correccion 4

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Capítulo 4 Emma caminó rápidamente durante las diez cuadras que la llevaron a su casa, esa misma casa que años atrás adoraba con verdadera pasión, esa casa que siempre encerró recuerdos de tantos momentos de lucha y de amor. Se preguntó si aún amaba tanto a Santino como para soportar otra reconciliación a sabiendas de que a partir de ahora sus vidas iban a continuar ininterrumpidamente de aquella manera cíclica. Así, como siempre había sido. Seguramente dentro de un mes volverían a discutir por el mismo tema de siempre, por su único motivo de gran disputa: la maldita montaña. El enojo ya no existía, sabía que Cecilia era el mejor lugar para acudir en busca de consejo; era una verdadera suerte tenerla como amiga a pesar de que ella también amara la montaña. Esa era la única parte de su amiga que ella no lograba comprender cómo podía seguir soñando con alcanzar otras cumbres después de todo lo que había sufrido por su culpa. Dios era testigo de que ella solía rogarle que le contara anécdotas de sus viajes para intentar entender ese amor incondicional hacia un enorme bloque de piedra fría, pero no lo

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Novela monica volpini

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Captulo 4 Emma camin rpidamente durante las diez cuadras que la llevaron a su casa, esa misma casa que aos atrs adoraba con verdadera pasin, esa casa que siempre encerr recuerdos de tantos momentos de lucha y de amor. Se pregunt si an amaba tanto a Santino como para soportar otra reconciliacin a sabiendas de que a partir de ahora sus vidas iban a continuar ininterrumpidamente de aquella manera cclica. As, como siempre haba sido.

Seguramente dentro de un mes volveran a discutir por el mismo tema de siempre, por su nico motivo de gran disputa: la maldita montaa.

El enojo ya no exista, saba que Cecilia era el mejor lugar para acudir en busca de consejo; era una verdadera suerte tenerla como amiga a pesar de que ella tambin amara la montaa. Esa era la nica parte de su amiga que ella no lograba comprender cmo poda seguir soando con alcanzar otras cumbres despus de todo lo que haba sufrido por su culpa.

Dios era testigo de que ella sola rogarle que le contara ancdotas de sus viajes para intentar entender ese amor incondicional hacia un enorme bloque de piedra fra, pero no lo lograba jams ni siquiera luego de orla hablar horas enteras salpicadas con t de almendras, bizcochuelos caseros y fotografas con las que trataba de ilustrar todo lo vivido.

Los ojos se le iluminaban de una manera especial cada vez que le comunicaba que estaba a punto de alcanzar otra cumbre; ella saba que seguramente su marido estaba pensando en formar parte de la misma expedicin pero no era eso lo que la torturaba. No. Emma no era celosa y Santino jams le daba motivos para serlo, lo angustiante era no poder entender cmo poda ser que una mujer tan buena y comprensiva como Cecilia no entendiera que por culpa de la montaa se estaba quedando cada vez ms sola.-Tal vez se est volviendo loca, o no quiera recordar, pens; aquel verano durante los dos aos que ella y Gustavo acordaron esperar para tener a su primer hijo ocurri algo inesperado. Luego de haber alcanzado una de sus cumbres sufri una lipotimia durante el descenso; los dems andinistas que la acompaaban, dos hombres y dos mujeres, se apresuraron a atenderla. Pronto estuvieron cerca de la carpa en donde los aguardaba un mdico que siempre llevaban por precaucin, fue algo inslito: Cecilia lleg con una hemorragia que mojaba sus piernas traspasndole la ropa. Intentaron pedir un helicptero para trasladarla pero el equipo de radio no funcion y debieron llevarla ellos mismos, fue un viaje largo y aterrador para todos. Cuando abri los ojos se encontr rodeada de tubos y monitores en la sala de un hospital y una enfermera la vio despertar, corri a avisarle al mdico de guardia; tal vez su apuro por alejarse se debi al miedo por tener que contestar sus preguntas: ese era trabajo para el hombre vestido de verde, alto, delgado y serio pero de sonrisa bondadosa que lleg hasta la cama y le tom suavemente una mano.-Cmo te sents, Cecilia?

