creación de los cementerios municipales de madrid

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REVISTA: ANALES DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS MADRILENOS TOMO XXII. 1985. CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTfFICAS. APORTACION A LA HISTORIA SOCIAL DE MADRID La transforrnactôn de los enterramientos en el siglo XIX: la creaciôn de los cementerios municipales y su problernâtlca Por FEDERICO PONTE CHAMORRO Introducclori El continuo progreso de una sociedad mas estàtica a otra mas dinàrnica y en continua expansion, conUeva el paralelo crecimiento de los principales nuclees de poblacion y su progresiva congestion. Estos dos factores, crecimiento y aurnento de la densidad, llevan consigo, ne- cesariamente, una transformaci6n de los servicios de estas poblaciones a otras mas adecuados con las nuevas necesidades. Este fue el casa de la Villa de Madrid y de muchas otras poblaciones espano- las durante los sig los XVIII y XIX. Estas causas, unidas a otras, derivadas de una mentalidad «ilustrada», preocupada de modo paternal por una mejora arnplia de las condiciones de vida de los pueblos, llevaran al rey Carlos III a prornover un cambio en los modos y costumbres de sus sùbditos, que mejorara su existencia y evitara los graves males que procuraban a la sociedad antiguas costumbres. El rey Carlos ID, vien do los problemas realmente graves que ocasionaba a la salud pùblica la pràcr ica de enterrar a los muertos en el interior de los ternplos, intento restablecer el antiguo usa de los cementerios para las inhuruaciones de [os difuntos. El monarca, al igual que los ilustrados, creia que los dernàs esta- mentos de la sociedad acogerian con beneplâcito tales reformas. Sin embargo, muy lejos estaban aquéllos de sospechar (como veremos a 10 largo de estas pa- ginas), los verdaderos sentimientos de sus sùbditos. mas sujetos que sus gober- nantes a la ignorancia y a los atavismos de una religion que les servia -en cierta manera- coma media exculpatorio de su condenada existencia. - 483-

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Artículo escrito en 1985 sobre la creación de los cementerios municipales en la capital de España, Madrid. Publicado en los Anales del Instituto de Estudios Madrileños (CSIC) nº XXII en 1985.

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REVISTA: ANALES DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS MADRILENOS

TOMO XXII. 1985.

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTfFICAS.

APORTACION A LA HISTORIA SOCIAL DE MADRID

La transforrnactôn de los enterramientos en el siglo XIX: la creaciôn de los

cementerios municipales y su problernâtlca

Por FEDERICO PONTE CHAMORRO

Introducclori

El continuo progreso de una sociedad mas estàtica a otra mas dinàrnica y encontinua expansion, conUeva el paralelo crecimiento de los principales nucleesde poblacion y su progresiva congestion.

Estos dos factores, crecimiento y aurnento de la densidad, llevan consigo, ne­cesariamente, una transformaci6n de los servicios de estas poblaciones a otrasmas adecuados con las nuevas necesidades.

Este fue el casa de la Villa de Madrid y de muchas otras poblaciones espano­las durante los sig los XVIII y XIX. Estas causas, unidas a otras, derivadas de unamentalidad «ilust rada», preocupada de modo paternal por una mejora arnplia delas condiciones de vida de los pueblos, llevaran al rey Carlos III a prornover uncambio en los modos y costumbres de sus sùbditos, que mejorara su existencia yevitara los graves males que procuraban a la sociedad antiguas costumbres.

El rey Carlos ID, viendo los problemas realmente graves que ocasionaba a lasalud pùblica la pràcrica de enterrar a los muertos en el interior de los ternplos,intento restablecer el antiguo usa de los cementerios para las inhuruaciones de[os difuntos. El monarca, al igual que los ilustrados, creia que los dernàs esta­mentos de la sociedad acogerian con beneplâcito tales reformas. Sin embargo,muy lejos estaban aquéllos de sospechar (como veremos a 10 largo de estas pa­ginas), los verdaderos sentimientos de sus sùbditos. mas sujetos que sus gober­nantes a la ignorancia y a los atavismos de una religion que les servia -en ciertamanera- coma media exculpatorio de su condenada existencia.

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Entendemos que, siendo la muerte condici6n sine qua 110n a toda personahurnana, ésta puede considerarla bien coma la dimensi6n ùltima de su persona,bien coma trànsito de la misma hacia otra existencia. De la misma manera, pue­de ver en aquélla la pérdida irreparable de todos los bienes que poseia, 0 bien, laverdadera liberacion de su pobre condici6n humana. Segùn esto, la muerte ad­quiriria distintos valores para el individuo y, por tante, estaria rodeada de unmito y un rito diferentes.

En la sociedad espanola de finales del siglo xvrrr nos encontramos (comohemos dicho anteriormente) con una coyuntura que hacia imprescindible unareforma en la pràctica de los enterramientos de los cristianos difuntos. Sin em­bargo, existia una honda separaci6n entre aquéllos -los ilustrados- que veianla necesidad de realizar una profunda transforrnacion de las costumbres fune­rarias de la sociedad, pero desconocian los intereses e inquietudes de ésta, yaquellos otros -el pueblo- que se mantenian arraigados a la tradici6n coma elùnico apoyo que daba sentido a su existencia.

En esta coyuntura, partimos de la hip6tesis de que la reforma mas importan­te en el mundo cristiano sobre la pràctica de inhumar a los muertos, intentadapor Carlos Ill, resultô un fracaso, de la misma manera que 10 seria bajo la mo­marquia de Carlos IV, y no se llevaria a cabo hasta el reinado de José Bonaparte,y s610 parcialmente, debido no a las causas motivadas por un conflicto de int e­reses de «clase», coma ha dicho algùn historiador, sino coma consecuencia de unconjunto de factores: econômicos, sociales e ideol6gicos, donde los dos ùltirnosjugaron un extraordinario papel.

