copia de ferrol

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ÍNDEX

1 Ándeme yo caliente, Góngora

2 La vida es sueño, Calderón de la Barca

3 El juego de hacer versos, Gil de Biedma

4 En tanto que de rosa y azucena, Garcilaso de la Vega

5 No te rindas, Mario Benedetti

6 Amor infinit, Mònica Orpí

7 El principito ,Antoine de Saint – Exupéry

8 Las nanas de la cebolla, Miguel Hernández

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Ándeme yo caliente

Traten otros del gobierno

del mundo y sus monarquías,

mientras gobiernan mis días

mantequillas y pan tierno,

y las mañanas de invierno

naranjada y aguardiente,

y ríase la gente.

Coma en dorada vajilla

el Príncipe mil cuidados

como píldoras dorados,

que yo en mi pobre mesilla

quiero más una morcilla

que en el asador reviente,

y ríase la gente.

Cuando cubra las montañas

de blanca nieve el enero,

tenga yo lleno el brasero

de bellotas y castañas,

y quien las dulces patrañas

del Rey que rabió me cuente,

y ríase la gente.

Busque muy en hora buena

el mercader nuevos soles;

yo conchas y caracoles

entre la menuda arena,

escuchando a Filomena

sobre el chopo de la fuente,

y ríase la gente.

Pase a media noche el mar

y arda en amorosa llama

Leandro por ver su dama;

que yo más quiero pasar

del golfo de mi lagar

la blanca o roja corriente

y ríase la gente.

Pues Amor es tan crüel,

que de Píramo y su amada

hace tálamo una espada,

do se junten ella y él,

sea mi Tisbe un pastel,

y la espada sea mi diente,

y ríase la gente.

GÓNGORA, Luis de, ―Ándeme yo caliente‖ de Poesía.

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La vida es sueño.

¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!

Apurar, cielos, pretendo,

ya que me tratáis así

qué delito cometí

contra vosotros naciendo;

aunque si nací, ya entiendo

qué delito he cometido.

Bastante causa ha tenido

vuestra justicia y rigor;

pues el delito mayor

del hombre es haber nacido.

Sólo quisiera saber

para apurar mis desvelos

(dejando a una parte, cielos,

el delito de nacer),

qué más os pude ofender

para castigarme más.

¿No nacieron los demás?

Pues si los demás nacieron,

¿qué privilegios tuvieron

qué yo no gocé jamás?

Nace el ave, y con las galas

que le dan belleza suma,

apenas es flor de pluma

o ramillete con alas,

cuando las etéreas salas

corta con velocidad,

negándose a la piedad

del nido que deja en calma;

¿y teniendo yo más alma,

tengo menos libertad?

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Nace el bruto, y con la piel

que dibujan manchas bellas,

apenas signo es de estrellas

(gracias al docto pincel),

cuando, atrevida y crüel

la humana necesidad

le enseña a tener crueldad,

monstruo de su laberinto;

¿y yo, con mejor instinto,

tengo menos libertad?

Nace el pez, que no respira,

aborto de ovas y lamas,

y apenas, bajel de escamas,

sobre las ondas se mira,

cuando a todas partes gira,

midiendo la inmensidad

de tanta capacidad

como le da el centro frío;

¿y yo, con más albedrío,

tengo menos libertad?

Nace el arroyo, culebra

que entre flores se desata,

y apenas, sierpe de plata,

entre las flores se quiebra,

cuando músico celebra

de las flores la piedad

que le dan la majestad

del campo abierto a su huida;

¿y teniendo yo más vida

tengo menos libertad?

En llegando a esta pasión,

un volcán, un Etna hecho,

quisiera sacar del pecho

pedazos del corazón.

¿Qué ley, justicia o razón,

negar a los hombres sabe

privilegio tan süave,

excepción tan principal,

que Dios le ha dado a un cristal,

a un pez, a un bruto y a un ave?

CALDERÓN DE LA BARCA, Pedro. La vida es sueño.

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El Juego de hacer versos

El juego de hacer versos

—que no es un juego— es algo

parecido en principio

al placer solitario.

Con la primera muda

en los años nostálgicos

de nuestra adolescencia,

a escribir empezamos.

Y son nuestros poemas

del todo imaginarios

—demasiado inexpertos

ni siquiera plagiamos—

porque la Poesía

es un ángel abstracto

y, como todos ellos,

predispuesto a halagarnos.

El arte es otra cosa

distinta. El resultado

de mucha vocación

y un poco de trabajo.

Aprender a pensar

en renglones contados

–y no en los sentimientos

con que nos exaltábamos–,

tratar con el idioma

como si fuera mágico

es un buen ejercicio,

que llega a emborracharnos.

Luego está el instrumento

en su punto afinado:

la mejor poesía

es el Verbo hecho tango.

Y los poemas son

un modo que adoptamos

para que nos entiendan

y que nos entendamos.

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Lo que importa explicar

es la vida, los rasgos

de su filantropía,

las noches de sus sábados.

La manera que tiene

sobre todo en verano

de ser un paraíso.

