creadores y rapsodas por luis alberto sánchez

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  • 8/4/2019 Creadores y rapsodas por Luis Alberto Snchez

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    Presentacin

    al Porras Barrenechea / Jos de la Riva Agero / Emilio Romero / Csar A

    sar Antonio Ugarte / Vctor Andrs Belande / Jos Carlos Maritegui / L

    ctor Ral Haya de la Torre / Antenor Orrego Espinoza / Luis Alberto Sos de la Riva Agero / Emilio Romero / Csar Antonio Ugarte / Vctor A

    s Carlos Maritegui / Luis Eduardo Valcrcel / Vctor Ral Haya de la Torr

    ntenor Orrego Espinoza / Luis Alberto Snchez / Aurelio Mir Quesada

    al Porras Barrenechea / Jos de la Riva Agero / Emilio Romero / Csar A

    sar Antonio Ugarte / Vctor Andrs Belande / Jos Carlos Maritegui / L

    ctor Ral Haya de la Torre / Antenor Orrego Espinoza / Luis Alberto S

    os de la Riva Agero / Emilio Romero / Csar Antonio Ugarte / Vctor As Carlos Maritegui / Luis Eduardo Valcrcel / Vctor Ral Haya de la Torr

    ntenor Orrego Espinoza / Luis Alberto Snchez / Aurelio Mir Quesada

    al Porras Barrenechea / Jos de la Riva Agero / Emilio Romero / Csar A

    sar Antonio Ugarte / Vctor Andrs Belande / Jos Carlos Maritegui / L

    is Alberto Snchez / Aurelio Mir Quesada / Jorge Basadre / Ral Porras B

    os de la Riva Agero / Emilio Romero / Csar Antonio Ugarte / Vctor A

    s Carlos Maritegui / Luis Eduardo Valcrcel / Vctor Ral Haya de la Torr

    ntenor Orrego Espinoza / Luis Alberto Snchez / Aurelio Mir Quesada

    al Porras Barrenechea / Jos de la Riva Agero / Emilio Romero / Csar A

    sar Antonio Ugarte / Vctor Andrs Belande / Jos Carlos Maritegui

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    agustnHayadela torre

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    Presentacin

    Pensadores

    de la Repblica

    Ideas y propuestas vigentespara el Per del siglo XXI

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    agustnHayadela torre

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    Pensadores de la Repblica

    Ideas y propuestas vigentes para el Per del siglo XXI

    Centro Nacional de Planeamiento Estratgico - CEPLAN

    Av. Canaval y Moreyra 150, Edicio Petroper, piso 10, San Isidro, Lima, Per

    Telfono: 711-7300

    Correo electrnico: [email protected]

    Direccin URL: www.ceplan.gob.pe

    Diseo de cartula e interiores

    Luis Valera

    Diagramacin e impresin

    Imprenta de la Universidad Alas Peruanas

    Primera edicin: Lima, junio de 2011

    1900 ejemplares

    Hecho el depsito legal en la Biblioteca Nacional del Per N. 2011-06760

    ISBN: 978-612-45549-8-8

    Se puede reproducir total o parcialmente el contenido del libro siempre que se

    indique la fuente.

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    Luis Alberto Snchez(Lima 12-X-1900; 06-II-1994)

    Se inici como escritor siendo apenas un adolescente en el BoletnEscolar del Colegio de los Sagrados Corazones de La Recoleta. Sinhaber concluido todava la secundaria, particip en revistas litera-rias universitarias como Lux yAriel, donde trab precoz amistad conAbraham Valdelomar, Jos Carlos Maritegui, Ladislao Meza y otrosescritores que colaboraban con los jvenes. Se form profesional-mente en Letras y Derecho en la Universidad Nacional Mayor deSan Marcos, donde fue uno de los protagonistas de la lucha por lareforma universitaria (julio de 1919) al lado de Manuel Seoane yuno de los animadores del Conversatorio Universitario (setiembrede 1919), que pretendi renovar el estudio de nuestra historia repu-blicana, al lado de Ral Porras y Jorge Guillermo Legua.Sin haber concluido sus estudios universitarios public estudios li-terarios desafiantes e innovadores como Los poetas de la Revolucin(1919); La literatura peruana. Captulo de ensayo preliminar (1920),

    tesis de bachiller de Letras publicada por entregas en los diarios LaPrensa de Lima entre el 5-VIII y 7-VIII de 1920 y El Comercio de Cus-co entre el 19-VIII y 6-IX; y Los poetas de la Colonia (1921). Fundel estudio cultista de la vida y obra del autor de Pginas libres con latesis Elogio de don Manuel Gonzlez Prada (1922) y durante sus pri-meros aos como catedrtico sanmarquino public el primer estudiosistemtico del quehacer literario nacional con La literatura peruana,d Derrotero para una historia espiritual del Per (Tomo 1, 1928; tomo

    2, 1929). Dio inicio en Amrica Latina al gnero de la biografa no-velada con Don Manuel (1930), tres aos antes que el cubano JorgeMaach con Mart, el apstol (Mxico, 1933).En 1931 Snchez se afili al aprismo y ser desde entonces uno desus dirigentes ms caractersticos. En las seis dcadas siguientes fuetres veces rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos;

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    catedrtico en diversas universidades del continente; diputado, se-nador, constituyente y vicepresidente de la Repblica; prolfico pe-riodista y autor de ms de un centenar de obras de diversos gneros,

    algunas de ellas de varios volmenes. Un tema en el cual Snchezha destacado de manera especial, como autor y como poltico, hasido el fortalecimiento de la identidad cultural que hermana a lospueblos del continente, expresada en sus obras El pueblo en la revo-lucin americana (1942); Historia general de Amrica (1 ed. 2 tomos,1942; 12 ed. 4 tomos, 1985); Existe Amrica latina? (1945); Escrito-res representativos de Amrica (9 tomos; 1971, 1972, 1976); e Historiacomparada de las literaturas americanas (4 tomos; 1973-1976). Dentro

    de este mismo temperamento se inscribe uno de sus libros ms ca-ractersticos El Per, retrato de un pas adolescente (1958; reedicin:1963, 1973, 1987), que tuvo dos secuelas: El Per, nuevo retrato de unpas adolescente (1981) y Flash de un pas a punto de dejar de ser adoles-cente (1987). Se trata de un libro de interpretacin de la realidad y laidentidad peruana en el contexto continental desde diversos ngulosde observacin y combinando distintas metodologas, partiendo dela sociologa, la historia y la crtica literaria hasta llegar a la crnicade viaje y el simple anecdotario personal.Para la presente coleccin de ensayos ha sido seleccionado el textoCreadores y rapsodas, correspondiente al captulo sptimo de Per,retrato de un pas adolescente (1958). En este ensayo Snchez hacegala de su fina irona y se rebela contra los lugares comunes acercade la identidad cultural peruana.