Por ultimo, hay que tener en cuenta que el deseo de los ilustrados de introdu··cir en la sociedad cambios en la costumbre funeraria, sustituyendo las viejasformas sociales por otras nuevas, menos vinculadas a los preceptos de la fe ymas conformes con las leyes de la razon, estaba, sin embargo, impregnado deideas firmemente arraigadas en la tradiciôn, coma eran las excepciones a la ley,ya recogidas en las Partidas de Alfonso X el Sabio y mantenidas todavia en lasleyes respectivas de Carlos ID y Carlos IV. Ademàs, esta reforma no se presenta­ba coma una ruptura con la tradici6n cristiana dei pueblo, sino mas bien comaun intento de restablecer nuevamente entre los cristianos el antiguo uso de en­terrar a los muertos en los cementerios extramuros de las poblaciones 1.

1 Este aspecta se puede ver detenidamente en ml articula: "Los enterramientos cristianos en Es­pana». Revista Historia 16. nùm, 113, pâgs. 86 a 92.

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La necesldad deI cambio

Los primeros cristianos, perseguidos y sometidos a la legislaciôn romana, enlos tres primeros siglos de su historia no enterraban a sus difuntos en las ciuda­des ni en los templos: en aquéllas, porque estaba severamente prohibido; en és­tos, porque no los tenia la Iglesia, por 10 que la pràctica habituai era que losenterramientos se realizasen en los cementerios extramuros de las ciudades 2. Dela misma rnanera, los cristianos enterraban a sus rnàrtires a las afueras de lapoblaciôn y levantaban sus altares de culto sobre la tumba de esos martires. AIterminar las persecuciones, se elevaron basilicas en honor de aquéllos, ejemplosde virtud para los fiel es, con 10 que sus restos quedaban no s610 en el interior delas basilicas, sino que las hacian centro de peregrinaci6n local 0 internacional(Compostela, San Pedro dei Vaticano, etc.). AI ser utilizadas las basilicas comalugares de culto habituai y consideradas coma lugares santos, los cristianos pen·saban que si sus restos descansaban cerca de las reliquias de los santos, a losojos de Dios participarian de algün modo de la santidad de esos rnàrtires y san­tos, por 10 que se fueron enterrando cerca de la iglesia, hasta que posteriormentese llegaron a inhumar en la misma. Por otro lado, se creia que era ut il que lossepulcros estuviesen en la iglesia a la vista de los fieles y asi éstos, al ver lossepulcros de sus familiares difuntos, se acordarian de los mismos y los inciuirianen sus oraciones.

En Espafia. a partir deI siglo XII1 (y con anterioridad en muchos otros paises)y hasta el siglo XIX, la costumbre de enterrarse dentro de los templos se genera­lizé, de tal manera que, pràcticarnente, todos los cristianos se enterraban en clinterior de las iglesias. Sin embargo, el grave peligro a que estaba expuesta lasalud publica en cada una de las actitudes que rodeaban el enterramiento de uncadaver, hizo necesaria una nueva legislaci6n. En este sentido, Carlos ID, con­movido por la infecciôn que se habia producido en el pueblo de Pasajes en mar­zo de 1781, donde hubo 83 rnuertos, a causa de: «el fedor intolerable que exha­laba la (iglesia parroquial) por los muchos cadàveres sepultados alli, (y que hizonecesario) cerrar sus puertas y desmontar el tejado para darle respiradero» J:

una vez realizadas las consultas previas, por KO. del3 de abril dei 1787, mand6restablecer el usa de los cementerios ventilados. Sin embargo, a pesar de losgraves problemas que ocasionaba a la salud pùblica los enterramientos en clinterior de los templos 4, fueron necesarios mas de veinte anos, en el casa de

2 R. P. Fr. R.amôn de Huesca: Nueva Instancia a favor de los cementerios contra las preocupacio­nes, dei vulgo, pag. 33. Pamplona, 1792. Real Academia de la Historia (R.A.H.), 3-6.638.

. Informe dado al Consejo por la R.A.H. el IOde junio de 1783 sobre la disciplina eclesiâsticaanr:gua y moderna; relativa allugar de las sepulturas, pâg. VI. Madrid, 1786. Museo Municipal, 30.959.

Era ev,dente. gue los enterrarruentos en las iglesias no eran la unica causa de las epidemias:pero, al tener aquéllas la doble tuncion de enterrar a los muertos -en unas pésirnas condiciones

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Madrid, y muchos mas anos en otros lugares, para que la ley de Carlos III-sustancialmente reformada- que cambiaba esta costumbre, se pusiera enpràctica. Las causas, econornicas, sociales e ideolé>gicas que motivaron la tre­menda lentitud con que se llevô a cabo la reforma de los enterramientos, seranlas que analicemos a continuacion. Este estudio se basarà en documentaciôntanto religiosa coma civil, oficial y particular, recogida fundamentalmente enarchivos madrileùos, derivada, por un lado, de los graves problemas que padeciala Corte a consecuencia de las inhumaciones en el interior de los templos: y, porotro, de la legislacion emanada de las autoridades para suprimir esta pràctica,que culminaria con la creacion deI primer cementerio municipal de Madrid: elcementerio General deI Norte, situado en la Puerta de Fuencarral, utilizado porprimera vez en marzo de 1809 5.

