerceunderecho.

—¿Derechoamatar?—exclamólajoven,atónita.

—¡Calla, Sonia! —exclamó Rodia, irritado. A sus labios acudió unaobjeción,peroselimitóadecir—:Nomeinterrumpas.Yosóloqueríadecirtequeeldiablomeimpulsóahaceraquelloyluegomehizocomprenderquenoteníaderechoahacerlo,puestoqueeraungusanocomolosdemás.Eldiabloseburlódemí.Siestoyentucasaesporquesoyungusano;delocontrario,notehabríahechoestavisita…Hasdesaberquecuandofuiacasadelavieja,yo

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solamentedeseabahacerunexperimento.

—Ustedmató.

—Pero¿cómo?Noseasesinacomoyolohice.Elquecometeuncrimenprocededemodomuydistinto…Algúndía locontaré tododetalladamente…¿Fuealaviejaaquienmaté?No,measesinéamímismo,noaella,ymeperdíparasiempre…Fueeldiabloelquematóalaviejaynoyo.

Ydeprontoexclamóconvozdesgarradora:

—¡Basta,Sonia,basta!¡Déjame,déjame!

Raskolnikofapoyó loscodosen las rodillasyhundió lacabezaentre susmanos,rígidascomotenazas.

—¡Quémododesufrir!—gimióSonia.

—Bueno,¿quédebohacer?Habla—dijoeljoven,levantandolacabezaymostrandosurostrohorriblementedescompuesto.

—¿Quédebeshacer?—exclamólamuchacha.

Se arrojó sobre él. Sus ojos, hasta aquelmomento bañados en lágrimas,centellarondepronto.

—¡Levántate!

Lehabíapuestolamanoenelhombro.Élselevantóylamiró,estupefacto.

—Veinmediatamentealapróximaesquina,arrodíllateybesalatierraquehasmancillado. Después inclínate a derecha e izquierda, ante cada personaquepase,ydienvozalta:«¡Hematado!»EntoncesDiostedevolverálavida.

Temblandodepiesacabeza,leasiólasmanosconvulsivamenteylemiróconojosdeloca.

—¿Irás,irás?—lepreguntó.

Raskolnikofestabatanabatido,quetantaexaltaciónlesorprendió.

—¿Quieresquevayaapresidio,Sonia?—preguntóconacentosombrío—.¿Pretendesquevayaapresentarmealajusticia?

—Debes aceptar el sufrimiento, la expiación, que es el único medio deborrartucrimen.

—No,noiréapresentarmealajusticia,Sonia.

—¿Y tu vida qué?—exclamó la joven—. ¿Cómo vivirás? ¿Podrás vivirdesde ahora? ¿Te atreverás a dirigir la palabra a tumadre…? ¿Qué será deellas…?Pero¿quédigo?Yahasabandonadoatumadreyatuhermana.Biensabesquelashasabandonado…¡Señor…!Élyahacomprendidoloqueesto

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significa…¿Sepuedevivirlejosdetodoslossereshumanos?¿Quévaaserdeti?

—Noseasniña,Sonia—respondiódulcementeRaskolnikof—.¿Quiénesesagenteparajuzgarmicrimen?¿Quépodríadecirles?Suautoridadespurailusión.Danmuerte amiles de hombres y ven en ello unmérito. Son unosbribonesyunoscobardes,Sonia…Noiré.¿Quéquieresquelesdiga?¿Queheescondidoeldinerodebajodeunapiedrapornoatrevermeaquedármelo?—Yañadió, sonriendo amargamente—: Se burlarían de mí. Dirían que soy unimbécil al no haber sabido aprovecharme. Un imbécil y un cobarde. Nocomprenderían nada, Sonia, absolutamente nada. Son incapaces decomprender.¿Paraquéir?No,noiré.Noseasniña,Sonia.

—Tuvidaseráunmartirio—dijolajoven,tendiendohaciaéllosbrazosenunasúplicadesesperada.

—Talvezmehayacalumniadoamímismo—dijo,absortoyconacentosombrío—.Acasosoyunhombretodavía,noungusano,ymeheprecipitadoalcondenarme.Voyaintentarseguirluchando.

Ysonrióconarrogancia.

—¡Perollevaresacargadesufrimientotodalavida,todalavida…!

—Yameacostumbraré—dijoRaskolnikof,todavíatristeypensativo.

Perounmomentodespuésexclamó:

—¡Bueno, basta de lamentaciones! Hay que hablar de cosas másimportantes.Hevenidoadecirtequemesiguenlapistadecerca.

—¡Oh!—exclamóSonia,aterrada.

—Pero¿quétepasa?¿Porquégritas?Quieresquevayaapresidio,yahorateasustas.¿Dequé?Peroescucha:nomedejaréatraparfácilmente.Lesdarétrabajo.Notienenpruebas.Ayerestuveverdaderamenteenpeligroymecreíperdido,perohoyelasuntoparecehabersearreglado.Todas laspruebasquetienen sonarmasdedos filos,demodoque loscargosquemehaganpuedopresentarlos de forma que me favorezcan, ¿comprendes? Ahora ya tengoexperiencia.Sinembargo,nopodréevitarquemedetengan.Denoserporunacircunstancia imprevista, ya estaría encerrado. Pero aunque me encarcelen,habrándedejarmeenlibertad,puesnitienenpruebasnilastendrán,tedoymipalabra,yporsimplessospechasnosepuedecondenaraunhombre…Anda,siéntate…Sólo te he dicho esto para que estés prevenida…En cuanto a mimadreyamihermana,yaarreglarélascosasdemodoquenoseinquietennisospechenlaverdad…Porotraparte,creoquemihermanaestáahoraalabrigodelanecesidady,porlotanto,tambiénmimadre…Estoestodo.Cuentocontuprudencia.¿Vendrásavermecuandoestédetenido?

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—¡Sí,sí!

Allí estaban los dos, tristes y abatidos, como náufragos arrojados por eltemporalaunacostadesolada.RaskolnikofmirabaaSoniaycomprendía lomucho que lo amaba. Pero —cosa extraña— esta gran ternura produjo depronto al joven una impresión penosa y amarga. Una sensación extraña yhorrible.HabíaidoaaquellacasadiciéndosequeSoniaerasuúnicorefugioysuúnicaesperanza.Habíaidoconelpropósitodedepositarenellaunapartedesuterriblecarga,yahoraqueSonialehabíaentregadosucorazónsesentíainfinitamentemásdesgraciadoqueantes.

—Sonia —le dijo—, será mejor que no vengas a verme cuando estéencarcelado.

Ellanocontestó.Lloraba.Transcurrieronvariosminutos.

Depronto,comoobedeciendoaunaidearepentina,Soniapreguntó:

—¿Llevasalgunacruz?

Éllamirósincomprenderlapregunta.

—No,notienesninguna,¿verdad?Toma,quédateésta,queesdemaderadeciprés.YotengootradecobrequefuedeLisbeth.Hicimosuncambio:ellamedioestacruzyyoleregaléunaimagen.YollevaréahoraladeLisbethytúlamía.Tómala—suplicó—.Esuna cruz,mi cruz…Desde ahora sufriremosjuntos,yjuntosllevaremosnuestracruz.

—Bien,dame—dijoRaskolnikof.

Quería complacerla,perodepronto, sinpoderlo remediar, retiró lamanoquehabíatendido.

—Másadelante,Sonia.Serámejor.

—Sí,serámejor—dijoella,exaltada—.Telapondráscuandoempiecetuexpiación.Entoncesvendrásamíylacolgaréentucuello.Rezaremosjuntosydespuésnospondremosenmarcha.

Enestemomentosonarontresgolpesenlapuerta.

—¿Se puede pasar, Sonia Simonovna?—preguntó cortésmente una vozconocida.

Soniacorrióhacialapuerta,llenadeinquietud.LaabrióylarubiacabezadeLebeziatnikofapareciójuntoalmarco.

CAPÍTULO5

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Lebeziatnikofdabamuestrasdeunaturbaciónextrema.—Vengoporusted,SoniaSimonovna.Perdone…Noesperabaencontrarloaquí—dijodepronto,dirigiéndoseaRaskolnikof—.Noesqueveanadamaloenello,entiéndame;es,sencillamente,quenoloesperaba.

SevolviódenuevohaciaSoniayexclamó:

—CatalinaIvanovnahaperdidoeljuicio.

Sonialanzóungrito.

—Por lomenos—dijoLebeziatnikof—loparece.Claroque…Peroeselcaso que no sabemos qué hacer…Les contaré lo ocurrido. Después demarcharsehavuelto.Amímeparecequelehanpegado…Haidoenbuscadeljefe de sumarido y no lo ha encontrado: estaba comiendo en casa de otrogeneral.Entonceshaidoaldomiciliodeesegeneralyhaexigidoveraljefedesuesposo,queestabatodavíaalamesa.Yapuedenustedesfigurarseloquehaocurrido.Naturalmente, lahanechado,peroella, segúndice,ha insultadoalgeneraleinclusolehaarrojadounobjetoalacabeza.Estoesmuyposible.Loque no comprendo es que no la hayan detenido.Ahora está describiendo laescenaa todoelmundo, inclusoaAmalia Ivanovna,peronadie la entiende,tanto grita y se debate…Dice que ya que todos la abandonan, cogerá a losniñosyseiráconellosalacalleatocarelórganoypedirlimosna,mientrassus hijos cantan y bailan. Y que irá todos los días a pedir ante la casa delgeneral,afindequeésteveaa losniñosdeunafamiliade lanobleza,a loshijos de un funcionario,mendigando por las calles. Les pega y ellos lloran.EnseñaaLenaacantarairespopularesyalosotrosdosabailar.Destrozasusropas y les confecciona gorros de saltimbanqui. Como no tiene ningúninstrumentodemúsica, estádispuestaa llevarseunacubetaparagolpearlaamaneradetambor.Noquiereescucharanadie.Ustedesnosepuedenimaginarloqueesaquello.

Lebeziatnikofhabría seguidohablandodecosasparecidasyenelmismotono si Sonia, que le escuchaba anhelante, no hubiera cogido de pronto susombrero y su chal y echado a correr.Raskolnikof yLebeziatnikof salierontrasella.

—No cabe duda de que se ha vuelto loca—dijoAndrés Simonovitch aRaskolnikofcuandoestuvieronenlacalle—.SinoloheaseguradohasidotansóloparanoinquietardemasiadoaSoniaSimonovna.Desdeluego,sulocuraes evidente.Dicen que a los tísicos se les forman tubérculos en el cerebro.Lamentonosabermedicina.Yoheintentadoexplicarelasuntoalaenfermera,peroellanohaqueridoescucharme.

—¿Lehahabladousteddetubérculos?

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—No, no; si le hubiera hablado de tubérculos, ella no me habríacomprendido.Loquequierodeciresque, siunoconsigueconvenceraotro,pormediodelalógica,dequenotienemotivosparallorar,nollorará.Estoesindudable.¿Acasoustednoopinaasí?

—Yocreoquesituvieraustedrazón,lavidaseríademasiadofácil.

—Permítame.Desdeluego,CatalinaIvanovnanocomprenderíafácilmentelo que le voy a decir. Pero usted…¿No sabe que en Paris se han realizadoseriosexperimentossobreelsistemadecuraraloslocossólopormediodelalógica?Undoctorfrancés,ungransabioquehamuertohacepoco,afirmabaqueestoesposible.Suideafundamentaleraquelalocuranoimplicalesionesorgánicasimportantes,quesóloes,pordecirloasí,unerrordelógica,unafaltade juicio, un punto de vista equivocado de las cosas. Contradecíaprogresivamenteasusenfermos, refutabasusopiniones,yobtuvoexcelentesresultados.Pero comoalmismo tiempoutilizaba lasduchas, nohaquedadoplenamentedemostradalaeficaciadesumétodo…Porlomenos,estoesloqueopinoyo.

PeroRaskolnikofyanoleescuchaba.AlverquehabíanLlegadofrenteasu casa, saludó a Lebeziatnikof con un movimiento de cabeza y cruzó elportal.AndrésSimonovitchserepusoenseguidadesusorpresay,trasdirigirunamiradaasualrededor,prosiguiósucamino.

Raskolnikofentróensubuhardilla,sedetuvoenmediodelahabitaciónysepreguntó:

—¿Paraquéhabrévenido?

Y sumirada recorría las paredes, cuyo amarillento papel colgaba aquí yalláenjirones…,yelpolvo…,yeldiván…

Delpatiosubíaunruidoseco, incesante:golpesdemartillosobreclavos.Seacercóalaventana,sepusodepuntillasyestuvounratomirandocongranatención…El patio estaba desierto; Raskolnikof no vio a nadie. En el alaizquierda había varias ventanas abiertas, algunas adornadas conmacetas, delasquebrotabanescuálidosgeranios.Enlaparteexteriorseveíancuerdasconropatendida…Erauncuadroqueestabahartodever.Dejólaventanayfueasentarseeneldiván.Nuncasehabíasentidotansolo.

Experimentóde nuevoun sentimiento de odio haciaSonia.Sí, la odiabadespués de haberla atraído a su infortunio. ¿Por qué habría ido a hacerlallorar?¿Quénecesidadteníadeenvenenarsuvida?¡Quécobardehabíasido!

—Permaneceré solo —se dijo de pronto, en tono resuelto—, y ella novendráavermealacárcel.

Cincominutosdespuéslevantólacabezaysonrióextrañamente.Acababa

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depasarporsucerebrounaideaverdaderamentesingular.«Acasoseaverdadqueestaríamejorenpresidio.»

Nuncasabríacuántoduróaqueldesfiledeideasvagas.

DeprontoseabriólapuertayaparecióAvdotiaRomanovna.Lajovensedetuvo en el umbral y estuvo unmomento observándole, exactamente igualquehabíahechoélalllegaralahabitacióndeSonia.DespuésDuniaentróenelaposentoyfueasentarseenunasillafrenteaél,enelsitiomismoenquesehabía sentado el día anterior. Raskolnikof la miró en silencio, con airedistraído.

—Noteenfades,Rodia—dijoDunia—.Estaréaquísólounmomento.

La joven estaba pensativa, pero su semblante no era severo. En su claramirada había un resplandor de dulzura. Raskolnikof comprendió que era suamoraélloquehabíaimpulsadoasuhermanaahacerleaquellavisita.

—Oye,Rodia: lo sé todo…, ¡todo!Me lo ha contadoDmitriProkofitch.Mehaexplicadohasta elmásmínimodetalle.Tepersigueny te atormentanconlasmásvilesyabsurdassuposiciones.DmitriProkofitchmehadichoquenocorrespeligroalgunoyquenodeberíaspreocupartecomotepreocupas.Enestonoestoydeacuerdoconél:comprendotuindignaciónynomeextrañaríaquedejaraentihuellasimborrables.Estoesloquemeinquieta.Notepuedoreprochar que nos hayas abandonado, y ni siquiera juzgaré tu conducta.Perdónamesilohice.Estoyseguradequetambiényo,sihubieratenidounadesgraciacomolatuya,mehabríaalejadodetodoelmundo.Nocontarénadadetodoestoanuestramadre,perolehablarécontinuamentedetiylediréquetúme has prometido irmuy pronto a verla. No te inquietes por ella: yo latranquilizaré.Perotútenpiedaddeella:noolvidesqueestumadre.Sólohevenido a decirte —y Dunia se levantó— que si me necesitases para algo,aunquetunecesidadsupusieraelsacrificiodemivida,nodejesdellamarme.Vendríainmediatamente.Adiós.

Sevolvióysedirigióalapuertaresueltamente.

—¡Dunia!—lallamósuhermano,levantándosetambiényyendohaciaella—.YahabrásvistoqueRasumikhineesunhombreexcelente.

UnleveruboraparecióenlasmejillasdeDunia.

—¿Porquélodices?—preguntó,trasunosmomentosdeespera.

—Es un hombre activo, trabajador, honrado y capaz de sentir un amorverdadero…Adiós,Dunia.

La joven había enrojecido vivamente. Después su semblante cobró unaexpresióndeinquietud.

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—¿Es que nos dejas para siempre, Rodia?Me has hablado como quienhacetestamento.

—Adiós,Dunia.

Seapartódeellaysefuealaventana.Duniaesperóunmomento,lomiróconungestodeintranquilidadysemarchóllenadeturbación.

Sin embargo,Rodia no sentía la indiferencia que parecía demostrar a suhermana. Durante un momento, al final de la conversación, incluso habíadeseadoardientementeestrecharlaensusbrazos,decirleasíadiósycontárselotodo.Noobstante,nisiquierasehabíaatrevidoadarlelamano.

«Másadelante,al recordarmisbesos,podríaestremecerseydecirqueseloshabíarobado.»

Ysepreguntóunmomentodespués:

«Además,¿tendríalaenterezadeánimonecesariaparasoportarsemejanteconfesión? No, no la soportaría; las mujeres como ella no son capaces deafrontarestascosas.»

Soniaacudióasupensamiento.Unairecillofrescoentrabaporlaventana.Declinabaeldía.Cogiósugorraysemarchó.

Nosesentíaconfuerzasparapreocuparseporsusalud,niexperimentabael menor deseo de pensar en ella. Pero aquella angustia continua, aquellosterrores,forzosamenteteníanqueproduciralgúnefectoenél,ysilafiebrenolehabíaabatidoyaeraprecisamenteporqueaquellatensióndeánimo,aquellainquietudcontinua,lesosteníanyleinfundíanunafalsaanimación.

Erraba sin rumbo fijo. El sol se ponía. Desde hacía algún tiempo,Raskolnikof experimentaba una angustia completamente nueva, no aguda nidemasiadopenosa,perocontinuaeinvariable.Presentíalargosymortalesañoscolmados de esta fría y espantosa ansiedad. Generalmente era al atardecercuandotalessensacionescobrabanunaintensidadobsesionante.

Conestosestúpidostrastornosprovocadosporunapuestadesol—sedijomalhumorado—esimposiblenocometeralgunatontería.UnosesientecapazdeiraconfesárselotodonosóloaSonia,sinoaDunia.»

Oyóquelellamabanysevolvió.EraLebeziatnikof,quecorríahaciaél.

—Vengo de su casa. He ido a buscarle. Esa mujer ha hecho lo que seproponía:sehamarchadodecasacon losniños.ASoniaSimonovnayamínos ha costado gran trabajo encontrarla. Golpea con la mano una sartén yobligaalosniñosacantar.Losniñoslloran.CatalinaIvanovnasevaparandoen las esquinas y ante las tiendas. Los sigue un grupo de imbéciles. Vengausted.

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—¿YSonia?—preguntó,inquieto,Raskolnikof,mientrasechabaaandaralladodeLebeziatnikofatodaprisa.

—Estácompletamenteloca…Bueno,merefieroaCatalinaIvanovna,noaSoniaSimonovna.Éstaestátrastornada,desdeluego;peroCatalinaIvanovnaestáverdaderamente loca,haperdidoel juicioporcompleto.Terminaránpordetenerla,yyapuedeustedfigurarseelefectoqueestolevaaproducir.Ahoraestáenelmalecóndelcanal,cercadelpuentedeN,nolejosdecasadeSoniaSimonovna,queestácercadeaquí.

En el malecón, cerca del puente y a dos pasos de casa de SoniaSimonovna, había una verdadera multitud, formada principalmente porchiquillos y rapazuelos. La voz ronca y desgarrada de Catalina Ivanovnallegabahastaelpuente.Enverdad,elespectáculoeralobastanteextrañoparaatraerlaatencióndelostranseúntes.CatalinaIvanovna,consuviejabataysuchaldepaño,cubiertalacabezaconunmíserosombrerodepajaladeadosobreuna oreja, parecía presa de su verdadero accesode locura.Estaba rendida yjadeante.Supobrecaradetísicanuncahabíatenidounaspectotanlamentable(porotraparte,losenfermosdelpechotienensiemprepeorcaraenlacalle,enplenodía, queen su casa).Pero, apesarde sudebilidad,Catalina Ivanovnaparecíadominadaporunaexcitaciónqueibaencontinuoaumento.Searrojabasobre los niños, los reñía, les enseñaba delante de todo elmundo a bailar ycantar,yluego,furiosaalverquelaspobrescriaturasnosabíanhacerloqueellalesdecía,empezabaaazotarlos.

Avecesinterrumpíasusejerciciosparadirigirsealpúblico.Ycuandoveíaentre lamultitudde curiosos algunapersonamedianamentevestida, ledecíaquemiraseaquéextremohabíanllegadoloshijosdeunafamilianobleycasiaristocrática.Sioía risasopalabrasburlonas, seencarabaenel actocon losinsolentesy losponíadevueltaymedia.Algunossereían,otrossacudíanlacabeza,compasivos,ytodosmirabanconcuriosidadaaquellalocarodeadadeniñosaterrados.

Lebeziatnikofdebíadehaberseequivocadoenloreferentealasartén.Porlomenos,Raskolnikofnovioninguna.CatalinaIvanovnaselimitabaallevarel compás batiendo palmas con sus descarnadas manos cuando obligaba aPoletchkaa cantary aLenayKolia abailar.Aveces seponía a cantar ellamisma; pero pronto le cortaba el canto una tos violenta que la desesperaba.Entoncesempezabaamaldecirdesuenfermedadyallorar.PeroloquemáslaenfurecíaeranlaslágrimasyelterrordeLenaydeKolia.

Había intentado vestir a sus hijos como cantantes callejeros. Le habíapuesto al niñouna especie de turbante rojo y blanco, con lo que parecía unturco.Comono tenía tela parahacer aLenaunvestido, sehabía limitado aponerleen lacabezaelgorrode lana,en formadecasco,deldifuntoSimón

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Zaharevitch, al que añadió como adorno una pluma de avestruz blanca quehabíapertenecidoasuabuelayquehastaentonceshabíatenidoguardadaensubaúlcomounareliquiadefamilia.Poletchkallevabasuvestidodesiempre.Mirabaasumadreconunaexpresióndeinquietudytimidezynoseapartabadeella.Procurabaocultarlesuslágrimas;sospechabaquesumadrenoestabaen su juicio, y se sentía aterrada al verse en la calle, en medio de aquellamultitud.EncuantoaSonia,sehabíaacercadoasumadrastraylesuplicaballorandoquevolvieraacasa.PeroCatalinaIvanovnasemostrabainflexible.

—¡Basta,Sonia!—exclamó,jadeandoysinpodercontinuaracausadelatos—.No sabes lo queme pides. Pareces una niña. Ya lo he dicho que novolveré a casa de esa alemana borracha. Que todo el mundo, que todoPetersburgoveamendigaraloshijosdeunpadrenoblequehaservidolealyfielmente toda su vida y que ha muerto, por decirlo así, en su puesto detrabajo.

Aqueltrastornadocerebrohabíaurdidoestafantasía,yCatalinaIvanovnacreíaenellaciegamente.

—Queesebribóndegeneralveaesto.Además,túnotedascuentadeunacosa, Sonia. ¿De dónde vamos a sacar ahora la comida? Ya te hemosexplotadobastanteynoquieroqueestocontinúe…

EnestovioaRaskolnikofycorrióhaciaél.

—¿Esusted,RodionRomanovitch?Hagaelfavordeexplicarleaestatontaquelaresoluciónquehetomadoeslamásconveniente.Biensedalimosnaalosmúsicos ambulantes. A nosotros nos reconocerán en seguida: verán quesomos una familia noble caída en la miseria, y ese detestable general seráexpulsadodelejército:yaloveráusted.Iremostodoslosdíasapedirbajosusventanas.Ycuandopaseelemperador,mearrojaréasuspiesylemostraréamishijos.«Protéjame,señor»,lediré.Esunhombremisericordioso,unpadrepara los huérfanos, y nos protegerá, ya lo verá usted. Y ese detestablegeneral…Lena, tenez—vous droite. Tú, Kolia, vas a volver a bailar enseguida. Pero ¿por qué lloras? ¿De qué tienesmiedo, so tonto?Señor, ¿quépuedo hacer con ellos? Le hacen perder a una la paciencia, RodionRomanovitch.

Y entre lágrimas (lo que no le impedía hablar sin descanso)mostraba aRaskolnikofsusdesconsoladoshijos.

El joven intentó convencerla de que volviera a su habitación, diciéndole(creíaquelevantaríasuamorpropio)quenodebíairporlascallescomolosorganilleros,cuandoestabaenvísperasdeserdirectoradeunpensionadoparamuchachasnobles.

—¿Un pensionado? ¡Ja, ja, ja! ¡Ésa es buena! —exclamó Catalina

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Ivanovna, a la que acometió un acceso de tos en medio de su risa—. No,Rodion Romanovitch: ese sueño se ha desvanecido. Todo elmundo nos haabandonado.Yesegeneral…Sepausted,RodionRomanovitch,quelearrojéalacabezauntinteroquehabíaenunamesadelaantecámara,alladodelahojadondehandeponer sunombre losvisitantes.Noescribí elmío, le arrojé eltinteroalacabezaymemarché.¡Cobardes!¡Miserables…!Peroahorameríode ellos.Me encargaré yomisma de la alimentación demis hijos y nomehumillaréantenadie.Ya lahemosexplotadobastante—señalabaaSonia—.Poletchka,¿cuántodinerohemosrecogido?Aver.¿Cómo?¿Doskopeksnadamás? ¡Qué gente tanmiserable!No dan nada. Lo único que hacen es venirdetrás de nosotros como idiotas. ¿De qué se reirá ese cretino?—señalaba auno del grupo de curiosos—. De todo esto tiene la culpa Kolia, que noentiendenada.Lasacaaunadequicio…¿Quéquieres,Poletchka?Háblameenfrancés,parle—moifrançais.Tehedadolecciones;sabesmuchasfrases.Sinohablasenfrancés,¿cómosabrálagentequepertenecesaunafamilianobley que sois niños bien educados y no músicos ambulantes? Nosotros nocantaremos cancioncillas ligeras, sino hermosas romanzas. Bueno, vamos averquécantamosahora.Hacedelfavordenointerrumpirme…Oiga,RodionRomanovitch nos hemos detenido aquí para escoger nuestro repertorio…Necesitamos un aire que pueda bailarKolia…Ya comprenderá usted que notenemos nada preparado. Primero hay que ensayar, y cuando ya podamospresentaruntrabajodeconjunto,nosiremosalaavenidaNevsky,pordondepasamuchagentedistinguida,quesefijaráennosotrosinmediatamente.LenasabeesacanciónquesellamaLacasitadecampo,peroyalaconocetodoelmundoyresultauna lata.Necesitamosunrepertoriodemáscalidad.Vamos,Polia,damealgunaidea;ayudaatumadre…¡Ah,estamemoriamía!¡Cómomefalla!Sinomefallase,yasabríayoloquetenemosquecantar.PuesnoescosadequecantemosElhúsarapoyadoensusable…¡Ah,yasé!CantaremosenfrancésCinqsous.Vosotrossabéisestacanciónporqueoslaheenseñado,ycomoesunacanciónfrancesa,lagenteveráenseguidaquepertenecéisaunafamilianobleyseconmoveráTambiénpodríamoscantarMarlboroughs'enva—t—en guerre, que es una canción infantil que se canta en todas las casasaristocráticasparadormiralosniños.

»Marlboroughs'enva—t—enguerre,nesaitquandreviendra.

Habíaempezadoacantar,peroenseguidaseinterrumpió.

—No,esmejorquecantemosCinqsous…Anda,Kolia: lasmanosen lascaderas, y a moverse vivamente. Y tú, Lena, da vueltas también, pero ensentidocontrario.Poletchkayyocantaremosybatiremospalmas.

»Cinqsous,cinqsousPourmonternotreménage.

Laacometióunaccesodedos.

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—Poletchka —dijo sin cesar de toser—, arréglate el vestido. Lashombreras te cuelgan. Ahora vuestro porte debe ser especialmente digno ydistinguido,afindequetodoelmundopuedaverquepertenecéisalanobleza.Yadecíayoquetucorpiñodebíasermáslargo.Miraelresultado:estaniñaesuna caricatura… ¿Otra vez llorando? Pero ¿qué os pasa, estúpidos?Vamos,Kolia,empiezaya.¡Anda!Animo.¡Oh,quécriaturataninsoportable!

»Cinqsous,cinqsous.»¿Ahoraunsoldado?¿Aquévienes?

Eraungendarme,quesehabíaabiertopasoentrelamuchedumbre.Pero,almismotiempo,sehabíaacercadounseñordeunoscincuentaañosyaspectoimponente, que llevaba uniforme de funcionario y una condecoraciónpendientedeunacintaquerodeabasucuello(locualprodujogransatisfacciónaCatalina Ivanovnaycausócierta impresiónalgendarme).Elcaballero, sindesplegar los labios,entregóa laviudaunbilletede tres rublos,mientrassusemblante reflejaba una compasión sincera. Catalina Ivanovna aceptó elobsequioyseinclinóceremoniosamente.

—Muchas gracias, señor —dijo en un tono lleno de dignidad—. Lasrazones que nos han impulsado a…Toma el dinero, Poletchka. Ya ves quetodavíahayenelmundohombresgenerososymagnánimosprestosasocorrera unadamade la nobleza caída en el infortunio.Loshuérfanosqueve anteusted, señor, son de origen noble, e incluso puede decirse que estánemparentados con la más alta aristocracia…Ese miserable general estabacomiendoperdices…Empezóagolpearelsueloconelpie,contrariadopormipresencia, y yo le dije: «Excelencia, usted conocía a Simón Zaharevitch.Proteja a sus huérfanos. Elmismo día de su entierro, su hija ha tenido quesoportar las calumnias del másmiserable de los hombres…» ¿Todavía estáaquíestesoldado?

Ygritó,dirigiéndosealfuncionario:

—Protéjame,señor.¿Porquémeacosaestesoldado?YahemostenidoquelibrarnosdeunoenlacalledelosBurgueses…¿Quéquieresdemí,imbécil?

—Está prohibido armar escándalo en la calle. Haga el favor decomportarseconmáscorrección.

—¡Tú sí que eres incorrecto!Yonohago sino lo que hacen losmúsicosambulantes.¿Porquétehasdeensañarconmigo?

—Los músicos ambulantes necesitan un permiso. Usted no lo tiene yprovocaescándalosenlavíapública.¿Dóndeviveusted?

—¿Unpermiso?—exclamóCatalinaIvanovna—.¡Heenterradohoyamimarido!¿Quépermisopuedotener?

—Cálmese, señora —dijo el funcionario—. Venga, la acompañaré a su

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casa.Ustednoespersonaparaestarentreestagente.Estáustedenferma…

—¡Señor,ustednoconocenuestrasituación!—dijoCatalinaIvanovna—.Tenemos que ir a la avenida Nevsky… ¡Sonia, Sonia…! ¿Dónde estás?¿Tambiéntúlloras?Pero¿quéospasaatodos…?Kolia,Lena,¿adóndevais?—exclamó, súbitamente aterrada—. ¡Quéniños tan estúpidos! ¡Kolia,Lena!¿Adóndevais?

Loocurridoeraquelosniños,yaasustadosporlamultitudquelosrodeabaypor lasextravaganciasde sumadre,habían sentidoverdadero terroralveracercarsealgendarmedispuestoadetenerlosyhabíanhuidoatodocorrer.

La infortunada Catalina Ivanovna se había lanzado en pos de ellos,gimiendoysollozando.Eradesgarradorverlacorrerjadeandoyentresollozos.SoniayPoletchkasalieronensupersecución.

—¡Cógelos,Sonia!¡Quéniñostanestúpidoseingratos!¡Detenlos,Polia!Todolohehechoporvosotros.

Ensucarreratropezóconunobstáculoycayó.

—¡Sehaherido!¡Estácubiertadesangre!¡Diosmío!

Ymientrasdecíaesto,Soniasehabíainclinadosobreella.

Lagenteseapiñóentornodelasdosmujeres.RaskolnikofyLebeziatnikofhabíansidodelosprimerosenllegar,asícomoelfuncionarioyelgendarme.

—¡Quédesgracia!—gruñóesteúltimo,presintiendoquesehallabaanteunasuntoenojoso.

Luegotratódedispersaralamultitudquesehacinabaentornodeél.

—¡Circulen,circulen!

—Semuere—dijouno.

—Sehavueltoloca—afirmóotro.

—¡Piedad para ella, Señor! —dijo una mujer santiguándose—. ¿Se haencontradoalosniños?Sí,ahívienen;lostraelaniñamayor.¡Quédesgracia,Diosmío!

AlexaminaratentamenteaCatalinaIvanovnasepudoverquenosehabíaherido,comocreyeraSonia,sinoquelasangrequeteñíaelpavimentosalíadesuboca.

—Yosé loqueeseso—dijoel funcionarioenvozbajaaRaskolnikofyLebeziatnikof—.Estátísica.Lasangreempiezaasaliryahogaalenfermo.Yohe presenciado un caso igual en una parienta mía. De pronto echó vaso ymediodesangre.¿Quépodemoshacer?Sevaamorir.

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—¡Llévenla a mi casa! —suplicó Sonia—. Vivo aquí mismo…Aquellacasa,lasegunda…¡Amicasa,pronto…!Busquenunmédico…¡Señor!

Todo se arregló gracias a la intervención del funcionario. El gendarmeinclusoayudóatransportaraCatalinaIvanovna.Ladepositaronmediomuertaen la cama de Sonia. La hemorragia continuaba, pero la enferma se ibarecobrandopocoapoco.

En la habitación, además de Sonia, habían entrado Raskolnikof,Lebeziatnikof,elfuncionarioyelgendarme,queobligóaretirarseaalgunoscuriosos que habían llegado hasta la puerta. Apareció Poletchka con losfugitivos, que temblaban y lloraban. De casa de Kapernaumof llegarontambién, primero elmismo sastre, con su cojera y su único ojo sano, y queteníaunaspectoextrañoconsuspatillasycabellos tiesos;despuéssumujer,cuyosemblanteteníaunaexpresióndeespanto,yenposdeellosalgunosdesusniños,cuyascarasreflejabanunestúpidoestupor.Entretodaestamultitudapareció de pronto el señor Svidrigailof. Raskolnikof le contempló con ungestodeasombro.Nocomprendíadedóndehabíasalido:norecordabahaberlovistoentrelamultitud.

Sehablódellamaraunmédicoyaunsacerdote.ElfuncionariomurmuróaloídodeRaskolnikofquelamedicinanopodíahacernadaenestecaso,perono por eso dejó de aprobar la idea de que se fuera a buscar un doctor.Kapernaumofseencargódeello.

Entretanto,CatalinaIvanovnasehabíareanimadounpoco.Lahemorragiahabíacesado.Laenfermadirigióunamiradallenadedolor,peropenetrante,alapobreSonia,que,pálidaytemblorosa,lelimpiabalafrenteconunpañuelo.Después pidió que la levantaran. La sentaron en la cama y le pusieronalmohadasaambosladosparaquepudierasostenerse.

—¿Dóndeestánlosniños?—preguntóconvoztrémula—.¿Loshastraído,Polia?¡Losmuytontos!¿Porquéhabéishuido?¿Porqué?

Lasangrecubríaaúnsusdelgadoslabios.Laenfermapaseólamiradaporlahabitación.

—Aquívives,¿verdad,Sonia?Nohabíavenidonuncaatucasa,yalfinhetenidoocasióndeverla.

SequedómirandoaSoniaconunaexpresiónllenadeamargura.

—Hemos destrozado tu vida por completo…Polia, Lena,Kolia, venid…Aquí están, Sonia…Tómalos…Los pongo en tus manos…Yo he terminadoya…Seacabólafiesta…Acostadme…Dejadmemorirtranquila.

Latendieronenlacama.

—¿Cómo? ¿Un sacerdote? ¿Para qué? ¿Es que a alguno de ustedes les

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sobraunrublo…?Yonotengopecados…Diosmeperdonará…Sabelomuchoquehesufridoenlavida…Ysinomeperdona,¿quélevamosahacer?

Eldeliriode la fiebrese ibaapoderandodeella.Sus ideaserancadavezmásconfusas.Acadamomento seestremecía,mirabaal círculo formadoentornodellecho,losreconocíaatodos.Despuésvolvíaahundirseeneldelirio.Su respiración era silbante y penosa. Se oía en su garganta una especie dehervor.

—Yoledije:«¡Excelencia…!»—exclamó,deteniéndosedespuésdecadapalabrapara tomar aliento—. ¡EsaAmaliaLudwigovna…! ¡Lena,Kolia, lasmanos en las caderas…! Vivacidad, mucha vivacidad…Ligereza yelegancia…Unpocodetaconeo…¡Aversilohacéiscongracia…!

»DuhastDiamantenandPerlen.

»¿Quévienedespués…?¡Ah,sí!

»DuhastdieschonstenAugen…Madchen,waswillstdumeher?

»¡Quéfalsoesesto!Waswillstdumeher…?Bueno,¿quémásdijoelmuyimbécil…?Ya,yarecuerdoloquesigue…

»EnlosmediodíasardientesdelosllanosdelDaghestan…

»¡Ah,cómomegustaba,comomeencantabaestaromanza,Poletchka!Melacantaba tupadreantesdecasarnos…¡Quétiemposaquellos…!Estoes loquedebemoscantar…Pero¿quévienedespués…?Loheolvidado…Ayúdamearecordar…

Ladominabaunaprofundaagitación. Intentaba incorporarse…Depronto,convoz ronca, entrecortada, siniestra, deteniéndosepara respirar despuésdecadapalabra,conunacrecienteexpresiónde inquietudenel rostro,volvióacantar:

«EnlosmediodíasardientesdelosllanosdelDaghestan…,conunabalaenelpecho…»

Deprontorompióalloraryexclamóconunaespeciederonquido:

—¡Excelencia, proteja a los huérfanos en memoria del difunto SimónZaharevitch,delqueinclusopuededecirsequeeraunaristócrata!

Trasunestremecimiento,volvióasujuicio,miróconungestodeespantoacuantoslarodeabanysevioquehacíaesfuerzosporrecordardóndeestaba.EnseguidareconocióaSonia,perosemostrósorprendidadeverlaasulado.

—Sonia…,Sonia…—dijodulcemente—,¿tambiénestástúaquí?

Lalevantarondenuevo.

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—¡Ha llegado la hora…! ¡Esto se acabó, desgraciada…! La bestia estárendida…, ¡muerta! —gritó con amarga desesperación, y cayó sobre laalmohada.

Quedó adormecida, pero este sopor duró poco. Echó hacia atrás elamarillento y enjuto rostro, su boca se abrió, sus piernas se extendieronconvulsivamente,lanzóunprofundosuspiroymurió.

Soniasearrojósobreelcadáver,seabrazóaél,dejócaersucabezasobreeldescarnadopechode ladifuntayquedó inmóvil,petrificada.Poletchkaseechósobrelospiesdesumadreyempezóabesarlossollozando.

