creaciÓn e investigaciÓn en la facultad de artes · portafolio de artista. sala de estudios y...

C R E A C I Ó N E I N V E S T I G A C I Ó NF A C U L T A D D E A R T E Sen la

2015Creación e Investigación en la Facultad de Artes 2015Primera edición, Agosto de 2015ISBN: 978-958-775-428 5© Universidad Nacional de Colombia© Facultad de Artes. Sede Bogotá

Rector Ignacio Mantilla Vicerrectora de Investigación Dolly MontoyaVicerrector Sede Bogotá Diego Hernández

Decano Carlos Naranjo Vicedecano de Investigación y Extensión Alberto AmayaDirector Centro de Divulgación y Medios Alfonso EspinosaInstituto-Taller de Creación Nelson Vergara

Edición Nelson VergaraCorrecion de estilo Ángela LizcanoDiseño Gráfico Marisol del Rosario Vallejo

Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia

Creación e Investigación en la Facultad de Artes 2015 / editor Nelson Vergara. -- Primera edición. – Bogotá : Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogotá). Facultad de Artes, 2015. 272 páginas : ilustraciones (principalmente a color), fotografías, mapas. Incluye referencias bibliográficas ISBN 9789587754285

1. Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogotá) - Facultad de Artes - Investigaciones – Proyectos 2. Arte moderno - Investigaciones 3. Creación (Literaria, artística, etc.) 4. Arte en universidades 5. Arte conceptual – Exposiciones 6. Libros de artistas 7. Cine y arte - Producción y dirección 8. Performance (Arte) I. Vergara Bobadilla, Nelson Hamir, 1966-, ed. II. Título CDD-21 707 / 2015

2015SEDE BOGOTÁ

FACULTAD DE ARTES

C R E A C I Ó N E I N V E S T I G A C I Ó NF A C U L T A D D E A R T E Sen la

4instituto taller de creación

contenido

La vida avanza hacia la novedad 10

Gustavo Zalamea: Navegando en la utopía 12

Elogio de la poesía Juan Manuel Roca 14

Proyectos

Pedazos de mundo 28Mauricio Bejarano

Proyecto jardín, paisaje interior 32Maria Fernanda Zuluaga

Estrategias pedagógicas en proyectos museográficos y departamentos de educación en museos de arte en Barcelona 36Marta Combariza

Estar en la calle, llevando la casa 48Trixi Allina

Una línea entre la tierra y el territorio exposición portátil 50Marta Combariza

Tres divertimentos corales sobre textos de Francisco Álvarez de Velasco y Zorrilla 56Mauricio Rodríguez Melo

Portafolio de artista. sala de estudios y documentos de arte contemporáneo local 104 62Trixi Allina

Una mirada al pensamiento del artista en la Universidad Nacional de Colombia 66Trixi Allina

Un fantasma, dos ciudades 68Trixi Allina

2012


5

Manos de saboyá 72Federmán Contreras Díaz

Manos de la patagonia 76Federmán Contreras Díaz

Las formas esquemáticas prehispánicas de México y Colombia 80Luz Helena Ballestas Rincón

Exil_plataforma de producción poiética 88Mario Opazo

De prácticas de creación y otros encuentros enla comunidad nïmaira naïmekïibïrï (patio de ciencia dulce) 92Jaidy Astrid Díaz Barrios

Missa brevis Pange Lingua 106Libardo Arturo Saavedra

Documental “las manos del padre” 112Juan Diego Caicedo

Páramos inconmensurables 114Gloria Merino

The labor of indeterminacies // El trabajo de indeterminaciones 146Karin Harrasser

Anatomía del paisaje 128Rosario López Parra

Semillero de investigación en ilustración 134Carlos Martín Riaño Moncada

Impacto de grandes proyectos de infraestructuras de transporte en las dinámicas urbano-regionales 142María Patricia Rincón Avellaneda

Paisaje desmembrado 146Nelson Vergara

2013

2015 Contenido


Medialab 2.0 148Carlos Delgado Rivera

Música de cámara: compositores del conservatorio de música de la Universidad Nacional de Colombia 150Liz Ángela García Castro

Resumen investigación creación 2012-2013 160Dioscórides Pérez

Casa vacía, libro de artista 172Trixi Allina

Discurso higienista y transformaciones urbanas en Bogotá 176Luis Carlos Colón Llamas

