cosas de barrio

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“Cosas del barrio…” La tarde una vez mas caía plácidamente, el sol jugaba con sus últimos rayos a darle la última pincelada de color a los malvones del jardín de don Vicente. Un grupo de purretes apuraba la centésima vuelta a la manzana en bicicleta mientras que el más chiquito, protestaba porque las rueditas que le puso el abuelo en su bici le sacaban velocidad y nunca podía alcanzar a los más grandes. Don Américo disfrutaba de su Avanti sentado en su ya centenario banquito de mimbre; soñaba en silencio con su pueblo mientras rosaba apenas la visera ya gastada de su gorra para saludar a las vecinas; una lagrima de recuerdos descendió por su mejilla; traicionera como el mar, fresca como la brisa de sus montañas y dulce como la sonrisa de aquella madre que nunca volvió a ver. Una rayuela dibujada con tiza en la vereda de la vecinita, me contaba que Rosita tenia visitas; mientras que la piedrita abandonada por el apuro de los abrazos en el numero ocho, esperaba silenciosa que volviera con sus primas para llegar por fin al cielo. Desde su funda de cuero la Spika dejaba escapar el relato animoso de un Racing- Independiente, mientras que Don Cosme chinchudo como nunca, protestaba porque los visitantes no paraban de darle patadas a los diablos de Avellaneda. Don José, desde la vereda de enfrente, hacia gala de su nueva camiseta musculosa y de tanto en tanto, trataba inútilmente de disimular la panza cuando alguna vecina que pasaba por delante su puerta lo saludaba amablemente. En el balcón de la señorita Delia aun esta colgada la bandera que aquel 25 de mayo puso bien tempranito, como era su costumbre, nuestra enseña patria conserva aun entre sus ya descoloridos paños, el recuerdo y el respeto de todos sus alumnos de entonces. Nadie nunca dijo nada, nadie se animo a la, fue tal vez su ultima lección, la mas dulce, la mas profunda; que nadie se asombre entonces si ve a alguien saludar con respeto aquel Página | 4

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Memorias del Barrio

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Cosas del barrio

La tarde una vez mas caa plcidamente, el sol jugaba con sus ltimos rayos a darle la ltima pincelada de color a los malvones del jardn de don Vicente. Un grupo de purretes apuraba la centsima vuelta a la manzana en bicicleta mientras que el ms chiquito, protestaba porque las rueditas que le puso el abuelo en su bici le sacaban velocidad y nunca poda alcanzar a los ms grandes. Don Amrico disfrutaba de su Avanti sentado en su ya centenario banquito de mimbre; soaba en silencio con su pueblo mientras rosaba apenas la visera ya gastada de su gorra para saludar a las vecinas; una lagrima de recuerdos descendi por su mejilla; traicionera como el mar, fresca como la brisa de sus montaas y dulce como la sonrisa de aquella madre que nunca volvi a ver. Una rayuela dibujada con tiza en la vereda de la vecinita, me contaba que Rosita tenia visitas; mientras que la piedrita abandonada por el apuro de los abrazos en el numero ocho, esperaba silenciosa que volviera con sus primas para llegar por fin al cielo. Desde su funda de cuero la Spika dejaba escapar el relato animoso de un Racing- Independiente, mientras que Don Cosme chinchudo como nunca, protestaba porque los visitantes no paraban de darle patadas a los diablos de Avellaneda. Don Jos, desde la vereda de enfrente, hacia gala de su nueva camiseta musculosa y de tanto en tanto, trataba intilmente de disimular la panza cuando alguna vecina que pasaba por delante su puerta lo saludaba amablemente. En el balcn de la seorita Delia aun esta colgada la bandera que aquel 25 de mayo puso bien tempranito, como era su costumbre, nuestra ensea patria conserva aun entre sus ya descoloridos paos, el recuerdo y el respeto de todos sus alumnos de entonces. Nadie nunca dijo nada, nadie se animo a la, fue tal vez su ultima leccin, la mas dulce, la mas profunda; que nadie se asombre entonces si ve a alguien saludar con respeto aquel balcn. Sus ojos se cerraron hace ya barios aos pero su luz iluminara por siempre a aquellos que aprendimos con ella nuestros primeros palotes; mujer dulce con alma de gorrin y corazn de tiza. .Carlitosadentro que ya es tarde, dijo Doa Cata; Carlitos bajo la cabeza y dejando la pelota de trapo dormida en el adoquinado no se animo a decir nada; como poda ser que su mam no entendiera que si el se iba, faltaba uno para completar el equipo y la cosa se terminaba ah?. El rusito como entendiendo su bronca le gritaba desde el otro arco,Carlitos maana la seguimos eh y Carlitos, con la cabeza inclinada, sin decir palabra mova su brazo saludando agradecido aquel gesto de los muchachos. En la puerta Doa Cata lo esperaba con su clsico pero mira como estasparece que vens de la guerrabaya a baarse y pngase presentable que en un rato cenamos y a su padre no le gusta verlo desprolijo en la mesa; como un quijote vencido, solitario y sin armadura, enfilaba silencioso y vencido rumbo al bao nuestro hidalgo caballero de la pelota de trapo.

Los farolitos de los vecinos, poco a poco me dicen al odo que sus luces van dndole la bienvenida a la noche. Las visitas se van parando y saludando a la familia; l mate queda solo en el centro de la mesa que hasta hace un segundo se encontraba desbordante de alegra y ancdotas de tiempos idos. El perro saborea un pedacito de torta que con los abrazos se cayo sin querer de la mesa, y moviendo la cola con alegra parece decir que a el tambin le gusta el dulce de leche. En la puerta de casa, observo el espectculo desde la primera fila. Con la mano de mi viejo en el hombro y las caricias de los tos en mis mejillas, nada en el mundo puede superar eso. Todo se detiene un instante hasta que doblan la esquina, mi viejo los saluda con la mano, como tratando de quedarse con un pedacito de cada uno de ellos, con ese hasta pronto eternamente lleno de amor. Son cosas de mi barrio, mis pequeas grandes cosas, mis gigantes y mis duendes, mis costumbresmi gente. Quizs ahora no te asombres, si parado en la vereda de enfrente, desde la puerta de mi casa una lgrima y una sonrisa, salen corriendo juntas hacia el cielo.

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