KoliayLena,aunquenocomprendían loquehabíasucedido,adivinabanqueelacontecimientoeracatastrófico.Sehabíancogidodeloshombrosysemirabanensilencio.Depronto,losdosabrieronlabocayempezaronalloraryagritar.

Losdosllevabanaúnsusvestidosdesaltimbanqui:unosuturbante,elotrosugorroadornadoconunaplumadeavestruz.

No se sabe cómo, el diploma obtenido por Catalina Ivanovna en elinternadoapareciódeprontoenel lecho,al ladodelcadáver.Raskolnikof lovio.Estabajuntoalaalmohada.

Rodiasedirigióalaventana.Lebeziatnikofcorrióareunirseconél.

—Sehamuerto—murmuró.

—Rodion Romanovitch—dijo Svidrigailof acercándose a ellos—, tengoquedecirlealgoimportante.

Lebeziatnikofseretiróenelactodiscretamente.Noobstante,Svidrigailofse llevó aRaskolnikof aun rincónmás apartado.Rodianopodíaocultar sucuriosidad.

—Detodoesto,delentierroydelodemás,meencargoyo.Yasabeustedquetengomásdinerodelquenecesito.LlevaréaPoletchkaysushermanitosaun buen orfelinato y depositaré mil quinientos rublos para cada uno. Asípodrán llegar a la mayoría de edad sin que Sonia Simonovna tenga quepreocuparse por su sostenimiento. En cuanto a ella, la retiraré de laprostitución,puesesunabuenachica,¿noleparece?YapuedeustedexplicaraAvdotiaRomanovnaenquégastoyoeldinero.

—¿Quépersigueustedconsugenerosidad?—preguntóRaskolnikof.

—¡Quéescépticoesusted!—exclamóSvidrigailof,echándoseareír—.Yalehedichoquenonecesitoeldineroqueenestovoyagastar.Ustednoadmitequeyopuedaprocederporunsimpleimpulsodehumanidad.Alfinyalcabo,esamujernoeraungusano—señalabaconeldedoelrincóndondereposaba

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ladifunta—comociertaviejausurera.¿Noseríapreferibleque,envezdeella,hubieramuerto Lujine, ya que así no podría cometermás infamias? Sinmiayuda,Poletchkaseguiríaelcaminodesuhermana…

Su tono malicioso parecía lleno de reticencia, y mientras hablaba noapartabalavistadeRaskolnikof,elcualseestremecióysepusopálidoaloírrepetir los razonamientos que había hecho a Sonia. Retrocedió vivamente yfijóenSvidrigailofunamiradaextraña.

—¿Cómosabeustedqueyohedichoeso?—balbuceó.

—Vivo al otro lado de ese tabique, en casa de la señora Resslich. Estedepartamento pertenece a Kapernaumof, y aquél, a la señora Resslich, miantiguayexcelenteamiga.SoyvecinodeSoniaSimonovna.

—¿Usted?

—Sí,yo—dijoSvidrigailofentregrandescarcajadas—.Ledoymipalabrade honor, querido Rodion Romanovitch, de que me ha interesado ustedextraordinariamente. Le dije que seríamos buenos amigos. Pues bien, ya losomos.Ya verá como soy un hombre comprensivo y tratable con el que sepuedealternarperfectamente.

****

PARTE6

CAPÍTULO1

Empezó paraRaskolnikof una vida extraña. Era como si una especie deneblina lehubieraenvueltoyhundidoenunfatídicoydolorosoaislamiento.Cuando más adelante recordaba este período de su vida, comprendía queentonces su razónvacilabaa cadamomentoyqueeste estado, interrumpidopor algunos intervalos de lucidez, se había prolongado hasta la catástrofedefinitiva. Tenía el convencimiento de que había cometido muchos errores,sobre todo en las fechas y sucesión de los hechos. Por lo menos, cuando,andando el tiempo, recordó, y trató de poner en orden estos recursos, ydespuésdeexplicarselosucedido,sólograciasaltestimoniodeotraspersonaspudo conocer muchas de las cosas que pertenecían a aquel período de supropiavida.Confundíaloshechosyconsiderabaalgunoscomoconsecuenciade otros que sólo existían en su imaginación. A veces le dominaba unaangustia enfermiza y un profundo terror. Y también se acordaba de haberpasado minutos, horas y acaso días sumido en una apatía que sólo podía

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compararseconelestadode indiferenciadeciertosmoribundos.Engeneral,últimamente parecía preferir cerrar los ojos a su situación que darse cuentaexactadeella.Así,ciertoshechosesencialesqueseveíaobligadoadilucidarlemortificaban,y,encompensación,descuidabaalegrementeotrascuestionescuyoolvidopodíaserlefatal,teniendoencuentasusituación.

Svidrigailof le inquietabadeunmodoespecial.Inclusopodíadecirsequesupensamientosehabíafijadoeinmovilizadoenél.Desdequehabíaoídolaspalabras, claras y amenazadoras, que este hombre había pronunciado en lahabitación de Sonia el día de la muerte de Catalina Ivanovna, las ideas deRaskolnikofhabíantomadounadireccióncompletamentenueva.Pero,apesardequeestehechoimprevistoleinquietabaprofundamente,noseapresurabaaponer las cosas en claro. A veces, cuando se encontraba en algún barriosolitarioyapartado,soloanteunamesadealgunatabernamiserable,sinquepudiera comprender cómo había llegado allí, el recuerdo de Svidrigailof leasaltabadepronto,ysedecía,confebril lucidez,quedebía tenerconélunaexplicación cuanto antes. Un día en que se fue a pasear por las afueras, seimaginóquesehabíacitadoconSvidrigailof.Otravezsedespertóalamanecerenunmatorral,sinsaberporquéestabaallí.

En los dos o tres días que siguieron a la muerte de Catalina Ivanovna,RaskolnikofsehabíaencontradovariasvecesconSvidrigailof,casisiempreenlahabitacióndeSonia,alaqueibaavisitarsinobjetoalgunoyparavolverseamarchar en seguida. Se limitaba a cambiar rápidamente algunas palabrastriviales,sinabordarelpuntoprincipal,comosisehubieranpuestodeacuerdotácitamente en dejar a un lado de momento esta cuestión. El cuerpo deCatalinaIvanovnaestabaaúnenelaposento.Svidrigailofseencargabadetodolorelacionadoconelentierroyparecíamuyatareado.TambiénSoniaestabamuyocupada.

La última vez que se vieron, Svidrigailof enteró a Raskolnikof de quehabía arreglado felizmente la situación de los niños de la difunta.Gracias aciertaspersonalidadesqueleconocían,habíaconseguidoqueadmitieranaloshuérfanosenexcelentesorfelinatos,donderecibiríanuntratoespecial,yaquehabíaentregadounabuenasumaporcadaunodeellos.

Después dijo algunas palabras acerca de Sonia, prometió a Raskolnikofpasarprontoporsucasaylerecordóquedeseabapedirleconsejosobreciertosasuntos.

Estaconversacióntuvolugarenlaentradadelacasa,alpiedelaescalera.SvidrigailofmirabafijamenteaRaskolnikof.Deprontobajólavozyledijo:

—Pero¿qué lepasa austed,RodionRomanovitch?Cualquieradiríaquenoestáustedensujuicio.Ustedescuchaymiraconlaexpresióndelhombrequenocomprendenada.Hayqueanimarse.Tenemosquehablar, apesarde

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que estoy muy ocupado tanto por asuntos propios como por ajenos…Oiga,RodionRomanovitch—le dijo de pronto—, todos los hombres necesitamosaire,airelibre…Estoesindispensable.

Se apartó para dejar paso a un sacerdote y a un sacristán que venían acelebrar el oficio de difuntos. Svidrigailof lo había arreglado todo para queestaceremoniaserepitiesedosvecescadadíaalasmismashoras.Semarchó.Raskolnikof estuvo unmomento reflexionando.Después siguió al sacerdotehastaelaposentodeSonia.

Se detuvo en el umbral. Comenzó el oficio, triste, grave, solemne. Lasceremonias fúnebres le inspirabandesde la infanciaun sentimientode terrormístico.Hacíamuchotiempoquenohabíaasistidoaunamisadedifuntos.Laceremoniaqueestabapresenciandoeraparaélespecialmenteconmovedoraeimpresionante.Miróa losniños.Lostresestabanarrodilladosjuntoalataúd.Poletchkalloraba.Trasella,Soniarezaba,procurandoocultarsuslágrimas.

«En todos estos días—se dijo Raskolnikof— nome ha dirigido ni unapalabraniunamirada.»

Elsoliluminabalahabitación,yelhumodelinciensoseelevabaendensasvolutas.

Elsacerdoteleyó:

—«Concédele,Señor,eldescansoeterno.»

Raskolnikof permaneció en el aposento hasta el final del oficio.El poperepartió sus bendiciones y salió, dirigiendo a un lado y a otro miradas deextrañeza.

Después,eljovenseacercóaSonia.Ellaseapoderódesusmanosyapoyóensuhombrolacabeza.EstademostracióndeamistadprodujoaRaskolnikofun profundo asombro. ¿De modo que ella no experimentaba la menorrepulsión, elmenor horror hacia él?Lamano deSonia no temblaba lomásmínimoenlasuya.Eraelcolmodelaabnegación:éstaera,porlomenos,laexplicaciónqueRaskolnikofdabaasemejantedetalle.Sonianodesplególoslabios.Raskolnikofleestrechólamanoysefue.

Sehabríasentidofelizsihubierapodidoretirarseenaquelmomentoaunlugarverdaderamentesolitario,inclusoparasiempre.Pero,pordesgraciaparaél,enaquellosúltimosdíasdesucrisis,aunqueestabacasisiempresolo,noteníanuncalasensacióndeestarlocompletamente.

A veces salía de la ciudad y se alejaba por la carretera. En una ocasióninclusosehabíainternadoenunbosque.Perocuantomássolitarioyapartadoera el paraje, más claramente percibía Raskolnikof la presencia de algosemejanteaunser,cuyaproximidadleaterrabamenosqueleabatía.

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Poresoseapresurabaavolveralaciudadysemezclabaconlamultitud.Entraba en las tabernas, en los figones; se iba a la plaza del Mercado, almercadodelasPulgas.Asísesentíamástranquiloymássolo.

Una vez que entró en uno de estos figones, oyó que estaban cantando.Anochecía.Estuvounahoraescuchando,einclusocongransatisfacción.Peroalfinunaprofundaagitaciónvolvióaapoderarsedeélyleasaltóunaespeciederemordimiento.

«Aquíestoyescuchandocanciones—sedijo—.Pero¿esestoloquedebohacer?»Además, comprendióquenoera éste suúnicomotivode inquietud.Habíaotracuestiónquedebíaresolverseinmediatamente,peroquenolograbaidentificar y que ni siquiera podía expresar con palabras. Lo sentía en suinteriorcomounaespeciedetorbellino.

«Más vale luchar —se dijo—: encontrarse cara a cara con Porfirio oSvidrigailof…Sí,recibirunreto:tenerquerechazarunataque…Nocabedudadequeestoeslomejor.»

Despuésdehacerseestasreflexiones,salióprecipitadamentedelfigón.Enestoacudióasupensamientoelrecuerdodesumadreydesuhermana,yseapoderó de él un profundo terror. Fue ésta la noche en que se despertó aloscurecer en unmatorral de la islaKretovski. Estaba helado y temblaba defiebrecuando tomóel caminode sualojamiento.Llegóyamuyavanzada lamañana.Trasvariashorasdedescanso,ledesapareciólafiebre;perocuandoselevantóeranmásdelasdosdelatarde.

Se acordó de que era el día de los funerales de Catalina Ivanovna y sealegródenohaberasistido.Nastasialetrajolacomidayélcomióybebiócongranapetito,casiconglotonería.Tenía lacabezadespejadaygozabadeunacalmaquenohabíaexperimentadodesdehacía tresdías.Inclusoseasombródelosterroresquelehabíanasaltado.LapuertaseabrióyentróRasumikhine.

—¡Ah,estáscomiendo!Luegonoestásenfermo.

Cogióunasillaysesentófrenteasuamigo.Parecíamuyagitadoynolodisimulaba. Habló con una indignación evidente, pero sin apresurarse nilevantarlavoz.Eracomosileimpulsaraunaintenciónmisteriosa.

—Escucha —dijo en tono resuelto—: el diablo os lleve a todos, y noquiero saber nada de vosotros, pues no entiendo absolutamente nada devuestra conducta. No creas que he venido a interrogarte, pues no tengo elmenor interés en averiguar nada. Si te tirase de la lengua, empezarías, a lomejor,acontarmetodostussecretos,yyonoquerríaescucharlos:escupiríaymemarcharía.Hevenidoparaaclarar,pormímismoydefinitivamente,sienverdad estás loco. Pues has de saber que algunos creen que lo estás. Y teconfiesoquemesiento inclinadoacompartirestaopinión,dado tumodode

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obrar estúpido, bastante villano y perfectamente inexplicable, así como turecienteconductacontumadreycontuhermana.¿Quéhombrequenoseaunmonstruo,uncanallaounlocosehabríaportadoconellascomotehasportadotú?Enconsecuencia,túestásloco.

—¿Cuándolashasvisto?

—Haceunrato.¿Ytú?¿Desdecuándonolashasvisto?Dime,teloruego:¿dóndehaspasadoeldía?Heestadotresvecesaquíynoheconseguidoverte.Tumadreestámuyenfermadesdeayer.Queríaverte,yaunquetuhermanahahecho todo loposiblepor retenerla, ellanohaqueridoescucharla.Hadichoque si estabas enfermo, si perdías la razón, sólo tumadre podía venir en tuayuda. Por lo tanto, nos hemos venido hacia aquí los tres, pues, comocomprenderás, no podíamos dejarla venir sola, y por el camino no hemoscesadodetratardecalmarla.Cuandohemosllegadoaquí,túnoestabas.Mira,aquí se ha sentado, y sentada ha estado diez minutos, mientras nosotrospermanecíamosdepieanteella.Alfinsehalevantadoyhadicho:«Sisale,nopuedeestarenfermo.Larazónesquemehaolvidado.Nomeparecebienqueunamadre vaya a buscar a su hijo paramendigar sus caricias.» Cuando havueltoasucasa,hatenidoqueacostarse.Ahoratienefiebre.«Parasuamigasíquetienetiempo»,hadicho.SereferíaaSoniaSimonovna,delaquesuponeque es tuprometidao tu amante.No sabe si es una cosa a otra, y comoyotampocolosé,amigomío,ydeseabasalirdedudas,heidoenseguidaacasadeesajoven…Alentrar,veounataúd,niñosquelloranyaSoniaSimonovnaprobándolesvestidosdeluto.Túnoestabasallí.Despuésdebuscarteconlosojos,meheexcusado,hesalidoyhe idoacontaraAvdotiaRomanovna losresultados de mis pesquisas. O sea que las suposiciones de tu madre hanresultado inexactas, y puesto que no se trata de una aventura amorosa, lahipótesismásplausiblees lade la locura.Peroahora teencuentrocomiendocontantaavidezcomosillevarastresdíasenayunas.Verdadesqueloslocostambién comen, y que, además, nomehas dichoni una palabra; pero estoysegurodequenoestás loco.Esoesparamítanindiscutible,quelojuraríaaojoscerrados.Así,queeldiabloseoslleveatodos.Aquíhayunmisterio,unsecreto,ynoestoydispuestoarompermelacabezapararesolveresteenigma.Sólohevenidoaquí—terminó,levantándose—paradecirteloquetehedichoydescargarmiconciencia.Ahorayaséloquetengoquehacer.

—¿Quévasahacer?

—¡Atiquéteimporta!

—Vasabeber.Llevacuidado.

—¿Cómolohasadivinado?

—Noesnadadifícil.

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Rasumikhinepermanecióunmomentoensilencio.

—Tú eres muy inteligente y nunca has estado loco —exclamó convehemencia—.Hasdadoenelclavo.Mevoyabeber.Adiós.

Ydiounpasohacialapuerta.

—Hablédetiamihermana,Rasumikhine.Meparecequefueanteayer.

Rasumikhinesedetuvo.

—¿Demí?¿Dóndelaviste?

Había palidecido ligeramente, y bastabamirarle para comprender que sucorazónhabíaempezadoalatirconviolencia.

—Vinoaverme.Sesentóahíyestuvohablandoconmigo.

—¿Ella?

—Sí.

—Bueno,pero¿quéledijistedemí?

—Ledijequeeresunaexcelentepersona,unhombrehonradoytrabajador.Detuamornotuvequedecirlenada,puesellabiensabequetúlaquieres.

—¿Losabe?

—¡Pero, hombre…! Oye: me vaya yo donde me vaya y ocurra lo queocurra, tú debes seguir siendo su providencia. Las pongo en tus manos,Rasumikhine.Tedigoestoporqueséquelaamasyestoysegurodelapurezadetuamor.Tambiénséqueellapuedeamarte,sinoteamaya.Ahoraatiteconciernedecidirsidebesirteabeber.

—Rodia…Mira…Oye…¡Demonio!¿Quéquieresdecirconesodequelaspones en mis manos…? Bueno, si es un secreto, no me digas nada: yo lodescubriré. Estoy seguro de que todo eso son tonterías forjadas por tuimaginación.Porlodemás,eresunabuenapersona,unhombreexcelente.

—Cuandomehasinterrumpido,teibaadecirquehacesbienenrenunciaraconocermissecretos.Nopiensesenesto,notepreocupes.Todoseaclararáasu debido tiempo, y entonces ya no habrá secretos para ti.Ayer alguienmedijo que los hombres tenemos necesidad de aire, ¿lo oyes?, de aire. Ahoramismovoyairapreguntarlequéqueríadecirconeso.

Rasumikhinereflexionófebrilmente.Deprontotuvounaidea.

«Seguramente—pensó—,Raskolnikofesunconspiradorpolíticoyestáenvísperas de dar un golpe decisivo. No puede ser otra cosa…Y Dunia estáenterada.»

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—Así—dijorecalcandolaspalabras—,AvdotiaRomanovnavieneavertey túvasahoraaveraunhombrequedicequehacefaltaaire,queesoes loprimero…Porlotanto,esacarta—terminócomosihablaraconsigomismo—debereferirseatodoesto.

—¿Quécarta?

—Tuhermanaharecibidohoyunacartaqueparecehaberlaafectado.Yodiríainclusoquelahatrastornadoprofundamente.Yoheintentadohablarledeti, y ella me ha rogado que me callara. Luego me ha dicho que tal veztuviéramosquesepararnosmuypronto.Mehadadolasgraciascalurosamentenoséporquéyluegosehaencerradoensuhabitación.

—¿Dicesqueharecibidounacarta?—preguntóRaskolnikof,pensativo.

—Sí,unacarta.¿Nolosabías?

Losdosguardaronsilencio.

—Adiós,Rodia.Teconfieso,amigomío,quehubounmomento…Bueno,adiós…Sí,hubounmomentoenque…Adiós,adiós;tengoquemarcharme.Encuantoaesodebeber,noloharé.Teequivocassicreesqueesoesnecesario.

Parecíatenermuchaprisa,peroapenashubosalido,volvióaentrarydijoaRaskolnikofsinmirarle:

—Oye,¿teacuerdasdeaquelasesinato,deaquelasuntoquePorfirioestabaencargadodeinstruir?Merefieroalamuertedelavieja.Puesbien,yasehadescubierto al asesino. Él mismo ha confesado y presentado toda clase depruebas.Esunodeaquellospintoresqueyodefendíacontantaseguridad,¿teacuerdas?Aunque parezcamentira, todas aquellas escenas de risas y golpesque se desarrollaronmientras el portero subía con dos testigos no eranmásqueuntrucodestinadoadesviarlassospechas.¡Quéastucia,quépresenciadeánimo la de ese bribón! Verdaderamente, cuesta creerlo, pero él lo haexplicado todo, y su declaración es de las más completas. ¡Cómo meequivoqué!Amijuicio,esehombreesungenio,elgeniodeldisimuloydelaastucia,unmaestrodelacoartada,pordecirloasí,y,teniendoestoencuenta,nohayqueasombrarsedenada.Enverdad,personasasípuedenexistir.Quenohayapodidomantenersupapelhastaelfinyhayaacabadoporconfesaresunapruebade laveracidadde susdeclaraciones…Peronocomprendocómopudecometer tamañaequivocación.Estabadispuestoasosteneren todos losterrenoslainocenciadeesoshombres.

—Dime,porfavor,¿dóndetehasenteradodetodoesoyporquéteinteresatantoesteasunto?—preguntóRaskolnikof,visiblementeafectado.

—¿Queporquémeinteresa?¡Vayaunapregunta!Encuantoalorigendemisinformes,hasidoPorfirio,yotros,peroPorfirioespecialmente,elqueme

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lohaexplicadotodo.

—¿Porfirio?

—Sí.

—Bueno, pero ¿qué te ha dicho? —preguntó Raskolnikof perdiendo lacalma.

—Me lo ha explicado todo con gran claridad, procediendo según sumétodopsicológico.

—¿Tehaexplicadoeso?¿Élmismotelohaexplicado?

—Sí,élmismo.Adiós.Tengotodavíaalgoquecontarte,perohabrádeseren otra ocasión, pues ahora tengo prisa. Hubo un momento en que creí…Bueno,yatelocontaréenotromomento…Loquequierodecirteesqueyanotengonecesidaddebeber: tuspalabrashanbastadoparaemborracharme.Sí,Rodia,estoyembriagado,embriagadosinhaberbebido…Bueno,adiós.Hastapronto.

Semarchó.

«Esunconspiradorpolítico:estoyseguro,completamenteseguro—sedijocon absoluta convicción Rasumikhine mientras bajaba la escalera—. Y hacomplicado a su hermana en el asunto.Esta hipótesis esmás que plausible,dadoelcarácterdeAvdotiaRomanovna.Losdoshermanostienenentrevistas.Algunasdesuspalabras,ciertasalusiones,melodemuestran.Porotraparte,éstaeslaúnicaexplicaciónquepuedeteneresteembrollo.Yyoquecreía…¡Señor, lo que llegué a pensar…! Una verdadera aberración; me sientoculpableanteél.Perofueélmismoelqueelotrodía,enelpasillo,juntoalalámpara,meinspirósemejanteinsensatez…¡Quéideatanvillana, tanburda,measaltó!Mikolkahahechomuybienenconfesar…Ahoratodoloocurridoqueda perfectamente explicado: la enfermedad de Rodia, su extrañaconducta…Incluso en sus tiempos de estudiante se mostraba sombrío yhuraño…Pero¿quésignificaesacarta?¿Quiénlaenvía?Haytodavíaalgoporaclarar…Yaloaveriguarétodo.»

DeprontoseacordódeloqueRodialehabíadichodeDunetchka,ycreyóqueelcorazónseleibaaparalizar.Entonceshizounesfuerzoyechóacorrer.

Apenas se hubo marchado Rasumikhine, Raskolnikof se levantó y seacercó a la ventana. Después dio algunos pasos y tropezó con una pared.Luego tropezó con otra. Parecía haberse olvidado de las reducidasdimensiones de su habitación. Al fin se dejó caer en el diván. Daba laimpresióndequesehabíaoperadoenéluncambioprofundoycompleto.Denuevopodíaluchar:teníaunaposiblesalida.

Sí, ahora podía tener una salida, un medio de poner fin a la espantosa

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situaciónqueleasfixiabayleteníasumidoenunaespeciedeembrutecimientodesde la confesión deMikolka en casa dePorfirio.A esto había seguido suescenaconSonia,cuyodesarrolloydesenlacenohabíancorrespondidoasusprevisiones ni a sus intenciones. Se había mostrado débil en el últimomomento.Habíareconocidoantelamuchacha,ycontodasinceridad,quenopodíaseguirllevandoélsolounacargatanpesada…

¿Y Svidrigailof? Svidrigailof era para él un inquietante enigma, aunqueestainquietudteníaunmatizdiferente.Tendríaqueluchar,peroseguramenteencontraríaunmododedeshacersedeél.Porfirioeraotracosa.

Así, pues, había sido el mismo Porfirio el que había demostrado aRasumikhine la culpabilidad de Mikolka, procediendo por su métodopsicológico.

«Siempreestáconsumalditapsicología—sedijoRaskolnikof—.PorfirionohacreídoenningúnmomentoenlaculpabilidaddeMikolkadespuésdelaescenaquehuboentrenosotrosyquenoadmitemásqueunaexplicación.»

Raskolnikofhabíarecordadoenvariasocasionesretazosdeaquellaescena,peronolaescenaentera,puesnohabríapodidosoportarsurecuerdo.

En aquella escenahabían cambiadopalabras ymiradas que demostrabanenPorfiriounaseguridadtanabsolutayadquiridatanrápidamente,quenoeraposibleque la confesióndeMikolkahubierapodidoquebrantarla. ¡Peroquésituaciónlasuya!ElmismoRasumikhineempezabaasospechar.Elincidentedelcorredorhabíadejadohuellasenél.

«Entonces corrió a casa de Porfirio…Pero ¿por qué habrá querido esehombreengañarle?¿PorquérazónhabráintentadodesviarsussospechashaciaMikolka?No,nopuedehaberhechoestosinmotivo.Abrigaalgunaintención,pero¿cuál?Verdadesquedesdeentonceshatranscurridomuchotiempo,ynohetenidonoticiasdePorfirio.Estoestalvezmalaseñal.»

Cogió la gorra y se dirigió a la puerta. Iba pensativo. Por primera vezdesdehacíamuchotiemposesentíaenunestadodeperfectoequilibrio.

«Hay que terminar con Svidrigailof a toda costa y lo antes posible. Sindudaestáesperandoquevayaaverle.»

En este momento, en su agotado corazón brotó tal odio contra sus dosenemigos, Svidrigailof y Porfirio, que no habría vacilado en matar acualquiera de ellos si los hubiese tenido a sumerced. Por lomenos tuvo laimpresióndequeseríacapazdehacerloalgúndía.

—Yaloverán,yaloverán—murmuró.

PeroapenasabriólapuertasediodemanosabocaconPorfirio,queestabaenelvestíbulo.

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Eljuezdeinstrucciónveníaavisitarle.Raskolnikofquedóestupefactoenel primer momento, pero se recobró rápidamente. Por extraño que puedaparecer,estavisitaleextrañómuypocoynoleinquietóapenas.

Trasunligeroestremecimientosepusoenguardia.

«Estopuedeserel final—sedijo—.Pero¿cómohabrápodido llegar tanensilencioquenoloheoído?¿Habrávenidoaespiarme?»

—No esperaba usted mi visita, ¿verdad, Rodion Romanovitch? —dijoalegremente Porfirio Petrovitch—. Hace mucho tiempo que quería venir averle.Ahora,alpasarcasualmenteantesucasa,mehepreguntado:«¿Porquénosubesunmomento?»Yaveoqueibaustedasalir;peronotema,quesóloledistraeréeltiempoquedurauncigarrillo.Esdecir,siustedmelopermite.

—¡Puesclaroquesí!Siéntese,PorfirioPetrovitch,siéntese.

YRaskolnikofofrecióunasillaasuvisitante,tanamableysereno,queélmismosehabríasorprendidosisehubierapodidoverenaquelmomento.Nohabíaquedadoenélnirastrodeinquietud.Eselcasodelhombrequecaeenpoder de un bandido y, después de pasar media hora de angustia mortal,recobrasusangrefríacuandonotalapuntadelpuñalenlagarganta.

RaskolnikofsesentóantePorfirioPetrovitchylemiróalacara.Eljuezdeinstrucciónguiñóunojoyencendióuncigarrillo.

«¡Vamos, habla! —le incitó Raskolnikof mentalmente—. ¿Por qué noempiezasdeunavez?»

CAPÍTULO2

¡Ah,estoscigarrillos!—dijoal finPorfirioPetrovitch—.Sonunveneno,un verdadero veneno.Tengo tos, seme irrita la garganta, padezco de asma.Comosoyalgoaprensivo,heidoaveraldoctorB***,queesunmédicoqueestá examinando a cada enfermo durante media hora como mínimo. Se haechadoareíralverme,y,despuésdepalparmeyauscultarmecuidadosamente,me ha dicho: «El tabaco no le va nada bien. Tiene usted los pulmonesdilatados.» No lo dudo, pero ¿cómo dejar el tabaco? ¿Por qué otra cosa lopuedosustituir?Yonobebo:esoes lomalo…¡Je, je, je!Todamidesgraciaviene de que no bebo. Pues todo es relativo en este mundo, RodionRomanovitch,todoesrelativo.

«Yaestádenuevoconsustonterías»,pensóRaskolnikof,contrariado.

Al punto le vino a la memoria su última entrevista con el juez de

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instrucción,yesterecuerdotrajoasuánimotodossusanterioressentimientos.

—Anteayer por la tarde estuve aquí, ¿no lo sabía usted? —continuóPorfirio Petrovitch, paseando una mirada por la habitación—. Estuve aquídentro.Al pasar por esta calle seme ocurrió, como seme ha ocurrido hoy,hacerleunavisita.Lapuertaestabaabiertadeparenpar.Esperéunmomentoymevolvíamarcharsinnisiquieraveralasirvientaparadarleminombre.¿Nuncacierraustedlapuerta?

ElrostrodeRaskolnikofaparecíacadavezmássombrío.Porfirioparecióadivinarlospensamientosqueloagitaban.

—Hevenidoadarleunaexplicación,miqueridoRodionRomanovitch.Seladebo—dijosonriendoydándoleunapalmadaenlarodilla.

Su semblante cobródeprontouna expresión seriaypreocupada. Inclusopasó por él una sombra de tristeza, para gran asombro deRaskolnikof, quejamáshabíavistoenélnadasemejantenilecreíacapazdetalessentimientos.

—Hubounaescenaextrañaentrenosotros,RodionRomanovitch,laúltimavezquenosvimos.Peroentonces…Enfin,heaquíelasuntoquemetrae.Hecometido errores con usted, bien lo sé. Ya recordará usted cómo nosseparamos. Verdad es que los dos somos bastante nerviosos; pero noprocedimos como personas bien educadas, aunque nuestros buenosmodalessonevidentesymeatreveríaadecirqueestánporencimadetodo.Estascosasnosedebenolvidar.¿Recuerdaustedhastaquéextremollegamos?Rebasamostodosloslímites.

«¿Adónde querrá ir a parar?», se preguntaba Raskolnikof, asombrado ydevorandoaPorfirioconlosojos.

—Yo creo que lo mejor que podemos hacer es ser francos —continuóPorfirioPetrovitch,volviendounpoco lacabezaybajando lavista,comositemiera turbara suantiguavíctimayquisierademostrarle sudesdénpor losprocedimientos y las celadas que había utilizado—. Estas sospechas, estasescenas,nodebenrepetirse.SinohubierasidoporMikolka,quellegóypusofin a aquella escena, no sé cómo habrían terminado las cosas. Ese malditopapanatasestabaescondidodetrásdeltabique.Yalosabeusted,¿verdad?Meenteré de que había venido a su casa inmediatamente después de aquellaescena.Peroustedseequivocóensussuposiciones.Yonomandéabuscaranadieaqueldíaynohabíatomadomedidaalguna.Ustedsepreguntaráporquérazón no lo hice. Pues…no sé cómo explicárselo. Me limité a citar a losporteros, a losqueustedvio al pasar.Una idea, rápidacomoun relámpago,había acudidoami imaginación.Yoestabademasiado segurodemímismo,Rodion Romanovitch, y me decía que si lograba apresar un hecho, aunquefuerarenunciandoatodolodemás,obtendríaelresultadoquedeseaba.

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»Usted tiene un carácter en extremo irascible, Rodion Romanovitch,incluso demasiado. Es un rasgo predominante de su naturaleza, que yo mejactodeconocer,porlomenosenparte.Yomedijequenoescosacorrientequeunhombrenosarrojesinmásnimás laverdada lacara.Sinduda,estopuedehacerlounhombrequeestéfueradesí,peroestecasoesexcepcional.Yo me hice este razonamiento: "Si pudiese arrancarle el hecho másinsignificante, la más mínima confesión, con tal que fuera una pruebapalpable,algodistinto,enfin,aestoshechospsicológicos…"Puesyoestabasegurodequesiunhombreesculpable,unoacabasiempreporarrancarleunapruebaevidente.Dipordescontadolosresultadosmássorprendentes.Dirigíamis golpes a su carácter,RodionRomanovitch, a su carácter sobre todo.Leconfiesoqueconfiabademasiadoenustedmismo.

—Pero ¿por qué me cuenta usted todo esto? —gruñó Raskolnikof, sindarsecuentadelalcancedesupregunta.

«¿Mecreeráacasoinocente?»,sepreguntóconelpensamiento.

—¿Queporquélecuentotodoesto?Yohevenidoadarleunaexplicación.Consideroqueestoesundeber sagradoparamí.Quieroexponerlecon tododetalleelprocesodemiaberración.Lesometíaustedaunaverdaderatortura,RodionRomanovitch,peronosoyunmonstruo.Puesmehagocargodeloquedebeexperimentarunapersonadesgraciada,orgullosa,altivaypocopaciente,sobre todo poco paciente, al verse sometida a una prueba semejante. Leaseguro que le considero como un hombre de noble corazón y, hasta ciertopunto, como un hombre magnánimo, aunque no me sea posible compartirtodassusopiniones.Juzgocomoundeberhacerleciertadeclaraciónenelacto,puesnoquieroqueustedformeunjuiciofalso.

»Cuando empecé a conocerle, se despertó enmí una verdadera simpatíahacia usted.Esta confesión le hará tal vez reír. Pues bien, ríase: tiene ustedperfecto derecho. Sé que usted, en cambio, sintió desde el primermomentounavivaantipatíahaciamí.Bienesverdadqueyonotengonadaquepuedahacerme simpático; pero, cualquiera que sea su opinión sobre mí, puedoasegurarle que deseo con todasmis fuerzas borrar lamala impresión que leproduje, reparar mis errores y demostrarle que soy un hombre de buencorazón.Leestoyhablandosinceramente,créame.

Pronunciadas estas palabras, Porfirio Petrovitch se detuvo con un gestollenodedignidad,yRaskolnikofsesintiódominadoporunnuevo terror.Laideadequeeljuezdeinstrucciónlecreíainocentelesobrecogía.

—Noesnecesarioremontarsealorigendelosacontecimientos—continuóPorfirio Petrovitch—. Creo que sería una rebusca inútil e imposible. Alprincipio circularon rumores sobre cuyo origen y naturaleza creo superfluoextenderme.Inútiltambiénexplicarlecómoseencontrósunombreenzarzado

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en todo esto. Lo que a mí me dio la señal de alarma fue un hechocompletamentefortuito,delquetampocolehablaré.Elconjuntoderumoresycircunstancias accidentalesme llevarona concebir ciertas ideas.Leconfiesocontodafranqueza(puessiunoquieresersincerodebeserlohastaelfin)quefuiyoelprimeroquelemezcléaustedenesteasunto.Lasanotacionesdelaviejaenlosenvoltoriosdelosobjetosyotrosmildetallesdelamismaíndoleno significan nada independientemente; pero se podían contar hasta uncentenardehechosimportantes.Tuvetambiénocasióndeconocerhastaensusmásmínimosdetallesel incidentede lacomisaría.Meenterédeelloporunsimpleazar.Me lorefiriócongran lujodepormenores lapersonaquehabíadesempeñadoen la escenaelpapelprincipal, congranpropiedadpor cierto,aunquesindarsecuenta.

»Todos estos hechos se acumulan,mi querido Rodion Romanovitch. Enestas condiciones, ¿cómo no adoptar una posición determinada? "Así comocien conejos no hacen un caballo, cien presunciones no constituyen unaprueba", dice el proverbio inglés. Pero en este caso habla la razón, y laspasionessonalgomuydistinto.Pruebeustedalucharcontralaspasiones.Alfinyalcabo,unjuezdeinstrucciónesunhombrey,porlotanto,accesiblealaspasiones.

»Además, pensé en el artículo que usted publicó en cierta revista,¿recuerdausted?Hablamosdeél ennuestraprimeraconversación.Entoncesmemofédeél,perolohiceconlaintencióndehacerlehablar.Porque,selorepito, usted es un hombre poco paciente,RodionRomanovitch, y tiene losnerviosechadosaperder.Encuantoasuosadía,suorgullo,laseriedaddesucarácterysussufrimientos,hacíayatiempoqueloshabíaadvertido.Conocíatodosestossentimientosyconsideréquesuartículoexponíaideasquenoeranunsecretoparanadie.Estabaescritoconmanofebrilycorazónpalpitanteenuna noche de insomnio y era el producto de un alma rebosante de pasiónreprimida.Puesbien,estapasiónyesteentusiasmocontenidosdelajuventudson peligrosos. Entonces me burlé de usted, pero ahora quiero decirle que,mirandolascosascomosimplelector,medeleitóeljuvenilardordesupluma.Esto no es más que humo, niebla, una cuerda que vibra entre brumas. Suartículo es absurdo y fantástico, pero ¡respira tanta sinceridad! Rezuma uninsobornable y juvenil orgullo, y también osadía y desesperación. Es unartículo pesimista, pero este pesimismo le va bien. Entonces lo leí, despuéspuseenordensusideas,y,alordenarlas,medije:"Nocreoqueestehombreselimiteaesto."Yahoradígame: teniendoestosantecedentes,¿cómonohabíadedejarmeinfluirpor loquesucediódespués?Peroentoncesnodijenadayahora no me arriesgaré a hacer la menor afirmación. Entonces me limité aobservaryahoramipensamientoeséste: "Talvez todaestahistoriaespuraimaginación, un simple producto demi fantasía. Un juez de instrucción nodebeapasionarsedeestemodo.Amísólodebeinteresarmeunacosa,yesque

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tengo aMikolka." Usted podría decir que los hechos son los hechos y queempleoconustedmipsicologíapersonal.Peroesprecisoquelomiretodoenestecaso,puesesunacuestióndevidaomuerte.

»Ustedsepreguntaráporqué lecuento todoesto.Puesse locuentoparaquepuedaustedjuzgarconconocimientodecausaynoconsidereuncrimenmiconductadelotrodía,tancruelenapariencia.No,nofuicruel.

»Ustedseestarápreguntandotambiénporquénohevenidoaregistrarsucasa.Puessepaustedquevine.¡Je,je,je!Ustedestabaenfermo,acostadoensu diván. No vine comomagistrado, es decir, oficialmente, pero vine. Estahabitación fue registrada a fondo cuanto tuve la primera sospecha.Me dije:"Ahoraestehombrevendráaverme,vendráamicasa,ynotardarámucho.Sies culpable, vendrá. Otro no lo haría, pero él sí." ¿Se acuerda usted de lapalabreríadeRasumikhine?Laprovocamosnosotrosparaasustarleausted:lepusimos al corriente de nuestras conjeturas, seguros de que vendría acontárselo a usted, puesRasumikhine no es hombreque puedadisimular suindignación.