Cuerpo-paisaje-medio 178Nelson Vergara

Even if 212Karin Stempel

Entre la marca y el signo -epistolario de grabado- 194Marta Guevara

Del objeto solemne al objeto visual. thangkas y tormas 198María Morán

Yo mismo me estoy diciendo adiós 202Fernando Ramirez Moreno

Ciudad blanca 206Raúl cristancho

Lo que la tierra no perdona 210Alberto Amaya

Unidad de arte y educación 214Miguel Huertas

2014

2015 Contenido 7

Sicalipsis 218David Lozano

La cara enterrada 222David Lozano

El doble o nada para ver 226David Lozano

Semillero de investigación 228Juan Ricardo Rodriguez

Manual de técnicas fotográficas antiguas 234Omaira Abadía

La fauna en la cultura material indígena de colombia 238Luz Helena Ballestas Rincón

Acueductos 242Rosario López Parra

Proyecto homo animal 244Maria Fernanda Zuluaga

Paisaje ≠ naturaleza 248Nelson Vergara

Pintura en el espacio 252Martha Morales V.

Programa de Residencias Artísticas 258

Revista Ensayos 266

Colección sin condición 268

2015


poética y hermenéuticaSobre la creación en la Facultad de Artes

El proceso de domesticación del asombro está ligado al desarrollo de nuestra conciencia como seres humanos. Es decir, descubrimos lo que somos en la medida en que descubrimos al mundo. Asombro y curiosidad definen dos ins-tancias de una misma experiencia; una acción involuntaria como el asombro implica una reacción voluntaria que la complementa: la curiosidad. La recipro-cidad entre estas dos instancias marca un ritmo de interacción, un ir y venir, una mutua compensación que, como el acto de respirar, define el delicado balance entre aquello que nos rodea, nos afecta o nos implica y la manera en que nos aproximamos a nuestro entorno para dar cuenta de él, interpretarlo y transformarlo. Nuestra continua curiosidad no es una condición anecdótica o circunstancial, es un factor esencial en la construcción de la identidad huma-na, un catalizador de las relaciones sociales y un elemento constitutivo en la forma de proyectarnos en el mundo e interrogarlo. La investigación, en su más amplia posibilidad y en sus más complejas manifestaciones, es la instituciona-lización de la curiosidad humana, de sus descubrimientos y sus aportes. Sin curiosidad no hay ciencia, sin asombro no hay arte.

El proceso de formalización de la curiosidad implica varias instancias. Es el estado latente de las experiencias primarias lo que nos permite reanimar-las a través del recuerdo y transformarlas en acciones, hechos u obras que confirman situaciones ya vividas. Es decir, transformamos rastros de viven-cias significativas en experiencias decantadas, evidencias que satisfacen la curiosidad y moderan el asombro. En cada obra humana se acumula una experiencia que nos permite conocer y reconocer. Gracias a ello tenemos experiencia, un conocimiento que se acumula tanto en las cosas que crea-

2015 9

mos como en el cuerpo. El resultado de la curio-sidad es una satisfacción individual corroborada por la experiencia, pero siempre y sin excepción la confirmación de esa experiencia primaria y su sedimentación involucra a otros seres humanos. Cada evidencia es una visibilidad compartida, una experiencia común. La satisfacción de la curiosi-dad involucra desde el principio un proceso pro-gresivo de transmisión de sentido y experiencia; una tradición.

Dos formas de acumulación de conocimiento de-finen tradiciones distintas. El conocimiento cientí-fico avanza a partir de postulados ya aceptados. La ciencia es una síntesis continua que ocurre gracias al proceso de sedimentación social en el cual cada nueva adquisición hace referencia a una contribu-ción anterior, pero las contribuciones individuales obtenidas a través de cada nuevo experimento acumulan conocimiento en un sentido estratifica-do. Al concebir cada juicio como una instancia pre-via a un posible desarrollo posterior, cada experien-cia decantada se transforma en un peldaño de una escalera evolutiva. El conocimiento se construye a partir de conocimiento. Este proceso genera una distancia necesaria entre el conocimiento vigente y la experiencia original. Por el contrario, la creación artística contribuye a la paulatina reiteración de una experiencia común que permite variaciones, el producto de este proceso es un saber temático. No hay progreso en el arte, éste avanza a partir de la tematización de la experiencia. Cada contribución, cada obra, acumula conocimiento al repetir de otra manera, al develar algo nuevo desde la experiencia existente y al hacer visible y tangible esa novedad. Cada nuevo instrumento de la curiosidad genera resultados distintos, nuevas formas de ver. Cada nueva evidencia ofrece una faceta que nunca ago-

ta la experiencia original; al contrario, permite su corroboración continua e insistente y establece, de una manera necesaria, una reciprocidad análoga con otras obras de arte.