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    CREADORES y RAPSODAS146El Per: retrato de un pas adolescente, 1958Luis Alberto Snchez

    El crear, el recrear el no-crearEs el Per un pas de creadores? Toda nacin lo es, en cierta medida

    y durante determinados perodos. Pero, ha creado algo el Per, ahora, osigue creando como antes?En las letras, han sonado, con indistinto volumen, los nombres de Va-

    llejo, Eguren, Chocano, Gonzlez Prada, Palma, Garcilaso. No me refiero alos rapsodas o recreadores, entre los cuales podran estar algunos de intere-santes relieves como Pardo, Segura, Alegra y otros. De aquellos primerosseparemos a Vallejo, Chocano, Garcilaso y en parte, Gonzlez Prada; loscuatro (el ltimo por diverso modo) desarrollados bajo otro clima o en pug-

    na con el medio ambiente.Querra decir que un peruano, para crear, debe vivir fuera del Per?Detesto las generalizaciones por falsas. Mas, tienta el caso. La idolatra

    por Vallejo es posterior a su muerte; la estimacin a Chocano, comienzaahora; Garcilaso fue un extrao por siglos; Gonzlez Prada viva desterradode los medios dispensadores de fama y hasta se organiz una fiesta, un dade 1912, frente a su hogar, destinada a zaherirle indirectamente, muy a lalimea.

    Eguren y Palma crearon en Lima. Pero, Eguren, hasta muy entrada suadultez, era un genio extico. La justipreciacin de Jos Mara comienzahacia 1916 y se acenta en 1929 por obra de los heterodoxos de las letras.Para entonces, ya haba producido lo ms caracterstico y decantado de su

    146 Ensayo correspondiente al Captulo 7 de Per, retrato de un pas adolescente (1958). La seleccinhecha proviene de la segunda edicin (Ed. UNMSM, Lima, 1963, pp. 213-240). Las notas de piede pgina son de los editores del presente libro.

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    obra: Simblicasy La cancin de las figuras. Mientras Chile pese a explica-bles controversias, rinde homenaje en vida a Gabriela, a Vicente y a Pablo,nosotros esperamos el otoo o el invierno de una existencia para tributarles

    el consuelo de nuestra adhesin cuasi pstuma. Nos caracteriza el regateo,no la generosidad.Palma fue el nico vencedor viviente. Pero, es que l encarnaba el as-

    pecto descriptivo, exterior (en parte tambin Chocano), grato al peruano,su picarda cierra el paso a todo acento pattico.

    No se busque ninguna explicacin en el pretenso clasicismo del que ha-blaba Riva Agero en su Elogio del Inca Garcilaso. Podra ponerse en tupidatela de juicio el clasicismo de Palma y de Eguren, y an habra generosidad

    para admitir su posibilidad tan siquiera. Bsquese ms bien en nuestra su-perficialidad que, llegada a extremos transcendentales, debera denominar-se epidermicidad.

    Alegra y Roca de Vergallo crean, lo que crean, fuera del pas147.

    Tocante a temas polticos, cabe mayor prueba que la de Haya de laTorre, padre de un modo de interpretacin americana, respetado en el con-tinente entero, creador a quien, sin embargo, el sector que dispensa famasen el Per trata de negarle, no slo el pan y el agua, sino el eco y su aureola?

    Podramos ir ms all.

    Quin, sino Francisco de Paula Vigil, mal o bien, nos llev a primerplano en el debate de ese gran tema que es el problema de los jesuitas y

    el del patronato eclesistico, recibiendo el anatema directo y pblico delPapa? Y no le tuvimos arrinconado en la Biblioteca Nacional los ltimostreinta aos de su existencia? Y no se le silencia hasta hoy?

    147 Ciro Alegra (1909-1967) escribi sus clebres novelas La serpiente de oro (1935), Los perros ham-brientos (1939) y El mundo es ancho y ajeno (1941) exiliado en Chile; el poeta Nicanor della Rocade Vergallo (1846-1919) escribi y public en Europa y en idioma francs la mayora de sus libros,como Les Mridionales (1871), Feuilles du coeur (1877) y Livre des Incas (1879).

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    Ignacio Merino, el pintor representativo de nuestro siglo XIX, se refugiaen asuntos europeos y vive en la propia Europa para defender su vocacin.

    Claro que por razones de aprendizaje y de mbito, Daniel Hernndezy Carlos Baca Flor exprimen las ubres del arte en Pars y Nueva York. Elltimo nos da tema a una larga meditacin. Despus de haberse iniciado enChile y de haber sido el retratista de los grandes capitalistas; se extingui enPars. Yo propuse en 1946 al gobierno de mi patria adquirir a ttulo gratuitoms de treinta obras de Baca Flor que guardaban sus dos discpulas predi-lectas en Neuilly. Ellas slo pedan pasaje de ida y vuelta a Lima para llevare instalar el tesoro dejado por el artista, y disfrutar, mientras viviesen, de la

    pequea propiedad dejada por aqul. El caso tuvo resonancia periodstica yparlamentaria. Lo plante en la Cmara de Diputados y en el diario La Tri-buna. Nueve aos ms tarde, se adquira algo menos que aquello a cambiode sesenta mil dlares, sin la tierna espontaneidad que se requera y sin lagratitud que se ofreciera. Baca Flor sigue siendo autor ignoto para la mayorade los peruanos. No para los norteamericanos ni para los franceses.

    Un da de 1919 1920 lleg de Europa, frica y Argentina, un pin-tor recio, de talante muy castellano y pincel muy mestizo y hasta indio.Se llamaba Jos Sabogal. Revolucion la pintura del pas. Tuvo discpulos.Despus de largos debates se le empez a hacer justicia. Ms tarde, no slole atacaron los rivales de su estilo que eso pudiera ser comprensible,sino que le arrebataron la direccin de la Escuela donde ejerca estimulanteinfluencia, y se le neg las tres veces de Pedro, y la cuarta de otro apstolcasi sin nombre, el peor de todos: Judas.

    A cambio de tales rechazos qu garrulera para elogiar los bailes de la

    sociedad Equis, la oratoria del maestro Zeta, los dengues ideolgicos deldiplomtico I griega, los poemas del poeta-diplomtico o burcrata Jota!Ya s, ya s que Saint John Perse es decir Alexander Lger-Lger es

    tambin diplomtico, pero de qu laya! Y, qu soledad la que se ha la-brado como atmsfera de su poesa! S, ya s que Archibald Mac Leish fuedirector de la Biblioteca del Congreso, mas qu modo de desempaarla yde tirarla por la borda cuando surgi un conflicto de conciencia!

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    Ya s que DAnnunzio fue prncipe de Fiume, aunque despus de haber-se quemado entero en la pira del arte y el patriotismo esttico.

    Nosotros tenemos capacidad de crear, desde luego. No en la plstica,

    quiz, tanto como en las letras, pero siempre ms que en la msica, en lacual andamos en no buen traer.Adems debemos distinguir entre las capacidades populares y las dis-

    torsiones aristocrticas.Mxico, por ejemplo, es un pas fundamentalmente musical. Por mucho

    que su pintura sobresalga tanto como sobresale, ella es fruto de academiay genio, quizs ms de lo primero que de lo segundo, o, si se quiere, de unainspiracin deliberada. Su msica es, en cambio, espontnea. Vibra porque

    s. Igual en su raz india que en su versin mestiza. Mxico canta: ttulo deuna realidad, antes que de una pelcula.

