consideraciones psicoanalÍticas acerca del fantasma...
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FACULTAD DE FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN
ESCUELA DE PSICOLOGÍA
CONSIDERACIONES PSICOANALÍTICAS ACERCA DEL FANTASMA Y LA PORNOGRAFÍA
Tesis para optar al Grado de Licenciado en Psicología y al Título de Psicólogo
Autores:
José Antonio Galiani Llach
Diego Isaac Salas Osorio
Profesor Patrocinante:
Ps. Juan José Soca Guarnieri
2014
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AGRADECIMIENTOS
Quisiéramos agradecer a todos aquellos que de manera directa o indirecta contribuyeron
al desarrollo de esta investigación. En primer lugar, agradecer a nuestras familias y su
incondicional apoyo frente a todo el desarrollo de este proceso. Nos gustaría agradecer también a
nuestros amigos y compañeros de carrera quienes siempre demostraron su apoyo y optimismo
frente a la tarea emprendida hace un año. Por último, agradecer especialmente a dos personas
que contribuyeron de manera bastante significativa en este proyecto, a Don Edgardo Díaz,
bibliotecólogo de la PUCV, quien nos brindó vasto material para una comprensión actual del
fenómeno investigado, y a nuestro profesor patrocinante, Juan José Soca, quien pese a ya no
estar ligado a la universidad, fue clave en la determinación y constancia necesarias para
concretar el proyecto emprendido.
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“El espíritu humano está expuesto a los requerimientos más sorprendentes.
Constantemente se da miedo a sí mismo. Sus movimientos eróticos le aterrorizan”.
(Georges Bataille)
“El individualismo, la atomización de la sociedad, la concupiscencia
desordenada del mundo, la sobrepoblación indefinida y la plétora ilimitada de las
necesidades, la decadencia de la fe, el debilitamiento de la vida espiritual son otras
tantas causas que contribuyen a edificar el sistema industrial y capitalista, el cual
cambió por completo todo el rostro de la vida humana, todo su estilo, al desgajar la
vida humana del ritmo de la naturaleza. La máquina, la potencia que trae consigo,
esta precipitación del movimiento que ella ha engendrado, crearon mitos y
fantasmas, han dirigido la vida del hombre hacia ficciones que, pese a serlo, dan la
ilusión de ser la más real de las realidades”.
(Nikolái Berdiáyev)
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RESUMEN
La presente investigación surgió como un cuestionamiento hacia cuál vendría a ser la
función de la pornografía en la sociedad posmoderna. La teoría desde la cual fue abordada esta
pregunta es el psicoanálisis, esto debido principalmente a lo ligado que se encuentra esta teoría
en particular al desarrollo psicosexual de los sujetos. En ese sentido, se optó por una
investigación de tipo documental y conceptual, vale decir, nos hemos servido exclusivamente de
material bibliográfico para lograr un acercamiento al entendimiento de nuestra interrogante.
Luego se procedió a delimitar el objeto de estudio y su contexto, optando por investigar la arista
del fenómeno que alude a su rápida expansión como objeto de consumo, es decir la pornografía
de masas o “mainstream”.
El contexto en el que se enfocó nuestra pregunta, es la sociedad posmoderna, ya que sólo
desde este punto de vista se puede dar un sentido al fenómeno, tomando en cuenta su constante
expansión y desarrollo. Luego de delimitar el objeto de estudio y establecer sus principales
características, se consideró que el concepto psicoanalítico con mayor alcance para poder darle
un sentido al fenómeno es el fantasma en Lacan y su precedente, la fantasía en Freud, ambos
conceptos fueron ampliamente desarrollados y conceptualizados para finalmente darle un sentido
a la pornografía desde la teoría psicoanalítica. En esta comparación se llegó a la conclusión de
que la pornografía vendría a ser una forma en que los sujetos acceden a la sexualidad,
paradójicamente sin acceder a ella, creando un marco desde el cual poder entenderla sin
enfrentar sus reales características.
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ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………….7
2. PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN………………………………….……………..9
2.1. Relevancia del problema………………………………………………………...10
2.2. Justificación del problema………………………………………………………14
3. SISTEMA DE OBJETIVOS…………………………………………………………18
4. MARCO TEÓRICO…………………………………………………………….……19
4.1. PORNOGRAFÍA Y POSMODERNIDAD………………………………..…….19
4.1.1. Orígenes de la pornografía……………………………………………….19
4.1.2. Contexto posmoderno……………………………………………………23
4.1.3. Pornografía como discurso acerca de la sexualidad……………………...29
4.2. FANTASÍA EN PSICOANÁLISIS………………………………………….….41
4.3. FANTASMA EN PSICOANÁLISIS……………………………………………55
4.3.1. El sujeto y su relación con el Otro………………………………….……57
4.3.2. Estructura fantasmática…………………………………………….…….68
4.3.3. Contexto clínico: La escena fantasmática y el objeto perdido…….……..74
5. METODOLOGÍA……………………………………………………………………78
5.1. Tipo de investigación……………………………………………………...…….78
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5.2. Acerca de las fuentes………………………………………………………...…..81
6. SÍNTESIS Y DISCUSIONES…………………………………………………..…....86
6.1. Consecuencias de la pornografía como discurso acerca de la sexualidad………86
6.2. Pornografía como respuesta fantasmática frente al enigma del deseo del Otro…93
6.3. Posmodernidad y el lugar del sujeto………………………………………...…110
7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………….……..115
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1. INTRODUCCIÓN
Desde hace siglos, la cultura occidental se ha visto plagada de representaciones gráficas
alusivas al acto sexual, en donde pese al carácter represivo existente durante algunos períodos,
estas representaciones han sabido permanecer latentes, en definitiva, porque interpelan
directamente a la emocionalidad de los sujetos.
En el contexto actual, el fenómeno de la pornografía ha logrado situarse como uno de los
emblemas respecto a la construcción de discursos en torno a la sexualidad, sin embargo, este
discurso no deja de tener características que llaman fuertemente la atención dentro del contexto
de investigación académica. Su rápida expansión y voraz forma de ser consumido, responde a un
punto medular dentro de la vida anímica de los sujetos, es decir, a uno de los aspectos más
íntimos de la vida de éstos, el sexual.
Los esquemas planteados por la industria pornográfica respecto a qué es una relación
sexual han influido por años la forma en que los sujetos se relacionan, por lo que la teoría
psicoanalítica, la cual sitúa la sexualidad de los sujetos como tema central, se presenta como
idónea a la hora de abordar un fenómeno como éste. Fenómeno que, si bien ya forma parte de la
cultura popular, aporta diferentes elementos que permiten tomar una especie de fotografía de la
sociedad actual, es decir, ofrece un amplio panorama respecto a cómo hoy en día, en el contexto
posmoderno, los sujetos interpretan su sexualidad.
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La manera en que la pornografía asume una función para la vida anímica de los sujetos
del contexto posmoderno es lo que la presente investigación busca dilucidar, y que a partir de los
conceptos del psicoanálisis, específicamente desde los aportes de Freud y Lacan, busca
establecer la relación entre este fenómeno y la teoría mencionada.
Es así, como se plantea una premisa a modo de hipótesis para la investigación, a partir de
la cual se afirma que toda representación pornográfica alude directa o indirectamente al acto
sexual explícito, no obstante, esta misma expresión de los sexual vendría a desviar y proteger al
sujeto frente a lo angustiante de un encuentro real.
A partir de esta premisa, se puede observar como el fenómeno en estudio se encuentra en
estrecha relación con la lógica promulgada desde el psicoanálisis, lo que brinda la posibilidad de
delimitar las funciones específicas en la dinámica sujeto-objeto.
Por otra parte, el estudio de este fenómeno responde no sólo a la importancia radicada en
sus consecuencias para el funcionamiento psíquico de los sujetos, sino que también representa un
elemento de la cultura que no puede ser obviado, más aún, merece ser analizado con detalle y
precisión, ya que da cuentas de cómo los sujetos construyen sus discursos en torno a la
sexualidad y es consumido de manera masiva, invadiendo los hogares de millones de personas.
Se puede decir entonces, que la relevancia de la pornografía hoy en día, alude tanto a su
popularidad, como a los efectos que produce en quienes la consumen.
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El interés suscitado por este fenómeno, responde a la cualidad de algunos productos
culturales por presentarse a modo de fuente informativa para posterior análisis. En este caso, se
plantea que el fenómeno de la pornografía arroja elementos más contundentes y decisivos que
grandes enciclopedias u obras de arte para la comprensión y estudio de la sociedad actual.
El modo de abordar la presente investigación es a través de una metodología netamente
cualitativa, en donde a partir de una extensa revisión bibliográfica se organizan, sistematizan e
interpretan las fuentes consultadas, para luego a partir de un análisis de tipo conceptual,
establecer la relación entre el fenómeno de la pornografía y el concepto psicoanalítico de
fantasma, todo esto, en el marco de la época posmoderna.
2. PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN
Esta investigación surge a partir del cuestionamiento suscitado respecto de los alcances
del fenómeno de la pornografía, en tanto cumple una función determinada en la vida anímica de
los sujetos. Función que busca ser comprendida desde la dimensión más íntima del sujeto, así
como desde una perspectiva más amplia o cultural. A partir de esta primera aproximación, se
plantea el siguiente problema de investigación:
La función de la pornografía en la constitución del fantasma según el psicoanálisis y sus
implicancias en la época posmoderna.
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2.1. Relevancia del problema
El problema planteado para la presente investigación y sus consiguientes elementos
metodológicos, se articulan a partir de dos ideas fundamentales. La primera de ellas, dice
relación con el supuesto de que el sujeto tiene una forma de relacionarse con la sexualidad, la
cual estaría construida cultural e históricamente. Por otro lado, un segundo supuesto señala que
la pornografía, si bien emerge del ámbito de lo sexual, más aún, hace referencia al acto sexual
mismo, vendría a desviar al sujeto del acto sexual en sí.
Ambas ideas sobre las cuales se ahondará en el marco teórico, son esenciales para el
desarrollo del presente estudio, y servirán de sustento para la investigación teórica-documental,
acotando así la perspectiva desde la cual se analizará el fenómeno en cuestión.
La pornografía en tanto fenómeno de estudio no es un tema superficial, más aún, expone
aspectos relevantes a analizar en torno a cómo los sujetos se relacionan con la sexualidad. Si bien
en la actualidad es mucho más fácil poder acceder a ella con inmediatez, los estudios teóricos
realizados en torno al tema por lo general apuntan a comprenderla o a compararla con otras
formas de acceder a la propia sexualidad. En este sentido, resulta muy atingente lo expuesto por
Gubern acerca de la existencia de:
Provincias iconográficas malditas, zonas de destierro y de exilio cultural, que a veces
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resultan más elocuentes y ofrecen materiales más productivos para el análisis y comprensión de
una época o de una sociedad que las grandes obras maestras canonizadas en los museos (Gubern,
1989, pág. 7).
Es debido a esto que resulta llamativo el estudio relacionado con la pornografía, ya que
permite vislumbrar diferentes focos con respecto a características del desarrollo de las sociedades
y en especial de los sujetos que pertenecen a éstas. Es precisamente en este aspecto en el que
quisiera profundizar este estudio ¿Cómo se relaciona el sujeto con la pornografía? ¿Qué
características tiene ésta? ¿Qué función cumple para el sujeto? Estas son preguntas orientadoras
que se intentarán responder desde un enfoque psicoanalítico.
Teniendo en cuenta las características de esta investigación y la teoría desde la cual será
respaldada, el psicoanálisis, se precisa en primer lugar hacer referencia a la raíz etimológica de la
palabra “pornografía”. Esta palabra de origen griego está compuesta por el sustantivo pornê que
hace referencia a las prostitutas y el verbo graphein que hace referencia a la descripción de algo.
De esta forma es que el concepto nos remite a la descripción de un cuerpo femenino en estrecha
relación con el sexo (Gubern, 1989). Es así, que desde su raíz etimológica, la pornografía está
relacionada con la sexualidad, y es desde esta relación que se busca comprender la función que
tiene la pornografía para el sujeto.
La relevancia de este estudio está dada por el impacto que tiene la pornografía sobre los
sujetos de la sociedad actual, lo que está facilitado por el inmediato acceso a ella con el que se
cuenta, y cómo ésta en definitiva es modeladora de una determinada relación del sujeto con su
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sexualidad. Es por esto que la investigación del fenómeno de la pornografía se enmarca en el
contexto posmoderno, ya que sitúa al estudio en un marco teórico desde el cual se pueden
comprender las características de la sociedad actual, y en definitiva, como es que ésta ha situado
al fenómeno de la pornografía como un producto más para el consumo de las masas.
Por otro lado, este es un estudio controversial, ya que si bien existe esta facilidad de
acceso a la pornografía, no es algo a lo que todos los sujetos estén dispuestos a acceder, o
admitan que lo hacen, sin embargo los interpela sin poder permanecer indiferentes a su
existencia. Aspecto que no sólo aporta una relevancia teórica a la investigación de este
fenómeno, sino que da cuenta de elementos a tener en cuenta en el contexto del quehacer clínico,
en la medida en que este es un fenómeno masivo, que de alguna manera, como busca mostrar
esta investigación, tiene una importante injerencia en la concepción de sexualidad de los sujetos,
por ende en cómo éstos se conciben a sí mismos.
El abordaje teórico que existe referente al fenómeno de la pornografía ha sido realizado
desde diferentes aristas. Por ejemplo desde una perspectiva historiográfica, como propone
Roman Gubern en su texto “La imagen pornográfica y otras ilusiones ópticas” de 1989, donde
desarrolla la historia de este fenómeno en su carácter cinematográfico y comercial, desde su
despenalización hasta su rápida expansión a modo de industria. Por otro lado, Ercole Lissardi en
su texto “La pasión erótica. Del sátiro griego a la pornografía en intenet” del año 2013, propone
una visión que apela a un sentido de continudad en la forma de tramitar la sexualidad en la
cultura occidental, en donde relaciona las diferentes figuras y concepciones que a lo largo de la
historia de occidente han estado ligadas al desborde sexual.
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Otro tipo de abordaje respecto a este fenómeno, es el que se puede encontrar en el
artículo de 1997 titulado “Simpatía por el diablo: Notas sobre la sexualidad y la agresión, con
especial referencia a la pornografía” de Jessica Benjamin, en donde sirviéndose de los aportes
freudianos en torno al concepto de fantasía y pulsión de muerte, sumados a las posteriores
contribuciones de Laplanche en torno al proceso de fantasmatización, busca desarrollar desde
una perspectiva feminista, los alcances de la pornografía en tanto plataforma para las pulsiones
de tipo agresiva.
Por último, a partir de las plataformas digitales de artículos especializados, se presentan
distintas formas de analizar este fenómeno. Al acceder a estas fuentes, se encuentra bastante
material al respecto, en donde el fenómeno es principalmente abordado desde concepciones
feministas, en el sentido de un espacio de reivindicación frente a la dominación patriarcal,
también desde sus aspectos técnicos o su rol en tanto objeto de consumo, como desde una
perspectiva psicoanalítica, siendo principalmente analizado desde conceptos como cuerpo o
fetiche.
En definitiva, la relevancia de esta investigación radica en la manera en que la
pornografía surge como la representación más accesible para los sujetos respecto de qué es una
relación sexual. De este modo, la pornografía adopta un carácter educativo en tanto se presenta
como una primera forma de enfrentarse al acto sexual, vale decir, evidencia cómo debe ser éste.
Sin embargo, termina alejando al sujeto del encuentro sexual en sí.
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2.2 Justificación del problema
El motivo por el cual esta investigación es realizada desde los conceptos del psicoanálisis,
responde al carácter de esta teoría, la cual se fundamenta en un desarrollo psico-sexual de los
sujetos, específicamente desde los aportes freudianos al respecto. Por ejemplo, al señalar que la
estructuración psíquica de los sujetos se establece a partir de la respuesta que cada sujeto da ante
la primera ley, la prohibición del incesto. Respuesta que tiene una función preponderante
respecto al curso y fijaciones que la pulsión sexual tendrá en la vida del sujeto.
Otra característica de la teoría psicoanalítica que tiene estrecha relación con el fenómeno
abordado, alude a un elemento que ha adquirido gran importancia dentro de esta teoría,
puntualmente, la relevancia otorgada al carácter repetitivo de ciertos aspectos del funcionamiento
psíquico de los sujetos. En ese sentido, la presente investigación busca dilucidar ciertas
estructuras o patrones del fenómeno, en la medida en que la pornografía posee elementos
recurrentes en todas sus formas de expresión.
Un tercer aspecto relativo al por qué de una interpretación psicoanalítica del fenómeno,
está relacionado con el interés propio de esta corriente teórica, en tanto busca comprender todo lo
que se escapa de la realidad objetiva, es decir, aspectos del psiquismo del sujeto, como su mundo
interno, sus formas de evadir esta realidad por momentos dolorosa, y en definitiva, cómo es que
el sujeto interpreta el mundo que lo rodea. Es así, como se puede establecer que la pornografía
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no responde a la realidad misma de los sujetos, teniendo su asidero más bien en el mundo de las
fantasías que en el real.
Este interés del psicoanálisis por investigar más allá de lo visible, puede ser evidenciado
en esta investigación. Así como, antes de Freud no se pensaba que hubiese un sentido detrás de
los síntomas histéricos, los rituales obsesivos o los delirios psicóticos, en la actualidad, sería
difícil intentar dar un sentido al fenómeno de la pornografía fuera del contexto académico.
Dentro de los conceptos de la teoría psicoanalítica a través de los cuales es posible
otorgarle un sentido al fenómeno de la pornografía, se ha optado por desarrollarlo mediante el
concepto de fantasma. Al comienzo de la investigación no se contaba con claras nociones
respecto a la definición y los alcances de este concepto, lo cual se alzaba como un desafío debido
a la importancia que éste posee en la teoría lacaniana.
Este concepto, brinda elementos que permiten comprender de forma más compleja y a su
vez medular el sentido que adopta para los sujetos la pornografía, y por qué este fenómeno ha
tenido a lo largo de su historia una evolución que claramente sigue un determinado patrón o
estructura. En efecto, este concepto da cuenta de lo inaccesible, el imposible que escapa de la
realidad objetiva, pero a su vez aporta, a través de su funcionamiento, elementos para poder
tolerarla.
En definitiva, la propuesta de analizar la función del fenómeno de la pornografía en el
contexto posmoderno, en una lectura a partir del concepto psicoanalítico de fantasma, da cuenta
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de una necesidad de aportar nuevas aristas al fenómeno en estudio. Es así por ejemplo, como en
la vasta literatura al respecto, pueden evidenciarse diversas formas de abordar el fenómeno de la
pornografía desde la teoría psicoanalítica, sin embargo las investigaciones existentes se pueden
dividir en dos grandes líneas: aquellas que desarrollan de manera más descriptiva el fenómeno de
la pornografía, a través de consideraciones históricas, estadísticas, técnicas, legales, etc., así
como aquellas que buscan exponer este fenómeno a la luz de un concepto puntual, siendo la
pornografía más bien un ejemplo para desarrollar cierta idea teórica.
En ese sentido, la presente investigación pretende conjugar ambas perspectivas, en la
medida en que busca explorar un fenómeno en un contexto determinado, para luego exponerlo a
la luz de un concepto en particular. Es así, como se plantea la tarea de analizar la función del
fenómeno de la pornografía para los sujetos en el contexto posmoderno, esto a través del
desarrollo del concepto de fantasma, partiendo desde el concepto de fantasía en Freud.
Respecto a la literatura existente, por un lado la perspectiva más descriptiva-
historiográfica, prescinde y da por entendido la existencia de la relación del desarrollo de la
pornografía con la estructura psíquica del sujeto. Por otro lado, la perspectiva teórica-
psicoanalítica da por entendido cierta concepción de la pornografía, omitiendo aspectos relativos
a su desarrollo histórico y las diferentes vertientes que se presentan hoy en día en el fenómeno,
es decir, se trabaja teóricamente en torno a esta sin detenerse a definirla.
Otro aspecto relevante a destacar, es el motivo de un abordaje netamente teórico-
documental, el cual está basado en el trabajo con la bibliografía existente. Este tipo de abordaje,
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responde al hecho de que el fenómeno de la pornografía, pese a estar ampliamente difundido y
viralizado, sigue siendo un tema tabú, por lo que se dificultaría la opción de utilizar
metodologías ligadas al análisis de discurso a través de entrevistas. Además, se pretende que la
perspectiva desde la cual sea tratado este fenómeno, de cuentas de un proceso de carácter global
más que particular, dando importancia al desarrollo histórico y cultural de éste.
Lo novedoso de la presente investigación y lo que la hace atingente a nuestros tiempos,
tiene estrecha relación con las características que la pornografía ha adoptado en la actualidad. Su
constante expansión, su fácil acceso y el momento álgido que vive dentro de su desarrollo, la
sitúan como un fenómeno vastamente consumido y popular, pero que bajo esta fachada oculta un
mecanismo que, más allá de lo moral, termina por educar a los sujetos respecto a cómo es una
relación sexual. De este modo, podemos situar a la pornografía como una fuente informativa
tangible a la hora de comprender la forma en que los sujetos acceden a su sexualidad. Mismo
aspecto que otorga su relevancia en el contexto del quehacer clínico.
Con la finalidad de que el presente estudio sea atingente a nuestros tiempos, se ha optado
por abordar el fenómeno de la pornografía desde el contexto de la posmodernidad, lo que brinda
la opción de analizar este fenómeno dentro de un marco más acotado, haciendo referencia a todo
un movimiento artístico, cultural e ideológico que sustenta la forma en que los sujetos se
desenvuelven hoy en día.
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3. SISTEMA DE OBJETIVOS
Para el desarrollo de la presente investigación, se ha establecido un objetivo general a
modo de eje central para abordar la literatura respecto de los fenómenos y conceptos escogidos.
