correspondencia entre el padre hernán benítez y el general...

46
Correspondencia entre el Padre Hernán Benítez y el general Perón. Siete cartas (1956-1958) Registro magnético: Lili y Lito Edición: P. Enzo Giustozzi fdp (Don Orione) Constitución 3050 - 1644 Victoria (Argentina) Tel.: (00-54-1)844-5984/6507 Fax: 745-4881 Carta 1 Buenos Aires, 20 sept. 1956 Sr. Juan Domingo Perón Querido General: El viaje de un amigo me permite franquear aduanas y censuras del correo y hacerle llegar un fuerte abrazo a través de tanta distancia y de tantos acontecimientos. Desde la muerte de su señora -¡santa y ejemplar muerte que no olvidaremos jamás!- no he tenido oportunidad de conversar ni un instante con Ud. ¡Y cómo lo hubiera deseado tantas veces! Puede Ud. imaginar mis sufrimientos de estos años al contemplar cómo fue formándose, impulsada desde la sombra, por los enemigos de nuestro movimiento de justicia social, la tormenta artificial del diferendo entre Iglesia y Estado. El alto clero se dejó envolver por la oposición. Y vistió apariencias de lucha religiosa, la que no fue nada más que intriga política de los sectores de la burguesía, sobre todo la liberal e internacionalista. Hoy, creo, la Iglesia ha comprendido que se usó y abusó de ella, que luego de septiembre se la burló, y que el liberalismo, masonería y ateísmo militante, entronizado en todos los puestos expectantes, descristianizarán a corto plazo las conciencias juveniles, sobre todo en los colegios y universidades. Y no sé para qué le escribo esto que Ud. sabe mejor que yo. Espero que Dios se compadecerá de este pobre pueblo absolutamente ausente, desde hace un año, de todo acto público, de toda concentración ciudadana, radiado de la vida nacional y herido en todo lo que amó, ama y amará.Cuanto Ud, y su esposa hicieron por él y por la hegemonía del proletariado el pueblo se los está pagando con creces en moneda de amor, de un amor que arraiga más cuanto más se lo pretende extirpar. Esto debe llenarlo de satisfacción en medio de sus amarguras. páginas Casualmente llegó a mis manos un número de "Elite" en el que leí su artículo "¿Yo, perseguidor de la Iglesia?". En su parte final cita Ud. páginas de mi libro "La aristocracia frente a la revolución". Muy bien citadas. Todo cuanto allí escribí es absolutamente conforme a la verdad. Pero, a mi entender, mucho más importante es, para probar los merecimientos del Gral. Perón para con la Iglesia, cuanto escribo en págs. 378 al 381 donde pinto el cuadro espiritual del país antes y después de 1945. Hoy ha vuelto el ateísmo a señorearlo todo. Se imprimen y vocean en las calles "Organos de la masonería" y se palpa en el aire un espeso vaho de cipayismo, ateísmo y liberalismo, plagas siempre juntas. Ha sido una catástrofe para el país la crisis político-religiosa del pasado año. Sus trágicas consecuencias recién ahora las comienza a sentir el pueblo. Todos hemos perdido. La Iglesia, porque ha germinado en el corazón del pueblo un terrible y justo resentimiento contra ella. El pueblo, porque se le ha retrotraído a los tiempos del más furioso

Upload: votu

Post on 18-Oct-2018

212 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Correspondencia entre el Padre Hernán Benítez y el general Perón. Siete cartas (1956-1958) Registro magnético: Lili y Lito Edición: P. Enzo Giustozzi fdp (Don Orione) Constitución 3050 - 1644 Victoria (Argentina) Tel.: (00-54-1)844-5984/6507 Fax: 745-4881 Carta 1 Buenos Aires, 20 sept. 1956 Sr. Juan Domingo Perón Querido General: El viaje de un amigo me permite franquear aduanas y censuras del correo y hacerle llegar un fuerte abrazo a través de tanta distancia y de tantos acontecimientos. Desde la muerte de su señora -¡santa y ejemplar muerte que no olvidaremos jamás!- no he tenido oportunidad de conversar ni un instante con Ud. ¡Y cómo lo hubiera deseado tantas veces! Puede Ud. imaginar mis sufrimientos de estos años al contemplar cómo fue formándose, impulsada desde la sombra, por los enemigos de nuestro movimiento de justicia social, la tormenta artificial del diferendo entre Iglesia y Estado. El alto clero se dejó envolver por la oposición. Y vistió apariencias de lucha religiosa, la que no fue nada más que intriga política de los sectores de la burguesía, sobre todo la liberal e internacionalista. Hoy, creo, la Iglesia ha comprendido que se usó y abusó de ella, que luego de septiembre se la burló, y que el liberalismo, masonería y ateísmo militante, entronizado en todos los puestos expectantes, descristianizarán a corto plazo las conciencias juveniles, sobre todo en los colegios y universidades. Y no sé para qué le escribo esto que Ud. sabe mejor que yo. Espero que Dios se compadecerá de este pobre pueblo absolutamente ausente, desde hace un año, de todo acto público, de toda concentración ciudadana, radiado de la vida nacional y herido en todo lo que amó, ama y amará.Cuanto Ud, y su esposa hicieron por él y por la hegemonía del proletariado el pueblo se los está pagando con creces en moneda de amor, de un amor que arraiga más cuanto más se lo pretende extirpar. Esto debe llenarlo de satisfacción en medio de sus amarguras. páginas Casualmente llegó a mis manos un número de "Elite" en el que leí su artículo "¿Yo, perseguidor de la Iglesia?". En su parte final cita Ud. páginas de mi libro "La aristocracia frente a la revolución". Muy bien citadas. Todo cuanto allí escribí es absolutamente conforme a la verdad. Pero, a mi entender, mucho más importante es, para probar los merecimientos del Gral. Perón para con la Iglesia, cuanto escribo en págs. 378 al 381 donde pinto el cuadro espiritual del país antes y después de 1945. Hoy ha vuelto el ateísmo a señorearlo todo. Se imprimen y vocean en las calles "Organos de la masonería" y se palpa en el aire un espeso vaho de cipayismo, ateísmo y liberalismo, plagas siempre juntas. Ha sido una catástrofe para el país la crisis político-religiosa del pasado año. Sus trágicas consecuencias recién ahora las comienza a sentir el pueblo. Todos hemos perdido. La Iglesia, porque ha germinado en el corazón del pueblo un terrible y justo resentimiento contra ella. El pueblo, porque se le ha retrotraído a los tiempos del más furioso

individualismo. Pero, como no hay mal que por bien no venga, el justicialismo argentino, al que no pudieron imponer en América la propaganda oficial, las revistas y las embajadas rentadas, lo ha impuesto el dolor de los peronistas de la diáspora o del destierro, lo han impuesto sus perseguidores, lo han impuesto nuestros mártires de Junio, nuestros heroicos mártires, cuya grandeza espiritual asombrará al mundo el día que sea conocida. Hoy las masas populares de toda América Latina son justicialistas. Hemos llevado ahora a otros países la libertad social de los trabajadores como hace ciento cincuenta años llevamos la libertad política. Entonces las banderas de liberación las pasearon nuestros soldados. Hoy las pasean nuestros exiliados. El mismo destino y la misma vocación entonces y ahora. Dios quiera que todos los peronistas de la diáspora (así llaman los judíos a su dispersión por el mundo) Se hagan dignos de su grandioso destino. He escrito mil veces que la obra de redención social no la haremos sino por íntimo toque de corazón a corazón, y más con nuestro renunciamiento y ejemplo de austeridad de vida que con medios materiales. Es la nuestra una suerte pareja a la del cristianismo en sus primeros tiempos. Y no menos conspiran a nuestro triunfo las minimísimas minorías, adueñadas del poder, con su babelismo, desenfreno e insolencia. Es ésta tanta que los gritos de las masas peronistas en las concentraciones de Plaza de Mayo sabían a piropos si se los compara con los sangrientos aullidos que arrojan ahora las élites pidiendo matanzas y más matanzas. ¡Linda manera de matarse ellos a sí mismos para siempre! ¡Y qué lección nos hemos recibido! Hasta yo, que en mis escritos le he sacudido a la burguesía andanadas soberanas, yo mismo creía, como creían todos, que la flor y nata del pensamiento, de la exquisitez intelectual, de la alta cultura era patrimonio de nuestros opositores. ¿Nosotros? Pobres gatos, tendríamos que soterrarnos de vergüenza el día que ocuparan ellos las altas tribunas. Ese día soltarían su vuelo bandadas de líricos ruiseñores. Nuestros maestros, académicos y truchimanes de ASCUA habían tenido diez años para componer el garguero, reinarse, decantarse, aquilatarse. Y por fin les tocó el turno y salieron de sus estuches. ¡Qué espectáculo de bochorno! ¡Qué desilusión la nuestra! ¡Qué olor a moho, a ratón y a gato en sus ideas sociales, políticas y económicas! ¡Apestan! Hasta el lenguaje es de una vaciedad y pedantería nauseabunda. Se han pasado ya un año entero repitiéndose las mismas sonseras, todos con el mismo tono, todos con los mismos gestos. Ni una idea nueva. Ni un pensamiento generoso. Incomprensión del pueblo, furor, odio, revanchismo y estupideces a kilos. Todo fue echar a Perón y ese mismo día vender la Argentina. ¡Y si la hubieran vendido bien; pero no, no han hecho toda la vida otra cosa que venderla y aún no han aprendido a venderla bien! He leído todos los libros publicados este año contra nosotros. Excepto uno, "El otro rostro del peronismo" de Ernesto Sábato, hondo y sereno y digno de tomarse en cuenta, todos los demás, ¡qué bazofia! "Ayer fue San Perón", "Eva Perón la mujer del látigo", "¿Qué es esto?" deben ser analizados en institutos frenopáticos. Están hechos de odio demencial, de odio patológico. Ni qué decir las gacetillas de escándalo de las no pocas revistuchas pornográficas que, tras nuestra caída, salieron enseguida a negociar con la infamia, la calumnia y la inmundicia. ¡Y gozan de absoluta impunidad! El furor de los pasquines de las "Brigadas Investigadoras", de los intelectualoides y de la prensa en cadena nos puede hacer un gran mal. No el que ellos quieren, el de pulverizarnos y raernos de la faz de la tierra, sino el de que no meditemos sobre nuestros errores lo suficientemente o nos demos por muy satisfechos comparándonos con ellos. ¡Pobres de nosotros si la medida de nuestra grandeza es la chatura de nuestros enemigos!

Voy escribiendo cada día una especie de historia de la "Revolución Libertadora". Son reflexiones pintorescas sobre los acontecimientos. Me acerco ya al medio millar de páginas. No trato tanto de pegarles a "los libertadores" (cosa, por otra parte demasiado fácil, porque donde pone uno el dedo, aun a ciegas, toca llagas) sino de aprender de sus errores a ver los nuestros. Porque, en el fondo. ellos no hacen nada más que afirmar nuestros errores, que desmesurarlos y llevarlos hasta lo patológico. Por ejemplo, su odio al pueblo es rebote de nuestro desprecio por la oligarquía. Hay que confesarlo. Fue grave disparate el nuestro (¡así lo estamos pagando!), en nuestros diez años anteriores, haber desestimado, apuntando a fines electoralistas, los importantísimos sectores de la burguesía y clase media. Esto nos hizo más daño político que la lucha con la Iglesia, con habérnoslo hecho ésta tan enorme. Porque toda fracción política se empobrece cuando se la encierra en clases o castas. El partido popular se daña a sí mismo menospreciando la burguesía y clase media, como se dañan éstas menospreciando al pueblo. Aun en lo electoral le hizo daño al peronismo el presentarse como partido clasista. Y no lo necesitábamos para presentar un frente social arrollador al frente político opositor. El panorama del país es sombrío, tremendamente sombrío. No veo que aclare por ningún horizonte. A mi juicio -¡ojalá me equivoque!- nos queda por pagar mucho dolor, lágrimas y sangre. De esta terrible prueba, nuestro pueblo, si la supera. saldrá con el carácter cambiado. Dejaremos de ser, de ahora para siempre, el pueblo niño, generoso, indulgente que éramos. Se han arrojado simientes de odio para un siglo. Queda abierta una espantosa cuenta de sangre que todos vamos a pagar. Nuestros errores, nuestros graves errores ¡qué insignificantes parecen al lado de las monstruosidades perpetradas en tropel durante este año! Y para qué abundar más. A Ud. no le faltarán - supongo - apreciaciones objetivas y veraces sobre nuestras cosas. Aunque es tan difícil ver bien en medio de este caos...! ¿De mi vida? ¡Qué he de decirle! Me echaron de la cátedra el mismo día que los "libertadores" tomaron el mando. Y me hubieran echado también de mi Iglesia si ésta me reportara la menor ventaja. Como todo mi trabajo en ella lo hago gratis y encima sostengo el templo de mi bolsillo, no me han tocado. Tampoco habrían hallado - creo - un sacerdote dispuesto a aceptar este presente griego ni aun con pingües rentas de capellán. Ardían de ganas "los libertadores" de pegar el grito en los diarios: "El Confesor de Eva Perón se robó millones, tiene tantos coches y tantas queridas..." Durante meses las "Comisiones Investigadoras" lo hurgaron todo en busca de algo suculento. Pero nada, nada. No hallaron absolutamente nada con que barullar. Se dieron con las puertas en las narices. No lo querían creer que jamás hubiera recibido un solo centavo no de la Fundación, ni de Ud. o de la Señora, ni de nadie. Sin embargo, tenía yo que purgar mi peronismo, mi amistad con Ud. y con su señora, y mis escritos y discursos en favor del pueblo. Para esto proyectaron asesinarme. Como lo oye. Después de haberles fracasado otros medios, asaltaron mi casa en la madrugada del 12 de Febrero. Me tuvieron a un paso de distancia. Me escapé de ellos, aquella noche, porque Dios es bueno y ellos fueron unos brutos. Cuatro meses los pasé escondido, jugando al juego del zorro. En mi casa hicieron cuanto quisieron. Una de las veces que la tomaron lo hicieron con dos grandes camiones del Ejército y veinte soldados con ametralladoras. No me atrevería a contar la cosa por inverosímil si no la hubiera presenciado todo el barrio. Pues el despliegue se realizó a media mañana con el consiguiente alboroto del chiquillerío. Cuando amontoné pruebas sobre el propósito criminal de los asaltantes, de cuya complicidad difícilmente podía escapar el gobierno porque exhibían ellos chapas de "Personal de Investigaciones", le escribí al ministro Busso la carta cuya copia adjunto. De

ella envié ejemplares a varias embajadas y a la United Press. Si después de ella me mataban, el gobierno era responsable. Un capellán de la Marina me dio mil vueltas para que retirara el escrito. Se me prometió el oro y el moro. Lo mantuve y exigí una investigación. Esta corrió la misma suerte que la investigación sobre el asalto a la casa del Embajador de Haití. Pero, por lo menos, me dejaron en paz. Desde comienzos de Junio estoy otra vez en mi casita del Barrio. Ud. la conoce. De no haber estado escondido los meses anteriores, de seguro caía en la sangrienta barrida de Junio. Si no hubiera sufrido persecución ninguna, me sentiría avergonzado ante el pueblo. Este lo ha enfrentado todo con heroísmo: las cárceles, incomunicaciones, torturas, hambres y aun el odio de los familiares. Lo peor son las traiciones y delaciones aun entre parientes. Para dividir a las familias de prestigiosos peronistas se está echando mano de todo, de anónimos al marido levantando sospechas de su mujer, o enamorando a ésta para arrancarle secretos y sembrar odios. El clima es de guerra intestina. El Gral Tanco y el Capitán Bruno, héroes de las jornadas de Junio, le habrán detallado todo esto. Los familiares de nuestros mártires están sobrellevando la prueba con gran espíritu. Hace pocos días me visitó la Señora del Gral Valle y su hijita, ¡qué ejemplos magníficos de entereza moral! No sé qué sea más heroico en estos casos: si afrontar la muerte o afrontar la vida. No podrá decirse de nuestro pueblo que le faltó pecho de héroe por sobra de espalda de esclavo. Por aquello de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo" y por carecer el pueblo de prensa propia lee ávido "Azul y Blanco" de los nacionalistas, "Revolución Nacional" de Cerruti Costa, ahora preso, "Justicia Social" de un grupo de obreros alentados por un sacerdote obrerista, el P. Esperanza, "Unión" de la Unión Federal Demócrata Cristiana. Todos estos semanarios le pegan al gobierno sin asco. Entre las revistas descuella "Qué", parecida a "De Frente" de Cooke. Han contraído méritos insignes con nuestro pueblo y es de justicia hacer mérito de ello nuestros escritores Scalabrini Ortiz, formidable, Jauretche, Güemes, Olmos. Este último, el próximo lunes saca a la calle otra vez "Palabra Argentina" y tiene en prensa un libro ruidoso. Se lo enviaremos ni bien podamos. Tiene este muchacho una constancia indomable. Ha padecido de todo desde que secuestraron 5 números. Le allanaron la casa. Lo persiguieron. Y sigue como si tal cosa. ¿Y nuestros presos políticos, hombres y mujeres? Están dando un ejemplo heroico. Espero en Dios que ha de premiar aún en este mundo a quienes con tanto coraje han sufrido tanto por la causa del pueblo tan íntimamente unida a la causa de Dios. Lo abrazo. Hernán Benítez Caracas, 6 de Nov. de 1956 Contesto su agradable carta del 29 de septiembre pasado y tengo el agrado de retribuirle su gentil saludo con uno lleno de todo mi afecto y mi recuerdo. Veo, por su carta, que todo comienza a aclararse, tan pronto han comenzado a disiparse las lagunas de la calumnia y de la infamia, acumuladas sobre hombres que cumplieron un deber, como lo entendieron, con las fallas consubstanciales a su condición de hombres y también con las pocas virtudes que nos es dado mostrar. Estos, nos están haciendo

mejorar, de acuerdo con el viejo aforismo castellano: "atrás mío vendrán, los que bueno me harán". Me agrada saber que la Iglesia comienza a darse cuenta de lo que ha hecho. Yo estoy conforme con mi conducta. No sé si muchos podrán decir lo mismo. Pero poco me importa eso, desde que ellos responderán de su conciencia, como yo respondo de la mía. He aprendido tres cosas en mi vida, que me han servido siempre: a ver las cosas como son, a mirar los peligros de frente y a responder sólo a mi conciencia. Por eso hoy puedo decir la verdad de frente y en el futuro podré decir mejor, porque entonces, ya muchos la habrán comprendido, y, sufrido, que es la mejor manera de comprenderla. He recorrido casi todo el Continente Latino-americano y he podido apreciar cómo se ha encarnado el Justicialismo aquí. En ese viaje me he convencido de que, luchar por los humildes, si bien tiene sus sinsabores, tiene en cambio, extraordinarias satisfacciones. No imaginaba nunca tener tantos amigos en todas partes. Los brasileños, los paraguayos, los venezolanos, los colombianos, los chilenos, los bolivianos, los panameños y hasta los negritos jamaicanos y los "chombos" del Canal, han rivalizado para hacerme la vida agradable y placentera donde haya llegado. Uno se concilia así con la vida y con los hombres. Hoy estoy más convencido que nunca que no equivoqué mi vida, cuando la dediqué a servir a los humildes. Creo firmemente que, el tener un ideal y servirlo, es la base de la felicidad, que se encuentra más en el sacrificio y el trabajo que en ninguna de las otras formas de satisfacción. Las horas, como los cántaros, cuando están vacías, no tienen valor alguno pero, las horas, como los cántaros, cuando se los llena, pueden llegar a tener un valor incalculable. Llenar las horas con un ideal es valorizar las horas. El hombre que no tiene un ideal para servir, no merece la vida, como no nace el hombre que escapa a su destino. Muchos grandes hombres han pasado desapercibidamente por la vida porque no tuvieron un ideal que servir y muchos pobres hombres fueron grandes porque la dedicaron a ese ideal. Yo pertenezco a los segundos: un pobre hombre a quien una causa ha hecho grande, y "no se puede ser grande impunemente". Ahora, es necesario saber soportar virilmente los golpes del destino. También gozar de las satisfacciones que el alma proporciona. En los tiempos y en el mundo en que nos ha tocado vivir, nada hay tan peligroso como decir la verdad y defender la justicia. Sin embargo, nada hay tampoco tan honesto como hacerlo. Los simuladores y los calumniadores que pretenden justificar su conducta en la mala conducta de los demás, pierden su tiempo, porque la mentira tiene piernas cortas. Los que pretenden crear una realidad a base de falsedades se equivocan, porque, afortunadamente, la realidad es siempre la verdad. Podemos decir una mentira, pero no podemos hacer una mentira. Toda la infamia que estos falsarios han desparramado sobre nuestros hombres, no justificará jamás las infamias que ellos están cometiendo, desde que el mal de los demás no explica el propio mal. En cambio, cuando se descubra la superchería, ellos habrán agregado una infamia más a todas sus infamias. De cualquier manera, prefiero estar en mi "pellejo" y no en el de ellos. Sé que estos malvados, como un tropel de bárbaros, están cometiendo toda clase de atrocidades. Ello sólo demuestra la verdad de todo cuanto dijimos nosotros porque, nadie pretenderá demostrarnos que se han vuelto canallas de repente. El error nuestro estuvo en no haber comprendido la verdad a su tiempo y en haber pretendido desconocer las lecciones que la historia contiene a lo largo de todos los tiempos. Pero nada llega

