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COSMIZACIÓN y ACOSMIZACIÓN EN SAN JUAN DE LA CRUZ La idea de cosmización o acosmización frente al mundo, el Umwelt de los pueblos germánicos, no es un tema exclusivo de san Juan de la Cruz. A todo hombre, rudimentario o tecnificado, se le plantea la incóg- nita de su aotuación frente al cosmos circundante. Individuos e institu- ciones tienen que dar su respuesta a la llamada del mundo. Tampoco se puede decir que sea un problema recién nacido. No es producto de tiempos nuevos ni efecto de urgencias o inquietudes de concilios 1. El problema es tan viejo como el hombre primero, el cual se pronunció bien pronto sobre los males y los bienes de este mundo. Los hombres de hoy no lo sienten más ni mejor que los antidiluvianos. En la Iglesia católica, como en cualquier otra institucion política o reli- giosa, el problema es tan antiguo como los días de su fundación. Según el jesuita Jean Claude Guy, la posición frente al cosmos circundante es una cuestion inveterada en la Iglesia, una cuestión de siempre, eterna- mente actual 2. Nosotros concretamos la investigacion a San Juan de la Cruz por el simple afán de perfilar un pensamiento monográfico. La autoridad misma de este rooctor de la Iglesia invita a revisar sus ideas en una cuestión que 1 Cf. Gaudium et Spes. Constitución pastoral sobre la Iglesia, y el mundo actual, 7 dic. 1967. BAC. 4 Edic. 2 J. Cl. Guy, Introduction, en Revue d'ascetique et de mystique, 41 (1965) 235.

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COSMIZACIÓN y ACOSMIZACIÓN EN SAN JUAN DE LA CRUZ

La idea de cosmización o acosmización frente al mundo, el Umwelt de los pueblos germánicos, no es un tema exclusivo de san Juan de la Cruz. A todo hombre, rudimentario o tecnificado, se le plantea la incóg­nita de su aotuación frente al cosmos circundante. Individuos e institu­ciones tienen que dar su respuesta a la llamada del mundo.

Tampoco se puede decir que sea un problema recién nacido. No es producto de tiempos nuevos ni efecto de urgencias o inquietudes de concilios 1. El problema es tan viejo como el hombre primero, el cual se pronunció bien pronto sobre los males y los bienes de este mundo. Los hombres de hoy no lo sienten más ni mejor que los antidiluvianos. En la Iglesia católica, como en cualquier otra institucion política o reli­giosa, el problema es tan antiguo como los días de su fundación. Según el jesuita Jean Claude Guy, la posición frente al cosmos circundante es una cuestion inveterada en la Iglesia, una cuestión de siempre, eterna­mente actual 2.

Nosotros concretamos la investigacion a San Juan de la Cruz por el simple afán de perfilar un pensamiento monográfico. La autoridad misma de este rooctor de la Iglesia invita a revisar sus ideas en una cuestión que

1 Cf. Gaudium et Spes. Constitución pastoral sobre la Iglesia, y el mundo actual, 7 dic. 1967. BAC. 4 Edic.

2 J. Cl. Guy, Introduction, en Revue d'ascetique et de mystique, 41 (1965) 235.

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se plantea indefeotiblemente a hombres e instituciones, de todos los siglos.

Por lo demás, aunque el problema no es netamente espiritual, tiene fuertes conexiones con las corrientes espirituales de todos los tiempos, y de modo especial con las de nuestros días, en los cuales parece ponerse en duda la eficacia de sistemas y escuelas monacales de espiritualidad. El P. Ch. Duquoc señaliza la decadencia de las escuelas tradicionales de espiritualidad a los ojos de las corrientes modernas. Se las tilda de insuficientes y se las acusa «de haber sido pensadas por monJes o clé­rigos, y para monjes y dérigos» 3.

A cualquier observador se le alcanza que no es fácil el equilibrio en el balanceo de cosmización o acosmización por las cosas del mundo. G. Thils, en su libro ¿ApósiJoles o testigos? ¿Trascendencia o encarna­ción? (Bilbao 1953), da testimonio del poco acuerdo existente entre los apostoles de la encarnación y los amigos de la transcendencia.

Para nuestra cuestión y problema, en e~ eírculo cósmico no caben más que tres soluciones: Cosmización, que es atarse al cosmos; Acosmi­zación, igual a desentenderse del cosmos; Diacosmización, que es pasar por el cosmos, buscando diñciles realidades extra cósmicas, utilizando el cosmos y mejorándole. Hombres e instituciones, filosofía, prehistórica y reciente, sistemas políticos de materia o de espíritu, credos y manda­mientos de las diversas religiones, no han hecho más que elegir y apa­drinar a cualquiera de esas soluciones.

El materialismo, tan antiguo como el primer apego del hombre a in­tereses terrenos, y tan nuevo como la idea leninista o maoÍsta, no es más que un sistema de cosmización 4. La teoría nihilista de Friedrich Nietz­che, con el nihilismo moderno, tiene matiz acosmizante, principalmente en las esferas del espíritu: desdén completo por el cosmos religioso o de espíritu 5. La Iglesia católica en fuerza de su ley fundacional y de su propio constitutivo, y algunas otras religiones por la inclinación natural y por la misteriosa acción de Dios en ellas, han intentado el difícil recorri­do del último camino, la diacosmización. La Iglesia intenta pasar por el cosmos, buscando realidades más altas, ultramundanas, utilizando al mundo y mejorando cosas y personas del mundo. El Vaticano 11 indica exactamente la posición diacosmizante de la Iglesia: «Novus Israel, quae in praesenti saeculo incedens, futuram eamque manentem civitatem in-

3 CH. DUQUOC, Situación histórica del creyente y existencia cristiana, en Con­cilium, nov. 1965, pág. 119.

4 H. DE LUBAC, El drama del humanismo ateo. Madrid 1949. W. THElMER, Der Marxsimus. Lehre. Wil'kung. Kritik, Berna 1960, 3 Edic. G. A. 'WETTE, y W. LEO­NHARD, La ideología soviética, Herder, 1964.

5 E. HEINTEL, Nietzsches Systeme in seinen Grundbegriffen, 1939. K. JASPER, Nietzsche und das Christentum, 1945. Versión castellana: Nietzsche y el cristia­nismo, Buenos Aires 1955. CH. ANDLER. Nietzsche. Sa vie et sa pensée, 3 vals., París 1958.

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quirit» 6. La historia eclesiástica, con sus secuencias y relatos de mejoras, abusos, reformas y contrarreformas 7, pone de manifiesto que aun para la Iglesia no es tan sencillo la acertada ejecución del plan de diacosmiza­ción. El problema de cosmización o acosmización frente al mundo cir­cundante evidentemente no es tan simple como mirar al sol.

Dentro de la diacosmización, único sistema viable para la correcta solución del problema, en el largo decurso de la vida de la Iglesia se han suscitado diversas soluciones. Y no carece de aventura el afirmar que en la praxis se haya llegado al justo medio 8.

La primera Comunidad de Jerusalén se inclina piadosamente a un camino de acosmización: Se dan a la oración, se abandona el cuidado de bienes y haciendas, y todo ello perdura hasta que se acaban los medios racionales de sustentar la vida 9. Los largos siglos de monaquismo, y ór­denes mendicantes también agraban el peso de la idea acosmizante 10.

Las cercas de monasterios y casas conventuales no son sólo medios mate­riales de protección, sino también símbolos vivos de separación y aleja­miento del mundo.

La Revue d' ascetique et de mystíque (,1965) dedica su esfuerzo al estudio de la noción de <<,Desprecio del mundo en la tradición espiritual de Occidente». En diversas monografías recorre el monaquismo antiguo, medieval, San Bernardo, fin de siglo XII, etc. En todas ellas se ve efecti­vamente que la idea eremita, cenobita, mendicante, espiritual, no ha des­preciado al mundo, pero en todas ellas palpita un sentido más o menos acosmizante, un intento logrado de retirarse del mundo. Es típico el ca­so de Santa Teresa de Jesús, que quiere hacer algo por la Iglesia y por las almas, y reforma una Orden para ese fin, pero nunca pierde, ni la Santa ni sus monjas, la idea del «ermitaño». Sus palabras son bien cla­ras: «El esmo que pretendemos llevar es no sólo de sel' monjas, sioo

6 Cf. Consto Lumen gentium, n. 9; P. Mor,INARI, Indole escatológica de la Iglesia peregrinante y sus relaciones con la Iglesia del cielo, pág. 1143 s, en La Iglesia del Vaticano 1I. Obra en colaboración dirigida por Guillermo Baraúna, OFM. Ed. castellana dirigida por Santiago Nogaledo. Ed. Juan Flors, Bª,rcelona. G. MARTELET, La Iglesia y lo temporal. Hacia una nueva concepción, pág. 559 s, en La Iglesia del Vaticano 1I.

7 A. BOULANGER, Histoire general de l'Eglise, 9 vols., Paris 1931-1947. BIHLME­YER-TücHLE, Kirchengeschichte, ed. 12, 3 vals., Paderbol'n 1912. D. OLMEDO, Ma­nual de historia de la Iglesia, 3 vols., Méjico 1946-1950. LLORCA-G. VILLOSLADA­MONTALBÁN, Historia de la Iglesia, BAC, 4 vol.

8 ROBERT ADOLFS, OSA, La tombe de Dieu. L'Eglise a-t-elle encare un avenir? Traducción al francés por Louis Pirlet, Editions Salvator, 1967.

9 Actos, 2, 46; 4, 32. C. S. DESSAIN, Comentario a los hechos de los Apóstoles, en Verbum Dei, vol. IV (Barcelona 1959), pág. 25 Y 27.

10 LECLERQ, Cenobitisme, en Dictionaire d'archeologie chretienne, col. 3047-3248. W. E. MACKEAN, Christian Monasticism in Egipt to the clase oj the jourth Century, London 1920. U. BERLrERE, L'Ordre monastique des origines au XII sie­ele, Maredsous 1920. J. PÉREZ DE URBEL, Historia de la Orden Benedictina. Ma­drid, Ediciones F¡1x, 1941; Idem, Los monjes españoles en la Edad média, 2 vols., Madrid 1934. M. HEIMBUCHER. Die Orden und die Kongregationen del' katolischen Kirche, 2 vols., Paderborn 1934.

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el"mitañas» (Camino 13, 6). Quiere que sus monjas «parezcan ermita­ñas. (Carta 184, 1). Nadie objetará que aun hoy día, tiempo postconci­liar, las Hijas de Santa Teresa estén gran cosa inclinadas a la vida C05-

mizante. La misma Iglesia, madre y maestra de vida espiritual, conserva en su

legislación codificada y consuetudinaria sobre sus sacerdotes muchas nor­mas que tienden directamente a apartar a sus ministros y sacerdotes de aspectos seculares, que en sí mismos son lícitos y honestos, y que se culti­van laudablemente en el cosmos de los hombres. Ese es el sentido obvio de los cánones 132, 1; 137, 138, 140, 141, 142. Evidentemente, esas dispo­siciones legislativas buscan una mayor dedicación sacerdotal y una más plena libertad para la cura de almas. Pero consideradas en sí mismas son limitaciones de libertad o de posibilidades de aoceso al mundo en los aspectos alcanzados 'por la ley 11.

En nuestros días la Iglesia delimita su postura frente al mundo en diversos documentos del Vaticano n. En la Lumen gentium perfila su naturaleza de Israel peregrinante que busca su ciudad definitiva 12. Se presenta a sí misma como una Institución diacosmizante: Pasa por el mundo, busca la plena posesión de la gloria, evita imperfecciones y se ejercita en diversas obras meritorias 13. En la Gaudium et Spes (OS) se dirige a todos los hombres de buena voluntad y de modo especial a los cristianos para que ordenen debidamente este mundo. La idea funda­mental de este documento también es diacosmizante: Pasar por el mun­do, buscar realidades mejores ultramundanas, pero utilizar y mejorar el mundo 14.

