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Capítulo 8 Las dos Cecilias estaban sentadas mirando la televisión mientras el domingo moría lentamente. Resultaba muy cómodo para ellas vivir una enfrente de la otra, en especial para los días en que ambas necesitaban contarse sus secretos. ¡Y vaya si los tenían aquella tarde! -Contame, mamá. ¡Mmm, qué bueno está este cafecito con coñac!, dijo, acariciando la taza para que le calentara las manos, ¿Cómo es eso de que te apareció un pretendiente? -Hija, ni yo me lo creo a mi edad. -¿Cómo qué no? Todavía sos joven y muy bonita. -Tengo 64 años. -Pero no se te notan. ¡Guau! ¡Contame todo! Lentamente Cecilia Primera recordó su historia luego de verter más café en las tazas seguido por un minúsculo chorrito de licor, arrimándole a su hija unas galletitas italianas que el mencionado caballero le había obsequiado entre tantas otras cosas. -Me invitó durante toda la semana con diferentes pretextos. El primer día entró al negocio, compró un perfume francés, me pidió mi opinión y se lo llevó para obsequiárselo a una mujer muy especial. -¡Y te pusiste celosa!

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Capítulo 8

Las dos Cecilias estaban sentadas mirando la televisión mientras el domingo moría lentamente. Resultaba muy cómodo para ellas vivir una enfrente de la otra, en especial para los días en que ambas necesitaban contarse sus secretos. ¡Y vaya si los tenían aquella tarde!-Contame, mamá. ¡Mmm, qué bueno está este cafecito con coñac!, dijo, acariciando la taza para que le calentara las manos, ¿Cómo es eso de que te apareció un pretendiente?-Hija, ni yo me lo creo a mi edad.-¿Cómo qué no? Todavía sos joven y muy bonita.-Tengo 64 años.-Pero no se te notan. ¡Guau! ¡Contame todo! Lentamente Cecilia Primera recordó su historia luego de verter más café en las tazas seguido por un minúsculo chorrito de licor, arrimándole a su hija unas galletitas italianas que el mencionado caballero le había obsequiado entre tantas otras cosas.-Me invitó durante toda la semana con diferentes pretextos. El primer día entró al negocio, compró un perfume francés, me pidió mi opinión y se lo llevó para obsequiárselo a una mujer muy especial.-¡Y te pusiste celosa!-No, para nada. Al día siguiente llegó con el perfume aún envuelto para regalo.-¿Y te lo devolvió?-Me lo regaló. Dijo que lo había comprado para mí.-De manera que vos eras esa mujer muy especial-Sí. Por supuesto sigo sin creerle nada, después empezó a regalarme bombones y flores diciéndome piropos a cada rato y, sí, confieso que es muy galante.-¿Cuántos años tiene, mami?-Dos menos que yo.

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-La edad perfecta.-¡Callate, estás loca! Y así siguieron, en aquella tarde que terminaba demasiado temprano por culpa del invierno. La hija mirando a su madre y sintiéndose orgullosa de ella, a su edad atendía una perfumería maravillosamente bien y todavía seguía seduciendo hombres, como en su lejana juventud. Su belleza de antaño se transformaba lentamente en una hermosa y calma apariencia de dama culta y distinguida. Porque era ella la que leía constantemente el centenar de libros que contenían sus bibliotecas; además, adoraba viajar y por eso mismo cada vez que ella escalaba una montaña Cecilia Primera, su mamá, partía de viaje para no pensar demasiado en esa hija que esta embarcándose en otra aventura peligrosa. Una hora más tarde se mudaron a la cocina.-Te voy a preparar una tortilla española.-Debería irme a casa.-En veinte minutos la preparo y de paso estoy segura de que cenaste o ¿Acaso esperás a alguien?-No. En realidad no tengo mucho que hacer. Esta mañana entregué la última traducción y no tengo pedidos de fotos pendientes.-Ceci ¿Qué te pasa?-Me gustaría comentarte algo.-Vení, acercate. Te escucho mientras cocino. Cecilia Primera intentó concentrarse en la preparación de la tortill, pero cada tanto le lanzaba miradas furtivas a su hija para darle a entender que también se ocupaba de ella. Cecilia Segunda carraspeó durante un rato, era la señal de que algo no andaba del todo bien. Arrimó una silla a la mesada.-Se trata de Adolfo..-Contame.-Bueno, él es lindo, simpático, está tan enamorado de la montaña como yo.