demasiado tarde, cuando se saben aprovechar las enseñanzas. Creo que a nuestro Movimiento, este terrible azote le ha hecho un bien incomparable: le ha demostrado la realidad que, desgraciadamente no se penetra, profundamente, sino con dolor y sacrificio. Nuestra doctrina necesitaba la prueba del ácido y creo que la ha resistido y ha triunfado. Eso es lo que ahora interesa. Nuestra gente está en la lucha, firme y leal, como en sus mejores tiempos. Hay un poco de temor. Los pueblos, decía Eva Perón, no están formados sólo de Santos y de Héroes. Sus debilidades también muestran sus grandezas. Si algunos dirigentes peronistas defeccionaron en la derrota, en cambio muchos millones de peronistas leales permanecieron firmes en la defensa de la causa. La Caída ha servido para purificar el Movimiento, intensificarlo y extenderlo, los malos y los incapaces se han eliminado, para pasar a "merodear" entre los "gorilas". La realidad es que la masa ha superado a los dirigentes. Este es el hecho más característico del momento actual argentino y quien no lo perciba está condenado irresistiblemente al fracaso. Tiene la fuerza de un oleaje, tal vez lento, pero irresistible. Su fuerza, como una conmoción subterránea, es notada por todos, pero no todos advierten su origen y su trascendencia. Es que, paralelamente a la reacción sangrienta y usurpadora de la revolución del 16 de septiembre, luego del primer momento de asombro y atonía del pueblo, fue surgiendo "desde abajo" un estado de insurrección popular con características, modos y procedimientos inéditos en la historia nativa y cuya comprensión y proyección escapan, desde luego, a las mentes habituadas únicamente a los procesos conocidos, e incapaces, en consecuencia, de captar los hechos nuevos. Este estado inédito de las masas, lógicamente, no podrá ser manejado ni contenido con los métodos clásicos. He aquí la razón porqué los viejos dirigentes, tanto políticos como gremiales, cualquiera sea el bando en que actúen, o son incapaces o han sido desplazados. Así se explica también que la totalidad de los dirigentes que real y efectivamente se encuentran ahora a la cabeza de las nuevas formaciones peronistas y trabajadores insurreccionales, son casi todas figuras que actuaban en segundo plano. Ellos también han surgido "desde abajo". El origen del estado actual es la obra de "politización" que la doctrina peronista ha realizado en las masas populares. Nada hay más anacrónico en los planteos y las posiciones de algunos jerarcas y antiguos dirigentes desconectados en absoluto del sentimiento popular y del "hecho nuevo" que no han podido captar, ni ver, ni comprender. La fuerza del peronismo radica en que, su línea intransigente, frente a unos y a otros, está en la propia naturaleza del desarrollo histórico, en tanto las otras tendencias sólo viven y pueden obrar en el plano estrictamente político. Sus éxitos sólo pueden ser éxitos políticos, sin la gravitación ni la permanencia del quehacer histórico. Y, por ser éxitos meramente políticos, su signo en el tiempo y en el espacio, es la fugacidad. El quehacer político sólo puede adquirir vivencia cuando tiene como sustento la línea histórica. En épocas de normalidad, es fácil confundir la importancia del hecho político que adquiere así falsamente categoría permanente, pero existen períodos de la vida nacional en los que está en juego su propio destino, en que el quehacer histórico es el dominante. Estos períodos están señalados por la presencia de los "hechos nuevos". Por eso, los antiguos dirigentes gremiales, políticos y militares, cualquiera sea el bando en que actúan, están fuera de la proyección histórica: los del elenco de la tiranía, por la propia naturaleza de su proceso están condenados irremisiblemente; el conglomerado

político, por su parte, en cuando a dirigentes, ha sido superado por la dialéctica de los hechos. En definitiva, puede asegurarse, sin dogmatismos ni prejuicios, que unos y otros no han percibido las condiciones en que se está desarrollando este momento de la vida nacional. Tanto es así, que todos ellos, los católicos nacionalistas en sus varios matices, los neoperonistas (de peronismo sin Perón), los bengoístas y los grupos militares detrás del último golpe de estado, constituyen simplemente la réplica y el reverso, pero con los mismos módulos del elenco de la tiranía. Es natural entonces que, a los medios y procedimientos de la tiranía opongan el arbitrio simplista del manotazo militar, del golpe de estado. Un recurso que, además de no ser precisamente infalible, tiene el grave inconveniente cuando fracase, de provocar y explicar las medidas más extremas de la reacción e imponer al pueblo una terrible contribución de sangre. Pese a sus características bélicas, el golpe de estado, sin embargo, no deja de ser un procedimiento político. En esta hora argentina, sólo la insurrección nacional es el hecho histórico. Esta situación comienza, sin embargo, a ser penetrada por algunos equivocados que se apresuran a "mojarse en aguas del Jordán" y así llegan todos los días noticias de los que quieren tomar contacto con nuestros comandos internos y externos a fin de seguir las directivas generales que reglan la conducta de todos con unidad de acción. Algunos dirigentes, como la Junta de Emergencia de la C.G.T. que actualmente trabaja en el campo gremial, creen que es posible actuar por su cuenta en la defensa de los intereses profesionales y sindicales. Su situación es en extremo difícil. Es indudable que su posición es aleatoria frente a la tiranía y frente a la masa. A la primera porque estará siempre sindicada como peronista y a la segunda, porque actuando con los enemigos estará siempre sospechada de falsa en su posición con respecto al Movimiento Peronista que actúa en franca rebelión. Yo comprendo la posición de la Junta pero dudo que los demás la comprendan igual. En este momento la masa peronista se encuentra organizándose en la clandestinidad con fines de insurrección en todo el país. Su posición es firme y aun los que no se encuentran ligados a los organismos clandestinos, se sienten inclinados a la resistencia, esperando lo que irremisiblemente ha de ocurrir. Poco a poco se van coordinando las acciones y las nuevas formaciones en todas partes, en las que prima la decisión de actuar en el sentido insurreccional. Algunos "angelitos" piensan en la posibilidad de la "pacificación" nacional, pero sus móviles no son los que persigue el pueblo que sólo anhela soluciones definitivas y, estas soluciones definitivas, no pueden venir en forma alguna cediendo terreno a las imposiciones de los partidos políticos que, en último análisis, fueron los reales culpables de los fusilamientos y las masacres de obreros y ciudadanos. Yo también era pacifista hasta el 9 de junio pero, después de los crímenes cometidos por los tiranos, apoyados por los partidos políticos, ya no tengo la esperanza que esto se pueda solucionar sino en forma cruenta. El odio y el deseo de venganza que estas alimañas han despertado en el pueblo, saldrán algún día a la calle convertidos en fuerza motriz y sólo después será posible pensar en pacificación y unidad del pueblo argentino. Por eso, estar hoy fuera de la posición insurreccional es estar fuera del panorama real que vive el país y de toda proyección histórica. Las consecuencias de esta falsa posición, para un dirigente, no pueden ser otras que el repudio de la masa y la pérdida total de su predicamento. Yo veo coincidir las necesidades nacionales, los objetivos del pueblo y el estado anímico de las masas y, cuando estas tres circunstancias son coincidentes, no hay fuerza capaz de torcer los acontecimientos. Será dura la lucha y quizá larga, pero debemos evitar que

se "cicatrice en falso", porque las consecuencias futuras serán mucho peores. Hay que hacer el sacrificio a tiempo porque, con el tiempo, los sacrificios se multiplican, desde que la violencia en los acontecimientos está siempre en razón directa de su tiempo de gestación. Por eso, hay que apurar un desenlace violento, aunque ello parezca un poco cruento, porque peor será si se espera. Por eso creo que el pueblo tiene razón. Les he dado una organización, una doctrina y una mística. Durante once años he "politizado" las masas. Los he preparado para la lucha contra la reacción y les he indicado el camino para hacerlo, a través de las grandes reformas. Ahora le queda al pueblo no equivocarse en las formas de ejecución y tener la decisión necesaria para triunfar. Se enfrentan: la reacción (apoyada por las fuerzas militares, eternas enemigas del pueblo) con el pueblo mismo. Las fuerzas, mediante la represión violenta, impondrán despojos al pueblo, hasta conseguir los objetivos impuestos por la reacción. Frente a eso el pueblo, debe decidir su actitud, sin olvidar que nuestra revolución es lo permanente y la reacción sólo lo circunstancial. Si la actitud es contemplativa, lo perderá todo y deberá en el futuro, como antes, trabajar para que gocen los oligarcas y los capitalistas, mientras los trabajadores deberán debatirse en la miseria, en el dolor y en el sacrificio estéril. Si, en cambio, es activa y combativa en extremo, los reaccionarios y las fuerzas que los sirven deberán pensar si no les conviene transar, para evitar que la ruina los arrastre también a ellos, que son los únicos que tienen algo que perder. Una actitud decidida del pueblo es lo único que puede salvar a los trabajadores de una ruina segura, en medio de la abundancia. ¿Si el pueblo hace eso, cómo los trabajadores podrían tener una actitud contemplativa? Las Directivas e Instrucciones del Comando Superior Peronista, son bien claras. Si se cumplen, los trabajadores tendrán que lamentarlo toda la vida. pero será demasiado tarde. La garantía de que nuestras fuerzas se mantengan cohesionadas está precisamente en que se las mantenga en la lucha activa todo el tiempo. No comparto la idea de que para mantener las organizaciones debemos mantenerlas alejadas de la lucha activa, porque así lo que ganarían en integridad material lo perderían en integridad moral. Es lo que les pasó a los alemanes en la Primera Guerra que, por salvar en Kiel su escuadra, terminaron perdiendo la guerra y los barcos. No por pasión, sino por reflexión, debemos buscar por todos los medios que la solución salga por el lado de la insurrección nacional. Algunos temen el caos, pero olvidan que las revoluciones como la nuestra, parten siempre del caos. Luego tenemos que provocarlo, en vez de temerlo. Esa será la única ocasión en que el pueblo pueda tomar las cosas en sus manos y cobrar la cuenta, sin lo cual habrá anarquía, lucha y sangre para un siglo. Yo cometí el error de no entregar las armas al pueblo cuando debí hacerlo porque, como usted, creí que estos bandidos no lo eran tanto, de lo contrario hubiera evitado muchas vidas perdidas, muchos sufrimientos y mucho salvajismo. Total, a éstos o los cuelga el pueblo justicialista y termina el asunto o deberemos esperar un poco para que los cuelguen los comunistas. Ellos pueden elegir, pero su destino está ya marcado. Si no observemos cómo va el mundo. Toda esta inmensa convulsión que presenciamos nos dice algo. Es que se está dilucidando el signo que ha de presidir al Siglo XXI. En la lucha entre las "democracias" imperialistas del Siglo XIX y las "democracias populares" del Siglo XXI. Como la historia no marcha para atrás, es fácil deducir que a esas "democracias populares" las haremos nosotros o las harán los comunistas. El desarrollo de los acontecimientos parece dar la razón a esta idea.

Recuerdo que en la primera mitad del Siglo XX, que he vivido en su totalidad, ha sido fructífera en esta clase de enseñanzas. Hace cincuenta años, el comunismo en el mundo, se reducía a un teórico y cuatro o cinco agitadores. Ellos lanzaron al mundo el rebaño de los socialistas para destilar la doctrina marxista. Así lo hicieron pero, como rebaño de los socialistas para destilar la doctrina marxista. Así lo hicieron pero, como rebaño que eran, se quedaron a comer, donde encontraron buena comida. Esa fue una ventaja pero, los comunistas ni lerdos ni perezosos, en la Tercera Internacional les ajustaron las cuentas y se quedaron sólo con los que no se habían convertido en amarillos. Ya al terminar la Primera Guerra, esos cuatro o cinco agitadores, hicieron la Revolución de 1917 y ya el comunismos eran 200 millones de rusos con 28 millones de Kmý de territorio. Durante el interregno entre una y otra guerra el Komitem primero y el Kominform luego, se encargaron de esparcir la semilla comunista activa en todo el mundo. Vino la Segunda Guerra y el resultado ha sido que de los 3.500 millones de habitantes que tiene aproximadamente la Tierra, los comunistas dominan o dirigen a unos 2.500. Para verlo, sólo un rápido cálculo: 200 millones de letonios, estonios, lituanos, polacos, alemanes, húngaros, austríacos, rumanos, búlgaros, checoeslovacos, yugoeslavos, que les entregaron entre Roosvelt y Churchill que, con los 200 millones de indochinos, polinesios, vietnameses, etc. que con los 800 millones de hindúes hacen otros mil millones y 500 millones entre árabes y nordafricanos, son el total de 2.500 millones. Si esto sigue así (y los acontecimientos de Medio Oriente lo confirman) antes de diez años el mundo será comunista. No creo que los americanos del norte lo puedan evitar. Quien sabe si será del todo malo, ya que peor que los que hemos soportado durante los últimos siglos, no pueden ser. Nosotros, desgraciadamente, no estamos en condiciones de decidir, porque aún por muchos siglos el destino del mundo se decidirá en el Volga o en el Rhin y no en el Missisipi, en el Orinoco, en el Amazonas o en el Río de la Plata. De algo valen todavía los cuatro mil años de cultura de la vieja Europa. Solo nos quedará el recurso de tratar de vivir, como lo hemos hecho hasta ahora. La situación no cambia, sólo cambiará de patrón. Pero, ese patrón será el que deba colgar a nuestros oligarcas, si se escapan ahora del pueblo argentino, justamente indignado. Yo habría querido salvarles el pescuezo pero han sido tan brutos que no lo merecen. La fortuna les tendió la mano y fueron tan torpes que ni siquiera atinaron a asirse. En esta evolución, la Iglesia también tiene su parte, que no escapará a la suerte de los oligarcas y capitalistas con quienes prefirieron estar, abandonando al pueblo que debe ser su preocupación fundamental. No es que el pueblo abandone a la Iglesia, sino que la Iglesia ha abandonado a los pueblos. Eso es lo trágico. Ninguna amenaza pesaría sobre su destino se hubiera cumplido la doctrina de Jesús. Por apartarse de ella es que las acechanzas nacieron y por disfrutar de la vida burguesa es que se desviaron de la palabra divina, prefiriendo gozar a cumplir su sagrado sacerdocio, que es lo único que hace invencibles a los hombres, porque los acerca extraordinariamente a Dios. En la Argentina y en el mundo, el panorama de la Iglesia ha sido el mismo, el mismo será su destino. Dios quiera que el arrepentimiento no llegue demasiado tarde, porque todavía se está a tiempo de salvar "la ropa". Veo que Roma modifica sus errores anteriores. Se ha impartido la orden de no atacarme más. Cuando llegué aquí era inconcebible el ensañamiento de que hicieron gala todos los representantes de la Iglesia. Exprimieron toda clase de calumnias, infamias y diatribas para perseguirme. Los diarios clericales de todo el mundo fueron implacables en sus insultos y en sus calumnias. Yo aguanté impasible sus andanadas de diatriba pensando éstas son tributos que se le rinden a un mérito o un valor. Tenía razón, luego no tenía necesidad de insultar a nadie, conocía la

verdad y no tenía por qué mentir. Sabía que ellos cumplían órdenes, yo no tenía órdenes que cumplir. En mis reportajes jamás hablé de ellos. Si me preguntaban los eludía. Me interesaban los sucesos, los hombres eran meros instrumentos del destino, a mí me interesaba el destino. Así murieron poco a poco y, sin duda, la vergüenza debió vencerlos. Imagino que hoy les remorderá la conciencia el mal que hicieron y la falta que cometieron al hacerlo. Yo, en cambio, hoy como ayer, en ese sentido, no tengo nada de que arrepentirme y, además, he aprendido a perdonar. La canalla dictatorial que azota al pueblo y entrega a la Patria tendrá su merecido. Siempre he sido un convencido que los que proceden mal sucumben víctimas de su propio mal procedimiento. No los salvarán sus mentiras, ni sus calumnias, ni sus simulaciones, porque el pueblo argentino ha aprendido a discernir por sí. Tampoco nadie podrá torcer el curso de los acontecimientos. Hace un año, en el libro de combate que escribí "La fuerza es el Derecho de las Bestias", en una gran síntesis, pude deducir cuanto ha ocurrido, pues conocía los asuntos y los bárbaros que usurparon el poder, luego me era fácil penetrar ya entonces las consecuencias. Todo ha resultado una predicción, hasta ciertos detalles. He predicho también el final que espero no me ha de defraudar. Por eso, para mí, este drama sangriento y apasionado, tiene un epílogo que me es conocido y mi tarea se reduce a ayudar al destino para que sea como está dispuesto. Es así que trabajo todo el día y parte de la noche. Tengo contacto con miles de personas con quienes cambio semanalmente correspondencia directa o indirectamente. Nuestro servicio exterior es colosal, tenemos agentes en todos los países del mundo y organizaciones amplísimas en cada país, que no tienen ni para empezar con los paniaguados de la dictadura que hacen de diplomáticos para ocuparse de contrabandos, negocios y farras. Nuestra gente es idealista y exiliados en cada país se ocupan de alma de sus funciones, no descansan y los tienen locos a los "gorilas" que hacen de embajadores del crimen, el asalto y el robo que allí se han enseñoreado. Pero todos saben aquí de quiénes se trata y cada día reciben una demostración de desprecio que tanto merecen. A nosotros, en cambio, en todos los países nos ayudan y nos hacen sentir mejor de lo que en realidad estamos. Yo, con el descanso de este año de trabajo, estoy mejor que cuando estaba allí, bajo la acción de la intoxicación física y moral que la función de gobernar trae aparejada. Como a Usted han intentado varias veces hacerme atentados pero, como en su caso, Dios ha sido bueno conmigo. En Paraguay les falló porque la Guardia Nacional de ese país los tomó presos a todos los que merodeaban. En Venezuela se está diligenciando ya una intentona que ha caído también en las redes nuestras. No creo que tengan éxito porque, para matar por dinero, hay un grave inconveniente: que hay que salvar también el pellejo para disfrutarlo. Y éstos no disponen de un fanático que pueda hacerlo, que sería la otra forma. Por otra parte, nadie muere el día antes. Disculpe la extensión de esta carta pero hace tanto tiempo que no charlamos........... desde los tristes días de la muerte de la pobre Eva, que ni siquiera en su tumba ha podido escapar a la criminalidad de estos vándalos, que no han querido desperdiciar la ocasión de aparecer también como miserables profanadores.