No podemos hacer un estudio detenido de este documento. Sólo indi­camos sus ideas centrales, todas ellas de sentido diacosmizante: Quiere que los hombres «sean recibidos en la paz y en la suma bienaventuranza de la patria (OS 93). Hay que cooperar al bien de la humanidad y del hombre, pero según los designios de la voluntad divina, de modo que el hombre, como individuo y socialmente, se cultive y realice su voca­ción (GS 35). El hombre y su actividad no se puede desligar de Dios, porque desaparece (OS 36). El cristiano no debe apartarse de la edifica­ción del mundo, ni dejar de fomentar el bien ajeno, sino que está estre­chamente vinculado a esa tarea (GS 34). Cristo Dios y hombre perfecto,

11 A. ALONSO LOBO, OP, Comentarios a las obligaciones de los clérigos, en Comentario al Código de Derecho canónico. Madrid, BAC, 1963, pp. 416-440, vol. l.

12 Lumen gent., 9; cf. La Iglesia del Vaticano 1I. Obra en colaboración, diri­gida por Guillermo Baraúna. Barcelona, Ed. Juan Flors, 1966, vol. n, pp. 1143-1162.

13 Lumen gent., 48; R. GABAS, Comentario al Cllipítulo VII de la Lumen gen­tium, en Comentarios a la Constitución sobre la Iglesia (BAO, vol. 253), Madrid 1966, pp. 882-923.

14 La Iglesia y el mundo de hoy. Estudios y comentarios a la constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II (Esquema XIII). Obra en colabora­ción dirigida por Guillermo Baraúna, Ediciones Studium, 1967.

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enseña la ley fundamental de la perfección humana, despierta el deseo del siglo futuro y alienta todo deseo de hacer más llevadera la vida humana y de dominar toda la tierra para este fin (OS 38). El progreso terreno o bienes de este mundo, no son el reino de Cristo, pero en cuan­to cooperan al mejor orden de la sociedad son de gran interés para el reino de Dios (GS 39). En sustancia, el documento no es más que una repetición ampliada del eterno ideario de la iglesia: Preocupación pri­mordial por Oios, recta ordenación y utilización del mundo, promoción y ayuda a todo ser humano.

No podemos hacer más comentario. El jesuita J. Danielou, lo comen­ta más ampliamente en la Revue d'ascetique et de mystique (1965),421-428. Las ideas de Danielou coinciden con las aquí indicadas. Los valo­res cosmicos no son los definitivos (pág. 421). El cosmos es un instru­mento puesto al servicio del hombre, pág. 422. Tiene valores, pero no son finalistas (423). La Iglesia frente al cosmos acepta y promueve todo lo que sea continuació:n o desenvolvimiento de la creación de Dios, pero denuncia y se opone a todo lo que signifique pecado y perversión (424). En esta materia la Iglesia separa cuidadosamente el trigo de la zizaña. El hombre está hecho para abrirse a Dios y no hay mayor humanismo que el sometimiento a la adoración de Oios (426). El auténtico amor a Dios es la fuente del mayor y más práctico amor a los hombres (ib.).

Por tanto, las ideas de Danielou, comentando al Concilio son las que indicamos nosotros como mente de la Iglesia: Ideas de diacosmización. Apreciar al mundo, pero no apegarse a lo mundano, y a través del' mun­dó, utilizándolo y mejorándolo, buscar la idea y reino de Dios.

En estas corrientes, seculares y actuales, de posiciones adoptadas frente a la realidad del mundo, es donde conviene estudiar el pensa­miento de San Juan de la Cruz. Atendido el ideario de la Iglesia, sobre diacosmización, con sus aspectos parciales de acosmización y cosmiza­ción, no pensamos que la situación de San Juan de la Cruz con su espi­ritualidad, sea insuficiente, como parece indicar implícitamente Oh. Du­quoc para el hombre moderno, (o. c., pág. 1119).

Evidentemente, parece tener razón G. Thils, que no es tan de ayer, 1950, cuando reivindica la primacía de la transcendencia contra el acti­vismo del optimismo terreno defendido por los devotos de la inmanen­cia y los amigos de los valores humanos de la encarnación 15. Thils es un inquebrantable partidario de San Juan de la Cruz, en los tiempos modernos, para todos los hombres (o. c., pág. 65). Pero para ser objetivos conviene estudiar directamente el pensamiento acosmizante y cosmizante del místico Doctor.

15 G. THILS, ¿Apóstoles o testigos? ¿T1'anscendencia o Encarnación? Bilbao, Ediciones Desclée de Brouwer, 1953.

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1. ACOSMIZAC'ION EN SAN JUAN DE LA CRUZ

l. POSICIÓN GENERAL.

En su aspecto doctrinal, San Juan de la Cruz es, ante tado, el siste~ matizador de la búsqueda en este mundo, rápida e inmediata de Dios, en cuanto esencia divina 16. De este principio rector de toda su doctrina se deduce la actuación que impone a los espíritus en sus relaciones de acosmización O' cosmización con el mundo cil'cundante. Este 1D0ctor de la Iglesia mantiene la línea correcta de la diacosmización, pero acentúa fuertemente el aspecto de receso o acosmización del ámbito cosmico, porque el mundo y sus cosas, para él meras analogías, y quizá menos que analogías (2 S 3, 2, 3,4), tiene bien poco que ver con Dios, esencia divina, y es ésta la que se ha de buscar con unión de inmediación de sustancia a sustancia sin nada creado de por medio (2 S 5) 17.

La cosmización o acercamiento al mundo la permite y la utiliza como el uso de un instrumento que remotamente coopera al encuentro de Dios. Para su mente de teólogo y poeta las creaturas son «migajas» caídas de la mesa de Dios (1 S 6, 3), Y aunque con la consideración de ellas el alma «se mueve mucho» al amor de Dios éC' 4, 3), cuando se trata de la unión inmediata del alma con lDios, que es lo que siempre busca, las excluye totalmente. «Por el mismo caso que el alma ama algo se hace incapaz de la pura unión con Dios» (1 S 4, 3).

Fuera de este punto, finalista en su doctrina, «unión inmediata del alma con iDios», en la cual no admite ninguna creatura, el pensador car­melita no cultiva las ideas de acosmización, sino al contrario, se preocu­pa y atiende a toda creatura. En su ideario filosófico teológico, las crea­turas están vestidas de un rastro de la hermosura de Dios, o están plan­tadas por la mano del Amado, y esto ennoblece extraordinariamente ante sus ojos a toda creatura. En ellas se rastrea y vislumbra un deje lejano de la hermosura de 'Dios (C' 14-15).

Frente a los problemas de acercamiento al mundo, que se podrían exigir hoya cualquier pensador, promoción social, medios de comunica­ción, industrialización, justicia social, planos todos de cosmización utili­taria, baste recordar que vivimos nosotros a una distancia de cuatrocien­tos años de San Juan de la Cruz. En todos estos problemas no se puede pedir más que una ligerísima indicación. No está de más indicar que nuestro autor vive en medio de un período patrio de esplendor guerrero y literario, y en sus obras no queda rastro de gloria de armas, ni apenas

16 EULOGIO DE SAN JUAN DE LA CRUZ, OCD, La Transformación total del alma en Dios, según San Juan de la Cruz. Madrid 1963.

17 GABRIEL DE SANTA MARÍA MAGDALENA, OCD, La unión del alma con Dios. Burgos 1962, pág. 273s.

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se filtra en ellas el nombre concreto de valores literarios de su tiempo 18.

Esto da idea clara de que los intereses materiales del cosmos apenas los tiene en cuenta para aspectos no religiosos. Los problemas de Dios y del alma los estudia y resuelve minuciosamente. A cuestiones y asuntos te­rrenales, sin despreciarlos, no les presta más que una atenci6n muy gene­ral, implícita en mandatos o normas sobre obligaciones (Cautelas 2; C S, 1; S S 2,8,9',10).

2. FUNDAMENIO DE AOOSMIZACIÓN.

San Juan de la Cruz es el metafísico de la acosmización. N o impone la purificación subjetiva del cosmos, por apatía. Son princ~pios filosófi­cos los que inspiran todas sus normas de acosmización. El principio de contrariedad es la base de toda su docencia acosmizante:· «Dos contra-1'ios no pueden caber en un sujeto» (1 S 4, S).

La misma influencia purificadora de Dios, que disipa en el alma todo afecto desordenado de creaturas se basa en la filosofía de las for­mas. Una forma no entra en un sujeto mientras no sea expelida la con­traria (1 S 6, 2). El proceso sanjuanista de acosmización, con sus diversos elementos de noches activas y pasivas de sentido y de espíritu, reposa en la base metafísica de que en ningún ser, bajo el mismo aspecto, pueden caber dos formas, o dos tendencias o dos objetos contrarios. Afición o asi­miento a creatura, y afición o asimiento a Creador, en la mente de este asceta son contrarios (1 S 4). Por tanto, camino de Dios, para la unión inmediata, se impone todo vacío o despego~ acosmización, de toda afec­ción a creatura. En el alma no se puede asentar la luz de la divina unión, si primero no se ahu.yentan las afecciones de ellas (1 S 4, S).

Los comentarios científicos confirman las ideas del Maestro. Baruzi sufraga el mismo pensamiento 19. Autoriza su posición con las palabras mismas de San Juan de la Cruz (1'55, 2). Crisógono de Jesús Sacramen­tado refuerza el argumento de los dos contrarios y concluye que en la doctrina del Doctor místico en el alma no caben el afecto de !Dios y el afecto de creaturas para un mismo fin 20 Eifrén de la Madre de Dios insis­te en las mismas ideas y aporta la razón psicológica, aducida por el mis­mo San Juan de la Cruz, de que el amor hace semejanza entre el que ama y el amado. (1 'S 4, S) y concluye con las palabras del Maestro, que mientras el alma no se deshace de las creaturas «no tiene capacidad para

18 L. PFANDL, Cultura y costumbres del pueblo español de los siglos XVI Y XVII. Introducción al estudio del siglo de oro. Barcelona, Araluce, 1959, 3 Ed. A. VAL­BUENA PRAT, La vida española en la edad de oro. Barcelona 1943.

19 J. BARUZI, Saint Jean de la Croix et le probleme de l'expérience mystique. Paris 1924, pág. 413-414.

20 CRlSÓGONO DE JESÚS SACRAMENTADO, San Juan de la Cruz. Su obra científi­ca V su ob1'a literaria. Avila 1929, vol. I, cap. 4, pág. 127.

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recibir el espíritu de Dios en pura transformación» 21. Mosis y Federico Ruiz persisten en el mismo ideario. Mosis comenta y reproduce las afir­maciones más conocidas de San Juan de la Cruz sobre negación de crea­turas. Las creaturas, siguiendo la alegoría del Maestro, son Brosamen, migajas. Pueden dar alguna noticia de Dios, pero comparadas con Dios son ciertamente Nadas 22. De aquí las afirmaciones que Mosis sostiene sobre ideas de acosmización basándose en el ideario sanjuanista: «El vacío de toda creatura, la nada, es el único camino que conduce a Dios el Todo. El hombre debe renunciar a toda posesión de creatura, si quiere poseer a Dios ... La necesidad del vacío completo la fundamenta en la absoluta distinción de Dios frente a todo lo creado. Dios no puede ser asemejado a ninguna creatura, su poder y excelencia son infinitas» 23.

Federico Ruiz no desciende de una manera tan concreta, pero sigue la misma línea de pensamiento. Pueden leerse sus ideas sobre «el sendero de las nadas» y «la renovación de la afectividad» 24.