    Nosotros tambin somos pueblo musical en nuestros cantos indios.Curioso: nuestro negro carece del ritmo pimpante, contagioso y febril delantillano. Nuestro espaol, aunque andaluzado, se enternece menos con elcanto que en Mxico y Venezuela. A punto de que cuanto de msica nosqueda viene del hondn incaico. Los dHarcourt, en sus clebres, aunque ya algo anticuado, estudios filarmnicos, se complacen en otorgarnos loque nos corresponde: sentido meldico, sin que lo estorbara la escala pen-tatnica, la cual al decir del maestro Policarpo Caballero, es heptatnica ouniversal.

    Ms todo lo dicho sobre la msica apenas sobrepasa el tema del yara-v, del contemporneo triste y hasta del jaranero valse criollo. Msicaseria, como se dice, composicin de orden superior, eso nos falta. Se men-cionar al maestro Jos Mara Valle Riestra y su Ollanta; a Daniel Aloma

    Robles, su magnfico Himno al Sol y el yarav de El Cndor Pasa; a ciertoscomplicados jarawis de Teodoro Valcrcel; algunos tonos criollos de CarlosSnchez Mlaga, o los compases del Presbtero Chvez Aguilar, o qu s yo.Entre el folklore y la rapsodia se halla casi todo, salvo lo de Robles, que calaalgo ms propio. Por qu un pueblo musical de raz no musicaliza en la flor?Dnde la falla de esta rapsodia pertinaz, temerosa de ser creacin? No es

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    cierto que, superando jingosmos innecesarios pudiramos empinarnos so-bre nuestras imitaciones y, oteando horizontes y sondeando dramas, llegara un justo ritmo, a un preludio creador?

    Los plsticos de nuestro incario, con logros patentes en telas y alfarera,llegaron a maravillosas combinaciones cromticas. Las casas de modas deNueva York y Pars, entre 1940 y 1945, se encarnizaron en nuestros tesoroscoloristas para enriquecer sus telas de venta. Qu maravillosa concepcinla de los hilanderos! Qu estupenda policroma la de los ceramistas! Aqu suavidades, a qu negros mltiples, a qu tonalidades de blanco, azul yrojo, llegaron, y qu estupenda curva de figuras y precisin de grecas la denuestros huacos!

    Antes del expresionismo europeo, nuestros artistas indios lo practica-ban. No ha dicho Gauguin que sus ojos quedaron para siempre heridos delo que vieron en Cusco, siendo el muy nio?

    Colores planos, combinaciones inesperadas de violento contraste, plu-ralidad de matices de cada color simple, audaces dibujos puramente geom-tricos como los artepuristas de hoy, ausencia de representaciones ideogr-ficas, o sensibles a cambio de formas puras, no son esos principios de lapintura mochica y nazca los que inspiran la pintura contempornea? Y, enlo referente a la forma, no hay un realismo ms que larvado, realizado enlos huacos, donde la expresin humana, sana o enfermiza, cobra perfiles yesguinces de un naturalismo sorprendente?

    Empero, nuestra pintura dcimonnica fue por sobre todo calcadorade coloridos europeos, combinaciones mediterrneas, grises de Pars, con-trastes espaoles; nuestros indios de escultura fueron a buscar trax y brazode Praxteles, sin pensar que nuestra morfologa es diversa, y que los viejos

    alarifes coloniales ya haban demostrado la riqueza de captar la fantasapropia en vez de ir a la rastra de ideaciones forasteras O no es Condori, elde Potos, una especie de larva inmortal de independencia esttica?

    La tremenda divisin entre una capa y otra de la sociedad trajo como

    consecuencia, en los aspectos musicales y plstico, la muerte del arte corres-

    pondiente, y la extincin o empalidecimiento de sus paralelos folklricos.

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    En poesa fue casi igual.

    Se constituyeron dos rdenes, con la diferencia de que, al menos, lo

    popular qued en desventaja de lo acadmico, al revs de cuanto ocurra enel campo musical y plstico. De toda suerte, se produjo un divorcio esencialentre el tema y su tierra, y entre la tierra y la expresin, a punto de que na-die resulta tan criollo, tan genuino como Ricardo Palma, en quien se da unamezcla curiosa de refranero hispnico y picarda de zambo, con predominiode aquello sobre esto, aunque sin los perfiles seudo-clsicos que le asigna elbrasileo Josu Montelho.

    Nuestros ensayistas, de tremenda fantasa y agudeza, hubieron de sufrir

    ms que nadie por el enrarecimiento cvico de la atmsfera de que debannutrirse. Un manejador de ideas sin libertad para escogerlas es como unprestidigitador sin manos. Por mucha originalidad original (pleonasmo vi-tando) que hubiese, la falta de ambiente castraba al viril fecundador desistemas doctrinales. Nos hallamos, pues, como millonarios sin tener enqu gastar; galanes sin doncellas a mano; viriles Casanovas, sin queridas;pistolas sin plvora; en un forzado renunciamiento del que nace la erudi-cin engorrosa y estril, en vez de la cultura prolfera y ejemplar.

    Mal hacen quienes culpan a ste o aqul, y sealan como casos perso-nales lo que, en realidad, resulta de una dramtica carambola del destino,ms que de la voluntad de nadie.

    Ni criollistas (es decir, descriptivistas), ni existencialistas (es decir, sin-esencialistas), ni historicistas (es decir, a-presentistas), ni frvolos (es decirsin trascendencia), hemos visto desenvolverse nuestra cultura en su as-pecto creador al margen de las posibilidades creativas de sus protagonis-

    tas. Y nos hemos enredado en patticas y estriles polmicas, en torno decuestiones generales o principistas, cuando lo importante era elucidar casosconcretos, inmediatos, en una inmensa casustica cultural.

    Ni menos ni ms que nadie, atrasados, s, por culpa de un atraso mayor:el de la vida colectiva. De ah el endiosamiento pertinaz y hasta histricode ciertos hroes muertos: Vallejo, Eguren, Gonzlez Prada, Chocano, Ma-

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    ritegui, que escaparon a la rutina; de ah el debate ardiente en derredorde otros hroes vivos que resisten a lo consabido: Haya de la Torre, Sa-bogal, Robles. Como en todo, el Per sigue quemndose en involuntaria

    pero intransferible hoguera. Un pueblo creador obligado a rapsoda por unalite rapsdica, inhbil para crear. Mayor desgarramiento no se da con fre-cuencia. Por lo mismo, nadie dude de la inminencia de una solucin feliz.Como en las pelculas del peor de los Hollywoods, en el mejor de los Pers,tenemos ad portas un inevitable happy end.

    * * *

    Los creadores literarios peruanos tienen perfiles sui generis.

    Desde luego, el Inca Garcilaso, aparte de su elegancia y precisin poseeun intransferible don de melancola. Quien haya visto en eso clasicismose equivoca. Garcilaso posee la libertad lingstica del seor de un idiomaparticular, con sus dejos insondables de la lengua general o quechua,de que est impregnado su estilo; mas, aparte el sentimiento de orgullo, lanostalgia le gana de tal suerte que todo cuanto escribe se resiente de unainadecuacin vehemente, propia del romanticismo. Garcilaso es un ro-mntico esencial. Pertenece a la estirpe de que se jactar siglos ms tardeJuan Jacobo y cuyo primer abuelo se llama Jean de Lery, el introductor dela policroma tana en la corte de Francia y, por tanto, de la teora del bonsauvage. Garcilaso posee el don de la narracin. Cuenta como nadie. Ycuenta con profundo sentimiento. Es, digmoslo ya, un sentimental a la vezun secreto ironista para disfrazar aquello.