Le ruego que salude de mi parte a todos los amigos y compañeros que allí luchan por la causa que es de todos y les diga de mi parte que jamás he de volver a pedirles que eviten las violencias como sabía hacerlo desde la Casa Rosada. Juan Perón @ |c3 14 de abril de 1957 Querido amigo: En carta a mi sobrina de 27 III, escrita más para Ud. que para ella, anoté algunos pensamientos que Ud. me permitirá puntualizar un poco más. Yo veo el mundo desde mi ventana como cada cual lo ve desde la suya. Y no soy tan presuntuoso como para creer que mi punto de vista es el único auténtico y falsos los de los otros. La realidad precisa ser vista desde todos los flancos posibles para que no erremos. Sobre todo cuando es compleja y caótica como el actual momento argentino. Aquí van pues mis puntos de vista y los tañidos de mis campanas. Cotéjelos Ud. con otros puntos y otros tañidos. Eso sí: es de hombres leales no desfigurar la realidad antes exponerla a quien se estima tal cual se la ve. Como es de hombres inteligentes buscar la mejor ventana para asomarse desde ella al mundo. Ud. sabe muy bien que estos pobres tiranuelos las están pasando perras. Se han gastado y desacreditado en forma galopante. Están devorando sus últimos hombres. Sacrificaron primero a Lonardi y su gente, después a dos docenas de generales, luego a Rial y los suyos, ahora a Krause. Un día de estos podrán decirse Aramburu y Rojas el consabido "¡por fin solos!". Ninguno de los dos tiene méritos revolucionarios. Aramburu fracasó en Curuzú Cuatiá; Rojas, dándolo por perdido, se socorrió en aguas jurisdiccionales uruguayas. Sin embargo este par de fracasados en la guerra han tenido la viveza en la paz de fagocitar a los triunfadores, mandándolos o a la tumba o a la cárcel. ¡Hay que ver cómo la prensa opositora les refriega todo esto todos los días ("QUE", 2 de Abril, p.4). La permanencia de estos individuos en el gobierno, con lo catastrófico que les va, es un caso inaudito de caradurismo. Solamente están hoy en los tiranos: 1) los comprometidos en los crímenes de Junio cuyo dilema no puede ser sino matar o morir; 2) los políticos profesionales por quienes la masa siente verdadera náusea; 3) los personeros de empresas inglesas, obedientes siempre a sus amos; 4) los acomodados en el presupuesto, los que tras la caída de los tiranuelos perderán sus prebendas; 5) las 500 mil familias ateo-liberales-vacunas que les sienten alergia "a los negros". El 95 por 100 del país abomina de los tiranos, y quienes les hicieron el juego y los alzaron no saben ahora a dónde meterse de vergüenza. No descarto la posibilidad, y en cualquier momento, de una cuartelada que substituya el grupo insignificante y universalmente asqueado de Aramburu, Rojas, Quaranta, Bencarrere, Labayrú, Leguizamón Martínez, Manrique, Lanusse, Fitzmons, Duperre, Molinari, Messina, etc. por otro menos comprometido, presidido, podría ser, por Iñíguez o Señorans, Krause, Estévez y el entourage de éstos. Si los primeros tuvieran un dedo menos de ambición y un dedo más de cabeza entregaban al punto el gobierno a los segundos. Así salvaban el pellejo y la plata. Porque entre bueyes no hay cornada. La substitución de un equipo por otro muchos creen que será sangrienta. Yo no lo creo. No llegará la sangre al río. Porque los gorilas pueden cambiar de camiseta pero patean siempre contra el arco del pueblo. El cambio sin duda los debilitaría, pues iría quemando

mucha gente; pero pueda que el nuevo equipo escarmentado en la cabeza del primero corrija los errores más gordos con que el actual equipo ha llevado el país al caos. La norma de los nuevos será ir concediendo al peronismo lo estrictamente indispensable para evitar, por un lado, los sabotajes; pero, por otro, la vuelta de Perón. ¿Qué harán con el Partido Peronista? ¿Le permitirán presentar candidatos? Si se vieran forzados a lo último, tratarían por todos los medios de que, en lo posible, surgieran peronistas sin Perón. Sólo así evitarían la vuelta del hombre en gloria y poder. Es cuestión de ir pensando qué deba hacerse en este caso. Como ya noté en mi anterior, el resultado final de todos los enjuagues con que esta gente querrá salir del atolladero estará en las manos de las fuerzas obreras. Si éstas se dejan desorientar, su reacción a la tiranía irá siendo cada vez menos y llegará tarde o temprano a punto muerto. Ud. sabe como nadie que la revolución de Septiembre fue lisa y llanamente un episodio desastroso para el pueblo de la lucha de clases. Fue la reacción de la oligarquía frente a la revolución social argentina. Se cobraron los oligarcas nuestros doce años de hegemonía popular. Ahora la oligarquía tratará por todos los medios de desvirtuar la reacción del pueblo. ¿Lo logrará? Me lo temo. Cierto que entre la gente del pueblo no falta héroes e idealistas empeñados en luchar intransigentemente hasta el fin por la vuelta de Perón, sobre todo en las provincias el norte, pero estos héroes se mueven los pobres entre pesados cardúmenes de cagones. Porque este pueblo es pancista y logrero como no se da Ud. una idea ni puede dársela. Remedio para semejante mal posible sería la formación de una eficaz central partidaria, bien conectada con ustedes, en la Capital y en las provincias. Ella deberá estudiar sobre el terreno lo que debe hacerse en cada caso. Un cambio de gobierno que suprima el decreto de extinción del Partido Peronista le permitiría a la central de la capital y a las de las provincias trabajar a la luz por medio de un gran diario. Esta es la mejor arma política en los momentos de convulsión. El cambio de gobierno traería también un cambio de comandos en las Fuerzas Armadas. Acaso ello aparejara un repunte de oficiales peronistas con mando de tropa. Ahora son antiperonistas en inmensa mayoría. Ese repunte nos permitiría acariciar la esperanza de que el pueblo recupere el poder. apoyados los obreros por las armas. De no producirse la cuartelada, ¿se llegará a la Constituyente? En contra está el 85 por ciento, si no más, del país: los peronistas, frondizistas, nacionalistas, católicos, comunistas, solanistas. Nadie deja de ver que es una artimaña para perpetuar el gran fraude continuista. De llegarse a ella podría ser para el gobierno el patíbulo de Aman. En este caso - a mi ver - los peronistas tendrían que votar así: VOTO A PERON para que ni los nacionalistas ni los frondizistas se atribuyan los votos en blanco. A su tiempo habrá que imprimir boletas y repartirlas casa por casa. La papeleta del voto debería además llevar impresas leyendas de repudio a los tiranos, a la ley de supresión del Partido Peronista, a los asesinatos de Junio, a la supresión de la Constitución del 49 y una instrucción nítida sobre el modo de votar. Causas del fracaso de los gorilas El fracaso de los goriludos (como los llamamos, no gorilachos) deriva de haber sido instrumentos ciegos de lo más antipopular del país. En lo político siguieron los dictados de los despechados Ghioldi, Zabala Ortiz, Thedi, Aguirre Cámara, Bullrich, Ordóñez, Marcó, etc. Estos les han hecho cometer disparates políticos que jamás hubieran cometido ellos mismos de ser responsables del gobierno.

Son obras de estos inicuos la supresión de nuestra Constitución del 49, los asesinatos de Junio, con los que se echaron encima la indignación de toda América. En lo económico se entregaron a mentalidades fosilizadas en individualismo dieciochesco. Tales Prebisch, Pinedo, Verrier, etc. que les embaucaron con el cuento del tío del saneamiento de la moneda. Están rascando el fondo de nuestras reservas de oro. La inflación es pavorosa. El desastre económico, confesado. Tampoco habrían hecho los prebischeanos de ser ellos los gobernantes las barbaridades que les han hecho hacer a los gorilas. En lo social han tenido de mentores a tipos de mollera esclerosada, como el famoso Migone, verdadero troglodita del liberalismo. Con intervenir los gremios, deshacer la C.G.T. y otras bellezas han creado el problema obrero. Se han tragado la plata de los sindicatos. Han desacreditado a los dirigentes socialistas y radicales alzándolos dolosamente a la dirección de los sindicatos y colocándolos frente a situaciones imposibles. Han acentuado la diferencia entre salario y costo de vida. Han peronizado los gremios. En lo moral fueron víctimas conscientes de los calumniadores e intrigadores que durante doce años sabotearon el peronismo con rumores mentirosos. Nuestros hombres más sucios están resultando ahora unos angelitos al lado de estos galápagos. La sobriedad republicana que vinieron a imponer la cantan al vivo los sueldos de los oficiales, los viajes al extranjero de los pituquitos que triplican el personal de las Embajadas, las maniobras con el paralelo 42, las alzas y bajas artificiales del dólar y de los coches, el negociado de las carnes, etc., etc. En las relaciones con la Iglesia los gorilas han pretendido jugar a dos caras tratando de quedar bien, por un lado, con ateos y masones; Y, por otro, con los figurones del alto clero. Para echar a Perón los laicistas pasearon al lado de los curas la vela del Corpus y llenaban la Iglesia del Salvador porque el P. Sojo se las despachaba contra Perón desde el púlpito, domingo a domingo. No le digo cómo cizañaron en los colegios de los religiosos y las monjas llenándoles los sesos de prejuicios y de mentiras. Pero todo fue dejar de necesitarlos para sus intentos políticos y revolucionarios, y sacudirse de encima a los curas con todo descaro. Bien hecho. Hoy crece el convencimiento, sobre todo en la clase media (en la obrera era cosa sabida), de que los incendios de los templos y toda la querella con los curas fue intriga, pura intriga tejida en las sombras por esos canallas. Nos hicieron a los peronistas pisar el palito. Nos llevaron a su juego. Para esto habían envenenado a los educadores de los niños oligarcas, primero y, después, a los párrocos con doce años de cuchichear mentiras. Soy de eso testigo de excepción. Yo no alcanzo a explicarme - lo he dicho mil veces - cómo lograrán tranquilizar sus conciencias y lograr el perdón de Dios los sacerdotes autores de panfletos vergonzosos y canallescos sobre la U.E.S., sobre los robos por parte de Ministros y Gobernadores, y sobre tantas cosas. Si en el confesionario no puede absolverse al ladrón de plata, hasta que no ha restituido, menos al ladrón de la fama del prójimo. Sobre todo ahora que los jueces - oligarcas para mejor - van declarando cada día la inocencia de las víctimas, descargándolas de toda culpabilidad. En suma: a la altura de los acontecimientos sólo quien no quiere ver no ve que esta revolución no es revolución sino antirrevolución. Es reacción de la oligarquía contra el pueblo. Es lucha de clases. En nuestra historia no ha habido sino dos revoluciones: la

nacional de 1810, que trajo la libertad al país, y la social de 1945, que trajo la de los trabajadores. Todas las demás no se pasan de cuarteladas para substituir unos quesistas por otros. La acción de Rosas, aun con todos los excesos del hombre, tenía mucho de revolucionaria en lo social. Favoreció al pueblo. Caseros fue reaccionario y antipopular. No digo antipatriótico, porque mentalidades como Mitre y Sarmiento no veían entonces otro modo mejor de hacer patria y cultura que entregando el país al coloniaje sajón. El odio de la oligarquía contra Perón, ese odio patológico y energumenal, del que el infeliz de Aramburu se vuelve expresión perfecta al llamarlo "monstruo" en todos sus discursos a Perón, después de sacar una ley prohibiendo bajo terribles castigos toda defensa del insultado, ese odio en realidad no se dispara contra Perón sino contra el pueblo que le sigue porque le sigue.Como no pueden los oligarcas abofetearlo al pueblo en la cara le abofetean el ídolo. Se llaman democráticos como esos negros que se llaman Blanco de apellido. En la realidad son antidemocráticos furiosos... La oligarquía siempre ha echado mano del peor totalitarismo, totalitarismo que arrasa hasta con el derecho de sus víctimas de clasificarlo de totalitarismo. El totalitarismo aristocrático se llama democracia. Y la democracia popular se llama totalitarismo. Por suerte esos nombres son ya "flatus vocis". No guardan el menor prestigio. Y ha pasado ya el tiempo en que al pueblo se lo asustaba con palabras. Para una epopeya del momento actual El país, en las vísperas de la reacción proletaria que se alumbra, reviste - a mi entender - las siguientes características espirituales. Las materiales son archisabidas. Mientras mejor cobremos conciencia de estas características espirituales, mejor orientaremos nuestra acción. 1 - Pérdida de todo prestigio de los partidos políticos. Sus dirigentes no sólo están horros de pueblo sino enconados contra el pueblo, precisamente por el desprecio en que el pueblo los envuelve. En las elecciones internas los demócratas de la Capital sumaron sólo tres mil votos. Los radicales, diez mil. Cualquier club de barrio decupla el número. No hablemos de las elecciones gremiales. Las concentraciones políticas en Constitución y Once recuerdan las reuniones dominicales de los evangelistas. Sólo falta la rubia del armonium. Si yo fuera presidente - ¡absit! - bregaba por que en las Cámaras ocuparan bancas los delegados de los clubes y de los gremios. Estos representan sectores reales de pueblo. No los políticos. Aun el peronismo como fuerza política nunca, ni en sus mejores tiempos, valió gran cosa. Se impuso como fuerza social. Las unidades básicas y sus dirigentes le hacían más mal que bien. Ahuyentaban la gente más que atraerla. Creaban problemas en vez de solventarlos. Por eso los dirigentes han brillado por su ausencia en la borrasca. A no pocos se los ve ahora buscando acomodo en los partidos opositores. Frondizi y los azuliblancos trabajan afanosos por dar a sus campañas contenido social. Agitan las mismas banderas del peronismo. Hablan el mismo idioma. Claro que el amor del pueblo no se conquista sólo con palabras. Obras son amores. Y los maricones sociales son más repelentes que los maricones sexuales. El oligarca que se presenta vestido de overol no engaña a nadie. Menos, al pueblo. Este huele a mil leguas de su inversión social. ¡Qué no darían Frondizi y los nacionalistas por raer de la memoria del pueblo sus pasados insultos al peronismo y sus alianzas con la oligarquía! 2 - Fracaso de las elites. En el libro que le envié ya cargué las tintas sobre varios aspectos de este fracaso. Pero estos meses de heroica resistencia popular a los

invasores han descubierto otras caras. En los doce años del justicialismo intelectual y peronista parecían términos irreconciliables. Mis colegas de la Universidad, muchos de ellos por lo menos, decían que no podían ser peronistas que más no fuera "por estética". Los habituales de la "intelligentzia" todos eran opositores. Hasta las costureras cuando querían darse pistos de cultas se hacían las opositoras por fuera, aunque por dentro les saltara a chorros un rabioso peronismo. Hoy, no. Hoy todo argentino con un poquito de amor a su patria y un poquito de vergüenza entre la "tiranía" de ayer o la "libertad" de hoy se queda con la primera. Ha dejado de ser una vergüenza para el intelectual ser peronista. Y está siendo cada vez más una vergüenza para el intelectual no serlo. La juventud sana de los partidos políticos opositores envidia la suerte de los peronistas. Cada día se inclina más a nosotros. Busca una entrada decorosa. Y para esto trata de estrechar amistad con alguna de las principales figuras del peronismo. No faltan viejos y tenaces políticos opositores, los que, aunque tarde, reconocen ahora su error. Envidian nuestra posición. Es todo una gloria para nosotros ser perseguidos y proscriptos por los entregadores de la patria. ¡Qué no darían por pertenecer a nuestro bando! Damonte Taborda, Martínez Estrada y otros libelistas, ¡oh si pudieran hacer desaparecer sus alocados brulotes! Se lo dicen a quienes les quieran oír. Con esta "libertadora" el papelón de los políticos y de los "intelectuales" ha sido soberano. No les queda otra salida -¡lo ven clarito!- que desaparecer amortajados con un sudario de ignominia. "La Nación" publicó el 6 de Enero un número extraordinario dedicado a exaltar el alto nivel cultural alcanzado por la "libertadora" en el campo de la cultura. No contenta con falsificar, como acostumbra, la historia del pasado trata de fraguar piezas documentales para falsificar la historia del futuro. Quiero decir: la que se haga en lo futuro sobre el momento presente. Pero basta con no ser ciegos para ver que el país se ha ido culturalmente barranca abajo. El espectáculo dado por los carcamales en las universidades es deplorable. Más de tres mil artistas no tiene trabajo. Mi Facultad ha sido literalmente asaltada por tres o cuatro familias. Las de los Romero, Ghioldi, Mantovani. Cobran hasta 18 y 20 mil pesos. Ningún profesor antes llegaba a los cuatro mil. Ahora 20 mil por gangosear vulgacherías de escuela primaria. Por cincuenta publicaciones que sacábamos nosotros, nuestros adversarios no han sacado ni cinco. Las academias son un muestrario de memez. Ud., desde lejos, no puede darse ni idea de esto. Los discursos de Freire eran ingenuos pero sabían a lo nuestro. Las payasadas de Palacios, Bergalli, el Capitán Gangi no saben nada más que a estupidez sin atenuantes. En estos instantes apesta en las calles la basura amontonada por la huelga de los municipales, pero apesta más la literatura farragosa del Intendente que aprovecha la bolada para declamar ditirambos a la democracia y a la libertad. Es un tipo de chaleco. Yo me pregunto ¿qué dirán a solas los Borges, Mallea, Victoria Ocampo y toda esa crema de craneocúmenos que asqueaba del peronismo "siquiera sea por estética" ante esta suelta de locos y este desenfreno de botarates? ¡Triste el espectáculo de nuestras elites en esta hora de liquidación de un pasado al que el triunfo episódico de la reacción le ha permitido asomarse al escenario para dar su canto de cisne, pero a precio de dejar ver toda su podredumbre y vaciedad! 3 - Necesidad de severa autocrítica dentro del justicialismo. La falta de libertad de prensa durante el peronismo, no permitió la menor autocrítica pero permitió a los jerarcas del régimen aburguesarse y adormilarse en sus cargos dando un tristísimo espécimen de incompetencia y mediocridad. Los ministros corrían todos tras la pelota como chicos de arrabal. Carecían de personalidad. No daban un paso sin consultar al "papi", como incapaces. Y el día entero se los veía atrás de Perón o de Evita como huérfanos de

orfanatorio. Ello no implica el reconocimiento de autocrítica en tiempos de la oligarquía. Ya hemos dicho que ésta puso en práctica el más cruel totalitarismo. Ningún diario poseía libertad para atacar los grandes consorcios y desenmascarar los negociados porque los trusts financieros compraban los diarios que más no fuera con los grandes avisos y los suprimían quitándoselos. Quede esto claro. La autocrítica fue imposible en los años peronistas, sobre todo en los últimos, por el exceso de "sectarismo" que ahogó el idealismo revolucionario fosilizando al justicialismo. Todo el movimiento cuenta con: sectarios, idealistas y oportunistas. Los primeros se niegan a reconocer error alguno. Son enemigos de la autocrítica. Dicen que ésta confunde a la masa. Culpan a los idealistas de heterodoxos si no ya de opositores. No les interesa para nada los principios ni la doctrina. Les interesa enquistarse en las posiciones alcanzadas, conservar el puesto y cobrar el sueldo o los sueldos. Desconfían de los idealistas, que son siempre revolucionarios, porque éstos pueden patearles el nido y desplazarlos de sus puestos por inoperantes. Los sectarios arbolan la bandera de su fanatismo peronista creyendo hacer patria cuando en realidad no hacen sino egoísmo. En estos años de resistencia al invasor se ha patentizado la diferencia fundamental entre los sectarios y los idealistas. Ambos propugnan intransigentemente la vuelta de Perón. Pero los primeros para seguir ocupando sus bancas en el Parlamento y su antiguo rango en el escenario político. Apunta más al propio bienestar que al del pueblo. No comprenderán jamás que, aunque hayan sido honestos y eficientes, se han gastado y deben dejar paso a los héroes de la resistencia. Los segundos buscan más el triunfo del pueblo que su propio triunfo. Anhelan que el justicialismo no se quede a medio camino. Debe llevar las reformas sociales hasta sus últimas consecuencias. Debe corregir sus muchos errores accidentales en aras de sus aciertos substanciales. A diferencia de los sectarios que buscan la conservación de lo ya alcanzado, los idealistas buscan la superación. Aquellos adulan a Perón y merced a esto se ubican bien formando camarillas para sostenerse los unos a los otros. Los idealistas critican lo criticable de Perón y esto les ha valido ser radiados de en medio, perdiendo con esto el movimiento sus mejores hombres. Los sectarios son amigos de los nombramientos digitados en las cámaras, en las unidades básicas, en los sindicatos, en todo. Porque sólo digitados llegan a estos puestos. Los idealistas desean que surjan los más capaces de las entrañas mismas del pueblo. El pueblo debe darle sus comandos sin mandato de arriba, ni siquiera la media palabra del Jefe. Este a lo más podrá vetar a un candidato por sus razones, que dará o no dará, pero jamás debe señalarlo. Si en el pasado esto se toleró por razones dialécticas (en el sentido comunista de la palabra) de ninguna manera debe tolerarse en el futuro. Se ha constatado que los sectarios, que tanto cacarearon su peronismo en las vacas gordas, que tanto gritaron "la vida por Perón", han sido ineficaces, en las vacas flacas; han dividido a las masas, han dado un pésimo espectáculo de fatuidad y falta de camaradería. se creen la "élite" del peronismo. Si ellos no rodean a Perón, "pobre Perón". Cuando no han hecho sino aprovecharse descaradamente del peronismo. Muy poco edificante ha sido el espectáculo de los sectarios en las cárceles, en el destierro, en la resistencia. Han dividido al peronismo y son grave obstáculo para el ingreso en nuestras filas de lo mejor de la ciudadanía que ve nostálgica arriadas las banderas justicialistas. Lo más grave es que los sectarios no quisieran evolución ninguna en Perón. No quieren que aprenda la lección del destierro. No quieren que reflexione. Desearían fosilizarlo. Las