La creación artística parece haber justificado su pertinencia e iniciado el camino hacia su justo re-conocimiento, marcando su diferencia con la in-vestigación científica. Sin embargo, en su origen difuso, ambas comparten el profundo límite que inaugura nuestra comprensión sistemática: querer entender. La creación artística y la investigación científica comparten un mismo propósito, am-bas intentar dar cuenta del mundo, entenderlo, transformarlo y proveer las condiciones necesa-rias para una vida humana digna y satisfactoria. Ello no sería posible sin la ciencia, como no sería posible sin el arte. Marcadas las diferencias, el arte reafirma su propósito y su pertinencia.

La creación artística requiere de la asociación pro-ductiva entre poética y hermenéutica, como diría Dalibor Vesely. Un acuerdo entre un saber hacer que preserva la continuidad de la experiencia ori-ginal y un saber entender que reduce la distancia entre la experiencia y su sentido primario. Un saber hacer para saber entender, y viceversa. Por ello la tarea fundamental de cualquier proceso de crea-ción artística es la de recuperar el asombro y rea-firmar al mundo como posibilidad y fundamento.

Carlos NaranjoDecano Facultad de Artes

Junio 2015


la vida avanza hacia la novedad

Con el libro 2015 estamos presentando desde el Instituto Taller de Creación de la Facultad de Artes –ITC– más de cuarenta proyectos de creación e investigación que se realizaron durante los años 2012 a 2015, ya sea con descarga del Programa de Trabajo Académico o por convocatoria, en la Universidad Nacional de Colombia. Esta docu-mentación, aunque no recoge la totalidad de la

producción de nuestra Facultad, permite dar un panorama acerca de los pro-cesos que se desarrollan en ella.

Con base en los principios de multidisciplinariedad, interdisciplinariedad, transdisciplinariedad e indisciplinariedad, pensado en términos de Gary Ge-nosko como “un momento de fractura o ruptura, cuando la continuidad se rompe y la práctica misma entra en cuestionamiento”, el ITC busca diversifi-car y fortalecer la creación, la investigación y la reflexión académica a través de conceptos basados en la diferencia, el contraste, la movilidad y la genera-ción de espacios y redes.

De esta forma, el Instituto Taller de Creación tiene bajo su responsabilidad la coordinación del Programa de Residencias Artísticas UN –RAUN– desde el año 2014, que desarrolla como objetivo principal fomentar el intercam-bio, el fortalecimiento de proyectos artísticos, la instauración de la creación como forma de pensamiento y el diálogo académico entre artistas, creado-

La creatividad –la capacidad de generar nuevas formas–

constituye una propiedad clave de todo sistema vivo.

Friethof Capra

2015 11

res, estudiantes de pregrado y postgrado, y profesores de la Facultad de Ar-tes de la Universidad Nacional de Colombia y la comunidad internacional. Durante el año 2014 se realizó un total de dieciséis residencias, se estableció intercambio con nueve programas académicos de la Facultad de Artes y se dio intercambio con once países.

Desde su tarea de fortalecimiento de los procesos de investigación y crea-ción de la Facultad de Artes, el Instituto trabaja sobre diferentes plataformas para incentivar y desarrollar la discusión académica alrededor de conceptos como la investigación y la creación, la instauración de la creación como for-ma de pensamiento, y la investigación sobre y desde las artes. De esta mis-ma manera, junto con estudiantes de diversas maestrías, se ha venido desa-rrollando un pensamiento acerca del concepto de bordes (tomado como espacio de encuentro entre diferentes disciplinas, como zona de transición, de creación, no como forma de límite sino más como espacio de intercam-bio), donde desde nuestras diferencias y similitudes creamos intercambios mutuos; como seres sociales que necesitan del otro como forma de super-vivencia pero, más allá de eso, como forma de cambio y enriquecimiento.

Nelson VergaraInsitituto Taller de Creación


Desde adolescente, el firmamento de Gustavo Zalamea no fue del todo el nuestro. Atento al Reino de este mundo, generoso con los desventurados y con aquellos que luchaban contra las condiciones de su entorno, no obstan-te, vivió siempre en los espacios de la fantasía, cuya libertad y plasticidad se acoplaban naturalmente con su inagotable espíritu de navegante y explora-dor. En realidad, cualquier oportunidad –cotidiana, emotiva, artística o inte-lectual– era para él una ocasión preciada para ir más allá, para adentrarse en lo nuevo, para apropiarse del Reino de Utopía. Gran lector, aprovechó algu-nos de sus mejores trayectos literarios –los Románticos, Melville, Lovecraft, el Boom, constantemente reflejados en sus dibujos y en sus lienzos– para adentrarse en esa búsqueda utópica de lo fantasmal, lo ignoto y lo profundo, que tanto le conmovía.