Las razones de la polémica

De las consultas previas a la Real Orden de 1787, realizadas por Carlos III, elinforme de la Real Academia de la Historia exponia ya algunas de las dificulta­des que habria que resolver para poner en pràctica el cambio que se pretendia.

Aparte de las dificultades materiales para establecer los cementerios, propiasa toda construcciôn (como elecciôn de materiales, localizaciôn, etc.) habia dosimportantes obstàculos a la alteracion de la costumbre, derivados de la pràcticade los enterramientos en las iglesias. El primero era la posible reaccion deI cleroy los empleados de la iglesia, las [dbricas de las parroquias, y algunas Comunida­des, que podrian oponerse porque tal medida supusiera la pérdida de los emo­lumentos, limosnas y derechos parroquiales que se recibian en razon de las se­pulturas; y segundo, la oposicion de aquellos patronos de iglesias y capillas quetuvieran sepultura determinada para ellos y sus familias ya fuera por compra;ya por herencia 6.

higiénicas- y de congregar a los vivas. las convertis en un media que favorecia el desencadenamientode una epidemia. Uno de los multiples ejempios que nos refieren los problemas que originaban losenterrarnientos en las iglesias, 10 muestra Ramon de Huesca cuando nos dice que: «a poco que refle­xionernos sobre la situaciôn actual de nuestras igiesias, conoceremos que respiramos en ellas un aireimpregnado de los efluvios féridos que exhalan los cadàveres expuestos a la vista de todos, antes deeruerrarse: de los que transpiran por los poros y varios de la tierra: los ya sepultados, en su disoluciony corrupcion, y rnàs si no estàn profundos, 0 la tierra ha quedado floja: de los que salen en granabundancia de las cistemas y sepulcros en que estân los cuerpos medio podridos, 0 no dei todo disuel­tos, al abrirse para sepultar a otros; y finalmente de los que despide la tiera del pavimcnto, rernovidafrecuentement e para el mismo efecto.,», Nueva Instancia:.. pàgs. 84-85 .»,

s No analizarernos aqui la profusa legislacion originada, como consecuencia de la transformacionde la costumbre funeraria, desde la R. O. de Carlos ID hasta su consecuciôn, Para este caso ver mitesina: Aportacion a la historia social de Madrid: los enterramientos en el siglo XIX. Universid ad Corn­plutense, octubre de 1984 (inédit a).

• Informe de la Real Acadernia de la Historia, 1781, pàg. 94.

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Las soluciones a estos dos problernas, segùn el mencionado informe de laReal Academia, no parecian entrafiar demasiadas dificultades. En el primer ca­so, se podrian establecer unas leyes, de tal forma que los interesados recibieransus derechos sin resultar perjudicados 7; en el segundo caso, bastaria con ente­rrar el cadàver dei patrono en el cementerio y una vez transcurrido éste, trasla­dar las cenizas al patronato correspondiente 8. Sin embargo, las dificultades fue­ron mas y de dificil soluciôn, 10 que hizo que la Real Orden de Carlos III no selIevase de hecho a la prâctica hasta que José Bonaparte pusiera en prâctica estalegislacion veintidôs anos mas tarde 9.

(Oué causas habian originado tan enorme dilacié>n?

Sabemos, por un lado, coma en algunas ocasiones la autoridad civil (1os Co­rregidores) no act uo siempre con el celo necesario para hacer cumplir la ley 10.

Esta actitud hubo de tener importantes consecuencias, ya que la Real Orden de9 de diciembre de 1828, que analizaba los inconvenientes que se habian presen­tado para el establecimiento general de cernenterios, sei'ialaba que dos impor­tantes problemas 10 habian impedido en buena parte: el abandono con que mu­chos Corregidores habian actuado en este particular, y la pretendida faita defondos con que costear las obras Il.

Sin embargo, es evidente que la verdadera causa e inconveniente era otro;como hemos podido ver en 10 dicho hasta ahora «las motivaciones socio­religiosas que provocaron la transformacié>n deI rito funerario a través de lossiglos. En el trasfondo de todo ello hay un importante capitulo de ese sector dela Historia social, como es la "historia de las mentalidades?»,

Era, pues, precisa que aq uellos valores socio-religiosos sufrieran de nuevouna transformacié>n que permitiera cambial' otra vez la costumbre funeraria.Sin embargo, estos sentimientos estaban cargados de hipocresia e intereses

7 Idem. pàgs. 98 y 99. Por otra parte. en el Reglamento de cemenierios de 1807, se ordenaba quepara no perjudicar a los fieles que tenian ya sepultura en propiedad, en la parroquia a la que pertene­cian, estos solo deberian pagar la mitad de los gastos de enterramiento en el cementerio, siempre ycuando se enterrasen en el distrito del cementerio que correspondiera a dicha parroquia y no adqui­rieran en el sepultura en propiedad; Regla nùm. 20. Reglamento de cemente rios 1807. Legajo cernen­terios, archivo Arzobispado de Toledo.

• Informe... pàgs. 100 y 10 1.9 P. de Répide, Costumbres y devociones madrilenas, pàg. 187. Madrid. 1914.10 En una circular de la Gobemaciàn politica de Toledo, del 23 de agosto de 1813, se explicaba asi

este aspecto: «las justicias que... no pusiesen de su parte todo el celo y exactitud a que estén obligadaspor las atribuciones de su autoridad, para conseguir que no continùen los enterramientos en las igle­sias, sino en otros sitios provisionales, en que no pueda ser ofendida por esta causa la salud publica,experimentarân el rigor de las providencias a que se hagan acreedores por su desidia y falta de celapùblica.;». Archivo dei Arzobispado de Toledo, legajo de cementerios, Circular de la GobernaciorJ...punto 5.°.