Éste, a su vez, se traduce en cuatro objetivos específicos, los cuales aluden a los pasos a seguir
para llegar al primer objetivo planteado.
Objetivo General:
- Analizar la función de la pornografía en el contexto de la sociedad
posmoderna a través del concepto de fantasma.
Objetivos Específicos:
- Describir el fenómeno de la pornografía en el contexto de la sociedad
posmoderna.
- Desarrollar el concepto de fantasía en Freud.
- Desarrollar el concepto de fantasma en Lacan.
- Establecer la relación entre el fenómeno de la pornografía y el concepto de
fantasma en el contexto de la sociedad posmoderna.
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4. MARCO TEÓRICO
4.1. PORNOGRAFÍA Y POSMODERNIDAD
Orígenes de la Pornografía
Para la comprensión de este fenómeno, se realizará en primera medida, una breve
revisión de antecedentes históricos para delimitar el contexto en el que surge la pornografía tal
como se conoce hoy en día. Se debe aclarar previamente que las imágenes alusivas a la
sexualidad humana, han existido siempre, sin embargo, sus representaciones plásticas comienzan
a tener un mayor florecimiento a partir del siglo XIV, luego de la caída de Constantinopla,
cuando ingresa y se expande por Europa la herencia cultural greco-latina, lo que significó el
descubrimiento de innumerables representaciones paganas alusivas a este culto al cuerpo, lo que
se evidencia por ejemplo en las imágenes de los sátiros griegos, mezcla de humano y macho
cabrío, itifálico, el que era asociado al desborde sexual. Lo que sumado a la invención de la
imprenta moderna, supuso la rápida propagación en el mundo occidental de estas
representaciones (Lissardi, 2013).
Es necesario tener en cuenta, que en el contexto en el que estas representaciones invaden
Europa, es un contexto en el cual la Iglesia Católica en gran medida domina y norma la vida de
las personas, en donde su poder político abarca todas las esferas de la vida social y moral.
Incluso los más íntimos pensamientos y deseos se encontraban regulados por el poder de esta
institución, a través del orden moral, la constante amenaza de la figura de satán y la incursión en
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el pecado, lo que amenazaría la opción a una vida después de la muerte. Este poder es ejercido a
través de un mecanismo bastante particular, el de la confesión.
Todas las insinuaciones de la carne: pensamientos, deseos, imaginaciones voluptuosas,
delectaciones, movimientos conjuntos del alma y del cuerpo, todo ello debe entrar en adelante, y
en detalle, en el juego de la confesión y de la dirección (…) una sombra en una ensoñación, una
imagen expulsada demasiado lentamente, una mal conjurada complicidad entre la mecánica del
cuerpo y la complacencia del espíritu: todo debe ser dicho (Foucault, 1977, pág. 14).
Estas primeras representaciones alusivas a la sexualidad, tienen también implicancias
políticas, vale decir, ligadas a un cuestionamiento del poder absolutista de la Iglesia, además el
acceso a éstas estaba restringido a los nobles y a quienes poseían un alto nivel adquisitivo en
aquella época. Este enfrentamiento político, hacia los albores del siglo XVIII, no sólo
representaba un cuestionamiento hacia la moral de la Iglesia, sino que también al modelo político
que el catolicismo sostiene, vale decir, la monarquía y el gobierno de los nobles, derivando así,
en una atmósfera que sienta las bases para la posterior Revolución Francesa. Es importante
destacar que el objeto de persecución en ese tiempo, eran más bien representaciones artísticas
ligadas a la poesía, la literatura y la pintura, en donde lo más importante era evitar, impedir, que
estos contenidos “libertinos” fueran de libre acceso al común de los ciudadanos. Así entonces,
muchos artistas como Arentino con los “Sonetos lujuriosos”, Nicolás Chorier con “La academia
de las damas”, o John Cleland con su libro “Fanny Hill”, fueron censurados y prohibidos en
gran parte de Europa y el mundo (Lissardi, 2013).
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Esta persecución llega a un punto de inflexión en el denominado “siglo de la burguesía”,
durante el siglo XIX, en donde esta censura alcanzó su mayor énfasis. En este período, también
conocido como la “época victoriana”, se llegó incluso a imponer la expurgación de todas las
obras clásicas, sobre todo las de origen greco-latino. Foucault (1977), al referirse a esta
“hipócrita sociedad burguesa”, señala que en su primera etapa de desarrollo, tenía como gran
interés, el multiplicar las fuerzas de trabajo.
Del hecho mismo parte un principio de explicación: si el sexo es reprimido con tanto
rigor, se debe a que es incompatible con una dedicación al trabajo general e intensiva; en la
época en que se explotaba sistemáticamente la fuerza de trabajo, ¿se podía tolerar que fuera a
dispersarse en los placeres, salvo aquellos, reducidos a un mínimo, que le permitiesen
reproducirse? (Foucault, 1977, pág. 7).
En definitiva, este exceso de represión condujo a un menoscabo del desarrollo artístico,
debido a la imposibilidad de acceder a las fuentes históricas, como también de exponer
abiertamente estas expresiones. Es así, como la cuestión de la pornografía fue llevada, en Francia
y el Reino Unido, al mundo académico, específicamente al estudio de la estética, con el objetivo
de eludir el afán represivo y censurador de la burguesía. Así se dio pie y licencia a artistas e
investigadores de expresarse en lo relativo a la sexualidad debido a que la academia servía de
amparo para la expresión de estas ideas. De este modo, se establece la diferenciación entre lo que
sería el arte erótico y la pornografía.
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Se inventó así la oposición arte erótico-pornografía con la intención de evitar que la
mente represora convirtiera toda representación de lo sexual en pornografía censurable y
perseguible legalmente. Esta antinomia permitió en alguna medida frenar la demencia puritana,
represiva y, sobre todo, hipócrita (Lissardi, 2013, pág. 98).
Oposición que se erigía como dos caras de una misma moneda, por un lado el arte
erótico, como expresión sublime de aquello que sugiere el acto sexual, aquel proceso de
seducción, del deseo, aquel velo que cubre lo que no vemos pero imaginamos. Por otro lado la
pornografía, expresión de lo burdo, expone, muestra sin velos, el coito humano. Desde mediados
del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, esta contradicción se desarrolla en dos líneas
distintas; la pornografía, de carácter ilegal, ya se encontraba masificada y accedían a ella toda
clase de hombres, desarrollándose principalmente en la fotografía, ya que tenía bajo costo y aún
en ese entonces no era considerada como una expresión artística. En el cine se desarrolló en
menor medida, a partir de funciones clandestinas denominadas en Francia como “cinema
cochon” o “smokers” en EE.UU., las cuales no proliferaron debido a su carácter ilegal y alto
costo de producción. El arte erótico en tanto, estaba ligado principalmente a la literatura, jugando
siempre con el límite de lo permitido, tratando de empujar gradualmente el límite de la censura
impuesta. En este contexto surgen figuras como la de Joyce, Bataille, Miller o Lawrence.
Cabe aclarar que el concepto de pornografía tiene su origen en el mundo griego, el cual
está compuesto por el sustantivo pornê que hace referencia a las prostitutas y el verbo graphein
que hace referencia a la descripción de algo. De esta forma es que el concepto nos remite a la
descripción de un cuerpo femenino en estrecha relación con el sexo (Gubern, 1989). Sin
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embargo, para los fines de la presente investigación se entenderá como parte del género
pornográfico a aquellas representaciones audiovisuales alusivas al sexo explícito a partir del
contexto industrial, es decir, cuando ésta es vista ya no como una expresión artística sino que a
modo de un elemento comercial o de consumo. Esto, debido a que las primeras expresiones
pornográficas o “protopornográficas” distan mucho de las expresiones halladas en el contexto
actual, como también en el sentido que éstas cobran para los sujetos que acceden a ella.
Por último, para comprender el surgimiento de la pornografía como se conoce hoy en día,
es necesario contextualizar en lo referente a los sucesos históricos que gatillan su emergencia, así
como en la ideología dominante y sus consecuencias en los discursos acerca de la sexualidad.
Contexto Posmoderno
La pornografía de hoy en día, como una industria, viralmente expandida y consumida a
través de los medios masivos de comunicación, principalmente a través del vertiginoso flujo de
información en internet, dista enormemente, como se mencionó con anterioridad, de las
representaciones clásicas y sus posteriores derivaciones en la cultura occidental.
Específicamente, el origen y expansión de la pornografía como industria, como objeto de
consumo, nace luego de acabada la Segunda Guerra Mundial, en donde sumado a las posteriores
revoluciones culturales surgidas en el capitalismo tardío, en los albores de los años 60’, dan
como resultado el comienzo de un movimiento artístico y cultural, que buscará erigirse como una
reacción frente a las formas superiores de la cultura, es decir, aquellas representaciones
canonizadas en museos y aceptadas por la academia.
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El factor que abre con más fuerza las puertas del arte hacia la transgresión y la
pornografía hacia la expansión como negocio, son las grandes guerras mundiales. El estado de
espíritu producido por las masacres, que se definen fácilmente con nombre propios, como
Verdún, Auschwitz o Hiroshima, se puede resumir así: una intensa tendencia al hedonismo y al
relajamiento de las costumbres, y a la convicción de que, después de lo sucedido, el Estado y sus
superestructuras, responsables de las matanzas, han perdido toda legitimidad para imponer a la
población modos de pensamiento o de conducta, o para inmiscuirse, de la manera que sea, en la
vida privada de los ciudadanos (Lissardi, 2013, pág. 101).
Terminada la Segunda Guerra Mundial, mas no terminada la inminente amenaza de una
tercera -período conocido como Guerra Fría-, comienza a surgir un movimiento de revolución
social, tanto en lo político como en lo cultural. A partir de este movimiento contracultural, que
atacaba directamente los valores de la burguesía y el imperialismo capitalista, se deslegitimiza
toda moral impuesta proveniente del Estado. Surge en este contexto la denominada “revolución
sexual”, manifestación que busca, a través de los ideales del feminismo y los aportes de Sigmund
Freud con respecto a la relevancia del carácter sexual de los sujetos, establecer nuevas pautas de
relación, como el amor libre, el sexo como una actividad recreativa y sin consecuencias
(facilitado por la invención de métodos anticonceptivos), así como una mayor abertura hacia las
relaciones homosexuales, poniendo en duda la institución matrimonial y con ello los valores que
la iglesia promulgaba.
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A partir de estos dos hitos, señalan autores como Jean Baudrillard y Frederic Jameson, se
produce el momento de emergencia del posmodernismo, entendido no sólo como una corriente
cultural, sino que también como un concepto periodizador, en la medida en que designa cierto
período transicional que va acompañado de nuevas formas de vida social y de un nuevo orden
económico. Surge una nueva clase de sociedad, a la cual se ha hecho referencia como sociedad
postindustrial, sociedad de consumo, sociedad de los medios de comunicación, sociedad del
espectáculo o capitalismo multinacional. Este nuevo medio supone diferentes características,
como los nuevos tipos de consumo existentes, el desuso planificado de los objetos, un ritmo cada
vez más raudo en cuanto a los cambios de moda y estilos, la penetración de la publicidad, la
televisión y los medios masivos de comunicación en general hasta un nivel inimaginable
(Jameson, 1985). En donde los posmodernistas “aparecen como reacciones específicas contra las
formas establecidas del modernismo superior, contra este o aquel modernismo superior
dominante que conquistó la universidad, el museo, la red de galerías de artes y las fundaciones”
(Jameson en Baudrillard et al., 1985, pág. 166).
Esto quiere decir que habrá tantas expresiones distintas del posmodernismo como formas
de modernismo superior al que el posmodernismo intenta desplazar. En ese sentido, es necesario
comprender que el modernismo en su expresión más clásica también tuvo un rol oposicionista en
contra de los tabúes morales y convenciones sociales de la época victoriana, y la emergencia del
posmodernismo dice relación con el momento en que el modernismo pasó de ser un movimiento
contestatario, a establecerse (a principio de la década de los 60’) como parte de la gama de
contenidos formales presentes en el mundo académico. Esto, nos remite al carácter pendular con
el que las expresiones artísticas y movimientos culturales van sucediéndose unos a otros, en la
26
medida en que surgen como expresiones en función de la oposición respecto al movimiento
predecesor.
Es de este modo, con el surgimiento del posmodernismo, que los límites entre las formas
de cultura superior y la cultura popular o cultura de masas aparecen cada vez más difuminados,
dejando en incertidumbre las diferencias entre las formas más comerciales y las formas de arte
superior. Esto se aprecia claramente, por ejemplo, al tomar como objeto las obras de Andy
Warhol, en donde expone a modo de expresión artística productos comerciales o de consumo
(como en su obra Latas de sopa Campbell de 1962).
Además, el posmodernismo – como expresión de cambio cultural, y no como una simple
categorización académica –, carga con el peso de más de medio siglo de modernismo clásico, lo
cual trae por consecuencia que los artistas y escritores de hoy en día tengan un limitado número
de combinaciones posibles, haciéndoseles más difícil crear nuevos estilos y mundos a partir del
peso de la tradición estética modernista. Concepción estética modernista que supone la existencia
de una personalidad e identidad única y la concepción de un yo privado, el cual genera su propia
visión única del mundo y su propio estilo. Jameson (1985), plantea en este sentido, la “muerte
del sujeto”, en la medida en que se pone fin al individualismo como tal, decretando incluso que
el concepto de individuo único y su respaldo teórico, se inscriben en el plano ideológico. Frente a
este agotamiento de recursos o posibilidades de combinación, el autor utiliza el concepto de
“pastiche”, en alusión a la dificultad creativa presente en este contexto.
27
Todo lo que queda es imitar estilos muertos, hablar a través de máscaras y con las voces
de los estilos en el museo imaginario. Pero esto significa que el arte contemporáneo o
posmodernista va a ser arte de una nueva manera; aún más, significa que uno de sus mensajes
esenciales implicará el necesario fracaso del arte y la estética, el fracaso de lo nuevo, el
encarcelamiento en el pasado (Jameson en Baudrillard et al., 1985, págs. 171-172).
Este “encarcelamiento en el pasado”, otorga el sentido de temporalidad necesario para
una mejor comprensión de este fenómeno, en la medida en que en la emergencia del
posmodernismo, además de responder a este nuevo momento del capitalismo tardío, se
caracteriza por una suerte de desaparición del sentido histórico. Lo que es analogado por este
autor a una suerte de “esquizofrenia” para referirse a este carácter atemporal en el
posmodernismo. Señala que en nuestro sistema social contemporáneo se ha ido gradualmente
mermando la capacidad de acceder a su propio pasado, ya que se ha comenzado a vivir en una
especie de presente perpetuo, a partir de un estado de continuos cambios que amenazan con
arrasar con toda la tradición cultural que ha sido preservada hasta hoy (Jameson, 1985).
Respecto al surgimiento del posmodernismo, Jean Baudrillard (1980) recurre a dos
características que facilitarán el análisis del fenómeno de la pornografía en el contexto actual. En
primer lugar introduce el concepto de “simulacro”, haciendo referencia a un orden en las
representaciones y/o producciones estéticas en relación a diferentes épocas. Señala por ejemplo,
que en la época clásica (la cual comprende desde el Renacimiento hasta la revolución industrial)
la representación surge a modo de una “falsificación”, realizando una imitación fidedigna de la
naturaleza. En la época industrial señala Baudrillard, esto ocurre a modo de una producción en
28
serie, en tanto industrialización de la producción de objetos en masa, en donde predomina el
esquema de la “producción”. Por último, en el contexto posmoderno o postindustrial, existiría un
predominio de la “simulación”, en donde el simulacro emerge como la reproducción de un
modelo. Ya no se trata de una falsificación de un elemento “original” (como en la época clásica),
ni tampoco de una producción en serie respecto de un modelo de origen (como en la época
industrial), más bien estaríamos en presencia de un esquema en el que el punto de origen ya no
es un elemento de lo “real”, ya que se inscribe como un simulacro de elementos que tienen su
verosimilitud, no en la realidad, sino que en éste o aquel significante referencial. En este sentido,
surge un segundo concepto acuñado por Baudrillard, el de “hiperrealidad”. Concepto utilizado
para definir este contexto actual, posmoderno, del “simulacro”; en donde este objeto simulado no
es del orden de lo “real” sino que de lo “hiperreal”. El simulacro no busca representar la realidad,
ya que en este “exterminio de la realidad”, se trata más bien de puro semblante, de formas vacías.
Lo hiperreal representa una fase mucho más avanzada, en la medida en que incluso esta
contradicción de lo real y lo imaginario queda en él borrada. La irrealidad no es en él la del
sueño o del fantasma, de un más allá o un más acá, es la de la alucinante semejanza de lo real
consigo mismo (Baudrillard, 1980, pág. 85).
En conclusión, si afirmamos que en el simulacro existe una difuminación de lo real, no es
porque no exista o no se encuentre presente, sino que responde a un exceso de realidad, es decir,
una realidad desbordante (hiperrealidad) que vela lo real. Es así como en este contexto, los
medios masivos de comunicación cumplen un rol central en la instauración de pautas
conductuales e intelectuales. Por ejemplo, con la masificación del Internet, a través de su voraz
29
ritmo y una inmediatez respecto del flujo de información, los medios cumplen con la función de
presentarse como una constante base de datos para quienes tienen acceso a éstos, sin embargo
esta función informativa tiene a su vez, la función de relegar toda experiencia reciente
fugazmente al pasado, en donde actúan a modo de agentes promotores de nuestra amnesia
histórica, de esta “esquizofrenia” según Jameson.
Para resumir de alguna manera lo expuesto anteriormente, se destacan dos rasgos propios
del posmodernismo: Una transformación de la realidad en imágenes y la fragmentación del
tiempo en una serie de presentes perpetuos.
Pornografía como discurso acerca de la sexualidad
Respecto a la pornografía en particular, señala Gubern (1989), este cambio cultural
deriva en ciertos hitos fundamentales para el desarrollo de ésta. En primer lugar, en 1966,
Michelangelo Antonioni estrena su cinta “Blow Up” (Deseo de una mañana de verano), la cual
tiene la particularidad de ser la primera película en que se permite exponer un desnudo frontal,
en el que se aprecian las primeras escenas con pubis al descubierto. Película que abrió las puertas
para que en 1969 en San Francisco (EE.UU.) se permitiera el funcionamiento de veinticinco
salas para las proyección de cintas de pornografía dura (hard-core), y a su vez, en Copenhaguen,
Dinamarca, el parlamento despenalizara formalmente este género, lo cual posibilitó que en
Octubre del mismo año se celebrara la “Expo Sex 69”, con la exhibición y venta de películas y
publicaciones de pornografía hard. En una segunda instancia, se permitió reproducir de manera
pública y comercial las películas “Deep Throat” (“Garganta Profunda”) de 1972 y “The Devil
30
in Miss Jones” (El Diablo en Miss Jones) de 1973, del cineasta norteamericano Gerard Damiano,
y la cinta de Artie y Jim Mitchell “Behind the Green Door” (Detrás de la puerta verde) de 1972,
también de origen estadounidense. Películas de muy bajo costo, en comparación con la
competencia de la taquilla de ese entonces, en donde circulaban grandes producciones de
Hollywood. Sin embargo, estas películas (de contenido sexual explícito) arrasaron con la
taquilla, popularizándolas por Estados Unidos y el mundo, y a su vez, dando paso a una oleada
de películas con contenido pornográfico. En donde, “en menos de tres años la industria del cine
pornográfico en Estados Unidos creció en un quinientos por ciento” (Gubern, 1989, pág. 14).
Se trata de películas que exponen un patrón que como veremos, reina en este género hasta
estos días. Se puede apreciar por ejemplo, como en la cinta “Behind the Green Door” se narra la
historia de una chica que es secuestrada, semi-hipnotizada, y que al ser llevada tras esta puerta
verde, se convierte en un objeto de devoción para los asistentes a esta sala, público masculino
principalmente, que con los rostros cubiertos se deleitan con este cuerpo femenino expuesto a
diferentes juegos eróticos y vejaciones sexuales, en donde por ejemplo, debe acostarse con
cuatro hombres a la vez y realizar escenas de “cum shot” (eyaculación sobre la cara de la actriz).
A partir de este ejemplo, podemos ver que desde los orígenes de este género como tal, se ha
utilizado a la figura femenina a modo de objeto, cosificando su imagen, para así servir de
elemento “fantaseador” para el público masculino.
Para adentrarnos en las representaciones pornográficas a la luz de este contexto
posmoderno, se debe establecer cómo será comprendida y que características le son asignadas.
En ese sentido:
31
La pornografía es un tipo de discurso cuyo único objetivo consiste en la representación
del acto sexual humano. No le interesa ningún otro aspecto de la experiencia humana, por más
vinculado que esté a la peripecia sexual: no le interesa la calidad ni la intensidad del deseo, ni las
peculiaridades psicológicas, ni el contexto social y tampoco la lectura política o metafísica que
pueda hacerse de la relación. Solo le interesa la exhibición, tan detallada como sea técnicamente
posible, de la cópula humana (Lissardi, 2013, pág. 89).
Siguiendo esta línea, cuando nos referimos a “cuerpo pornográfico”, hacemos referencia
al cuerpo construido por este discurso, ya que tal como cada área de la experiencia humana
genera una particular representación subjetiva del cuerpo, en este caso, la que el discurso
pornográfico realiza, es una representación en la que lo que más destaca, es la constante e
incesante disposición al coito. Este cuerpo, no sólo es utilizado por la industria pornográfica, más
aún, está presente a la vez en muchos otros contextos, siendo el principal de ellos la publicidad.