En una de sus últimas caligrafías-mapas, Gustavo sitúa Anarquismo y Fra-caso al lado de Utopía, tríada que reverbera a la derecha de su dibujo en Montaje-Fragmentos-Romanticismo. Muchas de las claves de su universo se resumen en esos pocos términos. De hecho, el ideal sigue siendo ela-borar una red de proyectos utópicos, aunque desde el comienzo hay que ser conscientes del fracaso de la empresa. Ante la ruina inevitable, hay en-tonces que salvaguardar el fondo romántico del arte y adoptar una actitud anárquica, en vistas de recuperar los fragmentos rotos del ideal y poder montarlos en el arte contemporáneo. Sus descensos del Magdalena y del Amazonas, su sintonía con el Treno de Clemencia Echeverri y con el Soli-moes de Nelson Vergara, expresan una de las últimas y más queridas uto-pías de Gustavo: montar y rememorar, con el paso de las aguas, el tosco y

gustavo zalamea:Navegando en la utopía

2015 13

doloroso fluir del tiempo, los residuos quebrados de vidas, los indicios de lo que no volverá.

En el fondo, la utopía mayor de Gustavo consistía –nada menos– en alterar e invertir las formas usuales del tiempo y el espacio. Como hemos indicado en un estudio detenido de su Serie Final (Artefacto 15 2012: 81-91), Gustavo explora en sus últimos lienzos una compleja difuminación cinemática de los espacios pictóricos, que, al ser acentuada con todo tipo de recortes, reflejos y residuos en la materialidad de las telas, rompe nuestros anclajes usuales del entendimiento y la sensibilidad. En uno de sus textos programáticos centrales (“La ciudad es la utopía”, 1994), Gustavo señalaba la importancia de imaginar y crear en los márgenes, en los límites, en los territorios de frontera. Su anar-quismo luchaba contra cualquier acomodada certeza y contra los “monstruos de la razón”. Siguiendo la estela inacabable de un Novalis, la alteración de los opuestos –los traslapes entre firmeza y fragilidad, estatismo y dinamismo, rocosidad y fluidez, estabilidad y tránsito– fue una de sus mayores proezas como curador en su última década. Al final, las aguas y los ríos representaron, en materia y en espíritu, esa búsqueda elusiva de los bordes de la mirada.

Sin contar aún con los manuscritos inéditos que pronto deberán salir a la luz, no es arriesgado especular que la Utopía prospectiva de Gustavo –terminada prematuramente bajo un doble y paradójico límite de las aguas (...un agua-cero en el Amazonas...)– esperaba fraguar esa abismal tarea de navegar en los límites (temporales) de las tradiciones y las rupturas, así como en los lími-tes (espaciales) de las obras y los procesos. Su valentía, su visión iconoclasta, su generosa guía, hacen mucha falta para poder convertir nuestra clausura y nuestro temor de las limitaciones en apertura y gozo de los límites.

Siguiendo la Ruta de Humboldt en IcononzoEnero 2015

Fernando ZalameaDepartamento de Matemáticas

Universidad Nacional de Colombiawww.docentes.unal.edu.co/fzalameat/


Buenas tardes. Quiero manifestar mi gratitud hacia el Consejo Superior Universitario de la Universidad Nacional de Colombia por esta distinción en la que se habla, entre otras cosas, “de un reconocimiento a una vida dedicada a la poesía”. Que una universi-dad valore, más allá de que recaiga en mí, el ám-bito de la lírica, me resulta a todas luces alentador, cuando en muchos espacios de la vida académica se minusvalida todo lo que no sea pragmático o fácilmente comprobable. La poesía, que según

Saint John Perse es “el pensamiento desinteresado”, no suele ser llamada con frecuencia al festejo académico ya que no pocas veces se ve como una re-ligión sin feligreses. Por lo menos, estos reconocimientos escasean para mi escindida generación.

Mi generación ha oído y recibido más nombres que una pila bautismal. Para seguir en el juego nominal, que parece el de las muñecas rusas que tienen adentro otras que a su vez contienen una más, he propuesto para ella el nombre de Poetas del Inxilio, en razón de que sus obras aparecen y se con-solidan en los años de mayor desplazamiento en Colombia.