masas, en estos años trágicos, lo han idealizado creando, ya en vida de él, el mito Perón. El más eficaz enemigo del Perón mito sería el Perón de carne y hueso si éste se estancara, permitiendo así que las masas lo superen. Porque es realmente maravilloso cómo el pueblo obrero ha madurado su conciencia social, cómo ha evolucionado, cómo ha captado la realidad nacional. La persecución es una lección magistral de experiencia política. Y el pueblo ha aprendido. Se ha politizado.Lo dejaría muy atrás a Perón por poco que éste pusiera de "rélachement" en el desarrollo de las virtualidades político-sociales que depotencia. Lo único que puede librar a Perón, tras su vuelta, del fracaso de los "cien días" es la implantación de un justicialismo de nuevo cuño que supere en cien codos al pasado. No hemos derramado nuestra sangre, no hemos sufrido y hambreado para volver a las andadas. La masa peronista necesita una palabra de Perón, en estos momentos que le exhiba un Perón nuevo, un Perón superado, un Perón más allá de todo el pasado. No puede demorarse más Perón en mirar a los tiranos entreguistas. Frente a los programas, repeticiones descaradas del justicialismo, arbolados por Frondizi, Solano Lima, Amadeo, etc. quienes pretenden aprovechar la extinción del peronismo, debe soltar un canto nuevo, revolucionario, inédito que estremezca a toda América. ¿Va a perder el escenario magnífico que le brinda el destierro para hablar por sobre los tejados de América? ¿Va a malograr la popularidad inmensa que ha logrado en todo el continente? ¿No sabe que éste tiene atento el radar de su sensibilidad ansiando de él palabras de futuro? 4 - Más allá del justicialismo. La superación del viejo justicialismo es un reclamo imperioso del pueblo argentino. Y superación en cuanto tenía de bueno y de mejor. No digamos de sus vicios. El pueblo, tras esta sangrienta experiencia, exige la liquidación radical del oligarquismo, de la politiquería profesional, del entreguismo. Basta de medias tintas justicialistas. O todo o nada. No vamos a iniciar un nuevo ciclo de tira y afloja. Ni mucho menos de traiciones a los ideales del pueblo. Perón ejerce hoy un hechizo místico en la masa. Pone frío pensar en lo que va a pasar el día de su retorno. El país entero se pondrá de pie. Será el retorno del pueblo mismo a la Patria, a la Patria de los sueños. El es el único que puede exigirle al pueblo sacrificios heroicos para salvar al país del desastre económico en que le ha sumido la tiranía. ¡Hay de Perón si defrauda al pueblo! ¡Si no vuelve renunciador, visionario, magnánimo y humilde! Sobre todo humilde. Porque la humildad es la limpieza espiritual del hombre en cuya cara el sufrimiento o la santidad han encendido un reflejo de la majestad de Dios. Ser el hombre más amado y más odiado de América, cargar con la inquina de la oligarquía internacional y capitalizar la esperanza de las masas trabajadoras no de un país sino de viente configura una vocación de heroísmo, al cual renunciar sería traicionar al propio destino. El "todo o nada" del Braden de Ibsen es la única ejecutoria condigna de un auténtico reformador social. La mediocridad atenta contra la esencia misma de aquel a quien Dios eligió para que cabalgara sobre la mediocridad. Como reformador social, tanto en su vida pública como en su vida privada, Perón debe ser espejo en que se mire y a quien calque la inmensa masa que le sigue. Porque un reformador social - como he dicho en otra parte - se acerca más a un fundador de religiones que a un político y que a un conductor de pueblos. En su primera presidencia Perón dejó una impresión, aun en sus más enconados enemigos, de sorprendente capacidad creadora, agilidad mental, sensibilidad de masas, laboriosidad y austeridad de vida. En este marco de virtudes su genio, su indiscutible genio, brillaba aun ante la faz de sus enemigos sin que nada lo opacara. ¡Qué grande la andaba a sus enemigos! ¡Y qué chicos le andaban sus enemigos! Hizo una reforma social. Dióle al obrero hegemonía. Fue fiel a su vocación de pueblos. Pudo, buscando su

comodidad, acostarse a la oligarquía internacional y nacional. Este le habría cubierto de halagos. Le habría convertido en un héroe, pero, por fidelidad a su vocación y destino, prefirió vivir en perpetua zozobra y en perpetua lucha. En su segunda presidencia su personalidad fue perdiendo vuelo cada vez más. Por su culpa y por culpa sobre todo del coro de mediocridades que le rodeaba. Se anemió su garra revolucionaria ante la desesperación de su pueblo. Se desconectó de la realidad. Se aburguesó y aburguesó a sus equipos. Coqueteó con su alcanzado prestigio gastando su prestigio. Desestimó a sus enemigos como si su buena estrella, sólo porque sí, hubiera de volverle invulnerable. Para peor, no quiso crearse problemas ni menos que nadie de los suyos se los creara. Estos, en las antesalas de la Casa Rosada prevenían a los visitantes de todo lo que no debían hablarle a Perón. "No le venga con problemas". En esas antesalas se le cortaron las alas a la revolución. Un verdadero diluvio de fotografías y documentales volcó sobre el pueblo su vida íntima vaciándola de la reserva y del elemento mítico que, Platón decía, coloca al mandatario ante el pueblo en la perspectiva de lo divino. Cuando se aproxima el santo a las narices de sus devotos éstos le pierden la fe; cuando lo ven por dentro exclaman: "Te conocí manzano". Una buena dosis de misteriosidad conserva la autoridad. Perón se obstinó en conservar un cuadro de hombres gastados. No sé si fueron ladrones. ¡Creo que no! Ni siquiera si fueron torpes. ¡Creo que tampoco! Pero ciertamente no colaboraron a la grandeza de Perón. No fueron digno marco de él. Con su vulgaridad lo avulgacharon. Confundieron lo popular con lo populachero. Y le brindaron un plato diario de vulgacherías y populacherías babosas, que eran la desesperación de los hombres conscientes de la verdadera grandeza de Perón. Los actos partidarios fueron perdiendo el fuerte acento popular y criollo de la primera época, substituido por tonalidades de arrabal. El subproletariado suplantó al proletariado y sopló en la ciudad un fuerte vaho de oclocracia. El "más allá del justicialismo" no fue superación sino degeneración. El pequeño pero terrible libro de Spengler "Años decisivos" cobró trágica realidad entre nosotros. Habíamos desestimado demasiado al hombre-calidad y dado exagerado valor al hombre-cantidad. Así, si no perdimos, anestesiamos el pueblo confiando nuestra suerte al populacho. En la hora de la lucha el pueblo contempló desesperado nuestro derrumbe moral. Lo más grave de la crítica implacable, insultante y canallesca de la oligarquía contra Perón y Eva Perón fue el haber provocado, por lógica reacción, en el peronismo una explosión de elogios cuya desmesura se enderezaba más a herir a los enemigos que a exaltar a los amigos. Y lo peor de todo, habernos inhibido de la autocrítica. Esta, la que ni podían ni sabrán hacerla jamás los enemigos, habría evitado que vicios y errores extrínsecos ahogaran la vitalidad interna del sistema. La oligarquía cae, y cae por decrepitud interna, por desentonar con los tiempos, como la farmacopea de los galenos o la piedra filosofal de los alquimistas medievales. Tras la experiencia inmensa de estos años, empecatarnos en una terca terca defensa de nuestros errores, de métodos ineficaces y de hombres gastados probaría que no creemos en el dinamismo interno del justicialismo, cuya defensa no necesita de nuestras mentiras. Probaría nuestra ceguera política; porque dicha autocrítica veraz y aun cruel, en estos momentos de liquidación del oligarquismo, resulta a todas luces el método más eficaz para conquistar todo lo sano y progresista del país. Probaría en fin, que nuestra doctrina es superior a nosotros y que hemos dejado de merecer ser sus pregoneros y defensores.

No, no caímos vencidos por las armas. La rebelión estaba militarmente sofocada en todos sus focos. Caímos bajo el cúmulo inmenso de nuestros errores políticos, y de nuestra traición a una doctrina cuya vitalidad juvenil era aval de éxito frente al caduco liberalismo individualista. Sólo Perón pudo acabar con el peronismo en plazo tan perentorio. Pero, he aquí que cuando la personalidad de Perón pudo parecer definitivamente perimida, cuando pudo creerse sepultado para siempre a Perón. el genial y magnífico de otros tiempos, en el último Perón, sólo cenizas del primero, hace explosión el odio oligárquico acumulado en doce años, triunfo efímero de ideas muertas y el ocaso del último Perón se convierte en aurora radiante de un Perón nuevo que nace en la conciencia popular como al conjuro de portentosos avatares. La vitalidad interna de la doctrina salva al hombre. El justicialismo redime al peronismo. Y queda probado, por millonésima vez en el mundo, que hombres viejos con ideas nuevas vencen a hombres nuevos con ideas viejas. No, no podía desaparecer ahogado en odios, en calumnias, en vejámenes el creador de una nación socialmente justa, económicamente libre, políticamente soberana. Este estribillo, que no sólo había perdido todo sentido por repetirlo implacable la propaganda oficial sino se había convertido en tormento, recuperó de repente su vida y su prestigio, y se vuelve sagrada consigna de todo hombre digno. Lo repito una vez más. Las toneladas de calumnias, acusaciones e insultos y una ley, sin precedentes históricos, que prohíbe toda defensa del acusado bajo penas severísimas, redimen a Perón en la conciencia popular, le agrandan, le transfiguran en mito, en bandera, en la conciencia popular, le agrandan, le transfiguran en mito, en bandera, en ideal. Aparece ahora con toda nitidez su magnitud de primer orden dentro del proceso histórico. La masa no tiene ya que aceptar la imagen oficial del Perón que le impone la propaganda. Ella la hace. Y la hace inmensamente superior a la propaganda... De la discusión surge un Perón verdadero, más allá de las calumnias y de las adulaciones. El hombre de overol reconoce ahora los excesos egolátricos de Perón, que llenó al país de toponomásticas monocordes; reconoce su proclividad a rodearse de los peores, como si padeciera alergia a los hombres de valor; reconoce su infantil inclinación a la espectacularidad; reconoce uno a uno todos sus errores... pero, pero es el hacedor de la Argentina Justicialista de la hegemonía popular, de una nación libre y soberana, Cualesquiera sean sus errores no traicionó al pueblo ni traicionó su vocación fundamental y su destino. Nada más injusto que exigirle a un gran hombre las virtudes del mediocre. Y Ortega y Gasset en su ensayo "Mirabeau o el Político" (Obras Completas, III, p. 607) ha escrito y no sin causa: "Es un hecho universal que no hay grande hombre con virtud, se entiende con las pequeñas virtudes de los mediocres". Tiene Perón derecho a un buen cúmulo de defectos, acaso intolerables en los hombres medianos, los que compensa y sobrepasa su innegable genialidad. Ahora el pueblo pregunta apremiante: ¿Cómo está Perón? ¿No es cierto que le ha agigantado la persecución y el destierro? ¿No es cierto que no ha renunciado a su vocación y a su destino? Si para gruesos sectores ciudadanos particularmente de las clases superior y media la actual personalidad de Perón es un enigma, la masa obrera no duda de que Perón ha evolucionado como ha evolucionado ella misma al calor de la persecución. Todo permite presagiar que el gran dolor de esta hora engendrará una Argentina y un Perón de los que aquellos de 1945 no fueron sino un pregusto y un esbozo. El inmediato quehacer

A lo largo de esta carta quedan esbozadas algunas medidas prácticas en consonancia con el estado del país, pero para terminar permítame insista en dos más. I Mucha gente opositora, sobre todo del frondizismo y nacionalismo católico recién ahora, en la derrota del justicialismo, ha conseguido ver lo nuevo y magnífico que éste incorporó en nuestra historia. No lograron verlo, acaso por envidia acaso por ceguera, en los años del triunfo. ¡Cómo lucen nuestras tres banderas en medio del entreguismo actual! ¡Cómo contrasta la política económica interior y exterior (¡verdadera obra maestra!) de Perón con la de los craneocúmenos del entreguismo! ¡Qué grande la Argentina de ayer frente a la de hoy hambrienta, pordiosera, quemada de odios! Ahora bien. ¿Como incorporar a nuestras filas los gruesos sectores juveniles de la oposición quienes ven ahora meridianamente que arriar las banderas justicialistas es hacerle el juego a la oligarquía y a la antipatria? ¿Cómo incorporarlos a nuestros enemigos sin forzar a pasar vergonzosamente por las horcas caudinas? 1) Esclareciendo que poco importan las diferencias políticas (reducidas a meras simpatías por unos y otros hombres) cuando se coincide en un mismo ideal social. Poco importan precisamente porque la lucha se libra en el terreno de lo social. Duelan la oligarquía y el pueblo. 2) El peronismo si no necesita formar con los otros partidos obreristas un frente único popular contra el contubernio de los partidos oligárquicos, necesita ciertamente de la colaboración que aquellos partidos, compañeros en la lucha social. Colaboración que debería implicar el acceso de sus hombres capaces a altas funciones públicas, incluso a ministerios; la unión en las cámaras, en los sindicatos, en la integración de milicias obreras, imprescindibles tras lo ocurrido. En una palabra, sin que el radical frondizista deje de ser radical, por su decoro, debe considerársele verdadero compañero de lucha y debe entrar con todos los honores en la conducción del país. II La conciliación del peronismo con la iglesia es no sólo posible sino fácil. Y la reclaman inmensos sectores católicos y peronistas. Los siguientes hechos aconsejarán el temperamento a seguir. 1) Nadie en los amplios sectores adonde alcanza la influencia del clero está por la tiranía imperante, antes la detesta. 2) El alto clero, el curialesco, los religiosos y religiosos educadores de aristócratas católicos, a fuerza de leer "Azul y Blanco", se han forjado una mentalidad azuliblanquesca, mezcla de utopismos políticos, paternalismo social y religiosidad ventajera. Hay en estos sectores altos valores intelectuales. Tejen muy bien la intriga política. Son los enemigos más eficaces del liberalismo. Les han llevado una lucha sin cuartel a los gorilas. El descrédito galopante de éstos es obra: de sus disparates y de las acometidas de "Azul y Blanco" y de "Qué". Con la misma viveza con que han golpeado al gobierno tratan de dividir al peronismo y sacar tajada. Su principal argumento contra nosotros sigue siendo el diferendo de Perón con el clero, la amenaza de represalias a la Iglesia a la vuelta del peronismo, el marxismo que - ¡según ellos! - entraña el peronismo, aunque saben que mienten. 3) El clero humilde y la inmensa masa católica influida por él, aunque lee "Azul y Blanco" y acepta su ataque al gobierno, no acepta su oligarquismo indisimulado. Entre Perón y éstos se quedarían mil veces con Perón de saber que ha oreado su alma de resentimientos con la Iglesia, no se tomará disimuladas venganzas ni desatará innecesarios conflictos. 4) Frondizi hace cantatorias al clero, al Ejército, a los obreros, a todos. No es santo de la devoción de los católicas por su marcado corte izquierdista. Está atrayendo a no pocos obreros. Pese a su aparente oposición a los gorilas sería la solución de éstos. Por algo le han dado medio millón para su campaña, según mis informes. Se lo darán a Bramuglia y a quien quiera dividir al peronismo pues ésta es su gran preocupación.

En suma: la masa peronista más o menos católica, si no quiere ver a Perón en Canosa - ¡no! - tampoco quiere que sus sentimientos cristianos entren en conflicto, antes armonicen con sus ideales políticos. Desearía un acto de reparación hacia inmensos sectores del clero, más de ochenta por ciento y hacia peronistas que son militantes católicos a los que alcanzó injustamente la acometida a la Iglesia de 1955, hecha sin distingos. El Sr. Nuncio no puede haberse mostrado mejor dispuesto ni más afecto a Perón, aun después de su caída. Los gorilas le tienen catalogado como Peronista y le mantienen en cuarentena, como Perón a Mons. Fietta, por no escuchar éste nada más que a los antiperonistas y por informar adversamente al Vaticano. El Cardenal Copello está padeciendo implacable persecución, "por colaboracionista con la dictadura". Todo obispo y sacerdote obrerista de su contacto con los trabajadores no puede no sacar que la salida del caos económico y de la contienda civil requiere de un modo o de otro a Perón. La acometida de ésta a la Iglesia - también lo saben todos - no le salió a Perón del alma. Fue cosa postiza. Se la fabricaron. Lo embalaron. El fondo cristiano de Perón no ha sufrido mellas y, por debajo de su enojo contra el clero oligarca mantiene vivas las brasas de su fe en Dios y de su devoción a la Virgen. Y no crea que le escribo esto haciendo un hábil trabajito, muy jesuítico ( es decir, súbdolo). Nada de esto. Le digo la verdad tal cual yo la veo. La dureza con que escribo me nace del amor hacia Ud. Mis conceptos los subscribirán el 90 por 100 de los peronistas, quienes mal o bien son cristianos y se sienten lastimados por el conflicto del 55. Aun los que no tienen fe y están hartos de los curas, como mi amigo Puiggrós, comunista, quien lo quiere a Ud. como pocos. piensa igual. Ud. aliviaría al país como no se lo imagina con mostrar, en cualquier declaración de prensa, su preocupación por el golpe que pudiera haber sufrido el cristianismo en el alma del pueblo. porque éste es el problema de fondo. El país entero se estremecería de gozo si le oyera decir a Ud. "El diferendo entre la Iglesia y el Estado, los incendios de los templos, la acometida al clero, con ser hechos tan lamentables, me han preocupado menos que el quebrantamiento que pudieran haber sufrido en su fe cristiana nuestros trabajadores. Para evitar esto, en cuanto ha estado de mi parte, he repetido constantemente que soy católico y no tengo respeto humano de mostrar a todo el mundo la imagen de la Virgen de Luján que me acompaña en el destierro. Algún día se sabrá que fue la oligarquía ateo-liberal la principal responsable de los incendios de los templos. Un templo derruido se puede reparar. Yo ofrecí a la Iglesia doscientos millones para esto. Fuimos los peronistas quienes verdaderamente sentimos ese execrable sacrilegio. Nuestros opositores se llenaron de satisfacción hallando en ello un arma contra nosotros. "Sé que el clero argentino ha comprendido muy bien que nuestro diferendo con la Iglesia no le rozó ni la piel. Los clérigos posaron de héroes y de mártires ante el mundo porque la prensa oligárquica, de ordinario anticlerical, se hizo entonces la escandalizada y magnificó los hechos, pintándolos como perseguidores de la Iglesia. Pero el ataque que ahora le llevan a la Iglesia los liberales, ateos y masones encaramados al gobierno va contra el alma de a Iglesia. Siembra materialismo, ateíza y corrompe las conciencias juveniles. Son estos señores muy hábiles para hacer clericalismo, homenajeando al Sumo Pontífice y a las autoridades eclesiásticas, y anticristianismo, arrasando con los principios de las Encíclicas sociales y con la tradición cristiana de nuestro pueblo.