I! Real Orden. en Madrid, a 9 de diciembre de 1828. A.H.N. Reales Cédulas, nùrn. 4.190.

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egoistas, 10que supuso que la Real Orden de Carlos III no se llevara a la prâctica

hasta muchos anos después (con José Bonaparte) 12.

En nuestros dias, algunos sectores de historiadores se han ocupado de es tu­diar las dificultades (fundamentalmente de caracter social) gue obstaculizabanla reforma de los enterramientos y el consiguiente cambio de lugar de las sepul­turas de las iglesias al cementerio. Las mas interesantes han sido expuestas porvarios autores. Para Luis Redonet, las causas por las que Carlos III y Carlos IVno pudieron institucionalizar los enterramientos en los cernenterios. fuer.on detres ordenes distintos: en el pIano ideolôgico, el fervor religioso de la sociedad,que irnpedia la fàcil asimilacion de la transformacié>n de las costumbres; de otraparte los intereses de los distintos grupos sociales en su af àn de distinciôn ypreeminencia aun en la muerte; y por ultimo, los intereses de orden economico,

mejor 0 peor disfrazados de limosnas 13.

Por su parte, Félix Verdasco considera que el retraso que sufrio el estableci­miento de la ley provenia de la dificultad «de vencer y romper con tantos dere­ch os y tantos intereses creados», y era tarnbién grande la sorda obstinaciôn queoponian al cumplimiento de la decretada prohibici6n el c1ero, las 6rdenes reli­

giosas y muchos particulares 14.

Aparte de algunos otros anàlisis sobre este tema, comprendidos en investiga­ciones mas amplias de otros historiadores, quizà el mas detenido sea el trabajode Peter B. Goldman sobre la lucha en pro de los cementerios municipales 15.

Este autor cree que fue la falta de distinciôn que suponian los enterramientos enlos cementerios socialmente igualitarios y su choque con una cierta pretensié>nde clase, 10 que hizo fracasar la campana para establecer cementerios municipa­les 16. Considera que las leyes de los «ilustrados» deI XVIII fueron buenas, peropoco utiles para cambiar la sociedad: sus buenas intenciones fracasaron debidoa su aislamiento del vulgo y de la nueva «clase» burguesa 17.

De las causas que seglin estos autores motivaron en un principio el fracasode la reforma de Carlos III sobre enterramientos y posteriorrnente la lentitudcon que se llevo a cabo la legislaci6n de Carlos IV sobre los mismos (que no Ilegôa cumplirse hasta el reinado de José Bonaparte), las expuestas por L. Redonetson, en mi opinion, las mas completas y acertadas. Por otra parte, las motivacio-

J2 Ramon de Mesonero Romanos, Nuevo manual hisI6rico-copogrà/ico estadistico de Madrid Ma-

drid, 1854, pàg. 317. . ' d Q

" Luis Redonet, Boletin de la R.A.H. en «Enterramientos y cernenterros», T. CXX, cua . 1. (enero-

marzo), 1947, pàg. 134. .._" F. Verdasco, El Madrid religioso dei siglo XIX. Madrid, 1978, pag.3. ." P. B. Goldman, Mitos liberales, mencalidades burguesas, e HISIOTla social en la lucha en pro de

los cementerios municipales». Universidad Auronorna de Barcelona, 1980." P. B. Go1dman... obra citada, pàg. 90.I7 Idem, pàg. 93.

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nes que Félix Verdasco considera coma las causantes de los diversos problemasque se plantearon en la creaciôn de los cernenterios. son tan solo en parte acerta­das, adernàs de incompletas. El autor culpabiliza a ciertos grupos sociales delfracaso de la reforma, pero no concretiza las responsabilidades de los diferentesgrupos ni los menciona a todos y por otro lado no toma en cuenta la importanciade las mentalidades y el proceso, mas 0 menos légico, que éstas necesitan para laperfecta asirnilaciôn de una transformacié>n de las costumbres, sobre todocuando éstas son de carâcter religioso, limitando el problema a un conflico deintereses. Por ultimo, la teoria de Peter B. Goldman, respecto de las buenas in­tenciones de los ilustrados y de su aislamiento de la sociedad, me parece correc­ta; sin embargo, no comparto su teoria de que fuera una «pretension de clase» lacausa fundamental del fracaso de la campana para establecer los enterrarnien­tos en los cementerios, de los dos ùltimos monarcas anteriores a José Bonaparte.

Aunque mas adelante analizaré con mas detalle las causas que, desde mipunto de vista, fueron las que ocasionaron la dilacién de esta pretendida refor­ma, en principio serialaré los motivos por los que no comparto la teoria deGoldman. En primer lugar, el problema de los enterrarnientos, no solo en el inte­rior de las iglesias sino en las mismas casas de los particulares, fue un problema,coma l'a hemos visto, ajeno en el tiempo y en el espacio a un pueblo concreto, l'aque se dio en todo el orbe cristiano, e inc1uso entre los romanos; y a una épocaconcreta, l'a que los mismos romanos, cuatrocientos anos antes de Cristo, l'asufrian las consecuencias de esta pràctica 18, de la misma manera que los cristia­nos la sufrieron siglos después. No era, adernâs, una pràctica exc1usiva de ungrupo social, sino que fue extendiéndose a todas las capas sociales, hasta que enel siglo XVlIl, cuando se ve la necesidad de cambiar la costumbre, pràcticarnentetodos los cristianos, sin distincion de clases, salvo los pobres de solemnidad, seenterraban en el interior de las iglesias.