»ElseñorZamiotofquedóimpresionadoantesucóleraysuosadía.¡Decira gritos en un establecimiento público: "¡Yo he matado…!" Esto esverdaderamenteaudazyarriesgado.Yomedije:"Siestehombreesculpable,esunluchadorenconado."Estoesloquepensaba.Ymedediquéaesperar…,le esperaba ansiosamente. A Zamiotof le aplastó usted, sencillamente. Y esqueestamalditapsicologíaesunarmadedosfilos:..Bueno,puescuandoleestaba esperando, he aquí queDios le envía. ¡Cómo se desbocómi corazóncuando le vi aparecer! ¿Qué necesidad tenía usted de venir entonces? ¡Yaquellarisa!Nosésiseacordará,peroentróustedriéndoseacarcajadas,yyo,atravésdesurisa,viloqueocurríaensuinterior,tanclaramentecomoseveatravésdeuncristal.Sin embargo,yonohabríaprestadoa esa risa lamenoratención si no hubiese estado prevenido. Y entonces Rasumikhine…Y lapiedra, aquella piedra, ya recordará usted, bajo la cual estaban ocultos losobjetos…Porque habló usted de un huerto a Zamiotof, ¿verdad? Después,cuando empezamos a hablar de su artículo, creímos percibir un segundosentidoencadaunadesuspalabras.

»He aquí, Rodion Romanovitch, cómo se fue formando mi convicciónpocoapoco.Perocuandoyamesentíaseguro,volvíenmíymepreguntéquémehabíaocurrido.Puestodoaquellopodíaexplicarsedeunmododiferenteeincluso más natural…Un verdadero suplicio. ¡Cuánto mejor habría sido lapruebamás insignificante!Cuando supe lo del cordón de la campanilla,meestremecí de pies a cabeza. "Ya tengo la prueba", me dije. Y ya no quisepensarennada.Enaquelmomentohabríadadomilrublosporverleconmispropiosojosdarcienpasosalladodeunhombrequelehabíallamadoasesinoyalquenoseatrevióaresponderunasolapalabra.

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»Yaquellos estremecimientos que le acometían…Yaquel cordónde unacampanilla de que usted hablaba en su delirio…Después de esto, RodionRomanovitch, ¿cómo puede usted extrañarse de que procediera con ustedcomolohice?¿Porquévinoustedamicasaenaquelprecisomomento?Eracomosieldemoniolehubieraimpulsado.Enverdad,siMikolkanosehubieseinterpuesto entre nosotros en aquel momento… ¿Se acuerda usted de lallegadadeMikolka?Fuecomounachispaeléctrica.Pero¿cómolorecibí?Nodilamenorimportanciaaestadescarga,esdecir,quenocreíniunasoladesuspalabras. Es más, después de marcharse usted y de oír las razonablesrespuestas de Mikolka (pues sepa usted que me respondió de modo taninteligente sobre ciertos puntos, que quedé asombrado), después de esto, yopermanecí tan firme enmis convicciones comouna roca. "Éste no dice unapalabradeverdad",pensé…MerefieroaMikolka.

—Rasumikhineacabadedecirmequeestáustedsegurodesuculpabilidad,queustedlehaasegurado…

No pudo terminar: le faltaba el aliento. Escuchaba con una turbaciónindescriptibleaaquelhombrequehabíacambiadotanradicalmentedejuicio.Nopodíadarcréditoa susoídosybuscabaávidamenteel sentidoexactodesusambiguaspalabras.

—¿Rasumikhine? —exclamó Porfirio Petrovitch, que parecía muysatisfecho de haber oído, al fin, decir algo a Raskolnikof—. ¡Je, je, je! Dealgúnmodo tenía quedeshacermede él, que es completamente ajeno a esteasunto. Se presentó en mi casa descompuesto…En fin, dejémoslo aparte.RespectoaMikolka,¿quiereustedsabercómoes,o,porlomenos,laideaqueyomeheforjadodeél?Antetodo,escomounniño.Nohallegadoaúnalamayoríadeedad.Ynodiréqueseauncobarde,perosíqueesimpresionablecomo un artista.No, no se ría demi descripción. Es ingenuo y en extremosensible.Tieneungrancorazónyuncaráctersingular.Canta,bailaynarracontantoarte,quevienenaverleyoírledelasaldeasvecinas.Esunenamoradodelestudio,aunqueseríecomounlocoporcualquiercosa.Puedebeberhastaperderelconocimiento,peronoporqueseaunborracho,sinoporquesedejallevarcomounniño.Nocreequecometieraunroboapropiándoseelestuchequeseencontró.«Locogídel suelo—dijo—.Por lo tanto,puedoquedarmeconél.»Perteneceaunasectacismática…,bueno,notantocomocismática,yeraunfanático.Pasódosañosconunermitaño.Segúncuentansuscamaradasde Zaraisk, era un devoto exaltado y quería retirarse también a una ermita.Pasaba noches enteras rezando y leyendo los libros santos antiguos.Petersburgo ha ejercido una gran influencia en él. Las mujeres, el vino…,¿comprende?Esmuyimpresionable,yestolehahechoolvidarlareligión.Mehe enterado de que un artista se interesó por él y le daba lecciones.Así lascosas, llegóeldesdichadoasunto.Elpobrechicoperdió lacabezaysepuso

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unacuerdaenelcuello.Unintentodeevasiónmuynaturalenunpuebloquetieneunaideatanlamentabledelajusticia.Haypersonasalasquelasimplepalabra«juicio»produceverdaderoterror.¿Dequiéneslaculpa?Yaveremosloquehacenlosnuevostribunales.QuieraDiosquetodovayabien…

»Unavezenlacárcel,Mikolkahavueltoasuanteriormisticismo.Sehaacordadodel ermitañoyha abiertodenuevo laBiblia. ¿Sabeusted,RodionRomanovitch,loqueeslaexpiaciónparaciertaspersonas?Esunasimplesedde sufrimiento, y si este sufrimiento lo imponen las autoridades,mejor quemejor.Conocíaunpresoqueeraunejemplodemansedumbre.Estuvounañoen la cárcel y todas las noches leía la Biblia. Y un día, sinmotivo alguno,arrancóuntrozodehierrodelaestufayloarrojósobreunguardián,aunquetomandoprecaucionesparanohacerleningúndaño.¿Sabeustedlasuertequese reserva aunpresoqueataca conun armacualquiera aunguardiánde lacárcel?Aquelhombreobrótansólollevadodesuseddeexpiación.

»YoestoysegurodequeMikolkasienteunaseddeexpiaciónsemejante.Mi convicción se funda en hechos positivos, pero él ignora que yo hedescubierto las causas. ¿Qué? ¿No cree usted que en un pueblo como elnuestropuedanaparecer tipos extraordinarios?Pues sevenpor todaspartes.Lainfluenciadelaermitahavueltoaélcontodapujanza,sobretododespuésdel episodio del nudo corredizo en su cuello. Ya verá usted como acabaráviniendoaconfesármelotodo.¿Locreeustedcapazdesostenersupapelhastaelfin?No,vendráaabrirmesupecho,aretractarsedesusdeclaraciones…,ynotardará.MehainteresadoMikolkayloheestudiadoafondo.Reconozco,¡je,je!,queenciertospuntoshaconseguidodaruncarácterdeverosimilitudasus declaraciones (sin duda las había preparado), pero otras están encontradicción absoluta con los hechos, sin que él tenga de ello la menorsospecha.No,mi queridoRodionRomanovitch, no esMikolka el culpable.Estamos en presencia de un acto siniestro y fantástico. Este crimen lleva elsello de nuestro tiempo, de una época en que el corazón del hombre estátrastornado;enqueseafirma,citandoautores,quelasangrepurifica;enquesólo importa la obtención del bienestarmaterial. Es el sueño de unamenteebria de quimeras y envenenada por una serie de teorías. El culpable hadesplegado en este golpe de ensayo una audacia extraordinaria, pero unaaudaciadetipoespecial.Obróresueltamente,perocomoquienselanzadesdeloaltodeunatorreosedejacaerrodandodesdelacumbredeunamontaña.Fuecomosinosedieracuentadeloquehacía.Seolvidódecerrarlapuertaalentrar,peromató,matóadospersonas,obedeciendoaunateoría.Mató,perono se apoderó del dinero, y lo que se llevó fue a esconderlo debajo de unapiedra. No le bastó la angustia que había experimentado en el recibidormientrasoíalosgolpesquedabanenlapuerta,sinoque,ensudelirio,sedejóllevardeundeseoirresistibledevolverasentirelmismoterror,yfuealacasaparatirardelcordóndelacampanilla…Enfin,carguemosestoenlacuentade

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laenfermedad.Perohayotrodetalleimportante,yesqueelasesino,apesardesu crimen, se considera como una persona decente y desprecia a todo elmundo.Secreealgoasícomounángel infortunado.No,miqueridoRodionRomanovitch,Mikolkanoeselculpable.

Estas palabras, después de las excusas que el juez había presentado,sorprendieron e impresionaron profundamente a Raskolnikof, que empezó atemblardepiesacabeza.

—Pero…, entonces…—preguntó con voz entrecortada—, ¿quién es elasesino?

Porfirio Petrovitch se recostó en el respaldo de su silla. Su semblanteexpresaba el asombro del hombre al que acaban de hacer una preguntainsólita.

—¿Quequién es el asesino?—exclamócomonopudiendodar crédito asusoídos—. ¡Usted,RodionRomanovitch!—Yañadió envozbajay enuntonodeprofundaconvicción—:Ustedeselasesino.

Raskolnikofsepusoenpiedeunsalto,permanecióasíunmomentoysevolvió a sentar sin pronunciar palabra. Ligeras convulsiones sacudían losmúsculosdesucara.

—Suslabiosvuelvenatemblarcomoelotrodía—dijoPorfirioPetrovitchenuntonodeciertointerés—.Creoquenomehacomprendidousted,RodionRomanovitch—añadiótrasunapausa—.Éstaeslarazóndesusorpresa.Hevenidoparaexplicárselotodo,puesdesdeahoraquierollevaresteasuntoconfranquezaabsoluta.

—Yonosoyelculpable—balbuceóRaskolnikof,defendiéndosecomoelniñoalquesorprendenhaciendoalgomalo.

—Sí,esustedysólousted—replicóseveramenteeljuezdeinstrucción.

Losdoscallaron.Estesilencio,enelquehabíaalgoextraño,seprolongónomenosdediezminutos.

Raskolnikof, con los codos en la mesa, se revolvía el cabello con lasmanos.PorfirioPetrovitchesperabasindarlamenormuestradeimpaciencia.Depronto,eljovendirigióalmagistradounamiradadespectiva.

—Vuelveustedasuantiguatáctica,PorfirioPetrovitch.¿Nosecansausteddeemplearsiemprelosmismosprocedimientos?

—¿Procedimientos? ¿Quénecesidad tengode emplearlos ahora?Lacosacambiaría si habláramos ante testigos. Pero estamos solos.Yo no he venidoaquíacazarlecomounaliebre.Queconfieseustedonoenestemomento,meimportamuypoco.Enamboscasos,miconvicciónseguiríasiendolamisma.

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—Entonces,¿porquéhavenidousted?—preguntóRaskolnikofsinocultarsuenojo—.Lerepitoloqueledijeelotrodía:siustedmecreeculpable,¿porquénomedetiene?

—Bien;ésa,por lomenos,esunapregunta sensatay lacontestarépuntoporpunto.Enprimerlugar,lediréquenomeconvienedetenerleenseguida.

—¿Quéimportaqueleconvengaono?Siestáustedconvencido,tieneeldeberdehacerlo.

—Miconvicciónnotieneimportancia.Hastaestemomentosólosebasaenhipótesis.¿Porquéhededarleunatreguahaciéndolodetener?Ustedsabemuybien que esto sería para usted un descanso, ya que lo pide. También podríatraerlealhombrequeleenviéparaconfundirle.Peroustedlediría:«Eresunborracho. ¿Quién me ha visto contigo? Te miré simplemente como a unhombreembriagado,pues loestabas.»¿Yquépodría replicaryoaesto?Suspalabrastienenmásverosimilitudquelasdelotro,quedescansanúnicamenteen la psicología y, por lo tanto, sorprenderían, al proceder de un hombreinculto.Encambio,ustedhabríatocadounpuntodébil,puesesebribónesunbebedor empedernido. Ya le he dicho otras veces que estos procedimientospsicológicossonarmasdedosfilos,yenestecasopuedenobrarensufavor,sobretodoteniendoencuentaquepongoenjuegolaúnicapruebaquetengocontraustedhastaelmomentopresente.Peronolequepadudadequeacabaréhaciéndole detener. He venido para avisarlo; pero le confieso que no meservirádenada.Además,hevenidoasucasapara…

—Hablemos de ese segundo objeto de su visita—dijoRaskolnikof, quetodavíarespirabacondificultad.

—Puesestesegundoobjetoesdarleunaexplicaciónalaqueconsideroquetieneustedderecho.Noquieroquemetengaporunmonstruo,siendoasíque,aunqueustednolocrea,mideseoesayudarle.Poresoleaconsejoquevayaapresentarseustedmismoalajusticia.Estoeslomejorquepuedehacer.Eslomásventajosoparaustedyparamí,puesyomeveríalibredeesteasunto.Yavequelesoyfranco.¿Quédiceusted?

Raskolnikofreflexionóunmomento.

—Oiga, Porfirio Petrovitch —dijo al fin—; usted ha confesado que notiene contra mí más que indicios psicológicos y, sin embargo, aspira a laevidenciamatemática.¿Ysiestuvieraequivocado?

—No,RodionRomanovitch,noestoyequivocado.Tengounaprueba.Laobtuveelotrodíacomosielcielomelahubieraenviado.

—¿Quéprueba?

—Noselodiré,RodionRomanovitch.Detodasformas,notengoderecho

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acontemporizar.Mandarédetenerle.Reflexione.Nomeimportalaresoluciónqueustedpuedatomarahora.Lehehabladoeninterésdeusted.Lejuroqueleconvieneseguirmisconsejos.

Raskolnikofsonrió,sarcástico.

—Suspalabras son ridículase incluso imprudentes.Aunsuponiendoqueyofueraculpable,cosaquenoadmitodeningúnmodo,¿paraquéquiereustedque vaya a presentarme a la justicia? ¿No dice usted que la estancia en lacárcelseríaundescansoparamí?

—Oiga,RodionRomanovitch,notomemispalabrasdemasiadoalpiedelaletra.Acasonoencuentreustedenlacárcelningúnreposo.Enfindecuentas,estonoesmásqueunateoría,ypersonalporañadidura.Porlovisto,soyunaautoridadparausted.Porotraparte,quiénsabesileocultoalgo.Ustednomepuedeexigirquelereveletodosmissecretos.¡Je,je!

»Pasemosa la segundacuestión, alprovechoqueobtendríausteddeunaconfesiónespontánea.Esteprovechoesindudable.¿Sabeustedqueaminoraríaconsiderablemente su pena? Piense en el momento en que haría usted supropiadenuncia.Porfavor,reflexione.Ustedsepresentaríacuandootrosehaacusadodelcrimen,trastornandoprofundamenteelproceso.YyolejuroanteDiosquemelascompondríademodoquealavistadeltribunalgozaraustedde todos los beneficios de su acto, el cual parecería completamenteespontáneo.Leprometoquedestruiríamostodaesapsicologíayquereduciríausted a la nada todas las sospechas que pesan sobre usted, demodo que sucrimenapareciesecomolaconsecuenciadeunaespeciedearrebato,cosaqueen el fondo es cierta. Yo soy un hombre honrado, Rodion Romanovitch, ymantendrémipalabra.

Raskolnikofbajólacabezatristementeyquedópensativo.Alfinsonriódenuevo;peroestavezsusonrisafuedulceymelancólica.

—Nomeinteresa—dijocomosinoquisieraseguirhablandoconPorfirioPetrovitch—.Nonecesitoparanadasudisminucióndepena.

—¡Vaya!Estoes loquemetemía—exclamóPorfiriocomoapesarsuyo—.Sospechabaqueibaustedadesdeñarnuestraindulgencia.

Raskolnikoflemiróconexpresióngraveytriste.

—No, no dé por terminada su existencia —continuó Porfirio—. Tieneusted ante símuchos años de vida.No comprendo que no quiera usted unadisminucióndepena.Esustedunhombredifícildecontentar.

—¿Quépuedoyaesperar?

—La vida. ¿Por qué quiere usted hacer el profeta? ¿Qué puede ustedprever?Busqueyencontrará.TalvezleesperabaDiostrasesterecodo..:Por

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otraparte,nolecondenaránaustedacadenaperpetua.

—Tendréamifavorcircunstanciasatenuantes—dijoRaskolnikofconunasonrisa.

—Sinqueustedsedécuenta,estalvezciertoorgullodepersonacultaloqueleimpidedeclararseculpable.Usteddeberíaestarporencimadetodoeso.

—Loestoy: esas cosas sólome inspirandesprecio—repusoRaskolnikofcongestodespectivo.

Después fue a levantarse, pero se volvió a sentar bajo el peso de unadesesperacióninocultable.

—Sí,nomecabeduda.Esusteddesconfiadoycreequeleestoyadulandoburdamente,conunasegundaintención.Perodígame:¿hatenidoustedtiempodevivirlobastanteparaconocerlavida?Inventaustedunateoríaydespuésseavergüenza al ver que no conduce a nada y que sus resultados estándesprovistosdetodaoriginalidad.Suacciónesbaja,loreconozco,peroustedno es un criminal irremisiblemente perdido. No, no; ni mucho menos. Mepreguntará qué pienso de usted. Se lo diré: le considero como uno de esoshombres que se dejarían arrancar las entrañas sonriendo a sus verdugos silograsenencontrarunafe,unDios.Puesbien,encuéntreloyvivirá.Enprimerlugar, hace ya mucho tiempo que necesita usted cambiar de aires. Y ensegundo, el sufrimiento no esmala cosa. Sufra usted.Mikolka tiene tal vezrazónalquerersufrir.Séqueesustedescéptico,peroabandónesesinrazonarala corriente de la vida y no se inquiete por nada: esa corriente le llevará aalgunaorillayustedpodrávolveraponerseenpie.¿Quéorillaseráésta?Esono lopuedo saber.Pero estoy convencidodeque le quedan austedmuchosaños de vida. Bien sé que usted se estará diciendo que no hago sinodesempeñarmipapeldejuezdeinstrucción,yquemispalabraslepareceránunlargoyenojososermón,perotalvezlasrecuerdeustedalgúndía:sóloconestaesperanzaledigotodoesto.Enmediodetodo,hasidounasuertequenohaya ustedmatadomás que a esa vieja, pues con otra teoría habría podidoustedhacercosascientosdemillonesdevecespeores.DégraciasaDiospornohaberlopermitido,puesÉltalvez,¿quiénsabe?,tienealgúndesigniosobreusted.Tengaustedcoraje,noretrocedaporpusilanimidadantelagranmisiónque aún tiene que cumplir. Si es cobarde, luego se avergonzará usted. Hacometidounamalaacción:seafuerteyhaga loqueexige la justicia.Séqueustednomecree,peroleaseguroquevolveráaconocerelplacerdevivir.Enestemomentosólonecesitaaire,aire,aire…

Aloírestaspalabras,Raskolnikofseestremeció.

—Pero ¿quién es usted—exclamó—para hacer el profeta? ¿Dónde estáesa cumbre apacible desde la que se permite usted dejar caer sobremí esas

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máximasllenasdeunasupuestasabiduría?

—¿Quién soy? Un hombre acabado y nada más. Un hombre sensible yacaso capaz de sentir piedad, y que tal vez conoce un poco la vida…, perocompletamenteacabado.Elcasodeustedesdistinto.Tieneustedantesíunaverdaderavida(¿quiénsabesitodoloocurridoesenustedcomounfuegodepajaqueseextinguerápidamente?).¿Porqué,entonces,temeralcambioquesevaaoperarensuexistencia?Noeselbienestarloqueuncorazóncomoelsuyopuedeechardemenos. ¿Yqué importa la soledaddondeusted severálargamente confinado?Noes el tiempo loquedebepreocuparle, sinousted.Conviértaseenunsoly todoelmundo loverá.Alsol lebastaexistir, ser loquees.¿Porquésonríe?¿Pormilenguajepoético?Juraríaqueustedcreequeestoyutilizandolaastuciaparaatraermesuconfianza.Alomejortieneustedrazón.¡Je, je!Nolepidoquecreatodasmispalabras,RodionRomanovitch.Haráustedbienennocreermenuncaporcompleto.Tengolacostumbredenoser jamás completamente sincero.Sin embargo, no olvide esto: el tiempo ledirásisoyunhombrevilounhombreleal.

—¿Cuándopiensaustedmandarquemedetengan?

—Puedo concederle todavía un día o dos de libertad.Reflexione, amigomío,yruegueaDios.Estoesloqueleinteresa,créame.

—¿Ysihuyera?—preguntóRaskolnikofconunasonrisaextraña.

—No, usted no huirá.Unmujik huiría; un revolucionario de los de hoy,también, pues se le pueden inculcar ideas para toda la vida. Pero usted hadejado de creer en su teoría. ¿Para qué ha de huir? ¿Qué ganaría ustedhuyendo?Y ¡qué vida tan horrible la del fugitivo!Para vivir hace falta unasituacióndeterminada,fija,yairerespirable.¿Encontraríaustedeseaireenlahuida? Si huyese usted, volvería. Usted no puede pasar sin nosotros. Si lohicieraencarcelar,paraunmesodos,porejemplo,otalvezparatres,unbuendía,téngalopresente,vendríausteddeprontoyconfesaría.Vendríaustedaunsindarsecuenta.Estoysegurodequedecidiráustedsometersealaexpiación.Ahoranomecreeusted,pero lohará,porquelaexpiaciónesunagrancosa,Rodion Romanovitch. No se extrañe de oír hablar así a un hombre que haengordadoenelbienestar.Elcasoesquedigalaverdad…,ynoseburleusted.Estoy profundamente convencido de lo que acabo de decirle.Mikolka tienerazón.No,ustednohuirá,RodionRomanovitch.

Raskolnikof se levantó y cogió su gorra. Porfirio Petrovitch se levantótambién.

—¿Vaustedadarunavuelta?Lanocheprometeserhermosa.Aunquealomejorhaytormenta…Locualseríatalvezpreferible,porqueasíserefrescaríalaatmósfera.

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—PorfirioPetrovitch—dijoRaskolnikofentonosecoyvehemente—,quenolepaseporlaimaginaciónquelehehecholaconfesiónmásmínima.Ustedesunhombreextraño,yyosólo leheescuchadoporcuriosidad.Peronoheconfesadonada,absolutamentenada.Noloolvide.

—Entendido; no lo olvidaré…Está usted temblando…No se preocupe,amigo mío: se cumplirán sus deseos. Pasee usted, pero sin rebasar loslímites…Ahoravoyahacerleunúltimoruego—añadióbajandolavoz—.Esunpuntounpocodelicadoperoimportante.Enelcaso,amijuiciosumamenteimprobabledequeenestascuarentayochoocincuentahorasleasaltelaideadeponerfinatodoestodeunmodopococomún,enunapalabra,quitándoselavida(yperdoneestaabsurdasuposición), tenga labondaddedejarescritaunanota;doslíneas,nadamásquedoslíneas,indicandoellugardondeestálapiedra.Estoserálomásnoble…Enfin,hastamásver.QueDiosleinspire.

Porfiriosalió,bajandolacabezaparanomiraraljoven.Ésteseacercóalaventanayesperóconimpacienciaelmomentoenque,segúnsuscálculos,eljuezdeinstrucciónsehubieraalejadounbuentrechodelacasa.

Entoncessalióélatodaprisa.

CAPÍTULO3

QueríavercuantoantesaSvidrigailof.Ignorabasuspropósitos,peroaquelhombre tenía sobre él un podermisterioso.Desde queRaskolnikof se habíadado cuenta de ello, la inquietud lo consumía. Además, había llegado elmomentodetenerunaexplicaciónconél.

Otra cuestión le atormentaba. Se preguntaba si Svidrigailof habría ido avisitaraPorfirio.

Raskolnikofsuponíaquenohabía ido: lohabría jurado.Siguiópensandoenello, recordó todos losdetallesde lavisitadePorfirioy llegóa lamismaconclusión negativa. Svidrigailof no había visitado al juez, pero ¿tendríaintencióndehacerlo?

Tambiénrespectoaestepuntoseinclinabaporlanegativa.¿Porqué?Nolograba explicárselo. Pero, aunque se hubiera sentido capaz de hallar estaexplicación,nohabríaintentadoromperselacabezabuscándola.Todoestoleatormentaba y le enojaba a la vez. Lo más sorprendente era que aquellasituacióntancríticaenquesehallabaleinquietabamuypoco.Lepreocupabaotra cuestiónmuchomás importante, extraordinaria, también personal, perodistinta.Porotraparte,sentíaunprofundodesfallecimientomoral,aunquesucapacidadde razonamiento era superior a lade los días anteriores.Además,

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después de lo sucedido, ¿valía la pena tratar de vencer nuevas dificultades,intentar, por ejemplo, impedir a Svidrigailof ir a casa de Porfirio, procurarinformarse,perdereltiempoconsemejantehombre?

¡Quéfastidiosoeratodoaquello!

Sinembargo,sedirigióapresuradamenteacasadeSvidrigailof.¿Esperabade él algo nuevo, un consejo, un medio de salir de aquella insoportablesituación?Elqueseestáahogandoseaferraalamenorastilla.¿Eraeldestinoounsecreto instintoelque losaproximaba?Talvezerasimplementeque lafatiga y la desesperación le inspiraban tales ideas; acaso fuera preferibledirigirse a otro, no a Svidrigailof, al que sólo el azar había puesto en sucamino.

¿ASonia?¿Conquéobjetosepresentaríaensucasa?¿Parahacerlallorarotravez?Además,Sonialedabamiedo.Representabaparaél loirrevocable,la decisión definitiva. Tenía que elegir entre dos caminos: el suyo o el deSonia. Sobre todo en aquel momento, no se sentía capaz de afrontar supresencia.No,erapreferibleprobarsuerteconSvidrigailof.Aunquemuyasupesar, seconfesabaqueSvidrigailof leparecía enciertomodo indispensabledesdehacíatiempo.

Sinembargo,¿quépodíahaberdecomúnentreellos?Inclusolaperfidiadeunoyotro erandiferentes.Por añadidura,Svidrigailof le eraprofundamenteantipático.Teníatodoelaspectodeunhombredespejado,trapacero,astuto,ytal vez era un ser extremadamente perverso. Se contaban de él cosasverdaderamentehorribles.Ciertoquehabíaprotegidoa losniñosdeCatalinaIvanovna,perovayaustedasaberelfinqueperseguía.Eraunhombreplenodesegundasintenciones.

Desdehacíaalgunosdías,otraideaturbabaaRaskolnikof,apesardesusesfuerzosporrechazarlaparaevitarelprofundosufrimientoque leproducía.PensabaqueSvidrigailofsiemprehabíagirado,yseguíagirando,alrededordeél.Además,aquelhombrehabíadescubierto su secreto.Y, finalmente,habíaabrigadociertasintencionesacercadeDunia.Talvezseguíaalimentándolas.Ysin«talvez»:eraseguro.Ahoraqueconocíasusecreto,bienpodríautilizarlocomounarmacontraDunia.

Estasuposición lehabíaquitadoelsueño,peronuncahabíaaparecidoensumentecontantanitidezcomoenaquellosmomentosenquesedirigíaacasade Svidrigailof.Y le bastaba pensar en ello para ponerse furioso. Sin duda,todo iba a cambiar, incluso su propia situación. Debía confiar su secreto aDunetchka y luego entregarse a la justicia para evitar que su hermanacometiesealgunaimprudencia.¿Yquépensardelacartaqueaquellamañanahabía recibido Dunia? ¿De quién podía recibir su hermana una carta enPetersburgo?¿DeLujine?Rasumikhine eraunbuenguardián,perono sabía

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nadadeesto.YRaskolnikofsedijo,contrariado,que talvezfueranecesarioconfiarsetambiénasuamigo.

«Seacomofuere, tengoqueiraveraSvidrigailofcuantoantes—sedijo—.Afortunadamente,enesteasuntolosdetallestienenmenosimportanciaqueelfondo.Peroestehombre,sitienelaaudaciadetramaralgocontraDunia,escapazde…Yenestecaso,yo…»

Raskolnikofestaba tanagotadoporaquelmesdecontinuossufrimientos,quenopudoencontrarmásqueunasolución.«Yenestecaso,yolomataré»,sedijo,desesperado.

Unsentimientoangustiosoleoprimíaelcorazón.Sedetuvoenmediodelacalleypaseólamiradaentornodeél.¿Quécaminohabíatomado?Estabaenla avenida ***, a treinta o cuarenta pasos de la plaza del Mercado, queacababa de atravesar. El segundo piso de la casa que había a su izquierdaestabaocupadoporunataberna.Teníaabiertastodaslasventanasy,ajuzgarpor laspersonasqueseveían juntoaellas,elestablecimientodebíadeestarabarrotado. De él salían cantos, acompañados de una música de clarinete,violínytambor.Seoíantambiénvocesygritosdemujer.

Raskolnikof se disponía a desandar lo andado, sorprendido de verse allí,cuando, de pronto, distinguió en una de las últimas ventanas a Svidrigailof,con la pipa en la boca y ante un vaso de té. El joven sintió unamezcla deasombroyhorror.Svidrigailoflemiróensilencioy—cosaquesorprendióaRaskolnikof todavía más profundamente— se levantó de pronto, como sipretendiera eclipsarse sin ser visto. Rodia fingió no verle, pero mientrasparecía mirar a lo lejos distraído, le observaba con el rabillo del ojo. Elcorazónlelatíaaceleradamente.Nosehabíaequivocado:Svidrigailofdeseabapasarinadvertido.Sequitólapipadelabocaysedispusoaocultarse,pero,allevantarseyapartar lasilla,advirtiósindudaqueRaskolnikof leespiaba.Seestaba repitiendo entre ellos la escena de su primera entrevista.Una sonrisamaligna se esbozó en los labios de Svidrigailof.Después la sonrisa se hizomás amplia y franca. Los dos se daban cuenta de que se vigilabanmutuamente.Alfin,Svidrigailoflanzóunacarcajada.

—¡Eh!—legritó—.¡Subaenvezdeestarahíparado!

Raskolnikofsubióalataberna.Hallóasuhombreenungabinetecontiguoal salón donde una nutrida clientela —pequeños burgueses, comerciantes,funcionarios—bebíatéyescuchabaalascantantesenmediodeunainfernalalgarabía.Enunapiezavecinasejugabaalbillar.Svidrigailofteníaantesíunabotelladechampánempezadayunvasomediolleno.Estabanconélunniñoque tocaba un organillo portátil y una robustamuchacha de frescasmejillasquellevabaunafaldalistadayunsombrerotirolésadornadoconcintas.Estajoveneraunacantante.Debíadetenerunosdieciochoaños,y,apesardelos

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cantosque llegabande lasala,entonabaunacancioncilla trivialconunavozdecontraltoalgoronca,acompañadaporelorganillo.

—¡Basta!—dijoSvidrigailofalosartistasalverentraraRaskolnikof.

La muchacha dejó de cantar en el acto y esperó en actitud respetuosa.Tambiénrespetuosaygravementeacababadecantarsuvulgarcancioncilla.

—¡Felipe,unvaso!—pidióavocesSvidrigailof.

—Yonobebovino—dijoRaskolnikof.

—Comoustedguste.Peronohepedidounvasoparausted.Bebe,Katia.Hoyyanolovolveréanecesitar.Toma.

Lesirvióungranvasodevinoyleentregóunpequeñobilleteamarillo.

La muchacha apuró el vaso de un solo trago, como hacen todas lasmujeres, tomóelbilleteybesólamanodeSvidrigailof,queaceptócontodaseriedadestademostraciónderespetoservil.Actoseguido, la jovenseretiróacompañadadelorganillero.Svidrigailofloshabíaencontradoalosdosenlacalle.Aún no hacía una semana que estaba en Petersburgo y ya parecía unantiguoclientedelacasa.Felipe,elcamarero,leservíacomoaunparroquianodistinguido. La puerta que daba al salón estaba cerrada, y Svidrigailof sedesenvolvía en aquel establecimiento como en casa propia. Seguramentepasaba allí el día. Aquel local era un antro sucio, innoble, inferior a lacategoríamediadeestaclasedeestablecimientos.

—Iba a su casa —dijo Raskolnikof—, y, no sé por qué, he tomado laavenida *** al dejar la plaza delMercado.No paso nunca por aquí.Doblosiemprehacialaderechaalsalirdelaplaza.Además,éstenoeselcaminodesu casa.Apenashedobladohacia este lado, le he visto a usted.Es extraño,¿verdad?

—¿Porquénodiceusted,sencillamente,queestoesunmilagro?

—Porquetalveznoesmásqueunazar.

—Aquítodoelmundopecadelomismo—replicóSvidrigailofechándoseareír—.Nisiquieracuandosecreeenunmilagrohaynadiequeseatrevaaconfesarlo. Incluso ustedmismo ha dicho que se trata «tal vez» de un azar.¡Qué poco valor tiene aquí la gente paramantener sus opiniones!No se lopuedeustedimaginar,RodionRomanovitch.Nodigoestoporusted,quetieneunaopiniónpersonalylasostienecontodafranqueza.Poresomismomehallamadolaatenciónloquehadicho.

—¿Poresosólo?

—Esmásquesuficiente.

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Svidrigailofestabavisiblementeexcitado,aunquenoenextremo,puessólohabíabebidomediovasodechampán.

—Meparecequecuandoustedvinoamicasa—observóRaskolnikof—nosabíaaúnqueyoteníaesoqueustedllamaunaopiniónpersonal.

—Entoncesnospreocupabanotrascosas.Cadacualtienesusasuntos.Enlo que concierne al milagro, debo decirle que parece haber pasado usteddurmiendoestosdías.Yolediladireccióndeestacasa.Elhechodequeustedhaya venido no tiene, pues, nada de extraordinario.Yomismo le indiqué elcamino que debía seguir y las horas en que podría encontrarme aquí. ¿Norecuerdausted?

—No; lo había olvidado —repuso Raskolnikof, profundamentesorprendido.

—Locreo.Se lodijedosveces.Ladirección segrabóen sucerebro sinque usted se diera cuenta, y ahora ha seguido este camino sin saber lo quehacía.Porlodemás,cuandolehablédetodoesto,yonoesperabaqueustedseacordase.Ustednosecuida,RodionRomanovitch…¡Ah!Quierodecirleotracosa.EnPetersburgohaymuchagentequevahablandosolaporlacalle.Unoseencuentraacadapasoconpersonasqueestánmedio locas.Si tuviéramosverdaderossabios,losmédicos,losjuristasylosfilósofospodríanhaceraquí,cadaunoensuespecialidad,estudiossumamenteinteresantes.Nohayningúnotrolugardondeelalmahumanaseveasometidaainfluenciastansombríasyextrañas. El mismo clima influye considerablemente. Por desgracia,Petersburgoeselcentroadministrativodelanaciónysuinfluenciaseextiendeportodoelpaís.Peronosetrataprecisamentedeesto.Loquequeríadecirleesqueleheobservadoaustedvariasvecesenlacalle.Ustedsaledesucasaconla cabezaenalto,ycuandohadadounosveintepasos labajay se lleva lasmanosalaespalda.Bastamirarleparacomprenderqueentoncesustednoseda cuenta de nada de lo que ocurre en torno de su persona.Al fin empiezausted amover los labios, es decir, a hablar solo.Aveces dice cosas envozalta,entregestosyademanes,opermaneceunratoparadoenmediodelacallesinmotivo alguno. Piense que, así como le he visto yo, pueden verle otraspersonas, y esto sería un peligro para usted.En el fondo, pocome importa,puesnotengolamenorintencióndecurarle,peroyamecomprenderá…

—¿Sabe usted que me persiguen? —preguntó Raskolnikof dirigiéndoleunamiradaescrutadora.

—No,nolosabía—repusoSvidrigailofconungestodeasombro.

—Entonces,déjemeenpaz.

—Bien:ledejaréenpaz.

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—Pero dígame: si es verdad que usted me ha citado dos veces aquí yesperabami visita, ¿por qué, hace unmomento, al verme levantar los ojoshacialaventana,haintentadoocultarse?Lohevistoperfectamente.

—¡Je, je!¿Yporquéustedelotrodía,cuandoentréensuhabitación,sehizoeldormido,estandodespiertoybiendespierto?

—Podía…tenermisrazones…,yalosabeusted.

—Yyolasmías…,queustednosabránunca.

Raskolnikofhabíaapoyadoelcododelbrazoderechoenlamesay,conelmentónsobrelamano,observabaatentamenteasuinterlocutor.Elaspectodeaquelrostrolehabíacausadosiempreunasombroprofundo.Enverdad,eraunrostro extraño. Tenía algo de máscara. La piel era blanca y sonrosada; loslabios, de un rojo vivo; la barba, muy rubia; el cabello, también rubio yademásespeso.Susojoserandeunazulnítido,ysumirada,pesadaeinmóvil.Aunquebelloyjoven—cosasorprendentedadasuedad—,aquelrostroteníaun algo profundamente antipático. Svidrigailof llevaba un elegante traje deverano. Su camisa, finísima, era de una blancura irreprochable. Una gransortijaconunavaliosapiedrabrillabaensudedo.

—Ya que usted lo quiere, seguiremos hablando —dijo Raskolnikof,entrandoenlizarepentinamenteyconimpacienciafebril—.Porpeligrosoqueseaustedyporpocoquedeseeperjudicarme,noquieroandarmeconrodeosniconastucias.Levoyademostrarahoramismoquemisuertemeinspiramenostemor del que cree usted. He venido a advertirle francamente que si ustedabrigatodavíacontramihermanalasintencionesqueabrigó,ypiensautilizarpara sus fines lo que ha sabido últimamente, le mataré sin darle tiempo adenunciarme para que me detengan. Puede usted creerme: mantendré mipalabra.Yahora,sitienealgoquedecirme(puesenestosúltimosdíasmehaparecido que deseaba hablarme), dígalo pronto, pues no puedo perder mástiempo.

—¿Aquévienenesasprisas?—preguntóSvidrigailof,mirándoleconunaexpresióndecuriosidad.

—Todostenemosnuestraspreocupaciones—repusoRaskolnikof,sombríoeimpaciente.

—Acaba de invitarme usted a hablar con franqueza —dijo Svidrigailofsonriendo—, y a la primera pregunta que le dirijo me contesta con unaevasiva.Ustedcreequeyolohagotodoconunasegundaintenciónymemiracondesconfianza.Esunaactitudquesecomprende,dadasusituación;pero,pormuchoqueseamideseodeestarenbuenasrelacionesconusted,nometomarélamolestiadeengañarle.Novalelapena.Porotraparte,notengonadadeparticularquedecirle.