El “inxilio” es una suerte de exilio interior, un despojo de núcleos humanos, de familias desplazadas a las que les han usurpado sus tierras. Quienes pa-

Juan Manuel Roca

elogio de la poesía

La Universidad Nacional de Colombia otorgó el titulo Doctor Honoris Causa al

poeta Juan Manuel Roca. A continuación presentamos

presentamos el texto leído por el en la ceremonia realizada en

septiembre de 2014.

2015 Juan Manuel Roca15

decen el drama del exilio interior saben que muchos de estos generadores de expulsión -paramilitarismo, guerrilla, violencia estatal y paraestatal- han sido atrapados por el negocio de la guerra y por los políticos venales.

También la poesía ha sido desplazada de los medios impresos, con contadas excepciones, y, más aún, de los grandes sellos editoriales. Así que inxiliada en su propia búsqueda, esta generación sabe que el desplazamiento huma-no es el mayor drama colombiano actual.

El inxilio quizá tenga unos rasgos de enajenación y de expolio peor que el de quienes tienen que exiliarse. Es la pérdida del país dentro del país mismo, tener que habitar en la periferia como un único territorio posible, sentirse ciudadano de ninguna parte, exiliado de sí mismo, pertenecer a un no-lugar.

Colombia es uno de los países con más número de desarraigados en el mun-do. Solamente para el 2013 se señala la cifra de 230 mil personas entre hom-bres, mujeres y niños obligados a abandonar sus tierras. Y a la fecha van más de seis millones de desplazados. Mi generación ha asistido de manera doloro-sa a ese inmenso desalojo. Y no pocas veces lo registra en sus poemas. Natural-mente, el desplazamiento que da nacimiento al inxilio colectivo no es privativo de estos tiempos y podríamos remontarnos a la violencia de los años cincuen-ta, pero nunca este drama ha sido más cruento como a partir de los años en los que esta generación se ha venido expresando. No es un capricho. En aras de señalar un período de nuestra historia, el nombre de Poetas del Inxilio podría ser una forma sencilla de recordar nuestro drama colectivo. Quizá sea cierto lo que afirma el más citado de los poetas argentinos: “La realidad no es verbal”. Pero aún así, creo que hay que nombrar a los desplazados internos una y otra vez, hasta que se acaben la guerra y el desarraigo.

La poesía se mueve en los terrenos de la duda, en algo que avasalla todos los géneros artísticos hasta el punto de poder señalar que donde no hay poesía difícilmente hay arte, desde la plástica y la cinematografía hasta la na-rrativa y la dramaturgia. Y es que esta anómala forma del pensar que nunca ha debido escindirse de manera radical de la filosofía, parece que más que escribirse, sucede.

He sido cauto a la hora de señalarle un papel mesiánico a la poesía y pedirle de manera irrestricta una utilidad inmediata. Pero como soy de la creencia


de que es algo más que un género literario, que es más bien una forma de andar por el mundo, de respirar al unísono con los demás, me resulta im-pensable que no atendamos aún sin un “deber ser” programático a nuestra historia, que en nuestro caso está atravesada por una suma interminable de violencias. Por un absurdo temor a la ambigüedad, a las verdades que no pertenecen al orden de lo inmediatamente comprobable, por la falta de ri-gor científico y otros aparatos del concepto lógico, algunos le enrostran a la poesía una falta de tratos con la realidad en otra forma de violencia cultural, de imposición. Creo, con Raúl Gustavo Aguirre, que “lo inexpresable también forma parte de la realidad del hombre”.

Aimé Césaire, un poeta que se sentía torturado y humillado en cada hombre o mujer torturados o humillados, se asumía como víctima, pensando que somos parte los unos de los otros y que no vivimos en un mundo abstracto, enajenados de la realidad. Es poco probable que haya un pen-samiento de orden filosófico que no se pregunte por lo que nos sucede en los demás, en sus ale-grías y desvelos. Lo mismo ocurre con la más alta poesía.

Pensar que hay miles de estrellas muertas en el cielo que nos siguen alumbrando conduce a pen-sar en los cientos de poetas muertos que aún nos siguen, de la misma manera, alumbrando.