Por otra parte, el problema de los enterramientos fue pràcticarnente generala toda Espana y no se localizo tan solo en aquellos lugares donde la «burguesia»estuviera mas representada, coma era el casa de las ciudades, efectuando susenterramientos con un rito diferente, sino mas bien una pràctica general, te­niendo en cuenta que fue adernâs en las ciudades donde antes se llevô a cabo elcambio de las costumbres funerarias y aun después de practicar éstas sus enterrarnien­tos en los cementerios, bastante tiempo después, en la segunda mitad de sigloXIX, habia un elevado numero de pueblos donde la «clase burguesa» apenas teniarepresentacion, que todavia no tenian construido su cementerio. Y por ultimo, sique es cierto que aquellas personas acomodadas que habian ocupado una situa­cion social mas elevada que la mayoria de la poblacion y que habian ejercido un

la Ver nota nûrn, 1.

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pa pel mas distinguido en su vida, quisieron conservar ese status tarnbién en lasepultura; pero, sin embargo, esta distincion se les aseguro, garantizàndoselesque en el cementerio existirian, de la misma manera que en la iglesia, sepulturasmas distinguidas que otras!". Aùn asi, aigu nos particulares quisieron asegurarseun entierro mas selectivo, por 10 que las Cofradias Sacrarrientales que venianenterrando a sus cofrades en las capillas privadas de sus respectivas parroquiasno tardaron mucho tiempo en crear sus cementerios particulares, donde tenianla posibilidad de enterrarse en sepulturas mucho mas suntuosas de las que po­dian disponer en las iglesias.

El primer cementerio sacramental construido en Madrid fue el de San Isidro,también llamado de San Pedro, San Andrés y Animas Benditas, que fue realiza­do en 1811, es decir, tan solo dos anos des pués de que empezara a utilizarse elprimer cementerio municipal Este cementerio era uno de los mas ricos y cuidados la.

Las sacrarnentales defendieron de manera enérgica sus intereses y los ce­menterios particulares fueron aumentando a 10 largo dei siglo XVlll enterràndoseen cada uno de ellos los Hermanos de las respectivas Cofradîas Sacramentales,entre los que se encontraban personas distinguidas y adineradas, muchas de lascuales se construyeron sepulturas «mas ricas y lujosas» que en sus parroquiasrespectivas, ya que las capilJas particulares de las mismas eran, evidentemente,mas pequ efias que el cementerio, y al ser éste un lugar abierto y mucho masamplio, permitia mayores y mejores construcciones suntuarias li. Los cemente­rios de las sacramentales estuvieron bien cuidados y fueron engrandecidos porlos cofrades respectivos, a diferencia de los cemente rios municipales que, segùnMesonero Romanos, fueron dcscuidados y semiabandonados, por parte de laIglesia, ya que ésta no habia sido nunca partidaria dei establecimiento de dichoscementerios.

Los cementerios particulares, a pesar de ser ajenos a las parroquias, tenîanque pagar a las mismas los derechos de sepulturas, por cada enterramiento quese realizase en elles, 10 que origine sucesivos conflictos entre las [dbricas de las

" A este respecta, es muy significativa la regla nùrn. 3 dei Reglamento sobre cementerios deMadrid de 1807, que manda la siguiente: ..Cada una de airas parroquias tiene en el cementeno sudistrito separado con el numero de sepulturas. ya comunes 0 de pavirnento. ya de disuncion 0 nichas.que corresponden a su rcspectiva feligresia .. Se han establecido en él (cernenterio), asirnisrno, depar­lamentos independientes para los sacerdotcs, seculares y regulares, para las reiigiosas y para los par­vulos. Todos los cadâvercs seràn enterrados en el distriio que les corresponda por su parroquiaiidad,estado a edad, observando puntualmente la numeraci6n sucesiva de las sepulturas, asi para que seguarde el orden debido, coma para que de ninguna se haga usa antes de que se hava pasado el tiempoque se ha considerado necesario para la desecaci6n..... Archiva dei Arzobispado de Toledo, legajo decementenos.

ac José dei Corral, «Los cementerios de las Sacrarnentales», en Itinerarios de madrid, nùm. XlV,Inst ituto de Est udios Madrilenos, Madrid, 1954, pàg, 19.

21 Para co nocer los distintos cernenterios de las Sacramentales, de Madrid, los hombres «ilustres­que en ellos se enterraron, su localizacion y sus estructuras, es interesant.e consultar el Iibro de Josédei Corral: Los cementerios de las Sacramentales (citado en la nota antenor).

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parroquias y las Sacramentales, hasta que fueron establecidos los derechos pa­rroquiales en 1853, para regular esta situaciôn 11,

De 10 dicho hasta ahora se puede deducir que la prohibicion de los enterra­mientos en las iglesias, aunque supuso evidentemente el inicio de una variaciéndei rito funerario, no lleg6 a acabar con las distinciones en los enterramientosque se efectuaban en las iglesias segùn la capacidad econômica de los difuntos;mas bien estas diferencias se acentuaron debido a que ellujo tuvo mayor espa­cio para desarrollarse en los espacios abiertos que se ofrecian en los nuevoscernenterios.

Para defender la tesis de que fue «la falta de distincién y su choque con unapresencia de pre tension de clase a qué se debe el fracaso de la campana paraestablecer cementerios municipales», Goldman se apoya en Mesonero Romanos,cuando dice que:

«Todos los feligreses, sin distincié>n de clases, tienen que ir al respective cernen­terio (municipal) y solamente los hermanos de las sacramentales ya clichas, pue·den enterrarse en los carnposantos particulares, para 10 cual. compran su entie­rro a la misma sacramental. En este camposanto (de Fuencarral) reina una casiperfecta igualdad, y la tumba de un magnate ocupa por 10 regular el mismo sitioque la de un particular... El otro carnposanto... es conforme al antetior ".