Hace suya la frase de 2 N 24, 4, en que afirma San Juan de la Cruz que no se puede llegar a la unión sin gran pureza, o acosmización, y esa purificación no se alcanza sin viva mortificación (o. c., pág. 415).

3. DISIMILITUD DEL COSMOS FRENTE A DIOS.

Texto y comentario sanjuanista fundamentan la acosmizaClOn en la desemejanza que tienen las creaturas o el cosmos con D10s. Como las creaturas no son Dios, y además apenas tienen ningún parecido con El, no queda otro camino para llegar a Dios en sentido inmediato, que una fuerte acosmización.

San Juan de la Cruz tiene un robusto ideario sobre la disimilitud del cosmos o creaturas frente a Dios. A veces parece que recarga las tintas de desemejanzas. Para comprender mejor el pensamiento acosmizante del Doctor místico, hay que distinguir su mente filosó,fjco~teológica y su mentalidad teológico-mística.

En el campo filosófico, e incluso teológico, no místico, el cosmos y las creaturas, para San Juan de la Cruz, no entran en el concepto metafórico de Nada. Este pensador en los niveles filosóficos es una mente realista y estima a cada ser y al cosmos universo en su realidad ontológica; no niega la realidad filosófica y teológica del mundo 25. Y esta realidad no es tan insignificante a sus ojos como para tenerla por nada en su dimen-

21 EFRÉN DE LA MADRE DE DIOS, aCD, San Juan de la Cruz y el misterio de la Sma. Trinidad en la vida espiritual. Zaragoza 1947, n. 233.

22 R. MOSIS, Der Mensch und die Dinge nach Johannes von Kreuz. Wüzburg, Echter-Verlag, 1964. Kap. 2, pág. 37.

23 R. MOSIS, O. C., pág. 35. 24 FEDERICO RUIZ SALVADOR, aCD, Introducción a San Juan de la Cruz. El

hombre. Los escritos. El sistema. Madrid, BAC, 1968, cap: 15, ca,p. 21, 5. 25 CRISÓGONO DE JESÚS SACRAMENTADO, O. C., p. 130.

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SlOn filosófica. El cosmos y los seres que lo pueblan, en la mente de nuestro filósofo poeta son bosques y espesuras plantadas pOT la mano del Amado ~C. 4) y en ellos se han derramado mil gracias, es decir, la multitud de creaturas innumerables (C. 5, 2). Este ejército de creaturas, aun en el mero orden natural no es despreciable, porque a todas las creaturas las hizo acabadas y petjectas (C. 5, 4). En definitiva, las crea­turas, en su aspecto ontológico, quedan hechas mucho buenas (c. 5, 4). Y esta bondad ontológica de las creaturas queda realzada y dignificada por el influjo universal o cósmico de la Encarnación y glorificación del Hijo de Dios. Con ese influjo del todo las dejó vestidas de heTmosu1'a y dignidad (:c. 5, 4). El cosmos, por tanto, para este asceta pensador no es una Nada, ni tampoco es una bagatela, algo inoperante a los ojos del alma. Incluso en su aspecto ontológico la realidad cósmica circundante cumple una misión definida, que es dar al alma un conocimiento de Dios, siquiera sea remoto y rudimentario. El escritor habla con claridad: Esta consideq'Q'C'ión de, las Cl'e'a-tttTaS es la pl'imera por oTden de este cami­no espiritual pam it· conociendo a Dios, conociendo stt grandeza y eXCf7 lenC'ia pOl' ellas» I(C. 4, 1.)

En el plano teológico-místico, en relación al alcance o allegamiento inmediato a la esencia y posesión de Dios, el pensamientO' de San Juan de la Cruz frente a la estimación de cosmos y creaturas desciende verti­calmente. El cosmos universal con todos sus seres se queda balbuciendo ~C. 7, 9). Verdad es que por medio de las creaturas, el alma con cono­cimientos abstractivos llega a tener una subida noticia, en que se l~ da a entender o sentÍ1' alteza de Dios y grandezal (C. 7, 9). Pero en las noti­cias más altas que puedan alcanzar de D~os por medio de las creaturas, o, por alguna ayuda especial de Dios, el alma llega a comprender que Dios es tan alto que entiende elaro se queda todo por entendet· (C. 7, 9). Esta experiencia vivida, o simple deducción de su entendimiento, es la que le llevó a la formación de su ideario de disimilitud de Creaturas frente a Dios y a su imperioso proceso acosmizante, para que las crea­turas no sean estimadas como medios inmediatos de unión con Oios. Es en relación con Dios, cuando se trata de la unión directa e inmediata del alma con Dios, cuando las creaturas en la mente del Maestro quedan totalmente empequeñecidas y disímiles del ser inmenso de Dios. En los primeros capítulos de la Subida del Monte CarmelO' hace una larga serie de atrevidísimas afirmaciones sobre la insignificancia y desemejanza que las creaturas, el cosmos universo tiene con el ser infinito y simple de Dios, V éanse algunas de esas afirmaciones:

Todas las cosas de la tierra y del cielo, comparadas con Dios, nada son (1 S. 4, S). Todo el ser de las criaturas comparado con el infinito de Dios nada es (1 S. 4, 4). La hermosura de las criaturas comparada con la inflnita hermosura de D'Íos es suma fealdad (1 S. 4, 4).

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Sería interesante determinar cuál es el último pensamiento de San Juan de la Cruz sobre la entidad ontológica del cosmos y de las crea­turas relacionadas con el ser de IDios. Esta cuestión, como tantas otras del profundo pensador, apenas ha sido estudiada.

Parece que San Juan de la Cruz va muaho más lejos que el pensa­miento teológico corriente que establece analogía entre las creaturas y Dios. La fe que explica este Doctor de la Iglesia no es una fe análoga, y las cosas que ella nos dice, al menos en lo que se refiere al ser de Dios y su esencia nunca ~as vimos n~ en sí, ni en sus semejanzas, pues no las tienen (2 S. 3, 3). Las cosas que dice la fe son sobre toda luz natural y exceden a todo entendimiento humano, sin alguna proporción (2 S. 3, 1). El Santo Doctor parece decidido a eliminar toda analogía en las cosas que dice la fe, al menos referente a la esencia de Dios. De hecho, los ejemplos que aduce para explicar su doctrina se refieren a cosas que no se han visto «ni en sí, ni en sus semejanzas», p. e., el color para los ciegos, o noticias de animales jamás vistos (2 S. 3, 2) Y aun la fe excede mucho más de lo que dan a entender los ejemplos dichos (2 S. 3, 4).

Esta teoría de San Juan de la Cruz, sobre una fe no analógica, aumen­taría aún más, la disimilitud y desemejanza, que todos admiten entre los seres creados y Dios. Sería además un fuerte argumento a favor de la acosmización que constantemente exige San Juan de la Cruz, basado pre­cisamente en la disimilitud que el cosmos y sus seres tienen con !Dios.

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4. ACOSMIZACIÓN CONCRETA DE CREATURAS.

Establecidos los fundamentos filosóficos acosmizantes, el Santo Doc­tor desciende al proceso concreto de la acosmización. Puesto que toda creatura es desemejante de Dios, y ninguna sirve al alma de medio in­mediato para la unión directa con nios, se impone el sistema de desen­tenderse de toda creatura como medio inmediato de esa unión.

Los estudiosos sanjuanistas han expuesto de una manera bastante lo­grada el pensamiento del asceta carmelita sobre de acosmización con­creta. Puede consultarse la nota bibliográfica 26. Nosotros compendiamos a nuestro autor.

a) En sentido.-En el ámbito del sentido lo fundamental es ir qui­tando quel'eres y no sustentándolos (1 S. ll, 6), porque si no se acaban

26 EFRÉN DE LA MADRE DE DIOS, o. e., n. 231, 326. J. BARUZI, o. e., lib. 4, cap. 1; La négation initiale, pág. 378-448; cap. 2: Une critique des apréhensions distinc­tes, pág. 449-567. J. LEBRETON, SJ, La Nuit os cure d'aprés saint Jean de la Croix. La source et le caracter de sa doctrine, en Revue d'ascetique et de mystique, janv. 1928. A. MAGER. OSB, Le fondement psycologique de la purification pasive, en Etudes Carmelitaines, oct. 1928, 240-253. P. André de la Croix, L'etat de Nuit os cure, en Etudes Carmelitaines, 1937, 11-18.

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todos de quitar no se acaba de llegar (1 S. 11, 6). Todo querer o atender a cosa que recaiga sobre el mundo sensible, con apego del alma, ha de desaparecer. Gusto o noticia aportado por los sentidos: reooncielo y qué­dese vacío de él (1 S. 13, 4). Ha de pl'Ocurar dejar luego mortificados y vacíos de aquel gusto a lIos sentidos, como a oscuras (1 S. 13, 4). Altera­ciones o impresiones que pueden causar en el alma las cuatro pasiones fundamentales, gozo, dolor, esperanza, temor: V énzalas y apacígüelas QGf. 1 S. 13, 5). Apetito o deseo de cualquier cosa sensible. Niéguese ese apetito o deseo, y no se apegue el alma a él (ef. 1 S. 1,3). Toda elabo­ración o representación del sentido interior corporal, que es la imagi­nativa y la fantasía (2 S. 12, 2), se ha de vaciar, purificar o acosmizar: De la cual también habemos de vaciar y purificar todas las formas y aprensiones que en él puedan caer (2 S. 12, 2).

La razón es siempre la misma y siempre evidente: Los que imaginan a Dios debajo de algunas figuras de éstas, o como un gran fuego, O' res­plandor, u otras cualquier fOl'mas, y piensan que algo de aquello será semejante a El, ha1'tO' lejos van de El (2 S. 12, 5). El fundamento último es la disimilitud del ente creado con el Ser Creador: Todas las cosas cre(/¡­das, comO' ya está dicho, no pueden tener a~guna propo1'ción con el ser de Dios (2 S. 12, 4).

b) En espí1'itu.-En los niveles del hombre interior, que es la reli­gión del espíritu, donde tienen más libertad las potencias interiores, el lógico asceta acosmizante manda e impone su implacable acosmización o purificación.

El esquema general es que el alma se ponga en las tres virtudes teo­logales (2 S. 6, 1). Esas virtudes, con su contenido objetivo, hacen el per­fecto vacío acósmico en las potencias del alma (2 S. 6, 3, 4, 5). Mediante ellas, y no con ninguna otra cosa del alma, es como ésta se une con Dios. Como habemos dicho, el alma nlO se une con Dios en esta vida, por el entender, ni por el gozar, ni por el imagina1', ni por cualquier otro senti­do; sino solo por la fe según el entendimiento, y por la esperanza según la memo1'ía, y pOl' amor según la: voluntad (2 S. 6, 1). De aquí es qlJe haya que buscar la vida acósmica de esas potencias y poner su actividad en el contenido objetivo de las virtudes teologales, que es precisamente el mismo Dios.

Este Maestro de acosmización emplea largos capítulos de sus obras para probar que las entidades cósmicas puestas con claridad en el en­tendimiento, memoria y voluntad, aunque en sí mismas sean realidades excelentes para diversos fines, no son medio inmediato para la unión del alma con Dios. Por tanto, para esa unión se las debe acosmizar.

c) Entendimiento.-Le dedica notable atención para acosmizarle. El principio universal es que ninguna cosa creada, ni pensada, aprendi-

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da con claridad por el entendimiento, le puede servir de medio inme­diato para la unión con nios. Antes le sirve de impedimento que de me­dio, si se arrima a ello para dicho fin. (Gf. 2S. 8, 1).

