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LUIS QUERBES EN ROMA La Sociedad de los Catequistas de San Viator apenas alcanza los siete años de existencia desde la aprobación episcopal de Monseñor de Pins en 1831, cuando el P. Querbes ya sueña en una aprobación pontificia para asegurar el futuro de su sociedad y su desarrollo. Apoyado por el P. Renault S.J. y los vicarios de Lyon, Sres. Cholleton y Barou, completa y revisa los estatutos fundamentales para presentarlos en Roma. Pretende resolverlo todo por correspondencia. Pero sus superiores consiguen convencerle para que se presente allí personalmente. El mismo Mons. de Pins le prepara cartas de presentación para las instancias romanas. El 8 de mayo de 1831, deja Vourles camino de Roma. El viaje duró 7 días, en diligencia y en barco. En su correspondencia, manifiesta su admiración: “Roma, la ciudad de las maravillas, manantial de sentimientos y de emociones cristianas y sacerdotales para el que tiene la dicha de conocer los lugares santos a su llegada”. Pero el P. Querbes no es un turista. Apenas in situ, es recibido por el P. Roothan, superior general de los Jesuitas, que le envía al P. Rosaven, ponente de la Congregación de obispos y regulares. Lamentablemente, el Cardenal Sala, prefecto de esta Congregación, se encuentra ausente por esas fechas. Querbes conseguirá remitirle los documentos para un examen en profundidad. Entre tanto, consigue que el párroco de Vourles sea recibido en audiencia por Gregorio XVI la mañana del 20 de junio, en la que el podrá presentar su sociedad, los asociados, los catequistas y el patrón San Viator. ¡Qué atención! ¡Qué esperanza! Pero el trabajo no está acabado, los estatutos pasados por el tamiz, necesitan ser completados y revisados en profundidad. Eso será ocupación del P. Rosaven, del P. Querbes y de otros consultores desde finales de junio, durante el mes de julio y hasta mediados de agosto. Posteriormente, será preciso obtener el aval de Mons. de Pins respecto a Nº 7 Correo Querbes P. Luis Querbes, por Nicolas Khvalinsky

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Page 1: Correo querbes n 7

LUIS QUERBES EN ROMA

La Sociedad de los Catequistas de San Viator apenas alcanza los siete años de existencia desde la aprobación episcopal de Monseñor de Pins en 1831, cuando el P. Querbes ya sueña en una aprobación pontificia para asegurar el futuro de su sociedad y su desarrollo. Apoyado por el P. Renault S.J. y los vicarios de Lyon, Sres. Cholleton y Barou, completa y revisa los estatutos fundamentales para presentarlos en Roma. Pretende resolverlo todo por correspondencia. Pero sus superiores consiguen convencerle para que se presente allí personalmente. El mismo Mons. de Pins le prepara cartas de presentación para las instancias romanas.

El 8 de mayo de 1831, deja Vourles camino de Roma. El viaje duró 7 días, en diligencia y en barco. En su correspondencia, manifiesta su admiración: “Roma, la ciudad de las maravillas, manantial de sentimientos y de emociones cristianas y sacerdotales para el que tiene la dicha de conocer los lugares santos a su llegada”.

Pero el P. Querbes no es un turista. Apenas in situ, es recibido por el P. Roothan, superior general de los Jesuitas, que le envía al P. Rosaven, ponente de la Congregación de obispos y regulares.

Lamentablemente, el Cardenal Sala, prefecto de esta Congregación, se encuentra ausente por esas fechas. Querbes conseguirá remitirle los documentos para un examen en profundidad. Entre tanto, consigue que el párroco de Vourles sea recibido en audiencia por Gregorio XVI la mañana del 20 de junio, en la que el podrá presentar su sociedad, los asociados, los catequistas y el patrón San Viator. ¡Qué atención! ¡Qué esperanza!

Pero el trabajo no está acabado, los estatutos pasados por el tamiz, necesitan ser completados y revisados en profundidad.

Eso será ocupación del P. Rosaven, del P. Querbes y de otros consultores desde finales de junio, durante el mes de julio y hasta mediados de agosto. Posteriormente, será preciso obtener el aval de Mons. de Pins respecto a

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Correo Querbes

P. Luis Querbes, por Nicolas Khvalinsky

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las correcciones antes de someter la nueva edición del texto a la Congregación. El P. Querbes escribe a M. de Pins el 6 de agosto para solicitar su autorización. La carta llega a Lyon el 15 de agosto; monseñor responde el mismo día con un sí generoso. Además añade que suscribe por adelantado todo cambio eventual a fin de activar la solución de este asunto. Esta respuesta no le llegaría a nuestro fundador hasta el 23 de agosto.

En carta al P. Faure, Luis Querbes escribe: “Mi salud está deteriorada, una irritación de vientre me desgarra y me destroza. Orad por mí”. Se vio forzado incluso a guardar cama del 15 al 22 de agosto. Los allegados al Vaticano no dejan de recordarle que en Roma, “el Tíber se desliza lentamente”.

Tras recibir la respuesta de Mons. de Pins, el P. Querbes, a pesar de su debilidad, encuentra ánimos y fuerza para completar y hacer imprimir la documentación. Envía todo al Cardenal prefecto y se retira durante unos días “a las alturas de Albano”. En cuanto al éxito de la empresa, se entrega a la Providencia.

El P. Querbes sabía que la Congregación de los obispos y regulares tendría una sesión a mediados de septiembre y que la agenda vendría muy cargada. Como medida de urgencia, encuentra aún energía para escribir al Papa y a algunos cardenales influyentes para agilizar su proyecto.