Es así como se desarrolla este género, como el reverso de una sociedad que avanza a paso
rápido en torno a la productividad y el ahorro, en donde la pornografía, “se alzó como la ética del
despilfarro sexual improductivo, pues en este género cinematográfico incluso las eyaculaciones
se desvían de su canal vaginal para poder ser admiradas por el mirón” (Gubern, 1989, págs. 15-
16). Industria, que alejada de cualquier parámetro artístico, busca retratar de la manera más
explícita posible el coito. Sumado, a lo rentable que puede llegar a ser este negocio en la medida
en que es globalmente popular y consumido, en donde su costo de producción es bastante bajo en
comparación a las ganancias que factura. De este modo, la pornografía busca omitir todo asunto
32
pasional o amoroso dejando solo espacio a esquemas repetitivos, disociando la experiencia
sexual de la afectividad y dando paso a un ejercicio en donde:
En estas performances cuantificables lo importante son, por tanto, los tamaños, los
records, el número de personajes implicados, las posiciones y la intensidad de los orgasmos (…)
el sexo tiende a reducirse en el género a pura matemática o a pura mecánica, es decir, a pura
abstracción (Gubern, 1989, pág. 26).
En ese sentido, este género atravesado por un sinnúmero de factores e intereses, no
termina siendo nada más que un mero producto de consumo. En este punto ya se ha perdido toda
incitación al arte, desarrollándose como un objeto más de la vitrina de productos consumibles en
cualquier momento por cualquier sujeto. Aprovechando todas sus posibilidades de expansión y
de representación, del cine al VHS, del VHS al DVD y de éste al internet, medio accesible para
un gran número de personas, lo que ha catapultado a esta industria a ser una de las más rentables
del planeta.
La pornografía se instala en cada hogar y los chicos acceden a ella desde muy temprana
edad. Su facturación en el año 2006 fue de más de cien mil millones de dólares. Más que las
principales compañías tecnológicas sumadas (Microsoft, Google, Amazon, eBay, Yahoo, Apple,
Netflix y Earthlink) (Lissardi, 2013, pág. 105).
La pornografía, podríamos afirmar, supone un tipo de relación netamente abstracta entre
sus participantes, escindiendo de manera tajante el deseo de sus protagonistas, en donde estamos
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en presencia de lo que sería una suerte de experimento o representación “hiperreal” de la
fisiología humana. Es así, como estas representaciones, vienen a instaurar pautas tanto en el
sentido estético como mecánico, las cuales son tomadas como ejemplo por quienes acceden a
éstas. Ejemplos respecto a “cómo debería ser” una relación sexual “normal”, que aluden a
cuerpos esbeltos, tonificados e infatigables, capaces de copular por horas, pudiendo mantener su
erección en el caso del hombre, y mantenerse en un orgasmo continuo por parte de la mujer, en
donde todo otro tipo de variables quedan relegadas frente a la ilusión del placer ilimitado y sin
barreras, no existen períodos menstruales ni fatiga, no hay cansancio, no hay vergüenza, no hay
celos, no está la opción de quedar embarazada ni de contraer alguna enfermedad. En fin, un acto
tan técnico como mecánico, que ha instaurado una imagen desplegada en muchos otros ámbitos,
sobre todo en la publicidad: la “imagen pornográfica”, y por consiguiente el “cuerpo
pornográfico”. Ya no hablamos de la pornografía en la sociedad, sino que hablamos de una
sociedad “pornografizada”, en donde el “cuerpo pornográfico” tiene la característica de ser pura
pose, un cuerpo sin deseo, que no desea, un cuerpo vacío, un maniquí (Lissardi, 2013).
Es a través de la masificación del internet, que la pornografía:
Se reveló como el vehículo perfecto para un lote de reprimidas pasiones humanas como el
voyerismo, la orgía –así sea virtual- y la exhibición a la mirada del otro –o directamente la
exhibición pública- de la intimidad de la propia sexualidad (Lissardi, 2013, pág. 107).
Instaurando una nueva dinámica, en la que los individuos pueden ser a la vez productores
y reproductores del género mismo. De esta forma es que el “cuerpo pornográfico” ha plagado,
34
sin necesariamente tener en apariencia un argumento sustancial (además del comercial), todas las
áreas de nuestra sociedad, es por esto que se habla de una sociedad “pornografizada”. Con esto
se hace referencia a la enorme influencia que tiene este “cuerpo pornográfico” sobre nuestro
entorno, principalmente en el arte, la moda, la música, y por sobre todo, en la publicidad. Pero
este “cuerpo”, no queda tan solo en el ejemplo, sino que es un parámetro de acción para gran
parte de las personas. Es así como existen diferentes tipo de “cuerpos” a los que se quiere llegar,
los cuales sin embargo, traen consecuencias consigo. Por ejemplo, quien busca alcanzar el
“cuerpo atlético” puede terminar en el consumo de anabólicos, quien se concibe desde el “cuerpo
médico” puede acabar en la sobre medicación, quien busca el “cuerpo de la moda” podría
terminar en la anorexia, así como quien apunta al “cuerpo del rock” podría terminar en la
sobredosis. En este caso:
La adicción a la pornografía es en realidad la adicción al cuerpo pornográfico. Se desea
el cuerpo pornográfico, se está obsesionado por él. Pero, paradójicamente, el deseo del cuerpo
pornográfico no se mitiga cogiendo. La adicción a la pornografía termina en la frustración
sexual, el aislamiento, el consumo exacerbado de pornografía, la masturbación y el recurso a la
prostitución (Lissardi, 2013, pág. 110).
No obstante, la anterior descripción alude más que nada a la pornografía de masas, más
conocida como pornografía “mainstream”, la cual es la de más fácil acceso en internet. Se trata
de representaciones explícitas del coito humano que plagan no sólo la red con películas de sexo
explícito, sino que además - como se mencionó anteriormente -, ha sido extrapolada a otra serie
35
de representaciones que invaden nuestros hogares a través de los medios masivos de
comunicación.
La pornografía “mainstream”, se podría afirmar, se trata de pornografía dirigida y
producida por hombres, y a su vez, destinada a un público masculino. Es el tipo de pornografía
más conocida, la que por años ha llenado los sitios web, por ende la de más fácil acceso. Se trata
de un género que además de estar dirigido a un público masculino y utilizar la imagen femenina
a modo de objeto, impone formas y patrones, los cuales expresan de manera explícita una
histórica dominación del género masculino por sobre el femenino, en donde variables del tipo
cualitativas son desplazadas por números. Es decir, no hay cabida para elementos propios de las
relaciones humanas, ya que pone su foco en elementos cuantitativos, como por ejemplo en el
número de orgasmos, los tamaños, número de participantes de una escena, duración de la
erección, cantidad de esperma eyaculada, etc.
Este tipo de pornografía posee un fuerte discurso acerca de la sexualidad, que determina e
impone maneras específicas de concebir tanto las prácticas sexuales, como también los roles de
género, en donde a través de la imagen que proyecta, se presenta como una poderosa herramienta
para que quienes poseen el poder lo puedan ejercer, sobre todo si se analiza desde la óptica del
posmodernismo, en el cual existe una predominancia de la imagen por sobre otros estímulos.
Discurso que impone la heterosexualidad masculina de la sexualidad occidental, a través de la
supremacía de lo blanco, anglosajón, heterosexual y masculino (Ares & Pedraz, 2011).
36
Por otra parte, podemos apreciar como todo este material pornográfico se presta para que
sus consumidores se sirvan de éste a modo de plataforma privada y anónima, en la cual pueden
llevar a cabo fantasías sexuales que difícilmente podrían llevar a la práctica en sus relaciones
cotidianas. Es así, como las páginas web de la pornografía “de masas” presentan un índice
categorial respecto del contenido de los videos, cortos o películas. En éstos, se categoriza por
ejemplo, según las características raciales de las actrices principalmente (asiáticas, negras,
latinas, pelirrojas, etc.), según la violencia mostrada – desde escenas de sexo hard-core hasta
escenas de sadomasoquismo o violaciones -, según el número de participantes (tríos, orgías,
relaciones swinger, etc.), o según la fantasía misma que se quiera “simular” cumplir, con
categorías como: colegialas, adolescentes, ancianas, madres, gordas, incesto, secretarias,
enfermeras, etc. En conclusión, este discurso pornográfico dominante “cosifica los cuerpos
femeninos, patologiza determinadas corporeidades y constriñe las posibilidades de sentir deseo y
las prácticas sexuales realizables” (Ares & Pedraz, 2011, pág. 98).
Sin embargo, en estas últimas décadas, sobre todo desde comienzos del siglo XXI, han
surgidos voces disidentes respecto a la pornografía y a los efectos que esta ejerce en cuanto a las
pautas sociales de conducta. Han comenzado a surgir formas distintas de concebir el cuerpo, así
como también de comprender las relaciones sexuales más allá de la dicotomía hombre-mujer. Es
así como surgen dos corrientes pornográficas que buscan deslegitimar las formas de dominación
y las relaciones de poder instauradas, para de este modo hacer visibles otras formas de
experimentar y expresar distintas identidades y sexualidades, ajenas a lo que el discurso
hegemónico busca imponer. Estas corrientes son: la pornografía para mujeres y la post-
pornografía.
37
En la pornografía para mujeres, producida por mujeres, aparece inmediatamente la
imagen de Erika Lust, una de sus promotoras y una de sus más destacadas exponentes. Lust,
además de producir estas películas, publicó el libro Porno para Mujeres, en el cual señala en qué
consiste esta forma de hacer pornografía, así como también realiza un análisis de la pornografía
masculina dominante y el porqué de esta nueva corriente. A diferencia de otras posiciones
nacidas del feminismo, la pornografía para mujeres no invalida el género pornográfico como una
plataforma para ejercer su lucha en contra de las hegemonías dominantes, más bien, apunta a
revalidar la posición femenina dentro de ésta. La autora señala:
Queremos que el cine para adultas nos muestre mujeres reales y nos hable de su
sexualidad, y no queremos que nos retraten como objetos pasivos o víctimas, sino como sujetos
activos, dando placer y recibiéndolo. Queremos ver a otras mujeres disfrutando (Lust, 2008, pág.
40).
Desde esta visión, se busca romper las barreras impuestas en la concepción de las
corporeidades y sexualidades, en donde, señala Lust “tampoco queremos ver personajes
femeninos que pertenecen al imaginario colectivo masculino y a su mundo sexual ideal y
fantasioso” (Lust, 2008, pág. 42), optando por narrar historias de contenido sexual, pero que a
diferencia de la pornografía “mainstream”, no busca recrear tan mecánicamente el coito humano
de manera apresurada y sin una historia que contextualice lo que en la escena sucede, en la cual,
señala que se prefiere representar a mujeres empoderadas, con empleos realistas, en vez de las
clásicas colegialas, prostitutas, babysitters, etc. Este cambio de perspectiva en cuanto a la
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producción pornográfica, puede ser apreciado en trabajos como “The Good Girl” (2004), “Cinco
historias para ellas” (2007), o “Barcelona Sex Project” (2008), los cuales han sido vastamente
premiados y galardonados en festivales de cine, cine porno, o precisamente de pornografía
feminista.
Por último, respecto a la idea de una pornografía feminista, y a las críticas que le han
apuntado, Lust argumenta diciendo: “yo, al igual que muchas otras feministas, considero que es
completamente posible y necesario que el feminismo impregne todas las áreas de la expresión
cultural y artística, y la pornografía es una de ellas” (Lust, 2008, pág. 46).
Otra reacción frente al discurso de poder desprendido de la pornografía “mainstream” es
el post-porno, que frente a la premisa de que la pornografía tradicional cosifica el cuerpo
femenino y se centra en la genitalidad, busca utilizar esta plataforma como espacio reivindicativo
para quienes no se ven representados en este discurso dominado por lo masculino y heterosexual.
En este sentido, la postpornografía se encuentra encabezada por distintos colectivos que buscan
reapropiarse de su imagen y su sexualidad (movimientos queer, transgénero, gay, feministas
prosexo, etc.).
Sin embargo, en España, las teorías feministas más tradicionales criticaban duramente a
la pornografía, mostrándose en contra de toda representación de ésta, ya que degrada la figura
femenina. De este modo, a través de aportes como el de Beatriz Preciado (2002) desde un
discurso feminista prosexo o postfeminista, se comprendería dicha degradación de la mujer como
algo que está presente y que debe ser asumido como tal (historia de un sistema patriarcal), pero
39
que además, más allá de toda imposición moralista, la plataforma pornográfica se presenta como
un espacio más para la reivindicación de las nuevas representaciones del cuerpo y la sexualidad
(Ares & Pedraz, 2011).
Con respecto a esto mismo, Jessica Benjamin (1997) en un intento por cuestionar la
visión de las teorías feministas respecto a la figura de la mujer en la pornografía, sitúa esta
problemática en el marco de un discurso normalizador respecto de la naturaleza que adoptan los
géneros masculino y femenino en las representaciones pornográficas.
La participación de las mujeres en la dominación sexual, si no se la explica como
resultado de la coerción significaría que la naturaleza femenina es tal como la describe la
pornografía: sumisa, violada. Y esta conclusión les crea por cierto problemas a las feministas. Si
los hombres son inevitablemente lo que son, ¿cómo podrían las mujeres no ser lo que son?
(Benjamin, 1997, pág. 198).
Dentro del género post-porno, surge como figura, productora y defensora, Ana María
Llopis, quien a través de su página web (www.mariallopis.com) y su blog
“GIRLSWHOLIKEPORNO”, expone a través de fotografías, videos y escritos la visión de
pornografía que plantea y defiende. En éstos, defiende la pornografía como un espacio más para
esta lucha reivindicativa, ya que según Llopis:
40
La pornografía es un reflejo de nuestra sociedad sexuada. Todas nuestras miserias se ven
reflejadas en ella. Vivimos en un mundo en el que la violencia contra la mujer es asumida como
parte de nuestro día a día. Esto es Occidente (Llopis, 2012, pág. 5).
Este movimiento nace como parte de la contracultura punk anticapitalista, el cual busca
en definitiva la apropiación de un género, el de la representación sexual explícita, que hasta
ahora ha sido dominada por la industria. De manera clara y directa agrega: “El feminismo adoptó
el lema punk de ‘hazlo tú mismo’. Decidió que si no te gusta el porno que ves, ábrete de piernas
y haz tu propio porno” (Llopis, 2012, pág. 4).
Este discurso, el de la postpornografía, comprende al género pornográfico como un
escenario más para esta lucha, que busca derribar los patrones dicotómicos y normativos respecto
a una relación hombre-mujer heterosexual, lo cual puede ser apreciado en cortometrajes como
“Love on the beach” (2003), “To rape Tim” (2008), o “RL (Real Life)” (2011). Movimiento que
apela a un conflicto más allá de lo pornográfico.
Hubo un tiempo en el que el feminismo se rebeló contra la pornografía. Se decía que
generaba violencia contra la mujer. Que era sexista y machista y que representaba a las mujeres
como objetos sexuales. Ojalá. Ojalá la culpa fuera del porno y erradicándolo acabáramos con una
sociedad sexista. Sería tan sencillo (Llopis, 2012, pág. 3).
Para la presente investigación, se ha optado por presentar este breve panorama general
respecto a las formas de pornografía surgidas en este contexto (posmoderno). En donde tanto la
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pornografía para mujeres, como también la postpornografía surgen como respuestas o reacciones
frente a las representaciones pornográficas dominantes, en tanto mayormente expandidas, pero
también respecto a la dominación por sobre la figura femenina. Sin embargo, para el posterior
análisis del fenómeno se pondrá un mayor énfasis en la pornografía de masas o “mainstream”,
debido a la expansión y al alcance inmediato y global que ésta tiene, así como también debido a
la mayor injerencia en tanto generadora de una concepción determinada del cuerpo y la
sexualidad.
4.2. FANTASÍA EN PSICOANÁLISIS
Las fantasías siempre han formado parte del objeto de estudio del psicoanálisis, desde
Anna O. y su teatro privado, hasta el más profundo debate en torno a la función de las fantasías y
su relación tanto con la realidad como con el inconsciente. La acepción más aceptada con
respecto al término hace referencia a una escena que se presenta bajo distintas modalidades:
fantasías conscientes o sueños diurnos, fantasías inconscientes que descubre el análisis como
estructuras subyacentes a un contenido manifiesto, y fantasías originarias. Con respecto a las dos
primeras, ellas hacen visible de manera más o menos deformada por los procesos defensivos, la
realización de un deseo y en último término un deseo inconsciente, siendo la matriz de éstos la
fantasía originaria, la cual organiza la vida fantasiosa del individuo (Chemama, 2002)
(Laplanche & Pontalis, 2007).
42
Es necesario explicitar que este concepto en el psicoanálisis ha sido traducido del
concepto originario alemán Phantasie, el cual designa a la imaginación y sus contenidos, con él
es que Freud normalmente designaba a las ensoñaciones diurnas, vale decir la fantasía ligada a la
actividad consciente, sin embargo, lo que Freud más resaltaba era la estrecha relación entre los
niveles de la fantasía (consciente, subliminal e inconsciente) más que establecer sus distinciones
(Laplanche & Pontalis, 2007). La traducción utilizada en francés de Phantasie es Fantasme, la
cual designa una determinada formación imaginaria, por lo tanto tiene menos alcance que el
término alemán, pese a lo cual es el término utilizado por Lacan para designar las fantasías. Es
debido a esto, que en los textos traducidos del francés la palabra utilizada para traducir Fantasme
es fantasma. Esta distinción a la vez responde a una decisión teórica de Lacan de distinguir una
estructura fundamental de la subjetivación, es decir el fantasma fundamental, de esta manera es
que el término fantasma, corresponde así a la idea de fantasía inconsciente, pero aún más
perfilada, en tanto marco de la realidad misma del sujeto (Chemama, 2002). Por lo tanto, en el
presente estudio haremos uso del término fantasía en textos traducidos del alemán, vale decir
textos tanto de Freud directamente como textos que hagan referencia a su obra, esto con el fin de
esquematizar el contexto en el que surge el concepto de fantasma, que es el que utilizaremos
principalmente en esta investigación.
El término “fantasía” o “actividad fantaseadora” inevitablemente nos conduce a la
diferencia entre la fantasía y la realidad (en cuanto percepción), debido a lo cual si se sigue este
eje de pensamiento en la investigación psicoanalítica, tendríamos que definir a la fantasía como
un producto de la imaginación, la cual no sería susceptible a una acción correctora de lo real. En
determinados textos, Freud contrapone un mundo interior el cual tiende a la satisfacción por
43
ilusión, con el mundo exterior que impone progresivamente en el sujeto el principio de realidad.
Por ejemplo en “El Malestar en la Cultura”, Freud (1930) hace referencia a cómo el lactante de a
poco logra diferenciar entre lo proveniente tanto del interior como del exterior, segregando para
el mundo interno las fuentes de placer.
Es de esta forma, en que el mundo interno del sujeto de a poco se estructura en torno al
principio del placer, valiéndose de herramientas sustitutivas e incluso ilusorias para mantener
esta constante, siendo los sueños nocturnos y nuestra tendencia en vigilia a evitar las impresiones
penosas, restos del imperio de este principio y pruebas de su jurisdicción. Sin embargo,
paulatinamente el sujeto debe abandonar esta forma de encontrar el placer debido a que va
encontrándose con la ausencia de la satisfacción esperada, mudando así las mímicas del lactante
provenientes de su displacer interior en acción dirigida al exterior, introduciendo así un nuevo
principio en la actividad psíquica, ya no se representó lo que era agradable, sino lo real, aunque
fuese desagradable (Freud, 1911). En otras palabras, de a poco en el sujeto se instaura el
principio de realidad.
Pese a lo inevitable que resulta para él continuar viviendo en esta búsqueda incesante de
placer, llegado el momento debe escoger el camino que le otorgue mayores ventajas en lugar de
ceder en el que oponga la menor resistencia. No obstante lo anterior, existe una clase de
pensamiento que continúa escindida del examen de realidad, continuando apegada al principio
del placer. Esta clase de pensamiento es la actividad fantaseadora, la cual comienza con los
juegos en los niños y continúa en la vida adulta como las ensoñaciones diurnas, abandonando el
44
apuntalamiento en objetos reales, en ese sentido, el mundo de las fantasías es como las “reservas
naturales” que crean las naciones para perpetuar en ellas el estado natural (Laplanche & Pontalis,
2006). Por otro lado, si bien las pulsiones yóicas son las que inevitablemente deben asumir este
relevo, las pulsiones sexuales lo realizan de manera muy característica, en primer lugar de forma
autoerótica, encontrando satisfacción en el propio cuerpo y sustrayéndose así de la frustración.
Posteriormente viene el periodo de latencia propio del periodo previo a la pubertad, siendo estos
dos factores los que facilitan el que la pulsión sexual permanezca más tiempo supeditada al
principio del placer, en palabras de Freud, incluso en algunas personas este jamás puede
sustraerse.
A raíz de estas constelaciones, se establece un vínculo más estrecho entre la pulsión
sexual y la fantasía, por una parte, y las pulsiones yóicas y las actividades de la conciencia, por la
otra (…) La eficacia continuada del auto-erotismo hace posible que se mantenga por tan largo
tiempo en el objeto sexual la satisfacción momentánea y fantaseada, más fácil, en lugar de la
satisfacción real, pero que exige esfuerzo y aplazamiento (Freud, 1911, pág. 227).