De esta afirmación universaHsta no quedan excluidas ni las realida­des sobrenaturales creadas, porque ninguna noticia ni aprehensión sobre­natu1'al en este mD1'taZ estado lel puede servil' de medio próximo para la alta unión del amor con Dios (2 S. 8, 5). Lo único que le serviría para la unión con Dios seria la .clara noticia o clara visión de Dios en este mun­do, pero, según San Juan de la Cruz, el entendimiento humano de poten­cia ordina1'Ía no tiene disposición ni capacidad en la cá1'cel del cuerpo pm'(JJ recibir f/!,oticia clara de D~os (2 S. 8, 4). EiXcluida, por tanto, esta no­ticia clara de nios, todo lo demás que reciba con claridad el entendi­miento acerca de Dios, es muy disímil y desproporcionado [ ... ] a Dios (2 S. 8, 5). Por esta razón, para no estorbarse el entendimiento, tiene que dejar, o no usar camino de unión inmediata con Dios, toda noticia clara, natural o sobrenatural creada, que pueda tener acerca de Dios.

Los imperios deL Maestro se repiten como órdenes o slogans: Toda noticia que el entendimiento pueda tener por vía natural, que es el pro~ ceso de la intelección, se ha de negar (2 S. ll, 1). y toda aprehensión que pueda lograr por vía sobrenatural por medio de los sentidos externos, también se ha de negar (2 S. 1, 1 s). y lo mismo las que tenga por los sentidos internos (2 S. 12, passim; 2 S. [6, passim). Y toda noticia y apre­hensión, clara, que tenga el entendimiento por vía sobrenatural, sin de­pendencia de los sentidos, como visiones, revelaciones, locuciones y sen­timientos espirituales (el'. 2 S. 2S s), también se ha de eliminar y acos­mizar (2 S. 2S, 4).

Unicamente quedaría fuera del proceso acosmizante la noticia clara de la visión intuitiva de Dios. Pero la visión clara de Dios en este mundo difícilmente es admitida por San Juan de la Cruz. Rarísima vez acaece y casi nunca y a muy pocos (2 S. 24, S). Advertencia semejante debe te­nerse en cuenta con lo que nuestro autor llama palabras sustanciales (2 S. SI). Acerca de éstas ni tiene el alma qué hacer, ni qué querer, ni qué no querer, ni qué desechm', ni qué temer (2 S. SI, 2).

Su gran teoría de acosmización intelectual se ordena a poner el en­tendimiento humano en la noticia o contenido intelectual oscuro que le ofrece la fe, porque ésta y sola ésta le presenta inmediatamente, aunque en oscuro el ser realisÍmo de nios. Todo lo demás, con fines de unión con Dios, ha de ser eliminado o acosmizado del entendimiento.

La conclusión del Maestro no puede ser ni más clara ni más univer­sal: De lo dicho se colige que para que el entendimiento esté dispuesto para esta divina unión ha de quedad' limpio y vacío de todo lo que puede caer en el sentido, y desnudo y desocupado de todo lo que puede caer con cla1'idad en el entendimiento, íntimamente sosegado y acallado, pues-

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to en fe; la cual es sola el próximo y pl'Oporcionado medio para que el alma se una con Dios. (2 S. 9, 1).

d) Memoria.-En las demás potencias del alma memoria y volun­tad se exige una purificación o acosmización semejante (S S. 1, 1).

La memoria se ha de purificar o acosmizar de toda noticia natural de los sentidos exteriores (S S. 2, 4); de toda forma y representación imagi­naria (S S. 2, 4), Y de toda noticia que llegue por vía sobrenatural, siem­pre que sean claras y distintas (S S. 7, 2). La razón siempre es la misma: Cuanto el alma más presa hace en alguna aprehensión natural o sobre>­natural, distinta y clara, menos capacidad y disposición tiene en sí, para entrar en el abismo de la fe, donde todo lo demás se absorbe (S S. 7, 2). Todo lo cual reposa en este principio superior, rector de todo el proceso acosmizante sanjuanista, aplicado a la memoria: Ningunas fm'mas ni no~ ticias sobrenaturales que pueden caer en la memoria son DiO's; y de todo lo que no es Pios se ha de vaciar el alma para ir a Dios» (ib.).

Unicamente, como en el caso del entendimiento, quedan libres del proceso purificador, las noticias espirituales de la visión clara de Dios, o los toques o sentimientos de la unión con ,rDios (S S. 14). De éstas afir­ma: que, se procu1'e acordar las veces que pudiere p01'que le haq'án grande efecto (S S. 14,2).

e) Voluntad.-En la voluntad acosmizada por la caridad acontece lo mismo. El noctor no acabó de explicar todo lo referente a la volun­tad, pero sustancialmente dejó completa su doctrina.

Para el místico carmelita, guiado por la interpretación de un texto bíblico, fortítudinem meam ad te custodiam (Ps, 58, 10), la fortaleza del alma consiste en sus potencias, pasiones y apetitos, todo lo cual es go­bernado pOj' la voluntad (3S. 16, 2). Cuando la voluntad ordena todas estas fuerzas a Dios y las separa de todo lo que no es Dios, la fortaleza del alma queda toda reservada para Dios, y ama a Dios con toda su fortaleza (ib.). La acosmización de la voluntad no tiene más finalidad que apartar a ésta de cosas y aficiones desordenadas para que pueda dedicar toda su fortaleza a lJ)ios (3S. 14, 2).

El gozo, con sus variadísimas manifestaciones y especies) se ha de acosmizar para que no se detenga en creaturas (Cf. 3S. 17, 2). El pen­sador carmelita dedica 27 capítulos a la acosmización del gozo, y deja la materia sin concluir. Tampoco dice nada de las demás pasiones. Pero su pensamiento dominante queda claro: «La voluntad no se' ha de gO'zar sino sólO' del aquello que es honra y gloria de Dios» (SS. 17, 2). Todo lo demás ha de ser purificado o acosmizado para que no estorbe al aIma el camino de unión con Dios.

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5. ACOSMIZACIÓN SOCIAL.

En sentido teórico, se ve con claridad la exigencia de acosmización, vida acósmica, que el asceta carmelita exige del' alma para ir a Dios, para lograr la unión inmediata con Dios. «De todo lo que nO' es Dios se ha de vaciar el alma: para íl' a Dios» (3S. 7, 2).

En sentido práctico, o si se prefiere sociológico, para lo que pudiera denominarse sociología religiosa, dio también normas, llenas de sabi­duría, pero acosmizantes, para poder vivir con suficiente paz en los monasterios, y aun frente al cosmos antropológico general. Son sus cé­lebres cautelas, principalmente la dirigida contra lo que él llama mundo. En esta cautela se fomenta cierta acosmizacián no propiamente teoló­gica, sino de aspecto moral antropológico. El cosmos antropológico ge­neraL el cosmos inanimado y el cosmos conventual, pueden causar in­finitos desórdenes teologales y cardinales en un espíritu humano, y por eso es conveniente adoptar frente a ellos sanas normas de conducta. No es una acosmización desdeñosa, sino utilitaria, para conservar los bienes personales de la paz y otras virtudes.

Frente al cosmos antropológico general, insiste en despegar el co­razón, frente a todo hombre o mujer, sea extraño o sea allegado. Por nadie, ni más amor ni más olvido, para todos trato y deferencia igual. De no seguirse esta norma, ni se sabe ser religioso, ni se llega al santo recogimiento, ni se libra de muahas imperfecciones (Gt. 6).

En el cosmos material, busca ante todo el desprendimiento. Quiere que se aborrezca «toda man,era de poseer». No preocuparse de las cosas materiales con ahogo. Buscar el reino de Dios, porque lo demás ya lo pondrá Dios por añadidura (et. 7). Conviene no olvidar que aquí habla directamente a religiosos, que por profesión deben seguir de modo es­pecial la vida de testimonio. Cf. Lwmen gentium, 43-47.

Al cosmos conventual o monástico le aconseja o manda que, salvo indicación al superior, no se entrometa en la vida conventual circun­dante, ni con palabras, ni con obras. Los monasterios no son precisa­mente un trozo de beatitud y, por tanto, siempre puede haber alguna anomalía en que tropezar. El consejo dominante es que se guarde el alma en olvido del oleaje monasterial (Ct. 8).

La intención evidente de estas cautelas o consejos a religiosos no es hacer de ellos misántropos o personas utilitariamente acosmizadas, sino asegurarles un mínimo de paz y tranquilidad, difícilmente asequi­ble por otros caminos.

6. SÍNTESIS.

En la trilogía alma, cosmos y Dios, San Juan de la Cruz tiene un matiz fuertemente acosmizante. El alma, en sentido finalista terrestre,

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y mucho más en un sentido escatológico, debe buscar a Dios, con unión de esencia a esencia, y como el cosmos con todas sus realidades no es Dios ni se le parece, debe ponerse en práctica el sistema de acosmiza­ción para ese encuentro inmediato con nios.

El Doctor carmelita no fomenta la acosmización por desdén o des­precio del mundo, sino por la evidente razón de que las creaturas no son medios inmediatos aptos para la unión inmediata del alma con Dios. La acosmización social, pequeña parcela de la acosmización uni­versal, está prescrita por San Juan de la ·Cruz para conservar el mÍni­mo de paz y para no malograr una notable cantidad de virtudes.

n. COSMIZA!CION EN SAN JUAN DE LA CRUZ

l. ESCALA DE VALORES.

La acosmización en San Juan de la Cruz, universalista y detallada, no elimina, ni siquiera frente al hombre, los diversos valores que tiene el cosmos. Este rígido asceta se empeña en acos'mizar todo rastro de cosmos y de creatura, pero es sólo cuando se trata de la union inme~ diata del alma con Dios. Fuera de esta parcela, rincón sellado para Dios y para el espíritu, este dictador e~piritual, que acariciaba a las flores, se preocupa y atiende con su mirar filosófico teórico y prácticO' de toda realidad cósmica y reconoce, en cuanto medio remoto de acercamiento a Dios, todo el extraordinario valor que tiene el cosmos y las diversas actividades que en él se realizan y deben efectuarse. En este sentidO', cosmos como medio o instrumento mediato de acercamiento a Dios, San Juan de la Cruz es también fuertemente cosmizante. No desaprovecha una sola realidad cosmica, si ésta le ayuda, aunque sea remotamente, para ir a Dios.

El eXitraordinario valor de San Juan de la Cruz entre los extremos de acosmización y cosmización está en que ha delimitado claramente una escala de principios y de valores, y según dictados filosOfico-teo­lógicos utiliza los seres có·smicos o los abandona en ouanto son o no son medios aptos para la unión inmediata O' mediata con Dios. Para la unión inmediata del alma con la esencia de nios, el cosmos y sus seres son i)1operantes, como medios inmediatos, por tanto el alma frente a ellos debe acosmizarse, como se deja un tren cuando se quiere otra dirección. Como instrumentos o medios remotos y mediatos para bus­car o merecer a Dios, el cosmos y sus seres tienen un valor extraordi­nario, y el alma debe cosmizarse con esos seres y ese cosmos para sacar de ellos todo lo que pueda, ideas remotas de nios y merecimientos lÍti­les para la posesión de Dios.

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2. ONTOLOGÍA DEL COSMOS.

En sentido filosóficO', como se iba indicado, el cosmos para San Juan de la Cruz no es una Nada. Ni siquiera en el aspecto teO'lógicO' de cos­mos dependiente o relacionado con 'Dios queda empequeñecido el uni­verso ante los ojos de este teoJogo y místicO'. En su pensamiento la creación con su micro y macroseres nO' puede ser pequeña, cuandO' es capaz de decir algo de 'Dios, al menos remotamente. A este inteligente místico observador, el cosmos universo le da noticia de Dlos, y no una noticia cualquiera, sino «testimania de la grandeza y excelencia de Dios (C. 5, 1), «algún rastrO' de: quien El es» ~c. 5, 1), «rastro de su hermo­sura y excelencia» (C. 6, 2).