"Mi preocupación fundamental al implantar en mi país la justicia social que rodeó al pueblo humilde del indispensable confort no fue crear animales gordos, bien comidos y bien bebidos. Fue elevar el standar moral y espiritual del trabajador. Fue facilitarles que pudieran cultivarse religiosamente si libremente querían hacerlo, respetando siempre el fuero íntimo de las personas. Y esto es lo que más me duele ahora, que al reducirlos la oligarquía a la miseria y el hambre no gocen los obreros de las facilidades que nosotros les dimos para practicar su religión cristiana y para cultivarse espiritual y moralmente. Perdóneme esta carta descomunal. Créame que me sale desde el fondo del alma. No me tenga ni por un utopista ni por un angelito caído de las estrellas. No sé si con algún concepto le puedo haber molestado. Si viera Ud. mi intención y leyera en mi corazón me tendría - no lo dudo - por el amigo más grande que Dios le puso en su camino. Es mucho decir. Pero lo digo. Prefiero perder su amistad por decirle la verdad que no conservarla halagándole con mentiras. Creo firmemente que su estrella no tardará en amanecer, tras esta breve eclipse tan llena de enseñanzas, y que acrecentará su merecimientos con la Patria y con el pueblo humilde. Creo que el sufrimiento le ha unido íntimamente a Dios. Y no puedo menos de estremecerme de júbilo al ver que la lucha con la Iglesia no ha dejado la menor mella en sus sentimientos cristianos. ¡Cuántas cosas me gustaría decirle de corazón a corazón, que sé habrían de llenar su alma de satisfacción! Espero que muy pronto nos hemos de ver. Reciba un fuerte abrazo. Hernán Benítez @ |c4 Caracas, 19 de Mayo de 1957 Querido amigo: Al recibo de su carta del 14 de abril comienzo por preguntarme si ha recibido usted mi contestación a su anterior, que le remitiera por el conducto indicado en ella, de la cual menciona nada en la que ahora contesto. Le agradezco la información que me remite que en general coincide, en muchas partes, con la que poseo y con la situación que he vivido durante este año y ocho meses que llevo en el exilio. Parece inferirse de su carta, que usted no tiene conexión con las organizaciones clandestinas que actualmente trabajan en toda la República, de las cuales recibo a menudo informaciones directas o indirectas, pues su apreciación objetiva y sincera, parece prescindir de este factor para ceñirse más al clásico concepto político. Desde que se produjo la "Revolución de los Gorilas" en 1955, he ido persuadiéndome cada día más que "nuestro curso" no obedece tanto a las formas locales y circunstanciales de la política clásica, sino que representa un "hecho nuevo" en la historia política nativa. Existen dos horizontes que es menester analizar: el primero, constituido por numerosos dirigentes que se esfuerzan en sobrevivir, superados por los acontecimientos. Ellos recurren naturalmente a enroscarse en las maniobras políticas, como la única forma de lograr su objeto. El segundo, formado por las organizaciones clandestinas insurreccionales, que resisten bien y con éxito, encuadradas por nuevos dirigentes que han surgido de la masa adoctrinada y politizada por la acción del Justicialismo que, en este campo, ha hecho más de lo que muchos creen. La primera tanda de dirigentes, muchos exilados, otros presos, algunos sueltos, han tratado de mantener lo que ellos creen que es su predicamento político, actuando aleatoriamente en los movimientos y sucesos ocurridos. La segunda, ha tratado de mantener la cohesión de las fuerzas peronistas, mediante la organización clandestina y la resistencia. Numerosas organizaciones inconexas entre sí constituyen

hoy esa fuerza de la insurrección. Sin embargo ya en muchas partes comienza a actuarse con más unidad. Aparte de estas fuerzas, que podríamos considerar políticas, actúan las organizaciones gremiales, que también han cambiado de dirigentes y que se agrupan disimuladamente en los gremios tendiendo a formar la CGT Unica o Intransigente. Fuera de la acción, se mueven los que, constituyendo una inmensa masa, peronista en el fondo, no están embanderados en la lucha activa de la resistencia, ni pertenecen efectivamente a organizaciones insurreccionales. En cambio, esta masa, interviene en hacer presente todos los días en todas las circunstancias, en cada lugar de la República, su protesta por las calamidades que comienza a sufrir. Así colabora muchas veces sin saberlo, en la resistencia. A esta masa pertenecen además de los peronistas no activos, los arrepentidos, que antes también protestaron por natural y por costumbre, pero que hoy ante las realidades que les brinda la tiranía se comienzan a poner frenéticos. Hay todavía dentro del bando enemigo de la dictadura, los que inicialmente estuvieron con ella, abierta o encubiertamente, que porque no consiguieron lo que anhelaban o fueron vencidos en las contiendas palaciegas, se alistan ahora en la legión de los resentidos y echando mano a nuevas formaciones Azules, Blancas, Populistas, Neoperonistas, etc., tratan de mantenerse para no morir olvidados y despreciados. Colocados de frente a la dictadura que los aguanta, se han apoderado de la oposición legal, al margen de la ilegal desarrollada por los peronistas. En el bando gorila quedan sólo los marinos, militares, aeronautas, políticos y oligarcas empeñados en defender su vida, más que en insistir en las orientaciones y barbaridades que vienen cometiendo. Estos individuos que forman los elencos gubernativos y encabezan las fuerzas "leales" a la "Revolución Libertadora" saben que han fracasado pero forcejean por agotar los medios aun fueran reemplazados en el Gobierno por un Frondizi que cuenta también con el apoyo de algunos de ellos. La oligarquía cree que aun es posible "salvar la ropa" mediante un subterfugio político, haciendo una alianza con sus eternos socios: los radicales. Fuera de este panorama, que podríamos considerar exclusivamente político, están los argentinos y extranjeros que por ideales o intereses se mantienen ligados a los acontecimientos pero que, por razones de idiosincrasia se mantienen en el limbo o en la estratosfera, llámense comerciantes, productores, industriales, intelectuales, independientes, etc., que cada día que pasa están más en oposición a la dictadura porque no pueden negar sus horrores, sin que ello signifique que se han pasado al peronismo, del que fueron enemigos. Entre éstos están también la mayoría de los curas que siguen pensando más en los problemas intrínsecos que en las necesidades convenientes de la Patria. Todo este sector que, afortunadamente, no es muy numeroso en la actualidad, porque la violenta crisis los ha impulsado a tomar partido, representa ese sector despreciable que Licurgo sancionó como el delito más infamante para el ciudadano: "que en una contienda en la que se juega la suerte de la Nación, no estuviera en ninguno de los bandos o estuviera con los dos". Este panorama conforma sintéticamente la situación que yo veo desde acá, sin entrar en el fárrago de los acontecimientos secundarios que se escalonan en la lucha interna

subsidiaria entre los gorilas ambiciosos por dominar o entre los peronistas que comienzan ya a vender la liebre, antes de cazarla. Es indudable que, aun dentro de esta situación se mueven, tejen y destejen, los intereses, las pasiones y aun los ideales, pero es necesario prescindir de lo subjetivo, que cualquier imaginación puede inferir, para someternos a lo objetivo, que es lo único seguro y fehaciente. En estos casos la imaginación suele ser mala consejera. Todo este proceso, está demostrando que, como dije hace un año, la dictadura por naturaleza misma de su procedencia, está irremisiblemente perdida y "después que uno está perdido, no lo salvan ni los santos", según dice Martín Fierro. Pero el proceso está indicando que mientras nuestros enemigos se descomponen, nosotros nos componemos. Lo que me afirma en las convicciones que sostuve cuando, también hace un año, afirmaba: "La fuerza del Peronismo radica en que, su línea intransigente, frente a unos y a otros, está en la propia naturaleza del desarrollo histórico, en tanto que las otras tendencias sólo viven y pueden actuar en el plano estrictamente político. Sus éxitos sólo pueden ser éxitos políticos, sin la gravitación ni la trascendencia del quehacer histórico. Y, por ser éxitos meramente políticos, su signo en el tiempo y en el espacio, es la fugacidad. El quehacer político sólo puede adquirir vivencia cuando tiene como sustento la línea histórica. En épocas de normalidad, es fácil confundir la importancia del hecho político que adquiera así falsamente categoría permanente, pero existen períodos de la vida nacional, en los que está en juego su propio destino, en los que el quehacer histórico es el dominante. Estos períodos están siempre señalados por la presencia de los "hechos nuevos". El Pueblo Argentino no difiere de los demás pueblos: está formado por hombres y mujeres con las mismas virtudes y los mismos defectos y, en consecuencia, no se le puede pedir que esté formado de santos y héroes. Frente al ataque de la reacción y a la traición y defección de las fuerzas armadas, hizo lo único que podía hacer: no hacer nada. Los dirigentes, es indudable, no estuvimos a la altura de nuestra misión y un Pueblo sin dirigentes tarda en reaccionar. Ahora, los Pueblos reaccionan por ideales y cuando no lo hacen por ideales, lo hacen después por desesperación. Eso es lo que está pasando. El perro y el gato son dos ejemplos magníficos de esto. Si son atacados reaccionan de distinto modo: el perro contraataca inmediatamente y hay que matarlo. El gato procede de distinto modo: atacado dispara, si usted lo encierra en una habitación y comienza a pegarle, trata primero de meterse debajo de los muebles pero, si el látigo le alcanza aún allí, trata de subirse por las paredes y cuando se persuade que no lo puede hacer, se prepara a resistir, lo enfrente al agresor y, después, que le pegue si puede: es un materialista con dominante instinto de conservación. El Pueblo se parece más al gato que al perro. Nuestro Pueblo justicialista animado de un ideal, nos viene demostrando que esa fuerza que es el ideal, da permanencia al esfuerzo, pero no le da intensidad. Sólo el odio, que engendra otra fuerza. es el que arrima esa intensidad en la lucha. A nosotros, dominados por el ideal patriótico, nos faltó intensidad en la lucha. A nosotros, dominados por el ideal patriótico, nos faltó odio y por eso no peleamos. La tiranía con la cadena de sus crímenes y fechorías, nos ha dado odio por toneladas. La próxima lucha va a ser de distinta naturaleza. Lo más peligroso de los pueblos está en su reacción por desesperación cuando el odio intensifica su lucha.

Esto también es preparación para acciones futuras. Yo siempre he creído que el estado anímico de las masas tiene una importancia preponderante aun sobre las formas materiales de la organización y preparación para la lucha. Cuando apreciamos los factores determinantes de esa organización y preparación cometeríamos un tremendo error si, por tratarse de materialismo, no considerarámos el hambre, la miseria y el dolor, como aglutinantes y comburentes para la acción. Todo cuenta en la lucha. Por eso digo a menudo que, mientras nuestros enemigos se descomponen, nosotros nos componemos. Nosotros debemos ahora bregar sin descanso por alcanzar una organización y preparación adecuada del Pueblo en el mismo camino que llevamos. El Justicialismo ha nacido al influjo de una misión que es su razón de ser: la defensa del Pueblo. Eso es lo que ningún peronista debe olvidar. Durante diez años, desde el Gobierno Constitucional, hemos cumplido fielmente esa misión y el Pueblo lo entiende así. El día que no la cumpliéramos, el peronista no tendría razón de existir. Una malhadada aventura de marinos y militares, al servicio de la reacción y mercenarios de intereses foráneos, han sumido al Pueblo nuevamente en la miseria y el coloniaje. Para el Movimiento Peronista el deber de la hora no puede ser otro que devolver al Pueblo lo que se le ha quitado y a la Nación la dignidad de que ha sido despojada. Toda otra consideración pasa a segundo término. Los que piensan que el deber de este momento puede ser el de pacificar a la Nación y complicarse en soluciones a espaldas y en perjuicio del Pueblo, están traicionando esa misión. Establecido con toda claridad el objetivo que perseguimos, lo que surge de las Directivas e Instrucciones del Comando Superior Peronista que establecen que vamos a la revolución justicialista con todas sus consecuencias, que se impone porque la dictadura nos ha cerrado el camino de toda posibilidad pacífica. Vale decir que luchamos por devolver al Pueblo todo lo que se le ha quitado, consolidarlo y extenderlo. No luchamos por soluciones para los dirigentes ni para entronizar un partido en el poder, como sucede con nuestros enemigos. De eso se infiere que, para nosotros, el tiempo no es un factor que interese, sino secundariamente. Lo que interesa primordialmente es la misión. Lo haremos cuanto antes podamos, pero si no también lo haremos. En consecuencia, la acción que debemos desarrollar en busca de una decisión no depende sólo de nuestra voluntad sino también de la del enemigo, como asimismo, fundamentalmente, de la situación propicia para lograrlo. Esta situación propicia depende de numerosas circunstancias entre las cuales está nuestra organización, preparación, grado de intensidad de la resistencia, desgaste de nuestros enemigos, descomposición de la dictadura, caos económico y social. anarquía política, putrefacción de las fuerzas que respaldan a la dictadura, cansancio del pueblo, etc., etc. Es conveniente también considerar que la dictadura también tiene su plan para asegurar el continuismo mediante las combinaciones políticas y subterfugios de la misma naturaleza, como asimismo sus aliados para influir en nuestra masa peronista a través de los dirigentes que, olvidando su misión, entran en soluciones personales y que la masa puede ser influenciada en una dirección contraria a nuestros designios justicialistas por engaño, por cansancio o simplemente porque anhele una solución a sus tremendos males.

Sin embargo, nosotros no debemos ser influenciados en nuestras decisiones fundamentales por meros hechos políticos circunstanciales, desde que sólo deben interesarnos aquellos que realmente tengan trascendencia y sean permanentes y dominantes. En ese sentido, pueden formarse partidos, puede llamarse a elecciones, elegirse constituyentes, reformarse la Constitución y aun constituirse nuevo gobierno, sin que nosotros tengamos por ello necesidad de cambiar nuestras decisiones iniciales, ni alterar nuestra acción, ni nuestros planes. Sea ahora, sea dentro de poco o sea dentro de mucho, nosotros tenemos objetivos que alcanzar y, luchando tesonera y perseverantemente hemos de lograrlo. quiero decir que todo lo que se está produciendo en el país, forma parte de un panorama que es interesante conocer y contemplar, pero que no debe serlo para que nos sometamos a la voluntad de nuestros enemigos, sino para luchar neutralizando unas, destruyendo otras, y dominando a las demás para imponer nuestra voluntad, mediante el aniquilamiento de la dictadura reaccionaria militar. De ello fluye que nuestro objetivo inmediato es el aniquilamiento del enemigo, base para imponer nuestra voluntad y realizar los objetivos. Para decidir ese aniquilamiento hemos decidido ya la organización clandestina, la resistencia y un plan que se ajusta a las necesidades cambiantes de la situación. El tiempo, las ayudas de nuestros enemigos y el ajuste de nuestra preparación, deben hacer el resto. En situaciones como la nuestra, nada ha de ser preconcebido, sino la misión que surge de los objetivos fijados. Todo lo demás depende exclusivamente de las circunstancias, no sólo porque la lucha es entre dos voluntades (la nuestra y la del enemigo) sino también porque es muy difícil prever los hechos cuando intervienen factores tan imponderables, como son, en este caso, las macanas que hacen los del provisariato o las circunstancias nuevas y cambiantes que se desencadenan por la acción del Pueblo o de las fuerzas organizadas o inorgánicas. Establecer preconcebidamente una línea táctica, fijando fechas y formas de ejecución, es marchar a la ventura, porque bien puede darse la circunstancia de coincidir allí las peores condiciones y verse obligado a seguir en una situación desfavorable. Ello impone otro sistema: alcanzar una organización y preparación adecuada para todas las circunstancias y mantener buenos enlaces y comunicaciones para aprovechar el momento más oportuno que se presentará quizá cuando menos lo esperemos o, por lo menos, para estar en condiciones de hacer frente a cualquier situación en las mejores condiciones de apresto. Es natural que tendremos que enfrentar el apuro de los dirigentes que ya están listos con sus organizaciones y que sienten ansiedad por "largarse", pero es siempre menos importante eso, que tener que soportar después las consecuencias de un fracaso que puede ser definitivo. Los acontecimientos políticos generales están siendo cada día más favorables y lo serán aun más en el futuro especialmente si, como se va viendo, el Pueblo comienza a desbordarse y obrar por su cuenta, demostración que está patente en los mitines que se han realizado últimamente. Todo el abigarrado maremagnum de hechos, provocados por las agrupaciones políticas caotizadas por la resistencia, por las disensiones internas de los gorilas, por la defección de las fuerzas, por las ambiciones gorilas, por los intereses en juego, por las penurias del Pueblo, por la decadencia de los productores, industriales y comerciantes, por el derrotismo ya imperante. Mientras ellos se descomponen nosotros debemos componernos. El tiempo trabaja para nosotros ¿a qué entonces pretender reemplazar el tiempo?, hay que ayudarlo.

Nosotros no debemos considerar que la mala conducta de algunos dirigentes peronistas, como los que han tratado de constituir nuevos partidos o buscar arreglos con nuestros enemigos, pueda influenciar la posición de la masa, porque sabemos bien que ni el engaño ni las promesas, ni las simulaciones, harán que esos dirigentes que nunca representaron nada en el peronismo, puedan ahora representar algo en la traición. Una masa adoctrinada y "politizada" como la nuestra no es de las que ceden a las maniobras políticas tan conocidas. A ello se suma que ya no se trata sólo de devolver conquistas obreras, sino que hay un profundo odio que saciar y las masas masacradas y escarnecidas, los dirigentes torturados, fusilados y encarcelados, las organizaciones destruidas y robadas, los hogares atropellados, los muertos, etc., no se arreglan ya con devolver algunas conquistas materiales. El Pueblo quiere "sentir tronar el escarmiento" y nada se arreglará hasta que esto se haya producido. El estado insurreccional de nuestra gente es excelente y espiritualmente está todo listo, sólo nos falta la organización y preparación indispensable para poner en potencia real a la preparación anímica que, es muy importante, pero no es todo. Pero ya estamos en marcha para lograrlo. Mucha de nuestra misma gente comete el error de creer que es necesario presentar una gran batalla a la tiranía que, disponiendo aún de una fuerza considerable, no puede ser batida en esas condiciones. Nosotros no debemos presentar esa batalla con que sueña la dictadura, porque allí ella podría ser más fuerte y nos llevaría al campo que le conviene. Debemos, en cambio, batirla mediante millones de pequeños combates en todas partes para que, a pesar de su fuerza, sea impotente para concurrir. Esa es la razón de ser de la resistencia y ése es el camino para aniquilar a la dictadura, sin que ésta no tenga ni siquiera la posibilidad de defenderse. Esta es la situación como yo la veo y las líneas generales de acción establecidas para encararla y en base de lo cual se ha comenzado ya hace mucho tiempo a trabajar. Mis noticias son optimistas en cuando a la marcha de la organización. No es suficiente que la dictadura caiga, es menester tener con qué recibirla en la caída. He leído y releído la situación que me pinta y me confirma mis anteriores informaciones, que me han permitido vivir la situación a cinco mil kilómetros de distancia material pero muy cerca con el pensamiento de lo que se está decidiendo allí. Todo para mí es natural porque conozco bien a los hombres que actúan y tengo una gran experiencia del oficio. Ya en 1955 en mi libro "La Fuerza es el Derecho de las Bestias" pude decir lo que los hechos han ido confirmando después. Lo que no conozco me lo imagino. Comparto la necesidad de la autocrítica y la he compartido siempre, sino que usted no imagina siquiera lo difícil que es hacer lo que se piensa en el Gobierno. Usted ve que estos que todo lo veían mal lo han hecho peor. Que nuestros hombres cargados injustamente con las ignominias de la falsedad de estos bandidos, han sido ángeles en comparación a los sátrapas que los reemplazaron. Que nosotros podemos haber cometido errores pero éstos los han transformado en horrores. El único que no se equivoca ni se ha equivocado es el Pueblo que, cada una de estas ocasiones, demuestra que tiene una nariz superior a la de todos y huele lejos. Lo importante por ahora es saber que ese Pueblo está con nosotros, no es tan importante saber por qué. Sobre las responsabilidades que aun usted quiere cargar sobre las espaldas de Perón en el futuro, no estamos de acuerdo. El primer "peronista sin Perón" he sido y sigo siendo yo. Ya en 1946, en la primera reunión de dirigentes en el Gobierno, hice una conferencia

en el Salón de Y.P.F. y recuerdo que les dije: hay que tomar la doctrina y las banderas, entregarlas al Pueblo y luego hay que tirar a Perón por la ventana. El único inconveniente que hasta ahora se ha presentado para hacer eso ha sido la falta de un hombre con suficiente predicamento para encargarse de llevarlo adelante. En esta encrucijada actual, creo que muchos hombres del peronismo han acumulado experiencia, como para intentar la metamorfosis y realizar el milagro. Si en este momento apareciera ese peronista, estoy listo para entregarle la bandera, que ya comienza a pesarme, para que la lleve al triunfo. Pero, desgraciadamente, todavía no lo veo. Pero, es menester pensar que nosotros no vencemos al tiempo y que éste nos vence a nosotros. Lo único que vence al tiempo es la doctrina y la organización y nosotros tenemos las dos cosas, aunque algunos no lo crean. La superación del viejo justicialismo ha de venir sin duda, pero ya no será obra mía, sino de los que me sigan y del Pueblo. A mí no me interesa la gloria, ni el poder, ni siquiera la historia, porque sé cómo se la escribe y cómo se la elabora. Me basta con haberla hecho. No estoy ni amargado por lo que ha sucedido, ni eufórico por lo que está sucediendo, porque nunca trabajé para mí, sino para el Pueblo. Por eso ni me dolió la derrota, ni me halaga el fracaso de mis enemigos, sino en la medida que las ha de sufrir el Pueblo. Creo ahora que el Pueblo debe hacer su parte en el esfuerzo y en sacrificio y que su liberación ha de ser obra de él. Por eso he propugnado las formas que antes le indico, como norma para su acción futura. Si yo, por arte de un sortilegio, pudiera resolverle la situación, no lo haría, porque creo que sería el mas flaco servicio que pudiera prestarle. ¿De qué vale dar a los pueblos lo que ellos no son capaces de defender? De esta tiranía el Pueblo debe salir fortalecido y capacitado como lo anhela el Justicialismo y, eso, sólo se producirá cuando el sacrificio lo haya ennoblecido y purificado. Está en camino de hacerlo, las cosas pintan ya como seguras y todo hace prever que estamos cerca de las primeras victorias, que escalonarán el sendero del éxito. Hay que dejarlo hacer: sólo así sabremos si lo merece. Los pueblos merecen la libertad y la justicia, cuando son capaces de conquistarla, si no merecen la esclavitud. Sobre lo que me dice que debo comenzar a hablar, creo que aun no ha llegado el momento, sino para hacer la lucha. Lo que hable estará dirigido a los que sostienen la defensa y realizan la resistencia. Para los demás no conviene aún decir nada. Ya el Pueblo lo dice todo. A mí me conviene ahora callar, porque el hombre sucumbe más por lo que dice que por lo que no dice. Ahora es la hora de que hable la tiranía, que mucho lo necesita. Por mí, hablan más los hechos, con su elocuencia irrefutable, ¿para qué agregar el escarnio a una ignominia que todos ven claramente?, porque yo no podría hablar sino de eso. Prefiero callar por ahora. Ya llegará la hora de hablar, y, si Dios quiere, cuando lo haga será "con toda la voz que tengo". Yo volveré como usted quiere: "renunciador, visionario, magnánimo y humilde" no por cálculo, sino por naturaleza y por costumbre, como asimismo, porque ése es mi estado de ánimo. El que ha vivido lo que yo y ha pasado por lo que yo he pasado, si no es un estúpido, no puede pensar ni sentir de otra manera. El diferendo sobre la Iglesia, para mí, no tiene la importancia que muchos le han atribuido, porque se trata de una falsedad más, inventada por la satrapía política, de la cual no han escapado muchos de mis hombres, ni ha estado ausente gran parte de nuestros ilustres prelados. Para mí sigue no habiendo habido conflicto con la Iglesia, sino con algunos sacerdotes que violando sus más elementales deberes no sólo entraron en