La sola imaginación es subversiva y casi sin premeditación se vuelve una suer-te de resistencia espiritual. Ahora, es bien sabido, como decía César Fernán-dez Moreno, que como no se ha podido poetizar la política se ha politizado la poética. Y hay ejemplos de grandes poetas que se manifiestan políticamente en sus versos sin perder de vista su alto rigor estético, como René Char, César Vallejo, Yannis Ritsos, Carl Sandburg, Osip Maldestam, Vladimir Holan, Anna Aj-mátova, Nelly Sachs, Bertolt Brecht, Paul Celan y tantos otros que no cabrían en esta página. Si hago este breve listado, es solo porque generalmente y de ma-nera maliciosa, desde la orilla de los manieristas sólo se recuerda a los malos poetas políticos, que también son legión, y de esa forma despachan y rehuyen el asunto de una necesaria impureza lírica que también hace parte de la vida.

Ser poeta en un país salvaje es elegir una larga cuarentena,

guardar como un talismán la palabra más breve y, por

momentos, la más bella. Esa que en Colombia parece

olvidada, la rotunda voz que casi nadie dice, que casi

nadie oye, las dos letras que conforman la palabra no.


En cuanto al poder transformador de la palabra, el mejor ejemplo lo encon-tré en una cárcel de Chile, donde un preso me expresó el más alto elogio de la poesía que haya escuchado. Allí, en un lugar que parece negar de entrada la libertad, me contó que todas las noches se escapaba de su celda y saltaba los cuatro muros cardinales mientras leía los poemas místicos de San Juan de la Cruz.

A lo mejor podría haber sido otro poeta al que leyera, pero el efecto de trans-formación del ánimo y, por tanto, de la realidad podrían haber sido los mis-mos. El reo chileno me hizo dudar de algo que siempre he afirmado en contra de los mesianismos, aquello de que intentar cambiar la realidad con poesía es como intentar descarrilar un tren atravesándole una rosa en la carrilera. Una condena al fracaso. El hombre enjaulado volaba encima de los muros sin que le aplicaran la ley de fuga, gracias a la voz de un remoto poeta.

Y vuelvo al territorio de la duda. En poesía una verdad mal dicha fácilmente se vuelve mentira, mientras que una ficción bien lograda puede volverse para siempre verdadera, como Hamlet, Sherezada o Moby Dick, y digna como ese personaje del coronel que no tenía quién le escribiera y que no usaba som-brero para no tener que quitárselo ante nadie, según la magnífica novela de García Márquez. No le basta con las verdades fácilmente compartibles y arru-lladoras, pues al igual que la filosofía su territorio de exploración natural está en la duda. La poesía se pregunta cómo andar al mismo tiempo en dos orillas de la realidad, en medio de lo que Simone Weil llama “una comunidad ciega”, una aturdida comunidad dividida entre la realidad y el deseo.

A cada rato, cuando se habla de la utilidad de la poesía en un medio de naturaleza violenta como el nuestro, se acude una y otra vez a una pregunta del romántico alemán: “¿Para qué la poesía en tiempos de penuria?”. Creo que es mejor cambiar, invertir la pregunta y decir: ¿para qué la poesía en tiempos que no sean de penuria? ¿Como simple adorno? ¿Como manieris-mo? ¿Como un mero esteticismo? De ser cierto que la poesía no tiene sen-tido en tiempos de penuria, nunca se habría escrito, pues todos los tiempos del hombre han sido de penuria.

Un aparente escollo para la poesía tiene que ver con la crisis de la palabra, en particular por su constante manoseo. La palabra es la primera baja en una crisis social: para qué el vocablo pan si no remplaza al pan, para que la pala-


bra libertad si tantas veces está en los labios de los carceleros. Sin embargo, esto, antes de crearle un desaliento, obliga al poeta a buscar la palabra justa en el inmenso pajar del lenguaje y a habitar de nuevo las palabras que el mal uso ha ido volviendo huecas, calcáreas. Es paradójico, hasta la libertad en el poema resulta tantas veces contradictoria por el hecho mismo de querer fijarla en palabras. Como es paradójico que estando la poesía construida con vocablos aspire al silencio.

La poesía, y tomo acá su nombre de manera genérica para toda creación ar-tística, como un epicentro de todas las artes, parece recordarnos que resulta tan precaria, tan irrisoria la llamada realidad (y “realidad” es una palabra que al decir de Vladimir Nabokov siempre debería ir entre comillas) que a cada momento tenemos que inventarla. Esto hace que la poesía no sea tan lejana de la ciencia, no obstante sus búsquedas se den en diferentes estadios del pensar, en diferentes gabinetes de la imaginación (Aldo Pellegrini, dixit).