En su ideario teoIó'gico «Dios con su mita1' viste de he1'tnosu1'f1¡ y ale­g1'ía al mundo» (c. 6, 1), San Juan de la Cruz sabe que en el mundo hay cosas alegres y hermosas, De heoho, cuando tiene alguna alta co­municación de Dios, sin llegar a olara vision (er, c. 14-15, 5), y quiere decir lo que le parece acerca de Dios, o indicar lo que ha entendido, lo compara a cosas hermosas y agradables de este mundo, por ejemplo montañas, valles nemO'rosos, Ínsulas, reÍos sonorosos, noche sosegada, so­ledad sonora, etc. (C, 14-15), Si estas cosas en su entidad ontológica no fueran nada, bien poco o nada sería su testimoniO' de Dios. En su mente, el mundo, materia, seres, elementos cósmicos, todas las creaturas, en su dimensión ontoló.gica y, sobre todo, por el reflejo de la creacion, no sólo están hermoseadas en parte, «más podremos decir que del todo las dejó vestidas de hermasura y dignidad» ~C. 5, 4). Por tantO', un cosmos que del todo está vestido de hermosura y dignidad, no puede ser un juguete de infantes, sino que, como obra de nios, es una grandiosa ma­nifestación de las perfecciones y atributos divinos, La sanción teoló­gica de la Iglesia católica confirma esta ideacion. Si Dios crea el mun­do «ad manifestandam pe1jectionem suam» (Vat. 1. s. III. c. 1. [)z, 1783), es evidente que no va a producir de la nada y sustentar un cosmos que no pueda decir nada de la perfección y grandeza de su hacedor. En la debatida cuestión de cuanto es lo que las creaturas representan de la bondad o perfección de níos, no está demás tener en cuenta las ideas de Lercher, comentando el pensamiento de Santo Tomás: «UnivC1'suS, quamvis enim ínfíníte a Deo distet, tamen propter multitudinem ma­xime variarum et distinctarum 1'erum infinitam Dei pel'fectianem aViquo­modo adaequate repraesentat» TI.

TI L, LERCHER, lnstitutiones Theologiae Dogmaticae. Herder, 1945, 4 Ed" vol. 2, n. 468.

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3. TRILOGÍA RADICAL.

La mirada penetrante de San Juan de la Cruz se dirige insistente­mente hacia tres centros de atracción, que ocupan las páginas de sus libros: 'Dios, Seres racionales, Cosmos universal. Estos seres son los que forman su más profunda trilogía.

a) Dios.~EJl ser por excelencia, el primerO', que rebasa sin campa­raClOn los niveles de todos los demás, para este ubica dar de esencias y de existencias, es el ser increadÜ' de Dios, que en su esencia y pro­piedades no admite ninguna comparación de creaturas. Las creaturas y el cosmos universo, por ser efecto de las manos de Dios, tienen una relación de dependencia y cierto rastro de semejanza con Dios (Cf. 2S. 8, 3). Pero de 'Dios a las creaturas «ningún 1'especto hay ni semejanza esencial, antes la distancia que hay entre su ser divino y e~ de ellas es infimita» (28. 8, 3). Es abundantÍsimo el ideario filosÓfico-teológico mís­tico que San Juan de la Cruz tiene de Dios. No lo exponemos, porque excede los contornos de esta investigación.

b) Se1'es l'acionales: Angeles, hombl'es.~Después del ser de Dios en la mente sanjuanista vienen los seres racionales O' inteligentes, án­geles y hombres. De estos ángeles y hombres se afirma en general que son más nobles que las otras creaturas (c. 7, 1). Esta clase de seres, entre toda la creación, son los únicos que «vacan a Dios», porque son los únicos que pueden dedicarse a su conocimiento (C'. 7, 6).

San Juan de la Cruz, en sus obras, desarrolla una amplia angelología, pero nosotros no podemos explicarla aquí. Los ángeles, flores que es­maltan el cielo del Cántico espiritual (4, 6), son frente a los hombres «pastores del a~ma», porque llevan a Dios nuestros recaudos, y nos los traen de parte de Dios (C. 2, 3).

En su antropología espiritual, el místico carmelita destaca fuerte­mente el valor del hombre sobre toda la creación sensible y material. El pensamiento humano, aun un solo pensamiento, vale más que todo el mundo. De aquí es que SO'lamente Dios sea digno de ese pensamien­to (Avisos y Sentencias, 1, 32). El pensamiento sólo se debe a Dios, porque «todo el mundo no es digno de un pensamiento del hombre» (ib. 2, 37). Dios tiene contento especial en estar con los hombres (Cf. c.,m, 10). Incluso Dios realzó el valor y la hermosura del cosmos, de todas las creaturas, al asumir la naturaleza del hombre ~C. 1, 5). El alma humana, por su parte, es «hermosísima entre todas las criaturas» (C. 1, 7) y en relación con 'Dios, aun en el orden natural, «en sí es una he1'­mosísima y acabada imagen de Días» (lS. 9, 1). Ni siquiera el pecado

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y las imperfecciones borran la perfección entitativa del orden natural que Dios ha puesto en el alma, porque aun llena de pecados, «en cuanto al ser natural está tan pe1jecta comJo Dios la creó» (IS. 9, 3). E incluso en cuanto al ser natural, el alma es el lugar más decente y más propio para Dios (3S. 42, 4). Y cuando el alma está en gracia y llena de vir­tudes y transformada en Dios, entonces no hay palabras que puedan expresar la hermosura del alma humana (C. 22, 4). «Está hecha el alma divina y Dios por pal'tidpación cua.nto se puede en esta vidlf» (C. 22, 3).

c) Cosmos univel'sal.-En tercer lugar, después de ni os y de los seres inteligentes, el sistematizador carmelita coloca a.l mundo con to­das las cosas de la esfera cósmica. N o es que el santo, denominado de las Nadas, se empeñe en demostrar que la maravillosa obra cósmica de Dios sea una nada. Es sencillamente que en su pensamiento místico de acercamiento del alma a Díos, primero es 'Dios, después es el mundo intelectual, ángeles y hombres que van a Dios y, finalmente, pero con toda su hermosura, prestancia y excelencia, es el mundo, creado por las inteligentes y poderosas manos de Dios.

El cosmos en la mente sanjuanista, aunque siempre en plano peri­férico y secundario, juega un papel de primerÍsima atención. El cos­mos es el campo o lugar de actividad donde en esta vida tiene que hacerse la unión del alma con Dios. De aquí la necesidad de una fuerte cosmizacióu, de un estrecho acercamiento al mundo, en plan de utili­zación como medio remoto de unión, y en plan asimismo de ver en el cosmos y sus seres los más próximos destinatarios de la actividad del alma con vista a la unión con Dios.

El cosmos con sus innumerables seres, naturales y sobrenaturales, es el medio remoto de que dispone el alma para alcanzar la unión con Dios, y en este sentido hay que acercarse; cosmizarse para utilizar de diversas maneras al mundo para los fines de esa unión.

4. COSMIZACIÓN UTILITARIA DEL COSMOS.

Nuestro dictador de Nadas (IS. 13, 11. 12. 13), código fundamental de la unión inmediata del alma con Dios, cuando se enfrenta con la rea­lidad cósmica circundante, de la cual no se puede evadir en esta vida, delimita el sentido de servicio que presta el cosmos para la unión del alma con Dios: Servicio y utilización de medio mediato para dioha . , uman.

La doctrina acosmizante de San Juan de la Cruz no tiende a una huida y abandono físico del cosmos y sus seres, sino al despego y desape­tito de lo creado, que es lo que estorba la finalidad unitiva del alma:

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«N o tratamos aquí del carecer de las cosas [ ... ], sino de la desnudez del gusto y apetito de ellas, que es lo que deja al alma libre. y vacía de ellas aunque las tenga» (IS. 3, 4).

La realidad oósmica, en su pensamiento filosófico-teológico, no daña al alma, por la sencilla razón de que las cosas no entran en el alma. El quebranto proviene del apego del alma, que es lo que la afecta. La hermosa realidad cósmica, salida llena de encantos y utilidad de las manos de 'Dios, puede utilizarse siempre que no dañe ni estorbe la unión inmediata del alma con Dios. Cabe, por tanto, en la sistemática sanjuanista una cosmización utilitaria de todo el ámbito cósmico.

a) Utilización del cosmos infe1·ior.-Este cosmos, llamado inferior para distinguirle de alguna manera de otros aspectos más depurados del mundo, cosmos racional, cosmos cultural, Iglesia, etc., queda am­pliamente utilizado y utilizable, en sentido de medio o instrumento me­diato de acercamiento del alma a Dios.

El conocimiento de este cosmos es el primer paso extrasujetivo que tiene que dar el alma para ir a buscar a Dios. Por las creaturas, siguien­do la trayectoria bíblico-teológica del «per ea quae facta sunt» (Rom. 1, 20), el alma se acerca al conocimiento de Dios. El ideario de nuestro teólogo místico es bien expresivo: «Ahora... comienza a caminar [e] alma J por la consideración y conocimiento de las criaturas al conoci­miento de su Amado, criador de ellas» ~C. 4, '1). El alma, ordenada un tanto su casa «para no se andar ya a deleites y gustos» (C. 4, 1), lo primero que hace es esta consideración de creaturas, porque esa con­sideración, después de tener algún conocimiento de sí y un poco de sosiego en sus afectos y apegos, «es la primera p01' otden en este camino espiritual para ir conociendo a Dios, con·siderando su grandeza y exce­lencia por ellas» (c. 4, 1).

El plan de un espíritu cualquiera frente al cosmos inferior es pre­guntar a esta ingente obra de Dios «si por vosot1'OS ha pasado?» (c. 4). El místico, que tanto habla de negación y de nada, parece que quiere escudriñar «con la consideración que en ellas hace del c1'iadoJ'» (C. 4, 1), todos los ámbitos y todos los seres del cosmos para que le digan algo de Dios. Sus palabras son claras: «En esta canción se contiene la con­sideración de ~os elementos y de las demás criattl1'as inferiores, y la con­sideración de los cielos y de las demás c1'íaturas y cosas materiales qtle Dios crió en ellos, y también la consideración de los espíritus celestia­Zes» (C. 4, 1). Nada, pues, escapa al afán inquisitivo de este místico que quiere saber algo de nios a través del mundo.

Y, en efecto, la maravillosa obra cósmica de 'Dios ofrece amplia in­formación de EJ, aunque remota y análoga; da al alma «tesUmonío de la grandeza y excelencia de Dios» (C. 5, 1), le indica que Dios ha derra-

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mado en ella «mil gracias» (G. 5) que 'se magnifican y ennoblecen de modo extraordinario con la figura del Hijo, el cual con su encarnación realza la hermosura de todas las creaturas cósmicas ~G. 5, 4). El alma «en la viva consideración y oonocimiento de las creaturas echa de ver haber en ellas tanta abundancia de gracias y virtudes y hermosura de que Dios las dotó, que le parece estar todas vestidas de admirable her­mosura y vil·tud natu1'al» (C. 6, 1). A¡ fin, todo esto nO' es más que un efecto de la mirada bíblica, O' de la potencia divina «cuyo mi1'aJ' viste de he1'mosu1'a y alegría al mundo y QI todos los cielos» ~G. 6, 1).

El mundo, como dice Mosis, comentando el pensamientO' sanjuanis­ta, procede de Dios y, por tanto, el cosmos universo, en cuanto hechura de Dios es un testimonio de Dios, «'Weil alle Geschopfe aus Gottes un­mittelbarer 'Wirkmacht entstanden, geht van del' !Welt als Sohofung Got­tes Zeugnis für Gou, aus» 28. Gon la creación no se establece una sima entre 'Dios y el cosmos. Las cosas y D~os no están separadas para el hombre con un barranco intransitable, que creados para el hombre los seres cosmicos cumplen su finalidad con esta indicación acerca de Dios 29.