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—Siendo así, ¿por qué ese empeño en verme? Pues usted está siempredandovueltasamialrededor.

—Ustedesunhombrecuriosoyresultainteresanteobservarlo.Meseducelo que su situación tiene de fantástica. Además, es usted hermano de unamujerquemeinteresómucho.Y,enfin,tiempoatrásmehablótantodeustedesamujer,quelleguéalaconclusióndequeejercíaustedunafuerteinfluenciasobre ella.Me parece que sonmotivos suficientes. ¡Je, je! Sin embargo, leconfieso que su pregunta me parece tan compleja, que me es difícilresponderle.Ahoramismo,siustedhavenidoaverme,nohasidoporningúnasuntodeterminado,sinoconlaesperanzadequeyoledigaalgonuevo.¿Noesasí?Confiéselo—le invitóSvidrigailofconunapérfidasonrisita—.Bien,puessedaelcasodequetambiényo,cuandoeltrenmetraíaaPetersburgo,alimentaba la esperanza de conocer cosas nuevas por usted, de sonsacarlealgo.

—¿Quémepodíasonsacar?

—Puesniyomismolosé…Yaveustedenquémiserabletabernapasolosdías.Aquíestoymuyagusto,y,aunquenoloestuviera,enalgunapartehayquepasareltiempo…¡EsapobreKatia…!¿Lahavistousted…?Sialmenosfueraunglotónoungastrónomo…Perono:esoestodoloquepuedocomer—y señalaba una mesita que había en un rincón, donde se veía un plato dehojalataconlosrestosdeunmíserobistec—.Apropósito,¿hacomidousted?Yohedadounbocadosinapetito.Vinonobebo:sólochampán,ynuncamásde un vaso en toda una noche, lo que es suficiente para que me duela lacabeza.Sihoyhepedidounabotellaesporquenecesitoanimarme:tengoqueverme con una persona para tratar de ciertos asuntos, y quiero aparecervehementeyresuelto.Porlotanto,ustedmeencuentradeunhumorespecial.Sihaceunmomentohe intentadoescondermecomouncolegialha sidoporterroraquesuvisitameimpidieraatenderalasuntodequelehehablado.Sinembargo—consultósureloj—,tenemosaúnunbuenratoparahablar,puesnosonmásquelascuatroymedia…Créamequeenciertosmomentossientonosernada,nadaabsolutamente:nipropietario,nipadredefamilia,niulano,nifotógrafo, ni periodista.Aveces resulta enojosono tener ningunaprofesión.Leaseguroqueesperabaoírdesubocaalgonuevo.

—Pero¿quiénesusted?¿YporquéhavenidoaPetersburgo?

—¿Quequiénsoy?Yalosabeusted:ungentilhombrequesirviódosañosenlacaballería.DespuésestuveotrosdosvagandoporPetersburgo.Luegomecasé con Marfa Petrovna y me fui a vivir al campo. Aquí tiene usted mibiografía.

—Eraustedjugador,¿verdad?

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—Jugadordeventaja.

—¿Hacíatrampas?

—Sí.

—Alguiendebiódeabofetearle,¿no?

—Sí.¿Porquélodice?

—Porque entonces tuvo usted ocasión de batirse en duelo. Eso prestaanimaciónalavida.

—No le digo lo contrario…, pero no estoy preparado para discusionesfilosóficas.Ahoralevoyahacerunaconfesión:hevenidoaPetersburgoporlasmujeres.

—¿ApenasenterradaMarfaPetrovna?

—Pues sí. ¿Qué importa? —respondió Svidrigailof sonriendo con unafranqueza que desarmaba—. ¿Se escandaliza de oírme hablar así de lasmujeres?

—¿Cómonoescandalizarmesulibertinaje?

—¡Libertinaje, libertinaje…! Para responder a su primera pregunta, lehablaré de la mujer en general. Estoy dispuesto a charlar un rato. Dígame:¿porquéhedehuirdelasmujeressiendoungranamador?Estoes,almenos,unaocupaciónparamí.

—Entonces,¿ustedsólohavenidoaquíparairdejarana?

—Admitamos que sea así. Sin duda, eso de la disipación le tieneobsesionado, pero le confieso que me gustan las preguntas directas. Ellibertinaje tiene, cuando menos, un carácter de continuidad fundado en lanaturalezaynodependedeuncapricho:esalgoqueardeenlasangrecomouncarbón siempre incandescente y que sólo se apaga con la edad, y aun asídifícilmente,afuerzadeaguafría.Confiesequeesto,enciertomodo,esunaocupación.

—Pero¿quétienededivertidoparaustedesavida?Esunaenfermedad,ydelasmalas.

—Ya le veo venir. Admito que eso es una enfermedad como todas lasinclinacionesexageradas,yenestecasounorebasasiempreloslímitesdelonormal; pero tenga en cuenta que esto es cosa que cambia según losindividuos. Desde luego, hay que reprimirse, aunque sólo sea porconveniencia;perosiyonotuvieraestaocupación,acabaríapordescerrajarmedeun tiro en la cabeza.Bien séque el hombrehonrado tieneque aburrirse,peroaunasí…

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—¿Seríaustedcapazdedispararseunbalazoenlacabeza?

—¿A qué viene esa pregunta? —exclamó Svidrigailof con un gesto decontrariedad—. Le ruego que no hablemos de estas cosas —se apresuró aañadir,dejandosutonodejactancia.

Inclusosusemblantehabíacambiado.

—No puedo remediarlo. Sé que esto es una debilidad vergonzosa perotemoalamuerteynomegustaoírhablardeella.¿Sabeustedquesoyunpocomístico?

—Ya sé lo que quiere usted decir…El espectro de Marfa Petrovna…Dígame:seleaparecetodavía.

—Nomehabledeeso—exclamó,irritado—.EnPetersburgonosemehaaparecidoaún.¡Queeldiabloselolleve…!Hablemosdeotracosa…Además,nome sobra el tiempo.Aun sintiéndolomucho,pronto tendremosquedejarnuestracharla…Peroaúntengoalgoquedecirle.

—Leesperaunamujer,¿verdad?

—Sí…Uncasoextraordinario.Puracasualidad…Peronoesdeestode loquequeríahablarle.

—¿Noleinquietalabajezadeestaconducta?¿Esquenotieneustedfuerzadevoluntadsuficienteparadetenerse?

—Fuerzadevoluntad…¿Acaso la tieneusted? ¡Je, je, je!Medejaustedboquiabierto, Rodion Romanovitch, y eso que esperaba oírle decir algoparecido. ¡Que hable usted de disipación, de cuestionesmorales! ¡Que hagausted el Schiller, el idealista! Desde luego, esos puntos de vista son muynaturales, y lo asombroso sería oír sustentar la opinión contraria, pero,teniendoencuentalascircunstancias, lacosaresultaunpocorara…¡Cuántolamentoqueel tiempomeapremie!Mepareceustedunhombreenextremointeresante.Apropósito,¿legustaSchiller?Amímeencanta.

—Es usted un fanfarrón —repuso Raskolnikof con un gesto derepugnancia.

—Leaseguroquenolosoy,pero,aunadmitiendoquelofuera,¿haríaconello algún mal a alguien? He vivido siete años en el campo con MarfaPetrovna.Poreso,cuandomeheencontradoconunhombreinteligentecomousted…,inteligentey,además,interesante…,esnaturalquemesientafelizdecharlarconél.Además,mehebebidoelchampánquemequedabaenelvasoysemehasubidoalacabeza.Sinembargo,loquemásmetrastornaesciertoacontecimientodelquenoquierohablar…Pero¿dóndevausted?—preguntó,sorprendido.

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Raskolnikofsehabíalevantado.Seahogaba,sesentíaadisgustoenaquelambienteysearrepentíadehaberentradoallí.Svidrigailofseleaparecíacomoelmásdespreciablemalvadoquepudierahaberenelmundo.

—Espere, espere un momento. Pida un vaso de té. No se marche. Leaseguroquenohablarédecosasabsurdas,esdecir,demí.Tengoquedecirleunacosa…¿Quiereustedquelecuentecómounamujersepropusosalvarme,como usted diría? Es una cuestión que le interesará, pues esta mujer es suhermana.¿Selocuento?Asíemplearemoseltiempodequeaúndispongo.

—Hable,peroesperoque…

—Noseinquiete.AvdotiaRomanovnanopuedeinspirar,nisiquieraaunhombretancorrompidocomoyo,sinoelrespetomásprofundo.

CAPÍTULO4

Sindudasabeusted…,sí,sí,losabeporqueselocontéyomismo—dijoSvidrigailof, iniciando su relato—, que estuve en la cárcel por deudas, unadeudacuantiosaquemeeraabsolutamenteimposiblepagar.Noquieroentraren detalles acerca de mi rescate por Marfa Petrovna. Ya sabe usted cómopuedetrastornarelamorlacabezaaunamujer.MarfaPetrovnaeraunamujerhonestaybastante inteligente,aunquedeunacompleta incultura.Estamujercelosa y honesta, tras varias escenas llenas de violencia y reproches, cerróconmigounaespeciedecontratoqueobservóescrupulosamentedurantetodoeltiempodenuestravidaconyugal.Ellaeramayorqueyo.Yotuvelavileza,ytambién la lealtad, de decirle francamente que no podía comprometerme aguardarleunafidelidadabsoluta.Estaspalabrasleenfurecieron,peroalmismotiempo,mirudafranquezadebiódegustarle.Sindudapensó:«Estaconfesiónanticipada demuestra que no tiene el propósito de engañarme.» Lo cual eraimportantísimoparaunamujercelosa.

»Tras una serie de escenas de lágrimas, llegamos al siguiente acuerdoverbal:

»Primero.YomecomprometíaanoabandonarjamásaMarfaPetrovna,oseaapermanecersiempreasulado,comocorrespondeaunmarido.

»Segundo.Yonopodíasalirdesustierrassinsuautorización.

»Tercero.Notendríajamásunaamantefija.

»Cuarto. En compensación,Marfa Petrovna me permitiría cortejar a lascampesinas, pero siempre con su consentimiento secreto y teniéndola alcorrientedemisaventuras.

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»Quinto.Prohibiciónabsolutadeamaraunamujerdenuestronivelsocial.

»Y sexto. Si, por desgracia, me enamorase profunda y seriamente, mecomprometíaaenterardeelloaMarfaPetrovna.

»En lo concerniente a este último punto, he de advertirle que MarfaPetrovnaestabamuy tranquila.Era lobastante inteligentepara saberqueyoeraunlibertinoincapazdeenamorarmeenserio.Sinembargo,lainteligenciay loscelosno son incompatibles,y esto fue lomalo…Porotraparte, siunoquiere juzgar a los hombres con imparcialidad, debe desechar ciertas ideaspreconcebidas y de tipo único y olvidar los hábitos que adquirimos de laspersonas que nos rodean. En fin, confío en poder contar al menos con sujuicio.

»Tal vez haya oído usted contar cosas cómicas y ridículas sobreMarfaPetrovna. En efecto, tenía ciertas costumbres extrañas, pero le confiesosinceramente que siento verdadero remordimiento por las penas que le hecausado.Enfin,creoqueestoesunaoraciónfúnebresuficientedelmástiernodelosmaridosalamásafectuosadelasmujeres.Durantenuestrosdisgustos,yo guardaba silencio casi siempre, y este acto de galantería no dejaba deproducirefecto.Ellasecalmabaysabíaapreciarlo.Enalgunoscasosinclusose sentía orgullosa de mí. Pero no pudo soportar a su hermana de usted.¿Cómosearriesgóatomarcomoinstitutrizaunamujertanhermosa?Laúnicaexplicaciónesque,comomujerapasionadaysensible,seenamoródeella.Sí,tal como suena; se enamoró… ¡Avdotia Romanovna! Desde el primermomentocomprendíquesupresenciaseríaunacomplicación,y,aunqueustedno lo crea, decidí abstenerme inclusodemirarla.Pero fue ella la quedio elprimer paso. Aunque le parezca mentira, al principioMarfa Petrovna llegóincluso a enfadarse porque yo no hablaba nunca de su hermana: mereprochabaquepermaneciera indiferente a los elogiosquemehacíade ella.No puedo comprender lo que pretendía.Como es natural,mimujer contó aAvdotia Romanovna todami biografía. Tenía el defecto de poner a todo elmundoalcorrientedenuestrasintimidadesydequejarsedemíanteelprimeroquellegaba.¿Cómonohabíadeaprovecharestaocasióndehacerunanuevaymagnífica amistad? Sin duda estaban siempre hablando de mí, y AvdotiaRomanovnadebíadeconocerperfectamentelossiniestroschismesquesemeatribuían.Estoysegurodequealgunosdeesosrumoresllegaronhastausted.

—Sí.Lujineinclusolehaacusadodecausarlamuertedeunniño.¿Esesoverdad?

—Hágame el favor de no dar crédito a esas villanías —exclamóSvidrigailofconunamezcladecólerayrepugnancia—.Siusteddeseaconocerlaverdaddetodasesashistoriasabsurdas,selascontaréenotraocasión,peroahora…

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—Tambiénmehandichoque fueustedculpablede lamuertedeunodesussirvientes…

—Leagradeceréquenosigaporesecamino—dijoSvidrigailof,agitado.

—¿No es aquel que, después demuerto, le cargó la pipa?Conozco estedetalleporustedmismo.

Svidrigailoflemiróatentamente,yRodiacreyóverbrillarporunmomentoen sus ojos un relámpago de cruel ironía. Pero Svidrigailof repusocortésmente:

—Sí, ese criado fue. Ya veo que todas esas historias le han interesadovivamente,ymecomprometoasatisfacersucuriosidadenlaprimeraocasión.Creo que se me puede considerar como un personaje romántico. YacomprenderálagratitudquedeboguardaraMarfaPetrovnaporhabercontadoa su hermana tantas cosas enigmáticas e interesantes sobre mí. No sé quéimpresión le producirían estas confidencias, pero apostaría cualquier cosa aquemefavorecieron.Apesarde laaversiónquesuhermanasentíahaciamipersona, apesardemiactitud sombríay repulsiva, acabóporcompadecersedelhombreperdidoqueveíaenmí.Ycuandolapiedadseapoderadelcorazónde una joven, esto es sumamente peligroso para ella. La asalta el deseo desalvar,dehacerentrarenrazón,deregenerar,deconducirporelbuencaminoaunhombre,deofrecerle,enfin,unavidanueva.Yadebedeconocerustedlossueñosdeestaíndole.

»Enseguidamedicuentadequeelpájaroibaporimpulsopropiohacialajaula,yadoptémisprecauciones.Nohagaesasmuecas,RodionRomanovitch:yasabeustedqueesteasuntonotuvoconsecuenciasimportantes…¡Eldiablomelleve!¡Cómoestoybebiendoestatarde…!Leaseguroquemásdeunavezhe lamentado que su hermana no naciera en el siglo segundo o tercero denuestra era. Entonces habría podido ser hija de algún modesto príncipereinante,odeungobernador,odeunprocónsulenAsiaMenor.Nocabedudadequehabríaengrosadolalistadelosmártiresysonreídoanteloshierrosalrojo y toda clase de torturas. Ella misma habría buscado este martirio…Sihubiesevenidoalmundoenel sigloquinto, sehabría retiradoaldesiertodeEgipto, y allí habría pasado treinta años alimentándose de raíces, éxtasis yvisiones.Esunamujerqueanhelasufrirporalguien,ysiselaprivasedeestesufrimiento,seríacapaz,talvez,dearrojarseporunaventana.

»He oído hablar de un joven llamado Rasumikhine, un muchachointeligente,segúndicen.Ajuzgarporsunombre,debedeserunseminarista…Bien,queestejovencuidedesuhermana.

»En resumen, que he conseguido comprenderla, de lo cual meenorgullezco.Peroentonces,esdecir,enelmomentodetrabarconocimiento

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con ella, fui demasiado ligero y poco clarividente, lo que explica que meequivocara…¡El diablome lleve! ¿Por qué será tanhermosa?Yono tuve laculpa.

»Lacosaempezóporunviolentocaprichosensual.AvdotiaRomanovnaesextraordinariamente, exageradamente púdica (no vacilo en afirmar que surecato es casi enfermizo, a pesar de su viva inteligencia, y que tal vez leperjudique). Así las cosas, una campesina de ojos negros, Paracha, vino aservir a nuestra casa. Era de otra aldea y nunca había trabajado para otros.Aunquemuybonita,eraincreíblementetonta:laslágrimas,losgritosconqueestachicallenólacasaprodujeronunverdaderoescándalo.

»Undía,despuésdecomer,AvdotiaRomanovnamellevóaunrincóndeljardínymeexigiólapromesadequedejaríatranquilaalapobreParacha.Erala primera vez que hablábamos a solas.Yo, como es natural,me apresuré adoblegarme a su petición e hice todo lo posible por aparecer conmovido yturbado;enunapalabra,quedesempeñéperfectamentemipapel.Apartirdeentonces tuvimosfrecuentesconversacionessecretas,escenasenqueellamesuplicabaconlágrimasenlosojos,sí,conlágrimasenlosojos,quecambiarade vida. He aquí a qué extremos llegan algunasmuchachas en su deseo decatequizar.Yoachacabatodosmiserroresaldestino,mepresentabacomounhombreávidodeluz,y,finalmente,puseenprácticaciertomediodellegaralcorazóndelasmujeres,unprocedimientoque,aunquenoengañaanadie,essiemprede efecto seguro.Me refiero a la adulación.Nadahayenelmundomás difícil de mantener que la franqueza ni nada más cómodo que laadulación. Si en la franqueza se desliza la menor nota falsa, se produceinmediatamente una disonancia y, con ella, el escándalo. En cambio, laadulación,apesardesufalsedad,resultasiempreagradableyesrecibidaconplacer,unplacervulgarsiustedquiere,peroquenodejadeserreal.

»Además,lalisonja,porburdaqueseanoshacecreersiemprequeencierrauna parte de verdad. Esto es así para todas las esferas sociales y todos losgradosdelacultura.Inclusolamáspuravestalessensiblealaadulación.Delagentevulgarnohablemos.Nopuedorecordarsinreírmecómologréseducira una damita que sentía verdadera devoción por su marido, sus hijos y sufamilia.¡Quéfácilydivertidofue!Elcasoesqueeraverdaderamentevirtuosa,por lo menos a su modo. Mi táctica consistió en humillarme ante ella einclinarmeantesucastidad.Laadulabasinrecatoy,apenasobteníaunapretóndemanoounamirada,meacusabaamímismoamargamentedehabérselosarrancadoa la fuerzayafirmabaquesu resistenciaera tal,que jamáshabríalogrado nada de ella sinmi desvergüenza ymi osadía. Le decía que, en suinocencia,nopodíaprevermisbribonadas,quehabíacaídoen la trampasindarse cuenta, etcétera. En una palabra, que conseguí mis propósitos, y midamasiguióconvencidadesu inocencia:atribuyósucaídaaunsimpleazar.

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No puede usted imaginarse cómo se enfureció cuando le dije que estabacompletamentesegurodequeellahabíaidoenbuscadelplacerexactamenteigualqueyo.

»La pobre Marfa Petrovna tampoco resistía a la adulación, y, si me lohubierapropuesto,habríaconseguidoquepusierasupropiedadaminombre(estoybebiendodemasiadoyhablandomásdelacuenta).Noseenfadeustedsi ledigoqueAvdotiaRomanovnano fue insensiblea loselogiosdeque lacolmaba. Pero fui un estúpido y lo eché a perder todo conmi impaciencia.Másdeunavezlamirédeunmodoquenolegustó.Ciertofulgorquehabíaenmisojoslainquietabayacabóporserleodioso.Noentraréendetalles:sólolediréquereñimos.Tambiénenestaocasiónmecondujeestúpidamente:mereídesusactividadesconversionistas.

»Parachavolvióacontarconmisatenciones,yotrasmuchaslesiguieron.Oseaqueempecéa llevarunavidainfernal. ¡Sihubieraustedvisto,RodionRomanovitch,aunquesólohubierasidounavez,losrayosquepuedenlanzarlosojosdesuhermana…!

»No crea demasiado al pie de la letra mis palabras. Estoy embriagado.Acabodebebermeunvasoentero.Sinembargo,digolaverdad.Elcentelleode aquella mirada me perseguía hasta en sueños. Llegué al extremo de nopoder soportar el susurro de sus vestidos. Temí queme diera un ataque deapoplejía. Nunca hubiese creído que pudiera apoderarse de mí una locurasemejante. Yo deseaba hacer las paces con ella, pero la reconciliación eraimposible. Y ¿sabe usted lo que hice entonces? ¡A qué grado de estupidezpuede conducir a un hombre el despecho! No tome usted ningunadeterminacióncuandoestáfurioso,RodionRomanovitch.TeniendoencuentaqueAvdotiaRomanovnaerapobre(¡Ohperdón!,noqueríadecireso…,pero¿qué importan las palabras si expresan nuestro pensamiento?), teniendo encuenta que vivía de su trabajo y que tenía a su cargo a sumadre y a usted(¿otravezarrugaustedlascejas?),decidíofrecerletodoeldineroqueposeía(en aquel momento podía reunir unos treinta mil rublos) y proponerle quehuyera conmigo, a esta capital, por ejemplo.Una vez aquí, le habría juradoamor eterno y sólo habría pensado en su felicidad. Entonces estaba tanprendado de ella, que si me hubiera dicho: "Envenena, asesina a MarfaPetrovna", yo lo habría hecho, puedeusted creerme.Pero todo esto terminócon el desastre queusted conoce, y ya puedeusted figurarse a qué extremollegaría mi cólera cuando me enteré de que Marfa Petrovna había hechoamistadconesefarsantedeLujineyamañadounmatrimonioconsuhermana,que no aventajaba en nada a lo que yo le ofrecía. ¿No lo cree usted así…?Dígame, responda…Veo que usted me ha escuchado con gran atención,interesantejoven…

Svidrigailof, impaciente, había dado un puñetazo en la mesa. Estaba

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congestionado.Raskolnikofcomprendióqueelvasoymediodechampánquese había bebido a pequeños sorbos le había transformado profundamente, ydecidió aprovechar esta circunstancia para sonsacarle, pues aquel hombre leinspirabagrandesconfianza.

—Después de todo eso —dijo resueltamente, con el propósito deexasperarle—, no me cabe la menor duda de que ha venido aquí por mihermana.

—Nadadeeso—respondióSvidrigailofhaciendoesfuerzosporserenarse—.Yalehedichoque…Además,suhermananomepuedever.

—Nolodudo,peronosetratadeeso.

—¿De modo que está usted seguro de que no me puede soportar? —Svidrigailof lehizounguiñoysonrióburlonamente—.Tieneustedrazón: lesoyantipático.Peronuncasepuedenponer lasmanosal fuegosobre loquepasa entremarido ymujer o entre dos amantes. Siempre hay un rinconcitooculto que sólo conocen los interesados. ¿Está usted seguro de queAvdotiaRomanovnamemiraconrepugnancia?

—Ciertas frasesyconsideracionesde su relatomedemuestranqueustedsigueabrigandoinfamespropósitossobreDunia.

SvidrigailofnosemostróenmodoalgunoofendidoporelcalificativoqueRaskolnikof acababa de aplicar a sus propósitos, y exclamó con ingenuotemor:

—¿De veras se me han escapado frases y reflexiones que le han hechopensaraustedeso?

—Enestemismomomentoestáusteddejandoentreversusfines.¿Dequésehaasustado?¿Cómoexplicaustedesosrepentinostemores?

—¿Queyomeheasustado?¿Quetengomiedo?¿Miedodeusted?Esustedel que puede temerme a mí, cher ami. ¡Qué tonterías! Por lo demás, estoyborracho,ya loveo.Sibebieraunpocomáspodríacometeralgúndisparate.¡Quesevayaaldiablolabebida!¡Eh,traedmeagua!

Cogió la botella de champán y la arrojó por la ventana sincontemplaciones.Felipeletrajoagua.

—Todo eso es absurdo —añadió, empapando una servilleta yaplicándosela a la frente—. En dos palabras puedo reducir a la nada sussuposiciones.¿Sabeustedquevoyacasarme?

—Yamelodijo.

—¡Ah!, ¿sí? Pues no me acordaba…Pero entonces nada podía afirmar,porqueaúnnohabíavistoamiprometidaysólosetratabadeunaintención.

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Ahoraescosahecha.Sinofueraporlacitadequelehehablado,lellevaríaacasademinovia.Puesmegustaríaqueustedmeaconsejase…¡Demonio!Nodispongomásquedediezminutos.Mireustedmismoelreloj.Elprocesodeeste matrimonio es sumamente interesante. Ya se lo contaré. ¿Adónde vausted?¿Todavíaquieremarcharse?

—No,yanomequieromarchar.

—¿Demodoquenoquiereusteddejarme?Eso loveremos.Le llevaré acasademiprometida,peronoahora,sinoenotraocasión,puesnostendremosque separar en seguida. Usted irá hacia la derecha y yo hacia la izquierda.¿Conoceusted a esa señora llamadaResslich?Es lamujer en cuyacasamehospedo…¿Meescucha?No,estáustedpensandoenotracosa.Yasabeustedqueseacusaaesaseñoradehaberprovocadoesteinviernoelsuicidiodeunajovencita…Bueno,¿meescuchaustedono…?Enfin,esesaseñoralaquemeha arreglado este matrimonio. Me dijo: «Tienes aspecto de hombrepreocupado. Has de buscarte una distracción.» Pues yo soy un hombretaciturno. ¿Nome cree usted? Pues se equivoca.Yo no hago daño a nadie:vivoapartadoenmirincón.Avecespasantresdíassinquehableconnadie.EsabribonadeResslichabrigasusintenciones.Confíaenqueyomecansarémuyprontodemimujeryladejaréplantada.Yentoncesellalalanzaráala…circulación,bienennuestromundo,bienenunambientemáselevado.Mehacontado que el padre de la chica es un viejo sin carácter, un antiguofuncionario que está enfermo: hace tres años que no puede valerse de suspiernas y está inmóvil en su sillón. También tiene madre, una mujer muyinteligente.Elhijoestáempleadoenunaciudadprovincianaynoayudaasuspadres.Lahijamayorsehacasadoynodaseñalesdevida.Lospobresviejostienen a su cargodos sobrinitosde corta edad.Lahijamenorha tenidoquedejarelinstitutosinhaberterminadosusestudios.Dentrodedosotresmesescumplirá losdieciséis añosyentoncesestaráenedaddecasarse.Ésta esmiprometida.Unavezobtenidosestos informes,mepresentéa lafamiliacomoun propietario viudo de buena casa, bien relacionado y rico.En cuanto a ladiferenciadeedades(elladieciséisañosyyomásdecincuenta),esundetallesinimportancia.Unhombreasíesunbuenpartido,¿no?,unpartidotentador.

»¡Simehubieraustedvistohablarconlospadres!Sehabríapodidopagarporpresenciareseespectáculo.Enestollegalachiquillaconunvestiditocortoysemejanteauncapulloqueempiezaaabrirse.Haceunareverenciayseponetanencarnadacomounapeonía.Sinduda lehabíanenseñado la lección.Noconozcosusgustosenmateriadecarasdemujer,pero,amijuicio,lamiradainfantil,latimidez,laslagrimitasdepudordelasjovencitasdedieciséisañosvalenmásquelabelleza.Porañadidura,esbonitacomounaimagen.Tieneelcabello claro y rizado como un corderito, una boquita de labios carnosos ypurpúreos…¡Unamor!Total,quetrabamosconocimiento,yodijequeasuntos

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de familia me obligaban a apresurar la boda, y al día siguiente, es decir,anteayer, nos prometimos. Desde entonces, apenas llego, la siento en misrodillasyyanoladejomarcharse.Sucaraenrojececomounaaurorayyonocesodebesarla.Sumadrelahaaleccionado,sinduda,diciéndolequesoysufuturoesposoyqueloquehagoesnormal.Conseguidaestacomprensión,elpapeldenovioesmásagradablequeeldemarido.Estoesloquesellamalanaturaetlaverita.¡Ja,ja!Hehabladodosvecesconella.Lamuchachitaestámuylejosdesertonta.Tieneunmododemirarmealsoslayoquemeinflamala sangre.Tieneunacaritaque recuerdaa lade laVirgenSixtinadeRafael.¿NoleimpresionalaexpresiónfantásticayalucinantequeelpintordioaesaVirgen? Pues el semblante de ella es parecido.Al día siguiente de nuestrosesponsales le llevéregalosporvalordemilquinientosrublos:unaderezodebrillantes, otro de perlas, un neceser de plata para el tocador; en fin, tantascosas, que la carita de Virgen resplandecía. Ayer, cuando la senté en misrodillas, debí de mostrarme demasiado impulsivo, pues ella enrojecióvivamenteyensusojosaparecierondoslágrimasquetratabadeocultar.

»Nosdejaronsolos.Entoncesellarodeómicuelloconsusbracitos(fuelaprimera vez que hizo esto por propio impulso),me besó yme juró ser unaesposaobedienteyfielquededicaríasuvidaenteraahacermefelizyquetodolo sacrificaría por merecer mi cariño, y añadió que esto era lo único quedeseabayqueparaellanonecesitaba regalos.Convengaustedqueoír estaspalabras en boca de un ángel de dieciséis años, vestido de tul, de cabellosrizados y mejillas teñidas por un rubor virginal, es sumamente seductor…Confiéselo,confiéselo…Oiga…,oiga…,lellevaréacasademinovia…,peronopuedohacerloahoramismo.

—Total, que esa monstruosa diferencia de edades aviva su sensualidad.¿Esposiblequeustedpienseseriamenteencasarseenesascondiciones?

—¿Por qué no? Es cosa completamente decidida. Cada uno hace lo quepuedeenestemundo,yhacerseilusionesesunmediodealegrarlavida…¡Ja,ja!¡Peroquémoralistaesusted!Tengacompasióndemí,amigomío.Soyunpecador.¡Je,je,je!

—AhoracomprendoquesehayaencargadousteddeloshijosdeCatalinaIvanovna.Teníaustedsusrazones.

—Adoroalosniños,losadorodeveras—exclamóSvidrigailof,echándoseareír—.Sobreesteparticularpuedocontarleunepisodiosumamentecurioso.Elmismodíademillegadaempecéavisitarantros.Estabasedientodeellosdespués de siete años de rectitud. Ya habrá observado usted que no tengoninguna prisa en volver a reunirme conmis antiguos amigos, y quisiera noverlosenmuchotiempo.Debodecirlequedurantemiestanciaenlapropiedadde Marfa Petrovna me atormentaba con frecuencia el recuerdo de estos

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rinconesmisteriosos.¡Eldiablomelleve!Elpuebloseentregaalabebida;lajuventudculta semarchitaopereceensussueños irrealizables: sepierdeenteorías monstruosas. Los demás se entregan a la disipación. He aquí elespectáculo queme ha ofrecido la ciudad a mi llegada. De todas partes sedesprendeunolorapodrido…

»Fui a caer en eso que llaman un baile nocturno. No era más que unacloacarepugnante,comolasqueamímegustan.Selevantabanlaspiernasenuncancándesenfrenado, como jamás sehabíahechoenmis tiempos. ¡Es elprogreso!Deprontoveounaencantadoramuchachitade treceañosqueestábailando con un apuesto joven. Otro joven los observa de cerca. Sumadreestabasentadajuntoalapared,comoespectadora.Yapuedeustedsuponerquéclasedebaileera.Lamuchachitaestáavergonzada,enrojece;alfinsesienteofendidayseechaa llorar.Elarrogantebailarín laobligaadarunaseriedevueltas,haciendotodaclasedemuecas,yelpúblicoseechaareíracarcajadasyempiezaagritar:"¡Bienhecho!¡Asíaprenderánanotraerniñasaunsitiocomoéste!"Estoamínomeimportalomásmínimo.Mesientoalladodelamadre y le digo que yo también soy forastero y que toda aquella gentemepareceestúpidaygrosera,incapazderespetaraquienlomerece.Insinúoquesoyunhombrericoylespropongollevarlasenmicoche.Lasacompañoasucasa y trabo conocimiento con ellas. Viven en un verdadero tugurio y hanllegado de una provincia.Me dicen que consideranmi visita como un granhonor.Me entero de que no tienenun céntimoy hanvenido a hacer ciertasgestiones.Yo lesofrezcodineroymisservicios.Tambiénmedicenquehanentradoenel localnocturnoporequivocación,puescreíanquese tratabadeunaescueladebaile.Entoncesyolespropongocontribuiralaeducacióndelamuchacha dándole lecciones de francés y de baile. Ellas aceptan conentusiasmo, se consideranmuy honradas, etcétera…, y yo sigo visitándolas.¿Quiereustedquevayamosaverlas?Perohabrádesermástarde.

—¡Basta! No quiero seguir escuchando sus sucias y viles anécdotas,hombreruinycorrompido.

—¡Ah, escuchemos al poeta! ¡Oh Schiller! ¿Dónde va a esconderse lavirtud…? Mire, le contaré cosas como ésta sólo para oír sus gritos deindignación.Esparamíunverdaderoplacer.

—Lo creo. Hasta yo mismo me veo en ridículo en estos instantes —murmuróRaskolnikof,indignado.

Svidrigailofreíaamandíbulabatiente.AlfinllamóaFelipey,despuésdehaberpagadosuconsumición,selevantó.

—Vámonos. Estoy bebido. Assez causé —exclamó—. He tenido unverdaderoplacer.

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—Lo creo. ¿Cómo no ha de ser un placer para usted referir anécdotasescabrosas?Estoesunaverdaderasatisfacciónparaunhombreencenagadoenelvicioydesgastadopor ladisipación, sobre todocuando tieneunproyectoigualmentemonstruosoy locuentaaunhombrecomoyo…Esunacosaquefustigalosnervios.

—Puessiesasí—dijoSvidrigailofconciertoasombro—,siesasí,austednolefaltacinismo.Ustedescapazdecomprendermuchascosas.Bueno,bastaya.Sientodeverasnopoderseguirhablandoconusted.Peroyavolveremosavernos…Tengaunpocodepaciencia.

Salióde la taberna seguidodeRaskolnikof.Suembriaguez sedisipabaaojos vistas. Parecía preocupado por asuntos importantes y su semblante sehabíanubladocomo si esperase algúngrave acontecimiento.Su actitud anteRaskolnikoferacadavezmásgroseraeirónica.Eljovensediocuentadeestecambioyseturbó.Aquelhombreleinspirabaunagrandesconfianza.Ajustósupasoaldeél.

Estabanyaenlacalle.

—Yo voy hacia la izquierda —dijo Svidrigailof—, y usted hacia laderecha.Oalrevés,siustedloprefiere.Elcasoesquenosseparemos.Adiós.Monplaisir.Celebrarévolveraverle.

YtomóladireccióndelaplazadelMercado.

CAPÍTULO5

Raskolnikoflealcanzóysepusoasulado.

—¿Quésignificaesto?—exclamóSvidrigailof—.Ya lehedichoaustedque…

—Estosignificaquenoledejoausted.

—¿Cómo?

Losdossedetuvieronyestuvieronunmomentomirándose.

—Loqueustedmehacontadoensuembriaguezmedemuestraque,lejosdehaberrenunciadoasusodiososproyectoscontramihermana,seocupaenellosmásquenunca.Séqueestamañanaharecibidounacarta.Ustedpuedehaberencontradounaprometidaensusvagabundeos,peroestonoquieredecirnada.Necesitoconvencermepormispropiosojos.

ARaskolnikoflehabríasidodifícilexplicarquéeraloquequeríaverpor

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símismo.

—¿Quiereustedquellamealapolicía?

—Llámela.

Se detuvieron de nuevo y se miraron a la cara. Al fin, el rostro deSvidrigailofcambiódeexpresión.ViendoquesusamenazasnointimidabanaRaskolnikoflomásmínimo,dijodepronto,eneltonomásamistosoyalegre:

—¡Esustedelcolmo!Meheabstenidoadrededehablarledesuasunto,apesardequelacuriosidadmedevora.Hedejadoestetemaparaotrodía.Peroustedescapazdehacerperderlapacienciaaunsanto…Puedeustedvenirsiquiere,pero leadviertoquevoyamicasasóloparaunmomento:el tiemponecesarioparacogerdinero.LuegocerrarélapuertaymeiréalasIslasapasarlanoche.Demodoquenoadelantaránadaviniendoconmigo.

—Tengo que ir a su casa. No a su habitación, sino a la de SoniaSimonovna:quieroexcusarmepornohaberasistidoalosfunerales.

—Hagaustedloquequiera.PeroleadviertoqueSoniaSimonovnanoestáen su casa. Ha ido a llevar a los huérfanos a una noble y anciana dama,conocidamíayqueestáalfrentedevariosorfelinatos.Mehecaptadoaestaseñoraentregándoledineropara los tresniñosdeCatalina Ivanovna,másundonativoparalasinstituciones.Finalmente,lehecontadolahistoriadeSoniaSimonovna sin omitir detalle, y esto le ha producido un efecto del que nopuedetenerustedidea.ElloexplicaqueSoniaSimonovnahayarecibidounainvitación para presentarse hoy mismo en el hotel donde se hospeda esadistinguidaseñoradesdesuregresodelcampo.

—Noimporta.

—Hagaustedloquequiera,peroyonoiréconustedcuandosalgadecasa.¿Para qué…?Óigame: estoy convencido de que usted desconfía demí sóloporque he tenido la delicadeza de no hacerle preguntas enojosas…Usted hainterpretadoerróneamentemiactitud. Juraríaqueesesto.Seausted tambiéndelicadoconmigo.

—¿Conusted,queescuchadetrásdelaspuertas?

—¡Yasalióaquello!—exclamóSvidrigailofentrerisas—.Leaseguroquemehabría asombradoquenomencionara usted este detalle. ¡Ja, ja!Aunquecomprendíperfectamenteloqueustedhabíahecho,noentendítodolodemásque dijo. Tal vez soy un hombre anticuado, incapaz de comprender ciertascosas. Explíquemelo, por el amor de Dios. Ilústreme, enséñeme las ideasnuevas.

—Ustednopudooírnada.Todoesosoninvencionessuyas.

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—Lo que quiero queme explique no es lo que usted se imagina. Pero,desde luego, oí parte de sus confidencias. Yo me refiero a sus continuaslamentaciones.Tieneusted almadepoeta y siempre está a puntodedejarsellevar de la indignación. ¿Demodo que le parece a ustedmal que la genteescuchedetrásdelaspuertas?Yaquetanseveroesusted,vayaapresentarsealasautoridadesydígales:«Mehaocurridounadesgracia;hesufridounerrorenmis teorías filosóficas.»Pero si estáustedconvencidodequeno sedebeescuchardetrásdelaspuertasy,encambio,sepuedemataraunapobreviejacon cualquier arma que se tenga a mano, lo mejor que puede hacer esmarcharseaAméricacuantoantes.¡Huya!Talveztengatiempoaún.Lehablocon toda franqueza.Sino tieneusteddinero,yo ledaré el necesariopara elviaje.