Lo que hace más rica y diversa a la poesía escrita es que las verdades estéti-cas que se agolpan en la interpretación de la lírica nunca han podido, a pe-sar de credos y de manifiestos cerrados, del aluvión interpretativo, imponer un sentido único a la expresión creadora. Que no tenga nunca el rango de fórmula matemática, sino que el sentido de lo impersonal y de lo abierto la visiten, hace que la poesía resida más allá del poema, aún en los linderos del lenguaje, en los bordes de la palabra que se calla.

Previene René Menard sobre “dos clases de poetas sin porvenir: los que protes-tan por el Paraíso Perdido y los que prometen una Edad de Oro. Los primeros lisonjean sueños que el hombre persigue desde su madurez; los segundos se-ducen hasta el momento en que demuestran su espíritu de tiranía”. Habla el mismo Menard de “los poetas ideólogos” para quienes “el fanatismo o la esteri-lidad son su refugio”. La poesía es algo más que un catálogo de ideas. Los fran-cotiradores del inmediatismo político veían mal a Rubén Darío porque cruzaba en medio de gallineros en Managua pero los imaginaba cisnes, veía indígenas chorotegas sin dientes pero creía que eran princesas de una corte de Versalles, con lo cual también condenarían a cualquier caballero de triste figura capaz de trocar, como todo gran poeta, molinos en gigantes, mujeres de espléndida feal-dad en arquetipos de belleza. “La verdadera poesía no consuela de nada”, decía René Menard.


Aunque el poeta sabe que, más temprano que tarde, será como todos los hombres victimizado por la realidad, le opone la palabra al nombrarla, tie-ne clara conciencia de que pastorear lo real, domesticar lo real para sumer-girse en zonas de significado mitológico, es una función devoradora. Ese “cambiar la vida”, la vieja divisa de Rimbaud, cada vez parece asistirlo menos. Pero es su aspiración el encuentro con la esencia, la búsqueda de una ética ligada a la belleza superior, lo que lo pone en contacto con la eterna fugacidad, con lo que huye llevando en sí jirones de otras realidades más complejas. Realidades que, al cambio feroz de los días y aún de los milenios, exigen parti-cularmente unos nuevos tratos con el lenguaje.

La poesía se parece, en su calidad invasora, a la ara-ña que sube por la escoba que la barre: pone un contrapunto a la razón. Y es en esa satanización de lo poético en aras de la realidad que pregonan los tiempos y que pregonan las sociedades hipnotiza-das por el miedo a pensar, donde -de nuevo la ara-ña trepa a la escoba- le queda a la poesía su antigua y renovada condición de resistencia. De ese centro brota el hombre negado a la clonación o al autismo. Es ahí, en el reino paradojal, donde la poesía expulsada de la República de Pla-tón, que en nuestro caso podría ser la República de Plutón, tiene un reino de individuos insumisos.

Ser poeta en un país salvaje es elegir una larga cuarentena, guardar como un talismán la palabra más breve y, por momentos, la más bella. Esa que en Colombia parece olvidada, la rotunda voz que casi nadie dice, que casi nadie oye, las dos letras que conforman la palabra no.

Nunca antes la poesía y el poeta -y no hablo desde la ideología- tiene ma-yores estímulos para diferenciarse del país que no desea suyo. No es un de-ber ser, no es algo programático, pero qué necesario es enfatizar la distancia frente al crimen, no tanto por sentirnos más buenos como por sentirnos le-jos de los pases hipnóticos de la muerte espiritual y del gregarismo tribal frente a la nada.

La poesía se mueve en los terrenos de la duda, en algo que avasalla todos los géneros artísticos hasta el punto de poder señalar que donde no hay poesía difícilmente hay arte, desde la plástica y la cinematografía hasta la narrativa y la dramaturgia.


Libertad y poesía son dos palabras siamesas: la una conduce a la otra y difícilmente se pueden separar para que tengan vidas escindidas. A no ser que al enunciarse se trate de una falsa libertad, como la que está casi siempre en labios de carceleros y liberticidas, de una parte, y de la impos-tación poética, de otra.

Esas dos palabras, esos dos conceptos por los cuales han corrido verdaderos mares de tinta, me parece que han sido muy bien definidos por una dupla de escritores de talantes afines y de percepciones cercanas al anarquismo. Albert Camus, que decía que la libertad es el derecho a no mentir, y Henri David Thoreau, quien afirmaba que la poesía es la salud del lenguaje.