Lo que ocurre es que el testimonio cósmico queda deficiente para la sed del alma. No es mas que «un rastro» de la hermosura y excelencia de Dios (C. 6, 1). El magisterio teológico cósmico lo compendia este fuerte pensador en una frase tan universal como sencilla: «No saben decirme lo que quie1'o» (C. 6, 6). El comentario que hace a sus propias palabras es bien expresivo: «Yo a ti todo quiero y ellos no me saben ni pueden decir de' ti fudo; p01'que ninguna cosa ni de la tier1'a ni del cielo, pueden dar al alma la noticia, que ella desea tener de ti, y así no saben decirme lo que qu;iel'o» (C. 6, 7). Y este comentario se fundamenta en una idea superior y más universal que tiene este fuerte teólogo místicO': «Todo lo que de Dios en esta vida se puede conoce1', pOl' mucho que sea, no es conlocimiento de vera, porque es conocimiento en parte y muy 1'0moto» (C. 6, 5).

Por eso no se ,detiene gran cosa San Juan de la Cruz en las nÜ'ticias que proporciona el cosmos material para la búsqueda inmediata de Dios, aunque como medio remoto lo aprecia grandemente. Del mundo C05-

mico, cuando el alma se aficiona con fuerza a Dios (6, 6), no quiere ya más mensajero, porque dan só,lo conocimientos «tan a la tasa», «tan remotos y ajenos de ~o que de tí desea mi alma» (ib.). Es decir, que, a pesar de su gran apreciO' de la obra cósmica de Dios, nO' se quiere de­tener en ella, porque esa Ü'bra con toda su grandeza y excelencia no le pueda dar el conocimiento exacto y sustancial del ser divino de Dios.

Por lo demás el mundO' cósmico o material es ampliamente utilizado en su obra científica. El C.ántico espiritual, que es la mejor obra de San

28 MOSIS, O. C., Kap. 3. Die Geschopfe als Bezeugnung Gottes, pág. 54. 29 MOSIS, O. C., pág. 58.

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Juan de la Cruz está lleno de alusiones al mundo cósmico. El cosmos es un arsenal inmenso, mejor inagotable, donde el teólogo y el místico encuentra todos los términos para explicar algo de lo que sabe y siente de Dios. E,l retratO' del Amado (C. 14-15), la viña del alma (C. 16), las rosas de virtudes, la montaña (c. 16), el cierzo, el austro, las flores (c. 17), las aves, los leones, ciervos, montes, valles, riberas, aguas, aires, ardores (C. 20), el huerto ameno (C. 22), los mil escudos de oro ~c. 24), el adobado vino ~c. 25), la bodega interior, la vega, el ganado (C. 26), las esmeraldas (c. 30), el monte, el collado (C. 31), las subidas cavernas de la piedra (C'. 38), el soto y su donaire, la noahe sosegada (C. 39), todos estos elementos y muchos más son conceptos y metáforas que arran­ca del cosmos material para e:xoplicar las ideas, sentimien.tos y deseos, que tiene del mundo divino espiritual en que vive.

El mundo o cosmos material es el primer paso que tiene que dar el alma en su conocimiento de lDios. Pero no se debe quedar petrifi­cada en él. Repetimos: San Juan de la Cruz aprecia extraordinariamente al cosmos, como mensajero de la excelencia y eficacia de nios, pero no es más que el primer paso de un largo camino, y el alma no se debe cos­mizar indefinidamente en el mundo, para el encuentro inmediato con Dios.

b) Aprovechamiento del cosmos mcional.-AquÍ entran de lleno, en la mente sanjuanista, los ángeles y los hombres. Está integrado este cos­mos por «todos cuantos vagan», que son todos 10s seres inteligentes que con su capacidad intelectiva pueden dedicarse al conocimiento de Dios, El maestro explica su pensamiento: «A las criaturas racionales ... entven­de aquí por ~os que vagan, que son ~os áng,eles y los hombres, porque sólo estos de todas las creaturas vacan a Dios entendiendo en él» (C. 7, 6).

Cursado el magisterio del cosmos material, que cO'nsiste en la noticia que de 'Dios dan las creaturas irracionales (C. 7, 11'), el alma viene a la luz del cosmos racional, que es otra noticia más alta que recibe del Amado, por medio de las creaturas racionales, ángeles y hombres (C. 6, 1). Estos seres, con su entidad ontoló.gica más perfecta que la mera materia cósmica, y con sus funciones de didascalia, refieren al alma mil gracias acerca de Dios, principalmente «admirables cosas de' gracia y misericordia» en las obras de 1a Encarnación, y verdades de fe, todo lo cual ilustra más al alma y la enamora más de Dios (C. 7, 7).

Pero estas mismas creaturas, tan perfectas e inteligentes, tratándose de lo que quiere el alma, «le quedan ... balbuciendo», «p01'que no lo aca­ban de dar a entender (G. 7, 10). En la explicación que dan del ser de Dios se quedan «comO' el hablm' de: los niñoS», que eso significa balbu­cir, «que es no acertaJO (lI de'CÍl' y dar a entender qué hay que decir» (C. 7, 10). De hecho el alma, por medio de favores que 'Dios le hace «en lo que oyen, o ven, o entienden, y a veces sin eso y sin esotro» (C.

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7, 9), llega a tener «una subida noticia en que se le da a entender o sentí1' alteza de Dios y grandeza; y en aquel sentir, siente tan alto de Dios, que entiende claro que queda todo por entender)} (lb.). Y de aquí es que las creaturas racionales, por más que digan o alumbren, se que­dan «balbuciendo».

A pesar de ello, San Juan de la Cruz aprovecha amplísimamente este cosmos racional. En cuestiones de ángeles, temas siempre oscuros en teología, enseña y utiliza las doctrinas corrientes en S. Escritura y centros teológicos. Los ángeles intervienen en los negocios de los hom­bres. El ángel de Tobías (IS. 2, 2), el ángel que va a los hijos de Israel (IS. 11, 7), el ángel de Balaán (2S. 21, 6). Angeles en el Nuevo Testa­mento: 3S. 30, 4; 31, 8, etc.

En sentido de utilización práctica, los ángeles son para San Juan de la Cruz «terceros y mediadores para con su Amado» (C. 2, 1); «pas­tores del alma» (C. 2, 3), que llevan nuestros mensajes a Dios, y «ellos nos amparan y defienden» de los demonios (C. 2, 3). Les asigna, como oficio de privilegio, defender de modo especial al alma cuando se en­cuentra en perfección (C. 16, 2, 3). Parece admitir también una cons­tante ayuda a la raz¡ón del ,ángel custodio: «Tu ángel custodio no siem­pre mueve el apetito a obrar, aunque siempre alumbra a la razón» (Avi­sos ... 1, 34).

En la utilización del cosmos antropológico, San Juan de la Cruz, ca­mino de Dios, procura sacar toda utilidad posible a los hombres. Ver­dad es que tiende a aislarse de los hombres en el trato sociológico cuan­do éste es superfluo o contraproducente (Cautelas, 5 s), pero cuando el trato y la utilización es favorable a los intereses del espíritu, fomenta y manda la utilización de la luz de los hombres. En las cosas más trans­cendentales, como son las de fe, exige para recibirlas y asentarse en ellas la intervención de los hombres. Es robusto su pensamiento: No se ha de creer mas que lo que dijo Cristo hombre, y su Iglesia o sus ministros hombres. El pensamiento, por lo atrevido y teológico, merece citarse Ín­tegro, porque es una decidida exaltación del valor del hombre.

«En todo nos habemos de guiar por la ley de Cristo hombre y de su Iglesia y de sus ministros hombres, humana y visiblemente, y por esta via remediar nuestras ignorancias y flaquezas espirituales, que para todo hallaremos abundante medicina por esta via, .. y no se ha de creer cosa sobrenatural, sino solo lo que es enseñanza de Cristo hom­bre, como digo, y de sus ministros hombres» (2 S. 22, 7).

Esta afirmación, exaltadora de los valores humanos, la apoya en otra explicación o en otro principio rector de toda esta materia, y es que Dios quiere que el gobierno y trato de los hombres sea por medio del hombre, que es semejante a El (2S. 22, 9). De aquí su primera y fuerte consecuencia: «que totalmente quiere que las cosas que sobrenatural-

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mente nos comunica no las demos entero crédito, ni hagan en nosotros confirmada fuerza y segu1'a hasta que pasen pat· el arcaduz humano de la boca del hombre» (2S .. 22, 9).

Por tanto, el hombre para San Juan de la Cruz juega un papel ex­cepcional, incluso en este alto camino de acercamiento a Dios, por me­dio de la fe y de manifestaciones sobrenaturales de Dios. Para él, en estas cuestiones difíciles de acercamiento a [Dios, se defienden mejor dos hombres (maestro y discípulo) que uno sólo (2S. 22, 12). Y el mismo San Pablo no se confirmó del todo en su evangelio, que había recibido de Dios, hasta que lo confirió con San Pedro y los Apóstoles, «no te­niéndose por seguro hasta, que le dio seguridad el hombre» (28. 22, 12).

De esta estima del hombre para asuntos tan serios como los espiri­tuales y sobrenaturales, arranca la insistencia de este asceta sobre los buenos y los malos directores. El alma para no estar engañada debe decir sus cosas (visiones, noticias, sentimientos sobrenaturales) al Padre espiritual para que la enseñe a vaciar la memoria de aquellas apren­siones (3S. 8, 5). Con frecuencia ocurre que estos maestros de espíritu no son más que «tosca mano» que deturpa o estorba a «aquella mano tan delicada que em el Espíritu Santo) (Ll. 3, 56). En general la igno­rancia e inexperiencia de las vías del espíritu que padecen estos padres espirituales suelen causar grandes estragos a las almas (S. pról. 4). Ha­cen a Dios grande injuria y desacato metiendo S~l tosca mano donde Dios obra (Ll. 3, 54). En estas cosas de dirección de espíritus, el Santo, de ordinario tan manso, deja un tanto su natural lenidad y arrecia con­tra estos directores ~Cf. Ll. 3, 27s).

En otros aspectos de consejo y consultas de hombres, San Juan de la Cruz deja menos constancia en sus escritos. Sabemos por la biogra­fía que tuvo diverso trato de hombres y procuró utilizarlo, pero esto ya no lo explicamos por no distender nuestra explicación fundamental. Consúltese la nota bibliográfica 30.

c) F1'ecuentación del cosmos culttlJ'all.-El cosmos de las ideas y de la cultura es también utilizado ampliamente por San Juan de la Cruz. A pesar de la fuerte negaCión de formas, figuras, imágenes, aprensiones, y no obstante la radical acosmización de entendimiento y memoria que intenta llevar a cabo, camino de Dios, el Doctor místico, considerado en relación al cosmos cultural, es un hombre de ciencia y, por tanto, lleno de formas, figuras, imágenes, aprensiones, ideas concretas y de todo eso que él intenta acosmizar.

30 CRISÓGONO DE JESÚS SACRAMENTADO, OCD, Vida y obras de San Juan de la Cruz. BAC, 3 Ed., 1955. BRUNO DE JÉsus MARIE, Saint Jean de la Croix. Preface de Jacques Mal'itain. Desclée de Brouwer. 1961. FEDERICO RUIZ SALVADOR, Int1'o­ducción a San Juan de la Cruz. El hombre. Los Escritos. El Sistema. Madrid, BAO, 1968.

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La aclaración de esta situación bifronte es sencilla. Exige imperio­samente la acosmización de todos esos elementos culturales, pero no es para quedarse sin ellos, sino para no usarlos, como. medios prórimos o inmediatos de unión inmediata del alma con Dios. Como para la unión inmediata resultan medios ineptos, hay que abandonarlos o acosmizar­los, pero como al mismo tiempo son medios excelentes de conocimiento remoto de Dios hay que utilizarlos lo más posible en ese sentido.