—Nomepiensomarchar—dijoRaskolnikofconungestodespectivo.

—Comprendo… (desde luego, usted puede callarse si no quiere hablar),comprendo que usted se plantee una serie de problemas de índole moral.¿Verdadqueselosplantea?Ustedsepreguntasihaobradocomoespropiodeunhombreyunciudadano.Dejeestaspreguntas,rechácelas.¿Dequépuedenservirle ya? ¡Je, je! No vale la pena meterse en un asunto, empezar unaoperaciónqueunonoescapazdeterminar.Porlotanto,levánteselatapadelossesos.¿Qué,nosedecide?

—Ustedquiereirritarmeparadeshacersedemí.

—¡Qué ocurrencia tan original! En fin, ya hemos llegado. Subamos…Mire, ésa es la puerta de la habitación de Sonia Simonovna.No hay nadie,convénzase…¿Nomecree?Preguntemosa losKapernaumof,aquienesellaentrega la llave cuando se va…Mire, ahí está la señora de Kapernaumof…¡Oiga! ¿Dónde está la vecina? (Es un poco sorda, ¿sabe…?) ¿Que hasalido…?¿Adóndesehamarchado…?Yalohaoídousted;noestáencasayno volverá hasta la noche…Bueno, ahora venga a mis habitaciones. Puesquiere usted venir, ¿verdad…? Ya estamos. La señora Resslich ha salido.Siempreestámuyatareada,peroesunabuenamujer,se loaseguro.Siustedhubierasidomásrazonable,ellalehabríapodidoayudar…Mire,cojountítulodel cajón de mi mesa (como usted ve, me quedan bastantes todavía). Hoymismoloconvertiréendinero.¿Yalohavistoustedtodobien?Tengoprisa.Cerremos el cajón. Ahora la puerta. Y de nuevo estamos en la escalera.¿Quiereustedquetomemosuncoche?YalehedichoquevoyalasIslas.¿Noquiereusteddarunavuelta?ElsimónnosllevaráalaislaElaguine.¿Qué,noquiere? Vamos, decídase. Yo creo que va a llover, pero ¿qué importa?Levantaremoslacapota.

Svidrigailofestabayaenelcoche.Raskolnikofsedijoquesussospechaseranporelmomentopocofundadas.Sinresponderpalabra,diomediavueltay

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echóaandarendirecciónalaplazadelMercado.Sihubiesevueltolacabeza,aunquesólohubierasidounavez,habríapodidoverqueSvidrigailof,despuésdehaberrecorridouncentenardemetrosenelcoche,seapeabaypagabaalcochero. Pero el joven avanzabamirando sólo hacia delante y pronto doblóunaesquina.LaprofundaaversiónqueSvidrigailofleinspirabaleimpulsabaaalejarsedeéllomásdeprisaposible.Sedecía:«¿Quésepuedeesperardeestehombrevilygrosero,deesemiserabledepravado?»Sinembargo,estaopiniónera un tanto prematura y tal vez mal fundada. En la manera de ser deSvidrigailofhabíaalgoqueledabaciertaoriginalidadyloenvolvíaenunhalodemisterio.En lo concerniente a suhermana,Raskolnikof estaba segurodequeSvidrigailofnohabíarenunciadoaella.Perotodasestasideasempezaronaresultarledemasiadopenosasparaquesedetuvieraaanalizarlas.

Alquedarsesolocayó,comosiempre,enunprofundoensimismamiento,ycuandollegóalpuenteseacodóenelpretilysequedómirandofijamenteelagua del canal. Sin embargo, Avdotia Romanovna estaba cerca de él,observándole.Sehabíancruzadoalaentradadelpuente,peroélhabíapasadocerca de ella sin verla. Dunetchka no le había visto jamás en la calle ensemejante estado y se sintió inquieta. Estuvo un momento indecisa,preguntándose si se acercaría a él, y de pronto divisó a Svidrigailof que sedirigíarápidohaciaelladesdelaplazadelMercado.

Procedíaconsigiloymisterio.Noentróenelpuente,sinoquesedetuvoenlaacera,procurandoqueRaskolnikofnoleviese.ADunialahabíavistodesdelejos y le hacía señas. La joven comprendió que le decía que se acercase,procurando no llamar la atención de Raskolnikof. Atendiendo a esta mudademanda, pasó en silencio por detrás de su hermano y fue a reunirse conSvidrigailof.

—¡Vámonos!Suhermanonodebeenterarsedenuestraentrevista.Acabodepasarunratoconélenunatabernaadondehavenidoabuscarmeynomehasidonadafácildeshacermedeél.Nosécómosehaenteradodequeleheescrito una carta, pero parece sospechar algo. Sin duda, ustedmisma le hahabladodeello,puesnadiemáspuedehabérselodicho.

—Ahora que hemos doblado la esquina y quemi hermano ya no puedevernos,sepaustedqueyanoleseguirémáslejos.Dígameaquímismoloquetengaquedecirme.Nuestrosasuntospuedentratarseenplenacalle.

—Enprimerlugar,noesésteunasuntoquepuedatratarseenplenacalle.Ensegundo,quieroqueoigaustedtambiénaSoniaSimonovna.Y,finalmente,tengoqueenseñarlealgunosdocumentos.Siustednovieneamicasa,no leexplicarénadaymemarcharéahoramismo.Leruegoquenoolvidequeposeoelcuriososecretodesuqueridohermano.

Duniasedetuvo,indecisa,ydirigióunamiradapenetranteaSvidrigailof.

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—¿Qué teme usted?—dijo éste—. La ciudad no es el campo. Además,inclusoenelcampomehahechoustedmásdañoamíqueyoausted.Aquí…

—¿EstáprevenidaSoniaSimonovna?

—No,nolehehabladodeestoynosésiestáahoraensucasa.Creoquesíque estará, pues ha enterradohoy a sumadrastra y nodebe de tener humorpara salir. No he querido hablar a nadie de este asunto, e incluso sientohaberme franqueadounpococonusted.Enestecaso, lamenor imprudenciaequivaleaunadenuncia…Heaquílacasadondevivo.Yahemosllegado.Esehombrequeveustedalapuertaesnuestroportero.Meconoceperfectamentey,comoustedve,mesaluda.Bienhaadvertidoquevoyacompañadodeunadamay,sinduda,havistosucara.Estosdetallespuedentranquilizarlasiusteddesconfía de mí. Perdóneme si le hablo tan crudamente. Yo tengo mihabitación junto a la de Sonia Simonovna. Las dos piezas están separadassolamenteporuntabique.Enelpisohaynumerososinquilinos.¿Aquévienen,pues,esostemoresinfantiles?Nosoytantemiblecomotodoeso.

Svidrigailof esbozó una sonrisa bonachona, pero estaba ya demasiadonervioso para desempeñar a la perfección su papel. Su corazón latía conviolencia; sentía una fuerte opresión en el pecho. Procuraba levantar la vozparadisimularsucrecienteagitación.PeroDuniayanoveíanada:lasúltimaspalabrasdeSvidrigailofsobresustemoresdeniñalahabíanheridoensuamorpropiohastacegarla.

—Aunque sé que es usted un hombre sin honor —dijo, afectando unacalmaquedesmentíaelvivocolordesurostro—,nomeinspiraustedtemoralguno.Indíquemeelcamino.

SvidrigailofsedetuvoantelahabitacióndeSonia.

—Permítame que vea si está…Pues no, se ha marchado. Es unacontrariedad.Peroestoysegurodequenotardaráenvolver.Sindudahaidoaveraunaseñoraporelasuntodeloshuérfanos.Lamadredeesosniñosacabademorir. Yome he interesado en el asunto y he dado ya ciertos pasos. SiSonia Simonovna no ha regresado dentro de diez minutos y usted quierehablar con ella, la enviaré a su casa esta misma tarde. Ya estamos en mishabitaciones.Sondos…Mipatrona,laseñoraResslich,habitaalotroladodeltabique. Ahora eche una mirada por aquí. Quiero mostrarle mis«documentos»,pordecirloasí.Lapuertademihabitacióndaaunalojamientodedospiezas,queestácompletamentevacío…Mireconatención.Debeustedtenerunconocimientoexactodellugardelhecho.

Svidrigailofdisponíadedoshabitacionesamuebladasbastanteespaciosas.Dunetchka miró en torno de ella con desconfianza, pero no vio nadasospechosoenlacolocacióndelosmueblesnienladisposicióndellocal.Sin

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embargo, debió advertir que el alojamiento de Svidrigailof se hallaba entreotrosdosdeshabitados.Nosellegabaasushabitacionesporelcorredor,sinoatravesando otras dos piezas que formaban parte del compartimiento de supatrona.Svidrigailofabrió lapuertadesudormitorio,quedabaaunode losalojamientosvacíos,yselomostróaDunia,quepermanecióenelumbralsincomprenderporquéelhuéspeddeseabaquemiraseaquello.Peroenseguidarecibiólaexplicación.

—Mireaquellahabitación,lasegundaymásespaciosa.Observesupuerta:estácerradaconllave.¿Veaquellasillacolocadajuntoalapuerta?Eslaúnicaquehayenlasdoshabitaciones.Lallevéyodeaquíparapoderescucharmáscómodamente.AlotroladodeesapuertaestálamesadeSoniaSimonovna.LajovenestabasentadaantesumesamientrashablabaconRodionRomanovitch,y yo escuchaba la conversación desde este lado de la puerta. Escuché dostardes seguidas, y cada tarde dos horas como mínimo. Por lo tanto, pudeenterarmedemuchascosas,¿nocreeusted?

—¿Escuchabausteddetrásdelapuerta?

—Sí,escuchabadetrásdelapuerta…Venga,vengaamialojamiento.Aquínisiquierahaydondesentarse.

Volvieron a las habitaciones de Svidrigailof y éste invitó a la joven asentarseenlapiezaqueutilizabacomosala.Élsesentótambién,peroaunaprudente distancia, al otro lado de lamesa. Sin embargo, sus ojos tenían elmismo brillo ardiente que hacía unos momentos había inquietado aDunetchka. Ésta se estremeció y volvió a mirar en torno a ella condesconfianza. Fue un gesto involuntario, pues su deseo era mostrarseperfectamente serena y dueña de sí misma. Pero el aislamiento en que sehallabanlashabitacionesdeSvidrigailofhabíaacabadoporatraersuatención.Debuenaganahabríapreguntadosilapatronaestabaencasa,peronolohizo:suorgullo se lo impidió.Porotraparte, el temorde loquea ella lepudieraocurrir no era nada comparado con la angustia que la dominaba por otrasrazones.EstaangustiaeraparaDuniaunverdaderotormento.

—Heaquí su carta—dijo depositándola en lamesa—.Loqueustedmediceenellanoesposible.Medejaustedentreverquemihermanohacometidouncrimen.Susinsinuacionessontanclaras,queseríainútilqueahoratrataseustedderecurrirasubterfugios.Leadviertoque,antesderecibirloqueustedconsideracomounarevelación,yoestabaenteradayadeestecuentoabsurdo,delquenocreoniunapalabra.Esunasuposicióninnobleyridícula.Sémuybiendedóndeprocedenesosrumores.Ustednopuedetenerningunaprueba.En su carta me promete demostrarme la veracidad de sus palabras. Hable,pues.Perosepaporanticipadoquenolecreo,nolecreoenabsoluto.

Dunetchkahabíadichoestoprecipitadamente,dominadaporunaemoción

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quetiñóderojosucara.

—Siustednolocreyera,nohabríavenidoaquí.Porquenocreoquehayavenidoporsimplecuriosidad.

—Nomeatormente:habledeunavez.

—Hayqueconvenirenqueesustedunamuchachavaliente.Yoesperaba,ledoymipalabra,quepidieraustedalseñorRasumikhinequelaacompañase.Peroélnoestabaconusted,nirondabaporlosalrededores,cuandonoshemosencontrado:mehefijadobien.Hasidounaverdaderademostracióndevalor.HaqueridodefenderporsísolaaRodionRomanovitch…Porlodemás, todoen usted es divino. En cuanto a su hermano, ¿qué puedo decirle? Usted leacabadever.¿Quélehaparecidosuactitud?

—Supongoquenofundaráustedenestosusacusaciones.

—No, las fundo en sus propias palabras.Ha venido dos días seguidos apasar la tarde con Sonia Simonovna. Ya le he indicado el lugar dondehablaban.Suhermanoloconfesótodoalamuchacha.Esunasesino.Matóaunaviejausureraencuyacasateníaempeñadosalgunosobjetos,yademásasu hermana Lisbeth, que llegó casualmente en elmomento del crimen. Lasasesinóalasdosconunhachaquellevabaconsigo.Elmóvildelcrimeneraelrobo,ysuhermanorobó:sellevódineroyalgunosobjetos.Melimitoarepetirla confesión que hizo a Sonia Simonovna, que es la única que conoce estesecreto, pero que no tiene participación alguna, ni material ni moral, en elcrimen. Por el contrario, esa muchacha, al enterarse, sintió un horror tanprofundocomoelqueusteddemuestraahora.Puedeestartranquila:esajovennoledenunciará.

—¡Imposible!—balbuceóDunetchka,jadeanteyconloslabiospálidos—.Eso no es posible. Él no tenía el más mínimo motivo para cometer esecrimen…¡Esoesmentira,mentira!

—Mató por robar: ahí tiene elmotivo. Cogió dinero y joyas. Verdad esque,segúnhadicho,nohasacadoprovechodelbotín,puesloescondiódebajodeunapiedra,dondeestátodavía.Peroestodemuestra,simplemente,quenosehaatrevidoahacerusedeél.

—Pero ¿es posible que haya robado?—exclamóDunia, levantándose deun salto—. ¿Se puede creer tan sólo que haya tenido esa idea? Usted loconoce.¿Acasotieneaspectodeladrón?

Había olvidado su terror de hacía un momento y hablaba en tonosuplicante.

—Esapreguntatienemilrespuestas,infinidaddeexplicaciones.Elladróncometesusfechoríasconscientedesuinfamia.Peroyoheoídohablarqueun

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hombre de probada nobleza desvalijó un correo.A lomejor, creyó cometerunaacciónloable.Yomehabríaresistido,comoseresisteusted,acreerquesuhermano hubiera cometido un acto así si me lo hubieran contado; pero notengomásremedioquedarcréditoaltestimoniodemispropiosoídos.Explicólosmotivos de su proceder aSoniaSimonovna.Ésta, al principio, no podíacreer en lo que estaba oyendo; pero acabó por rendirse a la evidencia. Asíteníaqueser,yaqueeraelmismoautordelhechoelquelocontaba.

—¿Cuálesfueronlosmotivosdequehabló?

—Esoseríademasiadolargodeexplicar,AvdotiaRomanovna.Setrata…,¿cómoseloharécomprender…?,deunateoría,algoasícomosidijéramos:elcrimen se permite cuando persigue un fin loable. ¡Un solo crimen y cienbuenas acciones! Por otra parte, para un joven colmado de cualidades y deorgullo es penoso reconocer que le gustaría apoderarse de una sumade tresmil rublos, por saber que esta cantidad sería suficiente para cambiar suporvenir. Añada usted a esto la irritación morbosa que produce una malaalimentacióncontinua,uncuartodemasiadoestrecho,unaropahechajirones,lamiseriadelapropiasituaciónsocialy,almismotiempo,ladeunamadreyuna hermana.Y por encima de todo la ambición, el orgullo…Y todo ello apesardenocarecer seguramentedeexcelentescualidades…Novayaustedacreerque leacuso.Además,estonoesdemi incumbencia.Tambiénexpusouna teoría personal según la cual la humanidad se divide en individuos queformanelrebañoyenpersonasextraordinarias,esdecir,seresque,graciasasusuperioridad,noestánobligadosaacatarlaley.Porelcontrario,éstossonlosquehacenlasleyesparalosdemás,paraelrebaño,paraelpolvo.Enfin,c'estunethéoriecommeuneautre.Napoleónloteníafascinadoo,paradecirloconmásexactitud,loqueleseducíaeralaideadequeloshombresdegenionotemencometeruncrimeninicial,sinoqueselanzanaelloresueltamenteysinpensarlo.Yocreoquesuhermanoseimaginóquetambiéneragenialo,porlomenos, que esta idea se apoderó de él en unmomento dado.Ha sufridomuchoysufreaúnantelaideadequeescapazdeinventarunateoría,peronode aplicarla, y que, por lo tanto, no es un hombre genial. Esta idea essumamente humillante para un joven orgulloso y, especialmente, de nuestrotiempo.

—¿Yel remordimiento? ¿Es que le niega usted todo sentimientomoral?¿Acasoesmihermanocomoustedpretendequesea?

—¡OhAvdotiaRomanovna!Ahora todoesdesordenyanarquía.Porotraparte, el orden ha sido siempre algo ajeno a él. Los rusos, AvdotiaRomanovna, tienenunalmagenerosaygrandecomosupaís,y tambiénunatendenciaalasideasfantásticasydesordenadas.Peroesunadesgraciaposeerun alma grande y noble sin genio. ¿Se acuerda usted de nuestrasconversaciones sobre este tema, en la terraza, después de cenar? Usted me

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reprochaba esta amplitud de espíritu. Y quién sabe si mientras usted mehablaba así, él estaba echado, dándole vueltas a su proyecto…Hay quereconocer,AvdotiaRomanovna,quela tradiciónennuestrasociedadcultaesmuyendeble.Laúnicaqueposeeeslaqueseadquierepormediodeloslibros,delascrónicasdelpasado.Yesosequedaparalossabios,loscuales,porotraparte,sontancándidosqueunhombredemundoseavergonzaríadeseguirsusenseñanzas.Por lodemás,yaconoceustedmiopinión:yonoacusoanadie.Vivoenelocioyestoyaferradoaestegénerodevida.Yahemoshabladodeestomás de una vez. Incluso he tenido la dicha de interesarle exponiéndolemisjuicios…Estáustedmuypálida,AvdotiaRomanovna.

—Conozcolateoríadequeustedmehahablado.Heleídoenunarevistaun artículo de mi hermano acerca de los hombres superiores. Me lo trajoRasumikhine.

—¿Rasumikhine? ¿Un artículo de su hermano en una revista? Ignorabaque hubiera escrito semejante artículo…Pero ¿adónde va, AvdotiaRomanovna?

—QuieroveraSoniaSimonovna—repusoDuniaconvozdébil—.¿Dóndeestá la puerta de su habitación? Tal vez ha regresado ya. Quiero verla enseguidaparaqueellame…

Nopudoterminar;seahogabamaterialmente.

—SoniaSimonovnanovolveráhastalanoche.Asílosupongo.Teníaquevolverenseguidaynolohahecho.Estoesseñaldequeregresarátarde.

—¡Mehasengañado!¡Mehasmentido!—exclamóDuniaenunarrebatodecóleraque laenloquecía—.Ahora loveoclaro. ¡Mehasmentido! ¡No tecreo,notecreo!

Y cayó casi desvanecida en una silla que Svidrigailof se apresuró aacercarle.

—Pero, ¿qué le ocurre, Avdotia Romanovna? Cálmese. Tenga, beba unpocodeagua.

Svidrigailoflesalpicóelrostro.Dunetchkaseestremecióyvolvióensí.

—Hasidoungolpedemasiadoviolento—murmuróSvidrigailof,apenado—. Tranquilícese, Avdotia Romanovna. Su hermano tiene amigos. Lesalvaremos.¿Quiereustedquelomandealextranjero?Notardarémásdetresdíasenconseguirleunbillete.Encuantoasucrimen,élloborraráafuerzadebuenas acciones. Cálmese. Todavía puede llegar a ser un gran hombre. ¿Sesienteustedmejor?

—¡Quécrueleindignoesusted!Todavíaseatreveaburlarse.¡Déjemeenpaz!

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—¿Adóndeva?

—A casa de Rodia. ¿Dónde está ahora? Usted lo sabe… ¿Por qué estácerradaestapuerta?Hemosentradopor aquíyahora está cerradacon llave.¿Cuándolahacerrado?

—No iba a dejar que todo elmundo oyera lo que decíamos. Estoymuylejosdeburlarme.Loqueocurreesqueestoycansadodehablarenestetono.¿Adónde se propone usted ir? ¿Es que quiere entregar a su hermano a lajusticia?Piensequeustedpuedeenloquecerloydarlugaraqueseentregueélmismo.Sepaustedque le vigilan, que le siguen los pasos.Espere.Ya le hedichoquelehevistohaceunratoyquehehabladoconél.Todavíapodemossalvarlo.Espere;siénteseyvamosaestudiarjuntosloquesepuedehacer.Lahehechovenirparaquehablemostranquilamente.Siéntese,hagaelfavor.

—¿Cómovaustedasalvarlo?¿Acasotienesalvación?

Duniasesentó.Svidrigailofocupóotrasillacercadeella.

—Esodependedeusted,deusted,sólodeusted—dijoenunsusurro.

Sus ojos centelleaban. Su agitación era tan profunda, que apenas podíaarticularlaspalabras.Duniaretrocedió,inquieta.Élprosiguió,temblando:

—Deusteddepende…Unasolapalabradeusted,ylosalvaremos.Yo…yolo salvaré. Tengo dinero y amigos. Le mandaré en seguida al extranjero.Sacaréunpasaporteparamí…;no,dospasaportes:unoparaélyotroparamí.Tengo amigos, hombres influyentes… ¿Quiere…? Sacaré también unpasaporteparausted…,yotroparasumadre…UstednonecesitaparanadaaRasumikhine.Yolaamotantocomoél.Yolaamocontodomiser…Demeelbordedesufaldaparabesarlo,démelo.Elsusurrodesuvestidomeenloquece.Ustedmemandaráyyolaobedeceré.Suscreenciasseránlasmías.Harétodo,todoloqueustedquiera…Nomemireasí,porfavor.¿Noveustedquemeestámatando?

Empezóadesvariar.Parecíahabersevuelto loco.Dunia se levantódeunsaltoycorrióhacialapuerta.

—¡Ábranme,ábranme!—dijoagritosmientraslagolpeaba—.¿Porquénomeabren?¿Esposiblequenohayanadieenlacasa?

Svidrigailofvolvióensíyse levantó.Unaaviesasonrisaaparecióensuslabios,todavíatemblorosos.

—No, no hay nadie—dijo lentamente y en voz baja—.Mi patrona hasalido.Susgritosson,pues,inútiles.

—¿Dóndeestálallave?¡Abrelapuerta,abreinmediatamente!¡Miserable,canalla!

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—Lallavesemehaperdido.

—¡Comprendo!¡Estoesunaemboscada!

Y Dunia, pálida como una muerta, corrió hacia un rincón, donde seatrincherótrasunamesa.

Yanogritaba.Estabainmóvilyteníalamiradafijaensuenemigo,paranoperderningunodesusmovimientos.

Svidrigailofestaba tambiéninmóvil.Alparecer ibarecobrándose,peroelcolor no había vuelto a su rostro. Su sonrisa seguíamortificando aAvdotiaRomanovna.

—Ha pronunciado usted la palabra «emboscada», Avdotia Romanovna.Bien,puessiexisteesaemboscada,habrádepensarustedenquehetomadotoda clase de precauciones. Sonia Simonovna no está en su habitación. LosKapernaumofquedanlejos,acincopiezasdeaquí.Soymuchomásfuertequeusted, y tampoco puedo temer que ustedme denuncie, porque en este casoperderíaasuhermano,yustednoquiereperderlo,¿verdad?Además,nadielacreería.¿Quéexplicaciónpuede tenerqueuna jovenvayasolaavisitaraunhombre soltero? O sea que si usted se decidiese a sacrificar a su hermano,seríainútil,porquenopodríaprobarnada.Unaviolaciónessumamentedifícildedemostrar.

—¡Miserable!

—Puede decir lo que quiera, pero le advierto que hasta ahora me helimitado a hacer simples suposiciones. Personalmente, estoy de acuerdo conusted. Obrar por la fuerza contra alguien es una bajeza. Mi intención eraúnicamentetranquilizarsuconcienciaenelcasodequeusted…,dequeustedquisiera salvar a su hermano de buen grado, es decir, tal como yo le hepropuesto. Usted no haría entonces sino inclinarse ante las circunstancias,ceder a la necesidad, por decirlo así…Piense usted en ello. La suerte de suhermano,ytambiénladesumadre,estáensusmanos.Piense,además,queyoserésuesclavo,yparatodalavida…Esperosuresolución.

Svidrigailofsesentóenelsofá,aunosochopasosdeDunia.Lajovennoteníalamenordudaacercadesusintenciones:sabíaqueeraninquebrantables,puesconocíabienaSvidrigailof…Deprontosacódelbolsillounrevólver,lopreparóparadispararylodejóenlamesa,alalcancedesumano.

Svidrigailofhizounmovimientodesorpresa.

—¡Ah,caramba!—exclamóconunapérfidasonrisa—.Asílacosacambiapor completo.Ustedmismame facilita la tarea,AvdotiaRomanovna…Pero¿de dónde ha sacado usted ese revólver? ¿Se lo ha proporcionado el señorRasumikhine?¡Toma,sieselmío!¡Unviejoamigo!¡Tantocomolobusqué!

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Lasleccionesdetiroquetuveelhonordedarleenelcamponofueroninútiles,porloqueveo.

—Este revólvernoes tuyo,monstruo, sinodeMarfaPetrovna.Nohabíanadatuyoensucasa.Locogícuandocomprendídeloqueerascapaz.Sidasunpaso,tejuroquetemato.

Duniahabíaempuñadoelrevólver.Ensudesesperación,estabadispuestaadisparar.

—Bueno, ¿y su hermano?Le hago esta pregunta por pura curiosidad—dijoSvidrigailofsinmoversedelsitio.

—Denúncialesiquieres.Unpasoydisparo.Túenvenenastea tuesposa:estoysegura.Tútambiéneresunasesino.

—¿EstáustedseguradequeenvenenéaMarfaPetrovna?

—Sí,túmismomelodejasteentrever.Mehablastedeunveneno.Séquetelohabíasprocurado,quelohabíaspreparado…Fuistetú,tú…,¡infame!

—Siesofueraverdad,sólolohabríahechoporti:túhabríassidolacausa.

—¡Mientes!Yosiempreteheodiado,¡siempre!

—Porlovisto,AvdotiaRomanovna,ustedsehaolvidadodeque,cuandotratabadeconvertirme,seinclinabasobremíymedirigíalánguidasmiradas.Yo, entonces, la miraba fijamente a los ojos, ¿recuerda…? La noche…, elclarodeluna…Unruiseñorcantaba…

LairallameóenlosojosdeDunia.

—¡Mientes,mientes!¡Eresuncalumniador!

—¿Miento? Bien, lo admito. No se deben recordar estas cosillas a lasmujeres—añadióconunasonrisaburlona—.Séquevasadisparar,preciosabestezuela.Puesbien,dispara…

Dunialeapuntó.Sóloesperabaquehicieraunmovimientoparaapretarelgatillo. Estabamortalmente pálida, temblaba su labio inferior y sus grandesojos negros lanzaban llamaradas. Svidrigailof no la había visto nunca tanhermosa.Enelmomentoenquelajovenlevantóelrevólver,elfuegodesusojos penetró en el pecho del enemigo y quemó su corazón, que se contrajodolorosamente.Diounpasohacia delante y se oyóunadetonación.LabalarozóelcabellodeSvidrigailofyfueaincrustarseenlapared,asusespaldas.Svidrigailofsedetuvoydijo,esbozandounasonrisa:

—Unapicaduradeavispa…Yaveoquehatiradoustedalacabeza…Pero¿quéesesto?Parecesangre.

Ysacóelpañueloparalimpiarseunhilillodesangrequeresbalabaporsu

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sien.Labaladebióderozarlapieldelcráneo.

Dunia había bajado el revólver ymiraba a Svidrigailof con un gesto depasmomásquedetemor.Parecíaincapazdecomprenderloquehabíahechoyloqueocurríaanteella.

—Yalove:haerradoeltiro.Vuelvaadisparar.Yavequeestoyesperando.

Hablabaenvozbajayconunasonrisaqueahorateníaalgodesiniestro.

—Si tardausted tanto—continuó—,podrécaersobreustedantesdequehayavueltoaapretarelgatillo.

Dunetchkaseestremeció,preparóelrevólveryapuntó.

—¡Déjeme!—gritó, desesperada—.Le juro que volveré a disparar ¡y lemataré!

—¡Quéimporta!Desdeluego,disparandoatrespasosesimposiblefallar.Perosiustednomemata…

Sus ojos centellearon y dio dos pasos más. Dunetchka disparó, pero nosaliólabala.

—Ese revólver está mal cargado. Pero no importa: le queda una balatodavía.Arréglelo.Espero.

Estaba a dos pasos de la joven y la miraba con una ardiente fijeza queexpresabaunaresoluciónindómita.Duniacomprendióquepreferiríamorirarenunciaraella.Y…yahoraestabaseguradematarle,yaquesóloloteníaadospasos.

Deprontoarrojóelarma.

—¡Noquierematarme!—exclamóSvidrigailof,asombrado.

Luegorespiróprofundamente.Sualmaacababadelibrarsedeungranpesoque no era sólo el temor a la muerte. Sin embargo, le habría sido difícilexplicar lo que sentía. Tenía la sensación de que se había librado de otrosentimientomáspenosoqueeldelamuerte,peronolograbaidentificarlo.

Se acercó aDunia y la enlazó suavemente por el talle. Ella no opuso lamenor resistencia, pero temblaba como una hoja y le miraba con ojossuplicantes. Él intentó hablarle,mas sus labios sólo consiguieron hacer unamueca.Nopudopronunciarunasolapalabra.

—¡Déjame!—suplicóDunia.

Svidrigailofseestremeció.Estetuteonoeraelmismoqueeldehacíaunmomento.

—Así,¿nomeamas?—preguntóenunsusurro.

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Dunianegóconlacabeza.

—¿Nopuedes…?¿Nopodrásnunca?—murmuróconacentodesesperado.

—Nunca—respondióDunia,tambiénenvozbaja.

Duranteunosmomentosseestuvolibrandounaluchaespantosaenelalmade Svidrigailof. Sus ojos se habían fijado en la joven con una expresiónindescriptible.De súbito retiró el brazo con que había rodeado su talle, diomediavueltaysedirigióalaventana.

Tras unos instantes de silencio, sacó la llavedel bolsillo izquierdode sugabányladejóenlamesaqueestabaasusespaldas,sinvolverlosojoshaciaDunia.

—Ahítienelallave.Cójalayváyaseenseguida.

Siguiómirandoobstinadamenteatravésdelaventana.

Duniaseacercóalamesaycogiólallave.

—¡Pronto,pronto!—exclamóSvidrigailofsinhacerelmenormovimiento,perodandoasuspalabrasuntonoterrible.

Dunianoselohizorepetir.Conlallaveenlamano,corrióhacialapuerta,laabrióprecipitadamenteysalióatodaprisa.Uninstantedespuéscorríacomounalocaalolargodelcanalendirecciónalpuentede***.

Svidrigailofpermaneció todavía tresminutosante laventana.Despuéssevolviólentamente,dirigióunamiradaentornoaélysepasólamanoporlafrente. Una sonrisa horrible crispó sus facciones, una lastimosa sonrisa queexpresabaimpotencia,tristezaydesesperación.Sumanosemanchódesangre.Selamiróconungestodecólera.Luegomojóunatoallayselavólasien.Elrevólver arrojado por Dunia había rodado hasta la puerta. Lo recogió yempezó a examinarlo. Era pequeño, de tres tiros y de antiguomodelo.Aúnquedaba en él una bala. Tras unmomento de reflexión, se lo guardó en elbolsillo,cogióelsombreroysemarchó.

CAPÍTULO6

Estuvohastalasdiezdelanocherecorriendotabernasytugurios.HallóaKatiaenunodeestosestablecimientos.Lamuchachacantabasushabitualesydescaradas cancioncillas. Svidrigailof la invitó a beber, así como a unorganillero,aloscamareros,aloscantantesyadosempleadillosqueatrajeronsu simpatía sólo porque tenían torcida la nariz. En uno, este apéndice seladeabahacialaderechayenelotrohacialaizquierda,cosaquelesorprendió

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sobremanera. Éstos acabaron por llevarle a un jardín de recreo. Svidrigailofpagólasentradas.Eneljardínhabíaunabetoescuálido,tresarbolillosmásyunaconstrucciónqueostentabaelnombredeVauxhall,peroquenoeramásqueunataberna,dondetambiénpodíatomarseté.

Enel jardínhabía igualmentevariosveladoresverdesconsillas.Uncorode malos cantantes y un payaso de nariz roja completamente borracho yextraordinariamentetristeseencargabandedistraeralpúblico.

Los empleadillos se encontraron con varios colegas y empezaron a reñircon ellos. Se escogió como árbitro a Svidrigailof. Éste estuvo un cuarto dehoratratandodeaveriguarelmotivodelpleito;perotodosgritabanalavezynohabíamediodeentenderse.Loúnicoquecomprendiófuequeunodeelloshabía cometido un robo y vendido el objeto robado a un judío que habíallegadooportunaycasualmente,hecholocualsenegabaarepartirseconsuscompañeros el producto de la operación. Al fin se descubrió que el objetorobadoerauna cucharilladeplataperteneciente alVauxhall.Los empleadosdelestablecimientosedieroncuentade ladesapariciónde lacucharilla,yelasuntohabríatomadouncarizdesagradablesiSvidrigailofnohubieraacalladolasprotestasdelosperjudicados.

Despuésdepagarlacucharillasaliódeljardín.Eranalrededordelasdiez.Nohabíabebidoniunagotadealcoholentodalanoche.Habíatomadoté,yesoporquehabíaquepediralgoparapermanecerenellocal.

Lanocheeraoscurayelairedenso.Aesodelasdiez,elcielosecubriódenegrasyespesasnubesyestallóunaviolentatempestad.Lalluvianocaíaengotas, sino en verdaderos raudales que azotaban el suelo. Relámpagos deenorme extensión iluminaban el espacio. Svidrigailof llegó a su casa caladohastaloshuesos.Seencerróensuhabitación,abrióelcajóndesumesa,sacódineroyrompióvariospapeles.Despuésdeguardarseeldineroenelbolsillo,pensócambiarselaropa,pero,alverqueseguíalloviendo,juzgóquenovalíala pena, cogió el sombrero y salió sin cerrar la puerta. Se fue derecho a lahabitación de Sonia.Allí estaba la joven, pero no sola, sino rodeada de loscuatroniñosdeKapernaumof,alosquehacíatomarunatazadeté.

Sonia acogió respetuosamente a su visitante.Miró con una expresión desorpresasusmojadasropas,peronohizoelmenorcomentario.Alverentraraundesconocido,losniñosecharonacorrerdespavoridos.

SvidrigailofsesentóantelamesaeinvitóaSoniaasentarseasulado.Lamuchachasedispusotímidamenteaescucharle.

—SoniaSimonovna—empezóadecirelvisitante—,esmuyposiblequeme vaya a América, y como probablemente no nos volveremos a ver, hevenido a arreglar con usted ciertos asuntos. Bueno, ¿ha hablado ya con esa

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señora?Nohacefaltaquemecuenteloquelehadicho,pueslosémuybien.

Soniahizounademányenrojeció.Svidrigailofsiguiódiciendo:

—Esas damas tienen sus costumbres, sus ideas…En cuanto a sushermanitos, tienen el porvenir asegurado, pues el dinero que he depositadoparaellosestáenlugarseguroyloheentregadocontrarecibo.Aquítienelosrecibos; guárdelos por lo que pueda ocurrir. Y demos por terminado esteasunto.Ahoratengaustedestostrestítulosalcincoporciento.Suvaloresdetresmilrublos.Estoesparaustedysóloparausted.Deseoquelacosaquedeentrenosotros.Nodiganadaanadie,oigaloqueoiga.Estedineroleseráútil,ya que debe usted dejar la vida que lleva ahora. No estaría nada bien quesiguieraviviendocomovive,yconestedineronotendránecesidaddehacerlo.

—Hasidoustedtanbuenoconmigo,conloshuérfanosyconladifunta—balbuceóSonia—,quenuncasabrécómoagradecérselo,ycréameque…

—¡Bah!Dejemoseso…

—Encuantoaesedinero,ArcadioIvanovitch,muchasgracias,peronolonecesito.Sabréganarmeelpan.Nomeconsidereunaingrata.Yaqueesustedtangeneroso,esedinero…

—Espara usted y sólo para usted,SoniaSimonovna.Y le ruegoquenohablemosmás de este asunto, pues tengo prisa. Le será útil, se lo aseguro.RodionRomanovitchnotienemásquedossoluciones:opegarseuntirooirapararaSiberia.

Aloírestaspalabras,Soniaempezóatemblarymiróaterradaasuvecino.

—Noseinquieteusted—continuóSvidrigailof—.Loheoídotododesuspropioslabios,peronomegustahablarynodiréniunapalabraanadie.Hizoustedmuybienenaconsejarlequefueraapresentarsealajusticia:eselmejorpartido que podría tomar…Pues bien, cuando lo envíen a Siberia, usted loacompañará,¿noesasí?¿Verdadqueloacompañará?Enestecaso,necesitaráusteddinero:lonecesitaráparaél.¿Comprende?Darleaustedestedineroescomodárselo a él.Además,ustedhaprometidoaAmalia Ivanovnapagarle.Yo lo oí. ¿Por qué contrae usted compromisos tan ligeramente, SoniaSimonovna?EraCatalinaIvanovnalaqueestabaendeudaconellaynousted.Usteddebióenviarapaseoaesaalemana.Nosepuedevivirasí…Enfin, sialguien le pregunta a usted pormímañana, pasadomañana o cualquiera deestosdías,cosaquesindudaocurrirá,nohableusteddeestavisitanidigaquelehedadodinero.Bueno,adiós—dijolevantándose—.SaludedemiparteaRodion Romanovitch. ¡Ah, se me olvidaba! Le aconsejo que dé usted aguardar su dinero al señor Rasumikhine. ¿Le conoce? Sí, debe usted deconocerle.Esunbuenmuchacho.Lléveleeldineromañana…ocuandoustedlocreaoportuno.Hastaentoncesprocurequenoseloquiten.

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Soniasehabíalevantadotambiénymirabaconfusaasuvisitante.Deseabahablarle,hacerlealgunaspreguntas,perosesentía intimidadaynosabíapordóndeempezar.

—Pero…pero¿vaustedasalirconestalluvia?

—¿Cómo puede importarle la lluvia a un hombre que se marcha aAmérica?¡Je,je!Adiós,queridaSoniaSimonovna.Ledeseomuchosañosdevida,muchosaños,puesustedseráútilalosdemás.Apropósito:saludedemiparte al señor Rasumikhine. No lo olvide. Dígale que Arcadio IvanovitchSvidrigailoflehadadoaustedrecuerdosparaél.Nodejedehacerlo.