    Que es lo mismo ocurrente en Vallejo. A ste se le sube el pathosindio y del pauprrimo criollo acribillndolo a truenos. Sin el contrapeso

    de la sorna mestiza, Vallejo habra sido lamentoso. Pero, hay cierta dosis

    de equilibrio racionalista (no clasicismo) para atemperar nuestras cuitas;

    cierta caballerosidad emotiva, que nos impide dar rienda suelta a la pena

    o exhibir la lgrima. Es una actitud viril, propia de quienes rozaron la

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    angustia en su hueso mismamente. Y es as cmo ni en Garcilaso se luce

    la saudade, sino que se adivina; ni en Vallejo, el desgarramiento, sino que

    se descubre.

    O sea que una frustracin ntima acta en estos dos grandes peruanoscomo elemento bsico de sus respectivos genios.Sigamos la pista de Eguren, juguete lujoso de una sociedad sin muchas

    preocupaciones. El se ajusta al comps de aquel devaneo. No obstante, apoco que uno se habita a su manera, encuentra un desasosiego evidente,disfrazado de burlas y entretenimientos. Los duendes y trasgos, endriagos yhadas de la poesa egureniana reemplazan a ciertas fuerzas naturales, cuyaconfesin obligara a decirse vencido o penoso, extremos al que no acepta

    llegar jams un buen peruano.Es un orgullo de la impasibilidad, cuya mxima expresin, casi exenta

    de contrapeso, se ostenta en Chocano. Por eso le dicen tan espaol, y nolo es. Los espaoles, aunque grandilocuentes, poseen un sentido del matizlingstico, propio de dueo de casa grande, acostumbrado a la cortesa delos vocablos. Chocano grita, ulula, proclama, tratando de mostrarse fuertea costa del idioma. Cuando tiene un dolor lo diluye en tanta palabra y lovocea a tan alto diapasn, que parece ajeno. A los peruanos les place lasuave tristeza, pero no la angustia vital, desgarradora. Vallejo, en quien setrasluce, trata de velarla con raros vocablos y una aspereza familiar, de queuno sale sorprendido antes que contagiado o compartiente.

    En el relato, nada es distintivo. Valdelomar vierte su experiencia, tam-bin envuelta en una tierna nbula de melancola. Lpez Albjar trascribecon ajena angustia las preocupaciones de terceros. Ventura Garca Calde-rn, aprendiz de brujo galo, sabe hallar el tono de una pena literaria desle-

    da en sonrisas irnicas, amables. Alegra trascribe, como un memorialistacuanto vieron sus ojos nios, sin pena ni goce, tal cual, acumulando hechosy detalles, como si requiriese muchos testigos para una verdad explayadaque se delata por s sola.

    A Maritegui, la originalidad se le vuelve tambin resonancia de sueosy expresiones ajenas, dejndole de propio la irona y la callada angustia. EnHaya de la Torre, el tema intransferible y propio se reboza a veces de expre-

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    siones exticas, pudiendo, como ha podido cada vez que ha puesto intersy atencin, alcanzar notas de una pureza virilmente lrica, sin sarcasmos niblanduras. Es de los creadores que, por mejor entonados, se discuten ms

    en donde menos se debiera. Luchar es palabra disonante en un pueblo deaquiescentes. Da patente de ciudadana extica, aunque lo natural seraelevar la originaria.

    Mientras la pintura mexicana se sobrepasa en abstracciones y smbo-los, requirientes de traductores versados, y slo en los ltimos tiempos serefugia en el esplndido cromatismo que alcanza Rivera en sus murales delPalacio del Zcalo, la nuestra impresiona ms con sus figuras que con suscolores. Estampas realistas, descarnadas, de un Greco sin estrabismo, de

    un Zurbarn sin mstica celeste; personas dolorosas y humana, en paisajesdesolados, por mucho que el color vista de fiesta el duelo esencial de unmundo injusto.

    Todava no hemos hecho el balance de nuestros rasgos definitorios enla creacin esttica. No es la irona, sin embargo, el ms fuerte. Cuando seobserva bien, en el fondo, y no muy al fondo, crispa una desazn indescifra-ble, una angustia sin solucin y sin consuelo.

    Cristo a la Jineta, algo sobre nuestro destinoHe odo decir: en el Per hay muchos catlicos, pero pocos cristianos.

    Ingeniosa frase. Quiz hasta grfica. Lo cual est muy lejos de significar quesea exacta. Al menos ningn catlico de veras la admitira. Sin embargo,nos impele a reflexin. Si por catlico se entiende, como ocurre tan a me-nudo, aqul para quien el ritual o liturgia representa lo ms importante dela religin, pudiera admitirlo hasta el ms cerrado catecmeno. El quid con-

    siste en diferenciar o identificar el modo de vivir y el modo de practicar: lasolidaridad humana con liturgia o la liturgia exenta de solidaridad humana.Si as fuere, habra que aceptar amargamente la vigencia de la frase aqulla.Triste comprobacin: mejor ser pensarla falsa.

    Un amigo chileno, excelente escritor y excelente catlico, comentabaconmigo sus experiencias entre peruanos de religiosidad practicante. Medijo: Sus compatriotas practican ms bien un catolicismo para la muerte

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    que para la vida. Se me grab la expresin. Catolicismo para la muerte.Record a un antiguo lder espiritual de la entonces intransigente juventudcatlica de Lima, hoy tan evolucionada y alerta. Uno de sus autores predi-

    lectos era Ea de Queiroz, sin excluir El primo Basilio ni La Reliquia. Es delos misterios todava para m inextricables. No pertenece acaso a Queirozaquel sarcasmo segn el cual conviene a todo mortal tener una devocin,es decir, un compadre en el cielo para que interceda por l en caso nece-sario? Estara aludiendo el portugus a la religiosidad de ciertos catlicosque tratan de asegurarse la salvacinpost mortem, sin cuidarse mucho onada de la responsabilidad terrenal? Sera ste el modo de que se acusa-ba a ciertos peruanos?

    Hace aos le y rele hace poco un libro de M. Amde-Franoisde Frzier, ingeniero de S. M. el Rey de Francia. Fue publicada su primeraedicin en 1712. Se titula Relation du Voyage a la Mer du Sud. Creo habertenido en mis manos la edicin de 1720. Frzier, hombre culto, muy con-servador, describe las costumbres de Chile y Per. Al referirse a Lima, anotaque en esta ciudad se producan ms divorcios que en Francia, algo nomuy seguro a nuestro saber; y que, tocante a manifestaciones de fe, lasdamas acudan con grande y hasta ostentosa devocin a las procesiones yfestividades eclesisticas, mas no cumplan con igual rigor los mandamien-tos sobre ayuno, abstinencia, oracin y retiro.

    El doctor John A. Mackay, ministro presbiteriano, insigne exgeta deUnamuno, doctor en Letras de la Universidad de San Marcos, ex directordel Colegio Angloperuano de Lima, decano de la Escuela de Teologa dela Universidad de Princeton, revela en su nutrido libro The Other SpanishChrist, (MacMillan, New York, 1933), diversas opiniones de connotados

    latinoamericanos acerca del espritu religioso. La de Jos Glvez, poeta, po-ltico y maestro peruano, es muy indicativa. Segn ella, el librepensamientopuede coexistir con el catolicismo en una misma persona; sin pronunciarsepor un neto atesmo, acenta el laicismo en forma muy semejante a la demediados del siglo XIX, hija del positivismo.