Quizá no pueda decirse que el pensador carmelita fuera exactamen­te lo que hoy se llama un hombre de dedicación plena al estudio, por­que invirtió largos períodos de su vida a aspectos sociales de servicio, gobierno, dirección. Pero nO' puede traerse a duda que era un hombre de ciencia y de fuerte estudio.

Federico Ruiz expone un tanto críticamente la doctrina o cultura absorbida por San Juan de la Cruz.

La Biblia es libro de constante estudio y meditación. Parece que no la deja nunca de la mano, y la tiene siempre presente cuando compone sus obras sobre temas místicos 31. Las 11.060 citas bíblicas, cuyas dos ter­ceras partes son del A T, dan suficiente testimonio de su diligencia por este estudio. J. Vilnet hace un estudio detallado sobre las relaciones de San Juan de la Cruz y la Biblia 32.

Su formación filosófico teológica, en general tomista, aunque no siempre, es también· considerable. Basta la simple lectura de sus escri­tos para ver su caudal filosófico y teológico. Tiene la formación de 'Un buen filósofo y de un buen teólogo de su tiempo. La fraseología y tec­nicismo filosófico-teológico le es tan connatural como su propio hablar castellano. Se ha discutido siempre y se discute aun hoy día la filiación teológico-filosófica ,de San Juan de la Cruz, si tomista, si baconiano, si eccléctico 33. Pero aparte estas divergencias de especialistas, queda la realidad incontroverti4a de la excelente preparación filosófico-teol6gica que aparece en San Juan de la Cruz.

En temas ascético místicos su formación también es cauda,losa. No se puede precisar con exactitud cuantas hayan sido sus lecturas, aunque se concluye que han sido numerosas. P. Federico Ruiz escribe: «Sus lectu1'Gs de tema místico, espiritual devocionaZ han sidO' nwme1'Osas, pel'O resultan d'ifíciles de identifican) 34. Es casi seguro que los místicos fla­mencos y los franciscanos españoles, entonces en boga, pasaron por sus

31 O. c., cap. 3, pág. 82. 32 J. VILNET, Bible et mystique chez Saint Jean de la Croix. Bruges, Desclée

de Brou:wer, 1949. 33 CltISÓGONO DE JIDS'ÚS SACRAMENTADO, San Juan de la Cruz. Su obra cientí­

fica, pág. 26-27, 73-123. MARCELO DEL N. JESÚS, OCD, El tomismo de San Juan de la Cruz. El Monte Garmelo, Burgos 1930. J. MARITAIN, Distinguer pour unir. Les degrés du savoir. Bruges 1932, cap. 8.

34 FEDERICO RUIZ, O. c., pág. 94.

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ojos 35. Los escritos del Areopagita, a quien cita diversas veces, también los tuvo presentes 36.

A más de esto, parte notable de 'su vida la pasó en medio de cen­tros culturales de su Orden y fuera de su Orden: Colegio de la Com­pañía, Universidad de Salamanca, Rectorado de Baeza, etc.

Todo esto indica que este dictador de la acosmización, despojo y vacío de todas las cosas, se acercó grandemente al cosmos cultural para utilizar los elementos del mundo de las ideas, en 10 que para él tenía de utilizable, es decir, como elementos culturales humanos, medios de primer orden para la promoción y coexistencia humana, y medios ex­celentes, pero remotos, de acercamiento a Vios.

5. COSMIZACIÓN DE PROMOCIÓN.

Este es otro aspecto en que San Juan de la Cruz, a pesar de su ro­busta tendencia acosmizante por la unión con Dios, se acerca y se cos­miza con el mundo.

Para él, como para cualquier otro teologo, el cosmos circundante, incluso camino de :Dios, es el agro, y aún en gran parte el destinatario de ejercicio de virtudes y ,cumplimiento de deberes, con Jos cuales, al menos remotamente, se tiene que ir a Dios. Los hombres en esta vida no tienen más viña para trabajar y ganarse el denario de la vida eterna, que las cosas y los seres de este cosmos. Por eso, frente al mundo uni­verso, lleno de seres, hay que realizar una gama notable de acciones y comportamientos que en parte notable cosmizan al alma frente al mundo.

a) Vinculaciones éticas.-Lo primero que exige San Juan de la Cruz frente al mundo, en sentido de proximidad cosmizante, es que se cum­plan los deberes: «No faltando de suyo a lo que le obliga su estado» (Cautelas 2). Este es un medio para ir «a gran perfección a mucha pri­sa, ganando todas las virtudes por junto» (ib.).

La misma imitación de Jesucristo, que exige para purificación del sentido, vencimiento de apetitos y sosiego de pasiones (acosmizaciórn psi­cológica) es un elemento general que vincula de cien maneras el es­pídtu al cosmos. Se ha de imitar a Jesucristo en todas las cosas, confor­mándose con su vida, la cual se ha de considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas comO' se hubiera él (IS. 13, 4). No es fácil que las llamadas espiritualidades de inmersión 37 quieran exigir más que

35 J. ORCIBAL, Saint Jean de la Croix et les Mystiques Rheno-jlomands, Bru­ges 1966.

36 CRISÓGONO DE JESÚS SACRAMENTADO, San Juan de la Cruz. Su obra cientí­jica, pág. 28-53.

37 A. M. BESNARD, OP, Una Nueva espiritualidad. Ed. Estela, 1966, PP. 335.

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lo que impone San Juan de la Cruz, con esa sencilla afirmación de imi­tar el comportamiento de Jesucristo. El mandato de imitación y com­portamiento como el de Jesucristo exige al espíritu humano un acerca­miento al mundo o una cosmización semejante o parecida a la que rea­lizó Jesucristo.

Es verdad que el místico carmelita por la fuerza de sU sistema acos­mizante, recarga las tintas sobre la desnudez y vacío (vida acósmica) que vivió Jesucristo, pero esto no le impide exigir que el espíritu hu­mano realice las obras de obligación y de virtudes como las practicó el Señor.

Advierte la posibilidad de que en el proceso depurador o acosmi­zante la memOria por efecto de una fuerte catarsis se olvide de algunas cosas: «Al principio, cuando ésta se va haciendo, no puede dejar de trae1' grande olvido de: todas las cosas ... y así hace rnuchas faltas acerca del uso y trato exterior, no acordándose de corner, ni de bebet', ni si hizo, si vió, si no vió, si dijeron o no dijeron, por el absorbimiento de la rne­rnol'ia en Dibs» (SS. 2" 8). Pero llegada el alma a perfección, «ya no tiene esos olvidos en esa rnanera en lo que es razón moral y natuml» (3S. 2, 8). Es Dios mismo, por si ° por su Espíritu Santo, el que mueve a esas almas a cumplir todo lo que sea obligación o justa devoción (3S. 2, 8. 9. 10. ll).

Ante todo, San Juan de la Cruz, camino de Dios, exige el cumpli­miento de virtudes y los ejercicios de vida activa y contempJativa: «Ha de i1' ejel'GÍtándose en la:s vi1'tudes y en ejel'GÍcios espirituales de vida activa y conternplativa» 0C. 3, 1). Todo teólogo y jurista sabe con pre­cisión lo que es una vida aotiva: Virtudes, obligaciones, obras de mi­sericordia, elementos de cosmización del alma frente a cosas y semejan­tes. San Juan de la Cruz exige mortificación y ésta viva, pero lo exige por la sencilla razón de que eso «es el total y raíz de las virtudes» (2S. 7, 8). Es de evidencia que lo que fundamentalmente busca es el ejer­cicio de virtudes, tanto teologales que unen con Dios, como sociales o cardinales que promocionan y mejoran la vida sobre la tiena. El fin de todos los deseos del alma es que su Dios o su Amado, «se apaciente entre las flo1'es», es decir, entre sus virtudes (C. 17, 10).

Por tanto, San Juan de la Cruz se cosmiza, se acerca al mundo, a los hombres y a las cosas, para promocionarlos, para depositar en ellos el alabastro de sus virtudes.

b) Cosrnos de la Iglesia.-Frente a la Iglesia, también tiene el mís­tico carmelita una excelente teoría de acercamiento, sumisión y ayuda, una verdadera cosmización eolesial. Nada de abandono, desdén o acos­mización eclesiástica.

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Ante todo, sumisión a la Iglesia. No quiere apartarse del sano sen­tido y doctrina de la Santa Madre Iglesia (S. Pról. 2). En caso de des­acuerdo con la doctrina de la Iglesia, «totalmente me sujeto y resigno, no sólo a su mandato, si,nO' a cualquiera que en mejor 1'azón de ellO' juz­gare» (S. Pról. 2). Los hombres nos hemos de gobernar en todo por la ley de Cristo y de la Iglesia (280. 22, 7). Y nadie se ha de afirmar en las cosas que recibe de Dios sin intervención de la Iglesia y sus minis­tros (2S. 22, 11). Incluso en cosas de revelaciones, por más ciertas y ra­zonables que parezcan, no se ha de fiar de ellas, sino arrimarse a la doc­trina de la Iglesia y de su fe (2S. 27, 4).

Después, seguir a la Iglesia. Nos hemos de contentar con «saber los misterios y verdádes Con la sencillez y verdad que los propone la Igle­sia ... sin metemos en otras profundidades y curiosidades en que por ma­ravilla falta peligro» (3S. 29, 12). En cuestiones de imágenes, en lugares de culto, «en la invención de ceremonias que no usa ni tiene aprobadas la Iglesia católica» (3S. 44, 3), en todos estos aspectos litúrgicos no hay más que seguir a la Iglesia. «y no quiemn ellos usar nuevO's modos, como sí supieran más que el Espíritu Santo y su Iglesia» (380. 44, 3). En esta materia litúrgica parece que San Juan de la Cruz está viviendo en nuestros días: «N O' hay para qué usat· ot1'OS modos ni retmécanos de palabras y oraciones, sino sólo las que usa la Iglesia y como las us(J)} (3S. 44, 4).

Luego, ayudar a Da Iglesia.-No habla mucho de esto San Juan de la Cruz, pero se presupone en todo su ideario y en toda su vida.

Está preocupado por el bien de la Iglesia y da una de las doctrinas más atrevidas y valientes sobre este bien. El amor puro de un alma, cuando ést,a se encuentra en perfección, es más precioso delante de Dios, y más provecho hace a la Iglesia que todas las demás obras de vida activa que pueda hacer (C. 29, 2). San Juan de la Cruz no escribe esta frase sin previa y seria consideración. Afirma expresamente que mientras el alma no ha llegado «a este estadO' de unión de alrrW1', le con­viene ejercitarse el amor así en la vida activa comO' en la contemplati­va» (C. 29, 2). «Pe1'O cuando ya llegase a él, no le conviene ocuparse en otras cosas y ejercicios exteriores que le pueden impedir un punto de aquella asistencia de amOlO de Dios, aunque sean de gran Sel'vicio de Dios» (lb.). Todo por la sencilla razón de que el amor puro de nías es más excelente que las demás obras que pueda realizar un alma. Según su valerosa teoda, se hace grande agravio al alma y a la Iglesia cuando se emplea a tales almas «en cosas extet'iores y activas, aunque fuesen de mucho caudal», «aunque sea por poco tiempo» (G. 29, 3). De paso advierte «a los muy activos, que piensan ceñir al mundO' con sus predi­caciones y obras extel'iores», que «mucho más p1'OvechO' harían a la IgIl!>-

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sia y mucho más agl'ada1'Ían a Dios ... si gastasen siquiera 11a mitad de ese tiempo en estarse con Dios en la oración» ~C. 29, 3).