Y se fue, dejando a la muchacha inquieta, temerosa y dominada porconfusassospechas.

Másadelante se supoqueSvidrigailofhabíahechoaquellamismanocheotravisitaextraordinariaysorprendente.Seguíalloviendo.Alasonceyveintesepresentó,completamenteempapado,encasadelospadresdesuprometida,quehabitabanunpequeñodepartamentoen la terceraavenidadeVasilievskiOstrof.No le fue fácil conseguir que le abrieran. Su llegada a aquella horaintempestivacausógrandesconcierto.PeroArcadioIvanovitchteníaeldondecaptarse a las personas cuando se lo proponía, y aquellos padres que en elprimermomento—yconsobradosmotivos—habíanconsideradolavisitadeSvidrigailofcomounacalaveradadeborracho,seconvencieronmuyprontodesuerror.

Lainteligenteyamablemadredelanovialeacercóelsillóndelachacosopadreyabriólaconversacióncongrandesrodeos.Nuncaibaderechaalasuntoyempezabaporunaseriedesonrisas,gestosyademanes.Porejemplo,cuandoquisosaberlafechaenqueArcadioIvanovitchseproponíacelebrarlaboda,comenzóinteresándosevivamenteporParísylavidadesualtasociedad,parairtrasladándolopocoapocodesdeaquellalejanacapitalaVasilievskiOstrof.

ArcadioIvanovitchhabíarespetadosiempreestaspequeñasargucias,peroaquella noche estaba más impaciente que de costumbre y solicitó ver enseguidaasufuturaesposa,apesardequelehabíandichoqueestabaacostada.Sudemandafueatendida.

Svidrigailofdijosimplementeasunoviaqueunasuntourgenteleobligabaa ausentarse de Petersburgo y que por esta razón le entregaba quince milrublos, insignificante cantidad que tenía intención de ofrecerle desde hacíatiempo y que le rogaba que la aceptase como regalo de boda. No secomprendía la relación que pudiera existir entre semejante obsequio y elanunciadoviaje,y tampocoseveíaenelasuntounaurgenciaque justificaseaquella visita en plena noche y bajo una lluvia torrencial. No obstante, lasexplicaciones de Arcadio Ivanovitch obtuvieron una excelente acogida:

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inclusolasexclamacionesdesorpresaylaspreguntasderigorsehicieronenun tono delicadamente moderado. Pero ello no impidió que los padrespronunciarancalurosaspalabrasdegratitudreforzadaspor las lágrimasde lainteligentemadre.

ArcadioIvanovitchselevantó.Sonriendo,besóasuprometidaylediounapalmadita cariñosa en la cara. Seguidamente le dijo que volvería pronto, ycomodescubriera en susojosuna expresiónde curiosidad infantil almismotiempo que una grave y muda interrogación volvió a besarla, mientras sedecía, con cierta contrariedad, que el regalo que acababa de hacer seríaencerradobajollaveporaquellamadrequeeraunejemplodeprudencia.

Cuandosefue, lafamiliaquedóenunestadodeagitaciónextraordinaria.Perolainteligentemadreresolvióinmediatamenteciertospuntosimportantes.Manifestó que Arcadio Ivanovitch era una personalidad ocupadacontinuamenteennegociosdegranimportanciayqueestabarelacionadoconlospersonajesmás eminentes.SóloDios sabía las ideasquepasabanpor sucerebro.Habíadecididohacerunviajeyrealizabasuproyectosinvacilar.Lomismo podía decirse del regalo en dinero que acababa de hacer a suprometida.Tratándose de un hombre así, uno no debía asombrarse de nada.Ciertamente, había motivo para sorprenderse al verle tan empapado, peromayoresextravaganciasseobservabanenlosingleses.Además,alaspersonasdelgranmundonolesimportabanlasmurmuracionesynosepreocupabanpornada ni por nadie. Tal vez él se mostraba así adrede, para demostrar loindiferentequeleeralaopiniónajena.

Lomás importante era no decir ni una palabra a nadie, pues sabíaDioscómo terminaría aquel asunto. Había que guardar el dinero bajo llave sinpérdidadetiempo.Afortunadamente,nadiesehabíaenteradodeloocurrido.Sobre todo, habría que procurar mantener en la ignorancia a la trapaceraseñoraResslich.Lospadresestuvieronhablandodeestascosashasta lasdosdelamadrugada.Peroaestahoralahijahacíayatiempoquehabíavueltoalacama,perplejayunpocotriste.

Svidrigailofentróen laciudadpor lapuerta***.La lluviahabíacesado,pero el viento soplaba con violencia. Se estremeció y se detuvo paracontemplar con una atención extraña, vacilante, la oscura agua del PequeñoNeva.Peroalcabodeunmomentodepermanecerinclinadosobreelbarandalsintió fríoyechóa andar, internándoseen la avenida***.Durante cercademediahoraestuvorecorriendoesta inmensavíacomosibuscasealgo.Hacíapoco, undíaquepasaba casualmentepor allí, habíavisto, a la derecha, unagran construcción de madera, un hotel llamado, si mal no recordaba,«Andrinópolis.» Al fin lo encontró. En verdad, era imposible no verlo enaquellaoscuridad:eraunlargoedificio,iluminadotodavía,apesardelahora,yenelquesepercibíanciertosindiciosdeanimación.

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Entróypidióunaposentoaunmozoandrajosoqueencontróenelpasillo.El sirviente le dirigió una mirada y lo condujo a una pequeña y asfixiantehabitaciónsituadaalfinaldelcorredor,debajodelaescalera.Nohabíaotra:elhotel estaba lleno. Elmozo esperaba,mirando a Svidrigailof con expresióninterrogante.

—¿Tienenté?—preguntóelhuésped.

—Sí.

—¿Yquémás?

—Ternera,vodka,fiambres…

—Tráigameuntrozodecarneyté.

—¿Nadamás?—preguntóelsirvienteconciertoasombro.—Nadamás.

Elmozosefue,dandomuestrasdecontrariedad.

«Estelugarnodebedesermuydecente—pensóSvidrigailof—.¿Cómoesposiblequenolohayaadvertidoantes?Tambiényodebodetenerelaspectodeunhombrequevienededivertirseyhatenidounaaventuraporelcamino.Megustaríasaberquéclasedegentesehospedaaquí.»

Encendió labujíayexaminóelaposentoatentamente.Eraunaverdaderajaula en la que habían abierto una ventana. Tan bajo tenía el techo, que unhombredelatalladeSvidrigailofdifícilmentepodíaestardepie.Ademásdela sucia cama, había unamesademaderablancapintadayuna silla, lo quebastabaparallenarlahabitación.Lasparedesparecíanconstruidasconsimplestablas y estaban revestidas de un papel tan sucio y lleno de polvo que eraimposiblededucirsucolor.Laescaleracortabaalsesgoeltechoyuntrozodepared,loquedabaalapiezaunaspectodebuhardilla.

Svidrigailofdepositólabujíaenlamesa,sesentóenlacamayempezóareflexionar.Perounmurmullodevoces,quesubíandetonohastaconvertirseen gritos y que procedían de la habitación inmediata, acabó por atraer suatención.Aguzóeloído.Sólounapersonahablaba,quejándoseaotraconvozplañidera.

Svidrigailof se levantó, puso la mano a modo de pantalla delante de lallamadelabujíayenseguidadistinguióunagrietailuminadaeneltabique.Seacercóymiró.Lahabitacióneraunpocomayorquelasuya.Enellahabíadoshombres.Unode ellos estabadepie, enmangasde camisa; tenía el cabellorevuelto, la cara enrojecida, las piernas abiertas y una actitud de orador. Sedaba fuertes golpes en el pecho y sermoneaba a su compañero con vozpatética, recordándole que lo había sacado del lodo, que podía abandonarlonuevamenteyqueelAltísimoveíaloqueocurríaaquíabajo.Elamigoalquesedirigía teníael aspectodelhombrequequiere estornudarynopuede.De

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vezencuandomirabaestúpidamentealorador,cuyaspalabras,evidentemente,nocomprendía.Sobrelamesahabíauncabodevelaqueestabaenlasúltimas,unabotelladevodkacasivacía,vasosdevarios tamaños,pan,cohombrosytazasdeté.

Despuésdehabercontempladoatentamenteestecuadro,Svidrigailofdejósupuestodeobservaciónyvolvióasentarseenlacama.Altraerleeltéylacarne, el harapientomozo no pudomenos de volverle a preguntar si queríaalguna otra cosa, pero de nuevo recibió una respuesta negativa y se retiródefinitivamente.Svidrigailofseapresuróa tomarseunvasode téparaentrarencalor.Peronopudocomernada.Empezabaatenerfiebreyestolequitabael apetito. Se despojó del abrigo y de la americana y se introdujo entre lasropasdellecho.Sesentíamolesto.

«Quisieraestarbienenestaocasión»,pensóconunasonrisitairónica.

La atmósfera era asfixiante, la bujía iluminaba débilmente la habitación,fuerarugíaelviento.Llegabadeunrincónruidoderatas;además,unolordecueroyderatónllenabalapieza.Svidrigailoffantaseabatendidoensulecho.Las ideas se sucedían confusamente en su cerebro. Deseaba que suimaginaciónsedetuvierasobrealgo.Pensó:

«Debedehaberunjardíndebajodelaventana.Oigoelrumordelramajeagitado por el viento. ¡Cómo odio este rumor de follaje en las noches detormenta!Esverdaderamentedesagradable.»

Yrecordóquehacíaunmomento,alpasarporelparquePetrovitch,habíaexperimentadolamismaingratasensación.LuegopensóenelPequeñoNevayvolvió a estremecerse como se había estremecido hacía un rato cuando sehabíaasomadoamirarelagua.

«Nuncahepodidoverelaguanienpintura.»

Yactoseguidoleasaltaronotrasextrañasideasquelehicieronsonreírdenuevo.

«En estos momentos, todo eso de la comodidad y la estética deberíatenerme sin cuidado. Sin embargo, estoy procediendo como el animal quelucha por conseguir un buen sitio… ¡En estas circunstancias…! Lo mejorhabríasido irenseguidaaPetrovskiOstrof.Perono,mehandadomiedoelfríoylastinieblas.¡Je,je!¡Elseñornecesitasensacionesagradables…!Pero¿porquénoheapagadoyalavela?»

La apagó de un soplo y, al no ver luz en la grieta del tabique, siguiódiciéndose:

«Misvecinos se han acostadoya…Ahora sería oportuna tu visita,MarfaPetrovna. La oscuridad es completa; el lugar, adecuado; el momento,

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propicio…Peroyaveoquenoquieresvenir.»

Deprontoseacordódeque,pocoantesdeponerenprácticasuproyectosobreDunia,habíaaconsejadoaRaskolnikofqueconfiaraasuhermanaalacustodiadeRasumikhine.

«Lo he dicho para fustigarme los nervios, como ha adivinado RodionRomanovitch.¡Quéastutoes!Hasufridomucho.Puedellegaraseralgoconel tiempo, cuando se vea libre de las disparatadas ideas que ahora leobsesionan.Estáanhelantedevida.Entalescircunstancias,todosloshombrescomoélsoncobardes…¡Enfin,queeldiablolelleve!¡Quémeimportaamíloquehagaodejedehacer!

El sueño seguía huyendo de él. Poco a poco, la imagen de Dunia fueesbozándoseensuimaginaciónyunestremecimientorecorriótodosucuerpo.

«¡No, hay que terminar!—se dijo, volviendo en sí—. Pensemos en otracosa. Es verdaderamente extraño y curioso que yo no haya odiado jamásseriamenteanadie,quenohayatenidoeldeseodevengarmedenadie.Estoesmala señal… ¡Cuántas promesas le he hecho! Esa mujer podría habermegobernadoasuantojo.»

Sedetuvoyapretólosdientes.LaimagendeDunetchkasurgióanteéltalcomolahabíavistoenelmomentodehacerelprimerdisparo.Despuéshabíatenidomiedo, había bajado el revólver y se había quedadomirándole comopetrificadaporelespanto.Entoncesélhabríapodidocogerla,ynouna,sinodos veces, sin que ella hubiera levantado el brazo para defenderse. Sinembargo, él la avisó. Recordaba que se había compadecido de ella. Sí, enaquelmomentosucorazónsehabíaconmovido.

«¡Diablo!¿Todavíapensandoenesto?¡Hayqueterminar,terminardeunavez!»

Yaempezabaadormirse,yasecalmabasutemblorfebril,cuandonotóquealgocorríasobrelacubierta,alolargodesubrazoydesupierna.

«¡Demonio!Debedeserunratón.Mehedejadolacarneenlamesay…»

Noqueríadestaparsenilevantarseconaquelfrío.Perodeprontonotóenlapiernaunnuevocontactodesagradable.Entoncesechóaunladolacubiertayencendiólabujía.Después,temblandodefrío,empezóainspeccionarlacama.Desúbitovioqueunratónsaltabasobre lasábana.Intentóatraparlo,peroelanimal, sin bajar del lecho, empezó a corretear y a zigzaguear en todasdirecciones, burlando a la mano que trataba de asirlo. Al fin se introdujodebajodelaalmohada.Svidrigailofarrojólaalmohadaalsuelo,peronotóquealgohabíasaltadosobresupechoysepaseabaporencimadesucamisa.Eneste momento se estremeció de pies a cabeza y se despertó. La oscuridad

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reinabaenlahabitaciónyélestabaacostadoybientapadocomopocoantes.Fueraseguíarugiendoelviento.

«¡Estoesinsufrible!»sedijoconlosnervioscrispados.

Selevantóysesentóenelbordedellecho,dandolaespaldaalaventana.

«Espreferiblenodormir»,decidió.

Delaventanallegabaunairefríoyhúmedo.Sinmoversededondeestaba,Svidrigailoftiródelacubiertayseenvolvióenella.Peronoencendiólabujía.No pensaba en nada, no quería pensar. Sin embargo, vagas visiones, ideasincoherentes,ibandesfilandoporsucerebro.Cayóenunaespeciedeletargo.Fuerapor la influenciadel frío,de lahumedad,de las tinieblasodelvientoqueseguíaagitandoelramaje, lociertoesquesuspensamientostomaronunrumbo fantástico.No veíamás que flores.Un bello paisaje se ofrecía a susojos. Era un día tibio, casi cálido; un día de fiesta: la Trinidad. Estabacontemplandoun lujosochaléde tipo inglés rodeadodemacizos repletosdeflores. Plantas trepadoras adornaban la escalinata guarnecida de rosas. Aambos lados de las gradas de mármol, cubiertas por una rica alfombra, seveían jarrones chinescos repletos de flores raras.Las ventanas ostentaban ladelicada blancura de los jacintos, que pendían de sus largos y verdes tallossumergidosenfloreros,ydeellossedesprendíaunperfumeembriagador.

Svidrigailof no sentía ningún deseo de alejarse de allí. Subió por laescalinata y llegó a un salónde alto techo, repleto tambiénde flores.Habíaflorespor todaspartes:en lasventanas,al ladode laspuertasabiertas,enelmirador…Elentarimadoestabacubiertodefragantecéspedreciéncortado.Porlasventanasabiertaspenetrabaunabrisadeliciosa.Lospájaroscantabaneneljardín.Enmediodelaestanciahabíaunagranmesarevestidaderasoblanco,ysobrelamesa,unataúdacolchado,orladodeblancosencajesyrodeadodeguirnaldasde flores.Enel féretro, sobreun lechode flores, descansabaunamuchachita vestida de tul blanco. Sus manos, cruzadas sobre el pecho,parecíantalladasenmármol.Sucabello,sueltoydeunrubioclaro,rezumabaagua.Una coronade rosas ceñía su frente.Superfil severoyyapetrificadoparecía igualmentedemármol.Suspálidos labiossonreían,peroestasonrisano teníanadade infantil: expresabauna amarguradesgarradora, una tristezasinlímites.

Svidrigailofconocíaaaquellajovencita.Cercadelataúdnohabíaningunaimagen,ningúncirioencendido,nirumoralgunoderezos.Aquellamuchachaera una suicida: se había arrojado al río. Sólo tenía catorce años y habíasufrido un ultraje que había destrozado su corazón, llenado de terror suconciencia infantil, colmado su alma de una vergüenza que no merecía yarrancadodesupechoungritosupremodedesesperaciónqueelmugidodelvientohabíaahogadoenunanochededeshielohúmedaytenebrosa…

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Svidrigailofsedespertó,saltódelacamaysefuehacialaventana.Buscóatientaslafallebayabrió.Elvientoentróenelcuartucho,ySvidrigailoftuvolasensación de que una helada escarcha cubría su rostro y su pecho, sóloprotegidoporlacamisa.Debajodelaventanadebíadehaber,enefecto,unaespecie de jardín…, probablemente un jardín de recreo. Durante el día secantarían allí canciones ligeras y se serviría té en veladores. Pero ahora losárbolesylosarbustosgoteaban,reinabaunaoscuridaddecavernaylascosaseranmanchasoscurasapenasperceptibles.

Svidrigailofestuvocincominutosacodadoenelantepechode laventanamirandoaquellastinieblas.Deprontoresonóuncañonazoenlanoche,alquesiguióotroinmediatamente.

«Laseñaldequesubeelagua—pensó—.Dentrodeunashoras,laspartesbajasdelaciudadestaráninundadas.Lasratasdelascuevasseránarrastradasporlacorrientey,enmediodelvientoylalluvia,loshombres,caladoshastaloshuesos,empezarána transportar,entre juramentos, todossus trastosa lospisosaltosdelascasas.Atodoesto,¿quéhoraserá?»

En el momento en que se hacía esta pregunta, en un reloj cercanoresonarontrespoderosasyapremiantescampanadas.

«Dentrodeunahoraserádedía.¿Paraquéesperarmás?Voyamarcharmeahora mismo. Me iré directamente a la isla Petrovski. Allí elegiré un granárbol tan empapado de lluvia que, apenas lo roce con el hombro, miles dediminutasgotascaeránsobremicabeza.»

Se retiró de la ventana, la cerró, encendió la bujía, se vistió y salió alpasilloconlapalmatoriaenlamano.Seproponíadespertaralmozo,quesindudadormiríaenunrincón,entreunmontóndetrastosviejos,pagarlacuentaysalirdelhotel.

«Heescogidoelmejormomento—sedijo—.Imposibleencontrarotromásindicado.»

Estuvounratoyendoyviniendoporelestrechoylargocorredorsinveranadie. Al fin descubrió en un rincón oscuro, entre un viejo armario y unapuerta,unaformaextrañaquelepareciódotadadevida.Seinclinóy,alaluzde labujía, vio aunaniñadeunos cuatro años, o cinco a lo sumo.Llorabaentre temblores y sus ropitas estaban empapadas. No se asustó al ver aSvidrigailof,sinoqueselimitóamirarloconunaexpresióndeinconscienciaensusgrandesojosnegros,respirandoprofundamentedevezencuando,comoocurre a los niños que, después de haber llorado largamente, empiezan aconsolarseysólodetardeentardeleacometendenuevolossollozos.Laniñaestabaheladayensufinacaritahabíaunamortalpalidez.¿Porquéestabaallí?Porlovisto,nohabíadormidoentodalanoche.Deprontoseanimóy,consu

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vocecita infantilyaunavelocidadvertiginosa,empezóacontarunahistoriaenlaquesalíaarelucirunatazaqueellahabíarotoyeltemordequesumadrelepegara.Laniñahablabasincesar.

Svidrigailofdedujoquesetratabadeunaniñaalaquesumadrenoqueríademasiado.Éstadebíadeserunacocineradelbarrio,talvezdelhotelmismo,aficionadaalabebidayquesolíamaltrataralapobrecriatura.Laniñahabíaroto una taza y había huido presa de terror. Sin duda había estado vagandolargoratoporlacalle,bajolafuertelluvia,yalfinhabíaentradoenelhotelpararefugiarseenaquelrincón,juntoalarmario,dondehabíapasadolanochetemblandodefríoydemiedoantelaideadeldurocastigoqueleesperabaporsufechoría.

La cogió en sus brazos, la llevó a su habitación, la puso en la cama yempezóadesnudarla.Nollevabamediasysusagujereadoszapatosestabantanempapados como si hubieran pasado una noche entera dentro del agua.Cuandolehuboquitadoelvestido,laacostóylatapócuidadosamenteconlaropa de la cama. La niña se durmió en seguida. Svidrigailof volvió a sussombríospensamientos.

«¿Paraquémehabrémetidoenesto?—sedijoconunasensaciónopresivayunsentimientodecólera—.¡Quéabsurdo!»

Cogiólabujíaparavolverabuscaralmozoymarcharsecuantoantes.

«Esunagolfilla»,pensó,añadiendounapalabrota,enelmomentodeabrirlapuerta.

Pero volvió atrás para ver si la niña dormía tranquilamente. Levantó elembozoconcuidado.Lachiquillaestabasumidaenunplácidosueño.Habíaentradoencalorysuspálidasmejillassehabíancoloreado.Pero,cosaextraña,elcolordeaquellacaritaeramuchomásvivoqueelquevemosenlosniñosordinariamente.

«Eselcolordelafiebre»,pensóSvidrigailof.

Aquellaniñateníaelaspectodehaberbebido,dehabersebebidounvasodevinoentero.Suspurpúreoslabiosparecíanarder…¿Peroquéeraaquello?Deprontoleparecióquelasnegrasylargaspestañasdelaniñaoscilabanyselevantaban ligeramente. Los entreabiertos párpados dejaron escapar unamiradapenetrante,maliciosayquenoteníanadadeinfantil.¿Eraquelaniñafingía dormir? Sí, no cabía duda. Su boquita sonrió y las comisuras de suslabios temblaronenundeseo reprimidode reír.Yheaquíquede improvisodeja de contenerse y se ríe francamente. Algo desvergonzado, provocativo,apareceensu rostro,quenoesyael rostrodeunaniña.Es laexpresióndelvicio en la cara de una prostituta. Y los ojos se abren francamente,enteramente,yenvuelvenaSvidrigailofenunamiradaardienteylasciva,de

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alegreinvitación…Lacaritainfantiltieneunalgorepugnanteconsuexpresióndelujuria.

«¿Cómoesposiblequealoscincoaños…?—piensa,horrorizado—.Pero¿quéotracosapuedeser?»

Laniñavuelvehaciaélsurostroardienteyletiendelosbrazos.

Svidrigailof lanza una exclamación de espanto, levanta la mano,amenazador…,yenestemomentosedespierta.

Vioqueseguíaacostado,biencubiertoporlasropasdelacama.Lavelanoestabaencendidayenlaventanaapuntabalaluzdelamanecer.

«Mehepasadolanocheenunacontinuapesadilla.»

Se incorporó y advirtió, indignado, que tenía el cuerpo dolorido. En elexterior reinaba una espesa niebla que impedía ver nada. Eran cerca de lascinco.Habíadormidodemasiado.Selevantó,sepusolaamericanayelabrigo,húmedos todavía, palpó el revólver guardado en el bolsillo, lo sacó y seaseguródequelabalaestababiencolocada.Luegosesentóantelamesa,sacóuncuadernodenotasyescribióenlaprimerapáginavariaslíneasengruesoscaracteres. Después de leerlas, se acodó en la mesa y quedó pensativo. Elrevólveryelcuadernodenotasestabansobrelamesa,cercadeél.Lasmoscashabían invadido el trozo de carne que había quedado intacto. Las estuvomirandounbuenratoyluegoempezóacazarlasconlamanoderecha.Alfinseasombródededicarseasemejanteocupaciónenaquellosmomentos;volvióen sí, se estremeció y salió de la habitación con paso firme. Un minutodespuésestabaenlacalle.Unanieblaopacaydensaflotabasobrelaciudad.SvidrigailofsedirigióalPequeñoNevaporelsucioyresbaladizopavimentodemadera,ymientrasavanzabaveíacon la imaginación lacrecidanocturnadelrío,laislaPetrovski,consussenderosempapados,suhierbahúmeda,sussotos, sus macizos cargados de agua y, en fin, aquel árbol…Entonces,indignadoconsigomismo,empezóaobservar losedificios juntoaloscualespasaba,paradesviarelcursodesusideas.

Laavenidaestabadesierta:niunpeatón,niuncoche.Lascasasbajas,deun amarillo intenso, con sus ventanas y sus postigos cerrados tenían unaspecto sucio y triste. El frío y la humedad penetraban en el cuerpo deSvidrigailof y lo estremecían. De vez en cuando veía un rótulo y lo leíadetenidamente.Al fin terminó el pavimento demadera y se encontró en lascercanías de un gran edificio de piedra. Entonces vio un perro horrible quecruzabalacalzadaconelraboentrepiernas.Enmediodelaacera,tendidodebruces,habíaunborracho.Lomiróunmomentoycontinuósucamino.

Asuizquierdasealzabaunatorre.

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«Heaquíunbuensitio.¿Paraqué tengoque ira la islaPetrovski?Aquí,porlomenos,tendréuntestigooficial.»

Sonrió ante esta idea y se internó en la calle donde se alzaba el granedificiocoronadoporlatorre.

Apoyadoenunodelosbatientesdelamacizapuertaprincipal,queestabacerrada,habíaunhombrecilloenvueltoenuncapotegrisdesoldadoyconuncasco en la cabeza. Su rostro expresaba esa arisca tristeza que es un rasgosecularenlarazajudía.

Los dos se examinaron un momento en silencio. Al soldado acabó porparecerle extraño que aquel desconocido que no estaba borracho se hubieradetenidoatrespasosdeélylemirarasindecirnada.

—¿Qué quiere usted? —preguntó ceceando y sin hacer el menormovimiento.

—Nada,amigomío—respondióSvidrigailof—.Buenosdías.

—Sigasucamino.

—¿Micamino?Mevoyalextranjero.

—¿Alextranjero?

—AAmérica.

—¿AAmérica?

Svidrigailof sacó el revólver del bolsillo y lo preparó para disparar. Elsoldadoarqueólascejas.

—Oiga,aquínoquierobromas—ceceó.

—¿Porqué?

—Porquenoeslugarapropósito.

—Elsitioesexcelente,amigomío.Sialguientepregunta,túledicesquemehemarchadoaAmérica.

Yapoyóelcañóndelrevólverensusienderecha.

—¡Eh,eh!—exclamóelsoldado,abriendoaúnmás losojosymirándoleconunaexpresióndeterror—.Yalehedichoqueéstenoessitioparabromas.

Svidrigailofoprimióelgatillo.

CAPÍTULO7

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Aquelmismodía,entreseisysietedelatarde,Raskolnikofsedirigíaalavivienda de su madre y de su hermana. Ahora habitaban en el edificioBakaleev, donde ocupaban las habitaciones recomendadas porRasumikhine.Laentradadeestedepartamentodabaa lacalle.Raskolnikofestabayamuycerca cuando empezó a vacilar. ¿Entraría? Sí, por nada delmundo volveríaatrás.Suresoluciónerainquebrantable.

«Nosabennada—pensó—,yestánacostumbradasaconsiderarmecomountiporaro.»

Tenía un aspecto lamentable: sus ropas estaban empapadas, sucias debarro, llenasdedesgarrones.Tenía el rostrodesfiguradopor la luchaque seestabalibrandoensuinteriordesdehacíaveinticuatrohoras.Habíapasadolanoche a solas consigo mismo Dios sabía dónde. Pero había tomado unadecisiónylacumpliría.

Llamó a la puerta. Le abrió su madre, pues Dunetchka había salido.Tampoco estaba en casa la sirvienta. En el primer momento, PulqueriaAlejandrovna enmudeció de alegría.Después le cogió de lamano y le hizoentrar.

—¡Al fin! —exclamó con voz alterada por la emoción—. Perdóname,Rodia,queterecibaderramandolágrimascomounatonta.Nocreasquelloro:estas lágrimas son de alegría. Te aseguro que no estoy triste, sino muycontenta, y cuando lo estoy no puedo evitar que los ojos se me llenen delágrimas. Desde la muerte de tu padre, las derramo por cualquier cosa…Siéntate,hijo:estásfatigado.¡Oh,cómovas!

—Esqueayermemojé—dijoRaskolnikof.

—¡Bueno, nada de explicaciones! —replicó al punto PulqueriaAlejandrovna—.Noteinquietes,quenotevoyaabrumarconmilpreguntasde mujer curiosa. Ahora ya lo comprendo todo, pues estoy iniciada en lascostumbresdePetersburgoyyaveoque lagentede aquí esmás inteligentequeladenuestropueblo.Meheconvencidodequesoyincapazdeseguirteentusideasydequenotengoningúnderechoapedirtecuentas…SabeDioslosproyectosque tienesy lospensamientosqueocupan tu imaginación…Por lotanto, no quieromolestarte conmis preguntas. ¿Qué te parece…? ¡Ah, quéridícula soy! No hago más que hablar y hablar como una imbécil…Oye,Rodia:voyaleerporterceravezaquelartículoquepublicasteenunarevista.Nos lo trajoDmitriProkofitch.Hasidoparamíunarevelación.«Ahí tienes,estúpida, loquepiensa,yeso loexplica todo—medije—.Todos los sabiossonasí.Tieneideasnuevas,yesasideasleabsorbenmientrastúsólopiensasen distraerlo y atormentarlo…En tu artículo hay muchas cosas que nocomprendo,peroestonotienenadadeextraño,puesyasabesloignorantequesoy.

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—Enséñameeseartículo,mamá.

Raskolnikofabriólarevistayechóunamiradaasuartículo.Apesardesusituaciónydesuestadodeánimo,experimentóelprofundoplacerquesientetodoautoralversuprimer trabajo impreso,ysobre todosielescritoresunjovendeveintitrésaños.Peroestasensaciónsóloduróunmomento.Despuésdehaberleídovariaslíneas,Rodiafrunciólascejasysintiócomosiunagarraleestrujaraelcorazón.Lalecturadeaquellaslíneaslerecordótodaslasluchasquesehabíanlibradoensualmadurantelosúltimosmeses.Arrojólarevistasobrelamesaconungestodevivarepulsión.

—Por estúpida que sea, Rodia, puedo comprender que dentro de pocoocuparásunodelosprimerospuestos,sinoelprimerodetodos,enelmundodelaciencia.¡Ypensarquecreíanqueestabasloco!¡Ja,ja,ja!Puesestoesloquesospechaban.¡Ah,miserablesgusanos!Noalcanzanacomprenderloquees la inteligencia. Hasta Dunetchka, sí, hasta la misma Dunetchka parecíacreerlo.¿Quémedicesaesto…?Tupobrepadrehabíaenviadodostrabajosaunarevista,primerounosversos,quetengoguardadosyalgúndíateenseñaré,ydespuésunanovelacortaquecopiéyomisma.¡Cómoimploramosalcieloquelosaceptaran!Perono,losrechazaron.Haceunosdías,Rodia,meapenabaverte tanmalvestidoyalimentadoyviviendoenunahabitación tanmísera,peroahoramedoycuentadequetambiénestoeraunatontería,puestú,contutalento, podrás obtener cuanto desees tan pronto como te lo propongas. Sinduda, por el momento te tienen sin cuidado estas cosas, pues otras másimportantesocupantuimaginación.

—¿YDunia,mamá?

—Noestá,Rodia.Salemuyamenudo,dejándomesola.DmitriProkofitchtiene la bondad de venir a hacerme compañía y siempreme habla de ti. Teapreciadeveras.Encuantoa tuhermana,nopuedodecirqueme falten suscuidados.Nomequejo.Ellatienesucarácteryyoelmío.Aellalegustatenersecretos para mí y yo no quiero tenerlos para mis hijos. Claro que estoyconvencidadequeDunetchkaesdemasiado inteligentepara…Por lodemás,nos quiere…Pero no sé cómo terminará todo esto. Ya ves que está ausenteduranteestavisitatuyaquemehahechotanfeliz.Cuandovuelvalediré:«Tuhermano ha venido cuando tú no estabas en casa. ¿Dónde has estado?»Tú,Rodia,notepreocupesdemasiadopormí.Cuandopuedas,pasaaverme,perosi te es imposible venir, no te inquietes. Tendré paciencia, pues ya sé quesiguesqueriéndome,yestomebasta.Leerétusobrasyoiréhablardetiatodoelmundo.Devezencuandovendrásaverme.¿Quémáspuedodesear?Hoy,porejemplo,hasvenidoaconsolaratumadre…

YPulqueriaAlejandrovnaseechódeprontoallorar.

—¡Otravezlaslágrimas!Nomehagascaso,Rodia:estoyloca.

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Selevantóprecipitadamenteyexclamó:

—¡Diosmío!Tenemoscaféynotehedado.¡Loqueeselegoísmodelasviejas!Unmomento,unmomento…

—No,mamá, nome des café.Me voy en seguida. Escúchame, te ruegoquemeescuches.

PulqueriaAlejandrovnaseacercótímidamenteasuhijo.—Mamá,ocurraloqueocurrayoigasdecirdemíloqueoigas,¿meseguirásqueriendocomome quieres ahora?—preguntóRodia, llevado de su emoción y sinmedir elalcancedesuspalabras.

—Pero,Rodia,¿quétepasa?¿Porquémehacesesaspreguntas?¿Quiénseatreverá a decirme nada contra ti? Si alguien lo hiciera, me negaría aescucharleylevolveríalaespalda.

—Hevenidoadecirtequetehequeridosiempreyquesoyfelizalpensarque no estás sola ni siquiera cuandoDunia se ausenta. Por desgraciada queseas,piensaquetuhijotequieremásqueasímismoyquetodoloquehayaspodidopensar sobremi crueldadymi indiferenciahacia ti ha sidounerror.Nuncadejarédequererte…Ybastaya.Hecomprendidoquedebíahablarteasí,darteestaexplicación.

PulqueriaAlejandrovna abrazó a su hijo y lo estrechó contra su corazónmientrasllorabaensilencio.

—No sé qué te pasa, Rodia —dijo al fin—. Creía sencillamente quenuestra presencia te molestaba, pero ahora veo que te acecha una grandesgracia y que esta amenaza te llena de angustia. Hace tiempo que losospechaba, Rodia. Perdona que te hable de esto, pero no se me va de lacabezaeinclusomequitaelsueño.Estanochetuhermanahasoñadoenvozaltaysólohablabade ti.Heoídoalgunaspalabras,peronohecomprendidonadaabsolutamente.Desdeestamañanamehesentidocomoelcondenadoamuertequeesperaelmomentodelaejecución.Teníaelpresentimientodequeocurriría una desgracia, y ya ha ocurrido. Rodia, ¿dónde vas? Pues vas aemprenderunviaje,¿verdad?

—Sí.

—Me lo figuraba.Peropuedo acompañarte.YDunia también.Tequieremucho.Además,puedevenirconnosotrosSoniaSimonovna.Debuengradola aceptaría como hija. Dmitri Prokofitch nos ayudará a hacer lospreparativos…Perodime:¿adóndevas?

—Adiós.

—Pero ¿te vas hoymismo?—exclamó como si fuera a perder a su hijoparasiempre.

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—Nopuedoestarmástiempoaquí.Hedepartirenseguida.

—¿Nopuedoacompañarte?

—No.ArrodíllateyruegaaDiospormí.Talvezteescuche.

—Dejaquetedémibendición…Así…¡Señor,Señor…!

Rodiasefelicitabadequenadie,nisiquierasuhermana,estuvierapresenteen aquella entrevista. De súbito, tras aquel horrible período de su vida, sucorazón se había ablandado. Raskolnikof cayó a los pies de su madre yempezóabesarlos.Despuéslosdosseabrazaronylloraron.Lamadreyanodaba muestras de sorpresa ni hacia pregunta alguna. Hacía tiempo quesospechabaquesuhijoatravesabaunacrisisterribleycomprendíaquehabíallegadoelmomentodecisivo.

—Rodia,hijomío,miprimerhijo—decíaentresollozos—,ahora teveocomo cuando eras niño y venías a besarme y a ofrecerme tus caricias.Entonces,cuandoaúnvivíatupadre,tupresenciabastabaparaconsolarnosdenuestras penas. Después, cuando el pobre ya había muerto, ¡cuántas veceslloramosjuntosantesutumba,abrazadoscomoahora!Sihacetiempoquenocesodelloraresporquemicorazóndemadresesentíatorturadoporterriblespresentimientos. En nuestra primera entrevista, la misma tarde de nuestrallegadaaPetersburgo,tucarameanuncióalgotandoloroso,quemicorazónseparalizó,yhoy,cuandoteheabiertolapuertaytehevisto,hecomprendidoqueelmomentofatalhabíallegado.Rodia,¿verdadquenopartesenseguida?

—No.

—¿Volverás?

—Si.

—No te enfades, Rodia; no quiero interrogarte; nome atrevo a hacerlo.Peroquisieraquemedijesesunacosa:¿vasmuylejos?

—Sí,muylejos.

—¿Tendrásallíunempleo,unaposición?

—TendréloqueDiosquiera.Ruegapormí.

Raskolnikof sedirigióa lapuerta,peroella locogiódelbrazoy lomiródesesperadamente a los ojos. Sus facciones reflejaban un espantososufrimiento.

—Basta,mamá.

Enaquelmomentosearrepentíaprofundamentedehaberidoaverla.

—Notevasparasiempre,¿verdad?Vendrásmañana,¿noescierto?

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—Sí,sí.Adiós.

Yhuyó.

La tarde era tibia, luminosa. Pasada la mañana, el tiempo se había idodespejando.Raskolnikofdeseabavolverasucasacuantoantes.Queríadejarlotodoterminadoantesdelapuestadelsolysumayordeseoeranoencontrarseconnadieporelcamino.

AlsubirlaescaleraadvirtióqueNastasia,ocupadaenpreparareltéenlacocina,suspendíasutrabajoparaseguirleconlamirada.

«¿Habráalguienenmihabitación?»,sepreguntóRaskolnikof,ypensóenelodiosoPorfirio.

PerocuandoabriólapuertadesuaposentovioaDunetchkasentadaeneldiván.Estabapensativaydebíadeesperarledesdehacíalargorato.Rodiasedetuvoenelumbral.Ellaseestremecióysepusoenpie.Suinmóvilmiradasefijóensuhermano:expresabaespantoyundolor infinito.EstamiradabastóparaqueRaskolnikofcomprendieraqueDunialosabíatodo.

—¿Deboentraromarcharme?—preguntóeljovenenuntonodedesafío.

—HepasadoeldíaencasadeSoniaSimonovna.Allí teesperábamoslasdos.Confiábamosenquevendrías.

Raskolnikofentróenlahabitaciónysedejócaerenunasilla,extenuado.

—Me siento débil, Dunia. Estoy muy fatigado y, sobre todo en estemomento,necesitaríadisponerdetodasmisfuerzas.