    Varias veces y en diversos libros y folletos he tratado este asunto que meparece descuidado y, empero, vital. Un pueblo es no slo como lo retrata su

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    economa o lo refleja su historia, sino que en su destino ejercen poderosapresin sus reacciones espirituales, sobre todo las religiosas. Aun cuandoresuelva abolir a Dios, como en el famoso y ya retocado mural de Diego

    Rivera, el suprimido Ser y su escuela contina desempeando su estu-pendo y significativo rol sobre el alma del pueblo.El Per es un pas catlico. Juzgado desde el ngulo de la historia, ello

    es indudable. Posiblemente somos los ms activos y mayores proveedoresde santos, beatos e inspirados de la grey latinoamericana. Nadie nos dispu-ta ese puesto. Disponemos, como en un milagroso abanico, de nombres yproezas como las de Santo Toribio de Mogrovejo (aunque espaol), SantaRosa de Lima, San Francisco Solano, el Beato Martn de Porras, el Beato

    Juan Masas, el celestial Padre Urraca, la Beatita de Humay, y contamoscon efigies cargadas de exvotos, smbolo de la fe popular, como la Virgende Caima, el Seor de Luren, el Seor de los Milagros, el Seor del MarConmovedora constelacin, testimonio de una actividad litrgica y cre-yente de la que debiera alzarse un pueblo con fe capaz de cualquier hazaadivina o humana. Pero, observemos. La frivolidad, representada por unainusitada moda, suele preferir en determinados ciclos a este o aquel santoo beato, y, si hoy estn de moda el Padre Urraca y el Beato Martn dePorras, ayer no tenan competidores Santa Rosa o San Francisco Solano.Podra interpretarse esto como una extensin de la proclividad caudillescaa un terreno incompatible con ella; a un ejercicio de la gana de que ha-bla Keyserling, y a la novelera, tan criollas, ingenuamente irrespetuosasde las jerarquas, incluso de las celestes. De toda suerte, tales trivialidadesforman parte constitutiva de la liturgia y la fe religiosa en el Per.

    No debo aqu omitir una impresin personal. Se trata del Seor de Los

    Milagros, cuya procesin puede compararse a la del Seor del Gran Podersevillano, a la de la Macarena u otra de anlogo arrastre multitudinario.La del Seor de los Milagros es una vieja devocin. Data de 1746. Ocu-

    rri entonces, como es sabido, un espantoso terremoto que destruy Lima.En una cofrada de negros angolas, vecina del barrio de las Nazarenas, que-d, empero, erguida, desafiante, una pared: en ella estaba pintada una ima-gen de un crucifijo singular, algo moreno, cruelmente llagado. Por aquello

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    de color trigueo hace pensar en el de la Virgen de Guadalupe y la Caridaddel Cobre, ritos caractersticos de Mxico y Cuba. No es ms claro de tezTaytacha Temblores, a quien adoran de especial manera los devotos del

    Cusco, y a quien han consagrado tan reiterado esfuerzo e inspiracin lospinceles de Jos Sabogal y Jorge Vinatea Reinoso. Pues bien, la forma cmo,en medio del desastre, resisti intacta aquella imagen, fue causa de que sela convirtiera en objeto de ardiente adoracin; y, como los miembros de laCofrada de negros angolas le confiaban sus cuitas, y ella les escuchaba, ydevolva en milagros las preces de que era objeto, he aqu que se volvi elSeor de los Milagros, primero capitn de las esperanzas de los negros,luego de mulatos y mestizos, y, al fin, de blancos y de todos los creyentes de

    Lima, y hasta de los no creyentes que, en Octubre, regresan al regazo de lafe, ateridos de arrepentimiento ante el Seor, que avanza bamboleante y so-lemne sobre los numerosos y potentes hombros de los hermanos, vestidosde hbito morado, entre la densa humareda de enormes velones exornadosde cerosos encajes violeta.

    Un mar, un autntico e inmenso mar humano sigue tras las andas, so-bre las que se yergue la estampa, agobiada por tantos corazones y exvotosde plata, de todo tamao y ley. Desde la Iglesia de las Nazarenas, dondedescansa durante el ao, sale a visitar a sus feligreses que se esparcen por laciudad entera. El recorrido tarda los das 18 y 19 de octubre, y hubo aos enque se prolong hasta el 20. Una quejumbrosa banda de msicos precedeel lento desfile. Los hermanos entonan con desgarrada y ronca voz suscansinas oraciones. Se mezclan en el cortejo amos y criados, beatas y pros-titutas, jvenes y viejos, negros y blancos, indios y mulatos, sedas y percalas,mantillas de encaje y mantas de vapor. Vista desde lo alto, la masa oscila

    como un enorme animal sooliento, en pausado vaivn. El Seor desa-yuna en El Sagrario, almuerza en la Buenamuerte, duerme en SantaClara o en Cocharcas, vuelve a almorzar en Santa Catalina, regresa adormir a Nazarenas. De ah saldr, despus de la Novena, el 28 de octu-bre, a un corto recorrido, acompaado por ms reducido y selecto cortejo,razn por la cual a la de tal da suelen llamarla procesin de los blancos.

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    Durante todo este tiempo, en las Nazarenas y alrededores (y durante laprocesin, en las plazas del trnsito), se instalan puestos de vivanderas,cuyos fogones y mesitas despiden los ms provocativos y variados aromas.

    La cocina y la repostera criolla despliegan sus galas, para goce del paladardel consumidor y la bolsa del cocinero. Ah, los humeantes y olorosos an-ticuchos, las vistosas y sonredas butifarras, los choncholes crepitantes, losamarillentos cau-cau o mondonguitos acompaados del fiel arroz blancoy graneado, las tiernas papas a la huancana y, como bebida, parecido aMxico, pero sin recurrir a ficciones de falso colorido, las chichas de todoslos sabores y matices, en vasos enormes, donde de cuando en cuando selanzan, sin xito, porque la higiene se ha puesto hoy muy alerta, golosas

    moscas, dispuestas a suicidarse bquicamente, saturadas de fermentadoalcohol casero. Mientras el alma eleva sus plegarias y quejas al doloridoSeor, la carne se derrite en tentaciones; la gula y el amor, porque circulanpor ah unas mocitas muy taconeantes y pizpiretas luciendo todo su aquellocomo tributo a la festividad de tal fecha. Ay, Procesin de los Milagros! Yoconservo cabal en la retina y el olfato, ese tu seoro pecaminoso y mstico.Me morir en olor de sahumerio y de fogn, de su montona salmodia, desus dengues y solemnidades; me morir de su nostalgia y de su azote, de sudevoradora grandeza, de su desnuda popularidad.

    Devocin limea! Y no es acaso semejante, la del Seor de Luren enIca, la de Taytacha Temblores en Cusco, la noche de Pascua de Resurrec-cin, doquiera, cuando la Virgen sale, entre la escueta luz de los hachones,antes de que se encienda el da, a buscar a su Hijo, por las apretadas callesde los villorrios?