Aunque, de cuando en cuando,

si alguna de esas nubes

que las carga el diablo

uno piensa en la historia

de estos últimos años,

si piensa en esta vida

que nos hace pedazos

de madera podrida,

perdida en un naufragio,

la conciencia le pesa

—por estar intentando

persuadirse en secreto

de que aún es honrado.

El juego de hacer versos,

que no es un juego, es algo

que acaba pareciéndose

al vicio solitario.

GIL DE BIEDMA,Jaime.‖ EL juego de hacer versos‖ de Las personas del

verbo.

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En tanto que de rosa y azucena.

En tanto que de rosa y azucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena

del oro se escogió, con vuelo presto,

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto, antes que el tiempo airado

cubra de nieve la hermosa cumbre;

marchitará la rosa el viento helado.

Todo lo mudará la edad ligera

por no hacer mudanza en su costumbre.

LA VEGA, Garcilaso de. ―En tanto que de rosa y azucena‖ de

Poesías castellanas completas.

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No te rindas.

No te rindas, aún estás a tiempo

de alcanzar y comenzar de nuevo,

aceptar tus sombras,

enterrar tus miedos,

liberar el lastre,

retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,

continuar el viaje,

perseguir tus sueños,

destrabar el tiempo,

correr los escombros,

y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,

aunque el frío queme,

aunque el miedo muerda,

aunque el sol se esconda,

y se calle el viento,

aún hay fuego en tu alma

aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo

porque lo has querido y porque te quiero

porque existe el vino y el amor, es cierto.

Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,

quitar los cerrojos,

abandonar las murallas que te protegieron,

vivir la vida y aceptar el reto,

recuperar la risa,

ensayar un canto,

bajar la guardia y extender las manos

desplegar las alas

e intentar de nuevo,

celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,

aunque el frío queme,

aunque el miedo muerda,

aunque el sol se ponga y se calle el viento,

aún hay fuego en tu alma,

aún hay vida en tus sueños

porque cada día es un comienzo nuevo,

porque esta es la hora y el mejor momento.

Porque no estás solo, porque yo te quiero

Mario Benedetti, No te rindas

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Amor infinit.

Sumaré a la teva olor, els meus desitjos,

restaré l'enyorança als meus pensaments.

Multiplicaré per deu els petons que et voldria donar, millor per

100 I encara millor, per 1000!!

I diviré tots els meus tresors per tots dos.

Faré equacions dels meus sentiments,

per obtenir així la X,

la solució que ens omplirà d’alegria.

Més per menys,

dividir per poder, així, compartir.

T'elevaré a la tercera potència

per obtenir el cub,

I, al resultat, li faré la integral de la nostra innocència

per obtenir poder, obtenir, a la fi, de nosaltres dos,

un amor que tendeixi cap a l’infinit

Mònica Orpí, Amor infinit.

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El principito.

Pero sucedió que el principito, habiendo atravesado arenas, rocas y nieves,

descubrió finalmente un camino. Y los caminos llevan siempre a la morada

de los hombres.

—¡Buenos días! —dijo.

Era un jardín cuajado de rosas.

—¡Buenos días! —dijeran las rosas.

El principito las miró. ¡Todas se parecían tanto a su flor!

—¿Quiénes son ustedes? —les preguntó estupefacto.

—Somos las rosas —respondieron éstas.

—¡Ah! —exclamó el principito.

Y se sintió muy desgraciado. Su flor le había dicho que era la única de su

especie en todo el universo. ¡Y ahora tenía ante sus ojos más de cinco mil

todas semejantes, en un solo jardín! Si ella viese todo esto, se decía el

principito, se sentiría vejada, tosería muchísimo y simularía morir para

escapar al ridículo. Y yo tendría que fingirle cuidados, pues sería capaz de

dejarse morir verdaderamente para humillarme a mí también... "

(…)

Entonces apareció el zorro:

—¡Buenos días! —dijo el zorro.

—¡Buenos días! —respondió cortésmente el principito que se volvió pero no

vio nada.

—Estoy aquí, bajo el manzano —dijo la voz.

—¿Quién eres tú? —preguntó el principito—. ¡Qué bonito eres!

—Soy un zorro —dijo el zorro.

—Ven a jugar conmigo —le propuso el principito—, ¡estoy tan triste!

—No puedo jugar contigo —dijo el zorro—, no estoy domesticado.

—¡Ah, perdón! —dijo el principito.

Pero después de una breve reflexión, añadió:

—¿Qué significa "domesticar"?

—Tú no eres de aquí —dijo el zorro— ¿qué buscas?

—Busco a los hombres —le respondió el principito—. ¿Qué significa

"domesticar"?

—Los hombres —dijo el zorro— tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto!

Pero también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?

—No —dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"? —

volvió a preguntar el

principito.

—Es una cosa ya olvidada —dijo el zorro—, significa "crear vínculos... "

—¿Crear vínculos?

—Efectivamente, verás —dijo el zorro—. Tú no eres para mí todavía más que

un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para

nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro

entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces

tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo,

yo seré para ti único en el mundo...