-Mal. Me duele todo el cuerpo Dnde estoy?

-En el hospital. Tus amigos te trajeron ayer. Ellos te salvaron la vida.

-Yosrecuerdo que de repente sent unos mareos y nada mas Me pasa algo malo?

-No. Quedate tranquila, ya te explicar, ahora trat de dormir.

-Por favor, doctor, quiero ver a alguien.

-Afuera estn todos tus amigos y tu marido est viajando pero an no ests en condiciones de recibir visitas.

El mdico intent calmarla e hizo ademn de retirarse luego de haber revisado los monitores pero al llegar a la puerta se volvi y como ella lo miraba con ojos interrogantes cambi su recorrido. Arrim una silla a la cama y decidi contarle todo.-Hay algo que tens que saber querida.-Algo anda mal, doctor?,Acaso quedar paraltica? Con esa sensacin tpica del accidentado-No criatura. Vos ests bien y pronto te recuperars.

-Entonces alguno de mis compaeros.-No. Se trata del beb.Del beb? Qu beb?-Del que estabas por tener. Acabas de perderlo. Fue por eso la hemorragia.

Contaron ms tarde que el grito de Cecilia se escuch en todo el hospital y que a ese le sucedieron otros hasta que varios mdicos acudieron a la sala para suministrarle una dosis de calmantes que fuera necesaria para calmar semejante angustia porque nadie, y mucho menos ella, saba que estaba esperando un hijo; de ser as jams hubiera intentado aquella cumbre, de eso estaban todos seguros. Todos menos Gustavo.Cuando lleg y le contaron lo ocurrido maldijo al cielo, a todos ellos, a la montaa y a su propia esposa. Nadie logr hacerle entender que en aquel dramtico suceso no haba culpables. l era hijo nico y siempre aseguraba que tendran muchos hijos, toda su vida giraba alrededor del momento en que pudiera acariciar al primero de ellos pero, segn l, Cecilia acababa de matarlo. Mientras caminaba hasta su casa apretndose el abrigo porque la temperatura se empeaba en descender, Emma crey visualizar aquella escena tan tremenda, ella le haba dado la noticia del accidente a Gustavo y ambos viajaban juntos. Necesitaba cerciorarse de que Santino se encontraba bien, de sobra saba que ellos solan ocultar una gran parte de las cosas desagradables que ocurran a sus parientes para no asustarlos. Fueron conversando acerca de cosas triviales para intentar acortar un poco el viaje tan largo que debieron padecer, cada dos o tres horas paraban para tomar un caf y comer algo ligero, despus reanudaban la marcha. Ambos deseaban arribar cuanto antes, a pesar del sueo, de la desesperacin y el cansancio. Cuando estacionaron enfrente del hospital se miraron sin saber qu hacer, ella le apret una mano y le dijo: - nimo Gustavo, nada tan grave pudo haber pasado, ya lo vers. Despus entraron caminando rpido, casi corriendo; luego sobrevino el escndalo: los amigos relataron lo sucedido. Emma abrazndose de Santino que justo en ese momento estaba conversando con unos mdicos y ella pens lo peor al no verlo, aquel grito desgarrador de Cecilia que les hel la sangre a todos. La segunda vez, cuando se sinti una especie de alarido salvaje, casi animal caus an ms dolor y mientras todos corran a la puerta de la habitacin de Cecilia haciendo odos sordos a la prohibicin de las visitas porque necesitaban consolarla, Gustavo apretando puos y mandbulas escupa una maldicin y se marchaba. En ese momento y an tiempo despus nadie entenda lo que le pasaba a aquel hombre que pareca tan enamorado de su dulce mujer y que no le importaba nada, ni siquiera las miradas taladrantes de sus amigos; lleg a la puerta de la entrada, fue a paso lento hasta su auto y, sin darles tiempo a nada, se march. Dems est decir que nunca jams quiso volver a verlos, en ese momento tom una decisin que lo acompa amargamente durante toda su vida: Cecilia haba matado a su hijo inocente, y se mereca lo peor. l sacara sus cosas de la casa y se marchara. A pesar de su bronca, tuvo tiempo para maquinar muy bien la venganza; un amigo que viva en Mendoza siempre lo invitaba a instalar una sucursal de su estudio de arquitectura. Eso hara, y desde all tramitara su divorcio. Decidi en aquel instante y jams cambi de opinin, ni siquiera cuando le avisaron que Santino y Emma viajaban en la ambulancia que llevaba a Cecilia de vuelta a su hoga,ni siquiera cuando la vieja y fiel empleada lo llam para confirmarle que ya estaba nuevamente instalada en su casa y preguntaba por l. Ese tiempo transcurrido debi haber sido un tiempo muy difcil y cuando debi reponerse del accidente a solas porque su madre, conocida como Cecilia segunda por llamarse igual que ella, se instal en su casa durante un mes o dos para acompaarla. Su vida era un caos pero a pesar de ello all aprendi que aun hasta los malos momentos tenan su lado bueno: su mam cerr temporariamente la perfumera que tena en el garaje de su casa para cuidarla. Entre ella y Rosa, su empleada con la que da a da se fueron haciendo ms amigas, se cuidaron para atenderla da y noche sin descanso. Cecilia acept las cosas tal cual vinieron y al cabo de dos meses retom las clases de idioma que daba en dos escuelas secundarias. Un mes ms tarde comenz con sus clases en la universidad y las traducciones comenzaron a llover en cuanto se supo de su recuperacin.