    Somos un pueblo litrgico, y litrgicamente catlico. Como gran parte

    de Amrica. Los Papas nos entendieron a maravilla cuando nos eximieronde ayunos y abstinencias, dizque por mor del clima aunque se me hace queen tal respecto el clima que contaba era el de adentro, la imbatible sensua-lidad del criollo.

    No se adelante, empero, nadie pensando que, entre nosotros, puedems el escepticismo que la fe. De ninguna manera. No obstante de existir

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    en la raz de nuestro siglo XIX una profunda corriente laica, somos una na-cin religiosa. El da que nos faltara el catolicismo, florecera otra religinde Iglesia o sin ella, pero algo que religara al hombre con lo Absoluto.

    Este es el caso: tenemos gran dficit de absoluto y una superabundancia derelativismo. Aquel vaco no se llena sino con fe. Con religiosidad celeste oterrena. Con algo por encima de una existencia cuya falta de compensaciny confort aleja del bajo materialismo y facilita el acceso de la mstica.

    Ya oigo: el indio sigue siendo pagano El negro sigue siendo fetichis-ta El descendiente de espaol sigue siendo, en conducta, musulmn,blandiendo el espadn de la guerra santa. Todo esto es verdad, y no lo es.Por ser el Per como los mayas, los aztecas y tlascaltecas, pas de vieja y

    vigorosa organizacin social y poltica, Roma y Espaa tuvieron que guar-darse de realizar aqu una poltica de tierra arrasada o de alma venci-da. Fue preciso contemporizar. Muchas formas idoltricas pervivieron. Elsbdito de Huayna Cpac y del Inti entenda la religin como una parte dela vida diaria, anexa al gobierno y a lo cotidiano. Supo el catequista quelleg con su Evangelio, algo ya aprendido al norte, entre aztecas y mayas:la religin para el indio es objetiva. Nos refiere el Inca Garcilaso, en unapgina memorable, cmo los parientes de su madre, quechuas, le ensearoncanciones del Imperio. Un da, entrando en la catedral del Cusco, siendo lmuy mozo, le sorprendi escuchar, bajo las altas bvedas de las cinco naves,pavimentadas de grandes y gruesas piedras, la misma chanzoneta paganaoda en labios de sus tas y tos maternos. Profanacin? No, nada de eso. Sila msica, la tonada era incaica, profana, la letra, en cambio, estaba en latny alababa a Jess y a su Santsima Madre. Simbiosis tctica y eficaz, a cuyoamparo se puede descifrar el misterio del alma religiosa del peruano Ms

    all, afanosos obreros indios, espaoles y ya mestizos se ocupaban en levan-tar, sobre los muros de piedra del Templo de las Vrgenes del Sol y el delSol mismo, la mampostera cuasi medieval del Templo de Santo Domingo,convirtiendo en monumento cristiano la sede de la paganidad incaica. LosCatecismos preguntaban muy a menudo por los problemas del alma y por elnmero de corderos, por el pecado de la gula y por la extensin de los cam-pos, sin desligarse de la tierra, s, principio fundamental que la Repblica

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    no ha comprendido, pero que los catequistas del Virreinato desentraaroncon acierto. Fruto de ese mestizaje espiritual, datante de los primeros aosde la Colonia, son la insigne condicin de escritores y predicadores, o de

    historigrafos y misioneros, o de recoletos y meditativos, que lucen el IncaGarcilaso, el P. Blas Valera, el P. Juan de Espinoza Medrano, el P. Adrianode Alecio, ste ya fruto de cruzamiento italiano, hijo de un discpulo deMiguel ngel.

    Con la Independencia ocurri un fenmeno que ha vuelto a destacaren estos das el Obispo de Talca, Chile, don Manuel Larran Errzuris, ensu libro La hora de la accin catlica (1956). Al llegar la Revolucin de laIndependencia escribe el citado obispo, el Episcopado, a pesar de ser

    muchos de ellos criollos, hizo, por regla general, causa comn con Espaa.Tampoco Roma reconoci en un principio la Independencia Eso explicacomo carcter comn en las nuevas repblicas que se han independizadode Espaa, el que encuentran conjuntamente en los comienzos de su vidalibre un sentimiento cristiano y cierto sentido anticlerical.

    Mientras (aadimos por nuestra cuenta) los curas Miguel Hidalgo, JosMorelos, en Mxico; Muecas, Bjar, en Per; Funes, en Argentina; mstarde el que sera Arzobispo de Lima, Luna Pizarro, presidente de nues-tro primer Congreso Legislativo, se colocan de parte de los revolucionariospatriotas, el alto clero, el que imparte rdenes, la jerarqua, se opone. Ofi-cialmente, Roma prefera la alianza con Madrid, corona digna de todas suscomplacencias. Cuando, ya andando el segundo cuarto del siglo XIX, Romadecide reconocer a las nuevas repblicas, en stas ha crecido la actitudanticlerical, si bien las bases cristianas se han mantenido inconmovibles.Porque la masonera, tan prspera entonces, no ataca estas bases, sino a sus

    personeros, en una como visible disputa temporal, de la que ser eco unavasta literatura ideolgica. Lo prueban en Per dos hombres, ambos salidosde la Iglesia, voceros del liberalismo y conservadorismo, respectivamente.Francisco de Paula Vigil (1792-1875) y Bartolom Herrera (1808-1886).El juego de doctrina crece en torno de ambos. Discpulos de Herrera, losGlvez se le pondrn al frente. Como el Seminario es la mejor organizacindocente, por l pasan hombres destinados a mantener las ms antagnicas

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    ideas. Seminarista (y vestir sotana un tiempo, cuasi hasta contraer matri-monio) ser don Nicols de Pirola (1839-1913), dos veces Jefe del EstadoPeruano y fundador del Partido Demcrata. Seminarista (y escapar de sus

    aulas, como tambin de las de la Universidad) ser don Manuel GonzlezPrada (1844-1918), fundador del Partido Radical, campen del anticlerica-lismo y de una nueva actitud social y poltica. El laicismo peruano fue as,ms bien una actitud biolgica que doctrinal; se nutri de protesta poltica,no de escepticismo. Si alguien crey desesperadamente en la libertad detodos los peruanos, fue Vigil; si alguien aboga hasta la desesperacin porla igualdad de los pobres y los ricos, es Gonzlez Prada. No son escpticos.Llegan a la negacin, en ciertos casos, con Prada, pero apasionadamente.

    Donde hay pasin no es difcil rastrear el an no extinto rescoldo de unahoguera, de una fe. Uno puede discrepar de Vigil o Herrera; nunca negarlessu capacidad espiritual, de contagio idealista. A Vigil le veremos asomadoal mundo de lo cotidiano, desde su atalaya de insobornable dignidad, sinimportarnos al fin si fue amigo o adversario del Papado, ni partidario ocensor de los jesuitas. Se le sabe ejemplar, y eso basta. Herrera, conservadorultramontano, es leal a s mismo. Se discrepar de su alambicada teorasobre la Soberana de la Inteligencia, germen de una aristarquia a menudoapcrifa; o de su ingeniosa y persuasiva manera de explicar la forma enque el poder republicano tambin viene de Dios, ya que Dios se despojade su arbitrio de sealar al gobernante y traspasa al pueblo su prerrogativa,de donde la Providencia de Bossuet en vez de encarnar unipersonalmenteen un rey, se vaca pluralmente en la masa y sta delega sus poderes en unpresidente. Nos interesa que en Herrera se ve una lnea recta; hay fuego,hay fe. Por eso, mientras muchos que proclaman programas, pasan, Vigil

    y Herrera quedan, como quedarn Pirola, Gonzlez Prada, en quienes elpensamiento es consustanciacin vital, conducta, inclusive en el primero,tan obligado por la poltica a tantas concesiones.