¿Qué consecuencias tiene para el sujeto que una parte de su funcionamiento psíquico no
esté ligada al principio de realidad? ¿Cómo se explica de esta forma la importancia de la
actividad fantaseadora en su relación con los fenómenos neuróticos? ¿Es acaso el objeto del
psicoanálisis puro imaginario? Con el fin de resolver estas dudas es que Freud introduce el
término “realidad psíquica” en las últimas líneas de La interpretación de los sueños (1900),
señalando que esta realidad es tan válida como la del mundo material, ya que si bien no se puede
establecer que todos los pensamientos, especialmente los transicionales y los de relación tienen
45
un asidero en la realidad, “cuando nos encontramos frente a los deseos inconscientes en su
expresión última y más verdadera, nos vemos forzados a admitir que la realidad psíquica es una
forma particular de existencia que no puede ser confundida con la realidad material” (Laplanche
& Pontalis, 2006, pág. 24). Es este mismo concepto el que permite abandonar la teoría de la
seducción por parte del adulto, la cual era el prototipo del trauma psíquico, cumpliendo ahora la
función de producto y fachada de la sexualidad infantil, siendo el hito de esto la carta escrita a
Fliess en 1897 en que escribe “Debo confiarte ya mismo el gran secreto que fue revelado poco a
poco en el curso de los últimos meses. He dejado de creer en mi neurótica…”.
Así comprendí que los síntomas histéricos derivan de fantasías, no de episodios reales.
Sólo más tarde pude discernir en esta fantasía de la seducción por el padre la expresión del
complejo de Edipo (Freud, 1932, pág. 112).
De esta forma es en que se pone en perspectiva la cualidad de las fantasías como puro
imaginario, con incapacidad de surtir efectos en el mundo material, entonces, la fantasía pasa a
ser también un resultado del análisis, un contenido que permanece latente, oculto detrás del
síntoma a la espera de ser sacado a la luz, siendo el síntoma la escenificación de las fantasías. De
ahí en adelante, la reflexión de Freud deriva en intentar explicar la estabilidad y el carácter
relativamente organizado de la vida fantasiosa del sujeto, destacando modalidades típicas de
fantaseo, como la novela familiar y el coito entre los padres.
46
Freud se resiste a la dicotomía entre considerar a las fantasías como el derivado
deformado de acontecimientos reales y por otro lado considerar a las fantasías sin una realidad
propia, solo como una entidad imaginaria destinada a enmascarar la realidad de las pulsiones
(Laplanche & Pontalis, 2007, pág. 139).
Siendo estas fantasías típicas lo que llevan a Freud a postular la existencia de esquemas
inconscientes que se transmiten de generación en generación, un patrimonio transmitido
filogenéticamente, las que designa como Urphantasien o “fantasías originarias”.
Este vendría a ser el plano general de lo que Freud entiende por fantasía en su obra,
generalmente utilizó el término fantasía para designar a las ensoñaciones diurnas, vale decir, a la
actividad fantaseadora consciente la cual está ligada al principio del placer. Un análisis más
detallado de estas, cuya contribución está dada principalmente por la interpretación de los sueños
de sus pacientes, lo lleva a elaborar el concepto de realidad psíquica, el cual sienta las bases para
abandonar la teoría de la seducción hacia el niño por parte de un adulto, considerando esto como
parte del complejo de Edipo. Posteriormente, Freud en su análisis tanto de las fantasías como de
los sueños, no puede dejar pasar la sorprendente similitud de estas entre sus pacientes, debido a
lo cual postula la existencia de las fantasías originarias (o primitivas como postulan algunos
autores), las cuales son problemáticas transmitidas de generación en generación. Se considera
necesario dar una mayor profundidad a algunas de estas aristas de lo referido a la actividad
fantaseadora, remitiéndonos a ciertos textos de Freud en que se analizó cada una de ellas. Se
47
comenzará con lo referido a la relación entre el juego del niño, la creación poética y la
ensoñación diurna, la cual es descrita en el texto “El creador literario y el fantaseo” (1908).
Como se mencionó anteriormente, si se quiere buscar los orígenes de la actividad
fantaseadora, es preciso buscar en la infancia y la importancia que tiene el juego para los niños,
ya que los niños en el juego crean un mundo propio, o mejor dicho insertan (proyectan) las cosas
de su mundo en un nuevo orden que les agrada, tomando muy en serio este nuevo mundo creado
por él. Esto ha sido muy importante para la terapia con niños, como lo sabemos por autoras como
Melanie Klein o Anna Freud que continuaron estas líneas investigativas con fines terapéuticos.
Lo opuesto a jugar no es estar serio, sino la “realidad efectiva”, solo este apuntalamiento que
realiza el niño desde su interior a objetos del exterior (proyección) es lo que diferencia el juego
de la fantasía.
En el adulto, lo que se puede evidenciar de la importancia que tuvo alguna vez el juego,
es la elevada ganancia de placer que le procura el humor, lo que es analizado por Freud en el
texto “El chiste y su relación con el inconsciente” (1905). Pese a que a primera vista se puede
tomar literalmente lo que se mencionó con anterioridad en lo referido a cómo el adulto abandona
el placer del juego por lo duro de la realidad, se podría afirmar que más bien el adulto nunca
pierde completamente esa ganancia de placer otorgada por la fantasía, en realidad no podemos
renunciar a nada, sólo permutamos una cosa por otra, lo que parece una penosa renuncia es en
realidad una sustitución. “Así, el adulto, cuando cesa de jugar, sólo resigna el apuntalamiento en
objetos reales; en vez de jugar, ahora fantasea. Construye castillos en el aire, crea lo que se llama
48
sueños diurnos” (Freud, 1908, pág. 128). Otra gran diferencia, es que el niño, si bien no juega
para los adultos, no le preocupa que ellos vean su juego, en este caso su fantasía, en cambio, el
adulto sí se avergüenza de su actividad fantaseadora, por lo que se puede decir que mientras que
el niño “juega a ser adulto”, el adulto se avergüenza de sus fantasías por considerarlas infantiles
y no permitidas.
Un ejemplo característico de la obra de Freud en que es analizado el juego de un niño en
su relación con la fantasía y cómo a través de ésta es que se realiza el cumplimiento de un deseo,
lo podemos encontrar en su obra “Más allá del principio del placer” (1920). Aquí Freud describe
el juego de un niño con el que convivió un par de semanas, este juego al principio le pareció muy
enigmático, pero de a poco le reveló su sentido. El niño tenía el hábito de arrojar lejos de sí sus
juguetes y al hacerlo profería la expresión <<o-o-o-o>>, lo que según la madre significaba fort
(se fue), el niño jugaba a que sus juguetes se iban. Un día el niño tenía un carretel, con el que
jugaba a arrojarlo dentro de su cuna sosteniendo el cordel, profiriendo el sonido característico
cuando el carretel desaparecía, luego tiraba del cordel y cuando el carretel aparecía lo saludaba
diciendo <<Da>> (acá está), siendo éste el juego completo del niño. La interpretación que le da
Freud a este juego es que el niño escenificaba la partida de la madre (cuando ella iba a trabajar),
y su renuncia de admitir sin protestas esto. Lo interesante del juego de este niño es que en él
revive una y otra vez esta experiencia que le resulta penosa. Lo que sucede aquí es que el niño
vivió esta experiencia de forma pasiva, en cambio, al repetir la situación se pone en un rol activo
aunque esta acción fuese displacentera. En definitiva, en su fantasía puede ser él quien controla
la situación y apuntala su poder fantaseado en el carretel y la acción de arrojarlo lejos para
hacerlo volver.
49
Con respecto a las características de las fantasías, cada una de ellas es un cumplimiento
de deseo, una forma de rectificar la insatisfactoria realidad, donde son dos las orientaciones más
típicas, por un lado los deseos ambiciosos que sirven para la exaltación de la personalidad o los
deseos eróticos. Otra característica importante de las fantasías es su relación con la temporalidad,
Freud reconoce tres tiempos en la fantasía.
El trabajo anímico se anuda a una impresión actual, a una ocasión del presente que fue
capaz de despertar los grandes deseos de la persona; desde ahí se remonta al recuerdo de una
vivencia anterior, infantil las más de las veces, en que aquel deseo se cumplía, y entonces crea
una situación referida al futuro, que se figura como el cumplimiento de ese deseo, justamente el
sueño diurno o la fantasía, en que van impresas las huellas de su origen en la ocasión y en el
recuerdo (Freud, 1908, pág. 130).
Es así, como presente, pasado y futuro son los tres aspectos de la fantasía que son
entrelazados por el deseo. A la vez no se puede dejar de lado la estrecha relación que esta tiene
con el sueño nocturno, ya que por la noche también se nos revelan deseos de los cuales no
queremos saber en vigilia y de los cuales nos avergonzamos, por lo mismo estos deseos son
reprimidos y empujados al inconsciente. ¿Cuál vendría a ser entonces la relación entre la
creación poética y la actividad fantaseadora? A esta pregunta Freud responde que para crear, el
poeta, desde una vivencia actual, despierta en él una vivencia anterior, desde la cual arranca el
deseo para poder cumplirlo en la creación poética. El valor de esta acción, lo que la vendría a
convertir en una realización artística con una amplia recepción del público que vendríamos a ser
50
nosotros los legos, está dada por que el poeta al explicitar sus fantasías logra superar el escándalo
que supondría esta acción. Esto mediante dos acciones, en primer lugar una estética, que
embellecería su creación mediante la función poética en lingüística, y la otra acción, es la
llamada por Freud la ganancia de placer previo, donde el goce genuino de la obra poética
proviene de la liberación de tensiones en nuestro mundo interior, donde el poeta nos habilita de
gozar en lo sucesivo sin remordimiento ni vergüenza de nuestras propias fantasías (Freud, 1908).
Otro de los aspectos de la fantasía acerca del cual se hace necesario ahondar, es la
relación que tiene esta con la sexualidad. Esto es visto con mayor profundidad en el texto de
Freud “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad” (1908). Aquí hace la diferencia
entre las fantasías conscientes e inconscientes, siendo las últimas susceptibles de volverse
también patógenas, vale decir, de encontrar una vía de expresión a través de síntomas y ataques.
Estas fantasías inconscientes pueden haberlo sido desde siempre, haberse formado en el
inconsciente, o como ocurre más comúnmente, fueron alguna vez conscientes, es decir sueños
diurnos, pero fueron relegadas al inconsciente debido al mecanismo de la represión. Es esta
misma fantasía inconsciente la que alguna vez le sirvió al sujeto para su satisfacción sexual en un
periodo de satisfacción autoerótica. En ese sentido, “el acto masturbatorio (en el sentido más
lato; onanista) se componía en esa época de dos fragmentos: la convocación de la fantasía y la
operación activa de autosatisfacción en la cima de ella” (Freud, 1908, pág. 142). Cuando la
persona abandona esta forma autoerótica de encontrar la satisfacción, estas fantasías que antes
fueron conscientes devienen inconscientes, aquí Freud puntualiza que de no ser así, vale decir, si
la persona no logra alcanzar otras forma de encontrar la satisfacción sexual que no sea la
autoerótica, sublimando su libido, sienta las condiciones para que la fantasía inconsciente
51
devenga en un síntoma patológico, es por esto que en los ataques histéricos la fantasía busca
restablecer la satisfacción sexual, o más bien aproximarse a ella. De ahí la importancia de
dirigirse a las fantasías de las pacientes histéricas en vez de a sus síntomas.
Freud relaciona estas fantasías inconscientes en la histeria a lo que los perversos llevan a
cabo con plena consciencia. Sin embargo este nexo entre las fantasías y los síntomas no es
simple, sino algo múltiple y complejo, probablemente a consecuencia de las dificultades con que
tropieza el afán de las fantasías inconscientes por procurarse una expresión (Freud, 1908). Al
igual de lo que sucede en los tres tiempos de la fantasía descritos anteriormente, la relación entre
la fantasía y el síntoma está enlazada por el deseo, esto debido a que también el síntoma es una
forma de cumplir un deseo, sin embargo de dos deseos opuestos. Por un lado, uno que desea
expresar un componente sexual y otro que se esfuerza por sofocarlo, esto es analogado por Freud
a una fantasía de carácter masculino y otra de carácter femenino, este vendría a ser el carácter
bisexual del síntoma.
Un proceso por entero análogo en este mismo campo es el que sobreviene cuando el
masturbador, en sus fantasías conscientes, intenta compenetrarse empáticamente tanto con el
varón como con la mujer de la situación representada; también en este caso hallamos
correspondientes en ciertos ataques histéricos en que la enferma juega al mismo tiempo los dos
papeles de la fantasía sexual que está en la base (Freud, 1908, pág. 146).
52
Una de las fantasías que es analizada con mucha profundidad por Freud, tanto en sus
expresiones conscientes como inconscientes, es la de paliza, vale decir azotar o ser azotado por
alguien. Esta fantasía es analizada en el texto “Pegan a un niño” (Ein Kind wird geschlagen) de
1919, en éste describe que esta es una fantasía muy frecuente entre sus pacientes. Para escribir
este artículo en particular, se basa en la experiencia de pacientes hombres como de mujeres, sin
embargo profundiza mucho más en lo que sucede con sus pacientes mujeres, para así llegar a
dilucidar una suerte de constante en el origen de esta fantasía. Describe que sus pacientes dicen
tener la fantasía consciente de que “pegan a un niño” sin esclarecer quien es el niño azotado, si
es el mismo u otro, ni quien pega a ese niño.
En primer lugar, esta fantasía “pegan a un niño” está referida a que pegan a niños que la
paciente odia, alguien les pega por celos, puede ser un hermanito que nació, o compañeros del
colegio, originalmente quien pega en la fantasía es el padre de las niñas, en ese sentido “el padre
pega al niño que yo odio”. Luego, la fantasía se transmuda y el objeto pasa a ser la propia niña,
quien es azotada por el padre, “el padre me azota”. Esta fantasía está teñida de placer, lo que le
da un indudable carácter masoquista, esta es la fase más importante según Freud, ya que por un
lado es un hecho que nunca ha pasado realmente, ni tampoco es consciente, sino una
reconstrucción del análisis. “La fantasía es ahora la portadora de una excitación intensa,
inequívocamente sexual, y como tal procura la satisfacción onanista” (Freud, 1919, pág. 183).
Cabe destacar, que en este texto se puntualiza que es muy probable que la niña pequeña esté
fijada con ternura al padre, quien ha hecho todo por ganar su amor, lo que genera en la niña una
actitud de odio hacia la madre y a la vez una dependencia tierna, vale decir que esta fantasía es
una clara expresión del complejo de Edipo en la niña.
53
Este ser-azotado es ahora una conjunción de conciencia de culpa y erotismo; no es sólo el
castigo por la referencia genital prohibida, sino también su sustituto regresivo, y a partir de esta
última fuente recibe la excitación libidinosa que desde ese momento se le adherirá y hallará
descarga en actos onanistas. Ahora bien, sólo esta es la esencia del masoquismo (Freud, 1919,
pág. 186).
Luego viene una tercera fase, en que por represión de la segunda se vuelve a la primera.
Es decir, le pegan a un niño externo, a otro, sólo que esta vez la acción está cargada de erotismo,
y ya no solo es el padre quien golpea, sino también un sustituto como un maestro. Esta fase es
consciente en las pacientes de Freud, quien describe que en ellas existe una complicada red de
sueños diurnos para encubrirla. Posteriormente describe cómo sucede esto en el caso de los
niños, indicando dos etapas en que el niño primero es azotado por el padre, y luego por la madre,
“soy azotado por el padre, amado por el padre” luego “soy azotado por la madre, amado por la
madre”. Esto está en estrecha relación con la disposición pasiva y homosexual en los hombres,
en donde al parecer esto queda desplazado al inconsciente y para no desviarse de la sexualidad
plena es que lo pasivo queda reprimido, esto no queda del todo claro por falta de material (según
palabras de Freud). La importancia de estas fantasías originarias es que son una clara
manifestación del complejo de Edipo, y por otro lado, asientan las bases para comprender el
origen tanto de la neurosis como de la perversión, en cuanto un sujeto pueda quedar prendado a
alguna de las fases de este proceso.
54
Si es en general posible derivar del complejo de Edipo las perversiones, nuestra
apreciación de aquel recibe nuevo refuerzo. En verdad, creemos que el complejo de Edipo es el
genuino núcleo de la neurosis, y la sexualidad infantil, que culmina en él, es la condición
efectiva de la neurosis; lo que resta de él como secuela constituye la predisposición del adulto a
contraer más tarde una neurosis, entonces, la fantasía de paliza y otras fijaciones perversas
análogas solo serían unos precipitados del complejo de Edipo (Freud, 1919, pág. 190).
Es así como podemos evidenciar, a través de los textos anteriormente presentados, cómo
es que la fantasía adviene como uno de los principales objetos de estudio del psicoanálisis, en
tanto íntimamente relacionado tanto con la sexualidad como con el inconsciente, siendo parte
tanto de lo más sutil del sujeto como podrían ser las fantasías diurnas, como de lo más complejo
y sepultado, como son las fantasías inconscientes. Tal como se mencionó en diferentes contextos,
el aspecto que engarza cada elemento de la actividad fantaseadora es el deseo, como puede ser en
un momento el deseo incestuoso, o el deseo de volver al estado de universalidad alguna vez
experimentado. Cada uno de estos deseos, atravesados tanto por mociones placenteras como
displacenteras, en fin, lo principal de estas características de la fantasía analizadas por Freud es
cómo cada una de ellas está estrechamente relacionada con la otra en lo que respecta al
cumplimiento de un deseo. El sujeto apuntará hacia este fin incluso sorteando las barreras tanto
de la sociedad como de la realidad, siendo ésta la función principal de la fantasía. Si bien en el
sujeto existe una clara separación del principio del placer, la sociedad ya no le permite continuar
ligado a este principio, debido a lo cual debe abandonar de a poco todas las formas en que
encontró placer en la infancia. Existe algo que queda de este principio, que nos hace volver a
entrar en su mecanismo, en ese sentido podemos decir que el sujeto queda a mitad de camino en
55
la separación entre el principio del placer y el principio de la realidad, lo que es puesto en escena
en nuestra insistente necesidad de cumplir nuestros deseos. En definitiva, somos sujetos en la
medida que estamos sujetos a esta necesidad, de lo cual la fantasía es el garante.
4.3. FANTASMA EN PSICOANÁLISIS
Para poder desarrollar el concepto de fantasma en Lacan, debemos tener en cuenta en
primer lugar, algunas puntualizaciones previas que nos guiarán a una comprensión global del
fenómeno y así, situar el concepto en relación al contexto de la obra lacaniana. El fantasma por
lo general es relacionado con sus alcances clínicos, en la medida en que es una manifestación
que se presenta en el análisis por parte de los analizantes, una manifestación inconsciente
diferente a las que se expresan comúnmente en los síntomas.
Siguiendo a Miller (1983) en su seminario “Dos dimensiones clínicas: Síntoma y
Fantasma”, se señala la notoria necesidad del analizante de elaborar contenidos respecto del
síntoma, esto principalmente se debe a que éste representa el punto de partida del proceso
analítico. Durante el análisis el paciente hace referencia a su síntoma para lamentarse de él, sin
hacer mención del fantasma, ya que es a través de éste obtiene placer, además de ser una
incógnita para él. Esto, puede ser relacionado con lo expuesto anteriormente por Freud, cuando
menciona que el paciente prefiere hablar de sus culpas que de sus fantasías, y como el niño no
tiene resguardos al exponer al otro sus fantasías, lo que puede verse claramente en el texto
56
“Pegan a un niño” donde Freud en un comienzo explicita que esta fantasía es expuesta de manera
muy tardía en el análisis.
El fantasma viene a ser una parte del sujeto muy escondida y preciada, que a la vez
difiere con el resto del contenido de una neurosis, incluso en contradicción con los principios
morales del analizante. Otra característica en la oposición entre síntoma y fantasma, dice relación
con la divulgación y el abordaje teórico que éstas han tenido. El síntoma y todas las
manifestaciones inconscientes relacionadas, tales como el chiste, los lapsus y los actos fallidos,
han sido abordados vastamente por la literatura especializada, en donde el síntoma incluso ha
llegado a establecerse como el eje central de algunas teorías clínicas. Estas formaciones que por
lo general se caracterizan por su dinamismo (lo que nos revela sujetos con síntomas singulares,
que a su vez dan paso a singularidades en el funcionamiento de estas manifestaciones), dan lugar
a la conformación de sistemas interpretativos estables (como la interpretación de los sueños). En
definitiva, frente a este dinamismo de las formaciones del inconsciente, existe una monotonía del
fantasma, siendo muy escasa la bibliografía con respecto al tema (si la comparamos con la
referida al síntoma). Los textos paradigmáticos con respecto a este mecanismo son “Pegan a un
niño” de Freud y “Kant con Sade” de Lacan.
Finalmente, esta monotonía del fantasma, esta parte que se reconoce como un resto, como
algo diferente casi sin importancia, es en definitiva la matriz del todo el comportamiento del
sujeto, como las gafas a través de las cuales puede darle un sentido a su experiencia con la
realidad, y su relevancia radica no en la forma en que éste se manifiesta, sino que más bien en
57
que es lo que viene a cubrir su mera existencia, características en las que profundizaremos a
continuación.
El sujeto y su relación con el Otro
Antes de abordar directamente el concepto de fantasma en Lacan, cabe aclarar la
concepción de sujeto que se tendrá en el presente estudio. Esto, debido a que es el sujeto quien
elabora, encubre y se relaciona con el Otro por medio de su fantasma, y si bien ya se han dado
algunas luces de lo que se entiende por sujeto en la teoría psicoanalítica, se considera necesario
aclarar la comprensión lacaniana de éste. ¿Por qué sujeto y no individuo? Esto, por la imperiosa
necesidad de poder diferenciarlo con este individuo biológico con un cuerpo y un nombre
determinado, así como del yo freudiano (moi) y del yo gramatical (je), en donde el sujeto estaría
más bien determinado por el inconsciente, en ese sentido el “sujeto del insconsciente”
introducido por Lacan.
Este sujeto está estrechamente ligado tanto con el deseo como con la falta en el Otro,
incluso en los primeros momentos de su vida, el niño, quien en ese período es un “asujeto” por el
hecho de que está en una estrecha relación fusional con su madre, esta alienado a su deseo,
quedando dicha relación mediada por la falta.