Se ve, pues, por este testimonio escrito, la preocupación latente en San Juan de la Cruz de ayudar a la Iglesia, y buscar su proveoho, indi­cando de modo especial el camino más elevado, aunque un tanto menos atendido por la generalidad.

c) Cosmos espiritual.-Este fue el sector del cosmos antropológico que más atrajo los cuidados y las atenciones de San Juan de la Cruz. Su obra escrita, toda ella entera, es una dedicación a las necesidades de los espíritus, primero selectos y después todos los demás. Dedica sus libros a círculos reducidos, o amistades particulares. Pero la intencion subsconsciente no es para pocos destinatarios. Desde las primeras pala­bras bulle la preocupación por un magisterio universal.

Justifica la Subida por «la mucha necesidad que tienen muchas al­mas (Prol. 3) que no adelantan pOl' no que1'e1' entrar o dejal'se entral'; y a veces por no se entender y faltarles guías idoneas y despie1'tas (ib.) El Cántico espiritual se presenta asimismo como un deseo del alma, que quiere dejar la imperfección del mundo, y buscar sinceramente a Dios (C. 1, 1). La Llama es una narración de gracias extraordinarias de Dios, y también una fuerte invectiva contra ineptos directores de espíritu. En todos sus libros San Juan de la Cruz muestra una constante preocupación por el bien y aproveohamiento de las almas. No es posible descender aquí a la exposición concreta de sus enseñanzas. Pero toda su obra es un esfuerzo y una colaboración para la ayuda y promoción de los es­píritus, cuanto más selectos mejor.

Un autor como San Juan de la Cruz, que hace descripciones tan suti­les de defectos comunes ~11 N. 2), o de hábitos viejos como raíces (2 N. 2, 1), que pinta al rojo vivo las actuaciones de la influencia de Dios en el alma (2 N. 4, 1), o describe la alegría de las gozosas comunicaciones de Dios: interior bodega (C. 26), plena dedicación del alma ~c. 28), efec­tos del cauterio (Ll. 2), lámparas de fuego (LL. 3), inmanencia de Dios en el centro del alma (Ll. 4), etc., no puede pasar como un hombre des­preocupado del alma y de los aspectos sutiles del espíritu.

San Juan de la Cruz, juzgado por sus obras, es posihlemente la per­sona humana que más se ha acercado y más ha observado los distintos aspectos del espíritu humano 38. Su doctorado de la iglesia reposa pre­cisamente en su magisterio sobre los caminos del espíritu en su tenden­cia a la unión con Dios 39.

38 Cf. P. VICTORINO CAPÁNAGA DIEl SAN AGUSTÍN, San Juan de la Cruz. Valor psicológico de su doctrina. Madrid, 1950.

39 Cf. P. EULOGIO DE SAN JUAN DE LA CRUZ, La Transformación total del alma en Dios, según San Juan de la Cruz. Madrid, 1963, pág. 41 s. Fundamento de su doctorado.

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Se puede decir que san Juan de la Cruz es el pensador que más ha ahondado y mejor ha descrito la variante posición que adopta el espí­ritu humano en su tendencia hacia Dios.

6. COSMOS ANTROPOLÓGlOO.

Frente al hombre, en su envoltura exterior, que nosotros queremos llamar cosmos antropológico para darnos a entender de alguna manera y que comprende toda manifestación humana, que no sea vida estricta­mente interior, San Juan de la Cruz adopta una postura diferenciada. A veces se acerca al hombre y sus problemas, a veces busca el retiro y la soledad. Si se trata de hacer bien al hombre, dentro de sus posibilidades conventuales, se acerca al hombre. Cuando en el trato del hombre ve fuente de tensiones o de imperfección, recomienda un receso prudente del hombre. En muchos aspectos, hoy corrientes: obras sociales, promo­ción económica o cultural, plantas industriales, etc., San Juan de la Cruz no se pronuncia, por la sencilla raz·on de que estos temas, en su tiempo apenas eran fomentados y menos en ambientes de retiro monacal.

a) Acel'camiento al hombre.-San Juan de la Cruz, genial teó,logo de la caridad frente a Dios, no ha elaborado de manera acabada la teo­logía de la caridad frente a los hombres. Nuestro autor conocía en sen­tido teórico a perfección la teoJogía de la caridad del prójimo; pero la

. explicó menos, porque dedicó su esfuerzo a la búsqueda incesante de la unión con 'Dios. Esto no obstante, en sus escritos deja asentada la base de la teología de la caridad en su aspecto antropológico.

Para la suma perfección exige, entre otras, dos grandes virtudes: Amor de Dios, amor del prójimo (Avisos 2, 62). También establece otro gran principio sobre el amor del prójimo: Quien a su prójimo no ama, a Dios abOl'1'eCe (lb. 4, 9). Afirma, asimismo, que a medida que crece más el amor de Dios, tanto más se incrementa el amor del prójimo (3 S. 23, 1). Para él, siguiendo el pensamiento paulino, la caridad es el vínculo de la perfección (C. 13, 11). En San Juan de la Cruz, después del amor de Dios que lo absorbe todo y condiciona todo, está siempre latente o ex­presa la caJ'idad geneml para con los prójimos (3 S. 23, 1). y esta caridad general, no afecto particular a una persona, es la que le hace esta:blecer una excepción en su sistema de acosmizacion de gustos y contentos. Cuando se trata de bienes morales, que es ejercicio de virtudes, entre las cuales pone el ejercicio de las ob1'as de miseric01'dia (3 S. 27, 1) dice que el alma se puede gozar de ese ejercicio o de esas obras o bienes mo­rales:· Bien se. puede el hombre gozar de tenerlas en sí y ejercitarlas por ~o que en sí son y por lo que de bien humana y temporalmente importan al hombre (3 S. 27, 3). Unicamente advierte que no se detenga en ese

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gozo, sino que se goce más bien por cuanto le adquieren vida eterna (3 S. 27, 3).

Establece una serie de afirmaciones que fomentan todas la caridad para con el prójimo: Quiere que el hombre se alegre del bien de los otros como del bien de sí mismo (Catltelas 13). Aconseja que se desee que los demás sean antepuestos a uno mismo e insiste en que, si esto no se realiza, no se llega a la verdadera caridad (lb.). La caridad no se inclina a las cosas propias, ni las procura, sino que se preocupa de los demás (3 S. 9, 4). Y cuando la acosmización activa o pasiva avanza en el alma, se fija en los efectos beneficiosos que hace frente a la caridad para con los demás (1 N. 13, 8). Esa misma purificación o acosmización hace al alma mansa incluso para con los prójimos (1 N. 13, 7). Los defectos y apegos, por el contrario llenan de imperfecciones al alma para con los demás (1 S. 10, 4).

El agudo psicó,logo natural que había en el pequeño fraile, le hace notar finísimos detalles contra la caridad: Del gozarse en olores suaves, le nace asco de los pobres (3 S. 25, 4). Del gozo en el sabor de los mar¡,. jm'es de1'echame,nte nace ... falta de caridad con los prójimos y pobres (3 S. 25,5).

Insistimos en que San Juan de la Cruz no ha desarrollado la teología de la caridad antropológica en sentido de beneficio del prójimo, pero se ve por su pensamiento esporádico, que siempre tiene presente la cos­mización o acercamiento beneficioso hacia los hombres, y que de modo especial se fija en todo aquello que sustenta, acrecienta o disminuye la caridad.

b) Alejamiento del hombm.-En sentido incaritativo o acaritativo, San Juan de la Cruz no se aleja nunca del hombre, porque siempre le tiene presente como medio útil, o como destinatario parcial de las virtu­des del alma. A veces, sin embargo, siempre por motivos superiores, per­fección de uno mismo, o mayor bien del prójimo, se aleja un tanto del hombre. Aquí vienen las limitaciones que impone la caridad misma, cuando no está regulada por otra virtud. Al religioso le manda que no se entregue a ninguna obra por buena que sea y llena de caridad, sin orden de obediencia (Cautelas 11). En este mismo sentido, para procurar la perfección del alma propia, impone el desapego sobre las personas: Ten­los a todos como por extraños ... No ames más a una persona que (JI otm ... No pienses nada de ellos (lb. 6).

No es que con esto quiera decir que no se ame a l,os hombres, sino sencillamente que se tenga el corazón desprendido de los hombres, que no es igual.

c) Aspectos actuales.-En lo que puede denominarse aspectos ac­tuales antropnlógicos, O' sociológicos: obras sociales, promoción econó-

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mica, planes culturales, complejos idustriales, etc., San Juan de la Cruz no pone directamente la poderosa luz de su entendimiento.

No es que este pensador, posiblemente, por ser una fuerte inteligencia no haya visto esos problemas, es que no lo trata en sus obras, porque el mismo concreta su tema a los puntos más elevados de la vida espiritual, donde converge toda actividad humana. También hay que tener en cuenta que San Juan de la Cruz, como todo otro hombre, es hijo de su tiempo y, sobre todo, que atiende conscientemente a una parcela con­creta. El explicó los elementos esenciales que salen al encuentro de todo hombre que se acerca a Dios. Todo lo demás es materia secundaria para su pensamiento, y posiblemente es también de plano bien inferior para el hombre de todos los tiempos, en sus últimas e íntimas relaciones con Dios.

7. GENERALIZACIÓN.

Como se ve, San Juan de la Cruz, dictador inflexible de la acosmiza­ción cuando se trata de la unión inmediata del alma con nios, concede un margen generoso a la cosmización cuando se está en planos o niveles mediatos de acercamiento a I])ios. Permite una amplia utilización del cosmos en su triple dimensión utilitaria, cosmos material o inferior, cos­mos racional de ángeles y hombres y cosmos cultural.

y en cuanto a promoción cósmica de cosas y hombres, es claro su pensamiento de vinculaciones éticas o cumplimiento de deberes, ayuda y reverencia al cosmos eclesial, y preocupación constante por el cosmos síquico o pneumático y atenciones fundamentales por el cosmos antro­pológico.

San Juan de la Cruz, que para el trato y unión inmediata del alma con Dios exige una vida y un comportamiento acósmico, en los demás aspectos de la vida espiritual o social del hombre sobre la tierra permite, y utiliza él mismo generosamente, un amplio camino de actividad y com­portamiento cosmizante para uso del hombre y promoción del cosmos.

CONCLUSION

Después del estudio objetivo del pensamiento sanjuanista sobre acos­mización y cosmización, se puede llegar con fundamento a las siguientes conclusiones:

1. En este problema de acosmización y cosmización planteado a todo ser humano, San Juan de la Cruz se mantiene en el justo medio de la dificultad, que no es mitad acosmización y mitad cosmización, sino acos-

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mizaclOn completa en un sentido, y cosmización también completa en otro, a salvo siempre las diversas virtudes.

2. nentro de las espiritualidades modernas, o nuevas corrientes de espiritualidad, no se puede afirmar que la espiritualidad sanjuanista se haya quedado «insuficiente».

Cierto que no plantea todos los problemas concretos, pero resuelve a perfección las más altas conclusiones que se le plantean a todo hombre en el trato con Dios y con los hombres, o cosmos, en los márgenes de la vida espiritual.

3. Está en plena conformidad con las enseñanzas de la Iglesia, de todos los tiempos y de la hora presente, que siempre ha defendido las posiciones diacosmizante con un paso por las realidades terrenas acosmi­zante para llegar a nios, y cosmizante para utilizar y edificar al cosmos.

4. En el mundo moderno y espiritualidades nuevas, que se van plan­teando no ha perdido terreno el pensamiento acosmizante y cosmizante de San Juan de la Cruz. Sucede sólo que algunas de estas espiritualida­des, más cosmizantes que acosmizantes, son ejercicios de párvulos, a quienes no se les da, o no se les puede dar, el fuerte manjar acosmizante del varón espiritual.

EULOGIO DE SAN JUAN DE LA CRUZ, ocd Madrid