    En verdad, si Pirola hubiese sido menos demaggico, habra substitui-do con ventaja a Herrera, con cuya esencia aristrquica coincida plena-mente y de quien fuera discpulo. Por otro lado, si Gonzlez Prada hubiese

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    sido algo nada ms que algo demaggico, habra substituido a plenituda Pirola y hecho intil o excesiva la tarea de tres generaciones subsiguien-tes. Aquellas mermas explican ciertas fallas, mas no la ausencia de fe; que,

    de un modo y otro, la tal ausencia de fe no es sino una paradjica fe enno-creer, es decir, en no-creer en lo ultraterreno. Todos vivieron y vivendespus de muertos a expensas de la fe que conocieron y de la que desperta-ron. Por lo dems, el duelo ideal entre ambos hombres Pirola y GonzlezPrada llevado al extremo de que este quiso o empez a publicar mientrasel primero tena autoridad, no se explica slo por la discrepancia doctrina-ria, sino muy principalmente, por la actitud moral, nacida de un dogma yde una tica. El actor y el fiscal no se concilian casi nunca.

    Pirola, discpulo de Herrera, ser defensor de la Iglesia, aunque, por otraparte, se presente con cierto tinte librepensador: Prada, remoto admiradorde Vigil (Solitaria columna a orillas de un ro cenagoso), atacar a laIglesia sin tregua. Empero, llegado el ao 1917, cuando un periodista, Flixdel Valle, pregunta a Prada si cree en Dios, ste le responde: Hay das quecreo y hay das que no creo, pero generalmente, no creo. La preguntaestuvo mal planteada. Como dice el Obispo de Talca ya citado, el problemano era en Prada el cristianismo, puesto que a menudo da pruebas de suinmensa piedad, sino el clericalismo. Punto de Iglesia temporal, no eterna.

    Tanto es as, que don Ricardo Palma, otro de los grandes de la literaturaperuana, ser, no obstante la predileccin de que disfruta entre las altasesferas sociales, un inconfundible anticlerical y pro-masn. Aparte del tonode sus Tradiciones Peruanas, bastar recordar el episodio de la segunda ex-pulsin de los jesuitas del Per, en 1886, que fue promovido por Palma. Laoportunidad la proporcion el P. Ricardo Cappa, historiador, de la Compa-

    a de Jess, quien en su historia de Amrica atac a los indgenas y exaltunilateralmente a los conquistadores espaoles. Palma denunci el hechopblicamente. Numerosas algaradas, ataques y, al fin, un decreto, cancela-ron las actividades jesuitas en Per durante aos.

    Sin embargo, el Per segua venerando a Santa Rosa y al Beato Martn,rindiendo pleitesa a sus devociones, siguiendo lleno de piedad la procesin

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    del Seor de los Milagros y, con traje negro y rostro compungido, la delLignum Crucis, cada Viernes Santo.

    Se dice, y yo con ellos, que el nuestro, a diferencia del chileno, es un

    catolicismo a la espaola, queriendo significar su carcter intransigente, amachamartillo, mientras el de Chile, ms a la francesa, es de tipo tolerante,espiritual y hasta intelectual. Convendra detenerse en este rasgo. El propioGonzlez Prada, en su libro pstumo El tonel de Digenes, nos proporcionaelementos para la comparacin. A travs de una larga lista de refranes, nosmuestra, empero, un pueblo tan catlico como el de Espaa, utiliza, em-pero, multitud de sentencias irreverentes y hasta sacrlegas en las que Diosanda poco respetado. Por ejemplo: A Dios rogando y con el mazo dando,

    que encierra una crtica profunda y relampagueante al ritualismo, propio denuestra gente. Habra pues, una relacin de paralelidad entre ambos modosde creer y no venerar. Cuando Jos de la Riva Agero, que haba sido entu-siasta defensor de Gonzlez Prada (1905) y del liberalismo (1910 y 1915),declar pblicamente su reingreso al redil de la Iglesia (1932), us palabrasque evocan algunas de las de Menndez y Pelayo en su Historia de los Hete-rodoxos; luego su conducta poltica que sera intolerante y hasta implacable,muestra cierta delicia en vocear esos dos caracteres, ufano de lucir su abier-ta intemperancia, promulgando la guerra santa contra el infiel adicto aotra ideologa que no fuera la suya. Esto, sin embargo, de ocurrir en el pormuchos tenido como representativo del catolicismo peruano, no es tpicodel pueblo, dado a la tolerancia antes que a la cerrazn en materia religiosa.

    Durante seis lustros se llev a cabo una dura campaa a favor del in-dio peruano. Puede decirse que desde la guerra del pacfico. Se constituyuna sociedad Pro-indgena a la que pertenecan hombres tan eminentes

    como Joaqun Capelo, Manuel Yarlequ, ms tarde Pedro Zulen. Segn, esagente, la trinidad fatdica del indio peruano la constituan el subprefecto,el Juez y el cura. Una escritora, doa Clorinda Mato de Turner, publica en1889 la novelaAves sin nido, donde se ocupa de la tragedia de dos indios,un varn y una hembra que se enamoran el uno del otro, pero se frustran aldescubrir que son hijos de un mismo padre, un seor Obispo de la serrana.

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    No es pieza aislada. En los escritos de Abelardo Gamarra El Tunante, re-petimos que en los de Palma, en los de Mariano Amzaga, Germn Leguay Martnez, Mariano Lino Urquieta, Francisco Mostajo, surgen censuras y

    ataques contra el clero, sobre todo el de la sierra, a propsito del indio. Pero,no se debe generalizar respecto a los resultados de esta campaa, inspiradapor una tendencia de reivindicacin social (si se considera al cura serranoligado a la explotacin del indio) y no por falta de fe religiosa. Cuando unocomprueba el evidente avance realizado por las iglesias protestantes en laszonas indgenas de Puno y Cusco, se da cuenta de que el quid de la supuestairregularidad es muy deleznable y hay ms bien una cuestin de necesidadde creer y esperar en algo que permita el imperio de la justicia en la Tierra.

    Por eso fcilmente se malinterpreta un hecho en cierto modo reciente:la accin del Frente nico de Estudiantes y Obreros, el 23 de mayo de1923, contra la propuesta consagracin del Per al Corazn de Jess de laque tratara de valerse Legua para apuntalar su propsito de ser reelectoPresidente de la Repblica en 1924. Aquella campaa no fue ataque a lareligin catlica. Quizs, algo contra el Arzobispo de entonces. Pero, elobjetivo de ella fue, primero, evitar que se repitiera, con medio siglo de re-traso, en Per, lo que ocurriera en Ecuador bajo Garca Moreno; segundo,denunciar la maniobra poltica que, so capa religiosa, pretenda cohonestarel deseo de un hombre de perpetuarse en el gobierno; tercero, evitar lacomplicacin de motivos religiosos en asuntos polticos y sociales. De ahque, con el Frente nico, se alinearan no slo masones, sino representantesde la burguesa liberal y del civilismo clsico, defensor del catolicismo,pero ms enemigo de Legua que del Demonio.