58
En efecto, el presentimiento de lo que falta a la madre se puede colmar imaginariamente
con el objeto de deseo que no tiene. Por esa razón, de modo igualmente imaginario, el niño se
identificará de buena gana con el objeto de lo que falta en el Otro (Dor, 1994, pág. 18).
El momento decisivo en esta primera triangulación entre la madre, el niño y el falo
(objeto imaginario que se supone que colma la falta en el Otro) es la intrusión de la figura
paterna, ya sea físicamente como en el discurso de la madre. Ahora que el niño no es todo para la
madre y ya no puede ser el objeto que colme su falta, el padre aparece para el niño como la
figura de un falo rival, lo que lo mueve a un registro diferente. En este nuevo escenario, el niño
debe renunciar a la identificación de ser ese objeto que colma el deseo, para llegar a comprender
que ese objeto se puede tener, o también quitar (o perder), quedando así expuesto a la castración.
Esta renuncia a ser el objeto que obture la falta en la madre, a razón de la intrusión de la ley
paterna (y con ello el orden simbólico), es lo que da por resultado un sujeto escindido, dividido e
incompleto ($), lo cual supone un sujeto que carece de un objeto de deseo fijo, es decir, el paso
de lo instintivo a lo pulsional otorgado por el advenimiento del significante paterno, instaurador
de las normas y prohibiciones culturales básicas, quedando en el inconsciente aquellas
reminiscencias del primer objeto de deseo.
Otro hecho importante de este cambio es que el niño deja de estar supeditado al deseo de
la madre. “Al dejar de estar sujeto al deseo de la madre, abandona su posición inicial de asujeto
en aras de la posición de sujeto deseante que comienza a esbozarse” (Dor, 1994, pág. 23). Si bien
ahora podríamos pensar que el niño está libre de ser quien ocupe el lugar de este objeto que le
59
falta a la madre en pos de su propio deseo, la madre en este proceso viene a ser la primera
representante del Otro, lo cual tiene como consecuencia el hecho de que si bien el niño deja de
estar sujeto al deseo de la madre, no deja de estarlo del deseo de Otro. Acerca de esta relación se
profundizará a continuación partiendo de la llamada “vuelta a Freud” realizada por Lacan.
Tomando en cuenta lo señalado en el apartado anterior respecto del juego Fort-Da, se
puede apreciar en esta observación freudiana como el niño juega, simula y repite, de manera
metafórica, la ausencia de su madre, en donde éste asume un papel activo respecto de esta
desaparición. El niño repite insistentemente la parte del juego relativa a la desaparición de su
madre, a su marcha, en donde el juego es articulado como una respuesta frente a esta ausencia
real por parte del niño. Juego inventado por este niño, que como señala Kait (1996), no debe ser
mirado en menos, ya que no es lo mismo que el niño responda a esta desaparición con llantos o
berrinches, a que responda creando un juego alusivo a una actividad simbólica “absolutamente
reglada por el principio del placer y que abre camino a la sublimación” (Kait, 1996, pág. 60). En
ese sentido, el berrinche por parte del niño nos indicaría una incapacidad de actuar frente a la
desaparición de su madre.
Respecto a la importancia de esta incursión en la actividad simbólica por parte del niño,
Lacan (1956) señala que en un primer momento la madre aún no está constituida como un objeto
total, y que es a raíz de este juego, el Fort-Da, que la madre puede ser concebida como una
totalidad. Esto, a raíz de la simbolización de la oposición ausencia-presencia por parte de la
madre, lo que permite que sea concebida como una totalidad, la cual puede estar tanto ausente
60
como presente a partir de un estado de ausencia de fondo. Es así como el objeto materno es
llamado, requerido cuando está ausente, para posteriormente ser rechazado cuando éste se
presenta. En relación a esto, Lacan evidencia las consecuencias de que se introduzca este par
opuesto en la relación del niño con su madre (ausencia-presencia). Puntualizando, que esta
oposición supone el origen mismo del mundo simbólico, y aún más, viene a representar la
condición básica del orden simbólico, condición de la falta. “En efecto, todo lo que se puede
transmitir en el intercambio simbólico es siempre algo que es tanto ausencia como presencia”
(Lacan, 1957, pág. 55).
De aquí en más, señala Kait (1996), la relación del niño con un objeto real, la madre,
llevará las marcas que permitirían conjugar esta relación real con una simbólica. Es justamente
esta estructura simbólica, la que instaura el carácter presente-ausente al objeto, lo que hará que
este objeto devenga en real, es deicr, que la madre devenga en real ¿En qué sentido? En el
sentido en que de ella se desprenden elementos que vendrían a introducir la constitución de toda
la realidad para el niño. Esto, en la medida que es desde ella que dependerá el acceso a los
objetos por parte del niño, así como también la privación de éstos, en fin, objetos que también
son introducidos en la dialéctica ausencia-presencia. Esta figura omnipotente, la de la madre, al
tener poder respecto de dar o de privar al niño de estos objetos, éstos pasan a ser objetos de don.
Por lo tanto “la madre de ser simbólica -el Otro primordial- pasa a ser parte de la realidad y el
objeto que era real por ejemplo el objeto de la necesidad- pasa a ser objeto simbólico, objeto de
don” (Kait, 1996, pág. 61).
61
En función de esto último, diremos entonces, que esta omnipotencia de la madre en tanto
Otro, es decir, ya no parte de este niño, nos vislumbra un punto esencial en este juego relativo a
la omnipotencia de esta figura, punto relativo a la carencia, a la falta. En otras palabras, la caída
del Otro, lo que pone en juego la falta en el Otro. “Otro (Autre) que no es un semejante y que J.
Lacan escribe con una A mayúscula, una ‘gran A’, para distinguirlo del compañero imaginario,
del pequeño otro (autre)” (Chemama, 2002, pág. 309).
Entonces, la madre, este primer Otro, omnipotente, introduce en el niño las primeras
marcas y direcciones respecto a la articulación significante. Esto, en la medida en que el pequeño
se dirige a este Otro desde la necesidad, lo cual es articulado a modo de un llamado a la espera
de una respuesta que satisfaga sus necesidades. Es decir, para el niño todo lo enunciable proviene
de este lugar, por ende él también se constituye como sujeto en el lenguaje a partir de esta
“fuente de significantes”. En donde “esta A, en un sentido que puede identificarse al lugar del
Otro, es el lugar donde se produce todo lo que puede enunciarse, es decir, lo que constituye el
tesoro del significante” (Lacan, 1966, pág. 9). Es en el Otro entonces, a partir de los significantes
introducidos por éste, que el sujeto buscará las directrices para su propia conformación, así como
también buscará situarse, formar parte de manera simbólica en este Otro, portador de la total
gama de significantes.
Si la referencia a una instancia Otra se hace en el interior de la palabra, el Otro, en el
límite, se confunde con el orden del lenguaje. Es dentro del lenguaje donde se distinguen los
sexos y las generaciones, y codifican las relaciones de parentesco. Es en el Otro del lenguaje
62
donde el sujeto va a buscar situarse, en una búsqueda siempre a reiniciar, puesto que ningún
significante basta para definirlo (Chemama, 2002, pág. 309).
Sin embargo, frente a la demanda de amor dirigida a este Otro, ésta no podrá ser siempre
satisfecha [S(A/)]. Otro, que se ve afectado por la falta, falta de carácter simbólica, es decir, que
se trata de un sujeto marcado por la castración. En donde, al no poder satisfacer la demanda, este
Otro queda en falta, en tanto falta en el plano de los significantes, lo cual vendría a vehiculizar el
deseo del Otro. Falta que tiene como resultado la aparición del objeto a, en tanto condición
absoluta del deseo. “El objeto a es lo heterogéneo en tanto exceso engendrado por el sistema
formal de los significantes. Es una producción que aparece como un exceso muy diferente del
elemento significante que, en tanto borde, da consistencia al conjunto” (Nasio, 1992, pág. 118).
Aquí, podemos apreciar como Lacan, sirviéndose de los círculos de Euler para su
explicación, señala como surge el objeto a, en la medida en que se trata de un objeto compartido
entre el sujeto y el Otro, pero que sin embargo se desprenderá como un objeto que no ha de
pertenecer finalmente a ninguna de las dos partes, más aún (y es por eso la denominación que
tiene), escapa de la lógica del sistema de significantes. En ese sentido, es importante aclarar una
confusión que se genera frecuentemente en el psicoanálisis, entre lo que se pide, que vendría a
ser la demanda, tanto de parte del niño como de sus padres, y el deseo que está detrás de esa
demanda. Resumidamente, se podría puntualizar que la necesidad de ser alimentado es lo que
63
surge del interior del organismo como una necesidad biológica, y que la demanda, es el punto en
el cual esta necesidad es puesta en palabras. Con respecto al deseo, Rabinovich señala:
Esto es muy claro en los adultos, los analizantes pueden relatar perfectamente qué se les
pidió, a veces incluso qué se les pidió a medias. Pero nunca pueden relatar cómo se los deseó o
qué se deseó de ellos, lo dicen sin decir, es lo articulado no articulable (Rabinovich, 1996, pág.
34).
Otro concepto importante para poder comenzar a tener una comprensión más acabada del
fantasma es el goce. Siguiendo a Nasio (1992), podemos establecer que para Lacan existen tres
tipos de goce: el goce fálico, el plus de goce y el goce Otro. El goce fálico hace referencia a la
energía que es disipada al momento de la descarga parcial, la cual tiene un alivio relativo, en
donde lo importante es que el falo actúa como la esclusa que regula la parte del goce que sale
(descarga) y la que se queda en el interior (mediante el mecanismo de la represión). El plus de
goce a su vez, está referido al goce que se queda al interior del sistema psíquico, al cual el falo
impide la salida, este goce permanece anclado a las zonas erógenas y las mantiene en un estado
de permanente erogeneidad. El goce Otro, es ese estado hipotético en que ocurre la descarga
absoluta, es el goce que el sujeto supone al Otro, el cual puede ser encarnado en diferentes
figuras; la muerte para el obsesivo, la locura para la histeria, el incesto para un niño. El fin de
este goce es alimentar el deseo. La importancia del goce Otro es que es en este punto en el cual
la teoría psicoanalítica encuentra su límite, debido a la imposibilidad de este goce absoluto que
es supuesto al Otro (ya sea la madre, Dios, o el propio sujeto). Esta imposibilidad, este límite,
64
está dado debido a que “el ser humano encuentra necesariamente, todo tipo de obstáculos
representados por el lenguaje, los significantes y en particular el falo; limites todos que
interrumpen la curva ideal hacia la plena realización del deseo, es decir, hacia al goce” (Nasio,
1992, pág. 37). Siendo fundamental para esto la presencia del fantasma, ya que como veremos, el
sujeto va a encontrar todo tipo de recursos para no enfrentarse a este goce desbordante.
Al satisfacerse de modo limitado y parcial con síntomas y fantasmas, uno se asegura de
no encontrar jamás el pleno goce máximo. En suma, para no alcanzar el goce del Otro, sin
embargo soñado, lo mejor es no cesar de desear y contentarse con sustitutos y pantallas, con
síntomas y con fantasmas (Nasio, 1992, pág. 45).
A su vez el objeto a, señala Nasio (1992), se trata de un agujero, en tanto no es
aprehensible en la cadena de significantes, no obstante, este agujero sería la fuente de la fuerza
que otorga la movilidad a los significantes. Además señala, que esta fuerza que anima la
movilidad de los significantes se denomina plus-de-goce, lo cual alude a un excedente respecto
del goce más primitivo, el que queda anclado a ciertas zonas erógenas del cuerpo, a modo de un
flujo energético constante que se desplaza a través de los bordes o cavidades palpitantes del
cuerpo. Específicamente, hay ciertas zonas del cuerpo que poseen la calidad de objeto a. Por
ejemplo con el pecho materno o las heces, en donde se trata de objetos que tienen como primera
característica el tratarse de apéndices del cuerpo de carácter desprendible, en la medida en que el
pecho es masticado o succionado, y las heces son excretadas.
65
Una segunda característica, dice relación con el hecho de ser objetos en estrecha relación
con bordes palpitantes, en tanto lugar de origen, en este caso la boca para el pecho y el ano para
las heces. Por último, la tercera característica de estos “objetos a” apunta a que esta separación
del cuerpo es por medio de la palabra, siendo la más primitiva el llanto. El grito, la palabra,
cumplen la función de la demanda, siendo condición para esto que se demande algo a cambio, en
el caso del grito es el pecho, sin embargo es en realidad una doble demanda, del sujeto al Otro
(en este caso la madre) y del Otro al sujeto. Sólo bajo esta condición el sujeto se separa del pecho
y el pecho pasa a ser un objeto alucinado por medio de la palabra. Pasa a ser alucinado en la
medida que la palabra no alcanza su objeto, nunca a través del lenguaje podemos alcanzar
nuestro objeto (cuando el niño llora la madre cree que tiene frio, por ejemplo). Así, el pecho por
medio del lenguaje se convierte en el pecho alucinado del deseo. Un niño puede saciar su
hambre, pero sin embargo seguir alucinando aún el pecho, esto debido a que el pecho alucinado
es el pecho del deseo, el cual esta investido de un doble deseo, el del niño de ser alimentado y el
de la madre por alimentar al niño, un gesto que las madres pueden reconocer como no puramente
alimenticio, sino que además investido por cierto erotismo. Más aún, no existiría complejo de
Edipo si en éste no hubiese dos deseos en juego, el de la madre y el del hijo, siendo el deseo de la
madre tan intolerable como el deseo incestuoso del niño. El niño alucina un objeto que no
pertenece ni a su madre ni al él mismo, sino que se encuentra entre ambos. Entonces, ¿a quién
pertenece el pecho que se pierde? ¿A la madre o al niño? Ni al uno ni al otro, es un objeto que
cae entre los dos como objeto a.
Para niño el Otro, es decir, su partenaire más íntimo, su madre, es reducido así, desde el
punto de vista del deseo, al estado de pecho alucinado. Es decir, que el objeto imposible del
66
deseo incestuoso que era la madre, se convirtió ahora en el pecho alucinado, objeto parcial del
deseo. El Otro se reduce al objeto a. En rigor, el sujeto también se reduce y se identifica a este
objeto del deseo. Esta doble reducción de la madre y del niño al objeto a, reducción alternada es
la operación nodal generadora de la formación psíquica denominada fantasma (Nasio, 1992, pág.
141).
En definitiva, podemos apreciar cómo, al estar el Otro también castrado simbólicamente,
al estar en falta, en tanto falta en el plano de los significantes, éste entra en el influjo del deseo a
los ojos del sujeto. Por consecuencia, el sujeto entra en un estado angustioso frente a la
problemática relativa al enigma del deseo del Otro, frente a qué es lo que este Otro desea, che
vuoi?, y por ende, qué es lo que el Otro desea de mí. Aquí, el sujeto se encuentra entrampado
entre el deseo del Otro, en tanto en el Otro no hay significante para el goce, y el Otro en tanto ley
paterna, lo que deriva en la ley del superyó, ley desenfrenada que no sólo supone que no haya
una pérdida de goce, más aún, obliga a gozar, manda a través del imperativo de gozar, teniendo
eso si como consecuencia, el sentimiento de culpabilidad. Frente a esto, señala Miller (1983),
que el fantasma es una máquina que es puesta en juego cuando es manifestado el deseo del Otro.
El deseo del Otro como se planteó anteriormente, como un enigma que ha de causar angustia en
el sujeto.
Volviendo al caso del Fort-Da, Lacan (1956) puntualiza respecto del juego,
describiéndolo como una maquinación que es producida ante la evidencia del deseo del Otro, en
tanto está en falta. Se trata de una maquinación que produce placer, en la medida que en el caso
67
del juego, el niño realiza una metáfora respecto de la ausencia de su madre, vale decir, que existe
una respuesta frente a la ausencia articulada desde el principio del placer, que como se mencionó
con anterioridad, resguarda el aparato psíquico a partir de una ley reguladora de la economía
psíquica, la cual busca preservar siempre el menor displacer posible. En fin, esta ausencia o
desaparición por parte de la madre podría ser traumática y generar angustia, sin embargo, el
fantasma tiene una función similar a la del juego, en la medida en que a partir de una situación de
goce o de angustia, genera placer.
Principio del placer, que se trata de una función en donde el sujeto busca de signo en
signo aquello que no debería volver a encontrar jamás. En ese sentido, lo que el principio del
placer regula, es la búsqueda, y a su vez, esta búsqueda existe en la medida en que el objeto se
encuentra en falta (Lacan, 1959). Podemos afirmar entonces, que el principio del placer se trata
de un medio de vital importancia para el encauzamiento del goce, en tanto el placer es lo que
aporta al goce sus límites.
A partir de esto último, Miller (1983) señala que lo que angustia es el enigma del deseo
del Otro, y que el fantasma, se puede ubicar como aquello que recubre la angustia suscitada a
partir de este enigma. Entonces, la angustia surge cuando se produce un desfallecimiento de la
cobertura fantasmática, entendiendo el fantasma como una respuesta estructural inconsciente que
vela la angustia que la falta en el Otro suscita. Fantasma que actúa frente a las exigencias del
Otro, frente al encuentro del sujeto con lo real de este Otro, obturando lo real y protegiendo al
68
sujeto de su extrema dependencia respecto a los significantes. Lo cual es presentado por Slavoj
Žižek en “El acoso de las fantasías” a partir del siguiente ejemplo:
Para los animales, la forma más elemental, la ‘forma cero’ de la sexualidad es la
copulación, mientras que para los humanos la ‘forma cero’ es la masturbación con fantaseos (en
este sentido la jouissance fálica de Lacan es masturbatoria e idiota); cualquier contacto con otro
real, de carne y hueso, cualquier placer que se obtenga de tocar a otro ser humano, no es algo
evidente, sino algo inherentemente traumático y sólo puede ser tolerado si el otro entra en el
marco de la fantasía del sujeto (Žižek, 1999, pág. 29).
Estructura fantasmática
Ahora bien, el fantasma propiamente tal, es articulado por Lacan (1958) bajo la forma $ ◊
a. Matema introducido en el seminario V, Las Formaciones del Inconsciente, el que señala una
doble relación (rombo/punción) entre el sujeto del inconsciente (S barrado) -en tanto
irreductiblemente dividido por su entrada al universo de significantes- y el objeto a –en tanto
objeto que constituye la causa inconsciente de su deseo-. En una primera aproximación, es
definido “como lo imaginario capturado en cierto uso de significante” (Lacan, 1958, pág. 417).
Esta fórmula del fantasma indica la relación existente del sujeto con el objeto, objeto en principio
ausente que luego es representado por el mismo sujeto en la escena fantasmática. Es decir, se
trata del objeto que el sujeto se hace ser a sí mismo en el fantasma, en tanto este objeto se
encuentra fijado a la demanda del Otro, en donde esta identificación de la demanda del Otro con
su deseo apunta a que el Otro es quien demanda ese objeto al sujeto. Entonces, la pregunta
69
“¿Qué quiere de mí?” (che vuoi?), lo que es demandado al sujeto, indicaría como el sujeto se
disipa ante el objeto, por ende podríamos afirmar que el objeto moldea al sujeto y no al revés.
El fantasma no es más que un arreglo significante del que di su fórmula acoplando el a al
$: lo que quiere decir que hay dos características, la presencia de un objeto a; y por otra parte,
ninguna otra cosa más que lo que engendra al sujeto como $, a saber, una frase. Es porque un
niño es pegado, es típico, que un niño es pegado no es otra cosa que la articulación significante
un niño es pegado (Lacan, 1967, pág. 119).
Al ser el fantasma una respuesta estructural inconsciente, una respuesta para el sujeto al
problema que le presenta el deseo del Otro, esta maquinación que pone en juego lo imaginario
(Miller, 1983) viene a representar un recurso de autoprotección frente al síntoma, en donde el
síntoma se encuentra ligado al goce y el fantasma, como ya fue mencionado, al placer. Aspecto
ya tratado por Freud, al señalar que a través de la vía imaginaria, las fantasías y sueños diurnos
de Anna O. tendrían una función consoladora ante el padecimiento, el sufrimiento del síntoma en
tanto goce. Sin embargo, el fantasma debe ser comprendido en la medida en que alude a una
creación significante pura, la que vendría a situar al sujeto como un objeto-tapón frente a los
agujeros producidos por el deseo del Otro en tanto falta.
Ven que el término lógica del fantasma, se justifica por el hecho de que el fantasma está
más estrechamente, que todo el resto del inconsciente, estructurado como un lenguaje; ya que el
70
fantasma, al fin de cuentas, es una frase con una estructura gramatical, que parece articular la
lógica del fantasma (Lacan, 1967, pág. 110).
Esta creación significante pura nos aproxima a la concepción del fantasma fundamental,
el cual se estructura a modo de una frase, que representa la represión primaria, surgida en la
segunda fase de “pegan a un niño”. Esta operación es explicada por Lacan en la clase del 16 de
Enero de 1957, llamada “Pegan a un niño y la Joven homosexual”. En ésta, comienza haciendo
una puntualización con respecto a lo que es entendido comúnmente por perversión, la traducción
clásica que reza que la perversión es el negativo de las neurosis, que en ella se encontrará a
“cielo abierto” todo lo que en la neurosis está escondido. Lacan pone en perspectiva esta
concepción “poniendo oído” a lo expuesto por Freud en “Pegan a un niño”, analizando esto que
se presenta como ambiguo en el paso de una etapa a otra de esta enigmática frase, en donde se
ciñe a la estructura subjetiva propuesta en su teoría, lo que se presenta como un obstáculo o una
antinomia.