Élledirigiódenuevounamiradaretadora.

—¿Dóndehaspasadolanoche?—preguntóDunia.

—Nolorecuerdo.Loúnicoquemehaquedadoenlamemoriaesqueteníael propósito de tomar una determinación definitiva y paseaba a lo largo delNeva.Queríaterminar,peronomehedecidido.

Aldeciresto,mirabaescrutadoramenteasuhermana.

—¡Alabado seaDios!—exclamóDunia—. Eso era precisamente lo quetemíamos Sonia Simonovna y yo. Eso demuestra que aún crees en la vida.¡AlabadoseaDios!

Raskolnikofsonrióamargamente.

—No creo en la vida. Pero hace un momento he hablado con nuestramadre y nos hemos abrazado llorando. Soy un incrédulo, pero le he pedidoquerezarapormí.SóloDiossabecómohapodidosucederesto,Dunetchka,puesyonocomprendonada.

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—¿Cómo? ¿Has estado hablando con nuestra madre? —exclamóDunetchka,aterrada—.¿Habrássidocapazdedecírselotodo?

—No,yonolehedichonadaclaramente;peroellasabemuchascosas.Tehaoídosoñarenvozaltalanochepasada.Estoysegurodequeestáenteradadebuenapartedelasunto.Talvezhehechomaleniraverla.Niyomismoséporquéheido.Soyunhombrevil,Dunia.

—Sí,perodispuestoairenbuscadelaexpiación.Porqueirás,¿verdad?

—Sí: iré en seguida. Para huir de este deshonor estaba dispuesto aarrojarmealrío,peroenelmomentoenqueibaahacerlomedijequesiempremehabíaconsideradocomounhombrefuerteyqueunhombrefuertenodebetemeralavergüenza.¿Esestounactodevalor,Dunia?

—Sí,Rodia.

En los turbiosojosdeRaskolnikof fulguróunaespeciede relámpago.Sesentíafelizalpensarquenohabíaperdidolaarrogancia.

—Nocreas,Dunia,quetuvemiedoamorirahogado—dijo,mirandoasuhermanaconunasonrisahorrible.

—¡Basta,Rodia!—exclamólajovenconungestodedolor.

Hubo un largo silencio. Raskolnikof tenía la mirada fija en el suelo.Dunetchka, en pie al otro lado de lamesa, lemiraba con una expresión deamarguraindecible.Depronto,Rodiaselevantó.

—Esyatarde.Tengoqueiraentregarme.Aunquenoséporquélohago.

GruesaslágrimasrodabanporlasmejillasdeDunia.

—Estás llorando, hermana mía. Pero me pregunto si querrás darme lamano.

—¿Lodudas?

Loestrechófuertementecontrasupecho.

—Al ir a ofrecerte a la expiación, ¿acaso no borrarás la mitad de tucrimen?—exclamó,cerrandomástodavíaelcercodesusbrazosybesandoaRodia.

—¿Micrimen?¿Quécrimen?—exclamóeljovenenunrepentinoaccesode furor—. ¿Eldehabermatado aungusanovenenoso, aunavieja usureraquehacíadaño a todo elmundo, a unvampiroque chupaba la sangre a losnecesitados?Uncrimenasíbastaparaborrarcuarentapecados.Nocreohabercometidoningúncrimenynotratodeexpiarlo.¿Porquémehandegritarportodas partes: «¡Has cometido un crimen!»? Ahora que me he decidido aafrontarestevanodeshonormedoycuentadeloabsurdodemiproceder.Sólo

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porcobardíaypordebilidadvoyadarestepaso…,otalvezporelinterésdequemehablóPorfirio.

—Pero ¿qué dices, Rodia? —exclamó Dunia, consternada—. Hasderramadosangre.

—Sangre…, sangre…—exclamó el joven con creciente vehemencia—.Todo el mundo la ha derramado. La sangre ha corrido siempre en oleadassobrelatierra.LoshombresquelaviertencomoelaguaobtienenunpuestoenelCapitolioyeltítulodebienhechoresdelahumanidad.Analizaunpocolascosasantesdejuzgarlas.Yodeseabaelbiendelahumanidad,ycentenaresdemiles de buenas acciones habrían compensado ampliamente esta únicanecedad,mejordicho,estatorpeza,pueslaideanoeratanneciacomoahoraparece.Cuandofracasan,inclusolosmejoresproyectosparecenestúpidos.Yopretendíasolamenteobtenerlaindependencia,asegurarmisprimerospasosenlavida.Despuéslohabríareparadotodoconbuenasaccionesdegranalcance.Perofracasédesdeelprimermomento,yporesomeconsideranunmiserable.Sihubiese triunfado,mehabrían tejidocoronas;encambio,ahoracreenquesólosirvoparaquemeechenalosperros.

—Pero¿quédices,Rodia?

—Mesometo a la ética, perono comprendo enmodo algunoporqué esmásgloriosobombardearunaciudadsitiadaqueasesinaraalguienahachazos.El respeto a la ética es el primer signo de impotencia. Jamás he estado tanconvencido de ello como ahora. No puedo comprender, y cada vez locomprendomenos,cuálesmicrimen.

Su rostro, ajado y pálido, había tomado color, pero, al pronunciar estasúltimaspalabras,sumiradasecruzócasualmenteconladesuhermanayleyóen ella un sufrimiento tan espantoso, que su exaltación se desvaneció enuninstante.Nopudomenosdedecirsequehabíahechodesgraciadasaaquellasdos pobres mujeres, pues no cabía duda de que él era el causante de sussufrimientos.

—QueridaDunia,sisoyculpable,perdóname…,aunqueestoesimposiblesi soy verdaderamente un criminal…Adiós; no discutamos más. Tengo quemarcharmeenseguida.Teruegoquenomesigas.Tengoquepasartodavíaporcasa de…Ve a hacer compañía a nuestramadre, te lo suplico. Es el últimoruegoquetehago.Noladejessola.Lahedejadohundidaenunaangustiaalaque difícilmente se podrá sobreponer. Se morirá o perderá la razón. No temuevasdesulado.Rasumikhinenoosabandonará.Hehabladoconél.Noteaflijas.Meesforzaréporservalerosoyhonradodurantetodamivida,aunqueseaunasesino.Esposiblequeoigashablardemítodavía.Yaveráscomonotendréisqueavergonzarosdemí.Todavíaintentaréalgo.Yahora,adiós.

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Sehabíadespedidoapresuradamente,aladvertirunaextrañaexpresiónenlosojosdeDuniamientraslehacíasusúltimaspromesas.

—¿Porquélloras?Nollores,Dunia,nollores:algúndíanosvolveremosaver…¡Ah,espera!Semeolvidaba.

Seacercóalamesa,cogióungruesoyempolvadolibro,loabrióysacóunpequeño retrato pintado a la acuarela sobre una lámina de marfil. Era laimagende lahijadesupatrona,suantiguaprometida,aquellaextraña jovenquesoñabaconentrarenunconventoyquehabíamuertoconsumidapor lafiebre. Observó un momento aquella carita doliente, la besó y entregó elretratoaDunia.

—Lehablémuchasvecesde«eso».Sóloaellalehablé—dijo,recordando—.Le confiégranpartedemiproyecto, del planque tuvoun resultado tanlamentable.Perotranquilízate,Dunia:ellaserebelócontraesteactocomotehasrebeladotú.Ahoracelebroquehayamuerto.

Despuésvolvióasusinquietudes.

—Lomásimportanteessabersihepensadobienenelpasoquevoyadaryquemotivaráuncambiocompletodemivida.¿Estoypreparadoparasufrirlasconsecuenciasdelaresoluciónquevoyallevaracabo?Medicenqueesnecesario que pase por ese trance. Pero ¿es realmente preciso? ¿De quémeservirán esos absurdos sufrimientos? ¿Qué vigor habré adquirido y quénecesidad tendré de vivir cuando haya salido del presidio destrozado porveinte años de penalidades? ¿Y por qué he de entregarme ahoravoluntariamenteasemejantevida…?BienmehedadocuentaestamañanadequeerauncobardecuandovacilabaenarrojarmealNeva.

Alfinsemarcharon.Duranteestaescena,sóloelcariñoquesentíaporsuhermanohabíapodidososteneraDunia.

Se separaron, pero Dunetchka, después de haber recorrido no más decincuenta pasos, se volvió para mirar a su hermano por última vez. Y él,cuando llegó a la esquina, se volvió también. Sus miradas se cruzaron, yRaskolnikof, al ver los ojos de su hermana fijos en él, hizo un ademán deimpaciencia,inclusodecólera,invitándolaacontinuarsucamino.

«Soyduro,soymalo;nomecabeduda—sedijoavergonzadodesubruscoademán—; pero ¿por qué me quieren tanto si no lo merezco? ¡Ah, si yohubieraestadosolo,sinningúnafectoysinsentirlopornadie!Entoncestodohabríasidodistinto.Megustaríasabersienquinceoveinteañosmeconvertiréenunhombre tanhumildey resignadoquevenga a lloriquear ante toda esagentequemellamacanalla.Sí,asímeconsideran;poresoquierenenviarmeapresidio;nodeseanotracosa…Miradlos llenando lascallesen interminablesoleadas.Todos, desde el primerohasta el último, sonunosmiserables, unos

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canallas de nacimiento y, sobre todo, unos idiotas. Si alguien intentaralibrarmedelpresidio,sentiríanunaindignaciónrayanaenlaferocidad.¡Cómolosodio!»

Cayóenunprofundoensimismamiento.Sepreguntósillegaríarealmenteundíaenquesesometeríaantetodosyaceptaríasupropiasuertesinrazonar,conunaresignaciónyunahumildadsinceras.

«¿Por qué no?—se dijo—.Un yugo de veinte años ha de terminar pordestrozaraunhombre.Lagotadeaguahorada lapiedra.¿Yparaquévivir,para qué quiero yo la vida, sabiendo que las cosas han de ocurrir de estemodo?¿Porquévoyaentregarmecuandoestoyconvencidodequetodohadepasarasíynopuedoesperarotracosa?»

Másdecienvecessehabíahechoestapreguntadesdeeldíaanterior.Sinembargo,continuabasucamino.

CAPÍTULO8

CaíalatardecuandollegóacasadeSoniaSimonovna.Lajovenlehabíaestado esperando todo el día, presa de una angustia espantosa. Dunia habíacompartidoestaansiedad.AlrecordarqueeldíaanteriorSvidrigailoflehabíadichoqueSoniaSimonovnalosabíatodo,Dunetchkahabíaidoaverlaaquellamisma mañana. No entraremos en detalles sobre la conversación quesostuvieron las dosmujeres, las lágrimas que derramaron ni la amistad quenacióentreellas.

Enestaentrevista,Duniaobtuvoelconvencimientodequesuhermanonoestaríanuncasolo.Soniahabíasidolaprimeraenrecibirsuconfesión:Rodiasehabíadirigidoaellacuandosintió lanecesidaddeconfiarsusecretoaunser humano. A cualquier parte que el destino le llevara, ella le seguiría.AvdotiaRomanovnanohabíainterrogadosobreestepuntoaSonetchka,peroestabaseguradequeprocederíaasí.Mirabaalamuchachaconunaespeciedeveneraciónque laconfundía.LapobreSonia,queseconsideraba indignademiraraDunia,sesentíatanavergonzada,quepocofaltabaparaqueseechaseallorar.DesdeeldíaenquesevieronencasadeRaskolnikof,laimagendelaencantadoramuchachaquetanhumildementelahabíasaludadohabíaquedadograbadaenel almadeDuniacomounade lasmásbellasypurasquehabíavistoensuvida.

Al fin, Dunetchka, incapaz de seguir conteniendo su impaciencia, habíadejadoaSoniay sehabíadirigidoacasade suhermanoparaesperarloallí,seguradequealfinllegaría.

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Apenasvolvióaversesola,Soniasintióunaprofundaintranquilidadantela ideadequeRaskolnikofpodíahabersesuicidado.Este temoratormentabatambién aDunia.Durante todo el día,mientras estuvieron juntas, se habíandado mil razones para rechazar semejante posibilidad y habían conseguidoconservar en parte la calma, pero apenas se hubieron separado, la inquietudrenació por entero en el corazón de una y otra. Sonia se acordó de queSvidrigailoflehabíadichoqueRaskolnikofsóloteníadossoluciones:Siberiao…Por otra parte, sabía queRodia tenía un orgullo desmedido y carecía desentimientosreligiosos.

«¿Es posible que se resigne a vivir sólo por cobardía, por temor a lamuerte?», se preguntó de pie junto a la ventana y mirando tristemente alexterior.

Sóloveíalagranpared,nisiquierablanqueada,delacasadeenfrente.Alfin,cuandoyanoabrigabalamenordudaacercadelamuertedeldesgraciado,ésteapareció.

Un grito de alegría se escapó del pecho de Sonia, pero cuando huboobservadoatentamentelacaradeRaskolnikof,lajovenpalideció.

—Aquíme tienes,Sonia—dijoRodionRomanovitchconunasonrisadeburla—.Vengoenbuscadetuscruces.Túmismameenviasteaconfesarmidelitopúblicamenteporlasesquinas.¿Porquétienesmiedoahora?

Sonialemirabaconungestodeestupor.Suacentoleparecíaextraño.Unestremecimiento glacial le recorrió todo el cuerpo. Pero en seguida advirtióque aquel tono, e incluso las mismas palabras, era una ficción de Rodia.Además,Raskolnikof,mientraslehablaba,evitabaquesusojosseencontraranconlosdeella.

—He pensado, Sonia, que, en interésmío, debo obrar así, pues hay unacircunstanciaque…Peroestoseríademasiadolargodecontar,demasiadolargoy,además,inútil.Peromeocurreunacosa:meirritapensarquedentrodeunosinstantestodosesosbrutosmerodearán,fijaránsusojosenmíymeharánunaseriedepreguntasneciasalasquetendréquecontestar.Meapuntaránconeldedo…NoiréaveraPorfirio.Lotengoatragantado.Prefieropresentarmeamiamigoel«tenientePólvora».Sequedaráboquiabierto.Seráungolpe teatral.Pero necesitaré serenarme: estoy demasiado nervioso en estos últimostiempos.Aunqueteparezcamentira,acabodelevantarelpuñoamihermanaporquesehavueltoparavermeporúltimavez.Esunavergüenzasentirsetanvil.Hecaídomuybajo…Bueno,¿dóndeestánesascruces?

Raskolnikofestabafueradesí.Nopodíapermanecerquietounmomentonifijarsupensamientoenningunaidea.Sumentepasabadeunacosaaotraenrepentinossaltos.Empezabaadesvariarysusmanostemblabanligeramente.

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Sonia,sindesplegarloslabios,sacódeuncajóndoscruces,unademaderadeciprésylaotradecobre.Luegosesantiguó,bendijoaRodiaylecolgódelcuellolacruzdemadera.

—Enresumidascuentas,estosignificaqueacabodecargarconunacruz.¡Je,je!Comosifuerapocoloquehesufridohastahoy…Unacruzdemadera,es decir, la cruz de los pobres. La de cobre, que perteneció a Lisbeth, te laquedas para ti. Déjame verla. Lisbeth debía de llevarla en aquel momento.¿Verdadquela llevaba?Recuerdootrosdosobjetos:unacruzdeplatayunapequeña imagen. Las arrojé sobre el pecho de la vieja. Eso es lo que debíallevarahoraenmicuello…Peronodigomásquetonteríasymeolvidodelascosas importantes. ¡Estoy tan distraído! Oye, Sonia, he venido sólo paraprevenirte,paraquelosepastodo…Paraesoynadamás…Perono,creoquequeríadecirtealgomás…Túmismahasqueridoquedieraestepaso.Ahoramemeterán en la cárcel y tu deseo se habrá cumplido…Pero ¿por qué lloras?¡Bueno,bastaya!¡Quéenojosoestodoesto!

Sinembargo,laslágrimasdeSonialehabíanconmovido;sentíaunafuertepresiónenelpecho.

«Pero¿quérazónhayparaqueestétanapenada?—pensó—.¿Quésoyyoparaella?¿Porquéllorayquiereacompañarme,porlejosquevaya,comosifueramihermanaomimadre?¿Querrásermicriada,miniñera…?»

—Santíguate…Di al menos unas cuantas palabras de alguna oración—suplicólamuchachaconvozhumildeytemblorosa.

—Loharé.Rezarétantocomoquieras.Ydetodocorazón,Sonia,detodocorazón.

Peronoeraexactamenteestoloquequeríadecir.

Hizovariasveceslaseñaldelacruz.Soniacogiósuchalyseenvolvióconéllacabeza.Eraunchaldepañoverde,seguramenteelmismodelquehablaraMarmeladofenciertaocasiónyqueservíapara toda la familia.Raskolnikofpensóenello,peronohizopreguntaalguna.Empezabaasentirseincapazdefijarsuatención.Unaturbacióncrecienteledominaba,y,aladvertirlo,sintióuna profunda inquietud. De pronto observó, sorprendido, que Sonia sedisponíaaacompañarle.

—¿Qué haces? ¿Adónde vas? No, no; quédate; iré solo—dijo, irritado,mientras se dirigía a la puerta—. No necesito acompañamiento—gruñó alcruzarelumbral.

Soniapermanecióinmóvilenmediodelahabitación.Rodianisiquieralehabía dicho adiós: se había olvidado de ella. Un sentimiento de duda y derebeldíallenabasucorazón.

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«¿Debo hacerlo?—se preguntómientras bajaba la escalera—. ¿No seríapreferiblevolveratrás,arreglarlascosasdeotromodoynoiraentregarme?

Pero continuó su camino, y de pronto comprendió que la hora de lasvacilacioneshabíapasado.

Yaenlacalle,seacordódequenohabíadichoadiósaSoniaydequelajoven, conel chal en la cabeza, habíaquedadoclavadaen el suelo al oír sugritodefuror…Estepensamientolodetuvouninstante,peroprontosurgiócontoda claridad en su mente una idea que parecía haber estado rondandovagamentesucerebroenesperadeaquelmomentoparamanifestarse.

«¿Paraquéheidoasucasa?Lehedichoqueibaporunasunto.Pero¿quéasunto?Notengoninguno.¿Paraanunciarlequeibaapresentarme?¡Comosiesto fuera necesario! ¿Será que la amo?Nopuede ser, puesto que acabo derechazarla como a un perro. ¿Acaso tenía yo alguna necesidad de la cruz?¡Québajohecaído!Loqueyonecesitabaeransuslágrimas,loquequeríaerarecrearme ante la expresión de terror de su rostro y las torturas de sudesgarradocorazón.Además,deseabaaferrarmea cualquier cosaparaganartiempo y contemplar un rostro humano… ¡Y he osado enorgullecerme,creermellamadoaunaltodestino!¡Quémiserableyquécobardesoy!

Avanzaba a lo largo del malecón del canal y ya estaba muy cerca deltérminodesucamino.Peroalllegaralpuentesedetuvo,vacilóunmomentoy,depronto,sedirigióalaplazadelMercado.

Miraba ávidamente a derecha e izquierda. Se esforzaba por examinaratentamentelascosasmásinsignificantesqueencontrabaensucamino,peronopodíafijarlaatención:todoparecíahuirdesumente.

«Dentro de una semana o de un mes —se dijo— volveré a pasar estepuente en un coche celular… ¿Cómomiraré entonces el canal? ¿Volveré afijarme en el rótulo que ahora estoy leyendo? En él veo la palabra"Compañía".¿Leerélasletrasunaaunacomoahora?Esa"a"queahoraestoyviendo, ¿me parecerá la misma dentro de un mes? ¿Qué sentiré cuando lamire? ¿Qué pensaré entonces? ¡Dios mío, qué mezquinas son estaspreocupaciones…!Verdaderamente,todoestodebedesercurioso…dentrodesugénero…¡Ja,ja,ja!¡Quécosassemeocurren!Estoyhaciendoelniñoymegusta mostrarme así a mí mismo… ¿Por qué he de avergonzarme de mispensamientos…?¡Québarahúnda…!Esegordinflón,quesindudaesalemán,acabadeempujarme,pero¡quélejosestádesaberaquiénhaempujado!Esamujerquetieneunniñoenbrazosypidelimosnamecree,nocabedudamásfeliz que ella. Sería chocante que pudiera socorrerla… ¡Pero si llevo cincokopeksenelbolsillo!¿Cómodiablohabránvenidoapararaquí?»

—Toma,hermana.

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—QueDiosselopague—dijoconvozlastimeralamendiga.

Llegó a la plaza del Mercado. Estaba llena de gente. Le molestabacodearse con aquellamultitud, sí, lemolestaba profundamente, pero no poresodejabadedirigirsealoslugaresdondelamuchedumbreeramáscompacta.Habría dado cualquier cosa por estar solo, pero, al mismo tiempo, se dabacuentadequenopodríasoportarlasoledadunsoloinstante.Enmediodelamultitud, un borracho se entregaba a las mayores extravagancias: intentababailar,peroloúnicoqueconseguíaeracaer.Loscuriososlehabíanrodeado.Raskolnikof se abrió paso entre ellos y llegó a la primera fila. Estuvocontemplando un momento al borracho y, de pronto, se echó a reírconvulsivamente. Poco después se olvidó de todo. Estuvo aún unmomentomirandoalhombrebebidoyluegosealejódelgruposindarsecuentadellugardondesehallaba.Pero,alllegaralcentrodelaplaza,leasaltóunasensaciónqueseapoderódetodosuser.

AcababadeacordarsedeestaspalabrasdeSonia:«Vealaprimeraesquina,saludaalagente,besalatierraquehasmancilladocontucrimenydienvozalta,paraquetodoelmundoteoiga:"¡Soyunasesino!"»

Ante este recuerdo empezó a temblar de pies a cabeza. Estaba tananiquiladoporlasinquietudesdelosdíasúltimosy,sobretodo,delasúltimashoras, que se abandonó ávidamente a la esperanza de una sensación nueva,fuerteyprofunda.Lasensaciónseapoderódeélcontalfuerza,quesacudiósucuerpo,iluminósucorazóncomounacentellayalpuntoseconvirtióenfuegodevorador.Unainmensaternuraseadueñódeél;laslágrimasbrotarondesusojos.Sinvacilar,sedejócaerderodillasenelsuelo,seinclinóybesólatierra,el barro, con verdadero placer. Después se levantó y en seguida volvió aarrodillarse.

—¡Éstehabebidolosuyo!—dijounjovenquepasabacerca.

Elcomentariofueacogidocongrandescarcajadas.

—EsunperegrinoqueparteparaTierraSanta,hermanos—dijootro,quehabíabebidomásdelacuenta—,yquesedespidedesusamadoshijosydesupatria.Saludaatodosybesaelsuelopatrioensucapital,SanPetersburgo.

—Estodavíajoven—observóuntercero.

—Esunnoble—dijounavozgrave.

—Hoyendíaesimposibledistinguiralosnoblesdelosquenoloson.

Estos comentarios detuvieron en los labios de Raskolnikof las palabras«Soyunasesino»quesedisponíaapronunciar.Sinembargo,soportócongrancalmalasburlasdelamultitud,selevantóy,sinvolverse,echóaandarhacialacomisaría.

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Prontoaparecióalguienensucamino.Noseasombró,porqueloesperaba.Enelmomento enque sehabía arrodilladopor segundavez en laplazadelMercadohabíavistoaSoniaasuizquierda,aunoscincuentapasos.Tratabadepasarinadvertidaparaél,ocultándosetrasunadelasbarracasdemaderaquehabía en la plaza. Comprendió que quería acompañarle mientras subía suCalvario.

EnestemomentosehizolaluzenlamentedeRaskolnikof.ComprendióqueSonialepertenecíaparasiempreyqueleseguiríaatodaspartes,aunquesu destino le condujera al fin delmundo. Este convencimiento le trastornó,peroenseguidaadvirtióquehabíallegadoaltérminofataldesucamino.

Entróenelpatioconpasofirme.Lasoficinasdelacomisaríaestabaneneltercerpiso.

«Eltiempoquetardeensubirmepertenece»,sedijo.

Elminutofatídicoleparecíalejano.Aúntendríatiempodepensarlobien.

Encontró laescaleracomo lavezanterior:cubiertadebasurasy llenadelosoloresinfectosquesalíandelascocinascuyaspuertasseabríansobrelosrellanos.Raskolnikofnohabíavueltoa lacomisaríadesdesuprimeravisita.Sus piernas se negaban a obedecerle y le impedían avanzar. Se detuvo unmomentoparatomaraliento,recobrarseyentrarcomounhombre.

«Pero¿porquéhedepreocuparmedelmododeentrar?—sepreguntódepronto—.Detodasformas,hedeapurarlacopa.¿Quéimporta,pues,elmodode bebérmela? Cuanto más amargue el contenido, más mérito tendrá misacrificio.»

PensódeprontoenIliaPetrovitch,el«tenientePólvora».

«Pero¿esquesóloconélpuedohablar?¿Acasonopodríadirigirmeaotro,a Nikodim Fomitch, por ejemplo? ¿Y si volviera atrás y fuese a visitar alcomisariodepolicíaensudomicilio?Entonceslaescenasedesarrollaríadeunmodo menos oficial y menos…No, no; me enfrentaré con el "tenientePólvora".Puestoquehayquebeberselacopa,melabeberédeunavez.»

Y presa de un frío de muerte, con movimientos casi inconscientes,Raskolnikofabriólapuertadelacomisaría.

Estavezsólovioenlaantecámaraunordenanzayunhombredelpueblo.Ni siquiera apareció el gendarme de guardia. Raskolnikof pasó a la piezainmediata.

«Alomejor,nopuedodecirnadatodavía»,pensó.

Unempleadoquevestíadepaisanoynoeluniformereglamentarioescribíainclinadosobresumesa.Zamiotofnoestaba.Elcomisario,tampoco.

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—¿Nohaynadie?—preguntóalescribiente.

—¿Aquiénquierever?

Enestosedejóoírunavozconocida.

—Nonecesitooídosniojos:cuandollegaunruso,perciboporinstintosupresencia…,comodiceelcuento.Encantadodeverle.

Raskolnikofempezóatemblar.El«tenientePólvora»estabaanteél.Habíasalidodeprontodelatercerahabitación.

«Eseldestino—pensóRaskolnikof—.¿Quéhaceestehombreaquí?»

—¿Vieneustedavernos?¿Conquéobjeto?

Parecíaestardeexcelentehumorybastanteanimado.

—Si ha venido usted por algún asunto del despacho —continuó—, esdemasiado temprano. Yo estoy aquí por casualidad…Dígame: ¿puedo serleútil en algo? Le aseguro, señor… ¡Caramba no me acuerdo del apellido!Perdóneme…

—Raskolnikof.

—¡Ah,sí!Raskolnikof.Losiento,perosemehabíaidodelamemoria…Leruegoquemeperdone,RodionRo…Ro…Rodionovitch,¿no?

—RodionRomanovitch.

—¡Eso es: Rodion Romanovitch! Lo tenía en la punta de la lengua. Heprocuradotenernoticiasdeustedconfrecuencia.Leaseguroquehelamentadoprofundamente nuestro comportamiento con usted hace unos días. Despuéssupequeeraustedescritor,inclusounsabio,enelprincipiodesucarrera.¿Yqué escritor joven no ha empezado por…?Tantomimujer como yo somosaficionadosalalectura.Peromimujermeaventaja:sienteverdaderapasión,unaespeciedelocura,porlasletrasylasartes…Exceptolanoblezadesangre,todolodemáspuedeadquirirsepormediodeltalento,elgenio,lasabiduría,lainteligencia.Fijémonos,porejemplo,enunsombrero.¿Quéesunsombrero?Sencillamente,unacosaquesepuedecomprarencasadeZimmermann.Perolo que queda debajo del sombrero, usted no lo podrá comprar…Le aseguroqueinclusoestuveapuntodeiravisitarlo,peromedijeque…Bueno,atodoestonolehepreguntadoquéesloquedesea…SufamiliaestáenPetersburgo,¿verdad?

—Sí,mimadreymihermana.

—Inclusohetenidoelhonoryelplacerdeconocerasuhermana,personatan encantadora como instruida. Le confieso que lamento profundamentenuestro altercado. En cuanto a las conjeturas que hicimos sobre su

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desvanecimiento,todohaquedadoexplicadodeunmodoquenodejalugaradudas.Fueunaofuscación,undesatino.Suindignaciónesmuyexplicable…¿Sevaustedamudaracausadelallegadadesufamilia?

—No, no; no es eso. Yo venía para…Creía que encontraría aquí aZamiotof.

—Yacomprendo.Heoídodecirqueeranustedesamigos.Puesbien,yanoestáaquí.Desdeanteayernosvemosprivadosdesusservicios.Discutióconnosotrosy estuvobastantegrosero.Habíamos fundadociertas esperanzas enél, pero ¡vaya usted a entenderse con nuestra brillante juventud! Se le hametido en la cabeza presentarse a unos exámenes sólo para poder darseimportancia. No tiene nada en común con usted ni con su amigo el señorRasumikhine.Ustedesvivenparalaciencia,ylosrevesesnopuedenabatirlos.Las diversiones no son nada para ustedes. Nihil esi, como dicen. Ustedesllevan una vida austera, monástica, y un libro, una pluma en la oreja, unaindagación científica, bastan para hacerlos felices. Incluso yo, hasta ciertopunto…¿HaleídoustedlasMemoriasdeLivingstone?

—No.

—Yosíquelasheleído.Desdehacealgúntiempo,elnúmerodenihilistashaaumentadoconsiderablemente.Estoesmuycomprensiblesiunopiensaenla época que atravesamos. Pero le digo esto porque…Usted no es nihilista,¿verdad?Respóndamefrancamente.

—Nolosoy.

—Seafranco,tanfrancocomoloseríaconustedmismo.Laobligaciónesunacosa,yotrala…Creíaustedqueibaadecirla«amistad»,¿verdad?Puessehaequivocado:noibaadecirlaamistad,sinoelsentimientodehombreydeciudadano, un sentimiento de humanidad y de amor alAltísimo.Yo soy unpersonajeoficial,unfuncionario,peronoporesodebosermenosciudadanoymenoshombre…HablábamosdeZamiotof, ¿verdad?Puesbien,Zamiotof esunmuchachoquequiere imitara los francesesdevidadisipada.DespuésdebeberseunvasodechampánodevinodelDonenunestablecimientodemalafama,empiezaaalborotar.AsíessuamigoZamiotof.Estuvetalvezunpocofuerte con él, pero es que me dejé llevar de mi celo por los intereses delservicio.Porotraparte,yodesempeñociertopapelenlasociedad,tengounacategoría,unaposición.Además,estoycasado,soypadredefamiliaycumplomisdeberesdehombreydeciudadano.Encambio,él¿quées?Permítamequese lo pregunte. Me dirijo a usted como a un hombre ennoblecido por laeducación.¿Yquémedicedelascomadronas?Tambiénsehanmultiplicadodeunmodoexorbitante…

Raskolnikof arqueó las cejas y miró al oficial con una expresión de

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desconcierto.Lamayoríadelaspalabrasdeaquelhombre,queevidentementeacababade levantarse de lamesa, carecíanpara él de sentido.Sin embargo,comprendiópartedeellasyobservabaasuinterlocutorconunainterrogaciónmudaenlosojos,preguntándoseadóndelequeríallevar.

—Merefieroaesasmuchachasdecabelloscortos—continuóelinagotableIliaPetrovitch—.Lasllamoatodascomadronasyconsideroqueelnombrelescuadra admirablemente. ¡Je, je! Se introducen en la escuela deMedicina yestudiananatomía.Peroleaseguroquesicaigoenfermo,nomedejarécurarporningunadeellas.¡Je,je!

IliaPetrovitchsereía,encantadodesuingenio.

—Admito que todo eso es solamente sed de instrucción; pero ¿por quéentregarse a ciertos excesos? ¿Por qué insultar a las personas de elevadaposición,comohaceesetunantedeZamiotof?¿Porquémehaofendidoamí,preguntoyo…?Otraepidemiaquehaceespantososestragosesladelsuicidio.Secomenhastaelúltimocéntimoquetienenydespuéssematan.Muchachas,hombres jóvenes, viejos, se quitan la vida. Por cierto que acabamos deenterarnosdequeunseñorquellegóhacepocodeprovinciassehasuicidado.NilPavlovitch, ¡eh,NilPavlovitch!¿Cómose llamaesecaballeroquesehalevantadolatapadelossesosestamañana?

—Svidrigailof—respondióunavozroncaeindiferentedesdelahabitaciónvecina.

Raskolnikofseestremeció.

—¿Svidrigailof?¿SehamatadoSvidrigailof?—exclamó.

—¿Cómo?¿Leconocíausted?

—Sí…Habíallegadohacíapoco.

—Enefecto.Habíaperdidoasumujer.Eraunhombredadoalacrápula.Yde pronto se suicida. ¡Y de quémodo!No se lo puede usted imaginar…Hadejadounaspalabrasescritasenunblocdenotas,declarandoquemoríaporsupropiavoluntadyquenosedebíaculparanadiedesumuerte.Dicenqueteníadinero.¿Cómoesqueloconoceusted?

—¿Yo?Pues…Mihermanafueinstitutrizensucasa.

—Entonces,ustedpuedefacilitarnosdatossobreél.¿Sospechabaustedsuspropósitos?

—Leviayer.Estababebiendochampán.Noobservéenélnadaanormal.

Raskolnikofteníalaimpresióndequehabíacaídounpesoenormesobresupechoyloaplastaba.

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—Otra vez se ha puesto usted pálido. ¡Está tan cargada la atmósfera enestasoficinas!

—Sí —murmuró Raskolnikof—. Me marcho. Perdóneme por haberlemolestado.

—Nodigaustedeso.Estoysiempreasudisposición.Suvisitahasidoparamíunaverdaderasatisfacción.

YtendiólamanoaRodionRomanovitch.

—SóloqueríaveraZamiotof.

—Comprendido.Encantadodésuvisita.

—Yotambién…hetenidomuchogustoenverle–dijoRaskolnikofconunasonrisa—.Ustedsigabien.

Salió de la comisaría con paso vacilante. La cabeza le daba vueltas. Lecostabagrantrabajomantenersesobresuspiernas.Empezóabajarlaescaleraapoyándoseenlapared.Leparecióqueunordenanzaquesubíaalacomisaríatropezóconél;que,alllegaralprimerpiso,oyóladraraunperro,yvioqueunamujerlearrojabaunrodillodepasteleríamientraslegritabaparahacerlecallar.Al fin llegó a la planta baja y salió a la calle. Entonces vio a Sonia.Estaba cerca del portal, y, pálida como una muerta, le miraba con unaexpresión de extravío. Raskolnikof se detuvo ante ella. Una sombra desufrimiento y desesperación pasó por el semblante de la joven. Enlazó lasmanos,yunasonrisaquenofuemásqueunamuecaletorcióloslabios.Rodiapermanecióuninstanteinmóvil.Luegosonrióamargamenteyvolvióasubiralacomisaría.

IliaPetrovitch,sentadoasumesa,hojeabaunmontóndepapeles.ElmujikqueacababadetropezarconRaskolnikofestabadepieanteél.

—¿Ustedotravez?¿Selehaolvidadoalgo?¿Quélepasa?

Con los labios amoratados y la mirada inmóvil, Raskolnikof se acercólentamentealamesadeIliaPetrovitch,apoyólamanoenellaeintentóhablar,pero ni una sola palabra salió de sus labios: sólo pudo proferir sonidosinarticulados.

—¿Sesienteustedmal?¡Unasilla!Siéntese.¡Traiganagua!

Raskolnikof sedejó caer en la silla sin apartar losojosdel rostrode IliaPetrovitch,dondeseleíaunaprofundasorpresa.Duranteunminuto,losdossemiraronensilencio.Trajeronagua.

—Fuiyo…—empezóadecirRaskolnikof.

—Beba.

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El joven rechazó el vaso y, en voz baja y entrecortada, pero con todaclaridad,hizolasiguientedeclaración:

—Fuiyoquienasesinóahachazos,pararobarles,alaviejaprestamistayasuhermanaLisbeth.

Ilia Petrovitch abrió la boca. Acudió gente de todas partes. Raskolnikofrepitiósuconfesión.

****

EPÍLOGO

PARTE1

EnSiberia,aorillasdeunanchoríoquediscurreportierrasdesiertashayunaciudad,unode loscentrosadministrativosdeRusia.Laciudadcontieneuna fortaleza, y la fortaleza, una prisión. En este presidio está desde hacenuevemeseselcondenadoatrabajosforzadosdelasegundacategoríaRodionRaskolnikof. Cerca de año y medio ha transcurrido desde el día en quecometiósucrimen.Lainstruccióndesuprocesonotropezócondificultades.Elculpablerepitiósuconfesióncontantaenergíacomoclaridad,sinembrollarlas circunstancias, sin suavizar el horror de su perverso acto, sin alterar laverdaddeloshechos,sinolvidarelmenorincidente.Relatócontododetalleelasesinatoyaclaróelmisteriodelobjetoencontradoenlasmanosdelavieja,que era, como se recordará, un trocito de madera unido a otro de hierro.Explicó cómo había cogido las llaves del bolsillo de la muerta y describióminuciosamente tanto el cofre al que las llaves se adaptaban como sucontenido.

Inclusoenumeróalgunosdelosobjetosquehabíaencontradoenelcofre.Explicó la muerte de Lisbeth, que había sido hasta entonces un enigma.RefiriócómoKoch,seguidomuyprontoporelestudiante,habíagolpeadolapuertayrepitiópalabraporpalabralaconversaciónqueambossostuvieron.

Después él se había lanzado escaleras abajo; había oído las voces deMikolkayMitriysehabíaescondidoeneldepartamentodesalquilado.

Finalmente habló de la piedra bajo la cual había escondido (y fueronencontrados)losobjetosylabolsarobadosalavieja,indicandoquetalpiedraestabacercadelaentradadeunpatiodelbulevarVosnesensky.

Enunapalabra,aclaró todos lospuntos.Variascosassorprendierona losmagistrados y jueces instructores, pero lo que más les extrañó fue que el

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culpablehubieraescondidosubotínsinsacarprovechodeél,ymásaún,queno solamente no se acordara de los objetos que había robado, sino que nisiquierapudieraprecisarsunúmero.

Aúnsejuzgabamásinverosímilquenohubieraabiertolabolsaysiguieraignorandoloquecontenía.Enellaseencontrarontrescientosdiecisieterublosytrespiezasdeveintekopeks.Losbilletesmayores,porestarcolocadossobrelos otros, habían sufrido considerables desperfectos al permanecer tantotiempobajo la piedra. Se estuvomucho tiempo tratando de comprender porqué el acusado mentía sobre este punto —pues así lo creían—, habiendoconfesadoespontáneamentelaverdadsobretodoslosdemás.