De ahi deduce Goldman que fue este temor de la «burguesia» a la igualdad enla muerte 10 que la llevo a no apoyar la reforma de los enterrarnientos, ya quelos ritos fùnebres que se practicaban en las iglesias estaban diferenciados segùnel «status» economico 14.

Sin embargo, desde mi punto de vista, esta tesis no es correcta, ya que todaslas sepulturas «de numero» de las parroquias eran en su mayoria deI mismotamaüo y se diferenciaban de precio seglin el grado (0 grada) que ocupasen,siendo mucho mas caras las que estuvieran mas cerca del altar mayor. Las uni­cas sepulturas diferentes eran las de las capillas laterales, que eran propiedad delas cofradias sacramentales. De la misma manera, en el cementerio citado deFuencarral, las sepulturas ocupaban un espacio similar, pero esta no significaque todas fueran iguales, ya que, seglin su situacion respecte de la cruz centraldei cementerio que habia servido para bendecirlo, variaba su precio; por otro

22 Docurnentos relatives a la cues tion de derechos parroquiales en los enterramientos en cemenfe.rios particulares Madrid, 1853. (A. v.M. 6/122/8).

" Mesonero Romanos, Manual de Madrid Descripcion de la Carle y de la Villa: Madrid, 1831, pâgs.173·174, citado por P. B. Goldman, obra citada. pàg. 90.

H Es evidente que Goldman pane de una apreciaci6n basica equivocada, ya que las sepulturas delos cerneruerios, como hemos vista antcriorrnente (ver nota 19), estaban est ablecidas segùn una ma.j'or 0 rnenor ...distinciôn». Esta se denota igualmente al analizar los emolumentos que se pagaban porderecho de sepultura en el cementerio. (Para este caso, ver Aportacion a la historia social de Madrid'los enterramientos en el siglo XIX, citada en la nota nùrn. S.)

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lado, los enterramientos en nicho costaban mucho mas dinero. Se deduce de estaque las caracteristicas entre las sepulturas dei cementerio de FuencarraJ y las sepul­turas "de numero» de las iglesias parroquiales eran pràcticarnente iguales y losderechos de enterramiento que cobraban las [âbricas de las parroquias por cadasepultura no variaron a pesar de que los fieles dejaran de enterrarse en el inte­rior de las iglesias 25.

Motivas dei fracaso de la reforma de Carlos III

Es, pues, evidente el fracaso de la reforma de Carlos III, asi coma la dilacionsufrida por la misma durante el reinado de Carlos IV y que es el rey intruso JoséBonaparte quien la impone en Madrid en el ana 1809. y a partir de aqui se vainstituyendo en el resta de Espana a 10 largo de las décadas siguientes,

Como muy bien dijo L. Redonet, las razones de este Iracaso, y su rechazopopular, se deben a tres motivaciones distintas: de orden economico, de ordensocial y de orden ideolôgico.

En el orden econômico se distinguen dos aspectos fundamentales: en primerlugar, la autoridad civil pretendia imponer un cambio en la costumbre religiosay ademâs que éste 10 costearan las [âbricas de las iglesias 26. Para dicha autori­dad, la necesidad de llevar a cabo esta alteraciôn de la costumbre se reducia aun problema de salud pùblica, en el que, sin embargo. no estaba dispuesta ainvertir dinero: esta actitud retrasô evidentemente la construccion de cemente­rios. ya que no solamente habia que convencer a las Parroquias de la necesidadde esta transformacion, sino que adernâs pagaran de sus ingresos la construc­ciôn de cernenterios. Las parroquias de la Corte, asi coma las de otras ciudades,podrian, mejor 0 peor, segùn el numero de feligreses y su situacion economica,costear la construcciôn de cementerios; pero las parroquias de muchos pueblos,e incluso las de los arrabales de algunas ciudades, debido a sus escasos ingresos,dificilrnente podrian costear dichas construcciones. Por este motivo, aIgunos

" En cl libro de Ajustes de entierros de la parroquia de San Ginés. a partir de 1809, en queernpieza a utilizarse el cerncnterio de la Puerta de Fuencarral, se puede observar que los precios derompimiento, segùn la grada que se ocupa en la iglesia, eran de 22 reales, 33 reales, 44 reales. 55 realesy 66 reales (sin contar la cabecera dei altar, cuyo precio ascendia a 132 reales). Por ot ro lado, en elcernenterio de la Puerta de Fuencarral, los derechos de rornpimientos costaban, asimismo, 22 reales,33 reales, 44 reales y 66 reaies, segùn su situacion (excluyendo los niches, por los que sc pagaban 660reales). de 10 que se deduce que la parroquia no varia sus derechos de sepulturas de los fiel cs a pesardei cambio sufrido.

" A pesar de que los distintos monarcas dieron normas para que en el costo de las construccionesde cementerios participaran también los fondos pùblicos, en el caso de Madrid. el Ayuntarniento par­ticipé con 400.000 reales, pero solo a titulo de reintegro y exigiô su devolucion, que le fue concedidapor R.O. en 1835 (A.V.M. 6/214/15). Por tante, las fàbricas de las iglesias costearon inlegramente lasobras de construccion,

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pueblos no construyeron su cementerio hasta mediados dei siglo XIX. por 10 queen esta época los resultados de la aplicaci6n de las leyes dictadas en este sentidoen Espana eran todavia precarios.