En la primera fase, el sujeto hace referencia a la frustración que suscita la presencia de un
tercero en su relación con el padre: “mi padre pega a un niño que es un niño a quien odio”. Lacan
destaca de esta fase, que en la medida en que el sujeto avanza en el análisis se va encontrando
con algo que reconoce como primitivo, como parte de su organización fundamental más
profunda, en donde esta relación entre tres da cuenta de cómo el padre demuestra su amor a
través de otro puesto como objeto, el padre me demuestra su amor a expensas de este segundo
sujeto a quien yo odio. “La cuestión no es que la cosa haya sido dicha, sino que la situación
71
ternaria instaurada en el fantasma primitivo lleva en sí misma la marca de la estructura
intersubjetiva que constituye toda palabra consumada” (Lacan, 1957, pág. 43). En la segunda
etapa “mi padre me pega”, la cual es la etapa más fugaz y ambigua, principalmente producto de
la reconstrucción en el análisis, fuertemente cargada de erotismo, se da cuenta de la ambigüedad
de la posición masoquista, en donde el sujeto se ve inmiscuido en una situación dual. La
fugacidad de esta segunda etapa da paso a la tercera etapa, la del fantasma definitivo, en la que
nuevamente el sujeto se encuentra en la calidad de observador del impersonal “pegan a un niño”.
En esta frase se da cuenta de un resto que escapa de las demás elaboraciones del analizante, resto
que es manifestado indirectamente en todos sus síntomas constitutivos, encontrando su asidero
en un elemento del cuadro clínico, que es el fantasma.
Lo que queda es en efecto una desubjetivación radical de toda la estructura, en la cual el
sujeto esta reducido únicamente al estado de espectador o tan sólo de ojo, es decir lo que
caracteriza siempre, en el límite, al llegar a la última reducción, a toda clase de objeto, para
verlo, es preciso no siempre un sujeto, pero sí al menos un ojo, que puede ser únicamente una
pantalla sobre la que se instituye el sujeto (Lacan, 1957, pág. 43).
Es aquí donde Lacan extrae la relación que hace Freud de este fantasma con la
perversión, recordemos que el texto original lleva por título “Pegan a un niño. Contribución al
conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales”. Siendo ésta la característica aislable de
la perversión, ya que si bien en su fantasma están presentes todos los elementos, la relación
intersubjetiva se ha perdido. Lacan considera asombroso que el sentido que quiso darle Freud al
72
origen de las perversiones se haya desvirtuado, llegando a entenderse como el negativo de la
neurosis, que pretende su traducción popular. “La perversión sería entonces una pulsión no
elaborada por el mecanismo edípico y neurótico, algo que sobrevive pura y simplemente, la
persistencia de una pulsión parcial irreductible” (Lacan, 1957, pág. 44).
Este fantasma fundamental es un tipo de frase que en el campo de la lógica es
denominada axioma, el cual como ya se mencionó es una creación significante pura,
significación que se encuentra despegada de cualquier motivación anterior, siendo en sí misma
un punto de partida, un nuevo comienzo. En donde este fantasma fundamental, el que “garantiza
al soporte del deseo su estructura mínima” (Lacan, 1959, pág. 405), fija al sujeto en una posición
determinada. Posición inexistente para el sujeto en la medida que es efecto del significante, y
sólo puede ser representado por otro significante. Sin embargo en el fantasma, existe un lugar
fijo para el sujeto, el cual dice relación con ese “hacerse ser” el objeto en la escena fantasmática,
lo que daría consistencia al sujeto, que a modo de objeto, responde a la falta en el Otro
taponeándola. El fantasma fundamental puntualiza Miller (1983), al surgir a partir de la
castración en el Otro en tanto falta simbólica o puesta en evidencia del deseo del Otro, no puede
ser articulado ni recordado, ni ha de estar en la memoria, ya que manifiesta el asidero real dentro
de lo simbólico.
Podemos apreciar también, como el fantasma es el gran organizador de la sexualidad
humana, sexualidad que ya desde la infancia queda desligada de todo objeto del orden de lo
natural. La sexualidad humana al ser constituida desde la pérdida de objeto (objeto a), queda
73
aprisionada en la red de escenas fantasmáticas. Fantasmas originarios que fijan a priori el lugar
del sujeto en el imaginario erótico inconsciente, dando por resultado una sexualidad libre de
intencionalidad, desfuncionalizada, en otras palabras, disociada de la necesidad.
Estos fantasmas infantiles seguirán invistiendo la sexualidad del sujeto hasta la vida
adulta, sexualidad adulta que precisamente es construida a partir de los elementos de la
sexualidad infantil, de aquellas fantasías inconscientes que articulan el núcleo del fantasma
fundamental. Para el niño, el objeto sexual, objeto imaginario del escenario fantasmático, es
construido en el fantasma a partir del erotismo del adulto, en donde es este Otro el punto de
origen en la conformación del fantasma. “El falocentrismo del erotismo adulto es en el fantasma
infantil (edípico) el motor de la curiosidad sexual” (Colombo, 1999, pág. 12).
De este modo, podemos vislumbrar la importancia del fantasma en la constitución de la
sexualidad infantil y su posterior desarrollo hacia la adultez. Esto, en la medida en que el
fantasma más que un producto de la vida sexual infantil, es lo que la construye, más aún, señala
Lacan (1966), el fantasma se presenta como una matriz del comportamiento del sujeto. En donde
el fantasma se erige como una suerte de mecanismo de autodefensa, de protección frente a la
angustia de lo real, de las mociones pulsionales más primitivas. Mociones pulsionales que al
encontrarse insatisfechas, sirven de fuerza impulsora de las fantasías y que como puntualizó
Freud, “cada fantasía singular es un cumplimiento de deseo, una rectificación de la
insatisfactoria realidad” (Freud, 1908, pág.130).
74
Contexto clínico: la escena fantasmática y el objeto perdido
Juan David Nasio (1992), en Cinco Lecciones sobre la Teoría de Jacques Lacan, expone
de manera precisa el alcance clínico del fantasma, señalando en primer lugar, cómo ciertas partes
del cuerpo adoptan el estatuto de objeto del deseo en tanto objeto alucinado, y que en eso mismo
-esta alucinación- radica el mecanismo creador de todo fantasma, es decir, el hecho de que el
sujeto se vuelva objeto. Posteriormente, responde a la cuestión de cómo identificar
concretamente este objeto perdido en el análisis, señalando que para ello se debe situar el
fantasma inconsciente dentro de la secuencia analítica, fantasma que no debe ser sólo
identificado, sino que reconstruido por el analista. Para esta identificación y posterior
reconstrucción, el autor presenta una serie de puntos guía o características que el fantasma posee.
El autor describe por ejemplo, que el fantasma consta de una escena, personajes (pocos en
general), una acción (para lo que se debe prestar atención en el verbo empleado), un afecto
predominante (de los personajes de la escena fantasmática o del analizante frente a su fantasma)
y la presencia de alguna parte determinada del cuerpo. Donde subraya la importancia del verbo
que el analizante emplea para describir la acción en su relato, en la medida en que “el verbo en la
frase del fantasma representa, en efecto, el corte entre el sujeto y el objeto, es el significante
separador y reunificador del sujeto y del objeto” (Nasio, 1992, pág. 154), como puede ser
apreciado en el caso del verbo “pegar” en el emblemático caso freudiano ya descrito.
Señala además, que el fantasma puede ser expresado a través de un relato que se repite en
el marco de las sesiones, más aún, a lo largo de la vida del sujeto. En donde además de
75
presentarse en el relato mismo del analizante, este puede expresarse en sueños, ensoñaciones o
acciones. Agrega, que si bien el fantasma es un argumento que el sujeto relata detalladamente, le
es enigmático y lo vive como algo que se le impone más allá de su propia voluntad.
La aparición del fantasma, suele darse generalmente bastante tarde en el curso del análisis
y suele ser vivida por el analizante como algo vergonzoso. Esto, a razón del argumento perverso
presente en la acción del relato, perversión en cuanto a ciertos gestos implicados, lo cual no es
asimilable a la entidad clínica de la perversión. Este relato, que se articula generalmente a partir
de un argumento perverso, tiene como características formales el estar compuesto por un sujeto,
un objeto, un significante e imágenes, que se ordenan a partir de dicho argumento.
Como ya sabemos, el artilugio principal que establece la estructura fantasmática es la
identificación del sujeto como objeto, de modo que cobra sentido el hecho de que el niño no solo
pierde el pecho, sino que se convierte en él. “En realidad no hay verdadera pérdida sin que el
sujeto se identifique con lo que pierde. Desde el punto de vista psicoanalítico, somos, en el
fantasma, lo que perdemos” (Nasio, 1992, pág. 157).
En resumen, al comprender al fantasma como una frase o escena la cual representa la
interrelación imaginaria entre el sujeto y el objeto, se puede atisbar como el sujeto al
representarse a sí mismo en esta escena fantasmática como un objeto, no hace más que
representarse a sí mismo en el fantasma como el objeto perdido.
76
Lacan formaliza este momento, en el cual el sujeto se funde con el objeto recortado,
dándole su armazón al fantasma, con la notación $ ◊ a. Afirmar que el sujeto es el objeto
significa que el agente del fantasma, quiero decir, el elemento organizador de la estructura
fantasmática, no es la propia persona del niño o del analizante. El fantasma no es la obra de
alguien sino el resultado a un tiempo de la acción del objeto y del corte del significante. El objeto
a es la causa motriz del fantasma y el significante (representado por el ◊) es su causa eficiente
(Nasio, 1992, pág. 158).
Lacan, en su clase La función del velo, se pregunta respecto a cómo es posible esta
singular relación del sujeto con un objeto que no es objeto, en tanto se encuentra en falta. A lo
que responde que es precisamente en función de esta falta que el objeto cobra un valor y tiene la
propiedad de estar ahí de manera simbólica, más aún, al tener condición de símbolo, no sólo se
encuentra en posibilidad, sino que también debe ser esa nada, debe situarse en el lugar de la falta
(Lacan, 1957). Sin embargo, se hace dificultoso el poder materializar de alguna manera este
lugar simbólico, este lugar de ausencia, este “más allá”. Lugar que es materializado tomando el
velo o la cortina a modo de metáfora.
Puede decirse incluso que al estar presente la cortina, lo que se encuentra más allá como
falta tiende a realizarse como imagen. Sobre el velo se dibuja la imagen. Esta y ninguna otra es la
función de una cortina, cualquiera que sea. La cortina cobra su valor, su ser y su consistencia,
precisamente porque sobre ella se proyecta y se imagina la ausencia (Lacan, 1957, pág. 56).
77
El fantasma, a partir de su función de velo que no solo resguarda al sujeto frente al horror
de lo real, sino que también lo protege de las consecuencias de su división estructural a partir de
la castración simbólica, se inscribe como un mecanismo privilegiado ya que posee un carácter
transindividual al encontrarse enlazando los registros imaginario, simbólico y real (Chemama,
2002).
Es así, como en la dimensión imaginaria, la cual corresponde a todo lo que el sujeto
pueda representar con imágenes ya sea de su propio mundo o a partir de los personajes de su
medio, es la plataforma para la articulación de tales escenas fantasmáticas. Dimensión, que tiene
por función ser mediadora en la relación entre el sujeto y sus imágenes, relación que ya se
encuentra a su vez fantasmatizada en razón de la especularidad y reciprocidad entre el sujeto y el
Otro. Por otra parte, la dimensión simbólica en relación al fantasma, es un aspecto que no es fácil
de evidenciar. Es posible hacerlo en la medida en que el fantasma consiste en una pequeña
historia, escena o frase que se ciñe a ciertas normas que obedecen a las leyes del lenguaje. Por
ejemplo, en “pegan a un niño” Freud expone como este fantasma no es más que una frase y que
sus tiempos, responden a variaciones gramaticales (pegar, pegarse, hacerse pegar). Por último,
respecto a lo real, Lacan (1956) lo sitúa como la dimensión más importante del fantasma, ya que
lo real, entendido como aquello que permanece idéntico a sí mismo y no puede ser
completamente simbolizado, otorga el carácter estático del fantasma en tanto es lo imposible de
cambiar para el sujeto. Como fue mencionado con anterioridad, el fantasma fundamental fija al
sujeto en una posición, lo coagula a partir de esta escena fantasmática, en donde éste, al situarse
78
a sí mismo como un objeto en función del deseo del Otro, queda prendido a esta posición-objeto
constitutiva de su sexualidad.
5. METODOLOGÍA
En la presente investigación, se realizó una revisión bibliográfica con la finalidad de
acotar el punto de vista desde que sería abordado este fenómeno. Es así como se privilegió
una visión del fenómeno pornográfico a partir de su representación más popular, insigne y
contemporánea, es decir, se optó por analizar la pornografía de masas o “mainstream” desde
una perspectiva posmoderna. De esta forma se situó este fenómeno en un determinado
contexto. En lo relativo a los aportes del psicoanálisis, se tomó la decisión de trabajar con el
concepto de fantasma, ya que se consideró que es el que aportaría una mayor profundidad y
significancia en la relación a establecer. En base a esto, se emprendió una revisión
bibliográfica como punto de inicio de esta investigación, el cual se centró en tres ejes
fundamentales: pornografía, fantasma y posmodernidad.
5.1 Tipo de Investigación
Luego de acotar los conceptos a investigar y hacer una revisión de la literatura
existente respecto a estos conceptos, se realizó una investigación documental y conceptual.
79
Con respecto a la investigación documental, este tipo de investigación utiliza como
procedimiento de trabajo la selección y recopilación de material bibliográfico, al cual se
puede acceder ya sea a través de textos impresos, así como de plataformas digitales de
información especializada. Este es un tipo de metodología a través del cual, luego de
recopilada la información, se busca organizar, sistematizar, analizar e interpretar el material
obtenido (Eco, 1977).
Por otro lado, para trabajar el concepto de fantasma, así como el fenómeno de la
pornografía en el contexto posmoderno, se realizó una investigación conceptual.
Su objeto de estudio son los conceptos psicoanalíticos, entendidos estos como
herramientas de trabajo dentro del lenguaje del saber analítico. Respecto de los conceptos,
debe establecerse su origen en los hechos empíricos (clínicos), su desarrollo desde la
definición y noción hasta alcanzar el grado de abstracción y precisión que le dé la categoría
de tal y su ubicación dentro del sistema teórico general (Laverde-Rubio, 2008, pág. 121).
En este caso, se trabajó con el concepto de fantasma, intentando dar cuenta no sólo de
su definición, sino que también de su origen. En este sentido, se comenzó por desarrollar el
concepto de fantasía en Freud desde sus primeras implicancias en el contexto clínico (Anna
O., Fort – Da). Luego, se dio cuenta de las vicisitudes que este concepto atravesó a lo largo
80
de la historia de la teoría psicoanalítica, hasta llegar a las concepciones lacanianas al
respecto, las que suponen la comprensión de otros conceptos que se encuentran en innegable
relación con el de fantasma, como por ejemplo sujeto, Otro, objeto a, deseo y goce.
En cuanto al fenómeno de la pornografía, éste también fue abordado de manera
conceptual, tomando en cuenta su carácter histórico así como sus diferentes aristas,
otorgándole así una mayor abstracción y especificidad. Luego, se estableció su punto de
relación respecto al concepto de fantasma a partir de un contexto determinado -el de la
posmodernidad-, ya que de este modo se puede vislumbrar los reales alcances de este
mecanismo inconsciente denominado fantasma.
Esta elección metodológica responde a las características propias del fenómeno y
conceptos a investigar. En ese sentido, un abordaje teórico-documental da cuentas de un
interés por lograr una mayor profundidad en la forma de estudiar el fenómeno. De este modo,
se busca contribuir al desarrollo teórico a partir de aportes anteriores en torno a las temáticas
a tratar, en donde a partir de una metodología netamente cualitativa, se pretende bordear los
aspectos más medulares del fenómeno en cuestión.
Desde sus orígenes, el psicoanálisis ha tendido a alejarse de todo tipo de parámetro
cuantitativo o cientificista, por lo que el propio carácter de la teoría psicoanalítica nos remite
a una visión cualitativa y teórica de los fenómenos humanos. Asimismo, a partir del carácter
81
interpretativo de esta teoría, esta investigación no pretende ni busca dilucidar una verdad,
sino que busca plantear una nueva visión respecto de un fenómeno actual a partir de los
conceptos de la teoría psicoanalítica.
Por último, en el fenómeno de la pornografía, si bien es posible desprender ciertos
indicadores particulares relativos a datos estadísticos, existen vastos estudios de esta índole,
por lo cual la presente investigación plantea un abordaje que apunte más allá de los datos
numéricos, accediendo a diversas fuentes alusivas a discursos y concepciones teóricas en
torno a éste.
5.2 Acerca de las fuentes
Respecto de la bibliografía consultada, ésta puede ser clasificada en fuentes base y
fuentes complementarias dependiendo de su relevancia para la investigación. En este caso,
las fuentes bases corresponden a todas aquellas referencias bibliográficas de autores que
abordan directamente los conceptos investigados, en la mayoría de estos casos, son estos
mismos autores quienes desarrollaron originalmente estos conceptos. En cambio, las fuentes
complementarias son aquellas en las cuales se desarrolla un abordaje posterior, y en cierta
medida más accesible de estos conceptos. Se trata de fuentes que aluden a conceptos
82
acuñados por anteriores autores, los cuales son desarrollados a la luz de las problemáticas de
un contexto determinado.
Fuentes base:
Psicoanálisis
Sigmund Freud
- (1900). La interpretación de los sueños (primera parte). Tomo IV. Buenos Aires:
Amorrortu editores.
- (1905). El chiste y su relación con lo inconciente. Tomo VIII. Buenos Aires:
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Amorrortu editores.
- (1914-1916). Trabajos sobre metapsicología, y otras obras. Tomo XIV. Buenos Aires:
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86
6. SÍNTESIS Y DISCUSIONES
6.1. Consecuencias de la pornografía como discurso acerca de la sexualidad
Al situarnos desde el contexto posmoderno, desde esta sociedad de consumo, nos
encontramos con un vertiginoso flujo de información, el que a través de los medios masivos
de comunicación invade nuestros hogares. Es en ese sentido, que la pornografía,
específicamente la pornografía de masas o “mainstream”, entendida como una industria
viralmente expandida, no sólo tiene relevancia desde las películas para adultos de contenido
sexual explícito, sino que su importancia radica en la manera en que esta imagen de lo
pornográfico y por consiguiente la concepción de un cuerpo pornográfico generalizado,
inunda con sus representaciones a todas las plataformas de nuestra cultura. Es así como
podemos apreciar este discurso de lo pornográfico formando parte de diferentes expresiones
culturales, en donde por ejemplo, fácilmente podemos distinguir el uso del cuerpo
pornográfico en campañas publicitarias que cosifican el cuerpo femenino, o un discurso
pornografizado respecto a las relaciones de género, como puede ser apreciado en las letras de
canciones de reggaetón, las que muestran una clara relación de dominación por parte del
género masculino hacia el femenino. Asimismo, en la actualidad, jóvenes adoptan este
discurso intentando reproducir estos patrones de comportamiento, que si bien nacen desde la
industria pornográfica, hoy en día están presentes en prácticamente todas las aristas sociales,
haciendo de ésta, una sociedad pornografizada.
87
Si comprendemos la posmodernidad como una reacción frente a las formas superiores
de cultura, se puede atisbar cómo es que la pornografía se diferencia del resto de las
anteriores manifestaciones culturales en torno al sexo. Esto, en la medida en que existe un
límite difuso entre las formas superiores de arte, y las de carácter popular y/o comercial, en
donde la pornografía surge como un producto que a través del orden económico capitalista,
busca situarse como un producto industrial y comercializable. Lo que sumado a una suerte de
deslegitimación de la moral del estado postguerra, se presenta como el panorama ideal para
que estas representaciones, antes censuradas y castigadas, se sitúen como producciones
legales que llegarán a alcanzar márgenes impensados de rentabilidad, llegando a situarse
como una de las industrias más proliferantes del mercado mundial.
Este contexto, que abarca una nueva concepción de historicidad, así como nuevos
patrones estéticos e ideológicos, es también denominado como sociedad de los medios de
comunicación o sociedad del espectáculo, el cual se caracteriza por una penetración
inimaginable de los medios masivos de comunicación en la vida privada de las personas, en
donde el flujo de información se presenta no como una búsqueda personal, sino que se
impone a los sujetos a través de imperativos. Esto, a partir de imágenes que se le presentan
como irrechazables y que exhiben y exponen de la forma más explícita sus contenidos,
buscando mostrarlo todo, sin velos ni censuras.
Desde este punto de vista, y siguiendo lo expuesto por Jameson (1985), podemos
atisbar cómo es que el fenómeno de la pornografía de masas al estar situado en este contexto
88
posmoderno, carga con todo el peso de la tradición estética moderna. Esto, señala el autor,
presenta a la pornografía y al resto de las expresiones estéticas de la posmodernidad, la
dificultad de hallarse en una suerte de “encarcelamiento” en anteriores representaciones,
disponiendo sólo de una cantidad limitada de combinaciones posibles, lo cual tiene por
consecuencia, el encauzar estas representaciones hacia la repetición de esquemas y patrones
ya existentes. Fenómeno que Jameson intenta englobar bajo el concepto de “pastiche”,
aludiendo a este “encarcelamiento” en expresiones anteriores a partir de un fracaso de la
estética y el arte como disciplinas, lo cual sólo deja la opción de imitar estilos anteriores, de
repetir esquemas. Más aún, si tomamos la idea del autor de que la posmodernidad no
comprende la existencia de un yo privado e individual, podemos extrapolar esta idea al
fenómeno de la pornografía, en donde los actores de estas producciones carecen de elementos
humanos, tales como emociones o sentimientos, vicisitudes propias del organismo y
características de su personalidad. Es así, como en las producciones pornográficas, los
actores se limitan al empleo de sus cuerpos a modo de una reproducción esquemática y
mecanizada del acto sexual, en donde resultan evidentes ciertas características, las cuales son
prácticamente extrapolables a cualquier producción propia de este género (pornografía
“mainstream”).