    Es entonces cuando empieza a madurar una conciencia dinmica entre

    los catlicos. La antigua cepa litrgica de las asociaciones de caballerosdevotos abre paso a la nueva de misioneros civiles y catequistas sociales.Desde 1915 se organiza en el Colegio de la Recoleta (Sagrados Corazones)la A. S. I. (Accin Social de la Juventud), ncleo del cual saldr en 1917la Universidad Catlica de Lima, dirigida por el fundador de aqulla, elP. Jorge Dintilhac SS. CC. Ms tarde, surge la A. C. J. (Accin Catlica

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    de la Juventud), cuyo objetivo principal parece fue enfrentarse a la Y. M.C. A. (Asociacin Cristiana de Jvenes), a la que se atribuye motivosprotestantes. Seguirn algunos ensayos para fundar un Partido Catlico,

    que la jerarqua desalienta. Mucho ms tarde se echarn los cimientos deun Partido Demcrata-Cristiano, de ndole ms regional que nacional, ymucho ms poltica que social y religiosa. Todo lo cual indica la aparicinde una nueva mente catlica, de una nueva manera de encarar el problemaque todo hombre conlleva en lo ms profundo de su espritu y en loms urgente de su actividad diaria: el de religarse, vincularse, explicarseoexpresarse con respecto a aquello intangible, pero activo, que agita alhombre; sea que atae a la religin, sea a la tica, sea a la psicologa: de

    toda suerte, algo ms all de las comprobaciones inmediatas.La educacin desempea, a mi juicio, menos influencia en esto que el

    trasfondo mstico del indio, el fetichismo del mestizo, la religiosidad a lajineta del espaol. De hecho, la educacin era ms apegada a normas reli-giosas ayer que hoy. Ciertamente, existen numerosos colegios confesionalesy ya no slo aristocrticos, sino algunos de tipo popular y de tendencia msdeportiva y humana, dentro de lo catlico. Pero se han fundado otros detipo laico y con financiamiento privado, debido a la accin de los criollosy las colonias extranjeras. Con todo, se acenta lo que nos atreveramos allamar hambre mstica del peruano medio, pese a la desorientadora ac-cin de un materialismo impaciente e inmediatista. Oficialmente, el Estadoprofesa la religin catlica pero permite el ejercicio de otros cultos.Aunque, protegida por el Estado y con un volumen no inferior al 90% dela poblacin, la religin catlica es menos practicante que en otros pases;su ejercicio se deja ms a las mujeres que a los hombres. Empero, estos

    realizan otro tipo de prcticas semirreligiosas, sobre todo vista la pasincon que a veces defienden ciertas abstracciones, en un aparente juego deirrealidades. En la poltica se le reconoce con nitidez. El peruano escptico,laicizante, descredo, inmediatista, ha demostrado una rara tenacidad y unestoicismo lindante con lo heroico al defender ciertas ideas, sobre todo en1930 y nuestros das de 1956. Un editorial del diario Intermedio, de Bogot(sucesor del silenciado El Tiempo) expresa en su editorial del 22 de junio

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    de este ao (1956), que la reaccin popular del Per, en los comicios del17 de junio, demostr: la impermeabilidad ciudadana a la propaganda dela fuerza y la riqueza, y la fidelidad a sus principios y lderes, por parte de

    los perseguidos apristas, o sea que el pueblo peruano est capacitado paraseguir una doctrina, sin importarle los hombres ni amedrentarle los casti-gos, siempre que respondan a ideas y necesidades fehacientes. En otras pa-labras, la presencia de una mstica laica, si se quiere, en todo caso, superioral inters mezquino y a las provocaciones materiales, a la sensualidad delapresurado xito.

    Tal vez sea aqu, en el campo de las aspiraciones generosas en pro delmejoramiento humano, donde se encuentre ms vigorosa fe y mayor perse-

    verancia entre los peruanos. Los indios y los espaoles son razas realistas.Realistas, digo, no materialistas: reaccionan ante los hechos bien sea en unsentido idealista, bien sea en el sentido contrario. Pero, de toda suerte, sonlos hechos los que cuentan en una como compleja y vasta casustica tras-cendental. De los hechos deriva el peruano sus grandes decisiones; de ellos,su fe; de ellos, su esperanza a llenar el agobiador vaco de absoluto que unahistoria demasiado unilateral y flagrante ha abierto en el cuerpo ancho y elalma ansiosa de este ser perenne, cruel y fino que se llama Per.

    Para pensar as media una circunstancia no siempre notoria en otrospases, pero que en el Per parece una regla: las grandes pasiones popularesy los grandes prestigios literarios se han formado y duran a pesar del malxito material, de los sacrificios, los aparentes fracasos y la ninguna coope-racin de los elementos que disponen de medios para facilitar o incremen-tar cualquier buen resultado.

    Los mayores caudillos del siglo anterior y comienzos de ste Sa-

    laverry, Pirola, Durand, hagamos excepcin de Castilla, aunque su fi-nal tiene la aureola del martirio, vivieron duramente perseguidos. No

    disfrutaron de publicidad oficial Vigil, Gonzlez Prada, Matto de Turner,

    Chocano (durante parte de su existencia), Eguren (slo al trmino de su

    existencia), Vallejo. El dolor de Santa Rosa y la humildad de Martn de

    Porras atraen mucho ms al peruano que la fecunda y laboriosa vida de

    Santo Toribio.

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    Esta caracterstica se conserva hasta nuestros das, testimoniada en re-cientsimos sucesos polticos y literarios, religiosos y sociales.

    Cmo un pueblo as, que se siente atrado por el sacrificio de los otros,

    aunque rehuya el propio mientras puede, ser considerado un clsico, esdecir, un racionalista? No se advierten, acaso, y muy a primera vista, losrasgos de un romntico, como ya hemos dicho que sucedi en el IncaGarcilaso?

    Mientras en otros pases, de slida cultura, la derrota destruye, en elPer se convierte en germen de futuras y ms amplias victorias, siempreque en ella subsistan elementos de abnegacin, desinters, gallarda, per-severancia. Hasta Lima, la reilona y acomodaticia Lima, comparte aqu los

    comunes caracteres del resto del Per, de todo el Per.De ah la conviccin de que, bajo apariencias de una frivolidad, que tal

    vez no sea sino una manera de encubrir graves cavilaciones, subyazga unagravedad precursora de quin sabe qu fecundas cosechas.

    El Per es as, y, por eso, afirmar que est rebosante de fe y que ha bus-cado largamente dnde y en quin o en qu depositarla, no es una merafigura retrica. La mstica suele ser pattica, pero tambin disfrazarse desonrisas solicitando disculpa por la amargura y la tensin que bajo ellastratan de hallar su cauce. El Per, en trance de encontrarse, equilibra ins-tintivamente su regusto por la forma con una inescapable preocupacin porsu destino. En ltima instancia, tal vez su fe ande en crisis, ciertamente laesperanza no.

    L. A. S.

    Santiago, Chile, 9 de julio de 1956