En segundo lugar, aunque no era éste el apartado de ingresos mas importan­te, las parroquias de las iglesias recibian una considerable cantidad de dineropor los derechos de enterramiento de sus parroquianos. Estos ingresos se veianaumentados generalmente por limosnas y donativos de diversa indole que losdifuntos habian donado a la parroquia, 0 que los familiares de éstos aportabanpara oraciones y buen cuidado de sus difuntos. Las [âbricas, no perderian dineroen el capitulo de derechos por rompimiento, ya que ineluso los Hermanos que seenterraban en los cementerios particulares de sus sacramentales tenian que pa­gar sus derechos parroquiales, como ya habiamos indicado; pero perdian, sinem bargo, parte deI control de los enterramientos, ya que éstos se efectuarian enun cementerio conjunto con las otras parroquias y una parte sustanciaJ de emolu­mentos por razon de limosnas de muy diverso tipo, en relacion con el cuidado delos difuntos; era, pues, légico que si los pàrrocos eran reacios a cambiar unacostumbre religiosa que llevaban practicando desde un principio, su actitud seacentuase mas atm cuando eran ellos los que tendrian que costear dicha refor­ma; una reforma que, ademàs, se les presentaba coma la posibilidad de perderparte deI control de sus parroquianos difuntos y una parte considerable deingresos.

En el orden social, conviene analizar las diferentes actitudes y motivacionesde los distintos estratos sociales ante la reforma de los enterramientos. Pararealizar este anàlisis podriamos distinguir tres pIanos distintos de actuaciôn: enprimer lugar, el pIano de la autoridad civil; en segundo lugar, la autoridad eele­siàstica y, por ultimo, las diferentes capas sociales.

En el plano de la autoridad civil, la primera actitud a analizar es la postura dela monarquia: el primer rey que siente la necesidad de este cambio fue Carlos IIIque, coma buen ilustrado, pretende instituir mejoras evidentes en la sociedad;pero no podemos olvidar que se siente igualmente vinculado a la tradiciôn que elresta deI pueblo, razon por la que solicito informes a la Real Academia de laHistoria y a los Obispos. Sin embargo, una vez recibidos dichos informes y corn­probado que la pràctica de los enterramientos en las iglesias era sino una des­viacion de la antigua costrumbre eciesiàstica, rnàs que un hàbito tradicional, nose at revio a restituir el antiguo uso de los enterramientos en los cementerios demanera general, sino que pretendi6 una reforma parcial, ya que ratifiee lasmismas exenciones a la ley que Alfonso X el Sabio habia decretado hacia màs dequinientos anos; exenciones que Carlos IV no se atreviô a cambiar, y que fueronpublicadas de nuevo en la "NOVISIMA RECOPILACION» de 1805. Sin embargo,

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José Bonaparte instituy6 el cambio de manera general para todos los feligresesde Madrid.

(Cûales son los motivos de esta actitud? Teniendo en cuenta que la actitudante la muerte es el reflejo de los valores y creencias de una sociedad, podemosver c6mo la concepci6n de la muerte, de Carlos ID y Carlos IV, esta intimamenteligada a su concepcion de la monarquia: una monarquia basada en la jerarquia,el privilegio y la tradici6n. Era, pues, lôgico, que estos monarcas mantuvieran elcaràcter privativo de la ley, aspecto éste que, seglin el informe de la Real Aca­demia de la Historia, habia hecho fracasar la reforma quinientos anos antes.

Por otra parte, el monarca José l Bonaparte, a diferencia de los dos anterio­res, en su condici6n de rey extranjero, estaba ajeno a la tradici6n de sus sùbditosy menos comprometido con los estamentos privilegiados de la Corte y con lajerarquia eclesiàstica. Representaba, adernàs, una nueva idea de sociedad en sucondicion de monarca «nuevo», menos vinculado al pasado y por 10 tanto masdecidido por la transformaciôn de la sociedad. José Bonaparte no cre6 los ce­menterios municipales, puesto que uno de ellos se habla empezado a construiren el reinado de Carlos IV, pero supuso un cambio importante y sustancial en lapuesta en prâctica de la ley de enterramientos en los cementerios extramuros.

En este mismo piano ya hemos hablado sobre la actitud de las autoridades loca­les a este respecte, pero cabe senalar que los agentes de la autoridad mas vincu­lados a este cambio eran los Corregidores, gentes no siempre cuItas y desintere­sadas, que adoptaron en ocasiones una actitud que impedia la puesta en pràcticade la ley, unas veces presionados por el pueblo, dei que no estaban muy desvin­culados, y otras haciendo la vista gorda a cambio de unos maravedises.

Por otro lado, la actitud de la jerarquia eclesiàstica fue, desde mi punto devista, determinante en la dilacion de la ley; por una parte, la Iglesia habia lucha­do durante siglos contra el abuso de enterrar los difuntos en el interior de lospoblados; pero por otra, estaba intimarnente ligada a una concepci6n de lamuerte cargada de atavismos religiosos y, al igual que la rnonarquia. sujeta auna severa concepci6n jeràrquica de la sociedad. Convencido el alto clero deque la intercesion de los Santos Mârtires siernpre era provechosa al descanso delos difuntos y de que las catedrales e iglesias eran recintos sagrados de los quemanaban quietud y santidad, Cardenales, Arzobispos y Obispos se procuraronsiempre un rincôn a la sombra de los ternplos, donde descansaran sus restosconforme a su dignidad. Esta actitud, consciente 0 inconsciente, cra, en mi opi­nion, intrinseca a los valores del alto clero, que de igual manera que los llevo ahacer dei pesebre de su Pastor un ternplo, y guardar los restos de sus Màrtires yAp6stoles en basilicas y catedrales, los inclinaba de manera irnplicita a desearque sus restos descansaran igualmente en lugares de oraci6n y gozar asi deplegarias y rezos de los fieles. Este sentir fue transmitido a la sociedad a 10 largo

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de los siglos a través dei rito religioso y de sus valores y creencias y fue el motivoprincipal por el que los fieles, de manera general, quisieran enterrarse en el inte­rior de templos.