Lo contrario, la servidumbre intelectual del poeta y la docilidad del ciuda-dano, no es otra cosa que la práctica de una voraz autofagia, una forma de devorarse a sí mismo. Es la muerte del que disiente, el destierro del outsider, el exilio del fuera de lugar o del perpetuo insatisfecho. En realidad, más que en un exilio, el outsider vive ahora su periferia, el convertirse en extranjero en su propia tierra muchas veces hasta el extremo de verse arrinconado en los límites del lenguaje. Todo por saber que la poesía puede llegar a convertirse en un territorio autónomo, algo así como la banda sonora de la desobedien-cia. Por supuesto que ejercer ese derecho a no mentir es castigado de una y mil maneras por bedeles y comisarios.

La idea orwelliana de que “si la libertad significa algo es el derecho a decir a los demás lo que no quieren oir”, en sociedades ensimismadas por el unani-mismo conduce hasta el extremo de poner en riesgo la vida del ejercitante. Del que se atreve a decir, a pesar de todo, lo indecible.

Cuando John Donne afirma que nadie puede dormir en la carreta que lo conduce de la cárcel al patíbulo, podría estar hablando también del poeta. El poeta es el que canta en medio de las encrucijadas, el insomne frente al destino colectivo que no obstante hace del sueño su irremplazable alimen-to. A lo largo de mi vida de escribano no he intentado otra cosa que ejercer la libertad y con ella la independencia. Libertad de culto, de ideología, de fortuna, de banderas y esteticismos. La libertad de ejercer la imaginación sin pagar aduanas, sin el soberano permiso de nadie.

Soy de la idea de que mientras persista la imaginación, la capacidad de fa-


bular más allá de la espesa nata de la uniformidad y el gregarismo, mientras la poesía sea arena y no aceite en las maquinarias ideológicas y cerradas de un mundo sin matices, el hastío, el miedo y la miseria, ese trípode en el que se monta la visión del mundo actual, no extenderá del todo su aire espeso, el agujero negro de la satisfacción y el aturdimiento colectivo que tanto exal-tan los tartufos.

Creo en los poetas de la intemperie, en los que no sufren la claustrofobia de su mundo intimista, en los que tienen, al mismo tiempo que muchas reflexiones y lecturas, un tramado de calles, de retículas y trazados por los que transitan los hombres.

Que la poesía es una religión sin feligreses se nos repite a cada tanto en los medios y en los bufetes, invocando la inutilidad y llamando al desaliento, y tras manifestarlo corren a reunirse y a hablar en el esperanto de la tontería y los lugares comunes, en una religión cuyo único dios tiránico es el embo-tamiento de los sentidos, la pérdida irreparable del sentido de la individuali-dad creativa y la aventura.

Quisiera repetir con René Char que “en todas nuestras comidas en común invitamos a la libertad a sentarse”. Y agregar en consenso con el poeta que “el lugar permanece vacío pero el cubierto está puesto”. A esto conduce la mejor poesía.

Para Alfredo Molano

22instituto taller de creaciónGrabado: Alberto Rincón


poética

Tras escribir En el papel la palabra coyoteHay que vigilar Que ese vocablo carniceroNo se apodere de la página, Que no logre esconderseDetrás de la palabra jacaranda A esperar a que pase La palabra liebre Y destrozarla. Para evitarlo, Para dar voces de alerta Al momento en que el coyote Prepara con sigilo su emboscada,Algunos viejos maestros Que conocen Los conjuros del lenguajeAconsejan trazar la palabra cerilla,Rastrillarla en la palabra piedraY prender la palabra hogueraPara alejarlo.No hay coyote ni chacal, No hay hiena ni jaguar, No hay puma ni lobo Que no huyan, cuando el fuego Conversa con el aire.

Juan Manuel Roca

Centro de Divulgación y MediosFacultad de ArtesSede Bogotá

Gracias por leer nuestros libros. Esperamos que haya disfrutado de este extracto de esta publicación.

Si desea adquirir la versión completa u otras publicaciones de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia, le invitamos a conocer los canales de distribución que tenemos disponibles.

Tienda de ArtesCiudad UniversitariaCarrera 30 # 45 - 03, Edificio SINDU Bogotá, Colombia

Librerías UNSede CampusCiudad UniversitariaCarrera 30 # 45 - 03, Auditorio León de GreiffBogotá, Colombia

Sede Las NievesCalle 20 # 7 - 15Bogotá, Colombia

Librería virtual de la Editorial UN

uneditorial.com

Librerías de Siglo del Hombre Editores

libreriasiglo.com

http://uneditorial.com

http://libreriasiglo.com

creaciÓn e investigaciÓn en la facultad de artes · portafolio de artista. sala de estudios y...

Documents