Alfinalgunospsicólogosadmitieronquepodíanohaberabiertolabolsayhabersedesprendidodeellasinsaberloquecontenía,delocualseextrajolaconclusióndequeelcrimensehabíacometidobajolainfluenciadeunataquedelocurapasajera:elculpablesehabíadejadollevardelamaníadelasesinatoyel robo, sinningún fin interesado.Fueunabuenaocasiónparaapoyaresateoríaconlaqueseintentaactualmenteexplicarciertoscrímenes.

Además, queRaskolnikof era un neurasténico quedó demostrado por lasdeclaraciones de varios testigos: el doctor Zosimof, algunos camaradas deuniversidaddelprocesado,supatrona,Nastasia…

Todo esto dio origen a la idea de que Raskolnikof no era un asesinocorriente,unladrónvulgar,sinoquesucasoeramuydistinto.Paradecepcióndelosqueopinabanasí,elprocesadonoseaprovechódeelloparadefenderse.Interrogadoacercadelosmotivosquelehabíanimpulsadoalcrimenyalroborespondió con brutal franqueza que losmóviles habían sido lamiseria y eldeseo de abrirse paso en la vida con los tresmil rublos comomínimo queesperabaencontrarencasadelavíctima,yquehabíasidosucarácterbajoyligero,agriadoademásporlosfracasosylasprivaciones,loquehabíahechodeélunasesino.Ycuandoselepreguntóquéeraloquelehabíaimpulsadoapresentarsealajusticia,contestóqueunarrepentimientosincero.Enconjunto,sudeclaraciónprodujomalefecto.

Sinembargo, lacondenafuemenosgravede loqueseesperaba.Talvezfavorecióalacusadoelhechodeque,lejosdepretenderjustificarse,sehabíadedicado a acumular cargos contra sí mismo. Todas las particularidadesextrañasdelacausasetomaronenconsideración.Elmalestadodesaludylamiseria en que se hallaba antes de cometer el crimen no podían ponerse enduda.Elhechodequeno sehubiera aprovechadodelbotín se atribuyó,porunaparte,aunremordimientotardíoy,porotra,aunestadodeperturbaciónmental en el momento de cometer el crimen. La muerte impremeditada deLisbethfueundetallefavorableaestaúltimatesis,puesnoteníaexplicaciónqueunhombrecometieradosasesinatos¡habiéndosedejadolapuertaabierta!

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Finalmente,elculpablesehabíapresentadoalajusticiaporsupropioimpulsoy en un momento en que las falsas declaraciones de un fanático (Nicolás)habíanembrolladoelprocesoycuando,además,lajusticianosólonoposeíaninguna prueba contra el culpable, sino que ni siquiera sospechaba de él.(PorfirioPetrovitchhabíamantenidoreligiosamentesupalabra.)

Todas estas circunstancias contribuyeronconsiderablemente a suavizar elveredicto.Además,enelcursode losdebatessehabíanpuestoenevidenciaotros hechos favorables al acusado: los documentos presentados por elestudiante Rasumikhine demostraban que, durante su permanencia en launiversidad, el asesino Raskolnikof se había repartido por espacio de seismeses sus escasos recursos, hasta el último kopek, con un compañeronecesitadoytuberculoso.Cuandoéstemurió,Raskolnikofprestótodalaayudaposiblealpadredeldifunto,unancianoqueerayacomounniñoydelquesuhijo se había tenido que cuidar desde que tenía trece años.Rodia consiguióqueloadmitieranenunasiloymástarde,cuandomurió,pagósuentierro.

Todosestostestimoniosfavorecieronengranmedidaalacusado.Laviudade Zarnitzine, su antigua patrona y madre de la difunta prometida, acudiótambiénadeclararydijoqueenlaépocaenquevivíaenlasCincoEsquinas,teniendo a Raskolnikof como huésped, una noche se había declarado unincendioen lacasavecina,y supupilo,conpeligrodeperder lavida,habíasalvado a dos niños de las llamas, sufriendo algunas quemaduras. Estadeclaración fue escrupulosamente comprobada mediante una encuesta:numerosos testigos certificaron su exactitud. En resumidas cuentas, que eltribunal, teniendo en consideración la declaración espontánea del culpable ysus buenos antecedentes, sólo lo condenó a ocho años de trabajos forzados(segundacategoría).

Apenas comenzaron los debates, lamadre deRaskolnikof cayó enferma.DuniayRasumikhineconsiguieronmantenerlaalejadadePetersburgodurantetoda la instrucción del sumario.Dmitri Prokofitch alquiló una casa para lasmujeres en un pueblo de las cercanías de la capital por el que pasaba elferrocarril. Así pudo seguir toda la marcha del proceso y visitar con ciertafrecuenciaaAvdotiaRomanovna.LaenfermedaddePulqueriaAlejandrovnaera una afección nerviosa bastante rara, acompañada de una perturbaciónparcialdelasfacultadesmentales.

Alvolveracasa tras suúltimavisitaa suhermano,Duniaencontróa sumadrecon fiebrealtaydelirando.AquellamismanochesepusodeacuerdoconRasumikhinesobreloquedebíandeciraPulqueriaAlejandrovnacuandolespreguntaraporRodia.Urdieron todaunanovelaen tornoa lamarchadeRodion a una provincia de los confines de Rusia con una misión que lereportaríatantohonorcomoprovecho.Pero,parasorpresadelosdosjóvenes,PulqueriaAlejandrovnano les hizo jamáspregunta alguna sobre este punto.

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Había inventadosupropiahistoriaparaexplicar lamarchaprecipitadadesuhijo.Refería llorando, la escenade ladespedidaydabaa entenderque sóloella conocía ciertos hechos misteriosos e importantísimos. Afirmaba queRodiateníaenemigospoderososdelosqueseveíaobligadoaocultarse,ynodudabadequealcanzaríaunabrillanteposicióncuandolograseallanarciertasdificultades.DecíaaRasumikhinequesuhijoseríaunhombredeEstado.Paraellosefundabaenelartículoquehabíaescritoyquedenotaba,segúnella,untalentoliterarioexcepcional.Leíasincesaresteartículo,avecesenvozalta.Noseapartabadeélni siquieracuandose ibaadormir.Peronopreguntabanunca dónde estaba Rodia, aunque el cuidado que tenían su hija yRasumikhineeneludirestacuestióndebíadeparecersospechosa.Elextrañomutismo en que se encerraba PulqueriaAlejandrovna acabó por inquietar aDunia y aDmitri Prokofitch.Ni siquiera se quejaba del silencio de su hijo,siendoasíque,cuandoestabanenelpueblo,vivíadelaesperanzaderecibiralfinunacartadesuqueridoRodia.EstopareciótaninexplicableaDunia,quelajovenllegóasentirseverdaderamentealarmada.Sedijoquesumadredebíade presentir que había ocurrido a Rodia alguna gran desgracia y que no seatrevíaapreguntarpor temoraoíralgomáshorriblede loqueellasuponía.Fuera como fuese, Dunia se daba perfecta cuenta de que su madre teníatrastornadoelcerebro.Sinembargo,unpardevecesPulqueriaAlejandrovnahabía conducido la conversación de modo que tuvieran que decirle dóndeestabaRodia.Lasvagaseinquietasrespuestasquerecibiólasumieronenunaprofundatristezaydurantemuchotiemposelaviosombríaytaciturna.

Finalmente, Dunia comprendió que mentir continuamente e inventarhistoria tras historia era demasiado difícil y decidió guardar un silencioabsolutosobreciertospuntos.Sinembargo,cadavezeramásevidentequelapobre madre sospechaba algo horrible. Dunia recordaba perfectamente que,segúnRodialehabíadicho,sumadrelahabíaoídosoñarenvozaltalanochequesiguióasuconversaciónconSvidrigailof.Laspalabrasquehabíadejadoescaparensueñostalvezhabíandadounaluzalapobremujer.Aveces,trasdíasosemanasdelágrimasysilencio,PulqueriaAlejandrovnaseentregabaauna agitaciónmorbosa y empezaba amonologar envoz alta, a hablar de suhijo, de sus esperanzas, del porvenir. Sus fantasías eran a veces realmenteextrañas.DuniayRasumikhineleseguíanlacorriente,yella talvezsedabacuenta,peronoporesocesabadehablar.

La sentencia se dictó cincomeses después de la confesión del culpable.Rasumikhinevisitóasuamigoenlaprisióncontantafrecuenciacomolefueposible,ySoniaigualmente.Llegóalfinelmomentodelaseparación.DuniayRasumikhineestabansegurosdequenoseríaeterna.Elfogosojovenhabíaconcebido ciertos proyectos y estaba firmemente resuelto a cumplirlos. SeproponíareuniralgúndinerodurantelostresocuatroañossiguientesyluegotrasladarseconlafamiliadeRodiaaSiberia,paísrepletoderiquezaquesólo

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esperababrazosycapitalesparacobrarvalidez.SeinstalaríanenlapoblacióndondeestuvieraRodiayempezaríantodosjuntosunavidanueva.

Todosderramaronlágrimasaldecirseadiós.Losúltimosdías,Raskolnikofse mostró profundamente preocupado. Estaba inquieto por su madre ypreguntaba continuamente por ella. Esta ansiedad acabó por intranquilizar aDunia. Cuando le explicaron detalladamente la enfermedad que padecíaPulqueriaAlejandrovna,elsemblantedeRodiaseensombreciótodavíamás.

ASoniaapenasledirigíalapalabra.ContandoconeldineroquelehabíaentregadoSvidrigailof,lajovensehabíapreparadohacíatiempoparaseguiralconvoydepresosdequeformaraparteRaskolnikof.Jamáshabíancambiadounasolapalabrasobreestepunto;perolosdossabíanqueseríaasí.

En el momento de los últimos adioses, el condenado tuvo una sonrisaextrañaaloírquesuhermanayRasumikhinelehablabanconentusiasmodelavidaprósperaque les esperaba cuando él saliera del presidio.Rodiapreveíaque laenfermedaddesumadre tendríaundesenlacedoloroso.Al finpartió,seguidodeSonia.

Dos meses después, Dunetchka y Rasumikhine se casaron. Fue unaceremoniatristeysilenciosa.EntrelosinvitadosfigurabanPorfirioPetrovitchyZamiotof.

Desdehacíaalgúntiempo,Rasumikhinedabamuestrasdeunaresolucióninquebrantable. Dunia tenía fe ciega en él y creía en la realización de susproyectos.Enverdad,habríasidodifícilnoconfiarenaqueljovenqueposeíauna voluntad de hierro.Había vuelto a la universidad a fin de terminar susestudiosylosespososnocesabandeforjarplanesparaelporvenir.Teníanlafirme intencióndeemigraraSiberiaalcabodecincoañosa losumo.Entretanto,contabanconSoniaparasustituirlos.

PulqueriaAlejandrovnabendijode todocorazónelenlacede suhijaconRasumikhine, pero después de la boda aumentaron su tristeza yensimismamiento.Paraprocurarleunratoagradable,RasumikhineleexplicólagenerosaconductadeRodiaconelestudianteenfermoysuancianopadre,ytambién que había sufrido graves quemaduras por salvar a dos niños de unincendio.Estosdosrelatosexaltaronengradosumoelyatrastornadoespíritude Pulqueria Alejandrovna. Desde entonces no cesó de hablar de aquellosnoblesactos.Inclusoenlacallelosreferíaalostranseúntes,enlastiendas,allídonde encontraba un auditor paciente empezaba a hablar de su hijo, delartículo que había publicado, de su piadosa conducta con el estudiante, delespíritudesacrificioquehabíademostradoenunincendio,delasquemadurasquehabíarecibido,etc.

Dunetchkano sabía cómohacerla callar.Aparte elpeligroqueencerraba

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estaexaltaciónmorbosa,podíadarseelcasodequealguien,aloírelnombredeRaskolnikof,seacordaradelprocesoyempezaseahablardeél.

PulqueriaAlejandrovnaseprocuróladireccióndelosdosniñossalvadosporsuhijoyseempeñóen iraverlos.Al finsuagitación llegóal límite.Avecesprorrumpíadeprontoenllanto,laacometíanconfrecuenciaaccesosdefiebre y entonces empezaba a delirar. Una mañana dijo que, según suscálculos, Rodia estaba a punto de regresar, pues, al despedirse de ella, élmismolehabíaaseguradoquevolveríaalcabodenuevemeses.Yempezóaarreglar la casa, apreparar lahabitaciónquedestinabaa suhijo (la suya), aquitarelpolvoalosmuebles,afregarelsuelo,acambiarlascortinas…Duniasentía gran inquietud al verla en semejante estado, pero no decía nada einclusolaayudabaaprepararelrecibimientodeRodia.

Al fin, tras un día de agitación, de visiones, de ensueños felices y delágrimas, Pulqueria Alejandrovna perdió por completo el juicio y murióquince días después. Las palabras que dejó escapar en su delirio hicieronsuponeralosquelerodeabanquesabíadelasuertedesuhijomuchomásdeloquesesospechaba.

Raskolnikof ignoró durante largo tiempo la muerte de su madre. Sinembargo,desdesullegadaaSiberiarecibíaregularmentenoticiasdesufamiliapor mediación de Sonia, que escribía todos los meses a los espososRasumikhine y nunca dejaba de recibir respuesta. Las cartas de SoniaparecieronalprincipiodemasiadosecasaDuniaysumarido.Nolesgustaban.PerodespuéscomprendieronqueSonianopodíaescribirdeotromodoyque,alfinyalcabo,aquellascartaslesdabanunaideaclarayprecisadelavidadeldesgraciadoRaskolnikof,puesabundabanendetallessobreestepunto.SoniadescribíatansimplecomominuciosamentelaexistenciadeRaskolnikofenelpresidio.Nohablabadesuspropiasesperanzas,desusplanesparaelfuturonidesussentimientospersonales.Envezdeexplicarelestadoespiritual,lavidainterior del condenado, de interpretar sus reacciones, se limitaba a citarhechos, a repetir las palabras pronunciadas por Rodia, a dar noticias de susalud, a transmitir los deseos que había expresado, los encargos que habíahecho…Graciasaestasnoticiasenextremodetalladas,prontocreyerontenerjunto a ellos a su desventurado hermano, y no podían equivocarse alimaginárselo,puessefundabanendatosexactosyprecisos.

Sin embargo, las noticias que recibían no tenían, especialmente alprincipio,nadadeconsoladorparaelmatrimonio.SoniacontabaaDuniayasu marido que Rodia estaba siempre sombrío y taciturno, que permanecíaindiferente a las noticias de Petersburgo que ella le transmitía, que lainterrogaba a veces por su madre. Y cuando Sonia se dio cuenta de quesospechaba la verdad sobre la suerte de Pulqueria Alejandrovna, le dijofrancamente que había muerto, y entonces, para sorpresa suya, vio que

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Raskolnikofpermanecíapocomenosqueimpasible.Aunqueconcentradoensímismo y ajeno a cuanto le rodeaba —le explicaba Sonia en una carta—,mirabafrancamenteyconenterezasunuevavida.Sedabaperfectacuentadesu situación y no esperaba que mejorase en mucho tiempo. No alimentabavanasesperanzas,contrariamentealoquesueleocurrirenloscasoscomoelsuyo,ynoparecíaexperimentarextrañezaalgunaensunuevoambiente, tandistintodelquehabíaconocidohastaentonces.

Susaluderasatisfactoria.Ibaaltrabajosinresistencianiapresuramiento;no loeludía,pero tampocolobuscaba.Semostraba indiferenterespectoa laalimentación, pero ésta era tan mala, exceptuando los domingos y días defiesta,queal finaceptóalgúndinerodeSoniaparapoder tomar té todos losdías.Sinembargo,lerogóquenosepreocuparaporél,pueslecontrariabasermotivodeinquietudparaotraspersonas.

Enotradesuscartas,SonialesexplicóqueRodiadormíahacinadoconlosdemás detenidos. Ella no había visto la fortaleza donde estaban encerrados,peroteníanoticiasdequelospresosvivíanamontonados,encondicionesnadasaludables y francamente horribles. Raskolnikof dormía sobre un jergóncubiertoporunsimpletrozodetelaynodeseabatenerunlechomáscómodo.

Si rechazaba todo aquello que podía suavizar su vida, hacerla un pocomenos ingrata, no era por principio, sino simplemente por apatía, porindiferenciahaciasusuerte.Soniacontabaque,alprincipio,susvisitas,lejosde complacer a Raskolnikof, lo irritaban. Sólo abría la boca para hacerlereproches. Pero después se acostumbró a aquellas entrevistas, y llegaron aserletanindispensables,quecayóenunaprofundatristezaenciertaocasiónenqueSoniasepusoenfermayestuvoalgúntiemposiniravisitarle.

Los días de fiesta lo veía en la puerta de la prisión o en el cuerpo deguardia, adonde dejaban ir al preso para unos minutos cuando ella losolicitaba.LosdíaslaborablesibaaverloenlostalleresdondetrabajabaoenloscobertizosdelaorilladelIrtych.

Ensuscartas,Soniahablabatambiéndesímisma.Decíaquehabíalogradocrearserelacionesyobtenerciertaprotecciónensunuevavida.Sededicabaatrabajos de aguja, y como en la ciudad escaseaban las costureras, habíaconseguidobastantesclientes.LoquenodecíaeraquehabíalogradoquelasautoridadesseinteresaranporlasuertedeRaskolnikofyloexcluyerandelostrabajosmásduros.

Alfin,RasumikhineyDuniasupieron(estacarta,comotodaslasúltimasdeSonia,parecióaDuniacolmadadeun terrorangustioso)queRaskolnikofhuía de todo el mundo, que sus compañeros de prisión no le querían, queestabapálido comounmuertoyquepasabadías enteros sinpronunciarunasolapalabra.

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En una nueva carta, Sonia manifestó que Rodia estaba enfermo degravedadyselehabíatrasladadoalhospitaldelpresidio.

PARTE2

Hacía tiempo que llevaba la enfermedad en incubación, pero no era lahorrible vida del presidio, ni los trabajos forzados, ni la alimentación, ni lavergüenza de llevar la cabeza rapada e ir vestido de harapos lo que habíaquebrantado su naturaleza. ¡Qué le importaban todas estas miserias, todasestastorturas!Porelcontrario,sesentíasatisfechodetrabajar:lafatigafísicale proporcionaba, al menos, varias horas de sueño tranquilo. ¿Y qué podíaimportarle la comida, aquella sopa de coles donde nadaban las cucarachas?Cosaspeoreshabíaconocidoensus tiemposdeestudiante.Llevabaropasdeabrigo adaptadas a su género de vida. En cuanto a los grilletes, ni siquieranotaba su peso. Quedaba la humillación de llevar la cabeza rapada y eluniforme de presidiario. Pero ¿ante quién podía sonrojarse? ¿Ante Sonia?Sonialetemía.Además,¿quévergüenzapodíasentiranteella?Sinembargo,enrojecíaalverlay,paravengarse,latratabagroseraydespectivamente.

Pero suvergüenzano laprovocaban losgrilletesni la cabeza rapada.Lehabíanheridocruelmenteensuorgullo,yeraeldolordeestaheridaloqueleatormentaba. ¡Qué feliz habría sido si hubiese podido hacerse a sí mismoalguna acusación! ¡Qué fácil le habría sido entonces soportar incluso eldeshonorylavergüenza!Pero,pormásquequeríamostrarseseveroconsigomismo,suendurecidaconciencianohallabaningunafaltagraveensupasado.Loúnicoquesereprochabaerahaberfracasado,cosaquepodíaocurriratodoelmundo.Sesentíahumilladoaldecirsequeél,Raskolnikof,estabaperdidoparasiempreporunaciegadisposicióndeldestinoyqueteníaqueresignarse,que someterse al absurdo de este juicio sin apelación si quería recobrar unpoco de calma. Una inquietud sin finalidad en el presente y un sacrificiocontinuoyestérilenelporvenir:heaquítodoloquelequedabasobrelatierra.Vanoconsueloparaélpoderdecirseque,transcurridosochoaños,sólotendríatreinta y dos y podría empezar una nueva vida. ¿Para qué vivir? ¿Quéprovecho tenía?¿Haciadóndedirigir susesfuerzos?Bienque sevivieraporunaidea,porunaesperanza,inclusoporuncapricho,perovivirsimplementeno le había satisfecho jamás: siempre había querido algo más. Tal vez laviolenciadesusdeseoslehabíahechocreertiempoatrásqueeraunodeesoshombresquetienenmásderechosqueeltipocomúndelosmortales.

Si al menos el destino le hubiera procurado el arrepentimiento, elarrepentimiento punzante que destroza el corazón y quita el sueño, el

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arrepentimientoque llenaelalmade terrorhastaelpuntodehacerdesear lacuerda de la horca o las aguas profundas… ¡Con qué satisfacción lo habríarecibido!Sufrir y llorar es tambiénvivir.Pero él no estaba enmodo algunoarrepentidodesucrimen.¡Sialmenoshubierapodidoreprocharsesunecedad,comohabíahechotiempoatrás,porlastorpezasylosdesatinosquelehabíanllevadoalaprisión!Perocuandoreflexionabaahora,enlosratosdeociodelcautiverio, sobre su conducta pasada, estaba muy lejos de considerarla tandesatinadaytorpecomolehabíaparecidoenaquellaépocatrágicadesuvida.

«¿Qué tenía mi idea —se preguntaba— para ser más estúpida que lasdemás ideas y teorías que circulan y luchan por imponerse sobre la tierradesde que el mundo es mundo? Basta mirar las cosas con amplitud eindependenciadecriterio,desprendersedelosprejuiciosparaquemiplannoparezcatanextraño.¡Oh,pensadoresdecuatrocuartos!¿Porquéosdetenéisamediocamino…?¿Porquémiactooshaparecidomonstruoso?¿Porquéesun crimen? ¿Qué quiere decir la palabra "crimen"? Tengo la concienciatranquila. Sin duda, he cometido un acto ilícito; he violado las leyes y hederramadosangre.¡Puescortadmelacabeza,yasuntoconcluido!Peroenestecaso,nopocosbienhechoresdelahumanidadqueseadueñarondelpoderenvez de heredarlo desde el principio de su carrera debieron ser entregados alsuplicio.Loqueocurreesqueestoshombresconsiguieron llevaracabosusproyectos;llegaronhastaelfindesucaminoysuéxitojustificósusactos.Encambio, yo no supe llevar a buen término mi plan…y, en verdad, estodemuestraquenoteníaderechoaintentarponerloenpráctica.»

Éste era el único error que reconocía; el de haber sido débil y haberseentregado.Otraidealemortificaba.¿Porquénosehabíasuicidado?¿Porquéhabríavaciladocuandomirabalasaguasdelríoy,envezdearrojarse,prefirióirapresentarsealapolicía?¿Tanfuerteytandifícildevencereraelamoralavida?PuesSvidrigailoflohabíavencido,apesardequetemíaalamuerte.

Reflexionabaamargamentesobreestacuestiónynopodíacomprenderqueenelmomentoenque,inclinadosobreelNeva,pensabaenelsuicidio,acasopresentía ya su tremendo error, la falsedad de sus convicciones. Nocomprendíaque este presentimientopodía contener el germendeunanuevaconcepcióndelavidayqueleanunciabasuresurrección.

En vez de esto, se decía que había obedecido a la fuerza oscura delinstinto:cobardía,debilidad…

Observando a sus compañeros de presidio, se asombraba de ver cómoamaban la vida, cuán preciosa les parecía. Incluso creyó ver que estesentimientoeramásprofundoenlospresosqueenloshombresquegozabande la libertad. ¡Qué espantosos sufrimientos habían soportado algunos deaquellosreclusos, losvagabundos,porejemplo!¿Eraposiblequeunrayode

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sol,unbosqueumbroso,unfrescoriachueloquecorreporelfondodeunvallesolitarioydesconocido, tuviesen tantovalorparaellos;quesoñaran todavía,comosesueñaenunaamante,enunafuentecristalinavistatalveztresañosatrás?Laveíanensussueños,consucercodeverdehierbayconelpájaroquecantabaenunaramapróxima.Cuantomásobservabaaaquelloshombres,máscosasinexplicablesdescubría.

Sí,muchosdetallesde lavidadelpresidio,del ambienteque le rodeaba,eludíansucomprensión,oacasoélnoqueríaverlos.Vivíacomoconlamiradaen el suelo, porque le era insoportable lo que podía percibir a su alrededor.Pero, andando el tiempo, le sorprendieron ciertos hechos cuya existenciajamáshabíasospechado,yacabóporobservarlosatentamente.Loquemáslellamólaatenciónfueelabismoespantoso,infranqueable,queseabríaentreélyaquelloshombres.Eracomosiélpertenecieseaunarazayellosaotra.Unosy otros se miraban con hostil desconfianza. Él conocía y comprendía lascausasgeneralesdeeste fenómeno,pero jamáshabíapodido imaginarsequetuviesen tanta fuerza y profundidad. En el penal había políticos polacoscondenadosalexilioenSiberia.Éstosconsiderabanaloscriminalescomunescomo unos ignorantes, unos brutos, y los despreciaban. Raskolnikof nocompartía este punto de vista. Veía claramente que, en muchos aspectos,aquellosbrutoseranmásinteligentesquelospolacos.Tambiénhabíarusos(unoficialyvariosseminaristas)quemirabancondesdénalaplebedelpenal,yRaskolnikoflosconsiderabaigualmenteequivocados.

Aélnadielequería:todosseapartabandesulado.Acabaronporodiarle.¿Por qué? lo ignoraba. Le despreciaban y se burlaban de él. Igualmente semofabande su crimencondenadosquehabían cometidootros crímenesmásgraves.

—Túeresunseñorito—ledecían—.Esodeasesinarahachazosnosehahechoparati.

—Nosoncosasparalagentebien.

Lasegundasemanadecuaresmalecorrespondiócelebrarlapascuaconlospresos de su departamento. Fue a la iglesia y asistió al oficio con suscompañeros.Undía,sinquesesupieraporqué,seprodujounaltercadoentreélylosdemáspresos.Todossearrojaronsobreélfuriosamente.

—Tú eres un ateo; tú no crees enDios—le gritaban—.Mereces que tematen.

ÉlnoleshabíahabladodeDiosnidereligiónjamás.Sinembargo,queríanmatarloporinfiel.Rodianocontestó.Unodelosreclusos,ciegodecólera,sefuehaciaél,dispuestoaatacarlo.Raskolnikof leesperóensilencio,conunacalma absoluta, sin parpadear, sin que ni un solo músculo de su cara se

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moviera.Unguardiánseinterpusoatiempo.Sihubiesetardadounminutoenintervenir,habríacorridolasangre.

Habíaotracuestiónquenoconseguía resolver.¿Porquéestimaban todostantoaSonia?Ellanohacíanadaparaatraersesussimpatías.LospenadossólolapodíanverdetardeentardeenlosastillerosoenlostalleresadondeibaareunirseconRaskolnikof.Sinembargo,todoslaconocíanytodossabíanqueSonetchka le había seguido al penal. Estaban al corriente de su vida yconocíansudirección.Ellanolesdabadineronilesprestabaningúnservicio.Solamenteunavez,enNavidad,hizounregaloatodoslospresos:pastelesypanesrusos.

Pero, insensiblemente, las relaciones entre ellos y Sonia fueronestrechándose. Lamuchacha escribía cartas a los presos para sus familias ydespués las echaba al correo. Cuando los deudos de los reclusos iban a laciudad para verlos, ellos les indicaban que enviaran a Sonia los paquetes eincluso el dinero que quisieran remitirles. Las esposas y las amantes de lospresidiarioslaconocíanylavisitaban.CuandoSoniaibaaveraRaskolnikofaloslugaresdondetrabajabaconsuscompañeros,ocuandoseencontrabaconungrupodepenadosqueibacaminodellugardetrabajo,todossequitabanelgorroylasaludaban.

—QueridaSoniaSimonovna,túeresnuestratiernayprotectoramadrecita—decíanaquellospresidiarios,aquelloshombresgroserosydurosa la frágilmujercita.

Ellacontestabasonriendoyaelloslesencantabaestasonrisa.

Adoraban incluso su manera de andar. Cuando se marchaba, se volvíanpara seguirla con la vista y se deshacían en alabanzas. Alababan hasta lapequeñez de su figura. Ya no sabían qué elogios dirigirle. Incluso laconsultabancuandoestabanenfermos.

Raskolnikofpasóenelhospitalelfinaldelacuaresmaylaprimerasemanade pascua. Al recobrar la salud se acordó de las visiones que había tenidodurante el delirio de la fiebre. Creyó ver el mundo entero asolado por unaepidemiaespantosaysinprecedentes,quesehabíadeclaradoenelfondodeAsia y se había abatido sobre Europa. Todos habían de perecer, exceptoalgunos elegidos. Triquinas microscópicas de una especie desconocida seintroducían en el organismo humano. Pero estos corpúsculos eran espíritusdotadosdeinteligenciaydevoluntad.Laspersonasafectadasperdíanlarazónalpunto.Sinembargo—cosaextraña—,jamásloshombressehabíancreídotan inteligentes, tansegurosdeestarenposesiónde laverdad;nuncahabíandemostrado tal confianza en la infalibilidad de sus juicios, de sus teoríascientíficas, de sus principiosmorales. Aldeas, ciudades, naciones enteras secontaminabanyperdíaneljuicio.Detodosseapoderabaunamortaldesazóny

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todossesentíanincapacesdecomprenderseunosaotros.Cadaunocreíaserelúnicoposeedordelaverdadymirabanconpiadosodesdénasussemejantes.Todos,alcontemplarasussemejantes,segolpeabanelpecho,seretorcíanlasmanos,lloraban…Noseponíandeacuerdosobrelassancionesquehabíaqueimponer,sobreelbienyelmal,sobreaquiénhabíaquecondenaryaquiénabsolver.Sereuníanyformabanenormesejércitospara lanzarseunoscontraotros, pero, apenas llegaban al campo de batalla, las tropas se dividían, serompíanlasformacionesyloshombresseestrangulabanydevorabanunosaotros.

En las ciudades, las trompetas resonaban durante todo el día. Todos loshombreseranllamadosalasarmas,pero¿porquiényparaqué?Nadiepodíadecirloy el pánico se extendíapor todaspartes.Se abandonaban losoficiosmássencillos,puescadatrabajadorproponíasusideas,susreformas,ynoeraposible entenderse. Nadie trabajaba la tierra. Aquí y allá, los hombresformaban grupos y se comprometían a no disolverse, pero poco despuésolvidaban su compromiso y empezaban a acusarse entre sí, a contender, amatarse. Los incendios y el hambre se extendían por toda la tierra. Loshombres y las cosas desaparecían. La epidemia seguía extendiéndose,devastando.Entodoelmundosóloteníanquesalvarsealgunoselegidos,unoscuantoshombrespuros,destinadosaformarunanuevarazahumana,arenovary purificar la vida humana. Pero nadie había visto a estos hombres, nadiehabíaoídosuspalabras,nisiquieraelsonidodesuvoz.

Raskolnikof estaba amargado, pues no lograba librarse de la penosaimpresión que le había causado aquel sueño absurdo. Era ya la segundasemanadepascua.Losdíaserantibios,claros,verdaderamenteprimaverales.Seabrieron lasventanasdelhospital, todasenrejadasybajo lascuales ibayveníauncentinela.DurantetodalaenfermedaddeRodia,Soniasólolehabíapodido ver dos veces, pues se necesitaba para ello una autorizaciónsumamente difícil de obtener. Pero había ido muchos días, sobre todo alatardecer,alpatiodelhospitalparaverlodesdelejos,unmomentoyatravésdelasrejas.

Una tarde, cuando ya estaba casi curado, Raskolnikof se durmió. Aldespertarseacercódistraídamentea laventanayvioaSoniadepie juntoalportal. Parecía esperar algo. Raskolnikof se estremeció: había sentido unadolorosapunzadaenelcorazón.Seapartóa todaprisade laventana.AldíasiguienteSonianoapareció;alotro, tampoco.Rodiasediocuentadeque laesperaba ansiosamente. Al fin dejó el hospital. Ya en el presidio, suscompañeros le informaron de que Sonia Simonovna estaba enferma.Profundamente inquieto,Raskolnikof envió apreguntar por ella.En seguidasupoque su enfermedadno tenía importancia.Sonia, al saberque su estadopreocupaba a Rodia, le escribió una carta con lápiz para decirle que estaba

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muchomejor y que sólo padecía un enfriamiento.Además, le prometía ir averlo lo antes posible al lugar donde trabajaba. El corazón de Raskolnikofempezóalatirconviolencia.

Eraundíacálidoyhermoso.Alasseisdelamañana,Rodiasedirigióaltrabajo:aunhornoparacoceralabastroquehabíaninstaladoalaorilladelrío,enuncobertizo.Sólotreshombrestrabajabanenestehorno.Unodeellossefuealafortaleza,acompañadodeunguardián,enbuscadeunaherramienta;otroestabaencendiendoelhorno.Raskolnikofsaliódelcobertizo,sesentóenunmontóndemaderasquehabíaenlaorillaysequedómirandoelríoanchoydesierto.Desdelaaltariberaseabarcabaconlavistaunagranextensióndelpaís. En un punto lejano de la orilla opuesta, alguien cantaba y su canciónllegabaaoídosdelpreso.Allí,enlaestepainfinitainundadadesol,sealzabanaquíyallá,comopuntosnegrosapenasperceptibles, las tiendasdecampañadelosnómadas.Allíreinabalalibertad,allívivíanhombresquenoseparecíanen nada a los del presidio. Se tenía la impresión de que el tiempo se habíadetenidoenlaépocadeAbrahamysusrebaños.Raskolnikofcontemplabaellejanocuadroconlosojosfijosysinhacerelmenormovimiento.Nopensabaen nada: dejaba correr la imaginación y miraba. Pero, al mismo tiempo,experimentabaunavagainquietud.

DeprontovioaSoniaasulado.Sehabíaacercadoensilencioysehabíasentadojuntoaél.Era todavía tempranoyelfrescomatinalsedejabasentir.Soniallevabasuviejayraídacapaysuchalverde.Sucara,delgadaypálida,conservaba las huellas de su enfermedad. Sonrió al preso con expresiónamableyfelizy,comodecostumbre,letendiótímidamentelamano.

Siemprehacíaestemovimientocon timidez.Aveces, inclusoseabsteníadehacerlo,portemoraqueélrechazarasumano,puesleparecíaqueRodialatomabaalafuerza.Enalgunasdesusvisitasinclusodabamuestrasdeenojoyno abría la bocamientras ella estaba a su lado.Había días en que la joventemblabaantesuamigoyseseparabadeélprofundamenteafligida.Estavez,porelcontrario,susmanospermanecieronlargoratoenlazadas.Rodiadirigióa Sonia una rápida mirada y bajó los ojos sin pronunciar palabra. Estabansolos.Nadiepodíaverlos.Elguardiánsehabíaalejado.Desúbito, sindarsecuenta de lo que hacía y como impulsado por una fuerza misteriosaRaskolnikofsearrojóalospiesdelajoven,seabrazóasusrodillasyrompióallorar.Enelprimermomento,Soniaseasustó.Mortalmentepálida,sepusoenpiedeunsaltoylemiró,temblorosa.Peroalpuntolocomprendiótodoyunafelicidad infinita centelleó en sus ojos. Sonia se dio cuenta de queRodia laamaba: sí, no cabía duda. La amaba con amor infinito. El instante tanlargamenteesperadohabíallegado.

Querían hablar, pero no pudieron pronunciar una sola palabra. Laslágrimas brillaban en sus ojos. Los dos estaban delgados y pálidos, pero en

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aquellos rostros ajados brillaba el alba de una nueva vida, la aurora de unaresurrección.Elamor los resucitaba.Elcorazóndecadaunodeelloseraunmanantial devida inagotablepara el otro.Decidieron esperar conpaciencia.TeníanquepasarsieteañosenSiberia. ¡Quécruelessufrimientos,y tambiénqué profunda felicidad, llenaría aquellos siete años! Raskolnikof estabaregenerado.Losabía, losentíaen todosuser.EncuantoaSonia, sólovivíaparaél.

Al atardecer, cuando los presos fueron encerrados en los dormitorios,Rodia, echado en su lecho de campaña, pensó en Sonia. Incluso le habíaparecido que aquel día, todos aquellos compañeros que antes habían sidoenemigosde él lemirabandeotromodo.Él les había dirigido la palabra, ytodos le habían contestado amistosamente. Ahora se acordó de este detalle,peronosintióelmenorasombro.¿Acasonohabíacambiadotodoensuvida?

PensabaenSonia.Sedecíaquelahabíahechosufrirmucho.Recordabasupálida y delgada carita. Pero estos recuerdos no despertaban en él ningúnremordimiento,puessabíaquea fuerzadeamorcompensaría largamente lossufrimientosquelehabíacausado.

Porotraparte,¿quéimportabanyatodasestaspenasdelpasado?Inclusosucrimen, incluso la sentencia que le había enviado a Siberia, le parecíanacontecimientoslejanosquenoleafectaban.

Además, aquella noche se sentía incapaz de reflexionar largamente, deconcentrar el pensamiento. Sólo podía sentir. Al razonamiento se habíaimpuestolavida.Laregeneraciónalcanzabatambiénasumente.

En su cabecera había un Evangelio. Lo cogió maquinalmente. El libropertenecía a Sonia. Era el mismo en que ella le había leído una vez laresurreccióndeLázaro.Alprincipiodesucautiverio,RaskolnikofesperóqueSonia leperseguiría con sus ideas religiosas.Se imaginóque lehablaríadelEvangelio y le ofrecería libros piadosos sin cesar. Pero, con gran sorpresasuya, no había ocurrido nada de esto: ni una sola vez le había propuesto lalecturadelLibroSagrado.Élmismoselohabíapedidoalgúntiempoantesdesuenfermedad,yellaselohabíatraídosinhacerningúncomentario.Aúnnolohabíaabierto.

Tampocoahoraloabrió.Perounpensamientopasóvelozporsumente.

«¿Acasosufe,opor lomenossussentimientosysus tendencias,puedenserahoradistintosdelosmíos?»

Sonia se sintió también profundamente agitada aquel día y por la nochecayóenferma.Sesentía tanfelizyhabíarecibidoestadichadeunmodotaninesperado,queexperimentabainclusociertoterror.

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¡Sieteaños!¡Sólosieteaños!Enlaembriaguezdelosprimerosmomentos,pocofaltóparaquelosdosconsiderasenaquellossieteañoscomosietedías.Raskolnikofignorabaquenopodríaobtenerestanuevavidasindarnadaporsu parte, sino que tendría que adquirirla al precio de largos y heroicosesfuerzos…

Peroaquíempiezaotrahistoria,ladelalentarenovacióndeunhombre,lade su regeneración progresiva, su paso gradual de un mundo a otro y suconocimiento escalonado de una realidad totalmente ignorada. En todo estohabríamateriaparaunanuevanarración,perolanuestrahaterminado.