Dentro de estas características y elementos propios de las producciones pornográficas,
podemos especificar por ejemplo, el hecho de que los actores raramente eyaculen dentro de
las actrices, en donde, por el contrario, suelen eyacular sobre el estómago, pechos o rostro de
ellas (y así exponer el producto de su excitación). Por otro lado, si el actor es objeto de
felación por parte de la actriz, ésta suele tragar el semen, haciendo suponer a los espectadores
89
que está disfrutando de éste hasta su última gota. Podemos ver también, como rara vez existe
una relación de tipo afectiva o alguna acción posterior al coito entre los personajes (como
conversaciones, caricias o abrazos), así como también raramente existen preámbulos a la
escena de sexo explícito, siendo éstos limitados, en donde lo más recurrente, si es que existe
preámbulo, es que previo a la penetración, la actriz suele realizar sexo oral al actor, lo cual
hace que ella quede “supuestamente” al borde de un orgasmo.
Otro elemento a destacar, dice relación con las características físicas de los actores, en
donde se priorizan cuerpos esbeltos, tonificados, que a su vez, cumplan con ciertas medidas
específicas (Gubern, 1989). Por último, si a esto le sumamos la posición subjetiva que estas
producciones imponen en torno a la figura de los géneros masculino y femenino, y el interés
de que las cámaras enfoquen tan minuciosa como detalladamente a los genitales durante el
acto sexual, nos da por resultado un discurso pornográfico que tiende a generar visiones poco
realistas respecto del acto sexual, en donde se extirpan elementos afectivos y orgánicos, y se
centra en elementos cuantificables, creando por consecuencia, un discurso acerca del sexo, el
cual entrega una concepción limitada de éste a quienes se ven influidos por él (el cual se
encuentra expandido en prácticamente todas las plataformas informativas), ya que supone un
acto sexual centrado en la genitalidad y en la penetración, lo que trae serias consecuencias y
frustraciones a los sujetos al no poder alcanzar los estándares planteados por este género.
Si analizamos el fenómeno de la pornografía en el contexto posmoderno desde los
aportes de Baudrillard (1980), podemos decir que la pornografía como género, surge en el
90
contexto industrial, a través del “esquema de la producción”, en donde a partir de un modelo
de origen el producto es replicado en serie. Sin embargo, en el contexto posmoderno, la
pornografía deviene en un “esquema de simulación”, en el cual el modelo de origen ya no
alude a un elemento real, sino que a algún significante de referencia, el cual pertenece al
orden de lo “hiperreal”.
De este modo, en este “exterminio de la realidad” que representa el posmodernismo
como señala Baudrillard (1980), la pornografía se erige como una expresión de lo
“hiperreal”, en donde no se busca representar la realidad propiamente tal, sino que busca, con
fines principalmente comerciales, imitar estilos, tratándose entonces, de puro semblante, pura
forma, que de la manera más explícita posible, reproduce la mecánica del acto sexual. Desde
este punto, se puede llegar a la concepción de un cuerpo pornográfico de carácter “hiperreal”,
el que consiste finalmente en un cuerpo carente de deseo, un cuerpo vacío, un maniquí. Es
así, como este autor propone la existencia de una difuminación de lo real a partir de una
exacerbación, un exceso de realidad, el que termina por velar la realidad misma. Lo que
puede verse reflejado en la forma en que estas producciones presentan los elementos a los
espectadores, en donde la sobreexposición y explicitación de la mecánica sexual detallada
vendría a velar las diferentes características y connotaciones propias del encuentro sexual
real entre los sujetos.
Gubern (1989), ejemplifica esto al señalar cómo es que frente a la dicotomía propia
del género cinematográfico entre “narrar” y “mostrar”, la pornografía privilegia el “mostrar”
91
por sobre el “narrar”, utilizando como ejemplo a la ya mencionada película “Behind the
Green Door” (Detrás de la puerta verde) de 1972, en donde la actriz principal, además de ser
utilizada como objeto para el deleite de los hombres que se servían de ella de manera
colectiva para llevar a cabo sus fantasías y rituales sexuales, tenía la característica de no tener
un solo diálogo a lo largo del filme, lo que nos da luces respecto a estos elementos humanos
que las producciones pornográficas omiten.
Por otra parte, este fenómeno en donde los sujetos quedan más bien
despersonalizados, no sólo se encuentra estrechamente relacionado con el formato
pornográfico, sino que alude de modo generalizado a la forma actual de relación a través del
ciberespacio, el cual avanza a pasos agigantados respecto a la acumulación de información
digital, en el que toda la información podría llegar a estar soportada en esta plataforma
virtual.
La perspectiva de lograr la digitalización de toda la información (todos los libros, las
películas, los datos…computarizados e instantáneamente disponibles) promete la casi
perfecta materialización del gran Otro: ahí afuera, en la máquina, “todo estará escrito”, tendrá
lugar un redoblamiento simbólico completo de la realidad (Žižek, 1999, pág. 172).
Žižek (1999), al proponer esta suerte de virtualización radical, alude a que toda
nuestra realidad podría estar utilizando como soporte simbólico a este medio, y con esto, esta
92
versión “digitalizada” de nuestra realidad, esta transcripción a este “gran Otro”, cambiaría la
forma de concebir la realidad por parte de los sujetos. En ese sentido, podríamos suponer una
gradual dependencia a esta plataforma, sustentadora de nuestro mundo simbólico, de nuestra
información confidencial, fantasías y los contenidos más íntimos imaginables.
Respecto a este grado de dependencia del sujeto frente a este redoblamiento simbólico
de carácter hiperreal, el autor advierte la operación que se encuentra en juego en esta
relación. Señala, que si bien esta plataforma del ciberespacio, en tanto gran Otro digitalizado,
ofrece la opción de abarcar y organizar todos los contenidos posibles, podría llevar a los
sujetos a un estado de dependencia extrema, en el que por una parte permitirían a éstos
delegar responsabilidades, pero que sin embargo, terminarían por generar entes
prácticamente inanimados al permitir que el Otro sea el encargado de regular su relación con
los diferentes contenidos y estímulos presentes. Este fenómeno es acuñado por Žižek (1999)
como “interpasividad”, proceso a partir del cual el gran Otro completa los actos en vez del
mismo sujeto, en donde el gran Otro “lo hace por él”, sin embargo, el autor apunta que la
eficiencia simbólica de este procedimiento es igual a que si lo hiciera el mismo sujeto.
Al ofrecer mi contenido más íntimo, incluyendo mis sueños y mis ansiedades, al Otro,
se abre un espacio en el cual soy libre para respirar: cuando el Otro se ríe por mí, tengo la
posibilidad de tomar un descanso; cuando el Otro es sacrificado en mi lugar, estoy en libertad
de seguir viviendo con la tranquilidad de que pague por mi culpa, etc., etc. La eficacia de esta
operación de sustitución radica en la reversión reflexiva hegeliana: cuando el Otro se
93
sacrifica en mi lugar, yo me sacrifico a través del Otro; cuando el Otro actúa por mí, yo actúo
a través del Otro; cuando el Otro goza por mí, yo gozo a través del Otro (Žižek, 1999, pág.
132).
Al analizar la forma de relación de los sujetos hacia los medios masivos de
comunicación, podemos atisbar cómo es que por ejemplo, en las comedias televisivas
escuchamos risas “enlatadas”, las que a través de una grabación se reproducen
arbitrariamente en ciertas escenas que “supuestamente” debiesen generar risas en los
televidentes, o más aún, se trata de un Otro que se ríe por el sujeto, haciendo de éste un mero
espectador pasivo, espectador incluso, de su propia risa. Otro ejemplo de esto, es el
fenómeno analizado en la presente investigación, la pornografía. En este género, el sujeto-
espectador observa como Otro goza por él, librándose así de la angustia suscitada frente a un
contacto sexual real. No obstante, existe un segundo movimiento implicado, en donde el
sujeto fantasea con ser un objeto más de este montaje destinado al goce de este Otro, punto
que será detallado más adelante.
6.2. Pornografía como respuesta fantasmática frente al enigma del deseo del Otro
Con el fin de establecer la relación existente entre la pornografía y los conceptos
psicoanalíticos escogidos para realizar este estudio, es que se intentará develar las similitudes
existentes entre el fenómeno de la pornografía y el concepto de fantasía. Para realizar este
paralelo se retoman los aspectos más importantes acerca del desarrollo realizado del concepto,
comenzando por la oposición realizada en los primeros textos de Freud en que la fantasía era
94
opuesta a la realidad objetiva. Como se dijo anteriormente, para el sujeto existe una clara
distinción en lo que respecta a la búsqueda incesante de placer, regida por el principio del placer,
y la búsqueda de lo que le provoque mayores beneficios en lugar de mayor placer, que vendría a
ser el principio de realidad. Como se puede evidenciar, en el mundo interno del sujeto (dejando
de lado estados patógenos como la angustia) su fantasía tiene esta tendencia a buscar siempre el
placer, un estado de universalidad en donde no exista deseo ni necesidades, la cual en última
instancia está relacionada con la relación primordial del niño con la madre, es decir que en la
fantasía el sujeto deseará anular toda separación con el Otro, rememorando el momento en que
no existía separación entre él y su madre.
Ahora bien, si establecemos el paralelo entre la dicotomía fantasía-realidad y la
pornografía, podemos aseverar que sin duda alguna la pornografía está fuera de lo que podríamos
llamar la realidad objetiva, situándose más bien del lado de esta búsqueda incesante de placer,
vale decir, es una puesta en escena de una fantasía relativa a la sexualidad en que cualquier
intrusión de la realidad esta convenientemente excluida. Esto lo podemos evidenciar en muchos
aspectos de una película o video pornográfico, ya que siempre son exagerados ciertos aspectos
físicos de ambos partenaires del encuentro sexual, por ejemplo los actores mantienen una
erección constante, sus cuerpos se adaptan a los cánones de belleza de nuestra sociedad,
exagerando las características sexuales de su cuerpo, por otro lado las actrices se encuentran en
un orgasmo perpetuo, sus cuerpos más que estar dentro de los cánones, poseen un exacerbado y
desbordante énfasis en sus características ligadas a la sexualidad, como bustos o labios.
95
Con respecto a lo que podríamos llamar las características simbólicas de la sexualidad, en
la pornografía casi no se necesitan palabras para llegar al encuentro sexual. Si bien en las
primeras películas se utilizaba una excusa absurda y un guion mal actuado, en las actuales ese
aspecto queda casi completamente omitido, con el fin de llegar de inmediato al encuentro. Jamás
una actriz se negará a las solicitudes de su partenaire, incluso no es necesario que éste se las
diga, ni menos aún expresará dolor, en donde cualquier posibilidad de que el encuentro quede
malogrado por frigidez, dolor o disfunción quedará excluido de la pornografía, así como las
posibilidades de que dentro de un encuentro sexual acontezca un embarazo o el contagio de una
enfermedad de transmisión sexual.
Otra de las características que quedan fuera de este encuentro llevado a cabo en la
pornografía, son la expresión de cualquier tipo de emoción en el encuentro, vale decir nunca se
expresará vergüenza, asco, miedo, angustia, ni algún indicio de que alguno de los partenaires no
sienta atracción por el otro, en donde la única emoción que está permitida es el perpetuo placer
de un encuentro sexual aparentemente satisfactorio. En definitiva, en la pornografía tenemos un
discurso acerca de la sexualidad que deja de lado muchos (por no decir todos) los aspectos que
podemos encontrar en un encuentro sexual real, lo que podemos evidenciar en la realización de
este tipo de representación sólo rige el principio del placer. Es una representación más parecida a
un niño chupeteando su dedo, fantaseando que este dedo es el pecho materno, que el encuentro
sexual entre dos personas adultas. En ella podemos evidenciar como se nos devela la búsqueda
de un estado de universalidad a través de la sexualidad, de placer instantáneo en el que no es
necesario ningún tipo de esfuerzo mental, y las posibilidades de que este encuentro sexual
desfallezca dentro de las infinitas posibilidades de la realidad, está completamente relegado.
96
Otra de las características que relaciona directamente a la pornografía con la fantasía es
cómo en la pornografía se ponen de manifiesto las fantasías autoeróticas del sujeto, esto lo
podemos evidenciar en que en la pornografía, tal como en la vida onírica y en la fantasía, todo es
posible. “A través de represiones, de condensaciones y de desplazamientos, las fantasías logran
combinar en un todo una historia imaginaria que satisface la presión del deseo instintivo, las
interdicciones de objetos internalizados y las demandas de la realidad exterior” (McDougall,
1993, pág. 155). Cabe resaltar que en la pornografía, se pondrán de manifiesto las fantasías
sexuales del observador (y productor) como pueden ser el trío, el incesto, la penetración
múltiple, la zoofilia, y cualquier tipo de fetichismo. Esta característica aplica no solo a la
pornografía “mainstream” que es objeto de nuestro análisis, sino también a la pornografía para
mujeres y a la post pornografía.
La fantasía, al contrario, puede reprimir a este Otro, puede limitarse a personas del mismo
sexo, a órganos y orificios distintos de los genitales, a objetos parciales, como los productos del
cuerpo, o extenderse a los animales o a un mundo de objetos inanimados o misteriosos
(McDougall, 1993, pág. 155).
Pero ¿qué hace que la pornografía haya tenido una penetración tal en la sociedad
posmoderna que incluso ésta ha permeado aspectos como la publicidad y la música? La respuesta
que podemos encontrar a esta pregunta es que tal como nos indica Freud, la eficacia continuada
del autoerotismo es lo que facilita que la pulsión sexual pueda ser satisfecha de una forma
97
momentánea y fantaseada. Ya que si pensamos en esta primera relación antes mencionada entre
el niño y la madre, podemos ver como ésta se trata en realidad de una relación de dependencia
absoluta, dentro de la cual el niño es únicamente aquello que representa para su madre, todo lo
que está en potencia en él puede realizarse u obstaculizarse por ella.
De esta manera, el niño se convierte desde el comienzo de su vida, e incluso antes, en
objeto privilegiado para la satisfacción de deseos (…) una parte de la identidad de todo sujeto es
y será siempre lo que representa para otro (McDougall, 1993, pág. 148).
En este sentido, la relación con este Otro materno acarrea consecuencias tanto
satisfactorias como amenazantes, el niño de a poco descubre que en primer lugar, él no es el
pecho, luego el pecho no le pertenece, y finalmente este pecho puede ser a la vez dado o negado
por el Otro. Por lo tanto, por un lado el niño buscará una y otra vez revivir esta relación con su
madre ligada al sentimiento de universalidad, pero por otro lado, buscará la independencia del
objeto a través de la introyección de este objeto perdido hacia sí mismo, al que podrá acceder
indirectamente a través de la fantasía. Es así como el autoerotismo nos acercará de una forma
“independiente” del Otro a este estado de universalidad, lo cual resulta sumamente paradójico,
ya que es innegable la huella que este Otro dejará en la forma que buscamos independizarnos de
él. En definitiva, el sujeto bordea la indiferenciación, ya que toda tendencia de él de volver a este
estado, está siempre acompañada de un alto riesgo de que la identidad del sujeto desaparezca en
esta madre-universo (Umwelt).
98
La pornografía nos viene a decir de forma implícita que no necesitamos de un tercero
para encontrar la satisfacción sexual, brindando sustitutos que se adapten a las características de
nuestras fantasías, a las características de este Otro introyectado. Es una forma sutil de decirnos
que no dependemos de otro, que podemos continuar obteniendo placer autoerótico a través de las
fantasías, ya que este será un placer que no desfallecerá, como tampoco lo hará el placer
ininterrumpido que evidenciamos en la pornografía.
La parte dependiente de la personalidad es la que reconoce los límites y las limitaciones
de su propio ser, así como la existencia y los límites del otro, y acepta que la satisfacción de toda
necesidad, finalmente de todo deseo, se relacione con la incapacidad fundamental del ser
humano de bastarse a sí mismo. Reconocer la necesidad del objeto (el objeto genital incluido) es
la condición de la vida, y todo intento de negar esta dependencia se orienta en el sentido de la
muerte (McDougall, 1993, pág. 152).
Por otra parte, ¿En qué medida la pornografía se relaciona con la realidad si tenemos en
consideración el concepto de realidad psíquica? Es en este punto que el concepto de sujeto se
hace fundamental, ya que es él, o más bien en él que se realiza esta relación. Son sus propias
fantasías las cuales se ponen de manifiesto en la pornografía, en definitiva, es el sujeto quien
buscará dar un nuevo orden a la realidad a través de la pornografía para que la realidad no le
resulte tan amenazadora. El hecho de que existan tantos tipos y subtipos de pornografía es lo que
nos da la prueba de que existe una para cada tipo de espectador, ya que en definitiva a través de
la pornografía llevamos a nuestra fantasía inconsciente a un intento de realización.
99
Entonces, podemos establecer que la pornografía es una forma activa de llevar a cabo un
rasgo de nuestro deseo inconsciente, en ella revivimos una y otra vez ese momento en que no
necesitamos de un tercero para poder alcanzar el placer sexual, amoldando lo que vemos a cierta
característica de nuestra propia fantasía inconsciente. Con respecto a estas últimas, es necesario
destacar que, como se mencionó anteriormente cuando se explicó la fantasía inconsciente “Pegan
a un niño” analizada por Freud, este aspecto que hace gozar al sujeto queda por entero reprimido
y es más bien una reconstrucción del análisis, ya que si bien no se puede extrapolar a todos los
sujetos la misma fantasía inconsciente de ser golpeados, si se puede decir que hay algo con lo
que los sujetos gozan sin ser plenamente conscientes de ello. La pornografía con sus múltiples
variaciones, puede ser un medio para que el sujeto logre relacionarse con esto prohibido que lo
hace gozar, ya sea el incesto, la violación, la cosificación del cuerpo femenino, el masoquismo,
en definitiva algo que el principio de realidad le impide llevar a cabo. Lo que incluso puede estar
más relacionado con su forma personal de obtener placer, que lo que podrían estar las formas
socialmente aceptadas. Es decir, la pornografía estará de una u otra forma relacionada con un
aspecto inconsciente de la fantasía.
La verdad tiene la estructura de la ficción: puedo articular la verdad oculta de mis
pulsiones precisamente en la medida en que sea consciente de que sólo estoy jugando un juego
en pantalla. En el sexo dentro del ciberespacio no hay ‘cara a cara’, solo el espacio externo
impersonal en el que todo, incluso mis fantasías internas más íntimas, puede ser articulado sin
inhibiciones (…) La gente usa la pornografía (u otro aparato sexual técnico) no sólo cuando
100
carece de compañeros ‘de carne y hueso’, sino también para ‘sazonar’ su ‘vida sexual
verdadera’. El estatus del suplemento sexual es así, una vez más, radicalmente ambiguo e
‘impredecible’: puede arruinar el juego, pero también puede intensificar su goce (Žižek, 1999,
pág. 158).
Otro aspecto a tener en consideración en este apartado, es el tratado por Jessica Benjamin
en su ensayo “Simpatía por el Diablo: notas sobre la sexualidad y la agresión, con especial
referencia a la pornografía”, en donde se cuestiona acerca de la relación entre la agresión y la
sexualidad. Tal como en la fantasía inconsciente de “pegan a un niño”, existe un componente
sexual y otro agresivo que son reprimidos, tramitados por el inconsciente. Frente a esto, la
pregunta de Benjamin alude a cuándo el componente agresivo pasa a ser sexual, especialmente
se pregunta por qué el sadismo de la pornografía produce excitación en los espectadores.
Postula que la parte agresiva de la sexualidad surge en la fantasía, no siendo lo que una
persona quiere realmente, ya que por ejemplo una adolescente puede fantasear con ser violada,
pero el hecho en sí sería traumático. La fantasía tiene esta característica de que se rige en el
principio del placer, como dice Benjamin (1997), tiene un papel en la representación y el
ocultamiento del horror real que una simple insistencia en la realidad pasa por alto. Por ejemplo,
un hombre que fantasea con tener relaciones con su secretaria no tiene en consideración la
transgresión al código laboral y la ética que esto significaría, ya que en la fantasía se pasan por
alto las consecuencias, que en este caso podrían incluso llegar a ser judiciales.
101
Entonces, por empezar, las representaciones pornográficas no expresan el contenido
concreto del deseo, sino una relación entre la excitación sexual y el reino de la fantasía. El
carácter de la representación pornográfica, en especial su contenido sádico, nos obliga a formular
la distinción entre la realidad y la fantasía, entre ser afectado por otro exterior y estar encerrado
en la propia fantasía, entre lo concreto y lo simbólico (Benjamin, 1997, pág. 202).
Tal como expone Freud (1930) en “El Malestar en la Cultura”, el humano no es un ser
manso, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad, en
donde el mandato de “ama a tu prójimo como a ti mismo” vendría a ser un dogma que sólo
contraría a la naturaleza humana originaria, ya que en realidad “Homo homini lupus” (el hombre
es un lobo para el hombre), y la existencia de esta inclinación agresiva que podemos encontrar en
nosotros mismos y que presuponemos a los demás, es lo que perturba nuestro vínculo con el otro
y lleva a la sociedad a realizar un importante gasto de energía para “mantener el orden”. Esta
agresión inherente busca una forma de exteriorizarse algo más tramitada, por lo que Benjamin
(1997) expone que los elementos agresivos pueden ser la base de los elementos perversos y
sádicos de la fantasía sexual que asociamos con la pornografía y la actividad sexual compulsiva.