las intrigas políticas sino que azuzaron una lucha que estaban en la obligación de evitar. Yo no he tenido, ni tengo nada con la Iglesia, de modo que nada tengo que explicar en este sentido. Los hechos ocurridos, por lamentables que ellos sean, no pueden ponerme a mí en la obligación de dar una explicación que corresponde hacer a los culpables de estos hechos. Yo no estuve en el bando de los malos sacerdotes que dieron lugar a la reacción popular, como tampoco estuve en el bando de los que reaccionaron, porque estoy seguro que no fueron peronistas. A su hora condené los hechos y, para mí el asunto ha terminado. Quizá. una explicación que saliera de esto, que es lo natural, que es lo real, que es la verdad, me hiciera aparecer como participante de una cosa en la que nada tuve que ver. Yo, que construí un montón de iglesias, no iba a tener la idea de quemar cuatro de ellas. Esto se ha aclarado mucho y se ha de aclarar aun más con el tiempo. ¿A qué pretender reemplazar al tiempo? Los hechos actuales están demostrando quién es quién, dejemos un poco a los hechos, que luego tendremos mucho que hablar para persuadir. He leído su carta con gran satisfacción y se la agradezco mucho. No todos los hombres escriben lo que piensan, ni lo que sienten. Nada de cuanto usted dice deja de ser la verdad y yo estoy ya acostumbrado a que la verdad no me moleste. Muchos me han de haber juzgado por las calumnias y las mentiras de los que aun creen que se puede hacer una realidad con falsedades, sin percatarse que la realidad es siempre la verdad, y que los hombres pueden decir una mentira pero no la pueden hacer. Ello me ha persuadido de que mis hombres, salvo excepciones, han sido también objeto de la vil calumnia de nuestros enemigos y mantengo mi fe en ellos hasta que se me demuestre lo contrario. No soy de los que creen que todos han sido malos porque lo dice la gente y menos aún la gente interesada. Yo no tengo derecho a dudar de ellos ahora y no me siento ecuánime para establecer un juicio que podría ser aventurado e indigno de mí. La autocrítica reside en esa ecuanimidad, porque de lo contrario se convierte en calumnia o murmuración. Yo he aprendido en la vida a tener fe en los hombres hasta que me engañan y no puedo probar que mis hombres me hayan engañado. Si muchos de ellos han defeccionado en la hora de la prueba, ni siquiera eso puede probar que antes hayan sido malos. El tiempo suele ser a menudo nuestro mejor juez, porque la verdad y la justicia como todos los alumbramientos necesitan su tiempo de gestación. Yo no le temo ni al tiempo ni a la verdad. Dios quiera que todos mis compañeros se sientan así, porque los que les teman, recibirán su castigo en ese mismo temor. Pero yo no quiero cargar con el peso de mi temeridad de juzgarlos antes que el tiempo y la verdad lo hayan hecho, porque nada adelantaría con su desgracia. Yo siempre he entendido la lealtad como mutua, porque cuando es unilateral deja de ser lealtad para convertirse en servilismo. Si yo no me atrevo a juzgar aún a mis hombres, cuando he vivido con ellos y los conozco como nadie puede conocerlos, cómo podría aceptar el juicio superficial y aventurado de los que los condenan sin conocerlos. Entre los mil peligros que tiene el Gobierno, uno hay que es el más terrible: la ingratitud. Ello se produce por la facilidad con que somos juzgados los que trabajamos de buena fe, frente a la injusticia y la mala fe de los demás. Por eso no me atrevo a juzgar, aun con la extraordinaria experiencia que me dan los años, los éxitos y los fracasos.

Sé que muchos habrán procedido mal pero de su conciencia responden ellos, en tanto de la mía respondo yo. Con eso me basta por ahora. La selección de los que me han de suceder ya no es de mi incumbencia. Ya la extraordinaria dialéctica de los hechos con su elocuencia indeformable se encargará de todo. El nuevo justicialismo podrá montarse sobre los fundamentos de nuestra labor, de nuestro sacrificio y de nuestra experiencia. Nosotros hemos mostrado el camino para los que lo quieran recorrer, pero no es menester que los llevemos en brazos. A mí y a mis hombres se nos ha acusado de todo pero no han podido probar nada. Entonces se han ensañado con la calumnia sobre nuestra vida privada, lo que, en el mejor de los casos, probaría que somos malas personas, pero excelentes funcionarios. Y, no creo que ellos sean los encargados de juzgar nuestra conducta privada, ni tampoco los más autorizados a hacerlo. Por lo pronto, como funcionarios, han resultado mucho peor que nosotros, según surge claramente de los hechos presenciados y como personas, tampoco han resultado más calificados, desde que han asesinado, robado y delinquido en cuanto un hombre pueda tener de más despreciable. Ni la venganza, ni el perdón están en mis manos, sino en las del Pueblo. Sólo él será el encargado de aplicarlos y estoy seguro que lo hará de distintas maneras. Por eso poco valdrá cuanto yo pudiera hacer a ese respecto. Aun cuando anhelo regresar a la Patria, no me ilusiona hacerlo como ídolo, porque yo ya he superado esa etapa. Me interesa en cambio, poder hacer el bien al Pueblo, que lo veo en manos mercenarias y deleznables. La oligarquía está muerta y lo estará cada día más. Nosotros ya terminamos con ella, aunque reaccione ahora y ponga en juego sus artimañas conocidas, podrán vegetar, pero poco. La comunidad argentina ya se ha librado de ese flagelo. Nuestra intransigencia y la lucha que llevaremos adelante ahora y siempre, se debe deducir de la actitud de nuestros enemigos: cuando a un Pueblo se le cierran todos los caminos, no tiene otro remedio que abrir nuevos a la fuerza. Eso haremos, Si, en los actuales momentos, la alcahuetería política consigue llenar de incertidumbre a la masa y desviar a muchos de su deber y de su fe, llegará el día en que no lo pueda hacer y ése será nuestro día. En el peor de los casos, si el Pueblo llegara a conformarse con la esclavitud, la ignominia y la explotación, allá él, no somos nosotros los encargados de hacerlo feliz a la fuerza. Como yo no quiero nada para mí, sino para él, mi deber termina cuando empieza su deber. Si el Pueblo lo quiere me tendrá siempre a su lado, si no ya ha terminado mi misión. Yo no necesito, ni quiero nada del Pueblo. No sé si él necesitará y querrá algo de mí. "That is the question." Le ruego transmita mis afectuosos saludos a los compañeros. Un gran abrazo. Juan Perón. |c5 Caracas, 4 de septiembre de 1957 Señor R.P.D. Hernán Benítez Buenos Aires Mi querido amigo:

Al terminar la etapa que podríamos llamar del "fraude constituyente", deseo hacerle llegar mi saludo y mi palabra, como a uno de los de trabajaron para alcanzar los resultados que, pese al fraude, demostraron un estado de opinión lapidario para la canalla dictarorial. Sé bien que no conoceremos nunca los resultados reales de esa farsa, pero sé mejor aún que ellos la conocen en toda su elocuente realidad y eso me basta. Sería inútil hacer cálculos subjetivos ya que conocemos una verdad: el Pueblo sigue firme pese al fraude, a las masacres y los fusilamientos. Las torturas y el terror no han sido capaces de doblegar al Pueblo y la mística ha resistido, en las peores condiciones, una prueba de fuego. Eso me satisface. Las elecciones, en cambio, nos han dado una pauta definitiva para el futuro: en cualquier elección se hará fraude. La dictadura no puede ni quiere ofrecer al país sino una legalidad fraudulenta. Se ha decidido dejar un gobierno continuista mediante cualquier procedimiento. Lo hará por el fraude o la violencia, como lo ha hecho todo. Si llama a elecciones hará fraude y, si aun mediante este arbitrio, no consiguiera imponer su voluntad, dará un golpe de estado "gorila" y tratará de perpetuarse. Sería ingenuo de nuestra parte no comprenderlo así. Frente a esas condiciones creadas, nuestra conducta no puede ser otra que enfrentar la realidad. Sólo Frondizi puede creer lo contrario, porque él juega a dos cartas: mientras trata de robarnos votos a nuestro Movimiento, mendiga a la dictadura la posibilidad de que lo dejen actuar, esperando que le dejen ganar, sin percatarse que su suerte está ya decidida. Su frenético deseo de ser Presidente lo ha perdido. Está vetado por la dictadura y nuestra gente sabe que es también un enemigo. Estoy convencido que Frondizi no será nunca aceptado por la dictadura, porque para ella es peronista, y nuestra gente no lo puede aceptar porque ha sido de la "libertadora". Nuestra acción es simple: debemos seguir en el camino emprendido. Las elecciones son para nosotros un hecho más de la dictadura, que no puede cambiar nuestros planes, ni modificar nuestras anteriores decisiones. Se impone, en cambio, intensificar y extender la organización, perfeccionar los enlaces y mantener una conducción más centralizada, todo ello encaminado a mantener la cohesión de la masa para hacerle llegar las directivas dirigidas a mantener la unidad de acción indispensable. a ese efecto, como la distancia hace imposible mi acción directa, el compañero Doctor John W. Cooke, tomará la conducción desde Chile y se encargará de reemplazarme. El mantiene permanente contacto conmigo y sus decisiones son las mías. Así lo hemos hecho saber a todos los organismos partidarios y agrupaciones sindicales. Le ruego, en consecuencia, que haga saber a todos nuestros amigos y compañeros esta decisión, a los fines de una conducción más ajustada a la realidad y necesidades actuales. El Doctor Cooke comunicará en el futuro las decisiones y directivas del Comando Superior Peronista y él debe ser obedecido. Nadie más puede invocar mi autoridad y menos aún mi nombre para el manejo y conducción de nuestras fuerzas. Veo en las aventuradas iniciativas el terrible peligro de una confusión futura. Los que sueñan con formar nuevos partidos están fuera de la realidad y apoyan solapadamente a la dictadura en su designio de dar apariencias de legalidad a un acto ilegítimo y fraudulento que prepara para lograr un escape político que no tiene por otro camino. Hacerle este juego a la canalla dictatorial es toda una traición al Pueblo y así lo

denunciaré en su hora. Nunca más que ahora es necesario "cerrar filas" en el Peronismo. El confusionismo es dictatorial y de los que desean pescar a río revuelto: hay que oponerle un frente unido y una masa cohesionada, lo que ya está logrado, sólo falta apoyarlo y propugnarlo por todos los medios. Un gran abrazo Juan Perón |c6 Al General Juan D, Perón Amigo muy querido: Trazo estas líneas - créame - con no poco de la amargura que me aquejaba aquella aciaga mañana del domingo 28 de julio del 52, cuando dejé la residencia presidencial acompañando al cadáver de Eva Perón. "Presiento que no volveré jamás a esta casa" - le dije entonces al Dr. Tomás Casares, cuando bajábamos las escaleras de la planta alta al hall de entrada. Así fue, jamás volví. Tal como me lo presagiaba el corazón. Hoy aquel solar es un montón de escombros. Lo bombardeó el odio para que no quedara rastro alguno de Evita. Presiento ahora como entonces que estas páginas bajan un telón no menos definitivo a nuestro diálogo epistolar. Diálogo que - ¡sabe Dios! - empecé pletórico de esperanzas. Abrigaba la ilusión de que usted y yo volveríamos a nuestras pláticas de casi tres lustros atrás, de los años 43 en adelante, cuando soñábamos, más que conversábamos, sueños que muy luego se trocaron en realidad. En la gloriosa realidad de su primera presidencia. Desde el 43 nos unió una misma pasión social. A ambos nos dolía por igual dentro del alma el dolor de los pobres. Nos mordía dentro el misterio de la injusticia social. Para imponerla dentro de un mundo esclerosado en la injusticia yo no contaba, ni cuento, nada más que con balidos de cordero. Por mucho que me queme las entrañas un carismático profetismo sacerdotal. En tanto usted poseía, y posee, un incuestionable genio político. Genio tan enorme que, en tres años, sin antecedentes políticos ni estructura partidaria ni praxis electoralista, venció a la Unión Democrática, aquel pandemónico contubernio que maridó inverecundamente a conservadores con radicales, a individualistas con comunistas, a curas con masones, a blasfemias con jaculatorias. Su primera presidencia (1946-1952) constituyó en la Argentina una edad de oro. Liberó las masas, petrificadas en servidumbre y ajenas a derechos humanos, articulándolas a la vida nacional y convirtiéndolas en factores de poder. Redimió al país del colonialismo bucólico pastoril. Lo industrializó sin desmedro de su potencial agrícola ganadero. Le dio a la nación industrias, producción, trabajo, estabilidad, riqueza. Atrajo capitales, técnicos, especialistas. Aseguró a los inversores y a los ahorristas estabilidad bancaria, autocontrol inflacionario, seguridad de futuro. Consolidó las fuerzas gremiales en una C.G.T. monolítica, a tenor de las enseñanzas de las encíclicas. Barrió de la memoria de los argentinos los sabotajes obreros, las huelgas, las semanas trágicas. En fin: consiguió Usted que nos envidiara toda Latinoamérica y nos respetara la todopoderosa Norteamérica. El peso argentino superaba al franco suizo. Y del dólar no conocíamos ni el olor ni el color. ¿Para qué? El colchón del ahorrista guardaba en pesos indesinflables el pan de la ancianidad. Cuando "los libertadores" pretendieron borrarlo a Usted de la memoria de los argentinos, sellándole en la frente el decreto 4161, se encontraron con

que, para sacarlo a Usted de la historia argentina, debían empezar por sacar a la Argentina de la historia. Como ve, querido amigo, hago el debido mérito de sus valores y destaco el alto sitial que en buena ley se ha ganado Usted en el retablo de nuestra historia. Ello me permite, con la misma ecuanimidad, destacar nuestras diferencias conceptuales. Diferencias que no me demoraría a tomar en cuenta si sólo se quedaran en metodología política. Pero, no. Dolorosamente penetran en al ámbito de la moral. Y ninguna razón de estado ni ideal político ni ideologismo liberador ni siquiera un pretendido "menor mal" puede saltar las cercas de la conciencia moral y hacer tabla rasa de las exigencias de la ley moral y divina. Precisaré luego con toda claridad los pseudoideales a los que me refiero y las normas de la sindéresis moral que abiertamente esos pseudoideales vulneran. ¿Cómo se nos desvirtuó el justicialismo? ¿Por qué en su segunda presidencia borró Usted con el codo todo lo hermoso que había escrito con la mano en la primera? Arturo Jauretche asienta que al justicialismo lo perdió, minando sus bases de sustentación, el haber desestimado, en su segunda presidencia, al treinta por ciento de la clase media y el quince si no el veinte por ciento de las clases agraria, ganadera e industrial, conquistada durante su primera presidencia. Todos estos sectores de boca adentro estaban con Perón y lo votaban, aunque de boca afuera corrieran los chascarrillos contra Perón y lo motejaran. Es que no querían parecer menos que los oligarcas. Los habían peronizado los pingües capitales conquistados con sus industrias dentro de una firme estabilidad monetaria y un inmenso poder adquisitivo de la población entera. Era la era de las vacas gordas. Subimos tan alto, tan alto, que, cuando Usted, en un momento de exaltación incontrolada, cantó en tono mayor la bomba atómica argentina, frunció el ceño Norte América, lejos de estallar en carcajadas... ¿Cómo se explica que un mismo equipo gobernante, informado por una misma filosofía sociopolítica, dinamizado por idéntico ideal de justicia, a todo lo cual se sumaban seis años de experiencia en el manejo de la cosa pública, cómo se explica que pudiera perpetrar esa segunda presidencia, contapartida de la primera, la que trocó en desaciertos los aciertos de aquélla? Responde Jauretche: por el garrafal disparate de convertir al justicialismo en partido clasista. Enfrentamos - dice - el proletariado a todas las otras clases. Nos ufanamos de que la propaganda política nos la sirviera en bandeja el enemigo. ¿Cómo nos la servía? Propalando calumnias a troche y moche. Sembrando odios a más y mejor. A lo que respondía el pueblo automáticamente con ruidosas exaltaciones a Perón, con bombo y desmesuras, y un diluvio de baba que ahogaba el contrario diluvio de bilis. Todo lo cual el gobierno, lejos de atemperar, alentaba complacido. (Cuando Usted ahora - déjeme decirle entre paréntesis - pondera irónicamente el talento de Aramburu y Rojas, porque en dos años han hecho con sus desaciertos, por la gloria de Usted cuanto Usted no pudo hacer en diez con sus aciertos, asienta una verdad, una innegable verdad. Así lo creo. Pero una verdad que abre heridas perjudiciales. Su jactancia anula el beneficio que en la estima de la gente le acarrea el odio incontrolado de sus enemigos. Y es que más se consigue con una gota de miel que con un barril de hiel. Antes de expirar crucificado Jesucristo no condenó a sus verdugos. Todo lo contrario. Intercedió por ellos. "¡Padre, perdónales, no saben lo que hacen!" Es que no tomaba su

muerte como asunto personal del hombre Jesucristo. Su muerte en su conciencia revestía valores trascendentes, valores eternos. La redención del género humano. Hecho que horadaba los siglos informando a la historia entera. ¿Por qué Usted en su derrota y en su destierro se obstina en no ver nada más que el hecho individual, que afecta a su persona? ¿Cómo no reconoce en esa derrota y en ese destierro el precio de la causa de la justicia social, de la elevación de los sumergidos, de la universalización de los Derechos Humanos, del orden nuevo de la fraternidad, pluralismo y amor al que camina la historia? ¡Por Dios, alce los ojos de lo bajo y de lo chato! No se quede mirando a Aramburu y Rojas. Contemple las cimas eternas. Su misión no se ciñe a la Argentina. Abraza a toda Latinoamérica. Su voz debe ser voz de los sin voz. De las víctimas de la opresión y de la injusticia, encuéntrese en el mundo donde se encontraren. Y cierro el paréntesis.) Jauretche observa, atinadamente creo, que si para ganar elecciones se requiere el número, lo cuantitativo, para gobernar se necesita que acompañe al mandatario un indispensable peso de autoridad, es decir, lo cualitativo. Y el peso de autoridad no se halla en la masa. Se halla en las FF.AA., en las universidades, las iglesias, el periodismo, los profesionales, los industriales, e incluso en las señoronas y pingorotas que chismean en las ferias, donde los rumores falsos es preciso contrarrestarlos con verdades contundentes. Nos ufanábamos del triunfo electoral cuantitativo sin advertir nuestro fracaso electoral cualitativo. Para alcanzar el poder se necesita la cantidad, pero para permanecer en el poder se necesita la calidad. El bombo, la baba, el "Perón, Perón qué grande sos", que nos dio número, nos restó calidad. Caímos víctimas de nuestra propia propaganda. Aunque tarde y cuando el mal ya no tiene remedio, conviene reconozcamos, para que otros en el futuro escarmienten en nuestras cabezas, que el odio, el chisme, la calumnia del enemigo no le brindó al peronismo, por contrapartida, la adhesión fervorosa de la masa. ¡No! El adversario no nos hizo la propaganda. El adversario nos tendió una celada. Y caímos. Caímos como chorlitos. Creyéndonos avisados y vivísimos. Atendiendo a la cantidad, que el enemigo nos brindaba, desatendimos la calidad, que el enemigo nos escamoteaba. Alcanzamos el poder. Pero sin poder sostenernos en el poder. Y lo peor de Septiembre del 55 no fue el derrumbe del partido peronista. Lo peor fue el derrumbe de la justicia social. Entregamos el pueblo a la ferocidad revanchista del antipueblo. Mientras las damas perfumadas brindaban con champaña, las sirvientas se secaban las lágrimas tras las puertas. Y - ¡por Dios! - no trate Ud de excusarse y lavarse las manos repitiendo que le dio al pueblo una doctrina y allá él, ¡que se arregle! ¿La madre con dar la teta al hijo queda libre de dejarlo a merced de la fiera? ¿Y no es el pueblo un eterno niño? Estas apreciaciones de Jauretche, dichas con palabras mías, quiero epilogarlas con un sentimiento que, desde que caímos, me escarabajea en la conciencia. Me he preguntado al alma innumerables veces cuál pudo ser el factor determinante de su abandono del poder y de su huída del país. Se lo preguntarán los historiadores futuros y no sabrán responder. Porque tenía Usted aplastada la rebelión militar en todos los frentes. ¿Su propuesta de renuncia enviada a la Junta de Generales? Era sólo eso: propuesta coyuntural. No llenaba los más elementales requisitos legales. ¿La resolución de dichos generales de que se alejara Ud. del país? Si consultaba Usted al pueblo, la contrarrestaba con una concentración multitudinaria y tonitruante, vociferando a los generales un resonante ¡no! ¿La amenaza de Rojas de bombardear desde los barcos los