—Comienzo a comprender —dijo el principito—. Hay una flor... creo que ella

me ha domesticado...

—Es posible —concedió el zorro—, en la Tierra se ven todo tipo de cosas.

—¡Oh, no es en la Tierra! —exclamó el principito.

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El zorro pareció intrigado:

—¿En otro planeta?

—Sí.

—¿Hay cazadores en ese planeta?

—No.

—¡Qué interesante! ¿Y gallinas?

—No.

—Nada es perfecto —suspiró el zorro.

(…)

El zorro se calló y miró un buen rato al principito:

—Por favor... domestícame —le dijo.

—Bien quisiera —le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He

de buscar amigos y conocer muchas cosas.

—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los

hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho

en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres

no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!

—¿Qué debo hacer? —preguntó el principito.

—(…)

—¿Qué es un rito? —inquirió el principito.

—(…)

—¡Ah! —dijo el zorro—, lloraré.

—Tuya es la culpa —le dijo el principito—, yo no quería hacerte daño, pero

tú has querido que te domestique...

—Ciertamente —dijo el zorro.

—¡Y vas a llorar!, —dijo él principito.

—¡Seguro!

—No ganas nada.

—Gano —dijo el zorro— he ganado a causa del color del trigo.

Y luego añadió:

—Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo.

Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.

El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:

—No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado

ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en

nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y

ahora es único en el mundo. (…)Y volvió con el zorro.

—Adiós —le dijo.

—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple :

sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.

—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse.

—Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido

con ella.

—Es el tiempo que yo he perdido con ella... —repitió el principito para

recordarlo.

—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes

olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres

responsable de tu rosa...

—Yo soy responsable de mi rosa... —repitió el principito a fin de recordarlo.

Antoine de saint – exupéry, El Principito

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EL NÚMERO PI

El admirable número Pi

tres coma uno cuatro uno.

Las cifras que siguen son también preliminares

cinco nueve dos porque jamás acaba.

No puede abarcarlo seis cinco tres cinco la mirada,

ocho nueve ni el cálculo

siete nueve ni la imaginación,

ni siquiera tres dos tres ocho un chiste, es decir, una comparación

cuatro seis con cualquier otra cosa

dos seis cuatro tres de este mundo.

La serpiente más larga de la tierra suma equis metros y se acaba.

Y lo mismo las serpientes míticas aunque tardan más.

El séquito de digitos del número Pi

llega al final de la página y no se detiene,

sigue, recorre la mesa, el aire,

una pared, una hoja, un nido de pájaros, las nubes, hasta llegar

directo al cielo,

perderse en la insondable hinchazón del cielo.

¡Qué breve la cola de un cometa, cual la de un ratón!

¡Qué endeble el rayo de un astro si se curva en la insignificancia

del espacio!

Mientras aquí dos tres quince trescientos diecinueve

mi número de teléfono la talla de tu camisa

el año mil novecientos sesenta y tres sexto piso

el número de habitantes sesenta y cinco céntimos

dos pulgadas de cintura una charada y un mensaje cifrado

que dice vuela mi ruiseñor y canta

y también se ruega guardar silencio,

y se extinguirán cielo y tierra,

pero el número Pi no, jamás,

seguirá su camino con su nada despreciable cinco

con su en absoluto vulgar ocho

con su ni por asomo postrero siete,

empujando, ¡ay!, empujando a durar

a la perezosa eternidad.

Wislawa Szymborska, El Número Pi

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Las nanas de la cebolla.

La cebolla es escarcha

cerrada y pobre.

Escarcha de tus días

y de mis noches.

Hambre y cebolla,

hielo negro y escarcha

grande y redonda.

En la cuna del hambre

mi niño estaba.

Con sangre de cebolla

se amamantaba.

Pero tu sangre,

escarchada de azúcar

cebolla y hambre.

Una mujer morena

resuelta en lunas

se derrama hilo a hilo

sobre la cuna.

Ríete niño

que te traigo la luna

cuando es preciso.

Tu risa me hace libre,

me pone alas.

Soledades me quita,

cárcel me arranca.

Boca que vuela,

corazón que en tus labios

relampaguea.

Es tu risa la espada

más victoriosa,

vencedor de las flores

y las alondras.

Rival del sol.

Porvenir de mis huesos

y de mi amor.

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Desperté de ser niño:

nunca despiertes.

Triste llevo la boca:

ríete siempre.

Siempre en la cuna

defendiendo la risa

pluma por pluma.

Al octavo mes ríes

con cinco azahares.

Con cinco diminutas

ferocidades.

Con cinco dientes

como cinco jazmines

adolescentes.

Frontera de los besos

serán mañana,

cuando en la dentadura

sientas un arma.

Sientas un fuego

correr dientes abajo

buscando el centro.

Vuela niño en la doble

luna del pecho:

él, triste de cebolla,

tú satisfecho.

No te derrumbes.

No sepas lo que pasa

ni lo que ocurre.

HERNÁNDEZ Miguel, Las nanas de la cebolla.