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-Pero, tratando de retocar la tortilla para que saliera impecable-¿Cuál es el problema?-Es extraño. Me abre las puertas para que pase, me ayuda a poner el abrigo, me besa cariñosamente en la mejilla cuando nos encontramos y por momentos me hace pensar que le gusto.

-Pero,repitió la madre, preocupada por lo que se venía.-Los otros días ocurrieron dos cosas muy extrañas. Primero mientras entrenábamos en el campo de Santino yo resbalé, me caí y él trató de levantarme pero al hacerlo tropezó y cayó a mi lado, muy cerquita mío, nuestros cuerpos se rozaban, pero al acercarse las caras se apartó bruscamente, se ruborizó.-¡Puf! ¿Y qué más?-Mamá, acá viene lo peor: más tarde, mientras Santino tendía un mantel sobre la mesa del patio y preparaba algunas cosas para merendar, él lo observaba de una manera especial, casi con veneración.-Como si lo quisiera “demasiado” querés decir..?-Sí, y pasaron muchas cosas más, los otros días pasé por su casa para ir a trotar juntos. Vi que en el living tiene fotos de Santino, algunas con él, otras solo y siempre en las cumbres; pero siempre con él.Cecilia Primera tapó la tortilla, puso el fuego al mínimo y se volvió decidida a dar su opinión.-Hija, creo que no estás empezando a pensar nada. Más bien, creo que ya lo descubriste: hay una gran posibilidad de que Adolfo sea homosexual.-Sí

-Y como si eso fuera poco, está enamorado de Santino.-Sí. Y no sé qué hacer.-Acá lo único que importa es lo que vos sentís por él.-Yo había empezado a encariñarme mucho.

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-¿Te enamoraste, hija?-No del todo.-Entonces es el momento de que decidas qué harás y que apoyes los pies sobre la tierra.

-Claro.-Si lo que más te importa es alcanzar otra cumbre y él te puede ayudar, sigan entrenando juntos pero si además estás deseando tener una relación íntima con él, ya sabés que es imposible y, por último, si podés entender que él solamente será tu compañero de ruta como lo es Santino, todo puede seguir. Pero si estás pensando en acostarte con él..decididamente no podés seguir a su lado.}-¡Ay, mamita! ¡Vos hacés tan fáciles las cosas más difíciles!-Si estás enamorada tendrás que dejar de verlo inmediatamente porque si no sabés manejar esta situación la única lastimada serás vos. Media hora más tarde cenaban en silencio. La tortilla estaba deliciosa como todo lo que cocinaba aquella adorable mujer. Un viento muy fuerte comenzó a azotar los postigos de las ventanas que daban al patio, se parecía al que sacudía las lonas de las carpas mientras ascendían en busca de cada nueva cumbre. Cecilia Segunda sintió una necesidad salvaje de tener picos, ganchos y sogas en sus manos que eran suaves pero grandes y de repente tuvo la cálida sensación de que lo que más deseaba en su vida era abrazar nuevamente esos enormes trozos de piedra gigante que se perdían entre las nubes. Subir y subir. Allá arriba todos eran iguales, sin apetitos terrenos de ninguna especie. Ahorrando oxígeno y deseos de todo tipo, esa sensación única de vivir sin comer, sin hablar, apenas respirando. Como si no existiera esa división entre sexos que tan cuestionada resultaba siempre en su vida diaria. Mientras escalaban todos eran iguales, se transformaban en

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un apretado ramillete de seres humanos que se ayudaban entre ellos. Todos al unísono, todos persiguiendo una sola meta: llegar a la cumbre y una vez allí abrazarse, pensar en la madre y darle gracias a Dios.

Y luego vendría el descenso, los deseos de no regresar jamás y al pisar nuevamente la tierra comenzar a soñar con otra montaña aún desconocida.