Benjamin, para explicar cómo la agresión adquiere un componente sexual se basa en un
texto de Laplanche (1976), el que expone que la agresión en una primera instancia no está
mezclada con la sexualidad. Sólo lo hace cuando ésta se internaliza como masoquismo, y luego
al transmutar en sadismo ya contiene el componente sexual, siguiendo a Freud (1915) en
“Pulsión y destinos de pulsión”. Para este proceso se torna fundamental la fantasía, ya que tanto
102
el rol dominante como el sumiso entran en el sí mismo como fantasía, el proceso en el que la
agresión se transmuta en sexualidad Laplanche lo llama “fantasmatización”. “En este proceso
reflejo la fantasía, el inconsciente y la sexualidad emergen en un movimiento único” (Laplanche
en Benjamin, 1997, pág. 219). De esta manera la agresión se transforma en placer, una forma
diferente de procesar esta tensión corporal. Por lo tanto al no poder liberarse de la agresión, el
sujeto la transmuta en descarga sexual, siendo el autoerotismo una conducta que sustituye la
necesidad de otro externo.
El aburrimiento sexual es una razón que se aduce con frecuencia para justificar el interés
por la pornografía. Pero el dilema se convierte entonces en cómo volverse de nuevo hacia fuera
cuando no hay ningún afuera, cuando tanto el sujeto como el objeto existen solo en la cápsula de
la omnipotencia, de la fantasía. Allí se introduce la transgresión, el intento de crear una forma
sustitutiva de la exterioridad exponiendo los componentes internos, privados, autoeróticos, a un
público fantaseado, a un observador que no es sujeto ni objeto de la fantasía. El espectador crea
la sensación de exterioridad, el consumidor es el otro externo a su propia fantasía, escenificada
en la pantalla o en la página que tiene ante sí (Benjamin, 1997, pág. 221).
Ahora bien, para profundizar este apartado se retomarán a modo de resumen algunos
aspectos mencionados con anterioridad. Existen elementos cuya importancia es capital para
comprender el concepto de fantasma, partiendo por deseo. A este lo podemos identificar como
“la cosa freudiana”, algo cuya existencia tiene serias implicancias para el sujeto. Teniendo en
cuenta que el Otro es el lugar del deseo para el sujeto, una vez que éste se manifiesta con
103
claridad, el sujeto debe dar algo a cambio, algo es tomado a sus expensas con el fin de lograr su
designación de sujeto en el discurso que el Otro sostiene. El sujeto paga ese precio en calidad de
desfalleciente, no como un sujeto de la palabra, sino que como un sujeto real, vivo, y el precio
que paga es la castración. En definitiva, el sujeto paga con su propia castración para poder ser
designado por el Otro, por lo que debe poner algo de su parte.
Este es, si me permiten, el hueso de la función del objeto en el deseo. Es lo que aparece
como contrapartida del hecho de que el sujeto no puede situarse en el deseo sin castrarse –dicho
en otras palabras, sin perder lo más esencial de su vida. (Lacan, 1959, pág. 412).
Como puede evidenciarse, el sujeto a cambio de lo más esencial de sí, obtiene una
designación en el Otro, algo que le otorgaría una fundamental importancia a su presencia, ya que
en definitiva el sujeto es sostenido por él, pero ¿hasta qué punto puedo contar con el Otro? ¿Es el
Otro confiable? ¿Puedo estar tranquilo de que cumplirá lo que me prometió? Según Lacan este
cuestionamiento es el resorte de lo que el sujeto repetirá en lo más profundo de su destino, “allí
está lo que rige la modulación inconsciente de sus comportamientos” (Lacan, 1959, pág. 417).
El análisis, incluso la experiencia más cotidiana del análisis, nos los enseña: que el sujeto
pueda o no hacer pie en algún Otro es lo que determina lo más radical que hayamos en la
modulación inconsciente del paciente, neurótico o no (Lacan, 1959, pág. 417).
104
El sujeto queda en definitiva barrado, separado, quedando en calidad de sujeto de la
palabra, esto es lo que lo lleva a intentar buscar una respuesta a su interrogante, sin embargo su
pregunta no tiene respuesta, no hay Otro del Otro, el sujeto se encuentra con el vacío, ya que
ningún significante puede garantizar la cadena de significantes completa, debido a lo cual el
sujeto queda supeditado a la voluntad del Otro. A lo que el sujeto recurre para responder a esta
pregunta, es a una parte imaginaria de sí, esta parte es la a que surge en el mismo lugar que su
interrogante acerca de lo que él es y quiere verdaderamente.
Lo que denominamos a minúscula es el objeto del deseo, sin duda, pero a condición de
aclarar bien, sin embargo, no se ajusta al deseo. Entra en juego en un complejo que
denominamos fantasma. En ese objeto, el sujeto encuentra su soporte en el momento en que se
desvanece ante la carencia del significante que responda por su lugar de sujeto en el nivel del
Otro (…) El fantasma no es otra cosa que ese enfrentamiento perpetuo entre la S mayúscula
tachada y la a minúscula (Lacan, 1959, pág. 418).
Al establecer la relación entre el fenómeno de la pornografía y el concepto de fantasma,
se presentan ciertos puntos de comparación que dan luces respecto a cuan estrechamente ligados
se encuentran estos conceptos, y de qué manera se podría puntualizar una idea interpretativa en
torno a la función de la pornografía respecto de la constitución fantasmática.
105
Si se observa el fenómeno de la pornografía y se pone énfasis en sus esquemas o patrones
habituales, se puede dar cuenta de un carácter repetitivo en cuanto a su argumento, así como de
guiones carentes de originalidad y realismo. Frecuentemente se recrean esquemas y poses
corporales, haciendo de las producciones de esta industria algo más bien predecible, sin presentar
cambios sustanciales en su argumento. Tal como se menciona en un apartado anterior, desde su
despenalización en los finales de la década de los sesenta, el género pornográfico ha sufrido muy
pocos cambios, muy excepcionalmente las relaciones sexuales en este género no comienzan con
una felación y terminan con un coitus interruptus. Es así, como la pornografía comparte con el
fantasma el carácter estático y monótono, este “resto” del análisis diferente del dinamismo
sintomático, algo de lo que en definitiva el analizante no se puede desprender, ya que sin él
quedaría de cara al horror de lo real, optando por mantener su equilibrio precario antes de
siquiera pensar en que la realidad podría ser vista de otra forma. El fantasma es el que en
definitiva nos obtura de esta pregunta ineludible referida a ¿cómo accedo a la sexualidad?,
siendo la pornografía quien brinda una respuesta a este cuestionamiento. Es su misma monotonía
la que de a poco nos entrega una ilusoria estabilidad de qué es lo que encontraremos al momento
de enfrentarnos al encuentro sexual. Sin embargo ¿podemos fiarnos de esta respuesta entregada
por el Otro? La respuesta a esta pregunta viene del lado del síntoma, ya que es en el momento en
el que se deja de sentir placer por medio de la sexualidad, cuando va a trastabillar el fantasma
entregado por la pornografía, o al menos una de sus múltiples formas de trastabillar.
En relación al momento en que se pone en duda este velo entregado por el Otro, el
síntoma sería aquella parte dinámica, aquello que sucede sin poder evitarlo, lo que en el caso de
la pornografía alude a las vicisitudes propias del encuentro sexual (enfermedades, embarazo,
106
disfunciones sexuales, etc.), por lo tanto se trata de aquello que no se encuentra presente en las
producciones pornográficas. Es decir, se trata de la parte faltante en la pornografía, de aquel
elemento que la pornografía en su función fantasmática busca velar, esto al estar regido en última
instancia por el principio del placer.
Desde una segunda perspectiva, si nos referimos a la pornografía en términos de goce, se
puede relacionar al acto masturbatorio asociado al consumo de ésta con el goce fálico, en tanto
descarga parcial de relativo alivio momentáneo. Por otra parte, el plus de goce dentro de este
contexto, se entiende como aquel excedente del goce que queda anclado a ciertas zonas del
cuerpo, manteniéndolas en constante erogeneidad, es aquello que hace que el sujeto siga
consumiendo pornografía sin dejar de desear ni gozar, punto fundamental si se analiza la
proliferación de esta industria. En tanto, la pornografía propiamente tal, podría relacionarse con
el goce Otro, en la medida en que apunta al goce que el sujeto supone al Otro, donde la
pornografía en su función reactualizadora del fantasma actúa a modo de obstáculo autoimpuesto
para no enfrentarse a este goce desbordante, manteniendo a un sujeto que se satisface de modo
parcial y limitado.
De este modo, el sujeto fantasea con poder alcanzar este goce del Otro, sin embargo a
través de sustitutos y pantallas, síntomas y fantasmas como diría Miller (1983), busca
obstaculizar el encuentro con este goce Otro, para lo cual no debe dejar de desear. Es así, como
el fantasma actúa a modo de mecanismo o recurso para no verse enfrentado a este goce
desbordante, transformando el goce en placer, y así, manteniendo al sujeto a salvo del carácter
107
oceánico de este goce excesivo. Este goce que el sujeto sueña poder alcanzar, no es más que una
imposición, un mandato proveniente del gran Otro, el que a través de la ley paterna y posterior
conformación superyóica mantienen al sujeto en constante obligación de gozar.
Por otro lado, la relevancia clínica de la relación de la pornografía con el goce, es que nos
permite dilucidar de qué manera el analizante goza, vale decir de qué forma se relaciona con el
objeto deseado. Por ejemplo, ante la afirmación del analizante “yo veo pornografía” al ser
interrogado acerca de esto, sería muy diferente que diera una respuesta ligada a la pornografía
gay, o en la que existen relaciones entre mujeres mayores con hombres jóvenes, o también una
más ligada al sadismo, en fin, la pornografía en sus múltiples formas de expresión nos habla de
un modo específico de goce, ligado a la pasividad, a una relación incestuosa, fetichista, etc. Si
tenemos en cuenta que el goce es contradictorio, en la medida en que busca satisfacer tanto a la
pulsión de vida como a la de muerte, saber qué tipo de pornografía es la que busca un analizante
nos acerca de manera muy directa a su forma particular de gozar, siendo esta característica algo
muy llamativo de la pornografía. Vista de un modo más general que la pornografía mainstream,
todas sus formas de expresión apuntan a un determinado tipo de goce.
Cabe señalar que cuando el sujeto se angustia a partir del encuentro con lo real, no quiere
decir que esto sea patológico, ya que para los seres humanos el estado básico de la sexualidad es
la masturbación con fantaseo y cualquier contacto real es algo inherentemente traumático, y solo
es tolerado si el otro entra en este mecanismo fantasmático. El fantasma se encarga de proteger al
sujeto en su relación con el Otro en cualquier ámbito, entonces la pornografía cumple la función
108
de reactualizar los fantasmas que cubren la relación del sujeto con el Otro (en lo relativo al acto
sexual en este caso) y así aportar límites al goce desenfrenado.
Otra arista a observar, dice relación con la similitud entre la escena pornográfica y la
escena fantasmática, fuera de la naturaleza estática y monótona analizada anteriormente. Una
escena fantasmática, como por ejemplo “pegan a un niño”, se trata de una escena de carácter
reducido, en la que se suelen repetir de manera esquemática ciertos patrones, suponiendo un acto
de pocos personajes, en donde existe una acción en particular ligada a la presencia de una parte
determinada del cuerpo, y esta acción se desarrolla a partir de un verbo en particular el que se
enmarca en un argumento perverso de fondo, en este caso “pegan”. Lo mismo sucede en la
escena pornográfica, específicamente en la mainstream, donde este patrón repetido
insistentemente a lo largo de los años ha terminado por construir una forma específica de
enfrentar la sexualidad, en ese sentido ambas escenas tienen como mayor punto de similitud su
función, en la medida en que protegen al sujeto en su encuentro con lo real.
En este contexto, frente al enigma del deseo del Otro (che vuoi?), el sujeto se hace ser un
objeto dentro de la escena fantasmática, por lo tanto se puede hablar de una sexualidad disociada
de la necesidad, en donde la pornografía funciona como una plataforma que reactualiza la red de
escenas fantasmáticas del sujeto, situándose a sí mismo como un objeto que tiene por función el
obturar la falta en el Otro. Es así como se puede explicar cómo es que la pornografía podría
también ser una respuesta frente al enigma del Otro, ya que al igual que en el caso del fantasma,
en la pornografía, a partir de un argumento perverso, el sujeto es situado como un objeto en
109
función del deseo del Otro. Específicamente, el sujeto se identifica con el objeto perdido, de
modo que en la escena fantasmática el sujeto ocupa el lugar de este objeto extraviado. Objeto
que se remonta a un estado de fusionalidad o universalidad vivido, el cual ha sido perdido
(estado de goce absoluto). Entonces, en la escena fantasmática al representar ese objeto perdido,
el sujeto puede llevar a cabo su deseo, lo cual es imposible de llevar a cabo en la realidad.
La función de la pornografía en tanto constitutiva de los fantasmas del sujeto, permite
llevar a cabo (de manera fantasmática) la forma de goce del sujeto, y en última medida su deseo
insconsciente, teniendo por consecuencia un alejamiento de lo real. En la actualidad, los sujetos
han optado por relacionarse cada vez más a través de fantasmas, los cuales son impartidos desde
la cultura en tanto lugar del Otro, siendo la pornografía, a modo de discurso homogeneizante,
quien establece qué imágenes y/o pantallas actuarán como velo en la manera en que los sujetos
acceden a su sexualidad. En definitiva, la pornografía es una forma de homogeneizar la respuesta
frente al enigma del deseo del Otro, es una manera de que los sujetos como conjunto accedan a la
sexualidad desde un mismo fantasma, es decir, que tengan una respuesta similar ante su duda
acerca de si es que el Otro cumplirá su promesa. Con el fin de que este encuentro con otro real
no resulte ser algo traumático, el fantasma paradójicamente nos brinda la falsa sensación de
seguridad, de creer que ya tenemos resuelto qué es lo que sucederá en dicho encuentro, siendo un
mecanismo que lamentablemente está destinado a fracasar y el sujeto a desfallecer.
110
6.3. Posmodernidad y el lugar del sujeto
En este apartado se esbozarán ciertas ideas y discusiones surgidas a lo largo de la
presente investigación, las cuales este estudio no pretende dar respuestas, pero sí establecerlas
como punto de inicio para posteriores investigaciones respecto a este fenómeno.
La pornografía, tanto como género cinematográfico como posterior discurso acerca de la
sexualidad, cumple con la función de constituir y reactualizar los fantasmas del sujeto. Esto,
como ya fue mencionado, responde a la posición del sujeto respecto de la pregunta acerca del
deseo del Otro, che vuoi?, qué es lo que este Otro quiere, lo que para el sujeto se plantea en la
siguiente pregunta: ¿Qué es lo que este Otro quiere de mí?, lo que se traduce a qué es lo que este
sujeto se “hace ser” para el Otro. Frente a esta pregunta, el sujeto responde a partir de sus
fantasmas, obturando el deseo del Otro, y a su vez, distanciándose a través de éstos del encuentro
con lo real de este deseo, es decir, de su encuentro con la falta misma.
Al analizar la pornografía y su función en la constitución del fantasma ($ ◊ a) para los
sujetos en el contexto posmoderno, se puede concluir la existencia de sujetos cada vez más
alejados entre sí, relacionándose a través de fantasmas, evitando de esta forma el encuentro con
lo real. Esto, tomando en cuenta a la pornografía como el máximo exponente de la idea de
“hiperrealidad”, en donde este exceso de lo real, esta excesiva explicitación, termina por velar lo
real, siendo esta la misma función que el fantasma tiene.
111
Este alejamiento de los sujetos entre sí, dice relación con el carácter actual de las
plataformas informativas y comunicacionales, en donde, en un intento de los medios masivos de
comunicación por contener y digitalizar toda la información, se erigen como una nueva forma de
representar al gran Otro, es decir, de que éste sea materializado en el espacio, o más bien, como
señala Žižek, en el ciberespacio. Este espacio virtual, que se sirve de la información compartida
por los usuarios, surge como un Otro que media la relación entre los sujetos, que si bien es más
rápida, automática y global, termina por alejar a los sujetos entre sí, respecto, claro está, de un
encuentro de carácter real. Así también, por ejemplo, la función de la pornografía y la publicidad
crean imaginarios y supuestos respecto a los roles y usos del cuerpo, más allá nuevamente, de los
reales alcances de estas concepciones en el contexto de un encuentro real entre los sujetos.
Ahora bien, frente al enigma del deseo del Otro, desde la perspectiva posmodernista,
podemos atisbar un giro en la posición del sujeto respecto de su relación con el Otro y con los
objetos. En donde, a diferencia de la concepción modernista de un yo único, individual y
autónomo, el objeto es el que moldea al sujeto y no al revés, contrario a como se planteaba desde
la perspectiva kantiana, la cual alude a que el conocimiento humano es lo que debe regir al
mundo de los objetos. Desde esta perspectiva, se plantea la concepción de un sujeto más bien
pasivo, el que más que buscar estímulos externos es interpelado por éstos, en donde las
representaciones de este mundo predominado por las imágenes le son impuestas al sujeto.
Este giro en la posición del sujeto, responde al imperativo surgido en la posmodernidad,
en donde el Otro, en tanto fuente de los significantes, se sitúa desde el discurso del amo,
112
imponiendo el mundo de imágenes posibles para el sujeto. De este modo, la pornografía se
inscribe en una relación de interpasividad entre el sujeto y el mundo de los objetos, dejando a
éste en un estado de inercia, en donde el Otro es quien goza por el sujeto y a través de él.
Si la modernidad erigió la ilusión de un deseo articulado a través de un Otro universal, la
posmodernidad se caracteriza por la desorientación del deseo como efecto de su subordinación a
la voluntad de goce. Según Jean Baudrillard, la época moderna, la época de la ideología,
presuponía la separación del sujeto del objeto mientras que la posmoderna anti-ideológica
anuncia la victoria del objeto sobre el sujeto (Ubiluz, 2006, pág. 1).
En definitiva, ¿cuál es la función de la pornografía en la sociedad posmoderna? A partir
de las relaciones establecidas en la presente investigación, se puede plantear la idea de la
pornografía como un mecanismo fantasmático impuesto por la sociedad, a través del cual el
sujeto debe acceder a la sexualidad. Es así, como la sociedad actual busca homogeneizar los
fantasmas, para así lograr cierto tipo de uniformidad en la manera en que los sujetos responden al
enigma del deseo del Otro, haciéndose ser objetos del goce del Otro.
Teniendo en cuenta esta perspectiva en la cual se propone una visión global del fantasma
en un contexto cultural, surge la tentativa de interrogar este fantasma desde un punto de vista
clínico. ¿Qué hacen los miembros de esta sociedad para atravesar sus fantasmas?
113
Para Lacan, “no hay ejemplo alguno de un fantasma convenientemente atacado que no
reaccione reiterando su forma de fantasma” (Lacan, 1959, pág. 433). Esto, permite dar una
explicación al porqué en la sociedad actual la pornografía ha invadido otras aristas de la cultura
como la música y la publicidad, llegando a ser, como se señaló anteriormente, una sociedad
pornografizada. Con esto, se busca exponer la rigidización del fantasma que la sociedad ha
encontrado para responder al enigma en torno a la sexualidad, en donde en vez de ser
atravesados, reiteran su posición y se parapetan en ella de igual forma en que un analizante se
resiste a dejar de gozar a través de sus síntomas.
Como es sabido, lo que lleva a un sujeto al análisis es el hecho de que su fantasma
trastabille, vale decir, ya no puede ocupar la misma posición en relación al Otro. Entonces, ¿qué
sucede cuando trastabilla el fantasma de la pornografía? Frente a esta pregunta, surge la idea de
que este fantasma se sostiene en un equilibrio más bien precario, ya que frente a la más mínima
irrupción de lo real, esta articulación desfallece, siendo reemplazado en su lugar por la angustia y
la sintomatología. Esto, se puede evidenciar en el gran aumento que han tenido en la actualidad
ciertos fenómenos como el embarazo adolescente, la eyaculación precoz, la disfunción eréctil y
la frigidez.
Es así, como el presente estudio buscó poder graficar de alguna manera este concepto tan
enigmático como críptico, y a la vez tan medular para la teoría psicoanalítica: el fantasma.
Concepto que al ser desarrollado y relacionado con el fenómeno de la pornografía, permitió
establecer nuevos alcances y perspectivas en torno a un fenómeno relevante a la hora de
114
comprender algunos aspectos en apariencia superficiales, pero que sin embargo dan cuenta de
elementos centrales para comprender el porqué de las conductas y patrones propios de los sujetos
de la sociedad actual. De este modo, la presente investigación podría presentarse como un
material útil para quienes quisieran aproximarse de una manera teórica al fenómeno de la
pornografía, así como para quienes deseen continuar con la contribución al desarrollo de la teoría
psicoanalítica.
En relación a esto último, es que se plantea la posibilidad de dejar abiertas ciertas
interrogantes para futuras investigaciones, que a su vez aluden a distintas alternativas o aristas
desde las cuales abordar el fenómeno en cuestión. Es así, como por ejemplo surgen interrogantes
en lo relativo a un análisis desde las estructuras clínicas, en la medida en que se determine si es
que los patrones seguidos por la pornografía en su función fantasmática se relacionan con
determinada estructura, o cómo las diferentes estructuras clínicas se ven enfrentadas a la
pornografía y a la sexualidad. En esta misma línea, resultaría atingente una investigación en la
que se explore la medida en la que han cambiado las estructuras clínicas, bajo la hipótesis de que
en la sociedad actual estaríamos supeditados a un fantasma de tipo perverso. Otra interrogante, es
si acaso existe algún tipo de estructura o sentido global en torno a las diferentes manifestaciones
de “desborde sexual” que han surgido a lo largo de la historia de occidente, así como también
podría ser contrastado con las formas de representación sexual presentes en el mundo oriental en
tanto articulación fantasmática. Por último, sería interesante contrastar este estudio con
determinados casos clínicos en donde se presenten temáticas relativas a la pornografía, para así
dar cuenta de en qué medida existen nuevas formas de relacionarse entre los sujetos y que
implicancias tienen éstas.
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