depósitos petroleros? No pasaba de balandronada. El almirante fue cuco de utilería. Un vuelo rasante de aviones leales sobre las naves alzadas bastaba para curarlas de veleidades bombarderiles. No habría tardado Rojas en llamar por teléfono a Lucero suplicándole le transmitiera a Usted sus aleluyas por el triunfo de Septiembre, como llamó a Ferrasano, desde Río Santiago, con idéntico pedido, tras el triunfo de Junio. No necesitaba Usted sentar a la señora de Rojas al pie de los depósitos de nafta, y: "Bombardee Usted, señor almirante". Ferocidad aberrante que habría gozado el antipueblo y lamentando el pueblo. En tales extremos de demencia habíamos caído. ¿Entonces qué lo derrocó a Usted del poder? ¿Qué lo forzó a huir y exiliarse? Voy a responderle. En secreto su conciencia le dirá a Usted si acierto o si marro en la respuesta. La Argentina se hallaba entonces resquebrajada mitad por mitad. Resquebrajada de arriba abajo. Desde la cúspide a lo profundo y pelágico de sus cimientos. Trágico resultado de diez años de puja entre la bilis y el veneno de los antiperonistas y la adulación y la baba de los peronistas. Partida en dos, era imposible fuera gobernada por un solo gobierno. El 19 de Septiembre tenía ya Usted en sus manos el triunfo en todos los frentes de guerra. Pero tenía también ante sus ojos el abismo de escisión, ¡insalvable!, que dividía a los argentinos. Usted lo vio muy bien. Nadie estaba mejor dispuesto que Usted para verlo y apreciar su irreparabilidad. Lo vio. Sintió vértigo. Tambaleó. Y, antes que el abismo lo atrajera y lo tragara, Usted huyó aterrado. Huyó sin saber qué se hacía con el triunfo bélico que tenía en sus brazos. Y así se dio la paradoja de que el triunfador huyera vencido y los vencidos entraran triunfadores. Trágicas aporías de la historia. En suma: la dicotomía peronismo- antiperonismo, que comenzó otorgándole holgados triunfos electorales cuantitativos al justicialismo, acabó sepultándolo en resonante fracaso cualitativo. ¿Mi análisis juega malabarismos con argucias conceptuales o clava el escalpelo en sangrantes realidades. Nadie puede saberlo mejor que Usted. El bombardeo a Plaza de Mayo, del 16 de junio del 55, coronado en la noche con incendios de templos y de archivos históricos, fue para Usted la primera llamada del abismo. Pudo avizorar toda su aterradora profundidad. Sin embargo, Usted no se arredró. Tentó salvarlo. Convocó a la República entera. A peronistas y antiperonistas. Prometió girar 180 grados en su política de gobierno. Esta - dijo - mirará con ecuanimidad en lo futuro a todos los argentinos, Y, en fe de su sinceridad, brindó a los adversarios la radio y la T.V. Los invitados, en vez de apagarle, echaron más leña al fuego. ¡Y ardió Troya! El remiendo fue peor que el soneto y el remedio más dañino que la enfermedad. Sintió Usted le temblaba el piso bajo los pies. Y enajenado proclamó aquel famoso cinco por uno. Cuyo resultado fue cayeran cinco nuestros por cada uno de ellos. Allí percibió a las claras que ya no gobernaba Usted. Gobernaba el abismo. Y la ley del abismo es que el gobernante mande una cosa y el país ejecute la contraria. En suma: la revolución social justicialista y el acceso al poder del pueblo, en los años 43 al 55, trajo - como no podía no traer - la reacción enconada del antipueblo. Insultos descontrolados chocaron con adulaciones no menos descontroladas. Contra ríos de bilis y furor, ríos de baba y fervor. ¿El triunfo electoral? Se repartía en dos, mitad por mitad. El cuantitativo para el frente popular. El cualitativo para el frente antipopular. Pero - ¡ojo! - quien parecía perder ganaba y quien parecía ganar perdía. Cada busto de Perón que se inauguraba y cada calle que asumía su nombre la festejaba más el antiperonista que el peronista, más el enemigo que el amigo. ¿Cómo así? ¡Sí! Porque ahondaba el abismo. Porque, lejos de consolidar, dinamitaba al gobierno. En forma socarrona dije yo entonces:

"Cuanto todo suena a Perón suena Perón". Y efectivamente este pobre cristo no tardó en sonar. A poco corrió a refugiarse en la cañonera paraguaya, coronadas sus sienes con los lauros del triunfo militar. Ciertísimo es que al gobernante le hacen peor daño las adulaciones de los amigos que las acusaciones de los enemigos. Estas lo estimulan a la rectitud, aquellas lo adormecen en la relajación. Y terminó esta parte asentando algo que sorprenderá. Lo diré, sin embargo, y con todas las letras, no en defensa suya, sino en defensa de la verdad. La pululación de sus bustos y de su nombre en el nomenclator de las calles de toda la República le acarreó a Usted la acusación de narcisista, de pagado de sí mismo y de bellezas parecidas. Los enemigos no podían juzgarlo de otro modo. Pero quienes lo conocemos veíamos que con ello no apuntaba Usted a consagrarse con la historia sino a avivar el fervor partidario de los peronistas. Trataba de complacer a los suyos, no de complacerse a sí mismo. Bien sabía Usted que esa propaganda, como las pegatinas carteleras, aparecen hoy y desaparecen mañana. Y ahondando un poco más en el análisis freudiano, me atrevería a aventurar la hipótesis, en puro fenomenologismo, de que con esos excesos de autopropaganda y de autobombo trataba Usted de estimularse a sí mismo y de avivar la llama justicialista que iba apagándose poco a poco en el corazón. Cada vez sentía le dolía menos el dolor de los pobres. ¿Y no sentía, asimismo, que le dolía cada vez menos la muerte de Eva Perón? ¡Chasco mayúsculo! ¡En vez de la catedral, 300 templos vivos de Dios bombardeados! No eran las 6 de la mañana, noche cerrada en pleno invierno, del 16 de junio del 55, cuando alguien llamó imperiosamente a la puerta de calle de mi casita en el Barrio Pte. Perón (Y déjeme recordar nostálgico las muchas veces que Evita y Usted me sorprendieron en ella con sus visitas. Era uno de los sitios preferidos para sus paseos en auto, Usted al volante, de los sábados. ¿Lo recuerda? Cuesta creer que aquellos momentos imborrables no se repetirán jamás. Evita muerta. Usted, desterrado del país. Yo, desterrado de mi iglesia y de mi barrio...) Corrí a la puerta creyendo que se trataría de asistir a un moribundo. Abrí. Y ¡qué va! Me encontré con quien menos esperaba. Con Luis Trenti Rocamora, intimísimo del nefasto - ¡con su perdón! - ministro Armando Méndes San Martín...) - Padre Benítez. se trata de un asunto muy urgente. Debe estar solucionado hoy antes de mediodía. Por eso me tiene Usted aquí a esta hora. - A Trenti lo conocía yo desde 1933, cuando él cursaba el bachillerato en el Colegio de El Salvador. Lo nuestro no pasaba de conocimiento. No alcanzaba a amistad. Precisamente, por su vinculación con el nefasto (¡siga Usted perdonándome). - Necesitamos saber si la catedral de Buenos Aires es propiedad del Vaticano o de quién. - ¡No, hombre, no! Es propiedad de la curia de Buenos Aires. La catedral no es embajada pontificia. - ¿Y qué títulos posee la curia de Buenos Aires para ser dueña de la catedral? - Papeles o escrituras no creo que existan. Ni los necesita. Como tampoco el gobierno posee escrituras de propiedad de la Casa Rosada.

- Bueno. Pero en algo tiene la iglesia que fundamentar que la catedral le pertenece, si alguien pretendiera arrebatársela. ¿Qué es ese algo? ¿A qué apelaría la iglesia para probar que la catedral le es intocable? - ¡Hombre! ya Juan de Garay, cuando fundó Buenos Aires, asignó en los planos ese lugar para catedral. Esto por un lado. Por otro lado, van a cumplirse cuatro siglos de pacífica posesión, por la iglesia, de ese solar y de ese templo, sin que a nadie se le ocurriera jamás la locura de poner tal propiedad en tela de juicio... - Bueno. Pero en París el templo de Les invalides fue anexado a la tumba de Napoleón. ¿Por qué no podemos los argentinos anexar la catedral al mausoleo de San Martín, favoreciendo con ello la libertad de cultos impuesta por la constitución? - Ahora caigo. Comprendo. Sí, comprendo de qué se trata. Y, para ir al meollo del asunto, dígale de mi parte a Méndez San Martín que, si le queda algo de respeto por el General Perón, no lo induzca a cometer semejante barbaridad. A Méndez se le han infiltrado comandos civiles gorilas, antiperonistas feroces. Estos lo están induciendo a perpetrar locuras en serie. Son los artífices de la lucha de Perón con la iglesia. Es lo que faltaba para volver insalvable el abismo entre los argentinos y acabar con Perón y con el peronismo... - Pero la guerra no la comenzó Méndez San Martín. La guerra la comenzó el obispo de Córdoba sacando a la calle curitas jóvenes y muchachos y chicas de los colegios de frailes y de monjas, a vociferar contra Perón... - Trenti, por favor, no confunda rosarios con longanizas, ni se ciegue. Supongamos que así fuera. Suman inmensamente más los alumnos de los colegios oficiales o del estado, aunque éstos no salgan a las calles. Lo único que conseguirán los curitas de Córdoba con sus valentonadas eliteras es peronizar a la masa estudiantil. Repiten el disparate de los Unión Democrática. Le hacen el juego al peronismo. Que esto no lo vea Méndez... El pobre no ve muy lejos. Oí decir que repitió catorce exámenes en su carrera de medicina. Sin duda exageran las malas lenguas. Pero, así fuera la mitad de siete aplazos y aun la cuarta parte, tres aplazos y medio, es mucho para un ministro de Educación. También oí comentar que jamás ejerció la medicina. Lo que dice mucho en su elogio. Pues, si le faltó ciencia, no le faltó conciencia. Como Usted, Trenti, puede ver, no abrigo contra Méndez San Martín un ánimo infesto. En el caso lo extraño para mí, y extrañísimo, es no vea Perón, político consumado a estatura de genio, que las campañas antiperonistas de los oligarcas, mentoradas por algunos clérigos no menos oligarcas, le vienen de perlas para asegurarse, como se ha asegurado, la adhesión del clero bajo, mayoría inmensamente mayor. Con sus ataques a la iglesia Perón hiere a esta inmensa mayoría que lo sigue, no a aquella minoría que exultante los goza y celebra. Trenti guardó silencio. Pero distaba mucho de estar convencido. En empecinamiento iba de par con Méndez. Los infiltrados los manejaban a ambos a su guisa. Las cabezas del peronismo, se diría, padecían una maldición bíblica. Las aquejaba algo de la ceguera que les acarreó a los egipcios las doce plagas, de las que habla el Exodo. Ceguera mechada de tozudez. Inflexible. Al cabo, exagerando mansedumbre para contrastar mi violencia dijo muy calmo:

- ¿Por qué Usted no aborda a Perón y lo saca del error de atacar y de herir a la inmensa mayoría del clero que lo sigue en su adhesión y defensa de los pobres? ¡Vaya! ¡Despiértelo! ¡Sóplele a los ojos! ¿No es Usted con su silencio el máximo responsable de todo cuanto está pasando? ¿Qué papel juega el confesor de Eva Perón en la lucha de Perón con la iglesia? ¿No tiene miedo al juicio de la historia? - Vea, Trenti: El señor Renzi, quien desde hace diez años pasa el día entero en la Residencia, ha pretendido numerosas veces sacar a Perón del hechizamiento de Méndez, haciéndole ver la doblez de éste y el abismo al que lo arrastra, y ha fracasado, ¡fra-ca-sa-do! ¿Cree Usted que Méndez... - Hoy, a medio día, Radio del Estado anunciará la expropiación y secularización de la catedral de Buenos Aires, en defensa de la libertad de cultos que sostiene la Constitución... - Llorarán los clérigos humildes, las monjitas de los hospitales, los pobrecitos que tienen la foto de Evita junto a la estampa de la Virgen de Luján. En tanto, los oligarcas, católicos y no católicos, y los pocos altos eclesiásticos, sus íntimos, que los acolitan, descorcharán champaña, chochos de gozo, y bailarán en una pata. Con eso Perón dará el do de pecho de su opereta anticatólica. Y caerá el telón sobre El. ¿Me echa usted en cara mi silencio en tan trágicas circunstancias? Por favor, escúcheme: "Se ha campaneado, aquí y en el mundo entero, que Perón está excomulgado. Algunos del alto clero soltaron a volar el infundio y hasta le dieron coba. La tal excomunión es una mixtificación soberana en descrédito de Perón. ¡Y cómo ha prendido! Para caer un católico en excomunión a iure (vale decir, sancionada por el Derecho Canónico) como la que le adjudican a Perón, se requiere: primero, que éste peque gravemente; segundo, que sepa que ése su pecado está sancionado con excomunión. ¿Cuál fue el pecado mortal de Perón? Sacar a Tato de Buenos Aires y empaquetarlo a Roma, para que aquí no cizañara. ¿Creyó pecar con ello? ¿Imaginaba que impedir a un obispo su ministerio (que no es cizañar, precisamente) lo sanciona con excomunión el Derecho Canónico? De excomuniones Perón sabe menos que de chino. Esto, a pesar que, cuando era chiquilín, ayudaba misa en La Merced. Y le han quedado todavía de entonces unos cuantos latines pegados a la lengua. "Usted, Trenti, me enrostra: ¿Por qué todo esto no se lo digo a Perón cara a cara, como en los buenos tiempos? Porque no sé si a Perón le agrada o no le agrada, al presente, pasar por excomulgado. Si lo hubieran enviado a Usted a preguntarme por la excomunión de Perón, como lo enviaron a preguntarme por la propiedad de la catedral, ¡otro gallo nos cantaba! ¿Lo quiere más claro? Cuando Perón miraba a Dios por los ojos de Evita, lo miraba amorosamente. Ahora mira a Dios por los ojos de Méndez San Martín. A quien Evita echó de la Fundación. Lo echó no precisamente por inmaculado. Y no volvió a recibirlo ni verlo jamás. Por tales ojos me temo mire a Dios a tuertas. En coyunturas como la presente, cuando los disparates menudean por igual en uno y otro bando, lo prudente es desensillar hasta que aclare. No me sumé, ¡jamás!, a los dos o tres clérigos apóstatas quienes por radio vomitaron infamias contra sus obispos. Pero tampoco me sumé a los Ghioldi y los Santander que pasearon la vela en la procesión de Corpus. ¿Histrionadas? ¡No! Y, juego el resto.

"Va para un año largo que no veo al General. Saqué el libro. La Aristocracia frente a la Revolución, que había publicado en artículos en la Revista de la Universidad, para cohesionar el pensamiento justicialista, fragmentado cada vez más en bonapartismos contradictorios, y ponerlo a salvo de deturbaciones, tanto individualistas como colectivas. Pero, en castigo de mis pecados, metí las de andar. Y mi libro fue condenado por la inquisición peronista. ¿Mi pecado? Asentar que el justicialismo es de verdad justicialismo sólo cuando el obrero accede en la fábrica o en la empresa a la codirección, cogestión, coparticipación de las ganancias. Si en la Argentina esto no se ha logrado, impera en ella un capitalismo individualista liberal, acaso menos injusto, pero capitalismo individualista. Y añadí: De creer en las estadísticas, suman más los obreros de Yanquilandia que viven en justicialismo que los de la Argentina. ¿Qué has dicho? Mi afirmación sonó a blasfemia antijusticialista. Y me cayó encima el "reus est mortis". Una "orden de arriba", aunque no del cielo, retiró mi libro de las librerías. No contentó a los peronistas, por no alcanzar la acostumbrada temperatura de sectarismo. Ni a los antiperonistas, por hacerle justicia a Perón... Trenti no se convenció. Ni se conmovió. "Dolorosamente, esto ya no tiene remedio", me dijo, despidiéndose, y añadió: "No deje de escuchar Radio del Estado a mediodía. ¡Y que Dios le dé aguante! Veremos qué eligen sus colegas del clero: si edificar la futura catedral de Buenos Aires en La Boca o en el Barrio Norte..." ¡Atorrante! El sarcasmo final fue refinado. No podía cantarme más claro que la catedral sería expropiada. Para castigarme decidí no prender la radio. Pero a mediodía vino corriendo mi casera Doña Juanita, quien vive en la casita de enfrente: "Padre, escuche la Radio. Están bombardeando..." "Ya lo sé, Doña Juanita, la catedral." "¡Qué catedral ni catedral! ¡La Casa Rosada! Quieren matar a Perón." "Doña Juanita ¿no está viendo Usted las cosas al revés?" Y era yo quien tenía la cabeza atravesada. Ella estaba en la verdad de los hechos. Un imprevisto bombardeo subsistía a la prevista expropiación. La expropiación e incluso demolición de la catedral habrían sido tortitas y pan pintado, quiero decir, nada, absolutamente nada, comparadas con el aberrante genocidio perpetrado desde aviones por altos oficiales de la Marina. Aquel mediodía, en represalia por el fracaso del asesinato de Perón, una lluvia de metralla sacrificó a unas 300 pobres víctimas civiles, a caiga quien caiga y a más y mejor. Y quedaron heridas y sangrando otras 700. Traducido el hecho en clásicos términos cristianos, diríamos que, en vez de un viejo templo de ladrillos, fueron aniquilados trescientos "templos vivos del Espíritu Santo". Y no hubo prelado que fulminara excomunión ninguna contra los genocidas. Pero aún. La monstruosa hecatombe fue silenciada, pero se campearon cinco o seis incendios en templos y en archivos. Incendios perpetrados por comandos infiltrados. Desde que sus autores gozaron de impunidad en los tribunales de la "Revolución Libertadora". Aquel día horrendo, el excelente general Lucero lo colocó a Usted a buen recaudo, refugiándolo en los sótanos del Ministerio de Guerra. Aquel día horrendo, el mayor Vicente, corajeando como sólo él sabe hacerlo, asaltó y rindió al Ministerio de Marina, epicentro de la rebelión. Aquel día horrendo, el ministro de Marina fue depuesto y apresado. ¡Grande amigo mío el contraalmirante Olivieri y gran señor! Ocupábamos sitiales contiguos en el Instituto Sanmartiniano. Su libro Dos veces rebelde es un clásico de aquel momento histórico, por su ecuanimidad. Tuvo, tras su descalabro, el coraje de no suicidarse. Coraje que le faltó al vicealmirante Gargiulo.