La reunión de la Congregación tuvo lugar el 21 de septiembre. Los estatutos fueron aprobados. El decreto, firmado el 27 de septiembre de 1838. Ese mismo día con ocasión de una audiencia, Luis Querbes se despidió de Gregorio XVI, dio las gracias a sus fieles protectores y salió hacia Lyon. “Entonad el Te Deum” fue la exclamación de corazón que dirigió a los suyos de Vourles. Estaría entre ellos diez días más tarde.

Jean-Louis Bourdon, c.s.v.

¿POR QUÉ ROMA?¿A qué se debió tanto empeño en el párroco Querbes por lograr la

aprobación romana? Refiriéndome a Robert Bonnafous en su biografía crítica, es cierto que el asunto de la sotana tropezó con nuestro fundador.

Isla Tiberina en Roma- Iglesia San Bartolomé

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Este “problema” creado por ciertos párrocos y por uno de los vicarios de Lyon, llevaba a que se prohibiese a los Viatores llevar la sotana. Al entrar en una nueva diócesis, el P. Querbes podría temer que se añadiesen otras restricciones, según las condiciones locales y la voluntad del obispo. La unidad de dirección, y la estabilidad de su pequeña sociedad se encontrarían debilitadas.

Otra razón pudo intervenir: el estado de salud del fundador dejaba que desear desde hacía unos meses, hasta el punto de hacerle temer la muerte. Se puede entender que se viese movido a aligerar el paso para proteger su instituto antes de que fuese demasiado tarde. En cuanto al resultado de sus esfuerzos, vuelve de Roma con una congregación religiosa de “derecho pontificio”, si bien tuvo que renunciar al matiz laico de su fundación.

Édouard Séguin, c.s.v.

EL PAPA GREGORIO XVI¿Quién era este papa al frente de la Iglesia en tiempos de Luis Querbes?

Bartolomeo Alberto Cappellari había nacido en Bellune, Italia el 18 de septiembre de 1765. A los 18 años ingresó en los Camaldulenses de San Romualdo, rama reformada de la Orden benedictina, donde hizo profundos y largos estudios. Subió los escalones de las dignidades de su Orden.

El papa Pío VII le nombró consultor de la Congregación de asuntos extraordinarios en la que tuvo el cargo de examinar los títulos de los candidatos al episcopado y de visitar las universidades. León XII le ascendió a cardenal

y le nombró prefecto de la Propaganda, cargó que desempeñó admirablemente. El siguiente papa Pío VIII, murió el 30 de noviembre de 1830 después de un breve reinado. El cónclave se reunió el 14 de diciembre, y después de 50 días y 100 escrutinios, eligió al cardenal Cappellari, que se convirtió en jefe de la Iglesia y de los Estados pontificios el 2 de febrero de 1831, con el nombre de Gregorio XVI.

Pero a partir del 4 de febrero, estallaron dos motines en Bolonia, y la insurrección conquistó las Marcas, la Romaña y la Umbría. El nuevo papa empleó en vano buenas palabras, pero tuvo que resignarse a llamar a las tropas austriacas,

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Ciudad pequeña, por Jacques Villon

Papa Gregorio XVI, Roma

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que liquidaron la insurrección en pocos días. Gregorio XVI puso en orden resueltamente el papado en el campo de los defensores del orden establecido, y consiguió mantener la independencia de la Santa Sede contra la ingerencia de las grandes potencias.

Los historiadores coinciden al decir que este papa no era apuesto: nariz demasiado gruesa y violácea, labios prominentes, cejas muy arqueadas. En cambio, estaba dotado de majestad e inteligencia. Era jovial y bromeaba con sus cercanos, incluso los cardenales. Gregorio XVI supo rodearse de colaboradores prudentes y competentes. Bajo su pontificado se reorganizó la jerarquía, se reformaron Órdenes antiguas, vieron la luz varias Órdenes nuevas. Dio un nuevo empuje a las Misiones extranjeras para extender la Iglesia por el mundo.

Este papa era de constitución robusta, formado en la ruda disciplina de los hijos de san Romualdo, hombre esforzado y gran trabajador. Conservó en Roma su estilo de monje, durmiendo sobre un colchón de paja y comiendo frugalmente. A los que censuraban sus singularidades, les replicaba con humor: “Yo no he cambiado de estómago al convertirme en papa”. Gregorio XVI falleció el 1 de junio de 1846. Su pontificado duró por tanto quince años. Le sucedió Pío IX.

Jean-Louis Bourdon, c.s.v.

PACIENCIA EN LA PRUEBACaer enfermo en el extranjero, como todo el mundo sabe, no significa una

situación ideal, como tampoco el hecho de vivir esperando el desenlace de una misión que se eterniza. Fue sin embargo, unida a la canícula romana, la prueba que atravesó el P. Querbes. Algo que no le impedía pensar en sus feligreses. Al P. Faure, su suplente en la parroquia, le confiaba su preocupación: Con frecuencia me asalta esta idea: que quince años de trabajos hubieran debido dar como resultado un pueblo de santos. Dios ha negado hasta el momento a mis miserias, esta gracia. Usted corregirá, durante mi ausencia, con el fervor de sus oraciones, la negligencia de las mías. Más que nunca en esta situación, me atrevo a pedirle su ayuda para que Dios se digne concederme la paciencia en el despojo total de fuerzas a que me encuentro reducido, en las pruebas a las que tiene a bien someterme, y en la espera a la que estoy condenado. ¡Bendita sea su santa voluntad!”

Bruno Hébert, csv.

Peregrino, iconografía romana

Editado por la Provincia de los C.S.V. de Canadá - Traducido en la Comunidad viatoriana de España