Aun después de que la prohibici6n de sepultarse en las iglesias se hicierarealidad, la Iglesia no se habia descuajado aùn -y hoy en parte tampoco- 27 dedichas creencias. Este punto, coma parte Integrante de la mentalidad religiosade una sociedad, no fue valorado suficientemente por los reformadores ilustra­dos, a pesar de ser uno de los aspectos de mas hondas raices en la tradiciôneclesiàstica, Lo que para los ilustrados era un simple problema de salubridadpùblica, necesitado de reforma -reforma de la que ellos, coma privilegiados, seexcluian- para el resto de la sociedad era una grave alteracion de la tradicioncristiana. Seria un rey ajeno a estos atavismos religiosos (recuérdese que a JoséBonaparte se le recuerda coma irreligioso), el que pondria fin a esta polémica.

Por ultimo, las diferentes capas sociales respondieron de un modo distintoante la reforma de los enterramientos: las capas adineradas y privilegiadas in­tentaron gozar de las exenciones dictadas por Carlos ID y ratificadas por CarlosIV. En los anos que ocupa este anàlisis, los individuos, independientemente de su«status» social, estaban muy ligados a la parroquia en la que estaban inscritos: laparroquia, en cierta manera, era la imagen de la sociedad que la circundaba 28.

Las diferencias sociales que se habian dado en vida se repetirian durante lamuerte y aquellos que habian gozado de un status social mas elevado, segura­mente ocuparian las sepulturas mas privilegiadas de la iglesia. Estas sepulturasse ordenaban gradualmente por hileras de mayor a menor importancia, segûnsu situaci6n y su precio; aquellos que habian sido los desheredados en vida, 10serian igualmente en la muerte y debian de enterrarse fuera de los muros de laiglesia, acornpafiados en ocasiones de algùn cristiano devoto menos amigo de laos tentacion,

De 10 dicho hasta aqui podriamos deducir que la asimilaciôn deI cambio deIlugar de las sepulturas de la iglesia al cementerio. estaba intimamente ligada alas creencias religiosas y al status social y econ6mico de los individuos; aquellosque a pesar de su presi6n social y situaciôn econornica no consiguieran evitarque la reforma se estableciera con caràcter general, si intentarian -como fue elcasa de los que tenian sepulturas en propiedad- que la reforma no les afectarapersonalmente; el resta de los feligreses asurnian, sin que quedase constancia desu protesta, el cambio establecido. Es lôgico pensar que su protesta fuera menos

21 Prueba de e110es el entcrrarnicnto, recienternente, dei insigne historiador D. Claudio SanchezAlbornoz en el claustra de la catedral de Avila.

18 Para este aspecte. ver los capitules VII y vrn de mi tesina: Aportaciôn a la historia social deMadrid' los enterramientos en el siglo XIX. Universidad Complutense de Madrid. octubre de 1984 (iné­dita).

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airada, teniendo en cuenta que la variaci6n que sufrian era rnenor, pues tan 5610disponian de unos pocos lu gares en la iglesia donde escoger su sepultura.

Por ultimo, en el orden ideol6gico, no hay que olvidar que la reforma que sepretendia establecer afectaba directamente a la costumbre religiosa y mas con­cretamente a la concepci6n de la rnuerte, es decir, a uno de los dos pilares bàsi­cos de toda religion. Para salvar este escollo, los ilustrados recurrieron a la tra­dicion para hacer ver a la sociedad que los enterramientos en los cementeriosextramuros era la costumbre que habian practicado los primeros cristianos yque la pràctica actual de enterrar a los muertos en las iglesias era una desvia­cién de la auténtica doctrina cristiana.

Con esto se salvaba el primer obstàculo, convencer a los Iieles de que estecambio no era una persecucion de los valores de la religion cristiana, sino todo10 contrario, un intento de restituir el antiguo uso cristiano de procurar el des­canso de los difuntos en lugar distinto al de los vivos, mas ortodoxo con las leyesde la religion. Sin embargo, los ilustrados no pensaron en la interrelaci6n exis­tente entre 10 religioso y 10 mistico y la necesidad que tiene este ultimo de laritualizaci6n.

A 10 largo de los sigles, los diferentes actos que formaban el enterramiento deun cadâver se fueron transformando y ritualizando hasta poseer cada uno deellos su sentido propio.

El rit o, como escenificaci6n deI mito, es una conjuncion de fuerzas ordena­das secuencialmente en una localizaci6n espacial concre ta. El rito cristiano deIenterramiento estaba regulado en todos sus puntos por el «Rituai Romano» y elrecinto donde se escenificaba el rito, la iglesia, tenia el espacio meticulosamenteordenado, segùn las secuencias temporales deI rito funerario.

Al prohibirse los enterramientos en las iglesias, todos estas actos simbolicosdejarian de realizarse. Este aspecto no se tuvo en cuenta por parte de los ilustra­dos y fue, sin embargo, en mi opinion, una de las causas profundas de la lentitudcon que se llevô a cabo la reforma; fue, por otro lado, el aspecto deI cambio quesufriô una transformacion mas lenta, pues aunque los fiel es de jaron de ente­rrarse en la parroquia, ésta Iormo parte, aùn durante mucho tiernpo, ya fueracon el dep6sito de cadàveres, la misa de cuerpo presente 0 el responso en elp6rtico de la iglesia, dei espacio de escenificacion deI rito funerario.

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