Su madre reabri la perfumera y todos los sbados tomaron como costumbre salir a cenar para luego pasar la noche juntas en casa de alguna de ellas. Hipotticamente su vida se normalizaba. Se dijo a s misma que entendera el sufrimiento y la rabia de Gustavo, se propuso no hacer nada para obligarlo a regresar pero a la vez pens que tal vez lo iba a esperar durante toda su vida. Segn comentarios de Rosa y su madre, el nico gesto de generosidad que este hombre haba tenido era haberle dejado toda la casa para ella. Ellas ignoraban que los ahorros que ambos posean en un fondo comn de un banco haban desaparecido misteriosamente. Cecilia imagin lo ocurrido pero no dijo nada.

Ms tarde se enter de que l viva en una finca en Mendoza recin comprada cuando apenas se divorciaron, ella prefiri olvidarlo todo porque tena una buena entrada mensual de dinero con sus horas de clases sumadas al estudio fotogrfico que le ayudaba tambin a ocupar el tiempo. Siempre la llamaban para desfiles de moda e innumerables festejos , tambin continu con sus trabajos de traductora. Poco a poco sus nuevos ahorros comenzaron a aumentar y a stos nadie se los robara, de eso estaba segura; hasta pudo permitirse un viaje a Espaa con su mam para conocer a la familia que tenan dispersa por Madrid.

As fue sobreviviendo a una vida que no era la que haba soado.

En una noche de navidad, mientras festejaban en un saln atiborrado con parientes recin llegados, su primo Elas le presenta a Adolfo, un andinista que estaba intentando escalar un cerro en el norte de Argentina; como era de esperar, apenas empezaron a conversar, Cecilia sinti nuevamente el mgico llamado de la montaa. Hablaron toda la noche y al da siguiente comenzaron los preparativos para acompaarlo; despus de haber alcanzado esa nueva cumbre se prometi a s misma que seguira hacindolo durante toda su vida.Muy pocos la comprendieron.-Emma-Santino