Aquel día horrendo, Renzi, el fidelísimo Don Atilio Renzi, colocó una ametralladora, poco más que de juguete, en el techo de la Residencia Presidencial. Se tiró cuerpo a tierra empuñándola y apuntando al cielo. Así estuvo horas enteras, peligrando lo ametrallaran. Al advertirlo, los aviones de la Marina torcían el vuelo y se alejaban. Salvó del bombardeo a la Residencia Presidencial. La bomba, que a éstos se les escapó por azar, cayó más próxima a la casa del almirante Rojas que a la Residencia. Renzi es el hombre más meritorio del peronismo de cuantos conozco. Vive en noble pobreza. Por sus manos pasaron miles de concesiones de autos, a precio de lista o inmunes de impuestos arancelarios. Y el hombre honrado a carta cabal jamás se ensució con prebendas ni lo sedujeron cohechos. Rara avis. Si algún día la hoy "Avenida 9 de Julio" cambiara su nombre por "Avenida Atilio Renzi", se honraría más ella que él. Renzi todavía sigue preso por su fidelidad a Usted. Perdone este largo desahogo. Y voy a lo medular de mi carta. Le ruego tenga presente en su imaginación estos dos cuadros. Primer cuadro. El del abismo que partió a la Argentina, mitad por mitad, en fracciones irreconciliables. Abismo, el cual, al asomarse Usted a contemplarlo, en la madrugada del 20 de Septiembre del 55, lo mareó y tambaleó, forzándolo a huir al destierro. Paradojalmente, ciñendo lauros de triunfo en todos los frentes de combate. Bajo este cuadro relampaguea la frase bíblica: "Abyssus abyssum invocat, in voce cataractarun suarum". Un abismo atrae a otro abismo, con hechizante canto de cataratas, (Salmo 4,8). Segundo cuadro. Plaza de Mayo, la tarde del 16 de Junio del 55, sembrada de 300 cadáveres y 700 heridos desangrándose. ("Templos vivos del Espíritu Santo".) Todos ellos victimados por el frenesí paranoico de altos oficiales de la Marina. Desde aviones de patrimonio nacional. Con armas de subido poder mortífero. Armas costeadas por el pueblo para defender la integridad territorial contra enemigos exteriores. Bajo este cuadro podría leerse lo siguiente: "Organícense clandestinamente. Paralicen el país. Provoquen el caos. Maten "gorilas" por cualquier método". (Directivas del Comando Superior Peronista, refugiado en Caracas, 1956.) Cuanto brevemente anotaré a renglón seguido no es doctrina evangélica. Ni menos ascética. Ni mucho menos, mística. Son principios elementales de Derecho Natural o Etica Universal. Dictados por la naturaleza del hombre y su estructura sociopolítica. Obligan por tanto por igual a creyentes e incrédulos, a deístas y ateos, a orientales y occidentales. En una palabra, a cuantos han cortado el umbílico, que los anudaba al antropoide, y están limpios de la pringue uterina de la orangutana. ¿Está claro? Y, ¡ojo!, no escribe el sacerdote. Escribe el sociólogo. Porque -permítame le diga. no por presuntuosidad sino por sinceridad -. antes de estudiar teología y de ordenarme sacerdote, cursé filosofía y ciencias sociales. Y me doctoré en estas disciplinas, en Diciembre de 1929, a mis 22 años. Y no debí ser muy torpe ni incompetente. Porque, apenas doctorado, me nombraron profesor de estas materias en la Universidad Pontificia de Buenos Aires. Lo que refresco, no para coquetear, sino para hacerle presente que, desde hace 20 años, tengo la cabeza puesta en estos temas. No improviso. Soy consciente de lo que digo. Lo que, por otra parte, cifra y quintaescencia principios fundamentales de Etica Natural. Oiga Usted: 1 - Es lícito en defensa propia matar al agresor injusto. Por supuesto, con la debida moderación. Al chico que arrebata un caramelo del mostrador y huye es criminal tirarle un escopetazo por la espalda. Y al asaltante, a quien puede usted contenerlo con un tiro en las piernas, no le dispare a la cabeza. Y lo que es lícito en defensa propia lo es también en defensa del prójimo. A quien debemos amar como a nosotros mismos.

2 - Es lícito matar al tirano y deponer al régimen despótico, una vez agotados todos los recursos legítimos y pacíficos para que entre en razón. Esto, claro está, cuando se esté cierto de que no sobrevendrán a la comunidad peores daños. Y se trate de una tiranía diuturna y flagrante, reconocida por la mayoría pensante de la comunidad. "Quien mata a un tirano, así sea su propio padre, no grava su conciencia con delito ni culpa alguna. Y con el déspota nada de entrar en tratos sino interponer toda la distancia posible. Ni tampoco puede ser contra natura, expoliar a quien es lícito matar". Así Cicerón. Quien elogió a Bruto y Casio porque personalmente dieron muerte a César. No valiéndose de sicarios ni de matones asalariados. Asesinar por control remoto le parecía cosa sucia, amén de cobarde. Y Plutarco, a quien Usted, en 1951, citaba con predilección, en sus magistrales clases de la Escuela Peronista, escribe: "El animal más peligroso: entre los enemigos, es el tirano; entre los amigos, el baboso. Es posible dure y llegue a viejo gobernando quien gobierna con discreción y justicia. Imposible, el injusto, el parlanchín, quien hoy dice una cosa y mañana la contraria". Y en "De arte amandi" estampó Ovidio este pentámetro impagable: "Non bene cum sociis regna venusque manent". Que podría traducirse: No acabarás tu gobierno con querindangos y querindangas. 3 - De la guerra se sostuvo siempre no sólo que puede ser justa, sino incluso santa. Aunque San Agustín ya decía en su tiempo: "Toda guerra, también la que triunfa, acarrea más males que bienes. Y, quince siglos después, tras la experiencia atómica, Teilhard pensaba que la guerra, tanto territorial como extraterritorial, entraña mucho de castigo divino, como los cataclismos y los huracanes. Eticamente lo único que podría en principio justificar la rebelión interna o la lucha externa es la seguridad de que constituiría un mal menor, comparado con los males mayores que padece la mayoría de la comunidad. 4 - A fines de Octubre del 56, nos llegaron a Buenos Aires las "Directivas Generales para todos los peronistas" y las "Instrucciones para los dirigentes". Ambas impresas. Las avalaban un hológrafo de su puño y letra y tres páginas escritas a máquina de Pablo Vicente. A estos documentos acompañaba una "Clave (secreta) a utilizar hasta nueva orden" (sic); un pintoresco "plan de rumores", con las fechas en que deberíamos desparramarlos; un listado de peronistas asesinados, hasta el 8-9-56, los que sumaban 22.345 (¡Atiza!) y de apresados y torturados, éstos 175.329 (¡Ni uno más ni uno menos! ¡Superatiza!). Y a toda esta serie de monumentales disparates acolitaban cinco páginas en papel rosado, con nombres y apellidos, domicilios y teléfonos, amigos y vecinos, de 27 personas (yo entre éstas). Las 27 personas constituíamos, a juicio de los caraqueños, por no decir los caracos (podría sonar mal), los candidatos kataexogénicos para jefes de células terroríficas o para cabezas encapuchadas de sectas secretas de la muerte. Un COMANDO SUPERIOR PERONISTA constituido en Caracas, a 5.000 kilómetros, nos dictaba en 19 páginas la táctica y la estrategia de la guerra subversiva que los peronistas debíamos desatar en la Argentina. Es verdad, aunque cueste creerlo. Conservo estas 19 páginas como un "fenómeno histórico". Como conservaría en formol el feto de un antropoide. Y es que quien no las tenga ante sus ojos - como dije - no podrá creerlas. El infantilismo se da la mano con ellas con la perversidad. Esta y aquel tan desorbitado como las cifras de asesinados y de torturados que detalla con tanta precisión. Ni uno más ni uno menos. ¡22.345 asesinados! ¿En qué cementerio descansan? ¡175.329 torturados! ¿En qué cámaras de torturas?

Por fortuna - como le escribí a P. Vicente - el "fenómeno histórico" llegó antes a los gorilas gubernamentales y a la prensa enemiga que a nosotros sus destinatarios. Ellos nos permitió defendernos, atribuyéndolo a libelo gorila para pintar a Perón en el extranjero como monstruo sangriento y vengativo. Con lo cual los gorilas pretendían sincerar y disimular los asesinatos y fusilamientos de Junio del 56. Los que revelaron al mundo su ferocidad revanchista. Por otra parte, todo fue divulgarse en "fenómeno histórico" y reducirse los sabotajes al menos de la mitad, según las estadísticas. Lo que dice a las claras su efecto contraproducente. ¿Podría alguien tomar en serio la orden - no sé si grotesca o irónica - de constituirnos los peronistas en sectas secretas de encapuchados para sentenciar a muerte y matar gorilas a más y mejor? ¿No se pensó en el mal efecto de esta histrionada, tras el holocausto de Junio, que dejó regueros de dolor en tantas dignísimas familias de militares? "Perón debe odiarlos cuando los entrega con pelos y señales" - dijo uno de los marinos que gobiernan la policía leyendo los nombres de las 27 personas, a las que el "fenómeno histórico" nos constituía cabezas de la subversión y la guerrilla. La verdad es que lo burdo y desaforado del "fenómeno" contribuyó, no sólo a salvarnos de la cárcel, sino a liberarnos en buena medida del estricto control que sobre nosotros ejercían. 5 - La ética y la moral que destila el "fenómeno histórico" mejor no menearlas. No trasluce inmoralidad sino demencia en polvo. Desborda subversión, sabotajes, destrucciones, crímenes, paralización del país, terror, caos. "En esta lucha todo sirve, desde matar a un `gorila', por cualquier medio, hasta mentir y calumniar..." Los bienes y las viviendas de los enemigos y de sus familiares deben ser destruidas, incendiadas, bombardeadas, al mejor estilo de la guerra santa musulmana del siglo VII. "El subversivo peronista debe persuadirse de que por cada enemigo que mata salva a numerosos inocentes." Etc. Etc. Aquí el fin justifica los medios. Aquí se entroniza el terror y el caos, ¡por sí mismos! Aquí se canoniza "el odio eterno". Aquí: o Perón vuelve o arde Troya. Nada de términos medios. Mejor desaparezca la Argentina a que exista sin Perón. Aquí se manda a los peronistas proceder con la misma ferocidad con que procedieron los asesinos del 16-6-55. Con lo cual se justifica a éstos. ¡Sí, señor! Porque, desde el punto de vista de ellos, no hicieron sino aplicar la moral y los métodos de matar por matar que el "fenómeno histórico" proclama. Por eso le rogaba no perdiera Usted de vista el Cuadro de Plaza de Mayo. Y ¡basta, basta! Puesto a detallar las bellezas del "fenómeno histórico" convertiría este escrito en el cuento de nunca acabar. La noche del 17-10-56 en la cual, más muerta que viva, vino a mi casa Doña Aurelia Gimeno de Herrera (alias, la Madrileña), depositó en mis manos el "fenómeno histórico", envuelto en papel de diario, y partió a la disparada. Luego de leerlo un par de veces con el sosiego que pude, para fijar ideas y tranquilizarme, escribí los siguientes párrafos. Se los transcribo a la letra. Traducen un estado de espíritu, una sinceridad, una autenticidad emocional que al presente, luego de meses, he perdido. Reproducen la reflexión pristina y simple ante el "fenómeno histórico". Están escritas a máquina en un precinto que envuelve las 19 páginas. Se hallan en el bibliorato correspondiente a 1956, de página 220 a 239. Escuche: "Estas 19 páginas, enviadas por el General Perón y el Mayor Vicente desde Caracas, a fines de Septiembre del 56, dictan la táctica y la estrategia de la guerra subversiva que ellos, allá, a 5.000 kilómetros, muy seguros de que no les alcanzarán las balas gorilas, han programado para que realicemos nosotros acá, manipulados por ellos como por control remoto. No nos hemos curado aún de las desgarraduras que nos abrieron en el

alma los fusilamientos y asesinatos de Junio pasado, ¿y estos señores nos incitan y empujan a una nueva rebelión? ¿Qué pretenden? ¿Que los gorilas sigan acrecentando el número de asesinados y fusilados para su mayor desprestigio en el exterior, ello a costa de nuestras vidas? ¿Nos quieren de carne de cañón? ¡Inconcebible! "Perón tenía aplastada la rebelión militar de Septiembre del 55 en todos los frentes. Me lo certificó el General Iñíguez, quien comandaba la represión. Les regaló el triunfo a nuestros enemigos cuando contaba él con todo el poder, con toda la fuerza, con todas las armas. ¿Y pretende ahora que el pueblo indefenso, desarmado, aplastado, desorganizado, haga todo cuanto él no hizo ni dejó hacer? Era sin duda ético y era moral, en Septiembre del 55, que él, como legítimo gobernante, aplastara la seguramente ilegítima rebelión armada gorila. Ilegítima por pretender anteponer el bien de una minoría al bien de la mayoría del país. ¿Es ahora ético, es moral, es sensato, arrojar en masa a la muerte al pueblo inerme, desprotegido, apremiado de necesidades vitales de subsistencia? ¿Al pueblo que él abandonó a su suerte, cuando a sí mismo se puso a buen recaudo? ¿No es falacia criminal exigirles ahora a los vencidos en guerra, sangre, muerte, cuando el vencedor se mandó mudar pretextando precisamente que se iba para evitar guerra, sangre, muerte? "¿Qué puede pensar de este plan demencial el sacerdote que ha pasado días enteros, durante semanas y meses, enjugando las lágrimas de las viudas y los huérfanos de los asesinados y de los fusilados? He vivido con el corazón desgarrado toda la angustia, toda la desesperación de esas familias. Abrazadas a mí han llorado todas sus lágrimas de madre, esposa, hija, hermana del General Valle. He sentido como propia la angustia y soledad de los siete hermanos Ibazeta y de esa madre cuya entereza y fidelidad a Dios revive el drama bíblico de los Macabeos. Frente a ese inmenso dolor, ¿qué pensar de este siniestro plan de subversión y caotización del país, sino que constituye una nueva injuria a nuestros muertos, espejos de limpieza y señorío, y a sus familias sumidas todavía en dolor inenarrable?" Esto dice el precinto que amortaja al "fenómeno" en el bibliorato. Si respondiera a su carta (dolorosamente tan a tono con las anticristianas e inhumanas "Directivas" e "Instrucciones" del "Comando Superior Peronista" caraqueño), apostaría, no sólo del sacerdote y del cristiano, sino del hombre que soy y me siento. Usted sostiene, como un ritornello, que el nuevo rumbo de la historia y el nuevo rostro de los tiempos está signado por la insurrección de las masas, el sabotaje, la guerra, la muerte. Pero éste es el rumbo del antropoide del que partimos y del demonio que llevamos dentro. No es el rumbo del superhombre cristiano, no nietszcheniano, que también llevamos dentro. Yo sostengo que la historia - pese a sus contradicciones y retrocesos - camina a la justicia, al pluralismo ideológico, a la comprensión, a la libertad y democracia consensuadas, en una palabra, a la vida, aquende, en este mundo, y a la VIDA allende, en la eternidad. Creo en el triunfo del ángel, que asimismo llevamos dentro, como un ideal, como un ensueño. Aunque este pobre ángel de alas cortadas deje un reguero de lágrimas a lo largo de todo su camino por el mundo. "Como el silencio de una estrella volcado sobre el ruido de una ola." Que este maravilloso símbolo, no mío, sino de un excelso poeta, endulce la agriedad de esta carta. En los cielos comprenderemos que los

desencuentros terrenales nos nacieron, no de desamor, sino de nuestras limitaciones humanas. Créame que lo estimo muy de veras. Dios nos guarde. Lo abraza H. B. 28-12-56 |c7 Idénticos fines nos unen sustancialmente. Métodos opuestos nos separan radicalmente. En su última carta, de 19-5-57, me pregunta Usted si yo he recibido su anterior, de 6-11-56. La recibí, sí. Y la contesté con ésta, de 28-12-56. La que aquí acabo de trascribirle entera y tal como me salió entonces de un horno de indignación, ardiendo en llamaradas. ¿Por qué no se la envié cuando la escribí, hace medio año? Porque, luego de leerla dos veces y de desinflarme un poco, me hice la ilusión de que conseguiría más por las buenas que por las malas. Más con miel que con hiel. Así esperanzado, le hice llegar por medio de la señora I.V. de D, una carta de tres páginas, fechada el 27-3-57, y posteriormente otra de nueve, fechada el 14,4-57. En ninguna de éstas hice la más mínima referencia a su carta del 6-11-56, ni al "fenómeno" de 19 páginas, al que la suya arrodrigonaba. Ahora descubro que me equivoqué. Mi ilusión se quedó en pura y falsa ilusión. Su última de cinco páginas, de 19-5-57, canta en la misma tesitura y es del mismo tenor, en materia de lucha subversiva y de enfrentamiento al gorilismo, que la de 6-11-56 y que el inefable "fenómeno". Luego de medio año, el "Comando Superior Peronista" caraqueño sigue en sus trece, sin variar un ápice en los métodos que impera de lucha contra el despotismo oligárquico militar imperante en el país. Idéntica incitación a la guerra subversiva, con los horrores de sabotaje, bomba, crimen. reiteran diversos documentos y cartas de su pluma a distintas personas. Tal, por ejemplo, la de 10-3-57, de cuatro páginas y media, al "compañero Pecari", en Buenos Aires, firmada en Caracas por "Pecinco". Este último documento, ampliamente multicopiado y distribuido, afirma que "nadie puede considerarse peronista, si no conoce, no cumple y no hace cumplir" las "Directivas" y las "Instrucciones" del C.S.P. caraqueño. Lo que entraña una no velada amenaza de castigo a los justicialistas que nos oponemos a la violencia subversiva. Amenaza a mí, por ejemplo, colocado de esta suerte entre dos fuegos: el del furor gorila y el del furor caraqueño. ¿Me da miedo? ¡No, por supuesto! Y es que desde Caracas contemplan ustedes en la Argentina una subversión entelequial y fantasmagórica del peronismo que no existe. Mucho menos existe tras la orden caraqueña. La que, según estadísticas, redujo los sabotajes a menos de la mitad. Fue contraproducente. Y es que visten mucho de hiperbólico y mucho de fantasmales los comandos de resistencia que sus informantes les pintan. No tratan éstos de engañarlos. Tratan de consolarlos, alzarles el ánimo y volverles más llevadero el exilio. Saben que éste será largo. A contar por lustros, sino por décadas. Si la resistencia subversiva yace en calma chicha, no es así la resistencia activa. Crece día a día la crítica mordaz, el panfletismo, el rumoreo sobre los disidios entre las cabezas gobernantes. Todo esto sostenido por revistas y semanarios de gran difusión. "Rebeldía" imprime 200.000 ejemplares. Y la supera "Azul y Blanco" de los nacionalistas católicos. En el terreno de los panfletos marchan a la cabeza los oriundos de sectores de las FF.AA., opuestos a los gobernantes. Se destacan por su ferocidad.

Anestesia el ánimo del peronismo subversivo una objeción harto repetida y no fácil de solventar. "Perón - dicen - asimiló los 300 asesinatos del bombardeo a Plaza de Mayo. Salió de ellos proclamando paz, concordia, gobierno ecuánime. Lo que no lograron los 300 asesinatos, en Junio del 55, ¿cómo han podido lograrlo los 30 asesinatos del Junio del 56, convirtiendo al pacifista legalista en belicista subversivo? ¿Ignora el General la barbarie represiva de que son capaces los gorilas, con todo el poder y las armas en la mano? ¿La ferocidad que las directivas de Caracas imperan ignora el General que esa misma ferocidad centuplicada alimentan los gorilas, dispuestos a sofocar la barbarie subversiva con la barbarie represiva inmensamente peor? En las actuales circunstancias ¿no se da cuenta el General de que la represión no dejará sólo 30 ni sólo 300 víctimas asesinadas, sino 3.000, sino ya 30.000?" Poseen su peso estas objeciones. No cabe duda. En mi conciencia, sin embargo, pesan más los hogares que la subversión destruye. Las psicosis y neurosis que en los adolescentes desata. El odio a los padres que fomenta en hijos malavenidos. Las costumbres inmorales y licenciosas que la clandestinidad incuba. Las heridas irrestañables que deja la muerte o la desaparición de los compañeros de lucha. La insensibilidad que va creando en el espíritu el espectáculo, ante los ojos día y noche, de barbarie, destrucción, muerte. La subversión narcotiza la sensibilidad juvenil en forma irreparable. Se abraza con una aventura excitante pero, cuando se escapa con vida, se sale de ella con el alma destruida. La subversión actúa como el más dañino de los narcóticos, aniquilando el carácter y la personalidad. Aridece el corazón, como la peor de las desventuras amorosas. Etc. Etc. ¿Qué ha hecho Usted, mi General? ¿Cómo ha podido caer en semejante abismo? ¿Usted, precisamente Usted, a quien aterró el abismo y lo derrocó del poder y lo arrojó al destierro? Convertido Usted en pregón de crímenes y muertes, ¿no ve que está creando el más profundo e insalvable abismo de toda la historia argentina? Hay algo peor. Por suerte le sobran a Usted luces y fe cristiana para entenderlo en todo su inmenso contenido. Cuando, en 1929, estudié Derecho Natural resistí y me opuse tercamente a los moralista que aceptaban la pena de muerte como castigo común y corriente, moralistas católicos y no católicos. Hoy veo con mucho mayor claridad que la muerte cae más al lado de la eternidad que al lado de la temporalidad. La muerte juega el destino eternal del hombre. Matar un hombre es invadir su eternidad. Es arrogarse sacrílegamente el hombre un poder divino. Llegará el tiempo en que - así como ahora no comprendemos existiera la inquisición con tormentos y autos de fe - tampoco se comprenderá hubiera podido alguna vez el hombre arrogarse poderes sobre las puertas de la eternidad... A Usted y a mí nos duele por igual el dolor de los pobres. Por eso hemos luchado y seguiremos luchando por la justicia social. Sustancialmente nos une una misma finalidad existencial. Dolorosamente nos separan ahora, radicalmente, los métodos mediante los cuales pretendemos imponer en el mundo la justicia. Es mucho lo que nos separa. Pero sin duda es más lo que nos une. Créame que lo estimo muy de veras. El señor nos guarde. Lo abraza Hernán Benítez Florida, 14-1-1958